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Comprender el pasado Una historia de la escritura y el pensamiento histérico Jaume Aurell, Catalina Balmaceda, Peter Burke y Felipe Soza ©) lee] Maqueta Cubierta Sergio Ramirez Disefio Interior RAG Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el art. 270 ‘del Codigo Penal, podrin ser castigados con panas de multa, yy privacion de libertad quienes sin la preceptiva autorizaci6n reproduzcan, plagien distibuyan o comuniquen piblicamente, ‘en todo 0 en parte, una obra literara,artistica 0 cientifica, fiada en cualquier tipo de soporte % coweano usr SABRS Seem Seto uencon crm Zt Yowonte Esto obro he recibido uno ayuda 6 la edicién del Ministerio de Educacién, Cubwa y Deporte © Jaume Aurell, Catalina Balmaceda, Peter Burke, Felipe Soza, 2013, © Ediciones Akal,S.A.,2013 Sector Foresta, | 28760 Tres Cantos Madrid - Espafia Tel: 918 061 996 Fax 918 044 028 www.akal.com ISBN: 978-84-460-3727-9 Depésito legal:M-1.502-2013 Impreso en Lavel,S.A. Humanes (Madrid) no sélo tiene un valor intrinseco como cualquier otro texto lite- rari, sino que ademas quiere hacer referencia a unos hechos ex- ternos que la historia llama «realidad». «Esto, como ya he dicho, es el elemento peculiar de la histo- ria: s6lo se debe sacrificar a la verdad. Cuando alguno va a escribir historia, debe ignorar todo lo demas» (De hist. conser. 40). Ya antes de Luciano, Tucidides, en su primer libro de la Guerra del Peloponeso, habia hablado de una biisqueda de la verdad (1.22) y también Cicerén habia puesto el fundamento de lo que se verfa como el edificio de la historia en la veracidad de lo que se narra. Esa era la primera ley de la historia, conocida por todos, dice el insigne orador. El historiador clisico sabe que st relato debe ajus- tarse de la manera més fidedigna posible a los acontecimientos del pasado y para eso averigua. «La historia no se puede permitir una mentira, ni siquiera una pequefia» (De hist. conser. 7), sigue diciendo Luciano, y la veracidad seré uno de los criterios para juzgar la calidad del historiador en el mundo antiguo. Volveremos sobre este tema mas adelante. UTILIDAD Y FINES DE LA HISTORIA «Algunos piensan que pueden hacer una buena distincidn en la historia entre lo que da placer y lo que es citil, y por esta razdn elaboran encomios para agradar y entretener a sus lectores; pero ano te das cuenta de qué lejos estan de la verdad? En primer lugar, la distincién que realizan es falsa: la historia tiene una tarea y un fin -lo que es titil- y eso viene de la verdad sola. Porque Tuctdides dice que él esté escribiendo una posesién para siempre, no una obra para ganar un concurso, y por eso no ineluye ficcién, sino que deja a la posteridad el relato verdadero de lo que ha pasado. También advierte sobre la cuestién de la utilidad y sobre lo que es seguramente el objetivo de la historia: que si alguna vez los hom- bres se encuentran de nuevo en una situacidn similar, que pue- dan, por la consideracién de los hechos pasados, enfrentar correc tamente las citcunstancias que les toca vivir» (De hist. conscr. 9) La meta de una narracién histérica nunca era solamente cog- nitiva o intelectual. La historia debfa ser Geil. Una gran parte del valor de la historia en el mundo antiguo era percibido como co- nectado con su funcién educacional. De una u otra manera se vefa la historia como una beneficiosa gufa para In conducta 0 una maestra de vida: magistra vitae (Cic., De oratore 2.36). Polibio ya Io habfa enfatizado antes de estas memorables palabras de Cice- ron. Al inicio de su obra, el historiador griego sefialé el doble propésito de la historia: «Practicamente todos los autores nos 13 Uslidad de la historia Ensefianza politica Ensefianza moral proponen una apologia de la historia al principio o al final de sus obras; aseguran que del aprendizaje de la historia resultan la for- macién y la preparacién para una actividad politica; afirman tam- bién que la rememoracién de las peripecias ajenas es la mas clari- vidente y la tinica maestra que nos capacita para soportar con entereza los cambios de fortuna» (1.1.2). Brindar instruccién po- Iftica y consejo, por un lado, y proveer ejemplos morales, exempla, por otro, eran dos grandes metas de la historia. Si bien estos dos aspectos estan presentes tanto en la historio- graffa griega como en la latina, se puede decir que cada una les otorga un énfasis distinto. Sin dejar de lado la ensefianza ética que entregaba la historia, para los griegos esta debfa sobre todo proveer lecciones para el politico, formar a la clase gobernante con modelos y sistemas politicos para ser imitados y también dar cuenta de los que hubieran fracasado para no caer en ellos en el futuro. Tucidides dice explicitamente que la historia debe ser una «posesin para siempre» (ktéma es aie’), es decir, no se escribe slo para el presente, sino que la historia debe ser una referencia para el futuro. Luciano se enmarca dentro de esta misma tradicién griega cuando sefiala: «No escribas con tus ojos puestos en el presente para ganar alaban- za y honor de tus contempordneos; aspira a la eternidad y prefiere escribir para la posteridad» (De hist. conscr. 61). Los historiadores romanos, en cambio, parecen estar mds preo- cupados por influir en su propio presente, especialmente porque, de entre las cosas que se puede aprender de la historia, quiz4 la central para ellos era la ensefianza moral. El historiador romano quiere mover a un cambio en la conducta de los romanos de su tiempo. Ellos vefan los cambios, incluso los cambios politicos, en términos morales y también vefan importantes aspectos histéricos ~la causalidad entre ellos~ como una cuestién fundamentalmente moral (véase Salustio). Si los romanos intentaban describir y ex- plicar a los hombres y sus acciones en el tiempo, la explicacién y las causas de su conducta tenfan que estar, para ellos, ligadas a las mores, es decir, las costumbres, los habitos, disposiciones y mane- ras de ser. «El centro de atencién para mi dice Livio en su prefa- cio— es saber cual fue la vida, cudles las costumbres [quae vita, qui mores}, por medio de qué hombres [...] fue creado y engrandecido el imperio». La «moralidad», entonces, en su sentido etimoldgico y original era un rasgo esencial cuando se trataba de ilustrar y dar sentido al pasado. Asf, la historia debfa hacer algo mas que contar relatos interesantes sobre este: debfa entregar un juicio moral. Porque era del estudio del pasado, de las virtudes y los vi- cios de los antecesores, de donde los romanos derivaban el con- cepto de moralidad pablica (cfr. Tacito, Annales 3.65). Se esfor- zaran por relatar un pasado idealizado 0 un presente corrupto, los 14 historiadores buscaban mover a sus lectores a comportarse de una manera determinada. Esta preocupacién ética marcé la historio- gratia antigua tan profundamente que ha sido considerada —junto con la retérica~ como una de sus caracteristicas més distintivas (Auerbach, 1946). Otro proposito de la escritura historica era, sin duda, preservar la memoria y construir una identidad colectiva. Esto se puede ver claramente en Herddoto cuando distingue la servidumbre de los barbaros de la libertad de los griegos (5.78), o en Tucidides cuan- do, en el discurso fainebre de Pericles, sefiala las caracteristicas del sistema democrético que agrupa a todos los atenienses (2.37). También los historiadores romanos eran especialmente dados a querer proyectar una imagen particular de Roma y usaban todos los medios que tenfan al aleance para transmitirla. La descripeién de la gente y de las instituciones es entregada para mostrar sus caracteristicas esenciales y su naturaleza: escribir acerca de la his- toria de Roma actuaba, en cierto modo, como un instrumento de politica «doméstica» dentro de la misma sociedad romana. La descripcién de la vida publica y de la res publica; las relaciones entre la elite gobernante y la plebe; los militares, el crecimiento del imperio y el aumento de la importancia de los actores indi- viduales; los poderosos nuevos lideres y sus decisiones politicas, en fin, todo servia para descubrir quiénes eran y cémo continuar comportéindose como buenos romanos, incluso cuando cambian las circunstancias como puede verse especialmente en Tito Livio y mas tarde en Ticito. La historia, por tanto, no tenfa los mismos fines que otras ra- mas de la literatura. La escritura hist6rica, entonces, aunque im- plicara un acto de creacién similar al de la escritura poética, se distinguia no sélo por el lenguaje en verso 0 en prosa sino, como dice Polibio, por su finalidad: «El poeta trégico busca excitar y encantar a su audiencia por un momento expresando discursos verosimiles a través de sus personajes, pero la tarea del historia- dor es instruir y persuadir a estudiosos serios a través de la verdad de las palabras y acciones que presenta, y este efecto debe set permanente y no temporal (2.56.10-12). Para Aristételes, en cambio, «la diferencia se encuentra en que el historiador habla de los eventos que han ocurrido, el poeta, en cambio, de los que podrian ocurrit. Es por esta razén que la poesfa es a la vez més filosdfica y mas seria que la historia, porque la poesfa habla de lo universal y la historia de lo particular» (Poética 9.145 1a). Pode- mos estar 0 no de acuerdo con estas afirmaciones, pero lo que esté claro es que los historiadores, aunque ponfan en juego su capacidad creativa, se vefan a sf mismos haciendo algo diferente de la escritura poética. Preservacién de la memoria colectiva Historia y literatura La retorica La inventio HISTORIAY RETORICA Para que se pudiera aprender algo del pasado, los hechos de- bfan estar adecuadamente registrados y ordenados. Este orden era lo que en definitiva le otorgaba sentido a la narracién y sélo asf podia venir luego la ensefianza. En el mundo antiguo este ordena- miento lo daba principalmente la oratoria y, sin duda, esto es lo que quiere decir Cicerén cuando afirma que la historia «se trata de una cosa como ninguna otra digna de un orador» (opus orato- rium maxime; De legibus 1.5). Desde muy temprano la historia extrajo ventajas de la retérica para su provecho propio: una mirada inquisitiva para buscar la evidencia, el olfato para detectar la parcialidad, el estar alerta para proponer argumentos desde la probabilidad y la capacidad para im- poner una estructura en diferentes tipos de material histérico. La historia necesitaba de la retérica: los hechos tenfan que ser inter- pretados; el material, organizado; los detalles, seleccionados; los eventos, reconstruidos; y las palabras, armonizadas con los hechos (Comber, 1997) La divisién tradicional de la oratoria se hacfa en cinco partes: elocutio (estilo), inventio (invencidn), dispositio (orden), memoria (memoria) y pronuntiatio (diccién). El aspecto que més acarrea problemas cuando hablamos de que la historiograffa antigua se apoya en gran medida en las técnicas retdricas es, naturalmente, inventio. Inventio no tiene una traduccién directa; no significa sim- plemente invencidn, sino que, viniendo de invenio, es més bien encontrar y descubrir, buscar por medio de la reflexién, encontrar una posible explicacién usando la creatividad. Los manuales de ret6rica definen inventio como «el hallazgo de cosas verdaderas o verosfmiles que hagan probable la causa» (Cic., De inventione 1.9). Inventio, entonces, era algo absolutamente necesario; de al- guna manera, reconstruir el pasado era -y todavia lo es~ siempre un acto imaginativo. Al revisar a historiadores como Herddoto, Tito Livio o algunos analistas romanos, que narran acontecimien- tos tan lejanos a su propio tiempo y con tan escaso material, se concluye que, haciendo uso de su misma formacién retérica —que necesariamente habrfan tenido como hombres de letras-, deben haber Ilenado los vacfos con una narrativa circunstancial, algu- nas veces reconstruyendo creativamente lo que «deberfa haber pasado» (probabile), a veces para explicar o dar sentido, a veces simplemente para lograr un efecto artfstico 0 poético. Los histo- tiadores del mundo antiguo eran conscientes de que la tendencia a «embellecer» 0 «completar» los relatos no debia oscurecer el compromiso con el descubrimiento de la verdad: discuten la con- fiabilidad del material que utilizan, no son siempre crédulos de 16 sus predecesores y tienen conciencia de los peligros que podta traer la utilizacidn de este instrumento retérico —la inventio— en el campo de la historia (cfr. Polibio, 12; Tito Livio, 33.10.85 Tacito, 13.20). Luciano sefiala también en numerosos pasajes la importancia del cémo debe relatarse la historia, pues el estilo, al narrar la his- toria, se hacfa casi tan importante como la historia misma: «En cuanto al lenguaje, esta debe ser la meta principal: ex- poner el material exactamente y disponerlo lo més licidamente posible, sin usar palabras desconocidas o rebuscadas ni tampoco el lenguaje vulgar de los mercados, sino el que la gente corrien- te pueda entender y los estudiosos alubar. [...] La diccién debe mantener los pies en la tierra: elevarse con la belleza y grandeza de los temas y asemejandose lo mas posible a ellos, pero sin volverse extraiia o dejéndose llevar mas de lo que la ocasién amerita. [...] El orden o disposicién de los hechos debe ser moderado [...] con un delicado arreglo de los eventos, ilumi- nandolos lo mas vividamente posible [...] y adorndndolos con las virtudes propias de la narrativa que progresa pareja y equili- bradamente [...], y asf se logra la claridad deseada» (De hist. conscr. 44-55). Ademis del estilo claro y licido con que se debfa contar la historia, su lenguaje debfa ser elevado e ir en cortelacién con los hechos que narraba. La historia en la Antigtiedad generalmente relataba acontecimientos importantes realizados por personajes importantes y, por lo tanto, las palabras debtan expresar ese nivel. Una historia de personajes vulgares relatada.con palabras comu- nes era més bien lo propio de la comedia, no de la historia. El estilo era la manera como el historiador elegfa explicar algo. El historiador elige y desarrolla un estilo que se adecua a su historia y, por esto, el contenido y la forma no pueden ser divor- ciados: se alimentan el uno al otro de una manera reciproca como sefiala Cicerén en De oratore 2.63. Contenido (res) y for- ma (verba) pueden dar sentido a una buena historia, pero los fundamentos no se pueden olvidar: si no es un reporte verdade- ro del pasado, sin importar cudn atractiva o interesante sea la narracién, no ser4 historia. Investigacién del pasado y ordena- miento retérico de los acontecimientos no son dos realidades contradictorias ni opuestas, sino que se pueden dar —y se dieron en la Antigtiedad- como una alianza que ayudaba al historiador a cumplir su misién. Algunos elementos propios de la retérica que forman parte también de las caracteristicas de la historiograffa antigua y que veremos a continuacién son los discursos y el uso de la caracteri- zacién y las emociones. El relato histérico El estilo histérico a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. litica diferente de la griega (aunque nunca, por supuesto, se podré desprender el autor de sus propias categorias intelectuales griegas) y, con eso, amplia la mirada y el foco se traslada al interlocutor persa. Algunos historiadores romanos ponfan en boca de los ene- migos de Roma discursos en los que mostraban «la otra cara de la medalla», es decir, focalizando en sus oponentes podian entablar un anilisis politico critico que era relevante para la situacién par- ticular y también para temas mas generales como la conquista y el imperio. Esto puede verse, por ejemplo, en los discursos de Mitrida- tes en las Historias de Salustio (4.69), en el de Anibal en Tito Livio (30.30), en el de Calgaco en el Agricola de Técito (30-32), en los que los historiadores romanos ponen en boca de estos barbaros des- piadadas palabras condenatorias del imperialismo de Roma: «Los romanos, cuya soberbia en vano se evita con la obediencia yelsometimiento, saqueadores del mundo, cuando les faltan tierras para su sistematico pillaje, dirigen sus ojos escrutadores al mar. Si el enemigo es rico, se muestran codiciosos; si es pobre, despéticos; ni el Oriente ni el Occidente han conseguido saciarlos; son los tinicos que codician con igual ansia las riquezas y la pobreza. A robar, ase- sinar y asaltar llaman con falso nombre imperio, y paz al sembrar la desolacidn». Estas expresivas palabras puestas en boca de un beirba- ro revelan mas sobre la oratoria del propio Técito que sobre lo que podria haber sido el discurso real del Iider britano. Los discursos tenfan también, por supuesto, un fin estético, din- dole variacién a la narrativa: marcaban los momentos mas dramé- tic intes de tomar una decisién o creaban suspenso retardando la accién del relato, Muy comin eta insertar discursos antes de narrar tuna batalla importante. Esto rettasaba y hacfa asf todavia mas inte- resante lo que entonces se consideraba quizd una de las partes més «populares» de la narracidn hist6rica. La belleza de un discurso hablaba de la habilidad y competencia del historiador y le otorgaba autoridad para narrar los acontecimientos (Marincola, 1997). Otro aspecto importante sobre a inclusién de discursos en la historiografia antigua es la pregunta sobre su veracidad. Estos dis- cursos eran compuestos por los historiadores y puede caber la duda de si relataban lo que realmente se habfa dicho en esa oportunidad © eran construcciones ret6ricas basadas mas bien en la inventio o lo probabile. La discusién sobre la historicidad de los discursos de la narrativa hist6rica tiene ya una larga trayectoria y no se ha llegado a conclusiones definitivas; todo dependeré de la visién que se tenga en general sobre la escritura hist6rica antigua. Lo que sf se puede afirmar es que los mismos historiadores no dicen que sus discursos sean la reproduccién exacta de las palabras pronunciadas en la oca- sién, sino que reconocen la dificultad de su tarea y se cuidan intro- duciendo frases como «hablo de este modo» o «diciendo estas co- 19 Estetica Historicidad de los discursos Caracteristicas de los discursos Funcién mediadora entre el pasado y el presente sas, Un ejemplo de esto se ve en las palabras que Salustio pone en boca del general Mario cuando arenga al pueblo para que se sume a su ejército y luche contra Yugurta (véase el largo capitulo 85 de la obra). Lo significativo en este caso es que Salustio pareciera escoger esta ocasién para exponer lo que es quizé el tema central de su obra: la virtud como algo personal y no heredado de los antepasados, re- forzando asf las bases para una «meritocracia». No podremos saber con certeza si se trata de las palabras exactas de Mario (se pueden ver algunos paralelos de este discurso en Plutarco, en Mario 9) 0 si Salustio nos deja slo lo que resultaba apropiado que dijera en una situacién de ese estilo, pero podemos decir sin temor a equivocar- nos que, por una parte, existe fidelidad al sentido original y, por otra, invencién. Afortunadamente no tenemos que escoger entre la una y la otra —los antiguos tampoco lo hacfan-, sino dejar convi- vir a ambas en un delicado equilibrio. Los discursos del relato histérico tenfan un cédigo de conven- ciones propias que era tacitamente aceptado por todos. Por ejem- plo, el largo de los discursos en la narrativa era mas corto que el que se habja pronunciado en la situacién reals el orador siempre habla- ba en un lenguaje equilibrado y elegante, més propio del historia- dor que escribfa que del parlante histérico: todos los discursos en Tucidides son en griego atico, sin importar la procedencia del in- terlocutor; en Técito, incluso los discursos dados por barbaros son expresados en un latin claro y refinado. Los recurrentes discursos antes de las batallas tenfan también unos temas que aparecfan cons- tantemente: Ia exhortacidn del general a sus tropas a luchar con valentia, el honor, la ayuda de los dioses, etc. También algo acepta- do era que, en general, el historiador evitaba incluir en su historia un discurso que hubiera sido ya publicado 0 que estuviera disponi- ble al publico de alguna manera, pues se habria sentido constrefido por su contenido, y se concentraba en cambio en Ilenar aquellos vacfos que hubieran dejado sus predecesores. El discurso en la historiografia antigua podia actuar como me- diador entre el pasado y el presente: el pasado se hace presente a través del personaje historico que habla no sélo cuando este da ejemplos del pasado que gatillan la reflexién del lector sobre su propio tiempo, sino también cuando, con cierto anacronismo, el historiador transmite un problema de su propio periodo por boca del personaje histérico y permite asf recrear el debate hist6rico que finalmente nos lleva a examinar el propésito y valor de la historia en si. Los historiadores antiguos se preocupaban mas de encontrar continuidades que rupturas en la historia; buscaban esas verdades permanentes, principalmente de naturaleza humana, y de ahf su insistencia en ver el pasado en el presente y este en el pasado. No siempre resultaba facil exponer estas ideas dentro de 20 la misma nartativa histérica, y un discurso, funcionando casi como un todo auténomo, lo podfa hacer, a veces, mucho mejor. Los historiadores modemos, en cambio, parecen mas interesados en hacer notar las diferencias entre pasado y presente, y se distan- cian asi de este tipo de recursos. Caracterizacién La descripcién de caracteres en la historiografia antigua desem- pefiaba un papel muy importante. Si los sucesos ocurrfan principal- mente como consecuencia de las decisiones humanas y este fue justamente uno de los aspectos que en un primer momento diferen- ci6 a la historia del mito-, se hacfa, por tanto, necesario entender por qué se habfan tomado esas decisiones y cmo eran esas perso- nas que, actuando de una determinada manera, hacfan historia. Parecfa importante conocer la personalidad de Alcibfades para en- tender que los atenienses se hubieran lanzado a la dramatica expe- dicién de Sicilia en la guerra del Peloponeso (Tucidides, libros 6 y 7) y también observar los temperamentos de Catén y Escipién, quienes se enfrentaron al debate que finalmente decidirfa el co- mienzo de la tercera guerra pinica (Tito Livio, libros 48 y 49). Se ha insistido mucho en la visi6n de la Antigiiedad sobre el cardcter como un fenémeno estable y casi inmutable en la persona. La idea de consistencia del cardcter se entiende como el actuar coherente de alguien con lo que se conoce como su personalidad, educacién o motivaciones internas. Ejemplos de esto encontra- mos a lo largo y ancho de la escritura histérica antigua (véanse Herddoto, 7.237.1; Polibio, 8.36.2-3; Técito, Hist. 2.37). Si bien esta cierta inmutabilidad del caracter se da en general, esto no significa que siempre todas las caracterizaciones respondan a este principio, como si los antiguos no tuvieran el concepto de desa- rrollo o no aceptaran el cambio en el cardcter. Por el contrario, las descripciones més profundas, y por ello tal vez més fascinan- tes, suelen ser de personajes en los que se dan a la vez elementos aparentemente inconsistentes y paraddjicos con otros aspectos de su carécter, donde el vicio convive con la virtud 0, més atin, don- de un vicio se parece y se asemeja en algunas circunstancias a la virtud (véase el caso de Catilina en Salustio, 5). En sus caracteri- zaciones, los historiadores més sofisticados eran perfectamente conscientes de la interaccién entre las tendencias enraizadas de una persona y el estfmulo externo que podfa hacer variar su ac- tuar de acuerdo a esta tendencia, y algunos lo expresaron con marcada sutileza, como es el caso de Ticito al explicar las varia- ciones en el comportamiento de Tiberio a lo largo de su vida: 21 El cardcter de los personajes histdricos a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. piados en la audiencia, asegurdndose de que los personajes con los que animaba a simpatizar merecieran realmente esa simpatia (0 antipatfa, segtin el caso). Las emociones causadas en la audiencia no sélo derivan del anilisis hist6rico y moral, sino que también ayudan a reforzar y apoyar este andlisis (Levene, 1997). Polibio, por ejemplo, no critica al historiador Filarco porque excite las emociones en su audiencia, sino porque exagera o inventa los hechos cuando los narra para lograr este objetivo: «Por el deseo de suscitar en los lectores la compasién y con- moverlos con su relato, introduce en su narracidin mujeres que se abrazan, se arrancan los cabellos y se descubren el seno; y ademas lagrimas y lamentos de hombres y mujeres arrastrados junto con sus hijos y sus ancianos padres, Este es el método que sigue a lo largo de toda su historia, tratando de poner en cada episodio he- chos terribles ante los ojos» (2.56.7-8). Es la exageracién y la falta a la verdad histética lo que se teprocha, no el que despierte una reaccién 0 emocidn en el lector. La cualidad agonistica de Ia oratoria también est presente en la historiograffa antigua. Competencia y emulacién apare- cen claramente en las obras de los historiadores grecorromanos. Quizé el ejemplo més obvio es Tito Livio, porque él mismo lo dice sin escrdpulos «No sé con seguridad si merecers la pena que cuente por escri- to la historia del pueblo romano desde los orfgenes de Roma, y aunque lo supiera no me atreveria a manifestarlo. Y es que veo que es un tema viejo y manido, al aparecer continuamente nue- vos historiadores con la pretensién, unos de que van a aportar en el terreno de los hechos una documentacién més consistente, otros de que van a superar con st estilo el desalifio de los anti- guos. Como quiera que sea, al menos tendré la satisfaccién de haber contribuido también yo, en la medida de mis posibilidades, a evocar los hechos gloriosos del pueblo que esta a la cabeza de todos los de la tierra» (prefacio 1-3). Livio compite y espera ser el mejor. El reto de Salustio es dife- rente, pero también esta presente. Su desafio no es slo con otros historiadores, sino también con los mismos actores de los hechos que est narrando: «Se me antoja especialmente arduo escribir historia; en primer lugar, porque hay que igualar hechos con pa- labras [facta dictis exaequandal» (Conjuracién de Catilina 3.2). En su rechazo al estilo ciceroniano esta también compitiendo para intentar alcanzar, por otros medios, la gloria del orador, La com- petencia en la que Técito esta implicado es més sutil: después de la batalla de Accio no habia historiadores que pudieran escribir historia propiamente tal, «primero, porque eran ignorantes en materia politica ya que no era de su competencia; luego, porque 23 Competitividad a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. consideraban los mismos historiadores del periodo clisico su proce- dimiento o método al escribir historia. Tal vez sea oportuno desta- car que en la Antigiiedad no existfa algo como el «método cientifi- co aplicado a la historia; este es mas bien un concepto propio de la modernidad (que se explicard con detalle mas adelante). Cuando se dice, por ejemplo, que Tucidides es més «cientffico» que su prede- cesor Herédoto, se quiere dar a entender que Tucidides es capaz de sefalar una evidencia mas confiable o cretble para sus afirmaciones y explicaciones que las que Herddoto entrega en algunas partes de su relato, especialmente cuando se basa en ordculos o suefios. El texto ya citado de Luciano (De hist. conser. 47-48) nos ha- bla de la necesidad de contar con un método de indagacién que garantice la conformidad de lo que se narra con los hechos suce- didos. Esto en un primer momento se consiguié por la via oral: relatos contados por testigos oculares o conservados en la memo- ria por sus descendientes, recogidos en viajes y entrevistas, que luego eran recopilados y ordenados. Mas tarde, el documento es- crito se consider6 como una fuente muy valiosa para obtener cier- to tipo de informacién, como la forma de gobierno de las ciuda- des, medidas tomadas por la autoridad -como la declaracién de la guerra o de la paz y otros aspectos oficiales de la vida de un esta- do. También las inscripciones, los escritos piiblicos y las obras de otros historiadores serfan fuentes comunes para que el historiador tuviera material con el cual construir su relato. Aunque él no podia «probar» todo lo que afirmaba, sf se le pedfa que entregara algdn tipo de evidencia que convenciera al lector y que pudiera ser rastreada por este, al menos en parte, para verificar las inter- pretaciones que hacfa el historiador. Ciertamente uno de los principales problemas para llegar a las fuentes de informacién en la historiografia clAsica, y de esa manera entender mejor cémo funcionaba su metodologta, es que los histo- riadores griegos o tomanos no acostumbraban citar consistente- mente las fuentes que habian utilizado para presentar su version de los sucesos histdricos. Precisamente porque es muy diffeil contar ‘cémo un historiador antiguo construye © compone cualquier parte de su narrativa, con bastante frecuencia —sobre todo a partir del siglo XIX— ha habido una tendencia a ser condescendientes con ellos, a mirarlos «por encima del hombro» por no responder a la idea cientifica de la veracidad y exactitud en la historia. En la actualidad todavia existe un acalorado debate sobre si el historiador antiguo trabaja del mismo modo que el moderno. La postura més conservadora sefiala que el historiador de todos los tiempos ha hecho siempre esencialmente lo mismo (Fornara, 1983; Brunt, 1993b; Cornell, 1995). El historiador antiguo, como el mo- derno -sefiala este grupo de académicos-, también se veta a sf mis- 27 El método hist5rico Historiadores clisicos e historiadores modernos a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. Hecateo de Mileto Herédoto, Tucidides yJenofonce sobre sus fuentes fue muy escasa. Casi todos provenfan de Jonia, en Asia Menor, y por lo tanto escribieron en el dialecto jonio ~al igual que Herddoto- y preservaron un caracter poético siguiendo el modelo épico: narraban principalmente fundaciones de ciuda- des y sus tradiciones, genealogias de las clases gobernantes, cos- tumbres y modos de vida de diferentes pueblos. Entre ellos se cuenta a Helanico de Lesbos, que escribid cronologfas y obras de geografia, principalmente de la regin de Atica, en las que se es- forz6 por distinguir mitologia de historia. Otros logégrafos fueron Xantos de Sardes, uno de los primeros en escribir sobre la historia de Lidia, y Hecateo de Mileto. Quiz sea Hecateo el logégrafo mas importante y cercano a Herédoto en escritos con contenido histérico. Al parecer habria vivido entre los afios 550 y 480 a.C., pero la informacién que te- nemos de él es muy escasa para dar fechas con seguridad. Sabemos que escribié al menos dos obras en prosa, que hoy se encuentran perdidas, salvo algunos fragmentos: Periégesis (Viaje alrededor del mundo) y Genealogias. En la primera, Hecateo ofrece informacién sobre el mundo conocido alrededor del Mediterraneo y mar Ne- gro, empezando por el estrecho de Gibraltar y siguiendo con Eu- ropa y luego Asia, para terminar en Marruecos, Africa. En cada uno de los lugares tratados, Hecateo entrega no s6lo una descrip- cidn de la tierra y los pueblos que la habitan, sino también una brevisima historia. Las Genealogéas, en cambio, si bien no aban- donan totalmente las historias maravillosas y relatos insdlitos, son un intento de racionalizar y dar consistencia al conjunto de mitos que componian el cuerpo de la tradicidn griega acerca de su pasado, tal como lo anuncia él mismo en el prdlogo: «Hecateo de Mileto cuenta [mutheitai] esto: lo que yo escribo aqui es lo que a mf me parece verdadero, pues los escritos de los griegos son, en mi opinién, miltiples y ridiculos» (Jacoby, Fr.Gr.Hist. 1). El objeto de la historia y el modo de escribirla se perfilé en Grecia de manera mas definida a partir de Herddoto (ca. 484-ca. 425). Fue él quien establecié unos primeros principios que luego consolidarfan a la historia como un tipo especifico de representa- cién escrita de los acontecimientos del pasado. A la narracién de las guerras médicas entre griegos y persas de Herddoto la siguié el relato de la guerra del Peloponeso entre Atenas y Esparta escrito por Tucfdides (ca, 460-ca. 398 a.C.). Seria este historiador ate- niense junto con su predecesor, Herddoto, y su sucesor, Jenofonte (ca. 430-ca. 354 a.C.), quienes abarcarfan la historia de Grecia desde su periodo de esplendor en el siglo V a.C., luego del triunfo sobre los persas, pasando mas tarde por las hegemonjas ateniense, espartana y tebana hasta los inicios del surgimiento de Macedo- nia como potencia a mediados del siglo 1V. El interés de estos tres 30 historiadores fue dejar un registro de los hechos memorables que habfan ocurrido con Ia intencidn no sdlo de recordar sino, tam- bién, de dar un sentido a los acontecimientos. Herédoto En la introduccién a los llamados Nue- ve libros de la historia de Herddoto, llaman la atencidn algunas palabras que seran cla- ve para entender Ia nueva disciplina que aqui se presenta, La primera, sin duda, es caveriguacién» (historfe), que es precisamen- te como el autor elige distinguir su trabajo del de sus predecesores, especialmente los poetas épicos. Herédoto narra -como Ho- mero- grandes hazatias del pasado, pero st obra no ha visto la luz gracias a la inspiracién de una musa, sino que ha sido el fruto, «En lo que sigue Herddoto de Halicarnaso expo- ne el resultado de sus averiguaciones, para evitar ‘que con el tiempo se borre de la memoria lo ocu- rrido entre los hombres y asf las hazafias, grandes y admirables, realizadas en parte por los griegos y en parte por los barbaros, se queden sin su fama, pero ante todo para que se conozcan las causas que les indujeron a hacerse la guerra» Historias 1.1 primero, de un proceso de recoleccién de informacién ¥, luego, de la elaboracién de la misma en una narracién continua y con sentido. La btisqueda de «causas» (aitiai), que tendran a su vez sus correspondientes efectos, es una de las razones que mueve a He- rédoto a realizar este trabajo, asf como también el poder guardar en la memoria la justa «fama» (kléos) de los hombres que han participado de grandes acontecimientos. Herédoto (ca. 484-425 a.C.), nace en Halicarnaso, una ciu- Método dad griega en la costa de Asia Menor, que en ese momento se encontraba bajo el control de Persia y de la que es exiliado mas tarde por haber participado en algunas luchas politicas. Este he- cho, sumado a la curiosidad natural de Herédoto, lo lleva a viajar ya recorrer tierras lejanas y exéticas, citcunstancia que repercuti- r4 fuertemente tanto en el método como en el contenido de su obra historica. En el método porque Herédoto recoge su informa- cién principalmente de lo que él mismo ha podido ver e investi- gar en el curso de sus viajes y, si no puede recogerla en primera persona, lo hace a través de fuentes orales y lo que le cuentan los mismos nativos de los sitios que visita; en el contenido porque incorporard historias menores de gran colorido local -a veces bas- tante sensacionalistas~ que se alejarin un tanto del objetivo prin- cipal de su obra, que es narrar las causas del conflicto entre grie~ gos y persas. Cronologfas sucesorias de reinos, datos etnogrificos de pueblos vecinos y una descripcién detallada de su geografia muestran a un Herddoto profundamente abierto e interesado por conocer los origenes y caracteristicas de distintos pueblos bairba- ros como los persas, escitas, babilonios y egipcios. Sin embargo, 31 Historicidad Legado este interés no sobrepasaré el de transmitir otros grandes temas que le preocupan: la inestabilidad de la fortuna humana, la justi- cia retributiva, la accidn de lo sobrenatural en el mundo, las dife- rencias entre lo griego y lo bitbaro, y los niveles de causalidad que presentan los acontecimientos humanos. Herddoto esta constantemente contando al lector émo y de donde ha sacado la informacién de sus investigaciones y no deja de registrar los desacuerdos que hay entre las fuentes o la credibi- lidad que le merecen, como si quisiera hacer patente el esfuerzo que ha supuesto dar forma a su obra. Es un autor que esté muy presente en la narraci6n a través de intrusiones frecuentes y di- rectas que pueden darse como comentarios generales, juicios de alabanza o reprensién, expresiones de incredulidad o conjeturas de motivaciones. Las Historias de Herddoto, aunque no rechazan por completo la presencia de lo sobrenatural en el mundo, pueden ser conside- radas como una muestra del momento intelectual que se vivia en Grecia en el siglo V a.C. El intento serio del autor de pasar del mito al légos se ve reflejado, por ejemplo, en el andlisis de tono cientifico de las fuentes del Nilo (2.19-27), el debate constitucio- nal sobre la mejor forma de gobierno (3.80) o las razones de la defensa de Atenas como salvadora de Grecia (7.139). A pesar de lo sefialado, la reputacidn de Herddoto ha variado en el tiempo. Por algunos ha sido considerado como un serio prac- ticante del oficio de historiador en sus rasgos mas esenciales, que se reflejan en buscar la explicacién de unos hechos pasados y de pre- servarlos en la memoria, Para ottos, en cambio, la narracién que él hace de diversos sucesos se acercarfa més a lo fantastico, y lo han aproximado més a un escritor de ficcidn interesado en narrar deta- Iles sensacionalistas que a un historiador propiamente tal. Afor tunadamente, podemos decir que la disyuntiva de elegir entre un Herédoto «confiable» y un «cuentacuentos», se encuentra hoy casi totalmente superada en los sectores académicos, putes no interesa tanto refutar los errores, inexactitudes y exageraciones que pudiera haber como analizar y valorar la obra en sui conjunto, su apertura temiética o la complejidad del material trabajado. No sin razén lla- m6 Cicerén a Herddoto el «Padre de la Historia» (De legibus 1.5). Tucidides Ya desde la Antigtiedad misma, Tucfdides ha sido considerado como el més grande de los historiadores y el més digno de ser emula- do. Su declaracién de principios al comienzo de su Gnica obra, la Guerra del Peloponeso, lo pone a un nivel casi «cientifico» y es ast 32 a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. Historicidad iguales derechos en los litigios privados y, respecto a los honores, cuando alguien goza de buena reputacién en cualquier aspecto, se le honta en su comunidad por sus méritos y no por su clase social; y tampoco la pobreza, con la oscuridad de consideracién que conlle- va, ¢s un obstéculo para nadie, si tiene algtin beneficio que hacerle ala ciudad. [...] Practicamos la libertad tanto en los asuntos pabli- cos como en los mutuos recelos procedentes del trato diario, y no nos irritamos con el vecino, si hace algo a su gusto, ni afligimos a nadie con castigos, que no causan dafo fisico, pero resultan peno- sos a la vista. Y asf como no nos molestamos en la convivencia privada, tampoco transgredimos las leyes en los asuntos puiblicos, sobre todo por temor, con respeto a los cargos pablicos de cada ocasién y a las leyes y, entre estas, particularmente a las que estén puestas en favor de las victimas de la injusticia. {...] En resumen, afirmo que Atenas es la escuela de Grecia» (237-41), La cuestin de la historicidad de este tipo de discursos interca- lados en la obra de Tucfdides ha sido debatida largamente, pero no se ha legado a una conclusidn definitiva (véase al mismo Tu- cfdides en 1.22.1). Lo que sf se puede ver es que la seleccidn de temas y frases, junto con la disposicién y lugar del discurso en el relato, ya llevan consigo una interpretacién, es decir, lo que el autor ha considerado importante guardar para la posteridad: te- mas exenciales como libertad, necesidad, razdn, imperialismo, fuerza y condicién humana. Los dioses aqui no desempefian nin- tin papel; es el hombre, con su capacidad de sufrir y hacer suftir, el responsable de la guerra. La profundidad del pensamiento de Tucidides haré que en adelante la historia no sea silo recuerdo 0 narracién, sino también una materia de honda e intensa reflexién. Jenofonte Jenofonte (ca. 430-ca. 354 a.C.) sigue el modelo de Tucidides, y contintia con las narraciones en que el autor relata su propio tiempo presente. En sus Hellenica, Jenofonte, que sirvis en el cuer- po de caballerfa ateniense en la guerra del Peloponeso, completa la historia que su predecesor no habfa podido terminar; tanto es ast que las primeras palabras de esta obra son: «después de estas co- sas...» (metd dé taftta), como para realzar su propésito de continui- dad con Tucfdides. La Andbasis (Marcha tierra adentro) narra la ex- pedicién del candidato al trono de Persia, Ciro, al coraz6n de Asia. Jenofonte desempefia aqui un papel mas importante todavia, espe- cialmente una vez que ha muerto Ciro y los griegos que lo acompa- fiaban deciden volver a su patria, pero ni saben el camino, ni son lo suficientemente poderosos para defenderse del rey Artajerjes. Jeno- 34 fonte sera clegido para dirigir al ejército de vuelta a Grecia, isin bastante honorifica yarriesgada, que el autor relatard en terce- ra persona y sin excesiva grandilocuencia. Jenofonte fue un autor no sélo de obras histéricas, sino también muy prolifico en «Cuando se hacfan estas reflexiones voleron los ‘oj0s hacia Jenofonte. Los capitanes le dijeron, acer- andose a él, que asi pensaba el ejército y, ponien- do de relieve cada uno su afecto por él trataba de convencerle para que aceptara el mando. jenofon- te, por una parte, lo queria, en la creencia de que asf se incrementaria su estima entre los amigos y su nombre llegaria con mds grandeza a su ciu- dad. Adems, quiza podria hacer también algiin bien para el ejército. Tales reflexiones lo incita- ban a desear llegar a ser jefe con plenos poderes, Pero, cuando reflexionaba que es incierto para todo hombre cémo serd el futuro y que, por esto, incluso corria el riesgo de perder la fama adquirida con anterioridad, dudaba» otros géneros de trabajos, donde se puede percibir cierta influencia del pensamiento de Sécrates (a quien Jenofonte habria co- nocido personalmente), especialmente en sus tratados politicos, morales y didécti- cos: Ciropedia, Apologia, Simposio, Consti- tucién de los espartanos, Sobre la caballeria, entre otros. Andbasis 6.1.19-22 Historiadores helenisticos Otros historiadores griegos del siglo 1v a.C. se caracterizan también, como Jenofonte, sobre todo por la fuerte herencia que reciben de Tucidides. Tanto la tematica tucidfdea —continuacién de la historia de Grecia después de la guerra del Peloponeso- como su emulacién estilistica (aunque con bastante distancia) pueden verse en una serie de Hellenica, 0 Sobre cosas griegas, como las de Teopompo, las Hellenica de Oxyrrinco, de autor desconocido, y en otros autores como Calistenes, Filarco, Eforo o Timeo. Algunos de estos historiadores helenisticos han sido juzgados por la critica como menos preocupados por referir los hechos histéricos tal cual cocurrieron y mas interesados en contarlos muy bien adornados es- téticamente, incluso «trégicamente», para lograr mover las emo- ciones del lector. El uso de técnicas retdricas para la persuasién varié segtin los autores, pero en algunos casos se habrfa llegado al abuso de estos recursos y los mismos contempordneos no dudaron en denunciarlo, como puede verse en el ataque que hace Polibio contra Timeo o Filarco en sus Historias (libro 12). Enel afio 168... la batalla de Pidna pone fin a la guerra entre Roma y Macedonia. Perse, rey de Macedonia, es derrotado y con élcae también su monarquia. E] triunfo romano se afianzarfa toda- via mas con la victoria sobre la ciudad de Corinto en el 146a.C. La conquista de Grecia por parte de Roma fue un acontecimiento que, de alguna manera, cambié el modo de enfocar de la historia griega. Si bien es cierto que algunos historiadotes griegos continuaron es- cribiendo sdlo sobre Grecia en sus Hellenica, otros, principalmente aquellos que tuvieron contactos personales con Roma, se abrieron a contar y explicar el desarrollo hist6rico de la nueva potencia del Historiadores griegos bajo Roma 35 Mediterraneo. Estos historiadores buscaron establecer conexiones 6 telaciones entre su propia patria y la de los conquistadores y, aun- que todos ellos escriben en griego y para un puiblico mayoritaria- mente griego, eran conscientes de que también serfan leidos por la elite romana mas culta, que se manejaba con soltura en esta lengua. En algunos casos, se dieron acérrimos defensores de la politica ro- ‘mana, como Dionisio de Halicarnaso o Apiano, pero también otros fueron mas criticos y menos halagadores con Roma, como Plutar- co. Sin duda, el historiador griego mas destacado que escribiera historia de Roma fre Polibio. Polibio Después de la batalla de Pidna, Grecia pas6 a formar parte del Imperio romano y muchos griegos fueron deportados a Roma. Poli- bio de Megaldpolis (ca. 200-ca. 118 a.C.) fue uno de estos griegos cultos que se establecié en Roma y Ieg6 a convertirse en un refe- rente intelectual de la época; se hizo amigo y mentor de Escipién Emiliano y probablemente lo acompaiié en sus campafias a Espafia y Africa. En el 146 a.C. presencid, también junto a Escipién, la destruccién total de Cartago, que decidis finalmente el témino, « razones para la unién de estos persona- jes, pero lamentablemente la sSnerisis en- tre Alejandro y César se encuentra perdida. Plutarco se presenta a sf mismo como tun pintor que realza los rasgos mas caracte- risticos de sus personajes, y estos son, prec samente, sus vicios y virtudes. Este intento de narrar una biografia centrdndose més en ilustrar el cardcter y temperamento de la persona que sus grandes acciones ha sido cri- ticado por algunos como una tediosa pretensién moralizadora. Sin embargo, la popularidad de Plutarco a través de los siglos (Shakespeare, Montaigne, Rousseau son algunos de sus deudores) refleja ciertamente que al momento de escribir una biograffa son muchas veces los detalles y las anécdotas los que logran captar mejor la particularidad propia de una persona y que son también ellos los que pueden ser presentados como modelo a imitar en una historia que busca ante todo set «maestra de vida» Vida de Alejandro 1.1 La biogratia Dién Casio La Historia romana de Dién Casio (ca. 155-229 d.C.) presenta un tema dominante ~aunque la obra completa narra desde la fun- dacién de la ciudad hasta el afio 235 d.C.— que es nada menos que el cambio del sistema republicano al imperial. Dién sefialard ex- plicitamente que la monarqufa es la tinica que puede garantizar una cierta estabilidad al gobierno de un imperio tan extenso y diverso, afirmacién que seguramente no habria sido del agrado de Augusto, que se proclamaba como el restaurador de la Republica. La activa vida politica de este griego como senador, pretor, legado militar y cénsul bajo distintos emperadores hace que su interpretaci6n de la historia romana venga de una fuente experi- 39 a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. Salustio, en cambio, eligié los temas monogréficos que se ajusta- ban mejor a su idea de denunciar una Repiiblica en decadencia debido al abandono de la virtud tradicional. Tito Livio, por otra parte, se embarcé en una empresa de enormes proporciones ya que narré mas de 700 afios de historia: inicié su relato desde la fundacién misma de la ciudad de Roma y legs hasta su propio tiempo, dando asf una imagen de continuidad hist6rico-politica notable. Estos tres historiadores entregaron un tetrato muy vivo de la Republica romana en sus distintas etapas, como se puede ver en los siguientes microestudios. César Con escuetas palabras narra Julio Cé- sar (101-44 a.C.) lo que serfa una de sus més grandes y espectaculares hazafias du- rante la conquista de las Galias: el cruce del enorme rio Rin no con naves, como era lo esperable, sino con la construccién de un puente que fue todo un desaffo para la ingenieria del momento. Tan slo diez dias tardé el puente en estar listo. César y sus legionarios cruzaron y se enfrentaron a los germanos derrotdndolos y saqueando sus aldeas. Después de esto, los romanos volvieron a la Galia, cruzaron de nuevo el puente y lo destruyeron para que sus enemigos no pudieran pasar. Tanto la répida construccidn de este puente como la acelerada _ Los comentarios narracidn de estos sticesos bastante importantes nos revelan una de las cualidades més caracteristicas de César: la rapidez o celevitas. Ya fuera en sus actividades en el campo militar como también en el politico, César se adelanta y previene. Sus obras de contenido his- rico, Comentario a la guerra de las Galias y Comentario a las Gue- ras Citiles, podrian enmarcarse dentro de este contexto también. Escritas en un estilo simple, estas no aparecen como una obra de historia propiamente, sino que César, en su previsién, ha querido proveer de material original al futuro historiador que narte la con- quista de las Galias o las guerras civiles, y, por supuesto, se adelanta en proponer su propia interpretacién y punto de vista, Existe, sin embargo, un intento de imparcialidad que hace que los Comentarios no sean unas simples memorias del general. Este toque esti dado principalmente porque usa intencionalmente la tercera persona del singular para narrar los hechos y también por que incorpora algunas visiones desde el punto de vista del enemi- ‘«Coneluida la guerra con los germanos, determi- 1nd César pasar el Rin, por muchas razones; entre las cuales fue la de més peso que, viendo que los .germanos se resolvian facilmente a pasar a la Ga- lia, quiso que también ellos temieran por su pro- pio pais al comprender que el ejército del pueblo romano tenia fuerza y valor para pasar el Rin. [...] Pero atravesarlo con naves ni le parecia bastante ‘seguro ni lo juzgaba propio de su dignidad ni de la del pueblo romano. Asi pues, aunque la construc cién de un puente ofrecta grandisima dificultad a ‘causa de la anchura, rapide y profundidad det rio, crefa, sin embargo, que debla acometer esta em- presa 0, de otro modo, no pasar el ejércitox» Comentario a fa guerra de las Galias 4.16-7 43 a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. hace referencia a su no participacién en la vida politica o militar, a diferencia de la mayorfa de sus colegas romanos. Testigo del profundo cambio que significaron las guertas civiles y el principa- do de Augusto, Livio mantuvo buenas relaciones con el poder, sin perder nunca su independencia. Su contemporineo Asinio Po- li6n le critica su «paduosidad> (Patavinitas) y, aunque no pode- mos estar completamente seguros del alcance total de esta critica, podemos inferir que hace relacisn con su provincialismo. Quinti- liano, en cambio, habla de la riqueza Iictea 0 cremosa (lactea ubertas) de Livio, quiza refiriéndose a su estilo retérico, que fluye con pareja suavidad y calma tal como Cicerdn lo habia prescrito para la escritura histérica. Mucho se ha hablado también, especialmente en el siglo xx, del talante dramatico de la escritura liviana, expresado principal- mente en los primeros libros de su obra, que tratan el periodo real y la formacién de la Reptblica. La historia de la violacién de Luctecia por parte de Tarquinio y la posterior venganza de Bruto, que significé el fin de la monarquia y el nacimiento de la Repabli- ca, se ha hecho ya paradigmatica: ; por otra parte, no se puede de- cir que todos ellos formaran un corpus homogéneo o uniforme, ya que varios no siguieron ni en su intencidn ni en su estilo el mo- delo clasico grecorromano, que hasta el siglo vii habia sido el pa- radigma casi obligado para los historiadores. Un ejemplo muy destacado y original de este grupo es la prince- sa Ana Comnena (1083-1153), hija del emperador Alejo I, que en su Alexiada narra y justifica el reinado de su padre desde el afio 1081 hasta 1118. La historia politica de Bizancio de Ana Comnena fue continuada por Nicetas Choniates (1155-1215), quien relaté la toma de Constantinopla durante la cuarta Cruzada en 1204; esta fue seguida por Jorge Acropolita (1217-1288) y luego por Jorge Pa- quimeres (1242-ca. 1310) hasta llegar a la Romaniké historia (Histo- ria romana) de Nicéforo Gregoras (1295-1359) en pleno siglo XIV. ‘Ademis de esta profusicn de historias imperiales, no se dejaron de lado las historias eclesiasticas. Estas se dieron también —siguien- do el patrén griego~ de tal manera que unas empezaban donde las anteriores habjan terminado. Este es el caso de Sdcrates Escolistico (ca. 380-2), primer continuador de Eusebio de Cesarea, y luego de Sozomeno (ca. 400-ca. 450), Teodoreto de Chipre (367-466), Ge- Tasio de Cizico (ca. 430-2) y Evagrio (ca. 536-595). Este diltimo, que continuaba en su obra todas las anteriores, relataba al mismo tiem- po las controversias doctrinales de los siglos V y Vi, refutaba las herejias e inclufa también algo de historia politica, principalmente la guerra contra los persas. Evagrio, ademis, es un buen ejemplo de historiador que intenté usar sus fuentes de forma rigurosa y con sentido criticos sus referencias fueron ampliamente cotejadas, in- cluyé documentos eclesiisticos, resoluciones de concilios y hasta escritos no ortodoxos en cuanto a su doctrina, pero que aportaban evidencia de los acontecimientos que narraba. Después de la Histo- ria eclesidstica de Evagrio, este tipo de historia parece perder parte de su vigor y energia. Las causas que dan cuenta de este hecho son miltiples. Por una parte, la Iglesia y el Estado se van desarrollando juntos; la oposicién contra el paganismo se combate en ambos frentes, que pasan a formar parte de una misma historia. Aunque también puede formularse otra razn més profunda para el silencio de la historia eclesisstica, y es que el triunfo del islam pudo haber representado una poderosa barrera para continuar una historia de corte providencialista (Whitby, 2000, p. Lx). En todo caso, ni las historias imperiales, ni las crénicas, ni las historias eclesissticas representaron alguna vez la «historia ofi- cial» de Bizancio. Los escritos y opiniones de los historiadores del 87 ‘Ara Comnena Las historias eclesiasticas Evagrio a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. ESQUEMA Antigiiedad tardia 1. Historiografia cristiana + Escrita en lenguas latina y griega. + Propone una visién mas amplia de la historia: para todos los hombres. + Elimina la idea de ciclos histéricos en la concepcién del tiempo. + Acontecimiento histérico central: la encarnacién de Jesucristo. I. Historia de la salvacién: ordena acontecimientos histéricos hacia una meta final: la salvacin + Interpretacién de la historia universal + San Agustin y el sentido de la historia. 2. Historia eclesidstica: desarrollo y expansi6n de la Iglesia desde los primeros apéstoles al presente + Importancia de sucesiones y cronologias para dar legitimidad. + Eusebio de Cesarea’ la primera historia de la Iglesia como apologia: defensa del cristianismo ante ataques paganos + Se pone la historia del cristianismo en contexto global + Orosio. 4. Historias de Iglesias locales: relatan desarrollo y expansién del cristianismo en distintos lugares + Sus autores son obispos o religiosos. + Isidoro de Sevilla (Espafa) * Gregorio de Tours (Francia), + Beda el Venerable (Inglaterra). Il. Historiografia bizantina + Escrita en lengua griega. + Se considera la continuacién del Imperio romano. + Toma como modelo estilistico la historiografia griega clasica (especialmente Tucidides) + Desarrolla también particularidades més propias del estilo oriental. 1. Crénicas: historias universales desde la creacién de Adén hasta el presente, escritas por cristianos + Poca elaboracién estillstica, destinadas a publico general. + Juan Malalas. + Grénica pascual. + Te6fanes de Bizancio. + Zonaras SE 2. Historias: historias contempordneas de contenido politico, escritas por paganos y cristianos + Siguen modelo griego clisico. + Zésimo. + Procopio. + Teofilacto Simocatta. * Ana Comnena. 3. Otros géneros + Historias eclesidsticas. + Vidas de santos © hagiografia. SELECCION BIBLIOGRAFICA La mayor parte de la informacién sobre la historiografia cris- tiana de los primeros siglos se encuentra dentro de obras mas ge- nerales sobre el cristianismo primitivo. Especialmente ilumina- dores son el articulo de A. Momigliano, «Historiografia pagana y cristiana en el siglo IV», en Momigliano (ed.), El conflicto entre el paganismo y el cristianismo en el siglo 1V (1963; trad. México, 1989), el de W. Adler, «Early Christian Historians and Historiography», en S. Ashbrook y D. Hunter (eds.), The Oxford Handbook of Early Christian Studies (Oxford, 2008), y los més recientes de P. van Nuffelen, «Theology versus Genre? The Universalism of Christian Historiography in Late Antiquity», en el volumen de P. Liddel y A. Fear, Historiae Mundi: Studies in Universal Historiography (Lon- dres, 2010), y M. Whitby, «Imperial Christian Historiography», en A. Feldherr y G. Hardy, The Oxford History of Historical Wri- ting (Oxford, 2011). El libro general de J. Burrow, Historia de las historias (2007; trad. Barcelona, 2009) tiene también un impor- rante capitulo dedicado a este tema. No se puede dejar de men- cionar como libro de consulta para toda la literatura, incluyendo por supuesto la historiografia, The Cambridge History of Early Christian Literature (Cambridge, 2008) Un buen punto de partida para el estudio de la historiografia bizantina puede serel informativo yordenado libro de W. Treadgold, The Early Byzantine Historians (Basingstoke y Nueva York, 2007), aunque llega silo hasta el siglo Vil. Se puede continuar con el de R. Macrides (ed.), History as Literature in Byzantium (Farnham, 2010), y los articulos de R. Scott, «Text and Context in Byzantine Histo- riography>, y Bourbouhakis y Nilsson, «Byzantine Narrative: the 92 Form of Storytelling in Byzantium», ambos en L. James (ed.), A Companion to Byzantium (Malden y Oxford, 2010). Algunos estudios mas destacados sobre autores individuales serfan los siguientes. Para Eusebio de Cesarea, el clisico de T. Barnes, Constantine and Eusebius (Cambridge Ma., 1981), el de 8. Morlet, «Ecrire histoire selon Eustbe de Césarée» (2006), y el de A. Louth, «Eusebius and the birth of Church History» (Cam- bridge, 2008). Para Orosio e Isidoro estén C. Torres Rodriguez, Paulo Orosio: su vida y su obra (La Coruiia, 1985) y J. Fontaine, Isidoro de Sevilla. Génesis y originalidad de la cultura hispénica en tiempo de los visigodos (Madrid, 2002). Para Beda existe la exce- lente introduccién de P. Blair, The World of Bede (Cambridge, 1970, 1990), y ahora tiltimo el Cambridge Companion to Bede (Cambridge, 2010). Para Procopio sigue siendo necesario leer a A. Cameron, Procopius and the Sixth Century (Los Angeles, 1985), yahora dltimo a A. Kaldellis, Procopius: Tyranny, History and Phi- losophy at the End of Antiquity (Filadelfia, 2004). Sobre Ana Com- nena se puede leer T. Gouma-Peterson, Anna Komnene and her times (Nueva York, 2000). 93 3 La historiografia medieval: siglos Ix-xv (Jaume Aurell) La desaparicin de los dltimos grandes historiadores eclesias- ticos, como Isidoro de Sevilla (636) y Beda el Venerable (735), propicia el periodo considerado propiamente como «historiogra- fia medieval», que se extiende desde el periodo clisico carolingio (siglo 1x) hasta los albores del Renacimiento (siglo Xv). Durante este tiempo se practican los géneros que se habfan desarrollado en siglos anteriores, como los anales, las crénicas y las biografias, pero se incorporan también otros nuevos como las genealogias, los testimonios de cruzadas y las autobiografias. La historiografia medieval esta muy vinculada, al principio, a la labor compiladora de historiografia de los monasterios benedictinos, pero a partir de los siglos xy xit, con el crecimiento y la consolidacidn de conda- dos y monarquias, el centro de promocién y produceién historio- gréfica mis importante pasaré a serla corte, lo que cambiara radi- calmente el curso de la historiogratifa. La historiograffa medieval se distingue por su cardcter de em- La hstoriografia, presa colectiva y por la disminucién de la identidad autorial, lo empress coletiva que es compatible con la emergencia periddica de figuras repre- sentativas de cada corriente y género. La estructura de este capi tulo responde a esta identidad colectiva, y se centra en la evolu- cién general de los géneros y las temadticas mas que en los autores singulares. En primer lugar, se analizan las caracteristicas més espe- cfficas de la historiografia medieval: la naturaleza de la escritura historia, su cardcter hist6rico y literario a la vee, las vineul entre historia y politica, la funcidn edificante de la historiografia spor fin, el principio de contemporaneidad, tan caracterfstico de este petiodo. En segundo lugar, se detallan los géneros histéricos practicados durante la Edad Media: anales, genealogfas, cr6nicas, biografias, autobiografias, crdnicas de cruzadas y crdnicas univer sales. En tercer lugar, se describe a grandes rasgos el curso de la historiografia medieval, poniendo especial énfasis en el desarrollo cronolégico de las historiografias segtin los diferentes reinos que fueron surgiendo en el Occidente medieval. ciones 95 La continuidad de la historiografia Actualidad de la historiografia medieval LA NATURALEZA DE LA ESCRITURA HISTORICA. La aproximacién a la historiograffa medieval exige superar ciettos prejuicios. El primero es la tendencia a proyectar sobre ella los conceptos historiogréficos heredados del pensamiento ilustrado del siglo xvii y del positivismo e historicismo decimo- nénico -el racionalismo, la erftica textual o la consideracién de la historia como ciencia— que son propios de la historiografia mo- derna pero constituyen un grave anacronismo cuando se intentan aplicar cara a la comprensién e interpretacién de la historiografia medieval. El segundo prejuicio que es necesario superar es una visién demasiado «singular» de la historiograffa medieval, que ha- brfa constituido una interrupcién de la tradicién clésica, s6lo re- cuperada en el Renacimiento. La historiograffa medieval, por el contrario, tiene un valor en sf misma como «escritura histérica», y se distorsiona cuando se pretende situarla como un eslabén algo imperfecto de una imaginaria cadena de progreso iniciada en el mundo clasico y cuyo punto élgido lo constituiria el historicismo decimonénico. La propia estructura de este libro, cuyos autores estn persuadidos de que, junto a las légicas rupturas, existe una continuidad en el pensamiento y la practica de la historia, pre- tende evitar una visién excesivamente singular del pensamiento y la practica histérica medieval. Influida por estos prejuicios, la interpretacién y critica de la historiograffa medieval se ha centrado durante demasiado tiempo en el discernimiento entre la verdad y la falsedad de las crénicas medievales. Sin embargo, la historiografia medieval es algo mu- cho més complejo, que merece una metodologfa espectfica para analizarla, en buena medida por su triple dimensién textual y heurfstica: es fuente histérica respecto a la época que est narran- do, fuente histérica respecto a la época desde donde esta narrando ¥, no menos importante, artefacto literario con todas sus caracte- risticas de contenido y de forma que es preciso desentrafiar. Con todo, la historiograffa medieval ha recuperado su interés en buena medida incentivada por las actuales tendencias historio- gréficas, que privilegian lo narrativo sobre lo analitico y no redu- cen su interpretacién a las categorfas de lo verdadero y falso, sino que las enriquecen con las de objetivofubjetivo y realidad/ficeién. Ellas han tomado en consideracién la ingenuidad, intencionalidad y originalidad de la historiograffa medieval, superando una concep- cidn excesivamente maniquefsta de su legado. De este modo, la recuperacién de las nociones de imagen, representacién e imagi- nario, y una mayor sofisticacién tedrica entomno a la dimension narrativa de la escritura histérica han posibilitado una renovada lectura de las fuentes histéricas medievales, més acorde con su ver- 96 dadera naturaleza. La historiografia medieval ha cobrado interés no sdlo como estricta fuente de informacién histérica, sino sobre todo como feceptora y a su vez forjadora del imaginario colectivo, y se descubre el valor de los silencios de las crénicas, sus motivaciones més profundas, las relaciones entre el texto y su contexto, su nego- ciacidn con la ficcisn, su funcidn politica, su intencidn edificante y las conexiones entre el emisor del texto y su receptor. La historiograffa medieval se caracteriza por su identidad lite- raria, por su funcién social y politica, por su tendencia a la mora- lizacién y por su continua remisién al presentismo, que son los cuatro aspectos que se detallan en este apartado. La forma narra- tiva utilizada por los cronistas medievales se adapta a estos obje- tivos. La realidad y la ficcién (que no deben confundirse con las categorias de «verdad» y «mentira»), dos caminos aparentemen- te opuestos, convergen en la historiograffa medieval. En este sen- tido, no es extrafio que entre sus fuentes se hallen algunos mate- riales rechazados sistematicamente por los procedimientos y los presupuestos del racionalismo hist6rico dominante en la historio- grafia contempordnea, pero que para los cronistas constituyen unos elementos claves de su narrativa, de los que no pueden prescindir: os milagros, los prodigios de los santos, los mitos, las visiones, los suefios, las imaginaciones. En este sentido, uno de los elementos més singulares de la historiografia medieval es la pluralidad de sus dimensiones, que contrasta con la dimensidn estrictamente «cientifica» de la histo- riograffa contempordnea. Asi, desde el punto de vista especulati- vo, la historiograffa medieval se alfa con la teologfa para trascen- der unos objetivos puramente humanos; desde el punto de vista narrativo se alfa con la retérica para dotar a sus relatos de una consistente coherencia formal; desde el punto de vista documen- tal se alfa con la leyenda, que proporciona a la narracién una di- mensién moralizante o legitimadora, més allé de la ruptura que se produce entre el texto y el contexto histérico. Para todo ello, la historiografia medieval se identifica con la repeticidn, la expe- tiencia y la costumbre més que con la racionalizacién, el indivi- dualismo y la causalidad. Como consecuencia de todas estas realidades, la historiograffa medieval atesora unas caracterfsticas muy especfficas, que la hacen acreedora de una enorme personalidad: el modo lineal de organizar el discurso hist6rico; la funcién politica, religiosa y edificante de sus textos; la primacia de los ritmos genealégicos sobre la precision cronol6gica; la inclusién de los elementos mitolégicos y legenda- rios intercalados en la narracién de los eventos; la funcién de la historiograffa como fundante o consolidante de las tradiciones «nacionales»; las complejas relaciones entre ficcién y realidad; la 97 Realidad y ficcién Teologia, retérica, leyenda Caracteristicas Autoria Linealidad de la historia La logiea social del texto estrecha vinculacién entre historia oral e historia escrita, entre transmisi6n recitada y poesia histérica, y entre historia y leyenda; la sucesién de los génetos histdricos, que se van adaptando a los diferentes contextos histéricos; la interrelaci6n entre el texto y el contexto; la transicién de los centros de produccidn (mondsticos en una primera fase, cortesanos en la segunda); la transformacién. del idioma utilizado (latin en una primera fase, lengua vernécula en la segunda); la compleja transmisién de los manuscritos (que en muchas ocasiones ofrecen diversas versiones de una misma obra), ¥, por fin, el principio de contemporaneidad. Algo hay que decir también respecto al concepto de autorfa en la historiograffa medieval, en la que la funcidn del historiador era descrita de modo mucho més ambiguo y plural que en la ac- tualidad: compilare, colligere, excerpere, breviare, redigere (compi- lar, reunir, escoger, sintetizar, redactar) son los verbos utilizados para describir su actividad. El historiador medieval se hallarfa en un punto intermedio entre los scriptores (escritores), una activi- dad més propia de los copistas, y los auctores (autores), referido a los autorizados autores cristianos de los primeros tiempos. Sin em- bargo, paradéjicamente, este estrecho margen de autorfa se vio compensado por la enorme variedad en los géneros histéricos utili- zados: anales, genealogias, crénicas universales, historias monds- ticas, biograffas, autobiograffas, hagiograffas, crdnicas imperiales, reales y dindsticas, crénicas de cruzadas. La concepcién lineal del tiempo en la historiografa medieval ~herencia de la concepcién cristiana, basada en los hitos de la Creacién, encarnacién de Jesucristo y Juicio Final aparece como una alternativa de la concepcién cfclica del tiempo de la historio- grafia griega y romana. Para estos tiltimos, la historia era una ope- racién «contra» el tiempo, en un intento de salvar a los hechos humanos del olvido. La historiograffa medieval, por el contrario, tiene una dimensién proyectiva de la historia, lo que la convierte en garante de la tradicién, legitimacién para el presente y modelo para el futuro. El hombre histérico deja de estar aprisionado por el incierto destino, para pasar a situarse en la economfa de la sal- vacién, representada por el progreso de la humanidad. La dimensién literaria y la dimensién social de las crénicas me- dievales representan, respectivamente, el texto y el contexto. El texto es el instrumento que los historiadores utilizan para la recons- truccién y el uso ideolégico del contexto del pasado, para atraerlo al contexto del presente. Por tanto, una de las claves para la correc- ta interpretacién de la historiografia medieval es una aproximacién conjunta a la ldgica interna del texto y al contexto social y politico del que ha surgido. Es lo que algunos autores han llamado la «légi- ca social del texto» (Spiegel, 1997; Partner, 2005), en referencia a 98 la armonia entre la dimensién lingifstica, narrativa y discursiva del texto hist6rico («légica») y su dimensién contextual («social»). Por este motivo, cuando se realiza una lectura excesivamente dico- témica de las obras histéricas medievales, reduciéndolas bien a su contexto (tendencias positivistas, estructuralistas y construccio- nistas, en definitiva, «modemas») o bien a su texto (tendencias postestructuralistas y deconstruccionistas, en definitiva, «posmo- demas»), el critico literario o el historiador se mete en un callején sin salida, historiogréficamente estéril o filolégicamente formalista, segtin cada uno de los extremos, En todo caso, se exige un acerca- miento pluridisciplinar y aurénticamente «medieval» para el and- lisis yla interpretacién de un artefacto cultural ran complejo como el de la historiograffa medieval. Historia y literatura Mucho se ha escrito sobre la dificultad de establecer con cla- ridad las fronteras de la narracién histdrica y del relato de fic- cidn, entre texto histérico y texto literario (LaCapra, 1985; White, 1989; Spiegel, 1993 y 1997; Ankersmit, 2002). Este es un debate que se ha planteado siempre la historiografia, si bien en estos tl- timos afios se ha hecho de un modo més explicito. Este aspecto es fundamental para leer e interpretar correctamente los textos his- toriogréficos medievales porque remite a la fusidn existente entre el cronista y los hechos que est4 narrando. La distancia entre historiador y hecho historiado (pretensién de objetividad) es mas propia del mundo moderno, al que el cronista medieval todavia no tiene acceso. El cronista medieval est4 condicionado por su interés en na- rrar una estructura lineal de los hechos externos, y esto favorece el tono narrativo. Una de las primeras manifestaciones de la histo- riograffa medieval es la sucesiva sustitucién de los anales por las genealogias durante el siglo xi. La sucesién de las genealogfas se convierte en el evento histérico mas sobresaliente, quedando la cronologia supeditada a ellas. La narracién lineal y la estructura simple de las narraciones historiograficas medievales les hace ga- nar indudablemente en eficacia, porque simplifica el relato y per- mite transmitir un mensaje de modo més directo. Esto influye, por tanto, en la misma forma y el estilo de la narracién. Para el historiador medieval el texto hist6rico es un texto trans- parente, un simple medio de transmisién, en el que el historiador se quita de en medio —de ahi, por ejemplo, la tendencia de algunos cronistas a permanecer andnimos 0, mas habitualmente, ampara- dos en Ia autorfa colectiva entre los monjes de las abadfas o los 99 El cronista como compilador Historia y leyenda Presentismo oficiales de la corte. Fruto del predominio de la descripeién de los hechos sobre el anslisis oa interpretacién, en la historiografia me- dieval domina la sencillez y la transparencia, la linealidad en la narraci6n, que da como resultado una cierta ingenuidad narrativa. Hay ausencia de critica hacia las fuentes, causada por la aparente ausencia de autoria. La falta de critica explica, por ejemplo, el enorme prestigio de los testimonios visuales, Ia absoluta suprema- cfa de lo que se esta contando sobre el cémo se esta contando, la ausencia por tanto de toda epistemologia 0 metodologia previa, Ia escasa atencién a la introspeccién de las causas que generan los hechos hist6ricos. El cronista medieval es basicamente un compi- lador, que da forma narrativa a los hechos histéricos de los que dispone a través de ottos textos o testimonios orales, Se considera un transmisor fiel de la tradicién, al servicio, eso sf, de unos deter- minados intereses politicos. Al ser més un compilador que un in- terpretador de la realidad histérica, se hace esclavo de los docu- mentos de los que dispone y, sobre todo, de las tradiciones recibidas y del contexto que lo condiciona. Al perder espiritu critica, las le- yendas, los milagros y las ficciones que circulan a su alrededor se incorporan con naturalidad en el texto final, mientras que otras historiograffas los habrfan desechado como material espurio. Sin embargo, la realidad es, desde el punto de vista estricta- mente epistemoldgico, algo mas compleja de lo que puede pare- cer a primera vista. En primer lugar, porque no est tan claro que el cronista introduzca sin una clara intencionalidad ese material deleznable desde el punto de vista heuristico y racional. La razén de esa compleja fusidn entre historia y leyenda, entre realidad y ficcién, es que en la época medieval lo real y lo imaginario no estaban tan nitidamente separados entre sf como lo estén en la época contemporsnea. Por ejemplo, Jaime I de Aragén cuenta en su crénica autobiografica la leyenda de la eleccién de su nombre. Encendidas doce velas, con el nombre de cada uno de los apésto- les en cada una de ellas, la tiltima que se apagé fue la del apéstol Santiago («Jaume»), lo que fue la sefial de que el rey debfa llevar ese nombre, En el anilisis de esa leyenda, probablemente no sea tan importante saber si eso ocurrié realmente como interpretar correctamente la enorme simbologfa de esa leyenda y localizar otras variantes de narraciones con el mismo contenido de fondo. Por tanto, la aparente falta de sentido critico por parte del cronista medieval no es tanto fruto de su pobre bagaje intelectual, sino més bien de una diferente percepcidn de la realidad histéri- ca, donde el imaginario pasa a ocupar un primer plano. Todo ello es compatible con una de las méximas principales de la historio- gratia medieval: prima lex historiae veritas est -la primera ley hist6- rica es su verdad-. Mas alla de la dudosa credibilidad de algunos 100 de los eventos narrados, la historiogratia medieval, en sf misma, se ha convertido en una fuente documental insustituible para co- nocer el ambiente intelectual e ideoldgico de la época de su re- daccién (con sus convicciones, valores y mentalidades), tanto o més que en fuente de conocimiento de la época que describe. Por tanto, en las crdnicas medievales hay una «verdad histérica» de la cultura del tiempo desde el que se narra Ia historia, no tanto de los hechos que narra la historia La estructura narrativa de Ia literatura histérica medieval se formé a través de las convenciones de la narrativa de ficcisn. Este hecho determina y condiciona en buena medida la imposibilidad de acercarse a la historiograffa medieval desde un punto de vista estrictamente racional e historicista. Por otra parte, tendencias historiograficas recientes como la nueva historia narrativa y la mictohistoria han puesto de manifiesto que la historia narrativa no es diferente de la narrativa de ficcién, excepto en lo que res- pecta a los criterios de objetividad y referencialidad. Las erdnicas medievales recuperan, en este contexto historiogréfico, toda su legitimidad desde un punto de vista estrictamente histérico. Historia y politica La historiografia medieval ofrece un excelente campo para la investigacién de la funcidn de la recuperacién del pasado y su influjo en la vida politica: cualquier creacién historiogrifica se inserta en un contexto claramente mediatizado por un proyecto politico. Pocas sociedades complejas han regulado tan claramen- te su vida de acuerdo con su visién de la historia, su recuperacién del pasado y el peso de su tradicién como la medieval. La vida social era gobernada por la costumbre y por los precedentes histé- ricos més que por las innovaciones en las précticas sociales y lega- les, las cuales a su vez se constitufan en costumbre slo cuando consegufan preservarse en el tiempo. Como consecuencia, la auto- ridad que estaba adscrita a una tradicidn era la que favorecia el cambio, basfindose en esa misma tradicién. Los actos repetidos se transformaban en un precedente, que a su vez se transformaba en costumbre y ley cuando conseguia textualizarse. Por este motivo, la consolidacisn de la costumbre es esencial en el mundo medie- val, yse entiende asf que, en diversos contextos, la propia escritu- ra histérica era utilizada como fuente de jurisprudencia Ademias del desarrollo del derecho y la jurisprudencia (y mu- chas veces en estrecha relacién con ellos), la histoiografia cons- tituye un privilegiado observatorio y un excelente testimonio del desarrollo de la vida politica en la Edad Media. La importancia de lol Narrativa histérica| y de ficcién La autoridad de la tradicién Funcién legitimadora Fusién del pasado yeel presente El mito de les origenes la historiografia viene determinada por su condicién de legitima- cién del presente a través del acercamiento intencional del pasa- do. Un ejemplo clisico en este sentido es el de los cronistas de la abadfa de Saint-Denis o del monasterio de Ripoll, que trabajaron al servicio de la corona francesa y aragonesa respectivamente, produciendo un gran corpus de obras histéricas, tanto en lengua latina como en la vernécula. Si los monjes de Saint-Denis estaban preocupados por demostrar los origenes clasicos de la monarquia francesa al conectarlos con la monarqufa troyana para exaltar su origen casi mitico, los monjes catalanes de Ripoll se afanaron por conectar la dinastia de los condes de Barcelona con la monarquia franca para distinguirla de la tradicién castellano-visigética y ale- jarla todo lo posible de sus precedentes islamicos. La trascendencia de la historiografia medieval viene en bue- na medida determinada por el peso que posee la tradicién en ese periodo, en el que cada modificacién del presente debia ser con- frontada con la tradicién recibida del pasado. La realidad del pre- sente y los planes de futuro se basaban en la fundacién del pasado. En este contexto, la intencionalidad y la funcidn de la historio- graffa es clara: fundir en una misma realidad el pasado y el presen- te, la tradicién y la innovacién, las viejas y las nuevas formas de gobierno. La legitimacién de las formas politic: sera mayor en la medida que se consiga demostrar que hay una s del momento sola direccién en la corriente histérica que conecta el pasado con el presente, es decir, que la situacién actual conecta directamente con los orfgenes miticos. Todo ello explicaria la practica de la historiograffa medieval de la utilizacién de mitos y leyendas para justificar el sistema po- Iftico del momento. En la historiograffa francesa, destaca la crea- cidn de la leyenda de los orfgenes troyanos, la traslacién del im- perio de los romanos a los francos o el legado de Carlomagno. Un anilisis de la recepeién de la doctrina Reditus regni ad stirpem Ka- roli (El retorno del reino a la estirpe carolingia) demuestra su estre- cha relaci6n con las aspiraciones legitimadoras de la dinastfa de los Capetos. Ya no basta sdlo legitimar la existencia de la propia dinastfa como algunos textos genealdgicos de los siglos XI y XII habjan representado-, sino que hay que justificar una expansion territorial. Las aspiraciones de la dinastia capeta de establecer sus nexos directos con la dinastfa carolingia es un fenémeno politico de primer orden, que tiene un enorme influjo en la consolida- cién de unas practicas de gobierno acordes con esa filiacién. En el caso de la historiograffa catalana y castellana, son bien conocidos los mitos de los orfgenes legendarios de las respectivas casas con- dales y reales, personificados respectivamente en las figuras de Guifré el Pelés y Don Pelayo. 102 La trama de la cronistica medieval se basa en las narraciones de las gestas de los sucesivos reyes, cuyas virtudes y hechos heroi- cos, minuciosamente relatados en estilo biogréfico, constituyen una historia de la accién colectiva de los linajes reales. En este contexto de legitimacién politica, los Capetos haban construido su memoria histérica a través del reditus carolingio, que al mismo tiempo era una respuesta al mito de la traslatio imperii (la recep- cidn del imperio) germénico. La monarqufa francesa debia acla- rar la legitimidad de sus conquistas en Normandia, que habfan pertenecido al rey de Inglaterra. Con la «carolingizacién> de los Capetos no sélo se legitimaba su expansién territorial, sino tam- bign su hegemonia respecto a las demas monarquias europeas, es- pecialmente frente a los Plantagenet ingleses y frente a los Hon- henstaufen germénicos. La culminacién de este proceso tiene lugar en el magno escenario de Bouvines, en el que, a principios del siglo x111, convergen las Iineas maestras de la politica europea del momento, y que es uno de los eventos con mayor proyeccién histérica de la Edad Media (Duby, 1973). Ademés de la estricta funcién politica de legitimacién de las monarqufas emergentes, la época medieval es uno de los periodos donde mas claramente se constata la funcién ideolégica de la his- toriograffa. Los cronistas se configuran como unos instrumentos de propaganda politica, justificando las acciones y los programas de los monarcas, de quienes reciben el encargo de escribir sobre el pasado. Este encargo lo reciben de aquellos que han sido ungidos como transmisores de la dimensién temporal de un poder que viene de Jesucristo, en la cldsica concepcién descendente del pensamiento politico medieval (Kantorowicz, 1985; Ullmann, 1985). La dimen- sidn trascendente de la monarqufa medieval es la que confiere tanta legitimidad a los cronistas, porque la figura del rey remite inmedia- tamente a la de Cristo. Por tanto, el monarca es el punto culminan- te de un tiempo de preparacién -el pasado que se proyectara en el porvenir el futuro-. De este modo, el mito mondrquico se alimen- ta de las tipologias historicas, las cuales a su vez en un proceso de ida y vuelta— reciben la legitimacién de esas mismas monarquias. Todo este proceso contribuye también, de modo automitico, a la formacién y consolidacién de las identidades nacionales, que serén la base de la constitucién de los estados modernos. La historiograffa medieval se presenta como un ritual seculari- zado en medio de una sociedad altamente sacralizada. Si la litur- gia muestra las imagenes espiritualizadas de la sociedad medieval, la historiograffa expresa, sobre todo a partir del siglo xitl, la di- mensién secularizada de esas mismas imagenes. A través del enla- ce de las diversas monarqufas con el héroe fundador de la dinastia un personaje mitificado, situado en el origen del linaje, arqueti- 103 Protagonismo de los linajes reales Legitimacién de las monarquis La edifiacién moral pico de la cronfstica europea medieval se incrementa su tono pico. El acercamiento de los tiempos legendarios del pasado otor- ga a los linajes una natural autoridad y prestigio, en un mundo donde el peso de la tradicién es enorme. Todo ello est encaminado a la enfatizacién de las diferencias de las elites politicas y sociales respecto a los demés grupos. La renovada practica histérica permite a esas elites ~aristocraticas y mondrquicas- volver su mirada hacia un pasado épico y hacerlo mas actual, recuperarlo para el presente. La distancia temporal entre un pasado y un presente es el resultado natural y la mejor expresién de la distancia que separa a los diferentes grupos de una sociedad, Pero, al mismo tiempo, aquellos que son capaces de pa- trimonializar ese tiempo pasado son los que consiguen hacer pre- valecer su prestigio social y legitimar su potestad politica. Todos estos matices, aparentemente tedricos, son los que precisamente explican el tono épico y caballeresco de las narraciones histéricas de las crdnicas bajomedievales. La funcién ejemplarizante El pasado es relatado en las erdnicas medievales en funcién de un presente que tiene dos dimensiones: la politica y la moral. Por tanto, se puede hablar de una funcién politicamente legiti- madora y otra moralmente edificadora, Pero legitimacién y edi- ficacién son dos caras de una misma moneda, atendiendo a la estrecha vinculacién de estos dos ambitos durante la Edad Me- dia. En este sentido, los historiadores medievales vuelven a la definicidn clisica de la historia como la filosoffa expresada en ejemplos de modelos moralizantes (exempla). O, tal como ex- presa el adagio latino, historia est narratio rei gestae ad instructio- nem posteritatis (a historia es la narracién de los eventos del pasado para instruccién futura). Esto introduce algunos matices importantes a la definicién de Cicerdn («La historia es restigo de los tiempos, luz de la verdad, vida de la memoria, maestra de vida, mensajera de la antigtiedad», De oratore 2.36), enfatizando la funcién edificadora. La historiogratia de este periodo suele estar condicionada por una notable intencionalidad politica, que le leva a «usar» del pasado. Pero se trata de una manipulacién no exclusivamente in- teresada o partidista, sino més bien moralizante. Los intereses del cronista no estan vinculados a una estricta narracién del pasado -el contar «lo que realmente pass», sino mas bien a la legitima- cién de un orden establecido en su época, ya sea en el ambito moral, espiritual o politico. Ademés de la politica, una de las fun- 104 ciones basicas de la historiograffa medieval es también la edifica- cién moral. La edificacién se conereta sobre todo en el campo de la espiritualidad, pero también tiene derivaciones importantes en el Ambito politico, no sélo en cuanto a la necesaria propagan- da de las monarquias en fase de formacién y consolidacién, sino también a la necesaria educacién de los gobernantes, que tendrdn la responsabilidad de convertir las reglas en accién politica (de donde surgiré el ciclo de los speculus principi [espejo del principe] a finales de la Edad Media). El mismo ejemplo de los gobernantes yaes de por sf la mejor edificacién posible para sus continuadores. La sociedad medieval, en su tendencia y apego a la tradicién, considera que la simple exposicién de los hechos histéricos ~ya sea en forma de gesta, de annales o de exempla-es de gran utilidad moral y politica. La funcidn edificante demanda el modo sencillo y lineal de la narracién de las crénicas medievales. En algunas ocasiones, esta aparente simplicidad ha sido atribuida a la incapacidad de la his- toriografia medieval por articular un relato auténticamente aca- bado. Pero la evidencia muestra que ese texto es tremendamen- te eficaz en su contexto. Pedirle al texto histérico medieval una mayor complejidad seria como pretender que las esquematicas € inexpresivas imagenes roménicas asumieran los complejos céno- nes iconoldgicos de corrientes artisticas posteriores. Pero enton- ces perderian todo su vigor y simbologfa, y probablemente no se- rian capaces de transmitir tantos significados como, por ejemplo, se desprenden de las imigenes del pantocritor roménico. Una manifestacién especifica de la funcidn edificante son los exempla, narraciones ejemplares intercaladas en el texto que son entendidas como una verificacién del cumplimiento de un crite- rio moral. Los exempla adquieren una autoridad moral enorme en la historiografia medieval, precisamente por trascender el estatus de «evento» para constituirse en fuente de costumbre, lo que en la Edad Media tiene un peso enorme. Para ello, muchas veces se recurre a la autoridad de la Biblia. Parece obvio que los cronistas medievales, acostumbrados a la lectura y meditacién diaria de la Sagrada Escritura, transfirieran esa costumbre y ese modo de leer a la interpretacisn hist6rica. La funcién legitimadora y moralizante de la historiografia me- dieval queda asf completamente consolidada. Todo este proceso esté dominado por el providencialismo, la creencia de que la his- toria de los hombres esté dirigida por Dios, que lo encamina todo hacia el bien. Por este motivo, con la ayuda de la interpretacién tipica de la Sagrada Escritura, los cronistas medievales utilizan figuras y eventos del pasado como explicacién y maneras de legi- timar la vida politica del presente. 105 La simbologia de la historiografia Los exempla El providencialismo Presentismo El ritmo genealégico El principio de contemporaneidad Una de las notas més caracterfsticas de la historiograffa medie- val es su falta de sentido de la cronologia. Es lo que algunos histo- ridgrafos han denominado el «principio de contemporaneidad» de la historiograffa medieval, donde el tiempo y la perspectiva histéri- ca rehtiyen encadenarse a una cronologia sistemética en el pasado (Partner, 1986; Spiegel, 1997; Aurell, 2012). Esto es posible en la Epoca medieval gracias a que la historia no es meramente un cono- cimiento del pasado, sino un modo de experiencia y de vivencia, por lo que rechaza restar estaticamente fijada en el pasado. Este punto es uno de los fundamentales para hacerse cargo del presentis- mo (una anacrénica proyeccidn de los valores del presente hacia el pasado que se analiza) que domina buena parte de la historiografia medieval. En efecto, la tendencia de los historiadores a mirar los hechos del pasado condicionados por su presente es un fendmeno que se ha experimentado en todas las 6pocas, pero en la historio- grafia medieval adquiere tonos de norma consolidada. Siguiendo esta norma, la historiografia medieval tiende a pro- yectar el presente en el pasado, para dotar al primero de toda la potencialidad de la tradicién, y recuperar la autoridad del pasado para legitimar las practicas politicas del presente. En este senti- do, es significativo el pasaje de las grandes crénicas francesas en el que Carlomagno aparece como cruzado, justo en el momento en que los reyes franceses decidian optar por el movimiento cru- zado. El anacronismo es enorme, pero, en este contexto literario, tanto la precisién cronolégica como la sincronia de los aconteci- mientos hubieran sido un obstéculo para la funcién edificante y politica de la historiograffa medieval: cuanto mas detallada y pre- cisa es la cronologfa de un relato histérico, mayor es la distancia psicolégica que genera entre el pasado y el presente. Pero al cro- nista medieval le interesa precisamente lo contrario -unir el pre- sente con el pasado- y por esto tiende a ser menos riguroso al aproximarse al pasado remoto. Este es el motivo, entre otras co- sas, por el que a partir del siglo xit caen en desuso, aunque sin desaparecer del todo, las simples enumeraciones de fechas de los anales altomedievales y se priorizan las narraciones genealdgicas, que suelen conectar a las nacientes dinastfas con un pasado miti- coy legendario y suplen con eficacia la funcidn esquemstico-cro- noldgica que antes realizaban los anales. Los relatos iniciales de las Grandes Chroniques de Francia o de las Gestae comitum de los condes de Barcelona son muy elocuen- tes, porque manifiestan explicitamente el deseo de ahondar en los origenes de las genealogfas de los monarcas respectivos. El ritmo cronolégico de esos escritos histdricos esta estructurado por las 106 generaciones de condes y reyes que se van sucediendo en el tiem- po. La unidad de tiempo son las generaciones, no ~como lo eran para los anales~ los afios. Las genealogias responden a un contexto en el que las familias aristocraticas de Francia y Flandes empeza- ron a organizarse en estructuras verticales a linajes patrilineales, transmitiendo de padres a hijos el apellido, el titulo y el patrimo- nio. La estructura basica de las genealogias histéricas refleja exac- tamente esta transmisién de padres a hijos mayores, ignorando otros miembros de la familia biolégica que no reciben los frutos de la herencia patrimonial. De modo natural, estas genealogfas de linaje y patrimonio se fueron convirtiendo en estructuras narrati- vas que reflejaban también el poder politico de los linajes aristo- craticos, condales y, finalmente, mondrquicos. En ese momento, las familias aristocraticas que posefan un castillo y un apellido, y por tanto habfan consolidado su sedentarismo, empezaron a auto- temporalizarse en términos de ascendencia lineal ininterrumpida. Como consecuencia, buscaron (0 inventaron) los orfgenes miti- cos de los «héroes fundadores de los linajes», fuente y origen de las sucesivas generaciones hasta el presente en el que se escriben esas crénicas genealdgicas. Muchos de estos procesos de btisqueda de los origenes generaron unas ficcionalizaciones del pasado, par- ticularmente caracterfsticas de la figura del «héroe fundador», como el caso del fundador de la dinastfa castellana, Don Pelayo, ode la catalano-aragonesa, Guifré el Pelés. La medida cronolégica de la sociedad medieval pasa a con- tarse segéin el canon de las genealogfas, lo que representa un pa- ralelismo evidente con las formas historiogréficas de la Sagrada Escritura. Los monarcas pasan a ser los garantes y la expresién de la continuidad social y politica, y por tanto es preciso ahondar en su pasado genealdgico. En este sentido, las rupturas genealdgicas -la interrupeién de la sucesién padre-hijo heredero— implican al mismo tiempo una quiebra de la continuidad social y politica. Las genealogfas tienen un fundamento bioldgico y politico al mismo tiempo, porque son una evidencia de la continuidad histética, transmitida de generacién en generacién. Las erénicas elaboradas desde el monasterio de Saint-Denis representan la primera histo- ria de Francia, realizada para ilustrar y sostener el mito de la mo- narquia de los Capetos. Ellas consiguen conectar el pasado politi- co con el presente. Las sucesién de las generaciones realiza esta funcién. Por este motivo, cuando hay saltos generacionales evi- dentes, estos son suplidos por la leyenda. Aparecen entonces los orfgenes troyanos de los francos, que a su vez seran el eslabén que uniré a la monarquia capeta con los carolingios. De este modo, queda establecida la genealogfa de los monarcas franceses, conec- tados incluso con el mundo antiguo. 107 Los whéroes fundadores» Transmisién textual Variabilidad de los manuscritos ‘Transmisién y difusién de manuscritos La critica contemporinea ha puesto cada vez més de manifies- to la importancia del andlisis de la creacién, transmisidn, difusion y tecepeidn de los manuscritos. La distincidn de estas cuatro fases es esencial para poder interpretar, en todo su sentido, la historio- graffa medieval. En un primer momento, puede pensarse que se trata de cuestiones «formales», pero, como la critica literaria mas reciente ha reconocido, afectan también plenamente al contenido. Hasta la invencidn de la imprenta, quienes intervenian en la trans- ctipcién de los textos histéricos y literarios intervenfan también en sti elaboracién. Por tanto, la autoria quedaba muchas veces difusa, siendo dificil localizar las diferentes fases de formacién de los manuscritos. Todo ello es esencial para comprender que los textos histéricos medievales son artefactos literarios en continua transformacién. La critica textual contemporsinea se ha dividido en dos aproxima- ciones a esta cuestién. Un primer grupo considera que el editor de una obra busca primordialmente reconstruit la obra tal como fue disefiada en su origen, o al menos intenta aproximarse lo mis exactamente posible a la autorfa original del texto, partiendo de los diversos manuscritos que han sobrevivido a su presente e in- tentando intervenir lo menos posible, eligiendo las variantes del texto que le parecen las més fiables. Un segundo grupo pone el Enfasis en la propia condicién autorial del editor, que elegiria se- atin su criterio algunas de las diferentes versiones del texto origi- nal ¢ incluso preferirfa presentar diversas secuencias en paralelo, ms que presentar una versién definitiva. Estos aspectos son esenciales para entender el funcionamiento de Ia historiografia medieval, cuyos textos llegados hasta nosotros son muchas veces fruto de complejos procesos de creacién, resul- tado de una suma de autorfas originales, de afiadidos posteriotes y, por fin, de alteraciones producidas por los mismos procesos de la elaboracién y la transmisién de los manuscritos. Esto nos alerta a no considerar estos textos como algo «cerrado», y a estar por tanto muy atentos a sus diferentes versiones conocidas, algunas de las cuales pueden ser verdaderos simulacros modemos de las originales. Partiendo de estas premisas, la critica moderna ha sido capaz de profundizar en el estudio de las diversas versiones de las obras que, hasta hace unos afios, habjan sido consideradas como una «unidad». Tal es el caso del Roman de la Rose, del que Sylvia Huot hizo un sutil andlisis partiendo de las diferentes versiones acumu- ladas del texto a lo largo del tiempo. Ella fue capaz de descubrit las conexiones entre las diferentes versiones, afiadidos, glosas margi- nales y adaptaciones de esta novela medieval, definiéndola final- 108 mente como «protean text», es decir, un texto versatil, susceptible de recibir cambios continuos, dispuesto a recibir muy diferentes formas, propenso a la modificacién y, por tanto, dificil de inter- pretar por parte de la critica moderna (Huot, 1993). Es lo que, en otras palabras, Bernard Cerquiglini definié como la «variabili- dad» de la escritura en la Edad Media (Cerquiglini, 1989). John Dagenais, por su parte, ha enfatizado la importancia del andlisis de la variacién y la transmisidn manuscrita para llegar a una ver- dadera interpretacién de las obras histéricas y literarias medieva- les, que tiene incluso implicaciones éticas. Asi lo puso de mani- fiesto en su modélico estudio sobre las diferentes versiones y la recepcién del Libro del buen amor (Dagenais, 1994). Més recien- temente, Stefano Cingolani ha descubierto la versién primitiva de la crénica catalana de Bernat Desclot, cuya divulgacién ha alterado la visién tradicional que se habéa tenido de esa obra, basada Gnicamente en el anélisis de la versién disponible hasta entonces (Cingolani, 2006). LOS GENEROS HISTORICOS La historiograffa medieval se caracteriza en buena medida por la variedad de los génetos histdricos practicados durante este pe- tiodo. En una época en la que la historiograffa estaba asociada de hecho a la literatura, pero en la que al mismo tiempo se fue progre- sivamente distinguiendo de ella por su contenido intencionalmen- te realista, la eleccién del género no afectaba sélo a las cuestiones puramente formales, sino también al contenido. Los historiadores y cronistas medievales sabfan que el mensaje llegaba de modo diferente si la representacién del pasado se presentaba en forma analitica, genealégica, hagiografica, biografica, autobiogréfica, cro- nistica de cruzadas 0 universal -los siete géneros basicos de la historiograffa medieval. Durante la Edad Media los géneros histéricos se fueron inter- poniendo cronolégicamente, pero todos ellos tuvieron su mo- mento dlgido, que es el que interesa destacar -por ejemplo, los anales en el siglo xi, las genealogfas en el siglo xil, las crnicas de cruzadas en el siglo xill-. En la siguiente exposici6n, es muy impor- tante partir de la idea de que las fronteras entre los propios géne- ros eran muy petmeables, por lo que es complejo encontrar gé- heros «puros» en un sentido estricto. Sin embargo, merece la pena hacer una enumeracién de todos ellos, lo que contribuye a una minima sistematizacién tematica y cronolégica de la histo- riografia medieval, y permite adquirir una visién mas completa de su enorme riqueza literaria y propiamente historiografica. 109 La cleccién del género La permeabilidad de los géneros Anales altomedievales Anales en Irlanda ‘Tablas pascuales Anales de Fulda Anales Desde un punto de vista cronolégico, el primer género propia- mente medieval son los anales, que ya poco tienen que ver con los anales de la época clisica (véase p. 40). Los anales altomedie- vales son anotaciones esquemsticas basadas en la enumeracién cronolégica de los eventos que se consideran mas sobresalientes de una sociedad o unidad politica. Son documentos muy esque- maticos, sin apenas contenido narrativo, cuya estructura esta ba- sada en la anotacién de una fecha y a continuacién el apunte del acontecimiento correspondiente. Sélo los acontecimientos més sobresalientes son descritos con un cierto detalle, lo que constitu- ye un signo fiable de su representatividad histérica. Para los datos mas remotos, los compiladores tienden a escoger datos més «uni- versales» —muchos de ellos basados en las Escrituras, como el di- luvio universal o la datacién de los reyes de Israel-; para los mas recientes, se escogen los més especificos del territorio, sociedad o identidad politica en el que se inscriben los anales. La tradicién analftica de Europa occidental se inicia hacia fina- les del siglo Vii en Irlanda, donde destacan los Anales de los cuatro maestros, los Anales del Ulster, los Anales de Innisfallen y los Anales de Gales. Se elaboran en lugares de prestigio cultural como las cor- tes regias, los monasterios las escuelas episcopales. Estas series cronoldgicas son herederas de las compilaciones littirgicas, que con- sistian en la sucesién de los diferentes periodos y jornadas del afio desde un punto de vista estrictamente religioso. Se tratarfa, por tanto, de una prolongacién y adaptacién cristiana de los antiguos anales de Roma, en los que el calendario littirgico habrfa funcio- nado como intermediario. Los calendarios littirgicos cristianos, conocidos como «tablas pascuales», listas de fechas anuales en las que se indicaban las fechas exactas de las sucesivas festividades de Pascua de resurreccién, lo cual exigfa un cémputo complicado que armonizara el calendario lunar de los hebreos con el solar de los romanos. La tabla pascual que acabé predominando en Occidente fue la que Dionisio el Exiguo establecié en el sigo VI, calculando el afo de la supuesta fecha de la Encarnacién. Los anales habrian comenzado a escribirse en los margenes de esas tablas, engrosando con el tiempo las noticias hasta llegar a independizarse de aquellas durante la época carolingia. Parece que fueron los monjes anglosajones quienes trajeron al monasterio de Fulda (Anales de Fulda) las tablas pascuales anota- das con hechos histéricos que dieron origen a la difusién posterior de los anales, que circularon con profusién por los monasterios del norte y este del reino franco. Estas tablas iban siendo enrique- cidas con nuevas anotaciones, lo que complica muchas veces la 110 identificacién de su filiacién original. Una vez desprendidas de su contexto original (las tablas pascuales) se iban engrosando peri6- dicamente con noticias anotadas sistemticamente aiio por afio, para mantener y actualizar la continuidad. De aht surgié la distin- cién entre los Anales menores (anales en su estado mas incipien- te) y Anales reales (anales enriquecidos con una larga serie de anotaciones cronoldgicas, fruto del paso del tiempo, que cuentan ya con una fuerte intencionalidad politica, sobre todo a través de la preferencia de unos eventos sobre otros). Sdlo durante el siglo 1X los tres tipos de anales (pascuales, menores y reales) coexistie- ron, para después quedar como hegeménicos los tiltimos. Los anales siguen con fidelidad los pardmetros heredados de la tradicién. La mayor parte de las noticias que se recogen en ellos son Jos sucesos que rompen el orden natural de las cosas (tempestades e inundaciones, plagas y pestilencias, hambres y enfermedades, eclip- ses y cometas), para centrarse después cada vez mds en los sucesos polfticos (batallas, fundacién de condados, coronacién de reyes). Muchas de las cronicas de los siglos XII y XIII estén nutridas de las noticias consignadas en los anales de tiempos anteriores, que con el tiempo fueron destacando algunas de las fechas mas caracteristicas co especificas de los condados o reinados que representaban. A parte de los ya mencionados para Irlanda, algunos de los ejemplos més caracterfsticos de anales en la Europa medieval son: en Francia, los Annales regni Francorum, los Anales de Fulda, los Anales de Saint- Betin, los Annales sancti Amandi, los Annales Laureshamenses y los Annales Mossellani; en Alemania, los Anales de Hersfeld; en Catalu- fia, la familia de los Anales de Ripoll; en Castilla, los Anales castella- nos y los Anales castellanos segundos. Genealogias El segundo gran género tipicamente medieval son las genealo- gfas. Establecidas como Iineas sucesorias de los grandes linajes, acttian como metaforas conceptuales con una estructura narrati- va muy sencilla pero tremendamente eficaz desde el punto de vis- ta de las legitimaciones politicas. En estas genealogfas no es tan importante la rigurosidad histérica ni la precisién cronolégica como la geometria y Ia continuidad de las sucesivas generaciones. Se trata de enumeraciones de las sucesivas generaciones de los principes, condes o monarcas, cuya estructura esta fundamentada en [a transmisién de un elemento real (habitualmente en forma de propiedad en territorio) y de un titulo. Las genealogias se divulgaron por la Europa més occidental (Francia, Flandes, Cataluiia) a partir del siglo xii, en el contexto Wt ‘Anales menores y anales reales Ejemplos de Anales Coneexto de las genealogias La continuidad del linaje Ejemplos de genealogias Contexto de las hagiografias de la consolidacién de los nacientes linajes condales 0 monérqui- cos, habitualmente en los margenes de lo que habia representado el antiguo Imperio carolingio. Todas ellas suelen otorgar prepon- derancia a la figura del , lejos de disminuir su fiabilidad como cronista, se ve reforza- da en una época en la que el historiador-testigo vuelve a recupe- rar todo el prestigio que habfa tenido en el mundo clisico desde que Herédoto y Tucidides iniciaran sus encuestas para narrar las guerras médicas y peloponésicas respectivamente. Ciertamente, las crSnicas de Froissart contienen muchos erro- res y son claramente facciosas, por lo que no resistirian una eritica hist6rica basada Ginicamente en la verosimilitud de las noticias ex- puestas y en la ponderacién de sus juicios. Sin embargo, su vigor literario y fuerza narrativa dejaron una impresién imborrable en los lectores de su tiempo y de siglos posteriores, de lo que dan fe la infi- nitud de compilaciones de sus obras histéricas, conservadas en cien- tos de manuscritos desde el siglo xv. La mayor parte de ellas llevan por titulo simplemente Crdnicas, que es realmente el encabeza- miento que se aviene mejor a su contenido y metodologia. 139 de los Cien Afios La belleza de la narracisn historia X ESQUEMA Historiografia medieval 1, Naturaleza de la escritura histérica + Historia y literatura. — Prioridad del lenguaje narrativo sobre el cientifico y de la descripcién sobre el andlisis. — Estructura narrativa forjada a través de las convenciones de la narrativa de ficcién. + Historia y politica — La historiografia como legitimacién del presente a través del acercamiento intencional del pasado. = Utilizacién de mitos y leyendas para justificar el sistema politico del momento. + Funcién ejemplarizante. — Importancia de los exempla. = Autoridad de la Biblia y de la tradicién cristiana. El principio de contemporaneidad. — Falta de sentido de la cronologia: tendencia a proyectar el presente en el pasado. — Deseo de ahondar en los origenes: la figura del héroe fundador de la dinastia. — Tendencia a la historia genealdgica. Transmisién de manuscritos — Importancia del anélisis de la creacién, transmisién, difusién y recepcidn de los manuscritos, — Los textos histéricos medievales son artefactos literarios en continua transformacién 2. Los géneros histéricos + Anales. — Escritos esquematicos basados en enumeracién cronolégica de los eventos més sobresalientes. — Series cronoldgicas herederas de las compilaciones liturgicas. + Genealogias, — Establecimiento de la sucesién hereditaria de los grandes linajes condales y reales. — Estructura narrativa muy sencilla; buscan legitimacidn politica, ~ Otorgan preponderancia a la figura del «héroe fundador» de la dinasta. + Hagiografia, — Biografias de los santos. — Dudas respecto a su estatuto histérico por su alto contenido imaginativo y ficcional. *+ Biografia. — Narracién de la vida y el cardcter de obispos, abades y condes. — Componente claramente moral y edificante. 140 * Autobiografia. — A partir del siglo xti prolifera la literatura histérica en primera persona. — Autobiografias de reyes. + Crénicas de cruzadas. — Narracidn de un hecho no sélo testimoniado, sino sobre todo experimentado. = Género muy divulgado y popular * Crénicas universales. — Narracién de la historia desde la creacién del hombre hasta la actualidad. — Espiritu universalista y global. — Historia como una realzacién providencial del plan de Dios, desde la creacién del hombre. 3. El desarrollo de la escritura histérica (siglos 1x-xv) + La historiografia carolingia y las historiografias periféricas: inglesa, oténida, peninsula ibérica (siglos x-xi) * El periodo clésico: genealogias, crdnicas y aumento de la subjetividad (siglos x1 y xi). + Secularizacién, vernacularizacién y eclosién de los géneros histéricos: historias de cruzadas y caballerescas, crénicas nacionales, historias urbanas (siglos xill al XV). 4. Representantes + Joaquin de Fiore: la filosofia de la historia, + Roberto de Clari: los testimonios de Cruzadas. + Jaime | de Aragén: la autobiografia en la Edad Media. + Alfonso X de Castilla: los talleres historiograficos. | + Jean Froissart: el espiritu de la cronistica medieval. a SELECCION BIBLIOGRAFICA No hay todavfa un anilisis global de la historiograffa medieval. Como alternativa, aunque no dan una visién sistematica, son muy titiles Bernard Guenée, Histoire et culture historique dans !'Occident médigval (Parts, 1980); Nancy F. Partner (ed.), Writing Medieval History (Londres, 2005); Gabrielle M. Spiegel, The Past as Teat. Theory and Practice of Medieval Historiography (Baltimore, 1997); Daniel Woolf (ed.), The Oxford History of Historical Writing, vol. 2 400-1400 (Oxford, 2012); Deborah M. Deliyannis (ed.), Historio- graphy in the Middle Ages (Leiden, 2003), y Carmen Oredstegui y Estaban Sarasa (eds.), La historia en la Edad Media. Historiografia e historiadores en Europa Occidental: siglos V-xtI (Madrid, 1991). Para el género genealdgico en Ia Edad Media unas buenas sfnte- sisson Michael McCormick, Les Annales du Haut Moyen Age (Tourn- 141 hout, 1974); Léopold Genicot, Les Généalogies (Tournhout, 1975), y, aunque deben ser complementados por los mas modernos (aun- que quiz4 menos sisteméticos), R. Howard Bloch, Etymologies and Genealogies. A Literary Anthropology of the French Middle Ages (Chi- cago, 1983) y Zrinka Stahuljak, Bloodless Genealogies of the French Middle Ages. Translatio, Kinship, and Metaphor (Gainesville, 2005). Para la literatura histérica testimonial y la autobiograffa en la Edad Media, el articulo de Paul Zumthor, «Autobiographie au Mo- yen Age!>, en Langue, texte, énigme (Paris, 1975); Michel Zink, The Invention of Literary Subjectivity (Baltimore, 1999), y Jean-Claude Schmitt, La conversion d’Hermann le juif: autobiographie, histoire et fiction (Paris, 2003). Para las cuestiones teéricas relacionadas con la historiografia medieval, especialmente las relaciones entre historia y literatura son titiles las monograffas de Jeanette M. A. Beer, Narrative Con- ventions of Truth in the Middle Ages (Ginebra, 1981); David G. Pat- tison, From Legend to Chronicle. The Treatment of Epic Material in Alphonsine Historiography (Oxford, 1983); Brian Stock, The Impli- cations of Literacy. Written Language and Models of Interpretation in the Eleventh and Twelfth Century (Princeton, 1983), y Lee Patter- son, Negotiating the Past: The Historical Understanding of Medieval Literature (Madison, 1987), asf como el articulo de Suzanne Fleis- chman, «On the Representations of History and Fiction in the Middle Ages», History and Theory 22 (1983). Es dificil establecer manuales segiin las diferentes regiones euro- peas, pero se pueden destacar: para Inglaterra, Antonia Gransden, Historical Writing in England, c. 559-c. 1307 (Ithaca, 1974); Nancy FE. Partner, Serious Entertainments. The Writing of History in Twelfth- Century England (Chicago, 1977); para Francia, Gabrielle M. Spiegel, Romancing the Past. The Rise of Vernacular Prose Historiogra- phy in Thirteenth Century France (Berkeley, 1993); para Castilla, Geonges Martin, Les juges de Castille. Mentalités et discours historique dans I Espagne médiévale (Paris, 1992); para Catalufia, Jaume Aurell, Authoring the Past. History, Autobiography, and Politics in Medieval Catalonia (Chicago, 2012); para Italia, Sharon Dale y otros (eds.), Chronicling History: Chroniclers and Historians in Medieval and Renais- sance Italy (Pennsylvania, 2007). 142 4 Del Renacimiento a la Ilustracién (Peter Burke) Este capitulo trata de lo que se pens6 y escribié sobre la historia en Europa desde principios del siglo XV, cuando el Renacimiento se convirtié en un movimiento importante aunque atin predominara la cultura medieval, hasta finales del siglo XVitl. Europa se expandis en ese periodo. La historia humanista del Renacimiento se escribié y ley6 en regiones tan septentrionales como Suecia y tan orienta- les como Polonia y Hungria, y sabemos que, ya en el siglo XVII, se creaba y consuméa historia ilustrada tanto en Rusia como en los Balcanes. A lo largo de los cuatro siglos analizados en este capitulo, escribieron historia miles de autores, pero aqui sélo podemos ocu- paros de la punta del iceberg. Para que los lectores entiendan el sentido de la historia cuando se convierte en una empresa colect va, haremos hincapié en temas generales, més que en los logros de individuos concretos. St quisiéramos, en cambio, referimos expect ficamente a seis de los historiadores més destacados de la época: Valla, Guicciardini, Clarendon, Mabillon, Vieo y Gibbon. LA HISTORIA COMO LITERATURA Entre los tiempos de Leonardo Bruni (ca. 1369-1444) y los de Edward Gibbon (1737-1794), la historia fue esencialmente na- rrativa, como lo habfa sido en época antigua y medieval. Dado que los historiadores deparaban fama a acciones pretéritas, se re- presentaba a Clio como a una diosa que sostenfa una trompeta. La narrativa hist6rica, al igual que la épica y la tragedia, cumplia La narratvahistériea un funcidin ética: offecta buenos ejemplos que los lectores podian imitar y malos que debfan evitar, Al igual que en otros géneros literarios, se escribfa respetando ciertas reglas, las «leyes de la his- toria», formuladas por los antiguos autores grecorromanos y ex- puestas en numerosos tratados sobre el arte de la historia, como el Methodus ad facilem historiarum cognitionem, de Juan Bodino (1530-1596) (Grafton, 2007). 143 Intercalacién de discursos Descripcién del cardcter TTendencia a la sgeneralizacién Latinzacién Puesto que la historia, al igual que la épica, la tragedia e inclu- so la pintura narrativa, versaba sobre grandes y nobles cuestiones, se escribfa en un estilo «elevado» o «gran estilo» para preservar la «dignidad de la historia». El Consejo veneciano de los Diez nom- bré historiador oficial de Venecia al humanista Pietro Bembo (1470-1547), famoso por su estilo ciceroniano, a pesar de su falta de experiencia en este ambito. Se esperaba que los relatos histéricos contuvieran ciertos «or natos», piezas retéricas en las que se describian batallas, discursos y caracteres, complementados con méximas. Al igual que en la épica, la descripcidn de batallas era una ocasién para que el autor demostrara su habilidad literaria. Se tendfa a empezar por las aren- gas de los generales a sus tropas 0 por discursos pronunciados en otros entornos como los consejos. Eran discursos inventados, pero no de forma arbitraria, en los que se exponfa la situacién desde el punto de vista de los protagonistas para que las pala- bras del orador revelaran su cardcter. Estos discursos eran tan apreciados en la época como las arias de las éperas y, en ocasio- nes, las antologias de discursos histéricos se publicaban por sepa- rado (Burke, 1969; Struever, 1970). La descripcién del «cardcter» de un individuo destacado tam- bién era ocasién para el virtuosismo retérico. Se elaboraba una lista de vicios y virtudes, a menudo inspiradas en los héroes y vi- Ilanos de la Antigiiedad clasica, de Escipién a Julio César y de Catilina a Tiberio. Las lecciones que cabia extraer de un cardcter se plasmaban en mximas. Las maximas de algunos historiadores, como las de Francesco Guicciardini (1483-1540), eran famosas. Se las alababa en los libros sobre el arte de la historia y, al igual que a los discursos, se las recopilaba en antologias. Probablemente incomode al lector moderno el hecho de que estas piezas literarias difuminen la particularidad de los sucesos narrados. Las maximas eran generalizaciones y las descripeiones de caracteres parecen meros listados de vicios y virtudes. Los dis- cursos se basaban en argumentos tradicionales y tépoi. Las bata- Ilas solian describirse de forma genérica, sin resaltar lo que dife- renciaba unas de otras. Hasta las guerras podfan asimilarse entre sf. Bruni, por ejemplo, describfa la guerra entre Florencia y Pisa como una reactualizacién del conflicto entre Roma y Cartago. Hasta 1650, muchos historiadores escribian en latin, lo que favorecfa esta asimilacin entre la historia antigua y la moderna. Los historiadores humanistas escribfan en latin clasico, al contra- rio que los cronistas medievales. Sin embargo, esta opcién gene- raba un dilema entre el anacronismo, por un lado, y la falta de elegancia (segtin los estandares clasicos), por otro. Bruni opt6 por la elegancia y llamaba a Lombardia la «Galia Cisalpina»; Bembo 144 a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. El exjesuita Louis Maimbourg (1610-1686) publicé su Histoire du Calvinisme en 1682 para desacreditar a esa confesi6n, en el mis- mo momento en que el Gobierno francés pretendia que los cal nistas se convirtieran al catolicismo 0 abandonaran el pais. Ha Iegado el momento de echar un vistazo a la historia eclesisstica. HISTORIA DE LA IGLESIA. Como nos recuerda este tiltimo ejemplo, la historia narrativa no estaba confinada a la politica, sino que también relataba la historia de la Iglesia y, tras la Reforma, de las Iglesias. Los mo mientos a los que hoy denominamos Reforma y Contrarreforma pretendian, como el Renacimiento, insuflar nueva vida a la An- tigiiedad: en este caso a la Antigiiedad cristiana. De abt que la Reforma planteara, desde sus inicios, un debate sobre el pasado. Los catélicos preguntaban a los protestantes lo que una vez plan- Ir teara un sacerdote italiano al embajador inglés en Venecia, Henry Wotton: «;Dénde estaba tu religién antes de Lutero?», a lo que los protestantes replicaban que eran ellos los que seguian las practicas de la «lglesia primitiva» (ecclesia primitiva), antetiora su corrupeién (Chadwick, 1987, pp. 1-2). ‘Ambas partes recurrfan a la historia para legitimar sus posturas y los intelectuales de una y otra confesién empezaron a escribir la historia de la Iglesia, imitando el gran modelo de la Antigiie- dad cristiana: la Historia eclesidstica de Eusebio de Cesatea (véa- se p. 68). Asi, por ejemplo, cuando el humanista protestante Jo- hann Sleidan public sus Comentarios sobre el estado de la religién yla politica en el Imperio germénico, usé un titulo que recordaba a Julio César, pero el texto tenfa importantes similitudes con el de Eusebio. John Fox (1517-1587), historiador de los martires ingle- ses, también se consideraba un Eusebio redivivo. Y lo mismo cabe decir del obispo y predicador catélico Jacques Bossuet (1627-1704), cuya Histoire des variations des églises protestantes hace hincapié en las tendencias inevitablemente centrifugas de una herejfa basada en el juicio individual (Dickens y Tonkin, 1985; Neveu, 1994). Hubo reformadores que hablaron de la «decadencia» y «at da» de la Iglesia. Cuanto més radical fuera el reformista, més ade- lantaba la fecha de la decadencia, En opinién de Martin Lutero, esta se habfa iniciado en tiempos de Gregorio Magno, mientras que los anabaptistas situaban su origen en la mismisima conver- sién de Constantino (Headley, 1963). La decadencia y la corrup- cién eran el tema principal de un famoso estudio colectivo diri- gido por el croata Matthias Flacius (1520-1575) y plasmado en la Ecclesiastica Historia, que narra las vicisitudes de la historia de 149 Catélicos y protestantes Decadencia y corrupciones a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. Autentificacion de los documentos Autentificacion de los restos materiales La rehabilitaci6n del mito Los relatos sobre los orfgenes nacionales fueron objeto de una critica especialmente dura. La Mothe sefialaba lo absurda que era la genealogia que hacfa Sandoval de los Habsbutgo, en la que afirmaba que el linaje se remontaba a Adan. Los especialistas abandonaron la mania de rastrear los origenes de los britdnicos, franceses y otras naciones hasta Troya y héroes como Bruto (en cuyo honor se supone que se eligis el nombre de «Britania») 0 «Francion», que habria dado su nombre a Francia. Vico particips en este debate y lo generalizé a su modo caracteristico formulan- do un famoso axioma en su Scienza nuova sobre Ia «soberbia de las naciones» (boria delle nazioni): «Toda nacién [...] quiere demos- trar que inventé, antes que ninguna otra, las comodidades que caracterizan a la vida humana». LA REHABILITACION DE LA HISTORIA. De no haberse hallado argumentos que oponer a los escépti- cos, la historia habria perdido toda su fabilidad. Afortunadamen- te se dio con dos tipos de argumentos. La critica documental tenfa un lado bueno y uno malo, como nos recuerda el ejemplo de Mabillon (véase p. 177). Se demostra- ba la falsedad de algunos documentos, pero también que otros eran auténticos. A lo largo de los siglos XVI y XVIII, los historiado- res fueron hablando cada vez mds de «pruebas», «piezas justifica- tivas», «piezas auténticas», «monumentos» (refiriéndose a textos antiguos), «evidencia» y de «testimonios o documentos» aporta- dos por «testigos» (Barret-Kriegel, 1988). En segundo lugar se podia responder a los escépticos que las pruebas aportadas por la cultura material, inscripciones, monedas y medallas, eran hastante fiables. Antonio Agustin, por ejemplo, se tomé muy en serio las pruebas de este tipo. El famoso Hardouin, que trabajaba en este campo, no era un escéptico, sino un entu- siasta que crefa que la tinica forma de establecer una cronologta satisfactoria de la historia antigua era basandose en las monedas més que en las aseveraciones de los autores antiguos. Una de las consecuencias imprevistas del debate con los escépticos fue que animé a los historiadores a hacer un uso creciente de fuentes no literarias para analizar la historia antigua y la medieval. Ottra forma de hacer frente al reto del pirronismo fue lo que se ha denominado la «rehabilitacién del mito». En aquella época se solfa calificar a los mitos de «fébulas» y se los empezé a analizar en un marco comparado. En vez de desecharlos camo meras invenciones, algunos estudiosos, como Fontenelle, Vico y Heyne, intentaron contextualizarlos en el seno de las culturas de las que habfan surgido. 160 a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. Historia ciclica, historia lineal Elconcepto. de erevolucién» Vico y la flosofia dela historia considerar los més barbaros no lo eran tanto como se crefa». Des- pués de todo, en aquellos tiempos, habia buenos cristianos. El espe- cialista alem4n Polycarp Leyser (1690-1728) crefa que la Edad Me- dia no era barbara en absoluto y escribié una historia sobre la poesia latina del periodo. Ciertos historiadores del siglo xvill escribieron sobre la historia de la caballerfa en términos elogiosos, sobre todo el francés Jean-Baptiste de Sainte-Palaye (1697-1781), que tam- bién escribié una historia de los trovadores (Gossman, 1968). Sin embargo, hubo que esperar al siglo XIX para que la Edad Media fuera objeto del entusiasmo general y se deseara revivirla, A nivel més general, el de la historia de la humanidad desde la Creacién, predominaron dos tipos de esquemas: la visi6n cfelica de la historia comtin entre griegos y romanos (véanse pp. 36 y 66) y la idea de tiempo lineal asociada a la tradicién judeocristiana. La necesidad resolver las contradicciones entre ambas probable- mente estimulara el pensamiento politico. Como no podfa ser de otra forma, el interés por los ciclos de la historia era, a su vez, c{clico. En la Edad Media pasé a un segundo plano, pero volvié a estar en el candelero durante el Renacimien- to. Maquiavelo crefa, como Polibio, que las formas politicas atra- vesaban por ciclos (cerchio). Algunos estudiosos afirmaban que las naciones e imperios tenfan su etapa de inicio, de crecimiento, de madurez, de decadencia y de cafda, 0, expresado en una de las metéforas favoritas de la época, tenfan una infancia, una adoles- cencia, una madutez y una vejez. Hubo autores que explicaban estos ciclos en términos astrolé- gicos. De ahf el auge del término «revolucién», que originalmen- te significaba rotar, en el sentido en el que lo usaba Copérnico en su obra La revolucién de las esferas celestes. En la década de los cuarenta del siglo XVII se us6 el término para teferirse a la revuel- ta de Napoles y a la guerra civil inglesa, consideradas disturbios pasajeros tras los que se habfa vuelto al statu quo. A principios del siglo xvill, dos generaciones antes de la Revolucién francesa, el término «revolucién» ya era de uso corriente en los titulos de las historias de los principales sucesos politicos, si bien atin no habia adquirido el significado de cambio de sistema (Bender, 1977). La teorfa ciclica mas ambiciosa del periodo fue, sin duda, la re- cogida en el libro IV de la Scienza nuova de Vico que afirmaba que, a pesar de la disparidad de sus costumbres, todas las naciones se- gufan un mismo curso (corso), pasando por pocas de dioses, héroes y hombres. El modelo del pasado de Vico era tan tradicional como original. El hincapié que hacia en los ciclos histdricos de la mano de un autor tan antiguo como Polibio era tradicional, pero la forma en que diferenciaba entre las tres épocas y la sucesi6n que describfa, de la edad de los dioses a la de los héroes y de ahi a la de los hom- 164 a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. Tampoco se despreciaban los preceptos. Las antologias de dis- cursos que hemos mencionado se solfan publicar junto con indices de «aforismos dignos de mencién». Se afiadian indices de méximas ‘© gnomologia a ciertas ediciones y traducciones de las historias de Guicciardini y ciertos autores antiguos como Procopio. El tercer tipo de lectura es la politica, centrada en las alegorfas paralelismos. Se crefa que el pasado era una guia para el futuro; de ahi que no deba sorprendernos que Richelieu, Olivares y otros estadistas poseyeran tantos libros. Podemos deducir el uso politico que se hacfa de la historia a partir de los discursos recogidos en las actas parlamentarias. En los debates celebrados en 1621 en la Camara de los Comunes de Gran Bretafia, recopilados con especial meticulosidad, se hacia referen- cia a Esparta (Licurgo), al Imperio romano (Tiberio), a la conquista normanda y al reinado de Ricardo II. Segin el nuncio papal, en la reunién del parlamento polaco (Sejm) celebrada en 1582 se citaba a Livio como si fuera la Biblia. De ahi que fuera bastante frecuente que los funcionarios decidieran que ciertos libros de historia moder- na eran demasiado peligrosos como para publicarlos (véase p. 147). En consecuencia, los escritores renacentistas decidieron limi- tarse prudentemente a los ejemplos de la historia antigua. En ese periodo se publicaron cientos de comentarios sobre la obra del maestro de la prudencia: Técito. Se buscaba la sabidurta que ha- bfa en ellos y se la intentaba resumir en argumentos generales sacados de su contexto original. Milton lamentaba que se hicie- tan «tajadas y rodajas» con los textos y que se los utilizara para analizar sucesos y personalidades del siglo XVII como si las cir- cunstancias de ambos periodos fueran similares. Volvamos a la lectura alegérica del pasado, una cuestién can- dente en la cultura politica de la Europa renacentista a la que se ha dedicado menos atencién de la debida. Empecemos por un ejemplo pictérico de las famosas series de frescos del Vaticano, pintadas por Rafael y sus aprendices, que representan a los papas Leén I, Leén III y Leon IV. Leén I aparece repeliendo la invasion de Atila y los hunos, Le6n III coronando a Carlomagno y Leon IV dando gracias a Dios por la victoria sobre los sarracenos. Los tres papas tienen los rasgos de Leon X, que encargé las pinturas. El nombre «Le6n», junto con la cara hinchada y los ojos saltones, indican que Leén III y Leén IV representan a Leén X. Quien contempla el cuadro acaba sospechando que la pintura sobre Carlomagno esta queriendo decir algo sobre las relaciones entre Leén X y el «segundo Carlomagno», el emperador Carlos V. La historia de los sarracenos refleja los planes del papa para una cruza- da y la historia de los hunos parece hacer referencia a los invasores «barbaros» de Italia, es decir, a los franceses y espaitoles tras 1494. 173 Lectura politica Lectura alegerica a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. ESQUEMA Historiografia del Renacimiento a la Hustracién . La historia como literatura + La dignidad de la historia: personajes, discursos y maximas + Criticas del gran estilo. 2. Historia y p. *+ Historia oficial + Censura * Alegoria histérica. 3. Historia de la Iglesia + Reforma, Contrarreforma y su legitimacién a través de la historia (Baronio, Sarpi). |. Explicacién historica + Maquiavelo y Guicciardini + Historia barroca: ser y parecer + Explicaciones econémicas y sociales en la llustracién, 5. Anticuarianismo y filologia + Historia del lenguaje (Valla, Pasquier) + Historia de la cultura material (Biondo, Bosio) + Antigiiedades vernaculas. 6. Historia del derecho * Derecho romano, derecho canénico, derecho feudal * El descubrimiento del contexto. 7. Fuentes y critica de fuentes * Critica textual los clasicos y la Biblia. + Falsificaciones y su deteccidn, * El uso de archivo. 8. Escepticismo histérico *+ Los «pirronistas»: desde Agripa a Voltaire. 9. La rehabilitacién de la historia + Mabillon y la autentificacién de los documentos, + Evidencia de las monedas. + El.uso del mito. 180 a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. Critiea documental Historia y literatura siguiendo el ejemplo del califa Omar ibn al-Khattab (ca. 581-644 d.C.), databan sus documentos a partir del afio en que Mahoma fue a Medina (622 d.C.). Al igual que la Biblia, el Coran propug- na una visién muy concreta del pasado. Sin embargo, la tradicion histérica arabe surge de los hadith, los dichos de Mahoma y sus compafieros. En el siglo 1X dC. (siglo ttt para los musulmanes) surgié un intenso debate en torno a la isnad o cadena de transmi- sidn de los hadith a partir de los testimonios originales. De ahi que estudiosos musulmanes como Muhammad ibn Ishaq (fallecido en €1761 d.C.) fueran adquiriendo conciencia de lo que los historia- dores occidentales han denominado «fuentes». La critica hasada en las fuentes se extendié de la historia reli- siosa a la laica, El arabe Jahiz (fallecido en el afio 868 d.C.) ha- blaba, por ejemplo, de la fiabilidad de los relatos sobre el pasado, distinguiendo entre «pruebas falsas» y «pruebas verdaderas», se- Aalando lo peligrosa que resultaba la «corrupcién y alteracién» de los sucesos del pasado. Al jurista Abu Ja'far Al-Tabari (fallecido en el 923 dC.) le interesaban sobremanera los problemas de transmisién (Khalidi, 1994, p. 73). Comentaba las fuentes empe- zando con coletillas como «segtin» y sélo se fiaba de su propio juicio a la hora de decidir si una tradicién parecfa tener més sen- tido que otra. El persa Al-Bayhagi (995-1077 d.C.), imsn experto en los hadith, criticaba las historias de milagros (Meisami, 1999, p.81). Bayhagi era secretario de la Cancilleria y aprovechaba que tenfa acceso a los documentos oficiales para incorporar su conte- nido a la historia que escribia. Al igual que en Europa, se apreciaban mucho las cualidades literarias de los historiadores concretos. El desdén hacia la histo- ria que Aristételes expresara en la Poética era de sobra conocido, pero no afecté nia los historiadores cristianos ni a los musulmanes. El secretario persa Abu Nast Urbi (961-1036 d.C.), por ejemplo, escribié la historia de la dinastia gazndvida (el Tarilth a Yamini) en drabe. Su estilo es tan sofisticado que algunos especialistas occi- dentales lo han calificado de «culteranismo» o «estilo de canci- llerfa» (Khalidi, 1994, p. 162; Robinson, 2003, p. 85, 99n). Al igual que en el caso de Europa, los limites entre la historia y la poesia épica eran difusos. La Shahnama del poeta persa Firdawsi (fallecido en el 1020 d.C.) es un relato épico que cuenta la his- toria de tres dinastias iranfes sucesivas, en la que aparecen per- sonajes de ficcién como el guerrero Rustam y el pajaro maravi- lloso Simurgh. Estos historiadores pasaban a veces de Ia prosa a la poesta de una forma poco usual en la tradicién occidental, pero también recurrfan a técnicas literarias similares a las de Occidente. Se so- lian contar anéedotas con gran viveza y las historias contenian 184 a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. Egipco Turquia Traducciones Historiogeafia islimica moderna Los mayores cambios en La forma de escribir historia tuvieron lugar en Egipto, donde, tras la invasién francesa, se hizo con el poder, en 1805, el soldado otomano Muhammad Ali, que em- prendié una campaiia de modernizacin. Fundé el Departamen- to de Traduccién, del que salieron, entre otras cosas, versiones arabes de los escritos de Voltaire sobre Pedro el Grande (tal vez utilizado como ejemplo de impulsor de la occidentalizacién), de los de Robertson sobre Carlos V y de los de Montesquieu sobre los romanos. Rifa’ah al-Tahtawi (1801-1873), que habfa visitado Fran- cia en 1826 y dirigido el Departamento de Traduccién, escribis una Historia de Egipto al estilo occidental en la que glorificaba a la nacién. Posteriormente se convirti6 en un libro de texto que se estudiaba en las escuelas egipcias. Sucedié algo similar con La cuestién oriental (1898) del estu- dioso egipcio Mustafa Kamil (1874-1908), que, a pesar de estar escrita al estilo occidental, ofrecfa una interpretacién nacionali ta. Jurji Zaydan (1861-1914), de Beirut, también adopté el estilo occidental para escribir su Historia de la civilizaci6n islamica y Sha- fiq Gurbal (1894-1961) estudié en el Institute of Historical Re- search de Londres y utilizé las fuentes conservadas en sus archivos para escribir su Inicios de la cuestién egipcia (1928). Los estudios de historia social y econémica del Imperio otomano realizados por el estudioso turco Omer Lutfi Barkan (1902-1979) también se basa- ban en informacién de archivo. Otros historiadores de Oriente Medio intentaban combinar el estilo isl4mico tradicional con ciertos elementos propios de Occidente. Probablemente los me- jores historiadores actuales del mundo isl4mico trabajen en Tur- qufa y la mayorfa de ellos son especialistas en el mundo otomano. El miembro mas destacado de este grupo es Halil Inalcik (1916-). Por otro lado, los estudiosos occidentales fueron mostrando un interés creciente por la tradicién historiogréfica islmica. En el Renacimiento se publicaron al menos siete traducciones de cua- tro historiadores musulmanes. El mas famoso fue el cronista oto- mano Sa’duddin bin Hasan Can, traducido al latin, checo y ale- man. En 1832 se publicé una traduccién inglesa de los Anales del Imperio turco de Naima La obra de Ibn Khaldun se descubrié més tarde y, en principio, s6lo se tradujeron fragmentos de ella: al italiano en 1834, al latin en 1840 (en Uppsala) y al francés en 1847. Franz Rosenthal pu- blicé en 1958 una traduccién inglesa completa del Mugaddimah También tradujo parte de la obra de al-Tabari y escribi6 una his- toria de la historiografia islamica. En 1967 vio la luz una traduc- cidn francesa completa del Mugaddimah. 188 a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. Vuelta a fa Antighedad Critica textual Corea las historias anteriores. Surgié asf, en los siglos XVII y XVIII, una es- cuela centrada en la investigaci6n de la evidencia del conocimien- to histérico (kaozheng, literalmente investigar y corregir), que se difundié también en Japdn (Elman, 2001, 2002; Wang, 2008). Al igual que ocurriera en la Europa renacentista, muchos estu- diosos chinos manifestaban su anhelo de «volver a la antigitedad» (fugu). El neoaristotelismo y el neoplatonismo de la Edad Media y el Renacimiento tienen un paralelismo chino: el neoconfucio- nismo asociado al estudioso Zhu Xi (1130-1200 d.C.), de tiempos de la dinastia Song. Como ocurriera en el caso de Platén y Aristételes, el renaci- miento del confucionismo dio lugar a un movimiento que pro- pugnaba la eliminacién de las glosas posteriores para recuperar las palabras originales del maestro o, al menos, las primeras interpre- taciones de su filosoffa. Se Ilegé a sugerit que uno de los textos canénicos, el Clsico de la historia (Shujing) , era parcialmente fal- so. A mediados del siglo xvil ya se puede hablar de la existencia de una o més escuelas dedicadas a la investigacién y correccin. Criticaban a sus predecesores por su falta de atencién a las prue- bas y su negativa a citar las fuentes. Yan Ruoqu (1636-1704) sefialaba que los anacronismos lingiifsticos daban pistas muy va- liosas para «detectar falsificaciones» (bianwei). Hui Dong (1697- 1758) practicé la critica textual en un estudio titulado Libro de los cambios (Yijing). Wang Minsheng (1722-1798) y otros intenta- ron situar los textos elésicos en sus contextos histéricos origina- les. Zhang Xuecheng (1738-1801) llegé a decir que todos los clé- sicos confucianos eran «relatos». Algunos de estos estudiosos, entre ellos Dai Zhen (1724-1777) y Qian Daxin (1728-1804), eran auténticos anticuarianistas, interesados en todo tipo de ob- jetos, desde campanas a vehfculos antiguos, que les brindaban una informacién que complementaban con los datos extrafdos de los manuscritos o inscripciones en losas de piedra y recipientes de bronce. La difusién de los modelos chinos A igual que ocurriera con otros aspectos de fa cultura china, Corea, Vietnam y Japén adoptaron el estilo chino de escribir his- toria. Los tres paises contaban asimismo con un sistema de go- bierno muy similar al de China. En Corea se creé un Departa- mento de Registtos Auténticos, donde los funcionarios escribian historias dindsticas al estilo chino como la Historia de los Tres Reinos (Samguk Sagi) de Kim Pu-sik (1075-1151), administrador, diplomatico y general ademas de historiador. En tiempos de a 192 a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. Autoria Audiencia También destacan las referencias a rituales incorrectos, algo que también preocupaba a Confucio. COMPARACIONES Y CONCLUSIONES Tal vez sea itil cerrar este capitulo con algunas comparaciones entre las dos tradiciones de las que nos ocupamos aqui y la occiden- tal, desde la antigua Grecia hasta la Ilustracién. Las tres tradiciones compartfan la idea de que la historia era una fuente de virtud y sabi- durfa que transmitia a través del ejemplo. De ahi que durante largo tiempo se recurriera a los discursos imaginarios. Las tres desarrollan una actitud erftica a la hora de recoger datos y pruebas, pero es en el mundo islémico donde se empieza a hablar de esta cuestidn, en el contexto de los hadith; los humanistas europeos toman el relevo a partir del Renacimiento y, algo mas tarde, debaten sobre ella los representantes del movimiento kaozheng en China y Jap6n. El estu- dio de las antigiiedades, de la cultura material del pasado, evolucio- né de forma paralela en Europa y China, no as{en el mundo islami- co. Las tres culturas establecieron una historia oficial, pero se la defendié de manera mucho mas acusada en China que en las otras dos. Como hemos visto, en uropa slo habia un puiiado de histo- riadores oficiales antes del siglo XVI, y este cargo, el de sehnaeci, no se creé en el Imperio otomano hasta la segunda mitad de ese siglo. iQuién lefa y escribia historia en estas tres culturas? En la Eu- ropa medieval, era escrita sobre todo por monjes y caballeros. En China la escribfan funcionarios, algunos muy cercanos al poder. En el mundo islamico tradicional, al igual que en la Europa de la época comprendida entre el Renacimiento y la Ilustracién, escri- bfan historia sobre todo los secretarios, juristas y estadistas. Existe un paralelismo obvio entre los historiadores-secretarios 4rabes y los humanistas renacentistas, que también cultivaban la retérica y trabajaban en las cancillerias. En relacién con los lectores de historia, lo fundamental es que los textos islémicos, con raras excepciones como la obra de Nai- ma y el Tarih-i-Hind-i garbi, circularon en forma manuscrita hasta el siglo XIX, lo que restringia el ntimero de lectores (Robinson, 2003, pp. 106-111, 159-170). La historia de Asia oriental, por su parte, solfa imprimirse, como la occidental, a partir del aio 1450. ‘Aunque se tratara de textos dirigidos, sobre todo, a los funciona- rios, también podian acceder a ellos otros grupos sociale: Cada una de estas tradiciones fue hegeménica en algn mo- mento: la china en Asia oriental; la drabe en el Imperio otomano, el safavida y el mogol, y la occidental primero en Europa y des- pués en América, durante los siglos XIX y XX. :Habré una cuarta? 196 a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. Historia del arte tudiada ¢ incluso revivida a través del movimiento «neogético» Importantes obras de literatura medieval fueron publicadas por pri- mera vez: en castellano El cantar del Mio Cid (1779); en ruso, El cantar de la campaiia de Igor (1800); en aleméin, el Poema de los Ni- belungos (1807); en inglés, Beowulf (1815), y en francés, La Chan- son de Roland (1837). Todas ellas eran apreciadas no silo porque eran exéticas y retrataban costumbres de los tiempos remotos, sino también porque desvelaban las rafces histéricas de grandes nacio- nes europeas como Espafia, Rusia, Alemania, Inglaterra y Francia. Lo que llamamos «historicismo» incluye también la idea del desarrollo y el progreso del arte. Esta visién dinémica condujo a la reorganizacion de la historia del arte por periodos o escuelas nacio- nales, reflejados tanto en los museos como en los escritos, En la década de los ochenta del siglo xvi, por ejemplo, la coleccién de arte del Imperio austrohtingaro en Viena fue reorganizada por es- cuelas, y el arte ordenado por un criterio cronolégico. El Louvre hizo lo mismo en la década siguiente, La clave era clarificar el sig- nificado de las obras individuales situdndolas en una secuencia. Volviendo ahora al andlisis de la escritura y el pensamiento histérico en un sentido més estricto, podemos distinguir en este periodo dos principales movimientos de cambio: el nacionalismo y el positivismo, Estas dos grandes tendencias son descritas en cada uno de los apartados de este capitulo, analizando particular- ‘mente sus manifestaciones historiograficas. LA EPOCA DE LAS TRADICIONES NACIONALES Es muy sintomético y significativo de este periodo que, por pri- mera ver, la historiografia se clasifica segtin las tradiciones naciona- les, destacando la alemana y la inglesa. Esta situacién se prolonga- 14, por lo menos, hasta bien entrada la segunda mitad del siglo Xx, cuando la compartimentacién postulada por la historiografia pos- moderna, los procesos de globalizacién y la decadencia de las grandes escuelas nacionales hardn inviable una distincién segdin tradiciones nacionales. Estas escuelas, por lo demas, no eran sélo nacionales: en muchas ocasiones eran también nacionalistas. La historia nacional El despertar de los movimientos de conciencia nacional en Europa y Latinoamérica, seguido en otras partes del mundo, pro- picid el énfasis de la historia de las naciones y de los pueblos ~in- cluida la gente corriente-, opuesta a la historia de los gobernantes 200 a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. Marx Ranke «espiritu» —concepto ya bien arraigado en 1a filosofia ilustrada alemana-, que se pluraliza en los grandes pueblos actuando en su ascensidn hacia la pura idea de sf mismo. Algunas de estas ideas habfan sido expuestas por Fichte a prin- cipios del siglo XIX, pero ahora Hegel les daba mayor consistencia y sistematizacién. La filosoffa de la historia hegeliana serfa recupera- da, al cabo de una generacién, por los creadores del materialismo histérico, Marx y Engels, que lo llevarén al campo concreto de la interpretacién histérica. Karl Marx (1818-83) se formé en la es- cuela de la izquierda hegeliana. También recibié el influjo de algu- nos historiadores franceses de la revolucién —como Thierry y Gui- zot (véanse pp. 207-208)— que percibieron la importancia de la formacién de las clases sociales y su oposicién a la hora de las revo- luciones. Para Marx, la dialéctica de la historia es Gnica y su motor es el antagonismo de clases debido a las diferencias de relacién con os medios productivos. El triunfo de la clase proletaria abriria una Epoca de transiciGn, tras la cual se abrirfa el camino a la verdadera libertad de una sociedad sin clases. La clave de la riqueza esté en la propiedad de los medios de produccién, Cuando el proletariado se haya hecho con ellos, se habré culminado el proceso histérico, lle- gandose asf al final de la historia (McLellan, 1970; Rigby, 1987). Como se puede ver, la mayor parte de los intelectuales resefia- dos en este apartado son més fildsofos que historiadores. En este sentido, la base filoséfica de la historiografia alemana es esen- cial para entender la eclosidn del historicismo clasico, liderado por Leopold von Ranke, que seri tratado en este mismo capitulo. Alentado por esta tradicién deductiva, Ranke reaccionaré abo- gando por la dimensién inductiva y cientifica de la investigacién histérica frente a la especulativa de la filosofia. Pero antes de en- trar en el andlisis del histoticismo germénico, hegeménico en este period y de enorme influencia cara al futuro, es preciso ahondar en las otras tradiciones historiogréficas decimondnicas, particularmente la francesa, la inglesa y la espafiola. La historiograffa francesa: del romanticismo al positivismo El siglo XVII se cierra en Francia con un acontecimiento que parece desmentir todo el aparato teérico basado en el progreso formulado por los tedricos escoceses y por los confiados ilustrados franceses: la Revolucién francesa (1789). Este transcendental even- to puso de manifiesto que los cambios no suceden siempre esponté- neamente y que no existe una relacién directa entre los caminos marcados por la evolucién social y econémica, por un lado, y las respuestas politicas y culturales, por otro. La Revolucién francesa 204 a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. Guizor Generacién de 1848 Michelot legitimar el antiguo régimen. El pueblo, el tercer estado, pasaba a ser ahora protagonista de la historia. Con estas ideas, no es extraiio que Thierry haya tenido tanto influjo en la historiografia contem- pordnea de corte liberal, aunque ciertamente se trata mas de unas proposiciones programaticas que de una verdadera aplicacién de ese programa a la escritura histérica (Gossman, 1976). Una evolucién similar es la que experimenta Frangois Guizot (1787-1874), con sus obras sobre la Historia de la revolucién de Inglaterra (1827), la Historia general de la civilizacién europea y la Historia de la civilizaci6n en Francia, publicada entre 1829 y 1832. Una de las ideas més influyentes de su historiografia, de fuerte influjo posterior, es la constatacién de que la Revolucién briténica habia logrado el acceso de un gobierno representativo sin nece: dad de una ruptura social, fundando una monarquia constitucional que seria posteriormente tomada como modelo en la fundacién de Estados Unidos. Por contraste, en Francia ese mismo intento degeneré en la enorme ruptura social que supuso la revolucién de finales del siglo Xvil! (Broglie, 1990). Esta historiografia francesa liberal, personificada por Thiers, Mignet, Thierry y Guizot, representa a la generacion surgida de la revolucién de 1830. Poco més tarde, una nueva generacidn de historiadores franceses volverta a plantearse las ideas surgidas de la Revolucién francesa, aunque con la mayor perspectiva que les daba el hecho de haber aleanzado una mayor distancia tempo- ral que sus antecesores. La obra de Alphonse de Lamartine (1790- 1869), Historia de los girondinos, habria que situarla en este con- texto, en que buscaba justificar las ideas republicanas pero siempre a través de la paz social. Sin embargo, el historiador que harfa grande a esta generacién y que mejor representa el espfritu de la historiograffa roméntica es Jules Michelet (1798-1874) (Mitz- man, 1990; Barthes, 1995; Viallaneix, 1998). Considerado el historiador roméntico francés decimonénico por excelencia, su prosa histérica y su fuerza narrativa lo han he- cho imperecedero. Su obra histérica esté basada en la asociacién que establecen la historia y el pueblo. A la manera del idealismo alemén, del que recibié una inspiracidn directa (véase p. 217), la historia es el resultado del crecimiento inconsciente de los pue- blos, los cuales en su actuar aparecerfan impulsados por una esp cie de fuerza interna o Volksgeist: el genio, el espfritu del pueblo. Dada esta visién orgénica del devenir histérico, la historia politi- ca forma parte de otras manifestaciones del espiritu de un pueblo: el derecho, la lengua, la religién, las artes y el folklore. La historia se construye a base del estudio del hecho nacional. La fria proyec- cién del individualismo racionalista se deshacfa desde estas nue- vas perspectiva 208 a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. Lord Acton tras que todos los villanos eran siempre tories. Macaulay no sélo describia el pasado, sino que justificaba su presente: el protestan- tismo, el parlamentarismo, las grandes instituciones y tradiciones britnicas. La actual grandeza briténica era la consecuencia de su historia, de la exclusidn a partir de 1688 del catolicismo y de la creacién por entonces de la monarqufa constitucional. Habfa, pues, que esforzarse de manera denodada por mantener la tradicién liberal briténica, a fin de que, como en los tiltimos 160 afos, la historia de Inglaterra siguiera siendo una crdnica del progreso fisi- co, moral e intelectual. En la base de estos presupuestos estaba firmemente implantado elempirismo, que es el rasgo més espectfico de la historiograffa bri- tdnica. Sobre esos andamios, pues, se construyé la interpretacién whig. Hacia 1880, no obstante, las primeras grietas amenazaron con demoler el viejo edificio. Todo ello fue, en parte, consecuencia de la creciente profesionalizacién de la tarea del historiador. Eso se pudo percibir en la figura de Lord Acton, muy influido por los mé- todos universitarios alemanes y mucho menos proclive a dejarse influir por la interpretacién whig. A pesar de esas primeras fisuras, no obstante, atin no hubo un peligro real de derrumbe. Sin olvidar a Macaulay y a Thomas Carlyle (1795-1880), autor de algunos famosos estudios como La Revolucién francesa y Federi- co el Grande, quiz4 habria que sefalar a Lord Acton como el his- toriador més destacado de la centuria. Acton fue un hombre do- tado de una inmensa erudicién. Su obra discurrié por los senderos de la historia politica y administrativa, y particularmente por la historia de los grandes acontecimientos. Esa primacfa de lo gran- de sobre lo pequefio, de lo brillante sobre lo prosaico, conventa a una historiograffa identificada con una serie de lecciones morales. Se trataba de una historia ejemplar, vertebrada en torno a un espiritu nacional orgulloso de su tradicién. El énfasis en los méto- dos empfticos, y en lo que Stedman Jones (1972) llama «liberal- moralismo», fue reforzado por la potencia del liberalismo filossfi- co del siglo XIX britanico, asf como por la autoconfianza y por la opinién nacional y cultural que gobernaba la forma en que los victorianos vefan su especial lugar en el mundo. Sin embargo, el estancamiento de la historiograffa whig se puso claramente de manifiesto con el cambio de siglo. Las universida- des britdnicas ignoraron en un primer momento la contribucién a los nuevos debates continentales de influyentes pensadores como Sigmund Freud, Max Weber o Emile Durkheim, o del pen- samiento de inspiracién marxista. La asimilacién de todas estas corrientes no se produciria de un modo estricto aunque enton- ces lo harfa con una enorme fuerza— hasta después de la Segunda Guerra Mundial. Hasta entonces, durante la primera mitad del 212 a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. Menéndez Pelayo 1890 Altamira El cambio de siglo En la década de los ochenta del siglo xtx, ya en plena época de la restauracién mondrquica, la vida académica se fue enriquecien- do metodoldgicamente, constituyéndose asf en el primer germen de la inminente profesionalizacién. La hegemonia de la erudicién profesional, representada fundamentalmente por los catedraticos de la Escuela Superior de Diplomética y por algunos miembros del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios, desenmascaré la mediocridad en 1a que se hallaba sumida la univer- sidad. Aparecid entonces Marcelino Menéndez y Pelayo (1856- 1912), cuya obra fue continuada por todo un grupo de eruditos, profesores de la Escuela y miembros del Cuerpo de Archiveros. To- dos ellos introdujeron temas e inquietudes para complementar las demandas culturales de la burguesia y la clase politica ilustrada. En los afios noventa, un reducido conjunto de historiadores formaban el grupo més activo de la historiografia espaiiola. Entre ellos, empezaba a destacar Rafael Altamira (1866-1951) como It der generacional y activo miembro de la Institucién Libre de Ense- fanza. Sin embargo, los viejos académicos, que ejercian de «guar- dianes de la tradicin», formaban una oligarquta historiografica y controlaban directamente los resortes del poder cultural, conser- vando un monopolio casi exclusivo sobre la historia nacional. La situacién empez6 a cambiar en torno al cambio de siglo (Pasamar, 1995), Por una parte, empezaha a dejarse notar la actividad ini- ciada por los eruditos. Por otra, se iba abriendo paso un selecto grupo de catedréticos de universidad con una concepeién més modernizada de la disciplina histérica. La conjuncién de estos dos ambitos -erudicién archivistica y actividad universitaria— iba a resultar decisiva para que la historiograffa académica favorecie- ra la evolucién de aquellas corrientes que conflufan en una aspi- racién comtin: convertir a la historia en una ciencia auténoma separada del concepto de «hellas letras» y crear la carrera del his- toriador (Pasamar y Peir6, 1987, 1991; Peirs, 1998). Durante los afios finiseculares, fallecfa un buen ntimero de académicos identificados plenamente con el sistema historiogré- fico restauracionista: el propio Antonio CAnovas del Castillo, Luis Vidart, Pascual de Gayangos, Francisco Cardenas, Pedro de Madrazo, Francisco Coello, Vicente Barrantes y Antonio Marfa Fabié. Esto facilité, incluso vitalmente, la sucesién generacional que experiments la historiografia espafiola en la época de entre- siglos. El relevo generacional fue unido al trauma colonial, con la dramética pérdida de Cuba y Filipinas en 1898. Mientras la na- cién revisaba compulsivamente las causas histéricas que habfan conducido al desastre, la Academia se mantenia como el armazén que custodiaba y legitimaba el pasado glorioso de Espaiia. Sin em- bargo, la critica regeneracionista aument6 considerablemente, en 216 a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. La historia como ciencia en clandlisis de la nacién, Turner, aunque interesado en el cardcter nacional americano, fijé su atencidn en la historia de las diferentes regiones 0, como él las llamaba, «secciones». El interés de Turner por el medio ambiente, por la geografia, en los valles de Ohio y de Misisipi, por ejemplo, y en los bosques del oeste le hizo pionero de la historia ecolégica —una vez escribid que «el problema nacional» no serfa ya més la limpieza de los bosques, sino «cémo salvar y usar sabiamente la madera disponible». Tamer fue frecuentemente ctiticado por sus colegas historiadores, entre otras cosas, por su in- capacidad de definir sus conceptos de modo preciso, pero sus obras y argumentaciones incentivaron mucha investigacién, no sélo en el ambito de la historia norteamericana, sino también en el anilisis de la expansién en otras partes del mundo. LA HISTORIOGRAFIA POSITIVISTA: CIENTIFISMO Y PROFESIONALIZACION En el contexto de la historiografia, el término «positivismo» tiene dos significados muy diferentes. En un sentido estricto, se reftere a In historia escrita segtin el modelo de la filosoffa «positivis- ta» de Auguste Comte (1798-1857), quien deseché la metafisica por especulativa y defendié que el tinico modo de conocimiento fiable era la experiencia. La filosofia de la historia de Comte sefia- I6 las leyes generales del desarrollo o la evolucién hist6rica, par- ticularmente «la ley de los tres estadios» -en otras palabras, la divisién del pasado de la humanidad en tres edades: la religiosa, la metafisica y la cientffica. Un conocido ejemplo de obra histé- rica escrita segtin el modelo comtiano es la Historia de la civiliza- cidn en Inglaterra de Henry Buckle (1821-1862), que no se centra sélo en Inglaterra, sino que intenta indagar sobre los principales factores que forjan la historia, a través de los ejemplos de Escocia y Espafia. El libro de Buckle atrajo un gran interés en el tiempo que fue publicado, en 1857, pero fue severamente criticado por Lord Acton, y ha sido olvidado desde entonces. Otto ejemplo de la aplicacién del modelo comtiano a la historia es el libro Los origenes de la Francia contempordnea, de Hipélito Taine. En un sentido mas genérico, el término «positivismo» hace referencia a la idea de que «la historia es una ciencia, ni mas ni menos», tal como el historiador irlandés John B. Bury (1861-1927) declaré en una ocasién; una ciencia porque es critica, especial- mente en el tratamiento de las fuentes, y porque trata de set ob- jetiva. El ideal cientifico pretendia dejar de lado los prejuicios nacionales y los exclusivismos de clase y, por tanto, dejar que los hechos hablaran por si mismos. 220 a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. Droysen Treitschke Mommsen los mas idéneos para la documentacién privilegiada por los histori- cistas. Pero gracias al esfuerzo de Ranke y sus discipulos, el proceso de modernizacién de la historiografia y su adecuacién con el nuevo marco cientifico general no tendrfa marcha atras. La escuela rankeana se sucederia a lo largo del siglo XIX, sobre todo en el contexto de la Prusia anterior a la unificacién alemana de 1870, destacando sobre todo Droysen, Treitschke y Mommsen. Johann Gustav Droysen (1808-1884) es considerado el fundador de la escuela prusiana. Autor de unas densas y célebres obras sobre el helenismo, en 1855 publicé su célebre Historia de la polttica pru- siana. Partiendo de las premisas ya expuestas medio siglo antes por Fichte, Droysen sostenfa que el bien general de un pueblo y su sa- lud cultural dependen del Estado. Sélo un Estado estable, y militar- mente capaz, puede asegurar la pervivencia de un pueblo. En reali- dad, estas ideas ya habfan sido manifestadas por Droysen en sus estudios previos dedicados al helenismo, en los que la politica y la expansidn exterior de los estados habfan adquirido una relevancia muy especial. Droysen dejé una importante herencia historiogré ca como helenista y, sobre todo, por sus ensayos sobre metodologfa histérica, recogidos en Historica. Sobre enciclopedia y metodologia de lahistoria, donde se enfrenta a la visién mecanica del positivismo. Todavia mas estatista que el propio Droysen lo fue su discfpulo y continuador Heinrich von Treitschke (1834-1896). Autor de una Historia de Alemania en el siglo x1x (1879), consideraba que la historia era un arma ideoldgica de combate para afianzar y engran- decer el Estado alemén, cuya primera misi6n era sobrevivir y prote- gerse. Treitschke, cuyas ideas contaron con una amplia proyeccién, mantuvo sin ambages la idea de que la neutralidad y la indepen- dencia no tenfan cabida en la labor del historiador. Una de las consecuencias de su pangermanismo militante fue la sacralizacién del Estado y el cultivo de las virtudes bélicas (Southard, 1995). Otro de los discipulos de Ranke y de la escuela prusiana es Theodor Mommsen (1817-1903), quien obtuvo el Premio Nobel de Literatura de 1902 por su apasionada obra histérica Historia ro- mana. Mommsen es un referente de primer orden para el estudio del mundo romano gracias a su impresionante obra, que abarca, sobre todo, el andlisis de la historia politica y jurisdiccional de Roma asf como de la publicacién de fuentes primarias del periodo. La linea més propiamente liberal del historicismo alemén fue preconizada por Karl von Rotteck (1775-1840) y Friedrich Chris- toph DahImann (1785-1860), identificados con la idea de una Alemania unificada en el marco de una monarqu(a constitucional, basada en el consentimiento de sus gentes. La figura y obra de Lud- wig Haiiser (1818-1867) adquirié todavia mayor resonancia que los anteriormente citados. Suya es una Historia de Alemania de gran 224 a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. Ciencias humanas, naturales y sociales Historia econémica Queda ast planteado de modo explicito uno de los grandes debates de la historiografia de la segunda mitad del siglo xix: la relacién entre las ciencias humanas y las ciencias naturales, que Dilthey habia formulado ya expresamente. Este debate fue pro- gresivamente sustituido, a principios del siglo xx, por el de la re- lacién entre las ciencias sociales y la historia, a través de la obra de sociélogos como Emile Durkheim y Max Weber -un nuevo de- bate que se prolongs hasta la década de los ochenta del siglo xx-. El influjo del positivismo en la historia no es, pues, el de la limi- tacidn de la narracién histérica al establecimiento de una con- catenacién de acontecimientos en biisqueda de una mecénica relacién causa-efecto, sino mas bien el de la pretensidn de la apli- cid a la historia del método utilizado por las ciencias naturales y sociales 0, lo que es lo mismo, el establecimiento de las leyes generales de la historia. La evolucién de la historiografia francesa del siglo xix demues- tra, una vez més, la continua interrelaciGn que se produce entre el texto y el contexto histérico. Las diferentes generaciones de historiadores franceses de este siglo se van sucediendo en el con- texto de las sucesivas revoluciones de esta centuria (1830, 1848 y 1870). De las tesis revisionistas y algo atormentadas de un Frangois Guizot de la primera generacion se pasa a la recupera- cién del orgullo francés a través de la historiograffa de cuiio o- mintico al estilo de Michelet de la segunda generacién, para fina- lizar con el realismo de la generacién del setenta, que intenta aplicar los postulados del positivismo para recuperar la fe en la historia y en la historiografia, Este recorrido historiogrifico mues- tra el influjo que iré adquiriendo In historiograffa francesa, que se verificard con la emergencia de la escuela de los Annales en 1929. La historia alternativ: economia, sociedad y cultura En la época de la historia nacional y profesional, el tema do- minante, dentro y fuera de las universidades, fue el de la «gran narrativa» de los eventos politicos, contada desde el punto de vista de los dirigentes y sus gobiernos, que eran a su vez los creado- res de los documentos que los historiadores rankeanos descubrian en los archivos. Sin embargo, ya por aquel entonces fueron emer- giendo algunas aproximaciones alternativas, aunque todavia de modo marginal: historias econémica, social y cultural, producidas por algunos pocos académicos. La historia econémica fue practicada por el historiador alemén German Gustav Schmoller (1838-1917), que fue a su vez maestro del belga Henri Pirenne (1862-1935), quien junto al sueco Eli 228 a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. «Fue necesario disponer de una informacién mas precisa para analizar el progreso del partido evan- gélico, especialmente desde el punto de vista Politico, como antecedente de la crisis de la Re- forma. Para completar la investigacién no eran suficientes las fuentes impresas. Los archivos de la entera linea ernestina de Sajonia, conservado en Weimar, que visité en agosto de 1837, me roporcionaron todo lo que podia desear. No existe un fondo més lleno de informacion de las pocas requeridas, conservados precisamente en. 1a casa de la familia donde los archivos han sido preservados. Los muros y todo el espacio inte- rior estén cubiertos con los rollos de los docu- mentos relativos a los hechos y los eventos de do, a la vez que intenta superar a los autores anteriores que habfan escrito sobre esa his- toria, haciendo referencia, por ejemplo, a Guicciardini, en su Historia de Italia. En 1834-1836 publica Historia de los papas, un valioso estudio del Papado y sus represen tantes en la Edad Moderna, desde el siglo xv a la primera mitad del xix. Considerada en extremo critica y sustancialmente escépti- ca, fue contestada ampliamente desde la historiograffa catélica del momento, en es- pecial por el historiador Ludwig von Pas- ese periodo, Cada nota, cada borrador de una tor (1854-1928) y su monumental Historia de los papas desde fines de la Edad Media Sin embargo, la obra de Ranke posee un importante componente teligioso, ya que la historia le interesaba porque crefa ver en ella un vehiculo para encontrara Dios, Sin llegar a defender el providencialismo agus- tiniano, entendia que se puede encontrar a Dios en la historia cuando esta se recons- truye sin artificios, sin teorfas ni concep- ciones preconcebidas. Ranke postulé que el historiador debja conseguir que fuera el propio pasado el que hablara, lo que garantizaria la objetividad histérica, Para ello, el historiador debfa abandonar toda preten- sién de «autorfa» y convertirse en un cientifico cuyo objeto de andlisis fuera el pasado. Enfatiz6 especialmente el estudio de la politica internacional y de las relaciones diplomaticas, y un com- promiso para escribir historia «como realmente sucedié». Realizé tun uso extraordinariamente amplio de fuentes, incluyendo me- morias, diarios, cartas, expediciones diplomaticas y testimonios de primera mano de testigos oculares. Ranke obtuvo un gran reconocimiento ya en vida, y fue con- siderado el gran maestro de la historia en Alemania, sobre todo gracias a su impresionante labor académica, que impulsé desde la citedra de la Universidad de Berlin. Su influencia se extendid pronto por todo el mundo, favorecido sin duda por el prestigio de la universidad alemana y concretamente gracias al célebre siste- ma de seminario en que Ranke basaba su labor de investigacién, docencia y, no de menor importancia, la formacién de sus disct- pulos. A través de esas reuniones, Ranke los formaba en la préc- tica del uso critico de las fuentes con el debate de ejemplos docu- mentales. La obra de Ranke es inmensa. Sus obras completas abarcan 54 gruesos voltimenes. Aunque no escribié una historia contestacién estén conservados ahi. [...] Veo el pasado aproximarse cuando basamos la historia moderna no en los informes de los historiadores contempordneos a la época, excepto cuando go- zan de un conocimiento de los hechos personal € inmediato Y, todavia peor, cuando nos basamos en obras todavia mas lejanas respecto a las fuen- tes; debemos basarnos mas bien en las narracio- nes de los testigos, y en los genuinos y originales documentos.» History of the Reformation in Germany, 1839, introduccién 232 a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. Durkheim Durkheim y Max Weber surgfan de la necesidad de analizar global- mente la sociedad, considerada como un sistema dentro del que habrfa que examinar la funcién que ejercfa cada uno de los objetos estudiados. Emile Durkheim (1858-1917) es el fundador de la es- cuela francesa de sociologia, donde cabria incluir también a nom- bres tan influyentes como Maurice Halbwachs, Marcel Mauss y Frangois Simiand. Toda esta generacién de intelectuales pretendid crear una especie de imperialismo sociolégico, que legitimaba a su disciplina para ocupar todos los mbitos fronterizos de las diferen- tes ciencias sociales, El Grgano principal del grupo fue la revista LAnnée Sociologique, fundada en el aio 1890. Su influjo en la dis- ciplina histérica se basaba en la sencilla pero programética idea de que la historia s6lo es cientifica cuando es capaz de trascender lo individual y se adentra en la dimensién colectiva de la realidad y, por tanto, es susceptible de ser tratada estadisticamente, que es el método propio de las ciencias sociales frente al de las humanidades. Durkheim sefialé que la primera regla del método socioldgico era la de considerar los hechos sociales como objetos que tenfan que estudiarse al margen de sus manifestaciones individuales, exa- minando la funciGn que cada uno de ellos desarrolla en su contex- to. La sociologia emergié entonces como una ciencia que buscaba una analogia entre organismo biolégico y estructura social: se acu- aron conceptos como «funcidn», «organizacién~, «ambiente» o «jerarquia», de resonancia netamente organicista, sobre la base del principio positivista de la continuidad entre naturaleza y cultura. Lo individual slo puede ser entendido en el contexto de una socie- dad, lo cual se manifiesta en unas formas concretas, que pueden ser observadas a su vez desde fuera, a través del método inductivo, ana- lizando sus manifestaciones concretas. El coraz6n de la sociedad era la conciencia colectiva. Es légico, por tanto, que Durkheim conce- diera una gran preponderancia a las normas y a los cédigos sociales, que son los mejores indicadores verificables de esa conciencia. La religién también es un fenémeno social, que se manifiesta a través de costumbres, celebraciones y rituales. Durkheim se refiere tam- bién a la interrelacién entre la sociedad y los valores religiosos: ast como los sentimientos colectivos deben objetivarse en los simbolos religiosos para ser eficaces, el simbolismo religioso asegura la per- manencia de los comportamientos sociales. Hay una funcién social de la religidn y, por tanto, una sinergia entre la religién y la socie~ dad. La religién legitima los comportamientos sociales y, al mismo tiempo, la sociedad sostiene y asegura la existencia de la religién, porque es todo uno con la sociedad de que forma parte. La divulgacién de la obra durkheimiana desaté un intenso de- bate en el seno de la misma historiografia, que se empez a deslizar hacia las teorfas de amplio alcance preconizadas por los nuevos 246 a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. Procesos de institucionalizacién Legado la francesa y la alemana, por lo que era un Ambito especialmente adecuado para un planteamiento magnénimo tanto desde el pun- to de vista temético como metodoldgico e interdisciplinar. Por otro lado, la ciudad y su regién habfan pasado de nuevo a Francia tras la Primera Guerra Mundial, por lo que la presencia de la tra- dicién germénica era una realidad bien asentada. La descollante produccién histérica de Mare Bloch y Lucien Febyre no era suficiente, sin embargo, para conseguir un influjo verdaderamente perdurable de sus propuestas historiogréficas (Bur- guitre, 1979). Se precisaba un proceso de institucionalizaci6n, que se concretarfa a través de la fundacién en 1929 de la revista Anna- les d'Histoire Economique et Sociale. A partir de 1930, los Annales se desmarcan claramente de su mayor competidor, la revista inglesa Economic History Review, apostando plenamente por la historia so- cial y cultural. La misma orientacién que iban dando a sus trabajos Bloch y Febvre marcaba la direcci6n cientifica de la revista. Bloch apostaba decididamente por una historia social, como delatan sus magistrales trabajos sobre la historia rural francesa (1931) y sobre la sociedad feudal (1939-1940). Lucien Febvre se decanta por una historia también sociolégica, aunque con claras connotaciones re- ligiosas, a través del género biogréfico en sus estudios sobre Lutero y Rabelais, o de un modo genérico, lo que le configura como un verdadero pionero de la sociologia religiosa. Los dos historiadores afrontaron con eficacia la labor de institu- cionalizacién de la escuela. Como parte obligada de la estrategia en el mundo académico francés, hicieron gestiones para trasladarse desde Estrasburgo a Paris. Lucien Febvre consigue una plaza en el prestigioso Collage de France; Bloch hace lo propio con la Sorbo- na. La revista siguié su curso durante la década de los treinta, hasta que la guerra truncé parte de su independencia y creatividad. Tras la desaparicién de Bloch, Febvre siguid trabajando, pero empez6 a emerger la siguiente generacién, donde ya empezaba a descollar Fernand Braudel, Charles Morazé, Ernest Labrousse y Robert Mandrou. A finales de la década de los cuarenta, Febvre funda, junto a Labrousse y Morazé, la poderosa Sexta Seccién de la Ecole Pratique des Hautes Etudes. Se inauguraba asf el periodo institucional de la escuela que tanta importancia tendré para la fijacién metodol6gica, académica y hasta vivencial de las siguien- tes generaciones de la escuela y que clausuraré definitivamente su periodo fundacional. Mare Bloch y Lucien Febvre aparecen habitualmente citados entre los historiadores mas influyentes del siglo pasado y, proba- blemente, lo sean también de la historiografia de todos los tiem- pos. Las siguientes generaciones deben mucho a los dos historia- dores fundadores, como lo pone de manifiesto el hecho de que la 258 a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. Donde hubo una verdadera aplicacién de las ideas del mate- rialismo histérico fue a través de la Revolucién bolchevique de 1917. Se construye asf la interpretacién marxista-leninista de la historia, basada en las obras de referencia de Marx (El manifiesto comunista), Lenin (El imperialismo, etapa suprema del capitalismo) y Stalin (Materialismo dialéctico y materialismo histérico). Las nue- vas circunstancias histéricas permitfan nuevas lecturas de los tex- tos de Marx y Engels, siempre abiertos a nuevas interpretaciones segtin lo dictaminaran las necesidades de cada momento. Esa es, probablemente, una de las claves para comprender la enorme efi- cacia del marxismo como tendencia intelectual y como platafor- ma para cambiar el mundo. En esta nueva interpretacién, la historia est dominada por el criterio econémico y social, al basar toda su argumentacién en las sociedades surgidas de las diferentes relaciones de produccién, que generan diferentes sociedades: la sociedad esclavista (basada en la dialéctica amo-esclavo), la sociedad feudal (sefior-vasallo) y la so- ciedad capitalista (capitalista-trabajador). Quedaba asf consagrada una nueva periodizacién, que, si bien en la actualidad esta en des- uso, todavia se conserva entre las bases epistemoldgicas que, a lo largo de la historia, se han ido consolidando en la historiograffa. Pero, més alla de ese marxismo dogmatico, amparado por las estructuras politicas conniventes de los pafses eslavos, se van constituyendo, a lo largo del siglo Xx, abundantes marxismos. Sin embargo, el marxismo como método y como doctrina no tuvo una verdadera repercusién en la historiograffa hasta después de la Segunda Guerra Mundial. La obra de algunos tedricos marxistas en la primera posguerra, asf como la herencia de la Escuela de Frankfurt (Theodor Adorno y Herbert Marcuse fueron quienes influyeron mas en la historia), sentaron las bases de esta aplicabi- lidad del marxismo a la historiografia. Esa labor fue llevada a cabo sobre todo por Antonio Gramsci (1891-1937), cuyos Cuadernos desde la carcel, publicados entre 1948 y 1951, tuvieron un notorio influjo en la historiografia de corte marxista y poseyeron una gran capacidad de aplicar esas ideas a las diferentes opciones politicas de izquierda de la posguerra europea. En los Cuaderni, redactados durante su cautiverio hasta su muerte en 1937, Gramsci rechaza- ba la reduccién del materialismo histérico a una sociologia abs- tracta y realizaba una lectura de la realidad mucho més realista y posibilista. El investigador de la historia no va de la teorfa a la realidad, sino que tiene que adaptar la teorfa a la realidad que ha investigado. La hegemonfa de las clases no se verifica por domi- nacién, sino por el consenso de las grandes verdades que aparecen evidentes a todo el mundo. Estas y otras ideas abrieron una via del materialismo histérico capaz de superar la via dogmatica o de 275 Marx y Engels Las relaciones de producci6n El marxiemo en a posguerra Escuela de Frankfurt Los Cuademi de Gramsci a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. El legado de la crisis, de los ochenta, +fa el dominio de un lenguaje cercano a las ciencias sociales como la sociologia, la antropologta, la psicologia y la lingiifstica junto al de la propia historia. En este sentido, en la desorientacién de este periodo hay algo de crisis de identidad de la historia respecto a las demés ciencias sociales. El flujo comunicativo con las ciencias so- ciales fue enormemente enriquecedor para la historia, pero plan- ted en su seno un serio debate respecto a la verdadera naturaleza de sus objetivos. Si la historia es cada vez més narrativa, pierde estatuto cientifico. Al mismo tiempo, las propias ciencias sociales, particularmente la sociologta y la antropologfa, experimentaron su propio «giro narrativo» durante estas dos décadas, por lo que la problemética se extendié al campo de las ciencias sociales. Al mis- mo tiempo, la historia aporta a las ciencias sociales unas notas de absolutizacién y totalidad, a través de una visién integrada del pasado, que ninguna de ellas es capaz de alcanzar por sf sola. No en vano emergié también durante la década de los ochenta un giro histérico en el Ambito de las ciencias sociales, todavia hoy muy presente entre todas esas disciplinas (MacDonald, 1996). Todos estos son problemas que siguen actualmente plantea- dos, aunque evidentemente la intensidad del debate se ha atem- perado ante la resolucidin de alguno de los problemas epistemolé- gicos que se pusieron de manifiesto con tanta crudeza en aquellos afios. Hoy nadie duda de la eficacia del resurgimiento de los mé- todos narrativos, que se ven como un procedimiento adecuado a través del cual la historia ha conseguido no sdlo recuperar la co- nexién con el lenguaje del pasado, sino también con el lenguaje del presente, haciéndolo més referencial y comprensible. Junto a los evidentes efectos terapéuticos de la narrativizacién, también cabe destacar la benéfica funcién que desplegaron las nuevas his- torias a partir de la década de los ochenta. Hayden White El historiador norteamericano Hayden White (1928-) es uno de los principales exponentes del giro lingiifstico que la disciplina histérica experiment a partir de la década de los setenta. Su obra Metahistoria. La imaginacién histérica en la Europa del siglo xr (1973) ha sido una de las mas influyentes de los tiltimos decenios yda una muestra de la fuerza que ha adquirido la misma subdisci- plina de la historiografia dentro del panorama general de Ia disci- plina histérica, El libro combina con eficacia la teoria de la histo- ria con la teorfa literaria, en su detallada interpretacién de las ideas de las figuras mas representativas de la historia y la filosoffa de la historia en el siglo xix: Hegel, Marx, Nietesche y Croce como 298 a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. Exnogratia Diagnéstico en 1989 Herencias y referentes to no sélo transmite una informacién concreta, sino que ademas proporciona las mejores herramientas epistemoldgicas al historia- dor. Las conexiones con los movimientos narrativistas y la micro- historia son evidentes (Halttunen, 1999). Séptimo, el giro cultural se identifica con la antropologia en su dimensidn mas etnografica, es decir, en la que es capaz de in- sertarse en un tiempo yen un espacio para analizar la cultura. Los codigos y las representaciones de la cultura no pueden ser desci- frados de otro modo que conectando lo «poético» y lo «politico», es decir, los procesos lingiiisticos e histéricos. Cualquier intento de definir, representar y explicar la cultura pasa necesariamente por un planteamiento historicista ~aqui es donde el «giro cultu- ral» conecta con el llamado «giro historicista» de las ciencias so- ciales (MacDonald, 1996). En 1989, Lynn Hunt dirigié un volumen sobre las iiltimas tendencias historiogréficas que titulé The New Cultural History (La nueva historia cultural). Quedaba explicitada asf esta nueva corriente, la nueva historia cultural, que habia empezado a do- minar el panorama historiogréfico de la década de los ochenta. Segtin el diagnéstico de la historindora norteamericana, las déca- das de los cincuenta y los sesenta fueron dominadas por la historia econémica y demogrifica, con la aplicacién de métodos cuanti- tativos; la de los setenta experiments la reaparicién de la narra- cién histérica y el predominio de la historia social sobre la eco- némica; en la de los ochenta, la historia cultural ya parecta ser el campo més cultivado por los historiadores. Ademis, habfa teni- do la virtud de estrechar sus relaciones con la historia social, con lo que ganaba todavia mas representatividad y amplitud temati- cay metodolégica. Como suele suceder en estas corrientes intelectuales e histo- riogréficas de alcance amplio, en la nueva historia cultural con- vergen tendencias de naturaleza muy diversa. Por un lado, los historiadores de la década de los ochenta asimilaron los postula- dos del giro lingtifstico y de otras tendencias mas extremas como el postestructuralismo y el deconstruccionismo, dejando de lado sus aspectos més radicales, aquellos que podrian privarles, de he- cho, del ejercicio de la disciplina histérica. Por otro lado, esos historiadores siguieron confiando en los efectos positivos de la interdisciplinariedad, por lo que se beneficiaron de las propuestas de filésofos como Michel Foucault, antropélogos como Clifford Geertz, historiadores de la cultura popular como Peter Burke, na- rrativistas como Natalie Z. Davis, microhistoriadores como Carlo Ginzburg, historiadores de las mentalidades como Georges Duby, referentes de la tradicién materialista como Edward P. Thompson @ historidgrafos como Hayden White y Dominick LaCapra. 304 a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. Rémond Eliade Habermas Agulhon politica. La asociacién era ademas de ida y vuelta, porque la histo- ria también podfa aportar a la ciencia politica una dimensién tem- poral muy dtil para la comprensidn de ciertos procesos politicos, tal como Dennis Kavanagh (1991) puso de manifiesto en su dia. Este revival ha sido favorecido, probablemente, por los proce- sos de globalizacién y por la extensidn del sistema politico liberal- democratico, que algunos se han atrevido a definir como hegem6- nico y definitivo (Fukuyama, 1992). La realidad es, sin emhargo, mucho més compleja, porque la divulgacién de la nueva historia politica se fundamenta en un debate epistemoldgico de renova- cién més que en la consolidacién de un pretendido contexto ideo- légico hegeménico. La diversidad de objetos que plantea la nueva historia politica es multiple. El maestro de la nueva historia poli- tica en Francia fue René Rémond (1918-2007), quien coordin6 un interesante volumen conjunto sobre esta renovada tendencia (1988). El interés generado por temas como la identidad nacio- nal, incentivados por la obra editada por Eric Hobsbawm y Teren- ce Ranger (1984), o la mitograffa politica, sobre todo a través de los trabajos de Mircea Eliade, es evidente. También lo es el fené- meno de la rehabilitacién de la biograffa como un verdadero gé- nero histérico, considerado ahora como uno de los mejores méto- dos para mostrar las conexiones entre pasado y presente, memoria ¥ proyecto, individuo y sociedad, tal como lo ha demostrado Phi- lippe Levillain (1988). El concepto de esfera o espacio publico de Jiirgen Habermas (1929-) desempefié también un papel importante en el renact miento de la nueva historia politica, porque introdujo una nueva teflexién sobre el verdadero Ambito de lo politico, las relaciones entre lo piblico y lo privado, y la posibilidad de analizarlo sin recurrir a las realidades mediadoras de las instituciones, las orga- nizaciones o el Estado. Maurice Agulhon (1926-) conecté, por su parte, lo politico a las mentalidades a través del poliédrico y suge- rente concepto de sociabilidad (La sociabilité meridionale [La socia- bilidad meridional], 1966). La historia de la religiosidad Junto a la nueva historia politica, una de las corrientes histo- riogréficas que ha conocido una mayor vitalidad a partir de la década de los setenta, sobre todo en Francia, es la historia religio- sa. Se ha calculado que la historia religiosa ha representado en los tiltimos treinta afios cerca de un veinte por ciento de la produc- cién hist6rica global en Francia, lo que es un indudable indice de su proliferacién y enraizamiento (Langlois, 1986). La tradicional 312 a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. Idiomas y culturas Le lingiistico y lo social Lenguaje y poder las obras de Robin Lakoff (1975) y Sandra Harding (1975). Las minorfas étnicas 0 religiosas también crean distintas variedades de lenguaje, tal como lo han estudiado Marinus van Beek (1969) y Richard Bauman (1983). Los historiadores sociales del lenguaje se interesan también por las relaciones entre el texto y el contexto, porque parten del postulado de que los miembros de un mismo grupo social o de una idéntica comunidad emplean diferentes variedades de lenguaje en diferentes situaciones. El contexto en el que se inserta el dis- curso lingiifstico es identificado por los sociolingitistas como el registro. El influjo del contexto se verifica, por ejemplo, cuando existe un Ambito plurilingiifstico, como sucede con las lenguas que conviven —o se «conllevan», en expresién de Ortega y Gas- set— en un mismo territorio. El latin fue hablado y escrito como segunda lengua en la Europa medieval y renacentista por aquellos que querfan ser asociados a una elite cultural. El castellano era utilizado como signo de prelacién social en Catalufia hasta tiem- pos recientes, frente a un cataldn ruralizado (Anguera, 1997). Esas estrategias son mas o menos inconscientes, pero en todo caso su eficacia esta sobradamente demostrada (Gumperz, 1982). La frase atribuida a Carlos V es, en este sentido, mas expresiva que un tratado: el francés es la lengua para hablar a los embajadores (lisonjear), el italiano para hablar a las mujeres (cortejar), el ale- man para hablar a los mozos de cuadra (amenazar) y el espafiol para hablar con Dios (orar). Parece légico, en esta direccién, que se haya intentado también realizar una historia del silencio, a tra- vés de las bases filosdficas sentadas por Ludwig Wittgenstein y Jacques Lacan (Fonteneau, 1999) y los experimentos historiogré- ficos de Paul Saenger (1997) y Peter Burke (1996a, pp. 155-176). Todos estos campos de estudio parecen originales y fructiferos. Sin embargo, el talén de Aquiles de la historia social del lenguaje es que no es nada sencillo resolver la siguiente ecuacién: jes la lengua la que modela la sociedad en la que se usa o es un simple reflejo de la sociedad que la usa? Los que se decantan por la pri- mera de las posibilidades suelen alinearse finalmente en las filas del deconstruccionismo; los que parten de la segunda, se propo- nen renovar viejas metodologias, analizando las sociedades a tra- vés de sus manifestaciones culturales —el arte, la literatura y, mas recientemente, el lenguaje. El debate sobre la referencialidad del lenguaje se pone en jue- go también al verificarse que las convenciones lingiiisticas persis- ten a menudo mucho después de haber cambiado las estructuras sociales en las que se habfan creado y que, supuestamente, las sustentaban. Las diferentes formas de trato que subsisten en algu- nos idiomas, como en el caso del «usted» castellano, el «lei» italia- 316 a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. mensaje. Otros, como Roger Chartier en Francia y Robert Darnton en Estados Unidos, se centran especialmente en las transformacio- nes de las formas de lectura: en ptiblico 0 en privado, en voz alta o en silencio, rapido o lento, desde el principio del texto al final o echando sdélo una ojeada y saltandose pasajes, como mucha gente hace en la actualidad leyendo el periédico o viendo la televisién (zapping). Al principio, los historiadores pensaban que podian pre- cisar la generalizacién de la practica de la lectura en silencio o de la lectura répida en un determinado periodo, pero hoy tienden a suge- rir que, mientras un modo de lectura puede ser dominante en un tiempo y lugar concreto, los diferentes grupos 0 individuos son ca- paces de variar los modos de lectura segtin lo requiera una ocasién, «cambiando de marcha» como si estuvieran conduciendo un coche. Por fin, la historia de los sentidos y las emociones, que durante largo tiempo habfa sido considerada inmutable a lo largo de los siglos, se ha convertido recientemente en un popular tema de investigacién. Febvre y Bloch ya habfan considerado que los sen- timientos y las sensibilidades formaban parte de la historia, pero el estudio sistematico de esta materia Ileg6 mucho més adelante. Uno de los pioneros fue Alain Corbin, cuyo trabajo sobre el Li- mousin fue tratado en el capitulo anterior y que mucho mas tarde se interesé en la historia de los olores y la historia de los sonidos, en dos estudios destacables: Le miasme et la jonquille (La miasma y el junquillo, 1982), sobre la funcién del olor en la imaginacién social, y Les cloches de la terre (Las campanas de la tierra, 1994), un estudio sobre lo que él Ilamé «paisaje sonoro» y «cultura sensi- ble». Corbin, ademés, es uno de los editores de los tres voliimenes colectivos de sintesis titulados Historia del cuerpo (2006) Por lo que respecta a la historia de las emociones, aparecieron importantes contribuciones durante las décadas de los setenta y los ochenta, sobre todo las que firmaron dos distinguidos historia- dores de la Europa del siglo XIX, el inglés Theodore Zeldin (1933-) y el norteamericano Peter Gay (1923-). La consolidacién de esta tematica en la esfera académica se inicié hacia la década de los cochenta y su interés ha aumentado incesantemente desde enton- ces, con la publicacién de monografias sobre el amor, los celos, la envidia, la angustia, la ira y el temor, asf como con los debates més generales surgidos en torno a lo que el historiador norteame- ricano Peter Stearns ha denominado la «emocionologia» (emotio- nology). A partir de la década de los noventa, se han organizado un buen ntimero de congresos internacionales sobre este tema, ast como un buen ntimero de voldmenes colectivos publicados en francés, aleman e inglés Un importante debate continta dividiendo a los especialistas sobre este tema. Por un lado, hay académicos que consideran que 321 Historia de las formas de lectura Historia de las emociones a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. lected Subaltern Studies apareci6, editado conjuntamente por Guha y Spivak con una introduccién de Said, dando la bienvenida del grupo y describiéndolo como parte de un «vasto esfuerzo critico y cultural poscolonial». El movimiento «subalterno» pronto se ex- tendié a los latinoamericanistas (en Estados Unidos se fund6 en 1992 el grupo Estudios Latinoamericanos de lo Subalterno) y tam- bién a Irlanda, donde el movimiento por la independencia fue pa- ralelo al de la India a finales del siglo xix y en el siglo xx. Estas tendencias ofrecen un ejemplo inaudito en la historia de la histo- riografia, al verificarse una nueva aproximacién metodoligica ori- ginada en la periferia (aunque algunos de sus Ifderes, como Guha, hayan residido en Europa) que se expande hacia el centro. Natalie Z. Davi: Natalie Z. Davis (1928-) es una historiadora norteamericana especializada en historia cultural, que se hizo célebre a raiz de la publicacidn de su obra El regreso de Martin Guerre en 1982. Esta obra fue disefiada en un principio para un libro de historia, pero pronto se convirtid en el guidn cinematografico para la pelicula que protagoniz6 Gérard Depardieu, del mismo titulo, y esta dedi- cada a la narracién de la vida de una campesina de una aldea francesa de los Pirineos. Davis convirtié una documentacién ju- ridica resultante de un juiicio por adulterio en una trama narrativa lineal, coherente y bien tramada. El libro narra la historia de una campesina de un pueblo francés del siglo xVI que ha sido abando- nada por su marido. Al cabo de un tiempo, Ilega a esa aldea un forastero que, basindo- se en su extraordinario patecido con el an- tiguo esposo, se hace pasar por él de modo fraudulento. La campesina acepta la nueva situacién, quiz4 ansiosa de mejorar la ex- periencia de la convivencia con su ante- rior consorte, quizé intentando abandonar su estatus de mujer viuda, generando una compleja psicologfa, descrita de modo ma- gistral en el libro. Finalmente, la gente del pueblo empieza a recelar del impostor, in- codndose un proceso judicial que es preci- samente el que genera la documentacién que Davis utiliza para construir su relato A lo largo del libro, aprovechando la com- pleja trama de la historia y las problemati- cas morales inherentes a la situacién gene- 327 ««Estas semanas debieron ser un period dificil y solitario para la mujer que esperaba una sentencia El regreso de Martin Guerre, 1982, capitulo 7 a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. La importancia de erpetuar la memoria de fa independencia La historia como constructora de identidad era una historia que combinaba los grandes nombres con las gran- des gestas; se entiende también aqui el porqué de la proliferacién de las biografias y la construccién de un verdadero panteén de hé- roes nacionales por parte de los historiadores. Una de las primeras historias en ser escritas fue la del colombia- no José Manuel Restrepo (1781-1863). En 1827 publicé en diez voltimenes ~siete de historia y tres de documentos— la primera edi- cién de su Historia de la revolucién de la Repriblica de Colombia en la América meridional, cuya preocupacién central era comprender y definir el proceso independentista, La obra, dedicada a Bolivar, te- nia como epigrafe una cita de Voltaire que hacfa mencién a contar a la posteridad slo aquello que fuera digno de la posteridad («Ne dites a la posterité que ce qui est digne de la posterité»). Y, clara- mente, una historia de las revoluciones de la independencia era algo insoslayable para el futuro, pues era el momento en que nacia la nueva nacién. La obra, cuya primera edicién Restrepo habfa ter minado de escribir en 1824, fue el resultado de un interesante tra- bajo del autor, pues tuvo que reconstruir los hechos a partir del disperso estado de las fuentes y de su memoria, comprometida con los hechos que narraba, dando cuenta de la poca perspectiva tem- poral que tena. Tanto asi que tuvo que retocar su obra por el final dispar de muchos de los procesos que habia descrito, publicando una segunda edicién en 1858 (Colmenares, 1989). ‘Asimismo, uno de los primeros trabajos de los hermanos Mi- guel Luis (1828-1888) y Gregorio Victor Amunategui se Ilamé Los tres primeros aos de la revolucién en Chile, en donde estudia- ban el periodo comprendido entre 1810 y 1812. Por otra parte, de los ocho voltimenes de la historia de Claudio Gay, cuatro estaban dedicados a la independencia y los primeros afios de la nacién, mientras que sélo en los cuatro primeros abarcaba los casi tres sie glos de colonia. Asimismo, la primera gran obra de Diego Barros Arana fue su Historia general de la independencia de Chile (1854), escrita en cuatro voltimenes. El argentino Vicente Fidel Lépez también escribié una Historia de la revolucién argentina en 1881 en cuatro voliimenes. Y asi lo hicieron muchos otros. No obstante lo anterior, seria inexacto reducit la preocupa- cién de los historiadores a la independencia. Si bien es marcado el interés por estudiar tales procesos, con el paso del tiempo fue- ron amplindose los temas. En la misma medida en que iba defi- niéndose y aclaréndose el origen hist6rico de las naciones, nuevas cuestiones salfan al paso, derivadas de la experiencia propia de la formacién de los estados nacionales y de la necesidad de conocer su pasado, definir su identidad e identificarse con ella. Ast, la ta- rea de estudiar la colonia y, a medida que pasaban las décadas, los primeros afios de vida independiente comeng6 a ser igualmente 380 a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. Elinflujo de Frederick J, Turner no Daniel Cosfo Villegas para una coleccién que publicaba el Fon- do de Cultura Econémica, del cual él era el director. Durante la segunda década del siglo xx, los exilios obligados a causa de las dictaduras que sacudieron varios paises latinoamericanos, asi como los estudios 0 experiencias comunes en el extranjero, permitieron entablar relaciones académicas que se materializaban en publi- caciones e investigaciones concretas. Uno de los casos mas des- tacados ha sido la prolongada colaboracién entre el historiador brasilefio Cito F Cardoso (1942-) y el argentino nacionalizado costarricense Héctor Pérez-Brignoli (1945-). Uno de sus primeros trabajos fue Los métodos de la historia (1976), un manual de metodo- logfa histérica que expresaba un interés por desarrollar un modelo latinoamericano de historiograffa (Zermefio, 2011). Publicaron en conjunto, ademés, una serie de trabajos sobre historia econémica y social, entre los que destacan El concepto de clases sociales (1977), Centroamérica y la economia occidental (1977) e Historia econémica de América Latina (1979). Podra parecer que las principales influencias durante estas déca- das llegaron desde Europa, lo que es cierto, aunque no se puede desconocer el desarrollo interno de ciertas corrientes que permitie- ron la recepcién de tales influencias y metodologfas. Sin embargo, hay también ejemplos de influencias norteamericanas que no pasa- ron por Europa y tuvieron cabida en la historiograffa latinoameri- cana. Una de ellas es la idea de frontera del historiador estadouni- dense Frederick Jackson Turner desarrollada en su libro The Frontier in American History (1921). Uno de los campos destacados de apli- cacién ha sido el estudio de la frontera mapuche de la Araucanfa, tema para el que sobresalen los trabajos de Sergio Villalobos, entre ellos Relaciones fronterizas en la Araucania (1982). Las tendencias recientes Los pasos dados por la historiografia latinoamericana en las tiltimas décadas han estado marcados por la consolidacién y ex- pansi6n institucional, asf como por las mayores posibilidades de conexidn con el resto del mundo. Un primer aspecto a destacar es la proliferaci6n y consolidacién de las universidades. En Brasil, por ejemplo, en la década de los ochenta practicamente cada es- tado contaba con una universidad, las cuales oftecian licenciatu- ras y maestrias en historia, fomentando asf los estudios hist6ricos regionales. Asimismo, se produjo un crecimiento en archivos re- gionales y centros de investigacién, a la vez que mejoré la organi- zacién de los archivos nacionales. Al mismo tiempo, crecié el interés por hacer estudios de posgrado, a la vez que estos se torna- 426 a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. ejemplo de estas tendencias ligadas a la nueva historia cultural es el libro editado por la historiadora mexicana Pilar Gonzalbo, Gé- nero, familia y mentalidades en América Latina (1997). En él se reti- nen articulos tanto de autores latinoamericanos como extranje- tos, abarcando paises como México, Cuba, Venezuela y Chile. En el mismo prdlogo del libro se sefiala el interés de la publicacién por aportar en el desarrollo de la historia de las mentalidades, los estudios de géne- ro y las relaciones familiares en América Latina, siguiendo los caminos que habfan abierto los trabajos de historiadores como Ariés, Duby, Ginzburg y Darnton Mas alld de la produccién de fines de la década de los ochenta y de los noventa, la mayor recepeién de estas tendencias y pro- ducci6n hist6rica en torno a la nueva his- toria cultural se ha producido a partir del afio 2000. Se han publicado trabajos sobre la historia del consumo, la educacién, el viaje y las representaciones de los viajes, la teorfa cientffica y la lectura, entre otros. Al parecer, todo tiende a apuntar a que, en esta travesfa, atin queda mucho camino por recorter. José Luis Romero José Luis Romero (1909-1977) nacis en Buenos Aires al poco tiempo de que sus padres y siete hermanos espafioles llegaran a Argentina. Estudié historia en la Uni- versidad de la Plata, en donde se doctors con una tesis sobre Los Gracos y la crisis de la repriblica romana (1939). El gran interés de Romero en su vida intelectual fue el es- tudio de la civilizacién occidental, po- niendo el acento en los momentos de cri- sis. Del mundo de la Antigtiedad pasé al mundo medieval, alentado, en parte, por la presencia del medievalista espaol exi- liado en Argentina Claudio Sénchez-AL- bornoz (1893-1984), periodo sobre el cual escribié dos importantes libros, La revolu- cidn burguesa en el mundo feudal (1967), y 431 ««Hacia 1880 se acvierte que el pafs ha suftido una pprofunda mutacién:es entonces cuando fa era aluvial [término que hace referencia a la masiva legada de inmigrantes a Argentina] se nica [...] El primer sig- no [...] es, en el campo polticosocial, un nuevo ci- Yortio entre las masas y las minorias. Las masas han cambiado su estructura y su fisonomia y, por reflejo, las minorias han cambiado de significacion y de act- tud frente 2 ella y frente a los problemas del pals Las consecuencias de este hecho fueron inmensas y pperduran atin hoy en el panorama argentino. El ss- ‘tema institucional establecido y puesto en vigor por los grupos liberales dejé de ser, poco a poco, ade- cuado a la realidad: superior a ella en algunos as- ectos, mas insuficiente en muchos otros. Estaba preparado, para regular el juego convencional entre partidos de una misma clase social y aseguraba el funcionamiento poltico de una sociedad en la que la masa daba por admitido el legtimo monopolio del poder por parte de una minoria en la que reconocla Ciertas autenticas virtuces repubicanas pero results insuficiente en cuanto la lucha se planted entre cla- '€5 que combatian por sus privlegios 0 por sus aspi- raciones, sin darse cuartel ni reconocerse derechos preestablecidos. As! se determinaron dos lineas pol ticas antagénicas, cuyo choque repercutié en la esta- bilidad del sistema institucional. La tradicién liberal adquiri6, cada vez més, un carécter aristocrético y conser-vador en respuesta a los sentimientos confu- 08-en parte retrdgrads y en parte avanzados— de la nueva masa que se constitula debajo de las mino- ras, La masa, por su parte, esboz6 una tendencia Popular democratica y coincidente en parte con fos ideales del liberalismo y en parte opuesta a ellos. Diversos grupos empufiaron sucesivamente cada una de esas banderas. y se lanzaron a la lucha en defensa de la totalidad de sus principios 0, a veces, de alguno de ellos que, en cierto momento, parecta polarizar la simpatia general La lucha entre estas di- versas corrientes [...]lega hasta nuestros dias y atin asistimos al combate sin que nos sea dado prever cémo se desenvolverdn sus uitimas etapas. El ciclo de la Argentina aluval estd atin inconcluso y no offe- ce sino interrogaciones y enigmas.[...] Del resulta- do de esta contienda dependerd el curso histérico ‘que siga la reptiblca, su futuro préximo y su destino Iejano, promesas y amenazas a un tempo.» Las ideas polices en Argentina, 3." ed. aumentada, 1975 a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. 5. La historiografia latinoamericana en el siglo xx: |a profesionalizacién de la historia y la consolidacién de su institucionalizacién * La historia en las universidades: los profesionales de la historia vs. los amateurs. + El surgimiento de escuelas nacionales. + La comunidad profesional. + Nuevos intereses y practicas historiograficas:la influencia de los Annales, la historiografia econémica y la historia social, + La nueva historia cultural y la nueva historia politica: renovacién historiogréfica desde 1980 al presente. * Representantes: — Daniel Cosio Villegas. ~ Edmundo O'Gorman. ~ José Luis Romero, | —Tulio Halperin-Donghi. SELECCION BIBLIOGRAFICA No existe un trabajo global sobre la escritura de la historia en América Latina. Un buen punto de partida, aunque su aproxima- cién al tema es parcial, son los diversos artfculos publicados re- cientemente en inglés en los voltimenes tres a cinco de la Oxford History of Historical Writing (Oxford, 2011-2012). Para el pasado precolombino, son especialmente dtiles los tra- bajos sobre México de Miguel Leén-Portilla (1961 y 1969). Para las crénicas ¢ historias coloniales, una aguda y sugerente mirada se encuentra en Brading, Orbe Indiano. De la monarquia catélica a la repiiblica criolla, 1492-1867 (México, 1991). El trabajo de Mig- nolo, «Cartas, crénicas y relaciones del descubrimiento y la con- quista» (Madrid, 1992) también es sumamente iluminador. Estas dos aproximaciones se pueden complementar con Adorno, Lite- ratura de resistencia en el Perit colonial (Austin, 1991) y, para el si- glo xvii, con el ya clasico estudio de Gerbi, La disputa del nuevo mundo. Historia de una polémica, 1750-1900 (México, 1982), y el més reciente de Cajiizares-Esguerra, Cémo escribir la historia del nuevo mundo (México, 2007). Para conocer a gran parte de los historiadores del mundo colonial, el libro de Esteve Barba, Histo- riografia indiana (Madrid, 1992), aunque poco analitico, tiene el mérito de introducir a un gran ntimero de ellos. El problema de los trabajos sefialados es que muchas veces se olvidan de Brasil, por lo que es necesario complementarlos con el importante traba- jo de Rodrigues, Histéria da histéria do Brasil (Sao Paulo, 1979). 436 a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. La historia militar La historia intelectual Historia de la cultura visual Historia de la escritura La tradicional historia militar, centrada en batallas y generales, sigue atrayendo al gran puiblico, especialmente en Gran Bretaiia, pero un nuevo tipo de historia militar, con una mayor componen- te social y cultural, esté sustituyendo a la anterior. Dos ejemplos de esta transformacién son los dos libros de John Keegan, The Face of Battle (Elrostro de la batalla, 1976) e Intelligence in War (El servicio de inteligencia durante la guerra, 2003), 0 el de Jay Winter, Sites of memory, sites of mourning. The Great War in European cul- tural history (Entre el duelo y la memoria: la Gran Guerra en la his- toria cultural europea, 1995). La historia cultural y la intelectual, antes separadas, se estén uniendo cada vez mas, gracias al aumento del interés por las «s0- ciedades del conocimiento»; en otras palabras, surge la historia cultural de las instituciones intelectuales como los seminarios y la funcién de las universidades, asf como las précticas intelectuales y académicas como las conferencias o los articulos publicados en revistas especializadas. Las defensas de las tesis doctorales 0, espe- cialmente, las conferencias inaugurales o presidenciales de las reuniones anuales de las asociaciones de historiadores son anali- zadas como «representaciones del conocimiento». La historiogra- fia norteamericana se ha interesado especialmente por este tema, como por ejemplo el trabajo de William Clark, Academic Charis maand the Origins of the Research University (Elcarisma académico 4 los origenes de la investigacidn en la universidad, 2006), pero tam- ign la francesa, con Frangoise Waquet, Parler comme un livre: Voralité et le savoir (Hablar como un libro: la oralidad + el saber, 2003), y la alemana, con Martin Mulsow, Die unanstiindige Gelehrtenre- publik (La incivil repriblica de las letras, 2007). La historia del arte esta siendo desafiada 0 complementada, una vez més, por la «historia de la cultura vistiabs, que parte de una concepeién mucho més amplia de las imagenes, como anuncios publicitarios, tatuajes, graffiti, postales, imagenes de religiosidad popular y dems, Todas estas imagenes aparecen como alternativa a las «obras de arte» tradicionalmente consideradas, estudiéndo- las como evidencias de las tendencias culturales més que como elementos singulares 0 manifestaciones artisticas extraordinatias. Algunos studios influyentes en este campo son los de Hans Bel- ting, Bild-Anthropologie (Antropologia de las imagenes, 2001), y Craig Clunas, Empire of Great Brightness: visual and material cultu- res of Ming China (El imperio del sol: culewra viswal y material en la China Ming, 2007). De modo anilogo, la historia de la literatura esté siendo absor- bida por una concepcién més amplia de la escritura, centrindose en la escritura de las mujeres, como se pone de manifiesto en el li bro de Virginia Cox, Women’s Writing in Italy, 1400-1650 (Mujeres 440 a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. En primer lugar, consideramos que los historiadores deberfan superar el largo y tantas veces estéril debate entre quienes sostie- nen la «historia como arte» y quienes ven la «historia como cien- cia» e intentar combinat las dos en diferentes dosis, dependiendo del tema tratado y del temperamento del propio historiador. De este modo, el historiador podrd reconocer simulténeamente, por un lado, la necesidad de una critica sistematica y rigurosa de las fuentes, tal como enfatizé Ranke, y la necesidad de aplicar méto- dos cuantitativos, especialmente en la historia econémica, pero también en otros ambitos, y, por otto lado, la puesta en ejercicio de la perspicacia y la intuicién para la interpretacién de las indi- vidualidades y de las culturas, asf como la activacién de la imagi- nacién histérica. Logicamente, la propuesta de producir una sintesis de la histo- ria-como-arte y la historia-como-ciencia nunca sera completa. Los historiadores tienen que vivir con la conviccidn de que estos dos ideales nunca serén plenamente compatibles, tal como suce- de en el ambito moral: el historiador-filésofo Isaiah Berlin (1909- 1997) ya afirmé que los ideales humanos como la libertad y la igualdad no son, en Ia realidad, plenamente compatibles. De modo similar, las conclusiones entre la macrohistoria y la micro- historia tampoco son del todo compatibles, dejando a los histo- riadores en una posicién similar a la de los fisicos que definen la luz en ocasiones como «ondas» yen otras como «particulas», sin set capaces de reconciliar las dos concepciones. De hecho, en muchas ocasiones, el situarse en una u otra posicién depende del punto de vista del propio historiador o del cientifico, algo que es, como se sabe y como demuestra el sentido comtin, irrepetible para cada persona. En segundo lugar, la misma experiencia que hemos atesorado a la hora de escribir este libro nos hace reconocer la incesante rique- zay variedad de las formas de la escritura hist6rica, que se ha des- plegado a lo largo de la historia y se despliega en la actualidad en miiltiples perspectivas y puntos de vista (hombres y mujeres, desde arriba y desde abajo, desde el este y desde el oeste), y esto es indu- dablemente un gran logro. Pero este beneficio tiene también su cara oculta, que es el riesgo de oscurecer el «cuiadro general», que ha sido tantas veces ambicionado por los historiadores en forma de chistoria total» (histoire totale, total history, Gesamtgeschichte) . Los académicos que trabajan con una visién global y contintian lu- chando por conservar el cuadro global suelen ser ademas «especia- listas de lo general». Pero, finalmente, considerar el pasado como un todo se convierte en algo cada vez mas complejo. Por tanto, debemos continuar intenténdolo, incluso partiendo de la realidad de que nuestras visiones individuales son limitadas. 449 Reflexiones finales a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. Prologo .. 1, La Antigiiedad clasic (Catalina Balmaceda) Grecia y Roma La historia como investigacién Utilidad y fines de la historia Historia y retérica Discursos.. Caracterizacién . Emociones y emulacién El historiador Método y fuentes... La historia en Grecia . Herédoto Tucidides . Jenofonte.... Historiadores helentstico POLibIO renee Dionisio, Diodoro, Apiano, Arriano . Plutarco. Dién Casio. La historia en Roma. Historia republican: César. Salustio Tito Livio.. La historia durante el periodo imperial 487 U1 13 16 18 21 22 24 26 29 31 32 34 35 36 37 38 39 40 42 8 44 46 47 a You have either reached 2 page thts unevalale fer vowing or reached your ievina tit for his book. La diferenciacién de los géneros . 185 Las historias del mundo La difusion de los modelos arabes, Historiografia islamica moderna 187 Ibn Khaldun .. Mustafa Naima 189 La historiografia chin, 190 La historia oficial . 190 Aprendizaje mediante la evidencia . 191 La difusién de los modelos chinos Historiografia china moderna .. 193 Sima Qian. ses 194 Ouyang Xiu .. 195 Comparaciones y conclusiones.. Esquema 197 Seleceién bibliogratica... 197 . El siglo de la historia: historicismo, romanticismo, positivismo... 199 Gaume Aurell, Peter Burke) La época de las tradiciones nacionale: 200 La historia nacional.. 200 La via ilustrada de la historiografia alemana 202 La historiografia francesa: del romanticismo al positivismo. La via empirista briténica y la historiografia whig. La historiografia liberal espaiola .. : Jules Michelet Thomas Maca Frederick J. Turner. La historiografia positivist El historicismo cldsico aleméi La historia profesional fuera de Alemania : Lahistoria alternativa: economia, sociedad y cultura. 210 213 217 218 219 220 221 cientifismo y profesionalizacién Hipslito Taine... 230 Leopold von Ranke 231 Jacob Burckhardt... 233 Esquema... 234 Seleccién bibliog 235 De entresiglos a la década de los setentat la reaccién frente al positivismo .... 237 (Jaume Aurell, Peter Burke) 237 238 241 242 La reaccién frente al positivismo Los historicistas de entreguerras.. La objetividad historia cuestionada El organicismo histérico... 490 La historia y la sociologi Meas, ideologias, conceptos Lat historia de la ciencia y del arte . Benedetto Croce La escuela de los Annales Escuela nacional y suces La fundacion de la escuela El estructuralismo historic Labrousse y la historia econémica La historia de las mentalidades.. El futuro incierto de los Annales Lucien Febvre...... Mare Bloch. Fermand Braudel.. Georges Duby. El materialismo histérico Marxismo e historia .. La escuela marsista britdnica de la posguerra .. Edward P. Thompson Esquema Seleccidn bibliogrdfica generacional . Las tendencias recientes: del giro lingiiistico a las historias alternativas .... (Jaume Aurell, Peter Burke) El posmodernismo y la crisis de la historia...... La ruptura posmoderna. EL giro antropoldgici El giro lingiifstico La crisis de la historia. Hayden White... Clifford Geertz i La descentralizacidn y las historias alternativas. La nueva historia cultural... La nueva historia narrativa y le adoro, La nueva historia politica... La historia de la religiosidad .. La historia social del lenguaje La historia de la vida cotidiana.. La historia de géner0 no Estudios subalternos y poscoloniales Natalie Z. Davis Carlo Ginzburg .. Joan Scott. De la fragmentacién a la sintesis sstructuralista 491 245 249 251 252 253 254 256 259 261 264 268 270 271 272 273 274 277 281 283 284 287 287 288 290 293 295 299 300 302 307 3 312 314 317 322 325 322 328 329 330 uando los cambios sociales y culturales se aceleran, el inte- Feo Nemes elated Berke a Cosiel CZ Ome ET Ultimas décadas hemos experimentado el fendmeno de la SKC Crore mnetCCOn rth ern enti ed| pasado, especialmente por el pasado reciente, que ha tomado forma Coon hiclox Mo splers (eC MMen CMT CO ueOMme ole Tenta tes CO Lau hea od eer ree SM ees ete one Caer Aa er supuesto, de libros y articulos, tanto de ambito académico como di- vulgativos. Quizd la explicacién de este fenémeno es que, en la edad en que la vida cotidiana se transforma tan rapidamente, la gente se siente desorientada. Un modo de resistirse al cambio es aferrarse a las Peta se Reo Mee Re CeCe) soot Ene Le EMER RKO se Re Reser en el presente. Hay quien piensa que es preferible que el pasado -o por lo menos algunos eventos del pasado- continue en el olvido, pero incluso aquellos que desearian enterrarlo son ahora forzados a introducirse en un debate abierto, de fuertes connotaciones publicas Sec M enone meer tater isan ate aay on RYE en MW Eee Re Le iniciacion a la historia de la Historia, producto del magisterio de cuatro FA OXON en LAL ECOL OM Oe tee OLLI Lea Peter Burke y Felipe Soza) de diferentes nacionalidades y diferentes conti- Fa OM MLM ee a Ra ken para las futuras generaciones de bistoriadores. al.com ate libra he sido impreso en papel cole, cxye materia AK =H oaeemea tier Dees bsterd

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