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ESCUELA ENSEÑANZA SECUNDARIA

ORIENTADA N° 432
“BERNARDINO RIVADAVIA”

APRENDER DE LA
HISTORIA

Prof. Carlos A. Cárdenas


APRENDER DE LA HISTORIA
En la Argentina, las crisis económicas y financieras y los procesos
inflacionarios no comenzaron con la industrialización y el llamado
“populismo”. Las crisis estaban presentes en el período agroexportador y
su principal origen fue el endeudamiento externo. Las reformas
neoliberales de los 70, y vueltas a la práctica por el gobierno de Macri,
muestran un tipo de funcionamiento similar al del esquema
agroexportador de fines del siglo XIX. Las causas principales de la inflación
y de las crisis fueron, y son, el endeudamiento externo, la regresiva
distribución del ingreso y el achicamiento del mercado interno. También lo
son las grandes fluctuaciones de valor de los bienes primarios exportados
y la fuga de capitales. Y, además, una economía dolarizada dependiente
del juego de las grandes potencias económicas y de la globalización
financiera.

El gobierno y los economistas adscriptos al liberalismo creen a pie juntilla


en el libre cambio, la competencia, la apertura de la economía y el rol de
la fuerzas del mercado, aunque no por eso siguen textualmente a Adam
Smith. En su libro la Teoría de los sentimientos morales (1759) se
encuentra un empleo distinto del concepto de la “mano invisible” al que
todos suponen conocer. En ese libro, anterior a La riqueza de las naciones
(1776) Smith comienza a formular problemas económicos donde refleja
su pensamiento. Allí señala que los ricos propietarios rurales, empleando
un ejército de domésticos destinados a servir sus caprichos, “son
conducidos por una mano invisible” a redistribuir la riqueza que poseen,
por supuesto la mayor parte a favor de ellos mismos. Nada que ver con la
ley de la oferta y la demanda.

La teoría económica liberal tal como fue expuesta por los economistas
clásicos, basada en la necesidad de terminar con el despotismo de las
monarquías absolutas, los abusos de mercantilismo y del monopolio
comercial no se elaboró en “una campana vacía” ni tenía objetivos
puramente académicos. En este caso, se refería al poder económico de la

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aristocracia terrateniente inglesa, que Smith por supuesto critica porque
defiende a la incipiente industria británica en plena revolución industrial.
Y esa revolución supuso la creación de un mercado interno. Sólo cuando
las transformaciones industriales con políticas proteccionistas
permitieron a la industria inglesa ser competitiva a nivel mundial, el otro
gran economista clásico David Ricardo expuso su teoría de las ventajas
comparativas en 1818. Finalmente, en 1846 Gran Bretaña abandonó el
proteccionismo y abrazó plenamente el libre cambio, que en su caso
significó el sacrificio de su sector agroexportador en beneficio de las
exportación de productos manufacturados de mayor valor agregado, que
la convirtieron en la metrópoli industrial y económica del mundo.

Crisis
Teniendo en cuenta estas ideas veremos como la historia y la actualidad
se unen y los temas que tocamos, aunque históricos, están presentes,
guardando las distancias, en la actual coyuntura local: las crisis, la
inflación, el endeudamiento externo y la economía agroexportadora. A
contrario sensu de lo que pretenden ciertos economistas ortodoxos, en la
Argentina las crisis económicas y financieras y los procesos inflacionarios
no comenzaron con la industrialización y el llamado “populismo”, sino
que estaban presentes en el período agroexportador y su principal origen
fue el endeudamiento externo.

La gran dificultad en la economía abierta de la época agroexportadora


consistía en que la emisión de dinero era dependiente de las
fluctuaciones del balance de pagos, y la única forma de lograr algún tipo
de estabilidad consistía en establecer un régimen de convertibilidad
atándose al automatismo del patrón oro y al funcionamiento de una Caja
de Conversión. Hoy diríamos al flujo de divisas extranjeras y a las políticas
de ajuste consiguiente que permiten rentabilizar ese capital en su
moneda de origen.

El sistema, sin embargo, terminó en todos los casos en serias crisis


financieras: en 1873, 1885, 1890 y 1913. La reapertura de la Caja

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realizada por el presidente Alvear en 1927, finalizó en otro fracaso al
sentirse los efectos de la crisis mundial de 1929. La base de este
mecanismo era el oro que entraba o se pensaba que iba a entrar, por los
empréstitos extranjeros.

En un país cuya economía estaba tan estrechamente ligada al desarrollo


del comercio exterior y que no era productor de oro sólo podía tener una
moneda convertible con un sector externo favorable que garantizara el
pago de la deuda, lo que no iba a ser el caso. El peso de esos pagos sobre
las exportaciones era demasiado grande y no existía un marco
institucional sólido en el terreno financiero y bancario.

Para Raúl Prebisch, quien estudió largamente la cuestión en los años ‘20,
las conversiones sólo resultaban –en sus propias palabras tomadas del
“modernismo” poético de la época– “plantas de invernadero alimentadas
con la savia inconstante del oro extranjero”. Como ocurrió en el fastuoso
año del centenario donde la casi totalidad del pasivo se cubrió con nueva
deuda.

Sin una industria nacional ni un mercado interno sólido, prevalecía la


presencia de intereses poderosos, como los grandes productores
agropecuarios y los exportadores, que preferían un papel moneda
devaluado. La emisión monetaria y la inflación interna favorecían a esos
grupos porque los precios de los productos que vendían al mundo
aumentaban con la devaluación de la moneda, mientras los salarios y
otros costos pagados con moneda nacional crecían en menor proporción.

En vez de impulsarse como en Inglaterra y luego en Estados Unidos un


proceso de industrialización y un importante mercado interno que
sentara las bases tecnológicas de una industria exportadora, la Argentina
siempre dependió de la exportación de sus productos agropecuarios de
menor valor en los mercados mundiales y de las políticas de aquellas
potencias económicas. Por consiguiente del oro, la libra y el dólar, la
expresión monetaria de esa subordinación. La más recientes crisis de
1981, la hiperinflación de 1989-1990 y la convertibilidad forzosa

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reprodujeron este esquema en la economía nacional y provocaron la más
grave crisis de 2001.

Estancieros
Al contrario de lo que preveían en el primer centenario algunos de los
dirigentes de entonces como Carlos Pellegrini, fundador del Club
Industrial, la Argentina no terminó siendo los Estados Unidos del Sur. Un
economista norteamericano dice que se asemejó más bien a los estados
del sur derrotados en la guerra civil norteamericana y a su esquema de
plantaciones y hacendados (dejemos de lado el término esclavistas) que
aquí se tradujo en estancieros y latifundios.

Esos estancieros, ni aun aguzando el oído, escucharon el ruidoso


concierto de la segunda revolución industrial que se produjo en Estados
Unidos, creando allí una clase de ambiciosos empresarios alimentados
por las innovaciones tecnológicas de los Edison y compañía. Hoy las
principales exportaciones argentinas son pellets de soja no bienes de
capital y productos manufacturados, que ahora debemos importar no
sólo ya de Estados Unidos y Europa sino también de China.

Poner como ejemplo de una falsa industrialización el fracaso de


numerosas pequeñas y medianas industrias vinculadas al mercado
interno que apostaron a su recuperación por medio de sus propios
trabajadores o de nacionalizaciones, y traer en su reemplazo a través de
la inversión extranjera directa, como proclaman voceros mediáticos del
gobierno, grandes corporaciones rentables y bien administradas que nos
llevarían por el camino de la industrialización en serio, es como no ver un
elefante en un bazar.

Extranjeros
Se olvida mencionar las políticas económicas neoliberales que afectaron
la industrialización nacional y, sobre todo, que históricamente esas
grandes corporaciones ya están radicadas aquí desde principios del siglo
XX y nunca se interesaron en crear localmente nuevas tecnologías ni en
transformarse en industrias de exportación (salvo los frigoríficos en su
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época dorada) sino fundamentalmente en aprovechar el mercado interno
sin reinvertir aquí sus utilidades.

Así, por ejemplo, entre 1890 y 1931 entraron a la Argentina cerca de 150
compañías norteamericanas cuyo listado se extrae de los boletines
oficiales de esos años si se toma el trabajo de examinarlos, incluyendo
capital y fecha de fundación en el país. Compañías y empresas de todo
tipo, todas de avanzada en su época y muchas aun ahora,
automovilísticas, petroleras, frigoríficos, químicas, farmacéuticas,
eléctricas, textiles, productoras de todo tipo de manufacturas y bienes de
consumo, bancos y financieras.
Empresas que se sumaban a las mayoritarias británicas, por el peso de los
ferrocarriles de esa nacionalidad; a las alemanas, belgas, francesas y de
otros países europeos. Las compañías extranjeras propiamente
industriales llegaban a representar en su conjunto más de la mitad de ese
sector, cuya participación en el PIB en el período de oro de esas
inversiones, 1925-1929, fue del 17,7 por ciento del PIB mientras que la
del sector agropecuario constituían el 25,7 por ciento.

Los más importantes miembros de este último estuvieron distantes de


ese capitalismo industrial. Por cierto la rentabilidad de sus campos era
altísima, una renta diferencial a nivel internacional que no les hizo
necesario invertir en capitales de riesgo, como los que podía implicar la
industria. Fueron los mismos y riquísimos productores rurales de la
pampa húmeda, abrochados a todos los gobiernos y socios de la Sociedad
Rural, los que les cortaron las alas a la inversión extranjera directa en la
depresión de los años ‘30, apostando por el Pacto Roca–Runciman, que
favorecía a los grandes ganaderos y encendió las críticas de la Cámara de
Comercio Argentino-Norteamericana.

Cualquier atisbo de cierta defensa, aun limitada, de las industrias y de un


acercamiento a Estados Unidos que suponía impulsarlas, como el
planteado en el plan económico de 1940 por Federico Pinedo, ministro de
Hacienda y un reconocido liberal, fue rechazado por el Congreso en el
marco de un gobierno de derecha. La industrialización posterior iniciada
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bajo el peronismo y continuada de una u otra manera por distintos
gobiernos también tuvo el rechazo de esas fuerzas tradicionales.

Debemos aclarar, sin embargo, que aun en Estados Unidos muchas de las
empresas que realizaron inversiones directas en el país, se fueron a la
quiebra en su propia tierra como aquella de la que el presidente Wilson
dijo “Si a General Motors le va bien a Estados Unidos también”. La GM es
hoy una fábrica nacionalizada y recuperada, en parte en manos de los
trabajadores a través de su sindicato. La crisis de 2008 mostró la
fragilidad de grandes corporaciones de las que se aspira traigan sus
capitales al país, desdibujando la potencia industrial del país del norte.

Endeudamiento
En tanto, las reformas neoliberales iniciadas en la década de 1970, y
vueltas a la practica sin ese subterfugio por el gobierno de Macri,
muestran un tipo de funcionamiento similar al del esquema
agroexportador de fines del siglo XIX y comienzos del XX, dentro de una
economía mundial cada vez más orientada al predominio de las finanzas
sobre las actividades productivas.

La balanza de pagos determinada por los ciclos de las economías


centrales, produce con sus desequilibrios procesos inflacionarios y
repetidas crisis. La lúcida definición de Juan Bautista Alberdi, el verdadero
autor de la constitución argentina y uno de los principales mentores del
liberalismo local sigue siendo pertinente. Alberdi analizó en la Argentina,
en términos financieros, los motivos de la crisis mundial que estalló en
1873. ¿Qué causa, qué circunstancia permite a la especulación disponer
de los capitales que pierde por sus malos cálculos? -se preguntaba, y
enseguida respondía: “la facilidad de disponer de capitales ajenos”.

El remedio, antes como ahora, es peor que la enfermedad: las causas


principales de las inflación y de las crisis fueron y son, el endeudamiento
externo, la regresiva distribución del ingreso y el achicamiento del
mercado interno, las grandes fluctuaciones de valor de los bienes
primarios exportados, la fuga de capitales y una economía dolarizada

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dependiente del juego de las grandes potencias económicas y de la
globalización financiera.

La solución no vendrá, como no vino en el pasado, de las inversiones


productivas de grandes corporaciones, y en el escenario económico
mundial predomina el capital financiero, que sólo se rentabiliza con el
endeudamiento externo y procesos inflacionarios de países como la
Argentina.

Nuestras opciones no son ni la economía casino de la que hablaba


Keynes ni la ruleta rusa. Un país que puede alimentar 600 millones de
habitantes en el mundo tiene por delante el potencial necesario para una
ardua tarea: elegir un sendero de desarrollo económico y social diferente
de este oscuro presente que le permita eliminar completamente la
pobreza, dar trabajo y una sociedad más justa y equitativa a todos sus
ciudadanos y, sobre todo, liderar su propio destino.

DEUDA
 En la Argentina, las crisis económicas y financieras y los procesos
inflacionarios no comenzaron con la industrialización y el llamado
“populismo”.
 Las crisis estaban presentes en el período agroexportador y su
principal origen fue el endeudamiento externo.
 Las reformas neoliberales de los 70, y vueltas a la práctica por el
gobierno de Macri, muestran un tipo de funcionamiento similar al del
esquema agroexportador de fines del siglo XIX
 Las causas principales de la inflación y de las crisis fueron, y son, el
endeudamiento externo, la regresiva distribución del ingreso y el
achicamiento del mercado interno.
 También lo son las grandes fluctuaciones de valor de los bienes
primarios exportados y la fuga de capitales
 Y, además, una economía dolarizada dependiente del juego de las
grandes potencias económicas y de la globalización financiera.

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