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Del latín res publica (“cosa pública”), la república es una forma de

organización del Estado. En la república, la máxima autoridad cumple funciones por


un tiempo determinado y es elegida por los ciudadanos, ya sea de manera directa o a
través del Parlamento (cuyos integrantes también son elegidos por la población).

Por extensión, se conoce como república al Estado que está organizado de esta manera y a
todos los regimenes no monárquicos. Otro uso del término hace referencia al cuerpo
político de la sociedad y a la causa pública (por ejemplo: “La corrupción de los ministros
atenta contra la república”, “La república no puede soportar el maltrato de sus
funcionarios”).
El principal canal de participación ciudadana en la república es el voto. Las elecciones
deben ser libres y el voto, secreto. De esta manera, los ciudadanos pueden ejercer su
participación sin presiones ni condicionamientos.
Cabe destacar que muchos Estados que, a lo largo de la historia, se autodenominaron
como repúblicas, no permitieron la participación de sus ciudadanos en elecciones ni
respetaron los derechos humanos. Este es el caso de Estados totalitarios como China o
la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (U.R.S.S.). También pasa algo
similar con las repúblicas islámicas, que se fundamentan en el Corán y no en
la Ilustración (por lo tanto, están basadas en creencias de fe y religiosas).
Otros principios fundamentales para el funcionamiento de la república son, además de la
participación política activa de los ciudadanos, la división de poderes, la concreción de la
justicia y la búsqueda del bien común.

El arduo camino a la Democracia


Si bien no existe una forma de gobierno que pueda considerarse ideal, es importante que
dentro de las posibilidades sistemáticas que se encuentran a nuestra disposición optemos
por una que contemple los derechos de los ciudadanos. Sin embargo, para que un país
consiga ordenarse y establecer un gobierno que no fluctúe y que preserve la paz y el normal
funcionamiento de los diversos organismos del territorio, debe pasar antes por
innumerables desajustes y dificultades.
Como ocurrió en muchos otros países,
en España se necesitaron muchos años para conseguir un régimen democrático de esta
índole; tal es así que se sucedieron dos Repúblicas y ambas fueron rotas por un Golpe de
Estado. Hasta que finalmente se estableció una que aún se mantiene, pese a los muchos
problemas que esto conlleva.
La Primera República en España se proclamó el 11 de febrero de 1873 y duró hasta
1874 y se caracterizó por ser sumamente inestable, debido a las intensas discordias entre los
diversos bandos que querían hacerse con el poder del país. Cabe señalar que, desde que fue
constituida y hasta los siguientes 11 meses, tuvo cuatro presidentes; dicho proyecto se vino
abajo cuando el 3 de enero de 1874 tuvo lugar el Golpe de Estado que pondría fin a la
República.
Después durante unos 50 años más se instaló la Monarquía en el territorio peninsular,
hasta que surgió una nueva revolución que daría lugar a la Segunda República
Española, el 14 de abril de 1931 que culminaría con un nuevo golpe de Estado, después del
cual Francisco Franco instalara la dictadura y al que le seguirían muchos años de muerte y
violencia en España.
Después de tan turbulentos años, de situaciones de extrema miseria y privación de todas las
libertades, y cuando Franco falleció, su sucesor, el rey Juan Carlos I se juró cumplir con lo
pactado en los Principios del Movimiento Nacional y promovió el Referéndum para la
Reforma Política que dio inicio a la Transición Española hasta consolidar más
tarde, la democracia parlamentaria.

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