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https://psicolog.org/la-importancia-de-la-ley-del-valor-trabajo.html
2008
*El autor es profesor-investigador de la Universidad Autónoma Chapingo, México, es
Licenciado en Economía, Dr. en Economía, Dr. en Psicología y Logoterapeuta. Correo
electrónico: palkacios@hotmail.com
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
2. Objetivos
3. Preguntas de Investigación
4. Justificación de la investigación
CAPÍTULO I. MARCO TEÓRICO
3. La alienación
La idea de progreso
La importancia de el significado
La intencionalidad
1. Hipótesis
La explotación asalariada
Condiciones de la vivienda
La depresión
Tabaquismo
Alcoholismo
Esquizofrenia
Epilepsia
Alzheimer
Retraso mental
Comorbilidad
Suicidio
Sexo
Edad
Conflictos y desastres
Población adulta
Depresión
Esquizofrenia
Demencias
Epilepsia
Enfermedad de Parkinson
La persona
Lo espiritual
Conciencia y responsabilidad
Ser humano
El yo y el ello
La conciencia
Intencionalidad
El ser humano
El logos
Un encuentro existencial
El principio de la conciencia
Caracteres de la conciencia
Neurosis colectiva
El vacío existencial
En lo teórico
En la evidencia empírica
BIBLIOGRAFÍA
En la actualidad el mundo atraviesa una situación de suyo insostenible. No sólo cargamos con las
ansias de poder entre países y grandes corporaciones transnacionales, la lucha y guerra por los
recursos naturales, la depredación de nuestro planeta, sino que estamos atentando contra lo más
valioso de nuestro planeta: contra nosotros mismos.
En este proceso, la conciencia también queda en el cajón de los recuerdos y las posibilidades de
comprender lo que pasa, de actuar y de trascender, por parte del individuo, se esfuman.
Los especialistas afirman que el problema de la salud mental en la sociedad se encuentra en personas
“inadaptadas”, pero no se ve que la posible inadaptación se encuentre en la cultura misma.
¿Cuál es la proporción de personas con problemas mentales y vacíos existenciales en el mundo? ¿En
dónde se encuentran más este tipo de problemas: en los países pobres o en los ricos? ¿Es el ser
humano autodestructivo por naturaleza?
El objetivo del desarrollo socioeconómico es el de lograr una vida materialmente confortable, una
distribución relativamente equitativa de la riqueza, democracia y paz estables. ¿Pero ha sido posible
esto? ¿Por qué hay tanto desequilibrio mental en la humanidad?
Afirmar que una sociedad carece de salud mental supone estar de acuerdo en que una sociedad es
normal porque funciona, y que la patología se encuentra en la falta de adaptación del ser humano a la
manera en que se vive en sociedad. Pero esto no es del todo cierto.
Nuestro punto de vista se ubica en el hecho de que las acciones del ser humano lo llevan a la salud y
la felicidad y otras a la enfermedad y la infelicidad. La situación económica y social no determina
esas tendencias, pero sí determina cuáles han de manifestarse o predominar entre el número limitado
de pasiones potenciales (Fromm, 1992).
El hombre vive en armonía y en salud mental al no violentar las leyes de la naturaleza humana. Si va
en contra de ellas hay desequilibrio y enfermedad.
Existe una diferencia ente la perturbación mental individual y la social, cuestión que lleva a
distinguir las nociones de defecto y neurosis. Si una persona no alcanza la libertad, espontaneidad y
responsabilidad, podría suponerse que tiene un defecto grave, siempre que supongamos que libertad,
responsabilidad y espontaneidad son las metas que debe alcanzar todo ser humano. Ahora bien, el
sentimiento de culpa y la ansiedad pueden convertirse en sensaciones de impotencia e indignidad,
por la duda permanente de si la persona se salvará o será condenada al castigo eterno, ya que por ser
incapaz de sentir la verdadera alegría, padece un defecto grave.
Pero si la persona codiciosa sólo piensa en dinero y riquezas y la ambiciosa sólo en fama, no las
consideramos desequilibradas, sino únicamente molestas, y en general sentimos desprecio hacia
ellas. Pero en realidad la avaricia, la ambición, etc., son formas de locura, aunque habitualmente no
las consideremos “enfermedades” (Fromm, 1992).
Actualmente vemos individuos que obran y sienten autómatamente, que sus experiencias no las
sienten como suyas, que sonríen artificialmente, que no se comunican y que viven en la desesperanza
permanente. Su situación es la misma que la de millones de seres humanos. Sin embargo, social,
culturalmente, esto es aceptable. Dicho de otro modo, la sintomatología neurótica que ha generado la
sociedad en estas personas es algo no cuestionable e incluso asimilable por las estructuras
económicas y sociales en las que vivimos.
Es importante hacer una acotación: la existencia animal es una existencia armónica entre el animal y
la naturaleza. En el proceso de la evolución y aparición del hombre, su presencia dejó de ser
“esencialmente determinada por el instinto; cuando la adaptación a la naturaleza perdió su carácter
coercitivo; cuando la acción dejó de estar esencialmente determinada por mecanismos trasmitidos
hereditariamente. Cuando el animal trasciende a la naturaleza cuando trasciende al papel puramente
pasivo de la criatura, cuando se convierte, biológicamente hablando, en el animal más desvalido,
nace el hombre. En ese momento, el animal se ha emancipado de la naturaleza mediante la posición
areca y vertical, y el cerebro ha crecido mucho más que en los animales superiores. Este nacimiento
del hombre puede haber durado centenares de miles de años, pero lo que importa es que surgió una
especie nueva que trasciende a la naturaleza, que la vida adquirió como ciencia de sí misma”
(Fromm, 1992).
El individuo que se desvía de las pautas o patrones culturales busca una solución, la cual puede ser
mejor o peor que la que le proporciona su cultura, pero es siempre otra solución al mismo problema
fundamental planteado por la existencia humana. En este sentido, puede afirmarse que todas las
culturas son religiosas y toda neurosis asume formas de religión, entendiendo por ésta la búsqueda de
resolución al problema de la existencia humana (Fromm, 1992).
2. Objetivos
Evaluar cuáles elementos son los más significativos en la cuestión mental y qué papel desempeña la
conciencia de los hombres y las mujeres.
¿Por qué el ser humano está sobredeterminado por el medio ambiente que le rodea?
Esta investigación es relevante ya que busca interrelacionar diversos procesos como los aspectos
socioeconómicos, la enajenación derivada de ellos, las enfermedades mentales que se desarrollan en
este marco y el papel desempeñado por la conciencia de las personas.
Existen pocas investigaciones que hayan intentado el propósito señalado, de ahí que su pertinencia y
relevancia social estén fuera de duda.
La utilidad metodológica que se desprende de este trabajo servirá para el establecimiento de líneas de
investigación que apunten a plantear y definir soluciones a los grandes problemas de índole mental
que se desprenden de nuestra realidad social.
La primera cuestión que debe constatarse es el hecho de que la regulación de la economía mercantil o
de mercado en la actualidad está dada por la Ley del Valor-Trabajo, en tanto los medios de
producción (y el capital como una de sus manifestaciones más importantes) son propiedad de unos
pocos, ya que la mayoría de la población asalariada y no asalariada, detentan tan sólo su fuerza de
trabajo o la capacidad de venderla.
Al ser la economía una economía capitalista, su fundamento es la competencia entre capitales y entre
capitalistas y trabajadores, lo que se manifiesta en las relaciones estructurales básicas del sistema:
tasa de plusvalía, tasa de ganancia y composición orgánica de capital.
Desde el punto de vista de la producción, el progreso capitalista y la división del trabajo explican la
esencia de la competitividad, en la medida en que se encuentra incorporado el aspecto tecnológico
como esencia de la competitividad, la cual permite reducir el tiempo de trabajo incorporado a los
productos y explica la mayor o menor productividad que tienen las empresas. Esta última dependerá
de dicho progreso tecnológico, del uso de la fuerza de trabajo y, por tanto, del incremento del ejército
de reserva, el cual crece más aprisa con el cambio tecnológico; de la forma en que consumen
(productivamente los capitalistas)
El consumo obrero consume mercancías, las cuales, vía el desarrollo tecnológico, cada vez valen
menos, lo mismo que la mercancía fuerza de trabajo.
Así, en la época actual quizás de manera más descarnada y descarada, las fases producción-
distribución-consumo tienen momentos de realización y funcionalidad en el proceso de reproducción
capitalista. En la producción se define y regula la producción de plusvalía, la valorización del capital;
en la distribución puede asegurarse no la realización de la ganancia; y en el consumo se presentará el
nuevo valor creado que toma la forma de ingresos en la forma de consumo productivo (insumos
intermedios) y consumo improductivo (final).
Los elementos anteriores sirven para comprender en sus justos términos la presencia de la
mundialización de la ley del valor y, por ende, su manifestación en el marco de la globalización.
Cabe señalar que dicha mundialización implica la presencia de países centrales y periféricos, lo cual
daría lugar al establecimiento de relaciones de intercambio entre unos y otros, siendo desfavorable
para los periféricos. De esta manera, en la economía global se tiene que se produce y genera
plusvalía tanto en el centro como en la periferia, la cual es distribuida en forma desigual y, por ende
el consumo se da también diferenciado entre capitales y capitalistas del “centro” y de la “periferia”.
Ahora bien, para entender lo que es la mundialización en la actualidad podemos centrarnos en cuatro
aspectos a saber:
El carácter mundial de la valorización del capital.
El carácter mundial de los agentes económicos.
El carácter mundial dpe la competitividad y la productividad.
El carácter mundial de los mercados (financieros, de mercancías, de fuerza de trabajo y
tecnológicos).
El núcleo esencial del sistema capitalista, el que explica su funcionamiento y marca sus pautas
tendenciales, es el “centro”. Esto posibilita la explicación de la “periferia”, la cual está sometida a los
procesos de producción-distribución y consumo del “centro”.
Con la mundialización del sistema, la “periferia” ofrece capital constante y capital variable más
barato y, por tanto, excedentes que los países centrales se apropian de diferentes maneras.
Por otra parte, para comprender en sus juntos términos el proceso de globalización productiva es
menester referirnos a tres fuerzas productivas: fuerza de trabajo, recursos naturales y tecnología.
Cuando se habla de globalización se hace referencia también a la expansión mundial del trabajo
asalariado, no importando si sus ingresos son altos y bajos. Sin embargo ha podido constatarse en el
mediano y largo plazo que ha medida que se desarrolla el capitalismo, particularmente la industria, y
en la medida en que el sector terciario de la economía se ha vuelto dominante, lo que ha crecido de
manera global es el ejército de reserva (desempleados y subempleados) que tanto en los países
periféricos como en los centrales crece y se convierte en un ente que tiende a contraer el alza de los
salarios.
De otro lado, la presencia de una superpoblación relativa globalizada trae como consecuencia un
mayor posicionamiento de las empresas transnacionales que confrontan a los Estados-nación
retirando sus capitales e incumpliendo los contratos colectivos de trabajo, situación que lleva a una
crisis de legituración de dichos Estados-nación.
Así, la mundialización de la producción, es decir, del capital constante, capital variable y plusvalía
no lleva a una mundialización del consumo sino a la perpetuación y acentuamiento de la polarización
social.
En lo relativo a los recursos naturales, se observa una depredación capitalista ilimitada que pone en
riesgo el futuro del planeta.
De otro lado, los recursos naturales (tierra, agua, petróleo, minerales, etc.) generan una renta que en
términos globales es apropiada por los países centrales en detrimento de los países periféricos. Es
más, aquellos, además de quedarse con las rentas que proceden de la naturaleza, no pagan los daños
que le causan a la misma.
Ahora bien, con relación a la tecnología se tiene un avance científico-tecnológico, sin parangón en la
historia de la humanidad. Sin embargo, el progreso capitalista no puede hacer que se desarrolle el
resto de la humanidad ya que la plusvalía arrancada con la introducción de los avances tecnológicos
no es distribuida de manera equitativa al conjunto de la población.
Por otra parte, ante una situación de crisis como la que atraviesa el mundo, la tendencia es hacia la
disminución del tiempo de trabajo socialmente necesario, bajar el capital variable y, por ende,
aumentar la tasa de plusvalía, teniendo como contratendencia la flexibilidad y precariedad laboral.
“La mundialización de la ley del valor, el desarrollo desigual y la crisis económica han regulado
objetivamente la internacionalización de las formas en que funciona el capital (capital-mercancía,
capital-dinero y capital-productivo) y la combinación de sus dos maneras de participar en la
valorización (como capital constante y como capital variable)” (Martínez Peinado, 2001).
En este sentido, la ley del valor-trabajo baña todas y cada una de las relaciones que cotidianamente
enfrenta la persona consigo misma, en su familia, en el país y en el mundo.
El mundo es el medio más adecuado para descifrar el misterio ontológico del hombre, es el
lugar de las realizaciones concretas, es el lugar donde se encuentran todos los sentidos que
la vida del hombre precisa para la concientización de su espiritualidad y de su trascendencia
(Bretones, 1998). El mundo es algo más que un simple estar ahí, no representa una
condena, ni un lugar de tránsito, tampoco un valle de lágrimas.
La misión del hombre en el mundo es apelar, consiste en salir para realizar algo o amar a
alguien. También el mundo tiene su propia misión: apela al hombre y lo convoca para que
cumpla sus tareas.
Según Frankl, en el mundo contemporáneo “el hombre huye de una soledad y un vacío de
interiores, y en su huida cae en el desorden” (Frankl, 1995). De esta manera, puede
afirmarse que durante el siglo pasado y el actual se vive en el siglo de la ansiedad. Joachim
Bodamer dijo acertadamente: “Si el hombre de hoy tiene miedo, es un miedo al
aburrimiento”, el cual puede ser mortal (citado por Frankl, 1995).
“¿Estamos frente a un dilema trágico e insoluble? ¿Hemos de producir gente enferma para
tener una economía sana, o existe la posibilidad de emplear nuestros recursos materiales,
nuestros inventos y nuestras computadoras al servicio de los fines del hombre? ¿Debe la
mayor parte de las personas ser pasivas y dependientes a fin de tener fuertes organizaciones
que funcionen bien?” Son algunas preguntas que se hacía Fromm y que siguen teniendo
validez (Fromm, 1970).
Otro elemento en nuestra contra es el pensar que siempre tenemos que estasr ocupados
“haciendo algo”. En efecto, la mayoría de la gente se halla tan "activa" que no soporta estar
sin hacer nada, llegando incluso a convertir el llamado tiempo libre en otra forma de
actividad. A lo que tememos es al momento en que realmente no tenemos nada que "hacer"
ya que en ese momento nos encontramos con nosotros mismos y nos enfrentamos a
nosotros mismos, lo que, en la mayoría de los casos, no resulta agradable.
Ante esto lo que queda es la esperanza. Tener esperanza significa estar listo a lo que
todavía no nace, pero sin llegar a desesperarse si el nacimiento no ocurre en el lapso de
nuestra vida (Fromm, 1970).
Marx reconoció con mucha claridad el efecto del consumo en aumento constante. Buena
prueba de ello son las siguientes afirmaciones de sus Manuscritos económico-filosóficos"
de 1844: “...la producción de demasiadas cosas útiles da como resultado demasiados
hombres inútiles.
“La maquinaria se adapta a la debilidad del ser humano para convertir al débil ser humano
en una máquina. Dentro del sistema de la propiedad privada. . . Todo hombre especula con
la creación de una nueva necesidad en otro para obligarlo a hacer un nuevo sacrificio, para
colocarlo en una nueva dependencia y atraerlo a un nuevo tipo de placer y, por tanto, a la
ruina económica. . . Con la masa de objetos, pues, crece también la esfera de entidades
ajenas a las que está sometido el hombre. Todo nuevo producto es una nueva potencialidad
de engaño y robo mutuos. El hombre se vuelve cada vez más pobre en cuanto hombre...”
(Marx, citado por Fromm, 1970).
Además de los rasgos patológicos arraigados en la disposición pasiva, existen otros que son
importantes para comprender la patología actual de la normalidad. Me refiero a la creciente
separación de la función cerebro-intelectual de la experiencia afectivo-emocional; a la
escisión entre el pensamiento y el sentimiento, entre la mente y el corazón, entre la verdad
y la pasión.
Por otra parte, no sólo el pensamiento sino también la emoción pueden ser racionales. “El
corazón tiene razones que la razón ignora por completo”, como dijo Pascal. La racionalidad
respecto de la vida emocional significa que las emociones afirman y ayudan a la estructura
psíquica de la persona a mantener una armonía a la vez que favorecen su desarrollo. Así,
por ejemplo, el amor irracional es aquel que incrementa la dependencia del individuo y, por
tanto, su angustia y hostilidad. El amor racional, en cambio, es un amor que relaciona
íntimamente a una persona con otra y al mismo tiempo preserva su independencia e
integridad.
Ahora bien, así como hay una esquizofrenia crónica de escasa gravedad, de igual manera
hay también una paranoia y una depresión crónicas poco graves.
La tendencia a colocar al progreso técnico como el valor más alto se halla ligada no sólo al
énfasis excesivo que concedemos al intelecto sino a una profunda atracción emocional
hacia lo mecánico, hacia todo lo no vivo, hacia todo lo hecho por el hombre. Esta atracción
hacia lo que no está vivo, que no es otra cosa que la atracción por la muerte y la
descomposición (necrofilia), lleva, aún en su forma menos drástica, a la indiferencia hacia
la vida en lugar de a "la reverencia por la vida". Aquellos que se sienten atraídos por lo no
vivo son los que prefieren "la ley y el orden" a las estructuras vivas, los métodos
burocráticos a los espontáneos, lo artificial a lo viviente, la repetición a la originalidad, lo
neto a lo exuberante, el atesoramiento a la largueza. Querrían dominar la vida porque temen
a su espontaneidad incontrolable; y antes que exponerse a ella y fundirse con el mundo que
los rodea, la matarían (Fromm, 1970).
Entre los efectos patogénicos que la sociedad tecnológica produce en el hombre, deben
mencionarse dos más: la desaparición de la vida privada y la del contacto humano personal
(Fromm, 1970). Esto es muy importante ya que el hombre está dejando de ser hombre,
perdiéndose en la individualidad y en la capacidad de interrelacionarse con los demás.
Es por ello que se necesita agregar un elemento de importancia capital para comprender la
conducta del hombre en la sociedad actual: la necesidad humana de certidumbre. El
hombre, ante la vida, tiene que elegir, lo cual supone enfrentarse en todo cualquier cuestión
a graves riesgos para su vida si elige equivocadamente. Aunque la confrontación más difícil
es consigo mismo. La duda que lo acosa cuando tiene que decidir le causa una dolorosa
tensión e incluso puede comprometer seriamente su capacidad para tomar decisiones
rápidas. Por tanto, el individuo necesita de certidumbre. Precisa que la manera en que toma
sus decisiones es la correcta. Esto lo lleva a preferir tomar decisiones "equivocadas" y estar
seguro de ellas, que tomar una decisión "correcta" y atormentarse con la duda respecto de
su validez (Fromm, 1970).
Y he aquí una paradoja: con la creciente complejidad de la vida, que ha perdido toda
proporción humana, con el sentimiento cada vez mayor de impotencia y aislamiento
individual, el hombre orientado por la ciencia dejó de ser racional e independiente. Perdió
el valor para pensar por sí mismo y tomar decisiones basadas en su pleno compromiso
intelectual y emocional con la vida. Así que quiso cambiar la "certidumbre incierta" que
proporciona el pensamiento racional por una "certidumbre absoluta": la certidumbre
pretendidamente "científica" que se funda en la predictibilidad (Fromm, 1970). Esto llama
la atención y obliga a repensar en los paradigmas en que nos desarrollamos.
3. La alienación
En los tres autores encontramos la objetivación del sujeto; pero mientras que en Hegel esta
objetivación tiene un carácter universal (la objetividad es natural, histórica o cultural), en
Feuerbach se trata de la objetivación del sujeto en un producto de su conciencia (Dios), en
tanto que en Marx se trata de la objetivación práctica material del sujeto en los productos de
su trabajo. Así, pues, en los tres casos la enajenación es siempre objetivación del sujeto en
un producto suyo (de diverso carácter: en Hegel, se trata siempre en definitiva de un
producto del Espíritu; de la conciencia humana en Feuerbach, o de un producto material en
Marx). Si bien en Hegel la enajenación es siempre objetivación, en Feuerbach y en Marx no
puede decirse lo mismo. Ciertamente en Hegel toda objetivación es Enajenación; en
Feuerbach sólo se da esta última cuando el hombre produce este objeto que es Dios. La
objetivación es entonces enajenación. Sin embargo, Feuerbach deja abierta la puerta a una
objetivación no enajenada: la que se daría en una verdadera relación del hombre consigo
mismo. El producto de la conciencia no sería ajeno, extraño u hostil al hombre. Así
sucedería al sustituir el amor a Dios por el amor al hombre, el culto a Dios por el culto a la
humanidad. En Marx, la distinción entre objetivación y enajenación es capital: la
objetivación deja de ser enajenada cuando, al desaparecer la fuente de la enajenación, el
trabajo se convierte en verdadera manifestación del ser del hombre (Sánchez Vázquez,
2003).
Para Marx el punto de partida en su análisis sobre la alienación era el siguiente: “El obrero
empobrece tanto más cuanto más riqueza produce, cuanto más aumenta su producción en
extensión y en poder. El obrero se convierte en una mercancía tanto más barata cuantas más
mercancías crea. A medida que se valoriza el mundo de las cosas se desvaloriza, en razón
directa, el mundo de los hombres. El trabajo no produce solamente mercancías; se produce
también a sí mismo y produce al obrero como una mercancía y, además, en la misma
proporción en que produce mercancías en general” (Marx, 1962).
Este punto de partida se da por medio de un hecho económico, a saber: “Lo que este hecho
expresa es, sencillamente, lo siguiente: el objeto producido por el trabajo, su producto, se
enfrenta a él como algo extraño, como un poder independiente del productor. El producto
del trabajo es el trabajo que se ha plasmado, materializado en un objeto; es la objetivación
del trabajo. La realización del trabajo es su objetivación. Esta realización del trabajo, como
estado económico, se manifiesta como la privación de realidad del obrero, la objetivación
como la pérdida y esclavización del objeto, la apropiación como extrañamiento, como
enajenación” (Marx, 1962). El trabajo del obrero queda plasmado en un objeto, el objeto da
vida a éste y por ese simple hecho ocurre lo siguiente: se realiza el trabajo ya que se
objetiva en algo extraño a él; y, al mismo tiempo, el obrero se esclaviza al objeto ajeno a él,
aunque producto de su esfuerzo, y, por tanto, se enajena en él.
Al no poder explicar la economía política la verdadera razón del divorcio entre capital y
trabajo, no podrá tampoco explicar 1a razón histórica de la alienación del trabajo,
fenómeno que tiene su raíz en la oposición capital-trabajo (dentro de la sociedad
capitalista).
Esto también se refiere a una crítica de las relaciones sociales de producción: estas
relaciones se perfilan como un cuadro de contradicciones, patentes en el antagonismo de
capital y trabajo, o en su forma más concreta, hombre vs. mercancía; contradicciones que la
sociedad capitalista —y con ella la economía política burguesa— sintetiza dialécticamente
en ese engendro que Marx llama "el hombre mercancía", donde uno de los opuestos reales
ha dominado al otro. "A base de la economía política misma y con sus propias palabras,
hemos demostrado que el obrero degenera en mercancía..." "El obrero se convierte en una
mercancía tanto más barata cuantas más mercancías crea. A medida que se valoriza el
mundo de las cosas, se desvaloriza, en razón directa, el mundo de los hombres. El trabajo
no produce solamente mercancías; se produce también sí mismo y produce al obrero como
una mercancía y, además, en la misma proporción en que produce mercancías en general".
"Su producto [el del régimen capitalista] es la mercancía consciente de sí misma y dotada
de actividad propia… la mercancía-hombre” (Marx, citado por Sánchez Vázquez, 2003).
Paradójicamente, al estar el obrero produciendo mercancías, se genera el mismo como
mercancía, lo cual posibilita un estado de enajenación y la capaciadad de que el obrero
pierda el sentido de para qué produce y, por tanto, para qué está en este mundo que sólo lo
priva de ser él mismo.
Marx se expresa de la siguiente manera: "...el objeto producido por el trabajo, esto es, su
producto, se enfrenta a él como una entidad extraña, como un poder independiente del
productor. El producto del trabajo es el trabajo mismo, cosificado y fijo en un objeto: es la
objetivacin del trabajo. La realización del trabajo es su objetivación. En el nivel de la eco
nomía política, esta realización del trabajo aparece como desrealización del trabajador, la
objetivación como pérdida y esclavitud respecto al objeto, la apropiación como alienación,
como expropiación...Hasta tal punto aparece la apropiación como alienación que, mientras
más objetos produce el trabajador menos puede poseer y cae más bajo el dominio de su
producto, el capital...La expropiación del trabajador en provecho de su producto significa
no sólo que su trabajo se convierte en un objeto, en una existencia externa, sino que su
trabajo existe fuera de él, independiente de él, extraño a él y se convierte un poder propio y
sustantivo frente a él, y la vida que ha infundido al objeto se vuelve contra él, hostil y
extraña" (Marx, 1962).
El ser humano viene a ser así una materialización, una objetivación de la Idea: pero una
objetivación alienada, en el sentido de que se opone a la Idea de la cual se ha desprendido o
desgarrado. De esta manera, se concibe al hombre como ontológicamente alienado; él, en
cuanto objetivacin de la Idea, se halla separado, alienado de ésta. Las repercusiones de un
proceso como el que se describe son significativas, sobre todo si se piensa en la
individuación de la persona.
Si la economía política no se fijase tanto en "la riqueza de las naciones" como en la miseria
de los productores de esa riqueza, entendería que el secreto de las relaciones de producción
hay que buscarlo en la relación inmediata que existe entre el trabajador y su producto —una
relación de alienación— y no en la relación mediata entre la producción y el disfrute de la
misma. Pues, como dice Marx, “el trabajo produce maravillas para los ricos, pero produce
privaciones y penuria para los trabajadores. Produce palacios, pero aloja a los trabajadores
en tugurios. Produce belleza, pero tulle y deforma a los trabajadores. Sustituye el trabajo
por máquinas, pero condena a una parte de los trabajadores a entregarse de nuevo a un
trabajo propio de bárbaros y convierte en máquinas a la otra parte. Produce espíritu; pero
produce estupidez y cretinismo para los trabajadores” (Marx, 1962). Podría agregarse que
de todo lo producido, también se genera pérdida de identidad, despersonalización, carencia
de sentido de vida.
Se trata, explica Marx, de otro modo de ver el mismo proceso, pues "¿Cómo podría el
trabajador enfrentarse al producto de su actividad como a un alienum, si no se alienase ya
de sí mismo en el acto de la producción? El producto no es, al fin y al cabo, sino un
resumen de la actividad, de la producción. Si el producto del trabajo es la enajenación, la
producción misma tiene que ser la enajenación activa, la enajenación de la actividad, la
actividad de la enajenación. En la alienación del objeto del trabajo no hace sino resumirse
la alienación, la enajenación de la actividad del trabajo mismo" (Marx, 1962).
Obsérvese que la alienación se manifiesta en el hecho de que todos los rasgos propios (en
sentido económico, no "ontológico") del trabajador se alienan de él, se le separan, pasan a
manos de otro o, en ciertos casos, se degradan:
El trabajador sólo se siente en sí fuera del trabajo: dentro de éste, se siente fuera de sí.
Fuera del trabajo recobra su personalidad; dentro del trabajo, la pierde. Su trabajo no es
voluntario: es trabajo forzado.
El trabajo no representa para el ser humano la satisfacción de una necesidad propia: es sólo
un medio para satisfacer necesidades extrañas a él; su trabajo no es algo propio suyo, no le
pertenece: es propiedad de otro.
Hay que partir de que el hombre es un ser histórico-natural, una sola unidad que puede
contemplarse desde dos perspectivas: la perspectiva del hombre como ser natural y la
perspectiva del hombre como ser social; o, lo que es lo mismo: el hombre en su relación
con la naturaleza y el hombre en su relación con la sociedad. Son aspectos de una totalidad.
La alienación del ser genérico del hombre se nos presenta así, en el plano económico, como
la alienación del trabajo social, que es precisamente la medida de la alienación de los
productos del trabajo, en cuanto son mercancías. Si el valor de las mercancías se midiese
por la cantidad de trabajo individualmente necesario para producirlas, entonces no habría
una alienación propiamente genérica, sino individual; pero aquel valor se mide por el
tiempo de trabajo socialmente necesario para producir las mercancías. Como veíamos a
propósito de la alienación de la actividad productiva, se trata de la alienación de una clase
social.
Ahora bien, tomando como ejemplo típico de alienación el referente al producto del trabajo,
Marx se pregunta: "Si el producto del trabajo es algo ajeno a mí y se me enfrenta como un
poder extraño, ¿a quién pertenece entonces?" Igual con respecto a la alienación de la
actividad: "Si mi propia actividad no me pertenece y me es ajena, forzada, ¿a quién
pertenece entonces?" (Marx, 1962). La respuesta a estas preguntas dará la clave de la cuarta
determinación:
1) El otro a quien pertenecen mi producto y mi actividad son los dioses. Tal sería el punto
de vista religioso, dice Marx, de los antiguos egipcios, hindúes o mexicanos, quienes
ponían sus principales producciones, los templos, "al servicio" de los dioses; y hubiera
podido añadir Marx: tal es el punto de vista, más sutil, del cristianismo en su elogio de la
pobreza de los humildes, en su canonización de la pobreza. Pero los reales dueños de los
templos son los sacerdotes, a quienes no en vano llamaba Marx "los primeros ideólogos"; y
la Iglesia cristiana, por su parte, elogia la pobreza y la predica siendo rica ella misma y
hasta teniendo un Estado "temporal". Entonces no son los dioses, ni Dios, sino los
sacerdotes y la Iglesia los dueños posibles; dueños que, por lo demás, no son sino la
expresión más antigua y persistente de la división del trabajo en físico y espiritual. Pero
busquemos otro tipo de respuesta;
No son los dioses, ni la naturaleza. La respuesta definitiva de Marx es ésta: ese ser ajeno a
quien pertenece el producto y lo disfruta, el dueño del trabajo, el que lo tiene a su servicio,
no es otro que el hombre mismo. Por eso había dicho antes que toda alienación es, en su
raíz, un fenómeno del hombre respecto del hombre. Pensemos en los dioses: en la
alienación religiosa se enfrentan al hombre fuerzas extrañas, pero éstas sólo
metafóricamente son "dioses"; realmente, son los administradores de los dioses, los
hombres sacerdotales. Pensemos en la naturaleza: cuando el hombre la trabaja, exterioriza u
objetiviza su ser genérico, su ser humano productor; pero éste sólo se aliena cuando otros
hombres, en ciertas condiciones históricas originadas por la división del trabajo y la
propiedad privada, "administran" aquel trabajo y se lo apropian, despojando o expropiando
al trabajador.
Por eso, la forma más general de expresar la alienación consiste en decir que se trata de la
expropiación de un hombre por otro hombre; pero sólo bajo sus formas concretas —
incluidas las formas ideológicas— puede analizarse científicamente la alienación. Estas
formas concretas son económicas en su raíz. "En tanto el hombre no se reconozca como tal
y no haya organizado el mundo humanamente, su comunidad tendrá la forma de alienación:
sujeto de esa comunidad, el hombre es un ser alienado de sí mismo. Los hombres son esos
seres alienados, no en la abstracción, sino en tanto individuos reales, vivientes, particulares.
Tales individuos, tal comunidad. Decir que el hombre está alienado de sí mismo es decir
que la sociedad de ese hombre alienado es la caricatura de su comunidad real, de su
verdadera vida genérica; que su actividad se le manifiesta como un tormento, sus propias
creaciones como una potencia extraña, su riqueza como pobreza, el lazo profundo que lo
une al otro hombre como un lazo artificial y la separación con respecto al otro como su
verdadera existencia; que su vida es el sacrificio de su vida; que la realización de su ser es
la pérdida de su vida; que en su producción produce su propia nada; que su poder sobre el
objeto es el poder del objeto sobre él; que, en fin, siendo dueño de su producción, aparece
como esclavo de su producción". (Marx, 1962).
En este apartado se realizará una discusión acerca de algunas concepciones que existen
acerca de lo que es el hombre y sus determinaciones. Todo esto con la finalidad de poner en
sus justos términos la problemática central que debe animar a cualquier noción de
psicología, la cual está permeada, necesariamente, por una propuesta ontológica de lo que
es el hombre. Esta definición es la esencia que hará posible comprender las interrelaciones
entre lo que ocurre en la realidad, la conciencia y el espíritu de los individuos.
Para el desarrollo de este inciso y los que siguen en este apartado, nos hemos basado en el
libro de Becker (1993), a menos que se cite lo contrario, todo está sacado de una
provechosa lectura de este autor. Veamos, en primera instancia, las distintas acepciones y
planteamientos que existen en torno a lo que es el hombre.
Desde la época de los griegos ha habido esfuerzos por constituir una ciencia del hombre.
Una ciencia que esté al servicio del hombre. Esta intención fue interrumpida durante la
época medieval, en la cual la Providencia, o sea Dios, jugaba el papel que posibilitaba la
explicación de los fenómenos que afectaban a los hombres (Becker, 1993). Creemos que
este hecho traía consecuencias difíciles para los habitantes de aquella época en tanto la
posibilidad de miedos, angustias, temores, prejuicios, etc., se presentaban con más
facilidad.
Descartes continuó con esta línea al afirmar que el hombre se diferenciaba de los animales
por tener la capacidad de razón y ésta era su orgullo y representaba su libertad. Sin
embargo, la influencia newtoniana era eminentemente intelectual. A diferencia de las
concepciones medievales que contaban con un apoyo institucional social amplio, el nuevo
racionalismo de la Ilustración se construyó sobre una sociedad en decadencia, con
disturbios sociales y cambios institucionales (Becker, 1993). Aquí hay que destacar la
influencia del aspecto social en la conducta de los individuos. Aunado a ello hay que anotar
que, aunque el factor religioso era fuerte, y se imponía en la conciencia de las personas,
éstas de cualquier manera se levantaban y luchaban por lo que creían justo. La búsqueda del
hombre en ese entonces, como ahora, consistía en el afán de orden, armonía social y
felicidad. Esta búsqueda sólo sirvió a los intelectuales y no a la sociedad.
El problema de la ciencia del hombre sigue siendo el de una visión unitaria que reconcilie
la ciencia con los grandes designios de la vida humana. Descartes fue uno de los primeros
que ofrecieron un sistema unitario, lo mismo que Leibniz. En sus obras los conceptos de
sistema, unidad, interrelación, eran motivo de preocupación.
Saint-Pierre puede ser considerado como el iniciador de la ciencia del hombre en tanto su
pretensión fue la de lograr el bienestar humano a través de la participación activa del
mismo. Esta participación se lleva a cabo por medio de la protesta social en contra de una
ciencia divorciada de los asuntos humanos, es decir, de las ciencias naturales o físicas;
Diderot hacía un planteamiento similar. Saint-Pierre fue de los primeros en sostener que el
hombre debía planear concientemente un futuro mejor; abogó para que se fundara una
academia política y una academia ética para que influyeran en ambos niveles; criticó la
evaluación excesiva de las ciencias físicas; también sancionó el utilitarismo de las ciencias
matemáticas y físicas por estar apartadas de la vida de los hombres.
Esta concentración de las ciencias en el hombre fue una revolución más importante que la
del Renacimiento. De esta manera se volvió, aunque en sentido diferente, a una verdadera
exaltación de tipo ateniense del hombre.
Para Kant el problema era básicamente de orden moral; lo mismo que para Rousseau el
cual creyó en la razón. Éste señala que la ciencia es frívola en tanto no se encuentra en
manos de personas talentosas y responsables, al servicio del pueblo. Para Rousseau la
ciencia sólo tenía sentido si estaba al servicio de la virtud y de la moral; el conocimiento
debería apoyar al orden social. Tanto para Rousseau, Leibniz y Kant el problema de la
ciencia estribaba en que ésta se encontraba divorciada de la vida, del acontecer cotidiano
del ser humano.
Pope planteó que el hombre podría intervenir entre las costumbres y la moral y decidió que
no había mal en el mundo que el hombre pudiera o debiera modificar. La frase “lo que es,
es bueno” refleja una angustia profunda por la moral. Y deja entrever la manera en que
estas eran preocupaciones legítimas de los seres humanos.
Hume, ante el pragmatismo moral que se venía imponiendo en su época, adopta la tesis
siguiente: “cualquier cosa que es, es buena”, es decir, “lo que es, es relativamente bueno
porque es relativamente útil”. Este autor se planteó la posibilidad de estudiar las pasiones
como cualquier fenómeno natural. Aquí nos vamos acercando a la fusión entre lo humano y
lo psicológico.
Diderot colocaba al hombre en el centro del mundo físico y veía que la ciencia mecanicista
no podía permitir la supremacía del hombre moral y libre; degradó a la matemática
acusándola de falsificar la naturaleza y de privar a los cuerpos de su existencia cualitativa;
la ciencia, debía tener un objetivo triple: la existencia, las cualidades y la utilidad, y no
únicamente el aspecto mecanicista-cuantitativo. Hume, Diderot y Dewey se planteaban el
problema de cómo ser un pragmático total y permitir algún tipo de vida social ordenada.
Dewey habló una dicotomía entre el conocer y el hacer. Estas dos nociones, conocer y
hacer, juegan un papel trascendental en la psicología hoy día.
Rousseau, con sus conceptos de estado natural y del contrato social, mostró una sociedad
“como puede y debe llegar a ser”; fue una crítica indirecta del presente sobre la que se
basaba una ciencia manipuladora del hombre. Para este autor la ciencia del hombre era una
disciplina que tenía como tarea básica cambiar a la sociedad, para que fuera un producto de
la libertad y no de la necesidad ciega, como dijera Cassirer.
Rousseau quería que el hombre, en vez de seguir continua y ciegamente sus pasiones en la
esfera social, podría comenzar a ejercer la libre dirección de los asuntos humanos; así el
hombre elegiría y crearía el tipo de mundo en el que deseara vivir. De esta manera, ya no
cabía duda en que correspondía al hombre en sociedad liberarse, a sí mismo, para ir de lo
real individualmente a lo posible socialmente.
Los conceptos de libertad, progreso y el tipo de ideal son aportación que pensadores como
Vico, Diderot, Rousseau, Kant, Saint-Pierre nos legaron. Este marco teórico ofrece las
líneas indispensables para una ciencia del hombre analítica y activa; una ciencia crítica,
“proyectiva”, moral y una antropodicea dentro de la visión del hombre, potencialmente bajo
su dominio.
Jeremy Bentham introdujo un elemento nuevo en el escenario de las ciencias sociales: trató
de unir el análisis social abstracto con enfoque pragmático directo de los áridos problemas
de la sociedad de su época. Bentham no sentía respeto por la ley inglesa ni a las ficciones
jurídicas y sociales. Como continuador de Hume, respetaba las pasiones y no a las
abstracciones de la razón. Para él, la ciencia podría servir abiertamente al hedonismo,
transformarse en un arte de la vida social.
Bentham y Stuart Mill creían que cualquier ciencia moral debía concederle al individuo las
mayores opciones posibles para cambiar las estructuras sociales. Carlyle propuso un plan
de reconstrucción social completa que sería realizada por una élite carismática que
limpiaría al mundo con poderes trascendentales (Becker, 1993).
Fourier deseaba una ciencia del hombre deductiva al servicio de los placeres humanos,
centrada en la personalidad humana, basada en la reorganización de la sociedad y en la
creación de instituciones nuevas; descubrió la ley de la “atracción pasional”; cambia el
problema de la teodicea por una antropodicea activa; sugiere el estudio del funcionamiento
de la naturaleza humana; se basó en el principio de la duda absoluta de las doctrinas
científicas. A su manera, Fourier también apuntó temas que en la actualidad son relevantes
para el estudio de la conducta humana.
Todo el desarrollo teórico para la construcción de una ciencia del hombre durante el siglo
XIX no pudo obtener el éxito que se esperaba debido a que estos pensadores no se
encontraban ligados a las organizaciones o grupos que pudieron influir en la modificación
del estado de cosas. Es por ello que los trabajos, las esperanzas los temores cotidianos, así
como las instituciones y los intereses creados, influyeron en este siglo.
La idea de progreso
Kant planteó que el hombre sólo debía interpretar filosóficamente la historia para descubrir
el nuevo orden moral; exaltó el pleno desarrollo de los poderes individuales, otorgándole un
valor básico a las profundidades de la subjetividad del individuo (Becker, 1993). Esto es
muy interesante puesto que por primera vez se vislumbra la necesidad de estudiar la esencia
de los problemas que aquejan al ser humano.
Hegel afirmó que la “filosofía es teodicea” y que puede interpretarse la historia del
pensamiento para advertir qué sucederá y qué debe suceder, pero no para ver qué debe
hacer el hombre.
Según Becker, Marx fue el último personaje de la Ilustración que se aferró a la idea del
progreso y creía que el hombre podía y debía formarse a sí mismo; planteó que las
influencias económicas incidían en las creencias sociales; actualizó a Rousseau en la crítica
de la alienación humana, añadió el conocimiento de la historia, el contexto social de la
teoría económica y el ejemplo activista de la Revolución. Marx subordinó el elemento ideal
activo de la vida social dejando de lado la religión y las fuerzas sociales de la naturaleza
humana; en vez del dualismo de un tipo ideal con su idea del progreso y su orientación
activa, centrada en el hombre, puso todo el peso de la perfectibilidad y del progreso en la
ley de la lucha de clases.
Lester Ward reunió las ideas de la Ilustración sobre el progreso, la educación, la plasticidad
humana, la necesidad de una ciencia centrada en el hombre; para él la sociología es la
ciencia de las “fuerzas sociales”, de los sentimientos y deseos del hombre que mueven al
mundo social, así como la energía psíquica que funciona para satisfacerlos, con la finalidad
de alcanzar la felicidad; buscaba obtener el mayor placer con el menor dolor.
Por su parte, Giddings creía que la función de la sociedad era desarrollar y cuidar los tipos
superiores de la personalidad humana; enfatizaba en la necesidad de ideales; aunque buscó
cuantificar el índice que verificara el progreso.
Los anteriores pensadores fracasaron en la conformación de una ciencia del hombre porque
faltó un sistema conceptual, se careció de investigación y se priorizó lo empírico.
Para entender las fuerzas sociales que animan la acción de los individuos y que gobiernan
los fenómenos sociales, era necesario unificar los conocimientos de la sociología, la
psiquiatría y la fenomenología existencial, como lo esbozó Hard, agregando el papel
importante del fenómeno de los celos.
Para Stuckenberg las fuerzas sociales eran económicas, políticas, egoístas, de los deseos,
afectivas, recreativas, estéticas, éticas, religiosas e intelectuales; Ratzenhofer agregó la
salud, riqueza, sociabilidad, conocimiento, belleza y justicia; Small señaló que si se
clasificaban estas fuerzas sociales podrían organizarse las leyes de la interacción social;
para Ross las fuerzas sociales que explicaban los grupos sociales eran el temor, el odio, el
instinto gregario y la sugestión; estos y otros pensadores, pues, veían que las fuerzas
sociales y los instintos dominaban a la sociología y veían a éstas en los sentimientos,
deseos, factores geográficos, instintos, intereses, instituciones, grupos, personas, anhelos,
actitudes, etc.
En las notas que sigue se intentará dar respuesta al problema de las pasiones humanas, de
las fuerzas sociales, lo que mueve a la gente para actuar como lo hace.
Wilhelm Wundt afirmó que los hechos físicos eran diferentes a los psíquicos, enfatizó en
los estudios culturales e históricos del desarrollo de las ideas humanas; para él la mente era
una masa aperceptiva que funcionaba en niveles de ideas superordinarias, y no de
sensaciones atomistas; estudió la psicología popular y advirtió que las percepciones
individuales participaban en la formación social de los conceptos, y que el individuo nacía
con puntos de vista totalistas; empezó a vincular la psicología social con la individual; para
Wundt la naturaleza voluntaria y subjetiva del esfuerzo humano eran muy importantes.
Regresando a los alemanes, tenemos que estos aceptaban coexistir a las instituciones con la
teología; para ellos el hombre, a la usanza oriental era empequeñecido por la sociedad, por
la naturaleza, por la historia y por el cosmos.
Dilthey habló de un método inductivo y ordenador para las ciencias humanas distinto al de
las ciencias naturales, priorizando a los valores del hombre.
Lotze dió gran importancia a la personalidad, para él la decisión individual en vez del
misterio trascendental son lo importante; volvió científica el alma; intentó mostrar al
hombre en todas sus relaciones; la vida era una categoría de realización personal; para
Lotze la poesía, el arte y la religión formaban uno de los horizontes de la naturaleza.
Fichte comprendió que el alma del individuo estaba formada de contenidos sociales, y
habló de una mismidad en que el sujeto y el objeto son idénticos; e interpretó el desarrollo
de la conciencia como una dialéctica entre el sujeto y el objeto.
Baldwin mostró como el nivel puramente simbólico de la actividad humana surge del nivel
puramente orgánico de la actividad animal; Baldwin, junto con Meinong y Husserl,
comprendió que el hombre era el único animal que poseía dos tipos de objetos, no sólo
objetos-cosas como los otros animales, sino singulares objetos-símbolos.
James, Royce, Dewey, Mead y Cooley mostraron cómo el espíritu era un desarrollo social
que reflejaba el mundo exterior con el que se ponía en contacto; afirmaron que el hombre
construye su interior gracias a la sociedad y que lo llenan con el material de la cultura.
Para Baldwin el “yo” es el sentimiento de ser, se enraiza más en lo que se siente dentro, en
lo que se piensa e imagina que en lo que realmente se hace; el dominio del mundo externo
se logra por medio de la memoria, la reflexión y el juicio.
En lo referente a la relación del individuo con el sistema social, Marx planteó que el
organismo necesita objetos fuera de sí para realizarse. Estos se encuentran en la
fenomenología básica de la alienación. Para Marx, la alienación se refiere al organismo
dominado por el objeto. Esta sería otra manera de expresar el problema moderno de la
alienación esquizofrénica.
Para Marx, su teoría de la alienación debía aplicarse a la situación de los obreros en las
fábricas, advirtió que era importante para el hombre tener un control activo y hacer una
inversión emocional personal en los productos de su trabajo. En la producción, los objetos
que produce el hombre no son suyos, los produce para ganar un salario, son un medio y no
un fin. Esto enajena al individuo de un mundo en que él debería participar creativamente.
El mundo de la creación personal no es el del obrero industrial. Por tanto, al enajenarse de
sus propios productos, el obrero también se enajena del mundo. Cuando el obrero pierde
sus poderes porque fabrica automáticamente productos enajenados de sus planes, también
pierde la comunión con sus semejantes. La anulación del yo es ineludible: tan pronto como
el individuo se libra de la responsabilidad de los productos que elabora, también se ve libre
de la responsabilidad de la suma total de los productos humanos. Cuando no participa de
sus propios poderes responsables, todos los objetos en su campo se vuelven objetos
enajenados de los que no es moralmente responsable. Esta es la fenomenología de la
inmoralidad que abarca desde la corrupción política hasta el delincuente.
Simmel combinó una comprensión de la fenomenología del desarrollo individual con una
crítica de la sociedad industrial, señalando que había una disposición de la identidad al
servicio de la fragmentación de los papeles en una sociedad urbana compleja; describió lo
que se entiende como confusión esquizofrénica en un mundo en el que el individuo tiene
muy poco o ningún dominio, y en el que no participa; mostró lo confundido que se
encontraba el nuevo habitante de las ciudades ante las imágenes, objetos, sensaciones, que
no podía dominar, ordenar o interpretar significativamente; advirtió que el individuo se
integra al mundo haciendo transacciones adecuadas con sus objetos, y así acumula los
contenidos de su cultura, dentro y fuera de su personalidad; este mundo interno y externo,
según Simmel, le falta al habitante de la ciudad.
Veblen mostró cómo el hombre moderno toma su estética barata cotidiana de las bagatelas
del consumo ostensible, mezclando su yo y su cuerpo en maniobras fáciles para obtener el
poder (la guerra, el fútbol, puede resultar alternativos y variados).
De lo que se trata, pues, es de crear una sociedad postalienada en la que el hombre cree sus
propios significados, libres y variados, en las que se dominen a las fuerzas sociales, para
que logren su felicidad y su desarrollo más pleno.
Debemos preguntarnos en qué consiste ser hombre, esto es, cuál es el elemento humano que
tenemos que considerar como factor esencial en el funcionamiento del sistema social.
Este empeño trasciende lo que se conoce como "psicología". Debiera llamarse con más
propiedad "ciencia del hombre", una disciplina que trabajaría con los datos de la historia, la
sociología, la psicología, la teología, la mitología, la fisiología, la economía y el arte, en
cuanto fueren relevantes para comprender al hombre.
(Fromm, 1970:64)
El hombre ha sido seducido fácilmente —y aún lo es— a aceptar una forma particular de
ser hombre como su esencia. En la medida en que esto ocurre, el hombre define su
humanidad en función de la sociedad con la que se identifica. Sin embargo, aunque esa ha
sido la regla, ha habido excepciones. Siempre han existido hombres que vieron más allá de
las dimensiones de su propia sociedad —y aun cuando puedan haber sido tachados de
necios o de criminales en su tiempo, constituyen la lista de los grandes hombres por lo que
concierne al registro de la historia humana— y que trajeron a la luz algo que puede
calificarse de universalmente humano y que no se identifica con lo que una sociedad
particular supone que es la naturaleza humana. Siempre ha habido hombres que fueron lo
bastante audaces e imaginativos para ver más allá de las fronteras de su propia existencia
social.
(Fromm, 1970:64)
¿Qué conocimiento podemos obtener para responder a la pregunta sobre qué significa ser
hombre? La respuesta no puede seguir la pauta que a menudo han tomado otras respuestas:
que el nombre es bueno o es malo, que es amoroso o destructivo, crédulo o independiente,
etc. Evidentemente, el hombre puede ser todo esto del mismo modo que puede ser bien
entonado o sordo al tono, sensible a la pintura o ciego al color, un santo o un bribón. Todas
estas cualidades y muchas otras son diferentes posibilidades de ser hombre. En efecto,
todas están dentro de cada uno de nosotros. Percatarse plenamente de la propia humanidad
significa percatarse de que, como dijo Terencio, "Homo sum; humani nil a me alienum
puto" (Hombre soy, y nada humano me es ajeno); de que cada quien lleva dentro de sí a
toda la humanidad —al santo como al criminal—; de que, como Goethe lo expresó, no hay
crimen del cual cada uno no se pueda imaginar ser el autor. Todas estas manifestaciones de
lo humano no son la respuesta a lo que significa ser hombre, sino responden solamente a la
pregunta: ¿qué tan diferentes podemos ser y, sin embargo, ser hombres? Si queremos saber
qué significa ser hombre, debemos estar preparados para encontrar respuestas no en función
de las diversas posibilidades humanas, sino en función de las condiciones mismas de la
existencia humana, de la cual surgen todas esas posibilidades como posibles alternativas.
Dichas condiciones pueden ser reconocidas como resultado no de la especulación
metafísica, sino del examen de los datos de la antropología, la historia, la psicología del
niño y la psicopatología individual y social (Fromm, 1970:66-67).
¿Cuáles son estas condiciones? Son esencialmente dos, que se hallan interrelacionadas. La
primera, la disminución del determinismo instintivo, la más alta que conozcamos en la
evolución animal, que alcanza su punto más bajo en el hombre, en el que la fuerza de dicho
determinismo se aproxima al extremo cero de la escala.
La segunda es el tremendo aumento en tamaño y complejidad del cerebro comparado con el
peso del cuerpo, la mayor parte del cual tuvo lugar en la segunda mitad del pleistoceno.
Este agrandado neocórtex es la base de la consciencia, la imaginación y todas aquellas
habilidades como el habla y la formación de símbolos que caracterizan la existencia
humana.
El hombre, careciendo del equipo instintivo del animal, no se halla tan bien provisto para la
fuga o para el ataque como éste. El no "sabe" de manera infalible como el salmón sabe por
dónde volver al río para desovar o como muchos pájaros saben por dónde ir al sur en el
invierno y por dónde regresar en el verano. Sus decisiones no las hace por él el instinto. Él
las tiene que hacer. Se halla frente a alternativas y en cada decisión que toma afronta el
riesgo del fracaso. El precio que el hombre paga por su consciencia es la inseguridad.
Puede soportar su inseguridad advirtiendo y aceptando la condición humana, y concibiendo
la esperanza de no fracasar aunque no posea ninguna garantía de éxito. No
tiene certidumbre alguna. La única predicción cierta que puede hacer es: "Moriré".
Hay varias respuestas posibles a la cuestión que la existencia humana plantea, las cuales se
concentran en torno a dos problemas: uno es la necesidad de un marco de orientación y el
otro la necesidad de un marco de devoción.
Cuanto más logre captar la realidad por sí mismo y no sólo como un dato que la sociedad le
proporciona, tanto más seguro se sentirá porque dependerá mucho menos del consenso y,
por tanto, se verá tanto menos amenazado por el cambio social. El hombre como hombre
tiende de manera intrínseca a ensanchar su conocimiento de la realidad, y esto significa
acercarse a la verdad. No me refiero aquí a un concepto metafísico de la verdad, sino al
concepto de una aproximación cada vez mayor, lo que significa disminuir la ficción y la
ilusión. Comparado con !a importancia de este aumento o disminución en la captación de la
realidad, el problema de la existencia de una verdad final parece enteramente abstracto e
irrelevante. El proceso de alcanzar una consciencia cada vez mayor no es más que el
proceso de despertarse, de abrir los ojos y ver lo que se halla enfrente de nosotros. Ser
consciente quiere decir suprimir las ilusiones y al mismo tiempo, en la medida en que esto
se cumple, un proceso de liberación (Fromm, 1970).
A pesar de que hay una trágica desproporción entre el intelecto y la emoción en la sociedad
industrial de este momento, no puede negarse el hecho de que la historia del hombre es una
historia del crecimiento de la consciencia, consciencia que se refiere tanto a los hechos de
la naturaleza exterior a él como a su propia naturaleza. Mientras que todavía hay cosas que
sus ojos no pueden ver, su razón crítica en muchos respectos ha descubierto un sinnúmero
de cosas sobre la naturaleza del universo y la del hombre. Aún se encuentra en el principio
de este proceso de descubrimiento, y la cuestión decisiva es si el poder destructor que su
saber actual le ha dado, le permitirá continuar ampliando este saber hasta un grado que hoy
resulta inimaginable, o si acabará destruyéndose a sí mismo antes de que pueda construir un
cuadro de la realidad cada vez más completo sobre los actuales fundamentos. Para que este
desarrollo ocurra, se necesita una condición: que las contradicciones y las irracionalidades
sociales que a lo largo de ¡a mayor parte de la historia del hombre le han impuesto
una “falsa consciencia" —para justificar la dominación las primeras y sumisión las
segundas—, desaparezcan o, al menos, se reduzcan a tal grado que la apología del orden
social existente no paralice la capacidad del hombre para pensar críticamente. Desde luego,
no es cosa de decidir qué se hace primero y qué después. Conocer la realidad existente y las
alternativas para mejorarla ayuda a transformar la realidad, y cada mejora suya ayuda a
clarificar el pensamiento. Hoy día, cuando el razonamiento científico ha alcanzado una
cima, la transformación de la sociedad, bajo el peso de la inercia de anteriores
circunstancias, en una sociedad sana permitiría al hombre medio utilizar su razón con la
misma objetividad a que nos tienen acostumbrados los científicos. Que quede claro que esto
no es cosa de inteligencia superior, sino de que desaparezca la irracionalidad de la vida
social (una irracionalidad que necesariamente acarrea la confusión de la mente).
El hombre no sólo tiene mente y necesidad de un marco de orientación que le permita darle
algún sentido y estructura al mundo que lo rodea; tiene también un corazón y un cuerpo que
necesitan estar enlazados emocionalmente al mundo —al hombre y a la naturaleza—. Los
lazos del animal con el mundo están dados, mediatizados por sus instintos. El hombre, a
quien su consciencia de sí y su capacidad para sentirse solo han colocado aparte, sería una
desvalida partícula de polvo empujada por los vientos si no hallara lazos emocionales que
satisficieran su necesidad de relacionarse y unirse con el mundo trascendiendo su propia
persona. Pero él tiene, en contraste con el animal, varias alternativas de vincularse. Como
en el caso de su mente, algunas posibilidades son mejores que otras. Pero lo que
más necesita para conservar su salud es un vínculo con el que se sienta relacionado
seguramente. Quien no posee tal vínculo es, por definición, un demente, incapaz de
cualquier conexión emocional con sus semejantes (Fromm, 1970).
Podemos adelantgar algunas conclusiones antes de terminar este apartado. El hombre que
propone Becker deberá existir, es un hombre que tiene confianza en sí mismo; es necesario,
por otro lado, buscar unificar la fracción radical y la conservadora de la sociedad en una
plataforma común, se intenta unir a los hombres de buena voluntad en un mismo programa
general de acción, sea cual fuere su ideología; esto puede hacerse vía solidaridad social,
teniendo como base la libertad individual real con fundamento en una vida en comunidad
en la que no se sacrifique lo uno en aras de los otro; se trata, como dice Fouillée de buscar
la reconciliación entre el individualismo y la solidaridad social; lo anterior nos lleva a la
conformación de una teoría científica sobre los males humanos que superará la relatividad
política y obtendrá un acuerdo sobre los valores; así, las ciencias sociales no estarán al
servicio de una ideología.
El tipo ideal proyectado por la ciencia del hombre, si elimináramos el mal de la sociedad,
sería un hombre ético, autónomo, normal, que representa una opción de valores.
La ciencia del hombre, según Becker, deberá hacer otras cosas que antes realizó la religión:
explicará el mal en forma creíble y ofrecerá una manera de superarlo; definirá la verdad, el
bien y la belleza; y reestablecerá la unidad del hombre y de la naturaleza, el sentimiento de
intimidad con el proceso cósmico.
Baldwin señala que el Bien es una satisfacción interior; la Verdad debe demostrarse
exteriormente, y mostrarle al sujeto actuante que sus pensamientos tienen una relación
exacta con la realidad material; la belleza es la unión del Bien y de la Verdad; la Belleza es
libre, y la fealdad es contingente, limitada y causada. Feos son los coches, las ciudades, el
smog, la alienación del hombre.
En lo que al método se refiere, Ernest Becker recomienda la utilización del método
experimental-hipotético-deductivo. Aquí la naturaleza (el yo) se somete a una investigación
directa.
En las ciencias humanas el hombre debe ser considerado todo el tiempo en su contexto
social-cultural-histórico, total. En la propuesta de Becker el sentido común juega un papel
fundamental. La ciencia se relaciona con una estructura en proceso de creación, y esta
estructura se destruye sólo cuando se analizan sus componentes.
El hombre consigue sus valores en la medida en que va descubriendo las relaciones con los
objetos, así sabe más de éstos; al saber más de éstos, tendría más significados y validez;
cuanto más los poseyera conociéndolos tendría más control de un modo más rico.
Si preguntamos ¿qué significa ser una criatura humana?, para los naturalistas la respuesta
es: “el hombre es una criatura más de la naturaleza; a pesar de su complejidad, su conducta
es predecible en principio. Su estado actual es determinado por su estado pasado. La
conciencia del hombre no es confiable; no debemos fiarnos de ella y, de preferencia,
descartarla por completo. Buscamos las leyes generales de la naturaleza; no la originalidad
personal. Estudiamos al hombre; no a los hombres. Investigamos la realidad objetiva; no la
subjetiva” (Allport, 1988: 66-67).
Esta corriente se limita a ver al hombre sólo en función de lo que es la realidad objetiva,
dejando de lado la profundidad de la subjetividad en donde reside la toma de posición real
de los seres humanos.
El hecho concreto es que el hombre es algo más que un ser reactivo, incluso más que un ser
reactivo en profundidad. Si estuviera cómodamente fijado en estos niveles podríamos
aplicar con confianza un esténcil uniforme para estudiar su naturaleza. El proceso de la vida
no es menos paradójico que los procesos de la física moderna. ¿Cómo podríamos tratar con
el espacio, que es infinito y finito; con la luz, que es una onda y una partícula; con los
electrones, que pasan de una órbita a otra sin atravesar el espacio intermedio? De modo
similar, un ser humano es estructura y proceso, un ser biológico y noético, un ser que
cambia su identidad aún cuando la retenga. No es sorprendente que al final de su vida el
famoso físico Bridgman haya dicho: “La estructura de la naturaleza eventualmente puede
ser tal que nuestros procesos de pensamiento no le correspondan lo suficiente como para
que nos permitan pensar en ella” (citado por Allport: 75).
Naturalmente, toda la psicología occidental estudia al hombre, pero ¿qué hombre estudia?
¿cuál es la concepción del ser humano que maneja esta psicología? Obviamente es muy
variada, sin embargo, coincide en lo siguiente: estudia al hombre como ser aislado, lo
abstrae de su sociedad; parafraseando a Marx, los psicólogos hacen robinsonadas
psicológicas. Pero no se puede entender al ser humano si se estudia a un individuo aislado
de la sociedad y del momento histórico en que vive, porque el ser humano es un ser social,
y si no se le estudia de esta manera, pierde su esencia. Por lo tanto, la psicología tradicional
es ahistórica y asocial, ya que pretende buscar leyes universales, eternas e inmutables. Las
características psicológicas han cambiado conforme la sociedad se transforma. Un hombre
contemporáneo no piensa o siente igual a como lo hacía uno del feudalismo.
Al leer los libros de los psicólogos ortodoxos, parecería que las leyes que buscan siempre
han existido y existirán, así como los seres humanos desde que aparecieron sobre la faz de
la tierra. Tenían, por ejemplo, complejo de Edipo para un psicoanalista y que tendrán este
complejo toda su vida, independientemente de la época, el contexto social en el que se
desenvuelvan o la clase social a la que pertenezcan. Algo similar podría decirse de lo que
piensan los seguidores de Piaget o Skinner. Estas posiciones son ahistóricas, asociales,
metafísicas. Por el contrario, la psicología como ciencia social tiene un objeto de estudio
histórico; es decir, este objeto y las características psicológicas del ser humano cambian
conforme cambia el momento histórico de la sociedad en que vive un ser humano
determinado. Entonces, es necesario considerar la historia de la humanidad para conocer
cuándo aparecen, cómo evolucionan y cómo han llegado a ser lo que son los procesos
psicológicos (Medina, 2004).
El hombre consta de dos partes, el cuerpo y la mente. El primero está sujeto a nuestros
sentidos e indagaciones, lo mismo que las demás partes del mundo material externo. La
última es una sustancia, agente o principio al que referimos las sensaciones, ideas, placeres,
dolores y movimientos voluntarios (Kantor, 2005).
Habría una tercera parte, la espiritual, pero a ella nos referiremos más adelante.
La característica de lo psíquico, que nos indica la vinculación hacia otro ser humano, refleja
nuestras percepciones, pensamientos, sentimientos, aspiraciones, intenciones, deseos que
tenemos hacia ese otro que se nos presenta (Rubinstein, 1982).
Acerca del conocimiento
De lo que hemos expuesto atrás surgen algunos cuestionamientos ¿por qué vemos lo que
vemos, por qué oímos lo que oímos, por qué sentimos lo que sentimos? La respuesta a todo
esto la encontramos en la forma en que nos acercamos al conocimiento y en la manera en
que distintas cuestiones tienen un significado en un sentido o en otro para nuestra
existencia.
Según los psicólogos cognoscitivistas (Bartlett, Piaget, Tolman, Rapaport, etc.) creen que
existen algunos elementos de conocimiento relacionados al espacio físico, al tiempo, a la
velocidad y al idioma, que están determinados genéticamente y para los cuales no es
necesaria experiencia previa alguna (Neisser, 1976).
Este punto puede ser discutible, aunque no deja de ser profundo. Tomado como lo plantea
Bertrand Russell, el mundo de la existencia es más rico e interesante, ya que en él se
encuentran los aspectos nodales de la vida. Sin embargo, podríamos complementar en el
sentido de que en el mundo de las apariencias podemos autoengañarnos con facilidad e
interpretar las cosas distorsionadamente; en tanto que en la esencia de las cosas, los
procesos o las personas, se encontraría lo que realmente puede explicar conductas,
acontecimientos, etc.
Otro elemento que tiene que ver con el conocimiento es el descubrimiento de las cosas,
fenómenos, etc., y cómo nuestra mente en el momento en que conoce algo realiza procesos
para que ese conocimiento permanezca en nosotros.
Los psicólogos de la Gestalt han demostrado que cuando la mente humana observa un
fenómeno determinado, comienza a relacionar, estructurar y configurar dicho fenómeno.
Para Rogers, “el organismo humano cuando actúa libre y no defensivamente, es quizá el
mejor instrumento científico que existe, y es capaz de sentir esta configuración mucho antes
de poderla formular concientemente” (Rogers, 1968: 62-63).
En la medida en que vamos conociendo, en esa misma medida el cerebro tiende a agrupar
la información a través de significados, los cuales serán integrados en forma estructural
(Allport, 1966).
Por otra parte, hablar de conocer es hacer referencia a que se conocen la función y la
relación de aquello que se está conociendo. Al respecto, Rogers afirma que: “Toda ciencia
está basada en un reconocimiento –ordinariamente prelógico, intuitivo, que implica todas
las capacidades del organismo- de una sentida pero oscura forma o gestalt: una realidad
escondida. Esta gestalt confiere sentido a fenómenos inconexos. La aprehensión total de
esta gestalt será tanto más adecuada cuanto más libre se encuentre de los valores culturales
y de otros valores científicos anteriores. Igualmente, será más adecuada cuanto más se base
en la sensibilidad total del organismo, en las intuiciones inconscientes como en las
concientes. Considero este sentir una gestalt de relaciones, quizá, como el corazón de toda
verdadera ciencia” (Rogers, 1968: 64-65).
En este punto Polanyi se acerca a los planteamientos de Merleau-Ponty acerca del concepto
de estructura. Este autor señala que las estructuras no pueden ser definidas en términos de
realidad exterior, sino en términos de conocimiento, ya que son objetos de la percepción y
no realidades físicas; por esto las estructuras no pueden ser definidas como cosas del
mundo físico, sino como conjuntos percibidos y, esencialmente, consisten en una red de
relaciones percibidas, que es vivida más que conocida (Merleau-Ponty, 1976). Obsérvese el
matiz que Merleau-Ponty le da a aquellas percepciones o relaciones que vivimos, más que a
lo que estamos conociendo.
Cabe señalar que cuando hablamos de elementos subsidiarios o funcionales nos estamos
refiriendo a cuestiones que son inespecificables.
El mismo Einstein habló de la intuición cuando se refería a sus procesos creativos, diciendo
que “lo verdaderamente valioso es la intuición” (Summers, 1976).
Por otra parte, está la conciencia. Esta se manifiesta en la medida en que vamos sabiendo,
conociendo. “El saber que se forma en la conciencia del individuo es la unidad de lo
objetivo y los subjetivo” (Rubinstein, 1982: 21). La conciencia del individuo “es la unidad
de lo experimentado con lo sabido” (Rubinstein, 1982: 22).
La psicología, como ciencia humana, tiene algunos presupuestos básicos. Ante todo, trata
de ser fiel al hombre como persona. En la tradición científica existe el gran prejuicio de que
la persona humana no puede ser estudiada científicamente. La psicología humanista trata de
ampliar el concepto de ciencia de tal manera que comprenda el “estudio riguroso,
sistemático y crítico” del hombre como persona. En el término “persona” se incluyen todas
las características específicamente humanas (Martínez, 2004b).
El núcleo central del ser humano consiste en que el hombre posee la capacidad de
autorrepresentarse. Esta posibilidad de contemplarse a sí mismo desde afuera, de
autoproyectarse, de autoduplicarse, de autorreproducirse, esta capacidad de tomar
conciencia plena de sí mismo es una característica distintiva del hombre y es la fuente de
sus cualidades más elevadas.
Esta capacidad le permite distinguirse a sí mismo del mundo exterior, le facilita vivir en un
tiempo pasado o futuro, le permite hacer planes para el porvenir, utilizar símbolos y usar
abstracciones, verse a sí mismo como lo ven los demás y tener empatía con ellos, comenzar
a amar a sus semejantes, tener sensibilidad ética, ver la verdad, crear la belleza, dedicarse a
un ideal y, quizá, morir por él.
Spinoza afirmó: “el hombre es un animal social”. Los pensadores existencialistas han
puesto un énfasis particular en los dilemas que vive el hombre contemporáneo en una
sociedad de masas y estandarizada, en la cual se siente enjaulado, alienado y
deshumanizado.
En esta situación, aunque rodeado de gente por todas partes, el individuo se siente solo ante
su propia existencia, que le obliga a encarar sus dudas, miedos y ansiedades, y busca la
compañía de los demás solamente como un medio para superar su soledad. Así, esta
tendencia, natural en el hombre, se ve aumentada en los últimos tiempos. Esa tendencia se
presenta como positiva y constructiva en sí pero también puede llegar a ser negativa y
destructiva cuando es una consecuencia reactiva de la frustración de necesidades básicas.
Martín Buber describe esta relación profunda, de persona a persona, como una relación
“yo-tú”; es decir, una mutua experiencia de hablar sinceramente uno a otro como personas,
como somos, como sentimos, sin ficción, sin hacer un papel o desempeñar un rol, sino con
plena sencillez, espontaneidad y autenticidad. Este autor considera que ésta es una
experiencia que hace al hombre verdaderamente humano, que no puede mantenerse en
forma continua, pero que si no se da de vez en cuando, el individuo queda afectado seria y
negativamente en su desarrollo. Es más, Karl Marx, en sus Tesis sobre Feuerbach,
considera que “la esencia del hombre no es una abstracción inserta en cada ser humano,
sino que, en su auténtica realidad, es la integración de las relaciones sociales” (citado por
Martínez, 2004b: 74).
Michael Polanyi afirma que “...el estudio del hombre debe empezar por una apreciación del
hombre en el acto de tomar decisiones responsables” (Polanyi, 1966: 55). Ciertamente, la
toma de una decisión responsable muy bien podría considerarse la médula o el corazón de
la vida psíquica, de tal manera que comprenderlo a fondo podría ser algo análogo a asir un
racimo de uvas por el eje central al cual están unidos todos los grandes gajos que, a su vez,
sujetan a otros menores y éstos a cada una de las uvas (Martínez, 2004b).
La fidelidad a lo humano exige, además, que la educación se inspire, en todas sus fases, en
las realidades humanas y no en las de otras especies; que investigue, analice y planifique
con base en lo que viven y sienten los seres humanos y no ciertos animales; que sea, en fin,
“humanista” y no, por ejemplo, “robotista” o “zoologista” (Martínez, 2004b).
El enfoque humanista, sin olvidar ni desmerecer tantos aspectos importantes del desarrollo
integral de los seres humanos, enfatiza de manera particular el cultivo de cualidades tan
profundamente humanas como la conciencia, la libertad y elección, la creatividad, la
valoración y la autorrealización, en cuanto opuestas a un pensar sobre los seres humanos en
términos mecanicistas y reduccionistas.
Así, puede afirmarse que el hombre está formado de un alma inteligente y de un cuerpo. De
estos dos componentes, el alma es digna de mayor consideración. El cuerpo es un
instrumento empleado por el alma (Kantor, 2005).
En este sentido, puede decirse que toda realidad aprehendida es una realidad ya
interpretada; y que todo esfuerzo de conocimiento es una interpretación de una
interpretación. De cualquier manera, para acercarnos al conocimiento siempre hay que
establecer estructuras de mediación que posibiliten dicho acercamiento.
En psicología el ser humano va moldeando los objetos de su percepción de acuerdo con sus
características personales. En este plano, el cerebro juega un papel de capital importancia
ya que será a través de los órganos de los sentidos y del sistema nervioso en su conjunto
como se irá mediando aquello que estamos percibiendo e interpretando en nuestro cerebro.
Por su parte, y en relación a la conducta, podemos decir que “la psicología no estudia la
conducta en conjunto, sino que estudia las particularidades psíquicas” de las actividades o
hechos o sentimientos que se realicen o tengan (Rubinstein, 1982: 31).
La importancia de el significado
La intencionalidad
La intención es la clave metodológica que ayuda a entender la estructura dinámica que rige
la acción. Una definición intencional unifica y da sentido y significado humano a actitudes
o hechos que de otra manera quedarían inconexos, indescifrables e incomprensibles
(Martínez, 2004b).
Para Dilthey las ciencias naturales podían ser conocidas y explicadas, pero las ciencias
humanas deben ser comprendidas e interpretadas. Esta comprensión busca establecer un
proceso que permita captar el significado y la intención de la persona: “esto se hace
mentalmente”, es decir, de lo que se trata es “el descubrimiento del yo en el tú” para hacer
esto se requiere una participación vivencial, sin la cual no es posible establecer esta
relación.
Martin Buber, por su parte, considera que “el hombre individual no contiene en sí mismo la
esencia del hombre, ya sea en cuanto ser moral o en cuanto ser pensante. La esencia del
hombre se halla solamente en la comunidad, en la unión de hombre y hombre, una unidad
que se apoya en la realidad de la diferencia entre ‘yo y tú’” (Schilpp, 1967: 42).
El ser humano está determinado por la situación socioeconómica en la que vive.
Esto provoca un estado de alteración emocional conocido como alienación, la cual
puede traducirse en psicopatologías.
La conciencia juega un papel determinante para que la persona salga de este estado
de enajenación.
Para ilustrar mejor esto, dividimos la información en 4 ciclos de larga duración: 1870-1913
(expansión económica), 1913-1950 (contracción económica), 1950-1973 (expansión) y
1973-1998 (contracción).
Países Atrasados
Ingreso al Mes
Países Ingreso Per Ingreso Millones
Cápita Diario de Hab.
A las preguntas anteriores podemos responder que tal vez no. Aquí la cuestión radica en
tener actitud ante la vida y, posteriormente, sentido sobre ésta.
La problemática económica, social y ambiental que vive el mundo es muy compleja. Sin
embargo, pueden hacerse algunas conjeturas. Veamos.
Pero no sólo eso, sino que además pone a la gente a competir entre ella para conseguir un
puesto de trabajo.
Dice Marx, “Cuanto mayor y más desarrollado aparezca el poder social dentro de la
relación de la propiedad privada, tanto más egoísta, más asocial, más enajenado de su
propia esencia se hace el hombre” (Marx, 1987). Esto tiene que ver con la permanente
cosificación de las relaciones sociales y personales, estas relaciones se cubren con
máscaras. La cosificación es producto de la fragmentación de la propiedad privada y de la
división social del trabajo. En medio de todo esto se encuentra el dinero, lo cual pone trabas
para vislumbrar adecuadamente las necesidades sociales, económicas, afectivas y
espirituales.
Marx plantea con claridad el problema de la cosificación: “...los trabajos privados sólo
funcionan como eslabones del trabajo colectivo de la sociedad por medio de las relaciones
que el cambio establece entre los productos del trabajo y, a través de ellos, entre los
productores. Por eso, ante éstos, las relaciones sociales que se establecen entre sus trabajos
privados aparecen... no como relaciones directamente sociales de las personas en sus
trabajos, sino como relaciones materiales entre personas y relaciones sociales entre
cosas.” (Marx, 1973).
Al mismo tiempo, en lugar de que veamos al otro, como podríamos vernos a nosotros
mismos, los vemos como extraños, como competidores, bajo la máxima individualista: “Yo
por mí y Dios por los otros”. Consecuencia de todo esto es que el hombre naufraga en las
aguas de la sociedad sin encontrar tierra firme y sin seguridad ante la vida.
Así pues, el fin último al que deberíamos aspirar sería, en palabras de Brito: “La
dignidad suprema del ser humano, el espíritu, se resiste a ser convertido en un objeto, a ser
degradado a un simple medio de producción, una mercancía que enriquece sólo a unos. El
valor ético del trabajo obliga a no enriquecerse cuando otros se empobrecen. Esta
resistencia colectiva es la contradicción que siempre produce un trabajo sin sentido o un
desempleo generalizado...” (Brito, 1998).
Ahora bien, ¿qué hacer para lograr un mundo con sentido y personas sin vacíos
existenciales?
Tal vez resulte difícil pensar en que la gente que vive con menos de 5 dólares al día o que
no tiene trabajo le busque sentido a su vida o algo por el estilo. En todo caso, está en
quienes tenemos conciencia interpelar al otro en la suya, incidiendo en las dimensiones
física, psíquica, espiritual y social.
2. LA EXPLOTACIÓN DEL TRABAJO ASALARIADO COMO POSIBLE CAUSAL
DE LA CARENCIA DE SENTIDO DE VIDA EN MÉXICO
La explotación asalariada
Lo que llamamos tasa de explotación se acerca a la noción de tasa de plusvalía y pone sobre
la mesa el nivel real de explotación de los trabajadores (Marx, 1973). El coeficiente E’ es
un indicador muy aproximado a la tasa de plusvalía, la cual, en su movimiento, nos ayuda a
determinar el comportamiento de la tasa de ganancia o beneficio, a entender los ritmos de
acumulación y crecimiento y fundamenta los patrones de distribución del ingreso
(Valenzuela, 1999). El cuadro evidencia la dinámica de la explotación en el periodo de
estudio.
AÑO
Tasa de explotación
EBO (1) RA (2) en porcentaje (3) =
(1/2)
Fuente: elaboración en base a Salinas (1994); Rojas (1981); Fox (2004) y Labra
(2004), SCNM (2004).
La tasa de explotación a la que es sometida la mano de obra directa es muy clara:
por cada peso invertido en mano de obra en 1960, se generaron $2.05 de
excedentes, $1.78 en 1981, $1.88 en 1982, dándose un repunte para llegar a
$2.13 en 2002. O sea, la tasa de explotación hace crisis al final del modelo
keynesiano-cepalino, obteniendo una disminución global del 13.0%. He aquí la
base material, esencial, por la que se tiene que optar por el cambio de modelo
económico. De esta manera, entre 1982 y 2002 la tasa de plusvalía o explotación
se incrementa en 13.5%. Si bien es cierto que en los últimos años de
neoliberalismo se recompone la situación para la burguesía de este país, también
es verdad que la situación se torna más compleja y que el crecimiento es
modesto, por lo que es evidente un agotamiento de dicho modelo. Los
excedentes, o para decirlo con más propiedad, la masa de ganancia, creció
226.9% en forma global en el primer periodo y 47.5% en el segundo. Para tener
una idea más clara cabe señalar que la tasa de explotación de toda la economía
(sectores productivos e improductivos) era de 179% en 1990, 189% en 1995 y
171% en 1999 (cálculos propios en base a INEGI, 2000). O sea, esta tasa ha
aumentado en los últimos años. Al generar plusvalor, se está también creando
elementos de enajenación o alienación en los trabajadores porque dejan de ser
dueños de aquello que han producido.
Uno de los aspectos más acuciantes que se ciñen sobre nuestro país, es el de la pobreza. En
la Encuesta de 1963, se sabía que el 77% de la población era pobre; en 1981, y como
resultado de las políticas keynesianas, logró bajar la pobreza al 48.5% de la población;
finalmente, en el 2000, vuelve a llegar al 76.9% (Calva, en base a Boltvinik, 2004).
El PIB per-cápita por sí sólo no sirve. Para que brinde luz debe relacionarse con elementos
que tienen que ver con el bienestar y la satisfacción de las necesidades sociales de la
población. De esta manera, nos acercamos a comprender con más claridad cuál es el nivel
de vida real que tienen las personas.
Año
EV TMI Médico Escolarizació Educació Unidade Población
s n n s
Fuente: EHM, Fox, 2004. EV = años de esperanza de vida al nacer. TMI = Tasa de
mortalidad de menores de 5 años (por mil nacidos vivos). Médicos = Número de
médicos en total en todo el país. Escolarización = tasa de la matrícula combinada
en escuelas primarias y secundarias. Educación superior = porcentaje de la
población en edad de estudiar en este nivel. (1) Dato de 1980. (2) Dato de 1965.
Condiciones de la vivienda
Los circuitos, constituidos por cientos o miles de neuronas, dan origen a procesos mentales
y conductuales complejos.
Los futuros avances nos permitirán conocer con mayor detalle la relación entre el cerebro y
las funciones mentales y conductuales complejas; esto se unirá a los estudios
neuropsicológicos y electrofisiológicos, lo que ofrecerá imágenes dinámicas en tiempo real
del sistema nervioso en funcionamiento; otros avances se basarán en los progresos de la
genética y en los descubrimientos realizados en torno al genoma humano; también se ha
avanzado en la manera en que influye el funcionamiento de la mente en la salud física de
las personas. Se considera que en la mayoría de las enfermedades mentales y orgánicas
influye una combinación de factores biológicos, psicológicos y sociales (OMS, 2001).
La medicina conductual es una extensa área interdisciplinar que integra los conocimientos
de las ciencias conductuales, psicosociales y biomédicas de interés para comprender la
salud y la enfermedad. Entre 1980 y 2000, la medicina conductual ha hecho acopio de datos
que demuestran la íntima conexión existente entre la salud mental y la salud física. Las
investigaciones han demostrado, por ejemplo, que las mujeres con cáncer de mama
avanzado que participan en una terapia grupal de apoyo viven significativamente más que
las que no intervienen en este tipo de actividad (Spiegel et al., 1989), que la depresión
predice la incidencia de cardiopatía (Fe Ferket et al., 2000), y que la aceptación realista de
la propia muerte se asocia a un menor tiempo de supervivencia entre los afectados por el
SIDA (Redd et al., 1994).
¿Cómo se influyen mutuamente las funciones mentales y las orgánicas? Las investigaciones
han señalado dos vías por las cuales la salud mental y la salud física influyen la una en la
otra a lo largo del tiempo. La primera vía fundamental discurre directamente a través de los
sistemas fisiológicos, como las funciones neuroendocrinas e inmunitarias. La segunda es la
vía del comportamiento en materia de salud. Por comportamiento en materia de salud se
entiende una gama de actividades tales como comer sensatamente, hacer ejercicio con
regularidad, dormir lo suficiente, no fumar, mantener relaciones sexuales seguras, utilizar el
cinturón de seguridad en los vehículos y cumplir los tratamientos médicos (Reed, et
al., 1994). Desde el punto de vista fisiológico, la ansiedad y la depresión, por ejemplo,
ponen en marcha una cadena de alteraciones de las funciones endocrinas e inmunitarias, y
aumentan la propensión a diversas enfermedades orgánicas. Así, se sabe que el estrés
guarda relación con la aparición del resfriado (Cohen et al.,1991) y retrasa la cicatrización
de las heridas (Kielcot-Glaser et al. 1999).
Durante años, los científicos han discutido acerca de la importancia relativa de la genética
frente al ambiente en la aparición de los trastornos mentales y del comportamiento. Hoy
día, las pruebas científicas indican que dichos trastornos son consecuencia de la suma de
influencias genéticas y ambientales, esto es, de la interacción de las características
biológicas con factores psicológicos y sociales. El cerebro se limita a reflejar el desarrollo
determinista de complejos programas genéticos, el comportamiento humano es sólo el
resultado de un determinismo ambiental (OMS, op. cit.)
La ciencia moderna está demostrando que la exposición a factores estresantes durante las
primeras etapas del desarrollo se asocia a hiperactividad cerebral persistente y a mayores
probabilidades de depresión en períodos ulteriores a la vida (IEM et al., 2000).
Queda mucho por aprender sobre las causas específicas de dichos trastornos, pero la
nerurociencia, la genética, la psicología, entre otras disciplinas, han desempeñado un
importante papel en la estructuración de nuestros conocimientos sobre estas complejas
relaciones.
Por último, la psicología ha demostrado que algunos tipos de trastornos mentales y del
comportamiento, como la ansiedad y la depresión, pueden ser consecuencia de la
incapacidad para afrontar adaptativamente un acontecimiento vital estresante. Por lo
general, las personas que evitan pensar en las causas de estrés o afrontarlas tienen más
probabilidades de padecer ansiedad o depresión, mientras que las personas que comparten
sus problemas con otros y procuran encontrar maneras de hacer frente a los factores
estresantes funcionan mejor al cabo del tiempo. Esta constatación ha impulsado el
desarrollo de intervenciones basadas en la enseñanza de aptitudes de afrontamiento
(OMS, op. cit.).
De otra parte, se han relacionado los trastornos mentales y del comportamiento con factores
sociales como la urbanización, la pobreza y la evolución tecnológica, pero no hay razón
alguna para dar por sentado que la repercusión de los cambios sociales sobre la salud
mental es igual en todos los segmentos de una sociedad determinada. Por lo general, dichos
cambios tienen efectos distintos en función de la situación económica, el sexo, la raza y las
características étnicas.
Entre 1950 y 2000, la proporción de población urbana en Asia, África, América Central y
América del Sur aumentó del 16% al 50% (Harpham y Blue, 1995). En 1950, Ciudad de
México y São Paulo tenían 3.1 y 2.8 millones de habitantes, respectivamente, pero se
estima que para el año 2000 habían alcanzado los 10 millones. Las características de la
urbanización moderna pueden tener efectos nocivos sobre la salud mental por la influencia
de los factores estresantes más frecuentes y de acontecimientos vitales adversos como los
entornos superpoblados y contaminados, la pobreza y la dependencia de una economía
monetaria, los altos niveles de violencia y el escaso apoyo social (Desjarlais et al., 1995).
Aproximadamente la mitad de la población urbana de los países con ingresos bajos y
medios vive en la pobreza, y decenas de millones de adultos y niños carecen de un hogar.
En algunas zonas, el desarrollo económico está obligando a un número cada vez mayor de
poblaciones indígenas a emigrar hacia áreas urbanas en busca de sustento. Por lo general, la
emigración no aporta un mayor bienestar social; al contrario, genera a menudo altas tasas
de desempleo y condiciones de vida miserables, de tal modo que los emigrantes quedan
expuestos a tensiones sociales y a un mayor riesgo de trastornos mentales debido a la
ausencia de redes sociales de apoyo. Así, los conflictos, las guerras y los enfrentamientos
civiles se asocian a mayores tasas de problemas de salud mental.
Los psiquiatras que estudian la interacción entre el racismo y la salud mental en sociedades
con problemas de racismo han observado, por ejemplo, que éste puede agravar la depresión.
En una revisión de 10 estudios sobre diversos grupos raciales de América del Norte, que
reunían las respuestas de más de 15,000 individuos, se estableció firmemente la asociación
entre las experiencias de racismo y los trastornos psicológicos (Williams y Williams-
Morris, 2000).
Pero estos avances tienen también su contrapartida. Algunos datos indican que las
imágenes que aparecen en los medios de comunicación influyen en los niveles de violencia,
los comportamientos sexuales y el interés por la pornografía, y que la exposición a la
violencia de los videojuegos propicia los comportamientos agresivos y otras tendencias de
la misma naturaleza (Dill y Hill, 1998). En todo el mundo, el gasto en publicidad supera en
una tercera parte el crecimiento de la economía mundial. La mercadotecnia agresiva está
desempeñando un papel sustancial en la mundialización del consumo de alcohol y tabaco
entre los jóvenes, con el consiguiente aumento del riesgo de trastornos relacionados con el
abuso de sustancias y de las alteraciones orgánicas asociadas (Klein, 1999).
Los trastornos mentales y conductuales son frecuentes: más del 25% de la población
mundial los padece en algún momento de la vida. Son también universales, puesto que
afectan a personas de todos los países y sociedades, a individuos de todas las edades, a
mujeres y hombres, a ricos y pobres, a residentes en entornos urbanos y rurales. Tienen un
impacto económico sobre las sociedades y sobre la calidad de vida de los individuos y las
familias. Los trastornos mentales y conductuales afectan en un momento dado al 10% de la
población adulta aproximadamente. Alrededor del 20% de todos los pacientes atendidos por
profesionales de atención primaria padecen uno o más trastornos mentales. En una de cada
cuatro familias, al menos uno de sus miembros puede sufrir un trastorno mental o del
comportamiento. Estas familias no sólo proporcionan apoyo físico y emocional, sino que
soportan las consecuencias negativas de la estigmatización y la discriminación. Se ha
estimado que, en 1990, los trastornos mentales y neurológicos eran responsables del 10%
de los AVAD (años de vida ajustados en función de la discapacidad) totales perdidos por
todas las enfermedades y lesiones. En 2000 ese porcentaje había aumentado al 12%, y se
prevé que llegará hasta el 15% en 2020. Los más frecuentes, responsables por lo general de
discapacidades importantes, son los trastornos depresivos, los debidos al uso de sustancias
psicoactivas, la esquizofrenia, la epilepsia, la enfermedad de Alzheimer, el retraso mental y
los trastornos de la infancia y la adolescencia. Los factores asociados a la prevalencia, la
aparición y la evolución de los trastornos mentales y conductuales son la pobreza, el sexo,
la edad, los conflictos y desastres, las enfermedades físicas graves y el entorno
sociofamiliar.
Los trastornos mentales no se concentran en ningún grupo en particular. Antes bien, son
verdaderamente universales: afectan a personas de todas las regiones, todos los países y
todas las sociedades. Están presentes en todas las etapas de la vida de hombres y mujeres,
ya sean ricos o pobres, residentes en zonas urbanas o rurales. La idea de que los trastornos
mentales son un problema de las regiones industrializadas y más ricas del mundo es
completamente errónea. Es también incorrecta la creencia de que las comunidades rurales,
relativamente al margen del ritmo acelerado de la vida moderna, no padecen trastornos
mentales.
Según análisis recientes llevados a cabo por la OMS, las enfermedades neuropsiquiátricas,
denominación que abarcaba una selección de trastornos, tenían una prevalencia puntual
acumulada del 10% aproximadamente en la población adulta (GBD, 2000). Se estimó que
alrededor de 450 millones de personas padecen enfermedades neuropsiquiátricas. Éstas
consistían en trastorno depresivo unipolar, trastorno afectivo bipolar, esquizofrenia,
epilepsia, trastornos por consumo de alcohol y de determinadas sustancias psicoactivas,
enfermedad de Alzheimer y otras demencias, trastorno de estrés postraumático, trastorno
obsesivo-compulsivo, trastorno de pánico e insomnio primario.
Tanto en países desarrollados como en países en desarrollo, las encuestas han demostrado
que más del 25% de los individuos padecen uno o más trastornos mentales o del
comportamiento a lo largo de su vida (Regier et al., 1988; Wells et al., 1989; Almeida-Filho
et al., 1997).
La depresión
El GBD 2000 estima que la prevalencia puntual de los episodios de depresión unipolar es
del 1.9% en la población masculina y del 3.2% en la femenina, y que el 5.8% de los
hombres y el 9.5% de las mujeres experimentarán un episodio depresivo en un periodo de
12 meses. Estas cifras de prevalencia varían entre poblaciones y pueden ser más eleva-das
en algunas de ellas. El análisis GBD 2000 también pone de manifiesto que el trastorno
depresivo unipolar representa una carga enorme para la sociedad y está considerado la
quinta causa de carga entre todas las enfermedades: es responsable del 4.4% del total de
AVAD y es la causa principal de los años de vida perdidos por discapacidad (APD): 11.9%
del total de APD. En el grupo de 15 a 44 años es la segunda causa de carga, y responsable
del 8.3% de los AVAD perdidos. Estas estimaciones demuestran claramente el altísimo
nivel de carga atribuible hoy día a la depresión, pero las perspectivas de futuro son todavía
más sombrías. Para el año 2020, si las actuales tendencias de la transición demográfica y
epidemiológica se mantienen, la carga de depresión aumentará al 5.7% de la carga total de
morbilidad, convirtiéndose en la segunda causa de AVAD perdidos. En el mundo, sólo será
superada en AVAD perdidos para ambos sexos por las miocardiopatías. En las regiones
desarrolladas, la depresión será para esas fechas la primera causa de carga de morbilidad.
La depresión puede aparecer en cualquier momento de la vida, aunque la incidencia es
mayor en la madurez. Sin embargo, cada vez se identifican más casos de depresión en
adolescentes y adultos jóvenes (Lewinsohn et al., 1993). Es casi siempre un trastorno
episódico y recurrente; cada episodio suele durar entre unos meses y unos años, con un
periodo de normalidad entre ellos. Sin embargo, aproximadamente en el 20% de los casos
la depresión sigue una evolución crónica sin recuperación (Thornicroft y Sartorius, 1993),
sobre todo cuando no se dispone de un tratamiento apropiado. La tasa de recurrencia en los
pacientes que se recuperan del primer episodio ronda el 35% en los dos años siguientes y el
60% a los 12 años. La tasa de recurrencia es más elevada en los pacientes mayores de 45
años. Uno de los desenlaces especialmente trágicos del trastorno depresivo es el suicidio.
Entre el 15% y el 20% de los pacientes depresivos lo consuman (Goodwin y Jamison,
1990). El suicidio sigue siendo uno de los desenlaces frecuentes y evitables de la depresión.
Por trastorno afectivo bipolar se entiende una enfermedad depresiva asociada a episodios de
manía caracterizados por euforia, mayor actividad, excesiva confianza en sí mismo y
dificultades para concentrarse. Según el GBD 2000, la prevalencia puntual del trastorno
bipolar ronda el 0.4%. En resumen, la depresión es un trastorno mental frecuente,
responsable de una altísima carga de morbilidad, y se prevé que mantendrá una tendencia
ascendente durante los próximos 20 años.
Tabaquismo
Alcoholismo
El alcohol es también una sustancia consumida con mucha frecuencia en la mayoría de las
regiones del mundo. La prevalencia puntual de los trastornos debidos al abuso de alcohol
(uso nocivo y dependencia) en la población adulta se ha estimado en torno al 1.7% en el
mundo, según el análisis del GBD 2000. Las tasas son del 2.8% para los varones y del 0.5%
para las mujeres. La prevalencia de los trastornos debidos al consumo de alcohol varía
mucho entre las regiones del mundo, desde cifras muy bajas en algunos países de Oriente
Medio a más del 5% en América del Norte y zonas de Europa oriental. El consumo de
alcohol está aumentando rápidamente en algunas regiones del mundo en desarrollo
(Jernigan et al., 2000; Riley y Marshall, 1999; OMS, 1999), lo que probablemente agravará
los problemas relacionados con el alcohol (OMS, 2000b). Es también un motivo importante
de preocupación en los pueblos indígenas de todo el mundo, entre los que se observa una
mayor prevalencia del consumo y de los problemas asociados. El alcohol es uno de los
factores que más contribuyen a la carga de morbilidad. El proyecto sobre la carga mundial
de morbilidad (Murray y Lopez, 1996a) estimó que es responsable del 1.5% de todas las
defunciones y del 3.5% del total de los AVAD. Esta carga comprende trastornos orgánicos
(como cirrosis) y lesiones (por ejemplo, accidentes automovilísticos) atribuibles al alcohol.
El alcohol impone un alto costo económico a la sociedad. Una estimación sitúa el costo
actual del consumo abusivo de alcohol en los Estados Unidos en 148 mil millonesde
dólares, incluidos 19 mil millones en gastos de asistencia sanitaria (Harwood et al., 1998).
En Canadá, los costos económicos del consumo de alcohol, tabaco y drogas ilícitas
sumaron, en 1992, 18.4 mil millonesde dólares, lo que representa el 2.7% del PIB. Por sí
solo, el alcohol provocó costos por 7.52 mil millones. En otros países, se ha estimado el
costo de los problemas relacionados con el alcohol en torno al 1% del producto interno
bruto (Collins y Lapsely 1996; Rice et al. 1991).
Además del tabaco y el alcohol, también se consumen muchas otras sustancias psicoactivas,
agrupadas generalmente bajo la amplia categoría de drogas. Se engloban aquí las drogas
ilegales, como la heroína, la cocaína y el cannabis. La prevalencia de periodo del consumo
de drogas y la drogodependencia oscila entre el 0.4% y el 4%, pero el tipo de drogas
consumidas varía mucho entre las regiones. El análisis GBD 2000 indica que la prevalencia
puntual de los trastornos por consumo de heroína y cocaína es del 0.25%. El consumo de
drogas por vía intravenosa entraña un importante riesgo de infecciones como la hepatitis B,
la hepatitis C y el VIH. Se ha estimado que existen en el mundo aproximadamente 5
millones de personas que se inyectan drogas ilegales. La prevalencia de la infección por el
VIH entre estos consumidores de drogas por vía intravenosa varía del 20 al 80% en muchas
ciudades. La importancia creciente de esta forma de consumo en la transmisión del VIH ha
suscitado una grave preocupación en todo el mundo, especialmente en los países del centro
y el este de Europa (UNAIDS, 2000).
Según el GBD 2000, la carga atribuible a las drogas ilegales (heroína y cocaína) asciende al
0.4% de la carga total de morbilidad. Se ha estimado que, en los Estados Unidos, el costo
económico del uso nocivo y de la drogodependencia es de 98 mil millones de dólares
(Harwood et al., 1998). Ni esta carga de morbilidad ni esta estimación del costo tienen en
cuenta los diversos efectos sociales negativos del consumo de drogas. El consumo de
tabaco y alcohol se inicia generalmente en la juventud y propicia el consumo de otras
drogas. Por consiguiente, tabaco y alcohol contribuyen indirectamente a una gran parte de
la carga que suponen otras drogas, y a las enfermedades consiguientes.
Esquizofrenia
El informe GBD 2000 registra una prevalencia puntual del 0.4% para la esquizofrenia,
enfermedad que causa un alto grado de discapacidad. En un estudio reciente sobre la
discapacidad asociada a las enfermedades físicas y mentales en 14 países, la población
general situó la psicosis activa en tercer lugar en la relación de trastornos más
discapacitantes, por encima de la paraplejía y la ceguera (Üstün et al., 1999).
Incluso, después de que los síntomas más evidentes de este trastorno hayan desaparecido,
pueden persistir algunos síntomas residuales tales como falta de interés e iniciativa en las
actividades laborales diarias, incompetencia social e incapacidad para interesarse por
actividades placenteras. Estos síntomas pueden ser causa de una discapacidad constante y
una mala calidad de vida, además de constituir una carga considerable para las familias (Pai
y Kapur, 1982). Se ha demostrado repetidamente que la esquizofrenia sigue un curso menos
grave en los países en desarrollo (Kulhara y Wig, 1978; Thara y Eaton, 1996). Por ejemplo,
en uno de los estudios internacionales multicéntricos, la proporción de pacientes en
remisión total a los dos años era del 63% en los países en desarrollo, frente al 37% en los
países desarrollados (Jablensky et al., 1992). Aunque se ha intentado justificar este mejor
pronóstico por la existencia de apoyos familiares más firmes y menos exigencias a los
pacientes, no se conocen con exactitud las razones de estas diferencias.
Un número considerable de esquizofrénicos intenta suicidarse en algún momento de la
evolución de su enfermedad. Un estudio reciente demostró que el 30% de los pacientes con
ese diagnóstico habían intentado suicidarse al menos una vez en su vida (Radomsky et
al., 1999), y aproximadamente el 10% de las personas con esquizofrenia consuman el
suicidio (Caldwell y Gottesman, 1990). A nivel mundial, la esquizofrenia reduce la
esperanza de vida del individuo en una media de 10 años.
Epilepsia
El informe GBD 2000 estima que hay en el mundo unos 37 millones de personas que
sufren epilepsia primaria. Cuando se considera también la epilepsia causada por otras
enfermedades o lesiones, el número total de personas afectadas se eleva a unos 50 millones.
Se estima que más del 80% de los individuos epilépticos viven en países en desarrollo.
La epilepsia supone una carga importante para las comunidades, sobre todo en los países en
desarrollo, en los que muchos casos quedan sin tratar. El informe GBD 2000 estima que la
carga acumulada debida a la epilepsia representa el 0.5% de la carga total de morbilidad.
Además de la discapacidad física y mental, la epilepsia tiene a menudo graves
consecuencias psicosociales para el individuo y la familia. El estigma asociado a la
epilepsia impide a los epilépticos participar en actividades normales como la educación, el
matrimonio, el trabajo y los deportes.
La epilepsia aparece generalmente durante la infancia y puede seguir una evolución crónica
(aunque no siempre). La tasa de recuperación espontánea es importante: muchos de los
diagnosticados inicialmente de epilepsia no presentan convulsiones tres años después
(OMS, op. cit.).
Alzheimer
Sigue sin conocerse la causa exacta de la enfermedad, aunque se han señalado varios
factores, entre ellos los trastornos del metabolismo y la regulación de la proteína precursora
de amiloide, las proteínas asociadas a las placas, las proteínas tau, el zinc y el aluminio
(Drouet et al., 2000; Cuajungco y Lees, 1997). El informe GBD 2000 estima que los
AVAD debidos a las demencias ascienden al 0.8%, y los APD al 2.0%. Con el
envejecimiento de las poblaciones, sobre todo en las naciones industrializadas, es probable
que este porcentaje experimente un rápido incremento en los próximos 20 años.
Retraso mental
Trastornos_de_la_infancia_y_la_adolescencia'>Trastornos de la infancia y la
adolescencia
Comorbilidad
Es muy frecuente que dos o más trastornos mentales coexistan en un mismo individuo, al
igual que sucede con los trastornos físicos, que también tienden a aparecer asociados con
mucha mayor frecuencia de la que puede explicar el azar. Esta situación es especialmente
frecuente en edades avanzadas, cuando concurren varios trastornos físicos y mentales. Los
problemas de salud física no sólo coexisten con trastornos mentales como la depresión, sino
que pueden también predecir el inicio y la persistencia de ésta (Geerlings et al., 2000).
Suicidio
El suicidio es una de las principales causas de muerte entre los adultos jóvenes. Es una de
las tres causas principales de muerte en la población de 15 a 34 años. El suicidio predomina
en el grupo de 15 a 34 años, en el que es la primera o segunda causa de muerte para ambos
sexos. Esto representa para la sociedad una pérdida masiva de personas jóvenes en los años
productivos de su vida. Sólo algunos países disponen de datos sobre intentos de suicidio:
éstos indican que el número de intentos de suicidio puede ser hasta 20 veces superior al
número de suicidios consumados. Las lesiones autoinfligidas, incluido el suicidio, causaron
aproximadamente 814 000 defunciones en el año 2000. El informe GBD 2000 les atribuye
el 1.3% de todos los AVAD (OMS, et al.).
Sexo
Edad
La edad es un importante factor determinante de los trastornos mentales. Ya se han descrito
brevemente los trastornos mentales que afectan a los niños y adolescentes. También en la
población anciana se observa una alta prevalencia de trastornos. Además de la enfermedad
de Alzheimer, ya comentada, las personas de edad padecen también otros trastornos
mentales y del comportamiento. En conjunto, la prevalencia de algunos trastornos tiende a
aumentar con la edad. Entre ellos predomina la depresión, frecuente en la población
anciana: los estudios indican que entre el 8% y el 20% de estas personas son atendidas en la
comunidad, y el 37% de las atendidas en el nivel primario padecen depresión. En un
estudio reciente basado en una muestra comunitaria de personas mayores de 65 años se
registró una tasa de depresión del 11.2% (Newman, et al., 1998). Sin embargo, en otro
estudio también reciente, la prevalencia puntual de los trastornos depresivos era del 4.4%
en las mujeres y del 2.7% en los varones, aunque las cifras correspondientes para la
prevalencia a lo largo de la vida eran del 20.4% y del 9.6%. La depresión es más frecuente
en las personas ancianas con problemas de discapacidad física (Katona y Livingston, 2000).
La presencia de depresión aumenta la discapacidad en esa población. En las personas de
edad, los casos de depresión que quedan sin diagnosticar son incluso más frecuentes que en
los adultos jóvenes, porque a menudo se consideran erróneamente manifestaciones del
envejecimiento (OMS, op. cit.).
Conflictos y desastres
Los conflictos, en particular las guerras y la agitación social, y los desastres naturales
afectan a gran número de personas y ocasionan problemas mentales. Se estima que hay en
el mundo unos 50 millones de refugiados o desplazados internos. Además, millones de
personas se ven afectadas por desastres naturales como terremotos, inundaciones, tifones,
huracanes y otras calamidades similares a gran escala (IFRC, 2000). Estas situaciones se
cobran un oneroso tributo a costa de la salud mental de las personas afectadas, en su
mayoría habitantes de países en desarrollo, donde la capacidad para hacer frente a estos
problemas es sumamente limitada. Entre una tercera parte y la mitad de las personas
afectadas sufren angustia. El diagnóstico más frecuente es el de trastorno de estrés
postraumático (TEPT), que a menudo se acompaña de depresión o ansiedad. Además, la
mayoría de los individuos refieren síntomas psicológicos que no llegan a adquirir la entidad
de trastornos.
En China, un estudio reciente registró una tasa elevada de síntomas psicológicos y una mala
calidad de vida en los supervivientes de terremotos. Demostró también que el apoyo
brindado después del desastre mejoraba el bienestar de los afectados (Wang, et al., 2000).
A finales del año 2000, 36.1 millones de personas padecían la infección por el VIH/SIDA y
21.8 millones ya habían fallecido (UNAIDS, 2000). De los 5.3 illones de nuevas
infecciones en el año 2000, una de cada 10 afectó a niños, y casi la mitad a mujeres. En 16
países del África subsahariana, más del 10% de la población en edad fecunda está infectada
actualmente por el VIH. La epidemia ha reducido el crecimiento económico y está
acortando la esperanza de vida hasta en un 50% en los países más afectados.
En muchos países, la infección por el VIH/ SIDA se considera hoy día una amenaza para la
seguridad nacional.
Los trastornos mentales están firmemente enraizados en el entorno social del individuo, y
su aparición, evolución y pronóstico dependen de diversos factores sociales.
Durante su vida, las personas atraviesan por una serie de acontecimientos significativos,
tanto menores como de gran importancia. Pueden ser, además, favorables (como un ascenso
laboral) o adversos (por ejemplo, la pérdida de un ser querido o la quiebra de un negocio).
Se ha constatado la acumulación de acontecimientos vitales inmediatamente antes de la
aparición de trastornos mentales (Brown, et al., 1972; Leff et al., 1987).
Aunque son los acontecimientos adversos los que predominan antes de la aparición o la
recidiva de los trastornos depresivos, en el caso de otros trastornos mentales se observa una
mayor frecuencia de todo tipo de acontecimientos (adversos y favorables).
Los estudios indican que todos los acontecimientos significativos de la vida actúan como
factores estresantes y que, al sucederse de forma rápida, predisponen al individuo a los
trastornos mentales. El efecto no se limita a dichos trastornos: también se ha demostrado su
asociación con ciertas enfermedades físicas, como el infarto de miocardio.
Los acontecimientos vitales sólo son, claro está, uno de los diversos factores (como la
predisposición genética, la personalidad y las aptitudes de afrontamiento) que intervienen
en la génesis de los trastornos.
Población adulta
La Encuesta Nacional de Salud de 1988, única que existe en su especialidad, detectó que el
grupo de edad entre 15 y 24 años es de alto riesgo, ya que la incidencia anual de accidentes
y acciones violentas, muchas de ellas vinculadas a problemas de salud mental, alcanzó
2.3% en la población masculina y 0.6% en la femenina. Los problemas psiquiátricos que
con más frecuencia se detectaron fueron caracterizados por angustia y depresión, así como
intentos de suicidio y suicidios consumados. Se observa que la mayoría de las personas que
atentan contra su vida padecen más de un problema mental, y que 35% de estos jóvenes
abusan de sustancias.
Depresión
La depresión se clasifica dentro de los trastornos del afecto y se caracteriza por cambios
involuntarios del estado de ánimo que ocasionan una disfunción significativa del individuo
que la padece. Se calcula que afecta a cerca de 340 millones de personas en el mundo.
Actualmente se considera como una de las enfermedades más discapacitantes. Está presente
en una de cada diez personas que acuden a servicios de atención primaria y generalmente
no es identificada y mucho menos atendida con oportunidad. En México se estima una
prevalencia de 12% a 20% entre la población adulta de 18 a 65 años. Considerando el
número de adultos en México, se puede inferir que más de diez millones de mexicanos
sufrirán depresión en algún momento de sus vidas; en México, según la OMS (1995), la
prevalencia es de 5.2 hombres por cada 10 mujeres que la padecen. Por otro lado, más de
55% de los pacientes han presentado dos o más episodios depresivos, lo que hace que se le
considere como un trastorno crónico. La edad media de inicio de un episodio depresivo es
de 25 a 40 años, por lo que la depresión afecta en las edades más productivas de la vida.
Una de las complicaciones más temidas de la depresión es el suicidio, existiendo hasta 60%
de vinculación entre éste y la depresión. El suicidio es la causa de muerte de más de un
millón de personas al año en el mundo; en nuestro país, datos de 1997, estiman que cerca
de 6% de la población adulta ha intentado suicidarse en algún momento de su vida
(Secretaría de Salud, 2002).
Esquizofrenia
Las demencias son trastornos neurodegenerativos que se caracterizan por una alteración
global de las funciones mentales, cuyo origen está en causas diversas. Las demencias se
están convirtiendo en el tercer problema de salud en países desarrollados, después de las
enfermedades cardiovasculares y cerebrovasculares. Las principales formas de demencia
son la enfermedad de Alzheimer (EA) que representan entre 50 y 70% del total; la
demencia vascular con un 30 a 50% y otras formas de demencia, algunas asociadas a
patología sistémica como es el caso de la diabetes e hipotiroidismo; infecciones, como el
complejo cognitivo motor asociado al SIDA; enfermedad de CreutzfeldtJakob y entidades
nosológicas específicas de causa degenerativa y/o genética como la enfermedad de Pick,
demencia frontotemporal, demencia tipo Lewy y otras. Pocas afecciones repercuten tanto
sobre la calidad de vida del enfermo y su familia como los padecimientos demenciales, y en
particular el más frecuente de ellos, la enfermedad de Alzheimer (Ibid.).
Epilepsia
El término epilepsia se utilizó en la antigüedad para referirse a una persona que perdía
súbitamente el conocimiento o tenía una crisis convulsiva; actualmente un mejor
conocimiento del padecimiento permite distinguir entre una crisis epileptiforme de una
crisis epiléptica, ya que la primera puede ser simplemente un síntoma reactivo a una
condición cerebral aguda como fiebre y trauma, mientras que la segunda es una crisis
recurrente no provocada. La importancia de reconocer la diferencia tiene como
consecuencia un distinto manejo y pronóstico; el 10% de la población presenta crisis
epileptiformes y solamente del 1 a 2% llegará a desarrollar epilepsia. La OMS define a la
epilepsia como una afección crónica de etiología diversa, caracterizada por crisis
recurrentes, debidas a una descarga excesiva de las neuronas cerebrales, llamadas crisis
epilépticas asociadas a manifestaciones clínicas. Diversos estudios sitúan la prevalencia de
la epilepsia entre el 1 y 2% de la población, estas diferencias pueden deberse a cuestiones
étnicas y demográficas de las poblaciones estudiadas; en un estudio realizado en México en
1991, se encontró una prevalencia de 1.4% de la población, lo que significa que existe
aproximadamente un millón de pacientes con epilepsia (Ibid.).
Enfermedad de Parkinson
En una encuesta aplicada entre octubre y noviembre del 2001 a 1540 personas de los
estados de Puebla,. Oaxaca, Veracruz, Tlaxcala, Edo. De México y Distrito Federal, en
regiones urbanas, semiurbanas y rurales, se aplicó un cuestionario donde el tema
fundamental a descifrar era el concepto de felicidad que tienen las personas. A partir de este
cuestionario emanaron resultados que pueden ser extrapolados para tener una visión
aproximada de lo que es el sentido de la vida para los entrevistados.
Total 100.0
Fuente: León Garduño, et al. Calidad de vida y bienestar subjetivo en México, Ed. Plaza y
Valdés, México, 2005.
De esta información podemos inferir lo siguiente:
El grueso de los entrevistados nos indican que confunden ser con tener, y placer con
felicidad. Esto es, el 72.5% de los encuestados se encuentran en esta situación, por
lo que la sugerencia para ellos sería que trabajaran grupal o individualmente la
técnica de la búsqueda de sentido.
El 7.7% de los entrevistados no tienen claridad y piensa utópicamente en lo que
podría ser su vida.
Finalmente, sólo el 19.8% de la población tienen claridad acerca del sentido de sus
vidas.
Existe un dato a considerar que llama la atención. Si bien para la gente aparentemente es
suficiente con el ingreso obtenido, aunque no satisfaga sus necesidades, cuando se
relacionó la información con el bienestar psicológico, se obtuvo lo siguiente:
CUADRO 9. FELICIDAD Y BIENESTAR PSICOLÓGICO
Autoaceptación 0.47**
Autonomía 0.06
Propósito de la vida 0.05
Esto, desde el punto de vista logoterapeútico, nos indica que este rango de la población
debe trabajar también con la técnica de búsqueda de sentido.
Libertad y conciencia
La libertad se compone de un “de qué” y un “hacia qué”. El “de qué” plantea al hombre la
posibilidad de librarse de sus impulsos, y el “hacia qué” hace referencia a su ser
responsable, a la posibilidad de tener conciencia (Frankl, 2004).
La persona
1.
La persona es un «in-dividuum». El concepto de individuo reclama la unidad;
por lo tanto, la persona no admite subdivisión, escisión.
2.
La persona no se define exclusivamente por su unidad, sino por su unidad
como totalidad. La persona es, al mismo tiempo, unidad y totalidad indivisible.
4) La persona se define por su ser espiritual, por un ser que es digno, facultativo, con
capacidad para decidir el sentido de su existencia. El hombre está gobernado por una
voluntad de sentido (Frankl, 1988).
5.
La persona esconde un contenido inconsciente y en ella se encuentran las raíces de
lo espiritual (Frankl, 1988).
6.
La persona brinda a los demás unidad y totalidad (Frankl, 1994).
8.
La persona es dinámica. Al poder autodistanciarse, el ser humano adquiere ese
carácter dinámico.
9.
Ese autodistanciamiento posibilita que el hombre encuentre sentido a la vida
trascendiendo a la existencia en su pura existencialidad y temporalidad.
Lo espiritual
Para referirse a la dimensión espiritual del hombre, Frankl suele emplear el término
«noológico». Noos remarca el carácter de lo espiritual -dimensión íntima, genuina y
característica del hombre—, y lo espiritual frente a las dimensiones psíquica o biológica.
Conciencia y responsabilidad
Dice Brito: “Frankl descubre hasta qué punto forman la responsabilidad y la consciencia
una unidad armónica, en primer lugar, en el hecho mismo de que el lenguaje (el inglés, el
alemán, el castellano, etcétera), utiliza dos palabras semejantes con una misma raíz para
expresar tanto la consciencia(en inglés: consciousness; y en alemán: bewustsein) que
significa “darse cuenta”, como la conciencia (en inglés: conscience; y en alemán: gewissen)
que significa “responsabilizarse”. De ahí se sigue que uno llega a hacerse verdaderamente
humano al darse cuenta, responsabilizándose (Brito, 1998).
Ser humano
El mismo Brito nos ayuda en este punto: “Como este fenómeno metapsicosomático se lleva
a cabo por la interpelación de otra persona, responsable y consciente, sólo mediante esta
relación es como el individuo se hace humano. Por eso Frankl agrega que “todo ser humano
es un ser en relación”. Pero hasta ahora se trata de la relación social consciente, y no ya de
la insconsciente en la cual nacimos y vivimos ordinariamente. Ya no es la natural relación
entre individuos, sino la relación espiritual entre personas. Individuo es la integración de
todas las dimensiones del ser en una unidad indivisible, pero inconsciente. En
cambio, persona es la relación de un yo responsable y consciente con otro Yo. Por eso, esta
última es la relación específicamente humana”. (Brito, 1998).
El yo y el ello
Muy atinadamente observa Frankl que al prometeico dicho de Freud: “donde está el Ello
debe realizarse el Yo”, hay que agregarle ahora que “el Yo no se hace Yo sino en relación
con un tú”. Y finaliza su explicación con una reveladora confirmación: “porque solamente
el Yo que tiende hacia alguien distinto de sí mismo puede integrar su propio Ello” (Frankl,
citado por Brito, 1998).
La conciencia
En este y en los siguientes puntos hemos retomado a Brito porque nos parece que su
aportación es fundamental: “Cada uno tiende hacia el otro porque es atraído por él. Este
momento que se llama autoconsciencia, es igualmente nuestra consciencia del otro. Sólo
podemos darnos cuenta de nuestro Yo, al darnos cuenta de que el otro es distinto de
nosotros. Y precisamente nos damos cuenta de esa diferencia porque el toro Yo interpela,
nos llama, nos exige salir de nosotros, nos presenta su necesidad, que no forzosamente
coincide con la nuestra, y ante la cual podemos responder, o bien negarnos (Brito, 1998).
Intencionalidad
“Esta intencionalidad existencial, este “tender hacia, saliendo de nuestra egoicidad” tan
destacada por la escuela del pensamiento fenomenológico, constituye el punto clave de la
libertad. Sólo ante la interpelación del otro somos realmente libres. Podemos responderle, o
no. La decisión será nuestra, y así es como nos vamos formando” (Brito, 1998).
El ser humano
“Por un lado está nuestra tendencia natural biológica, psicológica y social; por el otro lado
nuestra intencionalidad existencial ante la interpelación de la otra persona; y en medo, el
“yo” que decide. Si nos dejamos llevar por nuestra tendencia natural, negando la
interpelación del otro, nos hacemos inhumanos para él. Si superamos la tendencia natural y
le respondemos positivamente al otro, nos hacemos humanos para él. Si tenemos duda,
debemos presentársela al otro, hasta lograr sumir nuestra libre decisión. El ser humano o el
ser inhumano no son cosas, sino de relaciones” (Brito, 1998).
“Si uno responde positivamente al otro, se hace un ser libre. Si se niega a responderle al
otro obedeciendo su tendencia natural, deja de ser libre, pues queda sometido a sus meras
condiciones naturales. Por supuesto que responder positivamente al otro no es someterse a
él, porque éste también es interpelado y libre de responder positivamente a quien lo
interpela.
“Al responder positivamente a la interpelación del otro, sale uno de sí mismo, pues el otro
es totalmente distinto. Hasta cierto punto necesita uno olvidarse de sí mismo para atender al
otro. Este autoolvido sólo se logra autotrascendiendo. Es aquí donde el ego, al relacionarse
con el “tú” integra el “ello”. Esto se lleva a cabo cuando uno dirige sus fuerzas físicas,
psíquicas y sociales a la atención del objetivo que tiene frente a sí. Todas las fuerzas
dispersas, y en ocasiones contradictorias, son ahora unificadas por lo que Frankl denomina:
“la voluntad de sentido”.
“Nuevamente tenemos que advertir que el reduccionismo identifica voluntad con el mero
deseo psíquico de placer, o con el mero “querer” psíquico. Este deseo y este querer son
procesos condicionantes, generalmente inconscientes. En cambio, la voluntad es el ser
consciente en la medida en que hace lo que decide. La voluntad es la unificación consciente
del deseo y del querer en el acto mismo de hacer lo decidido y responsabilizándose de ello.
El ser consciente decide siempre en relación con algo o con alguien distinto de sí mismo.
Es lo autotrascendente. Por eso, Frankl siempre agrega: “de sentido”, porque la decisión es
hacia un objetivo, al cual es uno atraído por un valor que lo obliga. Recordemos
que obligar proviene del latín ob-ligare, que significa “ligarme con lo que tengo delante”.
El lenguaje ordinario generalmente confunde obligación con imposición. Se cree que uno
está obligado por fuerzas o normas externas que nos imponen, pero eso no es obligación,
sino precisamente “imposición”. Por ejemplo, la salud me obliga porque es un estado que
me trasciende, pues yo puedo estar saludable o enfermo sin dejar de ser yo en uno u otro
caso” Brito, 1998).
“La palabra espíritu fue introducida a principio de este siglo en la antropología por
Hartmann. A principios del siglo XIX, Hegel la ubicó como concepto básico de la filosofía.
Es una palabra tomada de la religión, pero su contenido es el mismo en la religión, en la
filosofía y en la ciencia. Se refiere a la relación responsable y consciente entre personas.
Actualmente Frankl la emplea como sinónimo del existente del humano.
“Es necesario advertir que, así como existe un psicologismo, es posible caer en un
“noologismo o espiritualismo”, el cual consiste en creer que lo espiritual es el único nivel
de la existencia humana (Frankl, 2003). No, El espíritu sólo es la unidad antropológica, y
por lo tanto integra las otras dimensiones naturales del ser humano: la biológica, la psíquica
y la social. El espíritu, lejos de eliminarlas o destruirlas, las sana y las humaniza. “La
dimensión más elevada no excluye, incluye a todas las demás” (Frankl, 1984). En realidad,
“la unidad de lo múltiple” ha sido la clásica definición del ser humano (Frankl, 1984) (las
citas son de Brito, 1998).
El logos
“Frankl, como acendrado portador del análisis existencial, nos advierte que “no se trata de
la lógica” (Frankl, 2003). Nosotros podemos agregar que la lógica misma tiene su origen en
el logos, por lo cual la lógica es la ciencia del sentido del pensamiento.
“Sin embargo, de lo que tratamos aquí no es de la lógica, sino de algo más, del logo mismo;
no la mera inteligencia, sino de la autoconciencia que se responsabiliza, se trasciende y
lleva consigo sus condiciones biológicas, psíquicas y sociales. Tratamos de un ascenso
integral.
Un encuentro existencial
“En una hermosa página, Frankl nos enseña que esta coexistencia se exterioriza en el
mundo mediante la palabra, el lenguaje o el habla. La verdadera conversación es expresión
del logos. Siguiendo la teoría del lenguaje de Karl Buhler podemos afirmar que “la palabra
es una persona que le habla a otra persona”. Frankl lo detalla así: “En primer lugar, el
lenguaje le permite al que habla expresarse a sí mismo (es una autoexpresión). En segundo
lugar, el lenguaje es una apelación dirigida intencionalmente por el que habla a la persona a
la que le habla (es autotrascendente). Y en tercer lugar, el lenguaje tiene un contenido,
“algo” acerca de lo que se habla (tiene un sentido)” (Frankl, 1984). Aparecen claramente
los tres momentos de la coexistencia del logos.
“El fenómeno conocido como “hablar solo”, únicamente es respetable si se está hablando
de “algo”. Por eso Frankl agrega “que es Dios el interlocutor de nuestros más íntimos
soliloquios. Siempre que nos hablamos a nosotros mismos, con sinceridad y en soledad,
aquel a quien nos estamos dirigiendo puede asignarse, en justicia, como Dios (el
verdaderamente “Otro”)” (Brito, 1998).
El principio de la conciencia
Pasemos hablar ahora del nuevo modelo científico: el principio de la conciencia. La
conciencia es la razón (logos, en griego) “ampliada” o conciencia “expandida”, como se
dice hoy. La conciencia es un logos, pero no un micrologos, sino un macrologos, un ojo lo
suficientemente abierto como para que sepa aceptar de golpe la realidad, sin pre-conceptos,
sin previas maniobras reduccionistas, la realidad tal como aparece en toda su riqueza. La
visión macrológica es esencialmente “sintética”, “total”, capta un “todo” –holón– una
gestalt, un campo o universo. En un comienzo el todo captado, en sí mismo complejo, es
visto confusamente. Para verlo con mayor claridad el todo será analizado, pero el análisis es
aquí distinto del análisis causal. El nuevo modelo científico es lo que hoy llamamos el
“enfoque holístico” en las ciencias (Brito, 1998).
En esta exposición nos referiremos –aunque sólo con un mínimo desarrollo– a varios
puntos. El primero es una aclaración de en qué sentido hablamos de “conciencia” y de
“principios de la conciencia”. Anticipamos que e trata de la conciencia en el viejo sentido,
como cuando antes se hablaba de “problemas de conciencia” o que tal o cual cosa está
“reservada a la conciencia” de cada cual, o sea, a la conciencia en el sentido “moral”. En
español no disponemos de una palabra para designar esta conciencia, como sí la hay en
alemán –Gewissen, que se diferencia de Bewusstsein o conciencia “moral” (esta aclaración
no se hacía antes) se debe agregar a “conciencia” el adjetivo moral”. Por su parte, el
“principio de la conciencia” es la conciencia cuando es tomada por una ciencia –en este
caso, la psicología– como “principio” explicativo de los fenómenos que estudia (Brito,
1998).
El hecho de que en la logoterapia se vuelva a hablar otra vez de la “conciencia”, de que ser-
hombre no significa ser-impulsado, mero resultado del juego de las pulsiones psíquicas,
sino ser-consciente, responsable, libre, puede llevar a la opinión de que aquí nos las
habemos otra vez con una “psicología de la conciencia”, que quiere recuperar el cetro
perdido, de manos de la “psicología del inconsciente”, dominante por décadas desde Freud.
Para todos los que han hecho su formación psicológica en la actualidad, en especial de base
psicoanalítica, es muy importante señalar que la “conciencia” de la que habla Frankl no es
la conciencia de aquella “psicología de la conciencia”, que tenía aún algún predicamento en
el siglo XIX, como resabio del idealismo, y contra la cual Freud diseñó su “inconsciente”.
No se trata de una conciencia meramente “psicológica” –sólo Bewusstsein, sino conciencia
“espiritual”, ética o moral Gewissen–.Nuestro interés está en ayudar a la comprensión de
esta conciencia, que es sobre la cual va a trabajar la logoterapia y para que no se la
confunda con otras ideas de la conciencia, con las que tienen de común sólo el nombre
(Brito, 1998).
Caracteres de la conciencia
Dice Frankl: “En efecto, el verdadero y propio ser hombre es precisamente –muy al
contrario del concepto psicoanalítico– un no ser impulsado; se trata más bien, para decirlo
con Jaspers, de un ser que decide o, un poco en el sentido de Heidegger y también de
Binswanger, de un “ser ahí”; en el sentido analítico-existencial que nosotros le damos es un
“ser responsable”: ser existencial. El hombre puede muy bien, por tanto, ser él mismo o ser
propiamente, aun en el terreno donde no es consciente; pero por otra parte sólo puede serlo
allí donde no es impulsado, sino responsable. El ser hombre propiamente comienza por
tanto allí donde deja de existir el ser impulsado, para a su vez cesar cuando cesa el ser
responsable. Se da allí donde el hombre no es impulsado por un ello, sino que hay un yo
que “decide” (Espinosa, 1994: 23).
Citamos a Frankl in extenso: “Ahora bien, para explicar lo que significa esta trascendencia
de la conciencia hemos de partir de los siguientes hechos.
Toda libertad tiene un “de qué” y un “para qué”.Si preguntamos “de qué” es libre el
hombre, la respuesta es de ser impulsado, es decir que su yo tiene libertad frente a su ello;
en cuanto a “para qué” el hombre es libre, contestaremos para ser responsable. La libertad
de la voluntad humano consiste, pues, en una libertad de ser impulsado para ser
responsable, para tener conciencia.
g) “Órgano de sentido”...“el sentido no sólo debe, sino que también puede ser encontrado,
y para encontrarlo el hombre es guiado por su conciencia”) (Espinosa, 1994: 103).
Neurosis colectiva
1.
Actitud provisional ante la existencia.
2.
Actitud fatalista ante la vida. Mientras que el que tiene una actitud provisional se
dice a sí mismo que no es necesario actuar ni tomar las riendas de su propio destino,
el que tiene una actitud fatalista se dice a sí mismo: esto no es posible en absoluto.
3.
Forma de pensar colectivista. Si en las dos actitudes anteriores ante la existencia el
hombre no aferra la situación, en este síntoma y en el siguiente se manifiesta el
hecho de que apenas es capaz de comprender a la persona, es decir, a sí mismo y al
otro en cuanto persona.
4.
Fanatismo. Si el que tiene una actitud colectivista, ignora su propia personalidad, el
fanático ignora la personalidad del otro, del que piensa de otra forma.
El vacío existencial
El vacío existencial es siempre una posibilidad. Hoy día disponemos de jornadas laborales
más o menos precisas, perdemos tiempo en transportarnos y con el poco tiempo libre que
nos queda no sabemos qué hacer. Aquí existen elementos para un vacío existencial, en
donde el hombre existencial-mente frustrado no conoce con qué podría
llenarlo.Schopenhauer dijo que la humanidad oscilaba entre la necesidad y el aburrimiento.
En nuestros días el aburrimiento da más trabajo que la necesidad. El aburrimiento se ha
convertido en una causa de enfermedad psíquica de primer orden (Frankl, 2003).
Todo el mundo, todas las clases y grupos sociales, entran en una dinámica de vida que les
deja muy poco tiempo como para respirar o incluso para detenerse en sí mismos. Por eso
surgen adicciones de todo tipo, o, simplemente, no se sabe qué hacer. “Todas estas personas
están huyendo de sí mismas, entregándose a una forma de emplear el tiempo libre que nos
gustaría designar como centrífuga y contraponerla a aquella que no sólo ofrece a las
personas la oportunidad de distraerse, sino que también trata de darles la oportunidad para
el recogimiento interno” (Frankl, 2003).
Toda nuestra vida realizamos, amamos y sufrimos, lo cual se registra en nuestro paso por el
Mundo. Este pasar por nuestro entorno, puede ser satisfatgorio, pero también tornarse
dramático. Martin Buber nos enseñó que la vida del espíritu no es monológica sino
dialógica. ¿No hemos descubierto nosotros mismos que la vida es la que nos presenta in-
terrogantes constantemente? ¿Y comprendemos ahora, por fin, por qué el protocolo del
mundo es dramático? Porque es el registro de nuestra vida y nuestra vida es finalmente un
interrogatorio: constantemente la vida nos interroga, constantemente respondemos a la vida
-ciertamente, la vida es un «preguntar y responder» muy serio (Frankl, 2003).
CONCLUSIONES
En lo teórico
Ahora bien, una psicología como la propuesta implica el conocer y hacer, en tanto habría
que centrarse en la mente humana como creación de la historia. Con ello, es viable formar
un hombre adecuado para una sociedad libre, igualitaria, un hombre autónomo,
responsable, vigoroso. Sólo así el ser humano podrá ir de lo real individualmente a lo
posible socialmente.
Para lograr lo anterior, conceptos como libertad, progreso y el tipo de ideal son
fundamentales, estando en el horizonte la felicidad como un objetivo a cumplir y de
autorrealización del hombre. Conseguir todo esto presume tener a la idea de progreso como
uno de los ejes principales.
La búsqueda de una ciencia del hombre y la psicología que de ahí se desprende, necesita de
un análisis antropológico de las situaciones históricas y culturales concretas, las cuales
influyen en el comportamiento de los individuos. Esto debe enmarcarse en la existencia de
clases sociales y desigualdades como producto natural de la lucha por la vida. Esta lucha
trae como resultado estados de angustia en la gente.
Para nosotros, la vida es una categoría de realización personal; el desarrollo de la
conciencia conforma una dialéctica entre el sujeto y el objeto; la conciencia del individuo
es la unidad de lo experimentado con lo sabido; la conciencia pone de manifiesto el ser y la
esencia del individuo.
Una psicología humanista busca crear una sociedad postalienada en la que el hombre cree
sus propios significados, libres y variados, en las que se dominen a las fuerzas sociales,
para que logren su felicidad y su desarrollo más pleno. Para esto, de lo que se trata es que el
hombre introduzca la razón crítica en el reino de los asuntos humanos, de contar con un
cerebro orientador.
El hombre es el único animal que puede crear significados. Uno de ellos es el amor. El
amor es el problema de un individuo que debe encontrar la vida y para percibir su propio
ser, tiene que entablar un diálogo con la naturaleza. El amor, el arte y la vida buena son los
tres grandes aspectos de la vida humana, que surgen de una fuente común: la espontaneidad
y la libertad.
El hombre consigue sus valores en la medida en que va descubriendo las relaciones con los
objetos, así sabe más de éstos; al saber más de éstos, tendría más significados y validez.
El hombre consta de tres partes: cuerpo, mente y espíritu. El primero está sujeto a nuestros
sentidos e indagaciones, lo mismo que las demás partes del mundo material externo. La
mente es una sustancia, agente o principio al que referimos las sensaciones, ideas, placeres,
dolores y movimientos voluntarios. El espíritu se manifiesta en la relación con otro ser
humano, reconociéndonos en él y él con nosotros.
Desde el punto de vista metodológico, no podemos comprender el todo sin ver sus partes,
pero podemos ver las partes sin comprender el todo.
Por otra parte, el estudio del hombre debe empezar por una apreciación del hombre en el
acto de tomar decisiones responsables. El enfoque humanista enfatiza de manera particular
el cultivo de cualidades tan profundamente humanas como la conciencia, la libertad y
elección, la creatividad, la valoración y la autorrealización, en cuanto opuestas a un pensar
sobre los seres humanos en términos mecanicistas y reduccionistas.
En psicología el ser humano va moldeando los objetos de su percepción de acuerdo con sus
características personales. En este plano, el cerebro juega un papel de capital importancia
ya que será a través de los órganos de los sentidos y del sistema nervioso en su conjunto
como se irá mediando aquello que estamos percibiendo e interpretando en nuestro cerebro.
La persona no admite escisiones, es nueva, original, única e irrepetible; se define por su ser
espiritual y está gobernada por una voluntad de sentido, con capacidad de
autodistanciamiento y autotrascendencia.
Ante la interpelación del otro somos libres en la medida que le respondamos o no. Esta es la
intencionalidad existencial, en donde dejamos de ser egoístas. Responder o no a quien nos
interpela es nuestra libre decisión, si lo llevamos a cabo la autoconciencia se transforma en
consciencia ética. Es ahí donde se observará si somos capaces de responder al otro o si lo
ignoramos. Si actuamos positivamente, abrimos nuevas posibilidades de relacionarnos con
los demás y entramos en la dimensión humana. Hasta cierto punto necesita uno olvidarse de
sí mismo para atender al otro. Este autoolvido sólo se logra autotrascendiendo. Aquí la
voluntad juega un papel nodal ya que ella es el ser conciente en la medida en que hace lo
que decide, responsabilizándose de ello.
Por su parte, el logos se refiere al sentido de la existencia humana. En el interior del logos
encontramos un diálogo entre un yo y un tú. Este tú, para nosotros, es el otro yo. En cuanto
es otro, es totalmente distinto de nosotros. Gracias a esta identidad que se llama espíritu en
la distinción entre personas, y a esta distinción entre una y otra en la identidad de sí mismo,
es como se realiza un encuentro existencial, una relación entre sujetos que se reconocen
mutuamente, una entrega mutua por la que se convierten en lo que son. Esta coexistencia es
logos. Es el verdadero nosotros, que ya es distinto del mero yo aislado. Sin un tú, el yo es
imposible.
Toda nuestra vida realizamos, amamos y sufrimos, lo cual se registra en nuestro paso por el
Mundo. Este pasar por nuestro entorno, puede ser satisfactorio, pero también tornarse
dramático. Martin Buber nos enseñó que la vida del espíritu no es monológica sino
dialógica, siendo nuestro interlocutor principal la vida misma.
En la evidencia empírica
Este proceso de enajenación, de dejar de sentir que yo soy yo, que lo que hago no me
pertenece, genera vacíos existenciales y carencias de sentido de vida.
La problemática internacional y del país en materia de salud mental, así como de sus
tendencias, son alarmantes y nos hablan de un mundo vacío, sin sentido aparente, en donde
las personas sólo son utilizadas por los regímenes económicos y políticos de diversa índole,
provocando estados de soledad y angustia cada vez más profundos en las personas.
Los estudios de caso analizados para ciertos lugares de México, evidencian una total falta
de sentido de vida en la gente.
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