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Flandes contra Felipe IT J, Alcala-Zamora, G. Parker, M. Fernandez y A. Dominguez Ortiz 125 ptas 1; Los Fonicios * 2: La Guerra Civil espafiola * 3: La Enciclopedia * 4: El reino nazari de Gr nada * 5: Flandes contra Felipe il * 6: Micenas * 7: La Mesta * 8: La Desamortizacién + 9: La Reforma protestante + 10: Espatia y la OTAN » 11: Los origenes de Catalufa + 12: Roma con- ‘tra Cartago * 13: La Espafia de Alfonso X * 14: Esparta + 16: La Revolucion rusa * 16: Los Mayas * 17: La peste negra « 18; El nacimiento det castellano + 19: Prusia y los origenes de Alemania * 20: Los celtas en Espafia » 21: El nacimiento del Islam * 22: Le il Repablica Espa- Hole * 23; Los Sumerios + 24: Las Comunidades * 25: Los Omeyas * 26: Numancia contra Roma * 27: Los Aztecas * 28: Economia y sociedad en la Espafie del siglo XVI * 23: Los ‘Abbasies + 90; El desastro del 98 » 31: Alejandro Magno * 32: La conquista de México » 33: EI Selam, siglos XI-XiII # 34: EI boom econémico espafiol » 35: La! Guerra Mundial (1) * 36: La ' Guerra Mundial (2) * 37: El Mercado Comin + 38: Los judios en ta Espafia medieval « 39: El Feparto de Africa 40: Tartesos * 41: Le disgregacién del tslam + 42: Los tberos * 43: EI naci miento de Italia » 44: Arte y cultura de {a Mlustracién espafiols + 45: Los Asirios * 46: La Cor ‘na de Aragén en el Mediterréneo * 47; EI nacimiento det Estado de Israel + 48: Las Germ pias + 49: Los Incas * 60: La Guerra Fria + 61: Las Cortes Medievales « 52: La conquista del Perd #53: Jaime I y su época.» 54: Los Etruscos +55: La Revolucion Mexicana » 66: La cultura ‘espafiols del Siglo de Oro +57: Hitler al poder + 58: Las guerras céntabras * 69: Los origet wntonio Pérez * 61: Los Hititas » 62: Don Juan Manuel y su época * 63: Si mén Bolivar * 64: La tegencia de Maria Cristina 65: La Segunda Guerra Mundial (1) » 68: Las herelias mediovales * 67: Economia y sociedad en la Esparia del siglo XVIN » 68: El reinado de Alfonso Xil * 69: La Segunda Guerra Mundial (2) + 70: El nacimiento de Andaluda * 71: Los Olmeces * 72: La caida del. Imperic Romano * 73: La Segunda Guerra Mundial ty 3) + 74: Las Internacionales Obreras * 75: Esplendor del Imperio Antiguo de Egipto + 76: Los concilios ‘modievales * 77: Arte y cultura de la llustraci6n en Espafe + 78: Apocalipsia nuclear » 79: La conquista de Canarias * 80: La religién romana * 81: El Estado espefiol en él Siglo de Oro 82: El «crack» del 28 + 83: La: conquista de Toledo * 84: La sociedad colonial en América Latina * 85: E] Camino. de Santiago * 86: La Guerra de los Trointa Afios + 87: El nacionalismo ‘catalén * BQ: Las ¢onferenicias de paz y la creaci6n de la ONU + 89: El Trienio Liberal » 90: El dospertar de Aftica «91: El nacionalismo vasco. + 92: La Espafia dal Greco + 93: Los payeses de remensa * $4: La Independencia del mundo arabe * 96: La Espafie de Recaredo * 96: Colo- nialigmo imperialismo * 97: La Espafia de Carlos V + 98: El Tercer Mundo y el problema dal petr6leo » 89: La Espafia de Alfonso Xill + 100: Las crisis del afio 68. historia INFORMACION ¥ REVISTAS, S. 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Escocia Guillermo de Orange Por Manuel Fernandez Alvarez Catedratico de Historia Modern Universidad de Salamanca Espafioles en Flandes Por Antonio Dominguez Ortiz Dela Real Academia de la Historia Bibliografia 14 20 2 G wileeRMo de Nassau, principe de Orange, Cabeza inaiscutible de la rebelién de fos Palses Bajos contra Felipe I, fue asesinado el 10 de julio de 1584 en su residencia de Delft or Baltasar Gérard, un borgofién comprado por la recompensa espariola. En este Cuaderno, José Alcalé-Zamora describe la situacién social y econémica de las pro~ vincias de los Palses Bajos en visperas de la Wlegada de Felipe II al trono; Geoffrey Parker analiza los motivos de su enfrentamiento con la monarqufa hispénica y sigue los primeros pasos de fa guerra de Flandes; Manuel Fernéndez Alvarez traza un pertil biogrético del padre de la nacién holandesa, y Antonio Dominguez Ortiz presenta aspectos poco conocidos de la actividad de los espafioles en aquellas tierras. En visperas de la revolucion Por José Alcalé-Zamora Catedratico de Historia Moderna. Universidad Complutense de Madrid N la séptima década del siglo xvi, hasta su desembocadura militar de 1588, se gesta uno de los procesos de mayor duracién —ochenta afios— y trascendencia de la historia europea: la revolucion de los Paises Bajos, culminada, aunque s0lo a medias desde el punto de vista geografico, en 1648. A lo largo de esas fechas preliminares, segun explica el profesor Parker en otro lugar del infor- ‘me, la autoridad de Felipe Il y de sus represen- tantes en Flandes se fue deteriorando conforme el despliegue revolucionario pasaba del descon- tento o las hostiidades personales e institucionales ala radicalizacién de posturas y toma de concien- cia, a los motines, destrucciones y derramamien- tos de sangre, a la forja de programas y estrate- Glas, sin que pudieran acordarse las razones e intereses de los unos y los ottos. Pero retrocedamos hasta situarnos en octubre de 1555, cuando el emperador Carlos V cede a su hijo Felipe la titularidad de los Paises Bajos, medida que se completé en enero siguiente con la abdicacién de la Corona de Esparia y reino de Sicilia EI heterogéneo y tragil edificio imperial, com- puesto por el triangulo hispano-italo-aleman, se bifurcaba sobre el mapa europeo en la alianza dinastica de la Germania austriaca y la confedera- ion de Estados que conocemos con el nombre de Monarquia Hispénica. Esta venia a constituir también, como recientemen- te ha sugerido el inglés Stradiing, un sistema 0 com- plejo de imperios, dentro del cual los Paises Bajos, por su osicién y riqueza, ya que no or sus dimensiones, desem- Pefiarian funciones esencia- les en orden al despliegue, vertebracion 0 supervivencia del conjunto. Hasta que, a finales del si- 44 FLANDES CONTRA FELIPE 1 glo xvi, diversas circunstancias disminuyeron al- Qunas de sus ventajas, las coordenadas geograti- cas de los Paises Bajos deben calificarse de excepcionalmente favorables. Situados sobre lo que entonces«y casi tam- bien hoy—, de Sicilia e Inglaterra, constituia la columna vertebral de Europa en términos demo- graficos, econémicos, culturales y cientiicos, se asomaban, mediante larga y vigilante fachada al mar del Norte, encrucijada de los traficos mariti- mos mundiales, donde se daban cita el Baltico y e| Mediterraneo, el Indico y el Atlantico. Con faciles accesos terrestres fluviales al tras- pais germano, solida y centralmente instaladas en €! espacio europeo de mas rapido progreso, com- pitiendo ya con la masa superior de los paises mediterréneos, las provincias de Fiandes aporta- ban a la monarquia de Felipe Il una nada desde- fable participacién en todas esas perspectivas. Los Paises Bajos abarcaban unos 75.000 kil6- metros cuadrados, extensi6n que crecia paulatina- mente gracias a las ya entonces tradicionales con- auistas de tierras al mar. AI Benelux actual habriamos de afadir algunas comarcas alemanas y buena porcién de la Francia septentrional, restando, en cambio, el «pasilo» dibujado por el obispado de Lieja, sede de impor- antes manufactures. La feril lanura al nivel del mar, regada por el curso bajo de rios tan importantes como el Escal- da, el Mosa 0 el Rhin, sdlo se alza en la zona del Luxemburgo. Una incipiente red de canales contri- ula a faciltar las comunicaciones interiores. El paisaje, cuya vitalidad, no exenta de cierta melancolfa, nos han conservado los cuadros de la escuela holandesa y bastantes pinturas del Mv seo del Prado, variaba a tenor de la geografia y de los cambios estacionales, tan influyentes a la saz6n en las campafas militares. Las comarcas ampliamente rurales del nordeste alternaban con los espacios de densa ocupacion humana, como la provincia de Holanda o el con- MAR DEL ‘ 4 é yy \QUELDRESY e { DUCADO RA ! ee Javews CONDADO. g Some DE Bue. DE oS elt oF a Ss Ypres Broseies® * Lovaine: DE § fk paulegran ‘02 BERG *s.dpa FLANDES BRABANTE We, JULICH) > Gane ucsa Seen C. DE SONDADO é ? ARTOIS: ies rb oa ' OBIShY Hesse E DUCADO cy DE a LUXEMBURGO an REINO DE FRANCIA LOS PAISES BAJOS EN 1550 1 Condado de Namur Potesiones de los Habsburge 2 Abadia de Stavelot ‘Terras do Is Iglesia 3. Condado de Cambrai Scent AE te eee se ee dado de Flandes. El litoral y las famosas Islas de Felipe !! (grabado de la época) la Zelanda, protagonistas de una pagina importan- arscacien oe Carlos V en faver de Su hi te de la rebelién contra Espafia, offecian una per- Ge 7ass Juno a 6! su hermana dona Ma sonalidad muy vigorosa, con sus dificiles accesos a través de temibles bancos de arena y su pade- cimiento de las frecuentes odleras del mar sep- tentrional . Corresponde a Carlos V, natural, como bien se sabe, de Gante, la responsabilidad de haber def niido as fronteras y autonomia de los Paises Bajos, respecto a la estructura del Imperio germanico Sucesivas incorporaciones territoriales establecie- ron en diecisiete el nimero de provincias de la Unién —viejos condados, obispados, duca- dos..—, redondeando y consolidando sus limites; por ultimo, instrumentos como el Acuerdo 'de ‘Augsburgo, de 1548, y la Pragmatica Sancién, de 1549, proporcionaron al Pals Bajo personalidad estatal diferenciada. Otras.disposiciones anteriores (1831) habian constituido Srganos de gobierno junto a los anti guos Estados Particulares y Generales (asambleas estamentales de cada provincia y del conjunto) y a la figura de los goberadores 0 esiatuderes. Eran los célebres consejos colaterales de Estado (para las cuestiones politicas), Privado (legislacion y asuntos de justicia) y de Finanzas, cuya compe- tencia se referia alos temas econémicos Completaba la cumbre institucional el cargo de gobemador, equivalente al de virrey en otros dorni- ios de la Monaraula, el oficio exterior de maxima envergadura bajo /a dinastia habsburguesa. Ala altura de 1560, en una Europa de noventa millones de habitantes, cabe estimar la poblacién de las diecisiete provin- cias en cerca de tres millones, cifra que el lector puede comparar con las pertenecientes, por las mismas fe: chas, a otros Ambitos geograticos: el reino de Castilla, unos cinco y mecio: alrededor de ocho, la Peninsula Ibéri- ca, y doce la italiana, donde las po- sesicnes espariolas se acercaban a mitad del total. dieciséis millones, Francia: uno Suecia. y tres y medio, Inglaterra; Moscovia, tal vez doce, y quizd ocho las Indias Occidentales castellanas. Dentro de la linde de aquellos Paises Sas viven hoy treinta millones de almas. La densidad demografica del Pais Bajo, bien expresiva del desarrolio técnico y econémico de @ zona, se situaba en los niveles mas elevados Olras grandes urbes, a la escala de la época, cuando en Inglaterra, aparte de Londres, sdlo aparecian dos 0 tres nucieos superiores a las diez mil almas, eran Gante, Brujas, Amsterdam —la heredera de Amberes—, Lille, Bruselas, en el or- den de las treinta a cincuenta mil, Leyden, Haar- lem..., algunas en la inercia de pasados esplendo- res, las demas en plena expansion Afiadamos centros de cultura, como Lovaina, Leiden 0 Utrecht. Y con cifras modestas, pero enorme vitalidad, los puertos de Rotterdam, Fiesin- ga, Middelburg, ‘Ostende, Dunkerque Durante todo el siglo xu, siempre en relacion con la europea, la poblacion de los Paises Bajos sostuvo una alta tasa de crecimiento, que en algu nas comarcas 1026 el siete por mil anual y en promedio no descendié seguramente de! cuatro por mila. de Europa, aunque desigualmente repartida Mientras en las provincias del nordeste —Frisia, Groninga, Drenthe, Overijssel, de predominio ru- raly ganadero, y en el Luxemburgo apenas sobre- pasaba el indice medio continental de los diez abitantes por kilometro cuadrado, en las de Ho- landa, Brabante, Hainaut 0 Fiandes, bajo el signo el componente urbano, como subraya el historia- dor Vries, se disparaba hacia los sesenta, ochen- fa, cien.., de modo que en menos de la mitad el territorio —auténtico motor histérico del mis- mo— se concentraban los dos tercios de la poblacién. Cerca de siete mil pueblos y trescientas ciuda- des, segun destacara Guicciardini, salpicaban el paisaje. Sobresalia Amberes, metrépoli financiera del mundo, muy vinculada al negocio imperial es- Pafiol y victima que seria temprana de la guerra que se iba a iniciar: su nombre figuraba entre la media docena de las aglomeraciones europeas ‘que excedian de los cien mil habitantes. En la segunda mitad del siglo xvi se manifesta- ron también tendencias muy nitidas hacia la con- centracion urbana. Si se considera que ya desde 1500 este sector demografico superaba el 40 por 100 del total en Holanda y Flandes, advert remos las profundas diferencias que en este par- ticular distinguian a las provincias de la mayor par- te de Europa, donde el predominio rural constitula la nota comun, Cambio y dinamismo social Todo este progreso demogrdfico se explica por las mejores condiciones de vida y menor mortal dad catastrofica que en otras zonas, pese a crisis, alimenticias como las de 1557 y 1566, inevitables todavia incluso en el privilegiado pais, y asimismo por la alta natalidad, vinculada con certeza a ma- trimonios relativamente tempranos para la época, como solia suceder en periodos de prosperidad. Cuando todavia el enfrentamiento armado entre el norte, rebelde, y el sur, espafiol, no habia escindido al Pais Bajo en dos émbitos polarizados por el régimen politico respectivo, ha- llamos en é! un modelo de sociedad que podrfamos resumir mediante los siguientes rasgos: primero, heteroge- neidad, obedeciendo a un medio geografico reducido, pero variado, y a las diferencias de intereses, lenguas y grupos; segundo, presencia de una crisis de transforma- ion y crecimiento, con mutaciones de relieve; tercero, la actitud emprendedora y abierta a nue- vos valores y horizontes. Predominaba en Europa, con matices desde luego mucho mas rigidos, arcaizantes y particula- res hacia el este, la organizacion social que, si guiendo a Mousnier, calificaremos de drdenes 0 estamental. En ella convivian numerosos escalo- nes jerarquicos, definidos tanto por una cobertura juridica privativa como por una singularidad de valores y disiribuidos en los estamentos mayores de pueblo y burguesia, nobleza y clero. En el interior de esta estructura, no libre de algun prurito casticista, al modo indio, surge en el Occidente europeo una nueva forma de sociedad, la de clases, vertebrada en toro a la significacién del factor econémico como impulso y criterio es- tratificador y funcional ‘Con una mayor 9 menor proporcién de uno u ‘otro modelo sociolégico, y el ejemplo de las pro- vincias de los Paises Bajos se citaria en el extre- mo de vanguardia, los pueblos europeos de la época se nos manifiestan en formas mixtas, pero tendiendo a incrementarse poco a poco el influjo del segundo componente bajo la presién de las nuevas facetas adoptadas por el capitalismo. En los Paises Bajos, al comenzar el reinado de Felipe 1, la entidad y el influjo de los grandes estamentos tradicionales, con su proyeccion en los negocios locales y nacionales, estaban experi- mentando modificaciones importantes. La presion demogratica, la revuelta coyuntura econémica, la competencia y oportunidades exte- riores, el impacto multiple de las frecuentes guerras, la intensa actividad politica, polarizada por los programas de gobernantes emprendedo- res y escrupulosos, como Carlos y Felipe, el clima espiitual de las reformas, ain muy tenso, ilumina- do y beligerante, y la misma psicologia agresiva de una Europa todavia joven y poco gastada en sus ideales heroicos y expansivos, eran factores todos que se conjugaban para ofrecer la imagen de una sociedad en equilibrio precario y sensible on faciidad a disyuntivas apocalipticas 0, senci- \lamente, revolucionarias. La Iglesia catdlica, cuyos altos rangos ‘monopo- lizaba la aristocracia nobiliaria, habia sido ya obje- to de domesticacién politica por parte de Carlos V, quien de esta guisa se cobraba sus desvelos en pro de la causa papal Su influjo se hallaba, pues, bastante recortado 8 FLANDES CONTRA FELIPE I ‘cuando Felipe II decidio culminar el proceso caro- lino mediante su temprana —1559— y plausible reforma eclesiastica. Con ella pretendia, ademas de reafirmar su posicién en los Estados Generales sumando representantes adictos, adaptar la admi- nistracién clerical, con criterios de funcionalidad, a las autenticas necesidades pastorales, distribu- yendo el poder religioso entre mayor numero de cabezas y abriendo a simples estudiosos, proce- dentes de otras canteras sociales, el acceso a la jerarquia. El subsiguiente contlicto de intereses, que ses- garia la carrera ministerial de un Granvela, produ- J uno de los detonadores que intervinieron en los trastornos sobrevemicos en la década inmediata. Nobles y burgueses El estamento nobiliario, lo mismo en sus Ordenes altos que en los bajos, y mas atin en éstos, menos aptos para beneficiarse con las prebendas admi- nistrativas, aparecia muy castigado, como propie- tario y perceptor de rentas, por el ascenso, tan perceptible desde mediados de siglo, de la marea inflacionista que invadia Europa entera. Ademas, la competencia ejercida por letrados y burdcratas de oficio en la pretension de los cargos publicos amenazaba esa otra vertiente de su desahogo econémico. Una salida de la crisis vendra representada por la adopcién de conductas especificamente bur- uesas, iniciando negocios especulativos, comer- Giales 0 fabriles En otros supuestos, este sector, conservador por antonomasia, se comportara de modo paradé- Jico, inhibiéndose ante los avances del caivinismo y los desérdenes populares, aproximandose a la muchedumbre de los descontentos. Incluso —y ‘como se sabe no escasean los mas sonoros ape- lidos— alzard el estandarte de la identidad y dig- nidad nacionales y de la libertad frente a la opre- sign y, poniéndose al frente de sus filas, como) casta politica y militar, procurara explotar en pro- vecho propio la rebelion. Componian el tercer estamento, popular y bur- gués, el mas numeroso y diversificado, universita- ios _inquietos, intelectuales tolerantes en la estela de Erasmo, funcionarios, artesanos tal vez en parc’ por la crisis gremial o sectorial, técnicos y opera- ios de las nuevas fabricas, pequefios y medianos campesinos, grandes y modestos financieros, ma- rineros con vocacién de largas singladuras, pes- cadres del arenque o la ballena, piratas ocasio- nales que tan largo papel jugarn luego, clases acomodadas de! viejo patriciado urbano, artistas, empresarios fabriles, etcétera, sin olvidar a los judios hispano-lusos, de grandisima impronta en la historia posterior de Holanda. El tercer estamento, al igual que los demas, se hallaba en trance de sutrir profundos cambios. En los,estratos dirigentes, por ejemplo, se advertia ef relevo del patriciado urbano por la nueva burgue- aro Pasaje invernal con una trampa para [B3:ar05, por Pieter Brueghe! a Joven, ee on oer = pee — 4 b Dunkerque durante e! sigio mw (detalle de! Civitates orbis terrarum) Se eee ee tg Rama kk a a lista del dinero, a empresas econdmicas ambicio- ¢ 1907— y el ejército de los mendigos y vaga- sas y, simulténeamente, a la conquista de las ad- * bundos, ministraciones municipales e instalacion en los Los gueux, miserables 0 indigentes —quiza an- cuadros de funcionarios del Estado. @ drajosos en traduccién libre— estuvieron de mo- Por este sendero, el mismo que en otra acep- a algun tiempo en los circulos acomodados, cién ya referida adoptara la nobleza, se llegaba como simbolos vivos de protesta y libertad, y con ella a una convergencia de objetivos en la derivaron con frecuencia hacia el baridolerismo busqueda del poder como alianza hegeménica més cruel, en los bosques, o la pirateria, por ansiosa de proteger sus prerrogativas frente al ta mar. soberano. En cuanto al clima religioso del momento Al otro extremo de la escala social, en duro historico, asistimos a los espectaculares pro- contraste con la opulencia de las clases su- gresos del calvinismo que. merced a ta ofer- periores y el bienestar de las medianas, au- ta de una ideologia atractiva para los secto- mentaba el volumen del proletariado indus- res burgueses y bien organizado en su pro- Vistas de Amsterciam (arfiba) y de Utrecht (abajplen e' sigio x 1, m0. nto 210- fer- ct0- >10- ope selitismo, triunfa donde los luteranos habian obtenido limitado eco y el anabaptismo, anarquizante y apoca- liptico, habia sido reducido por la du- fa tepresion del poder y el rechazo de los grupos dominantes ‘Sobre todo en las zonas industria- les y nucleos urbanos, los éxitos de la religion de Calvino eran evidentes; sdlo, por ejemplo, Amberes, objetivo = asalio espafiol en 1585, daba refugio a unos yenie mil de sus adeptos. Por el contrario, las comareas rurales permanecian en su mayoria fie- ies al catolicismo Entre los significados fundamentales que singu- ferzan el desarrollo histérico de la Edad Moderna esiaca el lento pero imprescindible progreso ha- ©2 la Revolucion industrial. Economia prospera y expansiva Los Paises Bajos, adelantados de Europa en fe3ie terreno, cumplieron una de las mas tempra- 23 y necesarias etapas de dicho proceso, de medo muy especifico en la centuria larga que Gscurre de mediados de! Quinientos a fechas si- milares del xvi, coincidiendo, no huelga recordar- 1©.con Ia plenitud de la Monarquia Hispdnica y el Siglo mayor de la cultura castellana La pujanza econdmica de los Paises Bajos no favo origen en la riqueza o extension del territorio, en las dimensiones del mercado propio o colo- Rid), ni tampoco en bases politicas o tecnolégicas Sominantes, aunque después las provincias rebe- es expiotasen, de una u otra manera, esas pesspectivas. Prescindiendo, como ya subrayé, de su afortu- nada ubiéacién respecto a Europa y al mundo, sélo en uno de los factores productivos esencia- les, al que hoy por cierto estamos bien sensibiliza- os, Ia energia, superaba con amplitud el Pais Bajo a las demas naciones. En efecto, la explotacién del carbén mineral pa- fa usos calorificos, domeésticos 0 industriales y la extraordinaria abundancia de molinos de agua (cinco Hp. cada uno en promedio) y viento (hasta Quince Hp.) suministraban el precioso recurso en Grdenes de valor desconocidos hasta entonces. Los moiinos de viento, en particular, se difundie- ron extensamente y perfeccionaron de mil modos durante toda la primera mitad del xvi, haciéndose inherentes al paisaje como en ninguna otra parte Ge Europa y aplicéndose a los fines mas diversos, Gesde la desecacién de marismas y saneamiento de terrenos 0 la fabrica de harinas, aceite y papel hasta las serrerias de madera, tan importantes para la construccién, talleres y astilleros en un mundo escaso de metales, pasando por multiples aplicaciones de prensado y metalirgicas. Respuestas a una crisis El prodigioso desarrollo productivo de los Paises Bajos fue, por consiguiente, fruto principal de las iniciativas individuales opuestas al talante corpora- tivo de los gremios y a la accién intervencionista del Estado. La tenacidad, la capacidad de trabajo y el espi- rity de organizacién y empresa de sus habitantes, situaron a las provincias al frente de Europa en adelanto econdmico y renta per capita. Debido a ello, la mitad escasa del pais, Holanda se mantu- vo como primera potencia europea desde el fraca- 0 de la Armada Invencible en Inglaterra (1588) hasta el ultimo tercio del xvii, en rivalidad con Espana y luego con Francia e Inglaterra. En apariencia, la coyuntura 0 circunstancias econémicas concurrentes en el Pais Bajo durante ci nos de Amberes derail de un grabado Civtatos orbistoratum, siglo XVI) la etapa que precedié a la llegada del duque de Alba no eran las mas propicias El impacto inflacionista sembraba trastornos e incertidumbre, Ja competencia de panos finos in- gleses habia desplazado a la producién flamen- Ca, arruinando talleres y ciudades enteras, y pro- seguia la batalla favorable pero encamizada con- tra los hanseaticos por el monopolio del trafico maritimo septentrional. La radicalizacion religiosa se sumaba a los de- sajustes sociales, con inguietantes masas de va- gabundos y mendigos pululando por campos y Ciudades y la crisis de subsistencias, tradicional respuesta maltusiana al crecimiento de la pobla- aivcenoee reed oe cién, se habla presentado dramatica- mente en dos recientes ocasiones. ‘Ademés, la guerra resulté dema- siado onerosa en sangre e impuestos durante las Uitimas campaias (1557- 58), la factura cobrada por la catas- {role financiera del Estado espafiol en 1557 merecia un diagnéstico alar- mante y el cambio de gobierno a ma- nos de Felipe, a la vez menos propio y exigente, no contribuia tampoco a serenar los ‘animos, Antes que halagUefias, y sin adivinar ain la inminente guerra intestina, las expectativas se an- tojaban sombrias. Pese a tales contrariedades, e| pueblo de los Paises Bajos supo hallar las respuestas adecua- das al desafio que le oponia la encrucijada histori- ca en la reconversién de manutacturas, en nuevas empresas, mercados y objetivos, en los cambios precisos de estructura social y mentalidades La economia se enderez6 sobre bases tan séli- das que la terrible guerra iniciada en 1568 no pudo arruinarla, como hubiera sido légico, y solo alcanzé a sesgar sus actividades y emplazamien- tos y a disminuir su potencial ritmo expansivo. Comercio e industria La prosperidad de las diecisiete provincias re- conocia como primer fundamento la excelente or- ganizacién del mercado, lo mismo el de productos que el de capitales, favorecidos ambos por el desarrollo urbanistico y a continua mejora de los. transportes. El dinero, que se prestaba a comienzos de la centuria con intereses del 20 por 100 y 30 por 100, medio siglo después sdlo costaba del 8 al 10 por 100. Paralelamente se agllizaron los pro- cedimientos financieros y las operaciones de in- version en el campo, la industria 0 el comercio se facilitaron mucho. La agricullura, donde abundaban los pequerios propietarios y cuyos rendimientos cerealisticos ca- si tniplicaban a los europeos, derivé hacia la diver- Sificacién e intensificacién de cultivos, incorporan- do técnicas de abonado, saneamiento y comercia- lizacién. Esto, unido al establecimiento de empre- sas como las granjas lecheras, significd un avan- ce que la mayor parte del continente no conocié hasta varios sigios mas tarde. Los hilos del tréfico y de las finanzas mundiales se centralizaban en Amberes, cuyo comercio casi cuadruplicaba las rentas de la Corona de Castila, repartido por partes iguales entre la Peninsula Ibé- fica, Italia, el Baltico, Inglaterra y Francia con Ale- mania, A través del largo brazo del Escala llega- ban las mercancias del Indico portugués, del Bal tico —exportador de productos de los que depen- dia la navegacién oceanica de los europeos—, de| Mediterraneo, de las Indias Occidentales... La ciudad, donde residian trescientos mercade- res espafioles en 1560, era el barémetro de ios 12 FLANDES CONTRA FELIPE banqueros italianos y alemanes, la titima referen- cia de las cotizaciones y de las ferias principales del continente, el eco atento de las conversacio- nes de Estado de la Corte espafiola. La flota mercante de las provincias era ya la primera de Europa y con la espafola, segunda, triplicaba el tonelaje de la Hansa o de Francia € Inglaterra unidas. Criadero de espléndidos marinos por el itoral de Holanda, Flandes y Zelanda, también el sector pesquero alcanzaba volumen hegeménico en sus diversas especialidades, abasteciendo a una po- derosa industria de salazones, proyectada hacia la Germania y mas paises. Prosiguiendo con el tema de la industria, diga- mos que ésta se habia casi liberado de los sobre- saltos que en otras regiones imponian a las manu- facturas las oscilaciones de la produccién agrico- la y, con un excelente indice de aceptacién extranjera, evidenciaba altas cotas de desarrollo, calidad y expansién en sus diversas actividades, asentadas por ahora con preferencia en las pro- vVincias meridionales Sobresalia el sector texti, y en é! la fabricacion de patios, que aprovechaban las lanas de Castilla, siguiendo una vigorosa ao medieval que truncaria la guerra. Dos innovaciones decisivas acababan de per- mmiti fa correccién del rumbo perdido en la compe- tencia con los ingleses: el giro hacia la paferia ligera 0 nueva, que hizo la fortuna de Hondschoo- te —el gigante europeo—, de Armentigres, Ypres, Bergues, Lille, Valenciennes..., y la victoria sobre la organizacién gremial mediante el sistema fabri y el doméstico, que distribuia la materia prima entre una muchedumbre de operarios dispersos, cuya labor luego comercializaba. Las tapicerias, los talleres metaluraicos, las fa bricas de amas de fuego..., constituian, con la extraccién de carbén y, naturalmente, ios astile- ros, los ramos de mayor envergadura y empleo de mano de obra. En el enclave de Lieja —vértice, con Honds- choote y Amberes, del tridngulo capital de la eco- nomia flamenca— crecié la industria de armamen- to pesado con el desarrollo de la nueva siderurgia de altos homos que, medio siglo mas tarde, paso desde alli a Espafa, como he documentado en ‘otro lugar. ‘De menor cuantia, pero siempre remuneradoras y prestigiosas, eran las elaboraciones de encajes toneleria, cerveza —Haarlem—, vidrios, papel, poe vora, etcetera Un conflicto inevitable? Tras el andlisis expositivo, preguntas para e lector espanol, con un esbozo de respuesta. dEra viable la unién hispanctlamenca en el siste- ma imperial de la Monarquia filipina o habia un Vicio de imposible subsaneamiento en la artificial dad y discontinuidad geografica de su arqui tectura? Fue inevitable el conflicto, que acabo desmoro- nando el poderfo espanol y empujando a Holanda por el resbaladero del declive para beneficio de otras potencias herederas? 2No hubiera sido mayor el mismo progreso ho- landés en la hipotética(*) simbiosis con Espana que malograron, tal vez, la corta flexibilidad, com- prensién y oportunismo de Felipe ly la radicaliza- ién de las posiciones revolucionarias, forzando el enfrentamiento desafortunado? 4Cémo hubiera evolucionado Ia historia y qué clase de mundo —el que entonces se estaba organizando sobre el modelo europeo— hubiera surgido bajo la hegemionia iberoflamenca en lugar de briténica? Buena parte de la historiografia extranjera ha zanjado desde hace mucho tiempo la cuestion, otorgando todos los titulos de progreso, justicia y liberaciOn al movimiento secesionista de las Pro- vinclas Unidas y, correlativamente, a la Monarquia (() Esta indagacion de futuros hipotéticos 0 alternativos en tiempo pasado, interesante para la adecuada valoracion de a politica preterta, puede antojarsele a alguien eercicio acicso 0 frivolo, pero consderemos que las mas ngurosas clencias Sociales aplican hoy métados similares con la teoria de 10s legos, y en la misma disciplina nistorica ha arraigado 2) jim F ejemplo, en la mas sofsticada y matemati- face Ge Investigacion econémica, la New Econo- mic History filipina el pape! reaccionario, opresor, cruel y ‘obstruccionista en el proceso. En Esparia, esta tierra generosa que abre ofdos y alza monumentos a quienes le fueron hostiles y quiza no a los que, con razén 9 sin ella, defendie- ron su politica 0 intereses, especialistas y aficiona- dos han preferido marginar el tema o juzgarlo desde trincheras indocumentadas 0 provincianas y cicateras El hecho es que las fuerzas y objetivos de los Paises Bajos y de la Peninsula Ibérica se nos: revelan complementarios en grado maximo.y que: la ruptura perjudico a ambas partes, sin que pue- dan establecerse con nitidez las cuolas de res- ponsabilidad de cada cual, ni demostrar que el ascenso de las razones de la libertad y del progre- 0 no hubieran podido prosperar mejor en un cl ma de entendimiento y concesiones que en un teatro de violencia y guerra civil. Finalmente, no olvidemos que Espafla se vio arrastrada a la guerra de Flandes, donde, aparte: de razones religiosas, patrimoniales, dindsticas y de dignidad, defendia también argumentos de su- pervivencia econémica y politica y la integridad del imperio ultramarino y la propia unién, tan fragil siempre, de los pueblos ibericos, valores amena- zados con certidumbre, no quepayduda, mas alla de la dialéctica revolucionaria, por las ambiciones expansivas de la burguesia de los paises sep- tentrionales. Jaque a Felipe IT Por Geoffrey Parker Profesor de Historia Moderna. Universidad de St. Andrews, Escocia ‘A rebelién de los Paises Bajos en el siglo xv duré mas que ninguna otra en la his- toria europea y provocé una larga guerra cuyas repercusiones sobre la poblacién civil fueron su- periores a las de cualquier conflicto bélico anterior Los enfrentamientos por tierra y mar que, a partir de 1590, se produjeron tanto en Europa ‘como en Africa, Asia y América pueden conside- farse, en cierto sentido, la primera guerra mun- dial y sirvieron para confirmar definitivamente la independencia del Gobierno espanol de las Pro- vincias Unidas del Norte. La republica holandesa, nacida tras la destitu- cién de Felipe Il en 1581, pervivid durante dos siglos hasta su destruccién por los ejércitos de la Revolucién francesa en 1795 En general, los historiadores se han acercado a estos graves acontecimientos con la éptica de los victoriosos rebeldes y han intentado explicar- 44 FLANDES CONTRA FELIPE se por qué triuntaron los holandeses. Pero esa es sélo una parte de la historia Resulta igualmente necesario e interesante explicat_ por qué fracasé Espana, por qué el mayor Imperio del mundo, con posesiones que circundaban el globo, no pudo dominar la rebe- lion de unas pequefias y remotas provincias Como escribié en 1617 el magistrado C. P Hoof: Nuestros origenes fueron modestos @ in- significantes. Comparados con el rey de Espa éramos como un ratén contra un elefante. Preludi Desde luego, los origenes parecen muy insig- nificantes si Suponemos que los grandes aconte- cimientos responden siempre a causas impor tantes, Pero en la historia no ocurre asi. De he- cho, la revuelta empez6 por pequefos errores de calculo y agravios de escasa im- portancia que no fueron controlados debidamente Quiza fue inevitable. A comienzos de la Edad Modema, los Paises Ba- jos no eran un pais facil de gober- nar. Como ya observé un espanol en 1575: en las historias (se lee) que ha havido 35 rebeliones (en es- tas provincias) contra sus principes rpaturales y, mas alin que las provincias han que- dado de cada una dellas mucho mas insolentes que antes. En 1859, sin embargo, hacia veinte afios que no se producian problemas, y asi podria haber ‘continuado la situacién si aquel afo Felipe Il no hubiera decidido introducir ciertos cambios en 21 gobierno. En primer lugar, ordend el estacionamiento de tuna guarnicién de 3.000 soldados espafoles en Jas fortalezas de los Paises Bajos. Luego decre- t6 una reorganizacién radical de la estructura eclesiastica del pais que suponia la creacion de catorce nuevos obispados, y, por ultimo, esta- blecié inquisidores en cada una de las nuevas sedes para perseguir la herejia con mayor eficacia, Si el rey hubiera permanecido en Bruselas pa- ra supervisar la puesta en marcha de esta nueva politica quiz4 todo hubiera funcionado bien. Sin embargo, volvio a Espana y dejé el gobierno en manos de un consejo presidido por Antoine Perrenot, obispo de Arras (desde 1661 conocido como Cardenal Granvela), al que nombré su mi- nistro principal en los Paises Bajos. En realidad, Granvela parecia él Unico ministro de Felipe |i en los Paises Bajos. Sdlo con él discutia de politica, patronazgo y poder el mo- narca, mientfas ignoraba a los demas conse- jeros. Esta exclusion de sus lideres naturales colocd alos Paises Bajos en la pendiente de la rebelion. Diversos nobles se consideraban con tanto dere- cho como Granvela para ser consultados por el rey. Tres de ellos, consejeros de Estado, estaban: especialmente resentidos. Eran Philippe de Montmorency, conde de Hor (nacido en 1524 y durante algun tiempo representante del gobier- ho de Bruselas en la corte de Felipe Il); Lamoral, conde de Egmont (nacido en 1523 y brillante jefe militar), y el joven Guillermo de Nassau. prin- cipe de Orange (nacido en Alemania en 1533, pero llevado a la corte de Carlos V cuando, en 1544, heredd extensos dominios y gran fortuna, ademas del principado independiente de Oran- ge, en la Francia meridional). ‘Al principio, estos nobles y sus partidarios de- mostraron su hostilidad al sistema de Felipe Il, ‘concentrandose en unos objetivos limitados, y el método resulté eficaz. En 1560-61 forzaron al rey a relirar las quarni- ciones espafiolas en los Paises Bajos. En 1562- 63 paralizaron la organizacién de los nuevos obispados y el trabajo de los inquisidores. En 1563-64 consiguieron que Felipe Il retirase al cardenal Granvela. La caida de un primer ministro en el siglo xv! constituia un suceso mucho mas singular e im- portante que en nuestro dias. JPor qué la permi- tid el rey? La clave de /a situacién estaba en la ofensiva turea en el Mediterraneo. En 1560, los turcos capturaron una gran fuerza espafiola en Djerba, y en 1563 casi tomaron Oran. Felipe Il se vio forzado a concentrar todos sus recursos y toda ‘su atencién en la defensa del Mediterraneo, aun- que ello comportase concesiones inadmisibles en los Paises Bajos. : Los nobles de Bruselas conocian perfecta- mente su ventaja. Reciblan correspondencia re- gular de sus correligionarios en Madrid, que les informaban de cada nuevo ataque turco. Esto les permitia responder adecuadamente y pre- sentar sus demandas en los momentos mas in- convenientes para él rey. La amenaza turca no cesé tras la destitu- cién de Granvela. Por el contrario, en 1565, la flota otomana puso sitio a Malta y, en 1566, los turcos lanzaron un nuevo ataque masivo hacia el oeste. De nuevo los lideres de los Paises Bajos reci- bieron informacion y la utiizaron con inmejora- bles resultados. Mientras duré el peligro, presio- naron al rey para que suspendiera las leyes contra la herejia. Por fin, en julio de 1566, el monarca acepto levantar todas las ordenes de persecucion contra sus subditos neerlandeses or motivos religiosos. Los motivos de los nobles —dirigidos todavia por Egmont, Horn y Orange— para proteger con tanto celo al protestantismo no estén demasiado claros, Etectivamente, en 1561, Orange se cas con una princesa Iulerana, Ana de Sajonia, pero no existen evidencias de que él 0 alguno de sus compafieros del Consejo de Estado practi- caran el protestantismo. Sin embargo, si lo ha- clan partidarios suyos, La primera revuelta Por un lado, numerosos miembros de la baja nobleza se convirtieron al calvinismo en la deca- da de los sesenta, Por otro, muchos magistrados municipales, amargamente resentidos por las in- terferencias de la Inquisici6n en sus asuntos lo- cales, sentian horror a la desagradable mision de quemar en la hoguera a los condenados por el Santo Oticio. Como estos personajes politicos de menor ca- tegoria habian secundado sin reservas la pugna de los nobles por el poder, exigieron en recom- pensa un mayor grado de tolerancia religiosa Los nobles no tenian otra opcién que conceder- la. De no aceptar el programa de sus parlidarios se verian privados de su apoyo de base. Con todo, la introduccion de la tolerancia reli- FLANOES CONTRA 1 8 giosa originé nuevos problemas que los nobles fueron incapaces de solucionar. En abril de 1566, y en contra del parecer de Egmont, Horn y Orange, una tropa de 400 hombres armados present6 una solicitud de tolerancia al gobierno de Bruselas. Desde ese momento, los edictos de herejia fueron letra muerta y los protestantes que vivian en el exilio comenzaron a retornar. A fines de la primavera y comienzos del verano se organizaban ya servicios religiosos protestantes al aire libre con tal asistencia de Publico que era imposible controlar a las masas. En agosto, dirigidos por sus predicadores cal- vinistas, pequefios grupos de protestantes se dedicaron a destuir las estatuas religiosas que habia en las principales iglesias. Después cele- braban sus cultos protestantes en esos locales purificados. En muchos lugares, los sUbditos ca- 0s del rey se quedaron sin ningun local apropiado para sus liturgias. Cuando el gobierno decidié recurrir a la fuerza para restaurar el orden, los protestantes anun- iaron que los calvinistas franceses y alemanes les habian prometido ayuda militar en caso de puro. EI 29 de agosto de 1566, en una carta deses- perada, el gobierno de Bruselas informé al rey que la mitad de toda la poblacion de los Palses Bajos estaba infectada por la herejia y que cer- ca de 200.000 hombres se habian levantado en armas para destruir a la Iglesia catdlica En este contexto de aparente anarquia y rebe- lion generalizada debe enmarcarse la funesta y tan criticada decision de Felipe I! de reprimir la revuelta por la fuerza. Para cualquier observador imparcial de la época resultaba evidente que el relo directo contra la autoridad real requeria una firme respuesta, so pena de provocar una oposi- cion similar en otros dominios de la Monarquia Hispanica Muy oportunamente, en aquel justo momento, cedié la amenaza turca. La muerte del poderoso sultan Suleiman en septiembre de 1566 permitid a Espafia redistribuir las {uerzas destinadas has- ta entonces a la defensa del Mediterraneo. Asi, un ejército de 10.000 veteranos esparioles recibio érdenes de marchar desde Lombardia a los Paises Bajos para restaurar el poder real. La expedicion, al mando del duque de Alba, uno de los mas prestigiosos generales_esparioles, parlio en abril de 1567 y llegé a Bruselas en agosto. El nuevo gobernador no perdié el tiempo ne- gociando con los disidentes. Egmont, Horn y 1.200 de los suyos fueron detenidos por traicion, y cerca de un millar, incluidos ambos condes, condenados a la pena capital. Sin embargo, mu- chos implicados en las revueltas, entre los que se encontraba Guillermo de Orange, consiguie- ron huir. En abril de 1568, confiando en que la impopu- laridad de los espanoles provocaria un levanta- miento general, Orange y sus partidarios inva- dieron los Paises Bajos. La intentona se sald6 con un fracaso total. Ni una ciudad ni un solo noble se sumd a los rebel- des, mientras el principe gastaba todo su dinero y perdia a muchos amigos. Si Alba hubiera administrado su victoria con. magnanimidad, quizé hoy se recordaria a Gui- llermo de Orange como un revolucionario frustra- do y no como el padre de una nacién La segunda revuelta Pero el duque habia recibido instrucciones precisas del rey para poner en practica aquellas. medidas politicas disefadas en 1559 y posterior- mente abandonadas. Las guariciones espafolas, ahora integra- das por 10.000 hombres, se instalaron en ba- ses permanentes. El nuevo sistema de obispa- dos, incluyendo los inquisidores, se hizo opera- tivo y las leyes contra la herejia recobraron todo su vigor. Pero la cosa no acabé aqui. El duque modificé completamente la estructura legal y fiscal de los Paises Bajos. Los cédigos civiles y penales de las distintas provincias fueron revisados y unifi- cados y se introdujeron leyes italianas y espafio- las para administrar el nuevo sistema. Paralelamente, se arbitraron nuevos y gravo- sos impuestos para mantener a los tercios y acabar con la dependencia financiera de los Paises Bajos sobre Espana. Era una decision impopular, pero el rey insistio: en 1570, los tur- cos habian invadido la isla veneciana de Chipre y el protectorado espaol de Tunez. De nuevo, todos los recursos de Felipe Il se empeniaban en la defensa del Mediterraneo En octubre de 1571, la fiota cristiana, financia- da en su mayor parte por Espafia, destroz6 a la Marina turca en la batalla de Lepanto. Pero esa victoria no sirvid para reducir la impopularidad del régimen del duque de Alba en los Paises Bajos, donde 1571 tan sdlo habia producido epi- demias, inundaciones, desempleo y aumento de tributos. En aquellos momentos, unos 60.000 neerlan- deses vivian exiliados, y Orange decidio aprove- char el descontento general para intentar otro ataque. En la primavera de 1572, contando con cierto apoyo de gobernantes extranjeros, temerosos del poder del duque de Alba, los exiliados lanza- fon Cuatto invasiones en los Paises Bajos. Con- fiaban en que por lo menos una pudiera prospe- rar mientras los espaioles se entrentaban a las otras, y, en esta ocasiOn, la estrategia resulto acertada. Mientras el duque de Alba luchaba en el sur, las provincias nororientales (Frisia y Drenthe) y las noroccidentales (Holanda y Zelan- da) fueron conquistadas por las fuerzas rebeldes ‘en nombre de Orange ‘=~ CONDADO DE FLANDES REINO DE FRANCIA = le LA REBELION DE LOS PAISES BAJOS + Primera campata de Guilermo de Orange, 1568 Unt ao arr, 1579 HE cucedes sublvades contra os espatoes, 1572 non do reer, 1579 Campatoa gel suque de Alba, 1872-76 ante: cudades adherides ala Union de Urecht HI rerrtoro se os robedes noandeses on 1575 Conquista de Alejandro Farneso, 1878-07 HE certons eapaces en 1578 [EI ) rortorto tots Estados Ganerale on 1567 Como se sabe, una vez paciticado el sur, el duque de Alba pudo reconquistar el nordeste con facilidad. Sin embargo, Holanda y Zelanda resistieron, La clave de la situacién era la geografia mili- tar. En la década de 1540, las principales ciuda- des de la costa holandesa habian sido fortifica- das para protegerse de un ataaue francés por mar. Una de estas ciudades, en protesta por el régimen del duque de Alba, habia admitido fuer- zas rebeldes en la primavera y el verano de 1872, demostrando que sus nuevas defensas servian con la misma eficiencia contra el gobier- no que las habia construido. ‘Aunque, con el tiempo, cada ciudad podia ser obligada a tendirse por inanicion, como ocurrié con Haarlem tras un asedio de seis meses en 1873, este hecho permitié la rebelién frontal de muchas otras, tal como lamentaba en 1574 el sucesor del duque de Alba, Luis de Requesens Reducir por fuerza 24 villas que hay rebeladas en Holanda, tardandose en cada una dellas lo que hasta aqui se ha tardado en las que por este camino se han reducido, no hay tiempo ni hacienda en e! mundo que baste. La hacienda se habia convertido en Ja llave de la victoria en los Paises Bajos. Para reducir a las ciudades rebeldes y controlar a un tiempo las ya reconquistadas, se necesitaba un ejército de 80.000 hombres. Y el coste de manutencion de una fuerza de ese tamano superaba incluso los recursos disponibles de un rey como Feli- pe Il, el hombre mas rico de la cristiandad. El pago a las tropas empez6 a_retrasarse: tres meses, seis meses, un ano. En 1573 se produjeron amenazas de motin y en 1574 todos los tercios esparioles se negaron a seguir com- batiendo si no cobraban su soldada, y tomaron la ciudad de Amberes como rehén para forzar un acuerdo. La tercera revuelta Pero en septiembre de 1575, después de una lucha demasiado larga en dos frentes el Medi- terraneo y los Paises Bajos—, Felipe Il estaba en bancarrota. Sus ingresos estaban hipoteca- dos y los acreedores se negaban a facilitar nue- vos créditos. Cuands los rebeldes holandeses tuvieron noti- cia del decreto de bancarrota, el regocijo fue grande. No cabla la menor duda de que se avecinaba un nuevo motin de los tercios, pues sus soldadas no podrian pagarse. Requesens anot6 sombriamente Aunque e! Rey se hallase con 10 millones de oro, y los quisiera embiar aqui, no tiene forma de hazerio... porque si [0 invia de contado por mar, viene perdido: y por cedulas (de crédito) como hasta aqui es imposible, porque ni alla queda mercader que pueda darlar, ni aca ay quien las acepte. Asi, nadie se sorprendié cuando, en junio de 1676, las tropas volvieron a amotinarse por su paga. Al principio establecieron su base en la ciudad de Alost, y en noviembre se trasiadaron a Amberes. Ambas ciudades fueron brutalmen: te saqueadas tras su conquista. Sin embargo, no fue la accién de los es- pafioles la que sorprendié a los contemnpo- raneos, sino la reaccién de los neerian- deses. En marzo de 1576 habia muerto Requesens, el gobernador real, y nadie llegé para reem- plazarle Por esta razon, mientras au: mentaba la inquietud y el tono amenazante de las fuerzas es- pafiolas, las provincias del sur Guillermo de Nassau, principe ‘de Orange —antes leales al rey— comenzaron a reclutar tropas para su propia detensa. Tras el saqueo de Alost, en julio, los lideres politicos de! sur empeza- ron a discutir la mejor forma de pro- tegerse de los amotinados. Natural- mente, pensaron en las tropas del principe de Orange, que habian de- fendido con éxito Holanda y Zelan- da durante cuatro afios. Para octubre. las provincias rebeldes y las Jeales habian arbitrado una formula de colabora- On, y el saqueo de Amberes del 4 de noviem- bre, en el que perecieron 8.000 vecinos y se Gestruyeron mas de 1.000 casas, lanzé a ambos bandos contra los amotinados. ‘Como pasaban los meses y los tercios se- guian aterrorizando al pais, representantes de Casi todas las provincias se reunieron en una asamblea en Bruselas Guillermo de Orange, que presidia la delega- clon de Holanda y Zelanda, fue consolidando gradualmente su liderazgo. Desde 1572 habia Sido tan solo el jefe de dos provincias sitiadas ue luchaban por sobrevivir hasta que las fuer- 2as oponentes desfallecieran por agotamiento. ‘Ahora, sin embargo, podia moldear el destino de tres millones de personas dirigiendo una peli- grosa campania contra Felipe II para forzarle a Conceder medidas de tolerancia religiosa y cier- to grado de autonomia politica A\ principio le acompafé un éxito considera- ble. En mayo de 1577, el rey se avino a retirar todas las tropas espariolas de los Paises Bajos y permiio una amplia discusién sobre el futuro gobierno de las provincias. * Los Paises Bajos, divididos Pero a finales de ese mismo afio, el rey cam- bid de opinién. Hizo volver a los soldados espa- foles y retiré las concesiones religiosas. Orange fue insultado no sélo por los realistas (que en ‘estos momentos no eran muchos), sino también por los calvinistas. En la provincia de Flandes, extremistas protes- tantes repitieron las practicas destructoras de 1566, rompieron imagenes y ocuparon las igle- sias pata su propio uso. (Orange estaba horrorizado, pero parecia inca- paz de controlar la furia dogmatica de sus alia- dos, aunque comprendiera que esas acciones le estaban enajenando el apoyo de los catélicos de su partido Los realistas, dirigidos desde octubre de 1578 por el sobrino del rey, Alejandro Farnesio, duque de Parma, supieron sacar partido a las peleas de sus oponentes y convencieron a los asusta- dos catélicos para que firmaran la paz por sepa- rado y unieran sus fuerzas a las de Parma Empezaba ahora la verdadera reconquista de las provincias rebeldes. Alejandro Farnesio diri- gid una brillante campana, utilizando la fuerza y él soborno para mejorar su posicién. Pronto los catdlicos escasearon en el bando de los rebel- des, y se dudaba de la lealtad de los que per- manecian en sus filas. En 1578 y en 1581, un ejército francés al man- do del duque de Anjou, hermano del rey de Francia, intervino en ayuda de los rebeldes. En la segunda ocasién, el duque {ue incluso reco- nocide como principe y serior de los Paises Ba- jos y se tepudid a Felipe Il. Pero sin ningun éxito. Los que todavia aceptaban al monarca espafol segulan avanzando. En 1583, Anjou y los franceses regresaron a su pals, y en junio de 1584 murié el duque. Se proyecté ofrecer a Guillermo de Orange la dignidad suprema, pero en julio de 1584 el prin- cipe también murid, asesinado por orden de Fe- lipe Il La revuelta quedaba descabezada. Tuvo que pasar todo un afio para que la reina Isabel de Inglaterra, alarmada por las conguistas de Flandes y Brabante por Alejandro Farnesio, proporcionara el vital apoyo militar y financiero que, al fin, frend el avance espajiol {Qué consiguieron entonces los rebeldes bajo el liderazgo de Guillermo de Orange? Mucho en algunos aspectos. Mantuvieron con éxito consi- derable, durante doce afios, su enfrentamiento a Felipe Il y se las ingeniaron para conseguir el apoyo esencial de Francia e Inglaterra. Espana se vio obligada a gastar montanas de dinero y miles de vidas humanas para sofocar la rebelidn, y fracas A pesar de ello, Orange presidia en 1584 una coalicién cada vez mas desmoralizada Muchos rebeldes deseaban abiertamente la paz con Espafia, otros querian formar parte de Francia e incluso habia quienes se preparaban para convertirse en subditos de la reina de Inglaterra. El coste de la resistencia resultaba también insoportable. Las tropas de los rebeldes eran casi tan levantiscas como las espafiolas a cau- sa de sus soldadas. Fue la decision de Felipe Il de diversificar sus fuerzas, primero contra Inglaterra (campa- fa de la Armada Invencible, 1587-88) y des- pués contra Enrique IV de Francia (1589-98), la que permitio a los holandeses consolidar su posicion. Durante los afios posteriores a 1590, el go- bierno de la repiblica fue reestructurado, au- mento el comercio y la industria y se asegura- ron las fronteras. Pero todo eso ocurrid varios afios después del asesinato del principe de Orange. Guillermo fue el lider que mantuvo la resisten- cia durante los amargos dias de la derrota, mas no organizé la nacién para la victoria. Utilizando una imagen biblica, tan cara a los escritores del siglo xvi, el principe de Orange fue el Moisés que guid a su puebio a la tierra prometida, pero no se le permitié entrar en ella. Nunca llego a encamar el papel de Josué. FLANDES CONTRA FELIPE 18 Por Manuel Fernandez Alvarez Catedratico de Historia Moderna Universidad de Salamanca j (OMO era Guillermo de Orange? Esta cla: GU vo que aqui lo que cuenta, anies que una descripcién fisica, es plantear su caracter y su formaci6n; si se quiere, su ideologia De todas formas, fue hombre de frente despe- jada, nariz aguilefia, ment6n prominente y mira- da reflexiva; asi lo presentan el grabado de J. Wierix, en la Biblioteca Real de Bruselas, y el cuadro de Mierevelt, en el Museo de La Haya Guillermo de Orange nacié el 25 de abril de 1533, en Dillenburg (Alemania), hijo de Gui- llermo de Nassau-Dillenburg y, como tal, herede- fo de una de las casas mas importantes de los Paises Bajos, cuyas posesiones penetraban en Alemania. Su padre se habia convertido al luteranismo, Guillermo oe Nassau, ‘principe de Orange (Fiksmuseum, ‘Amsterdam pero consintié que su hijo se educara en la Cor- fe de Carlos V y, por tanto, que recibiera una’ formacién catélica, en la Corte de Maria de Hun- gra, la hermana del emperador y su gobernado- ra de los Paises Bajos. No cabe duda, por tanto, de que Carlos V valoré desde un principio lo que suponia atraer- se aquel linaje; de la nueva generacién, el noble mas destacado por el César fue Guillermo de Orange, de tal forma que a los veinte arios reci- bid el mando de un ejército para defender a los Paises Bajos de los ataques de Enrique Il Mas significativo resulta que cuando Carlos V penetré en la sala donde estaban reunidos los Estados Generales —convocados para asistir a la_abdicacion imperial, en Bruselas, el ano 1555—, quiso hacerlo apoyandose en el brazo de Guillermo de Orange, como si previera que el joven principe iba a ser la figura clave para la conservacién de los Paises Bajos por Espana La proteccién que Carlos V dispens6 a Guiller- mo de Orange se puso también de manifiesto en otros hechos. En 1550 —cuando Guillermo de Orange contaba diecisiete afios—, Carlos V promovié su boda con Ana de Egmont, la hija y heredera de uno de los personajes mas allega- dos al emperador: el conde Maximiliano de Buren. El propio Felipe II le dispens6 también su favor en los primeros afios de su reinado: le vemos entre el escogido grupo que habia de negociar la paz de Cateau Cambresis con Fran- cia, en 1559, junto con Granvela, el duque de Alba y otros altos personajes de la Corte fi lipina ¢Deben traerse al recuerdo, cuando se traza el perfil de un hombre de Estado, las cuestio- nes familiares? Guillermo de Orange cas6 di- versas veces, bien conocida es la fragilidad de la vida de las esposas en aquellos tiempos, a causa de los peligrosos partos. Como en el caso del propio Felipe II, Gui- llermo de Orange tuvo cuatro mujeres: la pri: mera, Ana de Egmont, fallecié a los ocho afos de los esponsales, dejandole dos hijos. La segunda, Ana de Sajonia, una eleccion pu- ramente politica de Guillermo de Orange. Libre de tutelas superiores, buscé una alianza con los principales principes protestantes alemanes y se desposé con la hija de Mauricio de Sajonia —aquel célebre principe aleman que estuvo a punto de coger prisionero a Carlos V en Inns- bruck, en 1552— y nieta de Felipe de Hesse. Cabe pensar que Guillermo de Orange, cons- ciente de su proxima ruptura con Esparia, nece- sitaba contar con tales apoyos. En 1574 busco la alianza francesa, divorcién- dose de Ana de Sajonia para desposar a Carlo- ta de Borbon. Finalmente, al fallecer ésta en 1582, tomd por cuarta esposa a Luisa de Co- ligny, con Io que se aseguraba el apoyo del partido hugonote francés. El soldado Mas que su pericia en el campo de batalla, donde se vio superado por otros capitanes —co- mo el duque de Alba o Alejandro Famesio—, admiramos en Guillermo de Orange su amplia visién de los acontecimientos, su tenaz defensa de unos ideales y su capacidad de superar las adversidades, A pesar de las multiples derrotas sufridas, nunca abandoné la lucha. Y, cuando las circuns- tancias lo requerian, tomo las medidas més extremas, como la de romper los diques, para anegar los campos donde maniobraban los ter- ios viejos; curiosa variante de la férmula bélica de tierra quemada para hacer imposible la vida al invasor. Cuando lo consideré inevitable, ante la fuerza del enemigo, no dudé en retirarse del campo de batalla, teniendo por mejor hacer posible una’ nueva campafia que arriesgarlo todo en una so- la jomada Las campanas militares de Guillermo de Oran- ge parecen presididas por el principio militar del desgaste del enemigo, sobre la base de que éste actuaba lejos de sus puntos de partida, Conociendo muy bien las aflicciones de la Ha- cienda hispana por costear los tercios viejos en el norte de Europa —los afos atlictivos de Carlos V, de que nos habla Ramon Carande—, traté de expiotar al maximo esa situa- ion Frente a la guerra relampa- go que precisaban los espa- fioles —{a blitzkrieg del siglo XV, como en las campafias imperiales de 1543 contra el lecucion de los (Condes de Egmont ducado de Cleves, de 1544 4 107. ain an contra Francia, de 1546 y I peters 1547 contra la liga de Esmal- calda, Guillermo de Orange impuso otro ritmo més lento. Ya que no podia jugar con sigio XVI. Bisforoea ‘Nacional de Paris el espacio, lo hizo con el tiempo, yendo a la guerra larga de mar- chas y contramarchas, de defen- sas heroicas de plazas fuertes, que aguantaron en ocasiones campafias enteras, para hacer cierta ya en su tiempo la frase de cuan dificil era poner una pica en Flandes. Asi, cuando el duque de Alba Neg6 en 1567 a los Paises Bajos con su temible ejércit‘o, cuyo nervio lo constituian los tercios viejos, Guillermo de Orange prefirid retirarse a sus dominios alemanes de Dillenburg, poniéndo- se a resguardo de la primera furia espafiola, aun a costa de perder todos los cargos y pre- bendas que poseia en los Paises Bajos. Supo librarse de ese modo de la severa justi- cia del rey, de la que serian penosas muestras Jas ejecuciones de los condes de Egmont y de Horn en la plaza de Bruselas, el 5 de junio de 4568, Sin embargo, considerando que e! hondo malestar producido por aquelias muertes daba pie para ello, recluté tropas mercenarias en Ale- mania y penetro con ellas en su patria, esperan- do conseguir un alzamiento general contra Feli- pel No fue asi; es mas, su hermano Luis de Nassau sufrié una severa derrota en Jemmingen, a ma- nos cel duque de Alba, accion en la que perecio su hermano mas pequefo, Adolfo de Nassau A la caza del error Leos de desanimarse, Guillermo de Orange acometio personalmente la siguiente incursion en los Paisgs Bajos, aunque sin mejores resulta- dos. Era cuAndo el duque de Alba podia jactar- se de que tenia todo aquel territorio bajo control Guillermo de Orange hubo de esperar’a que el duque de Alba cometiese su primer error, que propiciase el alzamiento general del pals: la imposicion de la pesada carga de la alcabala, el impuesto castellano sobre las: compraventas. Aun asi, el reanudamiento de la lucha debi buscarlo por otra via. Dada la fuerza militar del ejército del duque de Aiba en tierra, habla que buscar su punto débil en el mar, y ese seria el intento de Luis de Nassau, junto con los llama- dos pordioseros de! mar, ianzados a una serie de acciones pirdticas, muy crueles, pero con tales botines, que permitieron financiar sucesi- vas empresas. La guerra alimentaba la guerra, y los pordiose- ros del mar encontraron amparo en los puertos ingleses, ante la complaciente mirada de Isabel de Inglaterra La batalla de Lepanto, en 1571, puso mas prudencia en la reina ingiesa, de forma que los pordioseros de! mar tuvieron que buscar otro Tefugio. Es cuando logran la toma de Brill, y poco despues de Flesinga, lo que iba a suponer el alzamiento de toda Holanda, Zelanda, Giiel- dres, Utrecht y Frisia. territorios que reconoce- rian la autoridad de Guillermo de Orange. Al fin, el alzamiento popular esperado por el rebelde, se habla producido. Era el afio 1572 Cinco afos habian pasado desde que Guillermo de Orange se retirara a Dillenburg, dispuesto a entrentarse con el poderio de Felipe II El recrudecimiento de la guerra no daria la victoria en los primeros encuentos a los orangis- tas. Luis de Nassau, que habia penetrado por el sur ocupando Mons, hubo de rendirse al duque de Alba, sin que Guillermo de Orange fuera ca- paz de liberar a su hermano Poco después, Malinas, y otras ciudades que se habian alzado contra Felipe Il, sufrieron los horrores de! saqueo. La nota de que los aconte- cimientos iban @ tomar un giro distinto la dio la ciudad de Haarlem, que en 1573 resistio largos meses los asaltos de las tropas espanolas. A poco, Aikmaar se mostraba inexpugnable, los pordioseros del mar derrotaban a la flota real en Enckhuysen y Felipe Il se veia obligado a reem- plazar al duque de Alba por Luis de Requesens. ‘A partir de ese momento, la guerra se proion- garla, sin que los tercios viejos pudieran conse- guir ia victoria definitiva, aunque lograsen de cuando en cuando algunos éxitos parciales. Es- taba en marcha el contlicto mas largo de los de don Luvs de Requesens tiempos modemos y contempora- eos, una guerra de ochenta afios, que seguiria mucho mas alld de la vida de Guillermo de Orange y de Felipe Il, y que no terminaria hasta la paz de Westfalia, en 1648. Pero ya se podia comprender que el resultado final serla aquel marca- do por uno de ios principios ele- mentales de la historia: que cuan- do un pueblo es capaz de sacrificarlo todo por su libertad, resulta siempre indomable. ‘Ain serian derrotados los orangistas por San- cho Davila en Nimega, en 1574, y en Gemblours por Alejandro Famesio, en 1578; pero en vano mandaria Felipe Il a los Paises Bajos a sus mejo- res soldados: don Juan de Austria como Alejan- dro Famesio, Sancho Davila como Mondragon 0 Valdés. Guillermo de Orange supo oponer a todas las adversidades un formidable espiritu de resisten- cia; espiritu que quedaria simbolizado en la de- fensa de Leyden, para cuya salvacion no dudé en acudir al supremo recurso de romper los di ques alzados con tanto esfuerzo frente al mar, para inundar los campos, obligando a levantar @1 cerco a los tercios viejos espajioles. Admirable cosa fue, y digna de ser recordada, que _cuando Leyden fue visitada por Guillermo de Orange, le pidiera como recompensa la fun- dacién de un centro universitario. Estaba claro que un pueblo asi resultaba invencible. Elestadista Si del soldado Guillermo de Orange sdlo po- demos decir que su mejor virtud fue mantenerse en pie, pese a tantas derrotas, muchas mas co- sas pueden afirmarse de él como estadista. En ese terreno estuvo a la altura de los mejores hombres de Estado de su tiempo. Su obra, el surgimiento de una nueva nacién independiente, desgajandola de la monarquia catélica de Felipe lI, qued6 bien afianzada a su muerte. Para logrario, Guillermo de Orange man- tuvo relaciones con Isabel de Inglaterra, con los principes protestantes alemanes y con los hugo- notes franceses. En ocasiones, logré ayuda de la propia Corte parisina. En cierto momento consider que la salvacion podia venir del acatamiento de los Pai- ses Bajos al duque de Anjou, personaje que estuvo lejos de responder a sus esperanzas. En un principio procuré mantener ia ficcion de que no luchaba contra el rey, sino contra el mal gobiemo, y en esa linea lanz6 su justifica- cién de 1568; pero al ser proscrito por Felipe Il en 1581, y su cabeza puesta a precio, respondio con su Apologia, desiigandose publicamente de la obediencia que hasta entonces habia recono- cido a Felipe Il Para justificar tal actitud, dado que el alza- miento contra su sefior natural era considerado me FLA TRA FELIPE ignominioso por la época, hubo de presentar a Felipe Il como el personaje mas malvado que se habla conocido en la historia, dando asi pie a la famosa leyenda negra filipina. Se traté de una lucha de propaganda, para ganarse a la opinién publica europea, batalla ganada ampliamente por Guillermo de Orange. Y esa fue otra nota de sus condiciones de estadista No pocos compatriotas suyos se vieron de- fraudados ante sus retiradas militares 0 ante al- guna de sus acciones politicas —en especial, cuando apoyé tan calurosamente la candidlatura del duque de Anjou—. En ocasiones, sus tropas cometieron tantos excesos, tantos pillajes y tal cUmulo de atrocidades como los que se achaca- ban a los espafioles. Su Apologia contiene tal suma de falsedades, que conturbo incluso a no pocos adeptos y fami- liares suyos, como al mismo Juan de Nassau. Pero, tomado todo en su conjunto, su labor de estadista fue tan tenaz, su espiritu de resistencia tan indomable, su entrega a la causa de la liber- tad de su patria tan radical, que cuando se reti- 16 a Delft en 1583 pudo aceptar, como un hecho que respondia a la realidad de las circunstan- cias, el titulo de conde hereditario dg Holanda y Zelanda, niicleo de la nueva patria que con tan- to tes6n habia ido alzando. Precisamente, seria en su refugio de Delft don- de hallaria la muerte, victima del atentado que contra él cometid un borgofién, Baltasar Gérard. Era el 10 de julio de 1584. Y no es una frase meramente retdrica afiadir ahora que las Provin- ccias Unidas lloraron su muerte como la del padre de la patria. En eso estribé su grandeza. La guerra con Espana estaba muy lejos de terminar, pero era una realidad que una nueva nacion, en paz o en guerra, formaba ya parte de la historia de Europa En eso, repito, estribo su grandeza, porque cuando se analizan los requisitos que precisan los movimientos revolucionarios para triunfar, y en qué medida se hallaban en los Paises Bajos hacia 1559 (ano en que Felipe Il abandona aquellas tierras, para encerrarse en Castilla), se echa de ver lo que tuvo que esforzarse Guillermo de Orange para ver cumplida su ambici6n. De los dos factores sociales primordiales en aquellos tiempos’ (nobleza y ciudades), vemos a la nobleza en parte mediatizada por la accion anterior de Carlos V, con su captacidn al servicio de la Casa de Austria; por otra parte, tampoco puede afirmarse que la nobleza formase enton- ‘ces un cuerpo homogéneo. Habia notorias diferencias entre la alta y la baja nobleza. También se apreciaban diferen- cias y fivalidades entre los burgos: ciudades comerciales y maritimas, como Amberes y Ams- terdam; ciudades fabriles, donde los gremios mantenian su pujanza, como Gante o Bruja: ciudades cortesanas, como Bruselas y Malinas: resentar a ivado que do asi pie nda, para 2a, batalla e Orange. clones de vieron de- © ante al- especial andidatura sus tropas ajes y tal @ achaca- Isedades, os y fami- > Nassau, | labor de esistencia e la liber- Jo se reti- un hecho irounstan- Jolanda y 3 con tan- Delft don- itado que ar Gérard, una frase as Provin- del padre serra con, pero era en paz o istoria de 1, porque precisan riuntar, y ses Bajos bandona Castilla), sforzarse plida su diales en vemos a ja accion, | servicio tampoco se enton- alta y la . diferen- ciudades sy Ams- gremios > Brujas: Malinas; ciudades episcopales, como Lieja, 0 universita- fias, como Lovaina. Estaba el hecho, ademas, de la inoperancia Politica de,los Estados Generales, aun muy lejos de constituir un verdadero poder politico que aglutinase a las ciudades, al modo como el Par. lamento, en Inglaterra, o las Cortes en la Corona de Castil Y habria que tener en cuenta otros requisites: el nacionalista, el ideolégico y el religioso. Si hemos de creer a J. W. Smit, en su impor- tante ensayo sobre la revolucién de los Paises Bajos —importante, pero en ocasiones farrago- so(*), el sentimiento nacionalista era todavia muy impreciso. No se habla convertido aun en la expresion de un conjunto de ideas comunes ‘a un pueblo 0 —como diria Ortega— en un pro- yecto colectivo que aunase las diversas fuerzas de los Paises Bajos En cuanto a lo ideolégico, si entendemos por tal la aspiracién a la libertad, la velan de muy distinto modo los nobles y los comerciantes, las ciudades y los campesinos. Y por lo que hace al factor religioso, sin duda el mas fuerte en aquella Europa conmocionada por las doctrinas de Lutero y de Calvino —pero también por las (C)_J. W. Smit: «La revolucion en los Paises Bajos, Revolu clones y rebeliones de la Europa modema, Madrid, Alianza Eaitoral, 1972 Detalle de Diversion sobs el hielo junto a Utrecht, 2 Hendrick Avercamo (cc particular, Amsterdan consignas de los padres tridentinos—, los Pé Bajos estaban profundamente divididos entre Ic que seguian y entre los que renegaban de | Vieja religion; siendo un numero insignifican los que, como Guillermo de Orange, aspirabe a la libertad de.conciencia Es a la luz de esos condicionamientos com se puede medir la obra de Guillermo de Orang Guillermo el Taciturno, o Guillermo el Grav (pues creo que lo otro es una mala traduccién supo avivar el sentimiento nacionalista qu apuntaba en su pueblo; eficazmente ayudad e80 es cierto, y bien a su pesar, por el duqu de Alba y por los tercios viejos. ‘Aquel sentimiento nacionalista incipiente, s mostré unido a la hora de aborrecer al extrahj fo, que hollaba armado sus tierras y sus ciud: des. EI dicho de que las madres asustaban sus pequefios, recalcitrantes al suefo, con | amenaza de que liegaba el duque de Alba, s transforma asi en algo mas que en una anécd ta mas 0 menos pintoresca. Guillermo de Orange supo también aunar a | nobleza media y baja, dando su apoyo a I pordioseros del mar. Mas dificil le result conc liar a catdlicos y calvinistas, teniendo que afia zarse finalmente en estos Ultimos, conforme | permitia la misma coyuntura internacional. Es es un extremo que debe tenerse en cuenta: | revolucién de los Paises Bajos no fue solo u 1 conflicto interno de un Estado —en este caso, de la monarquia catoli- ca, sino un episodio importante, dentro de la confrontacion que a escala europea estaban llevando a cabo las fuerzas catdlicas y las reformadas. Dado que Guillermo de Orange se habfa alzado contra Felipe Il, sus aliados naturales eran Isabel de Inglaterra, los principes protestantes alema- nes y los hugonotes franceses, y, por eso mis- mo, su base principal en los Paises Bajos tenia que estar entre los adeptos a la reforma Donde demostré Guillermo de Orange su au- tentica valia como hombre de Estado fue, a mi juicio, en su explotacién de la coyuntura interna- ional, para hacer frente a la monarquia filipina, que entonces —y es algo que no debe olvidar- se— constituia la potencia mas poderosa de Europa. En ese terreno, Guillermo de Orange supo ha- cer uso de la propaganda con tal éxito, que fue un adelantado para su tiempo. Con ello logré atraerse la opinién publica de la Europa nérdica, lo que no parecia facil; en definitiva, era un re- beide contra su seftor natural, cosa que Ids po- deres constituidos miraban en todas partes con malos ojos, como un mal que pudiera propagar- se. En ese sentido, como ya hemos indicado, su Justificacin de 1568 y, sobre todo, su Apolo- gia de 1581 (debida ésta en realidad a la pluma de Pedro 'Oyseleur, sefior de Villiers) resultaron decisivas. Es cierto que Guillermo de Orange no fue ca- paz de alzar un verdadero ejército nacional al servicio de su revolucién, pero si comprendié la importancia de. la incipiente marina de guerra que estaban creando los pordioseros de! mar, sobre todo después de la captura de los puertos: de Brill y Flesinga, en 1572. Tampoco fue capaz de enfrentarse con acier- to a los tercios viejos mandados por el duque de Alba 0 por Alejandro Famesio; pero si de liberar ciudades cercadas, como Leyden, por el procedimiento de la inundacién de aquellas tierras baxas, al igual que otros generales ha- bian acudido al sistema de la tierra quemada para impedir el avance del enemigo. Se ha dicho, y con razén, que una potencia econdémica altamente desarrollada como los Pai- se Bajos no podia estar dominada por un siste- ma como el de la monarquia catdlica, con su centro de poder radicado en una Castilla de grandes sefiorios feudales En suma, con la revolucién de los Paises Bajos asistimos a una de las primeras revoluciones burguesas contra una sociedad feudal. Pero el hombre que aglutind todas esas posibilidades fue Guillermo de Orange. Cuando Alejandro Faresio logré la Union de Arras, que reuniria a las fuerzas meridionales catélicas, Guillermo de Orange respondié con la Union de Utrecht, de \a que saldria la futura nacionalidad holandesa. Esta claro que muchas otras fyerzas coad- yuvaron a su triunfo, sin perder de vista al propio clan familiar de los Nassau; en su mis- ma Apologia, recordd Guillermo de Orange que habia perdido tres hermanos en la lucha Por la liberacion de su patria. Pero también es cierto que esas fuerzas y, por supuesto, el clan familiar, le miraban como a su jefe indiscutible, Y también como al padre de la patria holande- sa; fue el titulo que los habitantes de Delft le concedieron, cuando el 10 de julio de 1584 Bal- tasar Gérard consumé su magnicidio Espanoles en Flandes Por Antonio Dominguez Ortiz De la Real Academia de la Historia ‘A presencia de los espanoles en Flandes (1) se asocia siempre a los horores de la Guerra de los Ochenta Afos (1568-1648), una de las més largas y mortiferas que ha presencia- do nuestro continente. {Fue especialmente cruel? Sobre este punto cabria emitir dudas. Es evidente que episodios atroces, como la toma y saqueo de Amberes en 1576, tenian que producir ‘encores perdurables. Pero para que esos rencores hayan llegado con tanta fuerza hasta hoy, es preci- sa la intervencién de otros factores, pues, de lo contratio, las alrocidades de la Guerra de los Trein- ta Afios hubieran indispuesto para siempre unas contra otras a todas las naciones de Europa. Yo creo que no hay que olvidar que para los flamencos, en especial para los holandeses, % aquella guerra tuvo un caracter, por asi decir. institucional ‘Aquella guerra forj6 a las Provincies Unidas co- mo Estado nuevo, independiente. Y como la crea- ion de un Estado siempre va acompafiada de mi- tos, la de aquel nuavo Estado se unid para siempre jamés con la figura de un héroe, Guillermo de Orange, el Pelayo holandés; con su contrafigura © antihéroe, el duque de Alba; con sus tercios, protagonistas de la furia espariola, y con su sobe- rano, Felipe I No s6lo entre los holandeses, sino entre los belgas, anda muy esparcida la opinién de que la presencia espafiola fue puramente militar, Na- da menos que Henri Pirenne, uno de los mayo- res historiadores europeos, escribié que la Unice huella que habiamos dejado en aquellas tierrss algun top6nimo, como Charleroi, J. Lefévre rechaz6 con toda razon. Hubo hechos mas importantes que el cambio de nombre impuesto por el gobernador general, dugue de Castel Rodrigo, a la vieja comuna de Charnoy en honor a Carlos il, que acababa de suceder a Felipe IV en el trono de las Espafias. Hubo contactos comerciales muy antiguos, hubo corrientes y vinculos intelectuales muy estrechos, ¥ hubo (a ello aludirernos especialmente en estas paginas) contactos personales, de la naturaleza més intima que puede darse, porque eran concer- nientes al amor y a la muerte. Por supuesto, los contactos espirituales, y aque- llos otros inspirados por ol amor al lucro, no po- dian dejar de tejer también vinculos humanos: recordemos la amistad que se anud6 entre Velée- quez y Rubens, la correspondencia epistolar entre Quevedo y Justo Lipsio, la venida a Espafia del célebre Jansen 0 Jansenio, obispo de Ypres, para contrartestar las pretensiones que la Compafia de Jesis tenia en materia de ensefianza superior, Ja large estancia de Arias Montano en Flandes, donde se impregné de las doctrinas de la secta familista; su larga y tecunda actividad intelectual en aquellas tierras, cuyo fruto mas depurado fue la publicacion en Amberes de una versi6n mejo- rada de la Biblia Poligiota que recibié el nombre de Biblia Regia por haber patrocinado Felipe Il [a edicién (2) Y, ya metidos en terreno editorial, habria que recordar que fueron miles los libros de autores espafioies cuyas obras, en latin 0 en castellano, se pubicaron en las prensas de Amsterdam y Amberes Tampoce podrian pasar sin dejar huellas per- sonales de su paso por Esparia los ingenieros y metalurgicos, Jos protesores de matematicas y otros representantes de la ciencia y de la técni- ca que llegaron a Espana en la época de los Austtias. Pero hacer este inventario requeriria un estudio especial, que atin no ha sido hecho. Si de las artes y las ciencias pasamos al mun- do de los negocios, encontramos también unas relaciones estrechisimas entre los Paises Bajos y los reinos de Espana. Bien conocida es la intensidad y la antiglledad de las relaciones entre los mercaderes de Bur- gos y ce los puertos cantabricos con las plazas comerciales flamencas, sobre todo con Brujas, donde subsistio un consulado espanol hasta 1705, aunque ya la mayoria hubiera elegido Amberes. En esta ultima ciudad vivian en 1560, es decir pocos afios antes de que estallaran los distur- bios, 60 familias espanolas, mas 28 solteros (3). Presencia numéricamente escasa, pero de cali- dad, en su mayoria altos funcionarios 0 ricos mercaceres. Era la contrapartida de la emigracidn comer- cial flamenca a Espafia, sobre todo al Bajo Gua- dalquivir, atraida por el comercio americano y las altisimas ganancias que generaba (4). Como la emigracién mercantil de Espana a aserto que Flandes, la de Flandes a Espana no era volumi- nosa, pero si de alto nivel, y se concret6 en la formacién de un grupo de grandes mercaderes; algunos obtuvieron titulos de Castiia 0 bien des- tacaron en el campo intelectual. Dos nombres vienen en sequida a la memoria: Nicolas Anto- Tio, nuestro biblidfilo mas prestigioso, y el sanlu- quefio Hugo de Omerique, el mas famoso mate- matico espariol del siglo xv" Pero volvamos a nuestro objeto: ver si la pre- sencia militar en aquellas tierras engendro algo mas que odio y violencia. Hay, por otro lado, un dato que contradice la opinion comin: en las obras teatrales y novelisti- cas de autores espafoles que colocan su esce- nario en Fiandes, y que son relativamente nume- rosas, como ha mostrado en esta misma revista el profesor Vosters (5), el tema belico siempre va acompafiado de una intriga amorosa, lo que puede interpretarse como una exigencia del gé- nero y una prueba mas de la desconfianza con gue un historiador debe acoger los testimonios literarios. Una minoria Pero estos, aunque exagerados 0 deformados, nunca fabulan sin una base real, y por eso, cuando estén apoyados por documentos, son de valor inestimable, aunque solo sea como tes- timonios de vivencias e ideales colectivos. Por- Don Juan de Austria (grabado ce! sigio x Bipvioteca Nacional Paris) que es claro que, a diferencia de la poesia lirica, la dramatica debe tener en cuenta los sentimien- tos de los espectadores Por eso, si en Pobreza no es vileza, Lope introduce a un caballero espafiol que con riesgo de su vida salva a una dama flamenca del asal- to de unos soldados y, en E/ amante desieal, José Camerino hace a don Fadrique héroe de una hazafa semejante, es evidente que no sdlo querian animar el relato contraponiendo escenas de caballerosidad y virtud a otras de violencia guerrera, sino que contaban de antemano con la aquiescencia del espectador o lector. Los escritores que han investigado a fondo los efectivos militares de la guerra de Flandes subrayan que los soldados espafioles eran mino- ria. En el ejército del gan duque de Alba, 7.900 de un total de 54.000; en el de Alejandro Farne- sio, 5.000 entre 35.000. Los demas eran alema- nes, italianos, valones (nombre genérico de los nativos), etoétera, Los espanoles eran un niicleo reducido, aun- que de extraordinaria capacidad militar. Agre- guemos un numero mucho més reducido de fun- Cionarios civiles y tendremos la impresin de que la presencia humana en los Paises Bajos fue muy escasa. Y asi es verdad, aun teniendo en cuenta que aquel personal se renovaba con mucha rapidez, es decir, que si por término me- dio habia 20.000 hombres, este nimero habria que multiplicario por un alto coeficiente para cal- cular la presencia espariola en Flandes hasta finales del siglo xvi (6) Los esparioles que iban a Flandes estaban impulsados por los motivos més diversos. Como en los emigrantes a Indias, se mezclaban en La ciudad do Arras (detalo de! Civitates Corbis terratum, siglo x partes diversas el idealismo y los més bajos apetitos; la sed de gloria y el afan de ganancia y aventuras, Si Cervantes llamé a las Indias refugio y ampa- 10 de los desesperados de Espana, iglesia de los alzados, salvoconducto de los homicidas. ‘engario comin de muchos y remedio particular de pocos, la novelista dofia Maria de Zayas dijo de Flandes que era refugio de delincuentes y seguro de desdichados. Poquisimos irian allé, con peligro inminente de perder la vida, sélo para defender la religién y la monarquia catdlica. Si acaso, encontraria- mos hombres de ese temple en el clero castren- se, cuando los jesuitas se hicieron cargo de aquella misién En general, los jesuitas fueron partidarios de la conservacién de Flandes frente a la opinion contraria, manifestada en los escritos de los po- iiticos y arbitristas, en las tertulias particulares y en las peticiones de las Cortes. Nunca fueron populares las guerras de Flan- des; sobraban voluntarios para ir a Italia, pero no para enrolarse con destino a aquellas tierras: nérdicas tan distintas de las nuestras Alli iban los que tenian un motivo particular: bandoleros amnistiados con esa condicion, co- mo el famoso don Luis de Queralt; ios que tenian una cuenta que saldar, como don Femando Ra- mirez de Vargas, que queria vengar la muerte: de su padre. Segundones de familias hidalgas que querian hacer una carrera militar, y, en ge neral (este seria el motivo mas corriente), indivi duos deseosos de jugarse el todo por el todo para obtener honores y dinero; pues si con la Paga corriente, aun satisfecha con puntualidad, s6lo podian hacerse algunos mo- destos ahortos, el apresamiento de un adversario de cuenta 0 el saqueo de una rica ciudad podia convert de golpe a un simple soldado en una persona acaudaiada. En aquella tragica loteria no falta- ron los que sacaron un premio gran- de, aunque con més frecuencia les tocé perder; perder la salud, perder un miembro, perder la vida. Pocas veces eran conducidos directamente de Esoafia a Flandes; por lo comin, eran entre- nados en Italia y luego, tras una marcha a pie de mes y medio, llegaban a Flandes, formando aquellas cohortes bizarras que asombraron a Brantome. No existian uniformes y cada cual se vestia a su guisa, procurando extremar lo vistoso y mar- cial de su aspecto: colores variados, plumas, cascos y almaduras, a veces con incrustaciones de plata y oro. Sefiores soldados Después de meses de combate, aquellas so- berbias unidades se transformaban en grupos de hombres agotados y andrajosos, pero siem- pre con un alto sentido de la estimacion propia. Por eso, sus jefes se dirigian a ellos, no solo con el legendario titulo de senores soldados, sino Con otros aun mas ceremoniosos: ilustres Seriores, magnificos seriores. Y no exageraban, porque, segun las iistas, la mitad llevaban don, ‘que entonces era titulo de nobleza. ‘Combatian a pie, pero muchos llevaban caba- ilo y ctiados. Todo esto debe reterirse al siglo xu. En él sigio xvi el panorama vario mucho; se llevaron reclutas forzosos, menos heroicos y mas disciplinados. Disminuyeron los motines y acab6 la époce legendaria, Estas cualidades buenas y malas por fuerza tenian que impresionar a los flamencos... y a las flamencas. Lo dice Bances Candamo: En Flandes son arbitros las madamas del honor de los soldados, siendo en iguales balanzas bien visto en las asambleas fe! que [o fue en las campanas (7) Su nivel de cultura era elevado, como lo de- muestra la notable cantidad de escritores que dio aque! reducido grupo de hombres (otra cit- cunstancia que los empareja con los conquista- dores de América): Bernardino de Escalante, Francisco Verdugo, Marcos de Isaba, Sancho de Londofo. E estudio de los testamentos demuestra que eran mayoria los que sabian firmar, lo que con- trasta con el mayoritario analfabetismo de la época. Hubo soldados anénimos que trataron de pre- servar en los saqueos las riquezas bibliograficas de las ciudades. Al decir esto no pretendo excu- sar su brutalidad, sino explicar que por su nivel social y cultural podian, en ciertas circunstan- cias, ser admitidos en aquella sociedad civiliza- disima, y esto se realizaria en bastantes casos por los cauces eternos de Venus y Cupido. Matrimonios Matrimomios 0 Como todo ejército, aquél tenia que satisfacer unas necesidades sexuales. Sus jefes, incluso los tratadistas de arte militar, se ocupaban de satistacer aquella necesidad para evitar mayores males y la calculaban en seis a ocho mujeres por cada cien hombres. Pero agregando 4 las prostitutas, las concubinas, esposas (algunas hubo que siguieron a sus maridos), vivanderas, etcetera, se llega a un numero muy superior. Trascendiendo estas uniones ocasionales, el contacto con la poblacién favorecié la creacion de vinculos mas solidos. Naturalmente, mas que en la Holanda hostil podian anudarse en las pro- vincias meridionales, catdlicas, aunque molestas con la carga de Ios alojamientos, que creaba situaciones tensas. No siempre, sin embargo: Los soldados tam- bien tenian contactos, mas 0 menos aceptables, ‘con las mujeres de tuera del tercio. Esencial- mente, las esposas, hijas y hermanas de los huéspedes, a las que habia que proteger. La atmosfera de los Palses Bajos, bajo el gobierno Ge Alba, no se prestaba a ello. Con ayuda del tiempo, y por otras razones, se trabaron relacio- nes con las flamencas, a las que los espanoles encontraban con un modo de andar libre... muy blancas, rubias, hetmosas y agradables (8). ‘Asi se producian en medio de los horrores bélicos intermedios pacificos, amables. Si no es con damas y mujeres flamencas, executar e! bai- Te y danzar es cosa aborrecida en la guerra (9) El resultado légico de estos contactos era el amor mutuo, como también eran légicos los con- flictos que de aqui nacian. En Don Juan de Aus- tia en Flandes, Lope de Vega pinta un intransi- gente sefor flamenco que no sélo reniega de Su hija, sino que ordena venderla como esclava por haber tenido relaciones con un espanol; pe- fo esto es sOlo un indicio de la reserva con que hay que acoger los textos literarios. be la desconfianza inicial se paso gradual- mente a una compenetracién cada vez mayor. Muchos militares espafoles aprendieron frances y. en contrapartida, algunas palabras espafnolas pasaron al valén (10). Muchos espafoles se identificaron con el pais, comprando tierras, to- mando esposas, de tal suerte que en 1577 Esco- bedo escribia a Felipe Ii con motivo del regres de los tercios a Italia: La gente ha sido muy dificultoso y trabajoso sacarla por estar ya muy arraigada y llegarles el dolor de la salida a las entrarias (11) La frecuencia de los casamientos mixtos esta ba en proporcion directa con la categoria social FLANDES CONTRA FELIPE 29 de los contrayentes. Era proporcio- nalmente mayor en los rangos ele- vados del Ejercito y de la Adminis- tracién real, porque tenian mas vo- luntad de permanecer en el pais que los simples soldados. Veamos algunos ejemplos: los principes de Ligne enlazaron repeti- damente con miembros de la aristo- cracia_espafiola: los Folch de Car- dona, Ladrén de Guevara, Manrique de Lara. Lo mismo puede decirse de otra famosa familia flamenca, la de Croy, asi como la de los T’Ser- claes Tilly. J. Lefevre cita muchos otros casos: el sefior de Droogenbosch casé con Teresa de Alvarado, Charles van de Berghe con dofia Isabel de Ona- te, el conde de Beaurieu con dofia Ana de Velas- co, etcétera. Pero es en el mundo del Ejército donde encon- tramos mayor numero de casos: E/ uniforme de los oficiales espanioles parece haber ejercido una seduccién irresistible... El fenémeno lo en- contramos, ante todo, entre los oficiales superio- res, maestres de campo, gobemadores de las tres principales fortalezas del pais: Gante, Cam- braiy Amberes... Iigo de Borja, gobemador militar de Amberes, casa con Helena de Bous- su... Sancho Martinez de Leiva y Carlos Coloma, gobernadores militares de Cambrai, casaron con Margarita de Varick y Maria de Liedekerke, respectivamente Descendiendo en la jerarquia militar, el fend- meno se amplifica y son centenares los oficiales y soldados espafoles que aparecen en los re- Qistros parroquiales contrayendo nupcias con flamencas. De los 4 espafoles e italianos que hicieron alguna manda entre 1604 y 1606 en la que se mencionaba a la viuda, 18 mujeres eran espario- las y 34 flamencas... De los 527 matrimonios de soldados esparioles celebrados en la iglesia de la guamicion de Amberes entre 1625 y 1647, 216 de las desposadas tenfan nombre espano! 0 italiano, pero muchas de las espariolas habian nacido en los Paises Bajos, y muchas de las flamencas ten/an madres espafiolas, Ventajas e inconvenientes La Administracién espafiola no veia con bue- Nos ojos estos matrimonios mixtos; le parecia que los soldados se aburguesaban y perdian combatividad. Ademas, la Real Hacienda resul- taba perjudicada por el transporte de la mujer e hijos, las pensiones de viudedad y la obligacion moral de colocar a los hueérfanos para que no quedasen desamparados. Por eso, un articulo de las Ordenanzas Milita- tes dictadas por Carlos Il disponia que sdlo se autorizase el casamiento de una sexta parte del contingente militar. Pero estos casamientos mixtos también tenian ventajas, que un tratadista de la época, Roman Montero de Espinosa, resu- mia asi: Fomentan la union de las dos naciones: se precave el mal de los retornos a Espafia y de las deserciones; aumentan las facilidades de recluta, pues los hijos de soldados tendian a seguir la profesion del padre (12). A partir de 1648, los espanoles ya no hacian’ la guerra a los naturales, sino solo a los france- ses, y este factor psicolégico influyd en la fre- cuencia de los matrimonios mixtos y en la pro- gresiva famenquizacion del Ejercito. Montero de Espinosa calculaba que la mitad’ de los llamados soldados espafoles habian na- cido en Flandes, y esta proporcién seguitia au- mentando. Puede decirse que los famosos y te- midos tercios acabaron siendo fagocitados por el pais en el que acampaban Si del ejército pasamos a la Administracién civil y eclesidstica, encontramos también una numero- sa presencia espafiola. Vemos espafioles ocupan- do altos puestos en los tribunales y consejos. In- cluso vemios que se repite en Flandes la conocida vocacién de los vascos por estos empieos buro- craticos, como lo revelan apellidos de aquel or- gen: Arrazola, Ofate, Nicolaeta, Erquicia En el dominio eclesiastico, el numero de cas- tellanos que ocuparon puestos en lax|glesia bet ga es impresionante (Lefevre). Y esos puestos fueron, con frecuencia, elevados; por ejemplo, los deanatos de las catedrales de Amberes, Bru- jas, Termonde, Anderlecht. Otra modalidad de la compenetracién espafo- la en Flandes fue la adquisicion de tierras no- bles, de feudos, por parte de altos funcionarios que se integraban de esa forma en la jerarquia nobiliaria de los Paises Bajos. Asi fue como, por citar un caso, el pagador general Tomas Lépez de Ulla compré la jurisdiccién de varios lugares y en 1646 la baronia de Rodas, elevada después ala categoria de condado. Esta aristocracia espaola trasplantada a Flan- des o surgida alli no termind cuando el Tratado de Utrecht atribuyd a los soberanos austriacos los antiquos Paises Bajos esparioles; por el con- trario, se amoldaron pertectamente’ al régimen austriaco, con el que tenian tantas concomitan- cias histéricas y humanas, Como es logico, de estas numerosas uniones surgié una copiosa descendencia en la que pre- dominaban los apellidos espanoles, puesto que el espariol solia ser el padre. De aqui la sorpre- sa del investigador, del simple lector, al compro- bar que un nombre conocido y enteramente es- panol corresponde a un flamenco. Nadie diria que Enrique Conde y Fernando de Rebolledo nacieron, el primero en Amberes y et segundo en Bruselas, hijo de sevillano. Ambos eran dominicos y figuraban entre los administra: dores nombrados por la colonia flamenca de Sevilla para cuidar de la capilla que tenian en et colegio de Santo Tomas ‘Algunos de estos hispanoflamencos conquis- taron notoriedad: Martin Antonio del Rio, poligra- fo jesuita, de familia cantabra, seguin Menénaez josa, 12 naciones Espana y idades de tendian a no hacian os france- en la fre- en la pro- 2 la mitad jabian na- sguiria au- OSOS y te- itados por racién civil a numero- 's ocuDan- nsejos. In- 1 conocida. eos buro- quel ori- 4 ‘0 de cas- glesia bel- 8 puestos r ejemplo, eres, Bre mn espafio- tierras. no- neionarios : jerarquia como, por nas Lopez 0s lugares a después da a Flan- el Tratado austriacos, Dor el con- | regimen, yncomitan- 18 uniones a que pre- esto que la sorpre- al compro- mente es- mando de eres y el 10. Ambos: .dministra- menca de nian en el $ conquis- 0, poligra- Menéndez Pelayo nacié en Amberes en 1551 y murid en Lovaina en 1608. Tuvo en su tiempo reputa- ion de gran sabio; hoy lo que nos asombra, mas que su arudicién, es su credulidad. Vivié en la epoca clasica de la caza de brujas y sus Disquisiciones mégicas \13) se, convirtieron en e| més completo y delirante tratado de Demo- nologia. En muy distinta esfera se movid otro famoso antuerpiense, don Rodrigo Calderon, de familia de mercaderes, quiz4 conversos, seguin sospe- cha Bataillon (14), lo que no le impidio ser caba- liero de Santiago, marqués de Siete Iglesias y ‘omnipotente favorito de Lerma y Felipe Ill. Su carrera acab6, como es sabido, en un cadalso elevado en la Plaza Mayor de Madrid ‘Al amor y a la vida sigue la muerte. Los espa- oles, que vivieron y amaron en Flandes, murie- ron también alli en gran nimero, unos en el campo de batalla, otfos en pobre lecho 0 sun- tuosa mansién éNo ha sido Flandes sepultura honrada de espanoles?, escribia fray Benito de Penalosa Sepulcro de nuestras crismas, la lam Gongora en un romance de 1588, Sepulcro de Europa, Quevedo, en carta a Justo Lipsio de 1604. Espa- fa mi natura, Yialia mi ventura, Flandes mi sepul- tura fue proverbio que corrié por Espana y que tenia una parte, una gran parte de verdad, pero que no era toda la verdad. Muchos volvian, unos sanos, otros estropea- dos, buscando acomodo en algtin castillo 0 con- vento, formando corrillos, como el de las Gradas de San Felipe, en la madrilenia Puerta del Sol en los que se relataban hazafias, se evocaban recuerdos y también, segin es fama, se solta- ban infungios a granel Otros muchos, como hemos visto, quedaron en su pais de adopcion y murieron de muerte natural. La mayoria yacen en tumbas andnimas. De vez en cuando se descubre alguna de carac- ter mas relevante. Hace un par de arios, el senor Haguette, con- servador del museo de Grave, descubnd, bajo el altar mayor de la iglesia de esta ciudad, la tumba del capitan don Diego Davila Calderon, que murio ‘en 1594, siendo gobernador militar de aquella an- tigua fortaleza sobre el Mosa, en otros tiempos de considerable importancia estratégica. En la lapida mortuoria se grabé una octava biogratica y lauda- toria en la que se le recuerda como gran soldado de inviaias tan perseguido. Hay aqui un campo que explorar, porque sa- bemos muy poco sobre la vida y la muerte de los espafioles en Flandes. Los datos que antece- den se refieren, sobre todo, al Flandes catélico y espanol. Sobre la presencia hispana en Holan- da tambien habria mucho que decir Los que alli encontramos pertenecen a otras, categorias: prisioneros, inconformistas, refugia- dos. Sefardies que abandonaban la Peninsula huyendo de la Inquisicién y alli se dedicaron a actividades mercantiles y financieras; deserto- res; frailes que ahorcaban los habitos. Del grupo de sefardies hispanos, presidi por la figura imponente de Benito Spinoza, sab mos bastantes cosas. De los otros grupos, nac © casi nada. Y valdria la pena ahondar en es materia para disipar la opinion de que la prese cia espahola en los Paises Bajos se redujo tiros y estocadas. NOTAS (1) _Tomamos esta palabra en sentido amplio, como o! luna de las provincias que perienecieron a los Habsburgo: Que hoy fern a Bendix, mas ls porcones congusta por Francia (2) El célebre impresor Planta. editor de la Biblia Reg ‘obiuvo de Felipe II. un monopolo de impresién de todos | breviaros y libros iturgicos que se vendieran en Espana sus Indias. (3). Vazquer de Prada, Letires marchandes d/Anvers... ‘gin datos dol archivo de Simon Fulz (4) A falta de un trabajo de conjunto, pueden consulta las obras de John Everaer, De internationale en kolon handel der viaamse frma's to Cadiz, Bruas, 1973; Eddy Sic famenca de Sevila y el comercio de los Pais Noles y ios articulos de! marques de Sattile sot la nobleza andalvza de ongen flamenco (5) Las armas y las musas Las querras de Flandes en literatura de la Edad de Oro» HISTORIA 16, numero (6). Sobre e! numero de miltares esparioles en Fand. vweanse los apendices C y D de G Parker, E! Ejercito Fiandes (7) «Por su rey y por su damas. Cit por M. Herrero, Ia de los esparioles del siglo XVI (8) Morel Falio. Espagnols ot famands, 285 (Paris, 189 (9), Vazquez, cit, por G Parker. €/ Ejercio de Flandes, 2 (10) Parker. obra citada, 219 (11) Quatreiages, Los tercios esparoes. 315. (12) Didiogos miitares y poiticos sobre las campanas e)6rc0s de Flandes. pags 76-82 (Bruselas, 1854) (13) Disquisitonum magicarum bri sex Maguncia, 15 (18)__D Rodrigo Calderon, Anversors, Bul Academic Ro le de Belgique, 1959 Cazaux, Y., Naissance des Pays Bas, Paris, Albin Michel, 1983. Chudoba, 8., Esoafa y ef imperio, ‘Madrid, Rialp, 1963. Echevarria, M. A., La dip fee oe an cee Toke ‘Bilbao, 1984, . G., Les guerres de religidn, Paris, Presses Unvestaoo France: 186. Mig He Ac La economia europea en el Renacimiento tardo, 1460-1600, Madrid, Catedra, 1981. Mitre, E., y ‘otros, E/ ocaso de fa hegemonia espafiole, Wa- fii eae nel Meas ker, G.. El ejéraito de Fla ‘el Camino esparicl, Madrid, Alianza, 1966. Upaaimpes hatl oats orcas Nba EM.E., 1979. Stradiing, R. A., Europa y e! decive dee earvcisre nperal espa, Madrid, Céte- dra, 1983. Trevor-Astor, editor, Crisis en Europa, 1560-1660, Madrid, Alianza, 1983. 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