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UNIVERSIDAD DE GUAYAQUIL

FACULTAD DE CIENCIAS MÉDICAS


ESCUELA DE MEDICINA

CÁTEDRA DE PSIQUIATRÍA
Dra. María García Moncayo

INTEGRANTES
ASHLEY ALVARADO CHECA
ISAAC CASTRO ENRIQUEZ
ANDRÉS CASTILLO VERA
MARÍA JOSE GALLARDO

GRUPO #15

CARRERA DE MEDICINA
SEPTIMO SEMESTRE-PRIMER CICLO
2019
ALTERACIÓN DE LA INTELIGENCIA

CONCEPTO

El concepto de inteligencia ha sido y es motivo de discrepancias entre los psicopatólogos.


Haremos referencia a las definiciones que más han contribuido a ir perfilando un concepto
que a nuestro juicio ayuda a entender y medir esta capacidad.

Wechsler en su obra "La medición de la inteligencia en los adultos" escribe: "Inteligencia


es la facultad compuesta o global del individuo de actuar adecuadamente, pensar
razonablemente y relacionarse efectivamente con su mundo circundante". El aporte nuevo
de Wechsler está en el considerar la inteligencia como una facultad compuesta o global,
señalando acá una diferencia de aspecto en el sentido de lo funcional y estructural.

Según consideremos a la inteligencia en forma funcional por su efecto o estructural por


su forma interna, se nos aparece en el sentido indicado (compuesta o global). Es global
porque caracteriza la conducta del individuo como todo. Wechsler dice que la inteligencia
es compuesta porque la investigación reciente ha podido aislar una serie de factores de
inteligencia que son independientes.

O sea que compuesta no quiere decir que la inteligencia es una combinación sumativa de
determinadas habilidades individuales. Los resultados de rendimiento de una conducta
inteligente no constituyen una simple función de la cantidad de habilidades especiales.
Por lo tanto, el exceso en determinada habilidad colabora relativamente poco en la
conducta inteligente tomada en general.

Sin duda, la memoria como función accesoria es de significativa importancia para el


dominio de ciertas situaciones vitales. Pero más allá de cierto punto ya no aportará gran
cosa. Lo mismo sucede por ejemplo con el pensar lógico. Podemos resumir lo anterior
diciendo que el efecto óptimo de las funciones individuales es determinado por la
configuración formal que las abarca (HeinzRolf Lückert, 1965).

En la práctica clínica nos surge la necesidad de cuantificar el compromiso de la


inteligencia y en lo posible determinar cuáles son los factores alterados. Tiene gran valor
la aproximación descriptiva, en especial durante la entrevista clínica, o en condiciones en
que la cuantificación de la inteligencia nos parece un detallismo innecesario.

Pero en lo fundamental la inteligencia es una capacidad que desde un punto de vista


psicopatológico corresponde a un instrumento del vivenciar que enriquece nuestra
perspectiva clínica cuando los medimos y cuantificamos. Con la finalidad de que esta
medición sea lo más objetiva posible, se han desarrollado pruebas de rendimientos
estandarizados, denominadas pruebas de inteligencia.

Cabe agregar que este procedimiento es también fenomenológico en cuanto describe,


aunque en forma estandarizada la capacidad de este instrumento del vivenciar que
llamamos inteligencia. Sin embargo, no siempre es necesario ni posible someter al sujeto
a una prueba de inteligencia, por lo cual el clínico debe adquirir el máximo de destreza
en la determinación del compromiso de la inteligencia, a través de la entrevista clínica.
Ayuda a este adiestramiento el tener lo más claro posible los factores generales básicos
de la inteligencia, entender de qué manera se cuantifican a través de los test y entrenarse
en extrapolar esta medición de rendimiento a la "situación de prueba" que es la entrevista
clínica.

En nuestro intento de ayudar al clínico en este adiestramiento, a continuación,


señalaremos los factores que nos parecen básicos en la medición de la inteligencia, en
seguida analizaremos la prueba de Wechsler en esta perspectiva, mostrando finalmente
cómo estos factores se pueden apreciar en la entrevista clínica.

Como definición básica, nos parece que Lipmann apunta a lo esencial de la inteligencia:
"es la facultad de captar objetivamente ciertos contenidos dados y elaborados con sujeción
a determinadas metas". Esta misma definición se puede expresar como que "la
inteligencia es la capacidad operatoria de trabajar con la ayuda de esquemas cada vez más
complicados y móviles, conforme a un plan lógico en la resolución de un problema".

Así entonces, en la intelección, comprensión y solución hay dos estructuras que se


complementan. Por una parte, el dominio de la capacidad de esquematización del
pensamiento (que los guestaltistas llaman la puesta en forma) y por otra parte un sistema
en cierto modo legislativo de las reglas del conocimiento (razonamiento, lógica).

Estas dos estructuras complementarias constituyen dos grados de formación y de


funcionamiento de la inteligencia. Al primer grado corresponde lo que en materia de
inteligencia animal se llama aprendizaje y memoria asociativa, y que en los hombres
Piaget ha llamado mecanismo de asimilación. Es análogo a lo que quiere denominar
Lipmann como "la facultad de captar objetivamente ciertos contenidos".

El segundo grado corresponde al área del juicio y de las relaciones lógicas, entendidas
como las reglas del saber y del conocimiento de la verdad bajo su aspecto "normativo".
Esta es "la elaboración de los contenidos con sujeción a determinadas metas" o sea con
una metodología, y por ende con una normatividad.

La inteligencia es una capacidad mensurable. Mientras más objetiva sea su evaluación,


mayor utilidad nos prestará en el trabajo clínico. En este sentido la aplicación de tests
estandarizados es una herramienta de primera línea. Sin embargo, es útil que el clínico se
oriente previamente a grosso modo sobre el estado de la inteligencia de un paciente para
confirmar si se justifica o no un examen más exhaustivo de ésta a través de un test.

EVALUACIÓN DE LA INTELIGENCIA A TRAVÉS DE LA


ENTREVISTA
Trataremos ahora de señalar en forma muy somera y a modo de ejemplo, cómo la
capacidad de asimilación y capacidad de razonamiento lógico, se pueden evaluar en la
interacción con el paciente, ya sea en entrevistas clínicas o sesiones de psicoterapia.

El manejo del lenguaje es un índice significativo de la capacidad de asimilación de la


inteligencia. La riqueza de palabras junto al uso adecuado de lo que ellas connotan son
una expresión valiosa de la capacidad de asimilación. Otra variable importante que mide
capacidad de asimilación es el modo en que el sujeto maneja la información respecto a
los hechos que tienen relación ya sea con el motivo de consulta, con su enfermedad, con
sucesos importantes en su familia o ambiente social, y con cualquier asunto que mida la
habilidad para incorporar información esencial.

Durante la entrevista, también se puede examinar la capacidad de juicio. El tino que


muestra el paciente frente a las circunstancias del momento, en la relación con el
terapeuta, o frente al grupo. Cómo enjuicia su estado actual, y la situación misma de
tratamiento. El criterio con que ha enfrentado las relaciones sociales, familiares y de
trabajo, ya sean éstas interrogadas por el terapeuta o descritas espontáneamente por el
paciente. La memoria asociativa, en cuanto capacidad de relacionar automáticamente
detalles con figuras globales previamente asimiladas y viceversa, se puede apreciar en el
desarrollo de las ideas del paciente. Cómo una pregunta o un recuerdo, lo lleva a
comunicar un todo importante en relación con el objetivo de la entrevista. O, al revés,
cómo desde una situación global asocia detalles significativos cuya precisión resulta
importante.

La capacidad de razonamiento lógico se puede evaluar durante la entrevista observando


la habilidad del sujeto para coger lo sustancial de un asunto y marginar lo accesorio. Otro
índice de la capacidad analítico-sintética del paciente es la habilidad con que pueda
describir un todo separando cada una de las partes que lo constituyen, y cómo este mismo
asunto lo puede reconstruir desde otra óptica, sin que pierda su coherencia. La capacidad
de abstracción que siguen las leyes del razonamiento lógico se aprecia con nitidez a través
de la habilidad inductiva y deductiva. En qué medida el paciente es capaz de construir
hipótesis, o sea, extrapolar leyes generales a partir de hechos particulares o de concluir
leyes particulares de hechos generales, durante la entrevista, ya sea en relación con sus
conflictos o a asuntos planteados por el terapeuta.

Es importante que el clínico afine su capacidad de observación de la conducta inteligente


que se da en la relación con el paciente. Le da una visión psicopatológica más integral sin
necesidad de recurrir a una evaluación instrumental, recurso que, además de no estar
siempre disponible, implica las desventajas de someter al paciente a un "examen",
situación que en lo posible debe tenderse a evitar, con el objeto de establecer una mejor
relación terapéutica.

Algunos psiquiatras evalúan la inteligencia durante la entrevista, haciendo preguntas


directas de rendimiento. Propondremos una modalidad de test abreviado, ya que en
algunas situaciones clínicas suele ser de utilidad. Nos hemos basado en las pruebas que
propone el Dr. Guillermo Sura B.

Historia Clínica y Examen Mental, del texto Psiquiatría de Gomberoff-Jiménez. Es obvio


que el uso indiscriminado de éste en toda entrevista conlleva al mismo riesgo de
instrumentalización que el pasar el test completo, con el agravante de que es el mismo
terapeuta a cargo del paciente quien lo ejecuta, y no otro profesional como habitualmente
se hace cuando se solicita el test psicométrico. Muchas de las preguntas de rendimientos
propuestas son análogas a las del test de Wechsler, pero no las mismas, con el fin de evitar
que el paciente se familiarice con éstas, ya que en caso de ser necesaria la administración
del test, éste se verá afectado.

PSICOPATOLOGÍA DE LA INTELIGENCIA
En casi todos los textos de psicopatología y psiquiatría se reduce la psicopatología de la
inteligencia a las oligofrenias. Incluso algunos usan el término oligofrenia en un sentido
psicopatológico amplio, para referirse a diversos compromisos de la inteligencia. Este
enfoque nos parece confuso ya que este término tiene una connotación nosológica o
sindromática y no de síntoma psicopatológico.

Fieles al punto de vista fenomenológico, proponemos llamar Retardo Mental, ya sea


mínimo, leve, moderado, severo o profundo, al compromiso psicopatológico de la
inteligencia, independiente de su etiología: y oligofrenias al cuadro clínico nosológico o
sindromático. Evitamos así una confusión entre psicopatología y nosología psiquiátrica.
Por lo mismo, la descripción psicopatológica de cada uno de los trastornos de la
inteligencia se hará en relación con los factores fundamentales de la psicología de la
inteligencia, vale decir, su capacidad de asimilación y de razonamiento lógico. No será
una descripción de las oligofrenias, cuadro clínico con una serie de otros compromisos
además de la inteligencia.

Otra forma de alteración psicopatológica de la inteligencia es el deterioro. Es un trastorno


de la inteligencia que aparece una vez que el sistema nervioso ha logrado su completo
desarrollo, a diferencia del RM que se presenta antes de que el SNC esté completamente
maduro. Este límite se considera alrededor de los 4-6 años; sin embargo, el DSM IV,
llama oligofrenia a los trastornos de la inteligencia anterior a los 18 años, y sugiere hacer
ambos diagnósticos. demencia y oligofrenia a pacientes que, teniendo una inteligencia
previa normal, si se les compromete antes de los 18 años.

El compromiso precoz de la inteligencia o retardo mental, y el compromiso tardío de la


inteligencia o deterioro son las dos formas psicopatológicas bajo las cuales resulta
conveniente clasificar los trastornos de la inteligencia.
OLIGOFRENIA

Las anormalidades de la inteligencia sólo pueden ser por déficit, no por exceso, si seguimos el
criterio teleológico de normalidad y no el estadístico. Las desviaciones hacia arriba, la
«supernormalidad», y sobre todo su cima, el genio, corresponden teleológicamente a lo óptimo o
normal por excelencia. Según esto, la forma más pura de anormalidad intelectual es la oligofrenia,
insuficiencia mental congénita o tempranamente adquirida por falta de desarrollo del cerebro. Las
aptitudes intelectuales varían y se distribuyen, como los caracteres físicos del cuerpo, según la
curva binomial de frecuencia de Gauss, en que las desviaciones son tanto menos numerosas
cuanto mayor es su entidad. La máxima frecuencia de individuos, representada por la parte alta
de la curva, corresponde a los valores medios -la inteligencia normal en el sentido estadístico y la
mínima frecuencia, señalada por los extremos de la curva (en ángulo agudo con la horizontal),
corresponde a la constelación de los valores máximos y mínimos -subnormalidad-
respectivamente.
En efecto, la clínica ofrece casos de indiscutible oligofrenia de grado ligero con un cociente de
inteligencia, p. e., de 0,75. Se confirmará entonces el diagnóstico de oligofrenia si el sujeto tiene
deficiencias de la personalidad, sobre todo en el orden moral, y si se descubre que pertenece a una
cepa de oligolfrénicos. "En cambio, menores con él mismo cociente o inferior aún podrán resultar
falsos oligofrénicos por retardo de la maduración o por intervenir factores extrínsecos, que
señalaremos al tratar de la pseudo-oligofrenia. En suma, la confusión de la torpeza corriente con
la oligofrenia ligera no se puede evitar con sólo la medida de la inteligencia, sin el estudio de la
personalidad del sujeto, de su historia y los datos biológicos, sociológicos y culturales de su
ambiente. La deficiencia intelectual es en casos semejantes un síntoma parcial y no . siempre el
más fidedigno. Las características generales de la inteligencia oligofrénica son las mismas que las
del pensamiento correspondiente. Consideraremos aquí sus grados, que son tres: la idiotez, la
imbecilidad y la debilidad mental.
En rigor, no se pueden referir estos grados a fases determinadas del desarrollo, como si en ellas
se produjese una detención, esto es, como si la inteligencia del idiota fuese idéntica a la del niño
de 2, 3, 4 ó 5 años, la del imbécil a la del normal de 6, 7, etc.
En lo que se refiere a las pruebas experimentales de la inteligencia, W. Stem considera como CI
de los imbéciles adultos entre 0,60 y 0,70, y de los débiles entre 0,70 y 0,80; los primeros tienen
dos tercios y los últimos tres cuartos de inteligencia.
• El idiota, cuya anormalidad es originada en la mayor parte de los casos por daño cerebral
adquirido (traumatismo, hemorragia, encefalitis, heredosífilis, etc.), desde el punto de vista
psicológico manifiesta ineptitud parcial o absoluta para concebir conceptos, inclusive de los
objetos familiares más corrientes (madre, padre, leche, mesa, mano, cabeza, zapato, etc.). Los
idiotas de grado máximo no aprenden a hablar, los otros tienen un lenguaje pobre, casi siempre
agramático y con fallas en la articulación. No aprenden a comer por sí, ni a vestirse o dar la mano.
Los tórpidos no muestran interés para nada ni atención a lo que les rodea. Los eréticos despliegan
una actividad insensata, tumultuosa y destructora.
• Los imbéciles, en gran mayoría de causa endógena, disponen de conceptos en número variable,
predominando considerablemente los relativos a objetos sensibles; identifican más o menos bien
casas y personas. La abstracción y la generalización les son difíciles o inalcanzables -esto varía
con el grado de la deficiencia-, dándose el caso que no logran diferenciar los colores, las
dimensiones, las distancias y las proporciones de los objetos en el espacio; aunque pueden
aprender a contar mecánicamente centenares o millares, a menudo no lo hacen con sentido más
allá de 10; no llegan a aprender bien la cuenta del tiempo, no comprenden el reloj ni el calendario:
para los más deficientes el pasado no tiene otro sentido que el de «antes» o «ayer», y su
perspectiva del futuro no es más que el «mañana». Sus asociaciones son lentas, escasas,
dominantemente mecánicas, verbales y con iteraciones. Su espíritu permanece pegado a las puras
experiencias de la percepción, y por poco que varía la combinación de las particularidades
conocidas, es incapaz de reconocerlas.
• La insuficiencia del débil mental aparece en materia de conceptos cuando se trata de los más
abstractos, como propiedad, patria, deber, legalidad, envidia, etc. Asimismo, surge la limitación
de la aptitud discursiva cuando el débil se ve en la necesidad de concebir juicios nuevos aunque
no propiamente originales, como poner ejemplos de cálculo a base de una proporción, discernir
diferencias, sobre todo de entidades espirituales (como error y mentira, economía y avaricia),
formar analogías, restablecer el contenido de textos sencillos a los que se deja en blanco o definir
el sentido de algunos refranes.
El espíritu crítico se revela con frecuencia inseguro o desatinado, lo cual se patentiza rápidamente
con las pruebas de absurdos, sea en forma de imágenes, sea como relatos. Respecto al lenguaje,
el débil puede servirse de muchas palabras, sobre todo si tiene buena memoria y es objeto de una
educación esmerada, pero a la mayor parte de ellas no corresponden ideas claras. A un examen
atento, el sentido de los términos resulta ser superficial, vago o nulo. También se da el caso de
que el sujeto llega a comprender la significación de las palabras, incluso cuando no sabe
pronunciarlas. «La adhesión a simples designaciones simbólicas de la palabra, sin penetrar en la
composición conceptual concreta, es causa de que el oligofrénico permanezca siempre poco o
nada práctico e incapaz de valerse por sí».
El débil mental avanza penosamente en el aprendizaje, siempre rezagado en la escuela, repitiendo
los años de estudio o pasando gracias a la condescendencia o a la falta de entereza de los
preceptores.
En el trabajo y en la vida práctica sólo pueden ocupar situaciones subalternas, salvo la influencia
de algunos rasgos de carácter favorables a la capilaridad social. No rara vez el empuje de la
ambición y la falta de pudor pueden llegar a encumbrar a estos deficitarios a posiciones para las
cuales carecen de aptitud en lo intelectual, en lo técnico y en lo moral.
Estupidez relativa:
Una discordancia entre la aptitud y la pretensión, en la cual el sujeto es capaz de reproducir de
manera mecánica lo aprendido, que exponen con facundia; a su vez como si se tratase de ideas
personales, en ellos predominan la valoración propia, la ambición desmesurada y el prurito de
notoriedad. Viéndolo superficialmente estas manifestaciones se perciben como muestras de
talento, pero que al tratar de profundizar en estas se muestran como una falsa cultura y
pretensiones desaforadas, se muestran signos como la incapacidad para juzgar con criterio
propio y hasta para comprender el sentido de las expresiones que suelen emplear. En el círculo
social de estas personas no falta el sujeto que estimula los extravíos del estúpido, engañado con
las máscaras que cubren la incapacidad de este.
Lo esencial de esta condición es la desproporción entre los medios con los que cuenta el sujeto y
los fines personales que se propone; cabe una inteligencia mediana que resulta incapaz ante las
tareas en que empeña. Puede mostrarse de manera crónica en sujetos con una personalidad
anormal, o con un síndrome acompañado a otros desórdenes mentales. Ejemplo: Esquizofrenia
y la hipomanía.

Falsa oligofrenia:
Son aquellos individuos que en su desenvolvimiento aparentan tener alteraciones que parecen
ser resultado de un déficit intelectual, esta confusión se suele dar de manera común en las
exploraciones apresuradas en las que se obvio el dar estímulos que permitan inspeccionar esta
función correctamente. Se dice que la proporción aproximada entre verdaderos y falsos
oligofrénicos es de 3 a 2. La principales causas de esta deficiencia aparente se pueden reducir a
4 categorías:
1. Defectos de los órganos de los sentidos: Como es en el caso de la sordomudez y la
ceguera, que pueden presentarse como obstáculos para el aprendizaje sobre todo ante
una falta de educación enmendadora oportuna y adecuada. Mientras el sujeto este en
desarrollo, es posible ganar el tiempo perdido y lograr que este se desarrolle.
2. Maduración tardía: Sucede cuando el ritmo del desenvolvimiento intelectual es lento,
pero la prolongación del proceso evolutivo, hasta después de los 22 años, compensa a la
postre el retraso.
3. Anomalías de la personalidad: El carácter puede obstaculizar el rendimiento y el
despliegue de la inteligencia. Las formas típicas en estos casos suelen ser: le niño
hipomaniaco, el fisastenico y el asténico, el lento, el tímido e inseguro, el caprichoso, el
pobre de afectividad. Aquí también se deberían agregar casos de neurosis infantil.
Afortunadamente, con el tiempo estos obstáculos suelen atenuarse o compensarse, y la
deficiencia todavía puede repararse, como es el caso de los algunos individuos que
pasaron como incapaces en la niñez sorprendan más tarde por su normalidad y aun por
la firmeza y profundidad de su talento. Aunque existen otros casos en que el cambio de
carácter no se produce, prolongándose los efectos opresores de la inteligencia, la cual
queda atrofiada.
4. Mala influencia del ambiente social: El ambiente familiar tiene importancia en el
fomento del desarrollo intelectual. No es de ignorar las diferencias encontradas entre las
familias de clases sociales elevadas y las de clases humildes, siendo los primeros niños
despejados, avispados y hasta descarados en los medios donde influyen (prensa, cine,
internet, etc.) en contraste con los de familias humildes que muestran cierta torpeza y
falta de malicia, suelen tener un juicio más certero y una conducta más sensata. Sin
embargo, esto también condiciona las falsas oligofrenias de origen social, siendo el
medio en el que se desarrollan un factor que influye promoviendo y agravando los
factores de la personalidad normal y los círculos viciosos de sus reacciones neurosicas.
Problemas familiares y escolares pueden suscitar en el rechazo de las disciplina y del
aprendizaje, dando como resultado que el niño no ejercite su inteligencia a pesar tener
las disposiciones de aprender. Entonces en resumen se trata de una serie de
circunstancias negativas que conspiran en el sentido de la esterilidad del pensamiento,
un nivel cultural nulo o un círculo de vida extremadamente monótono, sin estímulos.
Tampoco hay que exagerar el alcance de las influencias exteriores cuando se trata de
una disposición individual realmente bien dotada.

Estupidez emocional y estados semejantes.


La estupidez mental es la repercusión del estado afectivo en sujetos propensos a la labilidad.
Tiene gran importancia dadas en las circunstancias en que se presenta, como son: exámenes,
concursos, diligencia judicial y reconocimiento médico. Su identificación va evitar un
diagnostico falso de oligofrenia o de demencia.
Es importante que se diferencia del sentimiento de estupidez. Este se da por autosugestión, una
verdadera incapacidad para el trabajo intelectual; es un síntoma asténico o histérico, que se da
en situaciones muy determinadas y suele venir acompañado de que los demás lo perciben de
inmediato y el temor correspondiente al juicio ajeno. A menudo el sujeto no deja de esforzarse
en ejercitar su inteligencia, logrando un efectivo rendimiento.
Ambas se confunden por tener grados con la mengua de la fecundidad intelectual. Se trata de
fases fugaces o prolongadas de una efectiva incapacidad para concentrar la atención y producir
obra intelectual, factible en otras condiciones.

Déficit de rendimiento por perturbaciones extrínsecas.


Se trata de un grupo heterogéneo en el cual entran tanto las perturbaciones mentales
sintomáticas de lesión, intoxicación e infección del cerebro que no producen verdaderas
demencias, cuando las psicosis endógenas.
Entre los casos más interesantes, son la falta de juicio de los esquizofrénicos, que a veces suele
confundirse como toda una demencia, de ahí que se le llamara “demencia precoz”. Salvo en los
casos de una “catástrofe” esquizofrénica, la inteligencia permanece intacta aunque el sujeto no
pueda servirse de ella o no tenga interés en utilizarla a causa de las tendencias que dominan en
su mente. La mayoría de los esquizofrénicos manifiestan un déficit del rendimiento con
inteligencia potencialmente conservada.

MENTALIDAD SENIL, DEMENCIA Y PSEUDODEMENCIA

MENTALIDAD SENIL
Comienza a edad que varía con los indivíduos y las familias (herencia), como el desmedro
corporal, y se manifiesta, también como éste, con la mengua ora de una función ora de otra,
resistiendo principalmente las facultades intelectuales más ejercitadas por el género de vida y la
profesión. Los signos más frecuentes y característicos son el misoneísmo, la lentitud, la iteración,
la pobreza del rendimiento y el cambio del mundo interior. El misoneísmo de la mentalidad
provecta tiene diversos matices, según los individuos, que se extienden entre el espíritu que trata
de conservar lo que en la vida ha probado ser valioso y se resiste a la influencia de la novedad
superflua, que la juventud acoge sin mayor examen, y la verdadera aversión frente a las ideas no
habituales, que vuelve al sujeto absolutamente impermeable a su significación, aunque sea
positiva; en ambos extremos es clara la tendencia a la economía del esfuerzo mental.

Lentitud, monotonía y repetición tienen como denominador común la falta de vivacidad del
sentimiento y la imaginación, que en algunos ancianos es total y en otros sólo relativa a
determinados aspectos de la experiencia. En la disminución del rendimiento participan la
memoria, débil principalmente para lo no importante; la atención, menos espontánea y amplia que
antes; el aprendizaje, más trabajoso; la espontaneidad espiritual, menos pronta y con escasas
intuiciones. En las pruebas de cálculo y otras semejanzas los ancianos incurren en faltas con más
frecuencia que los jóvenes, pero las operaciones intelectuales propias de su competencia pueden
realizarlas con mayor maestría que nunca.
En lo que atañe al cambio del mundo interior hay, ora un estrechamiento egocéntrico con
conciencia del descenso del propio valer o con exaltación engañosa de éste, ora una simple
disminución de frescor vital, con espiritualización de la actitud frente a las cosas de fuera y
respecto del propio ser. Las tendencias instintivas se embotan en general con excepción de
propiedad y el espiritu de economía que de ordinario se exaltan y pierden su imperio las pasiones
que en la juventud enturbian o falsean la visión de la realidad. Lo que la mente pierde en
vivacidad, colorido y empuje frente al mundo, no siempre carece de comprensión, a veces gana en
claridad, exactitud y orden. El desaliento en la lucha con la realidad exterior puede ampliar el espacio
íntimo, permitiendo una visión elevada y serena de la existencia. «Reglas y leyes, forma y figura, sentido
y valor, comunidad y eternidad devienen sabiduría creciente en la transformación natural de los intereses
de la auténtica involución de quien envejece ... La transformación del mundo circundante del anciano es un
acontecimiento fecundo en el sujeto sano.
Daríamos una imagen falsa del espíritu propio de la senectud si no hiciésemos una distinción entre la
normalidad estadística y la teleológica, con lo cual creemos que se esclarece la discordia de opiniones,
incluso entre los psicopatólogos. A juzgar por la frecuencia, lo que predomina es el aspecto sombrío, la
decadencia, dando la razón al criterio pesimista de la vejez, que Gruhle representa de manera típica. En
efecto, en gran número de ancianos se verifica impotencia para remontarse de la percepción a la idea,
infecundidad, estrechez de criterio, predominio de los recuerdos del pasado y de los actos habituales. Más
aún, verdadero deterioro de la mente se observa en una proporción apreciable. De cien ancianos de 70 años
o más, estudiados por Freisel en un hospital de Munich, en orden de ingreso, 14 son destinados al
departamento psiquiátrico, 27 muestran considerables alteraciones mentales (la mayor parte de tipo
demencial, aunque destinados a servicios de medicina y cirugía), 26 más tienen claras deficiencias
mentales; sólo 33 pueden ser considerados
con la mente en estado normal.
El criterio teleológico de normalidad para la mente senil, que propugna Betzendahl, entre otros, corresponde
a la minoría de ancianos, en que no rige la decadencia sino la madurez, con la riqueza de la experiencia, el
temple de la cordura y la sazón de la sabiduría. A esta minoría pertenecen aquellos casos de senectud óptima
de los cuales ha dicho Gracián «que el paso que van perdiendo los sentidos, van ganando el entendimiento,
tienen el corazón sin pasiones y la cabeza sin ignorancias.

Como quiera que aun entre los médicos predomina la convicción de que con los años la mente sólo pierde,
no está demás recordar algunos casos ilustres de ancianos que han realizado tareas difíciles y hasta labor
creadora de primera clase. Catón el Censor aprendió el griego a los 70 años y a los 86 defendió él mismo
su causa al ser acusado; Miguel Ángel concibió y dibujó los planos de grandes obras de la arquitectura
romana hasta los 89, que murió; Ticiano pintó su cuadro conmemorativo de la batalla de Lepanto a los 95
años; Lope de Vega entre los 70 y los 73 produjo, entre otras obras, seis admirables comedias, «todas
ímpetu, médula y donaire», según Vossler, el más autorizado de sus críticos; Ranke escribió su gran
Historia Universal después de los 85

Los caracteres a los 99 años. Para terminar este punto mencionaremos el resultado de las prolongadas
investigaciones de Widmer en 97 personas de más de 90 años. Lo característico de estos noventones es la
fuerza de su individualidad, el vigor, el arraigo en lo esencial de la vida, la laboriosidad y la autonomía,
generalmente huraña y a veces excéntrica. Durante su existencia todos son adictos a la tierra y a la vida
natural, no urbana; enemigos de los refinamientos de la civilización y de las diversiones de ociosos.

DEMENCIA SENIL

entraña grave deterioro de la memoria, fallas groseras de la comprensión, del juicio y del lenguaje,
y un menoscabo de la actividad mental en todos los aspectos. A esto suelen agregarse falsas
percepciones, pensamiento delusional, confusión mental, delirio, agitación y otros desórdenes
psíquicos. Aquí nos interesa precisar los síntomas que atañen a la inteligencia y que se verifican
en la demencia típica. La percepción, las representaciones y los conceptos se tornan imprecisos,
descoloridos, mal adaptados a la realidad. El contenido de la percepción es dominado sólo
fragmentariamente por el pensamiento y en proporción reducida. El sujeto pierde el
discernimiento de lo que corresponde a la percepción respecto de lo propio de la representación
y la fantasía. Se desintegran estructuras fundamentales del pensamiento, tales como el sistema de
unidades y Divisiones, medidas del espacio, del fiempo, y las ordenaciones numéricas. Falta la
continuidad en el curso de la experiencia temporal, con poca o ninguna aptitud para orientarse
hacia el futuro, y en la ordenación de las direcciones espaciales, que se refieren más que todo al
propio cuerpo.

A pesar de que el juicio y la crítica fallan a menudo, en ciertas condiciones o respecto de


determinados hechos pueden ser buenos. En esto, como en otros aspectos de la decadencia del
demente senil, incluso el deterioro de la memoria, la apariencia suele ser engañosa: a primera
vista las pérdidas parecen con frecuencia mayores de lo que son en realidad. Por eso es importante
un análisis psicológico detallado y proseguido con la mayor naturalidad posible. Así se verificará
que más que verdaderas pérdidas totales se dan dificultades, como si las lesiones del cerebro
obstaculizaran la actualización del espíritu. El mundo del demente senil está reducido y en él
predominan las impresiones estrechamente relacionadas con el yo y sus necesidades, de modo
que la experiencia es tanto menos mal estructurada cuanto más de cerca atañe al yo. Los hechos
que no lo afectan se dan más o menos desligados, sin relación unos con otros.

El círculo de las operaciones mentales se empobrece gradualmente, predominando actitudes rígidas y mal
adaptadas a veces hasta para la solución de los problemas más sencillos. Por causa de estas deficiencias,
que son agravadas por la amnesia de fijación, el sujeto no puede sacar partido de lo aprendido ni asimilar
ni concebir lo nuevo. Sin embargo, la vaguedad y la superficialidad del pensamiento, así como la pérdida
de la crítica preceden ordinariamente a la aparición del síndrome amnésico. Con el progreso de la demencia
se borra lo distintivo del espíritu personal y las manifestaciones eficaces de la iniciativa. El lenguaje
funciona cada vez más como aparato vacío, desligado del pensamiento, el cual depende más y más del mero
automatismo de las asociaciones. En general, la intuición decae progresivamente, y con la mengua de las
tendencias instintivas promotoras de la espontaneidad eficaz de la inteligencia, crece la pasividad, la inercia,
la rigidez de las actitudes. En muchos casos es justificado pensar· en alteraciones desintegrativas del fondo
vital, «pasividad y parálisis de las capas vitales» (Bürger-Prinz y Kaila). En otros casos, con las aptitudes,
se borran los rasgos del carácter, sobre todo aquellos que entrañan fuerzas rectoras o inhibid oras, de modo
'que perdidos los frenos antes en vigor, determinadas propensiones psicopáticas preexistentes o simples
tendencias instintivas antes refrenadas se tornan dominantes.

La exploración de la inteligencia de los dementes con pruebas experimentales da a menudo datos poco
satisfactorios. . Con todo, consideramos útil resumir los resultados de la investigación penetrante practicada
por Pritzkat, que se orienta en el sentido de alcanzar lo característico del conjunto con pruebas relativas a
designación y ordenación de objetos y figuras, etc. Verifica restos esquemáticos de formas simples de
actividad dirigida a las cosas y al ambiente. «La conciencia del [demente] senil baja al nivel de la
comprensión difusa, de los complejos de cualidades no diferenciados»

PSEUDODEMENCIAS

Se trata de cuadros clínicos, psicógenos en buena parte que surgen en determinadas situaciones. Al examen
se revelan prontamente como fraguados, con manifestaciones impresionantes y respuestas de lo más
insensatas y como calculadas para producir la impresión de desvarío extremo. En la pseudodemencia suele
presentarse una conducta infantil (puerilismo) o propensión al chiste y actitudes de payaso (clawnismo).
Aquí, como en todas sus manifestaciones, se confunde insensiblemente con la histeria y con la simulación.

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