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Todo Estado es, evidentemente, una asociación, y toda asociación no se forma sino en
vista de algún bien, puesto que los hombres, cualesquiera que ellos sean, nunca hacen
nada sino en vista de lo que les parece ser buen ser bueno. Sin embargo, el político y el
legislador no tienen en cuenta otra cosa que el Estado en todos sus trabajos; y el gobierno
no es más que cierta organización impuesta a todos los miembros del Estado. Pero siendo
el Estado, así como cualquier otro sistema completo y formado de muchas partes, un
agregado de elementos, es absolutamente imprescindible indagar, ante todo, qué es el
ciudadano, puesto que los ciudadanos en más o menos número son los elementos mismos
del Estado. Y así sepamos en primer lugar a quién puede darse el nombre de ciudadano y
qué es lo que quiere decir, cuestión controvertida muchas veces y sobre la que las
opiniones no son unánimes, teniéndose por ciudadano en la democracia uno que muchas
veces no lo es en un Estado oligárquico. Descartaremos de la discusión a aquellos
ciudadanos que lo son sólo en virtud de un título accidental, como los que se declaran
tales por medio de un decreto. No depende sólo del domicilio el ser ciudadano, porque
aquél lo mismo pertenece a los extranjeros domiciliados y a los esclavos, el hombre está
definido como un sercívico y por encima de la familia, la tribu y la aldea se perfila la polis
como el ámbito autosuficiente de la cultura y la vida feliz. Tras pasar revista a los distintos
tipos de gobierno, se muestra partidario de la democracia moderada, la clase media, el
equilibrio de poderes y una constitución mixta. Señala después los rasgos que definen al
ciudadano en su participación en las tareas comunitarias, e insiste en la importancia de la
educación para mantener y mejorar esa vida digna y libre. De temperamento moderado y
liberal, Aristóteles defiende los logros civilizadores de la polis helénica, su limitado
humanismo y su marco seguro y acogedor, frente a los riesgos de la revolución y la
confusión. Con sobrados méritos, este es uno de los libros clásicos del pensamiento
político, no tanto por sus soluciones cuanto por la honestidad y claridad de sus
planteamientos.