Professional Documents
Culture Documents
LA INVESTIGACIÓN:
Archivo, trabajo de campo
y escritura
coordinado por
FRIDA GORBACH
MARIO RUFER
isbn
*
Universidad de Brasilia.
[25]
26 rita segato
Un obstáculo en el camino
La noción de relativismo
Hacer etnografía es como intentar leer (en el sentido de ‘elaborar una lectu-
ra de’) un manuscrito –en una lengua extraña, opacado, elíptico, lleno de in-
coherencias, sospechosas enmiendas y comentarios tendenciosos, pero escrito
no en una grafía convencional sino en efímeros ejemplos de comportamiento
vivido…–. Una vez que el comportamiento humano es visto como… acción
simbólica… lo que debemos preguntar es qué es lo que, a través de la ocurren-
cia de estos comportamientos y por medio de ellos, está siendo dicho (1975c).
una paradoja del relativismo 33
[…] interpretar lo que las personas hacen cuando “creen” en algo es equi-
valente a interpretar lo que las personas dicen al pronunciar oraciones indi-
cativas: exige una hipótesis estratégica cuya aplicación (una vez resueltos los
rompecabezas explicativos que tal hipótesis sugiere) vuelve inteligible lo que
está siendo dicho y hecho (1982: 292).
Todo esto significa que debemos dar cuenta de los hechos religiosos a la luz
de la totalidad de la cultura y de la sociedad en la que nos encontramos, para
intentar comprenderlos en los términos de lo que los psicólogos de la escue-
la Gestalt denominan Kulturganze, o aquello que Mauss ha llamado fait total.
Deben verse como una relación de partes entre sí, dentro de un sistema cohe-
rente, cuyas partes tienen sentido sólo en relación con las otras, y el sistema
mismo tiene sentido sólo en relación con otros sistemas institucionales, como
parte de un conjunto de relaciones más amplio (1975: 112).
1
Aquí podría sustituirse “universo de lo sagrado” por “universo de la experiencia
estética” o por “universo afectivo”, o por “universo de la experiencia erótica”. Para todas
estas áreas, el razonamiento es igualmente válido.
42 rita segato
2
Esto en su inicio, porque posteriormente el panorama comienza a transformarse
en dos sentidos. En primer lugar (y lo que nos permite continuar teniendo fe en la
sensibilidad crítica de la disciplina), porque es posible apreciar un cambio de tono,
una sutil mudanza de perspectiva en algunos antropólogos importantes como el propio
Evans-Pritchard, Meyer-Fortes o Victor Turner, cuando pasan de hablar sobre la estruc-
tura y organización social a hablar sobre aspectos relativos al sistema de creencias. En
segundo lugar, porque han acontecido, en años más recientes, reconversiones religio-
sas de antropólogos como Evans-Pritchard, Turner, Godfrey Lienhardt, Bateson y, en
Brasil, Otávio Velho, entre otros.
44 rita segato
Es así, pues, que los griegos inauguraron esa fuerte obsesión occi-
dental por la coherencia, que Veyne minimiza llamándola escrúpulo
neurótico (1984: 102). Ésa es la angustia que la teología, al consti-
tuirse en el eslabón entre la filosofía antigua y la filosofía moderna
expresa, en su siempre frustrado esfuerzo por la conciliación entre
fe y razón, que éstas nunca más volverán a alcanzar. Esto, a pesar de
las reiteradas tentativas de reubicar razón y revelación en universos
inconmensurables, como lo han sido las llamadas teologías negativas,
o la revisita del concepto de docta ignorancia por Nicolás de Cusa. La
teología, que a partir de la Edad Media encarna esta lucha por volver
inteligible la creencia, haciendo por momentos retroceder al misterio
hasta casi desaparecer, fue, durante un largo periodo, un verdadero
termómetro de la coherencia de Occidente.
Posiblemente el propio monoteísmo occidental se encuentra aso-
ciado sustantivamente a este escrúpulo de coherencia y a los brotes de
intolerancia derivados del mismo. Tal como afirman James Hillman y
otros psicólogos jungianos de la escuela de la psicología arquetipal,
el imperio de una autoridad exclusiva y controladora se reproduce
en la psiquis individual, donde el ego, como guardián inflexible de
la coherencia individual, es su réplica. Una perspectiva politeísta res-
ponde más adecuadamente por la diversidad, tanto entre las personas
como dentro de cada una de ellas, en oposición al “mito heroico mo-
noteísta… del humanismo secular, es decir, la noción monocéntrica,
autoidentificada, de la conciencia subjetiva” (Hillman, 1983: 32-33).
Es, me parece, en la incomodidad frente a la pluralidad de la ex-
periencia, frente a los horizontes múltiples que le confieren sentido,
que se origina la interpretación antropológica. Al problematizar la
pluralidad interna de nuestro mundo, problematizamos también el
pluralismo de mundos, la diversidad étnica. En ese contexto, el re-
lativismo se constituye en el instrumento para proyectar los diversos
programas de verdad, que encontramos coexistiendo pacíficamente
en esos mundos otros, sobre el propio plano horizontal de la verdad
racional, hegemónica para nosotros.
Sin embargo, es justamente la persistencia agonística de la plurali-
dad interior de verdades, de la heterogeneidad de “géneros” o campos
de pensamiento e interpretación (cf. Bernstein, 1983: 101-103), de los
diferentes modos en que la relación entre lenguaje y realidad (cf. los
comentarios de Winch, 1974: 90-91 al Wittgenstein de las Philosophical
Investigations) se da “en el mismo cerebro” (Veyne, 1984: 101), la con-
una paradoja del relativismo 47
desde otro punto de vista, sus paradigmas son despojados de los con-
tenidos estéticos y afectivos que el mito y el rito tienen, por su aspec-
to performativo. Si por un lado, el mito fija las experiencias siempre
nuevas y singulares proyectándolas sobre un cosmos igualmente ani-
mado, y el ritual lleva deliberadamente a revivir aquello que confirma
el acuerdo misterioso entre la experiencia humana contingente y la
experiencia estable y permanente de ese cosmos, la ciencia, por otro
lado, realiza justamente el movimiento inverso: trasforma el cosmos
en significante, instaurando la comprensión, entendida meramente
como intelección, como el modo que relaciona lo contingente con lo
permanente. El lugar en esta reconexión, antes ocupado por el ritual,
ahora es ocupado por la interpretación, por el periplo racional que
desarticula la experiencia. Surge así el modo eminentemente desri-
tualizador de la comprensión iluminista. Llega a parecernos que sólo
quien “comprende” a la manera iluminista coloca la experiencia en su
contexto preciso, y que solamente a través del sentido la experiencia
cumple su destino.
Vemos ejemplos de este vaciamiento de la experiencia en nuestra
vida cotidiana. El alumno de ciencias sociales que, enfrentado al de-
safío de defender una tesis, encoge los hombros y dice, para alentarse
o tranquilizarse, “es un ritual de pasaje”, me deja pensando. Él quiere
decir: “es solamente un ritual de pasaje”, o “es nada más que otro ritual
de pasaje, mientras que ningún auténtico nativo de cultura alguna
diría o pensaría nada parecido, so pena de dejar inmediatamente de
serlo. El entrenamiento científico al que este alumno ha sido someti-
do le ha dado acceso a una categoría por medio de la cual “compren-
de”, o mejor, se distancia de las propias circunstancias por las que
atraviesa. Lo que él hace con esta categoría es interponerla como un
escudo entre sí y su experiencia vivida. De hecho, este alumno ya no
conseguirá acceso al ritual de pasaje que le corresponde, no cruzará
el umbral que lo separa de otra vida, y estará condenado a vivir en
un mundo achatado, siempre igual a sí mismo. El significado se ha
interpuesto entre él y la experiencia. Hay algo profundamente mortí-
fero en esta modalidad de comprensión… A no ser que el modo del
ritual, por una vía enigmática, consiga esperarlo y sorprenderlo en
un punto del camino en que su intelecto se encuentre precisamente
desprevenido.
Permanentemente realizamos esta operación desacralizadora.
Vamos a encontrarla incluso dentro del reducto de la religión en el
50 rita segato
3
Me refiero a lo mental objetificante, que se propone sustituir sus objetos, y no a
la “experiencia del pensar” en el sentido heideggeriano, en el sentido de meditación,
donde se piensa con la totalidad del ser, y donde se deja lugar, a cada paso, a lo difícil,
a lo contradictorio, a lo no totalmente aclarado o aclarable. A diferencia de aquél, éste
es un pensar que acompaña la vida y no que procura apropiarse de ella.
una paradoja del relativismo 53
Todos los hombres quieren ser felices. Sin excepción, más allá de los dife-
rentes medios que se procuren y empleen para lograrlo […] Qué es lo que
le grita al hombre esa avidez y esa impotencia sino el hecho de que hubiera
antaño una felicidad verdadera de la que no queda ahora más que la marca y
el trazo de una falta, de un vacío que se trata de completar con todo aquello
que lo rodea, buscando en las cosas ausentes el socorro que no obtiene de lo
que existe… (Papiers classés, Pascal, 1963: 519 [148-425]).
56 rita segato
bibliografía