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UNIVERSIDAD DE LA GUAJIRA

PROGRAMA DE LICENCIATURA EN EDUCACIÓN INFANTIL


ASIGNATURA: ECOTURISMO PEDAGOGICO
Docente. Marco A. Granadillo A.

LOS ROSTROS DE LA CIUDAD

Nunca nos preguntamos qué es la ciudad, porque creemos saberlo todo acerca de
ella. Tampoco nos preguntamos qué relación existe entre ésta y nosotros mismos,
porque tenemos la impresión de que la ciudad es una sucesión de espacios sin
personalidad y sin ninguna posibilidad de interacción.

La ciudad nació, para mejorar la calidad de vida del hombre. Al principio significo un
novedoso sistema de aprendizaje de la vida (placer, comodidad, facilidad,
interacción, comunicación, progreso, etc.), y a medida que crece, sin el
consentimiento y la participación del ciudadano, se convierte en un espacio
destinado al desaprendizaje y al olvido. Se desaprenden el placer, la comodidad, la
facilidad, el progreso etc., porque sus espacios públicos son cada día más escasos,
y se olvida, porque disminuye el tiempo para comunicarnos.

La ciudad se ha convertido en un campo de batalla en el que se fracture la voluntad


de compartir los sueños que motivaron su creación: inventar una mejor forma de
vida para el hombre. La idea de ciudad es cada vez más parecida a las del conflicto,
individuo, zozobra, restricción, prohibición, soledad, peligro, contrariedad,
desamparo, desaseo, desestimulo, egoísmo, incomunicación, etc.

Las cosas nuevas, en la ciudad no contribuyen con nuestro bienestar cuando éstas
han sido construidas sin consultar nuestras necesidades, nuestros gustos estéticos,
nuestros deseos de espacios de esparcimiento, en fin, cuando las cosas nuevas se
levantan sin tener en cuenta las ideas que los ciudadanos tenemos de la ciudad que
deseamos.

A la ciudad, cada día la conocemos menos, porque no hemos sido partícipes de su


crecimiento. Este, es decir, el crecimiento, sin la intervención ciudadana atenta
contra la calidad de vida. Si crece sin nuestra intervención de gusto, estética,
recreación, desarrollo, aseo, placer, oportunidades, etc., la ciudad nos pertenece
menos y termina siendo para cada uno de nosotros loe breves espacios del trabajo
y la casa. El resto de la ciudad se convierte, entonces, en una gran porción de
padecimiento cotidiano en la que vamos de conflicto en conflicto, porque empieza a
prevalecer la ley del más fuerte. Cada oportunidad que desperdiciamos de construir
la ciudad que imaginamos debilita el interés colectivo y se esfuma el sentido de
solidaridad y de convivencia.

Cuando la ciudad crece sin nuestra participact6n perdemos su horizonte, y cada vez
es más una nueva desconocida. Es como una vieja amistad que ya no nos
determina, y a la cual esperamos cobrarle su indiferencia con nuestra indiferencia.
Iniciamos un proceso de enemistad que concluye en el desprecio. La ciudad se
convierte en nuestro principal conflicto, hasta que deja de importarnos, hasta que
llega a formar parte de nuestra destrucción

Cuidar la ciudad es cuidar nuestra vida. Atender los problemas de la ciudad es un


asunto de supervivencia. Cada uno de nosotros es parte de la ciudad, porque en
ella hay huellas de nuestras tradiciones, de nuestros esfuerzos, de nuestros
placeres, de nuestros sufrimientos, en fin, de nuestra existencia. Cuando la ciudad
se convierte en un espacio neutro, la identidad de cada uno de nosotros se pierde,
y con esta, toda posibilidad de desarrollo y todo gusto por la vida.

La ciudad se asemeja a un cuerpo biológico en cuanto que el mal que ocurre en un


lugar cualquiera de ella termina propagándose como un cáncer. La ciudad debe ser
entendida como un conjunto de cuyo desarrollo todos somos tributarios y de cuyos
desajustes e inconvenientes participes.

Volvamos a pensar en la ciudad que deseamos. Hablemos de ella, como si


estuviéramos hablando de nuestro más importante proyecto de vida. Hablemos de
ella, como una casa grande que, entre todos, debemos mantener, armónica,
disfrutarle, placentera, amena y constructiva.

La ciudad reclama tu atención. Exige tus derechos de construir la ciudad que


deseas. De ti depende que la ciudad sea el reflejo de tus más grandes anhelos como
ciudadano.

¡Anímate: ¡Introdúcete en la transformación de tu ciudad! Así construyes futuro. No


dejes a tu ciudad en pocas manos. Se necesita todas las manos para convertirla en
un lugar en el que quepan la tranquilidad, el progreso, la armonía y la convivencia
de todos.

1.2. MODO DE VIDA URBANO

En la actualidad, el 80% de la población mundial y, especialmente la del mundo


occidental, se ha concentrado en los ecosistemas humanos, llamados ciudades:
éstas, corno es lógico, han logrado niveles de gran complejidad no previstos- por
urbanistas, arquitectos, ambientalistas, ecólogos y economistas. De ciudades
normales se pasó en muy poco tiempo a Megalópolis” (ciudad de México Sao Paulo,
Buenos Aires, Bogotá, etc.). Estos centros urbanos, así como son ambientes de
múltiples alternativas de desarrollo y progreso cultural, cien académicos, administra
industrial, urbanístico y de vida social, también son múltiples los problemas que
crean. Hoy se plantea que la ciudad es la 1ndustria que produce contaminación
física, y lo más grave, produce contaminación humana, problemas ambientales en
cadena con niveles preocupantes, sin una política de planificación urbana; son
ciudades deshumanizadas, el imperativo es imponer la industria de la explosión
urbana, construir más y más kilómetros cuadrados de cemento armado, es decir, un
medio ambiente muerto, frío, indiferente e indolente para el hombre mismo.

Como consecuencia de esta polución total de la ciudad, el hombre habitante de ella


refleja cotidianamente fatiga física, intelectual y espiritual y se manifiesta en que un
alto porcentaje de la comunidad urbana asume comportamiento y conductas
indeseables (niveles de ansiedad, s esquizofrenia, baja capacidad laboral,
agresividad y delito).

La ciudad actual no cumple con la función lúdica, ser la sede del ocio, del recreo,
del tiempo libre racional creativo y humanamente organizado. La ciudad para ello
genera esos medies llamados de comunicación y de cultura de masas, la televisión
y la radio con los medios de comunicación que más tiempo libre ocupan, no se trata
sino de un ocio — aburrimiento, la distracción, el asueto, el gusto personal, el
deporte activo resultan desambientados en un medio pasivo y consumista.

Consumimos el deporte — espectáculo, la taberna — club, la discoteca, pistas de


baile, casas de juego, la radio y la televisión (las estadísticas en Colombia muestran
que más del 50% de la población entre 12 y 24 años consumen esta oferta de
distracciones). Se olvida a ciudad de occidente donde el tiempo libre es el que debe
restablecer las energías perdidas, desarrollar el hombre cultural, ideológico,
espiritual y estéticamente.

1.3. LA SOCIEDAD ACTUAL Y LOS PROBLEMAS DE LA CALIDAD DE VIDA

La transformación en los ecosistemas urbanos

Por: Germán Camargo Ponce de León


Biólogo, Subdirector de Planeación y Desarrollo del Departamento Técnico
Administrativo del Medio Ambiente del Distrito Capital.

LA CIUDAD EN LA NATURALEZA

Las ciudades han crecido durante el último siglo hasta acoger hoy más del 80%
de la población mundial, tendencia que sigue en aumento. Es decir, que el
ambiente urbano ha crecido, y más que en extensión, en población, pues hoy más
personas que nunca, la mayor parte de los seres humanos, viven y construyen un
ambiente urbano. Y no se trata de que los seres y eventos humanos se hayan
concentrado en los confines de unos cuantos asentamientos; adicionalmente, las
relaciones urbanas desde y más allá de las ciudades, la determinación urbana de
todos los flujos e intercambios, se ha extendido sobre el planeta, cubierto y
controlado hoy, por vastas redes urbano-regionales.

Paralela y más reciente, ha aumentado de modo efervescente la discusión en torno


al significado ambiental de la ciudad. Se escuchan, con frecuencia, planteamientos
que señalan este modo o conglomerado de modos de vida como una amenaza
para el hombre, el orden social y el ambiente ¿Y no es la ciudad parte del hombre,
su orden social por convergencia histórica y el ambiente humano por
antonomasia?

Muchos ambientalistas señalan la ciudad como una amenaza para la conservación


y en algunos documentos institucionales la urbanización aparece en las mismas
listas como categoría vecina de la deforestación, la extinción y la polución. Si
pudiéramos vivir sin ciudades (como sea quizás evitable, en gran parte, la
polución), esto se entendería. Si no es así, la urbanización no debería aparecer en
la lista de problemas, sino en la de transformaciones ecológicas que deben ser
adecuadamente comprendidas y manejadas, tal como la agricultura y otros
cuantos procesos ecológicos intrínsecamente humanos.

De qué modo la ciudad emana de la naturaleza social y del comportamiento


ecológico del hombre, como una necesidad evolutiva, es una cuestión bien
relevante en el análisis de la forma creciente en que el planeta y el hábitat humano
se transforman.

Ambiente: qué es o qué somos.

Hay dos formas de definir ambiente. La primera, “lo que rodea a un organismo” o
“lo que rodea al hombre”, lo hace equivalente a “medio” o “entorno”. De hecho,
históricamente, así se ha considerado en la mayor parte de las ciencias naturales
y sociales. La segunda, inscrita en el campo de la ecología humana, lo plantearía
como “el ecosistema del que el hombre hace parte”.

La cuestión no es meramente semántica, sino que hace gran diferencia en la forma


como se conciben y manejan las relaciones ambientales. En la primera visión, ese
“algo que nos rodea” y que unas veces es “el ambiente” y otras “la naturaleza”, es
esencialmente distinto de nosotros, un recipiente aparte de la sociedad, al cual nos
aproximamos o enfrentamos para extraer o arrojar cosas. Bella pieza literaria
impregnada de la visión bucólica del paseante que arrobado por las maravillas de
la madre naturaleza se detiene a la vera para ejercer las cualidades superiores del
genio humano y asombrado de su capacidad de asombro y hondamente
conmovido por su propia sensibilidad reflexiona sobre el modo más prudente en
que tan bellas sensaciones puedan ser resguardadas del sucio pragmatismo y el
lucro pedestre para que en ellas puedan aún extasiarse las almas sensibles por
venir.

Esta visión de “ambiente” es pasiva (la naturaleza es objeto receptáculo y receptor


frente al agente económico); es estática (su deber ser es permanecer, toda
alteración es contraria a su naturaleza, toda acción transformadora atenta contra
la pureza del arquetipo); y con el “principio de precaución”, ha llegado a ser
inefable (no puede ser reducida a sus causas mecánicas ni penetrada por el
intelecto, pues como valor supremo se sitúa por encima del de la razón práctica).
Este enfoque busca proteger en un santuario, lejos y al margen del hombre, el
sumo valor de la naturaleza; no intenta comprender nada.

En realidad, el “ambiente”, así definido, no existe en ninguna parte del universo,


salvo como símbolo de un sistema de valores opuestos al orden utilitarista liberal;
lo que se pretende conservar, más que determinado atributo estructural o funcional
del “entorno”, es una serie de valores (incluso paisajísticos) relacionados con el
orden señorial rural, siempre amenazado por el desarrollo industrial-urbano y el
crecimiento de la pequeña burguesía tecnocrática. La naturaleza o el ambiente
tienen tanto que ver con esto como la virginidad de María con las reivindicaciones
comerciales del imperio bizantino en el Mediterráneo. Pero siempre ha habido
gente dispuesta a matarse por sutilezas y no ha faltado quien se lucre con ello; tal
es el poder de lo simbólico en los ecosistemas humanos.

En la práctica (al menos en la del científico o el tecnócrata) se encuentra, en


cambio de un mundo natural vecino o víctima de la humanidad, un abigarrado
mosaico de situaciones ecológicas (o ecologizables) en las que el cambio es el
rasgo predominante y el único perdurable. Y lo que es más notable, la mayor parte
de los fenómenos ambientales, bajo esta segunda visión, aparecen como
procesos humanos, entre cuyas determinantes priman las variables culturales,
sociales y económicas.

En el denominado “enfoque eco sistémico”, el hombre no es visto como usuario,


vecino o depredador de los ecosistemas, sino como actor inseparable de unos
escenarios ecológicos con rasgos y fenómenos distintivamente humanos: granjas,
veredas, territorios étnicos, naciones, regiones y, por supuesto, ciudades; en los
cuales se verifican los procesos y estructuras generales de la biosfera, tal y como
la ciencia ecológica los ha enunciado para otros ecosistemas. Más aún, la
evidencia ecológica muestra hoy un planeta larga y profundamente moldeado por
la acción humana, cubierto por una vasta red ecológica modificada o generada por
nuestra especie. Aun la conservación de los “santuarios naturales” depende hoy
de las decisiones y relaciones políticas y económicas que se tejen desde ciudades-
regiones; es en éstas donde pueden hacerse los cambios y las diferencias.

Esta visión del “ambiente” como “ecosistema humano” da al mismo un significado


histórico: por un lado, el valor del ambiente (que algunos consideran absoluto o
trascendente) es dictado por un momento cultural particular en un orden social
determinado; por otra parte, el “ambiente” como forma particular de analizar y
valorar unas condiciones de vida, es, en cada momento, causa y efecto de las
transformaciones históricas de la sociedad. En realidad, no conservamos o
destruimos nuestro ambiente; más bien generamos el ambiente en que nos
corresponderá evolucionar en el siguiente momento histórico, así como nos hemos
adaptado al que heredamos, que es también, en gran medida, creación cultural.
Si eso es bueno o malo, es cuestión de valores, preferencias y consensos, es
decir, política. Y la ciencia debe asumir posiciones propias y distintivas en estas
discusiones, sin confundirse con discursos ambientalistas o liberales que ya tienen
quien se ocupe de representarlos.
Sí, esta visión aparentemente carece del encanto y el abolengo de la concepción
“ambientalista” del ambiente. Pero, por contrapartida, permite ubicar y medir con
mayor precisión las causas y las responsabilidades, al tiempo que nos recuerda
que no existe un orden ecológico y otro social, sino muchas miradas sobre el
acontecer humano y que nuestra vida es inseparable de la unidad total de lo
viviente, y toda acción humana, efecto y causa inseparable de la Naturaleza. Es
esta noción de “la unidad de lo viviente”, procedente de una tradición mucho más
antigua y profunda, lo que el conservacionismo pone en peligro en la discusión, al
forzar la dicotomía hombre – Naturaleza.

El enfoque de “ciudad ecosistema” o, más exactamente, la interpretación ecológica


de los sistemas urbano-regionales, parte de esta segunda concepción: unos
agentes determinados cumplen roles, conforman estructuras y participan en
fenómenos, todos bien conocidos en el modelo general de ecosistema, generando
unas condiciones para el desarrollo y la percepción humanos, es decir, la calidad
ambiental percibida en un momento dado.

PREGUNTAS POR RESOLVER.

1. Según el texto: La ciudad se ha convertido en un campo de batalla en el que se


fracture la voluntad de compartir los sueños que motivaron su creación:
2. Que es inventar una mejor forma de vida para el hombre?.
3. ¿La idea de ciudad es cada vez más parecida a las del conflicto, que significa esta
expresión?

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