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Lacriticn # los me- 4 dios de comunica- cién es compartida por muchos teles- Pectadores y lecto- res de periédicos, pero muchas ve- 28 los propios medios de comuni- eacién obtienen de alli un motivo mas para construir lenguajes com- placides con su propia parodia. Con una perspectiva heredada de Ia eitica cldsica ala ilusién ideolé- Libération- proponen mirada erties con un riguroso @ ird- nico examen de los cristales de transparencia a partir de los cuales los medios dicen que hablan. No proponen ignorarlos o despreciar- los, sino imaginar otras posibilids des de consttur el relato la verdad ‘sobre la historia ligada als transfor maciones ocurridas en el conjunto {de los saberes contemporaneos. ES eviciones counue LA FABRICACION DE LA INFORMACION — AUBENAS - BENASAYAG. EDICIONES COLIHUE MIGUEL BENASAYAG LA FABRICACION 0“ INFORMACION LOS PERIODISTAS Y LA IDEOLOGIA DE LA COMUNICACION > ( FLORENCE at) Puraladas ES FLORENCE AUBENAS MIGUEL BENASAYAG LA, FABRICACION oA NFORMACION ‘LOS PERIODISTAS ¥ LA IDEOLOGIA DE LA COMUNICACION Punaladas COLIHUE Director de coleeién: Horacio Gonzdler Disefiodecoleccién: Erudio LimavRoca “Tieulo origina: Le fabrication del information. Les journalists sl idéolagie dela commeanication. “Traduccién: Enrique Macias Berger © Editions La DécouverteetSyro, Pars, 1999, © EDICIONES COLIHUES.RL. ‘Ax, Dian Vélez 5125 (C1405DCG) Buenos Aites- Argentina ISBN. 950-581-2310 Hecho el depésito que marca la Ley 11.723 IMPRESO EN LA ARGENTINA. PRINTED IN ARGENTINA (Prévoco) El cjercicio contempordneo del periodismo invo- lucra a la vez una filosofia indeclarada, una mitolo- ‘(2 implicita pero no evanescente y una antropolo- gia secreta que elabora a diario las figuras esplendo- rosas de una verdad que imagina hallarse por enci ma de todas las demds formas de pensamiento, pero acttia como si su pasaje por el mundo fuera imper~ ceptible o fugaz. El trabajo de Florence Aubenas y Miguel Benasayag es un vigoroso ensayo que intenta, poner a luz todos los tratos que la ideologia perio distica pone en juego para certficar a diario que la materia que trata es la que con todo derecho debe amarse realidad. Pero para los autores, esa realidad no es otra cosa que un complejisimo montaje de préc- ticas que le deben mucho més a los mitos de la co- ‘municacién y a las fantasmagorfas sociales que sue- Jen proyectarse sobre el sentido comin que al pro- ¢grama clisico de ls eras lozanas en las que reinaba el ‘buen burgués que sabia porque estaba informado y estaba informado porque sabfa lo que era la infor- macién. La idea de algtin modo pavorosa de que el ‘mundo informacional se realiza gracias a un conjun- to de acciones que en s{ mismas no definen adecua- damente las actividadades inherentes al conocimien- (0, es lo que alienta el contundente concepto de “fa- bricacién de la informacién’. Es que el producto de {a informacién es procesado por un intrincado en- 7 samble de partes y segmentaciones del trabajo, cuya opacidad contrasta de inmediato con la declarada ilusién periodistica de servir de horizonte de trans parencia a la sociedad. Esta feliz conclusién que el petiodismo se atribuye a si mismo es sometida a un licido enjuiciamiento por los autores de La fabrica- cién de la informacién. Miguel Benasayag, fl6sofo argentino radicado en Francia, y Florence Aubenas, petiodista de Libération, se suman a la tarea de cons. ‘tui nuevos conceptos para abordar esta situacién en la que estamos todos sumergidos. Lo hacen con tuna disposicién filosdfica clisica (Ia critica a la in- dustria de la ideologias) y con una eleccién ensayis- tica que parte de vividos ejemplos de la prensa fran- cesa. Al lector argentino le queda la tarea de imag nar estas mismas siuaciones en un medio en que no solo no escasean en su empefiosa delectacién, sino que no pocas veces se jacta de haberlas explorado hasta las ciltimas consecuencias, Horacio GowzAtez ( INTRODUCCION ) Luego de haber creido durante un largo tiempo que una cosa es cierta “porque ella estéescrita en el periddico”, la conviccién popular se ha invertido. De palabras sageadas, las noticias dadas por la prensa se hhan vuelto, a los ojos de quienes las leen, forzosa- mente falsas, 0 siempre sospechosas. Lo primero que pensamos al encender la tele para ver el noticiero es: "ZA ver qué nos quieren hacer ereer hoy?”. No existe hoy un solo andlisis de medicién de lectura 0 au- diencia que no haya integrado esta desconfianza en sus evaluaciones. Qué radio prefiere usted? :Y a cual encuentra usted més confiable? Sin duda que este giro no es mas que uno de los sintomas de una modificacién mas vasta de los me- dios y de su papel. Durante todo el periodo de pos- guerra, el hecho de “revelar” consists para la prensa en tina gloria y un deber sagrado. Develar el curso secreto de un asunto judicial o las manipulaciones, ccultas de un régimen, eso era defender Ia libertad de opinién, combatir por la democracia. Divulgar la existencia de deporraciones en la Camboya de Pol Pot o el negociado de Watergate consticufan para un periodista una forma de combate politico y profe- sional. Este compromiso reposaba y reposa todavia sobre la ereencia en que la denuncia piblica cam- biaré las cosas, En la actualidad no hay més que unos pocos dic- 9 tadores perdidos 0 un pufado de corruptos conven- cidos del hecho de que un gran titular de la prensa podré sacudir su imperio y que les es preciso cubrir de sombra sus acciones. Paradéjicamente, bajo sus habitos de modernidad, Internet se asemeja a su ‘modo a una nueva irrupcién de esta misma vieja cer- teza: he aqut la ted que permitird a cada uno de no- sotros el acceso a las famosas informaciones que los poderosos intentan disimular ante nosotros. No obstante, ha ocurrido, hace ya un largo tiem- po, que un cierto ntimero de regimenes autoritarios han comprendido que la primera plana de un diario no cambia verdaderamente el curso de las cosas. Sean Kabul o Pekin. Tanto uno como el otro han sido acu- sados no una ver ni diez veces, sino decenas de veces de violar eso que ellos han convenido en llamar los derechos del hombre. Se han puesto més indulgen- tes por esto? En China, las detenciones no se hacen ‘mas de manera clandestina. Las cémaras, incluso las disidentes, filman © evocan las razzias policiales. En Afganiscin, a aplicacién dela justicia de los talibanes, que cortan las manos o distribuyen el litigo, tiene lugar delante de los estadios repletos y los agentes de la prensa internacional que alli asisten, de tanto en tanto, para dar su resefia. La exposicién meditica de la violencia se converte, en lo sucesivo, en parte del arsenal de represién disuasién. Es necesario constatar que permitir ver una situacién raramente provoca algo mas que vagas protestas de organismos internacionales o un pufiado de peticiones. En cambio a un poder que es ejercido abierta- 10 mente, incluso cuando es injusto, se le acreditaré al ‘menos un valor: la transparencia. Esto no es poco, es lo esencial. Un hombre 0 un Estado “transparent” no puede ser enteramente malo, pensémoslo. Por otra parte el término goza de una existencia brillante. No hay reformas ni combates que no sean llevados bajo su estandarte. Las organizaciones internacionales re- comiendan a ciertos palses plegarse 2 “elecciones transparentes’; la ley sobre el financiamiento electo- ral serd bautizada como aquella de la transparencia. Dejando de lado los tesoreros de los partidos po- liticos, raros son aquellos que pueden hoy describir los mecanismos o la filosofia de tal texto, saber si responde o no al ideal republicano del escrutinio imparcial y representativo. Sin embargo, todos sa- ben que conseguir el dinero en secreto es en estos dias Ia falta mas grave. A un politico que se enti- squezca a través de una gruesa operacion burs verdn como a un viejo picaro sin importar que las consecuencias de ello se revelen draméticas para un pals o una empresa. Como contrapartida, si lacep- ta en donacién un viaje a Tahitt oftecido por una empresa devendri la encarnacién del mal absolut La transparencia se ha impuesto como la norma central de nuestra sociedad. La figura del bien repo- sa sobre el hecho de poder ser mostrado. Con mayor {generalidad, para que una situacién pueda ser expues- 1a, es necesario que ella sea, ante todo, representable, que pueda aparecer. La prensa se ha convertido en gendarme de esta situacién. Por eso, ella contribuye a construit y reconstruir cada dia el mundo, lo u El trabajo del periodista no consiste més en ren- dir cuenta de la realidad, sino en hacer entrar a esta cen el mundo de la representacién. Este fendmeno nos ha llevado a considerar la prensa no como una de las piezas de nuestro sistema, sino como un uni- verso en si mismo, auténomo, con sus cédigos, sus imagenes, su lenguaje, sus verdades. Tomando este camino, el objetivo no es designar un culpable ideal y universal, una prensa omnipotente: el mundo de la comunicacién ha devenido muy complejo como para no implicar mas que una sola categoria socioprofesional. Hoy, nosotros participamos todos del mundo de la comunicacién Los periddicos se encuentran en efecto en una postura extrafia Ellos jamds han sido tan solicitados como en el momento mismo en que las criticas mas duras se acumulan sobre sus cabezas. Cualquiera sea su opinién sobre el periodismo, la mas microscépica asociacién se propone como primer objetivo desatar tuna “cobertura mediética”. En una palabra, todo el mundo sabe hoy que los periddicos reflejan menos, la realidad que la representacién que ellos han crea do, pero cada uno quiere, por tanto, alli estar pre sente. "Pasar a la tele” se ha transformado en una etapa aceptada para quien hoy quiere “exist”. Dara luz otra prensa es hoy un asunto de todo el mundo, de aquellos que la hacen, de los que ali apa- recen y de quienes la leen. 2 (DEL MUNDO Y DE SUS HABITANTES ) La revolucién fracasada Como los pasajeros de un avién, reunidos fortui- tamente para el instante de un viaje, los paises de todos los continentes y los hombres de todos los con- fines se reencuentran cada dia, apretujados codo a codo, en una intimidad de circunstancia que ellos, denominan las “actualidades’. He aqui el mundo el dia de hoy, dice el periodista. El caldo, ciertamente, de dramas, de violencias, de cualquier gran satisfac- ci6n, pero cada ano en su lugar, bien instalado. Para quien lo mira, llamémosle un lector, un espacio asi Cuidado no es forzosamente tranquilizador. Le mos- tramos una Tierra cuadrada y él dice que ella es re- donda. Ella no puede ser la realidad, ella es forzosa- mente una construccién, se dice a si mismo. Entre dos guerras, ,por qué Kosovo y no Sierra Leona? Entre dos podredumbres, por qué este ministro y no aquel diputado? En cada debate sobre la prensa, el piblico jamés falla en tract, bajo todas sus formas posibles, sup gunta favorita: “Usted ha ordenado hacer un a culo sobre tal sujero? ;Con qué objeto?”. La mayor parte de los lectores estén intimamente persuadidos de que esas elecciones no son, en todo caso, tan es- ponténeas. Ellos imaginan la sala de redaccién como uuna especie de recepticulo donde, en un ambiente més o menos histérico, aluyen, todas al mismo tiem- 3 po, las informaciones confidenciales y las presiones que vienen de los poderosos del mundo. Los direc- tores de periédicos oscilarin entre es0s dos polos, quello que saben y aquello que pueden decir. En tanto, sostendremos que existe una censura del po- der econémico, como una autocensura ideolégica. O aha inversa. O las dos, Recientemente, ciertos intelectuales han critica- do con brio la connivencia tejida entre los intelec- tuales y los cfrculos de poder. Mayor necesidad, se- atin ellos, de la lucha de influencia en el sentido tradicional del término: gobernantes y hombres de los medios aparecen en un mismo mundo, donde los unos y los otros defienden, cada uno a su manera pero todos con la misma naturalidad, los intereses y las decisiones. Entre la abundancia de lo dicho y lo no expresa- do de modo acabado, en ese tipo de anilisis se re- Ainen todas estas crticas. Si fa prensa hace sus elec ciones, ellas obedecen forzosamente a una estrate- sia, sufrida 0 deseada, Esto es remarcado cuando los petiédicos cometan excesos, se “raicionan” de algiin modo. Asi, todos los periédicos han sostenido los acuerdos europeos de Maastricht: de modo dema- siado importante para ser honestos. Este bien puede ser el signo de una conjura con una parte de la clase politica que milita en la misma causa. Alcanza, des- de luego, para reemplazar estos periodistas por otros, ‘sus decisiones por otra, hasta llegar a una informa- cién al fin dosificada con justcia y justeza, “Tal ver sea necesario ver las cosas con mayor mo- “4 destia, Los periodistas no reciben tantos de esos gol- pes telefnicos. Esos lamados son mds bien bastan- te raros como también las cenas compartidas. El he- cho de que un jefe de redaccién tenga un hijo que dba rendir el examen final del bachilleto jugaré sin duda un rol més importante en el tratamiento del informe sobre “educacién” que la reforma del minis- tro 0 la amistad que liga a este tltimo a un periodis- ta, La prensa es la primera dueia de si misma. Ella funciona como un gran mecanismo que acuta su pro pia moneda. Ella reacciona sobre todo en funcién de sus propias reglas mas que maniobrada por una Cada periddico o canal de television tendré con seguridad sus colores, su tono, su estilo. En este sen ‘ido, Le Figaroy CNN, El Patsy Le Quotidien d’Oran no tienen absolutamente nada que ver. A propésito de un mismo evento, sus analistas y sus puntos de vista poseen grandes posbilidades de ser radicalmen- te opuestos. Los directores de periddicos son més amigos de las polémicas entre ellos que de los con- sensos. A favor, en contra, claro que si, pero. en- frentemos, sorprendamos,irritemos al lector. Pode~ ‘mos desplegae toda la gama de puntos de vista y comprobar que cieras revistas de prensa se dan por misién agitar ese abanico. Por tanto, esta aparente diversidad esconde bien un profundo acuerdo. Tenemos el derecho a decirlo So pero con a condicién de hablar de la misma cosa. De Londres a Tokio, todos los periddicos del ‘mundo watarin generalmente el mismo aconteci- 15 rmiento y le acordarén, la mayor parte del tiempo, una importancia comparable. De acuerdo @ no con la Iinea politica de Hillary Clinton, la prensa mun- dial en coro ha hecho un gran caso en 1999 a su candidatura en las préximas elecciones de senadores americanas. Cada corresponsal en Washington se ha devanado los sesos para saber de qué manera abor- dar el “sujeto”, cmo mostrarse mds iconoclasta, mas ¢gracioso 0, al contrario, més profundo que su com. petidor. Todo 0 casi todo puede estar hoy escrito, mostrado. Quedan pocos tabiies y atropellarlos sera tuna impertinencia apreciada. Una sola eleccién permanece absolutamente im- pensable: ignorar el sujeto. El sistema de la prensa no vive dentro del “pensamiento Gnico” pero si en tun mundo tinico donde todos han acordado encon- trar tal acontecimiento digno de interés y aquel otro despreciable, Cada situacién comportard, en su mo- mento, un muestrario de pardmerros, los mismos para todos. A la muerte del rey de Marruecos, en julio de 1999, un titulo destacé la envergadura politica del petsonaje, otro su complejidad personal, un tercero su popularidad o el cardcter autoritario de su régi- men. Una vez més tuvimos una variada gama, cada titulo insistié en un aspecto mas que en otro. Pero todos hacen el esfuerzo de no olvidar ninguno ¢ in- cluir los més negros. Hace apenas diez afios abordar en la television piiblica la cuestién de los derechos del hombre en Marruecos era una decisién torpe. Hoy esla norma, Bravo. No pretendemos quejarnos, todo lo contrario. Es preciso subrayar que, lejos de 16 buscar disimular un aspecto, cada medio intenta no dejar de lado ninguno. En el Pato encadenado, sema- nario satirico que vive sin receta publicitaria hasta en TFI, simbolo dela cadena comercial, la prensa se vuelve a encontrar mucho mejor con la eleccién de los sujetos que con Ia eleccién de los ingredientes aque hace entrar alll. Es sin duda en el tratamiento de las “personali- dades que esta unanimidad es legible con mayor evidencia, Entonces todo el mundo mira la misma persona, en el mismo sitio y al mismo momento. Basta con que el anciano ministro Bernard Kouchner sea nombrado representante de la ONU en Kosovo para que, inmediatamente, la mayor parte de las in- formaciones que vienen del interior y repercuten en. los medios franceses den cuenta de las idas y vueltas del nuevo gobernador, abandonado al ridiculo. El actor Richard Gere de visita en los campos de refu- giados, el presidente en la tribuna de un partido de Ia copa del mundo 0 el jugador de fitbol en el jar- din de fiestas de VElysée, la cancién de gesta de los héroes no dejan de vampirizar la actualidad. El ha hecho. 1 ha dicho... los més minimos lapsus son consignados. La designacién de aquellos quienes legarn a ser las estrellas de la informacién se realiza con el mis- mo consenso medidtico. Con un acuerdo sin falas, de Nueva Delhi a Tokio, Lady Di o Michael Jackson serdn sagradas estrellas planetarias, cuya notoriedad absoluta excede largamente el impacto de su vida Le dirén: el piiblico desea escuchar hablar de ellos 7 Hay una verdad comercial en esos lugares, ademas seria absurdo negar una forma de cristalizacién alre- dedor de ciertos personajes. Pero la prensa se consa~ gra todos los dias a hacer aquello que sonrojard al Ultimo de la clase: mostrar el mundo a través de la vida de los grandes hombres. Los historiadores lo hhan hecho por largo tiempo, partiendo del princi- pio de que algunas figuras o algunos acontecimien- tos deberian poder sintetizar, representar la totali- dad de su época. La multiplicidad habia terminado por desaparecer en provecho de es0s fragmentos y la historia habfa devenido en esa larga letania de fechas y de nombres de soberanos. Con ello, la ensefianza consideraba como sabida la vida entera de la nacién, Pasados més de veinte afios la Escuela de los Anales ha puesto en cuestidn esta visin alienante y cada uno sabe de ahora en més que el funcionamiento de tn siglo no se resume en la ceremonia del despertar 0 de acostarse de los reyes. ‘Ocupados en la misma diligencia, los periodistas han logrado que el barco aparezca sin ellos. Los pe- riédicos, las experiencias de prensa, han ensayado (y algunos continuado) sumergirse ellos también en la cespesura de lo real, en lo inesperado, Pero esta ten- tativa se ha lanzado en un camino plagado de obsté- ‘culos. El reportero sabe, en efecto, la irreductible por- cién de subjetividad que implica su trabajo, simple- ‘mente porque frente a una situacién nadie ha visto jamds las mismas cosas que su vecino. Y més que afton- tar la multiplicdad del mundo, los periodistas se de- jan i primero detrés de su propia singularidad, trans- formando la prensa en un inmenso diario intimo. Sus | cestados del alma, sus inquierudes de cara a una catés- | twofe devendrin la sustancia de sus articulos donde el mundo no aparece mds que como teldn de fondo de ellos, su paisa tormentoso. El sujeto, ese es el repor- cero y el drama que d descubre, no servi més que para incorporarlo mejor en la escena a él mismo. As, antes de cansase, los lectores sin duda han aprendido mucho sobre la psicologia de los periodistas Entonces, vilentados por ese movimiento, los pe- ‘quefios, quienes no tienen gloria, los insignificantes, se han deslizado habilmente en la prensa. Pero los petiodistas han buscado no a los que pudieran testi- rmoniar ese papel sino a quienes pudieran interpre- tarlo, Ahora, en el noticiro, alrededor de los pode- r0s0s tenemos todas las noches algin fulano desco- nocido: ellos son la imagen de los fulanos desconoci- dos. Sin duda que la mala fortuna de los periodstas «s haber fracasado colectivamente en su revolucién. El lector tiene razén en esto. Lo que él ve en los imedios es una construccién que posee sus persona- jes, como también su decorado, su historia y sus le- yes. Cada uno tiene un papa yallseincluye la misma prensa. “He aqu{ el mundo”, anuncia el periodisa Pero un mundo apartado, sustituto del real que ha devenido un estorbo que altea el orden dispuesto. Los periodistas en busca de personajes El ambiente es un poco el de esos viejos niime- 105, donde el prestidigitador carga un nudo maripo- 9 say un conejo blanco en cada bolsa, Para mostrar acabadamente que él no hace trampas, hace entrar fen escena una dama de la primera fila quien lo cor- tard en pedazos, 0 hace aparecer un hdmster sobre la espalda de un caballero del fondo. Pero los mismos espectadores convocados a estar bajo las luces saben por qué estén alli: para crear mejor la ilusién. Para la prensa, convocar desconocidos al estrado ha llegado a ser el tltimo truco. Su vor jamés es la misma, sus nombres eambian. Ellos habitan en una ciudad 0 en otra, pero finalmente eso qué importa. Sus rostros son desconocidos para nosotros pero sus figuras nos son familiares. Los reconocemos inme- diatamente cuando aparecen en los periddicos 0 en la tclevisién, Por aci el vecino que no ha entendido nada. O el chofer de colectivo que se ha hecho agre- dir, Luego desfila el asesor del ministro quien desea petmanecer en el anonimato, el joven artista que hard tun papelén, el pequefio juez, el diplomatico occi- dental enviado a Cuba, el refugiado, el chofer de taxi Sobre la banda inferior de la pantalla de in_donde se inscribe generalmente el nom- bre del entrevistado no es extrafo leer a modo de identificacién: “joven de los alrededores”, “desem- pleado" o “anti-europeo”. ¥ eso basta. Con la lectura de esos titulos, zqué espectador o lector no compren- de hoy inmediatamente aquello que veri, sobre lo que habra de entenderse? Toda situacién inédita produciré sus propias eia- turas, :Un atentado? Encontraremos al bombero he- roico y al sobreviviente. Un movimiento estudian- 20 tilo social? Buscar al lider y al manifestante que des- fila por primera vez. Hay mil ejemplos de estas figu- ras surgidas en la prensa durante tiempos de crisis. En las redacciones, estupefactos encargados de arti- culos han requerido alguna ver: “Se precisa un pro~ fesor encolerizado contra la reforma escolar”. O bien “una victima de las inundaciones que estime no es- tar lo suficientemente cubierto por las ascgurado- ras", Bs raro poder seguir la corriente librindose a merced de una situacién y no intentar calcular, sin inalicia alguna, a dénde conducira. Raramente aT périddisca “descubre’. En el mejor de Tos casos en- cuentra y en el peor, encuentra aquello que buscé. Existe un nombre para eso: [deologia. "La ideologia, esti cuando las respuestas preceden a las pregun- 15°, escribié el filésofo Luis Althusser. Por fin, de una buena vez, el periodista sostendra que nil ni nadie sacaria nada filmando un elevador de cerdos encolerizados. Todo lo que él quiere es una imagen. Pero poder exponer una situacién solo siella es representable constituye una ideologia, la del mundo de la comunicacién, Para tener el derecho de vivir ali hace falta aceptar entrar en la espectaculari- dad, La existencia pasa por la aceptacién del hecho de devenie viral Como el ambicioso en Balzac 0 Gnafron en ignols de I'info™* sos son, en efecto, los perso- + "Guinols de Vinfo" es un programs televisivo francés en el ‘que por medio de marionetas se representa una stra de los notiieras los politicos (N. del) 2 najes ~y siempre los mismos~ que encarnan cotidia- rnamente las informaciones. Los actores cambian, el rol permanece. Los programas se ofrecen de buena {gana ante ellos, no porque expresen lo que desean sino por su oficio para decir los discursos quella prensa \ les alcanza o espera de ellos. El problema no esté, | evidentemente, en el hecho de retratar un hombre 0 tuna mujer de la actualidad. Comienza a partir del | momento en que un periodista busca alguien que simbolice una situacién. Eso supone que él ordena su trabajo, sin importar que lo haga con las mejores intenciones, en funcién de una conclusién ya elabo- rada, Por ejemplo, delante de un elector del Frente nacional un periodista se esforzaré en hacer salir una sola y tinica frase, la menos sorprendente de todas, Ja que aparece en cada folleto del FN a lo largo de la ‘campafia. Una variacién més 0 menos sulfurosa alre- dedor de: “Hay demasiados inmigrantes". Ahi esté, tuna frase negligente. Muchas gracias sefior, vemos ‘que tenfamos razén en pensar lo que pensibamos, hasta luego, En lugar de provoear una situacién, de permitir- lecobrar actualidad, este trayecto la cierra. La vedette desvalida 0 el SDF salvado de las aguas no estin ac para hablar de la enfermedad o la misera, ellos no son la representacién expiatoria y espectacular. Cada uno de los entrevistados es puesto en escena para sim- bolizar un rol, una pasi6n, un lugar social, un punto | de vista que reduce la multiplicidad de voces posibles ' a una palabra inmediatamente identificable. La problemética se encuentra eludida de hecho. 2 Podemos complicar la cuestién creando “situaciones", sainetes donde los personajes elegidos van a confron- tar, a responderse unos a otros. Como la célebre va- riacién alrededor del tema: debate entre un portero yun primer ministro. En lugar de abrir otra dimen- si6n o de hacer surgir instantes de sinceridad 0 de vitalidad, la discusién gira hacia la caricatura, don- dela prensa remite lo peor de ella misma. Detris de tn aire de frescura, esos “desconocidos” se encuen- ‘ran para interpretar los cindidos de la comedia con is mperinenia clculads dels sivients de Mo- ligre. Asi, durante la entrevista a una vedette del es- fculo, un muchacho de quinee afios pregunté a ariel cadmas operaciones de cng cia bat bia suftido. El reclutamiento de estos entrevistadores de un dia se hace a costa de una seleccién de candidatos potenciales. Segin el ambiente que deseemos en el estudio del talk-show, elegiremos, para interrogar a tun gran patrén, a un desempleado més bien que a tun ¢jecutivo desbordado (0 ala inversa). Le serd ex- plicado con esmero cémo comportarse frente a una cima, el tiempo que debe romar cada pregunta ‘exc, Ocurre un poco como si un cliente de una pa- — = fsa del pan eves de repente con el propésito de hacerlo él mismo. _— cnet a patrén, debe utilizar los ‘mismos ingredientes que yo, la misma receta y el mismo horno. Y le aconsejarfa ponerse mi delantal blanco para no ensuciarse.” Hay pocas oportunida- des de que otro pan salga del amasador. 23 No acaba todo en encontrar los personajes. Falta ain la puesta en escena. Un investigador con guar- dapolvo blanco rodeado de probetas tendré un aire mas “verdadero” que sentado en la peluqueria Si en algiin momento se taba al hablar seré preferible gra- bar Ia escena nuevamente para mejorar el sonido. En cambio cuando se trate de un desempleado de larga data en situacién precatia farfullar no es un problema sino una ventaja. El desempleado es por definicién perdido, confuso, Seré mas cretble vesti- do de modo informal que con traje. Hay incluso ‘quienes son enviados a vestirse como de costumbre por necesidades de imagen. Entonces los hacemos como son ellos mismos. Para que los jévenes de los alrededores tuvieran un aire més concerniente al is- lamismo, el técnico de un canal les ha afiadido bar- ba, De igual modo, en la misma foro de Makomé en que acababa de hacerse matar en una comisarfa se la ‘mostaba blandiendo una botella de champén: esta “imagen de jarana’ no reflejaba la situ sain un petiodista que deseaba utilizar el cliché. Un disparo de goma sobre la gran botella.. Cuando se muere en el drama, es preciso saber permanecer en su interior. He aguf un paso, aquel del cual a veces no se tinde cuenta. Si alguien se lo reprocha, el periodista puede ser el primer asombrado. Curiosamente, se defendera exactamente dentro del mismo registro que la mayor parte de sus eritcas, ef de la manipulacién, El responde: “No es grave puesto que yo no tenia la intencién de hacer mal. Al contrario, deseaba brin- dar una ayuda a este joven hombre, mejorar su ima- 2% ‘gen’. No hay mévil, no hay crimen. El “razonamien- to” funciona también ance la mirada de aquellos que no ven en Ia prensa més que un conjunto de artima- fias secretas. Pero ellos parten del lugar opuesto: un crimen, luego, un mévil Por otra parte, los periodistas no son los prime- ros ni los tinicos en emplear el engafio para hacer algo més verdadero. A principios del siglo XX, en el momento de eclosién de la antropologia, muchos investigadores estaban tan convencidos de la exacti- cud de sus hipdtesis sobre la evolucién humana que rehusaban dejarse desalentar por excavaciones infruc- ruosas. A falta de encontrar la prueba que vendria a darles la razdn ellos terminaron por construirla con todas las piezas, ensamblando un craneo encontrado cn algin sitio, un fémur descubierto en otro lado. A veces la hipétesis se revelaba correcta, otras err6- nea. En todos los casos, la notoria prueba de la su- percheria, Como ellos, los periodistas ceden ante la impaciencia, ante el gusto por el éxito y el reconoci- rmiento a un ritmo bastante répido o ante las miles de excelentes razones para no tolerar las exigencias del mundo. Entonces, con buena conciencia se lan- zan al acomodamiento con lo real Quedan todavia una decena de afi; “trucar” un reportaje consiste en manipular su contenido. En hacer creer, por ejemplo, que los militares america nos habian descubierto el cadver de un extraterres- tre y filmado la autopsia de la supuesta criatura en tuna base aérea de los Estados Unidos. O, para un eportero, matizar un articulo de herofsmo dando a 25 requiere e sell. La prucba es précticamente infli- ble. La ciudad esté calma, adormecida. Cada uno se cocupa sin molestia de sus pequefios asuntos hasta que, atencién, aparece un reportero. En algunos, esta simple aparicién, provoca al instante un comporta- miento especialmente preparado para los medios, destinado solo a ellos, un especticulo a medida he- cho en base a desprecio, muecas, palabras desencan- tadas, todo en dos minutos treinta cronometrados. Con un poco de mala suerte algun, pata la oca hasta prenderd fuego a un auto. “Como en televi- sin’, precisard esta ver algiin pequefio. En Reims, hace algunos aftos, un colectivo municipal también tenia derecho a su antorcha. El comisario del lugar era conocido por apostar al estilo “yo prefiero el di- logo a la represién”. A los muchachos él les ha pre~ guntado: “;Por qué?", “El Odio", le han respondido ellos sin titubeos. El comisario ha permanecido sorprendido hasta que ha empezado por compren- der que no era de ellos mismos de quienes hablaban, sino de la representacién cinematogrifica. Si, El Odio, la pelicula de Mathieu Kassowit ban imitarla En efecto, esto vuelve. Pero en ronda, en giros. Desligada de la realidad que la ha fundado, las ima- genes difundidas por los medios han devenido la re- ferencia, Los actores de lo real ensayarén a su turno para conformarse de acuerdo a estas figuras, devenidas més verdaderas que su vida. En otros lugares, ottos jévenes saben que es me- nester responder a la dama o al sefior de la prensa. los desea- 28 Los centenares de miles de participantes de las Jor- nadas mundiales dela Juventud, organizadas en 1997 por la llegada a Paris del papa Juan Pablo Il, se han. revelado como las bestias de la escena enconando cin- ticos y bafiados en las fuentes para placer de las cima- 12, Sin ese “feedback”, sin esta aceptacién de fir en su propia representacién mediitica de una parte de la poblacién hasta en los detalles mas técnicos, el mun- do de la comunicacién no podria subsistir. En el Norte, donde un bartio de viviendas de proteccién oficial hace la comidilla de la crénica, un joven hombre ha devenido en el interlocutor privi- legiado de los reporteros que deserabarcan. El sabe perfectamente la persona que es preciso proponer para cl noticiero TF1 y aquel que preferird la cmisién “Enviado especial”. Entre sus amigos, selecciona aque- llos que convendrin mejor a un reportaje 0 a otto. Raros son los que se rehiisan, La mayor parte hablan con soltura al periodista. En efecto, si el reportero ha integrado los apremios técnicos (y ese es su off- cio) que cifien su trabajo, estos imperativos habrin entrado también en la cabera de aquellos que entre- vista. “,Cunto tiempo tiene para el sujeto?”, “:qué cortard?”. A menudo esto es parte integrante de la conversacién Esta ‘mediogenia” como diriamos fotogenia~ de una categoria de habitantes de la ciudad explica cn parte la importancia de estos barrios en el trata- miento de la prensa: sin los j6venes de los subur- bios, las ciudades serian asilos en las que nadie ven- dria hoy a romper el aislamiento y la exclusién. Como 29 resultado de esta mediatizacién del sentido, hoy, por toda Franca, suburbia er sindnimo de gene Joren sin empleo y generalmente de origen extranjero. Pero ocurre también que la realidad se rebela, ra- ramente es cierto, contra el modelo que le proponen lor medios. Sin duda el fenémeno se ha aelerado después que gran parte de las categorias socioprofe- sionales rezongaron para federarse © para clegir te- presentantes en el marco de las instituciones tradi- cionales. Los periodistas se encontraron de repente sin sus barémetros habituales, sus interlocutores patentados capaces de producir “reacciones” sintéti- ‘cas a merced de los acontecimientos. De cara a una masa polimorfa de individuos que insisten, cada uno de ellos, en que no hacen politica y que no represen- tan mds que a si mismos, la prensa mal puede resi tirse ala tentacién de designar portavoces “salvajes Es evidente que estos elegidos medidticos no coinci- den forzosamente con aquellos que la poblacién con- cernida habria designado, peto ellos responden a las necesidades de una reconstruccién periodistica del problema. Generalmente, con motivo de dejar expresarse a €s0 que esti convenido Hamar “sociedad civil”, la prensa termina por transformar a cada ciudadano en ‘un pequefio charlatén, colocado en aquel molde del que es funcién oficial. Alli se zeencuentra el mismo juego de las “pequefas frases”, la misma palabra cons- ‘tuida, las mismas convenciones. Existe, de ahora en adelante, un “sonido oficial” de los no oficiales. Tal fue la triste y breve historia de Tarzdn, coronado en 30 1992 rey de los camioneros en razén de una de las numerosas huelgas de los pesos pesados. Desligado de cualquier corriente politica, sin compromisos particulares, los discursos acalorados de Taradn no tenfan, fundamentalmente, nada de diferente de quel otro del chofer del camién del costado. Pero él los decfa del modo preciso en que hacfa falta, con un tono personal pero sin exagerar, porque de lo con- trario, el personaje decacria del caso general al parti- cular. En el mundo de los medios, los Tarzan son el miedo bendico de la prensa. Adhiere a la situacién, luego la condensa con su apodo y sus tatuajes, con su gran jeta y sus remeras llenas de agujeros. El es “EI camionero enojado”, tal como seo figura el ima- ginario popular. Un diario lo retrata en su portada y Tuego otro... Dos meses mas tarde, Terzén, devenido en vederte, es con toda naturalidad invitado a ‘Matignon para negociar la salida de la crisis. El pro- bblema es que Tarzin no representaba el simbolo de los camioneros més que a los ojos del periodismo. Los choferes no se habjan reconocido en el espejo tendi- do. “El no nos representa’, han afirmado sus colegas y cada tno sabré apreciar Io acertado del téemino. ‘Mis alld de la resonancia de un acontecimiento, la capacidad de sus actores para investir la escena mediitica permitiré o no exagerar las cosas, dard un color u otro a la actualidad. Por ejemplo, cuando en Francia ocutrié el asunto de la sangre contaminada, muchos periddicos habian estado tentados de con- sagrar vastas imégenes a los hemofilicos, principales victimas del escéndalo, Pero, para hablar crudamente, 31 ‘esas enfermedades no son “mediagénicas". No ha sido especticulo el drama de los hemofilicos bajo trata- miento a lo largo del afio, habituados al repliegue {ntimo, a una vida cranquila. Es el dolor sin lantos, la injusticia sufrida sin rebeldia lo que surge si releemos sus entrevistas. Nada que encienda, nadie ‘que vocifere, nada de gritos. A falta de una virgen en pena, el asunto de la sangre contaminada permane- cer en los archivos por el escaso lugar que fue con- sagrado a las victimas. Pequefos consejos para aquellos y aquellas que deseen pasar por los medios Para una entrevista, el periodista sabe, aun mejor que su invitado, aquello que este tiltimo iré a deve. Normal. Para un foro sobre cuestiones humanita- rias, el animador habré tomado el minucioso recat do de invitara los que defiendan el “deber de inje- rencia’, aquellos que denuncien el charity business, etc. Si un interviniente se aparta del item que le ha sido asignado, el periodista lo llama al orden con firmeza pero lleno de buena voluntad, como un pro- fesor benévolo que hace dar leecién oral al estudian- te: "No, no, eso no es asi. Vaya a lo esencial”. Cuan- do esto ocurre se trata de lo que el mismo periodista considera como lo esencial. El mecanismo se aplica a todo: lo interesante es aquello que a el le interesa, lo conocido es lo que él conoce, lo disgustante es lo que a él disgusta. En el momento del eclipse del 32 siglo, en agosto de 1999, un periodista de radio gas- taba una broma a uno de sus colegas que se esforza- ba en explicar los efectos del fenémeno en referencia ala teoria de la relatividad. {Que graciosa idea! “No comprendemos nada, no sabemos nada y los oyen- tes tampoco.” El sistema de la comunicacién exige aque toda interferencia que lo altere sea suprimida. Solo lo inmediatamente reconocido soporta, para el confort del “gran puiblico”, ser difundido. “Gran pablico” es el nombre que la prensa ha dado 2 uno de sus mas grandes fantasmas. Cuando las entrevistas se efecrian sin el ojo in- discreto de las cdmaras, quizas los periodistas son, radéjicamente, més narcisistas. Ocurre, incluso, fue durance Ia conversacion los roles se invierten, ‘Aquel que deberia aportar las preguntas de pronto se pone locuaz. Confisca la palabra. Explica intermi- nablemente lo que él conviene en pensar de una si- tuacién a aquel que ha convocado para exponer. Yes i, quien aprovechando el tono de confidencia, ter- rina por contar su vida. ero ocurre que algunos entrevistados reniegan a dejarse vaciar en el molde. Este es el caso, por ejem- plo, de investigadores, intelecuales o artistas, quic~ res en general se muestran reticentes a resumir en unos pocot minutos afos de investigaciones. Ser comunicador -y este es un consejo que damos a los inceresados~ no es sin embargo tan complicado como eso. Basta con estar atento a quien lo entrevista para saber ripidamente qué ha venido a buscar, es decir aguello que él piensa de vuestro asunto, Cuando | 33 empieza a anorar, eso es un buen signo. Cuando dice al cameraman que filme, también. Sil dispa- ra: “Lo comprendo bien, pero voy a hacer de abo- gado del diablo...”, usted esta a punto de fallar el examen. Pronto, también corre el riesgo seguro de no exist. Si dl suela: "Esto es complejo para el gran piiblico..”, usted esté perdido, Vuestrs afios de in- vestigacin caen en el abismo. Usted no le ha agrada~ do lo suficiente. Vuestro editor se lo hard notar. La proxima vez, usted sabré que, contrariamente a las apariencias, noes en absoluco el periodista quien debe informarse sobre su trabajo antes de encontrar se con usted, sino a la inversa. Inclinese ante él, es- tudie aplicadamente su biografia, Eso le evitara ‘enojarlo con vuestras propias preocupaciones. A cam- bio él lo encontrars apasionante cuando comprenda ‘que habla de sus pequefios caprichos. Sin embargo, es necesario constatar que las difi- caultades y las eventuales humillaciones a las cuales se exponen los candidacos ala imagen no han dismi- nuido en nada su ntimero. Después de un articulo 0 tuna emisién, regularmente se elevan protestas que hhablan de traicién, de manipulacién, Cada uno sabe que el resultado de la visita de un periodista no es forzosamente controlable, puede reenviar una ima- gen que no es la que uno desearia dar. Debido a eso, existen hoy en dia tantos impacientes que todos los dias golpean las puertas de diferentes érganos de prensa para solicitar una entrevista 0 hacer saber que ellos tienen cosas para decir. Incluso a quienes dis- gusta la gestin, raramence resisten si se presenta la 34 ‘ocasién. Quienquiera que se encuentre, por azar de Ia actualidad, confrontado a un periodista, general- mente pasard el primer cuarto de hora del encuen- ‘tro desahogindose de sus malos pensamientos sobre la prensa y haciendo gestos antes de responder. Pero a la hora de despedirse, generalmente, él mismo pre- guntardsi por casualidad no habrfa una pasantia para su prima o qué escuela le aconsejarfan para un apren- diz de periodista. ;Cuintas personas que la vispera hhubieran jurado que no las tendsfan alli, se encuen- tran una noche maquilladas y nerviosas bajo las ha- ces de un estudio? “Estamos obligados. Hoy en dia no se puede hacer otra cose’, argumentan sincera- mente. Rehusarse seria incluso sospechoso, Para la mayor parte de las personas, aparecer en los medios en absoluto constituye una experiencia interesante o divertida. Aqui, convendria mas hablar de un “pasaje ala tele” en el completo sentido de un Fito de pasaje, una travesta que tal vex sea penosa pero que permite acceder desde el mundo de los in- visibles a aquel de los visbles, a un nivel superior de la vida. Es preciso haber percibido el cambio, de un dia 2 otro, en la mirada de su panadera después de haber aparecido en las actualidades, aunque haya sido fortuitamente en la multitud de una manifestacién, para comprender el impacto de un “pasaje a la tele”. Si por casualidad la invitacién estaba hecha en la debida y buena forma, usted habré devenido el pri- sionero escapado de la “caverna” ~aquella de La Re- publica de Platén— que ha conocido el verdadero mundo. Pues el mundo verdadero, nadie lo duda, es 35 el de la representacién. En el festival de Cannes, pasados algunos afios, los animadores o criticos de las grandes cadenas han sido mds aplaudidos que las vedettes de peliculas al pie de la escalera de honor. El cine sigue siendo el cine. La televisi6n es el mun- do. Un hombre politico © piblico llegaria a dudar de su propia vida si no tuviera acceso a la representa cién, Para él, la tinica y verdadera definicién de la existencia, la inica prueba, es pasar a la televisin. Bvidentemente, es posible eitse de ello, pero esto no ocultaré el sentimiento de millones de personas, que, a partir de sus vidas invisibles, acepran técita- mente una suerte de inferioridad frente al mundo de los visibls. Las razones por las cuales alguien deviene “visi ble’, talento comperencia, son a menudo comple- tamente reales. Pero, aquel a quien los medios dis- cingan, quienquiera que sea, tendré, de ahora en més, autoridad para decirlo y hacerlo todo. Por otra par- te, él serd el primero en creer en su propia “meta- morfosis’, asumiré su rito de pasaje como un verda- dero cambio. Porque un dia él ha sabido alguna cosa sobre la metastasis © porque juega bien a la pelota, tun cancerdlogo serio 0 un jugador de fitbol, van a informar al mundo, de ahora en més, sus puntos de vista politicos o artisticos. He acé el artficio que da el derecho de existt. Una ver atravesado el vado, cada tuno gana un peso, una autoridad que le brinda el derecho de aparecer en toda situacién. Los contestatarios “invisibles” no son, en este me- canismo, los que funcionarén dltimos. Entre cama- 36 radas 0 militantes la primera preocupacién seré sa- ber con qué personalidad, del cine u otto dmbito, clos podrén contar para brindar su lucha verdade- ramente “seria”, Incluso los més marginados consi- deran que la vinica estrategia que hoy puede volver “visible” su reivindicacién es hacerla encarnar en al- guna estrella que encabece el reparto. Por una ve, a merced de las modas, un pais, una minoria 0 un individuo devienen momenténeamen- te “visibles”. Las peliculas, las publicidades, los arti~ culos, milagrosamente, harén existir lo que ayer rnomés permanecta celosamente oculto. Las luchas obstinadas de algunos grupos © minoriaslogran por tun tiempo un verdadero ensanchamiento del campo visual, Por ejemplo, con su lema “lo negro es bello”, Jos negros americanos han logrado trastornar los cti- terios estéticos y modificar la norma. Para lograr de un golpe el rito de pasaje, hay un ‘camino que parece el més seguro, Devenir verdade- ramente amenazante. Aquel especialista en informé- tica que habia tomado de rehenes alos nifios de una escuela maternal en Neuilly, habia administrado sus relaciones con la prensa como uno de los aspectos es- tratégicos de su operacién. En sus reivindicaciones, pretendia encontrar al periodista més conocido de la cadena mis grande. Abatido por la policta, este hom- bre dejé documentos donde explicaba que, luego de tun licenciamiento que estimaba abusivo, solo el reco- rnocimiento piblico, y por ello meditico, podria, a pesar incluso de la repulsisn, resticurle una forma de dignidad. a Todo ocurre como si, fuera de esta dimensién es- pectacular, nada més podria pretender el expesor de tun acontecimiento 0 de un hecho. El suftimiento, la alegria, la injusticia, contintian existiendo en el mundo invisible, pero si ellos no acceden a su repre sentacién, de pronto parecen de un brillo menor. La fiesta del 14 de Julio estuvo bien lograda, dirta cl alcalde de un pequefio pueblo, “pero la prensa no ha venido”. Incluso la desgracia pierde sentido sin los proyectores. Los familiares de victimas de catéstro- fes vienen a comparar la cobertura medistica de su drama con el de una tragedia precedente. “;Por qué hhubo més prensa para los nifios muertos en el colec tivo que para los nuestros, muertos en la colonia?”, se quejaba una madre hace algunos afios. Y en la confusién, ella lanzaba miles de ligrimas a causa de los reembolsos de las axeguradoras (“que harian me- nos problema si hubiéramos pasado a la tele”), la intensidad del drama ("hemos tenido més muertos que ellos”) y el hecho de que el dolor no se midiera verdaderamente més que en términos de cimaras, tal como antiguamente contiabamos el niimero de las llorosas al borde de los atatides. Visibles e invisibles; esta dinémica termina por crear una verdadera subjetividad de nuestra época Es casi imposible para nuestros contemporincos or- denar sus vidas segin otra cosa diferente que esa pro- mesa de visibilidad. 38 (TIEMPO DE CIUDADELAS ) Pequefio tratado de geogratia El principio del trabajo periodistico, a primera vista, parece bastante simple. La tierra ¢s un planeta donde siempre ocurren una enormidad de aconteci- mientos que merecen ser conocidos. Los periodistas dobservan esas cosas y las cuentan. Por lo tanto, sin parecer exageraclamente altaneros, este mecanismo apa- rentemente elemental merece ser examinado en sus fFandamentos. Qué significa que una cosa “pase”? En principio, el acontecimiento nace cuando la norma se rompe. El hilo de la normalidad cede de pronto ante tun hecho que estalla, que desentona con relacién a la regla. Pero los desgraciados que son asesinados y los aviones que se estrellan son ain demasiado numero- s0s como para que un diario los contenga a todos. Una seleceién se operaré luego sobre la masa de infor- ‘maciones susceptibles de ser publicadas. Con seguridad, algunas reglas pueden ser pres: critasy fcilmente comprensibles. La mas célebre que sin dudas queda es aquella antigua ley de la proxi- midad, vieja como la prensa y cuya ecuacién se apli- ea en todas las redacciones del mundo: es necesario dividir el niimero de muertos por la distancia entre el lugar del acontecimiento y la sede del periddico para encontrar el tamafo del articulo finalmente publicado. Un accidente de tren, en las estaciones 39 de Lyon a Paris, sera més bien “cubierto” por a prensa nacional (cuyas oficinas estan en la capital), que un accidente comparable sucedido en Marsella; ni qué hablar de un descarrilamiento mortal en la India 0 en Africa Existen en fa prensa los tamices més sofisticados para seleccionar lo que seri considerado como impor- tante y lo que se revelard anecdético. Por ejemplo, una larga “cobertura medidtica” ha sido consagrada a la condena de Francia por la Corte europea de los de- rechos del hombre de Strasbourg en julio de 1999. En Ia comisaria de Bobigny, un traficante de droga suponia que habia sido apaleado y violado por poli- cias en 1991, Hasta el momento, solo un tinico pais habia sido condenado por esos mismos motivos y por la misma corte: Turquia. El juicio habia pasado des- apercibido, Humanamente, los periodistas han sido, ciertamente, conmovidos por los dos casos. Solo que uuno los ha sorprendido y el otro no. ‘Mas all de su buena o mala fe, el periodista da, de ese modo, dos informaciones ala vez. La primera ¢s visible: Francia ha sido condenada por “tortura” La otea yace oculta detrés, un segundo sentido, rara- mente enunciado, que no aparece generalmente mas que en Io profundo: es increible que en un pais de- ‘mocrético como Francia se haya podido comerer una violacién en una comisarfa mientras que en Turquia, no tiene nada de anormal. Dicho de otro modo, existe una especie de escala de Richter ticita a la que se refieren los periodistas y que define lo que esté suje- to a sorpresa y lo que no. En un mismo movimiento, 40 ellos informan/forman la opinién de quien debe problematizarla, Alrededor de esta taxonomia de los hechos y del mundo se agenciard y se construird la mayor parte de las informaciones del dla. Por lo tanto, esta clasifica- cién no quiere decir que los periodistas no se preocu- ppen de los puntos de vista 0 de situaciones “margina- les”. El problema es que ellos los consideran de golpe ‘como tales. Hay una cultura de eso que la prensa Ila- mad “sujeto desplazado”, un caso perfectamente adap- tado para colocarlos a fin de que no haya ninguna confusi6n sobre su estatuto. Con ocasién de las clecciones en Japén, serin bien- venidos a un lado de los articulos politicos un repor- taje sobre los pintores de grafitis de Tokio o os monjes de Fujiyama, “Eso le da un respiro”, se feli- citatd el jefe de servicios informativos ance los miles de acontecimientos verdaderamente importantes que representa toda eleccién para el mundo de la comu- nicacién, No hay mejor manera de reforzat un enfo- que que ubicarlo “fuera de cuadro”. Sin duda, las clecciones aparecieron como lo importante y los pin- tores de grafitis agregaron un poco de color alrede- dor. En su cabera, el periodista ya ha decidido, cons- cientemente 0 no, lo que constituye la informacién fuerte y la informacién accesoria eventualmente sus- ceptible de ser sacrificada. De la misma manera Ia prensa martilla sin tre- gua: he aqui el modelo mayoritario, he agu{ el mi- noritario. Ahora bien, estos términos ya no son ano- dinos. Por ejemplo, Gilles Deleuze estima que esos a dos conceptos no nos han hecho ver gran cosa con los datos cuantitativos que parecen recubrir'. Para i, mayoritario no alude a lo més numeroso sino a lo dominance. La palabra “minoritario” corresponde en lo tocante a él a los modelos identificatorios supues- tos como negativos o de sumisién. En América Lati- nna, por ejemplo, el modelo que se dice “mayorita- rio” impone ser rubio, blanco, grande y rico, mien- tras que este no es, en absoluto, el caso de la mayoria numérica de la poblacién, ‘Asi, en sus periplos, el periodista va a buscar y encontrar lo que le interesa, lo que él considera como fundamental. Su obsesién principal serd encontrar elelemento, o la suma de elementos, que lo explique todo, que representen la situacidn. Podré ser un per sonaje o un tema, Generalmente, Irén serd tratado a través de la condicién femenina ola libertad de pren- sa, Inglaterra por los escéndalos en el palacio real y Belgica ser4 sin duda por largo tiempo el pais de Mare Dutroux, detenido por homicidio y pedofi- lia. Todo fo que no entre en esos eirculos de aten- cién, es decir, en general, el 90 % de la situacién, escaparda la prensa. Los periodistas se esfuerzan bien en informar objetivamente pero lo hacen sobre lo aque cteen importante subjetivamente. Este mecanismo, podrlamos decir, es el que orien- ta la mirada de todo viajero. Después de todo, un zapatero recorte el planeta mirando principalmente zapatos o un mecinico autos. De regreso, ellos rinden ‘cuenta, no del mundo visto desde las suelas 0 a través de un parabrisas, sino del mundo de las suelas 0 de a los parabrisas. Ninguno tendria la idea de sostener que uno de esos dos elementos representa el mundo entero, la cotaidad. Ellos encontrarén los zapatos y los autos como uno de los elementos de la realidad y por consiguiente la evocacién confirma, al contrario, Ia existencia de un conjunto mis bien vasto. El periodista extrac también uno 0 varios elemen- tos reales y enuneia las verdades. Pero él actia como alguien que en los pasllos repletos de un bazar reco- ge esmeradamente las etiquetas. A la salida, dir ‘mostrindolas: “He aqui el bazar”. Las etiquetas exis- ten, son concretamente parte de la tienda. Pero ellas devienen un engafo a partir del momento en que son designadas como representacién de la tienda. En lo real, el periodista quiere encontrar la cosa, 0 las cosas, que simbolicen un pals o una situacién por entero. Por lo mismo, él se condena alo imposible. La representaci6n es con seguridad uno de los elementos de lo miltiple, pero a partir del momento en que ella cs tomada por el mundo deviene una ilusién. Desde un punto de vista antropol6gico, la lectu- ra de la prensa permite, como contrapartida, verifi- car cémo la opinién piiblica adhiere o se separa de los mitos centrales de la sociedad. Los medios cono- cen de memoria su funcién. Ademds, ellos son los primeros en practicarla, Un periodista enviado al ex- tranjero, raramente dejard de comenzar sus articulos, para una revista de prensa con alguna ironfa sobre Jos medios locales. Para él, no se trata en absoluto de hacer la lista de las informaciones recogidas por sus colegas del lugae. Al contrario, el enviado especial se 8 esforzar en hacer notar eso que justamente no esti cexplicitamente escrito en los diarios del pats que vi- sita, ese famoso doble sentido. El se asombraré del asombro de sus colegas, sefialard sus creencias, pon- dré al dia su propia taxonomia escondida. Cuando una enfermera ambiciosa cometié una serie de cri ‘menes en un hospital danés, uno de los principales periddicos de Copenhague titulé: "Holocausto”. De- tris de una excesiva conmocién, un periodista ex: tranjero descifrard que “el trastorno de la prensa da- nnesa demuestra que el sistema de proteccién social permanece como una de las instituciones mds sagra- das del pais". El apasionamiento actual por la relectura de las gacetas del pasado funciona segiin el mismo mode- lo, Por definicién, los acontecimientos de afios pre- cedentes ya son conocidos. Pero cada uno encuentra revelador del estado del espiritu y de la culeura de la época el modo en el cual la prensa de entonces los presentaba. Este pequefio juego de desciframiento es gene- ralmente muy poco apreciado por aquellos que lo practicaron. Cuando 2 su turno la prensa americana © japonesa somete a la misma decodificacién a los medios franceses, estos iltimos vociferan delante de ‘esas amplias vidrieras, denunciando los malentendi- dos ola galofobia, La creencia ~que jamds es la nues- tra, pero siempre es del otro es de quien vive en otta parte o vivia antes. La altima pregunta es simple: zpor qué la prensa no habla de ciertos sujetos? Segiin las apariencias de “ casos particulates, de una censura siempre posible, la norma (que esa la cual nos atamos aqui) responde una nueva ley del mundo de la comunicacién. Es ‘muy simple, La prensa habla de aquello que habla el piiblico. ¥ el piiblico habla de aquello sobre lo que habla la prensa, Un periodista que propusiera una encuesta sobre Costa Rica, corre un alto riesgo de hacerse enviar la orden de misién hasta su escritorio, “Todos se bur- lan de Costa Rica.” Es necesario reconocer que eso es verdad. El reportero se encuentra sibitamente re- levado al rango de esas personas descorteses que s€ obstinan en querer llevar sus conversaciones por las noticias de tias o vecinos que solo ellos conocen. Alrededor de ellos todos bostezan y nada acaba de hhacerlos callar. Ese circulo vicioso es, por fin, roto por una conjuncién casual de la obstinacién, de la personalidad 0 de la magia. Aparecié un dia, en un periddico nacional, una inveros{mil crénica hipica ppor la tinica razén que un periodista apasionado y talentoso se haba interesado. Los lectores, que hasta se momento se burlaban de las apuestas se han de- dicado a devorarla, La ribrica surgié cuando el ami- go de los caballos se retird del diario, dejando des- consolados a quienes jamds habrian crefdo algiin dia tener que echar de menos la legada de las carreras. Pues cuando la prensa habla, el piiblico puede por una ver imitarla. Funciona también a la inversa Por ejemplo, mas bien de modo escrupuloso, los dia- rios franceses intentan seguir la actualidad de Quebec. Cuestién de lengua, de tradicién, quizds 4s tun poco de De Gaulle... Pero en este caso, ¢s preciso cteer que son siempre tomados de mal modo, por- que en Francia “se burlan de Quebec” tanto como de Costa Rica ‘Como alli volvemos a ver, la otra posibilidad para un reportero verdaderamente obstinado seria con- vencer a la redaccién de que es hora de tomar posi- cidn acerca de Costa Rica. Seria necesatio transfor- mar ese pats en cualquier cosa que pueda encajar en uno de los modelos del mundo de la prensa. De ese ‘modo puede ser transformado en “hecho”: una cose- cha récord ha tenido lugar en Costa Rica. O presen- tarlo como amenaza: “Las organizaciones de la droga han llegado a Costa Rica’. Un debate también sigue siendo un buen medio: “Es preciso suprimir Costa Rica?”. Lo mejor serfa que junte todo a la vex, el hecho, el acontecimiento, y lo que sea susceptible de dar lugar a un debate. Buens sure. Leccién préctica Cémo preparar un sujeto para el noticiero de las 20 {Cémo seleccionar un elemento de la realidad para hacer una representacién en el noticiero? En La Cantante calva’, Eugene Lonesco nos brinda el mé- todo, Ante todo conviene declarar “extraordinario” cualquier montaje heteréclito. Sra Smib, alo eposos Martin: —Tis que viajas mucho, por tanto deberas tener cosas interesance para con: 46 Sr Martin as masjer:—Dinos, queda, has visto hoy? Sra. Martin: Novae a pena, no me ererin ‘Como una verdadera profesional la sefiora Martin conoce la desconfianza casi paranoica del piblico y ceuin prudente es al evitar el golpe. Sr Smith: —No pondremosen duda su buena fe Sra, Smith: Nos ofendertassilo pensaras,queida ‘Sra Marin: —Bien, he asistido a una cosa extraordi: ara, na cos incetble St Martin: —Dilo rip, querida ‘Sr Smit Als, nos diveriemos. Sra. Smith: —Ea fin Estamos en el anuncio de los titulos. Es preciso que el agua llegue a la boca, que el auditorio esté listo para saber que lo que va a presenciar es verda- deramente una noticia, Sra. Martin: —Bien, hoy, cuando marchaba a com- prarverduras, que cadaver son miscaras, Sra, Smith: —En qué wrminaci eso? ‘Sr Smith: —No hace incerrumpis quetida, vlna ‘Sra Martin: —He visto, en la alle, al costado de un café, un sefor convenientemente vestida, de unos incuenta aos, onisiquiera, quien Sr Smith: —_Quiée? Quécosa? Sra, Smith Quid? Qué cos? Sr Smitha ru mujer: —No incereurnpas, querda, eres desagradable Sra. Smit —Etest quien ha intercumpid primero, uerido Sr Martin: — Silencio (Luego au mujer) Quéhacta elhombee? Sra. Martin: —Bien, dirén que lo he inventado, él 7 habia apoyado una oil ena ieeay se mantenia inclinado. Sry Sr. Smiths Oooh! Sra Martin: —St,ncinado. Sr Martin: —Imnposile. Sra, Martin: Si, inclinado, Me acerqué hasta para verqué hacia Como en algunas novelas, todo se convierte en presagio, signo sobredeterminado de lo que no pue- de no suceder. La fabricacién de la informacién or- dena los fragmentos disparatados en funcién de una légica que le es propia para hacerlos converger hacia un desenlace dirigido por ella. Se Smith: —N bien? ‘Sra. Martin: £1 anudaba los cordones de su zapato que esaban desstados Lo oto tre:—Fancisico! St Smith: Sino face usted, no lo rer ‘Sr Martin: —Por qué no? Vemos cosas todavia més extraordinarias cuando andamos. Ast yo mismo he visto en el metro, sentado en una bangueta, un sefior que lea ranguilamented diario. St Smith: {Qué original St Smith: —Quieds eae mismo, Funcién fundamental de la prensa: evoear ls li gaduras, las articulaciones, las casualidades, entre cosas que no las tienen forzosamente. Esto se llama “conocer su expediente”. 48 La particién del mundo Durante los afios de la guerra fra, la tierra era un espacio a conquistar que se disputaban los dos blo- ques. Cada regién habfa devenido el borin de esta divisién del mundo, una parcela para ganar contra el otto. El ejerccio del poder, en el sentido macroscé- pico del téemino, obedece hoy a otras reglas, se inscri- be en una nueva distribucién geogréfica EI mundo no es més ese campo de combate don- de cada uno intenta levantar sus banderas. En lo su- cesivo se reparte en ciudadelas intocables, barrica~ das concebidas para ser zonas de méxima seguridad. Alrededor se extienden terrenos abandonados, la no ‘mani land percibida en términos de amenaza poten- cial por la quietud de las ciudadelas ~ola de emigra- ign, estallido de violencia o derrumbe econémico- Este nuevo dispositivo de poder existe de una for- sma fractal. Es decir que esta forma tinica, esta distti- bucién geogrifica, se reproduce al infinito desde lo mis grande hacia lo mas pequefio, desde el nivel mundial hasta el departamenco privado. Hay paises intocables y paises no man land. En el interior de cada uno de ellos, las ciudades los barrios van a ser, su tiempo, fraccionados del mismo modo. Si en el mundo bipolar el poder se ejercia en nombre de un peligro frontal llegado del exterior, claramente iden- Uificable, nadic sabe demasiado, en el tiempo de las, ciudadelas qué forma tomard la amenaza. Ella nos rodea, nos siti sin que sepamos muy bien dénde golpeard esta vez. Como en los servicios secretos de cspionaj, el riesgo planea también en el interior mis- 49 mo de las fortaleza: la droga, los extranjeros, las en- fermedades, los mendigos en la calle... He aqui lo que motiva nuestra rigidez, dicen los gobernantes. El catdlogo de amenazas se extiende al infinito pera justficar la fragmentacién de la toralidad de la vida y de lo cotidiano. Cada uno termina por vivir en tuna pequefia ciudadela asediada por el desempleo, el alimento, la exposicién al sol, el agua o el aire. Esta distribucién del mundo y de los individuos, plagada de compartimentos y de barricadas, se orga- niza alrededor de la nocién de “inseguridad”. Asi sera calificado el menor acto de violencia, el més liviano temor. En la mayor parte de los easos se trata de situa ciones reales, de desafios a afrontar efectivamente. Como contrapartida, el abuso se encuentra en amal- gama, una manera de agrupar el todo (de la vaca loca hasta los atentados) bajo un mismo sombrero bauti- zado “inseguridad”. Nacido de una constelacién com- pleja, el mundo de las ciudadelas tenia necesidad de tuna cosmogonia para explicarla y de un relato para justficarse. Es aquel de la inseguridad. El miedo, di- fundido y omnipresente, estructura desde entonces todas las situaciones. Dicho sin intencién de incriminar, la mayoria de los medios occidentales lo han continuado por su cuen- ta, lo ponen como uno de los mitos centrales de su famosa taxonomia. De derecha, de izquicrda o de nin- guna parte, no escribirin “la inmigracién” sino, de mis buena gana, “el problema de la inmigracién’, instaurando que se trata de un sujeto forzosamente oscuro y pesado. El hecho de que este fendmeno so- 50 ial sca de repente stuado en el registro de lo inquie- ‘ante no seri jamds puesto en duda, todo lo contra rio. Generalmente, el nuevo recorte del mundo cons- situye una de las grillas mds eficaces, por momentos consciente y por otros no, y va a pesar en las seleccio nes hechas por los periddicos. De este modo, cada reportaje decidirs y se orien tard a si mismo segin si el acontecimiento ha ocu- rrido en una ciudadela 0 en un no mart land. La “verdadera vida se despliega forzosamente en las for- talezas. Independientemente de cualquier abuso, allt reina la democracia, el libre mercado, toda esa es- tructuta institucional que nos envia a Ia fuerza el resto del mundo. Incluso para criticarlos conviene seguit, lugar por lugar, cada cambio de gobierno, y no bromeemos con las cumbres internacionales. Los nillones de délares que acumula un banquero de Ginebra tienen més peso que aquellos de los reyes del petréleo, las drogas que toman los ciclistas del ‘Tour de France deben ser en el fondo menos terti- bles que esas de los gimnastas chinos. Las no man’ land permanecen en una eterna peri- feria que tolera una relativa oscuridad. Todo lo que parece primordial en las fortalezas, resulta allf menos graves incluso ef nombre de los drigentes 0 el modelo electoral son accesorios, Reina una especie de barba- tie, en el sentido amplio del término. Aun sin haber estado en ellas, cada uno de nosotros tiene la confusa impresién de que los derechos de la mujer son poco respetados, que cl sexo se practica de una manera ex- trafa, que las personas mueren de hambre o comen fo 31 que sea, que ali los jefes de Estado siempre tienen un vvago andar de dictadores. En esas tierras cenagosas, las noticias prioritarias para tratar resultan ser los so- bresaltos que vendrian sin cesar de poner en peligro a las ciudadelas. Nadie tendria la idea de tratar a Italia ‘inicamentea través de las maniobras dela Mafia: pues estén Berlusconi, Benetton, el renacimiento de la iz- quierda, Sofia Loren. Inversamente, Colombia no es més que un inmenso campo de droga custodiado por hombres peligrosos. Un pais o un grupo, salidos de lugares marginales, ha comprendido que si desea ha- cer salir su causa de la sombra debe dar miedo, prefe- rentemente, alos habitantes de las fortalezas. Un aten- tado sangriento en el sitio turstico de Luxor hard mis ruido que treinta bombas en el metro de El Cairo, la cembajada americana en Nairobi es un mejor blanco {que la plaza del meseado local Todo eso que cxportan las no man’ land es, a la fuerza. vagamente sospechoso, Incluso sus buenas ac- ciones. Durante la primavera de 1999, en Kiikes, ‘Albania, algunos de los seis campos de refugiados kosovares estaban organizados y tomados a cargo por los gobiernos de diferentes pafses. Los Emiratos Ara- bes Unidos aseguraban la gestién de uno de ellos. Desde el primer mes, en medio de las tiendas de campafia, los militares de los Emiratos construye- ron una mezquita y ofrecian a cada mujer un velo. Ellas eran libres de usarlo © no. Inmediatamente, et conjunto de la prensa occidental ~y los televisores americanos en particular~ se apresuré a denunciar Jo que consideraba como un gesto de integrismo mi- 52 licante, hasta incluso una premisa de la guerra san- «a, A dos kilémetros del lugar los soldados icalianos se ocupaban de otro campo. Cada semana, una misa «era celebrada alll bajo las formas més tradicionales y los curas vestidos con sotana recorrian infatigable- mente el sito, sin que falte ocasién de entrar a las tiendas para predicar la buena palabra. Esto no ha sido objeto de un pequefio articulo siquiera, ‘Ocurre que los kosovares albaneses son musul- manes. Desde su punto de vista, [a actitud de los catélicos italianos era més agresiva y discutible que la de los Emiratos. Pero para un occidental, Italia es tuna ciudadela: ella obra humanitariamente. Los Emiratos son la periferi: ellos propagan la opresion. Quien viene de la primera no aprecia a los que vie~ nen del otro lado, Le religién de los hechos La prensa anglosajona la ha bautizado la “ley de las W": :Por qué? 2Dénde? ,Cuindo? ¢Quién? Mas sencillamente, en Francia los manuales dicen que un articulo de prensa debe responder en sus primeras {ineas algunas cuestiones cardinales: ;Dénde? ;Cuat do? :Quin? ;Por qué? Hoy en dfa, una informacién publicable es la que se presta a esta autopsia obliga- toria donde cada detalle puede ser deshuesado, cuan- tificado y luego enunciado en cifras y estadisticas. Entonces deviene en “hecho” digno de ser comunica- do, Los “hechos” son considerados la tierra firme de la 33 inforracién. Si la prensa se aferra all como una des- esperada es que constituyen, seguin lo que ella piensa, su artaigamiento en lo real. Como el movimiento de los continentes, el mundo de la comunicacién parece alejarse cada dia més de lo otto, lo verdadero. Los he- chos aparecen como la pasarela més segura, oen todo caso la vis visible entre los dos Los comentarios, los andlisis, los editoriales, so- bre todo eso podemos debatir. Pero, tescarudos, que: remos los hechos, erigidos més allé de toda polémi- a, pequefios vigias rigurosos en su alineamiento de datos y de nombres, garantes de la seriedad y de la informacién concreta. No hay que negatlo, los he- chos existen y relatarlos lo més correctamente posi ble es mas que un imperativo. Pero, dentro de una suerte de distorsi6n, el método de trabajo se ha hecho modo de pensamiento. Se precisan hechos, todo el tiempo, en todas partes, para invocar lo real més que nada para testimoniarlo y dar ese gusto a verdadero al ‘mundo de las informaciones. Para rendir cuenta de la represién en Timor oriental publicaremos, por ejem- plo, que centenas de opositores han sido ejecutados “segiin los independentistas’. He alli un hecho. Con- trariamente, las autoridades inelonesias darén una ci- fra bastante menor. Lo sefalaremos también, puesto aque se trata de otto hecho. Siun cura portugués, apos- tado en Ia isla luego de varios afos, hace un nuevo | cdlculo, serd sefialado también. Al fin de cuentas, en | lugar de buscar la verdad sobre la situacién nos asfixia | veracidad es deci en qué medida ela puede ser | [verifiable com los datos. El debates despa alrede- 54 dor de una cantidad abstracta y no de una situacién concreta. Y una vex. més, loreal se aleja El deslizamiento ha sido tan bien obrado que di- ficilmente una problemética puede aparecer hoy en dia en las informaciones sin haber sido previamente transformada en hecho. Durante el invierno de 1998, el ciclén “Mitch” devasté Honduras. Una ola de periodistas que concurrié a los lugares apenas producida la catistrofe describié un pais en pleno drama, la ayuda insuficiente y publics los eéleulos mencionando aproximadamente 7000 muertos. Todo el mundo contento: hemos podido someter el ciclén a medicién y esta revel6 una cifra importante Para un reportero, siempre es més estimulante tra- bajar en una “gran historia’ que sobre una pequefia y una evaluacién de varios ceros garantiza lo espec- tacular. Pasan unas semanas y la emocién se apaci- gua. Los nuevos datos, relevados por la organizacio- nes humanitarias, comienzan a llegar, Ilevando a la baja los primeros registtos de victimas. Algunos en- viados especiales recuerdan ahora que “finalmente, ellos no han visto tantos muertos aca”, Entonces, de pronto, un nuevo ciclin, pero esta vex dentro de la prensa, ;Y si las cifras hubiesen sido infladas? Los reporteros retornan hacia Honduras para aclarar este “diluvio dentro del diluvio”. Conminado a decir la verdad y mostrar sus cuen- tas, un dirigente local de una villa destruida, reco nocié simplemente haber sobrevaluado el mimero de victimas. Conté al micréfono sin rodeo alguno émo ha calibrado su mensaje para los medios: “Me 55 hhan preguntado cudntas victimas habia tenido en mi zona. Pensé que era necesario dar una cifta terrible para que los periodistas se desplazaran y vieran los estragos y entonces la ayuda arribara. Sin aquello, temi que nada llegar’. Quienquiera que sea este alealde de Honduras, a nadie se le ocurrefa decir que “manipula la infor- macién: alli hubo un cielén que pondré de rodillas al pals por unos afios hasta recuperarse de él. Pero la obsesién de los hechos se vuelve a cerrar como una ratonera. Las personas entrevistadas, ¢ incluso los periodistas, estin tentados de travestic una realidad en informacién para que Ia verdad aflore. El repre- sentante de Honduras esté sinceramente persuadido de que si no da a la prensa lo que ella reclama los petiodistas no vendrén. En su exigencia de lo “tangi- ble", de lo cuantificable, que considera inmodifica- ble, el mundo de la comunicacién suscita asi lo que més teme: una proliferacién incontrolable de cuen- ‘as, una guerra de cifras que nadie domina. Después del golpe de estado de Burundi, en ju- lio de 1997, la mayoria hutu, que venia de perder el poder, se habia lanzado al aumento del néimero de cadéveres para probar que-lla era vietima de masacres mds importantes que las suftidas por la minoria tuts algunos afos antes. En una suerte de carrera macabra, las dos etnias contingan envidndose, por interposi- cin de los medios, célculos imposibles de verficar, suscitando polémicas sin fin no sobre el golpe de estado 0 sobre la situacién, sino sobre la ciffas de victimas. Desde entonces, la problematica de la si- 56 tuacién de Burundi se encuentra “vampirizada” por este debate aritmético, Con la cabeza gacha, la pren- sa internacional se lanza en las verifcaciones conta- bles, interminables e imposibles, alrededor de un problema que no constituye mas que la corteza de las cosas: zes correcta falsa esta cuenta? El sistema de la comunicacién vuelve a oscilar sobre s{ mismo, entorpecido por su propio funcionamiento. Si una situacién no se deja desmenuzar ficilmen- te, enseguida deviene sospechosa. Desde 1992, la “segunda guerra de Argelia” lo ha demostrado por- fiadamente. Es asi como luego de las grandes ma- sacres del otofio de 1997, un tal Hakim, presentén- dose como militar en ejercicio, dio vuelta por todas las redacciones parisinas. El acusaba al ejército arge- lino de haber participado de las matanzas y deseaba atestiguar sobre las operaciones en las cuales él mis- ‘mo habia tomado parte. Ante la violencia de esas tltimas exacciones, de las cuales algunas habian sido cometidas en la proximidad de los cuarteles del ejér- cito, la opinién publica estaba conmocionada. Por primera verse planteaba la cuestién de manera abier- ta: zquién asesina a quién en Argelia? Hakim cay ‘como anillo al dedo. Un periodista lo encuentra y publica su testimonio obviamente bajo un seudéni- mo. Tomar la palabra piblicamente, a cara descu- bierta, serfa demasiado peligroso. ‘Algunos meses més tarde, llegan a Paris noticias de Hakim. Ellas son malas. Desenmascarado su do- ble juego, habia sido asesinado por sus jerarcas en Argelia, un asesinato camuflado como accidente de 57 helicéptero. Oficialmente, se ha establecido que un accidente de este tipo ha tenido lugar, y entonces los periodistas intentan verificar si el testigo estaba realmente a bordo. Ellos entran en contacto con un ‘grupo clandestino que efectivamente reiine a los mi- litares argelinos que denuncian al ejézcito. A su re- {greso, uno de ellos acepta relatar los hechos. En la entrevista, las méscaras caen: es el mismo que algu: nos meses antes se hacfa llamar Hakim, Entonces se explica: Hakim era realmente una construccién, un personaje fieticio, edificado pieza por pieza. Uno presté su nombre, otro su historia, el Cercero su apariencia. La prensa se pregunta enton- ces: gquién movié los hilos del titere Hakim? En un, pais como Argelia, todo es posible. Un grupo isli- mico que quiere probar la responsabilidad del ejér- cito en las matanzas, © una faccién minoritaria de este dltimo que quiere desacreditar a quien mancja el juego. O al contrario, otra tendencia entre los militares que apunta a probar lo sencillo que es em- bbaucar ala prensa para asf restarlecredibilidad. Desde centonces, la pregunta: “:Quién asesina a quién?” se hha deslizado imperceptiblemente hacia otra: “:Quién ‘manipula a quién?” BI debate se torna estéril. No indagamos mas para saber si lo que se diee es verdad. (esta implicado el ejército en las masacres?), sino para saber si quien lo dice es real. Conclusién: no habiendo Hakim existido jams como individuo, la dda se lanza sobre lo que significan sus propésitos. La informacién superficial ha terminado por tomar todo el lugar al devorarla Ia ora. Y la prensa repite 58 sin cesar que en Argelia nadie puede comprender lo {que pasa, que todo el mundo miente y estamos con- denados a no creer nada Las masacres terminan por ser la dinica forma de abordar Argelia tal como pensar en Honduras hoy dia seria pensar en el ciclén. Esos acontecimientos se erigen més alli de los testimonios de tal o cual, en tun punto que se extrae a la estadistica. Cuanto mas hemos accedido a los hechos, mas nos ahogamos en la ilusidn. Esta avalancha de datos contradictorios, suscitada por la misma prensa, ter- ‘mina por cerrarse como una trampa, ;Qué creer, se pregunta también el periodista al igual que su lec- tor, desde cl momento que una informacién puede ser desmentida por otra mds fresca atin en el minuto siguiente, luego una tercera cae a su turno pata po- ner en duda las dos primeras. Entonces, la prensa se agora en un inventario interminable de informantes y contrainformantes, enredada en mentiras y verda- des a medias, persuadida de que si aprendemos mas podremos al fin saber. Existe esa obsesi6n por lo au- sente, por ese tltimo anuncio que no ha llegado ain pero que al fin dard sentido a un acontecimiento. En esta fetchizacién de la novedad, la préxima in- formacién, aquella que no tenemos todavia pero que esperamos impacientemente, deviene objeto de ado- racién. En fin, tinicamente ella aportard la verdad verdadera, inal. Ahora bien, hoy es evidente que cada noticia nueva esté condenada a suftir la misma suer- te que la precedente. Los periodistas han terminado por parecerse a esos 59 mercaderes que Don Quijote encuentea a un lado del camino en la novela de Cervantes. El caballero les pide queafirmen, como verdad incontestable, que Dulcinea es la més bella mujer del mundo. A los ojos de Don Quijote, el mundo es aquel de la pala- bra “revelada”. Reclama que cada uno adhiera a lo que para él es una verdad que no tiene necesidad de otras referencias que no sean ella misma. “Por qué no?”, le responden entonces los merca- deres. Ellos ponen una sola condicién: poder veri car que Dulcinea es la mds bella mujer del mundo. Si para Don Quijote la palabra “ES”, para los mer- caderes el mundo “ES”. Ellos no piden més que con- sentir a lo que proclama el caballero. Ellos justa- mente desean tener el derecho de confirmar la fuen- te y completar la investigacidn. Nuestra época segu- ramente no apreciar‘a un periédico hecho por Don Quijote. Qué importancia tendria una prensa en la ue los periodistas despacharan sus cuatro verdades sin ningtin cuidado de verificacibn? A la inversa, un diario hecho por los mercaderes nos pareceria de bue- na calidad. He ahi gente seria que no habla en el aire. Antes de afirmar que Dulcinea es la més bella de las mujeres, ellos hacen la investigacién. Por lo tanto, esto es imposible. Tan pronto haya pasado revista a la mitad del mundo seria necesario comen- zar otta ver inmediatamente, censar los nuevos naci- rmientos o las bellezas venidas a menos. Por lo tanto, «80 €s lo que la prensa intenta hacer al esforzarse en contar los muertos en Honduras 0 en verificar quién manipula un testigo en Argelia. 60 Si la palabra revelada no puede, por definicién, ser probada, el mundo no puede ser revelado. Pro- blema fundamental pero sin solucién, Cuatro siglos y medio més tarde fue el turno del matemético Kure Gédel. Si pretendo tener la completicud de lo mil- tiple debo afrontar algunas contradicciones internas, dijo. Contrariamente, si deseo tener una coherencia absoluta debo sactificar la exhaustividad. Para poder hacer referencia a todas las mujeres del mundo es preciso admitir una parte oscura, no decidida, en mi empadronamiento. Como contrapartida, sacrifi- cando la exhaustividad es posible sostener que Duleinea es la més bella. En el fondo, quien desee abarcar el mundo, debe aceptar no saber, no estar completamente seguro. A la inversa, la certeza no puede inscribirse mas que en una situacién particu- lar. La prensa pierde su tiempo en esa trampa l6gica: ella pretende buscar las afirmaciones sin falla abar- cindolo todo con exhaustividad La danza de la luvia Ente los tabiies de la profesién hay uno particu- Jarmente incorporado. Nadie escuchard jamds a un petiodista decir: “No sé” © “No comprendo”, En parte, la prensa ha construido su legitimidad bajo ‘xa promesa de un mundo al fin explicable, abarcable de una ojeada, lineal. Miltiples explicaciones son alegadas generalmente, pero ellas terminan por fun- cn el mismo crisol de donde saldré, cuadrada y categérica, una historia petrificada en el tiempo, con a principio y conclusion, La verdadera historia del euro. Las negociaciones secretas en Israel. Cémo ha co- menzado la revolucién en Rumania, Al final de un articulo, un lector debe poder exclamar, con la satis- faccién de un aficionado a la novela policial que des- cubre al aesino: “Claro, ahi esta”. Limpida, desem- barazada de toda sombra o rigurosidad, de exe modo puede una situacién entrar en el campo de la comu- nilcacién, Frente a toda nueva historia, el tratamiento de tuna informacién dentro de un mismo érgano de pren- sa hace a menudo la gran diferencia, sin que, por otra parte, haya algin maquiavelismo en esa cohabi- tacién. Lejos de la homogeneidad que muchas veces suponemos, las redacciones estén compuestas de di- ferentes estratos que se complementan sin dejar de confrontar. Entre el periodista de campo y el que luego escribe en su escritorio hay un mundo 0, en todo caso, logicas de trabajo bastante diferentes Por una parte los periodistas se entusiasnian, en- loquecen y reaccionan aunque sea por una cuestién de piel. Se dejan llevar por la “increible novedad”, apilan cifras extraordinarias. Sus reportajes se inscri- ben en el registro de lo “sorprendente” y lo “inago- table”, una puja por llegar lo més lejos posible. El articulo de andliss o el editorial publicado al costa- do avanzarin generalmente en sentido opuesto. Su ‘autor intentari demostrar que estamos de cara a un acontecimiento que en nada interrumpe la regla, que no pone en duda los conocimientos y las ereencias existentes. Todo lo contrario, mostraré que todo eso a permanece bajo una clara relacién de causa-cfecto previsible y discernible para quien sabia verla. En tuna palabra, que todo eso es explicable y que de he- cho lo nuevo no es més que lo antiguo. Cuando es practicado en vivo, sea en radio o tele- visién, el ejercicio pone la piel de gallina. “;Cémo cexplicamos entonces las revueltas que acaban de es- tallar en fa India2”, emice gallarda una voz en el es- tudio. Y como un acrobata sobre la cuerda floja, a! comentador se lanza anudando convicciones certe- zas, remueve tres clementos de un expediente, algu- nos recterdos, una noticia de tltimo momento... Lo adorma con migajas de andliss eosechados en lo de un especialista o junto asus colegas y luego todo lo apre- sacon cadenas retéricasrepletas de porque..." Eltono debe ser pausado o firme en todo caso. Esto quis ea lo mas importante, lo que dard esa impresién de que “Aproximadamente seiscientas personas estin agru- Padas en el lugar y las ametralladoras apuntan so- bre nosotros.” Aziz narra lo sucedido durante la jornada del 29 de marzo de 1999 en Krushe Madhe, villa de Kosovo que cuenta con un niimero de ha- bitances casi igual al de Oradour: “EI poblado ha sido cercado y los militares serbios han pasado por cada hogar para hacernos sali. Nos han reunido en Ja plaza.” Regreso @ Oradour, cincuenta afios atrés, son las 15 horas: “Unos soldados vinieron para separarnos: los hombres a un costado; las mujetesy los nifios al otro", narra Robert Hébras. “Dieron una orden y el grupo de las mujeres tomé el camino hacia la salida de la aldea. Fueron levadas hacia la iglesia. [..] Un oficial nos pregunté si tenfamos armas. Fuimos re- partidos en seis grupos desiguales, que fueron lleva- dos en direcciones diferentes. Mi grupo era por lejos el mas importante. Uno de los soldados que nos es- coltaba nos ordené meternos dentro del cobertizo Laudy. Dos soldados han barrido la entrada del co- bertizo cinstalado las ametralladoras.” Como un eo, ‘en Krushe Madhe, Aziz prosigue: “Separaron a los hombres de las mujeres. Buscaron las armas, les ha- biamos dicho. Después, debimos poner las manos detris de la cabeza y hemos sido levados hasta un cstablo a la salida de la villa” En el cobertizo Laudy, a las 16 horas, los hom. bres de Oradour escucharon una explosin, proba- bblemente una granada. “A esa sefial, los soldados 105 tendidos detrés de sus metralletas ajustaron sus po- siciones y tiraron”, escribe Robert Heébras, “Entce un alboroto ensordecedor y el olor a pélvora, todos Jos hombres cayeron unos sobre otros. [...] Perma- neci inmdvil como muerto. Escuché pasos. Eran de los soldados que buscaban entre nuestros cuerpos para rematar los sobrevivientes. Luego nos cubrie- ron de heno y leita y encendieron el Fuego. La ma- sacre terminé, una caceria humana fue organizada ‘Todo testigo era sistemsticamente abatido sin pro- ces0. Por todas partes del pueblo fueron descubie tos los cuerpos.” Despues de dos horas de espera en el exablo de Krushe-Vogel, Aziz escuché a un soldado serbio re- prendiendo a otro: “Le dijo: "Estis retrasado, apre~ stirare. Debes hacerlo.” El otto ha respondido que no tenia por qué inquietarse, que no le harian falta mis de dos minutos. Se puso a tirar con una metra- Hleta. Después, los otros han revisado para rematar a los 0". Justo al Iado, en el poblado vecino, las mujeres de Kosovo son igualmente conducidas hacia el lugar santo, la mezquita. Quien entra hoy a Krushe-Vogel ppetmanece asombrado por la minuciosa destruccién de cada edificio. No hay un solo muro en pie, ni tuna piedra, que no haya sido ennegrecida por las llamas, Todo aquello que podia robarse ha sido ro- bdo, las radios y las cubiertas de los asientos de los ppocos autos que han quedado en las calles vacias han sido arrancadas De nuevo Robert Hébras: “Los SS han procedido jue se movian. Inmediatamente, prendieron fue- 106 sn peta al pillje y lo que quedaba ha sido destruido con notable encarnizamiento. Recién después de saquear Ia aldea han prendido fuego a todas las casas”. Hasta cn las borracheras de la noche siguiente se parecen las historias de Oredour y Krushe-Vogel: en los dos 2808, los soldados eligieron una casa aparentemente confortable para pasar la noche y la abandonaron al amanecer sembrada de botellas de alcohol vactas. Algunos dias més tarde, en ambas ciudades, nue- vas tropas vendrén a cavar las fosas y prender nuevos incendios para intentar hacer desaparecer el mayor rimero posible de cadaveres. Al comparar estos dos restimonios, para nada se trata de establecer un paralelo entre el régimen de Slobodan Milosevic y el de Adolf Hitler, ni incluso de confindir la Francia de 1944 y el Kosovo de 1999. En cambio si podemos relevar que la barbarie en Europa esté condenada a la repeticién y responde a una restringida combinatoria de modos operativos de suerte que las mismas escenas se corresponden sin cesar a través de los afios. Hoy no debe haber mucha gente en Francia que ignore lo que ha pasado ‘en Oradour. Incluso el nombre de la aldea esté im- preso en nuestros espiritus como el simbolo de aque- lo que no debe repetise jamés. Todo el drama es ‘conocido, ensefiado en las escuelas, referencia abso- lta de un periodo hacia el cual as miradas inquie- tas atin se vuelven. Desde 1989 disponemos de in- formaciones, ciertamente més o menos completas, sobre la opresién de que es victima la comunidad albanesa de Kosovo. ;Quién puede decir que no lo 107 sabe? Absolutamente nada de eso ha impedido que en Kosovo se eproduzcan las masacres, no compara bles pero exactamente similares, cerca inclusive en la cleccién del cobertizo, a aquella de Oradour. El sa- ber no ha evitado la repeticidn. Existe con seguridad tuna interaccién entre esos dos niveles, pero es preci- so constatar acabadamente que el conocimiento en nada garantiza una reaccién social significativa. Esto vale también en un eégimen dictatorial: ‘cuando este llega a su fin nos damos cuenta de que la informacién estaba aqui desde siempre. Incluso ‘en los paises donde la prensa es extremadamente vi- gilada existen maneras disuasivas de hacer pasar los mensajes (por ejemplo, bajo la excusa de comentar la actualidad internacional, algunos titulos llegan 4 destilar noticias sobre la situacién interior). Esto es més evidente todavia a la hora de la circulacién mundial de la informacién, como lo hemos visto en Argelia. En 1998, Amnistia Internacional habia encinta- do su informe sobre la situacién de ese pais con una banda negra que afirmaba: “Para que nadie pueda decir: no sabiamos’. También dentro de la prensa Francesa, algunos especialistas en el tema han dado cuenta regularmente de las atrocidades que han jalonado ese conflicto desde que ha estallado en 1992, 4 pesar de las amenazas del gobierno argelino y por momentos la hostilidad de sus colegas. Algunas in- formaciones han citculado ampliamente en Argelia. Asi es que nadie ignora que la eleccién presidencial de febrero de 1999 ha estado marcada por un fraude 108 masivo ni que las fuerzas de seguridad regularmente impiden manifestarse a las familias de millares de desaparecidos. Es por eso que incluso entre los es pecialistas en el tema, se escucha todavia hoy, una y otra ver, el mismo lamento: “;Argelia? No sabemos bien lo que ocurre alt". Todo esto no quiere decir, evidentemente, que la informacién no juega ninggin rol o que ella se opone a la accién. Algunos sostendrén, en efecto, que un compromiso reclama, ante todo, un alma bien tem- plada y una suerte de intuicidn celeste que distin- guia el bien del mal sin ninguna necesidad de otras referencias. Nosotros pensamos, a la inversa, que las cencuestas de las organizaciones de defensa de los derechos humanos 0 de los periodistas son funda- mentales. Por su coraje, su trabajo, ellas van a pro- vveer las indicaciones indispensables para advertir y actuar en las situaciones concretas. Sus informacio- nes son una condicién necesaria para el compro: de cada uno. Necesaria pero insuficiente. Porque esos dos conceptos tienen una enojosa ten- denciaaconfundirse, Después dela guerra I apuesca de los progresistasa la educacién nacional habia sido clevar las generaciones siguientes bajo el estandarte de la libertad. Pero su buena voluntad ha termina- do por debilitarse ante la tepeticién de lo que cref- ‘mos que no ocurriria “nunca mds”, Desilusionados al constatar que la educacién no era suficiente para crear un mundo de hombres libres, algunos han podido declarar que ella no seria necesaria de ahora ‘en adelante. Por lo tanto, toda ética de la libertad 109 exige que podamos perseverar en la construccién de lo necesario, incluso si ello nunca fuera suficien- te, De todas formas lo “suficiente” no tiene chance alguna de existr sin una construccién previa de lo Paradéjicamente, esa realidad que la prensa mis- rma intenta muchas veces eludit, esa suerte de dile- ma absurdo al que se arroja a menudo: ;manipulan © no los medios a la opinién piblica? Desde el mo- mento en que una informacién no basta para provo- car alguna reaccién, las puestas en escena no con vencen mas que a aquellos que desean creetlas. Sobre la trama de lo cotidiano Durante fa dictadura en Argentina, en los aftos setenta, el objetivo del régimen era doble. La repre- sin debia permanecer oculta(“desapariciones”, cen- tros de tortura clandestina) pero se precisaba, sobre todo, que todo cl mundo sintiera un clima de ho- ror general. Todos los periddicos oficiales negaban la represién pero narcaban la aparicién de cadéveres mutilados que cada quien sabia de dénde ven(an. De igual modo, una noche, en el obelisco, en pleno centro de Buenos Aires, delante de miles de testi- 0s, dos autos se detuvieron. Descendié un hombre joven, desnudo, que los militares atarian al monu- ‘mento. Luego lo fusilaron en publico. Podriamos pensar que frente a estos acontecimientos una gran ‘mayoria de argentinos hubo considerado que la “se- fial de alarma” habia sonado. Ese no fue el caso. No 10 cesariamos de sorprendernos por la capacidad de re- construccién permanente de ese “sentido de lo cori diano”. Para eso también el mecanismo es universal Un hombre va por Ia ealle con sus preocupacio- nes, sus alegelas, sus penas y esa crisis econdmica que envuelve siempre las situaciones extremas mo- nopolizando las inquietudes de cada uno. Ese ciu- dadano tiene en la cabeza el vencimiento del alqui- ler, los cuidados que no podré pagar a su madre y quizds también las explicaciones que daré a su espo- saa propésito de llamados telefnicos insistentes que alguna mujer no para de hacer. En ese momento, dos Ford Falcon se detienen brus- camente. Seis personas armadas descienden y atrapan una joven mujer que caminaba justo delante de Precisamente, él la habla observado porque era bella y su andar le habia parecido alegre. La escena sera tan répida que con un poco de buena voluntad po- ddriamos incluso dudar de su realidad. Pero apenas el Ford Falcon desaparezca en el trinsito el argentino sc encontrard pensando: “Por algo debe sex” 0 quizés: “Blla debia estar mezclada en alguna historia’. Si un dia lo invitamos a firmar alguna peticién, sin dudas cexperimentard un cierto malestar, acidez estomacal, tal vez insomnio. Pero él, piensa, es “correcto”. Esa situacién es horrible pero "por algo debe ser”. Si al llegar a su casa, su esposa le dice que esa mujer ha llamado dos veces, la desaparecida habré desapareci- do también, ripidamente, de su conciencia. “Por algo debe ser.” La frase vale més que una plegaria. Resuena como una formula mégica que deja un a merced de cada uno la posibilidad de cerrarla puerta del infierno cuando se entreabre delante de sus ojos. Quizés hoy en dia, los argentinos estén listos para reaccionar ante las frenadas de los Ford Falcon que se detienen, En cambio frente alos “chiquilines” de la call, la privatizaci6n de los hospitales, la miseria, dirdn: “Por algo debe ser". Ese “algo” es ahora dife- rente, eso lo vuelve confuso, dificil de aprender. Los acontecimientos que vivimos tienen forzosamente un carécter “complejo”. En Francia, Bélgica, Alemania, por toda Europa, las autoridades han dispuesto, luego de afios, los fa- ‘mosos charters para las expulsiones de extranjeros en situacién irregular. Poco a poco la poblacién ha sabi- do -al menos los que han querido saberlo~ que exis- ten en algunos paises campos de detencién donde los clandestinos son prisioneros hasta ser conduci- dos ala frontera. Incluso una ver que la prensa lo ha informado, estuvimos al anto de que los “retenidos” son atados, amordazados y golpeados cuando rehii- san a dejarse expulsar tranquilamente. Algunos has- tason asesinados. Todo eso ha sido abundantemente publicado. Denteo de su multiplicdad, los periédicos test- monian todo lo que los diferentes sectores de la ciedad piensan, desean o viven. Ciertos ttulos justi- fican esta politica, otros la ven con ojos més crticos, los més contestatarios la juzgan mala y una miriada de éiganos de prensa més marginales considera que el umbral de lo admisible ha sido largamente reba- sado por la especie. Frente a la brutalidad de estos 2 actos como ante las olas de despidos en empresas de ‘cuantiosas ganancias la mayor parte de los Europeos saben. Incluso algunos han leido en su periédico que ha sonado ya la hora de la barbarie, Pero las expul: siones... “por algo deben ser’, un algo que esta vez reenvia vagamente a una razén econémica superior, a una inevitable naturaleza histérica, al horizonte inquebrantable de nuestro mundo neoliberal ‘Como ese hombre en las calles de Buenos Aires que se lamentaba, pero pensaba sinceramente que el secuestro de la joven tenfa una explicacién cualquie- 13 los franceses no estarin siempre de acuerdo entre cllos sobre las razones que sospechan. Pero el senti- do de lo cotidiano seré restablecido porque habita en la certeza de que alli dentro no hay un punto irracional. La conviccién de que esos acontecimien- tos responden a un motivo cualquiera es fundamen- tal para la ausencia de reaccidn de un testigo frente a la irrupcién de algo real que en principio es reputa- do como inaceptable. El no lo aprueba necesaria- mente, hasta puede sentirse en radical desacuerdo. No es el contenido de Ia razén evocada lo que va a restablecer el sentido de lo cotidiano, sino el hecho mismo de sospechar su existencia creando una im- presién de coherencia sélida y estancada. Creer que 50 que atravesamos corresponde a una légica supe- rior, incluso si ella fuera oscura o detestada, basta para volverlo soportable. Podemos comprender ficilmente cémo este me- canismo puede justficar lo que algunos calificaron como cobardfa para designar la actitud de esos ciu- 413

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