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HOMI K. BHABHA EL LUGAR DE LA CULTURA MANANTIAL CAPITULO | EL COMPROMISO CON LA TEORIA Un supuesto datiino y sariamente el dice que el lugar rea de los ar nial. Los campos 0 pura” se suponen eternamente aislados de las exigencias y tragedias hist6- ricas de los miserables de la tierra. ¢Siempre debemos polarizar para pole- mizar? 2Estamos atrapados en una politica de combate donde la represen- de los antagonismos sociales y las contradicciones histéricas pueden tomar otta forma que un binarismo de tcoria versus politica? ‘objetivo de la libertad de conocimiento puede ser la mera inversién de la relacién de opresor y oprimido, centro y periferia, imagen negativa e i gen positiva? ZEI iinico camino que nos queda para salir de ese di «sla afiliacién a una oposicionalidad implacable o la invencidn de un con- tramito originario de pureza radical? ¢El proyecto de nuestras estéticas li- beracionistas debe ser por siempre parte de una visién totalizante utopica del Ser y la Historia que busca trascender las contradiceiones y ambivalen: cias que constituyen la estructura misma de la subjetividad humana y sus sistemas de representacién cultural? Entre lo que se representa como “hurto” y distorsién de la “metateori- ” europea, y la experiencia activista radical y comprometida de la ‘reatividad del Tercer Mundo,' podemos ver la imagen en espejo (aunque invertida en contenido ¢ intencidn) de esa polaridad ahist6rica del siglo wodestructivo pretende que la teoria sea nece: te de los privilegiados sociales y culturales, Se itablemente queda dentro del 40 HOMIK. BHABHA XIX entre Oriente y Occidente que, en nombre del progreso, deseneadend tas exclusionistas del yo y el otro. Esta vee, el té izado ni argumentado, es de icada varios del eritico eurocénteico despolitizado. ¢La causa del arte la critica radicales es mejor servida, por ejemplo, por un fulminante profesor de cine , en un cortocireuito de fa argumentacion: “No somos artistas, somos activistas politicos”? Al oscurecer el poder de su propia préctica en y extiende el do- a” en una direccién que no quedara enteramente dor nada por las fuerzas del control econémico o social. Las formas de la rebe- lign popular o la movilizacion suelen ser mas subversivas y transgresivas, cuando son creadas mediante practicas culturales oposicionales. mo burgués, pra ta y todos los demas “ismos” con los que atacan quienes ponen su mis severa censura contra el teoricisimo “eurocént (derrideanismo, lacanismo, postestructuralismo...}, me gustaria clarificar los objetivos de mis preguntas iniciales. Estoy convencido de que, en el idioma de la economia politica, es legitimo representar las relaciones de explotacién y dominacién en los términos de la division discursiva entre el tablecidas y las redes de las nucvas industrias tecnolégicas de las comuni- caciones, esas circulaciones de signos y bienes que existen son capturadas en los circuitos viciosos de la plusvalia que enlazan el capital del Primer Mundo con los mercados de trabajo del Tercer Mundo mediante las cade- nas de la divisién internacional del trabajo y las clases compradoras na: jonales. Gayatri Spivak tiene razén al concluir que va en el sentido del interés del capital preservar el teatro comprador en un estado relativa- mente primitivo de legislacion del trabajo y de regulacién del medio am- biente”? Estoy igualmente convencido de que, en el idioma de la diplomacia in- hay un siibito crecimiento de un nuevo nacionalismo angl 10 que articula crecientemente su poder econdi de respeto neoimperi independencia y autonomia de pueblos y lugares en el Tercer Mundo. Pienso en la politica de “patio trasero” que practicaban los norteamerica- nos respecto del Caribe y América latina, la truculencia patriética y el fol- clore patricio de la eampaiia inglesa por las Malvinas, 0, més recientemen- te, el triunfalismo de las fuerzas norteamericanas y briténicas durante la EL COMPROMISO CON LA TEORIA a Guerra del Golfo, Estoy convencido ademas de que tal dominacién econd- mica y politica tiene una profunda influencia hegemsnica sobre los Srde- nes de informacién del mundo occidental, sus medios de comunicacion populares y su iciones especializadas y académicas. Todo eso no es ti en duda Lo que si exige més discusién es si los “nuevos” lenguajes de la critica (semistica, postestracturalista, deconstruccionista y lo demas) se mitan a reflcjar esas divisiones geopoliticas y sus esferas de influenci ¢Los intereses de la teoria “occidental” necesariamente estan coordinadas con el papel hegeménico de Occidente como bloque de poder? ZF lengua- je de la tcoria es solo otra treta de la elite occidental culturalmente pri iad para producir un discurso del Otro que refuerce su propia ecuacién poder-conocimiento? Un gran festival de cine en Occidente (aun una reunién alternativa 0 contracultural como el Congreso del “Tercer Cine” en Edimburgo} nunca deja de revelar la influencia desproporcionada del Occidente como foro ‘cultural, en los tres sentidos de esa palabra: como sitio de exhibi sobre el drama de lo cual abre posi en ta India. La primera desgarradora exposicion del desastre de Bhopal la hace el Channel Four. Un importante debate sobre la politica y teoria del Tercer Cine aparece en Screen, publicacién del British Film Institute. Un ai importante historia del neotcadicionalismo y lo “popular” en el ci ve la luz en Framework.} Entre los mas importantes contribuyentes al de- sarrollo del Tercer Cine como precepto y prictica hay una can neastas y criticos del Tercer Mundo que son exiliados 0 émnigrés en el Oc cidente y viven problematicamente, a menudo peligrosamente, en los margenes “izquierdos” de una cultura liberal burguesa eurocéntcica. No creo que deba mencionar nombres o lugares particulares, o detallar las ca- zones hist6ricas por las que el Occidente carga y explota lo que Bourdieu Hamaria su capital 0. La condicin es demasiado conocida, y no es tmi propésito aqui hacer esas importantes distinciones entee diferentes si- tuaciones nacionales y las dispares causas politicas ¢ histéricas colectivas del exilio cultural. Quicro tomar posicién sobre los margenes méviles del desplazamicnto cultural (que confunde cualquier sentido profundo 0 “au- ‘éntico” de una cultura “nacional” o un intelectual “organico”) y pregun- tar cudl podria ser la funcién de una perspectiva tedrica comprometi luna vez que se toma como punto de partida paradigmatico la hibridez cul tural ¢ histérica del mundo poscoloni ¢Comprometida con qué? En este estadio de la argumentacion, no quiero identificar ningiin “objeto” especifico de afiliacién politica: el Ter. cer Mundo, la clase obrera, la lucha feminista. Aunque tal objetivacion de ry OMI K, BHABHA y debe fundamentar de modo significativo el co, no es la tnica opcidn para los eriticos o intelectuales que i cen la direccién de tuna sociedad socialista. Es una sei ica aceprar que hay has formas de escritura politica cuyos diferentes efectos quedan oscu: recidos cuando se los divide entre lo “tedrico” y el el folleto sobre la organizacién de una que un articulo especulativo sobre fa teor 1es practicos. Ambos son for en esa medida mas que re icen sus objetos de referen ferencia entre ellos esti en sus cuatidades operacionales. El folleto tiene un “objetivo especifico expositorio y organizacional, limitado temporalmente al acontecimiento; 1a teoria de la ideologia hace su contribucion a esas ideas y principios politicos asimilados que conforman el derecho a la huel- ta. EI ultimo no justifica al primero; ni debe precederlo necesariamente. Existe lado a lado con él, uno como parte posibilitadora del otro, como anverso y el reverso de una hoja de papel, para usar una comin anal ‘semistica en un contexto politico inusual. ‘Mi interés aqui apunta al proceso de Ia “intervencisn ideolbgica”, que es eb nombre que da Stuart Hall al papel de la “imagi ‘Gon en la practica de la politica en su respuesta a las elecciones inglesas de 1987 Para Hall, la nocidn de hegemonia implica una politica de la identi- Jicacién de lo imaginario. Esto ocupa un espacio discursivo que no esté ex- Clusivamente delimitado por la historia ni de la derecha ni de la izquierda. Existe de algin modo entre-medio {in-between] de estas polaridades pol ticas, y también entre las divisiones corrientes de teoria y préetica p Este enfoque, tal como yo lo leo, nos introduce en un momento, rmiento, olvidado y excitante, que es el “reconocimiento” de la re Ia politica y la teoria; y confunde la division tradicional entre movimiento se inicia cuando vemos que la relacién esta determinada por {a regla de la materialidad repetible, que Foucault describe como ¢l proce so por cl cual las proposiciones de una institucién pueden ser transcripras tenel discurso de otra.S Pese a los esquemas de uso y aplicacién que cons- tituyen un campo de esta n para la proposiciGn, cualquier cambio en las condiciones de uso y reinvestision de la proposiciGn, cualquier alte- racién en su campo de experiencia o verificacién, en realidad cualquier diferencia en los problemas a resolver, puede Hlevar a la emergencia de una nueva proposicién: la diferencia dc lo mismo. “En qué formas hibridas, entonces, puede emerger una politica de la propos 2Qué tensiones y ambivalencias marcan este sitio enigmético desde el que habla la teoria? Hablando en nombre de alguna contraautoridad u horizonte de “lo verdadero” (en el sentido foucaultiano de los efectos estratégicos de cualquier aparato o dispositif, la empresa EL COMPROMISO CON LA TEORIA 4B te6rica tiene que representar Ia autorida miento) que, en un movimiento de doble busca subvertir y reemplazar. En esta complicada formulacién he tratado de indicar algo del limite y ubicacién del acontecimiento de la critica te rica que no contiene la verdad (en oposicién polar al totalirarismo, “! qalismo burgués” o lo que se suponga que lo reprima). Lo “cierto” siem- pre esta marcado y conformado por la ambivaleneia del proceso mismo de Emergencia, la productividad de los sentidos que construyen contraconoci- Inicntos in mtedias res, en el acto mismo del enfrentamiento, dentro de los términos de una negociacién (mas que de una negacién) de elementos opo- Sicionales y antagonicos. Las posiciones politicas no son simplemente iden tificables como progresistas o reaccionarias, burguesas 0 radicales, previo al acto de critique engagée o fuera de los términos y las condiciones de su interpelacion [address] discursiva. Bs en este sentido que debe pensarse el ‘co de la accidn politica como parte de la historia de la ra. Esto no equivale a afirmar lo obvio, que no hay co- s sugerir que la in social, El interrogante “qué hacer?" debe reconocer Ia fuerza de la esericura, su metaforicidad y su discurso retérico, como una matriz productiva que ' lo hace disponible como un objetivo de y para la ac- lemente una expresién ideotdgica de segun- ‘oma verbal de un sujeto politico dado. Que el sujeto po- litico [como, de hecho, el sujeto de la politica) es un hecho discursivo, es algo que se hace sumamente claro en un texto que ha sido una influencia formativa para el discurso democritico y socialista occidental: el ensayo Sobre la Libertad de Mill. Su capit ‘samiento y Expresién” es un intento por definie el juicio p problema de encontrar una forma de retérica publica eapaz de representar ‘ontenidos” politicos diferentes y opuestos no como principios preconsti- tuidos a priori sino como un intercambio discursivo dialdgico; ciacién de términos en un presente continuo de la enunciacién de la pro- posicién politica. Lo inesperado es [a sugerencia de que una crisis de identficacién es iniciada en la performance textual que despliega una cier- ta “diferencia” dentro de la significacién de cualquier sistema politico sin- gular, previo al establecimiento de las diferencias sustanciales entre creen- ‘as politicas. Un conocimiento solo puede volverse politico mediante un proceso agnéstico: disenso, alteridad y otredad son las condiciones discur~ sivas para la eirculacién y reconocimiento de un sujeto politizado y una “verdad” publica: 4a HOMIK. BHABHA ‘oponentes a todas las verdades importantes, verza de verdadera posesion dela parte de ver “}'Sa conclsin puede ser cra, pero pO a que sepan hhan colocado en la posicidn mental de los que piensan di ina la doctrina que ello (Las bastardilas son nismos profess Es cierto que 1d” de Mill le permite, o le exige, esas for- mas de contencién y contradiccidn para poder destacar su vision de la cur- va inherent progresiva y evolutiva del humano. (Esto hace posible se resuelva y ‘genera un sentimi n natural, organica, de la siempre reserva, en la s ‘También es cierto que M dad como en su argumentacién, el espacio neutro irreal de la ‘Tercera Per~ sona como representante del “pueblo”, que presencia el debate desde una distancia epistemol ea las conclusiones raz su intento por descr itico como una forma de debate y (como el proceso de la ret6rica p ue ¢s mediado crucialmente por esta. fa ivalente y anta imaginacién” politica, Mill excede la de las ideas. Si ‘go mucho més dial6gi ambivalente de la interpel de proyeccion p Releer a M revela que no se puede s ‘ion que igica de la ideologia opuesta. El proces de antagonis- co inicia un proceso contradictorio de lectura entre agente del discurso se vuelve, al mismo tiempo que es emitid vertido, proyectado del argumento, vuelto contra si do efectivamente Ia posicién mental del antago jando a través de la fuerza desplazadora y descentradora de esa dificultad discursiva, se produce la “porci litizada. Es una dindmica diferente de la ética de tolerancia en la ideologi far la oposicidn para contenerla y demostrar su re nnados. Leer a Mill a contrapelo sugiere que la politica sélo puede verse representativa, vediante una dis- yuncién en la si i; mediante una ambivalencia en el punto de la enun He clegido demostrar la importancia del espacio de la escritura, y la problematica de la interpelaci en el corazén mismo de la tradicion Ii EL COMPROMISO CON LA TEORIA 4s de la “transparencia” del agente 1d de la accidn politica se afirma con mas energia. Pese a alternativas politicas mas radicales de la derecha y de la izquierda, ta ar y de sentido comin del lugar del individuo en re ‘oblema epistemol6gi o palabra y cosa. No puede representarse como un. una contradiecién sintomitica consticutiva de la ma- *. Por el contrario, nos hace dolorosamente conscien- factual y lo proyectivo, y, mas alld de eso, tual y Io ret6rico. Son estas vicisitudes del la tatea de fi del pensamiento estratégico en los venir-, este fortida del proceso simbélico de la negocia consti Ia deses tica recibida, en nombre de un abstracto juego libre del significante. Un discurso critico no produce un objeto politico mevo ni -yo conocimiento, lo cual es s ante la cual el principio lad fluidamente desarro- ta (opuestos a neoimperia- de un gran fervor individual, pero carece del profundo, aunque peli sentimiento de lo que acarrea el pasaje de la historia en el discurso teéri- joma de la critica es efectivo no porque mantenga por siempre se- parados los tériminos del amo y el esclavo, ef mercantilista y el marxista, sino en la medida en que supera los campos dados de la oposicién y abre un espacio de traduccién: un lugar de hibridez, figurativamente hablando, donde la consteu uno ni otro, aliena nuestras expectativas po formas mismas de nuestro recono desafio esta en concebir el tiempo de la ac mo la apertura de un espacio 4 Precisamente ese binarismo, nocimiento como generalidad totalizante y de la vida coridiana como ex- periencia, subjetividad o falsa conciencia, lo que he tratado de borrar. Es ue suseribe el mismo Sartee cuando describe al intelectual comprometido como el tedrico del conocimiento prictico cuyo criterio de- nalidad y cuyo primer proyecto es comb: ibn, contra Fanon y Sartre, no puede haber cierre discursive definitivo de la teoria, No clausura [foreclose] lo politico, aun cuando puedan ganarse © perderse, con gran efecto, las batallas por el poder-conocimiento. El co- rolario es que no hay acto primero ni final de la teansformacién social (0 socialista) revolucionaria. Espero que haya quedado claro que este borramiento de la frontera tra- dicional entre teoria y politica, y mi resistencia al en-cierto [en-closure| de lo te6rico, ya sea leido negativamente como elitismo o positivamente como suprarracionalidad radical, no se basa en la buena o mala fe del agente ac- tivista o el agent provocateur intelectual. Me interesa primordialmente la estructuracién conceptual de los términos (lo tebrico/lo p que con- forman un espectro de debates alrededor del lugar y tiempo del intelect comprometido, En consecuencia, he propuesto una cierta relacién con el conocimiento que considero crucial para estructurar nuestro sentido de ‘cual puede ser el objeto de la teoria en el acto de determinar nuestros ob- jetivos politicos especiticos. 1 ¢Qué se pone en juego al calificar de “occidental” la teoria critica? Ob- viamente, ¢s una designaciGn de poder institucional y eurocentrismo ideo- logico. La teoria critica suele comprometerse con textos pertenecientes a las tradiciones y condiciones familiares a la antropologia colonial, ya para universalizar su significado dentro de su propio discurso cultural y acadé ‘mico, ya para agudizar su critica interna del signo logocéntrico occidental, el sujeto idealista o las ilusiones y engaiios de la sociedad civil. Se trata de tuna mariobra conocida del conocimiento te6rico: una vez abierto el abis- mo de la diferencia cultural, puede hallarse un mediador o metéfora de la otredad que contenga los efectos de la diferencia. Para que el to de la diferencia cultural sea institucionalmente eficaz como disci HOMIK. BHABHA, ‘ona 83 ce disciplinario en el que no tiene espa- siempre su posicién en la academia como el el Japon de Barthes, la Chi dental. Lo que se exige es demostrar otto territorio de traducci ashinahwa timonio de argumento analitico, un compromiso diferente en la texto Otro y sobre la dominacién cultural. Lo que podria ser este otro sitio para la laro si empezamos viendo que muchas ideas poste: 0 fantasma de un desnudo com! cio ni poder. El déspota na de Kristeva, los indios nambikwara de Derrida, los pagano: de Lyotacd, son parte de esta est ‘es para siempre el horizonte exegético de la diferenci tivo de articulacién. El Otro es citado, enmarcado, cen la estrategia plano/contraplano de una iluminaci6n seri ‘a cultural de la diferencia se vuelven el circulo cerr Otro pierde su poder de significar, de negar, de de establecer su pro} recablemente conocido que pueda ser el contenido de u “otra”, y por n vocéntricamente representada que esté, es su ub cacién como la clausura de grandes teorias, la demanda de que, en térmi cuerpo do« ’ emergencia del sig del suje- 10”, 0 la “consteuccién discursiva de la realidad social”, para citar unos ia contemporanea. Esto sélo puede suce- 1s demandas referenciales e institucionales de ral traba- campo de la diferencia cultural, no la diversidad cultural. puede encontrarse en los textos hist6ricos del mo 10 potenci I paca el cambio uusser a la estructura temporal de la totalidad ex- jones funcionalistas, abre la momento de his- icante del deseo, presiva hegeliano-marx posibilidad de pensar las relaciones de produccién en mt que hace Lacan del sig permit ‘estructura ambivalente de la subjetividad y la socialidad. que hace Foucault de la emergencia del hombre moderno occidental blema de finitud, inextricable de su placenta, de su Otro, permite confrontar los reclamos lineales progresis- tas de las ciencias sociales (los discursos imper 4s importantes) on sus propias limitaciones historicistas. Estos argumentos y modos de sis pueden ser descactados como rencillas internas a la causalidad he- 0 teoria sociol6gica. Alternativamente, una transformacién de valor como 1 proyecto de la modernidad en la gran teadi- L.R- James, contra Trotsky Fanon, contra la cialista. En 1952, fue Fanon quien del Otro de Lacan podia | ate de adas a la La trans. a la auto 1 demuestran cémo el deseo del significante, la indetermina- tertextualidad, pueden estar profundamente comprometidos ial contra las relaciones dominantes de poder y cono. labras siguientes del maestro misonero oimos, roces oposicionales de una proceso incierto y amena influyente libro India and India Missions 39) de A. Duff: 1 alguna doctrina que usted considere pec la gente que iar a la Revelacidn; digale a o volver a nacer, de ot sugirié que una Lectura opos! ser mis pertinente para la condici6n colonial que la lectura marxi la dialéetica del amo y el esclavo. expresidn? Entienden que deben nacer una y ova de acuerdo con su propio sistema de transmigea- 32 HOM! K, BHABHA n el Orro; difere y otcedad de ese modo se vi Py fancaia de cet espcto cultural ode hecho, la cetera de una forma de conocnentotebico que deconsaye el lo” epistemoldgico del Oc siden Mis importa al puede volverse el me- ‘aria en el que no tiene espa poder. El dés de Kristeva, los i : de Lyotard, son parte de esta estrategia de contencion donde el texto Otro es para siempre el horizonte exegético de la diferencia, nunca el agente ac- cn la estrategia plano/contraplano de una -a cultural de la diferencia se vuelven el citcu poder de significar, d cer su propio discurso inst st6rico, de esta mpecablemente ‘otra”, y por més antietnocéntricamente representada que esté, ¢ cacién como la clausura de grandes teorias, la demanda de que, ros analiticos, sea siempre el buen objeto de conocimiento, de la diferencia, lo que reproduce una relacién de domina vo de recusacién del poder institucional de la te o obstante, hay que hacer una distincién entre la historia institucio- encial conceptual par: presiva hegel idad de pensar las relaciones de produccién en un momento de his: y la social hombre modern: su placenta, de su Oto, permite confrontar los reclamos lineales progres tas de las ciencias sociales (los discursos imperializantes mas importantes) nes os argumentos y modos de is pueden ser descartados como rencillas internas a la causalidad he geliana, representacién psiquica o teoria sociol6gica. Alternativamente, .den ser objeto de una traduccién, una transformacién de valor como te del cuestionamiento del proyecto de la modernidad en la gran t ©, L. R. James, contra Trotsky o Fanon, contra la fenomenologia y el psic 1952, fue Fanon quien que una lectura oposicional o diferencial del Oro de Lacan podia set mas pertinente para la condicién colonial que la lectura marxizante de Ia dialéctica del amo y el esclavo. EL COMPROMISO CON LA TEORIA 33 Puede ser posible producir esa mos la tensién dentro de la te y-su fuerza rev ras que he mencion pero es tambi siempre su posici dental ser este otro sitio para la ird haciendo claro si empezamos viendo que muchas ideas postes- turalistas son en si mismas opuestas al humanismo y la estética ilumi- moderno, sus valores legales, sus gustos cos filoséficos y pol jerarios, sus imperativos cate- mis importante, debemos echis- les e institucionales de tal traba- no la diversidad cultural tiempo que la cuestién de la diferencia nial, los discursos de la ci la genealogia nes de la idea de ci zante de la transformacién cul- nfluyente libro India and India Missions (1839) de A. Duff: iguna doctrina ser regenerados 1c piensa, ino hay nada nuevo o extrafioy nuestros pr sabemos y ereemos que dehemos volver 4 nacer; es nuestra destino”. :Pero qué entienden ellos por esa expresidn? Enrienden vez, bajo alguna otra forma, de acuerdo con su pr je deben nacer una y otra io sistema de transmigra 54 HOMIK, BHABHA investidura con la hebra sageada; a lo cl verso mis sagrado de los Vedas. Este ceremor tafdricamente, su segundo nacimiento”; de de nacidos dos veces, 0 regenerados. Y Ienguate slo podra transmitrles la impres fectos brabmanes para poder “ver 4 Dios” Las bases de la certidumbre evangélica son contradichas no por la sim- ple afirmacién de una tradicin cultural antagénica. El proceso de traduc- ni la otra. El imprevisible sujeto colonizado (a medias aquiescente, a me- dias opositor, nunca confiable) produce un problema irresoluble de dife- cera desafiada y junto con ella era desafiada una idea postiluminista de la “evidencia del Cristianismo” y su prioridad historica, que era central al co- -0. Ya no podia confiarse en que la Palabra transporta- ra la verdad cuando era escrita o pronunciada en el mundo colonial por el misionero europeo. En consecuencia, hubo que buscar catequistas nativos, {que trajeron consigo sus propias ambivalencias y contradicciones cultura Esea revisidn dela historia de la teoria critica se apoya, como idea de la diferencia cultural, no de la diversidad cultural. La diversidad cultural es un objeto epistemoldgico (la cultura como objeto del conoci- miento empirico) mientras que la diferencia cultural es ‘enunciaci6n de la cultura como “cognoscible”, aut adecuada a la construccion de sistemas de identificacién cul versidad cultural es una categoria de la ética, la estética o la etnologia comparadas la diferencia cultural es un proceso de significacin mediante cl cual las afirmaciones de la culeura y sobre la cultura diferencian, disc ‘minan y autorizan la produccién de campos de fuerza, referencia, aplicab lad y capacidad. La diversidad cultural es el reconocimiento de conte dos y usos ya dados; contenida en un marco temporal de relativismo, da EL COMPROMISO CON LA TEORIA 8s corigen a ideas liberales de mul ntercambio cultural o de la cultura de la humanidad, La diversidad cultural es tambien la representa- de una retérica radi izadas que vi- gicos del primer estructur Mediante el concepto de diferencia cultural quiero llamar la atencion sobre el campo comin y el territorio perdido de los debates criticos con- tempordneos. Pues todos reconocen que el problema de tural emerge s6lo en los limites de significacién de las c lentendidos 0 los sign« [misappropiated]. La cultura s6lo emerge como un problema, mética, en el punto en que hay una pérdida de sentido en el cuestionamien- toy articulacién de la vida cotidiana, entre clases, géneros, razas, naciones. Peto la realidad del limite o texto limite de la cultura es raramente teoriza do fuera de polémicas moralistas bienintens estereotipo, o la afirmaci la estructura del problema. La necesidad de sma de la enunciacion de la di- n (disavowed). EI concepto de diferencia cultural se concentra en el problema de la ferencia cultural es sometida a la renegac alencia de la autoridad cultural: el intento de dominar en nombre de cultural que es producida en si misma sélo isma autoridad de la cultura como c esta en juego en el concepto y en el mi enunciacién. El proceso enunciativo introduce una escisién en el presente pesformativo de la identificacién cultural; una escisiGn entre la demanda cultucalista tradicional de un modelo, una tradicisn, una comunidad, un sistema estable de referencia, y la necesaria negacién de la certidumbre en la articulacién de nuevas demandas, sentidos, y estrategias culturales en el presente politico, como préctica de dominacién, o resistencia, La lucha suele darse entre el tiempo cos del tradicionalismo (de izquierda o de derecha) y el tiempo mévil, es- tratégicamente desplazado, de la articulacién de una politica historica de negociacién que sugeri antes. El tiempo de la liberacién es, como podero- samente evoca Fanon, un tiempo de incertil ys mas crucial- mente, de indecidibilidad significatoria o representacion: mo salvaguardas durance el period col radicales [| Debemos unienos al pueblo ‘que precisamente ahora dando forma | ‘odo sea puesto en cuestion [.-] 6S donde vive el pueblo, adonde debemos acu: flyctuan- Ta sefial para as bastardillas son mias.) La enunciacién de la diferencia cultural problematiza in bina ria de pasado y presente, tradici6n y modernidad, ie la represen: taci6n cultural y su interpelacién autoritativa. Es el problema del modo cen que, al significar el presente, algo llega a ser repetido, reubicado y tra- ducido en nombre de la tradicién, bajo el distraz. de un pasado que no es necesariamente un signo fiel de memoria historica sino una estrategia de autoridad en términos del artificio de lo arcaico. Esa itera uestro sentido de los origenes de la lucha. Debilita nuestro tido de los efectos homogeneizantes de los simbolos ¢ iconos cultura- les, cuestionando nuestro sentido de la autoridad de la allen general. Esto exige que repensemos nuestra perspectiva de la identidad de la cultura, Aqui el pasaje citado (en cierto modo reinterpretado) de Fanon ran enig- donde tambien sugieren una posible critica de los valores estéticos 05 positivos que adscribimos a Ia unidad o totalidad de las cule ras, especialmente las que han largas historias tiranicas de domi nacién y desconocimiento. Las eul nca son unitarias en si mismas, ni simplemente dualistas en la relacion del Yo y el Otro, Esto no se debe a que exista una panacea humanistica que haga que mas allé de las culturas individuales todos pertenezcamos a la cultura humana de la humanidad, ni ¢s por un relativismo ético que sugiere que en nuestra capacidad cultural, para hablar de otros y juzgarlos necesariamente, nos “colocamos en su po~ sicidn”, en una especie de relativismo de la distancia del que Bernard Wi- lliams ha escrito en extenso.!” EI motivo por el que un texto cultural o sistema de sentido no puede ser suficiente en si mismo es que el acto de enunciacién cultural (el lugar de emision) esta cruzado por la différance de la escritura. Esto tiene menos que ver con lo que los antropélogos describirian como la variacién de ac~ titudes ante los sistemas simbdlicos dentro de diferentes culturas que con ‘6n simbolica misma: no el contenido del sino la esteuctura de simbolizacidn. Es esta inguaje la que resulta crucial para la produc diferencia en el proceso del EL COMPROMISO CON LA TEORIA 7 cid de sentido, y la que asegusa, al mismo tiempo, que el sentido nunca es La diferencia lingiistica que conforma toda performance cultural es

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