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Aristóteles de Estagira: Estudio preliminar

Francisco José Alonso Agraz


Universidad Complutense de Madrid

I. PLANTEAMIENTO DEL TEMA

1. No es fácil escribir sobre Aristóteles. Todo parece dicho sobre él y, no obstante,


nada parece saberse. Ha quedado en nuestros libros de historia como una fuerza pretérita,
sin capacidad de resonancia en nuestras almas, tan distantes ya de su época. Pretendemos
en efecto, estar ya muy lejos de él, de esa impresión de frigidez metódica con que el
tiempo le ha aureolado. Y quizá, en realidad, lo que nos separa de él no es sino un bache
muy hondo de días y espíritu, un bache que nos da miedo cruzar porque los medios que
tenemos al alcance de la mano no nos facilitan el camino.
Y, sin embargo, un paciente análisis en las honduras de su propia palabra nos lleva
a la sorpresa de que Aristóteles fue el primer pensador que formuló, junto con los temas
que abarcó su filosofía, una idea de su propia posición en la historia del pensar. Se supo
lleno de una nueva especie de conciencia filosófica que dominaba la historia de las ideas
y se sintió responsable de su función de eslabón. Inventó la noción del desarrollo
intelectual en el tiempo y miró incluso su propia perfección como el resultado de una
evolución que dependía tan solo de sus propias leyes.
Ciertamente no estamos demasiado acostumbrados, a fuerza de análisis filológicos,
a utilizar el juicio que un autor nos pueda dar de sí mismo como un documento objetivo
ni a aprender de él mismo las leyes que ordenaron sus pasos. Es absurdo pretender
enjuiciar a Aristóteles–como a ningún creador de ideas– por la opinión que él conciba del
pensar de sus predecesores. No se puede esperar que todo filósofo entienda a sus
antecesores en este sentido. Desde este punto de vista, seguramente existe tan solo un
criterio positivo con que medir la perfección de Aristóteles, y este no es la manera de
criticar a Platón, sino la forma en que él mismo a su vez platoniza. De semejante manera,
él no se limita a derivar a Platón de sus predecesores en la historia del pensamiento griego,
sino que lo explica como el resultado fructífero del encuentro de esas influencias
históricas y de la propia originalidad creadora de Platón.
2. Para Aristóteles hay una estrecha e íntima relación entre desarrollo y forma;
cuando analicemos su manera de enfocar los problemas del cambio y el movimiento
veremos hasta qué punto lo que le preocupa no es que algo “cambie”, sino que “algo”
sufra esta mutación. Asimismo la concepción fundamental de toda su filosofía es la de
una “forma corporeizada, que vive y se desarrolla”, según nos lo formula Goethe.
Si hasta en nuestros días no se había intentado describir el desarrollo de Aristóteles,
más bien que una posición doctrinal estática, se debió a la noción que la Escolástica ha
acuñado de su doctrina, a la que ha considerado siempre como un sistema inmóvil de
ideas. Como exactamente nos formula Werner Jaeger1, sus intérpretes fueron maestros de
su aparato dialéctico, pero carecieron de toda experiencia personal acerca de las fuerzas
que señalan su método de investigación o de la manera característica y suya de jugar a un
tiempo la apodíctica aguda y abstracta y el más vivo y orgánico sentido de la forma.
Aristóteles el pensador no es otra cosa que una dinámica siempre en constante
evolución. Pretender enjuiciar nuestro mundo a la luz de sus criterios y a las ideas que él
expresara en sus obras es algo totalmente contrario a su íntimo modo de ser. Él sería sin
duda el primero en rechazar de plano sus propias visiones sobre las cosas, si pudiera ver

1
Werner Jaeger: ARISTOTLE. Fundamentals of the history of his development, Oxford, 1948, p. 4.
nuestro mundo. Según su mentalidad, de acuerdo con su profundo enraizamiento en el
mundo real, su meditación filosófica, trasplantada a nuestra época, tomaría unos cauces
bien diversos. Afirmar que nosotros, gentes del siglo XX, una confesión de
desconocimiento de lo que en realidad fue Aristóteles o, en su tanto, una traición de
medianía en nuestro pensar. Ser intrínsecamente aristotélico significa de hecho no pensar
como Aristóteles pensó en su tiempo, sino como quizá él podría pensar en nuestros días.
Esta es la verdadera dimensión del filósofo de Estagira.
3. Esta incomprensión se remonta sin duda a la época en que se desligaron las partes
más específicamente filosóficas de los estudios de la realidad empírica. Esta segregación,
que constituía una verdadera traición a lo más esencial del intelectualismo aristotélico, se
consumó en tiempos de la tercera generación de Liceo.
Luego la tradición oriental del peripatetismo se vincula a estos comentadores
helenísticos, y la tradición occidental sigue simplemente los pasos de la oriental.
Las obras de Aristóteles dieron sus frutos indiscutibles de formación, dentro de
estas escuelas. Pero quedó prisionero de un escolasticismo puramente conceptual que
impidió que ya el mundo antiguo comprendiera vivamente el espíritu del autor. No se
entendió su obra como el producto de un genio especialísimo ante los problemas de su
propio tiempo y con el bagaje cultural que su época le puso en las manos: sus lectores y
admiradores se limitaron a constatar la forma en que los expresó. Más tarde, en el
medioevo, se habían ya perdido las principales fuentes para el conocimiento de esa fuerza
evolutiva que lo caracterizó, a saber, los diálogos y las cartas: eso impidió definitivamente
todo acceso a su personalidad.
Esa actitud para con Aristóteles no cambió nada con el Renacimiento. Aristóteles
realmente no conoció la época renacentista del Occidente. Y una de las principales
razones de ello estuvo en haber sido considerado como el príncipe de la filosofía por el
escolasticismo medieval, totalmente despreciado por Lutero y los humanistas. Solo
autores sueltos, en los años siguientes y siglos adelante, le tuvieron en cuenta, siempre en
su estaticismo ideativo de los tratados, para algunos campos determinados del saber. La
teología de los jesuitas y la de Melanchton se apoya toda en la Metafísica de Aristóteles.
Maquiavelo saca sus normas de la Política. Los críticos y poetas franceses se apoyan más
tarde en su Poética. Los moralistas y juristas saquean su Ética. Y todos los filósofos, hasta
Kant y más acá incluso, dependen de su Lógica.
4. Sabemos que Aristóteles nació en Estagira, una pequeña ciudad colonizada por
los Jonios, situada en la península de Calcídica, en la Tracia. La fecha de su nacimiento
se señala en el 384 a. de C. Su padre Nicómaco, era de la familia de los Asclepíadas,
cuyos miembros profesaban hereditariamente la medicina.
La familia de su padre era probablemente oriunda de Mesenia, emigrada en el siglo
VIII ó VII, cuando los Lacedemonios hostigaban el país. La familia de su madre, Féstide,
procedía de Calcis de Eubea, la ciudad que colonizó la Calcídica; la ciudad de donde era
oriunda su madre fue el refugio que escogió Aristóteles en los últimos meses de su vida.
Su padre Nicómaco era médico y amigo de Amintas II, rey de Macedonia, y padre
de Filipo, el futuro rey. No es difícil suponer que los primeros años del filósofo
transcurrieran en la corte de Pella, más o menos ligados a la vida palaciega. Al morir muy
tempranamente sus padres, se hizo cargo de él, como tutor, un pariente, Próxeno, a quien
Aristóteles guardó reconocida gratitud toda su vida, como se confirmó luego con el hecho
de adoptar el filósofo al hijo de aquel, Nicanor.
Cuando cumple diecisiete años, y sin perder la ciudadanía de Estagira, que conservó
siempre, se traslada por vez primera a Atenas, para acudir como discípulo a la Academia
de Platón. Tenía este entonces unos cincuenta años. Aristóteles vivió en la Academia
durante veinte años.
II. LOS PRIMEROS PASOS EN LA FILOSOFÍA

1. Al entrar Aristóteles en la Academia, Platón estaba consiguiendo su auge y se


hallaba en su plena evolución. El ambiente de trabajo era intenso y las aulas bullían de
discusiones e inquietudes. Aristóteles se vio englobado pronto en aquella vida, y su
trabajo privado de estudio cuajó pronto en escritos, que tomaron la forma platónica del
diálogo. Son pocos los fragmentos que nos restan de estos primeros escritos y aun esos
pocos han sido estudiados menos de lo conveniente. Posiblemente influyó en ello la
misma posición de la escuela Peripatética, al poco de su muerte, convencida de que el
verdadero Aristóteles había de buscarse en los tratados, en la última de las actitudes
intelectuales que le fue dado adoptar.
2. La redacción de obras en forma dialogada pertenece casi en su totalidad a los
primeros años de Aristóteles. En su último período abandonó casi prácticamente toda
actividad literaria. El Alejandro o De la colonización debe ser considerado como una
excepción. Según el mismo tema nos sugiere, su situación cronológica está condicionada
por el hecho histórico que le dio lugar. Otra excepción a esta separación de lo literario la
constituyen las 158 Constituciones, escritas para la publicidad en un estilo muy vivo,
como nos lo atestigua la única que ha llegado hasta nosotros. Las demás obras todas no
eran sino notas de profesor, orientadas a su enseñanza en el Liceo y a las discusiones que
allí tenían efecto. Con ello, resulta básicamente cierto el punto de vista de que Aristóteles,
a lo largo de su evolución, cambió radicalmente su criterio acerca de la necesidad de
presentar la ciencia en forma literaria, así como acerca de la relación que pueda existir
entre lo literario y una obra realmente productiva.
El impulso primario que dictó las obras de Platón había sido de cuño formativo y
pedagógico. No escribía para manifestar el contenido de su filosofía. Su inquietud más
inmediata era presentar al filósofo en el dramático momento de buscar y de hallar; y eso
no en una operación pura y estrictamente intelectual, sino más bien en su lucha contra la
ciencia falsa y aparente, contra el poder político, contra la sociedad y aun contra el propio
corazón. La filosofía es para él no una esfera de hallazgos teóricos y especulativos, sino
una reestructuración de todos los elementos fundamentales de la vida. Platón escribió la
tragedia del filósofo en cuanto tal y en cuanto hombre al mismo tiempo.
Sin embargo, también su posición en este aspecto varió con el tiempo. El Teeteto,
prácticamente contemporáneo de la entrada de Aristóteles en la Academia, es el primero
de los diálogos platónicos que se aparta de estas directrices, tanto en su forma como en
su contenido. En él los intereses filosóficos primarios de Platón quedan transferidos a los
estudios metodológicos, analíticos y abstractos. Y, en consecuencia, el equilibrio entre
los elementos estéticos y los filosóficos es destruido a favor de estos últimos.
3. Por eso, cuando llegamos a las Leyes, nos encontramos con que ha desaparecido
ya totalmente toda huella de etopeyas y descripciones del carácter. La obra es, en su
integridad, una proclamación doctrinal puesta en boca del mismo Platón. Desaparece del
todo en los diálogos la figura de Sócrates–cosa que responde también a una crisis
evolutiva interna–. Tan solo en el Filebo vuelve a aparecer por última vez, puesto que en
este diálogo se tratan cuestiones planteadas por el Sócrates real. Ahora la separación entre
el Sócrates histórico y el propio filosofar de Platón se ha hecho completa. Esta es otra
señal de que su tendencia general hacia la ciencia, la lógica y el dogma está buscando su
propia expresión.
En el contenido de la filosofía platónica, el último fruto de la teoría de las Ideas fue
el método de clasificación y abstracción, que es lo que Platón entiende por dialéctica en
el sentido estricto de la palabra, según se colige de sus últimas obras. Esos métodos
revolucionaron forzosamente la forma del diálogo de controversia, que procedía de
Sócrates, haciendo que el diálogo perdiera toda dimensión psicológica y se acercara más
y más a la forma de un tratado. En aquella dirección, en efecto, no era ya posible ningún
progreso. La raíz de los clásicos dramas de Platón había ya muerto. Este fue el momento
en el que comenzó a producir el joven Aristóteles.
4. El escribir diálogos era como una fiebre en el ámbito de la Academia.
Acostumbrados a Platón, les parecía el vehículo más adecuado para los temas de la
filosofía esotérica. Pero, lo que en Platón era una íntima unidad personal, corrió el peligro
de desintegrarse en sus dos elementos esenciales, yendo a parar a un escolasticismo
muerto o a un simple diletantismo literario. La natural afinidad que con Platón sentía el
joven Aristóteles, así como también su incapacidad para enjuiciarle y mirarle
objetivamente, hicieron que, frente a las inquietudes por el hallazgo de nuevas formas,
continuara al comienzo sirviéndose del diálogo en sus escritos. De otra manera: encontró
al Platón esencial más vivo, más poderoso, más real en la forma de diálogo que en
ninguna otra.
Sin embargo, lo que nos resta de sus diálogos nos permite afirmar que Aristóteles,
con suaves matices que dimanaban ocultamente casi de su íntima personalidad apenas
revelada aún, inventó de hecho una nueva forma de diálogo literario: el diálogo de la
discusión científica. Mientras Platón, en sus últimos días tendía a reemplazar el diálogo
por la lectura o enseñanza dogmática, Aristóteles escribía conversación tras conversación;
en ellas, uno de los interlocutores asumía la dirección, proponía el tema a tratar y, al final,
resumía las conclusiones a que se hubiera llegado. Con estas directrices, era lógico que,
con el tiempo, Aristóteles mismo acabara por ser el que dirigía la conversación en sus
propios diálogos.
Ese cambio de forma no había sido, ni mucho menos, una cuestión estética:
respondía plenamente a una evolución filosófica, que necesariamente daba lugar a su
nueva forma propia.
5. Comencemos por decir algo sumariamente sobre el estilo de dos de los más
antiguos diálogos de Aristóteles. Son estos el Eudemo y el Grylo. Estos dos diálogos no
pudieron ser distintos del tipo que encarnan los diálogos platónicos. Incluso es posible
hacer ver que algunos diálogos particulares de Aristóteles están escritos sobre el modelo
de otros diálogos de Platón, ordinariamente coincidentes en tema. Así el Eudemo enlaza
con el Fedón; el Grylo con el Gorgias, y los libros Sobre la Justicia, con la República. El
Sofista y el Político fueron sugeridos por los correspondientes de Platón, y el Protréptico,
que no es un diálogo, revela influencias de los fragmentos protrépticos del mismo autor,
en el Eutydemo.
De manera análoga a como ocurría con Sócrates en los primeros diálogos
platónicos, en estos podía muy bien aparecer Platón como interlocutor. También el estilo
revela una íntima dependencia. Cicerón se hace eco de la maravillosa fluidez del estilo
de Aristóteles en esos diálogos. Faltan en ellos por completo las afectaciones retóricas;
claros y exactos en el pensamiento, finos y ágiles en su exposición, esos diálogos están
dirigidos a los hombres más cultivados de la antigüedad.
6. En su contenido los diálogos de Aristóteles plantean un problema, de crucial
interés para su exacta valoración.
Los neoplatónicos vivieron de hecho tanto de los diálogos de Aristóteles como de
los de Platón. Contrastando con el silencio de que rodearon los tratados, los utilizaron
como fuentes de un platonismo incontaminado. En cambio un intérprete estrictamente
peripatético como fue el agudo Alejandro de Afrodisia no supo qué hacer con ellos, aun
cuando leyera y conociera la mayoría de ellos.
Los ineficaces esfuerzos de los últimos peripatéticos por explicar esta enconada y
al parecer difícil dualidad pueden encontrarse en la singular distinción, que llegó ya a ser
tradicional, entre las obras “esotéricas” y las obras “exotéricas” de Aristóteles. Para
mantener esta distinción, los comentadores hicieron hincapié en la frase “tratados
exotéricos” que utiliza con frecuencia el mismo Aristóteles, y con las que más de una vez
cita, en efecto, los diálogos publicados. Frente a estas obras exotéricas, destinadas a un
gran público–no simplemente escritas para la publicación–, sitúan aquellos el cuerpo de
los tratados, como un conjunto de doctrinas esotéricas secretas, aun cuando no se
encuentre alusión alguna a tal manera de pensar en el propio Aristóteles. Con eso la
relación entre los diálogos y los tratados ha venido a ser paralela a la que hay entre la
opinión y la verdad. En algunos momentos Aristóteles abandonaba esta última, porque la
masa del pueblo no era capaz de comprenderla…
Sin duda que en esta absurda interpretación intervino la mística de cuño
Neopitagórico, igual que ocurrió con la cuestión de los términos técnicos.
7. Por otra parte, en lo que afecta a la posición ideológica, en lugar de estudiar
detenidamente los fragmentos conservados de los diálogos, se prestó exclusiva atención
a dos fuentes informativas, Plutarco la una y Proclo la otra, apoyados ambos a su vez en
una tercera fuente anterior. Estas fuentes hablan de la crítica de la teoría de las Ideas que
Aristóteles presentó en su Ética, en su Física y en su Metafísica, así como también en sus
diálogos exotéricos. Estos pasajes hacen pensar que ya en los diálogos Aristóteles había
adoptado la posición que luego nos manifiestan sus tratados. Y con ello se llegaba a un
dilema: o bien había que situar esa “defección” del platonismo durante su estancia en la
Academia. Esta segunda hipótesis encontró a su favor otra “autoridad”. Diógenes Laercio
dice que Aristóteles se apartó de Platón ya en vida aún de este, hasta el punto de que
Platón dijo: “Aristóteles me ha coceado, igual que hacen los recién nacidos con sus
madres”.
Se supuso entonces, equivocadamente, que sus escritos habían sido desde su mismo
comienzo una dura y acerba crítica de Platón. La idea de que Aristóteles hubiera podido
pasar por una fase platónica les pareció una intolerable contradicción de la sobria, crítica
y aguda naturaleza de su inteligencia.

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