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YOUNG, James E., Writing and Rewriting the Holocaust.

Narrative and
the Consequences of Interpretation. Nueva York, 1990. “Introduction:
Narrative and the Consequences of Interpretation” (pp. 1–14)
I. WRITING THE HOLOCAUST
Con el ascenso de las contemporáneas teorías histórica y literaria, los estudiosos del holocausto van reconociendo que las
interpretaciones tanto de los textos como de los hechos del holocausto están interrelacionados. Para los hechos y sus
representaciones, se observan las formas, el lenguaje y la metodología crítica con que son abarcados. El significado y la
significación religiosas, causas y efectos históricos, son simultáneamente reflejados y generados en la narrativa del
holocausto –como en los nombres, periodización, géneros e iconos que asignamos a esta era. What is remembered of the
Holocaust depends on how it is remembered, and how events are remembered depends in turn on the texts now giving
them form.
En lugar de aislar los hechos de sus representaciones, this approach recognizes that literary and historical truths of the
Holocaust may not be entirely separable. That is, the thrust of the Holocaust –both the factual and the interpretative- can no
longer be said to lie beyond our understanding, but must now be seen to inhere in the ways we understand, interpret, and
write its history. [3 sic]
There has also been an unmistakable resistance to overly theoretical readings of this literature. Much of this opposition
is well founded and stems from the fear that too much attention to critical method or to the literary construction of texts
threatens to supplant not only the literature but the horrible events at the heart of our inquiry. That is, if Holocaust narrative
is nothing but a system of sings merely referring to other sings, then where are the events themselves? To concentrate on
the poetics of a witness’s testimony [testimonio de un testigo], for example, over the substance of testimony seems to risk
displacing the events under discussion altogether [completamente, en total, en general]. By seeming to emphasize the ways
we know the Holocaust to the apparent exclusion of the realities themselves, critics threaten to make the mere form of
study their content as well. Instead of drawing closer to events, in this view, critics would impose an even greater distance
between readers and events. Other potential and equally unacceptable consequences of an unlimited deconstruction of the
Holocaust include the hypothetical possibility that events and texts never existed outside each other and that all meanings
of events created in different representations are only relative.
El hecho de que para nuestro conocimiento dependamos de textos mediadores, sin embargo, no hace a esos textos el
único objeto de estudio, ni significa que los significados generados en esas versiones mediatizadas sean menos valiosos...
By sustaining the notion of these interpretations’ agency in events, the contemporary critic can assert both the historicity of
events and the crucial role interpretation placed in the events themselves. This is not to deny the historical facts of the
Holocaust outside of their narrative framing, but only to emphasize the difficulty of interpreting, expressing, and acting on
these facts outside of the ways we frame them (frame = formular; enmarcar).
Si se aplica descuidadamente, sin embargo, la teoría contemporánea y su vocabulario, a menudo malempleado, puede
oscurecer tanto como trata de iluminar en esa literatura. De hecho, una de sus mayores responsabilidades ha sido una
relativa inacesibilidad a lo que está fuera de su código metodológico, que ha limitado sus aplicaciones prácticas a otros
textos críticos. Esta ha sido una carencia especial desde que muchos de sus pioneros (Barthes, Levi–Straus, even Susan
Sontag) iniciaron estos acercamientos no para desconcertar sino para clarificar las obras actuales de la cultura, la historia y
la literatura y su inevitable interpenetración. Por ello aspectos particulares de la deconstrucción y el análisis semiótico son
constreñidas aquí. Pero otras cualidades del análisis crítico alentadas en la investigación contemporánea, como la
sensitividad a la actividad hermenéutica [4] en la producción de textos, reciben mucha atención en este estudio. Parece
ideal para entender más profundamente la relación causa–efecto, el intercambio recíproco, entre eventos y sus
interpretaciones, así como los modos en que la narrativa del holocausto refleja, crea y nos conduce después a significados
particulares de los eventos.
...the purely literary and the purely historical worlds were never really pure of each other, but were often all too
tragically interdependent. Contrary to those who see the world and its representations operating independently of one
another, “life” and “life-in-writing” –catastrophe and our responses to it- have always interpenetrated; in this way, literature
remembers past destructions even as it shapes our practical responses to current crisis.
White: contemporary critical theory permits us to believe more confidently than ever before that “poetizing” is not an
activity that hovers over [planear], transcendes, or otherwise remains alienated from life or reality, but represents a mode of
praxis which serves immediate base of all cultural activity… Si reconocemos esta actividad “poetizante” como una de las
bases de la praxis mundane, entonces el asunto aquí ya no son sólo “los hechos” del holocausto, sino también su
configuración “poética” –i.e. narrativa–, y cómo las representaciones particulares pueden haber guiado a los escritores
tanto en sus interpretaciones de los hechos como en sus respuestas mundanas a ellos. Como se pone dolorosamente de
manifiesto, no son “los hechos” en sí los que determinan las acciones de las víctimas del holocausto –o de los propios
asesinos; sino que fue la aprehensión estructural, mitológica y figurativa de esos hechos la que condujo a actuar en su
nombre.
Una historiografía literaria crítica del holocausto está así justificada no por el deseo de encontrar nuevos significados
del holocasto, ni por llevar a cabo ingeniosas interpretaciones de sus textos, sino por la consideración de las posibles
consecuencias de la interpretación, tanto para las víctimas del holocausto como para los supervivientes y su comprensión

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del mundo post–holocausto. El objetivo crítico, por tanto, no debe ser meramente deconstruir la narrativa del holocausto en
tales o cuales mitos, gramáticas o figuras inertes. En lugar de dedicarse a la búsqueda estéril de profundas estructuras
mitológicas, religiosas o lingüísticas en base a los textos literarios del holocausto, el objetivo es aquí explorar la pluralidad
de los significados del Holocausto generada por esos textos y las acciones que salen de esos significados fuera de los textos
(the actions that sigue from these meanings outside of the texts). Más que meramente deconstruir esta narrativa [5] o su
crítica, o de des–historizarla completamente, quiere re–historizarla mirando más allá de la interpretación, a sus
consecuencias en la historia.
Hasta ahora, los historiadores que se han ocupado de la narrativa del Holocausto a menudo han tratado de
desenmarañar sus mitos y tropos para así encontrar la “realidad histórica” de los eventos. Los estudiosos de la literatura
también han tratado de penetrar en la narrativa en busca de los hechos, pero más a menudo han tendido a ocuparse de las
estrategias narrativas con las que los escritores representan el Holocausto. Además, como muchos de los exegetas
tradicionales, algunos críticos se ven a sí mismos como los guardianes de esos textos y sus intérpretes.
No sólo los eventos del holocausto tomaron forma post factum en su narración, sino que fueron inicialmente
determinados cuando fueron revelados (Desplegados) de los modos esquemáticos en que fueron aprehendidos, expresados,
y después acted upon. De este modo, lo que una vez fuer considerado mero asunto de perspectivas del holocausto
culturales, religiosas o nacionales, asume la fuerza de agente en esos eventos: las visiones del mundo pueden haber tanto
generado la catastrofe como narradola después. Así percibida, la historia nunca se revela independientemente de los modos
en que la hemos entendido; y en el caso del holocausto, la interpretación y la organización estructural de los eventos
históricos tal y como ocurrieron puede haber determinado, en último termino, el horrible curso que acabaron por tomar.
Esto nos lleva a la cuestión de si los acercamientos literario e históricos del holocausto son “perspectiva ridden” para
entender cómo varias formas lliterarias, tradiciones culturales y religiosas, y experiencias precedentes han dado forma
realmente al holocausto. El lector crítico puede empezar a evaluar el modo en que esas “versiones del holocausto” pueden
haber determinado tanto las respuestas históricas en su nombre –acciones que comprenden el índice último sobre el tipo de
conocimiento que poseemos– y la comprensión de las proximas generaciones inferidas de esas versiones. Tales asuntos
pueden aportar mucho a nuestra comprensión tanto del Holocausto tal como ocurrió como de su historia–como–se–ha–
escrito en literatura [6]

II. INTERPRETING HOLOCAUST NARRATIVE

La distinción entre los “hard facts” del holocausto y la “softness” percivida en su reconstrucción literaria ha sido
respaldada por los historiadores, que son especialmente precavidos en el desplazamiento potencial de la “hard history” por
sus versiones novelescas. Así, Yerushalmi (Jewish history and Jewish memory): El holocausto ha generado más
investigaciones históricas que cualquier otro evento de la historia judía, pero no me cabe duda de que su imagen está
siendo forjada no en el yunque del historiador, sino en el crisol del novelista. Es cierto que la “imagen del holocausto” está
de hecho siendo formada en la narrativa de ficción, pero podríamos preguntarnos cual es la diferencia entre el “yunque del
historiador” y el “crisol del novelista”. ¿Está realmente entre la férrea historia y las confecciones de la imaginación del
novelista? Están los acercamientos his´toricos al holocausto menos mediatizados por la imaginación, menos determinados
por el tropo y la figura o, al cabo, son menos interpretativos que las ficciones del holocausto? ¿Cómo ficcionalizan los
historiadores e historizan los novelistas?
Puede ser cierto, como sugiere Yershalmi, que incluso donde los judíos no rechazan de plano la historia, no están
preparados para confrontarla directamente, pero parecen esperar un mito nuevo, metahistórico, para el cual la novela
proporciona al menos un sustituto moderno temporal. Pero no es menos cierto que los viejos “mitos metahistóricos”
también informan –e incluso constituyen– todo lo que ahora se considera historiografía judía. La cuestión es si podemos
registrar historia sin esos mitos. Del mismo modo que [7] los antiguos escribas y rabinos nunca se preocuparon por
preservar los específicos detalles históricos de la catastrofe, sino más bien de preservar los paradigmas tradicionales por los
cuales los eventos habían de ser interpretados y entendidos, los narradores contemporáneos del holocausto encuentran que
ellos pueden preservar ahora los mitos metahistóricos a través de los cuales ellos han conocido la historia.
De hecho, las distinciones hermenéuticas entre historias y ficciones del holocausto se difuminan cuando recodamos
que las formas contemporáneas de narración histórica se han derivado en sí mismas parcifalmente de la forma de la novela
inglesa desarrollada en el siglo XIX (White, “The burden of History”, 1966). Así, un eminente historiador del holocausto
como Yehuda Bauer previene contra la investigación exclusiva de lo que él considera constituye la “comprensión
metafísica” del holocausto generado por los autores imaginativos, y no la de cuestiones más concretas –como las causas
del antisemitismo, quiénes eran los asesinos, cuando y cómo fue planeada el genocidio, si había formas de salvarse, cuáles
fueron los efectos del holocausto en el pueblo judío, en Israel, en la Diáspora. Se puede estar sobreestimando tanto las
fuentes metafísicas de estas cuestiones como las asunciones metafísicas que subyacen a toda formulación narrativa de sus
respuestas. Bauer teme que si estas cuestiones no son afrontadas, obras imaginativas como las de Katzenelson, Wiesel,
Kovner y Sachs no pueden ser inteligibles o significativas; sin un retorno a la ardua tarea del conocimiento real sobre el
holocausto, las descripciones simbólicas que ocupan, aunque legítimamente, el centro del escenario literario en la literatura
del holocausto, se convierte sólo en otra ruta de escape para lo superficial. Sin embargo, si no tenemos en mente la sutil
naturaleza simbólica del discurso histórico en sí, corremos el riesgo de caer en una cierta complacencia acrítica, donde
privilegiamos un tipo de conocimiento del holocausto sobre toro. “Conocer” algo sobre el holocausto puede tener que ver
del todo con el ineluctable carácter literario del conocimiento histórico.

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En anticipación de posibles objeciones a este acercamiento narratológico a la historia basado en los legítimos temores
de que el discurso ficcional pueda usurpar del todo la “historia del holocausto”, puede ser apropiado reiterar aquí las
explícitas distinciones ontológicas entre los eventos históricos y los eventos ficcionales que White ha recalcado de cara a
similares objeciones: Los eventos históricos difieren de los eventos ficticios del modo en que ha sido convencional
caracterizar sus diferencias desde Aristóteles... Los historiadores se ocupan de eventos que pueden ser asignados a
localizaciones específicas en el tiempo y el espacio, eventos que son (o fueron) en princpio observables o perceptibles,
mientras los escritores imaginativos –poetas, novelistas, dramaturgos– se ocupan [8] tanto de estos hechos como de los
imaginados, hipotéticos o inventados... Lo que debe interesarnos en la discusión de “la literatura del hecho” (the literature
of fact) o, como he elegido llamarla, “las ficciones de la representación factual”, es el grado en que el discurso del
historiador y el del escritor imaginativo coinciden, se asemejan, o se corresponden el uno con el otro. Aunque los
historiadores y los escritores de ficción pueden estar interesados en diferentes tipos de eventos, tanto las formas de sus
respectivos discursos como sus objetivos al escribir son a menudo los mismos.
De hecho, como muestra White, la oposición historia–ficción es en sí una idea relativamente nueva, surgida con las
nociones positivistas de “historia científica”. Antes de la Revolución francesa la historiografía era considerada
normalmente un arte literario. Más específicamente, se la consideraba una rama de la retórica y su naturaleza “ficticia” era
generalmente reconocida. También se entendía, según White, que muchos tipos de verdad, también en la historia, podían
ser presentadas al lector mediante el uso de ficticias técnicas de representación. Las verdades históricas del holocausto ya
no pueden ser asimiladas a los hechos putativos como tales, sino que, en palabras de White, pueden ser asimiladas a una
combinación de hecho y la matriz conceptual dentro de la cual el hecho ha sido localizado en el discurso. No menos que la
razón, la imaginación ha de ser contemplada en cualquier representación adecuada de la verdad, y ello significa que las
técnicas de fictionmaking son tan necesarias para la composición de un discurso histórico como pueda serlo la erudición.
Teóricos de la historia han reconocido inmediatamente las consecuencias de esto para la “objetividad” en la narrativa
histórica. Los ensayos de White, Barthes y otros sugieren que los historiadores, tradicionalmente, han intentado hacer el
mismo salto de fe entre el evento y su signos desplazador como el poeta en su “voluntaria supspensión de incredulidad”.
Para el historiador clásico, dicen, el doble bind ha sido siempre el subterfugio automático de los hecohs históricos por su
medio de escritura. White: es un problema, porque desde que se concibe que el discurso del historiador tiene un estilo,
también se concibe que es literario. Pero desde que el discurso del historiador es literario, parece ser retórico, lo que es un
anatema para quienes reclaman el estatus de representación objetiva para el discurso histórico.
Una de las consecuencias: obsesiva tendencia de los escritores de discurso histórico y documental a liberar a su
narrativa de todo signo de estilo, para así distinguir entre obras factuales y ficcionales . Sin embargo, White: incluso este
esfuerzo era, [9] por supuesto, un movimiento retórico en su propia dirección, el tipo de movimiento retórico que Valerio
llama la “retórica de la anti–retórica”. Así, incluso los llamados style–less modos de escribir –como el “nuevo periodismo”
o la “nueva factualidad”– se conviertne ellos mismos en estilos = una “retórica del hecho”. El objetivo no es escribir
hechos sin mediación, sino convencer al lector de que tales hechos han sido establecidos.
Intento de no crear significado en la representación. Barthes sugiere que la crítica literaria pone especial atención en
los escritos en los que el autor omite sistemáticamente cualquier alusión directa al autor del texto: la historia parece
escribirse sola. Esta técnica es muy usadas, dada su adecuación a el llamado modo “objetivo” de discurso histórico, en el
cual el historiador nunca aparece. Lo que realmente sucede es que el autor descarta la persona humana y la reemplaza por
una “objetiva”; el sujeto–autor es tan evidente como siempre, pero se convierte en un sujeto objetivo. Es lo que Fustel de
Coulanges llamó inocentemente la “castidad de la historia” [no literal] (este estilo narrativo ha sido, además, muy útil para
un tipo particular de novelistas, los realistas, que lo han incorporado como parte de su ficción. Barthes: En el nivel del
discurso, la objetividad, o la ausencia de toda huella del narrador, es una forma particular de Ficción cuyo resultado puede
ser llamado the referential illusion).
En el caso de los testimonios litearios y la ficción documental del holocausto, las razones de la autoocultación del autor
varían mucho: intento de los supervivientes de hacer creíbles acontecimientos de otro modo increíbles, p.e. Pero todos los
escritores de narrativa objetiva o factual hacen valer al menos dos tipos de significance: el del modo en que representan los
eventos y el del estilo que los representan como un style–less. Barthes: la eliminación del significado del discurso
“objetivo” sólo produce nuevo significado, confirmando una vez más que la ausencia de un elemento en un sistema es tan
significativa como su presencia... [10]
Así, los escritores del Holocausto hacen frente a un doloroso dilema: por un lado, el superviviente escribiría tanto a sí
mismo como sus experiencias posteriores al hecho, dando a ambos expresión y realidad textual; por otro lado, para hacer
que su testimonio parezca verdad, se ocultaría a sí mismo en el texto... [11]
El papel de la crítica no es distinguir “hechos” de ficción en los testimonios literarios del holocausto, sino sostener una
conciencia tanto de la necesidad de hechos in–mediatos en esta literatura y la incapacidad simultánea de la narrativa para
documentar estos hechos.

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