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Fuera de lugar: ¿cuáles son las sillas, los puestos y las posiciones de los hombres y
pelaos en Cartagena de Indias?
El modelo hegemónico de masculinidad tiene nombre para los que encajan y desencajan
él: los hombres deben demostrar hombría mediante la violencia y fuerza, y no deben
mostrar debilidad ni sentimientos; los que hagan lo contrario se les llama maricas. A las
mujeren que desencajan se les llama machorras. Entonces, ser hombre implica que deba
asumirse una masculinidad que se convierte en un factor de riesgo para los hombres y
mujeres.
Tener que guerrear siempre plantea el ser hombre como un factor de riesgo para los
mismos hombres, pero también para las mujeres y el mundo en general, porque la guerra
y violencia afecta a la vida en todas sus formas.
Se deben fortalecer ideas de ser hombre donde este no sea violento y guerrero; a la crítica
de este modelo; a la construcción de nuevos conceptos y práticas de vivir donde ser varón
signifique fraternidad, justicia y equidad entre hombres, mujeres y el entorno. Solo así se
podrá destruir el modelo patriarcal machista y el problema de pandillas.
Por ser tan profundo el problema, en su solución deben participar principales agentes de
formación como la casa, familia, barrios, instituciones educativas y medios de
comunicación, los cuales son los que sustentan y transmiten el machismo, pero que
también pueden y deberían contribuir en la construcción de nuevos conceptos y prácticas
de masculinidad más liberadoras.
Estas son las raíces del problema de las pandillas; se desarrollan en sitios marginados de
la ciudad, en invasiones hechas por gente pobre que no le importa vivir en zonas de alto
riesgo. Estos pandilleros no logran tener oportunidades para ser personas de bien y tener
trabajo. Se encuentran inmersos en la ilegalidad incluso antes de nacer, viven sin ley,
consumen sustancias y realizan actividades ilícitas, hacen trampa cuando juegan y no les
importa traicionar a la mujer o al amigo; no tienen privacidad en sus casas; viven en la
ley del Monte; deben sobrevivir donde lo ilegal es legítimo, justo y necesario.
Las pandillas y sus efectos son frutos de esta cultura de ilegalidad y violencia enraizada
que está decuidada comunicativa, cultural, económica, moral, política y socialmente.
Pandillas de pelaos
Las pandillas son las únicas experiencias sociales que le dan a los jóvenes pandilleros
sentido a la vida. A esa edad se desea compartir rasgos comunes en un grupo, en donde se
reconozca lo que se es, sabe, tiene y puede. Se desea afecto, protección; llevar la
contraria, protagonismo, ser rebeldes; usar códigos, estéticas, conductas para encontrarse
y diferenciarse. Se busca llamar la atención mediante las pandillas, y lo logran opacando
otras formas organizativas y comunicativas más amplias y de mayor impacto positivo
que, mediante propuestas comunitarias, tienen el fin de construir vida y paz desde el arte,
el folclor, la literatura, la música, el baile, el deporte, la prática ecológica y espiritual. Es
así porque en este país se necesita armarse, gritar, hacer revueltas para ser visto, oído o
atendido.
Se necesitan nuevos sentidos sobre la muerte y sobre la vida; sobre ser hombre, ser joven,
ser afrodescendiente, que nos libere de la violencia del machismo, la marginación, la
discriminación, etc, pero tambien del adultocentrismo, que desacredita sobretodo a los
jóvenes de poder llevar las riendas del mundo. Se necesitan nuevos sentidos y prácticas
que reconozcan como seres humanos a la gente que ha sufrido violencia por la privación
de los derechos humanos.
Para que la Popa y su gente pueda vivir en paz, se necesita que toda la ciudad le preste
atención a los 'machos pelaos y mondaos', que mire el panorama completo de la sociedad
y participe donde están las raíces de los problemas.
Referencia bibliofráfica:
Díaz Acevedo, Carlos. (2008). Pandillas de machos, pelaos y mondaos: las raíces del
problema en el cerro de la popa en Cartagena. En Fuera de lugar. ¿Cuales son las sillas,
los puestos y las posiciones de los hombres y pelaos en Cartagena de Indias? (49).