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Cuando vemos una obra de infraestructura, o un gran espacio edificado, damos por sentado
que su seguridad, durabilidad y funcionalidad son parte intrínseca de la misma. El
constructor debe ejecutar los trabajos para su realización atendiendo a los lineamientos
normativos y administrativos aplicables. Para asegurarse de cumplir con los primeros,
requiere de un ente especializado en la materia: el laboratorio de control de calidad, que es
realizado por una empresa cuya intervención en el proceso le implica contar con
infraestructura y recursos propios e independientes, al tiempo que se convierte en parte
integral del equipo del contratista.
Además el laboratorio puede y debe hacer más eficiente el proceso al evaluar desde el sitio
de extracción de los materiales (bancos, plantas productoras), las características de los
suministros, de tal manera que solo lleguen a la obra aquellos que cumplan con las
especificaciones.
Por el contrario, un laboratorio con presencia permanente en la obra conlleva no solo las
pruebas sino desde el diseño del muestreo, la evaluación de los suministros, interpretación
de resultados, propuestas de optimización de materiales, diseño de mezclas, evaluación de
tramos de prueba, definición y seguimiento de procesos, y análisis estadísticos, lo que
implica la intervención del ingeniero responsable del control de calidad, normalmente con
apoyo de su control técnico pues hay que mantener al día los registros que se generan en
los trabajos de campo, en las pruebas de laboratorio y en los informes del control de calidad.
Es claro también, que una obra con características determinadas requiere la participación
del laboratorio de control de calidad con unos alcances que sean congruentes con la
magnitud de los trabajos de construcción, pero el dueño de la obra tanto como el
constructor, deben tener siempre presente que la función del laboratorio es no solamente
garantizar el cumplimiento de los requisitos técnicos de la unidad de obra terminada, sino
demostrarlo. Esto solo puede lograrse si tiene los elementos para generar los reportes de
campo derivados de los procesos constructivos, así como los informes de calidad que, bajo
un criterio de representatividad preestablecido, amparan una cantidad de obra en la cual
puede certificar su ejecución bajo los lineamientos fijados.
Sabiendo lo anterior, resulta evidente que la participación del laboratorio debe ser
considerada como parte integral del valor económico de la obra de manera explícita, es
decir como un costo directo, y no como un gasto implícito más en la administración del
contratista, es decir como costo indirecto.
Cuando un contratista incluye al laboratorio en sus costos indirectos, no puede hacer una
presupuestación clara del costo y por lo tanto de sus alcances técnicos, pues en el indirecto
incluye gastos que tienen qué ver con su administración interna de la obra, y el laboratorio
no es interno (de hecho, se exige que sea un laboratorio independiente para evitar cualquier
conflicto de interés). Por lo que normalmente le destina un monto bajo para no afectar su
porcentaje, pero que al final siempre es insuficiente. El contratista se ve imposibilitado para
pagar la participación del ingeniero y solamente puede contemplar al técnico, vehículo y
pruebas pues es lo que alcanza.
Es imposible cuantificar al costo del laboratorio como concepto de obra, primero porque
no es un activo físico que pueda cuantificarse en la obra terminada, y segundo porque
siempre hay volúmenes excedentes y conceptos extraordinarios que quedarían sin evaluar.
La determinación del costo del laboratorio debe hacerse como una desagregación
proporcional del costo por iguala mensual o total en la obra, entre los volúmenes aplicados
donde se requiera control de calidad. A su vez, el costo del laboratorio debe integrarse con
la participación del personal y vehículos en obra, lo que deberá incluir la ingeniería del
análisis de los materiales más los costos de mercado de las pruebas en el laboratorio
(aranceles). No es necesario hacer el análisis de costos horarios del equipo de pruebas.
Con la cantidad de muestras totales, el laboratorio define cuántas personas requiere para
su atención, qué tipo y cuántos estudios de mezcla y bancos son necesarios para validar los
suministros, y qué infraestructura y recursos deben destinarse a la obra en vehículos,
equipo, etc. Incluyendo desde luego la cantidad de pruebas de laboratorio y los traslados
diarios o periódicos del personal a oficinas centrales. Con los costos del laboratorio, que
deben estar en el rango de mercado, se llega a un total del control de calidad. Luego, ese
total debe desagregarse en porcentajes ponderados del costo que le implica al laboratorio
cada concepto de obra.
La determinación del costo de control de calidad en cada concepto P.U.O.T. (por unidad de
obra terminada), resultará de multiplicar el costo total, por el porcentaje ponderado de
cada concepto, y dividir el producto entre la cantidad de cada concepto. Al hacerlo así, el
costo puede asignarse directamente al P.U. del concepto como parte del costo directo del
material, y resultará independiente de las variaciones normales en las cantidades de obra o
periodo de ejecución, con la ventaja adicional de quedar incluido en las escalatorias y
ajustes de costos cuando apliquen.