You are on page 1of 197
Biblioteca de PSICOLOGIA PROFUNDA 20, 82, 33. A. Froud - Pricoandlisis de de- Ssarralio del nino y del aden. conte A. Freud - Psicoandlicis del Jardin de infeniesy a eduencién el nino ©.G- Jung - La paicalogta de le transferencia C.G. Jung - Stmboloe de trans- formacion A. Freud - El psiooondliisy la srienza del nino A, Freud - BU psiconnaliss in- fait 9 la elénien . C. G-dung La Interprevacin de (a naturaleza y ta psique WR. Bion -Aleneione fnterpre- ‘acién CG Tong - Anquetipon on consswiente calectivo AUProud - Neurosie ysintor ‘natologéa infant C.G. dung - Formaciones de to innconseiente . LL Grinborg -Zdentidad y eam b ‘A. Gara - Psiconnaicis de los suenas ©. Fenichel - Teoria psico- ‘naldtia de les neurosis Marie Langer ~ Maternidad y ‘Hanna Sogul-Introduccidna la ‘obra de Melanie Klein 5. W. R. Bion « Aprendiendo de ia experiencia CG. Jung’ - Psicologia y simbdlica del arquetipo A. Garma «Nuevas aportaciones al psicoandliss de lax suenos | Arminda “Aborastury = Apor- lacionesslpsicoanlisisde rion ‘A. Garma - BU psicoandlisie, Teoria clinica y tenica RW. White -B7y09 0 realidad (en la teoria psicoanalition Ea 36 37, 40, 2 “4 46 48. 43. 66. er. 68, W. Reich « Le fumcin del or- gasmo J. Blogor ~ Simbiowie yam. biguedad J.Sandler, Ch. Dare yA. Holder Bl pacientey el ondtisio. ‘Anna Freud -Nermalidad y pa- Iologia ex a nino S. Leela y J.D. Nario Deven mavearar lo real. BI objeto en sicoanclice| I. Boronstoin - Familia y enfer- ‘edad mental 1. Berenetein ~ Bt complejo de Eidipo.Retructuras eignificacion J. Bowlay -BY vinoulo ofetivo 4. Bowlby -Lo aspareciin afee: tia S-Bowlby -La piri vfectie, Tristea 9 depresién ELH. Rolla = Familie y perso alidad TL. Beronstoin - Peicoandliie y ‘semiitiea de le suohoe Anna Frond - Retudias pico ‘analiticos 1. 0. Keraborg La teria delasre laciomes abjeiele yal paicail. ‘is eltaica 1M. SamicAlt - Cuerpo ren, cuer- po imaginare 4. RBlon- Semineroe de pa Coanalite " Chassoguet Sings! - Loe aminoe at onto @Grodiec = Las primera 22 Conferencias paisoneliticas Dara efermoe SEA Siatzon «Bt ani jn. ‘ono defor uetce "Fanos = Gramaice de oe ‘Kone Freud Et yo y los ‘Anns Freod «Bl yoy lor mca ‘ison de defines Fins Robt - La redourcién det semtome Luis Hornstein * Piera Aulagnier Marfa Lucila Pelento * André Green Marfa Cristina Rother de Hornstein Hugo Bianchi * Maurice Dayan Elena Friszman Bosoer CUERPO, HISTORIA, INTERPRETACION Piera Aulagnier: de lo originario al proyecto identificatorio PAIDOS Buenos Aires Bareolona México ‘Traducelén de Trene Agoft (apis 2, 4, 6, 8, 9 y 12) Cubierta de Gastavo Macri Jo. edicién, 1991 Impreso on ta Argentina - Printed in Argentina ‘Quads hecho el depdsito que previene la ley 11.723 © Copyright de todas las ediciones on castellano Balterial Poids SAICF Dofensa 599, Buenos Aires Bdicfones Paidés Ibérica SA Mariano Cubt 82, Barcelona Editorial Paldés Mexicana SA ‘Guanajuato 202, Maxon 1a roproducetin total o parcial de este bro, en cuslquier forma que se ‘déntica © modificads, eserita » méquina, por el sistema “multigraph’, ‘mimosgrate, impreso por folocopi, fotoduplicacién, ote, no autorizada por Toa edilores, viola derechos reservados. Cualquior utilisactén debe ser previamente solicitada, ISBN 95012-41556 INDICE Primera parte DE FREUD A PIRRA AULAGNIER |. PIERAAULAGNIER-SUS CUESTIONES FUNDAMENTALES, Dis Hrs u ce a Introdueci6n, 11. 1. Edipo, 38.2 Pulsiones, 48. 8. Aparato peiquin, 55. 4. Identifieacién, 71. 5, Técnica, 78,6, Pelosi, 9. Bibliografle, 110. Segunda parte ‘CUERPO ‘NACIMIENTODE UN CUERPO, ORIGENDEUNAEISTORIA, Piera Aulagnier a Protmbulo, 117. Los discursas sobre el cuerpo, 128. La “pucata 20 vide" del aparato psiquieo, 187. Eheverpo para la medre, 51 El efectosustimionto oo la vida infantil, 15 DUELO ¥ TRASTORNOS PSICOSOMATICOS, Maria Lucila Pebent oven Bibliogratia, 181, RESPUESTAS A PREGUNTAS INCONCEBIBLES, am ‘Tercore parte HISTORIA, . LOS DOS PRINCIPIOS DEL FUNCIONAMIENTO IDENTIFICATORIO: PERMANENCIA Y CAMBIO, Piera Aulognier ou . Sao 1. Bl conflict identlicatoro, 218.2. La potencialidad paicdi ‘come precio del compromiso identiicatoro, 227 a7 1 10. 1 a, . {REPETICION 0 HISTORIA?, Hugo Bianchi 5. HISTORIA LIBIDINAL, HISTORIA IDENTIFICATORIA, 238 ‘Marta Cristina Rother de Hornstsin ‘Cuerpo, afostoy representacion, 240. Construcdiénidentifieetoria: tly come devnir, 250, Bibligraia, 264, L. Tiempo y repeticin, 266, 2. Tiempo y fantasia, 22. 8. Trans- ferencia y repelicién, 276. 4. Historia o repetiién, 250. Biblio. graf, 288, INTRODUCCION ORAL A LA LECTORA DE EL APREN. Diz DE HISTORIADOR Y EL MABSTRO-BRUJO, Maurice Dayar Caatta parte INTERPRETACION EL TRABAJO DE LA INTERPRETACION. LA FUNCION DEL PLACER EN ES, TRABAJO ANALITICO, Pier Aulagnier ‘A moo de profacio, 317, Consideraciones préliminares, 319. EL TRABAJO CLINICO Y SUS OPCIONES TEONICAS EN LA.CURA PSICOANALITICA, Blena Friszman Bosoer. we Tntroducelén, 342. Posiciones y rela fundamental en la cra, La ‘escucha y ol sabor, 242. Intarpretacién, 845. Bros y Ténatos on, clyo, $45. La actividad dela dudaen el pensar: Laincertidumbre. La iusisn y ol ponsamionto auténomo, 348, Transferencia, placer y tiompo futuro, 351. Historia singular. Los limites de lo deeibley deo interpretable, 952, Rememoracién y figdratividad, 355. air DIALOGO CON PIERA AULAGNIER, Luis Hornstein cen 860 El vinculo realidad pstquica-realided, 861. Paloosis, representa ‘don, historia, 364, Deseo de hijo, desso de maternidad, 857. ED Jenguaje,elinconscientey ol yo, 368. La pulsion de muerte: deseo 0 no deseo, #71. Pasiin de transforencia, lionacién y ética del ‘oicoandlisi, 378. El poicoandlisis franegs contemporsnee, 375. La telacién tebrico-cinies, 378. PIERA AULAGNIER, Maurice Dayan . 380 LISTADO CRONOLOGICO DE LA OBRA DE PIBRA AULAGNIBR woo. 895 Primera parte DE FREUD A PIERA AULAGNIER “onset er A 1. PIERA AULAGNIER: -SUS CUESTIONES FUNDAMENTALES Luis Hornstein INTRODUCCION “En Ia empresa cientifica no deberta haber espacio para.el horror @ lo nuevo. Por su cardeter eter- namente incompleto e insuficiente, Ia, ciencia estd condenada a confiar para su salud en nuevos descubri- ‘mientos y concepciones. A fin de no sufrir féiciles desenganos, hard bien en abroquelarse.en el escepticismo y no aceptar nada nuevo que no haya resistido un riguroso examen. No obstante, en ocasiones esteescepticis- moexhibe dos caracteres insospecha- dos. Se pone rigido frente a lo nuevo que llega, en tanto tiene por sacro- santoa lo ya consabidoy cretdo, con- tentandose con desestimar aquello, un antes desometerloaindagacién” (Freud, S., 1924), iL “Multiplicidad de las petsonas psiquicas”: es as{ como Freud |etransmite en 1897 a Fliessu idea de una t6pica. En esa misma carta insiste: “B] hecho de la identificacion admite, quiz4, ser tomado literalmente” (21). Hasta un cuarto de siglo més tarde Freud no conceptualizaré esa “multiplicidad de las personas psfquicas”. La t6pica freudiana os una pluralidad de instancias, ‘Ademés del inconsciente reprimido, Freud postularé lo inconsciente represor: aspectos inconscientes del yo y del supery6. El superyé tiene un patrimonio energético dife- renciado y es definido “como una real y efectiva cons- telaci6n estructural y no como una abstraccién”. Bsa “multiplicidad de las personas ps{quicas” origina los conilictos inter e intrasistémicos. 70 cl conflict no puede ser pensado sdlo en au dimensién t6pica. E) conflicto, para Freud, remite al triple registro de su metapsicologia. Registro topico: preconsciente-inconsciente; ello, yo, superyé. Registro dindmico: conflicto pulsional (Bros y pulsin de muerte). Registro econémico: energia libre y ligada, proceso pri- mario y secundario. #] abandono de cualquiera de los tres registros empobrece la metapsicologia. En el posfreudismo suele ocurrir que cada escuela privilegie un concepto freudiano, lo afsle disocidndolo del término antitético del cual es solidario y lo amplifique descentréndolo de todo aquello que lo vuelve activo en el conjunto teérico. Una tarea imprescindible es la reconstruccién de la tépica freudiana, delimitando las fronteras de sus pro- vincias para evitar atribuirle a alguna de las instancias la totalidad del campo te6rico. El inconsciente reprimido fue privilegiado por Lacan y por los analistas franceses que se formaron con éi, En el iitimo Lacan hay un énfasis en aquello que esta més alld del campo de la repre- | sentacién. Al definir lo real como lo imposible se produjo un deslizamiento desde el inconsciente reprimido aaque- | 12 Uo que no cesa de no inscribirse. Por otra parte, él yo he j sido mds trabajado por la escuela norteamericana. Pero | | se loautonomiz6 y se lo sustrajo del conflicto. Por su lati, | os kleinianos han privilegiado lo arcaico, tanto el ello , como el supety6, no como antecodente procesal sino més | bien como fundamento siempre operante, descuidando | los aspectos neursticos. En cada pais, el andlisis debi6 afrontar las resistencias ideolégico-culturales y, por supuesto, no salié ileso sino mediante una formacién de compromiso. En Estados Unidos las resistencias mayores procedieron de la me- dicina; en Francia, de la filosofia. En 1925 Freud las identifies como las dos principales resistencias (37). “De modo que més que del retorno de lo reprimido habria que hablar del retorno de lo represor”. Con ello alerta Pontalis acerca del descuido y, hasta de la repre- sién, que en el psicoandlisis francés hubo de las instan- cias represoras. El. yo, ese yo al que se consideraba desmantelado definitivamente, ese yo unificado y uriifi- cante, que puede reconocerse como si-mismo, como si y mismo, como unidad y continuidad; que contiene la multiplicidad de identificaciones, ha retornado, dice Pantalis, y es indicador de una problemética freudianano resuelta (72). El enfrentamiento entre dos concepciones del yo es una cuestién nuclear en el psicoandlisis contempordneo. Le teoria freudiana asigna al yo las funciones mas diver- sas: control de la motilidad y de la percepcién, prueba de la realidad, anticipacién, pensamiento; pero también: desconocimiento, racionalizacién, defensa compulsiva contra las reivindicaciones pulsionales. Esta bipolaridad hallevado al psicoandlisis norteamericano a optar por las fuaciones auténomas del yo, por su adaptacién a la realidad, haciendo intervenir nociones como las de ener- gia neutralizada a disposicién del yo, esfera no con- flictual; funcién sintética. 13 Entre el yo imaginario de Lacan y el yo auténomo de Hartmann bay oposicién teérica. Reducir el yo a'su funcién adaptativa implica retroceder a etapas pre- freudianas pero, a la inversa, reducir el yo auna imagen engafiosa implica subestimar su funcién dinémica. E] dogmatismo, tanto én un sentido como en el otro, répi- damente linda con la inccherencia. No es coherente afirmar la alienacién total, definitiva del yo; asf como, en una perspectiva opuesta, postular la autonomia del yo (65). El yo; decia Froud, “contiene la historia de las elec- ciones de objetos”. El yo, agregar P. Aulagnier, es efecto de la apropiacién de los enunciados identificatorios que sobre é] formularon los objetos investidos. Pondré luego a prueba sus deseos y sus afectos y se comprometeré en sus actiones, enunciando sus propios pensamientos y sus proyectos singulares. Este yo capaz de enunciacién es la instancia a la cual el analista no puede perder de vista.? | co 1. Freud, en 1926, cuando advirtié la lectura tendenciosa que no pocos de sus discipules habfan hecho de sus formulaciones de las dopondentias del yoen 1923, formulé:“Entonces os atinadopreguntar véimo se compadece este reconocimiento dela potencialidad del yo con ‘a deseripcién que esbozamos, en el estudio Ei yoy el ello, acerca dela posi de ose mismo yo, Deseribimosalilos vasallajes del yorespecto el ello, asi como respecto del supery6, su impotencia y su apronte langustiado hacia ambos, desenmasearamos su arrogancia trabajosa- mente mantenida. Desde entonces, ese juicio ha hallado fuerte eco en Ja bibliografia psicoanalitica. Innumerables voces destacan con insis- tencia la endeblez del yo frente al ello, de lo acorde a la ratio frente a Todemonfaco en nosatros, prestas a hacer de esa tesisel pilarbésicode. ‘una cosmovisién psicoanalitica. La inteleccién de la manera en que la. represién demuestra su eficacia, {no deberfa mover a los analistas, justamente a ellos, a abstenerse de una toma de partido tan extrema?” (39). La insistencia en las exigencias a que estaba sometido el yo fue déformada por un planteo de la impotencia del yo, negando de esa ‘manera lacompleja arquitecténica freudianadel aparato psiquico. Alli donde Freud hablaba de dependencia, algunos descubrian una debi- lidad que era el signo de una inferioridad ontolégica. 14 Como psicoanalistas sabemos que no debiéramos considerar al yo como una realidad en s{. Proponer al yo como una realidad independiente entrafia el peligro de rechazar hecia el pasado su relacién con el inconsciente y nos hace olvidar que contintia estando en el campo del conflicto. Pero también sabemos. que considerar al yo como mera apariencia y sin ninguna consistencia en. relacién con el inconsciente conduce inevitablemente a perder el punto de vista t6pico y dinémico, y a abandonar Ja concepcién que propuso Freud de la vida psiquica: centrada en el conflicto entre instancias. TK partir de 1970 se produjo cierto viraje en la inves- tigacién dentro del campo psicoanalitico francés, tal como Jo evidencia la obra de P. Aulagnier: aumenté el interés por el yo y por la actividad de pensar.) ,Cuéles son las cuestiones metapsicolégicas que conciernen a una teoria del pensamiento en nuestra préctica? “Qué quiere decir pensar, bajo qué condiciones semejante actividad resulta posible y pensable,son cuestiones que comienzan a ocupar el frentedela escena. Por cierto que queda por recorrer un largo camino, pero nos parece un buen augurio para el futuro de nuestra disciplina comprobar que, lejos del ruido de las nuevas modas o del taciturno machaqueo del dogma, comienza a descifrarse una via a la cual, efec- tivamente, s6lo la obra de Freud podria conducirnos. Pero que él mismo no habia aun recorrido” (3). Dilucidar la genealogia de un desarrollo teérico re- quiere, ademés de delimitar el élgebra de sus estructuras formales que lo dotan de su coherencia interna, situar histéricamente las instituciones y los précticas que pre- sionan sobre las formas conceptuales y que constituyen el “saber”. Es la tmica forma de inteligir la existencia histérica de una disciplina y evitar la ilusién teoricista que se empantana en un formalismo ahistorico al su- 16 poner que el psicoandlisis se agota en sus estructuras eonceptuales; como si los conceptos surgiesen y se de- sarrollasen puros e incontaminados a partir de psi- ‘coanalistas también puros e incontaminados de las in- fluencias histérico-ideolégicas. ‘Cuanto menos sepamos del pasado y del presente més incierto ser nuestro juicio sobre el porvenir —advierte Freud— (41), Haré un somero inventario del horizonte ‘epistemoldgico e ideol6gico del: psicoandlisis francés de Jas Gltimas décadas. fla fenomenologfa que imperaba en la década del 50 privilegiaha la descripcién de los fenémenos. A partir del estructuralismo, el origen del sentido ya no podia estar situado donde crefa el fenomenslogo —en el autor del discurso, en el individuo que cree expresarse—, sino que residia en el mismo lenguaje. La estructura inconsciente se habfa convertido cn la implacable razén ds todo, la logica necesariamerite no percibida de la cual las-con- ductas eran el efecto involuntario, ciego y sintomatico. Se generé un platonismo de las formas que evacuaba todo reconocimiento de dindmica de fuerzas del conflicto, promoviéndose una apologia fatalista de las estructuras. Al flujo de los aeontecimientos —tiempo historicista—se lo consideraba una fébula empirista. La difusién de la teoria lacaniana fue contemporénea con un proyecto estructuralista que propagé ciertas con- signas: la muerte del hombre (Foucault); el anti- humanismo teérico (Althusser); la disolucién del hombre (Lévi-Strauss). Lacan tuvo la suya: “muerte del yo”. E. Roudineseo resume Ja historia del estructuralismo francés puntualizando dos momentos teéricos. En un primer tiempo, la lingifstica es utilizada como ciencia piloto en el psicoanglisis y en la etnologia; en un segundo tiempo, surge un conjunto de trabajos que tienen comocje organizador la evaluacién del estatuto de las “ciencias hymanas”, planteando Ik primacia del lenguaje sobre el 16 pensamiento, del sistema sobre lo vivido, de la forma sobre el contenido, de la letra sobre el sujeto, de la sincronfa sobre la diacronia (78).* Cornelius Castoriadis, en su exhaustivo estudio de las ideologfes que han impregnado desde hace un tiempo la escena parisiense, subraya la exclusién de lo social e hist6rico, del pensamiento y la praxis, Sugiere recuperar la dimensién de historicidad que supone una subjetividad que puede pensar su presente, su pasado y su futuro (13). Es evidente que la episteme contempordnea est atra- vesandoporel debate modernidad-posmodernidad. ;Cémo dilucidar sus efectos en el psicoandlisis? Alrededor de la cuestién del “fin de la historia” se articulan casi todas las polémicas. Sus consignas principales son: *muerte del sujeto”, “disolucién del hombre”, “crisis dela razén", “era del vacic”, “derrota del pensamiento”. Se configuré una ideologfa que hace cinénimos lucider y pesimismo. ‘Nuestrosiglodecienciay téenica es desesperadamente religioso. Para muchos el psicoandlisis se convirtié en una ideologia: creencia refinada de los que estén seguros de no creer ya en nada, creencia nihilista que provee ese tono dsperodonde el escepticismo hastiado se hace notar. Se ha expandido la imagen de un hombre ineapaz de 2, El estructuralismo privilegis un primado del osquena combinatorio y su provalencia con rospocto a todo contenido. Nada ‘menos que Foucault —une de los padres del estructuralismo—eseribe on 1977: "No veo quién puede ser més antiestructuralista que yo", refiriéndose ala eliminacién deta categorfa de acontecimiento y dea ‘storia. Enfatiza que rechaza en sus conceptuelizaciones el recurso sbeeluto al eampo simbélicooal dominjode les eatructarascignificentes, privilegiando, en cambio, las relaciones de fuerza y Tos conflietos que Go all dorivan: “Pienso que no hay que reforirse al gran modelo do Ta lengua y de las signos, sino al de la guerra y de Ts batalla. La historicidad que nos arrastra y nos dotermina es belicose; no es , engusjers” 19), qT comprometerse en una accién colectiva, Jo que conlleva una pulverizacién del yo. Freud pensaba al yo no sélo como instituido, sino también como instituyente. Destacé siempre su capa cidad de innovacién y de invencién por oposicién a la repeticién y ala décil adaptacién. Ast escribe en 1926 que el yo no sélo tiene como meta la adaptacién a la realidad, sino “también es posible intervenir en el mundo exterior alteréndolo y produciendo en él, deliberadamente, aque- las condiciones que posibiliten la satisfaccién. Esta ac- tividad se convierte luego en la operacién suprema del yo: decidir cuando es mas acorde al fin dominar sus pasiones ¢ inclinarse ante la realidad, o tomar partido por ellas y ponerse en pie de guerra frente al mundo exterior: he ah{ el alfa y el omega de la sabiduria de vida” (40). ) al P, Aulagnier es una de las autoras que mejor ilustra el nuevo panorama del psicoandlisis francés de las dos ltimas décadas. Es un psicoandllisis vivo, aunque esa vitalidad no excluya cierto desconcierto. Ese cambio de paisaje se evidencia por el surgimiento de una compleja constelacién conceptual: —recuperacién de ciertas problematicas (el conflicto, lo econdmico, la historia, lo corporal, lo pulsional, la problemética identificatoria y la realidad); — retorno ala clinica y aun mayor interés por los cuadros “en los limites de lo analizable”; —replanteo de la cuestién del proyecto terapéutico y de la ética del psicoandlisis; — evitacién de la huida a la filosofiay a la psicoliteratura (tentacién tan francesa); — puesta en primer plano del problema del narcisismo y los ideales; 18 —jerarquizacién del tema de la pretransferencia y su vinculacién con la divulgacién y fetichizacién del psicoandlisis; — revalorizacién de la ilusién como dimensién fundante, constitutiva y transformadora de la realidad. Piera Aulagnier aborda y profundiza probleméticas cruciales del psicoandlisis contemporéneo. Su obra es una elaboracién acerca de los fundamentos que no pierde de vista la clinica. “La practica no puede ser sino tecrico- clinica”. Este enunciado resume una conviceién profunda gue la evé a subrayar la implicacién de la teorfa en la escucha ("teorizacién flotante”) y de lo escuchado en la teorizacion. Es posible diferenciar en sus escritos distintos mo- mentos tedricos. En una primera etapa, hasta 1968, desarrolla temas psicopatolégicos: estructura maniaco- depresiva, psicética y perversa. Una segunda, en la cual predomina une reflexién sobre la relacién teoria-préc- tica. Finalmente, una tercera, en la que realiza una revisién exhaustiva de la metapsicologia en La violencia de la interpretacién (1975), que prosigue con Los destinos del placer (1979), El aprendiz de historiador y el maestro- brujo (1984) y Un interpréte en quéte de sens (1986). En sus primeros trabajos, las referencias mayores son atin lacanianas:el deseo del Otro, la castracién simbélica, el Nombre-del-Padre, la primacia del significante. Pro- gresivamente emergen en sus textos sus propios con- ceptos: violencia primaria y secundaria, sombra hablada, portavoz, proceso originario, pictograma, proyecto iden- tificatorio, enunciadosidentificatorios, contratonarcisista, causalidad interpretada, pasién de transferencia, yo historiador, interpenetracion, y tantos otros. Esos con- ‘ceptos que forjé son testimonio de un didlogo y un debate ejemplar con la clinica, 19 Se destacan en sus escritos algunas “cuestiones fun- damentales”: la psicosis, el yo, la historia, lo pulsional, la realidad, el pensamiento, la interpretacién, el proyecto terapéutico, la pasién, la alienacién. Retrospectivamente podemos definir un eje privilegiado en el itinerario te6rico de Piera Aulagnier: el proceso identificatorio. El yo no se constituye como una ménada, sino en el espacio de la relacién con el Otro. Es por la historia de la relacién con sus objetos que el yo construye la propia. El yo, “aprendiz de historiador”, oponé sus frdgiles construcciones a ese “maestro-brujo”, él ello, metahistoriador de un texto sin palabras que ningtin discurso podré modificar del todo. El yo noes “auténomo” como el de la ego-psychology. No puede ser pensado sin relacién con aquello que no cesa de acompafiarlo y deter- minarlo; el inconsciente reprimido. Si bien las primeras identificaciones son provistas por la madre, él yo es también una instancia identificante y no s6lo un titere del discurso materno. | La elaboracién de P. Aulagnier —como el yo— fue primero enunciada para poder ser enunciante sin dejar de reconocer sus filiaciones —Freud y Lacan—. Enun- ciante de un proyecto quele es propio y que singularizasu vinculo con la teoria y la préctica analitica. ‘A pesar de su postura critica a las propuestas insti- tucionales de Lacan y a la modalidad que asumi6 su practica, nunca dejé de reconocer su deuda tedrica: “A ‘Lacan le debemos la importancia que han llegado a tener en la teorfa analitica los conceptos de simbélico y de imaginario; también le debemos un cuestionamiento del psicoandlisis y una teorfa acerea de la identificacién dela cual la nuestra ha tomado lo esencial” (1). Realiz6 como pocos aquello que Laplanche define como trabajo de filiacién: esa elaboracién psiquica que permite el desa- simiento del progenitor, pero continuando su obra (59). 20 La reflexién de P. Aulagnier concierne especialmente ala Topica. Topigue es el nombre de la revista que fund6 en 1969 y que dirigié hasta su muerte. Su teorta del aparato pstquico no es una mera relectura de Freud, ni tampoco una adicién de Lacan a Freud. Al recuperar la complejidad de la segunda t6pita freudiana e incor- porarle ciertas elaboraciones de Lacan, produjo una t6- pica diferente. No sélo retoma la oposicion entre repre- sentacién de palabra y representaci6n de cosa; sino que también indica las modifieaciones decisivas aportadas por el lenguajeal funcionamiento del aparato psiquico. E] hecho de poder nombrar imagenes y afectos est asociado con la capacidad del enunciante de reflexionar por sf mismo, de reconocerse mediante la asuncién de un cierto atimero de enunciados autodesignativos. P. Aulagnier también le otorga un valor esencial a lo originario carac- terizado por ls ausencia de toda referencia que permita separar entre un polo subjetivo y un polo de exterioridad. “Teoriz6 acerca de las relaciones entre el yo y el sujeto. Elyo tiene una organizacién que lo diferencia delas otras | instancias. El sujeto designa, en cambio, una dindmica que desborda la division en instancias. No se puede plantear el sujeto sin esta instancia fundada sobre el lenguaje y el pensamiento que es el yo (67). El sujeto os aquello que subvierte no solamente la pretensién del yo de igualarse al conjunto de la psique, sino también la posibilidad para el pensamiento de constituirse en orga- nizacion auténoma y de no estar sometido mas que @ sus propias leyes.? ‘3, Lacan, en surelectura de Freud, desplegé su concepto de sujeto concebido como efecto del significante. Sujeto irreductible a todo ‘aquello que sorfa representacién y significacién. El suieto, para Lacan, est a la ver presente y ausente en la cadena signifcante y se manifiesta do manova privilogiada en todo acuello que del dscurse ‘escapa.alaintencidneanscientede aquel quelopronuncie, Inasimiable ‘todo aquello que sea del orden de ta sustarcia del sor pensante, el, 2a P. Aulagnier cuestiona la extension dada por Lacan al concepto de significante. Sostiene que'sélo es legitimo aplicarlo al lenguaje propiamente dicho. No considera que debicra instituinse una heterogeneidad total entre sujeto y yo. La oposicion entre simbélico e imaginario es una dialéctica internaal yo. La distincién entre simbélico e imaginaric diferencia ese nticleo estable del yo de todas Jas figuras contingentes a las que reviste su proyecto identificatorio. El identificante tiene necesidad de ase- gurarse un identificado que sea para él una referencia inalienable. No comparte con Lacan la distincién neta entre un sujeto inconsciente determinado por lo simbélico y un yo consciente capturado en la ilusién de lo ima- ginario. Coincide con Rosolato: “Habria un exceso de simplifieacién si se considera el sujeto y el yo en una oposicién sin relaciones posibles” (77). Otro punto de divergencia es el lugar del pensamiento, la realidad y Ja historia en la teoria psicoanalitica. En tanto para Lacan Ja verdad del sujeto esta del lado del inconsciente, el pensamiento como aprehensién orde- nada y comunicable de una realidad objetiva es des- valorizado. La coherencia y la inteligibilidad del mundo no serfan otra cosa que un engafio imaginario que viene aenmascarar aquello que en la relacién del sujeto con lo real excede el registro de la representacicn. La cuestién del pensamiento en psicoandlisis es con- trovertida. Por la regla fundamental, el analizado es sujetoes, por el contrario, afectado porta carenciaradieal quelohace / fundamentalmente deseante. E} deseo es aquello que se encuentra subtendide y que sin eesar es relanzado por la carencia inscriptaen la psique de un cbjeto-causa radicalmente heterogéneo al campo de lo fgurable y de le representacién. Lacan establecié una oposicién tajante entre el sujetoy elyo;estetltimose forma. partirdelsimagen ‘especulary astd constituidopor la suma deidentificacionesal semejante / (63). 22 invitado a asociar libremente, y el analista, a su ver, escucha ¢ interpreta, no debiendo restringirse a una disciplina de inteleccién que se podria convertir en una actitud esterilizante. El pensar psicoanalitico no se re- duce a conexiones de ideas lineales, sino que pone en comunicacién lo alto y lo bajo, el centro y la periferia, lo formulable y lo informulable. Su trabajo esencial es la invencién de lo heterogéneo por un desplazamiento in- cesante de refarencias, y es de lo heterogéneo que pre- tende dar cuenta la funcién teorética. No se trata, para la teoria psicoanalitica, de dejar escapar este objeto incongruente, racionalizéndolo, ni intentar reproducirlo pretendiendo imitar el proceso primario (18). P, Aulagnier, yen eso sigue a Freud, sostienela validex relativa del pensamiento. Castoriadis puntualiza que el término “syjeto del inconscienle” no es de Freud. Para Freudel sujetoes transaccional,, producto de las diversas instancias.* 4, Se encuentre freeuentemente en la literature psicoanelitica de ‘estos altimos afr, la expresién “aujeto del inconsclente®. La realidad psiquica no era pensads por Freud como un “sujeto”, sino como una pluralidad de sujetos. En la obra freudiane como en le deloscontinua- dores, las “instancias” obran cada una por su cuenta y persiguen Sinalidades que les son propias. Entre estas finalidades, afirma Cas- ‘oriadis, a primera es perseverar en su ser propio (sentido timo de la resistencial: le especificdad, el ser aparte, de cada una de las instancias implica la existencia, para cada una, de un mundo propio, de objetos, de motos de relacién, de valoraciones que le son particu. ares. Se ha pretendido descuartizar al sujeto humano bajo dos mo- dalidades. Por un lado, se considera e) para si en tanto que simple proceso autoventrado y autoconservadr, pero “cog” para todoloque Amorrortu, Buenos Aires, 1977. Los destinos del placer, Petrel, Barcelona, 1980. El sentido perdido, Trieb, Buenos Aires, 1980. :“Condamné a investix’, Nouvelle Revue de Paychanalyse, Nro. 25, }982. (Trad. esp.: “Con- denado ainvestir”, Revista de la APA, 1984,2-3.] 5. —: “Temps vecu, histoire parlée”, Topique, 31, Pa- 6. a 10. 11. 12. 13. a 15. 16. 47. xis, 1983. El aprendiz de historiador y el maestro-brujo, Amorrortu, Buenos Aires, 1986. : Un interpréte en quéte de sens, Ramsay, Paris, 1986. : “Se construire un passe”, Congreso de Ménaco, 1988. : “Le temps de Vinterprétation”, Coloquio de Rio, 1989, Bleichmar, $.: En los origenes del sujeto psiaquico, ‘Amorrortu, Buenos Aires, 1986. —: Prélogo a El inconsciente y el ello, de J. Laplan- che, Amorrortu, Buenos Aires, 1987. Cartolano de Mandet, E.:“La situacién de encuentro entre la teoria, la préctica y la realidad en la obra de Piera Aulagnier”, trabajo mimeografiado. Castoriadis, C.: “La psychanalyse, projet et élucidation”, Topique, 19, 1977. _—:"Létat du sujet aujourd'hui”, Topique, 38, 1986. —: La institucién imaginaria de la sociedad, Tus- quets, Barcelona, 1989. Dayan, M.: Liarbre des styles, Aubier Montagne, Paris, 1980. —: Inconscient et realité, PUF, Paris, 1985. 110 18. 19. 20. 21. 22, 23, 24, 25. 26, 2. 28. 29. 30. 31. 32, 33. 34. 36. 36. 37. —t Prefacio a Un interpréte en quéte de sens, de P. Aulagnier, Ramsay, Paris, 1986. Foucault, M.: Microfisica del poder, La Piqueta, Madrid, 1980. Freud, S. (1895): “Proyecto de psicologfa”, Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu, tomo 1. — (1892-99): “Fragmentos de la correspondencia, con Fliess”, ob. cit., tomo I. =- wen “Estudios sobre la histeria”, ob. cit., tomo — (1908): “Sobre las teorfas sexuales infantiles”, ob. cit., tomo IX. — (1913): Tétem y tabit, ob. cit., tomo XIII. — (1913): “BI interés por el psicoandlisis”, ob. cit., tomo XI. — (1914): “Introduccién del narcisismo”, ob. cit., tomo XIV. — (2915): “Pulsiones y destino de las pulsiones”, ob. cit., tomo XIV. — (1915): “Lo inconseiente”, ob. cit — (1915): “Duelo y melancolfa”, ob. cit., tomo XIV. — (1916-7): “Conferencias de introduceién al psi- coandllisis”, ob. cit, tomo XVI. — (1917):“Una dificultad del psicoandlisis”, ob. cit., tomo XVI. — (1919): “Lo ominoso”, ob. cit., tomo XVII. — (1920): Mas alld del prineipio de placer, ob. cit., tomo XVIEI. — (1921); Psicologia de las masas y andlisis del yo, ob. cit., tomo XVIII. — (1922): “Psicoandlisis y teorfa de la libido”, ob. cit., tomo XVIII. — (1923): Bl yo y el ello, ob. cit., tomo XIX. — (1925): “Las resistencias contra el psicoandilisis”, ob. cit., tomo XIX. tomo XIV. 4 38, — (1925): “La pérdida de realidad en la neurosis y Ja psicosis”, ob. cit., tomo XIX. 39, — (1926): Inhibici6n, sintoma y angustia, ob. cit., tomo KX. 40. ‘{Pueden los legos ejercer el andlisis?", ob. cit., tomo XX. 41, — (1927):“El porvenir de una ilusi6n”, ob. cit., tomo XXL 42, — (1932): “Nuevas conferencias de introduccién al psicoandlisis”, ob. cit., tomo XXII. 43, — (1937): “Construcciones en el anéllisis”, ob. cit., tomo XXIII. 44, — (1988): Esquema del psicoandlisis, ob. cit., tomo XXUL 45. — (1938): Moisés y la religién monotetsta, ob. cit., tomo XXII. 46. Freud, S. - Groddeck, G.: Correspondencia, Anagra- ma, Bareelona, 1977. 47, Green, A.: “L’ideal: mesure et demesure”, Nouvelle Revue de Psychanalyse, Nro. 27, 1983. 48. —: Narcisismo de vida, narcisismo de muerte, ‘Amorrortu, Buenos Aires, 1987. 49. —: “Pulsién de muerte, narcisismo negativo, fun- cién desobjetalizante”, enA. Green, J. Laplanche yotros,La pulsion de muerte, Amorrortu, Buenos ‘Aires, 1989. 50. —: “Response & des quelques questions incon- cevables”, Topique, 37, 1986, (Trad. esp.: “Res- puesta a preguntas inconcebibles’, cap. 4 de este libro.] 51. Homstein, L.: Teorfade las ideologias y psicoandlisis, Kargieman, Buenos Aires, 1973. 52. —: “Aparato psiquico”, Revista argentina de psicologia, 22, 1978. 58, —: “Acerca del Edipo”, Analitica 1, Caracas, 1979. 112 34. —: Introduccion al psicoandlisis, Trieb, Buenos 61. 62. 64, 65. 66. 67. 68. 69. 70. Aires, 1983. Cura psicoanalitica y sublimacion, Nueva Vi- sién, Buenos Aires, 1988. . Laplanche, J.: Vida y muerte en psicoandlisis, Amorrortu, Buenos Aires, 1973. : Pr6logo a En los origenes del sujeto psiquico, de Silvia Bleichmar, Amorrorin, Buenos Aires, 1986. : Elineonscienteyelello, Amorrortu, Buenos Aires, 1987. ¢ : Nuevos fundamentos para el psicoandlisis, Amorrortu, Buenos Aires, 1989. —: “La pulsion de muerte en la teoria de la pulsion sexual”, en A. Green, J. Laplanche y otros, La pulsién de muerte, Amorrortu, Buenos Aires, 1989. Lacan, J. (1958): El Seminario. Libro 1. Los escritos téonicos de Freud, Paidés, Barcelona, 1981. — (1954): El Seminario. Libro 2. El yo en la teorta de Freud y en la practica psicoanalitica, Paidés, Barcelona, 1983. — (1964): EI Seminario. Libro 11. Los cuatro con- ceptos fundamentales del psicoandlisis, Baral, Barcelona, 1977. — (1966): Eseritos I, Siglo XXI, México, 1971. — (1966): Escritos II, Siglo XXI, México, 1975. — (1973): El Seminario. Libro 20. Adn, Paidés, Buenos Aires, 1991. Lebeaux, Y.: “Je, sujet et identification”, Topique, 7, 1986. Le Guen, ©.: Pratique de la méthode psy- choanalytique, PUF, Paris, 1982. McDougall, J.: Teatros de la mente, Madrid, Tecni- publicaciones, 1986. Mijolla-Mellor, S.: “Réflexions psychanalytiques sur Pintollectualité”, Topique, 34, 1985. 118 71. 72. 73. 14. 7. 76. 17. 78, 79. 80. Paz, R.: Clases del Centro de Docencia e Inves- tigacién, edicién mimeografiada, 1973. Pontalis, J.: Entre el sueto yel dolor, Sudamericana, Buenos Aires, 1978. Puget, J.: “Uno de los destinos de la pulsién: la alienacién”, Panel, A.P.A., 1986. Rodulfo, R.: “Mitopoliticas”, Actualidad psicolégica, agosto, 1988. Rosolato, G.: “] anéliisis de las resistencias”, Revis- ta Trabajo del Psicoandlisis, México, 1982, 2. —: “El psicoandlisis idealoducto”, Revista Trabajo del Psicoandlisis, México, 1986, 8. —:La relacion de desconocido, Petrel, Barcelona, 1982. Roudinesco, E.: Histoire de la psychanalyse en France, Seuil, Paris, 1986, vol. 2. Rother de Hornstein, M. C.: “Historia y proyecto: el yocomodevenin”, RevistadePsicoandlisis,AP.A., 1987, 3. Schneider, M.: “Questions de legitimité”, Nouvelle Revue de Psychanalyse, 27, 1983. 14 Segunda parte CUERPO 2. NACIMIENTO DE UN CUERPO, ORIGEN DE UNA HISTORIA* Piera Aulagnier PREAMBULO El viajero que recorra el mundo mitico estaré seguro de encontrar adivinos y, entre ellos, algunos ciegos ilus- tres. Estos ciegos le ensefiardn el castigo que aguarda a quien, al realizar un deseo probibido, se ha atrevido a tornarcognoscible, manifiesto —para si y para los otros— Jo que debi6 permanecer ignorado, latente. Pero su poder adivinatorio podria sugerir al mismo viajero que el ver- dadero conocimiento exige liberarse de esa pantalla que es lo visible. © bien damos crédito al mundo sensible y entendemos que la realidad se ajusta a su apariencia, 0 bien no nos dejamos cazar en la trampa, y entonces lo mejor es eliminarla. Pero si siguiéramos este consejo al pie de la letra, répidamente comprenderiamos que la realidad humana, no ya la mitica, no se deja aprehender sino por la via de una actividad sensorial que sirvede selector y también de puente entre la realidad psiquica y aquellos otros espa- cios de los que ella toma sus materiales, empezando por su propio espacio somatico. Antes de adentrarnos en la funcién que va a cumplir el cuerpo como mediador y como apuesta relacional entre dos psiques y entre la psique y el mundo, examinemos las, tres formas de existencia bajo las cuales la realidad (y por ‘Trabajo publicado en 1986 (véanse pags. 294 y sigs.) 17 Jo tanto el cuerpo) se presenta al ser humano; el com- promiso que habrd de resultar nos proporcionaré la cuarta. Empleo aqut el término realidad en su acepcién menos teérica y més natural para el pensamiento huma- no: para el sujeto, la realidad coincide con la totalidad de los fendmenos cuya existencia constituye una evidencia. Esto no significa que todo sujeto reconozea un mismo conjunto de existentes, sino que para todos, a la inversa, sélo este conjunto ocuparé un sitio en las construeciones de su realidad. Pero estas construcciones, ya sean obra del proceso originario, primario o secundario, nos ensefian también de qué manera reacciona la psique ante la presencia de cualquier fenémeno capaz de modificar su estado afec- tivo. Este poder, al transformarlo en un acontecimiento psiquico, impone a la psique la evidencia de su presencia. Todo acto de conocimiento ests precedido por un acto de investidura, y éste es desencadenado por la experiencia afectiva que acompaiia a ese estado de encuentro, siem- pre presente, entre la psiquey el medio—fisico, psiquico, somatico— que la rodea. Sogiin la define Freud, la realidad ps{quica atestigua los efectos sucesivos y oscilantes de su encuentro con este medio, cuyas modificaciones sefalardn a la psique sus reacciones al encuentro mismo. La psique decodificaré estos signos utilizando claves diferentes segin el momen- to en que se opere 1a interreaccién. Al final de este predmbulo veremos emo trata el proceso originario a estos primeros signos relacionales o a estos “juicios de existencia’, cuyos efectos va a acusar aun cuando ignore la exterioridad de su fuente, para considerar en primer lugar lo que se instala desde e! momento en que la psique puede reconocer la existencia de un otro y de un mundo separados de ella. Los fenémenos que la obligan a tomar en cuenta el concepto de separable (paso fundamental, segtin la expresiGn del propio Freud, para el funciona- 118 miento ps{quico) podrén serlas manifestaciones del deseo obrantes en la psique de los otros ocupantes del mundo, © bien la consecuencia de las leyes que organizan el espacio sociocultural o incluso de las que rigen el funcio- namiento somético. Manifestaciones heterogéneas pero que la psique va no sélo a ineluir en ol mismo término de realidad, sino entre las cuales va.a comenzar por postular una misma relacién de causa-efecto. En la organizacién de este fragmento de reslidad que el sujeto habita inviste, asf como en el funcionamiento de su cuerpo, el sujeto leeré primero las consecuencias del poder ejercido por la psique de otros que lorodean y que son los soportes privilegiados de sus investiduras, De ahf esta primera formulacién de la realidad que el nifio va a darse: la realidad estd regida por el deseo de los otros. Mientras se permanece en la primara infancia, ol sujeto alberga la conviccidn de que todo lo que sucede ono sucede a su alrededor, todo lo que toca su cuerpo y todo lo que modifica su vivencia psiquica, es testimonio del poder que élimputa al deseo (el suyo y/o el de los padres); de que estos acontecimientos, por diferentes que sean, son los signos mediante los cuales un deseo confeso u oculto, permitido o prohibido, adopta una forma visible para su mirada. (Concepeién infantil siempre presenteenel adulto, sea cual fuere la instancia por la que sustituiré a los padres: cada vez que un acontecimionto del mundo viene a golpear y a trastornar nuestra existencia, el azar rara vez ocupa un sitio en el registro de las causas. Aunque el sujeto esté dispuesto a reconocer la “naturalidad” del acontecimiento, no por ello reeonocerd la “naturalidad” de su encuentro con éste.) Pero, una vez pasada la infancia, el sujeto no podr cohabitar con sus partenaires en un mismo espacio socio- cultural si no se adhiere al consenso que respeta la gran mayoria de sus ocupantes can respecto a lo que ellos van 119 a definir como realidad, Si no existiera este consenso, ninguna sociedad, sea la que fuere, podria preservarse; si 30 selo pudiera compartir, el sujetoquedariaexeluido de De abf que el sujeto tome en consideracién esta segun- da formulacién: la realidad se ajusta al conocimiento que da de ella el saber dominante en una cultura. Recordemos, porsi hace falta, que esta constatacién no data de hoy ni de la época freudiana; hace mucho que se sabe que para el hombre no hay realidad natural ni tampoco realidad puramente sensorial. Lo que aparece sobre la retina del ojo que ve un arbol es sin duda idéntico, ‘pero lo que el sujeto percibe seré muy diferente segin que reconozea en este drbol una especie vegetal o el depo- sitario del espiritude un antepasado. El analista es quien mejor ubicado esté para saber que nunca podremos cono- cer desde el interior lo que ve este otro eujeto.” A Freud le debemos esta tiltima formula: la realidad, en ltima instancia, es incoynoscible. Formula que, esta vez, es la constatacién de un pensa- miento tedrico que ha hecho todo el recorrido de lo que podia conocer de larealidad, y que supoaceptar que aesta toma de conocimiento se le sustrae indefinidamente un resto. Este “resto”, que se sittia fuera de lo cognoscible, me parece préximo a lo que Lacan definia con el concepto de real, diferenciado del de realidad. Lo real, diria yo para- fraseando otra expresiGn de Lacan, es lo que resiste ala realidad en cuanto realidad para y del humano, Pero aun es preciso incluir en este humano al analista, y reconocer 1. Claro est que ol impacto del discurso cultural interviene igualmente en la organizacién de nuestro mundo relacional y ético, y ademés ese mismo discurso nos proporcione los tinieos criterios que pueden decidir la verdad o falsedad de nuestros juicios. 120 que, como todo sujeto, esta constretiido a los limites que la “naturaleza” de su psique impone al trabajo de su pensamicnto, a su propésito de conocimiento. Pero dejemos a los tedricos y volvamos al profano: las dos formulaciones propuestas més arriba suponen, como se ha visto, que la psique ha podido dar ese “paso funda- mental” que le permitié reconocer la existencia de un “otra parte”. {Pero, qué sucede antes de este momento? Mientras espacio psfquico y espacio somético son indi- sociables, mientras ningun existente exterior puede ser conocido como tal, todo lo que afecta a la psique, tado lo que modifica sus propias experiencias, responder4 al ‘nico postulado del autoengendramiento. La psique jimputard a la actividad de las zonas sensoriales el poder de engendrar sus propias experiencias (placer 0 sufri- ‘miento), sus propios movimientos de investidura o desin- vestidura y, con ello, la unica “evidencia” que podria existir en estos albores de la vida. En este tiempo que precede a la prueba de la sepa- racién, la realidad, término que merece aqui comillas dobles, va a coincidir totalmente con sus eféctos sobre la organizacién somética, con las modificaciones, las reac ciones que tienen lugar en ella. La tnica formulacién que se le podria aplicar éeria la siguiente: la realidad es ‘autoengendrada por la actividad sensorial. ‘Una vez reconocida la exterioridad del pecho, primer representante de um mundo separado, el sujeto tendra acceso a ese muevo espacio de realidad en el cual unos “signos” captados por nuestros sentidos conformarén los dos soportes de toda relacién de lo que ellos perciben o suponen de sus deseos rec{procos: estos signos, por ex- celencia, forman parte de lo fantasmable, de lo inter- pretable, de lo pensabie. Por diferentes que puedan ser, Yvan a compartir un mismo eargeter: su presencia 0 sa ausencia ejercen un poder de modificacién sobreel medio, sobreel cuerpe y ante todo sobre el propio estado psiquico, 121 Modificacién objetiva o modificacién que sélo el inter- pretante ve o cree ver, lo que bastard para que se opere una automodificacién de su propia vivencia ps{quica, Por ese motivo es posible sostener que nuestro espacio relacional encuentra sus puntos de anclaje en los indicios or los que se presentan e inseriben, sobre la escéna de la realidad, las modificaciones actuantes en el espacio psi- quico de los dos polos de la relacién. Cuando conciernan al espacio somético, estas “modificaciones” van a cumplir una fancién sefialadora particular. Las tres formulaciones que he propuesto para definir la relacién de la psique con la realidad, pueden aplicarse exactamente a la relacin presente entre la psique y el propio espacio somético, También aquila actividad dé las zonas sensoriales, el poderlo todo del deseo, lo que el discurso cultural enuncia sobre el cuerpo, darén lugar a tres representaciunes del cuerpo y a las tres formas de conocimiento que la psique se proporciona a su respecto: tomas de conocimiento que se suceden en el tiempo, sin por ello excluirse entre sf, Ellas nos enfrentan a las tres, formas de existencia y con los tres principios de causa: lidad que la realidad y ei cuerpo deben preservar para no poner en peligro sus investiduras, motivo por el cual las tres tomarén parte en el compromiso que constituye ala cuarta, la més decisiva para nuestro funcionamiento psfquico. Larelacién de todo sujeto con ese cuerpo que lo enfren- ta.a su realidad mas cereana, mas familiar y més inves- tida, dependera del compromiso que haya podido anudar entre tres concepciones causales del cuerpo; las dos pri- meras responden a exigencias psiquicas universales y atemporales, mientras que la dltima serd no s6lo funcién del tiempo y del espacio cultural propios del sujeto, sino también la tinica que la psique pueda recusar, o remo- dificar y reinterpretar para hacerla conciliable con las otras dos. Ast pues, nuestra relacién con el cuerpo, asi 122 ‘como nuestra relacién con Ja realidad, son funcién de la ‘manera en que el sujeto oye, deforma permanece sordo al discurso del conjunto. Bs evidente que sus reacciones son consecuencia de la especificidad de su economia psfquica y no de la particularidad de su cultura, salvo ciertas condiciones excepcionales; pero el andlisis de los postulados del mensaje cultural me parece una excelente via para abordar la respuesta que la psique elegiré darle, No creo traicionar 1a complejidad del proceder ana- Iitico si digo que su meta es conseguir sacar a luz las razones y sinrazones responsables del compromiso ele- gido por un sujeto particular, y las consecuencias que de ello resulian en su relacién con el cuerpo, con los otros, consigo mismo: Pero, para hacerlo, forzoso es que nos refiramos a una forma de compromiso que juzgamos compartida en Jo esencial por un conjunto de sujetos que pudioron permaneccr fucra del campo de la psicopa- tologia: eompromiso que nosé bien si hay que definir como mayoritario 0 como normal, pero que permite al analista verificar y calibrar el impacto de} discurso dominante en una cultura dada; en la nuestra, el discurso cientifien, De af Ia interrogacién que planteo: gqué signifies para nuestra relacién con el cuerpo, para una captacion de nuestro propio funcionamiento somético la debili- tacién del discurso religioso en provecho del discurso cientifico? (Lamisma pregunta podria formularse respec- to de nuestra relacién con la realidad, Jo social, la ley... Pero sucede que es el cuerpo el que ocupa un lugar pivote sn este trabajo.) Fedo Iuogo, no tengo la ambicisn de responder a una pregunta tan compleja y fundamental. ‘Me limitaré a sefialar dos caracteristicas que separan y especifican al cuerpo tal como nos lo hacfa pensar el discurso religioso, y al cuerpo tal como nos|o hace conocer el discurso cientifico: la primera eoncierne al lugar, otor- gado por el primero y negado por el segundo, del deseo en 123 elorigeny destino del cuerpo; lasegunda atafie al registro de lo visible. La concepeién religiosa del mundo, que mareé a nues- tra cultura durante siglos no es reducible, ciertamente, a un fantasma. Toda religién es resultado de un largo trabajo de elaboracién, de sublimacién, de represién... Lo cierto es que ese cuerpo que los textos sagrados nos afirmaban conforme con el modelo de un primer cuerpo creado por Dios, ese cuerpo que reencontraremos intacto en el momento de la Resurreccion, podfa cohabitar eon una representacién fantasmatica que enlazaré siempre a su representado, y por lo tanto al cuerpo, con un deseo, ‘Todo discurso cultural tiene la misién de producir una suerte de aculturacién de una parte de las miras fantas- méticas; no esté en las posibilidades de este discurso eliminarlas, pero esté en sus posibilidades ofrecerles fines sustitutivos, compensaciones parciales. Hsta labor tendra més posibilidades atin de éxito mientras el deseo siga ocupando un sitio en lo que enuncia la cultura res- pecto de la organizacién, el destino, la naturaleza de los hombres ylas cosas. El euerpoconel quela ciencia nos en- frenta se caracteriza por la exclusién del deseo como cau- sa de su funcionamiento y como explicacién causal de su destino y su muerte. Este saber cientifico, este mismo sa- her en el que se inserté el diseurso analitico, que en otro tiempo no habria sido pensable ni admisible —poco im- Portan ademés las contradicciones, las recusaciones re- ciprocas que oponen estos dos saberes—, se propuso como meta, mas alld del campo de investigacién que privilegie, la demostracion de una verdad que ya no puede formar parte de lo sagrado, ni pretenderse una revelacién ine mutable. {Qué se produjo desde que el cuerpo se convirtié en un objeto privilegiado de observacién e investigacién? A qué deseo, a qué vision del cuerpo nos remite la ciencia? ;Qué 124 cuerpo nos incitaba a ver el discurso sagrado; qué otra imagen nos impone el discurso cientifico? Antes deque la mirada del hombredeciencia se posara sobre el cuerpo, el tinico objeto de observacién era un cuerpo visible y un cuerpo unificado, mientras el interior segufa signdole invisible, preservandose asi el enigma de su funcionamiento. El “erudito”, tanto como el profano, slo tenfan que habérselas con cuerpos enteros: el prime- ro podia apoyar sus certezas, a resguardo de lo demos- trablo, sobre la relacién presente entre los signos visibles de un sufrimiento y un interior invisible. Esta preser- vacién de una dimensién invisible permitfa que el sujeto profano hiciera cohabitar, sin mayor dificultad, la causa- lidad “erudita” imputada asu enfermedad y la causalidad divina imputada al ser asi de su cuerpo. Mientras la Iglesia pudo probibir la disecci6n y mientras esta prohi- bicién fue respetada, la mirada estuvo protegida del encuentro con un cuerpo que la hubiera enfrentado aun interior hecho de partes, de 6rganos, de pedazos. Esta fragmentacién fue acentuéndose cada vez més: la diologia ya no estudia los grandes sistemas, estudia la célula y, mas all, los elementos que la componen. Este saber suplanté le imagen de un euerpo por la de una reunién demiles de millones de células al servicio de una méquing altamente sofisticada y cuyo funcionamiento escapa al conocimiento que de ella pudiera tener el profano, “Y Dios ere6 la célula.” En cierto sentido importa poco la verdad o falsedad de este enunciado, pero basta formularlo para comprender que ya no se puede agregar “a la imagen de las eélulos de Dios”. Por supuesto, el sujeto puede volver @ hacer sitio a un Dios creador imputéndole un proyecto referido al vivien- te en su totalidad; sélo que, como ya hacia notar Freud respecto de Darwin, jestamos seguros de que el hombre puede contentarseconel lugar que un proyecto semejante 125 Ie asigna? Lo dudo. De todos modos, lo que aqui me interesa no es la relacién del hombre con Dios, sino su relacién con su cuerpo. Una vez que al cuerpo como totalidad se le sustituyé la oélula para tratar de dilucidar las leyes de su propio funcionamiento, y una vez que se demosiré que esas leyes conciernen al conjunto de células que constituyen al vivionte, al sujeto se le hace muy dificil postular un deseo como causa y como organizador de sw funcionamiento somético. Los destinos de su cuerpo se sittian fuera del deseo. Mientras el conocimiento del cuerpo privilegiaba su costado visible, el sujeto podia forjarse la imagen de su interior que le segufa siendo familiar, que él podia volverse decible mediante la apela- cién a metdforas compatibles con sus construcciones fantasmaticas. En el momento en que este interior se hizo visible, pas6 a ser por eso, paraddjicamente, algo que el sujeto profano ya no puede conocer sino dando crédito exclusivamente al saber de los especialistas. Otros saben, otros tienen el poder de demostrar la verdad de su afirmacién, otros tienen el poder de actuar sobre el funcionamiento del cuerpo. Este saber sobre el cuerpo forma parte, claro esté, de una biisqueda que, més alld del cuerpo, interroga al conjunto de los fenémenos del mun- do. Y precisamente por eso, discurso mitico, discurso religioso, discurso cientifico desembocan en definitiva en ‘un mismo resultado: imponer su construccién dela reali- dad. (Abriré aqui un breve paréntesis para seftalar que una de las consecuencias especificas del discurso cienti- fico fue desde siempre, pero de una manera cada vex ms radical, poner en duda esta certeza, esta evidencia funda- mental de la que gozaban nuestros testimonios senso- tiales. Pero no hay que olvidar que para que el funcio- namiento psfquico de cualquier hombre quede preserva- do, es necesario que este poner en duda se desplace a un nivel te6rico y no intervenga en lo cotidiano de su exis- tencia.) 126 Volvamcs al cucrpo de la ciencia y a lo que puede o no puede hacer el sujeto profano con los conocimientos que tenga sobre él. Recusarlos en bloque implicaria que el sujeto recuse al mismo tiempo aquello que la ciencia, y por lo tanto nuestra cultura, dicen sobre la realidad: hemos visto que el sujeto no puede sostener ese repudio sino excluyéndose de su espacio social y que, para con- servar su lugar en él, debe aceptar un consenso en cuanto alo que el término de realidad abarca; para eso, tomar un préstamo obligatorio al saber dominante en su cultura. En nuestro espacio-tiempo, la escuela, los medios de comunicaciin de masas, el discurso circulante van a proponer, van aimponer a todos los sujetos la apropiacién de ciertos elementos de conocimiento més 0 menos fragmentarios y mas 0 menos confusos, pero gracias a los cuales dispondran de un discurso te6rico sobre el cuerpo referido a un cuerpo modelo y aun cuerpo universal, pero del que también forma parte el suyo propio, Cuerpo modelo o modelo del funcionamiento del cuerpo que, por diferente que sea de lo que de 61 dice la eiencia, es un derivado de ésta. Este derivado sufriré un doble trata- miento: poruna parte, el sujeto extraerd de este discurso cierto nimero de enunciados gracias a los cuales ese saber teérico sobre el cuerpo, y por lo tanto sobre la realidad, podré formar parte desu compromiso global. La eleccién de ios enunciados dependeré de cudn aptos sean para conciliarse con un cuerpo fantasmable ¢ investible por la psique. Por otra parte, el sujeto va a servirse de otros enun- ciados para dar forma y lugar a una construccién tedrica del cuerpo que é] va a preservar, junto con algunos otros de la mismaespecie, en una “reserva” de su capital ideico. Reserva que se corresponde con la que tiene la labor de proteger dela luz del dia alos fantasmas reprimidos. Esta “reserva ideica” (les recuerdo que me sittio y permanezeo 127 en el registro de las construcciones del yo)* esta resguar- dada de la accién de la represion; el sujeto conserva el poder de mantener a distancia, en una especie de olvido, las construcciones que ella contiene; o bien, a la inversa, el de memorizarlas para hacer de ellas, en ciertas con- diciones, el referente psfquico privilegiado de su cuerpo. (Me estoy refiriendo, claro est4, al sujeto profano y no al cientifico, euya relacién con sus propios descubrimientos ¥ conocimientos merecerfa un examen especial que nos ensefiaria sin duda muchas cosas sobre lo que se puede definir o no como escisién.) El lugar que en determinadas situaciones ocupen estas construcciones “tedricas” les fijaré una tarea com- pletamente especifica: cumplir un papel de para-fuan- tasma en provecho del sujeto y de su cuerpo. Este largo rodeo sobre la realidad, el cuerpo y las exigencias cul- turales me parecié la condicién previa para el estudio del estatuto psiquico del ewerpo hablado. 08 DISCURSOS SOBRE EL CUERPO Freud nos ensefié que no se puede analizar el con- tenido latente de un suetio sino partiendo desu contenido manifiesto, Por este motivo, comenzaré con lo que nues- tro cuerpo hace visible en los registros de la emocién y del sufrimiento somético,’ para tratar de determinar su “Enlos textosque componen este volumen, el terminoyocorresponde al franeés je Se utiliza, en cambio, yo [moi] euando el vocablo a ‘radacir sea moi (T.) 2. Muchos otros signos componentes de este cuerpo visible merecerfan una mismiaatencién,erpezandoporlosque tienen que ver ‘onla sexsalidad, Peronuestrotoma ssencialeoncierneal tratamiente” de algunas manifestaciones somaticaspor parte dela psique, aquellas ‘que ella va‘ convertr on sus mensajeros. 128 Papel en la constitucién de ese “cuerpo latente” que es su cara y su doble psiquico, Las representaciones sucesivas de este cuerpo secun- darén la evolucién dela vida somética, pero una y otra vez este cuerpo guardaré conformidad con las motivaciones inconscientes que deciden sobre las causalidades a las que el sujeto imputa los acontecimientos relevantes de lo que vive. A su vez, esta eleccién causal decidiré el lugar que ocuparé ¢l cuerpo (su nacimiento, su devenir, su muerte futura) en una historizacién de su tiempo y de su vida que es el presupuesto de la puesta en marcha y dela prosecucién del proceso identificatorio. El yo no puede ser sino deviniendo su propio bidgrafo, y en su biografia deberd hacer sitio a los discursos con los cuales habla de su propio cuerpo y con los que lo hace hablar parasf. Estos, discursos sobre su cuerpo singular dan la palabra a las tinicas inscripciones y modificaciones que el sujeto podré leer y decodificar como las marcas visibles de una historia libidinal que, por su parte, se ha inscrito y continta grabandose sobre esa cara invisible que es la psique: historia libidinal, pero asimismo historia identificatoria. ‘Una vez que esta historia se ha escrito, exigiré la perio dica inversion de una parte de los parrafos, hard nece- sarias la desaparicién de algunos y la inveneién de otros, para culminar on una versién que el sujeto cree en cada momento definitiva, siendo que para prestarse a un trabajo de reconstruccién, de reorganizacién de sus con- tenidos y ante todo de sus causalidades, debe permanecer abjerta cada vez que ello se revele necesario. Esta version se manticne inestable, y sélo por eso puede el sujeto asegurarse de su propia permanencia, sin dejar de acep: tar los inevitables cambios fisicos y psfquicos que se sucederdn mientras la muerte no venga a ponerles fin. Si el yono conservara conjuntamente la certeza de habitar un niismo y tinico cuerpo, cualesquiera que sean sus 129 modificaciones, la permanencia necesaria de ciertos puntos de referencia identificatorios desapareceria, Para lograrlo, el yo va @ imputar una misma funcién relacional y una misma causalidad a cierto nimero de impresiones y experiencias, aunque su cuerpo las haya vivido en tiempos y situaciones diferentes. Esta analogia reconstruida en un después, cercano o lejano, del ac- cidente-acontecimiento, le es necesaria para instalar ciertos puntos de almohadillado que se enlazarén entre sf mediante un hilo rojo que permita al yo reencontrarse y orientarse en una historia (la suya), historia que, como todas, se caracteriza por su movimiento continuo. De ahf la importancia que es preciso otorgar a ese conjunto de “signos” e inscripeiones corparales que pue- den prestarse a semejante funcién de orientadores tem- porales y relacionales. Se sittian en este conjunto las manifestaciones somé- ticas de la emocién y aquellas que vienen a sefialar al sujeto, y alos otros, un estado de sufrimiento en su propio cuerpo: son las tinicas por las que me dejaré guiar en este trabajo B] término emocién, contrariamente al de afecto, no goza de un lugar especifico en la terminologia analitica. Ello me deja més a mis anchas para darle una acepeién bien precise y designar con él la parte visible de ese iceberg que es el afecto, y por lo tanto las manifestaciones subjetivas de esos movimientos de investidura y desin- vestidura que el yo s6lo puede aprehender por resultar para él fuente de emocién. En su relacién con el otroy con el mundo, el yo puede ignorar el papel que cumplen esos afectos que son la envidia, el odio, el amor; desconoce por lo general que son responsables de su manera de vivir esta relacién, y sigue convencido de que la causa es preciso buscarla en cl exterior. Alainversa, la emocién se refiere a una vivencia de la que el yo no sélo tiene conocimiento, sino dela que, casi siompre, dice saber qué 180 cosa la provoc6. Ahora bien, esta causa guarda una relacién privilegiada, aunque no exclusiva, con algo visto, con algo oido, con algo tocado, o sea con lo sensorial. Ademés, el estado emotivo forma parte de lo que se hace ver a la mirada del otro: uno puede-ignorar lo que emociona, pero no obstante percibe los signos de la par- ticipacion somética que esta vivencia comporta. La emocién modifica el estado sométtico, y son’estos signos corporales los que se ofrecen a la mirada, los que con- mueven a quien es testigo de ellos y desencadenan una misma modificacién en su propio soma, aun cuando no sea su causa directa. Deeste modo, la emocién pone a dos cuerpos en resonancia y les impone respuestas similares El cuerpo de uno responde al cuerpo del otro pero, como Jaemocién concierne al yo, también se puede afirmar que éste se emociona por aquello que su cuerpo le hace conacer ¥ compartir de la vivencia del cuerpo del otro. Las otras manifestaviones sométicas que se toman agu{ en cuenta atafien no al estado de enfermedad sino a la experiencia de sufrimiento que puede acompatiarlo, Sufrimiento que informa al sujeto y al otro de que “algo” que puede permanecer oculto ha venido a modificar el estado de su cuerpo. Por supuesto, el placer cumple una misma funcién de mensaje y de autoinformacién; la experiencia del sufrimiento no es ni més ni menos impor- tante que la del placer: ambas son necesarias y ambas son insoslayables. Pero mientras que el suftimiento hace apelacién al poder de quien es supuestamente capaz de modificar la realidad somética y el medic que rodea al “sufriente”, el placer (como mas tarde el goce) va acom- pafiado del mensaje inverso: lo que podria modificarse en el cuerpo o en el exterior es percibido como una amenaza. Estos signos y estos mensajes de fuente somdtica ejer- cern un impacto decisivo en la ordenacién de ese tiempo de la infancia durante el cual el medio familiar y parti- cularmente la madre son los encargados de velar por el 131 estado del cuerpo, de descubrir las manifestaciones que expresen el estar bien del cuerpo, 0 a la inversa el mal presente y que casi siempre se decodifica como la sefial anunciadora del peligro, tadavia no conocido, que acecha al nifio. Desde esta perspectiva, podemos decir que el ni- fio ofrece a la mirada de la madre las manifestaciones de su bienestar, pero que le impone las manifestaciones. de su suftimiento, més atin cuando esta ultima detenta un poder de denuncia contra aquellos a los cuales ese sufrimiento se muestra (a veces ejerce una misma funcién de autoacusacién para el sufriente). El sufrimiento en general, pero ms particularmente el del nifio, rara vez, deja indiferente la mirada de los otros. En la mayoria des- pierta el recuerdo de la fragilidad, de la dependencia, de Ja necesidad de ayuda, conjunto de rasgos que forman parte de la representacién que el adulto conserva dentro de si del niiio que él fue. Mas que cualquiera otra vivencia infantil,,el sufrimiento induce un movimiento de iden- tificacién en aquel que ya no es un nifio y que va a recuperar momenténeamente, o bien el lugar del “nigo sufriente”, o bien el de aquel que podria suprimir todo sufrimiento, poder que se hab‘a imputado a los propios padres. Esta empatfa nos explica en parte —pues se le suman otros factores— por qué el sufrimiento vivido por el cuerpo del nifio le permite operar ese trabajo psiquico que transformard un accidente, una dura prueba —inte- grantes de una experiencia universal— en ese acon- tecimiento singular que se instalaré en la historia, igualmente singular, que él se construye acerca de su cuerpo y de su psique. Para hacerlo, es verdad, con el sufrimiento sélo no basta; hay que afiadirle la respuesta que gener6, asi esta respuesta haya sido el silencio, cargado de sentidos en este caso, y ante todo el discurso que sobre el sufrimiento padeeido podré emitir la madre a posteriori. El relato que de la prueba sufrida por el 132 cuerpo vaya a hacer Ja madre, o la manera como la excluiré del discarso que hace ofr al nifio sobre su pasado, sjercerén una influencia decisiva en la relacién que ef sujeto va a mantener con ese “mal” que su cuerpo podra padecer en lo sucesivo. A un primer sufrimiento desa- parecido mucho tiempo atrés, lo sustituiré un discurso ‘que permita al sujeto guardarlo en su memoria: discurso que resuena en sus ofdos cada vez que un sufrimiento Somético reaparece en su cuerpo en un conflicto rela- cional que va a marear su vida psiquiea Esta “puesta en historia” de la vida somética exige la presencia de un bidgrafo tmico, que pueda enlazar el accidente con un acontecimiento al que él responsabiliza desu propio destino psiquico. Para ello es preciso ademas que pueda ocupar el lugar de aquel por el cual y al cual “le suceden acontecimientos’, y noel lugar del acontecimiento mismo, No hay bidgrafo ni biografia mientras a una primera indisociacién espacio psiquico-espacio somAtico nolesuceda una puesta en conexién de estos dos espacios; dondela psique y el cuerpo ocupan, cada uno de ellos, uno de los dos polos. Esta puesta en conexién seviala el paso del cuerpo sensorial a un cuerpo relacional que permite a a psique asignar una funcién de mensajero a sus manic festaciones sométicas, e igualmente leer en las respues- tas dadas aese cuerpo mensajes que le estarian dirigidos. El devenir de esta relacién no sdlo varia de sujeto a sujeto sino que debe ser siempre, en todo sujeto, modificable segtin las experiencias a las que Io enfrentan la vida psfquica y la vida somatica. Me limitaré a bosquejar esos “destinos relacionales” que ligan el devenirdel cuerpo con el devenir de la psique, y me detendré sobre aquello que se organiza al producirse un primer encuentro entre la psique y el cuerpo, ese cuerpo sobre el que se ejeree de entrada la accion del mundo. El recorrido que voy a seguir pareceré menos oscuro si formulo de entrada las tres hipétesis en las que se asienta: 183 1. Bl acto que inaugura la vida psiquica plantea un estado de mismidad entre lo que adviene en una zona sensorial y lo que de ello se manifiesta en el espacio psiquico. 2, El yo no puede habitar ni investir un cuerpo despo- seido de la historia de lo que vivi6. Una primera version construida y mantenida en espera en la'psique materna acoge a este cuerpo para unirse a él. Forma siempre parte de ese “yo anticipado” al quesedirigeel discursomaterno, la imagen del cuerpo del nifio que se esperaba. Si el yo anticipado es un yo historizado que inserta de entrada al nio en un sistema de parentesco y con ello.en un orden temporal y simbélico, la imagen corporal de este yo, tal como la construy6 el portavoz, conserva le marca de su deseo (cl deseo materno). Como nole esta permitido sofiar que el nifio venidero realizar el retorno desu padre o de su madre, que seré hombre y mujer, que estard resguar- dado de la muerte para siempre, la madre tiene derecho (y hay ‘aqui una necesidad para el nifio) a sofiar con la belleza, con los parecidos futuros, con la fuerza de ese cuerpo venidero. Hablo, por supuesto, de suefio diurno. Pero cuando se asume el riesgo (necesario) decrearse y de preinvestir una imagen en ausenciade su soporte real, se asume también el de descubrir 1a no conformidad, el desajuste entre la imagen y el soporte. Se trata de una apuesta inevitable que generalmente la madre conse- guiré ganar. Pero puede ocurrir que la imagen.no pueda conciliarse con un cuerpo demasiado diferente, dema- siado extrafio para la mirada materna, La madre se topa siempre con el cuerpo del infans como riesgo; también puede encontrarselo como una resistencia 9 como una desmentida, fuente de un conflicto inmediato y a veces insuperable. Al final de este texto veremos por qué razon este conflicto puede ser responsable de una situacién de duelo absolutamente singular. 134 3. A partir del momento en que la psique pueda y deba pensar su cuerpo, el otro y e] mundo en términos de relaciones, comenzaré ese proceso de identificacién que hace que todo lugar identificatorio decida la dialéctica relacional entre dos yoes y que todo cambio en uno de los dos polos repercuta sobre el otro. A partir de este mismo momento, el cuerpo (sus cambios, su sexualidad, sus eventuales accidentes) podré convertirse en represen- tante del otro y en testigo de su poder para modificar la realidad, cada vez que larelacién entre el sujeto y el otro se torne demasiado conflictiva y demasiado dolorosa, La relacién yo-cuerpo, que he sustituido a la relacién yo-otro, tomard a su cargo un mismo conflict, Esta sustitucin puede inducir al otro a ocuparse de tu cuerpo, a preocuparse por lo que le sucede, a rodearlo de “enidados”: cuando osto seurre, el cuerpo le devolveré su lugar legitimo y reasumiré el papel de mediador rela- cional que seguiré cumpliendo en el curso de la infancia.* Si el otro permanece ciego o sordo a lo que le ocurre al cuerpo, o si sus respuestas son inadecuadas, lo que era una sustitucién provisional puede logar a ser un estado definitive. E} cuerpo, ocupando el lugar del otro, preserva para la psique la tiltima posibilidad de conservar el signo “relacién” en sus “alfabetos”, signo indispensable para que se organicen las construcciones de lo primario y lo secundario. Una sustitueién zransitoria entre el otro y el cuerpo es un fenémeno al que todos los sujetos habran echado mano, sea que apelen aells paramodificar las respuestas recibidas, sea que esa sustitucién les venga impuesta por 3. En ol curso de Ia infancis y después, pero de manera més esporiidica si el nitio ha podids “heredar” un cuerpo que consiguis superar las “enfermedades infantiles" de la psique. 135 el cuerpo mismo. El peligrodemuerte que el cuerpo puede correr efectivamente, una mutilacién que amenace con despojar al yo de una funcién particularmente investida, van a modificar la relacién entre psique y cuerpo y, en el mejor delos casos, harén ocupar ala psique el lugar de un reparador y de un protector del cuerpo; ello durante el tiempo que se necesite para quese supere el peligroopara que la psique pueda movilizar defensas que le permitan elaborar aquello cuyo duelo debe hacer en lo que atafie a su propia imagen del cuerpo. Cuando esta sustitucién se vuelve permanente, lo que aparece son tres euadros: En el primero, que encontrantos en la psicosis, el otro y el propio cuerpo se han transformado en destinatarios intereambiables. La relacién que el sujeto mantiene con su propio cuerpo es la reproduecién de la que mantiene con el otro, Esta relacién con el cuerpo, que a veces puede tomar una forma negativa, también puede servirle de escudo contra cualquier tentativa del otro de hacer intru- sién en su mundo psfquico a fin de poner en entredicho y de sacudir una relacién que ha quedado petrificada de una vez para siempre. En este caso, la “retirada” a una relacién exclusiva con el cuerpo permite al sujeto sobre- vivir a pesar de esa gelificacién relacional en los imites de lo soportable. Enel segundo cuadro, el cuerpo pasa a ser el mediador y la dlave dnicos de la relacién; sélo a través de lo que le sucede a su cuerpo va el sujeto a decodificar el deseo del otro para con él y a imponerle el reconocimiento del suyo propio. El sufrimiento del cuerpo, su mal funcionamiento cumplen entonces lamisma funcién relacional que corres- ponde al goce. El goce que acompafia el encuentro entre dos cuerpos se hace prueba de la investidura que liga alos 136 dos yoes, de Ja concordancia tofal pero siempre mo- mentdnea de sus fantasmas y deseos, En el caso que analizamos, el sufrimiento sostieney alimenta un conflic- to no ya momenténeo sino permanente, lo que garantiza a su vez la permanencis de la relacién. Aunque menos frecuente, puede presentarse un fercer cuadro: el sujeto recusa cualquier funcién relacional al estadodesufrimiento yal estadode placerexperimentados por su cuerpo. Guarda la conviceién, que proclama a toda vor, de quenosufre ni goza acausa de otro o gracias.aotro, sino porque su cuerpo, todo cuerpo, responde “por natura- Jeza” de determinada manera a determinado estimulo. La sola realidad “naturel” es responsable del sufrimien- to, ya ella acusa el sujetc, como también la acusara deser absolutamente inmodificable por el sujeto. Hallamos aquf una relacién con el cuerpo propio ins- erita en una relacién més global con la realidad y que viene a recordar que, paradojicamente, el lugar primor- dial que el yo parece otorgar a la realidad y asus poderes es consecuencia de la escasa investidura de la que ésta goza, de lo dificil que le resulta al sujeto no apartarse totalmente de ella o no dejarse invadir por el odio que le inspira. Odio que se veri sustentado y disfrazado por la constancia de ese “mal” que trabaja en su cuerpo, Cada una de estas hipétesis seria merecedora de un tiempo de elaboracién mas compatible con la escritura de un libro que con la de un ensayo. He optado por privilegiar Js primera y por sefialar brevemente su impacto sobre las otras dos. LA “PUESTA EN VIDA" DEL APARATO PSIQUICO Amenudo he comparado la accién de lo primario con la 197 de wn metteur en scene y la de lo secundario con la de un metteur en sens,* pero los dos tienen como presupuesto esa “puesta en vida” del aparato psfquico que debemos a la actividad de nuestros érganos de los sentidos. La primera condicién de la vida de la psique es la posibilidad de autorrepresentarse su propiedad de organizacion viviente, Los primeros elementos del tinico “alfabeto” o de Ja tiniea paleta que puede utilizar lo originario son el producto de una metabolizaci6n, la que impone la psique a las también primeras informaciones que la actividad sensorial le aporta con sus reaeciones a los estfmulos que acompaiian a lo que se inscribe, desaparece o se modifica en la escena del mundo. Pero estos estimulos que el mundo emite no se transformarian en informaciones psiquicas si alguien no cumpliera el papel de emisor y selector de aquel subgrupo de estimulos que, en esie primer tiempo de la vida, son los tmicos en poder. ser ‘metabolizados por 1a psique como reveladores de sus propios movimientos de investidura ¥ desinvestidura. Por mds elemental o complejo que sea un organismo vivo, no se lo puede estudiar aislandolo de ese medio que actiia sobre él y al que él reacciona. Para que la vida somética se preserve, es preciso que el medio fisico pueda satisfacer las necesidades insoslayables del soma. Para que la vida psiquica se preserve, es preciso que el medio psiquico respete exigencias igualmente insoslayables y que, ademés, actiie sobre ese espacio de realidad sobre el que el recién nacido no tiene ningiin influjo directo. En la mayoria de los casos, es la madre la que se hace cargo de esta doble funci6n, y quien conjuntamente deberé orga- nizar y modificar su propio espacio psfquico en forma tal *Metteur en scéne: término de uso corriente en ¢l lenguaje teatral, que designa al director o responsable della puesta en escena. La forma _metteuren sens ee tora de Ssta,y su sontidoliteral soriael responsable de la puesta on sentido”. (.] 138 que responda a las exigencias de la psique de! infans: Medios fisico y ps{quico llevarén la impronta del modelo que de ellos propone el discurso cultural y, particular- mente,. el discurso paterno. Impronta necesaria para relativizar la que debemos meramente a los efectos ejer- cidos por un primer ambiente sobre la psique de la madre suninez, y por el recuerdo reestrueturado que conser- va de él; pero esta altima impronta sigue siendo, no obstante, lamas decisiva. ¥ por este motivo la madre sera el agente privilegiado de las modificaciones que espe- cifiquen el medio psiquico y fisico que recibe al recién nacido: el infans se la encontraré bajo la especie de este “modificador’.* Aunque empiece por ignorar su exis- tencia, no puede sustraerse a las consecuencias de unas 4. Otorgar alamadre, como le hacen la mayoria de es anslistas, un lugar predominante, no implica olvidarse del gue ocupa el padre. Desde este comien20 de vida el padre ejerce también una ueeién ‘modificadora cobro e] medio paiquice que rodea al recién nacido, Pero en la casi totalidad de los casos una persona —y casi siempre la madre—cumple un papel alimentario privilegiads, al ofrecer el pecho © el biberén, aportande al infons —por deseo © por deber— una satisfaccién vital. Bsta persona que tiene el poder de responder a las necesidadesy, haciéndolo, desorlafuente de lasprimeras experiencias de placer y suftimiento, viene a cumplir una funcién de modificador de Ia realidad somatopsiquica mediante el cual se prenunciale presencia de un mundo habitado. Por oso la madre es también aquella poria cust abrirs brecha sn Ja psique del infans el.primer *signo” de la presencia de un padroo de ‘su ausencia:su eleccién de estos “signos” dependera de su relacién con ese padre. En un tiompo ulterior, pere sin duda muy préximo, el nifio podré recursarlos y forjar las suyos propios, instaurando eon 61 padre tuna relaci6n que concordaré o no con la que la precediera. Lo cierto es que en el registrotemporal lrelacién con lamadre tiene efectivaments 1s primacia, esi como la exporioncia del embarazo indues en la madre una formade investidura parael er que llevaen suinterior, investidura ‘que no posee le misma cualidad que laque instala él padre durante su espera del hijo, Es éste un privilegio “natural” cuya marca, positiva o negative, el hombre llevaré siempre. 139 modificaciones de su medio ms cercano queirén ala par con la modificacién de su propia vivencia somatica y psiquica. Al no poder tomar conocimiento de un “modi- ficador” separado, los movimientos afectivos coextensos con su vivencia propia se presentardn a la psique como autoengendrados por su solo poder. Del lado de la madre nos encontramos, opuestamente, con una psique que ya ha historizado y anticipado lo que se juega en estos encuentros, y que de entrada decodifiea los primeros signos de vida a través del filtro de su propia historia, escribiendo asf los primeros parrafos de lo que pasar a serla historia que se contaré el propio nifio sobre el infans que fue, Pero por el momento dejemos a la madre de lado y volvamos a las producciones inaugurales de la vida psi- quica del infans. Desarrollé largamente este problemaen el capitulo de La violencia de la interpretacién dedicado a los conceptos de proceso originario, pictograma y al postulado de autoengendramiento que determina la organizacién de éstos. Me permiito remitir al lector a esos desarrollos, pues aqui me limitaré a insistir sobre el papel cumplido por la sensorialidad al producirse la puesta en vida del aparato psiquico.° Las investigaciones actuales sobre las interacciones més precoces entre aquel que entra en un mundo viviente y aquellos que lo habitan, invitan a-proponer esta hipétesis: entre los estimulos captados por nuestros receptores sensoriales, algunos en fanci6n de la cualidad e intensidad de la excitacién, pero més todavia en funcién del momento en que se efectiza el encuentro zona-estimulo,® serén fuente de una experien- 5, Piera Aulagnier, Le violence de Vnterprétation, Paris, PUF., 1975, Todo este toxto co hase on las hipétesie metepsicolégieas defendidas en estelibro,referidasal conceptode proceso originaria que 41 introdueta, y las prolonga. 6. La.consideracién del “moments” en que se efectiia la sucesién de 140 cia sensorial capaz de llevar su irradiacién al conjunto de las zonas. El placer o suftimiento de una zona pasanaser placer o sufrimiento para el conjunto de los sentidos.” Si nos atenemos exclusivamente a este proceso repre- sentativo, comprenderemos que é! objeto sélo existe pat- quicamente por su merc poder de modificar la respuesta sensorial (y por lo tanto somditica) y, por esta via, de actuar sobre la experiencia psiquica. De ah{ esta primera constatacién: en las construcciones de lo originario, los efectos del encuentro ocupan. el lugar del encuentro. Lo cual explica la razén por la que placer y sufrimiento no pueden presentarse ante la psique sino como autoengen- drados por su propio poder. Pero si bien estos “efectos de sentido” suministran a la psique estos signos de la exis- tencia del mundo que ella puede metabolizar como los, ‘inicos capaces de afectar e impresionar su superficie, también hemos visto que la mayor parte de tales esti- mulos tienen, como emisor y selector principal, a la madre. Su cualidad y frecuencia dependen dé lo que el “emisor” quiere transmitir o transmite a pesar suyo; por lo tanto, él es parte activa en el efecto placer o en el efecto sufrimiento que resultard de todo ello. De ahi esta segun- da constataci6n:ese placer oese sufrimiento, que la psique se presenta como autoengendrados, son. “el existente psi- quico” que anticipa y prenuneia al objeto-madre. Una experiencia de nuestro cuerpo ocupa el lugar que después ocuparé la madre: al yo anticipado le hace pareja una “madre anticipada” por una experiencia de cuerpo.’ eneuentros entre la psique y el roundo os un factor cuya importancia, ‘me parece cada vez mayor. 1. Estas experiencias somatopefquicas de placer farilitarén la futura representacién de un cuerpo unificado. Opuestamente, la psique, en cuanto peses los medios para ollo,intentara oponeree aeste poder “rradianto” del suftimiento, cn el riesgo de no disponer més ‘que de una representacin fregmentada del espacio somatico. 8, Podemos éomparar a esta “madre anticipada” con lo que Bion 141. ‘Tenemos aqui el punto de partida de esa relacién nifio- madre que el sujeto descubriré e investiré ulteriormente, pero que por momentos también podré desinvestir para retornar de ello con una relacién psique-cuerpo remode- lada Tercera constatacién: Antes deque la mirada seencuen- tre con un otro (0 con una madre), la psique se encuentra _yse reflejaen los signos de vidaque emite su propiocuerpo. ‘Tres constataciones que prueban que el piclograma del objeto-zona complementaria es cabalmente el tinico del que dispone el proceso originario. (Seria de maximo interés reflexionar desde un éngulo analitico sobre las reacciones psiquicas subsiguientes a ciertas experiencias de privacién sensorial.) Este poder de los sentidos de afectar a la psique le permitiré transformar una zona sensorial en una zona erégena.* La primera oreja psiquica no eapta sonidos y ‘menos atin significaciones: capta las variaciones de su propio estado, de su propia vivencia, la sucesién de una experiencia de placer y de una experiencia de sufrimien- to. Y si este placer o este sufrimiento faltan, le reaccién sensorial puede existir fisiolégicamente, pero no tendra existencia psfquica. En lo relativo a lo originario, hay un. punto que quiero subrayar con el mayor énfasis: el tiempo en el que este proceso es el tinico capaz de transformar los Aefinis como preconespto: én uno y otro caso, un molde relagifial espera ¥ precede al que sera uno de sus soportes. Pero la similtud termina aqui: la hipstesis de Bion apela « un visign que no deja de recordar eleonceptokantianndeintaicién. Lama, més “materialist, supono la presencia de ese “elemento do realidad” suministrado por una vivencia somitica 9. Hablar do zone erdgens es pasar, inso fact, del registro ds cuerpo al registra psiguies: en la terminologia peicoanaitice los ‘érminos plaeory suftimiento, cualosquiora que sean eu fuente y la actividad que los produje, no tienen sentido sino aplicados e una experiencia psiquica. 142. signos de la vida somitiea en signos de la vida psfquica, puede durar tres horas, tres dias 0 tres semanas, no importa; su actividad persistira igualmente a lo largo de toda nuestra existencia. Les propondré comparar los materiales en los que abreven los procesos originario, primario y secundario, con tres conjuntos de elementos constitutivos de tres escrituras ode tres lenguas, poseedoras cada una de leyes sintécticas propias. No forma parte delos elementos dela escritura originaria ese “metasigno” (el signo relacién) que seria necesario para que ella hiciera un sitio en sus figuraciones al concepto de lo “separable”. Al no estar presente, no puede haber ninguna puesta en relacién entre estas producciones y un destinatario que supues- tamente responderd a ellas. Sus figuraciones comparten el carécter de ciertos enunciados, son performativas, el escritor es lo que se escribe, y este “escrito” es conjun- tamente figuracién de una exigencia y de una autorres- puesta. Lo que se eseribe (0 se pictagrafia) ha metaboli- zado un estado somatico como presentacién de un afecto psiquico, conjuntamente experimentado y figurado como autoengendrado. La escritura de la que hard uso lo primario posee-este metasigno (quiero desir, el signo “relacién”) necesario para fantasmatizar el deseo presente entre el que fantas- matiza y el deseo imputado al otro, remodelado en su puesta en escona. Es verdad que mientras consideremos sélo lo primario, esta realizacidn fantasmética pondré en escena una relacion de fusion, de posesion, de dominio... dos espacios pero un solo deseo todopoderoso y siempre realizado.” 10. Hay que comprencier bien la expresién fantasma de fusién: e] deseo que se realiza en este fantasma es la fusion entre dos espacios psiquicos, doe cuerpos, dos placaros. Lo negado eonciorno al poder de rechazar ese estadode fusiéa. Peroestosupone quesu separacién haya, 143 Los signos de los que se serviré el lenguaje secundario en sus enunciados tienen la particularidad de estar doblemente al servicio de las leyes que rigen una relaciGn de comunicacién reciproca: el enunciado se construye de entrada por referencia al destinatario al que se dirige, y los signos de este lenguaje son comunicados a aquel que no los posee todavia, por aquel que ya ha tenido acceso a ellos. Al igual que en cualquier lenguia conocida, ciertas palabras de este tercer lenguaje ps{quico caerén en des- ‘uso, otras resultarén prohibidas y se inventarén otras nuevas. La lengua que hablamos para deseribir el mundo esta marcada por el movimiento histérico de la cultura que la habla; el lenguaje que nos sirve para tomar cono- cimiento de nuestros deseos, de nuestros sentimientos, de nuestros proyectos identificatorios est mareado, ante todo, por la historia singular de cada enunciante, por sus exclusiones, sus olvidos, sus innovaciones. Una vez aprendidas estas tres lenguas, la psique continuaré utilizandolas a lo largo de su existencia. Pero mientras que una parte de los signos de lo primario y de lo secundario podrén intercambiarse para desembocar en Ja formacion de una suerte de lengua compuesta—donde la prelacién es tomada por unos u otros segiin las viven- ias afectivas del enunciante—, con la lengua originaria no sucede lo mismo. Esta tiltima contintia ignorando que cuerpo y psique reaccionan y viven gracias al estado de relacién continua entre sf y de ambos con su medio. La escritura de lo originario no puede dar forma més que a la corporizacién figurativa propuesta por el picto- sido pereibida y que sola haya abotido sustituyéndole une relacién de fusién, de reunificacton entre das partes que excluirian la més infime diferencia o quo se rovalarian eomplementarias. Podrfamos asignar a ‘este fantasma una férmula matematica: 1+ 1= 1:6] resultado es falso pero el signo + entre dos términos queda preservado, 144 grama, tinica figuracién que la psique puede forjar de su propio espacio, de sus propias experiencias afectivas, de sus propias producciones. El proceso originario no conoce del mundo més que sus efectos sobre el soma, as{ como no conoce de esta vida somatica mds que las consecuencias de suresonaacia natural y constante con los movimientos de investidura y desinvestidura que signan la vida pef- quica. Ignoro si este fondo representative que contintia tomando del soma sus materiales es la causa o la conse- cuencia de la preservacién dela participacion del cuerpo en nuestros estados afectivos y emocionales, pero aun a riesgo de fatigarlos con mi insistencia, voy a volver sobre una de las eonsecuencias de la actividad permanente de este “fondo representativo”, Los efectes somdticos por los que la vida del mundo abre brecha en todo nuevo organismo noson un fenémeno transitorio, slo cesan con nuestra muerte. Freud habla- ba de una “fuente somética” del afecto; yo sugerivia gustosa la expresién de ‘fuente somdtica de la represen- tacion psiquica del mundo", para subrayar que si todo lo que existe llega a ser tal para el proceso originario, es36l0 por su poder de afectar Ja organizacién somatica (desde luego, forman parte de este “todo” las propigs produccio- nes psiquicas). Esta figuracién de un mundo-euerpo que es el pictograma no puede tener lugar en el proceso primario o secundario, ni formar parte de ningtin repri- mido secundario; éste no contiene mas que representa- ciones que ya han sufrido la obra del metteuren scene y del metieur en sens. No se debe caer en la trampa de la construccién te6rica que les propongo: si bien se acerca a Jo que yo pienso que es el pictograma, confirma también que sélo desde el exterior podemos imaginar ese “ser” psiguico, que para eso tenemos que calzarnos nuestras gafas te6ricas y colocar delante de nosotros y a distancia aquello que procuramos ver. Nunca podremos pensar ni fantasmatizar desde el interior el efecto somatico como 145 ‘inico representante del mundo, ni la vida psiquica como ‘imico reflejo de este efecto del cuerpo. Pero esta construc- cién te6riea permite comprender el papel que puede volver a jugar lo que se organizé en un tiempo psiquico que precede a esa rairada sobre el mundo que lo volveré fantasmatizable y pensable por el sujeto y para él. Cada vez que nuestra relacién con el mundo se sustrae a cualquier captacin en un fantasmaoen un pensamiento, por no haber podido preservar la investidura de al menos uno de sus ocupantes, nos hallamos en una situacién préxima, aunque no idéntica, a aquella que inauguré nuestra existencia: la vida del, mundo y el mundo ya no son representables més que por los “efectos somsiticos” que acompafan a la angustia de un encuentro con una escena vacia, La representacién de esta vivencia somé- tica sigue siendo el tiltimo recurso que permite a los procesos primario y secundario fantasmatizar y pensar su relacién-con esta tiltima y tinica construceién psiquica, por la cual huellas del mundo contindan existiendo para la psique. Se preserva as{ una diltima puesta en relacién que es la condicién misma para que lo primario y lo secundario no sean conducidos a cesar su actividad, lo que entrafiaria al mismo tiempo el silenciamiento del aparato psfquico; el cual, salvo muerte precoz, habré aprendido siempre, bien o mal, a hablar sus tres lenguas, y que no puede olvidar una totalmente sin quedar mudo. BI mundo en el que se mueve el autista y ciertos fenémenos alucinatorios particulares que encontramos en la vivencia psicética, nos ilustran sobre las conse- cuencias de la catdstrofe que representa para el sujeto la desaparicién del signo “relacién” en su capital repre- sentativo 0, para ser mds exactos, la reduccién de su uso a una forma relacional fijada de una vez. para siempre, inmutable.* 11, Le desaparicién total de este signo no es compatible con Ja 146 Numerosos trabajos analiticos referentesal nifioautis- tay esquizofrénico parecen confirmar mi concepcién de lo originario. ~Qué nos muestran estas investigaciones sobre el rango que el autista impone al objeto sino que el nito lo sustituye por su mero poder sensorial, y que ésta es la Yinica propiedad que se lo torna existente? El objeto no es nada més ni otra cosa que la sensacién de dureza caracterfstica de esa cosita de madera o hierro quela mano tritura y manipula con gestos estereotipados, ese movimiento repetitive que la derriba, la hace dar vueltas, para-que la mano vuelva a recogerla. Y lo mismo puede decirse (me refiero espacialmente a Jos trabajos de Frances Tustin sobre el autistic shape) de esa marca “suave” que la lengua imprime sobre la pared interna de la mejilla, ese aglomerado desaliva que puede juntarse con tal o cual superficie de la cavidad oral. En ‘cuanto al cuerpo en su conjunto, por momentos puede no existir ya sino por un movimiento ritmico, y en un balanceo, reducido en su totalidad a la pura sensacién del movimiento que lo anima. Esas sensaciones somdticas, que ahora'son para la psique las tinicas pruebas de su vida y de la vida, son efectivamente autocreadas por el sujeio. Una, vez reducido el objeto a su mero poder sensorial, también él es efectivamente engendrado por esa autvestimulacién mediante le cual la psique aporta su objeto complementario a una zona y a una funcién sensoriales garantes de que se ha conservado en estado de sobrevivencia. En cuanto a los estimulos de fuentes exteriores, el au- tista intentara oponerse a su poder de intrusién exigien- do el no cambio del medio que lo rodea. El autista no pue- preservacion de una vida psiquice cusiquiera, una voz que el albs de nuestra existencia ha quedado tris. 147 de imponer al mundo la inmovilidad, que significaria su muerte, pero puede tratar de exigir la repeticién idéntica de ese minimo de movimientos inevitables mereed a los, cuales puede no verlos més, seguir creyendo en la fijeza del medio. Todo estfmulo imprevisto que venga del otro —y conello de un espacio del mundo que ya nose percibe como un reflejo del espacio del cuerpo— seré recibido como una intrusién que amenaza con hacerlo estallar y con destruir este continente, el imico que puede garantizar alapsiquela preservacién de su espacio y, con ello, deun aparato ps{quico incapaz de sostenerse en el vacio. Me hubiese gustado referirme a la cuesti6n que plan- tea la automutilacién en el autismo, y a ese extratio poder de ignorar el sufrimiento que debié de acompafiarla. El tema me llevaria demasiado lejos, pero la extraiieza de este comportamiento me parece confirmar de otra mane- ra la indisociacién presente entre espacio del cuerpo/ espacio del mundo: se le impone al cuerpo lo que no se le puede imponer a un mundo cuya existencia se quiere ignorar. ,Confirma la indiferencia al sufrimiento la indi- ferencia a un mundo que uno puede destruir cada vez.que su movimiento amenaza con imponerse? El nifio autista © esquizofrénico no se automutila en un momento cual- quiera. No pretendo que estos comentarios —més que sumarios— esclarezcan esta particularidad del compor- tamiento psie6tico frente al sufrimiento, peroindican una via de abordaje. ‘Antes de concluir esta breve ineursién por el mundo de la psicosis infantil, voy.a cotejar estos fenémenos con ciertas experiencias momentdneas presentes en la viven- cia esquizofrénica del sujeto adulto, pero que también pueden formar parte de una experiencia fugitiva de la que ningtin sujeto est resguardado. A ellas me referia cuando pronuncié el término “alucinaciones” sensoriales: experiencias durante las cuales él sujeto ya no es sinoesa sensacién de un espacio somético que pierde sus Iftnites 148 ose contrae, esa sensaci6a de un abismointerior en el que son devorados los érganos internos.'? Hoy en dia ya no estoy tan segura de que el término alucinacién sea legi- timo, Alucinar es proyectar al exterior el agente de una estimulacién auditiva, visual, téctil, que vuelve a noso- tos como signo de la hostilidad del mundo, pero asimis- ‘mo como prueba de su presencia y del vinculo que nos une a él, vinculo perseguidor y molesto, pero vinculo al fin. El autistano alucina un estimulo sensorial, lo crea. En lo que respecta a las sensaciones de fuente somatica caracteristicas de esas experiencias cercanas aunque no idénticas que encontramos en el exterior del mundo del autismo, también vacilaria a la hora de considerarlas como una forma de alucinacién en sentido estricto. Prefe- rirfa juzgarlas como la manifestacién fagaz del afecio resultante de un encuentro entre el sujeto y un aconte- cimiento vivido por la psique como un cataclismo que destruyé momentaneamente toda posibilidad de preser- varsurelacién con el otre ysumundo. De este mundo sélo queda entonces el efecto somético de este encuentro efectivamente catastr6fico: este efecto pasa a ser el repre- sentante del mundo, pero esta sustitucién, como hemos visto, no puede efectuarse sino enel proceso originario, no puede hallar sitio sino en una representacién picto- grafica. Esto significa que, entre las posibles consecuencias derivadas del encuentro entre la psique y el mundo, existe una que s6lo resulia figurable por el proceso origi- nario. La presencia de esta sola construccién sobre la escena psiquica no puede ser sino una experiencia fugi- tiva, pues los procesos primario y secundario tendran que 12, Piera Aulagnier, ‘Le retraitdans/hallucination: un équivalent du retrait autistique?” Conferencia pronunciada on ol Congreso celebrado en Ménaco en junio de 1984, Publicada en el ntimero 8 dela revista Lieux de Venfance, Privat. 149 poder recobrar lo antes posible su actividad para-dar forma a construcciones en las que el signo relacién ocupe sulugar. Desde ese momento, el sujeto, en un a posteriori inmediato,-podré refantasmatizar y repensar las inten- ciones del mundo para con é! mismo, imputéndoles la causa de esa “presentacién” de la experiencia vivida por su cuerpo. Esta formulacién a posteriori de 1o que quedé fuera de lo decible en el momento mismo de su sobre- venida, retornaré a nuestro ofdo en la forma de lo que el sujeto esta vez alueina, proyectando al exterior el agente de una desorganizacién del espacio del mundo que se sustituye a esa experiencia, durante la cual el orden rector dela organizacién somiitica y sus respuestas qued6 quebrantado. Esta tiltima incursién por lo originario me parecié necesaria antes de abordar lo que va a jugarse para el cuerpo cuando se produzca su encuentro con la emocién, aquella que suscitan sus manifestaciones en la madre, emocién cuya percepcién por el infans inaugura la unién de su psique con ese. discurso y esa historia que lo aguardaban. Les recuerdo, y ante todo me lo recuerdo a mf misma, que si este trabajo tiene alguna posibilidad de ser otra cosa que una simple reformulacién de algo ya escrito, es gracias al lugar que intento conferir a los diferentes ‘rangos tomados-por el cuerpo en las sucesivas construc ciones que la psiquese forja asurespecto. Quererdilucidar al devenir de estas representaciones separéndolas del devenir del aparato psiquico en su totalidad, seria un recurso artificioso; a menos —y asi lo espero— que este “gfiadido” sobre el cuerpo pueda reinsertarse en un discurso més global sobre la psique, en cuyo caso podria iluminar algunos de sus puntos ciegos. Pero esta historia del cuerpo que les propuse deberfa también permitirnos completar la que nos construimos acerca de la psique. Dos historias que no existirfan si no pudiésemos basarmos en 150 las que se forjé el sujeto mucho antes de encontrarse con nosotros. EL CUERPO PARA LA MADRE Arribo asf a mi segunda hipétesis, que formularé en forma de pregunta: ,qué representa el cuerpo del infans para esa madre que supuestamente lo espera y lo recibe? Yo dirfa de buena gana que ahf donde la madre espe- raba... {a aquel que habria puesto fin a la espera?, a aquel que le probaria la realizacién de su deseo de ser madre?, {a la Ultima elaboracién del objeto de un largo sueiio iniciado en su propia infancia? ...encuentra un cuerpo, y aqui esta la fuente de aquel “riesgo” relacional al que mereferiaen el inicio de este trabajo. Este encuen- tro va a exigir una reorganizacién de su propia economia psfquica, que deberd extender a ese cuerpo la investidura de la que hasta entonces gozaba tinicamente el repre- sentante psiquico que lo precedié. Yahesenialadoel poder de modificacién de la madre sobre esa parte de realidad a la que reaccionan la psique y el soma del infans, reaeciones que le revelan su propio poder de ser afectada por la vida del mundo y de ser modificada por aquello que la afecta, Pero esta revelacién es asimismo revelacién para la psique materna: las primeras manifestaciones de la vida psiquica y somética del infans le pondran al descubierto el poder de emocién y modificacién sobre su propia psique detentando a su respecto por ese pequeiio fragmento de realidad, tan cercana, que el cuerpo de su hijo representa, Las manifestaciones de la vida somatica del infans producirén emocién en la madre, y las mani- fostaciones de esta emocién modifiearén el medio al que el infans reacciona y, con ello, sus efectos sobre su vida psicosomética. Y aqui surge de nuevo la importancia del ‘componente somético de la emocién: la relacién de la 154 madre con el cuerpo del infans implica de entrada una parte de placer erotizado, permitido y necesario, que ella puede ignorar parcialmente, pero que constituye el basa- mento del anclaje somadtico del amor que dirige al cuerpo singular desu hijo, amor que, lejos de ignorar, est pronta ahacer ofr, Ese cuerpo que ella ve, que ella toca, esa boca ala que une su pezén, son odeherfan ser paraella fuentes de un placer en el que su propio cuerpo participara. Este componente somatico de la emocién materna se trans- mite de cuerpo a cuerpo; el contacto con un cuerpo emocionado toca al nuestro, una mano que nos toca sin placer no provoca la misma sensacién que una mano que siente placer al tocarnos Aunque este placer compartide entre dos cuerpos forme parte de lo licito, sin embargo la madre no podr legitimarlo para consigo misma si no puede enlazar la ‘emocién sentida con el mensaje de amor, con la demanda de proteccién que supuestamente le dirige un yo que todavia no ha advenido. La primera representacién del cuerpo del infans que la madre se forja le imputa de entrada un estatuto relacional que va a transformar la expresion de la necesidad en formulacién de una deman- da (de amor, de placer, de presencia), y que transformaré al mismo tiempo la mayoria de los accidentes somsticos y sufrimientos del cuerpo en un accidente y en un sufri- miento vinculados con la relacién que la une al nifio. Lo que la madre “ve” de las expresiones y el devenir de un cuerpo (su sueio, su estado de bienestar ode suftimiento, su crecer, su alimentarse, los primeros signos de su despertar al mundo, sus gritos y sus silencios...) dard lugar a una doble decodificacion: por una parte, la madre reconocerd aqui los signos objetivos del estado somstico, pero si su mirada no llega a ser —para enorme perjuicio de la relacién presente y futura entre ambos—la de un testigo neutro, no afectado, estos signos que afectan su psique y su cuerpo y que se acompaiian de placer 0 152 sufrimiento son decodificados como un lenguaje antici- pador de la presencia de un yo futuro. Lo que la mirada materna ve estaré marcado asimismo por su relacién con el padre del nifio, por su propia historia infantil, por las consecuencias desu actividad derepresién y sublimacién, por el estado de su propiv cuerpo, conjunto de factores que organizan su manera de vivir su investidura respecto del nifio, Poreso su mirada encuentra en las manifestaciones del funcionamiento somético una especie de prueba por el cuerpo del infans de la verdad de los sentimientos que experimenta ella hacia aquel que habita ese cuerpo. La vivencia de este cuerpo le confirma una y otra vez la legitimidad de la ansiecad que ella sentia, la legitimidad de su culpabilidad por no amarlo lo suficiente, la legiti- midad del sentimiente de culpa que acompaié a un nacimiento sellado por la prohibicién, la legitimidad del poder protector que ella imputa al amor qne el nifio le inspira... Esta decodificacién, parcialmente arbitraria y siempre singular, va s actuar sobre su reaccién a las manifestaciones sométicas del nifio y determinaré el ‘comportamiento materno, entendiendo aqui por compor- tamiento el conjunto de aquellos actos suyos que modifi- carén el entorno del infuns, Estas modificaciones podrén concordar 0 no con las motivaciones inconscientes (una mayor presencia ocontacto pueden responder a un fantas- ma de fusiéa pero ser también una defensa contra una agresividad reprimida), y estas motivaciones actuarén sobre la calidad e intensidad de la participacién somattica que acompafia al comportamiento materno. E] nifio per- cibiré més o menos oscuramente lo que se pueda estar expresando allf en forma disfrazatia, pero eso no impide que el comportamiento, sea cual fuere su motivacién inconsciente, vaya a acluar sobre la organizacién objetiva del espacio relacional, y otro tanto sobre lo que podra decirse o callarse en el diseurso con el que la madre hace pensable para sf esta primera fase relacional y mediante 158 el cual intentaré, en un tiempo ulterior, haeérsela pen- sable al yo infantil. Si el portavoz (la madre) cree “poner en memoria” Io que se juega en el presente, su propio pasado, su propia historia estan obrando de entrada para sefialar esa parte de lo visible, la mas importante, que seré objeto de su interpretacin y fuente de emocién. Esto no’ implica o no deberia implicar que tode expresién del cuerpo del niiio deba ser interpretada y que deba desen- cadenar en la madre una vivencia emocional. La madre debe ser siempre capaz de modificar ciertos fenémenos que surjan en el presente de la vivencia somética, apelan- do aaquel otro discurso sobre el cuerpo quese conservéen la “reserva tebrica” de su capital ideico. Este recurso es necesario para moderar el poder emocional que detentan el infans y su cuerpo, v pone de manifiesto la utilidad de Ja funcion de “para-fantasina” que puede cumplir ese “cuexpo del saber” que hace posible a la paique materna no ver perfilarse a la muerte en el horizonte de cualquier enfermedad, 0 2 la desnutricién eon cada biberén recha- zado. Pero es igualmente necesario que este “cuerpo del saber” no ocupe el proscenio més que él tiempo necesario para evitar un exces, una suma de emociones a las:que el propio infans no podria amoldarse. Fuera de estas “pausas emocionales”, deberé-preservarse una relacién privilegiada (que por momentos puede adoptar la forma de un enfrentamiento)-entre el cuerpo psiquico tal como lo foxja el proceso originario, y este cuerpo relacional y emocional, obra de la ‘psique materna. Bsta relacién permitiré la puesta en forma y le puesta en escena de la representacidn del cuerpo que el nifio se constraya. EL EPECTO.SUFRIMIENTO EN LA VIDA INFANTIL. Comencemos por interrogarnos sobre lo que yo lama- riael efecto-sufrimiento en la vida infantil. Poco le impor- 154 ta al nino que la-ehfermedad tenga o no una etiologia orgénica demostrable; ademés, en Ja mayorfa de los casos 41 no posee este saber sobre la patologia. Pero, aun si lo supiera, seguiria pregunténdose qué cosa decidié el encuentro entre su cuerpo y ese virus (pregunta que, como hemos dicho, se hace cualquier sujeto enfermo, tenga la edad que tenga, por poco que la enfermedad le preocupe) y jamas imputa este encuentro al azarniala debilidad desus defensas inmunolégicas, sino a lo que se juega en su medio psiquico. El nifio encuentra una confir- macién de esta “causalidad psfquica” imputada a la enfermedad en los efectos que ésta va a provocar en la madre, y en el discurso que ésta va a emitirle tanto sobre suenfermedad actual comosobre as quepudieron presen- tarse en el pasado. En un trabajo sobre el masoquismo, Micheline Enriquez’? enfatiza el papel inductor de un discurso materno que transforma el sufrimieuto pade- cido por el nifio pequefio en una suerte de dura prueba que conferir(a aeste tltimounacondicién heroics, magnifican- dose el tiempo del sufrimiento como el tiempo que engen- dr6 a un héroe. En El aprendiz de historiador y el maes- tro-brujo, irsist{, ala inversa, en las consecuencias de un diseurso que con sus blancos despoja al nifto de la historia pasada del cuerpo del infans que él fue, historia corporal que, como ya vimos, es indisociable de la que la psique del infans se forja de si misma. Si otorgo un privilegio tan grande a este signo de enfermedad que. puede ser el sufrimiento, es ante todo porque cumple una funcién autoinformante para el propio nino; después, porque el sufrimiento del cuerpo del nifio vaa indueir, de una w otra ‘manera, una modificacién en el comportamientomaterno y en Ja organizacién del medio. El sufrimiento pstquico puede ser interpretado como un capricho, como la conse- 18, Micheline Bnriquez, “Au carrefour dela haine”, especialmente ol capitulo TI (pags. 126 y sigs.), Hpi, 1985. 155 cuencia de una frustracién,de un rechazo queel nifiodebe aceptar, como una manifestacién que se puede modificar fécilmente y sobre todo como un acontecimiento casi siempre sin consecuencias posteriores;" esto explica el que a esos enunciados mediante los cuales el nifio expresa su sufrimiento psiquico (soy desgraciado, estoy triste, no me quieren més, me han abandonado), la madre pueda oponer con la mejor buena fe los suyos (no eres desgra- ciado sino caprichoso, no te han abandonado sino que te han castigado, a quion no quiero més es al nifto desobe- diente que a veces te sale, y no a ti). No sucede lo mismo en lo que ataie al sufrimiento fisico; su manifestacion reviste el cardcter de la evidencia, conlleva.efectivamente un riesgo que, lejos de ser negado, es a menudo ampli ficado; jamés dejaré indiferente a la madre, quien res- pondea él procurando atenuarlo o buyendo de lo que para ella forma parte de lo insoportable, o incluso mediante una reaccién agresiva, De abi esta primera consecuencia: elsufrimientodel cuerpoinduceen la madre una respuesta que retornaré al nitio en forma de revelacién sobre lo que su sufrimiento representa para el otro. El cuerpo sufrien- te, sea que ol sufrimiento se origine en una afeccién orgénica o que responda a la participacién somatica en una “afeccién” psiquica, cumpliré un papel decisivo en la historia que el nifio se construiré acerca del devenir de este cuerpo, y por ende de sf mismo, de lo que en él se modifica a pesar suyo, de lo que se querria modificar y de lo que resiste a este propésito. Como ya hemos visto, es lo inverso de la experiencia del placer, que va acompafiado de la esperanza de que nada se modifique, ni en uno mismo, ni en el otro, ni en el medio. En cierto sentido, podriamos decir que la experiencia de! placer da lugar a una sola demanda: que nada cambie. La experiencia del 114, Conviccién a veces harto errSnoa, pero a Ta que el progenitor sigue prestando erédito. 156 no sélo “demanda” lo contrario (que haya ), sino que las modificaciones esperadas va- rian de un sufriente al otro, y también en un mismo sufriente. Las respuestas van a variar igualmente: en el registro del sufrimiento, demandas y respuestas son polimorfas. Esta es unadelas razones porlas que aeufié el término de“somatizante polimorfo” para designar un componente normal en lerelacién del nifio con el otroy con la realidad. Para comprender e! porqué de este segundo polimor- fismo, no se deben olvidar dos caracteristicas que parti- cularizan el mundo y la vida del nifto pequetio: — La accién decisiva que ejercen objetivamente los padres sobre e] medio en donde vive el nifio, y la impo- sibilidad para éste de incidirsobre algunos de sus elemen- tos. —Loquesuponen paraél de enigmatico ¢ inexplicable Jas razones por las que la madre o los padres justifican el porqué y el cémo de este ordenamiento de su propia realidad, el porqué y el cémo de las exigencias que de ello emanan para el nifioy el lugar que por este hecho debe él ocupar. Nos6lo eslimitadosu poder de modificar estarealidad, sino que también lo es su posibilidad de apropiarse de las significaciones que a ella se refieren y que darian sentido auna organizacién que comienza por parecerle arbitraria o caética. A la inversa, constata una simetria en el registro emocional entre él y su madre, una simetria on sus posibilidades respectivas de modificar la relacién de ambos: las modificaciones serén a menudo diferentes y hasta antinémicas, pero se hardn presentes. El nifio 157 puede provocar estas modificaciones del comportamiento materno mediante los mensajes verbales que le dirige, obteniendoss‘ satisfaccién.a la formulaciéndesus deman- das. Pero también ocurre que sus demandas y mensajes, expresados por la voz del yo, se revelan ineficaces, siendo incluso que la experiencia le ha demostrado que rara vez sucede esto con los “emitidos” por su propio estado soma- tico. Frente a un. émbito sordo a las expresiones.de su sufrimiento psiquico, e] nifio intentara, y a menudo conseguird, servirse de un sufrimiento de fuente somé- tica para obtener una respuesta. Respuesta casi siempre decepcionante; es raro que una madre sorda al sufrimien- to psiquico sepa oir lo que el nifio demanda a través de su cuerpo. (A veces este sufrimiento se convierte en la tinica via-voz que revela al sufriente la causa ignorada de su padecimiento psiquico:) “Servirse de su sufrimiento somatico”: en efecto, aun si la causa de este sufrimiento es puramente orgénica y no debe nada a la accién de la psique sobre el soma, 1a respuesta que provoca no dejard derevelar al nifioel “uso” que puede hacer de 6). Este descubrimientomovilizard un interés privilegiado por cualquier signo de padecimiento: io cual explica la manera muy diferente en que el sujeto trataré su sufrimiento, a menos, por supuesto, que pase ciertos limites. BI nifilo puede padecer una angina y seguir jugando tranquilamente, charlar, comunicarse; también puede hacer de su “dolor” de garganta la sola y tinica via de comunicacién, no ser él ya sino este “dolor” mientras la respuesta, se lo haga desaparecer o no, no venga a dar voz al yo “sufriente”, a inducirlo a volver a ocupar el lugar de un demandador de euidados psfquicos. Pasada la infancia, y si dejamos de lado el papel que desempena el cuerpo en la experiencia del goce, el sujeto recurriré menos a su. cuerpo como transmisor privile- giado de mensajes por cuanto habré podido diversificar los destinatarios tanto como los objetos de su demanda. 158 Pero para que esta doble diversificacién resulte exitosa, aun hace falta que ese cuerpo, cuya responsabilidad va 8 transmitirle la madre al final de la infancie, tenga como referente un “cuerpo psiquico” cuya historia pruebe el amor que seledirigi6, ¢] reconocimiento yla valoracién de su identidad sexual, de su singularidad, el deseo de verlo preservarse, modificarse, hacerse auténomo. En caso contrario, las “enfermedades” que el “cuerpo psiquico” continuara sufriendo harén que el yomnantenga con su cuerpo una relacién que simplemente reproduzca la que tuvo ia madre con el cuerpo del nifto 0, mas exactamente, la que el nifio le imputé en la historia que se ha construido. Cuando esto sucede, la relacién del sujeto adulto con el sufrimiente de su cuerpo transforma a este sufrimiento en el representante del cuerpo del infans y del nifio que uno fue, infans y nif que uno puede también querer reparar, sobreproteger v, a la inversa, odiar, castigar con un suftimiento que se le impondra o que se exacerbara, o incluso al que uno quiere sen- cillamente ignorar, tomando asi por cuenta propia la sordera materna. El cuerpo sufriente siempre puede volver a ocupar eb lugar que el biégrafo habia otorgado en un pasado remoto otros accidentes sométicos, en esa historia que los habia transformadc en acontecimientos psiquicos. Y como es el mismo bidgrafo el que vive ol padecimiento presente, la significacién imputada a los sufrimientos pasados sera parte activa en la que 6! imputa al sufrimiento presente; las respuestas que se le habfan dado, asf como las que se habia dado a s{ mismo, influirén en lo que, cuando el sufrimiento retorne, demandaré a los otros, a su cuerpo, asf mismo. Concluiré este trabajo proponiendo examinar una situacién y un encuentro que van a decidir cierto tipo de prélogo en esa pieza teatral cuyo protagonista es el cuerpo y cuyo autor es la psique: prologo tan particular 159 como peligroso para la buena composicién de los actos que vendran después Por diferentes lados y desde hace unos cuantos atios,la vivencia depresiva dela madre con ocasién de sus prime- ros contactos con el nifio vino a ocupar un lugar creciente en cuanto a explicar los signos més precoces, més inme- diatos de un desamparo psiquico en el infans. Ahora bien, séa cual fuere la causa desencadenante de esa vivencia depresiva, ésta se exteriorizard siempre en la imposi- bilidad del “deprimido” de sentir placer en sus contactos, en sus investiduras, y por ellos imposibilidad de sentirlo y por lo tanto de demostrarlo y compartir sus sefiales. Dojo de lado laimportante cuestién que plantea esta muy precoz capacidad del infans para percibir el aporte de un placer compartido o su ausencia;y ello aun cuando lo que dije antes sobre la emocién nos ofrezca quizds una via de enfoque. Consideremos por cl momento esta ligazén entre la depresién materna, su imposibilidad para sentir- manifestar placer en sus contactos con el nifio, el hecho de que no se comparta el placer erégeno y las consecuencias destructivas que ello genera en la psique del infans, quien debe autorrepresentarse como poder de engendrar su placer. °Esta depresién materna parece casi una constan- 15.Es ovidente que laimposibilidadde sentir placer al amamantar, ‘sear 0 tocar al nifio influird sobre los movimientos necesarios para hacerlo, pero no creo que podamnos conformarnos con esta explicacién “mecanicista” 0 “realista”. Pienso que es necesario que la madre experiments tun placer psfquico, con sus comporientes erotizados, para que ol infans pueda sentir plesiamente sus propias experiencias de placer, La madre puede tener el mismo compertamiento gestual, le ‘misma digitacién, pero mi sensacién es que si no experimenta placer, sinohay circulacién de una experiencia de placer comin pot la via del cuerpo, 1a psique del infans no recibiré ‘el alimento” placer que necesita, en una forma apta para asimilanlo o motabolizarlo. Habra presencia de placer, pues sin esta energfa vital el aparato psfquico no podifa funcionar, pero su calidad y propiedados se treduciran en 160 te entre los factores “trauméticos”, y es evidente que puede ser consecuencia de un duelo, de una enfermedad, de un conflicto agudo... Pero sus efectos sobre la psique del infans me parece que responden, en una primera fase dela vida, alas manifestaciones de la depresién mas que asu causa, aun si el impacto de ésta se muestre también enJa forma en que vivird la madre su relacién con el nifio, sobre el cual proyectard de entrada la imagen de aquel (a menudo un primer hijo) cuyo duelo no consiguié resolver, la sombra amenazadora de una imagen del compafiero vuelto adversario en el eonflicto que se vive, la sombra de un padre o una madre desaparecidos, la imagen enlutada del propio cuerpo al que uno crefa protegido de la enfer- medad...!* Fl cuadro clinico en el que voy a detenerme esté marcado por un acontecimiento responsable de la depre- sign materna, y por las consecuencias inmediatas que hard sentir sobre el estado de complementariedad que durante un tiempo debe enlazar espacio psfquico con espacio somdtico, experiencia afectiva y experiencia sensorial. Recuerdo lo que dije mas arriba sobre la histo- riay la imagen de un cuerpo quo preceden a su llegada al amundo. Hemos visto que, aun en la hipotesis mas optimista deuna futuremadreen quien losmecanismos derepresién, sublimaciény asuncién dela castracién habriancumplide sus funciones estructurantes, ese “yo anticipado” lleva consigo la imagen del nifio que todavia no est4, imagen fiel alas ilusiones narcisistas de la madre e imagen muy Préxima @ un niso ideal. (Esta preinvestidura explica anomelias y ante todo en la resistencia que oftece esta forma de ‘energfa para ponerse al servicio de les funciones relacionsles de} ‘aparato. 16. Veremos que en un caso las consecuencias de Ia dopresién materna sobre el infans estén, a la inversa, directamente ligadas al encuentro, 161 también por qué para toda madre ese infans por nacer seré el soporte de todo lo que por momentos pueda cristalizar su angustia, su culpabilidad, su temor a la pérdide.) La experiencia clinica nos prueba cudn frégil puede revelarse cualquier aparente equilibrio psfquico frente a ciertas pruebas: muchas veces indiqué todo lo que comporta de tinica la experiencia del embarazo y por qué para ciertas mujeres puede representar una dura prusba psfquicamente peligrosa, ya que va a reactivar y removilizar todo un pasado relacional més 0 menos superado, que ellas debersin revivir en forma invertida. Hemos visto también que los mensajes, los ofrecimientos quelamadre dirigeal “yo anticipado”, comolas respuestas que este dltimo supuestamente le devuelve, tomarén apoyo en ese relevo representado por el cuerpo del infans, sus expresiones, su estado, sus movimientos, su apatia, sus Ilatitos... Ahora bien, este cuerpo, o mejor dicho las manifestaciones que expresan su vida y su'singularidad y por lo tanto esa parte de imprevisto que hace de él un euerpo vivo, debera ser acogido por la madre como el referente, sobre la escena de la realidad, de aquel representante psfquico que lo preceda y loaguardaba. El cuerpo del infans es el complemento necesario para establecer un estado de unién entre un representante psiquico preforjado por la psique materna y que se referfa a‘la idea nifio"(oa sunnifio ideal), y este nido que esté ahi. Sélo el cuerpo del infans puede proporcionar a la madre e808 “materiales sefialadores” que aseguren al “yo antici- pado” un punto de anclaje en la realidad de un ser singular, que obliguen y hagan posible ala madre preser- varla investidura de surepresentante psiquico del infans, y por lo tanto de ese “cuerpo pstquico” presente en su propia psique, sin dejar de investir la distancia, que es signo de vida, entre este representante y el infans real Distancia que diferencia pero también distancia real, ‘inica que puede enlazar su cuerpo psiquico a este cuerpo 162 singular, Pero, qué sucede si falla este anclaje del repre- sentante psiquico en la realidad del cuerpo del infans? Son posibles dos eventualidades: . —En la primera, nos hallamos con un fenémeno de ‘idealizacién parcial y, por este hecho, muy particular: ‘cuanto mas propenso sea el desarrollo del infans a subra- yaresadistancia, més idealizado estara su representante pstquico y mas deherd hallarse negado en el nifio todo lo que pertenezca al registro de lo diferente, de lo impre- visto. La “decodificacién” por la madre de los mensajes que el infans emite se mostrara correcta cada vez que el mensaje venga a confirmar su propia representacién de aquél, y en 1 caso contrario esa decodificacién invertiré la significacién del mensaje. Ciertos rasgos de la condue- ta, de las funciones sométicas, de las primeras mani- festaciones del despertar, de la atencin, se veran ideali- zados, sobreinvestidos, y en cambio serdn desvaloriza- dos, combatidos 0, més radicalmente, no vistos, todosigno de vida y toda modificacién que exterioricen y subrayen Ja diferencia. Esta idealizacin fragmentaria puede pro- vocar en el infans una inseguridad fundamental en lo relativo a los propios testimonios sensoriales, una incer- tidumbre mutiladora en lo relativo a la conformidad entre él mismo y la imagen devuelta por el espejo, una relacién muy extrane con el ideal. Reacciones que encon- tramos en e! esquizofrénico y que nos ilustran la funcion de escudo que el recurso a la certeza delirante puede entonces eumplir. — La segunda nos presenta la imposibilidad de la madre, frerte a esta misma situacién, de efectuar esa ‘idealizacién fragmentaria que al menos preserva ciertos puntos de anclaje entre el infans y su representanie psfquico. Imposibilidad que ve a colocarla frente a un ‘trabajo de duelo referido a un infans vivo. “Hacer el duelo de un vivo":en un sentido, es una experiencia que nos toca 163 atodos muy de cerea, porque la vida nos la impone cuando un otro todavia investido rechaza nuestro amor. Pero estas dos situaciones se separan por una diferen- cia radical: en la segunda, un sujeto fue primero fuerte- mente investido porque parecié singularmente conforme con su representante psiquico. La ligazén existié cabal- mente, incluso fue sobreinvestida, y por eso la ruptura quese nos imponeva a modificar el referente psfquico que nos habfamos forjado sobre el amado y a permitir poco a poco la elaboracién de un trabajo de desprendimiento, tanto respecto del amado como de su representante psi- guico. En la primera, lo que hay que hacer es el duelo de ‘toda posibilidad de ligazin entre el infans y el represen- tante psfquico que lo precedié, y ello, ademas, en ol momento en que un cuerpo real no puede seguir vivo sin ‘una ayuda exterior que presuponga una investidura dela vida de ese cuerpo. Pero, como podriamos investir un “objeto humano”, cualquiera que fuese, que no tuviera ropresentante psiquico? {Como podriamos investir a un “vivo” que exige ipso facto el asesinato de su represen- tante en nuestra propia psique? Dilema que se podria formular en estos términos: o bien la muerte del lactante permite preservar a un representante psfquico cuya idealizacién no conoceré ningtin obstéculo y que perma- neceré intacto en espera de un nuevo cuerpo, o bien la vida del lactanto se preserva y su representante psiquico estara condenado a muerte, pero en este caso ma prime- ra representacién relacional madre-infans deberé que- dar borrada para siempre de la psique para dejar sitio a una nueva. Pero, cual? A menos que se entrometa la muerte, la madre se ve arrinconada en una sitnacién que roza con lo imposible. Por un lado, deberé preservar un deseo de vida para este infans, investir las funciones necesaries para hacerlo, tratar de captar los mensajes desconcertantes emitidos por su cuerpo; por el otro, tendré que instalar con este fin 164 un nuevo referente psiquico, sin lo cual el nifio corre-el tiesgo de convertirse en un noexistente apenas su presen- cia ya no sea confirmada por una mirada que ve un cuerpo, que oye un grito, que constata que una boca vngulle un alimento, Pero este nuevo representante carecerd del arraigo en el tiempo, en un deseo, en una historia que sé esté presente en los demés casos. Todo nuevo objeto investido en el curso de nuestra existencia viene a ocupar el lugar de algo ya esperado. No es eso s6lo, por supuesto, pero disfruta de lo que yo habia llamado “una investidura en busea de soporte”. La experiencia nos ensefia que no cuslquier soporte. puede cumplir este papel, que cierta “idea” lo precedia y lo anticipaba y que es en. verdad el descubrimiento, siempre ilusorio en parte, de su confor- midad con esa representacién anticipada del objeto de la espera, lo que desencadena el fenémeno que llamamos amor, En el encuentro al que nos referimos, serd preciso 0 ser‘a preciso que la madre diese espacio a un represen- tante psiquico del nino que exigiese Ia desaparicién del que lo precedia, tinico que:podfa sostener una represen- tacién relacional madre/hijo ajustada a 1a economia psf- quica materna, sin contar que este abandono se impone en una situacion de urgencia. Ahora bien, loque es verdad para cualquier accidente corporal, sigue siéndolo para cualquier accidente psiquico: si sufrimos una caida, unos pocos segundos bastarn para fracturar nuestro cuerpo; en el mejor de los casos harén falta meses para que los pedazos vuelvan a soldarse y amenudo muchos més para encontrar mecanismos que compensen la disminucién funcional resultante, Ahora bien, la psique de este tipo de madires padece de 'o que yo amaria un “traumatismo del encuentro”, Este recién nacido que se impone a su mirada se sittia, muy a pesar de él, “fuera de la historia” o fuera de su historia; el 165 nifio rompe su continuidad con el riesgo de poner en peligro la totalidad de una construccién cuya fragilidad permanecta oculta para el: historiador. Al apelar a los recursos desu “borde psiquico”, lamadre deberé tratar de volver @ anudar los hilos, de reenlazar este tiempo presen- te con un tiempo pasado en forma tal de poder preservar una relacién con la temporalidad que sea compatible con el:proceso identificatorio y su movimiento. Si fracasa, su reaccién depresiva podré desembocar en un estadomelan- célica, en un episodio psicético o en la instalacién de un estado depresivo. En caso contrario, y sean cuales fueren Jos mecanismos psiquicos que le permitieron superar las consecuencias de este “encuentro traumético”, deberd llevar a buen fin un trabajo més arduo todavia que el del duelo y que exigiré, lo mismo, un tiempo de elaboracién cuya duracién seré variable pero siompre considerable. En general, este tiempo va a coincidir con el que se necesita para que el infans pase al estado de nifto, pasaje que ayudaré a la psique materna a superar su “trauma” proponiendo a su investidura signos, esta vez verbales, que le prueben la presencia de un yo y la funcion de mensajero que éste va a desempefiar para swe propias construcciones. Nuevas construcciones y nuevos men- sajes que se prestardn més facilmente ala interpretacién que se da de ellos le madre. para acerearse a quienes espera. Pero este nifio fue primero'un infans mutilado del ‘representante’psiquico que debié acogerlo. También él apelard a los medios de su borde ps{quico para superar las ‘consecuencias de esta experiencia de desposesién, de este printer tiémpo que lo colocé fuera de la historia, y también 41 podré lograr construirse una historia (la suya) aunque dejando en blanco un primer capitulo. Sin embargo, el éxito se mostrar4 atin més proble- mético para el nifio que para la madre: el trabajo psiquico 166 que implica incumbe a un yo que se encuentra atin en los inicios de su aprendizaje de histotiador y constructor. _ Por eso las consecuencias de semejante comienzo de vida dejarén casi siempre huellas indelebles en el funcio- namiento psfquico de aquel nifio o adulto con los que, egado el caso, e! analistase encontrar. Hudllas que nos dlustran la particularidad y complejidad de las respues- tas que el nifio supo hallar para que la vida del infans tuviera una continuacién. El conjunto de estas respuestas puede ser dividido en tres casos protot{picos que nos muestran el mecanismo psiquico determinante de cada uno de ellos: 1) 1a psique del infans logra anticipar su asuncién de la separacién, de la realidad, de un esbozo de compren- sién del discurso materno. Gracias 2 esto, facilitaré al méximo la tarea del “decodificador” exterior, volviendo sus mensajes lo més conformes posible con les tnicas respuestas que la madre es capaz de dar. Este “dema- siado temprano” de la prueba de realidad va a cumplirse a expensas de la autoncmia psiquica: no bien pueda formular demandss, el niiio permaneceré bien piéximo a las que él supone esperadas por la madre, para arrimarse as{ a ese representante psfquico que ella habia preinves- tido. El biégrafo se transformara en un copista, conde- nado a transcribir fielmente una historia que habia sido escrita por otro de una vee para siempre. b) Esta anticipacién no puede realizarse 0, sea como fuere, fracasa: ese otro con el que la psique se encuentra no podré ser investido como portador de un deseo de vida y como dispensador de placer. E] efecto placer ya no ‘tendra por soporte representativo un fantasma de fisin, sino que acompafiard a una actividad autosensorial cuya 167 figuraci6n psiquica retoma por su cuenta el postulado de autoengendramiento. Mientras que en la actividad auto- ‘ertica el placer tiene su soporte en el fantasma de una relaci6n fusional con el objeto del deseo, en la actividad autosensorial el placer acompafia, como hemos visto, a una figuracién en la que Jos efectos del encuentro pasan acumplir los oficios de un “objeto” cuyoreferente psfquico renite meramente al cuerpo propio. En toda una primera fase de la vida, el postulado de autoengendramiento es él inico organizador de las construcciones psfquicas, y ello se debe a que la psique materna organiza un espacio relacional que anticipa la presencia de un representante del ‘objeto exterior; lo cual ocurre durante el tiempo nécesario para que la psique del infans pueda hacerle un sitio y apropiarse de este metasigno del alfabeto de lo primario que le da acceso a un espacio y un mundo relacionales. Aun hace falta que este acceso, una vez tomado, no se vuelva por momentos impracticable: cuan- do elloocurre, e] ultimo recurso que le quedara ala psique nos enfrentaré al mecanismo que examindbamos mas arriba en relacién con el autismo. c) En el tercer caso: protot{pico comprobaremos la instalacién de una forma de escisién absolutamente sin- gular que, aun siendo fuente de conflicto, permitiré al ‘sujeto preservarse, mal que bien, y generalmente mal, un espacio relacional. El objeto exterior reconocido como el ‘nico on satisfacer la necesidad, sera desconectado de toda fuente erégena de una experiencia de placer, la cual se ha independizado de la experiencia y del tiempo de la satisfactién. Las consecuencias de esta escisi6n tan sin- gular como precoz reaparecerdn en el status y funcién que elobjeto de la necesidad va. preservar. Ellas nos aclaran Giertas formas de anorexia y de adiccién, y también la problemética relacional que subyace a una parte de aquellos cuadros clinicos que, por no poder clasificarlos con precisién, definimos como estados limite. La relacién 168 que la psique establece con el otro va a instrumentarse nicamente sobre el deseo y poder que ella le imputa (los de concederle o negarle aquello que el cuerpo necesita) y sobre su propio poder de exigir o rehusar este aporte, independientemente del estado real del cuerpo, trétese del alimento, el sueio o la satisfaccién de cualquier otra necesidad. Los tinicos signos mediante los cuales la psi- que puede hacer sitio a un euerpo que servirfa de relevo relacional, son aquellos por los cuales se manifiesta un cuerpo en estado de necesidad, lo que noes equivalente a un cuerpo sufriente. Si nos colocamos en la relacién padres/hijo, debemos recordar que, no teniendo el niiio Poder para satisfacer sin aporte exterior ciertas necesi- Gades del cuerpo, si tiene el de rechazar ese aporte y el de desencadenar, al hacerlo, un conflicto agudo. Se trate de nifio 0 del adulto, este rechazo, como el conflicto que provoca, probardn a lu psique el poder que ésta ostenta sobre su cuerpo, asi come el vinculo que continta enla- zéndola al otro: aqui el conflicto relacional entraiia siem- pre ciertas apuestas reales y vitales, ademas de otras fijadas de una vez para siempre. Ningin accidente eor- poral podré transformarse en un acontecimiento psfquico que encuentro un lugar en el movimiento que define a cada historia. Lo propio de la necesidad es su repeticién, que no puede dar lugar sino ala misma repeticién de la interpretacién que se da la psique, y que ella retoma indefinidamente. Secomprende entonces lainmutabilidad de la relacién conflictiva que, a este precio, puede conser- varse entre el sujeto y un otro, evitando al primero, nifio © adulto, el choque con un mundo desértico que él, en el mejor de los casos, podré noblar con sus espejismos. Mi conclusién se resume on muy pocas palabras: asf como no hay cuerpo sin scmbra, no hay cuerpo psiquico sin esa historia que es su sombra hablada. Sombra 169 protectora o amenazante, benéfica 0 maléfica, que prote- ge de una luz. demasiado erudao que anuncia la tormenta; pero, en todos los casos, sombra indispensable, pues su pérdida entrafiarfa la de la vida, en todas sus formas. 170 3. DUELO Y TRASTORNOS PSICOSOMATICOS (Lanifia de la pregunta sobre los ovnt) Maria Lucila Pelento Cuestiones de limites y de fronteras marean algunos de los debates surgidos alrededor de la enfermedad psi- cosomatica. Repetidas veces se sefialé que este tipo de trastorno se encuentra en los limites de lo analizable. A veces ese limite fue entendido en sentido literal como demarcacién de una zona en la que el analista no debe penetrar. Otras veces fue el punto de partida para el desarrollo de hipétesis creadoras, hipétesis que suelen incluir la consideracién cuidadosa de las vicisitudes y fallos de la estructuracién psfquica temprana. También se afirmé que este tipo de alteraciones se ubican en un lugar de cruce o, como sefialé Ch. Rodas, en un lugar de encrucijada. ¥ una encrucijada puede ser un ugar de encuentro, de orientacién pero también puede ser un lugar de extravio o de confusién. Por estar ubicados estos trastornos en ese lugar de fronteras, la investigacién a la que dan lugar tiene faci- litado el contacto con conclusiones provenientes de otras disciplinas. Como sabemos, estos apottes son a veces lisa y llanamente recusados; en otras oportunidades, por el contrario, se los utiliza como respuestas acabadas a todas Jas preguntas que estos trastornos suscitan. Por supues- to, en este caso esa zona de enerucijada se transforma en zona de extravio. a Existirfa también una tercera posibilidad, la que impulsarfa, sin forzar integraciones, a pensar esos datos, a transformarlos en interrogantes intentando respon- derlos con instrumentos conceptuales propios de nuestra disciplina. Y si, como sefialé Bion, la riqueza de una experiencia —sea clinica o teérica— depende de la multiplicidad de Jos puntos de vista a partir de los cuales puede ser examinada, esta transformacién de datos en problemas aumenta esos puntos de vista suméndose éstos a ese enigma central que convord a los analistas: cémo enten- der el corte entre cuerpo y psiquismo que se produce en la enfermedad psicosomatica. Deseo puntualizar algunos de los datos que merecen ser pensados: entre otros, los que seiialan que las perso- nas sometidas a cambios disruptivos enferman mas que las que no lo estén o los que afirman que el duelo constituye una situacién paradigmética de cambio dis- ruptivo o los que sefialan que el estrés posee una especio de antidoto natural y que ese antidoto se lama soporte social (Bernardi, R., 1989). Estos datos reformulados'en preguntas se me volvie~ ron'acuciantes tanto en la clinica de adultos como en la clinica de nifios. Respecto de esta tiltima, tanto en los tra- bajos de analistas que investigaron la cuestién del duelo en los nifios como en mi propia experiencia, no todo nifto que pierde a sus padres produce un trastorno psicosomé- tico. Lo que s{¢s cierto es que frecuentementese observan trastornds sométicos de corta duracién pero dotados de una enorme carga expresiva; allf el sostén familiar puede ayudar a revertir el malestar, ofreciéndole al nifio el plus de placer y las representaciones que necesita. Como sefial6 P. Aulagnier, estas ‘perturbaciones esporddicas, ‘més que indicar un corte entre el cuerpo y el psiquismo parecen delatar, en cambio, su intrinseca relacién. ‘Sin embargo, la clinica a veces nos enfrenta con nifios 172 en los que la pérdida de uno de los padres parece haber producido’un efecto arrasador. Nifios que a veces me hicieron recordar a esos nifios congelados e indiferentes ‘que describi6 Kreisler. Niftos desvitalizados, con secuelas en su cuerpo y en su psiquismo, que parecen generar un movimiento de alejamiento y no de acereamiento, como si en ellos también se hubiera construido “como una zona siniestrada’ (P. Aulagnier, 1988). Una situacién de este tipo observé, sobre todo en el comtienzo, en el tratamiento de una nifia de seis aiios ala que lamaré Inés. Inés: leg a mi consulta por presentar cefaleas ¢ hipertensi6n. Desde el punto de vista médico se trataba de una situacién compleja, ya que la hipertensién no produce cefaleas en losnifins, pero las cefaleas aumentan la presién arterial, Los abucios relataron que la nifia vivia con ellos desde hacia un aio y medio, fecha en que sus padres fueron secuestrados. Muy répidamente los abuelos: conjeturaron: que su hija y su yerno habfan sido asesinados. A la nifia se le dijo —después de un tiempo— que sus padres estaban muortos. Sus sintomas somiéticos se iniciaron uunos seis meses antes de consultarme, Seguin sus abuelos, Inés hizo y hacia muy pocaspregun- tas, habiéndose adaptado con relativa facilidad a la nueva situacién, Unos meses antes del secuestro de la mamé de Inés, ésta le habia comentado a su propia madre que estaba triste y preocupada por no quedar de nuevo embarazada ¥ por la desaparicién de un abogado, socio y amigo de ellos. Conjetaraba que lo habian secuestrado por presen- tar habeas corpus por personas desaparecidas. Al recibir a Inés encontré a aquella “nifia juiciosa” de Ja que me hbian hablado sus abuelos. 173 Durante los primeros meses de tratamiento realiza- ba dibujos convencionales, daba muy pocas asociaciones. Respondfa a menudo “no s6” 0 “no se me ocurre nada”. Dibujaba sin placer, detrés de un trato formalmente “correcto” se la percibia distante y desinteresada. Acep- taba los héchos sin angustia, ni queja, ni protesta. En una de las oportunidades en que su abuela se atrasé al venir a buscarla —situacién que me preocup6 por las experien- cias vividas por ella—, de un modo hiperrealista concluys que “ya vendria, se podia haber atrasado por el tréfico”, Después de unos meses de tratamiento surgié un fenémeno que me llamé enormemente la atencién: su hipersensibilidad para captar olores a través de los cua- les identificaba la cualidad de ciertos objetos. Comenz6 a mencionar el “olor a cera del piso”, “el olor a jazmin del jab6n" o “el olor a rosas” provenientes de flores ubieadas ‘en un lugar no visible desde el consultorio. Esta hiper- sensibilidad, sumada a su expresién desvitalizada y al tono monocorde de su voz, caussba una profunda impre- sién. Con el tiempo, esta agudeza olfatoria generé en mi sentimientos de malestar y deangustia, yaque Inésen un doble movimiento parecia atravesar todos los objetos, tomando al mismo tiempo posesiGn de su perfume. (Recor- dé, en ese momento, aquel personaje de la novela Bl perfume, el que llega a asesinar para extraer todo el perfume del cuerpo de su amada.) ‘De todos modos, si al principio los objetos parecian ser para la nifia “sélo un olor”, con el tiempo las palabras de ja nifia me-ayudaron a entender que ese vinculo le permitfa identificarme ¢ imaginarme en determinado tipo de actividades. En una sesién, de un modo sorpren- denteiente expresivo exclamé: “Hay olor afresias, com- praste flores, justo las que me gustan”. En otra opor- tunidad expres6: “Cuando venta en el ascensor senti olor apintura... una vez, cuando mis abuelos pintaron lacasa, 474 ‘no tenfamos ni un lugar paraestar’”. Se me hizo evidente que esos signos se ian transformando con el tiempo en sefiales de presencia y ausencia, vivenciando esta tltima literal y metaforicamente como quedarse sin “ni un lu- gar” on la vida, ni en la mente de aquellos que necesitaba. ‘Acestos fendmenos significativos le sucedieron dibujas también especialmentesignificativos. En unasesién diujé una nifia sentada en el suelo al lado de ia cama; dijo que la nifia no podia dormir. Esponténeamente asocié su dibujo con un problema que la aquejaba, su insomnio, describiéndolo como un insomnio vacio, sin imagenes, ni ideas, ni sentimientos. Me pregunté por primera vezsi su insomnio podia tener que ver con los dolores de cabeza. A partir de ese momento cambié el modo de expresién de la nifia; su tono se volvié cada vez mas imperativo. Mientras dibujaba me pedia objetos en forma tirénica y exigente:“|Gomal, jel rojo!”, etc. Estas demandas exigen- tes —que purecfun exigir mi total atencién e incondicio- nalidad— se centraban en un momento en una cuestién determinada: mientras tomaba en sus manos um helicép- tero, exigta saber si los OVNI existfan o no existian y, si existian, de dénde venfan. Me enteré por ella misma que esta pregunta obsedante la dirigia a todas las perso- nas que ja rodeaban: su maestra, sus compaiieras, sus abuelos. Poco apoco percibi que lo que desataba su angustiaera que le ofrecieran respnestas diferentes 0 que desvalo- rizaren su pregunta, Una fantasfa que tuvo por la noche —una de esas noches en las que no podia dormir— empe- zaba a babitar su insomnio blanco: “Me imaging que un OVNTbajaba del cielo, venian sefiores malos y se llevaban ala gen‘e”. Esta fantasia que la inundé de pénico, la movié por primera vez adespertar y llamar asus abuelos. (En otra oportunidad y ante una de mis preguntas me habia respondido: “No puedo lamar a los abuelos, es de noche y de noche hay que dormir’.) En esa ocasién la 175 abuela y la nifta hablaron largamente de lo que les habia sucedido a sus padres tiempo atrés. Cedié su pénico y su Uanto, y abrazada a su abuela se durmié. Desde ese momento se calmé su insomnio. Roto cierto pacto de silencio comenz6 a desplegar todas las preguntas, las nostalgias y los temores que hasta ese momento no habia podido percibir ni comunicar. En sesién comenzé a llorar: loraba porque habfa perdido los lépices de colores que tanto necesitaba, lora- ba porque una compafierita la habia empujado; en su Manto se condensaban todos los desamparos que habia vivido: los que tenia que tolerar y los que hubiera sido importante que no hubiera tenido que vivir. Sin embargo, iba encontrando en s{misma razones que apaciguaban su dolor: a veces reconocia que hab(a empujado ala amiguita primero, otras que se sintié “empujada por sus papases”; aveces pensaba que su maestra tal vez habia encontrado jos lapices y “se los habia cuidado”, Descubri con el tiempo que Inés encontraba placer en darme placer: me ofrecia un dibujo o me contaba un chis- te o me cantaba una cancién. Pensé que trataba de revertir asi la marea que el encuentro con ia depresién de otros habfa dejado en su psiquismo. Uno de los problemas més dificiles que un nifio a veces tiene que afrontar es el del contacto con la depresién de los adultos. En esos casos, no tienen posibilidad de registrar que pueden dar placer y compartirlo. Experimentan en cambio a su hacer como frfo y vacio, incorporando —como sefialé Kestenberg—el clima depresivo y las vivencias de pérdida de los adultos. Inés no sélo lloraba o daba placer; también protestaba y se enojaba cuando otro nifio ocupaba el tiempo de su analista, hasta que su pregunta cay6 como un fruto maduro: “Por qué no tengo hermanitos?”. Esta pregunta le permitié articular historia y fantasmas. Un sentimien- to de culpa omnipotente y defensiva que la habia levado enalginmomentoa afirmarquesi hubiera estado despier- 176 ta —xecordemos su insomnio— habria podido evitar el Secuestro de sus padres, irfa a diluirse para dejar apa- Tecer —via repeticién—la culpa que sentfa por los celos que le desataba la presencia de otros nietos entre ella y sus abuelos Enojo celoso y culpa que precipité la recuperacién de otro fragmento de su historia: la abuela record6 y le relato que cuando era pequefia insist‘a en dormir consus padres yse engjaba mucho cuando su padre la llevaba de vuelta su dormitorio, Durante un largo tiempo fuimos realizando con Inés —ton una nena que ya juega— una dificil tarea de discri- minacién: diseriminacién de lazos familiares, discri- minacidn entre intencién y hecho, entre hacer cosas por azar 0 “a propésito”, entre rabieta y violencia actuada, entre las tristezas de otros y la propia, entre las distintas direcciones de sus deseos ¥ de sus enojos. Poco ticmpo antes de terminar su andlisis y habiendo desaparecido sus cefaleas y su hipertension, inés le pidié a sus abuelos que la llevaran a la calesita, jugar al que obstinadamente se habia negado a ir. Poco tiempo después recordaba que “una vez fue a la calesita con sus padres...”. Retomaré ahora algunas de las preguntas que me condujeron a seleccionar el material que acabo de presen- tar. Pero lo haré partiendo de una pregunta que atravesé gran parte dela teorizacion de P. Aulagnier: ,qué sucede cuando el suftimiento traspasa el nivel de lo tolerable? Esta pregunta exige, en primer lugar, conjeturar o detec- tar cual pudo ser —en el caso de existir— esa fuente de sufrimiento extremo. Repitamos entonces la pregunta antes formulada: ;Puede ser la muerte de ambos padres para un nif esa fuente generadora de un sufrimiento que sobrepasa el nivel de lo tolerable? Dicho en otras palabras, {siempre la muerte de uno 0 ambos padres a7 ejerce un severo efecto traumético en el nifio? Como sabemos, el gran ntimero de investigaciones realizadas en los tiltimos treinta afios no dan una respuesta univoca. ‘Sin embargo, leyendo las publicaciones de los tiltimos aftos se observa que cada vez més el interés esta centrado en descubrir cudles son las condiciones que hacen que la muerte de uno 0 ambos padres cea traumatica o que el duelo se vuelva imposible (Furman, E., 1974, 1986; Ar- fouilloux, J. C., 1983). Sibien es evidente que nunca se puede sefialar a priori sila muerte de uno o ambos padres es traumética para el nifio y que esto s6lo puede ser revelado en el curso de su andlisis, sin embargo es titil acercarse a la combinatoria de factores traumatogénicos que algunos de los autores sefalaron a partir del andlisis de nifios. E, Furman, prosiguiendo la investigacién ya plan- teada en su libro A Child’s Parent Dies, sefiala en un nuevo articulo de 1986 algunos de los factores trauma- togénicos, entre otros: las circunstancias dela muerte, las experiencias anteriores, la organizacién defensiva ¢ impulsiva existente, asf como el inadecuado sostén (holding) ambiental. Por otra parte, J. C. Arfouilloux, en un texto conmovedor titulado Los niftos tristes, revisa el problema del duelo en los nifios sefialando que para que un nifio pueda ser trabajado por la pérdida que le toca vivir necesita que se lo provea de palabras y de repre- sentaciones. Dice este autor: “Corresponde a los adultos hacer expresable mediante palabras todo lo referente ala persona del desaparecido y a las circunstancias de su muerte a fin de que la ineorporacién —de efectos muti- lantes— no sustituya a la introyeccién de las represen- taciones —etapa necesaria que permite cierto grado de identificacién con el muerto— antes que el trabajo de duelo lo entierre por segunda vez”. {Qué puede suceder entonces cuando “las circunstancias” de la muerte de los, padres dificultan esa tarea de transmisién de represen- 178 taciones? ;Qué sucede cuando el tejido social desmiente los hechos? ¢Qué pasa cuando estos factores entran en colusién con esa dificultad que solemos sentir los adultos para hablarle a un nifio de una muerte-asesinato? 0 en colusién con determinada ecuacién personal de los adul- tos? Ante todo deseo sefialar que el curso del andlisis de Inés me permitié categorizar la desaparicién-asesinato desus padres comoun hecho responsabledeun sufrimiento extremo: por la brusquedad de la desaparicién, por la pérdida de todos sus referentes habituales, por la angus- tia y el dolor ahogados de los objetos sustitutos, por la obturacién de todo examen de realidad, por la ruptura que provoc6 del contrato narcisista. {En qué forma intro- Gujo Inés la situacién vivida, ese hecho sin digerir de su pasado histérico y cuéndo? Fue para mi conmovedor obsorvar e6mo surgia del corazén del entramade trans: ferencial su pregunta: “{Existen los OVNI? {De dénde vienen?”. Esta creacién altamente simbélica le permitié sostener una pregunta, cuyo devenir me posibilite palpar el camino que empezaba a trazar el mecanismo de repe- ticién, ‘Hago un paréntesis para agregar que muchos afios mds tarde volvi a asombrarme cuando, al leer un trabajo de un historiador sobre las diferencias entre autori- tarismo y totalitarismo, el autor sefiala que todos los Estados autoritarios introducen en la sociedad un “mode- lo de llegada”, es decir un imaginario particular que anuncia que del “més alla” —més alla de la sociedad civil— vienen hombres con funciones especiales. Seguin los historiadores, este “modelo de llegada” prenuncia los actos sin ley que se proponen realizar. Gierro el paréntesis para volver a Inés y sefialar que para mi fue importante descubrir el largo tiempo que necesit6 la nifia para acercarse y planiear su pregunta, pregunta que contenfa lo que no habia podido meta- 179 bolizar de su historia material, vivencial y pulsional. La pregunta: “De dénde vienen los OVNI. le permitié desplegar fantasfas que concernfan a esa fuerza arra- sadora que la habia despojado de sus padres, asi como al enigma de su origen: “;De dénde vienen los bebés?”. Pero, a su vez, estas dos preguntas aparecieron ligadas mas tarde a los intentos de novela familiar que empezé a construir. Creo también «til senalar que a pesar de las dificul- tades que presenté el encuentro con Inés en el primer periodo de su andlisis, sin embargo éste no fue un tiempo vac(o. Por el contrario, fue uni tiempo en que pudo acerear al ambito del anélisis fenémenos pertenecientes a un nivel muy proximo al pictograma. Dicho en otras pala- bras, fue un tiempo marcado por la cireulacién de restos sensoriales, restos que transformados Iuego en sefiales permitieron que sus afectos y fantasias empezaran a expresarse. A expresar la necesidad de una presencia incondicional ¢ a mostrarme cémo toda ausencia arries- gaba con dejaila “sin ningin lugar’, o a transmitirme el momento en quela dusencia se transformaba en presen- cia potencial. La catectizacién progresiva que Inés fue haciendo de mi persona, de los objetos, del ambito del andlisis como de sus propias funciones —imiaginacién, pensamiento— permitié que se instalara en la transferencia y que desde alli pudiera ir enhebrando su historia, sus cuestiones sus verdades. En esa historia seguramente ocupé un lugar impor- tante la depresién de la madre o de los padres en un momento clave de su estructuracién psiquica, situacién que la volvié especialmiente vulnerable en el tiempo en el que tuvo que afrontar la muerte de sus padres. Dije antes que la nifia quiso, en el dltimo periodo de su andlisis, volver a ia calesita, y que esto movilizé un recuerdo adormecido. La deseripcién enternecedora de 180 Walter Benjamin en su libro Escritos sobre el nifio que anda en calesita me ayudé a reentender algunos elemen- tos y también a formularme més preguntas. Dice este autor: “El tablado con'sus complacientes animales gira a poca distancia del suelo. Es la altura que mejor nos permite soiiar que volamos. Se inicia la miisica y el nifto se aleja a sacudones de la madre. Primero tiene miedo de separarse de ella, pero después se pereata de su propia fidelidad... Cuando la musica se hace més lenta, el espacio empieza a tartamudear y los érboles tratan de recordar. La calesita se convierte en terreno inseguro y surge la madre, el poste muchas veces chocado en el cual el nifo, al atertizar, arrolla la cuerda de su mirada”. ‘Winnicott nos hablé de una paciente que se las habia arreglado para no nombrar a los objetos sustitutos —sns padres habian muerto— de ninguna manera, Esta niiia de ningiin modo querfa volver a la calesita. En el eterno retorno que ésta presentificaba, jtemfa no encontrarsecon la mirada de su madre o ya alguna vez no habia podido arrollar a ella la cuerda de su mirada? BIBLIOGRAFIA Abraham, N. y Torok, M.: “Introjecter-incorporer. Deuil oumelancolie”, Nouvelle Revue de Psychanalyse, Pa- ris, Gallimard, N° 6, 1972. Arfouilloux, J. C.: Enfants Tristes, Paris, Privat, 1983. Aulagnier, P.: La violencia de la interpretacion, Buenos Aires, Amorrortu, 1975. 181 —:“Condamné a investix”, Nouvelle Revue de Paychanalyse, Paris, Gallimard, N® 25, 1982. —:"Como una zona siniestrada”, Revista de la Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados, Mito 1988, NP 15. Bernardi, R.: “Factores de vulnerabilidad y riesgo en medicina psicosomética de acuerdo con las cortientes actuales”. Trabajo lefdo en las Segundas Jornadas Regionales de Salud Mental de la Infancia y la Ado- lescencia dedicadas a “Trastornos psicosométicos”, Asuncién del Paraguay, 1989. Braun, J. y Pelento, M.: La pulsién de savoir dans certains deuils spéciaux", Parts, Dunod, 1989. Furman, E. C.:A Child’s Parent Dies, New Haven, Yale University Press, 1974. —:“On Trauma: When is the Death of a Parent ‘Traumatic?”, Psychoanal. Study of the Child, N° 41, 1986, Kreisler, L.: L’enfant du desordre Psychosomatique, To- losa, Privat, 1981. McDougall, J.: Alegato por cierta anormalidad, Petrel, 1974, Rodas, Ch.: “La psicosomética: una encrucijada enig- maética’, trabajo leido en las Segundas Jornadas Re- gionales de Salud Mental de la Infancia y de la Ado- lesconcia sobre: “Irastornos psicosométticos”, Asun- cin del Paraguay, 1989. Winnicott, D.: Realidad y juego, Buenos Aires, Grénica, 1972, cap. 1. 182 4. RESPUESTAS A PREGUNTAS INCONCEBIBLES* André Green En 1975 se publicaba La violencia de la interpretacion de Piera Aulagnier, Este primor libro habfa estado prece- dido por una larga serie de trabajos. Hicieron falta no menos de diez afios para que la autora se sintiera capaz de dar a su pensamienvo esa cualidad de organizacién sistematica que sustentasu coherencia y susolidez. Yaen el prefacio de esta obrase defineel proyecto y seanticipan sus motivaciones. La experiencia del trabajo con psieé- ticos fijé para Piera Aulagnier su terreno de investi- gacién, sin duda el mas dificil del psicoandlisis. Y, sin dada, también el que cuesta més esfuerzos al analista. No sélo la prueba a que este trabajo clinico lo somete, sino también porque dicho trabajo obliga a poner en tela de juicio los conceptos de la teorfa del psiquismo. Piera ‘Aulagnier nos presenta asi, en un primer tiempo, el conjunto de sus hipétesis personales, que van “del picto- grama al enuneiado”, La segunda parte de su obra refiere Ja aplicacién de sus concepciones al pensamiento deliran- te primario en la esquizofrenia y la paranoia, sobre la base de casos detalladamente expuestos. Pero, al decirde Piera Aulagnier, la teorizacién de sus conceptos perso- nales habria impuesto una postergacién al objetivo pre- viamente trazado: “Encontrar una via de acceso al and- lisis de la relacion del psiestico con el discurso que *Publicsdo por primera ver en Topique, 97, 1986. 183 permita a la experiencia analitica desarrollar una accién ‘més cercana a la ambicién de su proyecto”." Los destinos del placer * (resefias de los seminarios de Sainte-Anne, 1977-1978) posibilitaron a Piera Aulagnier un tiempo de maduracién de lo que iba a seguir, sin precipitarse a compensar aquella postergacién. Esto nos permite tener hoy El aprendiz de historiadory el maestro- brujo, donde las hipétesis anunciadas en 1975 contintian fancionando como hilo conductor, pero con un poder de sistematizacion enriquecido y reforzado. En osta tltima obra la exposicién del trabajo clinico y Ja reflexién teérica se entretejen intimamente. En su paciente Philippe, Piera Aulagnier encontré ala vez a su Schreber y a su Hombre de los lobos. Con la diferencia, respecto del primero, de que el andlisis es aqut fruto de una experiencia y no de la lectura de las memorias del paciente. Pues, icémo no asombrarse ante la eimilitud de ciertas exprosiones emanadas de Schreber (‘Dios no conoefa al hombre vivo, no conocia més que cadéveres”), yas pronunciadas por Philippe? En cuanto al Hombre de dos Lobos, no es acaso el texto en donde Freud se siente animado por la pasién de lo histérico, y donde se afana en. reconstruir minuciosamente un pasado conjetural sella- do por el fantasma originario? Esto no significa que Piera Aulagnier se remonte demasiado atrds, seguramente porque el Hombre de los lobos presenta una estructura psicética y no una psicosis abierta; de ahf su intento de radicalizar un originario en un sentido diferente del de Freud. Este deseo de completar la teoria freudiana no basta, para definir la trayectoria de Piera Aulagnier. Marcada asimismo por la ensefianza de Lacan —su apego al 1. La violence de Vinterprétation, Paris, PUP., pag. 4, 2. Les destins du plaisir, Parts, P.UF., 1979. 184 concepto de discurso lo muestra a las claras—, también de éste se separa la autora, por lo mismo que Ja obra de Lacan agrava quizds avin més la carencia de Freud en lo relative a la psicosis. Paro esto pone sobre el tapete la concepcién misma del psiquismo que estas dos obras generan. No por ellose inclinaré Aulagnier hacia la teoria Kleiniana. Mientras que Freud y Lacan aparecen constan- temente emo trasfondo de su pensamiento, Melanie Klein y su filiacién son puestos a un lado, en la bisqueda de una solucién original para el problema de lo originario. En a amistosa contribucion que, a pedido de la autora, aportaré a este debate y que haré en nombre de antiguos lazos y de un aprecio reciproco, no discutiré sistemé- ticamente el contenido de El aprendiz de historiador y el maestro-brujo, Preferiré servirme de la libertad que se meconcedit, y vagabundear porlaobradePiera Aulagnier, indagar en sus conceptos de base, dcentuar —de ser necesario— los puntos de desacuerds, ofrecer scluciones alternativas. No haré justicia, sin duda, ala riqueza desu libro cuando deje de lado numerasos puntos que merecian ser reconsiderados y argumentados, Téngase a bien dis- culparme, El titulo del libro lo deja presentir: el punto de apoyo de la elaboracién es el proceso historico, y 1a psicosis marca su desfallecimiento, en realidad su anacronismo. Con respecto a la teorfa freudiana, ya desde La violen- cia de la interpretacién, Piera sostuvo lz necesidad de sumar, a las categorias de lo primario y lo secundario, la de lo originario. A sus ojos, lo primario freudiano no darfa cuenta de los procesos psicéticos, que se situarian en cierta anterioridad a los procesos descritos por Freud y que encuentran en el fantasma —es decir, en la organi- zacion de representaciones escénicas—su expresién. Por Jo tanto, hade postularse una fase que seria anterior a la 185 posibilidad de organizar los libretos fantasmaticos. Estos suponen un grado de desarrollo del aparato psiquico y una integridad de su funcionamiento que no estén asegu- rados en el psicético. Se’comprende entonces que el discurso delirante no pueda ser tnicamente inteligible a través de los fantasmas que en ellos podamos descubrir. En este aspecto, Piera Aulagnier tiene el tino de poner en guardia a quienes cayesen en la ingenuidad de creer que el inconsciente se manifiesta a ciclo abierto en el psicé- tico, colocando al analista en la paraddjica posicién de estar enteramente en condiciones decomprender el tenor del delirio, sin que por ello sus interpretaciones aporten el menor cambio de! orden del insight en el delirante, Pues el proceso psicdtico opera antes del fantasma, a nivel de lo originario y de su especial modo de repre- sentacién por el pictograma, Estemodo de representacién esta ligado al cuerpo libidinal, en lasraices de la actividad ps{quica. Yes en este principio dela vida donde se anuda para el psicético el enviciamiento cuya marca seré porta- da por su yo. Esta perspectiva no basta, sin embargo, para creer las, condiciones de desarrollo de la psicosis. Tendria el ineon~ veniente de encerrarnos en una concepcién solipsista que descuidarfa el papel cumplido por el objeto y por las relaciones que se instauran entre el infans y el pecho, para explicar las singularidades de la produccién picto- gréfica en el psicético y sus vicisitudes ulteriores. Piera Aulagnier no cae aqui en un error en el que sf suelen incurrir los autores que teorizan sobre la psicosis. Ella no se contenta con postular un defecto de base que consti- tuirfa por sf solo toda la psicosis y que explicaria la arboresceucia del proceso psicético. Las vicisitudes de la historicidad no pueden reducirse tnicamente a la histo- ria del sujeto, pues éste construye su historia y s6lo lege a ser su autor a condicién de que se apropie, modifi- céndola, de la historia que le habré contado otro y que lo 186 tiene a 41 como protagynista. Es en este punto donde intervienen el discurso de los padres y sobre todo de la madre. Ahora bien, en ciertos casos, debido a su propia estructura y a su propie historia, la madre propondré al nifio un relato mitico que le veda el acceso al Edipo. Presentaré al padre bajo rasgos que impongan su apar- tamiento por parte del nifio. La adhesién al mito materno pasa aser una exigencia absoluta para la conservacién de la madre, condicién de la supervivencia psfquica del hijo. En este caso —el de Odette— se desarrolla menos una peicosis que una estructura psicética, Estase organiza de acuerdo con un sistema de proteceién que puede conocer descompensaciones dramaticas pero transitorias, sin liegar a precipitarse en el delirio propiamente dicho. En suma, no es lo peor que podria ocurrir. Segim Piera Aulagnier, la psicosis resultaria m4s bien de la ausencia de un discurso materno,y el mutismo dela madre estaria impuesto por los inaceptables vinculos que ella misma tejiera entre el nacimiento de su propio hijo y la signi ficacién que éste cobra para ella con su situacién de hijo de su propia madre. Un hijo que no debié haber nacido. ~ Lamadre que dala vida es portadora entonees, respec todesuhijo, de un anhelo de muerte foreluido. El nifioque viene al mundo no es recibido con un odio explicito. Podriamos decir que se lo alimenta y se lo eria en una atmésfera de esterilizacién afectiva corporal y fantas- mitica. Y si la madre no constraye a su respecto ninguna leyenda, el silencio tal vez conjure el pensamiento de que de él solo pueden venir desgracias. Cosa que por otra parte sucederd. Advertimos ahora de qué modo se articulan las dos ideas maestras. Hay ca>almente en el sujeto una marca inaugural que procede de lo originario: un impensable del placer de la fusion entre una boca y un pecho. Pero, como todas las teorias que postulan un originario, en euanto hemos querido determinar lo que éste abarea se nos envia 187 a un punto de vista opuesto. No hay origen, pues este originario nos remonta a otro origen y de abf a un origen anterior, dejando adivinar una concatonacién plurige- neracional. No se puede hablar de origen sino en. los Iimites de un sujeto tmico nacido de una generacién espontéinea. Pero desde él momento en que consideramos tomado aeste sujeto en la relacién con un objeto que ledio nacimiento, o mas bien de dos, también habré que inda- gar en los origenes de este objeto o de estos dos chjetos. Los tinicos limites que aparecen son los del discurso, 0 sea, también, Jo quela madre y el padre del psicético diran sobre sus propios padres o abuelos. Lacan pereibié esto cabalmente y Piera Aulagnier nolo olvid6, Pero comprobé también por sf misma que el peso del significante no es aquello a lo que se pueda reducir una psicosis. Asi pues, la sohicién de esta contradiccién exigird que se articulen dos series causales: la de lo originario indi- vidual, que pertenece al infans en la relacién que man- tiene con su cuerpo libidinal, entendiéndose queel cuerpo dela madre tiene su parte en él, yla del discurso parental que le es posterior, y que en lo que tiene de implicito o de cexpreso “lleva las marcas de una transmision genera- cional a la que no es posible asignar un origen y que, en cualquier caso, desborda los limites del originario indivi- dual. La articulacién de estas dos series implica ciertas retroacciones, ya que el componente materno de lo origi- nario individual estaré marcado por un discurso parental foreluido en el cuerpo a cuerpo del infans y su objeto. Como contrapartida, la ausencia explicite del discurso materno en cuanto a tomar el relevo del pictograma y del fantasma, privaré al yo de la materia prima necesaria para la construccién histérica de su individualidad. He mezclado en esta exposicién las tesis de Piera Aulagnier, harto esquematizadas, y las mias, en una coincidencia de opuestos. Ast, me he referido a la vez a lo originario, segiin entiendo que lo concibe la autora, y a.su 188 impugnacién, que refleje mi propio punto de vista basado asu vezenla transmisién plurigeneracional. En un plano puramente teérico esta impughacién no tiene, en verdad, nada de impugnable. Puede aplicarse a la generalidad de os casos que nuestra experiencia nos Ieve a conocer. Pero la idea toma su fuerza en la psicosis porque ésta concierne a un sujeto que intenta desesperadamente, a través de un delirio, diferenciarse de sus objetos, y que invariablemente se vuelve a sumir en ellos, amoldéndose sin saberloasus fantasmas mds inconscientes. Desde ese momento, el origen ya no tiene ningtin sentido con esta comunicacién de fantasmas que se escalonan sobre mas de una generacién. La busqueda del punto de origen sehala la confusién entre los dos sentidos posibles de la expresién, dado que lo positivo se trueca por lo negativo y viceversa, Lareferencia al pictograma es la primera etapa desta interrogacién, Nohay que dar aeste términola definicién que le atribuye el diccionario; reducirfamos'entonees el pictograma al elemento de una escritura que traducirfa ideas por escenas figuradas o simbélicas, lo que dista mueho del sentido que le da Piera Aulagnier. Sinem: bargo, debe destacarse el afin de situar la representacion como principio de la actividad psiquica, También en Freud se hallaba esta inquietud, pero en su obra gene- raba ambigiedad. Mientras que en el orden de Jo pri- mario no plantea ningém problema, ya que las represen- taciones de cosa o de objeto (y los afectos que les corres- ponde) constituyen al inconsciente, no sucede en absoluto Jo mismo cuando se trata de las pulsiones (que no son ni inconscientes ni conscientes, pues sélo las represen- taciones merecerfan estos calificativos) y del ello. Estaba dicho que la pulsién era el representante psiquico de excitaciones nacidas en al interior del organismo, pero agui aprehendemos toda la diferencia entre las nociones de representacién inconsciente y la de representante 189 psiquico de excitaciones corporales, Mientras que la pri- mera encuentra su origen en las percepciones surgidas del mundo exterior, al que ella modifica ampliamente, el seguido se concibe como la forma psiquica que tomarfan las excitaciones corporales. Bsta distincién nos perinite concluir, por una parte, que el representante psiquico no podria tener ningtin contenido asimilable a lo que enten- demos por representacién y que, por la otra, Freud enlaza sin embargola actividad psiquica més clemental ala idea de una representacion. De todos modos, Freud completa la definicion de pulsion agregando que aparece “como una medida de la exigencia de trabajo impuesta a lo psfquico a rafz de su ligaz6n con lo corporal”? Una inspiracién andloga encontramos en Piera Aulag- nier cuando sostiene que la representacién es la actividad fundamental del aparato psiquico y que ella es.2 éste lo que la motabolizacién es al cuerpo organics. Piere Aulag- nier reformula a.su manera la teoria del apoyo cuando concibe la actividad psiquica como un doble de la activi- dad corporal, tomando de esta ultima su modelo de funcionamiento en un primer tiempo, v luego sometiendo este tiltimo producto.a una metabolizacién que constituye un material totalmente heterogéneo al de 1a actividad corporal. Este material diferente servird de andamiaje permanente a un libreto originario que se repetiré en forma indefinida Esta tesis aparentemente clara suscita miiltiples difi- cultades. Si lo psiquico es lo que resulta de la meta- bolizacién secundaria al préstamo tomado del modelo de actividad propio del cuerpo, jeuél es la indole de lo psiquicoantes de este préstamo? Piera Aulagnier presen- ta esta distincién como secundaria, siendo que los tér- 8.8, Freud, Métapeychologie, Paris, P.UF., 1968, pag. 18, trad. J. Laplanche y J. -B. Pontalis. 190 | | minos de partida la presuponen. Pero hay que decir que la especificidad de esa psique “prepsiquica’, si es que el término tiene un sentido —y no creo que lo tenga— resulta problematica. Esta es precisamente la razén por la que Freud define la pulsién anclada en el cuerpo como ‘ya psiquica, “bajo una forma desconocida para nosotros”, y por la que Bion postula una funcién alfa, desconocida para el sistema y que debe seguir siéndolo, En suma, Piera Aulagnier afirma que no podemos conocer lo psi- quico sino como resultante ulterior |aprés-coup] del prés- tamo tomado al modelo del cuerpo. Pero preciso es saber que existe cabalmente algo anterior |avant-coup| sobre cuya naturaleza seguimos sin damos respuestas. Si lo ulterior es lo mds original que Freud descubre en la temporalidad psfquiea, elrango de todo lo anterior(etapa presimbdlica, causa ausenta, letra detenidao incluso, por qué no, latencia mortifera cuando lo ulterior no lo devuel- ve a la vida) sigue siendo para nosotros casi impensable, La raz6n puede retornar sobre si misma pero no hasta el punto disparatado de poder pensarse como tal. Piera Aulagnier va més lejos que Freud en sus hipé- tesis. La actividad corporal que le sirve de referente es la experiencia sensorial. Su modelo supone el conjunto objeto-zona complementaria. Conjunto indisociable, pues en él reinan la indiferenciaci6n, 1o mismo. Lo mismo y el mundo se confunden en uno. Pero el uno mismo no est abi, Todas las zonas erdgenas interesadas forman bloque con un objeto en una complementariedad total. La meta- bolizacién supuesta consiste en transformar en auto- informacién los elementos en juego en la experiencia sensorial, Més precisamente, las sensaciones expe- rimentadas constituyen una autopresentacién de la psi- que, que se vive como capacidad para experimentar el producto del encuentro entre el cuerpo y el objeto 0, para expresarlo en términos mas metaforicos, como la fusion dal espacio corporal y el espacio del mundo. La infor- igt macién resultante es la de las cualidades de placer o displacer, que resume y totaliza la experiencia. Pero hay més: a esta autoinformacién se le enlaza un embrién de causalidad; el infans, que “percibe” esta autoinformacién, se atribuye el poder de haberla engendrado. Asi pues, la psique no es solamente. autoinformacién, es también autoengendrante del placer, y también del displacer. En este tiltimo caso, para combatir el engendramiento de un nuevo estado de sufrimiento, la psique escapa ala even- tualidad sirviéndose de una autodesinvestidura, de una automutilacién. Bl pictograma es la representacién de ese encuentro entre el objeto y la zona complementaria, con todas las consecuencias a que hemos aludido, El repaso habré dejado advertir la cantidad de empleos del calificativo auto, Lariqueza de la construccién hipotética es un arma de dobie filo. Esta concepeién de lo originario es una matriz compleja. Retoma ciertas ideas cominmente aceptadas sobrela indiferenciacién primitiva y sobreel papel estruc. turante de las oxperiencias de placer. Sin embargo qui- siera recordar que, de una manera general, en el conjunto de las teorfas psicoanaliticases raro que laestructuracién provenga directamente de las experiencias de placer. El acento se pone siempre primero en los efectos y conse- cuencias de la desorganizacion, y toda estrueturacién es secundaria a esta desorganizacién, es decir que la orga- nizacién es siempre reorganizacién consecutiya a una desorganizacién. Por lo tanto, aqui también las expe- riencias de satisfaccién serian ulteriores, y en forma sin duda idealizada. Piera Aulagnier les agrega no obstante ciertos corre- latos que sellan la originalidad de su aportacién: la auteinformacién y el sutoengendramionto. Y precisa- mente sobre este punto recaer mi critica. Al intentar deseribir lo que podrfa ser un originario més aed de lo primario, Piera Aulagnier le confiere propiedades muy 192 claboradas. Que hay informacin, no cabe duda. Sin embargo, hablar de autoinformacién es suponer la exis tencia de unainstancia capaz de reflejar esta informacion mediante el uso de le autorreferencia, Ahora bien, por un lado se postula la indiferenciacién objeto-zona comple- mentaria y por el otro se supone una diferenciacién entre una experiencia informativa y aquello que —cuando no aquel que— experimenta. Expresadas en términos lin- giifsticos, con todas las reservas que impondria una comparacién semejante, mientras quelo queesperébamos era una formulacién de tipo “Hay placer (o displacer)”, las concepciones que aqui se presentan harén pensar en un enunciado de tipo “Yo siento placer”. El autoen- gendramiento acentiia atin més la diferencia, pues ha- brfa que modificar la formula anterior y transformarla en “Yocreo placer” 0 “Yo soy causa de placer”. Estoy conven- cido de que este yo no tiene nada de comparable con el rango que mastarde le conferiré el lenguaje. Sinembargo, {m0 es acaso su precursor? Diré no obstante que, en cuanto a sus hipstesis de base, Piera Aulagnier se brinda demasiado o tal vez no lo Suficiente. Su definicién de! pictograma equivaldrfa a la de la pulsion. Ahora bien, a nivel de la pulsién y aun privilegiando la actividad de representacién —aunque agui se trata del representante psiquico de las exci- taciones nacidas en el interior del cuerpo—,en mi opinion xno se trata sino de una representacién que se ignora a si misma como representacidn. Lo que aqui se define como autoengendramiento supone una “contemplacién” de lo autoengendrado. Si hay representaciones, éstas carecen de representante (sujeto de la representacién) porque todavia no hay distincién entre representante y representado. Tal vez estemos prisioneros de ciertas falsas ventanas en cuanto a la simeirfa, Decir que el pictograma es al mismo tiempo afecto de la representacién ¥ representacién del afecto, es no atender a la diferencia 193 entre ambas nociones. La expresién “afecto de la representacién” sefiala la connotacién, en términos de intensidad, de la representacién atinente aqui al vepresentante-representacién, que pertenece més al régimen de Io primario que de lo originario. La representacién del afecto no es la simple inversién del primero, sino que designa un modo de representatividad del cuerpo para el que no existe ninguna representacién directa. Rsta ultima apunta més bien al representante psiquico de la pulsién. Por otra parte, al indicar el papel cumplido por los mecanismos de atraccién y repulsién o, si se prefiere, de introyeceién y proyeccién —en esta etapa prefiero hablar de incorporacién y excorporacién—, se describen proce- 805 que a mi juicio excluyen cualquier contemplacién, cualquier toma de distancia, pero donde la actividad psfquica se despliega en cl cumplimiento de actividades gue oscilan entre ambos polos. En mi opinién, lo origi- nario supone la pasivizacién del sujeto, sin que se pueda hablar por ello de autoinformacién. Constituye tal vez una ambigtedad fecunda moverse aqui en dos registros, el de un proceso, el de una puesta en actividad que pasiviza lo que entonces se supone de un sujeto embrio- narioquenoestaria dotadodeninguna posibilidadcontem- plativa y, en el punto opuesto, el que implica una mirada exterior a si que se representa, como para otro, que no es otro que el propio sujeto. Personaimente, prefiero pensar que la autoinformacién debe estar precedida por el tiem- po de la pérdida del objeto, ese tiempo cuyo lugar no ‘encuentro en la teorizacién de Piera Aulagnier. Propondré ahora una version diferente de la que nos presenta Piera Aulagnier. Para que una madre cumpla adecuadamente su papel, es preciso que esté habilitada Por lo que he llamado la locura materna. Me referfa con 194 ello a esa gran modificacién del psiquismo que acompafia al embarazo y al primer perfodo de la vida del hijo. Modificacién que afecta a todas las investiduras y las concentra en torno del bebé. {Por qué hablar aqut de “locura”? Para comprenderlo, se deberd tener en cuenta Que no atribuyo a este término, que distingo del de psicosis, ninguna significacién patol6gica. La locura (en el sentido en que se habla del amor como pequefia locura més generalmente de las pasiones humanas) est rela- cionada, a mi entender, con los destinos de las pulsiones eréticas, mientras que la psicosis siempre remite a la dominancia de las pulsiones de destrucci6n. Ast pues, la locura materna, cuya ausencia es altamente perjudicial para el nifio—recuerdo lo que cité antes sobre la “este- tilizacién” de los intereambios por parte de la madre— implica a la vez un sentimiento de omnipotencia en Ia madre, de quien dependen todo el bien y todo el mal causado al nitto, y ciertes proyecciones sobre éste que lo dotaran precozmente de una individualidad que lo reco- nozea como un sujeto en el momento mismo de nacer. Dicho de otra manera, la madre piensa: “El o Ella ama o detesta, quiere 0 rechaza esto o aquello”. ¥ esto mucho antes de que.el infans tenga el menor sentimiento que corresponda a la diferenciacién de un yo [moi], asf sea elemental, y a fortiori de un sujeto, aunque sélo fuese en su expresién més embrionaria. No es que la metabolizacién supuesta por Piera Au- lagnier sea toda ella inexacta. Sin embargo, se apoya no sélo en las experiencias sensoriales del infans sino tam- bién on Ja psique materna, de la que el infans recibe mensajes al mismo tiempo que excitaciones sensoriales, ‘Sucuerpose alimenta también de éstas. Piera Aulagnier, que insisti6 tanto en el papel de la voz materna, no lo ignora. La metabolizacién, pues, antes de convertirse en una actividad propia del nific, debe apoyarse en la condicién 195 previa de la metabolizacién materna, ya que es primera- mente la madre la que da un sentido a las expresiones de placer'y sufrimiento del nifio. Es importante sefialar aqui lanecesidad de un consenso, es decir que las experiencias de placer 0 suftimiento tendrian que ser reeonocidas como tales en su significancia afectiva, o por lo menos no resultar invertidas o hasta desviadss en su intencién ala manera de:“Ello hace a propésito...”, por ejemplo, quelas cargas de proyecciones persecutorias m4s 0 menos. camu- fladas. Hay aguf, por lo tanto, antes de legar a la autoinformacién, un rodeo por la informacién materna, con todos los efectos posibles de coineidencia o discor. dancia entre lo que es vivido por el nifio (sin ser deco- dificado) y la decodificacién materna. E} anillode retroac- cidn de este cireuito puede hacer surgir precoces double. bind. Pero, sea como fuere, hay pasaje obligado del cireuito por la comunicacién matema. Afiddase a esto el hecho de que en la madre también puede haber discor- dancia entre lo que siente (angustia, por ejemplo) y lo que transmite (frialdad, por ejemplo), y se comprendera que elmensaje final resulte positivamenteindescifrable. Como mfnimo, somos responsables de esta clase de confusiones en pacientes menos perturbados, cuando intervienen artefactos contratransferenciales que confieren a nues- tras palabras un valor contradictorio porque debajo subyaeen afectos que no concuerdan en forma alguna con nuestras palabras. Pero en el psicstico es imposible que las contradicciones discursivas del objeto sean puestas entre paréntesis. Es imposible pensar: “Ella dice eso pero sin embargo me quiere”. El recorrido obligado por la respuesta materna es lo que otorga la cualidad propia- mente psiquica de la experiencia que el infans vive, y no los estados de placer odisplacer en si mismos, inseritos en el propio cuerpo del sujeto. Bion, reflexionando sobre problemas anélogos, llega baa la conclusién de que las experiencias sensoriales, del 196 pecho, buenas 0 malas, no bastarfan por sf solas para crear el “componente mental” de la experiencia, diferen- ciado de su componente fisico. Es la capacidad de enso- Sacién de lamadre —que, dice Bion, “recuerda un proceso andlogo al de la digestién”— la que transmite la cualidad ps{quica dela experiencia. Sise acepta la tesis de Bion, se comprenders tal vez de qué modo la “informacién” de la experiencia fisica y de su componente mental transmitido por la madre pueden dar lugar a una autoinformacién y un autoengendramiento: el infans se apropiaria de lo que Hamaré la proyeccién subjetivante de la madre, cuyo amor se expresa en la atribucién al infans de las propie- dades de una individualidad reconocida como tal, pese a la total dependencia del pequefio a su respecto. Afiadiré incluso que tal vez sea preferible que la ensofiacién materna osté eargada de proyeccioues udiosas, y no que haya ausencia de ensonacién, Al menos, en el primer caso el nifio ve reconocérsele un poder, asi fuese malo, mien- tras que en el segundo, la relacién esterilizada no suscita quiz sino un sentimiento de inexistencia, Incluso pademos suponer que una experiencia senso- rial fisica de displacer a la que ninguna respuesta fisica consiga eliminar, puede convertirse, paradéjicamente, en una experiencia mental satisfactoria si la ensofiacién materna es consoladora v apaciguante. {Hay que imagi- nar por ello un infans que no reflejaria sino las produe- ciones de su espejo materno? El caso puede darse, pero no refleja mas cue una imagen en superficie; el que evita la catéstrofe, ola previene, es el falso self de Winnicott. Sin embargo, sepultada mas profundamente, la vida psiqui- ca propia del infans, a despecho de los esfuerzos inten- 4, W. R, Bion (1962), Aux sources de Veapérience, Paris, PUP, 1979, pg. 58, trad. Frangois Robert, 197 tados para neutralizarla, da fe de la metabolizacion. Inasimilable para la psique sin duda, a causa de su fracaso y de su violencia. También Bion admite la parte propia del infans en su capacidad, variable segin los individuos, de tolerar la frustracién. En los casos de bajo umbral, el excesivo recurso a la identificacién proyectiva, reduce las posibilidades de desarrollo del psiquismo. En suma, mi critica a la nocién de pictograma consiste sobre todo en asignar una fuente distinta a la autorre- ferencia que Piera Aulagnier postula como producto de una metabolizacién dela actividad ps{quica. Esta nonace Gnicamente de la experiencia sensorial, que de este modo tendria el poder de reflejarse en asombrosa capacidad de autoinformacién y autoengendramiento, sino de concebir esta reflexién como espejo interno constituido a partir del espejo externo ofrecido por la mirada de la madre (Win- nicott) y por su capacidad de ensofiacién. Se podria objetar que la indiferenciacién madre-hijo no permite utilizar los términos interno y externo. Muy por el con- trario, precisamente porque existe esta indiferenciacién, se constituye el espejo interno como si el nifio —para decirlo de una vez— se identificara con la funcién ma- terna, informada por el nifio de lo que éste siente, y que con sus cuidados engendra sus experiencias. Y precisa- mente la confusin que reina entre el infans y la madre le permite apropiarse, de manera autorreferencial, de lo que nace de otro psiquismo. La compleja estructura introducida por Piera Aulag- nier en su concepeién del pictograma autoinformativo y autoengendrador, traduce la dificultad con que se topan todos los autores de la literatura psicoanalitica que cons- truyen un mito de los origenes de la psique, ligando ésta, a la vida pulsional enraizada en el cuerpo. Ni siquiera Freud escapé a ella cuando, en una de las iiltimas defi- niciones que propuso para las pulsiones, afirmé queestén ancladas en el soma pero que su expresién las sujeta al 198 orden de lo psfquieo. Bion, igualmente, se vio obligado a recurrir a la hip6tesis dela funcién alfa, que transforma las impresiones brutas de los sentidos en elementos aptos para servir de material el psiquismo propiamente dicho. Podriamos citar otros ejemplos, pero seria inttil alargar la lista. En lo que me concierne, propondré una solucién que no pretende ser mejor que las demas pero que me parece mds satisfactoria, Se basa en Ia asimetria de la pareja madre-nifio. El nifio, o mejor dicho el infans, vive bajo la doble dependencia de su cuerpo y de su objeto, el pecho o la madre. Al nacer, tiene una potencialidad psfquica, como asimismouna potencialidad de adquirir el lenguaje que sélo se va a actualizar posteriormente. Esta potencialidad originaria no puede actuslizarse sino al contacto desumadre. sta, quees un adulto, ha invertido las relaciones entre el cuerpo y el psiquismo. Su psi- quismo plenamente desarrolladoy sumenor dependencia respecto de su cuerpo, captan intuitivamente que los cuidados corporales ofrecidos al nifio valen por el coeficiente psiquico que los acompaia naturalmente, Ella no atiende precisamente e! cuerpo de] nifio, aun cuando este cuerpo sea el objeto de los tratos més esme- rados: lo que cuida es su ser, que ella percibe en funcién de las variaciones de placer y sufrimiento que él expresa. La madre no previene la dependencia del cuerpo sino para dejar que el psiquismo despierte y se expanda. La dependencia del ser humano, sumamente prolongada, a la que responde el maternaje, apunta a lo que llamaré una descorporizacién progresiva cuyo corolario no serd otro que el enriquecimiento psiquico. El “salto a lo ps{quico”, que toma sus distancias res- pecto del cuerpo, no se algja de éste sino para volver a él por vias diferentes y con un fin modificado. Es el bien conocido paso de la necesidad al deseo. De este modo, la descorporizacién gana en significancia loque puede haber perdido aparentemente en intensidad. Pues gon los sig- 199 nos los que permiten la organizacién del deseo en busca de la reproduceién del placer. ¥ asi se inicia el paso de lo originario a lo primario. O sea, incluso, lo que permite el trabajo de ligazén sobre las representaciones de deseos organizadas en escenas fantasmatizadas. De la senso- rialidad pesadamente cargada de libido, es decir que acumula la investidura sobre sf, se pasa a sustitutos que la significan, més ligeros, mas méviles, que liberan la fuerte carga de una investidura antaio cautiva de las experiencias sensoriales, y que ahora la afectan para formar los vinculos, La metabolizacién que se sugiere podria ser concebida entonces como el predominio conce- dido a la induceién de representaciones por medio de la significancia. Pn suma, no se tratarfa de otra cosa que del paso de los sentidos al sentido. Tal parece ser la vecto- rializacién del aparato psiquico, el sentido de la flecha que dirige las operaciones. Invocar la descorporizacién no implica en absoluto inferir espiritualizacién alguna del aparato psiquico, porque no se trata sino de la diferenciacién padecida por una parte infima de éste, mientras el resto continuara padeciendo durante largo tiempo la ley del cuerpo. Y ademés, la descorporizacién continia estando a su servi- cio, con el sentido velando por la satisfaccién de los sentidos, asegurando su salvaguarda y autorizéndose el margen de locura que todo fantasma comporta. Sin la descorporizacién, la sublimacién seria incomprensible. ‘Aun es preciso agregar que no todo es sublimable, y que los individuos que han alcanzedo un alto grado de subli- macién conservan no obstante fijaciones pulsionales que no son integrablesa las conquistas dela descorporizacién. La descorporizacién no es la liberacién del cuerpo, todo lo contrario, sino el establecimiento de otro vinculo con el cuerpo. Este otro vinculo es quiz lo que permite la constitucién de lo que Winnicott llama objeto subjetivo. Sin el concepto de descorporizacisn todo el postulado 200 de la experiencia psicoanelitica naufraga, con Io cual no quedarfa a los psicoanalistas otra salida que integrarse a las filas de las terapias corporales, Si se mantienen apartados de éstas, es porque para ellos no se trata de ir directamente al cuerpo, sino de retornar a él por el rodeo del psiquismo. Desarrollaré ahora otro punto de mi eritica, En el origen esté, pues, el pictograma y, al término del desa- rrollo, el yo. Aun cuando inserta en este intervalo el tiempo del fantasma, me parece que Piera Aulagnier descuida voluntariamente muchos intermediarios. No ‘me parece posible pasar de la relacién con el cuerpo ala relacién con el saber, lo que es para Piera Aulagnier el yo, saltando por encima del yo (moi. Sin duda el concepto mis discutible, ms propicio para crear confusiones en psicoandlisis y cuyo mal uso conocemos en demasfa, Pero finalmente las indicaciones de Freud son inapreciables cuando nos recuerdan el vineulo del yo [moi] con el cuerpo, el yo|moi] corporal que corresponde a una super- ficie o ala proyeccién de una superficie, {Cémo preseindir deél cuando se teoriza sobre la psicosis? ;Acaso el cuerpo Psiquico del psicético no esté miltiplemente atravesado, agujereado desde todos lados por alucinaciones de toda especie, desde las més verbales hasta las més cenes- tésicas? Tampoco se puede prescindir de la comprensién que nos brinda la identificaeién proyectiva, por més que su utilizacién técnica pueda ser eriticada. Seria induda- blemente beneficioso afinar el madelo introyectivo-proyec- tivo subyacente, ‘Yomismo describi hace tiempo un mecanismodedoble inversién —anterior a la represién— que permite conce- bir de una manera més dinémica lo que Piera Aulagnier designa como pictograma. El efecto combinado de la inversién en lo contrario y de la orientacién sobre la 201 propia persona —que es el modo en que formamos una banda de Moebius— brinda una figuracién a la inves- tidura pulsional dirigida hacia la madre, y que recoge su ‘respuesta en forma de un circuito oscilante que, antes de intervenir la represién, no est4 casi estabilizado y donde dominan, segin los momentos, las efectos de la introyec- cién y de la proyeccién. En la psicosis, los efectos de las proyecciones destructivas conservan la mano en alto, por Jo menos hasta que las capacidades proyectivas se agoten en la petrificacién cataténica. En el sujeto normal, este circuito oscilante se despo- jar de sus contenidos para constituir, por medio de la alucinacién negativa, el marco interno susceptible de acoger en un espacio contenido lasintroyecciones y proyec- ciones ulteriores. Para la formaci6n de este marco interno es necesario que las caracteristicas representables de la madre se pierdan sacrificadas a la representacién del continente. Este es el primer tiempo de la alucinacion negativa. El segundo, que depende del primero, es el que permitiré el paso de las representaciones de cosa a las representaciones de palabra. La cosa debe borrarse para que la palabra la sustituya. Entiendo que éste es, para Piera Aulagnier, el tiempo del yo.) En el psicético no existen estos dos tiempos: ni el dela formacién del marco interno ni el del borramiento de la cosa en favor de la palabra. De ab{ que se invistan palabras como si fueran cosas, pero estas cosas mismas no estén descorporizadas, puesto que falta un marco interno. No hay limites para la proyeceién, que puede invadir todo el espacio. Es cierto que la identificacién proyectiva descrita por los kleinianos suele ser demasiado esquematica; pero lo que ellos describieron es verdadero, aunque no agote todas las figuras posibles de la proyeccién. Asf, al lado de Jas descripciones que se refieren a los intentos de retorno de lo proyectado, quisiera afiadir una constelacién distin- 202 ta que se observa tanto en el psiestico como en ciertos pacientes borderline. Es como si en la proyeccién deses- perada del yo [moi] para deshacerse del objeto malo, este ‘iltimo, expulsado, se llevara consigo la fuente pulsional. En lo sucesivo, situada ahora en el exterior, ésta se comporta como una boca vida que atrapa al sujeto y lo leva hacia ella en una suerte de poderoso efecto de imantacién vampirizante. La elaboracién de este fantas- ma, que bien puedo lamar originario en el sentido de Piora Aulagnier, es responsable del delirio persecutorio. Pero en este caso se trata ni més ni menos que de un sujeto, de un yo definido como relacién con el saber. Saber que alimenta lo que llamé hace un momento fantasma originario y para el cual no es apropiado el término fantasma, pero queen el delirio pasa a serlo porque éste nunea es produceién o reproduccién de lo originario sino trabajo sobre lo originario, enriquecide con todas las elaboraciones ulteriores del yo [moi], del fantasma y del yo, sin que los limites propios de cada uno de estos iérminos resulten siempre respetados. La funcién de la proyeccién es expulsar, si no estri tamente afuera, por lo menos lo més lejos posible del “lugar” donde ella nace por efectode laspulsiones destruc- tivas. Pero esto a fin de que las pulsiones eréticas puedan cumplir su trabajo de ligedura, es decir, para que logren establecer los primeros lazos de la sincronia y la diacro- nfa. Cuando la proyeccién, por toda clase de razones referidas tanto a la vulnerabilidad del sujeto a la frus- tracién como a la respuesta del objeto, es excesiva, se asiste a un auténtico barreno, el cual impide a la vez la formacién de la constancia objetal y de las primeras nociones temporales del antes y el después, Come lo hace notar Piera Aulagnier, mientras que en la experiencia fenomenolégica el yo se presenta como 208 punto de referencia central y origen de lo pensable, éste desconoce lo que lo precedié, o sea también lo que fue preinvestidoy deo queno puede teneridea, precisamente porque su origen real es el de las representaciones idei- cas, y porque todo lo que le es anterior no es accesible al Ambitodelas ideas. Elyoanuda una relacién estrechacon el saber, pero este saber se constituye histéricamente. En este sentido hay, si no concordancia, al menos compa- tibilidad entre, por una parte, el proceso histérico subje- tivo ligado a un deseo que se despliegaenunacontinuidad coherente —y por lo tanto deseo historizado— y, por la otra, la causalidad histérica mas vasta en la que este ‘iltimo se inserta, causalidad compartida por el conjunto cultural del que el sujeto forma parte. Ahora bien, la psicosis nos hace asistir la desconexién temporal de estas dos series. Bste divorcio quita al sujeto psicético la posibilidad de tomar puesto y lugar en la cultura comin, De este divorcio cultural nace lo que lamaré una heroizacién expulsiva. Pues todo delirante puede ser considerado como un héroe cuyas aventuras no acre- centarén el patrimonio cultural con la celebracién mne- ménica de sus elevadas acciones, felices o desdichadas pero dignas de ser comunicadas de generacién en gene- racién. Las aventuras o desventuras del delirante lo conducirén a la segregacion hospitalaria y terminarén en al olvido. Porque el mito se comparte, el delirio no. Currioso fenémeno: los delirantes reunidos en una insti- tucién psiquidtriea no entran jamés en un delirio que no sea el propio, aun cuando para un observador exterior muchos elementos, por la similitud de temas y con- tenidos, parezcan enteramente comparables, cuando no semejantes. En teoria, estos delirios emparentados po- drian ser objeto de intercambios y hasta de refuerzos mutuos. Sin embargo, no es asi. Parecerfa que todo delirante quiere ser absolutamente singular, inico y, mAs atin, desprovisto de antecesor, 204 desprovisto de toda filiacion. Se entabla una lucha per- ‘manenté contra el anonadamiento que se atribuye a la hostilidad de una fuerza adversa. Sabemos de su indole proyectiva, pero hay més que decir sobre esto. Pareceria que el yo est privado de su fuente de vitalidad, no teniendo més poder que el de resistir a una destruccién fomentada por el otro. En semejante caso el sujeto parece haber desplazado su fuente pulsional sobre el Otro, del que pasa a ser un titere. Esta transferencia viene junto con un cambio en la naturaleza de lo que se desplaz6 por proyeccién. Sila pulsién es poder, poder de goce potencial, su instalacién en la sede del Otro transforma este poder en potencia Desde ese momento, el sentido de las ac- ciones del Otro es enteramente absorbido por su voluntad de potencia. Esta no tiene més razén que lade servirse del sujeto inocente, sin que éste haya hecho nada para merecerlo, para ejercer sobre él, con maniobras diversas e incesantemente renovadas, los instrumentos de su potencia. Pero el heneficio de este trabajo del delirio es, entre otros, el de constituir por fin una historia que tenga un sentido. Este sentido no es el de la vida, que ya antes de que aparezca el delirio no tiene ningin significado, asi como uo lo tiene ningin proyecto que no se refiera al delirio mismo. Se ha construido de entrada una historia primero confusa y después cada vez més clara, que permite incluso la comprensién retrospectiva de lo que parecia litevalmente insensato. El sujeto marcha a la causalidad. Y cuanto més se perfila su causa, més se alejan de él sus origenes reales, su infancia, sus padres. Como lo advirtié Freud, el sujeto, mediante el delirio, se cura do su no-historia, Ha encontrado su anclaje en la vie Sabemos hasta qué punto estos delirios protegen las imagenes parentales, mantenidas fuera del conflicto inocentes de toda culpa. En esta elaboracién delirante 205 podemos reconocer, como lo hace Piera Aulagnier, una captura del yo por el pictograma. No se trata de reducir esta compleja experiencia a la originariedad elemental del pictograma. Tal vex podamos imaginar que; a partir de este pictograma originario, una parte de la psique va, a desarrollarse de acuerdo con un esquema més o menos normal, que darfa cuenta de la evolucién personal que antecedié a la eclosién de la enfermedad. Pero ésta es 1a parte més fragil del sujeto, la més precaria, lista para desmoronarse como un castillo de naipes ante las modi- ficaciones ulteriores dictadas por la adolescencia y el ingreso en la vida. Entre tanto, otra parte prepara el terreno del delitio saturando de imaginario foreluido los aspectos negativos del pictograma, Hay ciertamentemésde una manera de comprender la singularidad de este desarrollo temporal. La desconexi6n temporal invocada por Piera Aulagnier es una de ellas. Y si Bl aprendiz de historiador y el maestro-brujo repre- senta una avanzada en su obra, habré que buscarla por el lado de las relaciones entre deseo, causalidad e histo- ria, Lo que afiadiré es que en el sujeto el proceso histérico sélo se establece cuando se ha encontrado una compa- tibilidad entre el tiempo del sujeto y lo que he llamado tiempo del Otro. Hay empalme reciproco entre estos dos tiempos, separados en su origen por todo el espesor de las diferencias de desarrollo entre el in/ans y su madre. Aqu{ Ja flecha del tiempo esté contrabalanceada por las identi- ficaciones regresivas de la madre y porlas identificaciones progresivas del nifio. El tiempo del Otro, de la madre, no puede estructurar el tiempo del sujeto sino a condicién de este juego identificatorio movil que permite recuperarse de los fiascos de la experiencia, Nunca hasta cegarlos, claro, pero apuntando a la distancia tolerable que el fantasma habré de suplir. Ahora bien, en el psicético no se produce esta compa- tibilidad. O bien esta totalmente apresado en el tiempo 206 del Otro, obien el tiempo del sujeto se constituye sélo en el corte radical con el tiempo del Otro. El delirio puede aparecer entonces como el compromiso paradéjico entre estas dos posiciones, que las combina y las sitia en contradiccién absoluta. La lucha a muerte es la tinica salida para este combate. Y cuanto més progresa el psicético en la formacién de su delirio, mas retrocede sin saberlo hacia modelos pictogréficos que lo Haman, pero contra los cuales edifica unos vallados que le garan- tizarian la detencién hacia un puntodeno retorno. Podria ser, como afirma Searles, que todo psicdtico defienda el aceoso a una relacién que se remonta a la noche de los tiempos, a una felicidad perdida para siempre, no exis- tiendo ninguna posibilidad de suplantarla por el menor equivalente de un valor menos absolute. La psicosis preserva laomnipotencia del objeto primario como objeto interno. Sin embargo, la omnipotencia del objeto sim- diético es transformada en omnipotencia persecutoria. Toda persecucién remite a una idealizacién fundamental, as{ como toda idealizacion remite a una persecucion potencial. No hay lugar aqui para la ausencia —que no adoptarfa sino el rostro de una pérdida absoluta— a la que viene a contrarrestar una presencia engafiosa, y ello en cuanto surge la sombra de una soledad posible. Fécil es imaginar de qué modo esta relacion dual puede mutarse en duelo a muerte por bloqueo histérico, © incluso por ausencia de los relevos identificatorios que el tercero paterno encarnarfa. A los agujeros del discurso materno jes responde esa “ausencia de una ausencia” representada por el padre. Hay efectivamente un discur- 0 paterno al que el nifio es sensible, pero no tiene ningin anclaje histérico. No es mas que un reverso del discurso materno, noun discurso propio. Enel deliriohay una fuga hacia este discurso —en Schreber es mas que notable—, 207 pero esta fuga s6lo condena al delirante alas angustias de un anonadamiento implacable. Las grietas de una historia no sabida —historia falsa, sin duda, para cada uno de nosotros; pero poco importa pues desde el momento en que una historia semejante existe, es transformable— libran al psieético al senti- miento de un real bruto. Noel dela realidad exterior, sino el de una realidad psiquica inelaborable, salvo con el delirio. La conviccién delirante noes sinola transferencia ala realidad exterior de la fe en la verdad de la realidad psiquiea; méxime cuando ésta se refuerza en lo que el sujeto percibe del fantasma forcluido de la madre. Pero éste es el precio que se debe pagar por toda videncia. Toda capacidad de alcanzar lo que integra el orden de lo no sa- bido en el otro, tiene un corolario obligado: la ceguera so- bre uno mismo. Y ésta no es una amenaza menor en la contratransferencia que acecha al analista de psieéticas, cuyaexcepcional penetracién en ciertos momentosrespec- to de sus pacientes ie ocultard le vision de si mismo. Asi sucede con ciertas posiciones reparadoras queét no adver- tiré en su cardcter competitivo—y a veces hasta megalo- manfaco— con una imago materna de la que el sujeto, diga lo que diga, no quiere en absoluto separarse. Si aban: dona la posicién tercera que deberfa caracterizarlo siem- pre, el analista habré caido en la tramps y se encontrar, sin saberlo, all donde ya no se sitiia sino como reverso de la madre. Su doble simétrico, més bien que su otro. Es sabido que una de las originalidades del psico- andlisis francés en materia de psicosis es haber restau- rado, gracias a Lacan, la importancia de la funcién paterna, No me extenderé sobre este punto, pero simple- mente querfa afiadirle un comentario. El psiedtico —mo refiero al de sexo masculino—se encuentra barrado en lo que hace a la identidad sexual, pues con lo que tiene que vérselas es con una doble feminidad. Por un lado, él lucha contra la feminidad materna 208 peligrosa y destructora, aniquiladora desu diferencia con Ia madre en todos los planos; pero por el otro, al volverse hacia una imagen paterna como potenciacspiritual descor- porizante, fracasa con respecto a la feminidad paterna, fascinado par un masoquismo inconseiente que la desvi- riliza por completo. Toda tentativa de incorporacién del pene paterno esta destinada a asumir esa feminidad silenciosa del padrey a convertirse en la victima del pecho materno destructor. Entonces, si como dice Piera Aulagnier, el padre apa- rece en el lugar de lo que debié ser el concepto heteréclito de los padres, esta pareja se encuentra totalmente bajo el dominio materno. Y el padre ya no es sino otro hijo de la madre. {Cémo salir de este embrollo sino, al fin y al cabo, volviéndose uno mismo el pecho destructor y poder esca- par ast # la figura marlirizada del padre? Pero se trata sélo de una ilusién, y éste es el destino que eseogerA el paiodtico en el camino que lo llevaal hospital psiquistrieo. Pensemos una vez mas en Schreber, pues sospecho que ese padre martirizante que se valia de todos sus aparatos de tortura educativa, era él mismo una figura mar- tirizada, Para el inconsciente del psicético, se trate de Schreber o de Philippe, lo que se percibe en su goce inconsciente es el masoquismo. Cémase usted el carozo del cactus y lo que tendrd en 1a boca serén sus propios testiculos. Sus arranques depadre terriblenoimpresionan ala madre. En cuanto abra usted la boca, ella le zampara el medicamento que le eierre el pico. Abordaré, para coneluir, una cuestién: ;qué se juega en esta experiencia con el psicético, por lo mismo que da lugar a una elaboraci6n teérica? El titulo de la obra nos indicaré la respuesta. El aprendiz de historiador es el yo tropezando con las acciones de un maestro-bryjo, el ello 209 Pero el aprendiz de historiador es también el analista frente a los enigmas del maestro-brujo dela psicosis. {Por qué se trata de un maestro-brujo? Cuando un sujeto requiere un andlisis, es raro que no euente su historia por propia iniciativa. El anelista lo escucha y parece concederle maximo crédito. Ciertamen- te, ligeros tropiezos, confusiones cronolégicas inespera- das, reacciones afectivas imprevistas en el relato de los acontecimientos vendrén a suministrar los primeros indicios de los artificios de la construccién. El analista sabe bien que todo el andlisis consistira en la descons- truccién de lo que al final de éste aparecerd como una fébula que de todos modos resultaba necesaria. Sin embargo, la presencia de un proceso historizador es signo de una temporalidad on accién donde el continente im- porta mds que el contenido. Esta temporalidad refrenda la existencia de un yo que encuentra su lugar en un discurso. Con el psicético, es raro que en el encuentro la historia aparezea por si misma. Y cuando se ba instalado el delirio, la historia del sujeto comienza con la de éste; el inicio del delirio hace las veces de origen del sujeto, deesa nueva vida que ha cambiado el curso de la vida. En este caso, evidentemente el analista no puede adherir ni por un instante a esta versién de las cosas. Con posterioridad, cuando tenga ocasién de traer al psicstico mas acd de su delirio, los elementos que éste le proporcionaré no serén en absoluto suficientes para la construccién hipotética de a historia del sujeto. La ayuda que el analista querré encontrar en la memoria de los padres le aportara s6lo elementos negativos. Todo era “normal”, y el analista tendré que someter 2 examen precisamenie esa misma negatividad, mds atin cuando se dice que con semejantes padres nada podria ser normal para nadie. Se termina pensando entonces que aqui la brajeria no se manifiesta fundamentalmente en las exuberancias del delirio, sino en primer término en el borramiento de las huellas del 210 pasado, Una extraiia complicidad en la ceguera retine entonces al psicético con sus padres. Y quizas es entonces cuando se forma el deseo del analista de construir mas 0 menos entera una historia borrada a medida. Noes sélo la autenticidad del recuerdo lo que habria que cuestionar aqui en favor de un fantas- ma inconsciente, sino mas bien eso no memorizable en todo sujeto y de lo que sélo nos dan testimonio los distantes retofios que produjo. En el psicético, a lo no memorizablese le agrega lo no memorizado, que dio lugar a una historia en blanco. Tal vez los que se ocupan de psicéticos busquen en elles los fragmentos de una prehistoria que les es inac- cesble, Acarician la ilusién de conocer, a través de la psicosis de los otros, los fundamentos impensabies de su Propio yo. Pero el mismo psicético, :qué busca junto al analista? Larespuesta que supone el deseo de ser escuchado nome convenceré. Pues incluso cuando ge lo escucha, el psicé- tico dificilmente renuncia a su psicosis y a su delirio. {Cémo aparece entonces el anallista a los ojos del deliran- te? Quizé como alguien que no habria hallado esa res- puesta que el delirio sf proporciona. La falta habra sido Uenada por el delirio, mientras que el analista no habria sabido hacer nade con su falta, onada més que buscar en ella su respuesta junto a otros a los que se llama en- fermos. Bl psicético sabe que el analista no comparte su delirio. Y tampoco pretende enrolarlo en su conviecién. ‘Tal vez lo observa vager en pos de una respuesta que él mismo ya ha encontrado. Y cuando en ciertos momentos feeundos de la relacién analitica nos acercamos a la desconstruccién de la respuesta delirante, todo se enre- da, el pensamiento se dispara, rehuyendo a cualquier precio enfrentarse a una verdad intolerable. El analista quedaré abandonado a sus incertidumbres en el mismo ‘momento en que las certezas del delirante se sacuden, 211 Pues, iqué tendria que hacer con una verdad que, para 41, llega de todos modos demasiado tarde? Porque los procesos psicéticos tocan al ser mismo del sujeto. La expresién puede tener resonancias metafisicas yno es éste.el sentidoen quela utilizo. Loquequiere decir es otra cosa. Los procesos psicsticos suelen seducirnos por su contenido. Nos dejamos fascinar por su asombrosa creatividad. Pero no es en esto en lo que tocan al ser mismo del sujeto, sino por su extraordinario poder de imitar los mecanismos psiquicos mds inconscientes, que ellos disfrazan de representaciones. Mas precisamente, lo que imitan es nuestra teoria de los procesos psiquicos. Bl delirio de Schreber es la versién novelada del Proyecto de una psicologia para neurélogos, que Freud escribié febrilmente y en secreto. Y su conciencia de esto era tan clara que, al final del estudio que dedicé al Senatprisident, necesité defender su anterioridad. No comparto el parecer de quienes pien- san que la teoria es 1a defensa que el analistaerige contra la psicosis que lo amenaza. En cambio, estoy convencido de que nuestra fascinacién por la psicosis se debe 2 que nos brinda la ilustracién del funcionamiento del aparato psiquico, no a nivel de sus contenidos —que es el aspecto més anecdético, incluso cuando aleanza fantasmas que dotamos de la condicién de primitividad, y aun de la originariedad més radical—, sino a nivel del continente. Que el continente se represente en la psicosis siendo que éles més bien la condicién de la representacin, es una de las cosas mas extrafias que quepa imaginar. Pues, fuera de lapsicosis, no tenemos ningin otromedio para conocer este continente. ‘Me referiré, para concluir, a un punto de acuerdo con. Piera Aulagnier. Comparto plenamente con ella el pos- tulado de la representaciGn, dando a este concepto la méxima extensién posible, siguiendo la huella de su expresién de lo originario mas remoto hasta las produc- 212 ciones més sublimadas. ¥ tal vezel delirionosea otra cosa que una sublimacién paradéjica. Paradgjica porque la sublimacién junta entonces lo que el delirio separa Sublimaci6n que no involucra tnicamente pulsiones, sino que procede a recrear un aparato ps{quico destruido y proyectado en la construccién delirante, que se da ‘entonces como representacién de algo irrepresentable. Pero hay una ilusién de la que el analista debe preca- verse. Esa representacién tiltima que se le ofrece y grax clas a la cual edificaré su teorfa, convirtiendo la version nevelesca del delirio en versién cientifiea, puede apare- cérsele como el origen de toda pregunta que remita al punto de partida de todo desarrollo. Esta busqueda quedaré frustrada, pues debe saberse que, en psicoandlisis, aun Jo que nos parece el ombligo de toda pregunta es ya una respuesta, No conocemos mas que respuestas para preguntas en las que ni siquiera podemos concebir de qué son ellas mismas objeto. Tercera parte HISTORIA 5. LOS DOS PRINCIPIOS DEL FUNCIONAMIENTO IDENTIFICATORIO: PERMANENCIA Y CAMBIO* Piera Aulagnier La simple lectura del proyecto que nos hicieron legar Jos onganizadores de este coloquio bastarfa para recor- damnos, por sihiciera falta, la extensién y complejidad de Jas cuestiones que serfa preciso tratar para esclarecer en profundidad diferentes opciones que el analista privile- gia en su abordaje tedrico del fenémeno “psicosis” yen su labor terapéutica, ‘Opciones a veces emparentadas, a voccs abiertamente divergentes, pero que se rigen siempre, y en su totalidad, por la respuesta que haya aportado el analista a la cuestién siguiente: gcudles son el o los factores respon- sables de aquellos cuadros clfnicos que nos autorizamos a calificar de psicéticos? Cuestién insoslayable aun cuando la experiencia demuesire —al menos es la leccién que he sacado de ella— que la teoria analitica no nos proporciona una respuesta exhaustiva. ‘Lo cierto es que ninguno de nosotros puede sostener su proyecto terapéutico si no presta crédito a sus propias respuestas, por parciales que sean. No es necesario agre- gar que s6lo su puesta a prueba en el campo de la clinica puede justificar este crédito. No tengo la intencién de imponerles como objeto de discusién mis opciones teérico-clinicas, pero quisiera convencerlos de la funcién absolutamente privilegiada “Trabajo escrito en 1984 (véanse pigs. 294 y sigs.) 217 que cumple el andlisis delas soluciones que el sujeto pudo aportar a su conflicto identificatorio. Funcién privile- giada pues es la tinica que nos ofrece en nuestro campo clinico un punto de orientacién que nos permita, para descubrir el denominador comin y a pesar de todos los rasgos que los particularizan, separar los cuadros que se nos presentan en tres conjuntos, compuestos respec- tivamente porlas probleméticasneuréticas, por las proble- méticas psicdticas y por esas problematicas que defino como heteréclitas, 1. EL CONFLICTO IDENTIFICATORIO. Cuanto més progresa la investigacién fundamental en su conocimiento del sistema nervioso central, més mara- villacos quedamos ante la complejidal, riqueza y preci- sign de los centros que coordinan el conjunto de funciones yssistemas que preservan nuestra organizacién somética. Maravillados, pero de ninguna manera sorprendidos por la existencia de semejante coordinacién, ni por la iden- tidad de los fines perseguidos. Con razén, nada nos pareceria més absurdo que considerar una disfuncién del sistema digestivo como la expresién de un conflicto que lo opondria al sistema respiratorio, donde cada uno de ellos procuraria hacer prevalecer la autonomia de sus inte- reses sobre el otro... Si fingiéramos olvidar la interaccién psique-soma, podriamos sostener que, siendo el fin natural de la orga- nizacién somatica la autopreservacién y el enrique- cimiento de su complejidad, sélo el deterioro fisiol6gico, mecéinico, podriamos decir, de sus células, el chogue con un agente exterior que hiciera fracasar sus defensas, un accidente que dafara uno de los centros de coordinacién, podrian poner fin a la vida, Siconsideramos ahora lo que nos ensefta Freud acerca 218 de la organizacién psiquica, su complejidad es igualmen- te asombrosa y digna de una admiracién similar. Pero en este caso, lo que prinicipalmente deberia sorprendernos es la preservacién de cierta coordinacién y colaboracién entre funcicnes, espacios, instancias cuyos fines son de entrada dispares, divergentes y a menudo antindmicos. El concepto de conflicto intrasistémico, que no tiene espacio en el registro somético, esté en cambio omni- presente en el registro psfquico. Hasta se podria decir que todo acto psiquico tiene una relacién directa con un conflicto que él tiende a resolver oa exacerbar. Origen de la vida psiquica y origen del conflicto coinciden: el primer grito lanzado por el recién nacido nos recuerda que vivimos porque Eros entra, desde un inicio, en conflicto con las miras de Ténatos; el iiltimo suspiro exhalado por un moribrndo nos sefiala la desaparicién de uno de los adversarios sobre la escena psfquica. Esta antinomia original, estructural, que opone a Eros y Ténatos, amor y odio, movimientos de investiduray movimientos dedesin- vestidura, esta matriz conflictual compone el telén de fondo sobre el que se desenvuelve la totalidad de la vida psfquica. Toda nueva funcién y toda nueva instancia que se instalan sobre la escena psfquica son el resultado de un trabajo de diferenciacién, de separacién, jamés pacifica y jamés definitivamente asegurada. El yo [moi] se diferenciaré del ello y en lo sucesivo procuraré defender su territorio contra los propésitos expansionistas de éste; el superyé, heredero del complejo de Edipo, se separaré de las instancias cuyas érdenes ha interiorizado e instalaré ideales que él pretende aut6- nomos, sin perjuicio de entrar en conflicto con estas mismas instancias; en el interior de una sola y misma instancia se enfrentan propésitos contradictorios: el funcionamiento de nuestro pensamiento exige que el principio de realidad adquiera prelacién sobre el prin- cipio de placer, que la previsién y la evaluacin de un 219 placer diferido nos hagan renunciar a la satisfaccién inmediatadela mocién pulsional, quela espera del placer no exija ya el retorno, la re-presencia de un solo y mismo objeto. Lasucesién de aquellos acontecimientos que sellan la evolucién del aparato psiquico exigiré una y otra vez una reorganizacién en el registro de las investiduras, una reparticién diferente entre sus soportes internos (nar- cisistas) y sus soportes exteriores (objetales), la eleccién de nuevos objetos, el duelo de otros. Ninguno de estos movimientos se efectuaré pasivamente sin encontrar resistencias de fuente interior y de fuente exterior (el deseo del otro, las exigencias cuiturales), resistencias que dan fe del impacto de fines contradictorios y que tornan necesaria una negociacién, tanto entre las propiasinstan- cias priquicas camo entre el yo y aquel de los partenaires al que éste encuentra ¢ inviste, entre el principio de placer y el principio de realidad, entre pulsiones de vida y pulsiones de muerte, entre el fin “ciego” hacia el que tiende el deseo inconseiente, y esos fines orientados (o que uno cree tales) que dan sostén a las demandas del yo. Hubo quienes definieron el sistema nervioso central ‘como un generador de orden,! y mostraron que tiene el poder y la misién de transformar el ruido en informacién, culminando asf en una ganancia de complejidad asig- nable a su propia autoorganizacién. No tengo los cono- cimientos necesarios para discutir estas tesis; supongo que, como en cualquier otra disciplina, aqui también 1. En junio de 2981 so eclebré en Cerisy un cologuio sabre “Le autoorganizacién, dela fisiea & lo politico”. Como leetora profana, dos comunicaciones me parecieren singularmente esclarecedoras: la de Jacques Pailard, titulada ‘Les sciences du systéme nerveux et le formalisme du hasard organisationnel’, y 1s de Jean-Claude Tabary, titulads “Auto-organisation a partir du bruit et systme nerveux”. Estos términos los tomsé del segundo autar. Coloquio de Corley, Luts. organisation, de la physique au politique, Le Seuil, 1982. 220 hallaremos divergencias, puntos de vista dispares. Lo cierto es quelos avances desta nuevarama del saber nos enfrentan con una muy distinta concepcién de las leyes que rigen el soporte orgénico de la actividad mental. Seria absurdo pretender que se trata de un campo de investigaci6n totalmente ajeno al nuestro y al que po- drfamos ignorar con toda buena conciencia, pero creo en cambio que hasta hoy, por lo menos, nos asiste el derecho a defender la especificidad de nuestro campo, siempre y cuando precisemos y limitemos su objeto. Yo lo haré en estos términos: dilucidar de qué manera una parte de los estimulos externos e internos son metabolizados en informaciones libidinales cuya tarea es conducir a una ganancia de placer erégeno-narcisista. Ganancia de pla- cer que exigira maniobras eada vex més complejas por parte de un aparate psiquico obligado a tomar cono- cimiento y a tener on cuenta ciertas condiciones, coer- ciones y elecciones que le seré preciso respetar para alcanzar 0 acercarse a este fin, jmés atin cuando esta vez esa “ganancia de placer” podria revelarse como un “gene- rador de desorden”! Desde este punto de vista, que privilegia el enfoque econsmico, podemos considerar el aparato psfquico como un conjunto de funciones o sistemas cuya misién es administrar el capital libidinal del que cada sujeto dis- pone (y, siseme permite la“especulacién’”, afladiré que es quizé la transformacién en libido, o sea en una energia cuya finalidad es el placer, de una parte de la energia necesaria para la organizacién de la especie viviente, la que dio nacimiento a ese animal especial que es ¢! hom- bre). La metapsicologia nos ofrece un conocimiento sobre las leyes econémicas de este aparato, sobre las condi- ciones psiquicas responsables y necesarias para su evolu- cidn, y asimismo sobre las que pueden ponerle obstéculos. Esa evolucién no es lineal, esta connotada por movi- 221 mientos, mutaciones, progresiones que nuestra teorfa designa en términos de fases relacionales, La primera de estas mutaciones es la m4s fundamental; las que siguen ejercerén, por supuesto, una accién decisiva sobre el devenir de nuestra psique y por ende sobre nosotros mismos, pero ninguna implicaré una “revolucién” tan radical y de tan magnas consecuencias. Antes de esa mutacién, el postulado de autoen- gendramiento, Io que otros autores definieron con el ‘término de “autismo natural”, lo que Freud designa como yolmoil-ello indiferenciado, nos enfrenta a un funcio- namiento psiquico que ignora los conceptos de exterio- ridad y separacién, como ignora la existencia de un otro, de algo exterior a la psique, de un mundo. Después de esa mutacién, dicho funcionamiento deberd tenerlos en cuen- tay colocar asf las primeras piedras de esa construccién. compleja y jams terminada, resultado del trabajo de identificacién operado por el yo. Como veremos, también en esta construccién una modificacién particular y funda- mental rubrica el fin del trabajo del constructor niffo. Pero detengiimonos un instante en ese tiempo del antes, primero para sefalar la paradoja que, con ese fin, estaremos obligados a sortear: a menos.que nos confor- ‘memos con una pura observacién y medicién de constan- tes fisiolégicas, lo cual no es de nuestra competencia, sdlo podremos intentar comprender “este antes”, esa vivencia de un infans que ignora al otro, si tomamos como referen- cialas reaeciones psiquicas que esta “ignorancia” despier- ta en este otro. Elautismo como estado natural tienesu pareja enuna sobreinvestidura, en un sobrerreconocimiento por parte del otro en provecho del infans, no solamente “naturales” sino ademés necesarios para su vida. No obstante, si intentamos focalizar nuestra mirada énicamente en el funcionamiento psiquico del injans, cuatro caracteristicas 222 nos permitirén proponer un breve esquema de dicho funcionamiento: 1) Asistimos de entrada a la accién conflictiva de esas dos fuerzas fundamentales que son la atraccién y la repulsién, la tendencia a incorporar un objeto que no se sabe que es exterior, y la clausura sobre una unidad incorporante-incorporado, clausura que pondria fin a todo estado de falta, « toda actividad de busqueda, a todo deseo. 2) Suponiendo que estas dos fuerzas contrarias sean més 0 menos simétricas, la vida sdlo se preserva si, de entrada, una de ellas encuentra un aliado, una protesis en un deseo de “hacer vivir’, presente y activo en el yo de otro. 3) La observacién de quienes investigaron particular- mente la conducta del recién nacido demostré la importan- cia delos rasgos que caracterizan él medio psiquico al que es propulsado. También se sostuvo la hipétesis de un factor constitucional presente que podia actuar sobre la relacién inicial de las fuerzas de que disponen Eros y ‘Tanatos. 4) Més alla de lo que se viva particularmente en esta fase de “iniciacion” a la vida psiquica, no podemos prede- cir sus efectos sobre su evolucién sucesiva, aunque si podemos predecir que se presentardn ciertos efectos. Esta no predictibilidad se aplica, por les mismas razo- nes, 2 las consecuencias de! conjunto de mutaciones que alizan el funcionamiento psiquico desde su inicio hasta el final de Ja infancia. Aun cuando nos hallaramos, loque seria imposible, exactamente con los mismos “rasgos constitucionales”, con las mismas experiencias, con los mismos encuentros, comprobarfamos una igual singu- laridad en la manera con que cada psique trataré el acontecimiento, negociaré con sus “factores consti- 223 tucionales” y su medio, superard 0 no los obstéculos surgidos en el trayecto. Vayamos ahora a lo que se jugaré después del recono- cimiento de un otro de sf separado. El reconocimiento de esta separacién y de la existencia de un “otra parte” es consecuencia de la aparicién, en la escena psiquica, de una instancia capaz.de autoconocerse como separada, diferenciada y diferenciable del otro, y asimismo de un espacio “fuera del yo", pero esta vez interno. ‘Tomar conocimiento de un “separado”, de un “diferen- te” es conocer al mismo tiempo las modifieaciones y la autonomia propias de este “separado”: se descubriré que puede estar, altemadamente, presente 0 ausente, que puede amar o rechazar, que puede ser dispensador de placer o de suftimiento y, por este mismo hecho, que él impone un mismo trabajo de automodificacién al “yo eonocedor” que sélo puede aprehenderse, y esto ser siempre verdadero, por la represeniacién que éste se forja de su relacién con el objeto investido. Asf se inieia un proceso de identificacién que engloba a este conjunto de actos ps{quicos, permitiendo que el yo se autorrepresente como el polo estable de las relaciones de investidura que compondrén sucesivamente su espacio, su capital y su mundorelacional. Una vez mas seria un error olvidar que la investidura de una relacion, y mas atin de su sucesién, exigiran cada vez una negociacién entre el yo, que persiga su propio ello, y los fines que privilegie el deseo del yo del otro. Por eso no vacilaré en decir que-el yo es el redactor de un “compromiso identificatorio”; el contenido de una parte de sus cldusulas no deberd cam- biar, mientras que el contenido de otra parte de ellas tendré que ser siempre modificable para garantizar el devenir de esta instancia. Podria parafrasear a Freud y afiadir que el principio de permanencia y el principio de cambio son los dos principios que rigen ei funcionamiento identificatorio. 224 Pero igualmente podriamos sostener que el yo es este compromiso que nos permite reconocernos como elemen- tode un conjunto y como ser singular, como efecto de una historia que nos precedié mucho antes y como autores de aquella que cuenta nuestra vida, como muertos futuros y como vivos capaces deno tener demasiado en cuenta lo que ellos mismos saben acerca de este fin, Las afirmaciones precedentes no distan tanto como parece del tema de estas jornadas: psicosis y adoles- cencia. En efecto, se puede abordar la adoleseencia como voy a hacerlo, interrogéndonossobrelo quedebié concluir- se al salir el yo del tiempo y el mundo de la infancia Mientras se permanece en este tiempoy enestemundo, dos rasgos precisan la redaccién del compromiso por el yo 0, para ser mas exactos, el trabajo de identificacién que le incumbe: 1) Para Ilevarlo a buen ‘fin, esta obligado a firmar elianzas temporarias con el yo parental. 2) Deberd poder disponer de un conjunto de defensas que le permitan protegerse de un desfallecimiento o una negativa en el aliado, asf como del exceso de resistencia gue su propio ello pueda imponerle. Hago notar que utilizo aguf el término defense en una acepeiéa muy amplia: este término define ese conjunto de mecanismos (fobicos, cbsesivos, de inhibicién, de somatizacién, pero también de renegacién, de proyeceién, de idealizacién, de reconstruceién) merced al eual el nifio podré modificar, en el curso de su infancia y por lapsos breves, un fragmento de la realidad, un sector de su funcionamiento sométtico, ‘un sector de su funcionamiento ideico. Mientras perma- necemos en la infancia, estas defensas, salvo que una de ellas se fije y sistematica, son méviles, superables, no ponen en peligro la evolucién del funcionamiento del yo, su accién se ve contrapesada por la que cumple supues- 225 tamente cl yo parental, cosignatario del compromiso. Cosignatario al que incumbe la tarea de asegurar la identidad del redactor y los limites de lo modificable, limites de su contenido y sobre todo limites temporales. Al aceptar estas “alianzas temporarias”, el yo parental acep- ta, 0 deberfa aceptar, asegurarle al yo infantil que se lo reconocea través de sus propias modificaciones, ayudarlo en la eleccién de las cléusulas, a fin de excluir las que integran lo imposible y las que caen bajo el sello de lo prohibido. El abandono del tiempo y del mundo de la infancia exige que el yo pase a ser tmico signatario, y tome élsoloasu cargo la continuacién de las negociaciones que implicard su relacién con la realidad, relacién entre sus deseos y los de los otros, y entre lo que cree ser ¥ sus, ideales. ¥ por eso el abandono de la infancia coincide con lainstalacién de una redaceién conclusiva en lo referente alascléusnlasno modificables del compromiso, cléusulas que garantizan al yo la inalienabilidad de su posicién en elregistro simbélico o, si se prefiere, en el orden temporal yen elsistema de parentesco, Se me podria replicar que iertos sujetos dan la impresién dé no haber salido nunca de la infancia. Tengo, pues, que precisar mi punto de vista: salvo que se instale una psicosis infantil que fije el ejey la forma de la investidura padres-hijo y que, con ello, fije el movimiento temporal e identificatorio, todo sujeto va a abordar, empujado por “la dura realidad” 0 como conquistador, las orillas de este mundo que ya no es reducible ni superponible al tiempo y el mundo mera- mente familiares. Es preciso, pues, que el compromiso que garantizé hasta entonces una coexistencia mds o menos pacifica entre el yo de} nifio y su medio familiar, le posibilite una misma cvexistencia con ese medio extra- familiar y el compromiso de esos otros yoes con los que va ‘acruzarse. E] andlisis de cada comproiniso, desde el mas trivial hasta el més ideal, mostraré une y otra vez la participacin de tal o cual defensa tomada del arsenal 226 neurético? Sélo si una de estas defensas adquiere prela- cién sobre otras mas adaptadas —que siempre encon- traremos ejerciéndose en la neurosis—, se asistira a la eclosién de una de sus formas clinicas. Pero el conflicto identificatorio en el registro de la neurosis no pone en peligro ciertos referentes temporales, ciertos jalones de su historia libidinal que permiten al-yo reconocerse en aquello que él deviene, a pesar de lo que de él mismo y de sus objetos se modifica, se gasta, se pierde a lo largo de toda la ruta, y a pesar de le presién a flor de conciencia de sudeseoy su amorinfantiles. Un principiode permanencia se encarga de garantizar eu singularidad: los primeros cosignatarios del compromisolehan transmitidoel derecho aesta garantia identificatoria. En la psicosis no sucede lo mismo: 2, LA POTENCIALIDAD PSICOTICA COMO PRECIO DEL COMPROMISO IDENTIFICATORIO Al acercarme al concepto de potencialidad psicética aleanzo el objetivo que tracé para esta exposicién: demos- trar que en todos los euadros que situamos clinicamente bajo el titulo de psicosis, una misma cléusula imperative reaparece en el compromiso identificatorio firmado por el yo al abandonar el mundo infantil, abandono que supone que ha podido eximirse de la eclosin de una psicosis en la infancia. Estos compromisos no son idénticos. La singularidad del sujeto, de su historia, de las pruebas que debe atravesar, aparecen tanto en el registro de la psico- sis como en el de la neurosis. Ningiin sujeto puede ser reducido a su sintomatologia; pero, a la inversa, una 2. Por estarazén la “potencialidad neurética” se encuentran todos nosotros. 227 misma coaccién sella esos compromisos: el yo sélo ha podido firmarlo aceptando que una instancia exterior se instituya cosignataria “de por vida”; lo que debié ser una “alianza temporaria” desembocé en un derecho de fisca- lizacién definitive. La funcién cumplida por el aliado exteriorno pudo ser interiorizada, no pudo transformarse en una funcién que el yo asume en su propio y tinico nombre. El aliado se ha convertido en una suerte de colonizador que se arroga el poder de decidir sobre el derecho a la permanencia y sobre el derecho al cambio. Desde ese momento, el compromiso identificatorio s6lo pod preservarse si los dos cosignatarios garantizan su respeto. Puede ocurrir que alguno denuncie este compro- miso durante la infancia misma: sea que el yo materno exija seguir siendo cogarante y el yo infantil repudie esta alianza impuesta; sea, 2 la inversa, que el yo infantil no pueda arreglérselas sin esa protesis exterior y ésta se ‘tomne desfalleciente y hasta desaparezca o, hipdtesis que no debemos excluir, que muestre disposicidn a renunciar asus derechos. En ese momento el yo infantil se encontraré frente a un conflicto insoluble: Zedmo podria existir frente a un otro si constata o cree constatar que éste le impone ser y ser solamente lo que este mismo supuestamente ha sido? {Como podria existir por si mismo si cualquier cambio es ole parece ser denunciada por el otro, como la prueba de que ha desaparecido toda permanencia entre aquel que uno fue y que uno invistié, y aquel en que uno se convier- te? Cuando el conflicto adopta este cardcter, asistimos a Ja eclosién de una psicosis infantil: la neorrealidad cons- truida por el delirio tiene por presupuesto y por funda- mento la construccién de una neotemporalidad. Pero en cierto ntimero de casos se podrd evitar esta solucién: los dos cosignatarios respetardn los poderes asimétricos que el compromiso les otorga y éste, desde ese momento, podré preservarse. 228 Seinstalard asf, antes de quela infanciallegueasufin, esa potencialidad psicética que en un tiempo venidero podré pasar ono al estado manifiesto. Potencialidad psicética que puede constituirse y fijarse en momentos més 0 menos precoces del recorrido identificatorio; por eso sus eventuales manifestaciones futuras podrén dar lugar a cuadros esquizofrénicos, paranoicos, atipicos.. Pero, cualquiera que sea la fase relacional concluida con la fijacion de las cléusulas del compromiso, clausulas que sufrirén muy pocas modificaciones y casi siempre de pura forma, siempre importaré la apelacién a una defensa que coupa un lugar muy particular en el arsenal de las defensas psicéticas; me refiero a la idealizacién masiva del poder de otro. Y por esta razén siempre habremos de toparnos con las consecuencias dol duelo, en los limites de Jo asumibie, que esta deiensa impone al yo: hacer el duelo de cualquier autonomia en su devenir,Pese ala magnitud del precio pagado, mientras este compromiso se preserve no habré psicosis manifesta. Pero esto sélo seré posible si se respetan dos condiciones: o bien la fidelidad.y estabilidad del primer cosignatario, quien una vez acep- tado el juramento de fidelidad del yo del nifio respeta las ‘cldusulas del compromiso, o la posibilidad dada al yo de encontrar un nuevo cosignatario un poco menos exigente, tal vez un poco més complaciente, pero —no nos enga- fiemos— un signatario del que seguiré dependiendo exactamente igual. Mientras se permanezca en la infan- ia, las defensas puestas en acto, aunque tomades del arsenal psicético, pueden correr a la par con una relacién con la realidad que evite ol conflicto abierto. El yo infantil puede permanecer sorde, sin mayor perjuicio, auna parte de sus exigencias y renunciar otro tanto, es verdad, a una parte de sus promesas. Por eso la potencialidad psieética, Y¥ a veces varios sectores del comportamiento infantil abiertamente psicéticos pueden permanecer velados no s6lo para la mirada familiar, para la cual la ceguera es @ 229 ‘veces una necesidad y a menudo una decisién, sino para Ja dol observador. Ya no sucederé lo mismo. cuando el sujetodeba abandonar ese espacio cerrado, adentrarse en ‘un campo social no reducible ya al de la familia, descubrir Jo que separa a su compromiso del de los otros, y sobre todo enfrentar la intolerancia de éstos, con su rechazo, con su angustia ante todo lo que amenace con entrar en resonancia con su propia represién y con movilizar la representacién relacional—y peligrosamenteconflictiva— dé una experiencia que ha sido parte interviniente en toda infancia. Que nada cambie: si el sujeto pudiera ceder sin la menor distancia a este mandato, enunciado ante todo por Ja vor. materna e interiorizado en un segundo tiempo como prohibicién, la potencialidad psicdtice y el compro- miso identificatorio que lo sostienen estarian a cubierto de cualquier riesgo de actualizacién. Pero semejante obedioncia esté fuera del poder del eujeto, quien no puede ponerse a resguardo de la accién del tiempo, de ese acontecimiento que es la muerte del otro, de los acciden- tes que pudieran afectar su propio cuerpo y modificar la representaciGn psiquica que tiene deél, y tampoco de esos acontecimientos que puedan sacudir el campo social. y enfrentarlo a la precariedad y la inestabilidad del sitio que en él erefa ocupar. Por eso, cuanto mas tiempo pasa, més dificil se hace preservar la potencialidad, ym4s exigird ésta un acentua- do estrechamiento de las investiduras relacionales del sujeto: retiro anticipado que acaba por asimilarse a una suerte de muerte psiquica anticipada, Que todo cambie: en estos términos se podria formular el orden social que a veces recibe y golpea al sujeto a su salida del mundo infantil. Conminacién proporcio- nalmente imposible derespetar,amenosque el yorenuncie sencillamente a ser, para transformarse en un robot programado por otros. 230 Estas dos érdenes, tan abusivas como contradictorias, pueden llegar a obtener tres respuestas: —la robotizacién del yo, lo cual eliminaré efectivamente cualquier conflicto merced ala desaparicién de uno de los adversarios; —larebelién del yo al que se quisoimponerlas:se asistiré entonces a la eclosién de un episodio, de un momento psicético que podré ono reabsorberse osistematizarse; —una suerte de compromiso tributario de un “fingi- miento” por una y otra parte. El campo social fingira acoptar a estos “diferentes” a los que calificara de marginales, o a los que incluira en esos variados subgrupos para los que reserva un espacio particular, en los limites de sus fronteras. Ni verda- deramente aceptados ni legalmentte excluidos, lo social los considera como la prueba de su tolerancia y compren- sién. A su vez, el sujeto “fingiré” tolerar la escala de valoracién compartida y defendida por los otros, sesome- ter4 a una parte de las exigencias consiguientes, procu- raré no ver, y iio dejar ver, las maniobras de evitamiento y de esquiva con que se ha topade, para no tener que afrontar otras demandas a las que no podria responder. Entre estas maniobras, la que tiene més posibilidades de resultar eficaz consistiré en encontrar e investir a un otro —amigo, amante, profesor, jefe, educador— que ba preservado su condicién de ciudadano de pleno derecho y que a menudo ocupa incluso una funcién que lo social valora. Pero también un otro al que su propia econom{a psiquica, lo mismo que su compromiso identificatorio, tornan particularmente dispuesto a desempefiar ¢ indu- cir en el otro, y para el otro, un papel de soporte identi- ficatorio, de referente idealizado e idealizante. Merced a 231 Jo cual se convertird en el protector y hasta en el “repa- rador” de este mal-amado, de este mal-comprendido. Con los “robots” no nos cruzaremos; los “rebeldes” vendrén a veces a consultarnos; casi siempre son los otros Jos que les impondrén que se reconozean “enfermos” y se hagan “tratar”, No por ello la partida estaré perdida de antemano, si no olvidamos las dificultades extra que semejante apertura corilleva. Los sujetos que més posibilidades tenemos de llegar a ver pertenecen al tercer grupo. Su demanda se originaen la intuicién, justificada, de que estén a punto de no poder seguir “fingiéndo”, de que ya no pueden mantenerse en ese espacio Limite con las frontetas de la psicosis. Si nos atuviéramos a la formulacién manifiesta de su demanda, “cambiar la realidad”, s6lo podriamos respon- derles que eso no estd en nuestras manos, y negarnos a ella. Pero si podemos oir la motivacién latente de su lamada, podremos responder a ella y proponerles un pacto terapéutico que efectivamente va a cambiar de rafz las exigencias de aquel primer cosignatario a quien el analista empieza por suplantar. Nuevo cosigmatario que no tiene exigencias que impo- ner pero que espera restituir a su partenaire, al final del recorrido, la posibilidad de firmar en su solo nombre su compromiso identificatorio. Compromiso singular que conservard las huellas de 1a singularidad del tiempo vivido por él infans y por el nifio, que no resguardaré al sujeto de conflictos y trances dificiles que el futuro le imponga, pero quele permitira hallar respuestas y defen- sas para que el yo no tenga que enfrentar su derrota. 232 6. HISTORIA LIBIDINAL, HISTORIA IDENTIFICATORIA M. C. Rother de Hornstein “Estamos convencidos de.que pen- sar el pensamiento de otro —tinico modo de rendirle homenaje y de reconocer su valor— da lugar a un trabajo que nunca reproduce algo identico.” Piera Aulagnier, La violencia de la interpretacién. Su obra te6rico-clinica ubica a P. Aulagnier entre los pensadores que harémn historia enel psicoandlisis contem- poréneo. La realidad psfquica es para P. Aulagnier producto de una compleja historia relacional en la que privilegia tres formas de encuentro. Encuentro entre un cuerpo y un “mundo” exterior queel infans desconoce comotal;encuen- tro entre una psique y el discurso deseante de la madre y, finalmente, encuentro entre el yo y el tiempo. Una ver advenido el yo, éste podré interpreter y resignificar su propio escenario histérico-vivencial asi ‘como ese antes que da cuenta dela tramarelacional tejida a partir de los enigmaticos mensajes y las fantasias inconacientes contenidas en el discurso parental y, pos- 233 teriormente, en su propio discurso y en el de los otros significativos. El yo deberd dar cuenta también del efecto estructurante o desesttucturante de los mensajes carga- dos de sentido, del misterio de los gestos, de los silencios sustitutivos de una palabra de amor o de un grito de odio. La interpretacién continua del yo debe preservar el recuerdo de esa trama relacionel, de ese sostén simbélico que es marca de identidad y que hace posible referir siempre a un pasado, evitando quedar adherido a puntos de fijacién que detendrian la marcha del proceso identi- ficatorio. Coherente con este pensamiento te6rico, fue sw clinica ysu trayectoria profesional, Sus filiaciones fueron Freud y Lacan, “filiaciones eréticas” y no “fijaciones tandtticas”’ ‘que le permitieron seguir avanzando on la investigacion de los coneeptos psicoanaliticos. En 1968, P. Aulagnier se aleja dela Escuela Freudiana de Paris, entre otras razones por no acordar con la concepcién jerarquica que regia la formacién de los ana- listas; lo que la oblig6 a reflexionar cada vez con més exigencia sobre e] proceso analitico y sobre la teoria que Jo sustenta. En un comienzo, esta escisién la lleva a escribir sus, articulos més polémicos, consecuencia de su divergencia con la modalidad que fue asumiendo la préctica laca- 1. "Mucho del porvenir del psicoandlisis se juoga ontarelacién que tos psicoanalistas tengamos con la tzorfa, Para la cual debemos cuestionamnos aearea de nusetras filiaciones eon Freud y otros que {orjaron la historia del psicoandlisis, Hay analistas que tienen una [ijacién netrética a la teoria; ente le frustracién que a cliniea impone se regresa al punto de fijacién. Estos analistas estén siempre en biisqueda de la Dora perdida. (..] Por el contrario, Freud y su obra eben constituir una identificacion fundante queremite auna filiacién simbliea ...)E] mevimanto tadrico es eomio el deseo: debe tener un deslizamiento metonimico incesante. Todo proceso de investigacion supone renunciar # la certeza de lo sabido? (27). 234 niana. Funda el cuarto grupo y la revista Topigue, dela cual fue directora hasta su muerte. Desde 1982 dicté seminarios en Sainte-Anne, tarea que invisti6 con la misma intensidad con que escuch6 a sus pacientes, investig6 y teoriz6. Para ella, los semi- narios eran un “lugar de encuentro” privilegiado en donde sus pensamientos y su tarea clinica podia ser “hablada” ,obligéndola ahacer comunicable, cuestionable, conceptualizable el camino recorrido por su reflexiéa y su escucha dia tras dia. Sus publicaciones son testimonio de un pensamiento sistemdtico yesencialmente antidogméttico, y deun traba- jo de elaboracién sobre los fundamentos que no pierde la referencia constante a los hechos que lo suscitaron. La problemética identificatoria, eje conductor desde sus primeras investigaciones hasta el fin, junto al trabajo del yo y el pensamiento marcan sus “cuestiones funda- mentales”, dando lugar a una concepcién metapsicolégica, propia que, sin embargo, no abandona ese triple registro que Freud consideraba constitutive desu metapsicologia: t6pico, dinémico y econémico. Proceso y proyecto identificatorio son dos conceptos que buscan dar cuenta de la complejidad del psiquismo, aunque el yo crea ser el tnico habitante, “ilusion que defiende contra viento y marea”. El yo es producto de los primeros enunciados identificantes que vienen del dis- curso materno, El yo no es una instancia pasiva, que incorpora sin mediacién lo que el discurso parental le ofrece; es también instancia identificante. Es un yo his- torizado que inscribe al nifio en un orden temporal y simbélico e historiador de ese antes de su existencia: tiempo de vida somatopsfquico que lo precede, en el cual quedan inscriptas las representaciones pictograficas y fantasmaticas que constituyen el fondo representacional ala vez que forman parte de ese memorizable afective al que el yo podré acceder una vez que tenga la palabra. 235 Ala historia que trata de contarse el yo se opone ese otro “texto”, el de lo originario,que “cuenta” y encuentra un mundo interior en donde psique y mundo estén en una relacién de engendramiento reciproco. Construcciones inaugurales, las de lo originario, que desde un comienzo presentan una forma acabada, perfecta, adecuada entera- mente al deseo que, a su ver, ignora. Texto sin palabras, texto que habla desde las matrices corporales, marcas de una relaciGn con la madre que impone su discurso al cual opone el yosu letra para hacer decible y comprensible las huellas de ese tiempo que permanecerd siempre como fondo enigmético. Tiempo del antes que deja ofr su voz siempre vigente por medio de ese “memorizado-memo- rizante”, que liga las emociones capturadas por el yo a partir dé la resonancia operada entre los sonidos que uno escucha y aquellos que fueron eseuchados en el pasado, encarnados en esa presencia viva del cuerpo. Piera Aulagnier condena al yo a tres verbos: pensar, investir, sufrir. Pensar e investir son dos funcionessin las cuales no podria advenir ni preservar su lugar en la escena psfquica. Y sufrir es el precio que debera pagar para lograrlo.* Recuperé para el psicoandlisis esa cuarta instancia freudiana, le realidad, tan soslayada en otros desarrollos 2 Decfa Freud en El 30 y ol ello, “el yo se desarrolla desde la pereepeisn de las pulsiones hacia su gobiemo sobre éstas, desde la obediencia a las pulsiones hacia su inhibieidn. En esta operacién participa intensamente el ideal del yo, siendo, como oes en parte, una formacién reactiva contra los procesos pulsionales del ello. El psico- andlisis es un instrumento destinado a posibilitar al yo 1s eonquista progresiva del ello {...] Vamos a este mismo yo como una pobre cose sometidaatras servidumbrey quo, on consecuencia,sufrelasamenazas de tres clases de peligros: de parte del mundo exterior, de la libido del ello y de la severidad del supery6" (15, pag. 56). 236 posfreudianos. Es la realidad de las necesidades del cuerpo, de las necesidades narcisistas, de las condiciones que el infans encontraré en el ambiente fisico y paiquico que lorodea, el que reveléndose diferente allo pictografico y alo fantasmético del deseo oxigira el reconocimienté.de su existencia fuera de la psiquey el de sus exigencias. No es posible desconocer la relacidn realidad psiquica-red- Tidad en la constitucién del psiquismo como perpetuo devenir del proceso identificatorio. Realidad de los acon- tecimientos quie resignifican a cada, paso lo histérico vivencial. Para P. Aulagnier la realidad historica es el conjunto de acontecimientos quemarcan la primerainfan- cia de todo sujeto, cuye surgimiento enfrenta al nifio con experiencias afectivas, somiticas, psiquicas, que lo obli- gan a una reorganizacién exitosa o fallida de su mundo interno, a una reevaluacién estructurante o deses- tructurantedesu economia ps{quica,auna reorganizacion rads rica 0 mas pobre de sus referentes identificatorios. Esas experiencia vividas serén, segiin los casos, repri- midas, reconstruidas cuando lo permite el recuerdo, 0 exhibidas como heridas siempre abiertas. Bl trabajo analitico podré darle al sujeto la oportunidad de trans- formar su significacién, de relativizar el impacto que dichas experiencias pudieron haber producido o bien de imputarles otra causalidad, pero sin dejar de reconocer que en el momento cuando se produjeron tuvieron un rol determinante para el funcionamiento psiquico del nifo @, pag. 7). Su interés por la psicosis la Hevé a una concep- tualizacién metapsicolégica propia. La psicosis, para P. Aulagnier, no es sélo efecto de uma carencia o de una represién que no se ha producido, aun cuando ambes situaciones estén presentes, sino también del trabajo de construcci6n que debe hacer el sujeto para poder dar cuenta de una teoria de los origenes que le dé la posibi- lidad de insertarse on una temporalidad que no lo conde- 237 ne a vivir indefinidamente lo que vivié en el pasado. La esquizofrenia y la paranoia son dos formas que tiene el yo de representar su relacién con el mundo cuando se ve enfrentado a ciertas condiciones de arbitrariedad que no le permiten compartir con el discurso social una teoria sobre los origenes. La psicosis, para P. Aulagnier, jamas es reductible a la proyeccién de una fantasia sobre una realidad neutra. La proyeccin est presente, pero para ‘que se desencadene una psicosis es necesario que haya un redoblamiento entre la fantasia y lo que aparece en la escena de la realidad. Por otra parte, asf como el yono es un destino pasivo del deseo de la madre, la psicosis tampoco lo es, de ahi la importancia que en la teoria de Aulagnier tiene el concepto de remodelacién de las esce- nas fantasméticas propias del proceso primario y el trabajo de interpretacion y resignifieaciGn del yo. ‘Su preocupacién constante fue conceptualizar la tarea Anica y el proyecto terapéutico. Ese subterréneo trabajo de ligazén que pone en relacién lo que ofmos en nuestros encuentros clinicos y las adquisiciones sedimentadas gracias a la teorizaci6n flotante. La meta del andlisis es desencadenar la apertura de un movimiento interpretativo con el finde que el yo pueda modificar la versién de sus vivencias infantiles. Labiisqueda y el develamiento denuevas causalidades apuntan @ operar una transformacién del espacio pst- quico a partir de la apropiacién de la nueva relacién de los objetos libidinales establecida como consecuencia de los desplazamientos que en el registro causal produce la interpretacin analitica, cuya meta es permitirle al yo librarse de un “sufrimiento neurético”” La reinterpretacién del pasado puede modificar el vivenciar presente, “romper” con las fijaciones, las con- ductas repetitivas, la huida ante lo imprevisto, la ne- gacién; desconstruir una realidad que se volvié rigida, sustituyéndola tanto en relacién consigo mismo comocon 288 los otros, de acuerdo con la posibilidad que el encuentro con el andlisis y el analista le ofrezcan. La interpretacién es para P. Aulagnier “pensamientos creados” en el marco témporo-espacial de la sesién, y nunca dados de an- temano. La interpretacién surge siempre en un momento de “sobreinvestimiento” de la relacién de ambos par- ticipantes. “Sobreinvestimionto” que le da a la palabra ese poder de ligamen, de resonancia necesaria para que ogre su objetivo, Para que este sobreinvestimiento tenga lugar, los analistas deberemos tener en cuenta determi- nados aspectos de la historia que el sujeto nos cuenta, retenerlos en nuestra memoria y sumarlos a nuestra capacidad de percibir el tipo de nexo entre el afecto y las palabras que pronuncia el sujeto, y el trabajo de intros- peerién que nos hace tomar coneiencia de la cualidad y de la intensidad de la emocién que se produce en nuestro propio espacio ps{quico P. Aulagnier nos anticipé su sentir ante la inminencia del propio fin: “El yo no puede pensar que esta tierra humana permanezca indiferente a su desaparicién, que nada de s{ mismo persistira en ella, que sus catec- tizaciones, su sufrimiento, sus suedos choquen con lo absurdo de un final que revela la desmesura presente ante la fatiga, la lucha, los duelos, (..} y el objetivo que inevitablemente va a encontrar. Bl yo quiere creer —y diré necesita creer— que su existencia tiene un sentido” (2, pag. 194), Podemos afirmar no sélo que su existencia tuvo un sentido sino que fue el sentido de mas de treinta afios de investigacién plasmados en su obra escrita lo que hoy nos retine en este libro con la intencién de retomar sus ideas, repensarlas, hallar las contradieciones, trabajarias. ‘Nuestra propuesta no es transformar el interés por las ideas de la autora en un meticuloso estudio de sus detalles ni en una repeticién abroquelada. Por el con- trario, poner a trabajar los conceptos, revalorizar las 239 contradiceiones, buscar en su lectura la posibilidad de nuevas producciones, para que ésta no sea una mera repeticién pero tampoco un deslizamiento desenfrenado que dé como resultado un sinfin de lecturas posibles; poner a jugar la duda, luchar contra el peligro de arro- ‘parnog, en pensamientos arrogantes y creidos certeros para aliviar el sufrimiento que el pensar trae consigo; andar y desandar caminos que pensamos transitados definitivamente y enfrentarnos a la ignorancia, la sor- presa, la efimera ilusién de creer que sabemos lo que no sabemos, todo esto fueron para nosotros, algunos de los dones que P. Aulagnier nos legé. CUERPO, AFECTO Y REPRESENTACION La constitucién del psiquismo nos enfrenta con una trama compleja de relaciones eitinerarios posibles, abier- ta desde los primeros encuentros con el discurso-deseo de la madre, representante a su vez del discurso social, dela realidad exterior. Discurso del cual el infans es desti- natario aun cuando lo exceda en su capacidad deentender la significacién. La primera forma relacional que se inscribe en el psiquismo es el encuentro entre el cuerpo erogeneizado, la psique del infans y el euerpoy el discurso de la madre. La psique del infans se enfrenta con una realidad representable porque est modelada por la libido mater na. En esa realidad definida por los enunciados con que la madre se acerca al nifio —y que ya han suftido los efectos de la represién— adviene a posteriori el yo. Desde la primeras inseripeiones de lo originario hasta ia posibilidad de historizar el antes —trabajo del yo—, ticnen lugar en el psiquismo del nifio una serie de figura- ciones sucesivas que pasan desde la especularidad si- mismo/mundo de la representacion pictogréfica, hasta: 1) 240 el reconocimiento de un “exterior a si” que debe poder figurarlo como el encuentro con un espacio que hace posible el placer y el displacer, representado en primera instancia por el pecho 7 luego por la madre, fuentes y causa de placer cuya referencia a otro lugar es testimonio de la existencia del padre y de un deseo no sometido a la sola jurisdiccion de le madre; y finalmente hasta: 2) el encuentro con una pareja deseante, cada uno de cuyos integrantes experimenta el deseo por ese hijo. Desde la figuracién de la escena primaria al pensamiento sexual infantil, e] nifio se interroga sobre el origen y causa desu historia. Una vez instalado el proceso secundario se resignifiea parte de las escenas vividas. Para P, Aulagnier es a través de} cuerpo como la exterioridad del “munco” resuena en su capacidad de excitabilidad. Mientras lo gesta, la madre piensa al nifio ‘como un “cuerpo imaginade” al cual cubriré de atributos yenuneiados (cuerpo hablado). La presencia en la escena de la realidad de! nifio confirmaré o desmentiré la imagen que la madre anticipé sobre ese cuerpo; el que se presta aser hablado, interpretado, al mismo tiempo que impone su singularidad, obligando a la madre a desilusionarse del poder de su diseurso: el de adivinar las necesidades y los deseos del infans.* Al nombrar el cuerpo infantil y lo que espera de él, la voz materna seré escuchada por el nifio como testimonio Gel placer, el displacer o la indiferencia. Es més dra- mética para la estructuracién psiquica la indiferencia que el mensaje cargade de odio. La indiferencia lleva a cuestas la sombra del no deseo, de la pulsién de muerte. El odio requiere del investimiento del otro, al cual se lo 8. Be posible vineular certa patologia de la madre: depresion posparto; psicosis puerperal por un “trauma de encuentro” entre este ‘presencia ‘resl” del nifioy Iaimagen “anticipads” descalificada par ese nifio real que sobre él se haba forjado la madre. 241 necesita para lograr la supervivencia. La relacién perse- cutoria retoma como dogma el postulado sobre el origen: “Para que haya un existente y para que haya un mundo serequiere queentre los dos el conflicto nopueda agotarse, que persista el estado de actividad continua, gracias a la cual coinciden la oferta del odio y la oferta de la vida” (1, pag. 276). El mensaje de placer, que en un comienzo recae sobre el cuerpo y sus funciones, promueve str unificacién; es. también anticipacién de un proyecto de yo ya posibilidad de que ese mismo cuerpo, que en el comienzo de la vida es tun conjunto de zonas erégenas y de funciones parciales, pueda ser en un futuro lugar privilegiado para el goce. Seré a posteriori —cuando el yo tenga la capacidad de resignificar— que podré darles nuevo sentido a Jas expe- riencias de dolor y displacer sufridas. Cuerpo del placer yeuerpo del sufrimiento, intrincadarelacién conlamadre {gue irrumpe con sus entnciados, sus caricias, sus ilusio- nes narcisistas sobre ese hijo, dando lugar a las distintas zonas erégenas. Limite entre el adentro y el afuera, limite entre el placer y el displacer, entre el amor y el odio, entre Ia vida y la muerte, Primer sostén de la pulsién, creacién de una huella en donde el modo relacional encuentra en a plasmaci6n de lo originario la ilusién de fusi6n, motor de un deseo nunca posible de satisfacer y siempre bus- cado. La madre anticipa en su recorrido imaginario y factual el cuerpo erégeno del placer. El cuerpo del dolor es més la marca del afuera que el cuerpo del amor, peroel yo no tiene lugar sin este iltimo. Zona erégena, primeras huellas que inseriben una forma relacional que sera despertada cada vez que una experiencia similar encuen- tre all su evo. Zona erégena, abierta al deseo del otro, zona que engloba la pasién, que sangra ante el dolor dela pérdida o la desgarradura insuperable de la muerte (20). Lugar creado por la erogeneidad del otro. Huella de 242 ruptura, de placer, de potencialidad creadora, que podré ser reactivada siempre que una experiencia afectiva actual lainvoque. “Sien ese ‘cuerpo hablado' llega afaltar una palabra que nombra una funeién y una zona erdgena ¢ igualmente, si esta palabra existe pero se niega a reconocer que ella es para el nifio, y para el portavoz, fuente de placer, esta funcién y este placer pueden llegar a faltar en el cuerpo” (1, pag. 253). La representacién de lo “real” se convierte en ele- mento de una representacién en funcién de una elabo- racién psiquica que, en cada sujeto y en los diferentes tiemapos, puede producir resultados diversos einesperados. “Metabolizacién” ¢s el iérmino que P. Aulagnier utili- za para redefinir esta actividad de representacién, como el equivalente psiquico del trabajo de metabolizacién propio de la actividad orgénica. Este trabajo transforma los elementos informatives distintos de la estructura en elementos homogéneos respecto de cada uno de los tres espacios psiquicos —originario, primario y secunda- rio—, rechazando aquello que la estructura no puede asimilar. Esta funcién de metabolizacién sera constante ante cada informacion que la “existencia exterior a la psique” le impone a ésta. Lo exterior se refiere tanto al espacio psiquico come a cada unode los sistemas en relacién con el otro. Proceso de descomposicién y recomposicién que posi- bilita la manifestacién de la pulsién en la psique por 4,P. Aulagnier diferencia entre real y realidad ‘...} a realidad es lo real ‘humanizadc’ y lo tinico de lo que pueden hablar tanto el ego ccomo-l te6rico, lo‘real’ esla ‘meteria’ totalmente incognoscible que se ofrece y se impone a la metaboiizacién de los tres procesos. Segtin la exprosién de Lacan, loque resists @ esta metaholizacién, eu residuo, es Jo que permite que la psique encuontre «] mundo bajo la forma de lo vivo, o& decir, delo que debe sor permanentemente re-preseritado, re- ‘puosto on escena, re-intorprotado” (1, pag. 320). 243 intermediacién de una representacién; la psique somete ala pulsién a la obligacién de delegar por representacion y delegar por afecto. La psique es surgimiento de representacién. La repre- sentacién psiquica es entrecruzamiento de lo relacional y Jo pulsional. Comobien lo expresa A. Green, si las pulsio- nes aparecen como fundantes, originarias, no debemos olvidar quees el objeto, en este caso la madre, el quedesde su pensar-hablar al nitio las pone en evidencia. “El no las. crea ~y se podria sin duda decir que es creado por ellas al menos en parte— pero es la condicién de su adve- nimiento a la existencia. Y por esta existencia él mismo seré creado aun estando ya allt. Tales la explicacién de la idea de Winnicott del encontrar-creado” (16, pags. 71-72). Intrineado interjuego relacional que, como nos lo advierte P. Aulagnier al teorizar sobre le representacion y el estado de encuentro, evidencia a la arbitrariedad de ‘separar los espacios ps{quicos dél nifio y de la madre. Un mismo objeto, una misma experiencia de encuentro es lo que iré ainscribirse —en aiijbos—aun cuando se tratede dos formas de inscripcidn diferentes y de dos esquemas relacionales heterogéneos: En cada etapa, ‘la reflexion analitica choca con el mismo estilo: tener que separer lo inseparable. Se trata de una éxigencia metodologica que el discurso impone, pero debiri08 tecordar constan- temente su presencia y advertir él précio que exige pagar enel momento en que cortamos arbitraridmeiite él eotdén umbilical que une a las dos psiques efi predeticid para ocuparnos del infans y de la primera obra desu psique: la representacién pictogréfica” (1, pég. 39). ‘La capacidad de ser excitado por lo somético en su encuentro con el otro dard lugar a la primera actividad psiquica: el proceso originario, cuya forma de repre- sentacién es el pictograma. Se rige por el postulado del autoengendramiento segiin el cual “la representacién pictogréfica de este encuentro tiene la particularidad de 244 ignorar la dualidad que la compone”. Lo figurado por el pictograma se define como objeto-zona complementario —representacién dedos placeres—. Cuandoel bebémama, inscribe el encuentro con la madre —que lo amamanta con placer— como wna imagen en donde queda fusionado el objeto (madre que amamanta) con la boca. Boca que quedaré afectada en su funcién, deglutir, tragar, ingerir sien ese encuentro entre la madre y el nifio predomina el displacer, experiencia que seré representada como picto- grama de rechazo, Si el monto de displacer es excesivo, la desinvestidura conduce a un no-registro que queda como ‘un agujero, un vacfo, marca de una carencia fundamental que es posible detectaria on los estados psicéticos. ‘Los datos somsticos privilegiados dejan su huella pu- diendo ser siempre recuperados por la psique. Podemos enlazar a posteriori esta recuperacién a conceptos como Jos de ordenamiento de representaciones, memorizacién, elaboraciény creacién por un lado, as{ como también ala eclosin de una psicosis, momento en ¢l cual se produce ‘una irrupciin repentina y desestructurante en e espacio del yo debido a un afecto imposible de dominar que podré precipitar al sujeto tanto al abismo como al asesinato (de s{ mismo del otro); siguiendo la ley del todo o nada pro- pia de lo originario. Experiencia que fue conceptualizada por P, Aulagnier como efecto de develamiento.* 5. Bl efecto de develamiento”os ese paco del estado potencial de un ‘conflicto identificatario, al de un estado manifiesto como producto de tun encventro que ae produce mucho después de la infancia y que amonsza con una eatastrofe identificatoria que ys haba tenido luger ten 6] pasado, pero que do ne haberse producido tal encuentro podria haber seguido ignorada. Se trata, entonces, de una representacién fantasmética que ee ha vuelto no reprimible, Para que este fenémeno develante se produzca tiene que haber ocurride en algtin periodo de le infancia el fonémeno del *teleseopaje”, es decir “un efecto de inter- penetracién entre un enunciado de valor identificante, promunciado por una voz particulermente investida, y la vivencia emocionsl del nifio en el momento on que la oye". 245 El psiquismo es un continuo reordenamiento repre- sentacional. Las huellas somsticas arcaicas unidas al afecto que les dio origen estarén siempre presentes en elaboraciones fantasmaticas lejanas en el tiempo, las que, como dice Freud en 1896, se reordenan periédi- camente en su encuentro con el tiempo, a partir del establecimiento de nuevos nexos, dando lugar a diferen- tes retranscripciones que hacen posible pensar la me- moria como un sistema complejo de inscripciones regis- tradas “en diversas variedades de signos. (...) El precons- ciente es la tercera retranscripcién ligada a representa- ciones-palabra, correspondienteanuestro yooficial. Desde este Prec. las investiduras devienen conscientes deacuer- do con ciertas regias, y por cierto que esta conscienci pensar secundaria es de efecto posterior (Nachéraglich) on ol orden del tiempo, probablemente anudada a la reanimacién alucinatoria de representaciones palabra. {..-] Quiero destacar que las transcripciones quesesiguen unas a las otras constituyen la operacién psiquica de Spocas sucesivas de la vida. En la frontera entre dos de estas épocas tiene que producirse la traduccién del mate- rial psfquico. [...] La denegacién de la traduccién es haw que clinicamente se lama represidn” (14, pags. (5-6). ‘Tanto para lo originario como para lo primario las posibilidades de “aprehender” e! mundo son limitadas. El proceso criginario—en tanto negacién del afuera— tiene como postulado e! autoengendramiento; en el proceso primario —en tanto ya es posible separar los espacios psiquicos de la madre y el nifio— el sujeto sélo puede aprehender al otro a través de la omnipotencia del deseo. La imagen del otro asf constituido es, pues, proyeccién de la imagen propia del sujeto para sf mismo, “sélo puede constituir un otro si proyecta sobre él su propio esquema imaginario de omnipotencia”. La desaparicion del pecho es postulada como efecto del deseo del Otro, y el pecho es 246 reconocido como separado del cuerpo propio; de igual manera, placer y displacer son vividos como efectos respec- tivos del deseo del Otro —de reunificar los espacios separados y de su deseo de rechazarlos—. Esta proyeceién del fantaseante sobre el espacio exte- rior y la reflexién de la actividad primaria sobre s{ misma da lugar al sujeto del inconsciente. Precursor del yo, el fantaseante se constituye como imagen de la respuesta que se da al deseo proyectado sobre la madre. Hs la pues- taenescena de unarelacién. El sujetodel inconsciente por Jo tanto no se “identifica” ni con un objeto, ni con un atri- buto de intencionalidad, sino con una respuesta; por eso la puestaen escenaserdsiempre lade una relacion. La vi- vencia de placer 0 displacer que siente el nifio es puesta ‘en escena por la actividad de lo primario como la introyec- cin de una relacién de placer o displacer entre la madre y el nifo, interpretada como causa del deseo de ese otro exterior a si, que desea dar o negar placer, respuesta con la cual el fantaseante ce identifiea, generando a su vez una accién acorde con lo que supone que el otro desea de él. Las consecuencias de este encuentro dependen de Ja calidad de los mensajes transmitidos por el portavoz y del grado de libertad que le otorgue al nifio para que éste pueda reorganizar eu economia relacional. El yo surge de la “interiorizacién-apropiacién” de estos primeros enun- ciados identificatorios mediante los cuales la madre se ofrece al nifio, a la vez que le da a conocer el lugar donde olla se sitita para ser investida. Lamadre propone al nifo las posiciones identificatorias y los movimientos relacio- nales que éste debe aceptar para que se preserve la relacién entre ambos. Esta propuesta de P. Aulagnier sobre la forma de organizaciGn de lo primario da lugar a pensar un yo en el que lo primario no sélo es testimonio de una organizacién psfquica que lo precede y de la que no puede desligarse, 247 sino en la que el fantaseante es un precursor con valor identificante. De ab que el yo no sea reductible a los enunciados identificatorios que vienen del otro y del propio yo como identificante. La actividad de lo primario es, por lo tanto, fa puesta en escena de las relaciones que la psique experimenta en su encuentro con los objetos que inviste y la figuraci6n de los “argumentos” y situaciones que son fuente de placer 0 displacer, prototipo identi- ficatorio del yo. El reconocimiento de ese “otro lugar” investido por la madre prenuncia ala psique la existencia del padre y, por lo tanto, de la pareja parental. “La mirada que contempla un argumento en el que estan presentes dos objetos” (1, pag. 82), Esta espacializacién produce una nueva serie de reordenamientos decisives. Si bien es cierto que el otro es captado e interpretado por el sujeto en un marco fantasmatico también es cierto que ese otro en tanto diferente se pliega o no a la exigencia del sujeto, ama 0 Permanece indiferente, promete, prohibe, da, quita, regafia, besa, castiga. Lossucesivos reordenamientos delas representaciones y de las cargas libidinales dejan improntas imborrables. En el inconsciente se mantienen los objetos parciales sucesivamente abandonados y las figuraciones fanta- seadas que le corresponden. Para poder alcanzer una imagen unificada de sf mis- mo, previamente debe haber una imagen unificada del cuerpo dada desde la nominacién que le otorga la madre a ese cuerpo y el placer con que nombra sus partes y sus funciones. El yo podré y deberé catectizar a posteriori ese indice de realidad que es su cuerpo, lo que le daré segu- ridad de ser un existente exterior para la mirada del otro, Ese cuerpo del que se cree amo puede convertirse en cuerpo-sufrimiento y revelarse asi definitivamente exte- 248 rior, un “objeto auténomo” que impone al yo un sufri- miento inevitable. Aun entonces el yo esta obligado a investirlo porque es indice de su realidad y de la realidad para los otros, aceptando —en tal caso— su no corres: pondencia com la imagen pensada que podia tener de él El cuerpo como posibilidad de sufrimiento enfrenta al yo con que no puede existir ni puede ser, sino se preserva la eatectizacién de ese objeto-cuerpo. Este cuerpo del que no se ha clegido ni su anatomfa, ni su forma, ni sus cualidades estéticas es, sin embargo, el fragmento de realidad exterior que pone en evidencia al nifio y a la madre, que no es el resultado de! puro placer pensado por la madre. Doble encuentro y doble descubrimiento que esté en el origen del investimiento de la realidad por parte dal yo, y en el origen de su deseo y de su necesidad de hallar en esa realidad objetos conformes a sus anhelos, a sus exigencias y a su demanda, E] concepto de encuentro tiene una dimensién econé- mica, t6pica y dinémica, investimiento que esta en rela- cién con una experiencia con un otro significativo o con una situacién que moviliza aféctos teniendo, por lo tanto, una funcién estrueturante o desestructurante.* 6. En 1895 Froud dico quoante ol astimulo endégene (hambre, fo, dolor) el bebé responde con una “alteracién interior” (... expresién de las emociones, inervacidn vascular), deseargas que no aligeran efi ‘nada le tensi6n, Para que ello ocurra se necesita una alteracidn en el mundoexterior(provisin de alimento, acereamiento del objeto sexual) que, como accidn espectticassio se puede producir por caminos definidos. “Blorganismohumanoesal comienzoincapaz dellevar acabola.accién specifics, Hsta sobroviene mediante auxilio ajenc: por Ja descarga sobre el camino de Ia alteraci6n interior; un individuo experimentado advierte el estado del nifio, Esta via de descarga cobra asi la funcién secundaria, importante en extremo, del entendimiento ocomuniencién, Y @linicial dosvalimiento del sor humane ee la fuente primordial de ‘todos los motives morales. "Si el individu auxiliador ha operado ol trabajo de la accién ‘espeeffica on el mundo exterior en lugar del individuo desvalido, éste 249 CONSTRUCCION IDENTIFICATORIA: EL ¥O COMO DEVENIR ‘Lapregunta sobre cOmonacen los nifioses una manera de preguntar cémo nace ¢l yo, la que a su vez remite ala historia, tnica via por la cual el yo puede darse una res- puesta legitima a la sucesién de todas las posiciones iden- tificatorias que va a ocupar a lo largo de su existencia. Bl proceso identificatorio es la cara oculta del trabajo de historizacién, tarea obligada del yo en su intento de rescatar el tiempo vivido y perdido, ¥ poder “desalojar a esos seres arcaicos y fantasmaticos que fueron sus prime- ros habitantes” y sustituirlos por un discurso que lo hable. Para P. Aulagnier los organizadores del psiquismo temprano se sustentan en una dimensién histérica pre- sente en la trama edipica. Primerfsimas mareas donde el otro dejé inscripta su palabra deseante, dando formas un deseo porese hijo. El nifio deherd recorrer el itinerario de Jos tiempos de una historia por hacer en medio de una lucha descamada de posicionamientos y reposiciona- mientos, de encuentros y desencuentros. ‘Lamadre, al comentar “el antes” de nacer, la venida al mundo y la vida del nifio, al mismo tiempo le da “repre- sentaciones” que lo proyectan en suporvenir. Lamadre es portavor, porque es representante de un orden exterior cuyas leyes transmite en su discurso; porque anticipa lo que el nifio siente; porque le da significaciones estruc- ‘turantes.” es eapaz de consumar sin mas en el interior de su cuerpo la operacién requerida para cancelar ¢] estimulo endégeno. El todo constitaye entonees tina vivencia de satisfaccién que tiene las mas hondas ‘consecuencias para e] desarrollo de las funiones en el individuo" (18, pags. 362-369), 17. “Significantes enigméticos” cargados de sontido y de deseo y de Jos que el nifio no posee la clave tienen un efecto traumatico en tanto ‘requieren de un esfuerzo de ligazén y de simbolizacién, que desomboce 250 ‘De esta manera, y cualquiera que sea su intencién, ejerce una violencia primaria, propia de toda antic pacién sobre la capacidad del niffo de entender su signi- ficacién. Para designar este efecto, P. Aulagnier utilizala expresién “sombra hablada”, conjunto de enunciados que son testimonio del deseo materno en relacién con lo que espera para ese nifio. Esta sombra, que es un fragmento de su propio discurso, representa para el yo de la madre Jo que el cuerpo del nisio representa para su deseo incons- ciente. La sombra hablada es aquello que del objeto imposible e interdicto de su deseo ha podido transformar en decible y en licito. La presencia real del nifio es testimonio dela victoria de la instancia represora, ala vez que es lo més cercano del deseo inconsciente de la madre. ‘Tener um hijo del padre, y mAs profundamente, tener un hijo de la madre (1, pag. 121). La madre ejerce una violencia interpretativa al darle sentido desde su historia singular a las manifestaciones que el infans le ofrece con su cuerpo y con sus expresiones “afectivas”. La respuesta que la madre da a las mani- festaciones corporales y psiquicas de su bebé crean un ‘espacio de realidad que los implica a ambos. Si lo origi- nario toma en préstamo de Ia relacién con el “mundo” el modelo sensorial para figurar el objeto-zona comple- mentario, las representaciones fantasmética e ideica toman en préstamo la realidad de los acontecimientos vividos que son causa de afecto para el nifio. De abt la importancia de este primer espacio de realidad que crean madre y nitio a partir de los primeros encuentros. En un primer momento, la madre es una intérprete que piensa al nifio desde su propia historia; cree que hay una trans- parencia en la comunicacién, en tanto es lala que otorga sentido a las demandas sométicas y psiquicas del infans. fn la represin de asos primeros significantes o de sus derivados metonimmicos (18, pag. 24). 251 ‘Lo que en primera instancia es una violencia inevitable, puede transformarse en exceso si prevalece el deseo materno de preservar su lugar de sujeto donador de vida y tinico objeto de necesidad y de placer. Bsta accién ejercida contra el yo —sobre su actividad de pensar—es Yo que se define como violencia secundaria. BH) espacio al que el yo debe advenir depende de una serie de signos lingiifsticos —los propios del afecto y los del sistema de parentesco— que definen una relacién entre el objeto nombrado y aquel que se apropia de esta nominacién y la enuncia. El yo surge a posteriori de esta nominacién, “Bl Yo es el saber del Yo sobre el Yo" (1, pag. 147), formula un tanto concentrada que, una vez més, nuestra ol lugar central que tiene el discurso libidinal de lamadre y de los otros significativos en la constitucién de esa instancia formada por todos los enunciados que dicen sobre esa relacién afectiva de la psique con los objetos del mundo, previamente catectizados. De ahf el valor y la fuerza de referentes identificatorios, de emblemas com- partidos El yo, eterno constructor que jamas descansa en su brisqueda no tanto de “realidades” como de “verdades” histéricas, intentaré conquistar para si una parte de ese espacio psiquico que el ello quiere mantener bajo su do- minio. Espacio enigmético para él pero que se le impone yy del que nunca seré del todo consciente. De las primeras jnscripciones pulsionales s6lo puede tener memoria por Jas representaciones ideicas (preconsciente). Sinembargo, de ese tiempo samatopsiquico vivido, suftido y perdido tiene que construirse una historia, historia de un origen, para lo eual toma prestado lo que el discurso materno le cuenta de los acontecimientos ocurridos en ese periodo. El yo que adviene no es un yo auténomo que pueda pensarse independiente de la relacién con el otro primor- dial, ni tampoco por fuera de la relacién con los procesos originario y primario. Es une instancia caracterizads por 252 cierto modo de organizacién y funcionamiento, que lo diferencia y lo sitvia en relacién con las otras instancias, as{ como con la realidad externa, Constituida por el discurso yesde el discurso del otro no es wna instancia pasiva;es también identificante. Bs un yohistorizadoque inscribe al nifio en un orden temporal y simbélico. “Blrelatohistérico queelyose cuenteserésupatrimonio inalienable, garantfa a la vez de un tiempo futuro que deberd investir como experiencia por-hacer, “sin dejar de preservar la esperanza de que dicha experiencia se vea acompafiada por una vivencia que el Yo designe como ‘felicidad’: vivencia que el sujeto no puede pensar, 0 sea wresentarse, sino apelando a un ‘estado’ ya ‘vivido’ ” (4, pag. 128). Pensar al yo como un proyecto es ubicarlo en la cate- goria del tiempo y de la historia. El primer caracter de realidad que el yo reconoce es el yo del otro como espacio exterior no reductible al suyo propio y como espacio que contiene los objetos que pretende “tener”, planteandouna separacién entre la categoria del ser y la categoria del tener. El yo s6lo puede preservarse en la medida en que se reconoce como un “existente” para sf y para la mirada de Jos otros; el yo debe construir una versidn de su historia libidinal e identificatoria, para entender las causas que le hagen parecer razonablesy aceptables las exigencias que debe enfrentar, tanto de la realidad del mundo exterior como de su mundo psiquico del cual ignora gran parte; a su vez, tiene que anclar en una historia que sustituya ese tiempo anterior a su existencia por una reconstruccién que le dé la oportunidad de encontrar una causalidadasu condicién de ser, que dé razén de su presente y le haga posible pensar un eventual futuro. “Lo propio del trayecto identificatorio, mientras un identificante permanece vivo, es no quedar nunca cerraio, pero tiene que poder anclar en un punto de partida fijo para que el viajero se oriente 258 por 61, descubra el sentido de la trayectoria, de abi la doble ‘acepeién del término, a saber: de dénde viene, donde esté detenido, hacia dénde va’ (3, pag. 201). La relaci6n entre el pensamiento y el yo con aquello que lo precede y con aquello que lo separa es crucial en lo referente al problema de la identificacién. Lo primario no es sélo el testimonio de una organizacién psiquica anti- gua, sino la via obligada de todo reconocimiento por el yo de su deseo y de su lugar en relacién con el otro. Las experiencias originales de placer y displacer no son memorizables; sin embargo, persisten como una huella imborrable que hace que tode deseo también esté anima- 4o por la btisqueda de lo perdido. De igual manera, los objetos y los lugares figurados en el fantasma tienen una fancién identificante que, a la vez, concierne a la prehis- toria del yoy alo mas actual de su historia, sensible a los acontecimientos y encuentros significativos que la vida impone en su devenir. La forma como se percibe la realidad externa e interna a través del prisma del fantas- ma, realza.el valor central que tiene la dimensién hist6- rica, como una trama complejadeacontecimientos, entre- tejidos por los hilos fantasmsticos y los hilos del pensa- miento. El descubrimiento del inconsciente perderia sentido si no se lo piensa en su individualidad —y no como producto de arquetipos trascendenteles—, sometido a la nica forma de actualizacién que concierne a su objeto: la experiencia singular e irrepetible de los procesos psfqui cos enel andlisis. “‘Definimos como proyecto identificatorio la autoconstruccién continua del yo por-el yo, necesaria para que esta instancia pueda proyectarse en un movi miento temporal, proyeccién de la que depende la propia existencia del yo” (1, pag. 167). Por eso es imposible pensar un yo “vital” que no pueda catectizar un tiempo por venir. Uno de los precios que paga’el yo en la psicosis es el derrumbe de un proyecto futuro en beneficio de una 284 mismidad de lo experimentado que lo congela en una imagen de sf fenecida. El yo se abre a un primer acceso al futuro si puede proyeetar en éste el encuentro con lo que fue pasado —“cuando sea grande me casaré con mamd”—, retorno a lailusién de una relacién privilegiada con lamadre. Pero para poder expresarlo de esa manera ha tenido que reconocer y aceptar previamente una diferencia entre lo que es y lo que querria ser. Antes de la declinacién del complejo de Edipo, ol ideal del yo responde al deseo materno, el que deberé ser parcialmente abandonado para seguir avanzando en su construecién identificatoria, Esta construccidn es posible gracias a las modificaciones del yo, produeto de las rela- ciones de objeto resignadas, de las identificaciones con e808 otros significatives que fueron necesarios sustitutos de lax figuras pureulules, de las propuestas devenidas enunciados identificantes del discurso social y del deseo de los otros. El yo est constituido por una historia representada por: 1) el conjunto de enunciados identificatorios que son “memoria fundamental”. huellas que guarda y que ligan Jo que deviene con aquelio que él fue. Hilo conductor que puede mantener unidos momentos de su pasado, impi- diendo su “evaporacién”. Enunciados identificantes que el yo se formula siempre en términos relacionales para hacer pensables las emociones que acompafiaron su encuentro con una palabra, un cuerpo, un pensamiento; 2)por otros enunciados que manifiestan en su presentesu relacién con el proyecto identificatorio y, 3) por el eon- junto de los enunciados en relacién con los cuales ejerce ‘su accién represora para que sé mantengan fuera de su campo, fuera de su memoria, fuera de su saber, y que permanecen inconscientes para él. Las representaciones pictogréficas y fantasmaticas a las que podré acceder el yo una ver.que accede ala palabra 255 constituyen el fondo representacional, a la vez que for- man parte de ese memorizable afectivo que el proceso analitico hace posible rescatar. Memoria del recuerdo, memoria de lo reprimido y lo “automemorizante”. Las dos primeras fueron investigadas por Freud. A partir del recuerdo se accede a la propia historia; es la carta de identidad psfquica sin la cual el yo —la haya perdido o no la haya tenido nunca— no podria reconocerse. ‘Las representaciones reprimidas tienen un lugar en la memoria del yo, han formado parte de su pensamiento y de su memoria en el curso dea vida infantil y, a partir de ‘un momento ante la eventual unién con una experiencia actual, pueden conducir a una experiencia emocional y a una forma de placer que es parte de Jo interdicto. De abt laexclusién activa de esas representaciones por parte del yo. Lo cua) no asegura que queden defiuilivamente fuera del campo de lo memorizable en tanto puedan reingresar apartir de experiencias sustitutivas ligadas a otrocontex- to de sentido. El tercer tipo de memoria es la que P. Aulagnier lama la “automemorizante” —que permite reseatar inscrip- ciones ligadas lo originarioy a lo primario—, entendida como ese eco de placeres y sufrimientos pasados que persisten como el fondo sensorial sobre el cual se apoya toda palabra fuente de emocién, Fondo de memoria inte- grado al discursoy que pasa inadvertido tanto parael que habla como para e} que escucha; también fondo sonoro que utiliza un abanico de posibilidades eligiendo una u otra en funcién de la resonancia que se opere entre los sonidos que uno escucha y aquellos que fueron escu- chados en el pasado, Contrariamente a lo memorizable, este memorizado-memorizante no es percibide por el yo ‘como un elemento de su pasady; no puede volverse pen- sable para el yo, ni responde a lo que puede reprimirse; por el contrario, es integrante de su tiempo presente y 256 reorganizado permanentemente, Representa lo siempre presente y actuante de nuestra infancia, Ja sintaxis ala cual acude el yo cada vex que debe pensar su deseo. Sintaxis a la que acude sin pensarlo conscientemente, sino de la misma manera a como se recurre al oSdigo lingiifstico cuando hablamos nuestra lengua materna. En el caso de lo automemorizante, el modelo sintactico impone asus palabras un orden que deforma el sentido de Jo que se crefa querer decir. Para que se pueda producir una recomposicién de la memoria, las experiencias vividas en el tiempo de lo originario y de lo primario tendrn que unirse a experien- cias ulteriores, siendo estas tltimas las memorizadas; testimonio de que otra experiencia anterior ligada a ellas dio el poder emocional que detenta el recuerdo aparecido en la superficie. Una vez mas la literatura puede ayudarnos también a penetrar el rincén de las memorias. Escribiendo este texto tuve una y otra vez el recuerdo de una fébula autobiogréfica de Marfa Elena Walsh, y sobre todo un capitulo que evoca magistralmente a través de esa “memoria fantaseada”, un episodio, un clima, una época y una clase social, y en donde es posible reconocer esos distintos tipos de memoria. Capacidad de la autora para recuperar esas desgarraduras en donde alma y cuerpo se plasman en la figura de un originario y una puesta en escena retomados por el relato “donde el lenguaje es protagonista”; tinica posibilidad de dar lugar a la ela- boracién, de experiencias con predominio de dolor v de pérdida, que nos dan las claves y el acceso @ une simbo- lizacién de historias y experiencias compartidas: ‘No tormina mi madre de quitarme guantee y abrigo cuando el enfermero me enchufa.un gran babero y me acarres como paquets a una sala de vitrinas Tlenas de 257 ‘ rayos de metal crispadlo.* Me defiendo poniéndome tiesa ‘como un maniqaf, desde la punta de los pelos hasta la punta do las was, come quien mucho aprendié de Tos gatos. E} hombre se recline en un sillén de dentista abrazdndome por datras y dobla mis articulaciones de muiteca rigide de cinco afios y me acuesta sabre él, atenaza mis brazos con los suyos de Popeye y enlaza mis piernas entre las suyasy somos un solo cuerpo doble, un férreo crustéceo gigante atenazando a una presa para- Jizada que abre 1a boca y chille, y entonces entra Poli- fermoel dal ofo-interna, que empuniaun vueloy ws brillo alrededor de mi vida* y lo mote en las faces abjertas y me arranca grite y garganta en una sola maniobra magistral. “Mientras bate l babro en ligrimas.ycodgulos eseu- cho la formula tranquitizadora: Ya ect, ya pasé, Lo cabemos: en la brevedad de un sismo, de un zar- paro, na pasde eaber desdicha ni fraguarse rencor. Es asi imposible recordar un dolor fisico y la memoria se limita a merodear en Ia solva precisa de Tos detalles preliminares.[...J Le operacién de omigdalas es una novedadimpuestac iasfamitiasde posibles que, comola nia, se desviven generosamente por gozar de todos los adelantos técnioos y cientfieas, ajenos a le ostentacién, por pura necosidad de ineluirse on ol mundo moderno, Gejar atrde las salvajedas y un pasado de penosas caren- tins, Quién lubiera podido decirles que ineurrfan de buena fe en salvaiadas legales, prestigiosas, como con sumadas por una Maanrea de aimidonado uniforme (22, pg. 136). El proyecto identificatorio depende de una sucesion de movimientos identificantes que reorganizan el esquema relacional a partir de los sucesivos encuentros entre el yo "Miguel Hornéndez. 258 como identificante, como identificado y con el ideal del yo. El yo se apropia del antes de su existencia gracias a la mirada y al discurso que la madre le ofrece. En un primer momenio, el yo es un simple “repitiente” del discurso de Ja madre; a ella le deja la tarea de formular sus “anhelos identificatorios” concernientes a su futuro, En un segun- do tiempo, esta accién “anticipatoria” es investida por el nifio, para ser él mismo dueio de sus propios “anhelos identificatorios”, que no tienen que estar ligados ex- clusivamente a un retorno alo pasado. Por el contrario, es necesario que catectice su propio cambio, su propia al- teracién, Hasta ahi hay un polimorfismo defensive que debe definirse una vez concluida la infancia, dando lugar a una eleccién de las defensas que dependeré de la naturaleza de los obstdculos y de la elahoracién que haga el yo ante el peligro que lo amenaza en el recorrido de su trabajo identificatorio. Momento crucial en el que cul- mina la identificacién simbélica, proceso que se realizaen dos tiempos. En un primer tiempo, el yo debe formar parte de los enunciados que lo nombran; el segundo tiempo corresponde a la interiorizacién y apropiacién por cl yo de la posicién identificatoria que resulta del trabajo de elaboracién y de duelo operando sobre sus propios identificados en el curso del primer tiempo del recorrido identificatorio. Uno de los acontecimientos responsables de este giro responde a la necesidad del yo de modificar su relacion de dependencia con el diseurso parental. Coincide con el comienzo de la adolescencia, momento en el cual las identificaciones que cobran preponderancia dependen de Jos encuentros extrafamiliares. El discurso del conjunto le ofrece al sujeto una certeza acerca del origen, necesaria para que la dimensién his- t6rica del pasado sea posible por retroaccién; ala vez que Ie otorga un lugar en el campo social. De esta manera, el saber parental no queda como su garante exclusivo. El 259 acceso a una historicidad es indispensable para que el yo ‘aleance el umabral de autonomfa para su funcionamiento. ‘Los encuentros sucesivos en el trayecto identificatorio remiten a situaciones afectivas ya vividas, las que al ser reforzadas por la fantasia llevan a movimientos de atrac- cién ode huida segiin que el encuentro evoque la espera 0 el rechazo del objeto. “El yo firma a partir de aqui un eompromiso con la realidad”, que dependera en gran medida de oémo la madre ayude al nifio a desidealizar el tiempo infantil, para que pueda catectizar un tiempo futuro. EJ rechazo a colaborar en esta desidealizacién favorece una potencialidad psicética. El reconocimiento de la importancia que adquioren otros referentes enfrentan al yo con la no “unicidad de un identificado”, con el saber de que ninguna mirada podré ser “tinico espejo”, siendo por el contrario “el conjunto de las miradas de los otros por él investidos las que le propondrén algunas de las piezas del rompecabezas que s6lo él podra ensamblar después de haber elegido aque- las que le ayudarén a proseguir y a consolidar su cons- truccién identificatoria. Construccién sélo posible sobre el fondo de un nimero de piezas ya unificadas gracias a Jos dos componentes del yo que son el identificante y algunos de los primeros identificados ofrecidos por el portavaz” (3, pag. 216). ‘La continuidad del trayecto identificatorio requiere la catectizacién de nuevos espacios y otros destinatarios a Jos cuales demandar amor, placer y recnocimiento. En el primer espacio de catectizacién, que es el familiar, las demandas tienen como finalidad metas fusionadas: al mismo objeto se le pide placer tanto narcisista como sexual. Las posteriores areas de catectizacién, apuntan a metas placeres diferentes. Paralos ocupantes del segun- do espacio —que para el nifio es el medio escolar; para el joven, la relacién con los amigos y para el adulto, el medio profesional—las demandas tienen objetivos pareiales: ya 260 sea un placer narcisista o sexual, o también ese abanico de sentimientos que tienen que ver con la amistad, las relaciones con eolegas, etc. A lo largo de toda Ja vida se preservaré la catectizacién de ambos. Lo que supues- tamente cambian son los ccupantes, las demandas y las ofertas dirigidas a los habitantes de cada uno de esos otros representantes dela realidad. Pero siempre el yore- queriré de un espacio al cual demandaré “con metas fusionadas”. Un tereer espacio de catectizacién es esa parte del campo social con el que se comparten los mismos in- tereses, las mismas exigencias y esperanzas —profesion, comunidad, clase social—. ‘La continuidad del trayecto identificatorio depende de que una serie de identificados se unan al identificante para que el yo infantil realice un trabajo de auto- ‘modificacién en favor o en contra del deseo del otro. La movilidad de la construccién identificatoria exige ‘una reorganizacién permanente del espacio psiquico y de surelacién con el mundo, una nueva reparticin entre los soportes narcisistas y los saportes objetales, la eleccién de nuevos objetos, el duelo por otros que forzosamente ten- dré que abandonar. Tarea nada simple y conflictiva por definiciGn, si tenemos presente el grado de exigencia y de resistencia que imponen cada una de las instancias puestas en juego. El yo debe guardar ea su memoria el recuerdo de ciertas experiencias pasadas, con la condicién de que el recuerdo permanezca investido sin verse obligado a per- manecer fijo en una tnica posicién que detendria su marcha. Peligro quese evidencia en la psicosis,en lacual el yo tiene que apelar a la construccién de una neo- temporalidad que lo ponga 2 salvo de un sentimiento de desestructuracién ya vivida, pero que debe borrar de su memoria. P. Aulagnier lama “érea de los posibles relacionales” 261 alla serie de posiciones identificatorias que puede ocupar el yo, conservando siempre la seguridad de que algo de é1 mismo se preservaré y podré ser reencontrado en ese yo modificado, en el cual se va transformando a lo largo de la vida, Esta drea de los posibles relacionales nos da la medida de su libertad. El movimiento identificatorio y el movimiento rela~ cional son indisociables, como lo son también del mo- vimiento temporal que sirve de hilo conductor, deligazén, tanto en la sucesién de las posiciones identificatorias ocupadas por el yo en su historicidad, como en relacién con los objetos de investimiento sucesivamente elegidos. “fs por la historia de Ia relacion con sus objetos que el yo se construye la suya propia.” El fin de la infancia no impone una detencién en esto movimiento identificatorio y relacional; una vez pasada la infancia los efectos de encuentro siguen ejerciendo su poder modificante. La relacién entro lo modificable ylono modificable sirve de indicador de las posibilidades iden- tificatorias para un sujeto dado, que siempre tienen su Timite; eriterio elfnico importante para definir el umbral de tolerancia que le permitird al yo encontrar 0 no una respuesta al conflicto al que inevitablemente lo enfrenta el deseo del otro, su propio cuerpo y el espacio de la realidad o el campo social. Pero, por alto quesea el umbral de tolerancia que cada persona puede tener ante los conflictos, por mas que este umbral indique que la marcha identificatoria no ha tanido mayores obstaenlos en el recorrido hacia su meta, seria erréneo pensar en un “sujeto modelo”, protegido de fenémenos de desestructuracién pasajeros debido a cier- 262 tas experiencias somaticas y también a ciertas expe- riencias provocadas y organizadas por el campo social.’ Es tarea del yo, entonces, para defender el espacio psiquico que ha hecho habitable y de donde ha podido desalojar a sus imagos arcaicas que fueron sus primeros habitantes, transformar los textos fragmentarios ofre- cidos por los otros por él investidos, en una historia que le aporte el sentimiento no ilusorio de una “continuidad temporal”. ‘Solo de esta manera podré religar aquello que él ha sido y proyectar en el futuro un devenir que junte la posibilidd y el deseo de un cambio con la preservacion de esa parte de ‘propio’, de singular, de no transformable, sin lo cual no podria reconocerse ni inves- tinse” (3) Encuentro, memoria, historia, proyecto, remodela- mientos sueesivos del antes en el ahora, retroyecciones ¥ proyecciones de nuevos sentidos en hnsea de posi- cionamientos que den flexibilidad al yo sin hacer tam- balear el fundamento del proceso identificatorio, lo que lo obliga a estar alerta ante sus propias alteraciones y en una lucha descarnada contra las trampas que le tienden su mundo pulsional, sus ideales, el deseo de los otros y la realidad. El psiquismo es un sistema abierto en per- manente intercambio con su entorno. Su discurrir por tuna historia en perpetuo movimiento es producto de los encuentros ylos impactos emocionales que le son propios, lo que muestra la contingencia y el limite finito del determinismo asi como la importancia de la intervencién de} azar, el cual puede ser destructivo, deshacedor para aguellos sistemas que tan sélo quieren conservar lo conseguido, o creador, que representa el aspecto inno- vador de los sistemas complejos. 8, No debemos confundir estos pesibles episodios de desestruc- turacién con Ie idea errénea —a mi juicio— de una potencialidad pslestiea universal. 263 BIBLIOGRAFIA 1, Aulagnier, Piera: La violencia de la interpretacién, Buenos Aires, Amorrortu, 1977. 2, —: Los destinos del placer, Barcelona, Petrel, 1980. 8. —: Bl aprendiz de historiador y el maestro-brujo, Buenos Aires, Amorrortu, 1986. El sentido perdido, Buenos Aires, 'Trieb, 1980. ‘Condamné a investir” en Un interpréte en quéte de sens, Paris, Ramsay E., 1982. {Trad. esp.: en Reo. de Psicoandlisis, 23; T. XLI, 1984.| “Les deux principes du fonctionnement iden- tificatoire: permanence et changement”, en Un interpréte en quéte de sens, Paris, Ramsay E., 1986. (Trad. esp.: Cap. 5 de este libro.] 7, —: “Se construire un passé”, Congreso de Ménaco, 1988. 8, —: “Le temps de V’interprétation”, Congreso de Rio de Janeiro, 1989. “Temps vécu, histoire parlée”, en Topique, 31, septiembre 1983. “Naissance d'un corps, origine d'une histoire”, en Corps et histoire, Aulagnier, J. McDougall y otros, Paris, Les belles lettres, 1986. (Trad. esp.: Cap. 2 de este libro.] 11. Cartolano de Mandet, E.: “Una metapsicologia dela realidad. Algunas reflexiones en tornoal concep- to de realidad en la obra de P. Aulagnier”. 12, Castoriadis, C.: La institucién imaginaria de la sociedad, Barcelona, vol. 2, Tusquets, 1989, 18. Freud, 8. (1895): “Proyecto de una psicalogia” en Obras completas, Buenos Aires, Amorrortu, to- mol. 14, — (1896): Carta 52 a Fliess, en ob. cit., tomo I. 15, — (1923): El yo y el ello, en ob. cit., tomo XIX. 16. Green, A:“Pulsién de muerte, narcisismo negativo, 264 funciGn desobjetalizante”, en Lapulsién demuer- te, Green, A., Laplanche, J. y otros, Buenos Aires, Amorrortu, 1990, 17. Hornstein, Luis: Cura psicoanalitica y sublimacién, 18. Buenos Aires, Nueva Visi6n, 1988. Laplanche, Jean: “La pulsion de muerte en la teorfa dela pulsién sexual”, on Green, Tkonen, Laplan- che, Rechardt, Segal, Widlocher, Yorke, La pul- sidn de muerte, Buenos Aires, Amorrortu, 1990. 19. —: Nuevos fundamentos para el psicoandilisis, Bue- nos Aires, Amorrorin, 1990. 20, Rother de Hornstein, M. C.: “Adolescence: un temps 21. de historisation”, Topique, 46, 1990. . —: “Historia y proyecto: el yo como devenir. Intro- ducei6n al pensamicnio de P. Aulagnier”, Rev. de Psicoundlisis, T. XLIV, 3, Buenos Aires, 1987. 22. Walsh, Maria Elena: Novios deantano, Buxnos Aires, Sudamericana, 1990. 265 7, gREPETICION 0 HISTORIA? Hugo Bianchi 1. TEMPO Y REPETICION “—-Escucha, sipor perezatedetu- vieras un solo instante... De in- mediato el universo temblaria en los bloques de su materia...” Rabindranath Tagore, Cygne Nuestra noci6n del paso del tiempo se halla construida sobre la ilusién de la sucesion constante e interminable de instantes. : Paral hombre, l tiempo aparece en tanto experiencias vividas de diversos modos, en multiples Areas de la vida La experiencia temporal. es universal, pero puede cap- tarse en diversos niveles. La vidaes medida por el tiempo, ‘que pasa a ser el representante de la ley ineludible que marea su término. El tiempo es también el marco de referencia que permite el intercambio social, y el contexto mismo de nuestro pensamiento. La composiciGn que cada sujeto hace de la realidad (Dayan, 1988) apunta a la 266 retencién sobre el propio cuerpo de las sefales que interesan al conjunto pulsional, y a los acontecimientos que estas seitales describen en el espacio y el tiempo. Espacio y tiempo que se prestan a una modifieacién subjetiva no s6lo en la semiologfa de la psicosis, sino también en las tramas de la cotidianidad, y esta construceién de la realidad se halla en el crace de la percepcién con la fantas{a, dela historia con la repeticién, del cuerpo con el lenguaje. ‘Una experiencia, un suceso, un acontecimiento dejan su marca en tanto son significativos, y algo se vuelve significative en relacién con lo ocurrido antes del suceso, 0a lo que ocurriré més tarde. Esta relacién de significacién es parte esencial de la teor(a de las fases, tal como la entendia Freud. En relacién con la significacién causal, los sucesos oenrridas eon anterioridad son entendidos como causa de aquellos que suceden con posterioridad. Este ordena- miento resulta accesible y logico para la comprensién de la realidad que nos rodea. Una excepeién a este ordenamiento causal de la reali- dad lo constituye el fendmeno de la repeticién. En la construccién de la temporalidad, la secuencia explicativa de! acontecimiento se establece como una relacién en la que lo anterior expliea —y es causa— de lo posterior, entendido como efecto. Esta relacién da lugar a la cons- truccién de una serie histérica; el sujeto puede intervenir en esta serie de una manera activa. Si para ciertos historiadores como para la escuela histérica més exten- dida en este momento de Francia—,’ lo interesante es el sentido del conjunto de los acontecimientos ubicados en 1. Laastlamads “escuela del proceso, liderada por el historiador Paul Veyne. 267 un contexto determinado, y no sus causas aisladas, para el sujeto es imprescindible poder enlazar en su memoria las significaciones que atafien al origen de su existencia y al deseo de aquellos que la determinaron, con una ‘causalidad que haya incluido el placer como condicién necesaria para componer una realidad aceptable que lo incluya. ee ‘La repeticién, en tanto acontecimiento proveniente del exterior en cambio, se presenta como un fenémeno invertido en el que el efecto aparece con anterioridad ala causa —automatismo de repeticién—, que de todos mo- dos permanece ajeno a toda intervencién por parte del sujeto que lo contempla. Como consecuencia de la reiteracidn repetitiva, lo que observamos es una sucesion de hechos que interpretamos comoefecto de alguna causa, fuera de nuestro alcance; por ello esta causa aparece representada por una falta, por una significacién vaca que parece multiplicar sus efectos de manera continua. Esta significacién vacia, generadora de angustia, crea el sentimiento de sex juguete de otra voluntad, “...es sélo el trabajo de la repeticién no deliberada el que vuelve ominoso algo en sf mismo inofensivo y nos impone la idea de lo fatal, inevitable, donde de ordinario sélo habriamos hablado de causalidad”* : ‘La repeticién trastroca la causalidad temporal, intro duciendo un espacio vacio que es recubierto por diferen- tes nombres, el més conocido de los cuales es destino. ‘Eldestino opera.al modode una significacién restitutiva que permite alinear la repeticién con los modelos de causalidad temporal, aunque al precio de proyectar esta causa en una entidad ajena, incapaz de prestar signifi- caciones. 2. Rrend, Sigmund: “Lo ominoso”, en Obras Completas, Buonos Aires, Amorrortu, tomo XVI, pag. 237. 268 Bajo el nombre de destino ubicamos los hechos euya causa desconocemos, las determinaciones que no pode- mos explicar. E] destino aparece como una trama despro- vista de significacién, y por eso opuesta a la historia, La repeticién aparece como la manifestacion mas aparente de esta estructura de determinacién a la que lamamos destino, Freud describié con el nombre de fantasia originaria un modo de rellenar laslagunas que dejan los vacios de la falta de significacién, :ambién las construcciones y los procesos de historizacién, ambos operando a través de la significacion de los hechos ocurridos en el pasado. Lo inexorable dei destino se ve expresado en una carta de Madame de Sevigné a su hijo, en la que eseribe: “La bala de catién que matéa Turenne estaba fundida de toda Ja eternidad...”. No es un soldado quien disparé la bala, ésta no fue disparada ahora; los efectos de una batalla no aleanzan para explicar la muerte del principe-general, es necesario apelar a la fuerza enigmética del destino expre- sado en la escala de tiempo: la oternidad es metéfora de lo infinito. La misién de interpretar el destino ba quedado reser- vada a oficiantes de diversas magias o religiones a los que se creyé capaces de este develamiento. Por otra parte, come veremos mas adelante, la repe- ticién es funcién propia de la memoria y posibilidad del sentimiento de identidad, en este caso la repeticién opera desde la subjetividad. En lo relativo a los juegos infan- tiles, Freud relacion6 la repeticién con “la ganancia de placer que proviene de otra fuente”, con un pasaje de la pasividad a la actividad, aunque més tarde relativica esta observaci6n por estar dentro del principio del placer yno “més alla” de él. En todas formas, el placer ganado con la repeticién infantil es el “cemento” que sostiene a “Su Majestad, el Bebé” en la pasién narcisista de iden- tidad, nicleo de la subjetividad. 269 El tiempo psicolégico es el punto de anclaje de la subjetividad. Desde allies posible ubicarse en el presente yactuar o sumergirse en el pasado y recordar,* modificar los recuerdos 0 incluso olvidar o proyectarse al futuro. La repeticién, nocién freudiana central en la teorfa psicoanalftica, debe distinguirse de la generalidad. Su estructura se halla compuesta por dos aspectos, no sélo diferentes, sino hasta contradictorios. “Son ellos el ligado a la igualdad reiterativa; y el diferente, ereativo, depen- diente del intervalo vacio, dela falta en repetir que media entre una repeticién y otra” (Yéfiez Cortez, 1986). Podemos encontrar en las ideas de Freud, al menos dos maneras de pensar el tema de la repeticidn: una de ellas, més optimista, en la que espera alcanzar la meta de la curaci6n integra: hasta 1914, la ilusién freudiana de la cura est4 centrada en la oposicién entre repeticién y recuerdo, con la presuncién de que la recuperacién ana Iitica del segundo tornard innecesaria la primera. E} recuerdo debia ser buscado activamente, debiendo el analista instalarse “de antemano en el pasado para operar la conjuncién viviente entre saber y resistencia, representacién y relleno”. Hasta 1914, la resistencia separaba recuerdo y repeticién: cuanto més fuerte era aquella, la reviviscencia, mas hacta fracasar al recuerdo. La clave del cambio, de la interrupcién del automatismo de repeticién, que lo transformaria en deseo de recordar estaba para Freud en la autoridad transferencial. En un segundo momento, en plena “vuelta de 1920", aquella ilusién terapéutica cede su lugar para retomer la nocién de compulsion a la repeticién, presentada por ‘8, Sigmund Freud propane psra la memoria un modelo periédico parael funcionamiento delsistemaPercepeién-Conciencia, proponiendo ‘que en este {uncionamienta discontinuo se basaria la génesis dela represontacién del tiempo (Notas acerca de Ia pizarra mégica”). 270 primera vez en 1892, pero sin la fuerza irreductible que tendria més tarde, “Bn el analizando, en cambio, resulta claro que su compulsién a repetir en Ja transferencia los episodios del perfodo infantil de su vida se sitta, en todos los sentidos, ‘mds alld del principio del placer. El enfermo se comporta en esto de una manera completamente infantil, y as{ nos ensefia que las huellas mnémicas reprimidas de sus vivencias del tiempo primordial no subsisten en su inte- rior en el es:ado ligado, y aun, en cierta medida, son insusceptibles del proceso secundario.”' Esta es la pers- pectiva desde la cual Freud hace coincidir la repeticién con la nocién de resistencia, con la que ha quedado registrada en la teorfa psicoanalitica desde entonces. Como veremos mas adelante, el enlace entre repeticién, memoria e identidad merece que se le adjudique a la repeticién una funcién constructiva del psiquicmo, on lugar de convertirla en una dependiente exclusiva de la resistencia. Puntualizar el concepto de repeticién requiere que, tal como lo hace Gilles Deleuze, podamos distinguir esta nocién de otras, que en ocasiones pueden prestarse a confusi6n, tales como generalidad, diferencia, ley, ete. Deleuze define como problema fundamental de la repe- ticién el que trasciende su caracterfstica aparente: la identidad de forma en el concepto y en la representaciGn; aguel que reclama un principio positive superior que pone en movimiento y mantiene la reiteracién. No es repoticién aquello que perdura; la repeticién, en cambio, esta ligada al retorno iterativo que supone intervalos libres entre una y otra reiteracién. El intervalo o falta entre ciclo y ciclo introduce la nocién de cambio como elemento implicito en toda repeticién; asi una formacién 4. Freud, Sigmund: Mds alld del principio del placer. 271 sintomética, por ejemplo, debe incluir espacios libres de sintomatologia para que se la pueda considerar repetida. 2.,IEMPO ¥ PANTASIA Dice Henri Bergson que el “espesor” del presente vivido se situarfa entre un maximo de doce segundos y un mfnimo de 1/500 de segundo. Hannah Arendt sefiala que el presente obtiene su “espesor de las tensiones ejereidas contra él por el pasado y el futuro”. Bergson, que el presente muerde el futuro “como un rio que desgasta sus riberas”. Pero en estas definiciones, provenientes de una historiadora y de un psieélogo, no se habla del tiempo convencional marcado por el reloj, sino de un tiempo que transcurre en el interior de nuestra alma; hablan de un tiempo subjetivu. También la definicién de los limites de un acontecimiento procede de un recorte subjetive que mide un espacio temporal, dentro dei cual se ubica la escena —o la fantasia— encerrada en el acontecimiento definido. El tiempo freudiano de la fantasia es el tiempo en el que se dispone el fondo representacional que sirve a la construccién de la realidad. En este tiempo, como fue descrito més arriba, los acontecimientos encuentran un ordenamiento eminentemente defensivo; las relaciones de anterioridad y posterioridad sirven a la construccién de la explicacién causal. Més que un ordenamiento apo- yado en una clasificacién temporal estricta encontramos aqu{ un ordenamiento temporal encubridor apoyado en una causalidad defensiva. Las matrices imaginarias se constituyen en el fondo explicativo a partir de las cuales se organiza un relato también imaginario: el relato mi- tico. Pero el hecho de que la fantasfa se encuentre conec- tada por un extremo con lo imaginario no significa que la realidad se encuentre totalmente excluida desu dominio, 272 ni desde el punto de vista de su ia construccién, ni desde el dela codeterminacién dela realidad, quesehalla implicada en las condiciones de satisfaccién pulsionales. No sélo la fantasfa se encuentra originada en hechos reales de Ja prehistoria —y de la historia—, sino que en devolucién la fantasia define la escena en que el deseo ha de satisfacerse, encontrando un objeto disponible en la realidad. La escena de satisfaccién desiderativa creada por el sujeto no necosariamente lo muestra de modo directo, o sin disfraces; sin embargo, éste se halla segu- ramente configurado en algan lugar de la misma escena. ‘La temporalidad de lo inconsciente es reversible y no evolutiva. Es el tiempo dela significacién de los elemen- tos empiricos a los que presta un sentido oculto. Es un tiempo perpetuamente presente y por ello no se somete a un ordenamiento cronoldgico.5 Fsta falta de ordenamiento trae como vonsecuencia la caida (o la inversién) de las relaciones de causalidad, ordenadas segiin la regla que supone como causa al ante. cadente del efecto consecuente. “La historia como ordenamiento objetive se halla a merced de los destinos de estas temporalidades de me- cénica distinta. La temporalidad del yo como sujeto de la historia y la temporalidad del inconsciente bajo la atem- poralidad del deseo.” La fantasia seiala el campo de batalla, as{ como el hecho unico, origen de la repeticién (Freud, 1897). & Jr, Stn ta tein de atts sees ox coin toed ig, etn yr ‘cuerpo quimico que ss combina con otro, Y en. efecto, la primera oo de la eae es la falsificarién del recuerdo por ragmentacion, en. ‘cual son descuidadas precisamente las relaciones ice ante eae ea tees \érnicos”, en ob. eit., tome I, pag. 6. Aulagnier, Piera: Bl sentido perdido, pag. 65. 278 ‘La clinica nos muestra, a menudo, ejemplos en los que Jas relaciones entre fantasfa, transferencia y repeticién se encuentran claramente en relacién. El caso que paso a sintetizar lo he conocido en el curso de una supervisién.” ‘Teresa fue la menor de varios hermanos, joven, de inteligencia desarrollada y excelente nivel cultural; su ‘onergia y decisién a menudo determinaron que la lama- ran “varonera”. Decia de sf misma que se apasionaba en empresas quiméricas, y se complacta en los triunfos “imposibles” que obtenfa en esas empresas. Un hecho de su historia reaparecié con mucha frecuencia. Cuando Teresa tenia poco més de cuatro afios, murié su padre. Ocurrié al arreglar un artefacto eléctrico, por pedido de la madre de ‘Teresa. Ambos se encontraban so- los en la casa; la madre, accidentalmente, reconecté los fusibles sin dar aviso a su marido, con la consecuencia de que éstemuriéelectrocutado. Amenudo, Teresa, angustia- da, decia que no guardaba ningiin recuerdo de su padre ‘La muerte se produjo en momentos en que la nifia se encontraba en pleno desarrollo edipico de amor por su padre, y de rivalidad con su madre. Un hecho producido el dia que conocié a su marido también estaba mareado por un relato épico: mientras transcurrfa el encuentro, la casa del joven se habfaincen- diado a rafz de Ja cafda de un rayo; la cita amorosa, imprevista, lo habria salvado de la muerte. Sobre esta conviccién se forma la alianza. Debia ser ella quien lo salvara. Una mujer mata a su pareja: hay otra mujer que, simétricamente, salva a la suya. Triunfo edipico que marea la alianza y también la transferencia.* 7, Agradezco al Dr. V. R. ol haberme facilitado el uso de le informacién sobre el presente easo. 8, Jean Laplanche y Jean Baptiste Pontalis dicen: “Las fantasias coriginarias constituyen ese tesoro de fantastas inconscientes que el andlisis puede descubrir en tados los neurétiooe y probablemente en 274 El ideal sexual conlleva la marca de aquél salvado por una mujer, el anhelo de ser deseada, como garantia de inmortalidad. Idealizacién de la atraccién erdtica como amparo frente a la idea de ia pareja como lugar de la muerte. La confirmacién de los propios atractivos confirma la ‘unién con el ideal. Pero le escena que sirve de garantia debe ser recreada una y otra vex de modo permanente; nada mas protege contra la angustia Recientemente, asombrada, cont6 que se ha sorpren- dido. Mientras estaba jugando al tenis con su marido, percibié la furia con la que queria “matarlo”, en el sentido deportivo, Algo de lo transferido de su historia al marido se habia deslizado y Teresa sentia cierta angustia al descubrirse tan apasionada por su triunfo y por derrotar al rival. ‘Teresa insinuaba con frecuencia tener sueiios y fanta- sfas eréticas en las que aparecerian ella y su terapeuta, a pesar de lo cual nunca revelaba su contenido. ‘Una vez pudo, con cierto esfuerzo, hablar de un ensue- fho; se trataba de una aventura como las mencionadas, con la caracteristica de que aparecian en la escena una serie de nombres de lugares todos con sflabas duplicadas. ‘Esas duplicaciones fueron entendidas como parte del mundo narcisista contenido en el imaginario de Teresa. En otra oportunidad relaté: “Usted sala del teatro y estaba rodeado de mujeres que le hablaban y se refan con todos los hijos de los hombres, Estas solas palabrassugieren que noes s6lo ¢l hecho empirico de su frecuencia, y hasta de su generalidad, lo que las earacteriza. Si cade vez son ereadas las mismas fantasias con el mismo contenido, si se pueden recuperar, bajo le diversidad de las fabulaciones individuales, algunes fantasfas tpicus es porque la historia aeontecimiental del eujeto no es ol primum movens ¥ debe uponerse un esquema anterior capaz de operar como ‘organizador’*. Fantasia originaria, origen de la fantasio, fantasia de los origenes. 275 usted. Yome puse furiosa y pensé cémo podia hacer para Nevarmelo. Corri ala porteria, alli tiré... algoast como un rayo y todas esas mujeres quedaron paralizadas. Me lo evé sin que ninguna pudiera hacer nada... (Cémo me divert...! Todvia veo el brillo del rayo, si cierro los ojos...” En el enamoramiento, zla unién con el ideal repre- senta la devoracién del objeto por el yo?? {Cémo podria Teresa encontrar ampero en el deseo de matar a su analista escondido por el brillo del triunfo erético sobre Jas otras “mujeres”? ¥ sobre todo, quién es él para ella?!° 3. TRANSFERENCIA ¥ EEPETICION Para Freud, “la transferencia misma es sélo una pieza de repeticién”, y agrega que en forma recfproca “la repe- ticiin es la transferencia del pasado olvidado; pero nosdlo sobre el médico: también sobre todos los ambitos de la situacién presente” (Freud, 1914). Si pensamos en la ensofiacién diurna citada, se hace evidente la dimensién transferencial,, as{ como la presen- cia del argumento repetitivo. —presente tanto en la multitud de nombres con sflabas duplicadas como en el elemento rayo—, transferencia y repeticién, idealizacion ¥ pulsién de muerte, {eémo entender esta ensoaacién? Larepeticién ambiciona siempre lo tinico, singularidad de la impresién cereana, excepcional y sin embargo repe- tible; el sujeto busca una y otra ver la identidad de su ser 9. Freud, 8. Psicolagéa de las mases y andilisis del yo. 10. Freud, 8. (1908) en “Un easo de Neurosis Obsesiva”, expresa: “Noes difiei comprobar queel sujto intenta borrar,enestasfantasias sobre su primera nifier, el recuerdo de su actividad autosrética, slevando sus huellas mnémicas al estadio dal amor a un chjeto y procediendo asf como un auténtico historiador que contempla el ps- sado a la luz del presente”, 276 individual a través de la cual sentirse completo, alo largo de una historia en la que el otro garantiza esa comple- tud:" Hegar a ser la mujer ideal que protege asu padre de todos los riesgos, aun del mismo accidente ya ocurrido transformado en encantadora luvia de colores, brillando, como indicacién de una imagen idealizada. La fantesmética reiterada de Teresa ponfa en esce- na, a través del erotismo, el drama épico inacepiable, la pareja conyugal unida en un paroxismo de amor.y de muerte. La compulsién de repeticion pasa al costado del placer, siendo el displacer el procedente del recuerdo traumético, Los rayos utilizados —ella habia salvadoa su marido de un peligro semejante— esta vez han sufridola inversién de su sentido. En efecto, en la fantasia men- cionada ‘Teresa usa el rayo contra las mujeres para defender (apederarse) a un hombre. Si “en la escena primaria es el origen del individuo el prefigurado”, la construccidn defensiva de Teresa condu- cfa @ la escena en la que se proponia como una mujer salvadora, subyaciendo como enigma la cuestiGn acerca de cémo podria su origen haber sido consecuencia del odio entre los padres. 11. Freud,$., on Totem y tub expresa: “Los estados de enamora- imiento, psicolégicamente tan asombrosos y que son los arguatipos normales de las psicosis, corresponden al méximo nivel de estas gmanaciones la de I bide nareisstal eomparado con ol nivel de amor al yo". 12. "Quo el peso de tales combras invocadas —al igual que cuands ramos nitios pedfamos socorro mamé y pspé euando todo estaba oecuro— exeeda a veces nuestra capacidad para dominarlas, y como nuevos aprendices de brujo, corramos el riesgo de vernos arrastrados hacia une existencia oxtraiia« nosotros mismos, no dobe ei hacernes olvidar el por qué ni el eémo de su antigua elaboraci fantasmas de identificacion tienen una historia en nosotres cuya ‘rama podemes reconstituir, no sin sentir a menodo, por ello, algunas sorpresas® (Alain do Mijolls). 217 Las fantasfas originarias,** (la escena primaria, la fan- tasia de eastracién, la fantasfa de seduccién) forman par- te de una situacién que Teresa mantenfa, teniendo que explicar el enigma de una muerte debida a la pareja uni da, Desmentir en el origen de su existencia el odio homi cida entre los padres como inaceptable para la propia historia. Porque la transferencia es ante todo un fragmento de repeticién; el deseo infantil de reencuentro del padre fallecido carga —y eso es la transferencia para Freud— ‘una (o varias) representaciones preconscientes, asi: La bisqueda del padre se repetfa en Teresa una y otra ver, en diversos personajes. En estas situaciones se confi- guraba una escena en la que slguien corria peligro yen la que Teresa aparecia como salvadora... Estas escenas vividas reiteradamente se sucedfan en épocas en las que ‘Teresa vivia normalmente, trabajando con eficacia en su tarea profesional, practicaba deportes, se interesaba en los espectaculos. Imprevistamente, una sombra, la caida enunestado de tristeza e indiferencia en la quenada més parecia importar , en tiempos més recientes, Ia apa- ticién de episodios de agorafobia que le impedfan salir de su casa, la hacian argumentar que podrfan entrar ladro- nes en su ausencia, presa de intensa angustia. La 18, Sigmund Frevd, en Le interpretacién de los sueltos, expresa: “Cuando se oxainina la estructura (Aufbau) (de las fantasias) uno se convence hasta qué punto el tema del deseo (Wunschmotiv), que esté trabajando en Ja produccin de la fantasia, ha trastornado y modifi- cado el material eon que estén construidas, para reunirlonuevamente en un todo...” PEE 1A, Sigmund Prova en Moissy la relgin monotit dic: Las reacciones negativas persiguen la meta contrapuesta; que no se Feeverde nada se rola nada de los ratimesolidede. Podemos ‘resumitias como reaceiones de defensa... Todos estos fenémenos, tanto Jos sfntomas come las limitacionesdel yoy lasalteracionesestables del cardeter, poseen naturaleza compulsioa; es decir que 2 rafz de une 278 sexualidad de la que se ufanaba, desaparecta, y ella se sentia extrafia, otra, ala que no conocfa bien. Estos ciclos se repitieron unay otra vez, y al modo de un aviso, Teresa deta haber tenido un suedo..., o habia imaginado algo... que no podia contar. Sila escena primitiva dio lugar a la fantasia de origen del sujeto—y allf nacié la repeticion—, jla muerte podria estar enlazada ala misma fantasta? De ser ast, el propio origen de Teresa habria debido ser causado por el odio entre los padres, configurando una causalidad imposible, ya que no es posible para nadie figurarse una escena de odio o de dolor como causa de su existencia, La fantesia transferencial que prefiguraba a Teresa representada en la escena épica, nos permite intuir la dramatica, pero no la historia, ya que Teresa puede ser cualquiera de esos personajes, enmascarado aestaaltura en los modos més primitivos de las operaciones defen- sivas. La construcciGn desu historia depende de una recupe- racién de la temporalidad —més que de la interrapcién de la estructura de repeticién dependiente de la fuente inagotable pulsional—, en donde trabajar y ubicar hist6- ricamente ios contenidos inconscientes recuperados en la labor transferencial; de esa manera se podrén recuperar reas capturadas hasta ese momento por la formacién sintomatica. Pero, como veremos, el proceso de histo- rizacién depende de la labor de un yo, advenido algo tardiamente en la evolucién del sujeto, capaz de concebir un discurso acerea de su origen que, verdadero 0 aeaso inventado, pueda dar cuenta de la generacién de placer gran intensidad psiquica, musstran una amplia independencia res- pecto de Ia organizacién de los otros procesos antmiess, adaptados estos tltimos aos reclamos del mundo exterior real y obedientes ales Joyes del pensar légico’ 279 acerca de su propio origen. De esademora depende queen. todo momento pudiera aparecer en el espacio psfquico de la paciente una escena y un objeto de caracteristicas persecutorias que pudiesen reducir a polvo todo el trabajo de ese yo que quiso tener el piso firme para poder seguir adelante, Por eso, la transferencia renueva la demanda de la presencia de un objeto capax de resistir. El desam- paro sélo puede ser evitado por la ilusién de un comple- tamiento que la ponga a cobijo del retorno de lo mismo. ‘La contribucién del andlisis es reemplazar este retor- no por un trabajo de pensamiento (es decir de palabra), capaz de dar un nuevo punto de partida a la repeticién. 4, HISTORIA 0 REPETICION Povo a poco se introduce en la filo sofia de las ciencias el mds inveterado de los axiomas de la filosofia del cono- cimiento: el axioma que quiere que lo primitivo siempre sea lo fundamental. Bachelard, G., La actividad ra- cionalista Bachelard (1975) ha enunciado la hipétesis de que se intenta calear Ja representacién del tiempo histérico sobre la del tiempo fisico, Freud, por el contrario, construyé la temporalidad como un proceso de repeticién con cambio, explicando la eficacia terapéutica del psicoanélisis, desde el deseo inconsciente hasta la operacién analitica de reemplazar la repeticion por el recuerdo. ‘A través de esta operacién, propone ubicar la repe- ticign en un nivel acrénico, dejando la diacronta ligada al concepto de cambio: el interés por la recuperacién del 280 pasado y su elaboracién, la historizacién, como eje de la tarea a desarrollar entre analista y paciente. Los limites aeste trabajo son el exceso de materialidad en la pesquisa que podria convertir el andlisis en una tarea més ade- cuada para fenomendlogos, y el abuso sugestivo en la indagatoria, que obtendria efectos verosimiles en cambio de la historizacion resignificadora. Una dificultad en la comunicacién de los casos preo- cups a Freud casi desde el principio; confesaba, inquieto, que se parectan a novelas breves”,* halléndose despo- jadas del estilo habitual en las comunicaciones cienti- ficas, Bato tiene que ver precisamente con el hecho de que estos easos eran contados tal como fueran recogidos, camo historias. Y si se objetara que esta muestra de lo recogido en el trayecto analitico procede de una época muy tem prana de la experiencia clinica analitica, bastaria con recordar el articulo téenico (de 1927) acerca de las cons- trucciones, para convencerse de la perdurabilidad de su interés por la historizacién en el trabajo clinico. Muy pronto pereibié que la eleccién de los hechos relatados en sus historiales implicaban un recorte, pero que para cada observacién habria de encontrar miiltiples maneras de confirmar o denegar su verdad, una de las maseficaces, la transferencia. Perolatransferenciamisma no es en sf otra cosa que un fragmento de repeticién, que conduce elrecorte de nuestra escucha en una direcciGn ya recorrida por el paciente. “Con esta materia prima—por asf llamarla—debemos nosotros producir lo deseado”, dice Freud, en 1937, en su trabajo “Construcciones en el andlisis”, y agrega: “Y lo deseado es la imagen confiable, e {ntegra en todas sus piezas esenciales, de los afios olvidados de la vida dol paciente”, 15, Sigmund Freud: (1899-1895) “Bstudioe sobre la histeria, IT Historiales: Srta, Elisabeth von R” 281 La idea de retomar la construccién histérica freudiana hha sido un interés permanente en el pensamiento de Piera Aulagnier. El objetivo de esa tarea es permitir la participacidn creciente del paciente como sujeto de una historia que él ayude a construir, en lugar de estar sujeto al olvido de lo que incansablemente ha de repetir hasta su muerte. En El aprendiz de historiador y el maestro-bruyjo esta autora declara que hay dos cuestiones en Ja tarea clinica que se pusieron, para ella, de manifiesto una y otra ver: “a) La funcién del yo como constructor que jamés descansa, e inventor, ai es necesario, de una historia libidinal de Ja que extrae las causas que le parecen razonables y aceptables las exigencias de las duras reali- dades con las que le es preciso cohabitar: e| mundo exterior y ese mundo psiquico que, en buena parte, permanece ignoto para él. ") La relacién entre esta funcién de historiador, propiadel yo, supesquisa causal (0 ese afin decausalidad, para retomaruna frase de Cassirer quecitocon frecuencia) y una teorta y un método, los nuestros, que privilegian la bisqueda y el develamiento de un nuevo tipo de causs- idad y los beneficios primarios que de esto puede esperar el yo.” ‘Separar el contenido dela repeticién, del automatismo de la repeticién, he ahi el trabajo del psicoanélisis. La sustitucién de actuar le repeticién es impedida en la sesin analitica por la derivacién de laaccién ala palabra, pero la palabra la representa en forma simbélica al modo de la repeticién significante (y de la verbalizacion de la transferencia también). La concieneia de identidad se encuentra enlazada a la 282 memoria; su deterioro coincide con la pérdida de extensos fragmentos del sentimiento de si: por esta raz6n es que la raiz misma de la identidad se encuentra en la repeticién, el reencuentro con la pasiGn narcisista, satisfecha en el ozo del reeneuentro de lo idéntico. La funcién de auto- rreferenciaha sido definida tanto comouna caracterfstica eminentemente humana como una parte de la refle- xividad, entendida como la posibilidad de que la propia actividad del sujeto devenga objeto (Castoriadis, 1986). Suprimir la repeticién no es sélo algo imposible sino también algo inadecuado. Si por un momento alguien pudiese anular el mecanismo de la repeticién en si mis- mo, no sélo perderia Ia memoria, sino que perderia la vida, para ser otro: a fin de producir un cambio total, de suprimir ebsolutamente la repeticién, es necesario mo- rir. Bl pasaje del estado de identidad excluyente de todo lo exterior (que Freud describié con el nombre de nar- cisismo primario absoluto) a la posibilidad de un cambio, aunque sea mfnimo, debe respetar la memoria des{,y con ello ol conjunto de las posiciones identificatorias. No por casuslidad la definicion freudiana del paradigma mona- dico narcisista apareceria en un artfculo destinado a ampliarlateorfasobre un acontecimientorepetido cotidia- namente por todos los seres humanos de todas las edades: el dormir y el sofiar.!* Esta busqueda de la identidad narcisista aparece en forma permanente en la vida. A propésito de la participacién de la repeticién en la forma- cién identificatoria, Maurice Dayan subraya que “la repeticién confirmada en el compromiso sintomatico no es mas que una forma ostensible (...) de la pasiGn narei- sista que procede del afecto identificatorio por sf mismo”. Este afecto identificatorio procede de una matriz previa 16. Sigmund Freud: “Complemento metapsicolégien a la doctrina de los suchos”. 283 a la adquisicion del lenguaje y previa también a la ‘represién, en la que se inscribirian “los acontecimientos perceptibles que interesan a las pulsiones”. Por medio de esta matriz. se explica el pasaje de la temporalidad pre- histérica a la intemporalidad de lo inconsciente. Debido a que la repeticién corre siempre detrds de la singu- laridad (singularidad de laimpresién cercana, tinicaysin embargo repetible), el individuo busca una y otra vez la identidad de su ser individual, una identidad que el sujelo siempre Iucharé por mantener igual desde el encuentro con el otro y con el mundo, a lo largo de una historia en la que el otro no dejé nunea de intervenir. ‘Sino quedara para el paciente otra forma de expresar- sequela sintométtica, ha de sor la causa de que los abjetos primitivos de los cuales dependié, y los postulades iden- tificatorios bajo los cuales qued6 colocado en sus origenes, no permitieron otra forma de reconocerse sino a través de la puesta en préctica del complejo sintomatico. En este sentido, toda préctica terapéutica que se intente deberé construir —en el sentido freudiano de la historia— vias allernativas a través de las cuales el sufrimiento deje de ser la forma exclusiva de conservar la relacién con los objetos originarios en su interior y, por lo tanto, con la realidad que les concierne. Los sinalistas obtenemos dos tipos de datos hist6ricos: uno procedente de la versién que el propio paciente aporta acerea de su pasado, versién que se halla sometida al proceso reordenador de la resignificacién; otro, lo extraemos del andlisis del discurso y el recorrido trans- ferencial durante el proceso terapéutico. De la primera seriede datos podremos construir algunas hipétesis sobre las causas a las que el propio paciente imputa su sufri- miento; se trata de una causalidad que apunta 2 una escena sin temporalidad como corresponde al tiempo congelado de la “historia mitica”. Esta causalidad que habré de confrontar con lo obtenido en la diacronfa de la 284 relacién analitica de las formaciones de compromiso: lapsus, suefios, andlisis del relato y, sobre todo, de la dimensi¢n transferencial. De esia segunda clase de ele- mentos, la construccién de la temporalidad, su. histo- rizacién, ha de ser la tarea conjunte de analista y pacien- te, a través de la interpretacién, y sobre todo, de la construccién, Pero esnecesario recoréar que hay un periodo anterior en la historia que trae el paciente, del que sélo guarda retazos deshilvanados o huellas en él cuerpo. Este perio- do, en el que el yo no operaba atin como historiador, se funda en el conjunto de los enunciados maternos.. El najo de construccién sobre este tiempo, el tiempo de lo nario, el tiempo de lo primario, anterior a la adqui- sicién del lenguaje, aunque mucho mas alejado de cual- quier pretensién de verdad material, también ha de ser nuestra tarea. Piera Aulagnier definié la tarea de! modo siguiente: “Meinclinaria a comparar auestra teorfa con una historia: dela ontogénesis del deseo, y la relacion analitica, con un encuentro entre un analista historiador, que posee su versién de esa ontogénesix, e historiadores profanos que defienden cada uno la suya: éstos se consideran duefios de una versin exhaustiva rierced a su creencia en una identidad espacial y temporal entre el yoy la totalidad de Ja psique. En biologia, la ontogénesis trata del desarrollo de] individuo desde la fecundacién del huevo hasta el estadio final de su desarrollo, En anlisis, la ontogénesis trata de los deseos (de las causas) por los que un huevo pudo ser fecundado, y de las consecuencias que tracn en el entero devenir de ese ‘huevo’? 11. Pjora Aulognier apunta en este texto a diseerir Is funcién Dioldgica, cuyo devenir es gubanado por un orden de eausalidad Aistinto dal dl psiquismo, yla uncién de lapsique que, en camiv, no puede construr identidad ni ‘proyectos si “historia” Precisamente 285 La tarea de historizacién del andlisis, en tanto se encuentra centrada en el desciframiento de contenidos inconscientes, se asemeja, como Freud lo propuso, al trabajo del arqueGlogo. Piera Aulagnier agroga que la reconstruccién debe ser asimilable para el sujeto a una situacién en la que el placer de haberlo hecho existir tenga algin lugar. Todo proyecto identificatorio debe estar sostenide en la idea de que en su futuro han de existir objetos que sostengan su deseo; para ello es nece- sario que tales objetos hayan existido y aceptado ser investidos por el deseante. : E] resultado del trabajo propuesto, de desmontaje de las piezas de la historia mitica familiar y de la organi- zacién eausal resultante de dicha historia, est4 magn‘fi- camente expresado en las primeras lineas de la Biografia para Feacios de Octavio Armand: ‘Tal vez soy Demédoco y euento las hazafias de Odiseo 0 soy Odiseo escuchando el relato del ciego Ya no fui lo que soy El lenguaje me mata.. La linea en bastardilla muestra cémo el pasado no al identificatorio debe ineluir la pesién de identidad provista ore ie del oats noha Be vinnie cada le dete lame Tepito. Vanes Cortez ‘define esta posibilidad ereativa dele siguiente manera: “La creacién Se a yoniendounscntldoaunaalaqueesa rover eto sentido en la ausencia que denota custantivamente —a modo anal6- rd ona sland, on aqel que le aporta el aco.) For tnlares os ol cumplininte de una falta y fundada por ree pada sucriva dl acontecnints oo un qusbran- ‘lonento, un crt que roprecenta le iatocia do dasigua” 286 vuelve a ser més construido como lo fuera antes de la egada de la palabra. Historiador, el analista ha de ser coautor de una historia, la dela relacién del deseo de ese paciente por sus objetos, y para ello deberd sostener transferencialmente el argumento de una nueva historia que terminaré cuan- do el analista caiga de su lugar de objeto. En el camino entre el comienzo y la despedida ha de desarrollarse un proceso en el que la temporalidad ocuparé un lugar inseripto desde la doble vertiente del recuerdo y la resi, nificacién, por una parte y por la misma experiencia ‘temporal de la relacién analitica, en la que la demanda remitird incesantemente al descubrimiento de que en algin lugar, en algtin momento, se encontraré la razén escondida que hasta ahora le habia hecho pensar los hechos de la repeticién eomo un destino inapelable. La influencia que la relucién con el analista desarrolla en cada paciente os tema de una investigacién que hasta el momento no ha sido desarrollada. Todos estos factores, hasta ahora escondidos, se iran engarzando en una trama significativa historizada y temporal, en la que las diferentes relaciones de objeto desarrolladas por el paciente en su transferencia son acogidas por alguien que privilegie la escucha de esas palabras hasta entonces silenciadas. ‘Yanez Cortez seftala que la interpretacién s6lo puede inscribirse en el espacio de Ja falta en la serialidad repetitiva, rompiendo la estructura de la serie para producir un orden nuevo"que pongaen crisis el sentido de toda la serie”. Este nuevo orden de la significacién pro- dueiré el corrimiento de la cadena repetitiva, que desde entonces iniciaré una serie nueva, La historizaci6n propuesta por el andlisis no aspira a reconstruir de manera absoluta, sin error, la historia de) sujeto, sino tan s6lo, y en todos los casos, un paso atrés del paciente, ayudarlo a pensar como un continuo sin hiatos 287 aquello que pudo quedar fragmentado debido a la ‘existencia del sufrimiento en la vida del paciente. Pero es cierto que la tentacién de estructurar la historia que escuchamos alrededor de ciertos nticleos tedricos —como el Edipo, por ejemplo—, puede hacernos olvidar la pre- cauciGn de esperar lo original de ese paciente para, en ‘cambio, imponer esos nticleos universales sobre la histo- ria particular que nos comprometimos a escuchar. Por ello la necesidad de obtener del tratamiento para cada paciente la prueba que le permita compartir la causa Iidad que proponemos de su historia. Y esa causalidad podré entonces ser asumida como factor que ocupé una parte de su vida, y siguié siendo causa on 1a formacién sintomstica y en la demanda transferencial. BIBLIOGRAFIA Arendt, Hannah: La crisis de la cultura, Madrid, Alianza Universidad, 1982. ‘Aulagnier, Piera: El sentido perdido (1970-1971), Buenos Aires, Trieb, 1980, caps. II y IV. —: La violencia de la interpretaci6n (1975), Buenos Ai- res, Amorrortu, 1977. —: Los destinos del placer (1979), Barcelona, Petrel, 1980. —: El aprendiz de historiador y el maeatro-brujo. Del discurso identificante al disourso delirante (1984), Buenos Aires, Amorrortu, 1986. Bachelard, Gastén: La actividad racionalista de la fisiea ‘contempordnea, Buenos Aires, Siglo Veinte, 1975. —:La formacién del espiritu cientifico, México, ‘Siglo XX, 1982. Baranger, Madeleine: “Regresién y temporalidad en el tratamiento analitico”, Revistade Psicoandlisis (1969), XXVL2. 288 Barrois, Claude: “Action du traumatisme, traumatisme en action, action sur le traumatisme”, Parts, Novelle Revue, n. 31. Berenstein, Isidoro: Familia y enfermedad mental, Bue- nos Aires, Paidés, 1978. —: Psicoandlisis de la estructura familiar, Buenos Aires, Paidés, 1981. Bergson, Henri: “Essai sur les données inmédiates de la conscience”, Paris, Alcan, 1924, Citadopor Jean Pucelle en El Tiempo, Buenos Aires, # Ateneo, 22a. ed., 1976. Castoriadis, Cornelius: “L’état du sujet aujourd'hui’, Paris, Topique Revue Freudienne, n. 38, 1986. Dayan, Maurice: Inconscient et réalité, Paris, PUF., 1985. —: “Repétition et composition du réel", Topigue, n. 41, ‘marzo 1988. Deleuze, Gilles: Diferoncia y repeticion, Madrid, ¥ai- ciones Jtcar, 1988. Ferrater Mora, José: Diccionario de Filosofia, Buenos Aires, Sudamericana, 1974. Freud, Sigmund: (1950 (1892-991) Correspondencia con Fliess, en Obras Completas, Buenos Aires, Amorror- tu, tomo I, pags. 288-289, 293. —: (1900 {1899} La interpretacién de los suerios, en ob. cit., tomos IV y V. (1912-13) Tétem y tabii, en ob. cit., tomo 18, pég. 921. (1914 ¢), “La intreduecién del narcisismo”, ob. it., tomo XIV, pag. 90. —:(1914 g), “Recordar, repetir y reelaborar (Nuevos consejos sobre la téenica del psicoandlisis, 11)”, ob. cit, tomo XII, pag. 147. (1917 d (1915), ‘Complemento metapsicolégico a la doctrina de los suesios”, ob. cit., tomo XIV, pag. 215. —: (19208) Mais alld del principio del placer, ob. cit., toro XVI, pags. 16, 17 y 36. 289 + (1921 0), Psicologia de las masas y andlisis del yo, ob. cit,, tomo XVII, pag. 107. : (1925 {1924]) “Notas sobre la pizarra magica”, ob. cit., tomo XIX, pag. 238. : Moisés y la religion monotetsta, ob. cit. tomo XXIII, pag. 73. —:"Un caso de neurosis obsesiva’, en ob. cit., tomo X, pag. 162. : “Estudios sobre la histeria”, ob. cit., tomo IL LaCapra, Dominik: History and Psychoanalysis. Soun- dings in critical Theory, Ithaca y Londres, Cornell University Press, 1989, Debo agradecer este texto y su traduccién corregida a Susana Rotker y Tomas Eloy Martinez. Laplanche, Jean y Pontalis, Jean Baptista: “Fantasfa criginaria, origen de la fantasia, fantasia de los origenes”. Zl inconsciente freudiano y el psicoandlisis francés contempordneo, Laplanche, J., Pontalis, J., Green, A. y otros, Buenos Aires, Nueva Visién, 1976. jolla, Alain: Los visitantes del yo. Fantasmas de identificacién, Madrid, TecniPublicaciones S.A., 1989. Pucelle, Jean: (1967) El Tiempo, Buenos Aires, El Ateneo, 1976. Yatiez Cortez, Roberto: “Andlisis filos6fico del concepto psicoanalitico de repeticién”, Revista de Psicoandilisis, 1983, XL, 4:787. 290 8. INTRODUCCION ORAL A LA LECTURA DE EL APRENDIZ DE HISTORIADOR Y EL MAESTRO-BRUJO* Meurice Dayan Estimados amigos: Con razén 0 sin ella pensé que, al menos hoy, se esneraba que cumpliese el poco cémodo papel de maestro historiador. Algo invererado on mi debe de prestarse a ello, pues compruebo que finalmente me he acomodado a esta incomodidad relativa. Hace, pues, diez aos que se publicé La violencia de la interpretacién. Este libro maestro —como lo lamé en el primer estudio erfitico que entonces propuse— no des- minti6 en absoluto esa estimacién princeps, si vamos a juzgarlo por su ptiblieo, por su penetracién profunda en el campo analitieo contemporéneo, por la evidente influen- cia que ejeree en nuestros pensamientos. No se trataba ciertamente de un primer ensayo, aunque se tratara de un primer libro. Por el contrario, venfaa coroner una obra ya considerable integrada por numerosos articulos cita- os ain hoy y que bueno seria, dicho sea de paso, que pronto pudiésemos disponer de sus textos esenciales reunidos en un volumen que recogiera el primer itine- rario de la autora, Tan cierto es que un primeritinerario YE] texto que sigue es una transcripeién no corregida de le conferencia pronunciada e] 10 de matzo de 1985 en la Jornada cientifica del IV Grupo. Publicado en Topique, 87, 1986. ‘1 Obra en preparacién. 291 analitico, sobre todo cuando se trata del de uno de los fundadores de una sociedad de analistas, resulta siempre Tuminoso para los que siguen 0 acompafian (aunque no imiten) y, mds alla de este circulo de iniciados, para todos quienes deseen comprender mejor y hacer més prove- choso este mejoramienio en su propia préctica. Hoy sélo diré una palabra sobre esa andadura inicial de Piera, 0 mejor dicho diré dos (el universitario impe- nitente que soy forma parte de esos dadores de cursos ¥ discursos que se revelan radicalmente incapaces de limi- tarse a decir una sola palabra de lo que fuere). La primera ser para comentar una frase muy simple que dice que la practica “siempre fue y nunca podra ser sino tedrico- clinica”? Frase que resume a las mil maravillas, como ya tuve ocasién de calificarla,? una de las convicciones pro- fundasy constantes desu autora, conviccién que comparte seguramente con buen numero de analistas, pero que cobra en ella un relieve particular; tan importante es a sus ojos la complementariedad necesaria de los dos aspectos que contiene: implicacién de la teorfa en la escucha y en la interpretacién, que llega a la inclusién en éstas de una “teorizacién flotante”; sumisi6n de la gestién discursiva y reflexiva a la prueba de le clfnica, sin lo cual la primera viraria inevitablemente a una especulacién vana y sin fundamento. Si comento ahora esa pequenia frase, quince o dieciséis afios después de publicada (y situandola en parangén con el concepto, més reciente, de teorizacién flotante), es porque hallamos su ilustracién patente en El aprendiz de historiador y el maestro-brujo de una manera todavia més clara que en Lat violencia de 2. P. Aulagnier, “Sociétés de Psychanalyse et Psychanalyse de ‘soci6té”, Topique, n. 1, octubre de 1969, pég. 40. 3, Véase Larbre des etyles, Paris, Aubier-Montaigne, 1980, pag. 189. 292 la interpretacién, obra que otorgaba ya su pleno sentido alaimbricacién te6rico-clinica, pero que ante todo echaba Jas bases de una nueva ccncepcién metapsicolégica a la que luego volveré a referizme. Voy a mi segundo punto. Esta vez, no serd el comen- tario remozado de una ci:a significativa, sino la recor- dacién de un hecho, a saber: que, desde su inicio, la bisqueda de Piera esta deminada por una problemética cardinal que corre a través de todos sus escritos y que aparece evocada ademés en el subtitulo desu iltimo libro —“del discurso identificante al discurso delirante’—. Problematica identificatoria que es, por una parte, la de todo yo que se constituye a través de la sedimentacién y también de la tonsién, y hasta le divergencia, entre unos enunciados de los que algunos al menos preceden a la propia enunciacién de le que el yo va a mostrarse capa2; ‘pero que por otra parte es, y de una manera aqui radical ¥ a menudo tragica, la del yo psicético, presa de un conflicto interno entre su Zaz identificante y su faz iden- tificada, El hecho de que el delirio intente preservar con desesperacién el funcionamiento de una instancia hasta tal punto desgarrada, confiere todo susentidoalacircuns- tancia de que aqui se trata de un diseurso y no de un agrupamiento fortuito de palabras insensatas; discurso en el que se articula un pensamiento delirante @ cuyo respecto deberemos preguntarnos qué se ha hecho ahora del rango primario que le reconociera La violencia de la interpretacién, como constitutivo de su tiempo inicial de formacién. Estas pocas palabras con las que he querido indicar dos aspectos esenciales en los que se sefiala la conti- nuidad del estilo en Piera, me llevan a comentar mas en particular el contenido dela obra central, introducida por ese primer libro. El eje principal es aqui la posibilidad del devenir-psicético, una posibilidad que cuestiona intrin- secamente la aptitud de cualquier modelo tedrico de la 298 psique para explicar su objeto. Hace un momento yo oponia el discurso delirante a un agrupamiento de pala- bras insensatas, con lo que sefialaba la necesaria supe- racién de un enfogue psiquistrico tradicional del que no podemos decir, muy lejos de eso, que en el presente haya dimitido. Pero no hay que perder de vista que si el sufrimiento psicético representa innegablementeel mayor desafio involuntario que se pueda lanzar al proyecto analitico y a la préctica que éste inspira, es también porque el analista no puede cludir de ninguna manera la cuestion de lo a-sensato, y aun de lo impensable, que este imparangonable sufrimiento arrastra. El analista no puede eludir la confrontacién con algo que La violencia de la interpretacién definia como la no evidencia de lo evi- dente: o sea la imposibilidad de contar con esas convic~ ciones compartidas que limitan tacitamente y que bali- zan de entrada, en el caso de la neurosis, el campo de lo decible y de la escucha. Es decir que el analista de ningtin modo tiene una seguridad a priori sobre la inter- pretabilidad del delirio; y menos atin, dirfa yo, sobre la interpretabilidad de los fenémenos alucinatorios con los que puede tener que habérselas. “Nada es més dificil que interpretar un delirio —confirma Piera en su tltimo libro—, salvo que nos contentemos con decodificarlo refiriendo lo que dice el sujeto a conceptos universales y excluyendo asi, a nuestro turno, su subjetividad y la singularidad de su historia Historia: este término connota precisamente, en el Ambito de la vida psiquica y singular, la dialéetiea del sentido y del sin sentido, vuelve a llevarnos directamente 4, Llapprenti-historien et le mattre-sorcier, Paris, PILF., 1984, pag. 145. 294 a lo que llamé hace un momento la posibilidad del deve- nir-psicstico, eje esencial desde La violencia de la interpretacién. Como sabemos, en este libro la historia que puede dar cuenta de esa posibilidad comienza muy precozmente. Se inicia, a decir verdad, en los albores de la vida (Piera se precavié siempre, ¢ incluso hace muy ‘Poco en una conferencia, de hacer hipétesis sobre la vida prenatal, observando no sin humor que la existencia posnatal era ya bastante dificil de comprender de por si). Se trata més hien, con respecto a ese primer tiempo, de una prehistoria, de lo que Freud lamaba historia originaria (Urgeschichte). Eividentemente en ese tiempo precocisimo en que se desarrolla la vida del infans es cuando se sittia primero sélo lo originario antes que lo primario y lo secundario, sistemas no derivados del pri- mero sino auténomos, puedan cumplir a su vez sus funciones especfficas respectivas de metabolizacién; funciones que representaran elementos tanto de origen externo al espacio psiquico, como elementos internos ya constituidos por lo originario, o sea pictogramas. Aguf conviene recordar que esa actividad de repre- sentacién, sea pietogrdfica, fantasmatica oideica, sea que corresponda al postulado de autoengendramiento, al del todo-poder de! deseo del Otro o al de la inteligibilidad ‘causal (conforme con ¢! “discurso del eonjunta”), no tiene ‘inicamente un contenido cognitivo, No tiene la exclusiva significacién de imponer a los elementos metabolizables —provenientes del cuerpo y sus necesidades, 0 de la psique misma o aun de larealidad exterior—un esquema relacional confirmador del postulado que le es propio. ‘Toda representacién implica, en efecto, un acto de inves- tidura ode desinvestidura; en Jo que atafie a Jo originario, cadauna de estas dos posibilidades correspondeal “omar en-sf” y al “rechazar fuera de si”. Ahora bien, cuando la psique intenta rechazar fuera de ella mismaa una infor macién sensorial fuente de displacer o sufrimiento, esta 295 tentativa pictogréfica implica, segiin el postulado de eutoengendramiento, que la psique se separe, que por lo tanto se automutile de lo que se une al objeto, Ja zona. complementaria fuente y sede de la excitacién (lo mismo, ademés, que el 6rgano portador de esta zona). En otros términos, el postulado de lo originario entrafia que toda zona “autoengendre” el objeto que le corresponde, de forma tal que si de la ausencia o inadecuacién del objeto resulta un displacer, sera ipso facto un displacer salido de Ja zona misma. Ast, el pecho malo es indisociable de una boca mala; y, més generalmente, si la totalizaci6n de los objetos se efectiia bajo el signo de lo malo, la totalizacin de las zonas del cuerpo se efectuard bajo el mismo signo, y en consecuencia también la del representante. De ahf que vaya a producirse una desarticulacién entre zona y objeto complementario, pues el pictograma del rechazo no podré expresarse més queen la puesta en escena de un rechazo mutuo entre zona y objeto, asf como de un rechazo mutuo entre el representante y lo representado. Es decir, ademas, que rechazo y desinvestidura del objeto, para lo originario, significan siempre deseo de destruir o de aniquilar la zona complementaria. Hay aquf una soli- daridad funesta en la destruccién recfproca de estos dos elementos que el pictograma del rechazo conjuga. En este punto la conceptualizacién de Piera difiere radicalmente de la del yo-placer [moi-plaisir] purificado que expuso Freud en “Pulsiones y destinos de las pul- siones” (y que retomé en un breve pasaje de EJ. malestar en la cultura). No se parte de un yo [moi] 0 incluso de un yo (moil-ello (segin los términos del Compendio) que expulsarfa de s{ mismo todo lo malo, instituyendo de esa forma un prototipo de la negacién; mientras que la incor- poracién seria el prototipo de la afirmacién. El postulado de autoengendramiento veda la solucién del repliegue narcisista que decreta la caducidad del mundo malo y que exaltaal yo [moi]. O, para expresarnos con més exactitud, 296 enla fase de lo originario, semejantesolucién del conflicto interno surgido de la praeba de sufrimiento es imprac- ticable. Por eso Piera, quien en La violencia de la inter- pretacién cita e pasaje de 1915 al que he hecho alusién, se separa de Freud y dice que, segiin ella, el odio no es ni anterior ni posterior al amor. Se trata de afectos funda- mentales absolutamente indisociables de dos tipos de respresentaciones inaugurales. La representacién del rechazo.s¢ inscribe en el drea de Ténatos, porque es, idénticamente, exigenciadel rechazo det otro como objeto yde destruccién de sf com6 zona rechazante y rechazada. Este “fondo representativo” carractoristico de lo originario perdura la vida entera, como perdura al mismo tiempo el fondo representativo caracteristico del pictograma anta- génico que abre carrera a Bros Si recordé esta concepcién original dei autoen- gendramiento —insistiendo ua pucu en ella—, es ante todo porque multiples referencias, al fin y al cabo muy bien intencionadas en su mayoria, a La violencia de la interpretacion —se trate de comentarios escritos o de alusiones orales— y referidas al pictograma, me parecen hacer aun ladolo esencial. Pero, desde luego, lo hice sobre todo por la importancia que reviste este concepto para la inteligencia del devenir-tsicético. No es que este devenir derive énicamente en esc, todo lo contrario. La violencia de la interpretacion expoce largamente la complejidad de Jas condiciones que crear una potencialidad psicstica, y especialmente los tres eneuentros con la realidad: el dela experiencia corporal-sersorial, el del redoblamiento acontecimiento/fantasma produciendo una “inter- penetracién’” (telescopaje) que hace imposibles la repre- sign y reelaboracién de la escena primaria, cuya leyenda loreal viene inoportunamenté a confirmar; por tltimo, el de lo escuchado por el lado parental, que impone una interpretacion de los afectos experimentados cuya causa, tal como el portavoz matemo se la describe al yo del nifio, 297 no puede sino desautorizar aquello de lo que el primero guardé tacitamente en su poder un sordo conocimiento. Por otra parte, Piera se hizo luego mas circunspecta en lo que ataiie a estas condiciones, que en su primera obra se presentalan no suficientes pero necesarias para el deve- nir-psic6tico. Siempre las entendié como condiciones que favorecfan el conflicto identificatorio hecho manifiesto por una psicosis, pero no como implicaciones necesarias deeste conflicto. Prueba —si es que hacfa falta probarlo— de que en el campo analitico, mientras que sin duda podemos ir descubriendo retrospectivamente lo que pudo ser determinante en la historia de un individuo, 0 lo que describe, de una manera mas general, la esferade influen- cia probable de cierias relaciones, en cambio no podemos adoptar el proceder cientifico inverso, aquel que se orien- tarfa a reproducir sintéticamente el destino psfquico del adulto sobre la base de las condiciones precoces que lo prefiguraron. Por eso, los roles asignados a la realidad historica en el devenir-psicstico posible y efectivo no disminuyen, y sobre todo —y esto es lo que mas me interesa en el marco de la presente disertacién— se definen siempre en fun- cin de la triple metabolizacién representativa que he recordado y que, insisto, incide idénticamente en-el des- tino de los afectos. Destino al que muchos de nosotros (y pienso particularmente en la reciente obra de Micheline Enriquez) estamos sumamente atentos. Del hechomismodelatriplicidady del apuntalamiento de los sistemas de representacién, resulta que la psicosis puede ser examinada desde éngulos diferentes y comple- mentarios. En Los destinos del placer, por ejemplo, cuyo comienzo elabora un paralelo entre la psicosis y la alie- nacién, se advierte que el yo pensado y anticipado por el portavoz, “expuesto la negativa de reconocimiento que se le opane, excluido de lo pensable del otro en provecho de lo que este otro seria el tinico en poder pensar, remite 298 al identificante un veredicto que declara lo a-sensato de sus pensamientos en su globalidad, que lo enfrenta a su impotencia, a la nulidad de su poder, a una violencia arbitraria contra la cual esté desarmade”.* Esta violencia mueve, especialmente al esquizofrénico, a tratar de convencersey de convencernos, consu“beliaindiferencia’, de que aquel al quese destruyeo al que se pone bajo tutela es un no-yo, impuesto a su yo por el pensamiento que lo persigue. Desinvestidura del proyecto identificatorio idealizacién de un imposible no-yo van a la par y se caracterizan por un exceso de sufrimiento, que en defi- nitiva remite a la denegacién del derecho a vivir en la realidad futura una relacion con el portavoz susceptible de ser investida. Asi pues, comprender el conflicto iden- tificatorio del psiestieo es ante todo representarse lo que para él tiene de irrebasable la desidealizacién del tiempo infautil, uquella que su yo exige para que pueda investir cl tiempo futuro (véase la historia de Odette). El engaio de la idealizacién del yo, producido por el portavoz de sus primeros enunciados identificatorios relativos al infans, debe ser disipado, en efecto, para que el yo pueda formar sus ideales y proyectarlos a un futuro en el que lo espere una realidad distinta, Pero sila madre niega su concurso aesta desidealizacién necesaria (que la involuera a ella también), osi las respuestas que da se interpretan exclu- sivamente en el sentido de una nogativa a designar lo posible y lo imposible y a tomar discernible lo interdicto de lo prohibido, entonces larelacién del yocon le realidad, con el tiempo, con su propio pensamiento, sera portadora de una potencialidad psicstica. Aqui tenemos, pues, un enfoque esencial. Pero hay otro, no menos fundamental en el plano metapsicolgico. 5, Lesdestins du plaisir-aliénation, amour, passion, Parts, PU, 1979, pag. 32. 299 Ess el que hallamos resumido en forma lapidaria y lumi- nosa en una frase de un artfeulo del mismo perfodo que Los destinos del placer, titulado “Del lenguaje pictérico al lenguaje del intérprete”. Frase con la que Piera define a la psicosis como “la consecuencia del fracaso obtenido periddicamente por el niito ensus tentativasdeinterponer, entre él mismo y una realidad que es causa de un exceso de sufrimiento, el fantasma como interpretacién causal se tratara de interpretar un sufrimiento cuya fuente estaba en la realidad exterior, o de un sufrimiento que tenfa su fuente en el interior de la propia psique o del propio cuerpo)”.* Esta carencia de la interpretacion fantas- mética nos remite a una mediacién tépico-econémica entre lo originario y lo secundario. Cuando puede desple- garse una interpretacién primaria de esta indole, que pone en escena el deseo del otro y/o uno mismo como otro descante, so hace posible aparter una realidad protohis- torica intolerable cuya representacia forma cuerpo con lo originario. En cambio, si no se pudo investir una semejante produccién fantasmatica reprimible —debido precisamente al exceso de sufrimiento—, el yo que va a ingresar en la palabra, este yo del nifto, quedara directa- mente enfrentado con un tipo de representacién de cosa perteneciente al orden de la figuracién y que estaré colocado de facto bajo la égida de Ténatos. Si quiere preservarse vivo, este yo deberd instalar una poten- cialidad psicética que le permita recurrir ulteriormentea una causalidad delirante para interpretar la realidad y sus propios origenes. Este es el enfoque que voy a privilegiar abora, para entrar en las historias “plenas de silencio y furia” que se nos cuentan en El aprendiz de historiador... 6. Topique, n. 26, pag. 43. 300 De lalarga historia de Philippe, recordaré primero que en este libro se nos ofrecen cuatro versiones: —ladel paciente, caracterizada porlaindiferenciacién temporal propia del delirio, y que apunta a absolver alos dos padres de toda responsabilidad en cuanto a su des- tino; — 1a que dan los padres durante cinco entrevistas y que niega que hayan cumplidoun papel en la infancia “sin historia” de Philippe; —ladel analista, reservada parasu uso personal y que retine diversas hipétesis interpretativas; — ¥, por diltimo, la que Piera empieza a trazar con Philippe. En esta historia, una de las relaciones capitales esté constituida por la relacién con a temporalidad. El diélogo que se entabla a este respecto es bien significativo de los lazos que se anudaron entre el pictograma, el tiempo y la muerte. En Pucallpa, Philippe declara haber visto a ésta, de frente. Piora le responde que esto prueba que él no es sun robot: en efecto, sélo los hombres pueden pensar en la muerte.” Philippe pregunta entonces a su terapeuta si ella cree en el tiempo; luego, invitado a decir lo que 61 mismo piensa del tiempo, niega que se pueda separar el presente, el pasado y el futuro, pues todos son equi- valentes. A lo que Piera responde que para efectuar esta separacion, “hay que estar seguro de que se tiene el derecho de cambiar de objeto, de deseo, de amar a otras personas, de recordar los trances pasados”.* 7.“Todos somos robots”: éste ora, come indica Ia autora en la tapa del libro, e leitmotiv del delirio de Philippe, 8. Ob. cit, pig. 111. 301 Dejo el didlogo en este punto (recordando que a conti- nuacién de este intereambio se propondra a Philippe, repentinamente, continuar las entrevistas en el consul- torio desu terapeuta). En la primera reseiia de sesién que viene después reaparece la cuestién del tiempo, y ello a instigacién de Piera, sorprendida por una expresién desu paciente, que dijo: “Creo entender lo que dice, se trataria de reencontrar mi verdadero yo{moi]. Pero, ;quéharé.con éluna vez que lo haya descubierto? {Qué quiere usted que Hegue a ser él en mi vida?”.* La analista quiere hacerle ofr entonces que, una vez reencontrado ese verdadero yo (mail, él tendria la nocidn de un futuro nunca decidido de antemano, donde por lo tanto pudiesen hallar un sitio lo imprevisible y el cambio. La réplica de Philippe est guiada por un movimiento de retirada frente ala idea de semejante “futuro”. Son “ideas” que 1 no puede com- prender: “Usted quisiera cambiar lo que yo espero. No es posible. El tiempo es un falso movimiento, uno creequese mueve pero no es verdad. Ya se lo dije, para mf el tiempo es circular, no puedo hacer una diferencia entre el pasado y el futuro, Tampoco puedo hacer una diferencia entre la vida y la muerte. No entiendo nada de todas esas dua- lidades: pasado/prosente, vida/muerte, presente/futuro, hombre y mujer”.?” Seguidamente se habla del silencio de sus padres, que desmiente el “silencio feliz” que habria acompafado a su infaneia. Luego Philippe intentaré escapar a la angustia de muerte que asoma ante la idea, que le es presentada, de un bebé muy bueno porque no tiene esperanzas. Esta fuga reviste el aspecto de una orientacién hacia otro tren de pensamientos, centrado en imagenes de oranipotencia. Durante los meses que precedieron al delirio, Philippe consum{a LSD y ciertos hongos alucinégenos. Comen- 9, Ibid, pag. 118-119. 120. Ibid, pag. 119. 302 tando los efectos de la droga, declara en especial: “Esto prueba que nadie puede estar seguro de que hay una sola realidad (.... Yo af 26 que hay otra realidad, la que la gente no quiere ver"."! _En este punto, Piera engancha a este tren de pensa- sniantos un vagén que vase ha paseado aisladamente en repetidas ocasiones, el cactus lamado en castellano Podiro (en francés, Saint Pierre) Sogn l pacientes, cate planta habia causado la “desintegracién de sus huesos y sus pensamientos”. Se le pregunta entonces (por segunda vez) si ose cactus tenia poder alucindgeno. La respuesta ya no es negativa. Philippe cuenta que al salir de una reunién en la que habfa oido hablar de los poderes extraordinarios de dicho cactus, no sabe lo que le pas6; toms y abrié el fruto de un cactus San Pedro, se emba- durné con el jugo la totalidad de su cuerpo y después se comié todo lo que quedaha, incluida la parte contral, que no haba que ingerir. Con una expresidn de repulsién en cl rostro, dijo que tenia un gusto infame. “Algo incali- ficable, no se puede explicar, no hay palabras para expre- sarlo, era infame, infame, el ifquido también, un Iiquido blancuzco, camo jarabe...” ___ ‘Mientras Philippe habla —agrega aqui Piera—, yo veo’, no puedo expresarlo con otro verbo, un cuerpo cubierto de una sustancia lechosa, una boca trazendo lo inoalificable’, y vuelve a mi mente lo que habia dicho Philippe sobre ‘el uno-mujer’*, lo que yo sabia sobre la imposibilidad de su madre de amamantar e ninguno de sus hijos, mi propia intervencién al comienzo de la sesién cuando mencioné a un lactante privado de pecho y mas atin de esperanzas, y le propongo estas dos inter- pretaciones: 11. Dhid., pag. 121. “*Homofonia intraducible entre linfime (“ol 0 lo infame") y Pun femme, que traciucimos por “el uno-miujer”.[T.] : 303 Yo: Saint Pierre me hace pensar en un pecho hecho de piedra® y en le que me dijo usted sobre e} mando mineral, ose mundo duro de la muerte que atrae y da miedo, Tel ver un pecho sin leche sea para un Jactante ol equivalénte de un pecho muerte, el testigo de una madre aque no quiere alimentorlo, hacerlo vivir. El: No, no, Saint Pierre se dice San Pedro en espafil, quiere decir Saint Pierre, ol que tiene las Neves del paraiso, ol que puede abritie o carrarle les puertas. Yor Alo mejor para usted, comer ese cactus, del que le haban contado su poder milagroso, era una manera de ocupar el ugar del santo al que Dios Padre dio las aves del Paretan. Pero exando se embadurn6.l everpocon lalechequenole habfan dedo, tal veztrataba, de probarse que tenfa el poder de autoatimentarse "Bie Blearozo era infame, incalifiabl, 6 fae fo que dasinegré mis mnsamientos. pero: Tal ver erey6 quo merecis un castigo por haber destruido ol pezén de su madre, el caroze més duro, més central. El: Nosé, ya no sé, usted piensa que...(..) BsodesGla, desta por rai pensamiento, pero no puedo fermular mis ideas, no se hace la conexdén, ne hay paente de pasaje.> Habria que releer integramente estas paginas centra- les prestando especial atenci6n a las hipétesis en las que se apoyan las interpretaciones. En primer lugar, la hip6- tesis de que la absorcién del cactus mareé el “momento fecundo” de la entrada en el delirio. Después, la idea de que con esta absorcién se consumé un fantasia de incorporacién del poder del padre, de un poder que se aproximaba al poder de Dios. Hay en Philippe, en efecto, una reduplicacién de la imagen paterna en un padre espiritual. Pero en tercer lugar, y aqui tocamos eviden- temente el punto nodal al que nos introdujeron los desa- rrollos precedentes, la irrupcién de esta representacién fantasmética abre el camino a otra cosa. El cactus cuya Saint, “santo” y sein, “pecho", son homéfonos; pierre, a su voz, significa *piedra”.(T.] 12. Ibid. pag. 121-122. 304 forma hace pensar en un pecho-pene “se impone como la encarnacién de un pecho materno dador de una vida- muerte indiferenciable. Al embadurnarse el cuerpo con esta sustancia, al estrujar ese ‘carozo infame y prohibide’ hasta destruirlo, Philippe aetia un pictograma que le permite incorporar y ‘autolisar’ conjuntamente un pecho de piedra que jamés pudo ser posefdo ni destruido. Este pecho sélo se torna incorporable y destruible cuando se lo ha apresado en una representacién pictogréfica que lo moetaboliza en un objeto autoengendrado por un repre- sentante que, al hacerlc, se autoincorpora, se autoen- gendra, se autodestruye en y por el mismo movimiento”. En esta pagina se concentra y expresa un aspecto esencial del trabajo teérico-clinico de la autora, Es impor- tante, pues, habida cuenta de la problemética de la psicosis y de suinteligibilidad, reconsiderar exactamente este aspecto. En este cas6; las caracteristicas de la intro- duccién del pictograma difieren notablemente de las que plantes el articulo antesititado. in éste, el analista debe satisfacer una exigencia: interpretativa que se corres- ponde con el surgimietito de “signos blancos”: inmo- vilidad subita del cuerpo, silencio, mirada fija y como vuelta hacia el interior. Bstos signos ponen de manifiesto el pavor que vive el yo cuando en sus fronteras aparece “una representacién de cosa indecible, que escapa a toda nominacién y cuya carga afectiva y poder explosive son de tal dimensién que el sujeto no puede sino quedar inmo- vilizado ante la idea de que todo acto provocaria la explosién o lo precipitaria en un movimiento de fuga hacia adelante, tan ciego como mortffero”." Se trata de una situacién en la quenopuede ejercerse ningtin recurso ala cousalidad transferencial, de manera que los “actos de palabra” que el analista produce y que estén des- 18, Thid., pag. 128-124. 14, Artieule citaro, Topigue, n. 28, pig. 42. 305 tinados a prevenir un actuar inminente, no son inter- pretaciones en sentido estricto, sino que proponen una figuracién hablada “bien proxima a las representaciones pictogréficas”. Figuracion hablada es una expresién que hace referencia al lenguaje figural, ala bildliche Sprache que Freud atribuyé al sohante normal bajo la forma del cuidado de la figurabilidad. Se trata aqui, efectivamente, de hablar lo indecible, de nombrar representaciones “a las que su radical extraieza torna innombrables”; y ésta. es la condicién para permanecer cerca de este yo presa de ‘una petrificacion pictogréfica mortifere. Se tiende enton- ces un puente entre la palabra y la cosa figurada (que figura regresivamente al yo mismo, convertido, por ejem- plo, en un charco de vémito que se extiende y que uno limpia, asqueado). Este puente entre lo enunciable y lo figurable salva el espacio ocupado normalmente por la fancién mediatizadora del fantasma ‘Ahora bien, en a historia de Philippe, a la que vuelvo a referirme, el recurso a la vez interpretative y te6rico al pictograma—y por consiguienteal autoengendramiento— aparece introducido de manera muy diferente, En primer término, no nos encontramos ante esa petrificacién silen- ciosa a la que nos habiamos referido. Ademés, cl fantas- ma no esta ausente; esta cabalmente presente, ¢ incluso se supone que es 61 quien abre el acceso a la repre- sentacion pictografiea. Resulta de esto que la demar- cacién entre los dos dominios, el limite topico, sise quiere, es un poco més dificil de trazar. Mas atin cuando Piera, al explicar el curso de la sesién relatada, se refiere después, mencionando sus propias asociaciones-interpretaciones, a “la historia tedrica de 1a psique contada por Freud”, citando en un paréntesis “ios fantasmas de incorpo- racién, de fusién, de destruccién del pecho, universales de la relaci6n del infans con el pezon’ 15. Ob. cit, pag. 124. 306 Hay aqu{ una aparente ambigiiedad terminol6gica, pues el lector, que ya vio figurar (tenemos que decirlo asi) la destruccién del pecho bajo el encabezado del picto- grama, no espera su reaparicién bajo el del fantasma. Pienso que Piera se esta sirviendo del vocablo“fantasma” de acuerdo con la acepeién global de Freud, que es también (porejemplo) una acepcién kleiniana. Pero, mas alié de la cuestién terminolégica, lo que importa compren- der es que el pictograma puede ser percibido, entrevisto como plano de fondo de un fantasma y que incluso puede actualizarse a raiz de un acontecimiento fantasméatico insertado @ su vez en una accion real. Esto es lo que sucede, al parecer, en ol episodio clave de la ingestion de la parte central del cactus Saint Pierre, Por una parte, en esta accién impulsiva puede verse la realizacién de un fentasma de incorporacién —o sea una representacién en la que Philippe pone en escena no la persona del padre, sino un poder con el cual él mismo so identifiea—, y aqui reaparece lo que la organizacién de un fantasma tiene de mas clasico, que es siempre la descripeién de cierto acontecimiento imputable al deseo. Por otra parte, la misma accién acta un pietograma en el que se produce Ja “autélisis” del pecho de piedra. Hay un redoblamiento de la incorporacién fantasinatica por lo originario, donde a boca se figura autodestruida por ose pecho muorto y mortifero que de hecho es indestructible. Asi entierdo yo este andlisis. Queda no obstante una cuestign, la del acceso al pictograma por medio de puen- tes verbales, en este caso Saint Pierre y el uno-mujer. Naturalmenie, la expresién “puente verbal” la tomo prestada de Freud, quien la empleé especialmente en un pasaje que ya tuve ocasién de citar y que no carece de interés para el problema que acabo de plantear. “Cuando Ja interpretacion del sueio—dice Freud— sigue por sus huellas el curso del trabajo del suetio, tomando las vias que conducen de los pensamientos latentes a los ele- 307 mentos del suefio, descubriendo el partido que se puede sacar del doble sentido de las palabras e indicando los puentes verbales que unen campos de material diferente, esa interpretacién produce una impresién que unas veces es la del chiste y otras la de la esquizofrenia, y:nos hace olvidar entonces que todas las operaciones ejercidas sobre palabras no son para el sueio sino una preparaciGn para Ja regresién a las (representaciones del cosa,”!* La misma cuesti6n que plantean en el anélisis del:suéio las “ope- raciones ejercidas sobre palabra”, reaparece en realidad con respecto a la esquizofrenia (a despecho dela ausencia aqui de regresién tépica, segiin la coneepeién freudiana del retiro de las investiduras Jes de cosa). Qué es lo que permite, gracias a las homofonfas o incluso’a las iden- tidades fonematicas entre formas significantes, remon- tarse hasta representaciones de cosa que hemos supuesto accesibles antes que se adquiriera el lenguaje? Para que una conexiGn saint (sein)-pierre [santo (pecho)-piedra] despierte el afecto escoltado por el pictograma —y no simplemente la idea de este ultimo enel intérprete—, gno hay que admitir una paradéjica sumisién de la repre- sentacién originaria a la significacién verbal que presun- tamente le conviene? Dificil problema con el que en verdad tropieza cualquier teoria de la representacién preverbal sometida a la prueba de la clinica analitiea, que es esencialmente una clinica de lenguaje. No quisiera abandonar el Ambito del proceso ori nario y sus efectos sin referirme al otro caso clinico que Piera trata, més brevemente, con el titulo de “Odette ysu memoria”. Reencontramos aqui e! eje esencial de la rela- 16. “Complément métapsychologique a la théorie du réve", Mé- tapsychologie, Gallimard, pags. 136-131. 308 ci6n con la temporalidad; pero esta vez no se trata de una infaneia “sin historia”; mds bien nos hallamos ante un tiempo “mareado por una historia lena de furia”, historia centrada en la abyeccién del padre proclamada por la madre (que hace de esta abyeccidn la causa tnica de lo gue la nifia ha tenido que soportar). Odette alucina ciertos hechos, dice acordarse perfectamente desu desam- paro cuando, siendo lactante, abrfa de noche los ojos ¥ veia la “nada”... {No desplaza Odette hacia el tiempo del origen unas experiencia que, al igual que Philippe, debié de re-vivir a los tres, cuatro 0 cinco aiios? Al antedatar estos hechos, Odette puede justificar su desamparv ante la préctica educativa de su madre. En este primer capi- tulo de la prehistoria que pronuncia en la edad adulta, “los parrafos que habria tenido que tomar prestados del discurso materno son reemplazados por percepeiones corporales. Cuando uno escucha a Odette, comprueba que ella no ve las escenas que refiere; pone en palabras percepeiones y afectos actuales, afectos y percepciones reactivados por toda situaci6n cargada emocionalmente”."” Se enuncia entonces la idea de que el cuerpo que sufre de su estado de “falta” ha enviado sus “delegados” a una psique que los metabolizé en sus representaciones picto- grdficas y fantasmaticas. “Pero el yo no pudo hacer sitio los ‘delegados’, por no haber hallado un ‘destinatario’ capaz.de comprender y acoptar su puesta en palabras.” Asi es explicada la reactién de la inscripeién corporal a toda emocién que traspase cierto umbral; y también la formacién de una teoria delirante sectorizada que utiliza el discurso psicoanalitieo para conservar una historia ‘idealizante de la madre. 17. Ob. cit, pag. 165. 18. Tora, 309 Estoy muy lejos de haberles comunicado todas las reflexiones que suscité en mf la lectura de la primera parte de este libro (con mucho la mas larga). De todos modos debo decir por lo menos algunas palabras sobre la segunda, titulada “Una historia lena de preguntas”, “La tarea del yo —escribe Piera en un primer capitulo sobre Jos ‘historiadores en busca de pruebas— es transformar los documentos fragmentarios en una construccién his- t6riea que aporte al autor y a sus interlocutores la sen- sacion de una continuidad temporal (...). El proceso identificatorio es la cara oculta de ese trabsjo de histo- rizaci6n que transforma lo inasible del tiempo fisicoen un tiempo humano, que sustituye un tiempo definitivamen- te perdido por un discurso que lo habla.” Estos enun- ciados nos introducen en el meolio de la problematica te6rica anunciada por el titulo de la obra. En las paginas que siguen, la autora tropieza evidentemente con el problema que se alza ante el historiador adulto, quien no puede volver a'dat voz al nifio mas que sirviéndose de palabras que ya no poseen la misma significacién, expre- sando deseos en su nombre, siendo que el objeto deseabie actual y el objeto deseable infantil no coinciden. De ello resulta una historia “mestizada” de: tiempos, deseos, demandas entremezclados “que nosotros escuchamos al ocupar el lugar de los destinatarios a los que supuesta- mente se dirige”.” Pero, més radicalmente, cuando consideramos el yo y Ja labor que le incumbe (segiin los términos de la pendl- tima vita), advertimos que ésta presupone uh antes, un ya presente [déja-la,] que no es solamente el del mundo y los seres que nacieron antes del individuo portador de este yo, sino que es también el de las pulsiones, cuyos efectos se le ponen de manifieste en sus experiencias inalie- 18. Ibid, pag. 196, 20, Ibid, pig. 198. 310 nables de placer y sufrimiento. Lo ya presente es ademés Jo de las necesidades corporales y la vida somética entera, de la vor y el cuerpo dela madre, soporte de las primeras investiduras. Asi, el mundo no resulta simplemente preexistente (como los fildsofos reconocieron expresamen- te desde Deseartes, en especial mediante la prueba de la duda); resulta sobre todo preinvestido por aquel o aquella que viene a habitarlo. Preinvestidura que en realidad es la reanudacién de investiduras anteriores —las de la parentela— sefialando a este yo, que adviene a cierto espacio debidamente circunscrito, como la culminacién, si no como él cumplimiento, de deseos y discursos profe- xidos por voces que precedieron a la suya. Aunque ahora el discurso materno, al contar al nifiola historia de sus relaciones con el bebé que éste ya no es (historia donde la confabulacién puede cumplir un papel nada superfluo), torne pensable para el yo esa mul- tiplicidad de hechos anteriores que le conciernen, ello no obsta para que “el nitio, y después el adulto, queden dofinitivamente despojados de toda representacién idei- ca del infans que les precedid. Esta desposesiGn de una representacién yo-mérfica de su vivencia de infans, esta imposibilided de ‘pensar’, de reconstruir una primera relacién boca-pecho, grito-respuesta, necesidad-placer, despoja también definitivamente al sujeto de cierto tipo de relacion, de apertura a los contenidos de su propio ello” Al releer estas Gitimas Iineas, a cada uno de nosotros se nos agolpan numerosasy variadas preguntas, Comentaré dos, para terminar: 1) En cuanto a la diferencia entre esa desposesién en Ja hipétesis de un devenir-psicético y la inapropiacién del 21. Ibid, pig. 207. 31h pasado del infans en general, que Freud incluyé en un campo temporal mas vasto, cubierto por la amnesia infantil y designado como “prehistoria”. A decir verdad, Jos elementos de una respuesta a esta primera pregunta nos faltan en la continuacién del mismo capitulo que da ocasién para plantearla. Asf, cuando Piera menciona la orden técita significada a ciertos nifios de no haber nacido ydeno ser, orden ignorada/transgredida por el solo hecho de que viven y de que por lo tanto se le reenvia a la madre a imagen del autor y testigo de un crimen de lesa- Tanatos. La desposesién, en estecaso, gno es adquirida— diria yo— de jure y no slo de facto? Ademés, en el plano ~—dlinico, cuando la reconsideracién del caso de Odette nos muestra recuerdos alucinados lenando el espacio de silencio abierto y cubierto por la instancia materna, pero también precedido por la historia de una relacién de odio contada por la madre, consider’indose al padre, antes de nacer lanifia, un individuo perfectamente-abyecto, vemos entonees que el silencio de la memoria de la nifiase adosa aun discurso materno omnipresente y que no permitié la constitucién de ese “saber en el sentido de una represién” del que hablaba Freud; y es esto no reprimible —lo contrario, en suma, de la causa “normal” de la amnesia infantil— lo que Odette, en un mismo movimiento, ten- dré que experimentar e interpretar vinculéndolo con la idea de una pareja parental dividida para siempre entre una parte buena y una parte mala. 2) En cuanto a la desposesién de una apertura a los contenidos del ello (que no se manifiesta tan sélo en la psicosis), no asistimos aquf a una suerte de “retorno del ello”, por referirme a cierta terminologia propia de la segunda t6pica? A ese “maestro-brujo” que se perfila en filigrana en los andlisis de Piera, ;se acabé finalmente por reconocérsele el rango que exigen las miiltiples refe- rencias ala pareja demonfaca Eros-Ténatos? No puedo decir que avizore una respuesta inmediata a esta pre- 312 gunta; hasta me inclinarfa a decir que ella indica cierta asimetria en la elaboracién discursiva que intento acla- rar, y que indica también uno de los carriles por los que podra continuarse esta elaboracién en lo sucesivo, ‘Me hubiese gustado formular también una interro- gacién sobre el modelo orwelliano que inspiré a Piera el final de su libro; asf como sobre la idea, ajustada a este modelo, de que en la psicosis lo reprimido es decidido por un Otro (puesto que se subordina al disimulo de un no- reprimido en la madre) y de que responde entonces a un orden arbitrario, Pero me conformo con haber mencio- nado répidamente estos problemas, a manera de preém- buloa una discusién cuyo objeto resulta apasionante. Ysi a alguien se le ocurre decir que mi exposicién ha sido decididamente incompleta —Io que yo seria el ‘iltime en negar—, mi respuesta (no delirante) serd que la causante es la autora de este libro, quien nos ha abrumado una vez més con la riqueza de su discurso y de su pensamiento, y que por lo tanto me impidié sostener haste el final el papel decididamente poco envidiable de maestro historiador. 313 Cuarta parte INTERPRETACION 9. EL TRABAJO DE LA INTERPRETACION. LA FUNCION DEL PLACER, EN EL TRABAJO ANALITICO* Piera Aulagnier ‘A MODO DE PREFACIO. El indinento en que entrego estas paginas a René Major para su publicacién sigue en pocos meses a mi expoéition oral: aprovecharé esta circunstancia para ariteponerle algunos comentarios, En primer término, quiero agradecer a René Major ya Dominique Geahchan por haberme pedido que contribu- yera a las jornadas de “Confrontacién”, y agradecer a quienes tuvieron a bien escucharme y responderme, en especial Serge Viderman, que fue mi discutidor. Las preguntas y criticas que se me dirigieron me ayudaron ciertamente a proseguir nti reflexién sobre este tema: pienso sobre todo en lo qué ée dijo sobre el papel desempefiado por el narcisismo, sobre la fancién de la angustia como posible motor de nuestra toma de palabra, sobre el lugar que hay que conceder al sacudimiento pulsional y a la memorizacién que ella induce en el analista. En cambio, debo confesar que por momentos tuve la impresiéii de que surgia un malentendido, y quisiera evitarlo parcialmente a mis lectores. ‘Nunca pretend tratar en ese texto la interpretaciénen su totalidad;no tomé en consideracién mds que uno de los “Trabajo escrito en 1976 (véanse pags. 904 y sigs.) 317 factores que intervienen en nuestro hablar y en sus efectos. Interpretar es comunicar un pensamiento: en nuestra disciplina, ese pensamiento munca puede reducir- se a la traduccién erudita y tedrica de algo ofdo, que sélo habria que decodificar. Interpretar es crear sentido y postular significaciones que no existen sino gracias a esa extraiia construccién comuin y nueva que se llama anéli- sis. Construccién que es el resultado del trabajo paiquico y del trabajo de pensamiento de los dos participes en presencia. Para que un trabajo semejante pueda efec- tuarse, es preciso que el displacer, que inevitablemente entrafiard, sea acompaiiado también por la presencia de momentos de placer: en caso contrario no se lo podria investir, salvo apelando a ia psicopatologia o decidiendo, arbitrariamente, que el analista no esté sometido a las eyes que rigen la economia psiquica de todos los sujetos. En este placer que debe ser posible en y por el ejercicio de nuestra funcién, algunos verdn la “culpa, original” del analista, un “pecado” que se comete a pesar de nosotros y contra nuestra voluntad, lo que explicaria por qué los analistas suelen ser tan ltigubres. Otros, a la inversa, pretenderén demostrar que la necesaria presencia de momentos de placer prueba su derecho a escapar de cualquier displacer. Por desgracia, esta fuga no es com- patible con el fin al que supuestamente se orienta nuestro proyecto. En este caso son a menudo los pacientes los que, sinose vuelven higubres, al menos se deprimen mucho y con razén. Se puede eludir finalmente el problema y desinvestir la funcién, estar presente s6lo fisicamente y por breves apariciones, io que permite, en efecto, buseary encontrar placer en otra parte y pensando en otra cose, ja esto se le lama a veces “actividad tedrica”! No creo que estemos reducidos a estas tres opciones, y por eso he querido examinar qué “cualidad” de placer de- bia acompafiar a nuestra actividad psiquica en cuanto 318 analistas, cudles eran sus vias de realizacién, cual era su causa. Sihe planteado estosinterrogantes ala interpretacién. yalintérprete es porqueel acto de interpretar aparece en momentos privilegiados de nuestra funcién. Analizar la funcién del placer en nuestra actividad de anallistas y de intérpretes no disminuye en nada la importancia de otros factores que en ella intervienen y la tornan posible. Pero no analizarla es privar al conjunto de estos otros factores, de un componente esencial. Si hablé de malentendido es porque en la discusién que se produjo a continuacién lamenté el quese criticaran demasiado poco mis hipstesis yen cambio se discutiers principalmente algo de lo que yo no habfa hablado. Bs indudable que no supe hacer enten- der lo que mi eleccién tenia de voluniariamente parcial. Acesto se afiade otra dificultad con la que vaa tropezar el lector. En el tiempo de que disponia era imposible, salvo que transforméramos la discusién en un soliloquio, reto- mar lo que ya sostuve en La violencia de la interpretacion en lo referente al yo, a la actividad de pensar y a los tres sistemas de representacién que a mi juicio estén presen- tes en la psique. Es evidente que son sin embargo estos presupuestos los que fundamentan mi concepcién de la interpretacion: hay aqui un inconveniente indudable. Hubiese podido aprovechar esta publicacién para reanudar el examen de algunos de mis conceptos: intenté hacerlo, pero pronto adverti que, salvo que se la redujera a una sucesién de post-scriptum elipticos y poco escla- recedores, esta escritura hubiese acabado por ser un nuevo texto. (Paris, septiembre de 1976.) ‘CONSIDERACIONES PRELIMINARES 1. Elcalificativo de “analttico”. A mi modo de ver, nose puede aplicar a una teor‘a el calificativo de analitica 319 simplemente en funcién del objeto del que trata: puede existir una teoria no anal{tica que se interese en el inconsciente y que conduzea, llegado el caso, 2 resultados que el analista tendria maximo interés en conocer. Esto no aleanzaré para configurarla como pensamiento ana- Iitico, pues tal denominacién. exige la presencia de dos propiedades, las mismas que posefa la teorfa de Freud: — proponer la formallizacién de una serie de conceptos que se refieren al funcionamiento psiquico y, espe- cialmente, al inconsciente tal como Freud lo defini — pero también, y en esto radica su singularidad, formular una teoria cuya apropiacién por paxte del te6- rico y por parte de quienes la harn suya comporta un poder de modificacién sobre la relacién que va a instau- rarse entre aquel que interioriza la teorta, el yo, y aquello de lo que la teorfa habla: lo inconsciente. Para abroviar, diria que la teoria de Freud pretende ser y es efectivamente una “teorfa de” y un “instrumento para” La adquisicién de conocimientos que propone va supuestamente a la par con una transformacién de los objetos psiquices de los que trata: transformacién que es precisamente el fin al que se orienta esa adquisicién y la ‘mica prucba que la teorfa puede proporcionar en lo que respecta a su verdad y a su dimensién analitica. Esta definicién se apliea punto por punto al concepto de interpretacién: el acto de interpretar se define al mismotftulo por la nueva relacién que él postula entreun efecto y su causa (0 sea por el desplazamiento que opera en el registro causal) y por la transformacién que la apropiacién de esta relacién nueva trae aparejada en la organizaciGn del espacio psiquico. 320 2. Las dos suposiciones fundamentales y el pacto ana- Uitico, El conjunto de reflesiones que componen este texto se rofiere a lo que se presenta exelusivamente en el registro de la neurosis. Partiré de una doble constatacién: —quien viene a consultarnos|o ha¢e impulsado porun “sufrimiento neurstico” (aun a riesgo de mantener cierta imprecisién, prefiero este término antes que el de sinto- ma), y si las entrevistas preliminares desembocan en el andlisis, esto implica que el sujeto ha hecho suyas tres hipétesis: a)la causa de ese sufrimiento lees desconocida, pero es “endopsfquica” 9 “endégena”; 6) el conocimiento de esta causa habria de permitir su “disolucién’; c) el analista y la experiencia analitica son capaces de hacerle tomar ese conocimiento. Fécil es comprender de qué manera sobre la base de esta triple conviccién va a eristalizarse su creencia de haberse encontrado con un sujeto que supuestamen- te posce cierto saber y con un sujeto que supuesta- mente puede compartirlo con 6], y ello més atin cuando en este inicio dela partida el analizando est convencido de que el analistano puede sino desear el éxito de la empresa Gue él mismo propone, y esperar placer de esta eventual realizacion. Hemos de retener dos términos, el saber y el placer, que son de entrada las claves que decidiran los movimientos de la partida. Pero debemos recordar que el conocimiento que el analizando espera y demanda tiene muy poco que ver con ‘un puro deseo de saber cualquiera, cuya tinica meta seria el placer de conocer la verdad. El analizando espera obte- ner un saber que le aportaria un poder sobre el afecto: poder de no sufrir, poder establecer una relacién no 321. conflictiva entre lo que él vive y sus pensamientos, poder pensar el goce y poder gozar de este pensamiento. De esto resulta que el analizando tiene la ilusién de haber firma- do con el analista el siguiente pacto: “Yo doy a swescucha Ia puesta en palabras de la totalidad de mis pensa- mientos; usted me dard a cambio la totalidad de lo que piense a partir de mis propios pensamientos”,' formu- lacién que expresa el exeoso de saber que a priori se nos imputa en cuanto a la significaciGn oculta de estos mis- mos pensamientos. {Qué sucede con el analista? También para él las entrevistas preliminares concluyen en una suposicicn relativa al demandante, al que colocaré en el lugar de un “sujeto que supuestamente puede analizarse”, y por lo tanto de un sujeto supuestamente capaz de soportar la situacién analitica y sus apremios, pero también de un sujeto capaz de hallar momentos de placer en la expe- riencia, condicién necesaria para que pueda investir el particular trabajo psiquico que el proceso analitico exige. Soportar, desde luego, la frustracién, la regresién, el no actuar; la puesta en palabras, pero también descubrirse capaz de crear nuevos pensamientos, a su ver fuente de placer, que hagan soportables los momentos dificiles y el displacer que la experiencia impondré inevitablemente.” ‘Estas dos suposiciones integran el fundamento de este extraiio pacto—término que prefiero al de contrato—por el cual uno de los participes se compromete a hablar desu 1. Demanda ilusoria, eertamente, Pero hay que recordar que ena sesign, el analista hace supuestamonte de los pensamientos del otro, edeaquellosquele atribuye, el miclaoen torno del cual se desenvolveré fu propie trabajo de asociacién, reflexion y de eventual puesta en palabras. 2. Si se quiere postular una equivalencia entre “poder analizarse” y“podertransferir’ hay que revisarloque se entiende por transferenci. odor hacer del analists el destinatario actual de una demanda de amor protérita no basta para volver “analizable” a un sujeto. 322 sufrimiento, de su placer, sus suefios, su cuerpo, su mun- do, y el otro a asegurar la presencia desu escucha a cada palabra pronunciada, y a cada silencio. Pacte que ni uno ni otro podrén respetar nunca por entero ni cons- tantemente, 3. Qué entiendo yo por pensamiento, Esta aclaracién terminolégica es necesaria para comprender lo que sigue. Denomino pensamiento a esa parte de las construcciones psfquicas que debemos a la actividad del yo, consistente en ligar la imagen de cosa con la imagen de palabra. Por “imagen de palabra” entiendo, no la emisién o recepci6n de una sonoridad fonemética, sino algo oido que el yo percibe como portador de significacién y, en ciertas con- Giciones, como creador de estas mismas significaciones, El yo sélo puede tener conocimicnte de aquello que se presenta ante él en esta forma; de aqui resulta que de lo que esté fuera del yo, se trate del espacio del mundo odel propio espacio psiquico del sujeto, para el yo sélo tendré existencia psiquica, y por lo tanto existencia a secas, aquelio que se torna pensabie. Si nos inclinamos sobre la relacién del yo con el inconsciente, es decir con las representaciones fantasmiticasy con las representaciones pictogréficas, comprobamos la paraddjica situacién ante Ja que esta instancia se encuentra: No esta en sus manos sustraerse a los efectos (quiero decir, a lo experimentado por el yo) de los afactos-repre~ sentaciones presentes en la escena de lo primario y de lo originario. ‘No esta en sus manos experimentar una emocién o un sentimiento’ sin intentar descubrir y nombrar su causa, 8. Denomino sentimiento a toda vivencia afectiva de la que el yo ‘puede tener eonocimiento. baled 323 es decir, sin conseguir pensarla. La indiferencia o la remuncia a esta bisqueda es por si sola sintoma de un trastorno que ha sacudido la investidura presente entre el yo y su propia actividad psfquica. ‘No esté en sus manos pensar, os decir conocer, aquello que es efectivamente la causa de algunas de sus expe- riencias, Elyono puede pensar una representacién fantas- matica 0 pictogréfica sin transformarla radicalmente. ‘Agreguemos que pensar el fantasma inconsciente supone una contradiceién en los términos: volver cons- cientes estos fantasmas implica una transformacion de estas mismas producciones que, al devenir pensadas, cambian de “naturaloza”. Lo propio del yo es construir representaciones ideicas que él se dara como causa de un afecto del que ellas se convertirdin en soporte; pero, inversamente, al poder del sfecto eoextenso con las repre- contaciones de lo priario y de lo originario, le queda obligar al yo a forjarse construcciones ideicas que éste hubiera preferidé tio tener que pensar jamés, puesto que para él son fuétite de suftimiento. : Agregaré pir tiltimd que con el téruitino placer designo en este texto und vivericia y um estado del yo, que repre- sentan la mira a la que tietide su actividad de pensar. Con esto pongo fin a las aclaraciones que deseaba formular referidas a los presupuestos que son la base de este trabajo sobre la interpretacién. ‘Diria unas Ultimas palabras sobre la posicién y la funcién del yo en el andlisis: el yoy el discurso poseen, en el espacio-tiempo de la sesién, lo que podriamos llamar una funcién de revelador. Gracias a ellos el analista deduce y reconstraye lo que se juega en otra parte, los afectos y las representaciones ejercidos en esos otros dos lugares psiquicos que se sustraen a la mirada. 324 I Del lado del analista No podemos plantearnos tratar aqui en forma exhaus- tiva la funeién del placer en el trabsjo de la inter- pretacién, y por este motivo las reflexiones que siguen van aprivilegiar una clase particular deinterpretaciones, cuyos caracteres distintivos me propondré definir. ‘Mas adelante volveré sobre las razones que permiten afirmar que la interpretacién apunta esencialmente a modificar la relacién presente entre el yo y el espacio psiquico que se encuentra fuera de su jurisdicci6n, Comprender qué cosa posibilita la obtencién de este fin y sobre todo la modificacién de la economia psiquica que habré de resultar, exige poder dar cuenta de las fuerzas libidinales ejercidas en los dos participes a lo largo de la partida, y en primer término de aquello que, por ser realizacién 0 promesa de un placer, puede inducir sus investiduras. Se puede dar una primera formulacién de un factor que debe estar necesariamente presente en el analista y en el analizando si se pretende que el éxito del proyecto analitico forme parte de lo posible: ef anhelo de crear pen- samientos nuevos y la posibilidad de sentir placer con ellos, Por “pensamiento nuevo” no me refiero al des- cubrimiente del analista de un nuevo pensamiento sobre la teoria, aunque existan experiencias privilegiadas que alcancen esta meta, sino a pensamientos que atafien ala problematica psiquica de este sujeto, pensamientos que no podian fwmar parte de aquel esquema del fun- cionamiento psfquico de este mismo sujeto queel analista, puede trazar en muchos casos con bastante rapidez, sino sobre todo a un pensamiento que obliga al analista a re- pensar, mds alld del easo singular, su concepcion de la psique, a re-conocer la distancia siempre renovada entre 825 los conocimientos adquiridos y aquello que rebasa cual- quier nueva totalizacién de lo adquirido. ; “Investir el proceso, investir nuestra escucha y el dis- curso que se le ofrece es, por lo tanto, jinvestir la post- bilidad de tener que pensar lo inesperada! Bs una experiencia a la que el analista se puede negar; pensar lo inesperado implica siempre el riesgo de cues- tionarse algo ya-pensado que se suponia iba a estar protegido de la més minima duda. Cierto uso de la teorfa {gleiniana, con las interpretaciones exhaustivas y prefor- madas que supone, y cierta aplicacién de la teorfa de ‘Lacan, con Io que implica de silencio' y certidumbre en ‘cuanto al revelamiento final y puntual al que conducird, son dos manifestaciones privilegiadas de esa negativa a pensar lo que no fue ya pensado y certificado por otro o por el Otro. Desear que el diseurso quese expresa pueda llevarnos a pensar lo imprevisto, es una de las condiciones caya presencia o ausencia desempefiarén un papel decisivo en la funcién analitiea; la presencia de este mismo anhelo en. el analizando es necesaria para su interiorizacion y metabolizacién de la interpretaciGn y sus efectos. Esta funcién de un placer que en el campo analitico deberia acompaiiar al surgimientode cierto tipo de pensa- mientos, aunquepresente y activaen toda interpretacién, aparece con mayor claridad en un tipo de interpretacién particular que responde a las caracteristicas siguientes: 1. E] momento de su enunciacién no esté previstoni es previsible de antemano: acompafia a una decisiGn que se toma en el hic et nune de algo ofdo, a Jo que ella viene a responder. 2, Estas interpretaciones nunea se formulan en un 4, Silencio que ya no es el cordlario de un nocesario “dejar hablar”, sino algo que tradace un “charla siempre". 326 momento afectivamente neutro: 0 bien expresan una modificacién in statu nascendi en la relacién del analista con el proceso, es decir en su investidura del espacio- tiempo de la sesién, o bien se orientan a producir esta modificacién, 8. Sefialan de manera directa el deseo inconsciente hecho manifiesto por el decir del analizando: al hacerlo, ponen al descubierto la relscién presente entre este momento de la vivencia transferencial y un momento pasado de la historia libidinal del sujeto. 4. Se vinculan y van aactuar sobrela relacién presente entre la representacién fantasmatica del cuerpo(larepre- sentacién inconsciente) mediante la cual lo primariopone en escena la probleméttica del deseo, del goce, de lo que implicaria el cumplimiento de la amenaza de castracién, y los pensamientos mediante los cuales el yo se forja su construccion ideica de los efectos de estas mismas repre- sentaciones. 5. Su resultado, en la hip6tesis de que no se le oponga el momento :ransferencial en el que se encuentra el analizando, es ofrecer a éste ciertas puestas-en-sentido que lepermitirén aceptar pensar un momentodesu deseo pasado, asumir un momento de su deseo actual y reco- nocer la relacién de consanguinidad y la diferencia pre- sente entre estos dos deseos. Dejo de lado lo que todos sabemos, esto es, que la ‘comunicacién de una interpretacién debe responder a ‘esas dos condiciones generatizables que son la posibilidad de descubrir en lo ofdo el enlace presente entre lo que se vive aqui y ahora y la representacion fantasmatica de un deseo que este momento de la relacién transferencial reactiva, y muestra conviecién de que el punto del reco- rridoen que seencuentra el sujeto le posibilita apropiarse del sentido y aleance de la interpretacién. Personalmente, me importa insistir sobre un tercer 327 factor: el paso al acto de palabra representado por la comunicacién de este tipo de interpretacién, supone una motivacién mas que, por su parte, concieme a la investidura hie et nunc dei proceso por parte del analista. Todoanalistasabe, odeberia saber, quehay momentos en que tiene la interpretacién mds facil y otros en que privilegia el silencio, y que estas variaciones dependen con toda seguridad del “material” ante el que se encuen- tra, pero que ésta no es su dnica causa. Una dimensién latente en su relacién con el proceso analitico infiltra el espacio y el tiempo en que se ejerce su funcién. Todo esto Jo sabemos, pero casi siempre pensamos que estas varia- ciones se presentan en forma esporédica, en momentos icularmente arduos de nuestra funcién, en sesiones particularmente dificiles o, a la inversa, particularmente gratificantes. Por mi parte, entiendoqueestos fenémenos s6lo se nos tornan inexorablemente conscientes cuando su intensidad se muestra exagerada, pero queen realidad estan siempre ahf, funcionando silenciosamente, y que entre los factores desencadenantes de cualquier inter- vencién hallamos un movimiento afectivo cuya causa es preciso comprender. Esta causa nos confronta eon el papel cumplido por la investidura del proceso analitico por parte del analista. La investidura presente entre el analista y el proceso no se debe entender como una formulacién més de lo que en general se expresa me- diante el término contratransferencia. De manera suma- ria, diré que este término designa una relacién que depende de la singularidad de la organizacién psiquica del analista, confrontada con la singularidad de la orga- nizacién psiquica de tal o cual sujeto, mientras que el “movimiento libidinal” que aqui intento circunscribir no se motiva en la reactivacién de tal o cual fantasma, de tal ocual pulsién en el analista, sino que respondeala mayor menor aptitud del analizando para investir la bisqueda de nuevas significaciones que den especificidad al trabajo 328 psiquico que le incumbe a él mismo a lo largo de la experiencia, Esta es la raz6n por Ia que el andlisis de las motiva- ciones que nos hacen pensar una interpretacin y que nos la hacen simulténeamente expresar, muestra el lugar privilegiado que ocupan, tanto nuestro modo de investir 1a funcicn que ejercemosy el fin que ella dice hacer posi- ble, como nuestra relacién “momentanea” con estos dos “objetos” (el trabajo analitico y su fin), tal como se pre- senta al surgir la posibilidad de una interpretacién y su comunicacién. Los analistas centraron a menudo el andlisis de su préctica privilegiando les efectos del discurso del ana- lizando y sus reacciones a los afectos que este discurso pone de manifiesto. Este privilegio tiene sus razones, pero no debe hacer olvidar la ambigtiedad que supone la velacién del analista no cen e] autoandllisis a que loinduce lo que escucha, sino con las exigencias de una funcién cuya primera caracterfstica es que aquel para quien ella se ejerce (el analizando) se encuentra casi siempre en la imposibilidad de reconocor y denunciar lo que de pronto pudiera tornarse desfalieciente, o antianalitico, en ol decir y hacer del analiste. La “roca” contra la que corren el riesgo de estrellarse el analista y su funcién, esta representada primero por esta ausencia de una sefial exterior cualquiera, setial de cuya objetividad estariamos seguros y que nos advertiria que estamos abusando de nuestro poder: el analiste puede oir, a menudo con razén, cierta eritica ocierta objecion comomanifestaciones trans- ferenciales, pero también puede servirse de esta inter- pretacién para velarse sus propios abusos. Cabe recordar que nada nos asegura que no abusemos del poder que nos confiere la transferencia; todo nos hace pensar que siem- pre hay momentos en que abusamos de él, y con toda buena fe lograremos a veces justificar tedricamente, pero a posteriori, las consecuencias de los efectos de nuestros 329 errores en el otro. La mayorfa de los analistas reconoceré que nadie esta cubierto de este peligro, pero suamenaza seria tal vez menos grave si meditaramos mds seria- mente y con mas lucidez sobre la necesidad que seimpone al analista de aceptar esa parte de displacer que su fancion va a imponerle, pero también, de poder hallar fuentes de placer que no entorpezean su proyecto. Refle- xi6n que nos ayudarfa ajalir del confusionismo que reina hoy en dfa en nuestra disciplina, y que nos harfa com- prender por qué la enunciacisn de una interpretacién es- {4 motivada también —y no solamente, por supuesto—, por el surgimiento de ‘una situacién de conflicto entre las fuerzas libidinales que se ejercen en el espacio psiquico del analista, conflicto que pone en peligro un equilibrio placer-displacer que éste tiene la obligacion de preservar si quiere proteger y conservar la presencia desu escucha. EJ efecto de la interpretacién se manifestaré en el analis- ta por una modificacién en su relacién con el proceso, en su relacién con el discurso del sujeto y en su relacién con esa produccién psfquica particular que es una inter- pretacién. Sobreinvestidura particular que se produce en el hic et nunc,.que permanece limitada al momento tem- poral que acompaiia y sigue a la interpretacién. Pero sobreinvestidura de ia que el analizando es consciente, aun euando ignore en qué consiste. El analizando “sabe” © “siente” que ia interpretacién instrumenta una inten- cién del analista referida a los dos sujetos en presencia y a su relacién, y que va acompafiada de la suspensién momenténea de la posicién de retirada en la que nos mantenemos (0 de esa posicién de indiferencia que él nos. imputa o reprocha). Por eso su respuesta a la inter- pretacién depended, a su vez, de tres factores: —suenunciado literal —lo que ella revela acerca de su 330 deseo inconsciente— y la verdad que este revelamiento puede o no entrafiar; -—el momento en que se enuncia, que determinaré su aceptacién o su rechazo, dependientes de la vivencia transferencial; — lo que él percibe de las modificaciones afectivas presentes en el analista al producirse sia enunciacién. No hay jerarquia posible entre estos tres factores; nunca se debe olvidar la importancia de los dos primeros. Pero entiendo que una interpretacién que no entraiie y que no apunte a ninguna modificacién afectiva en el analista, tiene menos posibilidades de ser eficaz. He insistido mas arriba sobre el aspecto fiugaz de esa modificacién, con la conseeencia de que es siempre muy dificil captarla y tenerla en cuenta cuando se quiere analizar el trabajo de la interpretacién. Y ello mas a cuanto que el cardcter “fugaz” de este movimiento ibi nal en el analista se ve contrabalanceado por Ia conti- nuidad de lo que debe seguir siendo el soporte de su investidura, si aspira a poder soportar y asumir su funcién: su anhelo de una posible realizacién del proyecto analitico. ‘Toda interpretacién apunta 2 una modificacién en el hhic et nunc del proceso (superacién de una resistencia, revelacién deun fantasma, asuncién porel yo deun nuevo enunciado identificatorio), pero también apunta a la realizacién de la meta final que el proceso analitica se propone. El tiempo para comprender deberfa estar siem- pre al servicio de la aparicién del tiempo para concluir. Cada vez que el analista se encuentre en la impo- sibilidad de investir un deseo relativo a la meta pro- puesta, lo quesuponeinevitablemente una desinvestidura desu funciény de su proyecto, asistiremos, en el mejor de Jos casos, a interpretaciones puntuales, estereotipadas, 381 que no tendrén otro efecto que preservar, bien o mal, la relacién y la ilusién transferenciales. Lo cual, en gran cantidad de casos, conducira al anélisis interminable, que es una manera més elegante de definir el fracaso del proceso analitico. Este resultado, consecuencia de aquel estilo interpretativo y que coxitraria al proyecto analitico, pone al descubierto la relacién inevitablemente presente entre diferentes opciones en cuanto a la manera de “practicar”o ejercer nuestro trabajo; y también la inves- tidura, no de una actividad analitiea en si —y costaria entender lo que esto quiere decir—, sino la investidura de una meta que tendriamos la ambicién y la capacidad de definir como algo distinto dela satisfaccién narcisista que pueden aportar el atesoramiento indefinido del propio autoandlisis y la acumulacién de ladrillos con vistas a la construccién de una “pura” teorfa. En otros términos, el trabajo interpretativo del anali ta, tanto como sus opciones teéricas acerea del funcio- namiento psiquico, llevan la marea de su opcién en cuan- to al objetivo del proceso: es esta iltima opcién la que decidird el modelo te6rico mediante el cual conceptualice —a los otros y a sf mismo— su préctica y lo que de ella espera. Ahora debo explicar cémo se definen, a mi entender, la meta de la interpretacién y la meta del proceso analitico. Los dos tiempos de ia interpretacion. Postulemos que Ja interpretacién se enuncie en un momento que permita al analizando ofrla, comprenderla y aportarle una res- puesta ajustada a nuestra espera. La accién de la inter- pretacién va a manifestarse por la respuesta inmediata, © muy préxima, que lo que el sujeto escuché puede suscitar, y por una segunda respuesta que sdlo aparoceré a posteriori y que dependeré de la inevitable metaboli- zacién que debera hacer el yo de lo que ha ofdo para poder 332 apropidrselo. Esta segunda respuesta supone lo que podriamos lamar “singularizacién” del sentido al que escoltamos, respuesta diferida cuyo resultado se exte- riorizaré en una reorganizacién de los enunciados iden- tificatorios por los que el 7o se define como yo pasado, vo actual, y como enunciador de un anhelo relativo a su yo futuro. Uno de los fines de la interpretacién consiste on dar conocimiento al yo de un pensamiento que expresaba un deseo que él habria queride realizar en su pasado infantil, pensamiento y deseo que contintian actuando infiltran- dose en sus pensamientes actuales y ante todo en sus pensamientos transferenciales. Al hacerlo, ella le permi- te apropiarse y reconstruir el sentido dé un fragmento de la historia de su pasado libidinal, a fin de ponerlo al servicio de la singularidad de su proyecto identificatorio actual. Pero, tal como ye lo entiendo, el mecanismo de apropiacién nos muestra la diversidad y complejidad de Jas elaboraciones que el sujeto aportardé a estas nuevas puestas-en-sentido, en funcién de lo imprevisible de eus investiduras futuras; elaboracién que serd modificable en el tierapo y deberd seguir siéndolo, Para tomar un ejem- plo, digamos que la posibilidad dada al sujeto de reco- nocer que pudo experimentar un sentimiento de odio respecto del pecho materno, y que odiar es una expe- riencia que todo ser humano ha tenido, nunca puede ser comparada con una asercién punival. Una vez admitida, implica para todo sujeto la reorganizacién del conjunto del discurso que se pronuncié hasta entonces sobre lo icito y Jo ilicito, sobre su representacion de la funcién materna, sobre su tearia de los afectos permitidos y de los afectos prohibidos, sobre lo que é! piensa del sentimiento 5. Nos referimos a uno de les fines de la interpretaci6n, fin cuya, importancia no debe hacernos elvidar que no es el tinice 333 que sus hijos tendrian derecho a experimentar a su respecto,yas{ siguiendo. Habré, pues, una reorganizacién de esa serie de enunciados por los que el sujeto con- ceptualiza su “teoria” de la relacién parental, del afecto, de su relacién con los otros, teoria que nunea earece de relacién con sus primeras teorfas sexuales infantiles. Este trabajo exige un tiempo que no podemos medir, dependerd de los puntos de resistencia, jamés idénticos, con que pueda toparse, tanto resistencia de ciertas repre- sentaciones fantasmaticas como resistencia de ciertas defensas del yo, como resistencia de ciertas opciones ideologicas. El efecto diferido de la interpretacién nos confronta con el trabajo de reorganizacién que ella induce y nos ilustra la imposibilidad de predecir con certeza el destino que va a conocer en el a posteriori del andlisis. Compararé el doble tiempo de los efectos de la inter- pretacién con las consecuencias del descubrimiento de un nuevo postulado o de una nueva ley en el campo mate- miético. Para cada investigador al que supongamos haber aceptado este nuevo aporte, las implicaciones dependerén de su relacién con el conjunto de su teorfa una vez que deba integrar el nuevo elemento. Ahora bien, en gran cantidad de casos, las modificaciones que esto trae apa- rejado sélolas percibiré a posteriori, cuando debay pueda pereatarse de que el nuevo postulado hace contraidictorio a tal o cual otro, Jo que a su ver, pone en entredicho a un toreoro mientras que un cuarto quedaré confirmado. La experiencia prueba que todo investigador puede ‘hacer un “uso” personal del nuevo aporte y que este “uso” siempre puede ser modificado y est siempre al servicio de los fines sucesivos que propone él mismo a su propia investigacién. Puede descubrir corolarios que el inventor no habia previsto y que refuerzan el impactodel aporte de éste 0, por él contrario, quizés intente relativizar la verdad del aporte nuevo —cuando ya no le es posible negarla—, reduciéndola el minimo compatible con la 384 preservacién de una organizacién teérica que é1no quiere poner en cuestiGn. Sabemos que, por més cientifico que sea el descubrimiento, puede uno olvidar que lo hubo, y hasta olvidar que uno mismo lo habia entrevisto en una primera etapa de la investigacién. ‘Lo mismo sucede con la interpretacién. Estamos en condiciones de analizar y de explicar teéricamente su eventual efecto en el momento de su enuneiacin y en la secuencia temporal que le sucede. Pero el destino futuro del trabajo analitico nos sera en parte desconocido, El analista debe ser capaz de aceptar este no-saber. Debe renunciar a incidir sobre la suerte de una obra en le que él colaboré, pero que no le pertenece. IT. Del lado del analizando En esta ultima seccién me inclinaré sobre le que coneierne al enalizando, reflexionando sobre las con- diciones y consecuencias de la posible ereacién de pen- samientas nuevos y sobre la funcién que cumple en su campo su relacién con el placer de pensar. El anélisis pone al sujeto frente al “principio de realidad psiquica”: con esta paréfrasis quiero significar no el simple reco- nocimiento dela existencia del inconsciente, sino el tener que reconocer que en el espacio del yo continuarén manifestdndose inevitahlemente ios efectos de lo que se Jjuega en la escena de lo exterior al yo, Este reconocimiento no eliminaré nunca la presencia de tales efectos, pero haré que el yo pueda pensar esta “otra parte” de si mismo, este territoric que siempre le resultard parcialmente desconocido, y pensarlo de manera tal que sienta placer en este conocimiento y por él. ¢Pero, cémo puede convertirse en fuente de placer un conocimiento contra el cual se uab(a construido todo el aparato defensive? En mi conclusion trataré de res- ponder a este interrogante. 335 Partiré de una constatacién cuya pertinencia he demostrado en otros trabajos: la neurosis nos prueba que apesar del elevado precio pagado por el sujeto, éste puede ser privado de la libertad de gozar sexualmente sin hundirse por ello en la locura; la Jocura nos demuestra que sisele quita al sujeto toda posibilidad de gozar de su autonomia de pensamiento, no puede sobrevivir sino intentando recuperar aquello que se le expropié me- diante el recurso a la construccién delirante. Creacién de un yoquecon ello consigue preservarse un “poder hablar” que le garantice la existencia de una funcién pensante dentro de su propio espacio psiquico. Los analistas se han inclinado solicitos, y con justa razén, sobre el complejo de castracién y sus consecuencias; al hacerlo, permitieron coneebir de otro modo los conceptos de sexualidad y de sujeto, Pero quiz no meditaron lo suficiente sobre el riesgo de otra “castracién” distinta, que su propia es- tructura hace correr al hombre, el de que se lo despoje de un placer resultante de la parte de libertad que su pensamiiento debe preservar, con la amputacién ina- ceptable que esto conlleva. Poder ejercer un derecho de goce sobre su propia actividad de pensar, reconocerse el derecho a pensar lo queel otro nopiensayloque élnosabe que se piensa, es una condicién necesaria para el funcio- namiento del yo. Es cierto que la libertad del yo de pensar dista mucho de ser ilimitada; existe un umbral que necesariamenteha de respetarse, pues es imprescindible para el funcio- namiento de esta instancia. De ello resulta que toda dismninucién en este registro seré sentida por el yo como fuente de displacer, y todo aumento aportaré consigo un efecto de placer. Todas las formas de neurosis se carac- terizan por implicar una pérdida parcial de esa libertad: la aceién de la interpretacién y del andlisis apuntan a posibilitar su recuperacién. La situacién en que se encuentra el yo del neurético 336 puede ser comparada con la de un individuo cuyo estado de salud exigiera que pudiese recorrer libremente cierto espacio, y quede pronto descubriese que el terreno habia sido invadido por insectos venenosos: o bien emprenderd la fuga, o bien deberé concentrar todo su interés y toda su atencién en la exploracién continua del suelo donde apoya sus pies. En estas condiciones le serd imposible experimentar un placer cualquiera. La relaciéa del yo del neurético con lo reprimido y con Ja labor represora que le incumbe, conduce al mismo resultado: agreguemos que, por més que esté al acecho, las mas de las veces no podrd escapar a la picadura Por més que el compromiso representado por el sin- toma quiera tornar irreconotible determinado pen- samiento referido a una representacién que se quiere expulsar a lo reprimido, esta representacién seguiré “a flor de pensamiento”. El riesgo de que se libere del disfraz que el yo le impone estara latente: para evitarlo, el yo se ve obligado a operar, de manera inconsciente pero constante, un trabajo de exclusion referido a cualquier pensamiento ya cualquier tema de pensamiento que, por su proximidad con la represontacién, le hicieran eorrer el. riesgo de descubrirse pensando lo que él se niega a pensar: crimen de pensamiento que para él es fuente de culpabilidad y angustia. No se habla de sogas en casa del ahorcado: cuando la representacién de un “ahorcado” dobe permanecer fuera del pensamiento, no hay que pensar mas en la palabra “soga”, ni en sus sindnimos, Esta lucha que libra el yo, esta exclusion de una serie de pensamientos sélo son posibles a costa de un em- pobrecimiento de su actividad de pensamiento, de la pérdida de un poder pensar sin trabas, Encontramos aqui una de las razones del sufrimiento neurético y la fuente de una manifestacién privilegiada de su sintomatologia: Ja inhibicién intelectual. E] primer eiecto de placer que puede experimentar el 337 yoen el andllisis y por el anélisis se debe ala recuperacién, de una actividad de pensamiento “normalmente” libre. “De la asociacién libre al pensamiento libre”: por relativa que sea la libertad en ambos casos, as{ podrian definirse el punto de partida y el punto de llegada dela experiencia. Pero todavia es preciso entender qué es lo que permite al yo recuperar, en su beneficio, una parte de la energia. invertida hasta entonces en consolidar la barrera de la represién. ‘A mi juicio, si la interpretacién posibilita al yo dar acceso a una representacién y a un afecto hasta entonces reprimidos, es porque le ofrece conjuntamente el poder de transformar su significacién, enlazéndolos con una causa que esta vez él puede conocer y asumir. Este nuevo lazo entre el efecto y la causa permite al sujeto hacer pensable “hoy” un deseo que echa rafces en su pasado, y atribuir un sentido nuevo a las experiencias de placer o angustia que jalonaron su historia. E] orden de causalidad que as{ se instala es obra del trabajo analitico; antes del andlisis era inexistente, y no hubiese podido existir sin el andlisis. No remite a ningin conocimiento que haya sido secundariamente reprimido, a ningtin “antes” que la “enfermedad” haya podido per- turbar. El nuevo vinculo que se instaura entre los efectos del fantasma tal como se manifiestan en el registro del yo, y su causa, es una creacién que sélo la especificidad del ‘trabajo analitico puede producir. Poner el fantasma en palabras, definirlo como fantasma implica cambiar la relacién que enlaza al yo con esa producciGn psiquica que sin embargo jamés estard sometida a su jurisdiccion. ‘Transformer esta relacién es también transformar la relacién presente entre el yo y sus pensamientos, entre el yoy loexterior al yo y, por tiltimo, modificar a este mismo yo. Aquf se confirma lo que decfa al comienzo sobre la indisociabilidad presente, en nuestro campo, entre lo te6rico y lo practico, entre el conocer y el transformar. Es 338 evidente que siempre perduraré una distancia entre las construcciones que nuestra teoria posibilita y lo que nunca podremos saber sobre la “realidad” de las mas recoces representaciones,lo mismo sucede conel yo, que no podré sino construir a posteriori los enuneiados rela- tivos a su propio origen. Nuesira teorfa, al ser “hablante” y también elocuente, tiene la posibilidad de volver pen- sable y enunciable lo que ‘por naturaleza” no lo era (esto es lo que llamo su inevitable yo-morfismo). Agreguemos que el yo s6lo puede ofectuar este trabajo de puesta en sentido y de puesta en palabras si acepta padecer “ai vamente” sus consecuencias: querer cambiar su relacién con su mundo (exterior o interior) es deber imponerse la labor de re-pensar, de re-organizar, de transformar, en una palabra, su ser y sus haberes, su espacio y su tiempo, lg historia de su pasado y los suefios sobre su futuro. Poder investir el trabajo psiquico que esto exige, pro- seguir una busqueda que impone semejantes cargas y cuyo buen fin nadie puede garantizar a priori, s6lo sera posiblesi el sujeto que inicia un andlisis es ose hace capaz de sentir placer al descubrir un nuevo pensamiento, frente al retorno de un momento inesperado de su his- toria, durante esos momentos privilegiados en los que se instala una fugitiva comunicacién entre el yo y esa parte de la psique que se sustrae a su conocimiento. La inves- tidura del proceso analitico por el analista, y de la par- ticularidad del trabajo psiquico que exige, no bastan para provocar la del analizando, pero su ausencia hace muy probablesuimposibilidadparael partenaire. Agreguemos que exactamente lo mismo sucede con el analista. De nuevo aparece aqui un poder reciproco y anélogo: habria que revisar desde este nuevo éngulo el concepto de con- tratransferencia. En un texto titulado “El abuso de la transferencia yla ilusién mortifera”, demostré que la ausencia de este placery de este deseo en el analistay en el anslizandoson 339 la manifestacién dela prelacién que ha obtenido Ténatos en sus economfas psiquicas. La exterminacién de su propia actividad de pensar es una de las dos formas con que puede actualizarse la obra de ‘T'’natos en el registro del yo: “No tener que pensar ya sino lo ya pensado por otro”, anhelo mortffero que la ilusién transferencial y la fascinacién ideolégica amenazan siempre con reforzar en ambos participes y especialmente en el analista. También contra este peligro se subleva Bros, encon- trando su principal aliado en el placer que se siente al crear “nuevos pensamientos” que se oponen a la compul- sién a repetir una leyenda del fantasma, que finalmente hha podido re-escribirse. Esta nueva relacién entre el yo y sus pensamientos desempenaré un papel fundamental en Ia economia psi- quica, al introducir otra puesta en forma de la repre- sentacién que se forjan el proceso originario y el proceso primario de la relacién del yo con esa otra cara de si mismo que son sus propios pensamientos (y ante todo los. pensamientos mediante los cuales el yo puede pensarse). Representaciones cuyoefecto de feed-back se manifestars, ‘en el espacio del yo, por un sentimiento de displacer cada vez que la relacién entre las dos entidades que lo com- ponen (la instancia pensante y lo pensado) sea puesta en ‘escena por lo primario y por lo originario comorelacién de conflicto, de rechazo, de odio. Antes de concluir esta exposicién quiero sefialar la importancia de otros factores que intervienen en el tra- bajo de la interpretacién, y que no he comentado. Pienso, entre otros, en la accion de la interpretacién sobre el exceso de mecanismos proyectivos, en su posi- bilidad de auspiciar no la desaparicién de las repre- sentaciones fantasméticas forjadas bajo el sello de lo oral ylo anal, sino de favorecer la prelacién que aleanzarén las 340 puestas en escena que atiendan al deseo edipico y a su problematica. Aqui es donde se interrumpe en cualquier hombre su posible accién sobre la elaboracién fantas- mdtica: representar sudrama y su enigma por la relacién presente entre tres cuerpos y rio ya entre partes de cuerpo, entre tres sujetos y no ya entre un Otro y dos apéndices. Nadie puede asegurarle al sujeto que, en ciertas condiciones, no volverén a tomar la delantera unas puestas en escena mucho més arcaicas, pero el andlisis le permite confiar en que ha adquirido la po: bilidad de re-interpretarlas en términos que formen tido para el yo, que le permitan reconocerse como efecto de este sentido pero, también, como instancia capaz de modificarlo y de rehusarse a la repeticién indefinida de un sinsentido al servicio det deseo del otro. 341 10, EL TRABAJO CLINICO ¥ SUS OPCIONES TECNICAS EN LA CURA PSICOANALITICA Elena Friszman Bosoer INTRODUCCION Iremos cireunscribiendo en este trabajo los recorridos particulares que Piera Aulagnier realizé respecto de las nociones bésicas del psicoandlisis sobre la cura: trans- ferencia, interpretaciOn y proyecto terapéutico. Este trayecto rodeara una concepcién que se insinia a través de su obra y que podemos llamar “posicién iden- tificatoria de analizando”, Al adelantar aqui esta figura, queremos marcar una linea directriz respecto de las claves o hitos que marcan estas ideas acerca de aquello que se trata cuando analizamos, a Ja vez que arrojar otras Tuces sobre aquello que se juega en el acto de analizarse. POSICIONES ¥ REGLA FUNDAMENTAL EN LA CURA. LAESCUCHA VEL SABER El espacio terapéutico marca los limites de una con- juncién de efectos en lo que respecta a dos posiciones bien nitidas y diferenciadas: la de analista y la de analizando. Piera Aulagnier se ocupa en especial de la posicién del analista cuando subraya en distintos testimonios que deja su obra, el papel de escucha, Engarzando esta opcién privilegiada en la figura més amplia del sujeto supuesto 342 saber, concepto creado y desarrollado por Lacan para enfatizar una demanda que centra al analizando, a la vez que vectoriza la transferencia, Del lado del analizando despunta otra figura, sub- sidiaria del amplio lugar que en esta teorfa ocupa la identificacién, los lugares identificatorios y la forma en que va construyéndosecon las correspondientes acciones identificantes. El papel estructurante de la identificacién ve refle- jar su fuerza en este modo de observar la construccién de una arquitectura necssaria para que la cura pueda progresar y desarrollarse. Este “lugar identificatorio de analizando” se definiria centralmente por un modo de la demanda, un objeto que se busca y una funcién que se desarrolla en lo endo- psiquico. Es una construccién que enenentra sus races ena lamada regia fundamental y seria la contrapartida del concepto acufiado por P. Aulagnier de “estado de teorizacién flotante” en el analista. La regla fundamental en psicoanélisis dirige una demanda directa y primera, inaugural del didlogo o el intereambio que se propone: la de hablar todo lo que pase por la mente del analizando, a la vez que instaura una interdiccién sobre la accién. Sélo hablar. Ni més ni menos que hablarlo todo. {Qué entrafia esta regia que fundamentaré el modo 0 el estilo de lo analitico en la cura?: que todo pensamiento que se cruce a la hora de la sesién es supuesto de poder ponerse en palabras, que-un acto de palabra puede ponerse en el lugar y tiempo de cualquier ocurrencia. Alsubrayarla dimensién acto en la puesta en palabras de todo pensamiento, se perfila la concepeidn que tiene Aulagnier sobre el yo. En este punto, acto define que el yo se enfrenta a la “reaccién” de aquel a quien se dirige la palabra. Y ésta ser4 recibida por el yo hablante eon las correspondientes “reavciones”, a la vez que implica 343 todas esas modificaciones sométicas y psiquicas que acompaiiarén a la recepcidn de aquello quele fue enviado en virtud de lo que habl6. Esto abrirfa una facilitacién hacia el hecho de tornar comunicable lo que se piensa y siente, El espacio que se abre a pensar es que nada hace suponer una tal facilitacién antes que la demanda la requiera en el acto inaugural del encuentro analitico, demanda que supone e! cumplimiento de la regla funda- mental. Por el lado del analista, esta regla fundamenta la dimension mayor de la escucha en | hacer terapéutico. Esoucha que supone sin duda una espera, una expec- tativa y claramente un anhelo del analista. Esta formula encuentra un pliegueesencial ala concep- cign del sujeto supuesto saber. En él se encuentrala perla que el analista necesita hallar pare relanzar su propues- ta de una cura en términos dominantes de intercambio, ocupando y expandiendo el camporelacional en la profun- didad que esta nocién tiene en el pensamiento de P. Aulagnier. Lo queeste pliegue guarda es una contracara delo que se supone es objeto de toda busqueda por parte del analizando: el saberlo-todo del analista. Sila aceptacion de esa demanda implica que este saber se afirma, ala vez que conocemos de su cardcter necesario para la instauracién de un campo transferencial, tam- bién es cierto que privilegiar el escuchar determina una direccién que apunta a una no-completud en el saber- ‘Total del analista. Si espera serinformado de todo, es que nolo sabe todo. La incompletud de su saber se manifiesta en este anhelo presente en la posicién de estar para la escucha. 344 IINTERPRETACION El testimonio de la realidad de la escucha se verd en el acto interpretativo. Esta referencia incluye aqui, en sentido ampliado, al conjunto de intervenciones que el analista hace y produve en el encuentro de cada sesiGn. E] bagaje de lo interpretable se constituye en un sinénimo de todo el seber del analista e incluye aquello que conoce sobre la teorfa, sobre la técnica, sobre sus propias formaciones psiquicas, sobre su historia, adicio- nadoa la totalidad de lo que se inscribié del transcurso de Ja construccién de le historia transferencial con ese analizando. Ast, lointerpretableincluye:saber, pensamiento, deseo y memoria, sin dejar de ver en esta ultima aquello que centralmente refiere a la memoria afectiva. De loque el analizando escuche en cada interpretacion que se le dirige, extraeré la informacién de cudnto su habla y su curso asociativo ha marcado la hechura’ a medida de tal interpretacién. La textura mixta de esa interpretacién, mezclade pensamionto y deseo de hacerlo comunicable, impresionaré a la vez 2 esa zona del yo del analizando que se canaliza y encuentra nuevas vias para estimular una actividad conectiva y de unién de fragmen- tos pensables y afectivos, cuyo entrelazade va formando una malla o red que se apuntala en un placer emanante de ese ir haciendo, y en ese anbelo de escuchar que ha sometido a prueba. EROS Y TANATOS EN EL YO La teorfa pulsional toma aqufun papel central y vemos aquello que nos aporta respecto de esa lucha sorda entre Eros y Ténatos en su forma particular de darse en el yo. Es precisamente sobre ese placer de conectar, unir 345 espacios y sentidos, sentires y palabras, que aquella lucha de pulsiones ejerceré perpetuamente una amenaza © permitird una continuidad activa. La actividad del pensamiento es el campo comin y amplio de una variedad de patologias que tienen como caracteristica le inhibicién intelectual. Campo complejo y multiple que necesita algunas puntualizaciones. Vamos llevando la via de la lucha tandtica que asume en el yo una especificidad: atacar ala fancién (pensar) y al producto (los pensamientos). Este yo para P. Aulagnier es el asiento de la actividad simbélica con sus representaciones ideicas que permiten el reprocesamiento psiquico de todo aquollo que viene de los espacios de lo primario (representaciones fantas- méticas o puestas en escena inscriptas como fantasfas) y de lo originario (con su modo particular de representar psiquico que es el atdvico pictograma). Proceso de meta- bolizacién que permite ordenar simbélicamente un mate- rial de fuertes intensidades afectivas, que se modela sobre las excitaciones y emociones que vienen de las fuentes pulsionales y del registro somético por la via privilegiada del lenguaje No ampliaremos aqu{, por no ser atinente a nuestro tema, toda la problemética que supone el tiempo de transeripciones de lo primario a lo secundario. Baste decir que es éste cl momento de la formacién del yo, que serd asf sede y organizador a la vez, de esa multiplicidad compleja que es el material psiquico més alla de las fronteras del yo y del que 41 no puede conocer de modo directo, nada. Por lo tanto, este yo aulagniano puede representarse a s{ mismo como tinico representante (lusorio) de lo psiquico para el sujeto. Eis también del yo, de quien y a quien se ha hablado anticipadamente en el émbito de la relacién quemarea la vonida deun ser humano al mundo. Relacién privilegiada con la madre cumpliendo la funcién de portavoz que 346 prenuncia y nombra la existencia de ese yo antes de su advenimiento, Esta precedencia hablada de una existencia que se dard a posteriori, marca el nudo conflictivo y paradgjico por el cual el yo puede ser tomado como objeto privi- Jegiado de la lucha pulsional. Una existencia asi forjada en una precedencia y en una intromisién, y s6lo existente enun a-posteriori, posee una sutil eintrinseca fragilidad. Por este sesgo avanzan tanto Eros como Ténatos. La actividad pulsional dual en estado de intrineacién podré ser pensada como productora de diversas transac- ciones, formaciones de compromiso y modelando también una densa red defensiva. La defensa por excelencia en el terreno de la neurosis es la represién, que acciona por prohibicién, un complejo dispositive de particién y olvido que tiene su sede en el yo. Aqui podemos retemar el hilo de lo que atraviesa la difusa patologia que conileva la inhibicién intelectual. Sia veces hay un sometimiento del yo a los fines de la pulsién destructiva, ésta tomaré al pensamiento como su ‘objeto: deseo de no pensar, desarticular y matar los pensamientos, pensar siempre lo mismo, romper asocia- ciones evidentes o novables, no poder sacar inferencias, reducir la distancia entre lo verdadero y lo falso, sentir, en fin, suftimiento y dolor con aquel sentimiento que los pensamientos hacen presente. Este indice de opciones patolégicas, nada abarcador y de variantes tan miiltiples como peligrosas para el yo del sujeto que las porta y para el eventual proceso analitico que se desarrolle, contiene lo esencial de lo que se desplic- gan la mayoria de les formas de resistencia a la activi- dad de analizarse: la ineapacidad oa imposibilidad para la reelaboracién, en lo que retenemos de este concepto freudiano. Lavertiente tandtica de biisqueda de reduecién de tensiones y de vuelta a un estado de estructuracién anterior o precedente en el tiempo, constituye la via por 347 laquepodemos llegar aentender esta finalidad destructiva sobre la funcién del pensar. Regresiones, entonces, a ese estado de yo pensado y Aablado por Otro quien contiene todo lo que ese yo quiere saber, y frente al cual (ese Otro objeto surgido sobre ol molde del portavoz) s6lo seré necesario una actividad de ECO, una incorporacién sin dudas de todo lo que se dictamine como verdadero 0 falso, bueno o malo, etcétera. Esta apretada sintesis de las relaciones de dominacién de Ténatos sobre la actividad del yo, pone en escena primera el tema de la duda, de lo incierto y la posibilidad de la mentira en el discurso que portan la madre y los primeros objetos de investidura libidinal LA ACTIVIDAD DE LA DUDA EN BL PENSAR, LA INCERTIDUMBRE. LA ILUBION Y EL PENSAMIENTO AUTONOMO A través de la actividad pensante, el yo toma noticia, se informa de esa opcién -que Ja realidad le trae: el Pensamiento mismo y su funcionar discriminative y asociativo se convierten en la fuente de una desilusion, de un sentimiento de dolor respecto de esa falla, que le demuestra que su confianza no puede mantenerse, al caer la “presuncién de inocencia” respecto de su primer objeto de amor. Asi puede enlazarse de modo estable una via que conduzea del pensamiento al sufrimiento, o més atin, ala desilusion. En estas condiciones, el yo no podré imantar 9 investir una actividad que le provoca presumible 0 potencialmente caidas en sus hitos identificatorios y desesperanza en lo atinente a sus bisquedas, sus anhe- los, sus demandas. Este desvio podré levar a formas de anulaci6n, del tipo de las que describimos en las tramas de la inhibicién intelectual. Para que la actividad de pensamiento pueda man- 348 tonerse en una activa ligazén con el placer, necesita del aporte y el nexo de un vinulo objetal que demande tal accionar del yo y que, sobre todo, no le dirija una denun- cia, una condena o un efecto de intolerancia. El anhelo de la madre de que su hijo exista en forma independiente es el sostén primero de esta actividad. La historia afectiva e identificatoria necesitard trans- formacién, y la madre ocuparé otra posicién que la de nica donadora de todo sostén, de la que lo sabe todo tespecto de quién es el infans y lo que éste desea. Pasaje de lugar y cambio relacional dentro del mismo eje simbé- lico del establecimiento de las diferencias y de la obra de larepresién edipica, actuando en esa “falla geolégica’ que es la castracién, Aceptacion de la castracién y dela propia incompletud, que se traduce en el yo como asentamiento en el espacio dela duda y dela incertidumbre. Esta posicién de examen eritico de la realidad erige una posibilidad del yo respecto del registro temporal. Someter a critica o a prueba la verdad de un discurso 0 de un enunciado es en primer ‘émino suponer una posibilidad cretble de que algo verdadero puede ser pensado y dicho. En esas patologias del descréditoy la inhibicién en el intelecto, esta creencia esté dfectada. Se puede deducir alli una falla del deseo materno que no ha permitido ni celebrado la duda posible, en tanto veria en ella el reflejo no soportable de su incompletud 0 de su ineptitud. Si en esos tiempos del “investigador infantil”, del explorador de decires y comparador de éstos con enun- ciados, frases, sugerencias, ungimientos y condenas, hallados en los retazos de discursos cristalizados, apa- recieran a la vez los signos de concordancia entre lo vivido, acontecidoyy las palabras que lo hablan en su clave singular lingitistica y afectiva, un jubilo de hallazgo de 349 verdad confirmaré Jo cierto de tal encuentro. Se hace claro que ese encuentro no puede sino producir placer. Deseribimos asf, entonces, la contrafigura de la falla del deseo parental, que serfa el motor conjugado en una trama de deseos y fantasias, que harfa circular ese soplo vital del placer unido al pensar propio, sostenido por Eros. Por otra parte, podemos ver en esta vicisitud la cues- 4ién fundamental de Ja alienacién y la pasién, como puntos intensos del recorrido tedrico aulagniano, en los que el encuentro de una relacién que proponga este perfil accionard esa potencislidad de bisqueda y encuentro fusional,enloquede éste puede ofrecerseal cumplimiento de un deseo de lo inefable perdido pero vivido, y como tal, inscripto en marcas remotas siempre actualizadas y activas on diversas formas y organizaciones. ‘Algo asi como una nueva forma del antiguo molde de la relaci6n fusional podré cristalizarse répidamente, si ‘un tal encuentro oferta alguna via en la transferencia analitica. Amplio capitulo, el dela pasion de transferencia queP. Aulagnier ha recorrido exhaustivamente, por ol desli- zamiento que se supone, podria darse, a partir del ne- cesario amor de transferencia. Un destino posible del placer y del amor, si se encuentran con el impacto de desvio y destruccién que desde Ténatos puede aportar un lugar de investimiento para una relacién transferencial- pasional, que hard de ésta a la vez que una relacién alienatoria y alienada, una fuente siempre sorda y oculta de expoctativa de sufrimiento. Oculta queda al yo la suerte de despojamiento y muti- lacién que estas relaciones suponen. Desde la pérdida de todo poder de critica sobre el objeto pasional, hasta la pérdida del poder de placer, encontraremos variadas formas de empobrecimiento ligadas al vasallaje de ese yo que no podré nunca reconocerse como tal, preso comoesté 350 en esa red compleja de dos deseos que se marcan y se determina. Culminaciones funestas y peligrosas de procesos analiticos encuentran aqui un complejo causal, en el que muchos re-anélisis deberdn necesariamente adentrarse. ‘TRANSFERENCIA, PLACER Y TIEMPO FUTURO El placer que vineula, une, conecta, es el que puede y debe re-aparecer en la escena de la realidad cuando el vinculo transferencial progresa en un sentido de inter- cambio. Placer cuya huella viene de trazas afectivas vivas que se reactivan cuando una nueva experiencia fusional aparece. Esta es la relacién de fondo entre el pensar y el placer, apuntulado en el espacio transferencial. Hay un tipo de pensamientos llamados por P. Aulag- nier “transferenciales”, que comienzan répidamente a producirse en Ja relacién analftica. Son las diversas formas por las que se representa el yo ala relacién, al analistay as{mismoen funciénde analizando, Unacuota importante de estos “persamientos transferenciales” no podré dejar de ser dolorosa: ellos hacen aparecer el conflicto que el yo vive, las diseordancias con lo esperado de si mismo, los incumplidos deseos y los objetos faltantes © perdidos. En la relacién transferencial, la interpretacion aqui puede hacer hablar lo que permanece de un pasado y lo que se espera de un futuro. Esta dimensién temporal pertenece a las vivencias que el yo experimenta, y se asienta en el eje de lo que el presente hace aparecer. Lainvestidura privilegiada sobre la creaciénde pensa- mientos nuevos hace de referente y soporte a la repre- sentacién de un cambio posible, en el registro de los afectos y de las realidades que al yole toca compatibilizar, 851 La representacién de un cambio como investidura de placer futuro, alude ala funcién anticipatoria que esté en poder del yo poner en movimiento. Anticipar es el placer del pensamiento. Y es por esta raz6n que el tiempo toma un lugar central en la historia transferencial que se construye entre analista y analizando. Esta funcién encuentra también su crédito en una relacién que el analista pone en juego en la partida: él se representa este interjuego con un tiempo de conclusién, En Ia obra de Piera Aulagnier, el término “proyecto terapéutico” acufiado para pensar lo que se dirime en la escena de la transferencia, trasparenta y alude de modo clave aese final, como un “pensamiento terapéutico” para que le cura tenga lugar. Este tiempo de final, donde la experiencia acabe y la posibilidad terapéutica ya no cuente con la presencia, sesién tras eesiGn, del analista, sc proponc como la garan- tfa de no exceso en el poder que la transferencia otorga necesariamente al analista. Un limite para su saber y un Igmite en el tiempo. HISTORIA SINGULAR. LOS LIMITES DE LO DECIBLE YDB LO INTERPRETABLE, Se juega del lado del analizando una menor limitacién de la actividad del yo al poner su historia al dia: partir de modo més nftido las hebras del pasado que impregnan las experiencias presentes, ser reintegrado de poderes sobre el placer y el derecho a una autonomia en el plano del pensar quele permitan formaciones tales como laactividad de sublimaci6n, la inventiva y la creacién, las que devendran posibles paralelamente a ese aduefiamiento de una historia singular que sin duda le perteneceré al reorganizarse en versiones y en capacidad narrativa. Lo cual implica las abrochaduras de un capital de memoria 352 recuperable y en continuo estado de recomienzo con aquellos contenidos fragmentados, dispersos y dislocados que accionan sobre el yo desde los espacios fantasmatico y pictogréfico, en tanto no logran ese efecto de metabolizacién, que en este caso podrian alcanzar por el efecto interpretativo-transferencial. La interpretacién ird jalonando este proceso, relatado aquien su vertiente més afortunada o ideal, participando de las cualidades y poderes que en el analizando ir haciendo posible. En la textura de la interpretacién habré siempre trazas de la relacién que el analista mantiene con lo singular de ese analizando y con la singularidad en general. Los momentos de vacilacién o retraceso frente a la emergencia de lo nuevo, lo inesperado, o lo no con- firmatorio en las asociaciones del analizado, tendrén siempre oportunidad de hacerse presentes tanto en la interpretacién como en los silencios. La expectativa investible por el analista de esas apa- riciones estimularta ese pensar propio y original que expresa toda historia en su singularidad, Es claro que estas asociaciones sorpresivas 0 novedosas podrén y deberén ser el producto de un ensamblaje muy particular y sutil en la relacién transferencial, y corresponden a la exacta contracara de esos momentos de sobreinvestidura qué supone una interpretacién adecuada. Sobreinvesti- dura surgida en la relacién de transferencia en los dos participes, Esta actividad del yo en su poder simbilico establece la potencialidad de extenderse sobre la masa de “lo des- conocido” y sobre lo no susceptible. de conocimiento. La reduccién delas fronterasde loindecible,lo experimentado inefable-inexpresable, lo existente pero no significado, es una intencién en toda la obra de P. Aulagnier. ¢Cuéiles seréin los recursos y las fuentes por investigar, para que pueda darse esta funcién de la interpretacién y 353 de los caminos metaféricos que se elijan, al plantearnos una accién sobre lo nombrable-memorable y sobre tornar cognoscible por el encuentro de sentidos y significaciones a aquellas vivencias que parasitan al yo por su irre- duetibilidad arrepresentativa? ‘Mas allé de la funcién de desconocimiento que asienta en el yo al ser sede y habitat de la represién, se juega ese otro desconocimiento de lo no decible en tanto no forma parte de lo prohibido en la represién, ni corresponde al caudal de la memoria que podria retornar. Lo que la interpretaciéa necesita abordar en sentido estrieto es aquello que del lado de la percepeién y de la imagen noha engarzado nunca una huella de palabra que torne a la impresién vivamente experimentada, re-encon- trable en cualquier momento, No sélo por revivencia (accién de la repeticién) sino también por el rodeo y el nexo que establece la re-elaboracién (secundaria). Bl impulso a recordar es activado por el tratamiento analitico que lucha contra la compulsin de repetir que toma todas las dreas vitales, como lo afirma Freud en “Recuerdo, repeticién y reelaboracién’” (1914). La transferenciaconsisteen instalar un campomagné- tico para la repeticién, la que convoce un fragmento de vida real. También es librar en su campo la lucha para que la tendencia a descargar por el acto de la repeticion se tramite por la via del recordar y el trabajo que éste supone. Trabajo que consiste, bésicamente, en renunciar a transformar lo ya acontecido (que se dios conocer como recordable o ya-vivido) en beneficio de una propuesta trasladada ai futuro, en la que sean posibles repre~ sentaciones que el yo se hard de si en conformidad a sus ideales y su proyecto identificatorio. Sise cumple este trabajo que el proyecto terapéutico se propone, en primer lugar necesitaré del discernimiento y final reconocimiento de que aquello quese “vuelve a vivix” ciertamente es ese fragmento de vida pasada que ast fue B54 convocado. Supondré también un conocimiento “nuevo”, construidosobrelabasede una afectividad discriminativa, en la que lo nuevo relacional realmente se sienta y se Teconozea como tal. Nuevo conocimiento, nueva relacién, son atributos, entre otros, de esa posicién nueva quel yo vaalcanzando e hilando incesantemente a través de esa figura de la posicién identificatoria de analizando. Podriamos llegar a concluir que si esta nueva arqui- tectura de la organizacién libidinal en el yo se construye y expande, se instaura una garantia contra la posibilidad alienatoria-pasional dentro y fuera de la relacién trans- ferencial, ‘REMEMORACION Y FIGIRATIVIDAD La bisqueda de aquello que supone redefinir una aptitud con el proceso de analizarse para la cura, nos reenvia a una forma de proyecto identificatorio que la propuesta terapéutica requiere. So trata, sin mas, de retomar esa aspiracién que todo ser humano tiene y en la que hay una verdadera insis- tencia subjetiva (EROS) hacia pensarse como individuo singular, lo que lo-empuja a la rememoracién y a la investigacién de su pasado. Desear conocer los “comien- 20s” y los “origenes”, querer volver atrés para orientarse en el tiempo, recuperarlo y asi dominarlo, son coexis- tentes con la vida. Recuperar el pasado para conocerlo, impartirle un sentido, impedirle que intervenga en el presente, salvo para significar que ciertos hechos ocurrie- ron y que fueron constitutivos de nuestra identidad y de nuestro ser en el mundo. Llegar a esos reservorios de la identidad que son los actos ya consumades y los pensa- mientos ya formulados. ‘La empresa analitica puede ser comparada.con wna 355 investigacién historiogréfica que en un movimiento de apropiacién ¥ de interpretacién, reteje, remodela el es- pacio y la funcién de la memoria singular, garantizando el sentimiento de wha continuidad de si en el tiempo. Garantia que se expande hacia umn “motivo” central de la memoria: el de la diferencia. Desde aqui el proyecto de futuro se torna pensable y crefble. En esta trayectoria de busqueda se va cimentando para ambos (analista y analizando) una experiencia de la historicidad, cuya cualidad sensible est4 relacionada con una clave esencial del hacer analitico. Enesta experiencia que toma caracteres de la vivencia rememorativa, de los pensamientos constructivos ye- constructivos (sentimiento de lo verosimil) y de la liga- z6n, siempre aparecerd el encuentro con Ja experiencia ‘opuesta: la vivencia emocional que se produce al chocar con el olvido, la borradura de huellas, la inexistencia de testimonios, los agujeros de memoria en el tiempo y la desinvestidura. El proceso de rememoracién se une al descubrimiento de la historicidad por la via de que su producto se haga comunicable. Bs pensable una fantasia estructurante de la vida psiquica, que consiste en la existencia de una memoria comin compartible. Es por eso que el campo trans- ferencial tender a la instaurdci6n de un proceso. de rememoracién compartible-comunicable. EB) esfuerzo de creacién hist6rica exige la participacién de algin otro en la rememoracién. Se encarna en un juego de recuerdos 0 en la conjugacién duradera y estabilizada de ese juego entre la madre y e! nifo, como la forma de un tipo de intercambio de placer, que permanece inscripto por sus ‘cualidades sensibles. Esta seréila base, en el campo clinico, que fundala idea de una fantasia activada por el andlisis, de una memoria comuin eritre analista y analizando, como condicién.para 356 la fecundidad del trabajo y para garantizar la experiencia que se construye de la historia. Finalmente, es posible volver a definir sintéticamente la rememoracién, como el resultado de un proceso psf- nico que consiste en trabajar log restos de un recuerdo (siempre encubridor o pantalla), de una fantasfa o de un suefio, de manera de construir un compromiso nuevo entrelo que se representa del pasado acontecido, libidinal © identificatorio del sujeto, y su problemética actual respecto de ese pasado y lo que é! tolera (o no), conoce & ignora de éste. Por diltimo conviene reexaminar el problema que se plantea en la clinica con lo que podemos lamar una memoria prehistérica, no situable en ¢l campo memo- rable, lo que est4 constituido por trazos imborrables de impresiones ciertas, vivida precozmente y dejadas por influjos que se ejercieron sobre los registros pulsionales, fantasmaticos y somaticos. Red cadtica, inconexa, de fuerte inaccesibilidad que necesita de elaboracién ulte- riory por cierto trabajada por las experiencias de lo vivido @ posteriori, pero sin entrar en el campo de la signi- ficatividad. Se muestra por indicios, repeticiones, reminiscencias insélitas y sorpresivas, insistentes con el estigma de la compulsidn, gestos y reacciones estereotipadas. Marcas todas que necesitan un desciframiento de lo enigmético, ast expresado. El quehacer analitico encuentra en este bagaje de una memoria incognoscible, un obstéculo notable y necesita de un esfuerzo activo para traducizlo y hacerlo nom- brable. Esta memoria sélo puede ser ligada por una red y una proteccién que provenga de otro. Historicamente es la madre la que captura y traduce estas formas de intensidad emocional muy alta, a través de actos de voz y mirada como del sostén y envoltura del 387 tacto y la estimulacién propioceptiva; actos de traduccién y continencia. En la cura no es posible proponer una reapropiacién total en primera persona de estas memorias inconexas y desflecadas. Encontrado este obstaculo, se hace nece- sario un acto de imaginaci6n (imaginaci6n simbéliea) que tenga los caracteres de un deducir de los trazos-huellas- visiones,y sobre todo de los tonos emocionales y afectivos que si se muestran. Participa de lo que refiere Freud, en la afinidad del analista con el trabajo del arqueslogo, que-transmuta ruinasy hallazgos.casuales o azarosos en una red orga- nizada como lo es el de una cultura 0 civilizacién sepul- tadas. Esos hallazgos solitarios para el arqueélogo suponen en la cura analitiea de la alta temperatura afectiva que exaltan ciertos momentos de la transferencia. El ana- lizandose halla asf expuesto a la inundacién en el espacio de su yo, de imagenes de cosas sensibles con efectos sa- turantes del campo analitico por su indecibilidad. El tipo de interpretacién adecuada necesita acerearse a aquello que formulabamos respecto de la madre y el infans, cuando los actos de puesta en juego del cuerpo, prestaron y tradujeron una continencia a estos afectos surgentes. Serdn interpretaciones constructivas que reelaboren el material de las emociones en términos de figuraciones que integran las huellas emocioneles visualizables en la ‘comunicacién de imagenes. Momentos en que la palabra y la escena que se construye en la interpretacién no bastan y pierden su poder de comunicabilidad, por si misma. Serfan puestas en figuracién de las impresiones que la constituyen. El analiste facilita su rememoracién, si transforma lo ofdo en evocaciones visuales. Unbianco ena historia yenla continuidad dela trama del psiquismo puede ser rodeado, circunvalado, pero 358 nunca Ienado, con estas construcciones en donde la imaginacién simbélica y la participacién emocional de la relacién transferencial asf tramitada, permitan trans- mitir un potencial figurative que le preste soporte y eonviecién. Soporte, al procurar la imagen de un viven- ciar corporal unido a un afecto, en el que loinespecifico se especifique y asi pueda ligarse a alguna conexién asocia- tiva, y por tanto, rememorable en ol sistema ideativo de lo secundario. Unirse a esas partes da sf de las que se habia estado hasta entonces separado, es el efecto ideal esperable con esta forma de la interpretacién, : 859 11. DIALGGO CON PIERA AULAGNIER* Luis Hornstein Luis Hornstein. Usted teoriza sobre el principio de permanencia y el de cambio en el proceso identificatorio. Para facilitar la tarea de sus lectores y trasladando esto asu obra, ,quées lo que permanecey quées lo que cambia en su proceso de investigacién? Piera Aulagnier. Creo que en mi investigacién lo que persiste es una manera de coneebir la teoria analitica como la que intenta esclarecer las condiciones necesarias para que el yo puede existir y la actividad de pensamien- to sea posible. En resumen, yo he privilegiado en mi investigacién —lo que también creo ¢s un hilo conductor en Freud—la probleméttica de la identificacién, Eso es asi desde el comienzo y —asi lo espero~- sera verdadero hasta el final. Creo que por los interrogantes que nos plantea la. identificacién podemos entender mejor la complejidad del aparato psiquico del cual el yo cree ser el nico que lo habita, siendo esa una ilusién que él defiende contra viento y marea. *Bste didlogo tuvo lugar en diciembre de 1986. Fue publicado fragmentariamente on enero de 1987 en el Suplemento de Psiologia del Diario Za Razén, de Buenos Aires. 360 Es a partir de una teorfa del yo que podemos dar cuen- ta de los obstaculos que debe enfrentar el sujeto para po- der lograr ese minimo de autonomia que es necesario parasufuncionamiento psiquico, El provesoidentificatorio es la cara oculta de ese trabajo de historizacién, El yo no puede advenir mas que siendo su propio bidgrafo. Su historia es tanto libidinal como identifica- toria. Esta historia exigird periédicamente la inversion de una parte de sus pardgrafos, haré necesaria la desa- paricién de algunos y la invencién de otros para arvibar a una versién que el sujeto eree definitiva pero que debe permanecer abjerta para ese trabajo de reconstruccién, de reorganizacién de sus contenidos, y especialmente de sus causdlidades cada vez que ello se revele necesario. Es s6lo porque esta versién de su historia es modificable que el sujeto puede asegurarse su prepia permanencia y aceptar los inevitables cambios psiquicos , Topigue, 0° 13, Sparen tal, Le desir tla perversion, Parts, Seuil, 1967, oe Laon hs ‘Ted ae - ite in realidad: igs. 6-79. Trad. esp.: La‘fibation persécutiven*, Peychanalysed l'université, n° 18, marzo, 1980, pags. 213-223. !Trad, esp.: “La filiacién persecutoria”, Revista de la Asociacién Psicoanalitica Argentina, 1980, 4.) —+Du langage pictural au langage de l'interprate.*, Topique, n° 26, 1981, pags, 29-54. — sCondamné a investim-*, Nouvelle Revue de Psychanalyse, XXV, primavera 1982, pags. 309-830. [Trad. esp.: “Conde. nado a investi”, Revista de la Asociacién Psicoanalttica Argentina, 1984, 2-3.) — «Temps véeu, histoire parlée», Topique, 31, 1983. —+Telleune “zone sinistrée”», Adolescence, t. 2,n° 1, primavera 1984, pags. 9-21. {Trad. esp.: “Como una zona siniestrada”, Revista de la Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados, 1988, 15.] —Lapprenti-historienet lemaitre-socier-dudiscoursidentifiant ~ ‘au discours délirant, Paris, P.U.F., 1984. [Trad. esp.: Bl aprendiz de historiador y el maestro-brujo - del discurso ‘identificantealdiscursodelirante, Amorrortu, Buenos Aires, 1986.) 396 4 * — «Coincidences temporelles», Piychanalyse é l'université, n° 38, abril 1985, pags. 203-207. — +Quelqu’un a tué quelque chose-*, Topique, n* 35-36, 1985, pags. 265-295. (Trad. esp.:“Alguien ha matado algo”, Revis. ta de la Escuela Argentina en Psicoterapia para Graduados, 1987, 14) — «Le retrait dans hallucination: un équivalent du retrait, autistique?s®, Liews de enfance, n° 3, julio 1985, pags. 149- 164, — «Les deux principes du fonctionnemenit identificatoire (per- ‘manence et changement)», comunicacién al Colloque In- ternational sur Psychose ot Adolescence, Paris, 11, 12y 13 mayo, 1984, [Trad. esp.: “Los.dos prineipios del fanciona- ‘miento identifieatorio (permanencia y eambio!", eap. 5 de este libro.) —

You might also like