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EN BUSCA DE LO Rt - ‘sg ; ae EAL PER. bn? EN BUSCA fe LO REAL ———— Atany Bacrou co proceso existente de puesta al dia efectiva del real del capitalismo. II. El poema El poema del que voy a partir es de Paso- lini, el gran cineasta italiano —Io llamo asf porque hoy en dia es conocido sobre todo como cineasta—, y ese poema tiene por ti- tulo «Las cenizas de Gramsci. Unas palabras, de todos modos, acerca de Pier Paolo Pasolini, un poquito menos cono- cido que Moliére. Se lo conocié como ci- neasta, pero también por su vida extraordi- nariamente atormentada, que terminé con una muerte atroz: un asesinato en un de: campado al borde del mar, asesinato vincula- do a las formas radicales y peligrosas del de- seo. Ya en esta vida misma de Pasolini se indica lo que yo llamarfa el tormento solita- rio de una biisqueda desesperada de lo real. Con Pasolini entramos en otra aproximacién, 54 Bx BUSCA DE LO Rea. PERDIDO alo real, que es la subjetivacién propiamente dicha. Habfa en Pasolini un pensamiento violen- to en extremo y un deseo ilimitado. Y la combinacién entre ese pensamiento violento y ese deseo ilimitado lo puso en una situa~ ci6n refiida con el mundo tal como era, hasta tal punto que se mantenfa personalmente muy cerca del punto de imposible. Y su poe sfa, més que su cine o su prosa, da testimonio de esta proximidad con el punto de imposi- ble del mundo. Pasolini es un poeta muy grande, cierta- mente uno de los mas grandes del perfodo que abarca las décadas de 1940 a 1960, des- de la guerra mundial hasta el levantamienté de la juventud de los afios sesenta. Es este también el perfodo que va de la solidez del comunismo estalinista a su desprestigio to- tal y a su desmoronamiento. ¥ esa es la raz6n. por la cual Pasolini se pregunta —tal es el tema de sus poemas, que a menudo son cons- trucciones gigantescas y muy subjetiva- 55 Atay Baoiou das— qué es el real de la Historia. Esa es su pregunta. Como es bien sabido, el ensayista norte- americano Fukuyama sostuvo recientemente Ia tesis segiin la cual el real dela Historia es que ha Ilegado a su final. Es una tesis consi- derable, que se puede nutrir con cierta he- rencia hegeliana mas © menos deformada e incomprendida, pero es, en todos los casos} una tesis sobre el real de la Historia. Consis- te en decir que ahora podemos saber lo que” habra sido ese real porque, con el capitalis- mo mundializado y el Estado democratico, se ha encontrado una formula capaz de obte- net tal consentimieito general que vuelve , inatiles, de hecho, los conflictos hist6ricos* entre clases o entre naciones, y por ende, fi- nalmente, la Historia misma. Lo que a nosotros nos interesa es que Pa- solinii sostuvo, desde los afios cincuenta, una i tesis vecina. Sostuvo al menos que cierta his-- toria tenfa por real él estar acabéndose. Tal vez tuviera poéticamente razén, Tal vez sea 56 By muse De 10 neat rexoio0 ,justificable hoy en dia pensar, no que la His- toria Ilegé a su fin, Io cual no tiene ningdn sentido, sino que estamos tan cerca del pun- to de imposible de cierta historia —de una forma singular de historicidad—, 0 sea de su punto real, que podria ser que bascularamos hacia su fin, Tal vez estemos en el punto en que la historia, tal como la hemos conocido y practicado, va dividirse en la prueba de su real, y de tal modo deshacerse. Puede ser que la Historia —muestra historia, la que sabe- mos contar— esté a punto de aBrirse como Jo hace la tierra en los grandes sismos. Podre- ‘mos entonces volver a.empezar, dotados de cierto acceso al-real de nuestra historia que habra sido el operador de divisién, nto de la’ Historia —finalmente—, sino de nuestra historicidad singular, esa que, en definitiva, gira en torno a la pereinidad de los Estados. ‘Pasolini dice algo de este tipo. No lo dice ¢como Fukuyama, que se sienta confortable- mente en el sillén de la civilizacién contem- Pordnea. Lo dice en medio de un tormento S7 Atann BaDroU terrible, el tormento de quien soporta la ex- periencia de ese real dividido que se volvié mortifero. El poema «Las cenizas de Gramsci» data de 1954, y hay en él una potencia profética extraordinaria. Si hacemos un examen aten- to, vemos que hay solo dos cosas en la activi- dad de los hombres que son proféticas: la poesfa y las mateméticas. Las matemiticas, porque inscriben de modo formal, incluso demuestran, la existencia de relaciones y de objetos de los que, antes de los formalismos matemdticos, ni siquicra se podia imaginar que pudieran existir. ¥ esas relacioné’ y esas estructuras se revelan, mas tarde, absoluta- mente indispensables para pensar el mas mi- nimo movimiento del mas minimo trozo de materia. La poesfa, porque todo gran poema es el lugar de lenguaje de una confrontacién radical con lo real. Un poema le extirpa a la lengua un punto real de imposible de decir. Observarén, por otra parte, que matemd- ticas y poesia nombran las dos extremidades 58 EN USCA De 10 neat exo del lénguaje: las matemiticas, del lado del formalismo més transparente; la poesia, por el contrario, del lado de la potencia mas pro- funda, que cya menudo la mas opaca. Volvamos al poema de Pasolini, «Las ceni- zas de Gramsci». Gramsci fue uno de los fun- \dores y ditigentes del Partido Comunista Italiano y pas6 buena parte de su vida en las prisiones fascistas. Es una figura tutelar del cominismo europed, un pensador marxista inal. En consecuencia, el titulo «Las cenizas de Gramsci» anuncia, de entrada, que sabemos que del real cuyo agente o tes- tigo'fue Gramsci no quedan sino las cenizas. El poema tiene por decorado un cemente- rio. Si uno esté en busca de lo real como divi- sién y muerte de una figura anterior de la formalizacién politica, el cementerio es un buen lugar para ver con claridad. Hace mu- cho tiempo, por otra parte, que se medita so- bre lo real a partir de los cementerios. Re- cuerden la escena de los sepultureros en Hamlet: es muy cierto que la cuestién de lo 59 Atans Banrou real, bajo la forma «ser 0 no ser, adquiere toda su densidad si uno tiene un créneo en sus manos, El cementerio del que nos habla Pasolini es muy particular —si van a Roma, les reco- miendo muchisimo que lo visiten—. Es el ce~ menterio donde esta enterrada, en tierra ro- mana, toda la gente que durante su vida no fue catélica. Ese cementerio es asf el resulta- do de una selecci6n religiosa de los muertos: el Vaticano pidi6 y obtuvo que no se enterta- ra cn supuesta tierra santa a la gente que no eta de la buena religi6n local. Por consiguien- te, ese lugar retine, en una notable frater- nidad post mértem, a protestantes, musul- manes, judios y ateos. Alli esta enterrado Gramsci, en el sector de los no creyentes. ‘Ya hay ahi, para Pasolini, un punto de real, que es la distancia a la que se halla ese ce- menterio. Esa distancia es como el simbolo de un exilio, un exilio tan tenaz que concier- ne también a los muertos. Ahora bien, se puede sostener que lo real esta siempre en la 60 Env AU8c4 De 10 Rea. peRDIDO forma de un exilio, puesto que, como es lo imposible 0 el semblante cuya mascara hay que arrancar, acceder a él supone alejarse de Ia vida comin y corriente. Lo real no es en absoluto lo que estructura nuestra vida in- mediatas es, por el contrario, como lo vio admirablemente Freud, su lejanfa secreta. Y para descubrir ese secreto hay que salir de la vida corriente, salir de la caverna, como de una vez para siempre lo dijo Platén. Pero todos aquellos que estén enterrados en ese cementerio ya salieron, ya estan fuera de la muerte normal. Se les concedié un pequefio rincén exiliado y no bendecido por el Papa de esa tierra sagrada. La composicién de lo real introduce, aqui, un exilio nacional: Gramsci no esta enterra- do de verdad en Italia, esta enterrado en un lugar proscripto donde residen principal- mente extranjeros, entre los cuales Shelley, por ejemplo, el poeta inglés, que no esta lejos de Gramsci. Es en medio de este tipo de extranjeros donde han puesto a Gramsci, el 61 ‘ ‘Atane Bapiow no creyente. Pasolini, al proferir el poema ante la lépida sepulcral del comunismo —una gran lépida desnuda— y hablandole como a un hermano quefido, le dice: «No puedes / éves?, sino descansar en este sitio / extran- jero, siempre desterrado».* Tal es el exilio nacional. Pero hay también un exilio social, un exi- lio de clase. Porque el barrio en el que esta instalado ese cementerio es un barrio de «vi- las» italianas ocupadas por familias ricas. Asi, el gran comunista Gramsci reposa no so- * Dado que se trata de un poema profusamente ci- tado en ¢l texto, hemos consultado la versi6n bilin- giie italiano-espafiola editada, traducida y prologa- da por Stéphanie Ameri y Juan Carlos Abril en la an- tologia titulada, precisamente, Las cenizas de Gramsci (Madrid: Visor Libros, «Poesfa», 2009). Aunque en ningdin caso hemos podido citarlo textualmente, ya que ante todo debemos tener en cuenta los fragmen- tos que forman parte del anslisis de Badiou —que cita la versi6n francesa de José Guidi—y rara vez las traducciones coinciden, el cotejo con el texto en ita- iano y con esta traducei6n nos ha sido de gran ayu- da. (N. de la) 62 EN 90SC4 De 10 REAL rERDIOO Jo en medio de una tierra extranjera, sino también en medio de un barrio burgués ca- ractetizado, por lo cual Pasolini le dice, de ma- nera magnifica: «un tedio patricio te rodea». Y finalmente —es lo ms importante— hay un exilio hist6rico. Gramsci vivié para que se cumpliera el real'de la Historia. Vivi6 como militante y dirigente comunista en el sentido en que pensaba que habia llegado el _momento de cumplir ese real, lo cual querfa decir: hacer posible lo imposible, lograr rea- lizar en Italia, y en él mundo entero, una re- voluci6n proletaria. Es a tal titulo que lo visi- tan y lo celebran, evidentemente, en el ce- menterio mismo de su exilio. Es asombroso y conmovedor constatar que la tumba de * Gramsci est siempre cubierta de flores. Ta- ve esa experiencia personal: haber meditado yo también, como Pasolini, ante la tumba de Gramsci, constituy6 un momento intenso de mi existencia. Pero he aqui el viraje decisive del poema: todo eso, incluyendo las flores, no hace més 6 x “Atans BaDiow que subrayar que Gramsci sigue estando en un exilio hist6rico. éPor qué? Porque el real por el que sostavo su vida, el real de la revo- lucién proletaria, se ha desvanecido. Ya no sabemos qué es el real mismo que Gramsci queria hacer advenir como real de la Hi toria. Tomé la forma de su propia desapa- rici6n. Entonces, Pasolini va a preguntarle a Grams- ci si, al fin y al cabo, su reducci6n a simples cenizas triplemente exiliadas significa que hay que renunciar a todo acceso a lo real. Cito: «éMe pediras td, muerto sin adornos, / que renuncie a esta desesperada / pasién de estar en el mundo?>. Algund vez defing el siglo XX como el si- / glo de la pasién de lo real.* iAhf estamos! Ya ~ a mediados del siglo XX, en 1954, Pasolini sospecha poéticamente que esa pasin dejé de valer, que ya no nos anima, y que, reduci- * Conservamos la expresiGn «pasién de lo real», conceptual en Badiou, tal como fue caracterizada en su libro El siglo, op. cit. (N. de laT-) _ 64 , BN BUSCA DE 10 Rea. PeROIOO do al exilio de sus cenizas, Gramsci nos dice: «Quise eso, pero ya no les pido que lo quie~ ran; les pido que renuncien a esa desespera- da pasion de estar en el mundo» El poema, en consecuencia, va a organi- zarse como la descripcién del mundo con- temporaneo, algo que va.a interesarnos en grado sumo, aunque el texto date de hace medio siglo. Por qué? Porque para Pasolini la caracteristica de nuestro mundo, digamos el mundo «occidental», es la de estar y que- rer estar al abrigo de todo real. Es un mundo en el cual el semblante tomé tal vigor que ca- da quien puede vivir, y finalmente desea vi- vir, como si estuviera al abrigo de todo aque- llo que podrfa ser un efecto real. De modo* tal que, en esta suerte de mundo, si por ven- tura lo real opera una horadacién en el sem- blante, uno es presa enseguida de un descon- cierto subjetivo total. EI mundo que nos describe Pasolini es un mundo huérfano de Gramsci, desertado de toda vocacién de hacer advenir el real de la 6s “Atary Babiov Historia. Es un mundo donde reina lo que Pascal Ilamé de una vez para siempre el di- vertimento. Por lo demas, hoy en dia se de~ beria decir entertainment: «entertainment world». Pascal merecerfa un largo inciso: es un magnifico te6rico de la cuestién de lo real. Pascal se hubiera preocupado por hacer un pastiche de Lacan, habria dicho: lo real es el impasse de todo divertimento. Lo real surge cuando cl divertimento esta agotado y no logra ponernos al abrigo de tal surgimiento. La tesis que «Las cenizas de Gramsci» for- malizan en poema es que, en la sociedad capitalista triunfante, el divertimento es rey —un poco como para Debord hay una sobe- ranfa del espectéculo—. No hay mas que divertimento. No hay mas que preocupacién por mantenerse tan alejado de lo real como sea posible. De manera‘tal de cultivar, com- prar, nutrir y perpetuar el semblante protec~ tor del sujeto cuando este es ciudadano del 66 7 BN RUSCA DE LO Rea. PERDIDO Occidente imperial. Pasolini va a llamar a es- ta disposici6n subjetiva «reemplazar la vida por la supervivencia». La supervivencia tiene una definicién precisa: usted renuncié, en efecto, a «la desesperada pasién de estar en el mundo», no puede mas que continuar el trabajo negativo del divertimento. Pero escuchemos un poco la vor del poe- ma, en la traduccién de José Guidi. Perciba~ mos la red de imagenes donde se despliega la descripeién de la vida a distancia de lo real, esa vida que renuncia a hacer advenir el real de la Historiayque condena a Gramsci al exi- lio de sus cenizas y que, al hacerlo, no puede sino corrompers: a(...) ¥ sientes, como en aquellos lejanos seres que en vida gritan, rfen, en sus vehiculos, en esos miseros caserfos donde se consume el expansive € infiel don de la existencia— esa vida no es sino un escalofrio; 7 presencia corpérea, colectivas sientes la ausencia de toda religion veridica; no vida, sino supervivencia —acaso mas gozosa que la vida— como un pueblo de animales, en cuyo secreto ‘orgasmo no haya mas pasion que por la labor de cada dia: humilde fervor al que da un aire festive la humilde corrapeién, Cuanto mas vano es. —en esta tregua de la historia, en esta zumbante pausa donde la vida calla— ‘cualquier ideal, mejor se manifiesta Ja estupenda, adusta sensualidad casi alejandrina, que todo minia ¢ impuramente enciende, cuando aqui un trozo del mundo se derrumba, y ese mundo se arrastra en la penumbra, para volver a encontrar lugares vacfos, talleres desanimados. .». 68 [Bx sca De xo Rea. PeRcIDO §Qué encontramos en este pasaje? En pri- mer lugar que la vida, en nuestro mundo, es- 14 disipada. Desde el momento eti que la vi- da ya no esta habitada y orientada por el proyecto de hacer advenir su propio real, es como inasible, informe, est como desorien- tada. Es una vida que de divertimento en di- vertimento se extravia, una vida que preten- de atribuirle un valor capital a su propio des- baratamiento. Y como resultado —este es el segundo punto—, es una vida habitada por Ia auisencia de toda verdad. La verdad, tanto para Pasolini como para mi, es'una palabra que puede ponerse en el lugar de la palabra «real». Cuando Pasolini habla de la ausen- cia de toda religién veridica, no hace alusién, a.una religién en el sentido habitual del tér- mino. «Religi6n veridicay significa, sencilla- mente, la conviecién de que una verdad es posible. Dicho en otros términos: en nuestro mundo, la conviccién de que la tentativa cu- yo emblema es Gramsci —extraerle a la His- toria su real comunista— puede ser conti- “9 zany BaDIOw nuada, De esta conviecién —la de Gramsci— el poema pronuncia que, en adelante, es im- posible. En tercer lugar, esté la idea de que todo, én el orden del semblante de vida que nos have las veces de vida, se reduce a la pa- reja del trabajo y el dinero. El modo propio de nuestro mundo de disipacién de la exis- tencia es el reino absoluto de la pareja del trabajo y el dinero. La labor de cada dia de un lado, el humilde fervor, y del otro lado la humilde corrupcién. «La humilde corrupciény es una expre- sién admirable, porque nos indica que, por supuesto, esti la corrupeién grandiosa, la co- rrupcién espectacular, el bandidaje chic de nuestros amos, la corrupeién omnipresente de la que se nos ofrece cada tanto el espec- ticulo bajo la forma —que he comentado— del escéndalo, pero que no es eso lo mas im- portante. Lo que cuenta, lo que regla el mus do de los sujetos, es'el consentimiento ge- neral en que asf sea. Y eso, el hecho de que, en definitiva, todo el mundo piense mas 0 70 IBN muses ne 10 nba eaoI00 menos que lo que importa es tener el dinero necesario para comprar lo que le venga en gana, y que tal es el fundamento inquebran- table del mundo tal cual es, €s0, sf, es la hu- milde corrupci6n, Esa que compartimos to- dos, mas o menos, y de la cual el escandalo de las corrupciones memorables no es sino la excepcién que se presume salvadora. Lo que nos ensefia indirectamente Pasoli- ni es que, si cada tanto se nos da la comidilla de 10s grandes corruptos, es porque lo que cuenta es la pequefia corrupcién. Lo esencial es que cada subjetividad sea comprada por aquello que se proponen venderle. Se puede sacrificar a algunos grandes corruptos: vale la pena si, por tan magro precio, el sistema de la chumilde corrupcién, que es también el del divertimento, la supervivencia, la vida al abrigo de todo real, se perpetita. La cuarta y tiltima gran idea del fragmen- to que les he lefdo est en la afirmacién de que, cuando un mundo se ha derrumbado, estamos, nosotros, en una tregua de la His- a Azan Baptou toria. Es muy importante porque tenemos miltiples razones para plantearnos esta pre- gunta: En qué momento vivimos, cual es nuestro kitio hist6rico? Lo que proponia de- cir Pasolini ya en 1954 era que tal vez nues- tro mundo fuera intervalario. Una primera historia ya no esta en estado de hacer valer su real, Gramsci est reducido a sus cenizas, mismo nos dice silenciosamente: «No con- timtien lo que yo deseé hacer». ¥ nego, es posible que vaya a comenzar otra historia, que otra cosa advenga, que estemos en otra figura del impasse de la formalizacién, que vaya a advenir otra etapa como, més alld de Ia aritmética griega, esté la historia moderna de la teorfa de conjuntos infinitos. El mundo occidental de la democracia, de las clases medias, de la vida desahogada y contenta, de Ia supervivencia en el divertimento, dela au- sencia deseada de todo real, ese mundo no seria mas que un momento chato de la histo- ricidad, entre algo que caducé y algo que va anacer, y es esa finalmente la raz6n por la 72 Ex USCA De Lo REAL PERDIDO cual ese mundo «se arrastra en la penumbra, para volver a encontrar / lugares vacios». Descripcién severa pero justa. Arrastrarse para encontrar lugares vacfos es sin duda lo que.hacemos todos, porque todos estamos, en mayor o menor medida, en la humilde corrupcién. En nuestro mundo intervalario, en efecto, uno no puede sino errar hasta en- contrar el pequefio rine6n vacfo en el cual va a poder instalar su humilde corrupei6n. Ven ustedes la idea de Pasolini: €Qué es instalarse cuando se ha perdido toda convic- cidn en cuanto a la posibilidad de hacer ad- venir el real de la Historia? Es eso lo que in- tenta describir el poema. Si ya no hay ningu- na «religi6n veridica», équé significa enfon- ces vivir? ¢Qué significa instalarse en la exis- tencia? Pues bien, finalmente, instalarse en la existencia es administrar, de una manera otra, la humilde corrupeién. “Todo eso va a conducir al poema hacia su conelusién, que les leo: 2 Anat Bapow «Es un rumor la vida, y estos, perdidos en ella, serenamente la pierden si el coraz6n les colma; para gozar ahi estén, miserables, del atardecer: y potente en ellos, inerme, para ellos, el mito renace. . . Pero yo, con el coraz6n consciente de quien solamente en Ia historia tiene vida, épodré en adelante obrar con pura pasién si sé que nuestra historia se ha acabado?». En este final de poema, Pasolini zanja, a su manera, en favor de un fin de la Historia. De ningan modo porque esta historia haya col- mado los anhelos de los hombres sino, muy por el contrario, porque la impotencia para colmarlos en el orden de lo real ya esta insta- lada y, por consiguiente, la subjetividad fun- damental que el mundo exige de nosotros, y que muy ampliamente obtiene, es una subje- tividad de renuncia. Nos es absolutamente necesario renunciar a algo para poder soste- nernos, como buenos ciudadanos, frente al 74 \ LEN BUSCA DE 10 REAL PERDIDO centelleo del mercado mundial. Para ser un buen comprador hace falta, en verdad, haber renunciado a todo. A todo lo que es real. Si juno tiene una aspiracién verdadera, una reli gidn veridica, no puede contentarse con lo que le venden y desear4 que se manifieste cl real del que esa oferta de venta es el sem- blante. Y no sera nunca més el buen compra- dor del que tiene una necesidad absoluta la maquina imperial. Pasolini se pregunta entonces si él, en per sona, va a poder atin hacer algo, . Eso es lo que nos hace falta: una razén que haga el duclo de la historicidad favorable, que permanezca no obstante en la pasi6n de lo real, que busque en la experimentacién po- itica local captar lo que hay de real en lo real ¥y que se guarde del extremismo destructor. 88 No pienso —y este ser mi tinico punto de divergencia con Pasolini— que esa hermana afirmativa de la dialéctica negativa sea por si misma triste. Se siente muy bien que la her- mana de la razén que propone Pasolini —y que es sin duda la raz6n afitmativa— es una -hermana triste, porque, para él, renunciar a la gracia de'una Historia favorable es terti- ble. Pero nosotros tenemos que estar con- vencidos, hoy en dia, de que, a pesar de los duelos-que el pensamiento nos impone, bus- car lo que hay dé geal en lo real puede ser, ¢s, una pasién gozosa. 89

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