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Revista Catélica Internacional Communio Afio 1 Noviembre /Diciembre 1979 VI/79 EI Sacramento del matrimonio Estudios: G. Ruiz, Dios arquetipo del amor esponsal; K. Lehmann, E] matrimonio cristiano como Sacramento; R. Brague, La fideli- dad y la Pascua / Confrontacion: J. M. Diaz Moreno, Familia y matrimonio; J. H. Nicolas, Elogio de la institucién; M. Vidal, El amor conyugal a la luz de la antropologia y de la fe cristiana; J. L. Martin Descalzo, «La carne es triste» / Testimonio: Matrimonio Garcia Moya, Reflexiones ante el documento sobre la familia de la Conferencia Episcopal; Un matrimonio de una comunidad de Oviedo; Amor y compromiso. Bineento 7 Feetcones HL ediciones Suscripcién y venta Communio aparece seis veces al afio Precio del ejemaplar en libreria: 230 pesetas Precio de suscripci6n para 1980 Espafia: 1.150 Extranjero: 1.700 (28 $) Los envios al extranjero se hardn siempre por avin Suscripci6n de apoyo: para todos aquellos que quieran ayudar econémicamente de una manera especial al sostén de la revista Espafia, Extranjero: a partir de 2.500 pesetas La suscripcién puede realizarse utilizando para ello la hoja de respuesta comercial o ditigiéndose ‘a nuesttas oficinas Ediciones Encuentro S. A. Urumea, 8 - tel. 411 03 03 - Madrid, 2 Se entendera, salvo indicacién en contra, que la susctipci6n cubre los seis naimetos siguientes a la fecha en que se realice la suscripcion Una revista no esta viva més que si cada vez deja descontenta a una quinta parte de sus suscriptotes. La justicia consiste solamente en que no sean siempre los mismos quienes se encuentren en esa quinta parte. De otro modo yo diria que, cuando nos dedicamos a no molestar a nadie, caemos en el sistema de esas enormes revistas que pierden millones, 0 los ganan, para no decir nada, o mas bien, por no deccit nada. Charles Péguy, E/ dinero Estampaci6n realizada en Ocariz Composici6n de textos por M.T. Depésito Legal: M. 1545 - 1979 Ediciones Encuentro - Urumea, 8 Tfnos.: 411 03 03 - 411 02 52; MADRID-2 Revista Catélica Internacional Communio Edicién Espafiola Redacci6n, administraci6n, suscripciones Ediciones Encuentro,S. A. Urumea, 8 - tel. 411 03 03 - Madrid, 2 : Consejo de redaccién Antonio Andrés*, Leonardo Arag6n, Juan Biosca, Ricardo Blaz- quez*, Ignacio Camacho’, Carlos Diaz*, Javier Elzo*, Gonzalo Flor, Félix Garcia Moriyon", José M.* Garrido Lucefio, Olegario Gonzalez de Cardedal, Isaac Gonzélez Gatcia, José M.* Gonzalez Ruiz, Patricio Herraez* (secretario de tedaccién), Juan M.* Laboa* (director responsable), Tomas Malagén, Juan Martin Velasco’, Alfonso Pérez de Laborda* (redactor jefe), Xabier Pikaza, Juan Luis Ruiz de la Pefia*, Andrés Torres Queiruga, Carlos Valverde. * Miembros del comité de redacci6n Editor responsable José Miguel Oriol En colaboraci6n con: Edici6n Alemana Internationale katholische Zeitschrift Communio 5000 Koln 50. Moselstrasse 34 Hans Urs von Balthasar, Albert Gores, Franz Greiner, Hans Maier, ‘Karl Lehmann, Joseph Ratzinger, Otto B. Roegele. Edicion Flamenca Internationaal katholiek Tijdschrift Communio Hoogstraat 41 B 9000 Gent Jan Ambaum, Jan de Kok, Georges De Schrijver, s.j., K. Roegiers, J. Schepens, Peter Schmidt, John H. Walgrave, o.p., Alexandre Van der Does de Willebois, Peter Westetmans, Gerard Wilkens, s.j Edicién Francesa Revue catholique Intérnationale Communio 28 rue d'Auteuil, 75016 Paris, Jean-Robert Armogathe, Guy Bédouelle, o.p., Francoise y Rémi Brague, Claude Bruaire, Georges Chantraine, s.j., Olivier Costa de Beauregard, Michel Costantini, Georges Cottier, o,p., Claude Dagens, Marie-José y Jean Duchesne, Nicole y Loic Gauttier, Jean Ladriére, Marie-Joseph le Guillou, Henri de Lubac, s.j.. Corinne y Jean-Luc Marion, Jean Mesnard, Jean Mouton, Jean-Guy Pagé, Michel Sales, s.j., Robert Toussaint, Jacqueline d’Ussel, sfx Edici6n Italiana Strumento internazionale per un lavoro teologico: Communio Jaca Book, Via Aurelio Saffi 19, 20123 Milano Giuseppe Colombo, Eugenio Corecco, Giuseppe Grampa, Virgilio Melchiorre, Carlo Rusconi, Angelo Scola, Antonio Sicari, Elio Guerriero, Enzo Bellini, Luigi Bini, Rocco Buttiglione, Giovanni Ferretti, Carlo Ghidelli, Giuseppe Goisis, Bruno Maggioni, Italo Mancini, Umberto Mafgiotta, Andrea Milano, Luigi Negri, Antonio Pavan, Atmando Rigobello, Giuseppe Ruggieri, Luigi Serentha. Edicién Norteamericana International Catholic Review Communio Gonzaga University, Spokane, Wash. 99258 Kenneth Baker, s.j., Andree Emery. William J. Hill, o.p., James Hitchcock, Clitford G. Kossel, s.j., Val J. Peter, David L. Schindler, Kenneth L. Schmitz (Canada), John R. Sheets, s.j., John H. Wrights.j Edicién Polaca En preparaci6n Edicion Yugoslava Svesci Communio Krscanska Sadasnjost, Yu 41000 Zabreb, Marulicev trg. 14 Stipe Bagaric, Tomislav Ivancic, Adalbert Rebic, Tomislav Sagi-Bunic, Josip Turcinovic. Revista Catélica Internacional Communio Afiol Noviembre/Diciembre 1979 VI/79 El sacramento del matrimonio (PresentaciOf estudios G. Ruiz, Dios arquetipo del amor esponsal.............. K. Lehmann, El matrimonio cristiano como sacramento. . . R. Brague, La fidelidad y la Pascua..............-005-5 confrontacion J. M.* Diaz Moreno, Familia y matrimonio: Respuesta cris- tiana a los nuevos interrogantes. a J. H. Nicolas, Elogio de la institucin. M. Vidal, El amor conyugal a la luz de la antropologia y de NatecrstiaOA J. L. Martin Descalzo, «La carne es triste»: Notas pata un es- tudio sobre el amor en la literatura contemporanea..... testimonio Mattimonio Garcia Moy4, Reflexiones ante el documento de la Conferencia Episcopal Espafiola sobre el matrimonio y Meme Un matrimonio de una comunidad cristiana de Oviedo, El amor como compromiso.........0eeeeeeeveree eens 36 46 56 74 84 91 Presentaci6n Una de las instituciones que mas ataques esta suftiendo es, sin duda, la familia y el matrimonio. La estructura y Ja dinémica de la sociedad actual, y la velocidad del cambio, no siempre teleolégicamente ordenado, han inducido a tun examen profundo del sentido del matrimonio Desde los «mattimonios» preprogramados ya desde la cuna, hasta los ema- trimonios» en tiempo record; desde la vaga «unin de almas» a la proliferacion de las libertades y «liberaciones sexuales»; desde las familias con més de veinte hijos, a la pildora indisctiminada; desde el autoritarismo paterno al paido- centrismo; desde la familia extensa a la familia inextensa; desde la mujer en casa «con la pierna quebradas, a la mujer que ya apenas est en casa; desde un extremo a otto, y en un movimiento pendular, la institucién de la familia es empujada hoy, con agresividad incluso por unos y otros. A nadie se le oculta que, por lo demés, no todos los que se casan por la Iglesia son practicantes, y hasta muchos de ellos no son creyentes. ¢Bs el sacramento para muchos un ma- ttimonio?; zqué sentido tiene entonces? Estamos ante una realidad que afecta a gran patte de la poblacién. Lo mas grave podria ser esto: que por no tratar el tema con la debida setiedad, la gente se zafara de él, haciendo de ese aparta- miento la historia de nuevos tropiezos. Una vez mis, y urgidos por la problematica de nuestra fe, queremos salir a lacalle desde las paginas de Communio para contribuir a dar respuesta cristiana a los problemas del hombre. Pastimos de la convieci6n de la fidelidad de Cristo hacia su Iglesia. Dios no abandona. La Biblia es expresi6n del amor esponsal de Dios hacia su pueblo. De ahi arranca todo pata el creyente, tal y como se pone de manifiesto en el estudio de Gregorio Ruiz, Dios arguetipo del amor espon- ssal, Esa permanencia y esa fidelidad de Dios se hacen expresas en el ejemplo de Cristo, que dio testimonio de maxima fidelidad con su muerte y resurteccién. Presentacién, Tal cs el sentido del articulo de Karl Lehmann que lleva por titulo E/ matrimonio cristiano como sacramento. Y es también en esa entrega (muerte a la infidelidad y resurrecci6n en la fidelidad) en la que se inspira el articulo de Rémi Brague, La fidelidad y la Pascua. En Ia seccién de «Confrontaciéns, hemos incluido dos estudios desde Ia perspectiva de Ja sociologia de Ia familia. José Diaz Moreno (Familia y matri- monio: Respuesta cristiana a los nuevos interrogantes) y Marciano Vidal (Elamor esponsal ala luz de la antropologia y de Ia fe cristiana) centran en el corazén de Ja conctecién los fundamentos doctrinales expresados en los «Estudios» ante- tiores. Jean-Hervé Nicolas (Elogio de a Institucién) y José Luis Martin Descalzo (La carne es triste) tematizan dos cuestiones que vienen a reforzar la vivacidad de esta secci6n de «conftontaciéns: por un lado, la valentia y Ia necesidad de defender lo fundamental de una instituci6n cuyo origen esta en Cristo, y que por cobardia muchos no se atreven a confesar cuando soplan vientos adversos; por otro lado, una exposicién del amor en la producci6n literaria, que tanta repercusi6n tiene en el planteamiento diario de las relaciones interpersonales. Por fin, y como testimonio, se incluyen las impresiones de dos matrimonios: el uno, sobre el documento de Ia Conferencia Episcopal sobre matrimonio y familia; el otro, sobre los problemas que presenta para un cteyente su uniéa con un no-creyente, y viceversa. Hemos pensado que era conveniente en un ntimero dedicado al Matrimonio, hacernos eco del documento episcopal sobre este tema. En lugar de pedir la opinion de te6logos o pastoralistas, creimos mas oportuno secabar los comentarios de algunas familias cristianas que, desde diversas épticas, enfocasen y reflexionasen sobre el documento. Por distintas causas, muy 2 nuestto pesat, s6lo podemos offecer una de estas opiniones que refleja, casi exclusivamente, las lagunas y limitaciones por ellos encontradas. Estudios, articulos de confrontaci6n y testimonios pretenden dar,en su con- junto, una panordmica de la problematica que el matrimonio presenta al cris- tiano de hoy. estudtos Dios arquetipo del amor esponsal por Gregorio Ruiz Laimagen de Dios Lo que sdbita e inevitablemente suscita el titulo del articulo es el texto de Gn. 1, 26-27: aHagamos al Hombre a nuestra imagen y semejanza... Y creé Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo cte6 y los cre6 varén y hembra». ¢No es una buena descripcién de arquetipo el modelo a la vista del cual se crea la copia, a su imagen y semejanza? Y por si fuera poco, zno se afir- ma ahf tan al inicio, tan programéticamente, que ese arquetipo o modelo di- vino lo es decididamente del hombre en cuanto hombre y mujer? Vayamos despacio y por partes. El texto no da quizés tanto de si como hemos querido sacar de él. En primer lugar, no se trata de un teologoGmenon basico del Antiguo Testamento que haya informado decisivamente la fe de Israel. Lo prueba el que no aparezca en otra fuente excepto el Salmo 8. En segundo fugar, la expresion no alude a modelo del que se puedan y deban extraer comportamientos, sino que tiene un sentido predominantemen- te corporal. Y esto es asi por més inseparables que sean en el pensamiento semita lo corporal y lo spiritual, y por mas matices que quiera afiadir la expre- sin ea semejanza» * Dos alusiones posteriores de la misma fuente sacerdotal nos lo demuestran. En Gn. 5,3 se afirma que Set, el hijo de Adan fue engendrado completamente su imagen y semejanza (es decir, no sélo el primer hombre respondia al mo- Dominado como esti todo el pérrafo por la palabra simagens (selem), que ocutte tres veces y que tiene el significado de imagen fisica y material (es la palabra usada para las imagenes de los ‘dolos), el autor ha afiadido en el v. 26 la expresiGn «a semejanza> (demut) de corte inmaterial para cevitar peligrosas deducciones de corporeidad divina o de deiformidad humana. Dios arquetipo del amor esponsal delo divino; también la segunda copia seguia reproduciéndolo). Mas adelante, en Gn. 9,6, se funda la prohibicién del homicidio en ese cardcter de imagen de Dios que el hombre tiene (es decir, atentar contra el cuerpo del hombre es aten- tar contra lo de Dios que en él hay). Por otra patte, la otra Gnica clara alusién a la imagen de Dios que el hombre constituye (Salmo 8) va mas alla de la alter- nativa corporal/espiritual, pero no es tampoco para deducir comportamientos sino para admirarse del tremendo poder y dominio que se le ha concedido sobre el universo, justo el pensamiento que sigue a la formula de Gn. 1,26, es decir la conquista del universo, que se le sometera al hombre como a un vice-Dios. Con todo Ja afirmacién de Gn. 1, 26-27 comporta algo decisivo para el tema que nos ocupa: primero, que aunque el hombre es imagen de Dios més en cuanto su representante que en cuanto activo imitador del modelo divino, esto significa que amando y adorando a la persona humana que tenemos a nuestro lado estamos amando y adorando a Dios. (El dios dice a Tutmosis II: «Ti brillas ante los demas como mi propia imagens)’ Segundo (y es algo que nos interesa atin mas directamente) que Dios no quiere al hombre solitario sino relacionado con otros hombres y que el terreno primero y ejemplar de esa relacién interhumana lo constituye precisamente el de Ja relaci6n hombre y mujer. Abi se dan con una profundidad y unas matcas estructurales y funcionales que no tienen par la diferenciaci6n y al mismo tiempo la llamada a la relaci6n y a la unién que Dios quiere del hombre. Esta reciproca esencial pertenencia es algo que estaba ya sefialado también en el otto relato de la creaci6n, el del yahvista. No ¢s sélo el grito de euforia del hombre ante la mujer después de haber pasado revista a los animales («ésta si que sis: 2,23. S6lo ante ella se expresa de verdad y sale de si el hombre que alos animales no ha hecho més que ponet un nombre con el que los posee). Es la afirmacién paradigmética del yahvista de que —basar ahad— yoo parece estar evocando el Dios tinico —elohim dhad—?) y que coin- cidirfan entonces con reflexiones teol6gicas como la de Karl Barth *: «Dios que no es un Deus solitarius sino el Deus triunus, Dios en telacién, no puede reco- nocerse en un Lomo solitarius y le lama a set su imagen, a realizar en comuni- dad inseparable su humanidad y su libertads. 2 CEJ. P. Miranda, Mare y le Biblia, Salamanca 1972. Cap. U. °K. Barth. Manm und Frau. Manchen-Hamburg 71967, p. 8. Bl libro es la ranscripci6n de Die kirchliche Dogmatié U4 Gregotio Ruiz La imitacion de Dios Es el texto del Levitico: «Sed perfectos como vuestto Dios lo es» el que mejor punto de partida ofrece para profundizar en la idea de Dios como arquetipo del comportamiento esponsal. 2Y qué caracteristicas del Dios perfecto se ofrecen como paradigmaticas del amor esponsal? Habra que mirar sobre todo aquellas que van unidas a la alianza. Alianza (berit) es la relaci6n matrimonial de Dios con Istael (Ez. 16,8) y Berit es también el nombre de la uniéa matrimonial en Mal. 2,14. El modo como se comporta Dios en el mantenimiento de esa alianza ¢s Jo que mejor nos lo revela como arquetipo del amor esponsal En primer lugar, la Aesed, una caracteristica tan esencial a la alianza y fruto de ella ‘ que llega a ser practicamente equivalente como término . La dificultad insalvable de dar con un término castellano que lo reptoduzca fielmente (mise- ricordia, bondad, amor, justicia) es la mejor sefial de que estamos ante algo sumamente complejo y enriquecedor de nuestros esquemas, a los que des- barata é Tanto en los problemas sociales en general como en el matrimonio en par- ticular recurre siempre esa terrible distinci6n: una cosa es justicia y otra es cat dad; esto es mis bien cosa de amor, de superetogaci6n, no se debe en justicia o en fuerza de una obligacién jutidica,.. Esta nomenclatura ni agota el lenguaje del Antiguo Testamento ni coincide con él. Hay en éste palabras para designar la justicia (sedagah) y el derecho (mispat) y palabras para designar la pura gracia, la misericordia (hen) y el amor (ababah). :Pero qué hacet con hesed? Situada entre la justicia y la compasi6n y participando de ambas cs amor bene- volente pero es también algo que corresponde a una relaci6n preexistente de paternidad, de parentesco, de una alianza incoada libremente. Solo con mis de una palabra podemos traducitla: «Amor leal», proponia Lofthouse 7. £No insintia esto aleccionadores cambios en nuestra concepci6n de actitudes mattimoniales? ¢Por qué protestar de obligaciones juridicas que van a ser una pantalla del amor si no hay tal disociacién? gPor qué no Hlenar de amor el con- trato de alianza y no dejarse atar por él sino sobrepasatlo personalmente en sus exigencias yendo mas alla? Esta es la lecci6n inmediata que destila el concepto. Peto hay ademés otros aspectos que nos interesan Cuando se afirma en el Antiguo Testamento que Dios es realizador de Aesed se esté afitmando algo muy semejante a la definicién de San Juan de que 4 CE.1Sam. 20,8. > Aparecen tanto en explicacién (Is. 59,3) como en paralelo (Is. 54,10; Sal. 89,29) y en expre- si6n copulativa (IR 8,23; Dt. 7,2; 9,12; Neh. 1,5; 9,32; Dan. 9,4) § Lo més recomendable en castellano a propésito de este concepto es J. Guillet. Temas biblicos. Madrid 1963. p. 40-51 7 WF. Lofthouse. «Hen and besed in the Old Testaments, en ZAW/ 51 (1933) 29-35 Dios arquetipo del amor esponsal Dios es amor. Un amor puesto en accion pues la hesed no es un sentimiento, es una actuacién, Por medio de la besed tealiza el hombre del mejor modo la imi- tacion de Dios. La hesed 0 amor leal que el hombre practica.con su préjimo es siempre una hesed divina * Como por otta parte es una actuacién que cotresponde a una relacion de fidelidad, por eso se habla de practicar ese amor leal y por eso también aparece tan frecuentemente unida con fidelidad en una expresién «practicar besed y ‘emet») que se afirma tanto de Dios como del hombre ?. Conviene afiadir que de una misma raiz ‘mn provienen la palabra que de- signa la fidelidad y verdad de Dios (el Dios fie que mantiene su palabra y su amor) y la que designa la fe del hombre. Verdadero en griego es lo que se des- vela (a-lethein es dejar sin velos lo oculto). En hebreo, en cambio, verdadero es lo que permanece, lo fiel. No depende tanto del conocimiento cuanto del com- promiso mantenido. Probablemente nunca se ha hablado tanto como ahora de compromiso, de la necesidad de comprometerse para dar sentido a la vida. Y probablemente también nunca como ahora se rompen tanto los compromisos y ha dejado de ser la fidelidad una virtud en alza. Tratamos de set fieles tinica- mente a nuestras aspitaciones, rompiendo prometidas fidelidades enseguida que advertimos su colisién con nuestra felicidad inmediata. Olvidamos que la verdad se hace a base de fidelidad y que por ello dificilmente daremos con la verdad si s6lo nos miramos a nosottos La hesed de Dios, finalmente, tiene la particularidad de pervivir con un nuevo carécter cuando podria darse por descartada. En el momento en que el hombre por haber fallado en su propia hesed respecto a Dios no podria exigit la hesed de Dios, recobra ésta un cardcter perdonador ®, Lo mis notable es que, por ejemplo, en ef texto de Ex. 34,6 s. la raz6n que esgrime Moisés para con- seguir el perdén de Dios ante el fallo de la otra parte —cl pueblo— es que es un Dios leno de amor leal jy de fidelidad! Es pues una fidelidad que no pone como condicién de su comportamiento la fidelidad del otro, que sigue amando a pesar de la traici6n del otro. Esto es lo que vemos también en Oseas, la con- creci6n y ejemplo mas perfectos de todo lo dicho. El caso de Oseas El relato del matrimonio de Oseas ocupa los ttes primeros capitulos de su libro. El primero describe el encargo de Dios al profeta de tomar por esposa a Gomer, una prostituta que le da tres hijos, dos de los cuales recibirén nombres ® Cf. 2Sam. 9,3; 1 Sam. 20,14 ° CE. 2 Sam. 2,6; 15,20; 10,2; Gn. 24,12. 10 Cf. Bx. 34,65.; Num. 14,19; Jer. 3,125.5 Lam. 3,22. Gregorio Ruiz que simbolizan el apartamiento de Dios por parte de Israel. El segundo insiste en este simbolismo mostrando en perfecta simbiosis a la mujer y a Israel, que se han prostituido y que sin embargo van a volver atrepentidos a su primer amor. El tercero habla del encargo de Yahveh de tomar a una mujer addltera y amarla como Dios ama a los hijos de Israel ' Son mayoria los exegetas que han dado por alegérico el relato. Seria como la vifia de Is. 5 0 la copa de la furia de Jer. 25 0 el asesinato de los tres pastores de Zac. 11, un relato fingido o a lo més (asi Kaufmann) una acci6n real en que Gomer se vistié como prostituta y Oseas desempefié el papel de marido ultra- jado y perdonador en una especie de accion teatral destinada a ensefiat. Lo cutioso es que el argumento més socorrido es el de la imposibilidad de una acci6n real tan degradante para un profeta. Eso demuestra una vez més la raz6n que tenia Abraham en el didlogo con Epulén, lo que nos cuesta hacer caso a Moisés y los profetas cuando no cuadra en nuestros esquemas. Precisa- mente lo sobrecogedor del relato es el vigoroso realismo que destila y que no puede ser otra cosa que autobiogrifico ". En los acentos desgarradores del canto segundo se adivina por una parte el terrible dolor que le ha causado la traicién de su mujer que se ha ido tras otros hombres, pero al mismo tiempo su espe- ranza de que volver. En el canto no s6lo se entremezclan el tema de Israel y la esposa infieles sino también el amor apasionado y el odio indignado que guarda aaquélla, Las palabras de odio (ePoned pleito contra vuestra madre. Atrancadle de la cara las fornicaciones, de sus pechos los adulterios. Y si no, la desnudaré } No parece que se trate en este cap. III de otra mujer distinta. Ambas mujeres significan a Israel y su alejamiento de Dios. Esto habla en favor de su identidad. De lo contrario pareceria que Dios se cas6 con Israel, pero que cuando éste se alej6 busc6 Dios otra mujer. Por otra parte, el primer marido de esta segunda mujer, representante en la historia nada menos que de Dios, que- dasia en ésta sin ser en absoluto identificado. "2 Aparee de esto, en la alegotia todos los rasgos tienen un simbolismo concreto y muy cuidado (como que ¢s inventada y se pueden inventar todos los detalles segtin Ia conveniencia del autor, sin tener que sujetarse forzadamente a una historia real). En la accién de Oscas en cambio es enorme la cantidad de detalles concretos que no tienen ningtn simbolismo (ai el nombre de Gomer, ni el de Diblaim, ni que sean tres los hijos y que uno sea hija, ni que el precio sea el que es sin que se ex plique simbélicamente, coincidiendo ademas con el precio habitual de la esclava que se redime) y por otra parte Israel queda representado tanto por la madre Gomer como por fos hijos odemos pensar, por otra parte, en la situacién de una mujer que hubier sido buen esposa y que se hubiera visto deshonrada a modo de parabola pot su propio marido? Habria tenido s6lo por cllo motivos para abandonatle de verdad. ‘Oseas se habrfa casedo con una joven normal en cuanto a sus relaciones amorosas 0, que a lo més, habria practicado los ritos de iniciacién en el templo de Baal. Si Oseas la escoge es porque no tenfa otro temedio si queria casarse, ya que venia siendo practica tan generaliaada. Ahora bien, esa esposa, que le ha dado un primer hijo al que le pone el nombre de una ciudad del reino norte, ptobablemente le es infiel ya antes de tener el segundo hijo. Esto, creo, podeia deducirse de la ausencia de /o en lo que se tefiete al segundo y tercet hijo. En efecto, del primer nacimiento se dice que Gomer /e parié un hijo, dativo que falta curiosamente en el hijo e hija que tiene a continua- i6n. Eso explicaria también que estos dos hijos recibieran de Oseas ya desde el nacimiento nombres peyorativos. Después del tercer hijo, Gomer ya no se content6 con traicionar a su marido, viviendo con él en la casa, sino que le abandona totalmente. Dios arquetipo del amor esponsal en cuetos. Destaparé su vergilenza ante sus amantess) se alternan con las de amor («Yo la cortejaré, le hablasé al coraz6n, me la Hevaré al desierto y me tes- ponderé alla como en los dias de su juventud. ;Cémo podré entregaste y aban- donarte? Se me revuelve el coraz6n, se me conmueven las entrafiass). Frases como éstas s6lo pueden explicarse si son autobiograficas. Oseas ha penetrado en el persistente amor de Dios hacia su pueblo infiel porque se ha visto él mismo amando a una esposa infiel, hasta el punto de no saber si es mayor el odio y celos que le devoran o el amor que no resiste la separaci6n y le hace esperar contra toda esperanza en su vuelta. El encuentro y conocimiento de Dios necesita mediaciones concretas. La de Oseas fue el verse amando apasionadamente a la mujer que le habia engafiado y abandonado. Es desde esta experiencia desde donde empieza a ver claro que a Dios le pasaba lo mismo con su pueblo, Y se establece entonces un citculo evir- tuoso» con una interacci6n reciproca. Porque este amor de Dios a su pueblo que ha deducido de su amor personal le va Ilevando a su vez a seguit dando pasos en ese amor ditigiéndose al burdel y recomprandola y haciendo asi de su vida un signo profético, un simbolo vivo del amor de Dios a su pueblo infiel. Dicho en otras palabras, desde su propia experiencia descubre Oseas el arquetipo divino de comportamiento esponsal, y éste le fuerza a su vez a llevar hasta el final lo intuido inicialmente y aclarar a sus contemporsineos con la propia vida la cali- dad de aquel arquetipo. No se puede decir que con esto desapareceria de Ia vocacién de Oseas algo que es distintivo de todas las vocaciones proféticas, es a saber que se trata en ellas de realizar algo costoso que se enfrenta profundamente a los gustos per- sonales. En la vocacién de Oseas, aun suponiendo el proceso descrito, sigue pre- sente ese elemento de dafio propio que la acompafia, jy en qué grado! La primera dificultad tiene que vencerla en el momento de casatse, sies que Gomer habfa practicado los ritos de la iniciacién, que le resultaban intolerables desde su fina religiosidad yahvista. Esto explicaria que haya quedado incluido su casamiento en el episodio de su vocaci6n. Pero-las dificultades a remontar ea el segundo momento de buscar y admitir a la esposa infiel son mayores atin. Por mucho amor que la tuviera, no encontraba ni humana ni religidsamente (en cuanto a la religiosidad oficial se refiere) ninguna plausibilidad. Solo en el Talmud se le prohibira de hecho al esposo vivir con la mujer adGiltera, pero aun dentro de la legislacién biblica, aunque el perdén sea posible, de ningtin modo viene alentado por la ley, sino que lo que se permite y casi se pide al israelita piadoso es la denuncia y consiguiente lapidacién. No hacer esto, sino por el contrario buscarla, rescatarla con gran cantidad de dinero y Ilevarla a casa es cosa que hoy valdria a cualquiera los més variopintos apelativos que la gente, cruel en todo tiempo y lugar, reserva para semejantes hombres apocados. La reaccién tuvo que ser mucho més fuerte atin en un tiempo y en un pais en que la mujer era simple posesi6n del varén, el tinico en decidir de la marcha del Gregotio Ruiz matrimonio. Como pues afirmar que si Oseas la amaba, entonces la vocacién y encargo de Dios no le habrian costado nada? Oseas fue el primero en ver en Yahveh no s6lo el amor de Padre y Sefor, sino el de Esposo. Oseas es un teélogo audaz que define a Dios con las expresio- nes paganas de su tiempo. Recoge todas las glorias atribuidas a los baales cana- neos (las relaciones y ritos matrimoniales, la fecundidad de la tietra) para apli- cérselas a Yahveb. El es el verdadero indefectible’esposo, El es quien da a la tierra su fruto. Oseas fue también el primero en percibir la necesaria relaci6n de igualdad y no de dependencia unilateral en el matrimonio (eya no me llamara sefior mio sino esposo mio»). A esto le lleva de nuevo su intensa experiencia humano-reli- giosa, amarga y profunda. No es pura casualidad que al comienzo del libro de Oseas no sea la preposicion /amed (de diteccién, hacia) sino la bet (de lugar, en) Ja que telacione el hablar del Sefior al profeta. Frente a la frase normal de los libros proféticos «Palabra del Sefior a Isaias, a Jeremias...» se abre el libro de Oseas con la sorprendente frase: «Comienzan las palabras del Seftor en Oseas» Dios le hablé en y a través de lo vivido en su persona ". Fue mérito asimismo, y finalmente, de Oseas el convertir el matrimonio en un lugar privilegiado de manifestaci6n del amor de Dios a los hombres, una realidad que puede dejar de ser neutra para trocarse en una realidad significa- dora de salvacién, en un sacramento 0 signo de esa gracia siempre oftecida de Dies. Resulta verdaderamenter extrafio que en un comentario al libro de Oseas tan enormemente amplio como cl de Hans Walter Wolff“, donde por lo dems se hacen continuas alusiones al Nuevo Testamento (las citas neotesta- mentarias del indice biblico son mas de un centenar) no apatezca para nada el texto clave de Ef. 5, que tan claramente iluminado y anticipado queda por estos utes capitulos de Oseas. La dificultad de entender el sacramentum o «mysterium magnum» que Pablo asigna al matrimonio en Ef. 5 (:c6mo podra el cOnyuge ctistiano amar a su consorte como Cristo ama a su iglesia?) la encontramos res- pondida y aclarada en la vocacién matrimonial de Oseas, que hace de su matri- monio un signo profético, sacramental. Amando Oseas hasta el fin a su cnyuge, a pesat de la infidelidad de éte, conseguia significar, sactamentalizar ante sus contempotaneos el amor indefec- tible de Dios a su pueblo. Amando el cristiano hasta el fin a su cényuge, a pesat incluso de la infidelidad de éste atestigua sactamentalmente a cuantos le rodean el ser de Cristo a quien confiesa como Sefior y que es ante todo la pura entrega amorosa a su Iglesia y al mundo, aunque no encuentre respuesta. 15 Aun explicando el det en el sentido ya indicado por David Qimhi de que Dios habl6 con seas, seguiria siendo valido el hecho de que se contradistinga en esto Oseas tan claramente del resto de los profetas. 14 HL Walter Wolf, Dodedaprofeton I Hosea, Neukirchen, 1965. Dios arquetipo del amor esponsal También el cristiano, como Oscas en su tiempo, se encontrard al realizar este programa con incomprensiones ¢ incluso con calificaciones en Ia linea de tonto y loco. Lo cual no debe desalentar a quienes se confiesan seguidores de Alguien que fue tenido por loco («Y sus familiares querian atarle porque decian que estaba loco»: Mt. 3,23) y son conscientes de que s6lo desde esas posturas a pfimera vista incoherentes y extrafias son capaces de suscitar interrogaciones. S6lo asi pueden ser sal de Ja tierra y luz del mundo. Conclusion | Si hubiera insistido a lo largo del articulo en las realidades concretas del ma trimonio tal como se desarrollaba en la sociedad del Antiguo y del Nuevo Tes- tamento, habria que obviar ahora una objecién fundamental: Ia invalidez que supone un contexto sociol6gico tan dispar. Sin ir més lejos, frente a la pareja veterotestamentaria cobijada y sustentada por todo un clan de tres y mas gene- raciones se encuentra normalmente la pareja actual sola frente a su destino sin un entramado social y tribal que facilite, favorezca y corrobore la unién per- manente. Pero la orientacién del articulo no ha sido la de bablar del matrimonio en sus cristalizaciones concretas sino la de exponer el arquetipo que el Dios Esposo oftece a los esposos. Y eso supone una doble caracteristica: primera, que ese amor leal, que llena de amor el compromiso y es fiel y perdonador més alla de cualquier infidelidad de la otra parte, vale en todo tiempo y lugar. Segundo, que vale —como arquetipo que es— en un orden de ideal al que hay que tratar de llegar, de principio que debe mantenerse en todo tiempo parenéticamente peto que es mas cuestionable que se pueda hacer juridicamente cuando llegan los casos concretos. (Jestis, al contrario que la praxis de la iglesia que El fundara, es radical en sus exigencias de principio y condescendiente al méximo en sus aplicaciones individuales). Pero esa es otra cuesti6n y constituiria otro articulo ms y distinto '. } Lo abordé en parte hace tiempo en Sal Terrae 62 (1974) 779-789, bajo el titulo ela indiso- fubilidad del matrimonio en la Biblia: afirmacién de un principio ideal que admite interpre- tacioness estudios El matrimonio cristiano como sacfamento por Karl Lehmann El matrimonio es una realidad que, de una forma muy especial, tiene que ver con el mundo cotidiano. Es cierto que con no poca frecuencia se halla oculto centre la banalidad y la irrelevancia. Esta experiencia cruda del matrimonio y la familia conileva ya en si misma una critica indirecta de cualquier consideraci6n teolégica precipitada del matrimonio. Lo dicho vale especialmente para la sa- ctamentalidad del matrimonio. No se discute la pertenencia del matrimonio a los siete sacramentos de la Iglesia catélica, pero esta verdad de la fe carece para muchos de fuerza vital: cuando oyen hablar de matrimonio, piensan en el mejor de los casos en el dia de su enlace y en la boda en la iglesia. Para muchos, empero, en tiltima instancia todo esto no es més que un bello aunque superfluo afiadido. La sacramentalidad aparece como un peralte festivo que afiadir a la realidad humana del matrimonio. El decepcionado, 0 el que est4 en conflicto con el orden eclesial de! matrimonio, ve en la sacramentalidad del matrimonio cristiano un impedimento para la libertad, una especie de sombrero extrafio. que uno ha de encasquetarse mas o menos voluntariamente. Quien tenga a la vista estas objeciones, deberé ser més citcunspecto al hablar del matrimonio cristiano. Esto no quiere decir que sélo se pueda confe- sar el cardcter de sacramento que tiene el matrimonio en voz baja y vergonzan- temente. Pero el camino para su alegaci6n, en la medida en que se dé, pasar por la consideraci6n de tales resistencias. Por esto, no mencionaremos de en- trada la palabra «sacramento». 1. Amor, fidelidad, matrimonio El amor humano entre hombre y mujer tiene su aliciente —no en tltima instancia— en su posibilidad de ser imprevisto, espontaneo, casi salvaje. El El matrimonio cristiano como sacramento amor viene dado por una fuerza eruptiva capaz de apoderatse de todos los es- tratos del ser humano, Por esto, cualquiera puede excederse y cegarse en el amor. También de repente, empero, puede el entusiasmo abandonarnos. Un amor decepcionado se torna con frecuencia aversion y odio. Puesto que el amor humano es peligroso y se encuentra en peligro, le es también connatural el es- fucrzo por la medida y el orden. Sélo si tiene forma y medida es a la larga ver- daderamente humano. Esto se aprecia claramente en la amistad. Vale especialmente cuando las personas comienzan juntas una nueva comunidad de vida. No pueden entonces abandonarse sin més al capricho y al humor del afecto. Si verdaderamente desean mantenerlo, han de preocuparse también por su estabilidad. Quien ama verdaderamente, le dice al amado: me gustaria que estuvieras siempre junto a mi; entre nosotros deberia ser siempre como lo es ahora. Claro que esto no tendrfa por qué entrafiar ningtin tipo de encadenamiento ireflexivo en que la persona cayera por falta de atencién. De ahi que quien ama deba decidir si puede decirle al otro si para siempre. Sélo el si juicioso procedente de la libertad humana confiere al amor la posibilidad de una auténtica estabilidad. Si este si viene realmente del amor, entonces es una respuesta completamente afirmativa. No sdlo se ama entonces a/ ofro, sino que se le toma plenamente como una persona. Esto implica que se sabe de debilidades y faltas. Pese a ello, el que ama dice sf. Tal asentimiento transforma asf todo el tiempo de nuestra vida, incluso sobre todo el futuro atin desconocido. El amor podra ya, pues, permanecer ilimitadamente fiel a su propia voluntad. No existe a partir de ahora derroche de las posibilidades del amor. Y si aparece en el futuro una mujer mas bella? El si que ya dimos a otra persona nos lleva no a tomar lo que Mega, sino a respetar aquello a lo que nos dimos. Asi pues, mantiene las fuerzas del amor que pueden desarrollarse por completo en el espacio ordenado y en- urafiable del matrimonio. Por esto, un matrimonio no se funda ya finalmente en una inclinacién, sino en el asentimiento libre y personal, naturalmente tran- sido de amor. El si reciproco no es solo una confesion externa, sino que encierra la mf intima comunidad de vida, que comporta comunicaci6n ¢ intercambio, descanso y apoyo mutuo. Si el asentimiento es auténticamente serio, entonces implica también la disponibilidad a la plena donaci6n de la propia existencia y al sactificio. 2, Fragilidady naufragio de la nueva comunidad de vida El ser humano ha sabido siempre que con ese si incondicionado Mega al limite de sus posibilidades. El si ilimitado e incondicionado tiene también algo que ver con Jo que los hombres llaman «Dios». El matrimonio no s6lo propor- ciona una existencia creadora basada en su poder de creaci6n, no s6lo posibilita Karl Lehmann vida nueva, sino que vale también como testimonio de amor comin y como base para la lealtad conyugal. Acepta el asentimiento, lo apoya y fortalece, lo afirma y custodia, Y a pattir de estos diversos fundamentos puede decirse que Dios mismo en diltima instancia une a los hombres en matrimonio. Empero, los hombres han venido experimentando continuamente el poder de la finitud, de la fragilidad de su asentimiento y las dificultades de sus matti- monios. También en los érdenes sociales donde la irrevocable confianza en el matrimonio se contaba entre los bienes més preciados, también alli hubo situa- ciones de miseria. En el amor humano entre hombre y mujer esta de algin modo inscrito el desco de estabilidad, pero ésta parece ser dificilmente lograble. Hay muchas razones para ello. No se ha tenido en cuenta que en toda comunidad hay una Gltima alteridad del interlocutor, incluso hasta un cierto modo de sentirse extrafio. Circunstancias adversas lo ponen de manifiesto. ‘Acaso el apoyo esperado de los otros no fue suficiente. A menudo se trata de procesos lentos y apenas perceptibles, que han conducido a una extrafieza in- evitable. Tal vez las dos partes nunca se hayan adaptado realmente entre si Todo esto hace comprensible el fracaso de los matrimonios, pero no justifica ni la separacién, ni el divorcio. En el Evangelio de Marcos (10,5), Jesis Hama la atencién a los judios respecto a que el divorcio sélo se le concedié al pueblo de Dios de la vieja Alianza (cf. Dt. 24,1 ss.) debido a su edureza de coraz6no. De algin modo, en todas las tragedias de los mattimonios humanos se esconde una —. Peto se hallaria dificultad para encontrar una manera mejor de atender a fodos los aspectos de la vida humana, permitiendo su libre desarrollo. Podrfa demostrar- se que las otras soluciones son abstractas, en el sentido de que ellas dejan de Jado tal o cual aspecto del hombre, o que excluyen la union entre hombre y mujer de tal o cual dominio para restringirlo’a tal 0 cual otro. Incompletas, esas soluciones no pueden justificarse sino presentando una imagen mutilada del hombre, que lo reduce por lo demas, con bastante frecuencia, a cosas que apenas existen (la «sexualidads 0, peor todavia, la «psicologia»). Un ejemplo: no puede defenderse el libertinaje sino suponiéndose que las «experiencias> no comprometen a fondo al ser humano, lo que implica que el hecho de set sexuado es exterior a la humanidad del hombre —verdadera castraci6n te6ri- ca—. Por el contratio, el matrimonio es total ¢ implica una exigencia de torali- dad. Por supuesto, nadie est4 obligado a elegir la totalidad. Pero quien lo quiera todo, y de inmediato, deberé elegir el matrimonio. 2. Todo lo que acaba de afirmarse es valido para e] matrimonio en general, tal como es conocido en nuestros climas? y no para un matrimonio que fuese especificamente cristiano, La misma preocupacién pot Ia igualdad conduce a privilegiar, entre los medios para espaciar Jos nacimientos, aquellos que exigen a los dor esposos perfodos de continencia, mas que aquellos ue intervienen en el cuerpo de uno de fos dos compatieros, generalmente la mujer que, también aqui, «s6lo tiene que arreglérselass —dejéndola asia la discrecién del otto. La pretendida «libera- cidn de a sexualidads, en este caso, nos hace pagar el hecho de que nos /ibera de la obsesion del embatazo librandonos a las fuetzas impersonales, biologicas 0 infrapsicol6gicas, del deseo, que nos Rémi Brague del magisterio en moral sexual expresan el mismo principio de totalidad. Lejos de condenar la vida sexual, se trata, por el contratio, de defender su integridad, de evitarle que se disocie al eliminar la reproduccida ‘. En efecto, se cree valori- zar el aspecto personal y humano diciéndose que la actividad sexual es, ante todo, un medio de comunicaciéa, de intercambio, etc. Esto puede ser cierto, pero a condicién de legar hasta el final de la légica de esta idea. Y entonces habra que destacar una notable particularidad de este medio de intercambio: la comunicacién no se hace extensible Gnicamente a los compafieros actualmente presentes, sino que es capaz de conducir a ia existencia de seres nuevos, que seran nuevos compatieros. Hablar de «comunicaci6n» no es honesto sino cuando no hay encierto por adelantado en el circulo (el «club privado») de quienes ya estén ahi, cuando no se rechaza la posibilidad de admitir en el didlogo a partici- pantes imprevisibles, que, por lo demés, son los protagonistas ocultos *. De lo contrario, hay que temer que la pretendida comunicaci6n siga siendo ilusoria &. Lo verdadero ¢s el todo. El matrimonio, el matrimonio en general, concen- tra, cual un espejo ardiente, la totalidad de los aspectos de la vida. 2Qué aporta, entonces, el matrimonio cristiano? En un primer momento, con riesgo de matizar mis tarde, hay que decir: nada. A no ser un pequefio de- talle: que el nexo que establece entre los hombres en general se establece aqui entre los bautizados. Del mismo modo hay que responder cuando se nos pre- gunta lo que Cristo ha aportado en relacién con la Antigua Alianza: nada. Nada mas que la novedad que leva a que ésta se haga real: Ja alianza, a la que el pecado del hombre seguia haciendo defectuosa, es perfecta en la obediencia de Cristo. El matrimonio cristiano, el matrimonio como sactamento, nada tiene que afiadir al lazo que une a dos personas que deciden contraer matrimonio. Lo que afiade le viene de afuera, de lo que ya esta ahi, del bautismo recibido en otro tiempo por aquéllos a los que él une. El sacramento del matrimonio esté hecho pata los bautizados —a condicién de que ellos se reconozcan como tales—. Y no, y por sobre todo, no, para los Ocho versos de Hofmannsthal dicen, aqui, todo lo necesatio. Cf. «Gesang der Ungeborenen», en Gedichte und Kleine Dramen, Subtkamp, 1966, p. 28. © CE Baudelaire, Mon coeur mis nu, XXX. 7 En cuange a la distinci6n entre daicos y bautizado, se supone aqui el aporte del euaderno IV 2 de Revue catholique internationale Commanio, elaicos 0 bautizadose (marzo de 1979), en especial los aticulos de J. Duchesne y -L. Marion. 74 La fidelidad y la Pascua EI matrimonio no consagra la vida militante y, por consiguiente, no tiene que estar reservado a una élite. Si consagra la vida misma. Y la misma vida‘, Y toda lavida. A ello se debe que dure, asimismo, toda la vida, La alianza cotidiana 1. El matrimonio cristiano, sacramental, una vez consumado ¢s indisolu- ble. Esto es lo que lo distingue de un contrato, que siempre puede ser anulado. Inchuso seria dificil concebir un contrato que no mencionase algunas clausulas de rescisi6n. ¥ es asi porque un contrato no es mas que un compromiso parcial. Por el contratio, un compromiso total deber ser no reciproco porque es offeci- do. Asiocurte con el mattimonio. E/ matrimonio compromete para toda la vida porque compromete a toda la vida, Cuando la Iglesia afitma la indisolubilidad del matrimonio, nada afiade a un matrimonio «natural» que subsistiria inde- pendientemente de! sactamento. Ella confirma que el matrimonio, que todo matrimonio implica la indisolubilidad, es decir, la traducci6n en el tiempo de una donacién efectuada hasta el fin de toda Ia persona. E! matrimonio cristia- no, con esto, no hace sino rendir plena justicia a la realidad humana del matri- monio, Pero s6lo él puede hacerlo, porque el ser humano s6lo se ilumina en totalidad a la luz de Cristo. Ia indisolubilidad es la traduccion en el tiempo de algo més fundamental. Asi pues, no se la puede entender adecuadamente sino con referencia a lo origi nal de que ella saca partido; no se logra justificarla a no ser que se sepa percibir, en ka fuente de la perpetuidad del compromiso, lo verdaderamente decisivo, es decir, la totalidad del oftecimiento que ella sella. De esto pueden extraerse dos consecuencias: a) El temor a comprometerse istevocablemente por desco de eprescrvat su libertad» debe ser caracterizado como risible. ¢Qué es una libertad que no es capaz sino de términos medios y de prorrogas, que no puede decir sio no a no set de labios afucra? Es la libertad impotente, la libertad de no elegir, la del taxi, al que se dice «libre» cuando esta vacio y no va a parte alguna. Quien quiere «preservar su libertad» la pierde, por no haber podido oftecerla b) Hay que plantear la cuestién de la fidelidad de tal manera que el tiempo no juegue el papel decisivo. De nada sitve el preguntarse si se amar todavia al conyuge después de diez o veinte afios. Plantear este intertogante supone que el amor es un hecho psicol6gico, un sentimiento al que comprobamos como un hecho exterior que en nada depende de nuestra voluntad. Ahora bien, Ja verda- 5 La vida y el amor que son consagrados en el sacramento de matrimonio son los mismos que los aque se viven, La verdadera vida est4 aqui. En compensaci6n, la cena eucaristca, por ejemplo, no es fa misma que la de la vida cotidiana, sino una comida escatol6gica, *% Rémi Brague dera cuesti6n consiste en saber si ahora quiero amat ami cényuge. Y digo bien: «si quiero amar», Peto, se dice con taz6n, los sentimientos no se dominan. Ocutre que, precisamente, en este caso el amor fo es un sentimiento. Lo que se domina, lo que, necesariamente, se fuerza, es aquello que se hace y no aquello que se experimenta; se trata de una actitud de benevolencia y de respeto, inclu- yendo el rechazo de la mentira. Como habria que llamar al compromiso total y definitivo, si decile con- trato no conviene? Sin duda, el término apropiado es el de alianza. En la Biblia, el mismo designa la manera en que Dios sc liga irrevocablemente con su pueblo. No por azar la palabra designa, ante todo, un compromiso que concierne a Dios: la fidelidad de Dios es el modelo de la del hombre. El matri- monio cristiano es Ia imagen de la alianza entre Cristo y la Iglesia (Ef. 5, 25-32). Ahora bien, la fe cristiana confiesa, a diferencia de todas las otras doctrinas, y contra toda evidencia, que la realizaci6n de la alianza no es futura, que no es para el fin de los tiempos, sino que ya, ahora, es realizada en Cristo. El matri- monio cristiano pone en funcionamiento, a su nivel, la misma paradoja: la alianza de los esposos, su ofrecimiento total del uno al otro, es una realidad cotidiana. Por cierto que resultaria mas facil dejar para més tarde, convertir al matrimonio indisoluble en un «ideal» demasiado hermoso como pata poder ser exigido, demasiado y su libertad, con su espontaneidad, su amor hacia él. Si es acogida del otro en su propia interioridad, lo es por ser don de si al otto, salida de si para entrar en el otro, El amor teje una red que no est ya al arbitrio ni de uno ni de otro, que escapa a la libertad de cada uno. A su natura- leza le pertenece tambi€n incoar un esbozo, al menos, de institucién. La oposici6n entre amor ¢ instituci6n es falsa Sin embargo, puede rechazarse este esbozo, y querer vivir un amor verdade- 10 sin datle el marco institucional que ¢s el matrimonio, celebrado ptblicamen- te en la sociedad y regido por sus leyes. Es la uni6n libre, tan frecuente hoy y que parece tan natural a tantos j6venes, en los ambientes cristianos asf como en 46 Elogio de la instiucion los otros. No siempre el sacramento del matrimonio es rechazado expresamente y por tazones religiosas; lo que se rechaza es el matrimonio mismo como insti- tucién social. Para algunos —un niimero, a lo que parece bastante grande— este rechazo ¢s provisional. El matrimonio, considerado en un futuro mas o menos préximo, se difiere frecuentemente s6lo por simples razones précticas. Pero lo es también muy frecuentemente por la raz6n de que los cényuges no se sienten todavia seguros de su amor. Dicen amarse por el momento, pero no poder asegurar al otro que le amaran siempre. Quieren mantener su libertad de no seguir amando a su actual compafiero, de dejar nacet en ellos otto amor. Muy frecuentemente, uno s6lo lo quiere, mientras el otto esta dispuesto ala en- ttega definitiva y espera ansiosamente la decisiGn de su «partenaires. Esto finalmente les conduce, ya algunos muy deliberadamente, a la negati- va expresa a alienar su libertad por un compromiso piblico y legalmente reco- nocido, instituido. La institucién, piensan, no puede afiadir nada a su amor, mientras dura, No podra hacer nada para conservarlo, si lega 2 desaparecer. El ejemplo demasiado frecuente de enlaces que nada unen a no ser los lazos de la instivucion y los habitos nacidos a su alrededor, fortalece su convicci6n. La Ginica raz6n que un hombre y una mujer —a los que por lo demas no une ningdn vinculo de parentesco o interés— tienen pata vivir juntos y compartirlo todo, es el amor. Esta es una raz6n necesatia, piensan, y suficiente. Sélo les concierne a ellos; Ja sociedad no tiene por qué mezclarse. Ni para vaciar este amor en formas juridicas y sociales, ni para romper esas formas cuando, habiendo cesado elamor, han resultado vacias, y, por tanto, desprovistas de sentido. En el fondo de todos estos razonamientos, incluso en el primer caso en que parecerfa que la institucién est suficientemente presente desde el momento en. que el matrimonio esté concretamente decidido y s6lo diferido, esté el descono- cimiento prictico y el rechazo de esa instituci6n elemental cuyo secreto hemos visto es el amor. {No es desconocimiento y rechazo del amor en el momento mismo en que se apela a él? En el verdadero amor humano, en efecto, hay una promesa, y de suyo defi- nitiva. Por medio del don de su cuerpo, que es, por naturaleza, transitotio, la persona se da a otra persona, de la que simultdneamente acoge el don que ella hace de si misma. La persona es corporal, pero no s6lo corporal. Es «psiquica», es decir, sensible, apasionada, pero no es solo psiquica. Es espiritual también, y si el amor que oftece est amasado con pasi6n, enraizado en lo corporal, es por ser espititual por lo que es humano, personal y personalizante. Por ello también escapa al poder destructot del tiempo @No es embustero un amor que ni es ni se quiere definitive? Aunque se diga expresamente temporal, ususpa el nombre de «amor»: no se da quien se da por un tiempo, quien se reserva, y el amor verdadero es don de si. Reservarse, pensar que un dia se dejar de amar —o sea, que el ser amado de hoy sera indi- a Jean-Hervé Nicolas ferente mafiana— es poner en primer plano el interés personal y aceptar el don que el otfo hace de sf mismo sin reciprocidad, sin darse a él. Es no amar. Si los dos interesados estin de acuerdo para amarse asi, no pueden evitar que el amor que se declaran sea mentizoso, incapaces ambos de esa salida de sf pot la que el amor es noble y grande, por lo-que es amor. Ademés, incluso si estén de acuerdo para no amarse siempre, no lo estarén respecto al momento de no amarse mis, y nada poded evitar que la ruptura sea dolorosa para uno de los dos al menos. Esto evidencia que el amor es demasiado fuertemente sentido, cual si debiera durar siempre, como para que las advertencias més claras puedan evitar, en el momento en que el ser amado se retira, la sorpresa dolorosa y el desgarro de aquel que ama verdaderamente.* Por lo demis, este acuerdo queda la mayor parte de las veces sobreentendi- do, no expreso. Quien tiene en su interior la intencién de romper cuando ya no le guste (cuando le guste otto) no lo dice, no se lo confiesa siempre a si mismo. Se aparenta creer en la perennidad del momento presente: «;O2, tiempo, sus- pende tu yuelo!», es el porvenit el que se trata de asegurat, ese porvenit que, inevitablemente, sera presente mafiana. Se ama en el equivoco, en la inquietud frecuente, y se Je enturbia cuando se rehiisa contemplar este porvenit y aseguratle en una decisién irrevocable. Esto mina el amor mismo, le impide enraizarse y desplegarse. Ciertamente, el amor comienza normalmente por el esfuerzo por conquistar al ser amado, por hacerse amar por él, y este esfuetzo puede extenderse en el tiempo. No se logra verdaderamente més que en el amor compartido, que es don mutuo de si mismo. Hasta entonces, es decir, en tanto que el coraz6n de uno respecto a otto y de otfo respecto a uno es un amor vacilante, no hay atin amor verdadero, y los testimonios que en ese sentido pre- tendan darse no son sinceros. @Peto ante eso, qué puede la institucién? ¢Supliré al amor que no existe aiin, 0 que ni atin existe? Cuando el amor ha llegado a su madutez ¢s él quien llama a la institucién, pues es el amor el que ha creado Ia instivuci6n. Es él quien llama, y ella ha sido creada a partir de aquel esbozo que él segrega desde si mismo cuando es verdadero, Entonces el amor necesita de la institucién, en efecto, para ser fiel a si mismo. Si por su componente espiritual, que es el prin- cipal, es a la vez oferta y demanda del don exclusivo de la persona, por su componente sensible y fisico es, por el contrario, mévil, cambiante. Es la expe- riencia de esta mobilidad la que hace dar marcha atras ante la instituci6m. No se quiere alienar la libertad, siendo asi que la libertad pertenece al espititu, y que la carne, cuando se concita contra el espitieu, tiende, por el contiasio, a alienar su libertad, a evitar su deseada realizaci6n en una verdadera uni6n de personas. eNo es ésta otra expetieacia —y dolorosa—, la de la ittisoria victoria de los sen- tidos y de la pasion sobre la resolucién de un coraz6n que se habia entregado, que habia puesto su alegria en otro, y que amas6 asi, en si mismo y en el otro, ese-valor grande, humilde y puro que era su amor mutuo? Valor personal, valor 48 Elogio dela instituci6n personalizante, al que le ha sustituido una falsa y engafiosa exaltacién. Falsa, no porque comporte efervescencia canal y sensible, sino porque en ella domina Ia carne y oprime al espiritu, por el que el hombre es una persona hasta en su carne: «jLa carne es triste, ayls. La instituci6n, ciertamente, es incapaz de suplir la resoluci6n del coraz6n. Pero le permite enraizarse, tomar cuerpo, y le protege. Es el lugar en que el amor se realiza segdin su dimensi6n de permanencia por el que trasciende el ins- tante y domina el tiempo. No es que sea intemporal. Si bien, como la persona misma, de la que es la mas completa expresién, esté en el tiempo, presente en cada instante, no esta inmersa en el tiempo, Hevada por él como un corcho sobre el mar, sino que por el contrario le estrecha y permanece constante en la duraci6n que pasa. Para todo ello la instituci6n ciertamente no basta, pero un amor que rechaza la instituci6n rechaza esta constancia. Es é1 mismo: ', Y ademés estin los hijos. El verdadero amor humano no es un egoismo de dos. Es fecundo y tiende naturalmente 2 prolongarse y a expandirse en amor paternal. Un amor que da y que se da, gratuitamente, pero en el cual, por cuanto ellos se dan conjuntamente y en un mismo movimiento, los cOnyuges acaban de encontrarse y de unirse en el hijo que es el fruto y la imagen de su amor. Que, para desarrollarse, el hijo necesita la seguridad del hogar, no hay ni que demostrarlo. No principalmente la seguridad material, sino sobre todo la seguridad afectiva. La vida que hay en él y que necesita ser protegida, alimen- tada, conducida en su desarrollo complejo, ha tenido su fuente en la unién de dos cuerpos, que, por cuanto se trataba de dos cuerpos humanos y de la trans- misi6n de la vida humana, expresaba de suyo la uni6n de dos corazones, de dos personas. Es en el amor donde se origina esta vida nueva y necesita ser alimen- tada de amor. No s6lo del amor de cada uno de los padres, sino de su amor con- yugal. El hijo es demasiado préximo por su origen, como para no reclamar, inconscientemente, la continuidad del acuerdo del que él ha nacido y que le es atin necesatio para crecer y hacerse hombre. Y si tal acuerdo falta o es deficiente desde el principio, el nifio lleva en su fondo una herida y se siente mal protegi- do para abordar la fascinante y formidable existencia Ia instituci6n no basta para asegurar al nifio la seguridad del hogar, por desgracia hay demasiados ejemplos al respecto, pero le es necesaria. Es ella la que asegura la estabilidad de la unién y su durabilidad. Es ella la que evita el perpetuo cuestionamiento por los padres de sus razones para vivir juntos. ‘Aunque los padres tengan mucho que perder, cada uno de ellos, al separarse, pucde volver a existir separadamente, habiendo estado uno sin el otro durante 1 El verdadero amor que ha absotbido en él la eternidad, al pasar a ser deber no varia jamés. Solo cuando el amor es deber es erernamiente libre, en una dependencia felize (Kierkegaard, citado por Lyonnet, en La vie selon /'Esprit, Pats, Cerf., 1965, p.189 n). Jean-Hervé Nicolas largo tiempo. Pero el nifio por su parte s6lo puede quedar desgatrado por un desacuerdo que le alcanza en su existencia misma, al menos mientras dura su dependencia vital respecto a aquellos cuyo amor —o simulacro de amor— le ha hecho nacer. De ese amor, él era ¢l frato; de este desacuerdo, cuando es pro- fundo y definitivo, resulta con mucha frecuencia el riesgo. Si a esto se objetan los casos de uniones libres en que los padres han sabido asegurat a sus hijos la seguridad afectiva simplemente por la fidelidad de su amor mutuo, sin la ayuda de la instituci6n gqué responder, sino que en tal caso han realizado practicamente —por si mismos— lo que la instituci6n les offecia, de suerte que no la rechazan mas que por motivos ideolégicos, no por lo que ella es en si misma? ;Por lo demas, en este terreno no hay regla absoluta! El nifio puede hallar en el amor de uno solo de sus padres —-una vez que el otro se ha retirado de él, o haya sido retirado por la muerte— una compensacién sufi- ciente a aquello de lo que le priva la ausencia de un hogar. Lo que no se puede evitar es que esta ausencia sea una privaci6n grave, y cuyas consecuencias son muy frecuentemente penosas. No puede negarse tampoco que la institucién es el medio normal y el mas frecuentemente necesario para proporcionar al nifio el hogar que reclama, a instituci6n no se opone al amor, porque procede de él y le sirve. Acaso se acepte esto; acaso se conceda a la institucién por lo mismo valor y legitimidad. @Pero qué valor, qué legitimidad podria conservar sino tuviese amor? Ahora bien, Ia institucién, incluso cuando esta suscitada por el amor y de alguna manera generada por él, existe fuera de él no por la sola voluntad de quienes se aman, sino por la voluntad del legislador, que la ha fundado, que la da su forma y sus leyes. Asi pues no se vuelve contra ella cuanto sc ha dicho hasta el momento? Puede admitirse una institucion engendrada por el amor mismo y, por ende, extinguible con él, ;pero entonces no seta una institucién! Si, exis- tiendo de antemano se pide a las personas que se aman el entrar en ella, dejarse encerrar en ella, gno se la confiere una primacia sobre el amor mismo, lo que ¢s insoportable? ¢Quién aliena verdaderamente la libertad de aquellos que se aman, sometiéndola no sélo a las exigencias internas del amor, sino a una ley exterior? En suma, gacaso no sera valida la institucion mas que si depende totalmente de la libertad individual, si bien no puede existir més que como una constric- cién y un limite impuesto a las voluntades individuales por Ia voluntad del legislador? 2Es ésta la situaci6n? No se puede responder a esta pregunta, sin considerar la relaci6n de la per- sona humana con Ia sociedad. Pues Ja institucién no existe ms que en la soci dad, y fandada por ella. @Fundada por quién? Encontramos aqui la grave acusacién contra toda ins- titucién que pretende, al precio de algunas ventajas, restringir y constrefiit la libertad individual, {No existe pata sus propios inteteses, es decir, de hecho, Blogio dela instituci6n para los intereses y los valores particulares de la clase dominante? ¢Para asegurat mejor, precisamente, la dominacién de ésta? El rechazo de la instituci6n, bajo esta perspectiva, se presenta como afirmaci6n de la persona y de su libertad contra las empresas del poder, que es el adversatio, Fs cierto que la persona es anterior a la sociedad. Sin la persona, no tendria la sociedad derechos que hacer valer contra ella. Es verdad también que fre- cuentemente los intereses de la sociedad entran en conflicto con los inteteses individuales, y que la libertad personal puede y debe defenderse contra las pre- tensiones de la autoridad. ¢Peto es siempre y necesariamente asi? En el caso presente, es de notar que las sociedades mas diversas, de las mas evolucionadas a las més primitivas, conocen el matrimonio como instituci6én. Por diversas que scan entre ellas las formas que adopta el matrimonio, todas testimonian por su existencia misma y por la importancia que tienen en la vida social, que la sociedad humana, esponténeamente, se siente responsable de organizar la vida de la pareja y de la familia que se forma a partir de ella. gs esto una ilusién? No deberia una sociedad avanzada en su evolucién conside- rat esto como expresin de la vida privada, abandonandolo a la libertad de cada uno? ¥ si esto es asi, dlas personas que toman la iniciativa de prescindir de la instituci6n no estarian en el camino del verdadero progreso? Sin embargo, existen todas las trabas que hemos sefialado y que afectan al amor mismo, no sdlo a las condiciones exteriores, sociales, de la vida de la pareja y de la familia. Si es verdad que, de suyo, el amor es anterior a la insti- tuci6n, sigue siendo igualmente verdad que necesita de ella para existit plena- mente, para sobrevivir y desartollatse. ¢C6mo comprenderlo, si no es volviendo a aquella constatacién primera de que el amor que une aun hombre y una mujer hace nacer entre ellos un vinculo que, nacido de su libertad escapa, desde que existe, a la libertad de cada uno? Nosotros hemos traducido esto diciendo que el amor «produce un esbozo de institucién». Seria mas exacto decir que apela a una instituci6n para poder reali- zatse plenamente. Esta institucién no podré existir mas que en y por Ia socie- dad. Pero, antes de set constrefiida mas 0 menos por ella en su libertad, la per- sona —al menos Ja pateja cuzndo comienza a constituirse— espera de la sociedad que ella funde la institucién de Ja que el amor necesita. Més atin, desde €l momento en que la sociedad ha comenzado a formarse, y desde sus primeros lineamientos, se establecen usos que conciernen a la constitucién de las parejas y sus selaciones, tanto en el interios de la familia, como respecto a otros miembros de la sociedad. Estos usos, poco a poco, han constituido fa ins- tituci6n, obra a la vez ¢ indisociablemente de las personas y de la sociedad. Por lo mismo, ella esta, de suyo, ordenada no sélo al bien de las personas, sino al de a sociedad, peto primordialmente al bien de las personas. Precisamente por esto, por lo demés, una cosa es constatar la diversidad de las instituciones del matsimonio, y otra cosa es juzgarlas a todas igualmente 0 Jean-Hervé Nicolas buenas y legitimas, como lo hace —ordinariamente— el etndlogo. Pero el etnélogo, en tanto que tal, se guarda de dar juicios de valor. La institucién, para corresponder a lo que requiere el amor humano de ella, debe respetar estas exigencias: la monogamia, pues el amor es donacién de cada persona a otra en perfecta igualdad, y no la posesién de una por la otra, como lo es institucional- mente en la poligamia; la fidelidad, que resulta de la totalidad de la donacién; la permanencia, en fin, que la instituci6n, precisamente, tiene como fin prin- cipal asegurar, como hemos visto. {No nos remite esto a una autoridad fundadora superior a la de la sociedad, anterior al amor mismo de la pareja humana? Si ésta, en efecto, puede justificar que la sociedad instituye el matrimonio y legifera al respecto, gc6mo podria la misma pareja aceptar, una vez entrada libremente en la instituci6n, dejar en sus manos la libertad de salir de ella? Esto plantea el problema terrible de qué se hace de la institucién cuando el amor, por cuyo bien existe fa misma institu- cién, ha desaparecido. Seria contrario a la naturaleza misma de una institucién cl set disuelta por voluntades privadas. Pero de dénde saca la sociedad la auto- ridad necesaria para contradecir a las personas en un terreno en que, manifies- tamente, lo personal, el amor, es anterior a lo social? Si la institucién saca de la persona su legitimidad y su fuerza, cOmo esa legitimidad y esa fuerza podrfan actuar contra la persona y su interés? Si la institucién del matrimonio es obligatoria para las parejas, esto no puede ser ni es por la sola autoridad de la sociedad. Fs por la autoridad de Dios, que ha hecho al hombre social, y, asi, ha comunicado a la sociedad una parte de su autotidad sobre las personas. La carta completamente primera, la carta fun- damental de la institucin del matrimonio esta escrita en la Biblia, y desde el comienzo de la creacién del hombre: «Por esto el hombre deja a su padre y a su madre, yse une a su mujer, y se hacen una sola carne» (Gn. 2,24) ¢Por qué, entonces, tantas palabras? El matrimonio ha sido instituido por Dios, con todas sus exigencias, No est, para la pareja que se ama, sino para obedecer 0 rechazar obedecer, rechazar incluso reconocer no slo a quien manda, sino a su mandamiento. Las cosas son menos simples. Este mandamiento de Dios no es una limita- cién arbitraria impuesta a Ja libertad del amor y al ejercicio de la sexualidad humana. Todo lo que hemos tratado de decir de la necesidad que tiene el amor humano de la instituci6n de! matrimonio sigue siendo verdadero. Sigue siendo verdadera también, en consecuencia, esta primera justificacién por las exigen- cias de la persona del derecho y del deber que tiene la sociedad de legiferar en este dominio. La ley de Dios no hace més que explicitar estas exigencias que el hombre ha hallado en si mismo cuando ha comenzado a amar y a organizar la sociedad. Esas exigencias permanecen incluso para quienes rehdsan reconocer la autoridad divina. Lo que hay que decir solamente es que Ja autoridad de la sociedad no es bastante fuerte por si misma para imponer a las personas que la Elogio de la insticuci6n componen la instituci6n del matrimonio. Si pretende hacerlo, como ocutte alli donde las constricciones sociales son opresoras, en la mayorfa de los casos esto no se realiza sin dureza ni injusticia {No es verdad, por otra parte, de forma general, que la autoridad de a sociedad, por justificada que esté*por las necesidades de la vida humana, no encuentra su tiltima justificacién en si misma? Esto no es para devaluatla, sino, al contrario, para llevarla a su fuente de valor, Dios, creador del hombre. Dios no es solamente el creador del hombre; es su Padre, que le oftece su amor y la participacién en la intimidad trinitaria. Esta vocaci6n es parte inte- grante y principal de la idea de Dios sobre el hombre, a la que debe conformar- se, para ser verdadera y normativa, la idea que él hombre se hace de si mismo. El amor es para él un valor lo demasiado intimo, y hasta constitutivo, como para no estar comprendido en esta idea, a la que corresponde el aclarar y dirigit todo su comportamiento, el ejercicio de su libertad. $i, de suyo ¢ incoercible- mente, el amor tiende a realizarse en la institucién del matrimonio, esta dltima no puede hacer abstracci6n de la vocaci6n del hombre de hacerse hijo de Dios. La sociedad civil no esta hecha para hacer realizar a sus miembros su vocaci6n de hijos de Dios, aunque no deba ignorarlo, ni, sobre todo, impedirlo. No hay que asombrarse, por consiguiente, de que la exigencia interna del amor para realizarse en una instituci6n, el matrimonio, Hleve a reconocer a éste una realidad eclesial. Decit que el matrimonio es un sacramento es reconocer que la red de relaciones interpersonales que nacen del amor, pero que se inscriben en la realidad social bajo forma de vinculos obligatorios reciprocos y reconocidos en que consiste la institucién, tiene lugar en el interior de la Iglesia y confieze a los cristianos casados un estatuto eclesial. Esto aparece también claramente en la Escritura. Primeramente se ve en el relato de la creacién —que es también el relato de la vocacion— que la idea de Dios sobre el hombre engloba la pareja hombre-mujer: «Dios cre6 al hombre a su imagen, a Su imagen le cre6; macho y hembra los cre6» (Gn. 1,27). A conti- nuaci6n, en todo el Antiguo Testamento, el tema de Ja Alianza entre Yahvé y su pucblo hace aparecer el caracter sagrado del matrimonio. Si, en efecto, la unién del hombre y la mujer es capaz de simbolizar la unién privilegiada de Israel con su Dios, ésta a su vez proyecta sobre ella su luz y, pese a la tolerancia de la poligamia y el repudio, descubre sus exigencias propias, por lo que escapa a la libre disposicién de aquéllos incluso que lo han realizado libremente. Si puede conducir al misterio de la fidelidad de Dios, es que viene de El, y no s6lo de Ja cambiante libertad del hombre y la mujer: Con Cristo es desvelada la naturaleza eclesial del matrimonio, es decir, su naturaleza sacramental, desde el momento en que es dado como punto de referencia y como ejemplo a imitar la uni6n de Cristo a su Iglesia. Uni6n indisoluble, fundada sobre la donacién de si mutua y la fidelidad absoluta. Unién indisoluble: este es el punto més vivo de la protesta contra la instieu- 8 Jean-Hervé Nicolas cién, ¢No es esto encadenatse? {No es esto comprometer temerariamente el porvenir, no sélo sobre su propia constancia, sino sobre la del otto? ZY sobre las circunstancias imprevistas que oculta el futuro, sobre el azar de los encuentros y las intermitencias del coraz6n? Sin embargo, la fidelidad a la que invita ¢ insta la fidelidad de Cristo res- pecto a la Iglesia, y de la Iglesia respecto a Cristo, no constrifie el corazén del hombre y de la mujer, no oprime su libertad. Est4 inscrita en su amor mismo, tal como hemos tratado de decirlo, Esta proclamada en todas Jas protestas de amor, de forma a veces demasiado evidentemente ligera para no set irtisoria, y que sin embargo testimonia a su manera que no hay amor si no es fiel. Qué amante no estaria desesperado si el amado rechazase comprometerse para siempre? {No seria un veradero amante! ¢Y cmo podria alcanzar semejante compromiso, si no se comprometiese él mismo también completamente? En verdad, cuando ama, no sabria detener su pensamiento en la idea de no amar un dia El corazén humano, sin embargo, es cambiante, esto se experimenta con demasiada frecuencia. Qué ayuda aporta entonces a aquellos que se han unido en Cristo el sacramento del matrimonio? Su fidelidad mutua esta envuclta en su fidelidad a Cristo, y llevada por ella, protegida por ella. Llevada hasta el término de la existencia, y a través de todos sus avatares, pues también para siempre en el bautismo se compromete uno a seguir a Cristo. Es una misma fidelidad, tan exigente, tan colmante. Tan dificil igualmente, pero la misma gracia con la que el cristiano puede contar para perseverar en su yocaci6n de hijo de Dios le es prometida y asegurada para caminar en esta senda, no ya s6lo, sino en pareja, constituyendo esa pareja humana que Dios ha creado, y que ha recteado en Jesuctisto. Los mismos sacramentos, la cucatistia, la penitencia, la comunican a los dos juntos, desde el momento en que, por el sacramento del matrimonio han pasado a ser «una sola carne» bajo su mirada. Reconocer que el matrimonio es una realidad eclesial no es solamente, ni en principio, colocarle bajo la autoridad de la Iglesia y de sus leyes; es sobre todo poner bajo su protec- cin, bajo la proteccién de Cristo de quien ella es esposa, a esa realidad tan preciosa, tan frdgil, tan exaltante y tan amenazada, el amor mutuo de hombre y mujer, la pareja humana. Ocurre que, pese a todos estos seguros, el amor no fesiste con demasiada frecuencia las dificultades que encuentta y se rompe. La uni6n de los corazones se deshace. ¢Qué sentido conserva entonces la institucién, cuya razén de ser es la de ayudar a realizarse y a expandirse? Permanece como un testigo desolado de Jo que ha sido, de lo que hubiera podido ser y que ya no es. El testimonio de un fracaso. Pero permanece. Si ese hombre y esa mujer se han unido libremen- te, €s Dios quien los ha unido, y siguen siendo atin las partes disyuntas de un todo cuya separaci6n no puede abolir, puesto que su unidad viene de Dios: «Lo que Dios ha unido, que el hombre no lo sepates. Elogio de la instiruci6n Bsca palabra no estaba hecha para ser dura. Expresaba, por el contratio, la acogida por Dios de las promesas hechas en Ia alegria. Promesas indefinida- mente renovadas y que retoman cada vez con la frescura de los comienzos la exclamaci6n del hombre en el alba de la humanidad y su resoluci6n: «Esta, esta vez es hueso de mis huesos y carrie de mi carne...» (Gn. 2, 23-24). La palabra de Cristo, sin embargo, resulta dura para aquellos que no han sabido o podido mantener esta resoluci6n, hontar hasta el fin esta promesa. ¢Quién osard juzgar la falta de uno o del otro, de uno y de otto con més frecuencia? Ni Cristo ni la Iglesia arrojan la piedea, y siguen siendo aquéllos objeto de su misericordia Pero gcémo evitar que su alegria se torne tristeza? No puede serles concedido unirse a otro hombre, a otra mujer, pues cada tino sigue siendo, ante Dios, ante Cristo, el hombre y la mujer del otto. La institucién tiene de temible que ella posce una existencia propia e inde- pendiente, aunque su raz6n de ser sea servir al amor. Y una existencia torpe, como toda realidad social, que tiende a pesar sobre la libertad individual y a oprimirla. Asi, demasiado frecuentemente en el curso del tiempo, las ventajas propias de la institucion han prevalecido sobre la libertad y la alegria del amor. Ha habido matrimonios por conveniencias sociales, econémicas, politicas, que hacian desprecio de la tinica conveniencia que afecta al amor mismo, la de los corazones. De ahi esta disyuncién desastrosa, y en un momento dado clisica, entre el amor y el matrimonio. Hoy, segtin parece, ya no es asi, y el matrimonio es mucho menos buscado por las ventajas sociales que procura. Seria otto extre- mo, igualmente contrario al verdadero amor, el despreciarle, si no como opuesto, si al menos como intitil para aquellos que se aman verdaderamente. Esta donacién mutua de todo el sismismo que el amor quiere ser para ser él mismo, se realiza en la institucién del matrimonio. Tradujo: Carlos Diaz Nota biografica Jean-Hervé Nicolas, nacido en 1910. Entra en la orden de los Dominicos en 1928. Profesor de filosofia, y luego de teologia dogmética en el Studium dominico de la pro- vincia de Toulouse, en Saint-Maximin, de 1938 a 1955. Profesor de Teologia Dogmatica en la Facultad de Teologia de la Universidad de Friburgo (Suiza) desde 1955. Ha publi- cado, ademés de numerosos articulos de filosofia, de teologia y de espiritualidad, varias obras, siendo las principales Diew connu comme inconnu; Les profondeurs de la Grice; Homme et femme il les créa (L’idée chrétienen du mariage). confrontact6n El amor conyugal a la luz de la antropologia y de la fe cristiana por Marciano Vidal En este estudio nos proponemos analizar, de una forma necesariamente sin- tética, la problemética que se encierra en la realidad del amor conyugal. A la constataci6n de los problemas acompafiari una i/uminacién correspondiente. Constataci6n ¢ iluminaci6n se realizaran desde las perspectivas convergentes de Ja antropologia y de la fe cristiana. Pero antes de entrar directamente en el desarrollo de los dos aspectos enun- ciados, creemos conveniente exponer dos puntos bisicos: el puesto que le corres- ponde al amor conyugal dentro de la realidad total del matrimonio y su signi- ficado antropologico y cristiano. La exposicién de estos dos puntos servira de marco referencial para la constataci6n y la iluminaci6n de la problemética actual en torno a la realidad del amor conyugal. 1. Puesto del amor conyngal dentro de la realidad de la pareja Lo que lamamos «matrimonio» constituye una realidad evidentemente compleja. Lo institucional y Jo personal, lo econémico y lo cultural, lo politico y lo religioso, el devenir hist6rico y los cambios actuales: todo se da cita en esta realidad humana, El matrimonio es una auténtica encrucijada, un «cuatro ca- mtinoso, de la geografiade lo humano. Poniendo entre paréntesis la verticnte de «familias y reduciendo la perspec- tiva al 4mbito de Ia econyugalidad>, et matrimonio se integra a través de dos factores esenciales: la vida de la pareja y la configuraci6n socio-juridica. Limi- tando la consideraci6n a la vida de la pareja y dejando aparte la configuracién socio-juridica, se constata un elemento bisico y nuclear en la realidad viva de la pareja: el amor conyugal. El amor conyugal a la luz de la antsopologia y de la fe cristiana En efecto, se puede definir a la pareja humana como aquella forma de rela- cién humana basada en el amor de amistad heterosexual, Definicién similar ala que daba el Concilio Vaticano II cuando se referia al matrimonio como «intima comunidad de vida y de amor conyugal> Al entender a la pareja hunfana desde la clave privilegiada del amor con- yugal, no se pretende llevar esta realidad a «reduccionismos» tentadores, como son — el reduccionismo del «coto privado»: haciendo de la pareja una realidad tan intimista que olvide los horizontes de la comunidad; — el reduccionismo del capoliticismo»: configurando la vida de la pareja de espaldas al compromiso real en la transformacién del mundo; — el reduccionismo de la «fuente inagotable de plenitud afectivas: ideali- zando de tal modo la pareja que se la considere, a veces neuréticamente, como Ja compensaci6n de carencias afectivas, pasadas y presentes Resituar la vida de la pareja en el area de juego del amor conyugal es, por el contrario, proporcionarle el horizonte més adecuado para el despliegue de sus auténticas funcionalidades dentro de Ia realidad compleja del matrimonio. Si en el matrimonio la vida de la pareja no lo es todo pero si el factor més decisivo, Jo mismo hay que decir del amor conyugal en relaci6n con la pareja: el amor conyugal no lo es todo pero si el factor mas decisivo Al otorgat esta importancia decisiva al amor conyugal para la constituci6n y para la vida de Ja pareja humana nos colocamos dentro de una corriente de pen- samiento y de vida que est ya generalizada en Ia cultura occidental; nos refe- simos 2 la orientacién epersonalistas del matrimonio. Orientacién que, aunque con cierta dificultad al principio, ha entrado de leno en Ia conciencia y en la teologia cristianas del matrimonio *. 2, Sentido antropologico y cristiano del amor conyugal Situado el amor conyugal en el nticleo configurador de la pareja humana, conviene anotat su importante riqueza significative. Tanto la antropologia como la teologia han puesto de relieve la densidad real del amor conyugal. a) Antropologia del amor conyugal * La riqueza antropolégica del amor basado en la conyugalidad se pone de " Gaudiums et Spes, n. 48. 2 Cfr.J. O'Riordan, Evoluzione della teologia del matrimonio, Asis, 1974 3M. Nédoncelle, Vers une métaphysique de l'amour, Patis, 1946; J. Guitton, L'amour Aumain, Patis, 195%, P. Tillich, Liebe, Macht, Gerechtigkeit, Tubinga, 1955; J. Ortega y Gasset, Estudios sobre el amor: Obras completas, V. Madrid, 1955°, 549-626; G. Thibon, Sobre el amor ‘Marciano Vidal manifesto al consideratlo en sus variadas vertientes. Baste recordar las siguien- tes perspectivas En primer lugar, las notas que definen al amor conyugal frente a ottas formas de amor hacen de él una realidad privilegiada. Es un amor libre, es decir, nacido del encuentro gratuito entre dos personas no condicionadas previamente, como sucede en el amor paterno/filial o fraternal. Es un amor fo- talizador, no en el sentido de una posesi6n exclusivista sino en la forma positiva de una donacién total y definitiva. Es un amor fecundo, con la fecundidad ptopia de todo ser viviente: propiciando la continuidad de la especie desde la originalidad inalienable del individuo. Es un amor fundamentado en la prome- say en la decisi6n, en cuanto que supera el caracter momentaneo de la pasion y se sitda en el nivel de la infinitud y de la eternidad. Es Fromm quien resalta de un modo particular la Gltima nota que acabamos de seftalar en el amor conyugal ‘. Para Fromm el prototipo del amor es el amor fraternal: «la clase mas fundamental del amor, basica en todos los tipos de amor, es el amor fraternal» ». Entiende pot amor fraternal el «sentido de res- ponsabilidad, cuidado, respeto y conocimiento con respecto a cualquier otro ser humano, el deseo de promovet su vida» 6; descubre en él de un modo proto- tipico la ausencia de exclusividad: no esté restringido a una sola persona. Por el contratio, el amor er6tico es pata Fromm el polo contratio; su nota especifica es «el anhelo de fusién completa, de unin con une Gnica persona. Por su propia naturaleza, es exclusive y no universal, es también, quizés, la forma de amor mas engafiosa que existe> " Para vencer las ambigtiedades del amor erdtico sitéa Fromm en él un factor importante: la vo/untad. «Amar a alguien no es meramente un sentimiento poderoso, es una decisi6n, es un juicio, es una promesa. Si el amor no fuera mas que un sentimiento, no existirfan bases para la promesa de amarse eternamen- te. Un sentimiento comienza y puede desaparecer. ;Cémo puedo yo juzgar que duraré eternamente, si mi acto no implica juicio y decision?» *. El amor conyugal, iniciandose y baséndose en el amor er6tico, lo transcien- de. Por eso tiene todas las singularidades y calidades del amor erdtico, pero transcendidas por la fuetza del encuentto interpersonal en la promesa y en la decision. Pot ser amor heterosexual participa de la tendencia a la fusi6n total y exclusiva, pero por ser amor de amistad se abre al horizonte de lo universal y de umano, Madtid, 1961; P. Lain Enualgo, Teoria y realidad del otro, I, Madrid, 1961, 177-184; 1d, Sobre le amistad, Madrid, 1972; E, Fromm, Earse de amar, Buenos Aires, 1966; Stendhal, Def ‘amor, Madtid, 1968. 4 Fromm, 0. ¢., 67-72 > Ibid., p. 61 6 [bid., p. 61. 7 Ibid, p. 67 * Ibid. p71. El amor conyugal ala luz de la antropologia y de la fe ctistiana lo eterno, Esta complejidad del amor conyugal lleva a Fromm a hacer la siguien- te anotaci6n prictica: «la idea de una relacién que puede disolverse facilmente si no resulta exitosa es tan err6nea como la idea de que tal relacién no debe disolverse bajo ninguna circunstancia»?. La segunda perspectiva que ilumina la realidad antropol6gica del amor conyugal se sitéia en la condicion de encuentro heterosexual. El amot conyugal nace del «enamorasse» y se prolonga en cl «estar enamorados». El enamoramien- to es la raz6n del amor de amistad heterosexual, que es la definicién del amor conyugal. El encuentro heterosexual se cataloga entre las formas especiales de encuen- tro con el ), pero al mismo tiempo vivida con horizonte de infinitud. Se pueden aplicar al amor conyugal dos condiciones que Lain Entralgo descubre en el en- cuentro de enamorados: el cardcter ". El caracter hiperbolico del amor conyugal esta subrayado con las expresiones de! «todo» y del «siempre», que denotan la apetencia y la decision de infinitud. El cardcter adverbial condiciona al amor conyugal en tres direcciones: el eaquér, el «asi» y el «ahora» ®, Ha llamado siempre la atenci6n esta condicién temporal y eterna del amor conyugal. Condici6n que se relaciona estrechamente con el ca- acter exclusivo y definitivo del mismo amor conyugal — No podemos dejar de sefialar, por Gltimo, la tensién que se origina en el amor conyugal al tener que ser vivido al mismo tiempo como vida de la pareja y como origen de la institucién matrimonial, Pero juzgamos que no pertenece al cometido de las presentes reflexiones entrar en la discusi6n de este aspecto. Con las anotaciones anteriores Sobre las notas especificas del amor conyugal, sobre el contenido de encuentro enamorado y sobre la riqueza tensional de la vida de la pareja creemos haber sefialado las principales vertientes del signifi- cado antropol6gico del amor conyugal b) Teologia del amor conyugal Para el creyente, el amor conyugal recibe un sentido nuevo desde el hori- © Lain Entralgo, 0. 6, Il, pp. 178-181 Anotamos la definicién que da Lafn Entralgo del encuentto heterosexual: «Un hombre ena- morado ¢ un ente sexuado, menesteroso ¢ hiperbélico, que a través de un “aqui”, un “ast” y un “ahora”, vive de manera absorbence y exaltada una necesidad de comunicaci6n espiritualy fisca con determinada persona de otro sexo» (0. ., Il, p. 181), 2 P. Grelot, Le couple bumain dans l'Escriture, Paris, 1962; A. Hortelano, Yo-td, comunidad de amor, Madrid, 1969; 14., Teologia y moral del amor: Moral y hombre nuevo, Madrid, 1969 pp. 115-128; A. M. Dubatle, Amor y jecundiidad em la Biblia (Madrid, 1970); G. del Olmo, sLa imagen de la pareja y del matrimonio en la Sagrada Escrituran, en Iglesia ving, n.°s 64/65 (1976), Pp. 363-390 (con bibliografia) Marciano Vidal zonte de la fe. Sin cambiar la realidad antropol6gica del amor conyugal, la fe lo introduce en un ambito nuevo de referencias. Citiéndonos a la Sagrada Escritura, anotamos las siguientes referencias ju- deo-cristianas en relaci6n al amor conyugal: 1. Lacondicién prototipica del amor conyugal en el relato de la pareja inaugural Los primeros capitulos del Génesis tratan de deseribir, con rasgos rapidos pero seguros, la condicién humana prototipica®. Por lo que respecta al amor conyugal lo vemos descrito en los dos relatos de la pareja inaugural El relato més antiguo (J) pone particular interés en sefialar los siguientes as- pectos: 1) la necesidad de relaci6n interpersonal en el hombre; no esté llamado el hombre 2 vivir en soledad, sino en didlogo de amor interpersonal: «No es bueno que el hombre esté solo» (Gen. 2,18a); 2) el diflogo de amor supone la igualdad; para que pueda darse una relaci6n interpersonal el hombre tiene que amar a otro «semejante a él que le convenga y le completes (Gén. 2,18b); por eso la mujer es de la misma naturaleza y dignidad del hombre, tal como se des- prende grificamente de la escena del desfile de los animales ante Adan (Gén. 2, 19-20); Jos animales pueden hacer compafifa al hombre, pero no pueden entrar en comunién con él; 3) el relato de la formaci6n misteriosa de la mujer (Gen. 2, 21-22) indica la necesidad de Ja integracion de los dos seres para en- contrar la complementariedad de la integracion de los dos seres para encontrar Ja complementariedad y totalidad del ser: «Esto si que ya es hueso de mis huesos y carne de mi carne (Gén. 2,23); 4) el didlogo de amor busca la unin y se realiza en la unidad: Por eso dejara el hombre a su padre y a su madre, se adherird a su mujer y vendrén a ser los dos una sola carnes (Gén. 2, 24-25); aparece asi el matrimonio monogémico como situaci6n perfecta del amor con- yugal. El otro relato (P) insiste de una manera particular en los puntos siguientes: 1) elhombre es imagen y semejanza de Dios: «Y cre6 Dios al hombre a imagen y semejanza suya» (Gén. 1,274); y a continuaci6n afiade: «macho y hembra los cte6» (Gén, 1,27b); la sexualidad en cuanto tal es un aspecto integrante de esa «semejanza> que el hombre tiene con Dios; 2) el redactor sacerdotal vuelve a insistir en la iguafdad de los cényuges, al provenit del mismo acto creador de Dios (Gén. 1,27b) y al compartir el mismo dominio sobre la creaci6n (Gén. 1, 28-29); 3) pero el aspecto que més llama la atenci6n al redactor sacerdotal es el de la fecundidad: Proctead y multiplicaos» (Gén. 1,28). En estos dos relatos tenemos descrito el prototipo del amor conyugal, tal 7 R. Koch, la condition de l'homme d'aprés I’Ancien Testaments, en Studia Moralia 4 (1966). pp. 115-139. Bl amor conyugal a la luz de la antropologia y de la fe ctistiana como ha sido «creado» o formulado por Dios. Esa es la revelaci6n de la realidad del amor: los diversos aspectos del amor no estén disociados sino integrados para constituir la perfeccién de un amor interpersonal, sobre la base de la igual- dad y con la dindmica de Ja fecundidad. 2. Elamor conyugal en la teologia de los profetas La teologia de los profetas marca una etapa nueva en la revelacién biblica del amor conyugal. Este adquiere un carcter religioso al ser introducido en el ambito de la alianza, Los profetas se sitven de la comparaci6n del matrimonio conyugal para explicar las relaciones de Dios con su pueblo. Yahvé es el esposo y el pueblo es la esposa. El drama de Ja pareja humana, drama de amor y de infidelidad, de fecundidad ¢ infecundidad, es la mejor comparaci6n para en- tender el drama de las relaciones de Dios con su pueblo. Los pasajes proféticos que desarrollan este tema son de una belleza literatia y de una profundidad teolégica impresionantes: Os. 1-3; Jer. 2, 20-25; 3, 1-5; 31, 2-6; Ez. 16,23; Is. 54, 60-62. ; Peto no hemos de entender esto a simple nivel de comparacién, El amor conyugal, al entrar dentro del mbito de la Alianza, queda transformado. Tiene ahora un arquetipo divino que ha de realizar: el amor de Dios para con su pueblo. Cuando la pareja de Israel vive su amor sabe que realiza el misterio del amor de Dios con su pueblo. Las cualidades del amor (fidelidad, entrega, exclu- sividad) y los fallos en el mismo (infidelidad, prostitucién de la esposa, etc.) reciben una valoracién nueva: la valoraci6n religiosa de la historia de salvaci6n. Si inicialmente el amor conyugal sirve de comparaci6n para expresat las re- laciones Yahvé-pueblo, esta evocaci6n de la alianza arroja una luz retrospectiva sobre la realidad humana que le sirve de punto de partida. El ideal del amor conyugal no se encuentra solamente en el prototipo de la pareja inaugural sino también en el arquetipo del amor divino. Esta intuicién de los profetas seri profundizada por san Pablo al relacionar el misterio de Cristo-Iglesia con el misterio de amor cristiano de esposo-esposa. 3. Larevelaci6n plena en Cristo La revelaci6n cristiana viene a completar el misterio del amor conyugal en las dos lineas que vemos en el Antiguo Testamento: en la linea del prototipo de Ja pareja primera y en la linea del arquetipo del amor divino. De este modo se cumplen también aqui las leyes de relacién entre la antigua y la oueva alianza: ley de continuidad y ley de perfeccionamiento. La actitud de Jestis frente a la institucién del matrimonio es exigir el cum- plimiento del ideal de amor que existia «desde el principio» en la pareja ideal y Marciano Vidal primera y que, por condescendencia pedagégica ante la «dureza de coraz6n», Dios no habia querido exigir. La ensefianza de Jestis se coloca en la linea de querer Hlevar a realizaci6n plena la realidad del amor tal como est4 dado por el Creador. En eso no es un innovador, sino un instaurador. El pasaje fundamen- tal es Mt. 19, 3-12; Mc. 10, 1-12. El amor conyugal recibe, ademas, su perfecci6n cristiana en la linea del ar- quetipo del amor divino. Si en el Antiguo Testamento el matrimonio conyugal recibi6 una iluminaci6n nueva al pasar a set en la predicaci6n profética imagen de las relaciones de Dios con su pueblo, ahora en la revelaci6n cristiana esa cla- tidad es plenificada al entrar en el Ambito de la alianza de Cristo con la Iglesia, cuya realidad es «tipo» (= misterio grande); el pasaje de Gén. 2,24 ilumina la realidad del amor conyugal elevandolo a una altura increible. Ademés de las dos perspectivas sefialadas, la revelaci6n cristiana aporta una iluminaci6n especial al amor conyugal desde la teologia de la virginidad. El Nuevo Testamento nos descubre el misterio genuino del amor conyugal y nos tevela el gran misterio del amor virginal. Pero hay algo mas: estas dos facetas del amor —el conyugal y el vitginal— no son independientes, sino que guardan una relaci6n estrechisima. No se entienden si no es en relacién mutua. ‘Tanto el amor conyugal como el amor virginal tienen una fuente Gnica: el mis- terio de Cristo en cuanto misterio de amor virginal y nupcial con Ia Iglesia. El misterio del amor de Cristo a la Iglesia tiene dos traducciones institucio- nales en la vida del cristiano: la institucién matrimonial y la institucién virgi- nal. El misterio de Cristo no se puede traducir en la vida cristiana solamente por una de esas dos instituciones; precisa de las dos. Los corintios, en raz6n de la novedad radical del tiempo cristiano, querfan poner fin al matrimonio; pero san Pablo, en 1 Cor. 7, les recuerda que el matrimonio sigue teniendo sentido, pues, aunque «la figura de este mundo pasa» (1 Cor. 7,31), durara hasta el retorno de Cristo; pero el mattimonio debe set . La raz6n de todo esto es que tanto los casados como los célibes realizan el mistetio de Cristo, que es, en unidad inseparable, misterio de amor fecundo y de amor virginal. Esta relacién mutua —diriamos dialéctica— entre el matrimonio y la virgi- El amor conyugal ala uz de la antropologia y de fa fe crstiana nidad es un punto de vista muy tradicional #, pero ha sido puesta de relieve particularmente en los Gltimos afios ®. Es una visién que aportara gran luz a la mistica y a la moral, tanto del matrimonio como de la virginidad. 3. Los problemas del amor conyugal hoy A la luz que proyecta el precedente esbozo de antropologia y de teologia vamos a constatar ahora los problemas que tiene planteados el amor conyugal en Ia actualidad. La ética ctistiana tradicional centré su atenci6n en tres cualidades, © propie- dades, del amor conyugal: la monogamia, la fidelidad y la indisolubilidad. En consecuencia la problematica, o la «patologias del amor conyugal, era reducida a tres situaciones descritas con tres términos fuertes: poligamia, adultetio, di- vorcio Creemos que los problemas de! amor conyugal presentan en Ia actualidad una diversificaci6n més matizada, Por otra parte, a la hora de describir las situa- ciones problematizadas no debe prevalecer una consideracién excesivamente moralizante. De ahi que sea necesatio hacer una descripcién no abstracta sino a partir de los nticleos reales de donde brota actualmente la problematicidad del amor conyugal. Reconociendo que existe una notable diversidad por raz6n de la edad y de la situaci6n social de las distintas parejas, creemos sin embargo que los problemas del amor conyugal se centran hoy, en términos generales, en los siguientes as- pectos de su realidad, que no intentamos desarrollar ampliamente sino tinica- mente anotar: a) El «comienzo» del amor conyugal Los comienzos del amor conyugal se encuentran estructuralmente proble- matizados hoy. No se trata de las dificultades personales de las patejas singu- larmente tomadas, sino de Ja estructura en que acaece el inicio del amor con- yugal. Es cierto que han sido superadas formas historicas deficientes: comenzat la vida de la pareja con total «desconocimiento» mutuo y de la realidad en 22 Cfr. Clemente Alejandrino, Stromata, 1, Il, c. XI (pg. 8, 1190) % Cf J. Mogenet, «Mariage et vitginités, en Eudes 250 (1946), pp. 322-332; P. Grelor, «Le ‘couple humain selon la Sainte Ecritures, Le Supplement, 57 (1961), pp. 183-195; H. Rondet, Intro- auction a la Théologie du mariage, Paris, 1960; X. Leon-Dufout, «Mariage et continence: a la recontte de Dieus. Memorial A. Gélin, Le Puy, 1961, pp. 319-329: Signification shéologique de mariage et di célibas consacré: Mariage et célibat Paris, 1965; pp. 25-38; G. Martelet, «Mariage, “amour et sacrament: NRT 85 (1965), pp. 977-597; H. Thutian, Matrimonio y celibato, Zaragoza, 1966. Marciano Vidal cuesti6n; iniciar el matrimonio por razones de «conveniencias de los padres o de los mismos cOnyuges, etc. Sin embargo, no podemos afirmar que las estructuras socio-culturales de hoy sean las mas adecuadas para un perfecto comienzo del amor conyugal. Como manifestaciones de la tproblematicidad en los comienzos del amor conyugal podemos constatar los siguientes datos de la realidad social: — la pérdida de contornos estructurales y hasta de funcionalidad social y personal del hasta hace poco llamado «noviazgo>. — la tendencia hacia la normalidad sociol6gica, sobre todo en determina- dos ambientes, de las relaciones sexuales preconyugales. — el aumento de los cencuentros» esporidicos y pasajeros entre los jévenes sin compromiso interpersonal ni mucho menos social. — Ia existencia de formas vinculantes, paralelas y alternativas a la realidad del matrimonio, que no se autojustifican por la referencia actual o futura al amor conyugal (comunas; experiencias de «pisos» compartidos, etc.). Estos y otros factores sociales problematizan el amor conyugal en sus comienzos. Sin pretender un retorno a modelos superados, cteemos que la situaci6n presente no es la més adecuada para un inicio perfecto del amor conyugal ; b) Las crisis inherentes a la condici6n evolutiva del amor conyugal El amor conyugal una vez iniciado, no acaece todo entero y de una vez. Por el contratio, es una realidad en permanente despliegue y evolucién Por faz6n de su condicién evolutiva es normal que surjan crisis mas 0 menos agudas. Prescindiendo de las formas concretas en que las parejas singulares viven las crisis de su evoluci6n interrelacional, podemos sefialar algunas situa- ciones tipicas que suelen provocar una vatiaci6n critica en el amor conyugal. He aqui las principales situaciones que conilevan una crisis en el amor con- yugal: — el necesario abandono del sistema de vida de la familia de procedencia de cada cOnyuge y Ia constitucién de otto nuevo adaptado a la pareja recién constituida suele ser el primer factor de crisis en el recién estrenado amor con- yugal; coincide esta primera etapa con el aprendizaje de los nuevos roles de marido y mujer, aprendizaje no carente de dudas, de angustias, y de retornos momentineos a dependencias parentales anteriores. — la presencia del primer hijo, sobre todo si acaece al comienzo del matti- monio, origina una nueva crisis en el amor conyugal; a la condici6n de pareja se afiade ahora la de padres, modificando bastante las relaciones propias del amor conyugal. 66. El amor conyugal ala luz de la antropologia y de la fe ctistiana — Ia escolarizaci6n de los hijos supone también variaciones notables en la vida de la pareja. — otros momentos ctiticos para el amor conyugal suelen coincidir con el casamiento de los hijos, con las ngrmales alteraciones de la biologia sexual de la mujer y del hombre, y con la aceptaci6n de la vejez. No juzgamos nécesario desatrollar mas este aspecto de las crisis del amor conyugal provenientes de su condicién evolutiva; es un tema suficientemente formulado por los estudiosos y una realidad suficientemente vivenciada por la parcja™. Sin embargo, no por eso dejamos de considerarlo como un nticleo importante de continua problematicidad en fa vida de la pareja y como un punto de particular atencibn en la educaci6n para el amor conyugal. ©) Laamenazada peculiaridad del amor conyugal Otra fuente de problematicidad para el amor conyugal es la amenaza que continuamente se ciesne sobre su peculiaridad. Con frecuencia la condici6n peculiar del amor conyugal se desvanece y da lugar a situaciones viciadas desde Ia raiz: — Como situacién extrema puede sefialarse aquella en que précticamente desaparece ef amor conyugal, al ser suplantado: a) por el amor parental (lo «pa- rental» absorbe a lo «conyugals); b) por el amor exclusivamente erético, que por eso mismo adquiere componentes posesivos de ciesto caracter sado-masoquista. — Sin llegar al extremo de la eliminacién del amor conyugal, su peculiari- dad puede quedar oscurecida por los miltiples mecanismos psicol6gicos que desvirtéian la autenticidad de la relaci6n tipica de la pareja. Si resulta problematica toda relaci6n interpersonal, mucho mis lo ser una relacién como la de la pareja que ha de ser: relacion de personas, relacion de amistad, y telacién basada en /a diferencia sexual. Todas las debilidades psico- logicas (angustias, obsesiones, fobias, etc.) adquieren un relieve lamativo al cexistir en la vida relacional de la pareja. Los psicélogos han estudiado deteni- damente los peligros a que esta expuesta la vida de la pareja ®. d) Contestaciones teéricas y comportamientos desviantes frente a Ia fidelidad y a la exclusividad del amor conyugal Ver, a titulo de ejemplo: J. Lemaire, Las conffictos conyugales, Bilbao, 1971; R. Massip, La armonia entre los esposos, Bilbao, 1971; M. Oraison, Armonia de la pareja bumans, Madrid, 1967; Vatios, La vida de la pareja, Bilbao, 1972. 2 Cf. F. Duyckaerts, La formacion del vinculo sexual, Madtid, 1966; F. Gare, Le pareja usmana constitusiva de a familia: 1a familia, diélogo recuperable, Madrid, 1976, pp. 243-261. Marciano Vidal Es una nota antropolégica y teologica del amor conyugal su cardcter de fi- delidad y exclusividad, Esta nota se ha convertido en ctitetio normativo dentro de la ética occidental cristiana. Ahora bien, pocos aspectos del matrimonio son tan contestados te6rica y pricticamgnte como éste en la actualidad. Conforme dice un reciente estudio sobre la sexualidad humana, . Si en generaciones pasadas las instituciones edu- cativas y vivenciales (tanto humanas como cristianas) se centraron en «lo pa- rental» y elo familiar, en el futuro deben cobrar mayor relieve las insistencias sobre elo conyugals. : En tétminos de «slogan» podriamos expresar lo anterior diciendo: «de la familiar al matrimonio», no para si sino para la entrega y el servicio. : La dimension de fecundidad es esencial al amor conyugal. Ahora bien, la fecundidad no se agota en Ia procreaci6n, ni siquiera en la educacién de los hijos. Tiene que alcanzar cotas mas elevadas de eproductividads, para emplear expresiones propias de E. Fromm. Sies cierta la acusaci6n, te6rica y real, de que el amor conyugal es la «tumba de la revoluciény, eso no depende del auténtico amor sino del falseado. La vida de Ia pareja es la potenciacién para la entrega mis plena al servicio de la trans- formacién social. Por otra parte, en la misma forma de plantear y de realizar la vida de la pa- reja se pueden sembrar las semillas de Ia auténtica revoluci6n social. Desde el amor conyugal, por ejemplo: — se puede propiciar la «revolucién femenina», mediante la igualdad de la pareja; —~ se puede apoyar la igualdad social, mediante la armonia en Ia comple- mentatidad de la pareja. El futuro del amot conyugal se mide decisivamente por la fuerza que pro- yecte en la transformaci6n de la realidad social. Por eso sefialamos esta opci6n dentro de las prioridades te6rico-practicas del amor conyugal. Como conclusi6n final de estas reflexiones, queremos dejar constancia una vez més de la importancia que otorgamos al amor conyugal como realidad n El amor conyugal ala luz de la antropologia y de la fe cristiana antropolégica y como horizonte cristiano. Pot eso pedimos una reinterpretaci6n antropolégica, tcol6gica, juridico-candnica, y pastoral de la pareja desde el néicleo fundamental del amor conyugal. Nota biogréfica Marciano Vidal. Redentorista. Nacié en 1937. Es profesor en el Instituto Superior de Pastoral y en el Instituto Superior de Ciencias Morales de Madrid. Autor de: Teologéa del amor y Ja sexualidad, Salamanca 1969; Moral de actitudes, Madrid 1972; El nuevo rostro de la moral, Madrid 1976; Modelos de una ética cristiana, Madtid 1977. enos la direccién de personas interesadas por Communio. confrontacion «La cafne es triste»: Notas para un estudio sobre el amor en la literatura contemporanea por José Luis Martin Descalzo Intentar encerrar en unas pocas paginas el papel del amor en la literatura es algo tan imposible como meter el mar entero en el hoyito del que hablara san ‘Agustin. Realmente no seria exagerado afirmar —como ha hecho Rodriguez Alcalde— que cla literatura se ha reducido a infinitas variaciones sobre un tema finico: Adan y Eva entrelazan sus manos, en pos de la felicidad o de la muerte, a lo largo de todos los tiempos y a través de todos los climas». Realmente la his- toria de la literatura amorosa coincide casi con la de la literatura, ya que el amor es el denominador comin de la casi totalidad de la literatura universal. Bl est —como centro 0 como parte muy viva— en todas las novelas, obras de teatto, poemas que se escribieron, sobre todo si el amor se concibe con suficiente gran- deza. Incluso es significativo ver como, a lo largo de toda la historia, han ido hundiéndose obras literarias que se juzgaron imperecederas, monumentales, mientras se legaban a las generaciones siguientes pequefios poemnas, pequefias historias de amor entre un hombre y una mujer. Un tema te6ricamente tan breve ha ido encontrando una inacabable gama de variaciones que van desde el miis alto idealismo de los suefios plat6nicos hasta la mas sucia cloaca de las des- ctipciones er6ticas. Y no hay indicio de que este rio vaya a perder su fuerza como fuente de inspiraci6n literaria. Pensar que el mundo modetno —mucho mas evolucionado y més frfo, mucho més preocupado por grandes aventuras sociales y colectivas— vaya a desertar de ese campo, es ignorar la naturaleza hu- mana. Hoy, concretamente, como sefiala el autor citado, estamos «ante una evolucién, no ante una decadencias de la tematica amorosa en la literatura. Una evolucién, por lo demis, evidente. La novela o la pieza teatral de amor en el siglo XX poco tiene que vet con sus hermanas del siglo XV y aun del diecinueve. No encontraremos hoy ni los planteamientos esteticistas de las no- velas pastoriles de amor del XV, ni las efusiones romanticas del XVII, ni las «La carne es tristes: Notas para un estudio sobre el amor en la literatura contempotinea formas tefinadas e intelectualizadas de principios del XIX, ni el mundo voleéni- co, enloquecido y arrollador de las grandes novelas de Dostoyevski o de Tolstoi. Creo que valdra la pena sefialar al menos las grandes constantes de este cambio y las coordenadas en que se sittia la novela amorosa de nuestro siglo (y en parecida medida del teattos la poesia y el mismo cine). Las mas significativas pueden ser las siguientes: 1) En primer lugar lo que podriamos llamar /a democratizacién del amor. Précticamente hasta el siglo XIX el amor parece un asunto de la nobleza o de los reyes. S6lo ellos parecen tener licencia para enamorarse, para dedicarse a dis- fratar emociones y sensaciones que estén vedadas a la plebe, que bastante tiene con ttabajat. El amor se presenta como un Articulo de lujo. Sélo los muy des- ocupados pueden dedicar su tiempo al dolor de las contradicciones amorosas. Hay, si, al margen de los nobles, amores protagonizados 0 por pastores 0 por bohemios, pero obsérvese que se trata también de clases de algtin modo des- ocupadas, convencionales, ajenas a la lucha cotidiana por ganar el pan. Cuando Flaubert elige para heroina de una de sus novelas a la esposa del sefior Bovary, un médico rural, elige atin a una desocupada, pero esti entrando ya en un terreno desconocido, que miles de esctitores desartollarin mas tarde. Para ellos el amor set pasién sentida por toda Ja humanidad y apareceri mez- clada al trabajo, a la lucha, a la vida real y diaria, Consiguientemente la novela de amor perderé muchos de esos galanteos caballerescos, muchos de los retorci- mientos que Ja caracterizaban antafio. Es significativa la pregunta que unos alumnos de Andre Maurois hacian a su profesor cuando éste escribia novelas en la linea tradicional; «gPero es que sus personajes no tienen nada que hacer? ¢En qué trabajan, de qué viven si se pasan las horas con sus torticulis de amor?» 2) La segunda gran variante afecta a Jos desenlaces. Toda novela o pieza teatral anterior al siglo XIX que planteara problemas amorosos estaba abocada a dos tinicos posibles desenlaces: los personajes o se casaban (tras vencer innume- rables peripecias y dificultades) o morfan trigicamente, uno o quizé los dos. El amor tenia, asi, siempre un final 0 gozosamente feliz o tragicamente exaltante. Jamés existian, en cambio, las infinitas formas de desamor que inva- dirin 1a literatura contemporanea; menos conocerin los amores que se extinguen, quiz4 grotescamente, sin pufiales ni tragedias. Aun los amores no correspondidos posefan en la antigiiedad una grandeza tragica que era, en defi- nitiva, una forma de amor. Con lo que el amor era siempre una pasi6n exaltan- te y jamas ambigua. Mucho menos conocian esa incomunicacién que tan tipica es de Ja literatura contemporanea. 3) La tercera gran caracteristica de la «nuevas literatura amorosa sera /a in- vasin brutal, realista, amarga, cruel, de la carne. Hasta el realismo del siglo XIX el amor es, ante todo, un fenémeno casi siempre intelectual. La carne que- daba relegada tinicamente o para las obras butlescas 0 pata ese cierto tipo de li- teratura erética clandestina que siempre existi6. José Luis Martin Descalzo Adin el realismo del XIX no conoceri las desctipciones concretas del acto sexual. Se tratari —Flaubert, Dostoyevski— de simples alusiones con las que el lector puede intuir o imaginarse «algo», pero aun esto permanece casi siempre en la ambigiiedad. El giro es, en este campo, de 180 grados. Atin en las obras menos er6ticas, menos carnales, el escritor contemporinco —y no digamos el cine— acude ala descripcién detallada o minuciosa, 0 a mostrarlo visiblemente. EL amor plat6nico ha sido encerrado en el arc6n de las siete llaves. Hl escritor de hoy —y el hombre contemporineo— entienden dificilmente un amor que antes o después, de no tratarse de circunstancias muy excepcionales, no se reali- ce en la carne, : Y¥ no s6lo esto: en el amor literaturizado contemporaneo hay un claro pre- dominio de los factores carnales sobre los espitituales. Es la carne y no la mente quien lo conduce, y es la carne y no los retorcimientos psicologicos quien crea sus problemas, enloquecimientos y desencantos. Algdn novelista ha llegado 2 plantear el amor como un simple «contacto entre dos epidermis». Incluso puede decirse que hoy por cada obra de amor espiritual sin carne, hay mil de carne sin sentimiento espiritual alguno. 4) Otra de las grandes novedades ¢s la invasi6n de la literatura por parte de Jos amores ambiguos o abiertamente turbios. Lo que antiguamente se huia 0 se aludia veladamente, lo que asust6 a los mismos grandes realistas Zola y Balzac, hha adquirido hoy papeles casi protagénicos. Casi se ditia que la homosexuali- dad es la gran moda de las dltimas décadas. Y junto a ella el lesbianismo, el incesto, incluso las diversas formas de animalismo, han entrado en obras incluso literariamente importantes. Y no s6lo para condenar tales desviaciones del amor, sino para defendetlas 0 al menos describitlas comprensivamente 5) Consecuencia tal vez de esta serie de coordenadas sea la quinta que po- driamos resumit en el inmortal verso de Mallarmé: «La came es triste». No hay —salvo muy pocas excepciones— en la literatura de amor moderna, aquella alegria dionisiaca, aquella exaltacién tan tipica del Bocaccio 0 de las obras teatrales o novelescas de amor barrocas. La carne de los literatos actuales no conoce los brillos de oro de los hermosos cuerpos de Tiziano 0 Veronese. Son cuerpos tristes que sirven mas de frontera entre los hombres que de medios de comunicacién humana. Y no porque se vea en la carne forma alguna de «pe- cado», sino por una casi radical desconfianza en el sexo como algo s6lido, ilumi- nado o duradero. Se ditia que el esctitor actual —zo el hombre modetno?— hubiera caido en su propia trampa tras haber creido tan desaforadamente en el sexo. En los casos més optimistas de Ja literatura contemporanea el amor es un riesgo, en los mis es una decepci6n, una fuente de ambigitedad y desencanto. En los mas pesimistas, el amor es la nausea, en los més, simplemente el cansan- cio, Ja vulgaridad o Ia amargura. No son demasiadas las excepciones a esta 6 . Luego solo deja sed y amargura Violencia son también los amores de Hemingway: amores draméticos que arden en una guetra, en un momento de aventura, pero que siempre acabarén destruidos por una realidad que es més fuerte que ellos. Y algo parecido habria que decir de la obra de Malaparte o de Gunter Grass. 5) Sexo. Sexo. Sexo. Aqui cabtia el grupo de escritores pata quienes el amor ¢s sexo, s6lo sexo, carne, s6lo carne. Sera D. H. Lawrence el portaestandarte de este grupo y E/ amante de Lady Chaterley la biblia de esta gran corriente er6tica. Lawrence ha querido set —y en parte ha sido— el gran poeta del acto carnal. Aqui no hay velos, sugerencias. Hay un culto al cuerpo, una borrachera de sexualidad en la que se pretende hacer arder de entusiasmo al alma y al cuerpo en una misma hoguera. Pero ni la enorme fuerza vital del escrito puede impedir que ese entusiasmo erdtico des- emboque en muerte, en un amargo sabor de ceniza en los labios. Mas prosaico, mas negro, més brutal es el gran faraén de estos momentos, Henry Miller. Aqui estamos en Ia versién literatia de la mas baja obscenidad, en la escatologia sin frenos y en el intento —no logrado— de llegar a una meta- fisica del sexo, 2 una salvaci6n del ser humano a través del acto carnal entendido como un sacramento blasfemo. Pero tampoco esta vez basta la fuerza poética de Miller para impedir que todo sea frio, triste, repugnante, desolador. Esta vez en los labios hay un sabor a basura. No descendera en lo formal tan bajo ese enorme novelista que es Alberto Moravia. Pero también en toda su obra chapotearemos en un lago de sexo triste, leno de mentiras y traiciones. Moravia ha recortido todas las sendas de la inmo- talidad: la homosexualidad, la corrupcién de menores, la impotencia, la pros- titucién, el adulterio. Pero el final undnime serd el desencanto y la tristeza. 6) Los amores torcidos. Seta Proust el iniciador de la gran moda literaria que se centra en la homosexualidad. Larreta ha sefialado acettadamente que «Proust pas6 el dedo por el brazo de su sill6n aristoctatico y llev6 el polvo eco- gido a su microscopio: {Qué prodigiosa danza de bactetias hubo de descubrit!» En Proust toda esta danza quedari retubierta por el milagro de la perfeccion absoluta de su estilo, por su delicadeza que insintia y nunca escandaliza, por la matafia prodigiosa de sus andlisis psicol6gicos. Pero ya abi descubriremos la total desolacién de ese mundo en el que el alma parece no existit y mucho menos cualquier latido —aiin Iejano— de Dios 0 la trascendencia. La carne es tristes: Notas para un estudio sobre el amor en la literatura contemporinnea Con Gide la moda dara un paso més, aunque también esta vez la enorme y pérfida inteligencia del esctitor sabra bordear los limites del escindalo sin asustar demasiado a los lectores, pero sin dejar por ello de convertic la mayor parte de su obra en un canto permanente a los amores homosexuales. El tercer paso lo dara Genet, el pocta maldito de un mundo de tinieblas, bellisimo y macabro, obsceno y elegante, fulgurante y hediondo. Nuestra Sefto- ra de las Flores (recientemente convertida en espectéculo por Lindsay Kempf) Pompas fanebres, El Milagro de /a Rosa nos conduciran a un mundo de inverti- dos, masoquistas, sidicos, matones, chulos, rufianes, traidores y desertores que, aun tocado por el ala magica de su surrgalismo poético, nos harén descen- der a charcas que dificilmente imaginabamos. Tras ellos, cientos. Se ha dicho que al menos e! 30 por ciento’de la novela que hoy se escribe y del teatro que hoy se representa se centra en el tema de la homosexualidad —y no atacada, sino expuesta y mis bien defendida—. Puede que sea exagerado, pero no mucho. Y mas atin si se aflade que los otros «gran- des temas del momento» son el incesto, el sadismo, la violencia sexual y hasta el amor de una mujer con un robot. 7) EL amor social. El panorama seria, ciettamente, demasiado negro si hu- biera de concluir aqui, Pero esto no seria objetivo. Al lado de esta montafia de tristeza o de podredumbre habrfa que colocar otra larga lista —aunque menos larga— de escritores que buscan alguna forma de amor que eleve al hombre, Casi nunca —Ia verdad se ha de decir— referide al amor entre hombre y mujer. La desconfianza en la pareja es casi radical y con pocas excepciones entre los esctitores contemporaneos. Pero no faltan los grandes cantores de la amistad 0 del servicio del hombre a la comunidad humana. Citaré —aunque sea rapi- damente— sus nombres. El gran cantor de la amistad es Herman Hesse. Demian, Sindharta, Peter Camenzind son, en este sentido, obras inolvidables y ejemplos de la ayuda y la superacién que unos hombres pueden aportar a otros. En la misma linea habria que colocar ese milagro de Fournier que es E/gran Meaulnes, O El viejo y el mar de Hemingway. O toda la obra de Saint Exupery, La fe apasionada en el hombre, en la mejoria de la humanidad resplandece en Ja obra de Camus y en las mejores novelas de Malraux. Tras el velo de una 4cida ironia encontramos también una profunda ternura por el ser humano y su necesidad de solidaridad en la obra del aleman Heinrich Boll. Pobre literaria- mente, pero con grandeza y pasion, canté Ja fraternidad Van Der Meetsch y, con claro aliento cristiano, Gilbert Cesbron. ‘También en esta linea se sitGa la cottiente del neorreatismo novelesco ita- iano (y gemelamente el cine de la misma denominaci6n) con las obras de Pra- tolini, Vitorini, Pavese y sobre todos— Silone. En Estados Unidos habra que recordar siempre el nombre de Steinbeck, con obras tan fraternales como Las uvas de la ira, La fuerza bruta o ese milagro de José Luis Martin Descalzo pequefia novela titulada La perla. Y, junto a él, al ternisimo William Saroyan, mucho menos famoso de lo que merece. @Habria que colocar en la misma linea a los novelistas del famoso «boom» Jatinoamericano? Si y no. Si por sus temas, no por su tono. El estilismo, el este- ticismo, la frialdad humana de la niayor parte de estos esctitores hace que escti- ban sobre temas de justicia y fraternidad como lo podrian hacer con un bistuti que fuese a la vez una pluma de pavo real. Aunque en un Sabato, Asturias 0 Rulfo estemos en zonas muy proximas al amor. 8) Elamor cristiano. Creo que he llegado ya a la pregunta que hubiera pre- ferido no formularme: ;Cémo es que no existe en nuestto siglo una gran novela u obra de teatro que pudiera presentarse como el paradigma ideal de la obra literaria construida sobre el amor cristiano? Antes de responder a esta pregunta habria que formularse otra que aclarase qué es verdaderamente el amor cristia- no y una segunda sobre hasta qué punto es teatral o novelable un amor asi. Sin intentar siquiera discusiones que serian infinitas, diré que entiendo por amor cristiano —no hablo ahora de amor a Dios, sino de amor entre hombres—, aquél en el que una pareja se ama en cuanto tales cristianos, busca conjunta- mente su plenitud de salvaci6n y la busca con una referencia explicita o implici- ta a Cristo. Un amor en el que pudiera decirse que verdaderamente el hombre ama a la mujer o ésta al hombre como Cristo am6 asu Iglesia. Partiendo de una definicién aproximativa como es ésta, creo que hay que afirmar honestamente con una negativa: no existe una obra paradigmitica, ejemplar que pudiera pre- sentarse como ejemplo y signo visible de ese amor. Un Bernanos 0 un Bloy —que tan bien supieron cantar el amor del hombre a Dios— practicamente ni intentaron siquiera una novela o una historia de amor. Eran otros los problemas que les preocupaban. O quiza simplemente no estaban dotados para ese tema. Charles Peguy si lo estaba: su propia vida per- sonal fue un ejemplo del desgarramiento que el cristianismo y la fe pueden poner en un amor. Pero nunca lo intent6 tampoco. 2Y Mauriac? El si, él dedic6 la mayor parte de su obra a presentar ejemplos de familias, relaciones entte hombres y mujeres, padres ¢ hijos. Pero prefirid mostrar las sombras del amor a sus luces. ¥ —salvo la excepcién de El risterio Frontenac— no puede decirse que haya en su obra un solo ejemplo de un ver- dadero amor cristiano. Paginas sueltas sobre ese amor podemos encontrar en algunos capitulos de Graham Greene —en E/ fin de la aventura 0 en El factor humano— en algunos rincones de la bellisima obra de Gertrudis von le Fort, en capitulos de Francis James o de Evelin Waught, en el Agustin de Malegue, en algunas escenas tea- trales de Diego Fabri. Pero en ninguno de estos casos pasa de retazos sin pro- fundizar. Tal vez Gnicamente en Ia obra de Claudel brilla el amor bajo la 6rbita del sacramento, especialmente en dos de sus mejores piezas teatrales: Particin de La carne es tristex: Notas para un estudio sobre el amor en la literatura contemporinea mediodia y Ef zapato de raso. La historia de Yse y Mesa en la primera y de Prouheze y Rodrigo en la segunda son —aun siendo dos obras de adulterio— las Ginicas en las que Ja sombra de Dios, la realidad del sacramento se proyecta sobre las almas de los amantes, desgarrandoles, pero también ensanchandoles y haciéndoles vivir. Mas, tampoco en Claudel encontratemos —salvo quiz4 en las bellisimas escenas de amor de E/ anuncio hecho a Maria—, la presencia pacificadora e iluminante de Dios fecundando un amor humano. Dejo aqui este rapido repaso y abro al lector algunas preguntas que me pa- recen importantes ¢ incluso pteocupantes: ¢Por qué el autor ha omitido en estas paginas citas de ejemplos espafioles? (Responder que por comodidad podria ser una escapatotia). Pero pido al lector que encuentre grandes obras de amor —aparte de algunos ¢ importantes ejemplos como La hojia roja 0 Cinco horas con Mario, de Delibes, 0 ese largo desencanto del amor que es toda la obra de Umbral— entre lo producido en las altimas décadas por nuestros escritores), O preguntas mas graves: ZEs que el amor ha sido tan definitivamente degradado en nuestro mundo cuando nuestros escritores —que pretenden set espejos de ese mundo— nos conducen por los caminos que hemos apuntado? ¢Son ya ¢l desencanto o la incomunicacién las dltimas salidas? Y sobre todo, una altima y angustiosa pregunta: ¢Qué hemos hecho del amor los cristianos? ¢Es que los escritores no saben descubrir su maravilla o es que ese milagro no existe para que ellos lo vean y cuenten? Ojala los compafieros que colaboran en este ndme- to logren ser menos pesimistas de lo que yo —por el tema que se me ha confia- do— me veo obligado a ser. Nota biogrfica José Luis Martin Descalzo, nace en 1930. Ordenado sacerdote en 1953. Como pe- tiodista ha sido redactor de E/ Norte de Castilla, La Gaceta del Norte y ABC. Director de las revistas Vida Nueva y Blanco y Negro. Ha publicado tres novelas: La frontera de Dios, El hombre que no sabia pecary Lobos, perros y corderos, y cuatso libros de pocmas: Fabulas con Dios al fondo; Camino de lacruz; Querido mundo terrible y Apocrifo. Ha es- ttenado cuatro obras teatrales: La hoguera feliz; A dos barajas; Magdalena y Segundo juicio de Galileo, asicomo vatias obras de ensayos teligiosos o periodisticos, Ra testimonio Reflexiones ante el documento de la Conférencia Episcopal Espafiola sobre el matrimonio y la familia por Juan Garcia Casellés Maria Victoria Moya* Para nosotros, como matrimonio cristiano, el documento plantea una serie de interrogantes, no tanto por lo que dice, como por lo que deja de decir ‘Aparte de lo generalmente conocido y ya publicado en la prensa, sobre las tensiones internas (que se traslucen en el documento como un deseo de avanzar y asumir los nuevos retos, al mismo tiempo que se permanece anclado en las formulaciones tradicionales) el documento nos plantea al menos tres tipos de cuestiones: a) sobre el concepto mismo de familia que subyace; b) sobre las re- laciones de familia y sociedad; c) sobre las relaciones entre la familia y la comu- nidad de creyentes 1. Sobre el concepto de familia Cuando se lee el documento lo primero que Hama la atencién es que para los redactores, la familia ¢s algo intemporal, inmutable, de alguna manera definido ya de una vez y para siempre. Pero para los que vivimos Ja familia, resulta que existen en nuestra realidad tipos muy distintos de familias, que en nuestra sociedad existen familias con muy diversas formas de convivencia y organizacién interna. Y no s6lo eso, sino que cada familia, en si misma, es algo tremendamente vivo, cambiante, algo que es hoy, que ya no es lo que fue ayer y que tampoco es lo que seta mafiana. El cambio natural, biol6gico, de los individuos que la forman, su interrela- cién ¢ interpenetracion, va modificando dia a dia el ser familiar. Al mismo tiempo se ve sometida al reto de lo social, que acttia a través de los individuos y + Matrimonio residente en Murcia. Trabajan en la industria 84 Reflexiones Conferencia Episcopal: matrimonio y familia las instituciones. Y pata una familia de creyentes, la fe es un fermento que, a través de un descubrimiento progresivo, va necesariamente modificando todo Jo anterior. Si, ademas, busca la familia en la historia los modelos que pudieran servitle, se encuentra con que la institucién ha ido cambiando lenta pero implacable- mente, y que nada de lo que fue sirve gran cosa para los momentos actuales. Pensemos en un tipo de familia donde Ja cultura ha crecido, la television es moneda corriente, la mujer trabaja, etc., etc. Creemos que este aspecto de la familia como algo dinamico y evolutivo ha escapado a los ojos de los redactores del documento, y quiza ello se deba a la antropologia subyacente : Estas consideraciones no son puramente te6ricas. Tienen, de hecho, una importancia clave En primer lugar, no aparece (0 no aparece suficientemente recalcado) el aspecto de la familia como fuente de crecimiento individual y colectivo. Es en la familia donde los individuos, de una manera especifica, realizan el aprendizaje del otto, y esto sobre todo para los cényuges. El amor a los otros (al otro) no es algo que esté dado sin més, sino que es algo que se «aprende> a través de un muy duro camino de sactificio y conversi6n. La familia es el lugar donde el otro, Ileno de imperfecciones y de grandezas, se nos presenta con una evidencia aterradora, donde el amor no es algo etéreo, sino algo muy real y doloroso, donde el compromiso con el hermano no puede ser nunca eludido Por ello, la familia impulsa constantemente el crecimiento humano y cristiano de sus miembros, lanz&ndoles constantemente hacia unas metas que algunas veces pueden ser elegidas por ellos, pero que, en la inmensa ma- yoria de los casos, vienen impuestas por la misma vida sin posibilidad de es- capatoria. Evidentemente, este tipo de problemética escapa al texto del documento. Y, sin duda, es esta misma problemética la que afecta de manera mas dura a la inmensa mayoria de las familias. @Cmo responder a situaciones para las que nadie parece tener respuesta? ¢Cémo la fe puede ayudar (si es que puede) 2 los cOnyuges cristianos, a las familias en las que algunos de sus miembros son cris- tianos? Nos hubiera gustado oir alguna palabra sobre esto. En segundo lugar, y como un aspecto parcial de lo anterior, creemos que en el documento no hay nada sobre algo que se ha vuelto pieza importantisima en la vida familiar: las relaciones sexuales de los conyuges. A través de nuestra propia experiencia, y de la experiencia de otros matri- monios, hemos podido constatar que el noventa por ciento de los dramas fami- liares tienen su origen ahi. Ante esta situacién, la sordera del documento a los gritos de los pequeiios, nos parece alarmante. 85 Juan Garcfa Casellés y Maria Vietoria Moy No basta con declarar lo que es 0 no licito. Parece que un documento de este tipo deberia entrar seriamente en el problema, aportando al menos la voz del dolor compartido. Entendemos que las relaciones sexuales en el matrimonio no son algo que aparece de golpe después del sacramento y que ya esta. Entendemos que las relaciones conyugales especificamente sexuales son una historia, un camino, un descubrimiento progresivo, algo por lo que hay que luchar, algo a conquistar por la pareja, que no va a setlo todo, pero que es parte importantisima del ser de la pareja, de su vivir como matrimonio. Muy acertadamente usa e! documento la palabra . Una familia como la actual, replegada sobre si misma, que mantiene ciertas relaciones de amor en su interior mientras actéia de forma egoista frente al resto de la sociedad, debe ser transformada profundamente pata poder, a partir de ella, constituir la comunidad de los creyentes. Entendemos que no basta con la existencia de uma liturgia familiar, ni siquiera con Ia actuacién de los movi- mientos familiares, sino que hay que echarle imaginacién al asunto. Una parte de la familia actual, 12 familia egoista debe desaparecer. Y para ello es im- portante que eso del cuidado de los hijos deje de ser considerado como tapadera de todo egoismo. Y aqui es donde pensamos que los obispos deberian haber marcado las diferencias entre una familia cristiana y una familia simplemente. Porque, nos parece, no todo lo familiar, por serlo, es ya cristiano. (Textos sobre el asunto hay en el Evangelio). Y hay actitudes de defensa cerrada de la familia que son antievangélicas. Necesitamos todos, especialmente los padres, un dis- cernimiento de lo que es amor a los dems y lo que es amor a si mismo. Porque cl amor a si mismo tiende a disfrazarse de amor familiar. Y desde ahi no hay quien sea capaz de construir comunidad de ninguna clase. Puede que haya lle- gado el momento histérico en el que la Iglesia deba pronunciarse claramente en contra de ciertas formas de «amor» y de «sactificio» que estén en contra del amor y del sacrificio. Pero de esto tampoco nos han dicho gran cosa los obispos. Quiz4 si empeza- 80 Juan Garcia Casellés y Maria Vietoria Moya ran a preocuparse por este tipo de problemas, luego habria menos dificultades en otros temas. Y para muestra, un botén, Y en una tema espinoso donde los haya, el del control de la natalidad Si se trata de juzgar lo licito 0 lo ilicito de determinados actos o conductas, gpor qué en vez de basarse en es6 de la naturaleza humana y otras cosas, no cen- tramos el asunto en el amor? Porque, si se piensa profundamente en ello, se puede Hegar exactamente a los sitios donde el episcopado quiere legar, pero ahora el mensaje se vuelve razonable ¢ inteligible. Ademés de exigente, claro. Porque, al fin y al cabo, del coraz6n del hombre... (Mc. 7, 14-23). testimonio El amor como compromiso por Un matrimonio de una comunidad cristiana de Oviedo Advertimos desde un principio que ni somos te6logos ni intelectuales, que somos alguien de esos miles de «dlguienes» que viven dia a dia formando huma- nidad, Por nuestras inquietudes, comentadas en la calle, romando un café, a la salida del trabajo 0 entre clase y chse, crey6 alguien que nuestra particular forma de vivir el matrimonio podria aportar algo nuevo, aunque no fuera mas que elementos para discutitlo. Y con toda la sinceridad, y, por supuesto, con todo el desorden y falta de rigor cientifico, os oftecemos estas reflexiones. En nuestra uni6n, viéndola desde la perspectiva que dan alrededor de trece afios, hubo un elemento principal y determinante: el deseo de un hombre y una mujer de vivir para siempre juntos. Raz6n: nos queriamos. No creo que exista nada més simple y sencillo que este planteamiento. Luego vinieron las racionalizaciones y, por tanto, los problemas. Uno era catolico practicante y otro marxista, en un tiempo en que esto parecia presupo- net por una parte, amar a Dios sobre todas las cosas y, por otra, prescindir de Dios en favor del hombre. Porque «el amor —y cito textualmente a Roger Ga- raudy— es un acto creador, incondicional: el acto mediante el cual franqueo, a requetimiento del otto, las fronteras en las que yo estaba retenido por mi indi- vidualismo», franqueamos una frontera aparentemente insalvable. En aquellos tiempos primeros partiamos del supuesto de que, por diferentes caminos, los dos quetiamos un mundo nuevo en que la lucha por la justicia y la libertad se hacian imprescindibles. A partir de ahi, nuestro tinico problema seria la educaci6n de los hijos: se les daba una educaci6n religiosa? Por supues- to. Un catélico de 1966 sabia muy bien que en este punto debia ser intransigen- te. Asi pues, sin admitir la discusi6n, la cuesti6n qued6 zanjada. ‘A partir de abi todo fue como una inmensa tela de arafia. Existe, si, un hilo principal que mantiene todo el tejido, pero entrecruzado por tal nimero de ov Un matrimonio de una comunidad cristiana de Oviedo hilos que en muchos momentos se ha hecho dificil ver y mantener el guia. Si el sacramento del matrimonio es hacer participar a la pareja de la vida divina; si Dios es el algo inagotable que nos descubre siempre el mas all y lo més profundo, por las experiencias vividas sé que en ése camino andamos. Pero para ello hemos tenido que despojarnos de un ctimulo de actitudes y cteencias limitadoras que s6lo han sido posibles a partir de un compromiso radical con los hombres, de impregnarnos de sus necesidades y luchas, de padecer sus miedos y esperanzas, de bucear de lleno en sus dudas y en sus «palos de ciego» buscando la verdad. Muchos de los que lean esto, y sobre todo las, mujeres, comprenderdn hasta qué punto la educaci6n tradicional en relacién al matrimonio nos marcaba el limite de nuestras posibilidades en el compromiso, del tipo que fuere. La mujer, en la sociedad de 1966, tenfa muy claro su papel, al menos te6ricamen- te: deberia estar sometida al var6n, apoydndole en sus necesidades, asumiendo las tareas propias de su sexo y teniendo los hijos que Dios le diera. Por contra, el hombre, educado en la conciencia clara de jefe, debfa ejercer de tal, con la exal- taci6n del egoismo e individualismo que esto supone. En el contexto anterior nuestra unién comienza a encontrar sus primeras dificultades. ¢Cémo compaginar el cliché que la sociedad impone, con las in- quietudes de un hombre comprometido politicamente y de una mujer educada en la més estricta moral catélica pero que, en la maduracién de su fe, ve imprescindible ser consecuente con el Cristo de los oprimidos, de los pobres, con el Liberador? Una cosa fue haciéndose cada vez mis clara, La familia no debia ser un algo que se bastara a si misma ni que, por lo tanto, se justificara todo en funcién de su mantenimiento. Al igual que los momentos més fecundos de la pareja estan telacionados con el entronque de la misma en el compromiso, en la lucha por la liberaci6n y la justicia, asimismo la sequedad de la vida familiar se corresponde con los momentos de cansancio en la lucha y en el compromiso con los demas. En este caso particular, del matrimonio ateo-catélico, se hizo sentir con especial crudeza la confusién creada, en un momento determinado, en torno al tema del control de la natalidad. La Iglesia fue aqui, una vez mas, poco clara y poco «madre» con sus fieles. Recordandolo, desde 1979, da vértigo descubrir el camino andado y, mas todavia, el que queda por andar. Siempre recordaré al doctor que, més cristiano que nadie, casi consigue nuestra separacién al ir a pedirle la «pildoray y hacerme ver lo egoista que era el hombre que no queria tener «los hijos que Dios le dé». Aunque esto supusiera, claro est, hipotecar todo el potencial de entrega y lucha en un mundo en el que la vida humana, tan hipécritamente defendida en algunos momentos, tiene menos valor que un coche 0 cualquier otra «cosa» que simbolice el progreso capitalista de la sociedad de consumo. Pero también tuvo su signo positivo, pues a partir de ese momento y al Un matrimonio de una comunidad cristiana de Oviedo sufri en su propia care la falta de encarnaci6n en las realidades de las personas que se decian eguias de las conciencias», en nuestra pequefia comunidad fami- iar comenzé a desarrollarse un proceso de biisqueda, explicitada unas veces, implicita las més, de una nueva forma de vida de la pareja, donde nada hay concluido y donde cabe cualquiet cosa que potencie la capacidad creadora del individuo, que en manera alguna ha desaparecido al formar pareja. En el camino hemos ido descubriendo algunas cosas. Supongo que nada es nuevo y que no tiene armaz6n te6rico que sustente ninguna normativa, pero, por ser experiencia viva, puede tener algtin valor, aunque no sea més que el de que alguien vea que no esté solo en su lucha. Hemos tomado conciencia, hecho carne fuestra, y no sé qué tanto por ciento ha puesto el intelectual marxista o la mujer cristiana, en torno a algunos puntos que quisiera exponer. Pero antes desearia que de alguna manera viera- mos la diferencia entre tener conciencia de una cosa y saber de una cosa. Muchas veces sabemos, a través de los libros, la teoria de las cosas, pero hay un momento en que, metced a un sin fin de circunstancias, aquella idea, aquel sonido, ya no es de tal o cual escritor 0 artista sino que pasa a ser nuestra; ha traspasado las fronteras del saber, dio el salto y ahora es ser, ser dentro de nosotros mismos y pasa a conformarnos, de tal manera que ya nunca podria separarse sin producir una ruptura, un trauma. A esa experiencia llamamos «tomar conciencia», ‘Asi pues, en Ia vida de la pareja de que hablamos aparece la encarnacién de las dificultades que provienen de la presi6n de la sociedad, que exige al matri- monio que guarde como sea las apariencias de set la solucién globalizadora de los individuos. Al ser el resultado de la unién de dos seres distintos, con carac- teres diferenciados, el matrimonio no puede ni debe ser una unidad total, que serfa la expresién maxima del derecho de propiedad. Porque a esa sociedad, que pfesiona para mantener las cosas tal como estén, no le interesan en modo alguno individuos creadores que criticamente consttuyan un mundo donde las relaciones entre los individuos no estén primadas por intereses econémicos. A los controladores de esta sociedad no les interesa una familia donde los proble- ‘mas puramente maieriales derivados de la manutencién y sostenimiento de los hijos sean asumidos por el cuerpo social, ya que esto generatfa un nuevo tipo de hombres y mujeres que podrian dedicarse a cultivar el espititu, con lo que seria mucho més dificil dominarlos. A lo largo de los afios, y aun manteniendo una postura critica, se hace sentir el deterioro que supone el desgaste producido por lo cotidiano, aumentado por la presion ideol6gica tradicional y por la conciencia, derivada del capitalismo, que mantiene a la familia como la reproductora de sus esquemas y de su fuerza de trabajo. ¥ se hace sentir, porque la division del utabajo, impuesta en aras de la eficacia, no petmite profundizar en la comunicaci6n interpersonal, separan- do tajantemente, o al menos obstaculizando, la relacién entre ambos y tepti oa El amor como compromiso micndo, al mismo tiempo, las baisquedas sinceras de otro tipo de relaciones donde la libertad se haga presente a todos los niveles. Las dificultades de la pareja no vienen dadas, pues, por una concepcién ctistiana liberadora ni por una eoncepcién marxista humanista; estas dificulta- des vienen impuestas por una educaci6n en Ia que las «virtudes del macho» independencia, autoridad, libertad, etc.) son exaltadas hasta el paroxismo, mientras que a la mujer se la oprime, sutilmente a veces, elevindola a la cate- goria de «teina del hogar», brutalmente otras, ejerciendo el varén las prerroga- tivas que sobre ella le ha dado la sociedad, sin olvidar, por supuesto, la tiltima adquisici6n, y la més refinada, en la que la mbjer sale de casa a trabajar hacién- dole ver que conquista una independencia econ6mica, tan importante por otra parte, pero sin cambiar en absoluto las estructuras y mecanismos represores del pasado. Desde 1966 hasta 1979 han pasado muchas cosas en esta Espafia nuestra, y un matrimonio en que la base se sustentaba sobre la lucha pot la justicia, la en- trega al pueblo y Ia bisqueda de la libertad, no podsfa, en modo alguno, sustraerse a los cambios operados, teniendo en cuenta, ademés, su patticipa- ci6n activa en la consecucién de los mismos, con todas las limitaciones que puedan suponerse, desde el puro y simple miedo hasta la represi6n psicol6gica. Y esos cambios se han reflejado de la siguiente manera: bien, las cotas mini- mas de libertades puiblicas ya se han alcanzado; queda, por tanto, la consecu- cién de las libertades, que en este caso nunca podrén ser minimas, personales. Estas no aparecen tan nitidas y tan concretas como las anteriores. Siguen sumi- das en la conformacién ideologica dominante, en el mismo estadio represivo que en la etapa anterior y s6lo a través de la vida cotidiana se van haciendo pre- sentes, sobre todo con su ausencia. Hay muchos valores a revisar. Por ejemplo, el concepto de fidelidad conyu- gal, sigue siendo valido tal y como hasta ahora se nos era ofrecido? ¢Es posible compaginar libertad individual con matrimonio? Y, en este caso, gqué limites tendrfa? En la reflexion comunitaria realizada sobre este tema nos pareci6 convenien- te, en la redacci6n de este articulo, la combinacién de la experiencia personal relatada junto con la racionalizaci6n de dicha experiencia y la critica de ella rea- lizada desde nuestra «utopia». Creimos mejor reflejar en él, no s6lo lo que pensamos, sino c6mo lo vivimos. Por ello, junto al relato de hechos concretos se encuentran reflexiones y anilisis generales que lo van enmarcando. Durante toda la reflexién la cuesti6n clave, que consciente o inconsciente- mente bloqueaba en ciertos momentos dicha reflexi6n, era la dualidad, la rup- tura, que experimentabamos en la proyeccién de lo que nosotros descubriamos como «mejor» y lo que vivimos como «posible», Y descubrimos que el matri- monio ¢s no sélo un hecho teligioso, personal 0 comunitario, sino que se imbrica en un contexto social, civil y politico que lo mediatiza y lo utiliza; y es Un matrimonio de una comunidad cristiana de Oviedo esto lo que obliga a ir adaptando nuestra «utopia comunitarias, nuestro

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