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Las primeras dos acepciones que ofrece el diccionario de la Real Academia de la Lengua para Trabajo son: “acción y
efecto de la ocupación en cualquier obra o ministerio (misión)” y “ocupación remunerada”.
El trabajo es remunerado y regulado por leyes y reglamentos que han sido producidos como resultado del desarrollo de
las sociedades.
El Trabajo
Desde su origen el ser humano debe su subsistencia al trabajo: cazando para alimentarse a él y a su grupo; recolectando
víveres y elementos que lo cubrieran del frío; protegiendo sus posesiones, desplazándose en busca de mejores climas y
de tierras, en fin, desplazando fuerzas. El Trabajo está necesariamente asociado a la necesidad de subsistencia y
preservación de le especie por más significado que se le endose a dicha necesidad.
Sin lugar a dudas el trabajo se ha sofisticado, al final de todos los procesos existe traslado y transformación de elementos,
y efectuado por hombres, o ingenios creados por él. El trabajo es acción. En la cumbre de la pirámide se intelectualiza
la estrategia de la acción dirigida a la consecución de objetivos, es decir, más acción.
El devenir de la vida en sociedad, de cada sociedad en particular, y la globalización, ha suscitado acuerdos en relación a
las condiciones generales que deben respetarse en el ámbito del trabajo, más aun, y determinado por ello, cuando el
trabajo ya no es de particular subsistencia, sino que se da en un escenario donde las sociedades se reordenan: emergen
los propietarios, las clases, las castas, y producto de ello el trabajo se vuelca a un ámbito colectivo e interdependiente
donde existen “trabajadores”, “empleadores”, “asociados”, “colaboradores”; y un sinfín de términos que definen
relaciones de trabajo.
La primera revalorización del trabajo llegó con el cristianismo, teniendo en cuenta que su figura principal dedicó, según
las fuentes en las que se basa, la mayor parte de su vida terrena al trabajo manual en el banco de carpintero. Por eso la
Iglesia de los tiempos apostólicos manifestó hacia el trabajo una estima desconocida hasta entonces. “Si alguno no
quiere trabajar, decía rotundamente San Pablo, que tampoco coma” (Tes 3,10). Sin embargo, poco a poco, el influjo
de Platón hizo que aumentara la cotización de la vida contemplativa a costa de la activa y en documentos posteriores
de la Iglesia Católica podemos leer: “Comer, beber, velar, dormir, reposar, TRABAJAR y estar sujeto a las demás
necesidades que impone la naturaleza constituye en verdad una gran miseria y aflicción para el hombre piadoso, que
quisiera de buena gana verse libre de todo esto”.
Ha sido ya en el siglo XX, especialmente durante los años veinte y treinta cuando aparecieron distintas iniciativas
orientadas a promover la dignidad del trabajo y a no considerarlo, de acuerdo con nuestra tradición cultural, solamente
como un castigo. Porque, ¿quién no ha oído que el trabajo es un castigo del pecado, porque dijo Dios: comerás el pan
con el sudor de tu frente? (Génesis 3,19). El masón no debe caer en la trampa de considerar el trabajo como un castigo
sino pensar en el gozo que proporciona el trabajo cuando el hombre ve que, trabajando, comunica a las cosas algo de sí
mismo, de su inteligencia, de su voluntad, de su afecto, de su personalidad y que de esta forma las cosas alcanzan su
valor.
Ante todo el trabajo en cualquiera de sus múltiples formas es, para quienes no están incapacitados, la forma más digna
de obtener el sustento cotidiano. El trabajo nos ofrece una ocasión privilegiada para servir a los demás ofreciéndoles
los bienes y servicios que somos capaces de producir. En la oficina y en la fábrica, en los hospitales y en el campo, las
personas debemos trabajar afanosamente para hacer del mundo un lugar cada vez más habitable.
El trabajo sirve también para formar al ser humano. Podemos recordar una famosa frase de Marx: “Todo lo que se puede
llamar historia universal no es otra cosa que la producción del hombre por el trabajo humano”. En el proceso de evolución
de las especies, nuestros peludos antepasados, como los llamaba Engels, empezaron a ser hombres cuando tallaron
algunas herramientas para trabajar y han ido creciendo en humanidad gracias al trabajo.
Es frecuente, y en ocasiones erróneo, valorar el trabajo por realidades ajenas al mismo: obtención del sustento
cotidiano, posibilidad de mayor consumismo, etc. Pero el trabajo tiene valor por sí mismo, es la producción de una obra.
Sin embargo, nos provoca preguntas ineludibles: ¿A quién sirvo yo con este trabajo? ¿En qué forma el trabajo que hago
contribuye a consolidar una situación social de tipo más o menos injusto? ¿Cuáles son los intereses de clase, de grupo,
que se benefician de mi actividad profesional? Y debemos tener el valor de saber contestarlas.
Por desgracia, para la mayoría de nosotros el trabajo es solamente la venta de un esfuerzo a cambio de un salario, e
importa muy poco en qué se emplea ese esfuerzo. De acuerdo con la mentalidad corriente, es posible tener un “buen”
trabajo en una fábrica de armas y un “mal” trabajo en una organización benéfica.
Se ocupa, en concreto del trabajo que reúne las características de ser subordinado y por cuenta ajena, además de
voluntario y retribuido. No se trata solo de la regulación del intercambio de trabajo por salario sino que es fruto del
sistema capitalista y nace como reacción ante el conflicto social entre el propietario de los medios de producción y el
trabajador asalariado. La existencia de regulación jurídica del trabajo por cuenta ajena ha sido un fenómeno
constante a lo largo de la Historia sin duda debido a que el trabajo de las personas siempre ha sido objeto de
apropiación por otras y, por tanto, un factor generador de conflictos. El nacimiento de esta rama del derecho
tuvo lugar en un momento histórico concreto, el nacimiento de la sociedad capitalista con la Revolución Industrial, sin
embargo la libertad de trabajo, será el principal elemento de partida. Ahora bien, el nacimiento del Derecho del trabajo
como rama jurídica autónoma no se produce de forma inmediata con el cambio del sistema productivo. A finales del
siglo XIX se desencadenarán una serie de factores:
La implantación del sistema capitalista y con él la disolución del sistema feudal puede situarse en Inglaterra y Francia a
mediados del siglo XVIII y siglo XIX. Como consecuencia del extraordinario crecimiento demográfico, la aplicación
de la nueva maquinaria a la producción industrial, el desarrollo de las comunicaciones y, con ello, la expansión
comercial y financiera, emerge una nueva clase social: la burguesía capitalista sustentada por la ideología liberal.
Dos hechos marcarán el inicio de la Era Contemporánea y el nacimiento del Derecho del Trabajo: la revolución industrial
y la revolución burguesa. En el ámbito laboral, el principal efecto de la revolución industrial fue el cambio de titularidad
de los medios de producción y la separación de capital y trabajo, convirtiéndose éste en mercancía que se compra
o se vende como cualquier objeto del mercado. En el otro extremo de la balanza, y fruto de esa separación entre capital
y trabajo surge una nueva clase social: la burguesía capitalista, propietaria de los medios de producción y, en
consecuencia, detentadora del poder político y económico. El soporte ideológico del sistema vino proporcionado por la
doctrina filosófica del liberalismo, que se extendió a todos los ámbitos de la vida tanto político como económico o
jurídico:
- A nivel político, con el triunfo de la Revolución Francesa se introduce un modelo asentado en los valores de
libertad e igualdad de los individuos con el consiguiente rechazo a cualquier instancia intermedia entre el Estado
y el ciudadano, de modo que cualquier demanda de carácter colectivo no sólo no se tenía en cuenta, sino que se
consideraba potencialmente peligrosa.
1. La organización y movilización del proletariado a raíz de la toma de conciencia de clase que derivará en una
reacción de autotutela colectiva, el llamado movimiento obrero.
2. Y, como repuesta defensiva, la intervención del Estado en el conflicto social dictando la primera legislación
obrera con un marcado acento proteccionista y limitador del poder empresarial.
Durante la segunda mitad del siglo, y coincidiendo con un período de expansión económica mundial y del propio sistema
capitalista, se advierte una respuesta obrera ya consciente, que conllevará una radicalización de sus planteamientos
asumiendo un carácter revolucionario y cuya finalidad será la lucha de modo directo contra el sistema capitalista.
Este movimiento seguirá una evolución y será, sobre todo, bajo la influencia ideológica del marxismo y del
anarquismo, cuando se constituyan las primeras organizaciones de clase más radicales para luchar contra el capital
(e incluso contra el propio Estado) tanto en el aspecto político, mediante la creación de los primeros partidos
obreros, como en la vertiente económica, a través de la fundación de sindicatos. Lógicamente, la línea de actuación del
sindicato dependerá de su tendencia ideológica: en coherencia con la tendencia apolítica del anarquismo, el
sindicato anarquista rechazará cualquier vinculación con los partidos políticos o colaboración con el Estado y predicará
la revolución total a través de la huelga general con el fin de transformar el régimen asalariado; en cambio, el sindicato
socialista no rehusará totalmente la cooperación con los poderes políticos a través de la lucha política parlamentaria.
Sólo cuando los poderes políticos toman conciencia de que la radicalización política y sindical de la clase
asalariada amenaza con convertirse en un peligroso elemento desestabilizador del sistema imperante, deciden
dictar las primeras leyes sociales como respuesta al reto que aquella movilización constituye. Se trata, en
definitiva, de una solución defensiva del Estado burgués para, a través de una normativa protectora de los trabajadores,
proveer a la integración del conflicto social compatibilizándolo con la viabilidad del sistema y asegurar así la
dominación de las relaciones de producción capitalistas.
Por ello, con razón, se ha afirmado que la legislación social se convierte en ese momento en factor de estabilización
y pacificación del orden social de la época. La inicial intervención del estado se orientó, de un lado, a la
dignificación de las condiciones de vida y de trabajo de los segmentos más débiles de la clase trabajadora (el trabajo
de los menores y las mujeres en las fábricas y las minas constituye el punto de partida en casi todos los países), de otro,
la regulación de los aspectos más relevantes de su explotación (jornada, descanso semanal, mínimos salariales,
prohibición del sistema del truck, etc.) y, por último, el establecimiento de reglas para la prevención de riesgos
profesionales (trabajos peligrosos o penosos, protección por accidentes de trabajo, principalmente). Esta
concepción paternalista inspira la primera legislación laboral en Gran Bretaña (Health and Morals of Aprentices Act de
1802, la Factory Act de 1833), en Francia (Ley de 22 de marzo de 1841, sobre trabajo de mujeres), así como la más
tardía legislación obrera española que se inicia en 1873 y se extiende, aproximadamente, hasta 1917. En todos
los casos se trató, sin embargo, de una legislación de ámbito limitado, cuya aplicación se circunscribía
exclusivamente a los obreros del sector industrial.
a. el otorgamiento de eficacia jurídica a los convenios colectivos de trabajo suscritos entre los representantes de los
trabajadores y empresarios.
b. la correlativa atribución a los sindicatos de una función en la fijación de las condiciones de trabajo y la defensa de
los intereses de los trabajadores.
c. la normalización de los conflictos colectivos de trabajo y del recurso a medios de presión con ocasión de los
mismos.
Derecho Laboral
El objeto del derecho de trabajo es proteger al trabajador humano, siempre y cuando la actividad laboral no se realiza
de forma libre y espontánea, que no sea ejecutada por amistad, colaboración o con actitud benévola, entre esposos e
hijos en asuntos del hogar, etc.
La finalidad primordial del derecho del trabajo es la justicia social, y tiene por misión el estudio de los problemas legales
que tienen relación con una actividad laboral.
En base a lo anterior señalado entendemos el Derecho del Trabajo tiene como objetivo:
Regular los deberes y derechos tanto de los obreros como de los patronos.
Regular todo lo referente a salario, horas de trabajo, despidos justificado y no justificados, contratos
individuales, sindicatos, huelgas entre otros.
Regular los conflictos de la relación jurídico-laboral.
Otra función importante de esta rama del derecho es la organización sindical libre y democrática, y la posibilidad de los
sindicatos de tomar medidas en defensa de los intereses de sus afiliados, en especial, el derecho de huelga.
La Constitución Nacional:
En general las constituciones nacionales contienen un mínimo de derechos sociales que regulan garantías mínimas
asegurables para los trabajadores (jornada de trabajo, salario digno y justo, igualdad de condiciones para los
trabajadores, protección contra enfermedades y accidentes, derecho de huelga, entre otros.
Tratados Internacionales:
Constituyen una fuente directa de regulación de derechos laborales, garantizando a los trabajadores de los países
signatarios derechos de mínimos que los estados firmantes se obligan a respetar. Su operatividad dependerá de la teoría
monísta o dualísta propia de cada legislación nacional. En países de integración regional, como la UE, los Tratados de
Integración constituyen fuentes directas a la cual cada país integrante de la región debe adecuar su sistema legislativo,
operando de esa forma en un sistema integrado igualitario de protección a todos los trabajadores de la región, y
evitando de esa forma legislaciones que operen en desmedro de los otros países, a través de flexibilizaciones
regulatorias que permitan un dumping social.
Tratados Supranacionales:
Son aquellos firmados por los países en forma tal que el documento internacional tiene un valor superior al de las leyes
locales e inferior a la Carta Magna del país signatario (vgr. En el derecho constitucional, son aquellos tratados
internacionales que no constituyen regulación en materia de derechos humanos, pero que han sido ratificado por el
Congreso Nacional).
Contrato de Trabajo:
Sienta las bases de la relación trabajador-empleador. Este contrato es especialísimo, sui generis. El Contrato de Trabajo
contiene cuatro elementos principales:
- Las partes trabajador - empleador,
- El vínculo de subordinación de parte del trabajador para con el empleador,
- Los servicios personales realizados por el trabajador,
- La remuneración recibida por el trabajador.
Plasmados generalmente en las normas sobre la materia, son la concreción de valores universales de seguridad, justicia,
igualdad, etcétera, que responden a la esencia del sistema normativo, que lo orientan y ayudan a su interpretación,
alumbrando los casos dudosos o de vacío legal, constituyéndose así en fuentes del derecho en general, aunque esta
rama, especial por el objeto, digno de protección, como es el trabajo humano, posee también principios específicos e
inmutables para salvaguardar la dignidad del trabajador, y la seguridad jurídica.
En nuestro pais, La Ley de Contrato de Trabajo (LCT) 20744, establece en su artículo 11, que cuando el Juez se encuentre
imposibilitado de resolver la cuestión planteada de acuerdo a las leyes laborales, deberá considerar los principios de la
justicia social, los principios generales del Derecho Laboral, la equidad y la buena fe.
1. Principio protectorio, para impedir abusos de la parte “fuerte” o superior, representada por el empleador, sobre el
trabajador. Se concreta en tres fórmulas: in dubio pro operario por la cual si las circunstancias son dudosas, la resolución
judicial debe beneficiar al empleado; la de la norma más favorable, que consiste en aplicar cuando haya más de una
norma jurídica que regule el asunto, la que sea más propicia al trabajador; y la de la condición más beneficiosa, que
importa permitir pactar en los contratos mejores condiciones laborales que las que la ley contempla, pero no más
perjudiciales.
2. Principio de irrenunciabilidad: Todo contrato individual que menoscabe los derechos otorgados al trabajador, por las
leyes laborales, los estatutos especiales o los convenios colectivos de trabajo, será nulo en cuanto a las cláusulas que
nieguen esos derechos.
3. Principio de continuidad de la relación laboral: Si existieran dudas sobre la continuación o extinción del contrato de
trabajo, se optará por la continuidad. Una aplicación de este principio está dado en los contratos a plazo fijo, cuando el
empleador omite la notificación del vencimiento, y se convierte en un contrato por tiempo indeterminado (art. 94 LCT).
4. Principio de primacía de la realidad: Se debe tratar de desentrañar la verdadera relación entre las partes,
independientemente de las formas o nombres con que traten de hacerla aparecer. Por ejemplo, un profesional
independiente que presta servicios a la orden de un empresario, cumpliendo horarios, y disponiendo para él
habitualmente su fuerza de trabajo será considerado trabajador dependiente, a pesar de que no perciba salario, ni haya
celebrado contrato de trabajo, sino que cobre a través de facturación de honorarios, como trabajador independiente.
5. Principio de la buena fe: La buena fe en la celebración del contrato laboral y en su ejecución, es requerida a ambas
partes. Esto implica deber de colaboración, respeto, solidaridad, fidelidad, honestidad y confianza.
6. Principio de justicia social: Imponiendo a cada parte, derechos y deberes para que cada uno obtenga lo que le
corresponda.
7. Principio de equidad: Por este principio, el Juez puede decidir una situación de acuerdo a lo que considera justo de
acuerdo al caso, si las normas no lo prevén.
8. Principio de prohibición de hacer discriminaciones: ninguna causal justifica discriminar entre los empleados, ya sea
por sexo, edad, estado civil, de salud, raza, religión, ideas políticas, etcétera.
9. Principio de gratuidad de los procedimientos: Los procesos laborales son gratuitos para el trabajador, para no obstar
su defensa por imposibilidad económica.