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Werner Jaeger: ARISTOTLE. Fundamentals of the history of his development, Oxford, 1948, p. 4.
nuestro mundo. Según su mentalidad, de acuerdo con su profundo enraizamiento en el
mundo real, su meditación filosófica, trasplantada a nuestra época, tomaría unos cauces
bien diversos. Afirmar que nosotros, gentes del siglo XX, una confesión de
desconocimiento de lo que en realidad fue Aristóteles o, en su tanto, una traición de
medianía en nuestro pensar. Ser intrínsecamente aristotélico significa de hecho no pensar
como Aristóteles pensó en su tiempo, sino como quizá él podría pensar en nuestros días.
Esta es la verdadera dimensión del filósofo de Estagira.
3. Esta incomprensión se remonta sin duda a la época en que se desligaron las partes
más específicamente filosóficas de los estudios de la realidad empírica. Esta segregación,
que constituía una verdadera traición a lo más esencial del intelectualismo aristotélico, se
consumó en tiempos de la tercera generación de Liceo.
Luego la tradición oriental del peripatetismo se vincula a estos comentadores
helenísticos, y la tradición occidental sigue simplemente los pasos de la oriental.
Las obras de Aristóteles dieron sus frutos indiscutibles de formación, dentro de
estas escuelas. Pero quedó prisionero de un escolasticismo puramente conceptual que
impidió que ya el mundo antiguo comprendiera vivamente el espíritu del autor. No se
entendió su obra como el producto de un genio especialísimo ante los problemas de su
propio tiempo y con el bagaje cultural que su época le puso en las manos: sus lectores y
admiradores se limitaron a constatar la forma en que los expresó. Más tarde, en el
medioevo, se habían ya perdido las principales fuentes para el conocimiento de esa fuerza
evolutiva que lo caracterizó, a saber, los diálogos y las cartas: eso impidió definitivamente
todo acceso a su personalidad.
Esa actitud para con Aristóteles no cambió nada con el Renacimiento. Aristóteles
realmente no conoció la época renacentista del Occidente. Y una de las principales
razones de ello estuvo en haber sido considerado como el príncipe de la filosofía por el
escolasticismo medieval, totalmente despreciado por Lutero y los humanistas. Solo
autores sueltos, en los años siguientes y siglos adelante, le tuvieron en cuenta, siempre en
su estaticismo ideativo de los tratados, para algunos campos determinados del saber. La
teología de los jesuitas y la de Melanchton se apoya toda en la Metafísica de Aristóteles.
Maquiavelo saca sus normas de la Política. Los críticos y poetas franceses se apoyan más
tarde en su Poética. Los moralistas y juristas saquean su Ética. Y todos los filósofos, hasta
Kant y más acá incluso, dependen de su Lógica.
4. Sabemos que Aristóteles nació en Estagira, una pequeña ciudad colonizada por
los Jonios, situada en la península de Calcídica, en la Tracia. La fecha de su nacimiento
se señala en el 384 a. de C. Su padre Nicómaco, era de la familia de los Asclepíadas,
cuyos miembros profesaban hereditariamente la medicina.
La familia de su padre era probablemente oriunda de Mesenia, emigrada en el siglo
VIII ó VII, cuando los Lacedemonios hostigaban el país. La familia de su madre, Féstide,
procedía de Calcis de Eubea, la ciudad que colonizó la Calcídica; la ciudad de donde era
oriunda su madre fue el refugio que escogió Aristóteles en los últimos meses de su vida.
Su padre Nicómaco era médico y amigo de Amintas II, rey de Macedonia, y padre
de Filipo, el futuro rey. No es difícil suponer que los primeros años del filósofo
transcurrieran en la corte de Pella, más o menos ligados a la vida palaciega. Al morir muy
tempranamente sus padres, se hizo cargo de él, como tutor, un pariente, Próxeno, a quien
Aristóteles guardó reconocida gratitud toda su vida, como se confirmó luego con el hecho
de adoptar el filósofo al hijo de aquel, Nicanor.
Cuando cumple diecisiete años, y sin perder la ciudadanía de Estagira, que conservó
siempre, se traslada por vez primera a Atenas, para acudir como discípulo a la Academia
de Platón. Tenía este entonces unos cincuenta años. Aristóteles vivió en la Academia
durante veinte años.
II. LOS PRIMEROS PASOS EN LA FILOSOFÍA