HENRI y LEON JEAN
MAZEAUD MAZEAUD
PROFESORES DE LA FACULTAD CONSEJERO DE LA CORTE
DE DERECHO DE PARIS DE APELACION DE PARIS
LECCIONES
DE
DERECHO CIVIL
PARTE PRIMERA
VoLuMEN I
ee]
INTRODUCCION AL ESTUDIO |
DEL DERECHO PRIVADO
DERECHO OBJETIVO
DERECHOS SUBJETIVOS |
Traduccién de
Luts ALCALA-ZAMORA y CASTILLO
Abogado
EDICIONES JURIDICAS EUROPA-AMERICA
BUENOS AIRESTiTULO PRIMERO
LA REGLA DE DERECHO
O DERECHO OBJETIVO
2, Plan. — Para concretar lo que es la regla de dere-
cho, se intentara ante todo establecer su fundamento y ca-
racteres (cap. I). Se inquirira en seguida en qué consiste
la ciencia que tiene por objeto la regla de derecho (cap. IT).
Se trazaré después la historia de la regla de derecho, al
menos en el campo que es nuestro: el del derecho privado
(cap. III). Quedaran por estudiar las fuentes de la regla de
derecho (cap. IV) y su esfera de aplicacién (cap. V).CAPITULO PRIMERO
EL FUNDAMENTO Y LOS CARACTERES
DE LA REGLA DE DERECHO
3. El fin de la regla de derecho. — Para comprender
qué es la regla de derecho, hay que conocer el fin que
Persigue. Este fin es el de permitir la vida en sociedad.
Desde el momento en que los unos vivimos al lado de los
otros, tenemos necesidad de reglas de conducta. El estado
el capricho de cada cual, resultaria —hablando con propie-
ad— imposible de vivir. Quien pretendiera no conocer
regla alguna, se excluiria por ello mismo de toda agrupa-
cién humana. No hay sociedad posible sin un orden. La
regla de derecho pretende asegurar ese orden necesario,
Pero, jsobre qué fundar ese orden y como justificarlo?
éSobre su exclusiva necesidad 0 sobre la justicia? Iisa es la
Cuesti6n del fundamento de la regla de derecho. Luego de
haberla resuelto, cabr4 establecer los caracteres de la regla
de derecho,
I.—EL FUNDAMENTO DE LA REGLA DE DERECHO
4. La necesidad de seguridad y la necesidad de justi-
cia. — Bs necesario un orden en la vida social. Ese orden,
Sea el que sea, Satisface nuestra necesidad de seguridad, la
necesidad de saber lo que podemos hacer y lo que puedenLA REGLA DEL DERECHO i
hacer los demas; es decir, aquello que debemos soportar de
parte de ellos. Desde que existe una regla, podemos obrar
en el presente y conocer en lo futuro la consecuencia de
nuestros actos; en una palabra: podemos vivir. Sin esa re-
gla, nos encontramos paralizados.
Pero, jpuede el hombre mostrarse satisfecho con una
regla cualquiera?, jes que sdlo exige seguridad? Existe en
él —jy no es ésa la marca de su origen divino?— un sen-
timiento poderoso que se despierta con su conciencia: el
sentimiento de la justicia. El hombre “ha sed de justicia’”’.
Si comprende, diffcilmente por otra parte, la necesidad de
poner un freno a su deseo de libertad al imponerse una re-
gla, quiere al menos que esa regla sea justa. Quiere que
la regla de derecho satisfaga no solamente su necesidad de
seguridad, sino al propio tiempo su necesidad de justicia.
éQué es, por tanto, la justicia? No se trata desde luego
de la justicia de Dios, demasiado perfecta, por demas im-
pregnada de amor, para que la imperfeccién de la légica
humana logre descubrir el concepto. Sino solamente de lo
que los hombres pueden adivinar de aquélla y de sus ten-
tativas por aproximarse a la misma. Esta justicia imper-
fecta de los hombres la simbolizan ellos con una balanza,
cuyos platillos se encuentran en equilibrio. Tgualdad en
la medida. Consiste, segtin la célebre definicion del juris-
consulto romano ULPIANno, seguida por los Padres de la Igle-
sia, en dar a cada uno lo que le es debido: suum cuique
tribuere.
Ese deseo de los hombres de vincular el derecho con la
justicia se manifiesta en el propio lenguaje que emplean:
la palabra justicia se forma del vocablo derecho (jus).
Queda por saber si no hay en ello mAs que una loca
aspiracion o si hay que admitir ese vinculo estrecho entre
el derecho y la justicia: gla regla de derecho debe estar
fundada en la justicia?
5. La doctrina espiritualista y la doctrina materialis-
ta. — Dos tesis se hacen presentes.
Para la escuela espiritualista o idealista, la regla de de-
recho tiene su fundamento en la justicia. Cabe extraer
de eso dos consecuencias: de una parte, los que formulan tal8 DERECHO CIVIL
regla y la hacen respetar, deben procurar, a través de ella,
realizar la justicia. De otro lado, los que se encuentran
sometidos a la misma sélo estan obligados en conciencia
por ella si es justa. Porque, si es injusta, carente de raices,
no es regla de derecho mas que de nombre. La regla de
derecho debe ser respetada no porque sea regla, sino porque
és justa. Debe procurar a la vez la seguridad y la justicia,
Para la escuela materialista o positivista, no interesa .
averiguar si la regla es justa o injusta. La regia tiene un
valor en sf, que consiste en asegurar el orden en la socie-
dad. El hombre necesita seguridad, y toda regla se la pro-
porciona. Si ademas le asegura la justicia, es “por afiadi-
dura”. La regla de derecho debe ser respetada no porque
sea justa, sino porque es regla. Jus est quod jussum est: el
derecho es lo que est4 ordenado. El fundamento de la regla
de derecho es, pues, la fuerza (filosofia alemana de HecEL
y de su escuela). No es la justicia la que crea el derecho,
sino la fuerza.
Esa doctrina pretende atenerse a los hechos materia-
les. Ahora bien, en el orden de los hechos materiales se
encuentran los gobernantes y los gobernados. Los prime-
ros hacen respetar cierto numero de reglas; los segundos
son constrefidos a respetarlas. Estas reglas son lo que son,
justas o injustas, poco importa: existen. Lo tnico que
cuenta es esa existencia: el derecho positivo. ;Hs la tra-
duccién de un derecho ideal que seria justo? De ninguna
manera. La prueba esta en que evoluciona sin cesar. No
€s sino un producto de la época y del medio, Varia con los
tiempos y los paises. Si reposara sobre la justicia, seria
inmutable. Si hubiera un derecho ideal, ese ideal seria el
mismo bajo todos los cielos y en todos los climas; ahora
bien, cada uno se forja un ideal diferente; simples fantas-
magorias del espiritu, que no corresponden a nada real, a
nada “positivo”,
Resulta exacto, como lo ha destacado esa fraccién de
la escuela materialista que es la escuela histérica, que el
ideal de justicia que concebimos se encuentra sometido a
la evolucién: aquello que parecia injusto antafio puede con-
siderarse justo hoy. jHay que decir por ello que ese ideal
no existe? De ningin modo. No es él el que cambia, eseLA REGLA DEL DERECHO 9
ideal que pretendemos penosamente alcanzar sin conseguirlo
jamas, sino tan sdlo la concepcién que del mismo nos for-
mamos. Ksa investigacién, ese esfuerzo continuo de toda la
humanidad, constituye la prueba misma de su existencia.
Por otra parte, es falso sostener que todo evoluciona y que,
en consecuencia, nada es verdad en lo absoluto. Como es-
cribia Josseranp (Cours de droit civil positif francais, 33 ed.,
t. I, n. 6), “existen dogmas eternamente verdaderos”. Esos
mismos que se hallan en la base de la civilizacién cristiana.
Y citando a Jossrranp: “El respeto debido a la palabra dada,
la fuerza obligatoria de los contratos, la irretroactividad de
las leyes, la reparacién de los dafios injustamente causados
a otro”. Hay todavia otros, tales como la intangibilidad del
derecho de la familia, el derecho de propiedad individual,
el respeto de los derechos de la personalidad (cfr. infra, Lec-
turas, I).
Compadezcamos en todo caso a quienes no ven en la
regla de derecho sino el producto de la evolucién y no
pueden fundarla mas que en la fuerza. ;Qué ser4 para ellos
el estudio del derecho, alejado de toda investigacioén de la
justicia?
Vayamos mas lejos y afirmemos que una sociedad cu-
yas leyes no se funden sino en la fuerza, est condenada
a la desesperacién y ala ruina. La sociedad internacional,
porque no llega a superar ese estadio primitivo, corre a su
perdicién. Felizmente, las relaciones entre los hombres han
franqueado esa etapa en que permanecen atin las relaciones
entre las naciones: la inmensa mayorta de los juristas cree
en la justicia, estima que el fin del derecho consiste en rea-
lizar esa justicia,
6. La historia de las doctrinas espiritualista y mate-
rialista. — Desde un principio se ha sentido la necesidad de
dar a la regla de derecho un fundamento distinto de la
fuerza. Las leyes mas antiguas que conocemos han sido pre-
sentadas como de origen divino. Pero, mas adelante, cuando
los filésofos han buscado el fundamento de la regla de dere-
cho, se han dividido entre las dos escuelas; algunos no han
temido incluso defender una y otra en diferentes pasajes
de sus obras.10
DERECHO CIVIL
El cristianismo ha predicado la justicia. Con él triunfa
la escuela idealista. La sociedad debe ser gobernada por
una regla de justicia. Incluso los que ejercen el poder no
deben imponer m4s que reglas justas; que gobiernen como
lo haria el propio Dios: “omnis potestas a Deo”.
Esa tesis fue renovada en los siglos xvu y xvut por la
Escuela del derecho natural, cuya doctrina fue expuesta
Por GRrocio (1583-1645). Los filésofos de esta escuela laici-
zan el pensamiento cristiano, Para ellos, el hombre carece,
por la gracia de Dios, de la intuicién de la justicia divina;
al menos existe una justicia natural, que reside en la natu-
raleza misma de las Cosas y que es revelada al hombre por ,
su raz6n. (Ya Santo Tomis pg Aquino [1225-1274] habia
creido poder distinguir entre la ler eterna, ley divina que
permanece oculta para nosotros, la lex naturalis, que es lo
que la raz6n permite al hombre conocer de la lex ceterna, y
la lex humana, que es el derecho positivo.) Esta justicia na-
tural, este derecho natural, es superior al derecho positivo.
Tal fue la afirmaci6n de los legisladores revolucionarios del
aho VIII, en el primer proyecto de Cédigo civil: “Existe un
derecho universal, inmutable, fuente de todas las leyes posi-
tivas; que no es sino la raz6én natural en tanto que gobierna
a todos los hombres”,
Atacada ya en los siglos xvi y xvi, la escuela idealista
16, en el siglo x1x, los temibles asaltos del jurisconsulto
aleman Savicny (1779-1860) y de la escuela histérica, los
que arrastraron a principios del siglo xx a los adeptos del
materialismo y del cientifismo positivista, aunque esta es-
cuela histérica haya sido combatida violentamente por otro
jurista alemén, muy superior a Savicny: IHERING (1818-
1892),
En la actualidad, la escuela idealista ha remontado con
mucho la corriente (cfr, infra, Lecturas, I). Apenas si hay
un jurista francés que niegue que la regla de derecho persi-
gue la realizacién de un ideal de justicia. Como escribe
Rousier (Théorie générale du droit, pag. 178): “Los hom-
bres poseen una fe ardiente en la existencia de la justicia,
y su corazén no se resignaré jamds a un divorcio entre lo
que es justo y aquello que es jurfdico”’.
sufriLA REGLA DEL DERECHO on
7. Sumisién o resistencia a la ley injusta. — La tesis
espiritualista tiene por consecuencia necesaria que, si la
regla de derecho es injusta, puede constrefiir materialmen-
te, pero no puede constrefiir en conciencia: la resistencia
a la ley injusta es legitima.
Los Revolucionarios de 1789 no temieron afirmarlo en
el articulo 2° de la Declaracién de los derechos del hom-
bre y del ciudadano, y en el articulo 35 de la Constitucién
de 1793; se podia leer alli que la rebelién es entonces el
més sagrado de los derechos y el més ineludible de los de-
beres. |
Ya S6rocies habia puesto en boca de Antfgona esta ad-
mirable protesta contra la ley injusta: “No, no; yo no he
debido creer que tu edicto tuviera fuerza bastante contra
las leyes no escritas de los dioses, leyes inquebrantables,
para colocarte, tti, mortal, por encima de ellos. ;Ah!, jno
son de hoy ni de ayer tales leyes! Han existido siempre
y siempre existiran. .'.” (Antigona, v. 456 y sigtes.).
Naturalmente, para los defensores de la tesis materia-
lista, sometidos por definicién a la ley positiva, el proble-
ma de la resistencia a la ley injusta no puede siquiera plan-
tearse. Pero algunos partidarios de la tesis espiritualista
dudan ante este aspecto revolucionario de su doctrina; aun
cuando crean en un ideal de justicia, se resignan a la sumi-
sin frente a la ley injusta.
Paton, en Las leyes (I, D, pag. 277), invita a no in-
quirir si la ley es justa o injusta: “Por sabias que puedan
ser vuestras leyes —dice el Ateniense a Clinias—, una de
las més bellas es la que prohibe a los jévenes averiguar lo
que pueda haber en ellas de bueno o de defectuoso, y la que
les ordena, por el contrario, proclamar, a una voz y de
consuno, que son perfectamente bellas”. SécraTEs, que po-
dia rehuir la muerte, acepta la condena por respeto de la
ley, incluso injusta,
Santo TomAs pz Aquino establece una distincién: sélo
la ley positiva contraria a la ley divina (ley eterna), legi-
tima la rebelién; si aquélla no es contraria mds que a la
ley natural, mds vale la sumisi6n que el desorden, Pero,
para Santo TomAs, la ley natural es lo que el hombre puede12 DERECHO CIVIL
adivinar de la ley divina; obedecer a ley positiva contraria
a la ley natural, jno es, pues, negarse a seguir la ley divina?
PascaL, en sus Pensamientos (secc. V), estima, como
PxaToOn, peligroso el problema: “Resulta arriesgado decir al
pueblo que las leyes no son justas, porque si éste las obe-
dece es porque las cree justas. Por ello hay que decirle al
propio tiempo que ha de acatarlas porque son leyes; como
hay que obedecer a los superiores, no porque sean justos,
sino por ser superiores. Por ello, toda sedicién esta conde-
nada, si se aplica este criterio. He aqui todo lo que es
propiamente la definicién de la justicia”’.
-La misma idea se vuelve a encontrar hoy en la pluma
de diversos juristas; para ellos, en el conflicto entre la ne-
cesidad de garantizar el orden, o sea, la seguridad, y la de
discernir la justicia, la primera debe prevalecer.
Sin duda, la necesidad de seguridad es primordial, pero
no en el grado de imponer el respeto de una ley injusta.
O entonces hay que abandonar la idea misma de que existe
la justicia. Algunos no se resuelyen a esto. Aun predican-
do la sumisién a la ley injusta, afirman que, si la justicia
no es un fin, constituye al menos un medio (Dasin, La phi-
losophie de Vordre juridique positif, n. 44). Pero, gqué me-
dio es ése que puede ser destruido por el fin?
Creamos, pues, en un ideal de justicia y procuremos
realizarlo por la regla de derecho (cfr. infra, Lecturas, IT).
La magnifica definici6n del derecho que daba el juriscon-
sulto romano CELso, y que fue puesta al frente del Digesto,
permanece verdadera: Jus est ars boni et equi. jResulta
posible todavia precisar este ideal?
8. El ideal de justicia: individualismo o socialismo. —
Los que intentan introducir mayor justicia en el derecho
se dividen en dos tendencias: la tendencia individualista y
la tendencia social.
En la tesis individualista, el ideal de justicia que debe
perseguir la regla de derecho consiste en asegurar el res-
peto de la actividad de cada cual entre nosotros. Se trata,
pues, de definir los derechos del individuo, los derechos sub-
jetivos, gracias a los cuales el individuo sera libre, y de pro-
tegerlos. Se ve uno conducido asf a convertir los derechosLA REGLA DEL DERECHO 13
subjetivos en derechos absolutos. Una fortaleza inexpugna-
ble en la que cada uno estarfa al abrigo. Llevada al extre-
mo, esta tesis se convierte en la del egoismo: el hombre
tiene derechos; se olvidan sus deberes.
Los adeptos de la tendencia social golpean sin lastima
sobre el punto débil de sus adversarios. El hombre vive
en sociedad, y porque vive en sociedad es necesaria una
regla de conducta. ;Cémo cumplira esa regla su cometido
si no considera mas que individuos aislados, con olvido del
hecho de que viven en sociedad? El agrupamiento social
no es una simple adicién de individuos aislados. Tiene una
existencia que le es propia, necesidades que le son peculia-
res, En una palabra, el interés general, el interés social, es
una realidad distinta de los intereses particulares. Pues bien,
ila proteccién del interés general contra los intereses par-
ticulares no es el fin de la regla de derecho? MAs bien que
asegurar la libertad del individuo y la defensa de sus dere-
chos, no conviene que cedan esa libertad y esos derechos
ante el interés social? Dando por supuesto que se recono-
cen derechos al individuo, tales derechos no seran ya abso-
lutos, sino relativos; deberdn ser ejercidos teniendo en cuen-
ta el interés general. Llevada al extremo, la tesis social
conducira, por otra parte, a la negacién de los derechos in-
dividuales; el hombre no tiene ya derechos, sino solamente
deberes: nada cuenta fuera del interés social. Tesis peli-
grosa; pues, ;quién determinara ese interés social en nom-
bre del cual se podré sacrificar al individuo?, ;quién, si no
los gobernantes?, y jcon qué criterio decidiran que se ha-
lla ahi el interés social?; con frecuencia, segtin un criterio
politico.
La verdad y la justicia se encuentran en un justo me-
dio. El hombre existe en cuanto hombre; es decir, revestido
de una dignidad que le distingue de los animales y del
mundo inanimado. El fin de la regla de derecho debe ser
asegurar el respeto de esa dignidad de la persona humana,
lo cual necesita reconocerle a cada uno derechos que sean
su defensa. Pero el hombre vive en sociedad y no podria
pretender el desconocimiento de los intereses de esta socie-
dad; la regla de derecho debe constrefiirle a respetar aque-
Ilo que, mucho antes de que fuera cuestién de “interés so-14 DERECHO CIVIL
cial”, Sanro TomAs pe Aquino (1225-1274), siguiendo a
ArIsTOTELES, Ilamaba el “bien comin”. De ahi una necesa-
ria fiscalizacién del ejercicio de los derechos. En ese equi-
librio entre el interés individual y eb interés social reside
la justicia. Equilibrio dificil de descubrir, ciertamente; pero
que no es imposible de realizar.
La historia registra una continua oscilacién entre las
dos tendencias, El objetivo de los Revolucionarios de 1789
fue asegurar la proteccién de 1a libertad individual; procla-
maron “Los Derechos del hombre y del ciudadano”, no sus
deberes; los redactores del Cédigo civil francés estaban muy
impregnados de ese espfritu individualista. Pero la corrien-
te ha cambiado. Los tribunales y el legislador reaccionan
hoy contra los excesos del individualismo: los tribunales
han admitido que el ejercicio de un derecho es susceptible
de abuso; el legislador ha atenuado el caracter absoluto que
los redactores del Cédigo civil habfan dado a ciertos dere-
chos, tales como el de propiedad (cfr. infra, ns. 49 y 50).
En el extranjero se ha llegado a veces mucho mis lejos; en
los paises denominados totalitarios (la Alemania de Hitler,
la Italia de Mussolini, la Rusia de los soviets) ha sido sacri-
ficado pura y simplemente el individuo al interés social.
Los paises anglosajones (Inglaterra, los Estados Unidos),
profundamente individualistas por tradicién y por tempe-
ramento, se resisten, por el contrario, a la socializaci6n del
derecho.
I!.—LOS CARACTERES DE LA REGLA DE DERECHO
9. Derecho positive y derecho ideal. — El estudio del
fundamento de la regla de derecho ha permitido comprobar
el divorcio existente a veces entre lo que la regla de dere-
cho debe ser: el derecho ideal fundado en la justicia, y lo
que es: el derecho positivo,
La investigaci6n de los caracteres de la regla de dere-
cho conduce a la misma observacién. Algunos de sus ca-
racteres se los encuentra siempre; son los caracteres del de-
recho positivo. Otros, deberfan encontrarse, pero faltan enLA REGLA DEL DERECHO 15
ocasiones; son los caracteres del derecho ideal, que garan-
tiza seguridad y justicia.
10. La regla de derecho es una regla de conducta so-
cial. — Esto resulta del fin mismo que aquélla persigue:
permitir la vida en sociedad. Su Ambito se limita, pues, a
lo que interesa en esa vida. No se propone dirigir, reformar,
perfeccionar las conciencias individuales; por lo menos, si
lo hace, es solamente en la medida en que tal acci6n puede
resultar titil para la vida en sociedad. Pero, jcudl es esa
medida? La discrecién de que dé pruebas en este aspecto
seraé muy grande en los pafses individualistas (cabe citar,
por ejemplo, las medidas de readaptacién de los crimina-
les); en los paises de tendencia social, la intervencién de la
regla de derecho sobre las conciencias esta expuesta a ser
llevada mucho mas alld, hasta considerar que las concien-
cias deben ser moldeadas para servir aquello que los gober-
nantes consideren como el bien comun.
11. La regla de derecho est4 sancionada con la co-
accién. — He aqui un cardcter especifico de la regla de
derecho. Una regla que no fuera obligatoria no serfa una
regla de derecho. Y es que, sin coaccién, no podria cumplir
su fin, el de hacer que reine el orden en la sociedad; no
responderfa ya a la necesidad de seguridad: ;qué seguridad
serfa la nuestra si cada uno fuera libre de no respetar la
regla trazada?
Esta coaccién, que caracteriza la regla de derecho, se
manifiesta en varias formas. Consiste a veces en un castigo
corporal o pecuniario, que alcanza al que ha infringido la
regla. Es lo que se llama una pena.
Otras veces, la fuerza publica interviene para constre-
fiir directamente a respetar la regla. El hijo que abandona
el domicilio paterno, donde la regla de derecho le obliga a
residir, sera reintegrado al mismo manu militari.
En ocasiones, la sancién se manifiesta por la supresién
de lo hecho en contra de la regla: se procede como si ese
acto no se hubiera realizado. Se produce la nulidad del acto.
Una regia de derecho exige que el matrimonio se celebre16 DERECHO CIVIL
ante un funcionario del registro civil; el matrimonio de los
que no procedieran a tal celebracién seria nulo,
A la nulidad cabe aproximar la responsabilidad civil.
En efecto, la sancién consiste en borrar al menos las conse-
cuencias de lo hecho contrariando la regla de derecho: quien
ha causado un dafio a otro, violando una regla de derecho,
debe repararlo,
12. Es obligatoria para el juez la regla de derecho?;
derecho y equidad. — Puesto que la regla de derecho es
obligatoria para los individuos, parece que debe serlo nece-
sariamente para el juez. Pues, si el juez no estuviera obli-
gado a aplicarla para zanjar los litigios llevados ante él,
seria tanto como decir que no seria ya obligatoria para los
particulares. Toda sancién, salyo aquella que consiste en la
intervencién directa de la fuerza publica, supone en efecto
la intervencién del juez: que el juez se niegue a recurrir a
ella, y la coaccién desaparece.
Eso no quiere decir que el problema de la ley injusta
no se plantee para el juez como para el particular. Para el
uno, como para el otro, la resistencia puede ser legitima.
La misma podra revestir para el juez la forma de la dimi-
sién de sus funciones,
Asi, al menos cuando la regla de derecho es justa, el
juez parece obligado a aplicarla, La cuestién se plantea sin
embargo cuando existe un conflicto entre el derecho y la
equidad (dandole a esta palabra sentido distinto que el de
justicia, ya que la regla se supone justa). La regla de dere-
cho se formula para la situaci6n normal. Es justa, pues,
cuando aplicdndola a tal situaci6én conduce a un resultado
conforme con la justicia. Pero hay siempre situaciones
excepcionales, con frecuencia imprevisibles; entonces, la
aplicacién de la regla a tales situaciones puede resultar
injusta. Asf, en nueve casos de cada diez, cuando un hijo,
que pretende que cierta mujer es su madre legitima, no
recurre sino a testimonios, los testigos que hace interrogar
son falsos; lo que busca es introducirse en una familia que
no es la suya. La regla de derecho prohibe, pues, esta prue-
ba. Regla justa. Pero, una décima vez, la pretensién de ese
hijo estara fundada. {Sera preciso entonces permitir al juezLA REGLA DEL DERECHO 17
que prescinda en este caso de la regla de derecho en nombre
de la equidad?
Se puede concebir de dos maneras muy diferentes el
papel del juez: “declarante del derecho” o “ministro de la
equidad”. “Declarante del derecho”: el juez aplica las reglas
de derecho; est4 atado por ellas; es un servidor del derecho;
Dura lex, sed lex. “Ministro de la equidad”: el juez estatuye
segtin “equidad”, 0 sea, segtin su conciencia, al rehusar la
aplicacién de las reglas de derecho cada vez que tal aplica-
cién al caso particular que se le somete le parezca injusta.
Algunas legislaciones, como el derecho romano y el de-
recho inglés, han sentido la necesidad de que la regla ceda
cuando su aplicacién demasiado “dura” choca con la equi-
dad; a tal grado que un derecho de equidad: derecho pre-
torio en Roma, equity en Inglaterra, se ha creado paralela-
mente al derecho “civil” romano y a la common law’ inglesa;
la misma equidad se ha convertido asi en regla de derecho.
Pero, alli donde no se han creado jurisdicciones de equidad,
chay que permitirle al juez que rehuse la aplicacién de la
regla de derecho cuando la equidad lo ordene? Ciertos cédi-
g0s modernos, por ejemplo el Cédigo civil suizo, lo autorizan
en algunos casos. No parece que tal tendencia deba ser
alentada. Durante el antiguo régimen, los letrados rogaban
a Dios que los guardara de la equidad de los Parlamentos.
Y es que, si el juez puede estatuir segtin la equidad, toda
seguridad desaparece: ;c6mo saber anticipadamente si esti-
mara equitativo, o no, el rechazamiento, en tal caso parti-
cular, de la aplicacién de la regla de derecho? (cfr. infra,
Lecturas, III).
Por otra parte, cabe confiar en el juez para que, sin
violar directamente la regla de derecho, encuentre el medio
de no fallar contra la equidad. Asf, en el caso, propuesto
como ejemplo, de investigacién de la maternidad legitima,
los jueces saben crear la condicién exigida por la ley para
autorizar el testimonio, cuando estan persuadidos de que los
testigos les procurarén la prueba fundada de la demanda
formulada por el hijo (cfr, infra, n. 849). Con mucha fre-
cuencia, contaran también con el recurso, al resolver sobre
los hechos, de evitar la aplicacién de la regla de derecho
que quieren dejar de lado,18 DERECHO CIVIL
13. La regla de derecho debe ser precisa. — Si la re-
gla de derecho no contiene mds que preceptos muy genera-
les, no puede proporcionar Ja seguridad necesaria. Tenemos
necesidad de conocer exactamente nuestros derechos y nues-
tras obligaciones, asi como los derechos y las obligaciones
de nuestros semejantes. Pero una precisién excesiva expone
air contra la justicia, porque la justicia no se presta mucho
a tanto rigor en la demarcacién. Para ofrecer plena segu-
ridad a los contratantes, el legislador francés decide que el
vendedor de un inmueble, que se considera lesionado, no
puede pedir la anulacién del contrato mas que en el caso
de haber vendido a un precio inferior a los 7/12 del valor de
ese inmueble. ;Quiere eso decir que cuando el precio no
sea inferior m4s que en los 6/12 la justicia no ha sido des-
conocida?
Se encuentra asimismo gran ntimero de reglas de dere-
cho cuya precisién no es absoluta. El juez, encargado de
interpretarlas, dispone entonces, en cada asunto, de un am-
plio poder de apreciacién. Es una raz6n mas por la cual
tendré rara vez que elegir entre la violacién de la regla
de derecho y el desconocimiento de la equidad.
14. El derecho y Ia moral: justicia y caridad. — Todos
los caracteres de la regla de derecho que acaban de ser
enumerados la oponen a la regla de moral. De ahf que surja
la necesidad de la regla de derecho junto a la regla de moral.
De tal necesidad cabria no obstante dudar a primera
vista: gno es la regla de moral una regla de conducta?, ;por
qué, entonces, erigir, junto a ella, esta otra regla de con-
ducta que es la regla de derecho?
Hay que responder: porque no tienen ni el mismo 4m-
bito, ni la misma sanci6n, ni el mismo fundamento.
Sus dmbitos son diferentes. La regla de moral es una
regla de perfeccionamiento de las conciencias; de cada con-
ciencia en particular, Resulta de esto que aquélla considera
nuestros deberes y todos los deberes que la conciencia man-
da, pero solamente ésos. El objeto de la regla de derecho
es diferente; consiste tan s6lo en hacer posible la vida en
sociedad, y asi en precisar los derechos de cada uno, sus
limites, en dosificar el equilibrio entre los intereses parti-LA REGLA DEL DERECHO 19
culares y el interés general. Regla de conducta social, la
regla de derecho posee asf dmbito diferente del de la regla
de moral, a la vez menos extendido y mas extenso.
Aun cuando pudieran afectar a los mismos derechos y
a iguales deberes y enfocarlos desde idéntico dngulo, su dua-
lidad seguirfa siendo necesaria. Porque, si la regla de dere-
cho, para procurar la seguridad, debe alcanzar cierto grado
de precision, Ia regla de moral no puede ser formulada mds
que dentro de principios muy generales. Se dirige, en efecto,
a la conciencia de cada uno y, por lo mismo, no podria pre-
sentar para cada uno las mismas exigencias. Asi, pues, re-
sulta inadecuada para procurar la seguridad.
No solamente son diferentes sus dmbitos, sino sus san-
ciones. Reside ahi la oposicién fundamental entre las dos
reglas, y la razén esencial de la necesidad del derecho junto
a la moral. En raz6n del fin mismo que ésta persigue, la
regla de moral no puede implicar sino una sancién por com-
pleto interna. Ahora bien, tal sanci6n es socialmente inefi-
caz, dada la imposibilidad en que se encuentra de contener
a quienes no poseen ni conciencia ni religién. Si la regla
de derecho, sancionada por la coaccién, no existiera, no ha-
bria ya seguridad y no habria ya tampoco justicia.
Finalmente, la moral y el derecho difieren en su funda-
mento. Y no sélo el derecho positivo, que puede separarse
de la justicia, sino el derecho ideal, fundado en la justicia.
Eso no significa decir que, dentro de la moral cristiana
—que es la de todos los pueblos de civilizacién cristiana—,
no se haga lugar a la justicia, Es necesaria ante todo la
justicia. Pero se pide al cristiano algo mds que la justicia:
la caridad, que es el amor. La ensefianza contenida ya en la
parabola de los obreros de la undécima hora se expone clara-
mente en el Sermén de la Montafia: “Si alguno te abofetea
en la mejilla derecha, ofrécele también la otra. Y al que
quiere armarte pleito para quitarte la tinica, entrégale tam-
bién la capa” (SAN Mateo, V-44). La regla de moral puede
intentar que, mas alla de la justicia, reine la caridad, porque
es regla de perfeccionamiento individual. La regla de dere-
cho no puede hacerlo, porque es regla de conducta social:
iqué orden reinarfa en una sociedad donde el robado de-
biera, tras haber renunciado a su tinica, entregar su capa?20 DERECHO CIVIL
Ciertamente, ahi existe una inferioridad de la regla de
derecho frente a la regla de moral; pero esa inferioridad es
necesaria. La regla de moral es, desde este punto de vista
también, inadecuada para hacer que reine el orden en la
sociedad: aquélla mira muy alto para gobernar una sociedad
compuesta por hombres; es decir, seres imperfectos.
Eso no significa en absoluto, por otra parte, que toda
consideraci6n caritativa deba permanecer extrafia a la regla
de derecho.
En la btisqueda de Wi justicia, sobre la cual debe Reenir
el orden social la regla de derecho, un lugar, el mayor posi-
ble, se haré a la caridad. Lo que debe intentarse es trans-
formar en reglas de derecho el mayor ntimero posible de
reglas de caridad, y debemos felicitarnos de ver que el legis-
lador contemporaneo entra resueltamente por esta via (se-
guridad social, prestaciones familiares, etc.); aunque algunos
aspectos de la socializacién del derecho provocan reservas,
ello debe ser estimulado plenamente. Pero existe un limite
en esa posibilidad: allf donde la justicia y la caridad estu-
vieran en conflicto, la regla de derecho, so pena de fracasar
en su misién, no puede reconocer sino a la primera.
Aparecen asi, de un lado, las diferencias entre la moral
y el derecho; y de otro, la necesidad social de una regla de
derecho distinta de la regla de moral.
La regla de moral es una regla de conducta individual
que se dirige a la conciencia del hombre y, fuera de toda
coaccién, le propone, a la par, un ideal de justicia y de
caridad.
La regla de derecho es wna regla de conducta social
que, sancionada por la coaccién, debe tener por fin hacer que
reine el orden al procurar la seguridad dentro de la justicia.
LECTURAS
I. — El derecho natural y la escuela idealista
En su hermoso libro Théorie générale du droit: histoire des
doctrines juridiques et philosophie des valeurs sociales, RouBIER
traza un cuadro muy claro de las diferentes doctrinas entre las
cuales se han dividido y se dividen todavia los juristas acerca del