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FRAGMENTOS Y AFORISMOS SOBRE ARTE Y LOCURA

…desde el mismo momento en que han puesto el pie en la armonía y en el ritmo, [los poetas] son
arrebatados por transportes báquicos, y bajo la influencia de esta posesión, semejantes a las bacantes
que, cuando están poseídas de su furor, beben miel y leche en los ríos, cosa que no hacen cuando son
dueñas de su razón, eso mismo hace también el alma de los poetas líricos. Platón, Ión, 533e-534b.

¿Por qué razón todos aquellos que han sido hombres excepcionales, en lo que respecta a la Filosofía, la
ciencia del Estado, la poesía o las artes, son manifiestamente melancólicos, algunos incluso hasta el
extremo de padecer males cuyo origen es la bilis negra (…)? Aristóteles, Problemata XXX, 953a-I0.

¡Cuán parecidos son el genio y la locura! Aquellos a los que el cielo ha bendecido o maldecido están más
o menos sujetos a estos síntomas, los padecen con más o menos frecuencia, de manera más o menos
violenta. Denis Diderot.

El dolor, siendo la suprema emoción de que es capaz el hombre, es la piedra de toque de todo gran arte.
Oscar Wilde.

No parece posible ser artista y no estar enfermo. Nietzsche.

Lo que el mundo llama genio es [un] estado de enfermedad mental (…). Las obras de tales genios no son
sanas en sí mismas, y reflejan siempre la demencia mental general. Edgar Allan Poe.

Todo lo importante lo han creado los neuróticos. Ellos han creado las grandes obras. Marcel Proust.

El poeta es un ser muy desdichado que tiene herido el corazón por ocultos sufrimientos, pero cuyos
labios están formados de tal manera que cuando escapan de ellos suspiros y lamentos, éstos suenan
como una hermosa melodía. Kierkegaard.

No será que la enfermedad es un medio para llegar a una síntesis más elevada, un fenómeno de una gran
sensibilidad a punto de transformarse en un poder superior? Novalis.

El pensamiento racional y la conciencia del yo destrozan la creatividad, que es una fuerza que debe fluir
tan libre como el agua y abrir sus propios caminos, sin que en ello intervengan ni el conocimiento ni la
voluntad.

La loca de la casa a veces es así: juega perversamente con nosotros. Nos hace experimentar un dolor
destructivo y auténtico frente a sus espejismos.

Los llamados locos son aquellos individuos que residen de modo permanente en el lado sombrío: no
consiguen insertarse en la realidad y carecen de palabras para expresarse, o bien sus palabras interiores
no coinciden con el discurso colectivo, como si hablaran un lenguaje alienígena que ni siquiera puede
traducirse. La ausencia de la locura es la soledad. Una soledad psíquica absoluta que produce un
sufrimiento insoportable. Una soledad tan superlativa que no cabe dentro de la palabra soledad y que no
puede ser imaginada si no se ha conocido.

Resulta curioso que la escritura pueda funcionar a modo de dique de las derivas psíquicas, porque, por
otra parte, te pone en contacto con esa realidad enorme y salvaje que está más allá de la cordura. El
escritor, al igual que cualquier otro artista, intenta echar una ojeada fuera de las fronteras de sus
conocimientos, de su cultura de las convenciones sociales; intenta explorar lo informe y lo ilimitado, y
ese territorio es conocido se parece mucho a la locura.

La realidad no es más que una traducción reductora de la enormidad del mundo y el loco es aquel que
no se acomoda a ese lenguaje.

…cuando abandonas los delirios creativos las fantasmagorías de la imaginación, la realidad resulta
insoportable.

La imaginación es bridada es como un rayo en la mitad de la noche: abrasa pero ilumina el mundo. (…)
En la pequeña noche de la vida humana, la loca de la casa enciende velas.

En todo proceso creativo, por ejemplo, se roza esa visión descomunal y alucinante. Y también ponemos
en contacto con la locura primordial cada vez que nos enamoramos apasionadamente.

Rosa Montero, La loca de la casa, Alfaguara, México, 2007.

Imaginación, s. Depósito de mercadería que poseen en común los poetas y los mentirosos.

Loco, adj. Dícese de quien está afectado por un alto nivel de independencia intelectual; del que no se
conforma a las normas de pensamiento, lenguaje y acción que los conformistas han establecido
observándose a sí mismos; del que no está de acuerdo con la mayoría; en suma, de todo lo que es
inusitado. Vale la pena señalar que una persona es declarada loca por funcionarios carentes de prueba
de su propia cordura.(…)

Locura, s. Ese «don y divina facultad» cuya energía creadora y ordenadora inspira el espíritu del
hombre, guía sus actos y adorna su vida.

Ambrose Bierce, El Diccionario del Diablo, Edimat Libros, España, 2007.

—¿Qué clase de gente vive por aquí?


—En esa dirección —dijo el Gato, moviendo su pata derecha—, vive un Sombrerero; y en esa dirección
—moviendo la otra pata— vive una Liebre de Marzo. Visita a quien prefieras: los dos están locos.
—Pero yo no quiero andar entre locos —observó Alicia.
—Oh, no puedes evitar eso —dijo el Gato—. Todos estamos locos acá. Yo estoy loco. Tú estás loca.
—¿Cómo sabes que estoy loca? —preguntó Alicia.
—Tienes que estarlo —dijo el Gato—, o no habrías venido aquí.
Alicia no consideró que esto probara nada; sin embargo, continuó:
—¿Y cómo sabe que usted está loco?
—Para empezar —dijo el Gato—, un perro no está loco. ¿Estás de acuerdo?
—Supongo que sí —dijo Alicia.
—Bueno —siguió el Gato—, sabes que un perro gruñe cuando está enojado, y mueve la cola cuando está
contento. Ahora bien, yo gruño cuando estoy contento y muevo la cola cuando estoy enojado. Luego,
estoy loco.

Lewis Carroll, Alicia en el País de las Maravillas, Edicomunicación, España, 1998.

Los libros hermosos están escritos


en una especie de lengua extranjera.
Marcel Proust

El problema de escribir: el escritor, como dice Proust, inventa dentro de la lengua una lengua nueva, una
lengua extranjera en cierta medida. Extrae nuevas estructuras gramaticales o sintácticas. Saca a la lengua
de los caminos trillados, la hace delirar. Pero asimismo el problema de escribir tampoco es separable de
un problema de ver y de oír: en efecto, cuando dentro de la lengua se crea otra lengua, el lenguaje en su
totalidad tiende hacia un límite «asintáctico», «agramatical», o que comunica con su propio exterior.

El límite no está fuera del lenguaje, sino que es su afuera: se compone de visiones y de audiciones no
lingüísticas, pero que sólo el lenguaje hace posibles. También existen una pintura y una música propias
de la escritura, como existen efectos de colores y de sonoridades que se elevan por encima de las
palabras. Vemos y oímos a través de las palabras, entre las palabras. Beckett hablaba de «horadar
agujeros» en el lenguaje para ver u oír «lo que se oculta detrás». De todos los escritores hay que decir: es
un vidente, es un oyente, «mal visto mal dicho», es un colorista, un músico.

Estas visiones, estas audiciones no son un asunto privado, sino que forman los personajes de una
Historia y de una geografía que se va reinventando sin cesar. El delirio las inventa, como procesos que
arrastran las palabras de un extremo a otro del universo. Se trata de acontecimientos en los lindes del
lenguaje. Pero cuando el delirio se torna estado clínico, las palabras ya no desembocan en nada, ya no se
oye ni se ve nada a través de ellas, salvo una noche que ha perdido su historia, sus colores y sus cantos.
La literatura es una salud.

Gilles Deleuze, Crítica y clínica, Anagrama, Barcelona, 1996.

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