You are on page 1of 53
pe iteeey in Margarita Londono lcci tote de papel. Torre Aza) ISBN 978.958-04-9846.9 Joanbianos 2, Internet - Cventos 3. Bl Cairo (Bgipto)- Cuentas infanies CEP-Banco de ls Repstlica-Bibioteca Luis Ange! Ara (© Margatia London, 2007 Pallicido de acuerdo con Ia autora {© Béitorial Norma S.A., 2007 ‘Monjitas 527, piso 17, Santiago, Chile, Prohibia fs reproduccién total parcial de esta obra tin permizo escrito dela Editorial Febrero: 2007 Iimpeeso por Faitorae fmprenta Maval, Rove "530, San Jou Jmpoeso en Chile - Panu in Chile Disefo de cublera:Patisa Martine: ce. 26011587 ISBN 978-958.04.9846.9 fp Contenido Juanito el internauta Encuentros del tercer tipo iE] profe le creyé! Comienza el viaje La biisqueda La luz del mal Regreso con delete 25 43 67 7 89 105 Juanito el internauta Tiida Pinz6n se senté como todos 108 dias frente al computador. Preparé sus manos haciéndolas crujir con una dramé- tica torcedura de los dedos y se dispuso a navegar muchas horas por internet. Esto se habia convertido en el peor problema para sus padres que no se resignaban a verlo alelado frente a la pantalla horas de horas, mientras sus cuaderos y libros descansaban por ahi, abandonados dentro de la mochila en algiin rincén de su desor- denada habitacién. Realmente decir que la habitacién de Juanito Pinzén era desordenada es una equivocacién mayor: Todas sus cosas guat- daban un riguroso orden que s6lo él cono- cia y en medio del cual s6lo él encontraba Jo que queria. Porque, eso sf, Juanito gozaba de una prodigiosa memoria que le permitfa acordarse de que habfa dejado el soldadito de coleccién junto a una cauchera que le habja regalado un nifio campesino en una ‘excursién a los farallones de Cali, hacia dos afios. Y que ambas cosas estaban junto ala pata izquierda superior de su cama. Tam~ bién sabia perfectamente que el cuadro con el resultado de goles de los equipos de fiitbol estaba cuidadosamente doblado dentro del cuaderno de Matematicas del aiio pasado, colocado debajo de los CD dentro de una caja de galletas vacfa que se encontraba al fondo del tiltimo cajén de su cléset. Y asf Juanito mantenia un orden logico de alianzas entre juguetes, objetos titiles y curiosidades indtiles que tenfan en su memoria un cédigo de biasqueda mas perfecto que el de su computador. Entre otras razones, porque podia referenciar la biisqueda a situaciones que sélo él conocia. Le bastaba con recordar en qué momento Jbfa juntado dos objetos, para que en su memoria se hicieran presentes y aparecie- ran milagrosamente ordenados los datos de dénde los habfa puesto y cuando los habfa usado por Giltima vez. Esta memoria de prodigio lo habfa salvado muchas veces frente a los profesores y con ella lograba que su mamé aceptara a regafiadientes que no iba a perder el afio. Pero, sobre todo, con ella habia convencido a todos en [a casa de que no le tocaran sus cosas porque se las embolatarian si las llegaran a cambiar de sitio. io —Es que soy ordenado a mi manera —decia, con una mezcla de orgullo y pre- ) no se lo crefa nadie. Su habitaci6n, a ojos de cualquier intruso, era el caos. Incluso la sefiora que ayudaba con el aseo habfa perdido la esperanza de poder entregar algtin dia el parte de victoria sobre la “pieza del bochinche”, como acostum- braba llamarla su mama. Juanito se negaba a dejar que la empleada recogiera algo de Jo que habia bajo los muebles. Escasamente aceptaba que levantaran las medias de tres dias, esparcidas por toda la habitacién, o los tenis renegridos que por fuerza de Ia ley materna debian ira la lavadora, 0 el suéter del colegio que se quedaba amarrado a la mochila con un nudo tan apretado que en cada retirada se le iban desprendiendo un poco mas las mangas. Asi que la lucha del caos contra el orden se daba a diario en el mundo de Juanito; tanto que muchas veces terminaban olvi- dandose de entrar a esa espantosa habita- ci6n para evitar un disgusto con El Rebelde del Computador, como le decfa su papa. Pero otros dfas su mama arremetia con la complicidad de la empleada para hacer aseo general, y alli se produefa su explosion de rabia cuando, al volver Juanito del cole- gio, encontraba su mundo patas arriba, sin la menor esperanza de encontrar sus cosas més queridas. Pero en lo que no habfa permiso para inmiscuirse, aunque su mam, su pap4 y la empleada insistieran, era en sus libros, manuales y revistas de computaci6n. Todos estaban en una caja de cartén semidestrui- da, a los pies de la mesa del computador, que milagrosamente permanecia libre de chécheres, limpia y reluciente como un altar sagrado, ante el cual Juanito pasaba Jas horas de las horas sin acordarse de nada ‘més, ni siquiera de comer. Juanito incluso habfa olvidado para qu servian los juguetes. Alli estaba el arco con las flechas adornadas de plumas que su tfa le habia regalado la dltima Navidad. El balén de faitboi lo habfa extraviado en el colegio, y la bolsa con canicas de cristal que se habia ganado gracias a su excelente punterfa descansaba ahora dentro de la pecera con dos tristes pececitos que sélo recibian algo de comida cada dos o tres dias. —iCémo se te ocurre tirar esas bolas de colores en la pecera! Ie reclamé su mama una mafiana cuando la estaba lavando. —Pero, mami, asi esos pececitos van a pensar que les lleg6 compafia. A lo mejor creen que cada bola es un cupis més. Ffjate lo contentos que estén. Su mamé balanceé la cabeza inérédula, pero terminé por aceptar la excusa, pen- ndo que al menos en esa accién habfa una buena intencién. Pero Ia verdad es que a Juanito Pinzén las bolas, los peces, el balén y todo, absolutamente todo le importaba un pito. El sélo estaba intere- sado en su computador y en navegar por el ciberespacio. 3 Para Juanito Pinzén no existfa nada més que el internet. Su papa, un exitoso ingeniero de sistemas, maldecfa el dia en que se le habia ocurrido aparecerse con un computador e instalarlo en el escritorio de su hijo, “Es como haberlo perdido para el mundo real —les dijo a sus amigos, que lo consolaban contandole las travesuras de sus respectivos hijos. “Tanto que luché por apartarlo del televisor para que ahora caiga en manos de otra pantalla que, entre otras cosas, fue la tinica capaz de alejarlo de la tele _—-aseguré su papé, mientras terminaba de revisar un programa que su empresa estaba desarrollando para controlar inventarios por computador—. Porque la verdad es que Juanito sélo dejé de ver televisi6n ese dia, cuando se le ikuminé Ia otra pantalla y entr6 al mundo del ciberespacio. TY todo por mi culpa! ‘Ahora llegaba del colegio directo a nave- gar, Entraba a todos los sitios, recorriendo con sus dgiles deditos las teclas que lo conec- taban al mundo infinito del ciberespacio. Un miércoles, con esas ansias de viajar por Ia red, con ese deseo de aventurarse en los mares de la informatica, empez6 a improvisar rutinas de bisqueda, adentrén- dose en sitios desconocidos de los que s6lo habia ofdo hablar en los canales del cable y en las revistas especializadas. Buscé las direcciones de cientificos de laNASA y de expertos que guardaban la informacién del ciberespacio en las universidades extran- jeras, Entré a sitios confidenciales con las habilidades de un hacker experto. Le habia ofdlo decir a su padre que existian personas dedicadas a penetrar como ladrones en los sistemas de las grandes compafias para robar informaci6n 0 conseguir datos para hacerse millonarios. Sin embargo, a Juanito no le intetesaba el dinero. {Para qué? —les dijo a sus amigos—, Lo que yo quiero son aventuras, riesgos, descubrir cosas que nadie ha descubierto. Sus amigos se refan porque lo crefan un poco lundtico: —ZY con qué crees que se viaja, ah? {Con plata, claro! No seas bobo, que tin hacker hace lo que hace para ganar lucas, ientendiste? Lucas! Se sintié decepcionado de sus amigos. Y en ese momento tomé la decisién secreta de ser un hacker distinto, sin amigos mo- is i6 estos, sin andar pensando en robarse nada. Sélo queria tener informacién del espacio. Pero no del ciberespacio, no del mundo de los sistemas; de ese ya sabia lo suficiente y lo que le faltara lo podria aprender facil, leyendo los manuales de su pap. iNo! El queria saber del espacio verdadero, del es- pacio interestelar, de esos mundos lejanos que descubriria algin dia. Porque pensaba que si en la Tierra se usan los computado- res, en otros lugares del espacio infinito deben usarlos también. Juanito se propuso entonces ser el nuevo Cristébal Colén del tercer milenio. —Yano quedan islas por descubrir, no hay un solo metro de suelo en este planeta que no haya sido estudiado. Pero sfexisten miles de millones de estrellas, planetas, asteroides, y yo los voy a encontrar viajando como se viaja en el mundo moderno, por medio de los computadores, de las conexiones que permiten una comunicaci6n virtual. Asi que se dedicé con empefio a buscar informacién ultra secreta sobre el espacio. Naveg6 muchos dias perdido, sin rumbo claro y con poca idea de adénde queria llegar. No encontraba nada realmente nuevo, algo fascinante que le permitiera avanzar en su idea de conectarse con algo més alla, con extraterrestres 0, al menos, con las sefiales de los satélites en la drbita de la Tierra. Una noche, desanimado, se alej6 por un rato del computador después de dejar un. mensaje en un sitio extrafio sobre ovnis; uno de esos sitios que mas parecen perte- necera brujos y esotéricos que a verdaderos cientificos. Bajé a la cocina a buscar algo de comer, pues llevaba muchas horas sin percatarse del tiempo, sin levantarse si- quiera para ir al baiio, sin despegar los ojos de la pantalla, y ya su cuerpo no aguant6 més, Eran las dos dé la mafiana. Todo el vecindario estaba callado y la casa estaba a oscuras. Sdlo Rocky, su fiel perro pointer de pintas rojas, lo acompafiaba somnoliento, mientras sus papas dormian. En medio del silencio, slo se escuchaba el ronquido uniforme de su pap4 y uno que otro ladri- do del perro del vecino que se pasaba las noches persiguiendo gatos vagabundos y que muy probablemente era el culpable de Jos regueros de basura que aparecfan cada mafiana en el andén. Asi que, fuera de esos ruidos conocidos, en esa noche nada podria ofrse sin que espirar y atento ja certeza de habitac Se senté pu la hasta que na de la mesa del comedor. 20 todo el mundo conoce y que ilumina de una sola vez, esta estaba hecha de rayitos separados, rayas iluminadas, cada una con su propia trayectoria. A cada objeto con el que se topaban le hacian primero tin cfrculo de iluminaci6n, para luego irlo penetrando como si estuvieran quemando la superficie hasta traspasar el objeto y seguir su rumbo de iluminaci6n, transparentando hasta los objetos més s6lidos, dejando ver su interior, mostrando los huesos de las cosas. Uno de esos rayitos lo tocé en la palma de la mano y fue entrando en sus tejidos, como rayos equis que primero muestran la piel trashicida y después los huesos. El hilo de luz siguié avanzando por la palma de su mano hasta que la atraves6 como una aguja larga, brillante y trasiiicida y luego siguié su trayectoria por la pared abriendo un hueco de luz en el techo por el que podia ver el esqueleto de sus padres. —iNo, no, mi mano no! —grité asustado y traté de quitarse la luz de la mano, agitan- dola con fuerza, pero esta segufa ahs, atra- vesandolo. Sentia un cosquilleo fastidioso, como si tuviera la mano dormida. Se desperts. Estaba asustado, sudaba y tenia la respiraci6n agitada, como si hu- biera corrido un largo trayecto perseguido por fantasmas. Y, sf, tenia cosquilleos en la mano, pero no porque la hubiera atra- vesado ningtin rayo, sino porque se habia quedado dormido sobre e Juanito sonri6, burlandose de su suefio: —Podria jurar que esa luz me atraves6 la mano de verdad. iPero como? No, qué ton- teria. Y no debo contarselo a nadie. Todos se burlarian de mf. Rayos que traspasan, ja jaja.

You might also like