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ENSAYO I:
Los valores de las sociedades y de las personas no son constantes, porque el ser
humano no es mediocre, y cambia constantemente, buscando siempre algo mejor
que lo que tiene. Esto se debe a que nos conformamos con la satisfacción que
algo nos da, pero en algún punto comprendemos que no es suficiente y buscamos
una mejor respuesta.
Este ha sido el motor del desarrollo de la humanidad, y por esto hoy vemos como
en Occidente, la igualdad de la mujer es ampliamente aceptada, después de haber
sido enormemente reprimida.
¿Cómo se pudo dar ese paso? Logrando que la ética superara a la moral, lo que
significa que las objeciones de conciencia de unos ya fueran masivas dejando ver
a la moral como una minoría insostenible.
Por esto, la moral es listado de las ideas, ideales, valores y principios que unen a
las sociedades, y se ven reflejados en sus comportamientos, costumbres, hábitos,
normas, leyes e incluso en sus símbolos.
La ética es la reflexión que hace cada persona sobre esa moral o uno de sus
puntos en particular, bien sea de manera general o particular; como es el caso del
aborto, donde muchas sociedades lo consideran un delito, pero algunas personas
piensan que no debe ser así y buscan la forma de cambiar esa norma, por medio
de reflexiones en la sociedad que permitan un cambio colectivo de este
imaginario, para transformar la sociedad, y por ende, modificar la moral.
Esto pasa mucho en las personas mayores, que han sustentado sus acervos de
valores y creencias en lo que era la moral en sus primeros 20 años, y que al ir
cambiando estos acuerdos sociales, ellos no los aceptan porque los consideran
equivocados (lo cual es completamente normal) y algunos se dedican a defender
sus concepciones sobre las nuevas.
Por algún motivo, siempre justificamos las nuevas normas como un mecanismo en
pos del bienestar de todos, pese a que en muchos casos, son para el particular,
como en el caso del aborto, de la libertad religiosa, los derechos para
homosexuales o la libertad de expresión incluso, donde muchas veces el tema no
es decir la verdad, sino como y cuando se debe decir.
En el mundo de hoy, donde las redes sociales han permitido que muchos tengan
voz, la amplificación de los puntos de vista individuales ha sido enorme, causando
que la velocidad del cambio de la moral sea mucho más rápido que lo que puede
ser absorbido, causando no una crisis de valores, sino la presencia de varias
morales al mismo tiempo, que como un “tótem tribal” que reúne a muchos
alrededor de un sistema de creencias, como lo puede ser el “pensamiento” de
derecha o de izquierda, que más allá de no estar claramente definidos, dejan ver
la tensión de la continuidad y el cambio, lo conservador y lo liberal, lo de siempre y
lo que vendrá.
¿Qué se debe conservar?, es quizá una de las preguntas más complejas en una
sociedad, porque los principios que han sido los ejes rectores de una civilización
no deberían estar en tela de juicio, como lo pueden ser la libertad, la justicia y la
autoridad, pero sus valores tienen a cambiar continuamente, pese a que estos
parecen como “innegociables”, como lo es el difícil tema del derecho a la vida,
donde la discusión sobre la pena de muerte y el aborto, entran a generar enormes
diferencias en los acervos de creencias de las personas de una misma sociedad.
Lo mismo pasa con la justicia, donde para unos esta debe ser dura y para otros
debe ser más flexible, como en el caso de los procesos de paz.
Es así, que desde mi parecer, primero vienen los principios, después los valores,
que desembocan en costumbres y finalización siendo normas, que deben soportar
la revisión ética del momento, y tener la humildad de transformarse cuando la
realidad del momento sea diferente; por esto la realidad no es la verdad revelada,
sino la verdad que comprendemos en cada momento de la sociedad, que es
dinámica en todo sentido.
Muchas veces nos encontramos diciendo “el día hoy es soleado”, pese a que
siempre en todos los días podemos ver el sol, o afirmando “Dios quiera”, pese a ya
no ser religiosos. Esto ocurre porque en nuestra mente están estas ideas desde
hace mucho tiempo y es muy difícil desarraigarlas, y debido a esto, continuamente
nos traicionamos con nuestro propio lenguaje.
Esto nos deja ver que nos es muy difícil cambiar, incluso cuando estamos
completamente convencidos del cambio, y si para aquel que está determinado a
cambiar, le cuesta hacerlo, para una sociedad, es un camino muy complicado.
Más, en los últimos tiempos, parece ser lo contrario: los que no quieren el cambio
y aquellos que lo piden, no argumentan casi nada, y dejan que sean las
emociones las que brillen en el “debate”, donde el que grite más duro cree que le
da la razón, lo que en redes sociales es una anarquía sin sentido ni coherencia.
Los memes, no son otra cosa que ideas representadas en textos o imágenes, que
se contagian a gran velocidad, modificando el imaginario de las personas, y en
este entorno digital, es sencillo llegarle a muchas personas que consideren que
esa idea es correcta; más, pese a que muchas de esas ideas son sofismas para
defender puntos de vista e intereses políticos, algunos de ellos son reflexiones
éticas fundamentales para la masificación de las ideas que deben ser revisadas.
Un ejemplo cercano es el uso del “todas y todos”, que está en debate hoy en día;
la RAE afirma que no es necesario y los “puristas” dicen que siempre se ha usado
así, y que no tiene un sentido “machista”, sino que en el español es común el uso
del masculino como un genérico de especie, lo cual es cierto; más, la idea de
visibilizar que somos dos sexos diferentes y que esa diferencia es fundamental y
enriquece, tiene mucho sentido. Espero que esto llegue a un buen punto medio, o
de lo contrario la escritura se convertirá en tediosa para el lector, y
desafortunadamente muchas obras literarias, serán vistas como segregantes por
su lenguaje, porque si llegamos al punto que acordamos que debemos hablar de
“todas y todos”, los que nazcan bajo esta premisa y la consideren lo
completamente correcto y común, leerán un poema de un hombre a una mujer, y
lo podrían calificar de insensible, homofóbico e incluso de machista.
Idealmente todo debería ser permitido y darle la libertad a las personas de actuar
según sus propias convicciones, pero como sociedad, nuestros principios
fundamentales no permiten que esto ocurra, y hay cosas que no vamos a
negociar, como que un mayor de edad tenga sexo con un menor de edad, porque
consideramos que una persona que no ha logrado una madurez mínima en su
vida, no tiene aún la capacidad de tomar decisiones que tienen enormes
implicaciones y responsabilidades; esto sin duda tiene enormes connotaciones
hipócritas, porque hace pocos siglos, era muy común y bendecido por la iglesia
católica inclusive, pero hoy lo vemos como algo malo, por múltiples razones, que
son más emocionales que reales.
Esto llega al punto que el debate sobre el homosexualismo usa a la ciencia para
demostrar si existe o no como una condición natural del ser humano, permitiendo
que haya dos evidencias diferentes de un mismo fenómeno.
Más allá que el homosexualismo sea natural o no, es una decisión individual, que
debe ser permitida por la sociedad, bajo la premisa que debe asumir las
consecuencias que conlleva, que en este caso son casi inertes, a diferencia del
cigarrillo o el licor, que son regulados, porque si causan externalidades claras,
donde el derecho individual afecta el derecho colectivo, cosa que no ocurre en la
homosexualidad.
Algunos defienden con armas en muchos casos sus derechos adquiridos, y otros
están dispuestos a atacarlos para quitárselos e imponer su sistema de derechos.
Se supone que la democracia es el camino para que estos cambios se den en
occidente, donde un presidente puede ser de izquierda, pero debe concertar con
el legislativo que normas que quiere cambiar según lo que él considera es lo mejor
para todos, y las cortes defenderán la constitución, como un ente mucho menos
dinámico.