El Arte de Envejecer

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Sherwin B. Nuland Sherwin B. Nuland @s catedratico de Cirugia en la Uni- vversidad de Yale y miemibro del Yale's Institute for Social and Policy Studies. Ha publicado un gran nimero de li- bros, entre los que destaca Como ‘morimos y por el que obtuvo el pres tigioso premio National Book Award de no ficcién. Ademés de colaborar fen varias revistas médicas, ha escrito para importantes medios, como The New Yorker, The American Scholar, The New York Review of Books, The , ‘New Republic, Time y Discover. Las RECOMENDACIONES DEL MEDICO DE CABECERA DE MAS DE 2,000,000 DE LECTORES taurus EL ARTE DE ENVEJECER Taurus es un sello editorial del Grupo Santillana Relea Aen 70 Hafgetto nese” Fegenigensse alve ea cae el ca 44 wpa 3) 30c0 33000 Hevere — ieee ‘ARES asso nde eraser omens Bpeta Eolas janes ee ive ‘Taegan 30 ef 86011067 Pana Ea Renee is pte ‘hoon oe gen amonee Pager Re Vee 2 ‘eel Ler ga Topaz ay 25 Rb sori fees ‘Faigr paso Fant} 4533905 Ponte Ri Seta, Say asec paiva ssn Fata Te gears ayaarn esgmeg}0r st Aids Rie legs Su eae cite Fagbgasso ar G821}29:051 SHERWIN B. NULAND EL ARTE DE ENVEJECER ‘LAS RECOMENDACIONES DEL MEDICO DE, CABECERA DE MAS DE 2,000,000 DE LECTORES Traduccién de Victoria E, Gordo del Rey ‘TAURUS PENSAMIENTO. -LARTE DE ENVEJECER “Thao orginal The Aco Ang. A Dats Prin for Wil ing (De tr eadaccié: Victor E. Gordo det Rey Sls Eaciones Generales, SL, 2007 “orrelagn, 60,2048 Madd Teleono 91 74490 60 ‘Telefax 91 7449224 © De es esc Sania Baines Generals, S.A. de, 2007 ‘Unive 67, colonia et Vale Telefon #4207590 Parte del capita 7 fron orginlmente publica com -De You Want 1o Live Foree?= en Tent Rein, 108 (2) 3645, febrero de 205. Pars del capita # fueron origialmentepubeadn come “Howto Grow (OU: A Physi’ Presciption en Acme ma of Sores 1 (1) 4857, agosto/sepembre del 208 -Pamping onsen The Ameren Scher, Teena det Ph Beta Kapp Soi 8 (3) 12124, eramo de 1000 Copyright © 2008, Miva Gabler pra emo tlado Long Overdue, ‘ngnalente publica en Quek Sa tg, Spinghl, Miso Agadecinienot Random Hou ne. pr a reproduci del poems Graces, Abe Tal nth Gans of he Eat Nw Poms de Ace Willer, © 2008 Alice Water. -Aadesimietor Simon & Scher Ad Pubsing Group potlosenrato de Ar Amn Aubry de Patria Nel rac de cab: Care én Primer ec en México: may de 2007 1saN: 970700107 ‘s7aarD 709105 Todos to derechos reservados Ea pbliacion no pane er repre ed en pre ‘econ nn cna mgs eps on a Para Manny Papper Sabiduria, ecuanimidad, amor El Padre Tiempo no es siempre un padre severo y, aunque no se detiene por ninguno de sus hijos,a menudo trata con in- dulgencia a los que han hecho buen uso de él. Charles Dickens, Barnaby Rudge, 1841 inpice 1. UN INGIDENTE EN EL METRO 2. COMO ENVEJECEMOS: CUERPO Y MENTE. 3, CAMINO DEL SIGLO: MICHAEL DEBAKEY 4, Tomar DECISIONES. 5. TRES QUE LO CONSIGUIERON 6, UNA AMISTAD POR CORRESPONDENCIA 7. ASADIR SIGLOS A NUESTROS ANOS 8, BEBER DE LA FUENTE DE LA JUVENTUD 9. SABIDURIA, ECUANIMIDAD, AMOR. UNOS PRINGIPIOS PARA TODAS LAS EDADES. 10. UN EPILOGO SOBRE EL. ENVEJECIMIENTO AGRADECIMIENTOS. ixpice anatinico 13 27 67 a 19 145 181 217 251 273 285 289 UN INCIDENTE EN EL METRO Hace aproximadamente cinco afos tuve una fugaz experien- cia, que me vino muy bien para distinguir desde entonces entre alimentar una sensacién de rozagante salud y alimentar la falsa ilusién de seguir siendo joven. Dicho de otro modo, aprendi que un hombre de edad avanzada que nunca se ha sentido cons- trefido por la cronologia no deberfa permitirse, sin embargo, olvidar del todo la suya propia. El suceso tuvo lugar una tarde de septiembre cuando, acom- pafiado de mi mujer y mi hija pequefia, acababa de entrar en un vagén del metro de Nueva York en la estacién de Times Square. Empujados por la avalancha de viajeros propia de la hora punta, los tres quedamos apretujados en fila india, con nuestra hija Molly, de diecinueve aftos, en medio, y conmigo aplastado de- tras de ella, Entre mi espalda y las puertas del vagon habfa al- {guien a quien mi visi6n periférica s6lo habia podido identificar como un hombre alto, ancho de espaldas, probablemente en. tomo alos treintay muchos fios. Nada mas ponerse en marcha eltren, el desnudo brazo derecho del individuo me roz6, con st. mano claramente orientada a entrar en contacto con el trasero de Molly. A pesar de mi desconcierto ante el descaro del hom- bre en cuestién, tuve la presencia de énimo de hacer lo que ha- bria hecho cualquier padre: hacer fuerza con mi cuerpo hacia tras con la firmeza suficiente para empujarle contra la puerta del vagén, dejando asi a Molly a salvo de sus dedos extendidos, Lame oe onypcee En virtud de una especie de acuerdo ticito muy neoyorquino, tanto é1 como yo actuamos como si nada hubiera ocurrido, y el tren continus su traqueteo por las subterrdneas vias. Pero me equivoqué al pensar que el episodio habia termina- do. Apenas medio minuto después, noté que, de forma apenas perceptible, algo se deslizaba subrepticiamente dentro del bol sillo derecho de mis pantalones. Cualquier sospecha de que la imaginacién me estaba jugando una mala pasada qued6 disipa- da un instante después, cuando experimenté la inconfundible sensacién de que unos dedos tanteaban en mi bolsillo vacio. En el instante siguiente, ni siquiera se me pas6 porla mente pa- rarme a considerar las consecuencias de lo que inmediatamente habia decidido hacer. De hecho, «decidido» no es seguramente la palabra, dado que mis actos posteriores fueron précticamente automdticos. Metila mano en el bobillo, rodeé transversalmen- te los huesudos nudillos de una mano mas ancha que la mia y los estrujé con toda la fuerza de la que fui capaz. Con los dientes apretados por el esfuerzo, no solté mi presa hasta que experimen- 16, mas que escuché, la escalofriante sensacién de los huesos chi- rriando unos contra otros y de que algo cedia bajo la firme pre- sién de mis dedos. Un profundo estremecimiento de dolor hizo ‘que recobrara la conciencia de mis setenta y un afios y me diera ‘cuenta de que habja ido demasiado lejos. @Dénde me habia metido? 2No habria sido suficiente con sacar simplemente la extremidad intrusa? O quiza no deberia haber hecho nada: después de todo, el bolsillo estaba vacio, como siempre que preveo que voy a estar en un lugar multitudi- nario y arriesgado. Excesivamente confiado por las cientos de horas pasadas levantando pesas en mi gimnasio, habia sucumbi- do a un irreflexivo impulso que me dictaba que estrujara la mano criminal. Una ver pasado el primer arrebato instintivo, de epente me di cuenta de que la venganza de mi victima se pro- duciria répidamente. Alarmado por este pensamiento, aflojé la presién y noté como el maltrecho érgano escapaba veloz de mi bobsllo, Pero, zcémo podria haber predicho que la respuesta se pro- dluciria de la forma en que lo hizo? Con su torso todavia aprisio- nado entre mi espalda y as puertas del vagén, inexplicablemen- te miantagonista me acus6 de forma atropellada ya gritos, para que todos lo oyeran, de que «(HABA INTENTADO ROBARLE SU CAR- TERA», Seguro de que habia oido mal y previendo un violen- to ataque, intenté volverme como pude en tan reducido espacio afin de responder a la esperada agresiOn todo lo eficazmente ‘que mi intensa crisis nerviosa me lo permitiera. Cuando al fin lo consegui, me encontré frente al angustiado pero no obstante fu rioso rostro de un matén de aspecto amedrentador y sin afeitar, ‘unos ocho centimetros mas alto que yo y bastante més ancho. No sin cierto alivio, me di cuenta de que su lastimada mano de- recha colgaba sin fuerzas junto a su corpulento cuerpo. Sujeta bajo su axila izquierda Ilevaba una cartera de plistico verde os- curo, cerrada por una cremallera a punto de estallar, que, sin duda, guardaba el botin de la jornada del carterista Lavisién de su mano flacida e iniitil colgando del musculoso aunque ahora inactivo antebrazo hizo revivir por un momento mi irreflexiva e insensata valentia. Haciendo frente a la fulmi- nante mirada de sus ojos inyectados en sangre (y percatindome en aquel momento del olor a alcohol que exhalaba su aliento sobre mi cara), bramé a mi vez, como si fuera Sans6n: «(USTED TENIA LA MANO EN MI BOLSILLO!». Por fortuna, algo me detuvo, antes de que afiadiera el obligado «hijo de puta», pues, apenas habia pronunciado las primeras palabras, ya me habia arrepen- tido de ellas. Temeroso de nuevo, me preparé para la violenta respuesta que sin duda se produciria inmediatamente. Pero los hados me sonrieron: justo en aquel momento el tren hizo su entrada en la siguiente estacién y mi enemigo salié det ‘vagén apenas se abrieron las puertas, lanzindose hacia la escale- rade salida todo lo deprisa que pudo. Sus movimientos pronto se vieron ralentizados por la avalancha de pasajeros que salia del siguiente cochey que le fue tragando hasta que ya s6lo pudo verse la coronilla de su cabeza gacha, Desaparecié en un momento, dejandome a mali parado, pensando en lo cerca que habia ex tado de mi propia inmolacién. Me volvi hacia Molly y mi mujer, que me confes6 més tarde que mi cara estaba palida y demudada. Me senti como sien el iltimo segundo me hubieran salvado de una muerte segura. Mis manos temblaban y mis rodillas no parecian muy seguras de poder soste- nerme en pie. Tuvieron que pasar varios minutos y otra estacién. antes de que recobraran su firmeza. Pero al final todo volié al orden y tuve que enfrentarme a la vergiienza de aguantar los co- mentarios justificadamente hirientes de las dos mujeres sobre lo estiipido que habia sido. Segiin me contaron después, durante el breve lapso que duré el tormentoso episodio ni una sola persona del abarrotado vagén habia mirado en mi direccién ni advertido siquiera que estuviera ocurriendo algo insélito. ‘Cuento esta historia como ejemplo de un conflicto interno, un conflicto que, sospecho, esta presente en la mente de mu- chos hombres y mujeres que rebasan o se encuentran en toro alos cincuenta y tantos afios. Por un lado, somos conscientes de ‘que la edad deja sentir cada vez més sus efectos sobre nosotros, yde que esto requiere no s6lo la aceptacién del hecho en si, sino también una variacién gradual en la forma de pensar en noso- tos mismos y en los afios por venir; por otro, en nuestro fuero interno algtin genio narcisista no puede dejar de aferrarse a la fantasia residual de que atin podemos tirar de esa inagotable € intacta fuente de juventud, a cuyo paulatino declinar lo mejor de nosotros trata de resignarse. La misma formula que sirve para mejorar nuestros iltimos afios —Ia estimulacién mental continuada, el ejercicio fisico regular y un irreductible compromiso con los retos y las re- ‘compensas de la vida— conduce a veces a fomentar una con- fianza nada realista en que esta vitalidad asi mantenida signifi- ‘ca que somos pricticamente los mismos que fuimos décadas Antes, incluso en apariencia, y nos sentimos aptos para desafiar alajuventud en su propio terreno. En arrebatos de negacién y mal criterio que son casi instintivos, dejamos de lado una ecua- nimidad que nos ha llevado afios desarrollar y caemos en una conducta insensata y esttipida, como si, al hacerlo, estuviéra- ‘mos sirviéndonos de una especie de amuleto para conjurar el Proceso mismo al que con tanto éxito nos hemos estado aco- modando mediante un diligente mantenimiento de nuestros ‘cuerpos y mentes. Latensién entre ambos aspectos es probablemente més fuer- te enel caso de los hombres, pero no por ello deja de ser comiin también entre las mujeres, si bien se manifiesta de forma algo diferente. Esta dualidad que ocurre en nuestro interior refleja una rivalidad con la juventud, y en absoluto beneficia ni ala ju- ventud nia la madurez. No es facil renunciar a la imagen de uno mismo de épocas pretéritas, aun cuando hacerlo iria en nuestro propio interés. Aquellos cuya vocacién les ha llamado a trabajar con personas mayores saben que la capacidad para adaptarse, aprender y aceptar las propias limitaciones resulta determinan- teen lo que la literatura profesional geridtrica denomina el «en- vvejecimiento positivoy La adaptacién, que no consiste en la mera resignacién, trae consigo la oportunidad de iluminar las tltimas décadas con una luzque todavia no es visible para los jévenes. Incluso la propia pa- labra «adaptacién» no transmite suficientemente todo lo que el concepto encierra. En los sutiles aunque enormemente significa- tivos matices de sentido que caracterizan nuestro idioma, puede «que «sintonizar» describa el proceso mejor que «adaptarse»:sinto- nizar en el sentido de mostrarse de nuevo receptivo a sefiales bienvenidas o inoportunasya una variedad de experiencias antes, fuera de nuestro alcance, y también de adquirir una especie de ar- ‘monia con las circunstancias reales de nuestras vidas. Este libro trata de la sintonizaci6n con respecto al paso de los aiios, y de la nueva receptividad ante las posibilidades que pue- den presentarse en los afios venideros —posibilidades que se transmiten en una longitud de onda sélo perceptible por los que ya no son jévenes—. Y trata también de las trampas para los incautos, en las cuales todos caemos de ver en cuando y de las que debemos ensefiar- nos a nosotros mismos a salir con determinacién renovada. La propia palabra «sintonizar» tiene también un significado que conecta con la idea de «estar en armonia», en este caso con uno mismo. Sintonizar con una perspectiva evolutiva de la vida signi- fica estar en armonia con la realidad de los aiios presentes y fur turos. El hecho de conseguir esa adaptacién puede proporcio- nar una forma de serenidad anteriormente desconocida, y probablemente ni siquiera sospechada. El proceso se inicia con €l reconocimiento de que el atardecer de la vida se aproxima y con él llegan posibilidades previsibles. Sélo tenemos que apro- vecharnos de todo lo que las décadas venideras nos pueden ofrecer. Corresponde a cada uno de nosotros cultivar su propia sabiduria. De modo que una progresiva evolucién constituye el punto de ppartida de un envejecimiento con el que un dia nos daremos de bbruces. A su manera pausada, la vejezse va acercando a nosotros sigilosa e incansable, con paso quedo; nos da alcance y finalmen- te se funde con nosotros —mientras seguimos negando su cerca- nnja—. Al final penetra en las profundidades de nuestro ser, y no sélo para ocuparlas sino para convertirse en su esencia misma. Con el tiempo, ademas de admitir su presencia en nuestro inte- rior, legamos a conocerla tan bien como conocimos—y atin co- diciamos—la exuberante juventud que en su dia también habit6 alli. ¥, por tiltimo, intentamos resignarnos a la inexorable certeza de que ya se nos incluye entre los ancianos. ‘Aldarnos cuenta de hasta qué punto nuestros sueiios deben rendirse ante esta verdad inalterable, no s6lo deberfamos tomar conciencia de que nuestros horizontes se tornan mas cercanos, sino también permitirles precisamente eso. Si somos abios, los de- jaremos aproximarse hasta que podamos ver sus limites; los co finaremos al ambito de lo posible. De este modo, el acercamien- to puede ser positivo, si, por medio de esta cercania —de dicha limitacién de las expectativas—, empezamos a contemplar las vistas de forma més clara, realista y definida que nunca. Porque envejecer puede serel regalo que establece las fronteras de nues- tras vidas, que hasta entonces habian conocido muchos menos li- mites y admitido muchas menos restricciones. Dentro de estas fronteras, todo se converte en mas precioso de Jo que era antes: el amor, el aprendizaje, la familia, el trabajo, la salud e, incluso, el propio tiempo ya inevitablemente reduci- do; todo lo valoramos ms a medida que aumenta la urgencia de ilo bien, Muchos son los usos de los recién reconocidos It mites. Entre sus ventajas se encuentra la de que nuestra cordial aceptacién de ellos aumenta su valor y acrecienta nuestra capaci dad de apreciarlos, de disfrutar de ellos y de todos los placeres {que se enmarcan en su interior. Ahora, lo bueno resulta mas reco- nocible, mas cercano y accesible si estamos dispuestos a contem- plarlo con sinceridad ya extraerlo de entre las preocupaciones de Jas que pueda estar rodeado. Hay mucho que saborear durante esta etapa, un caudal magnificado y revestido de mayor significa- doe intensidad por la propia finitud con la que se nos concede. Envejecer tiene la virtud de concentrar no s6lo nuestras men- tes sino también nuestras energias, dado que nos hace ver que yano todo es posible y que la fortuna debe extraerse por com- pleto de las disminuidas y sin embargo todavia abundantes re- servas que nos quedan. De aqui en adelante lo tinico con lo que debemos contar son nuestras fuerzas, y puede que algunas de las ‘mas significativas no hayan disminuido en absoluto, Las diltimas décadas de la vida pasan asia ser el momento en el que nuestras capacidades encuentran un enfoque bien delimitado, aumen- tando de este modo la fuerza de su concentrado valor. ‘Aunque la edad machaca nuestras articulaciones y disminuye la agudeza sensorial, también trae consigo la promesa de que en realidad puede haber algo més, algo bueno si es que estamos dispuestos a extender la mano y hacernos con ello. En esa buena disposicién y en la fuerza de voluntad es donde reside el secreto: el secreto no para alargar una vida, sino para obtener la recompensa por haberla utilizado bien. Porque envejecer es un arte. Los afios que median entre los primeros indicios de la vejez yel momento de despedirse definitivamente de todo lo terrenal pueden —si se cuenta con la disposicién y la determinacién ne- cesarias— constituir la verdadera cosecha de nuestras vidas. El objetivo de este libro es hablar del envejecimiento huma- noy de sus recompensas —también de sus aflicciones—. Se pro- pone asimismo abordar la manera de prepararse mejor para los cambios que inevitablemente van a exigir adaptaci6n, un nuevo enfoque y una evaluacién realista de metas y objetivos que pue- den ser nuevos o constituir una recomposicién de la trayectoria de toda una vida, Esto iltimo lo hemos hecho en todas las eta- pas anteriores —ya sea en la adolescencia, alos veinte aftos 0 en. la edad madura—, sin haber sido conscientes del nuevo patron que estabamos adoptando. Y aunque los cambios pueden resul- tar més obvios a medida que nos aproximamos alos sesenta 0 se- tentaaafios, de hecho no son sino la continuacién de todo lo an- terior. Porque convertirse en lo que Hamamos anciano no es mas que otra fase evolutiva de la vida, que, como todas las emis, conlleva sus cambios corporales, sus graves preocupacio- nnes y sus buenas razones para la esperanza y el optimismo, En otras palabras, una etapa que tiene sus ventajas ysus desventajas. La palabra clave aqui es «desarrollo». A diferencia de otros ani- rales, la especie humana vive mucho més alld de sus afios repro- uctivos y continiia desarrollindose durante todo el tiempo que abarca su existencia, Sabemos bien que esto es cierto en la ma- durez, un periodo de la vida que consideramos un regalo, Debe- rfamos reconocer y considerar también como un regalo el que continuemos desarrollndonos en las décadas posteriores a la ‘madurez. Vivir mas tiempo nos permite continuar el proceso de nuestro desarrollo, Todos nosotros situamos el comienzo del envejecimiento en lun momento que es muy personal; cada hombre o mujer reco- noce sus inicios y, finalmente, su plenitud en una etapa distinta y por razones diferentes. Como individuos diferenci somos, lo experimentamos a través de nuestros cuerpos y en los sucesos que van acaeciendo en nuestro propio viaje. A los cin- cuenta y dos afios Robert Browning ya sabia lo suficiente de estas cosas como para comprender que su proceso constitufa el acompaitamiento de su recompensa. Consciente de que él ya habfa superado la esperanza de vida de su época, pero ignoran- te de quese le concederfan veintisiete afios més durante los que seguir su propio consejo, hace al rabi Ben Ezra pronun su congregacién el célebre discurso: ante {Envejeced conmigo! Lo mejor asin esté por Urgar, final de ta vida, para el que fue hecho el principio: Les anuncia que la vejez es el momento de: haced y usad vuestro trabajo: Rectfcad ls fallos atin latenes, Ytal vez lo mas importante: {No miréis hacia abajo, sino hacia arriba! No seria realista pintar el proceso del envejecimiento con el mismo pincel que podrian haber utilizado Pollyanna o Pangloss. Las bendiciones de la edad avanzada llegan acompafiadas de sus, ‘cargas y en determinados aspectos son consecuencia de ellas. Las tunas no pueden existir sin las otras, y no deberfamos dudar en reconocer las pérdidas asociadas a las ganancias. Restar impor- tancia a las realidades fiscas y emocionales de la vejez no condu- cea nada. Si cerrara mis propios ojos ylos del lector ante lo que el proceso de envejecer significa, seria incapaz de alcanzar mi ob- Jjetivo, que consiste en explicar cémo prepararse y afrontar esa realidad no s6lo con ecuanimidad sino también con los medios necesarios para impedir o reducir los efectos mas funestos de su a Soe 0 See ee eee embestida —y, de hecho, utilizarla como medio para conseguir as metas que nosotros mismos nos marquemos— Llevo casi cuarenta afios dedicado a una rama de la cirugia cen la que los desafios mayores y més frecuentes se presentan en el tratamiento de hombresy mujeres cuya edad se sittia en toro alos iltimos afios de la madurez o a partir de entonces. La res- puesta que dan a sus crisis fisicas, emocionales y espirituales ha constituido materia de mi observacién diaria, y he llegado a co- nocer la fragilidad y la fuerza, la vulnerabilidad y la resistencia que les son propias. Ellos han sido mis pacientes, mis amigos y mis maestros, incluso cuando yo era un joven médico. Mas re- ientemente, ellos han sido mis iguales. Al escribir este libro, es- pero devolver parte del conocimiento y discernimiento que estos hombres y mujeres me han regalado durante todos estos aiios, y compartir con otros lo que he aprendido. Por ello, mi ema es el «jEnvejeced conmigo!» de Browning —signos de ex- clamacién incluidos—, dado que yo mismo estoy realizando el viaje mientras lo describo e intento que mis lectores y yo conti- uemos mirando hacia arriba, aunque sin olvidarnos en ningiin ‘caso de echar una mirada hacia abajo de vez en cuando. Pero, gpor qué mirar hacia abajo? Después de todo, el poeta nos previene de ello, y docenas de libros de autoayuda nos cuen- tan las glorias de la imagen perpetua de juventud que podemos disfrutar con tan slo seguir algunas sencillas instrucciones. Pero cualquier tipo de pagaré sobre un futuro de no envejeci- miento tiende a ignorar el hecho obvio de que, con optimismo ‘sin él, los pasos son mds seguros cuando se dan con cuidado. Debemos ver donde pisan nuestros pies en realidad y hasta donde pueden todavia llevarnos; debemos no sélo mirar hacia arriba, hacia la atrayente promesa del mantenimiento del vigor telectual, sino también ser sensatos y prudentes, en el juvenil desea fisico entendimiento de que lo que el inextinto espiri © imagina no es siempre lo que la carne caduca permite. La ad- monicién «acta conforme a tu edad: se ha aplicado a todas las, ‘etapas de la vida; pero en la etapa final de ésta es cuando cobra un significado mis allé del mero evitar hacer el ridfculo, Estas La sc anseae irreflexivamente, como si la brusca aceleracién hacia un nuevo modelo fuera inevitable. eCémo seria la vida si no existiera un modo de marcar el paso de los afios? :Hasta qué punto nos sentirfamos viejos ino tuvié- ramos ni idea de nuestra edad? No podriamos actuar conforme a nuestra edad sino la supiéramos. No podriamos autoclasificar- 1nos en grupos predeterminados de intereses predeterminados y capacidades predeterminadas. Serfamos mucho mis lo que real mente somos: individuos que presentan una variedad infinita a ‘cualquier edad. La rigidez desapareceria No estoy defendiendo con ello que haya que ignorar el paso del tiempo, Ni tampoco trato de proponer indiferencia hacia la realidad tanto interna como circundante. Me limito a exponer una sencilla verdad biol6gica: vivimos marcados por la bioqui- mica de nuestros cuerpos y no por los afios; vivimos marcados por la interaccién entre dicha bioquimica y su principal produc- to —la mente humana— y no por una serie de décadas marca- «das por periddicas sacudidas de cambio, Cada uno de nosotros existe, por tanto, inmerso en una individualidad fisica, mental, spiritual y social, moldeada por todo aquello que nos ha pasa- do previamente y que ahora incorporamos a este momento de nuestra existencia. Cada uno de nosotros es el producto de la procesién de nuestra vida, cuyo monto esta presente en cada en- ‘cuentro del que hemos sido participes. Cada uno de nosotros constituye su propio grupo de poblacidn. Ninguna cifra puede definirnos como de mediana, tercera o anciana edad: slo pode- ‘mos ser definidos por aquello en lo que nos hemos convertido. Sea lo que sea lo que la vejez pueda representar para nosotros, por encima de todo es un estado mental. ¥, sin embargo, todo ello debe ir acompatado de esta adver- tencia que es necesario reiterar ahora: a veces la vejer se olvida de sus propias limitaciones y se esfuerza por instalarse inconve- nientemente en la juventud, Es sabido que los momentos de tensidn repentina favorecen este tipo de conducta. Pero la negar tivaa verse constrefiido por una cifra no implica que dicha cifra carezca por completo de significado. El peligro puede residiren esta espontaneidad incauta. Una vez mas, acuérdense de mi y del incidente en el metro. Muchas son las razones por las que tratamos de mantener nuestros cuerpos y mentes en sus niveles Sptimos de funciona- miento. Entre los temas que trato en los capitulos siguientes esta el de que la antigua advertencia que el escritor romano Juvenal aplicé a todos, tanto a los de ochenta afios como a los de ocho, ‘cobra mayor significado cada afio que pasa a partir de los cus renta; Mens sana in conpre sano, aconsejaba Juvenal, o como John Locke expresarfa mil quinientos afios después en un tratado de educacién para los jévenes, A sound mind in a sound body [Una ‘mente sana en un cuerpo sano]. Pero no debemos permitir que un estapido malentendido de lo que es posible nos haga caer en el El peligro de olvidar lo que cabe esperar de uno mismo au- menta cuando no se han mantenido las reservas a las que se puede apelar sila necesidad lo requiere. Aunque hayamos perdi- do hace ya tiempo el pleno vigor fisico de épocas anteriores, los recursos internos pueden entrar en accién si una persona de ‘edad avanzada ha mantenido cierto grado de buen estado fisico y confianza en si mismo. No tenemos que avenirnos necesaria- ‘mente con laidea tradicional de la sociedad sobre lo que un hom- bre o una mujer deberfa ser cuando los afios de la madurez han sido reemplazados por losaiios que muchos asocian con la trayec- toria descendente en la curva de la vida. En varias ocasiones he agradecido no encontrarme entre los conformistas, si bien algu- nos episodios, como el que he descrito antes, han ocurrido por- que me he extralimitado y he olvidado mirar hacia abajo. Por tanto, lo que presento aqui puede parecer una confusa mezcla de cautela y consejo: cautela sobre el error de no mirar hacia abajo, y consejo sobre una de las razones més cruciales para mantener el mejor estado fisico y mental que nos sea posi- ble a medida que nos hacemos viejos, a saber, la posibilidad de tener que recurrir de manera imprevista a facultades cuyo uso rara vez o nunca es necesario, No pretendo introducir 0 mostrar laambivalencia acerca de la importancia relativa de mirar hacia arriba y mirar hacia abajo —ambas son igualmente importan- tes—. Lo que trato de plantear es la necesidad de reconocer que, a medida que envejecemos, debemos aprender a vivir con contradicciones —y no sélo contradicciones, sino incertidum- bbres—, al igual que ocurre en todas las demas etapas de la vida. El camino para tratar de encontrar un equilibrio entre retener 1 vigor fisico y una acomodacién realista a su pérdida no esté claro, como tampoco lo ha estado en épocas anteriores de nues tra vida. Dicho camino esti pavimentado por la incertidumbre y también en esto cada uno de nosotros ha de encontrar su propia ruta, como siempre hemos tenido que hacer. Los ancianos maniobramos en medio de la incertidumbre, prestando atencién a nuestras mentes y cuerpos mas que nunca antes en el pasado; debemos convertirnos en expertos observa- ores de sus necesidades y capacidades. Y en esto, efectivamen- te, la fase evolutiva ala que llamamos envejecimiento si es dife- rente de las que la precedieron. Ya no estamos en una etapa en Ja que las cosas se resuelvan por si mismas: ahora nada debe darse por hecho, Hemos llegado a un momento y aun lugar en nuestra vida en el que debemos autoanalizarnos més que nunca yacomodaros a nosotros mismos en aspectos que nos son nue- vos y a veces fastidiosos. Esto requiere atencién, reflexi6n y ac ién, no solo con respecto a nosotros mismos, sino también al mundo que nos rodea. En este sentido, los hombres y las muje- rres mayores debemos convertimnos en fildsofos. 2 COMO ENVEJECEMOS: CUERPO Y MENTE Hiaseatatpunto nos hemos aostumbradoa quelaimagen delas residencias de ancianos esté asociada con padecimientos varios, que muchos de nosotros imaginamos que esto constituye lanorma yelsombrio panorama del futuro que nos espera: un agotamiento rayano en la apatfa, un decaimiento rayano en la enfermedad, una senilidad rayana en la demencia, Las visitas estas deprimentes an- tesalas de la muerte han hecho que nos familiaricemos con sus imagenes, sonidos y olores, que van asociados a una incontinencia tanto fisica como mental. Tales son invariablemente las pinceladas ‘con que se describe el lento y definitivo declive de la vida. Pero, al propio tiempo, cada uno tiende a creer que escapa- de alguna manera ese catalogo de decrepitudes. Por muy de cerca que hayamos vivido el caso de conocidos o de familiares ‘que han sucumbido a estas aparentes lacras del deterioro —in- , advertia Shakespeare. «Los sermones en las piedras, y el bien en todas las cosas». Mi- riam ha sabido sacar partido a la adversidad. Entre lineas de esta descripcién puede apreciarse un sentido del compromiso con las éreas en las que se siente realizada. Mi- riam no es s6lo una ancianita que envia articulos breves a las re- vistas; se ha convertido en una escritora experta que trabaja dt ramente para mejorar su oficio, y que intenta profundizar en su mente y su experiencia para encontrar las palabras yla forma de expresi6n que mas claramente responden asus necesidades lite- rarias ya las de sus lectores. El tejido de alfombras, el bordado o 103 Ja cocina constituyen para ella artes, ala vez.que fuentes de satis- faccién, «No basta con mantenerse ocupado, La ocupacién debe tener un significado». La propia cercania de sus horizontes mag- nifica la plenitud de todo lo que abarcan. Para Miriam, la inefable espiritualidad que intuye incluso mas alld de esos horizontes le ha aportado una especie de trascenden- ia. «Quiero servira Dios de alguna manera», me dice, y esa max nera le ha venido dada por lo que ella misma define como «el enorme papel que la fe ha desempeiiado» en su vida. Durante ms de medio siglo ha sido una catdlica devota, con una partici- ppaci6n muy activa en su parroquia. Todavia vaa misa casi todas las semanas, pero ya no reza el rosario ni se confiesa. Aunque le en- canta la liturgia y especialmente la msica, sus creencias actuales ‘encajan menos con los limites marcados por el catolicismo para irse gradualmente definiendo de una forma més personalizada, bajo la que curiosamente subyace un persistente sentido del ju- dafsmo en el que naci6. «Me considero judeocristianae, me expli- a, «y mantengo una relacién muy preciada con mi Dios». Rezaa ‘menudo, aunque por lo general de una manera no establecida «que essélo suya. En una carta que masadelante me escribié, decia, . Tampoco el enfoque de Miriam sobre su propia muerte esta formalizado, :Piensa en ella?, tiene alguna idea preconcebida del mas alla? le pregunto. «Pienso en ella algunas veces, pero no la temo, Sime muero, sed felices por mi. Nome inquieta el hecho de no tener respuestas a lo que ocurre después de la muerte. Lo cier- to €s que estoy demasiado ocupada en la vida para preocuparme porla muerte». ‘Una gran parte de ese estar tan ocupada lo llenan las relacio- nes de Mirtamn con las personas que le rodean, ya sea en el centro dde mayores, la iglesia ola comunidad de Mystic. «“Relaciones” es mi segundo nombre», afirma enfaticamente, ysu manera de pro- nunciar estas palabras pone de manifiesto el entusiasmo que des- 104 pliega con la gente, Pero tampoco en este aspecto se da a cual quiera o de forma indiscriminada. Al igual que ella tiene necesi- dad de la aportacién de los demas, incluidos sus propios hijos, también necesita serles de ayuda. «Me gustaria ser recordada como una persona que ayudaba a los demas, Creo que la vida es dificil, ya veces puedo hacer 0 decir cosas que se la faciliten aquellos que necesitan lo que yo puedo darles». Cuando Miriam afirma «Gracias a Dios tengo la capacidad de ocuparme de mi Vida», no hay duda de que la frase expresa una creencia religio- say de que no la esta utilizando meramente como una coletilla, ‘como solemos hacer la mayoria de nosotros. Si algo ha sosteni doa Miriam Gabler en los momentos tan duros por los que ha tenido que pasar, ¢s su inquebrantable confianza en que Dios ha estado guiando su vida. «La fe en un poder superior supone ‘una enorme ayuda, asi como la confianza en Dios de que estas Viviendo la vida que te ha tocado vivir y de que debes aceptarla porque ésa essu voluntad. La confianza es muy importante para mi, Porque conffo en Dios, estoy dispuesta a aceptar lo que venga. Intento ser realista sobre el lugar que ocupo en la vida, Me siento muy agradecidae. Miriam atribuye su independenciaa su dependencia de la fe, a una confianza en Dios que parece inherente a ella. Aunque durante mucho tiempo ha practicado el rito catélico, la fuente de su fe parece tan independiente de él como del judaismo que en.un principio la introdujo en la religiosidad. En una de las car- tas que intercambiamos tras nuestro primer encuentro escribié: ‘Me gustaria que supiera que a la edad de diecinueve afios cera novia de un chico judfo muy agradable, Cuando le sugeri que asistiéramosa los oficios religiosos, se rié de mi, Rompi mi compromiso con él. A los veintiuno me casé con Frank Mar- shall, que me senganch6» cuando me dijo que su religién era importante para él, Mucho después me di cuenta de que su re- lacién era con la Iglesia eat6lica, No tenia ninguna con Dies. hormona del pancreas, la insulina; y (b) las células senes- centes, que se acumulan en el cartflago de nuestrasarticu- laciones. Los receptores que se hallan en la superficie de dichas células son susceptibles de inmunizar los organis- mos que De Grey cree que los cientificos aprenderdn con cl tiempo a generar, 0 a otros compuestos que pueden hacer que las células no deseadas se destruyan a si mismas sin afectar a otras que no cuentan con estos receptores es- peciales. 8. Mutaciones cromosémicas. La consecuencia més dafina de las mutaciones es el desarrollo del cdncer. La inmorta- lidad de las células cancerosas esté relacionada con el com- portamiento del telémero y el papel de la telomerasa en el ‘mantenimiento de su longitud, Si pudiéramos eliminar al ‘gen que fabrica a telomerasa, la célula cancerosa moriria. Lasolucién de De Grey a este problema consiste en susti- tuir periédicamente (el periodo propuesto es de diez afios, debido a ciertas razones de indole te6rica) todas las ‘células madre a partir de las cuales se repueblan nuestros {ejidos por otras disefiadas para carecer de dicho gen. 4. Mutaciones en las mitocondrias. Las mitocondrias son los micromecanismos que producen la energia necesaria para las actividades de la célula. Contienen pequetias can- tidades de ADN, especialmente susceptibles a las mutacio- nes dado que carecen de proteccién al no hallarse aloja- das en los cromosomas del micleo. De Grey propone copiar los genes (de los que existen trece) del ADN mi- tocondrial y colocar dichas copias en el ADN del nticleo, donde se encontraran mucho mas protegidas frente ala ‘mutaci6n y las influencias derivadas de ella. 5. Acumulacién de sbasura» dentro de a céula, La basura en cuestién consiste en la acumulacién de material complejo que resulta de la descomposicién de las moléculas gran- des de la célula Al ser unas estructuras intracelulares lar ‘madas lisosomas los receptaculos donde fundamental: iss mente se produce esta descomposici6n, la basura tiende a acumularse dentro de ellas y causar problemas en el fun- cionamiento de ciertos tipos de células. La arteriosclero- sis, o endurecimiento de las arterias, constituye la princi pal manifestacién de estas complicaciones. Para resolver esta dificultad, De Grey propone proporcionar a los liso somas de las células implicadas unos genes que produ ‘can las enzimas extra necesarias para digerir el material no deseado. La fuente de estos genes serian ciertas bacte- rias del suelo, una innovacién basada en la observacién de que la carne animal no muestra acumulacién de basura degradada cuando se encuentra bajo tierra. 6. Acumulacién de sbasura» fuera de la célula. El Niquido que bafia a las células, llamado fluido extracelular, puede Megar a contener compuestos de material proteinico i capaces de descomponerse. El resultado es la formacién de una sustancia llamada amiloide, que esl material que se encuentra en el cerebro de las personas que padecen la enfermedad de Alzheimer. Para contrarrestarlo, De Grey propone la vacunacién con una sustancia hasta el momento no desarrollada que podria estimular al siste- ‘ma inmunitario para producir eélulas que envuelvan y di- gieran el material nocivo. 7. Enlaces en las proinas externas ala célula. El luido extra celular contiene numerosas moléculas proteinicas fle bles, que permanecen inmutables durante largos perio- dos de tiempo y cuya funcién consiste en dotar a ciertos tejidos de cualidades como la elasticidad, la transparen- ia, 0 una gran fuerza tensil. Durante la vida de una per- sona, las reacciones quimicas ocasionales van afectando gradualmente a estas moléculas, de forma que Hlegan a cambiar sus cualidades fisicas y/o quimicas. Entre dichos, cambios se encuentra el desarrollo de unas uniones qui- micas amadas enlaces, que se producen entre moléculas que anteriormente habfan sido capaces de resbalar una sobre otra con bastante facilidad. Como resultado, se pro- duce una pérdida de elasticidad del tejido afectado. Si se trata del tejido que forma la pared de una arteria, por ejemplo, la pérdida de distensibilidad puede producir una presién arterial alta, La solucién de De Grey a este problema consiste en tratar de identificar unas sustancias quimicas o unas enzimas capaces de romper estos enlaces sin dafar ninguna otra cosa. Pese a la condensacidn y simplificacién de los pérrafos ante- riores, parece obvio que s¢ trata de unos problemas biolégicos cnormemente complejos y que las soluciones propuestas lo son. ms atin. En cuanto a los problemas, algunos podrian resultar imposibles de superar; y respecto a las soluciones, puede que todas o al menos algunas de ellas sean impracticables. Por otra parte, las descripciones de De Grey se encuentran salpicadas de conceptos tan vagos como «los factores de crecimiento» 0 «la es- timulaci6n del sistema inmunitario», que en este contexto bien podrian acabar reduciéndose a meros esloganes; al igual que ocurre con la alusién a unas por el momento desconocidas «sus- tancias quimicas o enzimas capaces de romper estos enlaces sin dajiar ninguna otra cosa». Debe destacarse, ademas, que ni uno solo de estos siete problemas esté préximo a su soluci6n. En al- gunos de los casos, como el de los enlaces extracelulares, los in- vestigadores estan obteniendo resultados prometedores, hasta tal punto de que una empresa llamada Alteon, con sede en Par- sippany, New Jersey, ha entrado a participar en los ensayos cli cos. Pero en otros, como la prevencién del alargamiento del te- lémero o la transferencia de ADN mitocondrial al niicleo, debe admitirse que, hoy por hoy, los bi6logos moleculares no pueden, mis que limitarse a especular sobre el hipotético momento en que estos prupésitos se conviertan en una realidad. Sin embar- go, a De Grey no parece afectarle lo mas minimo este estado in- concluso. Por el contrario, mantiene la tesis de que se est per- diendo el tiempo y que no se consigue nada siendo pesimista 200 acerca de las posibilidades. Estos «castllos en el aire», como uno de los biogerontélogos que consulté mas tarde calificaba a sus formulaciones, constituyen el sabroso manjar de cuya promesa se alimenta actualmente el alma de De Grey. No obstante, semejantes posibilidades no constituian la razén por la que habia viajado a Cambridge a entrevistarme con Au- brey de Grey. Son otros los que tienen que juzgar su ciencia e in- luso valorar hasta qué punto es completa su forma de entender ¢l mundo de la biologia al que ha llegado tan tarde. Mi plan con- ‘a en algo absolutamente distinto, demas de formarme una opinién sobre é1, me proponia ver qué tipo de hombre es el que dedica los esfuerzos de una mente tan asombrosamente brillan- te y una constitucién aparentemente infatigable a un proyecto asi No solo hace que la ciencia parezca poco més que meramen- te especulativa, sino que atin mas especulativa resulta la hipotesis ‘ena que basa todo su trabajo, a saber, el hecho de que sea bene- ficioso proporcionar a las personas que actualmente pueblan el mundo los medios para vivir indefinidamente. Llegué al Eagle algunos minutos antes de la hora a la que ha- bbiamos quedado, lo que me dio tiempo para fijarme en las pala- bras grabadas en una placa conmemorativa que hay junto a la entrada, donde se puede leer: «Posada enclavada en este lugar desde 1667, con el nombre de ‘Eagle and Child’ [...] Durante la investigaci6n que levaron a cabo a principios de la década de 1950, Watson y Crick utilizaron el Eagle como el lugar donde re- lajarse y debatir sus teorias mientras se refrescaban tomando una cerveza. Asi, convenientemente imbuido en la historia y el ambiente del lugar, entré en el pub justo a tiempo de vera través de la ven- tana a De Grey llegar y aparcar su vieja bicicleta de segunda ‘mano, de veinticinco afios de antigiiedad, al otro lado de la es trecha calle, «Estrecho» es precisamente el adjetivo perfecto para calificar a este hombre de casi 1.85 m de estatura y apenas 67 kilos de peso, cuya delgadez se ve acentuada por una barba castafia de ermitafio que le Mega hasta mis abajo del pecho ya la que parece que nunca le hayan pasado un peine o un cepillo Ia vestido como un desalifiado estudiante universitario indife- rente alos dictados de la moda, con un chaquetén negro de as- ecto bastante usado. En su cabeza llevaba un gorro de lana es- tampado con rayas transversales de media docena de colores distintos, que parecia que hubiera tejido su mujer hace catorce afios. Como para dar fe de sus afios de uso, al gastado gorro (que iba atado por debajo de la barbilla por una especie de cor- dones de lana) no le faltaban algunos agujeros. Cuando se lo quit6, la larga cabellera isa de su propietario aparecié atada en una coleta por una banda circular de lana en rojo chillén. A pe- sar de la puesta en escena, De Grey no lograba disimular el hecho de ser un hombre guapo, con un rostro juvenil. En cuanto as forma de hablar, producto de su educacién en una escuela pri- vada a la que siguieron instituciones tan prestigiosas como Ha- row y posteriormente Cambridge, apenas necesita descripcién. Para un estadounidense, dirfase que pertenece a una especie rara, aunque en su momento su peculiaridad también results amativa entre sus propios colegas de Cambridge. ‘Como habia visto una foto de De Grey en su pagina web, suas- pecto enjuto e incluso su aparente menosprecio por lo externo ‘no me pill6 de sorpresa. Pero lo que no habia previsto en abso- luto era su palidez, ni la intensidad de sus penetrantes ojos de color anul grisiceo y el brillo de su mirada, todo lo cual se tradu- ce en una expresi6n afanosa, ¢ incluso evangélica, que no aban- doné en ningtin momento durante las siguientes seis horas de conversacién ininterrumpida que aquel primer dia mantuvimos sentados en una de las estrechas mesas del pub. La foto de la pgina web muestra unos ojos de una dulzura y calidez tal que llegué a referirme a ellos en uno de mis correos electrénicos. Pero no los vi asi en las diez horas que en total pa- samos juntos, aunque reaparecieron durante los quince minu- tos que estuvimos charlando con Adelaide de Grey en el patio que hay entre los edificios del laboratorio, tras nuestra sesién, del lunes en el Eagle. me Adelaide Carpenter de Grey es una consumada genetista esta- dounidense y una experta microscopista electrénica, diecinue- ve afios mayor que su marido. Se conocieron en 1990, cuando ella, profesora en la Universidad de California, en San Diego, se encontraba disfrutando de su afio sabatico en Cambridge. Se ca- saron en abril de 1991. Ninguno de los dos ha deseado nunca tener hijos. «Va hay mucha gente expertaen ello», explicé Aubrey cuando surgié el tema, «Tienes que elegir entre es0 0 hacer un montén de cosas que no podrias hacer situvieras hijos, porque te faltaria tiempo». Hijo tinico de una madre soltera artista y algo ex: ‘céntrica, ala edad de ocho o nueve afios decidié hacer algo con su vida «que marcara una diferencia», algo que quizés tan solo él cestuviera dotado para conseguir. Por qué malgastar sus recursos. siguiendo una direccién que otros podrian seguir igual o mejor ‘que él? Con este convencimiento tan arraigado en su mente ahora ‘como cuando era nifio, De Grey ha ido prescindiendo, en su vida yensu pensamiento, de cualquier actividad que considere super- flua o que le distraiga de los objetivos que se ha marcado. Tanto él ‘como Adelaide son personas completamente centradas —algu- nos dirfan que incluso obsesivas—, y comparten unas mosivacio- nes y objetivos tan aparentemente similares que su trabajo, la ge- nética en el caso de ella y la prolongacién de la vida en el de él, constituye laarrolladora fuerza catalizadora que dirige su vida. Y,sin embargo, cada miembro de esta singular pareja se mues- tra conmovedoramente tierno con el otro. Incluso los escasos quince minutos que pasamos juntos fueron suficientes para per- cibirla dulzura que adquiere el gesto habitualmente resuelto de De Grey cuando Adelaide estd cerca, y la igualmente dulce ex- resin de ella para con él. Sospecho que la foto de la pagina ‘web fue tomada mientras él la miraba 0 pensaba en ella. ‘Adelaide, a pesar de ser mucho mas baja que su marido —su cestatura es de 1.58—, resulta su pareja perfecta en cuant iumentaria, ya que viste de forma muy similar ala suya y aparen- tala misma indiferencia por su aspecto y acicatamiento. Resulta facil imaginarlos durante uno de esos dias que describe Aubrey, wa saliendo del pequeiio apartamento en el que han vivido desde que él se lo compré a sus compafieros de piso cuando se casa- ron, hace casi catorce aiios, ydirigiéndose a la lavanderia local, donde charlaran de temas cientificos mientras las méquinas lavan una vez més su gastada ropa. Nose puede decir que sean unos si baritas, ni parece que les guste serlo; es evidente que son felices asi. Las habituales recompensas materiales de vivir en nuestro mundo —¢ incluso algunas de las emocionales— no parecen preocuparles en absoluto, cuando precisamente el nombre de ‘Aubrey de Grey se halla comprometido con la idea de cambiar ese mundo de formas todavia inimaginables. Pero antes de conocer a Adelaide y de que De Grey me levara al laboratorio donde cumple con los deberes de su «trabajo dia- rio», me esperaban seis horas ininterrumpidas de absorbente conversacién (la mayorfa acaparada por su torrente de locuaci- ‘dad, desencadenado intermitentemente por mis preguntas 0 co- mentarios) y de degustacién de numerosas pintas de Abbot Ale. Poco después de que empezaramos a hablar, aproximadamente tuna hora antes del mediodia de aquella primera jornada, a titu- lo preliminar le pregunté por qué la mera mencién de sus for- mulaciones —y, de hecho, incluso de su nombre— despertaba tanta irritacién entre numerosos geront6logos y otros especialis- tas que en principio deberian estar familiarizados con las teorias cientificas de sus propuestas. Yen este momento, apenas comen- zada nuestra charla, respondié por vez primera con esa despec- tiva impaciencia que reaparecerfa de nuevo cada vez que yo le planteaba alguna de las muchas objeciones, procedentes tanto de especialistas como del hombre de la calle ala idea de prolon- garla vida durante milenios. «Casi invariablementes, me replicé de manera cortante, sus objeciones «se basan en la mera igno- rancia». Entre las deslumbrantes convicciones que De Grey no se molesta en ocultar, se encuentra la de que él posee una de las pocas mentes capaces de comprender la biologia de sus formula- ciones, la ligica cientifica y social en las que se basan, yl incaleu- lable alcance de sus potenciales beneficios para nuestra especie. 24 Gran parte del reto que queria plantearle a De Grey consistia cen que justificara su conviccién de que vivir miles de afios es bueno, Porque, ciertamente, si uno acepta un punto de vista como éste, el resto se justifica a partir de él: el impulso para Ile- var la investigacién més alld de la mera elucidacién del proceso biolégico del envejecimiento; la gigantesca inversidn de talento y dinero en la investigaci6n para realizarlo y aplicarto; la trans- formacién de una cultura basada en una esperanza de vida finita y relativamente corta en otra de horizontes sin limites; la percep- ‘i6n—dado que de las propuestas de De Grey se deriva automati- camente el hecho del rejuvenecimiento— de que todos los seres humanos sean fisiolégicamente de una edad muy parecida; el cambio en las relaciones dentro de la familia, que es, después de todo, el primer grupo en el que se forma la personalidad, etcé- tera, etcétera. Su respuesta a este desafio se articuld en esas frases perfecta- mente elaboradas de las que se componen todos sus escritos, Porque no hay duda de que De Grey posee el don de expresar- se, tanto verbalmente como por escrito, siguiendo una explica- Gin tan clara, completa y secuencialmente organizada —a pesar de su falta de concisién—, que el receptor se ve involun- tariamente inmerso en el torrente de frases aparentemente lo gicas que se suceden una tras otra. Al igual que en su propia vida, tampoco en la conversacién se anda De Grey nunca por las ramas. Todo lo que dice resulta pertinente para su argumen- tacién, y est tan bien construido que uno queda fascinado por la estructura que va edificando ante nuestros oidos 0 nuestros ojos. Tanto es asi que, mientras hablaba, mantuve mi atencién concentrada en élen todo momento, Aunque durante las horas que estuvimos el uno frente al otro en la mesa de aquel pub, la gente no dejaba de entrar y salir, comer y beber, hablar y reft, yo no miré a ningiin otro sitio que no fuera directamente a él, salvo para acercarme a coger la comida —un plato de comida para miy s6lo patatas fritas para él— u otra pinta. Slo cuando se reflexiona sobre las hipétesis en las que se basan todas sus 205 teorfas, el receptor descubre que en la segunda frase del pre- sente parrafo debe introducir, como asf he hecho, la palabra .. Con ello Fries se referfa al intento de reducir el periodo de invalidez de las personas de ‘edad avanzada. Actualmente, la mayoria de nosotros esta desti- nada en general a pasar por unos iltimos afios durante los cua- 9 les nuestra salud ira siendo cada vez mas fragil, siguiendo una trayectoria descendente cuyo declive se hace més visible a partir aproximadamente de los cincuenta afios. Fries planteaba la hi- pStesis de que podian tomarse algunas medidas para cambiar ese prolongado y gradualmente descendente arco por un mode- Jo que adoptara mas bien la forma de una linea relativamente horizontal que terminara repentinamente con una brusca cai poco antes del momento de la muerte. Si esto se lograra, sefia- Jaba, «la discapacidad de toda una vida podria comprimirse en tun periodo de menor duracién por término medio y la disca- pacidad acumulativa de dicha vida podria reducirse». En otras pa- labras, en lugar de un largo periodo de avance de la debilidad yla enfermedad, nuestros cuerpos permanecerian relativamen- te intactos y empezarian a fallar en un momento mucho més cercano al deceso final. Este concepto se asemeja mucho al que Oliver Wendell Holmes expresaba en su poema «The Deacon's Masterpieces («La obra maestra del didcono»), en el que descri- be «la maravillosa calesa de un solo caballo,/que... se rompe, pero no se desgasta» Todo el que no sea un burr ha podido ver cimo se vino abajo de una ves dena vex, no poco a poco, ‘como hace una pompa de jabin cuardoexplota Evidentemente, hay a quien le gustaria morir «de una vez», pero otros preferirian vivir un breve periodo de declive, siempre que éste no se parecieraa la decadencia angustiosa que muchos sufren hoy en dia. Para un gran mimero de estadounidenses, esto es exactamente lo que ya esta empezando a ocurrir. ¥ exis- ten pruebas de que dicha compresin de la morbilidad estéal al- cance de un niimero creciente de nosotros. Uno de los primeros pasos de este proceso de cambio consis: 16 en darse cuenta de que la fragilidad fisica —no la enferme- dad en si, ni ninguna patologia concreta— es el factor més im- Bo ees Aube La ESTUD portante a la hora de determinar que una persona anciana pueda cuidar de si misma y seguir siendo un miembro vital y va- lioso para la comunidad. Cuanto més anciano sea el individuo, ‘més importancia cobran factores como la fuerza muscular y la densidad dsea, especialmente el primero. Numerosos estudios confirman esta observaciGn, definida con gran acierto por un equipo de geront6logos holandeses en un articulo publicado en 1997 en Science, de la siguiente manera: «En los ancianos cle mas edad, la pérdida de fuerza muscular constituye el factor restric tivo de las oportunidades de un individuo de llevar una vida in- dependiente hasta el momento de la muerte», Las palabras clave aqui son «hasta el momento de la muerte». Varios estudios anteriores y posteriores ala publicacién de este informe holan- dés han demostrado que la debilidad de los ancianos no slo puede prevenirse, sino que, con un programa adecuado de ejer- Cicios, puede incluso remontarse. Imaginemos un mundo en el que todas las personas mayores pudieran seguir cuidando de cllas mismas, disfrutando de su entorno y apoyando a sus seres {queridos en lugar de lo contrario. ¥ que todo esto pudiera con- tinuar asi hasta poco antes de su muerte Para asombro de mas de un facultativo con una larga expe- riencia geridtrica, se ha demostrado que generar la musculatura necesaria, incluso en los més ancianos, no resulta dificil. Segxin ha podido evidenciarse sistematicamente, la fuerza puede casi legara duplicarse en seis u ocho semanas, con s6lo seguir un ré- gimen supervisado de entrenamiento intensivo en resistencia y levantamiento de pesas. Aunque la relacién entre el ejercicio y la longevidad no sea nada nuevo, el reconocimiento de la pér- dida de tono muscular como el elemento fundamental ala hora de desencadenar las incapacidades que nos sobrevienen cuando ros hacemos viejos ses relativamente reciente. En un innovador informe publicado en 1990 por el Journal of the American Medical Assocation y verificado por numerosos estu- dios posteriores realizados tanto con hombres como con muje- res, los investigadores de la Universidad de Tuts consiguieron a aumentar la fuerza de la musculatura de las piernas de diez fré- giles mujeres de edades comprendidas entre los ochenta yseisy los noventa afios un promedio del 174 por ciento. Esto se logrd enun periodo de ocho semanas, graciasa un régimen supervi do de entrenamiento intensivo con pesas. Aunque todas las an- cianas que participaron en este estudio pionero padecian enfer- medades 0 incapacidades crénicas, ninguna de ellas suftié ninguna lesi6n a consecuencia de los ejercicios. Ademés, mejo- 16 su equilibrio y su velocidad al caminar. Uno de los hallazgos mas sorprendentes de los muchos estudios que a partir de en- tonces han confirmado aquel primero, es lo rapido que se hacen evidentes los beneficios del entrenamiento en resisten- cia, tanto a través de mediciones objetivas como de la mejora en la actividad. Un ejemplo de los muchos estudios que han corroborado el informe Tufts ¢s el aparecido en febrero de 2006 en el Journal of Aging and Health, Geront6logos de la Universidad del Sur de Flo- rida dividieron un grupo de sesenta y cvatro voluntarios de una media de ochenta y cuatro afios de edac! en tres grupos: uno de ellos no realizaba ningxin tipo de ejercicio; otro caminaba dos veces a la semana, y el otro practicaba entrenamiento en resis- tencia dos veces por semana. Aunque en general gozaban de buena salud, algunos participantes necesitaban bastones 0 an- adores para realizar las sesiones de ejercicio. Los resultados al final de este estudio de dieciséis semanas no sorprendieron a nadie que hubiera seguido la literatura académica en geriatria de la década y media anterior. Los beneficios, en el caso de los, dos grupos que practicaron ejercicio, no se limitaron a mejoras en la fuerza muscular. Comparados con el grupo inactivo, no s6lo mejoraron la fuerza de la parte superior e inferior de su cuerpo, sino también su rendimiento en pruebas de agilidad, ‘equilibrio y coordinacién. Y otra ventaja aiiadida, aunque no del todo inesperada, fue la disminucién de la presin sist6lica du- ante el periodo de estudio. Como confirmacién de los sugeren- tes resultados anteriores, los investigadores hicieron constar su rane LA LESTE LAveATD impresi6n de que tal vez sea el ejercicio en sf, mas que el tipo de éste, lo que se traduce en los resultados observados. Pero la mejora de la potencia muscular y tal vez de otras fun- ciones corporales como la presién sanguinea determina tan s6lo una parte de la respuesta: el cerebro también requiere una gran atencién. Hoy en dia no constituye ningtin secreto que la estimulacién intelectual continuada es la clave para evitar mu- ‘chos de los estragos de la demencia y la apatia que enajenan las mentes de tantos ancianos, ya residan en instituciones o en sus, domicilios particulares. Cierto es que por mucho que s¢ lea ose visiten museos, no es probable que esto reduzca la incidencia de los accidentes cerebrales de mayor menor gravedad; pero no hay duda de que, con independencia de la edad, esas activida- des mantienen las sinapsis y probablemente favorecen el desa- rrollo de nuevas células cerebrales. Nos mantienen alerta, men- talmente vitales ¢ interesados. Sifactores tales como el ejercicio fisico y mental intensivo pro- ducen beneficios tan importantes para las personas de edad, asta qué punto llegaria a mejorar la situacién de estos ancianos si comenzarana realizar ambos mucho antes de llegar al periodo de declive acelerado? Aunque los cambios que empiezan a pro- ducirse cuando nos vamos acercando a los treinta afios son al principio minimos, empiezan a aumentar de velocidad a partir de aproximadamente esa edad, cuando los escneres por tomo- sraffa computerizada muestran ya evidencias de la decadencia, como una disminucién de la densidad muscular y de la dimen- si6n transversal del fémur, asf como una mayor acumulacién de rasa en cada uno de los mtisculos. Cuando Megamos a los cin- cuenta, nuestra tendencia al deterioro despega definitivamente. Asi pues, aunque la pérdida de fuerza muscular sea el factor restrictivo para la independencia de los ancianos, resulta bastan- te obvio que puede tener efectos muy profundos también en el resto de nosotros, y lo hace mucho antes de lo que la mayoria de la gente cree. Pero, alegrémonos. Segiin nos informan los ex- pertos en ejercicio fisico, los estudios que empezaron dirigién- ws eee dose a los ancianos mas ancianos hombres y mujeres de eda- des superiores a los ochenta y cinco afios—se han extendido a sujetos mas jévenes con resultados que constituyen practica- mente la tiltima novedad en este campo: dicho deterioro no tiene por qué producirse necesariamente. La respuesta esté en. cl ejercicio anaerdbico —una actividad en la que el cuerpo incu- rre en un déficit de oxigeno—. Los ejercicios aerdbicos como el ‘Jooting, las cintas de correr, montar en bicicleta, pedalear en la bicicleta estatica y otros similares, pueden obrar maravillas para <1 corazén y los pulmones; sin embargo, para prevenir la debili- dad nada es mas efectivo que el entrenamiento en resistencia ‘con pesas. Hasta tal punto esté impresionado el American Colle- {ge of Sports Medicine por los beneficios demostrables de los ejercicios de resistencia, que actualmente recomienda el entre- namiento con pesas a todos los hombres y mujeres de mas de cincuenta afios. El entrenamiento con pesassupone ademés otra ventaja sobre cualquier ejercicio aerébico por si solo: consume més calorias {que actividades como caminar, correr o nadar. La razén es que el ejercicio intensivo destruye las fibras musculares, cuya recons- trucci6n con una fuerza atin mayor mediante los procesos repa- radores naturales del cuerpo requiere una considerable canti- dad de energfa y consume por tanto gran cantidad de calorias. Ademés, cada medio kilo mas de mtisculo requiere entre treinta y cuarenta calorias diarias para mantenerlo, incluso si se halla en estado de reposo absoluto. Por tanto, todos, tanto jévenes como viejos, deberiamos salir corriendo hacia el gimnasio mas préximo. Puede que el ambiente del tipico gimnasio no induzca en un principio a pensar en la mejora mental, pero deberiamos refle- xionar algo mas sobre ello. Estudios recientes han concluido que el ejercicio aerébico en los hombres y mujeres de edad avanzada parece reducirla pérdida de tejido del cerebro y mejo- rar su funcionamiento. Esto se consigue mediante la elevacién, de los niveles del factor neurotréfico derivado del cerebro ‘ene Arner a ENTE (BDNF) al que hacfamos referencia en el capitulo segundo, El factor neurotréfico actia aumentando el niimero de sinapsis, favoreciendo el desarrollo de nuevos capilares en el cerebro y protegiendo a las neuronas contra los dafios producidos por los, radicales libres. Por otra parte, existen pruebas de que el BDNF puede promover el desarrollo de nuevas neuronas a partir de ccélulas madre adultas. Las buenas noticias no acaban aqui. Estu- dios realizados en sujetos que han afadido el entrenamiento con pesas al ejercicio aerébico indican que dicha combinacién se traduce en una mejora del funcionamiento cognitivo atin mayor que si se practica s6lo ejercicio aerébico. Estos hallazgos deben ser aprovechados por personas de to- das las edades. Especialmente aquellos de nosotros que ya va- mos teniendo unos afios, deberiamos echarles el guante y,lite- ralmente, echar a correr con ellos. Los estudios demuestran reiteradamente que el ejercicio de la mente y el cuerpo es clave para aumentar la longevidad y prolongar la independencia. Los que leen el periédico a diario estin acostumbrados a ver nume- rosos reportajes de destacados grupos de investigacién que con- firman que la actividad vigorosa reduce la pérdida de fuerza ‘muscular, responsable de tantas incapacidades e incluso enfer- medades, ‘También en el caso de la capacidad intelectual, ya se ha sefia- lado que la mejor forma de mantener un buen funcionamiento ‘mental es ejercitarlo, La calidad de la sinapsis, por la cual un im- puso se transmite de una célula nerviosa a otra, se ve reforzada por su uso frecuente. A lo largo de la vida, la sinapsis mantiene su capacidad de cambio e incluso va aumentando su eficacia y fortaleza. Lo mismo podria decirse de las células nerviosas. Su capacidad para generar impulsos —Io que los neurocientificos aman «electrogenicidad»— parece responder a los cambios en Ja entrada de informacién. La maquinaria electrogénica puede aparentemente remodelarse, ylos patrones de actividad elécu ca alterarse, dependiendo del tipo y la frecuencia de los es mulos que Hlegan a la célula. Asi que sigan leyendo éste y otros er eget muchos libros. Estardn fortaleciendo sus sinapsis y aumentando su electrogenicidad. Toda esta informacién tan compleja puede ser sencillamente resumida en el consejo proclamado tan a menudo por esa sabia columnista ya fallecida llamada Ann Landers: «lo que no se usa, se pierde>. ¥, ciertamente, a todos nos es posible confirmarlo a través de nuestra observaci6n cotidiana. En pocas palabras, las personas activas se mantienen activas. Aunque resulte reconfor- tante verlo confirmado por Landers y por los laboratorios ylos ‘eruditos, todos sabemos desde hace mucho tiempo que la clave de la productividad reside en la productividad misma, Lo que no sabemos son los detalles. Al principio de forma ‘gradual y actualmente cada vez.a mayor velocidad, los cientificos y los expertos en ejercicio fisico estan aprendiendo los detalles de lo que se requiere para conservarnos mejor: sino necesaria- mente para tener una vejez més larga, si al menos para que ésta no nos acarree las debilidades que demasiado a menudo carac- terizan los iltimos afios de la vida. Incluso aunque ese consejo de «tisalo no sirviera para prolongar nuestros dias, a actividad vigorosa de la mente y los misculos constituye el secreto para envejecer mejor, o lo que los gerontélogos denominan la «com- presién de la morbilidad». El objetivo a largo plazo consiste en. lograr que el grifico que describe nuestra forma de terminar la vida deje de registrar esa angustiosa y prolongada caida y se pa- rezca lo més posible a una linea firme y practicamente horizon- tal seguida de un descenso lo mas perpendicular posible. ‘También en lo referente a esa fecha de terminacién, hace mu- cho tiempo que se vienen acumulando abundantes pruebas, tanto anecdéticas como estadisticas, del efecto beneficioso que produce el ejercicio en la esperanza de vida. Por ejemplo, un es tudio publicado en 1998 sobre cincuenta y dos mil licenciados Universitarios varones que se habfan matriculado en el Harvard College y en la Universidad de Pennsylvania entre 1916 y 1950, mostré que los alumnos de edades comprendidas entre los trein- tay cinco y los setenta y cuatro aftos que a lo largo de los afios ¢gastaban al menos dos mil caloriasa la semana en actividades vi ‘gorosas presentaban un riesgo de enfermedades cardiovascula- resy muerte un 25 por ciento menor que el de sujetos menos ac- tivos. ¥ no sélo eso, sino que los que continuaron levando una vida activa durante largo tiempo después de haber abandonado la universidad salfan mejor parados que los atletas universitarios que habjan dejado de hacer ejercicio al alcanzar la madurez. Los teleadictos deberian reparar en los ecos deportivos que evo- can los titulos tanto de este articulo como de la publicacién en la que apareci: «Una historia natural de atletismo, salud y lon- gevidad>, en el Journal of Sports Sciences. Por si algtin lector de estas paginas piensa que yo soy uno de esos tipos que estin por encima de todo y que se limitan air dando consejos que ellos mismos no siguen, expondré aqui mi ‘experiencia personal en lo que respecta alla utilizaci6n de este nuevo conocimiento. Pero primero debo sefialar que no me result6 facil. A aquellos lectores poco convencidos, reticentes 0 indecisos que, a pesar de sentirse impresionados por las con- cclusiones presentadas en los pirrafos anteriores, se hagan los remolones o piensen, «Vale, sera muy bueno, pero para ti, ami- go...»—, me limitaré a decirles que yo fui como ellos. Pero ahora soy un converso y, como tantos conversos, me he vuelto un fundamentalista, Desde el verano de 1998, llevo arrastrando miavejentado cuerpo hasta el gimnasio tres veces por sernana, a sudar como el que més, Anadie, pero especialmente a nadie tan predispuesto ala va- nidad como un ciryjano, le gusta que su hijo mayor le diga: «Eh, ‘pap, zno seria mejor que te pusieras unos pantalones dle tenis, algo mas largos, ahora que tus cuddriceps ya no son lo que eran?» Siel bienintencionado consejo del joven de treinta y tan- tos se produce, ademas, al poco de que tu compaiiero de tenis de toda la vida te haya comentado desde el otro lado de la red que «nuestras piernas empiezan a parecerse a las patas de un pollo famélico», el efecto resulta como poco desalentador. Fue entonces cuando decidi que habia legado el momento de pres- cm tar atencién a las repetidas recomendaciones (a decir verdad, se arecian mas a rdenes) de mi esposa, que cada semana estaba ‘mas esbelta gracias a levantarse a las cinco de la mafiana para i al gimnasio de al lado de casa a hacer pesas, pedalear en la bici- cleta estatica ycorrer en la cinta, ‘Alos pocos dias me habfa apuntado a un programa de ejerc- ios que impartian en unas instalaciones situadas a pocos kilé- metros de mi casa, llamadas, como no podia ser de otra manera, Centro de Fitness En Forma, Convencido del principio de que todos los novatos necesitan un modelo al que imitar, me busqué ‘como entrenador a un Atlas aparentemente encantador llama- do Dave Butler yle dije que queria ser exactamente igual que él cuando fuera mayor. Ignorando gentilmente el hecho de que tengo treinta y cinco afios mas que é1, mi nuevo mentor me tomé la palabra. Yo, por mi parte, consciente de que era dema- siado tarde para adquirir su encanto natural, como varén que va envejeciendo, albergaba a pesar de todo a fantasfa de emularla fuerza de Dave. Pero, primero, mi objetivo inmediato consistia ‘en recuperar mis viejas piernas yalisar una barriga que empeza- baa hacerse evidente. Dave tomé nota de una larga lista de medidas, realiz6 una serie de calculos establecié un programa de entrenamiento en resistencia y ¢jercicio cardiovascular. El menti no era apto para pusildnimes y, a pesar de su porte amable, Dave demostré ser un joven de firme determinacién, dejindome que me las arreglara solo en el gimnasio con la advertencia de que esperaba una ver- , pero quizas signifique algo mas que eso; quizds signifique no s6lo imaginar que vemos el mundo a través, de los ojos ylos sentimientos de otro, sino, mds especificamente, vernos a nosotros de esa manera: mirar alos ojos del otro y en- contrarnos reflejados all; estar @ la altura de lo que esperan aquellos mas cercanos a nosotros y, de esta forma, aproximarnos mis a la carias, ala reflexiGn madura, a una vida de principios. Para ser sabio, primero hay que ser bueno. ‘Tratar estas complejidades requiere ecuanimidad, esa capa: dad aprendida de ser imperturbable que William Osler defii asi en 1889; «una presencia de dnimo en toda cireunstancia, la calma en mitad dela tormenta, la claridad de discernimientoen momentos de grave peligro»; y, en otro fragmento también suyo, «la firmeza y el yalor, sin que, al mismo tiempo, se endurez- ca “el coraz6n humano por el que vivimos”... ;Cuan dificil de conseguir, sin embargo, cuan necesaria, anto en el éxito como en el fracasol» ‘Tan dificil es de alcanzar la verdadera imperturbabilidad que de hecho esté fuera del alcance de la mayoria de nosotros —y probablemente de todos—; ademas, constituye una de esas cua- lidades que se adquieren en términos de grado mis que de su consecucién completa. En cualquier situacién de estrés. prese produce un mayor o menor componente de perturbacién; habria que ser un dechado de inhumanidad para no sentirla. Por tanto, ms importante que el hecho de ser imperturbable es la forma en que nos enfrentamos al escrés. Cuando reconoce- _mos ante nosotros mismos que estamos inquietos y entendemos que es la consecuencia natural de una situacién determinada en la que nos hallamos inmersos, dicho reconocimiento hace que lo aceptemos mejor y reduce la probabilidad de que achaque- ‘mos este sentimiento a nuestra propia incompetencia El resul- tado es una disminucién de la intensidad de esta ansiedad, en ocasiones la suficiente como para favorecer una claridad de pensamiento que permita encontrar una salida a la dificultad a Ja que nos enfrentamos. Alo largo de mi dilatada carrera como cirujano, al menos en ‘cuatro o cinco ocasiones me he sentido aterrorizado—asustado como resulta dificil legara imaginar—en el quiréfano. En todas Suing acueens, oe las ocasiones el motivo fue una stibita y gravisima hemorragia ar- terial producida de manera tan inesperada que hizo que estuvie- ra absolutamente desprevenido ante esa posibilidad. Un ciruja- no se enfrenta a menudo con una pérdida masiva de sangre, pero las tnicas veces en las que he suftido este tipo de miedo han sido cuando pensaba que yo habia sido el causante de la hemo- rragia, ya fuera por haber realizado una diseccién demasiado apresurada o por alguna torpeza o negligencia similar. Lo que ime salv6 en estos episodios —a mi, y al paciente— fueron mis afios de formacién como médico residente, durante los cuales a veces me tocé ver a algunos de mis profesores mas admirados enfrentindose a este tipo de problema. Gracias a ello, en las oca- siones en que me ocurrié a mi consegui reunir la presencia de 4nimo suficiente para perdonarme inmediatamente ami mismo, no torturarme con reproches que podrian haber resultado un impedimento a la hora de actuar como era perentoriamente ne- cesario para salir de las desesperadas dificultades que yo mismo habia desencadenado con mis propias manos. Si hasta el mas admirado de mis mentores habia atravesado por aquellos pro- blemas, yo no podia condenarme a mi mismo por ello. Durante esos langos aftos de ejercicio de la cirugia me servi de un completo catilogo de formas de recuperar la ecuanimidad cuando ésta parecia dispuesta a abandonarme. Quizés sea po: ble extraer de ello lecciones que resulten titiles para otras perso- nas cuya serenidad, tan necesaria para tomar decis tas en momentos de estrés, se vea gravemente amenazada por este tipo de perturbaciones. El humor, incluso el humor mas burdo, fue de gran ayuda. En més de una ocasién en la que me he encontrado inmerso en una diseccién tan compleja que pa- recia irresoluble, me detenfa un momento, levantaba mi con- entrada vista del campo de operacién, y dirigiéndome hacia el ‘equipo que tenia reunido en torno a mf con lo que pretendia ser una expresién picara preguntaba en tono burlén «: «El dia es, corto y Ia tarea mucha, los trabajadores son lentos, el salario abundante y el duefio de la casa exigente. No es necesario que completes el trabajo, pero tampoco puedes abandonarlo» Aunque no podamos abandonar el duro trabajo de buscar la felicidad, jamas deberiamos olvidar que el salario es abundante, esto es, que la recompensa es grande. El proceso, no cabe duda, leva mas tiempo del que dura la vida del ser humano, pero las, ventajas —y las obligaciones—juegan absolutamente a favor de las personas mayores. Para ser sabio, es necesario haber vivido, aunque debe reconocerse que algunos individuos, incluso cuan- do son jévenes, sacan mucho mas partido a su vida que otros. Pero si la sabiduria aumenta con la edad lo hace s6lo en el caso de los que nunca dejan de ser receptivos al cambio y a su propio progreso interior. Por eso se requiere una mente inquie- ta, a la vez que la humildad suficiente y la conviccién de que nunca se sabe bastante. La sabiduria exige un escepticismo inf- nito, el cuestionamiento constante de las propias convicciones y conclusiones y la determinacién de ser cada vez mejores, hasta elfin de nuestros dias. La ecuanimidad es sabidurfa, la caritas es sabiduria, la bene- ficencia es sabiduria, ylo mismo ocurre con otras muchas cuali- dades imprescindibles para que sea posible su existencia. Cada ‘una puede encontrarse —y también fortalecerse—en cualquier ‘etapa de la vida, pero el largo habito de vivir es capaz de hacer las mas fuertes todavia. Yen cada una de ellas conviene tener en ‘cuenta una advertencia, un aviso contra su propio exceso; por- que la suma total requiere un equilibrio que, en términos gene- rales, se reduce al equilibrio entre la expansién y la contencién. Por esta raz6n los antiguos griegos hablaban del término medio, que también forma parte de la sabiduria. La sabidurfa implica ir constantemente elaborando una cier- ta filosofia personal, que, a la vez que firme, también debe estar abierta al cambio; insistr en a primacia del conocimiento fiable y de la verdad, sin dejar de ser consciente de que todo conoci- miento debe cuestionarse, dado que no existe la verdad absolu- ta; ser siempre escéptico, pero munca cinico; sentir una justifi cada confianza en el conocimiento y el criterio propios, aun dando por descontado que quedan lejos de ser perfectos; cono- cerse a uno mismo, sin dejar de admitir el sesgo y las insegurida- des que pueden distorsionar este tipo de percepcién; apoyarse cconsciente o inconscientemente en la imitacién de las personas {que creemos sabias, aun a sabiendas de que nadie es infalible; profesar un sentimiento de implicacién personal y caritas hacia Jos demés, manteniendo al mismo tiempo la distancia suficiente para no perder la imparcialidad y la objetividad; trascender las, propias necesidades, utilizando la percepcién de esas necesida- des como un prisma através del cual ver el mundo; ser reflexivo, pero estar comprometido con la decision y la accién; ser idealis: ta, aunque sin dejar de tener los pies en la tierra; buscar la paz ‘spiritual, al tiempo que nos sentimos lo suficientemente insa- tisfechos para alimentar los motores de las reformas necesarias; prever las consccuencias de nuestras decisiones yacciones, aun- {que teniendo en cuenta la incertidumbre de dichas prediccio- nes; aceptar el cambio cultural, sin dejar de ser conscientes del tipo de cambios que sélo son efimeros; pensar de forma atem- poral, aun siendo personas de nuestro tiempo; tener en cuenta los valores de nuestra sociedad y nuestra era, sin vernos cons tweftidos por ellos; buscar lo mejor en los demés, sin esperar de ellos mis de lo que son capaces de dar; mantener una vision de un mafiana mejor, viviendo no obstante la realidad de nuestro presente. E incluso con todo ello, no existe sabiduria sin humildad. La humildad garantiza que la sabiduria nunca sea suficiente, garan- tiza ese «permanente descontentor, garantiza que la busqueda de la sabiduria no decaiga ni cese munca. Tal vez porque pensa- ba que esta virtud le adornaba mucho menos de lo que hubiera deseado, T. S. Eliot expresé su conviccién sobre la primacia de la humildad en su memorable poema titulado «East Coker»: La tinica sabiduria que podemos esperar adguirir sla sabiduria de la humildad: la humildad es infinita Y¥ tampoco existe sabidurfa sin una reevaluaci6n constante de nosotros mismos —el replanteamiento constante de todo lo que hemos sido, lo que somos, y lo que podemos ser, con indepen- dencia de la edad—. Sin ello, no hay sabiduria posible. No debe extrafiarnos que sea Plat6n el que tenga en este punto la titima palabra, al recordarnos una vez més que «una vida sin reflexin. no merece la pena ser vivida». Una larga vida en la que no dude- ‘mos en mirar hacia dentro de nosotros es la clave para compren- der todo lo que podemos ver fuera de nosotros. 10 UN EPILOGO SOBRE EL ENVEJECIMIENTO Quiero que la Muerte me encuentre plantando mis coles; ‘no preocupado por ella ni por dejar mi huerto inacabado. MICHEL. DE MONTAIGNE, Ensayos: Que flosofar es aprender a mori, 1580 Avungue la fuente de la eterna juventud no exista, tenemos otras distintas, nutrtivas y mucho mejores ala ver que mas rea- lists: se trata de los manantiales que alo largo de toda nuestra ‘ida van enriqueciendo la corriente que de forma paulatina de- semboca en ta plenitud de la vejez. Al igual que sucede con el agua dels ios, nuestro envejecimiento es una continuacidn de todo lo que hemos sido en exapas anteriores, de todo lo que ha pasado a formar parte del lento proceso de maduracién de nues- troser. La seguridad en uno mismo, el optimism, la productivi- dad, todo lo retacionado con la carias por los demas, el ongullo que nos produce nuestro ser isco, todo ello son filosofias que mejoran la vida, Son manantiales que en gran parte nacen de nuestro propio empeio, y que crecen en importanciaa medida ue dejamos que sus energiasafluyan al cada vez mds ancho y mis profundo canal de la experiencia ylasabiduria, Dado que estas cualidades van adquiriendo trascendencia con el paso de las décadas, debemos empezar a pensar conscien- temente en ellasen lajuventud, buscando maneras de potenciar sas Fuentes con las que alimentar el continuo caudal. Incluso cuando la corrientes que han llegado a reunirse para formar nuestras vidas no sean todo lo que nos gustaria que fueran —ya sea obra de la herencia genética, la educacién, la enfermedad 0 las circunstancias— podemos buscar deliberadamente otras nuevas en el camino, y profundizar en sus fuentes para que su 23 refrescante influjo traiga consigo el progreso continuo que ne- cesitamos si queremos seguir avanzando. ‘Nunca es demasiado tarde para encontrar nuevos manantia- les que aporten dinamismo a nuestras vidas. Es cierto que la tarea de encontrarlos puede ser dificultosa y lenta al principio, pero no deberiamos abandonarla. Las recompensas a esta per- severancia, como el rabi Tarphon nos recordaba, son abundan- tes. Loson en cualquier momento de la vida. Pero a medida que ‘nos acercamos a los sesenta y los setenta afios, si nuestro objeti- vo es la propia mejora o incluso la constancia, debemos ser no- sotros los que de forma deliberada vayamos dando cada vez mas, pasos en este sentido. La posibilidad de eleccién sobre si explo- rar o no los recursos que mejorardn nuestros iltimos afios es cada vex menor. Al final de la vida, este tipo de exploraci6n se convierte en obligatoria. Elresultado de nuestras pesquisas puede resultar sorprendente ¢ impredecible para aquellos de nosotros que en la mitad de la vida estabamos convencidos de que ya habfamos dado con todos los caminos por los que nuestros intereses podian llevarnos. De las recompensas que proporciona el envejecimiento, pocas hay tan gratificantes como los descubrimientos inesperados que ha- ‘cemos sobre nosotros mismos. Cuando Henry Wadsworth Long- fellow regres6 al Bowdoin College para la celebracién del cin- cuenta aniversario de su graduacién, llevé consigo un poema escrito para sus compaiieros de la promocién de 1825, titulado ‘Morituri Salutamus, cuyos versos finales expresan —en mi opi- nin, de la mejor manera posible— la serena confianza de aque- os que nunca dejan de buscar las fuentes que puedan surgir al final de la vida, Pues a vejec representa una oportunidad tan buena como la juventud misma, aunque venga de oto modo wetida, _yeuando empieza a desaparece la luz del creptsculo, el ilo se Wena de estrellas que resulian invisibles de dia Ta ‘Ahora que he iniciado ya la segunda mitad de la década de Jos setenta, paso horas y horas observando de forma tanto cons- ciente como inconsciente a las personas mayores, yo mismo in- . Pero igualmente podria darle la vuelta a la ex- presién y decir «la creatividad de la edad. En su programa, como €lexplica de forma muy clara, la perspectiva del artista hace po- sible una liberacién de la perspectiva del anciano, a quien dota de autonomia e independencia. Estos recién descubiertos pin- tores lo han logrado, sefiala, sin la intervencién de la autoestima nila vanidad. Sus encuentros con la creatividad han permitido la liberaci6n de algo poderoso y nuevo dentro de ellos, ademas, de una transformacién en su forma de envejecer. Las fuentes de la creatividad estan por todas partes, esperan- do aser descubiertas, Pueden aparecer bajo la forma més inve- rosimil y en el momento mis inesperado. Pero no deberiamos esperar su aparicién sino buscarla con empefio, como si nues- tras vidas dependieran de ello —lo que cle hecho es asi—. Debe- ‘mos aprovechar cada prometedora oportunidad con un sentido de objetivo y voledndonos en ella en cuerpo y alma, porque nin guna otra cosa podra proporcionarnos esa satisfacci6n que deri va de sumergirse hasta tal punto en un proyecto que se pierda la nocién de todo lo demas salvo de la importancia que dicho pro- yecto tiene para nosotros en ese momento. «En ese momento. Vivimos en momentos, horas y dias com- ppartimentados. Asi es como se hacen las cosas. A pesar de que el futuro debe planificarse y de que cuanto somos en un instante dado ¢s resultado de todo lo que hemos sido en el pasado, vivi- ‘mos nuestras vidas en lo que William Osler llamaba «comparti- ‘mentos estancos de un dia». Al dirigirse en 1913 a una reunién, de estudiantes de Yale, Osler cité las palabras de Carlyle: «Nues- Te tra preocupacién debe centrarse no en lo que vagamente vis- lumbramos en a distancia, sino en lo que tenemos claramente a mano. A cualquier edad, debemos comprometernos deci mente con el presente. Aseguramnos de escalar de vez.en cuando ‘una montaiia, recomendaba, para poder participar de la sabidu- ria resultante de mirar en todas direcciones. Prepararnos para nuestras esperanzas futuras, i bien, para alcanzar ese momento que atin no ha llegado, es necesario centrarse en la tarea presen- te: ela concentracién en el deber de un momento determinado sla mejor manera de garantizar el éxito final». El hombre que barca un solo dia en sus manos, aconsejaba Osler, podra hacer- lo de este modo suyo. «El futuro es hoy», proclam6. «El dia de la salvacién de un hombre es ahora; la vida del presente, del hoy, vivida intensamente, con un propésito y sin pensar en lo que vendra, ¢s el tinico seguro que tenemos frente al futuro. Deje- ‘mos que el limite de nuestros horizontes sea un circulo de vein- ticuatro horas». Osler entendia que el compromiso conlleva un objetivo, y s6lo con el objetivo y el compromiso podemos acceder a la satis: faccién que emana de la creatividad. Cuando nos volcamos con intensidad y con un sentido del objetivo en conseguir una meta, sea cual sea su naturaleza, la energia dedicada a esta tarea es di- rectamente proporcional a la energia que genera en nosotros esa creatividad de la que justificadamente nos sentimos orgullo- sos. El orgullo es una forma de energia y se alimenta mediante la creacién. Estas cosas son posibles gracias a la resuelta concentra- ci6n que ponemos en la tarea, que a su vez nos reporta la alegria del logro al que nos conduce. No se trata tanto de quéhacemos, sino de la dignidad, la gracia y la determinacién con las que 10 hacemos. Los logros son importantes a cualquier edad, pero una vez que cesa el ajetreo de ganar y gastar segiin nos vamos aproximando alas iltimas décadas, se convierte en algo esencial para la percepcidn de uno mismo. La mejor manera de hacerlo es viviendo en compartimentos de un dia y sumergiéndonos en elahora. Cuando William Osler publicé su discurso en forma de ensayo, le dio un titulo y lo declaré como su filosofia personal: «Una forma de vivir». Lo que realmente hacemos ocurre dia a dia. Sin embargo, su eleccién y su propésito final forman parte del panorama de nuestras vidas, que s6lo podemos contemplar si subimos a lo alto de la montafia con la suficiente frecuencia para mantener la atencién centrada en lo que hemos sido, lo que somos y lo que queremos ser. Pero pasar demasiaclo tiempo respirando el empobrecido aire de la cumbre genera vértigo y sentimientos de irrealidad, a la vez que privaal escalador del oxigeno necesa- rio para volver sano ysalvo a la planice situada mas abajo, donde se desarrolla el verdadero trabajo. No obstante, esa panorémica general es necesaria para poder utilizar el pasado y el presente con vistas a planificar el futuro, y asegurarnos de que todos los, compartimentos de un dia se utilizan bien, y de que todas las si- napsis estn bien engrasadas con los neurotransmisores. Lo que trato de decir con todas estas metaforas sobre la alti- tudes, simplemente, que sise quiere disfrutar de una vejez pro- ‘ductiva y satisfactoria es necesario pla antelacién. Cada etapa de la vida constituye una preparacién para la si- guiente ¢ incluso para las posteriores. Y, sin embargo, hacemos ‘muy poco por prepararnos para nuestra veje7, aparte de contra- tar un fondo de pensiones y, tal vez, un seguro de cuidados a largo plazo. De hecho, algunos creen erréneamente que la jubi lacién ¢s el momento de dejar todo lo que ha venido antes, como si eso fuera posible; y escapan a algtin lugar soleado, en el que a menudo sus expectativas quedan insatisfechas y se ven obligados a buscar formas de sobrellevar el hast. La vejez debe apoyarse en una base que se ha de ir constru- yendo durante las décadas que la preceden; no basta con hacer todo lo que podamos cuando los afios ya se nos hayan echado encima, Al tegar ala edad madura debemos empezara estudiar ‘cémo envejecer, de la misma manera que cuando estamos cre- ciendo estudiamos para ser adultos y prepararnos para las futu- ras responsabilidades, formando nuestras mentes y fortalecien- 380 do nuestros cuerpos. A su manera, envejecer es una forma de arte, un tipo de creatividad en sf mismo. En los iltimos afios de la vida, la sabiduria es atin mas necesa- ria que en las décadas precedentes. Al igual que hacemos con Jos primeros, también los itimos afios debemos enfocarlos desde la conviccién de que pueden ser creativos y contribuiral bienes- tar de otros. La sabiduria —y también el arte— consiste en la comprensi6n, preparacién y aplicacién de los ajustes que darén lugar a este retrato de la vejez, yen brufirlo con el fin de que se convierta en una imagen de armonia y bondad. Los cambios que gradualmente experimentan nuestros cuerpos deben perc- birse como lo que son: mensajes que los sabios han aprendido por s{ mismosa interpretar de manera que todavia puedan sacar el maximo provecho a cada dia y cada oportunidad. Al igual que todas las artes, esta consumaci6n exige vigilancia, reflexién pre- via y aplicacién, y todo ello puede procurarnos el inmenso pla- cer la satisfacciGn por el éxito de lo conseguido. La mayoria de los lectores de este libro vivirén hasta los ‘ochenta aos, yalgunos mucho més. Si todavia nose han prepara- do para dicha probabilidad —si no han reflexionado seriamente sobre ella—, éste es el momento de empezar a hacerlo, Con ello no me refiero a preparativos précticos, de tipo financiero, una evaluaci6n completa de su estado de salud, sin los cuales ningtin hombre ni mujer deberia adentrarse en los itimos afios de la madurez. A lo que me refiero es a cultivar una visi6n del mundo, una actitud desde la cual dar la bienvenida, en lugar de ‘meramente enfrentarse, alos afios y tal vez las décadas que les quedan por delante; una forma de vivir, por utilizar las palabras de Osler en un contexto ligeramente distinto, Si es cierto, como afirma Robert Butler, uno de nuestros profetas més licidos en el tema del envejecimiento, que la generaci6n del baby boom sera una «generacién transformacional... al contribuir a transfor ar la vejez», entonces, a cada miembro de esta generacién le corresponde la responsabilidad de pasar algunos temporadas cen la cima de la montaiia, para mirar en todas direcciones y ac- Bi Bare omeecee tuar en consecuencia —por su propio bien y por el de todos los que vengan después de é— Este libro no trata sobre comer cereales y emular a los habi- tantes de Okinawa, aunque es indudable que ambas cosas son buenas; este libro trata sobre la mente y el espiritu. Si después de todo invertimos dinero en fondos de pensiones para cuando ‘seamos mayores, gpor qué no prepararnos también emocional- ‘mente invirtiendo nuestro capital espiritual intelectual? . AGRADECIMIENTOS En ctapartado de Agradecinientos de un libro siempre hay una tacita convencién de que el nombre de la esposa, amante 0 mejor amigo (0 de los tres, cuando se encuentran reunidos en ‘una misma persona, como en este caso) debe guardarse siem- pre para el final, a modo de climax de un crescendoque se ha ido desarrollando en los parrafos precedentes. ‘Yo estoy casado con una mujer muy impaciente. Aunque cuan- do se trata de cosas importantes no es dada al desénimo, la re- nuncia o la falta de voluntad, en cambio se irrita fécilmente por otras de importancia menor, como, por ejemplo, los restauran- tes, los atascos de tréfico o el automatismo inanimado de las ca- denas de llamadas telefénicas. Dado que en este caso esté en mi mano anteponerlaa todos los demas, haré lo contrario a lo estar blecido por la convencién y seguiré el ejemplo de esas palabras del Evangelio segiin San Mateo que afirman: «muchos de los primeros serain los tiltimos, y os tiltimos seran los primeros». Es Jo menos que puedo hacer por la editora més perspicaz que he tenido nunca, tanto de mis escritos como de mi propia vida. Si mi tesis para describir la imaginacin moral es correcta —y estoy seguro de que es asi—, yo soy un hombre mucho mejor gracias, al prolongado habito de mirarle a los ojos y verme reflejado en ellos. Ysi también es cierto que la sabidurfa aumenta con la for- taleza de ciertas relaciones de caritas —como sin duda asi lo creo— puedo afirmar, aunque no sea mas que por esta raz6n, 5 ser el més sabio de los hombres. La claridad que pueda ofrecer este libro se debe ala incontestable inteligencia de Sarah Peterson. Y debe mucho también a mi editor, Robert Loomis. Durante afios he albergado la esperanza de que algiin da se dieran las circunstancias precisas que permitieran que Bob y yo trabajéra- ‘mos juntos en un libro, y finalmente ha sido asi. Por gratas que fueran las previsiones que mi fantasfa habia imaginado sobre nuestra colaboracién, la realidad ha superado incluso las expec- tativas mas alts. El ha guiado este libro de formas tanto eviden- tes como sutiles, y me ha concedido el honor que ahora me arrogo de poder llamarle mi amigo. En loreferente alas amistades, Glen Hartley inicié la nuestra con una inesperada llamada telef@nicaa tiltima hora de la tarde de un jueves de hace aproximadamente quince afios. Ely Lynn Chu han sido los defensores mas incondicionales y los agentes li- terarios més entregados. Ser representado por ellos equivale a ser comprendido como escritor y valorado como persona que intenta expresar su visién de la experiencia humana. Durante unos treinta y cinco afios, la flosofia personal y mo- ral de Vittorio Ferrero ha constituido mi constante guia y el modelo en el que he basado mi visién del mundo y todo lo que ha legado a significar. Hemos sido més que amigos e incluso ‘mas que hermanos. Nuestras maneras de pensar han Ilegado a imbricarse profundamente la una en la otra, aunque mi aporta- cin palidece en comparacién con todo lo que él me ha dado. Aunque el proceso se haya acelerado en los iltimos aios, este libro, al igual que su autor, se ha desarrollado paso a paso duran- te tres cuartos de siglo. Algunas de las ideas y pensamientos que en él se describen han ido evolucionando durante décadas antes de que yo tuviera la mas minima conciencia de su proceso de formacién. ¥ son tantos los hombres y mujeres que han con- tribuido a cada fase de esta evolucidn, que s6lo puedo agrade- cérselo a aquellos cuya opiniGn he requerido durante el proce- so de escribirlo. Todos ellos se han mostrado receptivos, francos y colaboradores mas allé de lo que puedo describir en el peque- Wee fio espacio de unas pocas paginas; todos ellos me han hecho mirar en direcciones y explorar aspectos que yo no habria llega- doa considerar si no hubiera contado con sus sugerencias y sus preguntas. Lavozde mi colega de Yale, Leo Cooney, ha constituido para mi layoz de la autoridad y de la razén particularmente en lo tocan- te a geriatria y gerontologia, pero también en todo lo que con- cierne al cuidado del cuerpo y el espiritu humanos. Ha sido ge- neroso con su tiempo, sus consejos yu buena disposicién, y las horas que hemos pasado juntos me han aportado ideas que afec- tan a cada uno de los capitulos que componen el libro. Jason Pontin, primero como editor del Acumen: Journal of Sciencesy mas tarde del Technology Review del MIT, sugirié que ¢s- cribiera los ensayos que luego se han incorporado a los capitu- los 7y 8. Como si intuyera que habfa llegado el momento de que comenzaraa poner en orden mi extensa si bien todavia dispersa reflexién sobre el envejecimiento, me espoled para que lo hicie- 1, convirtiéndose, porlo tanto, en catalizador del producto final. Los libros de este tipo son practicamente imposibles de escr birsin la ayuda de un competente ayudante de investigacisn. Yo he tenido la suerte de que apareciera en mi vida una mujer joven, en el umbral de una brillante carrera académica, que se ha volcado sin reservas en este proyecto y en todos los demas en Jos que me he embarcado en los tltimos aiios. Elinstinto de Chris- tiana Peppard, su buen hacer y su inteligencia han resultado hasta tal punto determinantes para el progreso de este libro, que la magnitud de mi deuda para con ella s6lo se ve superada por la dicha que me ha deparado el hecho de conocerla. Niuno solo de los amigos a los que acudf dud6 ni por un mo- mentoala hora de mostrarme su entusiasta disposicién para de- batir conmigo los aspectos del envejecimiento, leer y comentar alguna parte e incluso la totalidad del manuscrito, u orientarme alahora de expresar mis ideas para el piblico lector. La admira- ‘ibn que les profeso hace que me sienta orgulloso de poder citar sus nombres en estas paginas. Son Cornelia y Michael Bessie, 3B ‘Sam Litzinger, John Mascotte, Dorcas MacClintock, Robert Mas- sey, Patricia Papper, James Ponet, Kathleen Queen Peterson y Lyn Traverse. Asi que aqui estin todos, en orden inverso al habitual, Mi gra- titud por todo lo que han hecho es, sin embargo, menor que la que me produce el hecho de que la escritura de este libro me haya acercado todavia masa ellos. New Haven, 2007 ae INDICE ANALiTICO Acido desoxieribomucléico, vase ‘ADN acomodacién, 17 ADN (écido desoxirribonuctéico), 31, 32,91, 214, 95, 226: DeBa- key ye, 80,81, 89; De Grey yel, 191, 198, 20, 208; prolongacién de la vida y, 183, 185, 186 adversidad, espuestas frente ala, 115, 116, 19 Alcohol, ingestade, 38, 51,52 Alcor, 195, Alzheimer, enfermedad de, 28, 32, 199, 245:y cambios en elenveje- cimiento, 43; Gabler yla, 91.98, 96-98, 105, 245 ambiente, 35:38 amigos. amistades, 22, 88,97, 178. 177,196,240: Chatterjee ylos, 149, 151,157,162, 171,173, 175; Coleman ylos, 131,194; Gablery os, 96,97; Neal ylos, 124,125, 127 amiloide, 37,199 amor, 19, 92, 96, 120,199, 196, 221 caritativo, 262,268; Chatterjee y 1,149,151, 154, 159, 172.176: DeBakeyyel, 78.75, 77; Gablery 1,92, 94, 96, 108; Nel yel,122- 125, 129; relacion entre el traba- joyel 74,75 amor, caritas, 262-265, 273,275, ‘285: preparaci6n paralavejez, ‘282, 283; sabidurfay, 263, 264, 270,271 ancianos: actuar conforme con la ‘edad, 22; aumento del nsimero de, 26.280, 242, 248; calidad de vida de Tos, 227, 248-249; como fase del desarrollo, 19, 20; estatus socioeconémico y valor neto de los, 244 insttucionalizacién de, 28, 229, 244,277; reconciliarse con elhecho de ser, 18, 19;signi- ficado deo que es normal para los, 87; sintonizar con, 17,18, ancianos més ancianos, 229.235, 22 aneusismas, 69,90 antioxidantes, 185, 245, aorta, 45 “Apologia de Serates (Platbn), 91 aprendizae, 19, 83,267: y cambios con el envejecimiento, 39, 40, 425, sabidura y, 251, 252, 255, 261; ‘as también conocimiento arterioesclerosis, 44,48, 199 articulaciones, 29, 51,198, 219, 228, artis, 38, 169, 245, ‘AsTAm (Neal), 128,127, 128, axpecto fisico, 15-17, 81,245, 2465 79 Barker, 16, 107; Chatterjee, 163, 165; De Grey, 201, 202, 210, 215; ejercicioy, 239; Gabler, 98, ‘94, 9; Neal, 122,128; Scot, 220, 221 sexualidad y, 55-57; ba- _quismo y, 6063; vase tambien piel atrofia por desuso, 29, 36 autoconocimiento, 258255, 258 260,271 autocritica, 113, autopercepcién, 16,23, 24,85, 117: ‘enclenvejecimientosatistacto- ro, 113,115 aventura, aventuras, 177-178: Bes sie las, 176178; Chater yas, 158, 159, 177.179, ayudar alos demas, wasevoluntad, buena, Bacon, sir Francis, 48, 188,189 bacteria, 199, 208 Bagliv, Giorgio, 29 Barker, Gail Gtteib, 107 Barker, Wiliam G, “Pete”, 106-116, Vd: aspectofisico de, 107; com: paraciones entre Gableryy, 106, 108, 110, 11-116, 117; enferme- dades de, 108111, 115; espritua- lida y, 105, 106, 112-115, 142; Iumanismo de, 112-116; trayec- toria como actor, 111; rayecto- ra como atleta, 107, 108, 10- 112; trayectoria empresarial, 107, no BDNF, véasecerebro, factor neuro- “Bendicin” (Walker), 102 Bessie, Michael, 176-178 Biakssays, 190-192 biogerontologia, biogerontSlogos De Grey ylos, 192,198, 201; ye potencial destructivo dela pro- Tongacién dela vida, 214 biologia,bidlogos, 28,82, 66, 181- 185, 187-195, 24297, 244.9465 y cambios en el envejecimiento, 37, 98; esperanza de vida y, 194, 195, 295297, 45; De Greyy, 188, 189-194, 197, 199.901, 204, 205,208, 210; prolongacién dela vida y, 182-185, 187-191, 295 bioquimica, 24, 30,37, 44,59, 147, 208 Browne, sit Thomas, 81,114 Browning, Robert, 21,22 Brown-Séquard, Charles Edouard, 217-219, 224, 240,245 Buchan, William, 38, Butler, Dave, 238 Buder, Robert, 281 ‘npassde la areria coronaria, 69, 137 caidas, 51, 52,59, caleio, 48.50, 240 alors, 81: jercicio y, 294, 297; protongacion de la vida y, 184, 185,214 ‘cambio, cambios, 2066, 113, 16, 140,141,173, 174, 281: Coleman 3, 134, 185;en el cuerpo, 2052, 35,66, 85,86; eercicoy, 29,36, 38, 50,51, 28; fuentes de los, 119,120; individualidad y, 24; en Jamente, 2525, 27.99, 33.47, 56; sabidurfa y, 268.272 caminar, pasear, 31, 282, 234,247, 248 cancer, 32,80, 95, 185, 186, 198, 240, 244: Gablery, 98, 99,108; a Daquismo y, 60, 63, cardiovascular, sistema, 4451, 195: ‘yeambios con elenvejecimiento, 4450; crugiay, 69, 72.74, 187; DeBakey, 6875; ejereicioy, 44 49,234, 297, 288; danse también sangre, sangrado, vasossangut- eos; coraeén; coronaria, enfer- edad Carlson, Anton, 30 Carlyle, Thomas, 278,279 Carta los Corintios,I (San Pablo), 262 cataratas, 59,62, 99 catolicismo: Gabler y, 98, 104-106; Neal, 127129 células, 181,215, 24, 238:y an bios enlavejez, 29, 38, 36,37, 30- 42, 4, 46, 47, 58, 62; De Grey, 190, 191, 197201, 208, 209; pro- ongacién de la vida , 183-186, 190, 191 élulas madre, 44,208, 935: De Grey yas, 197, 198 cerebro: véaemente, mentes cerebro; factor neurotréfico deriva ‘do del (BDNF), 44, 24, 235, 240 (Chatterjee, Ruby, 147-179: aparien ualidad y, 88, 56,58 testosterona, 58,54, 239, 240, tithun olam, 176 tiroides, 49,58, 186 toxinas, 36 abajo, 19, 290, 21, 245,246, 270, 280-283: Chatteree yl, 156, 161; Coleman yel, 131-134; De- Bakey yel, 72,74, 75,82, 88, 88; DeGreyyel, 189, 208; Galston y 1,186143;Nealyel,126,12%y 208.215, 224220, 241-246: De prepararse parala veje, 281-288; Greyyla, 187-195, 197, 201,208. relacin entre amory, 74 213,215, 26; imerferencia con tracto gastrointestinal, vawintesti- la naturaleza, 188, 195, 207, 215; noe restriccionesdietéticary, 184 tracto urinario, 64 187,214 twascendencia, 82,104, 262,271 vida activa, esperanza de (ALE), 273, 275: Chatterjee ya, 133 243,244 ‘Twain, Mark, 258 Vids de Fs Huse (Didgenes Laercio), 114 vagina, 55 sirtud, 114,117, 129 vanidad, 119,249,278, 288: ejerci- vista, 99:y cambios con el envejeci- cioy, 297, 240, lento, 58, 62; Chater y, 147, 64 18 vello pibico, 55,56 vitarsinas, 241: B-12, 109;D, 50 verbal, capacidad, 42 vivir paralos dems, 148-152, 154, vesicula, céleulos biliares, 52, 65, 185, 170,174 169 vivir los momentos, 278281 vida, esperanza de,21,$1,270:cali_ voluntad, buena, 7680, 88, 114, dad de vida para los ancianos, 117, 131, 215: Chatterjee ya, 243-246; eercicioy, 36, 236; De 149,150, 167,173; DeBakeyyyla, Grey yla,207, 211, 212;méximo 76,77; Nealy la, 121, 128151, biolégico dela, 195, 227, 246 Vonnegut, Kur, 12 vida, estlos de, $2, 34, 37, 95, 245 vida, a otra, 87,96, 104,114,129, Walker, Alice, 102 181, 182: Galston yla, 142, 143. Webster, John, 157 vida, prolongacién dela, 181-195, Wren, sir Christopher, 72 Braeden ein dpi nay de 2007 Go arc Carn 198, Ct Arua CR O58 Main, DE Otros titulos publicados en Taurus: RUY PEREZ TAMAYO Y ARNOLDO KRAUS. Diccionario incompleto de bioética LUC FERRY Aprender a vivir. Filosofia. Sherwin B. Nuland ‘para mentes jovenes EL ARTE DE ENVEJECER HAROLD BLOOM ‘¢Dénde se encuentra ig salsa El comienzo de la vejez puede ser tan gradual que suele sorprendernos descubrir que hemos entrado en esa ALAIN DE BOTTON etapa. Los cambios en los sentidos, el aspecto, los re- ‘Las consolaciones de la filosofia flejos, la fortaleza fisica y el apetito sexual son innega- bles ~y, por lo general, mal recibidos. Sin embargo, RICHARD LAYARD. Sherwin B. Nuland demuestra que envejecer también La felicidad. Lecciones tiene sorprendentes aspectos positivos. La edad con- Centra la mente y la energia del cuerpo, lo que conduce ‘de una nueva ciencia ‘a muchos a nuevas fuentes de creatividad, percepcion Dean hinicnarice eintensidad espiritual. Envejecer no es una enfermedad, thibtenaa ces eae sino un arte; y para aquellos que Io practiquen bien, uede proporcionar extraordinarias recompensas. STUART WALTON ‘cH emprendido el viaje mientras lo describom, afir- ‘Humenided. Une historia ‘ma Nuland, que ya ha superado los setenta afios y cuen- ilar wrcciones ta con casi cuatro décadas de ejercicio de la medicina. Partiendo de su propia experiencia vital y laboral, asi arian como de las de sus amigos, Nuland retrata la asombrosa peauemiingpnners diversidad de formas de vivir la vejez. La fuerza interior, la profundidad de las relaciones personales, ja constata- ‘ciessronan eel ae ‘cin de que la carrera profesional no define la identidad, Sos reunites ose la aceptacién de que algunos deseos quedaran incum- plidos... Estos son algunos secretos de los que enveje- FEDERICO ORTIZ QUEZADA ‘een bien, ‘Huerta, mork Wiforaiaeeh ‘Tras el éxito de Cémo morimos, Nuland ha combina- do la pasion cientifica por la verdad con una concepcion MATT RIDLEY ‘humanista del alma para crear un libro sincero e inspira- Pnareediy dor sobre la ultima etapa del viaje de la vida. FRANK SCHIRRMACHER 978-970-770-919-5 EI complot de Matusalén 78970770919 b

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