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JEAN DANIELOU LOS SANTOS PAGANOS DEL ANTIGUO TESTAMENTO -01 EDICIONES CARLOS LOHLE J. DANIELOU LOS SANTOS PAGANOS DEL ANTIGUO TESTAMENTO EDICIONES Cartos LOHLé BUENOS AIRES Version directa del original francés: LES SAINTS PAYENS DE L’ANCIEN TESTAMENT por Drexrin Lxocapro Garasa Nihil Obstat Sebastian de Goi, o.f.m. Cap. Censor ad hoc Imprimatur Monsefior Dr. Antonio Rocca Obispo tit. de Augusta Buenos Aires, 11 de diciembre de 1959 Unica edicién debidamente autorizada por Editions du Seuil, Paris, y protegida en todos los paises. Queda hecho el depésito que previene la ley ntimero 11.723. © Entctonrs Cantos Louz#t, Buenos Aires, 1960. PREFACIO E* asunto de este libro requiere algunas explicaciones previas. Nuestro propésito consiste en devolver a cier- tos personajes olvidados del Antiguo Testamento el lugar que ocuparon en Ja liturgia y la catequesis cristianas. Es evidente que los grandes santos del Antiguo Testa- mento han tenido en la piedad y la ensefianza de la Iglesia antigua una importancia que hoy ya no tienen. Algunos recientes articulos nos han recordado esto en lo que atafie a la liturgia!, Asimismo podria mostrarse la predileccién con que los Padres de la Iglesia los propo- nian como ejemplos en sus catequesis y en sus predica- ciones. Pero a decir verdad los santos personajes de quienes hhablaremos en este libro presentan ademas el rasgo par- ticular de no haber pertenecido a la raza ni a la religién de Israel, Abel, recordado en el canon de la misa, es, por supuesto, anterior a Abraham. Lo mismo sucede con Enoc y con Noé. Lot, cuyo culto en el siglo rv es mencionado por Ja peregrina Etheria, es pariente de Abraham, pero extrafio a su alianza. Danel y Job, mencionados por el profeta Ezequiel junto con Noé, son fenicio el uno e idumeo el otro. Y la reina de Saba, de quien Cristo ha 1 Ver J. Demame (J. de Menasce), Notes sur la dévotion li- turgique aux saints de V Ancien Testament, “Bulletin catholique de la question d’Israél”, mayo de 1929, pp. 1-11; noviembre de 1929, pp. 11-15; H. I. Marxou, Les saints de Ancien Testament au_martyrologe romain. “Mémorial J. Chaine”, 1950, pp. 280- 290; M. Simon, Les saint @Israél dans la dévotion de Viglise ancienne, “Rev. Hist. Phil. Rel.”, 1954, pp. 80-131. 8 JEAN DANIELOU dicho que juzgaria a los judios el dia del Juicio, es una princesa de Arabia. Henos aqui en presencia de un curioso problema: el de ciertos personajes que la Escritura nos presenta co- mo santos y que no son judios ni cristianos. ¢Cémo hay que designarlos? ¢A cudl religién pertenecian? Los au- tores antiguos no vacilan en llamarlos “gentiles” (20vixol, gentiles). Esta expresién seria la mds exacta. Pero en francés suena muy extrafia, Por consiguiente, yo los Ila- maré “paganos”, no sin precisar antes que abarco con este término a todos aquellos que son extrafios a las alian- zas de Abraham y de Jestis, hayan practicado cultos ido- latricos, como sucede generalmente, o hayan tenido una religién pura, como puede comprobarse en nuestros per- sonajes. Pero scémo designar a esta religién? Suele hablarse aqui de religién “natural”. Pero este término ha sido tan oscurecido por las discusiones de los tedlogos de nues- tro tiempo y encierra tantas ambigiiedades que he pre- ferido evitarlo. En general, se entiende por “naturaleza” lo que constituye la esencia del hombre considerada abs- tractamente y fuera de su histérico Ilamado a la Gracia. Es, pues, evidente que en este sentido la palabra “natu- ral” no conviene de ningim modo a la religién de los personajes que estudiamos, puesto que la Biblia los con- sidera en un orden histérico que es desde el comienzo un orden de gracia. Asi, pues, sélo deberia hablarse aqui de religién ‘“‘na- tural” en el sentido de que esos personajes han conocido al Dios vivo a través de su manifestacién en la “natura- leza”, es decir en el mundo visible, segtin la ensefianza de san Pablo. Eran, en efecto, extrafios a la revelacién positiva, la cual comienza con Abraham. Y es dificil pre- cisar en qué medida los vestigios de la revelacién posi- tiva hecha a Addn habian podido llegar hasta ellos, En todo caso, Pablo sélo alude a esta revelacién de Dios constituida por la manifestacién de su providencia en el mundo y de la ley en su conciencia. Pero, para evitar cualquier equivoco, hemos preferido por esas razones hablar aqui de religion “césmica”. Esta palabra, en efecto, implica una clara referencia al mun- PREFACIO 9 do de Ja naturaleza, particularmente en sus incidencias religiosas, Hoy suele hablarse de “simbdlica césmica”, para designar la significacién oculta del mundo visible. Ya hemos empleado dicha palabra en El signo del Tem- plo, refiriéndonos al Templo césmico, y en Los dngeles y su mision, al hablar de la “revelacién césmica”. La expresién “liturgia césmica” ha sido utilizada por Urs von Balthasar. De modo que esta palabra parece ser la mas apropiada para designar el periodo de la historia sagrada anterior a la alianza con Abraham y al mismo tiempo lo que subsiste de verdad en las religiones no biblicas. Dejando de lado cuestiones de vocabulario, la Biblia nos ensefia que esta religion ha tenido santos y por ende que ha habido santos “paganos”. Esta afirmacién puede parecer paradojal, Sin embargo, no asustaba a un san Gregorio el Magno, que escribia a propésito de Job: “No es sin razén que la vida de un justo pagano nos es pro- puesta como modelo junto a la vida de los israelitas. Nues- tro Salvador vino para redimir a los judios y a los gentiles -y asi quiso ser profetizado por los judios y los gentiles” 2. Esta interpretacién, por otra parte, esté conforme con la doctrina teolégica, la cual sostiene que el hombre puede conocer al Dios verdadero por su manifestacién en el mundo y, en consecuencia, que el pagano puede salvarse y legar a ser santo. Prefiero la palabra “pagano” a infiel, ya que, segim la Epistola a los Hebreos, este co- nocimiento de Dios es ya una primera forma de fe. No necesito decir el alcance de esto ultimo desde el punto de vista misional. La Iglesia ha afirmado siempre que ella respetaba los valores religiosos del mundo pa- gano. Estos valores, aunque incompletos y a menudo fal- seados, siguen siendo reales. Los santos de que habla- remos en este libro constituyen un testimonio deslum- brante de lo que acabamos de decir. Se presentan como Ja expresién del misterioso adviento de Cristo en el alma pagana, Dan fe que, segim la palabra de san Ireneo, “el Verbo de Dios nunca ha dejado de estar presente en la raza de los hombres” 3. Son los intercesores de esta in- 2 Morales sobre Job, Prefacio; S.C., p. 128. 8 Adv. her., I, 16, 1. 10 JEAN DANIELOU mensa humanidad pagana anterior y posterior a Cristo, que no lo ha conocido ni en la plenitud de la presencia, ni en la certidumbre de Ja profecia, sino en esta rectitud del deseo que Ja teologia Ilama un bautismo. Se me objetard quizds que la existencia histérica de la mayoria de estos personajes, Enoc, Job, Danel, es muy problematica y que tal vez resulte dificil invocarlos como imtercesores. Admito, en efecto, que algunos de ellos pue- dan haber reunido los rasgos de multiples individuos y asi ser mas tipos que personas. Pero esto de ningim modo pone en tela de juicio el cardcter histérico de los tipes que ellos representan. Por mi parte, me niego, juntamen- te con la Iglesia, a reducirlos a la categoria de mitos. Ellos atestiguan que entre los paganos ha habido sacer- dotes santos, reyes santos, justos santos. Y esto basta para mi propésito, Debo, por otra parte, sefialar que esta obrita no carece de precedentes entre Jos géneros literarios. El] mds nota- ble es el tratado publicado en 1623 por Francisco Collius, profesor en la Ambrosiana de Milan, titulado De anima- bus paganorum, El autor se ha preocupado, lo mismo. que yo, de la suerte espiritual de los paganos més ilustres. Y asi admite sin discusién la salvacién eterna de Enoc, de Melquisedec y de Job. Le parece verosimil que suceda lo mismo con la reina de Saba. Luego Ileva su investiga- cién mas lejos y se interroga sobre la santidad de algunos personajes pertenecientes al paganismo greco-latino. Sin vacilar se pronuncia sobre la santidad de las Sibilas, de Solén y de Epicteto. Excluye, por el contrario, de la salvacién a Orfeo, Sécrates y Aristételes. Duda sobre Anaxagoras. Confieso que he vacilado antes de aventurarme por tan escabroso terreno y anticiparme al juicio de Dios, Ynico escrutador de los corazones, al pronunciarme sobre Ja santidad de estos ilustres personajes. Quizds sea una timidez de mi parte, pero he preferido apoyarme en el sélido terreno de la Escritura, Abre éste bastantes pers- pectivas a la imaginacién y a la intercesién. No he creido, por otra parte, poder adelantarme al juicio de la Iglesia. Si bien ésta se ha pronunciado por la santidad de paganos tales como Job o Melquisedec, no ha resuelto la cuestién PREFACIO 41 en lo concerniente a Sécrates o Epicteto. Por lo demas, Collius me parece mas bien severo para con Sécrates, el viejo Justino era mds indulgente. Cierto es que algunos tedlogos han ido angostando con el correr del tiempo el estrecho camino que leva a la salvacién. Pero no serén ellos quienes, en definitiva, decidiran la suerte eterna de las almas. Sélo me queda por decir que algunos capitulos de este libro han sido anticipados en forma de conferencias en el Circulo San Juan Bautista y esto explica la pers- pectiva en que se sitda. No se trata de un estudio pura- mente cientifico, ni de uma hagiografia edificante, sino mis bien de una teologia misional, que intenta poner en claro la unidad del designio de Dios a través de la serie de alianzas. Aqui se ha querido esbozar la figura de los santos de esta primera alianza. Ellos constituyen las pri- meras etapas de esta educacién divina de la humanidad representada por la historia de la salvacién. Pero siguen siendo tan ejemplares para las primeras etapas de esta educacién divina representada por la historia de cada hombre. INTRODUCCION . N HAY SALVACION sino mediante Cristo. Y, por consi- guiente, no hay santidad sino en Cristo. Y como Cristo constituye una unidad con la Iglesia, que es su cuerpo, no hay salvacién sino en la Iglesia. Y no hay santidad sino mediante la Iglesia. Esto debe ser sentade de ante- mano para evitar cualquier equivoco. Muchos hombres ponen hoy al cristianismmo en un mismo plano con las demas religiones. El cristianismo no entra en la historia de las religiones. No es una religién entre las otras reli- giones. Es una revelacién y un acontecimiento, a los cuales se hallan enfrentados los hombres de todas las religiones. Pero, por otra parte, existen hombres que no han cono- cido a Cristo sea porque vivieron antes que El o sea por- que su conocimiento no ha legado hasta ellos, y que se han salvado, Entre ellos ha habido también santos. Asi Jo ensefian en forma undnime la Escritura y la tradicién. Estos personajes no se han salvado por las religiones a que han pertenecido. Buda no salva, Zoroastro uo salva, Mahoma no salva. Si se han salvado, ha sido mediante Cristo, el tmico que salva y el timico que santifica. Y si se han salvado, es porque ya han pertenecido a la Iglesia, puesto que no hay salvacién fuera de la Iglesia. Esto nos obliga a sentar la siguiente conclusién: que el dominio de Cristo y el de la Iglesia se extienden mas alla de la revelacién explicita de Cristo y de la expansién visible de Ia Iglesia. En todos los tiempos y en todos los paises ha habido hombres que han creido en Cristo sin 14 JEAN DANIELOU conocerlo y que han pertenecido “invisiblemente a la Iglesia visible” 1, Esta doctrina, que es la de toda la tra- dicién antigua, ha sido reunida por san Agustin, menos suspecto que ningtin otro de complacencia con el paga- nismo: “Hay que contar en la Iglesia, escribe, a todos los santos que han vivido antes de la venida de Cristo y que han creido que vendria asi como nosotros creemos que ha venido”?. Y en otro lugar: “Dos ciudades, una de los impios, otra de los santos, se extienden desde los origenes del género humano hasta el fin del mundo’. Importa sefialar que esta preparacién de Cristo no se li- mita a Israel. Los autores puntualizan siempre que se trata de la preparacién de Cristo en el Antiguo Testa- mento. Pero en el Antiguo Testamento no se habla de Israel sino a partir del capitulo XI del Génesis. Todo lo precedente se refiere a la historia religiosa de la huma- nidad antes de Israel. Y es esta historia la que nos inte- resa particularmente en este libro. Asi, pues, habria que decir, para ser exacto, que el Antiguo Testamento nos describe la preparacién de Cristo primero en Ja alianza césmica, a la que corresponden los primeros capitulos relatives a la humanidad pagana, y Iuego en la alianza mosaica. Quisiera precisar en esta introduccién en qué consis- ten, en el nivel de la alianza césmica, esta primera reve- lacién de Dios vivo y la fe mediante Ia cual el hombre le otorga su adhesién, Se trata, efectivamente, de fe, tal como lo dice la Epistola a los Hebreos, a propésito de Abel, de Enoc y de Noé, que pertenecen precisamente a la época que nos interesa. Para ello nos dirigiremos su- cesivamente al Antiguo Testamento, al Nuevo Testamen- to, a los Padres de la Iglesia, a los tedlogos medievales, a los tedlogos postridentinos, a los modernos historiadores de las religiones, a fin de descubrir una tradicién comdn. La Biblia es la historia de las grandes obras, de las mirabilia, realizadas por Dios en el cosmos y en la histo- 1 La férmula es de Monsefior Journer, L’Eglise du Verbe In- carné, I, p. 46. 2 De ‘catech. rud., 3. 3 td., 19. INTRODUCCION 15 ria. Desde el principio nos pone en presencia de un Dios que interviene en la historia humana. La Encarnacién se nos presentard como la culminacién de esta accién, la cual empieza con los origenes del mundo. Puede decirse que esta afirmacién fundamental opone el Dios biblico al Dios de la mayoria de las filosofias profanas, sean las de Cankara, de Plotino o de Spinoza. Y esta afirmacién de una intervencién de Dios en el mundo es el objeto primero de la fe. Dios se revela a través de esta accién. En el nivel en que nos colocamos, esta accién de Dios se ejerce esencial- mente en el cosmos, Los primeros capitulos del Génesis tienen por objeto precisamente hacernos conocer a Dios a través de esta revelacién césmica. E] primer rasgo de Dios vive que se mos presenta es el de creador, Las mara- villas de la creacién dan testimonio de su poder. Consti- tuyen una hierofania. Esto se advertird a todo lo largo de Ja Escritura: “Los cielos pregonan la gloria de Dios” dir4 el Salmo XIX. El autor del Libro de Job, recordando que su héroe es un pagano, no hard ninguna alusién a las grandes obras de Dios en la historia de Israel y sélo describira el poder que su accién manifiesta en el cosmos. EI cantico de los Tres mancebos (Daniel, III, 52-88) reu- nira esta liturgia césmica que celebra la gloria de Dios. Pero Dios no se presenta en este nivel solamente como el que crea, sino como el que hace alianza. La nocién de la berith4, caracteristica del Dios biblico, no se pre- senta en primer término con la alianza mosaica, sino con Ja alianza de Noé la cual se refiere a la fidelidad de Dios en el orden del cosmos. Y esto nos autoriza a hablar de alianza césmica. Esta alianza abarca los capitulos VIII y IX del Génesis: “Yo voy a establecer mi alianza con yosotros y con vuestra posteridad” (Gén., IX, 10). El objeto de esta alianza es la promesa hecha por Dios de respetar el orden del cosmos: “Mientras dure la tierra habra sementera y cosecha, frio y calor, verano e invier- no...” (Gén., VIII, 22). Esta alianza es eterna, irrevo- cable (IX, 16). Es una alianza universal que concierne a la humanidad entera (Gén., IX, 16). Tiene como me- 4 Ver después, p. 66. 16 JEAN DANIELOU morial, como sacramento al arco iris: “Al mirarlo, dijo Dios, me acordaré de la alianza eterna que existe entre yo y todos los seres vivientes” (IX, 16). A través de esta alianza, el Dios biblico manifiesta uno de sus caracteres esenciales, la fidelidad (emet). Por- que Dios es fiel, puede el hombre confiar en la regula- ridad de los ciclos de las estaciones. Para el hombre de la Biblia esto no reposa sobre el determinismo de las leyes naturales, sino sobre la fidelidad del Dios vivo. No hay. una historia natural, sélo hay una historia sa- grada. Y esta fidelidad de Dios en el orden césmico resulta tan evidente que ella seré para los israelitas la garantia de su fidelidad en el orden histérico. Porque Yahweh “ha establecido su fidelidad en los mismos cie- los”, Israel esté en su derecho al esperar que también res- petara la alianza contraida con David (Salmo LXXXIX, 1-7). Finalmente Dios aparece también, en el nivel de la- revelacién césmica, como el que juzga, es decir, como aquel cuya santidad es incompatible con el pecado. Este juicio se expresa mediante el Diluvio, acontecimiento cés- mico que destruye el mundo pecador. Al mismo tiempo comprueba la realidad del pecado en el interior de la primera alianza. Pues si ésta es un compromiso de Dios, también supone obligaciones para el hombre, Estas obli- gaciones se refieren esencialmente a la vida bioldgica: conciernen al respeto y a la transmisién de la vida (Gén., TX, 5-8). A veces se las designa con el nombre de precep- tos de Noé. Los judios consideraban que los propios paga- nos estaban sujetos a estas obligaciones. Muestran asi que el mundo pagano no era un mundo sin ley® y, por con- siguiente, sin pecado. Y asi es como Dios se manifiesta a él no sélo por su accién en el cosmos, sino por su exigencia en la conciencia. El Dios que aqui aparece es el que re- compensa el bien y castiga el mal. E] Antiguo Testamento contemplaba la cuestién de la revelacién césmica solamente para las generaciones que habian precedido a Abraham. A partir de éste, las nacio- 5 Ver C. H. Dopp, New Testament Studies, pp. 138-139. INTRODUCCION 17 nes son consideradas como “ignorantes de Dios”. Pero con el Nuevo Testamento se suscita una nueva cuestién. El mensaje de Cristo se dirige a todos indistintamente, a judios y paganos. Surge asi el cardcter universal del Na- mado a la salvacién. Era inevitable la pregunta sobre la situacién de los paganos que habian precedido a Cristo. éNo habjan sido ellos, lo mismo que los judios, Hamados a la salvacién? Si su idolatria era culpable, se suponia que ellos habrian podido conocer a Dios, Pero gen qué consistia entonces este conocimiento? Como es de esperar, es san Pablo, el apéstol de los gen- tiles, quien ge ha enfrentado con este problema. Los textos en que lo ha abordado, en las Eptstolas y en los Actos, son de importancia primordial para nuestra investigacién. Estos textos, por otra parte, constituyen una patente con- firmacién de lo que hemos dicho hasta aqui. Pablo afir- ma repetidamente la existencia de una perpetua revela- cién de Dios a través del cosmos, que se dirige a todos los hombres. Agrega que a esta revelacién exterior se une la revelacion interior de la conciencia. Y, cosa capital para nosotros, asimila el caso de los paganos, sus contempord- neos, al de Ja humanidad primitiva anterior a Abraham, Dos textos en los Actos de los Apdstoles deben retener nuestra atencién. El primero es el discurso a los paganos de Lystres, quienes, al ver a Pablo y a Bernabé hacer milagros, los habian tomado por Zeug y Mercurio y que- rian ofrecerles un sacrificio. Pablo los invita a apartarse de los idolos y a volverse “al Dios vivo que hizo el cielo y’ la tierra. Este Dios, en los siglos pasados, permitié que. todas las naciones siguieran su camino, aunque no las dejé sin testimonio de si, haciendo el bien y dispensando desde el cielo las lluvias y las estaciones fructiferas, Me- nando los corazones de alimentos y de alegria” (XIV, 15-17). Este texto notable, sobre el cual volveremos, mues- tra que existe una revelacién, un testimonio, dirigidos por Dios a todos los hombres —y que esta revelacién esta dada por el ciclo regular de las estaciones, fundamento del culto de los pueblos paganos. Vuelve a encontrarse una perspectiva andloga en el dis- curso de Pablo en Atenas, Dios se manifiesta “dando a todos la vida, el aliento y todas las cosas” (Act., XVII, 25). El 18 JEAN DANIELOU es quien ha fijado las épocas (xaipot) y los habitantes de las naciones. Se trata, pues, de la Providencia que se ejerce con respecto a las naciones. Dios hizo todo esto, “a fin de que los hombres lo busquen y siquiera a tiempo le hallen, pues no est lejos de cada uno” (XVII, 26-27). Estamos aqui en presencia de un elemento nuevo. Los hombres pueden hallar a Dios, pero esta bisqueda es a tientas. He aqui juntamente la afirmacion de la manifes- tacién al mundo pagano y de la dificultad para éste de hallarlo, a causa de las tinieblas en que esté sumido Todo esto esta retomado de manera més sistematica desde el principio de la Epistola a los Romanos, Pablo afirma que lo que puede conocerse de Dios (su existencia y su providencia) es manifiesto entre los paganos (Rom., I, 18). “En efecto, sus perfecciones invisibles, su eterno poder, su divinidad, han sido, desde la creacién del mun- do, visibles por medio de sus obras” (I, 19). Este texto es el mas formal que existe sobre el hecho de la perma- nente revelacién de Dios, a todos los hombres y en todos los tiempos, a través del cosmos. Pero Pablo va mis lejos. De hecho, las naciones “han conocido a Dios” (I, 207). Pero el conjunto de los hombres no le ha rendido el culto que debia y ha pervertido este conocimiento en idolatria. Esto nos lleva a la visién del conjunto de la obra de Pablo. Hay una universal revelacién de Dios vivo a los paganos. Pero la mayoria de los hombres no ha reconocido a Dios tal cual es. Existe asi una apostasia casi general. Y esta apostasia es culpable. Sin embargo, se excluye el caso de algunos hombres que han reconocido a Dios por lo que es y le han rendido gloria. AlJi estén los pocos justos que el Génesis nos sefiala antes de Abraham, en medio de la apostasia universal. Pero esto sigue siendo verdadero tam- bién para el mundo pagano posterior a Abraham y man- tiene la posibilidad de hombres que han acatado la reve- lacién césmica, han reconocido al verdadero Dios a través de su manifestacién en el mundo y lo han servido como debian. Y éstos son, precisamente, los santos de la alianza césmica. 6 Ver Berri. Garten, The Areopagus speech and natural revelation, Upsala, 1955, pp. 160-162. 7 Ver Berti. Gartner, loc. cit., p. 79, INTRODUCCION 19 Por otra parte, Pablo vuelve mas adelante sobre este punto en la misma Epistola. Afirma que todo hombre sera juzgado segiin la revelacién que ha conocido, Y que el pagano, que sdlo tiene la ley interior de la conciencia, sera juzgado segtin ella: “Cuando los paganos, guiados por su raz6n natural, sin Ley, cumplen los preceptos de la Ley, ellos mismos, sin tenerla, son para si mismos Ley. Y con estq muestran que los preceptos de la Ley estén escritos en sus corazones... Asi se veraé el dia en que Dios juzgara las acciones secretas de los hombres” (II, 16). Asi, para Pablo, la situacién de los gentiles es para- lela a Ja de los judios. También ellos seran reconocidos como justos. De esto resulta que lo mismo acontece con los paganos. El Ultimo texto importante se encuentra en la Epistola a los Hebreos. El autor hace alli el elogio de la fe, Esta fe, la tinica que salva, se basa primeramente en la reve- lacién césmica: “Por la fe reconocemos que el mundo ha sido dispuesto por la palabra de Dios, de suerte que de lo invisible ha tenido origen lo visible” (XI, 3). La fe es aqui el equivalente del conocimiento de Dios en la Epistola a los Romanos. Esta fe consiste en creer que Dios “existe y que es el remunerador de los que le buscan” (XI, 7). Reconocemos alli el doble aspecto de Dios, que hemos encontrado a propésito de Nod, el creador y el juez, el Dios que se manifiesta como creador a la inteligencia y como juez a la conciencia. La Epistola atestigua que cier- tos paganos han tenido esta fe, puesto que la menciona a propésito de Enoc. San Pablo es un judio convertido que ha procurado definir la situacién espiritual de los paganos a quienes presentaba el mensaje de Cristo. Un nuevo problema va a plantearse con los primeros paganos convertidos al Evan- gelio. Asi como los judios convertidos vefan con toda razén en el cristianismo no la destruccién, sino la realizacién de su fe, asi también estos paganos que reconocian a Cristo tendrén conciencia, no de estar renegando lo mejor de si mismos, sino por el contrario de haber alcanzado su pleni- tud. Esto significaba que para ellos habia valores religio- sos auténticos en la tradicién pagana, en la cual habfan sido educados, Estos valores, ellos los encontraban sobre 20 JEAN DANTELOU todo en los filésofos: {No habia conocido Platén la espiritua- lidad de Dios, la inmortalidad del alma? ¢No habia ense- fiado que Dios ha creado por amor? ¢No habian exaltado los estoicos la libertad espiritual, el desprendimiento de los bienes terrenales? Las semejanzas parecian tan sorpren- dentes que algunos creian advertir en el Antiguo Testa- mento influencias de los griegos. Pero era mas verosimil ver en ello una revelacién paralela al Antiguo Testamento, una preparacién de Cristo en el alma pagana. Esta actitud sera la de todos los primeros autores cris- tianos, los Narnados apologistas. El primero que la expuso con claridad fue Justino. Era éste un filésofo que habia buscado la verdad en las diferentes doctrinas gricgas y que finalmente la descubrié en Cristo. Pero para él el cristianismo representaba solamente la plenitud de una verdad cuyos fragmentos eran ya conocidos por los filé- sofos pagans. Y esto se explicaba por la accién del Verbo, presente en toda alma humana desde los origenes del mundo: “Todos los principios justos que han descubierto los filésofos y Jos legisladores los deben a lo que han con- templado parcialmente del Verbo. Asi la doctrina de Pla- ton no es extrafia a la de Cristo, tampoco las de los otros, estoicos, poetas, escritores. Pero cada uno de ellos sélo ha podido expresar una verdad parcial” (Apol., II, 10, 1-3). No se trata alli para Justino de un conocimiento es- peculativo de la razén, sino de una adhesién total a la verdad, de una conversién al Dios verdadero. Por eso no vacila en ver discipulos del Verbo y santos en los paga- nos que se han plegado a esta revelacién y han confor- mado a ella su conducta: “Todos aquellos que han vivido segiin el Verbo, del cual todos los hombres parti- cipan, son cristianos, aunque hayan pasado por ateos, como Sécrates, Herdclito y otros entre los griegos, y Abraham, Flias y tantos otros entre los barbaros (Apol., I, 46, 2-5). Es el Verbo quien ha hecho de ellos martires de la verdad: “El Cristo, a quien Sécrates ha conocido parcialmente, pues el Verbo esta presente en todas partes, no sdlo ha persuadido a los filésofos y a los literatos, sino también a los artesanos y a los ignorantes, de suerte que ellos han despreciado la opinién, el temor y la muerte: pues INTRODUCCION 21 el Verbo es la virtud (8vayic) del Padre y no un pro- ducto de la razén humana” (Apol., II, 10-4-5). Nétese bien la Ultima frase. Justino se refiere a una accién sobrenatural de la gracia (80vautc) y no aun sim- ple ejercicio de la razén. En efecto, el hombre, histérica- mente, pertenece a un orden sobrenatural. La religién césmica no es religién natural, entendiendo por esto: fuera del orden sobrenatural efectivo y concreto, Por eso evitamos esta expresién. Una religién es natural sélo en el sentido en que el Dios tinico es conocido través de su accién en el cosmos y su llamado a la conciencia. La alianza césmica ya es una alianza de gracia. Sdlo que esta alianza es atm imperfecta, en la medida en que Dios se revela tnicamente a través del cosmos, y muy dificil de captar, en la medida en que se dirige a una humanidad mas fragil. Sefialaremos en seguida la extrema audacia del pen- samiento de Justino, al no dudar en asimilar los santos del paganismo, Sécrates y Heraclito, a los santos del ju- daismo, Abraham y Elias. Se ha salvado aqui una nueva etapa. El Antiguo Testamento nos hablaba de los santos paganos antes de Abraham; san Pablo mostraba que esta santidad podia existir también después de Abraham; Jus- tino no vacila en afirmar que las mas elevadas figuras del paganismo han sido santos. Esto es verdad ante todo con Sécrates, sacrificado por su fidelidad a la ley escrita en el corazén del hombre, martir de la alianza césmica °. Pero esto permitiria decir otro tanto de grandes sabios del paganismo, de Zoroastro o de Buda. (Acaso éste no es celebrado el 27 de noviembre en la liturgia cristiana a través de la trasposicién de Barlan y Josafat? *. EI pensamiento de Justino es desarrollado por Clemente de Alejandria. También él piensa que el Sefior de todos no ha abandonado a los paganos: “O bien el Sefior no se preocupa de todos los hombres —sea porque no puede, lo cual seria sefial de impotencia, sea porque, aunque puede, no lo hace, lo cual seria contrario a su amor—; 8 Ver E. Benz, Christus und Socrates in der alten Kirche, Z. N. W., XLII (1952), pp. 195-224, ® Ver J. Sonzr, Le roman de Barlaam et Josaphat, 1949, pp. D4 ss. 22 JEAN DANIELOU o bien se preocupa de todos —y esto es lo que corres- ponde al Sefior de todos—. Asi ha repartido sus bene- ficios, segtin las aptitudes de cada uno, a los griegos y a los barbaros. A unos les dio la Ley, a los otros la filo- sofia” (Strom., VIL, 2). “Asi el Dios unico ha sido cono- cido paganamente (26viK¢) por los griegos, judaica- mente por los judios, espiritualmente por los cristianos” (Strom., VI, 5), Hay asi una doble preparacién del Evangelio, una en el mundo judio mediante la Ley, otra en el mundo griego mediante la filosofia. Asi como el Verbo ha enviado los profetas a los judios, “asi también ha separado de la masa a los mejores de los griegos, promoviéndolos como pro- fetas en su propia lengua” (VI, 5). Para Clemente las grandes figuras religiosas del mundo pagano son promo- vidas por el Verbo. Asi Guardini no duda en ver a Buda como un precursor de Cristo. Pero Clemente sefiala que la filosofia sélo es uma preparacién y que debe abrirse a la revelaci6n de Cristo (VI, 6). Sin esta Ultima, el pre- cursor se convierte en adversario. La filosofia es sélo una verdad imperfecta. “Ha sido dada por Divs a los griegos mediante sus Angeles inferiores” (VII, 2). Pero con el Cristo, es el propio Verbo, el rey de los dngeles, que hace brillar una luz mas pura 1, Asi, pues, segan la Escritura, la tradicién antigua de la Iglesia reconoce la revelacién de Dios vivo a los pa- ganos a través de su providencia en el mundo. Los tedé- logos trataran de explicar este hecho. No podemos de- tenernos aqui en sus discusiones. Nos contentaremos con remitirnos al mds grande entre ellos, santo Tomas de Aquino. En él encontraremos una rigurosa formulacién de la doctrina. Sienta en principio que sélo hay salvacién mediante Cristo y mediante la fe en Cristo. Esto excluye toda posibilidad de que el hombre pueda salvarse por las simples fuerzas de su naturaleza. Por otra parte, santo Tomas, que ha insistido mas que nadie en la idea de na- turaleza, sabe muy bien que el hombre no puede perte- 10 Ver Jean Dantéitov, Les anges et leur mission, pp. 15-36 ss. INTRODUCCION 23 necer mas que al mundo de la Gracia 0 al mundo del pecado, Pero entonces, gcudl es la situacién de los paganos que no han conocido a Cristo? Santo Tomas responde a esta pregunta en un texto notable “sobre el crecimiento de la fe segiin la sucesién de los tiempos” (II, II, 1, 7). Se- fiala que la substancia de la fe es siempre Ja misma, y que esta substancia es Ja fe en Cristo. Pero observa que esta fe en Cristo puede desplegarse en la sucesién de los tiempos. Al referirse a la Epistola a los Hebreos recuerda que el autor establece como condicién de la salvacién la fe en Ja existencia de Dios y en su providencia. “En la existencia de Dios —sefiala él— estén contenidas todas Jas cosas que creemos existen eternamente en Dios; y en la fe en la Providencia estén incluidas todas las dis- pensaciones de Dios en el tiempo con vistas a la salvacién de los hombres” (id.). Este texto es capital. Afirma que, en efecto, el objeto esencial de la fe es Ja existencia de un Dios que inter- viene en cl mundo. La Encarnacién es la ctispide de estas intervenciones, pero ellas se han iniciado desde la crea- cién del mundo. Y la fe en la intervencién de Dios en la creacién y Ja conducta de la vida humana es accesible al pagano, Ella es, efectivamente, el objeto de la revela- cién césmica, ella se expresa, segtin la Epistola a los Ro- manos, mediante la accién de Dios en el cosmos y me- diante su llamado a la conciencia. Se trata alli de una fe sobrenatural en un objeto sobrenatural. Pero Ja alianza césmica ya es una alianza sobrenatural. No es de un or- den distinto a la alianza mosaica o a la alianza cristica. Es la primera incoacién, “que creceré con Ja sucesién de los tiempos”. Santo TomAs precisa que esto no supone ninguna reve- lacién particular, ni bajo la forma de una persistencia de Ja revelacién primitiva hecha a Adan, ni bajo la forma de una revelacién personal hecha a un individuo en el curso de los tiempos: “Si hay quienes se han salvado, sin que se les haya hecho ninguna revelacién, no se han salvado sin la fe en el Mediador; pues aunque no hayan tenido una fe explicita en El, han tenido una fe impli- cita, en la medida en que han creido en la divina Pro- 24 SEAN DANIELOU videncia; por eso mismo ellos creian que Dios seria el liberador de los hombres con los procedimientos que qui- siera” (II, II, 2, 7). Después de haber estudiado estos textos en su obra cla- sica, Luis Caperdén escribe: “Desde hace mucho tiempo se reconoce en la fe en el mediador que vendré una es- pecie de fe oscura en la Encarnacién y en los mis de Cristo. Llevando el andlisis mds lejos, santo Tomas descubre la idea de un Mediador, oscuramente incluida en la nocién de Providencia sobrenatural... Asi, desde Melquisedec y el santo varén Job hasta el titimo de los salvajes que se muestra fiel a la gracia, todos los gentiles de buena voluntad se han agregado, como los cristianos dignos de este nombre, a la Iglesia invisible, eterna, so- ciedad formada por los justos de todos Jos paises y los elegidos de todos los tiempos 1. El elevado equilibrio alcanzado por santo Tomas se romper en los siglos ulteriores. Por un lado, se debilitaré el sentido de la revelacién sobrenatural. In lugar de ver en la revelacién césmica un primer esboz de la revelacién cristiana, se asimilara el cris Jas religiones no cristianas y se vera en unas y en otras manifestaciones de la razén. Esta tendencia aparece con el humanismo del Renacimiento. En su entusiasmo por Ja sabiduria de los escritores paganos, rasmo y otros in- cluyen entre los santos a Sécrates, Aristételes, Virgilio y Cicerén. Cuando se descubrieron las poblaciones de Amé- rica y de China, los filésofos del siglo xvii exaltaron la pureza de sus costumbres a expensas del cristianismo. Por fin el siglo xix pretendera establecer sobre una base posi- tiva la ciencia de las religiones, consideréndolas como qnanifestaciones del genio humano y eliminando de ellas toda trascendencia. Los protestantes ortodoxos reaccionarén vivamente y con justicia contra esta cxaltacién de la “religién natu- ral”. Pero en esta reaccién ellos van a su vez mucho mis lejos, Ya Lutero y Calvino condenaban sin apclacién los esfuerzos de la inteligencia humana después del pecado 1 Le probléme du salut des infidéles, pp. 193-218, INTRODUCCION 25 para conocer el verdadero Dios. Estos ataques serdn re- tomados por Karl Barth, en quien la condena de la teo- logia natural es un tema predilecto. Fuera de la Reve- Jacién de Abraham y de Jest3, ninguna verdad puede ser alcanzada por el hombre. Las religiones no son mas que idolatrias, las cuales deben ser destruidas para dar lugar a la revelacién, pues ellas representan la orgullosa pretensién de la razén humana al querer formarse una idea de Dios, Los textos de los Actos y de las Epistolas que hemos citado, son interpretados por Barth, en un sentido puramente negativo, como justificacién de la cé- Jera de Dios contra los hombres que no conocian a Dios, pero no como justificacién de la posibilidad para el hom- bre de conocer a Dios. Por otra parte, hay que precisar que en esta critica se han, suscitado dos cuestiones diferentes. La primera, que aqui no nos interesa, es la de la posibilidad de un co- nocimiento puramente natural de Dios. El protestantis- mo la rebate en nombre de la corrupcién radical de la naturaleza que para él es consecuencia del pecado origi- nal, Contra esto la Iglesia catélica ha afirmado siempre especialmente en el Concilio del Vaticano y en Ja En- ciclica Humani generis-— que este conocimiento era po- sible, incluso para el hombre caido. Pero esté muy claro que, para los catélicos, este conocimiento natural no es suficiente para la salvacién. Y desde ese punto de vista estan de acuerdo con Karl Barth. No hay salvacién sino por Cristo y la fe en Cristo. Pero la otra cuestién es la de la extensiién de la fe en Cristo a la alianza césmica. Para santo Tomas se trata aqui de una fe sobrenatural, pero que atafie a la provi- dencia de Dios en el mundo. Y esto fue ignorado por jos reformadores y por Barth, Calvino rechazaba la gran idea tomista de la fe implicita en Cristo mediador conte- nida en la fe de Enoc en la Providencia. Igualmente, para Barth, “si Job, a través de las obras de Dios, acaba por ver la obra de Dios, lo debe a una revelacién idéntica a la de la eleccién de Israel” '?, Sin embargo, quizds aqui la oposicién esté en parte fundada en errores y en 12 Rapgau, La connaissance de Dieu d’aprés Karl Barth, Dieu vivant, XX, p. 63. 26 JEAN DANIELOU una diferencia de acento mas que en una posicién radical. Asi puede decirse que la Escritura y la tradicién estan de acuerdo en afirmar que el Dios vivo nunca ha dejado de manifestarse al hombre, su criatura. Antes de hacerlo plenamente en Jesucristo, se habia manifestado a Abra- ham y a Moisés por su accién en la historia. Pero antes de manifestarse a Abraham y a Moisés, se habia manifes- tado a Enoc y a Noé, es decir a las naciones. Esta reve- lacién era todavia oscura, Se referia, sin embargo, a lo que constituye el objeto mismo de la revelacién: a la ac- cién salvadora de Dios en el mundo. {Cudntos hombres en el mundo pagano han acatado esta revelacién? Este es un secreto oculto de Dios. Para nuestro propdésito bas- taba con que la Escritura nos ensefie que algunos lo han hecho plenamente. Con ello nos autoriza a hablar de los santos de la alianza césmica. ABEL, Ls iTurGIA cristiana concede a Abel un lugar desta- cado. La oracién para la recomendacién del alma invoca a “san Abel”. La liturgia irlandesa lo conmemora el 22 de abril}, la liturgia copta el 28 de diciembre, la liturgia romana el 30 de julio. Su tumba es vencrada en Damasco. Pero sobre todo la liturgia romana menciona su sacrificio en el canon de la misa antes que los sacrifi- cios de Abraham y de Melquisedec y no vacila en ver en él la primera prefiguracién de la Eucaristia, Asi pide al Padre la acepte, “como se ha dignado aceptar los dones de su santo hijo Abel”. Este culto a Abel esta fundado sobre la propia ensefian- za del Nuevo Testamento. El mismo Cristo ha declarado que Abel era “justo” (Mat., XXIII, 35). La Primera Epistola de Juan declara a su vez que “las obras de Abel eran justas” (III, 12). Sobre todo la Epistola a los He- breos contiene un notable pasaje que explica por qué Abel es considerado como justo: “Por la fe, Abel ofrecié a Dios sacrificios mas excelentes que Cain, y por ellos fue declarado justo, dando Dios testimonio de sus ofrendas; y por ella hablé atm después de muerto” (XI, 4 Ver XII, 24). Este Ultimo texto evidencia que el justo no es aqui quien conforma su conducta a Ja equidad, sino el que Dios reconoce como tal, es decir lo que Hamamos un santo. 1 Ver J, Hennrc, Abel’s place in the liturgy, Theologic, stud., 1946, pp. 126-144. 2 Sobre Abel en el Nuevo Testamento, ver Kuun, Abel, T.W.N. T, 1, 7. 28 JEAN DANIELOU Ahora bien, este Abel, cuya santidad es proclamada por la Escritura y la tradicién, no pertenece al cristianismo, ni siquiera al judaismo, sino a aquel remoto periodo de Ja humanidad que ha precedido a ambos y al que, segiin la palabra de san Pablo, Dios “no ha dejado sin testimo- nio” (Act., XIV, 17) de su existencia, “dispensando des- de el cielo las Mluvias y las estaciones fructiferas, Nenan- dole de alimentos y de alegria” (id). Esta humanidad ha conocido ya al verdadero Dios por su Providencia en el mundo-y ha podido alcanzar la santidad por la ob- servacién de su Ley inscripta en el corazén (Rom., II, 15). Abel es el primer testigo de esto. Inaugura asi la serie de los santos de la religién césmica y manifiesta, segin la palabra de las Constituciones apostdlicas, que “desde el origen Dios ha suscitado sacerdotes para que cuidasen de su pueblo, Abel al comienzo, Set, Enoc, Enos, Noé, Melquisedec y Job” (VII, 5, 3) *. El relato del Génesis concerniente a Abcl contiene dos indicaciones que corresponden a dos contextos diferen- tes. El primero se refiere al hecho de que Abel era pastor mientras que Cain era labrador. Se advierte aqui la ex- presion de una antigua oposicién que reaparece a través de toda la Biblia entre los némades del desierto y los se- dentarios de Canaam. Fil hecho de que Cain sea presen- tado como el primer furdador de ciudades no hace mas que confirmar «sta impresiém. T.os judios se sentian vin- culados a las tribus de los beduinos némades, Y aun después de haberse establecido en Palestina, se encuca- tra en ellos una perpetua nostalgia de la vida del de- sierto y una condena de la civilizacién urbana. Parece, pues, que el punto de partida literario, el Sitz im Leben del relato es una antigua tradicién relativa a los con- flictos de los antiguos némades judios y los habitantes sedentarios de Canaam. Pero el autor del Génesis, al retomar esta traticién, le da una significacién importante en la historia de la salva- cién. Por otra parte, transforma la simple posicién socio- légica del campesino y el némade en una oposicién teo- 8 Hennie, loc. cit., p. 140. ABEL 29 légica, la de Ios elegidos y los réprobos. E] némade, el hombre del desierto, representa la religién auténtica; el sedentario, el hombre de la ciudad, encarna el mundo del pecado, Y, por otra parte, al hacer de Cain y Abel los hijos del primer hombre y la primera mujer, quiere mos- trarnos que esta oposicién entre los buenos y los malos ha aparecido desde los origenes de la humanidad. San Agustin ha desarrollado admirablemente esta idea y ha mostrado en la oposicién de Cain y Abel el comien- zo de esta oposicién entre las dos ciudades que debia Jlenar toda la historia *: “Nuestros primeros padres die- ron a luz primero a Cain, que pertenece a la ciudad de los hombres, luego a Abel, que pertenece a la ciudad de Dios” (Ciud. de Dios, XV, 1). Cain, al ser fundador de Ja ciudad, “es ciudadano de este mundo; pero Abel, el némade, es como un extranjero aqui en la tierra. Ha surgido de la misma masa que padecié la maldicién ori- ginal; pero es ciudadano del cielo por la gracia” (id.). Agustin es asi un nuevo testigo de la gracia de Abel en el orden de la alianza césmica. De modo que Abel nos es presentado por la Biblia co- mo el primero de los santos que, con Thécdoret, nos atre- vemos a lamar los santos del paganismo. Ahora nos queda por precisar en qué consiste su justicia. El inico momento en que el Génesis la manifiesta es cuando la ofrenda de Cain, que consistia en ramos cargados de fru- tos, no fue mirada por Yahweh, mientras que la de Abel, que ofrecia los primogénitos de su ganado, fue mirada por Yahweh (Gén., IV, 3-5). La Biblia no dice cémo se manifesté la aprobacién dada a las ofrendas de Abel. La Epistola a los Hebreos precisa solamente que Dios “dio testimonio a sus ofrendas” (XT, 4). La tradicién judia re- fiere que el fuego del cielo consumié las ofrendas de Abel, atestiguando asi que éstas eran aceptadas 5. Pero uno se plantea la pregunta de por qué Dios acep- té la ofrenda de Abel y rechazé la de Cain. El texto del Génesis no lo dice. La tradicién ulterior se ha esfor- zado en suplir este silencio, La traduccién griega de la 4 Ver Hiame, Traité des mystéres, 6; 8. C., p. 85. 5 Spico, L’Epitre aux Hébreux, I, 343. 30 JEAN DANIELOU Biblia, modificando el texto hebreo que no se refiere al sacrificio, hace decir a Cain por Dios que él ha hecho una ofrenda, pero no ha discernido bien lo que debia ofrendar (Gén., IV, 7). Josefo, comentando el pasaje, ex- plica que Cain era avaro y no ofrecia a Dios los mejores frutos, en tanto que Abel ofrecia sus corderos mas hermo- sos (Ant., I, 2). De modo que las diposiciones de Cain eran menos buenas que las de Abel. Y por eso Yahweh rechazé su ofrenda. Es menester decir que el texto no permite suponer na-~ da de esto, El pecado de Cain consistira en estar celoso del favor acordado a su hermano, no en no haber hecho la ofrenda con buenas disposiciones. La tmica diferencia entre las dos ofrendas es que una consiste en frutos de la tierra y la otra en animales. Pero ¢éjustifica esto la dife- rencia de actitnd por parte de Dios? La Epistola a los Hebreos dice que el sacrificio de Abel era “superior” (XI, 4). Esto hace pensar que en st mismo el sacrificio de animales era considerado como superior al sacrificio ve- getal. Esto ha sido claramente sostenido por Filén: “Abel ha ofrecido cosas animadas en lugar de cosas inanimadas, en lugar de cosas recientes y segundas cosas antiguas y ‘primeras” (Sacr., 88). Esta afirmacién de una superioridad objetiva de las ofrendas animales y sangrientas parece aqui referirse a una polémica, como se da a menudo el caso en el Génesis. No parece que se trate aqui de afirmar una vez mas la superioridad de los pastores sobre los labradores, sino de combatir a los paganos que condenan los sacrificios de animales, quizds a partir de la concepcién de una cierta comunidades entre la naturaleza de ellos y la del hombre, de lo cual se encuentran huellas en Gen., I, 30. Tal es la interpretacién que nos da Eusebio de Cesdrea en su De- mostracién evangélica, al referirse al filésofo neoplaténi- co Porfirio. Y esta interpretacién, que en ninguna parte he visto mencionada, merece una glosa. Eusebio, al citar a Porfirio, explica que “los griegos dicen que los primeros hombres no ofrecian como sacri- ficio absolutamente nada que fuese de origen animal, sino que, recogiendo en sus manos la hierba y como la flor de la naturaleza fecunda, consumian por el fuego ABEL 31 tallos, hojas y raices; fueron los hombres que vinieron des- pués quienes, hundiéndose en la iniquidad, ensangrenta- ron los altares con victimas animales. Este es un sacri- ficio impio y que nunca ha sido aceptado por Dios. Pues no existe diferencia entre el alma razonable y la de los animales” (P. G., XIII, 84 A-B). A esto, Eusebio opone la actitud de Abel: “En realidad, los primeros que existie- ron fueron los hombres y desde su creacién honraron a Dios con victimas animales. Esta escrito en efecto: Cain aporté a Dios como ofrenda frutos de la tierra; Abel le ofrecié los primogénitos de sus ganados. Y Dios miré Ja ofrenda de Abel” (id., B-C). Eusebio pone en relacién esta superioridad del sacri- ficio sangriento con la doctrina biblica del pecado, Si el sacrificio debe ser sangriento, esto significa que desde su origen es un sacrificio expiatorio, y que el sacrificio expiatorio supone efusién de sangre: “Como eran fami- liares con Dios y estaban iluminados por el Espiritu San- to, tenian necesidad de ofrecer algo para la purificacién de sus culpas mortales y asi comprendieron que debian ofrendar un rescate por su salvacién a Aquel que les ha- bia dado la vida. Al no tener nada mejor para dar que su propia vida, ofrendaron en su lugar el sacrificio de victimas animales” (id., 84 D-85 A). Pero esta ofrenda era a su vez una prefiguracién. “Al obrar asi los antiguos prefiguraban el sacrificio santo y digno de Dios que debia venir a los hombres por el Es- piritu Santo, el que purificaria el cosmos entero, Con estos simbolos eran como profetas que prefiguraban el porvenir” (id., 85 D). El cordero inmolado por Abel es asi la primera de todas las figuras y las anticipaciones del Cordero cuya sangre lavaria los pecados del mundo. Establece desde el origen ese vinculo entre el sacrificio y el pecado, que es la sefial de la religién auténtica de un mundo pecador. Por eso las pinturas de las catacum- bas representarén con predileccién el sacrificio de Abel y por eso el Canon de la Misa veré en él una de las mas eminentes, y en todo caso la més antigua, de las prefi- guraciones del misterio de la Cruz. Pero el hecho de que la aprobacién de Yahweh tiene por objeto justificar el sacrificio sangriento y afirmar su 32 JEAN DANIELOU superioridad, y en consecuencia, no se debe a las dispo- siciones de Abel y de Cain, nos pone en presencia de una afirmacién paradojal. Es menester reconocer, efectiva- mente, que Dios ha aceptado el sacrificio de Abel y re- chazado el de Cain sin otra razén fuera de su libre elec- cién. Querer atenuar esto, como lo ha hecho la tradicién ulterior, es negarse a comprender el drama que sigue y suprimir el misterio que este pasaje nos revela a comien- zos de la Escritura, ya en el interior de la alianza cés- mica, y que volveremos a encontrar en todos los momen- tos de la Escritura, Y este misterio es el de la eleccién. Abel no es elegido porque es justo. Es justo porque es elegido. La dileccién de Dios lo distingue a él sin ningin mérito anterior de su parte. Este es el misterio de la gracia, en toda su paradoja. Pero este misterio, que des- concierta a la razén humana y tan a menudo suscita la rebelién, es el que nos obliga a salir de nuestros caminos para entrar en los caminos de Dios e introducirnos real- mente en su designio mejor. Porque si debiéramos ser juzgados segtm la justicia, todos mereceriamos la conde- na —y para nosotros es mejor no contar mas que con la misericordia—. Abel es el primero de esos elegidos, ele- gido por Dios, en el umbral de Ja historia humana, en el seno del mundo pagano, para ser el primer objeto de las liberalidades del Amor. La eleccién de Abel no significa, por otra parte, la re- probacién de Cain. Jin ninguna parte se dice que el sa- crificio de Cain haya desagradado a Dios, La Epistola a los Hebreos dice solamente que el de Abel era mejor. Se trata, pues, solamente de la desigualdad de los dones de Dios. Pero esto es lo que Cain no pucde soportar, El re- presenta desde el umbral de la humanidad este espiritu igualitario que constituye el gran obstdculo para entrar en el mundo del amor Hberal. El compara su suerte a la de su hermano. El no acepta ser tratado en forma dife- rente. Y alli es donde aparece su pecado, que son los celos: “Se enfurecié Cain y andaba cabizbajo” (Gén., IV, 5). Filon ha visto atinadamente que Abel era la accién de gracias y Cain el espiritu de propiedad °. Se dira que 6 Sur les sacrifices de Cain et d’Abel, 3; Coun, p. 160. ABEL 33 es mas facil rendir gracia al que es objeto de gracia. Pero hay que agregar que se le pedira mas. Tiste es el misterio oculto de las elecciones y de sus compensacio- nes. El que es elegido dard su sangre por quien no es elegido. Y asi Abel salvard a Cain, el més amado salvara al menos amado, amando mds que el menos amado. Cuando Dios ama a alguien, es para ensefiarle a amar. Si Abel no fuera victima, su privilegio seria intolera- ble. Pues el sufrimiento de Cain nos conmueve. El peca- do de Adan es el orgullo. Pero el pecado de Cain procede del amor. Se parece al pecado de Lucifer, de quien cier- tos tedlogos dicen que su rebelién fue por no haber po- dido soportar que el Hombre fuese més amado que él. Su desesperacién de amor, sus celos lo impulsaron a matar. Y asi se hunde en un peor infortunio. Pues Dios lo echa de su presencia: “Ahora me arrojas de esta tierra y estaré oculto de vuestro rostro” (Gén., IV, 14). Y parece que Dios ha sido conmovido por este amor estrecho, absurdo, pero sincero; y una misteriosa proteccién, un signo fue puesto sobre Cain. Aqui es san Juan quien nos introduce en el fondo de las cosas. Lo que ha faltado a Cain no es el amor de Dios. Y es injusto reprocharle con los Setenta el haber ofrecido un culto en malas disposiciones, Pero lo que le ha faltado es el amor a su hermano. No ha sabido rego- cijarse con el don que se le brindaba. Ha juzgado en fun- cién del espfritu de propiedad. Asi el segundo manda- miento es semejante al primero: “Pues el mensaje que hemos recibido desde el principio: que nos amemos los unos a los otros. No como Cain, que, inspirado del malig- no, maté a su hermano. Y gpor qué lo maté? Porque sus obras eran malas y las de su hermano justas” (I Juan, TH, 11-13). Cain es el jefe de una raza. La Escritura da la serie de sus descendientes. Es el jefe de esta raza a la que pertenecemos, la raza de los pecadores. Inicia la larga serie de los homicidas y la sangre que ha vertido seguiraé extendiéndose por el mundo. Pero, prosigue san Juan, “to- do hombre que odia a su hermano es un homicida”. El drama que introduce la historia humana sera el drama de toda la historia humana. Todas las ciudades de la 34 JEAN DANIELOU tierra seran construidas en la sangre. Y san Agustin rela- ciona, en una vislumbre genial, el asesinato de Abel por Cain, en el umbral de la historia, con otro fratricidio que bafiard con su sangre la mas orgullosa de las ciudades terrestres, la que fundaré Rémulo (Ciud. de Dios, XV, 5). Pero Abel no tiene descendencia. Es extrafio a la serie de las generaciones que constituyen la ciudad terrestre; y prefigura asi a Melquisedec, él también sin genera- cién. Pertenece a otra ciudad. Constituye otro orden. Mientras Cain inaugura Ja larga serie de los persegui- dores, él inaugura la de las victimas, la de aquellos cuya posteridad no es carnal, sino espiritual. Es el primero de los martires. El propio Cristo ha dado fe de ello y ha designado a Abel como una prefiguracién, al mismo tiempo que mostraba en Cain el prototipo de los perse- guidores de su Iglesia: “Por esto os envio yo profetas, sa- bios y escribas, y a unos los mataréis y los crucifica- réis... para que caiga sobre yosotros toda la sangre inocente derramada sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la sangre de Zacarias, hijo de Bara- quias” (Mat. XXIII, 34-35). Como el cordero Mevado al matadero, Abel acompafia a Cain en el campo. No se resiste a la violencia. ‘“Mal- tratado y afligido, no abridé la boca” (Js., LIM, 5). Hace un momento se nos presenté como el sacerdote que in- mola el cordero. Pero él describia asi su propia prefigu- racién, Ahora él es el mismo cordero. Y en esto prefi- gura eminentemente y propiamente a Cristo, que sera El también sacerdote y victima. La semejanza es tan no- table que el Prefacio romano de la consagracién de un altar inscribe el crimen de Abel en un contexto litir- gico: “Que este altar sea para ti como el que Abel, pre- cursor en su Pasién del misterio de la salvacién, dego- llado por su hermano, ha impregnado y consagrado con una sangre nueva.” La muerte de Abel introduce en la historia el miste- tio de Ja sangre vertida. Pues la voz de la sangre habla: ‘La voz de la sangre de tu hermano esta clamando a mi desde la tierra” (Gén., FV, 10). Esta voz de la sangre reclama venganza, no en nombre de la ley del clan, de la vendetta de la raza, sino en nombre del derecho de ABEL 35 Dios violado. Pues la sangre pertenece a Dios. Y la san- gre inocente a través de todos los siglos eleva a Dios su protesta. Abel habla después de muerto. Asi lo dice la Epistola a los Hebreos (XI, 4). Y esta voz que se am- plifica a través de los siglos es “la de todos los que han sido inmolados por la palabra de Dios. Clamaban a gran- des voces, diciendo: ¢Hasta cudndo, Sefior Santo y Ver- dadero, no juzgaras y vengaras nuestra sangre en los que moran sobre la tierra?” (Ap., VI, 10). Toda la sangre ino- cente vertida “desde la sangre de Abel a la sangre de Zacarias” reclama expiacion. Esta expiacién sera dada al fin de los tiempos por la sangre que sera vertida en reparacién por todos los pe- cados de los hombres, ‘‘por la sangre de la aspersién cuya voz cubriré la sangre de Abel” (Hebr., XIII, 24) y que obtendra el perdén del castigo debido a toda sangre ver- tida desde los origenes del mundo. Ya la voz de Ja san- gre de Abel era la prefiguracién de esta voz, pero ella llegaba solamente a los oidos de Dios, No atraia sobre Cain la venganza, sino la gracia, puesto que le arrancé un grito de arrepentimiento. La Escritura atestigua que Abel es el primero de los “que han dado su vida por sus hermanos” (I Juan, IV, 16). Asi, pues, desde los umbrales de Ja historia humana, en un mundo que es ya el mundo del pecado, que todavia no es el de Ja alianza judia, Ja Escritura nos muestra que Dios ya ha suscitado santos?. Por su eleccién, Abel es ya la primera expresién de la libertad de las elec- ciones divinas que sefialardn toda la historia de la sal- vacion; por su muerte aparece como el primero de los méartires y la prefiguracién del sacrificio de Cristo. La liturgia tiene, pues, razén de dar un lugar a aquel cuyo ejemplo muestra que Dios nunca ha dejado a la huma- nidad desamparada, puesto que desde los origenes de la hhumanidad ya aparece esta misteriosa proteccién que se continuard durante los inmensos periodos de la alianza césmica y de la humanidad pagana. 7 “La vid, la Iglesia universal, no ha dejado, desde el justo Abel hasta el wltimo elegido que nacerd cuando termine el mun- do, de suscitar santos como otros tantos ramos” (Leccién del tercer nocturno de la Septuagésima). ENOC mepma que la historia de los origenes de la humani- dad retrocede en la profundidad de los tiempos y que comprendemos que miles de generaciones han precedido fa revelacién hecha a Abraham, el problema de la situa- cién religiosa de estos hombres innumerables se nos plan- tea de manera mas angustiosa. Esta situacién es también la de innumerables paganos que, atm después de Abra- ham, atin después de Jesucristo, han quedado y todavia quedan fuera de la esfera de la evangelizacién. Plantea esta situacién problemas capitales desde el punto de vista misionero, el de los valores religiosos del mundo paga- no, el de la salvacién de los infieles. La propia Escritura responde a estas. cuestiones. San Pablo, al dirigirse a los paganos de Lystres, les ensefia que toda la humanidad pagana no ha sido abandonada por Dios, sino que se ha manifestado a ella “dispensando desde el cielo las lluvias y las estaciones fructiferas” (Act., XIII, 17). Que no se enorgullezcan los judios de su privilegio, pues “en Dios no hay acepcién de personas” (Rom., Il, 11). Los judios seran juzgados segiin la ley de Moisés, los gentiles segim la ley “escrita en sus cora- zones” (II, 15). Si no admitimos esto, dira mas tarde san Justino, “caeremos en consecuencias absurdas, por ejem- plo, que no es el mismo Dios el que existia en tiempos de Enoc y de todos los otros que no tenian la circun- cision y no observaban ni los sdbados, ni todo lo demas” (Dial., XXIM, 1). 38 JEAN DANIELOU ¢Quién es Enoc? El capitulo V del Génesis es el libro “de las generaciones de Adan”. Nos relata la historia de las diez generaciones que van desde Addn hasta Noé. Otra tradicién, que recoge la Epistola II de Pedro, cono- ce solamente siete generaciones, puesto que Noé intro- duce la octava (II Pedr., II, 5). Esta geneologia de los patriarcas prediluvianos no pertenece a la tradicién ju- dia. La volvemos a encontrar en los relatos babilénicos +. Ella constituye el relato estilizado de lo que ahora sa- bemos que ha abarcado millares de siglos de la historia humana. El historiador sagrado ha incorporado esta tra- dicién pagana en su relato a fin de mostrar la depen- dencia, con respecto a Yahweh, de la humanidad total, la soberania del verdadero Dios sobre la historia universal. Entre los patriarcas antediluvianos, Enoc brilla con un fulgor particular y por eso Justino lo mencionaba especialmente. Fl texto biblico dice a su respecto mis- teriosas palabras: “Anduvo Enoc en la presencia de Dios. Fueron todos los dias de la vida de Enoc trescientos sesenta y cinco afios. Luego desaparecié, pues se lo levé Dios” (Gén., V, 22-24). Cuatro datos deben sefialarse en esta breve noticia: Enoc es el séptimo patriarca después de Adan, como lo indicaré la Carta de san Judas (14); y en el Cédigo sacerdotal, al cual pertenece este pasaje, este niimero tiene un sentido sagrado. Vive trescientos sesenta y cinco afios, lo cual corresponde a un afio de afios e igualmente es signo de perfeccién. Pero sobre to- do se dice que anduvo con Dios, lo cual significa que vivid en su familiaridad y fue introducido en sus secre- tos. Dejo de lado, por el momento, su misteriosa des- aparicién 2. La tradicién a la que el Génesis alude brevemente nos muestra a Enoc como un sabio de los tiempos anti- guos, Es también lo que nos dice el Eclesidstico: “Enoc fue hallado justo, anduvo con Dios, ejemplo de ciencia para las naciones” (XLIV, 16). Es asi el modelo, el ejem- plo de las naciones, es decir de los no judios. Encontramos esto abundantemente desarrollado, hacia la misma época 1 Srarrx, Die sieben Saitlen der Welt, Z. N. W., 1936, pp. 242 ss. 2 Openers, "Eva , T. W. N. T., Il, p. 553. ENOC 39 que el Eclesidstico, en los libros judios no canénicos. Fl Libro de Enoc, que cita la Carta de san Judas nos muestra a Enoc a quien el Angel Uriel revela los secretos celes- tiales. El es, nos dice el Libro de los Jubileos, “quien ha ensefiado a los hombres la escritura, la ciencia y la sa-~ biduria y el primero que escribiéd sobre los signos del’ cielo en sus relaciones con los meses y las estaciones” (IV, 17-18). A través de todo esto encontramos los rasgos del antiguo sabio babilonio interpretado a la luz de la reve- lacién judia 3, El judaismo posterior parece renegar de esta interpre- tacién. Sin duda se sentia contrariado por los elogios dis- cernidos a un hombre extrafio a la raza de Abraham. Esto aparece ya en las tiltimas obras de la Biblia escritas en griego. En la traduccién griega del Eclesidstico, Enoc no es ya el modelo de iencia, sino de penitencia (XLIV, 16). El Libro de la Sabiduria lo muestra apartado por Dios del medio de los pecadores, “por que Ja maldad no pervirtiese su alma” (IV, 11). Filon de Alejandria ve en él un ejemplo de penitencia (Sobre Abraham, 17). Los rabinos Ilegardn hasta a ver en él “un hipécrita, ya pia- doso, ya criminal” (Midrash Rabba Gen., V, 24). Por el contrario, son Jos cristianos quienes lo exaltarén ¢No es Enoc una prueba de que la salvacién no esta re- servada a los judios, sino que todos los hombres son llamados a ella, de que no esta vinculada a las obser- vaciones judias, sino a la fe anterior a ellas? Asi leemos en la Epistola a los Hebreos: “Por la fe fue trasladado Enoc sin pasar por la muerte. Antes de ser trasladado, re- cibié el testimonio de haber agradado a Dios, cosa que sin la fe es imposible. Que es preciso que quien se acer- que a Dios crea que existe y que es remunerador de los que le buscan” (XI, 5-6). Este texto es quizds el mds importante de toda la Es- critura sobre la situacién religiosa del mundo pagano. En efecto, afirma que hay una posibilidad de salvacién para todo hombre y cuales son las condiciones de esta salvacién. Estas condiciones se refieren a la fe en Dios vivo. La fe se expresa en el nivel de cada una de las 3 Ver S. B. Frosr, Old Testament Apocalyptic, p. 165, 40 JEAN DANIELOU alianzas. Para el cristiano, es fe en la alianza perfecta concluida por Dios en Jesucristo con la naturaleza hu- mana. Para el judio que no ha podido conocer a Jesu- cristo, es fe en la alianza concluida por Yahweh con Abraham y Moisés. Para el pagano que no ha podido conocer a Jesucristo, ni siquiera a Abraham, es fe en la alianza concluida por Dios con las naciones. El texto de la Epistola a los Hebreos precisa el contenido de esta fe, condicién de la salvacién, para aquellos que no hhan conocido la revelaci6n de Abraham y de Jests, es decir para los paganos. Ella supone en primer término Ja creencia en la existencia de un Dios personal. Pero implica también que este Dios interviene en las cosas hu- manas. Es un Dios remunerador. Solamente esta accién de Dios es la que se manifiesta por sus grandes obras en la creacién, expresién de su providencia y de su fidelidad, segtin las promesas de la alianza. Y la remuneracién im- plica que el hombre debe comportarse segin la justicia, no segiin la justicia de la Ley revelada, sino segim la que est4 inscrita en el corazén de todo hombre. Se ha sefialado que esta afirmacién de un Dios personal y providencial es lo que los propios paganos, en tiempos de la Epistola a los Hebreos, consideraban que podia ser conocido por los hombres piadosos *. Asi Epicteto escribe. “Los filésofos dicen que lo que primero hay que conocer es que existe un Dios y que su providencia se extiende a todo el Universo” (II, 14, 11). Y Plutarco: “No sélo hay que saber que Dios es inmortal y bienaventurado, sino también que es amigo de los hombres, que los protege y nos ayuda” (Comm. not., 32). De modo que la condicién puesta por la Escritura para la salvacién ya se encuentra efectivamente realizada en el mundo pagano. Enoc apa- rece asi como propio prototipo de la salvacién de los pa- ganos 5, Una antigua oracién litirgica ha descrito muy bien, con motivo de Fnoc, este llamado a la salvacién dirigido a todos los paganos: “Oh Dios, Ta has abierto a todos los hombres las puertas de la misericordia y has mostrado 4 Serco, L’Epitre aux Hébreuz, Ul, 346. 5 Ver Santo Tomas, II, II, 1, 7. ENOC 41 a cada uno, mediante la ciencia inscrita en él y el juicio de la conciencia, que el resplandor de la belleza no dura, que las riquezas no son eternas, sino que la conciencia fundada en la fe es la tmica que no decepciona, elevandose a través de los cielos con verdad y tocando con la mano, la alegria futura, exultando ya en esp{ritu antes que sea propuesia la promesa de la resurreccién” & Esta es la fe del alma pagana: arrojar hacia un Dios, cuya existencia y amor ha podido reconocer a través del orden del mundo, un grito de confianza, que no sabe avin si seré escuchado, pero que asegura la salvacién de aquellos que no han podido reconocer otras revelaciones. Se habra notado que este pasaje habla de la fe de Enoc “elevandose a través de los cielos”. Esto es una indudable alusién a su ascensién, pero lo entiende en un sentido pu- ramente interior. Eric Peterson ha mostrado que se tra- taba alli de una polémica contra las especulaciones de los Apocalipses judios sobre los viajes celestes de Enoc 7. Pero esta interpretacién subalterniza el sentido del texto del Génesis y el de la Epistola a los Hebreos. Uno u otra nos hablan de un “traslado” o de un “rapto” de Enoc. Este punto, el més caracteristico de su historia, exige ser dilucidado. La elevaci6n de Enoc se relaciona con dos ideas dife- rentes. En el extracto mds antiguo de la tradicién, re- presentado por el Primer libro de Enoc, que poseemos en una traduccién etiope, y que se vincula sin duda con tra- diciones babilénicas, la elevacién de Enoc es un rapto, andlogo al de san Pablo “elevado al tercer cielo”, en el curso del cual Enoc contempla los secretos de la cosmo- logia celeste y es iniciado en los designios de Dios, de manera que pueda en seguida dar a los hombres testi- monio de ellos. Es menester recordar, por otra parte, que estos viajes celestiales vuelven a encontrarse con fre- cuencia en la literatura judia de la misma época. Posee- mos una Asuncién de Moisés, una Ascensidn de Isaias que corresponden a dicho género. Es el género que Dante © Const. apost., XXXII, 3. 7 Henoch im jiidischen Gebet und in jiidischer Kunst, Eph. lit, 1948, pp. 413-417. 42 JEAN DANIELOU renovara de modo incomparable en la Divina Comedia. Asi empieza esta ascensién en el Libro de Enoc: “En- tonces la visién se me aparecié de este modo: he aqui que nubes me Ilamaron y los vientos me hicieron volar. Me llevaron a las alturas. Entré hasta que hube Ilegado cerca de un muro construido con piedras de granizo. Len- guas de fuego me rodeaban y yo me acerqué a una gran mansién, Su techo era como un camino de estrellas; en el medio se sostenian dos querubines de fuego y su techo era de agua” (XIV, 8-11). Enoc avanza asi de morada en morada, Contempla los aposentos celestiales, los de los angeles caidos, los de las almas que esperan el juicio. Penetra en el Paraiso y alli ve el arbol de la vida. Por fin es admitido junto a la gran Gloria rodeada de siete arcangeles. En el transcurso de estos viajes celestes, Enoc es inicia- do en los secretos de la historia del mundo’. He aqui cémo los expone en el Segundo Enoc, obra cristiana que poseemos escrita en antiguo eslavo: ‘Antes de que fuesen creadas todas las cosas y antes de que tuviese lugar la creacién, el Sefior estableciéd el Siglo de la creacién; y después de esto hizo toda su creacién visible e invisible; y después de esto cre6 al hombre a su imagen. El Sefior dividié el Siglo en tiempos y en horas, para que el hom- bre medite los cambios del tiempo y sus fines, Cuando termine toda la creacién que el Sefior ha hecho y los hombres vayan al Juicio de Dios, entonces los tiempos perecerdn, y todos los justos, que escaparaén al Juicio de Dios, se iran al Gran Siglo” (trad. Vaillant, pp. 62-63). Vese asi a qué corresponde la ascensién de Enoc. fl es elevado al cielo para contemplar los secretos de los designios de Dios, a fin de poder dar testimonio junto a los hombres. Exhorta a la conversién al mundo pecador que precede al Diluvio y le anuncia el Juicio que caera sobre él. También es enviado en misién junto a los ange- les culpables para anunciarles su castigo. Pero de todas maneras se insiste en la significacién misionera de su ascensién, Enoc es el apéstol pagano del mundo pagano. Es el testigo del verdadero Dios en medio de un mundo 8 Jubilés, IV, 17; X, 17. - ENOC 43 que se hunde en la idolatria. Esté inspirado por Dios para realizar esta misién, como lo estardn los profetas en tiempos de Ja alianza mosaica y los apéstoles en tiempos de la alianza cristica. Su ascensién prefigura las de Eze- quiel y de san Pablo. Enoc aparece asi como un profeta de la religién cés- mica *. El profeta es el que Dios introduce en el secreto de sus designios para que le dé fe de ellos junto a los hom- bres. Los misterios a los que es introducido Enoc son los del cosmos, puesto que él se relaciona con la revelacién césmica. Y podemos dejar de lado el uso que de Enoc han hecho los autores de Apocalipses para anunciar los acon- tecimientos de la historia judia. Pero el cosmos del que él es el profeta es histérico y sagrado. Es el primer aspecto del designio de Dios. Es su creacién y esta orientado hacia un fin. El Diluvio es el juicio al nivel de la religién césmica. Y Enoc es el profeta del Diluvio, Muestra tam- bién que Dios nunca ha dejado de enviar sus mensajeros junto a los hombres, ni siquiera en las épocas de la reli- gién césmica, que hay apéstoles del mundo pagano que han anunciado a los hombres Ja existencia de un Dios personal y los secretos de su providencia en el mundo. La tradicién tiene sus razones para comparar a Enoc y Elias, los dos grandes profetas de las primeras alianzas. Pero hay otra serie de textos en que la ascensién de Enoc tiene otro sentido y ya no esta en relacién con su misién profética, sino con su destino futuro. Ya no se trata de una ascensién provisional, de un rapto, después del cual Enoc reanuda su vida entre los suyos, sino de una elevacién, al término de su vida, que Jo traslada vivo, en cuerpo y alma, a las moradas celestiales para siempre. Este aspecto de Ja ascensién de Enoc es igual- mente capital para nuestro propésito, pues constituye uno de los testimonios principales del acceso de los pa- ganos a la beatitud celestial y es, como Jo dice la Epistola a los Hebreos, un testimonio sobre la santidad de Enoc, sancionada por el juicio de Dios. ® La Carta de san Judas dice: “Enoc, el séptimo (patriarca) después de Addn ha profetizado” (14). 44 JEAN DANIELOU En los textos m&s antiguos, parece que sdélo se afirma —y para nosotros esto es lo esencial— que al término de su vida Dios “ha tomado” a Enoc, es decir que él ha sido trasladado vivo desde este mundo al de la gloria (Gén., V, 24). Esto es también lo que declara el Eclesidstico, que Jo compara con Elias (XLIV, 14), y el Libro de la Sabi- duria (IV, 11). El Primer Enoc no parece conocer esta ascension definitiva. Pero el Segundo Enoc \a describe: “Mientras Enoc conversaba con su pueblo, el Sefior envid tinieblas sobre la tierra y ellas cubrieron a los hombres que estaban con Enoc. Y los angeles se dieron prisa, to- maron a Enoc y lo Ievaron al cielo superior y el Sefior lo recibié y lo situé ante Su faz para siempre” (18; trad. Vaillant, p. 65). Y la Epistola a los Hebreos confirma el hecho: “Por la fe fue trasladado Enoc sin pasar por la muerte” (XI, 5). Lo cierto es que esta ascensién de Enoc plantea mil- tiples problemas. El primero era para los cristianos la posibilidad de entrar en el Paraiso, antes que Cristo lo hubiese abierto. Sin embargo, esto no ha detenido al autor cristiano de la Ascensién de Isaias. Nos muestra éste a Isaias subiendo al séptimo cielo, en un rapto: “Y vi alli una luz maravillosa y angeles innumerables. Y vi alli a todos los justos después de Adan. Vi alli a san Abel y a todos los justos. Vi a Enoc y a todos los que con él son despojados de las vestiduras de la carne y vi sus revestimientos de gloria. Pero ellos no estaban sentados en sus tronos y sus coronas de gloria no estaban sobre ellos” (IX, 6-10). Debe sefialarse la reserva final. Hay una corona de gloria que los justos no han podido recibir antes de Cris- to. Pero esto no quiere decir que su destino, después de la muerte, no sea ya un destino de bienaventurado. El Pri- mer Enoe distingue multiples moradas en los habitats ce- lestiales y opone las de los pecadores donde ellos son des- dichados y las de los justos donde ellos gozan ya de una beatitud, Is menester no olvidar que las moradas de beatitud son miltiples, que el Paraiso es una montafia que contiene multiples zonas y que los ciclos se escalonan en siete esferas sucesivas. La ascensién de Enoc al sépti- mo cielo no significa que él haya entrado ya en la beati- ENOC 45 tud definitiva, sino que su suerte es ya una suerte bien- aventurada y que esto es un testimonio de Dios sobre su santidad. Otra cuestién es la de la ascensién corporal de Enoc. Se ha dicho efectivamente que su alma no se ha separado de su cuerpo. Que ha sido elevado vivo, en cuerpo y alma, al cielo superior. La resurreccién del cuerpo es esperada solamente al final de los tiempos. Pero ya, para el con- junto de los Padres, esta resurreccién escatolégica estaba anticipada para los santos del Antiguo Testamento en tiempos de la resurreccién de Cristo, conforme con Mat., XXVII, 52: “Muchos cuerpos de santos que habian muerto resucitaron y después de la resurreccién de Kil, vinieron a la ciudad santa (el cielo).” La Iglesia ha precisado que esta anticipacién era segura al menos para la Santa Vir- gen. En el caso de Enoc, al cual la tradicién une el de Elias, estamos en presencia de una anticipacién todavia anterior 1°, Ellos son las primeras prefiguraciones de la Ascension de Cristo y de la Asuncién de la Virgen}. Esta afirmacién de la asuncién corporal de Enoc como prefiguracion de la resurreccién futura sera la ensefian- za corriente de los Padres, Sélo retendré uno de los primeros testimonios, el de san Ireneo. El aporta como argumento de la resurreccién corporal el precedente de Enoc y escribe: “Antiguamente Enoc, habiendo sido gra- to a Dios, fue elevado en su cuerpo, prefigurando asi la elevacién de los justos: su cuerpo, como tampoco el de Elias, no ha sido un impedimento a su traslado y a su asuncién. Son efectivamente las mismas manos (el Hijo y el Espiritu), que los habian modelado en su origen, las que han realizado su traslado y su asuncién. Las manos de Dios se habian acostumbrado en Adan a adaptar, a sos- tener, a llevar, a arrastrar, a depositar a aquel a quien habian formado” (V, 5, 14). Dios es asi duefio de disponer como le parece esos cuerpos que ha hecho. Prosigue Ireneo, “{dénde habia sido colocado el primer hombre? Evidentemente, en el 10 Los Reconocimientos clementinos extienden este caso a otros santos del Antiguo Testamento (I, 52). . 1 Ver R. L. P. Miznurn, Early christian interpretation of history, 1954, pp. 185-186. 46 JEAN DANIELOU Paraiso, como esta escrito. De alli fue expulsado a este mundo, por no haber obedecido, He aqui por qué los presbiteros, que son los discipulos de los Apéstoles, dicen que aquellos que han sido trasladados lo han sido alli —el Paraiso en efecto ha sido preparado para los hom- bres justos y portadores del Espiritu; fue también alli donde Pablo fue introducido y oyé palabras inefables— y alli moran hasta la consumacién, inaugurando la in- corruptibilidad” (V, 5, 1), Este texto asombroso sefiala la soberana libertad con que Dios, hacedor de los cuerpos, dispone de estos cuer- pos. Nos refiere en seguida esta tradicién primitiva re- cogida por Ireneo, segiin la cual Enoc ha sido transportado al Paraiso y permanece alli hasta la consumacién. Sabe- mos por otros pasajes que para Ireneo el Paraiso no es mas que el umbral del Reino que vendra. Pero en este Paraiso, Enoc ha sido introducido excepcionalmente con su cuerpo. San Efrén retomara esta idea de Ireneo. En su geografia paradisiaca, el Paraiso de que se trata es el Paraiso exterior. Es el Paraiso en que habia sido introdu- cido Adan. Es donde han entrado los santos ya resuci- tados. Pues sélo se puede entrar en el Paraiso con su cuerpo. Es alli donde se encuentra particularmente Enoc: “Uno de los santos ha hendido los aires con su carro, Los angeles alborozados han venido delante de él, al ver un cuerpo en su morada” (Hymn. Parad., VI, 23)!. Es de sefialar que la doctrina de la asuncién corporal de Enoc, que permanece imprecisa en el Antiguo Tes- tamento y el judaismo, aparezca por el contrario como una neta afirmacion de la mAs antigua tradicién cristia- na. Efectivamente, la ensefian la Ascensién de Isaias, el Segundo Enoc, las tradiciones de los presbiteros, la Epis- tola a los Hebreos. Estamos, pues, en presencia de una afirmacion cara al cristianismo. Ella da fe que para los primeros cristianos, el propio cuerpo de Enoc habia sido asociado a su salvacién, Asi Enoc en el orden de la re- ligién césmica, como Elfas en el orden de la alianza mo- 12 Ver Jean Dantéitou, Terre et Paradis chez les Péres de PEglise, Exanos Jahrbuch, XXII, 1954, p. 454. ENOC 47 saica, se han presentado como prefiguraciones de la re- surreccién de Cristo. Asi, a través de la misteriosa figura del santo babi- lénico, la Escritura arroja una admirable luz sobre los inmensos periodes que han precedido a la eleccién de Abraham y en general sobre la salvacién de los “infieles”, si es que la palabra tiene algii sentido cuando se trata en realidad del estadio primitivo de la fe. Ella nos ensefia que hay en este orden hombres que han creido en el ver- dadero Dios y en su providencia. Nos asegura que han sido gratos a Dios. Nos afirma que se han salvado y que han gozado de la alegria paradisiaca luego de su muerte. Nos sefiala a santos entre ellos 18. Y asi los vemos junto a Dios como los intercesores de las almas innumerables que slo han conocido a Jestis en esta “fe implicita”, de Ja cual ha hablado santo Tomds precisamente a propésito de Enoc y que en su nivel constituia la condicién de la salvacién. 13 San Enoc figura el 3 de enero en el martirologio romano. DANEI. L Lino de Ezequiel contiene un pasaje misterioso (XIV, 12-20) en el cual vemos a Noé y a Job junto con un tercer personaje llamado Danel. La tradicién judeo-cris- tiana ha identificado a este personaje con el profeta Da- niel, Pero esta identificacién es insostenible!}. El] nombre, en primer término, no es idéntico. Por otra parte, el Libre de Daniel es muy posterior a Ezequiel. Si este libro nos presenta a Daniel como un contempordneo de Nabucodo- nosor, y también de Ezequiel, es obvio que esta unién con Job y Noé, pertenecientes a un lejano pasado, nos impide ver en Danel a un personaje contempordneo de Ezequiel. Por consiguiente, es verosimil que Danel sea un perso- naje de los tiempos preabrahdmicos y que, como Job y Noé, pertenezca al mundo de los gentiles 2. Esta verosimilitud se ha convertido en certidumbre, lue- go del descubrimiento en Ras-Shamra, en Fenicia, de unas tabletas de terracota, escritas en una escritura cuneiforme y que se remontan a quince siglos antes de Cristo. Estas tabletas nos permiten conocer la vida y las creencias de la civilizacién cananea, la cual era la de Palestina antes de la llegada de los hebreos. Entre estas tabletas, algunas contienen la leyenda de un personaje Hamado Danel, quien reinaba en el pais y era famoso por su justicia 3. 1 Ver Marrin Norn, Noah, Daniel und Job in Ezechiel XIV, Vetus Testamentum, 1951, p. 252. 2 Se advertira en el libro de los Jubileos la mencion de un Danel, que es el tio de Enoc (IV, 20). 3 Ver VirotzEaun, Légendes de Babylone et de Canaan, p. 64. 50 JEAN DANIELOU La identificacién de este Danel con el de Ezequiel ha sido negada por R. de Langhe*, Pero la mayoria de los autores Ja consideran verdadera. Tal es particularmente el caso del gran exegeta Martin Noth®, Esta identifica- cién parece confirmada por otra alusién que hace Ezequiel a este mismo Danel. En una maldicién contra el rey de Tiro, Ja capital de Fenicia, escribe: Hete aqui que eres mds sabio que Danel; nada secreto se te oculta. Al dirigirse al rey fenicio contempordneo suyo parece muy natural que Ezequiel le proponga el ejemplo del antiguo rey de su pais, cuyo ideal encarnaba. Esto no quiere decir que Ezequiel haya conocido los textos de Ras-Shamra, sino que el recuerdo de Danel persistia en Ja tradicién popular, lo mismo que el de Job o Noé. Puede uno incluso preguntarse si no es este antiguo Danel el que ha servido de prototipo al profeta a quien se atribuye el Libro de Daniel *. Este libro es en efecto un apocalipsis. Pero los apocalipsis judios son por lo ge- neral seudoepigrafes y atribuidos falsamente a persona- jes de los tiempos antiguos, Asi sucede con los Apocalipsis de Enoc, de Lamec, de Noé. Lo que hace suponer esto es que los suplementos del libro, la historia de Susana, Ja de Bel y el dragén, la del foso de los leones recuerdan ciertos rasgos del Danel de Ras-Shamra y de Ezequiel 7, juez justiciero, rey vencedor, liberado por Dios. El rey sabio de Canaam habria sido transformado en un sahio- judio de la época del exilio. Pero como bajo esta nueva forma del personaje es presentado como judio y adorador de Yahweh, queda fuera de nuestra perspectiva. Sin duda el Danel elogiado por Ezequiel es el mismo rey cananeo. Ya el reunirlo con Job y Noé, que son, como veremos, dos grandes santos del mundo pagano, nos muestra que Danel es él también un justo extrafio a _* Les textes de Ras-Shamra-Ugarit et leur rapport avec le mi- liew de PA, T., TI, 151. 5 Loe, cit., p, 258. Ver también G. Barton, Danel a preisraelite hero of Galilee, Memorial Lagrange, pp. 29-37. 8 Ver S. B. Frost, Old Testament Apocalyptic, p. 180. 7 Marrin Noru, loc. cit., p. 252. DANEL 51 la alianza de Israel. Pero mientras Noé sera un patriarca y Job un sabio, aqui se nos presenta un nuevo tipo, el de rey, destinado a administrar justicia y a gobernar con prudencia a su pueblo. Ya anuncia a Salomén, en el orden de la realeza, como Enoc prefigura a Elias en el de la profecia y Melquisedec a Aarén en el del sacerdocio. Su atribucién esencial, segiin los textos de Ras-Shamra, es la de administrar justicia: Se sienta ante la puerta bajo los arboles de la era; juzga el juicio de la viuda; y. juzga el del huérfano 8, Esta sera también una de las atribuciones del rey Salomén, de quien la posteridad recordaré su sabio jui- cio, en ocasién de la disputa de las dos mujeres sobre el nifio sobreviviente. Y ésta seré, en el orden cristiano, la atribucién del rey mesidnico que separard las ovejas de las cabras y sabré reconocer el gesto humilde del que da agua al sediento. Pero, al actuar asi, el rey Danel no actha solamente en virtud de una moral humana. El sabe que atraera la bendicién de Dios. Sabe, por consiguiente, que lo que agrada a Dios no son “los holocaustos de camero y el sebo de los bueyes”, sino “hacer justicia al huérfano y amparar a la viuda” (Jsatas, I, 16, 17). Cree que obten- dr& la bendicién de Dios para sus cosechas y sus gana- dos por su respeto a la ley de Dios. Esto demuestra —se- * fiala M. Villoreaud— ‘‘que él tenia de la divinidad una concepcién bastante elevada”®. Y por cierto ésta no es la Ultima palabra de la revelacién y ya veremos a Job poner en tela de juicio esta nocién de la retribucién temporal de la virtud. Pero es, sin embargo, la expre- sién de una verdad primera y de esta revelacién de Dios en el orden de la vida natural que se expresa en la alianza césmica, se destaca el rey Danel. Estamos aqui en el punto esencial: el rey Danel tenia una clevada idea de Dios. Lo conoce ciertamente ‘a través 8 Traduccién de Lanone, loc. cit., p. 153. ® Loc. cit, p. 64. 52 JEAN DANIELOU de sus manifestaciones en el cosmos. Dios es para él “el que brinda las luvias y las estaciones fecundas” 1°. Su hija Paghat se dedica a seguir el rumbo de las es- trellas!1, Pero Mircea Eliada nos ha ensefiado que el alma religiosa de los paganos no siempre adora las esta- ciones y los astros en si mismos, sino que ve en ellos las hierofanias de un poder misterioso 12. ¥ es la pureza de su religién lo que Ezequiel exalta en Danel, cuando opone su humildad al orgullo del rey de Tiro que dice: Soy un dios, Me siento en un trono de Dios en medio del mar 13, El mundo antiguo, de los reyes de Tiro a los empera- dores de Roma, ha tenido una concepcién religiosa de la realeza. El rey es para él la fuente misteriosa de donde proceden la fecundidad de la tierra y la prosperidad del pueblo. Es Soter, fuente de salvacién, “El ungido del Sefior es el aliento de nuestra faz”, diré Jeremias 4. Pero esto podia interpretarse de dos maneras. O bien el rey se atribuia a si mismo este poder y se consideraba como un dios: lo que hacia el rey de Tiro, O bien atrafa sobre su pueblo la gracia de Dios: lo que creian los reyes de Israel 15, Y también lo que creia Danel 1° En efecto, las tentativas de la escuela escandinava mo- derna, que ve en la divinizacién del rey la creencia co- min de los pueblos de entonces, parecen ser muy discu- tibles. Seguramente es falsa para Israel. Incluso en ciertos pueblos paganos, parece mas bien tratarse de la comu- nicacién de un poder divino: “Toda dignidad real, escri- be De Fraisne, consagraba al rey como luz de los dioses, es decir como reflejo vivo de la divinidad, Pero este re- 10 Act., XIV, 17. 11 Virnotieaun, loc. cit., p. 53. 12 Traité Whistoire des religions, p. 36. 13 Ez, XXVIU, 2. 14 TV, 12. Sobre la aplicacién de este texto a Cristo ver Jzan Dantixou, Christos Kyrios, Mel. Lebreton, I, pp. 338-351. 18 J. pe Frarsne, Laspec religieux de la royauté israélite, p. 396. 16 Ver W. F. Ausricut, The seal of Eliakim, Journ. Bibl., Litt., 1932, pp. 99-100. DANEL §3 flejo se encuentra perpetuamente condicionado por una bendicién constante de los dioses: si este favor se aparta del rey ya no sera el ser privilegiado y caerd en la mul- titud anénima” 17. Es el orgullo lo que ha hecho que cier- tos reyes pretendan una dignidad divina; pero Danel sabia “que era un hombre y no un dios” (Ez., XXVIII, 2). Hasta aqui hemos sefialado en Danel la justicia y la Piedad. Ezequiel nos muestra en él también a un sabio, un hombre “a quien ninginm secreto se le ocultaba” (XXVIII, 3). Este elogio a propésito de un rey puede asombrarnos. Y sin embargo, es uno de los principales atributos que les exigia el antiguo Oriente. Sabiduria es aqui en primer término arte de gobernar. Los reyes de Oriente tenian libros de sabidurfa que eran méximas en que debian inspirarse sus funcionarios 38, A su imagen Salomén compuso colecciones de proverbios. £1 era, nos dice la Escritura, mds sabio que “todos los sabios de Orien- te” (I, Rey., V, 11). Pero si la sabiduria de Salomén so- brepasaba la de Danel, no por eso éste dejaba de ser uno de esos reyes sabios de Oriente. Pero la sabiduria no es sélo el arte de gobernar. Es también ciencia de las cosas ocultas. Estos secretos son los de la naturaleza. Asi se dice de Salomén “que com- puso tres mil mdximas y disert6 acerca de los Arboles, desde el cedro del Libano hasta el hisopo que nace en el muro” (I, Rey., V, 12-13). Puede pensarse que esta sa- biduria no le era propia y que la compartia con los otros reyes-sabios de Oriente. El conocia también “el ciclo de Jos afios y la posicién de las estrellas” (Sap., VII, 19). Pero mas profundamente “la sabiduria est4 en los secretos de Ja ciencia de Dios” (Sap., VIII, 4). Y por cierto también aqui Ja sabiduria de Danel permanecia al nivel del Dios césmico, no alcanzaba al Dios vivo de la alianza. Pero era, sin embargo, auténtica sabiduria del verdadero Dios, como asegura Ezequiel. Por todos estos motives tenemos el derecho de ver en Danel un “justo”. Y éste es el titulo que le da Ezequiel, al mismo tiempo que a Job y a Nod: 17 De Fratsnez, loc, cit., p. 261. 18 M. Duegsserc, Les scribes inspirés, I, pp. + ss. 54 JEAN DANIELOU Hijo del hombre: Cuando por haberse rebelado pérfidamente contra mi la tierra, tienda yo mi brazo contra ellas y la quebrante el sustento del pan y mande sobre ella el hambre, y extermine en ella hombres y animales, aunque hubieran estado en ella estos tres varones, Noé, Danel y Job, ellos por su justicia hubieran salvado su vida, dice el sefior Yahweh. Debemos ahora explicar este texto decisivo, que nos afirma la justicia y la salvacién de Danel. Danel es justo 1®. Hemos dicho hace un momento que él juzgaba con equidad. Pero aqui ya no se trata de esto. Ser “justo”, para la Biblia, no se define en relacién con la equidad entre los hombres, sino en relacién con el juicio expresado por Dios. El “justo” es el que Dios re- conoce como tal. Es el equivalente de lo que nosotros Hamamos un santo. Es el que “es grato a Dios”, porque cumple su Ley. Pero es también aquel en quien Dios se muestra justo, es decir fiel a sus promesas, y que hace participe de sus dones, La justicia de Danel se define en funcién de la alianza que es la suya, de la que Dios ha contraido con Noé y en la que se ha comprometido a bendecir, con bendiciones de la tierra y del cielo, a quie- nes lo confiesan en su manifestacién en el orden del mundo. Asi Danel es justo ante Dios. Pero es justo en medio de un pueblo pecador. Si nuestro texto afirma que existen paganos que han hallado y servido al verdadero Dios, afirma también que ellos son una excepcién. “Cuando por haberse rebelado pérfidamente contra mi la tie- rra”... (Ez., XIV, 13). La visién biblica del mundo pa- gano nos lo muestra como arrastrado por la ola de idola- tria y de pecado que se extiende sobre él. Es la visién del capitulo I de la Epistola a los Romanos. Pero, en me- dio de esta apostasia general, emergen algunos justos, como testigos de la verdad: tal como Noé “cuando habia crecido la maldad del hombre sobre la tierra” (Gér., VI, 5), tal como Lot en medio de las iniquidades de Sodoma, tal como Danel en el seno de un pueblo idélatra y sensual. Estos justos constituyen el pequefio “resto” que man- 19 Su nombre significa “justicia de Dios” (dan El). DANEL 55 tendré a través de toda la continuidad de la historia preabrahdmica la presencia sobre la tierra del culto del verdadero Dios. Ellos son los que impiden la ruina del mundo normalmente arrastrado por el pecado. Porque el juicio debe destruir al mundo pecador: Si yo mande sobre ella el hambre, y extermine en ella hom- bres y animales... Y si mando contra ella la espada... 0 si mandare sobre esa tierra la peste contra ella, dentro de su sangre, derramando mi ira para exterminar hombres y bes- tias... (Ez., XIV, 13-19). Pero la presencia de Noé, de Danel y de Job impide que Ja exterminacién sea completa. Ellos han sido perdonados para que sean el comienzo de una humanidad nueva. Se presentan de este modo como figuraciones de Cristo, quien sera juntamente alcanzado por el juicio de Dios, en tanto ha tomado sobre si los pecados del mundo, y liberado de la muerte, en tanto es el Justo por excelencia, para ser el primogénito de una nueva humanidad. Este aspecto del misterio de Danel ha sido atinadamen- te sefialado por Origenes: ‘He oido hace tiempo a un hebreo que explicaba este pasaje y decia a propdsito de los tres personajes, que cada uno de ellos habia conocido tres tiempos: alegre, triste y nuevamente alegre” 2°, El interés de este pasaje consiste en que Origenes no nos da aqui una exégesis personal, sino que nos trasmite una exé- gesis judia. Esta hace resaltar nitidamente este cardcter de los tres personajes: el de ser la frontera entre dos mun- dos, fin de un mundo e inauguracién de otro. Esto se halla claro en Noé, que ha conocido el mundo anterior al Diluvio, el Diluvio y el mundo posterior al Diluvio. Se halla claro en Job, feliz, sufrido, nuevamente feliz. ¢En- cerraré la historia de Danel un episodio andlogo? Los textos de Ras-Shamra no nos autorizan a suponerlo. Pero Ezequiel puede aludir a otro rasgo de su leyenda *t, Se ha sefialado efectivamente que la festividad de Afio Nuevo en las regiones mesopotdmicas, con las cuales esta vinculada la de Canaam, comprendfa una humillacién ri- 20 Ho, Ez., IV, 8; C. G. S., VIII, 369. 21 Ver Martin Nor, loc. cit, p. 259, n. 1. 56 JEAN DANIELOU tual del rey. Se figuraba que éste descendia “al Arallu (el infierno) representado simbélicamente por un cuarto subterraneo del templo” 2%, y el ultimo dia de la fiesta era llevado nuevamente en triunfo a su trono real. Tenemos aqui el tema de los tres tiempos, feliz, desdichado y feliz, y el de un recomenzar la vida después del aniquilamiento. Este tema se parece mucho a los de Noé y de Job. Quizas permanecié asociado en la tradicién popular al recuerdo de los antiguos reyes cananecos. Asi Danel aparece como salvado por Dios. Y éste es el Ultimo rasgo que debemos considerar. En realidad, el texto sdlo alude al hecho de que él ha sido excluido de la catdstrofe que azota al pueblo. Pero esto es la prefigura- cién de la salvacién escatolégica. El texto contiene la afir- macién de la salvacién de Danel y constituye un testimo- nio esencial sobre la salvacién de los infieles, Afirma la dificultad de esta salvacion, puesto que el conjunto de los hombres es arrastrado por el pecado y destruido por el juicio; pero afirma también su realidad, puesto que nos muestra a Dios que perdona a los justos, a los que han sabido resistir el contagio del pecado. Y Ezequiel no afir- ma solamente la posibilidad de esta salvacién para las le- janas épocas que preceden a Abraham, sino también para los paganos de su tiempo extrafios a la alianza de Israel. Asi Danel se nos presenta como un rey pagano justo y sabio cuya salvacién esta afirmada por la Escritura. En el antiguo arte cristiano de las catacumbas, ninguna figura aparece con mayor frecuencia, junto a Noé sal- vado de las aguas del Diluvio, que Daniel salvado del foso de los leones. Esto, por cierto, no se relaciona con nuestro Danel. Pero si recordamos que judios y cristianos de este tiempo confundian el Danel de Ezequiel y el Daniel del libro de este nombre 8, es niuy probable que piensen justamente en el Daniel profeta y en el texto de Ezequiel, en que Danel se salva junto con Noé. Y esto nos otorga 22 De Fratsne, loc. cit., p. 305. 283 Ver F. Cuartion, Tria genera hominum, Noé, Daniel et Job, Rev. Moy. Age latin, 1954, pp. 169-177; G. Fortrer, Les trois catégories de chrétiens, Augustinus Magister, II, pp. 631-644. DANEL 57 el derecho de reconocer en esta figura venerable pro- puesta al culto de los cristianos, los rasgos del viejo rey de Ugarit y al mismo tiempo los del profeta en el des- tierro. NOE A MAYOR PARTE de los personajes que figuran en este li- bro sélo aparecen en la Escritura mencionados en unas pocas lineas. Algo muy distinto sucede con Noé. El Gé- nesis le ha consagrado tres capitules. Otros libros del An- tiguo Testamento, Isatas, Ezequiel, la Sabiduria, el Ecle- sidstico, también lo mencionan, A su vez el Nuevo Tes- tamento habla de él en muchas ocasiones. Los Apécrifos del Antiguo Testamento, Enoc, los Jubileos le otorgan un lugar destacado. El arte cristiano de las catacumbas en- cuentra en él uno de sus temas privilegiados. Todo esto nos permite vislumbrar su especial importancia. Sin embargo, su caso no es diferente al de Enoc 0 al de Danel. También aqui se trata de uma figura pagana. Las tabletas encontradas en Nippour nos han mostrado que el relato del Diluvio, con detalles tan precisos como la construccién del arca y el envio de Ia paloma, formaba parte de las tradiciones babilénicas 1. Estos relatos aluden a un personaje salvado del Diluvio, que es nuestro Noé. No se llama asi. Pero el nombre de Noé, bajo la forma de Nah, se encuentra en Mari, sobre el Eufrates?, donde recientes excavaciones han revelado una civilizacién muy préxima a la registrada en los primeros documentos del Antiguo Testamento. 1], Duonme, Le Déluge babylonien, Rev. Bibl., 1930, pp. 488 ss.; G. Lampert, Il n'y aura plus jamais de Déluge, Nouv. Rev. Théol., 1955, p. 697. 2M. Norn, Noah, Danel und Hiob in Ezechiel XIV, Vetus Testamentum, 1951, pp. 254-258, 60 JEAN DANIELOU Estamos, pues, como en el caso de Enoc, ante un per- sonaje extrafio a Israel y perteneciente a una civilizacién pagana —y que tanto el Antiguo como el Nuevo Testa- mento nos lo presentan como un santo—. Pero este per- sonaje tomard una importancia excepcional, debido a la significacién que el autor sagrado dard al Diluvio babi- lénico al incorporarlo a la historia sacra y al interpre- tarlo en una perspectiva biblica. El Diluvio se convertira en la expresién del Juicio de Dios sobre el mundo peca- dor. Desde entonces, Noé se nos presentaraé como la ex- presién de la situacién del hombre ante el Juicio de Dios. La Escritura aduce numerosos testimonios de la santidad de Noé. Ya el Génesis nos dice “que hallé gracia a los ojos de Dios” (VI, 8), que era “un var6én justo y perfecto y siempre anduvo con Dios” (VI, 9). La Sabiduria men- ciona su justicia (X, 3). El Eclesidstico dice que “fue ha- llado enteramente justo” y que “por él se conservé un resto en la tierra” (XLIV, 17). Ezequiel lo nombra entre los que se han salvado junto con Job y Danel (XIV, 14). La Epistola a los Hebreos celebra su temor de Dios (XI, 7). Pero estos rasgos se hallan en otras partes. Y el que parece caracterizarlo es la fe de la que dio prueba al responder a la orden que le daba Dios de construir el arca (Gén., VI, 22). El Antiguo Testamento menciona este rasgo sin agregar comentario alguno 3, Pero es notable que cada vez que el Nuevo Testamento alude a Noé insiste sobre él. El pri- mer texto es el de la Epistola a los Hebreos: “Por la fe, Noé, avisado por divina revelacién de lo que ain no se veia, fabricé el arca para salvacién de su casa; y por aque- lla misma fe condené al mundo, haciéndose heredero de la justicia” (XI, 7). Este texto recalca lo que caracteriza la fe de Noé: él creyé, con la timica garantia de la palabra de Dios, en cosas que atm no veia. En efecto, segan la apariencia de las cosas, nada hacia prever el Diluvio. Como Io dice Cristo en Mateo: “En les dias que precedieron al Dilu- 8 G. Lampert piensa que tal vez se hallara més desarrollado en el documento Iahvista utilizado por el redactor. Ver loc, cit., p. 591, n. 7. - NOE 61 vio, comfan, bebian, se casaban y se daban en casamien- to, hasta el dia en que entré Noé en el arca” (Mat., XXIV, 38). Las cosas proseguian su curso ordinario. La construccién de esta inmensa arca parecia una empresa insensata. Y lo era segtin las apariencias y para los hom- bres que juzgan segtin las apariencias, Pero Noé perse- veraba en su tarea, a pesar de las apariencias y a pesar de la ironia de los hombres que juzgan segtin las aparien- cias (II Pedr., HI, 3). Y finalmente el resultado mostraria que Noé tenia ra- zon. Y esta inmensa arca, que en apariencia no servia para nada, resultaria terriblemente util el dia en que sobreviniera el Diluvio. He aqui por qué la fe de Noé “condené al mundo”. El Diluvio manifiesta que las apa- riencias estan equivocadas y que la fe tiene razén.. El Diluvio denuncia la ilusién de los incrédulos y da tes- timonio de la realidad de la fe. Muestra que la palabra de Dios constituye un apoyo mas sélido que la evidencia de los sentidos. Asi la historia de Noé es la expresién del contraste en- tre la fe y la incredulidad. Y en este aspecto es el primer esbozo de una situacién que volver4 a encontrarse en to- das las etapas de Ja historia de la salvacién. Esta historia evoca la de Abraham que también “se puso en camino sin saber a dénde iba” (Hebr., XI, 8), a pesar de la per- secucién de los habitantes de Ur, que nos relatan las tradiciones judias y musulmanas. Pero sobre todo el Nue- vo Testamento nos presenta a Noé como prefigurando la situacién de los cristianos, frente a los incrédulos, ante el anuncio del Juicio. Porque también ellos, al construir la Iglesia, de la cual el arca es una figuracién, son objeto de la ironia de los hombres de la tierra. Esto esté ensefiado en primer término por e! propio Cris- to: “Porque como en los dias de Noé asi sera la aparicién del Hijo de] hombre. En los dias que precedieron al Dilu- vio, comian, bebian, se casaban y se daban en casamiento, hasta el dia en que entré Noé en el arca: y no se dieron cuenta hasta que vino el Diluvio y los arrebaté a todos. Asi sera la venida del Hijo del hombre” (Mat., XXIV, 37-39). El Diluvio ha sobrevenido en medio de la enorme 62 JEAN DANIELOU despreocupacién de los hombres. Igualmente el adveni- miento del Hijo del hombre sobrevendra de improviso. La Segunda Epistola de Pedro compara Ja incredulidad de los hombres anteriores al Diluvio, que no creyeron en Ja venida del Juicio de Dios, con la incredulidad de los hombres del fin de los tiempos, que tampoco creerdn: “Y ante todo debéis saber cémo en los postreros dias ven- dran, con sus burlas, escarnecedores que dicen: ¢Dénde estA la promesa de su venida? Porque desde que murieron los padres, todo permanece igual desde el principio de la creacién. Es que voluntariamente quieren ignorar que en otro tiempo hubo cielos y hubo tierra, salida del agua y en el agua asentada por la palabra de Dios; por lo cual el mundo de entonces perecié anegado en el agua” (III, 3, 9). Y sin embargo, los hombres estaban prevenidos. Cristo habla de “los dias que precedieron al Diluvio”. Los con- tempordneos de Noé podian verlo construir el arca. La Primera Epistola de Pedro habla incluso del “tiempo en que se fabricaba el arca, cuando los esperaba la paciencia de Dios” (III, 20). Este ultimo texto termina de iluminar el tiempo que precede al Diluvio. Muestra, en efecto, que la tardanza del Juicio de Dios, en que los incrédulos en- cuentran un pretexto a su negacién, es en realidad un plazo concedido a la penitencia por la misericordia de Dios: “No retrasa el Sefior la promesa, como algunos creen, es que pacientemente os aguarda, no queriendo que na- die perezca, sino que todos vengan a penitencia” (II Pedro, Ti, 9). Noé se nos presenta aqui bajo un nuevo aspecto. No solamente ha creido él en el Juicio de Dios. Ha sido encargado de anunciarlo a los hombres y de predicarles la penitencia. Esto no esta dicho explicitamente en el Antiguo Testamento. Pero.la Segunda Epistola de Pedro habla de Noé como “predicador de la justicia” (II, 4). Se refiere sin duda a una tradicién judia, pues volvemos a encontrar el tema en el historiador Flavio Josefo (Ant. Jud., TI, 2, 1) y en los Libros Sibilinos judios. Seguramen- te a estas tradiciones se refiere también Teéfilo de Antio- quia, cuando escribe: ‘‘Noé, cuando anuncié a los hom- bres la inminencia del Diluvio, profetiz6 en estos términos: Nok 63 Venid, el Ilamado. de Dios os invita a la penitencia” (A Autdlicos, III, 19). Y Clemente de Roma por su parte: “Noé predicé la penitencia y los que lo escuchaban fueron salvados” (VII, 6)4 Asi, pues, Noé se presenta aqui como un profeta. Lo es en tanto que es enviado por Dios junto a los hombres. Y es- to lo relaciona con Enoc. Lo es también en tanto que el objeto de su mensaje es el Juicio. He aqui, a través de toda la historia de la salvacién, el objeto propio de la profecia. Amos, Isaias, Jeremias anunciaron el “dia del Sefior”, la visita de Dios que venfa a castigar al mundo pecador. Mas aun Noé prefigura aqui a Juan Bautista que sera, lo mis- mo que él, el profeta de la inminencia del Juicio: “He aqui que el hacha esta en la raiz del Arbol.” Pero lo que debemos sefialar a propésito de Noé, es que no fue enviado a un pueblo particular, sino a todos los hombres. Anuncia la llegada del Juicio al mundo pagano, Muestra asi que el conocimiento del Juicio forma parte de la revelacién césmica. Y ésta, ya lo hemos dicho, com- prende esencialmente dos objetos: que Dios gobierna al mundo —y esto es la Providencia—, y que Dios recom- pensa el bien y castiga el mal —y esto es el Juicio. Noé es el primero que ha escapado a este juicio de Dios. Y éste es el segundo rasgo que consideraremos en él. Y pri- meramente debemos sefialar que él aparece en un mundo en que desborda el pecado: “Viendo Yahwveh cuanto ha- bian crecido la maldad del hombre sobre la tierra, y cémo todos sus pensamientos y deseos sélo tendian al mal” (Gén., VI, 5). Esta vision de pecado se cierne sobre todo el co- mienzo del Génesis. Es que se manifiesta la consecuencia del primer pecado, Pero esta misma presencia del pecado muestra que Dios no ha dejado nunca de manifestarse al hombre. Porque el pecado no es mas que el desprecio prac- tico de la santa voluntad de Dios. ¥Y ¢cémo despreciarla, si no se la conocia? Pero para que haya pecado, no basta con que haya co- nocimiento, es menester que haya también consentimiento, Es de sefialar en este sentido que san Pablo en la Epistola 4 Ver también Apocalypse de Pablo, 50; James, p. 553. 64 JEAN DANIELOU a los Romanos presenta la incredulidad de los paganos y los desérdenes que de ella resultan como culpables. Esto significa que no son inevitables. Y precisamente la pre- sencia de los justos en el mundo pagano manifiesta esta posibilidad y condena al mundo pecador. La Epistola a los Hebreos lo dice, precisamente a propésito de Noé: “Por Ja fe, Noé... condené al mundo” (Hebr., XI, 7). La visién del mundo pagano, a la cual nos Ileva la Biblia, es la de un mundo en que el conocimiento del verdadero Dios es posible y en que la pr&ctica de la verdadera justicia tam- bién es posible, pero donde ambas cosas son excepcionales. Esto preside la historia del Diluvio, El mundo debe ser destruido porque el pecado domina en él. Porque exis- te incompatibilidad entre la santidad de Dios y el pe- cado. El Juicio manifiesta la santidad de Dios y el pecado del hombre. Constituye asi una nueva etapa de la revela- cién césmica. Y esta etapa nos introduce mas en el miste- rio de Dios vivo, que no es sélo potencia creadora y pro- videncia ordenadora, sino también Dios celoso, que no se resigna a la infidelidad del hombre; Dios santo, que no sabe de complicidades con el pecado; Dios justo, cuya Ley est4 escrita en la conciencia de todo hombre. Pero el juicio es también un acto césmico, el pecado del hombre acarrea la destruccién del cosmos. Asi la so- lidaridad del hombre y del cosmos, de la santidad y de Ja felicidad aparece aqui como negativa. Asi como el prin- cipio de la religién césmica es que los bienes temporales corresponden a la justicia del hombre, y que asi el orden del mundo est4 supeditado a ésta5, asi también el pecado del hombre acarrea normalmente la destruccién del cos- mos. De aqui que surja claramente el estrecho vinculo entre los dos aspectos de la revelacién césmica de que ha- bla la Epistola a los Romanos, la revelacién por las cosas visibles y la revelacién por la ley interior, El Diluvio puede definirse como la resonancia césmica del pecado. Pero la historia de Noé manifiesta también lo contra- 5 Sobre la persistencia de este punto de vista en los paganis- mos, ver el reproche hecho por los paganos de Roma a los cris- tianos de ser origen de las desgracias de Roma, por haber aban- donado los cultos tradicionales, y la respuesta de Agustin en la Ciudad de Dios. NOE 65 rio. Si el mundo debe ser destruido a causa del pecado, el mundo sera salvado a causa de la justicia. Basta con la presencia del justo Noé para que el mundo sea salva- do de la destruccién®. Asi el destino del mundo estd pendiente de la santidad. Los santos protegen al mundo. Su intercesién impide que el pecado consuma al mundo, que el castigo de Dios lo destruya. Y asi existe sobre el mundo una proteccién misteriosa, como una especie de halo de gracia en que estén bafiados incluso los que no lo saben. ¢No dice san Pabijo en la Epistola a los Romanos que toda Ja creacién “ansia la manifestacién de los hijos de Dios, con la esperanza de ser librada de la corrup- cién” (Rom., VIII, 19). Asi, frente al pecado que destruye al mundo, la justicia de Noé salva al mundo, Lo dice el texto del Eelesidstico: “Noé fue hallado enteramente justo, y en el tiempo de la célera fue ministro de reconciliacién. Por él se conservé un resto en la tierra, cuando ocurrié el Diluvio” (Ecles., XLIV, 16-17). Se advertira la palabra “resto”, Ella alude sin duda a las etimologias de Noé7. Pero sobre todo pre- senta, en el nivel de la alianza césmica, una de las leyes de la historia de la salvacién. En todas sus etapas, Dios castigard al mundo pecador, pero se reservard un resto, que constituiré el principio de un pueblo nuevo. Asi la simiente de la justicia nunca ha faltado a la tierra. Y ese resto encontrara su expresién definitiva, segin ensejia san Pablo, en el pequefio grupo de judios que permaneceran fieles, luego de la apostasia de Israel, y sera la simiente del Nuevo Israel. Pero el tema del juicio que castiga al mundo pecador y del justo perdonado que inaugura una nueva humani- dad, se presenta sobre todo como el primer esbozo del tema de Cristo. El mundo entero yace bajo el pecado. Es menester que el juicio de Dios castigue al mundo pecador. Pero Cristo se substituye al mundo pecador para ser cas- tigado en su lugar y da su vida por el pecado del mundo. El castigo cae sobre el pecado y, sin embargo, perdona al 6 Ver Pumon, De migratione Abrahee, p. 125. 7 Jean Danuitou, Sacramentum futuri, pp. 60-61, 66 JEAN DANIELOU pecador. Asi son satisfechas simultaneamente las exigen- cias de la santidad y las exigencias de la misericordia. Cristo ha padecido el juicio de Dios, pero, por otra parte, es, como Noé, el primogénito de una nueva humanidad., Cristo es el que ha sido antes y que es después; El es el que ha conocido el juicio que castiga al mundo pecador y, al mismo tiempo, el que esta reservado para ser el primogénito de los resucitados; El inaugura en El esta creacién sobre la cual han bajado las aguas del Diluvio para purificarlas de toda mancha, de modo que el mun- do en que se levanta un nuevo sol después del Diluvio, y que es el Cuerpo de Cristo resucitado, es un mundo vir- ginal como el primer paraiso. Pero en el episodio de Noé, uno es el destruido por el juicio y otro la criatura nueva; en-la persona de Cristo, es él mismo el que es primero destruido por el Juicio, porque El ha querido indentificarse con el mundo pecador, y que, en su resurreccién, inaugu- ra la creacién posterior al juicio y se convierte en el pri- mogénito de la nueva creacién. Noé nos es presentado como el tipo del hombre salvado. Pero su significacién no se detiene alli. Con él se plantea un nuevo problema, concerniente con el misterio de la alianza. En realidad, Noé aparece por primera vez en la Escritura de la nocién capital de alianza (berith). La alianza es uno de los caracteres esenciales, quizd el mas caracteristico, del Dios de la Biblia. Ella significa que Dios comunica a los hombres ciertos bienes, y esto en virtud de una disposicién irrevocable. El hombre puede asi contar con esos bienes, no en virtud de un derecho que tendria sobre ellos, sino a causa de la fidelidad de Dios a su palabra. La alianza hecha con Noé corresponde a la religion césmica y atafie esencialmente a la fidelidad de Dios en el orden del mundo. Esto se halla-expresado varias veces en el Génesis. Se trata, en primer término, de una alianza no con un pueblo particular sino con la humanidad ente- ra e incluso con todo el cosmos: “Ved, yo voy a establecer mi alianza con vosotros y con vuestra descendencia des- pués de vosotros; y con todo ser viviente que esté con vos- NOE 67 otros, aves, ganados y fieras de la tierra” (IX, Io). Y por otra parte, se trata de una alianza eterna (IX, 16)8, irrevocable. Por esta alianza Dios se compromete a no destruir la vida en la tierra, cualesquiera sean los pecados de los hombres. “Hago con vosotros pacto de no volver a exter- minar a todo viviente por las aguas de un diluvio” (IX, 12). La fidelidad de Dios se expresara en particular por la regularidad de las leyes del cosmos, de los ciclos de las estaciones: “Mientras dure la tierra habrd sementera y cosecha, frio y calor, verano e invierno, dia y noche” (VIII, 22). Este texto es capital. En efecto, justifica el de- recho de ver en los ciclos de las estaciones la revelacién de la fidelidad del Dios vivo. Y esta revelacién, dird san Pablo, esta dada a todas las naciones, “a las cuales Dios no ha dejado sin testigo, dandoles las Iluvias y las esta- ciones fructiferas”. Esta revelacién constituye el fondo auténtico de las religiones paganas, pues para ellas los ciclos de las estaciones son el fundamento del culto. Dios da un documento oficial de esta alianza, que prue- ba su compromiso a todas las generaciones. Y este do- cumento es el arco iris: “Pongo mi arco en las nubes, para sefial de mi pacto con la tierra, y cuando cubriere yo de nubes la tierra, aparecerd el arco, y me acordaré de mi pacto con vosotros y con todos los vivientes de la tierra” (IX, 12-15). Asi como el Cordero pascual sera el memorial de la alianza mosaica, asi como la eucaristia sera el sacramento “de la nueva y eterna alianza” reem- plazante del “antiguo documento”, el arco iris es el me- morial y el sacramento de la alianza césmica que persiste bajo Ia promocién de alianzas nuevas y mejores % Hasta este momento hemos dejado de lado lo que constituye el rasgo caracteristico de la alianza, el hecho de que sea irrevocable. Uno podria preguntarse, en efecto, qué hay de nuevo en la regularidad del dia y de la noche, del verano y del invierno. ¢No estaba ya incluida en la creacion referida en el primer capitulo del Génesis? Es ®& Vor también Eceles., XLIV 17. % Tu alinnza con Noé es la figura y Ja garantia de la alianza con baracl para Isafas, LIV, 9. 68 JEAN DANTELOU cierto que estaba escrita, pero no se daba como irrevocable. Prueba de ello es que el Diluvio la habia roto, volvien- do todo al caos primitive, a la indiferenciacién de las aguas de arriba y de las aguas de abajo. Ya hemos viste que en la primera disposicién de Dios, el orden del cos- mos estaba en relacién con la justicia del hombre. La desaparicién de ésta acarreaba la ruptura de aquél. El pecado acarreaba el Diluvio. Y esto era perfectamente racional, La alianza hecha con Noé introduce una nueva reali- dad 1°, Lo peculiar de esta alianza consiste en que se trata de una disposicién unilateral, en que el compromiso de Dios no queda a merced de la fidelidad del hombre. Y esto es lo que Pablo ha querido sefialar al traducir la berith hebraica no como “alianza” (ovvOKy), sino co- mo “testamento” (51a61}kn). Esto no quiere decir que Dios no exija nada al hombre. Como contraparte de su prome- sa, da a Noé mandamientos (IX, 4-7). La infidelidad de los hombres podra privarlos de los bienes espirituales vin- culados a la alianza, del conocimiento y de Ja familiari- dad de Dios. Pero no podré hacer que la alianza sea revocada. Aparece asi el cardcter de la economia que esta insti- tuido con Noé. Es verdaderamente un nuevo mundo que comienza. Es el “comienzo de una nueva creacién” 4, “un nuevo comienzo de vida” 12, La correspondencia de la re- tribucién terrestre y la justicia, sobre la cual estaba fun- dada la primera economia, ha sido rota. Se ha terminado con el Diluvio. El orden del mundo ya no esté a merced del pecado del hombre. En la economia que comienza Dios dara los bienes temporales tanto a los pecadores co- mo a los santos. El Dios de la alianza no es un Dios que da la luvia a los justos y la niega a los injustos, sino que, segtnm la palabra del mismo Cristo, “hace salir el sol sobre malos y buenos y llueve sobre justos e injustos” (Mat., V. 45). 10 Ver G, Lamperr, Il n’y aura plus jamais de Déluge, Nouv. Rev. Théol., 1955, p. 596. 31 Crrtto de Jerusalén, Catech., P. G. XXXII, 982 A. " Hom. clem., VIII, 17. Ver G. Lampert, loc. cit., p. 587, n. 1-7. NOE 69 Esto no quiere decir que Dios se resigne ante el pecado. Quiere decir que Dios se resigna a un mundo en que existe el pecado y donde no se trata de destruir al pecador, sino de salvarlo, Se pasa asi de la idea de preservacién a la idea de redencién, de la nostalgia de la inocencia original a las primeras etapas de la restauracién final. La alianza sefiala asi como una bisagra en Ja historia de la salvacién, el paso de una visién vuelta hacia un pasado, que hay que mantener a pesar de la accién destructora del tiempo, a una visién dirigida hacia un porvenir, que hay que pre- parar a través de la accién constructiva del tiempo. Con Ja alianza Ja naturaleza se hace historia. Todos los hombres nacen en este mundo, pero pocos comprenden su sentido. El caracter de este mundo es la disociacién de la justicia y de la fidelidad. Este mundo es un escdndalo para la raz6n. La raz6n pertenece a la primera economia. Ella querria que Dios reservara sus favores para los justos y los rehusara a los pecadores, Ella reconoceria Ja existencia de Dios si, como lo quiere Camus, no hubiera inocentes desdichados y si, como se lo of a una viejecita, el rayo de Dios hubiera pulverizado a los torturadores de Oradour. Esto choca con el escandalo de Ja alianza de Noé, la de la prosperidad del malo, a la cual correspondera rigurosamente el escdndalo de Job, que es el de la infelicidad del justo. Pero la razén peca por angelismo. Ella se sita mds aca del pecado original. Es menos sabia y menos mise- ricordiosa que este Dios que ella acusa de injusticia y de crueldad. Porque desde el momento que existe el pecado —y ¢quién puede desconocer esto?—, la légica que ella invoca exigiria la destruccién del mundo, ya que el pe- cado es universal. Si la razén hubiera decidido las cosas, el mundo hubiera cesado con el Diluvio, hubiera demos- trado ser un fracaso definitivo. La existencia de Noé tiene precisamente por objeto escapar a esta légica impla- cable y salvar al mundo a pesar de la légica. Mediante la alianza con Noé se ha introducido una fisura en la unién del pecado y del castigo, por donde podra entrar la salvacién, Y asi la alianza es una mani- festacién del amor. Ella nos revela algo nuevo acerca de Dios. Es la primera manifestacién del amor redentor, en 70 JEAN DANIELOU tanto que la economia anterior manifestaba solamente el amor creador. Aparece aqui esta paciente misericordia con que Dios soporta el pecado, a fin de salvar al pecador. No, dira la Segunda Eptstola de Pedro a propésito de estos légicos que se asombran, si hay un Dios, de que no se ma- nifieste, “no retrasa el Sefior la promesa, como algunos creen; es que pacientemente os aguarda, no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan a penitencia” (III, 9). Pero —podra también decirse— si aceptamos que sea una obra de misericordia el que el pecado no acarree el castigo, no serd inadmisible su contraparte: que la imo- cencia pueda sufrir duras pruebas. Alli esta, en efecto, el gran escdndalo de Job. Pero ya vemos que él también forma parte de una economia mejor. Esto quiere decir que introduce al hombre en algo mejor, haciéndole entrar con Dios en el mundo de la misericordia, Si la disociacién entre la justicia y la retribucién aparece como un orden mejor, puesto que permite la salvacién del pecador; si por otra parte esta disociacién acarrea necesariamente el su- frimiento del inocente, éste adquiere sentido como con- dicién de la salvacién del pecador. El] justo puede rechazar esto. Tiene derecho a hacerlo. Pero entonces se encierra en el orden de la justicia. Y se condena a si mismo al propio tiempo que pierde a los demas. Porque Cristo no ha venido para los justos, sino para los pecadores. Pero si el justo consiente en no ser tratado segim la justicia, si acepta ser tratado con célera, para que cl pecador lo sea con misericordia, si penetra asi en el juego de la misericordia, entonces su renuncia a la retribucién temporal de su justicia lo introduce en un ideal mas alto. Y también para él, el aparente escdndalo de la razén se convierte en una gracia, al revelarse como Ja locura de la Cruz. Tiene asi Noé un lugar eminente entre los santos de la religién césmica, Corresponde a una de las articulaciones esenciales de la historia sagrada, a uno de los articuli temporis de que habla Abustin. Sefiala el fin de una épo- ca y la inauguracién de otra. Es, como lo dicen las NOE 71 Constituciones apostdlicas, retomando una palabra de Fi- Jon de Alejandria 18, “fin (téA40¢) de las cosas pasadas y principio (&px) de las cosas por venir” 14, FE] Diluvio ha puesto fin a un primer orden de cosas, que demostré ser imposible. El pecado aparece mas profundo y el amor més paciente. Este es el mundo nuevo en que la alianza de Noé nos introduce, dando testimonio de la fidelidad de Dios en el seno de una humanidad pecadora. 13 De Abrahamo, 46, 14 Ver Sacramentum futuri, pp, 61-77, JOB 0B es un antiguo patriarca idumeo, ajeno a la raza y a la religién de Israel. La primera mencién que de él hace Ia Biblia se halla en Ezequiel (XIV, 14, 20), donde fi- gura en compafiia de Noé y Danel. Y esto es caracteristico, pues también Noé y Danel son extrafios a Israel. El li- bro hebreo del Eclesidstico hace también mencién de él (XLIX, 9). Pero sobre todo un tardio escritor judio, uti- lizando quizds antiguas tradiciones idumeas, le ha con- sagrado uno de los mas hermosos libros del Antiguo Testamento, Es el caso que Job, un pagano, nos es presentado como un modelo de justicia y de piedad. El escritor judio que ha escrito el Libro de Job era plenamente consciente de esto. “Job es, segan la voluntad del autor, un justo no perteneciente a la descendencia de Abraham” !. Ya Eze- quiel hablaba de su justicia (XIV, 14). En el Nuevo Tes- tamento, la Epistola de Santiago exalta su paciencia y lo proclama bienaventurado (V, 11). Y el papa san Gre- gorio el Grande, en el hermoso comentario espiritual que ha hecho del Libro de Job, no vacilaré en proclamar la santidad de este pagano: “No sin razén la vida de un pagano justo (gentilis) nos es propuesta como modelo: Nuestro Sefior, que ha venido para la redencién de los judios y de los gentiles, ha querido ser profetizado por la voz. de los judios y de los gentiles” 2. 1 Dom Duessere, Les scribes inspirés, II, p. 54. 2 Morales sur Job, Prefacio; Sources chrétiennes, p. 128. 74 JEAN DANIELOU Por otra parte, la tradicién littrgica confirma el culto rendido a san Job. Etheria, a fines del siglo 1v, da fe de este culto en Idumea, como del de Lot en Moab y de Melquisedec en Samaria: “Quise ir a la tierra de Hus, para visitar la tierra de san Job y orar alli” 8. Nos infor- ma ella también que era venerado en el Haurdn, al norte de Palestina (id., 16). Job es mencionado en la antigua oracién para la recomendacién del alma, como modelo de aquellos a quienes Dios ha liberado. El martirologio romano celebra su dia el 10 de mayo, los griegos y los coptos el 6 del mismo mes. La Escritura y la tradicién estan acordes en ver en el viejo idumeo a un santo del mundo pagano. Job realiza en primer término la justicia en el orden de la religién césmica, de la cual es algo asi como la ex- presién ideal, Ya hemos visto los fundamentos de esta justicia a propésito de Noé. Ella se halla en relacién con la alianza césmica. Dios ha prometido ser fiel en la co- municacién de los bienes de la naturaleza. Se ha com- prometido a dar Ja Iuvia que asegura la fecundidad de las cosechas y a perpetuar la vida de los animales y de los hombres. Pero también ha establecido un vinculo en- tre la justicia de los hombres y el orden del cosmos. Pi- de a aquellos que le rindan culto y observen sus leyes: “Solamente os abstendréis de comer carne con su san- gre. Y ciertamente yo demandaré vuestra sangre, que es vuestra vida. Fl que derramara la sangre humana, por mano de hombre seré derramada la suya: porque el hom- bre ha sido hecho a imagen de Dios” (Gén., TX, 5-6). Job es la perfecta expresién de esta alianza. Es el tipo del justo. Este hombre cra “integro, recto, temeroso de Dios y apartado del mal” (I, 1). Dhorme sefiala que estas diferentes palabras expresan los diversos aspectos de la virtud: la integridad se refiere a los deberes del hombre para consigo mismo, la rectitud a sus deberes para con el préjimo, el temor a sus deberes para con Dios‘. Job vela sobre su familia y, luego de los festines en que se han reunido sus hijos y sus hijas, los reine 3 Viaje de Etheria, p. 13. 4 Libro de Job, p. 2. ai JOB 75 y los purifica (I, 5). Ofrece a Dios holocaustos en repara- cién de sus pecados (I, 5). Su caridad se extiende al huér- fano y a la viuda (XXIX, 12-13). Es “el padre de los pobres” (id., 14) y “el terror de los injustos”. “Vestiame de justicia y ella me rodeaba como vestido” (fd., 14). A cambio de eso, Dios se complace en colmar a Job de bendiciones temporales, La primera es la fecundidad de su raza. Tiene Job siete hijos y tres hijas. Posee grandes rebafios, siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yunta de bueyes. Es todo un rico propietario, “el mas grande entre los hijos de Oriente” (I, 3). Es también un notable. Goza de gran autoridad con sus compatriotas. “Cuando iba a las puertas de Ia ciudad y se alzaba en Ja plaza mi silla, los jévenes, al verme, se escondian, y los viejos se alzaban en pie” (XXIX, 7-8). Cuando él ha hablado, “nadie replicaba” (XXIX, 22). No sélo esta col- mado de riquezas, sino de honores. Y su éxito es como si Dios diera fe de su virtud. Esto bastaria para nuestro propésito y permitiria hacer de Job el paralelo pagano de los patriarcas abrahamitas, también ellos colmados con bendiciones de la tierra. Pero Ja fimalidad de la historia de Job, tal como el escritor sagrado la ha recibido de la tradicién idumea, consiste en abordar otro problema. Porque hasta este momento no es seguro que Job sea verdaderamente un justo. ¢Ama a Dios por si mismo o por los bienes que de El ha recibido? Es pura su religién? ¢No esté Job demasiado apegado a su felicidad humana, a su vida de familia, a Ja riqueza que posee, a la estima de que goza? {No extraera sutil- mente alguna complacencia de su misma justicia y del privilegio que ésta le otorga? Esto es precisamente lo que piensa Satan. £1 no cree en la sinceridad de Job. £1 pone en duda nuestra tesis sobre la existencia de santos en el mundo pagano. Por eso es necesario que la justicia de Dios sea com- probada, ¥ el tema esencial, nuevo, que nos trae el libro, es el de la comprobacién de Ja justicia. Para saber si Job ama a Dios por si mismo o a causa de lo que recibe de Til, es necesario que sea privado de sus bienes. Y esto es lo que Dios permite que haga Satan. Es importante se- 76 JEAN DANIELOU fialar que se trata de un permiso. La ley de la alianza césmica, la retribucién temporal de la virtud, no es abo- lida, sino suspendida. Y la prueba de ello es que Job re- cuperara en seguida su familia, sus rebafios, su reputacion. Este es, al menos, el sentido primitivo del episodio, al cual nos atendremos en primer término. Después de ver a un Job colmado de favores, he aqui un Job en el desamparo. Todo lo que posefa le ha sido quitado. El fuego consume sus ovejas, los caldeos le ro- ban sus camellos, sus hijos son aniquilados. Una peor abyeccién: es victima de una lepra repugnante que lo convierte en un ser horroroso y al mismo tiempo lo hace padecer, La estima de que disfrutaba se desvanece junto con su prosperidad. Con una légica perfecta, los que veian en su felicidad una bendicién de Dios, ven en su hhundimiento una condena y lo acosan para que rinda cuentas. Se convierte en la burla de los jévenes, quienes lo zahieren con canciones y le escupen en el rostro (XXX, 9-10). Pero la prueba no hace vacilar su justicia. Job no lanza contra Dios ninguna maldicién, como se lo aconseja su mujer (II, 9), sino que persiste en su integridad. Recibe de Dios la desgracia como habia recibido la felicidad: “No recibimos de Dios los bienes? ¢Por qué no vamos a recibir también los males?” (II, 10). Se manifiesta asi la gratitud de su amor. Amaba a Dios por si mismo y no por lo gue recibia de El. Su amor no era calculador. Su justicia era una auténtica justicia. Su fidelidad en la des- gracia prueba su fidelidad en la felicidad. Pruébase asi que se puede ser verdaderamente justo en el orden de la alianza césmica y de Ja retribucién temporal. La prueba de Job no significa la falsedad de la virtud que halla aqui su recompenisa, sino, al contrario, demuestra su posibili- dad 5, Lo que hemos dicho de la historia de Job corresponde a sus elementos primitivos, los que al autor judio ha recibido de la tradicién idumea y que se dan sobre todo en el epilogo y en el prélogo del libro. Pero sobre este tema el 5 Ver A. Feumuer, L’énigme de la souffrance et la réponse de Dieu, Dieu vivant, XVII, p. 82, n. 3. JOB 77 autor hebreo ha desarrollado otro, el cual abarca los dis- cursos de los amigos de Job y constituye un debate en torno al misterio del sufrimiento. Estamos en presencia de un primer ahondamiento del tema primitivo. Pero el personaje de Job sigue siendo, en Ja idea del autor, un pagano, y el problema del sufrimiento esta planieado en el nivel de la religién natural. Esto se advierte, en primer término, en el hecho de que Dios se ha presentado aqui como manifestando su poder al nivel del cosmos (XXXVIII-XXXIX) y no en el orden de la historia. Ademds, aunque la obra sea reciente, el problema del sufrimiento estd planteado en el plano de la revelacién césmica, sin tener en cuenta ninguno de los datos mas profundos que la revelacién mosaica ha- bia aportado en textos mas antiguos, como los del Ser- vidor de Yahweh en Isaias o los salmos XLIX y LIII®. No se hace ninguna alusién a la recompensa en el mas alld, lo cual era una doctrina conocida en el judaismo cuando el autor escribia. Esto muestra su voluntad de situar el problema en el nivel de una humanidad anterior a la revelaci6n mosaica, es decir en un medio pagano. El primer rasgo que hace resaltar el autor es el carac- ter insoportable del sufrimiento. Los gritos que éste arran- ca a Job se cuentan entre los mas vehementes de todos les tiempos. Contra este sufrimiento, Job protesta con todo su ser. No tiene con él ninguna complicidad, Tam- poco se advierten huellas de resignacién. La imagen del “paciente Job” seré una elaboracién posterior. Nada es menos paciente que el Job auténtico. Muestra la existen- cia del sufrimiento y no puede hacer otra cosa. Nada puede aliviarlo. Las palabras de consuelo son para él co- mo una mofa. Ante el sufrimiento sédlo es posible una cosa: combatirlo o compartirlo. El sufrimiento se pre- senta asi como una situacién limite, que se halla mas alla del razonamiento, Y por eso los discursos de los amigos de Job resultan irrisorios. El sufrimiento introduce en el corazén mismo del misterio de la existencia. Esto es tanto mAs evidente en el caso de Job cuanto que se trata del sufrimiento de un justo. Por consiguiente, no © Duzssenc, Les scribes inspirés, II, p. 154. 78 JEAN DANIELOU es susceptible de ninguna explicacién. Es totalmente irra- cional. Depende de la existencia y no de la légica. Se presenta como una pura paradoja, como la expresién de un mundo absurdo. Pero al mismo tiempo introduce en la existencia auténtica. Pone al desnudo las raices del ser, Al despojar a Job de todo lo que no era esencial, hace de él la expresién de la humanidad pura. Despoja a su justicia de todo lo que amenazaba con ocultarla. La libe- ra de todo compromiso con la felicidad, Al mismo tiempo que el sufrimiento de Job introduce en el misterio del hombre, introduce también en el mis- terio de Dios. Porque, si bien Job no se reconoce respon- sable de su desgracia, tampoco acusa de ella a Dios. Esto seria también reducir el sufrimiento al discurso. Pero aqui el discurso ya no es el de los amigos de Job, sino el de su mujer. Para ella, no le queda a Job mas que matdecir a Dios. Y esta posicién es igualmente racional, Es la que lleva a tantos modernos a la rebelién. Si Dios existe, dicen ellos, es imposible que los justes sean des- dichados. Esto es contrario a toda justicia. Pero para Job existe un Dios que es justo y, sin embargo, existe el su- frimiento de los justos. Y esto es, efectivamente, inexpli- cable. Pero lo que debe ceder no es Dios, es la explica- cién. Esto quiere decir simplemente que no es mas posible hacer un discurso sobre Dios que sobre el hombre. Porque Dios es justo y el hombre justo, y sin embargo existe el sufrimiento, hay que confesar que Dios es un misterio y que el hombre es un misterio. El sufrimiento de Job revela el misterio del hombre porque denuncia la pretensién del hombre a reivindicar ningun derecho. Impide radicalmente concebir sus rela- ciones con Dios bajo la forma de una justicia conmutati- va. ¥ asi, al denegarle toda pretensién, pone de manifiesto su naturaleza de criatura, es decir su pobreza radical, ontolégica, que le quita todo derecho a pretender cual- quier cosa, puesto que lo que tiene es un don totalmente gratuito. Por eso Job pobre y abyecto nos expresa la esen- cia misma de la humanidad, mientras que Job rico v préspero Ja ocultaba. Y al mismo tiempo el sufrimiento de Job revela el JOB 79 misterio de Dios como libertad soberana. Desde el mo- mento que no tiene nada de Dios, Job ya no es suspecto de dirigirse a Dios por interés. En este orden, sélo podra protestar contra él. Pero la adoracién que continia con- sagrandole no tiene otro objeto que El mismo. Esta adoracién es la confesién de su ommipotencia irresisti- ble que se manifiesta en la creacién por su soberana libertad, Dios reivindica esta soberania en el admirable capitulo XXXVUI (4-7). ¢Dénde estabas al fundar yo la tierra? Dimelo, si tanto sabes. éQuién determind, si lo sabes, sus dimensiones? ¢Sobre qué bases’ descansan sus cimientos © quién asenté su piedra angular entre las aclamaciones de los astros matutinos y los aplausos de todos los hijos de Dios? Puede asi verse cémo el autor biblico ha trausformado la figura de Job. Ya éste no es el justo probado, sino el justo desdichado. El justo probado confirmaba la reve- lacién césmica. El justo desdichado sefiala su limite. Constituye, dentro de sus perspectivas, un misterio in- explicable. Obliga a negarla o a superarla, puesto que es imposible detenerse en ese punto. Pero al mismo tiempo el autor del libro no ha querido ir mas lejos. Ha seguido fiel a su propésito de presentarnos un santo pagano, Pero ha profundizado esta santidad Hevdndola a su limite ex- tremo, alli donde sélo es posible el puro abandono en la noche total, la afirmacién heroica de la fe, el testimonio puro de la adoracién. Asistiremos ahora a una nueva elaboracién de la fi- gura de Job en su interpretaciém por parte del mundo judeo-helenistico. Asi como el autor judio le habia dado una siguificacién teolégica, la del enfrentamiento del hom- bre con el misterio, los autores griegos prefieren acentuar su cardcter moral y mostrar en él un modelo de resisten- cia, de sufrimiento aceptado con paciencia. He aqui una verdadera transformacién de la figura de Job. Ya hemos visto que para el autor hebreo la paciencia no era su 80 JEAN DANIELOU fuerte. Estamos, pues, ante un dislocamiento de las pers- pectivas. Importa menos abordar problemas metafisicos que proponer ejemplos edificantes. Esto caracteriza la haggada del judaismo, la cual sera retomada por los cristianos. Esta transformacién ya aparece a la altura de la tra- duccién griega del Antiguo Testamento. El judio de Ale- jandria que ha traducido el Libro de Job lo ha modificado profundamente. No sélo ha querido traducirlo, sino tras- ponerlo de una mentalidad a otra. Asi ha dado a las des- cripciones de la naturaleza un caracter mas cientifico y menos animista: “Los astros cantaban” se convierte en “Los astros nacieron” (XXXVIII, 7). Las expresiones he- braicas estén traspuestas. El Scheol se convierte en el Hades y hasta en el Tartaro; los chacales se convierten en sirenas (XXX, 29). Se introduce un tinte mitoldgico. La descripcién realista del cocodrilo que tiene “cascos agudos” bajo su vientre se convierte en la descripcién mitica del dragén que tiene bajo su vientre “todo el oro del mar” 7, Esta helenizacién se advierte también en el cardcter de Job. Gerleman escribe: “Los LXX introducen un nuevo caracter en la figura de Job: humildad, paciencia. Los retoques del traductor a los discursos de Job persiguen también este fin” 8, Se han atenuado las expresiones vio- Jentas. Donde el hebreo decia: “Dios hace perecer igual- mente al justo y al impio”, el griego traducia: “La célera destruye al grande y al poderoso” (IX, 22). Y donde el hebreo dice: “Paz gozan las tiendas de los devastadores”, el griego escribe lo contrario: “Que ningin malo piense que quedaré impunc” (XII, 6). Es de sefialar que, parale- lamente a esta transformacién del caracter de Job, el traductor griego introduce en el texto Ja idea de la retri- bucién en el més alld. Ya no se trata del escdndalo ante Ja felicidad de los malos y el sufrimiento de los justos, sino sélo de la paciencia del justo que sabe que él tendra su recompensa y el malo sera castigado. Volvemos asi a la doctrina de la retribucién, pero elevada al plano de la retribucién en el mas alla. 7 Ver Grrteman, Studies in the Septuagint, I, pp. 53-56. 8 Loc. cit., p. 55. JOB 81 Precisamente bajo este aspecto nos muestra a Job la lula de Santiago. Se trata de un pasaje sobre la pa- “Tened, pues, paciencia, hermanos, hasta la ve- nida del Seftor” (V, 7). De esta paciencia, Job es el modelo perfecto: “Tomad, hermanos, por modelo de tolerancia y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Sefior, Ved como ahora aclamamos bienaventurados a los que padecieron, Sabéis la paciencia de Job, el fin que el Sefior le otorgé, porque el Sefior es compasivo y miseri- cordioso” (V, 10-11). Debemos sefialar que Job esté incluido entre los bien- aventurados. El Nuevo Testamento da fe de su santidad. Pero esta santidad no es el heroismo de la fe. Es la pacien- cia con que son soportadas las pruebas, porque se sabe que éstas slo duran un tiempo. No es la paciencia estoica, pura resignacién que demuestra la grandeza del alma. La pa- ciencia est4 en relacién con la esperanza. Est4 fundada sobre la certeza en la beatitud prometida por Cristo. Y esta certeza infunde fuerzas para soportar las pruebas de la vida terrena. Vemos aqui una nueva faceta de Job, relacionada con la fe en la vida eterna. En este aspecto, luego de la Epistola de Santiago, los cristianos exaltarén al “bienaventurado Job”. Asi Tertu- liano en su Tratado de la paciencia; “Oh, bienaventurado el que ha agotado toda su paciencia contra el asalto del de- monio” (14). Con mayor precisién escriben las Constitu- ciones apostdlicas: “Recibe sin turbarte las desgracias que te Megan y soporta sin pena las contrariedades, al saber que te seré dada una recompensa por Dios, como a Job y a Lazaro” (VII, 8, 7). Y¥ san Gregorio el Grande, en las admirables Morales sobre Job, coloca a Job entre los san- tos ejemplares de la gentilidad con estas razones: “Abel ha venido a mostrar la inocencia, Enoc a ensefiar la pu- reza de las costumbres, Noé a ensefiar la perseverancia en la esperanza, Job a mostrar la paciencia en medio de las pruebas” (Prefacio; S. C., p. 137). Asi, pues, en cada etapa de la Revelacién, la figura del viejo idumeo ha aparecido interpretada de diferente ma- nera. Su prueba habia servido de piedra de toque para la posibilidad de una santidad auténtica bajo el régimen de 82 JEAN DANTELOU la retribucién temporal. Luego habia sido la expresién de Ja angustia de las almas ante la quiebra de la retribu- cién temporal, ante la aparente injusticia del mundo, y el testigo de la trascendencia pura. Cuando por fin los rayos de la esperanza en una vida futura habian empe- zado a brillar sobre la humanidad, Job se convirtié para los viejos helenistas en Ja imagen de la paciencia que soporta los males de esta vida, porque sabe que llegara a poseer los bienes de la vida futura. Hay que agregar un Ultimo rasgo. Los cristianos no sélo han visto en Job un ideal de virtud, también han contem- plado en él una figuracién del Cristo que vendria. Ya en el siglo 1y, el viejo obispo de Verona, Zenén, establecié un paralelo entre Job y Cristo. Job, rico en bienes terre- nales y reducido a la pobreza, prefigura a Cristo, “dejan- do por nuestro amor los bienes celestiales y haciéndose pobre para hacernos ricos” (Tract., II, 15). La tentacién de Job prefigura la de Jestis. Job, cubierto de tilceras, prefi- gura a Cristo que “al encarnarse, asume las manchas de toda la humanidad”. Job es insultado por sus amigos y Jesiis por los sacerdotes, Job en su miseria prefigura a Cristo en medio del pecado pululante. Es de sefialarse que Zenén subraye sobre todo el paralelismo entre la ab- yeccién de Job y la Kenosis de Cristo. En la comparacién tiene mds en cuenta la Encarnaci6n que la Pasién. Y Gre- gorio el Grande afiadird: “Era menester que el bienaven- turado Job, que anunciaba el mds grande de los misterios, la Encarnacion, figurara con su vida a aquel a quien describia con sus palabras” (Prefacio; S. C., p. 136). Esto tiene un alcance mayor, En efecto, la comparacién entre Job y Cristo no se refiere a un aspecto particular: tentacién, paciencia, sufrimiento. Se refiere a la condicién humana como tal, en tanto es sufrimiento, es decir en tanto es interrogante. Esta comparacién rebasa las prefigu- raciones judias. Alcanza a la humanidad universal. Cuando Jestis, despojado de sus vestiduras, golpeado, ultrajado, se presenta ante el tribunal de Pilatos, el juez romano, no hace recordar a Isaac, a Moisés 0 a David. Jestis trasciende las prefiguraciones judias. Razén tiene Pilatos al decir: JOB 83 Ecce homo. Jests es el propio hombre, reducido a la des- nudez de su tragica condicién. Y Job habia sido la ex- presién perfecta de este hombre. Vemos asi una real y misteriosa relacién entre Job y Jestis. Job es el interrogante. Jestis es la respuesta. Jung ha escrito una Respuesta a Job, es decir a la trascendencia pura. fl ve esta respuesta en Maria, la cual humaniza lo divino. Pero la verdadera respuesta era, en primer térmi- no, Jess. Jess responde a Job porque comparte su sufri- miento y es el tmico en compartirlo. El sufrimiento en- cierra al hombre en su soledad. Lo coloca més alla de toda comunién, Entre Job y sus amigos se ha abierto un abismo. Ellos lo miran con estupor como a un ser ex- trafio, como a un sefialado con un signo sagrado, como se mira surgir lo insélito en medio de lo corriente. Pero ya no pueden llegar hasta él. Sélo Jestis traspone este abismo, desciende al abismo de la miseria, se hunde en el mas pro- fundo de los infiernos. Y s6lo por eso, porque ha compartido primero el sufrimiento de todo ser que sufre, es que en El y por El todo hombre que sufre halla la comunién con los otros hombres. Jestis responde inmediatamicnte a Job porque éste da un sentido al sufrimiento. No es que lo explique, porque el sufrimiento no entra en el orden de las explicaciones. Pero lo sittia en el mundo del misterio. El sufrimiento es el medio que tiene el justo de unirse al pecador, Se sitta en un universo que es el del pecado. Pero el sufri- miento del justo quebranta la légica del sufrimiento y del pecado, Permite que exista el sufrimiento alli donde no existe el pecado. Y como esta ligado al pecado, per- mite al justo asumir el pecado y destruir asi el pecado. Permite al justo ingresar en la comunion de los pecado- res, Asi Jess descubre el sentido oculto del sufrimiento le Job, sentido que era un misterio para el propio Job. Jesvis responde finalmente a Job porque destruye su «ufrimiento, Asi como el sufrimiento no puede ser ex- plicado, tampoco puede ser aceptado. Si cl amor pucde hacerlo asumir, tnicamente el amor sigue siendo ama- Ile en él y atm acabara por destruirlo, El Libro de Job en, finulmente, un libro de esperanza. Los LXX han teni- 84 JEAN DANIELOU do razén cuando han hecho surgir sobre el sufrimiento del justo idumeo la aurora de la resurreccién. Pero esta resurreccién encuentra tmicamente en Cristo su justifi- cacién. El ha asumido el sufrimiento para destruir el su- frimiento. Mas atm, ha descendido a los infiernos para alcanzar el mal en su raiz, de modo que los que se unan a él sean liberados del mal. Asi la resurreccién de Cristo es la respuesta suprema a la queja desgarrante de Job, al justificar su protesta. El personaje de Job es uno de los que nos introducen mas profundamente en el misterio del alma humana. Es muy explicable la atraccién que siempre ha ejercido so- bre el pensamiento. Gregorio el Grande ha visto en él un modelo del alma iniciada en los caminos de la contempla- cién, En nuestros dias, Chestov lo ha contrapuesto a He- gel, como el que opone el absurdo a la raz6én. Jung ha hecho de él el testigo de la tascendencia pura. Feuillet nos ha mostrado en Job el enigma del sufrimiento. Y asi multiples interpretaciones siguen barajandose en torno al misterioso idumeo. Aparece éste en los confines de la alianza césmica, como aquel en quien el hombre adquiere conciencia de su cardcter enigmatico y de su impotencia para conocerse. Muestra que el hombre es un misterio. Y prepara asi el camino a aquel en quien se aclarar4 ese misterio, porque, segtim lo ha dicho Pascal contra Sécrates, no nos conocemos nosotros mismos si no es por Jesucristo. MELQUISEDEC wTneE las grandes figuras no judias del Antiguo Testa- mento, Melquisedec es una de las mas eminentes. El Génesis sélo le consagra un breve parrafo, pero cargado de significacién (XIV, 18-20), El Salmo CIX nos Jo mues- tra como el modelo del “sacerdote eterno”. La Epistola a los Hebreos le consagra extensos pasajes. Los judios tra- tardn de rebajarlo en beneficio de Abraham. Pero los cristianos exaltan en él la imagen del sacerdocio de Cristo y las primicias de la Iglesia de las naciones®. El dia de san Melquisedec se celebra el 25 de abril. En el siglo v, la peregrina Etheria (Diario de viaje, 13-14) visita en Salem una iglesia a él consagrada. La Misa romana menciona su sacrificio entre los de Abel y de Abraham. En torno a esas breves y misteriosas palabras del Gé- nesis, se forjan maravillosas leyendas. El Libro de los secretos de Enoc, un escrito judeo-cristiano del siglo u, le atribuye una concepcién milagrosa y lo muestra exen- to de la muerte y levado al Paraiso por el Arcangel Miguel 8, La Caverna de los tesoros siria hace de él una anticipacién de Juan el Bautista 4. Algunos gnésticos, la secta de Melquisedec, lo veran como una manifestacién del Espiritu Santo 5, Pero Ja realidad es mucho mas ad- 1 Marcex Simon, Melchisédech dans la polémique entre juifs et chrétiens, Rey, Hist. Phil. Relig., 1937, pp. 58 ss. 2 Ver Gorrrrien WurtKe, Melchisedech der Priesterkénig von Salem, Giessen, 1927. 3 Ep. Variant, pp. 81-85. 4M. Sron, loc. cit., pp. 87-91. 5 G. Banny, Melchisédeck dans la tradition patristique, Rev. Bibl., 1926, pp. 596-610; 1927, pp. 25-45; B. Capeusun, Notes de théologie ambroisienne, R. T. A. M., 1931, pp. 183-190. 86 JEAN DANIELOU mirable. Melquisedec es el gran sacerdote de la religién césmica. Reine él en si todo el valor religioso de los sacrificios ofrecidos desde los origenes del mundo hasta Abraham y da fe que ellos han sido aceptados por Dios. Melquisedec es el sacerdote del “Dios altisimo, que ha hecho el cielo y la tierra” (Gén., XIV, 13). Conoce al Dios verdadero, no por el nombre de Yahweh, el cual serA revelado a Moisés para expresar las nuevas rique- zas que la alianza manifiesta de él, sino por el nombre de El, el cual es el del Dios creador, conocido a través de su accién en el mundo. Y aqui tenemos un nuevo tes- timonio del conocimiento de Dios a través del cosmos que ya nos habia mostrado Enoc. Melquisedec es sacer- dote de esta primera religién de la humanidad, que no se limita a Israel, sino que abarca a todos los pueblos. No ofrece él sacrificios en el Templo de Jerusalén, sino que el mundo entero es el Templo de donde se eleva el incienso de la oracién 6 Melquisedec no ofrenda la sangre de cabras y toros, el sacrificio expiatorio. Ofrenda, empero, la pura oblacién del pan y del vino, el sacrificio de accién de gracias. Y es propiamente la accién de gracias lo que ofrenda, por la victoria de Abraham, hacia el cual lo ha enviado Dios. Recibe el diezmo de Abraham, es decir la parte deducida sobre todos los bienes, para servir al culto de Dios. Y si Abraham es el iniciador de una nueva alianza y mas ele- vada, empieza por rendir homenaje a la legitimidad de esta primera alianza entre las manos de su gran sacerdo- te. También en las orillas de este mismo Jordan, en otra encrucijada de la historia, Jestis recibiré el bautismo de Juan el Bautista antes de verlo inclinarse ante 617. Mel- quisedec es rey y sacerdote, reuniendo asi en su persona dos unciones que estardn divididas entre David y Aarén y sdlo se daran juntas en Jesis. Asi, sin ninguna necesidad de apelar a la leyenda, se nos muestra la grandeza de Melquisedec. El sacrificio es Ja accién religiosa por excelencia, el acto por el cual el 6 Ver Le signe du Temple, pp. 9-14; Diontosio Argopacrra, Hier. Eccl., 1X, 3 7 Ver Le mystére de Avent, pp. 60-79, donde todo esto esta desarrollado con mayor extensién. MELQUISEDEG a7 hombre reconoce el soberano dominio de Dios sobre si mismo y sobre todas las cosas, al ofrecerle las primicias de sus bienes. Tal fue el gesto de Abel, desde los propios origenes del mundo, al ofrecer las primicias de su ganado. Asi, ya en los umbrales de la humanidad, surgen los dos gestos esenciales: Abel inventando el rito y Cain fabrican- do la herramienta, los dos gestos cuyos vestigios atestigua- ran la presencia del hombre luego de miles y miles de afios. Doquiera hay sacrificio, hay religién, Y donde no hay sacrificio, accién sacerdotal, no hay religién. La re- ligién es el acto mediante el cual el hombre reconoce que pertenece totalmente a Dios. Y el sacrificio es la expresién visible, el sacramento de este acto interior de adoracién. Encontramos este gesto en todos lés pueblos del mundo. Lo vemos en los pucblos de Africa y de Australia en su forma mas elemental, Alcanza su pindculo de interioriza- cién en la India donde Brahman, el flamen latino, se convierte en un nombre de la divinidad. A veces revestiré formas barbaras, en los sacrificios de nifios al Moloch fe- nicio o en los sacrificios de prisioneros a las divinidades aztecas. Pero, por torpe y pervertido que sea, sera siempre la expresién de la exigencia mds irreprimible del hom- bre, la de mantener su vinculo con Dios, lo cual constitu- ye la ratificacién de su existencia. Y de esto es Melquise- dec la expresién mas pura. Pero Ja grandeza de Melquisedec no estriba solamente en ser la mas perfeca expresién de su orden propio sino en ser la figuracién de quien sera el gran sacerdote eterno y ofrecera el perfecto sacrificio. Esto era anunciado por el Salmo CIX, en un texto de eminente importancia: “Tu eres sacerdote eterno segim el orden de Melquisedec.” El sal- mista anunciaba asi que al final de los tiempos apareceria cl tltimo gran sacerdote y que después de él no podria haber otro. La Epistola a los Hebreos aplicara este texto a Jestis, dando asi fe de que se cumple en El (IV, 6). F's menester releer el texto extraordinario en que la ''pistola a los Hebreos nos muestra en Melquisedec la fi- uracién de Cristo: “Pues éste, Melquiscdec, rey de Sa- lm, sacerdote del Dios altisimo... se interpreta primero, eatin Ja significacién de su nombre, rey de justicia (el r.«deq es la justicia), luego rey de paz (el shalom es la & 88 JEAN DANIELOU paz). Sin padre, sin madre, sin genealogia, sin principio de sus dias, ni fin de su vida, se asemeja en esto al Hijo de Dios, que es sacerdote para siempre” (VII, 1-3). Asi para Pablo los propios titulos de Melquisedec se cargan de un misterioso simbolismo, la justicia y la paz se red- nen en él, la justicia y la paz que, segtin dice el Salmo LXXXIV, “se han dado el abrazo”. Pero lo mas extrafio no esta alli, Pablo nos muestra a Melquisedec, al parecer, como surgiendo en el mundo “sin padre ni madre”. gAcaso lo cree un personaje celestial? En realidad, Pablo parte aqui de un hecho notable: a diferencia de otros personajes de la Biblia, cuyas genea- logias nos son dadas por extenso, Melquisedec no esta vinculado a ninguna raza y no se le atribuye ninguna descendencia. Para Pablo esto no quiere en ningtin modo decir que Melguisedec no haya tenido antepasados o des- cendientes. Pero el hecho de no mencionarlos la Biblia es para Pablo como una figuracién de aquel que no tendra padre, porque procede del cielo, y que no se inscribira en una sucesién sacerdotal §, San Pablo quiere asi sefialar un rasgo esencial del sa- cerdocio de Cristo, cual es el de ser definitivo, de modo que sea el gran sacerdote eterno, aquél después de quien ya no hay otro. Para ello opone el sacerdocio de Melqui- sedec, que no se inscribe en una sucesién, al de Aarén que se inscribia en una sucesién. La sucesién de sacerdotes en el sacerdocio levitico mostraba la imperfeccién de éste: “Pues si Ja perfeccién viniera por el sacerdocio levitico, equé necesidad habia de suscitar otro sacerdote segtin el orden de Melquisedec?” (Hebr., VII, 11). Ellos tenian pre- decesores y debian tener sucesores: “Los sacerdotes judios forman una larga serie, por cuanto la muerte les impidié permanecer” (VII, 23)%. A esto se opone el sacerdocio de Cristo: “Gran sacerdote de los bienes futuros, entré una vez para siempre en el taberndculo, realizada la redencién eterna” (IX, 11). El es sacerdote para siempre, porque el sacrificio que ha 8 Ver G. T. Kennepy, St. Paul's conception of the Priesthood of Melchisedech, Washington, 1951, pp. 71-107. © Ver C. S pice, Commentaire de PEpitre aux Hébreux, U, pp. 181-214, MELQUISEDEG 89 ofrecido es aceptado para siempre. Los sacrificios ofre- cidos hasta ese momento expresaban el esfuerzo del hom- bre para reconocer la soberania divina. Pero su esfuerzo no se lograba, a causa de la desproporcién demasiado grande entre la fragilidad del hombre y la santidad de Dios. Los sacrificios paganos de Melquisedec, los sacrifi- cios judios de Aarén, todos chocaban contra el umbral infranqueable. No penetraban en el santuario. Y su mis- ma repeticién evidenciaba su fracaso. Por ese motivo, en la plenitud de los tiempos, el Hijo de Dios, unido a la naturaleza del hombre mediante un vinculo indestructible, se ha hecho obediente hasta la muerte y aun hasta la muerte en la cruz, manifestando con su obediencia la infinita amabilidad de la voluntad divina y glorificando asi a Dios de manera perfecta. La gloria de Dios es el propio fin de Ja creacién. Asi, en la accién sacerdotal de Jesucristo, Dios ha sido tan perfec- tamente glorificado que ya no puede darsele ninguna nueva gloria. Y asi son abolidos todos los otros sacrificios y en lo sucesivo ya sélo podremos ofrecer al Padre el sa- crificio nico de Jesucristo, del cual cada eucaristia es el sacramento, por medio del sacerdocio tinico de Jesucristo, del cual todo sacerdote es la participacién. Pero al abolir asi todos los sacrificios antiguos, Jesu- cristo no los destruye, sino que los cumple, Por medio de El, todos los sacrificios de todas las naciones, todos los esfuerzos del hombre para glorificar a Dios, son levados al Padre y legan hasta El: “Per ipsum et cum ipso et in ipso est tibi Deo Patri omnipotenti omnis honor et glo- ria.” Y la mencién del sacrificio de Melquisedec, “sanc- tum sacrificium, immaculatam hostiam”, en el canon de la Misa, demuestra que no son solamente los sacrificios del Templo de Israel, sino también los del rnundo pagano los que se continian y asumen en el sacrificio del Gran Sacerdote eterno. LOT uanbo AsraHaM, después de haber peregrinado de Cal- dea a Aram, de Aram a Egipto vino a establecerse en Ja tierra de Canaam, debié separarse de su sobrino Lot, “por ser muy grandes sus haciendas para poder habitar juntos” (Gén., XII} 6). Abraham permanecié en las colinas de Judea, Lot bajé al valle del Jord4n: “Fue antes que Yahweh destruyera a Sodoma y Gomorra, que era como un jardin de Yah- weh” (XIII, 10). En esta regién hoy desértica, en las colinas de Moab que dominan al este del mar Muerto, ha sido Lot objeto de culto por parte de los cristianos. Se ha encontrado en Madaba una iglesia consagrada a él, con inscripciones re- feridas a san Lot}. Este culto esté justificado por la Escritura y la tra- dicién. Ya el Libro de la Sabiduria habla del “justo” Lot (X, 6). Jestis lo presenta como un modelo de la fe (Luc., XVII, 32-33) y la Segunda Epistola de Pedro }o celebra (It, 7). Clemente de Roma exalta su hospitalidad, su piedad, su confianza en Dios (XI, 1)?. Ireneo Hega hasta ver en él uma figuracién de Cristo (IV, 31, 1-3). Y Orige- nes, si bien encuentra esto excesivo, no deja de rendir homenaje al viejo patriarca (Ho, Gen., V, 1-5). La Iglesia 1M. Simon, Les saints d’Israél dans la dévotion de VEglise ancienne, Rev. Hist. Phil. Rel., 1954, pp. 118-119. 2 Ver también Const. apost., II, 55, I y VIII, 12, 22. 92 JEAN DANIELOU incluiré a san Lot en su martirologio y su dia se celebra el 10 de octubre #. Lot es extrafio a la descendencia de Abraham. Es ante- pasado de los moabitas. Por ese motivo ha sido rebajado por los judios (Jubileos, XVI, 8) en tanto que los cris- tianos lo exaltaban. Job manifestaba, en efecto, la univer- salidad del Hamado a la fe. Forma parte de los precurso- res de Cristo en el mundo pagano. Justino lo nombra, jun- to con Adan, Abel, Enoc, Noé y Melquisedec, entre los “que no han observado el sabbat y, sin embargo, han sido gratos a Dios” (Dial., XIX, 4-5). Da asi testimonio de que, en el orden natural, ciertos hombres han podido conocer al Dios verdadero y servirlo. Lot es asi uno de los santos de la religién césmica de la primera alianza. Pero mientras en Enoc se daba el conocimiento del Dios verdadero, en Lot se da la practica de las verdaderas vir- tudes, Dios se revela de dos maneras en el orden natural. Por una parte, revela su existencia a través de su provi- dencia en el cosmos. Pero, por otra parte, hace conocer su Ley mediante la conciencia. El sentido del bien y del mal esta inscrito en el coraz6n del hombre, independiente de toda revelacién positiva, Esta es la ensefianza de san Pablo. “En verdad, cuando los gentiles, guiados por la razon natural, sin Ley cumplen los preceptos de la Ley, ellos mismos, sin tenerla, son para si mismos Ley. Y con esto muestran que los preceptos de la Ley estén inscri- tos en sus corazones” (Rom., H, 12). Y esta Ley es una revelacién de Dios, puesto que no hay una moral laica, solo hay moral religiosa. El amor del bien no puede tener mas fundamento que la voluntad infinitamente san- ta de un Dios personal. Lot se presenta como el modelo del justo segiin esta ley natural inscrita en el corazén. Y esto de una doble mane- ra. Primeramente, por Ja hospitalidad. Lot recibe a los dos angeles, a quienes toma por viajeros. Les lava los pies. Les ofrece panes dzimos. La hospitalidad es una de Jas principales virtudes del orden natural. Significa que todo hombre, en su condicién de tal, debe ser respetado. 8 Ver Satter y Ganarri, The Town of Nebo, 1949, pp. 193- 199; Hatxin, Inscriptions grecques de Palestine, An. Bol. 1951, p. 78. Lor 93 Significa que el mundo biolégico de las razas y de las naciones esta superado. Lot practica esta hospitalidad has- ta el heroismo. Es perseguido a causa de ella. Lot es el santo de la hospitalidad. Por eso hemos visto que los Padres exaltan en él esta virtud. Lot es también un modelo de pureza. Y en esto su conducta tiene un valor ejemplar. Porque Sodoma y Go- morra se han convertido en sinédnimos de la perversién sexual. Lot da fe que, segan el orden natural, las reali- dades del amor ya est4n sometidas a la Ley de Dios. San Pablo, por su parte, ha ensefiado en la Epistola a los Romanos, que la perversién del amor era la consecuencia del abandono de Dios. La pureza de Lot en medio de un mundo impuro es asi un testimonio de su fidelidad a Dios. Y en un mundo como el nuestro, en que una sensi- bilidad insidiosa socava una cierta integridad espiritual, su ejemplo recuerda que, incluso antes de toda Ley posi- tiva, la verdadera religién se ha manifestado siempre partidaria de la pureza. Pero lo que constituye la grandeza de Lot no es sélo que sea un justo, sino que viva en un mundo pecador, Es- to ha sido notablemente puntualizado por la Segunda Epistola de Pedro: “Porque si Dios... a las ciudades de So- doma y Gomorra las condené a la destruccién... mien- tras que libré al justo Lot, acosado por la conducta de los desenfrenados en su lascivia, al justo que habitaba en- tre ellos diariamente y sentia su alma atormentada viendo y oyendo sus obras inicuas. Pues sabe el Sefior librar de la tentacién a los piadosos y reservar a los malvados para castigarlos en el dia del Juicio, sobre todo a los que van en pos de la carne, llevados de los deseos impuros, y desprecian la autoridad del Sefior” (II Pedr., Il, 4-10). Lo que aqui se muestra en Lot es ante todo su sufri- miento ante el pecado. Adicto a Dios y a su Ley, la vista del pecado lo aflige. Este sufrimiento es el sufrimiento de los santos. Muy a menudo nosotros nos resignamos al pecado del mundo, aunque tratemos de protegernos de él. Pero Lot no se resigna. “Es uno que no se ha resignado nunca a nada”, podriamos decir de él con palabras de Péguy. Este desagrado del pecado es la sefial de un cora- zon que ama a Dios, ya que Dios detesta el pecado. Y sin 94 JEAN DANIELOU embargo, Lot quiere habitar en medio de los pecadores. No es que pueda hacer nada por ellos. El es la expresién de un mundo donde tmicamente es posible el testimonio. En ese sentido, muestra la impotencia de la santidad na- tural frente al pecado del mundo. Pero, por lo menos, puede sufrir. Tal sera a menudo la actitud del justo: acep- tar su soledad en un mundo sumergido en el materialismo y la impureza. Esta fidelidad de Lot no es simplemente fidelidad a si mismo y ‘“martirio sin la fe”. Es, por el contrario, afir- macién de que tnicamente la virtud conduce a la vida, aunque sea contra la opinién de todos. Puede que no hhaya mds que un justo y que este justo tenga raz6n. El sufragio universal no es valedero en este dominio. El] mun- do circundante condena a Lot, Pero Lot sabe que el mundo esta equivocado, El vive en Ja luz del juicio de Dios, “que sabe liberar a los hombres piadosos y reservar para ser castigados a los que desprecian su soberania”. El da fe de Ja verdad del porvenir contra la mentira del presente. Asi se niega obstinadamente a separar la fidelidad y la felicidad, la conciencia y la retribucién, la justicia y la salvacién. Y precisamente por esto su justicia es una verdadera justicia, si es cierto que, como lo decia la Epis- tola a los Hebreos a propésito de Enoc, para ser justificado hay que creer que Dios “es el remunerador de los que Je buscan” (Hebr., XI, 6). Y esto nos lleva a un ultimo rasgo de Lot: su confianza en Dios. Ya hemos visto cémo la Escritura y Jos Padres hablan de su piedad. Cuando el Angel se le aparece y lo invita a abandonar Sodoma con los suyos, él obedece in- mediatamente, a pesar de la incredulidad de sus yernos. Se pone en camino, sin volver la vista atras, con sus ojos fijos en la voluntad de Dios. Su mujer, por el contrario, no puede apartarse de su vida antigua. Vuelve la vista atras. Y por eso es convertida en estatua de sal. El pro- pio Cristo da a este episodio toda su significacién: “Aquel dia, el que esté en el terrado y tenga en casa sus enseres, no baje a cogerlos. Acordaos de la mujer de Lot, El que busque su vida, la perdera, y el que la perdiere, la con- servara” (Luc., XVII, 31-33). Lot es el que accede, ante el Hamado de Dios, a dejar LOT 95 el dominio de las cosas familiares para irse a regiones desconocidas. No se encierra en el mundo de su experien- cia, sino se deja guiar hacia tierras extranjeras, de las que nada podemos saber por nuestra experiencia anterior, porque solamente Dios nos Hevard a ellas en la medida en que confiemos en El, Puede asi salirse de la prisién de si mismo, del ciclo perpetuo de la vida biolégica, de la alternancia de los deseos y de las saciedades en que viven encerrados los habitantes de Sodoma, es decir de la esclavitud de los sentidos. Sale de Sodoma y Ilega a la libertad del espiritu. Sélo el que parte asi, sin esperanza de retorno, sin mi- rar atrés, quemando sus naves, sdlo el que pierde asi su vida, ha encontrado en realidad el camino de Ia vida, la ruta viviente, en la que nunca cesard de avanzar. Pero el que vuelve la vista hacia atrés, que no acepta dejarse desposeer, que retiene avidamente sus riquezas, éste, co- mo la mujer de Lot, se estaciona en Ja inmovilidad de la muerte espiritual y, creyendo salvar su vida, la pierde y a si mismo junto con ella. Lo que valoriza la figura de Lot es que no se trata aqui, como en el caso de Melquisedec o de Enoc, de per- sonajes eminentes, sacerdotes o sabios de los tiempos an- tiguos. Lot se presenta como un hombre simple, como un representante de la vida comtin, Resume asi en su perso- na todas las virtudes con que estén urdidas tantas vidas ordinarias, las de estos hombres y mujeres innumerables gue sélo han conocido la luz interior de la conciencia, pe- ro que le han obedecido, porque han reconocido en ella una revelacién de Dios, En él la Escritura reconocia la autenticidad de las virtudes de los paganos y la salvacién en que ellas los introducen. LA REINA DE SABA? N UN MISTERIOSO pasaje del Evangelio (Mat., XII, 42 y Luc., XI, 24), Cristo nos muestra, en ocasién de las magnas audiencias del Juicio, a la reina de Saba “porque vino de los confines de la tierra para oir la sabiduria de Salomén”, mientras que los hijos de Abraham ser4n con- denados por haber rechazado a quien “es mas que Salo- mén”. Esto nos autoriza a ver en la reina de Saba, iunto con Enoc y Melquisedec, a una santa de la religién cés- mica, Ella era extrafia a la revelacién de Israel y su re- ligién era la de los 4rabes del Yemen, donde se sitha el reino sabeo, el pais del oro y los aromas, Y sin embargo, el testimonio de Cristo nos asegura de su santidad y de su gloria. Esto mismo ha sentido la tradicién, la cual ha visto en ella el ejemplo del alma pagana en busca de sabiduria. Todo un ciclo de leyendas ha suplido Ja brevedad del texto que le consagra la Escritura. Han florecido sobre todo en los paises a que ella estuvo vinculada. Josefo re- fiere Ja tradicién judia que la llama Nicaulis y la hace reina de Egipto 2. Los etiopes la reivindican bajo el nom- bre de Maqueda y la hacen antepasada de Menelik, Los arabes del Yemen la reclaman con mayor justicia bajo el nombre de Bilquis. Mahoma le consagrar4 un fragmento de la Sura de la hormiga en el Coraén (XXVII, 34)%. A tra- vés de una elaboracién cuyas etapas no son faciles de 1 Ver De Vaux, Les livres des rois, pp. 66-67. 2 Ant. Jud., VIM, 6, 1. 3 Dict. Bibl., V, 1287. 98 JEAN DANIELOU rastrear, se la asociaré a las leyendas cristianas relativas a la cruz*. Esta misteriosa persistencia muestra la signi- ficacién —percibida oscuramente— de la reina de Oriente. Esta significacién nos esté dada por el Antiguo Testa- mento, en el maravilloso capitulo del Primer libro de los reyes sobre la reina de Saba (X, 1-13). Pertenece ella al ciclo de Salomén. Este es el rey que ha hecho de Israel uno de los mas poderosos reinos de Oriente. Su encuentro con la reina transcurre primeramente en el siguiente mar- co: “Llegé a Jerusalén con muy numeroso séquito y con camellos cargados de aromas, de oro en gran cantidad y de piedras preciosas” (I Rey., X, 2). Y Salomon, a su vez, “dio a la reina de Saba todo cuanto ella deseé” (id., 13). Este episodio constituye sin duda un testimonio sobre las relaciones econémicas entre Arabia y Palestina en el si- glo x antes de nuestra era, pero también significa algo mas. Salomén era un pozo de sabiduria, Su fama se exten- dia por todo el Oriente: “Dio Yaheweh a Salomén sabi- durfa y um gran entendimiento y anchura de corazén, como la areria que esta a orillas del mar. La sabiduria de Salomén sobrepasaba la de todos los hijos del Oriente... De todos los pueblos venian para oir la sabiduria de Salo- mén” (I Rey., V, 9-14), La tradicién le atribuye los Libros de la Sabiduria, los Proverbios, el Eclesidstico. “Este re- nombre Ilegé hasta la reina de Saba.” Y ella “vino para probarle con enigmas” (I Rey., X, 1). Quizds hubo al principio en la reina una cierta curiosidad por este prin- cipe del cual se decian cosas tan maravillosas y el deseo de ver si merecia su reputacién. El enigma constituye la piedra de toque para los hijos de Oriente. Recuérdese el que los filisteos formularon a Sansén: “Qué es mas dul- ce que la miel y qué es mas fuerte que el le6n?” (Jueces, XIV, 18). Los rabinos judios imaginarén los enigmas pro- puestos a Salomén por la reina, tales como: “Una mujer dijo a su hijo: Tu padre es mi padre. Tu abuelo es mi marido. Ti eres mi hijo y yo soy tu hermana” 5. 4 Jeanne Lucien Herr, La reine de Saba et le bois de la croix, Revue archéologique, 1914, pp. 1-31. 5 Srrack-Bitterseck, Kommentar zum Neuen Testament aus Talmud und Midrash, I, p. 651. LA REINA DE SABA 99 Asi, pues, habia en la reina una parte de curiosidad. Pero habia también, en el fondo de su corazén, un oculto amor a la sabiduria. A menudo ambas cosas se dan mez- cladas. Y es aqui donde ella se vuelve ejemplar. Porque el amor a la sabiduria evidencia la profundidad del alma. La reina de Saba estaba colmada de las riquezas de la tierra. Disponia del oro de Ofir y de los perfumes de la Arabia Sabea. Pero esto no Menaba su corazon. Ella hu- biese podido decir lo que la Sabiduria hace decir a Salo- mon: “No comparé a la sabiduria con las piedras pre- ciosas, porque todo el oro ante ella es un grano de arena” (Sab., VII, 9). La reina no sélo ha amado la sabiduria, sino que ha partido en su biisqueda. Los mercaderes de entonces iban hasta los confines del mundo para buscar el oro de Ofir y los aromas sabeos. Pero ella, que posee todo eso, los tiene en poco comparados con la sabiduria y decide venir “des- de los confines del mundo” (Mat., XII, 49), a buscarla. Se pone en camino a través del desierto, acompafiada por su larga caravana, llevando oro e incienso, preludiando ya, en las profundidades de las prefiguraciones, esta otra partida, la de los Magos, en quienes la tradicién vera re- yes de Oriente, que, en busca también de la sabiduria, vendran a traer como ofrenda oro, incienso y mirra a Aquel que sera mas que Salomén. No s6lo ha buscado ella la sabiduria, sino que la ha buscado con sinceridad y humildad. Asi dice la Escri- tura: “Vino a Salomén y le propuso cuanto quiso propo- nerle” (I Rey., X, 2). Esto es propio de un alma sincera. Nos la imaginamos junto a Salomén, abandonando sus intrincados enigmas y abriéndole los ocultos secretos de su alma. Ruperto de Deutz dird: “Ella abriéd su corazén a Salomén, le manifesté los secretos de su conciencia en confesién y también su arrepentimiento por les pecados pasados” ®, La reina depone toda jerarquia, toda presun- cién, toda voluntad de justificacién. Confiesa su indigen- cia. Y esta humildad abre su alma a la sabidura. Pero —y he aqui un Ultimo rasgo—, si ella se deja instruir asi, es porque ha reconocido que la sabiduria de 6 De operibus Trinitatis, XLII, 30; P. L., CLXVII, 1176. 100 JEAN DANIELOU Salomén no es simplemente la sabiduria de los hombres. Y ella atribuye al Dios de Salomén la sabiduria que ha hallado en el rey: “Verdad es cuanto en mi tierra me dijeron de tus cosas y de tu sabiduria. Tienes mas sabi- duria y prosperidad que la fama que a mi habia legado. Dichosas tus gentes, dichosos tus servidores que estan siempre ante ti y oyen tu sabiduria. Bendito sea Yahweh, tu Dios, que te ha hecho la gracia de ponerte en el trono de Israel” (I Rey., X, 6-8). De modo que lo que Ilevé a la reina de Saba a través del desierto fue la busqueda de la sabiduria divina. ¢Quie- re esto decir que ella se convirtié al Dios de Israel? Asi lo pretende el Cordén, que ve en ella una idélatra, una adoratriz del sol que se convierte al monoteismo (XXVII, 43). Pero nada nos asegura que haya sido asi. Ella ya adoraba al verdadero Dios a través de su revelacién en el mundo y en la conciencia. Ella ha saludado en Salomon una revelacién mas perfecta. Pero ha permanecido en el orden que era el suyo. Asi Melquisedec, sacerdote del Dios Altisimo, habia saludado en Abraham una nueva alianza, pero siguiéd siendo sacerdote segtim su propio or- den, Asi Juan el Bautista, que saluda el advenimiento de un orden aun mds maravilloso, pero permanece a su orden, “inferior a los mas pequefios de los hijos del reino”. FEL Antiguo Testamento nos ha mostrado en la reina de Saba cl modelo de los paganos de alma recta que bus- can sinceramente a Dios. Pero el Nuevo Testamento y la tradicién cristiana extraeran de esto todas las consecuen- cias. Y aqui debemos remitirnos a los textos del Evange- lio: “La reina del Mediodia se levantara en juicio contra esta generacién (los judios contemporaneos de Cristo) y Ja condenara, porque vino de los confines de la tierra para oir la sabiduria de Salomén y aqui hay algo mas que Sa- lomén (Mat., XII, 42). Un primer sentido de este texto muestra que el reino de Dios no es privilegio de los judios, sino que todos los pueblos del mundo son llamados a él. La reina de Saba, al subir a Jerusalén con su caravana cargada de oro y aromas, se presenta asi como una misteriosa anticipacién de la entrada de los gentiles en la Iglesia. Isaias descri- LA REINA DE SABA 101 bird esta entrada en textos que evocan irresistiblemente nuestro episodio: Tus puertas estaran siempre abiertas para traerte los bienes de Jas gentes con sus reyes por guias al frente. Multitudes de camellos te inundaran, Iegaraén de Saba en tropel, trayendo oro e incienso (Is., LX, 6). El Nuevo Testamento vera realizada esta profecia en los Magos que vendrén de Oriente a Belén a adorar a Cristo. Pero los Magos, como Juan el Bautista, éste en nombre de los judios, aquéllos en nombre de los paganos, representan mas bien el homenaje de Jas antiguas alian- zas a la nueva. En realidad, en el dia de Pentecostés las naciones entrardn en el reino, cuando todos “los partos, los medos, los elamitas..., los cretenses, los drabes” (Act., II, 11) confesaran las maravillas de Dios. Esto puede parecernos una trivialidad. Y, sin embar- go, no ignoramos que el Evangelio, la Buena Nucva, es precisamente la apertura del remo, hasta alli reservado a los judios, a todos los pueblos: “A mi, diré Pablo, me fue otorgada la gracia de anunciar a los gentiles Ja in- calculable riqueza de Cristo” (Ef., III, 8). cEs esto tan trivial? 20, por el contrario, es una pala- bra siempre actual y atm no cumplida? Todo este mundo Arabe, al cual pertenece la reina de Saba, se ve atin fuera del reino, extrafio a la Iglesia. ¥Y por eso el hecho de que Ja reina de Saba pertenezca juntamente al Evangelio y al Coran, se nos presenta como uma esperanza, como una oculta posibilidad. Ella, que tanto ha amado la sabiduria, cuyo amor la ha llevado a Salomén, puede conducir a Jos filtimos hijos de su raza a Aquel que es “mds que Salomén”, puesto que es la propia Sabidurfa que inspi- raba a Salomén. Lo que nos ensefia la palabra de Cristo es lo siguiente: que no sélo todos los pueblos seran un dia Hamados al reino, sino que los paganos, que han buscado Ia sabidu- ria, ya han sido hijos del reino. La reina de Saba no es considerada por Cristo en su historia pasada como una simple prefiguracién sino que nos es mostrada en el fu- turo el dia de la resurreccién participando de la gloria 102 JEAN DANTELOU de los santos. Asi Cristo da fe de que las almas paganas que han buscado a Dios en Ja sinceridad del corazén per- tenecen a su Iglesia por medio de eso que la teologia Nama el bautismo de deseo y forman parte de los elegidos. Esto esta. también sefialado en el texto de Cristo por la oposicién entre el pagano fiel y el judio infiel. La circun- cisién y el bautismo no son suficientes para la salvacién. Cada uno sera juzgado segin la alianza a que haya per- tenecido. El cristiano sera juzgado segt&n el Evangelio, el judio segtin la Ley, el pagano segiin la conciencia. Y asi dice san Pablo: “Cuando los gentiles, guiados por la ra- z6n natural, sin Ley cumplen los preceptos de la Ley, ellos mismos, sin tenerla, son para sit mismos Ley” (Rorn., II, 15). Este texto es precisamente citado por Théodoret a propésito de la reina de Saba. Y él agrega: “Recuerdo la doctrina del Apéstol que ha alabado a los que han sido justificados sin la Ley” 7. San Isidoro de Sevilla sefialaré el asombroso alcance de la alabanza de Cristo, que no sdlo asocia la reina de Oriente a la gloria de los santos, sino que la hace parti- cipar en el poder de juzgar prometido a los Apéstoles: “No sélo es ella bienaventurada por la recompensa de la resurreccién celestial, sino que es declarada digna, por boca del propio Juez, del poder apostélico para juzgar a los judivs adilteros” 8, Tenemos aqui un Ultimo rasgo de su semblanza: este papel que le esta reservado el dia del Juicio final alli donde serén revelados los secretos ocultos de los corazones. De modo que la tradicién del pueblo cristiano tiene su fundamento para venerar a la reina de Oriente. Qui- siéramos terminar recordando la imagen de ella que es la mas familiar a la tradicién cristiana, la que ha ilustra- do la obra maestra de Piero della Francesca en Arezzo y que se encuentra también en Angelo Gaddi en Santa Croce de Florencia y en los vitrales de Saint-Martin-és- Vignes y de san Pantaleén de Troyes ®: la reina esta de 7 Quaest. Reg., Ul, 10, 33; P. G., LXXX, 697-700. 8 Quaest. Reg., Ill, 5; P. L., LXXXIII, 447. ® Jeanne Lucren Herr, loc. cit., pp. 7-13. LA REINA DE SABA 103 rodillas ante el puente que atraviesa el Cedrén y donde hha reconocido el bosque de la futura cruz, La historia es ciertamente legendaria. Quizds proviene de cierta con- fusién entre la reina y la Sibila, Sin embargo, es expre- sién de una verdad profunda. Porque la sabiduria que habia buscado Ja reina de Oriente era la que un dia debia encarnarse en Jestis y ser clavada en un lefio. Y la reina de Saba nos parece asi la expresién del misterioso Adviento de Cristo en el alma pagana. CONCLUSION TES DE TERMINAR tal vez convenga justificar unm vez, mas nuestro propésito. Hemos pretendido deliberada mente restituir a los santos de la religién césimica su puesto en la liturgia y en la catequesis. ¢Qué necesidud hay —se preguntard alguno— en ir a buscar estos jen plos y estos intercesores cuando ya tenemos los santos de Israel y ademas los santos del Nuevo Testamento? ¢}'s ne cesario hablar de Enoc cuando tenemos a Elias y a Pablo, de Danel cuando tenemos a David y a Luis? No faltaran quienes me acusen de arcaismo teolégico o de atraccién por lo singular. Sin embargo pensamos que asi como en el orden littirgico, las fiestas judias y cristianas no han hecho desaparecer las primitivas fiestas periéddicas de Ina roli- gién césmica, sino que las han revestido de signi iones mas altas, asi también en el orden ético, las formas més eminentes de santidad propias de las alianzas ultcriores no han despojado de su valor a esta forma primordial de santidad que estudia este libro. Existe una liturgia césmica. O mejor dicho, ¢1 fondo pri- mitivo de la liturgia es césmico. Si se consideran Jas gran- des festividades del afto littirgico cristiano, Pascua, Pen- tecostés, Navidad, compruébase que tras su significacién cristiana hay una significacién judia y tras su significa- cién judia hay una significacién césmi: Ta Pascua ha sido primero la fiesta de las primeras espigas, cuyos vesti- gios actuales son los panes dzimos. Pentecostés es la fiesta con que se terminan las cosechas. Los Taberndculos, que 106 JEAN DANIELOU con excepcién de las Témporas de septiembre, no subsis- ten en la liturgia cristiana, era la fiesta de las vendimias. Navidad es el solsticio de invierno y el comienzo del nuevo afio. De este modo, las fiestas cristianas se relacionan con las de todas las religiones. Existe un primer fondo comin, ya que las festividades religiosas estén ligadas a los rit- mos de las estaciones. En todos los tiempos, en todos los pueblos, la Iegada de la primavera, el fin de las cosechas, las vendimias, los solsticios, han sido celebrados con fies- ta. Esta es la expresién liturgica de la revelacién césmica. Dios es quien da ‘‘las estaciones fecundas”, quien asegura la persistencia “del verano y del invierno”. Las fiestas li- tirgicas son la inscripcién de esta fe en los ritos. Antes de ser celebrada por los hombres, esta liturgia lo es por el cosmos mismo. “Los cielos cantan la gloria de Dios.” La naturaleza entera es un Templo donde Dios est& presente y que suscita en el hombre religioso el te- mor sagrado, “El cielo es su trono y la tierra el escabel de sus pies.” Hacia El sube la accién de gracias perpetua de todas las criaturas, el incienso de las flores, el canto del viento, “la ronda de la gacela y el gamo”, de que ha hablado Péguy. Y perpetuamente las grandes luminarias dan fe de su presencia en el santuario. El] Salmo invita a todas las criaturas a esta alabanza: Alabadle, sol y luna; alabadle todas, lucientes estrellas. Alabad a Yahweh desde la tierra, el fuego, el granizo, la nieve, la niebla los montes y todos los collados, los Arboles frutales y los ce?ros todos. El ciclo de las estaciones es el marco temporal de esta liturgia césmica. Filén de Alejandria nos sefiala la pri- mayera como el aniversario anual de la creacién del mundo. Retoma aqui una idea fundamental de todas las religiones, a saber: que Ja primavera es una repeticién de la creacién, en la que el tiempo concreto, siempre en vias de disgregacién, se renueva en el tiempo primordial. Pero Eusebio, ampliando esta concepcién de Filon, nos CONCLUSION 107 presenta la primavera, no solamente como un memorial de la creacién primitiva, sino como una prefiguracién y profecia de la futura creacién, como santo Tomas nos presentaba en la fe en Ja providencia la oscura prefigura- cién de la fe en la encarnacién. Asi el tiempo ciclico del cosmos se convierte en el sacramento, el simbolo perpetuo de los acontecimientos histéricos. La liturgia es por esencia ciclica. ¥Y por ser ciclico el tiempo césmico es litirgico y sacramento de otro tiempo. La liturgia de los hombres es un imitacién y una re- produccién de esta liturgia del mundo. Se ha demostrado que, en todas las religiones, el Templo es una imagen del cosmos. El santuario corresponde al cielo, el atrio al aire, el peristilo a la tierra. Filén de Alejandria ve en los objetos sagrados del Templo de Jerusalén simbolos cés- micos: el candelabro de siete brazos figura los siete pla- netas, el altar de los perfumes Ja eucaristia del aire, la mesa de los panes de proposicién la ofrenda de la tierra. Los gestos rituales son imitaciones eficaces de las accio- nes césmicas, segiin las leyes de una misteriosa corres- pondencia. El agua esparcida en el altar imita y procura la Muvia. De todos estos gestos, el mds importante es el sacrificio, la accién sagrada, mediante la cual la liturgia muda de Jas cosas se convierte, por intermedio del hombre, en el reconocimiento explicito de la soberania de Dios. El sa- crificio es esencialmente eucaristia, accién de gracias. Por él la creacién reconoce que ella se recibe toda entera de Dios y se restituye enteramente a El. El sacrificio, en la cispide de Jas acciones humanas, las hace comunicar- se con el cielo. Caracteriza la humanidad en el orden re- ligioso, como la herramienta en el orden profano. Con el segundo el hombre afirma que es el duefo del mun- do, con el primero que Dios es el duefio del hombre. El tiempo de la herramienta comprende los seis dias, el tiempo del sacrificio comprende el séptimo dia, La li- turgia hebdomadaria es el primer signo de alianza entre ol hombre y Dios. Aquellos cuyas vidas hemos recordado en este libro son «acerdotes de esta religién césmica que es comin a todos 108 JEAN DANIELOU los hombres 1. El] primero, Abel, ofrece en sacrificio los primogénitos de su ganado. Después del Diluvio, “alzé Noé un altar a Yahweh y tomando de todos los animales puros y de todas las aves puras, ofrecié sobre el altar un holocausto” (Gér., VII, 20-21). Job “levantandose de ma- drugada, ofrecia por sus hijos holocaustos” (I, 5). Mel- quisedec, el sacerdote del Altisimo, trae el pan y el vino. Al mostrarnos el sacrificio en su esencia primera, como el gesto esponténeo de la humanidad, como la propia ex- presién de su naturaleza de criatura, nos recuerdan que el hombre no esté hecho sélo para dominar el mundo por medio de la herramienta, sino para restituirlo a Dios por medio del sacrificio. Quizds éste sea un mensaje que necesita el mundo mo- derno, Acaparado por entero en su empresa de domina- cién del Universo por la técnica, ha perdido esta otra mitad de si mismo que se expresa en el sacrificio. El mundo ha perdido para él su caracter sagrado. No ve mas que el campo de sus experiencias. Ya no capta su dimen- sién simbélica, el misterio. Ya no ve mas que el reflejo que despide de si mismo, no los vestigios de Dios que re- fleja su imagen. ¢Cémo este hombre y este mundo secularizado podrian recibir una revelacién mas alta, si falta en ellos el sentido del misterio, el sentido de lo sagrado? ¢Cémo hablar de una nueva creacién a quien ya no sabe qué es una cria- tura, cémo hablar de la Encarnacién a quien ya no ve la accién de Dios en el mundo, cémo hablar de contem- placién a quien sélo conoce el uso practico de las cosas? Lo que hay que restaurar en nuestro tiempo es la primera etapa original, universal del alma religiosa. Y a esta pri- mera etapa corresponden los santos de que hemos hablado y los problemas que ellos se plantearon. Si existe una liturgia césmica, conviene que haya san- tos. La liturgia de Israel tiene los suyos, la liturgia cris- tiana tiene los suyos.. Nuestro propésito es sostener que al 1“ has establecido desde el origen sacerdotes al servicio de tu pueblo: Abel primero, Set, Enos, Enoc, Noé, Melquisedec y Job” (Const. apost., VIII, 5). CONCLUSION 109 marco estacional de la liturgia césmica, persistente en las liturgias sucesivas, debe corresponder el culto de Jos santos de esta liturgia, san Abel, san Job y san Lot. La santidad consiste en un amor heroico de Dios. Queremos demostrar que esto ha existido en la religién césmica. Abordamos aqui un asunto importante, célebre desde san Agustin: el de las virtudes de los paganos. Y que sigue siendo un gran misterio. Todo lo que hemos dicho en este libro afirma esto. La revelacién de Dios en el nivel de la religién césmica se- gi san Pablo se manifiesta de dos maneras: por el ciclo de las estaciones y por la voz de la conciencia. El primero corresponde a la liturgia césmica, el segundo a la santidad pagana, Ya hemos dicho que esta revelacién casi nunica es oida, La liturgia césmica se degrada en los ritos idola- tricos, en las practicas magicas, en los mitos naturistas. Igualmente la virtud de los paganos, como lo ha visto muy bien san Agustin, estA casi siempre falseada por el afan de gloria, por la presién social, por el egoismo. Siempre es inferior a la santidad cristiana. Pero eso no impide que esta santidad sea posible y que la Biblia nos dé ejemplos de ella. La santidad en el orden de la religién césmica consisti- ra en responder al Iamado de Dios que se deja oir me- diante la conciencia. Por consiguiente, se trata de ver- dadera santidad. Para la Biblia no existe una moral laica, Ja cual seria simplemente la conformidad de las acciones del hombre a su naturaleza. Una moral de ese género no seria obligatoria. Y el hombre se sentiria perfectamerite con derecho a violarla, S6lo puede imponerse, en absolute, la voluntad de una persona que merezca el absoluto ho- menaje del respeto. Si yo obedezco a la ley moral, es porque reconozco en ella la voluntad infinitamente ama- ble de Dios. Ya amo a Dios en ella. La moral ya es ado- racién. Como la conciencia es una revelacién de Dios, no hay otra moral mas que la religiosa. La santidad es adhesién heroica a la voluntad de Dios. Esta voluntad se expresa en el nivel cristiano por la ley evangélica, en el nivel judio por la ley mosaica, en el nivel césmico por Ja ley de la conciencia. Cuando la 110 JEAN DANIELOU Epistola a los Hebreos habla de la fe de Abel, de Enoc, de Noé, no designa solamente el reconocimiento de la ac- cién de Dios en el mundo, sino la fidelidad a la voluntad de Dios a pesar de enormes obstaculos. Asi Noé persiste en construir el arca, pese a las burlas de los mundanos. Asi Lot se niega a despedir a sus huéspedes, a pesar de las violencias de los sodomitas. Asi Job soporta las prue- bas, pese a los consejos de su mujer y las criticas de sus amigos. Esta santidad de la ley “natural” mantiene todo su va- lor atm hoy. Cristo lo ha dicho, £l no ha venido a destruir, sino a realizar. Y decia esto a propésito precisamente de las prescripciones del Decdlogo. Existe una cierta depre- ciacién de la moral en los propios cristianos, que por cierto no abre los caminos hacia el Evangelio. Y sélo sobre sus cimientos puede edificarse la perfeccién del Evangelio. Por eso mismo hay que comprender que un mismo Dios ha dado la ley y el Evangelio, la moral y la perfeccién. Y que ya es Cristo el que dice mediante la conciencia: “Si me amas, haz Jo que tigo.” Esto signi- fica que la moral no tiene mds fundamento que la vo- luntad soberanamente amable de Dios. Esto es lo que nos recuerdan los santos del orden cés- mico. Por eso sus ejemplos eran la base de la catequesis moral de los tiempos antiguos. En los judios alejandri- nos, Filén consagraba largos tratados a mostrar, en Sem, Set y Noé, las primeras virtudes, a partir de las cuales era posible elevarse hasta los misterios mds altos con Abraham, Jacob e Isaac. Clemente de Roma propone a los primeros cristianos los ejemplos de Noé y de Job. Y san Ambrosio consagraba sus catequesis cuadragésimas a pro- poner a los catecttmenos los ejemplos de Abel, de Noé, de Job. Ahora diremos adiés a estos santos, pues tenemos otros mejores. Pero para poder olvidarlos, es menester haberlos conocido. La gloria que irradia el rostro de Jesticristo —mnos dice san Pablo— oscurece la que irradiaba el ros- tro de Moisés. Asi la que irradiaba el rostro de Moisés oscurece la que irradiaba el rostro de Noé. La nueva y CONCLUSION 1i1 eterna alianza hace caducar para siempre las que la han precedido. El sol de la nueva creacién, que nace la ma- fiana de Pascua, oscurece el brillo del primer sol que ha nacido sobre la antigua primavera. Pero éste tenia ya su gloria. Y si la de los primeros santos nos ha parecido ya tan grande, esto nos haré comprender mejor cudnto més grande es la gloria de Aquel que los oscurece. APENDICE PREFACIO DE LAS CONSTITUCIONES APOSTOLICAS1 Es verdaderamente digno y justo alabarte a ti, oh Dios verdadero, que existes antes que todas las criaturas y de quien procede el nombre de toda paternidad, Tu eres la ciencia incausada, la visién eterna, la sabiduria increada. Tu has conducido todas las cosas de la nada al ser me- diante tu Hijo tmico, engendrado espiritualmente antes de todos los siglos, Verbo de Dios, Sabiduria viviente, Pri- mogénito de todas las criaturas, Angel del Gran Consejo, gran sacerdote y rey de toda la realidad inteligente y sensible. . Por él has hecho ante todo los querubines y los serafi- nes, los eones y los ejércitos, las dominaciones y las po- tencias, los principios y los tronos, los arcangeles y los angeles; y después de todos éstos, el cosmos visible él mismo y todo lo que esta en él. Tu eres quien ha establecido el cielo como una cipula y quien lo ha desplegado como wna tienda y quien ha fundado la tierra sobre la nade por tu sola voluntad. Ta eres quien ha fijado el firmamento y establecido la noche y el dia. T& eres quien ha suscitado la luz de sus reduc- tos y quien ha revestido con ella a las tinieblas como con un manto, para alegria de todos los vivientes que se mue- ven en el mundo. Tw eres quien ha establecido el sol para presidir el dia y la luna para presidir la noche y quien ha descrito en el cielo el coro de las estrellas, para alabanza de tu ma- 1 Constitutions apostoliques (siglo rv), VIIL, 12, 5-23. 114 JEAN DANIELOU jestad. Tu eres quien ha Ienado y ornado el mundo de plantas perfumadas y saludables. Y no solamente has creado el cosmos, sino que has forjado en él al hombre ciudadano del cosmos y como un cosmos en el cosmos. Tu has dicho, en efecto, a tu Sa- biduria: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y seme- janza. Y que mande sobre los peces del mar y sobre las aves del cielo.” Ta lo has introducido en el Paraiso de delicias y cuan- do hubo probado el fruto prohibido, con toda justicia lo han echado del Paraiso, pero en tu bondad no has aban- donado al que estaba completamente perdido, porque era tu criatura. Y no sdlo esto, sino que en Ia multitud innumerable de sus descendientes, tii has castigado a los que se apar- taron de ti, pero has glorificado a los que permanecieron en ti. Ta has recibido la ofrenda de Abel, porque era la de un hombre piadoso. Y has rechazado Ja de Cain fratrici- da, porque procedia de un hombre manchado, Y luego has admitido a Enos y a Set y has transferido a Enoc. Ta eres efectivamente el creador de los hombres y el corifeo de la vida y el bienhechor de los pobres. Ta eres quien da las leyes, quien recompensa a los que las obser- van, quien castiga a los que las violan. Ta eres quien ha traido el gran Diluvio al mundo a causa de Ja multitud de los impios y quien ha salvado al justo Noé del Diluvio con ocho personas en un arca para que él fuese el término de las cosas pasadas y el prin- cipio de las cosas venideras. Tu eres quien ha suscitado el terrible fuego sobre las cinco ciudades de Sodoma y quien ha cambiado una tierra fértil en agua salada a causa de los vicios de los habitan- tes, pero también quien ha salvado al piadoso Lot del incendio. Td eres quien ha ordenado a Melquisedec gran sacerdote del culto. Ta eres quien ha manifestado la victoria de tu servidor Job sobre la serpiente, origen del mal, luego que hubo padecido tantas pruebas. Por todo esto, gloria a ti, Sefior Todopoderoso. INDICE Prefacio . Introduccién . Abel . Enoc . Danel Noé . Job Melquisedec Lot tone La reina de Saba . Conclusion . Apéndice PAc. 13 27 37 49 59 73 85 of 7 105 113

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