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Indice jL &
e s o 6. A ‘OCA W A S T )L L O ^G0K5S .

Prólogo 9 Referencias 416

Primera parte: Introducción 13 Apéndice A. Relación de sig la s 441


1. Los seres humanos en el mundo
obra del hombre 15 Apéndice B. instrumentos de control 442
2. La base de datos en los factores
Apéndice C. Bibliografía selecta 447
humanos 27
índice onom ástico 449
Segunda parte: Input de Información
y procesos de mediación 39 índice de conceptos 455
3. Input de información y procesos 41
4. Displays visuales 65
5. Displays auditivos y táctiles 197
6 . Comunicación verbal 131

Tercera parte: El output humano


y los procesos de control 147
7. Las actividades humanas:
su naturaleza y efectos 149
8 . Control humanos de los sistem as 183
9. Controles, herramientas
e instrumentos afines 215

Cuarta parte: Espacio de trabajo


y distribución 237
10. Antropometría aplicada y espacio
de trabajo 239
11. Espacio físico y distribución 259

Quinta parte: Entorno 279


12 . Iluminación 281
13. Condiciones atm osféricas 298
14. Ruido 322
15. El hombre en movimiento 335
16. El entorno vital: Las características
físic a s 359
17. Ei entorno vital: Servicio s y ayudas
relacionadas con él 381

Sexta parte: V isió n general 401


18. Aplicación de io s datos
de io s factores h u m a n o s 403

7
Prólogo

Uno de los factores más importantes que caracteriza a los países «indus­
triales» o «desarrollados» es el hecho de que la mayoría de la población vive
en un mundo artificial, «obra del hombre» en su mayor parte (es decir, lo con­
trario de vivir en un entorno «natural»). Este mundo artificial incluye aspectos
tan diversos como edificios, equipamientos, máquinas, herramientas e instru­
mentos afines, artefactos, vehículos, autopistas y otros aspectos del entorno
tales como la iluminación y el control atmosférico, muchísimos objetos personales
y «servicios» tales como los de sanidad y recreo.|Este texto trata de algunos
de los problemas y procesos comprendidos en los esfuerzos del hombre por
diseñar estos productos y ambientes que deben redundar óptimamente en
beneficio del ser humano. Por supuesto, estos objetivos son tan antiguos como
el mismo hombre; los seres humanos siempre han intentado adaptar lo que
hacen y los entornos en lo_s que viven a su propio uso. Sin embargo, solamente
en estos últimos años se ha procurado, de formá*”“sistemática, concertar la
acción respecto a los objetivos^sta área general de empeños (Junto con sus
diversas facetas) se ha designado con el nombre de ingeniería de los factores
humanos, o simplemente factores humanos, biomecánica, psicología de la
ingeniería, o (en la mayor parte de los países europeos) ergonomía.
La anterior edición de este libro se titulaba ingeniería de los factores
hum ados; sin embargo, hemos ampliado el título de esta edición al de Ergortomía.
Factores humanos en Ingeniería y D ise ño puesto que el diseño y el desarrollo
de muchas de las ayudas físicas y de los servicios que utilizan las personas no
entran del todo en el dominio de la ingeniería, sino que también tienen su campo
de aplicación en otras disciplinas (como las que se mencionan más adelante).
En beneficio de la brevedad, utilizaremos frecuentemente en este libro el término
«factores humanos».
La atención dedicada durante las últimas décadas a estos esfuerzos
revela un cambio importante de énfasis, un cambio que consiste en dar mayor
importancia a la investigación sistemática y en reducir la significación relativa
a la experiencia humana como base para desarrollar principios y datos que resulten
aplicables a los procesos de diseño de ¡os factores humanos. Debe afianzarse
esta utilización de los impulsos a prestar atención a los factores humanos,
impulso originado por apremiantes requerimientos en el-desarrollo de determinados
nuevos tipos de sistemas cuya disponibilidad es preciso asegurar. Aunque el
interés inicial estaba centrado en determinados aspectos de equipamiento
militar, electrónico o de! campo de la aviación y de los vehículos espaciales^»
j también se han efectuado incursiones en el diseño de otros aspectos, tales como
los de automóviles, implementos de transporte, herramientas y maquinaria,
computadoras, útiles agrícolas, determinados tipos de productos de consumo y
algunos aspectos del medio ambiente físico|Además, ha habido un cierto revuelo

9
de interés en prestar una atención más sistemática a las implicaciones de los
factores humanos en el diseño arquitectónico, en la planificación urbana, y en toda
una serie de ayudas y servicios cívicos y comunitarios. Sin embargo, debemos
añadir aquí que la influencia de los factores humanos en otras muchas áreas ha
quedado muy limitada. Como marco de referencia (del que se hará mención
en el libro) cabe sugerir que todo lo que se utiliza (desde los abrelatas hasta
los grandes complejos industriales y los sistemas de transportes), los entornos
en los que se trabaja y se vive (incluyendo viviendas y todo io que haga referencia
a la comunidad), y muchos tipos de servicios públicos (ya sea ofrecidos por
'¡las mismas comunidades, por las empresas estatales o por las privadas), pueden
contemplarse y relacionarse con alguna u otra implicación propia de los factores
humanos.
De una u otra manera diversas profesiones están relacionadas con los
factores humanos. Se trata, esencialmente, de una actividad interdiscipiinaria,
más que de una profesión como tal. Mientras las profesiones afectadas solapen
sus papeles en este campo, generalmente se las clasificará en dos grupos.
Por una parte, hay aquellas profesiones que están relacionadas con la creación
de los elementos de ayuda que utilizan los seres humanos, los procedimientos
y maneras de utilizar tales ayudas y los entornos en los que la gente vive y
trabaja; en esta área trabajan ingenieros de todo tipo (mecánicos, eléctricos,
industriales, de iluminación, de acondicionamiento de aire, acústicos, civiles,
de construcción, de tráfico, etc.), diseñadores industriales, arquitectos, urbani-
zadores, y probablemente otros. Son los potenciales aplicadores de los datos y
principios de los factores humanos. Tienen en sus manos el facilitar o, por el
contrario, complicar e! uso posterior de todas aquellas ayudas que hayan
creado. Por otra parte, hay las disciplinas que producen información propia
de los factores humanos; en esta área trabajan principalmente los científicos
conductistas (taies como psicólogos, sociólogos y antropólogos) y los científicos
biólogos (biólogos, fisiólogos, etc.). Sus misiones predominantes, en cuanto al
área de los factores humanos, consisten en efectuar investigaciones que aporten
nuevos datos sobre los seres humanos y que puedan resultar de importancia
para el campo de los factores humanos, y en actuar como consejeros y consultores
en materias relacionadas con sus áreas de especialización.
Los objetivos de los factores humanos estriban en conseguir una
efectividad funcional de cualquier equipamiento o ayuda física que utilice la
gente, y en mantener y mejorar el bienestar humano (cosas taies como la salud,
la seguridad y la satisfacción) .mediante un apropiado diseño de implementos,
ayudas y entornos. El tema central de este libro es ilustrar cómo conseguir mejor
estos objetivos mediante la concentración sobre factores humanos durante la
etapa de diseño. Esto se hará, fundamentalmente, ilustrando con investigaciones
significativas las relaciones existentes entre varias características de «diseño»
y su efectividad funcional o algunos aspectos del bienestar humano.
En concordancia con este objetivo, el libro habla de algunas de las
áreas más importantes de los factores humanos, y, por lo tanto, tiene algo de
exploración acerca de éstos. En el caso particular de cada tema, se ha intentado
delimitarlo claramente, caracterizar sus dimensiones más importantes y los
conceptos relacionados con ellas, y presentar ejemplos de investigaciones
relevantes para tal área. En io que respecta a la selección de un material de
investigación que tratase de cualquier tema determinado, fue, naturalmente,
obligatorio escoger entre una enorme variedad de fuentes. Aunque las exigencias
prácticas han hecho necesario que nos mostremos exigentes en cuanto a la
selección de materia! ilustrativo, por lo general se eligió el material que pudiese
aplicarse de una forma amplia más bien que esporádica; sin embargo, en algunos
casos se incluye material de situación, debido, en parte, al deseo de dar cabida
al amplio espectro de! área de ios factores humanos. ‘'Los materiales se han
conseguido a partir de un cierto número de disciplinas relacionadas con ei área
de Sos factores humanos, pero, sobre todo, de las ciencias conductistas y

10
biológicas; en este aspecto, ei mayor volumen de material procede deí campo
de la psicología. Este predominio es consecuencia de que ia psicología haya
contribuido, indudablemente, más que ninguna otra disciplina al área de los
factores humanos, y también a que es ei propio campo de trabajo del autor.
Un libro como el presente debería estar dedicado a todos aquellos cuyas
investigaciones han formado su base. Sus nombres pueden leerse a lo largo
del texto y su lista aparece en las referencias que a ellos se hace en cada
capítulo y en el índice de autores, de modo que no repetiremos sus nombres
aquí. Si sus datos y conclusiones han sido mal interpretados, el autor asume la
responsabilidad total y el lector no debe pensar mal respecto al investigador.
Queda expresado el agradecimiento a los editores que han dado los permisos
necesarios para poder reproducir o adaptar muchísimas de las tablas y figuras.
Me gustaría también expresar mi mayor reconocimiento a las señoras
Bernice Ezra y Charlene Warner quienes han pasado a máquina mi manuscrito.

Ernest J. McCormick
Primera parte

Introducción
1. Los seres humanos en el mundo
obra del hombre

Nuestros antecesores de milenios pasados vivían en un entorno esencial­


mente «natural», y su existencia dependía virtualmente de lo que podían hacer
directamente con sus manos. Con el tiempo, por supuesto, crearon herramientas
simples y utensilios y se habilitaion un refugio con el fin de integrarse en el
proceso de mantenerse vivos y de hacerse una vida algo más llevadera. En los
siglos, décadas y años más recientes se ha asistido a la producción de equipos
físicos y de medios de trabajo que no hubieran podido imaginar nuestros ante­
pasados ni siquiera en sus sueños más descabellados. En muchas civilizaciones
de nuestro mundo actual, la mayor parte de las «cosas» que usa la gente están
hechas por el hombre. En otras palabras, son muchos los que viven en un mundo
en gran parte debido al mismo hombre. Incluso quienes se ocupan de actividades
próximas a la naturaleza -— pescadores, granjeros, excursionistas y observadores
de pájaros— utilizan muchos aparatos fabricados por el hombre. Una lista
abreviada de los medios de trabajo obra del hombre, incluiría herramientas
manuales, utensilios de cocina, vehículos, autopistas, maquinaria, casas y otros
edificios, aparatos de televisión, teléfonos y cápsulas espaciales (además de los
binoculares para los observadores de pájaros). Este texto trata esencialmente
de los aspectos de los «factores humanos» en el diseño de los medios de
trabajo producidos por el hombre de nuestra civilización, con la presunción de
que el diseño concreto de tales medios puede acrecentar o degradar su uso por
parte de la gente. Lo que denominamos aquí factores hum anos se encamina
por sí mismo a este problema.

Los fapiores humanos definidos

Las definiciones representan a veces otros tantos ejercicios engañosos


en cuanto a semántica, mas, para bien o para mal, son probablemente unos
ejercicios necesarios. Plantearemos la definición de los factores humanos en
tres etapas:
»de los factores humanos se refiere a la consideración
de los seres humanos en el diseño de los objetos obra del hombre, de tos medios
de trabajo y de los entornos producidos por el mismo hombre que se vienen
«usando» en las diferentes actividades vitales.
H o \ ¿jV r*v r ¡f|f k |S¡ctori ~ humanos en el diseño de estos objetos,
medios de trabajo y entornos producidos por el hombre tienen dos etapas que son:
i i acreccotor la <¿fb:ae¡£ duncional para que la gente pueda util¡zarIos;j|g|!JH¡l¡Íffe,
tener o acrecentar ciertos valores hum anos deseados en el proceso (por ejemplo,
salud, seguridad y satisfacción). -CliptlSfO.es eSMKtésatmeh*© tato a ­

15
y at comportamiento en lo que se refierea! diseño de objetos hechos por el
hombrera los medios de trabajo y a los entornos que utiliza la gente.
parte más importante de los factores humanos puede
ser considerada como el proceso de diseño para el uso humano. Aparte del
énfasis en diseñar las «cosas» que se usan, la disciplina de los factores humanos
también puede ser considerada como abarcando ciertas funciones relacionadas
(cuando se refieren al material o servicio en cuestión), tales como métodos
operacíonales y procedimientos; comprobación y evaluación de estos artículos
en lo que se refiere a su aspecto de factor humano; diseño dei trabajo; creación
de ayudas al trabajo y materiales de adiestramiento; y la selección y entrena­
miento del personal implicado en el uso de tales artículos. Además, se considera
en general que la disciplina de los factores humanos abarca a la investigación
relevante de apoyo que proporciona algunas de las pautas para el diseño y los
procesos que se relacionan con él.

La implicación del hombre con lo que éste utiliza

Un inventario de los objetos obra del hombre, de los medios de trabajo


y de los entornos que el hombre «utiliza», vendría a ser algo así como un
cajón de sastre, pero, en términos generales, debería incluir las tres clases
que a continuación se describen.

Sistem as constituidos por hombre y máquina

Podemos considerar un sistema constituido por hombre y máquina


como una combinación de uno o más seres humanos y uno o más componentes
físicos que actúan recíprocamente para efectuar, a partir de unas entradas de
energía dadas, una producción deseada. A este respecto, el concepto común de
«máquina» es demasiado restringido y sería mejor considerar como «máquina»
todo aquello que consiste realmente en prácticamente cualquier tipo de objeto
físico, aparato, equipamiento, medio de trabajo, cosa, etc., que la gente emplee
al llevar a cabo cualquier actividad dirigida a lograr algún propósito deseado
o desempeñar alguna función. En una forma relativamente simple, un sistema
constituido por hombre y máquina (o aquello a lo que nos referiremos a veces
como un «sistema») puede ser un hombre con una azada, un martillo, un cuezo
o una maquinilla de cortar los cabellos. Ascendiendo en escala de complejidad,
cabe considerar como sistemas el automóvil de la familia, una máquina de
oficina, una segadora de cesped y una rueda de ruleta, cada uno con su corres­
pondiente operador. Otros sistemas más complicados incluyen aviones, máquinas
embotelladoras, cintas transportadoras, centrales telefónicas y refinerías de
aceite automatizadas, todo ello con su personal. Algunos sistemas son menos
definidos y más «amorfos», como por ejemplo el sistema de servicio de una
estación de gasolina, el funcionamiento de un parque de atracciones, de una
autopista o del sistema de tráfico, y el conjunto de operaciones de rescate para
localizar un avión hundido en el mar.
La esencia de la implicación del hombre en un sistema es activa, que
actúa recíprocamente con el mismo sistema para cumplir la función para la que
éste ha sido proyectado.

16
Entorno físico

Los entornos físicos «utilizados» incluyen dos categorías generales.


La primera está formada por el espacio físico y los medios de trabajo que la
gente emplea, los cuales abarcan desde el entorno inmediato (tal como un local
de trabajo, una tumbona o una mesa para escribir a máquina), pasando por el
intermedio (como una casa, una oficina, una fábrica, una escuela o un estadio
de fútbol), hasta el general (como un vecindario, una comunidad, una ciudad
o un sistema de autopista). La segunda categoría está constituida por diferentes
aspectos del entorno ambiental, tales como la iluminación, las condiciones
atmosféricas (incluyendo la polución) y el ruido. Conviene advertir que algunos
aspectos del entorno físico en que vivimos y trabajamos son parte del entorno
natural y no pueden ser sometidos a modificación (aunque uno puede protegerse
contra ciertas condiciones ambientales no deseables, tales como el calor o el
frío). Aunque la naturaleza dé la implicación del hombre con su entorno físico
es esencialmente pasiva, el entorno tiende a imponer ciertas coacciones en su
desarrollo (tales como limitar el radio de acción de los movimientos o restringir
el campo de visión) o a predeterminar ciertos aspectos por su propia manera
de ser (tales como agacharse para mirar en un fichero, recorrer el laberinto de
un supermercado para encontrar dónde está el pan, o tratar de divisar el borde
de la carretera mientras se conduce en una noche lluviosa).

Artículos personales y de protección

La tercera clase de cosas hechas por el hombre y utilizadas por éste,


se compone de numerosos tipos de artículos personales (ropa y bolsas de mano)
y de equipos y material de protección (botas y cascos de seguridad, gafas de
protección, trajes de astronauta, guantes y tapones para los oídos). La implicación
humana en tales artículos es típicamente pasiva, aunque su diseño también
puede imponer ciertas coacciones en el comportamiento o predeterminar la
naturaleza de ciertos aspectos del mismo.

Aparte estas tres categorías de equipos hechos por el hombre y adornos


de la civilización, hay algunas otras cosas que desafían una categorización
precisa y clara, tales como ios periódicos de la mañana, los naipes y los sellos
de correo. Aparte de estas complicaciones en la clasificación, nos gustaría, sin
embargo, insistir en el tema básico al que nos hemos estado refiriendo, es decir,
que cualquiera que sea la naturaleza de la implicación humana con los rasgos
de la civilización debidos al hombre, los caracteres del diseño específico del
mismo pueden influir, para bien o para mal, en la utilidad funcional o en algún
valor humano relevante.

El caso a favor de los factores humanos

Puesto que el hombre ha sobrevivido durante miles de años sin especia­


listas en factores humanos, cabe preguntarse por qué en la actual etapa de la
historia se ha llegado a considerar conveniente tener expertos en factores
humanos que se dediquen a! tema. Si se reflexiona sobre ello hay que reconocer
que los objetivos de los factores humanos no son nuevos; la historia del hombre
está ilena de pruebas de estos esfuerzos, con éxito o sin él, para crear herra­
mientas e implementos que sirvan satisfactoriamente a sus propósitos y para

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controlar de forma más adecuada el entorno en el que vive y trabaja. Pero durante
la mayor parte de la historia del hombre, el desarrollo de las herramientas y
de los materiales dependía en gran parte del proceso evolutivo, de la prueba y el
error. Gracias al empleo de un aparato particular — una hacha, un remo, un
arco y una flecha— fue posible detectar sus deficiencias y modificarlo como
correspondía para que la siguiente «generación» del útil cumpliera mejor con
su propósito.
La revolución industrial provocó cambios mayores en las herramientas,
equipos, mecanismos y aparatos para beneficio de sus usuarios; a pesar de que
el proceso evolutivo todavía seguía siendo importante sólo como base de un
perfeccionamiento concebido desde el punto de vista humano, es probable que
este desarrollo llevado a un ritmo cada vez más acentuado tecnológicamente
lo huviese conducido a una fabricación cada vez mayor de artefactos. El ritmo
continuó aumentando en los años siguientes, especialmente desde y durante
toda la segunda guerra mundial, en que surgió una epidemia de nuevos e
inoperantes tipos de artículos y artilugios para el uso humano. Se ha descubierto,
sin embargo, a menudo mediante desgraciadas experiencias, que muchos de
estos nuevos artilugios no habían sido concebidos de modo apropiado para el
ser humano. Por ejemplo, muchos elementos del equipo militar, tales como
aviones muy veloces, el radar y dispositivos de tiro, no podían ser manipulados
correctamente por sus servidores u operadores; los errores humanos eran
excesivos, y muchos accidentes se debían a equivocaciones humanas, todo lo
cual tenía que ser atribuido a deficiencias de diseño. Del mismo modo, se han
hallado parejas deficiencias en algunos tipos de equipos civiles.
Resultado de todo ello es la conclusión de que cada vez resulta más
apremiante en el momento que diseñar artefactos y equipos tener en cuenta los
factores humanos como un factor condicionante y de una manera sistemática.
Unas cuantas cuestiones que ilustrarán algunos de los tipos de consideración
que pueden ser tenidas en cuenta durante el estadio de concepción del diseño,
pueden ser: ¿Podría dotarse un equipo seleccionador de cartería de un escudri­
ñador visual que automáticamente activase ciertos mecanismos para hacer
el reparto según ciertos códigos, o bien tienen que ser unos operadores humanos
los que seleccionen la correspondencia y aprieten botones de aparatos para
agrupar las cartas según códigos? ¿Una señal de aviso tiene que ser visual
o auditiva? ¿Qué cantidad de mandos táctiles pueden llegarse a admitir en el
salpicadero de un coche que dispone de mando asistido? ¿Existen límites para
determinar el número de instrumentos visuales situados en un dial y todos los
cuales tengan que facilitar una información? ¿Cuál es el grado de iluminación
que hay que suministrar para realizar una operación determinada?
En efecto, la creciente complejidad de todo lo que se usa (como
resultado de! proceso tecnológico) da un gran valor al hecho de tener una
seguridad completa desque el artículo en cuestión cumplirá los dos objetivos
primordiales: eficacia funcional y bienestar humano. La exigencia de tal ^seguridad
requiere que se tengan en cuenta los factores humanos, en primer lugar durante
el diseño (habitualmente lento) y en el proceso más tardío de aplicación.

Alcance de este libro

Puesto que pretender dar cuenta de una manera cabal de toda la gama
de los factores humanos exigiría una biblioteca entera, este libro deberá
limitarse a un área más modesta de todo lo que a ellos concierne. El principal
tema buscado es ilustrar el camino en el que el cumplimiento de los dos objetivos
orimarios de los factores humanos (la eficacia funcional y el bienestar humano)
puede estar influenciado por la extensión que se quiera dar a las consideraciones
humanas más relevantes q u e tienen incidencia en ei diseño de objetos, instala-

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ciones o entorno. Por otra parte, este tema será seguido porque se relaciona
por lo menos con algunos de los factores más elementales que se admiten gene­
ralmente como básicos {tales como el diseño de representaciones (displays)
o diales para suministrar información, el proceso de control y el entorno físico).
Nos ha parecido que tratar este tema general dentro de diversas subáreas
reportaría la ventaja adicional de proporcionar una visión más vasta de todo
lo que implican los factores humanos.
Las implicaciones según las cuales ciertas características perceptuales,
mentales y físicas pueden afectar o influir en los objetivos propuestos, segura­
mente quedarán mejor reflejadas dando cuenta del resultado obtenido en
investigaciones relevantes y en documentadas experiencias operacionales. Por lo
tanto, el tema del libro generalmente se desarrollará presentando y discutiendo
los resultados de experiencias ilustrativas y aportando generalizaciones o suge­
rencias que se apoyen en experiencias que incidan en el proceso de diseño.
Así, varios temas y áreas de información están complementados por material
consistente en sumarios de investigaciones que reflejan las relaciones entre
variables de diseño por una parte y los criterios de eficacia funcional o bienestar
para el ser humano, por otra parte.
Hay que reconocer que el material complementario del libro, así como
lo que en él se desarrolla, no puede ser de ningún modo exhaustivo, pero es de
esperar que ello se estimará como una valiosa y sugerente aportación para
cada una de las facetas más importantes de las áreas respectivas.
A pesar de que el tema central estriba en los aspectos generales de
los factores humanos que inciden en el diseño de las múltiples cosas que
usa el ser humano, se hará alusión también a algunos temas relacionados,
por ejemplo, cómo los factores humanos enlazan con posteriores fases del diseño
y de su proceso de desarrollo, y con las funciones relativas al personal, cuales
son las de selección y entrenamiento.

Naturaleza del sistema hombre-máquina

Puesto que la implicación del ser humano con el sistema hombre-máquina


representa el aspecto dominante de los factores humanos, se dará una visión
general de tales sistemas, haciendo particular referencia al papel que en ellos
desempeña el hombre.
Especialmente en los sistemas muy complejos, cabe identificar sistemas
dentro de sistemas que se hallan a su vez dentro de otros sistemas. A este
respecto, Linvill2 sugiere que esta clase de sistemas hay que considerarlos
como estratificados. Un sistema exterior consiste en un conjunto de sistemas
de componente interior, que a su vez pueden involucrar todo otro sistema interior
al mismo, etc. Podemos considerar un sistema telefónico completo como un
sistemá exterior que comprenda a su vez otro sistema interior y una específica
centralita como un sistema interior al intercambio telefónico, etc. Los sistemas
interiores suelen designarse normalmente como sub siste m as o com ponentes
(considerando como componente algo que forma parte de un sistema). Dentro
de un sistema complejo cabe suponer que subyacen toda una serie de subsis­
temas, del mismo modo que en cualquier planta de producción existen varios
procesos de producción de los cuales unos son una secuencia de los otros.
Admitiendo las posibles relaciones entre sistemas o subsistemas en el desarrollo
del proceso de un sistema, se puede considerar operativamente una particular
entidad — mayor o menor, exterior o interior— como el sistema que hay que tratar.

Características de los sistem as

La mayoría de ios sistemas, a cualquier nivel de detalle, tienen ciertas


características o propiedades en común.

19
Propósitos del sistema. En primer lugar, cada sistema tiene algún pro­
pósito u objetivo. Esto tendría que quedar claro y, en la mayoría de las situa­
ciones, debería darse como un hecho establecido, incluyendo una relación
definitiva de las especificaciones que se han de satisfacer. Al contemplar el diseno
de un coche eléctrico para ir de casa a la oficina y para ser utilizado en la
ciudad, por ejemplo, uno debería exponer en términos lo más precisos posible
especificaciones tales como velocidad, radio de acción y maniobrabilidad, antes
de ponerse a diseñar un vehículo que cumpliera dichas especificaciones.
Algunas de éstas pueden ser de naturaleza estrictamente propia da la ingeniería
(por ejemplo, el caballo de fuerza), en tanto que otras pueden tener fuertes
incidencias en los factores humanos (verbigracia, las dimensiones físicas para
los pasajeros o la relación de radio de giro de un vehículo con el de un volante).

Las funciones operacionales y sus componentes. Para que un sistema


cumpla sus propósitos, ciertas funciones operacionales necesitan ser realizadas.
Por ejemplo, en una operación postal es necesario desempeñar funciones tales
como la recogida del correo, el matasellado, la clasificación del correo y su
entrega. Cada función operativa necesita a su vez ser realizada por un individuo
o por un componente físico. En los procesos de sistema-diseño, es algunas veces
la práctica la que especifica estas funciones operacionales y la que las expone
en bloques en un diagrama esquemático, con la expectante tentativa de que cada
función pueda ser asignada al correspondiente componente físico o a un ser
humano. Volveremos a insistir sobre este proceso de asignación más adelante,
pero conviene tomar nota aquí, tal como Jones indica,1 que esta supuesta
correspondencia uno a uno entre bloques funcionales y componentes separados
físicos (y probablemente humanos) es lo que más se aplica a los sistemas de
organigrama, en los que existe una secuencia de operaciones claramente dife-
renciables. Pero, aunque todos los sistemas implican la ejecución de funciones
por componentes humanos o físicos, o por ambos, en algunos sistemas las
funciones son, como Jones aduce, menos «determinadas» y no pueden ser tan
claramente diferenciadas la una de la otra. En estos casos, la suposición de
una correspondencia «uno a uno» entre funciones y componentes del sistema
no puede aplicarse en realidad, y Jones cita, como ejemplo, el manejo de un
automóvil por su conductor, indicando que no hay ningún camino rápido e
inequívoco para establecer cualquier diagrama esquemático y específico (de
funciones y componentes) en el que quede constancia de la acción recíproca que
está constantemente cambiando entre conductor, vehículo y medio ambiente.
La consecuencia de estas observaciones parece ser que el punto de incidencia
de la función-componente pudiese servir para un propósito útil en el desarrollo de
algunos sistemas pero que, en cambio, tal vez fuese de menos valor para otros.
La ejecución de cualquier función operacional, a su vez, acarrea típica­
mente una combinación de cuatro funciones básicas más, que son: sentido
(información que se recibe), almacenaje de la información, proceso informativo
y decisión, y funciones de acción. Están descritas gráficamente en la figura 1-1.
Como sea que el almacenaje de la información actúa recíprocamente con todas
las otras funciones, es representada por encima de las demás. Las otras dos
funciones aparecen como secuencias.

Fig. 1.1. Tipos de funciones b ásica s realizadas por el hom bre o los com ponentes de
una máquina de io s siste m a s hombre-máquina.

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1. Sentido (recepción de información): Una de las funciones es el sentido
o información que se recibe. Parte de la información que entra en un sistema
procede del exterior del mismo. Por ejemplo, los aviones que entran en el área
asignada al operador de una torre de control, un pedido para la producción de
un producto, el calor que acciona una alarma automática de incendio, las señales
que indican la presencia de bancos de peces y las comunicaciones telegráficas.
Pero también cabe que alguna información se origine desde el interior del
mismo sistema. Esta información puede ser debida a la naturaleza de un feedback
(como leer en el velocímetro la acción sobre el acelerador o el tacto en una
palanca de mandos), o bien puede ser información que esté almacenada en el
propio sistema.
El sentido, si es percibido por un ser humano, lo será a través del uso
de los varios sentidos corporales como la visión, la audición y el tacto. Existen
varios tipos de dispositivos sensores de máquina, electrónicos, fotográficos y
mecánicos. El sentido en una máquina es en algunos casos simplemente un
sustituto de la misma función sensitiva que tiene el hombre. El dispositivo
automático que en una oficina de correos automatizada, identifica la localización
de un sello en un sobre, está haciendo simplemente lo mismo que haría un
hombre al colocar el sobre en la posición correcta para matar el sello. El sonar
empleado para detectar bancos de peces, en cambio, representa «sentir» el pez
de una manera que el hombre no es capaz de hacerlo.

2. Almacenaje de la información: Para los seres humanos, el almace­


namiento de la información es sinónimo de memoria de lo aprendido. La infor­
mación puede ser almacenada de muy diversas maneras en componentes físicos:
tarjetas perforadas, cintas magnéticas, plantillas, discos y tablas de datos.
La mayor parte de la información que queda almacenada para un uso posterior,
lo está en forma codificada o simbólica.
3. Procesamiento de la información y decisión: El proceso informativo
abarca varios tipos de operaciones realizadas con la información recibida
(sentida) y la información almacenada. Cuando ios seres humanos están implicados
en el proceso informativo, este mismo proceso, simple o complejo, da típica­
mente como resultado una decisión para actuar (o en algunos casos, una decisión
para no actuar). Cuando son los componentes de una máquina mecanizada o
automatizada los que se utilizan, su proceso informativo tiene que estar
programado de cierta manera para conseguir que el componente responda de un
modo predeterminado a cada posible input. Una programación así es, por
supuesto, fácilmente asimilada si se emplea un ordenador. Otros tipos de
programación implican el uso de varios tipos de esquemas, como son engranajes,
levas, circuitos eléctricos y electrónicos, o palancas.
4. Funciones de acción: Lo que denominamos funciones de acción
de un sistema, no son sino las acciones u operaciones que resultan de las
decisiones tomadas. Estas funciones pueden dividirse aproximadamente en dos
clases. La primera de éstas es algún tipo de acción de control físico o de proceso,
como la activación de ciertos mecanismos de control o el manejo, movimiento,
modificación o alteración de materiales u objetos. La otra es esencialmente una
acción de comunicación, ya sea por la voz (en ios seres humanos), por señales,
grabaciones u otros métodos. Tales funciones suponen también algunas acciones
físicas, pero éstas son de un carácter incidental en la función de comunicación.-.

Input y output. Otras características esenciales de los sistemas hombre-


máquina son sus inputs y outputs. El input en un sistema, consta de los ingre­
dientes que son necesarios para lograr el resultado deseado. El input puede
constar de objetos físicos o materiales, tales como maderos en un aserradero,
petróleo crudo en una refinería o carne d e vaca para preparar el caldo. Puede
ser información en alguna forma, por ejemplo, registros de cuentas, mensajes

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telegráficos o la presencia de objetos, como la de aviones dentro de un área.
En los sistemas de comunicación, el principal input sería la información de
cualquier clase. Además, el input puede consistir en energía: la fuerza eléctrica,
el calor u otros tipos. En cualquier sistema dado, el input puede constar de
cualquiera o de todos ellos. El output es, por supuesto, el resultado o la conse­
cuencia del sistema, como puede ser un cambio en un producto, una comunicación
transmitida o un servicio prestado. Cuando el sistema en cuestión tiene varios
componentes, el output de un componente sirve frecuentemente como input
de otro.

Enlaces de comunicación. La mayoría de los sistemas suponen alguna


forma de comunicación y enlaces entre equipos de telecomunicación y ordenado­
res para hacer esto posible. Algunos sistemas (como los sistemas telefónicos)
existen con el solo propósito de enviar comunicados. En otros sistemas el fin
de la acción es el mismo comunicado (como en ios ordenadores). Aunque estos
sistemas tienen objetivos de comunicación dominantes, hay alguna forma de
comunicación interna inherente en muchos sistemas. En su modalidad más simple,
consta de voz o de comunicados escritos. En la menos sencilla, puede ser la
transmisión de una señal de control (mecánica o de otra forma) desde un operador
a la máquina a través de la activación de un dispositivo adecuado; a su vez,
la máquina puede «volver a hablar» -— es un decir— mediante instrumentos
visuales que provean información o por indicaciones directas, como son el sonido
y la visión. Extrapolando un poco se puede llegar a considerar un componente,
sea hombre o máquina, como «comunicante» de otro. Cada comunicación tiene
que estar precedida por algún tipo de enlace entre equipos de telecomunicación
y de ordenadores. En el diseño de sistemas, es necesario anticipar quién (o qué)
es lo que va a «hablar» a quién (o a qué) y proporcionar un enlace apropiado,
humano o mecánico, para hacer que esto sea posible.

Procedimientos. Otro atributo de la mayoría de sistemas es el conjunto


de procedimientos o prácticas que se siguen durante su operación. Tales procedi­
mientos pueden haber sido expuestos formalmente mientras el sistema se
desarrollaba, o pueden haber evolucionado con el uso del sistema (y así ser,
simplemente, «maneras de hacer cosas»).

Resumen. Al resumir las características de los sistemas, se tendría


que hacer mención particular de la relación existente entre todo aquello a lo que
nos referimos como funciones «básicas» implicadas en el sistema operacional.
Tres de éstas (sentido, proceso informativo y decisión, y acción) corresponden
a lo que los psicólogos denominan convencionalmente paradigma S— O— R
(estímulo-organismo-respuesta); estas tres funciones son parte integrante de
toda actividad humana en el sentido de que un estímulo actúa sobre un organismo
(el ser humano) para provocar una respuesta. Como Meister indica 3 puede
parecer, superficialmente, que los inputs del sistema y los outputs son de algún
modo lo mismo que los estímulos y las respuestas. Sin embargo, para expresar
este punto de vista precisa que los inputs y outputs estén enlazados directamente
con los requisitos del sistema (es decir, por medio de los procesos del sistema),
en tanto que los estímulos y las respuestas intervienen en los procesos de
comportamiento del operador. Se podría argumentar que los estímulos y las
respuestas no son funciones exclusivas de los operadores, ya que los componentes
físicos también pueden sentir «estímulos» y (con una programación adecuada)
proporcionar ciertas «respuestas». Pero, salvando este particular, conviene
aceptar la distinción esencial que Meister hace, es decir, que inputs/outputs
son entidades «diferentes» de estímulos/respuestas. Los inputs/outputs satis­
facen los requisitos del sistema en un sentido operacional principalmente,
mientras que los estímulos/respuestas ejecutan los inputs/outputs. En otras
palabras, la facultad de los seres humanos y/o de los componentes físicos para

22
sentir estímulos y para dar respuestas correctas, es necesario que se pase por
los procesos de input-output de un sistema.

Presupuestos fundamentales del sistema hombre-máquina

AI discutir los sistemas, Meister* diferencia entre sistemas hombre-


máquina, M M S (Man-Machine System) y no M M S, acentuando un par de puntos
ya citados arriba, es decir, que el M M S es una entidad hecha por el hombre
y que se desarrolla especialmente para satisfacer requisitos específicos (o sea,
para cumplir esta clase de propósitos). Además, al caracterizar los sistemas
hombre-máquina, expone los siguientes presupuestos fundamentales, la mayoría
de ios cuales han sido tratados o implicados en el resumen anterior:

1. La relación hombre-máquina forma un sistema (M M S) compuesto


por el hombre, la máquina y el medio ambiente del sistema.
2. El M M S es una entidad artificial dirigida (requerida) a propósito
para producir outputs concretos a base de inputs también concretos.
3. El M M S y sus subsistemas funcionan en el espacio y en el tiempo,
y a varios niveles de tamaño y complejidad.
4. En conjunto, los requisitos del M M S definen el subsistema input
y los requisitos del output.
5. Los subsistemas del M M S actúan recíprocamente y se influyen
el uno al otro.
6. El M M S es más efectivo cuando los inputs y los outputs solicitados
para llevar a cabo la condición requerida por el sistema, están adecuadamente
equilibrados.
7. El no poder cumplir los requisitos deí M M S ocasiona un cambio en
la actividad del M M S.
8. El cumplimiento de la condición solicitada al subsistema, supone
una comparación continua entre la condición requerida y la condición del
subsistema.

Ti(>os de sistemas

Por supuesto, ia naturaleza de un sistema predetermina la de la


implicación humana en él. Sin embargo, antes de hablar de varios tipos de
sistemas mayores, clarifiquemos la distinción entre sistemas de bucle cerrado y
abierto.' Un sistema de bucle cerrado es permanente, realizando algún proceso
que requiere control continuo (como en el manejo de un vehículo), y exige un
continuo feedback para una operación adecuada. Ei feedback provee información
sobre cualquier enmienda a hacer en el proceso de control continuo. Un sistema
abierto es el que, cuando está activado, ya no necesita más control o al menos
no puede ser intervenido. En este tipo de sistema ia «suerte está echada»
una vez el sistema ha sido puesto en funcionamiento y ya no se puede ejercer
ningún tipo de control, como en el disparo de un cohete que no tenga ningún
sistema de guía. Aunque en tales sistemas el feedback no puede, evidentemente,
ejercer un control continuo, sí puede, ¡legado ei caso, servir para mejorar
operaciones posteriores. También conviene tomar nota de que en la mayoría de
los sistemas con bucle abierto, existe casi inevitablemente algún feedback
interno al alcance del operador, incluso cuando es mantenido fuera del mismo.
G ro sso modo, los sistemas pueden ser caracterizados por el grado de
control del hombre contra ¡a máquina. En una clasificación bastante extensa
de sistemas diferentes. Jones 1 incluye cuatro tipos a los que se refiere como

23
sistemas de máquina. Tres de ellos están en la lista de la tabla 1-1 junto con
el modo de empleo y la naturaleza de sus componentes físicos y sus acopla­
mientos.

Tabla 1-1. Algunos sistemas de máquinas clasificados según el modo de operación y la


naturaleza física de sus componentes y ensamblajes

Ensambla­
Clase de sistema y jes entre
modo de operación Componentes componentes Ejemplos
1 . Sistem a manual, Herramien­ Un operador Cocinar m ás uten­
operador directo, tas o ayudas humano . silios, artesano
flexible manuales m ás herramien­
tas, cantante m ás
amplificador

2. Sistem a mecánico,* Partes físicas muy interdependien­ Aparato, autom ó­


operador controlado tes formando componentes y ensam ­ vil, herramienta-
e inflexible blajes indistinguibles máquina

3. Sistem a automáti­ Sistem as me­ Cables, pipas, Planta de procesa­


co, predetermina­ cánicos mo­ conductos, pa­ do, teléfono auto­
do, programado o vidos energé­ lancas, etc. for­ mático. compu­
adaptable ticamente mando un circui­ tadora digital
to de control

* La fuente origina! s e refiere a todo e sto co m o su b siste m a s. S in em bargo, para nue stra finalidad
n o s refe rim o s a e llos com o siste m as.
Fuente: Adaptado de J o n e s/ tabla 1.

Siste m a s manuales

Estos sistemas constan de herramientas manuales y otras ayudas que


se suman al operador humano que controla la operación, utilizando su propia
energía física como fuente energética. ES operador (generalmente un artesano)
transmite a y recibe de sus herramientas una gran cantidad de información,
actúa generalmente a su propia velocidad y puede explotar en seguida su
habilidad para actuar como un sistema de «alta variedad».

Siste m a s mecánicos

Estos sistemas .(también llamados sistemas sem iautom áticos ) se


componen de partes físicas bien integradas, como son los diferentes tipos de
herramientas mecánicas, generalmente diseñadas para realizar sus funciones
con ligeras variaciones. La energía suele ser proporcionada por la máquina y la
función del operador es pues, esencialmente, ¡a de control, en general a través
del uso de aparatos o mecanismos modificadores. (Jones observa que estos
sistemas, o lo que él denomina «subsistemas mecánicos», son los componentes
de lo que él llama «sistemas mecanizados»; los componentes suelen estar enla­
zados por pistas, cabíes, conductos, etc., y por operadores humanos, para formar
ei conjunto mucho más grande de un sistema mecanizado, como podría ser
una vía férrea o una cadena de montaje). Los ingredientes básicos de los sistemas
mecanizados están bien representados por Tayior,4 como se muestra en la
figura 1-2. En esta figura, e! hombre recibe la información sobre el estado del
sistema por medio de displays, realiza esencialmente un proceso de información
y una función de decisión, y lleva a cabo estas decisiones empleando aparatos
de control. Tal como dice Tayior, ei operador humano está representado como

24
Hombre

Fig. 1.2. Representación esquemática de un sistem a hombre-máquina, tal como lo des­


cribe Taylor.4 En esencia representa un sistem a mecánico o semiautomático.

un enlace de transmisión y proceso de elaboración de datos orgánico insertado


entre displays mecánicos o electrónicos y los controles de una máquina. Sin
embargo, en algunos sistemas mecánicos, la información sobre la situación del
sistema es captada directamente, sin que intervengan representaciones.

Siste m a s automáticos

Cuando un sistema está completamente automatizado, realiza todas las


funciones operacionales, incluyendo el sentido, el proceso de elaboración de la
información, y la toma de decisión y de acciones. Un sistema tal necesita estar
completamente programado para poder tomar medidas en caso de que se presenten
contingencias que sean sentidas. La mayoría de los sistemas automáticos son
del tipo de bucle cerrado. Si tal sistema fuera de completa confianza, podría
ofrecer concebiblemente la posibilidad de asumir todas las funciones y dejar
que los hombres estuvieran mano sobre mano o matando el tiempo en el campo
de golf. Nadie tendría que quedarse para «vigilar la tienda». Aunque los sistemas
automatizados totalmente fiables no parecen posibles, al menos en nuestro
tiempo, es probable que ciertas funciones humanas primarias en tales sistemas
sean las de orientación, programación y mantenimiento.
Estas distinciones entre sistemas manuales, mecánicos y automáticos,
en realidad no están claramente diferenciadas. De hecho, dentro de cualquier
sistema dado, los diferentes componentes (que pueden ser considerados como
subsistemas) pueden variar en el grado de sus características manuales frente
a las automáticas.

R e su m e n

Los avances tecnológicos de ¡as recientes décadas han dado como


resultado (al menos en los países desarrollados) que la gente viva cada vez más
en un mundo obra de! hombre y en e! que muchas o la mayoría de las cosas q u e
esta gente trata, así como ¡as características de su medio ambiente, son «artifi­
25
cíales» (es decir, hechas por el hombre} más que «naturales». El tema principal
al que se encamina este texto se funda en que se debería poner más atención
a los aspectos de los factores humanos en el diseño de tales cosas y tales medio
ambientes, con el fin de acrecentar la eficacia funcional de todo lo que utiliza la
gente y en mantener o mejorar valores humanos deseables.

Advertencia sobre las diferencias individuales

En el diseño de sistemas físicos y equipos en lo tocante a las consi­


deraciones humanas, hay una fácil referencia al ser humano «típico» o «medio».
Sin embargo, tres notas de advertencia son oportunas al querer conceptual izar
el «modelo» de los seres humanos para los que el diseñador está trabajando:
1) Los seres humanos son de tamaños, formas y variedades distintas; aunque
hay circunstancias en las que es conveniente diseñar para el individuo «típico»
o «medio», un tanto mítico, el diseñador debe estar pensando siempre en el hecho
real de las diferencias individuales. 2} Algunas cosas tienen que ser diseñadas
para grupos especiales, como párvulos, niños, adolescentes, ancianos o inválidos;
en tales circunstancias, es obvio que el diseñador debería considerar estos
grupos como un «modelo». 3) Cuando ciertas cosas o medios tienen que ser
diseñados para «el público», el diseñador debería satisfacer a casi toda la gama
de seres humanos; en los lugares públicos, por ejemplo, las diferentes caracte­
rísticas como pueden ser entradas, puertas, rampas, escaleras mecánicas y
señales, deberían estar pensadas tanto para la abuela que ya chochea o el niño
que sigue a rastras a su madre o padre, como para el ágil y vigoroso hombre
de negocios o comprador.

26
2. La base de datos en los factores humanos

Como hemos indicado anteriormente, ei planteamiento central de la


disciplina de los factores humanos es la aplicación de la información relevante
sobre las características humanas y el comportamiento al diseño de los objetos
obra del hombre. Instalaciones y medio ambientes que el hombre usa. Hay,
esencialmente, dos fuentes de la información que son aplicables a este propósito,
a saber, la experiencia y la investigación. A causa de la importancia de la inves­
tigación a este respecto, y a causa del acento puesto en este texto sobre la
base de la investigación de los factores humanos, éste capítulo tratará algunas
facetas de la investigación humana en relación con los factores humanos.
Además, el capítulo cubrirá las cuestiones en cierto modo relacionadas de la
seguridad de funcionamiento y del funcionamiento humano, ya que los datos
de estos tipos sirven también como inputs en los procesos de diseño de los
factores humanos.

Un resumen de los métodos de investigación


Aunque este texto no está pensado como dedicado a los métodos de
investigación, un resumen de ciertos aspectos de la metodología de la investiga­
ción puede ser interesante.*

Tipos de variables utilizadas en la investigación


Hay dos tipos de variables que ordinariamente deben ser tratadas en
la mayoría de los proyectos de investigación. Una de ellas es el factor que está
siendo investigado, como pueden ser la iluminación, los diseños de instrumentos,
los canales de información o las fuerzas de gravitación. Estos factores se toman
como variable independiente. El segundo tipo de variable, la variable dependiente,
es una medida de los posibles «efectos» de la variable independiente (con
frecuencia una medida de funcionamiento, como puede ser el tiempo psicotécnicoj.
A la variable dependiente se la llama generalmente criterio, y será tratada más
adelante.

El laboratorio contra la investigación de la vida real


A menudo, si un investigador proyecta un propósito particular de estudio,
puede tener cierta libertad para elegir el contexto de la situación de su estudio,

" Véase C haparás 5 si se desea una excelente explicación de técnicas


de investigación aplicables a los factores hum anos.

07
« f if c
es decir, para llevar a cabo la Investigación en un laboratorio concreto o en el
mundo real. Sin embargo, hay otras circunstancias en las que la naturaleza
del problema de la investigación dicta virtualmente el lugar. Por ejemplo, uno
no puede estudiar adecuadamente en un laboratorio hasta qué punto los diferentes

f i
tipos de señales de velocidad afectan al comportamiento del conductor, ya que
el laboratorio eliminaría la espontaneidad de las reacciones del conductor. En
tal caso, el experimentador instalaría obviamente un puesto de observación en
las autopistas y calles. Por otro lado, si un investigador desea estudiar los umbrales
diferenciales de amplitud discriminadora de las vibraciones, tendría que hacerlo
en el laboratorio, ya que probablemente no hay situaciones en la vida real en
las que sea posible estudiar estas discrepancias. Cuando el investigador tiene
la oportunidad para elegir, existen ciertas consideraciones que son oportunas
antes de tomar una decisión de este tipo, como pueden ser el control de variables
(que generalmente es más fácil dentro de las prístinas paredes del laboratorio);
el realismo (si éste es relevante), que es claramente más importante en el mundo
real; la motivación diferencial de los temas; la seguridad en los temas, y tal
vez otras.
La simulación se emplea en la investigación de los factores humanos
para «representar» algún detalle de equipo, alguna operación o proceso, o algún
medio ambiente. Es utilizada generalmente cuando no es práctico o resulta
imposible llevar a cabo la investigación en una situación del mundo real. La
simulación física puede variar desde puntos muy simples (como pueden ser las
maquetas en un detalle del equipo) hasta formas extremadamente complejas,
como las que se usan en los programas de investigación espacial. La simulación
mediante ordenador también se emplea en algunas circunstancias.

M uestreo

Prácticamente todo estudio o experimento incluye una muestra de alguna


población teórica. Según la naturaleza de la investigación, la población de la
que se toma una muestra podría componerse de gente, de acontecimientos e
incluso de objetos. Así, un psicólogo podría examinar la población en un estudio
que conste de varones con permiso de conducción en una determinada provincia,
o de hombres sometidos a un curso específico de entrenamiento. Una población
de acontecimientos podría estar compuesta por el tráfico en una ubicación
particular durante las horas punta, o por los vuelos de compañías aéreas comer­
ciales. Una población de objetos podría estar formada por componentes físicos
de un tipo dado (como ¡os transmisores de radio) o por pasteles de carne
congelados.
Los datos a partir de una muestra de la población sirven como base
para extrapolar, o sacar deducciones acerca de la población principal. La muestra
debería ser de un tamaño y naturaleza tal que permitieran considerarla como
representativa de la población.

Análisis estadístico de los datos

Cuando se ha realizado un experimento o estudio y los datos han sido


recopilados, el experimentador está en situación de analizar éstos para ver qué
relación hay entre las variables independientes y dependientes empleando análisis
estadísticos adecuados. No entra en la intención de este texto el tratar la
estadística extensamente, o discutir métodos estadísticos elaborados. Probable­
mente, la mayoría de los lectores ya están familiarizados con la mayoría de los
métodos estadísticos y conceptos que serán tratados más adelante, en especial
las distribuciones de frecuencia y las diferentes medidas de tendencia central
(media, mediana y modal). Para aquellos lectores que no estén familiarizados

28
con los conceptos de error medio cuadrático, correlaciones y significado
estadístico, estos conceptos serán descritos muy brevemente.
Error medio cuadrático. Los valores cuantitativos de ios casos de un
muestreo, tales como los errores cometidos, la estatura de ia gente o los puntos
de los tests, varían naturalmente entre sí. Cabe utilizar ciertos índices estadísti­
cos para cuantificar el grado de variabilidad entre los casos, y esta pauta es el
error medio cuadrático.* Está expresado en términos de valores numéricos origina­
les de los datos y refleja la variabilidad en la distribución de aquéllos a partir
de la media. En las distribuciones relativamente normales, aproximadamente
dos tercios de todos ios casos caen dentro de un error medio cuadrático por
encima o por debajo de la media, y más de! 99 por ciento de los casos caen
dentro de tres errores medios cuadráticos por encima o por debajo de la media.
Si el error medio cuadrático de la altura de un grupo de chicos es, digamos,
10 cm, éstos serían más homogéneos (es decir, menos variables) que otro grupo
cuyo error medio cuadrático fuese 20 cm.
Correlaciones. Un coeficiente de correlación es una medida del grado
de relación entre las dos variables. La magnitud de correlaciones puede abarcar
desde -f 100 (que es una correlación perfecta positiva) pasando por varios
valores positivos intermedios hasta cero (que es la ausencia de cualquier relación),
y pasando por varios valores negativos hasta — 100 (que es una correlación
negativa perfecta).
Significado estadístico. Para evaluar sus resultados, un experimentador
debería determinar hasta qué punto los resultados son estadísticamente signifi­
cativos, como puede serlo la diferencia entre dos medias o e! tamaño de una
correlación. El significado estadístico se refiere a la probabilidad de que los
resultados (cualesquiera que fueran) podrían haberse producido por casualidad
(en contraposición a haber sido ocasionados por las variables experimentales
bajo investigación). En la práctica, se usa comúnmente el nivel «5 por ciento»
o bien el «1 por ciento» como el nivel aceptable de significado estadístico;
Si una diferencia es significativa al nivel 1 por ciento, esto significa que la
diferencia obtenida es de tal magnitud que podría haberse producido por casua­
lidad 1 vez de cada 100.

Los criterios en la investigación y en el desarrolío del sistema


El criterio (o variable dependiente), tai como se usa en la investigación,
es una medida de los posibles «efectos» de la variable independiente (es decir,
del factor que se está investigando). Así, podríamos comparar ia velocidad y
precisión con los que ia gente puede leer las diferentes señales de carretera,
o los lati'dos del corazón en las personas que trabajan bajo dos condiciones de
temperatura. Sin embargo, además de este uso de los criterios en las tareas
de investigación, éstos también son utilizados en la comprobación y evaluación de
sistemas o componentes tales como probar ei funcionamiento de una lavaplatos,
de un tractor o de un sistema telefónico.

Tipos de criterios
En términos generales, ios criterios en los que nos interesaremos, se
dividen en dos amplios grupos: el d e ios que están asociados con ios sistemas
(y componentes), y los que se relacionan con la naturaleza humana.

* M a te m á tica m e n te , la d e s v ia c ió n e stá n d a r e s la raíz c u a d ra d a de ia


m e d ia de ¡os c u a d ra d o s de la s d e s v ia c io n e s de c a s o s in d iv id u a le s a p a rtir de !a m edia.
P u e d e n h a lla rse fó rm u la s para ca lc u la r e sta d e s v ia c ió n e s t á n d a r en la m a y o r parte de lo s
te x to s e s t a d ís tic o s elem e ntale s.
Los criterios del sistema. Básicamente, los criterios del sistema son
los que guardan relación con el funcionamiento del sistema o output. En otras
palabras, son los que reflejan algo acerca del grado en que el sistema se revela
útil para lo que ha sido proyectado. Por ejemplo, una mesa de mandos de un
ordenador podría ser evaluada a tenor de tales criterios según el número y
precisión de las entradas de datos proporcionados por cada unidad de tiempo,
y una excavadora podría ser evaluada en función de la cantidad de tierra extraída
por unidad de tiempo. Chapanis 4 enumera otros ejemplos de criterios del sistema,
tales como la vida anticipada de un sistema, facilidad de operación o de uso,
mantenimiento, seguridad, coste de la operación y requisitos de mano de obra.
Algunos de estos criterios son estrictamente mecánicos, en el sentido de que
reflejan un mero funcionamiento técnico (por ejemplo, las máximas r.p.m. de una
máquina), en tanto que otras reflejan más bien el funcionamiento del sistema
tal como lo usa la gente involucrada en él (como por ejemplo los errores en las
tarjetas perforadas).

Los criterios humanos. Hay cuatro tipos relativamente diferentes de


criterios humanos: medidas de funcionamiento humano, índices fisiológicos,
respuestas subjetivas y frecuencia de accidentes. En un sentido estricto, el
funcionamiento humano debe ser considerado en función de las diversas activida­
des sensoriales, mentales y motrices. Sin embargo, en situaciones específicas
de trabajo es generalmente difícil, si no imposible, medir el funcionamiento
humano en términos estrictamente de actividad humana, ya que tal funciona­
miento está por lo general inextricablemente entrelazado con los caracteres
de funcionamiento del equipo físico que se utiliza. Así, el trabajo de un meca­
nógrafo no es enteramente una función del mecanógrafo, sino que es a su vez,
en parte, una consecuencia de la misma máquina de escribir (su confección,
condición, etc.).
Para ciertos propósitos, los índices de diferentes condiciones fisiológicos
son criterios oportunos. Estos posibles índices incluyen el ritmo del corazón,
la presión y composición de la sangre, las respuestas galvánicas de la piel,
las ondas cerebrales, el ritmo de respiración, la temperatura de la piel, el azúcar
de la sangre y otras muchas medidas. Algunas de estas variables y otras, son
utilizadas como índices de los efectos fisiológicos en la gente a partir de los
varios métodos de trabajo, trabajo realizado con equipos de diversos tipos,
períodos de trabajo, y trabajo realizado bajo diferentes situaciones ambientales
(como el calor o el frío).
Para otros propósitos, la respuesta subjetiva de la gente puede servir
como crjterios apropiados; los ejemplos estriban en clasificaciones de la función
de los individuos, de las características del diseño alternativo de un sistema,
de la importancia que se da a los diferentes tipos de información para su uso
en un sistema, y de la mjsma comodidad de los asientos.
La frecuencia de accidentes o lesiones puede servir también como
criterio apropiado para otros propósitos. Por ejemplo, el número de accidentes
o de muertes por cada millón de kilómetros viajados ofrece una comparación
(en términos de este criterio) de los diversos tipos de sistemas de transporte en
líneas aéreas comerciales, ferrocarriles, autobuses y automóviles.

Discusión de los tipos de criterios. Señalemos que algunos criterios


«humanos» tienden a reflejar algo acerca de los sistemas involucrados, como
por ejemplo el índice de accidentes y las clasificaciones de la comodidad. Por
ello, las diferentes clases de criterios no constituyen dicotomías buenas y defi­
nidas, sino que tienden más bien a abarcar una serie continua que alcanzan
desde criterios del sistema estrictamente mecánicos hasta criterios exclusivos
del comportamiento. Tanto en el caso del sistema como en el de los criterios
humanos, hay muchos tipos específicos utilizables. En capítulos posteriores se
darán ejemplos de los diferentes tipos.

30
R eq u isitos de los Criterios satisfactorios

Los criterios empleados en las investigaciones de estudio, tendrían


que cumplir tres requisitos: pertinencia, exención de contaminación y seguridad.

Relevancia. «Relevancia* se refiere a la conveniencia estimada del


criterio para conseguir el propósito propuesto. Si, por ejemplo, lo que se nos
propone es la evaluación del funcionamiento de un sistema o de un componente,
tendríamos que mostrarnos de acuerdo con Chapanis 4 en su argumento para el
uso de un apropiado criterio sistemático. A este respecto, manifiesta que es
difícil ver qué relación pueden guardar algunos criterios «experimentales»,
esencialmente humanos (como pueden ser ciertos índices fisiológicos, tiempo
psicotécnico, etc.) con los criterios estrictamente propios del «sistema». Si bien
es cierto que tales relaciones algunas veces no se manifiestan en absoluto, hay
investigaciones de los factores humanos en los que ¡os criterios distintivamente
humanos podrían ser decisivamente relevantes, como al comparar los costes
de energía física de diferentes métodos de trabajo, o las clasificaciones por
secretarias sobre la comodidad de las diferentes sillas para escribir a máquina.

Exención de contaminación. Una medida de criterio no debería estar


influenciada por variables ajenas a la variable que está siendo medida. La
contaminación haría irrupción, por ejemplo, si e! equipamiento de laboratorio
para medir el consumo de oxígeno fuera defectuoso, lo que produciría valores
erróneos.

Seguridad en la medida del criterio. Tal como el término «seguridad» se


usa aquí, se refiere concretamente a la seguridad de la medida empleada
(en contraposición ai concepto de seguridad def sistema o de componentes,
que se comentará más adelante). Una medida es segura en ¡a medida en que los
valores del criterio sean aproximadamente las mismas bajo circunstancias
similares, como puede ser el ritmo dei corazón medido dos veces consecutivas'
bajo condiciones de trabajo similares. Si se obtienen dos «conjuntos» de valores
del criterio, la seguridad es determinada frecuentemente computando un coefi­
ciente de correlación entre ambas.

Seguridad del funcionamiento

Análogo a la cuestión de los criterios de funcionamiento (de sistema


o de comportamiento) es el tema de la seguridad de funcionamiento. Tras haber
hablado ya de la seguridad en lo que respecta a las medidas de criterio, apre­
surémonos a hacer una distinción en el uso del término «seguridad » y en el uso
de tal termino como medida de la fiabilidad de funcionamiento del sistema o dei
individuo al llevar a cabo una función determinada. El uso de la palabra procede
de la práctica de ingeniería * cuando se refiere a valores cuantitativos que
caracterizan la dependencia del sistema o de! funcionamiento del componente.
En realidad, existen diferentes medidas de seguridad del sistema, cada una de
las cuales es relevante a ciertos tipos de sistemas o de situaciones. Sin embargo,
ia mayoría de estas medidas de seguridad se pueden aplicar indistintamente a!
funcionamiento humano o ai funcionamiento del sistema. Ciertas variaciones en
el tema de ia seguridad incluyen: 1) probabilidad de funcionamiento con éxito
(esto es especialmente aplicable cuando aquél consta de acontecimientos dis-

* Por lo que respecta a textos fiables en cuanto a ingeniería práctica,


rem itim os al lector a G. H. Sandler, Sy ste m Reliability Engineering,. Prentice-Hall, ¡nc_,
Englew ood Cliffs, N. J., 1963, y a W. G. Ireson, Reliability Handbook, McGraw -Hill Book
Com pany, N ueva York, 1966.

31
cretos. como puede ser el detectar un defecto o poner en marcha un coche);
2) tiempo medio para fallar (abreviado MTF; hay algunas variaciones posibles
en esto, pero todas tienen algo que ver con la cantidad de tiempo en que un
sistema o individuo funciona con éxito o bien, hasta el fallo o bien entre fallos;
este índice es el más aplicable a los tipos de actividades continuas). Hay otras
clases de variaciones que también podrían ser objeto de mención, mas para
nuestro propósito consideraremos la seguridad en términos de probabilidad de
un funcionamiento con éxito.
Si un sistema incluye dos o más componentes (máquina o ser humano,
o ambos), la seguridad del sistema conjuntado dependerá de la de los componentes
individuales y de cómo estén combinados en el sistema. Los componentes pueden
estar combinados en un sistema en serie o en paralelo.

Com ponentes en serie

En muchos sistemas, los componentes están ordenados en serie


(o secuencia) de tal manera que el éxito en el funcionamiento del sistema total
depende del buen funcionamiento de todos y cada uno de sus componentes,
hombre o máquina. Tomándonos algunas libertades semánticas, podríamos
suponer que los componentes están en series que pueden, de hecho, estar fun­
cionando correcta e interdependientemente, como el operador humano que utiliza
algún tipo de equipamiento. En tales casos, al analizar los datos de seguridad,
hay dos condiciones que deben cumplirse: 1) el fallo de cualquier componente
da como resultado el fallo del sistema, y 2) los fallos de componente son indepen­
dientes entre sí. Si ambas suposiciones se cumplen, la fiabilidad del sistema
(para una operación exenta de error) sería el producto de las fiabilidades de los
varios componentes. Para estimar la fiabilidad del sistema cuantitativamente,
es necesario, pues, expresar la fiabilidad de sus componentes individuales (también
cuantitativamente) específicamente como probabilidad de funcionamiento exenta
de error.
Si, por ejemplo, hay dos componentes en un sistema, cada uno de los
cuales tiene una fiabilidad de 0,9 (que significa que «trabaja» el 90 por ciento
del tiempo), la fiabilidad del sistema sería el producto de los dos, o sea, 0,81.
La fórmula de fiabilidad básica para situaciones sucesivas, tal como la presentó
Lusser,9 pero con notaciones cambiadas, es

Eterna = R, X R, X R, ... Rn

donde R lr R2, ñ3 ... Rn son las fiabilidades de los componentes individuales,


expresados en porcentajes de funcionamiento con éxito.
Así, cabe ve/ que cada componente dism inuye la fiabilidad del sistema
por su propio factor. Si un sistema consta de, digamos, 100 componentes, cada
uno con una fiabilidad R de 0,99, la fiabilidad del sistema tan sólo sería de 0,365.
Si el sistema consiste en 400 de estos componentes, la fiabilidad del sistema
sólo sería 0,03, lo que indica un fallo casi seguro.
Cuando el buen funcionamiento de un sistema depende del buen funcio­
namiento de dos componentes en series, por ejemplo, un componente físico y
un operador humano, podemos estimar la fiabilidad del sistema a partir de las
fiabilidades de los dos componentes, como se muestra en la figura 2-1. Este
ejemplo es igualmente aplicable a dos componentes físicos o a dos seres humanos
que actúen independientemente, cuando el funcionamiento del sistema depende
del de ambos.

32
Fig. 2.1. Ejemplo de fiabiiidades humana y de equipo en la fiabilidad de un sistema.
Esta misma relación se aplica a dos componentes físicos independientes o seres huma­
nos. (Según Meister y Rabideau,12 p. 16.)

Com ponentes en paralelo

La facilidad de un sistema en el que los componentes están en paralelo


es enteramente diferente de la situación en la que están en serie. En los compo­
nentes en paralelo hay dos o más que de alguna manera están realizando la misma
función. Esto se designa a veces como un arreglo de «apoyo» o «redundancia»,
en el que un componente apoya al otro incrementando la posibilidad de que la
función se realice. En tal caso, la fiabilidad de! sistema se estima combinando las
probabilidades de éxito (las fiabilidades) de los varios componentes, empleando
la siguiente fórmula (Gordon6):

fl.i.te.™ = [1 — (1 — r)m]"

donde m = número de componentes en paralelo de cada función


n — número de funciones
r = fiabilidad por unidad
Esta fórmula es sólo aplicable cuando el número de componentes en pa­
ralelo para cada una de las n funciones es el mismo y la fiabilidad por unidad
de cada componente es igual. Cuando estas condiciones no pueden ser aplicadas,
la derivación resulta algo más compleja.*
En una ordenación estrictamente paralela, se usarían independiente­
mente componentes idénticos, o bien componentes físicos o gente, según e! caso.

* Cuando no s e dan e sta s condiciones, la fiabilidad puede re con stru irse


m ediante una técnica iterativa, tal com o sigue: por lo que respecta a los com ponentes en
paralelo, debe elegirse el primero. S i ei sistem a solam ente incluye a éste, la fiabilidad
del siste m a R s sería igual a la del com ponente R . La fiabilidad dei sistem a que incluye
a a m b o s componentes, 1 y 2 [denom inado R s (1. 2 )] se ría com o sigue:

R , (1.2) = R, + (1 — R ,) R 2
y, a su vez:
R s (1,2,3) = R s (1,2) + (1 - R, [ 1, 2 ]) R,
y
R s (1.2,3, ... n) = R s (1,2, ... n - 1) + (1 - fl, (1,2.... n - 1) R„

33

i»- xm swim m m tm m mam® aa» ">• m mmsm * s m m sm g


S¡ las fiabilidades de ¡os componentes individuales son, digamos, 0,9, la probabi­
lidad común para los dos componentes (la fiabilidad del sistema) sería 0,99.
Incluso con fiabilidades de los componentes relativamente bajas, como 0,7,
cabe lograr una fiabilidad del sistema de 99,2 con cuatro componentes paralelos
En algunos casos, los componentes paralelos pueden ser de tipos muy diferentes,
como en el caso de un hombre que apoye el componente de una máquina.

Funcionamiento humano

Aunque las medidas fisiológicas y los juicios subjetivos tienen sus lugares
apropiados e importantes como criterios en los asuntos de los factores humanos,
gran parte de los datos brutos que, acerca de los seres humanos, tendrían que
ser utilizados en este desempeño, se refieren a algunos aspectos del funciona­
miento humano. Por ejemplo, en diferentes contextos de factores humanos cabe
desear obtener respuestas tales como: ¿Cuál es el efecto sobre la inteligibilidad
del habla de los diferentes filtros de un sistema de comunicación? ¿Cuáles
son los efectos en la agudeza visual de los diversos tipos y niveles de vibración?
¿Cuál es la probabilidad de identificación de una señal luminosa desde varios
ángulos a partir del operador? ¿Cuántos defectos pueden aparecer en el trabajo
de soldar alambres eléctricos? La gama de información del funcionamiento
humano que puede necesitarse para responder a estas y a otras muchas pre­
guntas abarca desde los datos básicos acerca de los seres humanos (y sus
capacidades de funcionamiento sensoriales, perceptivas, mediatas y físicas)
hasta datos que están muy orientados hacia la tarea en un sentido operacional
y que son específicos en un ámbito muy limitado de situaciones (como puede
ser un trabajo de soldadura). Este amplio espectro ha sido calificado como
datos de funcionamiento humano y, en un siguiente grado de abstracción, como
teoría del funcionamiento humano. Muchos de los datos que se presentan más
adelante partirán de una clasificación de datos del funcionamiento humano.
Los datos de funcionamiento orientados hacia un trabajo, están particularmente
relacionados con el motivo citado de la fiabilidad del sistema y exigirán una
cierta elaboración.

Funcionamiento humano de las labores del sistema

Cuando los seres humanos se ven involucrados en sistemas, sus


capacidades y limitaciones se manifiestan en la realización de las tareas reque­
ridas. Considerando al ser humano como un componente esencial de un sistema,
puede ser necesario para ciertos aspectos, tal como Meister expone,10 medir la
potencialidad para el fallo (que, en términos de comportamiento, es el error).
Ésta es, por supuesto, una faceta más del tema de la fiabilidad humana, tratado
en párrafos anteriores. (El error es, desde luego, el complemento de la fiabilidad).
Si deseamos calcular el resultado del funcionamiento humano en lo que a la
fiabilidad del sistema respecta, necesitamos hacerlo precisamente en unidades
de funcionamiento humano relacionadas con el sistema, y estas unidades de
comportamiento son labores. Los pasos para realizarlo, propuestos por
Swain,19 son:1

1. Definir el fallo del sistema o subsistema que va a ser evaluado.


2. Identificar y enumerar cada una de las operaciones humanas realiza­
das y su relación con ias labores del sistema y con sus funciones.
3. Pronosticar Sas frecuencias de error para cada operación humana o
grupo de operaciones relacionadas con la evaluación.
4. Determinar el efecto de los errores humanos sobre el sistema.

34
5. Recomendar cambios necesarios para reducir la frecuencia de fallos
del sistema o subsistema como una consecuencia de los resultados estimados
en esos cambios.
Lo más difícil en estas operaciones se concreta en el punto 3. la predic­
ción de los grados de error en las operaciones humanas (es decir las labores),
que necesita algo más que una tablilla Ouija, * y de la que cabe esperar algunos
datos razonablemente cuantitativos. Sin embargo, antes de hablar sobre la
obtención de estos datos, exploremos la gama de errores humanos en los sistemas.
Tipos de errores hum anos en labores del sistema. La gente se muestra
muy imaginativa en el tipo de desaguisados que comete, pero puede servir
para algunos propósitos (como el de tratar de reducir su frecuencia o rigor)
comprender las clases de equivocaciones en las que se suele incurrir. Como
primer paso en esta dirección, puede ser de ayuda una clasificación. Rook 16
desarrolló un esquema, para ser usado en la clasificación de errores con un
sistema operante, que estipula una clasificación horizontal de errores a partir
de dos entradas, como se ilustra a continuación:

Nivel consciente Componente de conducta


o intencional al
realizar un acto Input 1 Mediación M Output 0

A Intencional AI AM AO
B No intencional Bl BM BO
C Omisión Cl CM CO

Obviamente, en esta formulación el acto intencional no guarda relación


con un error en la intención, sino más bien con un acto que el individuo realizó
intencionadamente, creyendo hacer lo correcto cuando de hecho no era así
(como puede ocurrir en un ascensor ai oprimir el pulsador de «cerrar la puerta»
en vez del de «abrir la puerta», y con ello dando un golpe al pasajero que entra).
La mediación input-output, modelo en este sistema de clasificación, corresponde
a una secuencia común de funciones psicológicas que están en la base de todo
el comportamiento, es decir, S (estímulo), O (organismo), R (respuesta). Como
Meister expone,11 el error humano aparece cuando cualquier elemento en la
cadena de acontecimientos se rompe, como puede ser el fallo en la percepción
de un estímulo, la incapacidad para discriminar entre varios estímulos, la mala
interpretación del significado de los estímulos, no saber qué respuesta hay que
dar a un estímulo particular, impotencia física para dar una respuesta obligatoria
y, finalmente, responder fuera de la secuencia. Identificar el origen de los errores
en términos de comportamientos de mediación input-output es un primer paso
en el desarrollo de la ¡dea de cómo hay que reducir la posibilidad de errores.
El citado sistema de clasificación de Rook se refiere principalmente a
los distintos actos (individuales, separados, distinguibles). Aitman ha propuesto
algunas variaciones en la clasificación de errores de los actos discretos, así
como en ciertas otras tareas.1 A continuación, damos una recapitulación abreviada
con los tipos de errores enumerados en cada categoría:

Actos discretos A ccio n e s continuas Instrucción

O m ision e s Falla el alcanzar un estado final en D e te ccio n e s falsas


In se rcion e s un tiempo disponible Fallo de detectar
Secuencia Desplazam iento de !a condición del
Realización inaceptable objetivo en el tiempo

* Tablilla de madera utilizada por teósofos y e sp iritista s para la com unica­


ción con el m ás allá. (N. de la E.)
Además de definir la naturaleza de la labor en sí, algunas veces es útil,
con fines analíticos, clasificar la labor en lo que se refiere a su grado de
revocabUidad tal como ha sido propuesto por Altman:2 corrección inmediata,
corrección tan sólo después de »pasos intermedios, ninguna corrección en plena
«misión» (por ejemplo, dentro de la presente operación), y consecuencias
irrevocables.

Recopilación de datos de labor

Los tipos de información de labor que pueden ser útiles, al menos en


algunas operaciones de desarrollo del sistema, abarcan principalmente parámetros
tales como fiabilidad y tiempo, aunque en algunos casos otros parámetros
pueden ser relevantes, como los de cnticidad de la labor. En general, hay dos
tipos de orígenes de esta formación, a saber, observaciones empíricas y
estimaciones humanas.

Datos de labor empíricos. Además de los acopios de datos en el cro­


nometraje de tiempos, principalmente en los procesos de ingeniería industrial,
hay otras dos fuentes concretas de datos de labor esencialmente empíricos
que deben ser mencionados. Uno de éstos, el Data Store, fue desarrollado por
The American Institute for Research (Munger; 13 Munger, Smith y Payne,11 y
Payne y Altman,13 concretamente para labores en la operación con equipos
electrónicos. Esta recopilación de datos se estableció eclécticamente a partir
de otras muchas causas diferentes proporcionados por estudios especiales de
laboratorio. Sin entrar a explicar detalladamente de qué manera fueron estable­
cidos los datos, en la tabla 2-1 se da un ejemplo específico relacionado con el
uso de una palanca de mando. Adviértase que los datos incluyen el tiempo y la
fiabilidad de funcionamiento bajo las variantes de las dimensiones ilustradas.
Al hacer uso de la recopilación de datos, el tiempo que tiene que ser estimado
para un caso dado, constará el tiempo base (en este caso 1,93 s) más los
tiempos que se añadirán para cada una de las características, con una dimensión

Tabla 2-1. Tiempo y fiabilidad de operar palancas de man­


do de diversas longitudes ai atravesar diversas distancias

Tiempo *
que ha de
su m a rse
al tiempo
D im en sión base, s Fiabilidad

Longitud de la palanca
de m ando, pulgadas
6-9 1,50 0,9963
12-18 0.00 0,9967
21-27 1,50 0,9963
M o vim ie n to de
ia palanca, grados
5-20 0,00 0,9981
30-40 0.20 0,9975
40-60 0,50 0,9960

* T ie m p o b a se . 1,93 s.
N ota: O t r o s da to s {que no aparecen aquí) sirv e n para v ariacio ­
n e s en o tr a s d im e n sio n e s, en especial, la resiste n cia del control,
p re se n c ia o au se n cia del sop orte del brazo y retraso entre el
m o v im ie n to del control y el correspondiente m ovim iento dei
display.
Fu ente: M u n g e r . 11

36
concreta en que se aplicaría (como puede ser 1,50 s para una palanca de mando
de 60 cm, más 0,50 s si va a ser movida 50°, etc.).
Otro principio de recopilación de datos es el conocido, en esta época
de siglas, por SHERB (Sandia Human Error Rate Bank) (Rigby,17 consistente en
una compilación de datos de frecuencia de error basados a su vez en la THERP
(Technique for Human Error Rate Prediction) (Swain,19 y Rook 1S). Este conjunto
de datos precisa las frecuencias de errores humanos en muchas labores indus­
triales. detectados por gran número de observaciones. A continuación damos
unos cuantos ejemplos (Rook ls).

Probabilidad Fiabilidad,
Tipo de error d e error, P 1— P

D os alam bres que pueden trastocarse quedan trastocados 0,006 0,9994


Un com ponente queda omitido 0,0003 0,99997
Un com ponente queda alambrado al revés 0.001 0,999

Datos de la labor de enjuiciamiento. Cuando los datos empíricos


sobre las labores no están dispersos, puede se r útil recurrir a las estim aciones
hum anas acerca de parám etros en una labor concreta para se r usados en el
proceso de desarrollo de un sistema. Para ilustrar este proceso, Irwin, Levitz y
Freed 7 pidieron a ingenieros, técnicos y m ecánicos de m isiles que valoraran
60 labores clasificándolas en 10 grupos, desde las que se realizaran con un
mínimo error hasta las de máximo error. M ediante una manipulación posterior
(utilizando datos de seguridad empírica que servían para algunas de las labores
y que fueron extrapolados en otras), fue posible deducir estim aciones cuantita­
tivas en la seguridad de las 60 labores. Se enumeran a continuación unos cuantos
ejemplos:

Tasa media
escala de 10 puntos
Tarea (10 = error m uy grave) Fiabilidad derivada

Tiempo de lectura 8,2 0,9904


Instalar cajetas 6,0 0,9945
In sp e ccion ar un reductor 4,9 0,9958
A b rir vá lvu las m anuales 3,8 0,9968
Quitar un tubo de desagüe 2,6 0,9976

Aunque los datos sobre la fiabilidad humana en la realización de labores


serían muy útiles para estim ar la fiabilidad de todo el sistema, no cabe asum ir
que los errores en la realización de todas las labores sean necesariamente
iguales en su s efectos sobre el funcionamiento del sistem a. (Según Gilbert y Sulli­
van, parece dudoso que «dar brillo ai pomo de la gran puerta de entrada» fuese
una labor particularmente crítica en el sistem a dei Alm irantazgo británico.)
A s í pues, otro parámetro de labor podría se r el crítico, y éste fue el utilizado
por Pickrel y M cDonald 16 en una de las fase s de su elaboración sobre la
fiabilidad del funcionamiento humano. Específicamente, obtuvieron clasificaciones
de la criticidad de la labor, fijando escalas de valores para la siguiente clasi­
ficación:2
4
3
1

1. Seguro. (Ei error no tendrá como resultado degradación, daño,


peligro o lesión.)
2. Marginal.
3. Crítico.
4. Catastrófico. (El error producirá una severa degradación-pérdida
del sistem a, o muerte, m últiples muertes o lesiones.)

37
Partiendo de estos datos a manera de trampolín, estos investigadores
propugnan que se haga una concentración de esfuerzos para reducir el fracaso
en los errores que con mayor verosimilitud puedan ocurrir y que presenten la
mayor probabilidad de tener consecuencias importantes en la escala de
«criticidad».

R esu m en

El anterior comentario sobre la realización de la labor, seguridad y error


abre simplemente la puerta a un campo mucho más extenso y de creciente
importancia en el dominio de ios factores humanos.* Sin embargo, esta llave
abridora de puertas puede ser hoy importante para alertar al lector respecto a la
importancia del funcionamiento y del error humano, puesto que volverán a ser
aludidos en capítulos posteriores.

En cuanto a explicaciones adicionales se aconsejan al lector otras


fuentes, tales como Altman, A skre n , M e iste r, Leuba y Sw a in .1- 3' 18’ ®? 19
Segunda parte

Input de información
y procesos de mediación
3. Input de información y procesos

A nosotros, los mortales, se nos bombardea continuamente con estímulos


de nuestro propio medio ambiente, estímulos que consisten en varias formas de
energía a las que nuestros órganos sensoriales son receptivos. La interpretación
de tales estímulos (es decir, la información que nos transmiten) generalmente
es una función de nuestros procesos perceptivos y de nuestras asociaciones
intelectivas (como aprender el alfabeto). Nuestra noción común de información
se refleja en ejemplos diarios, como los que leemos en ios periódicos o vemos
en la TV, la factura de reparación del automóvil, el cotilleo tras la valla del
jardín, y las señales de carretera. Sin embargó, podemos situar la «información»
en un marco de referencia mucho más extenso, que comprenda el traslado de
energía con implicaciones significativas en cualquier situación dada (como
puede ser un conductor que se «comunique» en su coche por medio de ios
mecanismos de control), notar la temperatura del aire por medio de la gente
o de los termómetros, y las conexiones mecánicas e hidráulicas o servoconexiones
en varios tipos de equipo. De este modo, podemos representar como información
la que fluye a lo largo de calles de doble sentido e implica ai hombre, los
diferentes componentes físicos con los que éste actúa recíprocamente, y el
medio ambiente, de la siguiente manera:

Hombre Hombre
Hombre «-> Componentes físicos
Hombre Medio ambiente
Componentes físicos Componentes físicos
Componentes físicos Medio ambiente

Fuentes y caminos de los estímulos

Para la gente, el input de estas acciones recíprocas es, por supuesto,


la «información» recibida a través de sus órganos sensoriales. En realidad, no
recibimos la información como tal por los sentidos; son más bien nuestros
mecanismos sensoriales los que son sensibles a ciertos estímulos que, a su vez,
nos envían el significado. Los estímulos pueden ser diversas formas de energía,
como la luz, el sonido, el calor o la presión mecánica. Sin embargo, al considerar
el input de información humana y del proceso consiguiente, nos percatamos
de los diferentes tipos de fuentes de información (estímulos), de los caminos
de tal información y de ¡as variaciones en la forma de la información que puede
aparecer entre la fuente y el receptor. Quizá la fuente más típica (los estím ulos
distantes del ce n tro, si queremos usar ese término intelectual) es algún objeto.

41
acontecimiento o condición ambiental. La información de estas fuentes originales
puede llegarnos directamente (como puede ser a través de la observación directa
de un avión), o puede llegarnos indirectamente a través de algún mecanismo
mediador o aparato (como puede ser un radar o un telescopio). En cualquier caso,
los estímulos distantes del centro son percibidos por el individuo únicamente
por medio de la energía que generan (directa o indirectamente) a través de los
estímulos próxim os (luz, sonido, energía mecánica, etc.). En el caso de la percep­
ción indirecta, los nuevos estímulos distantes del centro pueden ser de dos
tipos. En primer lugar, pueden ser estímulos codificados, como las representa­
ciones visuales o auditivas. En segundo lugar, pueden ser estímulos reproducidos,
como los presentados por la TV, radio o fotografías, o a través de aparatos
tales como microscopios, visionadoras de microfilms, binoculares y aparatos
para sordos. En tales casos, la reproducción puede ser modificada de alguna forma
intencionada o involuntaria, por ejemplo, por aumento, miniaturización, ampli­
ficación, filtración o realce. Tanto en los estímulos codificados como en los
reproducidos, los nuevos o transformados se convierten en los estímulos reales,
distanciados del centro de los receptores sensoriales humanos. La figura 3-1
ilustra de una manera esquemática los diferentes caminos de la recepción de
la información hasta el individuo, tanto directa como indirectamente.
Por lo que concierne al aspecto del diseño en los factores humanos,
entra en el proceso cuando las circunstancias de la sensación indirecta lo requie­
ren, ya que es en estas circunstancias cuando el diseñador puede concebir
representaciones con las que presentar información a la gente. D isplay es un
término que se aplica virtualmente a cualquier método debido al hombre para
presentar información: una señal de tráfico en una autopista, una radio familiar,
o una página con signos Braille. El input de información humana y las operaciones
del proceso, dependen, por supuesto, de la recepción sensorial de los estímulos
pertinentes (como la de las representaciones), pero también de los procesos
perceptivos y de aprendizaje. En otras palabras, es necesario que los estímulos
sensoriales sean reconocidos correctamente por el receptor, y que su «significado-
sea entendido. Si el estímulo es algún tipo de símbolo codificado (como una
luz roja), es necesario que su significado sea entendido (en este caso,
detenerse).
En el diseño de algunos sistemas, las circunstancias pueden requerir
la determinación de sí el input de información dado o la función del proceso
los puede realizar mejor un individuo o algún componente físico de un sistema.
En este capítulo se tratará de ciertos factores humanos que pueden ser
relevantes para las consideraciones de diseño relacionadas con la recepción

Fig. 3.1. Ilustración esquem ática de los cam inos que sig u e la inform ación d esd e su s
orígenes hasta los receptores sensoriales. (Aunque, por lo general, la fuente básica,
original, e s un objeto, suceso, condición, el entorno, etc., en algunas situ a cio n e s la
fuente original efectiva para un individuo co n siste en algún tipo de codificación hecha
por el hom bre o en estím ulos reproducidos; el persona! de oficinas, por ejemplo, uti­
liza cotidianam ente sím b o lo s registrados que, con finalidad puramente práctica, son
su s e stím u lo s «originales» distantes.)

Al
humana de la información y las funciones de proceso. Pero antes de abundar
sobre estas materias, hagamos un paréntesis para comentar brevemente el tema
de la teoría de la información.

La teoría de la información

Aunque la pertinencia de ¡a teoría de la información, en lo que a los


factores humanos concierne, es más bien nominal, no estará de más una breve
exposición sobre la misma, ya que parte de la investigación de los factores
humanos contiene referencias a ella, especialmente acerca de la medida de la
información que es básica en ella, el bit (abreviatura de unidad binaria). El bit
ha sido definido como la cantidad de información que obtenemos cuando una
de dos alternativas igualmente probables queda especificada (Abramson,1
p. 12). Cuando, de hecho, ¡as diferentes alternativas son igualmente probables,
la cantidad tota! de información (generalmente simbolizada por la letra H ) se
deriva de la siguiente fórmula:

H = log, n

donde n es el número de alternativas igualmente probables. Esto, a su vez,


puede ser expresado en términos de probabilidades de cada alternativa, siendo
la probabilidad el recíproco de n. Así, pues,

H = log2 1/p

donde p es la probabilidad de cada alternativa.


Cuando las probabilidades de varias alternativas son iguales, la cantidad
de información en bits es medida por el logaritmo, de base 2, del número de
estas alternativas. Con sólo dos alternativas, la información, en bits, es igual
al logaritmo de 2 en base 2, que es entonces 1. Cuando Paul Revere había de
recibir una señal de la Oíd North Church, tenía que ver 1 señal (1 linterna) si el
enemigo venía por tierra, y 2 si venía por mar. Suponiendo que estas dos
alternativas fueran igualmente probables, la cantidad de información disponible
sería 1 bit. Era preciso establecer una diferenciación entre 2 alternativas.
Tomemos ahora cuatro alternativas, como pueden ser cuatro luces en
un tablero, de las cuales sólo una puede encenderse. En este caso tendríamos
2 bits de información (log2 4 = 2). Si tuviéramos ocho de estas luces, dispondría­
mos de 3 bits de información (log2 8 = 3), etc.
Si estuviéramos jugando a las Veinte Preguntas, sería posible determinar
la respuesta correcta entre 1 048 576 alternativas posibles si las preguntas
estuvieran correctamente formuladas y si se emplease toda la información.
La cantidad de información que se obtendría así con 20 preguntas sería de
20 bits (log2 1 048 576 = 20). Cuando las probabilidades de acontecimientos indivi­
duales no son iguales, el cómputo del bit es más complicado, pero el concepto
esencial todavía es aplicable.

Procesos de input de la información

Si consideramos la «información» desde un marco de referencia más


amplio, se pone de manifiesto que hay muchas formas de implicación humana
en las diferentes facetas de la vida al recibir, almacenar, enmendar, hacer un
proceso y transmitir información. Estas funciones, entrelazadas entre sí, nos
llevan virtualmente a cualquier actividad humana. Por lo tanto, procede tener

43
en cuenta la naturaleza de! sistema sensomotor humano para ver cómo el
«caudal» de la información se relaciona con aquél.

El sistem a sensoriom otor humano

En muchos tipos de actividades humanas, las respuestas físicas de la


gente tienen (o al menos deberían tener) una relación directa y clara con algún
input, como por ejemplo cuando marcamos un número telefónico (siendo el input
el número en la guía telefónica) o al escribir a máquina a partir de un original.
Sin embargo, en labores más complejas puede existir un proceso de información
más completa (incluido el hacer juicios y tomar decisiones) entre la etapa de
input de información y la respuesta real, como al conducir un automóvil con
tráfico denso. Sin embargo, concediendo a tales variaciones una cierta complejidad,
cabe aplicar una misma representación general de los diferentes procesos que
intervienen, como la que se muestra en la figura 3-2 (Welford 33). Este organigrama
hipotético muestra las funciones de aprehensión por los órganos sensoriales,
percepción, reserva a corto plazo (memoria), traslación de la percepción a la
acción (base de la respuesta), control de la respuesta, acción de los causantes
y de las funciones relacionadas con la reserva a largo plazo (memoria) y los
circuitos cerrados del feedback. No es necesario decir que estas funciones
distintas no pueden ser diferenciadas netamente, pero ello puede servir como
representación del conjunto de funciones combinadas.
Aunque la figura 3-2 es una plasmación bastante directa de las diferentes
«etapas» del proceso de información cuando sólo existe una fuente (input)
de información, uno no deja de preguntarse qué ocurre cuando varios inputs

Fig, 3.2. Representación del sistema sensoriom otor humano. Cabe contemplar este
sistem a como si representase la secuencia de input de información, procesamiento
y output por parte del ser* humano. (Según W elford ,33 p. 6, en A. T. W elford y J. E. Bi-
rren, Behaviór, Ageing and the Nervous System, 1965. Por cortesía de Charles C. Thomas,
editor, Sprinfield, Illinois.)

sensoriales se producen al mismo tiempo o casi. A este respecto, Broadbent6


(página 297), expone la teoría de que el sistema nervioso actúa en cierto modo
como un canal de comunicación simple, teniendo así una capacidad limitada.
Además, sugiere que el individuo hace cierta «selección» con todos los inputs sen­
soriales que recibe, basándose esta selección en determinada combinación de la
naturaleza de los estímulos (por ejemplo, su intensidad) y en el estado del indi­
viduo (por ejemplo, su instinto). Aunque esta teoría implica que sólo prestamos
atención a un aspecto de nuestro medio ambiente, esto no excluye un rápido
cambio de atención a dos o más aspectos, a ía alternancia de atención entre
ambos.
En todo esto se evidencia que el obstáculo principal es la corteza
cerebral, y no los mecanismos sensoriales. Aún podemos «sentir» la tremenda

44
variedad de estímulos de nuestro medio ambiente, como son los códigos de
tráfico, el paisaje, las escenas de TV y los partidos de fútbol aunque en deter­
minado momento especial, «sintonizamos» tan sólo un aspecto. A este respecto,
Steinbuch 27 ha resumido la reducción de la información, que aparece, a partir
de la recepción inicial por medio de los órganos sensitivos, a través de procesos
intermedios hasta el almacenaje permanente (memoria) y presenta las siguientes
consideraciones:

Fluencia máxima
de información,
Proceso bits/s
Recepción sensorial 1 000 000 000
Conexiones nerviosas 3 000 000
Conciencia 16
Almacenamiento
permanente 0.7

Da por sentado ciertos procesos intermedios de reducción, hasta ahora


no explicados, entre las conexiones neurales de los órganos sensoriales y la
percepción consciente de los estímulos. Admitiendo que las afirmaciones
citadas son hipotéticas, podemos ver realmente que los procesos del sistema
nervioso central de toma de conciencia y almacenaje sólo son capaces de manejar
sólo una fracción del tremendo input de información a los receptores senso­
riales.

Dim ensiones del estimulo

Los inputs del estímulo que la gente recibe a partir de su medio


ambiente por cualquier modalidad sensoria! (visión, audición, etc.) difiere en los
términos de sus caracteres. Por ejemplo, establecemos diferencias visuales en
términos de forma, configuración, tamaño, posición, color, etc., o bien distin­
ciones auditivas en términos de frecuencia, intensidad, etc. El medio ambiente
«natural» que nos llega es, por supuesto, muy complejo, pero como la información
es presentada a la gente por medio de displays, la naturaleza de los estímulos
generalmente usados es simple, y consiste típicamente en variaciones en una
determinada «clase» de estímulos que puede ser considerada como una dim ensión
del estímulo. De este modo, las posiciones de las agujas de un reloj son utilizadas
para marcar el tiempo (especialmente cuando no podemos leer los números);
el número y los intervalos de las señales del código Morse representan letras,
y las formas y señales de carretera tienen significados diferentes. La utilidad
de cualquier dimensión de un estímulo dado para enviar información, depende,
sin embargo, de la capacidad de la gente para hacer las distinciones sensoriales
y perceptivas que se precisan para diferenciar un estímulo de una clase de otro
(como puede ser el diferenciar un color de otro). Sin embargo, tales discrimina­
ciones tienen que ser hechas, generalmente, sobre una base absoluta, más que
sobre una base relativa. Un juicio relativo es el que se hace cuando hay la opor­
tunidad de comparar entre sí dos o más estímulos. Así. cabe comparar dos
o más sonidos en términos de intensidad o dos o más luces en términos de
luminosidad. En los juicios absolutos, no hay lugar para hacer comparaciones,
como al identificar una nota del piano (digamos, un do medio) si no somos
capaces de compararla con otra. O identificar un color determinado entre otros
colores posibles cuando se presenta solo.
Como cabía esperar, la gente suele ser capaz de establecer menos
discriminaciones sobre una base absoluta que sobre una base relativa. Por
ejemplo, se ha estimado que la mayoría de ia gente puede diferenciar un promedio
45
de 100 000 hasta 30 000 colores diferentes sobre una base relativa cuando se
comparan dos a la vez (teniendo en cuenta las variaciones de matiz, claridad y
saturación). En cambio, el número de colores que se pueden identificar sobre
una base absoluta se limita a sólo una o dos docenas.
Los juicios absolutos pueden ser necesarios en dos tipos de circuns­
tancias. En primer lugar, las diversas posiciones discretas (niveles o valores)
en la dimensión de un estímulo podrían ser utilizadas como códigos representando
cada posición un punto diferente de información. Si los estímulos se componen
de tonos de diferentes frecuencias, el receptor tiene que identificar el tono
particular. En segundo lugar, el estímulo puede tener cualquier valor en la dimen­
sión del estímulo, y el individuo necesita efectuar algún juicio referente a su
valor o posición en su dimensión. Tales juicios pueden ser utilizados de varias
maneras operacionales. Un operador de radio, por ejemplo, puede usar su juicio
en la intensidad de una seña! de radio para ajustar el volumen o rebajarlo hasta
un standard subjetivo. Por otro lado, un inspector puede usar su juicio para
clasificar todos los puntos entre «aprobado» o «suspenso», o posiblemente
por grados, tales como A, B y C.
La capacidad de la gente para hacer distinciones absolutas entre los
estímulos individuales de la gran mayoría de las dimensiones del estímulo,
no es realmente muy grande y se halla generalmente en la escala de 4 a 9 o 10,
con los bits correspondientes desde 2 a 3 o 3,4, como se ilustra en los siguientes
ejemplos:

Número medio
de discrimina­
Dimensiones del estímulo ciones Número de bits

Tonos puros 5 2,3


Sonoridad 4-5 2 a 2,3
Dimensión de los objetos vistos 5-7 2,3 a 2,3
Brillo 3-5 1,7 a 2,3

A este respecto. Miller 19 se refiere al «número mágico siete, más o


menos dos», en el sentido de que la escala de tales diferencias es de alrededor
de 7 + 2 [5 a 9); para algunas dimensiones, el número es mayor, y para algunas
menor, que esta escala específica. Siete diferencias comunicarían 2,8 bits.
Sin embargo, con com binaciones de dimensiones la información que se puede
transmitir es, algunas veces, notablemente mayor.

Información en la memoria humana

Vimos anteriormente que la cantidad de información que puede entrar


(«almacenaje permanente», es decir, memoria) por unidad de tiempo es muy
modesta, alrededor de 0,7 bits/s. Sin embargo, la cantidad que se puede retener
en este almacenaje es tremenda, con marcadas diferencias individuales. Si bien
los procesos específicos de aprendizaje y almacenaje no son completamente
comprendidos, se reconoce generalmente que se basan en ciertos cambios en las
células nerviosas (las neuronas) del cerebro. Se ha calculado que hay algo así
como unos 10 000 millones de éstas. Suponiendo la eficiente utilización de las
mismas, se estima que la capacidad global de almacenaje de la memoria humana
está, más o menos, entre 100 millones y mil billones de bits (Geyer y Johnson 16}.
Esta cifra, por supuesto, es mucho mayor que la capacidad de almacenaje de
cualquier ordenador actualmente en existencia o con probabilidad de funcionar
en un plazo razonable. Para extender la analogía entre el almacenaje de infor­
mación humana y el de los ordenadores, se ha precisado que los componentes
de almacenaje de los sistemas electrónicos son de dos tipos: estáticos (que

46
se componen de pautas especiales de datos binarios inalterables por el tiempo)
y dinámicos (información en forma de impulsos eléctricos o mecánicos). A su
vez, hay cierta evidencia de que el cerebro también combina ambos esquemas
(Geyer y Johnson “ ). Uno de los esquemas es la provisión para almacenaje de
información «antigua», y el otro ha sido descrito como una concepción «circula­
toria» que justifica el registro de información corriente o reciente (memoria
a corto plazo).

La información en las respuestas hum anas

Siguiendo la digresión anterior sobre información, podemos considerar


las respuestas humanas como «transportadoras» de información. Este concepto
queda más claro en los casos en que las respuestas de output están concebidas
para que respondan a los estímulos de input, como en ei caso de un operador
de perforadora (que «reproduce» la información del input pulsando el botón
correspondiente) o en ei caso de un tornero (que «reproduce» en la madera o
metal lo que está en el plano original). La eficacia con que la gente puede ,
«transmitir» información a través de sus respuestas depende de la naturaleza
del input de información inicial y del tipo de respuesta requerida. Como ejemplo
de la influencia en el tipo de respuesta a la cantidad de información que se
transmite, se hizo un estudio comparando las respuestas verbales con las res­
puestas motoras (pulsar una tecla) de temas que se ofrecían con números
arábigos (2,4 u 8 bajo cierto número de condiciones experimentales) a un ritmo
específico (1,2 o 3 por segundo) y se les pidió que las repitieran verbalmente
o que respondieran pulsando las teclas que correspondían a los números a pre­
sentar (Alluisi, Muller y Fitts2). El ritmo máximo para ¡as respuestas verbales
fue de 7,9 bits por segundo, y para las respuestas motor (pulsar una tecla),
de 2,8 bits por segundo. En una labor algo más compleja, se hizo un análisis de
la información de poner clavijas en hoyos con grados variables de tolerancia
(diferencia en diámetro de la clavija y del hoyo) y amplitudes variables (distancia
de traslación) (Fitts 15). La información en bits era medida por una fórmula
especial con un número de bits que, para diferentes condiciones experimentales,
abarcaba de 3 a 10.
Aunque la cantidad de información que puede ser «transmitida» por el ser
humano a través de sus respuestas físicas varía con la situación, se ha calculado
que el máximo valor razonable es del orden de 10 bits/s aproximadamente
(Singleton 2<s).

Dispiays utilizados en el input de información

Hay, por supuesto, muchas fuentes de información (por ejemplo, estí­


mulos distantes del centro) que la gente percibe directamente sin problema.
Hay, sin embargo, otras muchas circunstancias en las que la información que
se necesita para realizar alguna actividad puede ser ofrecida, de manera
indirecta, usando algún tipo de display. Algunas de estas circunstancias son las
siguientes:1

1. Cuando los estímulos distantes del centro son de un tipo que ios
humanos pueden sentir generalmente, pero que no pueden notar en otras
circunstancias, debido a factores tales como:
a] Estímulos que están en valores mínimos (por ejemplo, demasiado
lejanos, demasiado pequeños, o no suficientemente intensos) o por debajo
de ellos, y que necesitan ser amplificados por medios electrónicos, ópticos
u otros.
b) Estímulos que requieren reducción para su adecuada percepción
(grandes zonas de tierra convertidas en mapas).
c) Estímulos inmersos en un ruido excesivo que generalmente
necesita ser filtrado o amplificado.
d ) Estímulos que se hallan mucho más allá de los límites de per­
cepción humana y que deben ser convertidos en otra forma de energía para su
transmisión, y luego reconvertidos a su forma original para su captación
(radio o TV).
e) Estímulos que necesitan ser percibidos con mayor precisión
de lo que la gente puede captar (temperatura, pesos y medidas, y sonido).
f) Estímulos que necesitan ser almacenados para una referencia
futura (fotografía o grabadora).
g) Estímulos de un tipo que probablemente puede ser percibido
mejor o más convenientemente si se convierte en otro tipo, ya sea en la misma
modalidad sensorial (gráficos para representar datos cuantitativos) o en otra
modalidad (aparatos de alarma auditivos).
h) Información acerca de acontecimientos o circunstancias que por
su naturaleza requieren específicamente la presentación display (emergencias,
señales de carretera y avisos de peligro).
2. Cuando los estímulos distantes del centro son del tipo que los
seres humanos generalmente no pueden notar o están más allá del espectro al
que son sensibles los humanos y tienen que ser captados por aparatos especiales
y ser transmitidos por un código apto para la recepción humana (formas de
energía electromagnética y vibraciones ultrasónicas).

En estas y otras clases de circunstancias, cabe que sea apropiado


transmitir información pertinente (estímulos) indirectamente mediante algún tipo
de display. Para nuestros propósitos, consideraremos el display como un método
de ofrecer información indirectamente, tanto en forma reproducida como
codificada (simbólica). Si se decide utilizar algún display, puede existir alguna
opción si se considera la modalidad sensorial a estimular y la clase concreta
de display que se va a utilizar, ya que el método de presentar la información
puede influir, para bien o para mal, en la precisión y la velocidad con las que
dicha información es recibida.

C la se s de displays

Los displays pueden clasificarse en dinám icos y estáticos. Los displays


dinámicos son los que cambian continuamente o están sujetos a cambio
a través del tiempo. Incluyen los siguientes tipos: displays que describen el
estado o la condición de alguna variable, como pueden ser los indicadores de
temperatura y presión, los velocímetros y altímetros; ciertos displays CRT,
como el radar, el sonar, la TV y emisores de señales de alcance; displays que
presentan deliberadamente una información ya transmitida, como son los
tocadiscos, la TV y el cine; y los concebidos para ayudar al operario en el control
o fijación de alguna variable, como el control de temperatura de un horno. (Cabe
observar, incidentalmente, que hay algunos aparatos que desempeñan una doble
función, tanto de displays como de control, y éste es el caso, especialmente,
de los aparatos de regulación, como los correctores de temperatura automáticos.)
Los d isplays estáticos, en cambio, son los que permanecen inalterables en el
tiempo, como son las señales, tablas, gráficos, etiquetas y otras varias formas
de material impreso o escrito.

Tipos de información presentada por los displays

Los principales tipos de información ofrecidos por los displays son los
descritos a continuación. Aunque la mayoría de los displays hay que considerarlos

48
como dentro de categorías paralelas a ellas, no existe una verdadera correlación
pues algunos displays específicos presentan dos o más «tipos» de información,
o porque el usuario emplea la información representada tan sólo para ciertos
propósitos.

— Información cuantitativa: Comprende aquellas formas de display en


las que se refleja un valor cuantitativo de alguna variable, como la temperatura
o la velocidad. Aunque en la mayoría de los casos la variable es dinámica,
parte de esta información puede ser estática (como ¡a presentada en los
monogramas y las tablas).
— Información cualitativa: Engloba los d isplays que reflejan un valor
aproximado, tendencia, frecuencia de cambio, dirección de cambio u otro aspecto
de la variable cambiante. Esta información se suele pronosticar en un parámetro
cuantitativo, pero lo que se representa se «usa» más como una indicación de
cambio en el parámetro que para la mera obtención de un valor cuantitativo
propiamente dicho.
— Información del estado: Contiene los d isplays que reflejan la condición
o estado de un sistema, tales como indicaciones de parada-marcha, indicaciones
de uno de un número limitado de posibilidades (parada-precaución-libre), y las
indicaciones de otra clase de condiciones, como un canal de TV.
— Información de alarma y de señal: D isp la y utilizado para indicar
emergencia o condiciones de inseguridad o bien la presencia o ia ausencia de
algún objeto o condición (balizas o faros en la navegación). La información
representada en este grupo puede ser estática o dinámica.
— Información figurativa: Representaciones pictóricas o gráficas de
objetos, áreas u otras configuraciones. Algunas pueden presentar imágenes
dinámicas (como la TV o el cine), y otras ofrecen representaciones simbólicas
(como los latidos del corazón revelados por un osciloscopio, o las señales de un
tubo de rayos catódicos). Otras pueden presentar información estática (como
fotografías, mapas, cartas, diagramas, copias de todas clases y las representacio­
nes gráficas por medio de líneas y puntos).
— Información de identificación: Comprende los d isplays empleados
para identificar alguna condición (generalmente estática), una situación o un
objeto, como son las que detectan peligros, las filas de tráfico o los colores
de tuberías empleados según un código. La identificación se realiza generalmente
por forma codificada.
-— Información alfabético-numérica y sim bólica: Incluye d isplays de
información verbal, numérica, o codificada en muchas formas, como son las
señales, las etiquetas, los carteles, las instrucciones, las notas musicales, el
material impreso y escrito a máquina (incluyendo el Braille) y los impresos de
ordenador. Esta información es generalmente estática, pero en ciertas circuns-
tanciaq, puede ser dinámica, como en el caso de ¡os letreros de noticias en un
edificio, representados por luces móviles.
— - Información de fase: Contenidas por los displays de señales pulsadas
o de fase, por ejemplo señales controladas por períodos de duración y de
intervalos, y de sus combinaciones (código Morse y luces intermitentes).

Los tipos de d isplays que serían preferibles para proporcionar ciertos


tipos de información están virtualmente condicionados por la misma naturaleza
de la información en cuestión. Ahora bien, para presentar la mayoría de las
informaciones siempre cabe cierta elección en los tipos de d isplays , e induda­
blemente en las características de las mismas. Daremos ejemplos de algunos
d isplays visuales y auditivos, en los dos capítulos siguientes, junto con ejemplos
de algunas investigaciones que se han efectuado respecto al diseño de displays.
Como sea que ia codificación d e ios estímulos tiene implicaciones generales
en lo que se refiere al input de información y a su proceso, en este capítulo se
hará alusión a este aspecto d e ia codificación.
49
La codificación de los inputs sensoriales

Muchos de los citados d isplays incluyen codificación de la información


(en realidad, de estímulos para ella) frente a algunas otras formas de represen­
tación directa o de la que se hace una «reproducción* total del estímulo. Cual­
quier codificación de este tipo implica, en primer lugar, la elección de la moda­
lidad sensorial que ha de ser afectada, y en segundo lugar la de la dimensión
del estímulo particular (o su codificación) para utilizar en aquella modalidad
sensorial.
Elección de la modalidad sensorial. Al elegir o diseñar representaciones
para la transmisión de información de determinadas situaciones, la selección
de la modalidad sensorial (e incluso de la dimensión del estímulo) es, de hecho,
una conclusión a la que se ha llegado de antemano, como ocurre en el uso de
la visión para las señales de carretera y en el uso de la audición para otros
muchos propósitos. Sin embargo, allí donde cabe alguna opción las ventajas
intrínsecas de una sobre otra pueden depender de una serie de factores, como
los que se dan en la tabla 3-t. Las ventajas de una sobre la otra, tal como
aparecen en la tabla, están basadas en consideraciones obtenidas por la investi­
gación y la experiencia en lo que concierne a estas dos modalidades sensoriales.

Tabla 3-1. Cuándo emplear una forma de presentcaión auditiva o visual

Utilice una presentación


auditiva si: Utilice una presentación visual si:
1. El mensaje es simple t. El mensaje es complejo
2. El mensaje es corto 2. El mensaje es largo
3. El mensaje no se referirá a algo pos­ 3. E! mensaje se refiere a algo posterior
terior
4. El mensaje trata de io que sucede 4. El mensaje trata de la situación en el
espacio
5. El mensaje pide acción inmediata 5. El mensaje no pedirá acción inmediata
6. El sistema visual de la persona está 6. El sistema auditivo de la persona está
sobrecargado sobrecargado
7. La situación receptiva es demasiado bri­ 7. La situación receptiva es demasiado rui­
llante o se necesita una adaptación a la dosa
oscuridad
8. El trabajo de la persona hace que ésta 8. El trabajo de la persona hace que ésta
se mueva continuamente permanezca en una sola posición

Fuente: Deatheraee,' tabla 4-1, p. 124.

Selección de la dimensión del estímulo. Cuando la dim ensión del


estím ulo no está claramente dictada por ia naturaleza de la situación a mano,
la elección puede establecerse en los pros y contras relativos que están asociados
a las diferentes dim ensiones que lógicamente hay que tener en cuenta. Un aparta­
do sobre algunas de ellas se incluye en los capítulos siguientes. No obstante, al
considerar las diferentes alternativas, e s preciso insistir en que, a veces, cabe
utilizar dos o más dim ensiones del estím ulo en com binación. La mayoría de los
có d igos son unidim ensionales, es decir, que un sím bolo del código dado tiene
un significado dado, como ocurre con los colores rojo, amarillo y verde de las
luces de tráfico, la inconfundible señal hecha con el brazo por el árbitro de
béisbol para indicar la expulsión de un jugador, o los sig n o s $, c, ?, &, = y ! de una
página impresa. Por otro ¡ado, en algunos contextos se usan dos o m ás dim ensio­
nes de codificación combinadas. Tales com binaciones varían en su grado de
redundancia. Un código completamente redundante e s aquel en el que cada
cosa que ha de se r identificada tiene dos (o m ás) atributos únicos (como un

50

■ M M M n H H I IM IB H H nB B B H naB K B - .
color único y una forma única). A su vez. un código completamente no redundante
es aquel en que cada combinación única de los estímulos específicos de cada
dos (o más) dimensiones de aquéllos, representa tan sólo un punto específico.
Por ejemplo, cada combinación de un color y una forma podría ser utilizada para
codificar los artículos de un almacén. En algunas circunstancias, cabría emplear
un esquema de codificación parcialmente redundante.

D ire ctrice s generales para el uso de sistem as de codificación

Las generalizaciones en un campo tan vasto como puede ser el del


empleo de los códigos son bastante falaces, porque este terreno es muy
complejo. {Veremos más adelante unos cuantos ejemplos de aparentes incon­
gruencias en algunos hallazgos de la investigación.) Además, en una situación
dada puede ser necesario efectuar un cambio de una preferencia por otra.
No obstante, puede haber unas cuantas directrices que destaquen claramente
y otras a las que cabría descartar, pero que pueden ser objeto de cierta gene­
ralización.

La detección de los códigos. Para empezar, cualquier estímulo


utilizado al codificar la información, necesita ser detectable; concretamente,
tiene que ser de naturaleza tal que pueda ser percibido por el mecanismo senso­
rial en la precisa situación. En el léxico de los psicólogos, esto es un «umbral
absoluto». Pero los umbrales «absolutos» varían de un individuo a otro, e incluso
para un mismo individuo en diferentes momentos, y en función de la situación.

Discriminabilidad de los códigos. Por otra parte, todos los símbolos


del código, si bien son detectables por mecanismos sensoriales, necesitan
también ser discriminados de otros símbolos del código. Esto puede constituir
un problema cuando han de ser utilizadas diferencias a lo largo de alguna
dimensión de los estímulos, como pueden ser la frecuencia del sonido y la
luminosidad. Como se ha dicho anteriormente, las dimensiones del estímulo
varían según el número de niveles que pueden ser identificados sobre una base
absoluta. A este respecto, el grado de diferencia entre estímulos adyacentes
puede tener cierta importancia en la eficacia de un sistema de codificación,
aunque todas las diferencias usadas sean razonablemente discriminables. Los
resultados de un estudio lo aclaran (Mudd 23). En este estudio, se usaron tres
niveles distintos de diferencia del interestímulo en cada una de las cuatro
dimensiones de señalización auditiva, siendo variadas las diferencias entre los
estímulos adyacentes. Para ciertas dimensiones — especialmente de intensidad—
la media de los tiempos de respuesta estaba relacionada con la magnitud de las
siguientes diferencias entre estímulos: diferencia mayor del estímulo: 4,6 s;
diferencia normal: 5,7 s; y diferencia menor: 6,8 s. Sin embargo, la eficacia de
esta «separación» de los estímulos específicos de alguna clase se debe, proba­
blemente, a una función de la naturaleza de la dimensión del estímulo; en dicho
estudio, por ejemplo, el incremento de la diferencia entre ¡os estímulos de
frecuencia no redujo apreciablemente el tiempo de respuesta.

Compatibilidad de los códigos. Compatibilidad es una noción muy


generalizada pero que tiene una incidencia sustancial en la ingeniería de los
factores humanos. Para nuestro propósito general podría ser definida así:
La compatibilidad se refiere a las relaciones espaciales, de movimiento o de
concepto de los estímulos y de las respuestas, individua! o combinadamente,
consistentes con las expectativas humanas. Esta noción es muy sencilla en el
caso de compatibilidad estímulo-respuesta ÍE-R), pero el concepto de compatibi­
lidad es también aplicable allí donde hay simplemente una transmisión de
información (como en el uso de ciertos sistemas de codificación) en ausencia

51
de una respuesta física Idónea. A este respecto, el grado de compatibilidad de
los sistemas de codificación tiende generalmente a estar en su punto máximo
cuando la labor en que operamos requiere una mínima cantidad de transformación
de la información — codificar o descodificar— . Así, deberíamos aprovechar las
asociaciones que ya están consagradas en el repertorio humano y pueden ser
asociaciones instintivas o aprendidas. Refiriéndonos otra vez a las luces de
tráfico, si alguien cometiera el disparate de cambiar el sistema de rojo, amarillo
y verde a violeta, amarillo verdoso y azul celeste, nos veríamos desconcertados
a causa de la necesidad de tener que volver a codificar a partir de otro sistema,
por lo menos hasta que aprendiésemos el nuevo.

Carácter significativo de los códigos. El uso de cualquier código implica


que su significado para el usuario debe ser manifiesto. Esto se puede afirmar
a partir de dos bases: f) que el código corresponda simbólicamente a lo que
representa (como una seña! de carretera que presente una curva en vez de
decir: «gire a la derecha»; y 2) el aprendizaje entre la asociación de la represen­
tación y lo que significa.

Estandarización de los códigos. Cuando los sistemas de codificación


deben ser usados por personas diferentes en situaciones distintas (como én el
caso de las señales de tráfico), la estandarización facilitará su uso cada vez que
la gente tenga que cambiar de una a otra situación.

Uso de códigos multidimensionales. En términos generales, el uso


de dos o más dimensiones de codificación combinada tiende a facilitar la
transmisión de información a los seres humanos, probablemente allí donde
haya una total redundancia, y tal vez en menor grado con una redundancia
parcial.

R esu m en del sistem a de codificación

Gomo se ha indicado anteriormente, cualquier sistema de codificación


se basa en la dimensión de un estímulo concreto. Los capítulos 4 y 5 incluirán,
respectivamente, aclaraciones de códigos visuales, auditivos y táctiles, acom­
pañados de ejemplos.

Organización de la información en los displays

Como indicamos más arriba, un display no transmite información como


tal, sino que ofrece estímulos que pueden ser significativos para el receptor.
Así, cuando discutimos* la organización de la información, esto no es más que
una manera eufemístíca de referirnos a la organización de los estímulos, tales
como sus características temporales, su número y su tipo. Convendría tomar
nota aquí, otra vez, de que la capacidad humana para enfrentarse a una barrera
de inputs de estímulo depende más de los procesos perceptivos y de ia mediación
que de los procesos sensoriales exclusivamente.

Velocidad y carga de los estímulos. Carga se refiere a la variedad


de estímulos (en tipo y número) a los que el receptor tiene que atender. Por lo
tanto, si un individuo tiene diferentes clases de instrumentos visuales, o varios
del mismo tipo a los que debe prestar atención, ia carga en el sistema visual
será mayor que si hubieran menos. Por otro lado, la velocidad — usada en este
contexto— se refiere al número de estímulos por unidad de tiempo o, viceversa,
a! tiempo disponible por estímulo, incidentalmente, se podría considerar la velo­
cidad y la carga para una sola modalidad sensoria! (como la visión o la audición)
o para combinaciones de ellas.

52
Los efectos de carga y velocidad han sido investigados reiteradamente.
En un estudio de Mackworth y Mackworth 18 se hizo una labor de búsqueda
visual para la que se utilizó un panel de displays con 3 relojes en cabeza y
50 columnas con números en ciertas posiciones de cada uno de ellos. Los
relojes presentaban un número de tres dígitos que aumentaba de valor en un
número cada vez, identificándose este cambio por un fuerte chasquido. La tarea
del sujeto, bastante complicada y que no necesita ser descrita detalladamente,
consistía en una comparación continua del número cambiante de los relojes
con los números en las columnas, y luego indicaba la columna (es decir, A, B,
C, etc.) en la que aparecía el número más próximo correspondiente. La carga
fue variada controlando el número de columnas que se iban a usar (5, 10, 15,
20, 30, 40 o 50). y la velocidad fue controlada por el ritmo de cambio de Sos
relojes. Los sujetos puntuaban según el número de errores cometidos.
Algunos de los resultados aparecen en la figura 3.3. Concretamente
esto mostró la relación entre carga y errores para velocidades rápidas (6 deci­
siones por minuto) y velocidades lentas (3 decisiones). Las líneas de rayas
(que reflejan las relaciones generales) indican que los errores aumentan con la
carga (aunque el número de decisiones por minuto es constante) y que la velo­
cidad también está relacionada con los errores.

Fig. 3.3. Efectos de una carga en


aumento (número de canales emplea­
dos) sobre los errores. Estos datos
proceden de un estudio en ei que se
emplea un panel de varios núme­
ros de columnas de número de com­
paración. Las velocidades más rápi­
da y más lenta fueron, respectiva­
mente, 6 y 3 decisiones por minuto.
(Tomado de Mackworth y Mack­
Carga {número de colum nas empleadas) worth.18)

Es interesante observar que, en los estudios de carga y velocidad,


se ha encontrado que el producto aritmético de estas dos variables da típicamente
como resultado una relación lineal con el funcionamiento. Esto fue ilustrado,
por ejemplo, por una serie de estudios de Conrad 8 con una labor de cronometraje
en que los sujetos tenían que pulsar una tecla cuando la manecilla se acercaba
a las 12 o a las 6 en cualquiera de las esferas de reloj usadas. En el experimento
en cuestión, bajo diferentes circunstancias se usaron dos, tres y cuatro esferas
y la velocidad fue variada. La relación entre el producto de la velocidad y la
carga por un lado y las omisiones por el otro, se muestra en la figura 3-4. Cabe
ver que esta relación es esencialmente lineal por encima de la escala primaria
de carga de tiempos de velocidad.
Esfuerzo de velocidad y esfuerzo de carga. Las pautas de los resultados
mostrados anteriormente han sido confirmadas por otros muchos estudios.
Tales resultados han llevado a Conrad a admitir que la existencia del esfuerzo
de velocidad y del esfuerzo de carga en situaciones como éstas 9 y sugiere
que el esfuerzo de velocidad es, esencialmente, una reacción por parte de una
persona que trabaja en una iabor que tiene el efecto de empeorar su función
más allá de lo que cabría esperar a partir de las características del display.
El esfuerzo de carga, por otro lado, cambia el carácter de la labor. Mientras
más aumenta ei número de señales (displays visuales), más tiempo se necesita
para hacer juicios, debido simplemente al mayor alcance de exploración
requerido.

53
Fig. 3.4. Relaciones entre velocidad
X carga y «omisiones» en un estu­
dio de cronometraje. La carga es el
número de fuentes (en este caso dos,
tres o cuatro esferas de reloj). La
relación es esencialmente lineal por
encima de la escala primaria de car­
ga de tiempos de velocidad. (Según
datos de Conrad,* adaptados por Mack-
worth y Mackworth.18)

Velocidad x carga
^señales por m inuto x núm ero de esferas)

Ajuste de las fases de tiempo de las señales. Cuando los estímulos


se presentan brevemente y en ajustada sucesión temporal, puede ocurrir un
fallo perceptivo a causa del esfuerzo de velocidad o de carga. Algunos de los
aspectos de cronometraje de las señales auditivas han sido investigados por
Conrad en una serie de estudios, utilizando las esferas múltiples mencionadas
anteriormente. En uno de estos estudios (Conrad I0), por ejemplo, se emplearon
cuatro esferas, variándose la velocidad de la señal de 40 a 160 por minuto. Se
hizo un detallado análisis del número de ocasiones en que una respuesta
llegaba tarde (oprimiendo una tecla correspondiente a la esfera d esp ués de que
la manecilla hubiera pasado la 12 o la 6 posición del reloj). Además, este análisis
se realizó relacionándolo con el cronometraje de estímulos y respuestas adya­
centes. Considerando dos estímulos y sus respuestas respectivas, cabía imaginar
la secuencia normal de los acontecimientos (S = estímulo; R = respuesta):

S,, R,, S 3, R3

Un análisis del cronometraje de los intervalos entre estos acontecimientos


indicó que si los estímulos están muy próximos, o si llegan en grupos, las
respuestas que se Ies dan con frecuencia fallan, se retrasan, o quedan diver­
samente afectadas. Si bien los límites absolutos de los intervalos del interestí­
mulo mínimo deseable son de difícil obtención, se ha establecido que, cuando
tal intervalo es más pequeño que, digamos, 0,5 s, es probable que los estímulos
sean confusos. De hecho, un individuo puede en este caso dar respuesta a los
dos como si se tratara de uno solo.
A partir de una fase de su estudio, Conrad 10 hace patente que, cuando
los individuos tienen algún control en el cronometraje de las señales del input
(marcarse sus propios pasos), el funcionamiento de su labor tiende a mejorar,
contrariamente a cuando el cronometraje de las señales está completamente
fuera de su control.

Resumen. La implicación para el diseño de equipo de la investigación


re'^clonada con la velocidad, carga y cronometraje de señales visuales que se
suceden con frecuencia, es relativamente clara. Cuando es probable que las
señales visuales se sucedan con bastante rapidez, parece conveniente (siempre
que sea posible) procurar que la información se presente en un número limitado
de fuentes (canales) en vez de muchos. Además, el índice de presentación
debiera estar dentro de unos límites aceptables en lo que se refiere al funciona­
miento de la respuesta humana. Asimismo, allí donde el espaciado de señales
que se tiene que presentar pueda ser controlado, se deberían evitar los intervalos
cortos entre señales, las agrupaciones de señales, y los intervalos cortos entre
señales que sigan a respuestas previas. Siempre que sea factible, parece
conveniente permitir que el individuo controle el índice de input de señales.
Inputs sensoriales múltiples

La anterior digresión sobre carga, velocidad y variables relacionadas


quedó restringida a señales visuales de alguna clase genera! y que se suceden
con frecuencia. Sin embargo, hay veces en que los trabajadores están supedi­
tados a varios Inputs a través del mismo canal sensorial y a Inputs recibidos
por varios sentidos, especialmente la vista y el oído. Las relaciones de inputs
múltiples pueden ser de varios tipos, entre ellos los siguientes: 1) tiempo
compartido (información potencialmente significativa y pertinente que puede
venir de diferentes fuentes a través del mismo canal sensorial o a través de dos,
o incluso más, canales sensoriales); 2) uso de canales sensoriales redundantes
(dos o más sentidos pueden ser usados para transmitir información idéntica
o de apoyo, en general simultáneamente o, al menos, en una secuencia temporal
muy ajustada); y 3) ruido («ruido* generalmente se refiere a algún estímulo
no pertinente, normalmente no deseado; aunque en general pensamos en el
ruido como lo auditivo en la naturaleza, el término también es aplicable a otros
estímulos no pertinentes, como el ruido visual, o estorbo).
Han sido muchos los estudios sobre los efectos de los diferentes Inputs
en un mismo canal sensorial y de inputs a partir de una modalidad sensorial
sobre inputs de otra. No es posible discutir aquí, extensamente, estos efectos,
aunque se puede hacer referencia a algunos puntos.*

Tiempo compartido

El «tiempo compartido» se refiere a aquellas situaciones en las que el


ser humano tiene dos o más ocupaciones entre las que ha de distribuir su
atención. En un sentido muy estricto, un individuo no puede prestar atención
simultánea a dos o más aspectos de una situación. Al realizar varias funciones
simultáneamente, como llevar el volante de un coche, controlar el acelerador y
mantener la atención puesta en el tráfico, lo que realmente hacemos es cambiar
nuestra atención de una cosa a otra, algunas veces muy rápidamente. El tiempo
compartido puede ser de muchas clases, como recibir dos o más inputs
sensoriales, o bien ejecutar varias acciones físicas o combinaciones de éstas.
Cuando estas demandas llevan al límite al individuo, puede darse el esfuerzo
de carga o el de velocidad, o ambos a la vez, y de hecho, el tiempo compartido
puede inducir a una forma de stre ss de carga y velocidad.

Tiempo compartido en inputs visuales. Las investigaciones sobre


velocidad y carga, de las que acabamos de hablar, han tratado de labores relati­
vamente homogéneas y por lo tanto no implicaban el tiempo compartido. Sin
embargp, muchas actividades del mundo real no se ajustan a las pautas prístinas
de muchos trabajos de laboratorio. Esta disparidad llevó a Weisz y McEIroy 32
al estudio de los efectos del esfuerzo inducido de labor (en realidad esfuerzo de
velocidad) en trabajos de tiempo compartido que serían mucho más representati­
vas en las actividades del operador humano en los sistemas; incluyendo las
labores que requiriesen almacenaje e integración de la información en el tiempo
(que no han necesitado la mayoría de las tareas de laboratorio en este terreno).
Ya que los detalles de procedimientos experimentales podrían ser una carga
para el lector, trataremos de reducir aquel estudio a sus características prin­
cipales. El experimento suponía cinco labores de respuesta diferentes para que
correspondiesen a diferentes estímulos presentados simultáneamente por
medio de imágenes con un CRT. La escala de estímulos constaba de variaciones
en cada una de las cuatro formas geométricas (rectángulo, trapecio, triángulo

* Para un comentario más extenso sobre este tema, véanse Mowbray


y Gebhard.”
y paralelogramo); los estímulos eran generados en un CRT por uso de un orde­
nador y aparecían en los cuadrantes del CRT. Cada forma tenía siete variaciones,
tales como rectángulos muy altos y estrechos que disminuían hasta rectángulos
bajos y anchos. Los cinco tipos de labores (acontecimientos) a las que debía
responderse, eran:

— M edia: Estimación de la media de población de los rectángulos en


cuadrante recto superior, con las siete variaciones de rectángulos que se consi­
deran que forman una escala. Todas las imágenes.
— Forma: Identificación del valor de la forma (variación específica)
de un trapecio en el cuadrante inferior derecho. Todas las imágenes.
— Par: Detección de pares (y triples) de formas idénticas en las
imágenes.
— Recorrido: Recordando la ubicación de los pares de estímulo y bus­
cando la aparición de un par similar en la siguiente imagen situado en el mismo
cuadrante (se necesita memoria a corto plazo).
— Línea: Buscando los dos cuadrantes inferiores para variaciones
extrem as de un trapecio o un triángulo en forma de líneas de puntos (más que
en una línea continua).

Estas labores eran de tiempo compartido y, después de un período de


preparación, los sujetos realizaban labores compuestas en una serie de 18 pruebas
(9 en cada uno de dos días), variando éstas en proporción de tres, es decir,
10 s por imagen, 7 s por imagen y 4 o 5 s por imagen. Los sujetos grababan sus
respuestas utilizando pulsadores especiales. El funcionamiento se medía por
errores, incluyendo un compuesto (total) de errores en todas las labores. Veamos
ahora qué consecuencias se derivan a partir de este estudio. La figura 3-5
muestra el tanto por ciento de todos los errores (a) y el tanto por ciento de las
omisiones (í>) para cada una de las labores.. Ciertos puntos sobresalen en estas
figuras. Obviamente, el nivel más alto de esfuerzo en la velocidad, era acompañado
°do s los errores

Fjg 3 5 Porcentaje de todos ios errores a y om isiones b en tareas com o función de


v e lo c i d a d (en se gu n d o s por estructura]. V é a se el texto para la descripción de las
tare as. ( S e g ú n W e isz y McElroy.31)
y paralelogramo); los estímulos eran generados en un CRT por uso de un orde­
nador y aparecían en los cuadrantes del CRT. Cada forma tenía siete variaciones,
tales como rectángulos muy altos y estrechos que disminuían hasta rectángulos
bajos y anchos. Los cinco tipos de labores (acontecimientos) a las que debía
responderse, eran:

— Media: Estimación de la media de población de los rectángulos en


cuadrante recto superior, con las siete variaciones de rectángulos que se consi­
deran que forman una escala. Todas las imágenes.
— Forma: Identificación del valor de la forma (variación específica)
de un trapecio en el cuadrante inferior derecho. Todas las imágenes.
— Par: Detección de pares (y triples) de formas idénticas en las
imágenes.
— Recorrido: Recordando la ubicación de los pares de estímulo y bus­
cando la aparición de un par simiiar en la siguiente imagen situado en el mismo
cuadrante (se necesita memoria a corto plazo).
— - Línea: Buscando los dos cuadrantes inferiores para variaciones
extrem as de un trapecio o un triángulo en forma de líneas de puntos (más que
en una línea continua).

Estas labores eran de tiempo compartido y, después de un período de


preparación, los sujetos realizaban labores compuestas en una serie de 18 pruebas
(9 en cada uno de dos días), variando éstas en proporción de tres, es decir,
10 s por imagen, 7 s por imagen y 4 o 5 s por imagen. Los sujetos grababan sus
respuestas utilizando pulsadores especiales. El funcionamiento se medía por
errores, incluyendo un compuesto (total) de errores en todas las labores. Veamos
ahora qué consecuencias se derivan a partir de este estudio. La figura 3-5
muestra el tanto por ciento de todos los errores (a) y el tanto por ciento de las
omisiones (¿) para cada una de las labores.. Ciertos puntos sobresalen en estas
figuras. Obviamente, el nivel más alto de esfuerzo en la velocidad, era acompañado

Velocidad, se gu n dos por estructura


(o) Errores totales ( 6 ) Errores de omisión

Fig. 3.5. Porcentaje de todos los errores a y omisiones b en tareas como función de
velocidad (en segundos por estructura]. Véase el texto para la descripción de las
tareas. (Según Weísz y McEIroy.32)

56
de un incremento en el error total. (Aunque no se muestra en la figura, el índice
de error total compuesto, cuando era computado, aumentaba desde el 18,4 hasta
el 32,2 por ciento.) Pero lo Interesante del caso es que el tanto por ciento de
todos los errores (a) en la labor media, a pesar de la dificultad de la labor,
no aumentaba como en las otras, y la labor de forma tampoco aumentaba tanto.
Estas dos labores también tenían el tanto por ciento más bajo en índices de
omisión (6), especialmente la labor media, con el grado de omisión virtualmente
inalterado por el esfuerzo.
Algunas especulaciones sobre los resultados de los investigadores pueden
proporcionar alguna luz respecto a los efectos del esfuerzo de velocidad en las
labores de input visual de tiempo compartido. Para empezar, debería tomarse
nota de que las labores medias y de forma necesitan una respuesta para cada
imagen, pero las otras no; estas otras suponen una inseguridad temporal y
espacial que requiere la búsqueda de una representación para identificar los
acontecimientos significativos. Eran más «probabilísimos» en el sentido de que
un acontecimiento que exigiera respuesta no ocurría en todas las estructuras.
Además, ia labor de recorrido (la que sufría más el esfuerzo de velocidad) tam­
bién dependía de la memoria a corto plazo de una imagen a la siguiente. Así ,
parece ser que en las labores de tiempo compartido como éstas, el esfuerzo
de velocidad no afecta de igual modo a todas ellas, sino que más bien afecta en
particular a las labores con mayor seguridad y a las que dependen de la memoria
a corto plazo.
Otro estudio relevante es el que fue ¡levado a cabo por Olson.24 El
experimento consistía en ia división de la atención visual entre dos labores.
Una de éstas era la de seguimiento, que consta de una «carretera» movible
y una rueda que controla un indicador en aquélla; el objetivo estribaba en
mantener el indicador en el centro de la carretera. La otra labor era identificar
el indicador (en cualquier punto, desde 6 hasta 18 diales) que se desviaban
fortuitamente a partir de una posición neutral. Mientras que el interés principal
se volcaba más en las otras variables (distribución del dial, carga, velocidad, etc.),
un aspecto del estudio se relacionaba con el presente tema del tiempo com­
partido. El funcionamiento en las dos labores era solamente correlativo hasta
el punto de 0,2, que sugiere la hipótesis de que los individuos tendían a adoptar
sus propias estrategias de prioridad para dar especial atención a una labor u otra.
Tanto si las estrategias de prioridad son bastante comunes en los sujetos a
causa de la naturaleza intrínseca de la labor (como en el caso del estudio de
Weisz y McEIroy), como sí son seleccionadas por ellas mismas (como, proba­
blemente, en el caso de Olson), parece evidente que, cuando las presiones de!
esfuerzo de velocidad agotan las posibilidades del operante, algo tiene que
ceder, específicamente el funcionamiento en algunas de las labores de tiempo
compartido.

Tiempo compartido en los inputs auditivos. Esencialmente, el mismo


efecto contrario de tiempo compartido (de algo que tiene que ceder) es aparente
en el caso de inputs auditivos, como ocurre cuando dos o más inputs ocurren
simultáneamente, coinciden parcialmente uno con otro hasta cierto punto, o se
suceden muy cercanos en el tiempo. Si por ejemplo un individuo está atento
a mensajes verbales y dos mensajes se suceden al mismo tiempo, sólo uno
de ellos, generalmente, pasará. Sin embargo, si hay un ligero intervalo en uno,
el primero es típicamente identificado con más precisión que el segundo
(Webster y Thompson31). Pero si hay una diferencia de intensidad bien deter­
minada, siendo el segundo más intenso, tenderá a tener prioridad sobre la
atención del receptor, aunque pueda retrasarse después de! primero tanto
como 2 s.
El efecto contrario de mensajes simultáneos ocurre incluso cuando sólo
uno es pertinente y necesita ser atendido (Broadbent5). También hay alguna
evidencia de que cuando un mensaje competitivo (y no pertinente) es relativa­

57
)
mente similar en contenido y palabras a un mensaje pertinente, los efectos de
interferencia sobre este último son mayores que si el mensaje no pertinente es
muy diferente (Peters 2S).

Tiempo compartido de los canales sensoriales auditivos y visuales. Ya


que la visión y la audición son los sentidos más importantes para recibir infor­
mación de las representaciones, no estaría fuera de lugar comparar estos dos
sentidos y comprobar hasta qué punto están influidos por su mutua interferencia
o por otras posibles actividades de trabajo. Los indicios detectados hasta ahora
sugieren que, cuando los inputs visuales y ios auditivos están compartidos en
el tiempo, el canal auditivo es más resistente a los efectos de interferencia
que el canal visual (Mowbray 20).

Resumen. Es bastante evidente que hay límites más allá de los cuales
el tiempo compartido de los inputs sensoriales da típicamente como resultado
alguna degradación en el funcionamiento. Cuando las circunstancias lo permiten
(y algunas veces no lo hacen), los esfuerzos deberían conducir a poder mani­
pular aquella situación en que ia degradación sea reducida al mínimo, cuando
no eliminada. Como en otros contextos, conviene tomar las generalizaciones
con precaución. A partir de este punto de vista, la evidencia de la investigación
— citada anteriormente en parte— parece sugerir unas cuantas directrices
generales, aunque éstas no puedan ser aplicables a través del cuadro:

1. Siempre que sea posible, debería reducirse al mínimo el número de


fuentes potencialmente competitivas.
2. Cuando sea probable que el tiempo compartido imponga un esfuerzo
de velocidad o de carga, el receptor debiera estar provisto de indicios acerca
de las prioridades, de modo que su estrategia de prestar atención lo primero
a lo primero pueda tomarlas en consideración.
3. Siempre que sea posible, los requisitos para el uso de memoria a
corto plazo y para tratar con acontecimientos de baja probabilidad, tendrían que
ser reducidos al mínimo.
4. Siempre que sea posible, los estímulos de input que requieren
respuestas individuales, deberían ser separados temporalmente y presentados
en una proporción tal que se pueda responder a ellos individualmente. Los inter­
valos extremadamente cortos (de menos de 0,5 o 0,25 s) deberían eludirse
cuando no eliminarse del todo. Debería permitirse al receptor controlar la
proporción de input.
5 . Allí donde es factible una elección de las modalidades sensoriales
en una situación donde el input perceptivo tenga competición, el sentido auditivo
es generalmente más duradero y está menos influenciado por otros inputs .
6. Algunos medios de dirigir la atención a fuentes pertinentes y más
importantes incrementarán ia posibilidad prioritaria en el receptor; por ejemplo,
en algunas situaciones los estímulos visuales (como las luces) pueden ser usados
como indicaciones avanzadas para la localización de fuentes auditivas pertinentes,
o viceversa.
7. Cuando dos o más inputs auditivos tengan que ser compartidos en
el tiempo, sería conveniente programar los mensajes pertinentes o señales de
modo que no ocurran simultáneamente, para separar físicamente las fuentes
(tales como altavoces) entre mensajes pertinentes frente a los impertinentes,
para poder llegar a filtrar (si es posible) cualquier mensaje impertinente y,
donde no puedan ser filtrados, hacerlos lo más diferentes posible de los que son
pertinentes, por ejemplo, dando mayor intensidad a los pertinentes más intensos,
o utilizando claramente características espectrales distintas.
8. Especialmente cuando las labores manuales repetitivas están
divididas por tiempos con inputs sensoriales no relacionados, cuanto mayor
sea el aprendizaje en la labor manual, menor será su posible efecto sobre la
recepción del input sensorial.
U so de canales redundantes sensoriales

Dos o más canales sensoriales, como la visión o la audición, pueden


ser usados de modo redundante para presentar la misma información. En tanto
que la evidencia respecto a algunos aspectos del comportamiento humano es algo
inconclusiva, no queda prácticamente duda de que el uso de codificación redun­
dante visual y auditiva (presentación simultánea de información idéntica a ambos
sentidos) incrementa las posibilidades de recepción de la información. Cabría
recurrir a diferentes estudios específicos para ilustrar este punto. Recurriremos
a un estudio de vigilancia para ello (Buckner y McGrath 7).
En este estudio, fueron tres las condiciones:

— Labor visual: Los sujetos detectaban un incremento en la intensidad


de una luz intermitente que se encendía durante 1 segundo y se apagaba
durante 2.
— Labor auditiva: Los sujetos detectaban un incremento en la intensidad
de un tono intermitente de 750 Hz que se abría 1 segundo y se apagaba durante 2.
— Labor combinada visual y auditiva: Las labores visuales y auditivas
se combinaron, y tanto las señales visuales como auditivas funcionaban
simultáneamente.

En esta tarea, los sujetos tenían que detectar 24 señales durante 60 mi­
nutos de vigilancia; cualquiera que fuese la guardia, sólo se usaban señales
visuales o auditivas o combinadas. La figura 3-6 muestra el tanto por ciento de
señales de cada tipo que se detectaron. La consiguiente ventaja de la señal combi­
nada queda evidente a través del horario de vigilancia.

Fig. 3.6. Realización de una tarea de


vigilancia visual, auditiva y visual-au­
ditiva combinada. La escala vertical
muestra el porcentaje de señales de­
tectadas durante períodos de una ho­
ra. (Según Buckner y McGrath.7)

En otro estudio que refuerza este punto, los sujetos tenían que oprimir
una de tres teclas (izquierda, centro, derecha) en respuesta a una señal visual
(rojo, naranja o verde, respectivamente), a una seña! auditiva (100, 700 o 5000 Hz)
o a una señal combinada (Klemmer !7). Los porcentajes de respuestas correctas
fueron las siguientes: señal visual, 89 % ; señal auditiva, 91 % ; y una señal visual
y auditiva combinada, 95 % .

Ruido y teoría de la detección de señales (TDS)

En ciertas circunstancias, los estímulos significativos pueden ocurrir en


presencia de -ruido» capaz de interferir la recepción de los estímulos, cuales­
quiera que sean, como timbres de alarma, sirenas de niebla, señales Morse
o de radar, luminosas contra un fondo, o para detectar defectos en los productos
que se están inspeccionando. Los posibles efectos de! ruido (auditivo, visual

59
o cualquier otro) en la detección de estímulos ha dado lugar a la formulación de
la teoría de la detección de señal (TDS) {Swets et alt.,29 Swets28).

Bases de la TDS. Para ilustrar esta teoría, supongamos el caso de un


ruido ambiental en una fábrica, cuya intensidad varía fortuitamente en el tiempo
pero con la irrupción eventual de una señal de aviso de una grúa que lo incrementa.
Las probabilidades del ruido (para momentos concretos) podrían ser como las de
la izquierda de la figura 3-7, y la distribución de la intensidad combinada (ruido

Intensidad

Fig. 3.7. Ilustración de algunos de los conceptos de la teoría de la detección de seña­


les (TDS), utilizando como parámetro la intensidad del sonido. Las dos distribuciones
reflejan las probabilidades (para momentos concretos) en las que la intensidad del
ruido (R) o de la señal más ruido (SR) pueden aparecer. La figura ilustra un punto del
criterio que puede seleccionarse para tomar una decisión «sí*. Los restantes paráme­
tros también pueden tomarse de la misma manera. Véase el texto para la explicación,
en la que se incluyen los significados de los símbolos de probabilidad empleados.

más señal) como la de la derecha. En el caso de valores muy bajos o muy altos
no hay ningún problema apreciable para determinar si sólo está presente el ruido
o si lo está la señal. Es en áreas de superposición donde puede existir confusión.
Las probabilidades reales de una u otra se reflejan en la figura por la proporción
relativa de superposición de ambas distribuciones en los valores de intensidad
coincidentes.
Cuando se quiere determinar la presencia o ausencia de una señal, caben
cuatro alternativas de respuesta, como las siguientes, en las que hay una pro­
babilidad (P) asociada a cada una:

Respuesta Estímulo
Ruido (R) Señal + Ruido (SR)
Sf (S) P (S/R) P (S/SR)
NO (N) P (N/R) P (N/SR)

En el ejemplo de la figura 3-7 se ve que ningún observador sería capaz de


detectar señales el 100 % del tiempo [P(S/SR)] sin tener ninguna «falsa alarma»
[P(S/R)J. Sin embargo, el «criterio» elegido por el sujeto al tomar su decisión
sí/no, tiene obviamente un efecto en la frecuencia del tipo de error que ocasio­
naría. Si es «indulgente» en la identificación de las señales, situaría el nivel de
su criterio a la izquierda, con un consiguiente incremento en el número de «falsas
alarmas»; en tanto que si operase bajo una «serie» para estar completamente
«seguro» de una señal, trasladaría su nivel de criterio a la derecha, con una
reducción en la proporción de «aciertos» (el número de detecciones de señales
reales).

60
Generalidad de la TDS. Aunque esta explicación se ha basado en la
ilustración de una señal auditiva contra un fondo de ruido (siendo e! continuo
sensorial la intensidad), los mismos conceptos se pueden aplicar en el caso de
otros tipos de «señales» y «ruido», como pueden ser la forma ondulatoria de
sonidos auditivos, luces y otras clases de señales visuales.
Implicaciones de la TDS. En la teoría de la detección de señales,
existen implicaciones importantes que incluyen por lo menos los siguientes
factores: siempre que sea posible, la señal debiera ser tal que, cuando se com­
binase con el ruido, los valores mezclados formaran una distribución que resaltase
claramente de la del ruido. Y cuando no pueda evitarse una superposición, hay
que tomar una decisión en la que se considere el tipo de error que sea más
tolerable («falsas alarmas» o fracaso en la detección de señales) ya que ello
incide en el nivel de criterio que el observador debe establecer.

Procesamiento humane de la información


En su disertación sobre la ergoriomía de la presentación de información,
Singleton 26 indica acertadamente la necesidad de ofrecer ia información a la
gente por medio de la representación, de tal modo que pueda potenciarse su uso
en situaciones operativas. El «uso» de tal información en el contexto de los
factores humanos implica ¡a participación de cualquiera de ios muchos tipos de
procesos de mediación o de percepción, incluidos los siguientes:
Almacenaje de la información
— Mem oria a largo plazo.
— Mem oria a corto plazo: Recordar la información pertinente para
períodos cortos de tiempo, como al tener que dar uri mensaje a alguien.
Recuperación de la información y procesamiento
— Reconocimiento: Un proceso perceptivo implica esencialmente el
reconocimiento o detección de estímulos pertinentes o de señales.
— Recuerdo: incluye el recuerdo de la información objetiva aprendida,
procedimientos, procesos, secuencias y otras clases, así como el almacenaje de
información en memoria a corto plazo mencionado anteriormente.
— Procesamiento de la información: Categorizar, cálcuio, codificación,
evaluación, interpolación, especificación, tabulación, traducción, etc.*
— Resolución de problemas y toma de decisión: Analizar, calcular,
elegir, comparar, evaluar, estimar, planificar, etc.’
— Control de las respuestas físicas: Ejercicio de control sobre una
amplia gama de respuestas físicas, incluidas las condicionadas, la selección de
respuestas apropiadas a estímulos concretos, secuencias de respuesta y respues­
tas de control continuo.
■ Prácticamente, tocios estos procesos de mediación (y quizás otros) sirven
como motivo propio para un mayor campo de conocimiento e investigación y no
es posible en este texto tratar la función de cada uno en su relación con el
tema de los factores humanos. Sin embargo, a causa de! papel central del
aprendizaje: dentro de este contexto, haremos un resumen de los procesos de
adquisición de conocimientos y destreza, y del aspecto relacionado con la trans­
ferencia de los mismos.

Adquisición do destreza y conocimiento

Aprender consiste en un cambio relativamente permanente en un


individuo, tal como se manifiesta en su comportamiento. Lo que un individuo haya

E stas enum eraciones de conductas fueron desarrolladas peí Berlinor,


Angelí y Shearor.* y reflejan el consenso de diversas p erso n a s en cuanto representan
p rocesos de meditación razonablemente concretos.

61
aprendido, no puede ser determinado directamente, sino a través de su realización
posterior. El espectro de las capacidades de funcionamiento humano está, por
supuesto, enraizado en el mismo conocimiento y capacidad que ei ser humano
ha ido adquiriendo. Aunque extraordinariamente variadas en su naturaleza
específica, las capacidades del hombre pueden ser probablemente clasificadas
en clases tales como: capacidad corporal bruta (caminar, mantener el equilibrio,
etcétera), habilidades de manipulación (incluidas las de tipo continuo, secuencial
y discontinuo), destreza perceptiva y destreza de lenguaje (incluidas las comu­
nicaciones convencionales, matemáticas, metáforas y otras representaciones que
usa la gente al pensar y solucionar un problema, y al codificar un lenguaje de
ordenador, por ejemplo).

Tipos de aprendizaje. La naturaleza de la acción o del material que


tienen que ser aprendidos (trabajo, operación, actividad, contenido, etc.) práctica­
mente predetermina el tipo de aprendizaje implicado. Gagné 15 ha postulado
ciertos tipos de aprendizaje que constituyen lo que él llama secuencia cumulath/a
del aprendizaje, en la que cada nivel depende de otros inferiores y forma una
especie de edificio, tal como se muestra en la figura 3-8. Aunque Gagné da por
sentado este esquema jerárquico para el desarrollo humano, podemos ver proba­
blemente alguna pertinencia de cada uno de estos niveles con ciertos tipos de
actividades en las operaciones de sistemas. Por ejemplo, el nivel de estímulo-
respuesta es aplicable a los trabajos sencillos como son girar un botón de mando
cuando se haya oído una seña!; las relaciones en cadena a seguir ciertos movi­
mientos específicos; las múltiples discriminaciones a elegir la respuesta adecuada
a cada uno de los diferentes estímulos (como las luces de tráfico); y la aplicación
de principios a ciertos problemas de mantenimiento.

Fig. 3.8. Ilustración generalizada de


la secuencia de aprendizaje acumu­
lativo propuesta por Gagné 15 (p. 182)
En este modelo, el aprendizaje, a
cualquier nivel dado, depende de un
aprendizaje importante en los nive­
les más bajos.

Condiciones que contribuyen al aprendizaje. Las condiciones y métodos


que contribuyen más beneficiosamente al aprendizaje no serán discutidas aquí
con detalle. Sin embargo, mencionaremos brevemente unas cuantas de ellas:
motivación por parte del que aprende; conocimiento de los resultados (es decir,
feedback en el que ei individuo puede considerar lo aprendido); distribución
de los períodos de entrenamiento (generalmente, es conveniente algún espacia-
miento entre los períodos del aprendizaje, aunque la duración óptima y el intervalo
entre períodos de éste es válida solamente para el conocimiento o la técnica
que están siendo aprendidos); y los tipos de incentivos usados (generalmente,
los positivos son más efectivos que los negativos, y generalmente los intrínsecos,
e s decir, aquellos asociados con la actividad, son más efectivos que los
incentivos externos.

62
Transferencia de! saber. Gran parte de lo que aprendemos en una
situación es transferido a otra. Ésta, por supuesto, es la premisa en que se funda
toda la educación; lo que se aprende en la escuela será transferido a contextos
pertinentes del mundo real. En nuestro estudio de los factores humanos, estamos
M: interesados, por supuesto, en el proceso de la transferencia del aprendizaje
tal como se desarrolla al transferir el conocimiento y las destrezas previamente
adquiridos a los tipos de circunstancias de la vida para las que la transferencia
es pertinente, como al realizar un trabajo o al conducir un coche.
Han sido enunciadas varias teorías sobre la transferencia: La primera
formulación importante fue el principio de los elem entos idénticos propuesta por
Thorndike,30 es decir, la transferencia de una situación a otra ocurrida en el
sentido que había idénticos elementos en ambas situaciones. Otra teoría general
M B es la transferencia a través de principios (Bass y Waughn.3 p. 40). Esta teoría
postula que la transferencia positiva resulta cuando un individuo aplica a nuevas
situaciones los principios aprendidos en circunstancias específicas previas,
y cuando aquéllas tienen suficiente generalidad para cubrir ia clase de estímulos
que las circunstancias previas y las situaciones nuevas tienen en común. Sin
embargo, otras teorías están basadas en el grado de similitud o diferencia entre
la naturaleza de los estímulos y la de las respuestas, de la tarea en la que ei
saber inicial tiene lugar, y de aquella a la que el aprendizaje tiene que ser
transferido (Deese y Hulse,12 p. 349; Muckler et alt.22). Estas teorías afirmarían
que la transferencia sería tanto mayor cuando coincidan el estímulo y la respuesta
de ésta con las de la tarea inicial de aprendizaje, y que la transferencia sería
negativa si una nueva respuesta tuviera que ser asociada con un estímulo para el
que ya hubiera sido aprendida una respuesta diferente (como el aprender a
pararse en una iuz verde). Aunque tales teorías tienen una atracción intuitiva, se
debería añadir que no hay ninguna base operacional para medir el grado de
similitud entre estímulos o respuestas diferentes, o para calcular «cuánta»
transferencia ocurrirá en una situación dada. En este momento, probablemente
necesitamos reconocer el hecho de que, en general, no hay una teoría confirmada
relacionada con la transferencia del aprendizaje que lleve por sí misma a una
aplicación práctica.

Compatibilidad

No se debería dejar ei tema del input de información y procesamiento


sin antes adentrarse algo más en el tópico de la compatibilidad. Aunque hay
muchas formas diferentes de compatibilidad, en la mayoría de los casos puede
considerarse que caen dentro de uno de los tres grupos: 1) compatibilidad
espacial, que concierne a las características físicas, o disposición en el espacio,
especialmente de representaciones y controles; 2) compatibilidad de movimiento,
o sea la dirección del movimiento de las representaciones, controles y respuestas
del sistema, y 3) compatibilidad conceptual, es decir, las asociaciones concep­
tuales de la gente, como la de que el verde represente «vía libre» en ciertos
códigos. En lo referente a actividades de motor perceptual hay cierta presunción
acerca de la compatibilidad del estímulo y de la respuesta combinados. El término
compatibilidad de estímulo-respuesta (compatibilidad E-R) fue usado por primera
vez por Fitts y Seeger,14 siguiendo el uso anterior del término compatibilidad
por A. M. Small. Fitts y Seeger caracterizaron a la compatibilidad E-R del siguiente
modo: «Una tarea implica relaciones E-R hasta el punto de que el conjunto de
combinaciones estímulo y respuesta que están incluidas en ella da como resultado
un alto, grado de transferencia de información». En este contexto de la teoría de
la información, el concepto de compatibilidad implica un proceso hipotético de
transformación de la información, o de recodificación de la actividad, y está
basada en la suposición de que el grado de compatibilidad se halla en su punto
máximo cuando los procesos de recodificación se hallan en el mínimo.
63
Orígenes de las relaciones de compatibilidad. Las relaciones d<
compatibilidad tienen dos posibles orígenes. En primer lugar, ciertas relac
de compatibilidad son intrínsecas a la situación, por ejemplo girar un volan!
derecha para poder girar a la derecha. En ciertas combinaciones de display
controles, por ejemplo, el grado de compatibilidad está asociado en la me
en que son ¡somórficos o tienen relaciones espaciales similares. Otras reía«
compatibles son adquiridas culturalmente, partiendo de hábitos o asociaci
que son característicos de la cultura en cuestión. En Estados Unidos, por eje
para encender la luz generalmente se pulsa el interruptor hacia arriba, pero
otros países se hace hacia abajo. Cómo se desarrollan estas pautas culturaii
adquiridas es quizá consecuencia de circunstancias fortuitas.

La identificación de las relaciones de compatibilidad. Si se desea


sacar partido de las relaciones compatibles para diseñar un equipo u otras a
es, por supuesto, necesario saber qué relaciones son com patibles. Hay gen«
mente dos maneras de que éstas puedan ser comprobadas o deducidas. En pi
lugar, algunas de estas relaciones son obvias o manifiestas, particularmente
muchas relaciones que son intrínsecas a la situación, por ejemplo la manera
estar repartidos representaciones y controles yuxtapuestos. Además, ciertas
relaciones culturalmente adquiridas son también tan incisivas que también
patentes, como los símbolos rojo, amarillo y verde de los semáforos de tr¿
Pero cuando las relaciones más compatibles no son obvias, es necesario ide
ficarias a base de experimentos empíricos. Se citarán ciertos ejemplos en
capítulos posteriores.

Comentario sobre la compatibilidad. Aunque las diferentes versión«


de compatibilidad implican procesos de sensación y percepción, y también c
respuesta, ia relación entre ellas — el puente entre ellas— es un verdadero proc
de mediación. Allí donde se pueden utilizar relaciones compatibles hay una gi
probabilidad de un mejor funcionamiento. Sin embargo, en muchos, aspectos
funcionamiento humano hay ciertas obligaciones o limitaciones que necesitai
ser consideradas con respecto a las relaciones de compatibilidad. Por ejemp!
algunas de estas relaciones no son evidentes por sí mismas y necesitan ser
comprobadas empíricamente. Cuando esto se hace, a veces resulta que una
relación dada no es percibida umversalmente por toda la gente, y en tales ca
puede ser necesario «evaluar las posibilidades», o sea determinar la proporcú
de gente propensa a una determinada «asociación» o tendencia a una respue
y establecer una determinación de diseño sobre esta base. Además, hay alguns
circunstancias en que las consideraciones de cambio pueden exigir que se renun
al uso de una relación compatible dada para algún otro beneficio.

Resu m en

En cualquier situación operacionai (como es ei realizar alguna función


un trabajo), el ínput de información a partir del medio ambiente (sea sentido
directa o indirectamente por medio de displays) sirve, en combinación con la
información almacenada en ia memoria, como granero para cualquiera de los
numerosos tipos de procesos de mediación como base para decisiones acere;
de ías acciones a tomar. A este respecto, se han hecho esfuerzos para simplifíc
las presentaciones de displays con el fin de reducir las exigencias necesarias
impuestas a un personal operante, incluidos los requisitos de entrenamiento.
Siguiendo esta propuesta, la estrategia definitiva conduciría, como indica
Singíeton,26 a ia eliminación de los seres humanos para tales operaciones,
y a desarrollar un sistema automatizado para lograr ei objetivo deseado. Cuand
sea factible y práctica una completa automatización, esta automatización puede
parecer conveniente. Sin embargo, cuando no es éste e! caso, queda la pregunt
de cuán «simplificada» debería estar destinada a ser una operación.
4 Displays visuales

Puesto que el uso de !os d isplays depende de ¡a capacidad visual de!


ser humano, comentaremos primero eí proceso de la visión y ciertos tipos de
capacidad visual.

El proceso de la visión

El ojo se parece mucho a una cámara fotográfica con lentes ajustabies


a través de las cuales los rayos de luz son transmitidos y enfocados, y con una
zona sensible {la retina) sobre la que incide la luz. La figura 4-1 ilustra las
características principales del ojo, en un corte transversal. La lente del ojo es
normalmente flexible, para que pueda ajustarse y así enfocar debidamente la
retina. La imagen del objeto en la retina es invertida, lo mismo que ocurre en

Fig. 4.1. Características principales


del ojo humano en una sección lon­
gitudinal. La luz pasa a través de la
pupila, es reflejada por la lente y llega
hasta el foco en ia retina. La retina
recibe el estímulo luminoso y trans­
mite un impulso al cerebro, a través
del nervio óptico.

una cámara fotográfica, como se ilustra en la figura 4-2. La retina está compuesta
de dos áreas sensibles, los llamados bastones y conos. Los conos son principal­
mente sensibles a las variaciones de la longitud de onda de la luz, la cual da
lugar a la sensación subjetiva del color. Hay aproximadamente 6 o 7 millones
de conos en el ojo, y generalmente predominan en la sección central de la retina.
Los bastones son esencialmente sensibles a la cantidad de luz y no lo son

Fig. 4.2. Ilustración de cóm o la ima­


gen de un objeto se, reproduce inver­
tida en la retina del ojo.

65
particularmente a las diferencias de la longitud de onda. Hay aproximadamente
130 millones de bastones en el ojo, y tienden a predominar hacia las zonas
exteriores de la retina, alrededor de los lados del globo ocular. Los bastones
y los conos, al recibir luz a través de las lentes, envían impulsos a través del
nervio óptico hasta el cerebro, donde tiene lugar la traducción.

A cuidad visual

Hay varios tipos de acuidad visual, pero todos se refieren a la determi­


nación o distinción de los detalles en blanco y negro. Los diferentes tipos de
acuidad visual dependen en gran parte de la acom odación de los ojos, la cual no
es otra cosa que el ajuste de las lentes del ojo para producir un enfoque adecuado
de los rayos de luz en la retina. En la acomodación normal, si se está mirando
un objeto lejano, las lentes se aplanan, y si uno contempla un objeto cercano
las lentes tienden a curvarse para proporcionar un enfoque correcto de la imagen
en ¡a retina. Esto queda ilustrado en la figura 4-3 a para los objetos distantes,
y en la 4-3 b para los objetos cercanos.
En algunos individuos, la acomodación de los ojos es deficiente. Esto
origina lo que llamamos miopía e hipermetropía. Cuando una persona es miope,
sus lentes tienden a permanecer en un estado de convexidad y, si bien puede
lograr un enfoque adecuado de los objetos cercanos, no lo consigue con los
objetos distantes, como se muestra en la figura 4-3 c. La hipermetropía, a su vez,
es una deficiencia en que las lentes tienden a permanecer demasiado planas. La
persona puede ver claramente a larga distancia, pero tiene dificultades para ver
a una distancia corta, como se muestra en la figura 4-3 d. Estas deficiencias
pueden ser corregidas a veces con lentes adecuadas que cambian la dirección de
los rayos de luz antes de llegar a las lentes del ojo, y por lo tanto produzcan
un enfoque correcto en la retina.

Tipos de acuidad visual

La medida de acuidad más corrientemente usada, la acuidad mínima


separable, se refiere al menor detalle, o ai menor espacio entre las partes de un
objeto, que el ojo puede detectar. Los signos usados para medir la acuidad
mínima separable incluyen letras y varias formas geométricas, como las ilustradas
en la figura 4-4. Estos signos pueden variar en tamaño y distancia, y la acuidad
visual del sujeto viene determinada por el objeto más pequeño que puede iden­
tificar. Esta acuidad generalmente se mide en reciprocidad del ángulo visual
subtendido del ojo en función del menor detalle que pueda ser distinguido
{o sea la subtención angular del detalle). El recíproco de un ángulo visual de
1 minuto de subtensión de arco, se emplea generalmente como unidad de medida
y proporciona una base gracias a la cual cabe comparar ios niveles de acuidad
visual. Si, por ejemplo, un individuo puede identificar solamente un detalle que
subtiende un arco de 1,5 minutos, el resultado de acuidad será un recíproco de
1,5 minutos, o de 0,67. Por otro lado, si un individuo puede identificar un detalle
que subtiende un arco de 0,8 minutos, su resultado, el recíproco de 0,8 minutos,
sería 1,25.
La acuidad Vernier se refiere a la capacidad para diferenciar un despla­
zamiento latera!, o una ligera desviación de una línea a partir de otra que, si no
lo fuera, formaría una sola línea continua (como se hace al ajustar los «finales»
de líneas en ciertos aparatos ópticos). Generalmente, se mide en términos del
ángulo visual más pequeño que puede ser detectado en este desplazamiento.
Acuidad mínima perceptible es la capacidad para detectar un signo (como un
punto) sobre su fondo, y se mide en función del ángulo visual bajo el que puede
ser detectado el punto más pequeño. A su vez, la acuidad estereoscópica se
refiere a la capacidad para diferenciar las diferentes imágenes — o dibujos—

66
Miopía
Luz centrada delante de la retina
por lo que respecta a objetos lejanos

por lo que respecta a objetos cercanos

F¡g. 4.3. Ilustración de la acomodación normal para distancias lejos y cerca a y b,


y de la miopía c y de la hipermetropía d.

recibidas por ambas retinas de un objeto que tenga profundidad. (Estas dos
imágenes difieren más cuando el objeto está cerca de los ojos, y menos cuando
los objetos están lejos.) La acuidad estereoscópica suele medirse por la diferencia
entre ángulos paralácticos (a los ojos) de objetos similares que se hallan a
distancias poco diferenciadas entre sí.

[o) Letra (Ó! Anillo [ c i Barras [cf] Tablero


paralelas

Fig. 4.4.' Ilustraciones de diversos tipos de tarjetas empleadas en tests y experimentos


de agudez visual. Las características diferenciables en los cartones a, b, c, d y e son
todas del mismo tamaño y, por lo tanto, abarcan el mismo ángulo visual en el ojo.
Gon el cartón a el sujeto debe identificar cada letra; con los c, e y f debe identificar
ia orientación (vertical u horizontal); y con el b debe identificar cualquiera de las
cuatro orientaciones. Con el cartón d debe identificarse un tablero entre otros con
cuadros más pequeños.

Convergencia (foria)

Cuando dirigimos nuestra atención visual a un objeto en concreto, es


necesario que los dos ojos converjan en él para que las imágenes de! m ism o en
las dos retinas estén en posiciones correspondientes y de esta manera se obtenga
la impresión de un soto objeto. Se dice que las d os imágenes se han fusionado
si realmente se superponen. La convergencia está controlada por los m úsculos
que rodean al globo del ojo, y normalmente, cuando un individuo mira un objeto
67
en particular, aquéllos operan automáticamente para provocar la convergenc
Pero algunos individuos tienden a converger demasiado, y otros no lo sufici
A estas condiciones se les llama forias. Puesto que la doble imagen que apar
cuando no tiene lugar la convergencia es incómoda visualmente, ios que las su
suelen compensarlas aprendiendo a provocar la convergencia; sin embargo, p
presentarse stre ss y tensión muscular al superar estos desequilibrios muscular

D istinción del color

Mientras todavía se discute acerca de los procesos específicos grac


a los cuales diferenciamos los colores, el daltonismo es claramente una deficie
en la capacidad de los conos para diferenciar varias longitudes de onda. E
daltonismo completo y verdadero es muy poco frecuente. Los diferentes gra
y tipos de daltonismo parcial incluyen casos en los que hay dificultad para
diferenciar entre ciertos colores, como entre el rojo y el verde o entre el ai
y el amarillo.

Adaptación a la obscuridad

La adaptación del ojo a ios diferentes niveles de luz y obscuridad v


provocada por dos funciones. En primer lugar, la pupila del ojo aumenta 6
tamaño cuando entramos en una habitación obscura, para poder admitir más I
por el contrario, tiende a contraerse frente a una luz brillante, para limitar I;
cantidad que de ella entre en el ojo. Otra función que influye en el grado de
perfección y que podemos percibir cuando pasamos de la luz a la obscuridad
un proceso fisiológico dentro de la retina donde la púrpura visual es elabora
Bajo tales circunstancias, los conos (que son sensitivos al color) pierden mi
sensibilidad. Ya que en la obscuridad nuestra visión depende en gran parte <
ios bastones, la discriminación del color queda limitada en la obscuridad. El tiei
requerido para una completa adaptación a la misma es de 30 a 40 minutos.
La adaptación contraria, de la obscuridad a la luz, tiene lugar en algunos segura
o como máximo en un minuto o dos. En situaciones en las que alguien neces
estar adaptado a la obscuridad, como a bordo de un barco en vigía nocturm
es frecuente la práctica de llevar gafas rojas por un período de tiempo (una
media hora) antes de empezar la guardia, para facilitar el proceso de adaptac
a la obscuridad.

C ond iciones que afectan a las discrim inaciones visuales

La capacidad de algunos individuos para establecer diferencias visua


depende, por supuesto, de su destreza visual, especialmente su acuidad visua!
Sin embargo, aparte de las diferencias individuales, hay ciertas variables
(condiciones) externas al individuo, que afectan a la discriminación visual. Algui
de estas variables se enumeran o analizan brevemente a continuación.

Contraste de luminancia. El «contraste de luminancia» se refiere


a la diferencia de luminancia de las características del objeto que se observa, <
particular de los detalles que lo destacarán por contraste con el fondo (por
ejemplo, una flecha en una señal de dirección contra su área de fondo). El contra
de luminancia se expresa por la siguiente relación:

Sj — B
Contraste = ----------- x 100
S,

68
donde 6, — la más brillante de las dos áreas de contraste
B 2 = la más obscura de las dos áreas de contraste

El contraste entre la impresión de esta página y su fondo blanco es


considerable; si suponemos que el papel tiene una reflectancia del 80 % y que la
impresión la tiene del 10 por ciento, el contraste sería:

80 - 10 70
----------- X 100 = — x 100 = 88 %
80 80

Si la impresión fuera en un papel gris en vez de blanco, e! contraste


sería, por supuesto, mucho menor.

La cantidad de iluminación será comentada en el capítulo 12.

Tiempo. Dentro de unos límites razonables, cuanto más largo es el


tiempo de observación, mayor es la discriminabilidad.

Razón de luminancia. La razón de luminancia es la existente entre dos


áreas cualesquiera en el campo visual (generalmente, el área de principal atención
visual y el área que la rodea).

Movimiento. El movimiento de un objeto determinado o del observador


(o de ambos) disminuye el umbral de agudeza visual. La capacidad para establecer
discriminaciones en tales circunstancias se llama agudeza visual dinámica (AVD)
y generalmente se expresa en grados de movimiento por segundo (Goodson y
M iller21). La agudeza decrece rápidamente cuando la proporción de movimiento
pasa de 60°/s (Burg6). La AVD no parece estar muy relacionada con otras
destrezas visuales (Burg y Hulbert7).
El deslumbramiento será explicado en el capítulo 12.

Combinaciones de variables. Las pruebas de que se dispone indican


que hay efectos de acciones recíprocas en la función visual cuando existen
diversas combinaciones de variables, como los efectos combinados de contraste
y movimiento descritos por Petersen y Dugas.46 Algunos de estos efectos serán
comentados en el capítulo 12.

R esum en

Las capacidades visuales — especialmente la acuidad visual y la discri­


minación, del color— tienen una relación directa con el diseño de displays, en
particular con la capacidad para detectar estímulos pertinentes y para discriminar
entre variaciones de los mismos (como las posiciones de los indicadores de los
diales, o de letras diferentes). Pero, tal como se ha dicho en el capítulo anterior,
podemos sentir mucho más de lo que podemos comprender o recordar. El signifi­
cado de lo que vemos en los displays visuales depende en parte de ios procesos
perceptivos y del aprendizaje de las asociaciones pertinentes (como aprender
él alfabeto o la forma de las señales de carretera). Por esta razón, el diseño
correcto de los diversos tipos de displays — de los que ahora hablaremos— tiene
que estar basado en parte en ¡os factores*f>erceptivos y de aprendizaje, así como
en la capacidad específica visual del ser humano.

Displays cuantitativos

Estos displays se emplean para proporcionar información acerca dei


valor cuantitativo de alguna variable, ya sea una variable dinámica cambiable
TI

(como pueden ser la temperatura o la velocidad) o bien lo que esencialmente es


una variable estática (como una medida de longitud, en una regla). En la mayoría
de los casos, en tales representaciones hay un nivel de precisión explícito
o implícito que es necesario o deseado, como la medida al milímetro, centímetro,
pulgada, pie o milla. Una gran parte de la investigación ha sido realizada con
d isplays cuantitativos encaminados a determinar las características del diseño
y que contribuyen a una rapidez y precisión en su uso. Expondremos los detalles
de sólo unas cuantas de estas tareas de investigación, y, por otro lado, haremos
un resumen de las implicaciones que en ellas existen.

D ise n o básico de las representaciones cuantitativas dinám icas

Hay tres tipos básicos de representaciones cuantitativas dinámicas,


y son los siguientes: 1) escalas fijas con indicadores movibles; 2) escalas movibles
con indicadores fijos (o, en algunos casos, los índices de referencia de la brújula),
y 3) displays digitales o contadores (en que los números de los contadores
mecánicos cambian de posición como en la lectura del cuentakilómetros).
Ejemplos de estos tres tipos se dan en la figura 4-5. Las primeras dos clases son
indicadores análogos, ya que el indicador referente a la escala es equivalente
al valor que está representado. Es evidente que hay diferencias esenciales en la
eficacia con la que cabe utilizar estos diversos diseños en variadas circunstancias.

Comparación de los diferentes diseños. Durante ios últimos años


se ha procedido a diversos estudios en los que han sido comparados ciertos
diseños de escalas cuantitativas (Elkin,18 Graham,21 Sleight59). Aunque los
resultados de estos estudios son algo contradictorios, parecen sobresalir ciertas
implicaciones generales. Por ejemplo, se ha apuntado (Applied ergonom ics
handbook 71) que un indicador digital es más adecuado que un display analógico
si se requieren lecturas precisas de los valores numéricos, ya que con un display
analógico el lector tiene que calcular la posición del indicador con respecto a las
marcas de escalas adyacentes. Esta superioridad en la precisión está apoyada por
Sinclair,58 y también se refleja en los resultados de un estudio de Zeff 70 en el
que sólo había 4 errores en 800 lecturas en una representación digital, en tanto
que en un display circular se producían 50 errores. Además, se descubrió que
las lecturas con display digital eran más rápidas, como se indica en la siguiente
comparación de tiempos medios de respuesta:
Display digital 0,94 s
Dial circular 3,54 s

Sin embargo, se debe tomar nota de que si los valores están cambiando
en un indicador digital, no pueden permanecer visibles suficientemente como
para ser leídos.
Aunque los displays digitales tienen ventaja tanto en cuanto a precisión
como de tiempo al indicar los valores específicos, los d isplays analógicos poseen
ventajas de otros tipos. La ventaja depende especialmente del diseño del
indicador movible de escala fija, en contraposición al diseño del indicador fijo
de escala móvil (Christensen 3), probablemente porque la posición del indicador
(en una escala fija) añade una indicación perceptiva de la que carece el diseño
de escala móvil. A este respecto, muchas escalas básicamente cuantitativas son
empleadas también de una forma cualitativa, como al tomar nota de una desviación
aproximada a partir de un valor deseado o al anotar la proporción y dirección
del cambio al observar la altitud. El uso de diseños de indicador móvil con escala
fija facilita ciertamente este propósito. Sin embargo, las escalas fijas tienen sus
limitaciones, especialmente cuando la gama de valores es tan grande que no
puede ser indicada en una escala relativamente pequeña. En tal caso, ciertos
diseños de indicadores fijos de escala móvil, como en el caso de una ventana

*
E S C A L A F U A . IN D IC A D O R M O V IL

0 50 D ism inuye

40 50 GO 70
tm liinlixníim iiiiiím itniilnn

Dism inuye Aum enta

(ó) Escala circular con valores ic) Escala semicír- ( cf) Escala { e ) Escala
positrvos y negativos cufar o curva vertical horizontal
H S C A L A M O V IL . IN D IC A D O R FIJO

50-
Aum enta Dism inuye
i 40 — 40 50

▼ 6 7^ _______ A
5 30 4
11
.1.1. !.. 1 j J

( f) Escala ( g) Escalas de {/} ) Escala ( / ) Escala


circular ventanilla vertical horizontal
D IS P L A Y D IG IT A L

(/ ') D isp la y | g| 7 | 9 [4 l3 ]
digital

Fig. 4.5. Ejemplos de determinados tipos de displays utilizados para presentar informa­
ción cuantitativa. (Posteriormente, se hace referencia a determinadas características
de estas escalas.)

rectangular abierta y con escalas horizontales y verticales, tienen ia ventaja


práctica de ocupar un espacio pequeño en ei tablero al exponer tan sólo la
porción relevante de ia escala.
Además, ia investigación y la experiencia tienden a favorecer las escalas
Circulares y semicirculares (a, b y c, en !a figura 4-5) por encima de las escalas
verticales y horizontales (rf y e en esta figura). Sin embargo, hay circunstancias
en que las escalas verticales y horizontales tendrían ventajas indudables.

Legibilidad de los altímetros. El diseño de altímetros ha supuesto


un problema muy concreto para la aviación durante mucho tiempo. En numerosos
casos, los accidentes de aviación han sido atribuidos a fallo de lectura del modelo
normalmente usado. Este modelo consta de tres indicadores que representan,
respectivamente, 100, 1000 y 10 000 pies, igual que las agujas de un reloj para
segundos, minutos y horas. En un primer estudio experimental sobre altímetros,
Grether 25 encontró que el modelo era leído con más errores y exigía más tiempo
que la mayor parte de los diseños (experimentales), probablemente porque el
lector tenía que com binar tres fuentes de información. A su vez, un contador com­
binado (para miles de pies) y un indicador (para cientos) demostraron ser usados
con más exactitud y con menos errores.
Nuevas ideas respecto a los diseños de altímetros surgieron a partir de
un estudio de Simón y Roscoe,57 como lo expuso Roscoe,33 en el que se procedió
a comparar cuatro tipos de instrumentos utilizados para demostrar la altitud
reai, la altitud pronosticada (en 1 minuto) y la altitud ordenada (la altitud a la
que tiene que volar el avión). Se muestran de una forma muy simplificada en la
figura 4-6. Las representaciones estaban concebidas para proporcionar compa­
raciones de las tres variables de diseño, es decir, 1) escalas verticales respecto
a escalas horizontales, 2) presentaciones integradas (de los tres valores de
altitud mencionados anteriormente) frente a presentaciones separadas, y 3) pre­
sentaciones analógicas-espaciales frente a contadores digitales. El tiempo y el
error de funcionalidad de los pilotos ai solucionar problemas de toma de decisión
sobre el control de altitud y el porcentaje de pilotos que incurrían en errores al
usar los cuatro diseños, aparecen también en la figura 4-6. La clara y consistente
superioridad dei diseño a (representación integrada de la escala vertical) es
patente. La explicación dada al respecto por Roscoe 33 radica principalmente en
su realismo pictórico al representar posiciones relativas en el espacio vertical
por medio de una representación en la que arriba significa arriba y abajo

(a) Integración (ó) Integración (c) Separación (d) Separación


vertical circular contadores circular

T iem p o,
57
e n se g

N.° de
7
e rro re s

A d e la n t o
p orc en taje 12
e rro re s

Leyenda:
A. Altura real
B. Altura precedida (en 1 min)
C. Altura ordenada

Fig. 4.6. Cuatro diseños de display para presentar (A) altura real, (B) altura prede­
cida (en 1 min), (C ) altura ordenada y tres criterios (tiempo medio para 10 intentos,
número de errores y porcentaje de 24 sujetos en comisión de errores). Estos displays
aparecen en forma muy simplificada. (Según Simón y Roscoe ,57 tal como los presenta
Roscoe.53)

79
significa abajo. (Esto es un nuevo ejempio de compatibilidad.) El diseño b, que
representa el espacio vertical de una forma deformada (alrededor de un círculo),
no se comportó tan bien como el a, pero era en general superior al c y al d,
que consistían ambos en representaciones separadas de los tres valores de
altitud en vez de una representación integrada. Así, se puede deducir una pista
según la cual los d isplays integrados (cuando son realmente apropiados) son
preferibles en general a los que tienen indicaciones separadas para los diferentes
valores.
Además, este ejemplo refuerza el punto de vista de que las genera­
lizaciones rápidas son bastante traicioneras. Hemos visto, por ejemplo, que, en
este caso, una escala vertical era claramente mejor y que el uso de contadores
separados era manifiestamente inapropiado debido probablemente a la necesidad
de imaginar posiciones relativas en el espacio vertical.

Características específicas de las escalas cuantitativas

La capacidad para establecer discriminaciones visuales (como las nece­


sarias en el uso de escalas cuantitativas) queda influida en parte por las
características específicas que han de ser discriminadas. Algunas de las caracte­
rísticas relevantes en las escalas cuantitativas son ia longitud empleada como
unidad de escala, marcadores de escala (cuántos y de qué tamaño), progresiones
numéricas, y diseño de los indicadores.

Longitud de unidad de escala. La iongitud de la unidad de escala


es la dimensión que, en la escala, representa el valor numérico de ia menor unidad
en la que puede ser leída. Por ejemplo, si un manómetro tiene que ser leído
con una aproximación de 10 Ib de presión, las 10 ib tendrían que ser la menor
unidad de medida y la escala estaría construida de tal manera que una longitud
dada (en pulgadas, milímetros, etc.) representara por lo menos 10 Ib de presión.
(El que exista o no un marcador para cada unidad de este tipo ya es otra cuestión.)
La longitud de la unidad de la escala debe ser tal que ¡as distinciones
entre ios valores se puedan leer con una seguridad razonablemente óptima en
términos de capacidades humanas perceptivas y sensoriales. Varios investigadores
han estudiado esta cuestión con disparidades todavía inexplicables. Aunque ciertos
investigadores (Jones et alt.,33 Murrell et alt.“ ) han comunicado una exactitud
aceptable en la lectura de escalas con unidades tan bajas como 0,02 pulgadas
(0,5 mm), la mayoría de recomendaciones prevén valores que abarcan desde
0,05 hasta 0,07, como se muestra en la figura 4-7. Los valores mayores probable­
mente quedarían garantizados cuando el uso de instrumentos estuviera en
condiciones inferiores a las ideales, como al ser utilizados por personas con una
visión por debajo de lo normal, o cuando se usan con una iluminación pobre
o bajo -el apremio del tiempo. Por implicación, podrían darse circunstancias
realmente favorables en que las unidades de escalas menores quedaran comple­
tamente justificadas, como en individuos de muy buena visión, cuando las condi­
ciones de visión fueran siempre satisfactorias, y quizá cuando los requisitos de
precisión no fuesen imperativos.

Marcadores de escala. Hay cierta evidencia conflictiva sobre la


conveniencia de tener marcadores de escala para cada unidad que deba leerse,
frente a tener menos marcadores (lo que requiere entonces interpolaciones de
valores entre los marcadores). En general, sin embargo, la experiencia aboga por
la inclusión de un marcador de escala para cada unidad que deba ser leída. Si la
escala total requiere que el espacio destinado a una unidad de escala haya de
ser reducido por debajo de lo que normalmente se considera conveniente, los
marcadores de escala adolecerán de un exceso de signos que puede impedir una
lectura precisa y rápida (especialmente con una iluminación escasa). En tal
circunstancia, es mejor diseñar una escala que exija una cierta interpolación. La

73
Bosquejos básicos, «rwgdtefooes en pulgadas (los valores en centímetros aperecen entre paréntesis)

M arca do r m ás im pórtente de (e escala M arca do r m á s im p orta nte d e la escala


- ^ ^ O O í2 5 (-0 3 2 ) M arcadores intermedios M arcadores interm edios

— ^0CH25(£)32) J-OO30U376)
M arcadores | ~ Í| i M arcadores m enores
•n a m en ores ?
—1 ‘**1fH J0ISW )32} e /

i l i II l i f t ato
(°2?| t- •! 0 0 5 (1 3 ) (-25)
-S e p a ra c ió n m inim s ' S eparación m ínim a
entre los centros entre los centros

Tamaóoreal

llliillll Il l l i i l l l l
{ a ) Condiciones norm ales de visión ( b ) Ilum inación baja

Fig. 4.7. Formato recomendado de escalas cuantitativas, teniendo en cuenta la longi­


tud de la unidad de escala y la graduación de los marcadores. El formato a se propone
para condiciones de iluminación normales bajo condiciones de visión normal y el b para
iluminación pobre. (Según Grether y Baker, p. 88.)

gente es moderadamente exacta en la interpolación como expusieron Cohén y


Follert,10 quienes sostienen que ia interpolación de quintos, o incluso décimas, es
capaz de dar una precisión satisfactoria en muchas situaciones. Incluso en este
caso, cuando se necesita alta precisión (como en ciertos instrumentos de prueba
y en precisos aparatos de medición), un marcador debería poseer cada una de
sus unidades de escala, aunque para ello se requiera una escala mayor o una
distancia de visión más cercana.
Progresiones numéricas de escalas. Cada escala cuantitativa tiene
algún sistema intrínseco de progresión numérica que se caracteriza por ia dife­
rencia numérica entre los valores adyacentes en la graduación correspondiente

Valor n def intervalo numerado básico


1 2 5

g n I i i (__ 1__1_l i l i __1 a n l i l i l í I 1 I 1 I


o 0.1 1 0 1 0.1 0.2 0 .2 .4 .6 .8 1.0 OI 0 5 0 .5 10
o 1 10 0 to 1 2 0 2 4 6 8 10 1 5 0 5 10
OoJ
-< 10 «X) 0 100 10 20 0 20 40 60 80 100 to 50 0 50 100
-Q

£
‘o
03

~036 1 1 1 1 1 1
g n i 1 1 i 1 I 1 1 1 i 1 g n I 1 1 1 1 Referencia
03
Ó.2 1 0 t 2 0.2 2 0 2 Q Valor de! intervalo
X> 2 10 0 10 20 2 20 0 20 de graduación
O 20 100 0 100 200 20 200 0 200
n Valor de! intervalo
2 numerado

X03J g n i I I 1 I I I 1 1.1 _1 g n L l J - .1 i. .1__ 1 1 1 1 1


05 05 1 0 1 2 3 4 5 05 2 0 2 4 0.5 5 0 5
o 5100 10 2 0 3 0 4 0 50 5 20 0 20 40 5 50 0 50
<x¡ 50100 0 100 200 300 4 0 0 500 50 200 0 20 0 400 50 500 0 500
>

Fig. 4.8. Ejem plos de ciertas escalas cuantitativas, generalm ente aceptables, con dife­
rentes siste m a s de p rogre sió n numérica ( 1s, 2 s y 5s). Los valores de la izquierda
son, en cada ca so y respectivamente, el intervalo g de graduación de e scala (la dife­
rencia existente entre los m arcadores m enores) y el intervalo n de la escala numerada
(ía diferencia existente entre los m arcadores num erados). En cada e scala existen
va ria cio n es de lo s valores b ásico s dei sistem a, siendo é sto s m últiplos decim ales
o m últiplos de 1, 2 o 5.

74
a ¡a escala y por la numeración de los marcadores de mayor escala. En general,
la variedad de progresión por medio de 1 s, de 0, 1, 2, 3, etc., es el más cómodo.
Y este mismo principio se presta a una escala con mayores cifras -— 0, 10. 20,
etcétera— , o con marcas intermedias en 5, 15, 25, etc., y con números menores
individuales. La progresión a base de 5 s también es bastante satisfactoria, en
tanto que la de 2 s lo es sólo moderadamente. Algunos ejemplos de escalas con
estas progresiones se muestran en la figura 4-8. El sistema de progresión excén­
trico por 4 s y otros por 2,5 s, 3 s, 6 s, etc., acarrean generalmente problemas
y deberá ser evitado, excepto bajo circunstancias especiales que especialmente
lo justifiquen. Allí donde se usan grandes valores numéricos en la escala, las
relativas legibilidades de las escalas son idénticas si todas ellas son multiplicadas
por 10, 100, 1000, etc. Sin embargo, los decimales hacen que las escalas sean
de más difícil uso, aunque en las escalas con decimales las varias progresiones
numéricas tienen indistintamente ventajas o desventajas relativas. Ei cero frente
al punto decimal convendría omitirlo cuando se usa este tipo de escalas (Vernon66).

El diseño de saetas. La parquedad con la que ha sido tratado el tema


relativo al diseño de saetas, hace que queden algunas preguntas sin responder,
1

pero en general algunas recomendaciones comunes son: el uso de saetas con


punta (con un ángulo de cerca de 20°); hacer que empalmen los números con la
punta de la saeta, pero que ésta se sobreponga a los marcadores, especialmente
cuando son de escala pequeña; que el color de la saeta sea el mismo desde
la punta hasta el centro (en el caso de escalas circulares); y que la saeta se halle
cerca de la superficie de la escala (para evitar el error de paralaje).
Combinación de características de escalas. Varias de las características
de las escalas cuantitativas explicadas anteriormente han sido integradas en
formatos relativamente estándar para diseñar escalas y sus gradaciones, tal como
se muestra en la figura 4-7. Se basan en longitudes de unidad de escala de
a) 0,05 pulgadas para uso en condiciones normales de visión (con iluminación
adecuada), y b ) 0,07 pulgadas para iluminación débil y para visión a unas 28 pul­
gadas (70 cm). Aunque los formatos de la figura 4-7 se muestran en escala hori­
zontal, las características pueden ser incorporadas, desde luego a escalas
circulares o semicirculares. Convendría añadir que las características de diseño
que se muestran en la figura deberían ser consideradas más bien como directrices
orientativas que como unos requisitos estrictos, y que las ventajas de ciertas
características pueden, en situaciones determinadas, ser cambiadas por otras.
Debería quedar claro que la experiencia y la lógica en el diseño de representa­
ciones sugieren la convivencia de diseños ordenados, sencillos y algo fuertes,
como los ilustrados en la figura 4-9.

Fig. 4.9. ilustración de dos d ise ñ o s de un contador. El de ia derecha resultaría m ás


fácil de leer, debido a que está m ás despejado y es m enos confuso que el de la izquierda.
H ay m e n o s marcas de graduación y ia línea de doble arco ha sido eliminada. La lon­
gitud de ia escala queda aumentada ai h aberse situado las m arcas m ás cerca del pe­
rím etro; aunque esto exija que ios núm eros queden situados en el interior de ia escala,
ei d ise ñ o despejado y ei hecho de que io s núm eros estén en ia parte superior supera
con cre ce s esta desventaja. (Se gú n A pplied Ergonom ics Handbook,71 fig. 3.1.)

75
Tamaño de la escala y la distancia de visión. La anterior discusión
acerca de las características de las escalas está basada en una distancia de visión
de 28 pulgadas (70 cm).* Si una representación tiene que ser vista a una distancia
mayor, las características tendrían que aumentarse para mantener en el ojo el
mismo ángulo visual de las características. Para preservar el mismo ángulo
visual, se puede aplicar la siguiente fórmula para cualquier otra distancia de
visión (en pulgadas) (x):

Dimensión a / Dimensión a \ / x pulgadas


x pulgadas I I 28 pulgadas H 28

Displays visuales cualitativos


AI emplear displays para obtener una información cualitativa, el espec­
tador está principalmente interesado en el valor aproximado de alguna variable
continuamente cambiante (como la temperatura, la presión o la velocidad) o en
su tendencia o propensión al cambio. Los datos básicos para tales propósitos son
generalmente cuantitativos.
Los datos cuantitativos pueden ser usados como base para una lectura
cualitativa por lo menos de tres maneras: 1) para determinar el estado o con­
dición de la variable en función de un número limitado de gamas predeterminadas
(como determinar si el medidor de temperatura de un automóvil está «frío»,
«normal» o «caliente»); 2) para mantener aproximadamente alguna gama de valores
(como conservar la velocidad de conducción entre 90 y 10Ó km por hora),
y 3) para observar las tendencias, frecuencias de cambio, etc. (como anotar la
frecuencia al cambio de altitud de un avión). En el uso cualitativo de datos
cuantitativos hay evidencia que sugiere que un display considerado como el
mejor para la lectura cuantitativa, no es necesariamente el mejor para la
interpretación cualitativa. Algunos indicios al respecto arrancan de un estudio
en el que se comparan los diseños de ventana abierta, circulares y verticales
(Elkin I6). En una fase de este estudio, los sujetos hicieron las siguientes
lecturas cualitativas:

P o sició n Respu esta hecha


d e la saeta por el sujeto

Por encim a de 60 Alta


40-60 Buena
Por debajo de 40 Baja

La precisión de las iecturas fue muy alta (sólo 3 errores en 1440 lecturas).
No obstante, los tiempos medios tomados para las lecturas son interesantes,
especialmente cuando se comparan con los tiempos medios de lectura m ás bajos
para una lectura cuantitativa (que era con escalas graduadas hasta 5 s y leídas
hasta el 5 más próximo).

Tiem pos m ed ios de lectura


(e sca la s graduadas cada 5 s )
Tipo de escala Cualitativa Cuantitativa
Ventana abierta 115 102
C ircular 107 113
Vertical 101 118

Para un com entario m ás com pleto del diseño de una escala (basado en
la práctica británica), debe tenerse en cuenta el prom edio de valores, distancia de
visión, p rogre sió n numérica, etc. V é a se M u rre il."

76
Así, en tanto que el diseño de ventana abierta requirió el menor tiempo
(de los tres tipos) para lectura cuantitativa, fue el que tomó el tiempo más
largo para lectura cualitativa.
Sin embargo, los diseños óptimos de displays para lectura cualitativa
dependen de cómo van a ser usados, es decir, del tipo particular de lectura
cualitativa. Si todo el espectro continuo de valores puede ser repartido en un
número limitado de gamas — cada una de las cuales representa algún «nivel»
general— , el diseño óptimo sería aquel en que cada gama de valores estuviese
codificada por separado, por ejemplo, mediante color, tal como se ilustra en la
figura 4-10. Cuando la codificación del color no es factible (como bajo ciertas
condiciones da iluminación o con individuos que no perciben claramente el color),
las zonas de un instrumento pueden ser codificadas por formas. A este respecto,

Normal
íverdei
Precaución
(amarillo} Precaución
(amarillo)
Caliente
(rojo)

Peligro
(rojo)

Fig. 4.10. Ilustración de codificación cromática de secciones de instrum entos que han
de ser leídos cualitativamente.

e s c o nve nien te (si e s fa c tib le ) ap ro v e ch a rse de a s o c ia c io n e s q ue s e p u edan hacer


con d is e ñ o s o form as. S e hizo un e stu d io para d e te rm in ar c u á le s p o d rían s e r
e s ta s a so c ia c io n e s con s ie te d ise ñ o s d ife re n te s de c o d ifica c ió n (S a b e h , Jo rve y
V a n d e rp la s :,‘). D e sp u é s de haber s o lic ita d o ¡n iciaim e nte un g ra n n ú m e ro de
d ise ñ o s , lo s in v e stig a d o re s se le c c io n a ro n lo s s ie te que se m u e stra n en ia
figu ra 4-11. Fueron p re se n ta d o s a 140 su je to s, junto con una lista de s ie te

Peligro-límite Precaución (36) Precaución (5.8) Mezcla pobre (56)


inferior (65) Inconveniente (42)

Fig. 4.11. Asociación de m arcas de zonas codificadas con «significado» subjetivo,


junto con el número de individuos (entre 140) que señalaron a socia cion e s sígnifícativas.
(Se gú n Sabeh, Jorve y Vanderptas/q

77
«significados» que eran los siguientes: precaución, inconveniente, mezcla pobre,
mezcla rica, límite máximo de peligro, límite mínimo de peligro y vibración
peligrosa. La figura 4-11 muestra el número de sujetos que entre 140 seleccionaron
el significado indicado a un nivel estadísticamente relevante. Se trata de un
ejemplo más del concepto de compatibilidad (en este caso de compatibilidad
con los «significados» del símbolo) tal como se aplica a un problema de diseño.
En algún caso, lo que es esencialmente una escala cuantitativa se utiliza
para la llamada «lectura de comprobación», es decir, determinar simplemente si
el valor representado refleja lo que es una condición normal (satisfactoria, natural,
nula) indicada por un solo valor o una gama muy limitada de valores o una
condición no normal. En el diseño de displays, esto se suele hacer con frecuencia
intercalando una señal significativa en ei recorrido de la escala que representa
un valor o una gama de valores.
Una variación interesante de diseño para lectura de comprobación del
instrumento cualitativo ha sido la investigada por Kurke,39 quien empleó simu­
laciones de tres variaciones de un instrumento cuantitativo en el que una deter­
minada gama de lectura indicaba una condición de «peligro» que requería
atención. Estas tres variaciones (ninguna indicación, una línea roja, una cuña roja)
se muestran en la figura 4-12, junto con los resultados de tiempos medios obte­
nidos entre un grupo de sujetos.

(<z) S in in d ica c ió n de ( b ) La línea roja indica (c ) La cu ñ a roja se ilum ina


z o n a s de p eligro zo n a s de “p e ligro '' cu a n d o el in d ica d o r entra
(0-1: 9-10) en la zon a de “p e lig ro "
T ie m p o s
m e d io s 2 7 .8 S e g. ! 2 0 . 5 Seg. J 4 . 3 S e g.

Fig. 4.12. Tres d ise ñ o s de instrum entos cuantitativos em pleados en una situación de
lectura cronom etrada en la que debía identificarse la condición de «peligro». El di­
se ñ o a no tiene indicación alguna de zona de peligro, el b tiene una línea roja en la
circunferencia, y el c posee una cuña roja que se ilumina cuando el indicador entra
en la zona de peligro. (Se g ú n Kurke,',J fig. 2 .) (Copyright 1956 Am erican Psychological
A ssocia tion . Reproducido con permiso.)

El argumento para el uso de displays precodificados en la lectura


cualitativa (cuando ello es factible) está muy enraizado en la naturaleza de los
procesos perceptivos y cognoscitivos humanos. Utilizar un dispiay estrictamente
cuantitativo para determinar sí un valor dado está dentro de una gama u otra,
Implica un proceso cognoscitivo adicional de atribuir el valor leído a una de las
posibles gam as de valores que tienen significado operacional. La percepción
inicial de un dispiay precodificado transmite inmediatamente el significado del
indicador del dispiay.
Conviene tomar nota de que las representaciones cuantitativas con zonas
codificadas también pueden se r usadas para reflejar tendencias, direcciones y
propensiones al cambio. A sim ism o, cabe utilizarlas para la lectura cuantitativa si
ios valores de la escala están incluidos como en la figura 4-12. S i en el uso de
datos cuantitativos para una lectura cualitativa no es conveniente precodificar
ciertas zonas, se debería utilizar alguna forma convencional de d isplays cuanti­
tativos. La elección particular dependería, sin embargo, de la relativa importancia
de las lecturas cualitativas frente a las cuantitativas, tal com o se refleja en ei
estudio anteriormente citado de Elkin.18

78
Paneles de displays para lectura de comprobación. Cuando se tengan
que utilizar varios o muchos displays básicamente cuantitativos para lectura de
comprobación (por ejemplo, para determinar si una condición es normal o anormal),
el diseño y la ordenación de los displays puede facilitar la identificación de
cualquier información anormal. Con respecto a la ordenación de varios de estos
displays, se ha observado que una pauta sistemática con indicadores que repre­
senten las condiciones «normales» generalmente posibilita la inmediata identifi­
cación de cualquier información de anormalidad (desviante) y con mayor rapidez
y precisión que si para la localización de condiciones «normales» variasen los
índices. Por ejemplo. Dashevsky 14 encontró que las posiciones de las 12 horas
y las 9 horas en los diales se prestaban para las localizaciones de normalidad.
A su vez, Johnsgard 38 descubrió que los diales con pautas de «simetría» para el
indicador o saeta (filas de diales verticales o dobles filas horizontales con
posiciones normales indicando una fila imaginaria entre las dobles) podían ser
leídos con tanta rapidez como los diales con indicadores dispuestos en la posición
de las 9 horas. El que haya una base para establecer una ventaja en alguna pauta
sistemática de las condiciones normales en estos diales, está otra vez esencial­
mente en función de nuestros procesos perceptivos, en particular en lo que se
refiere a la gestalt, e s decir, la precepción de la forma de manera total; cualquier
dial que se aparte «rompe» con esta gestalt y, por lo tanto, dirige nuestra aten­
ción hacia él.

Subgrupos
12 en punto S u b gru p o s en giro

©
oooo O 0 O 0 G 0
D iseño oooo 00 0O
G
©
O
0
O
O
0
abierto oooo G0G0 O © ©
o o[o]o o 0 O 0 0
(ó)
(O G 0 0

9 999
oooo ©© ©
0 +e
Diseño de saeta
extendida oooo e+e ©--o
©© ©
© ( D O © © --0
(</> (<?) U ) ©
Fig. 4.13. M o d e lo s de paneles para d iales de lecturas de com probación em pleados en
un estudio efectuado por D a sh e v sk y .15 (Copyright 1964 Am erican P sychological A s s o ­
ciation. Reproducido con permito.) En este estudio, el m odelo d de línea extendida
hacia las 12 en punto dio com o resultado el número m ás bajo de errores.

S in e m b a rg o , hay a lg u n a s p a u ta s que para e ste fin s o n m á s e fic a c e s que


otras. E s to q u e d ó d e m o stra d o por D a s h e v s k y ,14 p o r ejem p lo, al c o m p a ra r la s
d ife re n te s o rd e n a c io n e s que s e m u e stra n en la figu ra 4-13. A lg u n a s de e s a s p au tas
( d, e y f) c o m p re n d ían s a e ta s que s e extendían de un e x tre m o a otro del dial,
fo rm an d o lín e a s c o n tin u as cuan do e sta b a n en s u s p o s ic io n e s cero. L o s errores
re su lta n te s d e e s ta c o m p a ra c ió n s e dan a c o n tin u ació n :

D isp o sició n
12 en punto Su b gru p o s Su bgrup o s en giro

Abierto a. 53 b. 193 c 201


Saeta prolongada d. 8 e. 15 f. 41

E s t o s re s u lta d o s m u e stran que la p e rce p c ió n de d ia le s ro ta tiv o s era m á s


p re c isa con re sp e c to a la de la s 1 2 en punto q ue con re sp e c to a lo s su b g ru p o s,
y tam b ié n s u g e ría n que con s a e ta s d ia m e tra le s re sa ltab a e s ta percepción., Sin

79
embargo, ésta no es toda la historia. En un par de estudios posteriores de
Oatman 44 se hizo una comparación en la proporción de lecturas con el dial giratorio
con saetas diametrales (c y d de la figura 4-14) y de saetas cortas (a y b ) en
combinación con saetas diametrales (fe y c) y de pautas abiertas (a y d). En base
a estos estudios, llegó a la conclusión de que cualquiera de los factores que
hacen que el dia! desviante sea más evidente (por ejemplo, la longitud de la
saeta) es aparentemente más relevante en reducir errores en la lectura de
comprobación, que aquellos factores que simplifican la pauta del display (por
ejemplo, la saeta diametral). No obstante, es razonable suponer que la extensión
de líneas entre diales no menoscabaría el proceso de detección perceptivo y sería
seguramente una ayuda al facilitar un campo visual que, en combinación con una
saeta diametral, fuese roto por una saeta giratoria.

O ©00 0 0 00 0 0 00 000 0
0 ©00 O O O O O 0 O O 0000
0 000 O 0 O o O O O 0000
0 00 0 00 00 0 00 0000
(o) Abierto (b) Saeta extend. (r) Saeta extendida (di Abierto
Indie, corto Indie, corto Indie, extendido Indie, extendido

Fig. 4.14. M o delo s de paneles para diales de lecturas de comprobación empleados en


un estudio efectuado por Oatman.“ En este estudio, los diseños de saeta extendida
(com o los c y d) dieron com o resultado m enos errores que los restantes.

Indicadores de la «situación»

En cierto sentido, alguna información «cualitativa» se aproxima a una


indicación de la «situación» de un sistema o componente, como el uso de algunos
d isp lays para una lectura de comprobación al objeto de determinar si una condi­
ción es normal o anormal, o la lectura cualitativa de un termómetro de automóvil
para saber si hay condición de caliente, normal o frío. Sin embargo, lo que más
estrictamente reflejan los indicadores de la situación son condiciones separadas
o distintas, tales como encendido o apagado, o (en ei caso de las luces de
tráfico) parar, precaución o vía libre. En tales casos, el tipo de display más sencillo
es una señal de luz, aunque se pueden usar otros indicadores. Podríamos añadir
que si un instrumento cualitativo va a ser utilizado tan sólo para propósitos de
una lectura de comprobación, cabría emplear un indicador de situación en vez de
una escala cualitativa.

Luces de señal y de alarma

Las luces estáticas o de destello se usan para propósitos diferentes,


entre ellos los siguientes: indicaciones de alarma (como en las autopistas), iden­
tificación de aviones durante la noche, auxilios para la navegación y faros, y para
llamar la atención, como en ciertas localizaciones en un tablero de instrumentos.
Aparentemente, ha habido poca investigación en lo referente a estas señales,
pero cabe deducir, a partir de nuestro conocimiento de los procesos humanos
sensoriales y perceptivos, algunos principios generales que pueden ser muy útiles.

Detectabilidad de luces de señal y de alarma

Hay, por supuesto, varios factores que influyen en la detectabilidad de las


luces, y a continuación vamos a comentar algunos de ellos.

80
Tamaño, luminancia y tiempo de exposición. El umbral absoluto
para la detección de un destello depende en parte de una combinación de tamaño,
luminancia y tiempo de exposición. Trabajando en parte sobre estudio previo de
Graham y Margaría,23 Teichner y Krebs 62 han descrito los tamaños mínimos de las
luces (en términos del ángulo visual del diámetro en minutos de arco) que
pueden ser detectados en un 50 % del tiempo bajo diferentes combinaciones de
períodos de exposición (en segundos) y luminancia (en miliiambertios); estas
relaciones aparecen en la figura 4-15 de forma algo simplificada. A partir de ello,
queda claro que el umbral de luminancia decrece linealmente como una función
del tiempo de exposición hasta un valor particular, pero el tiempo de exposición
en que ei umbrai de luminancia se estabiliza decrece sistemáticamente con el
tamaño del objeto (en realidad, ei «área» de luz como implicado por su diámetro).
Así, la más mínima detectabilidad de menor determinación de luces (50 % de
precisión) resulta ser una función de medida, luminancia y tiempo de exposición.
(Los valores operacionales deberían rebasar los de la figura 4-15.)

Tiempo de exposición, segundos


(escala log)

Fig. 4.15. Dimensiones mínimas de luces (en minutos y grados de arco) que pueden
detectarse el 50 % de las veces bajo condiciones variables de tiempo de exposición
y luminancia. (Según Teichner y Krebs,62 basado parcialmente en datos aportados por
Graham y Margaría.:j)

El color de las luces. Otro factor relacionado con la eficacia de las


señales de ¡uz, es ei color. Empleando el tiempo de respuesta como expresión de
la eficacia de cuatro colores diferentes, Reynolds et ait.52 proponen el siguiente
orden (desde el más rápido hasta el más lento): rojo, verde, amarillo y blanco.
Sin embargo, el color de fondo y la iluminación ambiental pueden actuar entre sí
para influir en la aptitud para detectar y responder a luces de colores diferentes.
En general, los investigadores constataron que si una señal tiene buen contraste
de brillo contra un fondo oscuro, y si ei nivel absoluto de brillo de la seña! es
alto, el color de la señal es de una importancia mínima para llamar la atención.
Pero en señales de contraste de bajo brillo contra el fondo, una seña! roja tiene
marcada ventaja, seguida por el verde, amarillo y blanco.

Frecuencia de los destellos de las luces. En ei caso de los destellos


de luz, la frecuencia de los mismos debiera estar muy por debajo de aquella en la
que una luz destellante aparezca como una luz estática (fusión de las oscilaciones
luminosas), que es aproximadamente 30 veces por segundo. A este respecto,
se recomiendan frecuencias de 3 a 10 por segundo (con una duración de al

81


menos 0,05 s) para líamar la atención (Woodson y Conover,68 pp. 2-26), y
Markowitz40 exponen que la gama de 60-120 destellos por minuto (1 a 2 por s.},
tal como se emplea ahora en las autopistas y rutas aéreas, parecen ser compa­
tibles con las capacidades humanas de discriminación y las restricciones de los
equipos disponibles.

Fondo de las luces. Como es de esperar, las señales de luz no pueden


ser bien distinguidas cuando otras luces de fondo son algo similares. (Las luces
de tráfico en áreas con luces de neón y otro tipo de iluminaciones intensas,
como las de Navidad, representan desviaciones muy serias de este principio.)
Y todavía hay otra característica del fondo que relaciona el estado estático contra
el estado destellante de cualquier luz de fondo. En una interesante investigación de
éstas, Crawford 13 usó tanto señales de luz estática como destellantes contra
fondos de luces irrelevantes (lo que podríamos llamar ruido), todas ellas está icas,
todas destellantes o una mezcla de luces de ambas clases. En resumen, sus
resultados indicaron que el promedio de tiempo necesario para identificar las
señales de luz era mínimo cuando las luces de ruido de fondo eran todas estáticas
(especialmente cuando la luz era destellante); que la ventaja de una luz destellante
de seña! (en contraste con una luz estática) se perdía completamente incluso si
una luz de ruido de fondo era destellante, y que las señales estáticas eran más
eficaces (podían ser identificadas con más rapidez) que las señales destellantes,
si la proporción de las luces de ruido era mayor que 1 de cada 10). En otras
palabras, las luces destellantes contra otras luces con destello ponen realmente
a prueba al que ias ha de detectar.

Displays figurativos

Los displays figurativos — tanto estáticos como dinámicos— tienden a


concretarse en dos clases: 1) los que son esencialmente pictóricos (pensados
para reproducir un objeto o escena, como la imagen en la pantalla de TV o una
fotografía aérea), y 2) los que son ilustrativos o simbólicos (como los mapas o
representaciones de posición de aviones). En ambos casos, la intención es enviar
una impresión visual que requiera poca o ninguna interpretación. Ya que hay
muchas variedades de estos displays, sólo se hablará aquí de unos cuantos tipos
particulares.

Displays de posición de un avión

El problema de representar la posición y el movimiento de aviones ha


obsesionado a los diseñadores — y a los pilotos— durante años. Un aspecto
principal de este problema es el de las relaciones con los movimientos básicos
QO que deben ser descritas en el display; hay dos de ellas, tal como se muestra
QO en la figura 4-16, y ésta es su descripción:
— Avión en movimiento: La tierra (específicamente el horizonte) está
fija, y el avión se mueve en relación a ella (avión en movimiento o display
cE> exterior-dentro).
r~r~t — Horizonte en movimiento: El avión está fijo, y el horizonte se mueve
o en relación a él (horizonte en movimiento o display interior-fuera). (La mayoría
¡JE» de los d isplays de avión son de este tipo.)
Esto es, básicamente, un problema de percepción visual, específicamente
con respecto a lo que se llama «fenómeno de figura y fondo». ¿Es más compatible
con la percepción habitual, es decir, imaginarse el avión relacionado con una
tierra fija? ¿O viceversa? Tal como Johnson y Roscoe 31 lamentan, los hallazgos
experimentales relacionados con esto son flojos y varían desde «sospechosos
hasta inconcluyentes», e indican que no ha habido ningún experimento de vuelo

82
Avión móvil Horizonte móvil
(horizonte fijo) (avión fijo)

Fig. 4.16. Ilustración de las relaciones de dos movimientos básicos para describir la
actitud de un avión, a saber, avión móvil (fuera-dentro) y horizonte móvil (dentro-fuera).
(Según Johnson y Roscoe.31)

concluyente para dilucidar este asunto anteriormente a la década de los años


setenta.
Entre 1970 y 1974, Roscoe y Williges y sus alumnos de la Universidad de
Illinois T1* " completaron una serie de experimentos de simulación y vuelo para
comparar displays de aviones en movimiento y horizontes en movimiento y una
presentación híbrida de «frecuencia separada» en la que ambos símbolos se
mueven, el horizonte en su forma «normal» {ya que la mayoría de d isplays de
posición de avión son de este tipo), y el avión es una respuesta inmediata y
directa a los inputs de control-del alerón. El propósito de esta distribución era
suminnstrar indicaciones de predicción del control posible en la dirección de los
cambios de vuelo en un símbolo movible de avión mientras se conservaba el
horizonte movible convencional y familiar para todos los pilotos experimentados.
Los investigadores dedujeron de estos experimentos:71 «Los no pilotos
y los pilotos poco experimentados aprenden en seguida a usarlo (el dísplay de
actitud de frecuencia separada) y muestran poca tendencia a las inversiones de
controles a las que los pilotos inexpertos son muy propensos con un horizonte
convencional movible. Los pilotos altamente experimentados se adaptan fácil­
mente a ella como representación de horizonte móvil a la cual sólo se ha añadido
una predicción de la proporción de balanceo, para ayudarles a maniobrar el avión.»
Para todos los grupos de pilotos que hicieron el test, las prestaciones medidas
a tenor de la frecuencia en variedades de yuelos fueron tan buenas o relativamente
mejores que las del avión en movimiento o en los displays con horizonte móvil,
tanto dentro de un avión real como dentro de simuladores dotados del movimiento
apropiado en la cabina del piloto. Los siguientes resultados ilustran la actuación
de los pilotos experimentados en una labor representativa.

Errores de consecución en grados


Tipo de display En vuelo En simulador

Avión móvil 5,12 6,4


Horizonte móvil 4,6 5,1
Frecuencia separada 3,0 4.9

Pese a que el display del horizonte móvil fue algo mejor en este estudio
que el del avión en movimiento, ello se debió sin lugar a dudas a que los sujetos
eran pilotos con alguna experiencia en el tipo de displays de horizonte móvil.
Sin embargo, aparte de los efectos de la experiencia previa, cabe indicar que la
parte móvil de un display debe ser mostrado respecto a una escala fija o a un
sistema coordinado (véase el principio de la movilidad, a continuación).
Aparte esta cuestión sobre si el avión, el horizonte o ambos se deberían

83

I
mover, los mandos del aparato se pueden presentar con relación a la actitud del
mismo en cuanto a permitir la búsqueda o el seguimiento que lo compense. (Un
display de seguimiento muestra a la vez el movimiento del blanco y del avión
perseguidor en relación con unos retículos de coordenadas, en tanto que un
display de compensación muestra solamente la diferencia, o el error, en sus
posiciones relativas.) En los experimentos de Illinois se compararon las versiones
de compensación y las de seguimiento en cada tipo de posición y, para todos los
ejercicios en que aparecían diferencias de prestación, los displays de seguimiento
proporcionan una actuación superior.
Un tipo más sofisticado de display de la posición del avión es el llamado
contacto analógico. Brinda, en un tubo de rayos catódicos, una representación
electrónica del terreno respecto al avión y superpuesto éste en una posición
correcta (Balding y Süskind 3). La figura 4.17 es una ilustración de este tipo de
display, que muestra un avión en sus tres relaciones con la pista de vuelo,
predeterminando una altitud mantenida. Este tipo de display se puede interpretar

elegida
Fig. 4.17. Ilustración de un tipo de contacto analógico en un display de posición de un
avión, el sistema Kaiser Flight-Path. El display puede ofrecer una representación, pro­
ducida electrónicamente, del avión con su altitud y dirección en relación con el paisaje
y con su rumbo de vuelo. Esta determinada ilustración dei display muestra el avión en
una determinada altitud mantenida (su «camino» en el cielo). (Las fotografías son
cortesía de Kaiser Aerospace and Electronics, Palo Alto, California.)

como un ejemplo más del principio de compatibilidad, ya que es consecuente a


las experiencias generales cuando se consideran objetos en un espacio tridi­
mensional.

Principios de displays de la movilidad del avión. Aunque la evidencia


relativa a ciertos aspectos de los displays sobre la posición de un avión no es
todavía definitiva, Roscoe 53 ha entresacado de ciertas investigaciones unos
cuantos principios a los que atribuye una validez substancial. Algunos de ellos
han sido ya mencionados anteriormente, en uno u otro contexto; sin embargo,
vamos a reiterarlos aquí.1
1. El principio de integración del display: La noción de integración de
un display requiere que la información relacionada se presente dentro de un
sistema común que permita que las relaciones se perciban directamente (como se
ilustra en la figura 4-6, diseño a). Este principio no se puede aplicar a la combi­
nación causal de información no relacionada en un display común.
2. El principio de realism o pictórico: Este principio está relacionado con
la presentación de grafismos de tal modo que los símbolos codificados pueden
ser fácilmente identificados; en efecto, los símbolos son análogos a lo que
representan.
3. El principio de la parte móvil: En el uso de displays de avión, este
principio es más conforme al display exterior-dentro (avión en movimiento). En
términos generales, parece preferible que la imagen de la parte móvil (un avión
o un símbolo que representa cualquier otro objeto móvil) se distinga contra un
retículo fijo o un sistema de coordenadas.
4. El principio de seguimiento: En la caza, el índice de prestación

84
deseado (algunas veces referido como blanco) y el índice da prestación real
(otras veces, también referido como blanco) se plasman representativamente
contra una escala común o un sistema de coordenadas. Generalmente, este
esquema permite mejor resultado que el seguimiento compensatorio, en e! que el
índice, tanto del funcionamiento deseado como del real, es fijo y con un índice
móvil que sólo muestra el error o diferencia.
5. El principio de separación de la frecuencia: Este principio hace refe­
rencia a la velocidad relativa de movimiento en las indicaciones del display.
Cuando se reproduce la información de «alta frecuencia» (con cambio repentino
o con alternancias rápidas), el elemento móvil debe responder en la dirección
esperada (la compatibilidad de movimiento es especialmente crítica), pero cuando
se presenta la información de baja frecuencia, la dirección del movimiento no es
tan crucial.
6. El principio de escalada óptima: Este principio trata de la relación
física (en realidad el ratio ) de las dimensiones físicas de lo que se ha de repre­
sentar (por ejemplo, características de la superficie de la tierra) con las dimen­
siones que en el display representan tales características, como el número de
milímetros o pulgadas que en el display corresponden a una milla en la tierra. Este
problema queda entrelazado con los requisitos de precisión, pero teniendo éstos
en cuenta es posible una relación óptima.

Aunque los principios citados fueron cristalizados a causa de su rele­


vancia en los problemas de representación del vuelo del avión y navegación, son
probablemente válidos para otros muchos problemas de representación análogos.

Displays con tubos de rayos catódicos

La naturaleza de las imágenes presentadas en tubos de rayos catódicos


son, por supuesto, una función de la finalidad del display, pero incluyen represen­
taciones directas de escenas (como en la TV), «señales» que representan objetos
(como en las imágenes de un radar o en una torre de control), las representa­
ciones gráficas (como en varios tipos de tests y equipos médicos) y caracteres
alfanuméricos generados y simbólicos. Ya que hay tantos aspectos de factores
humanos en los tubos de rayos catódicos, sólo mencionaremos aquí un aspecto
relativo al problema de la resolución, esencialmente vinculado al número de líneas
de exploración con trama, o simplemente líneas de exploración. Estas líneas son
las estrechas rayas continuas que forman el área de la imagen de brillo variable
producidas por un recorrido horizontal del scan n iu s de un tubo de rayos catódicos.
Generalmente, se miden en términos de número/pulgadas o número/mm, o tam­
bién de número respecto a la «forma» presentada. La mayoría de estaciones
de TV norteamericanas emplean 525 líneas de exploración; el número/pulgadas
depende, por lo tanto, del tamaño de la pantalla de TV.
Como cabe esperar, la capacidad para reconocer imágenes depende del
número de líneas de exploración, y hay pruebas para demostrarlo en un estudio
realizado por Wong y Yacoumelos,67 tal como se describe en la figura 4.18,
parte (a). En ella se muestra el tanto p .r ciento de identificaciones correctas de
los cuatro tipos de símbolos en las cartas de exploración presentadas en una
pantalla de TV con 5, 7 o 9 líneas de exploración por mm. La mayor acuidad de
precisión se halla a partir de 5 a 7 líneas, pero había un nuevo incremento de
7 hasta 9. A este respecto, Gould 12 recomienda 10 líneas de trama para una
detección precisa de los caracteres individuales, quizá con menos líneas para la
detección de palabras. La parte (b) de la figura 4-18 muestra la identificación
diferencial de cuatro tipos de imágenes, a saber; 1) símbolos de punto (escuelas,
iglesias, puentes, etc.); 2) alfanuméricos; 3) símbolos de línea (carreteras, ferro­
carriles, fronteras, etc.), y 4) símbolos de área (vegetación, zona urbana y agua).
A sí pues, vemos que ei tipo de imagen influye en el reconocimiento de los

85
100 100

75

50

25

aj
©

{ a) N úm ero de líneas de <


exploración
( ó ) Tipo de símbolo

Fig. 4.18. Porcentaje de identificación correcta de diversos tipos de imágenes sobre


mapas presentados en TV con diferentes números de líneas de exploración/mm;
(b) porcentaje de identificación correcta de cuatro tipos de imágenes (puntos, alfanú-
meros, líneas y áreas). (Según Wong y Yacoumelos,” figs. 7 y 9.)

detalles específicos. (Más adelante se hablará nuevamente de los caracteres


alfanuméricos tal como se producen en los tubos de rayos catódicos.)

C onfiguraciones complejas

Algunos displays presentan configuraciones complejas con contenidos


como áreas terrestres, rutas de tráfico y diagramas de cableado o de tubos. En
el desarrollo de tales displays, la directriz dominante es la simplicidad. Obvia­
mente, la aplicación de este principio precisa estar de acuerdo con los imperativos
exigidos por requisitos operacionales concordantes con ¡a «fidelidad» de la confi­
guración requerida. El argumento de la simplicidad tiene su origen en el hecho
de que los procesos perceptivos de «seguimiento» para identificar las caracterís­
ticas pertinentes exigen más tiempo (y están sujetas a mayores proporciones
de errores) si una imagen se rellena con lo que puede llegar a ser un material
no pertinente. En los imperativos mencionados anteriormente hay dos posibles
direcciones de simplificación: una consiste, simplemente, en la eliminación del
detalle extraño; otra, en ofrecer una representación esquemática. La última
solución queda ilustrada por el uso de mapas de terrenos y por la representación
de la red del metro de Londres, como se muestra en la figura 4-19. En la mayoría
de problemas de diseño de representación, hay que formularse (y responder) las
preguntas: ¿Qué información necesita el usuario?, y ¿Cómo presentar mejor esta
información? Obviamente, la simplificación de configuraciones complejas debería
estar guiada por las respuestas a tales preguntas.

Representaciones gráficas

ES formato de algunas representaciones gráficas (gráfico de barras, de


factores, d e líneas, etc.) q u e aparecen en los periódicos y otras publicaciones
inducen a pensar q u e tendrían q u e existir mejores formas de presentar la infor­

86
mación. Aunque hasta hoy no se ha procedido a una investigación a fondo refe­
rente a dicho tema, resumiremos una prospección para mostrar que un estudio
en tal área no estaría desencaminado. El estudio de referencia trata de una
comparación entre tres formatos para describir datos de tendencia, como se

Fig. 4.19. Parte del sistema del metro de Londres según una representación esque­
mática simplificada. La forma esquemática, usada en el centro de control, resulta mucho
más fácil para la gente. (Fotografía por cortesía de London Transport.)

ilustran en la figura 4-20 a, b y c: un gráfico de línea, otro de barras verticales


y otro de barras horizontales (Schutz55). Para cada formato existían variaciones
en el número de puntos descritos (6, 12 o 18) y en el número de valores que
faltaban. Se pidió a los sujetos que estimaran la tendencia de los datos y fueron

6 6
-
5 5 J
- -
o4 O O

□b I
ii
h b E ^
o - 4>
Z 2 z 2 í ¡_ P 2
J d □ □ L j

0
i-
1
...1 -1- i
> 3 4 5 6 0
n nnt 1
i

3 5 6 0 1 > 3 4 5 6
Tiempo Tiempo Múmero
(<z) Gráf. de línea (ái Gráf. de barras vert. ic i Gráf. de barras horiz.

Fig. 4.20. Ilustraciones de formatos de gráficas de datos múltiples que se compararon


respecto a tiempo y precisión de lectura; algunos ejemplos tenían 12 ó 18 puntos en
lugar de los seis que aquí aparecen (los gráficos de línea resultaron, por lo general,
mejores). Véase el texto para la explicación respectiva. (Según Schutz.55)

puntuados según el tiempo que precisaron para hacer estas estimaciones y la


precisión de las mismas. En ambos criterios el gráfico de iíneas resultó ser el
preferible, tal como indican las siguientes puntuaciones medias:

Opinión relativa Opinión precisa


Grafismo Tiempo Consecución

Línea 6,81 1,72


R a y a v e rtica l 7,36 1,64
R a ya ho rizo ntal 8,91 1,40

87
Displays alfanuméricos y relacionados

La eficacia de las comunicaciones que implican caracteres alfanuméricos,


y simbólicos depende de varios factores, entre ellos tipografía, contenido, selec­
ción de las palabras y redactado. Comentaremos ciertos aspectos para ilustrar
sus efectos en la recepción de la información ofrecida.* Aunque parezca irónico,
incluso en las discusiones acerca de la información alfanumérica hay una buena
parte de confusión en el uso de las palabras. Para nuestros propósitos adopta­
remos las siguientes definiciones:

— Visibilidad: La cualidad de un carácter o símbolo que lo hace sobre­


salir visiblemente en su entorno. (Es, en realidad, el mismo término de dlscri-
minabüidad tal como se usa en el capítulo 3.)
— Legibilidad: El atributo de los caracteres alfanuméricos que permite
identificarlos entre sí. (Depende de caracteres como la anchura del trazo, la forma
de los caracteres, del contraste y de la iluminación).
— Facilidad do lectura: Cualidad que hace posible el reconocimiento del
contenido del material informativo cuando se presenta con caracteres alfanumé­
ricos en agrupaciones significativas, como pueden ser palabras, frases o texto
continuo. (Esto depende más bien del espaciado de los caracteres y grupos de
caracteres, de su combinación en frases u otras formas y del espacio entre líneas
y márgenes, que de rasgos especiales de los caracteres individuales.)

Tipografía .

La tipografía del material alfanumérico se refiere a rasgos propios de ios


caracteres y de su disposición.
Anchura del trazo. La anchura del trazo de los carácteres alfanu­
méricos se expresa generalmente por el ratio de su grosor en comparación
con la altura de las letras o números. Se muestran algunos ejemplos de los
ratios de anchura de! trazo en comparación con la altura en (a figura 4-21. Las
investigaciones sobre la legibilidad de la anchura del rasgo dejan aún algunos
cabos sueltos, aunque hay ciertas implicaciones razonablemente importantes que
han surgido a tenor de algunos estudios. Un par de ellos, bastante fundamentales,
son los que realizó Berger.ly5 En estos estudios se utilizaron números blancos
sobre fondo negro y números negros sobre fondo blanco bajo la luz del día, con
los ratios de anchura y altura desde un muy delgado 1: 40 hasta el grueso 1: 5.
El criterio establecido, fue la distancia media desde la que los sujetos podían
leer las cifras; estas medias se muestran en la tabla 4-1. En el caso de cifras

Tabla 4-1. Distancias inedias en metros desde ias que pueden leerse números de dife­
rentes ratios de anchura de trazo y altura

Ratio anchura de trazo-altura


Color de
los números 1:40 1:20 1:13,3 1:10 1:8 1:6.6 1:5.8 1:5
Blanco 33,9 35,8 36,5 35,5 34,7 33,4 31,4 29,4
Negro 25,2 28,0 31,1 32,7 33,5 33,1 32,1 29,9

L o s n ú m e ro s tenían un tam año de 42 por 80 mm.


Fuente: A d ap ta d o de C. Berger, -I. Stroke-w idth, form and horizontal sp ac in g of num e ra ls a s deter­
m in an ts o f the threshold of recognition», en Journal of A pplied Psych olo gy, vol. 2, 1944, pp. 208
a 231, tabla 1.

* Para una excelente investigación acerca de la legibilidad y otros


a sp e ctos de los caracteres alfanum éricos y sím b olo s relacionados con ellos, se aconseja
al lector que vea C ornog y R o s e .13

88
blancas, la legibilidad óptima (o sea la mayor distancia de lectura) se daba con
cifras de ratio 1:13,3, pero había una gama bastante amplia de ratios que daban
resultados razonablemente comparables. Sin embargo, con letras negras sobre
fondo blanco el ratio óptimo era claramente más bajo — cerca de 1:8, con una
gama de 1:5,8 hasta 1:10, aproximadamente, proporcionando resultados razonable­
mente comparables; los ratios más altos eran más pobres. Esta diferencia en la
anchura óptima del trazo de caracteres blancos y negros ha sido confirmada en
otras investigaciones y se puede atribuir a un fenómeno de irradiación, en eí que
los caracteres blancos parecen expandirse en las áreas negras adyacentes, pero no

Proporción
anchura de Negro sobre blanco Blanco sobre negro
trazo-altura

í:5
c 4 56
1: 6
BC 456
1: 8
ABC 456
1:10
ABC 456
12
ABC 456
Fig. 4.21. Ilustraciones de correspondencias anchura de trazo-altura por lo que respecta
a letras y números.

a la inversa. El fenómeno se acentúa cuando se utilizan caracteres muy iluminados


(en los estudios de Berger, por ejemplo, en condiciones de iluminación por
proyección, la anchura del trazo de cifras luminosas blancas sobre negro ¡era
de 1:401). La adaptación de los individuos a la oscuridad también tiende a
acentuar el efecto. A causa de él, los caracteres blancos sobre negro deberían
tener una anchura de trazo menor que la del negro sobre el blanco. Dicho de otro
modo, cuando se requiera adaptación a la oscuridad, ios caracteres deberían ser
preferentemente blancos sobre negro, y, en el caso inverso, cuando no sea
necesaria la adaptación a la oscuridad, es preferible la del negro sobre el blanco.
Sobre la base de los estudios citados y otros, es posible exponer algunas
generalizaciones referentes a los ratios de la anchura del trazo con respecto
a la altura de los caracteres alfanuméricos, como sigue:

N e gro sob re blanco 1:6 a 1:8


Blanco sobre negro 1:8 a 1:10

Ratios de anchura-altura. La relación entre la anchura y la altura


de los caracteres alfanuméricos se describe generalmente como el ratio anchura-
altura (expresado como un ratio que podría ser 4:5, o como un tanto por ciento
com o podría ser el 80). En el caso de las letras mayúsculas, la evidencia
experimental sugiere que el ratio sea aproximadamente de 1:1, aunque éste se
puede reducir a 3:5 sin una pérdida grave en la legibilidad. En el ca so de las
cifras, !a recomendación estandarizada es de un ratio aproximado de 3:5. Estos
ratios se ¡lustran en la figura 4-22.

Fundición de tipos alfanuméricos. Actualmente, la mayor parte de


las fundiciones convencionales de tipos alfanuméricos (como m uchos de los
e stilos excéntricos) se pueden leer con razonable exactitud en condiciones nor-

89
Fig. 4.22. Prueba de letras y nú m e ros de la United States M ilitary Specification
No. M IL-M -18012B (20 de julio de 1964), también denom inada N A M E L (N a vy A e ro ­
nautic M e d ica l Equipm ent Laboratory) o A M E L . Las letras que aquí aparecen tienen una
proporción ancho-alto de 1:1 (exceptuadas la I, J, L y W ). E sta s p rop orcion e s pueden
reducirse a c a si 2:3 sin que haya una reducción apreciable de legibilidad. Los núm eros
guardan una proporción de 3:5 (exceptuados el 1 y el 4).

males, siempre que el tamaño, el contraste, la iluminación y el Fempo lo permitan.


No obstante, hay umbrales significativos en lo que concierne a legibilidad y
facilidad de lectura según los diferentes tipos cuando las condiciones de visión
son adversas, donde el tiempo sea importante, o donde la precisión sea decisiva.
A este respecto, se han hecho pruebas con letras mayúsculas y con cifras como
las que se muestran en la figura 4-22 (Especificación Militar de Estados Unidos
N.° MIL-M-180 12B), con bastante profundidad, y se ha admitido que son bastante
satisfactorias. Aunque el diseño se hizo específicamente para representaciones
concernientes a tripulación aérea, los caracteres tienen, indudablemente, una
amplia gama de aplicabilidad. Otro conjunto de caracteres bastante utilizado por
(os servicios militares es el que se muestra en la figura 4-23 [M IL Standard

ABCDEFGHIJKLM
NOPQRSTUVWXYZ
0123456789
Fig, 4.23. L e tra s y n ú m e ro s de la U nited S t a t e s M ilit a ry S ta n d a rd M I L S ta n d a rd M S
33558 ( A S G ) (17 de d icie m b re de 1957). La p ro p o rció n b á sic a a n c h u ra de trazo-altura
e s de 1:8, y la a nch ura es c a s i el 70 % de la altura. A v e c e s e s c o n o c id a c o m o A N D
(A ir F o rc e -N a v y D ra w in g 10400).

M S 33558 (ASG)], algunas veces denominado AND (Air-Force-Navy Drawing


104-00). Se incluyeron las cifras de estos dos conjuntos (figs. 4-22 y 4-23) con una
tercera fundición, la de Berger,1 15 en un estudio comparativo de legibilidad
(Atkinson et alt.2) con los siguientes promedios de errores:

E rro re s p ro m e d io s ( para d o s c o n d ic io n e s )
Tipo Luz diurna T ran silu m in ació n

N A M E L (fig. 4-22) 5.5 11,4


B e rg e r 8.1 13,3
AND (fig. 4-23) 9.7 14,7

90
Tamaño de los caracteres alfanuméricos. La capacidad para hacer
discriminaciones visuales (en caracteres alfanuméricos) depende de factores tales
como el tamaño, el contraste, la iluminación y el tiempo de exposición. Peters y
Adams 15 han propuesto un procedimiento sistemático para determinar el tamaño
de los tipos en el que se tienen en cuenta algunos de estos factores (iluminación,
condiciones de visión, distancia de visión y la importancia de la precisión en la
lectura). Este procedimiento está basado en la siguiente fórmula:

H (altura de la letra, en pulgadas) = 0,0022 D + K x + K 2

donde D = distancia de visión


K, = factor de corrección para las condiciones de iluminación y de visión
K 2 = corrección para detalles importantes (como señales indicadoras de
emergencia, K 2 = 0,075; para todas las otras condiciones, K 2 = 0).

Esta fórmula ha sido aplicada a varias distancias de visión, en combinación


con otras variables, para deducir las alturas de letras y cifras bajo estas condi­
ciones, tal como se ve en la tabla 4-2. Los límites inferiores de estos valores

Tabla 4-2. Tabla de alturas A de letras y números recomendados para etiquetas y marcas
sobre paneles, para distintas distancias y condiciones, derivadas de la fórmula A
(pulgadas) = 0.0022D + K t* + K ,

M a rca s sin importancia M a rc a s im portantes


Distancia K, = 0,0 K . = 0.075
de visión Valor
(pulgadas) 0.0022D K, = 0J06 K t = 0,16 K, = 0,26 K, = 0,06 K, = 0,16 K, = 0,26

14 0,0308 0,09 0,19 0,29 0,17 0,27 0,37


28 0,0616 0,12 0,22 0,32 0,20 0,30 0,40
42 0,0926 0,15 0,25 0,35 0,23 0,33 0,43
56 0,1232 0,18 Ó,28 0,38 0,25 0,35 0,45

K, = 0,06 (Por e n cim a de 1,0 fe, condiciones de lectura fa v o ra b le s ).


K, = 0,16 (Por e n cim a de 1,0 fe. condiciones de lectura de sfa v o ra b le s).
K, = 0,16 (Por debajo de 1,0 fe, condiciones de lectura favo ra ble s).
K , = 0,26 (Por debajo de 1,0 fe, condiciones de lectura d e sfa v o ra b le s).
Fuente: B a sa d o en la fórm ula de Peters y A d a m s.45 V é a se texto.

para una distancia de lectura de 28 pulgadas (para valores K , de 0,06) son


de 0,12 pulgadas para grafismos no importantes, y 0,20 pulgadas para grafismos
importantes. Estas cifras corresponden a los valores mínimos propuestos por
Grether y Baker,26 de 0,20 pulgadas para información crítica o condiciones de
lectura'adversas y 0,10 para lectura no crítica. Para mayores distancias de visión
es necesario, por supuesto, incrementar las medidas de los caracteres.
Conviene aportar un detalle adicional respecto a la medida de los
caracteres, como demostró Poulton.5" Algunos estilos de letras tienen rasgos
«ascendentes» y «descendentes» más largos que otros (es decir, la punta de las
letras como la b y las colas de letras como la y). Encontró que la legibilidad está
influida en gran parte por lo que él llama «altura x», la altura del cuerpo principal
de las letras, y no lo está por la longitud de las ascendentes y descendentes,
ni por el tamaño del cuerpo (la altura total del bloque de metal sobre el que se
funde la letra, referida cómo cuerpo 6, cuerpo 10, etc.). Una «altura x» de letras
de caja baja, de casi 1,2 mrn, está muy cerca del límite más bajo de legibilidad.
En otro estudio referente a una exploración sobre listas de comida para deter­
minados artículos, Poulton 45 demostró que las amas de casa leían mejor con un
cuerpo 6 tipo «Invers» (que tiene una altura x de cerca de 1,2 mm) q u e con una
tipografía más pequeña, e indica que este tipo de letra corresponde a la medida
mínima que deberían emplear los fabricantes de productos alimenticios en sus
envoltorios, especialmente cuando tiene que ser leída y resultar legible para
toda clase de amas de casa de todas las edades (y probablemente también para
quienes no son amas de casa).

Facilidad de lectura. La facilidad de lectura de un texto impreso


o escrito a máquina, y su comprensión, están en función de una vasta gama de
factores, como pueden ser el estilo del tipo (carácter), la forma del tipo (mayús­
cula, caja baja, negrilla, cursiva, etc.), el tamaño, el contraste, el interlineado
o separación entre líneas, la longitud de las líneas y los márgenes. Por supuesto,
es un espectro muy amplio de variables y no es de nuestra competencia hacer
aquí un resumen de la investigación en este campo. Sin embargo, para ofrecer un
atisbo de esta investigación damos cuenta, sucintamente, de los resultados de
un estudio particular (Poulton *8}. En el experimento se hizo una comparación
relativa a la comprensión de un material impreso con los cuatro tipos de caracteres
enunciados en la tabla 4-3. Los sujetos (275 científicos) fueron sometidos a prueba
sobre su comprensión en el asunto del tema. La prueba A era considerable­
mente más fácil de comprender que otras, probablemente debido al estilo del tipo
(comparado, sobre todo, con el C, en que se empleaba otro tipo si bien con el
mismo número de columnas) y quizá también debido al cuerpo y al número de
columnas (comparado con B, del mismo estilo pero con un cuerpo más pequeño
y con dos columnas en vez de una). Un estudio como éste dista, desde luego,
de ser concluyente, pero por lo menos sugiere algunas de las variables que
pueden intervenir en la facilidad de lectura y comprensión.
Otro ejemplo de les factores que influyen en la facilidad de lectura, es
debido a Tinker,63 quien hizo leer a varios sujetos un tipo de letra normal como
ésta (en realidad tipo romano), a otros un tipo de letra cursiva com o ésta,
Y A OTROS UN TIPO DE LETRA M AYÚSCULA CO M O ÉSTA. El grupo del tipo
normal leyó, significativamente, con mayor rapidez que los que leyeron el mismo
texto con letras todas ellas mayúsculas. Estos resultados son debidos, sin lugar
a dudas y en gran parte, a la familiaridad de la gente con el tipo de caja baja
y alta convencional en un texto continuo.
Sin embargo, en el uso de las palabras a manera de etiquetas (como en

Tabla 4-3. Efectos de tipos y formatos de imprenta sobre la lectura comprehensiva

Estilo de tipo de imprenta

A B C D
7 M odern 7 M odern
Extended, Extended 101 327 Times
Condición n.° 1 n.° 1 Imprint N e w Roman

Punto 11 9 11 9
A ltu ra de la letra, total, pulgadas 0,15 0,13 0,15 0,13
A ltu ra de la letra, caso m ás bajo 0.07 0,05 0,07 0,06
E sp a c io entre líneas 0,03 0,01 0,02 0,01
Longitud de la línea 5,2 2,8 5,0 2,8
C o lu m n a s por página 1 2 1 2
R e gistro de com prehensión, % 63 56 58 58

A 7 M o d e rn extended, n.° 1: punto 11; C 101 Imprint: punto 11; 0,02 pulgadas
0,03 p u lga da s de espacio entre líneas. de espacio entre líneas, 5 de longi-
5,2 de longitud de línea; 1 colum na por íu d de línea; t colum na por página.
pagina.

6 7 M o d e rn extended, n.° 1: punto 9; D 327 Tim es N ew Roman: punto 9; 0,01


0,01 p ulgadas de espacio entre líneas. pulgadas de espacio entre líneas, 2.8
2,8 de longitud de línea; 2 colum nas de longitud de línea; 2 colum nas por
por pagine*. página.

Fuente: Poulton/*

Q9
un tablero de instrumentos y para la identificación), la horma del zapato no es la
misma; las palabras escritas en letras mayúsculas, en ese tipo de situación,
son generalmente más fáciles de leer que las del tipo de caja baja o de formas
mezcladas.
El diseño y compaginación de la ergonom ía aplicada se realizó aprove­
chando los resultados de la investigación relacionada con la legibilidad y facilidad
de lectura del material impreso (Poulton. Warren y Bond 51). Algunas de las
decisiones de diseño del autor (basadas en parte sobre fundamentos prácticos,
pero también estéticos) son las siguientes (según el interés que estos datos
puedan proporcionar en su traducción práctica, sobre todo aquellos que los
investigadores designaron como principios ergonómicos en el diseño de diarios):
dos columnas de 8,8 mm (3,3 pulgadas) con 5,0 hasta 7,5 mm (0,2 hasta
0,3 pulgadas) de separación; 13 mm (0,5 pulgadas) de margen; líneas no justifi­
cadas uniformemente, tipo romano, cuerpo 10: 1 punto de interlínea, y títulos
y subencabezamientos con caja baja y alta.

Tubos de rayos catódicos y otros sím bolos iluminados

Bajo ciertas circunstancias, los caracteres alfanuméricos y los símbolos


se generan por alguna forma de iluminación, como en los tubos de rayos catódicos,
por el uso de luces electroluminiscentes y por la miniaturación de luces incan­
descentes, etc. Según la técnica especial empleada, las configuraciones que se
reproducen pueden ser tanto caracteres convencionales como otros generados por
puntos, líneas o líneas intermitentes. Varios investigadores han estudiado la
adecuación de diferentes formas para tales caracteres. Por ejemplo, Vartabedian 64
hizo una comparación entre letras de caja baja y caja alta, ya sea generados
por puntos o por líneas, como se muestra en la figura 4-24. Displays, que constan

REACH ■ re a ch
C0VER ■ cover
M0T0R | m o tor
{ a ) Punto de caja (b }Punto de caja
alta baja

REACH ■ re a c h
C0VER ■'■I c o v e r
Fig. 4.24. Ejem plos de palabras utili­
M0T0R ■ /motor zadas en d isp lays con tubos de rayos
catódicos (C RT) para la com paración
(c ) Línea de caja (d) Línea de caja de cuatro tipos de letras. (Según
alta baja Vartabedian ,64 fig. 1.)

de 27 p alab ras, tu viero n que se r id e n tific a d o s p o r lo s su je to s y re la c io n a d o s co n


p a lab ra s d a d a s p o r el experim entador. S e lle g ó a la s s ig u ie n t e s c o n c lu sio n e s:
1 ) la s re p re se n ta c io n e s con letras de caja alta s e lo calizab an con m á s rapidez q ue
las de caja baja; 2 ) el tie m p o de b ú sq u e d a era c a s i el m is m o q ue para lo s
c a ra c te re s a b a s e de pu n to y / o de trazo, y p ara cad a uno de lo s tre s ta m a ñ o s
e m p le a d o s (0,12, 0,14 y 0,16 p u lg ad as), y 3) lo s su je to s pre ferían letras con caja
alta y fo rm a d a s p o r pu n to s en vez de lín e a s.
En un e stu d io p o ste rio r (V a rta b e d ia n 65) s e e n con tró q u e la fac ilid ad de
lectura en una m u e stra con una red de p u n to s de 7 x 9 co n c a ra c te re s p u n tu a le s
era c a si la m ism a que para ios s ím b o lo s de trazo c o n v e n c io n a l (e s c r it o s co n
le tras tr a n s fe rid a s ) y que in clu so te nían una lige ra ventaja a su favo r la s

93
muestras con puntos (en 12 de 21 sujetos). Por k> tanto, los caracteres que
pueden ser generados más económicamente con tubos de rayos catódicos son
al menos tan fáciles de leer como los caracteres convencionales, e igualmente
aceptables para los usuarios.
La ventaja de las letras de caja alta que se refleja en los resultados del
estudio realizado por Vartabedian64 está de acuerdo con el uso de letras de caja
alta en otros contextos donde la labor es más la de una búsqueda o identificación
que la de una simple lectura. (La conclusión referente al tamaño está ligera-'
mente reñida con la de Giddings,20 que encontró que los símbolos de 0,187 pul­
gadas eran mejores que los de 0,125 pulgadas.) En otra investigación, Plath 47
comparó la legibilidad de las cifras convencionales (las cifras NAMEL mostradas
en la figura 4-22) con dos formas de cifras segmentadas, inclinadas y verticales,
tal como se ilustra en la figura 4-25. Los errores de legibilidad bajo condiciones
apremiantes de tiempo eran mucho menos para las cifras NAMEL, tal como se
muestra en esta figura Estos resultados van en contra del uso de figuras
segmentadas allí donde la precisión es crítica y cuando el tiempo está severa­
mente limitado. Sin embargo, como indicamos anteriormente, si no hay limita­
ciones de tiempo en la visión de símbolos alfanuméricos, y si son de un tamaño
razonable y son presentadas bajo iluminación adecuada, prácticamente se puede
leer cualquier forma. E! diseño alfanumèrico sólo llega a ser crítico bajo condi­
ciones adversas.

T ip o de N ú m e ro
n ú m e ro Ejem plos
d e errores

NAM EL
345 187

Se gm e n ta ­
d a s incli­ 391
nadas

Fig. 4.25. Form as de números inves­


Segm en ta­ tigados por Plath junto con los erro­
d a s verti­
cales 3H5 388 re s cometidos en su identificación
bajo condiciones de tiempo controlado
(Se gú n Plath ,47 fig. i y tabla 1.)

Aunque la discríminabilidad de símbolos empleados en los grafismos de


tubos de rayos catódicos depende mucho del diseño y del tamaño, también lo
está en gran manera por el número de líneas del que es capaz el tubo (a lo que
nos hemos referido anteriormente). Utilizando 16 símbolos (cuadrados, estrellas,
triángulos, semicírculos, pentágonos, etc.), Hemingway y Erickson27 investigaron
en primer lugar su legibilidad al ser presentados en varios tamaños y con varias
líneas de exploración. Después hicieron un resumen de los resultados compa­
rándolos con otras investigaciones (excepto aquellas en que se usaron caracteres
alfanuméricos) y acabaron con el esquema de la figura 4-26, que muestra las
combinaciones de líneas de exploración y de subtensión angular (o sea el tamaño
en un ángulo visual) para cada uno de los tres niveles de precisión. A partir de
esto, queda claro que hay una interrelación entre el número de líneas y el tamaño
de los símbolos, pero de ios resultados se desprende que, para obtener una
alta precisión, sería conveniente alcanzar 8, 10 o más ¡íneas de exploración,
a menos que los símbolos fuesen bastante grandes.

Facilidad de lectura de lo s grupos de letras y cifras

Con frecuencia se necesita almacenar en fa memoria y a largo plazo


secuencias de varios números, tetras o ambas cosas, como pueden ser nuestros
94
Fíg. 4.26. Número de líneas de ex­
ploración y dimensiones de símbo­
los alfanumérícos y geométricos ne­
cesarios para cada uno de los tres
niveles de precisión en cuanto a ¡den
tificación. (Según Hemingway y Erick-
son,27 fig. 10 .)

D im ensiones de ios sím bolos


(subtensión angular, m inutos de arco)

propios números de identificación o los números de licencias y de cuentas,


o también almacenar en la memoria, a corto plazo, secuencias como son números
de teléfono o números que han de procesar los ordenadores. Este almacena­
miento, a largo o a corto plazo, generalmente se facilita cuando se fragmenta
toda la secuencia en grupos. Por lo que hace referencia a las cifras, Klemmer,37
al sintetizar los resultados de varios estudios, indica que lá típica «acumulación-
reside en grupos de tres o de cuatro cifras. Esta tendencia está reflejada por los
resultados de su propio estudio, como se ve en la figura 4-27. Este estudio

Fig. 4.27. Tiem po m edio por dígito


para núm eros de clave de 18 a 21
d ígitos com o una función de la agru­
pación de dígitos. (Se gú n Klem m e r ,37
fig. 1.)

particular trata de la presentación de 18 hasta 20 dígitos en varios grupos, en un


trabajo de transm isión mediante un teléfono de botones. Para la transm isión de
los siete dígitos, según va rio s grupos, los tiempos medios de transm isión son
los que se muestran a continuación:

Tiempo m edio
Grupo de de las cla ve s
dígitos (se g u n d o s)

376 5934 6,7


37 65934 7,3
3765934 7.6
3 765934 8,2

De nuevo hallamos que hay ventaja en grupos de tres y cuatro.


La tendencia a tratar los sím bolos alfanumérícos en «grupos», se refleja
asim ism o en los resultados de un estudio realizado por Karmeier et alt,3s que
presenta 16 com binaciones de cinco o s e is letras, cifras o ambas co sa s com o
las que se utilizan en placas de matrículas. El criterio empleado fue el porcentaje
de identificaciones correctas de los caracteres. Estos porcentajes se dan a con-

95
tinuación para unas cuantas de las 16 combinaciones, con resultados obtenidos
por un test entre agentes de policía:

Porcentaje Porcentaje
Forma correcto Forma correcto

12 345 99 123 456 75


A B 123 93 A B 1234 70
123 A 4 83 A B C 123 57

La implicación de tales indicaciones sobre la manera en que la gente


tiende a «agrupar» cifras y letras es, por supuesto, la de presentarlos (siempre
que sea conveniente) en las agrupaciones más naturales o compatibles para
la gente.

D e cir lo que se pretende

Nuestras propias experiencias en la lectura y escritura diaria confirman


el hecho de que el material verbal asimilado no siempre corresponde con
seguridad al significado que se quería dar. El uso inequívoco y comprensible de
un lenguaje es muy pertinente para las diferentes incidencias de los factores
humanos en ingeniería, incluyendo la preparación de materiales para entrena­
miento, ayudas de trabajo, instrucciones, direcciones y placas indicadoras.
Chapanis 8 encontró un ejempio horrible de un aviso junto a un ascensor, que
decía lo que se reproduce en el primer cuadro de la figura 4-28. En el recuadro

PO R FA V O R
Noticia
S u b a un piso. Baje dos
real
Para un mejor servicio
del ascensor

S i sólo va al piso de arriba


Lo que o do s pisos m ás abajo,
significa PO R FAVOR.
(17 palabras) U T IL IC E L A S E S C A L E R A S
(si desea, lo m ism o
que nosotros, un mejor
servicio en los ascensores)

¿C ó m o Para subir un piso


hacerlo? o bajar dos.
(12 palabras) PO R F A V O R r
Fig. 4.28. Ejem plos de letreros en
U T IL IC E L A S E S C A L E R A S
un a sc e n so r y de la s re v isio n e s s u ­
geridas. (Se gú n C h a p a n is.8)

se haíla también lo que realmente se quería decir y además se ofrece una versión
mejorada más clara y concisa. Cuando ei material que se tiene que presentar
implica relaciones complejas, puede ser conveniente renunciar a una prosa florida
en favor de alguna presentación más sencilla, como puede ser el uso de un
«árbol lógico», tai como sugirió Wright.63

Códigos visuales, símbolos y signos

E n n u e s t r a p re se n t e c iv iliz a c ió n e x is t e u n a a m p lia v a r ie d a d d e c ó d ig o s
v is u a le s , s ím b o lo s y s i g n o s c o n c e b id o s p ara t r a n s m it ir n o s in fo rm a c ió n . S u

96
utilización forma parte de casi todas las fases de las actividades humanas, como
son los viajes, los negocios, la medicina, las ciencias, la religión, la ingeniería
y el recreo. En realidad, el uso de símbolos gráficos como medio de comunicación
tiene un origen temprano en la historia del hombre y forma parte del folklore
de la mayoría de culturas. Dreyfus,15 que creó una batería de datos con
20 000 símbolos gráficos usados en todo el mundo, llegó a la deducción de que
tales símbolos pertenecían a uno u otro de estos tres tipos: 1) figurativo
(dibujos bastante precisos, simplificados de objetos, como el cráneo y los dos
huesos cruzados para representar peligro, o de acciones, como un hombre en
bicicleta para indicar un camino destinado a bicicletas): 2) abstracto (símbolos
que reducen los elementos esenciales de un mensaje a términos gráficos,
conservando tan sólo un escaso parecido con el concepto original, como los
signos del zodíaco), y 3) arbitrario (símbolos que han sido inventados y que
después han de aprenderse, como el triángulo de «ceda el paso» como señal
de tráfico.
En el uso deliberado de códigos visuales, símbolos y signos para pro­
pósitos específicos, se precisa tener en cuenta ias diversas directrices de
codificación, ta! como se expuso en el capítulo anterior, y, en particular, los
requisitos de detectabilídad, discriminabilidad y significatividad. La significati-
vidad, por supuesto, puede estar condensada en una representación simbólica
(lo que Dreyfus llama símbolos figurativos y abstractos), o en una asociación
aprendida (la necesidad de «aprender» ei significado, o sea lo que Dreyfus
denomina símbolos arbitrarios). Siempre que fuera posible, los sistemas de
codificación visuales convendría aprovecharlos como representaciones simbólicas
o de cualquier otro tipo de asociación ya aprendida por el común de la gente.
Antes de hablar sobre códigos visuales, símbolos y signos, hagamos primero un
resumen de los resultados de unas investigaciones muy ilustrativas a! respecto.

C ód igos visuales unidim ensionales

Algunos de los estudios de códigos visuales individuales (originalmente


llamados alfabetos ) han supuesto una comparación de la eficacia entre los dife­
rentes tipos de códigos al ser utilizados en relación con varios tipos de «tareas».
Uno de estos estudios es el que realizó Hitt,23 quien empleó los cinco códigos
diferentes que se muestran en la figura 4-29: cifras, letras, formas geométricas,
configuraciones y colores. Los símbolos del código se utilizaron en displays
esquemáticos con ocho columnas y cinco filas. Se usaron ocho símbolos de cada
clase para representar ocho tipos de edificios, instalaciones, industrias, etc.
Cada display contenía un solo tipo de código, pero se variaba el número de

N úm eros
I 2 3 4 5 6 7 £
Letras
A B C D E F G H
Hi
m a\
Form as
1 i
geom étricas

Configuraciones
fflE B a m c ffla
Colores Bloc
ü[ Red | Blue Brown Tdfow
íreenj jptirpi
3E
Fig. 4.29. ilu stra c ió n de s ím b o lo s de c ó d ig o s u tiliz a d o s en un a co m p a ra c ió n de codifi­
c a c io n e s de ob je tivos. (S e g ú n H itt.28}

97
símbolos de tipo deferente bajo condiciones alternadas (2. 4 y 8), y se variaba
(1, 2 y 3) la densidad (número de símbolos diferentes en una casilia).
Los sujetos realizaron cinco tareas diferentes con estas representaciones:
identificación (por ejemplo: identificar el tipo de industria en una casilla);
localización (por ejemplo: localizar la casilla en la que sólo hay una fábrica
siderúrgica); contar (por ejemplo: contar el número de fábricas de aluminio en la
fila C); com paración (por ejemplo: comparar el número de refinerías de petróleo
en una casilla y en otra), y verificación (por ejemplo: si la fábrica en una casilla
dada es una fábrica siderúrgica: cierto o falso). Su tarea consistía en leer una
lista de preguntas de este género y anotar sus respuestas. En la figura 4-30 se
da un resumen de los resultados más importantes, que muestra, para los diferentes
códigos y trabajos, el número de respuestas correctas por minuto.

Fig. 4.30. Relaciones entre el m éto­


do de codificación y realización en
cinco tareas en las que se com pa­
raban objetivos en un display, (Se gú n
Hitt.28)

En términos generales se puede decir que los códigos numéricos y de


color fueron los óptimos para la mayoría de las tareas y que el código de
configuración fue siempre el último, quedando en medio los códigos de letras
y formas, en algunos casos bien situados respecto a ios códigos numéricos
y de color.
Veamos ahora otro estudio referente a códigos unidimensionales,
realizado por Smith y Thomas.61 Éstos utilizaron cuatro códigos: color, símbolos
militares, formas geométricas y formas de aviones, tai como se muestra en la
figura 4-31, y cada código tenía cinco símbolos. Para cada uno de los tres códigos

C -5 4 C -4 7 F -1 0 0 F-1 0 2 B -5 2
Form as de
aviones
-i r 4
Triángulo Diamante Sem icírculo Círculo Estrella
Form as
geom étricas A ♦
Radar Cañón A vión M isil Barco
Sím bolos i
militares
1 * X i
Colores Verde Azul Blanco Rojo Amarillo
(según Í 2 . 5 G 5/8 ) (5 v a« ) (5 R
(5 B G « / sí 4/9) (10 Y R W t o )
MunseíS}

Fig. 4.31. Cuatro se rie s de códigos utilizados en un estudio efectuado por Sm ith
y Th om as .61 (Copyright 1964 Am erican P sych olo gical A sso c ia tio n y reproducido con
perm iso.) Las anotaciones bajo ios rótulos de color so n lo s tipos utilizados de color
M u n s e l !.72

QH ¿i'. J
A
S ii’ 3. Conjuntos en los que cada uno de los cinco símbolos de una clase
Sgig codificaba con un color único, con d isplays diferentes de cada combinación
Ííolor-sírnbolo.

La tarea de los sujetos consistía en contar el número de artículos de


S i p a clase de objetivo predesignado, como rojo, cañón, circulo o B-52, según el
fejbonjunto de displays empleado en la fase particular del estudio. Tanto el tiempo
como ios errores se anotaban, y los resultados se muestran en la figura 4-32.

40: 80

20 60 100 60 100
Densidad, número de tem as de! display
(a) Datos sobre tiempos medios (h) D atos sobre errores

Fig. 4.32. Tiempo medio a y errores b al contar temas de cuatro clases de códigos
considerados como una función de la densidad del display (Smith y Thomas61).
(Copyright 1964 American Psychological Association y reproducido con permiso.)
Las x indican los datos de comparación para displays de 100 temas con un color (o forma)
que se mantenga constante.

Como era de esperar, el tiempo y los errores aumentaron con la densidad (el
número de artículos de una representación); pero lo más importante fue que
el tiempo y los errores diferían evidentemente para cada tipo diferente de
códigos, con el color generalmente como el mejor.
Además de los resultados concretos de estos dos estudios, a partir de
ellos resulta obvio que el uso de los diferentes tipos de sistemas de codificación
puede dar como resultado una eficacia diferente según los sujetos, pero debemos
añadir que el punto crucial de la utilidad de un sistema de código determinado
puede depender del contexto en el que se emplea, en particular de la naturaleza
de la tarea que se está realizando.
Teniendo en cuenta que diferentes tipos de factores (incluido el buen
juicio) deben entrar en consideración en la selección de códigos visuales para
ciertos objetivos específicos, una interpretación como ¡a que se da en la tabla 4-4
puede servir de guía, por lo menos en parte. Esta tabla indica el número aproxi­
mado de niveles de cada uno de los diferentes códigos visuales que se pueden
discriminar, a la par que sugieren notas suplementarias sobre algunos de los
métodos empleados.

99
Tabla 4-4. Resumen de determinados métodos de codificación visual
(L o s n ú m e ro s hacen referencia al núm ero de n ive le s que pueden d istin g u irse sobre una
b ase absoluta bajo condiciones óptim as.)

A lfa n u m è rico N ú m e ro s solos, 10; letras solas. 26; com binaciones, ilimitadas.
B ueno; especialm ente Indicado para identificación necesita poco
e sp a cio s i hay un buen contraste. Determ inados a sp e ctos se con­
funden fácilm ente con otros.
C o lo r M a tic e s. 9 matiz, saturación y com binaciones de brillo, 24 o más.
(de su p e rficies) Lím ite aconsejable, 9. Particularmente indicado para trabajos de
b úsq ueda y contaje; pobre en cuanto a tareas de identificación.
A fe cta d o por algunas luces; problemático para individ uos con in­
co nvenientes para detectar el color.*' *
C o lo r 10. Lím ite aconsejable, 3. Exigencias de espacio limitado. Bueno
(de luces) para lecturas cu alitativas.***
Form as 15 o m ás. Límite aconsejable, 5. Utilizadas generalm ente en s is ­
ge om é tricas tem as de codificación, sob re todo en representaciones sim bóli­
cas; b u en a s para lo s tubos de rayos catódicos. Las form as que
aparecen juntas han de se r discrim inables; algunas se rie s de for­
m as so n m ás difíciles de discrim inar que o tra s.***
Á n g u lo 24. Lím ite aconsejable, 12. Generalm ente satisfactorias para fina­
de inclinación lidades especiales, tales com o indicar dirección, ángulo o p osi­
ción sob re instrum entos redondos tales com o relojes, tubos de
ra yo s catódicos, etc.**
D im e n sio n e s de las 5 o 6 . Límite aconsejable, 3. Exigen un espacio considerable. S o ­
form as (tales com o lam ente útilizables cuando resultan específicam ente adecuadas.
cuadrados)
N ú m e ro visu al 6 . Lím ite aconsejable 4. Solam ente útilizables cuando resultan
específicam ente adecuados, tal com o para representar núm eros
de ítem s. Exigen un considerable espacio; pueden confundirse
con o tro s sím b olos.
Brillo 3-4. Límite aconsejable, 2. A utilizar sólo cuando resulten espe­
de las luces cíficam ente indicadas. Las señales m ás débiles pueden quedar
enm ascaradas.*
F la sh e s Límite aconsejable, 2. Aplicabilidad limitada s i el receptor tiene
de luces que diferenciar d istintos flashes. Sin embargo, las luces de flash
tienen un posible u so en com binación con intervalos de tiempo
controlados (com o en los anuncios lum inosos y las se ñ a le s pro­
pias de la com unicación naval) o para llamar la atención a áreas
especificas.

t Feallock et alt.'*
* Jones.”
" Muller et alt.”
■ ** Grether y Baker.1*

C ó d i g o s v is u a l e s m u lt id im e n s io n a le s

C o m o e je m p lo d e c ó d ig o v is u a l m u ltid im e n sio n a l, r e v is a r e m o s b re v e ­
m e n t e u n e s t u d io re a liz a d o p o r A n d e r s o n y F itts 1 en el q u e s e c o m p a r ó u n a
c o m b in a c ió n re d u n d a n te d e l c ó d ig o n u m é r ic o d e c o lo r (c ifra s n e g r a s s o b r e
m a n c h a s d e c o lo r ) c o n d o s v a lo r e s de c o d ific a c ió n ; u n a e ra u n c ó d ig o d e c o lo r
( n u e v e m a n c h a s d e c o lo r ) y ia o tra un c ó d ig o n u m é r ic o (n u e v e c if r a s n e g ra s ).
V a r ia n d o el n ú m e ro d e p u n t o s de c a d a c la s e , fu e p o s ib le a lte rn a r la c a n tid a d d e
in fo r m a c ió n a s e r p re s e n t a d a e n d ife re n te s - m e n s a j e s - d e s d e 9,51 h a s t a 2 5,36 b its.
S i n e n t r a r e n d e ta lle s, c a d a m e n s a je { e s d e c ir, c o lo r e s e s p e c ífic o s , c if r a s o c o m ­
b in a c io n e s ) e ra p re se n t a d o a fo s s u je t o s d u ra n te 0,1 s y lo s s u j e t o s a n o ta b a n
lo q u e c r e ía n q u e era el m e n s a je . Los r e s u lt a d o s del e s tu d io m o s t ra r o n q u e ia
in fo r m a c ió n total tr a n s m it id a a lo s s u je t o s {e n re a lid a d re cib id a p o r e llo s ) era
g e n e r a lm e n t e m á s alta p a ra el código re d u n d a n te n u m é ric o de c o lo r q u e p ara
el c ó d ig o d e c o lo r o p a ra el n u m é ric o .
La confirmación s u b s t a n c ia l de e s t o la da un estudio de Sm ith 60 en e!

to n
que los puntos específicos alfanuméricos en un campo de 20, 60 o 100 puntos
tenían que ser buscados o contados. En algunos displays, los puntos que se
tenían que buscar o contar estaban codificados en colores, y en otras no ¡o
estaban. Los porcentajes de reducción en los tiempos medios, cuando los puntos
■ alfanuméricos estaban codificados en colores (en contraposición a los que son
blancos o negros), se resumen a continuación. Estos resultados muestran reduc­
ciones para a m b a s tareas, pero en particular para la labor de búsqueda.

Reducción a tiempos medios, %


Tarea de búsqueda 45 a 70
Cuenta 63 a 70

Por re g la general, p a re ce q ue io s s is t e m a s re d u n d an te s de c o d ifica c ió n


v isu a l tie n d e n a dar c o m o re su lta d o un fu n c io n a m ie n to hum ano, pe ro a p re su ré ­
m o n o s a a ñ a d ir que e sto no s e p u ed e to m a r c o m o una pauta u n iv e rsa l, c o m o
e x p u sie ro n K an a ric k y P e te rse n .35 (S u e s tu d io p articu lar tratab a de u n a tare a
c o n s iste n te en « m antene rse so b re la p ista » y en la que lo s e s tím u lo s aran
c o m b in a c io n e s redu n dantes d e le tras y fo n d o s c o lo re ad o s.) S u e stu d io reforzó la
c u e stió n de q ue la naturaleza de la tare a en c u e stió n puede im p o n e r el que s e
u tilice o no un s is te m a de c o d ific a c ió n d e te rm in ad o . Pero au nque, en un c a s o
e sp e c ífic o , un s is te m a de c o d ific a c ió n re d u n d an te no pueda d a r c o m o re su lta d o
un fu n cio n am ie n to mejc^r, tal c o m o se ría de e sp e ra r, no hay p o r qué e sp e ra r q ue
el u s o d e un c ó d ig o c o n ve n c io n a l dé c o m o re su lta d o una d e g ra d a c ió n en el
fu n cio n am ien to .

Codificación del color

P u e sto que el c o lo r e s un c ó d ig o v is u a l b a sta n te com ún , c o n vie n e in s is t ir


a lg o m á s en él. U na c u e stió n im p o rtan te re la c io n a d a con el c o lo r e s la relativa
al n ú m ero de c o lo re s d ist in t o s que una p e rso n a de v is ió n norm al pu ede d ife re n c ia r
so b re una b a s e absoluta. S e ha s u p u e s t o en p rin c ip io que el n ú m e ro era rela­
tivam e n te m o derado ; por ejem plo, J o n e s 34 in d ic ó q ue el e sp e c ta d o r n o rm al po día
iden tificar c e rc a de nueve á r e a s d e c o lo r e s q u e variaban p rin c ip a lm e n te en su
m atiz. S in em b argo , pare ce s e r que, co n en tre n am ien to , se pu ede apre n d e r a
d istin g u ir un par de d o c e n a s de to n o s c u a n d o la s c o m b in a c io n e s de m atiz,
sa tu ra ció n y clarid ad so n p re p a ra d a s de un m o d o no redundante (F e a llo c k et alt.20}.
B a s á n d o s e en e ste e stu d io s e e lig ie ro n 24 c o lo r e s de tal m o d o que s ó lo d o s de
e llo s pu dieran se r c o n fu n d id o s co n o tro s d e n tro del conjunto p o r lo s su je to s, bajo
cuatro c o n d ic io n e s de ilu m in a ció n e x p e rim e n ta l.**
C u a n d o lo s su je to s con lo s que s e tie n e que exp e rim e n tar no s o n m u y
ex p e rto s en el c ó d ig o de co lo r, el se n tid o c o m ú n a c o n se ja u s a r una p e qu eñ a
cantidad. A e s te respecto, C o n o v e r y K ra ft 11 o fre ce n cuatro co n ju n to s de c o lo r
en v is t a s a una c o d ificació n cu an d o s e p re c is e iden tificació n a b so lu ta (e x c lu y e n d o
a su je to s d a ltó n ic o s). E s to s c o n ju n to s inclu yen , re sp e ctiv am e n te , ocho, sie te , s e is
y c in c o c o lo re s.* *

* L a s id e n tifica cio n e s de e s t o s c o lo r e s en el Fe deral S ta n d a rd on C o lo r s ”


sig u e n , co n un a ( x ) d e s p u é s d e a q u e llo s q u e s o n ide n tifica b le s bajo c u a lq u ie r c o n d ic ió n
lum ínica, y s o n 32648 f x ) , 31433, 30206 ( x ) . 30219, 30257, 30111, 31136 ( x ) , 31158,
32169, 32246, 32356, 33538 ( X ) , 33434, 33695, 34 55 2 ( X ) . 345S8, 34325 ( X ) . 34258 f x ) ,
34127, 34108 ( x ) , 35189, 35231 ( X ) . 35109 y 37 11 4 f x ) .
L as a n o ta c io n e s de M u n s e il p a ra c o lo re s d is p u e s t o s en e s t a s cu atro
c la s e s s o n la s sig u ie n te s:
8-color: 1R ; 9R; 1 Y ; 7 G Y ; 9 G ; SB; ?P; 3RP
7 -color: 5R; 3 Y R ; 5Y; 1 G ; 7 B G ; 7PB; 3RP
6-color: IR ; 3 Y R ; 9V; 5 G ; 5B; 9P
5-Color: 1R ; 7 Y R ; 7 G Y ; IB ; 5P

i 01
El color es rotundamente un valor de codificación muy útil en algunos
contextos. Esto quedó ilustrado, por ejemplo, en los resultados de un estudio
realizado por Shontz et alt.,56 en el que los sujetos tenían que localizar (buscar)
cada objeto específico entre 28 puntos de verificación (por ejemplo, campos de
aviación, puentes, etc.) en cartas aeronáuticas. Las tres condiciones experimen­
tales utilizadas fueron:

1. Muestras impresas de indicación de puntos de verificación, carta


sencilla.
2. Puntos de colores (3/16 de pulgada) para representar puntos de
verificación, carta sencilla.
3. Puntos de colores (3/16 de pulgada) para representar puntos de
verificación, carta gris (acromática).

Los resultados que se dan en la figura 4-33 muestran la proporción


acumulativa de puntos de verificación localizados en el período experimental. La
figura indica una diferencia sistemática a favor de las condiciones codificadas en
color (2 y 3). En un experimento realizado por Smith 60 se habían presentado
anteriormente resultados esencialmente similares, pero quizá más acentuados.

Fig. 4.33. Tiempo de búsqueda para varios puntos de identificación (por ejemplo, cam ­
pos de aterrizaje, puentes, etc.) sobre cartas aeronáuticas con lo s puntos identificados
mediante codificaciones de color y rótulos im presos. (Se gú n Sch on tz et alt .,56 fig. 2 .)

Este experimento implicaba la búsqueda y cuenta de símbolos alfanuméricos en una


representación bidimensional, y en la que se hizo una comparación cuando los
símbolos estaban, y no estaban, codificados en colores. Y Konz y Koe 38 infor­
maron una modesta reducción de errores (10 hasta 15 % } en una tarea de fichero
en la que las letras de las fichas estaban codificadas en colores, en contraste
con las que no lo estaban.
Pero si prescindimos de la conclusión según la cual la codificación en
color es de una apreciación visual universalmente superior, también tendríamos
que volver a recordar el estudio de Kanarick y Petersen, en el que se estableció
que el color no contribuía a un mejor funcionamiento en una labor de «man­
tener el rastro» (la cuaí dependía, y no poco, de! recuerdo de la información
representada anteriormente). Al reflexionar sobre el uso de códigos de colores,
parece ser que tienen su mayor utilidad en circunstancias en las que hay algún
tipo de labor de búsqueda, exploración o localización, seguramente debido a que
«atraen ia atención» con mucha más rapidez que la mayoría de los otros
códigos visuales.
S ig n o s de carretera

Los signos de carretera vienen a ser una especie de aplicación natural


en ei uso de códigos simbólicos, así como la forma de las mismas y la de lo que
en ella se configura. Estos signos, por supuesto, tienen que ser visibles a
distancias adecuadas y bajo muchas condiciones, deben ser distinguidos sobre
otras señales, y cualquiera de los caracteres alfanuméricos que haya en ellos
tiene que ser de fácil lectura. Sin embargo, hay otras dos características más que
convendría estuviesen contenidas en dichos signos. Primero, y en la medida que
ello fuera posible, deberían ser visualmente sugerentes de aquello para cuya
simbolización están concebidos, al efecto de poder reducir al mínimo la «recodi­
ficación» de símbolos. Y segundo, en general deberían ser estandarizados más
allá de los límites geográficos en los que comúnmente son empleados. Las señales
internacionales de carretera se someten generalmente a estos principios y se
muestran algunos ejemplos en la figura 4-34. El sistema internacional de señales
tiene niveles mucho más altos de comprensión que los de los estados de Estados
Unidos, aunque hoy se tiende a una estandarización entre todos ellos.

A A
deslizante peatones
Prohibido girar
a la izquierda
(S)
Prohibidas
las sartales
1 (
Servicio Teléfono
(derecha! acústicas m ecánico

iai señales de peligro fbi señales de prohibición (c) señales de información

Fig. 4.34. Ejemplos de algunas se ñ a le s internacionales de tráfico. E sto s sig n o s con­


form an d o s útiles p rin cipios de diseño, a saber, sim bolizan directam ente lo que quieren
significar y están estandarizados en to d o s lo s países.

Uso actual de las señales de carretera. No obstante, incluso las


señales mejor diseñadas de! mundo no sirven de nada si no se las utiliza.
Y desgraciadamente hay pruebas de que las señales de carretera con frecuencia
no son usadas por los conductores. A base de un estudio hecho en Suecia,
Johansson y Blackiund 29 llegaron a la triste conclusión de que «...ei sistema de
señales de carretera no alcanzaba, en un nivel muy alto, su propósito». Su estudio
se realizó colocando cualquiera de las seis señales (mostradas en la figura 4-35]
en una carretera principal y cada una estaba en una posición tal que cualquier
conductor tuviera una visión clara de ella a partir de unos 400 metros. Algo más
allá de la señal, a la salida de una ligera pendiente y curva, había una barrera de
policía la cual quedaba oculta desde el lugar en el que se tenía que ver la señal.
La policía hacía detener a los conductores y efectuaba ciertas preguntas, entre
ellas la de: «¿Cuál fue la última señal por la que pasó?» Los porcentajes de

[o ) A (e ) s\

' A / M \ " A
300 m Poliskontroll Tjofskador 1km 300 m
Velocidad
Control Fírme Otros Cruce Aním ales
limitada
de policía irregular peligros de peatones sueltos
5 0 km/h
76 % 66 % 29 % 26 % 62 % 55 %

Fig. 4-35. Se ñ a le s de tráfico utilizadas en un estudio de cam po en una de las princi­


p ales carreteras de Suecia, junto con el porcentaje de conductores que recordaron
haber visto cada u n a de las señales ca si un minuto d e sp u é s de haberlas pasado.
(S e g ú n Johansson y Backlund.29)

103
2525 conductores que respondieron correctamente a esta pregunta se dan en la
figura 4-35, y estos valores abarcan desde el 26 % (señal d) hasta el 76 %
(señal a). (Se puede considerar a estos valores como reflejo de la «seguridad»
humana asociada a las señales.) Es interesante observar que hay una marcada
diferencia en el recuerdo de las distintas señales pese a que eran muy similares
desde el punto de vista de su carácter sugerente perceptivo. Estas diferencias
hacen suponer alqún tipo de «selectividad» diferencial al fijar la atención en las
señales, tal vez según sea su relevancia potencial para cada conductor. Además,
una comparación de las respuestas de cuatro grupos de conductores demostró
que aquellos que conocían de antemano la naturaleza del experimento lo hicieron
mucho mejor (como cabía esperar) que quienes no sabían nada al respecto.
El hecho de que muchos conductores pasen señales de carretera impor­
tantes sin ni siquiera echarles una ojeada, es desde luego muy preocupante.
Puesto que no hay, por el momento, ningún enfoque claro conducente a la
modificación de este comportamiento, hay que tener este problema en cuenta
como algo a lo que no se ha dado perfecta solución en lo que se refiere a los
factores humanos.

Principios perceptivos de diseños sim bólicos

Hablando acerca del uso de los símbolos de codificación, Easterby 145717


expone que el uso efectivo de tales representaciones se basa en procesos
perceptivos, y propone un número de principios encaminados a facilitar la per­
cepción de tales representaciones. Algunos de estos principios serán resumidos
brevemente e ilustrados (véase la figura 4-36). Aunque estos ejemplos se refieren
a la representación de máquinas (Easterby 17), los principios básicos serían
aplicables a otros campos.

Figura/fondo. La estable nitidez de la figura con relación al fondo


es esencial, como se ilustra en (a) de la figura 4-36.

Límítes de la figura. Una limitación por contraste (esencialmente


de una figura sólida) es preferible a una limitación por medio de una línea, como
se muestra en {£>} de la figura 4-36. Para representar elementos diferentes que
tengan que ser descritos, debería seguirse el siguiente proceso: símbolo dinámico-
macizo; parte móvil o activa-contorno; parte estacionaria o activa-macizo.

{<?) Ftgura/suelo id ) Sim plicidad (e) Unidad

M W i
B uena figura, estable Figura pobre, inestable

(ó) Figura te) Figura cerrada


Una forma simple
límite es fácilmente Todas fas partes de este
perceptible símb. están en un m ism o
límite, convirtiéndolo
Buena Figura cerrada en un buen símbolo
I fácilmente

M ala
H K ZZ]
\ xt R i/ m in
El detalle excesivo Los detalles en el
----- J k \ La fig. abierta
M ala debilita e! símbolo exterior empobrecen
--------' ) f ejerce m enos .
' impacto el sím bolo

Fig. 4.36. Ejem plos de algunos principios im portantes sobre percepción respecto al
d ise ñ o de sím b o lo s visu a le s codificados. E s t o s ejempíos, en particular, relacionan ios
có d igo s utilizados con las m áquinas (Se gú n Easterby.17)

104
Cerramiento. Una figura cerrada como la que se ilustra en (c) de la
figura 4-36 aumenta el proceso perceptivo y debería ser usada a menos que haya
una razón concreta para que el contorno sea discontinuo.

Simplicidad. Los símbolos deben ser lo más simples posible y conse­


cuentes con la inclusión de características necesarias, como se ilustra en (d) de
la figura 4-36.

Unidad. Los símbolos deben ser tan unificados como resulte posible.
Por ejemplo, cuando aparecen juntas figuras con un contorno y macizas, la figura
maciza debería hallarse dentro de la línea del contorno, como se muestra en (e)
de la figura 4-36.

Directrices generales para diseñar representaciones visuales

En este capítulo hemos hablado e ilustrado una variedad de displays. Sin


embargo, la muestra de display a que se ha hecho alusión es sólo una pobre
evocación de la amplia gama de las que están en uso. En la selección o diseño de
displays para ciertos propósitos específicos, el tipo básico de display que se va
a utilizar está prácticamente dictado por la naturaleza de la información que se
tiene que representar y por el uso que conviene darle. Sin embargo, en otras
circunstancias cabe contemplar otras opciones.
Aunque no es posible dar una norma para resolver cada problema de
diseño, hay ciertas directrices y principios generales que es posible seguir en
muchas situaciones. A continuación se dan unas cuantas, junto con unas notas de
advertencia cuando ciertas circunstancias justifiquen algunas desviaciones. Estas
directrices se refieren a gran parte de los displays más usados convencionalmente.

Escalas cuantitativas

— Es preferible que sean digitales o de ventana abierta si los valores


permanecen el tiempo suficiente para ser leídos.
— Por lo general son preferibles ios diseños de escala fija o con indica­
dores móviles a ios diseños de escala móvil y con indicador fijo.
— En largas escalas, una escala móvil con cinta detrás del panel o un
contador dentro de una escala circular, son más ventajosos que una escala fija.
— Para valores sujetos a un cambio continuo, represéntese todo (o la
mayor parte) de lo que concierne a la gama (al igual que con escala circular
u horizontal).
— Si se han de ofrecer dos o más puntos de información relacionada,
tener en cuenta un display integrado.
— La unidad más pequeña de la escala que tiene que ser leída, debería
representarse a una escala de 0,05 pulgadas o más.
— Es preferible usar un marcador para cada unidad de escala, a menos
que la escala tenga que ser muy pequeña.
— Emplear el sistema de progresión convencional de 1,2, 3, 4, etc.,
a menos que haya alguna razón para hacerlo de otro modo, con marcadores
mayores en 0, 10, 20, etc.

E s c a l a s cu a lita tiv a s

— Es preferible usar una escala fija con indicador móvil (para mostrar
las tendencias).

105
— Para grupos, utilizar escalas circulares y disponer sistemáticamente
las posiciones nulas para facilitar la exploración visual, como en las posiciones
de las 9 o de las 12 horas.
— Es preferible emplear indicadores extendidos, y eventualmente líneas
extendidas entre escalas.

Indicadores de status

— Si los datos básicos representan categorías distintas e independientes,


o si básicamente se usan siempre los datos cuantitativos en términos de estas
categorías, utilícese una representación que represente a cada una de ellas.

Lu ces de señal y de alarma

— El tamaño mínimo usado debe ser consecuente con la luminancia y el


tiempo de exposición.
-— Para una señal de poca intensidad respecto ai fondo, la luz roja es
la más visible.
— En luces destellantes, la proporción de 1 hasta 10 por segundo es
fácilmente detectada.

Displays figurativos

— Un elemento móvil, como un avión, convendría representarlo contra


un fondo fijo (como el horizonte).
— Las representaciones gráficas que describen tendencias se leen mejor
si están formadas con líneas en vez de barras.
— Las representaciones de búsqueda son más fáciles que las represen­
taciones compensatorias.
— Las representaciones en tubos de rayos catódicos tienen mayor
eficacia cuando hay de siete a nueve, o más, líneas de exploración por mm.
— En el diseño de representaciones de configuraciones complejas (como
las rutas de tráfico y los diagramas de conexiones eléctricas), evitar detalles
innecesarios y emplear representaciones esquemáticas si ello está de acuerdo
con el uso.

Representaciones alfanuméricas

— La tipografía de los caracteres alfanuméricos (diseño, tamaño, con­


traste, etc.) es especialmente crítica bajo condiciones adversas de visión.
— Los caracteres alfanuméricos se deben presentar en grupos de tres
o cuatro para facilitar una memoria óptima a corto plazo.
— Las letras mayúsculas y cifras utilizadas en representaciones visuales
se leen con mayor precisión: a) cuando el ratio de anchura del trazo con relación
a la altura es de 1:6 hasta 1:8 para negro sobre blanco, y algo mayor (hasta 1:10)
para blanco sobre negro, y b ) cuando la anchura es al menos dos tercios de
la altura.

Representaciones simbólicas

— - Las representaciones simbólicas se deberían diseñar a base de los


siguientes principios perceptivos: figura/fondo; límites de la figura: cerramiento;
simplicidad y unidad.
5. Displays auditivos y táctiles

Todos dependemos de las sensaciones auditivas y táctiies en muchos


aspectos de la vida, incluida la percepción de señales acústicas convencionales
(como bocinas, timbres y zumbadores) y — en el caso de personas ciegas— el uso
de la impresión Braille. Por lo que respecta a las modalidades sensoriales, se
está logrando convertir estímulos íntimamente asociados con una determinada
modalidad en otros estímulos que están asociados con otra modalidad. Estos
desarrollos tecnológicos pueden dar como resultado un uso más incrementado
de los sentidos auditivos y táctiies en ciertas circunstancias especiales, como
puede ser el empleo de zumbadores para advertir a personas ciegas con la
vibración de objetos físicos situados ante ellas.
En este capítulo se tratará del uso de los sentidos auditivos y táctiles
como medios de comunicación, exceptuando el tema del lenguaje oral, que será
desarrollado en el siguiente capítulo.

Audición

Para tratar del proceso de audición, describamos primero los estímulos


físicos a los que el oído es sensible, es decir, las vibraciones del sonido.

Naturaleza y medición del sonido

El sonido se origina por las vibraciones que emite alguna fuente. Sí bien
estas vibraciones pueden ser transmitidas por varios medios, nuestro principal
interés radica en las que se transmiten a través de la atmósfera al oído. Sus
dos atributos principales son la frecuencia y la intensidad (o amplitud).

Frecuencia de las ondas sonoras. La frecuencia de las ondas del sonido


se puede ejemplificar si partimos de una simple fuente generadora de sonido,
como puede ser un diapasón. Cuando éste es golpeado, se le hace vibrar en su
frecuencia -natural». Al hacerlo, mueve las partículas de aire hacia adelante y
atrás, y esta alternación crea los correspondientes incrementos y descensos en la
presión del aire. El número de alternancias por segundo es la frecuencia del
sonido expresada en hertz (Hz) o ciclos por segundo (c/s). La frecuencia de
Un sonido físico da lugar a la sensación humana del tono.
Las vibraciones de una simple fuente generadora de sonido, como la del
diapasón, forman ondas sinusoidales o senos, que se pueden representar como
la proyección deí movimiento de un punto alrededor de un círculo que está girando

107

« ¡ r a s ? s » r - . '- -*<
a un ritmo constante, como se muestra en la figura 5-1. Como el punto P gira
alrededor de su centro O, su amplitud vertical, como función de tiempo, será
representada por la onda sinusoidal. La altura de la onda por encima de la línea
media en cualquier punto dado en el tiempo, representa la cantidad de presión
del aire por encima de lo normal. La cresta, por supuesto, es el punto máximo.
Las posiciones por debajo de la línea media representan, a su vez, la reducción
en la presión del aire por debajo de lo normal. En la escala musical, el do medio
tiene una frecuncia de 256 Hz. Cualquier octava dada dobla la frecuencia de la
que está por debajo de ella. En términos generales, el oído humano es sensible
a frecuencias en una gama que va desde 20 hasta 20 000 Hz, aunque hay notorias
diferencias entre los individuos.

Fig. 5.1. Reproducción de un onda senoidal, o de un seno. La m agnitud de lo s cam bios


alternativos en la presión del aire cau sado s por una fuente generadora de son id o con
una frecuencia determinada, pueden representarse mediante el se no de una onda.
Una onda senoidal se representa com o la proyección de un punto so b re la circunfe­
rencia de un círculo a m edida que el punto gira sobre su centro a una velocidad constante.
La parte m ás baja de la figura describe los cam bios de densidad de las m oléculas
del aire ca u sa d o s por el origen de la vibración.

Intensidad del sonido. Puesto que las sonidos son ondas de presión
que oscilan por encima y por debajo de la presión normal del aire, la medición
de la amplitud o intensidad del sonido estará relacionada a tales variaciones
en presión del aire. Las diferentes medidas absolutas de la presión del aire
(o poder acústico) incluyen medidas como watts, newtons, micronewtons y
microbares por unidad de área. Sin embargo, debido a que la gama de estos
valores para sonidos comunes es tan grande, se utiliza más bien una medida
logarítmica dei nivel de presión del sonido (SPL) cuando se quiere identificar
sonidos, medida que corresponde a una relación entre dos presiones de sonido.
El belio (llamado así en honor de Alexander Graham Bell) es el ratio básico
utilizado para este propositó. El número de belios es el logaritmo (base 10) del
ratio de las dos intensidades. En realidad, la medida más conveniente y más
común de intensidad del sonido es el decibelio (dB), equivalente a 1/10 de belio.*
Como el bel, expresa un ratio. Otro paso para la estandarización en la medición
de la intensidad es el de usar, para el más bajo de los 2 sonidos, un nivel de
referencia estándar que represente cero decíbelios. El nivel de referencia más
común es de 20 micronewtons por metro cuadrado (abreviado 20 pN/m2}. «Micro»
representa un factor de 1/1 millón con una sigla: la letra griega p. (mu). La pN
representa 0,000001 newton; m2 se refiere a los metros cuadrados. También se

La d ife re n c ia en la s in t e n sid a d e s de lo s d o s s o n id o s , da da en d e c íb e lio s.


s e e x p r e s a de la form a s ig u ie n te :
P,
n ú m e ro de d e c íb e lio s = 20 log

d o n d e P, y P2 re p re se n ta n la s p re sio n e s de lo s d o s so n id o s.

108
puede expresar como 0,0002 dina/cm2, o 0,0002 N/m2 pbarios.* La figura 5-2
muestra la escala de decibelios con ejemplos de varios sonidos que se hallan en
posiciones ligeramente variables, dentro de la escala. Esta figura también muestra
la amplificación a niveles crecientes de decibelios; un incremento de 10 dB
denota un incremento décuplo de la potencia relativa de un sonido.

Fuentes
Proporción de intensidad R uido s específicas
del ruido Decibelios ambientales de ruido Decibelios

100, OOO, 0 0 0 , 0 0 0 , O OO 140 140

10 ,0 0 0 ,0 0 0 ,000,000 130
Sirena de 5 0 C V 3 0 m I
130
1
1 Despegue de un reactor (60 m)
1,0 0 0 ,000 ,000,000 120 120

100 ,0 0 0 ,000,000
I
I
110
Area de fusión
M áquina de rem a char* l]°
de una fundición
I G uillotina* 1
Area de un h om o Martillo neumático
10,0 0 0 ,000.000 too eléctrico 100

1, 0 0 0 ,000,000
I
I

90
Cámara de calderas N ave de telares*
90
Planta de una imprenta Tren subterráneo ( 6 m )
Sala de tabulación Taladradora (15 m)
100 ,000,000 80 Interior de un coche 80
deportivo (8 0 km/h)
Tren de m ercancías (3 0 m)
10,600,000 70 Aspiradora (3 m) 70
I Hablar (0,3 m) I
Cercanías de una autopista
1, 000,000 60 Grandes alm acenes 60
Oficina de contabilidad

100,000 50
Oficina privada
Tráfico ligero (3 0 m*
Transform ador (6 0 m) I
50
J Residencia de tipo medio
Niveles m ínim os
10,000 40 Areas residenciales en Chicago 40
I
J durante la noche
M urm ullos suaves (1,5 m)
1000 30 Estudio (hablar) 30
I
Estudio durante películas I
100 20 sonoras 20

10 10 10

*
1 0 Posición del operador 0
Fig. 5.2. Niveles en decibelios (dB) y proporciones de la intensidad del sonido para
diversos, sonidos. L os niveles de d ecibelios so n niveles de so n id o s p e sa d o s-A m edidos
con un contador de nivel de sonido. (V é a se la nota a pie de página n.° 2 en la que se
explica qué son los p eso s A.) (Ejem plos tom ados de Peterson y G r o s s ,24 fig. 2.1, p. 4.)

Sonidos complejos. Hay muy pocos sonidos que sean tonos puros.
Incluso los tonos de los instrum entos m usicales no son puros, sin o que constan

Hay que señalar aquí que el Am erican National Stand ard s institute
(A N S I) •— antes United States of A m e rican Standards Institute ( U S A S I) y Am erican
Standards A sso c ia tio n — estableció un estándar al que debían co n fo rm arse las m ediciones
de nivel de sonido. Este estándar requiere que s e disponga de tre s características
alternantes frecuencia-respuesta en ta le s instrum entos, co n sistie n d o en tram as de p eso
(denom inadas A, B y C) que discrim inan selectivam ente entre frecuencias altas y bajas
según determinados contornos de igual sonoridad (que se explican posteriorm ente).
Recom endam os en ¡a práctica la utilización de los tres pesos, pero en cualquier ca so
d esignándolos como uno so lo — lo que se utiliza en estos datos— de modo que «el
sonido pesado A e s de 45 dB», «Nivel de sonido (A ) = 45 db» o bien «45 d B (A )» .

109
de una frecuencia fundamental en combinación con otros más (especialmente
frecuencias armónicas que son múltiples de las fundamentales). No obstante, la
mayoría de los sonidos complejos no son armónicos. Los sonidos complejos se
pueden describir de dos maneras. Una de éstas es la forma de onda que resulta
de las ondas de los sonidos componentes individuales; forma de onda que se
ilustra en la figura 5-3. Otro método de representar los sonidos complejos es por
medio de un espectro acústico que muestra la intensidad de las distintas bandas
de frecuencias, como se aprecia en la figura 5-4. Las cuatro curvas ilustran análisis
espectrales del ruido de una máquina de anudar, utilizando analizadores de
distintas anchuras de banda, es decir, una octava, 1/2 octava, 1/3 de octava y
1/35 de octava. Cuanto más estrecha sea la anchura de banda, mayor será el
detalle deí espectro y menor el nivel de cada anchura de banda. Han habido varios
procedimientos para dividir el espectro del sonido en octavas, pero el procedi­
miento preferido, tal como lo expuso ei American National Standard Institute
(ANSI), es el de dividir la gama audible en 10 bandas, con el centro de frecuencias
siendo de 31,5, 63. 125, 250, 500, 1000, 2000, 4000, 8000 y 16 000 Hz.<0 (Muchos
grupos de datos de sonidos y de audición existentes se ofrecen con el previo
procedimiento de definir las octavas según los extrem os de los intervalos en vez
de sus centros.)

La anatomía del oído


El oído tiene tres divisiones anatómicas principales: el oído externo, el
oído medio y el oído interno. Se muestra esquemáticamente en ía figura 5-5.

Fig. 5.3. F o rm a o n dulada d e un s o n id o com plejo fo rm a d o a p a rtir d e s e is o n d a s s e n o i­


d a le s in d iv id u a le s. (S e g ú n L in d s a y y N orm a n,18 fig. 6.6.)

El oído externo. El o íd o e x te rn o c o n s t a de la p a rte e x te rio r, c o n el


p a b e lló n ; el c o n d u c to a u d itiv o , q u e e s un tu b o de u n o s 2,5 c m q u e s e d ir ig e al
in te rio r, y e l tím p a n o , al final d e l co n d u c to a u d itiv o .

E l o íd o m ed io. El o íd o m e d io e s t á s e p a ra d o d e l o íd o e x te rn o p o r el
tím p a n o . In c lu y e u n a c a d e n a d e t r e s h u e s e c illo s p e q u e ñ o s iia m a d o s m artillo,
y u n q u e y e s t r ib o , q u e tra n sm ite n la s v ib ra c io n e s del tím p a n o a la v e n t a n a o v a la d a

110
del oído interno. El yunque actúa de una forma parecida a un pistón sobre la
ventana, y su acción es la de transmitir ios cambios en la presión del sonido al
fluido del oído interno, al otro lado de la membrana. En este proceso, los pequeños
cambios de presión en el tímpano son amplificados cerca de veintidós veces
cuando llegan a alcanzar el fluido del oído interno (Békésy *j.

Banda de octava

Banda de m edia octava

Banda de un tercio de octava


Banda de 1/35 de octava

L o n gitu d de onda, h erzios

Fig. 5.4. A n á lisis espectrográfico del ruido de una m áquina ai cerrarse, utilizando para
ello analizadores de diferentes am plitudes de banda. Cuanto m ás estrecha es la am ­
plitud de la banda, m ayor e s el detalle y m ás bajo es el nivel de cualquier amplitud
de banda considerada por separado. (Adaptado de Industrial N o ise Manual,37 p. 25.)

El oído interno. El oído interno es un dispositivo en forma de espiral,


parecido a un caracol. Desenrollado, tendría una longitud de 30 rnm. Su sección
más amplia (cerca de la ventana oval) tiene de 5 a 6 mm. Lo llena un fluido sobre
el cual el yunque del oído medio actúa como un pistón, moviéndolo adelante y
atrás al ritmo de la presión del sonido. Estos movimientos del fluido hacen
vibrar una membrana delgada llamada la «membrana basilar», que a su vez
transmite las vibraciones al órgano de Corti, que contiene células con pelos y
nervaciones muy sensibles a los cambios más ligeros de presión. Los impulsos
recogidos por estos terminales se transmiten al cerebro por medio del nervio
auditivo.

Fig. 5.5. Dibujo esquem ático dei oído, en el que aparece el canal auditivo a través
del cual las ondas so n o ra s llegan hasta el tím pano; éste, a su vez, hace vibrar los
h u e se c íllo s del oído m edio. Esta vibración se transm ite a través de la m em brana de la
ventana oval hasta el caracol, donde las vib ra cion e s pasan mediante un líquido a través
de las m em branas hasta ¡legar a unas células se n sitiv a s que envían im pulsos nervio­
s o s al cerebro.

La conversión de las ondas acústicas en sensaciones

Si bien los p ro ce so s m ecánicos im plicados en el oído son conocidos desde


hace tiempo, los procedim ientos gracias a los cuales las vibraciones son «oídas»

111

¡swwssas
y diferenciadas todavía no se conocen completamente. A este respecto, las
numerosas teorías sobre la audición pueden dividirse en dos clases. Las teorías
de lugar (o de resonancia) están fundamentadas sobre la base de que las fibras
situadas en varias posiciones (o lugares) a lo largo de la membrana basilar
actúan, como índica Geldard 10 (p. 243), a manera de un arpa o las cuerdas de un
piano. Puesto que estas fibras varían en longitud, son diversamente sensibles
a las diferentes frecuencias y dan lugar a las sensaciones de tono. A su vez, los
armónicos estimulan una serie de fibras distribuidas por la membrana. Por otro
lado, hay las teorías de frecuencia {o de teléfono), basadas en el principio de que
la membrana basilar vibra en su totalidad, de forma parecida al diafragma de
un teléfono o un micrófono. Las vibraciones transmitidas por el estribo al oído
interno también están presentes en ¡os movimientos de la membrana basilar y en
las células pilosas; este proceso completo de estimulación se reproduce en ¡a
respuesta del nervio auditivo, encargándose el cerebro de la tarea de examinar
e interpretar ios impulsos neurales recibidos.
Tal como comenta Geldard 10 (p. 257), no se trata ahora de aceptar una
teoría básica que excluya a las otras y explique todos los fenómenos auditivos.
En realidad, Geldard señala que el estado de conocimientos actual perjudica la
confianza que se pueda otorgar a la teoría de lugar en relación con los tonos altos
y una teoría de la frecuencia en relación con los tonos bajos, en la que un prin­
cipio da así lugar a otro en la gama media de frecuencias. Como ocurre con las
teorías en otros aspectos de la vida, este concepto de que ambas teorías se
complementan entre sí todavía tiene que ser objeto de revisión a la luz de
otras aportaciones- adicionales.

Sonoridad y sensaciones relacionadas

La s e n s a c ió n de so n o rid a d e s , en g r a n parte, u n a fu n c ió n d e in te n sid a d , p e ro


ta m b ié n e s t á in flu id a re la tiv a m e n te p o r la fr e c u e n c ia a c ú s tic a . C o n lo s a ñ o s s e
h a n lle v a d o a c a b o in v e s t ig a c io n e s s o b r e d iv e r s o s a tr ib u to s s u b je t iv o s d e l so n id o ,
c o m o s o n «la so n o rid a d » , «el ru id o » y «¡a m a g n itu d p e rc ib id a » . S in e m b a rg o ,
c o m o in d ic ó S t e v e n s , ” lo s ju ic io s h u m a n o s h e c h o s s o b r e e s t o s a tr ib u to s in d ic a n
q u e t o d o s e llo s s e p u ed e n c o n s id e r a r e s e n c ia lm e n t e c o m o s in ó n im o s . P ara
n u e s t r o s p r o p ó s it o s , h a b la re m o s a q u í d e t r e s m e d id a s re le v a n t e s al a trib u to
b á s ic o d e s o n o rid a d . É s t a s s o n el ionio, el sono y el nivel percibido (P L d B ).

Nivel d e s o n o rid a d e n ionios. H a c e a lg u n o s a ñ o s , F le tc h e r y M u n s o n 7


d e s a r r o lla r o n lo q u e ha N e ga do a c o n o c e r s e c o m o c o n t a d o r e s d e igual sonoridad.
O b t u v ie r o n el p a re c e r de s u je t o s c o n re s p e c t o a s o n id o s d e d if e re n t e s c o m b in a ­
c io n e s de fr e c u e n c ia s e in te n s id a d e s p a ra in te n ta r h a lla r a q u e llo s a lo s q u e s e
c re ía d e ig u a l s o n o rid a d . M á s re c ie n te m e n te , R o b in s o n y D a d s o n ,28 en G ra n B re ta ­
ña, han d e s a r r o lla d o c u rv a s de ig u a l s o n o r id a d a lg o m á s p e r fe c c io n a d a s (fig. 5 -6 ).
C a d a c o n ta d o r m u e s tr a la s in t e n s id a d e s en d e c ib e iio s d e la s d if e re n t e s f r e c u e n ­
c ia s a la s q u e s e ju zga b a ¡g u a le s en s o n o r id a d a la d e un to n o d e 100 0 H z d e l
n iv e l e s p e c ific a d o de in te n sid a d e n d e c ib e iio s . P a ra ilu s tra r la s c u r v a s , s e p u e d e
v e r q u e a u n to n o d e 50 H z de 62 d B s e le ju zg a igu a l en s o n o r id a d a un to n o
d e 1000 H z d e s ó lo 40 dB.
La u n id a d Ionio (de o r ig e n a le m á n ) s e u s a p a ra in d ic a r el n iv e l d e
s o n o rid a d . A s í , c u a lq u ie r p u n to a lo la rg o d e u n c o n ta d o r d a d o en la fig u r a 5-6,
r e p re s e n t a s o n id o s co n el m is m o n ú m e r o d e io n io s . El n iv e l d e s o n o r id a d e n
io n io s e s, p u e s , n u m é ric a m e n te ig u a l ai n iv e l d e d e c ib e iio s d e u n to n o d e 100 0 Hz,
al q u e s e c o n s id e r a e q u iv a le n te e n s o n o rid a d .

S o n o r id a d e n s o n io s . El fo n io s ó lo n o s in d ic a la ig u a ld a d su b je t iv a
d e lo s d is t in t o s s o n id o s , p ero no n o s d ic e n a d a a c e rc a d e la sonoridad subjetiva
relativa d e lo s d ife re n te s s o n id o s . P a ra e s t o s p r o p ó s it o s c o m p a r a t iv o s n e c e s i­
ta m o s to d a v ía o t ro patrón.

112
20 50 100 200 500 1000 2000 5000 20,000
Frecuencia, h e m o s (Hz)

Fig. 5.6. C u rva s de tonalidades puras de igual sonoridad. Cada curva representa ni­
ve les de intensidad de d iv e rsa s frecuencias, que se supone son igualm ente so n o ra s.
La cu rva m ás baja m uestra las intensidades m ínim as de d ive rsas fre cu e n cias que
generalm ente pueden oírse. {S e g ú n Robinson y D a d so n .28 D e rechos re se rva d os. C o r­
tesía del National Physical Laboratory, Teddíngton, M íddiesex, Inglaterra.)

Fletcher y Munson 7 desarrollaron esta escala de relación de sonoridad.


Stevens,30 a su vez, determinó esta escala utilizando el término sonio. Para su
estudio (como con el fonio), se empleó un sonido de referencia. Ün sonio se
define como la sonoridad de un tono de 1000 Hz de 40 dB. Un sonido estimado
dos veces tan intenso como el de referencia tiene una sonoridad de 2 sonios,
si es tres veces más intenso tiene una sonoridad de tres sonios, etc. Por lo tanto,
un sonido al que se considera como la mitad de intenso tendrá una sonoridad
de 1/2 sonio. Para dar una idea de cómo los sonios pueden relacionarse con
nuestras propias experiencias, se dan los siguientes ej'emplos (Bonvallet,38 p. 43):

Fuente del ruido D e cibe lios So n io s

Interior de una vivienda 42 1


Ventilador dom éstico 56 7
Autom óvil 15 m 68 14
Factoría no m uy ruidosa 76 54
T o m o automático de 18 pulgadas 89 127
Troqueladora, 1 m 103 350
Claveteadora, 2 m 111 800
Rem achadora neumática, 1,2 m 128 3000

Un procedimiento para estimar la sonoridad de sonidos complejos ha


sido el desarrollado y revisado por Stevens,315,32 en el cual se usa una tabla de
datos para deducir un índice de sonoridad por banda de octavas. Se presentan
extractos de ellos en la tabla 5-1 (Peterson y Gross 24). Primero se toma la
medición del nivel de banda, en decibelios, de cada octava, y dados estos valores
se procede como sigue:
1. En la tabla (tabla 5-1) se halla el índice correcto de sonoridad para
cada nivel de banda (S).
2. Se suman todos los índices de sonoridad (SS)
3. Se multiplica esta suma por 0,3.
113

KS
4. Se suma este producto al 0,7 del índice que lo tenga mayor io m¡VIj.
La sonoridad total en sonios es, pues, de (0,3 2 S +.0,7 S mal).
5. Esta sonoridad total (sonios) se puede convertir en nivel de sonoridad
(fonios), utilizando las dos columnas a la derecha de la tabla 5-1.

Tabla 5-1. Extractos de la tabla utilizada para calcular la sonoridad (sonios) de sonidos
complejos

■o
03 CO
<o
Indice de la sonoridad de la banda (S ) para bandas de octava ^3 _0 ^ o
_ c en Punto m ed io de la banda de octava
----- — ---------- ----------------------- ---------------- ---- § O
o 10
§_2 31,5 63 125 250 500 1000 2000 4000 8000 CO

20 ' 0,18 0,30 0,45 0,61 0,25 20


30 0,16 0.49 0,67 0,87 1,10 1,35 0,50 30
40 0,07 0,37 0,77 1.18 1,44 1.75 2,11 2,53 1,00 40
50 0,26 0,62 1.13 1,82 2,24 2,68 3.2 3,8 4,6 2,00 50
60 0,94 1,56 2,44 3,4 4,1 4,9 5,8 7,0 8,3 4,00 60
70 2.11 3.2 5.0 6,2 7,4 8,8 10,5 12,6 15,3 8,00 70
80 4,3 6,7 9.3 11,1 13,5 16,4 20,0 24,7 30,5 16,0 80
90 8,8 13,6 17,5 21,4 26,5 32,9 41 52 66 32,0 90
100 18,7 28,5 35,3 44 56 71 90 113 139 64,0 100
110 44 61 77 97 121 149 184 226 278 128 110
120 105 130 160 19? 242 298 367 256 120

Fuente: P e te rso n y G ro s s,1* tabla 3-1, pp. 25 y 26.

Nivel Perceptible de Ruido (NPdR): Mark Vil. M á s re c ie n te m e n te ,


S t e v e n s 33 ha p e r fe c c io n a d o u n p ro c e d im ie n to d e l q u e d e d u c ir u n a m e d ic ió n del
n iv e l p e r c e p t ib le d e ru id o ( N P d R ) : el « M a r k V il» , q u e e s t á re la c io n a d o c o n el s o n io
(al q u e lla m ó « M a r k V I» ), E s t á b a s a d o en u n s o n id o d e re fe re n c ia e s tá n d a r d e
u n a b a n d a d e 1/3 d e o c ta v a c e n t ra d a a 3 1 5 0 Hz, q u e p o s e e c ie rt a s v e n t a ja s s o b r e
la to n a lid a d d e 1000 H z q u e s ir v e c o m o s o n id o d e re fe re n c ia p ara el s o n io . (P u e s t o
q u e un s o n id o a 32 d B d e 3 1 5 0 H z e s c a s i e q u iv a le n te , e n c u a n to a n iv e l de
s o n o rid a d , a u n s o n id o a 4 0 d B d e 1000 H z — el cu a l e s 1 s o n io — , la m e d ic ió n del
N P d R e s c a s i 8 d B m á s b aja q u e lo s v a lo r e s c o r r e s p o n d ie n t e s b a s a d o s en lo s
p r o c e d im ie n t o s del M a r k V I.) E l e m p le o del s o n id o d e re fe re n c ia d e 3 1 5 0 H z
p re s u m ib le m e n t e n o s o f re c e u n a m e jo ra e n c u a n to a p r e c is ió n d e la s m e d ic io n e s ;
a d e m á s, el v a lo r re su ita n te ( N P d R ) s e e x p r e s a e n d B, lo q u e fa c ilita la c o m p a ­
ra c ió n c o n la s le c t u ra s e n d B d e u n m e tro d e n iv e l d e s o n id o .* A d e m á s , la
m e d ic ió n q u e o fre c e el N P d R p u e d e e x t e n d e r s e h a st a v a lo r e s m á s b a jo s q u e
a q u e llo s a lo s q u e s e p u e d e lle g a r c o n un s o n io . b i s p ro c e d im ie n t o s im p lic a d o s
e n la d e d u c c ió n d e l N P d R c o m p r e n d e n el e m p le o d e c ie r t a s ta b la s q u e n o re p e ti­
r e m o s aqu í. ( V é a s e S t e v e n s ,33 o b ie n P e t e rs o n y G r o s s ,24 pp. 28 a 33.)

E n m a s c a r a m ie n t o

El e n m a s c a r a m ie n t o ( m a s k in g ) e s u n a c o n d ic ió n en la q u e u n c o m p o n e n t e
d e l s o n id o a m b ie n ta l re d u c e la s e n s ib ilid a d d e l o íd o a o tro c o m p o n e n te . D e fin id o
e n t é r m in o s o p e ra c io n a le s , el e n m a s c a ra m ie n t o e s la c a n tid a d m e d ia n te la cu a l

* E sta c o m p a ra c ió n s e m ejora co n el e m p le o d e un d e te rm in a d o s is t e m a
d e p e sa je «E». Tal tram a de p e sa je para una m e d ic ió n del n iv e l de u n s o n id o — co m o
s e ría n ia s m e d id a s A, 8 y C — s e intenta qu e «a ju ste» la s le c tu ra s d e n iv e le s d e so n id o
p or ¡o q u e re sp e c ta a la s v a r ia c io n e s de s e n sib ilid a d de! o íd o fre nte a fre c u e n c ia s
d ife re n te s.

114
el umbral de audibilidad de un sonido (el sonido enmascarado) es rebasado por
la presencia de otro sonido (enmascarante). Al estudiar los efectos del enmasca­
ramiento, un investigador mide, por lo general, el umbral absoluto (el nivel audible
mínimo) de un sonido (el sonido que ha de quedar enmascarado) cuando éste
se presenta aislado, y luego se mide su umbral en presencié del sonido
enmascarante. La diferencia se atribuye al efecto de enmascaramiento.
Los efectos de enmascaramiento varían según el tipo de sonido enmas­
carante y el propio sonido enmascarado, ya sean tonalidades puras, sonidos
complejos, ruido en general, palabras, etc. En la figura 5-7 aparecen dos ejemplos
del efecto de enmascaramiento de tonalidades puras. En los efectos de enmas­
caramiento que ejerce el ruido (a) podemos observar que el umbral de las

( a ) Enmascaramiento de tonalidades (¿>) Enm ascaram iento de tonalidades


puras por el ruido puras mediante un tono
puro de 1 2 0 0 Hz (100,
80, 60, 40, y 2 0 d B I

Fig. 5.7. Los efectos de enm ascaram iento de tonalidades puras por a) el ruido y b) otros
tonos. Las curvas m uestran el núm ero de decibelios mediante lo s cuales tonos de
diversas frecuencias son e n m ascarados por el ruido u otros tonos, (a se gú n W. A. Mun-
son en C. M . Harris, pp, 5 a 16; b se gú n W egel y Lañe.36)

tonalidades puras aumenta de 15 a casi 30 dB, siendo mayor este aumento en el


caso de las tonalidades de las frecuencias más elevadas. En los efectos de
enmascaramiento de tonalidades puras sobre otras tonalidades puras (b), podemos
observar que los efectos del enmascaramiento son mucho más complejos y que
los efectos son, por lo general, más importantes en las frecuencias cercanas
a la tonalidad enmascarante y sus correspondientes armónicos. La naturaleza de
los efectos de enmascaramiento depende muchísimo de la de los dos sonidos
en cuestión, tal como han explicado Geldard 33 (pp. 215 a 220) y Deatherage.6
Aunque no explicaremos aquí cuáles son estos efectos complejos, los efectos de
enmascaramientos en nuestras propias vidas son de considerable importancia,
como por ejemplo el ruido de las máquinas de la oficina que sofoca las
conversaciones.

Displays auditivos

La naturaleza de la modalidad sensorial auditiva ofrece ventajas únicas


en lo que respecta a presentar información contrastada con la modalidad visual,
que, por su parte, tiene sus propias ventajas. En la tabla 3-1, capítulo 3, se
presentaba toda una serie de comparaciones entre ambos sentidos. En la base
de tales comparaciones y de otras sugerencias, es posible encontrar determinados
tipos de circunstancias en las que los displays auditivos se prefieren, por lo

115
general, a los displays visuales. Enumeramos a continuación algunas de tales
circunstancias:
— Cuando el origen de la señal es, asimismo, un sonido
— Cuando el mensaje es simple y corto
— Cuando, más adelante, no se hará referencia al mensaje
— Cuando el mensaje trata de sucesos temporales
— Cuando se emiten señales de aviso o cuando el mensaje llama a la
acción inmediata
— Cuando continuamente presentan cambios de información de algún
tipo, tal como sucede en aviones, informaciones de vuelo o radioescuchas
— Cuando el sistema visual está sobrecargado
— Cuando los canales de comunicación oral funcionan a tope (en cuyo
caso las señales auditivas deberían ser perfectamente distinguibles del habla,
como los tonos, por ejemplo)
— Cuando la iluminación limita el uso de la visión
— Cuando el receptor se mueve de un sitio para otro
Evidentemente, la aplicación de la anterior serie de sugerencias debe
adaptarse a las circunstancias en vez de ser seguida al pie de la letra. Por
supuesto, existen otras circunstancias en las que serían preferibles los displays
auditivos. De la enumeración anterior deberíamos destacar el hecho de que es
aconsejable reducir los mensajes auditivos a aquellos que son cortos y simples
(excepto en lo que respecta a la comunicación verbal), puesto que la gente no
comprende bien los mensajes complejos.
Bajo un punto de vista, hay tres tipos de funciones humanas compren­
didas en la recepción de señales acústicas, y dependen de la naturaleza de la
señal en cuestión como sigue: 1) detección (determinar si una señal dada está
o no presente, tal como podría ser una señal de aviso); 2) discrim inación relativa
(diferenciar entre dos o más señales cuando aparecen muy juntas), y 3) identifica­
ción absoluta (identificar una señal particular de cualquier clase, cuando solamente
es ésta la que aparece). La discriminación relativa y la identificación absoluta
pueden hacerse en base a cualquiera de las diversas dimensiones de los estímulos,
tales como intensidad, frecuencia, duración y dirección (diferencia en lo que
respecta a la intensidad de las señales transmitidas hacia los dos oídos).

Detección de las señales

La detección de las señales auditivas puede estudiarse dentro del


conjunto de referencias de la teoría de detección de señales (tal como se explicó
en el capítulo 3), aun cuando las señales aparezcan en ambientes y medio ambien­ |
tes «pacíficos» permeados por algún ruido ambiental. Tal como se explicaba en
la exposición de la teoría de detección de señales, si fuera posible, la distribución
de la frecuencia de la señal más ruido (SR) no debería sobreponerse a la
distribución del propio ruido (R). Cuando aparece alguno de estos solapamientos,
no puede detectarse siempre la señal de entre lo que es ruido, y esta confusión
forma parte de la función de enmascaramiento. Cuando la señal (el ruido enmas­
carado en este caso) aparece cuando hay ruido (en este caso el sonido
enmascarante), el umbral de detectabilidad de la señal es elevado, y es este
umbral «elevado» al que ha de superar la señal si se quiere que sea detectada
correctamente.
En medios ambientes bastante silenciosos (es decir, cuando uno no tiene
que habérselas con el tecleo de las máquinas de escribir, los chirridos de los
neumáticos, o cualquier ruido de máquinas), un sonido de unos 40 a 50 dB por
encima de un umbral absoluto sería, por lo general, suficiente para poder ser
detectado distintamente de entre el ruido ambiental. Sin embargo, tai detectabilidad
podría variar según la frecuencia de la señal (Pollack 2S) y según su duración. Por
lo que respecta a la duración, el oído no responde instantáneamente al sonido

116
En lo que se refiere a las tonalidades puras, tarda unos 200 o 300 ms en «perci­
birlos» (M unson21), y unos 140 ms en dejarlos de oír (Stevens y D avis’*),
aunque los sonidos de banda amplia se perciben y dejan de oírse con mayor
rapidez. Debido a estos retrasos, las señales de menos de 200 a 500 ms de
duración no suenan tanto como las de mayor duración. Por lo tanto, las señales
auditivas (sobre todo las tonalidades puras) deberían tener, como mínimo, 300 ms
de duración; si necesariamente han de ser más cortas, debería aumentarse su
intensidad a fin de compensar la reducción de audibilidad.
Bajo condiciones más bien ruidosas, la intensidad de la señal tiene que
elevarse hasta alcanzar un nivel que supere al del ruido para asegurar su detec-
tabilidad. A este respecto, Deatherage6 ha propuesto un método empírico a fin
de especificar el nivel óptimo de la señal y que consiste en que la intensidad de
ia señal (en el momento en que llega al oído) esté a medio camino entre el
umbral enmascarado de la señal en presencia del ruido y los 110 dB.

La utilización de filtros. En determinadas circunstancias resulta posible


realzar la detectabilidad de señales filtrando parte del ruido. Esto es mucho
más factible cuando las frecuencias predominantes del ruido son diferentes de
las de la señal. En tal caso puede filtrarse parte del ruido y aumentar la
intensidad del sonido que queda (la señal más el ruido que no haya podido
filtrarse). Esto ejerce el efecto Je aumentar la proporción señal frente a ruido,
consiguiendo que la señal sea más audible.

Discrim inación relativa de las señales auditivas

La distinción relativa de las señales basándose en la intensidad y la


frecuencia (que son las dimensiones que se utilizan generalmente) depende,
en parte, de las interrelaciones entre ambas dimensiones.

Discriminación de las diferencias de intensidad. En la figura 5-8 aparece


una impresión de las posibilidades humanas para distinguir diferencias de
intensidad (Deatherage 6). Refleja las diferencias mínimas notables (DMN) para
ciertas tonalidades puras y para un ruido de amplio espectro de varios niveles

F ig . 5.8. D iferencias m ás notables (D M N ) en cuanto a intensidad de sonido por lo que


respecta a tonalidades puras de frecuencias elegidas y un ruido de amplia banda.
(Se g ú n Deatherage ,6 p. 147, basado a su vez en datos de R ie sz 27 y Miller.20)

117
de presión de sonido. Resulta evidente que las diferencias menores pueden
detectarse utilizando señales de intensidades superiores, tales como un mínimo
de 60 dB por encima del umbral absoluto. Las DM N de las señales por encima de
los 60 dB son mínimas por lo que respecta a las señales de frecuencias inter­
medias (1000 y 7000 Hz) y, por supuesto, estas diferencias tienen su importancia
si las señales auditivas han de ser distinguidas por su intensidad.

Discriminación de las diferencias de frecuencia. Algunas pistas


sobre la capacidad de las personas para hallar diferencias entre tonalidades puras
de frecuencias diferentes aparecen en los resultados de un estudio hecho por
Shower y Bidduiph,29 que son los que refleja la figura 5-9. Esta figura muestra
las DMN de tonalidades puras de frecuencias diferentes a niveles superiores a los
del umbral. Las DMN son menores en las frecuencias por debajo de los 1000 Hz
(especialmente por lo que respecta a las intensidades elevadas), pero aumentan
de forma notable en frecuencias superiores. A sí pues, si las señales han de

Fig. 5.9. D iferencias m ás notables (D M N ) por lo que respecta a to n os puros a diver­


s o s niveles por encima del umbral. (Se gú n Sh o w e r y Biddulph.29)

discriminarse en base a su frecuencia, sería, por lo general, aconsejable el uso


de las de frecuencias más bajas. Sin embargo, esta práctica puede tropezar con
un obstáculo en el caso de que haya mucho ruido ambiental (que, por lo general,
tiende a mantenerse en las frecuencias más bajas) que pueda enmascarar las
señales. Una solución posible es la de usar señales de un promedio entre los
500 y los 1000 Hz (Deatherage 6). De la interpretación de la figura resulta evidente
que las DM N son menores en las señales de intensidad elevada que en las de
intensidad baja, por lo que se supone que las señales deberían emitirse, proba­
blemente, como mínimo a 30 dB por encima del umbral absoluto.

Identificación absoluta de las señales auditivas

Las DMN, en cuanto a dimensión de un estímulo determinado, reflejan


las diferencias mínimas que pueden establecerse sobre una base relativa, pero
en muchas circunstancias es necesario conseguir una identificación absoluta de
un estímulo individual (como puede ser la frecuencia de una tonalidad única) que
pueda presentarse. El número de «niveles», a lo largo de un continuum, que

118
puedan identificarse así és, por lo general, bastante pequeño, tal como ya se decía
en la explicación de la teoría de ¡a información en el capítulo 3. La tabla 5-2 nos
presenta, para cada una de determinadas dimensiones auditivas, algunas
indicaciones sobre el número de niveles que pueden identificarse.

Tabla 5-2. Resumen de determinados métodos de codificación auditiva

Intensidad (tonalidades 30 a 5 niveles. Los cam bios de intensidad so n m ás fáciles


p uras) de detectar que las m eras intensidades. Por lo que re s­
pecta a tonalidades puras, limitarse entre lo s 1000 y los
4000 Hz, pero preferiblemente utilizar un ruido de banda
amplia.

Frecuencia Estim ada diversam ente entre 4 y 7 niveles. Utilizar, prefe­


riblemente, pocas y m uy espaciadas. Situ a r la intensidad,
com o mínimo, a 30 dB por encima del umbral
Duración del sonido Utilizar diferencias m uy notables, preferiblem ente 2 o 3.

D irección del sonido La diferencia de intensidad entre los d o s o íd o s puede se r


distinta;' resulta particularmente importante en lo tocante
a inform ación direccional (ejemplo, derecha com parada con
izquierda).

Intensidad y frecuencia 9 N ive le s

Fuente: Deatherage ’ y VanCott y Warrick.”

Codificación multidimensional. Si el total de información que ha de


transmitirse mediante códigos auditivos es sustancial (lo que significa que es
necesario hacer distinciones entre numerosas señales), es aconsejable el empleo
de un sistema de codificación multidimensional. Refiriéndonos al estudio ya
mencionado de Pollack y Ficks,26 recordaremos que se emplearon diversas combi­
naciones de varios parámetros (dimensiones), tales como dirección (oído derecho
contra oído izquierdo), frecuencia, intensidad, frecuencia de repetición, fracción
temporal on y off, y duración. Evidentemente, tal sistema impone la necesidad
de entrenar al receptor con vistas al «significado» de cada combinación única.
Al utilizar tales códigos multidimensionaies da, por lo general, mejor resultado
emplear más dimensiones con pocos «grados» o «niveles» de cada una de ellas
(por ejemplo, ocho dimensiones con dos grados en cada dimensión) que utilizar
pocas dimensiones, pero con muchos niveles en cada una de ellas (por ejemplo,
seis dimensiones con cinco grados cada una). (Ambos sistemas «transmitían»,
aproximadamente, la misma cantidad de información.) Es sobre la base de las
muchas facetas (dimensiones) diferentes de los sonidos que podemos identificar
las voces de las personas, un grifo que gotea o un gozne que chirría.

Principios de los displays auditivos

Como en las restantes áreas de la ingeniería basada en los factores


humanos, la mayor parte de líneas maestras y de principios han de aceptarse
cum grano salís, puesto que circunstancias específicas, valores desfasados, etc.,
pueden excusar el que se pasen por alto. Teniendo esto presente, a continuación
damos unos cuantos consejos para el empleo de displays auditivos. Por lo general,
los hemos sacado de investigaciones y de la misma experiencia, y algunos perte­
necen, en parte, a Mudd 20 y Licklider.17

i Principios generales
A Compatibilidad: Siempre que sea posible, la selección de las dimensiones
de la señal y su codificación deberían explotar las relaciones naturales

119

sam m ssim M . m ■ - ama


o aprendidas de los usuarios, como, por ejemplo, la asociación de las
frecuencias elevadas con alto o arriba, y las señales agudas con la
emergencia.
B Aproximación: Deberían tenerse en cuenta las señales con dos etapas
cuando aparece una información compleja. Estas etapas son:
1. Señal en demanda de atención: llamar la atención e identificar una
categoría general de información.
2. Señal de designación: siguiendo a la señal en demanda de atención
y para designar la información precisa dentro de la clase general
antes indicada.
C Disociabilidad: Las señales auditivas deberían ser fácilmente discernióles
de cualquier otro input auditivo (ya sea un input significativo o mero
ruido). Si normalmente una persona atiende a dos o más canales, las
frecuencias de éstos deberían ser diferentes dentro de lo posible.
D Parsimonia: La señal input al operador no debería proporcionarle más
información que la necesaria.
E Invariabilidad: La misma señal debería designar la misma información
en todos los casos.

II Principios de presentación
F Evitar los extremos de las dim ensiones auditivas.
G Establecer la intensidad con relación al nivel de ruido ambiental.
H Utilizar señales variables o interrumpidas: siempre que sea factible debe
evitarse el utilizar señales estables, ya que es aconsejable la utilización
de señales variables o interrumpidas. Esto tenderá a reducir la adaptación
perceptiva.
III Principios de instalación de los displays auditivos
I Los tests de señales a ser utilizados: Tales tests deben hacerse con una
muestra representativa de la población usuaria en potencia, a fin de
asegurarse de que las señales pueden ser detectadas.
J Evitar el parecido con señales utilizadas anteriormente: Cualquier señal
recientemente instalada no debería ser contradictoria, en cuanto a su
significado, con cualquier otro tipo de señales parecidas usadas en
sistemas anteriores o existentes.
K Facilitar la sustitución de un display previo: Cuando las señales auditivas
hayan de reemplazar otro tipo de presentación (como las visuales), es
aconsejable que ambos sistemas aparezcan juntos durante un tiempo para
que la gente se acostumbre a las nuevas señales.

Displays auditivos para propósitos específicos

Sólo a tipo de mera información, explicamos a continuación unos cuantos


tipos de displays auditivos para propósitos específicos.

Señales de aviso y alarma. Las características únicas del sistema


auditivo hacen que los d isplays auditivos tengan especial importancia por lo que
respecta a la señalización de avisos y alarmas. Para servir a estas finalidades, los
diversos tipos de aparatos disponibles tienen sus características determinadas
y sus correspondientes ventajas y limitaciones. Un resumen de tales aspectos
característicos es el que aparece en la tabla 5-3 (tomada de Deatherage,® p. 126).
En la selección o diseño de señales de aviso y alarma, Deatherage * (pp. 125 y 126)
y Mudd 21 proponen las siguientes recomendaciones de diseño que aquí presen­
tamos de forma un tanto modificadas:
— Usar frecuencias entre 200 y 5000 Hz. y, preferiblemente, entre
500 y 3000 Hz, debido a que el oído es mucho más sensible a estas intensida­
des medias.
Tabla 5-3. Aspectos y características de diversas tipos de alarmas auditivas

Capacidad
de llamar Capacidad de penetración
Alarma Intensidad Frecuencia la atención por el ruido

Diáfono Muy alta Muy baja Buena Mala en ruido de baja fre­
(sirena de cuencia
niebla)
Bocina Alta Baja a alta Buena Buena
Pitido Alta Baja a alta Buena si es Buena si la frecuencia es la
intermitente adecuada
Sirena Alta Baja a alta Muy buena si Muy buena si las frecuencias
emite alti­ tienen altibajos
bajos
Campana Media Media a alta Buena Buena si el ruido es de baja
frecuencia
Zumbador Baja a media Buena Regular si ei espectro es pa­
recido al ruido de fondo
Carriilón y Baja a media Baja a media Regular Regular si el espectro es pa­
gongo recido al ruido de fondo
Oscilador Baja a alta Media a alta Buena si es Buena si la frecuencia es ia
intermitente adecuada

Fuente: Deatherage,* tabla 4-2.

— Usar frecuencias por debajo de los 1000 Hz cuando las señales tengan
que atravesar largas distancias (sobre 3000 m), debido a que las altas frecuencias
no llegan tan lejos.
-— Usar frecuencias por debajo de los 500 Hz cuando las señales tengan
que «franquear» obstáculos importantes o atravesar tabiques.
— Usar una señal modulada (de 1 a 8 beeps por segundo o sonidos
intermitentes que se perciban una o tres veces por segundo) puesto que resultan
bastante diferentes de los sonidos normales que exigen atención.
— Usar señales con frecuencias diferentes de las que predominan en el
ruido de fondo, con la finalidad de reducir el efecto de enmascaramiento.
— Preferentemente, usar señales de aparición repentina de alta inten­
sidad para poner al receptor en alerta. Cuando se utilicen auriculares, tener en
cuenta la presentación dicótica (señal alternante que pasa de un oído al otro).
— Si se utilizan diferentes señales de aviso para representar condiciones
diferentes, cada una debería ser perfectamente distinguible de las otras.
— Siempre que sea factible, usar un sistema de comunicación separado
para las señales de aviso, como altavoces, megáfonos u otros aparatos que no
se utilicen para otras finalidades.

Señales transmitidas por radio. Un ejemplo de situación que requiere


una perfecta discriminación entre los sonidos es la recepción de señales de radio
en aviones, en las que la A (punto-raya) o la N (raya-punto) se distinguen si el
piloto está a la izquierda o a la derecha, respectivamente, de la banda central.
La señal de una banda indica que funciona cuando la otra no lo hace. Cuando
las bandas tienen la misma intensidad, el piloto oye una señal continua que
significa que está en la banda centra!. En condiciones de ruido adversas la
diferencia entre las señales A y N puede que no sea identificada con propiedad,
y el piloto puede llegar a pensar que está a ¡a derecha de la banda cuando en
realidad está a la izquierda o viceversa.
Algunos de ¡os aspectos de este problema han sido investigados bajo

121
condiciones de señales y de ruidos simulados, algo parecidas a las que pueden
darse en un avión (Flynn et a!t.8). Sin entrar en los detalles de esta investigación,
los resultados probablemente tendrán importantes consecuencias por lo que
respecta a diversos d isplays auditivos, pues en particular se encontró que la
jproporción señal-ruido era un factor mucho más crítico en las distinciones
auditivas efectivas, que la intensidad de la misma señal.

Los sentidos cutáneos

En su vida cotidiana, las personas dependen de sus sentidos cutáneos


mucho más de lo que parece. Sin embargo, existe un problema, que es el de saber
cuántos sentidos cutáneos poseemos, y esta confusión se debe, en parte, a las
bases sobre las que se han clasificado estos, sentidos. Tal como aduce Geidard 10
(pp. 258 y 259}, podemos clasificarlos cualitativamente (basándonos en su simi­
litud observada; es decir, en las sensaciones generadas), en términos del
estimulo (por ejemplo, la forma de energía que origina la sensación, que puede
ser térmica, mecánica, química o eléctrica), o anatómicamente (según la naturaleza
de los órganos sensoriaíes o tejidos implicados). Por lo que respecta a las
estructuras anatómicas, aún no está claro cuántos tipos distintos de terminales
nerviosas existen, pero, por conveniencia, Geidard supone que la piel alberga tres
sistemas de sensibilidad más o menos separados, uno para la recepción de
presión, otro para el doior, y otro que responde a los cambios de temperatura.
Aunque se ha sugerido que cualquier sensación particular es originada por la
estimulación de un tipo específico de nervio receptor, esta noción no parece muy
segura. Antes bien, en la actualidad se cree en genera! que los diversos recep­
tores se especializan en sus funciones a través de la operación que Geidard
denomina principio de respuesta modelo. Algunos de los receptores cutáneos
responden a más de una forma de energía (tales como fa presión mecánica y los
cambios térmicos) o a ciertas magnitudes de energía. A través de interacciones
complejas entre los diversos tipos de terminales nerviosas, a medida que son
estimuladas por diversas formas y cantidades de energía, experimentamos una
amplia «variedad» de sensaciones específicas a las que denominamos «tacto»,
«contacto», «cosquillas», «presión», etc. (Geidard10).

Displays táctiles

Aunque en nuestra vida cotidiana dependemos muchísimo de nuestros


sentidos cutáneos, éstos se han utilizado solamente de una forma muy limitada
como base de una transmisión «intencional» de información mediante el empleo
de displays táctiles. Los usos primarios de los sentidos cutáneos en lo que res­
pecta ai uso de displays táctiles han incluido hasta la fecha el uso del método
Braille para ciegos y ía utiíización de aparatos de control formalmente codificados.
Sin embargo, en los últimos años se ha despertado un cierto interés por los
sentidos cutáneos porque pueden transmitir información estática o dinámica en
ciertas circunstancias especiales.

Método Braille

El método Braille para ciegos consiste en el uso de «puntos» en relieve


form ados por el uso de todas las com binaciones posibles de 6 puntos numerados
y d isp u estos así:1

1 . .4
2 . . 5
3 . . 6

122
condiciones de señales y de ruidos simulados, algo parecidas a las que pueden
darse en un avión (Fiynn et alt.8}. Sin entrar en los detalles de esta investigación,
los resultados probablemente tendrán importantes consecuencias por lo que
respecta a diversos displays auditivos, pues en particular se encontró que la
proporción señal-ruido era un factor mucho más crítico en las distinciones
auditivas efectivas, que la intensidad de la misma señal.

Los sentidos cutáneos

En su vida cotidiana, las personas dependen de sus sentidos cutáneos


mucho más de lo que parece. Sin embargo, existe un problema, que es el de saber
cuántos sentidos cutáneos poseemos, y esta confusión se debe, en parte, a las
bases sobre las que se han clasificado estos, sentidos. Tal como aduce Geldard 10
[pp. 258 y 259}, podemos clasificarlos cualitativamente (basándonos en su simi­
litud observada; es decir, en las sensaciones generadas), en términos del
estimulo (por ejemplo, la forma de energía que origina la sensación, que puede
ser térmica, mecánica, química o eléctrica}, o anatómicamente (según la naturaleza
de los órganos sensoriales o tejidos implicados). Por lo que respecta a las
estructuras anatómicas, aún no está claro cuántos tipos distintos de terminales
nerviosas existen, pero, por conveniencia, Geldard supone que la piel alberga tres
sistemas de sensibilidad más o menos separados, uno para la recepción de
presión, otro para el dolor, y otro que responde a los cambios de temperatura.
Aunque se ha sugerido que cualquier sensación particular es originada por la
estimulación de un tipo específico de nervio receptor, esta noción no parece muy
segura. Antes bien, en la actualidad se cree en general que los diversos recep­
tores se especializan en sus funciones a través de la operación que Geldard
denomina principio de respuesta modelo. Algunos de los receptores cutáneos
responden a más de una forma de energía (tales como la presión mecánica y los
cambios térmicos) o a ciertas magnitudes de energía. A través de interacciones
complejas entre ios diversos tipos de terminales nerviosas, a medida que son
estimuladas por diversas formas y cantidades de energía, experimentamos una
amplia «variedad* de sensaciones específicas a las que denominamos «tacto»,
«contacto», «cosquillas», «presión», etc. (Geldard 10).

Displays táctiles

Aunque en nuestra vida cotidiana dependemos muchísimo de nuestros


sentidos cutáneos, éstos se han utilizado solamente de una forma muy limitada
como base de una transmisión «intencional» de información mediante el empleo
de displays táctiles. Los usos primarios de los sentidos cutáneos en lo que res­
pecta ai uso de displays táctiles han incluido hasta la fecha el uso del método
Braille para ciegos y la utilización de aparatos de control formalmente codificados.
Sin embargo, en los últimos años se ha despertado un cierto interés por los
sentidos cutáneos porque pueden transmitir información estática o dinámica en
ciertas circunstancias especiales.

Método Braille

El método Braille para ciegos consiste en el uso de «puntos» en relieve


form ados por el uso de todas las com binaciones posibles de 6 puntos numerados
y disp u estos así: 1

1 . . 4
2 . . 5
3..6
Una combinación determinada de éstos representa a cada letra, número
o palabra común. Los aspectos críticos de estos puntos son la posición, la dis­
tancia entre puntos y la dimensión (diámetro y altura), siendo todos ellos distin­
guibles mediante el tacto.

Codificación táctil de lo s aparatos de coritrol

Otro uso del sentido táctil es el que hace referencia al diseño de los
mandos de control y otros aparatos relacionados con ello. Aunque eso no son
«d isp lays » en el sentido convencional de la palabra, la necesidad de identificar
correctamente tales aparatos puede ser considerada como perteneciente al
concepto genera! de lo que entendemos por displays. La codificación de tales
aparatos para su identificación táctil incluye forma, textura y tamaño.

Discriminación de controles formalmente codificados. La discriminación


de controles formalmente codificados es en esencia un aspecto de la sensibilidad
táctil. El procedimiento que por lo general más se ha utilizado en la selección de
controles para que no se confundan unos con otros, es el que nos proporciona
el estudio de Jenkins 16 en el que se montaron 25 controles en una máquina
giratoria. Cada sujeto, con los ojos vendados, era conducido ante un mando que
podía tocar durante un segundo. Luego, el investigador hacía girar la plataforma
y la dejaba en un punto predeterminado, a partir del cual el sujeto pasaba de un
mando a otro, tocándolos, hasta que encontraba el que creía ser el que había
tocado en primer lugar. Entonces era posible determinar qué tipos de mandos eran
más fácilmente distinguibles. No se presentan resultados estadísticos, pero puede
decirse que se identificaron dos series de ocho mandos, de modo que los mandos
de un grupo rara vez se confundían con ios del otro. Estas dos series de mandos
son las que aparecen en la figura 5-10.

^ <® §

^ ^ 2

Fig. 5.10. Serie de mandos para palancas distinguibles por el solo tacto. Las formas
de cada serie rara vez se confunden con las de la otra. (Según Jenkins.16)

Siguiendo en sus líneas esenciales el mismo plan designado anterior­


mente, la United States Air Forcé ha desarrollado 15 diseños de mandos que son
difícilmente confundibles. Estos diseños son de tres tipos diferentes y cada tipo
ha sido proyectado para servir una finalidad determinada (Hunt15):
— C la se A: rotación múltiple. Estos mandos son para utilizarlos en
controles 1) que requieren vueltas o giros, 2) cuyo ajuste precisa de una vuelta
completa o más, y 3) aquellos para los que la posición del mando no es un
aspecto crítico de la información en la operación de control.
— C ia s e B: rotación fraccionaria. Estos mandos se utilizan en controles
1) que no requieren giros o vueltas, 2) cuyo ajuste se consigue, por lo general,
con m e n o s de una vuelta completa, y 3) aquellos para ios que la posición del
mando no es un aspecto crítico de la información en la operación de control.
— C la se C: p o sició n de retén. Estos mandos son para utilizarlos en
controles de posición distintiva.

123
Una combinación determinada de éstos representa a cada letra, número
o palabra común. Los aspectos críticos de estos puntos son la posición, la dis­
tancia entre puntos y la dimensión (diámetro y altura), siendo todos ellos distin­
guibles mediante el tacto.

Codificación táctil de lo s aparatos de coritrol

Otro uso del sentido táctil es el que hace referencia al diseño de los
mandos de control y otros aparatos relacionados con ello. Aunque eso no son
*d isp !ays* en el sentido convencional de la palabra, la necesidad de identificar
correctamente tales aparatos puede ser considerada como perteneciente al
concepto general de lo que entendemos por displays. La codificación de tales
aparatos para su identificación táctil incluye forma, textura y tamaño.

Discriminación de controles formalmente codificados. La discriminación


de controles formalmente codificados es en esencia un aspecto de la sensibilidad
táctil. El procedimiento que por lo general más se ha utilizado en la selección de
controles para que no se confundan unos con otros, es el que nos proporciona
el estudio de Jenkins 16 en el que se montaron 25 controles en una máquina
giratoria. Cada sujeto, con los ojos vendados, era conducido ante un mando que
podía tocar durante un segundo. Luego, el investigador hacía girar la plataforma
y la dejaba en un punto predeterminado, a partir del cual el sujeto pasaba de un
mando a otro, tocándolos, hasta que encontraba el que creía ser el que había
tocado en primer lugar. Entonces era posible determinar qué tipos de mandos eran
más fácilmente distinguibles. No se presentan resultados estadísticos, pero puede
decirse que se identificaron dos series de ocho mandos, de modo que los mandos
de un grupo rara vez se confundían con los del otro. Estas dos series de mandos
son las que aparecen en la figura 5-10.

Fig. 5.10. Serie de mandos para palancas distinguibles por el solo tacto. Las formas
de cada serie rara vez se confunden con las de la otra. (Según Jenkins.16)

Siguiendo en sus líneas esenciales el mismo plan designado anterior­


mente, la United States Air Forcé ha desarrollado 15 diseños de mandos que son
difícilmente confundibles. Estos diseños son de tres tipos diferentes y cada tipo
ha sido proyectado para servir una finalidad determinada (Hunt,s):
— C la s e A : rotación múltiple. Estos mandos son para utilizarlos en
controles 1) que requieren vueltas o giros, 2) cuyo ajuste precisa de una vuelta
completa o más, y 3) aquellos para los que la posición del mando no es un
aspecto crítico de la información en la operación de control.
— C ía s e B: rotación fraccionaría. Estos mandos se utilizan en controles
1) que no requieren giros o vueltas, 2) cuyo ajuste se consigue, por lo general,
con m e n o s de una vuelta completa, y 3) aquellos para los que la posición del
mando no es un aspecto crítico de la información en la operación de control.
— C la s e C: p o sició n de retén. Estos mandos son para utilizarlos en
controles de posición distintiva.

123
En la figura 5-11 aparecen los 15 mandos de estas tres clases.* Por lo que
respecta a las dimensiones de los mandos de estas tres clases, Hunt supone que
no deberían tener más de 10 cm como dimensión máxima y no menos de 1,2 cm
(excepto por lo que respecta a la clase C, para la que sugiere 1,8 cm como
mínimo). En cuanto a la altura, no deberían ser inferiores a 1,2 cm, pero tampoco
necesitan más de 2,5 cm.
Si, además de ser distinguibles uno de otro mediante el tacto, los con­
troles tuviesen formas que estuviesen simbólicamente relacionadas con su uso,
el aprendizaje del empleo se simplificaría. A este respecto, la United States Air
Forcé ha creado una serie de 10 mandos que han sido estandarizados para las
carlingas de los pilotos. Estos mandos estándar, además de distinguirse unos de
otros por el tacto, incluyen aigún aspecto que tiene un significado simbólico. En

Clase B, m and os de rotación fracciona!

(n ) (o ) (p)
Clase C, m an d os de posición de retén

Fig. 5.11. D ise ñ o s de m andos de tres ciases, que rara vez se confunden por el tacto.
(S e g ú n Hunt.15)

la fig u ra 5-12, e n la que a p a re c e n e s t a s fo rm a s, p o d e m o s o b s e rv a r, p o r e je m p lo,


q u e la p a la n c a del tre n de aterrizaje tie n e fo rm a de rueda, q u e el c o n tro l de lo s
a le r o n e s s e h a d is e ñ a d o en fo rm a de a la y q u e el co n tro l d e e x tin c ió n de fu e g o
s e p a re c e a la e m p u ñ a d u ra de c ie rt o s e x tin to re s.

Codificación de la textura de los controles. A d em ás de la forma, los


aparatos de control pueden variar en cuanto a su textura de superficie. Esta

* Algunos de estos mandos pueden confundirse con otros, y tales com­


binaciones no debieran aparecer juntas si la identificación es crítica. Estas combinaciones
son 3b, co, cd ir-, do # , eg # , kp, In, lo, np, y o p # . Los que llevan la seña! (# )
se confundirían solamente en e! caso de llevar guantes.

124
Com presor Mezcla Aíre del Alerones Tren de
carburador aterrizaje

Fíg. 5.12. Mandos de forma codificada y estandarizada que emplean los aviones de la
United States Air Forcé. Algunos de ellos guardan una relación simbólica con su
función, como podría ser la rueda que representa el control del tren de aterrizaje.
(Personnel S u b s y s t e m s cap. 2, sec. 2D18, p. 3.)

característica fue estudiada (junto con otras variables) en una serie de experi­
mentos con mandos cilindricos planos como los que aparecen en la figura 5-13
(Bradley3). En una fase del estudio, se emplearon mandos de este tipo de 5 em
de diámetro, y los individuos entraban en contacto con cada mando a través de
una abertura tapada con cortinillas y se les pedía que identificasen el diseño

Liso Estriado N udo so

Fig. 5.13. Ilustración de algunos de los m andos utilizados en un estudio de distinción


táctil de superficies. Liso: A; Estriado: B (6 e stría s), C (9), D (18); y nudoso: E
(com pletam ente rectangular), F (sem i-rectangular), G (un cuarto de rectángulo), H (for­
m ando un rom bo), I (m edio rombo) y J (un cuarto de rom bo). (Se gú n Bradley.1)

particular que creían apreciar. Los resultados aparecen en la figura 5-14, etique­
tados com o «matriz de confusión» e indicándose el número de veces que se
identificó correctamente cada mando y también las ve ce s incorrectas (y en tales
casos, los mandos con los que se les confundía). El mando liso no fue confundido
con ningún otro, y viceversa; los tres d ise ñ os estriados se confundían entre si,
pero no con los restantes diseños; y los d ise ñ o s nudosos también se confundían
unos con otros, pero no con ios restantes. Deberíam os añadir que (en una fase
posterior dei estudio) con las m anos enguantadas y m andos de menor tamaño,
hubo algún tipo de confusión entre fas clases, pero por lo general fue de poca
importancia. El investigador propone que las tres superficies características
pueden se r utilizadas, con una discrim inación razonablemente segura, es decir,
la lisa, la estriada y la nudosa.

125
rvianoo
Uso Estriado Nudoso
A B C D E F G H I J

A 45

B 42 6

C 3 33 1
D 6 44

E 29 11 1 4 t
F 8 8 7 8 5 6
G 1 7 27 15 9

H 6 7 27 1 2
I 1 7 6 5 2 18
J 5 4 1 21 10

Fig. 5.14. «Confusión matriz», con los resultados del estudio en el que s e presentaron
m andos de diferente textura de superficie a u n os 45 sujetos, a través de una abertura.
(L o s m an d o s a ¡os que se hace referencia so n lo s que aparecen en la figura 5.13.) Los
n ú m e ro s de las columnas so n ¡os núm eros de ve c e s que se «identificó» cada m ando
con el que s e tenía en la mano, cuando el real e s el que se indica en la parte su pe rio r
de la colum na. Los núm eros que corresponden a las identificaciones correctas so n los
que aparecen en las celdillas en diagonal. (Se gú n Bradley.1)

Codificación del tamaño de los controles. La codificación del tamaño


de los controles no resulta tan útil como la forma en cuanto a finalidades de
codificación, pero hay algunos casos en los que puede resultar apropiada. Cuando
se utiliza tal codificación, los diferentes tamaños deberían, naturalmente, ser
distintos unos de otros. Parte del estudio de Bradley mencionado anteriormente 3
trata de las posibilidades de distinción de mandos cilindricos de diámetro y
espesor variables. Bradley halló que los mandos que diferían en 1,2 cm de
diámetro y en 1 cm en espesor podían identificarse mediante el tacto sin errores,
pero que diferencias menores entre dos mandos producían una confusión. Bradley
propone que se utilicen en todas las combinaciones una combinación de las tres
texturas superficiales (lisa, estriada y nudosa), tres diámetros (2, 3 y 4,5 cm) y dos
espesores (1 y 1,8-2 cm) a fin de conseguir 18 mandos identificables por el tacto.
Aparte del uso de la codificación del tamaño en los aparatos de control
individual, la codificación por el tamaño es uña y carne de los mandos de control
en serie, en los que dos o más mandos están montados en árboles concéntricos,
con diversas dimensiones de mandos superpuestos como los pisos de un pastel
de bodas. Cuando este tipo de diseño viene determinado por consideraciones
propias de la ingeniería, las diferencias en cuanto a tamaño de ¡os mandos
superpuestos han de ser lo suficientemente importantes como para resultar
fácilmente distinguibles, tal como aparece en la figura 9-6 en el capítulo 9
(Bradley 4).

Displays táctiles dinám icos

Las posibilidades más atrayentes por ¡o que respecta a la utilización de


d isplays táctiles están en la transmisión de información dinámica. Gilmer (en
Hawkes,17 pp. 76-84) sugiere el posible empleo de comunicaciones táctiles para
transmitir información de las siguientes clases: información cuantitativa, coorde­
nadas en el espacio, dirección, frecuencias lenguaje, demandas de atención.

126
y vigilancia. Debido a las ventajas inherentes de los sentidos de la vista y del
oído en lo que se refiere a la comunicación, no se espera que los displays táctiles
dinámicos sean muy utilizados, pero que podrían ser utilizados en circunstancias
especiales. Teniendo en cuenta los efectos de varias formas de energía sobre la
piel, la adaptación de la piel al estímulo y otros factores, es probable que la
estimulación mecánica y eléctrica ofrezca buenas perspectivas.

Estímulos mecánicos. Hay dos caminos generales en la utilización


de estímulos mecánicos en las comunicaciones táctiles. El primero consiste en
el empleo de algún tipo de vibrador adherido a la superficie de la piel. La
codificación de las vibraciones puede basarse en parámetros físicos tales como
situación de los vibradores, frecuencia de las vibraciones, intensidad y duración.
A este respecto, Geldard 9 desarrolló un lenguaje vibratorio de 5 situaciones en
el pecho, 3 niveles de intensidad y 3 duraciones, lo que proporcionaba 45 modelos
únicos ( 5 x 3 x 3 ) que, a su vez, se utilizaban para codificar 26 letras, 10 números
y 4 palabras de uso frecuente. Los sujetos bien entrenados podían recibir unas
67 palabras por minuto, muy por encima de las exigencias militares en lo que
respecta a la recepción del código Morse (24 palabras por minuto). Por lo tanto,
parece ser que las combinaciones de parámetros vibratorios permitiría la trans­
misión de información alfanumérica si se utilizara tal método. Otras señales
vibratorias menos complicadas también parecen ser potencialmente útiles para
servir a finalidades específicas.
El segundo camino general para el empleo de estímulos mecánicos
consiste en la transmisión a la piel de sonidos verbales amplificados transmitidos
mediante un vibrador único (Myers 23). Durante las diversas fases del experimento,
se registraron en cinta magnetofónica 16 palabras y números seleccionados
y 17 sonidos básicos del habla (fonemas tales como e, g, z, s, t, i y ñ). Las
frecuencias de estas grabaciones fueron luego reducidas, mediante una regraba­
ción, a la mitad (en lo que hacía referencia a palabras y números) y a una octava
parte (los fonemas). Estas grabaciones de frecuencia reducida fueron después
amplificadas y transmitidas a la piel vía vibrador. A fin de indicar la posible
utilidad de tal procedimiento, dos sujetos fueron capaces de recibir los fonemas
con una exactitud media de un 91 % después de ocho sesiones de práctica.

Estímulos eléctricos. Un problema básico que se le plantea al posible


uso de estímulos eléctricos es el de que están, tal como indica Gilmar (en
Hawkes,12 pp. 76-84) a caballo entre el -dolor» y las «pulsaciones indoloras». Estas
limitaciones aparecen en diferentes parámetros tales como la intensidad, la
polaridad, la duración y el intervalo, y también los tipos de electrodos, el tamaño
y el espaciamiento, y ya se han investigado unos cuantos parámetros de tos men­
cionados. Por ejemplo, Gilmer supone que, probablemente, sería posible utilizar
tres tipos de intensidad, seis locaciones (tres en cada palma) y dos dimensiones
duración-profundidad en un sistema de comunicación de electropulso que permi­
tiría unos 36 símbolos discretos, unas 26 letras y 10 números. Encontrar otras
colocaciones permitiría, por supuesto, aumentar el número de posibilidades.
Aunque se han hecho progresos considerables en el desarrollo de componentes
de diversos aparatos que sirven para los sistemas de comunicación electrocutánea
(Hennessy 1J), tales sistemas están, como quien dice, en sus primeros balbuceos,
aunque es posible que llegue su hora algún día.
Como ejemplo de la utilización de la estimulación eléctrica en un sistema
experimental, Hofmann y Heímstra 14 emplearon electrodos aplicados a izquierda
y derecha del cuello a fin de transmitir información direccionaí a sujetos que
estaban realizando una tarea de seguimiento (tracking). La magnitud del error
era representada por la intensidad de la estimulación. El estudio también com­
prendía el uso de displays auditivos y visuales. Aunque los tres tipos de displays
dieron resultados algo diferentes, reflejo de los cuatro criterios diferentes que se
emplearon, los porcentajes medios de «eficiencia» sacados de las cuatro medi­
ciones fueron los siguientes:
Visión: 56 %
Audición: 67 %
Electrocutáneo: 64 %

Elhecho de que el display electrocutáneo resultase tan eficiente como


las señales auditivas ofrece una esperanza razonable en cuanto al uso potencial
de tales displays, al menos por lo que se refiere a ciertos trabajos de seguimiento.

Conversión de im ágenes ópticas en táctiles

Debido al elevado coste de la impresión en método Braille, solamente


existen muy pocos elementos de materia! de lectura Braille que estén al alcance
de los ciegos. La combinación de investigaciones que relacionen ios adelantos
tecnológicos con la sensibilidad de la piel parece, en la actualidad, ofrecer
esperanzas ciertas en lo que respecta a convertir imágenes ópticas en vibraciones
táctiles que puedan ser interpretadas por ciegos. El Optacon (convertidor óptico-
fa'ctil), inventado en los Laboratorios Electrónicos de la Universidad de Standford,
consta, esencialmente, de dos componentes. Uno de ellos es una «cámara» óptica
lectora y un estimulador «esclavo» táctil que vibra y que reproduce imágenes
que son registradas por la cámara (Linvill,19 Bliss et alt.2). En la figura 5-15

Fig. 5.15. Fotografía de un Optacon


utilizado para convertir im ágenes vi­
su a le s en vibraciones táctiles. (Foto­
grafía por cortesía de Stanford Elec­
tronics Laboratories. El Optacon es
producido por Te íese n sory Syste m s,
Ine.)

aparece una fotografía del Optacon. Los 144 fototransistores de la cámara,


d ispuestos en formación de 24 x E sirven para controlar la activación de los
144 correspondientes agujas vibradoras que «reproducen» la imagen visual. Las
agujas vibradoras pueden se r notadas por la punta de un dedo. Los aspectos
particulares de estas agujas vibradoras y de s u s vibraciones se basaron en una
extensiva investigación previa, de tipo psícofísico, que relacionaba la sensibilidad
de la piel con las vibraciones. (Puesto que puede resultar de cierto interés, las
características de las agujas vibradoras son: tamaño de la aguja, 10 miis;
espacio entre las se is filas, 100 mils; espacio entre las 24 agujas de cada fila.

128
i
50 mils; frecuencia de las vibraciones. 12,5 a 250 Hz; profundidad de penetración
en la piel, 2.6 mils (Bliss et alt.2}.
Aprender a «leer» con el Optacon exige su tiempo. Por ejemplo, uno de
los sujetos tardó unas 160 horas de práctica y entrenamiento en leer un promedio
de unas 50 palabras por minuto. Este promedio está muy por debajo de los
lectores del Braille, algunos de los cuales llegan a promedios de 200 palabras por
minuto. Al mismo tiempo, tal aparatíto sí que ofrece la posibilidad de que algunos
ciegos puedan leer lo impreso en forma convencional y por un precio moderado.
De la misma manera que el material impreso puede ser convertido en
forma táctil, así los objetos del medio ambiente pueden ser reproducidos en forma
de estimulación táctil. Un desarrollo reciente de este tipo es el Sistema de
Sustitución Visual por Tacto (SSVT) inventado por el Instituto Smith-Kettlewell
de Ciencias Visuales y el Departamento de Ciencias Visuales de la Universidad del
Pacífico (Coilins y Bachy-y-Rita 5). Este sistema, que se ilustra en la figura 5-16,
identifica los objetos mediante un par de «gafas lectoras» y transmite las imá­
genes a través de un haz óptico de fibras flexibles a una cámara de televisión
de poco peso, la cual, a su vez, convierte la imagen visual en una correspondiente
red de impulsos electrónicos. Aunque tal sistema aún está en fase de perfeccio­
namiento. las pruebas de investigaciones anteriores permiten suponer que, con
un entrenamiento adecuado, el cerebro puede integrar la «información» así

Fig. 5.16. Un sistem a electrónico portátil de proyección de im á g e n e s ' para ayuda a la


visión (el Sistem a de Sustitución Visual por Tacto [ S S V T ] ) . La im agen captada por
las gafas «visoras» se transm ite mediante fibras ópticas a una pequeña cám ara de TV
que Convierte la imagen en las correspondientes p u lsa cio n e s electrónicas, gracias
a un sistem a de pequeños electrodos que aparecen en la fotografía en la m ano izquierda
del sujeto. Cuando se utiliza, los com ponentes aquí m ostrad os se llevan alrededor de
la cintura, quedando el sistem a de electrodos en contacto con la piel. (Fotografía por
cortesía del Sfnith-Kettlewell Institute of Visual Scie n ce s, Universidad del Pacífico.)

129
recibida en un «pozo» sensorio total de información y, por tanto, utilizarlo en el
análisis del medio ambiente de las personas.

R esu m en

En relación con los restantes sentidos, los sentidos cutáneos parecen,


por lo general, adecuados para transmitir solamente un número limitado de
estímulos discretos. Aunque nosotros no creemos que los displays táctiles se
conviertan en algo de uso común y corriente, existen, al menos, dos tipos de
circunstancias para las que resultarían apropiadas las futuras investigaciones sobre
tales displays. En primer lugar, éstos ofrecen una esperanza cierta de utilidad
en ciertas circunstancias especiales en las que los sentidos visuales y auditivos
están sobrecargados; en tales casos, los d isplays táctiles pueden utilizarse, por
ejemplo, para dar avisos. Y en segundo lugar, poseen un potencial muy definido
para servir de ayuda a personas ciegas.

IJ

130
6. Comunicación verbal

Todo lenguaje es un sistema de codificación en e! que existen formas


paralelas de escritura y habla para transmitir significados a través de los sentidos
de la vista y e! oído. En este capítulo nos centraremos en el habla, en la que
varios sonidos se emplean como «códigos» para transmitir la información asociada
con dichos códigos.

Aspectos de los factores humanos de! habla

En el cuadro de referencia de los factores humanos, el habla es tanto un


output (por parte del emisor) como un input (por lo que respecta al receptor).
Sin embargo, a pesar de realizarse este doble aspecto, parece mucho más apro­
piado exponer aquí el tema relacionándolo con otros inputs.
En muchas circunstancias en las que se emplea la comunicación verbal
no existen problemas por lo que a transmisión y recepción se refiere. Con todo,
la transmisión oral puede resultar afectada negativamente por el ruido o por el
sistema de comunicación (teléfono, sistema de intercomunicación, radio, etc.),
y es en tales circunstancias cuando el habla y su transmisión comportan implica­
ciones de factores humanos. Esta relación tiene especial importancia cuando las
comunicaciones son particularmente críticas, como en el caso de la torre de
control de un aeropuerto. En el proceso de diseño de un sistema de comunicación
oral, el primer punto a aclarar debería ser el establecer los criterios o niveles
a los que debe corresponder el sistema en términos de recepción del mensaje,
como la importancia relativa de la inteligibilidad (caso de la torre de control de
un aeropuerto) o quizá la naturalidad o calidad de la voz (caso del sistema tele­
fónico doméstico, en el que resulta importante la posibilidad de reconocer la voz).
Determinados estos criterios, e! diseñador puede pasar a considerar las
implicaciones de los diversos «componentes» del sistema de comunicación verbal
en la medida en que pueden afectar el cumplimiento de estos criterios. Entre
estos componentes se incluirían los siguientes: el mensaje a transmitir, el
hablante, el mismo sistema de comunicación (teléfono, radio, interfono), incluyendo
la posible presencia de ruido, y eí receptor. No obstante, antes de exponerlos,
haremos una breve mención de determinadas características del habla y de la
posibilidad de medición de ía inteligibilidad.

Características del habla

El habla de cualquier lenguaje con siste en unos sonidos a ios que


llamamos fonemas. Estos fonemas son originados por los ó rg a n o s de articulación

131
6. Comunicación verbai

Todo lenguaje es un sistema de codificación en el que existen formas


paralelas de escritura y habla para transmitir significados a través de los sentidos
de la vista y el oído. En este capítulo nos centraremos en el habla, en la que
varios sonidos se emplean como «códigos» para transmitir la información asociada
con dichos códigos.

Aspectos de los factores humanos de« habla

En el cuadro de referencia de los factores humanos, el habla es tanto un


output (por parte del emisor] como un input (por lo que respecta a! receptor).
Sin embargo, a pesar de realizarse este doble aspecto, parece mucho más apro­
piado exponer aquí el tema relacionándolo con otros inputs.
En muchas circunstancias en las que se emplea la comunicación verbai
no existen problemas por lo que a transmisión y recepción se refiere. Con todo,
la transmisión oral puede resultar afectada negativamente por el ruido o por el
sistema de comunicación (teléfono, sistema de intercomunicación, radio, etc.),
y es en tales circunstancias cuando el habla y su transmisión comportan implica­
ciones de factores humanos. Esta relación tiene especial importancia cuando las
comunicaciones son particularmente críticas, como en el caso de la torre de
control de un aeropuerto. En el proceso de diseño de un sistema de comunicación
oral, el primer punto a aclarar debería ser el establecer los criterios o niveles
a los que debe corresponder el sistema en términos de recepción del mensaje,
como la importancia relativa de la inteligibilidad (caso de la torre de control de
un aeropuerto) o quizá la naturalidad o calidad de la voz (caso de! sistema tele­
fónico doméstico, en el que resulta importante la posibilidad de reconocer la voz).
Determinados estos criterios, el diseñador puede pasar a considerar las
implicaciones de ios diversos «componentes» del sistema de comunicación verbal
en la medida en que pueden afectar el cumplimiento de estos criterios. Entre
estos componentes se incluirían los siguientes: el mensaje a transmitir, el
hablante, e! mismo sistema de comunicación (teléfono, radio, interfono), incluyendo
la posible presencia de ruido, y el receptor. No obstante, antes de exponerlos,
haremos una breve mención de determinadas características del habla y de la
posibilidad de medición de la inteligibilidad.

Características del habla _

El había de cualquier lenguaje con siste en unos sonidos a ios que


llamamos fonemas. Estos fonemas son originados por los órganos de articulación

131
(labios, lengua, dientes y paladar) a medida que, en su funcionamiento, cierran
o constriñen el canal de salida del aire. En la formación de posibles fonemas
generados por el proceso de articulación, hay cinco tipos de articulación
(Miller,10 p. 17):

— O clu sivos o implosivos, producidos por el cierre total del paso del
aire. Ejemplo, la p en popa.
— Fricativos o aspirantes, producidos al formarse un estrecho canal por
donde escapa e! aire ejerciendo una cierta fricción, como la z en zarza.
— Laterales, cuando el obstáculo se forma en el centro de la cavidad
bucal, dejando paso franco al aire por un lado de la lengua o por ambos a la vez.
Sería el caso de la / en lelo.
— Vibrantes, originados por la rápida vibración de un órgano de articu­
lación, como la r vibrante de ciertas lenguas europeas (carro).
— Vocales, sonidos en los que no se produce ningún obstáculo a la
salida del aire.

Cada tipo básico de articulación tiene diferentes variaciones posibles


que pueden ser originadas por cambios en las posiciones de los órganos de
articulación, lo que proporciona un margen muy amplio de posibles fonemas. La
lengua inglesa posee 16 sonidos vocálicos diferentes, número específico que
depende de si tomamos como iguales o diferentes ciertos sonidos estrechamente
relacionados; también posee unos 22 sonidos consonánticos, lo que hace un total
de unos 38 fonemas. Otras lenguas emplean fonemas que el ingiés no usa,
y viceversa.
A medida que cualquier fonema, u otro sonido, se realiza, produce
variaciones en la presión del aire (la «speech wave» u onda oral) que se puede
representar de diversas maneras. Una de estas representaciones es la que tiene
forma de onda, que nos muestra las variaciones de la presión del aire en el tiempo.
Otra representación es el espectro, que nos describe las combinaciones de
frecuencia e intensidad («speech power» o potencia vocal) de la pronunciación.
A su vez, las combinaciones de diversos sonidos del habla pueden ser represen­
tadas mediante un espectro «total» o «continuo» que muestre las combinaciones
de frecuencias e intensidades de los muchos sonidos individuales; además, de
ahí es posible deducir una estimación del nivel de intensidad total a lo largo de
todas las frecuencias.

Intensidad del habla

La intensidad media, o potencia vocal, de los diferentes fonemas varía


enormemente, ya que las vocales, por lo general, tienen mucha más intensidad
que las consonantes. Por ejemplo, la o que pronunciamos en talk suena unas
680 veces más fuerte que la th (z) que pronunciamos en then (Fletcher ’}. Entre
una y otra hay una diferencia aproximada de unos 28 dB. (Una aproximación en
castellano sería la o de col respecto a la z de cerilla .)
Naturalmente, la intensidad total del habla varía de una persona a otra
y también en el mismo individuo. Fletcher 5 (pp. 76 y 77), por ejemplo, nos explica
que, cuando uno habla lo más bajo posible, el habla llega a un nivel de unos
46 decibelios y que, cuando uno habla lo más fuerte posible, el nivel de decibelios
sube a unos 86. Los resultados de un estudio efectuado por Fletcher 5 (p. 77)
sobre los niveles de comunicación telefónica tomados sobre un amplio espectro
de comunicantes, mostraron variaciones entre los 50 y 75 dB, con una media de
unos 66 dB. No obstante, había un gran número de casos centrado entre los 60
y 69 dB, con casi un 40 % que oscilaba en tres decibelios por encima o debajo
de la media.

132
y de hecho, cada individuo puede (y así lo hace) variar el registro de su espectro,
lo que depende en parte de las circunstancias, como la de estar hablando en
una conversación tranquila, en la que tonalidad y ruido son, por lo general,
relativamente bajos, o estar hablando en grupo, cuando tonalidad y ruido son
típicamente altos, o gritarles a los niños para que hagan tal o cual cosa (que es
cuando tonalidad y ruido alcanzan, normalmente, su máximo). Los hombres
generan un espectro algo más bajo que el de las mujeres, tal como se indica en
la figura 6-1, la cual muestra el nivel medio «total» del habla de comunicantes
varones y hembras. Existen diferencias notables entre las dos curvas, más en las
frecuencias bajas que en las altas, y el nivel total de las mujeres es de unos
3 dB menos que el de los hombres.

j___i 1 1 n i i_____ i___i... 1.1 t i 11 Fig. 6.1. Espectro de banda octava


10O 2 0 0 500 1000 2 0 0 0 5 0 0 0 10,000 del habla de muestras de hombres
Frecuencia, herzios y mujeres. (Según Kryter,' fig. 5.2,
*R e 0 . 0 0 0 2 fj-bar p. 164.)

Calidad del habla

La calidad de la pronunciación es, en realidad, la mezcla de tono y


sonoridad. En un sentido estricto, cada fonema tiene su propia cualidad distintiva
y el habla de las personas también posee sus cualidades propias, lo que nos
permite identificar las voces.

Inteligibilidad del habla

En la mayoría de situaciones de comunicación, el criterio de la comuni­


cación vocal es el de su inteligibilidad para un receptor. Para valorar la comu­
nicación verbal bajo diferentes condiciones (por ejemplo, ruido, diferentes sistemas
de comunicación y diferentes distancias) y para investigar, necesitamos algunos
sistemas de medición de la inteligibilidad del habla.

Pruebas de inteligibilidad verbal

El método más directo para medir la inteligibilidad es el empleo de


algunos tipos de test. Generalmente, tales pruebas consisten en la transmisión de
material verbal al receptor, a quien luego se le pide que repita lo que ha oído,
o de hacer algún otro tipo de respuesta. Normalmente, el material es suministrado
por un «hablante» ya entrenado mediante el empleo de'un micrófono, pero puede
ser presentado a los receptores mediante el uso de cintas magnetofónicas. Estos
tipos de test incluyen los siguientes (Kryter,7 p. 168):1
1. Test de sílabas sin significado. Ejemplos: diq y zak. Base del recuento:
porcentajes de exactitud de las respuestas sobre sílabas enteras, consonantes
y vocales.

133
2. Listas de palabras fonéticamente equilibradas. Ejemplos: clove
(clavo) y rib (costilla): las 20 listas entre las que se seleccionan las palabras
son proporcionalmente representativas de diversos tipos de sonidos presentes en
el habla cotidiana. Base del recuento: porcentaje de exactitud.
3. Pruebas de consonancia modificada. Ejemplos: rang (tocado) y p/f
(hoyo). Base del recuento: porcentaje de exactitud en el reconocer uno de los
fonemas de cada palabra del test, sea la consonante inicial o la final.
4. Test de frases (dos tipos). Ejemplo del tipo 1: ¿Qué día viene antes
de! miércoles? Base del recuento: determinar si la respuesta indica que el receptor
ha entendido la pregunta. Ejemplo del tipo 2: Tú, chulo, da las cartas por la
derecha. Base del recuento, porcentaje de palabras «clave» recordadas
correctamente.

Las pruebas de inteligibilidad verbal sirven en la actualidad para diversos


fines, incluyendo entre ellos: investigación de la comunicación ora!; valoración
de los sistemas de comunicación y de los efectos del ruido u otras condiciones
sobre la inteligibilidad: medición de la efectividad de la comunicación y posibili­
dades de audición de los comunicantes.

El índice de articulación (¡A)

Frecuentemente, las pruebas de inteligibilidad verbal no resultan prác­


ticas para valorar los sistemas de comunicación o los efectos del ruido, debido
al tiempo y al coste implicados en su administración. En tales circunstancias,
el índice de articulación (IA) puede servir de base para estimar la inteligibilidad
verbal. Aunque existen diversos métodos para poder deducir el índice de articu­
lación, todos siguen el mismo camino. Tales procedimientos se resumen más
abajo, en especial el método de un tercio-octavo (Kryter T) ( A N S Il5). (Otros
métodos prevén el uso de datos basados en 20 bandas o bandas de octava.)

1. Para cada banda a un tercio-octavo, trazar sobre un papel especial­


mente impreso, como el de la figura 6-2, los niveles de la banda del habla que
alcanzan el oído del oyente. Los procedimientos específicos para derivar tales
niveles de banda son descritos por Kryter,7 pero en la figura 6-2 presentamos un
espectro «idealizado» de hombres como base para ilustrar la derivación del índice
de articulación.
2. Trácese en la hoja de papel la banda de niveles del régimen perma­
nente de ruido que capta el oyente. En la figura 6-2 presentamos un ejemplo de
tal espectro.
3. Determinar en la frecuencia central de cada una de las bandas del
papel la diferencia en decibelios existente entre el nivel del habla y el del ruido.
Cuando el nivel del ruido supere e! del habla, asígnesele un valor cero. Cuando
el nivel del habla supere al del ruido en más de 30 dB, asígnesele una diferencia
de 30 dB. Apunte este valor en la columna 2 de la tabla que forma parte de
la figura 6-2.
4. Multiplicar el valor de cada banda, derivado ya en el tercer paso
anterior, por el valor de esta banda, tal como aparece en la columna 3 de la tabla
que forma parte de la figura 6-2, y registrar tal valor en la columna 4.
5. Sumar los valores de la columna 4. Esta suma es el IA.

Registro de inteligibilidad

Un registro de inteligibilidad es, simplemente, el porcentaje de material


hablado que puede ser entendido. El IA no es por sí mismo un índice de inte­
ligibilidad, pero se le puede considerar como una estimación de la inteligibilidad

134
Frecuencias de centro de una banda a un terckj de octava,
contribuyendo a la inteligibilidad del habla
„ O O O O o O OO O
o o ir > 2 0 0 2 o m o o o
0 m » - 0 0 > o 0 o c j r o 0 ¡ r ) .
40
O oo
Nivel de banda a un tercio de octava, declbellos
sr

100 1000 10,000


Frecuencia, h erzlvs (Hzi

2. P ic o s del habla 4. C olum na


1. B a n d a 3. P e so
m e n o s ruido, d B 2 x 3
200 30 0 .0 0 0 4 0 .0 1 2 0
250 26 0 .0 0 1 0 0 .0 2 6 0
315 27 0 .0 0 1 0 0 .0 2 7 0
4 00 28 0 .0 0 1 4 0 .0 3 9 2
500 26 0 .0 0 1 4 0 .0 3 6 4
6 30 22 0 .0 0 2 0 0 .0 4 4 0
800 16 0 .0 0 2 0 0 .0 3 2 0
1000 8 0 .0 0 2 4 0 .0 1 9 2
1250 3 0 .0 0 3 0 0 .0 0 9 0
1600 O 0 .0 0 3 7 0 .0 0 0 0
2000 0 0 .0 0 3 8 0 .0 0 0 0
2500 12 0 .0 0 3 4 0 .0 4 0 8
3150 22 0 .0 0 3 4 0 .0 7 5 8
4000 26 0 .0 0 2 4 0 .0 6 2 4
5000 25 0 .0 0 2 0 0 .0 5 0 0
IA = 0 .4 7 3 8

Fig. 6.2. Ejemplo del cálculo de un índice de articulación (IA ) m ediante el método
de banda a un tercio de octava. En cualquier situación dada, la diferencia (en dB) entre
el nivel del habla y el nivel de ruido queda determinada por cada banda. E sta s dife­
rencias se multiplican por su s amplitudes. La sum a es el IA. (Se gú n Kryter.7)

d e d iv e r s o s t ip o s de m a te ria l v e rb a l, tal c o m o s e m u e s t r a e n la fig u ra 6-3.


P o s te rio rm e n t e v o lv e r e m o s s o b r e e s t a figura . L a s r e la c io n e s q u e a p a re c e n en
e s ta fig u ra s o n a p r o x im a c io n e s en ta n to q u e d e p e n d e n d e fa c t o r e s ta le s c o m o la
c o rre c c ió n al h a b la r lo s h a b la n t e s y ¡a c o rre c ta a u d ic ió n d e lo s o y e n t e s . La fig u ra
m u e s tr a q u e la in te lig ib ilid a d d e p e n d e m u c h ís im o de la n a tu ra le z a del m a te ria l
v e rb a l. S in e m b a rg o , s e ha ^ su g e rid o q u e , s i ei I A de u n s is t e m a d e c o m u n ic a c ió n
v e rb a l e s in fe rio r a u n 0,3, ei s is t e m a re s u lta r ía in a d e c u a d o p a ra la t r a n s m is ió n
de u n m ate rial v e rb a l c o n v e n c io n a l (B e ra n e k

N iv e l de Interferencia Verbal

El n iv e l de in te rfe re n c ia v e rb a l (N IV ) e s o tro ín d ic e q u e s e e m p le a p ara


v a lo ra r lo s e fe c t o s del ru id o s o b r e ía in te lig ib ilid a d , y h a s id o u s a d o p o r lo s

135
- • wm
Frecuencias de centro de una banda a un tercio de octava,
contribuyendo a la inteligibilidad del habla
_ OO O o o O o o
O O i n O O O O o m o g 0 tn o o
W
O i n - ' - O o u t O o c v J t p O
O I I O V O I O O , - - «
^
« to 2
tr °in
Nivel de banda a un tercio de octava, declbellos 120

Espectro idealizado de una banda


100 de un tercio de octava del habla
¿¡
80

60

V
40
I
20
1
Esp ectro de ruido a b anda
de un tercio de octava

j_ , I __ L | 1 1 1 II
-20 3 4 5 6 789 2 3 4 5 6 7 8 9
100 1000 10,000
Frecuencia, herzfjs (Hz)

2. P ic o s del habla 4. C o lu m n a
t. B a n d a 3. P e s o
m e n o s ruido, d B 2 x 3

200 30 0 .0 0 0 4 0 .0 1 2 0
250 26 0 .0 0 1 0 0 .0 2 6 0
315 27 0 .0 0 1 0 0 .0 2 7 0
4 00 28 0 .0 0 1 4 0 .0 3 9 2
500 26 0 .0 0 1 4 0 .0 3 6 4
630 22 0 .0 0 2 0 0 .0 4 4 0
800 16 0 .0 0 2 0 0 .0 3 2 0
1000 8 0 .0 0 2 4 0 .0 1 9 2
1250 3 0 .0 0 3 0 0 .0 0 9 0
1600 O 0 .0 0 3 7 0 .0 0 0 0
2000 0 0 .0 0 3 8 0 .0 0 0 0
2500 12 0 .0 0 3 4 0 .0 4 0 8
3150 22 0 .0 0 3 4 0 .0 7 5 8
4000 26 0 .0 0 2 4 0 .0 6 2 4
5000 25 0 .0 0 2 0 0 .0 5 0 0
IA = 0 .4 7 3 8

Fig. 6.2. Ejemplo del cálculo de un índice de articulación { IA ) m ediante el método


de banda a un tercio de octava. En cualquier situación dada, la diferencia (en dB) entre
ei nivel del habla y el nivel de ruido queda determinada por cada banda. E sta s dife­
rencias se multiplican por su s amplitudes. La sum a e s el IA. (Se gú n Kryte r.'j

d e d iv e r s o s t ip o s d e m a te ria l ve rb a l, tal c o m o s e m u e s t r a e n la fig u ra 6-3.


P o s te rio rm e n t e v o lv e r e m o s s o b r e e s t a figura . L a s r e la c io n e s q u e a p a re c e n en
e s ta fig u ra s o n a p r o x im a c io n e s en ta n to q u e d e p e n d e n d e fa c t o r e s t a le s c o m o la
c o rre c c ió n al h a b la r lo s h a b la n t e s y la c o rre c ta a u d ic ió n d e lo s o y e n t e s . La fig u ra
m u e s t r a q u e la in te lig ib ilid a d d e p e n d e m u c h ís im o de la n a tu ra le z a del m a te ria l
ve rb a !. S i n e m b a rg o , s e h a j s u g e r id o q u e , s i el I A d e u n s is t e m a d e c o m u n ic a c ió n
v e rb a l e s in fe rio r a u n 0,3, el s is t e m a r e s u lta r ía in a d e c u a d o p a ra la t r a n s m is ió n
d e un m ateria! v e rb a l c o n v e n c io n a l (B e ra n e k *}-

N ivel de Interferencia Verbal

El n iv e l de in te rfe re n c ia v e rb a l (N IV ) e s o tro ín d ic e q u e s e e m p le a p ara


v a lo ra r lo s e fe c t o s de! ru id o s o b r e ía in te lig ib ilid a d , y h a s id o u s a d o p o r lo s

135
Rg. 6.3. Relaciones entre el índice de Articulación UA) y la inteligibilidad de diversos
tipos de materiales para pruebas de habla. (Según Kryter,7 y French y Steinberg.6)

ingenieros como una base en bruto para comparar la efectividad relativa de la


transmisión oral bajo diferentes medio ambientes de recepción. En realidad, en
cualquier situación dada se trata del simple promedio numérico del nivel en
decibelios del ruido en las bandas de tres octavos, es decir, las de centros de
500, 1000 y 2000 Hz. Por tanto, si los niveles en decibelios de ruido en las bandas
de tres octavos son de 70, 80 y 75 dB, respectivamente, el NIV tendría como
promedio 75 dB. El NIV resulta útil si se emplea como índice en bruto para valorar
los efectos del ruido sobre la inteligibilidad del habla, sobre todo si el espectro
del ruido es relativamente plano. Pierde parte de su utilidad si el ruido tiene
componentes de una baja frecuencia intensa, presenta un aspecto irregular o
consiste simplemente en tonalidades puras.

C urvas de criterios de ruido

Una posterior elaboración del NIV dio como resultado el desarrollo de una
serie de curvas sobre criterios de ruido (CR) (Beranek ■ ), tal como aparecen en
la figura 6-4. No explicaremos sus derivaciones, pero, por lo general, tienen en
cuenta el NIV y el nivel de sonoridad en fonios (tal como se explicaba en el
capítulo 5); toda curva CR tiene un nivel de sonoridad en fonios que es 22 unidades
mayor que el NIV en dB, lo cual se expresa mediante el número CR de la curva.
Por lo que respecta a su empleo, se recomiendan las curvas individuales de CR
como niveles permisibles de ruido en las bandas de ocho octavos; ninguna banda
de octavos podría superar la curva tipo CR. Cada valor CR recomendado (tal
como aparecen posteriormente en la tabla 6-1} es propuesto para permitir las
comunicaciones verbales adecuadas exigidas por la habitación o el espacio en
cuestión, y a fin de minimizar las incomodidades en tal área.

136
C o m p o n e n te s d e ta s c o m u n ic a c io n e s v e r b a le s

Si se tiene que hacer algo para mejorar la inteligibilidad de la comuni­


cación verbal en algún sistema, se tendrá que hacer en términos de ¡os diferentes
componentes que lo constituyen, tales como el propio mensaje, el hablante, el
sistema de transmisión y el receptor.

El m ensaje

Bajo condiciones adversas de comunicación, como ruidos, algunos


mensajes verbales o ciertas unidades del mensaje son más susceptibles de
degradación que otras. Bajo tales condiciones, lo que interesa es construir
mensajes de tal manera que aumenten la probabilidad de una correcta recepción.

Frecuencias de centro de banda a octava, herzíos (Hz)


31.5 63 125 250 500 1000 2000 4000 8000

Banda de frecuencia, herzios (Hz)

Fig. 6.4. C u rv a s de criterios de ruido (C R ). Para cualquier e stándar determinado,


como el de un C R de 30, ninguna banda de frecuencia del ruido superaría la curva C R
en cuestión. Cada curva C R tiene un nivei de sonoridad en io n io s que e s 22 veces m ayor
que el N iV en decibeiios expresado mediante el núm ero C R de la curva. (Según
Beranek.2}

El vocabulario empleado. S i a b r im o s el d ic c io n a r io a! azar y to m a m o s


u n a p a la b ra , la p ro b a b ilid a d d e e le g ir la c o rre c ta e s in fin ita m e n te pequeña. (P o r
eje m p lo, ¿ a c e rt a ría c o n p e d a n t e ?} P e ro s i a rb it ra ria m e n t e r e s t r in g ié s e m o s n u e s t r o
le n gu a je a d o s p a la b ra s (p o r e je m p lo : p e d a n te y e m p u jó n ), la p ro b a b ilid a d d e
a ce rta r ia c o rre c ta s e ría d e 50-50. B ajo c o n d ic io n e s e x tre m a d a m e n te ru id o s a s .

137
cuando resulta realmente difícil emitir sonidos, el número total de palabras que
pueden ser usadas tiene una notable influencia sobre la identificación correcta
de las palabras; cuanto menor es el vocabulario, mayor es la probabilidad de
identificación. Este principio general ha sido confirmado en experimentos tales
como el de Miller, Heise y Lichten,11 en el cual se presentaron los sujetos con
palabras tomadas de vocabularios de diversas extensiones (2, 4, 8, 16, 32 y
256 palabras, y monosílabos sin seleccionar). Se les presentó bajo condiciones
ruidosas y se emitieron señales que oscilaban entre los 18 y los 9 dB. Los
resultados -— véase la figura 6-5— muestran claramente que el porcentaje de
palabras correctamente reconocidas estaba muy claramente relacionado con la
extensión del vocabulario empleado.

Proporción señaf-ruido, decibelîos

Fig. 6.5. Inteligibilidad de palabras procedentes de diferentes vocabularios de diferen­


tes dim e n sio n es, bajo d iv e rsa s condiciones de ruido. Los núm eros 2, 4, 8 , etc., hacen
referencia al número de palabras del vocabulario empleado. (Se gú n Miller, H e ise
y Lichten ,11 Copyright 1951 Am erican Psychological A ssocia tion , reproducido con
perm iso.)

En ciertos tipos de situaciones operacionales (como en las operaciones


de una torre de control y en la radio), los vocabularios que se emplean son, de
hecho, muy restringidos; la experiencia en cuestión probablemente haya demos­
trado el principio de que la recepción del mensaje es mejor cuando existe un
surtido limitado de palabras posibles o de otros componentes del mensaje.
El contexto del mensaje. íntimamente relacionado con las dimensiones
del vocabulario empleado es el contexto del mensaje o los componentes del
mensaje. Esencialmente, se trata de un problema de expectación. Si uno acaba de
oír la frase «perro que — no muerde», pero no le ha sido posible distinguir la
tercera palabra, fácilmente podríamos suponer cuál es, gracias al contexto de la
frase. Pero nos resultaría más difícil en una frase como: «El viernes, él — ».
El efecto del contexto sobre la inteligibilidad se ha ilustrado en la figura 6-3,
en la que se podía comprobar que, para cualquier IA determinado (tal como se
deducía según el método expuesto anteriormente en este mismo capítulo), las
frases son mucho más inteligibles que las palabras aisladas, y éstas, a su vez,
lo son mucho más que las sílabas consideradas por separado. Por lo tanto, los
componentes del contexto de un mensaje significativo tienen más probabilidades
de ser entendidos, a pesar del ruido existente, que aquellos elementos que no
posean tal apoyo contextual.

Aspectos fonéticos de los componentes del mensaje. Dentro de ciertos


límites, es posible usar en las comunicaciones verbales aquellos sonidos del habla
que poseen altos niveles de intensidad, y que, por lo tanto, tienen mayores
posibilidades de «atravesar» condiciones adversas que aquellos otros sonidos que
tienen bajos niveles de intensidad. La prueba de esto se basa en el empleo de

138
equivalentes alfabéticos (como el hoy tan familiar Roger) en algunas organiza­
ciones militares y en la aviación internacional, en la que cada letra se representa
medíante una palabra fonéticamente distinta.

El hablante

Como todos sabemos, la inteligibilidad de la comunicación depende en


parte de las características de la voz del hablante. Aunque, en la lengua común,
nos referimos a características de la comunicación tales como la pronunciación,
las investigaciones han permitido descubrir ciertas características específicas del
habla que afectan a su. inteligibilidad. Por ejemplo, en un estudio hecho por Bilger,
Hanley y Steer4 se descubrió que la pronunciación de hablantes «superiores»
(en contraste con hablantes menos inteligibles) tenía una mayor «duración
silábica», y que hablaban con mayor intensidad, empleaban mayor parte del tiempo
total con los sonidos del habla (y menos en las pausas), y variaban su pronun­
ciación según las frecuencias vocales fundamentales.
Por lo general, las diferencias en la inteligibilidad de los hablantes se
deben a la estructura de sus órganos de articulación (aquellos que se emplean
para la producción de los sonidos) y a los hábitos de comunicación adquiridos.
Aunque ninguno de estos factores puede ser modificado en lo fundamental, se ha
comprobado que un «entrenamiento» oral adecuado puede mejorar moderadamente
la inteligibilidad de q'uienes hablan.

El sistem a de transmisión y el medio ambiente

Los sistemas de transmisión oral (tales como teléfonos y radios) pueden


producir una cierta variedad de formas de distorsión, tales como la distorsión
de la frecuencia, filtraciones, distorsión de la amplitud y modificaciones en la
escala del tiempo. Si la inteligibilidad (y no la fidelidad) es lo importante en un
sistema, debería tenerse en cuenta que ciertos tipos de distorsión (en especial
la distorsión de la amplitud) aún permiten ia inteligibilidad. Puesto que los
sistemas de alta fidelidad son muy costosos, es provechoso saber qué efectos
ejercen sobre la inteligibilidad las diferentes formas de distorsión, a fin de ser
capaces (esto es lo que se espera) de mejorar el diseño o la selección de los
equipos de comunicación. Para ejemplificar nuestros propósitos, expondremos
los efectos de un par de tipos de distorsión, a saber, la distorsión de la amplitud
y de la filtración, junto con los efectos de ciertos aspectos del medio ambiente,
como él ruido.

Efectos de la filtración sobre el habla. La filtración del habla consiste,


básicamente, en el bloqueo de ciertas frecuencias que permiten solamente la
transmisión de las restantes. La filtración puede ser la consecuencia fortuita,
ocasionada sin intención o, en algunos casos, intencionada, del diseño de un
componente. La mayor parte de los filtros eliminan frecuencias por encim a de un
determinado nivel (filtros low -pass ) o frecuencias por debajo de un determinado
nivel (filtros high-pass). Sin embargo, lo normal es que la filtración, aunque sea
intencional, no se ejerza precisamente con una frecuencia específica, sino que
se ejerza sobre una serie de frecuencias adyacentes. Una filtración determinada
afecta ia inteligibilidad de unos fonemas más que la de otros. Fletcher 5
(pp. 418 y 419), por ejemplo, señala que ia e (cerrada) se reconoce correctamente
un 98 % de las veces si las frecuencias que estén por encima o por debajo de
los 1700 Hz son eliminadas. Pero aunque la s resulta afectada sólo ligeramente
si eliminamos las frecuencias por debajo de los 1500, Su inteligibilidad resulta
prácticamente destruida si eliminamos las frecuencias por encima de los.4000. La
mayor parte de las vocales abiertas tienen importantes componentes de sonido
por debajo de ¡os 1000 Hz, y se da un 20 % de errores en su reconocimiento

139
cuando se eliminan las frecuencias por debajo de este nivel; por otra parte, la
eliminación de frecuencias por encima de 2000 tiene muy poco efecto sobre
su inteligibilidad.
Con todo, la inteligibilidad de un proceso de comunicación normal no
depende por completo de la inteligibilidad de todos y cada uno de los sonidos
del habla. Por ejemplo, los filtros que eliminan todas las frecuencias por encima,
o todas las frecuencias por debajo, de los 2000 Hz, si el silencio e s completo,
harán que la transmisión oral sea bastante inteligible, aunque los sonidos del
habla no parezcan naturales (Rosenblith y Stevens," p. 112). En la figura 6-6 se
resumen los efectos de la distorsión sobre el habla al haberse filtrado ciertas
frecuencias. Esta figura nos muestra, en una aplicación para filtros low -pass y
high-pass con diversas divisiones, el porcentaje de inteligibilidad de la comunica­
ción oral transmitida. Puede observarse, por ejemplo, que la filtración de fre­
cuencias por encima de los 4000 Hz o por debajo de los 600 Hz ejerce un efecto
relativamente pequeño sobre la inteligibilidad. ¡Pero fijémonos en el efecto de la
filtración en frecuencias por encima de los 1000 Hz o por debajo de los 3000 Hz!
Datos como los que nos suministra la figura 6-6 pueden proporcionar al diseñador
de equipos de comunicación algunas lineas a seguir cuando vaya a decidir cuánta
filtración puede tolerar su sistema

Nivel de frecuencia, h e m o s {Hz)

Fig. 6 .6 . Efecto so b re la inteligibilidad de la elim inación de frecuencias mediante el u so


de filtros. Un filtro de paso bajo (low -pass) permite a frecuencias que están por
debajo de un determinado nivel pasar a través del sistem a de com unicación, y elimina
las frecuencias por encima de tal nivel. Un filtro de paso alto (h ig h -p a ss), a su vez,
perm ite pasar a las frecuencias que están por encima del nivel y elim ina a las que
están por debajo. (Se gú n French y Steinberg.6)

Efectos de la distorsión de la amplitud sobre el habla. Se ha definido


la distorsión de ¡a amplitud como la deformación que resulta cuando una señal
pasa a través de un circuito no lineal (Licklider 8). Una forma de tal distorsión
es la desaparición de aristas o picos (peack clipping), en la que los picos de las
ondas sonoras quedan fuera y sólo permanece la parte central de la onda. Aunque
la desaparición de ios picos se produce en tos experimentos mediante circuitos
electrónicos, algunos equipos de comunicación tienen una insuficiente capacidad
de amplitud para sobrepasar los picos de las ondas sonoras y, a! mismo tiempo,
proporcionar una intensidad adecuada para los componentes verbales de menor
intensidad, reduciendo por tanto su inteligibilidad. Puesto que la desaparición de
los picos perjudica la calidad del habla y de la música, no se emplea en la
radiodifusión normal, pero sí a veces en los equipos de comunicación comercial
y militar. En tales casos se introducen divisores de premodulación en los trans­
misores, reduciéndose, por tanto, ios picos, la fuerza disponible se emplea para

140
transmitir los elementos restantes de las ondas sonoras. Por otra parte, la división
de la línea central elimina las amplitudes por debajo de un valor determinado
y deja los picos de las ondas. Este procedimiento es algo más experimental que
práctico. El total de la división puede controlarse mediante circuitos electrónicos.
La figura 6-7 ilustra las ondas sonoras que resultarían de la utilización de ambas
formas de división.

Onda sonora sin deformar

Fig. 6.7. Onda sonora sin deformar y


ondas sonoras resultantes de la de­
^ ^ saparición de aristas o picos {peak
clipplng) y de la división de la línea
Desaparición Desaparición de central (center clipping). [Según Mi-
de aristas la línea central ¡ler,10 p. 72.)

Los efectos de estas dos formas de división sobre la inteligibilidad del


habla son muy diferentes, tal como muestra la figura 6-8. Puede observarse que la
desaparición de los picos no causa una degradación importante de la inteligibilidad,
incluso cuando ei total desaparecido (en decibelios) sea razonablemente alto.
Por otra parte, incluso un pequeño porcentaje de división de la línea central da
como resultado un deterioro notable del mensaje. La razón de esta diferencia
entre los efectos de la desaparición de los picos y la división de la línea central
es la diferencia, por lo que respecta a ías características fonéticas, entre las
vocales (que por lo general tienen más intensidad) y las consonantes (que,

Fig. 6.8. Efectos, sobre la inteligibi­


lidad del habla, de diversos totales
de desaparición de aristas y líneas
centrales. (Según Licktider y Miller.5)

generalmente, tienen menor intensidad). Por lo tanto, cuando ios picos quedan
recortados, reducimos ía intensidad de ias vocales, lo que resulta menos crítico
por lo que respecta a la inteligibilidad y conserva los rasgos esenciales de las
consonantes. Pero cuando eliminamos ias amplitudes de la línea central, las
consonantes resultan afectadas por la misma razón, mientras mantienen las carac­
terísticas de las vocales. Puesto que la inteligibilidad casi no se resiente de la
desaparición de los picos, ios ingenieros de comunicaciones pueden eliminar los
picos y reconstruir las formas de la onda sonora, empleando la intensidad
disponible a fin de amplificar las consonantes más débiles pero más importantes.

Efectos del ruido sobre ef habla. Siempre existe algo de ruido, pero
en grandes dosis se convierte en el coco cuando resultan interesadas las comu­
nicaciones verbales, ya sea por ei ruido ambiental (ruido en el medio ambiente)

141
■S
o ruido de línea en un sistema de comunicación. Los efectos del ruido en las
comunicaciones cara a cara, tal como los presenta Webster,1* se muestran en la
figura 6-9, que nos indica qué nivel de voz necesitaría una inteligibilidad razonable
del habla para varias combinaciones de NIV y distancia respecto del emisor.
Por lo que respecta a las combinaciones de distancia y ruido de la parte blanca
de la figura sería suficiente con una voz normal, pero aquellas combinaciones

P S IL 4 0 50 60 70 80 SO 10 0 110 120
S IL 37 47 57 67 77 87 97 107 117
L^ 47 57 67 77 87 97 107 117 127

Fig. 6.9. Nivel de voz y distancia entre emisor y receptor para que exista una comu­
nicación cara a cara satisfactoria en cuanto pueda estar limitada por un nivel de ruido
ambiental (expresado en NIV). Para cualquier nivel de ruido determinado (tal como 57)
y de distancia (como 3 m), es posible determinar el nivel de comunicación necesario
(en este caso una voz «aita»). (Según Webster,11 fig. 19, p. 69.)

que sobrepasan la «línea de máximo esfuerzo vocal» probablemente sería mejor


emplear el código de señales con banderitas de los boy sco u ts o enviar a un
indio para que hiciese señales de humo.
Las reacciones subjetivas de la gente a los niveles de ruido en oficinas
privadas y en oficinas de grandes dimensiones (secretarías, equipos de diseño,

Fig. 6.10. Gráfico de clasificación de ios ruidos de una oficina. (B a sa d o en datos to­
m ados de Beranek y N e w m an ,3 y modificados por Peterson y G ro S s,” a fin de reflejar
la práctica normal de utilizar bandas de octava con centros a 500, 1000 y 2000 Hz.)

142
metalurgia) fueron deducidas, mediante cuestionarios, por Beranek y Newman.3
Los resultados de esta investigación se emplearon para desarrollar una tabla de
clasificaciones de ruidos en trabajos, tal como aparece en la figura 6-10. La línea
de cada grupo representa los NIV (líneas de la base) que se creía existían según
determinadas clasificaciones subjetivas (escala vertical). El punto que hay en
cada línea representa el supuesto límite de inteligibilidad. El límite supuesto en
oficinas particulares (tono de voz normal a 2,5 m) superaba ligeramente los 45 dB,
y el de oficinas de dimensiones considerables (tono de voz algo más alto a 90 crn)
era de 60 dB.
Las opiniones por lo que respecta ai uso del teléfono se dan a conti­
nuación (Peterson y Gross,12 p. 38).

N IV, dB U so del teléfono

M e n o s de 60 Satisfactorio
60 a 75 Difícil
M á s c(e 80 Im posible

Estas estimaciones se hicieron sobre llamadas suburbanas o a larga


distancia. En las llamadas de un solo intercambio se podía añadir 5 dB a cada uno
de los niveles indicados, puesto que, por ¡o general, existe una mejor transmisión
en un intercambio loca!.
Los criterios para el control del ruido de fondo en diversas situaciones
de comunicación han sido expuestos por Peterson y Gross 12 basándose en los
primeros criterios de Beranek y Newman.3 Éstos, expresados como NIV, se
presentan en la tabla 6-1, junto con los correspondientes CR recomendados
posteriormente por Beranek2 (dejando aparte ciertas diferencias de menor
importancia, la diferencia sistemática de unos 5 dB se debe al hecho de que los
datos da los NIV han sido modificados para reflejar la práctica corriente de
emplear bandas con centros a 500, 1000 y 2000 Hz).

Efectos de la reverberación sobre el habla. La reverberación es el


efecto del sonido cuando se refleja en las paredes, techo y suelo de una habitación
cerrada. Por lo que sabemos acerca de experimentos efectuados en habitaciones

Tabla 6-1. Niveles de interferencia del habla y criterios de ruido recomendados para
determinados tipos de salas

N ive l m áxim o
perm isible
(m edido en sa la s
v a cia s)
Tipo de sala N IV CR

O ficin as de secretaría, m áquinas de


e scribir 60 50-55
C o lise o exclusivo para deportes (ampli­
ficación) 55 50
Pequeña oficina privada 45 30-35
Sa la de conferencias para 20 35 30
C in e 35 30
Sa la de conferencias para 50 30 20-30
Teatro 500 asie n to s (sin amplificación) 30 20-25
C a sa s, dorm itorios 30 25-35
S a la s para asam bleas (sin amplificación) 30
A u la s escolares 30 25
Sa la de conciertos (sin amplificación) 25 15-20

Fuente: D a to s del N IV tom ados de Beranek y N e w m a n ! y m o dificados p o r P e te rso n y G r o s s . 1 ta­


bla 3-5, p. 39. a fin de presentar !a práctica n o rm a lizada de la utilización d e ba ndas a o ctava co n
c e n tro s a 500. 1000 y 20C0 Hz; datos de C R to m a d o s de Beranek.1

143
metalurgia) fueron deducidas, mediante cuestionarios, por Beranek y Newman.3
Los resultados de esta investigación se emplearon para desarrollar una tabla de
clasificaciones de ruidos en trabajos, tal como aparece en la figura 6-10. La línea
de cada grupo representa los NIV (líneas de la base) que se creía existían según
determinadas clasificaciones subjetivas (escala vertical). El punto que hay en
cada línea representa el supuesto límite de inteligibilidad. El límite supuesto en
oficinas particulares (tono de voz normal a 2,5 m) superaba ligeramente los 45 dB,
y el de oficinas de dimensiones considerables (tono de voz algo más alto a 90 cm)
era de 60 dB.
Las opiniones por lo que respecta ai uso del teléfono se dan a conti­
nuación (Peterson y Gross,12 p. 38).

N IV, dB U so del teléfono

M e n o s d e 60 S a tisfa c to rio
60 a 75 D ifíc il
M á s efe 80 Im p o sib le

Estas estimaciones se hicieron sobre llamadas suburbanas o a larga


distancia. En las llamadas de un solo intercambio se podía añadir 5 dB a cada uno
de los niveles indicados, puesto que, por lo general, existe una mejor transmisión
en un intercambio local.
Los criterios para el control del ruido de fondo en diversas situaciones
de comunicación han sido expuestos por Peterson y Gross 12 basándose en los
primeros criterios de Beranek y Newman.1 Éstos, expresados como NIV, se
presentan en la tabla 6-1, junto con los correspondientes CR recomendados
posteriormente por Beranek2 (dejando aparte ciertas diferencias de menor
importancia, la diferencia sistemática de unos 5 dB se debe al hecho de que los
datos de los NIV han sido modificados para reflejar la práctica corriente de
emplear bandas con centros a 500, 1000 y 2000 Hz).

Efectos de la reverberación sobre el habla. La reverberación es el


efecto del sonido cuando se refleja en las paredes, techo y suelo de una habitación
cerrada. Por lo que sabemos acerca de experimentos efectuados en habitaciones

Tabla 6-1. Niveles de interferencia del habla y criterios de ruido recomendados para
determinados tipos de salas

N ive l m áxim o
perm isible
(m edido en sa la s
v a cía s)
Tipo de sala N IV CR

O f ic in a s d e se cre taría, m á q u in a s de
e s c r ib ir 60 50-55
C o lis e o e x c lu s iv o para d e p o rte s (am pli-
fica ció n ) 55 50
P e q u e ñ a oficin a privada 45 30-35
S a la d e c o n fe re n c ia s para 20 35 30
C in e 35 30
S a la d e c o n fe re n c ia s para 50 30 20-30
T e a tro 500 a s ie n t o s (s in a m plifica ción) 30 20-25
C a s a s , d o rm ito rio s 30 25-35
S a i a s p ara a sa m b le a s (s in am p lifica ción ) 30
A u la s e s c o la r e s 30 25
S a la d e c o n c ie rto s (sin a m plifica ción) 25 15-20

Fuente: D a to s del N IV tom ados de Beranek y N e w m a n “ y m o dificados p o r P e te rso n y G r o s s , “ ta­


bla 3-5, p. 39. a fin de presentar la práctica n o rm a lizada de la utilización d e ba ndas a octava con
c e n tro s a 500. 1000 y 2000 Hz; datos de C R to m a d o s de Beranek.“

143
o auditorios, esta reverberación parece obliterar el habla o importantes segmentos
de ella. La figura 6-11 muestra aproximadamente la reducción de inteligibilidad
motivada por diversos grados de reverberación (específicamente, el tiempo, en
segundos, que tarda el ruido en desaparecer del todo). Esencialmente, esta
relación viene expresada por la línea recta.

Fig. 6.11. Inteligibilidad del habla en


relación con el tiem po de reverbe­
ración. A m ayor reverberación de rui­
do en una habitación, m á s baja la
0 2 4 6 8 inteligibilidad del habla. (Se gú n Flet­
Tiem po de reverberación, segundos c h e r 5)

Efectos del uso de auriculares sobre el habla. En cierto sentido,


los auriculares forman parte del sistema de transmisión, puesto que se interponen
entre el medio ambiente y el receptor. Aunque su finalidad es impedir o disminuir
la pérdida de audición, se puede suponer que también reducen la inteligibilidad
del habla. No obstante, el uso de auriculares puede, en realidad, aumentar la
inteligibilidad del habla bajo condiciones de elevados niveles de ruido. Pero, en
cambio, bajo condiciones de poco nivel de ruido, el uso de auriculares puede
ocasionar un cierto deterioro en la inteligibilidad. Con todo, es en las situaciones
de altos niveles de ruido cuando hay una mayor probabilidad de que se empleen
los auriculares y en tales condiciones pueden resultar muy efectivos. La expli­
cación consiste en que, al llegar a tales niveles de ruido, se alcanza un punto en
el que no se puede distinguir la intensidad adicional, pues en tales niveles la
diferencia entre la intensidad de la señal (en este caso el habla) y la del ruido
de fondo no pueden discernirse. En tales circunstancias, el valor de los auricu­
lares consiste en disminuir los niveles, tanto de la señal como del ruido de fondo,
hasta el punto en que sea posible discernir la diferencia existente entre ambos.

El receptor

El receptor es el último eslabón en la cadena comunicativa. Para recibir


los mensajes verbales bajo condiciones de ruido, el receptor debería poseer un
sentido de! oído normal, estar acostumbrado a los tipos de comunicación que se
han de recibir y al esfuerzo que ello pueda suponer, y ser capaz de concentrarse
en uno de los diversos estímulos que puedan resultar conflictivos.

Resumen

Naturalmente, siempre que sea posible, las comunicaciones verbales


deben realizarse bajo condiciones favorables, sin que el ruido resulte un elemento
perturbador. Sin embargo, en muchas circunstancias no es posible reducir el
ruido (no se pueden parar las laminadoras de una siderúrgica para que la gente
se comunique entre sí). Tanto en éstas como en otras ocasiones, se hace nece­
sario profundizar en los restantes elementos del sistema de comunicación, antes
que eliminar el origen mismo del ruido, a fin de posibilitar una mejora de la

144
inteligibilidad. Por lo que atañe al aspecto de proyectos de ingeniería, las posi­
bilidades a considerar son aquellas que permitan minimizar la transmisión del ruido
en la medida de lo posible (ya sea mediante un tratamiento acústico o por otros
medios), mejorando el diseño del equipo de comunicación y modificando la natu­
raleza de los mensajes que se hayan de transmitir; y por lo que respecta al
personal, las únicas posibilidades son las de selección y entrenamiento de
hablantes y receptores siempre y cuando ello sea posible.

145
Tercera parte

El output humano y los procesos de control


caciones de tipo físico, con las cuales se consigue (supuestamente) algún objetivo
deseado. Este capítulo tratará fundamentalmente de la naturaleza de las res­
puestas y actividades físicas del hombre, puesto que están implicadas en muchos
aspectos de ios factores humanos tales como: diseño de aparatos de control, de
herramientas y de otros ingenios; el manejo de materiales; el planteamiento
del espacio físico y la distribución de los espacios de trabajo, y los métodos y
procedimientos de trabajo. Puesto que nos interesamos fundamentalmente por las
actividades físicas, se describen en primer lugar las bases físicas y fisiológicas
de tales actividades.
Sin embargo, hay que apuntar que algún tipo de combinación de procesos
fisiológicos está comprendido, virtualmente, en cualquier forma de la actividad
humana, no sólo en actos físicos tales como trabajar con una máquina o
descargar basura, sino también en el trabajo mental y actos «no físicos» tales
como administrar el sueldo o echar una siesta.

Bases de las actividades motoras humanas

La habilidad para realizar diferentes tipos de actividades motoras depende


esencialmente de ia estructura física dei cuerpo (el esqueleto), los músculos dei
esqueleto, el sistema nervioso y los procesos propios del metabolismo.

La estructura del esqueleto

La estructura básica del cuerpo está formada por el esqueleto, que consta
de 206 huesos. Algunas estructuras óseas sirven fundamentalmente para albergar
y proteger órganos esenciales del cuerpo, tales como el cráneo (que protege
el cerebro) y las costillas (que protegen el corazón, los pulmones y otros órganos
internos). Los otros huesos (del esqueleto) — los de las extremidades superiores
e inferiores y los huesos articulados de la columna vertebral— están relacio­
nados, fundamentalmente, con la ejecución de actividades físicas, y ellos son.
pues, los que más nos interesan. Los huesos del esqueleto están conectados con
el cuerpo mediante unos puntos de unión. Existen dos tipos generales de unión
que se usan sobre todo en las actividades de tipo físico, denominadas articula­
ciones sinoviales y articulaciones cartilaginosas. Las articulaciones sinoviales son
aquellas que permiten una flexión (como las articulaciones de los dedos y rodillas),
un movimiento giratorio (como el del codo, que también és una articulación
diartrósica como las anteriores) y las articulaciones esféricas (como las del
hombro y la cadera). El ejemplo más claro de articulación cartilaginosa lo ofrecen
las vértebras de la columna que, en conjunto, permiten un grado considerable de
rotación y que el cuerpo se incline hacia adelante.

El sistem a m uscular del esqueleto

Los huesos del cuerpo están unidos a las articulaciones mediante liga­
mentos. Los músculos del esqueleto (también llamados músculos «estriados»
o «voluntarios») consisten en haces de fibras musculares que tienen la propiedad
de ser contráctiles; las fibras de los músculos sirven para convertir la energía
química en trabajo mecánico. Los dos extremos de cada músculo forman los
tendones, que, a su vez, están unidos a los diferentes huesos del esqueleto de
tal manera que, cuando activamos los músculos, éstos actúan como lo haría una
palanca mecánica.

150
El control nervioso de la actividad m uscular

Los nervios que forman parte de un músculo son de dos clases y se les
denomina nervios sensoriales y nervios motores. Algunos de los nervios senso­
riales están relacionados con las sensaciones cutáneas (tacto, calor y frío,
dolor, etc.). Los restantes nervios sensoriales son los receptores propios, distri­
buidos entre los músculos, los tendones y la cubierta de los huesos y que forman
un circuito de realimentación cinestésico de gran utilidad en el control muscular.
En realidad, los nervios motores controlan las acciones de los músculos.
La realización de actividades físicas depende de un aprendizaje que
puede ser examinado desde un sistema jerárquico de coordenadas en dos etapas.
Empleando la terminología de los cerebros electrónicos, la primera etapa, el
program a ejecutivo, trata del propósito total o del planeamiento del acto y, esen­
cialmente, está bajo el' control consciente del sistema nervioso central. La
segunda etapa, la subrutinaria, trata del control de los movimientos específicos
necesarios para llevar a cabo el acto físico en cuestión. En la práctica, las sub­
rutinas típicas llegan a estar tan aprendidas que se realizan automáticamente
cuando el «plan ejecutivo» se pone en marcha. El «aprendizaje» de estos actos
subrutinarios se basa en el establecimiento de conexiones nerviosas en el centro
nervioso del sistema de nervios motores. A sí pues, si uno decide, a nivel de plan
ejecutivo, subir escaleras, la subrutina de hacer esto constantemente se realiza
sin un control consciente.

M etabolism o muscular

El metabolismo es el proceso químico colectivo que convierte los alimen­


tos de dos maneras, denominadas trabajo mecánico y calor. Parte del trabajo
mecánico se emplea, naturalmente, en los procesos de respiración y digestión.
Otro trabajo mecánico es de empleo externo, como, por ejemplo, el hecho de
pasear o realizar tareas físicas. En cualquier caso generamos calor, por lo general
en cantidades que superan las necesidades del cuerpo, y este superávit de calor
debe ser eliminado por el cuerpo. La contracción de un músculo requiere energía,
y la base de esta energía es el glucógeno, que puede ser explicado como un
gran número de moléculas de glucosa que se reúnen para formar una molécula
de gran tamaño. La conversión de glucógeno en energía consiste en una reacción
química que finaliza produciendo ácido láctico. Sin embargo, el ácido láctico ha
de disolverse formando agua y dióxido de carbono. La primera etapa (la conver­
sión del glucógeno en ácido láctico) no requiere oxígeno, y se la llama anaeróbica.
La segunda etapa (la disolución de ácido láctico en agua y dióxido de carbono)
es aeróbica.
En el momento en que se inicia la actividad física,, los músculos pueden
utilizar glucógeno, que ya está disponible. Pero la cantidad de glucógeno, y de
ahí la disponibilidad de glucosa, es pequeña; de modo que sí la actividad es
continua, el cuerpo necesita tomar nuevas cantidades de estos elementos de la
sangre, junto con un suministro de oxígeno necesario para la segunda etapa.
Cuando hay un adecuado suministro de oxígeno no hay acumulación de ácido
láctico, o ésta es casi nula. Si el nivel de actividad requiere más oxígeno que el
que proporciona la afluencia normal de la sangre a través del sistema cardiovascu­
lar, el sistema se reajusta hasta conseguir la demanda exigida, sobre todo
aumentando las respiraciones, a fin de proporcionar el oxígeno adicional a los
pulmones y aumentando los latidos del corazón para bombear más sangre a través
de los «conductos» del sistema cardiovascular. El corazón bombea la sangre hacia
los pulmones, donde ésta se carga de oxígeno que luego es llevado por la sangre
h a st a los músculos donde se necesita. En unas proporciones moderadas de
trabajo, a u m e n ta n n o rm a lm e n te pulso y r e s p ir a c ió n hasta alcanzar el nivel que
p ro p o r c io n a su fic ie n te o x íg e n o p a ra re a liz a r a c t iv id a d e s físicas durante un período
c o n tin u a d o d e tie m po . S in e m b a rg o , c u a n d o ía c a n tid a d de oxígeno entregada

151
a los músculos es escasa {por ejemplo, cuando el nivel de actividad física es
elevado), el ácido láctico tiende a acumularse en la sangre. Si la proporción o la
duración de la actividad física dan como resultado una acumulación continua de
ácido láctico, los músculos acabarán por no responder. Si la proporción de
eliminación de ácido láctico no se equilibra con su formación, el oxígeno adicional
debe ser suministrado una vez haya cesado la actividad a fin de eliminar el ácido
láctico restante. Llamamos a esto deuda de oxígeno y, puesto que esta deuda
debe ser saldada, pulso y respiración no vuelven a sus niveles normales inme­
diatamente después de cesar el trabajo, sino que lo hacen lentamente hasta
haber reemplazado todo el oxígeno prestado.
Metabolismo basal. La proporción de metabolismo basal es la que se
necesita, simplemente, para mantener el cuerpo en un estado de inactividad.
Aunque varía de un individuo a otro, el promedio de los adultos oscila, por lo
general, entre 1500 y 1800 kcal/día (Tuttle y Schotteiius 65}.* Tomando como base
el nivel basal más la energía necesaria para una existencia relativamente seden­
taria, Passmore 49 supone que se gastan unas 500 kcal durante 8 horas de descanso
en la cama, además de unas 1400 kcal durante el tiempo en que no se trabaja,
lo que supone un total de unas 1900 kcal por día; a su vez, Lehmann 41 calcula
estas exigencias (metabolismo basal y ocio) en unas 2300 kcal al día, y Tuttle
y Schotteiius 45 estiman que el adulto típico que lleva una vida casi sedentaria
emplea unas 2400 kcal al día. Por lo tanto, las diversas suposiciones de total de
calorías exigidas durante el tiempo de no trabajo oscilan entre 1900 y 2400 kcal
por día. {Posteriormente se hará mención a ios costes fisiológicos del trabajo.)

Los concomitantes de la actividad humana


La actividad humana que está en el nivel óptimo de intensidad ilustrado
por la figura 7-1, por lo general puede ser realizada sin, tal como se dice ahora,
ningún stre ss o strain (esfuerzo excesivo o agotamiento). No obstante, ciertas
actividades y determinados medio ambientes pueden exceder los límites razo­
nables y con ello ejercer algún tipo de -stress» sobre los individuos.

La naturaleza del stress y del strain

La palabra stress hace referencia a cualquier aspecto de la actividad


humana o del medio ambiente que. ai actuar sobre el individuo, dé como resultado
algún efecto o reacción no deseada. Algunas de las posibles causas del stress
- aparecen en la figura 7-2, divididas en dos grupos: las que son de naturaleza
psicológica y las de naturaleza fisiológica. A su vez, el strain es el «coste»
o efecto consecuencia del stre ss sobre el individuo. En la figura 7-2 también
aparecen algunas de las reacciones del strain, tanto psicológico como fisiológico.

M edición de las funciones fisiológicas

Las mediciones fisiológicas que aparecen en la figura 7-2 pueden em­


plearse para evaluar la actividad fisiológica de los individuos, o bien la relacionada
con cualquier actividad laboral o con el medio ambiente en general (empleando

* La unidad de energía utilizada generalmente en fisiología es la kilo-


caloría (abreviada Kcal) o Caloría (con C mayúscula para distinguirla de caloría-gramo).
La kilocaloría es el total de calor necesario para aumentar la temperatura de un kilogramo
de agua de 15 a 16 ”C. La relación de la kilocaloría con otras unidades de medición de
energía es:
1 kcal = 426,85 kg/m
t kcal = 3087,4 pies/libra
1 kcal = 1000 cal = 1 C

152
Fískdógicas
P s fc o tó g fc s s

Trsbsgo pesado
T ra b a jo S o b re c a rg a in f o r m a t iv a
twfxjviSxaciócí
V ig ila n c ia

A tm ó s fe ra P e lig r o
E n to rn o B v fe to . V ib r a c ió n
C o n f in a m ie n t o
C a k x / T rio

P ro p ia * ktaomofcs In s o m n io

^ _______________________
Q u ím ic m s : Eléctricas: Físicas: A c tiv id a d : A ctitu d e s:
Ané&KS tís sanare EEG (E lectroencefalogram a) Pres. da la sangro Prom edio tí® trabajo Ab u rrim ie n to
Anáfisis 6 a orins EC G (Etecetrocardíogram a) R itm o cardíaco E rro re s Otros factores
C onsum o tía owSgena EM G (E te ctrom io gra m «) Arritm ia senoidal Prom edio tía la actitud
D á feft ds GsígSKK) EO G (EtectrocuJograma! V o lu m e n del puteo d® parpadeos
Ctsnrss da recup. R G P (respuesta galvánica Déficit de pulsee.
de oxigeno de la piel) Te m p . del cuerpo
Catorfes Tasa respiratoria

Fig. 72. Causas fundamentales del stress y principales mediciones del strain, en cuanto
está originado por ei stress. {Según Singleton,59 fig. 4.)

para ello grupos o individuos aislados). Algunas de estas mediciones son, por sí
mismas, indicativas dei nivel general de demanda fisiológica de la actividad en
cuestión, mientras que otros tipos de mediciones reflejan la actividad de grupos
musculares específicos, y otras son importantes si se las considera como índices
de la actividad mental.
Medición de la demanda fisiológica general. Las demandas fisiológicas
de trabajo son medidas, generalmente, mediante el ritmo cardíaco (o algún deri­
vado del mismo) y el consumo de oxígeno. Estas dos mediciones están estrecha­
mente relacionadas entre sí por lo que respecta a los niveles variables de trabajo
muscular dinámico general, pero ninguna de las dos resulta un índice sensible
del trabajo muscular estático, del trabajo muscular dinámico «local» (el de
músculos específicos o grupos de músculos), o del trabajo mental (Burger 8).
El pulso indica, de forma razonable, ¡os efectos del stress calórico o emocional,
pero también está relacionado con factores individuales (constitución, condición
física, sexo, etc.) y, por tanto, resulta menos aconsejable que el consumo de
oxígeno como índice absoluto de la presión exigida por diferentes tipos de trabajo.
Puesto que el ritmo cardíaco y el consumo de oxígeno tienen sus propias
limitaciones como medidas de demanda fisiológica sobre una amplia base, Burger 8
propone el empleo de un índice de presión sanguínea como una especie de índice
combinado de la presión de sistemas orgánicos diferentes. Esto sería aproxima­
damente el producto del ritmo cardíaco, la presión media arterial y la capacidad
pulmonar.
Existen ciertas mediciones derivadas del ritmo cardíaco y el consumo
de oxígeno que algunas veces se emplean. La deuda de oxígeno, por ejemplo, es
la cantidad de oxígeno exigido por los músculos después de iniciar una actividad,
por encima de la que viene suministrada gracias al sistema circulatorio. Esta
deuda ha de ser «saldada» una vez ha finalizado el trabajo, y se refleja en un
promedio elevado (es decir, por encima del nivel de descanso) de consumo de
oxígeno durante el proceso de recuperación. Una medición algo parecida basada
en el ritmo cardíaco es la que Davies 16 denomina déficit de pulsaciones (DP).
El DP refleja el déficit dei output cardíaco en los primeros momentos del ejercicio
y, por tanto, resulta indicativo del nivel de metabolismo anaeróbico. Operacional-
mente, el DP se calcula tomando el pulso del quinto minuto como referencia
y calculando el área delimitada por la curva de pulsacíones/minuto durante los
cuatro primeros minutos del ejercicio. S in embargo, Shephard 58 pone en duda
este procedimiento, argumentando que el promedio de pulsaciones, por lo general,
continúa subiendo durante los se gu n do s cinco minutos del ejercicio y considera
que ia medición del déficit de pulso basada en los segundos cinco m inutos

153
tendría mucha más significación como medida de la intensidad del ejercicio.
Otra medición basada en el ritmo cardíaco es la curva de recuperación
del pulso normal tal como es empleada por Brouha,3 que es la curva resultante
de la medición de las pulsaciones a intervalos determinados después del trabajo
(como por ejemplo, 1, 2 y 3 minutos). En términos generales, cuanto más exte­
nuante es la actividad, más tiempo tarda el corazón en recuperar su ritmo normal
de pulsaciones.
El total de energía requerida por el trabajo se mide, frecuentemente, en
términos de calorías o consumo de oxígeno, que por lo general se expresan en
unidades por minuto o por hora.

Medición dei trabajo muscular ¡ocal. Una de las posibilidades de medir


el trabajo muscular «local» es el empleo de registros electromiográficos (EMG).
Son trazos sombreados de los impulsos eléctricos que se producen durante el
trabajo y que proporcionan una estimación de la magnitud de la actividad
muscular voluntaria. En ia figura 7-3 mostramos una serie de taies registros de
cuatro músculos de un individuo cuando aplica una cifra constante de 60 ft-lb
(pies-libras) y otra de 15 ft-ib a una rótula de acero. Existen diversos problemas
relacionados con la recolección, cuantificación e interpretación de tales registros,
y a este respecto, Khalil37 ha desarrollado diversos procedimientos para sumar
ia acción potencial de varios músculos que sean activados simultáneamente. Los
valores que aparecen en la figuara 7-3 son los valores, considerados tanto en

Pie-libra Deltoide Bíceps Tríceps Braquioradial Total

r iJ ■ ' 1,1
60 6 3 .6

4.7 30.1 7.1 19.7

15 17.9
1.9 9.7 1.2 5.1

Fig. 7.3. Electrom iogram as de cuatro m úscu los de un sujeto que m antenía una fuerza
constante de 828 kg/cm y de 207 kg/cm. La sum a de lo s cuatro va lore s es un índice
del total del co n su m o de energía. (Se gú n Khalil ,37 fig. 3.)

conjunto como individualmente, de ios cuatro músculos. Khalil proporciona algunas


pruebas de que el método es aconsejable tanto para los esfuerzos musculares
dinámicos como para los estáticos, y sugiere que podrían emplearse a fin de
evaluar el total de esfuerzo necesario para la realización de diferentes tipos
de actividades.

Medición de la actividad mental. Puesto que las actividades mentales


comprenden procesos fisiológicos, es supuestamente posible el empleo de medi­
ciones fisiológicas muy ajustadas como índices de carga mental de diferentes
tipos de actividades mentales. Determinados sistemas de medidas técnicas
empleados hasta la fecha (taies como EEG y el EMG) no han resultado, con todo,
completamente satisfactorios, de modo que posteriormente se ha intentado sacar
medidas fisiológicas de la carga mental, una de las cuales es ia arritmia senoidal
(o cardíaca). En esencia, se trata de medir las irregularidades de ia actividad
del corazón. Los problemas que comporta tal tipo de mediciones son explicados
por Katsbeek 34y3S y por Luczak y Laurig 42 y es innecesario que los describamos,
pero sí hay que decir que caben numerosas variaciones posibles en las medi­
ciones. En términos generales, Kalsbeek 34 llega a ia conclusión de que un aumento
de la carga mental (medida por el número de elecciones binarias hechas por
minuto) se refleja en una disminución del registro de irregularidades del modelo

154
de pulsaciones. Por ejemplo, en uno de los análisis que publicó, las
arritmia senoidal para tres' niveles de carga mental eran las

Marca de arritmia
Condición senoidal
En calma 13.0
Bajo nivel de carga mental 1,5
Alto nivel de carga mental 0,5

En la actualidad no puede afirmarse que las medidas de arrltritíá Senoidal


sean definitivamente «la respuesta» a la medición de carga mental, pero parecen
presentar muchas posibilidades.

Biomecánica del movimiento

La biomecánica del movimiento trata de diversos aspectos de los movi­


mientos físicos del cuerpo y de los miembros del cuerpo.* Las operaciones de
¡os miembros del cuerpo pueden caracterizarse en términos cinemáticos (la ciencia
del movimiento) y los huesos, conectados a sus articulaciones, en combinación
con los músculos relacionados con efíos, funcionan como palancas.

Tipos de movimientos de los miembros del cuerpo

Algunos de los movimientos que hacemos con los brazos, las piernas y
otros.miembros se consideran básicos. Enumeramos algunos de estos movimientos,
junto con su respectiva terminología en biomecánica (Damon, Stoudt y
McFarland 13):

— Flexión: doblarse, o disminuir el ángulo entre las partes del cuerpo.


— Extensión: enderezarse, o aumentar el ángulo entre tas partes del
cuerpo.
— Aducción: acercarse a la línea media del cuerpo.
— Abducción: alejarse de la línea media del cuerpo.
— Flotación media: dirigiéndose hacia la línea media del cuerpo.
— Rotación lateral: alejándose de la línea media del cuerpo.
— Pronación: girar el antebrazo de modo que la palma de la mano quede
hacia abajo.
— Supinación: girar el antebrazo de modo que ¡a palma de la mano
quede hacia arriba.

Esencialmente, estos movimientos de los miembros del cuerpo están


descritos en términos del funcionamiento de los músculos (flexión y extensión
por ejemplo) y de la dirección de los movimientos respecto al cuerpo (por
ejemplo, aducción y abducción). En la figura 7-4 ilustramos algunos de estos
movimientos básicos junto con los valores correspondientes a cada uno (basados
en una muestra de 39 hombres seleccionados en el servicio militar para repre­
sentar ios tipos físicos más importantes): ángulo medio (en grados) y ángulos
de 5 y 95 grados centesimales (computados a partir de las desviaciones tipo de
la muestra). Tanto en éste como en otros aspectos-de la biomecánica, hay que
tener siempre presentes las diferencids individuales, incluidos los efectos de la
condición física y de la edad.

* Para un com entario m ás extenso de lo referente a biomecánica, sobre


todo lo relacionado con el diseño de implementos, se aconseja al lector vea Damon, Stoudt
y M cFarland.1* (Sobre todo pp, 187 a 252.)

155
á sumare
Fig. 7.4. S e rie de determ inados m ovim ientos de las extrem idades su p e rio re s e infe­
riores, b asa d o en un conjunto de 39 hom bres sele ccion ad os a fin de representar los tipos
f ís ic o s m á s im portantes que cum plen el se rvicio militar. Los tres valores (en grados)
que s e dan para cada ángulo son, respectivamente, el porcentaje 5, el m edio y el por­
centaje 95 de m ovim ientos voluntarios, no forzados. (Basado fundamentalmente en datos
p roced e n te s de Dem pster,1’ y analizados nuevam ente por Barter et alt.3)

Sin embargo, al realizar actividades específicas, como en el trabajo, los


movimientos de los miembros del cuerpo pueden describirse en términos más
operativos. En realidad, existen diferentes formas de clasificar estos movimientos,
y una de tales posibilidades es la que ofrecemos a continuación:

— Los movimientos de posición son aquellos en los que la mano o el


pie pasan de una posición específica a otra, como se hace al buscar una palanca
de mando.

156
— Los movimientos continuos son aquellos que requieren ;de
ajustes del control muscular durante el movimiento, como al m anejar^yólante
de un coche o guiar una pieza de madera mientras pasa por la sierra cinta.
— Los movimientos de manipulación comprenden el manejo de elemen­
tos, herramientas y mecanismos de control, que por lo general se hace con los
dedos o las manos.
— Movimientos repetitivos son aquellos en los que se repite el mismo
movimiento, como al utilizar un martillo o un destornillador, o al cerrar un grifo.
Los movimientos de secuencia son movimientos que están relativa­
mente separados e independientes dentro de una secuencia de movimientos.
— Un reajuste estático es la ausencia de movimiento que consiste en
mantener una posición específica de un miembro del cuerpo durante un período
de tiempo.

Tal como se indica anteriormente, en una secuencia pueden combi­


narse diversos tipos de movimientos de modo que se mezclen unos con otros.
Por ejemplo, colocar el pie encima de un pedal de freno es un movimiento de.
posición, pero puede ser seguido por un movimiento continuo a fin de ajustar la
presión del freno a las condiciones de la situación. De forma parecida, un
movimiento continuo puede incluir el tener que adoptar una posición (un reajuste
estático) durante un breve tiempo.
Naturalmente, estas categorías operactonales están consideradas g ro sso
modo (o, si se quiere ser más correcto semánticamente, podemos hacer referencia
a ellas empleando el término macromoción (m acrom otions). Para según qué casos,
se emplean categorías de menor entidad (m/cromoción). Tal es el caso de las
prácticas de ingeniería industrial en el análisis de métodos, en los que ciertos
movimientos elementales se identifican en las actividades laborales. Los sistemas
más elementales de movimiento arrancan del concepto original de los «therbligs•
desarrollado por Gilbreth 24 hace ya muchos años. Una versión más reciente de
ellos es el Sistema de Métodos para la Medición de Tiempos (Maynard 44).

Criterios operactonales de la actividad física

Lo que designamos bajo el epígrafe de criterios operactonales incluye las


técnicas de mediciones, o cualquier otro tipo de descripción, de las realizaciones
que llevan a cabo el cuerpo o los miembros del mismo. Los criterios operacio-
nales más evidentes, y también los más comunes, hacen referencia a la actividad
de los miembros del cuerpo al realizar tipos específicos de movimientos, como
las realizaciones que, por lo general, pertenecen a los siguientes grupos: tipo
de movimiento, fuerzas aplicadas durante la actividad (por ejemplo, la misma
fuerza), duración, velocidad y precisión. Para calcular estos aspectos se emplean
diferentes recursos, tales como mediciones de tiempo, fotografías del movimiento,
dinamómetros, etc. Aparte p e estos criterios referentes a los movimientos del
cuerpo y de sus miembros, existen determinadas técnicas de descripción, o de
registro de información de los movimientos físicos comprendidos en una actividad,
y estas técnicas incluyen las fotografías del movimiento (cronofotografías), los
grabados que representan movimientos, y determinadas técnicas electrónicas y
mecánicas. Una de estas técnicas, la plataforma de fuerza, la emplearemos
como ilustrativa.
Una plataforma de fuerza es una pequeña plataforma en la que permanece
un individuo mientras realiza alguna actividad física. Mediante el empleo de
algunos elementos sensibles debajo de la plataforma (tales como cristales piezo-
eléctricos), es posible sentir, y por tanto registrar automáticamente, las fuerzas
generadas por el individuo en cada uno de los tres planos, denominados vertical,
frontal y transversal. La primera plataforma de fuerza fue desarrollada por Lauru;29
otras han sido empleadas de forma experimental por Barany1 y Greene, Morris
y Wiebers.28 Tales artificios son muy sensibles a las pequeñas diferencias exis-

157
tentes entre los movimientos físicos y por lo tanto pueden prestarse a ser
empleadas para comparar fuerzas tridimensionales en diferentes actividades.
En la figura 7-5 se ilustra la comparación de registros de fuerzas en la utilización
de máquinas de escribir manuales y eléctricas.

Manual Eléctrica

Vertical

tn
O

Frontal

Transversal

0.75
Tiempo, segundos

Fig. 7.5. Fuerzas en tres dimensiones (vertical, frontal y transversal) en el manejo


de una máquina de escribir eléctrica y una manual, registradas gracias a una plataforma de
fuerza. (Según Brouha,5 p. 106.)

Se ha propuesto que tales registros fuerza-tiempo, como posibles indi­


cios de consumo de energía, son casi tan precisos como los análisis metabólicos
y, por tanto, pueden utilizarse como sistema para medir el coste fisiológico de
un movimiento determinado (Brouha,5 p. 103). De hecho, Brouha presenta datos
referentes al consumo de oxígeno de determinadas actividades laborales que
muestran elevadas correlaciones (que oscilan entre 0,83 y 0,96) con los datos
conseguidos en una plataforma de fuerza (áreas fuerza-tiempo, es decir, el área
que queda bajo la curva generada por la plataforma). Aunque posteriores datos
probablemente requerirían determinar la generalidad de las relaciones de las
medidas de trabajo efectuadas en una plataforma de fuerza y mediciones estricta­
mente fisiológicas, la plataforma de fuerza parece ofrecer considerables pers­
pectivas como técnica para estudiar las actividades laborales.

Consumo de energía en actividades físicas

Aunque los seres humanos no son utilizados en la actualidad como


recurso energético, como lo fueron en siglos pasados, algunas ocupaciones todavía
exigen un esfuerzo físico sustancial, ya sea como mínimo en momentos determi­
nados o como acumulación de esfuerzos a lo largo del trabajo cotidiano, y en
algunos países la utilización de los seres humanos como recurso energético
fundamental viene casi dictaminada por consideraciones económicas. Cuando la
actividad física humana que se realiza en un trabajo pone, al menos, potencial­
mente en peligro la salud y la vida, ineludiblemente se ha de proceder a alguna
modificación en tal tipo de trabajo, ya sea un nuevo diseño más adecuado, tanto
del equipo como del espacio de trabajo, ya sea modificando los métodos, o bien
mediante la reducción de los períodos de trabajo o de la velocidad a la que
éste se efectúa.

C o n su m o s de energía en las actividades generales del cuerpo

A fin de dar algún «sentido» a los valores numéricos de consumos de


energía en diferentes ciases de actividades físicas, puede ser útil presentar aquí

158
los costes fisiológicos de algunas actividades cotidianas. Los siguientes éjempi4é"í
se facilitan en kilocalorias por minuto (Edholm):19 dormir: 1,3; estar sentado: 1,6;
estar de pie: 2,25. En relación con la proporción de movimiento del cuerpo {como
al pasear y correr), el precio por unidad de trabajo (en coste fisiológico) aumenta
cuando aumenta el promedio, lo que en la figura 7-6 queda demostrado de forma
bastante evidente. La figura muestra las pulsaciones durante y después de una
carrera de 1600 m en la que 18 individuos desarrollaron velocidades situadas

Trabajo Período de recuperación

Fig. 7.6. Ritmo cardíaco durante y


después de una marcha de 1,6 km
(1 milla) a diversas velocidades, en
kilómetros por hora. (Según LeBlanc,40
Distancia, Tiempo, m inutos presentado a su vez por Monod.47)
kilómetros

entre los 4,9 y los 15,2 km/h. El aumento del coste de energía aumenta de forma
notable al alcanzar velocidades de 8,1 km/h y superiores. Además, el tiempo de
recuperación también aumenta notablemente. Los costes de energía en ejercicios
del cperpo de intensidades diferentes se ilustran posteriormente en la figura 7-7.
Las cargas de trabajo fueron ia consecuencia de correr por una pista de circuito
cerrado a determinadas combinaciones de velocidad e inclinación. Las curvas

Tiempo en el circuito, segundos

Fig. 7.7. Curvas de consumo de oxígeno desde el inicio hasta el final de una carrera
en un circuito cerrado, con determinadas cargas, consecuencia de velocidades e incli­
naciones ya especificadas; las exigencias de energía de las cargas se expresan me­
diante un índice de consumo de oxígeno derivado en forma independiente. (Según
Margaría et alt.43)

de consumo de oxígeno son, evidentemente, más pronunciadas a mayor carga de


trabajo: el trabajo más ligero producía agotamiento en casi 3 minutos, y el más
pesado en unos 30 segundos. Estos ejemplos y otros indican claramente los
factores que pueden afectar el trabajo humano; en particular, e! precio fisiológico
de trabajo, por unidad de trabajo, es superior en promedios elevados de trabaje
a los promedios más moderados.

159
C on sum o s do energís en sctividsdes específicas ■

La explicación anterior .trataba, simplemente, de los consumos de energía


efectuados al mover el cuerpo, por ejemplo, a diferente velocidad, inclinación, etc.
Los consumos de energía en diferentes tipos de actividad varían algo por lo que
respecta a los individuos, pero en la figura 7-8 se proporcionan estimaciones de
los costes aproximados de energía en determinados tipos específicos de trabajo.
Los costes de energía de éstos oscilan entre 1,6 y 16,2 kcal/min.

Fig. 7.8. Ejemplos de consumos de energía en diversos tipos de actividad humana. Los
consumos de energía se presentan en kiiocaloría por minuto. (Datos tomados de Pass-
more y Durnin;50 adaptados y presentados por Gordon.26)

Sin embargo, el consumo de energía en determinado tipo de trabajo puede


variar según la manera de realizarlo. Los costes diferenciales de métodos al
realizar una actividad se ilustran por ios diferentes métodos que, para transportar
una carga, emplean diferentes culturas. Siete de tales métodos fueron comparados
por Datta y Ramanathan 14 basándose en las necesidades de oxígeno, y en la
figura 7-9 se muestran tales métodos y sus resultados. La exigencia del método
más eficiente (la alforja) se utiliza como base arbitraria de 100 % . Los diversos
métodos tienen sus ventajas y desventajas por (o que respecta a sus exigencias
de oxígeno, pero el denominador común de los métodos más eficientes, utilizado
en éste y en otros estudios, es el de poder mantener una buena postura de
equilibrio, aquella que afecte menos al centro de gravedad.

160
Fig. 7.9. C on su m o relativo de oxígeno de siete m étodos de transporte de carga, utili­
zando eí sistem a de la alforja com o base de! 1 0 0 % . Ilustra el hecho de que la form a
en que se lleva a cabo una actividad puede influir so b re las exigencias de energía.
(Se gú n Datta y Ramanathan.14) <

C onsum os . de energía en diferentes posiciones

La postura que adoptan los trabajadores cuando realizan algunos trabajos


puede influir sobre el consumo de energía. Vamos a poner como ejemplo deter­
minadas labores agrícolas, en particular aquellas que tienen que ser efectuadas
cerca de! nivel del suelo, como la de recoger fresas. Cuando se realiza tal
trabajo, cabe adoptar diferentes posiciones. Los costes de energía de tales
posturas fueron determinados en un estudio hecho por Vos,67 en el que éste
empleó el trabajo de recoger arandelas metálicas situadas en un pattern standard
en el suelo. En la figura 7-10 se hace una comparación del consumo de energía
en cinco posturas diferentes. La figura ¡lustra cómo la postura arrodillada

Consum o de energía
(kcal/mtn)

Fig. 7.10. C on su m o s de energía humana (Kcal/m in) para cinco posturas em pleadas
en una tarea para recoger objetos de poco peso al nivel dei suelo. (S e g ú n V o s ,67 fig. 5.)

apoyándose con una mano en el suelo y la postura en cuclillas exigen menos


energía que las restantes posturas. {Con todo, ¡a postura arrodillada impide el uso
de una mano y puede originar dolores en la rodilla al cabo de un cierto tiempo.)
En otra fase dei estudio se demostró que la postura sentada {en un taburete
bajo o escabel) era algo mejor que estar en cuclillas, pero estar sentado no es
factible si la tarea exige el desplazamiento de un lugar a otro. Aunque este
determinado análisis solamente trata de las posicion e s que se adoptan en fas
tareas que se desarrollan cerca de! nivel de! suelo, cabe deducir que las dife­

to!
[ J j j Í J l i i M l Í Í J O M ^ l|iiiiM ii |i i iii mil. . . . . . . . . . . .. m u i .................. . . . . . . -
rencias por lo que respecta a las posiciones adoptadas en otras tareas llevarán
aparejadas costes diferenciales de energía.

C on su m o de energía y promedio de actividad

Los costes de energía están relacionados con la marcha media o velocidad


a la que se desarrolla una actividad, lo mismo que con el tipo de actividad. Una
indicación de tal aserto es la que aparece en la figura 7-11, la cual presenta la
eficiencia relativa de subir una escalera a diferentes velocidades. No obstante, hay
pruebas de que el óptimo varía según la edad de los grupos (Salvendy y
Pilitsis 5S) y según los individuos, y de que los individuos parecen ser capaces de
determinar e! «paso» que les parece más natural, que tiende a ser aquel que
incluye el gasto mínimo de energía para cada ciclo (Corlett y Mahadeva 10).

Fig. 7.11. Eficiencia del subir una es­


calera a diferentes velocidades (la
velocidad se determina por el tiem­
po en segundos para subir la esca­
0 50 100 150 200 250 lera). (Según Lupton, en el ejemplo
Tiempo, se gu n dos presentado por Tuttle y Schottelius.65)

Relacionada con la noción de una marcha óptima para cualquier actividad


determinada, está la cuestión de si, en ciertos tipos de trabajo (como las opera­
ciones de las cadenas de montaje), la velocidad a la que se desarrolle la tarea
debe ser determinada para el trabajador o controlada por el trabajador (determi­
nada o autodeterminada).

M antener el gasto de energía dentro de límites

Si quienes están interesados por la naturaleza de las actividades laborales


humanas (diseñadores de ingeniería, ingenieros industriales, supervisores, admi­
nistradores, etc.) quieren mantener los costes de energía dentro de unos límites
razonables, les conviene conocer dos cosas: cuáles deben ser esos límites y
cuáles son (o serían) los costes en las actividades específicas (como las que
aparecen en la figura 7-8).

Costes de energía según ios tipos de trabajo. Como punto de partida


pueden resultar útiles las siguientes definiciones que posibilitan una gradación
de tipos de trabajos (Christensen5):

C o n su m o de oxígeno
C onsum o de energía aproxim ado
Tipo d e trabajo kcal/min kcal/8 h. litros/m in

Exce sivam e n te pesado supera 12,5 sob re 6000 sobre 2,5


M u y p esado 10,0-12,5 4800-6000 2.0-2.5
P esado 7,5-10,0 3600-4800 1,5-2,0
M o d e rad o 5.0- 7,5 2400-3600 1,0-1,5
Ligero 2,5- 5.0 1200-2400 0.5-1,0
M u y ligero bajo 2,5 bajo 1200 bajo 0,5

162
Al explicar los consumos de energía a lo largo dol pgi-a
de jornada de trabajo, Lehmann ** supone que el output enerc^llL..
puede suministrar un hombre a lo largo de este tiempo es de unas
restando de aquí los supuestos calóricos básales y de descanso, estimados en
unas 2300 kcal/día, queda un máximo de unas 2500 kcal/día disponibles para el
trabajo cotidiano. Esto hace suponer que se pueden gastar unas 5 kcal/minuto.
Pero, aunque esto sea lo que el investigador propone como máximo, sugiere que
el gasto más normal es el de unas 2000 kcal/día, lo que daría un promedio de
unas 4,2 kcal/min. Edholm 18 (p. 91) propone unos valores algo más bajos, en
el supuesto de que un gasto de unas 2000 kcal/día debería ser considerado como
el máximo y de que los niveles de trabajo deberían mantenerse, preferentemente,
por debajo de este margen. Puesto que las diferencias entre estos y otros mo­
delos fisiológicos son de poca monta, obtenemos la impresión de que los costes
fisiológicos no deberían superar estos niveles generales.

Trabajo y descanso. Si aceptamos algún tope (como el de 4 o 5


kcal/min) como el aconsejable para coste de energía media en tiempo de trabajo,
es evidente que si una actividad determinada excede, ya de por sí, este límite,
debe haber algún tipo de descanso a fin de compensar el exceso. A este respecto,
Murrell48 (p. 376) nos presenta una fórmula para valorar la cantidad total de
descanso (programada o no) que exige cualquier actividad laboral dada, depen­
diendo de su coste medio de energía. Esta fórmula (con sus acotaciones corres­
pondientes) es la que sigue:
T (K - S )
D =
K - 1,5

en la que D es el tiempo de descanso exigido en minutos, T es el tiempo total


de trabajo, K es la media de kilocalorías por minuto de trabajo, y S son las
kilocalorías por minuto tomadas como estándar. El valor 1,5 en el denominador
es una aproximación del nivel de descanso en kilocalorías por minuto. Si tomamos
como S un valor de 4 kcal/min y buscamos obtener D para el período de 1 hora
(7 = 60 min) la fórmula sería:
60 (K - 4)
D =
K - 1,5

Aplicando esta fórmula a una serie de valores de K, podemos obtener


los valores de D que aparecen a continuación en la curva superior de la figura 7-12
(S = 4). Las restantes curvas (obtenidas mediante valores de S = 3, 5 y 6) se
presentan aquí para que se las compare cuando los estándares de consumo de
energía más bajos (S = 3 kcal/min) o más elevados (S = 5 o 6 kcal/min) parecen
ser los apropiados. La curva más baja (para un valor de S = 6), no obstante,
representa un nivel de actividad que probablemente no podría ser mantenido
durante mucho tiempo, exceptuadas tal vez las personas más resistentes. Esta
formulación general ha de ser considerada cum grano salís, debido, sobre todo,
a las diferencias individuales en cuanto a condición física. Además, aunque las
curvas de la figura 7-12 oscilen entre la parte baja y la línea de descanso cero,
debemos tener presente que esta formulación solamente nos informa de los
costes fisiológicos del trabajo. Puesto que existen otras consideraciones, tales
como los factores — más psicológicos— de! aburrimiento y de la pérdida de
atención, debe programarse algún tipo de descanso para virtualmente cualquier
tipo de trabajo continuo, aun en el caso de que los costes fisiológicos sean
nominales.

Límite de trabajo de un grupo local de músculos. Aunque el coste


total de energía de una actividad se mantenga dentro de unos límites razonables,
cae, naturalmente, dentro de lo posible que los músculos, o un grupo de ellos,
se cansen con un empleo excesivo. Si el promedio de contracción de un músculo
Fig. 7.12. Exigencias totales de descanso correspondientes a actividades laborales de
diversos consumos de energía, en relación con los estándares (techos) de consumos
de energía de 3, 4, 5 y 6 kcal/min; uno de los estándares generalmente aceptados
es el de 4 kcal/min. Las exigencias de descanso por lo que respecta al mantenimiento
del estándar adoptado se presentan por hora (izquierda) y por jornada de 8 h (dere­
cha). (Basado en una formulación de Murrell,*8 p. 376.)

o un grupo de músculos es bastante bajo, puede funcionar casi indefinidamente,


pero si los promedios son elevados puede llegar al cansancio total y cesar en
su funcionamiento. Esto es lo que se demuestra en el ejemplo siguiente, tomado
de Tuttte y Schottelius 65 (tabla 6).

N.° de contracciones Fatiga a Trabajo hecho


1 por 1 s 14 contracciones 0,912 kg-m
1 por 2 s 18 contracciones 1.080 kg-m
1 por 4 s 31 contracciones 1,842 kg-m
1 por 10 s No hay fatiga (no stress) Casi indefinido

Podemos comprobar que el promedio de una contracción muscular cada


10 s no produce una fatiga completa y permite una continuación casi indefinida
del trabajo; los promedios más rápidos (una contracción cada 4, 2 o 1 segundo)
producen tal cansancio que e! músculo deja de funcionar después de 31, 18
o 14 contracciones, respectivamente.

Comentario. Si un tipo determinado de actividad física está dentro


de unos límites razonables de capacidad física de un individuo (y, evidentemente,
los individuos varían por lo que respecta a tales límites), los límites externos
de la capacidad del individuo para continuar la actividad quedan prescritos por los
costes de energía total y/o los promedios de recuperación de los músculos o de
los grupos de músculos. En efecto, estas posibles restricciones dictarían el
promedio de trabajo que no debería ser superado en busca de una efectividad
continuada del individuo al realizar la actividad.

Fuerza y aguante

Fuerza es la intensidad máxima que los músculos pueden ejercer


¡sométricamente en un solo esfuerzo voluntario, es decir, la capacidad muscular
para ejercer una fuerza bajo condiciones estáticas (Kroemer3S), que por lo general
es medida con el uso de algún dispositivo externo, como un dinamómetro de

164
fepno o cualquier aparato que sirva para medir la fuerza ejercida contra cualquier
jeto. Sin embargo, la medición de tal fuerza no sólo depende de la fuerza
trínseca del músculo, sino también de las motivaciones del sujeto, las instruc-
iones del investigador e incluso el índice de medida empleado (por ejemplo, si
emplea un valor máximo o un promedio de dos o tres esfuerzos). Puesto que
mayoría de las actividades humanas consisten en esfuerzos dinámicos antes
ue esfuerzos estáticos, Kroemer se plantea serias dudas sobre la utilización de
nedidas de fuerza per se, aduciendo que resulta mecánicamente difícil, si no
Imposible, el predecir la capacidad de un individuo para realizar una tarea
adinámica (por ejemplo, darie vueltas a una manivela) basándose en la medición
de su capacidad de fuerza estática (por ejemplo, levantar un peso).

Fuerza del brazo

Teniendo presentes las a n te rio re s advertencias, vamos a ilustrar estudios


de fuerza máxima con algunos datos tomados de Hunsicker,32 quien comprobó las
fuerzas de los brazos de 55 sujetos que hacían movimientos en diversas direc­
ciones, manteniendo la parte superior del brazo en cada una de las cinco posiciones
que ilustra la figura 7-13. En la fig u ra 7-14 se muestran algunos de los resultados
obtenidos. La figura exhibe, para cada uno de ios seis movimientos, la fuerza
máxima del quinto percentil y la fuerza media máxima. Tratándose de datos
relacionados con la fuerza, es frecuente la práctica de empleo del valor del quinto
percentil como la fuerza máxima que hayan de superar quienes utilicen el equipo
que ha de ser diseñado, puesto que, por lo general, este máximo aseguraría que
el 95 % de los individuos en c u e s t ió n alcanzarían este nivel de fuerza o lo
rebasarían.
Podemos observar que ios movimientos de estirar y empujar son, clara­
mente, los más fuertes, pero quedan notablemente influidos por ia posición de
la mano, y que las posiciones que permiten ejercer mayor fuerza son las de

Arriba

Afuera

Adentro

Fig. 7.13. V is ió n lateral y p e rp e n d ic u la r de s u je to s en lo s que s e c o m p ru e b a s u fuerza


ai e je c u ta r s e i s m o v im ie n to s d ife re n te s, a sa b e r: em pujar, estirar, su b ir, bajar, a b d u cc ió n
y a b d u cc ió n . L o s s e is m o v im ie n to s fueron re a liza d o s en cada una de la s c in c o s ig u ie n t e s
p o s ic io n e s de! brazo: 180, 150, 120, 90 y 60°. V é a s e lo c o rre sp o n d ie n te a lo s re su lta d o s
en la figura 7.14. (S e g ú n H u n sic k e r .32)

165
ángulos en 150° y 180°. Las diferencias existentes entre los restantes movimientos
no son acusadas, pero los modelos que emergen son la consecuencia de las
ventajas mecánicas de tales movimientos, considerando incluidas las palancas
y la efectividad de las contracciones del músculo al aplicar el anclaje a los
miembros del cuerpo. Deberíamos añadir aquí que, aunque no se indican los datos
de la mano izquierda, la fuerza de los movimientos de la mano izquierda es
aproximadamente un 10 % inferior a la de la mano derecha.

(a! Valores del quinto porcentaje (b) Valores medios


6 0 ,---------- ---------- ,---------- -----------

60° 90° 120° 150° 130°


Angulo del codo Angulo del codo

Flg. 7.14. Fuerza máxima que el brazo puede ejercer para movimientos en diversas
direcciones, por lo que respecta a diferentes ángulos del codo de la parte superior del
brazo derecho, a muestra los valores del quinto percentil, y b los valores medios (con
una escala vertical en libras) de una muestra de 55 hombres. Véase la figura 7.13
en la que se ilustran los movimientos y posiciones del brazo. (Basado en datos to­
mados de Hunsicker.3*)

Aguante (endurance)

Si alguien investiga el aguante de la gente por lo que respecta a man­


tener en ejercicio una fuerza muscular determinada, todos podemos atestiguar,
por propia experiencia, que tal capacidad está relacionada con la magnitud de la
fuerza. Esto es io que se ilustra en ia figura 7-15, que describe el modelo general
de tiempo de aguante como una función de exigencia de fuerza por parte de la
tarea. Resulta evidente que se consigue mantener muy breve tiempo un esfuerzo
concentrado, en tanto que es posible mantener una fuerza de casi un 25 %
o menos de su máximo, durante un período bastante largo (10 minutos o más).
(Nótese que estas relaciones se basan en las propias estimaciones de fuerza que
hace cada individuo.) La implicación de estas relaciones es bastante evidente,
puesto que si se requiere de los individuos mantener una fuerza durante un

Fig. 7.15. Tiempo de aguante como función de ias exigencias de fuerza. (Se gú n Kroe-
mer,3! fig. 4 , adaptado de fuentes diversas.)

166
período de tiempo, ia fuerza exigida debería estar por debajo de la propia capacidad
de fuerza estática de cada individuo.
Deberíamos añadir que un concepto primario de aguante hace referencia
a la capacidad de mantener alguna actividad general del cuerpo durante un
período de tiempo (antes que al ejercicio constante de un músculo determinado
o de un grupo de músculos). En este marco de referencias, el «aguante» de ios
individuos estaría en función del coste total de energía de la actividad y del
consumo de energía que los individuos puedan mantener razonablemente durante
cierto tiempo. Si los costes de energía superan los límites razonables, debería
programarse un tiempo de descanso para mantener las exigencias de energía
total dentro de unos límites.

Levantamiento y transporte de cargas

Partiendo del supuesto de que, siempre que sea posible, debería evitarse
ia utilización de un máximo de fuerza, diversos individuos y organizaciones se
han interesado por determinar las cargas máximas que son permitidas levantar
a los individuos.
Métodos de levantamiento. Las conclusiones de las pruebas efectuadas
sobre métodos de levantar pesos a partir del suelo (o cerca del nivel del suelo)
apoyan la siguiente técnica (tomada de Davies 1S): 1) pies suficientemente sepa­
rados para equilibrar la distribución de! peso; 2) rodillas y caderas flexionadas,
espalda razonablemente recta; 3) los brazos tan cerca del cuerpo como sea
posible, con la carga tan cerca del cuerpo como sea posible; 4) siempre que sea
posible, debe usarse la mano entera, y no solamente los dedos; 5) levantar ¡a
carga suavemente, sin tirones bruscos. Este método de levantamiento se realiza
sobre todo mediante una extensión de las piernas. Una postura semejante es ia
que aparece en la figura 7-16 (ejemplo I), junto con otra técnica de levantamiento
(ejemplo II) que fue utilizada por Tichauer 61 en un estudio comparativo de estos
dos métodos, de! que obtuvo registros electromiográficos de dos músculos (el
glúteo máximo y el sacroespinal). Los ejemplos de estos registros muestran
menos actividad muscular en la técnica I que en la técnica II, lo que lleva a
recomendar el método propuesto por Davies.
Carga a levantar. AI explicar los diferentes tipos de cargas permisibles
o aceptables que han sido propuestos, Davies 15 hace referencia a una «notable

[o)

U>)
J W Í* 'W ___
Fíg. 7.16. R e gistros electrom iográficos de dos m úscu los (a, glúteo máximo, y h, sacro-
espinal) conseguidos a partir de un sujeto a! utilizar d o s técnicas de levantamiento.
La técnica i consigue m enos actividad m uscular que la técnica I!. (La s letras y las
líneas representan los re gistro s d e ¡os se gm e n tos corre spon die n te s de io s m ovi­
m ientos efectuados por los d o s métodos.) (Se gú n Tichauer.64 fig. 9.)

167
variación» entre ambas técnicas y entre los diferentes tipos de carga. Aunque
algunas de las variaciones pueden atribuirse a las condiciones experimentales
específicas y a los métodos empleados para conseguir los datos, todavía existen
discordancias sin explicación aparente entre los diferentes datos. Aunque
posteriormente se presenten, con finalidad meramente ilustrativa, diferentes tipos
de estándares recomendados y resultados conseguidos, deberían recordarse las
disparidades de las que se ha hablado. Una serie de recomendaciones han sido
propuestas por el International Occupational Safety and Health Information
Center,72 y estas recomendaciones, que cubren unos razonables límites de peso
que pueden levantarse ocasionalmente con cualquier método, tienen en cuenta
las relaciones entre la eficiencia y la edad y son las que se expresan a continuación:

Peso, en kilos, para grup os de edad específica


14-16 16-18 18-20 20-35 35-50 M á s d e 50

V arón 15 19 23 25 20 16
H e m b ra 10 12 14 15 13 10

Reconociendo la gama de diferencias individuales, incluyendo aquellas


relacionadas con la edad, Snook, Irvine y Bass 62 proponen para los varones los
siguientes límites de peso en el ejercicio de levantamiento [que tienden hacia
el límite más bajo de los indicados en el cuadro anterior):

Altura libras kg

D e s d e el suelo al nivel de lo s nudillos 37.3 16,7


D e lo s nudillos al nivel del hom bro 34,4 15,1
D el hom bro a lo que alcance él brazo 29,4 13

Ritmo del trabajo y coste de energía al levantar cargas. Cuando la


actividad laboral consiste en un continuo levantamiento de peso, ya sea virtual
o frecuente, la eficiencia del trabajo — o lo que es lo mismo, el coste de energía
por unidad de trabajo— está influida por dos cosas: la magnitud del levantamiento
y el ritmo del trabajo. Por lo que respecta a la magnitud, por ejemplo, el coste
de energía para levantar objetos desde el suelo a 50 cm es casi el doble de lo
que se consume en levantar el mismo peso de 50 a 100 cm (Davies 15}, lo que
se debe al esfuerzo adicional de tener que agachar y enderezar el cuerpo. En la
figura 7-17 se presentan algunas indicaciones acerca de la efectividad relativa
de levantar varios pesos a determinadas alturas (Frederick23), citado por
Davies.15 Se muestra, para cada una de las cuatro alturas, el peso más eficiente
que se puede levantar en términos de coste de energía por unidad de trabajo.
El hecho de que la altura comprendida entre un metro y metro y medio sea la más
efectiva nos hace suponer que los lugares de trabajo deberían ser diseñados,
preferentemente, de modo que los levantamientos primarios quedasen compren­
didos entre estas alturas.
En una posterior elaboración del estudio inicial, Frederick desarrolló una
fórmula para estimar el coste de energía para cualquier número dado de levan­
tamientos por hora para cualquier peso y altura determinados.* Alternativamente,

* La fórmula para desarrollar tales cálculos es:


f X a x w X c
kcal/h —
1000
en la que f = n.° de levantamientos/!!; a = altura del levantam iento en pies w = Peso
en libras; y c = energía en calorías gram o por pie/lb, tom ado de la figura 7.17.
C om o ejemplo, suponiendo un lím ite de 200 kcal/h. con a = 2 pies,
w = 40 libras y c = 4 calorías gramo por pie/1b, f sería 625 levantam ientos por hora
(D a vie s.*3)

168
Fig. 7.17. C on su m o de energía en el levantamiento por unidad de trabajo para diversas
clase s de p e so s y alturas especificadas. El levantam iento m ás eficiente e s el co n se ­
guido con un peso de unos 18 kg a partir de una altura entre 100 y 152 cm. (Tomado
de Frederick ,23 y presentado por D a vie s ,15 fig. 3.)

uno puede calcular e! número de levantamientos por hora que podrían realizarse
y mantener todavía el consumo tota! de energía dentro de algunos límites
deseables específicos, como el de 200 kcal/h.

Otros aspectos de fuerza y aguante

No son éstos ni el momento ni el lugar para reproducir algunas series


de datos biomecánicos que están a nuestra disposición. Sin embargo, y atendiendo
a propósitos de mera información, resumiremos a continuación unos pocos datos
y unas cuantas generalizaciones procedentes de ciertos estudios, sin entrar en
detalles de métodos ni de resultados.
— A cción de levantar: Al levantar objetos pesados a diferentes niveles,
los más pesados pueden ser levantados por varones de 17 a 32 años de edad
hasta un nivel bajo de 42 cm, y a un nivel intermedio de 104 cm o hasta un nivel
más alto, siendo respectivamente los valores para hombres bajos, medios y
altos: nivel bajo, 56, 62,5 y 66 kg; nivel intermedio, 33, 42 y 43,5 kg; nivel alto,
24, 28,5 y 30,5 kg (Switzer 61). No obstante, tal como se indicó anteriormente,
levantar desde el nivel del suelo es menos eficiente por lo que respecta al coste
de energía que levantar pesos a partir de un nivel intermedio.
— Empujar y estirar: Las fuerzas que puede realizar casi un 90 % de
trabajadores industriales varones, en tareas que implican empujar y estirar en
distancias cortas, son, aproximadamente, las siguientes (Snook, Irvine y Bass 62):

Em pujar Estirar

Fuerza inicial 25,3 kg 24 kg


Fuerza sostenida 13,1 kg 14,5 kg

— Fuerza de p re nsió n: La fuerza de agarre de unas pruebas efectuadas


con un conjunto de 552 trabajadores industriases varones osciló entre los 34 y
los 77 kg, lo que arroja una media da 57 kg (Fisher y Birren 21). Pero esto no
era así con los estudiantes universitarios, tal com o indicaban los siguientes
resultados (Tuttle et alt.'5): mano derecha, media de 48 kg y una desviación
tipo de 9,5 kg; mano izquierda, media de 43 kg y una desviación tipo de 8 kg.
— Fuerza de giro manual: Al hacer movimientos de giro con la mano
(como los que hay que hacer con los cierres de las puertas de los refrigeradores
industriales o con algunos tipos de llaves de paso de camiones cisterna) pueden
establecerse las siguientes generalizaciones (Salter y Darcus5*): Las fuerzas
que se pueden ejercer aumentan tanto en el movimiento de pronación (girando la
mano hacia adentro a partir de la posición de la mano con la palma hacia arriba)
y en el movimiento de supinación (girando la mano hacia fuera); en ambos
movimientos la relación entre la posición de la mano (tanto si gira hacia adentro
como hacia fuera) y la fuerza es mayor cuando el codo está flexionado a 90 o 150°
y menor cuando lo está a 30°.
— Flexión del codo versus extensión: Una acción de flexión del codo
(doblarlo) ejerce la mitad de fuerza que ia acción de extensión (Provins y Salter ” ).
— C od o versus fuerzas del hombro: La acción de rotación del hombro
ejerce la mitad de fuerza que la del codo y tiene triple poder estático (Provins “ ).
Tal como se indicó anteriormente, existen ciertas variables humanas
relacionadas con la fuerza muscular y la resistencia. A continuación se enumeran
unas cuantas observaciones sobre estas variables, basadas sobre todo en las
explicaciones de Damon, Stoudt y McFarland:13
— Edad: La fuerza alcanza su máximo de los veinticinco a los treinta
años, y disminuye desde entonces, lenta pero progresivamente, hasta los 65 años,
momento en que la fuerza es, aproximadamente, el 75 % de la que se poseía
durante la juventud. Sin embargo, a pesar de esta disminución de la fuerza, existen
indicios de que la capacidad de trabajo continuo del hombre no disminuye con
la edad, si no es hasta los 60 (Snook 60), al menos en medios ambientes moderados.
Con todo, Snook supone que esta teoría no puede aplicarse en medios ambientes
cálidos o en trabajos intermitentes que exijan pequeños períodos de gran
consumo de energía.
— Sexo: La fuerza de las mujeres es, aproximadamente, dos terceras
partes de la del hombre.
— Constitución física: Aunque está relacionada con ia fuerza y el aguante,
las relaciones son complejas. Por ejemplo, los individuos de aspecto atlético
son, por lo general, más fuertes que los demás, pero personas de apariencia
física menos poderosa pueden ser más eficientes; por lo que respecta a los
ejercicios arduos, de fatiga rápida, los sujetos delgados son mejores, mientras
que los obesos serían los peores, y, por lo que respecta a ejercicios moderados,
los mejores practicantes serían los de constitución física normal.
— Ejercicio: El ejercicio puede aumentar la fuerza y la resistencia hasta
ciertos límites, que suelen ser del orden del 30 o 50 % respecto a los nive­
les iniciales.

Velocidad y precisión de los movimientos

Por lo general, la velocidad es exigencia fundamental en la realización


de movimientos que ni son difíciles ni exigen atención, como el de apretar el
peda! de freno de un coche o ensamblar elementos. En cambio, ia precisión es
fundamental al efectuar movimientos tales como la verificación de piezas (que
exige un control continuo), en ciertas acciones de posición que requieren precisión
y control, y en determinadas actividades de manipulación. Sin embargo, en algunas
circunstancias se exigen a la vez velocidad y precisión.

Capacidad de respuesta

Muchos movimientos son provocados por estímulos externos, como el


cambio de las luces de un semáforo o una señal auditiva de aviso. El tiempo que

170
se emplea en hacer el movimiento que corresponde a uno de estos estímulos
consiste, realmente, en una combinación de retrasos; la naturaleza de estos
retrasos y la escala de tiempos estándar en milisegundos (ms) que necesitan han
sido resumidos por Wargo 68 de la siguiente manera: retraso del receptor. 1 a 38;
transmisión nerviosa a la corteza, 2 a 100; retrasos del proceso central, 70 a 300;
transmisión nerviosa al músculo, 10 a 20, y latencia muscular y tiempo de
activación, 30 a 70. Sumando todo esto, da un total que oscila entre 113 y 528 ms.
Se llama tiempo de reacción al tiempo total empleado en dar una respuesta que
corresponda a un estímulo. Con todo, se pueden establecer diferencias entre
el tiempo que se tarda en iniciar un movimiento (lo que sería una definición más
restringida del tiempo de reacción) y el tiempo que se tarda en realizar el
movimiento (que a veces se llama «tiempo de movimiento«).

Tiempos de reacción simple y selectivo. El tiempo de reacción simple


es el tiempo que se tarda en dar una respuesta específica cuando sólo existe
un estímulo determinado, por lo general cuando el individuo se espera el
estímulo (como ocurre en los experimentos convencionales de laboratorio). El
tiempo de reacción es, normalmente, más corto en tales circunstancias, y su
oscilación típica está entre los 150 y los 200 ms (Ó,15 a 0,20 s), siendo los 200 ms
un valor bastante representativo; el valor será mayor o menor según el tipo de
estímulo y de su naturaleza (incluidas su intensidad y duración), así como de la
edad del sujeto y de otras diferencias individuales. Si existen varios estímulos
posibles, cada uno con su propia respuesta, el tiempo de reacción se alarga,
principalmente a causa del tiempo adicional que tarda el proceso central en tomar
una decisión en la que pueda estar la respuesta correcta. Tal tiempo de reacción
selectiva (también llamado tiempo de reacción disyuntiva ) está mucho más en
función del número de opciones posibles, como se indica posteriormente (resumido
de varias fuentes por Damon et alt.,13 p. 239):

Núm ero de opciones 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10

Tiempe de reacción aproxim ado (s) 0,20 0,35 0,40 0,45 0,50 0,55 0.60 0,60 0,65 0,65

Existen indicios que nos permiten suponer que el tiempo de reacción


selectiva está directamente relacionado con el número de bits de información
(es decir, el logaritmo en base 2 del número de alternativas posibles), hasta los
10 bits (unas 1000 alternativas) (Hilgendorf 3I).

Expectación. La mayor parte de los datos sobre tiempos de reacción


simple y selectiva proceden de laboratorios en los que el sujeto se espera el
estímulo. (Y en algunas circunstancias industriales, las personas esperan real­
mente un estímulo.) Sin embargo, cuando aparecen estímulos poco frecuentes
o que son inesperados, mejora el índice de reacción. Un buen ejemplo de ellos
es el estudio de Warrick et alt.89 en el que se pidió a mecanógrafos que, mientras
trabajaban, apretaran un botón siempre que sonara un zumbador que se disparaba
solamente una o dos veces por semana durante un período de seis meses.
También se obtuvieron datos del mismo tipo de tarea cuando se avisaba al
personal con unos 2 a 5 s de anticipación. El tiempo de reacción (el tiempo total
de respuesta) ante las señales «inesperadas» aventajó en 100 ms al del aviso
previo.
Otro ejemplo al respecto es el que nos ofrecen Johansson y Rumar,33 que
recogieron datos en Suecia sobre el tiempo de respuesta que tardaban los
conductores de automóviles en apretar el freno al oír una señal. Utilizaron dos
métodos de investigación y, en uno de ellos, el tiempo de respuesta de 321 con­
ductores fue medido cuando se les avisaba de que recibirían la señal en los
10 kilómetros siguientes. En el otro método se equiparon Sos coches de cinco
conductores con un mecanismo que emitía una señal sin una frecuencia deter-

171
minada, como a intervalos de una hora o incluso de varios días; a esto se le
denominó «condición sorpresa», aunque, naturalmente, los conductores estaban
enterados de la existencia del mecanismo. Estos conductores también pasaron la
prueba del primer método y sus valores medios fueron los de 0,73 (condición
sorpresa) y 0,54 (anticipación). La proporción entre ambas (0,73/0,54, o 1,35) fue
considerada como factor de corrección que reflejaba la proporción aproximada del
tiempo adiciona! que se necesita para responder a la condición sorpresa. En la
figura 7-18 aparece la distribución de los tiempos de respuesta de los 321 conduc­
tores bajo las condiciones de expectativa, junto con el tiempo estimado para la

Fig. 7.18. D istrib ución uniform e de


los tiem pos de re sp u e sta reales para
apretar el pedal del freno, entre 321
conductores en una condición de
«anticipación» A, y de lo s tiem pos de
re spu e stas estim ad os bajo una con­
dición de «sorpresa» B. La estim a­
ción consistía en aplicar un factor de
corrección de 1,35, co n se guid o a par­
tir de los datos de un pequeño núm e­
U..i ..i i n 11 11 11 i i i 11 m n i i i 111 i 11 ro de conductores que respondían
B O 0.5 1.0 1.5 2.0 2.5 3.0 bajo condiciones de «sorpresa». (Se ­
Tiem po de respuesta, segundos gún Johansson y Rum ar.31}

condición sorpresa, ajustado ya con el 1,35 del factor de corrección. Aun teniendo
en cuenta lo poco elaborado de! proceso, se supuso que la capacidad de respuesta
ante eventos inesperados de casi la mitad de los conductores sería de 0,9 s
(900 ms) o superior.
Sean cuales sean las implicaciones que conlleva el aumento del tiempo
de respuesta frente a estímulos inesperados (como el aumento de la distancia
de frenado en el caso de los conductores), tales aumentos deben ser considerados
como parte integrante de la vida y que merece, por lo tanto, una mayor
investigación.

Tiempo de movimiento. El tiempo necesario para efectuar un movimiento


que se corresponda con una señai variará según el tipo y distancia del movi­
miento, pero se ha supuesto (Wargo 68) que lo que se espera en la mayoría de
actividades que implican un control es como mínimo de unos 300 ms (0,30 s).
Sumando este valor al tiempo de reacción estimado en 200 ms, se obtendría como
resultado un tiempo total de respuesta de unos 500 ms. Sin embargo, la naturaleza,
distancia y situación del mecanismo de respuesta puede influir sobre el tiempo
total. Esto se demostró, por ejemplo, mediante los resultados de un estudio
hecho por Pattie,51 quien investigó sobre el tiempo necesario para activar cuatro
tipos de interruptores de emergencia que cabía utilizar en los tractores agrícolas.
Los tiempos medios para activarlos como respuesta a una señal acústica fueron
los siguientes:

Tiempo m edio
(m s)

Em brague 613
C on m u ta do r de palanca (debajo del volante) 498
P u lsad or (én el volante) 412
Pu lsad or de aire comprimido (en el borde inferior del volante) 337

C o m e n tario. O b s e r v a m o s que el tiem p o e x igid o para c ie rta s r e s p u e s ta s


pu e d e e s ta r influido por un núm ero de v a ria b le s, tales c o m o la natu raleza del
e s tím u lo , el núm ero d e o p c io n e s, el gra d o d e expe ctación y lo s a p a ra to s que s e

172
I

empleen. En algunos casos, el tiempo total exigido puede tener una consecuencia
sustancial. Por ejemplo, el tiempo de respuesta del piloto de un avión supersónico
en una trayectoria de colisión puede ser de 1,7 s, considerando este valor como
la simple suma de 0,3 s para ver al otro aparato, 0,6 s para cerciorarse del
peligro inminente, 0,5 para elegir una nueva ruta, y 0,3 para iniciar la respuesta
deseada de control. Súmese a esto el tiempo de respuesta del mismo aparato
y se comprobará que cualquier tipo tle acción sería inútil en el caso de que los
aviones estuvieran a menos de 4 millas.
Cuando el tiempo resulta, como se dice, esencial, uno no debe dejarse
abatir por los retrasos de las respuestas humanas. Por descontado, existen
sistemas que sirven para ayudar y animar a las personas a responder rápidamente
a los estímulos. Por ejemplo, las exigencias de rapidez pueden reducirse empren­
diendo acciones tales como las de emplear modalidades sensorias con tiempos
de reacción más cortos, utilizar dos o más sentidos a fin de reducir e! tiempo de
reacción, presentar estímulos de manera clara e indudable, reducir el número
de alternativas de elección, avisar la existencia del estímulo siempre que sea
posible, utilizar ios miembros del cuerpo más cercanos a la corteza a fin de
disminuir e! tiempo de transmisión nerviosa, y emplear mecanismos de control que
reduzcan el tiempo de respuesta y el entrenamiento de los individuos. En circuns­
tancias más exóticas, uno puede incluso pasar por alto ¡a respuesta física humana
mediante el uso directo de potenciadores musculares eléctricos para efectuar
las respuestas de control (Wargo 6S).

Sistem as de tiempo predeterminado

Al referirnos, en especial, al tiempo empleado en efectuar diferentes


tipos de movimiento, debemos mencionar algunos sistemas de tiempo predeter­
minado que se aplican en ingeniería industrial a fin de desarrollar tiempos estándar
en operaciones laborales. Tales sistemas (como el sistema de Métodos de Medi­
ción de Tiempo, MMT, expuesto por Maynard 44) disponen valores específicos de
tiempo para movimientos elementales específicos ejecutados durante una ope­
ración; el tiempo estándar que dura la operación completa se basa en la suma
de los tiempos de ios elementos individuales, por lo general incluyendo ciertas
«concesiones». La mayoría de tales sistemas se exponen basándose en la acumu­
lación de datos empíricos obtenidos de observaciones extensivas de los estudios
sobre el tiempo. Señalemos que existen pruebas de que algunos tiempos relativos
a cada elemento no son estrictamente aditivos, debido a que existen posibles
interrelaciones entre los tiempos de los elementos. Algunos sistemas de tiempo
predeterminado prevén, como mínimo, unas cuantas interrelaciones de éstas por
lo que respecta al uso de tablas de datos para un tipo determinado de movimiento
en las diferentes condiciones bajo ías que puede realizarse tal movimiento.

M o v im ie n t o s de p o s ic ió n

Los movimientos de posición se hacen cuando una persona intenta


alcanzar algo o cuando cambia algo de sitio, generalmente con la mano; son
movimientos de los miembros del cuerpo que denominamos de «traslación». El
tiempo y/o la precisión de tales movimientos pueden resultar influidos por factores
tales como la naturaleza del estímulo que provoca el movimiento, la distancia
y la dirección de! movimiento, ia posible terminal única contra terminales alter­
nativas, la terminal fija (con paro automático) contra la posición terminal precisa
bajo ei control de un individuo, y el control visual contra el no visual («ciego»).
Algunos movimientos de posición pueden ser analizados separándolos en dos o
tres componentes relativamente distintos, denominados tiempo de reacción (el
tiempo que se tarda en iniciar la respuesta correspondiente al estímulo que la
provoca), tiempo de traslación primario o bruto (llevar el miembro dei cuerpo

173
cerca de la terminal), y un tipo de movimiento secundario o de corrección para
llevar el miembro del cuerpo a la posición exacta deseada. Cuando existe una
terminal tija automática {como puede ser la del carro de una máquina de escribir),
el componente secundario, o de corrección, queda virtualmente descartado.

Tiempo y distancia de los movimientos. Al realizar los movimientos


de posición, el tiempo de reacción es casi un valor constante, sin relación alguna
con la distancia del movimiento. Esto es lo que ilustra, por ejemplo, la figura 7-19,

Longitud de ios movimientos, en pulgadas


1.0 4.0 16.5

Fig. 7.19. Tiempos que exige el realizar movimientos de posición horizontal de longi­
tudes diferentes. Los tiempos están tomados desde el sonido emitido por el zumbador
hasta la terminación del movimiento. El tiempo de reacción, que fue esencialmente el
mismo para todos los movimientos {unos 0,25 s ) , está incluido en los valores tiempo.
(Según Brown y Slater-Hammel;‘ y Brown, Wieben y Norris.’}

que se basa en un par de estudios relacionados en los que los sujetos trasla­
daron un objeto deslizante hasta una posición determinada al oír un zumbador
{Brown y Slater-Hamme!,6 y Brown, Wieben y Norris 7). Se emplearon tres distan­
cias diferentes -— 2,5, 10 y 40 centímetros— y los movimientos se efectuaron
de izquierda a derecha y de dentro hacia fuera. La figura en cuestión también nos
informa de que el tiempo del movimiento está relacionado con la distancia, pero
que no es proporcional a ella. Esta carencia de relación lineal entre la distancia
y el tiempo probablemente puede atribuirse al tiempo exigido por la aceleración
para llegar a la velocidad máxima y (excepto en el caso de que haya una terminal
mecánica) al movimiento secundario, o de corrección al llevar el miembro del
cuerpo a la terminal precisa.

Finalización de los movimientos. El efecto que sobre el tiempo


del movimiento ejerce una parada mecánica en la terminal del movimiento fue
mencionado brevemente antes; Barnes,2 por ejemplo, afirmó que el empleo de un
control visual requería casi un 17 % más de tiempo que el uso de una terminal
mecánica fija. Otras variaciones en lo que respecta a la terminación del movi­
miento también pueden ejercer algún efecto sobre el tiempo del movimiento. Por
ejemplo, en el ya mencionado sistema MMT (Karger y Bayha,36 Maynard <4},
se admiten diferentes unidades de tiempo para alcanzar movimientos de tres
tipos, a saber, aquellos en ios que el objeto que ha de ser alcanzado 1) está en
una situación fija, 2) está en una situación que puede variar entre uno y otro ciclo,
y 3) puede estar mezclado junto con otros objetos. Estos tiempos, basados en da­
tos empíricos, son los que aparecen en forma gráfica en la figura 7-20. Podemos
comprobar cómo el tiempo del movimiento (para alcanzar el objeto) está influido

174
Distancia de alcance, en centímetros Fig. 7.20. Tiempos concedidos «para
20 40 60 80 alcanzar», bajo tres condiciones de
movimientos de terminación, y para
varias distancias de movimiento, basa­
dos en el MMT (Métodos de
ción de tiempo), un sistema de tle^n; .
pos ya determinados. (Reprodu<^jfjÉ^,
con permiso de Basic Motlons ót
MTM. por William Antis, John MV Ho-
neycutt Jr. y Edward N. Koch, pubib
cado por la Fundación Maynard, Co­
pyright 1963, 1968, p . 2-2. La repro­
ducción de este material está prohi­
bida sin permiso expreso concedido
por la MTM Associatlon for Standards
and Research, Fair Lawn, N. J.)

por la naturaleza de la terminación del movimiento, siendo la variación presumi­


blemente una función del tiempo necesario para buscar o elegir objetos especí­
ficos en sus situaciones específicas.

Dirección de los movimientos de posición. Las diferencias en ló que


respecta a tiempo y precisión de los movimientos de posición hechos en varias
direcciones, son una función del funcionamiento biomecánico de una combinación
determinada de ios miembros del cuerpo y de los músculos activados. Los resul­
tados de ciertas investigaciones nos explicarán este efecto, pero pasaremos por
alto la mayoría de ios procedimientos expermientales, ya que es preferible
presentar algunos de los resultados que nos informan sobre este aspecto. Como
primer ejemplo, Briggs * llevó a cabo una serie de experimentos con el movi-

Flg. 7.21. Exactitud de m ovim ientos


de precisión repetidos bajo d ive rso s
ángulos cuando el objetivo está <¡n*
(frente al cuerpo) y «ouf» (14 pulga­
das o 37 cm alejado del punto central)
(Se gú n Briggs.4)

175
miento de un punzón de acá para allá en un plano horizontal, entre un zumbador
(de 8 cm) y una diana. La diana podía estar in (enfrente del cuerpo) o out (a dife­
rentes ángulos y distancias del cuerpo), con el zumbador situado en el lado
opuesto (out o in). Los círculos de la diana estaban dibujados sobre un trozo de
papel desplegado que era atravesado por el punzón. Se determinaba la precisión
contando las perforaciones en el interior de la diana que podía tener 1/4, 1/2, 3/4
o 1 pulgada de diámetro. La puntuación se basaba en el número de aciertos con­
seguidos en 20 intentos y de aquí se desprendía una combinación de velocidad
y precisión. La figura 7-21 nos muestra la puntuación conseguida en cuanto a
precisión de movimientos de posición de 14 pulgadas, repetidos a diversos ángulos
a la derecha respecto de la frontal del cuerpo, con posiciones de diana in y out.
Nos viene a demostrar que la precisión alcanza su óptimo cuando los ángulos
del movimiento están a unos 60° a la derecha respecto al centro, y también que,
por lo general, la precisión es mayor cuando la diana está algo apartada del
cuerpo (out mejor que in).
Teniendo en cuenta este estudio, vamos a pasar a otra investigación
sobre el tiempo necesario para realizar movimientos de posición de 40 cm
(15 pulgadas) en ocho direcciones diferentes a partir de un punto inicial central
(Schmidtke y Stier57). Los resultados, que aparecen en la figura 7-22, nos indican

90° 55°

Fig. 7.22. Tiem pos m edios de lo s m o­


vim ientos de una mano efectuados en
d iv e rsa s direcciones. Los datos s e
co nsiguieron a partir de los puntos
indicados en negro; el óvalo se di­
bujó a partir de e stos puntos y re­
presenta valores supuestos, m ás bien
que reales, entre los puntos re g is­
trados. Los círcu los concéntricos re­
presentan increm entos iguales de
tiempo, a fin de proporcionar una
referencia a los tiem pos m edios de
Los circuios concéntricos representan m ovim iento d escritos por el óvalo.
intervalos de tiempo iguales (Se gú n Schm idkte y Stier.57)

que el tie m p o fue, por lo ge n e ral, m á s c o rto para lo s m o v im ie n to s que iban


de abajo a la izquierda h acia arriba a la dere cha, sie n d o el ó p tim o el m ism o
p ro m e d io ge n e ra l de B rig g s, de 60°. Por lo tanto, au nq ue a m b o s e s tu d io s v a ríe n
por lo q ue re sp e c ta a s u s c rite rio s (tie m p o co n tra p re c isió n ) y en la situ a c ió n de
la te rm in al del m ovim ie nto (ce rca del c u e rp o co n tra le jo s del cuerpo), no o b s ta n te
a m b o s ac a b a n p o r revelar el m is m o m o d e lo ge n e ral. E ste m o d e lo n o s hace s u p o n e r
que, en té rm in o s de la b io m e c án ic a, lo s m o v im ie n to s c o n tro la d o s del brazo, q ue
so n , fu n dam entalm en te, un giro del codo, con una a c ció n c a s i so la m e n te n o m in al
del antebrazo y del hom bro, tie n d e a s e r m á s p re c isa y a o c u p a r m e n o s tie m p o
q ue a q u e lla s que exigen un m a y o r g ra d o de a c tu a c ió n del antebrazo y del ho m bro .
S in em bargo, en cuan to o b s e r v a m o s m o v im ie n to s de p o sic ió n s im u l­
tá n e o s d e la s d o s m an o s (c o m o s u c e d e al in ten tar c o g e r un arcón por s u s a s a s ),
a p a re c e u n m o d e lo diferente, tal c o m o queda reflejado en un e stu d io hecho por
B a rn e s y M u n d e ll.2 La ve lo c id ad de ta le s m o v im ie n to s (c o n te rm in a le s m e c á n ic a s),
c u a n d o s e e fectú an a á n g u lo s de 0, 30, 60 y 90° en d ire c c ió n hacia delante, no
varía m u ch o s e g ú n el ángulo, p e ro lo s e rro re s al llevar ¡a m an o a la s p o s ic io n e s

176
terminales que requieren un control visual aumentan de forma notable entre los
ángulos de 0 a 90°. La explicación más probable al respecto reside en la exigencia
del control visual por lo que se refiere a la terminación de los movimientos;
cuanto más cercanas estén las dos terminales a la posición frontal, más preciso
es el control visual de la terminación de los movimientos

Movimientos de posición ciegos. Cuando el control visual de los


movimientos no resulta factible, los individuos dependen de su sentido cinestésico
para el feedback. Probablemente, el tipo más corriente de movimientos de posi­
ción ciegos es aquel en el que ei individuo mueve su mano (o su pie) en un
espacio libre entre una situación y otra, tal como sucede al intentar alcanzar
un aparato de control cuando los ojos están ocupados en otra tarea. El conocido
estudio efectuado por Fitts 22 es, probablemente, el que nos proporciona los datos
más fiables en lo que respecta a la precisión de la dirección de tales movimientos
en un espacio libre. Fitts empleó un sistema que consistía en disponer unas
dianas alrededor del sujeto, en ángulos, tanto a la izquierda como a la derecha,
de 0, 45, 90 y 135°; en tres hileras, a saber, una hilera central (de referencia)
e hileras a 45° por encima y por debajo de la hilera central. Los sujetos, con los
ojos vendados, estaban provistos de un rotulador de punta fina que presionaban
contra las dianas cuando intentaban alcanzarlas. La diana central estaba marcada
cero, y los círculos subsiguientes estaban puntuados de 1 a 5, con una puntuación
de 6 para las marcas hechas fuera de los círculos.

Fig. 7.23. Tanteos de precisión relativa corre spo n die n te s a diferentes áreas en un e stu ­
dio sobre la posición ciega efectuado por F itts .22 La p osición de los círcu los repre­
senta la situación de las dianas que oscilaban entre lo s 135° a la izquierda (núm ero 1)
y los 135° a la derecha (número 7), siendo el núm ero 4 la diana situada en p osición
recta enfrente. Las tres hileras representan las d ian as situadas arriba, en el centro
y abajo. El tamaño de cada círculo representa el núm ero relativo de errores, de m odo
que cuanto m ás pequeño es el círculo m ayor es la precisión. El tam año relativo de los
cuatro círculos negros in scrito s en uno blanco e s proporcional a ¡os errores en cada
cuadrante de la diana. (Cortesía de U SA F , AFH R L, Hum an Engineering División.)

En la figu ra 7-23 aparecen io s re s u lta d o s . C a d a c írcu lo de la figu ra


re p re se n ta la p re c isió n del sujeto al ace rtar la d ia n a en la p o s ic ió n c o rre sp o n d ie n te .
La d im e n sió n del círcu lo e s pro p o rcio n al a la p re c isió n m e d ia de a c ie rto
re g istra d a en aquella diana; a m en or tam año, m a y o r p re cisió n . L o s c ír c u lo s en
el interior de c írc u lo s (aq u ello s que ap are ce n en io s cuatro c u a d ra n te s) inform an,
de fo rm a relativa, el n úm ero proporcional de m a rc a s que s e h iciero n en c a d a
cuadrante. D e e sta figu ra s e d e sp re n d e que lo s m o v im ie n to s de p o s ic ió n c ie g o s
p u eden h acerse con m ayo r p re cisió n en p o s ic io n e s fro n tale s y con m en o r
p re c isió n en p o sic io n e s laterales. Por lo que re sp e c ta al nivel o c u p a d o p o r la s
d ian as, la p re cisió n re su ltó m ayo r en la hilera m á s baja, m e d ia en la h ilera del

f 177
medio, y poca en la hilera superior. Además, las dianas que correspondían a la
mano derecha podían ser alcanzadas con algo más de precisión que las de
la mano izquierda.
A sí pues, hay que suponer que, al colocar aparatos de control u otros
artefactos a los que se debe alcanzar a ciegas, las posiciones centrales y por
debajo de la altura del hombro pueden, por lo general, ser alcanzadas con más
precisión que las alejadas hacia los lados o algo más altas.
Al ejecutar movimientos horizontales con la mano en diversas direcciones
(adelante y atrás, a la derecha desde la posición frontal y atrás nuevamente),
sin un control visual, hay una tendencia a pasarse en las distancias cortas
y a no llegar en las distancias largas. Es lo que se denomina efecto medio.

M ovim iento continuo

Tal como indicábamos anteriormente, los movimientos continuos son


aquellos que requieren algún tipo de control muscular durante el movimiento.
En realidad, hay dos tipos de movimientos continuos: 1) los movimientos de
terminal continua, y 2) los movimientos de control continuo (como sucede, por
ejemplo, en una tarea de rastreo).

Movimientos de terminal continua. Son movimientos que tienen una


terminal, pero que requieren un control muscular continuo mientras duran. Sin
embargo, las variaciones que experimentan tales movimientos en circunstancias
prácticas son muchas, como sucede al dibujar a mano o decorar, al controlar
el tejido al coser, al enhebrar una aguja, o al hacer un grabado a mano. Un
ejemplo de laboratorio de este tipo de movimiento fue el realizado por Corrigan
y Brogden 11 en el que unas personas movían un punzón a lo largo de una pista
horizontal estrecha de 35 cm, formada por dos placas metálicas sobre una
plataforma de cristal, y tuvieron que controlar el punzón de forma continua,

180°

Fig. 7.24. E rr o re s en m o v im ie n to s c o n tin u o s (3 5 c m o 14 p u lg a d a s) h e c h o s s e g ú n dife­


re n te s á n g u lo s a partir de! p u n to d e o rigen . La lo n gitu d de la lín ea a p a rtir del ce n tro
in d ic a e r r o r e s re la tivos en ei á n g u lo en c u e stió n . (S e g ú n C o rrig a n y B r o g d e n ,11 tabla 2.)

178
siguiendo una diana de velocidad constante que se movía debajo del cristal.
La dirección de la trayectoria estaba programada a 24 ángulos diferentes alrededor
de un centro, a intervalos de 15°. Los errores se registraban automáticamente
cuando el punzón tocaba cualquiera de las placas. Los resultados son los que
aparecen en la figura 7-24. Muestra el índice de error a diferentes ángulos
e indica que se cometen menos errores (y, por lo tanto, la precisión es mayor)
alrededor de los 135 y 315° (ias posiciones de las agujas del reloj que corres­
ponden a estos ángulos son las de la 1.30 y de las 7.30), y la máxima de errores
estaría alrededor de los 45 y los 225°.
Las desviaciones de un movimiento sobre una trayectoria determinada
son producidas por temblores de los miembros del cuerpo. Una investigación
interesante sobre el estudio del temblor durante tales movimientos fue (a que
llevaron a cabo Mead, y Sampson,45 en la que unas personas movían un punzón
{de 33 cm de longitud, con una curvatura de 90° en su extremo) a lo largo de
una estrecha ranura en cada una de las cuatro posiciones qué se ilustran en la
figura 7-25. A medida que el sujeto movía el punzón en las direcciones que se
indican en la figura, cada vez que el punzón tocaba un lado de la ranura se
registraba electrónicamente un «error». Estos errores, que pueden ser considerados
como mediciones del temblor, aparecen en la figura 7-25, e indican que el

Plano: vertical Plano: horizontal Plano: vertical Plano: horizontal


Mov. del brazo: dentro-fuera M ov. del brazo: dentro-fuera M ov. del brazo: arriba-abajo M ov. del brazo: der.-izq.
Telblor: arriba-abajo Temblor: derecha-izquierda Temblor: dentro-fuera Temblor: dentro-fuera
Errores: 2 4 7 Errores: 2 0 3 Errores: 4 5 Errores: 3 2

Fig. 7.25. D ire c c io n e s y p la n o s de lo s m o v im ie n to s del brazo c o n un p u n zó n , tal c o m o


s e hizo en u n e stu d io de firm e za de p u lso , junto c o n la d ire c c ió n del t e m b lo r d e la
m a n o y el n ú m e ro de « e rro re s» (n ú m e ro de v e c e s q ue el p u n zó n to có el lado de la
ranu ra) e n cada co n d ición . (S e g ú n M e a d y S a m p s o n ,45 fig. 1 y tabla 1.)

temblor era mayor durante un movimiento del brazo desde dentro hacia fuera
en el plano vertical (en el que el temblor era de arriba abajo), y que era mínimo
durante un movimiento de! brazo de derecha a izquierda en ei plano horizontal
(en el que el temblor era de dentro afuera).
Resulta interesante hacer notar que estos hallazgos guardan un parale­
lismo razonable con los de Corrigan y Brogden, explicados anteriormente, en lo
que respecta a movimientos que tienen un componente esencialmente lateral
(de abajo a la izquierda hacia arriba a la derecha, de izquierda a derecha,
o viceversa) que tienden a dar como resultado una disminución del temblor,
cosa que no se produce en ¡os que siguen una dirección de dentro afuera
(como de abajo a ia derecha hacia arriba a la izquierda, de dentro afuera, o
viceversa). Además, las similitudes de la figura 7-24 (tomada de Corrigan
y Brogden), basada en ia precisión de ios movimientos continuos, y de la
figura 7-22 (tomada de Schmidtke y Stier), que está basada en los movimientos
de posición, dan crédito a la noción de ia biomecánica generalizada de la ventaja de
un movimiento de giro del codo frente a otro que necesite una actuación en
mayor grado del antebrazo y de! hombro.

M o v im ie n t o s d e c o n tro l c o n tin u o . L a s ta re a s d e c o n tro l c o n tin u o


(c o m o en ei ra stre o ) s e e x p lic a rá n c o n m a y o r e x te n s ió n e n e i c a p ít u lo s ig u ie n t e .

179
Sin embargo, debemos mencionar aquí los resultados de una investigación, debido
a que están relacionados con una explicación previa del efecto medio. En este
estudio, ios individuos segufan un punto móvil de estímulo con un punzón,
y los movimientos individuales (laterales) del punto eran de 0,25, 0,50 y
1 pulgada (Ellson y Wheeler20). La precisión de la operación de seguimiento
quedaba automáticamente registrada. A continuación, presentamos una recapitu­
lación de algunos resultados:

Movimiento Respuesta
del estímulo media Porcentaje
(pulgadas) (pulgadas) del estímulo
0.32 0,25 127
0,52 0,50 104
0,96 1,00 95

Comparando las medias de respuesta con los movimientos del punto


de estímulo, cabe observar en los movimientos de seguimiento continuo el efecto
medio que ya habíamos observado anteriormente en ios movimientos de posición,
es decir, pasarse en los movimientos cortos y no llegar en los movimientos largos.

M ovim ientos de manipulación

La mayor prate de los movimientos de manipulación comprenden el uso


de la mano y/o los dedos, como en el manejo de elementos sueltos, en las
piezas de ensamblaje, o al emplear herramientas manuales o servicios de
control. (Con todo, el autor ha visto a carniceros de la India y Pakistán cortar
carne con cuchillos que sostenían con los dedos de los pies.) Debido a la variada
naturaleza de los movimientos de manipulación, no resulta muy adecuado pre­
sentar una explicación general. No obstante, en el siguiente capítulo incluiremos
alguna explicación sobre la utilización de aparatos de control.

M ovim ientos repetitivos

Los movimientos repetitivos de cualquier clase que realiza un individuo


son, por supuesto, muy parecidos. Sin embargo, existe alguna prueba de que el
modelo específico de tales movimientos no es necesariamente el mismo para
todas las personas. Tales diferencias resultaron evidentes, como mínimo, en
e! detallado análisis del manejo de una manivela activada por diferentes individuos.
En este estudio, Glencross 25 halló, por ejemplo, dos modelos de movimiento
de muñeca: un grupo de sujetos alcanzaba el grado máximo de flexión de
muñeca muy pronto y el máximo de extensión muy tarde, mientras que el otro
grupo de sujetos tenía el modelo inverso. También había otras diferencias indivi­
duales, tales como la cuantía de abducción del hombro. Sea cual sea el origen
de tales diferencias, reflejan diferentes «subrutinas» de respuesta muscular que
los individuos habían adquirido y que eran automáticamente ejecutadas según
el control del «programa ejecutivo» mencionado anteriormente. En esta tarea,
tales diferencias en lo que respecta a los modelos de movimiento no ejercían
ningún efecto sobre la velocidad de la ejecución, aunque estos efectos pueden
aparecer en otros tipos de tareas.
La información disponible acerca de diferentes clases de movimientos
de repetición es bastante escasa, pero a continuación damos unas cuantas
generalizaciones y datos acerca de las actividades en las que se dan golpes:

-— Prom edio de golpeteo: el promedio máximo oscila entre 5 y 14 golpes


por segundo, con una media de unos 8,4; con todo, los promedios preferentes
están entre 1,5 y 5 golpes por segundo (Miles,46).

180
— Empleo de d iversos dedos: Los promedios de golpeteo varían
considerablemente teniendo en cuenta los dedos por separado. Serían los que
siguen (Dvorak et alt.18):

M ano izquierda M ano d erech a


4 3 2 1 1 2 3 4

G o lp e s p o r 15 s 48 57 63 66 70 69 62 56
G o lp e s p o r s 3,2 3,8 4,2 4,4 4.7 4,6 4,1 3,7

Los promedios de los dedos de la mano derecha son sistemáticamente


más altos que los de la izquierda, y disminuyen a partir del dedo índice, el 1, al
menique, el 4.
— Distribución de los estímulos: Si las respuestas de golpeteo de los
individuos se corresponden con señales individuales, las señales deberían
mantener una separación entre sí de 0,5 s; de otro modo se producirían interfe­
rencias (Vince “ ). Si las respuestas son más frecuentes, es preferible disponer
de una seña! que provoque series de golpeteos en vez de una señal separada
para cada respuesta.
— Mantenimiento de los movimientos de golpeteo: Pueden mantenerse
a un promedio constante mucho más preciso y consistente los movimientos
separados y repetidos que los movimientos continuos (Gottsdanker27).

M ovim ientos de secuencia

En ¡a mayoría de los casos, los movimientos de secuencia son del


mismo tipo general, variando en cuanto a algunos aspectos característicos, como
el tocar un teclado. Sin embargo, en algunos casos aparece en una secuencia
una mezcolanza de tipos de movimientos, como los que se producen al conducir
en una noche lluviosa, que podrían incluir el girar la llave del contacto, accionar
el starter, encender las luces y poner en funcionamiento el limpiaparabrisas. La
mayoría de investigaciones acerca de ios movimientos de secuencia están
relacionadas con el primer tipo (movimientos del mismo tipo), sobre todo en lo
que hace referencia al empleo de teclados. En el capítulo 10 hay una discusión
sobre teclados.
En relación con los movimientos de secuencia en ios que la mano se
desplaza de un lugar a otro, debemos prestar especial atención a un punto:
el de que hay indicios de que el tiempo necesario para cambiar de una posición
a otra (tiempo de traslación) puede resultar afectado por la naturaleza de la
manipulación que se realice en cada posición. Esta interacción se demuestra, por
ejemplo, mediante una comparación de! tiempo de traslación entre situaciones
localizadas en un panel (el Universal Motion Analyzer) cuando las manipulaciones
consisten en una operación de giro de un conmutador comparada con una
operación de clavar un alfiler (Wehrkamp y Smith ™) y cuando las manipulaciones
consistían en tres variaciones del ángulo de giro del interruptor situado en lugares
diferentes (40, 80 y 120°) (Harris y Smith 2S). Una revisión de esta investigación
relacionada a esta interacción ha conducido a Schappe 56 a suponer que el tiempo
de traslación de un miembro del cuerpo (una mano, por ejemplo) está, de hecho,
influido por las actividades de manipulación de ias terminales del movimiento
de viaje, y que ambos quedan influidos por factores perceptivos. Tales interac­
ciones plantean problemas acerca de la aditividad de los tiempos «permitidos»
en varios movimientos elementales por lo que respecta al uso de sistemas de
tiempo predeterminado para calcular los tiempos conseguidos en operaciones
completas. Con todo, ei grado hasta e! cual la estimación de tiempos totales puede
resuitar adversamente afectado por tases interacciones no nos es conocido.

181

ma3-iziamamá>i» i'BIHMnniii' i' « h — h m m m í


Sin embargo, tal como se indicaba anteriormente, algunos sistemas de tiempo
predeterminado sí tienen en cuenta, hasta cierto punto, tal interacción al deducir
tiempos totales permitidos en secuencias de movimientos.

R ea ccion e s estáticas

En las reacciones estáticas, algunos músculos operan, por lo general,


oponiéndose a otros a fin de mantener el equilibrio del cuerpo o partes de él.
A sí pues, si un miembro del cuerpo, como la mano, se sostiene en una posición
fija, los diversos músculos que controlan el movimiento de la mano están en un
equilibrio tal que no permiten un movimiento neto en un sentido o en otro.
Sin embargo, las tensiones que tienen lugar en los músculos a fin de conseguir
este equilibrio exigen un esfuerzo constante, como todos podemos atestiguar si
alguna vez hemos intentado mantener durante cierto tiempo una postura de
inmovilidad. De hecho, se ha comprobado que mantener una posición estática
produce más cansancio que un tipo de postura acomodaticia (Harston30). Por
ejemplo, se ha averiguado que mantener un peso era de tres a seis veces más
fatigoso que el levantarlo y bajarlo.
Las desviaciones a partir de las posturas estáticas son de dos tipos:
las llamadas de temblor (pequeñas vibraciones del miembro del cuerpo) y aquellas
que se caracterizan por un desplazamiento notable del cuerpo o del miembro del
cuerpo a partir de la posición original.

Temblor ai mantener una posición estática. El temblor es de particular


importancia en las actividades laborales en las que un miembro del cuerpo debe
mantenerse en una posición inmóvil y precisa (como puede ser la de aguantar
un electrodo mientras se está soldando). Un aspecto bastante interesante del
temblor es que a más que una persona intenta vencerlo, peor es (Young 71). Hay
algunas maneras de reducir el temblor, tal como dicen Craik 12 y otros informes,
y a continuación exponemos cuatro condiciones que ayudan a disminuirlo:

1. El uso de una referencia visual.


2. El soporte del cuerpo en general (por ejemplo cuando se está
sentado) y del miembro del cuerpo implicado en la reacción estática (como la
mano o el brazo).
3. La posición de la mano (existe menos temblor de la mano si ésta se
encuentra dentro de los 20 cm por encima o por debajo del- nivel del corazón).
4. La fricción. (Contrariamente a la mayoría de las situaciones, la fricción
mecánica de los aparatos utilizados puede disminuir el temblor ai añadir bastante
resistencia al movimiento a fin de contrarrestar, en parte, la energía de las
vibraciones del miembro del cuerpo.)

Resumen
La mayoría de los bocetos y planos en la mesa de dibujo predeterminan
la naturaleza de las actividades físicas que posteriormente se exigirán al emplear
los sistemas, incluyendo sus costes de energía, la magnitud de los movimientos
y su fuerza, aguante, velocidad y precisión. Cualquier consideración oportuna que
se aplique a estos aspectos durante los procesos de diseño del sistema, será,
con toda probabilidad, rentable en lo que respecta a lá posterior aplicación del
sistema, e incluso puede aliviar el dolor de espalda en más de un caso o a man­
tener en forma la musculatura y la «bola» del bíceps.

182
8. Control humano de los sistemas

En la mayoría de los sistemas operacionales, el ser humano ejerce una


función de control, y ello, por lo genera!, se efectúa mediante el uso de los
aparatos de control. Este control puede oscilar entre la simple tarea doméstica de
poner en marcha y parar un lavaplatos al complejo proceso de controlar un avión
cuando se acerca a un aeropuerto metropolitano, o al control de las operaciones
de una refinería de petróleo. Sea cual sea la naturaleza del sistema, ¡as funciones
humanas básicas implicadas son aquellas a las que nos referíamos ai principio,
es decir, input de información, procesos de información que conducen a una
toma de decisión, y acción o respuesta. La acción tomada sirve como input de
control al sistema. En el caso de algunos sistemas que precisan un control
continuo, por lo general existe alguna forma de feedback al operador.

Canales de input y output

En la figura 3-2 del capítulo 3 aparecía una representación del sistema


sensorio-motor humano, figura que' también puede ser considerada como una
representación de la naturaleza de la implicación humana en un sistema de
control, empezando por la recepción de estímulos a través de los órganos senso­
riales y terminando con los órganos que se utilizan en la acción o fase de respuesta.
Las modalidades sensorias primordiales que se utilizan son, naturalmente,
la visión y audición. Sin embargo, algunos de los restantes sentidos también
funcionan como canales de inputs útiles en algunas circunstancias, tales como
los sentidos de la piel (presión y temperatura), el sentido cinestésico, los sentidos
del movimiento del cuerpo y del equilibrio e, incluso, el sentido del olfato. Los
inputs que se suministran a los receptores sensoriales consisten, naturalmente,
en estímulos que son relevantes para el control del sistema en cuestión. Tal como
aparece en la figura 3-1 del capítulo 3, tales estímulos pueden ser recibidos
directam ente de su punto de origen (distante), o bien indirectam ente , a través de
algún d isp iay de factura humana. (Los capítulos 4 y 5 tratan de diferentes tipos
de displays, de modo que en este capítulo no rsos extenderemos sobre ello.)
Los canales de output primarios (o sea los que operan) que se utilizan
en un control de sistem as son las respuestas motoras (sobre todo las que se
efectúan con manos y pies) y el h a b la (como en ¡as operaciones desde la torre
de control de un aeropuerto). Por io general, la mayoría de respuestas m otoras
consisten en el empleo de instrumentos tales com o palancas, manivelas, pulsa- I

I 183
í'
dores y pedales. Sin embargo, se pueden utilizar otras respuestas en circunstancias
especiales, o bien pueden aparecer como prometedoras de un mayor uso. Éstas
incluyen algunas de las mediciones fisiológicas explicadas en el capítulo 7 (por
ejemplo, los REM). Además, se han registrado algunos adelantos interesantes en
el estudio de los movimientos oculares en los procesos de control. Naturalmente,
la elección del canal de output para una situación dada dependería de su adecua­
ción a las finalidades inmediatas.

Entre ¡nput y output

La naturaleza y grado de la implicación humana en los procesos de control


depende, naturalmente, de la circunstancia, es decir, la naturaleza del sistema,
el nivel de relaciones entre e! individuo y el sistema, el alcance al que se han
predeterminado las diversas fases del proceso de control en niveles superiores,
el pape! designado al individuo, el tipo de mecanismos de control utilizados, etc.
Por ejemplo, hay algunos casos en los que se intenta una correspondencia unívoca
entre el input de información y el output de respuesta. En un caso simple, esto
podría consistir en la activación de una máquina cuando aparece el estímulo
apropiado, o en marcar un número de teléfono. En otros casos, se supone que el
operador empareja su respuesta con una señal de input continuamente cambiante.
En tales casos, el individuo sirve, en primer lugar, como un eslabón de trans­
misión y su principal función de control es interna: esforzarse en que su output
de respuesta (física o de comunicación) corresponda al input de información
o a una señal. En otros casos, se supone que cierto input informativo conlleva
algún proceso estándar o básicamente estándar, antes de que se efectúe el output
de respuesta (incluidos procesos invariables tales como la clasificación); por lo
general, tales casos requieren alguna manera de transformación de la información,
o algún tipo de filtrado, tal como sucede al interpretar las señales de un radar.
Y aún hay otras situaciones en las que el input informativo puede ser diverso
e impredecible, y exige procesos de decisión de complejidad variable que
conduzcan a acciones que lleven a cabo estas decisiones, tales como el hecho de
conducir un coche, pilotar un avión o controlar la operación de una centra! eléctrica.
A medio camino entre input y output hay una forma de procesar infor­
mación y decisión, que oscilan entre lo más simple (virtualmente una respuesta
condicionada) a lo más complejo. Cuando el input especifica, virtualmente, lo que
debe ser el output de respuesta, sería teóricamente posible programar de tal
manera el sistema que el proceso quedase automatizado, eliminando por tanto ¡a
necesidad de un individuo. Esto es lo que ha sucedido, por supuesto, en muchos
sistemas. Sin embargo, en la actualidad existen límites en cuanto al alcance con
el que puede hacerse esto, lo que incluye las propias limitaciones tecnológicas,
el coste, su factibilidad, etc. Quizá la limitación más notable de muchos sistemas
es la dificultad, o la imposibilidad total, de programar un sistema que prevea
todas las posibles contingencias que puedan presentarse. Una de las capacidades,
casi única, del hombre es su adaptabilidad ante sucesos inusitados o inesperados,
y la ..oclusión del hombre en muchos sistemas está plenamente justificada debido
a que posee la capacidad de tomar decisiones ante sucesos imprevisibles o
inesperados. Cuando se incluye al hombre en un sistema, los procesos de toma
de decisiones pueden ser estudiados como pertenecientes al entramado de la
teoría de la decisión.*
Hasta un grado muy notable, la naturaleza específica del procesamiento
de la información y los procesos de decisión exigidos por parte del operador,
vienen dictados por la naturaleza del input informativo (más específicamente, por
tos estímulos que configuran la información) y d e la s acciones necesarias. Así

* S e rem ite al le cto r al capítu lo 8 d e D e G r e e n e '2 para una e x p lic a c ió n


d e ¡a te oría de la d e c isió n en s u re la ció n con los s is t e m a s .

184
el número de errores cometidos. A continuación damos el número de errores
cometidos en cada diseño:

Número de errores
Diseño (sobre 1200 intentos)

I 0
II 76
III 116
IV 129

El diseño I también fue el mejor en cuanto a tiempo de reacción (con


una ventaja de más de 40 intentos), y e! diseño I! fue el siguiente. Evidentemente,
el diseño I era el más compatible.
Una elaboración de! mismo tema, esencialmente, fue investigada en
un estudio debido a Chapanis y Mankin 11 en el que se utilizaron experimen­
talmente 10 posibles correlaciones d/sp/ay-control y cada correlación consistía
en cuatro displays (cada uno con una lu z) y cuatro pulsadores, tal como se ilustra
en la figura 8-3. En cuanto se encendía una luz del display, el sujeto tenía que
pulsar un mando de control para apagarla. Los tiempos de respuesta aparecen
en la figura, debajo de las correlaciones respectivas. Los tiempos de respuesta
por lo que respecta a las cuatro primeras correlaciones indican que, en aquellos -
casos, las disposiciones de los displays eran algo más compatibles con las
expectativas de los individuos que ias restantes correlaciones.

©0 A •
0® 00 0 © 0 ©
0® ©0 0 © 0 © 0 ®
C •
O •

R T = 0 . 7 9 sec 0 .8 0 0 .9 4 1.01 1 .0 6

10

0® 0© ©0 0 © 0©

R T - 1.09 set
0® 0 ® 0 © 0©
1.10 1.11 1.12 1.14

Fig. 8.3. C orrelaciones control-d/sp/ay utilizadas en un estudio de compatibilidad espa­


cial. El n.° 1 m uestra la distribución básica de controles y displays; lo s nueve con­
troles restantes estaban en las m ism as p o sicio n e s que se m uestran en el n.° 1. El
tiem po de respuesta (TR) de cada uno e s el tiem po medio que necesitaban los sujetos
para oprim ir el botón de control cuando se encendía la luz del display. (Se gú n Chapa­
nis y M a n k in ,11 figs. 2 y 3.)

Disposición d e series d e aparatos similares. A v e c e s s e utiliza e n


c o m b in a c ió n u n a s e r ie d e a p a ra t o s s im ila r e s , ta le s c o m o displays o c o n t r o le s
q u e p o s e e n a lg ú n tip o d e re la c ió n s is t e m á t ic a re cíp ro ca . Aquí, nuevamente,
p o d e m o s v o lv e r s o b r e el c o n c e p t o d e c o m p a tib ilid a d p ro p o n ie n d o la d is p o s ic ió n
e n el m o d e lo m á s na tu ra l, o m á s e s p e ra d o . U n e je m p lo d e é s t o s es la d is p o s ic ió n
d e lo s n ú m e r o s e n un d ia l te le fó n ic o ( D e in in g e r 13}. En e s t e e je m p lo , c a d a
p u ls a d o r s ir v e , a la vez, d e display y d e c o n tro l. Ai p rin c ip io s e e x p e r im e n ta ro n
d iv e r s a s d is p o s ic io n e s d ife re n te s . So q u e d io c o m o re s u lta d o ia s e le c c ió n d e
c in c o d is e ñ o s p ara un a n á lis is p o s te rio r, q u e s o n io s q u e a p a re c e n e n ia
fig u ra 8-4. D u ra n te el u s o e x p e rim e n ta l d e é s t o s , s e o b t u v ie ro n d iv e r s o s c r it e r io s
q u e in c lu ía n el tie m p o p a ra m a rca r, io s e r r o r e s y lo s « v o to s» a fa v o r y en c o n tra
de c a d a d is p o s ic ió n . A u n q u e n o h u b o n in g ú n d is e ñ o q u e d e s t a c a s e , el c rit e rio
c o le c t iv o a pu n ta ba h a c ia el n ú m e ro 1 , y é s t e e s el d is e ñ o q u e s e e n c u e n tra
en io s te lé fo n o s de p u ls a d o r e s .

187
Tiempo marcar 6.01 sec 6.17 sec 6 12sec 5.90 see 5.97 sec
Pore, de errores 2.5% 2,3% 1.3% 2 .0 % 3 .0 %
Vot, a favor 3d 1st (most) 5th (leoslt 2d 4th
Vot. en contra 2d 4fh 1st (most) 5 th (least) 3d

Fig. 8.4. Distribuciones de pulsadores en diales telefónicos, utilizados en una compro­


bación experimental. Sobre una base de consideraciones combinadas, como el tiempo
que se tarda en marcar, errores, y preferencias se eligió el primer diseño. (Según
Deininger.13 Publicado con permiso del propio autor, American Telephone and Tele­
graph Company.)

Compatibilidad de las relaciones movimiento

Existen diversos tipos de circunstancias diferentes en las que las


relaciones del movimiento, en los sistemas, pueden ser estudiadas en una
estructura de compatibilidad de referencia. A continuación damos algunos
ejemplos:

— Movimiento de un instrumento para seguir el movimiento de un


display {como el mover una palanca hacia la derecha para seguir el movimiento
hacia la derecha de la señal luminosa en una pantalla de radar).
-— Movimiento de un instrumento a fin de controlar el movimiento
de un display (como el sintonizar un aparato de radio en una determinada
longitud de onda).
— Movimiento de un instrumento que produce una respuesta de un
sistema específico (como mover el volante de un coche hacia la derecha para
girar hacia la derecha).
— El movimiento del indicador de un display sin ninguna respuesta
relacionada (como el movimiento de las manecillas de un reloj en el sentido
propio de las mismas).

En la mayoría de las relaciones de movimiento en. general, hay una


relación particular para cada una que resulta ser la más compatible, ya sea porque
es intrínseca a la situación (como girar el volante de un coche hacia la derecha
para que el coche vaya hacia la derecha) o debido a una relación cultural
adquirida.
Sin embargo, la compatibilidad de las relaciones de movimiento de los
d isplays o de los controles (o de ambos) en algunas circunstancias se entrelaza
con la orientación física del usuario. A este respecto, hay dos orientaciones
básicas del plano del display relativas al operador (el plano del display puede
incluir tanto controles como d isplays ); una es la orientación frontal (con los
f d isplays en un plano vertical de cara a! operador) y la otra es la orientación
de m esa (con los displays sobre una superficie horizontal). Los dos planos
restantes son conocidos como plano lateral (perpendicular al plano del display
y guardando una relación lateral respecto de él), y el plano ortogonal (sobre
un eje vertical con movimiento adelante y atrás). En una situación de trabajo,
tales superficies pueden estar a la derecha o a la izquierda del operador.

Relaciones de movimiento de los displays y controles rotatorios en el


mismo piano. En los sistemas display-control en ios que un movimiento de
control está relacionado con un movimiento de cualquier característica del display
(como un indicador), un principio generalmente aceptado es el de que, con un

188
control rotatorio situado en el mismo plano, un giro del instrumento éh el f| ¡§
sentido de las agujas del reloj está relacionado con un aumento de
como se indica en los ejemplos de la izquierda de la figura 8-5, a u n q u é ^ ífllé
ciertas excepciones. Una de éstas es cuando aparece una escala fija, verfiéáir v
u horizontal, con un indicador móvil y un control rotatorio al lado de la escala;
en tales escalas, la relación más compatible la posee el indicador al moverse en
la misma dirección que la parte (o lado) del instrumento más cercano al
indicador (Warrick32). Tales son los ejemplos que aparecen en la parte derecha
de la figura 8-5.
Por lo que respecta a las escalas móviles con indicadores fijos, se ha
supuesto que las características siguientes serían las más indicadas (Bradley *):
1. Que la escala girase en la misma dirección que el mando (o sea
que exista una transmisión directa entre control y display ).
2. Que los valores de la escala aumentaran de izquierda a derecha.
3. Que el control girase en el sentido de las agujas del reioj para
aumentar los valores.
Sin embargo, con la orientación normal de los displays no resulta posible
integrar las tres características en un montaje convencional. Con la orientación
normal del display, solamente resultan posibles dos combinaciones de estas

Frg. 8.5. Ilustración de relaciones deseables en cuanto al m ovim iento controW/sp/ay:


e sca la s fijas con indicador móvil, con el control en el m ism o plano que e! display.

fk,
H- 189
características, que son las que aparecen en la figura 8-6, señaladas A, B, C y D.
En un estudio que relacionaba los instrumentos de un display móvil y los
controles asociados, se utilizaron experimentalmente estos tipos y algunas
variantes de los mismos, en base a obtener los siguientes tipos de criterios:
1) errores iniciales (un movimiento inicial en dirección equivocada); 2) errores
de funcionamiento (elecciones incorrectas), y 3) el orden de preferencias del
sujeto. Algunos de los resultados aparecen al pie de la figura 8-6 (las dos o tres
series de datos de cada criterio proceden de diferentes grupos de sujetos que
intervinieron en diferentes fases del estudio en las que solamente se emplearon
ciertos montajes).
Aun cuando el conjunto A incorporaba la característica incompatible
de un control que giraba en sentido retrógrado para proporcionar un aumento
en la escala de valores (antes que una disminución), se observó que este conjunto,
a través de una serie de subexperimentos, por lo general era el que proporcio­
naba mejores resultados, teniendo en cuenta los errores iniciales, los errores

O O O 6
Montaje A B c D
y////////////, ^
777777777777^
Conducción Directo Directo y. Inversa t Y Inversa 4.
Y///////////A (///////////ti
r
Aumento de números Izq. a der. ' Der. a izq.' Izq. a der. - Der. a izq.: yyy/y/yyyyyy/y.
en ia escala y////yy//y//Z
Si el mando tiene movim. /r¿Disminuye;/
777/7777/7/7/
Aumenta Aumenta
y7Zp7S& 777A
Disminuye '
directo éste seria de: /
' ///¿z/gy/Á
A B C O
13 11 87 106
Errores iniciales
11 116
0 9 1 8
Errores de situación
7 20
Preferencia 31 22 17.5 1.5
{número de veces 42 10
clasificado "primero") 11 9

Fig. 8 .6 . A lg u n o s de lo s tip o s de montaje de control y d isp la y -m óvil utilizados en un


estudio hecho por Bradley .4 S u s d ive rsas características relacionadas con tres carac­
terísticas aconsejables, aparecen indicadas debajo de los diagram as; las barradas indican
una característica no aconsejable. Con la orientación norm al del disp lay no es posible
conjuntar las tres características aconsejables. A lg u n o s datos de los tres criterios
aparecen al final, en la parte inferior de la figura, indicando una preferencia general por A.

d e fu n c io n a m ie n to y la s p re fe re n c ia s . A l e v a lu a r la s u p e r io r id a d a p a re n te del
m o n ta je A s o b r e a lg u n o d e lo s re s ta n t e s (e l C, p o r e je m p lo ) r e s u lt a b a e v id e n te
q u e la conducción in v e r s a (c o m o o c u rre e n C y e n D ) te n d ía a a u m e n t a r ei
n ú m e r o d e e rro re s in ic ia le s .
M ie n t r a s que, e n un s e n t id o e s tric t o , to d o e s t o h a c e re f e r e n c ia a u n a
c a r a c t e r ís t ic a c a s i a c c id e n ta l del d is e ñ o d/sp /ay-control, p o s ib le m e n t e s í q u e
te n g a im p lic a c io n e s d e c ie rta im p o rta n cia . S i e n u n a s it u a c ió n p u e d e h a b e r
d if e r e n t e s c l a s e s d e c o m p a tib ilid a d (c o m o , d e s d e lu e g o , la s h a y e n e s t e e x p e ri­
m e n to ), p u e d e re s u lta r p e rtin e n te s a b e r q u é tip o de c o m p a t ib ilid a d e s la m á s
(o m a y o rm e n t e ) crítica en el c a s o d e a lg ú n c o n flic to p o s ib le (p o r e je m p lo,
la c o m p a tib ilid a d de la c o n d u c c ió n d ire cta p a r e c e s e r m á s c r ít ic a q u e la del
p r in c ip io d e a u m e n to en d ir e c c ió n d e la s a g u ja s d e l re lo j e n lo q u e re s p e c t a
a e s c a la s m ó v ile s).

190
Relaciones ds movimiento de displays y controles rotatorios en planos
diferentes. En las relaciones existentes entre el movimiento de los indicadores
del display y el de los instrumentos de control, algunos de éstos pueden estar
en un plano diferente del de los displays con los que están relacionados, como
puede suceder con un plano lateral y un plano ortogonal. En un estudio, los
mandos utilizados hacían que un indicador se desplazase a lo largo de una
escala en línea recta (Holding 17). El mando y el indicador estaban en planos
diferentes, tal como se aprecia en la figura 8-7. Intervinieron en el estudio más
de 700 sujetos y se les pedía que «girasen el mando» para mover el indicador.
En la figura 8-7 aparecen las relaciones más fuertes exhibidas por los sujetos
entre la dirección del movimiento de control y la dirección del movimiento

id)

Fig. 8.7. Ilustración de algunas de


las relaciones d/sp/ay-control estudia­
das por Holding,17 mostrando las
(c I le) asociaciones afincadas en los sujetos.

del indicador. Los resultados llevaron a una conclusión que permitía suponer que,
en tales situaciones, las respuestas de las personas tendían a ser una de estas
dos: )1 una tendencia generalizada en el sentido de las agujas del reloj,
y 2) una tendencia helicoidal o de atornillar, en las que la rotación en el sentido
de las agujas del reloj está relacionada con el movimiento que se aleja (como
tornillos, pestillos, etc.) y el movimiento en el sentido contrario al de las agujas
del reloj está relacionado con el movimiento hacia atrás, hacia el individuo.

Relaciones de movimiento de controles rotatorios vehiculares. Cuando


se opera en la mayoría de ios vehículos no hay un display que refleje el
output del sistema; antes bien, hay una respuesta del vehículo. En tales casos,
si el volante está en un plano horizontal, el operador tiende a orientarse hacia
los puntos que tiene frente al control, tal como se muestra en la figura 8-8(a)
(Chapanis y Kinkade 9). Si el volante está en un plano vertical, el operador tiende
a orientarse hacía la parte superior del control, tal como se indica en la
figura 8-8(b).

Relaciones de movimiento de controles de tipo palanca. La compatibi­


lidad de los controles de tipo palanca y ios movimientos de los indicadores
de sus displays correspondientes fueron investigados en relación con una tarea

191
O Piano frontal

Abajo Abajo
o hacia o hacia
adelante delante

(a) control giratorio de montaje


horizontal

(b) Controles giratorios de montaje


vertical

Fig. 8 .8 . R elaciones m ás com patibles entre la dirección del m ovim iento de controles
giratorios, m ontados de forma vertical y horizontal, y respuesta de ios vehículos. (S e g ú n
C h ap a n is y Kinkade ,9 figs. 8.6 y 8.7.)

de seguimiento (tracking ) (Spragg, Finck y Smith).30 Se utilizaron cuatro combi­


naciones de situación del control y movimiento del display, tal como se presentan
en la figura 8-9, la cual muestra también el promedio de seguimiento de los
sujetos bajo las cuatro condiciones.

Arriba Abajo Abajo Arriba

t I
o.
O I
I
1
1
T

(a ) í¿) ic ) (d )

Movim iento Prom edio


control-display

id ) Arriba-arriba

(b) Arriba-abajo

(c ) Adelante-abajo

(id ) Adelante-arriba

Fig. 8.9. R e a liza c ió n de una tarea de tra ck in g m e d ia n te c o n tro le s de palanca m o n ­


ta d o s h o rizo n ta l y verticalm ente, y la s d iv e r s a s re la c io n e s con trol -display. (S e g ú n
S p r a g g , F in c k y S m it h ;30 d a to s o b te n id o s entre 9 y 16 inten tos.)

192
Por lo que respecta a una palanca montada horizontalmente (en el plano
vertical del display) se hizo evidente la superioridad de las relaciones arriba-
arriba (movimiento del control hacia arriba relacionado con el movimiento
hacia arriba del display) sobre las de arriba-abajo. Por lo que respecta a una
palanca montada verticalmente (en un plano horizontal lateral) existían menos
diferencias entre las relaciones adelante-arriba, adelante-abajo, aunque las
primeras fueron ligeramente superiores (pero no muy importantes). Los investi­
gadores llegaron a la conclusión de que, si se atendía solamente a la finalidad
de la tarea encomendada, era casi igualmente efectivo el montar la palanca
en una posición vertical u horizontal, excepción hecha de la relación arriba-
abajo en una palanca montada horizontalmente.

Compatibilidad conceptual

Probablemente, ia variedad más común de compatibilidad conceptual


se relaciona con las asociaciones en el uso de sistemas codificados, símbolos
u otros estímulos; estas asociaciones pueden ser intrínsecas (por ejemplo, el
uso de símbolos visuales que representen cosas tales como aviones) o pueden
ser culturalmente adquiridas. En el capítulo 3 había algunas aclaraciones a este
respecto, por lo que no vamos a extendernos aquí sobre este tema.

La naturaleza de los sistemas de control continuos

Existen muchos tipos de sistemas con control continuo de algún proceso


u operación, incluidas las operaciones de todo tipo de vehículos, operaciones
que exigen seguimiento (dianas militares y aparatos de vuelo) y algunos procesos
de producción (como los de productos químicos y derivados del petróleo).

Inputs y outputs en sistem as continuos

Por lo que respecta a los sistemas continuos, el input que se suministra


a! sistema especifica la finalidad del sistema, es decir, el output deseado;
éste puede ser constante (por ejemplo, mantener un barco en un rumbo deter­
minado o un avión a una altura asignada), o variable (recorrer una carretera
llena de curvas o el seguimiento de un avión que está maniobrando. Tal input
se recibe directamente, por lo general, del medio ambiente y es notado gracias
a sensores mecánicos o por las personas. Si es notado mecánicamente, puede
presentarse a los operadores bajo la forma de señales pertenecientes a algún
display. Algunas veces llamaremos target (objetivo, blanco) a la señal de
input (y en determinadas situaciones realmente se trata de un blanco) y a su
movimiento lo llamaremos carrera (co u rse ). Tanto si la señal de input representa
o no representa un objetivo real con una carrera, o alguna otra variable
cambiante, como podrían ser los cambios de temperatura en un proceso de
producción, por lo general puede ser descrita matemáticamente e ilustrada
mediante gráficos. Mientras que en la mayoría de los casos las representaciones
matemáticas o gráficas no describen la geometría real del input (ni las relacio­
nes input-output) en términos espaciales, tales representaciones sí poseen la
utilidad de caracterizar el input. Los inputs pueden cambiar a velocidad constante
(rampa), gradualmente, describiendo sinuosidades, o en formas más complejas
(incluidas formas casuales). La figura 8-10 ilustra algunas de estas posibilidades.
Sea cual sea la forma del input, por lo general especifica el output que se desea
obtener del sistema, tal como las curvas de una carretera especifican la velo­
cidad a Sa que tiene que circular un automóvil. Por lo general, el output es
ofrecido por una respuesta física mediante un mecanismo de control (si lo hace
un individuo) o mediante la transmisión de alguna forma de energía (si lo hace un
elemento mecánico). En algunos sistemas, el output queda reflejado por alguna
indicación en el display, a veces denominada corredera transm isora o de regla;
en otros sistemas puede ser observado mediante el comportamiento externo
del sistema, como sucede en el caso del movimiento de un automóvil; en
cualquier caso, se le denomina frecuentemente elemento controlado. En un display
com pensatorio, una de las dos indicaciones (el objetivo o el elemento contro-

faj Input de velocidad constante (rampa! (bj Input de escalón

(c) Input senoidal (seno) (di Input complejo

Fig. 8.10. Tipos de inputs en sistem a de tracking. Se gú n la circunstancia, la amplitud


puede representar variables tales com o dirección, distancia, ángulo, voltaje, velocidad
y aceleración. Los inputs com plejos son, frecuentemente, la com binación de d o s o m ás
inputs senoidales.

lado) está fija y la otra se mueve. Cuando las dos quedan superpuestas, el
elemento controlado está encima del objetivo; cualquier diferencia representa
un error, y la función del operador es la de manipular los controles a fin de
eliminar o reducir tal error. Sin embargo, no se puede diagnosticar el origen
de las diferencias (o errores); no se puede saber si el objetivo se ha movido.

% f c
r t 1
n 111 1m 111 1 1 1 1 1 b ) i m i m i 11111 M 1I I lÍ
Error
, E rr ° r , 1 T
(
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•^

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V
\
f

)
í

C (elemento controlado): móvil C (elemento controlado): móvil


T [ objetivo, target): móvil T (objetivo, target): fijo
C ---- T - m uestra la diferencia C ---- T\ error
en situaciones relativas
Dispfays de seguimiento Displays com pensatorios

Fig. 8.11. Ilustraciones de d isp la ys com pensatorio y de seguim iento. Un display com ­
pensatorio solam ente m uestra la diferencia (error) entre el objetivo (target T) y el
elem ento controlado C. Un display de seguim iento muestra la situación (o cualquier
otro valor representado) de am bos: el objetivo y el elemento controlado.

194
si ha variado la carrera o si una de las tareas de control ha sido imprecisa.
En la figura 8-11 aparece un ejemplo de esto. En un display para una tarea de
seguimiento, ambos elementos se mueven, indicando cada uno de ellos su propia
situación relativa al espacio representado por el display. Con un display de
seguimiento, el operador se enfrenta con la información sobre la situación real
de ambos elementos, mientras que con un display compensatorio conoce sola­
mente el error absoluto o la diferencia. Sin embargo, los displays compensatorios
tienen a veces la ventaja práctica de conservar espacio sobre un panel de
instrumentos, puesto que no tienen la necesidad de representar la escala total
de posibles valores o situaciones de los dos elementos.

Circuitos de control

Los sistemas complejos pueden considerarse como formados por una


jerarquía de las relaciones de control, denominándose cada nivel circuito. Cada
circuito está relacionado de alguna manera con los circuitos más elevados
(externos) y los más bajos (internos), tal como aparece en la figura 8-12, que
muestra los circuitos relacionados con el control de un barco (Kelley 23). Por una
parte, lo que Kelley denomina selección de objetivo y aspectos de planificación

Fig. 8.12. Jerarquía de trabajos que exige el gobierno de una em barcación. N ótese
que la finalidad buscada por cualquier circuito (por ejemplo, un inventario de p osibili­
dades) especifica el objetivo idóneo del sigu ien te circuito m ás bajo (por ejemplo,
la velocidad de crucero), etc. Nótese, también, la influencia de cualquier circuito dado
(por ejemplo, el sistem a del gobierno hidráulico) sobre el siguiente circuito m ás alto (por
ejemplo, rumbo).

del control, pasan, por lo general, de los circuitos externos a los internos,
especificando, como si de una reacción en cadena se tratase, los objetivos
operacíonales que han de completarse. A sí pues, el objetivo deseado en cualquier
nivel determinado (por ejemplo, el horario del barco) especifica el objetivo
idóneo del siguiente circuito más bajo (por ejemplo, la velocidad de crucero
adecuada), etc. Por otra parte, en el proceso de control real, el output (es decir,
la variable controlada) de cualquier circuito interno .determinado sirve de input al
siguiente circuito más alto. Tal como se muestra en la figura 8-12, el mando
hidráulico del ángulo de navegación controla la velocidad de avance del barco,
que, a su vez, controla las posiciones del buque. Si todo funciona bien en esta
secuencia, la posición del buque en un momento determiando será la indicada
para que cumpla con el horario establecido.

195
Orden de control de sistemas

Una explicación sobre el orden de control de sistemas comprende una


cierta familiarización con las funciones senoidales. Por lo tanto, en primer
lugar vamos a hablar brevemente de las ondas senoidales.

Ondas senoidales. Una onda senoidal puede definirse geométricamente


a partir de las propiedades de un vector rotatorio (o sea un punto sobre la
circunferencia de un círculo que gira a una velocidad angular constante). En
el capítulo 5 (figura 5-1) había una ilustración de lo que acabamos de explicar,
relacionada con las explicaciones sobre el sonido. A medida que el punto se
mueve en dirección contraria a la de- las agujas de un reloj alrededor del círculo
(partiendo de la horizontal), su proyección a través del tiempo sobre un eje
vertical forma una onda senoidal, y el tiempo queda representado a lo largo
de la base horizontal. El seno del ángulo, theta 0 (a veces llamado «ángulo fase»),
queda caracterizado de la siguiente manera (véase figura 5-1 por lo que respecta
al significado de NP y O P ):

NP
sen 0 = -----
OP

Cuando 0 = 0, el seno también es 0; a medida que 0 aumenta hacia


los 90°, el seno aumenta hacia la unidad. Cambios posteriores en 0 efectúan
cambios temporales característicos de la onda senoidal descrita, y los valores
más y menos aparecen encima y debajo de la línea horizontal.
Los cambios de amplitud descritos gráficamente aparecen en contextos
físicos variables, tales como vibraciones, ruido y el movimiento de cuerpos
que resuenen (en sus frecuencias de resonancia). Estos cambios de amplitud
también son característicos de los cambios de velocidad y aceleración de
objetos en movimiento. Puesto que los cambios de amplitud están relacionados
con la posición angular, es posible utilizar 0 como una medida de amplitud
de cualquier cantidad variable comprendida en un sistema, tal como la cantidad de
input y output. También es posible facilitar la amplitud de un error (la diferencia
entre el output real y el output deseado) en términos de 0.

Relaciones de ángulo, velocidad y aceleración. Para las funciones


deí seno, existe una relación especificada entre las variables del ángulo 0,
velocidad y aceleración, tal como se describe en la figura 8-13 (esta figura también
caracteriza ciertos «órdenes» de control, pero ya hablaremos de ello posterior­
mente). Si bien estas relaciones existen en cualquier contexto en el que la
función del seno sea descriptiva de! cambio continuo de cualquier tipo de
variable, probablemente, las relaciones puedan ser comprendidas con mayor
facilidad en el contexto del movimiento físico. Como ejemplo, pongámonos delante
de una pantalla de radar en la que una especie de diana se desplaza arriba
y abajo sobre un eje vertical, siendo este movimiento el de la función del seno.
La posición sobre este eje en cualquier momento determinado es dada por
la amplitud vertical (arriba o abajo) del ángulo 0 que designa este momento.
Por lo tanto, en la figura 8-13 la curva del ángulo describe la posición -a través
del tiempo. A su vez, ¡a curva de velocidad v representa la velocidad de la diana
en sus momentos correspondientes en el tiempo y a su vez la curva de
aceleración a representa la tasa correspondiente de cambios en velocidad (por
ejemplo la aceleración). Nótese que las curvas de velocidad y aceleración son
parecidas a la curva de ángulo (es decir, posición), excepción hecha de que
tienen diferentes fases; las curvas de velocidad y aceleración quedan fuera
de fase con los ángulos de 90 y 180° respectivamente.
En cuanto a las derivadas, la curva de ángulo-fase es una función de
orden cero, la curva de velocidad es una función de primer orden, y la curva de

196
Curva: ángulo { 6 )
(orden cero)

Tracking:
control de posición

Tiem po

Curva: velocidad (v)


(primer orden}

Tracking:
control de promedios

Curva: aceleración (a)


(promedio de cambio
de velocidad)
(segundo orden)

Tracking:
control de aceleración

Condiciones e=
de las varia­
bles a dife­
rentes fases a - 0 - 0
decefer. aceler. deceler. aceler.

Fig. 8.13. Relaciones entre curvas de ángulo 0, de velocidad y de aceleración, y tipos


de tareas relacionadas con ellas. Las tres curvas son idénticas, pero en diferentes
fases. La curva de velocidad está desfasada en 90 grados con respecto a la curva de
ángulo, y la curva de aceleración está en la fase opuesta, con unos 180° de diferencia.

aceleración es una función de segundo orden. En otras palabras, la velocidad v


es la primera derivada del ángulo 0 y, por lo tanto, requiere una diferenciación
de 0. A su vez, la aceleración a es la primera derivada de la velocidad v y, por
lo tanto, exige una diferenciación de la velocidad, o la segunda derivada del
ángulo, y por consiguiente exige dos diferenciaciones del ángulo. Derivadas más
elevadas pueden describirse como funciones más elevadas: de tercer orden, de
cuarto orden, etc.

Orden de control relacionado con el control del sistema. Después


de esta diversión que nos han proporcionado las ondas senoidales, volvamos al
asunto de ¡nputs y outputs de sistemas continuos y de circuito cerrado, y a! barco
que dejamos a la deriva en la figura 8-12. El control del sistema que efectúa el
timonel influye sobre el ángulo de navegación y, a su vez, sobre el avance del
barco y su posición. Pero la naturaleza de estas influencias es compleja. Especí­
ficamente, la posición del control del timón (que actúa sobre el sistema hidráulico
de navegación) produce una media de movimiento del timón y, como si fuese
una reacción en cadena, ia posición del timón influye sobre la aceleración angular
del buque y, a su vez, sobre la media de cambio de posición lateral, con respecto
a la carrera deseada. Esta jerarquía de secuencias de control representa diversos
órdenes de control. En los procesos de control continuo que poseen series de
circuitos de control (como es el caso de un barco), la secuencia de los efectos

197
de reacción en cadena, puede describirse en términos de funciones matemáticas,
tales como un cambio en la posición de una variable que cambia la velocidad de
la siguiente, la aceleración de la siguiente, etc. Por lo tanto, casi todas las
operaciones de control continuo pueden caracterizarse por su orden de control en
cuanto está predeterminado por la derivada matemática de la variable controlada,
incluyendo el orden cero (control de posición), el primer orden (el control de
velocidad media), el segundo orden (el control de la aceleración), etc.

Respuestas de control en relación con el orden de control. En efecto,


el orden de control especifica !a naturaleza de la respuesta que se da a diversos
tipos de inputs. En ¡a figura 8-14 se ilustran algunas de tales respuestas por lo
que respecta a inputs de seno, grado y rampa cuando se utilizan sistemas de
control de posición, velocidad media y aceleración. En cada caso, la línea punteada
representa la respuesta en tiempo (a lo largo de la horizontal) necesario para
poder seguir satisfactoriamente el input en cuestión. Por lo general, cuanto más
elevado sea el orden de control, mayor es el número de movimientos controlados
que tiene que realizar un operador como respuesta a cualquier cambio del input,
tal como demuestra la figura 8-14. Esto también aparece en la figura 8-15. Si el
input, al cambiar en el tiempo, sigue el modelo (línea) mostrado, y si ei sistema
de control (cualquiera que sea) es de orden cero (por ejemplo, el control de
posición), entonces el movimiento de un aparato de control efectuado por un

Input de seno Input de grado fnput de rampa

Control de posición (orden cero) * Input

Control de velocidad media (primer orden)

Control de la aceleración (segundo orden)

---- :----- Input para el operador


-----------Output deseado (respuesta deseada por el operador)

Fig. 8.14. R e sp u e sta s de trackíng a inputs de seno, grado y ram pa que conducirían
a un tracking satisfactorio con control de posición, prom edio y aceleración. Sin embargo,
la re spu e sta deseada no logra muchas ve ces la perfección y, por lo general, las re s­
p u e stas reales se apartan de! ideal. Por ejemplo, en una re spu e sta de p osición a un
input de grado, una persona normalmente se pasa de largo y luego busca el ajuste
exacto pasándose en am bas direcciones, d ism inuyendo la m agnitud hasta que alcanza
el ajuste correcto.

198
operador debería corresponder exactamente con aquella línea Pero si en su lugar
el sistema de control es un sistema de primer orden (por ejemplo, el control de '
promedios), entonces el operador tiene que anticiparse y efectuar los movimientos
de respuesta .lustrados. Por su parte, las restantes líneas representan los cambios
que el operador tendría que realizar con un aparato de control si de hecho el
sistema de control fuera un sistema de segundo, tercer o cuarto’orden. Ayunos
de los sistemas de orden elevado son. de hecho, especialmente característicos de
ciertos vehículos, como en el caso de nuestro barco. El timón y los alerones de
un avión sirven para controlar la frecuencia de los cambios de dirección y eleva­
ción y son controles de segundo orden; y los submarinos tienen por lo general
como mínimo, un control de tercer orden.

Procedim ientos para facilitar el control hum ano

Tai como podemos deducir de la explicación precedente, ia naturaleza


particular de la respuesta humana deseada (output) en los sistemas de control
continuo, está predeterminada por el tipo de input suministrado al sistema (seno,
grado, rampa, etc.) y por el orden de control de! sistema. En el caso de un sistema
de orden cero (control de posición), como el que aparece en la línea superior de
la figura 8-15, el problema de decidir qué respuesta dar es relativamente simple.

Orden
cero Oh
Primer q
orden

o
c I Tercer
o orden

~o
O

Fig. 8.15. Orden de control ilustrado


m ediante cam bios, en una variable
Cuarto controlada y en s u s prim eras cuatro
orden derivadas. Cada línea representa los
cam bios en el tiem po que deberían
h acerse con siste m a s de control de
d iv e rso s órdenes de control para
c o n se g u ir que la variable controlada
corresponda a! input. (Se gú n KeNey,25
Tiempo p. 31.)

En tai caso, el operador simplemente tiene que efectuar el total de movimiento


del control necesario para conseguir un grado especificado de cambio en el
elemento controlado (por ejemplo, la respuesta del sistema, como podría ser el
movimiento de un vehículo). Al hacer esto, la función mental es, en esencia, un
proceso de amplificación (en otros términos, la multiplicación por una constante
que representa una proporción entre la señal de input y la respuesta output
deseada). Sin embargo, en el caso de sistemas de orden elevado, las funciones
mentales para hallar qué movimientos hacer implican una gimnasia mental más

199
compleja, que incluye funciones análogas a la diferenciación matemática, la
integración y la suma algebraica. Por ejemplo, sería necesaria una operación
mental análoga a la diferenciación para calcular la velocidad (media) y una
diferenciación doble para estimar la aceleración. Se necesitaría una operación
análoga a la integración para calcular la posición futura (en algún momento
específico) a partir de un cálculo hecho sobre una velocidad dada, y una doble
integración para calcular la posición futura a partir de un cálculo de la aceleración.
La suma algebraica es, por supuesto, la operación de sumar dos o más valores
(en realidad cálculos de valores) teniendo en cuenta su signo ( + o — ).
Por lo general, las personas no se desenvuelven bien en estas clases de
operaciones mentales, y cuando uno combina dos o más operaciones, tales como
diferenciación, integración, multiplicación y suma, la tarea se convierte en algo
virtualmente imposible de realizar.
A sí pues, en el caso de sistemas complejos que exigen controles de orden
superior (tales como segundo, tercer o cuarto orden) hay que inventar diversos
sistemas y modos para relevar al operador de la necesidad de efectuar opera­
ciones mentales que, de otra manera, debería llevar a cabo, o bien para «compen­
sar» la disparidad existente entre las demandas de respuesta frente a la situación
y las capacidades de respuesta de las personas. Algunos de tales procedimientos
se explican posteriormente.

Ayuda. Uno de tales procedimientos es la ayuda (aiding). En sus


momentos iniciales, la ayuda fue inventada para su empleo en los sistemas de
seguimiento de la artillería y es mayormente aplicable a situaciones de este tipo
general, en las que un operador sigue un blanco móvil con algún aparato. Su
efecto es el de modificar el output del control con vistas a ayudar al operador.
Al colaborar en la tarea de seguimiento, el ajuste de un solo control afecta, por
lo general, a dos variables, específicamente la posición y la velocidad media del
elemento controlado (y, en algunos casos, también la aceleración). Supongamos
que vamos a intentar mantener un telescopio de gran poder dirigido exactamente
sobre un avión que vuela a gran altura, mediante el empleo de un sistema de
ayuda. Cuando el aparato escapa de nuestro punto de mira, nuestro movimiento
de control para captarlo de nuevo aumentaría automáticamente la media de
movimiento de nuestro telescopio (y por lo tanto, naturalmente, su posición). De
forma parecida, si nuestro telescopio se adelanta al aparato, un movimiento de
corrección retardaría automáticamente esta media (e influiría nuevamente sobre
la posición). Tal ayuda media simplificaría el problema de equiparar con rapidez
la media de movimiento del aparato de seguimiento con el del blanco, y mejoraría
notablemente la tarea de seguimiento.
En la figura 8-16 se ilustran los efectos de la ayuda en una tarea de
seguimiento durante un experimento. En éste se hace una comparación entre una
aceleración sin ayuda y una aceleración con ayuda. Se han hecho comparaciones
parecidas entre velocidades medias de seguimiento, con ayuda y sin ella.
El efecto operacional de la ayuda es transferir del operador al sistema
de control funciones tales como la diferenciación, integración y suma algebraica
que se precisan en algunas tareas de seguimiento. En tales circunstancias, la
función primordial que se deja en manos del operador es la de amplificación. Los
efectos de la ayuda dependen de un cierto número de factores, incluida la natu­
raleza de la señal de input. Por tanto, la ayuda debería ser utilizada selectivamente,
tan sólo en aquellas situaciones de control en las que fuese definitivamente
apropiada.

Premura (Quickening). La premura es una forma de lo que a veces


se denomina aumento de dísplay (Kelley23), y resulta de especia! importancia su
uso en sistemas de control vehiculares que comprenden controles de segundo
orden, tercero y superiores. En esencia, la premura es una modificación de un
sistema de circuito cerrado que alivia al operador de la necesidad de realizar
diferenciaciones análogas o bien de compulsar y utilizar por separado informa-

200
Sujetos elegidos Sujetos "e le g id o s"
al azar

F¡g. 8.16. Com paración de la realización de una tarea de seguim iento de una hora en
labores de aceleración, con ayuda y sin ella. En el ca so de los sujetos elegidos, fueron
a sign ad os los ocho que una prueba anterior había señalado com o «m ás pobres» a la
tarea con ayuda, y los ocho se ñalad os com o m ejor dotados a la tarea sin ayuda:
incluso los sujetos «más m ediocres» lo hicieron m ejor con la ayuda. (Se g ú n G arvey.16)

ciones derivadas (Birmingham y Taylor 3). Resulta particularmente útil allí donde
la dinámica de un sistema es tal que se retrasa la respuesta aparente del sistema
a las acciones de control. Por lo general, esta premura se logra mediante una
modificación apropiada de la información que aparece en el display, de modo que
la información así dispuesta es traducible con mayor rapidez y eficacia en términos
de las consecuencias de las operaciones de control del operador, puesto que nos
indica qué acción de control hay que tomar para conseguir el output deseado
del sistema.
Debido a su naturaleza, un sistema así premurado resulta mucho más
apropiado allí donde las posibles consecuencias de las actividades del operador
no quedan inmediatamente reflejadas en el comportamiento del sistema, sino que
más bien tienen un efecto tardío, un retraso frecuentemente originado por la
dinámica del sistema, tal como sucede en aviones y submarinos. Volvamos
nuevamente a la figura 8-15 y consideremos las respuestas que exigiría un
sistema de segundo o tercer orden (es decir, las curvas más bajas de tal figura):
con este método de premura, el operador todavía debería hacer aquellas res­
puestas, pero se le mostraría qué respuestas dar y no tendría que hacer una serie
de ejercicios mentales para calcular cuáles deberían ser aquellos movimientos
complejos (lo que, incidentalmente, no podría hacer).
Birmingham, Kahn y Taylor 2 realizaron una comparación de tareas de
seguimiento con un sistema premurado ”s rsu s un sistema sin premura. Los seis
marineros que sirvieron como sujetos emplearon, en diferentes momentos, tres
sistemas no premurados con una o dos palancas de mando que debían ser movidas
en una o dos dimensiones, y un sistema premurado con dos palancas de mando
en dos dimensiones. El resumen de resultados, que aparece en la figura 8-17,
indica una superioridad neta de! sistema premurado. De hecho, cuatro de los
seis sujetos consiguieron marcas perfectas con el display de premura.
Aunque, por lo general, la premura simplifica y mejora alguna tarea de
seguimiento, tiene ciertas p osibles desventajas y limitaciones. Por ejemplo, en
un sistem a ampliado, el operador no suele estar provisto de la información que
contempla la condición com ún del sistem a, puesto que su display muestra
fundamentalmente las acciones de control que debe realizar. También conviene

201
Fig. 8.17. C om paración de tareas entre un sistem a ampliado sim ulado y un sistem a
sin ampliar. {Se g ú n Birmingham, Kahn y Taylor.2)

recordar que la premura no posee ninguna ventaja apreciable en los sistemas


muy simples, o en aquellos sistemas en los que no existe retraso en el efecto
del sistema a partir de la acción de control y en los que hay un feedback
inmediato de tal respuesta del sistema.

Utilización de dispiays predictores. Todavía hay otro procedimiento


que cabe utilizar con vistas a simplificar el control de los sistemas de orden
superior (especialmente para vehículos de grandes dimensiones, como los sub­
marinos). Se trata del empleo de dispiays predictores, tal como ha propuesto
Kelley.21>22y2:i Sin embargo, tales dispiays están en una etapa de investigación y
desarrollo; ios dispiays predictores utilizan un modelo de tiempo rápido del
sistema a fin de prever la futura puesta en marcha del sistema (o la variable
controlada) y muestran la futura actividad al operador sobre una pantalla o en
otro aparato. El modelo computa, reiteradamente, las predicciones del futuro del
sistema rea!, basadas en uno o más supuestos sobre lo que el operador puede
hacer con este control, por ejemplo ponerlo otra vez en una posición neutral,
mantenerlo donde está o moverlo de un extremo a otro. Las predicciones gene­
radas de tal modo se exponen ante el operador para permitirle reducir la diferencia
entre el output del sistema previsto y el deseado.
En la figura 8-18 presentamos una ilustración de lo que podría ser un
display de predicción. Muestra la posición real y la futura prevista de un barco
que se acerca a un muelle para amarrar, siendo las posiciones previstas señaladas
aquellas que representan dos intervalos de tiempo determinados (Brigham 6).
Un display de este tipo permitiría emprender una acción correctiva ante la
eventualidad de un choque inminente con el muelle.
En algunas situaciones de la vida real, tenemos tales «avances» de

Fig. 8.18. ilustración del tipo de in­


formación qué podría «desplegar»
un display de predicción para m ostrar
la posición real y la p o sició n pre­
vista de un barco a l ace rcarse a un
muelle para amarrar. (B righ am ,6
fig. 4.)

202
información, como sería el caso de conducir un coche por una carretera serpen­
teante cuando podemos ver ante nosotros la carretera y, por tanto, podemos
«predecir- qué acciones de control nos serán necesarias. En el caso de una
tormenta de nieve o de niebla espesa, no podemos hacer tal avance de informa­
ción. Los displays predictores nos proporcionarían la información predictiva
relevante cuando no hubiera otro sistema.
Los displays de predicción ofrecen particulares ventajas por lo que
respecta a sistemas de control complejos en los que el operador necesita anticipar
varios segundos su avance, tal como sucedería con submarinos, aviones y astro­
naves. Las ventajas que representan en tales situaciones han quedado demostradas
por los resultados de experimentos como el de Dey 14 al simular el control de
un avión VTOL {Vertical Takeoff and Landing = aterrizaje y despegue vertical).
Una de las mediciones que se hicieron sobre las realizaciones de tales experi­
mentos fue el valor medio cuadrado de un índice de desviaciones a partir de una
«carrera» deseada. Los valores con el uso de un dispiay de predicción y sin él
fueron de 2,48 y 7,92, respectivamente. La evidencia que suponen este y otros
experimentos muestra un afianzamiento bastante notable en el aspecto de llevar
a cabo acciones de control mediante el empleo de un dispiay de predicción.

Factores del dispiay que influyen sobre el control del sistema ,

La efectividad del control humano de los sistemas está influida por una
gran variedad de factores, algunos de los cuales están relacionados con aspectos
particulares de los displays empleados. Sin embargo, al explicar unos cuantos
factores de tales displays deberíamos tener presente que la naturaleza de las
relaciones entre displays y controles frecuentemente ejerce un impacto sobre la
realización de una actividad de control.

Especificidad del error de dispiay en una tarea de seguim iento

En algunos sistemas de seguimiento compensatorio, el error (la dife­


rencia entre input y output) puede presentarse en grados variables de especificidad.
Algunas de tales variaciones aparecen en la figura 8-19, tal como fueron emplea­
das en un experimento de seguimiento realizado por Hunt.19 Estas variaciones
incluían tres categorías de especificidad (izquierda, en el blanco, derecha);
7 categorías; 13 categorías y un contínuum. La precisión de la tarea de seguimiento
bajo estas condiciones (por lo que respecta a los dos niveles de dificultad de la
tarea) indica bastante claramente que la tarea mejora con el número de categorías
de información (una mayor especificidad), y esta mejora toma una forma acelera­
damente negativa en tareas de dos niveles de dificultad. Aunque los resultados
de otros estudios no resultan tan evidentes, estas pruebas nos permiten suponer
que, en una tarea de seguimiento, las funciones de control intermedias son
facilitadas mediante la presentación de una información más específica, antes
que menos específica, en el dispiay.

Ruido visual en los displays de seguimiento

El ruido en un dispiay visual (tal como el CRT) es una perturbación


visual en el dispiay. tanto en el fondo como en la diana y en las señales de
respuesta. Cualquier variedad de ruido origina una degradación en la tarea de
seguimiento. El efecto sobre una tarea de seguimiento ejercido por el ruido de
fondo en un dispiay CRT fue investigado por Wolf y Green 3i variando la densidad
de blips blancos (algo parecido a los círculos que forman una diana) sobre fondo
negro. Sobre la base de su investigación resulta evidente que, aunque al aumentar

203
D ire c c ió n de l error

continua de la magnitud del error

Fig. 8.19. D isp la y s com pensatorios utilizados en un estudio acerca de los efectos de
la e specificidad del feedback de una información errónea y la realización de una tarea
utilizando tales displays. El feedback del error se presentaba m ediante el empleo de
luces (3, 7, 13 y continuas). (Se gú n Hunt.13)

los niveles de ruido (en este caso la densidad) suele originarse una degradación
de la realización, la degradación fue particularmente notable en tiempos de
exposición corta, pues cuando el tiempo de exposición es largo, el tiempo que
permite una observación más detenida es suficiente como para superar algunos
de los efectos adversos del ruido.
Los efectos del ruido visual bajo la forma de perturbaciones de las señales
del display se documentan mediante los resultados de un estudio hecho por
Howell y Briggs 18 y aparecen en la figura 8-20. Esta investigación se centraba

A m p l it u d d e i ru id o v is u a l
(desviación media, en puigadas, de las perturbaciones
de la señal del display!

Fig. 8.20. E fe cto s, so b re un tracking, de ruido v is u a l en form a de perturbaciones de


s e ñ a le s de e rro r £ en un tra ck in g c o m p e n sa to rio y d e s e ñ a le s d e input I y respuesta R
en un tra ck in g de se gu im ie n to . L as lin e a s m u e stra n la re a liz a c ió n de !a tarea cu an do
la se ñ a l in d ic a d a (E, i o R) s e o rigina b a para d e sv ia rla de s u p o s ic ió n «verdadera».
(S e g ú n H o w e ll y B r ig g s .18 C opyright 1959 A m e r ic a n P s y c h o lo g íc a l A s s o c ia tio n , re p ro­
d u c id o co n p e rm iso .)

204
en las perturbaciones en una trayectoria de seguimiento de la señal de input I, la
señal de respuesta R, de ambas / y R, y una trayectoria compensatoria del
error E. La amplitud de las perturbaciones ocasionadas por el ruido fue tal que,
en los tres niveles de ruido utilizados, la desviación media de las señales pro­
ducida por el ruido fue de 0,03, 0,05 y 0,11 pulgadas, respectivamente. El hecho
más evidente que se desprende de la figura 8-20 es que la tarea de seguimiento
no resultó muy afectada cuando el ruido visual fue solamente el de la señal de
respuesta R; al parecer, la información del feedback codificada visualmente
(la señal de respuesta) resulta menos crítica para el operador que el input de
información. Se ha supuesto que sujetos experimentados en tareas de control de
posición pueden fiarse, en parte, de sus capacidades proprioceptívas {presión
y movimiento) como origen de feedback y, por lo tanto, pueden mantener un
grado razonable de realización.

Tipo de display: compensatorio y de seguim iento

La comparación que se ha hecho de tareas de seguimiento empleando


displays de seguimiento y compensatorio, no ha demostrado una superioridad neta
del uno sobre el otro. Más bien parece que efectuar el control humano con estos
dos tipos de displays tiende a ser algo variable con variables tales como el orden
de control y la naturaleza de la carrera que se sigue. En una investigación sobre
algunas de estas relaciones se alteraron las siguientes variables (Obermayer,
Swartz y Muckler25: 1) trayectoria de seguimiento y compensatoria, y 2) orden
de control, a saber: posición, velocidad media y aceleración. Tres de los criterios
de realización empleados eran particularmente pertinentes, a saber: el error
medio absoluto (EMA, diferencia media en pulgadas entre las posiciones de
output e input en el display), la media de la raíz cuadrada (mrc, raíz cuadrada del
error del display integrado al cuadrado, en pulgadas) y el tiempo del target
(TdT, tiempo en segundos que la corredera de regla estuvo en 1/10 de pulgada
del target).
En la figura 8-21 se dan algunas indicaciones sobre las interrelaciones
entre la forma de la trayectoria y los órdenes de control de la misma. Los resul­
tados proporcionados para los tres criterios resultan relativamente comparables:
el orden riguroso de realización de las seis condiciones fue esencialmente el
mismo para los tres criterios, siendo la mejor realización, por regla general, la
del .control de posición, la siguiente la dei control medio, y la más pobre la de!

Error medio absoluto Error de la media de la rate Tiempo para el objetivo (TET,
(EM A), pulgadas cuadrada (mrs), pulgadas time on target) segundos
0 0.050 0.100 0.150 0 0.050 0.100 0.150 0.200 300 350 400 450 500 550
~r
Control de posición

Control de la veloc. medía

Control de aceleración
>x->x*x*x*x*x*x
0 0.050 0.100 0.150
Bueno Ipulg.) • . malo
Tracking seguim. r "1 Tracking compensatorio

Fig. 8.21. R e aliza ción de una tarea, m e dia n te t re s crite rio s, s o b re ta re a s de tra ck in g de
s e g u im ie n to y co m p e n sa to rio , con ó rd e n e s de p o sic ió n , ve lo c id a d m e d ia y con trol de
a ce le ra ció n . (Según O b e rm a ye r. Sw a rtz y M u c k ie r , 25 fig. 1. C o p y rig h t 1961 A m e ric a n
P sy c h o lo g ic a l A sso c ia tio n , reproducido con p e rm iso .)

205
control de aceleración. Sin embargo, aunque no hubo diferencias importantes en
cuanto a la realización del control de posición o bien del control medio entre
una trayectoria de seguimiento y una compensatoria, por lo que respecta al control
de aceleración la trayectoria compensatoria fue mucho mejor que la trayectoria
de seguimiento.
La complejidad de las tareas de seguimiento aumentan al introducir un
par de nuevas variables en este lío, en particular la frecuencia del input (es decir,
la frecuencia de cambios en la carrera del blanco, sobre todo en el caso de
inputs senoidales) y la amplitud del input. Con todo, no vamos a entretenernos
con la naturaleza específica de las ¡nterrelacíones de tales variables en cuanto
influyen sobre las realizaciones.
Al sopesar los resultados de los estudios hechos con trayectoria de
seguimiento y compensatorias, parece ser que, en la mayoría de condiciones
experimentales, son preferibles los displays de seguimiento, pero la elección real
de un display determinado debe hacerse a la luz de la clase de información
exigida por el operador. Por ejemplo, si los inputs son de frecuencias muy bajas,
los displays compensatorios pueden representar una cierta ventaja.

Factores de control que influyen sobre el control del sistema

Si bien admitimos que las combinaciones de displays y controles se


interrelacionan para influir sobre el control humano de los sistemas, hay ciertas
características específicas de los controles que poseen una conexión casi directa
sobre la realización, ya sea debido a las exigencias físicas o psicomotrices de
su ejecución, ya sea debido a la naturaleza del feedback que producen.

Feedback ¡ ( „ V , •’

La operación de los mecanismos de control puede proporcionarle al


individuo cualquiera de los dos tipos de feedback. El que llamamos feedback
intrínseco es el que el individuo nota directamente al operar el instrumento, tal
como puede ser la amplitud de movimiento del control o la presión exigida para
efectuar el movimiento, incluyendo el «sentir» del control. El segundo tipo de
feedback — al que llamaremos extrínseco — es aquel que es notado gracias a
alguna información «externa» que indica las consecuencias de la acción de control,
como puede ser el observar el output del sistema sobre algún tipo de display.
o bien el observarlo directamente (sería el caso del movimiento de un automóvil),
o prestando oído atento a una serie de. sonidos (como los procedentes de una
háquina o de un vehículo). Algunas formas de feedback intrínseco recibidas de la
operación de controles pueden proporcionar sugerencias útiles, mientras que otras
formas pueden proporcionar información falsa y dar como resultado una degrada­
ción por lo que respecta al funcionamiento del sistema. El problema de los
diseñadores consiste en elegir o diseñar aquellos displays que proporcionen
los tipos de feedback que mejorarían el rendimiento del sisf ;ma, o que, como
mínimo, no tendrían efectos perniciosos. Aunque aquí no es factible incluir un
tratamiento comprehensivo de tales feedbacks, explicaremos algunos aspectos
relacionados con las características del control.

Tipos de controles y su s f e e d b a c k s ^ ''< ? <»••>»e-«-*oo

El grado de «efecto» de los instrumentos de control sobre el output que


controlan, puede ser una función de cualquiera de los dos tipos de input sumi­
nistrado al aparato. Uno de éstos es la cantidad de desplazamiento del control
(tal sería el total de la depresión de un pedal de freno o el grado de giro de u¡\

206
1

o í .,í ,;

la)

(b !

Fig. 8.22. Ilustración de un con trol de palanca de mando isotónica de dos ejes (de
p osición libre o de d e sp la za m ie n to ) y de u n co n tro l de palanca de m ando isom ètrica
(de fuerza o de presión). (F o t o g ra fía s por c o rte sia de M e a su re m e n ts Syste m s, ine.,
Norwalk. Conn.)
volante). El otro es el total de fuerza aplicada a un control, ya que algunos contro­
les de desplazamiento (también denominados «controles de posición») virtual­
mente no ofrecen resistencia; tienen controles isotónicos o de posición libre y el
único tipo de íe e d b a ck que proporcionan es el total de movimiento del miembro
del cuerpo en cuanto está fundamentalmente sensibilizado por los sentidos a n e s­
tésicos. Otros controles de desplazamiento ofrecen alguna forma de resistencia
y exigen algún grado de fuerza para ser operados. Tales controles proporcionan
combinaciones variadas de total de movimiento y feedback de presión. En la
figura 8-22 (a) aparece un ejemplo de un control de palanca de mando en posición
libre (isotónica). En la figura 8-22 (b) hay un ejemplo de una fuerza o de un control
de presión (isomètrico). En tales controles, el output está relacionado con la
cantidad de fuerza o de presión que se aplica al control, y abandonar el control
reduce el efecto a cero. El fe e d b a ck que recibe el operador desde los controles
operados mediante fuerza (isométricos) procede del «sentir» de la resistencia del
contro!, puesto que se le aplican cantidades variables de fuerza. En la práctica,
la mayoría de instrumentos de control participan de ambos tipos, ya que, por lo
general, comprenden algún tipo de movimiento y algún tipo de fuerza a fin de
superar la resistencia que encuentren en los controles.

R e s is t e n c ia e n le s co n tro le s

Todos los instrumentos de control tienen algún tipo de resistencia, aunque


en los casos de controles de posición libre (isotónicos) ésta es virtualmente
negligible. Naturalmente, la resistencia puede servir como origen de un feedback,
pero el feed b a ck procedente de algunos tipos de resistencia puede resultarle útil
al operador, en tanto que el procedente de otros tipos de resistencia puede
ejercer un efecto negativo. No obstante, en algunas cricunstancias el diseñador
puede proyectar o elegir aquellos controles que posean características de resis­
tencia que reduzcan cualquier efecto negativo posible y que, en la medida de lo
posible, mejoren cualquier tipo de operación. Esto puede hacerse de muchas
maneras, como, por ejemplo, mediante servomecanismos, mediante energía hidráu­
lica o cualquier otro tipo de energía, o mediante eslabones mecánicos.
Los tipos de resistencia fundamentales se ilustran en la figura 8-23 y se
describen a continuación.

Resistencia elástica Fricción estática Inercia


y de culombio
y viscosidad

Fig. 8.23. Ilustración de determ inados tip os de resistencia en in stru m e ntos de control,
en su relación con las variables de movimiento.

— Fricción estática y de culombio: La fricción estática, la resistencia ai


movimiento inicial, es máxima cuando se inicia el movimiento pero disminuye en
seguida. La fricción de culombio (deslizante) continúa como una resistencia frente
al movimiento, pero esta fuerza de fricción no está relacionada ni con la velocidad
ni con el desplazamiento. Con un par de excepciones posibles, tanto la fricción
estática como la de culombio tienden a originar una degradación en las realiza­
ciones humanas. Esto se debe, esencialmente, a una función del hecho de que

208
no existe una relación sistemática entre tal resistencia y cualquier aspecto del
movimiento de control, tal como el desplazamiento, la velocidad o la aceleración;
por tanto, no puede producir ningún feedback significativo para el operador del
movimiento de control. Por otra parte, tal fricción puede presentar las ventajas de
reducir la posibilidad de activación accidental y de ayudar a mantener el control
en su sitio.
— Resistencia elástica: Tal resistencia (como en los controles provistos
de muelle) varía con el desplazamiento de un instrumentó de control (a mayor
desplazamiento, mayor resistencia). La relación puede ser lineal o no lineal. Una
de las ventajas más importantes de la resistencia elástica (como en los controles
provistos de muelle) es la de que, por lo general (pero no siempre), sirve de
origen a un feedback útil, debido quizá a que el feedback de desplazamiento posee
alguna relación sistemática con la resistencia. Ai diseñar un control que tenga
un gradiente distinto de resistencia en posiciones críticas (por ejemplo, cerca de
la terminal) pueden obtenerse mejoras adicionales. Además, tal resistencia
permite cambios repentinos de dirección y el regreso automático a una posi­
ción neutra.
— • V iscosid ad (Viscous damping): Es originada por una fuerza que opera
oponiéndose a la del output. pero que es proporcional a la velocidad del output.
En general ejerce el efecto de ayudar a realizar un control suave, sobre todo en
lo que hace referencia a mantener una media de movimiento predeterminada.
Sin embargo, al estar relacionado el feedback con la velocidad y no con el des­
plazamiento, es probable que no resulte fácilmente interpretable por los opera­
dores. Con todo, tal resistencia contribuye a reducir la activación accidental.
— Inercia: Es la resistencia al movimiento (o cambio de dirección del
movimiento) originada por la masa (peso) del mecanismo implicado. Varía en
relación a la aceleración. Por lo general, contribuye a un control suave y reduce
las posibilidades de una activación accidental. Sin embargo, debido a las fuerzas
necesarias para vencer la inercia, complica el proceso de cambio de direcciones.
Su uso se aconseja, sobre todo, cuando está implicada una fricción pesada en un
control; en tai situación la inercia compensa, con toda probabilidad, la fricción
de arrastre.

Las relaciones que acabamos de mencionar aparecen ilustradas en la


figura 8-23. En el caso de una palanca de mando centrada mediante un muelle
(un caso de control con resistencia elástica), el total de desplazamiento de la
palanca es directamente proporcional al total de fuerza aplicada (es decir, la
resistencia que es vencida). En una palanca de control de viscosidad, la fuerza
aplicada producirá una velocidad angular de la palanca proporciona! a la fuerza y,
a su vez, un desplazamiento de la palanca que es proporcional a la integral tiempo
de la fuerza. Con un control de alta inercia, la aceleración de la palanca será
proporcional a la fuerza aplicada; por lo tanto, su desplazamiento será propor­
cional a la segunda integral de (a fuerza aplicada. Cabe comprobar entonces que
ciertos instrumentos, en razón de ia interacción con las fuerzas que se le aplican,
pueden ejercer efectos de integración cuando se los utiliza.
Capacidad de las personas para juzgar la resistencia. Prescindiendo
de qué tipo de resistencia es intrínseca al mecanismo de contro!, si ha de em­
plearse como origen de un feedback útil, las diferencias significativas en cuanto
a resistencia han de ser tales que puedan distinguirse los distintos grados de
presión correspondientes. Tales distinciones fueron el centro de interés de una
investigación llevada a cabo por Jenkins,20 con tres tipos de controles de presión,
a saber; una palanca, un volante y un pedal (como el control de vuelo de un
avión). Después de un tiempo de entrenamiento y práctica para reproducir fuerzas
específicas, cada sujeto realizó una serie de intentos, y luego se compararon
mediciones de ia presión rea! ejercida con las presiones que ios sujetos intentaron
reproducir. En la figura 8-24 aparecen los límites de diferencia en libras de presión
para ios diversos tipos de controles. Puesto que el límite diferencial es la dife-

2 09
renda media que a duras penas puede detectarse, dos presiones tienen que
diferenciarse por una cantidad superior a la del límite detectado para que
parezcan diferentes. El descenso sistemático de todas las curvas entre las 5 y
las 10 libras implica que, si han de usarse las diferencias de presión como
f e e d b a c k en la operación de instrumentos de control de los tipos empleados, las
presiones utilizadas, preferiblemente, deberían estar alrededor o por encima de
estos valores (y quizá más por lo que respecta a los pedales debido al propio peso
del pfe). El experimentador sugirió que. si se hacían variadas distinciones de los
niveles de presión, el equipamiento debería prever un amplio espectro de pre­
siones hasta las 30 o 40 libras. Más allá de estas presiones, aumenta la proba­
bilidad de fatiga y también la probabilidad de una operación más lenta.

Fig. 8.24. Lím ites de diferencia para tres instrum entos de control y para d ive rsas
p re sio n e s que debían s e r reproducidas. (Límite e s la d esviación estándar dividida por
la presión estándar.) (Se g ú n je n kin s.25)

Presión y desplazamiento com o sugerencias de feedback

Cuando no se utiliza la visión como origen de feedback (o por lo menos


no como la fuente predominante), le resultaría útil al diseñador saber la utilidad
relativa de las informaciones proporcionadas por la presión y ei desplazamiento,
ya sea por sí solas o en combinación. Con todo, las pruebas con respecto a su
combinación no parecen muy fiables. Al revisar el uso de diferentes tipos de
controles en tareas de seguimiento, Ziegler y Chernikoff35 citan algunos estudios
en los que los errores fueron de menos bulto con los tipos de controles de presión
que con los controles de desplazamiento (por ejemplo, los que se mueven libre­
mente). En su propio estudio, Ziegler y Chernikoff encontraron un tipo de palanca
de presión que Ies resultó dar un error medio algo más bajo que el tipo de
palanca de desplazamiento en una tarea de seguimiento de tercer orden. Burke
y Gibbs 7 también observaron resultados parecidos en una tarea de seguimiento
de posición (orden cero); sin embargo, en un análisis de errores en relación con
la ganancia (por ejemplo, proporciones desplazamiento-fuerza que variaban) se
halló que se cometían m enos errores con proporciones bajas, esto es, cuando
fuerzas m ayores estaban relacionadas con un desplazamiento dado. Naturalmente,
este resultado se encadena a los resultados constatados por jenkins 20 tai como
se mostraron anteriormente en la figura 8-24, que indicaban que las diferencias
entre fuerzas pequeñas no podían distinguirse con fiabilidad mediante, tan sólo,
el feedback de presión.
Por otra parte, los resultados de otros estudios demuestran que el
desplazamiento (amplitud de! movimiento) como origen de feedback tiende a ser

210
superior a la presión. Sin embargo, tales estudios se han basado, por regla general,
en tareas de posición (en las que el control sirve para mover el elemento
controlado hasta una situación o posición determinada), antes que en tareas de
seguimiento. Por ejemplo, en un estudio efectuado por Weiss 33 sobre movimientos
de posición ciegos, se halló que la distancia que recorría la palanca (amplitud)
proporcionaba datos mejores para situar en una posición precisa la palanca, que
ios proporcionados por la presión (fuerza). Los errores de posición, sin embargo,
eran mayores en los movimientos cortos que en los largos. Otra investigación
(Bahrick, Bennett y Fitts *) tendía a confirmar estas sospechas al demostrar que
ios cambios en la fuerza de torsión (la fuerza de torsión aumenta a medida que
continúa el movimiento) contribuían a precisar la posición por lo que respectaba
a los movimientos cortos (recorridos angulares de 17,5 y 35°), pero no en lo que
hacía referencia a movimientos más largos (70°).
Es más, en otro estudio se encontró que los cambios en la amplitud dei
movimiento afectaban de modo significativo la realización sólo cuando los efectos
de la fuerza eran altos, y no cuando eran bajos; y que cambios en ios efectos de
la fuerza afectaban la realización solamente cuando la amplitud era elevada, pero
no cuantío era baja (Briggs, Fitts y Bahrick5). Se propuso que e! efecto combinado
de desplazamiento y fuerza se expresara mediante la siguiente proporción:

AF
F(AD)

donde A F es la fuerza relacionada con un cambio de desplazamiento dado AD,


y F es la fuerza terminal exigida para alcanzar el desplazamiento. A su vez,
Burrows 8 apunta los complicadísimos efectos de las características dinámicas del
elemento controlado sobre el ieedback que el operador recibiría (ai menos en el
caso de sistemas complejos) como un factor potencíalmente limitador en el uso
de tal feedback en ¡as operaciones de control.
Resulta, pues, evidente que hay numerosas piezas omitidas y confusas
en este rompecabezas. Al pasar por el tamiz algunas de estas pruebas, unas pocas
conclusiones parecen seguras. Para empezar, parece evidente que no existe una
superioridad clara y consistente de un tipo de feedback sobre otro, ¡o que hace
suponer que cada uno puede tener su utilidad en determinadas clases de circuns­
tancias de control. Por ejemplo, tal como se ha indicado anteriormente, los
controles de presión pueden resultar más útiles en determinados tipos de tareas
de seguimiento continuo que en tareas de posicionamiento (pero no puede afir­
marse que todas las tareas de seguimiento debieran de realizarse con un tipo de
Control de presión). Y en cualquier caso, ios controles de presión quizá debieran
ser usados solamente cuando los datos del feedback de presión mantuviesen
unas relaciones razonablemente sistemáticas con los cambios en la variable
controlada. Con todo, si se ha de utilizar un control de presión en forma de
palanca, la fuerza que se ha de vencer tiene que ser de alguna importancia (la
ganancia, o sea la proporción desplazamiento-fuerza, ha de ser baja) para que
el feedback pueda ser de mayor uso. Puesto que tales fuerzas pueden provocar
la fatiga (si los controles se emplean continuamente), cabe adoptar la sugerencia
de Burke y Gibbs T de emplear un control no lineal con una fuerza más baja
exigida por los desplazamientos extensos.
Veamos ia otra cara de la moneda. Si han de utilizarse controles móviles,
se ha de saber de antemano que la distancia del movimiento no es una fuente
muy fiable de feedback cuando el total de desplazamiento es limitado. Todo esto
contribuye a la noción de que, por lo que respecta a algunas finalidades de control
de posición convencional (en cuanto contrastan con las tareas de seguimiento),
puede representar una cierta ventaja una combinación de fuerza y feedback de
desplazamiento, ai emplear, predominantemente, los datos de presión para movi­
mientos limitados del elemento controlado y los datos de desplazamiento para
movimientos más extensos. Recordando las observaciones de Burrows 8 sobre el

211
vacío insondable de conocimientos acerca de los efectos de diversos tipos de
feedback de control, probablemente se pueda afirmar que, excepto las informa­
ciones complicadas de la presión, ningún tipo de feedback (ya sea presión o
desplazamiento) en combinación con el otro parece afectar la operación de una
forma adversa. Aunque pueden plantearse problemas sobre si, con movimientos
largos, la combinación facilita realmente la realización sobre cada uno indepen­
dientemente, las referencias de los pilotos y otros conductores de vehículos en
cuanto a «sentir» el instrumento de control parecen implicar la deseabilidad de,
como mínimo, tener un tacto moderado en tales mecanismos.

Retraso de la respuesta en los sistem as

Virtualmente, al operar cualquier sistema siempre hay algún retraso en la


respuesta del sistema que sigue al suministro del input por parte del operador.
En realidad, hay, como mínimo, un par de tipos de retraso. El retraso de transm isión
hace referencia a un desfase constante entre input y output; el output es idéntico
al input, pero simplemente le sigue, de forma transitoria, después de un intervalo
de tiempo constante. El retraso exponencial, por otra parte, hace referencia a la
situación en que el output sigue, en esencia, a una función exponencial que
sigue a un input de paso.
Aunque algunos estudios sobre los efectos del retraso en tareas de
seguimiento nos indican que un retraso apreciable lleva consigo una degradación
en la ejecución de la tarea (Levine y Wallach 21y31), tales efectos no son univer­
sales. De hecho, en algunas circunstancias se ha observado que ejercían un efecto
de facilitar la tarea, con estos efectos diferenciales particularmente relacionados
con la proporción control-display que se esté utilizando. La proporción control-
display {proporción C/D) es la proporción de la cantidad de movimiento del aparato
de control relacionada con la cantidad de movimiento correspondiente del display.
La figura 8-25 ilustra tales relaciones y en ella aparecen datos sobre las rela­
ciones entre el retraso en tiempo y el TeT (tiempo en el target) en ocho sujetos.
Nos demuestra que con proporciones C/D altas (1:6 y 1:3, movimiento limitado
del display en relación al movimiento del control) un mayor tiempo de retraso
del C/D origina, aparentemente, una degradación en la realización de una tarea
de seguimiento compensatoria, mientras que con proporciones C/D bajas (un

Fig. 8.25. R e la cio n e s entre el tiem po de retraso del control d isp la y (C /D ) y el

4
porcentaje m ed io del tiem po em pleado en co n se guir el objetivo (TeT) por lo que
respecta a su je to s que em plearon d iv e rsa s proporciones C / D en una tarea de tracking
com pensatorio. En retrasos largos (com o op u e sto s a los cortos), las proporciones
altas C / D (1:3 y 1:6) dieron com o resultado una degradación de la realización, m ientras
que las p rop orcion e s bajas C / D (1:15 y 1:30) dieron com o resultado una mejora de
la tarea. (S e g ú n Rockway.27)

212
considerable movimiento del display con relación ai movimiento del control), los
retrasos más prolongados no son importantes y, de hecho, estaban incluso
relacionados con mejoras en la ejecución de la tarea (sobre todo con una
proporción 1:30).
Quizás ha habido una tendencia a considerar como indeseable cualquier
retraso entre control y display, los resultados, sin embargo, sugieren que, por lo
que respecta a un retraso de tiempo exponencial, el principio más apropiado
sería el de que el retraso óptimo entre control y display depende, entre otras
cosas, de la magnitud del cambio del display producida por un input del control
determinado (Rockway27).
Anticipación del input. En algunas circunstancias, el operador puede
anticipar cambios del input, como sucede cuando se ve por delante la carretera
por la que se conduce. En otras circunstancias, cuando tal vez no haya ningún
avance de información disponibie, el operador puede ser capaz de deducir la
naturaleza de señales futuras basándose en sus experiencias pasadas, como
sucede cuando una persona aprende a esperar un intervalo de tiempo entre una
señal de aviso y la siguiente señal respecto a la cual deberá reaccionar, o cuando
(en una tarea de seguimiento) existe un input sistemático como podría ser una
onda senoidal. A este tipo de circunstancia, Poulton26 la denomina anticipación
perceptiva.

Retroceso

El retroceso en un sitema de control es la tendencia de la respuesta de!


sistema a invertirse cuando se detiene un movimiento de control y, por lo general,
los operadores no se desenvuelven bien en tales situaciones. Este efecto se
ilustró mediante los resultados de una investigación realizada por Rockway y
Franks,29 al utilizar una tarea de control bajo condiciones variables de retroceso
y de ganancia de display (que es, en esencia, !a recíproca de la proporción C/D).
Los resultados demuestran que !as ejecuciones se deterioraban a! aumentar el
retroceso en todas las ganancias de display, pero que se acentuaba en las ganan­
cias elevadas. Las implicaciones de tales resultados son que, si resulta muy
indicada una elevada ganancia de display (como puede suceder, por ejemplo,
en un avión de alta velocidad), el retroceso debería minimizarse a fin de reducir
los errores del sistema; o, a la inversa, si no resulta práctico reducir el retroceso,
la ganancia del display debería ser la más baja posible, también para reducir los
errores procedentes de la operación deí sistema.

Espacio muerto

El espacio muerto en un mecanismo de control es la cuantía de movi­


miento de control que no produce ningún movimiento del aparato que ha de

Fíg. 8.26. R e la c ió n e n tre e s p a c io


m u erto en un m e c a n is m o d e c o n tro l y
tra ck in g p o r lo q u e re sp e c ta a d ive r­
E s p a c io m u e r t o {g r a d o s d e m o v im ie n t o fibre s o s n iv e le s de s e n s ib ilid a d de! control.
d e la p a la n c a d e m a n d o i (S e g ú n R o c k w a y .2s)

213
controlarse. Es prácticamente inevitable que exista algún espacio muerto en un
aparato de control. El espacio muerto de cierta importancia afecta, por lo general,
a la realización de la tarea de control, pero ahí, nuevamente, la cuantía del efecto
está relacionada con la sensibilidad del sistema de control, como se indica en
la figura 8-26 (Rockway 2‘). Cabe observar que la realización de una tarea de
seguimiento se deterioraba con aumentos del espacio muerto (en grados del movi­
miento de control que no producía ningún movimiento en el aparato controlado),
pero el deterioro era menor en sistemas menos sensibles (proporciones C/D
más elevadas) que en sistemas más sensibles (proporciones C/D más bajas). Esto,
naturalmente, nos lleva a suponer que el espacio muerto puede, en parte, ser
compensado buscando relaciones C/D menos sensibles.

214
9. Controles, herramientas e instrumentos
afines

El ser humano ha demostrado un ingenio asombroso en diseñar instru­


mentos para conseguir resultados con menos apuro y sudor. Por ejemplo, diversos
tipos de herramientas manuales ya habían sido inventadas por el hombre prehis­
tórico. Las herramientas manuales (las de entonces y las de hoy) son, en esencia,
extensiones de las extremidades superiores. Algunas de las máquinas de los
tiempos más actuales cumplen con mayor eficiencia las funciones que anterior­
mente se realizaban a mano (o con ¡a mano y utilizando herramientas manuales),
mientras que otras logran cosas que anteriormente no podían conseguirse. En
cualquier caso, la mayoría de las máquinas requieren un control a través de algún
instrumento, tal como volantes, pulsadores o palancas, pero estos instrumentos
no son «extensiones» de las extremidades (como en el caso de las herramientas
manuales), sino que exigen diversos tipos de acciones psicomotrices por parte
de quienes las operan. Tanto en el caso de las herramientas como en el de los
instrumentos de control, su diseño debería ser tal que completase dos objetivos
relacionados. En primer lugar, la herramienta o instrumento ha de ser capaz de
desempeñar su función de una forma eficaz cuando la empleen sus usuarios. En
segundo lugar, ha de ser adecuada al uso humano por lo que hace referencia a las
capacidades sensoriales, psicomotrices y otras, así como a las características
antropométricas de los usuarios. Generalmente, estos dos objetivos son compa­
tibles en el mismo diseño, puesto que el instrumento que las personas pueden
utilizar mejor es, normalmente, aquel que más bien desempeña su función.
Al considerar en especial las capacidades psicomotrices y las caracterís­
ticas antropométricas de las personas en función de su posible importancia para
el diseño de controles y herramientas, sin embargo, el diseñador puede, bajo
circunstancias distintas, considerar estos factores desde dos puntos de vista
diferentes. En algunas circunstancias cabe interesarse fundamentalmente en la
disposición de diferencias individuales con alguna característica determinada,
como sería el caso de diseñar para individuos considerados extremos (tales como
el más bajo, el más ancho, el más pesado o el más pequeño). En otras circuns­
tancias, sin embargo, el diseñador puede interesarse fundamentalmente por las
diferencias medias, como la realización media de una tarea a cargo de grupos de
personas que utilizan un instrumento en vez de otro (tal como una palanca corta
ve rsu s una larga) o bien un instrumento en una situación v e rsu s el mismo en otra.
Las comparaciones de tales diferencias medias colaborarían en la selección de
la característica en cuestión (por ejemplo, el tipo de dispositivo, su situación, etc.)
que, por lo general, parezca mejor por lo que respecta a las consideraciones
humanas.
Las explicaciones que siguen se concentrarán en los diversos tipos de
controles y sus usos, ciertos principios y conceptos implicados en su utilización,
y unos cuantos datos procedentes de investigaciones que relacionan el uso de

215
controles y herramientas. Lejos de nosotros el intento de recitar una serie com­
prensiva de recomendaciones respecto al diseño de características específicas de
tales instrumentos, aunque una serie parcial de tales recomendaciones aparece
en eL apéndice B.

Funciones de los controles

Los controles son instrumentos que transmiten información sobre algún


mecanismo o sistema. El tipo de información así transmitido puede caracterizarse
en términos de ciases de información relacionada con los displays, tal como se
explicaba en el capítulo 3. Los tipos de información relacionados con las diversas
funciones de control se citan a continuación:

Tipo de función de control Tipo de inform ación relacionada

A ctivación (generalm ente on-off) C on d ición (dicotòm ica)

P o sició n de montaje discreta (en cualquier C ond ición (indicaciones d iscretas)


p o sició n discreta, separada) Cuantitativa
A v is o y señal

M ontaje cuantitativo (montaje de un control Cuantitativa


en cualquier posición a lo largo de un con­
tinuo cuantitativo)
C ontrol continuo Cuantitativa
Cualitativa
Figurativa

Entrada de datos (como en m áquinas de es­ Alfanum èrica


cribir, com putadoras, pianos) Sim b ólica

La información relacionada con cualquier función de control dada puede


presentarse en un display „ o bien puede manifestarse en la naturaleza de la
respuesta del sistema. De paso puede decirse que la respuesta del sistema y el
control guardan un paralelismo con e! acertijo del huevo y la gallina, puesto que
en algunas circunstancias la acción de control se lleva a cabo siguiendo las
indicaciones de la respuesta del sistema (como el hecho de girar levemente el
volante si el coche va pisando la línea continua), mientras que en otras circuns­
tancias la acción de control se lleva a cabo a fin de obtener alguna respuesta
del sistema, predeterminada y deseable (como el hecho de montar un control de
temperatura en un horno). Podría añadirse que en tales comparaciones con el
acertijo «¿qué fue primero?» a veces hay algo más de complicación puesto que
algunos controles doblan su función, ya que también sirven como displays para
indicar la respuesta del sistema, como en el caso de conmutadores de selección
y controles de volumen.

Tipos de control relacionados con las funciones

Ciertas funciones de control pueden realizarse con mayor efectividad


mediante algunos tipos de controles que con otros. La tabla 9 1 presenta una lista
de algunos de los más corrientes, anotando las funciones de control para las que
cada tipo parece indicado. Algunos de estos tipos de controles aparecen ilustrados
en la figura 9-1, junto con las funciones de control para las que pueden emplearse.

216
Tabla 9-1. Tipos comunes de controles y funciones de control que pueden cumplir

Situación Situación Control Entrada


Tipo de control Activación discreta cuantitativa continuo de datos

Pu lsad or manual X
P u lsad or de pie X
Interruptor X X
Se le cto r giratorio X
M ando X X X
Palom illa X X X
M a n ive la X X
Volante X X
Palanca X X
Pedal X X
Teclado X

Aunque un tipo general puede considerarse más apropiado para una función
determinada, la utilidad específica de una variante particular de este tipo para una
aplicación específica puede resultar influida por características tales (si es que
son importantes) como identificación, situación, tamaño, proporción control-d/sp/ay,

Fig. 9.1. Ejem plos de a lgu n o s tipos de instrum entos de control y s u s usos.

217
resistencia, retraso, retroceso, media de operación y distancia de movimiento.
Algunas de estas características fueron mencionadas en el capítulo anterior;
algunas de las restantes se explican a continuación.

Identificación de controles
Aunque la identificación correcta de ios controles no es realmente crítica
en ciertas circunstancias (como al operar una máquina de! «millón»), existen
algunas circunstancias operativas en las que la identificación rápida y correcta es
de la mayor trascendencia, e incluso puede ser asunto de vida o muerte. Por
ejemplo, McFarland“ (pp. 605 a 608) cita casos y estadísticas relativas a acci­
dentes de aviación que fueron atribuidos a errores a! identificar instrumentos de
control. Por ejemplo, se dijo que la confusión entre los controles del tren de
aterrizaje y los alerones fue la causa de más de 400 accidentes de las Fuerzas
Aéreas en un período de 22 meses durante la segunda guerra mundial. En relación
con tales tipos de circunstancias, es cuando resulta importante la identificación
del control.
La identificación de los controles es, sobre todo, un problema de codifi­
cación y ios métodos primarios de codificación incluyen forma, textura, tamaño,
situación, método operacional, color y rótulos. (Puesto que en los capítulos 3 y 4
ya explicamos forma, textura, tamaño, color y códigos alfanuméricos, no hablare­
mos de ellos en este capítulo.) Por lo general, la utilidad de estos métodos se
valora mediante criterios como el número de diferenciaciones visibles que se
pueden hacer (como, por ejemplo, el número de formas que se pueden identificar),
bits de información y precisión en cuanto a su uso y a su velocidad.

Codificación de la situación de los controles

Siempre que trasladamos el pie del pedal del acelerador al del freno,
cuando buscamos el conmutador d e la luz a obscuras o empuñamos un control de
una máquina sin verlo, estamos respondiendo a una codificación de situación.
Pero si hay varios controles parecidos entre los que elegir, la selección de lo que
es correcto puede resultar difícil, a menos que estén lo suficientemente sepa-

Total de error especificado, cm

Fig. 9.2. Precisión en alcanzar a


ciegas unos interruptores (nueve d is­
puestos en hilera sobre una caja)
ubicados horizontal y verticalm ente
en cuatro situaciones. (Se gú n Fitts
y Crannell. citados por Hunt.“ )

218
rados como para que nuestro sentido cinestésico nos permita distinguirlos. Algunas
indicaciones al respecto proceden de un estudio hecho por Fitts y Crannell y
citado por Hunt,14 en el cual se pedía a sujetos con los ojos vendados que alcan­
zasen unos interruptores de palanca determinados que estaban situados en paneles
horizontales y verticales separados entre sí 2,5 crn. Los resultados más impor­
tantes aparecen resumidos en la figura 9-2, que muestra el porcentaje de intentos
errados medíante totales especificados cuando los paneles estaban en las posi­
ciones horizontal y vertical, a izquierda y derecha a partir de un punto central.
Las curvas indican claramente que la precisión fue superior cuando la posición de
los interruptores de palanca era vertical. Por lo que respecta a situaciones sobre
una disposición vertical, probablemente sería aconsejable una diferencia de 13 cm
para conseguir una posición razonablemente precisa. Puesto que el número de
errores desciende bastante al llegar a 6 cm, y puesto que estos errores se produ­
cen en ambas direcciones a partir del control, el promedio central de errores es
el doble de esta distancia,-'o sea 13 cm. Por lo que respecta a controles dispuestos
horizontalmente, debería haber unos 20 cm o más entre ellos, si deben recono­
cerse por su situación.

Método operacional para codificar controles

En lo que respecta al método operacional para codificar controles, cada


uno de ellos tiene su propio y único método de ser operado. Por ejemplo, un
control puede pertenecer a la variedad estirar-pulsar, y otro a una variedad gira­
toria. Cada uno podrá activarse sólo mediante el movimiento que le es único.
Es bastante evidente que este esquema sería inapropiado si existiese algún tipo
de prima sobre el tiempo para operar algún instrumento de control y en los que
los errores de operación son de considerable importancia. Cuando se utiliza tal
método, si es posible, es aconsejable que se utilicen las relaciones de compa­
tibilidad. En conjunto, este método de codificación debería evitarse, exceptuando
aquellas circunstancias particulares en las que parezca ser el único apropiado.

Explicación de los métodos de codificación

Al emplear códigos para la identificación de controles, pueden combinarse


dos o más sistemas de códigos. Estas combinaciones pueden utilizarse de dos
maneras. En primer lugar, cabe emplear las com binaciones únicas de dos o más
códigos para identificar instrumentos de control separados, como podrían ser las
combinaciones diversas de textura, diámetro y espesor mencionadas anterior­
mente (Bradley 4). Y en segundo lugar, pueden ser có d ig o s completamente redun­
dantes, como el hecho de identificar cada control mediante una forma distinta
y mediante un color distinto. Es probable que tal esquema sea el particularmente
indicado cuando la identificación precisa es especialmente crítica. Al explicar los
códigos, seríamos negligentes si no intentásemos clavar una pica en pro de la
estandarización en el caso de los controles que se emplean en los diversos
modelos del mismo tipo de equipamiento, como en automóviles y tractores.
Cuando los individuos tienden a pasar de una situación a otra de! mismo tipo
general, debería emplearse, en la medida de lo posible, el mismo tipo de codifi­
cación. De otro modo, sería probable que apareciese lo que conocemos como
«hábito de interferencia» (Weitz 33) y que las personas reviertan a sus modos de
respuesta previamente aprendidos. En relación con el uso de métodos de codifica­
ción de controles individuales, cabe hablar de unos cuantos principios generales
que nacen tanto de las investigaciones como de la propia experiencia. Algunos
de estos principios aparecen a continuación, con ios habituales avisos de precau­
ción acerca de las excepciones corrientes a los principios generales:I
I Forma y textura
Á C a r a c t e r ís t ic a s d e s e a b le s . 1} Ú t ile s allí d o n d e la ilu m in a c ió n s e a b aja
o b ie n d o n d e el in stru m e n to p u e d a id e n t ific a rs e y a c c io n a r s e m e d ia n t e e l

219
tacto, sin el uso de la visión; 2) pueden necesitar un suplemento de
identificación visual; 3) útil a la hora de estandarizar controles con el fin
de la identificación.
B Características no deseadas. 1) Limitación en cuanto al número de con
troles que puedan identificarse (menos por lo que respecta a la textura
que a la forma); 2) el uso de guantes reduce la discriminabilidad humana).
II Situación
A Características deseables. 1) Las mismas ventajas en cuanto a forma
y textura.
B Características no deseadas. 1) Limitación del número de controles que
puedan identificarse; 2) pueden aumentar las necesidades de espacio;
3) la identificación puede no resultar lo suficientemente segura (sería
aconsejable una combinación con otro esquema de codificación).
lil Color
A Características deseables. 1) Útiles en lo que respecta a la identificación
visual; 2) útiles a fin de estandarizar controles atendiendo a finalidades
de identificación; 3) número lo más moderado posible de categorías de .
codificación.
B Características no deseadas. 1) Debe ser visto directamente (pero puede
combinarse con algún otro método de codificación, como la forma); 2) no
puede utilizarse en malas condiciones de iluminación; 3) requiere per­
sonas con una visión correcta del color.
IV Rotulación
A Características deseables. 1) Que puedan identificarse en gran número;
2) no requieren mucho aprendizaje.
B Características no deseadas. 1) Deben ser vistos directamente; 2) no
pueden utilizarse en malas condiciones de iluminación; 3) pueden exigir
un espacio adicional.
V Método operacional
A Características deseables. 1) Por lo general no puede utilizarse en forma
incorrecta (generalmente, el control sólo puede accionarse de una manera);
2) puede aprovecharse de relaciones compatibles (pero no necesaria­
mente).
B Características no deseadas. 1) Debe probarse antes de saber si se ha
elegido el control correcto; 2) el diseño específico puede que deba incor­
porar relaciones incompatibles.

Proporción control-display

En las tareas de control continuo, o cuando se monta una disposición


cuantitativa con un instrumento de control, la proporción de movimiento del
instrumento de control respecto al movimiento del indicador del display (es decir,
el elemento controlado), se denomina proporción control-display (proporción (C/D).
El movimiento puede medirse en distancia (en el caso de palancas, d isplays
lineales, etc.), en ángulo o en número de revoluciones (en el caso de mandos,
volantes, displays circulares, etc.). Cuando no hay display, el movimiento del
display es alguna medida de la respuesta del sistema (como podría ser el ángulo
de giro de un automóvil). Un control muy «sensible» es aquel que obra un cambio
notable en el elemento controlado (display) con un leve movimiento de control;
su proporción C/D sería baja (un pequeño movimiento de control está relacionado
con un gran movimiento del display ). En la figura 9-3 aparecen ejemplos de
proporciones C/D altas y bajas.

220
Fig. 9.3. Ilustraciones generalizadas de proporciones altas y bajas de control-display
por lo que respecta a palancas y controles giratorios. La proporción C/D es una función
de enlace entre el control y el display.

Proporciones C /D y operación de control

La actuación de los seres humanos en lo que respecta al uso de instru­


mentos de control de montaje continuo o cuantitativo, con movimientos de
display relacionados, resulta distintamente afectada por la proporción C/D. Este
efecto no es simple, sino que más bien es una función de la naturaleza de las
actividades motoras humanas cuando utilizan tales controles. En sentido estricto,
hay dos tipos de movimientos humanos en tales tareas. En primer lugar, hay, en
esencia, un movimiento bruto de ajuste (el tiempo de trayecto o de deslizamiento)
en el que el operador lleva el elemento controlado (es decir, al indicador del
display) a la posición deseada aproximada. Este movimiento en bruto es seguido
por un movimiento preciso de ajuste, en el que el operador realiza un ajuste a fin
de llevar al elemento controlado justo a la situación deseada. (En realidad, estos
dos movimientos pueden no resultar identificables por separado, pero, por lo
general, hay algún tipo de cambio en la conducta motora a medida que existe un
acercamiento a la posición deseada.)

Proporciones C /D óptimas

La determinación de una proporción C/D óptima para cualquier control


continuo o control de montaje cuantitativo necesita tener en cuenta estos dos
componentes de los movimientos humanos. La naturaleza general de estas rela­
ciones se refleja en los resultados de los estudios efectuados por Jenkins y
Connor 15 y se ilustra en la figura 9-4, que muestra los aspectos esenciales de las
relaciones, a saber, que el tiempo de trayecto desciende notablemente al dismi­
nuir la proporción C/D y luego tiende a estabilizarse, y que el tiempo de ajuste
posee el modelo inverso. Por lo tanto, el óptimo se sitúa cerca del punto de
intersección. Dentro de esta disposición general, normalmente se minimizaría la
combinación de tiempo de trayecto y de ajuste. Los valores numéricos de las
proporciones C/D son, por supuesto, una función de la naturaleza física y de las
dimensiones de control y displays; la proporción C/D aplicable a la tarea de
controlar una grúa, por ejemplo, sería diferente de la que hay que aplicar en el
caso de un radar. No existen fórmulas que determinen qué proporción C/D sería
la óptima en unas circunstancias determinadas. Más bien esta proporción debería
determinarse experimentalmente para aplicarla al control y al display que se
estén diseñando.
Proporción control/cRspíay (proporción C IO )

Fig. 9-4. Relación entre ia proporción C/D y el tiempo de movimiento (tiempo del
trayecto y tiempo de ajuste}. Los datos pertenecen a un estudio efectuado por Jenklns
y Connor,15 pero las proporciones C/D específicas no son significativas fuera de aquel
contexto, por lo que las omitimos. Los datos, sin embargo, describen de forma típica la
naturaleza de las relaciones.

Aspectos del diseño de controles específicos

Los aspectos de los instrumentos de control explicados anteriormente


poseen algunas implicaciones generales por lo que respecta al diseño de un
control (consideraciones de identificación, resistencia, retraso, etc.), más que una
relación con tipos específicos de controles (aunque algunos de los aspectos
tratados tienen mucha más relación con las tareas de seguimiento de controles
que con los tipos restantes). No resulta adecuado ni factible explicar ni ilustrar
los muchísimos mecanismos de control que las personas ingeniosas han ¡do
inventando, pero puede resultar de una cierta utilidad et ilustrar con ejemplos el
principio de que los aspectos del diseño específico, tamaños y situación de
determinados tipos de tales dispositivos tienen una relación directa con la forma
en que las personas pueden utilizarlos para unas finalidades determinadas.

Selectores

En el caso que nos ocupa, en una investigación se hizo una comparación


sobre el empleo de cuatro tipos de selectores giratorios, preparados para poder
elegir entre tres números digitales y, por otra parte, para poder efectuar una
lectura de tres números digitales ya dispuestos en los cuatro selectores. Un tipo
de selector (1) fue un modelo de escala fija con un indicador móvil, como los que
aparecen en la figura 9-5; los otros eran modelos de escala móvil con indicadores

Fig. 9.5. Ilustración de e scala fija, selectores de indicador móvil, utilizados en un


estudio efectuado por Kole sn tk .52 Véase e! texto para la explicación. (Reproducido con
perm iso de Autote cn ics División. North Am erican Rockw elí Corporation.)

222
fijos y con 10, 3 o 1 posiciones visibles de la escala de 10. A continuación
presentamos algunos de los resultados obtenidos (Kolesnik ” ).

Tiempo medio Orden de Errores de


Tipo de selector de selección preferencia lectura
Escala fija 4,5 s 1 287
Escala móvil (10 dígitos) 5,4 s 3 135
Escala móvil ( 3 dígitos) 5,8 s 2 101
Escala móvil ( 1 dígito) 6,3 s 4 92

En la tarea de hacer seleccio n es de tres números dígitos especificados,


hubo poca diferencia en cuanto a precisión entre los cuatro estilos, pero la escala
fija dio como resultado tiempos más bajos de selección y fue la primera en cuanto
a orden de preferencia por parte de ios usuarios. Sin embargo, en cuanto a la
tarea de lectura de los valores de los tres dígitos que ios selectores indicaban,
obtuvo el mayor número de errores. Por supuesto, estas diferencias han de consi­
derarse desde el punto de vista del u so al que se destinan estos selectores.

M andos montados concéntricamente

A veces, las restricciones de espacio y otras consideraciones aconsejan


el uso de mandos de montaje concéntrico (o «condensados»), como el que aparece
dibujado en la figura 9-6. Pese a las ventajas posicionales de tales controles, hay
El espesor rto debe superar
1/4 de pulgada (0,6 cm| sí el diámetro
La distancia entre los bordes
es de unas 3 pulgadas (7.6 cm),
de los m andos no debe ser inferior
y si éste es el último mando
a 3/4 de pulgada (1,9 cm)

Ultimo mando:
N o inferior a media pulgada (1,3 cm)
se aconseja no superar
las 3 pulgadas (7,6 cm)
N o inferior a 5/8 de pulgada (1,6 cm)

M a n do medio:
de 1 1/2 a 2 1/2 pulgadas (3,8 a 6,3 cm),
aconséjase sobre las 2 pulgadas (5,0 cm)
Fig. 9.6. D im e n sion e s de m andos m ontados concéntricam ente y aptos para que los se re s
hum anos puedan distinguirlos mediante el tacto. (Se g ú n Bradtey.4)

también algunos inconvenientes posibles relacionados con ellos, sobre todo la


posibilidad de accionar mandos adyacentes en forma inadvertida. Si los mandos
son demasiado finos, los dedos pueden operar sobre el mando siguiente, y si la
distancia entre diámetros es pequeña, los dedos pueden accionar sin querer el
mando anterior. El problema, por lo tanto, es el de identificar las dimensiones
óptimas de tales mandos, a fin de reducir tales posibilidades. En una investigación
ai respecto, Bradley 5 empleó diversas combinaciones de tales mandos y diversos
criterios de operación, y halló que las dimensiones óptimas eran las que aparecen
en la figura 9-6.

M anivelas y volantes de mano para objetos m óviles

Pot lo general, las manivelas y Sos volantes se utilizan como medios de


aplicar una fuerza para realizar diferentes tipos de funciones tales como mover

223

íim sism
algún tipo de vehículo, instrumentos cortantes ti levantar objetos. Veamos hasta
qué punto las realizaciones que se llevan a cabo con tales instrumentos de control
resultan afectadas por su tamaño, fricción, dirección de rotación situación y
utilización de mano preferida versus la no preferida.
Dimensiones de manivelas y volantes. En un estudio realizado por
Davis 11 se utilizaron varias dimensiones diferentes de manivelas y volantes para
controlar la posición de un indicador sobre un dial. Por lo general, se necesitaba
casi una revolución de la manivela para conseguir la posición deseada. Manivelas
y volantes estaban montados de modo que el plano de rotación era paralelo al
plano frontal del cuerpo. Mediante el uso de fuerzas de torsión de 0, 20, 40, 60 y
90 libras, era posible determinar el tiempo necesario para conseguir la posición
deseada bajo las diferentes condiciones de fricción-fuerza de torsión que acos­
tumbran aparecer cuando se operan tales controles.
La figura 9-7 muestra ios tiempos medios de determinados niveles de
fuerza de torsión por lo que respecta al tamaño de! volante o manivela. La figura
ilustra un par de puntos. En primer lugar, los tiempos para conseguir la posición

Diámetro del volante, cm


7.6 15.2 20.8 25.4 40.6

Fig. 9.7. Tiem pos m ed ios para alcan­


zar p o sicion e s determ inadas con un
montaje vertical de volantes y m anive­
las de d iv e rso s tam años, y bajo
diferentes condiciones de fuerzas
Radio de la manivela, pulgadas de torsión. (Se gú n D a v is.11)

bajo fuerza de torsión 0 fueron menores para tamaños pequeños de manivelas


y volantes, mientras que en las torsiones de 40 y 90 libras las manivelas pequeñas
resultaron definitivamente inferiores a las grandes. En segundo lugar, los tiempos
medios de las manivelas fueron, por lo general, más bajos que los de los volantes.
Sin embargo, en algunos casos las diferencias de tiempo no fueron muy notables,
sobre todo por lo que se refiere a mayores tamaños.
Capacidad de trabajo con diferentes manivelas. La capacidad de trabajo
de una serie de sujetos que utilizaban tres tamaños de manivelas y cinco cargas

2 24
torsión resistentes, fue investigada por Katchmer19 rnn . . ,, ,
identificar las combinaciones óptimas. Las manivelas se ah.^! ,nter^ ion de
p , cintura de cada aaje.o y » dato, ae lea di|o , u , d e b i a T S ™ , t t a a t a
* manivela a una cierta velocidad, hasta que notasen que no nnHía„ ™ *
-ritmo (o haata que hubieran pasado .0 minuto,). En ía " X 9ri api rece un
|resumen de datos tomados de este estudio. En el total de libras-pie de trabaio
findicado por las barras) resulta evidente que las 30 y 50 libras de carga de torsión
dieron como resultado valores más altos que los de las cargas mayores y me­
nores. Las manivelas de radio de 13 cm y. sobre todo, las de 18 cm dieron por
lo general mejores resultados que las de 10 cm. En los tiempos medios que los
sujetos pudieron «resistir., los mejores fueron, naturalmente, los correspondientes
a las cargas mas bajas, pero es evidente que podían accionar la manivela de
18 cm durante mas tiempo bajo cargas moderadas que con las manivelas más
cortas. Mientras que la media de caballos de vapor (cv) por minuto fue superior
para la fuerza de torsión de 90 Ib (promedio del período realmente trabajado)
la duración de los sujetos para levantar esta pesada carga fue corta (sobre

Med. en min
Med. en rpm-*-|

Med. en hp

Fig. 9.8. Mediciones medias de realización por lo que respecta a sujetos que utilizaron
manivelas de radios de 4, 5 y 7 pulgadas, bajo resistencias de torsión de 10, 30, 50, 70
y 90 pulgadas-libra. (Según Katchmer.19)

1 minuto). Estos datos ilustran claramente el punto en el que pueden resultar


aconsejables diversos aspectos de diseño diferentes si se utilizan criterios
distintos (en este caso los diferentes criterios eran el tiempo de aguante, es
decir, el promedio de minutos; la velocidad, o sea las rpm, y el promedio de
caballos de vapor por minuto durante el tiempo de trabajo).

Controles rotatorios en tareas de seguim iento

Existen diversos aspectos de los factores humanos de los controles


rotatorios (como las manivelas) en su empleo en tareas de seguimiento. Como
ejemplos, Swartz. Norris y Spragg 31 investigaron las relaciones existentes entre
el tamaño de las manivelas y su situación en una tarea de seguimiento bimanua!,
con referencia a la ejecución a cargo de sus sujetos. En la figura 9-9 aparecen
algunos de los resultados referidos ai tiempo en el target (TeT) para diversos
tamaños de manivelas y para dos combinaciones de posiciones de las dos mani-8

225
8 M c C O R M iC K
Radio de la manivela, centfmetros
Fig. 9.9. Precisión de una tarea de
2.5 5.0 7.6 10.2 14.0 seguimiento efectuada con diversos
tamaños de manivelas. Las dos curvas
muestran las relaciones existentes
entre el radio de la manivela y el
tiempo en alcanzar el objetivo (TeT)
por lo que respecta a dos combina­
ciones de posiciones de la manivela
(1, ambas manivelas en vertical y
frente al cuerpo; 4, la manivela de la
izquierda en la misma posición que
en 1, pero la manivela de la derecha
vertical y formando ángulo recto
respecto del cuerpo). (Según Swartz,
Norris y Spragg,31 fig. 1.)

velas. Los resultados indican que el TeT fue superior para las manivelas de
5 y 7,6 cm, siendo la siguiente mejor la de 10,2 cm y que la posición de las
manivelas también influía en la lealización del seguimiento.

Controles de tipo palanca

Como indicábamos anteriormente, hay pruebas de que la proporción del


movimiento de la palanca con e! movimiento del indicador del display es,
aparentemente, un aspecto bastante crítico de los instrumentos de control en
forma de palanca. En un estudio se halló que la longitud de la palanca
(30, 45, 60 o 75 cm) era poco importante por lo que respectaba a la velocidad
y a la precisión, mientras la proporción C/D estuviese entre 2,5 o 3 (Jenkins
y Karr16).
En una tarea de seguimiento (en cuanto tarea opuesta a la de conseguir
una posición particular) se halló, sin embargo, que la longitud de la palanca
ejercía, como mínimo, un efecto moderado sobre la tarea de seguimiento
(Hartman ,3). Entre las diferentes longitudes de palancas, que oscilaban entre
los 15 y los 70 cm, aquellas que medían alrededor de 45 cm resultaron las rela­
tivamente óptimas, aunque la ventaja de esta longitud sobre las restantes no era
muy acusada: un 10 % . Se propuso que, si no había interferencias con otras
exigencias más críticas de diseño, la longitud de tales palancas debía ser de unos
45 cm. Además, se propuso que se evitasen las palancas largas (es decir, de
70 cm), puesto que tienden a interferir en la comodidad del operador.
Instrumentos de control para grúas. Unas interesantes series de
estudios aplicados sobre los factores humanos fueron llevadas a cabo por la
Ergonomics Research Section of the British Iron and Steel Instítute. Uno de estos
estudios se centraba, en parte, en el diseño de los controles m aestros de las
grúas utilizadas en las siderúrgicas (Box y Sel!;3 S e ll30). En la parte pertinente
del estudio se emplearon experimentalmente, durante tres semanas y a cargo de
tres sujetos, controles manuales de tipo palanca con las siguientes características.
— Grados de velocidad: el número de velocidades diferentes a ias que
se podía llegar mediante posiciones específicas de la palanca, específicamente
3, 4 y 6 velocidades a cada lado de ¡a posición off.
— Arco de movimiento del manejo: 20, 35 y 50° en cada dirección.
•— Longitud de! mango: 23, 30,5 y 38 cm.
Puesto que la investigación fue muy localizada y sólo participaron en ella
tres sujetos, las siguientes conclusiones pueden resultar de cierto interés:1

1. La ejecución resultó mucho mejor cuando se emplearon cuatro grados


de velocidad en vez de tres o seis.

226
2 . Tanto con tres como con cuatro grados de velocidad, las longitudes
de mango de 23 y 30,5 cm dieron mejor resultado que los de 38 era; no hubo
diferencias con el mango de 38 cm para los seis grados de velocidad.
3. Con ios seis grados de velocidad, el arco de 20° de movimiento en
cada dirección dio peores resultados que los arcos de 35 o 50°.

C ontroles accionados con el pie

Cuando se utilizan instrumentos de control activados con el pie, son


destinados, por lo general, a controlar una sola función, o quizá dos o tres. Al
comentar el empleo del pie, Kroemer” apunta que el tenor general de los ma­
nuales sobre factores humanos es el de suponer que los pies son más lentos y
menos precisos que las manos, pero se apresuran a añadir que esta suposición
no está basada ni negada por resultados experimentales.

Consideraciones sobre el diseño de pedales. Los pedales utilizados


para diversas finalidades varían por io que respecta a unas cuantas características:
si necesitan impulso con o sin acción del tobillo, la situación del fulcro (si el
pedal es de bisagra), el ángulo del pie respecto al hueso de la tibia, la carga
(la fuerza necesaria), y las exigencias operacionales (tales como el tiempo de
reacción, el tiempo de trayecto, velocidad de la operación y precisión). Con
finalidad puramente ilustrativa, presentaremos algunos de los resultados de un
experimento llevado a cabo por Ayoub y Trombiey,1 en el que uno de los factores
que variaron era la situación del fulcro en el pedal. Como variación en el proce­
dimiento experimental, hicieron que los sujetos accionasen un pedal mediante un
arco predeterminado de 12° (ángulo constante) y, por separado, a una distancia
de 1,9 cm (distancia constante) medida en la base del pie (la «bola» del pie).
(Aunque la distancia del movimiento de la bola del pie fuese constante con
diferentes situaciones del fulcro, el ángulo de movimiento aumentaba a medida
que el fulcro se desplazaba hacia la bola del pie.)
En la figura 9-10 aparecen los tiempos de trayecto medios por lo que
respecta a diversas situaciones del fulcro. Puede observarse que, para un ángulo
constante de movimiento (de 12°), la situación óptima del fulcro está hacia el
tobillo (casi a un tercio de la distancia entre el tobillo y la bola del pie), mientras
que para una distancia constante de movimiento la situación óptima del fulcro
está en el talón. En base a otros resultados que aquí no citamos, se halló que el
tiempo de reacción (el tiempo que se tarda en iniciar un movimiento) era inde­
pendiente de la situación, pero que tanto el tiempo de reacción como el tiempo
de trayecto aumentaban al aumentar la resistencia del pedal. No obstante, tal
como apunta Kroemer,23 ios resultados — bastante inconsistentes— de diferentes
experimentos efectuados con pedales (basados en parte en diferencias en las

Fig. 9.10. Tiempo m edio de trayecto


en un m ovim iento de pedal relacionado
con la situación de! fulcro, por lo
que respecta a condiciones de ángulo
constante de m ovim iento ( 12°) y d is­
tancia constante del m ovim iento f0,75
pulgadas o 1,9 cm ). (Se gú n A yo u b y
Trom biey ,1 fig. 13. C op yright 1967
Am erican fnstitute of Industria! Engi-
neers. Inc„ 25 Technology Park, Atlan­
& -0 ? ta, N orcross, Georgia 30071; repro­
ducido con permiso.)

227
condiciones experimentales) excluyen cualquier declaración de tipo general en
cuanto a si el pedal permite la activación más rápida o la frecuencia más elevada
en operaciones repetitivas bajo una cierta variedad de condiciones específicas.
Controles accionados con el pie para acciones de control discretas. Por
lo general, los mecanismos de control activados con el pie se emplean para
controlar una función o un par de ellas. Sin embargo, existen pruebas de que
el pie puede utilizarse para funciones de control más variadas. Por ejemplo,
en una investigación, Kroemer23 desarrolló una disposición para 12 posiciones
de los pies (dianas) para sujetos, tal como se ilustra en la figura 9-11. Empleando
orocedimientos que no es necesario describir aquí, fue capaz de medir \aj

Fig. 9.11. Distribución de objetivos


para pies utilizada en un experimento
llevado a cabo por Kroemer al estu­
diar la velocidad y precisión de los
movimientos discretos de los pies.
(Según Kroemer,23 fig. 7.)

velocidad y precisión con las que los sujetos alcanzaban los diferentes blancos
con sus pies. En conjunto descubrió que, después de un corto período de
aprendizaje, el sujeto podía realizar su trabajo con una precisión considerable
y en un tiempo de trayecto muy corto (promediando casi 0,1 s). Aunque los
movimientos hacia adelante eran algo más rápidos que hacía atrás o los movi­
mientos laterales, estas diferencias no tuvieron ninguna consecuencia práctica.
Sus resultados nos dan una cierta base para suponer que es posible el asignar
al pie tareas de control que hasta el momento se habían considerado del dominio
exclusivo de las manos.

Pedales de freno y aceleración en los automóviles. Los controles que


con mayor frecuencia utilizamos con nuestros pies son los mandos de freno
y aceleración de los automóviles. Aparte de sus características individuales,
un factor importante en cuanto a su uso es el de sus posiciones relativas. En
la mayoría de los automóviles, el acelerador está más bajo que el pedal del
freno, lo que requiere, por tanto, levantar el píe del acelerador, su movimiento
lateral y luego la depresión de| freno. Davies y Watts 10 demostraron claramente
que tal disposición (con el pedal del freno a 15 cm por encima del acelerador)
aumenta los tiempos de movimiento, tal como se demuestra a continuación;

Tiempos de movimiento (s )
Situ ación del freno H om bres M ujeres

15 cm por encim a del acelerador 313 309


A l m ism o nivel que el acelerador 155 194
Diferencia 158 115

Tales diferencias por lo que respecta a la activación del freno reducirían


las distancias de frenado en, aproximadamente, 3 a 6,7 m cuando se viaja entre
95 y 160 km/h.

Procesos de entrada de datos

El hambre insaciable de información que forma parte integrante de


nuestro mundo actual ha ocasionado la proliferación de los mecanismos cuyos

228
¡nputs y outputs están relacionados con la información, tales como máquinas
de escribir, computadoras, máquinas de calcular, calculadoras de bolsillo y
teléfonos. t\í%
Los datos que sirven de input a tales mecanismos son, por lo general,
alfabéticos, o pertenecen a otras formas simbólicas, y en la mayoría de los
casos son suministrados a las máquinas mediante el uso de instrumentos de
entrada de datos, tales como los teclados. Con todo, se están llevando a cabo
algunas investigaciones sobre el empleo de la voz y los movimientos de los
ojos como base para la entrada de datos.

Naturaleza del input de datos. Tal como es lógico suponer, la velocidad


y precisión dei procesado de datos son, por lo general, mayores cuando ¡os
datos que se presentan al operador son claros y legibles y vienen presentados
en un formato adecuado. Sin embargo, hay algunos otros aspectos sobre la
forma de los datos de input que pueden influir sobre la velocidad y la precisión
de! operador, tal como explica Seibel.29 aduciendo las siguientes normas:
— Legibilidad de lo s docum entos de origen: En el caso de material
escrito los promedios de lectura son más elevados con ios caracteres mayúsculas
y minúsculas que si todo son mayúsculas.
— Redundancia. La palabra «redundancia» hace referencia a diversas
formas de repetición o a lo «esperado» en cuanto a información. En el presente
contexto cabría decir que las palabras de una secuencia significativa son más
redundantes que una secuencia de palabras al azar. En general, los promedios de
input son superiores con material redundante que con el no redundante.
— Fragmentación del material. Hay pruebas de que, por lo que
respecta a memorias «cortas», las personas tienden a memorízar el materia! por
«fragmentos», sobre todo en el caso de mensajes largos. A sí pues, en algunas
circunstancias resulta útil presentar ei material en «subunidades» o «fragmentos».
Al presentar series de dígitos, como los números de teléfono, por ejemplo,
presentar grupos de tres o cuatro dígitos es lo óptimo por lo que respecta
a memorias «cortas».
— Exposición de caracteres. En e! caso de material redundante (como
ei caso de frases), la precisión tiende a ser superior si ei operador puede
«ver frente a él» lo que ha de procesar (antes que ser capaz de distinguir los
caracteres uno por uno). En el caso de caracteres no redundantes (por ejemplo
al azar) aparentemente no hay ninguna ventaja de ver más que 3 caracteres
por delante.
Instrumentos para la entrada de datos. Naturalmente, existen muchos
tipos de instrumentos para la entrada de datos, y variaciones de cada tipo.
La mayoría de tales instrumentos son secuenciales, en ei sentido de que los
caracteres individuales han de procesarse en una secuencia específica (tal como
el número de teléfono de la novia), existiendo una «clave» específica u otro
instrumentos para cada carácter. Por otra parte, los teclados de cuerda son
equellos en los que un solo símbolo de estímulo (como una letra o un número)
requiere la activación simultánea de dos o más claves.
Se presenta a continuación (Míner y Revesman.27) una comparación
de la efectividad con la que se emplean cuatro diferentes tipos de instrumentos
para el procesado de datos secuenciales, siendo la tarea en cuestión el
procesado de datos numéricos:

Tiempo medio
para p ro cesar Porcentaje
Tipo de instrumento ÍO d ígito s (s) de errores
Teclado de 10 claves, com o en las calculadoras de mano 12 0,6
Teclado de una matriz de 10 por 10 13 1,2
Aparato de 10 palancas, una para cada dígito 17 2,3
10 m andos rotatorios, uno para cada dígito 18 2,3

229
De esta comparación resulta evidente el deducir que ciertos tipos de
instrumentos se prestan a un uso más efectivo (en términos de velocidad y
precisión) que otros, y que el mejor, en este caso particular, es el teclado de
10 claves (como el utilizado en las calculadoras de bolsillo).
Los teclados de cuerda no son tan comunes como los teclados sécuen-
cíales, pero se utilizan en las estenotipias, en los pianos y en las máquinas de
Burroughs que se utiliza en ciertas oficinas de correos para una clasificación
semiautomàtica. Los techos teóricos de ambos tipos de teclados pueden expre-

(o) Diseño del teclado ( /; ) Funcionamiento del teclado

Fig. 9.12. Teclado de B u rro u gh s utilizado para clasificar cartas en algunas oficinas
de co rre o s. Los núm eros individuales pueden reproducirse m ediante la activación sim u l­
tánea de determ inadas com binaciones de teclas, sigu ien d o el sistem a binario. Por
ejemplo, s e activa el 3 al p re sio n ar el 1 y el 2, y el 5 al presionar el 1 y el 4. (C ortesía
de B u rro u g h s Corporation.)

sarse en términos de bits de información por pulsación. Tal como indica Seibel,28
para cualquier número de claves dado hay una proporción aproximada de casi
2:1, en términos de tal información, en favor del teclado de cuerda. Sin embargo,
los límites reales están influidos por el sistema de codificación y vienen res­
tringidos por las posibilidades humanas de realización. Por ejemplo, los prome­
dios de información de la estenotipia comparados con la máquina de escribir
convencional, están en la proporción de 2:1, y los promedios de pulsaciones
por segundo de los buenos operadores guardan la proporción de 3:8,3 por
segundo, lo que da a la estenotipia una ventaja de 5,6:1 (por lo que respecta
a input de información por pulsación).
Una comparación real de los dos tipos de teclados fue llevada a cabo
por Bowen y Guinness2 en el contexto de una tarea simulada de clasificación
semiautomática de correo. En dicho estudio, la codificación memorística del correo
en varias clases (cada una con un código numérico de tres dígitos) fue hecha
por algunos sujetos mediante una máquina de escribir regular y por otros
sujetos mediante un teclado de cuerda pequeño (12 claves) (exigiéndose simul­
táneamente el uso de una a cuatro claves) y un teclado de cuerda largo
(24 claves) (exigiéndose el uso de una a tres claves). Los modelos de digitación
empleados representaban la dificultad de tecleteo y la frecuencia que debería
er piearse para un esquema de clasificación de cartas de 500 separaciones.
Algunos de los resultados se resumen a continuación.

N.° de clasificacion e s por minuto


Tipo de teclado Correctas In corre ctas

Se cu e n cia l, máquina de escribir 40,4 4,2


De cuerda, pequeño 55,3 7,8
De cuerda, grande 49,0 3.3

Las pruebas de los dos teclados de cuerda dieron como resultado


mayor número de artículos clasificados correctamente que el de las pruebas
hechas con máquinas de escribir. La superioridad del teclado grande sobre el

230
:jueño en cuanto a reducción de errores probablemente pueda atribuirse al
‘flecho de que no exige tal dificultad de tecleteo. Algunas pruebas que, por
lo general, confirman esto proceden de un estudio efectuado por Conrad y
Longman,1 quienes afirman que. entre sujetos que trabajaron durante un período
de varias semanas, aquellos que utilizaban un teclado de cuerda tenían un
promedio de pulsaciones por minuto superior a los que utilizaban máquinas de
escribir. Bowen y Guinness 2 suponen que la ventaja aparente del teclado de
cuerda sobre la codificación secuencia! en el contexto de su estudio puede
atribuirse al hecho de que, cuando se emplea una codificación memorística
aprendida, uno la empareja inmediatamente a una respuesta de unidad, no a
una respuesta que se esparce en el tiempo tal como se requiere en claves
secuenciales.
Aunque los teclados de cuerda parezcan ofrecer ventajas que superan
a los teclados secuenciales, no obstante los teclados de cuerda son, por lo
'general, de aprendizaje más difícil por lo que respecta a su sistema de codifica­
ción (por ejemplo, las combinaciones de claves que representan informes
individuales).
Disposición de los teclados. Se han propuesto diversas disposiciones
alternativas para los teclados de las máquinas de escribir convencionales, uno
de los cuales fue propuesto, ya hace años, por Dvorak.12 Esta y otras distribu­
ciones se han hecho basándose en la suposición de que resultan más eficientes
para el empleo combinado de los dedos, considerando la frecuencia de uso de
diversas letras individualmente y en combinación. Una de las características del
teclado de Dvorak era que todas las vocales estuviesen en la hilera del medio
a la izquierda, y las consonantes más comunes a la derecha, de la manera
siguiente:
A O E U I D H T N S

Esta distribución tendería a capitalizar ¡as secuencias alternativas más


comunes de vocales y consonantes en lengua inglesa, previendo así el uso
alternativo más común de los dedos de las dos manos.
La cuestión de la ventaja de la distribución convencional (el teclado
QWERTY, así llamado debido a la secuencia de letras de la línea superior) sobre
otras distribuciones, nunca ha quedado resuelta del todo, tal como queda
reflejado por las desiguales observaciones de Klemmer20 y Martin.25 En cualquier
caso, Seibel 23 ofrece, como simple conjetura, un cálculo sobre el limite total
de ventaja de la producción diaria con un teclado modificado, que sería de casi
el 10 % .
Los dos teclados más comunes de procesado de datos numéricos con­
sisten en tres hileras de tres dígitos con el cero debajo, aunque existen dos
distribuciones diferentes de los números. Una de las distribuciones se emplea
en numerosas máquinas de sumar y la otra en ios teléfonos de pulsadores. Estas
dos distribuciones son las siguientes:

M áq uina de sum ar Teléfono

9 8 7 123
654 456
321 789
0 0

Puesto q u e las dos distribuciones numéricas son inversas, uno siente


c ie rt a c u r io s id a d p o r s a b e r la precisión y v e lo c id a d c o n las q u e pueden utilizarse.
C o n r a d y H ill 6 n o s p ro p o rc io n a n a lg u n o s d a t o s p ara s a t is f a c e r e s t a c u r io s id a d .
L o s s u je t o s q u e in te rv in ie ro n en s u e x p e r im e n t o fu e ro n a m a s de ca sa , un g r u p o
q u e u tiliz a b a la d is t r ib u c ió n de ¡a m á q u in a d e s u m a r y o tro g r u p o qu e u tiliza b a
la d is t r ib u c ió n te le fó n ica . La d is t rib u c ió n te le fó n ic a d io c o m o re s u lta d o un

231
promedio algo más elevado de procesado de datos que la distribución de la
máquina de sumar (7,8 contra 7,4 ocho dígitos procesados por minuto). Sin
embargo, hubo una diferencia algo más específica por lo que respecta a la pre­
cisión, tal como indicamos a continuación:

Porcentaje
Distribución de errores
Máquina de sumar 82
Teléfono 6.4

Es probable que la superioridad de la distribución telefónica pueda atri­


buirse a su mayor compatibilidad con nuestras expectativas de números, que
aumentan de izquierda a derecha, y con nuestro hábito de leer de arriba abajo.

Teleoperadores

La explosión tecnológica de las décadas actuales ha convertido en


realidad el poder explorar el espacio exterior y las profundidades oceánicas,
enfrentando así al hombre a nuevos y peligrosos medio ambientes. Estos y otros
adelantos de la técnica requieren algún tipo de «extensión» de las funciones
de control de la mano que superen la distancia o que atraviesen tipos de barreras
físicas, como sucede en el control de vehículos lunares o en las actividades
subacuáticas. Los sistemas de control que permiten ejecutar tales funciones
han sido denominados «teleoperadores» (Johnson y Corliss !7). La tecnología
que permite efectuar tales controles también abre otros campos de aplicaciones
posibles, como el de la manipulación remota de elementos de energía nuclear
radiactiva, el control de prótesis articuladas como los brazos artificiales, y el
levantar y mover tremendos pesos. E! denominador común de los teleoperadores
es que representan algún tipo de aumento de las habilidades físicas innatas del
hombre a través del mecanismo que realiza las actividades en cuestión, sean
cuales sean. En la figura 9-13 aparece un ejemplo. Se trata de un montaje de
control remoto experimental utilizado en una serie de estudios llevados a cabo
en el United States Air Forcé Human Resources Laboratory, en la Wright-

Fig. 9.13. Equipo experimental de control rem oto utilizado en d ive rso s estudios.
(Por co rtesía de USAF, A F H R L J

232
Patterson Air Forcé Base. Otro tipo de teieoperador es el modelo de hombre
articulado que aparece en la figura 9-14. Se trata de un artefacto exoesquelético
que, mediante un suministro de energía, posibilita el que una persona «ampli­
fique» sus propios movimientos físicos, hasta el punto de poder levantar un
peso rayano en los 700 kg.

Fig. 9.14. Un m odelo de HardiM an:


una máquina m óvil que imita la res­
puesta de control de un operador
hum ano y que e s capaz de amplificar
e sta s re sp u e sta s en una proporción
de 25:1 hasta llegar a una fuerza de
1500 Ib (680 kg). (Por cortesía de
General Electric Com pany Research
and Developm ent Center, Schenec­
tady, N. Y.)

Feedback para teieoperadores. El diseño propio de la ingeniería de


diversos tipos de teleoperadores debe tener en cuenta, por completo, la natura­
leza de las respuestas físicas humanas y las características antropométricas
del hombre, a fin de que el instrumento pueda simular los movimientos humanos
tal como serían realizados por un individuo. Sin embargo, a este respecto deben
hacerse algunas consideraciones particulares frente a la naturaleza del fe e d b a ck
al individuo, puesto que un f e e d b a c k apropiado es lo que se necesita para una
operación efectiva. En la utilización de tales aparatos, el individuo se sustrae
a su contacto físico directo y normal mediante con lo que se controla; pierde
por lo tanto, su fe e d b a ck cinestètico habitual, y en algunos casos incluso puede
llegar a perder su fe e d b a ck visual directo. En el control de una unidad de accio­
namiento remoto (específicamente, una carretilla movible) Rama 14 afirma, con
todo, que no se necesita una visión directa del objeto que se manipula. Simi­
larmente, Knowles 21 expresa la opinión de que la normalidad ó naturalidad
de las situaciones, movimientos e información del fe e d b a c k son, con toda proba­
bilidad irrelevantes. (Después de todo, nosotros, pobres mortales, a menudo
realizamos actividades de una manera totalmente antinatural, como desatascar el
desagüe de la cocina con un alambre.) Knowles insiste en que lo que se necesita
para un instrumento de control remoto es una situación en ¡as que los in p u ts
u t iü z a b le s se combinen c o n los in s t r u m e n t o s d e c o n tro l utiliza b le s, o sea lo

233
que se ha denominado «imagen verificada del cuerpo-; en términos más simples,
esto significa que el operador tiene que realizar alguna identificación o integra­
ción significativa con su equipo.
Quizá se deba a su necesidad de integración con el equipo el hecho de
que los operadores de controles remotos tiendan a activar mejor con aquellos
equipos que operan sobre un principio pantográfico (en el que la respuesta del
operador se traduce directamente en ios correspondientes movimientos tridi­
mensionales), en cuanto contrastan con algunos modelos rectolineales (en los
cuales ios manipuladores de energía eléctrica deben controlarse independiente­
mente en cada una de las tres dimensiones). Una manifestación de este principio
procede del estudio efectuado por Crawford,8 en el que éste halló que el control
remoto de unos discos que tenían que emplazarse en unos hoyos sobre una
plataforma (una variación del aparato que aparece en la figura 9-13), era realizado
mejor con una palanca de mando que con controles de palancas múltiples. Estos
resultados aparecen en la figura 9-15. En realidad, las manipulaciones de ¡a

-------- Palancas múltiples


-------- Palanca única

Fig. 9.15. C om paración de una reali­


zación a control rem oto como una
función de práctica con una única
palanca de m ando (que gobierna s e is
funciones de control) y con s e is
palancas m últiples. Au n q u e la prác­
tica dio com o resultado una mejora
con am bos tipos de controles, la
realización efectuada con la palanca
de mando fue superior. (Según
Crawford.8)

palanca única controlaban se is diferentes movimientos de control, que simulaban


la pivotación del hombro, la rotación del hombro, la pivotación del codo, la
pivotación de la muñeca, la rotación de la muñeca y el agarre. Esta única pa­
lanca proporcionaba un grado de integración del control m ás alto con el operador,
que la utilización independiente de se is palancas múltiples separadas. (Proba­
blemente esto sea, en cierto sentido, otra manifestación del principio de
compatibilidad.)

Herramientas y otros instrumentos

Probablemente existan un par de consideraciones interrelacionadas


(criterios, si se quiere) que son (o deberían ser) predominantes en lo que respecta
al diseño o selección de tas múitipiés herramientas manuales y otros instru­
m entos parecidos que los se res humanos utilizan (y que van desde las pinzas
p a r a las cejas a los cuchillos d e c a r n ic e r o , y desde los tacos de billar a las
s i e r r a s d e m e t a l). C ie r t a m e n t e , l o s instrumentos han d e e s t a r capacitados para
r e a l i z a r su f u n c ió n ( c o m o el d e p ila d o d e c e ja s ) , p e r o a d e m á s h a n de poder s e r
u t i l i z a d o s p o r la s p e r s o n a s , y e s t o q u ie r e d e c ir q u e h a n d e s e r com patibles con
la s c a r a c t e r í s t ic a s d e r e a l iz a c ió n a n t r o p o m é t r ic a y b io m e c á n ic a d e e lla s . ( Y e n

234
algunos casos también pueden ser importantes las consideraciones estéticas,
ya sea para bien o para mal; si la finalidad de un cuchillo es cortar la carne, no
hay nada como una buena cuchilla da matarife, pero si la finalidad es impresio­
nar a los invitados, una cubertería de plata de ley es probablemente lo más
indicado.) A fin de ilustrar la importancia de las consideraciones antropométricas
y biomecánicas (si no los aspectos estéticos), vamos a citar dos o tres tipos
diferentes de ejemplos.

A licates

La Western Electric Company ha sido pionera en la aplicación de


principios biomecánicos al diseño de herramientas y lugares de trabajo. Como
ejemplo, en una determinada operación de conexiones eléctricas ios operadores
utilizaron una serie convencional de alicates que obligaban a! operador a trabajar
con la muñeca torcida, tal como aparece en la figura 9-16a. Como indica

■ i

(a} Diseño convencional (bj Alicates rediseñados

Fig. 9.16. Radiografía de la m ano utilizando u n os alicates convencionales en una opera­


ción de alambrado, a, y al utilizar un m odelo rediseñado, b. El m odelo rediseñado es
m ucho m ás correcto anatóm icam ente hablando. (V é an se D am on ,5 y Tichauer ,32 para la
explicación; fotografías por cortesía de la W e stern Electric Com pany, K a n sa s City.)

Tichauer,32 herramientas manuales diseñadas en forma inadecuada pueden pro­


ducir un stress biomecánico, por ejemplo, estos alicates ejercen unas fuertes
fuerzas de torsión sobre la muñeca. Además, ia configuración de la mano favorece
el desplazamiento cubital de los tendones extensores, y esto tiende a provocar
un stre ss de compresión entre estos tendones y las estructuras ancilarias.
Además, el hecho de que el eje de rotación de la herramienta no coincida con

Fig. 9.17. Ejemplos de electrom iogram as dei m úsculo flexor del dedo durante ía fase
de «agarre» a! utilizar un m odelo original, y otro mejorado de un fórceps de bayoneta,
tai com o lo utilizan los neurocirujanos. (Se gú n Miller, Ransohoff y Tichauer ,'6 figs. 1 y 6 .)

el eje normal del antebrazo también puede producir algún s t r e s s en el hombro


y el codo. Un diseño anatómicamente correcto fue ei que s e consiguió mediante
ia eliminación de las deficiencias esenciales en el diseño original, y este modelo
e s el que aparece en la figura 9-166.

235
Un instrumento quirúrgico rediseñado

Algunos problemas relacionados con el diseño convencional del fórceps


de bayoneta, utilizado por neurocirujanos. condujo al desarrollo y valoración de
un nuevb diseño (Miller, Rasonhoff y Tichauerí6). Los nuevos y originales
diseños aparecen en la figura 9-17. Los problemas con el diseño original incluían
una tendencia a girar entre los dedos durante su uso y a causar fatiga en los
músculos flexores de los dedos y del pulgar. Se procuró que el nuevo diseño
supérase estas desventajas. Los dos diseños fueron evaluados, por lo que
respecta a su utilización, por cuatro cirujanos experimentados, y cada instrumento
fue probado en el curso de unas 25 operaciones. Las comparaciones incluían
registros electromiográficos del músculo flexor del dedo; en la figura 9-17
aparece una ilustración comparativa. A continuación damos otra comparación;

Fórceps original N ue vo fórceps

Tiempo de estabilización, en s 1,30 0,98


Valores m iográficos:
M ú sc u lo flexor de! dedo 0,84 0,52
M ú sc u lo s o p o sitore s del pulgar 3,96 2,27

Estas comparaciones indican que el tiempo de estabilización (el tiempo


que se tarda en agarrar el instrumento con seguridad) se reducía casi en
un 25 % , y las cargas de trabajo de dedos y pulgar se reducían casi en un 38
y un 42 % , respectivamente, lo que indica, por lo tanto, la superioridad general
dei diseño mejorado.

Resumen

En siglos pasados, el hombre utilizó diversos tipos de herramientas e


instrumentos manuales a fin de conseguir ciertos objetivos o realizar determinadas
tareas (incluso atacar a alguien con un garrote). Diversos tipos de herramientas
y otros instrumentos manuales (aunque de diseño mejorado) aún sirven — y con­
tinuarán sirviendo— - para muchas finalidades. La revolución industrial puso en
marcha la utilización de máquinas para producir cosas que nosotros utilizamos
para realizar otras muchas funciones, tales como el transporte. El advenimiento
de la máquina exigió, por lo general, que las personas ejerciesen un control,
generalmente mediante algún tipo de mecanismo de control manual o con el pie.
(Tal como hemos comprobado en este capítulo, los diseños de tales mecanismos
pueden influir sobre la efectividad en la utilización.) Aunque cabe esperar que
tal control físico de las máquinas continuará siendo importante, existen algunos
inventos interesantes — aunque, de momento a nivel experimental— con otros
sistemas de control humano, entre otros el uso de movimientos de la cabeza y de
los ojos, señales fisiológicas, señales nerviosas y señales musculares como
inputs posibles para controlar mecanismos. El uso de tales métodos para el control
de miembros artificiales sería una de las aplicaciones más útiles, pero acuden
a nuestra mente otras posibilidades, tales como podrían ser las tareas de
seguimiento.
10. Antropometría aplicada y espacio
de trabajo

Diariamente utilizamos algunas ayudas físicas que guardan í¡o deberían


guardar!) alguna relación con nuestras características y dimensiones físicas
básicas, ayudas tales como son sillas, asientos, mesas, pupitres, lugares de
trabajo y vestidos. Como sabemos por la experiencia universal, la comodidad,
el bienestar y la realización de las personas pueden resultar influidos, para bien
o para mal, por el grado en que tales ayudas «se acomodan» a las personas.

Antropometría

La antropometría y los campos de la biomecánica afines a ella tratan de


medir las características físicas y las funciones del cuerpo, incluidas las
dimensiones lineales, peso, volumen, tipos de movimiento, etc. Aunque éste no
es el mejor momento para reproducir la voluminosa cantidad de datos antropo­
métricos que se han ido acumulando al paso de los años, como mínimo
ilustraremos algunos de tales datos.* En términos generales, las mediciones de
las dimensiones del cuerpo son de dos clases, a saber: las dimensiones
estructurales y las dimensiones funcionales.

D im ensiones estructurales del cuerpo

Las dimensiones estructurales del cuerpo se toman con el cuerpo de los


sujetos en posiciones fijas (estáticas) estandarizadas. Por supuesto, cabe medir
muchas características diferentes del cuerpo y, por ejemplo, en un reconocimiento
(Heberg et alt.)15 se midieron 132 características diferentes de 4000 personas
pertenecientes al personal de vuelo de la Air Forcé. Las mediciones de
diferentes características del cuerpo pueden tener alguna aplicación específica,
aunque sea para diseñar petos protectores para árbitros de béisbol, auriculares
o gafas de pinza (quevedos). Sin embargo, las mediciones de ciertas características
del cuerpo tienen probablemente una utilidad bastante general, y los datos
resumidos de algunas de estas características los presentaremos con propósitos
de ejemplificación. Estos datos proceden de una investigación efectuada por el
United States Public Health Service 25 (Servicio de Sanidad Pública de los Estados

* Se remite al lector interesado a la excelente com pilación de datos llevada


a cabo-.'por Damon, Stoudt y McFarland; H ansen y C ornog; Hertzberg, Daniels y Churchill,
y a! Public Health Se rvice Publication n.° 1000, se rie 11, n.° 8 .5- *> 15 y 25

239
Unidos) sobre un conjunto representativo de 6672 hombres y mujeres adultos.
En la figura 10-1 aparecen las mediciones de estas características específicas
de! cuerpo, y en la tabla 10-1 los datos de cada una de ellas (más el peso)
expresados en los porcentajes 5, 50 y 95. Debemos recordar que estos
valores cubren edades que oscilan entre los dieciocho y los setenta y nueve años
y que la mayoría de las mediciones varían algo según la edad, sobre todo en
peso y altura, tal como se indica en la figura 10-2.

Fíg. 10.1. Diagram as de las características estructurales del cuerpo m edidas en el


National Health Survey sobre mediciones antropométricas de 6672 adultos .23 Véase la
tabla 10-1 para una serie de datos seleccionados basados en este examen.

A d e m á s , io s d a t o s c o r r e s p o n d ie n t e s a in v e s t ig a c io n e s d e o t r a s m u e s t r a s
p u e d e n v a r ia r a p artir d e la fe c h a de la in v e s tig a c ió n . Y u n a lla m a d a d e a te n c ió n :
la s m e d ic io n e s e fe c t u a d a s s o b r e p e r s o n a l q u e lle v a tra je s e s p e c ia le s , c o m o
v e s t im e n t a s á rt ic a s o m o n o s d e trabajo, p u e d e a ñ a d ir c e n t ím e t r o s a la s e x ig e n c ia s
d e e s p a c io p e rso n a l.

D im en sion es funcionales del cuerpo

L a s d im e n s io n e s fu n c io n a le s d e l c u e rp o s e to m a n a p a rtir d e la s
p o s ic io n e s de! c u e rp o r e s u lta n t e s del m o v im ie n to . A u n q u e la s d im e n s io n e s
e s t r u c t u r a le s d e l c u e rp o re s u lta n ú tile s para d e t e r m in a d a s fin a lid a d e s d e d is e ñ o ,
la s d im e n s io n e s fu n c io n a le s so n , p ro b a b le m e n te , m u c h o m á s ú t ile s p a r a la m a y o ría
d e lo s p r o b le m a s del d is e ñ o . En la mayor parte d e la s c ir c u n s t a n c ia s d e la v id a .

240
Tabla 10-1. Selección de dimensiones estructurales del cuerpo y de pesos de adultos

Dimensiones: pulgadas Dimensiones: cm **


Aspecto del cuerpo Hombres, porcentaje Mujeres, porcentaje Hombres, porcentaje Mujeres, porcentaje
5 50 95 5 50 95 5 50 üo 5 50 95

1 Altura 63,6 68,3 72,8 59,0 62,9 67,1 162 173 185 150 160 170
2 Altura sentado, erguido 33,2 35,7 38,0 30,9 33,4 35,7 84 91 97 79 85 91
3 Altura sentado, normal 31,6 34,1 36,6 29,6 32,3 34,7 80 87 93 75 82 88
4 Altura de la rodilla 19,3 21,4 23,4 17,9 19,6 21,5 49 54 59 46 50 55
S Altura poplítea 15,5 17,3 19,3 '14,0 15,7 17,5 39 44 49 36 40 45
6 Altura del codo en descanso 7,4 9,5 11,6 7,1 9,2 11,0 19 24 30 18 23 28
7 Separación brazo muslo 4,3 5,7 6,9 4,1 5,4 6,9 11 15 18 10 14 18
3 Longitud nalga-rodilla 21,3 23,3 25,2 20,4 22,4 24,6 54 59 64 52 57 63
9 Longitud nalga-poplíteo 17,3 19,5 21,6 17,0 18,9 21,0 44 50 55 43 48 53
10 Anchura de hombro a hombro 13,7 16,5 19,9 12,3 15,1 19,3 35 42 51 31 38 49
11 Anchura de asiento 12,2 14,0 15,9 12,3 14,3 17,1 31 36 40 31 36 43
12 Peso 120 166 ' 217 104 137 199 58 75 98 47 62 90

• Peso en libras (prim eras seis columnas) y en kilogramos (seis últimas colum nas).
" Los valores en centím etros han sido redondeados.
F u e n t e : W e ig h t , H e i g h t a n d S e l e c t e d B o d y D i m e n s i o n s o f A d u l t s : 1 9 6 0-1962. Datos proporcionados
por el National Health Survey USPHS Publication 1000, serle 11, n.° 8, junio de 1965.
Edad
Fig. 10.2. Peso medio (escala de la izquierda) y altura media (escala de la derecha)
de 6672 adultos, indicándose ¡os cam bios debidos a la edad. Las restantes caracterís­
ticas físicas también se relacionan con la edad de alguna manera. (Basado en los datos
del National Health Survey ,25 tablas 1 y 2.)

n a d ie p e r m a n e c e in a c tiv o (n i ta n s iq u ie r a c u a n d o d u e rm e ). A n t e s bien, en la
m a y o ría d e la s s it u a c io n e s la b o r a le s o d e oc io , la s p e r s o n a s e s tá n « fu n c io n a n d o » ,
y a s e a p o rq u e m an e ja n el v o la n t e de u n a u to m ó v il, o p o rq u e p re p a ra n u n a ra to n e ra
o a lc a n z a n el s a le r o e n c im a d e la m e sa . La fig u ra 10-3 ilu s t ra la d ife re n c ia en
c u a n t o a la a p lic a c ió n de la s d im e n s io n e s e s t r u c t u r a le s del c u e rp o e n c o m p a ra c ió n
c o n la s fu n c io n a le s p ara el d is e ñ o d e la c a b in a d e un v e h íc u lo .
El p o s tu la d o c e n tra l s o b r e el u s o de la s d im e n s io n e s fu n c io n a le s s e
r e la c io n a c o n el h e ch o de q u e , al re a liza r f u n c io n e s fís ic a s , lo s m ie m b r o s del
c u e r p o d e u n in d iv id u o n o o p e r a n in d e p e n d ie n te m e n te , s in o m á s b ie n c o n c e rt a d o s .
P o r e je m p lo , el lím ite p rá c t ic o d e l a lc a n c e del b ra z o no e s la m e ra c o n s e c u e n c ia
d e la lo n g it u d del brazo, p u e s ta m b ié n re s u lta afe ctado, e n parte, p o r el
m o v im ie n t o del hom b ro, la ro ta c ió n p a rcia l del tro n co , la p o s ib le c u rv a tu ra d e
la e s p a ld a y la fu n c ió n q u e d e b e ría lle v a r a c a b o la m ano. É s t a y o t r a s v a r ia b le s

turafes funcionales

Fig. 10.3. Ilu stra c ió n de la s d ife re n c ia s de a p lica ción de las d im e n s io n e s e s t ru c tu ra le s


del c u e rp o c o m p a ra d a s co n la s fu n cio n a le s en el con te xto del d is e ñ o de ¡a ca b in a de
un v e h íc u lo . La utilización d e la s d im e n s io n e s e stru c tu ra le s tiende a c e n tra rse e n la s
s e p a r a c io n e s entre las d im e n s io n e s del cu e rp o y lo q u e le circun d a , m ie n tra s q ue ¡a
u tiliz a c ió n de la s m e dida s f u n c io n a le s tiende a c e n tra rse en la s fu n c io n e s de ¡as o p e r a ­
c io n e s a realizar. (S e g ú n D a rn o n et ait.5}

242
son las que hacen difícil, o como mínimo arriesgado, el intentar resolver todos
los problemas de espacio y dimensión sobre la base de las dimensiones
estructurales del cuerpo.

Uso de datos antropométricos

Tal como indicábamos anteriormente, los datos antropométricos pueden


tener un amplio espectro de aplicaciones en cuanto ai diseño de implementos
físicos y ayudas. Sin embargo, por lo que respecta al empleo de tales datos, el
diseñador debería seleccionar los datos procedentes de las muestras de personas
que sean relativamente parecidas a aquellas que, en !a realidad, emplearán las
ayudas en cuestión.

Principios en la aplicación de datos antropométricos

En cuanto a la aplicación de datos antropométricos, existen ciertos


principios que pueden ser relevantes, y cada uno resulta apropiado a determinados
tipos de problemas de diseño.

Diseño para individuos extremos. Por lo que respecta al diseño de


ciertos aspectos de ayudas físicas, existe algún que otro factor «limitante» que
apoya la idea de un diseño que se acomode, específicamente, a individuos que
estén a uno u otro extremo de alguna característica antropométrica, en la
suposición de que tal diseño también puede acomodarse, virtualmente, a toda la
población. Una dimensión mínima, u otro aspecto, de una ayuda se basaría, por lo
general, en un valor percentil superior de la característica antropométrica relevante
de la muestra utilizada, tal como el 90, el 95 o el 99. Quizá con mayor generalidad,
una dimensión minima se emplearía para establecer divisiones, como en el caso
de puertas, escotillas y pasillos. Si la ayuda física en cuestión se acomoda a los
individuos anchos (es decir, el porcentaje 95), también se acomodaría a todos
los individuos de menor tamaño. El peso mínimo que pueden transportar aparatos
que soporten (como un trapecio, una escala de cuerda o cualquier otro tipo de
soporte) sería otro ejemplo. Por otra parte, las dimensiones m áxim as de cualquier
ayuda serían previstas sobre los percentiles más bajos (es decir, el primero, el
quinto o el décimo) de la distribución de las personas en cuanto a características
antropométricas importantes. La distancia existente entre los instrumentos de
control y el operador sería otro ejemplo; si las personas que tienen un brazo de
alcance funcional corto pueden alcanzar un control, seguro que personas de brazos
más largos pueden hacerlo. A la hora de calcular tales máximos y mínimos es
frecuente la práctica de utilizar los valores de los porcentajes 95 y 5, puesto
que una acomodación del 100 % podría incurrir en costes extras en proporción
a los beneficios adicionales que deberían obtenerse. Para citar un ejemplo absurdo,
nosotros no construimos puertas de dos metros y medio para los escasos
individuos que sobrepasen los dos metros, o sillas de comedor para huéspedes
que pesen más de 100 kilos. Sin embargo, hay circunstancias en las que cabe
realizar diseños que se acomoden a todo el mundo sin gastos apreciables.

Diseños para promedios adaptables. Determinadas características de


implementos o ayudas deberían ser preferentemente adaptables, a fin de que
pudieran acomodarse a las personas de diversos tamaños. Los ajustes adelante-
atrás de los asientos de un automóvil y los ajustes verticales de ¡as sillas de
las mecanógrafas son ejemplos ai respecto. Al diseñar objetos capaces de
adaptación como ios mencionados, es práctica bastante común tener en cuenta
los casos que oscilan entre el porcentaje 5 y el 95. El ejemplo que damos en ¡a
figura 10-4 ¡lustra las exigencias de adaptabilidad de un asiento (es decir, el tipo
de adaptabilidad que debería preverse para un asiento) para acomodarlo a dife­
rentes segmentos de la población según la altura de sentarse. La figura ilustra
aquel punto en que el total de ajustes necesarios para acomodar los casos
extremos (como los que están por debajo del porcentaje 5 o por encima del 95)
estaría en desproporción con el número adiciona! de individuos que podrían
acomodarse en el asiento.

105r

100 -

95-

90-

85-

80-

75 L

Fig. 10.4. ilustración de las relaciones entre porcentajes de c aso s y mediciones antro­
pométricas. Específicamente, esta figura muestra los porcentajes acumulativos (a lo
largo de ía línea base) cuya altura, estando sentada, es la m ism a o está por debajo de
los valores de la escala vertical de la izquierda. La escala vertical de la derecha muestra
las correspondientes exigencias de ajustabilldad del asiento por lo que respecta a grupos
de porcentajes diferentes. Las diferencias en cuanto a exigencias de ajustabilidad del
asiento resultan desproporcionadas en los extremos a los porcentajes adicionales que
s e acomodarían a ellos. (Según Hertzberg.13)

E n e s t e a sp e c to , c o m o en o tro s, la s c o n s id e r a c io n e s s o b r e la s p é r d id a s
p u e d e n o c u p a r u n lu g a r d e s t a c a d o . La p rá c tic a m ilit a r d e re c h a z a r a la s p e r s o n a s
q u e s o n m u y b a ja s o m u y a lt a s v ie n e o b lig a d a , en parte, p o r el h e c h o d e q u e
ia e x ig e n c ia d e a rt íc u lo s m á s p e q u e ñ o s o m á s g r a n d e s d e v e s tim e n ta , c a lz a d o , etc.,
im p o n d ría u n a c a rg a a d m in is t ra tiv a a d ic io n a l p a ra s u m in is t r a r t a le s a rt íc u lo s ;
r e s u lt a m ejo r, p o r tanto, re c h a z a r la p o s ib le u tilid a d de t a le s h o m b r e s e n b e n e fic io
d e u n a c ie rta s im p lic id a d en la a d m in is t ra c ió n .

Diseño para la media. F re c u e n te m e n t e h e m o s o íd o h a b la r d e l h o m b re


« m e d io » , d e l h o m b re « típ ico» , p e ro e s to e s, e n un d e t e rm in a d o s e n t id o , un
c o n c e p t o ilu s o r io y q u im é ric o . En lo s d o m in io s d e la a n tro p o m e t ría h u m a n a h ay
m u y p o c a s p e r s o n a s , s i e s q u e la s hay, a la s q u e re a lm e n te p o d r ía m o s c a lific a r
c o m o « m e d io s » , m e d io s e n t o d o s y ca d a u n o d e s u s a s p e c t o s . En re la c ió n c o n
e s to , H e rt z b e r g 12 in d ic a q u e , en u n a r e v is ió n d e p e r s o n a l d e la A i r F o r c é (u n a s
4000 p e r s o n a s ) , n o h u b o n in g u n a q u e p e r t e n e c ie s e al (a p r o x im a d a m e n t e ) 30 %
c e n tra l (m e d ia ) d e to d a s ia s 10 s e r ie s d e m e d ic io n e s . P u e s t o q u e el c o n c e p t o
d e h o m b re m e d io e s a lg o p a r e c id o a un m ito, h a y a lg o d e ra c io n a l e n la p r o p o s ic ió n
g e n e ra l d e q u e lo s im p le m e n t o s f ís ic o s n o d e b e n s e r d is e ñ a d o s p a ra e s t e
in d iv id u o m ític o . S i n e m b a rg o , ai re c o n o c e r e sto , c o n to d o q u is ié r a m o s d e fe n d e r
a q u í el e m p le o d e lo s v a lo r e s « m e d io s» p ara d is e ñ a r c ie r t o s t ip o s d e im p le m e n t o s
o d e a y u d a s , s o b r e to d o a q u e llo s para lo s que, p o r r a z o n e s o b v ia s , n o r e s u lta
a p r o p ia d o d is e ñ a r fijá n d o se e n lo s v a lo r e s e x t r e m o s (m ín im o o m á x im o ) o b ie n
n o e s fa c tib le p re p a ra rlo s p a ra u n o s p r o m e d io s a d a p ta b le s. P o r e je m p lo , ia
m á q u in a r e g is t r a d o r a d e u n su p e rm e rc a d o , d is e ñ a d a y c o n s t r u id a p a ra u n a c a je ra
m e d ia , p ro b a b le m e n te se rá , e n ge n e ra l, m e n o s in c ó m o d a q u e ia q u e s e h u b ie ra
p o d id o d is e ñ a r p e n s a n d o e n u n e n an ito de c irc o o e n G o lia t. N o e s p o s ib le a firm a r
q u e e s to s e r ía lo m ejor, p e ro s í q u e . c o le c t iv a m e n t e , c a u s a r ía m e n o s in c o n v e ­
n i e n t e s y d i f i c u l t a d e s q u e a q u e l la s c a j a s r e g i s t r a d o r a s q u e f u e s e n m á s a lt a s b
o m á s b ája s.

244
Dimensiones del espacio de trabajo
' : I ■' i
El espacio de trabajo humano puede abarcar muchas situaciones físicas
diferentes, incluida la del fontanero que trabaja debajo de una cañería obstfuída,
la del astronauta en su cápsula, la del montador en su puesto frente a la^§i|feá
de montaje, la del que pinta el asta de una bandera, y la del sacerdote
pùlpito. Puesto que aquí no podemos resolver los problemas de espacioíSffpte
fontaneros o de los pintores de astas de bandera, vamos a tratar de a lg q ^ ^ í
de las situaciones más convencionales' de trabajo. .í v '

Espacio de trabajo para personal sentado

Existen millones de personas que desempeñan sus actividades labórales


mientras permanecen sentadas en un lugar fijo. El espacio en el que se desedwueive
una de tales personas se denomina -envoltura del espacio de trabajo». Natural­
mente, esta envoltura debería diseñarse sobre una base de situación, témeítdo
en cuenta las actividades determinadas que han de realizarse y los tipos de
personas que deben utilizar el espacio. Mostraremos los resultados de un par
de estudios antropométricos a fin de ilustrar los tipos de datos que serían de
cierta importancia en cuanto al diseño de envolturas específicas de espacios
de trabajo.
Distancia de alcance. El primero de estos estudios trata de la medición
en cuanto a distancia de alcance de un conjunto de 20 hombres pertenecientes
al personal de ia Air Force (Kennedy).15 Naturalmente, ¡a «distancia de alcance»
impondría unas restricciones externas sobre el espacio en e! que ei personal
sentado podría (levar a cabo, de forma conveniente, determinadas funciones
manuales. Los sujetos que participaron en este estudio fueron presentados con
un bastidor vertical construido con varillas de medición, todas apuntaban hacia
el cuerpo de ia juntura del hombro derecho y cada una tenía un botón de mando
en su extremo; el sujeto asía la varilla entre el pulgar y el índice y ia movía
hacia afuera, hasta que el brazo quedaba completamente extendido sin apartar
en absoluto ei hombro del respaldo dei asiento. Esto se hizo con varillas a
separaciones de 15° alrededor de una línea imaginaria de referencia vertical, que
empezaba en el punto donde hacían contacto sujeto y asiento. A medida que
cada sujeto situaba en posición cada vara, se registraba la distancia a partir de
la línea de referencia. La figura 1 0 -5 a ilustra la distribución generai, y b repre­
senta las curvas resultantes de los porcentajes 5 y 95 de los sujetos para cada
una de las »divisiones» horizontales de espacio tridimensional. En la tabla 10-2

Tabla 10-2. Porcentaje 5 dei alcance de agarre, en pulgadas, a una


selección de planos horizontales por encima del rsivai de referencia
del asiento *

P u lg a d a s p o r en cim a de! niv e l d e re feren cia d el a sie n to ( N R A )


A n g u lo NRA 10 20 25 30 40 45

L 135 7,75
L 90 12,15 7,25
L 45 18,50 20,00 19,00 14.00 8,50
L 30 21,50 22,50 21,50 15,50 9,50
0 25,50 26,25 25,50 19,00 12,75
R 30 17,50 27,00 30,00 30,25 29,00 22,75 17,50
R 45 19,50 28,25 31.00 31,00 30,25 24,75 19,00
R 90 19,50 29 Z 5 32,25 32,25 31,25 26,25 21,00
R 135 16,50 26,25 20,00
180 12,75

* M u e s tra : 20 hom bres del personal de U S A K


Fuente: Kennedy.'*

245
0o
246

(o) Postura <jel sujeto (Ó) Curvas de los porcentajes 5 y 95

Fig. 10.5. La parte a Ilustra la distribución física utilizada en un estudio antropométrico


del espacio tridimensional que rodea a sujetos sentados (personal masculino de la
United States Air Forcé); el alcance de agarre se midió en diferentes posiciones con
relación al nivel de referencia del asiento (NRA) y a cada 15° alrededor del sujeto. La
parte b presenta las curvas de los porcentajes 5 y 95 por lo que respecta a cada una
de las cuatro «divisiones» horizontales del espacio, a saber, el NRA y a 10, 25 y 40
pulgadas (25,4, 63,5 y 101,6 cm) por encima de aquel nivel. (Según Kennedy.1')
aparecen los valores del quinto percentil por lo que respecta a determinadas ,
posiciones angulares de estas y otras divisiones horizontales. Naturalmente, datos
como éstos no pueden ser aplicados a diferentes tipos de personas, a otras
disposiciones de asientos o a tareas manuales completamente diferentes.

Efectos de! trabajo manual sobre la envoltura de! espacio de trabajo.


Los efectos confusos sobre la envoltura del espacio de trabajo a cargo del
trabajo manual que ha de llevarse a cabo, se ilustran mediante los resultados de
algunas investigaciones antropométricas efectuadas por Dempster.6 Algunas de
sus investigaciones comprendían el análisis de fotografías de los perfiles de la
mano a medida que ésta se movía sobre una serie de planos frontales espaciados
a intervalos de 15 cm. Se utilizaron ocho tipos diferentes de agarre manual,
en los que la mano, al asir un instrumento manejable, estaba en una de ocho
orientaciones fijas (supina, prona, invertida y según ángulos específicos), pero
la mano podía desplazarse libremente sobre el plano en cuestión. Se resumieron
los datos medios obtenidos de 22 hombres, a fin de caracterizar las diferentes
áreas funcionales del espacio tridimensional de los individuos, y se desarrollaron
clnetosferas para cada tipo de agarre mostrando gráficamente los perfiles medios
de los trazos, a medida que se los fotografiaba desde cada uno de los tres ángulos:
desde arriba (transverso), desdo el frente (corona) y desde el lado (sagita).
Aunque no ilustramos aquí las cinetosferas obtenidas para los diferentes tipos
de agarre, bástenos con decir que eran sustancialmente diferentes, si bien se
combinaban para formar estrofosferas corno las que aparecen en la figura 10-6.
Las zonas sombreadas definen la región común a los diferentes movimientos de
la mano hechos para los diferentes tipos de agarre.

N ota :
L a s lín e a s de la
c u a d rícu la representan
6 p u lg a d a s (1 5 ,2 cm)

Fig. 10.6. Estrofosfera resultante de la supe rp osición de cinetosferas de ia oscilación


de los m ovim ientos de la mano, junto con un núm ero de posicion e s de agarre en un
e spa cio tridimensional. Las áreas som breadas d escrib en la región com ún a todos ios
m ovim ientos de la m ano (prono, supino, inverso y d iv e rso s ángulos diferentes de agarre),
probablem ente la región óptima, globalmente, de los diferentes tipos de m anipulaciones.
(S e g ú n Dem pster.6)

247
Exigen cias mínim as en esp acio s restringidos

Algunas veces, las personas se encuentran trabajando o moviéndose


en o a través de espacios restringidos o embarazosos (como podría ser el de un
astronauta al pasar por una escotilla). Para determinados tipos de espacios res­
tringidos, se han conseguido datos de antropometría dinámica que nos propor­
cionan unos valores mínimos, y algunos de ellos aparecen ilustrados en la
figura 10.7. Nótese que las dimensiones facilitadas incluyen aquellas que son
aplicables a individuos con vestimentas pesadas. En la mayoría de los casos,
tales vestimentas añaden de 10 a 15 cm, y en el caso de una escotilla vertical
deberían añadirse 25 cm a las exigencias de espacio.

Superficies de trabajo

Dentro de la envoltura tridimensional de un espacio de trabajo, las


consideraciones más específicas del diseño del área de trabajo se refieren s las
superficies horizontales (dimensiones, perfiles, altura, etc.), verticales e inclinadas
(dimensiones, posiciones, ángulos, etc.). Estas características de la situación en
el trabajo deberían determinarse, preferentemente, sobre la base de las conside­
raciones antropométricas de las personas que habrán de utilizar las ayudas
en cuestión.

Fig. 10.7. D im e n sio n e s de algunos e spa cios de trabajo que pueden resultar im prescin­
dibles para individuos que trabajen en ellos o tengan que circular por ellos. Nota: Las
tres d im e n sio n e s que aparecen (pulgadas a la izquierda, cm a la derecha) so n (de arriba
abajo en cada ca so ): mínima, mejor (con ve stid os norm ales), y con vestim entas pesadas
(com o se ría el caso del Ártico). (Se gú n Rigby. C ooper y Spickard.1’)

248
Superficie horizontal de trabajo

Muchos tipos de actividades manuales se efectúan sobre superficies


horizontales, tales como bancos de trabajo, pupitres, mesas y mostradores de
cocina. Por lo que respecta a tales superficies de trabajo, Barnes 2 propuso las
áreas normal y máxima basándose en mediciones sobre 30 sujetos. Estas dos
áreas aparecen en la figura 10-8 y se han descrito de la manera siguiente:
t. Área normal. Es el área que puede alcanzarse con una extensión del
antebrazo, manteniendo la parte superior del brazo en su posición natural lateral.
2. Área máxima: Es el área que puede alcanzarse al extender el brazo
a partir del hombro.
Sin embargo, investigaciones afines realizadas por Squires 21 han servido
como base para proponer un perfil algo diferente de la superficie de trabajo que
tiene en cuenta la interrelación dinámica del movimiento del antebrazo en cuanto
el codo también se mueve. El área que queda así circunscrita * se superpone
al área propuesta por Barnes en la figura 10-8. El hecho de que el área normal de
A rea norm al
p ro p ue sta p or S q u ire s

Abajo: centímetros
Fíg. 10.8. D im e n sion e s (en pulgadas y cm ) de áreas de trabajo norma! y m áxim a en un
piano horizontal, propuestas por Barnes, junto con un área de trabajo normal que
propuesta por Squires, aparece en sob re im p re sió n a fin de m ostrar las diferencias.
(Se g ú n B a rn e s ,2 y Squires.21)

trabajo propuesta por Barnes goce de una amplia aceptación indica, probablemente,
que resulta bastante adecuada, aunque cabe que el área algo más baja propuesta
tienda a corresponder bastante mejor con las realidades dinámicas antropométricas.

Altura de la superficie de trabajo: sentado

El amplio espectro de tareas realizadas por personal sentado ante mesas,


pupitres y bancos de trabajo, además de la enorme variedad de diferencias
* La curva resultante se denom ina Epicicloide prolata. Los sig u ien te s
datos caracterizan algunos puntos de e sta curva; el primer valor de cada par dado es ia
distancia en pulgadas desde el centro (derecha o izquierda). y eí segundo valor — entre
p a rén te sis— es !a distancia en pulgadas desd e e! borde de ia m esa de la curva hasta
aquella posición: 0 (10,04), 1.8 (11,57). 6,2 (12,49), 9.6 (12.86), 13 (12.65). 1.6,2 (11,88),
19,2 (10,57), 21,2 (8,67) y 24,5 (6,59).

2 49
individuales, excluyen evidentemente el que se establezca una altura única y
universal, apropiada a tales superficies. Sin embargo, teniendo en cuenta la
estructura del cuerpo y la biomecánica, uno puede manifestarse a favor de una
regla que convendría aplicar: la de que la superficie de trabajo (o, en realidad,
la situación de los instrumentos u objetos que deben utilizarse continuamente)
debería estar a un nivel tal que los brazos pudieran colgar de una forma relativa­
mente natural, con una posición relajada del hombro y manteniendo con el codo,
tal como dicen Floyd y Roberts,8 una relación «satisfactoria» con la superficie de
trabajo. Por lo general, esto significa que el antebrazo debería mantenerse,
aproximadamente, horizontal o ligeramente inclinado hacia abajo cuando se realizan
las tareas manuales más simples. Cuando la superficie de trabajo exige que la
parte superior del brazo esté algo más alta que la altura del codo en su posición
relajada, los costes metabólicos del trabajo tienden a aumentar (Tichauer).22
Tal principio nos llevaría a suponer que, por lo general, las superficies de
trabajo deberían ser algo más bajas que lo que refleja la práctica cotidiana.
Por lo que respecta a la altura de los pupitres, Bex,3 basándose en unas investi­
gaciones efectuadas en Europa, afirma que las alturas más corrientes se han
reducido de hecho de unos 76 cm en 1958 a unos 72 cm en 1970. Pero basándose
en datos antropométricos propios y de otros investigadores, defiende una nueva
reducción de la altura de ios pupitres hasta 68,5 cm. Sin embargo, se insiste en
que deberían fabricarse pupitres de alturas ajustables entre los 58 y 76 cm.
En caso de alturas ajustables de superficie de trabajo se apoya sobre la
base de tres factores, como sigue: las diferencias individuales en cuanto a
dimensiones físicas (sobre todo la altura del codo cuando se está sentado), las
diferencias individuales en cuanto a preferencias, y las diferencias en cuanto
a trabajos que han de llevapse a cabo. A este respecto, por ejemplo, Ward y
Kirk 24 efectuaron una estadística de las preferencias de las amas de casa britá­
nicas respecto a las alturas de superficie de trabajo cuando realizaban tres
diferentes tipos de tareas. Los porcentajes de preferencia de superficies de
trabajo a determinados niveles (con relación al codo) cuando se realizaban tales
tareas, se reseñan a continuación:

Nivel con relación al codo


Tipo de tarea M á s bajo Igual M á s alto

A. Trabajar por encima de la superficie (pelar ver­


duras, cortar pan) 54 14 32
B. Trabajar en la m ism a superficie (untar con man-
tequilla, picar ingredientes) 16 11 73
C. Ejercer presión (planchar, am asar pasta, etc.) 41 9 50

La media preferida de alturas de la superficie de trabajo era: A, 60,2 cm;


B, 64,3 cm; y C, 14,7 cm, pero es evidente que había diferencias individuales en
cuanto a preferencias respecto al nivel relativo para cada tipo de tarea, proba­
blemente debido a la naturaleza del ejercicio muscular implicado en tal tipo
de tarea.
Las implicaciones de la naturaleza de la tarea respecto a la altura de la
superficie de trabajo fueron acentuadas posteriormente por Ayoub,1 quien ofrece
las siguientes pautas para tres tipos de tareas, basándose en dimensiones
antropométricas medias:

H om bres M u jeres
Tipo de tarea cm cm

a. Trabajo de exactitud (por ejemplo, un montaje exacto) 99-105 89-95


b. Trabajo de precisión (por ejemplo, un montaje mecánico) 89-94 82-87
c. Escrib ir 74-78 70-75
d. C u rs o de trabajo m edio 69-72 66-70

250
No obstante, la superficie de trabajo que resultaría más apropiada e n

tamaños. Por lo tanto, siempre que sea posible, deberían preverse algunas

A ltura Altura
lumbar del co d o A ltura
de! regazo
Altura
poplítea

Fig. 10.9. Ilustración de las relaciones de determinadas dimensiones del cuerpo y de


superficies de trabajo y altura del asiento. De ser posible, la altura de la superficie de
trabajo debería ajustarse a las dimensiones y preferencias de ios individuos. (Según
Bex,3 fig. 4.)

características ajustables, tales como la altura del asiento, la posición del pie
(mediante el uso de algo para descansar el pie), o la altura de la superficie de
trabajo. A este respecto, la Western Electric Company ha hecho una interesante
innovación, que aparece en la figura 10-10 y en la que se ajusta la altura de la
superficie de trabajo mediante un control activado electrónicamente. También es
posible adaptar el asiento en cuanto a altura y respaldo (altura, ángulo, grado de
rigidez, etc.). La estructura que aparece en la superficie alberga el chasis del
equipo eléctrico que ha de ser rebobinado por el operador y que puede girar hasta
llegar a la posición deseada.

Aítura de la superficie de trabajo : estar de pie

Algunas de las evidencias experimentales relacionadas con la altura de


la superficie de trabajo para personas que trabajan de pie, proceden de un estudio
efectuada por Ellis.7 Utilizando un test de manipulación que consistía en hacer
girar discos de madera, varió la altura de la superficie de trabajo en relación con
la distancia desde el suelo a la punta de los dedos (expresada en cm) como sigue:
66; 80; 93; 107; 120; 134. La diferencia de 107 cm entre el suelo y la punta de Sos
dedos fue el óptimo para la velocidad de la ejecución, resultando casi satisfactoria
la diferencia de 93 cm. Estas dos medidas representaban unas distancias por
debajo de la altura de! codo de 7,0 y 20,8 cm respectivamente, y conducían a la
conclusión (ya extraída de otras investigaciones y de la experiencia misma) de
que, para una tarea que debe realizarse de pie. la superficie de trabajo normal­
mente debe estar un poco por debajo de la altura del codo. Sames propone
de 5 a 10 cm por debajo del codo para montajes con luz artificial o tareas de
Fig. 10.10. ilustración de lugar de trabajo y silla ajustables. La altura de la superficie de
trabajo puede ajustarse mediante la utilización de un instrum ento controlado electrónica­
mente. El c h a s is (que ha de se r alambrado por el operador) gira sob re s u estructura hasta
alcanzar la p osición deseada. D iv e rso s aspectos de la silla tam bién pueden ajustarse.
{Fotografía p or cortesía de la W e stern Electric Com pany, K a n sa s City.)

manipulación semejantes. Por lo que respecta a la altura por encima del suelo,
representarían unos valores m edios de — para hombres— unos 107 o 104 cm
a 81 cm, y para mujeres, de unos 97 cm a 84 cm.
Este promedio obtenido por las mujeres corresponde relativamente bien
con las preferencias de altura de trabajo expresada por la muestra de mujeres
británicas mencionadas anteriormente (Ward y Kirk 24). Las alturas medias
preferidas para superficies de trabajo y para los tres mismos tipos de tarea
mencionados anteriormente se citan a continuación:

A ltu ra preterida
Tipo de para la superficie
tarea d e trabajo (d e pie)

A 87,9 cm
B 90,9 cm
C 87,6 cm

Todos estos valores están unos cuantos centímetros por debajo de la


altura media del codo de estas mujeres, que es de unos 100 cm. En un estudio
posterior, Ward 23 utilizó cuatro métodos para fijar las alturas de superficie de
trabajo para mujeres que estuviesen realizando diversas tareas en la cocina.
Las alturas eran de 76, 84, 91 y 99 cm. Los métodos utilizados fueron la eiectro-
miografía, ia antropometría, la determinación del «centro de peso» y las preferen­
cias expresas. Sobre la base de ios datos procedentes de las mujeres repartidas
en tres grupos de tamaños (pequeñas, medias y grandes), propuso las siguientes
alturas para seis tareas diferentes:

En el f r e g a d e r o En la m e s a d e trabajo En lo s fo g o n e s
colada p e l a r p a t a t a s p lan cha r cortar p atatas freír hervir

C e n tím e tr o s 90-105 90-105 85-100 90-100 85-100 85-100

252
Estos promedios — y sus correspondientes oscilaciones para llevar a cabo
otras tareas en otras circunstancias— son, por supuesto, una función de las
diferencias del individuo, las cuales siempre están presentes.
Una posterior indicación del hecho de que la naturaleza de la actividad
influye sobre la altura deseable de la superficie de trabajo queda reflejado en las
normas propuestas por Ayoub 1 para los tres tipos de tareas siguientes (basadas
sobre dimensiones medias):

H om b res M ujeres
Tipo de tarea cm cm

a. Trabajo de precisión, co d o s apoyados 109-119 103-113


b. Trabajo de montaje iígero 99-109 87- 98
c. Trabajo pesado 85-101 78- 94

Aunque muchas alturas de superficies de trabajo no se prestan a reajustes


de altura, siempre hay sistemas y maneras de prestar ayuda a las personas, como
la selección o construcción de ayudas para individuos (como mostradores,
banquetas de trabajo, etc.), colocar taces bajo las patas de los bancos y de las
mesas, fabricar patas ajustables mecánicamente, o tener a mano plataformas bajas
(de unos pocos centímetros de altura) para las personas que tengan que tra­
bajar de pie.

La ciencia de sentarse

Ya sea en el trabajo, en casa, en el hipódromo, en los autobuses o en


cualquier otro lugar, los sujetos pertenecientes a la raza humana pasan la mayor
parte de su vida sentados. Tal como sabemos por experiencia, las sillas y asientos
que utilizamos cubren la principa! escala de la comodidad; también pueden variar
en cuanto a su influencia sobre los rendimientos de las personas que las
utilizan cuando efectúan algunos tipos de actividades laborales.

Principios del diseño de asientos

Por supuesto que la comodidad relativa y la utilidad funcional de sillas


y asientos son la consecuencia de su diseño físico en relación con la estructura
física y biomecánica del cuerpo humano. Los usos de sillas y asientos (desde los
butacones para ver la TV a las gradas de ios estadios) evidentemente requieren
diseños diferentes, y el conjunto de diferencias individuales complica el problema
del diseño. Dado que, a veces, los compromisos son necesarios en el diseño
de este tipo de ayudas, no obstante hay determinadas líneas generales que pueden
ayudar a elegir los diseños que resulten convenientemente óptimos para los
propósitos que se tengan en mente. Algunas de tales líneas maestras pertenecen
a Floyd y Roberts 8 y a Kroemer y Robinette,17 e incluyen !a mayoría de las que
hemos explicado anteriormente.

Distribución del peso. Diversos estudios sobre los asientos han


llevado a la conclusión de que ¡as personas están, por lo genera!, más cómodas
cuando el peso del cuerpo es sostenido fundamentalmente por las tuberosidades
isquiales. Estas tuberosidades son ¡as estructuras óseas de las nalgas y sus
características anatómicas parecen estar preparadas para desempeñar responsa­
bilidades de sostenimiento de peso. La figura 10-11 muestra lo que se considera
como una deseable distribución dei peso de una persona que esté conduciendo
un vehículo. Cada una de las líneas representa un perfil de igual presión, que

253
Fig. 10.11. Representación de io que s e considera una distribución deseable del p e so
sobre las nalgas, m ostrando contornos de igual presión desde fas tuberosidades isq u ia le s
hasta la periferia. El valor superior de cada contorno e s en gram os/ cm 2 y el m ás bajo
es en libras/pulgada .2 (Según Rebiffé ,18 fig. 7, p. 256.)

va desde la presión de las tuberosidades Isquiales de 90 gramos/cm2 a los


perfiles más externos de. 10 gramos/cm2.

Altura del asiento. A fin de evitar una presión excesiva sobre el muslo
(en la parte delantera del asiento), la parte delantera del asiento no debería ser
superior a la distancia desde el suelo al muslo cuando se está sentado (es decir,
la altura poplítea). Esta dimensión debería ser la generalmente elegida para
acomodarse a todos los individuos que superasen el porcentaje. Con refe­
rencia a la tabla 10-1 diremos que el quinto percentil para hombres y mujeres
es de 39 y 36 cm respectivamente. Sin embargo, las alturas de asientos fijos de
tales valores pueden complicar los mecanismos de tomar asiento a los miembros
más altos de la raza humana mediante una reacción en cadena que empieza en
el ángulo de la rodilla y puede originar que el individuo en cuestión se siente
con su área lumbar de la espalda en posición convexa antes que cóncava. Teniendo
en cuenta el hecho de que los tacones añaden más de un par de cm a los
valores del porcentaje (más en el caso de las mujeres), se ha convertido
en una práctica bastante corriente utilizar asientos de una altura de unos 43 cm.
Esto encaja bastante bien con la recomendación hecha por Grandjean et alt.10
de 43 cm para sillas de finalidades múltiples que tengan el asiento inclinado.
Siempre que sea factible, naturalmente, deberían prepararse asientos de alturas
ajustabíes (quizá de 38 a 48 cm) a fin de que se pudiesen acomodar personas
de diversas alturas.
Profundidad y anchura de! asiento. La a n c h u ra y p ro fu n d id a d d e lo s
a s ie n t o s d e p e n d e n en parte d e l tip o de a s ie n t o (u n a silla d e u s o m ú ltip le , u n a
s illa d e m e c a n ó g ra fa , un b u ta có n , etc.). S in e m b a rg o , en té r m in o s g e n e r a le s , la
p ro fu n d id a d d e b e ría s e r la m á s in d ic a d a p ara p e r s o n a s p e q u e ñ a s (p a ra d e ja r u n a
s e p a r a c ió n e n tre p ie rn a y p a n to rrilla y re d u c ir la p re sió n d e lo s m u s lo s ) y la
a n c h u ra la m á s in d ica d a para p e r s o n a s g r u e s a s . S o b r e la b a s e de lo s r a n g o s d e
c o m o d id a d p a ra s illa s de d is e ñ o s d ife re n te s, G ra n d je a n e t a lt .10 r e c o m ie n d a n q u e

254
Illas de uso múltiple no excedan de los 43 cm de profundidad y que la
jra de la superficie del asiento no sea inferior a los 40 cm, aunque tal anchura
algo superior, por ejemplo 43 cm) sería la solución del problema de los
jtos individuales; si las personas están alineadas en filas, o los asientos
uno junto a otro, codo con codo, han de tenerse en cuenta los valores de la
¿hura. puesto que incluso los valores del porcentaje 95, de 45 a 50 cm, producen
moderado efecto de sardinas en lata (y para los hinchas de un equipo de
rol este efecto se amplifica más). En cualquier caso, éstos son los valores
jnitnos aproximados para sillas provistas de brazos (y para los buenos amigos
je están cansados uno debería tener butacones incluso más anchos).

Estabilización del tronco. La estabilización del tronco viene facilitada


'fen gran parte por los diseños que procuran que, en primer lugar, el peso quede
Sustentado por el área que circunda las tuberosidades isquiales. A este respecto,
el ángulo del asiento y el ángulo de la espalda desempeñan importantes papeles,
-junto con la curvatura del respaldo del asiento. Sin embargo, tales aspectos se
entremezclan con la función del asiento. Por ejemplo, en el caso de un asiento
de oficina, como el dibujado en la figura 10-12, el ángulo de asiento recomendado
es de unos 3" y el ángulo del respaldo (el ángulo entre el respaldo y el asiento)
es de 100°. Sin embargo, para descansar y leer, Grandjean y sus colaboradores 9
observaron que la mayoría de las personas preferían ángulos mayores (tal como
se dijo en una posterior discusión sobre sillas de descanso y lectura).
La estabilidad del tronco también puede verse favorecida por el uso de
brazos e incluso por el hecho de dejar descansar los brazos sobre pupitres
o sobre áreas de superficies de trabajo, pero esto también debería hacerse a
niveles que permitieran que los brazos colgasen libremente y que los codos se
mantuviesen en una posición natural.

Cambios de postura. Aunque se han comprobado asientos mediante


los cambios de postura que las personas suelen hacer en ellos (como podría ser
el rebullir de la inquietud), esto no significa que el objetivo del diseño de un
asiento deba ser el de reducir la movilidad a cero. Por lo general, una silla o un
asiento deben permitir una movilidad moderada y cambios de postura.

-11.0(28)

2 7 0 -3 0 .0
(7 0 -7 8 ! ~
Variación
preferentemente
ajustable

13.8-15.8
Para 30.0(78) mesa: 1 7.0 -2 0 .2 (4 5 -4 3 ) 4 (3 5 -4 0 )
Para 28.0(71)m esa: 15.3-18.5(40-48) {
-4 .0 0 0 )
IC
WMF' (r 3.1(8)

Apoyos móviles para pies


2.0(5)
Dim ensiones en pulgadas con cm entre ( )

Fig. 10.12. Dim ensiones recomendadas (en pulgadas) para características ajustables de
sillas de oficina. Nótense las variaciones de ajustabilidad de la altura del asiento en
relación con las dos alturas de mesa, 30 y 28 pulgadas (78 y 71 cm ). A fin de m antener
aproximadamente 11 pulgadas (28 cm) entre la altura de! asiento y la superficie de
trabajo, el asiento debería poseer una ajustabilidad que dependiese de la altura de la
superficie de trabajo, tal com o se indica. Las p erso n a s bajas necesitan apoyos para
los pies si la altura de la superficie de trabajo e s alta para ellos. (L o s datos en pu lgadas
han sid o convertidos a partir de centímetros.) (Se gú n Burandt y Grandjean.9)

255
D ise ñ o s de asientos para d iversas finalidades

Puesto que los aspectos específicos de los asientos han de determinarse


por lo que respecta a su uso particular, ilustraremos este punto con unos cuantos
ejemplos selectos.

Asientos de oficina. Sobre la base de una sustanciosa cantidad de datos


relativa a la comodidad pedida por las personas que utilizan asientos de oficina,
Burandt y Grandjean 4 han propuesto las características de diseño que aparecen
en la figura 10-12. La figura también nos muestra las relaciones existentes entre
las dimensiones del asiento y la altura de la superficie de trabajo.

Sillas de uso múltiple. En el estudio hecho por Grandjean et alt.,


mencionado anteriormente,10' se preguntó a 50 hombres y mujeres sobre el sentido
de comodidad de 11 partes del cuerpo cuando probaron 12 diseños diferentes de
sillas de uso múltiple. Además, todos compararon cada silla con todas las demás
y promediaron la más cómoda mediante el método de comparar por pares. Los
perfiles de las dos sillas preferidas aparecen en la figura 10-13, junto con
recomendaciones de diseño hechas sobre la base del análisis de los resultados
de todos los datos. Las recomendaciones incluyen una capa de espuma de 2 a 4 cm
que recubre todo el asiento.

Siiias para descanso y lectura. Las características deseables para sillas


de descanso y lectura son, naturalmente, diferentes de las de las sillas que
desempeñan funciones más activas. Grandjean et alt.9 efectuaron un estudio en
el que emplearon una «máquina de sentarse» para conseguir juicios de los sujetos

Fig. 10.13. C ontornos de d o s sillas de u so múltiple consideradas (entre 12) com o las
m ás cóm odas por 50 sujetos, y las características de diseño, recom end adas para sillas
de u so múltiple, b asadas en este estudio. (Se gú n Grandjean et a lt .,10 figs. 2 , 6 , 13.)

2 56
Fig. 10.15. Ilustraciones de conside­
raciones antropométricas en el diseño
de asientos para conductores de co­
ches. Las partes a y b ilustran las
posturas aconsejable e indeseable en
•relación con la columna vertebral.
(Nótense en la ilustración inserta en
b las presiones desiguales entre las
vertebras, causadas por el ángulo
existente entre ellas.} La parte c
ilustra los ángulos de los miembros
del cuerpo que proporcionarían una
postura razonablemente satisfactoria
mientras se conduce, (a y b según
Rizzi,20 fig. 5, p. 230; c según Rebiffé,18
fig. 1, p. 247.)

En cuanto a la aplicación de datos antropométricos a problemas de


diseños específicos, puede que no haya una serie precisa de procedimientos
a seguir, debido a las variaciones de las circunstancias en cuestión y a los tipos
de individuos para quienes hay que diseñar las ayudas. Sin embargo, como una
aproximación general ofrecemos las siguientes sugerencias (basadas en parte en
las de Hertzberg 1
11):

1. Determinar las dimensiones del cuerpo que pon de importancia para


el diseño (v.g., la altura de sentarse como factor básico en las dimensiones
asiento-techo por lo que respecta a automóviles).
2. Definir el tipo de población que utilizará el implemento o las ayudas.
Esto ayuda a establecer un promedio dimensional que ha de tenerse en cuenta
(por ejemplo, niños, amas de casa, ciudadanos, grupos de edad diferente, todo i
el mundo, diferentes razas, etc.).
3. Determinar qué -principio» deberá aplicarse (por ejemplo, diseñar
para individuos extremos, promedios adaptables o para la «media»). i
4. Cuando sea relevante, elegir el porcentaje de población que pueda
acomodarse (por ejemplo, el 90 % , 95 % ) o cualquier cosa que sea de importancia
para el problema.
i
5. Buscar las tablas antropométricas adecuadas a la población y extraer
los valores más relevantes.
6. Si hay que llevar trajes especiales, añadir las concesiones adecuadas
(algunas de las cuales son localizables en la literatura antropométrica). i
i
258
I
1. Espacio físico y distribución

Una gran parte de la vida de la mayoría de muchísimas personas transcurre


en medios ambientes y espacios físicos creados por la mano del hombre, y que
van de las situaciones «locales» en las que nos encontramos (los lugares de
trabajo, la cocina, un coche), pasando por tipos de situaciones intermedias (los
edificios para oficinas, las casas, los teatros) y llegan hasta los entornos generales
(como por ejemplo las urbanizaciones). Nuestras experiencias más corrientes nos
señalan los efectos que diseños de tales espacios y entornos pueden ejercer
sobre las personas, incluyendo sus trabajos, su comodidad e incluso su bienestar
físico. Puesto que no podemos tratar de una forma intensiva los muchísimos
aspectos de los factores humanos de la distribución del espacio y el entorno en
los que se encuentran las personas, tocaremos tan sólo unos cuantos, prestando
una particular atención a los lugarés de trabajo.

Consideraciones en cuanto a situación de componentes

Por lo que respecta al caso de muchos sistemas y ayudas, existen diversos


«componentes» que han de situarse dentro del sistema o ayuda. (Utilizaremos
el término componente en esta discusión para referirnos virtualmente a cualquier
aspecto relevante, como podrían ser los displays, controles, materiales, máquinas,
áreas de trabajo o habitaciones.) Nos sirve como hipótesis razonable el que
cualquier componente dado tiene, por lo general, una situación «óptima» desde
la que llevar a cabo su finalidad. Este óptimo debería afirmarse sobre las
características biomecánicas, antropométricas y de sensibilidad humana implicadas
(por ejemplo, leer un display visual, activar un pulsador con el pie, etc.), o al
llevar a cabo cualquier actividad operacionai (como el intentar alcanzar algo,
preparar comida en un restaurante, o almacenar material en un depósito). Por
supuesto, los componentes deberían estar situados, con preferencia, en sus lugares
óptimos, pero puesto que esto con frecuencia no es posible, hay que establecer
a veces prioridades. Sin embargo, estas prioridades no caen del cielo como el
maná, sino que deben determinarse de alguna manera, por lo general basándose
en algunos de los factores que a continuación se mencionan.

Principios guías de distribución

Antes de hablar de unos cuantos métodos que se emplean para intentar


resolver qué cosa va en qué sitio, vamos a dar unas cuantas ideas generales
(además de la ¡dea de situación óptima) que podrían resultar útiles. Según la

259
circunstancia, estas pautas pueden tratar con una u otra de dos fases separadas
(o con ambas}, aunque interrelacionadas de la manera siguiente: lo que concierne
a ¡a situación general de los componentes (tales como los componentes espe­
cíficos de un espacio de trabajo fijo o componentes más amplios que pueden
situarse en una área de trabajo más general, como podría ser una oficina) y lo que
concierne a la distribución específica de los componentes.

Principio de la importancia. Este principio trata de la importancia


operacional, es decir, el grado en el que la realización de la actividad con el
componente es vital para alcanzar los objetivos del sistema o cualquier otra
consideración. La determinación de la importancia es, sobre todo, materia de juicio.

Principio de la frecuencia de uso. Tal como dice el nombre, este


concepto se aplica a la frecuencia con que se utiliza algún componente. Un poco
más de vuelta a esta idea y ia situamos dentro del conjunto de referencias de la
teoría de la información 21 (pt. B, cap. 4, p. B-4-12A) en la que deben tenerse en
cuenta tanto la frecuencia de uso como el número de componentes posibles
entre ios que debe hacerse una selección. (Esto será discutido posteriormente.)

Principio funciona!. El principio funcional de distribución procura


agrupar los componentes según su función, como el hecho de agrupar los displays,
o los controles, que están funcionalmente relacionados con ia operación del
s is t e m a .

Principio de la secuencia de uso. P o r lo q u e r e s p e c t a al u s o d e c ie r t o s


íte m s, e x is t e n s e c u e n c ia s o m o d e lo s de re la c io n e s q u e a p a re c e n c o n fr e c u e n c ia
d u ra n te la o p e ra c ió n d e io s im p le m e n to s. A l a p lic a r e s t e p rin c ip io , lo s ítems
q u e d a r ía n d is t r ib u id o s d e ta l m o d o q u e s e o b te n d ría n v e n t a ja s d e t a le s m o d e lo s ;
p o r ta n to, lo s íte m s e m p le a d o s en s e c u e n c ia d e b e ría n e s t a r e s t re c h a m e n t e
r e la c io n a d o s u n o s c o n o t ro s.

D is c u s ió n . A l juntar, c o m o s i s e tr a ta s e de la s p ie z a s de u n ro m p e ­
c a b e z a s , io s c o m p o n e n t e s d e u n s is t e m a , s e p o n e d e m a n ifie s to q u e n o s e p u ed e ,
o n o s e d e b ie ra , a p lic a r d e u n a fo rm a fe h a c ie n te u n a s o la p a u ta v á lid a para t o d a s
la s s it u a c io n e s . Pero, de u n a m a n e ra m u y g e n e ra l, y a d e m á s d e la p re m is a del
ó p t im o , ia s n o c io n e s de im p o rta n c ia y de fr e c u e n c ia p ro b a b le m e n te s o n a p lic a b le s,
s o b r e tod o, a la s f a s e s m á s b á s ic a s d e situ a r c o m p o n e n t e s d e u n á re a g e n e ra l
e n u n e s p a c io d e trabajo; a s u vez, lo s p r in c ip io s de s e c u e n c ia de u s o y d e
fu n c io n a lid a d tie n d e n a a p lic a r s e m á s a ia d ist r ib u c ió n d e lo s c o m p o n e n t e s d e n tro
d e u n á re a g e n e ra l
P o r lo g e n e ra l, la a p lic a c ió n d e e s t o s d iv e r s o s p r in c ip io s d e d is t rib u c ió n
d e c o m p o n e n t e s ha d e b id o a firm a rse s o b r e c o n s id e r a c io n e s r a c io n a le s d e ju icio,
p u e s t o q u e h a h a b id o p o c a s p ru e b a s e m p íric a s d is p o n ib le s q u e h a g a n re fe re n c ia
a ia e v a lu a c ió n de e s t o s p rin c ip io s . S i n e m b a rg o , e x is t e n a! m e n o s a lg u n o s d a t o s
de u n a in v e s t ig a c ió n qu e a rro ja n un p o c o d e lu z s o b r e e s t a m ate ria. El e s tu d io
e n c u e s t ió n , lle v a d o a c a b o p o r F o w le r e t a l *.,7 c o n s is t ía en la v a lo ra c ió n d e
d i v e r s a s d is p o s ic io n e s de p a n e le s de co n tro l, en to s q u e s e h a b ía n d is t rib u id o
d i s p l a y s y c o n t ro le s s ig u ie n d o ca d a u n o d e io s c u a tro p r in c ip io s d e s c r it o s
a n te rio rm e n t e . L o s p a n e le s in c lu ía n 126 d is p la y s y c o n t r o le s m ilit a r e s e stá n d a r.
No v a ie ia p e n a d e s c r ib ir s u d is t rib u c ió n s ig u ie n d o lo s c u a t ro p rin c ip io s , a u n q u e
sí d e b e r ía m o s a ñ a d ir q u e p a ra cada p rin c ip io s e d is p u s ie r o n t r e s p a n e le s de
control que v a ria b a n en cuanto a té r m in o s d e tre s « n iv e le s » d e a p lic a c ió n del
principio (basados en un sistem a de tanteo), y e s t o s niveles e ra n : alto, m e d io
y bajo. Los sujetos, estudiantes universitarios m a s c u lin o s , u tiliz a ro n ia s d ife re n te s
distribuciones e n eí c u r s o de una tarea simulada. Su e je c u c ió n s e m id ió en
términos de tiempo y errores, y lo s resultados de ¡o s c r it e r io s d e tie m p o a p a re c e n

260
en la figura 11-1. Esta figura (y los datos correspondientes que hacen referencia
a los errores) muestran una superioridad neta del principio de secuencia de uso.
Incluso las distribuciones basadas en los niveles de aplicación bajo y medio de
este principio fueron superiores, o iguales, a los niveles altos de los restantes
principios.

y -c «v

p , t ^ -- <

Fig. 11.1. Tiempo necesario para


efectuar una tarea estándar simulada
en el uso de controles y displays
dispuestos sobre la base de cuatro
principios. En ei caso de cada prin­
cipio, se utilizaron tres paneles de
control, ios cuales variaban en cuanto
al nivel o grado con el que se había
aplicado el principio ai diseño de!
Nivel de aplicación del principio panel. (Según Fowler et ait.7)

Aunque el principio de secuencia de uso figura en primer lugar en este


estudio, es evidente que este principio podría aplicarse solamente en circuns­
tancias (como las de esta investigación) en que las exigencias operacionaies
realmente incluyan el uso de los componentes en cuestión en secuencias algo
más consistentes. Cuando sea éste el caso, este principio debería seguirse.

Métodos de análisis

Como en el caso de los restantes aspectos de los factores humanos, los


datos importantes pueden ser útiles en los procesos de diseño. Ai tener en cuenta
e! espacio físico, quizá los tipos de datos más importantes se relacionen con
las actividades u operaciones humanas que hayan de llevarse a cabo (tales como
movimientos físicos, actividades psicomotrices o actividades visuales). Los
criterios relevantes de tales actividades incluyen la frecuencia, sus secuencias
e interrelaciones, su importancia y el tiempo que se les dedica. En algunas
circunstancias, también pueden utilizarse los criterios subjetivos de comodidad,
conveniencia o preferencia.

Métodos de análisis de actividad

Cuando ha de hacerse una modificación de un sistema o de una ayuda


existentes, es posible ilevar a cabo análisis de actividad de ias personas con un
modelo existente, esperando utilizar ios datos así reunidos para diseñar un
modelo mejorado. A este respecto, cabe emplear un cierto número de técnicas
que se utilizan en e! campo de la ingeniería industria!, tales como análisis de
filmaciones, observación y utilización de secuencias fotográficas (mediante ei
empleo de cámaras automáticas u otros servicios afines). Por lo general, ios datos
así recogidos se dividen en categorías de acuerdo con ios diversos tipos de
actividades u operaciones. Otros métodos para obtener datos incluyen el uso de
entrevistas o de cuestionarios con persona! experimentado en el uso dei sistema
o de ¡a ayuda, a fin de sonsacar sus opiniones (acerca de la frecuencia o
importancia de determinadas actividades o la facilidad de manejo de cualquier
instrumento), o sus preferencias acerca de ciertas características de diseño.
En el caso de sistemas o ayudas nuevos (sin contrapartidas de uso
corriente), los parámetros de frecuencia, secuencia y otras actividades deben
inferirse de cualquier tentativa de esquema, plano o concepto que estén disponi­
bles. En algunos casos (sobre todo durante las primeras etapas del diseño) puede
que el diseñador tenga que fiarse de algunos cálculos en bruto, pero, a medida
que sus planos empiezan a cristalizarse, es posible utilizar métodos más siste­
máticos en el análisis de las actividades que puedan verse implicadas en la
utilización de! sistema o de ia ayuda. A su vez, tales análisis pueden colaborar en
una redistribución de las características hasta que, a través de procesos iterativos,
se llegue a una distribución satisfactoria. Algunas veces, tales intentos de
distribución pueden comprobarse mediante el uso de prototipos o de modelos
físicos (en el caso de que se hayan desarrollado).

Resumen y utilización de los datos de la actividad

Los datos de la actividad recopilados mediante cualquier método — ya sea


de los movimientos de la mano de un montador, de la secuencia de actividades de
una ama de casa que prepara un pastel en el horno, o del tráfico de gente en
un aeropuerto— generalmente han de resumirse a fin de facilitar su interpretación
y uso. A menudo, basta con sacar sumas simples (como la frecuencia de uso
de un pedal de freno) o promedios simples (como el tiempo medio que tardan
ias enfermedades yendo y viniendo de la habitación del paciente). Sin embargo, en
otras circunstancias ciertas manipulaciones especiales en lo que respecta a
resumir tales datos pueden ser necesarias. A continuación presentaremos un par
de tales ejemplos, en particular relacionados con el uso de los componentes de
un sistema.

Ind ices de prioridades de los com ponentes de un sistem a

En el caso de algunos sistemas, las prioridades relativas de los diversos


componentes pueden aparecer ya evidentes desde el momento del resumen de
los datos importantes, o incluso a partir del conocimiento casual del sistema
y de la operación. Sin embargo, en otros casos puede resultar aconsejable
el derivar algún índice de prioridades a fin de procurarse pautas en cuanto a la
situación de los componentes. En tales casos, el diseñador tiene que decidir cuál
ha de ser la base apropiada para establecer prioridades (tales como la impor­
tancia promediada, la frecuencia de uso, etc.). Sin embargo, cuando dos o más
factores parecen igualmente importantes, es posible combinarlos en un índice
único, ya sea añadiéndoles promedios — es decir, la importancia y la frecuencia—
o bien multiplicándolos. La tabla siguiente nos muestra para cada uno de cinco
d isplays (A, B, C, D y E)'las clasificaciones medias de estos dos factores (siendo
la clasificación 3 la alta y la clasificación 1 la baja); además, también se dan
las sumas y los productos de ¡as dos clasificaciones para cada display.

D ispla y
A B C O E

1. C lasificación media, importancia 3.0 1,7 1.6 2.5 1.1


2. C lasificación media, frecuencia 3,0 1,2 1,7 1.0 2,7
3. Su m a de 1 y 2 6,0 2,9 3,3 3,5 3,8
4. Producto de 1 y 2 9.0 2,0 3,7 2.5 3,0

Las sumas o productos reflejan las prioridades relativas de Sos displays,


para tenerlo en cuenta a la hora de decidir dónde se les sitúa. Puesto que los
valores relativos de sumas y productos pueden ser diferentes (como en el ejemplo

262
anterior), la combinación de las clasificaciones (incluyendo cualquier sistema de
pesar) debería hacerse con sumo cuidado.

Enlaces com o indices de interrelaciones

Las relaciones operacionaies entre las personas, y entre las personas


y los componentes físicos pueden expresarse, por lo general, en términos de
valores de enlace. Los valores de enlace pueden desarrollarse para un amplio
espectro de tales relaciones, aunque generalmente son de tres ciases, a saber:
enlaces comunicativos, enlaces de control y enlaces de movimiento. Los enlaces
comunicativos y de control pueden considerarse como funcionales. Los enlaces
de movimiento reflejan, en general, movimientos secuenciales de un componente
a otro. Algunas versiones de los tres tipos son las siguientes:

I Enlaces comunicativos
A Visuales (de hombre a hombre, o de implemento a hombre)
B Auditivos, voz (de hombre a hombre, de hombre a implemento, o de
implemento a hombre)
C Auditivos, sin voz (de implemento a hombre)
D Tacto (de hombre a hombre, o de hombre a implemento)
II Enlaces de control
E Control (de hombre a implemento)
III Enlaces de movimiento (movimientos de un lugar a otro)
F Movimientos de los ojos
G Movimientos de manos o pies
H Movimientos del cuerpo

Los índices de enlace pueden utilizarse como ayudas en lo que respecta


a la situación general de los componentes o sus distribuciones relativas. En
algunas circunstancias, cabe emplearlos como base para asignar prioridades.

Derivación de los valores de enlace. En el caso de sistemas o ayudas


existentes, determinados valores de enlace pueden derivarse de observaciones
empíricas o de filmaciones, sobre todo los valores de enlace de frecuencia (como
la frecuencia de las acciones de control o de los movimientos de un componente
a otro). En el caso de sistemas o ayudas que hayan de desarrollarse, debería,
por lo general, estimarse la frecuencia. Los valores de enlace de importancia casi
por necesidad tienen que basarse en un correcto discernimiento. Cuando los
valores de enlace se derivan tanto por la importancia como por ¡a frecuencia,
la práctica corriente es la de computar un valor de enlace compuesto, multipli­
cando o sumando los valores de frecuencia e importancia de ¡os enlaces indivi­
duales, de forma parecida a como se hizo anteriormente en el caso de los índices
de prioridad.
Los valores de enlace de procesos operacionaies pueden obtenerse
a veces mediante una aproximación gráfica en la que se registran los pasos de
una secuencia en una operación. Por consiguiente, los enlaces funcionales o secuen­
ciales (que muestran, en una operación, las relaciones entre todos los pares de
componentes) pueden emparejarse tal como lo hicieron Haygood et alt.,'° y tai como
se ilustra en la tabla 11-1. En realidad, esta tabla sólo presenta datos de unos
cuantos de los «paneles» que fueron tomados como componentes, pero, como
mínimo, servirán para ilustrar la naturaleza de los resultados. La finalidad de esta
investigación fue la de comparar una aproximación computada al desarrollo de los
valores de enlace con una aproximación gráfica más convencional, y se constató
que ambos métodos producían, sustancialmente, los mismos resultados de valores
de enlace, pero que la aproximación compuesta era más económica en cuanto
a tiempo y dinero.

263
Tabla 11-1. Análisis de enlace de determinados paneles en un tablero de despegue de un
sistema de vuelo

Enlaces Enlaces de secuencia


funcionales entre paneles
Panel Visual Control 2 3 4 5
1. Selector principal 175 884 348 97 44 7
32 11 10

C O C \i O
2. Programador 31 637
3. Grabadora 51 81 0 1
4. Panel de metro 63 0 8
8

O
5. Suministro de energía 5 49
6. Osciloscopío 12 12

Fuente: Haygood et alt.,” tablas 1 y 2.

El uso de los datos de actividad en cuanto a com ponentes de distribución

Por lo que respecta al empleo de los datos de actividad para hallar una
distribución razonablemente óptima de ios componentes, la aproximación típica se
hace mediante alguna forma de simulación física. Sin embargo, en algunas
circunstancias cabe utilizar métodos cuantitativos más sistemáticos.

Distribución mediante la simulación física. En el empleo de la


simulación física, se distribuyen los diversos componentes sobre un papel (en
forma gráfica) o bien en forma de modelos o maquetas, hasta que se consigue una
distribución que pueda considerarse como relativamente óptima para cualesquiera
consideraciones que se consideren relevantes (por ejemplo, la situación óptima de
los componentes, sus prioridades, o sus valores de enlace funcionales o secuen-
ciales). En la figura 11-2 aparece un ejemplo de lo que acabamos de decir. La

Flg. 11.2. Secuencia de operaciones exigidas por la disposición de un panel prototipo (a),
y la disposición rediseñada después del análisis de la secuencia de operaciones (b).
(Figs. 5.2a y 5.2b.22}

parte a nos muestra la planificación inicial de un panel que fue considerado


como prototipo y en el que aparece la secuencia de operaciones mediante números
y líneas seriados. Después de analizar la secuencia sobre la base de la experi­
mentación, se elaboró un diseño revisado, que aparece en la parte b, para su use
operacional. Resulta evidente la mayor simplicidad dei ejemplo rediseñado.
Otro ejemplo de distribución elaborada gracias a métodos esencialmente
gráficos procede de un estudio hecho sobre layouts de instrumentos de aviones
(Jones, Mil ton y Fitts t2). Los datos básicos de este estudio procedían dei empíet
de una cámara fotográfica que registraba la reflexión de la luz procedente de la
córnea de! ojo. Se hicieron registros de los movimientos de los ojos de 36 piloto:
durante diversas maniobras. La figura 11-3 muestra los valores de enlace
secuenciaies entre los diversos instrumentos (expresados como porcentajes de
giros oculares entre los instrumentos) durante una maniobra. Datos como los que
aparecen en estas figuras se utilizaron para elaborar una distribución estándar
de un instrumental (básicamente, la que aparece en la figura) que ha sido adoptada
por las Ü.S. Air Forcé, la U.S. Navy, U.S. Airlines, la Royai Canadian Air Forcé
y la Royal Air Forcé (Reino Unido).

Valores de enlace basados en 3 6 pilotos


Se omiten los valores inferiores a! 2 %

Fig. 11.3. Valores de enlace de los movimientos del ojo entre los instrumentos de
un avión durante una maniobra de remontar el vuelo a una velocidad de crucero
constante. (Cortesía de USAF, AMRL, Behavioral Sciences Laboratory.)

Soluciones cuantitativas a los problemas de distribución. Sobre todo


por lo que respecta a problemas simples de distribución de componentes, sería
perder el tiempo aplicar sofisticados métodos cuantitativos, pero con los sistemas
complejos de muchos componentes sí que queda justificado un procedimiento
cuantitativo. Uno de tales métodos es la programación lineal. Se trata de un
método estadístico que da como resultado la optimización de algunos criterios
o de variables dependientes mediante la manipulación de diversas variables
independientes. En algunos casos, el óptimo sería el mínimo y en otros el máximo,
cualquiera que sea el valor deseables por lo que respecta al criterio.
Un ejemplo de esta técnica se basa en los datos de las dos fuentes
siguientes: 1) datos sobre las frecuencias con las que un piloto efectúa tareas de
respuesta, con ocho controles, en un vuelo simulado de misión de transporte, con
un avión C-131, durante 139 períodos de un minuto (Deininger 3); y 2) datos acerca
de la precisión de respuestas manuales sobre posiciones ciegas en diversas
áreas, basadas en el estudio efectuado por Fitts.6 Para esta finalidad determinada
se emplearon los datos de precisión de 8 de las 20 áreas de objetivo, tal como
se indica en la figura 11-4. Los tanteos de precisión eran promedios en pulgadas
de errores al intentar alcanzar los objetivos de las 8 áreas. La programación
lineal, cuando fue empleada en el análisis de datos efectuado por Freund y Sadosky,8
comprendía la obtención de una clasificación según el coste de utilidad para cada
uno de ios ocho controles para cada una de las ocho áreas que aparecen en la
figura 11-4. Cada una fue computada multiplicando la frecuencia de ¡as respuestas
que comprendía cada control (tomado de Deininger) por la precisión de las
respuestas en cada área (tomado de Fitts). Por ejemplo, los valores del control C
para las ocho áreas estaban entre 42,8 y 69,9, y cada uno de tales valores era
el producto del valor de la frecuencia para ei contro! {en este caso 20 } y las
puntuaciones de precisión media para las áreas, tal como se muestra en la
figura 11-4. Para todas las distribuciones posibles de controles se puede deducir

265
un coste total, que sería la suma de los costes de utilidad de los varios controles
en sus situaciones especificadas por aquella distribución. Mediante la programación
lineal era posible identificar la distribución particular para la que el coste total
era mínimo. La distribución óptima resultante es la que aparece en la figura 1t-4,
en la que los controles individuales están simplemente identificados mediante un
código de letras. Nótese que ningún control está en su propia situación óptima,
pero que, colectivamente, la distribución obtenida es óptima por lo que respecta
a ios criterios de coste total. (El control C, anteriormente mencionado, quedó
situado en el espacio 6, aunque su coste de utilidad en tal situación era menor.)

Fig. 11.4. Perspectiva dibujada de ocho áreas utilizadas en una aplicación de la pro­
gram ación lineal a la distribución de ocho controles de avio ne s (Freund y Sa d o sky.')
L o s p orcentajes m edios de p recisión de los m ovim ientos de p osición ciegos aparecen
entre p aré n te sis en las ocho áreas (basado en datos procedentes de Fítts.‘j Las letras
de lo s re cu a d ro s son los sím b olo s correspondientes a los och o controles, y las situ a ­
cio n e s qu e p resentam os aquí representan la solución óptima de program ación lineal.

Aunque este ejercicio particular de programación lineal trata de la


situación de los controles, esta y otras técnicas cuantitativas pueden aplicarse
también a ¡a distribución de displays, o ítem s de equipamiento o de personas.

Situación general de los componentes

Tai como indicábamos anteriormente, es razonable suponer que, en un


sistema o ayuda, cualquier componente dado poseería una situación relativamente
óptima, tal como se ha venido afirmando sobre consideraciones sensoriales,
antropométricas, biomecánicas, etc. Aunque las situaciones óptimas de algunos
componentes específicos dependerían, probablemente, de factores situacionales,
cabe indicar ciertas generalizaciones sobre ciertas clases de componentes,
y algunas de éstas son las que se discutirán a continuación.

Displays visuales

Se considera que la línea normal de visión está a unos 15° por debajo
de! horizonte. La sensibilidad visual, acompañada por movimientos moderados
de ojos y de cabeza, permite una exploración visual bastante completa de una área
alrededor de la línea normal de visión. El área que permite una visión más
conveniente (y, por tanto, la generalmente preferida para los displays visuales)

266
se ha considerado como la definida por un círculo, de un radio de unos 10 a 151,-
alrededor de la linea normal de visión.
Sin embargo, hay indicaciones de que el área que permite miradas <le
mayor efectividad no es un circulo alrededor de la línea de visión, sino que* más
bien es un óvalo. Tal prueba se basa en la investigación de Haines y Gilliland,?.v,v
quienes midieron los tiempos de respuesta de sujetos ante una lucecita quésy>
relampagueaba en diversos lugares dentro del campo visual. La figura 11-5 mqestra
los tiempos medios de respuesta ante las luces en diversas situaciones dentró
del campo visual. Cada límite que aparece en la figura indica la región en la que

Fig. 11.5 Tiem pos de isorrespuesta dentro de un cam po visual. Cada línea describe un
área en el interior de la cual el tiempo m edio de respuesta a las luces es casi el m ism o.
(Se g ú n H aines y Giliíland,9 fig. 2. Copyright 1973 Am erican Psychological Association ,
reproducido con perm iso.)

puede suponerse que el tiempo medio de respuesta es el mismo (región del


tiempo de la «isorrespuesta»). Las líneas, generalmente concéntricas, tienden
a formar óvalos, pero son óvalos ligeramente asimétricos, más achatados por
encima de la línea de visión que por debajo de ella.
Los sujetos que participaron en este estudio detectaron las luces incluso
más allá del límite externo de esta área, pero las consecuencias fundamentales
de esta investigación (y de algunas otras) son que ios displays visuales críticos
deben situarse dentro de un óvalo relativamente moderado alrededor de la línea
normal de visión.

Controles manuales

La situación óptima de los instrumentos de control manual es, natural­


mente, una función del tipo de control, del modo de operación y de los criterios
adecuados de realización (precisión, velocidad, fuerza, etc.). Algunos de los
capítulos precedentes han tocado, aunque de forma tangencial, esta materia, por
ejemplo en la discusión de la envoltura del espacio de trabajo del capítulo 10.

Controles que precisan fuerza. Muchos controles pueden activarse


fácilmente, por lo que la consideración más importante en lo que respecta a su
situación es, esencialmente, la facilidad de alcance. Sin embargo, los controles
que precisan, como mínimo, ia aplicación de una fuerza moderada {como ciertas
palancas de control y frenos de mano existentes en algunos tractores) ofrecen

2 67
otro factor, el de la fuerza que puede ejercerse en una dirección dada y con la
mano en una posición dada. Investigaciones efectuadas por Dupuis * y por Dupuis,
Preuschen y Schuite5 tratan de esta cuestión, sobre todo de la fuerza que puede
ejercerse estirando, cuando se está sentado, o cuando la mano está a diferentes
distancias del cuerpo (en realidad, desde el punto de referencia de un asiento).
La figura 11-6, que ilustra una serie de resultados, nos muestra la importante
reducción de fuerza efectiva a medida que el brazo se flexiona cuando estira
hacia el cuerpo. La fuerza máxima que cabe ejercer estirando va de 57 a 66 cm
hacia adelante a partir del asiento que sirve de punto de referencia, y, naturalmente,
este trecho define la situación óptima de un control de palanca (como podría ser
un freno de mano) caso de que la fuerza de estirar tenga que ser razonable­
mente alta.

Distancia de las empuñaduras en ef porcentaje


de afcanzar el máximo proyectado

Fig. 11.6. Relaciones entre la fuerza máxima de arrastre (tal como se ejerce con un
freno de m ano) y la situación de! manejo dei control. (Se gú n Dupuis, P reuschen y Shulte.5)

Según Kroemer,13 la mejor situación de manivelas y palancas (sobre todo


de aquellas que tienen que activarse continuamente de acá para allá) está frente
al operador sentado o de pie, de modo que el trayecto del manejo se encuentra
casi a la'altura de la cintura en el plano sagital (es decir, en el plano vertical de
delante atrás) pasando por el hombro.

Controles sobre paneles. Muchos controles están situados sobre


paneles o en áreas situadas delante de las personas que han de utilizarlos.
Debido a las características antropométricas y biomecánicas de ias personas, los
controles que están en determinadas situaciones pueden operarse con mayor
efectividad que otros en diferentes posiciones. La figura 11-7 nos muestra una serie
de áreas preferidas para cuatro clases de instrumentos de control, basándose en
sus prioridades relativas.23 Aunque esta distribución se basa en datos de personal
militar, tendría, desde luego, una suerte de aplicaciones mucho más generales.
Cuando existen muchos controles y displays que distribuir sobre una
repisa o un panel, el empleo de paneles angulares permite colocar más controles
en su acceso conveniente. La ventaja de tai distribución fue demostrada empíri­
camente por Siegel y Brown 17 en un estudio en el que los sujetos, utilizando un
panel frontal de 120 cm con lados laterales a 35, 45, 55 y 65°, siguieron una

268
urc>iaiH;i<3 d u e i b u i id tt u q u ie iu d p tilH U UC
del asiento, centímetros
i r~~i r~i ~r i ~ 1------- !------- 1------- 1
-5 0 - 4 0 - 30 - 20 -10 o 10 20 30 40 50
-S
o
4 0 -, c
Area màxima de superficie plana para g
e
controles secundarios ' *♦-
h i' - 90 ©
3 5 - ©
~o
- Uro. pref. para otros controles secundarios : o
c
3 0 - 3
Q.
-7 0 =

;; Controles de emergencia y controles: X Ì
secundarios de precisión y ajuste 2 5 - kj m
cz es
J r X3
Ü «3
C 03
© 3
-5 0 2 0 - t- D.
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1 5 - o ®
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OJ —
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1 0 - ü -Q

-20 -15 -10 0 10 15 20


I_ _1_ __ l__ 1 _L_ _L_
Distancia a derecha e izquierda del punto de referencia
del asiento, pulgadas
Fig. 11.7. Á re as preferidas de superficie vertical y lím ites para diferentes c la se s de
controles manuales. (Adaptado de P ersonnel S u b sy ste m s,” cap. 2. sec. 2DG. p. 7.)

secuencia de instrucciones verbales para utilizar ios controles de los paneles.


Se obtuvo una serie de criterios, incluidos criterios objetivos del número medio
de movimientos del asiento, media de desplazamientos del asiento, media de
movimientos del cuerpo (número y extensión), número medio de extensiones del
brazo (parciales y totales), criterios subjetivos basados en las respuestas de los
sujetos sobre el grado de facilidad o dificultad, apreciaciones sobre si los paneles

Angulos de los paneles laterales


Fig. 11.8. Representación de criterios procedentes de un estudio en relación con tos
án gu lo s de los paneles laterales de una consola. Todos los valores de lo s criterios se
han convertido a una escala arbitraria con fines puramente com parativos, pero todos ellos
indican la preferencia por ios paneles con ángulos a 65°. (Se gú n Sie ge l y B ro w n ,17
por cortesía de Applied P sychological Se rvice s. W ayne, Pa.)

269
deberían estar más separados o más juntos, y el- orden de preferencia de los
cuatro ángulos.
Sólo presentaremos algunos de los datos, pero caracterizan los resultados
de forma general. La figura 11-8 muestra datos respecto a cuatro de los criterios
para cuatro ángulos. Las escalas de criterios se han convertido en valores bastante
arbitrarios y solamente se indican las direcciones «deseables e indeseables».
Sin embargo, puede observarse que los cuatro criterios obtuvieron mejores resul­
tados en los paneles laterales con lados esquinados a 65°. La solidez de todos
los criterios (de éstos y de los restantes) era bastante evidente.
Aunque las figuras 11-7 y 11-8 proporcionan pautas generales para situar
controles, incluyendo la consideración de prioridades relativas, deberíamos añadir
que ¡as exigencias operacionales de determinados tipos específicos de controles
algunas veces imponen restricciones imposibles de evitar en cuanto a su situación.
Esto fue ilustrado, por ejemplo, por los resultados de un estudio efectuado por
Sharp y Hornseth 16 en el que una serie de sujetos sentados operaron cada uno
de los 3 tipos de control (botones de mando, interruptores de palanca y pulsadores)
en cada una de las 12 situaciones que tenían en cada una de 3 repisas (lejana,
media, cercana). Los controles de la repisa cercana estaban situados pensando
en el alcance de individuos de pequeñas dimensiones (casi el quinto percentil
de los varones) y solamente presentamos los datos de esta repisa.
La figura 11-9, parte a, muestra el tiempo en segundos necesario para
activar los tres tipos de controles cuando están situados a diversos ángulos
a partir de ia posición central, indicando esta parte que el tiempo de activación
fue mínimo para los tres controles a unos 25° a partir de la posición central.
A su vez, la parte b muestra las áreas de los tiempos de realización más cortos
para cada tipo de control (por ejemplo, el área en la que los tiempos estuvieron
dentro del 5 % de tiempos m ínim os para el control en cuestión); el área más
pequeña para el interruptor de palanca nos lleva a suponer que la elección de

A ngulo a ía izquierda de! centro A ngulo a la izquierda del centro <


(a) Tiem po medio de ejecución (b) Areas de tiempos m ás cortos

Fig. 11.9. D atos sob re el tiem po necesario para activar un pu lsad or y un interruptor y
tiempo n e ce sario para alcanzar un mando, cuando se está en d iv e rsa s posiciones. Los
d atos hacen referencia a ia m ano izquierda y a un tablero de m andos cercano. La parte a
proporciona lo s tiem pos m edios para controles en 25 posicion e s por encim a del nivel
de referencia del asiento. La parte b presenta los contornos del área en la que hubo
tiem pos m á s cortos para un control determinado (e s decir, tiem pos dentro del 5 %
del tiempo m edio correspondiente al control). (Se gú n Sharp y H o rn seth .16)

una p o s ic ió n para ta le s in stru m e n to s tiene q ue se r m á s c rític a q u e para lo s


re sta n te s in stru m e n to s, si e s que e! tiem p o e s lo e se n c ia l. S in e m b a rg o , tal c o m o
su p o n e n io s in v e stig a d o re s, un s is te m a bien d ise ñ a d o no d e b e ría im p o n e r a lo s
o p e ra d o re s e x ig e n c ia s de tie m p o de resp u e sta, en ¡as q u e la s d ife re n c ia s
d e 0,1, 0,2 o 0,3 so n c ru ciale s.

270
Controles con el pie

Puesto que solamente los contorsionistas consiguen poner sus pies


detrás de su cabeza, la situación de instrumentos que se controlan con el pie ha
de estar, por lo general, en áreas bastante convencionales, como las que describe
la figura 11-10. Estas zonas — diferenciadas en óptima y máxima— para controles
que se operan con la punta del pie o con el talón, se han delineado sobre la
base de datos antropométricos dinámicos. Las zonas indicadas como máximas
exigen un movimiento considerable tanto del muslo como de lá pierna, o de ambos
a la vez, y, preferiblemente, deberían evitarse como posiciones de pedales de
uso frecuente o continuo. Además, la figura se basa en el uso de una superficie
de asiento horizontal; con una superficie de asiento angular (y un respaldo
más inclinado), las situaciones de los pedales han de manipularse en consecuencia.
(Aunque tales estudios se han publicado, no los mencionaremos en este volumen.)
Generalmente, las áreas que aparecen en la figura 11-10 se aplican a
los controles con el pie que no exigen una fuerza sustancia!. Para aplicar una
fuerza considerable, el pedal, preferiblemente, debería estar bastante alejado.
Este aserto queda ilustrado en la figura 11-11, con las fuerzas máximas medias

D ista n cia delante del p u n to d e referencia del asiento, ce ntím etros

D istan cia delante del p u n to de referencia del asiento, p u lg a d a s

Fig. 11.10. Vertical óptim a y máxim a y espacio hacia delante de! pedaí para operadores
que trabajen sentados (S e g ú n Personnel S u b s y s te m s ,23 cap. 2, sec. 2D7, p. 3.)

para pedales de freno obtenidas de 100 pilotos de la Air Forcé cuando la pierna
estaba en posición «normal» y en posición extendida (con la pierna bastante
alejada del asiento). La figura muestra que las fuerzas máximas del pedal de
freno fueron superiores en la posición extendida y en los tres niveles de asiento
que se utilizaron en el experimento. (El nivel del asiento se ajustó de modo que
las distancias «suelo a ojo» quedasen estandarizadas.) Además de esto, la figura
también nos muestra que fas fuerzas para ías posiciones de ambas piernas

271
Distancia suelo-ojo
------ 3 7 pulg. (91 cm !
-------3 9 'A p u ig . ( 9 9 cm)
41 pulg. ( 1 0 4 cm)

45

55'

o o
Fig. 11.11. Fuerzas medias máximas del pedal de freno ejercidas por 100 pilotos de la
Air Forcé en dos posiciones de las piernas y en diversos ángulos del pedal de freno, y
en tres distancias «suelo-ojo». (El nivel del asiento se ajustó a tres condiciones, de
modo que el nivel del ojo estuvo a tres distancias específicas por encima del nivel del
suelo.) (Según Hertzberg y Burke,11 fig. 6.)

fueron superiores cuando el ángulo del pie sobre el pedal estaba entre los
15 y los 35° a partir de la vertical.

Distribución específica de los componentes

Una vez se ha tomado una determinación sobre las situaciones generales


de los componentes (tales como controles y d isplays ), el siguiente proceso es
el de distribuir aquellos componentes que están dentro de una misma área
general. Existen dos aspectos del proceso, a saber: la distribución básica de los
componentes en relación uno con otro, y el espacio entre dos y entre todos
(sobre todo por lo que respecta a los controles).

D isp o sició n de los com ponentes

Como indicamos anteriormente, la distribución de grupos de componentes


puede basarse en los principios de secuencia o de función. Allí donde existan
secuencias comunes, o, como mínimo, relaciones frecuentes, en el uso de
displays, controles u otros componentes, la disposición debería hacerse, general­
mente, de tal modo que facilitase el proceso secuencial, como en el caso de
movimientos de manos, de ojos, etc. Esencialmente, se trata de reducir los
valores de enlace. Las figuras 11-2 y 11-3 que aparecen en páginas anteriores, son
un buen ejemplo de ello.
Cuando no existen secuencias comunes o fijas, los componentes deberían
agruparse sobre la base de la función. En tales casos, los diversos grupos
deberían quedar claramente indicados mediante bandas, colores, sombreados,
o de cualquier otro modo. Un ejemplo de tal agrupamiento es el que aparece
en la figura 11-12.

272
Rg. 11.12. Ejemplo de controles y
agrupados según su función,
d l s p la y s
en el que los diferentes grupos apa­
recen claramente indicados.

Espaciamiento de ios instrumentos de contro!

Aunque hemos hablado de reducir las distancias entre los componentes,


como los enlaces de secuencia entre controles, existen limitaciones evidentes
que han de tenerse en cuenta, como podría ser el espacio físico que se requiere
en ia operación de controles individuales a fin de evitar tocar otros controles.

D ista n cia entre lo s b ord es de lo s m a n d o s, ce n tím e tro s

Fig. 11.13. F re c u e n c ia de e rro re s d e m a n e jo s in a d v e rtid o s p o r So q u e re sp e c ta a m a n d o s


d e d iv e r s o s d iá m e tro s c o m o fu n ció n de ia d ista n c ia en tre lo s b o r d e s de io s m a n d os,
t a s á r e a s de c ir c u io s en el re cu a d ro in se rto indican, re lativam e nte, ¡a fre c u e n c ia con q u e
io s c u a tro m a n d o s circ u n d a n te s eran a lc a n z a d o s in a d v e rtid a m e n te c u a n d o s e operaba
co n el m a n d o x. (Según B rad le y,1 fig. 2.)

273
Sean cuales sean estas limitaciones, deberían basarse en la combinación de
factores antropométricos (tales como dedos y manos) y en la precisión de los
movimientos psicomotores normales que se hacen durante el uso de los
instrumentos de control.
En ¡a figura 11-13 aparece una ilustración sobre ¡os efectos de tales
factores, que nos habla de «errores de toque» involuntarios durante el uso de
botones de mando de diversos diámetros como una función de las distancias
entre sus bordes. En este caso, la figura nos muestra que los errores disminuían
de forma notable cuando la distancia entre los botones de mando llegaba a ser
de aproximadamente 2,5 cm, mientras que, superada esta distancia, mejoraban
las realizaciones a mucha menor frecuencia. Cuando se hicieron comparaciones
por separado entre Sos centros de los botones de mando (más que entre los
bordes), sin embargo, las realizaciones estuvieron casi exentas de errores en los
mandos de 1,25 cm antes que en mandos de mayor diámetro. Esto nos lleva
a suponer que, cuando el espacio de un panel es de un interés primordial, se
prefieren los botones de mando de diámetro pequeño. Refiriéndonos nuevamente
a la figura 11-13, cabe observar que los errores de toque fueron superiores en el
botón de mando a la derecha del que debía ser activado, y resultaron casi mínimos
para el de la izquierda.
Sobre la base de diversos estudios de instrumentos de control, Chapanis
en Van Cott y Kinkade 2 han preparado una lista de distancias recomendadas
(las preferidas y las mínimas) entre pares de instrumentos similares, tal como

o,a
aparecen en la figura 11-14.
Núm . de m iem Dros

M andos P u lsa d o re s Interruptores M a n iv e la s, p a la n ca s P e d a le s


y tipo de uso
del cuerpo

Cnss^ a i ?

1, C a su a lm e n te P- 2 (1 ) 20/2) 2(3/4) 4 (2 ) 6 (4 )
cm 5 (2 .5 ) 5 (1 .3 ) 5 (1 .8 ) 1 0 (5 ) 15(10)

1, S e c u e n c ia l- P- K V ri 1 ( 1/2 ) 4 (2 )
m en te cm 2.5(1.31 1 0 (5 )
2 . 5 Í. 6 )
2 , S im u ltá n e a - P- 5 (3 ) 5 (3 )
m en te cm 12.7(7.6) 12.7(7.6)

2, C a su a lm e n te , P- '/2 ( V e ) V 4 ! V e)
se c u e n c ía lm e n te cm 1.3(1.3) 1.8(1.61

Fig. 11.14. S e p a r a c io n e s re co m e n d a d a s, en p u lg a d a s y en ce n tím e tro s, entre c o n tro le s


a d y a c e n te s. L a s se p a ra c io n e s p re fe rid a s s e dan para d e te rm in a d o s tip o s d e u s o co n lo s
c o r re s p o n d ie n t e s m ín im o s de s e p a ra c ió n entre p a ré n te sis. (S e g ú n C h a p a n is.2)

Pautas generales para ei diseño de lugares de trabajo individuales

A l diseñar lugares de trabajo, son casi inevitables algunas com ponendas


debido a las prioridades en competición. S in embargo, a este respecto los valores
de enlace adecuados pueden colaborar en el proceso de las transacciones.
A continuación se presentan algunas pautas generales para diseñar lugares de
trabajo que incluyen tanto d isp la y s como controles (adaptadas de Van Cott
y Kinkade,20 cap. 9):
— D e prim era prioridad: Tareas visuale s de primer orden.
— D e se gun da prioridad: Controles de primer orden que se interrela­
cionan con tareas visuales de primer orden.
— D e tercera prioridad: Relaciones control /display (poner los controles

274
cerca de los d isp la y s relacionados con ellos; relaciones de movimientos
compatibles, etc.).
— D e cuarta prioridad: Distribución de los elementos que hayan de
usarse en secuencia.
— D e quinta prioridad: Situación adecuada de los elementos que hayan
de usarse frecuentemente
— D e sexta prioridad: Coherencia con otros d isp la y s dentro del mismo
sistema u otros sistemas. jf*'
»
/

Ejemplos de lugares de trabajo individuales

Aunque no resulta factible ilustrar la distribución física de muchos


y diferentes tipos de lugares de trabajo, a continuación presentaremos unos pocos
ejemplos, en particular aquellos para los que se han hallado algunas pautas de
diseño o que representan problemas de diseño especiales.

T ab le ro s d e m ando

Los tableros de mando de una clase o de otra son utilizados por


operadores de diversos tipos de sistemas; éstos incluyen generalmente tanto
d is p la y s como controles. La figura 11-15 ilustra las características de! diseño de
tableros de mando que se recomiendan sobre la base de características antro­
pométricas de las personas junto con consideraciones acerca de sus disposiciones
visuales y psicomotrices.

Fíg. 11.15. Características de diseño recomendadas para tableros de mando en ¡as que
ios operadores trabajen sentados. Estas características están diseñadas para que se
adapten a personas entre ios porcentajes 5 y 95. (Según Van Cott y Kinkade,'" fig. 9.6.)
C abinas de vehículos

Una lista similar de características de diseño aconsejables para cabinas


de vehículos aparece en la figura 11-16, que también presenta algunos aspectos
de composición general. Merece la pena prestar atención a una característica
particular, a saber, el campo visual que puede contemplarse desde la posición
del conductor. (En la figura 11-16, con un asiento verticaimente ajustable, la
posición del ojo de la mayoría de los conductores estaría a 5 cm por encima
o por debajo de la posición que aparece en la figura.) Otras características
importantes son la altura del asiento, su profundidad y el ángulo del respaldo;
el espacio entre pierna y rodilla, y las exigencias de manos y pies para líevar
a cabo acciones de control.

Fig. 11.16. Características de diseño recomendadas para cabinas de vehículos. Estas


características están diseñadas para que se adapten a personas que estén entre los
porcentajes 5 y 95. (Según Van Cott y Kinkade,3’ fig. 9.11.)

B A R T fíapíd Transit System (Sistem a de circulación rápida B A R T )

El Bay Area Rapid Transit District, durante el proceso de diseño del


vehículo BART para su uso en el área de la bahía de San Francisco, impulsó
la utilización de determinados factores humanos para criterios de diseño, algunos
de los cuales guardaban relación con la comodidad y conveniencias de los
pasajeros y los otros se referían a la operación del vehículo. En relación a este
último, el sistema está provisto de un control electrónico mediante un sistema
central de computadoras, pero con un vigilante en cada tren que tiene varias
misiones, sobre todo la de desconectar el sistema central en caso de emergencia.
En realidad, el vigilante es una especie de control de quita y pon que puede
colocarse ai frente del primer coche. Por lo que respecta al diseño del lugar que

276
ocupa este vigilante, la necesidad fundamental fue la de asegurar una visibilidad
adecuada a fin de observar las señales, tanto las que aparecían enfrente como
las que podían aparecer al lado en las curvas, y la visibilidad hacia atrás
con objeto de poder vigilar el interior del coche. La figura 11-17 muestra el
tablero de mando del control y el prototipo del lugar de trabajo.

Fig. 11.17. Tabiero de control de Attendant para el prototipo de capsula del BART
(rapid transit car) descrrta por Sundberg y Ferar.” (Fotografia por cortesia de Sund-
berg-Ferar, Southfield, Michigan.)

Controles y cabinas d e grúas

En las industrias del hierro y del acero, lo mismo que en algunas otras,
se utilizan grúas a fin de desplazar materiales de un sitio a otro. Las exigencias
operacionales de este control móvil hacen suponer la necesidad de una visibilidad
sin obstáculos, controles que puedan operarse con facilidad y que respondan
con una fidelidad aceptable a las demandas del operador y una postura relativa­
mente confortable. La British Iron and Steel Research Association se ha interesado
por el diseño y distribución de los implementos que se utilizan en las operaciones
del hierro y del acero incluyendo las grúas. Sobre la base de algunas investiga­
ciones, más la aplicación de principio de factores humanos del sonido, se
efectuó una modificación de la cabina original de una grúa junto con sus
controles. En la figura 11-18 aparecen los diseños antes y después. Sólo con
observar las fotografías, cabe comprobar la mejora de la visibilidad, la mejor
distribución de los controles y la mejor postura del operador.

Resumen

La variedad de situaciones físicas en las que se encuentran las personas


es, por supuesto, casi infinita, y en este capítulo sólo hemos podido tratar unos
pocos aspectos del diseño de tales situaciones. El hecho básico que hemos
intentado demostrar es que el diseño de tales situaciones puede ejercer uri
determinado efecto sobre un cierto número de criterios relevantes, como podría
ser la realización de las funciones en cuestión (tales como la operación de una
operación de procesado), la seguridad (como sucedería en la operación de

277
vehículos} y la comodidad. Por lo tanto, en lo que respecta a los procesos de
diseño, los diseñadores deberían utilizar todos los datos antropométricos y de
realización disponibles {además de un buen juicio) a fin de diseñar el sistema
o la ayuda que mejor pudieran utilizar las personas.

(b ) Controles de grúa original

(cj Cabina de grúa perfeccionada id) Controles de grúa perfeccionados

Fig. 11.18. Ilustración de cabinas y controles, originales y mejorados, de una grúa


utilizada en una fábrica de aceros. (Según tañer,1* y Seil.15 Cortesía de la British Iron
and Steel Research Assoclation.)

278
Quinta parte
Entorno
12. Iluminación

En muchos aspectos de nuestra vida dependemos del soi como nuestra


fuente de iluminación, como ocurre al conducir de día, ai jugar ai golf o al
cultivar tomates. Sin embargo, cuando las actividades humanas se realizan de ,
puertas adentro, es generalmente necesario buscar algún tipo de iluminación
artificial. En aquellas circunstancias en las que se emplea iluminación artificial
(o en las que al menos podría utilizarse) es posible, naturalmente, diseñar el
sistema de iluminación de modo que la iluminación proporcionada resulte satisfac­
toria para los «usuarios» del entorno. Este capítulo tratará de algunos aspectos
de la iluminación partiendo del punto de vista dé ¡os factores humanos. Sin
embargo, en primer lugar vamos a explicar la naturaleza de la luz y cómo se mide.

Naturaleza y medición de la luz


La luz es una energía radiante evaluada visualmente. El espectro
completo de la energía radiante (electromagnética) consta de ondas de energía
radiante cuya longitud varía de 1/1 millar de millones a 100 millones de metros.
Esta gama tan espectacular incluye rayos cósmicos, rayos gamma, rayos X, rayos
ultravioletas, el espectro visible, rayos infrarrojos, radar, FM, TV y ondas de
radio; y la transmisión de energía, tal como se ilustra en la figura 12-1.
El espectro visible oscila entre los 380 y los 780 nanómetros (nm).
El nanómetro (anteriormente conocido como «milimicron») es una unidad de
longitud de onda igual a 10~9 (un millar de millones) m. La luz puede ser
pensada como el aspecto visible de la energía radiante; luejjo es de naturaleza
básicamente psicofísica, antes que puramente física o puramente psicológica.
Variaciones en cuanto a la longitud de onda dentro del éspectro visible producen
la percepción del color, los violetas están alrededor de/ios 400 nm, y los demás
aumentan en el siguiente orden; azules (unos 450 nm), verdes (sobre los 500 nm),
amarillos-anaranjados (unos 600 nm) y los rojos (700 nm y más).
La luz que percibimos tiene dos orígenes; los cuerpos incandescentes
(cuerpos «calientes» como el sol, los astros o una (lama) y cuerpos luminiscentes
(cuerpos «fríos», por ejemplo los objetos que percibimos en nuestro entorno
y que reflejan luz). Una fuente de luz cálida que incluye todas las longitudes de
onda en proporciones casi iguales recibe e! nombre de luz blanca. La mayoría
de las fuentes de luz, como los astros, tienen espectros que incluyen la mayor
parte de las longitudes de onda, pero que tienden a poseer más energía en
determinadas áreas del espectro que en otras. Estas diferencias hacen que las
luces nos parezcan amarillentas, verdosas, azuladas, etc.
A medida que la iuz procedente de un cuerpo caliente cae sobre un

281
Frecuencia, herzios

O
1 0 24 1 0 22 1 0 18 1 0 '6 10 i4 ,0 '2 1 0 10 10® 106 104 102 !

-6
__ 1_____— «------
R ayos R ayos Ray. infra­ Micro- Energía
uv TV Radio
có sm icos gamm a X rrojos ondas eléctr.

Espectro visible

Violeta Azul Verde Amarillo Rojo

400 500 600 700


Longitud de ooda. nanóm etros

Fig. 12.t. El espectro de energía radiante (electrom agnética), m ostrando el espectro


visible. (.Light and Color,26 p. 5.)

objeto, una combinación específica de longitudes de onda queda absorbida por éste.
La luz que se refleja de este modo es el efecto de la interacción de las carac­
terísticas del espectro de !a fuente de luz, con las características de absorción
espectral del objeto. Si un objeto coloreado es contemplado bajo luz blanca, se
verá en su color «natural». Si es contemplado bajo una luz que posee una
concentración de energía en una parte limitada de su espectro, la luz reflejada
puede alterar el color aparente del objeto, como el caso de una corbata azul que
parece verde cuando se la ve bajo una luz amarilla. En la figura 12-2 se ilustra
este efecto y, además, muestra cómo la complexión aparente de una persona
queda influida por la naturaleza del origen de la luz.

La m edición de la luz: fotometría

Existen muchos conceptos y términos relacionados con la medición de


la luz. Aquí se definirán unos cuantos. La candela (cd) es una medida de intensidad
lumínica.* La potencia lumínica (pl) es una medida de la intensidad luminosa
de una fuente de luz expresada en candelas. El flujo lum inoso es el tiempo de
duración de una corriente de luz medida en lúmens (Im). Un lumen sería la luz
de una candela (12,57 lúmens) que ilumina un área de un pie cuadrado a la

Longitud de onda, nanómetros

Fig. 12.2. Ilustración de! efecto del espectro de una fuente de luz sob re el espectro
de luz reflejada, en este ca so la luz reflejada por la complexión de la cara de una persona.
( Light and Color,26 p. 25.)

distancia de un pie. La iluminancia (o intensidad luminosa) es la luz que cae sobre


una superficie; una medida de la iluminancia es el pie candela (pe).
El pie candela (pe) es la unidad de iluminación sobre una superficie de
un pie cuadrado en la que se expande, uniformemente, un flujo luminoso de

* Se define la candela como la intensidad lum inosa de 1/600 000 m etros


cuadrados del área proyectada de un radiador opaco operando a la tem peratura de la
solidificación de! platino (2047 °K).

282
1 lumen, o bien la iluminación producida sobre una superficie, todos los puntos
de la cual están a una distancia uniforme de un pie respecto a una fuente de
luz de una candela de intensidad. La distribución de la iluminación sigue la
ley de la inversa del cuadrado de la manera siguiente:

pl
pe = ~q *~ ' en *a ^ue ^ es *a distancia en pies

A 2 pies, una fuente de 1 pl produciría 1/4 pe y a 3 pies produciría 1/9 pe.


En la figura 12-3 se ilustra la ley de la inversa del cuadrado. El Decalux también
es una medida de luminancia, y es igual a 1,076 pe. Un decalux es igual a 10 lux.
La luminancia es el total de luz por unidad de superficie reflejada o emitida por
una superficie, y por lo general se mide en unidades de mllilambertios (mL)
o pie lambertios (pL). El pie lambertio (pLj es una medida de luminancia y es
igual a 1/rt de candela por pie cuadrado. El mililambertio (mL) es igual a 0,929 pL,
y, con finalidades prácticas, puede considerarse como una medida equivalente.
La luz reflejada por la superficie de los objetos y que llega hasta e! ojo (específica­
mente hasta la retina) hace que «veamos» ios objetos, con su configuración y color.

Color

La luz reflejada por los objetos — y que produce nuestras sensaciones


de color— puéde describirse en los términos de las tres características siguientes:
la longitud de onda predominante, la saturación (es decir, la predominancia de
una escasa gama de longitudes de onda, en cuanto contrasta con una mezcla
de diversas longitudes de onda) y la luminancia. A su vez, estas características
físicas de la luz influyen en nuestras percepciones del color por lo que respecta
a tres atributos correspondientes, respectivamente matiz, saturación (el atributo
que determina el grado de diferencia dé un color de un gris bajo la misma
luminosidad), y la luminosidad (el atributo relacionado con la cantidad relativa
de luz incidente). Estos tres atributos se describen en el cono que aparece en ía

Fíg. !2.3. ilu stra ción de la d istrib u c ió n de ia luz a partir de una fu e n te de luz, sig u ie n d o
la le y del cuadrado in v e rso , (L ight M e a s u re m e n t a n d C ontrol’,27 pág. 5.)
figura 12-4. En ei cono cromático, el tono se indica mediante la posición alrededor
de la circunferencia. La saturación (también denominada a veces p u re z a o c ro m a )
es el radio del cono cromático. Un color saturado sería un tono único y estaría
situado sobre la circunferencia del cono. Los colores que aparecen hacia el
centro son mezclas de varios tonos, y mientras tengan un matiz predominante
no aparecerán como colores puros. La luminosidad (a veces denominada valor
o brillo ) aparece situada en la dimensión vertical, el centro de la cual va desde
el blanco hasta el negro, pasando por los diferentes grados de gris. Cualquier
color de un matiz determinado y de una saturación dada pueden ser variados en
su luminosidad. Aunque exista alguna relación de tipo general entre la luminancia
y la respuesta subjetiva del brillo, todos los colores que reflejan idénticas
cantidades globales de energía lumínica no son necesariamente percibidos como
colores de igual luminosidad. Esto se debe al hecho de que el ojo tiene una
sensibilidad diferente frente a las diferentes longitudes de onda.

Blanco

Fig. 12.4. El cono de color. El color


aparece so b re la circunferencia, la
lum inosidad (de la luz a la oscuridad)
sob re la vertical, y la saturación
sob re el radio de la circunferencia.

Sistemas cromáticos. Se utilizan dos tipos de sistemas cromáticos


como sistemas estándar de colores. Los primeros son aquellos que consisten
en ei uso de placas de color o fragmentos coloreados para utilizarlos como
modelos para caracterizar colores. El sistema cromático de Munsell,28 el sistema
cromático de Ostwald 24 y el Diccionario del color de Maerz y Paul 20 pertenecen
a este tipo. Algunos (por ejemplo, los sistemas de Munsell y de Ostwald) se
corresponden sustancialmente con el cono de color y proporcionan una nomen­
clatura tipo para identificar colores ya seleccionados de diversos matices,
saturaciones y niveles de luminosidad. Por ejemplo, el sistema de Ostwald
Identifica 680 muestras de color {28 fragmentos de color para cada uno de
24 matices, más 8 que representan niveles de brillo en el continuo de blanco
a negro).
Ei sistema cromático CIE, preparado por la Commission Internationale de
i'Eclairage,23 prevé el designar colores por lo que respecta a los porcentajes
relativos de cada uno de los tres colores primarios, a saber, rojo (X), verde (Y)
y azul (Z). Con el sistema CIE pueden designarse todos los colores posibles
sobre un diagrama cromático, ya sean colores emitidos, transmitidos o reflejados.

284
Total de iluminación

El problema de determinar el nivel de iluminación que deberían tener


diversas tareas visuales ha ocupado la atención de los ingenieros de iluminación,
de los psicólogos y de otros investigadores durante mucho tiempo. Sin embargo,
BlackweII ha llevado a cabo durante bastantes años un extenso programa
de investigaciones que trataban de la iluminación y que ha servido de base para
establecer los niveles de iluminación recomendados por la IES para diferentes
tareas y actividades.25

Investigación de !a visibilidad de Blackwell

Puesto que la investigación de BlackweII ha sido aceptada por la IES


como base fundamenta! para especificar los niveles de iluminación interior a fin
de desarrollar tareas y actividades, se impone un resumen de parte de su trabajo.*

Procedimientos de laboratorio y resultados. La investigación de


BlackweII se centró fundamentalmente en el estudio de los parámetros básicos
de la visibilidad. La organización de su laboratorio consistía en un ancho cubículo
pintado de blanco e iluminado lateralmente con iluminación escondida. Los
sujetos observaban un lado de este cubículo, que consistía en una pantalla
translúcida cuya luminancia podía variar de 0,001 a 800 pL. El objetivo que debía

Logaritm o de ia luminancia del fondo, piefambertios

Fig. 12.5. Relaciones entre ia luminancia del fondo y el contraste n e cesario para que
exista un 50 % de discrim inabiíidad por lo que respecta a objetivos de diferentes dim en­
sio n e s (m inutos de arco). (BlackweII, citado por Crouch.’)

verse era un disco de luz que podía proyectarse sobre ia pantalla. El disco podía
variar de tamaño {desde 1 minuto de arco basta 64), en su proporción de
contraste respecto al fondo {0,01 a 300) y en su tiempo de exposición
(0,001 a 1,0 s.). Se proyectaba un disco determinado durante uno de cuatro
intervalos, indicándose mediante un zumbador el inicio de cada uno de ellos.
En cuanto el disco se proyectaba sobre la pantalla (durante uno de los cuatro

* L os detalles de esta investigación y io s procedim ientos para especificar


ios n ive le s de iluminación correspondientes a d iv e rsa s tareas y actividades se pueden
encontrar en otras fuentes: (BlackweII; Crouch, ¡E S Lighting Handbook.'- '■ ’ r

285
intervalos indicados por el zumbador), el sujeto tenía qué identificar el intervalo
y presionar un botón que identificaba el intervalo en cuestión. En la figura 12-5
aparecen resumidos algunos de los resultados. Nos muestra, por lo que respecta
a diversas dimensiones del objetivo (1, 2, 4 y 10 minutos de arco), la relación
entre luminancia del fondo y el contraste necesario entre el fondo y el disco para
que existiese un 50 % de precisión en la identificación del disco. Para estimar
los valores que se necesitarían para conseguir un 99 % de precisión, debería
multiplicarse el valor del contraste por un factor de casi 2 (Crouch ’). Pueden
observarse los inicios de un esquema para utilizar tales datos a fin de determinar
las exigencias de iluminación de diversas tareas.
Al utilizar un procedimiento de investigación que comprendía la identifi­
cación de defectos al mover los discos (procedimiento que no describiremos aquí),
era posible equiparar las exigencias de visibilidad de los objetivos móviles con
respecto a los estáticos.

Nivel de visibilidad (NV) como criterio de realización visual. El empleo


de las investigaciones de Blackwel! a fin de establecer los niveles de iluminación
recomendados, se basa en los conceptos de nivel de visibilidad (NV) y función
de referencia de la visibilidad. Vamos a empezar con la función de referencia de
la visibilidad, que aparece en la curva del fondo de la figura 12-6. Esta curva

1CP

10 \ X
X Función del criterio de realización
^v^visual (NV8J
to’
V
x
10° N c

10“’ Función de la referencia '" “X— -x.._x.


de visibilidad (NV1)

IO ' 2 J ________ L

Luminancia del fondo, pielambertios

Fig. 12.6. D o s curvas de nivel de visibilidad (N V ), cada una de las cuales representa
co m b in acio n e s de lum inancia y contraste n e ce saria s para una visibilidad igual. N V 1
(Función de Referencia de la Visibilidad) es una curva básica relacionada con la luminancia
n ecesaria para alcanzar un umbral de visibilidad que permita una tarea estática c o n sis­
tente en distin gu ir un d isco lum inoso de 4 m inutos de arco expuesto durante 1/2 s.
A su vez, la N V 8 (Función del Criterio de Realización Visu al) m uestra el nivel ajustado
a tres factores: objetivo dinám ico en com paración con el estático; desconocido o
conocido el lugar y m om ento en que aparecerá el objetivo; y una probabilidad de detec­
ción de un 99 % com parada con un 50 % . (I E S líghting handbook,23 fig. 3.24, basado a s u
vez so b re un trabajo de Blackweil.)

— derivada de las investigaciones de Blackweil— representa el contraste de


luminancia (en la escala vertical) que se necesita a diferentes niveles de lumi­
nancia de fondo (en la escala horizontal) a fin de alcanzar el umbral de visibilidad
de una tarea visual estándar. Esta tarea consistía en detectar un disco luminoso,
de un tamaño de 4 minutos de arco visual, expuesto durante 1/5 de segundo.
(Los observadores que intervinieron en esta fase ajustaron el contraste del disco
en relación con e! fondo en la línea fronteriza entre «visibilidad» e «invisibilidad».)
En efecto, la curva muestra la relación entre contraste y luminancia para obtener
la visibilidad de un objetivo visual determinado. La función básica de Referencia

286
Je Visibilidad es una entre los posibles niveles de visibilidad (NV). a la que
p designa como NVt. Por encima de ésta cabe ver diversas curvas NV, cada
_na de las cuales reflejaría iguales niveles de visibilidad superiores a la curva
J e umbral NV1.
Naturalmente, en la práctica alguien podría querer utilizar un nivel de
jminancia que proporcionase algo más que el «umbral» de discriminación para
;na tarea como la que utilizó Blackwell en su experimento. En el desarrollo de
"iun nivel de «sentido común» que pudiera adaptarse a muchas tareas reales,
deberían tenerse en cuenta tres factores y para cada uno de ellos se hizo un
íajuste compensatorio respecto al NV1. Los ajustes se hicieron en lo tocante a la
diferencia de niveles de visibilidad necesarios para compensar las diferencias en
ios siguientes factores: 1) presentación estática contra dinámica de la misma
tarea visual (es decir, objetivo); 2) la diferencia entre saber y no saber dónde
y cuándo una tarea visual (o sea objetivo) puede aparecer en el cambo visual;
y 3) las diferencias entre un 50 % de probabilidades de detección del objetivo y el
estándar más práctico de un 99 % de probabilidades. Los multiplicadores
estadísticos de estos tres factores son 2,78, 1,5 y 1,9 respectivamente, que,
multiplicados juntos, dan un producto de casi 8. La curva superior de la figura 12-6
refleja la combinación de éstos y está marcada NV8. Por lo tanto, esta curva
puede considerarse que caracteriza las combinaciones de contraste y luminancia
necesarias para la igual visibilidad de una tarea visual estándar bajo las condi­
ciones de los tres factores mencionados anteriormente.

Determ inación de recom endaciones sobre el nivel de iluminación

La investigación de Blackwell proporciona una base para determinar ios


niveles de iluminación para diferentes tareas. (Los procedimientos específicos
para hacerlo se explican en el Manual de iluminación IES.25) Aquí solamente se
discutirán un par de factores que resultan básicos para estos procedimientos,
a saber, el contraste luminoso del detalle de! trabajo y la luminancia de fondo
de la tarea.
Por lo general, una tarea visual requiere la detección visual de algunas
características detalladas de un objeto o de cualquier cosa que uno pueda captar
en su campo visual. El «contraste luminoso del detalle en una tarea» hace
referencia a la diferencia de luminancia entre estas características y el fondo,
tal como sucede entre las letras en una señal de tráfico y su fondo. (Este
contraste, en combinación con el tamaño de las características detalladas, afecta
a la dificultad de la tarea.) «La luminancia de fondo» hace referencia a! total
de luz que se refleja desde el fondo (como podría ser el procedente de una
señal de tráfico de carretera).
Al determinar las exigencias de iluminación para una tarea concreta, se
establece, mediante un método que no es necesario que describamos, un valor
de «contraste equivalente» con la tarea estándar (representado como NV8 en
la figura 12-6). A su vez, este valor puede utilizarse para determinar la luminancia
necesaria en pL, ya sea tomándola directamente de la figura 12-6 o mediante
otro método. A su vez, la luminancia necesaria en pL sirve como base para
determinar la iluminación en pe necesaria para producir la luminancia exigida.
Puesto que esto depende de la reflectancia del fondo, se hace un ajuste adicional
para tenerlo en cuenta derivando el pe necesario para ia tarea, basado en la
relación siguiente:

luminancia exigida, pL
iluminación necesaria, pe =
% de la reflectancia

La importantísima influencia de la reflectancia sobre las exigencias de


iluminación en pe se ilustra a continuación por lo que respecta a tres reflectancias

287
de fondo (80, 50 y 20 % ) y por !o que respecta a dos niveles de iuminancia
necesaria (40 y 100 pL):

Iluminación necesaria, pe para


tres niveles de reflectancia
iuminancia exigida. pL 80% 50 % 20 %
40 pL 50 80 200
100 pL 125 200 500

Los procedimientos proporcionados por el IES pueden utilizarse para


derivar las necesidades de iluminación de cualquier tarea determinada. Sin
embargo, tales procedimientos ya han sido aplicados a muchos tipos de tareas
y también han sido publicados (Manual de iluminación IES, cap. 9).2S Por lo
tanto, estas recomendaciones pueden utilizarse para muchos tipos de tareas.
En ¡a tabla 12-1 presentamos algunos ejemplos.

Tabla 12-1. Estándares de iluminación recomendados por el IES para varios tipos selec­
cionados de situaciones y tareas

Ilum inación
recom endada
Situación o tarea D e ka lu x Pe

Montaje:
V isió n fácil 30 32
V isió n algo difícil 50 54
M e d ia 100 110
Fina 500 540
Extrafina 1000 1080
Sa la de m áquinas:
Producto bruto y trabajo de máquina 50 54
Producto medio y trabajo de máquina 100 110
Trabajo fino y trabajo de m áquina 500 540
Producto extrafino y trabajo de máquina, trabajo fino,
com o el efectuado con una muela 1000 1080
A lm a c e n e s y depósitos: inactivos 5 5,
O ficinas:
C artografía, diseño, dibujo en detalle 200 220
Contabilidad, clasificación de libros 150 160
C la sifica ción del correo 100 110
P asillo s, ascensores, escale ras 20 22
R e sid e n cia s:
Cocina, preparación de com ida 150 160
Leer, escribir 70 75

Fuente: E je m p lo s e sco gid o s del I E S U g h tin g H an d b o o k ,2S pp. 9-81 a la 9-95.

Como muchas personas de edad avanzada pueden testimoniar, la


realización visual tiende a perderse. Por lo tanto, los niveles de iluminación que
resultan adecuados para los jóvenes puede que no. sean los adecuados para
personas mayores. A este respecto, Blackweli y Blackweli,2 basándose en la
realización visual de personas de diversas edades, han conseguido «multiplicadores
de contraste- para grupos de edades diferentes, utilizando la realización media de
un grupo de veinte a veinticinco anos como base de 1,00. Los multiplicadores
para valores medios de algunos otros grupos son: cuarenta años, 1,17; cincuenta
años, 1,58, y setenta y cinco años, 2,66. Para solucionar las exigencias de
poblaciones con proporciones más altas de edad, se necesitarían multiplicadores
más altos, hasta 6,92.

288
Aunque ya existen muchos iaboratorios que estudian la realización visual
bajo diversas condiciones de iluminación, aunque parezca raro han sido relativa­
mente pocos los que han publicado estudios documentados sobre la realización
de trabajos reales bajo diversos niveles de iluminación. En un resumen de tales
estudios (McCormick 19), se suministran datos sobre los niveles de iluminación
«originales» (algunos de los cuales eran muy bajos) de 19 trabajos diferentes,
los niveles «nuevos» (que, en algunos casos, todavía estaban por debajo de lo
que recomienda la práctica), y el porcentaje de cambio en cuanto al output de
trabajo de los productores. En todos los casos se registraron aumentos en el
output de trabajo que oscilaban entre el 4 y el 35 por ciento. Por diversas
razones, hay que ser un tanto circunspecto a la hora de valorar tales resultados,
pero es innegable que tienden a indicar que la realización de un trabajo rea!
resulta influida en algo por el nivel de iluminación.

Resum en

Al tener en cuenta los niveles de iluminación de diferentes tareas,


deberíamos hacer notar que ha existido desde siempre una controversia que
todavía no ha desaparecido y cuyo punto clave hace referencia a si una realización
visual continúa mejorando si se aumentan los niveles de luminancia (Hopkinson
y Collins,13 1970; Faulkner y Murphy I1j. Los niveles de luminancia de las reco­
mendaciones del IES, basados en las investigaciones de Blackwel!, tienden a
igualarse con la disminución del contraste de la tarea, tal como aparece en la
figura 12-6, sobre todo en la región en que el brillo de la tarea supera los 10 pL.
Esto indica que una ligera disminución del contraste exigiría un gran aumento
del nivel de iluminación a fin de mantener una adecuada visibilidad.
Y aunque los niveles altos de iluminación puedan garantizarse en
algunas circunstancias, existen, sin embargo, indicaciones claras de que, en
algunas tareas, los niveles altos de iluminación pueden debilitar la información
(Logan y Berger17) al suprimir los «gradientes visuales» del modelo de densidad
de los objetos que han de observarse. Este efecto se ilustra en la figura 12-7,

Fig. 12.7. Ilustración de lo s efectos de una ilum inación general com parada con la
rasante por lo que respecta a la visibilidad < e un hilo descosido de un tejido. (Se gú n
Faulkner y M urphy ,11 figs. 3 y 4.)

que nos muestra los efectos de una iluminación general comparada con una
iluminación «de superficie». Por lo tanto, en algunas circunstancias, niveles de
iluminación más bajos (aunque del tipo apropiado) darían mejor resultado que
niveles altos, por lo que probablemente debería reconocerse que las exigencias
de iluminación de, como mínimo, algunas tareas visuales, no quedan cubiertas
por las recomendaciones presentes.
Deslumbramiento

El deslumbramiento se produce por un brillo dentro del campo de visión


que, a! ser suficientemente superior a la luminancia a la que se han adaptado
ios ojos, causa molestia, incomodidad o pérdida de la realización visual o de la
visibilidad. El deslumbramiento directo es causado por una fuente de luz dentro
del campo visual, y el deslumbramiento reflejo o especular es provocado por
reflejos de un brillo muy elevado procedentes de superficies muy pulidas o
vidriosas y que van a parar a un individuo.

Efectos de! deslumbramiento sobre la realización visual

Los efectos del deslumbramiento directo sobre la realización visual de


las personas quedan ilustrados por los resultados de un estudio en el que los
sujetos contemplaban objetivos de prueba con una fuente de deslumbramiento
de 100 W — una lámpara de filamento de tungsteno— que ocupaba diversas
posiciones dentro del campo de visión.18 Los objetivos de prueba consistían en
barras paralelas de diferentes tamaños y contrastes respecto al fondo. La causa
del deslumbramiento variaba de posición en relación con la línea directa de visión,
siendo estas posiciones las de 5, 10, 20 y 40° respecto a la línea directa de
visión, tal como se indica en la figura 12-8. El efecto de! deslumbramiento sobre
Fuente de deslumbramiento
10 fe sobre el (5 fe al ojo)
objeto de prueba

,6

69%
°°

- - ' fió*
'" T i 0
4 ^ Línea de visión
Ojo
Objeto de prueba Reducción
(barras de la efectividad
paralelas) visual

Fig. 12.8. Efectos dei deslum bram iento directo sobre ía efectividad visual. Los efectos
dei deslum bram iento empeoran a medida que la fuente de deslum bram iento s e acerca
a ¡a línea de visión. (Se gú n Luckiesh y M o s s . 18)

la realización visual es mostrado aquí como un porcentaje de la efectividad


visual que sería posible sin el deslumbramiento. Cabe observar que, con la
fuente de deslumbramiento en el ángulo de 40°, la efectividad visual es del 58 % ,
reduciéndose ésta a!16 % en ei ángulo de 5°.

Deslum bram iento y comodidad visual

La in c o m o d id a d v ís u a í c a u s a d a p o r el d e s lu m b r a m ie n t o e s, p o r d e s g r a c ia ,
una e x p e r ie n c ia c o m ú n y c o rrie n te , y u n m a y o r in te ré s p o r p a rte d e lo s d is e n a ­

290
dores de luces e instalaciones debería tender a reducir tales incomodidades.
Por este camino se han dirigido bastantes investigaciones relacionadas con el
deslumbramiento y sus efectos sobre las sensaciones subjetivas de comodidad
e incomodidad. Como resultado directo de tales investigaciones, el IES ha
adoptado un procedimiento estándar para calcular los grados de deslum bram iento
e incomodidad (GDI) de las iluminaciones y para intentar planificar las situaciones
de iluminación interior.31

Obtención de lo s grados de deslumbramiento e incomodidad (G D I)

El cálculo de los GDI para planificaciones de iluminación específica debe


tener en cuenta la mayoría de factores situacionales que afectan la comodidad
visual, como podrían ser los siguientes: 1) forma y dimensiones de la habitación:
2) reflectancias de la superficie de la habitación; 3) nivel de iluminación: 4) tipo
de luminaria, dimensión y distribución de la luz; 5) número y situación de las
luminarias; 6) luminancia de todo el campo de visión; 7) situación del observador
y línea de visión, y 8) implementos y accesorios. Además, los procedimientos
pueden tener en cuenta, si se desea, una novena variable, a saber, las diferencias
en cuanto a la sensibilidad individual frente al deslumbramiento.
El esquema para calcular el GDI en cualquier planificación específica de
iluminación es complejo y no lo describiremos aquí (consultar el M anual de
iluminación IE S ,2* pp. 324-328). El valor GDI obtenido para cualquier circunstancia
dada puede, sin embargo, convertirse en un grado de comodidad visual, que es
una estimación de las probabilidades de comodidad visual (PCV), o sea el
porcentaje de observadores que se supone podrían enjuiciar si una condición de
iluminación está en — o es más confortable que— la línea fronteriza (es decir,
el umbral) entre la comodidad y la incomodidad. En la figura 12-9 aparecen las
relaciones entre GDI y PVC.

deslumbramiento (PiD)

Fig. 12.9. Relaciones existentes entre lo s prom edios de incom odidad por deslum bram iento
(P iD ) en condiciones de iluminación e spe cífica s y las p robabilidades de comodidad
visual (P C V ), o se a el porcentaje de ob se rvad ores de los que s e e spe ra que consideren
si una condición de iluminación está a un lado o a otro de la d iviso ria entre com odidad
e incomodidad- (IE S Lighting Handbook,-s fig. 3-27.)

S ig u ie n d o io s p r o c e d im ie n t o s p ara o b t e n e r lo s v a l o r e s GDI, u n o p u e d e
d e riv a r, p a ra c u a lq u ie r tip o d a d o d e p u n to de lu z (ya s e a m o n ta d o lo n g itu d in a l
o t r a n s v e r s a im e n t e en u n a h a b ita c ió n ), lo s v a lo r e s P C V p a ra c u a le s q u ie r a d im e n ­
s io n e s de u n a h a b ita c ió n d a d a (a n c h u ra , lo n g itu d y a ltu ra d e l te c h o ). P o r ío q u e
re s p e c t a a la a p lic a c ió n d e l p ro c e d im ie n to , el Í E S S u b c o m m it t e e o n D ir e c t G ía r e 31
(p. 6 43 ) ha d e te rm in a d o q u e el d e s lu m b r a m ie n t o d ire c to n o r e s u lt a p ro b le m a

291
en una instalación lumínica si se cumplen tres condiciones específicas, y una
de estas condiciones es la de que el PCV sea de 70 o más.*
Aunque la mayoría de los que se han interesado en el deslumbramiento
directo lo han hecho respecto al deslumbramiento producido por puntos de luz,
Hopkinson 12 ha efectuado algunas investigaciones relacionadas con el deslum­
bramiento originado por la luz del día (a través de las ventanas) y presenta una
fórmula modificada para calcular el índice de deslumbramiento respecto a la
iluminación de interiores con luz de día. Las ventanas, naturalmente, pueden
proporcionar un útilísimo caudal de iluminación, de modo que un problema básico
es el de diseñar ventanas a fin de proporcionar iluminación con luz de día (¡unto
con otros aspectos deseables, como serían ventilación, posiblemente panorámicas,
etcétera) y un deslumbramiento mínimo.

La reducción del deslumbramiento

— Reducir el deslumbramiento directo procedente de focos de luz:


1) escoger focos de luz de bajo GDI; 2) reducir la luminancia de las fuentes de
luz (por ejemplo, utilizando varios focos de luz de baja intensidad en vez de
pocos, pero muy brillantes); 3) situar los focos de luz lo más lejos posible dé la
línea de visión; 4) aumentar la luminancia del área alrededor de cualquier foco
de deslumbramiento, de modo que la proporción de luminancia (brillo) sea menor,
y 5) utilizar pantallas, escudos protectores y visores allí donde el foco de
deslumbramiento no pueda reducirse.
— Reducir el deslumbramiento directo procedente de ventanas: 1) utilizar
ventanas situadas a cierta distancia del suelo; 2) construir un voladizo exterior
por encima de la ventana; 3) disponer de lamas verticales (a fin de disminuir
la línea directa de visión respecto de las ventanas); 4) disponer luces cerca
de las ventanas (a fin de reducir el contraste con la luz procedente de la ventana,
y 5) usar cortinas, mamparas o celosías (Hopkinson 12j.
-— Reducir el deslumbramiento procedente de reflejos: 1) Mantener el
nivel de luminancia de los focos de luz lo más bajo posible; 2) procurar un buen
nivel de iluminación general (como, por ejemplo, con muchos focos de luz pequeños
y el uso de luces indirectas); 3) utilizar luz difusa, luz indirecta, pantallas
deflectoras, cortinas, etc.; 4) situar el foco de luz o el área de trabajo de tal
modo que la luz reflejada no llegue directamente a los ojos, y 5) emplear super­
ficies que ayuden a difuminar la luz, tales como superficies de pintura lisa, papeles
no satinados y acabados acanalados en máquinas de oficina; evitar metales
brillantes, vidrios, papeles satinados, etc.

Distribución de la luz

Existen unos pocos indicios que prueban que la realización visual es,
por lo general (pero no siempre), mejor si existe un nivel razonable de iluminación
general en el área de trabajo.

Proporción de luminancia.

La proporción de luminancia es la proporción de luminancia de un área


determinada (como el área de trabajo) con respecto al área circundante. En la

* Las otras son que la proporción de lum inancia máxim a a media de un


foco n o debería su pe ra r ¡os 5:1 (preferiblemente 3:1) a 45, 55, 65, 75 y 85° a partir del
nadir de anchura y longitud, y las lum inancias m áxim as de fo co s no deberían superar ios
va lo re s de 2250, 1605, 1125, 750 y 495 pL, respectivam ente, a tales ángulos.

292
tabla 12-2 presentamos las proporciones recomendadas por el IES para diversas
áreas relacionadas con tareas visuales, tanto por lo que respecta a oficinas
como a situaciones industriales. En esta tabla la proporción entre tarea y lugares
circundantes adyacentes es de 3:1 (excepto si los alrededores poseen colores
muy luminosos).

Reflectancia

La distribución de la luz en el interior de una habitación no es solamente


una función del total de luz y de la situación de los focos de luz, sino que
también está influida por la reflectancia de ¡as paredes, techos y otras superficies
de la habitación. Ligado al reflejo está e! concepto del coeficiente de utilización,
que es el porcentaje de luz que es reflejado, en conjunto, por las superficies de
la habitación o de! área. La influencia de los reflejos sobre el coeficiente de

Tabla 12-2. Proporciones de luminancia recomendadas para oficinas


y situaciones industriales

Proporción máxima
recomendada de luminancia

Áreas Oficina Industrial

Tarea y alrededores adyacentes 3:1


Tarea y alrededores adyacentes más oscuros 3:1
Tarea y alrededores adyacentes m ás claros 1:3
Tarea y superficies oscuras m ás lejanas 5:1 10:1
Tarea y superficies claras m ás lejanas 1:5 1:10
Luces (o ventanas, etc.) y superficies adya­
centes a las m ism as 20:1
Cualquier lugar dentro del campo de visión
normal 40:1

Fuente: IE S Lighting Handbook,’s fig. 11-2, p. 11-3, y fig. 14-2, p. 14-3.

utilización se ilustra mediante el siguiente ejemplo (Manual de iluminación IES,2S


figura 5-17):

Reflectancia de la superficie, % Coeficiente de


techo paredes suelo moblaje utilización, %
65 40 12 28 29
85 72 85 50 57

A fin de contribuir a la distribución y utilización efectiva de la luz en


una habitación, por lo general, resulta aconsejable el utilizar paredes, techos
u otras superficies claras. Sin embargo, las áreas de reflectancia alta en el
campo visual pueden convertirse en origen de deslumbramiento por reflejos. Por
esta y otras razones (incluidas las consideraciones prácticas), las reflectancias
de las superficies de una habitación (como podría ser una oficina) aumentan,
por lo general, del suelo al techo. La figura 12-10 ilustra las recomendaciones
de la IES a este respecto, indicándose, para cada tipo de superficie, el pro­
medio de niveles de reflectancia aceptables. Aunque la figura se aplica específica­
mente a oficinas, los mismos valores de reflectancia pueden aplicarse, esen­
cialmente, a otras situaciones laborales, como podría ser el caso de la industria.

293
Fig. 12.10. Reílectancias recomendadas para una habitación y la superficie de su amue-
blamiento en una oficina. (Journal of the IES,23 fig. 11.)

Resumen

Aunque las recomendaciones de iluminación prevén, generalmente, un


nivel moderado de iluminación general (por ejemplo, una proporción baja de
luminancia), existen ciertos factores en contra del uso de niveles altos de
iluminación general. Una circunstancia de éstas es cuando el nivel elevado de
iluminación suprime el «gradiente visual», tal como indicamos anteriormente en
la figura 12-7. Otra circunstancia es cuando se aconseja concentrar la atención
visual en un área determinada. Existe un fenómeno denominado fototropismo,
o sea la tendencia de los ojos a dirigirse a la luz. Mediante la colocación
adecuada de la luz (y una reducción de la iluminación general) se puede «alumbrar*
el área que exige una atención visual más importante. Esto se ilustra en la
figura 12-11 con los efectos del cambio de posición de los focos de luz sobre
una cepilladora de madera (Hopkinson y Longmore 14}.

(a) (b)
Fig. 12.11. Efectos del cambio de colocación de focos sobre una cepilladora mecánica.
La posición original (a la izquierda) originaba reflejos en la superficie pulimentada, lo
cual distraía la atención de los operarios. La redistribución (a la derecha) proporcionó
menos reflejos, lo que permitió a los operarios centrar su atención. (Según Hopkinson
y Longmore,14 con permiso del Controller of H. M. Stationery Office.)

Iluminación para situaciones especiales

Por supuesto, existen muchas circunstancias que exigen instalaciones de


iluminación especial a fin de que puedan hacerse las necesarias discriminaciones
visuales posibles. Daremos dos ejemplos para ilustrar los factores humanos y los
problemas que pueden aparecer en cuanto a iluminación.

294
Ilum inación d e carreteras

Entre las ventajas ya sabidas de la iluminación de carreteras, está la de


proporcionar seguridad. Los registros de accidentes en calles y carreteras antes
y después de haber sido iluminadas proporcionan pruebas muy persuasivas al
respecto. A continuación presentamos un resumen de datos compilados por el
Street and Highway Lighting Bureau of Cleveland, de 31 vías públicas de todo el
estado y que indican los accidentes mortales de tráfico el año antes de que
fueran iluminadas y al año siguiente de su iluminación (pp. 585-602}:30

Reducción
W- Año anterior a
la iluminación Ano siguiente N.° Porcent.
556 202 354 65

Tal prueba es muy persuasiva y apoya la expansión de los programas


de iluminación de carreteras.

Características de las carreteras que influyen sobre la visibilidad.


Diversos aspectos de las carreteros ejercen, probablemente, algún efecto sobre
la visibilidad cuando se conduce por la noche, y por tanto posiblemente estén
relacionados con los accidentes. Uno de ellos es la iluminación de transición.
Cuando ha de emplearse el alumbrado de carreteras (como es en el caso de un
cruce) es aconsejable procurar algún tipo de «transición» ai acercarse y al
alejarse graduando las dimensiones de las lámparas que se utilicen. Esto ayuda
a facilitar la adaptación visual antes y después del área altamente iluminada.
Otro de los factores es el conocido como geometría de sistema, que hace refe­
rencia, sobre todo, a la altura de las farolas; en algunas instalaciones, la altura
de montaje es de más de 10 metros y en algunos sistemas europeos se emplean
instalaciones a alturas superiores a ios 12 metros. Tales alturas (si bien exigen
lámparas más amplias) ayudan a aumentar la distancia de pantalla, es decir, la
distancia entre el punto de luz y la parte alta del parabrisas que impide la visión
directa de la farola. Bajo condiciones medias, esta interrupción es de casi 3,5 veces
la altura de montaje (AM) de la farola.
Otro factor más podría ser el del diseño de la farola, que puede controlar
la «interrupción» de la potencia lumínica de la farola a una mayor distancia de
acercamiento, mejorando por lo tanto la comodidad y la visibilidad. Los efectos
del tipo de «interrupción» de la farola se muestran a continuación por lo que
respecta a grados de deslumbramiento y grados de visibilidad obtenidos de
121 conductores (Christie 8). Las escalas de graduación oscilan entre — 2 y +4.

Tipo de farola
Pantalla S in pantalla

G rado de visibilidad, media 1,3 — 0,9


G rado de deslum bram iento, media 1,8 0,4

Siguiendo con la iluminación de carreteras, podría resultar interesante


ilustrar las diferencias, en cuanto a total de iluminación, producidas por farolas
de diferentes tipos. La figura 12-12 muestra la iluminación mínima y media (en
pie candelas) y la iluminación del pavimento (en pie lambertios), producida por
lámparas de sodio de alta intensidad, de yoduro de mercurio, y lámparas de
mercurio claro (400 watios) a dos alturas de montaje (Rex21)- Al traducir tales
datos en términos económicos, Rex propone que la lámpara de sodio de alta
intensidad es la mejor inversión en la actualidad en cuanto a unidades de ilu­
minación por milla.

2 95
Fig. 12.12. Iluminación mínima y me-
Mínimo{//j
| Media fpi d¡a (pie candelas) y luminancia del
asfaltado (pie lambertios) producidas
pl por faros de 400 watios pertenecien­

YA ü ft M tes a tres tipos de iluminación de
carreteras a dos alturas diferentes
s sobre el nivel del suelo. (Según
g E i \ Rex.21)
o > -“
c “ E 5
r a« i ' m m
5 ©®
J D D Á l i_ e S J L h . d i rzfW
altura, pi es— 30 45 30 45 30 45
Sod io de alta lodino Mercurio
intensidad mercurio claro

Además, la reflectártela de las superficies de las carreteras varía sustan­


cialmente, creando un factor que, a su vez, afecta la visibilidad. Por ejemplo, la
superficie de un pavimento de asfalto (de unos 6 años de edad) refleja aproxi­
madamente el 8 % de luz, mientras que el pavimento de hormigón tiene una
reflectancia de superficie de casi un 20 % . Se ha calculado que el total de
iluminación (en pie lambertios) exigido para igualar el brillo de los pavimentos
de asfalto, comparados con el de hormigón, es de una proporción aproximada
de 1,92 : 1 (Blackwell, Prichard y Schwab*), lo que frisa en la proporción 2: 1.

Faros de los vehículos

Otro aspecto de ¡a iluminación que atañe a los conductores es el dei


tipo de faro utilizado en los vehículos, los cuales pueden fijarse en términos de
visibilidad y comodidad visual. Una investigación interesante para deducir un
cálculo de comodidad acerca de tres sistemas de faros fue la que realizaron
Schwab et ait.22 Los sistemas eran: 1) un sistema de rayo bajo (RB); 2) un
sistema de rayo alto (RA), y 3) un sistema polarizado de alta intensidad (PAI).
A intervalos de 15 minutos durante las primeras dos horas, los conductores
podían elegir entre el RB y e! PAI, y durante las dos horas siguientes entre
el RA y e! PAÍ, y en todos ios casos el tráfico que venía en dirección opuesta
usaba lo mismo que había elegido el sujeto. En el caso de cada par de opciones,
una era alternativamente «libre» mientras que la otra resultaba disponible mediante
el pago de un «precio» (a deducir de los 2,50 dólares por hora que se pagaba
a los sujetos que intervenían en el experimento). El «precio» que una persona
estaba dispuesta a pagar por un sistema en vez del otro se tomaba como
indicación clara de sus preferencias. La cantidad media que los sujetos pagaron
por e! PAI y por el RB por encima del RA, se presenta a continuación, dividida
en dos grupos de edad:

Jóvenes (18-28) Viejos (47-64)

P agos por el PAI sobre el R A 40 c/h 23 c/h


P agos por el RB sobre ei R A 16 c/h 13 c/h

Aunque hubo diferencias de edad, las preferencias fueron superiores


para el sistem a polarizado (PAI) y las que seguían hacían referencia ai sistema de
rayo bajo (RB). El sistem a de rayo alto (RA) fue, claramente, el menos aceptado.

P r o c e s o s d e r e c o n o c im ie n t o

C o n f r e c u e n c ia , i o s procesos de reconocimiento invitan a algún tipo de


ilum inación p a ra f in a lid a d e s especiales. De hecho, Faulkner y M urphy 11 indican
q u e , sobre ia b a s e d e la experiencia proporcionada por haber diseñado 5 0 esta­

296
ciones de inspección, la iluminación general es raras veces — si alguna vez
lo es— la mejor elección en cuanto al alumbrado de reconocimiento. Aducen que
el Eastman Kodak Human Factors Group ha preparado una «biblioteca de ilumi­
nación» que contiene ejemplos de unos 20 tipos diferentes de iluminación para
finalidades específicas y que incluyen: el uso de la luz polarizada, iluminación
concentrada, iluminación periférica, iluminación estroboscópica, luz negra y
«sombreado». Una ilustración visual de los efectos comparados de la iluminación
general en comparación con la iluminación detallada, apareció anteriormente en
la figura 12-7.
A título de ejemplo de cómo la realización de una inspección visual puede
resultar afectada por la naturaleza de la iluminación, Lion 15 comparó la realización
en seis tareas utilizando filamento de tungsteno o fluorescentes. Los resultados
son los siguientes:

Tarea y criterio Tungsteno Fluorescente

1. Clasificación de cojinetes, no clasificado 306.2 322,1 *


1. Clasificación de cojinetes, n.° errores 30,7 34,1
2 . Enhebrar agujas, n.° e n sarte s 149,7 156,2 '
3. Lectura de núm eros, n.° lecturas 91,6 91,7
4. M e d ición de varillas, tiem po eri s 718,3 695,3 *
4. M e d ició n de varillas, n.° errores 13,4 13,3

' E sta d ística m e n te significativo.

En tres tareas de manipulación (1, 2, 4) los sujetos trabajaron más


de prisa bajo iluminación fluorescente sin ningún efecto perjudicial sobre la
precisión de la ejecución; se supuso que esto podía ser consecuencia de un
deslumbramiento más bajo debido a! fluorescente que no poseen las lámparas
de tungsteno incandescente. Basándose en estudios posteriores con otros ítem s
(Lion et alt.s), los investigadores infirieron que las lámparas fluorescentes y sus
ventajas en ciertas tareas de reconocimiento podían deberse a ia mayor «difusión»
de ia iluminación (puesto que contrastaba con las lámparas incandescentes,
que eran causa de «puntos» de deslumbramiento).

Resumen

El aparato visual humano posibilita la recepción de una fabulosa cantidad


de detalles visuales, pero solamente bajo dos condiciones, a saber, que la visión
no esté menoscabada y que la iluminación de que se disponga sea la adecuada.
Incluso en condiciones de deterioro parcial y de iluminación algo inadecuada,
el ojo consigue una sensibilidad notabilísima. Pero, por lo que respecta a los
intereses a largo plazo, a fin de mantener ia capacidad visual de las personas
y de mejorar sus realizaciones visuales, es importante que la iluminación
proporcionada sea la apropiada para las tareas visuales en cuestión. Naturalmente,
esto se consigue mediante la consideración de la tarea visual a mano y la
aplicación de los datos y principios de ingeniería de iluminación basados en
investigaciones como las que se han explicado en este capítulo.

297 -
13. Condiciones atmosféricas

Puesto que el modelo corriente de organismo humano es el resultado


de un proceso de evolución que ha durado millones de años, ha creado una
sustancial adaptabilidad a las variables del medio ambiente del mundo en que vive,
incluida su atmósfera. Con todo, existen límites a esta adaptabilidad y, además,
la ciencia y la tecnología se ocupan de inventar nuevas clases de entornos para
el ser humano, que comprenden cápsulas espaciales, enormes frigoríficos
industriales y furgones sumergibles, aparte de provocarse cambios en nuestro
medio ambiente natural en forma de subproductos propios de la civilización, tales
como el sm o g y la contaminación atmosférica. Puesto que aquí no podemos hablar
de todos los aspectos del medio ambiente, comentaremos al menos los que
presentan un mayor interés general.

El proceso de intercambio térmico

El cuerpo humano está generando continuamente calor como consecuencia


de su actividad metabólica. En el estado de descanso, un hombre adulto genera
algo rpás de 1 keal/min; algunas actividades sedentarias originan un consumo
que oscila entre t,5 y 2 kcal/min, y las actividades físicas van desde las 5 kcal/min,
por lo que respecta a actividades moderadas, hasta 10 o incluso 20 kcal/min por
lo que respecta a trabajos sumamente pesados. Puesto que la actividad meta­
bólica es continua, el cuerpo observa continuamente el proceso de intentar
mantener el equilibrio térmico con su medio ambiente.

Cam bios del cuerpo durante el reajuste térmico

Cuando el cuerpo va de un entorno térmico a otro, lleva a cabo algunos


reajustes físicos, en especial los siguientes:
— Cam bios de un entorno óptimo a otro frío: 1} La piel se enfría; 2) la
sangre se aleja de la piel y se acumula en la parte central del cuerpo, donde
se calienta antes de volver a fluir hacia las áreas epidérmicas; 3) la temperatura
rectal aumenta ligeramente, y 4) pueden aparecer escalofríos y la «carne de
gallina». El cuerpo puede estabilizarse aumentando las áreas de piel con poca
afluencia de sangre.
— Cam bios de un entorno frío a otro cálido: 1} Hay más afluencia de
sangre hacia la superficie del cuerpo, lo que origina un aumento de la temperatura
epidérmica; 2) disminuye la temperatura rectal; 3) puede empezarse a sudar.

298
El cuerpo puede estabilizarse aumentando el sudor y la afluencia de sangre hacia,
la superficie. .

Aclimatación al frío y al calor. La aclimatación consiste en una '>}


m §■
serie de reajustes fisiológicos que tienen lugar cuando un individuo está habí-
tuaimente expuesto a condiciones térmicas extremas, frías o calientes según los
casos. En la figura 13-1 se ilustran los cambios que pueden tener lugar durante
la aclimatación al calor.

°C °F

Fig. 13.1. C a m b io s de tem peratura rectal, prom edio de p u lso y pérdida de su d o r de un


grupo de hom bres durante una exposición de S días a un clim a cálido [tem peraturas de
ampolleta seca y húm eda 120 y 80 °F (50 y 26,5 °C) respectivam ente], durante los
cuales trabajaron durante 100 minutos, con un co n su m o de energía de 300 kcal/h. Los
valores com parativos de temperatura y pulso se presentan en relación con control
precedente, el de un día (día 0 } durante el cual e sto s hom bres trabajaron en un clim a
frío. (Se g ú n Lind y B a ss.21)

Las personas objeto de este estudio trabajaron 100 minutos cada una
durante 9 días, con un consumo de energía de 300 kcai/min en un clima cálido
(Lind y Bass 21). La figura muestra los cambios de temperatura rectal, promedio
cardíaco y pérdida de sudor. Los cambios por lo que respecta a estos indicios
fisiológicos son muy distintos. Aunque existen dudas acerca del tiempo necesario
para aclimatarse totalmente, es evidente que gran parte de la aclimatación ai
calor tiene lugar entre 4 y 7 días, y una aclimatación razonablemente completa
tiene lugar, generalmente, entre los 12 y 14 días siguientes a la exposición al
calor (Leithead y Lind,18 p. 21). Una parte de la aclimatación al frío tiene lugar
al cabo de una semana de exposición, pero la aclimatación total puede requerir
meses o incluso años (McBIair et alt.25). Sin embargo, ni siquiera una aclimatación
completa protege totalmente a un individuo del frío o del calor extremos, aunque
sea capaz de tolerar los extremos mucho mejor que otro individuo inadaptado.

M étod os de intercambio térmico

Dado ei calor producido por el proceso metabòlico, las fuentes funda­


mentales de pérdida y ganancia de calor, hacia y a partir del cuerpo, son 1} la
convección (ganancia o pérdida de calor debidas ai contacto con e! aire), 2) la
radiación (pérdida o ganancia de calor dependientes de la temperatura de la piel
y de la temperatura de las áreas circundantes), y 3) la evaporación (en ia
mayoría de circunstancias da como resultado pérdida de calor), todas las cuales
quedan influidas además por la actividad laboral del individuo. Los procesos
termodinámicos en los que se halla comprendido el intercambio térmico entre
el hombre y su medio ambiente, pueden exponerse mediante la siguiente ecuación

299
general de balance térmico, que describe el calor recibido del entorno y perdido
en él (Gagge et alt.11):

A (almacenamiento) = M (metabolismo) — £ (evaporación) ± /((radiación) +


± C (convección) — T (trabajo llevado a cabo)

El factor A es la cantidad de calor perdido o ganado; si el cuerpo está


en un estado de equilibrio térmico, A tiende a cero. Deberíamos añadir que el
calor también puede intercambiarse mediante la ingestión de líquidos calientes
o fríos, pero la influencia de éstos es, por lo general, sólo nominal.

Factores que afectan al intercambio térmico

La explicación anterior nos ha dado unos indicios acerca de las variables


ambientales que afectan los procesos de intercambio térmico, pero ahora puede
sernos útil tratarlas de una forma específica. Estos factores son: la temperatura
del aire, la humedad del aire, el movimiento del aire y la temperatura radiante
(temperatura de paredes, techos y de otras superficies del área).

Intercambio térmico bajo condiciones diversas. La importancia relativa


de la convección, la radiación y la evaporación para mantener el equilibrio térmico
dependen muchísimo de los cuatro factores mencionados anteriormente, y sus
mutuas relaciones aparecen ilustradas en la figura 13-2. Esta figura muestra para
cada una de las cinco condiciones del aire y la temperatura de las paredes,
el porcentaje de pérdida de calor mediante evaporación, radiación y convección.
En particular, ¡as condiciones d y e ilustran el hecho de que, con temperaturas
altas, de aire y de paredes, la convección y la radiación no pueden ayudar a
disipar parte dei calor del cuerpo, y la carga de la disipación térmica queda
asumida por el proceso evaporativo. Pero, como todos sabemos, la pérdida de
calor mediante la evaporación está limitada por ¡a humedad; es por tanto innegable
el viejo dicho, tantas veces oído: «No es el calor; es la humedad». Para observar
el efecto limitante de la humedad sobre la evaporación, echemos un vistazo

Temperatura, “C

Fíg. 13.2. Porcentaje de pérdida de


calor que pasa al entorno en form a
de evaporación, radiación y convección
bajo diferentes condiciones de aíre
jaópój ( vaporación í___ \ Convección
y temperatura de las paredes. (Se gú n
: j Radiación W in slo w y Herrington.32)

300
a la figura 13-3. Nos muestra los límites superiores de tolerancia en relación a la
temperatura y a la humedad relativa en cuanto ai trabajo y al descanso de sujetos
desnudos. Para cada una de las tres curvas de la figura 13-3. las combinaciones
de temperatura y humedad a la derecha de la curva representan condiciones que,
si se acentuasen o durasen más, darían como resultado ciertas consecuencias
fisiológicas que llegarían al desmayo, o incluso a la muerte. Una comparación
de las dos curvas a la derecha muestra que el movimiento del aire contribuye,
por lo general, a hacer las condiciones más tolerables al exponer la superficie
del cuerpo a más aire.

Temperatura de ampolleta seca. °C

Temperatura de ampolleta seca, °F


Fig. 13.3. Lím ites su pe rio re s aproxim ados de tolerancia a la pérdida dé calor por eva­
poración. Para ninguna de las tres condiciones, las com binaciones de tem peratura y
hum edad a la derecha de la curva im piden la evaporación. (O btenido a partir de datos
facilitados por W in slo w et alt.42)

Unidad cío: una medida de aislamiento. El proceso básico de intercambio


térmico está, naturalmente, influido por los efectos aislantes de la indumentaria
utilizada, que varía desde el bikini hasta el parka ártico. Tal aislamiento se mide
mediante la unidad d o. La unidad cío es una medida del aislamiento térmico
necesario para mantener cómodo a un sujeto sentado y en descanso, en una
habitación normalmente ventilada, a 21 °C de temperatura y con un 50 % de
humedad relativa (Gagge et alt.11).* Puesto que el individuo normal, desnudo, se
siente cómodo a unos 30°C, una unidad cío sería la necesaria para producir una
sensación igual a unos 21°C; una unidad ció es, a grandes rasgos, el total de
aislamiento necesario para compensar un descenso de unos 8°C, y equivale
aproximadamente a! aisiamiento de las ropas que normalmente llevan las personas.
Para dar más validez al viejo dicho de que no hay nada nuevo bajo et sol, durante
muchos años los chinos describieron ya el clima en términos del número de
prendas de vestir necesarias para mantenerse abrigados, tai como ei «día de
un traje» (relativamente confortable), el día de «dos trajes» (un tanto frío),
y llegando incluso al límite del día «de doce trajes» (que debía de corresponder
a un tiempo realmente pésimo).

Una unidad d o se define de la m anera siguiente:


°F
C ío =
Btu/h (p ie 2 de área de! cuerpo)

301
In d ic e s c o m p u e s t o s de fa cto re s a m b ie n ta le s

Puesto que existen diferentes factores ambientales que afectan el


proceso de intercambio térmico, sería deseable poseer algún índice del s t r e s s
producido por las combinaciones de factores ambientales, y del stra in produ­
cido en el individuo al quedar expuesto al medio ambiente. Tal como apunta
Mcpherson,31 se han desarrollado muchos índices diferentes del s t r e s s producido
por el calor, pero el hecho de que muchos hayan sido proyectados implica que
ninguno es completamente satisfactorio. Variables fisiológicas tales como la
temperatura del cuerpo, el ritmo cardíaco y el total de sudor sirven como índices
de strain. A continuación describimos unos cuantos índices de factores am­
bientales.

Temperatura efectiva. Existen dos índices de tem peratura efectiva,


ambos desarrollados bajo el patrocinio de la American Society of Heating,
Refrigerating, and Air-Conditioning Engineers (ASHRAE). La escala original de
temperatura efectiva (TE) fue desarrollada hace ya muchos años como un índice
sensorial empírico, combinando en un solo valor el efecto de la temperatura
y de la humedad sobre las sensaciones térmicas, con un reajuste pensado para

Fig. 13.4. La escaia original de temperatura efectiva (TE). Cada línea TE (por ejemplo,
la de 7 0 “) refleja las com binaciones de temperatura, de ampolleta seca y humedad
relativa que producen las m ism a s se n sa cio n e s térm icas bajo condiciones experim entales.
( A S H R A E , H a n d b o o k of F u n d a m e n ta ls.*6J

302
en
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E
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«o
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Q_

Fig. 13.5. Nueva escala de tem peratura efectiva (TE1). Cada línea TE 1 representa
com binaciones de temperatura, de ampolleta se ca y humedad relativa que, por lo ge­
neral, producen el m ism o nivel de «hum edad- de la piel, causado por una exudación
regulatoria. La figura tam bién m uestra las áreas de diversas se n sa c io n e s térm icas.
(A S H R A F Handbook of Fundam entáis, cap. 7, fig. 16.)

los efectos del movimiento del aire. Se perfeccionó a través de una serie de
estudios en los que los sujetos compararon las sensaciones térmicas relativas de
diversas condiciones del aire en habitaciones adyacentes pasando, y volviendo
atrás, de una habitación a otra. Cualquier TE dada, tai como la de 21 °C, fue
operacionalmente caracterizada como la sensación térmica producida por una
temperatura de termómetro de la misma temperatura (es decir, 21°) en combi­
nación con la humedad relativa (hr) del 100 % . Sin embargo, otras combinaciones
de temperatura del termómetro y hr que producían la misma sensación bajo
condiciones experimentales tenían la misma TE (es decir, 21°). En términos
generales, las «otras» combinaciones para cualquier TE dada se caracterizaban
en términos de temperaturas de termómetro m ás altas y valores de hr m ás bajos.
En la figura 13-4 presentamos una versión simplificada de la escala original de la
temperatura efectiva (TE).
Se ha demostrado que la escala original de TE incrementaba el efecto de
la humedad en condiciones frías y minusvaloraba su efecto en condiciones cálidas,
y no tenía muy en cuenta el movimiento del aire en condiciones de humedad
cálida. Además, su uso se limitaba a condiciones sedentarias. Por ¡o tanto, la
ASH RAE patrocinó el perfeccionamiento de una nueva escala de temperatura
efectiva (TE*) que se ilustra en la figura 13-5. Esta escala se basa en parte en
consideraciones de la fisiología de la regulación del calor tal como se aplica a la

303
comodidad, a ia sensación de temperatura y a la saiud (Gagge et alt.12), sobre
todo si se tiene en cuenta que la regulación del calor depende de la pérdida del
calor por la evaporación. La pérdida de calor debido a la evaporación consta de
tres partes. El calor que se pierde ya desde los pulmones a través de la
respiración, y la pérdida de! calor a través del agua vaporizada que recorre la piel,
reciben el nombre de pérdida «insensible» de calor. El calor del sudor evaporado
necesario para regular la temperatura corporal se llama pérdida «sensible» de
calor. Por lo general, el cuerpo permanece en un estado de neutralidad térmica
con respecto a la pérdida de calor «regulatoria» (es decir, la sensible) cuando
la temperatura termométrica es de unos 25°C y la humedad relativa es del 50 %
Manteniendo la hr constante (al 50 %), temperaturas más altas o más bajas
podrían alterar el proceso de evaporación, afectando, por lo tanto, a la proporción
de humedad de la piel. La escala de TE1 se basa, esencialmente, en estas pro­
porciones. La figura 13-5 las representa en la línea de 5 % hr. Sin embargo,
cualquier nivel dado de «humedad» de la piel puede ser producido por otras
combinaciones de temperatura termométrica y de rh, y éstas son las represen­
tadas por diversas líneas de TE* en la figura.
Con todo, las líneas TE* también reflejan, por lo general, niveles variables
de sensación térmica, que son los que aparecen en la figura 13-5. El campo
confortable (para los valores de TEr de 74 a 81) Fa está delimitado por campos
algo fríos y algo cálidos, y también aparecen campos incóm odamente fríos,
incómodamente cálidos e Intolerables.
Deberíamos hacer notar que la escala original TE situaba las líneas TE
en la intersección de las líneas termométricas correspondientes en combinación
con el 100 % de hr. Puesto que la situación de las nuevas líneas TE* está en las
líneas de 50 de hr, los nuevos valores TE1 tienden a ser numéricamente más altos
que los‘ antiguos valores TE para las condiciones correspondientes. (La mayoría
de referencias posteriores a la temperatura efectiva están en la antigua escala TE,
antes que en la nueva escala TE1.)

Temperatura operativa. Puesto que la escala TE no tiene en cuenta la


radiación procedente o en dirección a las superficies de las paredes, Winslow,
Herrington y Gagge 44 desarrollaron una escala de temperatura operativa .* Esta
escala tiene en cuenta la temperatura del aire y la temperatura de las paredes,
pero no la humedad de la corriente de aire.

Indice de stress debido al calor. Este índice, originalmente elaborado


por Belding y Hatch,11 ha sido modificado por Hatch 14 y por Hertig y Belding.15
El índice expresa la carga calorífica por lo que respecta a la cantidad de trans­
piración que debe evaporarse a fin de mantener el equilibrio térmico, lo que es
conocido como Ercq (ia pérdida de calor exigida por la evaporación ). A su vez,
es posible determinar el calor máximo que puede perderse mediante la evapora­
ción Emal, a partir de suposiciones sobre el tamaño del cuerpo, peso y tempe­
ratura, y teniendo en cuenta la presión del vapor de agua del medio ambiente
y la velocidad del aire. No repetiremos los detalles de estas derivaciones, pero sí

* La temperatura operativa es ¡a sum a de una radiación constante multi­


plicada por la tem peratura m edia de la pared, y una convección constante m ultiplicada
por la temperatura m edia del aire y dividido por la sum a de las d o s constantes, se gú n la
siguiente fórmula:
K r T w + K c T.
T° = Kr + Kc

en la que Ta = temperatura operativa


Kr — radiación constante
Tw = tem peratura de las paredes
Kc — convección constante
Ta — temperatura de! aire.

304
diremos que la d ife re n cia entre estos dos valores (expresada en Btu por hora)
indica la carga que debe ser reducida o disipada de algún modo. Este a lgú n m o d o
puede revestir varias formas, tales como una más amplia reducción de la
convección o de las fuentes de radiación, una reducción de las demandas de tareas
mediante una reducción de las exigencias físicas o mediante pausas para descanso,
y unas prendas de vestir adecuadas.
A fin de ilustrar esta aproximación general, Herting y Belding 15 presentan
un ejemplo hipotético de una tarea, de la manera siguiente:

Origen de la carga calorífica Btu/hora


M etabolism o (basado en eltipo de actividad) 800
Radiación 2800
Convección 60

Ercq 3660
E „ „ (calculada mediante fórmula) 2530

Diferencia 1130

En este caso particular, el calor debido a la radiación es la causa más


importante de la carga calorífica y sería el aspecto fundamental de la situación
que convendría tratar.
En relación con el índice de stress debido al calor, McKarnes y Brief26
han trabajado sobre una serie de nomogramas basados en las modificaciones
mencionadas por Hertig y Belding, y también han elaborado una fórmula para
calcular el tiempo de exposición tolerable (TET) y el tiempo mínimo de recu­
peración (TMR).

índice de Oxford. El índice de Oxford, o índice WD, es un pesaje simple


de temperaturas termométricas, la de ampolleta húmeda y ampolleta seca, tal
como se indica (Leithead y Lind,18 p. 82):

WD = 0,85 h (temperatura con ampolleta húmeda) +


+ 0,15 s (temperatura con ampolleta seca)

Se ha hallado que era un índice razonablemente satisfactorio para igualar


climas con límites de tolerancia parecidos.

Proporción sudorífica prevista sobre 4 h (PS4h). En una serie de


investigaciones, McArdle et alt.11 encontraron que la pérdida de sudor era la
medición fisiológica que mejor se correspondía a la severidad de los entornos
experimentales. Entonces elaboraron una escala basada en la pérdida de sudor,
cuyo valor de referencia básico era el total de sudor producido durante 4 horas
por jóvenes aclimatados que realizaban un total de trabajo ya prescrito. El índice
tiene en cuenta las temperaturas termométricas, tanto la de ampolleta húmeda
como la de ampolleta seca y la velocidad del aire, con reajustes pensados para
el consumo de energía y la indumentaria que se lleva, y de hecho prevé la
proporción de sudor del grupo de referencia a partir de ios factores ambientales
mencionados. Macpherson apunta 31 que esto se basa en eí supuesto de que el
nivel de stre ss producido por el calor ambiental puede expresarse como una
función del total de sudor producido por el individuo. Leithead y Lind 58 (pp. 62-68)
expresan la opinión de que es la escala más precisa disponible en la actualidad
para calcular el stre ss producido por el calor. Sin embargo, solamente
aplicable en aquellas circunstancias en las que hubiese una secreción :
Sensaciones térmicas

Concediendo que existen diferencias individuales respecto a las sensa­


ciones de las personas bajo diversas condiciones térmicas, la figura 13-5 mostraba,
para diversas magnitudes de temperatura efectiva (TE1, en cuanto que se basaban
sobre la nueva escala), sensaciones generales relacionadas con diversas magni­
tudes. Sobre la base de un estudio llevado a cabo con la colaboración de
1600 sujetos, Rohles y Nevins 33 identificaron una gama de condiciones denomi­
nadas «envoltura confortable» en las que sujetos en descanso, someramente
vestidos (entre 0,6 y 0,8 unidades cío), tendían a afirmar que se hallaban muy
cómodos. Esta envoltura se halía entre las líneas 75 y 80 de TE1, constituyendo
algo parecido a una forma de diamante vertical. Sin embargo, con una indumentaria
más normal (0,8 a 1 unidades cío), el ASH RAE 47 (cap. 7, fig. 17) presenta un
área que está algo más baja, situada en una TE* que se encontraría entre 72 y 77,
con valores de hr de un 20 a un 60 % .
S in embargo, nuestras sensaciones en diversas condiciones ambientales
son, en parte, una función de las actividades físicas implicadas y de las ropas

Fig. 13.6. Líneas de com odidad correspondientes a p e rso n a s contratadas en tres nive­
le s de actividad laboral, ve stid as en forma m uy ligera (0,5 cío) o algo ligera (1,0 cío).
(E sto s d atos fueron co n se g u id o s con un bajo nivel de velocidad de! aire.) (Según
F a n g e r ,3 tal com o lo cita A S H R A of Fundam entáis ,47 cap. 7, fig. 18.)
E H a n d b o o k

que llevem os. A l g u n a i n d ic a c ió n acerca de la influencia de e stos factores e s lo


que n os p r e s e n t a la f ig u r a 13-6, q u e m uestra «líneas de comodidad» para cada
u n o de io s tres n i v e l e s d e a c t iv id a d (sedentaria, media y alta) en personas con
ve stim e ntas l i g e r a s y d e t ip o m e d io . Las diferencias en e stas líneas (en realidad
s o n lineas T E 1) r e fle ja n l o s e f e c t o s m u y definidos sobre la comodidad de la
actividad labora! y d e la in d u m e n t a r ia . -

S tre s s por calor

T ras e xp lica r lo s procesos de in t e r c a m b io t é r m ic o y lo s d iv e rs o s


í n d i c e s d e f a s condiciones a m b i e n t a l e s , v a m o s a d e d ic a r n o s a c o n t in u a c ió n
a l o s e f e c t o s d e í s t r e s s producido p o r e! c a lo r .

306
Efectos fisiológicos

Uno de los efectos más directos del stre ss producido por el calor es el
que ejerce sobre la temperatura del cuerpo. Las medidas de la temperatura del
cuerpo incluyen mediciones de la temperatura interna (oral, rectal, etc.) y de la
temperatura externa o de superficie (por lo general, la temperatura de la piel
o temperatura epidérmica). Al explicar las temperaturas de la piel y rectal,
Welch et alt.4“ llaman nuestra atención sobre el hecho de que las relaciones
existentes entre ellas son relativamente limitadas, excepción hecha de condiciones
de temperatura y humedad altas. Añaden el comentario de que, en su experiencia,
la temperatura rectal es el mejor índice fisiológico de la «fatiga», apuntando que la
temperatura rectal de 38,8°C coincide, en la mayoría de los casos, con el inicio
del cansancio.
Reconociendo que las temperaturas rectal y de la piel no pueden
utilizarse como si fueran intercambiables, veamos en primer lugar las relaciones
entre la TE y la temperatura de la piel resumidas a partir de diferentes estudios
efectuados por Leithead y Lind,18 tal como aparecen en la figura 13-7. El que las

Temperatura efectiva, °C
15 20 25 30 35

Fig. 13.7. Relación entre temperatura efectiva (TE) y tem peratura de la piel tal com o
parece desprenderse de d iv e rso s estudios. (Se gú n Leithead y Lind,18 fig. 6.)

curvas se vuelvan hacia arriba probablemente refleja la consecuencia de la


afluencia de sangre hacia la superficie de la piel a fin de aumentar la disipación
del exceso térmico al aumentar las temperaturas efectivas. Como continuación, la
figura 13-8 representa la relación entre TE y temperatura rectal para un individuo
ocupado en tres niveles de actividad física, y para el promedio de tres individuos
ocupados en un único nivel de actividad. En cada caso, las secciones largas y
planas de las curvas representan lo que Lind 19 denomina zona prescriptiva para
cualesquiera actividades. Como preludio de la explicación posterior acerca de los
efectos de la carga de trabajo, podemos observar los curvamientos diferenciales

Temperatura efectiva, °C
10 15 20 25 30 35

Fig. ! 3.8. Temperatura recta! relacionada con la tem peratura efectiva (TE) por lo que
respecta a un individuo que trabaja a tres n ive le s de actividad y por lo que respecta
a tres individuos que trabajan a! m ism o nivel (300 kcai/h). (Se gú n Lind.19)

307
hacia arriba para los tres niveles de actividad laboral representados, curvamiento
que empieza en puntos sucesivamente más bajos al aumentar la carga de trabajo.
La línea más fina del medio (que representa a un individuo solo trabajando a un
nivel de 300 kcal) se mantiene paralela a la línea gruesa (que representa el
promedio de los tres individuos), un hecho que indica una estabilidad considerable
de los modelos de las curvas.
Tal como se muestra en la figura 13-8, el nivel de actividad laboral
contribuye al strain. Esto se ilustra posteriormente en la figura 13-9, que presenta
el coste metabólico de levantar diversas cargas desde un nivel y desde un desnivel.
Los niveles de trabajo en combinación con las condiciones ambientales
que efectúan el aumento de temperatura interna (tal como muestra la figura 13-8)
también originan otros cambios fisiológicos correspondientes, los cuales, si se
prolongan, pueden causar la hipotermia, una condición que dificulta la pérdida
normal de calor. La deshidratación, tal como podría causarla el sudor, es otra
consecuencia posible del s tre ss producido por el calor. En el caso de 51 ingenieros
de operaciones que trabajaron durante un verano de clima moderado en el valle
Central de California, el promedio de pérdida de peso originado por la pérdida
de agua diaria fue de unos 2,5 kg. Naturalmente, tal déficit tenía que ser reem­
plazado durante la tarde y la noche.

Peso cargado, libras

Fig. 13.9. C o ste metabólico del transporte de d iv e rsa s cargas sobre un su e lo y sobre
un su e lo con un 4 % de inclinación a 4 y 5 km/h. (Se gú n Kam on y Belding,17 tabla 3.)

Stress producido por calor y prestación

La mayoría de los estudios sobre las relaciones existentes entre el stre ss


producido por el calor y la realización de actividades, o prestación, han sido
llevados a cabo en situaciones controladas y de laboratorio. Aparte de esto, los
resultados representan un cajón de sastre, y ello indica que la manera de afectar
las variables ambientalés a tales realizaciones es muy complicado, y que los
efectos se refieren en parte con el tipo de actividad laboral. Veamos unos pocos
estudios relevantes.

Trabajo físico. Los efectos del stress por el calor sobre la realización de
trabajo físico están bastante bien documentados, como sería el caso del estudio
mencionado por Mackworth.30 En este experimento, los sujetos llevaban a cabo
una prueba de tracción que consistía en levantar y bajar un peso de 6 kg doblando
y enderezando el brazo hacia un metrónomo que batía cada segundo, hasta que
ya no podían levantar el peso, y este trabajo se realizaba bajo diferentes TE.
Los resultados que aparecen en la figura 13-10 indican que la prestación (el total
de trabajo realizado) se deterioraba con TEs elevadas, tanto por lo que respectaba
a los buenos sujetos como a los medios, y bajo condiciones de estímulos altos

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