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SANTO CURA | DE ARS Foyer N. S. del Carmen SANTO CURA DE ARS El hombre, la mujer, bien realizados, Ilenos de vida y de buenas obras, son el "HONOR DE DIOS" y de la humanidad. «Uno de los medios que la experiencia me ha ensefiado como el mas poderoso para el bien, es la imprenta. No todos pueden ofr la divina Palabra, pero todos pueden leer un buen libro. El predicador no siempre podra estar predicando, pero e/ libro siempre estard diciendo lo mismo, nunca se cansa, siempre esta dispuesto a repetir lo mismo, una y mil veces. Hoy dia la lectura de libros buenos es de absoluta nece- sidad. Los libros han de ser pequefios, porque la gente anda de prisa. Los libros pesados y gruesos son sdio para llenar las estanterias de las bibliotecas». (San Antonio M. Claret) * con aprobacién eclesidstica QUE DIRECCION TOMAR Una pesada carreta guiada por un joven, avanza lenta- mente por un camino lleno de barro; en ella, van amontonados: una cama, dos sillas viejas, un armario, un estante para libros, una olla, una sartén, y algunos paque- tes. Detras, en profundo silencio, caminan una mujer de edad y un joven sacerdote. Al llegar a un cruce del camino, se preguntan: “zqué direccién tomar ahora?”. Por suerte, no muy lejos de alli, divisan algunos pastorcitos que vigilan sus rebaiios. El sacerdote se ade- lanta y se acerca a uno de ellos, que parece muy risue- fio y despierto, y le pregunta: -“M’hijito, gpodrias indicar- me el camino que va a Ars?” -“Por alli, sefior Cura, a la izquierda -le dice el nifio levantando su dedo, para indicarle el lugar- Y usted sigue derechito”. -“Oye, ,cdmo te llamas ti?”, le pregunta el Padre. -“Yo me llamo Antonio Guivre”. -“Muy bien, Antonio. Ya que me ensefiaste el camino para 2 llegar a Ars, yo te mostraré imetererneces “»-eem el camino para ir al cielo!”. Entrando en confianza, ahs el nifio le explicé que los limites de la parroquia de Ars, llegaban hasta este mismo cruce donde estaban conver- sando. Entonces, sin ningtin respeto humano, el sacerdote se arrodill6 en direccién del pueblo y juntando las ma- nos, or6 en silencio por su nueva parroquia. Terminada su oraci6n, se levanté y el cortejo tomé la direccién de Ars. {Quién es este sacerdote?... Es Juan Maria Vianney. SECRETO DE MADRE... Juan Maria Vianney, nacié el 8 de mayo de 1876, en Dardilly, pequefio poblado ubicado cerca de Lyon. Era el cuarto de una familia de 6 hijos. Su padre, Mateo Vianney, era un buen campesino, muy trabajador. Su madre, Maria Beluse, una mujer de gran fe, firme como una roca y trans- parente como el] agua de una fuente. Un dia que el sefior Cura pasaba delante de la casa de los Vianney, fue invitado a entrar, y el duefio de casa lo llev6 hasta el dormitorio donde estaba su esposa, con el recién nacido en sus brazos. Alzando al nifio, la joven mama le dijo: -“;Mi hijo! sefior Cura. Usted lo bautiz6é hace sdlo algu- nos dias. Por favor, tenga la bondad de bendecirlo”. E] sacerdote traz6 piadosamente la sefial de la cruz so- bre la frente del nifio, el cual lanzé un fuerte chillido. -“;Con esta voz!... este nifio podria Ilegar a ser un buen sacerdote!”, dijo el parroco riéndose satisfecho. -“jOh! jSefior Cura!”, balbuceé emocionada la mujer. Al decir esto, el sacerdote, sin saberlo, acababa de ex- presar el secreto deseo de la joven mama. En efecto, desde que habia sentido brotar en ella esta nueva vida, en un movimiento esponténeo de mucha devocién, habia con- -5.- sagrado su criatura a la Santisima Virgen antes de que naciera, Como buena mama cristiana, la sefiora Maria inculcé a su nifito, desde muy pequeiio, el amor al Sefior: le mos- traba la cruz, las imagenes de la Virgen, los santos que adornaban la casa. Desde muy temprano, en este ambien- te de célida fe, Juanhito manifest6 una gran abertura de corazon a todo lo que era religioso. LA GRAN MISION DE LAS MAMAS Un dia, en que se habian olvidado persignarse antes de la comida, Juan Maria se negé a comer, hasta el momento en que la mama, adivinando el motivo, lo ayud6 a hacer la sefial de la cruz, gesto propio de los cristianos. En cuanto empezo a caminar, el nifio tom6 la costum- bre de imitar a los grandes. En la noche, se iba a arrodillar cerca de sus padres, cuando todos los miembros de la fa- milia se reunian para la altima oracién. Durante todo el dia, el pequefio corria detras de su mam, quien le habia ensefiado el “Padre nuestro” y el “Ave Maria”, le contaba también los relatos mAs bonitos de la Historia Santa. El nifio escuchaba con atencién, en especial cuando la mama le contaba el nacimiento de Jestis y la adoracién de los pastores y de los reyes Magos. {Qué hermosa y gran misién, confié Dios a las mamas, la de educar a los pequefiitos en el amor a Dios y la cari- dad para con el préjimo! Esta caridad, era practicada en la familia Vianney; la mesa familiar estaba siempre abierta a los peregrinos y mendigos quienes se sentian acogidos y amados, ya que no se les daba distraidamente un pedazo de pan en la puerta de la casa. <6 Veinte afios atras, la familia Vianney habia recibido a un huésped muy extrafio. Habia Ilegado en la noche, sucio, mal vestido, con un saco al hombro, un rosario colgado alrededor del cuello y una cruz en el pecho. Iba de peregrinacién a Roma. Al dia siguiente, profundamente agradecido por la hospitalidad brindada, el extraiio peregrino se despidié con una bendicién. Esta visita, era ni mas ni menos que la del futuro San Benito Labre. DASELO POR AMOR A DIOS... Juan Marfa crecia... y sus padres tenian la preocupa- cién de ensefiarle, no sdélo los valores cristianos, sino también el amor al trabajo bien hecho. El nifio tenia por lo tanto sus trabajitos en la finca familiar. En verano, cuan- do de madrugada los hombres salian para ir a trabajar al campo, Juan Maria y su hermanita Margarita, iban para ayudarlos, pero un poco mas tarde. Los esposos Vianney comprendian que era cosa muy importante en la educaci6n de los nifios, ensefarles a ser generosos... y eso, la sefiora de Vianney lo tenia muy pre- sente en la formacién de sus hijos, en especial de Juan Maria. Un dia, le habian regalado al nifio un lindo rosario, y estaba muy apegado a él. Margarita, dieciocho meses me- nor que él, se puso envidiosa, y le dijo enojada: -“Damelo!”. -“iNo! -contest6 su hermano- ; es mio!”. Pero Margarita siguid molestandolo. Cansado, Juan Maria corrié donde su madre, y le dijo: -“Mamé, Margarita quiere tomarme mi rosario”. ~“¢Por qué no se lo das, m’hijito...? ;Daselo por amor a Dios!”, le dice la mama. in El nifio suspira... y después de una visible lucha inte- rior, entregé su tesoro a su hermanita jEra una gran victoria! Entonces, para consolarlo, su madre le regalé una imagen de la Virgen que estaba en la cocina y que le gustaba mucho al nifio, Juanito estallé de alegria... y mas tarde, recordando este hecho, dira: -“Ya no podia separarme de ella. No me hubiera dormido tranquilo si no la hubiera tenido a mi lado, en mi cama”. Una tarde, Juan Maria no habia vuelto a su casa, y su madre lo buscé por todas partes, muy preocupada. Final- mente, lo encontré en la pesebrera, arrodillado entre dos vacas, con la imagen de la Virgen en sus manos, y orando con toda su alma, MAMA, LLEVAME CONTIGO A MISA La sefiora Maria iba, habitualmente, a la primera Misa de la mafiana, que se celebraba a la 6 hrs, cuando todo estaba atin oscuro. Trataba de salir sin hacer ruido. Pero cuando la campana de la Iglesia tocaba, para anunciar el Oficio Divino, Juanito saltaba de su cama, y corriendo donde su mam, le suplicaba: -“;Mam... llévame contigo a Misa!”. Es asi que los que asistian a la Misa, veian, a menudo, al pequefiito de 4 afios, con su mam, en las bancas de la Iglesia. Durante la Misa, ella le explicaba los gestos del sacerdote, el sentido de las oraciones. Algunas veces, Juanito se quedaba mirando a su madre, mientras ella estaba rezando, con los ojos cerrados y en cuyo rostro, se reflejaba la alegria de hablar con Dios. El] mismo, cuando adulto, dira: -“Si la Misa me gust6 desde muy pequeiio, es a mi madre a quien se lo debo”. casa de la familia Vianney El ambiente cristiano dep paz y eee dad de este pe- quefio poblado francés, lejos de las grandes ciudades, desgraciadamente no va a durar mucho tiempo. En efec- to, el viento de la politica soplaba fuerte en Paris, y de repente estallé la Revolucién Francesa, que iba a exten- der sus persecuciones hasta el dltimo rincén del pais. Los sacerdotes eran e] blanco de los revolucionarios, los obli- gaban a comprometerse con la revolucién bajo juramento, los que se negaban tenian que ocultarse si querian salvar su vida, de otro modo eran detenidos y guillotinados en menos de 24 horas. La ley era estricta: estaba absolutamente prohibido dar- les asilo. A pesar de eso, muchos de ellos se quedaron en la regién. Escondidos un dia aqui, otro dia alla, celebra- ban Ja Misa de noche, en las fincas retiradas. Entre los mismos cristianos, se comunicaban secretamente el lugar y la hora del oficio divino. COMO EN LAS CATACUMBAS Entre estos catélicos franceses, que en 1793 vivian la vida de los primeros cristianos como en el tiempo de las abe catacumbas, estaban los Vianney, y Juan Maria, que tenia en aquel entonces 7 aifios, estaba también con ellos. Todo este ambiente de misterio, lo habia conmovido profunda- mente. Se estrechaba contra su madre y le preguntaba: -“Maméa, 4.quién es este hombre?”. -“Es un sacerdote, hijo”. -“,Un sacerdote?... gy por qué no ha venido a nuestra Igle- sia?”. -“No puede, Juanito, lo llevarian a la carcel”. -“,Y por qué, mama, al que est4 en Dardilly no lo han metido en la carcel...?”, Ahi estaba el problema... Entonces, la mama trataba de explicarle con profunda tristeza, que aquel que celebraba la Misa en Dardilly, era un cura, si, pero “juramentado”, es decir, que se habia comprometido con juramento, obe- decer a las leyes injustas dictadas por un gobierno que persiguia a la Iglesia, Le explicaba, con palabras senci- llas, que era un cura renegado, un desobediente, que se habia separado de la Iglesia, y por lo tanto, no se le debia hacer caso; mientras que los buenos sacerdotes eran per- seguidos, y se veian obligados a esconderse, pues su vida estaba en constante peligro. Juan Maria comprendié por primera vez, lo que es un sacerdote: un hombre que, arriesgando su vida, por su consagracién sacerdotal, hace bajar del cielo a Jestis en la Misa, y se lo da a sus hermanos, para alimentarlos. Estas Misas a escondidas, impresionaron mucho a Juanito, y seguramente que en una de ellas, le nacié el deseo ardiente de servir a Dios, y en el fondo de su alma pens6: “;Yo también seré sacerdote!”. Pero deberdn pa- sar muchos afios. La Revolucién se ensafiaba furiosamente contra la re- -10- ligion: Iglesias cerradas y seminarios clausurados, luga- res de culto profanados; s6lo algunos sacerdotes heroicos andaban fugitivos por los campos, para sostener la fe del pueblo de Dios. En 1795, la caida del despiadado gober- nante Robespierre pone fin al terror, pero no se recupera la libertad religiosa. VA POR PRIMERA VEZ A LA ESCUELA Un ciudadano abre en la poblacién de Dardilly, un cur- so basico, y Juan Maria, que tiene ahora 9 afios, va por primera vez en su vida a la escuela. Pero ya sabia el alfa- beto, pues su hermana mayor, Catalina, se lo habia ensefiado. El nifio estudia con seriedad, y los progresos son tan rapidos, que al cabo de algunas semanas, pudo empezar a leer en alta voz la vida de los santos, en las veladas familiares. Las Iglesias permanecian cerradas, sin embargo, cua- tro sacerdotes se habian instalado en la poblacién vecina: uno de ellos, era carpintero, otro, el sefior Groboz, era cocinero. De este modo, nadie podia sospechar que eran curas. El sefior Groboz, joven sacerdote y ardiente predica- dor, salia por las noches para visitar las casas conocidas de los cristianos. Una noche, habia pedido hospedaje en la casa de los Vianney, y en las conversaciones, le habia llamado la atencién este nifio, de limpida y profunda mi- rada, que rezaba con fervor. Le pregunto: -“7Qué edad tienes ti?”. -“Tengo once afios”, le contesté el nifio. -“¢Y hace cuanto tiempo que no te confiesas?”. -“Nunca me he confesado, Padre!”. -“;Pues bien!, h4zlo en seguida”, dijo bondadosamente el sacerdote, ie Y alli, al pie del gran reloj de la cocina, Juan Maria hizo su primera confesién, que dejé maravillado al sacerdote. El Padre Groboz aconse- : j6, entonces, a los padres, que lo hicieran instruir en la religion, para completar su formaci6n cristiana, y prepararlo a la primera comuni6n. Es asi como en mayo de 1798, Juanito deja a su familia, para ir a vivir donde una tia, en la poblacién vecina. Dos monjas, cuyo convento habia sido destruido, estaban a cargo de la catequesis, y lo prepararon, con otros quince nifios, para recibir a Jesis Hostia. Pero la verdadera Maestra de Juan | Maria Vianney, en esos afios, fue la Santisima Virgen, a la que saludaba al toque de las horas, como se lo habia ensefiado su madre: “;Bendita sea la Madre de Dios!”. La santa mujer, le habia dado también el amor al Rosario. PRIMERA COMUNION DETRAS DE LA PAJA... Desgraciadamente, la persecucién vuelve. El mismo Papa Pio VI, est4 detenido en Francia, y centenares de sacerdotes mueren en el mismo puerto, donde estaban de- tenidos para ser embarcados para los trabajos forzados en Guyana. -12- La ceremonia de la primera comunién, tuvo que hacer- se a escondidas, en una finca. Delante de las ventanas de la pieza donde se celebraba la Misa, pusieron carretas lle- nas de pajas, y durante toda la ceremonia, los hombres trabajaron para descargarlas. Asi, nadie podia sospechar que adentro, se estaba realizando una reunion cristiana, bien parecida a la que vivian los cristianos, en los prime- tos tiempos de la Iglesia, cuando se escondian en las catacumbas para recibir la ensefianza de los sacerdotes. Juan Maria, como lo podemos pensar, hizo su primera comunién con gran fervor. Mas tarde, él mismo dira: “;Oh, Dios mio! jqué alegria para un cristiano que vuelve de la comunion, con todo el cielo en su coraz6n!”. Al terminar la ceremonia, Juanito regres6 con sus pa- dres a la poblacién de Dardilly. Para él, se habian terminado los ajios de la infancia y también los estudios. De ahora en adelante, se dedicaré a los trabajos del cam- po y ala mantencién de la finca. jOYE, BEATO...! Juanito es un nifio con buena salud, pero no esté muy desarrollado para su edad. Los trabajos del campo son bastante variados: arar, sembrar, podar las vifias, cose- char nueces y manzanas, cuidar los animales, trillar, vendimiar, guardar el forraje para el invierno... son tra- bajos duros para un nifio de 13 afios, pero Juan Maria esta lleno de valentia, y cuando ya no puede mas por el can- sancio, echa una mirada hacia la Iglesia, cuyo campanario domina la poblacién de Dardilly, y piensa: “All esta Je- sus...”, y eso le da 4nimo. Mé&s tarde, dird a sus feligreses: “Qué bonito es ofre- cerse en sacrificio a Dios todas las mafianas!”. «13- Todos los dias sale temprano con su hermano, para ira trabajar a la vifia, y por la noche, vuelve agotado por ha- ber querido seguir el ritmo de Francisco. -“Oye, beato -le dice Francisco- {qué te pasaria a ti, el mas joven, si tuvieras que trabajar como yo, que soy el mayor?”. Pero al dia siguiente, Juan Maria vuelve a la vifia con su hermano, y lleva consigo a su estatuilla de la Virgen. Se pone en la hilera, besa la Virgen, y la lanza delante de él lo m4s lejos que pueda. Luego, empieza a aporcar con ardor, hasta alcanzarla. Entonces, vuelve a hacer lo mis- mo: la besa y la lanza... y Francisco se queda atras del beato... Llegada la tarde, Juan Maria vuelve a la finca Ieno de alegria diciendo: “;He podido seguir a Francis- co, y no estoy cansado..!” EL PADRE NO QUIERE SABER NADA... Llega finalmente la paz dentro del pais. Napole6n fir- ma el Concordato con la Iglesia, es decir, un contrato que le devuelve la libertad para cumplir su misién. Las cam- panas de Notre Dame repican por la libertad religiosa recuperada. Los sacerdotes vuelven a sus parroquias, aban- donadas y cerradas después de afios de pruebas y persecuciones. {Qué alegria, para Juan Maria, poder ir a rezar a la casa de Dios por la manaiia y la noche...! Desde su primera comunion, ya no estudiaba el cate- cismo, sin embargo, tenia hambre de conocer mas a Jesus. Todas las noches, antes de ir a dormir, leia el Evangelio 0 la Imitacién de Cristo a la luz de una débil vela; rezaba, reflexionaba y sentia crecer en él, el deseo ardiente de ser sacerdote. Pensaba en las numerosas parroquias privadas de sacerdotes, después de las persecuciones de la Revolu- “Tas cién. Recordaba las Misas nocturnas en las fincas, y la miseria de la gente sin pastor, que no sabia a quien acudir para pedir consejo... Recordaba su primera comuni6n... Si, no habia duda... jqueria ser sacerdote! Pero, ,c6mo hacer...? pues tenia ya 17 afios... No sabia nada de latin... y sus estudios habian sido pocos. Ademas qcémo iban a reaccionar sus familiares, en especial su padre? Con su madre, sabia que no tendria problema, pues ella comprendia. Un dia, se decidié y habl6 a su madre de su gran de- seo... Ella, recordando que lo habia consagrado a la Virgen cuando tenia sélo algunos dias, con el secreto deseo que fuera sacerdote, se emocioné y lo estreché en sus brazos lorando de alegria, pues se daba cuenta que el Sefior ha- bia escuchado su oracién. Pero cuando el papa supo el anhelo de su hijo, no qui- so saber nada de todo eso, y quedé insensible a las stplicas del joven y de su esposa. Decia que habia mucho trabajo en la finca, y ademas, recientemente se habia hecho gran- des gastos, y se necesitaba brazos para trabajar. POR LO MENOS, VEA AL JOVEN.. La resistencia del] papa fue una dura prueba que duré dos afios. Juan Maria, que lo habia entregado todo a su dulce Maestra, la Virgen, no hablé mas de este deseo suyo, sufria y seguia trabajando con empefio, pero permanecia firme en su propésito. El Padre Belley, cura de la poblacién vecina, sacerdo- te y apéstol ardiente, abrié en su misma casa parroquial, una pequefia escuela, para la preparacién de los futuros sacerdotes. En Juan Maria, volvié a nacer la esperanza... y apoya- -15- do por su madre, hablé nuevamente al papa, quien esta vez acepté. Al dia siguiente, sin perder mas tiempo, la sefiora Ma- ria fue a visitar al sacerdote, para hablarle de su hijo. El parroco le dijo que la casa ya estaba copada, y por lo tan- to, no podia recibir a nadie mAs. Decepcionada, la mujer insistié, y suplicdndole le dijo que por lo menos vea al joven... Finalmente, el sacerdote acepté conversar con él, y después de algunas preguntas, lo miré largamente y, abrazandolo, le dijo: “!Quédate tranquilo, amigo, si es necesario, me sacrificaré por ti!” Juan Maria, que tiene ahora 19 afios, esta feliz, a pesar de que tiene que ir a vivir donde su tia a Ecully, para poder estudiar. Las manos callosas, que hasta entonces manejaban el asadon, hojean ahora los libros; sus ojos, pocos acostum- brados a leer, se cansan ligerito. Tiene momentos de mortal desaliento, pero esta lleno de confianza en la Virgen, y sabe que Ella lo ayudara a alcanzar la meta. Como comida, se contentaba con una sopa al almuerzo e igual en la cena, pensando que por sus penitencias, ob- tendria la bendicién de Dios sobre sus estudios; pues si su amor a Dios y al préjimo aumentaban cada dia, los estudios le resultaban muy dificiles. Hacia tanto tiempo que habia dejado la escuela... ademas que no habia estu- diado mucho... por eso mismo, su memoria no respondia bien, la cual es indispensable para los estudios. LUCHA COTIDIANA CONTRA EL DESALIENTO Algunos de sus compaiieros de curso, lo ayudaban lo mejor que podian, en especial un joven llamado Matias Loras. Pero Matias era nervioso... y a veces elevaba el 16 tono, cuando se daba cuenta que su amigo no entendia. Un dia, mas enojado que de costumbre, al ver que Juan Maria no lograba captar, a pesar de sus repetidas explica- ciones, le mandé un palmetazo delante de sus compaiieros. Inmediatamente Juan Maria cay6 de rodillas para pedirle humildemente perdén. Matias, adolorido y humillado por su reaccién incontrolada, se ech en los brazos de su com- pafiero para pedirle disculpa. Este joven, que sera mas tarde Monsefior Loras, nunca olvidaré este gesto, y una aprofunda amistad nacera entre ellos después de este in- cidente. Pero, no por eso el latin penetraba en su mente... Y nuestro joven luchaba contra el desaliento. El Padre Belley lo alentaba a permanecer firme, a pesar de todas sus difi- cultades. Es entonces cuando Juan Maria decide hacer una manda a la tumba de San Francisco Regis, para pedirle su ayuda, Una maifiana, con su rosario en una mano y el bastén de peregrino en la otra, Juan Maria Vianney sale muy tem- prano, pues tiene que caminar unos cien kilémetros, para llegar a la Louvée donde esta la tumba del santo. A lo largo del camino, mendiga su pan, pero en muchas fincas la gente lo rechaza, pensando que es un vago y aprovechador. Cuando no recibe nada, come hierbas, bebe agua de las fuentes y duerme bajo los Arboles. Con los pies ensangrentados y muy cansado, llega por fin a la tumba de San Francisco Regis. Alli, de rodillas, con fervor y confianza, le pide la gracia de dominar un poco e] latin para poder estudiar teologia. A partir de este momento, progres6 lo suficiente como para no desanimar- se, y a los libros, ya no les tenia tanto miedo. 47 < DIOS TE SALVE DE LA IRA DEL GENERAL... Una mafiana de otofio de 1809, un empleado de la Gendarmeria francesa se detiene ante la casa de la fami- lia Vianney, y entrega a la madre, un papel. Cuando la buena mujer lee el contenido del mensaje, prorrumpe en llanto... Su hijo esta llamado a juntarse al ejército, pues Napoleén decidié invadir Espafia, y necesitaba soldados. Con eso, Juan Maria, después de 5 afios de penosisimos estudios, debe dejarlo todo, tomar las armas y partir... Pero las fatigas de estos afios de estudios y las peniten- cias que se habia infligido, habian agotado la salud del joven. Apenas Ilegado al cuartel, tuvieron que trasladarlo al hospital. Después de algunos dias, y no del todo restablecido, vuelve al cuartel con escalofrios y fiebre. Ahi, se encuen- tra con la desagradable sorpresa de que su compafiia ya se ha ido a Espafia. Al verlo llegar tan atrasado, el Capi- tan Blanchard se enojé y lo ret6 de mala manera. Pero luego, al mirar aquel rostro palido, tuvo compasién, y dan- dole la hoja de partida, le dijo: -“Trata de alcanzar la retaguardia en la ciudad de Clermont, jy que Dios te salve de la ira del General!”. El palido convalesciente se puso en camino haciendo sonar dientes contra dientes a causa de la fiebre. En este estado... era imposible juntarse con sus compajieros del regimiento. Después de haber caminado no mucho tiem- po, ya no pudo mas. Su mochila pesaba como si fuera de plomo... Sus piernas vacilaban, se sentia bafiado en sudor frio. Seguir asi, resultaba imposible. Al pasar a la orilla de un bosque, se arrastré como pudo hasta él, y cayé so- bre las hojas himedas sin soltar su rosario. EJ frio era horrroso, Como en un suefio sintié, que una mano ligera 218s se posaba sobre sus hombros y una voz lo invitaba a se- guirlo. Juan Maria se levanté con dificultad y siguié al desconocido. USTED ES UN DESERTOR... A la mafiana siguiente, la buena persona que lo habia recogido, al conocer su situacién referente a su regimien- to, se asust6, pues un hombre llamado al ejército y que no se presenta, esta considerado como un desertor... Y si lo descubren, estaria condenado a muerte o mandado a los trabajos forzados. jDesertor é1...! que durante cinco afios habia porfiado para enrolarse en el Ejército del Rey de los reyes... Por lo tanto, el pobre estudiante, palido y enflaqueci- do, va a tener que vivir en los pajares, huir de los carabineros, evitar los encuentros y tendra que cambiar también de nombre. Ahora se llamara Jerénimo Vicente. Se quedara mas o menos un afio en la casa de esta bue- na sefiora Claudina, prestando toda clase de servicios, y como no queria perder lo que habia adquirido con tanta dificultad, escribié a su madre, para que le mandara sus libros. Por fin, en 1810, termina esta prueba. El Emperador, con la ocasién de su matrimonio con Maria Luisa, conce- de amnistia general. Juan Maria puede regresar a su casa, pero justo a tiempo para volver a ver a su querida madre que se esta muriendo. En efecto, gastada por tantos sufri- mientos, se muere algunas semanas después, a los 54 afios. Juan Maria Vianney no olvidara nunca a la que habia for- mado su alma de cristiano, y que le habia ensefiado la generosidad, que debia conducirlo hasta la santidad. Juan Maria vuelve con tenacidad a sus estudios e in- -19- gresa al seminario. El programa es muy cargado: latin, filosofia, teologia... cruces pesadas, espinas punzantes para su inteligencia y. memoria tan rebelde. Al cabo de seis meses, lo llama el Rector, para echar abajo lo poco y nada de valentia que le quedaba: le dice que no puede quedarse en el Seminario, debido a sus difi- cultades para estudiar. Y agrega: -“Vianney, usted tiene que comprender... Resignese. Para reanudar estudios, usted es demasiado viejo... ;Haga la voluntad de Dios!”. {Qué RAGE: 4con eso, todo se habra acabado?... Pien- s Sa que tal vez podria entrar donde los Hermanos de las =; Escuelas Cristianas?... Todo eso, le daba vuelta en la ca- beza, y se preguntaba: “jqué voy a hacer ahora? ;Madre mia, aytidame!” Ademas, los estudios y las penitencias lo habian debilitado mucho para volver a las rudas fae- nas del campo... y su madre, que ya no estaba!”, En su oracién, meditaba la angustiosa pregunta de Jesis en cruz, y la hacia suya: “Padre mio gpor qué me has abandonado?”, Pero con igual confianza seguia la oracién de Jestis: “En tus manos, Sefior, pongo mi vidal”. -20- Juan Maria estaba pasando por el tiinel de la purifica- cién, como ocurre a menudo en toda vida cristiana. Dios no lo puede abandonar y luego brillaré la luz. LA EMOCION LO ENREDA... Nuestro seminarista va a desahogarse donde su amigo, el Padre Belley. Este le aconseja un ultimo esfuerzo antes de renunciar al sacerdocio. El buen sacerdote, no se con- tenta con buenas palabras, sino que le consagra buena parte de su tiempo, y se atreve a presentarlo a las pruebas de las 6rdenes menores. El joven, con cabeza Ilena de formulas mal pegadas, se presenté delante de los profesores reunidos. Se le formu- laron las preguntas en latin, esa lengua que era su tormento... Por mas que se esfuerza, no comprende, se emociona, se enreda... dejando muy desilusionados a los examinadores. Pero el buen sacerdote insistié una vez mas, y obtuvo el favor de un nuevo exdmen para su protegido. Esta vez los profesores quedaron satisfechos de sus respuestas. El Vicario General, consciente de la descristianizacién de Francia durante la Revolucién, y sabiendo cuan nece- sarios eran los sacerdotes santos para el resurgimiento de la fe, fij6 sus ojos sobre el pobre candidato, todavia emo- cionado, y pregunto al Padre Belley: -“E] seminarista Vianney jes piadoso?” -“Si, Padre”. -“~Tiene devocién a la Madre de Dios?” -“{Si, Padre!”. -“¢Reza el Rosario?”. -“Si, Padre, se lo aseguro; es un modelo de piedad!”. -“Entonces, si es un modelo de piedad -contest6 el Vica- ~ PL. tio General- yo lo acepto entre mis sacerdotes, y la gracia de Dios hara lo demas!” : YA NO TE PERTENECES El 13 de agosto de 1815, en la capilla del Santisimo Sacramento de la ciudad de Grenoble, Monsejior Limén esta revestido para proceder a la ordenacién sacerdotal de Juan Maria Vianney. El Vicario General se le acerca y le dice: -“Monsefior nos perdonara si lo hemos molestado para ordenar s6lo a un sacerdote”. El obispo, fijando su mirada en el didcono, que esta orando de rodillas y esperando, contesta: -“No es funcién pesada cuando se trata de ordenar a un buen sacerdote...”. Después de una larga y hermosa ceremonia, en la que se pide a Dios, a la Virgen y a todos los santos, ayuda y proteccién, el obispo extendié sus manos sobre la cabeza del elegido, y le dijo: -“Ya no te perteneces, Juan Maria, eres propiedad de Dios para la Evangelizacién. Desde ahora en adelante, tus ma- nos seran Sus manos; tu boca Su boca, tu corazén Su Coraz6n. jAnda, mensajero de Dios!”. Juan Maria se puso de pie, lleno del Espiritu de Dios, y su alma, tan bien dispuesta, esta rebozante de gracia y alegria. Tiene 29 afios. Al dia siguiente, lleno de emocién, celebra su primera Misa. {Cuantas fatigas superadas...! ;Cudntos trabajos...! ;Cuantas agonias...! Pero gracias a Dios alcanzo la meta, ahora es sacerdote de Jesucristo! Al tomar conciencia de la grandeza de su misién, a menudo dira: -“;Oh! cémo el sacerdote es algo grande!”. -22- VICARIO DE SU PROTECTOR Después de su ordenacion, el obispo lo nombré vicario de la parroquia de su amigo el Padre Belley, y le dio los poderes para confesar. El primero que se arrodillé delan- te de é] para confesar sus pecados, fue su protector. Los dos viviran junto durante un afio, compartiendo como her- manos el pan y el techo, pero también la oracién, el sacrificio y el apostolado. El joven vicario nada tenia pues todo lo daba a los po- bres, hasta los vestidos nuevos que le habian regalado y que cambiaba por otros viejos. Algunos meses pasan... De repente, el Padre Belley se enferma: le aparece una tilcera en la pierna, que se trans- forma rapidamente en gangrena. Esta viviendo sus ultimos dias. Se confiesa, pide el sacramento de los enfermos, y se muere en la paz de Dios, el 17 de diciembre de 1817. Con eso, el Padre Juan Maria Vianney pierde este sacer- dote amigo, que tanto lo habia sostenido y ayudado, mostrandole el camino para llegar a la santidad. En febrero de 1818, Juan Maria Vianney recibe la visi- ta del Vicario General, quien le anuncia su nueva nominaci6n: -“Padre, usted es nombrado Parroco de Ars. No es una parroquia rica... La gente ama poco a Dios... Usted tendra dificultades, pero yo sé que pondr4 todo su empefio para que Dios sea amado y servido como se lo merece. {No es cierto?...”. PARROCO DE ARS El 9 de febrero de 1818, acompafiado por una buena mujer que mantendra la casa parroquial, el Padre Juan Maria Vianney se pone en camino para su nueva parro- 3x quia. Alli lo encontramos en una encrucijada, como se dijo al principio de este librito, cuando pide su camino al pastorcito Antonio Guivre. Muy pronto, a la vuelta del camino, el nuevo Cura de Ars vislumbra algunas casitas alrededor de una Iglesia. Inmediatamente se arrodilla, e inspirado por el cielo, dice: “En esta parroquia, no podran caber todos los que ven- dran a ella mas tarde”. Sin demora la carreta entra en el pueblecito, que cuenta con unas sesenta familias, en su mayoria de origen campesino. La primera visita es para la Iglesia. Luego, ayudado por la sefiora Bibost, el Padre descarga sus cosas personales, y toma posesion de la casa parroquial. Desde ahora en adelante, sera para todo el mundo: el Barroco de Ars. Su primer trabajo en la casa, es sacar afuera los sillo- nes, muebles, cama, y devolvérselos a la sefiorita de Garets, que los habia regalado para adornar la casa parroquial. Una vez despojado de estas riquezas, se sien- te como aliviado. En la mafiana siguiente, las campanas de la pequefia Iglesia, mudas desde un afio, tocan muy temprano, para anunciar la Misa. Con eso, la gente de Ars comprende que lleg6 el nuevo cura, y no faltan los comentarios... Después de los tres repiques, dos personas devotas apa- recen para asistir al santo sacrificio. Al ver a estas dos mujeres, el sacerdote se pregunta: -“;S6lo dos personas... ! ,Y los demas?...” Pasados los primeros dias de suspenso y de curiosidad, las lenguas empezaron a desatarse... Algunos decian: -“;Qué viene a hacer un cura aqui?” -“;Quién tiene tiempo para ir a la Iglesia...?” -“iHubiera podido quedarse donde estaba...!” & ao iglesia y Basilica de Ars En realidad, Ars no era una parroquia cristiana. La mayoria de los hombres, el dia domingo, se lo pasaban en el templo de Satan4s: las tabernas. Eran cuatro en Ars, y en ellas, crecian las flores del mal: las blasfemias, las gro- serias, el chisme, la pérdida de la dignidad y del control por el exceso de alcohol. Los jévenes derrochaban sus energias en bailes y orgias durante las noches, en las cua- les el diablo recogia una buena cosecha de pecados. Visitando a las familias, el Cura de Ars iba descubrien- do la gran ignorancia religiosa; sin embargo, en medio de muchas cizafias habia también buen trigo. Para ganarse la confianza de los campesinos, se intere- saba por su trabajo: las siembras, las cosechas, los animales... Visitaba a los enfermos y los alentaba, invi- tandoles a orar; hablaba en especial con los nifios, para invitarlos al catecismo... ellos lo miraban como un bicho raro. «25 = El nuevo Cura de Ars, tenia un tinico deseo: convertir su parroquia, y se preguntaba a menudo: “jcémo voy a conseguir estos cambios?”... Primero tenia que orar mu- cho por sus feligreses. Por eso, al alborear, cuando todos estaban todavia durmiendo, él ya estaba de pie, y sin to- mar nada, pasaba rapidamente de la casa parroquial a la Iglesia. Alli, en el silencio, frente al tabernaculo, pasaba horas y horas, suplicando al Sefior, para que tenga piedad de la grey que le habia confiado. Terminada su oracién personal, celebraba la Misa. Luego, salia a visitar a la gente del campo, que vivia alejada del centro del pueblo. LA TERCERA, PARA EL PLACER... A la oracién, el santo cura agregaba la penitencia. Por eso, habia regalado su colchén a los pobres, y luego su cama. Para tomar su corto descanso nocturno, se acostaba en el suelo, con un lefio como almohada. Sabia que los jévenes se arruinaban fisica y moralmente por el baile... y que ahi, perdian su alma en los placeres sensuales. Al querer arrancarlos de las garras del mal, re- cordé las palabras de Jestis: “Este género de demonios, no se vence sino con la oraci6n y el ayuno”, y a su inten- sa oracién agregé un ayuno riguroso. Por la mafiana, se contentaba con un trocito de pan duro... y a veces se lo olvidaba. Al almuerzo y a la cena, comia una o dos papas frias, algunas veces una tercera, “para el placer” agregaba maliciosamente. Para no perder tiempo, pedfa a la sefiora Bibost que le cociera sus papas para toda la semana. Algunas veces, las papas estaban reemplazadas por un huevo cocido en la cenizas, o una tortilla de rescoldo. A menudo, encontraba que estas penitencias no le bas- -26 - taba para convertir a sus feligre- s... Entonces, antes de ir a acostarse, se castigaba con una cadenilla, armada de ptas, en re- cuerdo de los latigazos que lastimaron el santo cuerpo de Je- sts; y durante estos sufrimientos que se infligia por amor, sus la- bios no cesaban de suplicar: “Dios mio, convierte a mi parro- quia! ;Ten piedad de los pobres pecadores!”. INTERVIENE EL PERTURBADOR Pero todas estas penitencias extraordinarias que se imponia, comenzaron a molestar al enemi- go nimero uno del hombre, que es el diablo... éste se sintié per- turbado en su trabajo de destructor, y empezé a fastidiar al santo Cura de Ars de mil ma- neras. No hay que olvidar que el dia- - blo, no es como muchos lo creen, una dex o una invencién de peliculas de terror, sino un ser viviente, espiritual y pervertido. El demonio es una criatura que Dios creé buena y libre, pero que se rebelé contra su Creador. Desde este wee su plan « es destruir la obra de Dios, desfigurar uilar la creacién. Y ‘como no puede nada contra Dios, ¥ ensafia contra los hombres. «27- El Santo Cura de Ars va a experimentar en carne pro- pia su presencia oculta y permanente para anular lo que él trata de edificar a través de sus consejos, prédicas y ejemplos. El diablo, principe de las tinieblas, es una po- tencia oscura totalmente negativa para destruir, separar y dividir, mientras que el santo pérroco de Ars irradia la luz de Cristo para unir y construir. Eso nos da a entender, que en nuestras vidas, las armas poderosas para luchar contra el Maligno son la oracién y la penitencia que tanto recomend6 el Sefior y que recuer- da constantemente la Virgen Maria en sus apariciones. La penitencia mas agradable a Dios es primeramente cum- plir lo mejor posible nuestro deber cotidiano, o sea, los quehaceres de cada dia. TREMENDAMENTE PERVERSOS Satands y sus secuaces, en grado diferente, son Ilenos de maldad e incapaces de cualquier clase de bien. Los demonios, no sdélo odian a Dios, a Cristo, a la Igle- sia y a toda la humanidad, sino que se odian entre si. Son tiranizados por jefes feroces e implacables. Bl unico pun- to en que todos estan de acuerdo, es odiar. Son seres inmundos, mentirosos; excitan al hombre al mal, atizando el sadismo, las pasiones, las guerras, la con- cupiscencia del espiritu y de la carne. Aunque no todos son igualmente poderosos, si son to- dos tremenda y pavorosamente astutos. Esta astucia viene de su inteligencia corrompida por la soberbia, que es su gran pecado. Por la superioridad de su naturaleza de angel caido, Satands ha Ilegado al colmo de hacer creer al hombre, contra toda evidencia, que no existe. Y asi logra su obje- -28- tivo de poder actuar sin encontrar ninguna resistencia ni vigilancia de parte del hombre, el cual olvida su presen- cia permanente y oculta. Los demonios sélo temen a Dios, a la Virgen Santisi- ma y a los Santos, sino también a todos los que quieren vivir en la gracia de Dios. jTodos los demas, no les importa un comino...! El gran éxito del Diablo es haber empujado a Ja huma- nidad hacia una civilizacién materialista y atea. Pero es un éxito temporal, ya que se aproxima a grandes pasos, su derrota definitiva, que la Virgen anuncié a Lucia de Fatima: “al final mi Corazén Inmaculado triunfara”. Los hombres que van al infierno, se convierten tam- bién en demonios. Y como ellos, quedan congelados en el mal, en el odio y en toda otra pasién. PARA AMAR A DIOS, HAY QUE CONOCERLO El cuidado de las almas Ilevaba al Cura de Ars a pre- ocuparse también de la hermosura de la Iglesia; emprendid el arreglo del antiguo campanario de madera podrida, que reemplaz6 por uno de ladrillos; construy6 dos capillas, una en honor a la Santisima Virgen, la otra en honor de Juan Bautista; cambié también el cielo raso de la Iglesia. Pero todas estas transformaciones y reparaciones, no iban sin problemas de dinero.... pues Ars, era una pobla- cién pobre, y con pocos habitantes. Sin embargo, alentados por el Parroco, los feligreses daban generosamente de sus economias para hermosear la Iglesia, y la misma munici- palidad también mostré su buena voluntad en cooperar. El mismo habia consagrado su parte de herencia familiar y lo que le daba el obispado. A pesar de toda esta ayuda, no bastaba para cubrir los -29- gastos. Un dia, el pobre cura se encontr6 en apuros: tenia que pagar 500 francos, que representaban mucho dinero en esta época, y no tenia nada en su bolsillo... No sabia qué hacer. Pero, cual no fue su sorpresa, cuando en la calle, una mujer se acercé y le dijo: -Para sus obras, sefior Cura!”. Y le entreg6 un sobre don- de habia adentro 600 francos. Arreglar el campanario, hermosear la Iglesia, construir capillas, eran cosas buenas, pero su preocupacién cons- tante era edificar desde lo interior la comunidad, eso era la Iglesia. Y pensaba: Qué es lo que tengo que hacer para que todos mis feligreses amen a Dios? tal era el pro- blema que se planteaba desde el primer dia de su llegada a Ars. Y se-decia a si mismo: -;Para amar a Dios, tienen que conocerlo!” y muchos no lo conocfan... La Revolucién Francesa con su lema aparen- temente humanitario de: Libertad, Igualdad, Fraternidad, de hecho habia tratado de eliminar sistematicamente a Dios de la sociedad y de la familia y habia sumido al pueblo en una ignorancia religiosa que le quita al ser humano todo noble ideal. Muchos jévenes no habian seguido el catecismo... Por lo tanto, era urgente instruirlos y habia que empezar por los nifios. Como iban a la escuela sdlo durante la tempo- rada de invierno, para dar la clase de catecismo fue necesario citarlos a las seis de la mafiana. Los nifios co- menzaron a acudir, pero muchos de ellos no sabian leer. Entonces, el Padre ilustraba todas las lecciones con rela- tos de la Historia Sagrada y del Evangelio. Los nifios se interesaban y comenzaron a memorizar, llegando a ser los mas preparados de toda la provincia. Ademas, el domin- go en la tarde, tenia otra clase de doctrina para nifios que -30- atraia también a muchos adultos. Es asi como aiio tras afio, el numero de asistentes creci6 y la capilla se hizo chica. SIEMPRE CON SU MEMORIA REBELDE Cada sabado, sentado frente al crucifijo, el Cura de Ars preparaba durante horas y horas las homilfas del dia do- mingo. Suplicaba al Sefior que le inspirara lo que debia decir a sus queridos feligreses, para tocarles el coraz6n. De cuando en cuando, miraba aquellas llagas abiertas por nuestros pecados, y parecia que era con la sangre de Je- sls que escribia las paginas desbordantes de amor a Dios. Terminada la redaccién del sermén, tenia que apren- dérselo... porque su memoria, que habia sidc*tan rebelde para el latin, lo seguia siendo delante de las paginas es- critas. Cuando ya no podia mas, se sentaba un rato en el suelo, y dormia algunos instantes antes de recomenzar su trabajo de memorizaci6n. Se sentia feliz al hablar de Dios, de su bondad, de los esfuerzos que todos debemos hacer para prepararnos a entrar en el cielo, y esta felicidad la contagiaba a todos. Creia con toda su alma en estas grandes verdades; por eso a veces, se enojaba cuando sentia que la gente no pres- taba atencién a sus palabras. Entonces, elevaba la voz, y decia: -“Cuando estoy predicando, parece que estoy hablando a sordos... pero cuando rezo, Dios me escucha, porque El no es sordo!...” jCuantos obstaculos tuvo que sufrir para que los habi- tantes de Ars pudieran amar verdaderamente a Dios! Primero, las tabernas... eran 4 por 400 habitantes. El domingo, los campesinos después de haber trabajado toda “ays la mafiana, pasaban el resto del dia jugando y tomando. -“Las tabernas -decia en sus prédicas- es el lugar donde los matrimonios se destruyen, la salud se arruina; ahi co- mienzan las peleas, las cuales se terminan en rifias y asesinatos”. Y siempre volvia a lo mismo en sus homilias. Algunas veces, su débil voz se convertia en trueno contra los pe- cados. Hablaba “como un pobre ignorante” segtin decia, pero la gente comprendia mejor, sin las complicaciones de la ret6rica. a Vite hvinge paul! har wile bust Ape ate ae. Danis a ies alhgind a L faofpus> en prihnca uo eer Ja yeaus Mtarin Vi &e Ope Pie Pigs: ema letra del Gura de Ars En verdad, se necesitaron afios y afios de a cons- tancia, y dsperas penitencias, pero poco a poco, las tabernas se vaciaron y la Iglesia empez6 a llenarse. Los duefios de tabernas y los que organizaban los bai- es empezaron a alarmarse seriamente. Comentaban entre si... murmuraban en contra de este cura, que le sacaba su clientela. A los que frecuentaban los bailes, les decia con severi- dad: -“; Vayan temprano a bailar, pero sepan que iran al infier- no!”. A los padres y madres, les recordaba su grave papel de educadores, y los incitaba en sus sermones a ser firmes y -32- exigentes con sus hijos, y les decia: -“;Dejen... dejen que sus hijos e hijas vayan a bailar... Pero sepan que ustedes los acompafiaran al fuego eter- no... Si se condenan, la culpa no sdlo ellos la tendran, sino también ustedes...!”. Todos estos comentarios llegaban a los oidos de los duefios de tabernas y de los organizadores de bailes... que dijeron: -“;Ahora con esto basta! {Esto no puede continuar asi!”. EN VANO GRITARON... Efectivamente, jeso no podia continuar! Por mds que persiguieron al hombre de Dios, tabernas y casas de bai- les tuvieron que cerrar. Y poco a poco, se transformaron en humildes hoteles para acoger a los peregrinos, que ve- nian a confesar sus pecados de todos los alrededores y de la provincia. En cuanto a los duefios de tabernas, hay un rasgo de la fina delicadeza del Santo Parroco de Ars, que no podemos pasar por alto y que demuestra como este hombre duro para consigo mismo, era muy humano y lle- no de compasién por los demas: El santo Parroco de Ars revelé su exquisita caridad en un hecho inaudito. Cuando se tuvo que cerrar la ultima taberna por falta de clientes, compadecidos, el Padre hizo una colecta en la Misa para ayudar al duefio de la taberna areconvertir su negocio. La paz volvié a las familias arruinadas por el alcohol y el juego; las peleas cesaron y la miseria disminuyé en la poblacién. Pero los bailes... seguian adelante. Diez afios de peni- tencia y predicacién le costaron al santo sacerdote, para acabar con ellos. Finalmente, en 1830, ya no se bailaba -33- en el centro de Ars. Hubo una Ultima tentativa para la fiesta patronal. En la plaza de la Iglesia, a la voz de un parlante y al son de varios instrumentos, se reunieron los bailarines més empedernidos, justo en el momento de la oraci6n de la tarde. Pero en vano tocaron sus instrumen- tos para llamar a la fiesta, pues las campanas cubrieron sus voces y al ver a los fieles que pasaban tranquilamente delante de ellos para entrar en Ja Iglesia, se dieron por vencidos y se fueron definitivamente. Sin embargo, esa misma tarde, el Cura de Ars lloré ante el Santisimo y con él los feligreses, por este acto que consideré como una profanacién. A partir de este dia, los bailes ptiblicos se acabaron para siempre en Ars. LARGUESE DE AQUI... Era una tarde de julio, el santo estaba rezando en su habitacién, cuando de improviso, golpes furiosos sacu- dieron la puerta. Se levanté para ver lo que pasaba... Al abrir la puerta, algunos hombres exaltados se precipita- ron sobre él, vomitando insultos, calumnias y blasfemias. El mas exaltado, lo agarré por un brazo, y le grité: -“jLarguese de aqui!... ;Larguese! jNo lo queremos mas aqui... Usted quiere hacer de nuestro pueblo un conven- to... y de nosotros algunos frailes... Pero ya se le acabaran las ganas! ;Larguese!”. E] Cura de Ars no perdié la calma. Los miré con digni- dad y les contestdé: -“; Aqui estoy por orden del obispo. Sé que no valgo nada, pero no me iré mientras é] no me lo ordene!”. Algiin tiempo después, el obispado recibié una carta llena de calumnias. Las puertas y las paredes de la Iglesia y de la casa parroquial, se llenaron de injurias, amenazas e inmundicias. Al cabo de unos dias, lleg6 en una carroza el Vicario General, enviado por el Obispo. Muy serio, entré a la casa parroquial, para enterarse de lo que se rumoreaba. Cuan- do el santo varén de Dios se vio sometido a interrogatorios, se dio cuenta de la enorme bajeza de algunos de sus feli- greses, y le dolié tanto, que quiso renunciar a la parroquia. Pero la severa averiguacion eclesidstica, hizo brillar la santidad del Cura de Ars. Los fieles, temerosos de perder a su pastor, protestaron contra los calumniadores, y se unieron mAs en torno a él para que se quede con ellos. LA DIVINA PROVIDENCIA Estamos en el afio 1824. El Parroco de Ars quiere fun- dar una escuela de nifias, pues el gobierno de aquel entonces, no se preocupaba de la instruccién de las muje- res. Ahorrando heroicamente de sus modestas entradas, y pidiendo la ayuda de la feligresia, compro una casa, Dos sefioritas de la poblacién: Catalina Lassagne y Benita Lardet, tenian bastante preparacién como para ser profesoras, y aceptaron trabajar sin sueldo. {Una escuela de nifias con pensionado, era un gran acontecimiento en la region! Y tuvo tanto éxito, que las alumnas venian de todos los poblados vecinos... hasta el punto, que tuvieron que transformar el entretecho en dormitorios. Poco después, esta escuela debié ampliarse. El Padre Juan Maria Vianney, compré entonces un terreno colin- dante con la escuela, y levanté un orfanato de nifias abandonadas, que llamara “La Providencia”. Este orfanato, lo considerar4 siempre como la nifia de sus ojos. El bondadoso Dios va a manifestar su predileccién por la casa de la Providencia, con varios milagros. Como po- ~38. demos imaginar, para alimentar a todas estas nifias no era facil, pues el orfanato era gratuito. Un dia, falt6 el pan, y en la despensa, quedaba poqui- sima harina. La sefiora Chanay, encargada de la cocina, se present6 desolada al Cura, para contarle la desgracia. -“;Ruegue -le contest6 el Padre- y haga su pan!”. La sefiora obedecié y de inmediato comenzé a amasar aquel pufiado de harina que quedaba. Pero a medida que amasaba, la masa aumentaba, hasta que llené la batea. Alegremente, corrié para informar al Cura de Ars, el cual contest6 sencillamente: -“;Dios es muy bueno!”. EL GRANERO ESTA LLENO... La casa de “La Providencia” fue testigo de otro mila- gro. En 1829, la cosecha habia sido extremadamente escasa. En el granero del orfanato, la reserva se habia ago- tado y quedaba sdélo algunos pufiados de trigo desparramado en el suelo. La sefiorita Catalina pregunté al Padre : -“7Qué hay que hacer, sefior Cura?... Cerrar el orfanato y echar las nifias para afuera?...” -“;Jamas! -dijo el Parroco- jhay que guardarlas todas!”. Y ordené a las nifias que pidieran al Sefior “el pan de cada dia”. Al decir esto, 61 mismo tomé la escoba, y amontoné los granos de trigo desparramados en el suelo. Luego, co- locé en medio del montoncito, unas reliquias de su amigo del cielo San Francisco Regis, y se fue a rezar, pensando: “Este santo, que en su vida alimenté a tantos pobres, gcémo no va a alimentar, ahora a nuestras huerfanitas, desde el cielo, donde es mucho mas poderoso ?”. =36- Un rato después, llamé a la sefiora Chanay, y le dijo: -“Sefiora, vaya a buscar el trigo que esta en el granero”. La sefiora Chanay obedecié, y unos minutos después, se la oy6 gritar: -“;Sefior cura... sefior cura!... jsu granero esta lleno...!”. -“,Cémo esta Ileno....?”, pregunté el Cura de Ars. -“Si... venga a ver”. Se acercé el santo para ver, y con su buena sonrisa, exclamé tranquilamente: -“|Oh! cuanto nos aman el Sefior y san Francisco Regis! Nuestras huerfanitas tendran pan este invierno”. Nunca el granero habia estado tan lleno, y no se expli- ca como las vigas pudieron resistir a tanto peso. ANTES LES GUSTABA ENGANAR... Todos los dias y durante largos afios, el Parroco de Ars iba a visitar la Providencia. Tomaba su almuerzo con las nifias que consistia en un vaso de leche y un poco de sopa. Luego, pasaba unos momentos con las nifias, les contaba lindas historias sacadas del Evangelio o de la vida de los santos. Aprovechaba también de alentar a las dos sefioritas, que habian aceptado, con tanta generosidad, dedicarse por completo al orfanato, carga que a veces era bien pesada. Las nifias aprendian a leer, escribir, coser, remendar, planchar, cocinar, en una palabra, todo lo que una mujer deberia saber. Cuando dejaban la Providencia, el santo Cura les encontraba un trabajo; y cuando se casaban, les daba una pequefia dote y un ajuar. Ademis del orfanato, al Cura de Ars le gustaba visitar alas familias y, a menudo, llegaba de improviso a la hora del almuerzo. Se sentaba con sencillez a la mesa, aceptaba una papa, y no rehusaba probar un poco de vino. La gente STs La Providencia le conversaba de sus trabajos, de las alegrias y penas del hogar,...y él, todo lo iluminaba a la luz del Evangelio. Con todo eso, el espiritu de la poblacién habia cam- biado mucho, Antes de la llegada del sefior Vianney, la gente no era honrada y engafiaba mucho, por ejemplo, sobre el peso o la calidad de la mercaderia: vendian por fresco, huevos afiejos... el kilo de mercaderia era de 900 gramos, etc. Pero poco a poco, al contacto de la Palabra de Dios y de su comentario, la honradez crecié y en los mercados, ya no se toleraba el menor robo. Es asi como un dia, el nifio Benito Treve, habiendo robado una pera en un negocio, tuvo que devolverla y pedir perd6n, obligado por su madre, quien le habia atado las manos detras de los hombros. LA GENTE PARECIA FELIZ EN ARS Hemos visto como el Cura de Ars tenia la gran preocu- pacién de hermosear todo lo que tocaba a Dios: Iglesia, ornamentos, flores, etc... Esta misma preocupacién la te- nia para los oficios litirgicos. Daba gusto verlo como « 385 preparaba él mismo al grupo de monaguillos. La Misa era celebrada con gran respeto y dignidad, a tal punto que el obispo, invitaba a sus sacerdotes a imitar el buen ejemplo de la parroquia de Ars. En la fiesta de Corpus Cristi, por aquellas calles, en que antes se oian blasfemias, imprecaciones y palabrotas, ahora Jestis pasaba triunfante, en mano del Cura de Ars, palido y extenuado. Y cuando después de la procesién, un dia alguien le pregunto: -“Sefior Cura, usted parecia muy cansado durante la pro- cesiOn...”. -“;Cémo dice usted?... -le contesté el parroco- Aquel que yo Ilevaba, me llevaba también a mi!”. La gente parecia feliz en Ars, hasta los mismos mori- bundos respiraban la alegria, pues estaban bien preparados para morir. Se cuenta que Luis Chafangé6n, en su lecho de agonia, no cesaba de repetir: “jLa veré... esta Madre que- rida,.,!”. Habia como una proteccién sobre la poblacién de Ars. Es que el santo, no cesaba de rezar por sus feligreses, para que estuviesen protegidos de toda catastrofe. Los santos son pararrayos de la ciudad donde viven. Al ver la alegria que irradiaba de su contacto profundo con Dios en la oraci6n, daba ganas de imitarlo; es asi que un dia, cuenta él mismo, llegé a la Iglesia muy de madru- gada y se encontré con un campesino que estaba ahi silencioso ¢ inmévil por largo tiempo. Intrigado, se acer- c6 y le preguntd: “;Y qué hace aqui, amigo mio?”, el otro designando con la mano el tabernaculo, dijo sencillamen- te: “Yo lo miro... y El me mira”. Comentando este hecho, el Padre Vianney decia: “Este campesino me ensefié lo que es la oracién”. ~39- EL GAVILAN NO ESTA CONTENTO... Co) Por lo tanto, no hay que extra- fiarse que e] demonio estuviese furioso... y se lo demostraba ator- mentando al parroco, y eso durante varios afios. Habia noches enteras ~ en que se escuchaba en la casa © parroquial ruidos extrafios, puer- ' tas que chocaban, cortinas que se rompian, olor a fuego, rugidos ra- Tos, pasos pesados, etc... Hasta un dia le puso fuego a su cama mien- tras el pobre hombre tomaba un corto descanso. Una vez, dirigiéndole la palabra, le dijo: -“;Ah! jVianney... comilon de papas... no has muerto to- davia... pero de algin modo te agarraré!”. Durante 30 afios, el santo cura de Ars conocera esta vida infernal. El “gavilan” como le gustaba Ilamarlo, que- tia obstaculizar su trabajo sacerdotal. Y se enfurecia cuando Ilegaban algunos grandes pecadores y redoblaba sus artimafias para debilitarlo y desanimarlo. Entonces, él se alegraba diciendo: -“|EI gavilan no esta contento!... jeso si que es buena sefial!... ”. Finalmente, el perturbador tuvo que reconocer que ha- bia encontrado a alguien mas fuerte que él, invencible por el poder de Dios. Es asi como el Cura de Ars pudo terminar los iltimos meses de su vida en una paz relativa, ya que el Diablo habia agotado con é1 todos sus recursos. Este pobre sacerdote, de apariencia débil e insignificante, como David habia dominado a Goliat y bien se lo podia -40- llamar el vencedor del Diablo. DIOS NOS CONSERVARA LA COSECHA La vida del Parroco de Ars irradiaba tanta santidad que atraia a los aldeanos de los pueblos vecinos y su fama, poco a poco, se extendié a todo el pais; Ilegaron primero unos cuantos curiosos, pero después fueron muchedum- bres y turbas de peregrinos que acudian de todas partes a este pueblecito perdido. No s6lo atraia su santidad, sino que también la gente de Ars era un testimonio vivo de fe y amor. Ellos respeta- ban religiosamente el Domingo como dia santo consagrado a Dios, es asi que en un Domingo el trigo est4ba cortado en el campo sin guardarlo en el granero y la lluvia ame- nazaba. Los peregrinos se extrafiaban que los campesinos estaban en los oficios religiosos en la parroquia en lugar de preocuparse de guardar la cosecha. La respuesta de los campesinos fue sencilla, llena de fe y confianza: “Dios que nos ha dado la cosecha, sabra conservarnosla”. Es todo Ars que se habia convertido en una ciudad luminosa y en el centro estaba este hombre humilde, de ojos ardientes que al mirarlo uno no podia menos que doblar la rodilla, porque no se sentia frente a un hombre, sino frente al mismo Jestis, que se hacia presente en este sacerdote para perdonar los pecados e invitar a una vida nueva. Los peregrinos llegaban de todas partes atraidos como por un iman: quien a pie, quien a caballo, en carroza 0 diligencia. Se encontraba gente de todas las condiciones, en Ars las barreras sociales no prevalecian: el obispo es- peraba su turno al igual que el cura de campo; los nobles con los mas humildes, los creyentes cerca de los incrédu- 41 « los, los sabios al lado de los ignorantes, los religiosos mezclados con la gente del mundo... Y todos querian acer- carse a este pobre cura, que habia tenido tantas dificultades para lograr ser sacerdote, por culpa del latin. Frente a esta situacion, el sefior Vianney se vio obliga- do a reducir su descanso a sdlo tres horas: de las 9 a las 12 de la noche. El resto de su tiempo, transcurria en el confesionario... permaneciendo hasta quince horas diarias en él. {Qué suplicio quedarse asi, clavado horas y horas en la misma silla, los pies helados en invierno, ahogando- se por el calor en el verano, escuchando tantos pecados, tantas fealdades... y tomando en su coraz6n todas estas miserias humanas! LEIA EN LAS ALMAS COMO EN UN LIBRO... Pero 4cémo explicar esta oleada humana, que alcanzé en un afio a 120.000 personas? Cuando el penitente estaba de rodillas delante de él, era imposible esconder algo, pues si uno lo hacia, el Cura de Ars se encargaba de recordarle los pecados olvidados, ya que tenia el don de leer en las almas, incluso se dice que reconocia los pecados al olor nauseabundo. Ademas, el santo Cura, sin haber visto a las personas adivinaba, tal vez, informado por su angel custodio, si habia casos que requerian su ayuda mas urgente. Un dia, una madre de dieciseis hijos no habia encon- trado un lugar en la Iglesia llena de gente. De repente, salié de su confesionario el Cura de Ars, y dirigiéndose a ella, le dijo: “Sefiora, sé que usted esta apurada, jvenga rapido!”. Otro dia, una nifia llamada Luisa Dortan, llegé para consultarle sobre su vocacién. Pero ante tanta gente que -42- esperaba, era imposible acercarse a él. Desesperada y con ganas de llorar, decidié irse después de tres dias de espe- ta. El Padre Vianney, interrumpiendo las confesiones se acercé a ella, y le dijo en voz alta: “; Usted, hija mia, tie- ne poca paciencia!... Hace sdélo tres dias que esta esperando, y ya quiere irse?,.. Tiene que quedarse quince dias mas. ; Vaya pues, a rezar al altar de santa Filomena, ella le ensefiar4 su vocaci6n!”. jCuantas conversiones se realizaron en Ars! jMuchos llegaron por curiosidad y regresaron transformados por el contacto de la irradiacién de la santidad! otros se convir- tieron de manera absolutamente inesperada... La presencia de Dios en Ars era palpable. En una oportunidad, en que empezaba a llover, el Cura de Ars dejé la sacristia para pasar a la casa parroquial y justo en este momento pasaba por alli Francisco Dorel, que venia a cazar en este sector donde abundaba el vena- do. Cuando se cruz6é con el Cura de Ars, silbé a su perro, que habia soltado un momento. -“Sejior -le dijo el sacerdote con un tono serio- usted tie- ne un hermoso perro”. -“Asi es”, le contest6 el cazador con orgullo -{Seria deseable que su alma fuese tan hermosa como su perro!”, continué el Padre Vianney sonriendo. -“ZQué quiere decir usted?”, le pregunté el hombre sor- prendido. -“;Que con este mal tiempo, no deberia ir a cazar, sino confesarse!”. Esta reflexion le llamé mucho la atencién y mientras caminaba no podia dejar de repetirse: “jAh!, si su alma fuera tan bonita como su. perro”. Se sintié empujado irresistiblemente para hablar con el Padre, y después de mucha espera en que su paciencia fue puesta a dura prue- -43- ba, le Ileg6 su turno, y al entrar en el confesionario el Cura de Ars le dijo: -“Esta bien, amigo mio. Usted hace tiempo que esta en- vuelto en las vanidades de este mundo, pero tendr4 tiempo de hacer penitencia”. ~“,Qué quiere decir eso?”, preguntd el cazador. -“Usted sera trapense” -“Pero, Padre, los monjes de esta orden no comen nunca carne, son vegetarianos, y yo acostumbrado a la fina car- ne de la caza, 4c6mo me voy a acostumbrar?”. -“Otros lo han hecho, usted lo podra hacer también”. Efectivamente, Francisco Dorel unos afios mas tarde, entr6 a la Trapa de Nuestra Sefiora de Aiguebelle, con el nombre de Hermano Arsenio, y declaré mas tarde que debia su conversién a dos criaturas, el santo Cura de Ars y su perro. NO QUIERO CONFESARME En 1840, llega a Ars el sefior Rochette con su esposa y un hijo muy enfermo, que caminaba con muletas. Habia acompafiado a su esposa, pero habia perdido la fe. Mien- tras ella se confesaba, é1 entré a la Iglesia, no rezaba, ni pedia nada, sélo tenia un deseo en su corazon: la sanacién de su hijo, porque no podia soportar verlo sufrir tanto, y se quedé de pie al fondo de la Iglesia detras de la gente. EI santo lo Ilam6 una primera vez... pero él no contes- t6; lo llamé una segunda vez... no se movi6... -“4Cémo es posible que su marido sea tan incrédulo?”, exclamé el Cura de Ars a la sefiora que estaba orando. Lo llamé una tercera vez... por fin el hombre se acercé, y siguié al sacerdote detras del altar, preguntandose inquieto lo que le iba a decir. -44- -“iAc&, sefior Rochette,.. pongase aca”, le dijo el sacer- dote, indicandole el confesionario. -“;Pero no quiero confesarme...!”, le contesté el hombre. -“iNo importa!... empiece no mas”. El hombre tuvo que someterse... y el Padre lo ayudé a recordar algunos pecados olvidados desde hacia mucho tiempo... Al hombre arrodillado no le quedé otra que con- tinuar, y lo hizo con la sencillez de un nifio. Al dia siguiente, el sefior Rochette comulgé junto con su espo- sa. Habia recuperado la fe... y por aiiadidura, Dios habia escuchado su deseo, y sané a su hijo, el cual, dejé sus dos muletas como recuerdo, en la Iglesia de Ars. En aquel entonces, vivia en la ciudad de Lyon, un pro- fesor de Bellas Artes, llamado Maisat; era libre pensador y ateo bien conocido. Haciendo un paseo en el mes de junio de 1841, se encontré con un amigo que viajaba a Ars. -; Ven conmigo!” -le dice éste- y veras a un sacerdote que hace milagros”. ~ le contesta el otro-j estas cosas yo no las A pesar de su reticencia, acompafié a su amigo. Al dia siguiente, por pura curiosidad, asistié a la Misa del Pé- troco de Ars. Acabado el oficio, el sacerdote se abrié paso entre la multitud, se acercé a él, y lo invité a seguirle ala sacristia. Ahi, le indicé el confesionario. Maisat le grité: -“{Ah! para eso... jnunca!” Sin embargo, la mirada de amor del santo cura vencié su resistencia, se puso de rodillas y conté la historia de su vida, pero sin verdadero remordimiento. -“Amigo mio, -le dijo el santo- vuelva mafiana, y conver- saremos; pero mientras tanto, vaya al altar de santa «Ss Filomena, para pedirle que le alcance de Nuestro Seiior, la gracia de la conversién”. E] libre pensador se levant6, y fue a colocarse delante de Ja estatua de santa Filomena, con actitud desafiante, Pero, joh! jestupor! las lagrimas brotaron de sus ojos, y salié llorando de la Iglesia. Al dia siguiente, el profesor estaba de nuevo a los pies del santo, y le dijo: -“Padre mio, yo no creo. ;Ayideme!”. EI santo lo ayudé tan bien, que después de pasar nueve dias en Ars, volvié a su ciudad de Lyon lleno de fe; ya partir de este momento, se comporté como uno de los mas fervientes catélicos de la ciudad. Se podrian contar muchas historias mas, de personas que dejaron Ars con el alma en paz y con la fe robustecida. NI UN MINUTO PARA RESPIRAR Durante 30 afios, el Pérroco de Ars permaneceré fiel a esa misién agotadora, dominando el cansancio, el frio, el hambre, rehusando tener un cojin en su confesionario don- de pasara la mayor parte de su vida como atado en este madero al igual que Jestis sobre el lefio de la cruz. Pero cuan fecundo era su sacrificio y sus mortificaciones, que arrancaba a tantos hombres de las garras de Satanas. Para ayudarlo en su pesada tarea, el obispo le mandé como vicario, a un joven sacerdote, muy preparado, buen orador y que hacia hermosas homilfas: el Padre Ramén; sin embargo, se daba cuenta que su palabra elocuente no producia mucho efecto y comentaba: “No entiendo lo que pasa, le dirijo a la gente buenas predicaciones y no pasa nada, en cambio habla el Padre Vianney y se derriten los corazones”. La convivencia con el Padre Vianney le en- - 46 - sefié a este joven sacerdote que si la palabra ilustra, los ejemplos arrastran. A pesar de esta preciosa ayuda, sus ocupaciones au- mentaban cada dia. Veamos el horario del Cura de Ars: - A las 9 de la noche, tomaba un descanso de 3 horas. - A la medianoche, se levantaba y pasaba a la Iglesia para rezar un momento. - Dela 1alas7 de la mafiana confesaba sin parar. - A las 7 de la mafiana se arrodillaba para prepararse a celebrar la santa Misa. Era para él, el momento mas im— portante del dia.Todos los asistentes estaban impresionados al ver con qué fervor celebraba la Eucaristia. - Acabada la Misa, se quedaba algunos instantes en ac- cién de gracias, y volvia al confesionario donde se quedaba hasta las 10,30 hrs, escuchando las miserias humanas, consolando, alentando y sobre todo perdonando los peca- dos en nombre de Jests. - Después de eso, rezaba su breviario, que es un conjunto de algunos salmos, que tenia la obligacién de rezar como todo sacerdote. - De las 11 a mediodia, daba una clase de catecismo en la Iglesia, repleta de peregrinos. - A las 12 del dia, rezaba de rodillas el Angelus, que nos recuerda el Anuncio del Angel Gabriel a Maria. Lue- go, iba a almorzar, pero para alcanzar la casa parroquial, demoraba quince minutos, a causa de la muchedumbre que ahi se amontonaba. Al pasar, saludaba a uno, sonreia a otro, bendecia a los nifios... Algunas veces habia tanta gente, que no sabia cémo pasar rapidamente. Entonces, echaba en el aire un pufiado de medallas, y mientras la gente se precipitaba para recogerlas, é1 desaparecia.... - El almuerzo, no le tomaba mucho tiempo... ya sabe- -47« mos el ment... El] mismo cuenta que: “entre mediodia y ja una de la tarde alcanzo a almorzar, a barrer mi pieza, afeitarme, hacer la siesta y visitar a un enfermo...” En efecto, todos los dias, después del almuerzo, el pa- rroco iba a visitar a las huerfanitas de la Providencia y a los enfermos, tanto los de la parroquia como los que lle- gaban en peregrinacion. - Terminadas las visitas, volvia a la Iglesia y confesa- ba a las mujeres, hasta las 5 de la tarde, y a los hombres hasta las 7,30 hrs. - Después de eso, animaba la oracién de la noche hasta las 9 hrs. - Por fin, entraba en la casa parroquial para tomar sus tres horas de descanso. Durante varios afios, llevard todos los dias esta vida agotadora, sin quejarse y siempre con la sonrisa en los labios. INTENTO HUIR Sin embargo, ese “pobre sacerdote”, como él mismo se llamaba, permanecia humildisimo, se crefa indigno de ser parroco y otra vez quizo huir... Ya lo habia intentado en 1840. Pero desde su enfermedad, en agosto 1844, que lo habia puesto a las puertas de la muerte, su deseo de huir, de retirarse y hacer penitencia por “su pobre vida”, como decia, volvié mas fuerte. Una noche silenciosa y oscu- ra, prepar6 un hatillo de ropa, y se encaminé a Dardilly, a la casa de su hermano. En Ja mafiana, la noticia se difundié como un rayo, y la consternacién invadi6 a los habitantes. Fue cosa de un momento: se organiz6 una comisién con la orden de al- canzarlo y obligarlo a volver. Un coche lo fue a buscar y toda esta gente lo presioné con tanto carifio que le dio - 48 - tiempo para reflexionar y se vio obligado a volver atras. Su entrada en el pueblo fue un verdadero triunfo, todas las campanas repicaron de alegria. Muy emocionado, el profugo los bendijo a todos, diciéndoles: “jYa no los de- jaré, hijos mios... ya no los dejaré!”. Sin embargo, diez afios mas tarde, intenta huir de nue- vo. Pero en el camino, los feligreses y los peregrinos le suplican : -“Padre, confiéseme antes de irse... ” -“Sefior cura, -suplica su vicario- usted no puede dejar sin confesi6n a esa gente venida de tan lejos”. zCémo se podria resistir a todas estas stiplicas...? En- tonces, dando media vuelta, el sefior Vianney volvi6, entré a la Iglesia, y se dirigié directamente al confesionario. Con eso, su deseo de huir se terminé y ya no buscara mas irse. USTED ESCRIBIO UN LIBRO MUY MALO Un dia, se presenté ante él un religioso que habia es- crito un libro titulado: “El angel, guia de los peregrinos de Ars”, y en el prefacio, habia agregado algunas alaban- zas al santo Cura. Después de haber leido lo que se habia escrito sobre su persona, dijo al religioso: -“No pensaba que usted era capaz de escribir un libro tan malo”. : -“;Cémo un libro tan malo?”, le contest6 el Hermano. -“;Si, un libro malo... Saque todo lo que se refiere a mi, y se convertira en un libro bueno!”. Evidentemente, el au- tor no quité nada de lo que habia escrito sobre el santo. El sefior Vianney nunca quiso que se le tomara una foto. Como el obispo queria tener un retrato de él, encar- g6 al gran escultor Cabuchet, que le hiciera una imagen. -49- El artista se presenté al santo cura con una carta creden- cial del obispo, pero él se negé tajantemente. Entonces el artista se instalé en la Iglesia, y mientras el sacerdote daba su clase de catecismo, el artista trabajaba discretamente ja arcilla, disimulandola en su sombrero. Un tiempo después, el sefior Vianney se encontré fren- te a su propio retrato, y pregunté confuso: -“7~Quién hizo esto?” El artista se presenté, y le dijo: -“Soy yo”. -“Usted me desobedeci -le dijo el santo- lo puedo per- donar...?” -“;Si!”, contestaron las personas presentes. Finalmente acepté que la estatua no fuese destruida, pero con la condicién que esté escondida y que nadie la vea. Y es gracias a este escultor Cabuchet que podemos te- ner ahora la imagen fidedigna de este santo cura con sus rasgos muy marcados, sus ojos muy brillantes, cara ascé- tica y, sin embargo, llena de una paternal bondad. Su pobreza era legendaria. El que manejaba sumas enor- mes, no guardaba nada para él. Tenia una sola sotana, y su ropa, é] mismo se la remendaba. Todo lo daba, vendia también algunas cosas personales que le regalaban y dis- tribuia el dinero a los pobres... NADA ES DEMASIADO HERMOSO PARA EL SENOR Este sacerdote, despojado de todo, tan cicatero para él, queria lo mejor para Dios, y repetia a sus feligreses: “Nada es demasiado hermoso para el Sefior!” . Un anticuario de Lyon manifestaba su sorpresa al ver a este sacerdote con sotana vieja y remendada y que para ~50- comprar objetos de culto no los encontraba nunca sufi- cientemente bellos, ya que para la gloria de Dios todo le parecia poco. El obispo, que lo queria mucho, quiso honrarlo con el - titulo honorifico de “Canénigo”. Cuando le conversé de eso, el santo le dijo avergonzado: -“iNo, Monseiior, déselo mejor a mi vicario!” El obispo no quiso entender, y organizé la ceremonia en donde el santo Cura de Ars, humillado por tantas ala- banzas, recibié de las manos del obispo la capa con piel blanca de los canénigos. El se la queria sacar, pero cuan- do le dijeron que podia ofender al obispo, la guardé hasta e] término de la ceremonia. Pero apenas el obispo se ha- bia ido, se la sacé, y mirandola, dijo: -“i Eso, se transformara en plata para mis obras!”. Casualmente, llegé una sefiora adinerada, a la que le dijo: -“' Usted llega a buen momento! Quiero venderle mi capa de can6énigo... Usted me dara por lo menos 15 francos...” -“;Pero sefior Cura, vale mucho mas!”. Finalmente, la sefiora le dio SO francos, y cuando le entreg6 el dinero, él, feliz y contento, dijo riéndose: -*:Si Monsefior me quiere dar otra... haré dinero con ella!”. En 1855, el gobierno le quiso honrar también con la condecoracién de la Legién de Honor... El, pensando siem- pre en sus pobres, pregunt6 si representaba dinero... Pero cuando le dijeron que era sélo una distincién honorifica, dijo a los enviados: -“iSi mis pobres no tienen nada que ganar, diga al Empe- rador que no me interesa!”. Pero a pesar suyo, le dieron la cruz de la Legién de Honor, que no llevé nunca. Estos titulos honorificos, no interesaban al humilde -51- a sacerdote. Sin em- bargo, Dios se complacia en ensal- zat a su abnegado servidor con milagros tan numerosos que era imposible contar- los. En su gran humildad, é1 atribuia todos estos milagros a la intersecién de santa Filomena que llamaba “su santita”. Un dia, llegé de una ciudad lejana una sefiora, empujando un 1 cochecito en el cual a estaba su hijo parali- zado, de 8 aiios. Dejé el nifio a cargo de una familia de Ars, y paso toda la no- che esperando al santo. En la mafana, al pasar cerca de ella, el buen sacerdote le dijo: ~“; Venga, usted que esta apurada!”, La sefiora se confesé y se olvidé de hablar de su hijo... Entonces, corrié a buscarlo, y lo llevé en sus brazos a Misa. Cuando terminé el oficio, quiso entrar en la sacristia para que el Padre bendiga al niiio, pero alguien le dijo que no se podia entrar. No tuvo ni siquiera el tiempo de lamentarse, cuando oy6 la voz del santo, que gritaba: “;Que entre...!” Cuando el Cura de Ars vio al nifio en los brazos de su madre, dijo: | | Escultura de Cabouchet ~52- -;Oh!.,. pero este nifio es demasiado grande para ser lle- vado en brazos... jPéngalo de pie!...”. -“iNo puede, sefior cura!”, -“;Podra!... -y dando un beso al nifio, dijo a la madre- Vayan a rezar delante de santa Filomena!”. Con mucha dificultad, y sostenido por su madre, el nifio llegé a la capilla de la santa. El mismo se arrodillé, y se quedé casi una hora rezando. Luego, se levanté, y dijo a su madre que tenia hambre... y se puso a correr, saltando de alegria. ESTA SALVADO... No habia solamente sanaciones fisicas, sino también resurrecciones espirituales. Con su mirada de fuego, el Cura de Ars leia en las almas. Antonio Saubin, obrero de la gran ciudad de Lyon, poco creyente, estaba en aquel dia perdido en medio de la mu- chedumbre que llenaba la Iglesia, y pensaba: “Si este sacerdote tuviera el Espiritu de Dios -como dicen- sabria que tengo que hablarle y que estoy apurado”. En ese mo- mento, el Cura de Ars se dio vuelta, y le dijo en voz alta: “Paciencia, amigo mio, enseguida estoy a su disposicién”. Otro hecho extraordinario. Una sefiora, vestida de luto, estaba viajando en direccién de Ars, con un grupo de peregrinos, encabezado por un sacerdote. Su marido se habia suicidado recientemente, tirandose al rio desde un puente. -“Padre -le habia dicho la sefiora al sacerdote que dirigia la peregrinacién- permitame que lo acompajie. Yo viajo para olvidar mi pena, prefiero ir all4 que a otra parte”. Llegando a Ars, la sefiora pidié al sacerdote que le con- siguiera una entrevista con “este santo que hacia -53- milagros”. Pero no hubo necesidad, pues apenas el grupo hubo penetrado en la Iglesia, el santo cura se dirigié a la sefiora y le dijo al ofdo: -“jEsta salvadol... jSi, esté salvado!”. -“No es posible”, le contesté la pobre viuda, que no igno- raba que el suicidio es un pecado gravisimo. -“{Si, esta salvado! -le repitid el santo-, estd en e] purga- torio y hay que rezar por él. Entre el puente y el agua, tuvo tiempo de arrepentirse. Su marido, no era religioso, pero algunas veces se unio a la oracién de usted”. Es asi como la pobre sefiora volvié a encontrar la paz, pues estaba atormentada por la idea de que su marido es- taba en el infierno. ARDE LA IGLESIA... Esos hechos eran extraordinarios, pero hubo en la vida del santo Cura de Ars, sucesos mas asombrosos atin. Te- nia, a menudo, conversaciones con el cielo... Con el Sefior y con la Virgen. Un dia, dijo con su buena sonrisa: -“Con la Santisima Virgen, nos conocemos muy bien”, También lo oyeron quejarse, cuando no habia tenido visita del cielo desde hacia un cierto tiempo. Un dia, pen- sando que estaba solo, suspiré: -“|No puede ser, Dios mio, que no te veo desde el domin- dinarias que vivia, su salud se iba debilitando. Uno no vive durante 40 afios con dos o tres horas de suefios y una sola comida al dia, sin sentir el debilitamiento corporal, la acumulacién de cansancio y el peso de la vejez. Ademias, el diablo lo molestara hasta los tltimos me- ses de su vida. Su ultima tentativa, ocurrié el 23 de febrero -54- de 1857. El santo Cura de Ars estaba en el confesionario. Las turbas Ilegaban de todo Francia, llenando la Iglesia para hablar con él. De pronto, se oyeron gritos: “;Fuego... fue- go... arde la casa del cura... pronto, el cura... arde su casa...!” Dormitotio del Cura de Are Alguien logré encontrar la Ilave y entré en la casa. En la habitacion, la cama, las cortinas y cuanto habia alli, estaba en llamas. Pero, una cosa curiosa, es que el fuego se detuvo ante el relicario de santa Filomena, colocado sobre una caja. El santo, que habia entrado en la pieza, cuando vio este detalle, exclam6é sonriendo: -“;Es siempre lo mismo!... cuando estan en caniino gran- des pecadores, el demonio se enfurece de tal modo, que me atormenta de mil maneras. Pero esta vez... el picaro se pasd... ;Como no pudo atrapar al pajaro, quiso quemar la jaula...!” BR SI DIOS LE DIJERA DE ESCOGER... -“|Padre mio, -le pregunté un dia su vicario - si Dios le diera a escoger entre ir al cielo enseguida o trabajar como usted lo esta haciendo, convirtiendo a los pecadores, ;qué escogeria?” ~“Amigo mio, jme quedaria! {Qué alegria uno experimenta al encaminar las almas hacia Dios...!”. Y sin embargo, el santo Cura de Ars envejecia... y los peregrinos seguian aumentando. Tanto es asi, que el po- bre anciano tuvo que reducir su descanso, y su alimentaci6n, aceptando sélo una taza de leche por la no- che. Daba pena escucharlo toser... Un dia, Ileg6 como a la medianoche donde Catalina Lassagne que se apresuré en decirle: -“Tome asiento un ratito, Padre, le voy a calentar un poco de leche”. -“iOh nol... es mi cama Ja que necesito”. Y sali6 para ir a acostarse. Pero Catalina insistié y lo persiguié con la leche, hasta la calle... Finalmente acep- t6, y la tomé delante de los peregrinos. Llegada la noche, dijo a Catalina: -“En realidad, reconozco que sin tu taza de leche, no hu- biera podido terminar la jornada!”. Catalina insistia a menudo, porque varias veces se ha- bia desmayado en el confesionario. HIJA MIA, ES EL FIN... Estamos a 29 de julio de 1859, dltimos dias de su vida. Sin embargo, a la una de la madrugada, ya estaba en su confesionario. Era tan sofocante el calor (verano en Eu- ropa), que varias veces tuvieron que ayudarlo a salir afuera para tomar un poco de aire. Ya no podia mas. A las 11 de -56- la mafiana, hora en que daba en la Iglesia la clase de cate- cismo, los presentes no comprendian nada de lo que decia, sélo miraba con gran amor el Tabernaculo, donde estaba Jestis presente. Fue su ultimo sermon. Hasta la tarde, estuvo en el confesionario. Luego, vol- vid a la casa parroquial, apoyado en el brazo del sacristan. Mucho le cost6 subir a su habitaci6n. El sacristan lo ayu- d6 a acostarse, y después lo dejé solo. Catalina Lassagne velaba en la pieza contigua, Como a la una de la mafiana, en un ultimo gesto de energia, quiso levantarse para ir a la Iglesia, pero fue in- capaz de dar un solo paso. Sin darse cuenta, dio un grito. Catalina acudié y lo ayudé a volver a acostarse. -“Es el fin, hija mia -dijo el santo- llama al cura de Jassan”. -“Voy a buscar también al médico”, le agregé Catalina. -“jEs inttil... que venga el sacerdote!”. El 30 de julio, no trajo ninguna mejoria. Muy tempra- no lleg6 el cura de Jassan. El santo se confes6 con mayor humildad. El sacerdote le pregunté si tenia miedo de la muerte. -“Es curioso -contest6 el enfermo- siempre he temido com- parecer delante de Dios como cura. Pero ahora, ya no tengo miedo. Muero sin temor, pues confio en la Divina Miseri- cordia”. Las campanas de Ars tocaron cuando el cura de Jassan le Ilev6 el santo Vidtico. Por las arrugadas mejillas del santo anciano, corrian lagrimas. -“¢Por qué llora, sefior cura?”, le preguntaron. -“iAy! es tan triste comulgar por tltima vez”. Recibié también con gran devocion la Extremauncién. El 2 de agosto, el moribundo estuvo en constante unién con Dios. Sélo lo sacé de su éxtasis la visita del obispo. -57« El 4 de agosto, festividad de santo Domingo, comenz6 el dia con una violenta tempestad. Los relampagos ilumi- naban la habitacién del enfermo y los truenos estremecian la casa. Una sonrisa pasé6 por el rostro del santo. Era el Ultimo jaleo con que el Gavilan ain queria espantarlo. Pero el demonio ya no tenia poder sobre él. —“Que los santos angeles de Dios vengan a tu encuentro y te introduzcan en el paraiso”, decia el Padre Monnin, en medio del estrépito de los elementos. -“{Lo oyes, Gavilan?. Los angeles de Dios. El ha enviado a su Angel para recoger al que ti querias pisotear en el polvo del mundo, ;Gavilan!”. Con la sonrisa en sus labios, como a las dos de la ma- drugada, el Padre Juan Maria Vianney emitié el tiltimo suspiro en los brazos del Hermano Jerénimo, quien le ce- tr los ojos. LOS FUNERALES... UN TRIUNFO La noticia de la muerte conmovié toda Francia. Las campanas de toda la region acompaiiaron el Ilanto de los feligreses y los peregrinos. Todo el dia, las gentes desfi- laron por la habitacién del primer piso, donde se habia trasladado al difunto. En medio de una inmensa muchedumbre, que se eva- lué a 300 sacerdotes y alrededor de 6000 fieles, el obispo de Belley presidié el cortejo ftinebre del santo. El 14 de agosto se deposité su cuerpo en una tumba que hab{fan preparado en la nave de la Iglesia. Una placa de marmol negro lleva esta inscripcién, debajo de un ca- liz esculpido en piedra: Aqui yace Juan Maria Bautista Vianney Cura de Ars. El Papa Pio X, que subi6 al trono de san Pedro el 4 de agosto de 1903, dia aniversario de la muerte del santo cura de Ars, lo beatificé el 8 de enero de 1905. Todas las Iglesias de Roma saludaron con la voz de sus campanas al gran santo, mientras treinta mil peregrinos de todos los paises cantaban el “Te Deum” en la Basilica San Pedro. El 21 de Mayo de 1925, dia de Pentecostés el Papa Pio XI, rodeado de 35 Cardenales y 200 obispos, canonizé al pobre Cura de Ars. Y en Roma y en todo el mundo, milla- res y millares de fieles y de sacerdotes se arrodillaron repitiendo: San Juan Maria Vianney, Patrono de los sacerdotes y seminaristas Ruega por nosotros. ~59- Aquel nifio, que una noche oscura de 1793, habia visto a un sacerdote perseguido celebrar la Santa Misa, en un tastico altar improvisado, y habia exclamado: “Yo tam- bién seré sacerdote”, ha visto cumplirse sus propésitos. Ha sido plenamente sacerdote, pues hasta los tltimos ins- tantes de su vida, se ha dedicado a la salvacion de las almas. Un dia, habia dicho en una clase de catecismo: “Dejen una parroquia durante 20 afios sin sacerdote, y se adora- ran las bestias...” Hoy, desde el cielo, contempla y protege a todos los sacerdotes del mundo, pero especialmente y con ojos de predileccién, contempla y ayuda a aquellos nifios o jévenes, que como él, dicen: “Yo también seré sacerdote, pues quiero ganar para Cristo a muchos”. -60- ORACION Santo Parroco de Ars, ti que liberaste a tus hermanos de las garras de Satanas, por medio de la Oracién, la Penitencia y la Confesion, ayidanos a vencer las tentaciones con estas mismas armas, utilizando en especial, este Sacramento tan maravilloso de la Confesién, que nos da en abundancia: la Fuerza, la Misericordia y la Ternura de Dios. Aytidanos a trabajar sin descanso por el bien de los hermanos, sin temer las. criticas. Amén. Foyer Nuestra Senora del Carmen Casilla 15 - Fono (041) 651332 - Tomé - Chile ———— COLECCION «HONOR DE DIOS» —— . CATALINA LABOURE y la medalla milagrosa SAN MAXIMILIANO KOLBE el cabailero de la Inmaculada FATIMA. El cielo habla a la tierra SANTA TERESITA: "En la Iglesia seré el amor” "+ . SANTA BERNARDITA: Lourdes : . DON BOSCO SAN MARTIN DE PORRES . SAN VICENTE DE PAUL: "Gigante dela caridad". * AN SEBASTIAN: "Martir de la Iglesia". F TO CURA DE ARS . N.S. de GUADALUPE: "Un didlogo de amor", . SAN FRANCISCO DE ASIS . PIOX . SAN NORBERTO 3. SAN BENITO . SANTO DOMINGO DE GUZMAN MARCELINO CHAMPAGNAT . SAN AGUSTIN y SANTA MONICA . _Hno. EUGENIO E. ler Evangelizador de la Isla de Pascua. . CARLOS DE FOUCAULD . SANTA TERESA DE AVILA . SANTA RITA DE CASCIA . SAN LUIS G. DE MONTFORT . SANTA CATALINA DE SIRNA . Sta. MARGARITA MARIA Y EL SAGRADO CORAZON . SANIGNACIO DELOYOLA. + . LA SALETTE 5 j . SANTA JUANADE ARCO ~) . SAN FRANCISCO deSALES . SAN JOSE, Esposo de la Virgen Maria . SANTA MARIA MAGDALENA CATHERINE DE FRANCHEVILLE iniciadora de retiras para mujeres . SAN FRANCISCO JAVIER patrono de las misiones . SANPABLO apéstol =... . SAN RAMON - SAN CRISTOBAL - SAN BLAS SAN PEDRO vicario de Cristo . SANTA ROSA DE LIMA . MARTA ROBIN Inspiradora de los Foyers . SAN ALFONSO DE LIGORIO Fundador de los Redentoristas . JUDAS ISCARIOTE o EL DOLOR DE DIOS LAURA VICUNA SAN PEDRO CLAVER . PADRE DAMIAN, Apéstol de los leprosos . SAN BERNARDO SNA hwo GPUS SSEENSRPEREBERSARE ETERS gbShSes8RR http://blog.pucp.edu-_pe/krouillong Seamos nosotros los Santos de los iltimos tiempos con ‘Adoracién Buearistica, Penitoncia y Oracién. i NO RECIBAS LA EUCARISTIA EN LA MANO ! Sélo las manos consagradas de un sacerdote deben tocar Ja Sagrada Hucaristia: DIOS MISMO. ; LOS CATOLICOS DEBEMOS EVANGELIZAR ! Este librito 10 encontré en 1a Capilla de Adoracién Eucarfstica Perpetua de la Iglesia Santa Marfa do Nazareth y, para Gloria do Dios y bin de los niflos, he creado esta copia digital para su difusion. Se menciona al autor y 1a editorial por respeto a Joe derechos reservados. Si desean_visitar a Jesiis Sacramentado la Capilla de Adoracién Eucaristica Perpetua de ta Iglesia Santa Marfa de Nazareth, 1a Capilla est’ abiorta las 24 horas del dia y esti ubicada en la esquina de la calles La Magnolia y Bl Rosal s/n, Urb. Los Sauces, distrito do Surquillo, Lima, Peri. Visita el Blog y Googlea “krouillong” para ‘vor los videos on mis canales do: Youll) gloria.ty Si desean compartir o recibir libros espirituales 0 de revelaciones divinas escribanme a krouillong@hotmail.com Los libros que reciba de ustedes los pondré en audio y video para su difusign, Googlea “krouillong” Que Dios les bendiga KARLA ROUILLON GALLANGOS, krouillong

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