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El capitalismo moderno
El capitalismo moderno es un sistema socio-económico que desciende del provecho de la
propiedad privada sobre el capital como herramienta productiva, constituido por relaciones
empresariales afines a actividades de inversión y de creación de beneficios, relaciones
laborales autónomas y asalariadas.
Bajo este sistema las empresas bajo la forma de empresa privada, llevan a cabo la producción
de bienes y servicios y dependen de un mercado de consumo para obtener recursos,
mediante el intercambio de los mismos, realizado mediante el comercio libre.
El mismo se rige por la libre competencia basado en la ley de oferta y demanda. Bajo éste
ámbito se fabrican, venden y compran cualquier cantidad de bienes y servicios demandados
por la sociedad.
La intervención gubernamental es mínima
El Gobierno actúa como ente regulador, su actividad se basa en la gestión de la defensa
nacional, garantizar el cumplimiento de los contratos y forjar el respeto a la propiedad
privada.
Desigualdad social
La desigualdad social es una característica que se ve a largo plazo en este sistema económico,
esto puede conllevar a la desigualdad de oportunidades que conduce a situaciones de
dominio ejercida por el empleador sobre el empleado.
Diversidad socioeconómica
En el sistema capitalista se pueden encontrar diversas clases sociales, la clase dueña del
capital y la clase obrera que lleva a cabo el trabajo. Estas convergen en una estratificación
social que depende de la capacidad adquisitiva de los individuos de las diferentes posiciones
sociales.
Movilidad social
En capitalismo las sociedades pueden alcanzar la movilidad social que se propongan alcanzar,
solo es necesario esfuerzo y trabajo, es decir luchar por mejorar su nivel de vida y una mejor
escala social y conseguirla.
Crecimiento económico
La especialización en las diversas áreas productivas genera el aumento de la producción, que
trae consigo el aumento de la circulación de capital y estimula el ahorro en la sociedad,
aumenta la riqueza y se genera la inversión.
Incremento de ganancias
En el sistema capitalista, la inversión se enfoca en la obtención de utilidades económicas. Sin
embargo, actualmente las empresas se preocupan por el bienestar social y se han percatado
que de esta manera se obtienen mayores ganancias.
El capitalismo concibe al ser humano como una mercancía. Por otro lado, las riquezas que
se logran obtener de manera colectiva básicamente son propiedad privada del capitalista.
Lo anterior ha provocado en el mundo grandes índices de desigualdad en todos sus
niveles. El dinero queda en manos de unos pocos que como si fuera cosa del destino
siempre seguirán siendo más ricos y los trabajadores difícilmente podrán superar su
condición socioeconómica. Realmente las condiciones del intercambio de bienes y
servicios, las bases del mercado, el grado de competitividad y medidas que el estado toma
en base al mercado económico son las que más afectan y promueven la desigualdad.
Karl Marx fue uno de los científicos sociales que más estudió el capitalismo. Básicamente
este gran filósofo y economista alemán del siglo XIX, afirmó que el capitalismo es
radicalmente inestable, y que a largo plazo se iba a autodestruir por los colapsos que cada
vez serian mas fuertes. Posteriormente, surgiría una revolución popular, la cual
engendraría un sistema comunista que sería más productivo y mucho más humano. Marx
denunció que el capitalismo del siglo XIX era injusto, pero actualmente muchos de sus
defensores aseguran que le ha permitido a otros sectores de la sociedad emerger.
Por su parte, un colega de Marx el filósofo alemán Walter Benjamin escribió Capitalismo
como religión (1921) contiene una crítica profunda al capitalismo. Se expone que el
capitalismo es un dogma inhumano: la identificación del pecado y la culpa religiosa y la
deuda impuesta por el capitalismo. Así como personas particulares han hablado en contra
del capitalismo también lo han hecho desde corrientes ideológicas como la del ecologismo
argumenta que es un sistema basado en el crecimiento y la acumulación constante por lo
que resultara insostenible, y que acabaría por agotar los recursos naturales del planeta, la
mayoría recursos no renovables.
Debemos mencionar que, el capitalismo se muestra en diversas formas, y cada uno tiene
ciertas disparidades en el tema del mercado, el Estado y la sociedad. Por supuesto, todas
comparten características como la producción de bienes y servicios por beneficio,
retribución de recursos basada principalmente en el mercado, y estructuración en base a
la acumulación de capital. El capitalismo en su versión más pura es conocido como el
laissez faire. Otros defensores del capitalismo han adoptado visiones del capitalismo más
moderadas y más matizadas con respecto a su implementación. Sus vertientes son:
mercantilismo y proteccionismo, laissez faire, capitalismo corporativo, economía social de
mercado y economía mixta. El mercantilismo y el proteccionismo hace mucho fueron
abandonados, aunque tuvieron su auge durante los siglos XVIII y XIX.
ADAM SMITH
Smith nos dió en este libro los principios que han de seguirse en la
economía política, es decir, el papel que juega el estado en la marcha
de la economía, como “arquitecto” de la misma. Y la principal
característica de su modelo es que el estado ha de dar libertad a los
ciudadanos para producir y comerciar. “Dejad hacer, dejad pasar”
(Laissez faire, laissez passer), es el lema del capitalismo, alqo que,
dicho sea de paso, no ocurre hoy, pues en los sistemas actuales
(mixtos) la libertad está regulada por los estados y las instituciones
internacionales.
https://blogs.herdereditorial.com/la-otra-h/2018/05/15/adam-smith-capitalismo/
1) “Cuando las unidades eficientes de producción son grandes en relación con las unidades de
consumo. 2) Cuando los gastos generales o costos comunes están presentes 3) cuando las
economías internas tienden a la agregación de la producción, 4) cuando el tiempo necesario para
el ajuste es largo, 5) cuando la ignorancia prevalece sobre el conocimiento y 6) cuando los
monopolios y las concentraciones interfieren en la igualdad de la negociación. – y sentencia –
{…} dejan para un estadio posterior su análisis de los hechos reales”.[2] Considera además que
“para muchos de estos economistas cuando la hipótesis simplificada no corresponde con precisión
al hecho concluyen que representa lo que es “natural” y por tanto ideal. Consideran la hipótesis
simplificada como salud, y las complicaciones adicionales como enfermedad”[3] Es también en El
Final del Laissez Faire, donde encontramos el siguiente ataque al pensamiento neoclásico: “No es
verdad que los individuos tengan una “libertad natural” sancionada por la costumbre de sus
actividades económicas. No existe un convenio que confiera derechos perpetuos sobre aquello que
tienen o sobre aquellos que adquieren. El mundo no se gobierna desde arriba, de manera que no
siempre coinciden el interés privado y el social. No es una deducción correcta en los principios de la
economía que el interés propio sea generalmente ilustrado, mas a menudo los individuos que
actúan por separado persiguiendo sus propios fines son demasiado ignorantes o demasiado débiles
incluso para alcanzar estos”.[4]
Con estas consideraciones generales, Keynes no podía suscribirse a la economía neoclásica porque
simplemente él no creía en los supuestos automatismos del mercado, cuestión esta que, en
definitiva, constituye el núcleo duro metodológico y casi ideológico de las concepciones
económicas neoclásicas.
Keynes reconoce en cierto modo el carácter contradictorio del régimen capitalista, y además, a
fuerza de lógica y de simple sentido común, se percata de que no era un régimen absoluto, ni
tampoco una estructura natural para el desenvolvimiento de la sociedad humana. Es obvio que
aún pensando así, no anula ni niega su posición clasista. Defendía el Capitalismo ante el Socialismo
y en definitiva toda su obra científica estuvo encaminada a replantear lo que él mismo llamaría la
técnica del Capitalismo Moderno por medio de la acción colectiva. En su concepción, la esencia del
Capitalismo es la dependencia de un intenso atractivo por hacer dinero y por los instintos de amor
al dinero de los individuos como principal estimulo de la máquina económica. Según él, se pueden
hacer adecuaciones en el mecanismo económico sin llegar a afectar la esencia del capital. Es
interesente además como Keynes no da a este principio del dinero y su anhelo como motor
impulsor de la sociedad una presencia universal o suprahistórica “No toda nación, y no todo
momento histórico da al deseo de dinero el mayor peso en la vida social y económica” Se le puede
ver como una frase menor, pero si se quiere también, como una negación de las tesis absurdas de
los historiadores burgueses que ven el capital y la racionalidad económica hasta en la lanza del
salvaje prehistórico y sus actos semi -salvajes.
http://www.filosofia.net/materiales/sofiafilia/fyc/fyc_4_13.html
Luego de Keynes, el economista austríaco fue el más influyente del siglo XX. Desde su
Este artículo esboza la teoría del consumo basada en los hábitos que expuso en
la Teoría de la clase ociosa (1899), y la teoría de los ciclos económicos y las crisis
que desarrolló en la Teoría de la empresa de negocios (1904). Para ponerlas en
contexto, en la segunda sección se hace una breve síntesis de su pensamiento.
Pero como buena parte de su perspectiva teórica se interpreta mejor después de
entender sus críticas a la economía ortodoxa, en la primera sección resumimos su
punto de vista crítico.
Para Veblen, la idea del precio de equilibrio esconde la idea de que se trata de un
designio de orden natural, al que calificó de "tontería superficial". Pensaba que el
orden natural era una concepción determinista y sostenía, en cambio, que el
desarrollo social no tiene una finalidad y no se puede predecir con exactitud. Un
institucionalista posterior comentó:
No criticó el uso del egoísmo en el análisis de la realidad social per se, sino la
importancia excesiva (su ubicuidad) que le atribuía la economía recibida. Y se
esforzó por demostrar que el comportamiento humano obedecía a diversos
móviles o motivaciones: la emulación, el instinto de trabajo eficaz, la curiosidad
ociosa, el instinto de auto-conservación o depredador, la inclinación parental.
Según el tipo y el tema de análisis, hacía más énfasis en uno o en otro.
Veblen señaló que la economía recibida concebía al hombre como un ente pasivo
sometido a fuerzas externas, como un calculador instantáneo de dolores y
placeres. Sujeto a fuerzas que lo dejan inerte y no lo alteran, el individuo solo
reacciona a cambios del ambiente. Así, en "Por qué la economía no es una ciencia
evolutiva" argumentó que, conforme a la concepción hedonista, el hombre es un
"calculador instantáneo de placeres y dolores que oscila [...] merced al impulso de
estímulos que lo desplazan por la superficie, pero que lo dejan intacto. Sin
antecedente ni consecuente" (Veblen, 1898).
Para Veblen, la disciplina económica acogía una visión primitiva del cambio, basada
en "analogías mecánicas". La explicación usual, implícita en el análisis de estática
comparativa, es que los desplazamientos se deben a fuerzas exógenas, de modo
que el análisis recurre a la cláusula protectora ceteris paribus. En esos términos, la
variación continua de los parámetros no permitiría conocer el punto de equilibrio
de llegadani derivarlo del estado de equilibrio inicial. Además, incluso bajo la
cláusula ceteris paribus, los fenómenos sociales no tienden al reposo, están en
movimiento continuo.
LA CONCEPCIÓN DE VEBLEN
Para delinear el enfoque general de Veblen (gráfica 1), señalemos que las
"instituciones" se apoyan en los instintos, mientras que el cambio y los problemas
sociales se derivan del juego entre instituciones. El comportamiento humano es
guiado, en distinta medida según el caso y las circunstancias, por los instintos
mencionados y se manifiesta, dependiendo del proceso socio-histórico, en ciertos
hábitos. Estos se cristalizan en instituciones, que son obra a la vez de los individuos
y de la sociedad. Es decir, las instituciones en sentido amplio se basan y se
modifican de acuerdo con las circunstancias materiales y, a través de la formación
de propensiones colectivas o patrones de comportamiento social, afectan y guían
el comportamiento individual, que no es optimizador, sino rutinario y basado
en hábitos. Pero, asimismo, y este es el aspecto fundamental de su esquema
conceptual, las instituciones que forman las propensiones colectivas se forman y
modifican en la interacción entre el comportamiento de los individuos y las
circunstancias sociales: estructura y agencia se codeterminan, coevolucionan.
Aunque, como veremos, las instituciones también forman parte de un proceso de
coevolución mutua, es decir, de la interacción con otras instituciones y estructuras
de la sociedad.
La visión vebleniana del cambio social es entonces una visión evolutiva del cambio
institucional. En oposición a la visión mecánica convencional, Veblen pensaba que
el cambio institucional y económico es resultado de la coevolución, la
codeterminación o interrelación entre el comportamiento individual y las
instituciones, las cuales poseen una dinámica propia (gráfica 2). En el análisis del
capitalismo de su época identificó dos tipos de "instituciones": tecnológicas y
pecuniarias, ambas basadas en los instintos, aunque en las primeras prima el
instinto del trabajo eficaz y en las segundas el instinto de emulación, en la forma
histórica de emulación pecuniaria. Una de sus distinciones principales fue la
dicotomía entre aspectos instrumentales (o tecnológicos) y pecuniarios (o
ceremoniales)
Las instituciones tecnológicas (a las que llama industriales, "procesode la máquina",
sirven al interés económico no valorativo) incluyen las artes mecánicas, los
métodos de producción y organización, los inventos, etc., y son la fuerza motriz de
la sociedad; mientras que las instituciones pecuniarias (relacionadas con la
propiedad) son un resultado sedimentado del cambio técnico, y aunque suelen
mirar al pasado, influyen en el uso de la tecnología, obstaculizándola o
estimulándola. Esta interrelación solo se mantiene "corto tiempo", pues a largo
plazo la tecnología es dinámica, supera los obstáculos pecuniario se impone el
cambio. El proceso técnico está a cargo de los técnicos, obreros e ingenieros, es
decir, de quienes intervienen directamente en el proceso productivo (lo que evoca
a los "industriales" de Saint-Simon), entre quienes predomina el instinto de trabajo
eficaz. Las instituciones patrimoniales están en manos de los empresarios
accionistas o financistas, entre quienes predomina la emulación pecuniaria, la
búsqueda de ganancias6.
En su Teoría de la clase ociosa, obra de 1899 que lo lanzó a la fama, Veblen estudió
en detalle las prácticas de consumo, la formación de gustos y su relación con la
aparición de instituciones sociales como la propiedad privada y la clase ociosa. Allí
planteó que no siempre se compra mayor cantidad a precios menores y que se
puede comparar a precios mayores "por emulación". Idea que llevó a que en 1950
Harvey Leibenstein introdujera en el análisis microeconómico ortodoxo el "efecto
Veblen" (el hecho de que algunos consumidores demanden menos cuando baja el
precio de un bien), un "efecto" que simplifica en demasía la teoría del consumo de
Veblen.
Para Veblen, la reputación o prestigio de una persona guarda relación con los
patrones o estándares sociales asociados a la proeza o la hazaña individual, las
señales a partir de las cuales se cataloga y se estima socialmente a una persona.
Mientras que en las etapas bárbaras primitivas los trofeos obtenidos en las hazañas
guerreras predatorias eran los exponentes convencionales de prepotencia y éxito,
en las sociedades industriales la acumulación de bienes se vuelve la señal más
importante y eficaz de proeza individual. Así, la fuerza pecuniaria es la base de la
buena reputación; la propiedad se vuelve progresivamente el sostén convencional
de honorabilidad y estima social.
tiende más y más a modelarse como esfuerzo para superar a los demás en los
resultados económicos logrados. El éxito relativo, medido por una comparación
favorable con los demás, se convierte en el fin del esfuerzo que se acepta como
legítimo y, por tanto, la repugnancia por la futilidad se coliga en buena parte con el
incentivo de la emulación. Viene a acentuar la luchapor la respetabilidad pecuniaria
al extender a todo fracaso […] una nota de desaprobación (ibíd., 41).