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| Lo que he aprendido Francisco Hernén Estas cosas pasan de vez en cuando. Viene a verte una antigua alumna que acaba de licen- ciarse en filolog{a y sabe con clatidad a qué pien- sa dedicarse: a estudiar cOmo se aprenden las se- gundas lenguas. Y te dice: «Como sé que ti ests trabajando sobre el aprendizaje, he pensado que podrias recomendarme algunos libros.» Inmediatamente piensas que tu trabajo no es sobre el aprendizaje en general, sino sobre el de las matematicas en particular, y que a ella no le interesan las mateméticas en particular sino el aprendizaje en general. «Pues no sé; ahora no se me ocurre ninguno.» «Pero —insiste— seguro que has lefdo cosas. Piaget, Vygotsky y otros que 16 sabrés.» Su deseo de saber te convierte de pronto en un ignorante, asi que le dices: «Bueno, déjame que lo piense. Te llamaré dentro de un par de dias.» ‘Un hormigueo te desasosiega y empiezas a to- marte la cosa en serio: éy qué es lo que yo sé acerca del aprendizaje en general? Cuando voy a clase y tengo previsto que tratemos tal o cual te- ‘ma, sé unas cuantas cosas acerca del aprendizaje de ese tema; pero no es lo que le interesa a ella. Desde luego —te dices; pero tendris algunas ideas, generales, algunas hipstesis relativas a las condi- ciones que han de cumplirse para un buen apren- dizaje, a las dificultades iniciales, a la psicologia del aprendiz, independientemente de que lo que vaya a aprender sea trigonometrfa, manejar una cémara fotogréfica o redactar una carta. Y esas ideas estarin firmemente incorporadas a tu «ideo- logia», esas ideas tendrén una configuraci6n prag- ‘inética; no irds a los libros a consultarlas cada dias, serdn ideas «tuyas», ideas que subyacen a tu acti vidad didéctica. ‘Asf que me dispuse a hacerlas explicitas, nece- sitaba recordar cudles eran. Cogi unos folios y me dije que no consultaria ningiin libro, porque no se trata de ideas que haya leido y olvidado 0 de las que importe una cuidadosa redaccién; son las ideas que uso y que sostienen mi practica diatia No tardé en darme cuenta de que no eran mu- chas, y mientras las estaba escribiendo me iba dando también cuenta de que la mayoria eran bas- tante vagas y muy empiricas; tanto, que més que tun cuerpo de doctrina eran unas cuantas ramas que dificilmente podria decirse que constituian SUMA 1/1988 7 Prancico Hernéa un drbol frondoso a cuya sombra pudiera uno convocar a una tribu numerosa, Y otro inconveniente: équé hago, empleo el im- personal «Uno aprende...», «Se aprende...», 0 es mejor la primera persona de plural «Aprende- mos...»? Algunas de las cosas que sé» acerca del aprendizaje las s€ por auto-observacién 0 auto- anilisis; de manera que seria més justo emplear «yo aprendo...». Opté por prescindir de la unici- dad del sujeto y dejar que las frases se construye- ran sin restricciones. ¢ «i Esto es lo que logré salir flotando a la super- ficie: — No todas las actividades humanas se realizan con el propdsito de aprender. Ir a un concierto, oft un chiste, salir a pasear bajo la Iluvia, comerse un mel6n, limpiar la cocina. —Aprender no es siempre un acto de volun- tad. La mayor parte de las cosas que aprendemos hasta los seis afios, es decir, posiblemente las més importantes, no son consecuencia de un acto pre- tio de decisién consciente. MD Me 8 SUMA1/1988 — Aprender sin darnos cuenta es algo mucho mis frecuente de lo que en ocasiones creemos. “— Aprender es una actividad marcadamente he- terogéna. Aprendemos cosas de ningiin signifi- cado y mucho uso, por ejemplo, el nombre y la igrafia de las consonantes. Aprendemos cosas con poco significado (Minnesota es uno de los Esta- dos Unidos de Norteamérica) y més tarde las do- tamos de un significado riquisimo (cuando estu- dio el mapa porque voy a pasar dos meses traba- jando en la capital de Minnesota). Aprendemos otras en las que el significado nos importa poco 0 nada; nos importa el uso que vamos a hacer de ellas, como cuando aprendemos a conducir un coche. — Cuando queremos aprender algo voluntaria- mente, parece que lo hacemos porque nos inte~ esa, 0 porque creemos que es necesario social- mente, 0 porque pensamos que seré personal- mente placentero, 0 porque «los otros» lo saben. — Uno quiere participar de las pequefias y gran- des matavillas del mundo y del pensamiento («Sélo Jo maravilloso es hermoso», dice André Breton). —Todos tenemos cuando nifios una pasién por saber, por preguntar, por aprender. Algunos tienen suerte y la mantienen durante toda su vi- da. Otros muchos ven obstaculizada esa pasién. Pero, en cualquier caso, pervive siempre, siempre esté a la espera de ser despertada. —Informacién y aprendizaje no son, ni much- simo menos, sinénimos. La informacién viene de fuera («Las rocas sedimentarias son...», «Eso es la via léctea»); el aprendizaje, tanto si es consciente como si no, ocurre en uno mismo; y cuando es cons- Giente va acompafiado de una tensidn, sea en for- Lo que be aprondido ma de ensimismamiento, sea en forma de olvido de si mismo. La soledad del aprendiz. — Las personas necesitamos que confien en nosotros mientras aprendemos. Cuando estoy in- tentando aprender algo no me gusta que me di- gan «Estés cometiendo un error, lo estés hacien- do mab. Me gusta que me digan «Cuando necesi- tes ayuda te puedo echar una mano, si quieres» 0 «cTe parece que lo intentemos juntos?» Mientras que se dice «ufrir un accidente», es curioso que se diga «cometer un error», en un alar- ‘mante paralelismo seméntico con «cometer un de- liton. No creo que.se cometan errores durante el pro- ceso de aprendizaje, Cuando un nifio que esté aptendiendo a andar pierde el equilibrio y se cae, nadie dice que se haya equivocado. O bien se le anima a levantarse por sf solo, o bien se le ofrece un punto de apoyo. ‘Cuando tantos estudiantes responden que siete al cuadrado es catorce, lo importante no es que hayan «cometido un error, sino que su respuesta ¢s sintoma de un conocimiento que sf que tienen, Incompleto, de acuerdo; pero no una ausencia de conocimiento. Cuando uno extd aprendiendo, afis- ma poco y titubea mucho; pregunta, se pregunta, ensaya, vuelve atrés, revisa. — La mayorfa de las personas que he conocido —y entre ellas yo mismo— necesitamos una re- compensa tras al aprendizaje. Pero esa recompen- sa no es un terrén de azticar. En realidad son dos recompensas; una, interior: la alegrfa de haber aprendido algo (necesito saber que he aprendido y qué he aprendido); otra, exterior: la pulsién de comunicésselo a otros; no para que sepan lo que SUMA 1/1988 9 Prancico Hom he aprendido, sino por la comunicacién misma. Uno aprende para estat en el mundo, para ser ca- marada de otros seres humanos, para entender juntos. Y quiere comunicarles a los demas que el mundo es manejable, es inteligible, al menos en parte — Se aprende mejor cuando lo que pasa durante el aprendizaje tiene mas importancia que las con- secuencias de ese aprendizaje; cuando la accién es més importante que las consecuencias de la ac- ci6n. El temor al fracaso es el fracaso. —Me gusta aprender cuando lo que voy a apren- der esté en un contexto lleno de significados, cuando la relacién entre los componentes y el to- tal es flexible, como si ambos estuviesen empu- jdndose con los codos para encontrar el sitio en el que estar todos cémodos. Aprender no es co- mo afiadit pasas a un pastel, sino hacer el pastel desde el comienzo, pasarse de harina, quedarse corto en levadura, ver que se quema si el horno esta demasiado fuerte... hacerlo mejor al dia six guiente, Es verdad que hay cosas que se aprenden Paso a paso, pero la mayoria se aprenden por in- mersion: — Para que algo merezca el esfuerzo del apren- dizaje ha de estar en la frontera de mis posibili- dades: accesible, pero no en un territorio dema- siado familiar, —Integro mis nuevos conocimientos entre los ‘que ya tenfa, y los que ya tengo son la trama so- 10 SUMA 1/1988, bre la que necesariamente han de encontrar su sitio los que adquiera en el futuro. Esa es una de las razones por las que la analo- gia y la metéfora son instrumentos basicos para el aprendizaje. Ambas son esencialmente relaciona- les; son apoyos, son traductoras, son centros de interseccién de conceptos. —Ley de Hofstadter: «Todo (y en particular aprender) lleva més tiempo del que uno habia pensado que iba a llevar, incluso teniendo en cuenta la Ley de Hofstadter» —Ia belleza en el aprendizaje es aprender algo sin darse cuenta del esfuerzo (enorme, a veces) que uno ha estado haciendo mientras lo aprendia, — Pensar da resultado. Y tan chocante es que personas distintas lle- guen al mismo resultado como que personas dis- tintas lleguen a resultados distintos. Ambas cosas, cocurren con similar frecuencia «Este puriadito de deshilvanadas ideas des todo “Io que sabes acerca del aprendizaje?». Pues me parece que sf. «No es mucho, éno te parece?». Tal vez, Pero se extiende considerablemente si luego lo concretas en un aprendizaje especifico, sea el de las mateméticas o el de las segundas lenguas. «Tanto como para decir, como te lo he escu- chado a menudo, que sabemos incomparablemen- te mis acerca del aprendizaje que lo que sabian Platén o Rousseau o lo que se sabfa hace treinta © cuarenta afios?». Bueno, puede que me refiriese al aprendizaje y ala ensefanza. «éQué quieres decir?». Quiero decir que si cuando actiie como profe- sor tomo como punto de partida esas deshilvana- das ideas, 0 nociones, o hipétesis, las consecuen- cias metodolégicas, sociales y éticas son extraor- dinariamente importantes. Por ejemplo, el mo- delo de ensefianza por transmisi6n se desvanece, y con él el modelo «profesor-alumno» que se ca- racteriza porque el alumno, el aprendiz, intenta imitar al profesor. Y si no se desvanece, al menos queda limitado al aprendizaje de ciertas técnicas Lo que be aprondito manuales 0 a campos en los que predominan las, acciones perceptibles, campos de muy escasa ex- tensién si se les compara con aquellos en los que predominan las acciones mentales. Mis atin, supone alterar radicalmente el relato de la historia del pensamiento humano, historia escrita tradicionalmente por uno de cada mil acer- ca de uno cada cien mil. «2Una especie de giro copernicano?». En efecto. Copérnico propuso un cambio de percepcién, mas mental que fisica; después de Co- pérnico ya no se puede «ver» al Sol moverse. Lo que hemos aprendido en los iltimos treinta 0 cua renta afios es que ya no se puede ver al aprendiz, como un ser imperfecto que s6lo alcanzaré la per- feccién cuando se convierta en profesor. «Vale. ¥ ahora équé libros me recomiendas?». SUMA 1/1988 11

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