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La mayoria marginada: Las mujeres en el siglo. xix y primer tercio del xx Mary Nash «La historia de la, humanidad es le historia de as repetidas vejaciones y usurpaciones por parte del hombre sobre 1a mujer, y cuyo ob- jetive directo es el establecimiento de una ti- rania absoluta sobre ella» Esta vehemente de- nuncia de la opresién secular femenina forma parte do la Declaracién de Seneca Falls, ela- horada en el aio 1848 por un reducldo grupo de mujeres norteamericanas que reivindicaban Jos derechos de la mujer. Este texto, que se sitia en la trayectoria de una larga lucha encaminada hacia la emancipacion femenina y su equiparacién social y politica con el hom- bre, expuso hace més de un siglo una serie de demandas en tomo a la igualdad de sala- ios y de oportunidades en el trabajo y en las profesiones, el derecho a la libertad ya la propiedad, la participacién en la politica, la igualdad en el matrimonio y la abolicion de Ja doble moral sexual favorable al hombre. ‘Mas de un siglo después, a pesar de la apa- ricién de la primera ola del feminismo con el movimiento sufragista a finales del siglo pasado y el resurgimiento de una segunda ola del féminismo en los affos sesenta, mu- chas de las demandas presentadas en la De- claracion de 1848 aim siguen insatisfechas. Reclentemente se ha puesto de manifiesto que no se ha aplicado gran parte de la le- gislacién del Mercado Comin en torno a la climinacién de la discriminacién sexual en los Ambitos laboral, educativo y politico y, en los Estados Unidos, ha fracasado la iniciativa de introducir una enmienda en la Constitucién que estableciera 1a equiparacion de derechos entre los sexos. Por otra parte, el hecho de que un organismo como las Naciones Unidas considerara necesaria la dedicacién del afo 1975 a la promocién de'la mujer es indicativo de la perduracién de su subordinacién en muchas sociedades actuales. La discriminacién secular de 1a mujer ha repercutido tambien en el tratamiento de la ‘mujer en la Historia, y del mismo modo que al discurso hist6rico ha marginado sectores sociales, expresiones culturales, modos de vida y formas de resistencia considerados como anémalos o de nulo interés histérico, también ha excluido la experiencia historica de las mu- jeres, De hecho, hasta el desarrollo de la « morales al hombre y a la mujer, consideraba fa ésta como ser asexual, cuyo impulso hacia la maternidad era andlogo al impulso sexual del varén. El culto a la mujer ideal, femenina, asexual, cuya tnica via de autorrealizacion y justificacién social es la maternidad, quedé reforzado por la atribucién de una serie de caracteristicas asignadas a cada sexo. Es fre- cuente encontrar en escritos del siglo pasado y principios de éste la visin de una mujer estereotipada que reine una serie de aptitu- des y componentes psicoldgicos que la diferen- cian claramente del hombre y que justifican sus respectivos papeles en la sociedad. Asi, se atribuye el raciocinio, la légica, la reflexion, Ja capacidad de andlisis, la creatividad, el ren- dimiento y capacidad intelectual al varén, y a la mujer, los rasgos de sensibilidad, dulzura, intuicidn, pasividad y abnegacién. Las carac- teristicas atribuidas a la mujer hacian que fuera considerada como particularmente capa- Damas asistentes a las carreras de Chantilly, 5 de junio de 1910, citada parayocuparse de la esfera privada, mientras qué el hombre era més apto para el dominio publico de 1a politica, 1a cultura y el trabajo. Ademés, la invasién femenina del terreno asignado al hombre es considerada peligrosa para el orden establecido, En 1922, el escritor Escartin y Lartiga atin invocaba en estos términos al hombre y a la mujer: sEl valor del hombre es activo, el de la mujer es pasivo; por eso halla su més amplia ma- nifestacion en su heroica resistencia ante toda clase de sufrimientos fisicos y morales. El su- frimiento es el que valiia el temple del alma, la superioridad de la mujer (...). El hombre es reflexivo, analizador; la mujer, imaginati. va. En el primero, obra principalmente la ra- z6n, la conciencia; en la segunda, el sentimien- to, el afecto. El primero es excepcionalmente apto para la vida pablica, para la vida de re- lacién, para el comercio social; la segunda es, Por esencia, el dngel del hogar. Y, jay! de la Humanidad, y jay! de la mujer, si un dia el angel deja abrasar sus tenues alas en él fusgo destructor de la soberbia y abandona el ocul- to y amoroso albergue donde siempre viviera, para lanzarse locamente en el raudo torbelli- no de esa vida publica en medio de la cual el hombre tiene que refiir las més violentas y terribles batallas.» En ol siglo pasado, muchos pensadores in- vocaban las diferencias fisiolgicas y biologi cas de la mujer para justificar su subordina- cién social. En Gran Bretafa, Alemania, Fran- cla y los Estados Unidos se discutia en torno a la supuesta inferioridad intelectual de la mujer, argumento a menudo basado en el ta- mao inferior del cerebro femenino. En los paises mediterraneos, como Francia, Italia y Espafia, paises de predominio de la religion caiélica, se invocaban, ademés, las ensefian- zas de la Biblia y de las doctrinas eclesiasti cas para argumentar la inferioridad femeni- na. Aunque a principios de este siglo gran parte de la sociedad empezé a poner en duda la idea de Ja inferioridad de la mujer y su necesaria subordinacién al varén, alin exis- tian importantes sectores sociales que sus cribian las ideas expuestas por una dama de la burguesia catalana en 1909; «No esta en mi 4nimo hablar ni desvirtuar en absoluto la sumisién de la mujer, que por ley natural, por mandamiento de Jesucristo y por su libre aceptacién al contraer matrimonio ha de te- ner con su marido, ya que esta sumisién es i LAS MUJERES EN EL SIGLO XIX Y PRIMER TERCIO DEL XX 161 formado parte de las anénimas de 1a historia y apenas han dejado huellas de su paso por @1 mundo, ya que, come grupo social inarticu- Jado, sus manifestaciones explicitas escritas han sido minimas. En la ultima década, los avances de la investigacién historica impul- sada por mujeres historiadoras que promovian una recuperacién de su pasado y por la reno- vacién historiogréfica que significo una nueva orientacin hacia el estudio de areas de la historia y grupos sociales hasta entonces ex- cluidos de la investigacién histérica han per- mitido un cierto acercamiento a la compren- sion de las multiples facetas del protagonismo istorico de la mujer. La mujer «ideal» En 1762, el filésofo Jean Jacques Rousseau describid en estos términos la funcién social de la mujer: «Agradecer a los hombres, serles fitiles, ganar su amor y respeto, educarles como nifios, cludarles como adultos, aconse- jar y consolarles, hacer sus vidas dulces y ‘agradables: éstos son los deberes de las mu- jeres en todas las edades y es lo que se les doberia ensehar desde la infancias (Emilio) En el siglo XIX y gran parte del XX seguia predominando una configuracién ideolégica de la mujer ideal que resalta su papel primor- dial de madre abnegada y esposa sumisa, La division de las esferas sirvid entonces como marco para la caracterizacién del prototipo de mujer ideal. Uno de los componentes basicos Ge la ideologia victoriana en torno a la mujer fue precisamente una rigida separacién de las esferas con la participacién del hombre en la esfera publica de la produccién y la poli- tica y la relegacién de la mujer a la esfera privada de lo doméstico, del hogar y la fami- lia. Paralelamente a la consolidacion de la idea de la existencia de esferas apropiadas para cada sexo, idea que no se habia dado en Ja sociedad preindustrial donde hombres y mu- jeres trabajaban conjuntamente, se hizo una sublimacién de la maternidad-como meta uni- ca y exclusiva de la mujer junto con una idea- lizacion de la femineidad. Por otra parte, la mo- ral sexual victoriana, fundada en una doble moral sexual que aplicaba diferentes criterios 4 Publicacién de 1901. Bl Mundo de las Damas, La Ilustracién Ibériea, ‘octubre de 1687, ' LAS MUJERES EN EL SIGLO XIX Y PRIMER TERCIO DEL XX 159 eee SE SE LAS MUJERES EN EL SIGLO XIX Y PRIMER TERCIO DEL XX La reina regente, Marfa Cristina de Habsburgo- Lorena, viuda de’ Alfonso XII, con sus tres his las infantas Maria de las Mercedes y Maria Tere- say el rey Alfonso XII. totalmente necesaria dentro del orden jerdr- quico y del buen gobierno de la familia y de Ja sociedad, sumisién que en la mujer es un impulso del corazén, que ella acata satisfecha siempre que a la supremacia reconocida por las leyes divinas y humanas al padre y ma- rido vaya unida la superioridad moral del hombre que la impone» (Estudi Feminista, Orientacions per a la dona catalana). A medida que iba arraigando mas la idea de la necesidad de una redefinicion de la ideo- logia liberal para incorporar en sus presupues- tos igualitarios a igualdad entre los sexos y la consiguiente abolicin de 1a discriminacién legal y politica de la mujer, la tesis de Ia clara inferioridad de la mujer iba cayendo en des- uso y encontramos un sector creciente que preconiza la teoria de la «diferenciaciéns de los sexos. Segin esta teoria, promovida en Espaia por ol doctor ‘Gregorio Marafién, la mujer no es un ser inferior, sino diferente, un ser cuya funcién primordial gn la vida es distinta de la del hombre y le complementa, 163 Su papel esencial sigue siendo el de madre y esposa y cualquier otra actividad habia de quedar limitada por esta tarea primordial. A pesar de la critica de algunas mujeres que consideraban que esta teorfa justificaba la re- legacion social de la mujer, ya que supeditaba la mujer a un proceso biolégico Ia procrea- cidn—, la tesis de la diferenciacién obtuvo una enorme aceptacién popular. Asi, aunque en muchos paises europeos y en los Estados Uni- dos el proceso de industrializacién habia con- Mevado la incorporacién de una considerable parte de la poblacién femenina al trabajo asalarido, la opcién social ideal y real de las mujeres seguia slendo la tradicional del ma- trimonio y de la maternidad, {Angel del hogar o esposa encadenada? La gran incidencia femenina en la esfera do- méstica no ha significado en absoluto su pre- dominio o igualdad con el hombre en este ambito. Al contrario, la trayectoria de la his- toria de Ia mujer en el siglo XIX y XX de- muestra precisamente la lucha, los _avances ¥ los retrocesos sufridos en la situacién de la, mujer en sus papeles predominantes de ma- dre y esposa. Pese a la casi exclusiva orienta- cion de la mujer hacia el matrimonio, el status de le mujer casada implicaba la renuncia a la autonomia propia y su subordinacién al marido, situacién impuesta por la legislacién vigente en torno a la familia y el matrimonio. Tanto bajo el Cédigo Napolednico como en la Ley Comin inglesa, la mujer casada no podia entablar pleito ni ser demandada; tam- poco podia actuar como testigo. Carecia de derechos legales sobre 1a propiedad, ya que todo 10 que poseia al contraer matrimonio o lo que ganaba o heredaba una vez casada pe! tenecia a su marido. El padre ejercia los de- rechos de patria potestad sobre los hijos y determinaba todo lo relacionado con su edu- cacién. En Francia, aunque las mujeres po- dian cjeroer ciertos derechos limitados sobre Ja propiedad en su contrato matrimonial, su frian las mismas discriminaciones que las in- glesas por lo que so refiere a la adjudicacion de sus ingresos 0 adquisiciones posieriores al matrimonio. E] Codigo Napoleénico exigia 1a, obediencia de la esposa al marido, la fijacion de sui domicilio segtin los deseos de éste y su permiso para comprar, vender o entrar en contrato con ajenos. El padre tenia la custo: dia total de los hijos, y sl una viuda volvi a casarso, la custodia de los nifios era deter- minada por un consejo de familia formado por los parientes del difunto marido. La legislacion espaficla estuvo muy influl- da por el Cédigo Napolesnico y las disposicio- nos legales eran muy parecidas a las vigentes en Francia. El Cédigo Civil espanol de 1880, vigente hasta la legislacién introducida du- rante la Segunda Reptblica (1931-36), esta- blecié un tratamiento juridico muy discrimi- natorio para la mujer casada. Segin este Cé- digo, el marido debia proteccion ala mujer y ella le debia obediencia. La desobediencia © el insulto de palabra de una esposa ora motivo suficiente para su encarcelamiento du- rante un periodo de 5 a 15 dias. La esposa estaba obligada a fijar su residencia segun estipulacién del marido, y 61 era el adminis- trador de los bienes del matrimonio y el re- Presentante de su esposa, quien necesitaba, ademés, su licencia para proceder a actos pi- blios, comparecer en juicios o realizar opera- clones de compra, salvo las de consumo habi- tual para la familia. La patria potestad residia en el padre y sélo en su defecto lo podia ejer- cer la madre. En el caso de contraer segun- das nupcias, la viuda perdia la custodia de sus hijos, a no ser que el difunto merido hu- biera estipulado lo contrario. Las mujeres no podian formar parte del consejo de familia, excepto en determinados casos y, al igual que los malvados, los criminales y las personas de mala conducta, eran consideracias inhabiles para ser tutores. Por otra parte, el Cédigo de Comercio de 1885 estipuld la necesidad de obtener el permiso del marido para practicar el comercio o establecer un contrato con un ajeno. Estas son algunas do las disposiciones 1e- gales discriminatorias més significativas con Tepecto a la mujer durante el siglo XIX y gran parte del XX. La presién de los grupos femi- nistas y otros sectores sociales que preconiza- ban una reforma de esta legislaciOn discrimi- natoria Ilevé a una considerable mejora en 1a situacién juridica de la mujer casada, aunque esta situacién habia de variar segiin los dife- rentes paises. Asi, en Gran Bretana, a partir de 1890 se empezaron a introducir algunas modificaciones en la situacién de la mujer casada. La Ley de Custodia de los Hijos de 1839 concedié a las madres la custodia de sus hiijos hasta la edad de sfete afios, edad en la que el padre la asumfa, aunque con el esta- blecimiento ¢ntonces de derechos de visita de la madre. Otro avance en la situacién de la madre inglesa fue la Ley de 1886, que estipulé gue, tras la muerte del padre, ella pasaba a elercer la custodia de sus hijos. Hacia 1925, la situacion tradicional de privilegio mascu- lino se habia invertido por completo y la ma- dre inglesa habia conseguido la casi exclusiva custodia de sus hijos en el caso de separacién, divorcio o defuncién. Los avances de la situacién de la madre y esposa fueron menos espectaculares en otros paises europeos. En Francia e Italia, las modi- ficaciones en la situacién juridica de la mujer casada eran muy lentas, y la lucha por la re- forma de la ordenacién familiar se habia cen- trado sobre todo en la consecucién de derechos para los hijos ilegitimos. En Espana, el gran cambio en la situacién juridica de la mujer no se logré hasta los afos treinta. Entonces, la Constitucién de la Segunda Repitblica es- tablecié la igualdad entre los sexos, y bajo el régimen republicano se introdujeron modifi- caciones sustanciales en la ordenacion fami- liar, con disposiciones legislativas innovado- ras que establecieron el matrimonio civil, el derecho de investigacion de la paternidad, 1a equiparacién de hijos ilegitimos y legitimos y la Ley de Divorcio, Los avances en Gran Bretafla, Alemania y los paises escandinavos contrastan con la len- titud en la transformacién de la situacion de la mujer madre en los paises de la Europa meridional, aunque también habria que decir que se avanz6 mas rapidamente en la elimina- cién de las desigualdades en el terreno de los derechos econémicos de la mujer que en la consecucién de una patria potestad igualita- ria y compartida por ambos cényuges. En Gran Bretafa, la campana emprendida a par- tir de 1855 fue coronada con éxito cuando los deeretos de 1989 y 1893 concedieron a las mu- jeres casadas cl derecho a la propiedad. Esta medida legislativa permitié la independencia econémica de todas las mujeres casadas, sen- tando una de las bases para la emancipacion de la mujer. En Francia se avanzé de forma més paulatina, y en 1881 uno de los primeros pasos fue la concesion a las mujeres casadas del derecho a disponer de cuenta propia en las cajas de ahorros; sin embargo, los maridos franceses seguian disponiendo de los salarios de sus esposas hasta 1907, cuando las muje- res trabajadoras consiguieron el control de LAS MUJERES EN EL SIGLO XIX PRIMER TERCIO DEL XX TF Mantfestantes en Troyes, 10 de abril de 1911 su propio salario, Se dieron reformas parect das en los Estados Unides, Alemania y los paises escandinavos y, on los anos veinte, en Suecia y Noruega se procedié a la abolicion de los ditimos vestigios de 1a tutela legal del marido sobre su esposa. EI camino hacia la consecucién de la igual- dad juridica de la mujer no fue lineal. Los paises mediterrineos como Francia, Italia y Espafa sufrieron un retraso considerable con respecto a las reformas conseguidas en el mis- mo periodo en los paises nérdicos. Por otra parte, las mejoras introducidas no siempre s° mantuvieron, ya que el surgimiento de regime- nes de signo totalitario y fascista significé una ruptura con los avances conseguidos y la de- volucion de la mujer a su anterior situacion de dependencia e inferioridad respecto al ma- rido. Las modificaciones legislativas introdu- cidas por Mussolini en Italia, Hitler en Ale mania y Franco en Espaha representaron un. retroceso considerable en el proceso de eman- cipacién de la mujer. En el caso de Espana, 185 tras la derrota republicana en la guerra civil, el régimen de Franco procedié al restableci- miento de la vigencia del Cedigo Civil de 1889 y la consiguiente abolicién de la legis: lacién republicana sobre el matrimonio, la fa- milia, el divorcio y Ia situacién do la mujer. Volvieron a aplicarse las disposiciones discri- minatorias hacia la mujer en el ambito fa. miliar, laboral y politico. Por ejemplo, se re- instauraron los articulos abolicos durante 1a Segunda Republica relatives a les crimenos pasionales, el adulterio y el amancebamiento, pasando a un tratamiento claramente des. igual de 1a mujer come lo reflejan los articulos sobre el adulterio que prevén que el marido que sorprenda en adulterio a su mujer y 1a matara en el acto —o al adilltero—, 0 les cau- sara alguna lesion grave, seria castigado con la pena de destierro (sels meses y un dia a sels aos, privade de vivir en un radio de 25 kilémetros), pero que en cl caso de lesio- nes de otra indole quedaria exento de pena; en nbio, a la mujer que cometiera semejante Estudiantes de Elmira College for Women en 1857, Fue el primero que concedié licenciaturas universi- tarias a mujeres. crimen se la culparia de parricidio, delito penado con cadena perpetua. La mujer espa- Hola tuvo que esperar hasta 1962 para la de- rogacién de estas disposiciones. Pese al esta- blecimiento de la igualdad juridica entre hom- bre y mujer en el ambito familiar en algunos paises europeos en las primeras décadas de este siglo, en otros, como Espafa, la deroga- cién de la legislacién discriminatoria no se levé a cabo hasta la década de los setenta. Mujer educada y «perfecta casada» El ideal de la «perfecta casada», expuesto por fray Luis de Leén en el siglo XVI, aun se pro- ponia como maxima aspiracion de la mujer en la Europa del siglo XIX y gran parte del XX. No obstante, entre tanto habian surgido opi- niones discrepantes que abogaban por una ampliacién de los horizontes femeninos més allé de las tres «K» (Kinder, Kirche, Kiiche) —hijos, iglesia y cocina—. La educacion fue uno de los campos donde se ofrecieron nuevas perspectivas a la mujer, aunque sin el propé- sito de modificar las pautas tradicionales de su comportamiento social. La idea de la instruccién femenina se plan- te6 inicialmente con los ponsadores ilustra- dos del siglo XVIII, aunque hasta el siguie no se dieron intenios sistematicos de impl tacién de una politica educativa dirigida a mujer. Las controversias en torno a la © cacion femenina perduraron a lo largo siglo XIX y reflejaron los conflictos en tor a la transformacién de la situacién de la jer en la sociedad. Por otra parte, el acceso la mujer a la educacién iba relacionado ¢ la ampliacién general de las oportunida’ educacionales que se daban con la expans: de 1a instruccién publica y popular. El debate en torno a la naturaleza de v correcta educacién femenina se enfocd de: la éptica de la funcién social de la mujer de su capacidad intelectual con respecto hombre. Encontramos un amplio abanico pensadores, tanto conservadores como p gresistas, que sustentan la tesis de la infer capacidad intelectual de la mujer. Otros, co el historiador francés Joseph de Maistre, mi tenian que el acceso al conocimiento forn podria incluso ser perjudicial para la mu) La aparicién del libro del profesor Edwe Clarke (1873), que alegaba que la educaci superior afectaba seriamente a las funcior reproductivas femeninas, suscité ardientes } lémicas sobre la cuestién del acceso de la m jer @ la educacién. Sin embargo, poco a po iba prevaleciendo la posicién mas modera que aceptaba la igualdad intelectual en’ hombre y mujer, pero destacaba sus diferen: funciones sociales. Los partidarios de 1a teo: de la diferenciacién sexual mantenian u posicién eminentemente pragmética con r ecto a la intruccion femenina, que tenia q ser practica y de inmediata aplicacién en esfera doméstica, Con todo, la defensa de una educaci para el sexo femenino represento una ruptu considerable con la tradicién vigente durar siglos, que habia concebido la educacién ¢ mo patrimonio exclusive del sexo masculi de las clases altas, La implantacién del esta liberal en la Europa del siglo XIX habia co levado una expansién de la instruccién pub ca como via de extensién de la cultura bu guesa y de consolidacion del régimen liber Aunque se consideraba a la mujer como ¢ tidad aparte, existia una creciente concienc de la necesidad de proveerla de una educaci adecuada, yd que una mujer correctamen instruida podia desempefiar mejor su tradici nal tarea de socializacién y educacién de 1 ar LAS MUJERES EN EL SIGLO XIX Y PRIMER hijos, ademas de estar mejor preparada para atender a su marido, Tal como manifesto Car- men Karr en una conferencia pronunciada en el Ateneo de Barcelona en 1910, la mujer ins- truida selevaba su espiritu y sus gustos de tal manera que el hombre sentia que ella era algo eminentemente necesario en su vida espl- ritual y su perfeccionamiento-. La mayor cul- turiaacién puso fin a la idea do que la igno- rancla era garantia de mayor domesticidad, obediencia y mejor cumplimiento de las ta. reas domésticas y hacia fines del siglo XIX la mujer «ideal» se habia convertido en mujer educada, Las iniciativas de reforma educativa tuvie. ron mayor impacto en Ja instruccién elemen- tal y, como antes se ha mencionado, los avances en este area iban estrechamente vinculados al progreso general de la instruccién publica. En Gran Bretafia, a partir de 1864, se este- Plecieron mayores facilidades educacionales para las mujeres, y, en Francia, las reformas educativas promovidas por el ministro de Educacién, Jules Ferry, en 1880 significaron| un importante progreso en las posibilidades educativas de las nifias. Aunque la ensefanza primaria fue obligatoria para ambos sexos, persistian diferencias considerables, en par- ticular en la adjudicacién del tiempo escolar ala formacién doméstica, la asistencia de un numero mucho mayor de nifias a las escuelas religiosas hasta 1900 y, sobre todo, con la limi- tacion de Ia instruccién femenina a la ense- Aanza primaria, Con todo, hacia 1900 se ha- bian logrado avances considerables, y tanto en Francia como en Gran Bretaha casi se ha- bia nivelado el grado de alfabetizacién entre la poblaciéa masculina y femenina, En otros paises, las reformas educativas fueron mas lentas, con el consiguiente atraso en Ja culturizacién de la mujer. En Espana, la lentitud de escolarizacion, las deficiencias del sistema escolar y el fracaso de las iniciati- vas de renovacion pedagégica y-de reforma educativa repercutieron enormemente en el grado de analfabetismo del conjunto de la poblacién ospafiola, Los datos del censo de 1900 demuestran que el porcentaje de analfa- betismo on Espafia os uno de los mas altos de Europa, ya que afecta al 63.78 % de la po blacion. El indice de analfabetismo es, logica- mente, més alto entre la poblacién femenina, y, en 1900, el 71.42 % do las ospafiolas perma: necian sin log més mfinimos conocimientos de {CIO DEL XX 167 lectura 0 escritura, frente al 59.77 % del sexo masculino que se encuentra en las’ mismas condiciones. Cabo sofialar, en todo caso, que a partir de 1680, en que 61 86% do la pobla- clon femenina era analfabeta, so observa una lenta tendencia hacia la disminucién més ace- lerada del analfabetismo entre la poblacién fomenina que entre la masculine. La escritora Emilla Pardo Bazin evocé la desastrosa situacion educativa de la mujer espafiola en el Congreso Pedagogico de 1802 cuando se quejé de las deficiencias en la ins- truccion femenina en estos términos: «No pue- de, en rigor, la educacién actual de la mujer Hamarse tal educacién, sino doma, pues se propone por fin la obediencia, Ia pasividad y Ia sumision.» Veinte afios después, Carmen Karr segufa denunciando el tratamiento dis- Mary Baldwin Nash, licenciada en Filosofia y Le- tras por la Universidad Nacional de Irlanda, 1935, A 168 MARGINAVOS, FRONTERIZOS, KEBLLDES ¥ OPIMIDOS, criminatorio de la mujer en el sistema educa- tivo espafiol y ponia de relieve la enorme su- perloridad de la educacién masculina incluso en los estratos superiores de la sociedad. Dada esta situacién, no es de extrafar la perviven- cia de una actitud reacia hacia 1a educacién femenina en el nivel de ensefianza secundaria 'y su casi total ausencia de la ensefianza su- perior, Entre 1931 y 1940, solo un 14% de la poblacién universitaria del Estado espafol eran mujeres, muchas de las cuales nunca lle- garon a ejercer sus carreras debido a la hosti lidad predominante hacia la incorporacién de Jas mujeres a las profesiones liberales. En otros paises europeos, el acceso feme- nino a la ensefianza secundaria y superior fue también lento y dificil. Mientras la ex- tensién de la ensefanza primaria al sexo fe- menino se debia en parte a un proceso gene- ral de reforma de Ja instruccion publica y obedecia a intereses especificos de la burgue- sia, el acceso a la ensefianza superior fue pro- movido, sobre todo, por los grupos feministas. La apericin del primer movimiento feminista, impulsado en gran parte por mujeres solteras do la clase media, fue también el marco para su lucha por una formacién profesional y su acceso a una vide profesional, requisito para. una independencla econdmica, considerada por muchas como base de su emancipacion personal. En Gran Bretaha, la apertura de escualas secundarias con programas similares f@ los de las escuelas masculinas se realizé a partir de mediados del siglo pasado. Sin em- ‘bargo, éstas se debian a iniciativas privadas y las escuclas eran escasas. En la ensefianze u- perior se dieron algunos progresos con la apertura de colegios femeninos, debido a su exclusion de las universidades existentes. Cambridge no admitié mujeres hasta 1871 y Oxford hasta 1879. Las mujeres universitarias francesas e inglesas sufrieron discriminacio- nes stistaniciales, ya que, a pesar de seguir los ‘curso con éxito, sédlo se les concedia un certifi- cado de suficioncia, La concesién de licencia- turas no se consiguié hasta después de la pri- mera guerra mundial, momento en el cual las transformaciones sociales y econémicas impulsadas por la guerra y la misma compro- bacién de 1a eficaz aportacion de las mujeres a la causa bélica levaron a la eliminacién de muchas de las desigualdades mas flagrantes hasta entonces vigentes en el ambito politico y cultural. Trabajadora «ihvisiblew La division de esferas y la rigida distribucién de papeles con Ja asignacién a la mujer del culdado de la familia y del hogar como su funcién primordial es un fenémeno histérico vinculado a los cambios inherentes a la tran- sicion de una sociedad tradicional agricola a una sociedad industrializada. El hogar prein- dustrial constituia una unidad de produccién y de reproduccién y, a pesar de la existencia de una division del trabajo por edad y por sexo, Ia contribucién de ambos esposos, tanto en la familia rural como en la urbana, es considerada como crucial para la superviven- cia de la familia en su conjunto, La partici pacién de la mujer en las actividades produc- tivas fue vital para el mantenimiento de la familia y por ello fue considerada como miem- bro que contribuye de forma decisiva a la economia familiar. En todo caso, 1a misma organizacién del trabajo permitia la integra cion de las tareas domésticas en el desarrollo de su actividad productiva. El control de la distribucién del tiempo y el mismo ritmo de las actividades desarrolladas permitia una amplia y decisiva participacién de las muje- res, constituyendo el hogar un nicleo que comprendia tanto el trabajo productive como el trabajo doméstico. El desarrollo de la industrializacion y 1a consolidacién del sistema fabril comportaron la separacién geografica de la unidad de pro- ducclén —la fébrice— de la unidad de re- produccién —el hogar— y el incremento del trabajo aselariado, lo cual dificulté la partici- pacién continua de la mujer en ambas esferas, ‘Aunque los estudios recientes han demostra- do que el proceso de industrializacién no sig- nificé iniclalmente un abrupto y dramatico cambio en la vida y trabajo de las mujeres, con todo, el proceso de adaptacién al nuevo sistema de produccién produjo una reestruc- turacién de la institucién familiar y una trans- formacién de las costumbres laborales de 1a mujor casada. La separacién de las unidades de produccién y de reproduccién hizo dificil compaginar las actividades de madre y espo- sa con el trabajo productivo. La incorporacién al proceso productive comporta normalmente una dedicacién permanente 2 un trabajo que se desempefia fuera del hogar, y aunque mu- chas mujeres casadas seguian contribuyendo de forma decisiva a la economia familiar, 1a mayoria buscé ocupaciones que entrasen me- {LAS MUJERES EN EL SIGLO XIX PRIMER TERCIO DEL XX 169 Mujeres de una fabriea textil de Sant Marti de Provengals, Barcelona, 1602, nos en conflicto con sus responsabilidades do- ‘mésticas. En Francia, donde aun existian un gran ndmero de granjas y empresas fami- Tiares, en 1860 un 40% do las mujeres casadas trabajaban. En cambio, en Gran Bretana, que habia experimentado un mayor desarrollo in- dustrial y tenia una poblacién femenina sol tera mayor, en 1851 sélo el 25 % de las casadas desempefaban trabajos extradomésticos. La ‘actividad laboral de la mujer casada sufria fluctuaciones sustanciales a lo largo de su ciclo vital en funcién de la evolucién de las nece- sidades familiares, condicionadas por factores como la edad y el mimero de hijos menores, In enfermedad, el paro o la muerte del mari: do. Muchas de las actividades laborales las mujeres casadas no se reflejan en las esta disticas oficiales, aunque sus ingresos eran in. dispensables para ol bienestar familiar. Asi, cxistia una amplia gama de ocupaciones ha- bitualmente desempefiadas por las mujeres ca- sadas, tales como lavado de ropa, limpieze de casas, plancha, confeccién y costura, fabrica- cin y venta de objetos diversos, mantent miento de huéspedes, etc, empleos esporddi- cos que requerian wna minima formacion y gue estaban muy mal pagados. El trabajo a domicilio fue une de las acti- vidades laborales preferidas por las mujeres casadas, ya que permiti. desempenar las ha- Dituales tareas domésticas. En Espafa, por ojemplo, la Industria a domicilio a principios de este siglo acupaba el 50.79% de las muje- res activas en el sector de la industria. Las largas hores de trabajo, a veces quince horas diarias, 1as pésimas condiciones higiénicas de trabajo debido a las malas condiciones de la vivienda, que hizo que las trabajadoras a do- micilio fueran muy propensas a las enferme facies de los érganos respiratorios (bronqui tis, neumonia y tuberculosis), asf como los salarios irrisorios, fueron las’ caracteristicas mas sobresalientes de las miserables condi- ciones de vida de estas trabajadoras. La dispa. Majeres cocineras sirviendo la comida a los mine- ros de Dortmund, 2048, ridad y ¢l aislamiento, la falta de organiza- cion de defensa, la miseria, la competencia y Ia dificil aplicacion de la reglamentacién la- boral vigente hicieron que constituyera uno de los sectores con peores condiciones labo- rales. En Europa, en el sigio XIX, las pautas ocu- pactonales femeninas eran relativamente simi- lares en los diferentes paises, aunque con clertas diferencias segin las caracteristicas dé] proceso industrializador. En Francia y en Gran Bretafia, @ pesar de la importante presencia, de la mano de obra femenina en la industria ‘extil, la mayor parte de las mujeres trabaje- an en los sectores mas «tradicionales-, como el servicio doméstico, 1a industria del vestido- tocado, y en Francia, tambien, en la agricul- ‘ura. En Espafia, la incorporacién de la mujer fl proceso productivo sufrié un considerable desfase con respecto a otros paises europeas més desarrollados. A principios de este siglo, Ja mujer representa atin una minima parte de Ja poblacién activa, cuyo niimero sufre, ade- mas, una disminucién en el primer tercio del siglo. En 1930, Ins mujeres se encuentran dis- tribuidas con wn 29.67 % en el sector primario (agricultura), un 31.82% en el sector secun- dario (industria) y un 44.16% en el sector terciario (servicios). A lo largo del primer ter- clo del siglo se dio un incremento en el ni- mero de mujeres activas en el sector indus- ‘rial; sin embargo, esto no signified su integra- Mujeres meciinicas revisando motores de camiones durante le segunda guerra mundial, clon en todas las ramas productivas, ya que la mano de obra femenina se concentré pre clsamente en las industrias de transforma. cién, consideradas como particularmente apro- piadas para la naturaleza femenina Cabe Gestacar la importante presencia de la mujer espafola en el servicio doméstico, el cual ab- sorbe tres cuartas partes de la poblacién fe- menina en el soctor terclario en 1950. En todo caso, la importancia del servicio domés- tico como ocupacion femenina no difiere de otros paises europeos, aunque en Espaiia se da el habitual destase con respecto a ellos. Tanto en Francia como en Gran Bretaha, @ Partir de principios del siglo se inicio un de- clive en el niimero de mujeres dedicadas al servicio doméstico, aunque todavia en los afios treinta seguia absorbiendo una parte impor: tante de la mano de obra femenina francesa inglesa. Son varios los factores que explican esta. distribucién de 1a mano de obra. femenina. A nivel ideol6gico, 1a teoria de Ia division de las esferas habla asignado a la mujer una se- Fie de tareas consideradas mas en consonan- cla con su naturaleza y, en la medida en que es aceptada la incorporacién de la mujer al Proceso productivo, ésta se prevé en areas Consideradas mas apropladas para su sexo, es decir, on las més afines a las tareas des. empehiadas on el hoger. La consideracion corriente del trabajo de la mujer como algo complementario, sustitutive y transitorio de. NgeSili ieee St l servicio do ‘Hacia principios del siglo X3 en Ja economia inglesa y francesa levaron & una transformacién de las oportunidades ocv: ‘ala mujer. La transforma- Ia ereciente escala de or cién industrial conilevé una serie de ‘afectar a la condicion Ge la mujer trabajadora. El declive de la in- Gustria textil y el desarrollo de la industria co una pérdida de puestos de la. reestructura. 2X, los cambios pacionales abiertas cién tecnolégica y cambios que habian pesada signifi trabajo. De forma paralcla, clon de la economia dio lugar a la expansion Geta organizacion administrativa. Por otra parte, los primeros afos del siglo fu fnentos de expansion de los servicios sociales, Sanitarios y educativos, lo cual abrié nuevas perspectivas para las mujore Ge Ia ensenanza, servicios sociales La penetracion de la mano de obra femenina cspecializada en las ramas del comercio, oft- Cinas, funcionariado 0 profesiones liberales fue Tenta y objeto de muchos obstaculos. De he- cho, los cambios en la orientacién ocupacional de principios de siglo en Francia e Inglaterra hho representaron un incremento del numero de mujeres trabajadoras, sino un trasvase de mujeres del sector industrial al sector de ser- ‘La incorporacién de mujeres proce- Gentes de las clases modias a estos puestos de trabajo represent una innovacién en las costumbres laborales de la mujer de este es: 5 en los campos Aviadorns francesas durante la segunda guerra Marjorie Baker, antigua miembro dé tierra en Gran Bre Ue Hertfordshire, septiembre fa, trabajando er us LAS MUJERES EN BL SIGLO XIX Y PRIMER TERCIO DEL XX termina, asimismo, las funciones que se le encomiendan. Ademds, la conviccion de su Supuesto bajo rendimiento junto con su ab- Sentisme laboral debido a la maternidad son. Tazones aducidas para justificar 1a distribu- Clon sexual del trabajo asalariado y sus con- Giciones laborales inferiores. La falta de una minima capacitacién profesional determina su orientacion hacia estas amas de acti Consideradas mas acordes con sus «dotes na- turales-, como la confeccién y méstico, Ademas, en el caso de Espafia, 1a caracieristicas del desarrollo industrial espa- ‘poco favorecieron una demanda de mano de obra femenina en otras ramas de la ridades y sanidad. ejército do c eran am ‘Se romelorara merc. ‘webu rey? trato social, aunque habria que sefialar que se trataba de una minoria, ya que la inmen- sa mayorie de los trabajadores alin procedia de Ia clase obrera. Con todo, las nuevas figu: ras de dependientas, oficinistas o telefonistas chocaban al gran publico, y pase a su lente aceptacién social fueron al signo de la aper- tura de nuevas opciones laborales para. un cierto nimero de mujeres con una instruc clén minima que, voluntaria o involuntaria. ‘mente, no optaron por la carrera tradicional del matrimonio, Aunque habia grupos minoritarios de mu- jeres que exigian su derecho al trabajo, la pe- netracién femenina on la esfera publica fue impulsada més por la necesidad que por le conviccién de un derecho: la necesicad de un sustento econémico fuera del hogar, que afec taba a un creciente sector de la poblacién fe- menine que permanecia sin casarse y la nec: sidad de apoyar a la economéa familiar en el caso de las mujeres casadas. Mas lenta fue Ja transformacién de la mentalidad tradicio nal con respecto al trabajo asalariado fome- 0. En Espaiia, el debate en torno al acceso femenino al trabajo asalariado apenas vari6 ‘on el transcurso del tiempo. La postura con. servadora partié de Ia base de le rigida divi- siéa de esferas, considerando la incursion de la mujer en el ambito laboral como antinatu ral y como desvirtuacion de su sublime misién de madre y «angel del hogar». La anatomati- zacién del trabajo extradoméstico se debia, en parte, al peligro que padia representar para Ja institucion familiar y la autorided patriar- cal, pues la independencia econdmica de Ia mujer podia hacer quebrar el orden funda- mental de le familia al sustraorle de una de- pendencia econémica y moral con respecto a su marido, ademas de distraerle de sus debe- res primordiales como madre y esposa. El tra- bajo asalariado femenino sélo es aceptado en clrcunstanclas de apremiante necesidad y es considerado como algo transitario hasta que el padre, hermano o marido podia encargarse de mantener a la mujer. < Mary Slate encadonada para manifestar su apoyo a la huelga de emplesdos de navegacion, Nuova York, septiembre de 1038, Cartel suiragista, LAS MUJERES EN EL SIGLO XIX ¥ PRIMER TERCIO DEL Xx. La oposicién al trabajo temenino perduré durante gran parte de este siglo y esta acti tud tampoco fue monopolio de los_sectores mas conservadores de Ia sociedad. Es cierto que desde el siglo XIX los pensadores sociales —con algunas excepciones notables, como Proudhon— y las diferentes organizacones del movimiento obrero europeo manifestaron a nivel te6rico su adhesion al principio del derecho innegable de la mujer al trabajo en igualdad de condiciones con el hombre, Sin embargo, la actitud de oposicién al ingreso de la mujer a la produccion perduré entre la mayoria de los obreros afiliados a sindicatos y partidos obreros. Esta hostilidad fue mani festada en miiltiples ocasiones, tanto respecta al acceso a un puesto de trabajo como a la reivindicacion de una equiparacién. salarial. Tal actitud fue justificada sobre todo por el cardcter compeiitive del trabajo fomenino como mano de obra mas barata que la mascu lina. También se aducfa el argumento de su supuesto bajo nivel de conciencia social y su poca participacién en los conflictos sociales. Entre los obreros, la integracién de 1a mujer a la produccién provocaba un temor a la pér- dida de sus puestos de trabajo, la reduccién de sus salarios o una devaluacién de los pues- tos de trabajo ocupades preferentemente por mano de obra femenina. Por otra parte, se observa una asimilacién de los presupuestos Ideoldgicos de la division de las esferas en el sentido de su aceptacién de Ia idea de que Ia funcion «natural> y primordial de la mujer es la matornidad y el cuidado del hogar, y que el vardn tiene el monopolio 0, como mi- nimo, un derecho preferente a los puestos de trabajo. El recelo real frente a la mano de obra femenina hizo que muchos obreras no suscribleran en la practica el principio de la igualdad entre los sexos. Ejemplos como Mu jeres Libres —la organizaclén feminista anar- quista espafola— fueron escasos, ya que 1a gran mayoria de las organizaciones obreras supeditaron la lucha especifica por la eman. cipacién y liberacién de la mujer a la lucha social. Muchas de las iniciativas emprendidas por los organismos obreros se circunscribien al campo de una mejora en la legislacién la- boral que protegia a Ia mujer, en particular ala obrera madre, sin asumir’ unas reivindi. caciones especificas de equiparacién laboral y social de los trabajadores de Ambos sexos. La eliminacion de la discriminacién salarial 173 Detencion de la Sra, Pankhurst, dirigente del movi- miento sufragista inglés, 1014 de la obrera, que a menudo cobraba la mitad © dos tercios del salario masculino, tampoco fue Impulsada con asiduidad, Por otra parte, como hemos visto, en muchos paises la discri minacién de la mujer en el campo laboral quedaba reforzada por una legislacién des- favorable ala mujer trabajadora, Hemos se- falado la vigencia de una serie de impedi- mentos para el ejercicio de una profesién en el caso de las mujeres casadas y su tardio ac: ceso al control de su propio salario. Estas dis. criminaciones tampoco desaparecerian del todo en el primer tercio de este siglo, como Jo ilustra su vigencia en Espafia hasta la in- troduccion de reformas en la legislacién la- boral en los ultimos veinte afios gLuchadora 0. victima? La situacién de clara discriminacién de la mu- jer en el campo del trabajo, la educacién y la familia, junto con la ideologia predominante gue le orientaba hacia una exclusiva dedica- cién a los hijos y esposo, habian de condicio- nar la experiencia histérica de las mujeres del siglo pasado. Sin embargo, seria desvirtuar la historia considerar su experiencia histérica exclusivamente desde la éptica de su discri- mninacién y victimizacién. Precisamente vemos c6mo las mujeres han desempefado un pro- tagonismo relevante no solo en las luchas emprendidas en pro de una mejora especifica de su situacién, sino también en los grandes movimientos de transformacién social del si- glo pasado, Han participado, aunque no siem- Pre con los mismos presupuestos ni con un Papel idéntico que el hombre, en las revolu- ciones liberales y democraticas, en los con- flictos sociales urbanos y rurales, en los nio- vimientos de reforma y de abolicion de la esclavitud, en los movimientos nacionalistas Ys més avanzado el siglo XX, en las luchas antifascistas. Por otra parte, han protagoni- zado luchas dirigidas especificamente hacia una modificacion de su condicién social. La primera manifestacién de un movimien- to organizado a gran escala para la consecu- cion especifica de los derechos de la mujer fue su movilizacién en la lucha sufragista. El sufragismo es un fenémeno que se enmarca en el movimiento més amplio de la emanci- pacién de la mujer y la consecucién de sus derechos legales, educacionales, laborales y sociales. La reivindicacién de los derechos Politicos’ de la mujer y, concretamente, del sufragio es, sin duda, la caracteristica més sobresaliente de la lucha, a veces violenta, em- prendida por un considerable mimero de mu- jeres en Europa y Norteamérica a finales del siglo pasado. El sufragismo es un movimiento que se dio sobre todo en ol mundo anglosajén, y en Gran Bretafia y Estados Unidos puede considerarse como fenémeno esencialmente burgués, tanto por la extracciéa social de sus Participantes como por los objetivos del mis- mo. Sin embargo, aunque el sufragismo no cuestioné ol sistema politico y economico vi- gente, ni consiguié la adhesion de la mayoria de las mujbres obreras, los estudios recientes han sehalado lo innovador de sus plantea- mientos por cuanto representan un cuesti namiento de la tradicional division de las e: feras. La reivindicacién sufragista de partici- par en el terreno hasta entonces prohibido de la politica significd una ruptura con la ideo- logia dominante en torno al papel social de la mujer. Por otra parte, el desarrollo de este movimiento, junto con la participacién feme- nina en otros movimientos sociales y politicos, aceleré el proceso de concienciacién de las mujeres en torno a su situacién de inferiori- dad social y promovié la lucha por su eman- cipacién y su derecho a unas opciones fami liares, laborales y culturales sin restricciones ni discriminaciones. El resurgimiento del movimiento feminista en la década de los sesenta ha puesto de re- lieve que, a pesar de los considerables avan- ces en la condicién social de la mujer con respecto al siglo pasado, el camino de la libe- racin emprendida entonces atin no habia terminado, Bibliografia Mitchell, J.: Le condicién de ia mujer. Anagrama, Barcelona, 1976. Nash, M: Presencia y protagonismo: Aspectos de a historia de la mujer. Serbal, Barcelona, 1984. Rowbotham, S: Feminismo y revolucién, Tribuna Feminista, Editorial Debate, Madrid, 1977. Scanlon, G. La polémica feminista en la Espana contempordinea (1864-1075). Siglo XXI, Madrid, 1975. Sullerot, E El hecho femenino, Argos-Vergara, Barcelona, 1979,

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