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Sangre de árbol

A las afueras de la ciudad vive la familia Martínez Correa. Su casa está


rodeada por árboles, pasto verde y hermosas flores aromáticas. Allí
habitan Beatriz, sus padres y tres hermanos.
Como integrantes de la familia tienen asignado un quehacer durante el
día. Beatriz es la encargada del huerto. Sus deberes consisten en sacar
la maleza, mover la tierra de las papas y regar. Habitualmente ella lo hace
tarareando alguna melodía que está de moda en la radio.
En esta ocasión está regando unas frondosas lechugas. Llamó su
atención una intensa mancha negra que se esparcía por el suelo. Se
encaminó hacia ella para buscar su origen. Marchaba con cierta
curiosidad, no entendía qué estaba pasando.
De pronto, pudo darse cuenta que la mancha negra salía del final del
huerto; se había trasladado por un largo techo, avanzando por entre las
malezas de las hortalizas que regaba esa mañana.
Beatriz llegó al final del huerto y se acercó a un árbol. Este tiene sus
raíces tanto dentro como fuera del huerto.
La joven se apoyó en una de sus ramas y le preguntó:
─¿Qué te ha pasado?, ¿por qué está brotando esa cosa?, ─tratando de
sentir en sus manos la corteza.
Hubo solo silencio. Entonces, ella llamó a su madre:
─¡Mamá!, ven, hay un problema─, repitió varias veces para ser escuchada
por su madre, que se encontraba en el establo ordeñando una vaca.
Varios minutos después, la mamá de Beatriz se acerca al huerto para ver
por qué su hija la llamaba con tanta insistencia.
─¿Qué sucede Bea?... ─porque su madre siempre la llamaba de esa
forma.
─¡Mira! Algo le sucede a este árbol; está brotando una cosa negra que
llega hasta las plantas, en especial a las lechugas.

La madre se puso de rodillas y movió la tierra hacia los lados, entre más
profundo, más grande se hacía la mancha. Parece ser una especie de
aceite de color negro.
─Ve a buscar a tu padre, dile que venga al huerto y que traiga la pala de
la bodega.
Beatriz sale corriendo en busca de su progenitor, le gritó para saber
dónde estaba trabajando. A lo lejos, le escuchó responder:
─¡Aquí!, en la pesebrera del caballo.
Ella le contó lo que encontró. Ambos regresaron al huerto con la pala.
Cuando llegaron donde estaba la mancha negra, esta se había secado,
solo quedaba tierra seca.
Todos se quedaron perplejos por esta situación.
Al papá se le ocurrió revisar todo el contorno del árbol. Al llegar al lado
opuesto a la huerta se inclinó para cavar la tierra. Hizo varios hoyos. Toda
la tierra está igualmente seca.
Beatriz se sentó sobre una gruesa raíz del árbol y le abrazó.
Su madre le tocó el hombro izquierdo y le preguntó:
─Bea, ¿qué crees que estaba haciendo?, ─no obtuvo respuesta. Quiso
sacudirle y sacarla de allí.
─¡Pedro!, ─gritó angustiada.
─¡Aquí estoy!, ─fue la respuesta de su marido.
─¡Ven!, mira a Bea… algo le pasa.
─¡Tranquila María!, la niña está conversando con el árbol, no te
preocupes, ─prosiguió el padre─, la he visto en otras ocasiones haciendo
lo mismo. ¡Déjala!, luego ella nos contará.
Don Pedro se alejó del huerto, rumbo a su trabajo. La señora María no
pudo entender la reacción de su esposo frente a la acción de Beatriz,
pensó ─esta niñita está enferma de la cabeza, cree que ese viejo árbol le
va a hablar─.
En tanto, Beatriz continuaba adherida al tronco del árbol, sin moverse,
abrazándolo con todas sus fuerzas. Sus manos estaban casi introducidas
en el tronco. Solo se podía ver una intensa luz roja que sale de sus dedos
para ingresar al árbol.
La joven siente una cálida energía que une su mente y cuerpo al del árbol.
En ese instante estaba siendo llevada por un tronco verde flotante.
Se dio cuenta que cambiaba de rumbo, conduciéndola hacia una intensa
luz blanca.
Al aproximarse, pudo visualizar una gran puerta de color blanco con un
marco dorado. Distinguió pequeñas figuras adheridas; algunas de ellas
eran gotas de agua, otras lenguetas de fuego y la última una figura de un
ser humano.
El tronco se detuvo frente a la puerta y ella descendió para dirigirse a la
entrada. No encontró cómo ingresar. Estaba en eso cuando una voz
calma y serena dijo:
─¡Nadie puede entrar aquí!, salvo si trae invitación.
−¡No tengo invitación!, −dije con voz muy bajita.
−¡Entonces!, no puedes entrar, −respondió la voz.
En ese instante, un ser de luz brillante se ubicó entre su cuerpo y la
puerta y le dijo:
─¡Esta jovencita es mi invitada!, ─e introduciendo una llave de hojas
verdes en la cerradura, hizo que se abriese.
Tomando la mano de Beatriz, la jaló para que también ingresara al salón.
Allí, ella solo pudo ver más luces de colores.
El ser de luz no soltó su mano y la apretó suavemente para guiarla hasta
una sección más grande.
−¡Bienvenida pequeña luchadora por la vida!, ─dijo una voz femenina.
−¿Dónde estoy? −quiso saber.
−Somos los guardianes del planeta, te hemos traído hasta aquí para
decirte que el árbol del huerto está llorando por el daño que se está
haciendo al medio ambiente. El pobre ha querido mostrarles que ellos
están recogiendo nutrientes contaminados y absorben todos los
productos químicos flotantes. Ya no pueden hacer el trabajo por el cual
fueron creados, purificar el aire y el agua para que los humanos puedan
vivir.
─¡El mensaje es claro!, si continúan haciéndolo no habrá posible futuro
para la especie humana ni tampoco para los animales y las plantas.
─Es por ello que queremos que tú seas la persona que vaya diciéndoles a
todos los de tu especie, que deben cambiar su forma de relacionarse con
el medio ambiente.
Los seres le dieron muchas indicaciones, para que fuese la vocera de los
protectores del planeta.
Cuando despertó, todavía estaba abrazada al árbol y su madre le había
colocado una frazada para protegerla del frío.
Desde ese día se he convertido en una protectora, que enseña cómo
cuidar el uso del agua, cómo reusar los residuos orgánicos por las
familias, qué hacer con las pilas una vez que estas han dejado de
funcionar, cómo plantar más árboles y cómo buscar a otros humanos
que sigan con las enseñanzas en distintos lugares del planeta.

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