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ROBERT C. SOLOMON ETICA EMOCIONAL Una teoria de los sentimientos EXTREMOS FELA EMOGION: AFLICCION, RISA Y FELICIIADY 109 La AFLICCION Empecemos por lu afliecién, de la que no les gusta hablar a los fild- solos. Existe, por supuesto, la muerte, que atiza la clocuencia (aunque: oscura) de muchos lildsofos, Pero éstos s¢ apresurarin a puntualizar que no son ni asesores de afligidos, ni terapeutas, y que la desconsolada familia no deberia buscar consuelo en la filosofia. Lo que los fildsofos podemos decirles, en conctenciz aunque de poco les sirva, ¢s que todos tenemos que morir alguna vex. (+|Cacamba, muchas gracias!») Al mar- aen dela filosolia, en cl mundo de quiencs hemos de enfrentarnos real- mente sla muerte ya la afliccion, los mas optimistas pucden afadir que dl difamto ha «marchado a un lugar mejor», mientzas los demas ofre cmos nuestras «condolencias» y guardames un fespctuose silencio. Pero, en la mayoria de las culturas, crean © no en el mis alla, el duelo (el proceso de alliccién piblica} es una de-los rituales sociales mis impor jantes. En cambio, los estadounidenses tienen una actitud hacia la muerte y la afliccién que puede resumirse como negaciin, y una cazén es que se centran en la alliccién como una pérdida personal y no tien- den a veela en términos de solidaridact. Se dice que la afliccion es La mis negativa de las emociones «nepati- vas», pero, como he sugerido en capitulos anteriores (y volveré a defen- der), esta oposicién entre cmociones positivas y negativas se me antoja demasiado simplista. Esto es tambien aplicable a Ia allicciéa. También aqui deheriamos distiaguir cuidadusamente entre las causas de una emo cidn y su papel funcional en nuestra economia psiquica. Es cierto que la afliccién indica una scria pérdida, (Una nota al respecto: me referiré sélo a un paradigma de la afliceidn, la que-sigue a la pérdida mas @ me nos repentina de un ser queride. Hay otras: la familia que pierde su casa solariega en un buracdn o un tornado, la mujer que Hora la muerte desu feto, el alma perdida que se lamenta por la vida que podria haber Tlevada, el amante ahandonado que se: lamenta por su amado, hoy feliz- mente casado en Seattle, o la enfermedad crdnica, que no sélo permite sino que requicre un proceso de afliccién durante los dltimos meses 0 afios de vida de-un ser querido, Pero la pérdida de un ser queride es lo bastante terrible, desoladora ¥ traumatica como para focalizar nucstra atencién.) Lit ESVRATEGIAS EMOCIONAL Pero ja alliccidn no cs sélo yn trauma. E] otrs lado de la alli prerrequisito, es cl amor. Poe tanto, sostengo que la afliccién no cs sdlo ef lamenta por la perdida, La afliccion ex también an modo de mantenct por la pe ion, su nive ef amor. Pensemos en el pésimne concept que tenemos de una per sona que acaba de porder a su cémyuge o-@ str hijo y prosigue stu activi dad ain el menor indicia de pena 0 alliccién. A lo sumo, podslamos ser generosos y suponer que est neganda y reprimienda su a liccidn, pero, s somes menos comprensivos, podriamos coneluir sencillamente que os insensible ¢ incapaz de amar. Por oura parte, también tendemos a pen- sar con facilidad que la afl concierne al presente y al futuro. Pensemos on lo que denominaré di- mensin conmenraratiea dea afliceién. Las personas dedican novelas, bautivan edificios y crean asociaciones y fundaciones cova el fin de man: 14n s6lo se refierc al pasado. Pero tambien tener la memoria de aquellos a quienes han amado y perdido. Podemmos convebir la afliccian como una emocidn ancgativas y no deseada, pero gaalguno de nosotros le gustaria vivir 11 UD mundo sin afliccién, donde li pente mutiese sin dejar ningtin rastro emocional? Pensemos en nucs- cro propio funeral e imaginemos quc nadie se molestasc en aeudir. No nos ocupamos poco de la afliccion porque carezce de importan- cia, sino por ser Lan inevitable en La vida. Se nis impene. Fs ficil ver por qué concebimes la afliceién como una emocidn ancgativar ¢ indeseable. Su pecsencia misma significa que hemos sufrico intensamente, logue ne debemos confundir con la afirmacién de que hemos sufrida por causa de la afliceiga. Hablamos de Ja afliccidin come de una emocién dulorosa, yreta la dolorosoes la pérdida, no lx emocicin, Adem, la ulliccion es uma ‘emocién moral, como trataré de explicar enscguida. Pista es a razén de gue no sdlo-esperemos la afliecion como la reacciéa aprapiada ante la per dida de un ser querido, sino que la consideremas también oblizaroria en tun sentido fuerte. Cuando una persona no muestra signe algmo de allie cidn tras una pérdida muy personal, no nos sentimos dnicamente sor prendidos, sino moralmente ofendidos, y censuramos a ¢sa persona. Pensemos en Meursault, el personaje de Camus en El extranjera, ta- chado de-«inhumano» porque no Hora por su difunea maclre ep su fu- eral, $i la afliccidn fuera simplemente una reaccién negativa ante uba pérdicls, o incluso una condicidn fisica que (coma se ha sefalade a me- nuda) encaja en la definicidn del trastorna mental, de la enfermedad. EXTREMOS DE LA EMOCION: AFLICCION, Risa Y FRLIGIIAID All esto resultaria incomprensible. A una persona asi la considerariamos aforrunada, como el aileta que posee un clevado umbral de dolor, o la persona que arriesga con valentia y no se amedrenta en circunstancias on ne es meramente que aterrarian a la gente corriente. Pero la aflic «normal» o-enatutal», ai tan sélo habirual o «apropiadas. Es moral mente obligatoria, porque, al igual que el amor, se halla profundamen- te arraigada en auestca vida moral. Meursault ao se aflige porque no puede amar, y ésa es su condena Otro problema es que en la cultura occidental se menosprecia la alliccitm por considerarse «cobardes. Recordemos unos versos de Hami- fet, que puede leerse como wna obra teatral sobre [a afliccién (en lugar de sobre la venganza, como suele inerpretarse Lvéase Faccio, 19991). Es encomiable, conmovedor, Hamlet, que rindas alu padre cl homenaje de tu duelo. Pero también cu padre perdié al suyo y éste a su vez a otro y. el que sobtevive scien Filial tiene por un dempe la ob! de hacer patente su iisteza. Pero perseverar en.un lute incesante puede Megara ser terquedad impix, dalor ealarde, Demuesira irreverente aposiciéa al cielo, corazin endeble, impaciencia de espiritu pobre inteligencia y escaso entendimiemo, (Hamded, 1, I)! «Dolor coburde.» Eso lo dice todo, La afliccidin es una negativa a aceptar la inevitable, una aterquedad impin». Por supuesto, Claudio re conoce la conveniencia de una afliccién (muy) breve (apor un tiempo L..,] hacer patente su tristeza»), pero se apresura a afiadir que los bow bres de verdad no se alligen (y, cn esta época de la igualdad de pénero, qui ‘ame deberiamos comprender 4 tampoce fas mujeres de verdad). entonces esta emocién de «pobre inteligencia y escaso entendimiento» ala que se acusa de estar desconectada de la tealidad? ¢Demuestra «irre- verente oposicién al ciclow o indica mas bien algo escncial del ser hu- mang, a saber, la capacidad de amar? 4 Trul. east. Pawlet, Madrid, Caireda, 2005, piss. W!S-1291N def 2 112 ESTRATEGIAS EMOCIONALES La auténtica afliceién puede ser profunda. Come el amor, la aflic- cién implica un yo compartido, pero en este easo ese yo compartide ha suftide un grave dafio, Volviendo al mito de Aristélanes, el yo comple- to vuelve a quedar escindido. Asi pucs, la afliccién supone nada menos que la pérdida de nuestro yoo de una porcién sustancial del mismo, y el tetruimiento que expresa la afliccién no es ni el rechazo de Ja sociedad. aiel simple refugio de un ser herido, sino mas bien el necesaria inteato de reconstruir y restablecer nuestro sentido del yo. Lin contra dela idea habitual, la alliceidn no es sélo dolor, y las «tendencias a la accidins aso- cindlas con le afliccin no sem, camo suele suponerse, meros rerraimien- tos o expresiones de dolor. Como la amgustia heideggeriana, la afficcién incitaa la ceflexién, y tal es el propésito del retraimiento. La idea de que ja afliccién carece de tendencias a la accidn sigue ignorando este evi- dente rasgo de la aflicciém, aunque desde luego el retraimiento y Ia re- flexidn no son exactamente acciones «eneérgicase equiparables a pegar un puiictazo en Ja nariz a quien nos ha enfurecide o salir corrienda: cuando tenemos miedo. (Era William James quien insistia en que «el impulso aactuar enérgicamente» es lo que distingue las emoviones de la fria racionalidad, Pero él pensaba en la ira y en el miedo, no en la alli cin.) ‘También son significativas las tendencias a la accién de otras per- sonas, en una comunidad saludable, que prestan apoyo y contribuven a mantener vive el recuerda de los difuntos, Antes pensaba que la afliccién podia conccbirse como una especie de emocién degenerada, una averia dela emocidn mis que una emocidn ensi. Hoy en dia muchas fildsofos defienden (como yo) que la mayoria de las emociones son cevaluables racionalmentes ¢ involucran comple- jos motivos, objetivos, intenciones y acciones. Pero este plantea tn pro- blema en el caso de la afliceién, que parece incluir un deseo manificsta- mente irracional {el regreso a la vida del difunto) y, por consiguicntc, no genera ningun objetive ni intenckin inteligible, ni ninguna accidn. A di- ferencia de la mayovia de las emociones, la alliceion no parecia acarrear acciones, sino mis bier retraimiento e incapacidad de hacer gran cosa. Por esa, yo ercia que fa afliccién suponia una pérdida de imtimidad y la ruptura de una intensa dependencia emocional. Esto significatva que la fonomenologia de Ja afliccién se entenderia mejor, 20 como una acti- tid emocional, sino como Ja destruccién suibita de una actitud emocio- EXTREMOS DE LA EMOCION: AFLICCION. RISA ¥ FELICITAD 113 nal, como ura averia. Pero he Negado a entender que de esta forma sc subestima el valor y la relevancia de la afliccién, y se ofrece un andlisis inadecuado y poco imaginative de la emocién. Pero la afliecion es también ejemplar en otro sentido. La afliccion noes una-emocién tinica, sino un proceso. Elisabeth Kiibler-Ross (1979) teazé lo que se ha confirmado muchas veces com el proceso «normals» de la afliccién, que incluye la negacién, la ira, el aturdimiento y la culpa, amen de la tristeza con la que a menudo se identitiea eswechamente la afliccién, Por consiguiente, seria desde luego talso definir la afliccién como una «cemocion hasica» en el sentide que venimos sugiricndo, pe- ro, en otra sentido, cuesta pensaren una emecién mas basica para la vi- da humana, su naturaleza social y su moralidad. Una vez mas, es esen- cial que concibamos la emocién como una interaccién dindmica con el mundo y no sélo un sentimiento encertado en si mismo. Esa interuccion con el mundo est dominada por un tipo peculiar de percepcién, la percepcién de que alguien, el ser querido, no evté aby. Es- Las percepeiones de la ewsencéa son filoséficamente relewantes, aunque ‘bastante ignoradas, como subraya tan persuasivamente Jean-Paul Sartre ensa gran obra Elser y ia nada en-uno de sus ansilisis de la anaclan: «Pie- rre no esti en el café». El hecho fenomenolégico y psicologico es que una ausencia puede ser mds conmovedora, mas notable y mas obsesiva que una presencia. Por consiguiente, la fenomenologia de la alliccién resulta casi inconccbible sin una fenomenologia del recuerdo, pues, co- mores obvio, la afliccidn se reficre inevitablemente al pasado, o mas bien al pasado recordado. Recordamos, tal vex obsesivamente, momentos compartidos con nuestro queride difunto. De hecho, uno de los dolo- res paraddjicos asociados a la alliceian es la constatacién de que no so- mos capaces de recordar tanto como nos pustaria, que nuestro recucr- do del ser queride se desvaneve con el tiempo. Esto resulta frustrante:y, hasta cierto punta, aumenta la afliceién ¥ la culpa. Par tanto, lo que constituye una parte [undamental de la «recuperacidn de Ta afliccién es también un aspecto del sufrimiento dela afliccién. Pero he advertide que la afliccién también se dirige al futuro. Nose tefiere slo al pasado. La mayoria de las emociones incluyen un deseo (eo conjunuy de deseos) caracteristico, y eso es lo que Jas hace tan motiva- doras. Pero ¢cudl es el deseo vinculado a Ia afliccion? Se ha sugerido il4 ESTRATEGIAS EMOUTONAL que la afliccidn involucra un tniea desco: el deseo imposible de que el ser querido nocsté muerto. Pero de este modo ignoramos una de las ca- racteristicas mas dramaticas de la afliccién, su fucete deseo de conme- mnorar y honrar al difunto, de satis/acer al menos uno de los deseus pri- mordiales del difunto, aunque no necesariamente verbalizado. Janet McCracken, uma antigua alumna inia, analiza la nataraleza «dedicato- riae de la afliecién, «Ll cardeter dedicatorio de la relacién pesarasa con dos muertos se refloja cn algunas de las cosas que solemos decir sobre los difuntos, tales como: “Ella lo habria queride asi”, “I lagamoslo por ella”, “Esto le hard revolverse en sui tumba”.» Cuando mnere un see queride, descamos revdir boxeres a.csa vida en su conjunto, mas allé de cualquier honor o recompensa que pudicra haber recibide por logros conerctos durante su vida. Algunos juzgardn poco razonable que dediquemes nuestros libros los muertaso que ponramos su nombres cuclas, pues, «a lin de cuentas, no estin aqui para apreciarlo. Pere, a quien no entienda este Impulse «dledicatorion, en el mejor de los casos achara de insensible. No obstante, la alliceidn puede adoprar también una estrutegia que puede partir de una expresién amorosa para obvidarla enseguida. La ex- presa bien Edina, la detestable protagonista del programa de telew Absolutely Fabulous: «:De qué sirve lorar si nadic puede verte?». Asi afliccién (come la piedad, segim Nietzsche) puede ser indulgen- te consign misma, Poro, aunque sea sincera, la afliccidn sirve a un propé- sito exlratégice: hacer que nos compadezcan y nes cuiden en una epoca dificil y recordarnos nuestra continua pertenencia 2 una comunidad. Has- taaqui ne he prestado suficiente atencidn a la expresién priblica y social, tan importante como ignorada a mi juicio por la cultura estadounidense. La expresién social de la afliccién ¢s, por supuesto, el ritual del duclo, En muchas culiuras, el duclo dura afies, a veces la vida entera. Limal- Sunas sociedades, como los maorics de Nueva Zelanda, la afliccién no se considera una interrupcidn dela vida, sino la continuacidn del ritmo de la vida, Un funeral maori dura tres dias o mas. En Estados Unidos puede durar menos de una ho munal y realmente compartida, y no una cuestién de mera compasién stadios yes in pues, La afliccién maori es férreamente co- La pérdicla-cs una pérdida para tdos, una pérdida paca la comunidad tanto como para los parientes cercanos. Por consiguicnte. la légica de la EXTREMOS DE LA RMOGION: AFLICCION, RISA Y FELICIDAD 415 afliccién se catreleje con Ta estructura social del duclo, frente a Ja acti- tud ordinaria en Estados Unidos, que concise la afliecién como un te- traimicnto antisocial. Uno de los aspectos mas Iamativos de la cultura estadounidense (hasta donde cabe distinguisla de las miltiples subcul tutus étnicas que la inteyran) es 1a auscncia comparativa de ritnales de duelo prefijados. A los pocos dias © incluso horas del funeral se consi dera perlectamente aceptable que los dolientes retornen w su vida ordi- naria y, a las pocas semanas oa lo sumo un par de meses, se expera sim- Plemente que «le superen», En otras culturas, en cambio, la idea de

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