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¿Qué es la anorexia?

Es un trastorno de la conducta alimentaria con unos criterios diagnósticos muy concretos:


falta de apetito, rechazo de alimentos, pérdida de peso deliberada, inducida y mantenida
por el propio enfermo…

¿y qué es la bulimia?

Es otro trastorno de la conducta alimentaria que se caracteriza por los atracones


recurrentes y por conductas compensatorias inadecuadas que se realizan de forma
repetida, tales como el uso de diuréticos, vómitos autoinducidos, ejercicio excesivo…

Frecuentemente se confunden, ¿qué tienen en común y que les diferencia?

Ambas son trastornos de la alimentación, conductas no habituales, anormales, insanas


que vienen provocadas por situaciones de cambio, de angustia que no sabes manejar, ni
gestionar. Esta circunstancia se traduce en el trastorno alimentario. Sin embargo, a veces
no se cumplen estrictamente los criterios y hablamos de trastornos de la alimentación no
especificados. Respecto a las diferencias, la anorexia la asimilamos con restricción y la
bulimia con impulsividad. De todas formas, yo prescindo de estas etiquetas, es mejor
hablar de trastornos de la alimentación en general que intentar clasificar a la gente. No
son compartimentos estancos, se puede pasar de un periodo más restrictivo a otro más
compulsivo.

¿Qué indicios o conductas pueden alertar a los padres de la existencia de estos


trastornos?

Depende de cada persona, en algunos casos es menos evidente que en otros y, por tanto,
se tarda más en averiguarlo. Aunque nadie está exento, el perfil más común es gente muy
responsable, muy autoexigente y perfeccionista. Se produce un cambio en la conducta y
en el carácter: aislamiento, tristeza, menor vida social… En todo caso, siempre es mejor
excederse en la prevención, informarse y descartar, que pensar que es algo propio de la
edad, que ya se les pasará.

¿Se conocen las causas?

Se da una combinación de factores precipitantes y predominantes que provoca la


derivación en un trastorno de alimentación. No porque una persona tenga de repente un
día compulsivo podemos concluir que ya tiene un trastorno.

Hay factores que predisponen (genéticos, sociales, entorno familiar, personalidad…),


factores precipitantes (la pubertad –vulnerabilidad ante grandes cambios-, sumisión a
estereotipos culturales, situaciones estresantes –exámenes, divorcios o separaciones,
abusos,…) y factores mantenedores (malnutrición, aislamiento social, problemas de
estado de ánimo, distorsiones de la imagen corporal…).
¿Ejercen una gran influencia los medios de comunicación y el canon estético que nos
imponen?

Es un factor mantenedor no desencadenante, que hace que la enfermedad se prolongue


en el tiempo. Esta sociedad impone una imagen perfecta que incide negativamente en el
individuo agravando la falta de autoestima. La comparación con los modelos estéticos
que se dan por buenos es la que da lugar, entre otras cosas, a la distorsión de la imagen.

¿Los trastornos son exclusivos de la adolescencia?

No es exclusivo de los adolescentes, pero sin duda es la edad más vulnerable para que
aparezcan estos trastornos. También es cierto que cada vez acude más gente adulta.
Cualquiera es vulnerable, cualquiera puede malgestionar situaciones problemáticas y de
angustia.

¿También afecta a los hombres?

Aunque es menor y menos conocido el porcentaje, hay casos de chicos. Frecuentemente


los deportistas con cierto grado de profesionalización tienen que pasar controles de peso
muy rigurosos que unido a otros factores pueden desembocar fácilmente en un
trastorno.

¿Una vez diagnosticado, en qué consiste el tratamiento?

Recomendamos un tratamiento multidisciplinar: una combinación de psicólogo,


psiquiatra y, si es necesario, un médico nutricionista que controle el peso. A la terapia
psicológica hay que añadir la colaboración del psiquiatra porque en algunos casos es
necesaria una medicación como apoyo (problemas de ansiedad, sensación de falta de
autocontrol).

Una vez que el médico de cabecera diagnostica el trastorno alimenticio, se envía al


enfermo mediante un volante de derivación al centro de salud mental donde se le hace
una valoración. Se decide si se puede tratar allí o en un centro más específico, como suele
ser el hospital, donde existen Unidades específicas.

¿El reconocimiento del trastorno es el primer paso y el más difícil?

El primer paso, y seguramente el más difícil, es el reconocimiento de la existencia del


trastorno y se produce normalmente tras superar un periodo inicial de negación en el que
es imposible ayudar al enfermo. Sin embargo no es el único obstáculo que se plantea, ya
que según va avanzando la terapia se genera cierta incertidumbre en los enfermos que
llevan tiempo con el trastorno, miedo a lo que va a ser su futuro.

¿El comportamiento depresivo está relacionado con los trastornos alimenticios?

Hay un alto el porcentaje de personas con depresión, con problemas de aceptación y baja
autoestima, que terminan sufriendo trastornos alimenticios. Aquí juega un papel
importante la medicación para reforzar el estado de ánimo y facilitar el tratamiento
terapéutico.

¿Cómo puede ayudar el entorno familiar en la superación de los trastornos?

Sobre todo hay que ejercitar la paciencia, hay que evitar hablar de comida, eludir frases
tipo “…pero, ¡come un poco!…”. Además, hay que añadir que en muchos casos coincide
con la adolescencia y el consiguiente choque generacional. Es una tarea difícil empatizar
con el enfermo que casi siempre se encuentra absorto en su problema y no entiende la
preocupación de sus padres.

¿Es importante que en el tratamiento se implique toda la familia?

Es fundamental que colabore y se comprometa todo el entorno familiar, remar todos


juntos en el mismo sentido asistiendo a las terapias. No ayuda mucho lo de “poli bueno” y
“poli malo”.

¿Qué papel desempeñan las asociaciones contra la anorexia y bulimia como ACABE?

Intentamos llegar donde la Administración no llega, tratamos de complementarnos.


Prestamos apoyo a enfermos y familiares, tratamiento psicológico, terapia familiar,
informamos sobre los recursos comunitarios…

Ofrecemos terapias para los enfermos y para los familiares, planteadas como un espacio
de desahogo, donde puedan encontrar el apoyo de otros y compartir experiencias bajo la
supervisión de un psicólogo.

¿Trabajáis coordinadamente con los médicos especialistas?

Tenemos trato directo con los profesionales especializados en este campo y celebramos
reuniones anuales en las que hablamos sobre las necesidades que hay y proponemos
mejoras y servicios que posteriormente trasladamos a la Sanidad Pública.

¿Qué se puede hacer desde los centros de enseñanza?

Ofrecemos charlas tanto a los alumnos como a las Asociaciones de Padres desde un
enfoque preventivo y didáctico, con el fin de facilitar la identificación de los síntomas de
los trastornos de alimentación

¿Tiene una curación completa?

Conocemos a mucha gente que ha recibido el alta y lleva una vida completamente
normal. En cualquiera de los casos se puede mejorar la calidad de vida. Si se hace un
buen trabajo se puede superar con un buen tratamiento terapéutico.

¿Está la sociedad actualmente suficientemente concienciada de la gravedad de este


problema?
Hoy en día hay información suficiente. Sin embargo, creo que hay más trastorno
alimentario del que se reconoce porque hay gente que lo ha asimilado, que convive con
él. También, hay cierta tendencia a banalizar este tema, a encasillarlo, a identificar estos
trastornos con las modelos, con chicas que quieren estar más delgadas.

¿Y habéis notado últimamente un incremento en el número de enfermos?

Desde el año pasado hemos percibido un aumento en gente más joven de lo habitual. Si
antes la media era de 18 años, desde el año pasado ha bajado a 13-14 años e incluso
alguna niña de 11. Yo quiero achacarlo a que la adolescencia llega antes, todo es más
precoz. Este descenso en la media hace que los colegios cumplan un papel muy
importante. Tanto tutores como orientadores de los centros de enseñanza detectan el
problema y dan la voz de alarma.

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