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sr manera de realizar la democracia liberal en un mundo en el j de la identidad sufren creciontes tensiones, y en el que ce inten- Seyla Benhabib ctos en torno de la cultura? Este libro introduce claridad en el ee ae Las reivindicaciones somo tampoco creo en la posihilidad de individualizarlas como ficativamente discretas.” Antes bien, sostiene, las culturas son de la cultura cas humanes de significacién y representacién, orgenizacion y . 7 ionadas en el interior mismo de narraciones en conflicto, que se Igualdad y diversidad en 1a era global vés de complejos didlogos con otras cultura. wpueiesins rote) és re EI Es 4 F ROM Or cs aaa ac 015275/022883 HM S31 Bae9s 2886 isbn 84-609-8362.5 atzedtores.com MUA © The reluctant modernism of Hanmtah Arendt, Londres y California, 1996 (edicion ‘espaol: Elreluctante madernisma de Hanah Arendt el ddlago con Martin Heidegger, Valencia, 1996) Feminist contentions: A philosophical exchange (en coautarfa con Judith Butler, Nancy Fraser y Drucil Cornel), Nueva York, 1996 Sitwating these Gender, community and postmadernism in contemporary ethics, Critique, norms and utopia: A study ofthe foundations of eritical theory, Nueva Seyla Benhabib Las reivindicaciones dela cultura Igualdad y diversidad en la era global Traducido por Alejandra Vassallo Pry 8870, 2 Hi = HHUAHUA Benhabib, Seyla Las reivindicaciones de la cultura Igualdad y diversidad en 1a ora global - 18 ed. - Buenos Aires : Katz, 2006. "S40 p.; 20x15 om, ‘Traducido por: Alejandra Vassallo ISBN 987.1283-10-5, 1 Identidad Cultural, 2. Universalismo Politico. I. Alejandra Vassallo, trad. H. Titulo cop 308 Primera eticidn, 2006 O Kats Eaitores Sinclair 2949, 5° B 1428, Buenos Aires www katzeditores.com ‘Titulo de Ia edicién original: The Claims of Culture. Equality and Diversity in the Global Era (© Princaton University Proce 2002, Princeton, nu ISBN Argentina: 987:1283.10-5 ISBN Espatla: 84-609-8362-5 EL contenido intelectual de osta obra oe encuentra protegide por diversas leyes y tratadoe internacionales gue prohiben la reproduccién integra o extractats, realizada por cualquier procedimiento, gue no cuente con la autorizacién expresa del editor. serio de colacci6n:tholdn Kunst Impreso en la Argentina por Latingréfica S, R. 1. Hecho ol depéeite que marca fa ley 11.725. 39 9 239 son 37 indice Prefacio Agradecimientos a. Introduccion Sobre e! uso y elabuso de a cultura 2. "Nous” et les“autres” (Nosotros y los otr08) aEluniversalismo es etnocéntrice? 5: :De la redistribucién al reconos El cambio de paradigma dela politica contemporinea 4 Fl muliceliealiemo y la ciudadania de génera 5-La democracia deliberative y los dilemas mukiculturales 6. ;Quiénes somos “nosotros”? Los dilemas de la ciudadania en la Europa actal 7-Conclusion. {Qué hay més allé del Estade-nacién? Bibliografia Indice analitico Prefacio En junio de 1995, Vaclav Havel, presidente de la Repitblica Checa, habl6 a los alumnos que se graduaban en Harvard sobre la nueva civilizacién global que se difundia por el mundo. “Esta civilizacién -afirmé Havel es inmensamente fresca, joven, nueva y frdgil(...]. En esencia, esta nueva y tnica epi- dermis de la civilizacién mundial apenas alcanza a cubrir u ocultar la inmensa variedad de culturas, pueblos, mundos reli- giosos, tradiciones historicas y actitudes forimadas a lu largo de la historia, que en cierto sentido yacen ‘por debajo’ de ella.” Recalcé la ironia de que la difusion de la globalizacién viniese acompafada de nuievas formas de resistencia y de lucha, ast como de demandas por “el derecho a adorar [...] dioses anti- guos y obedecer antiguos mandamientos divinos”. Una civili- zacién mundial no mereceria ese nombre, declaré, si no le hiciera justicia a la “individualidad de las diferentes esferas de Ja cultura y la civilizacién’”, La nueva civilizaci6n global debia ‘comprenderse a si misma “como multicultural y multipolar” (Havel, 1995). De hecho, tal como lo recalcara Havel, nuestra condicién actual esta marcada por el surgimiento de nuevas formas de politica identitaria en todo el mundo. Estas nuevas formas complican y aumentan las tensiones centenarias entre los prin- cipios universalistas introducidos por la Revolucién Francesa 8 1 LAS REIVINDICACIONES DE Us CuLtURR y la Americana y las particularidades de la nacionalidad, la etnia, la religion, el género, la “raza” y el lenguaje. Las luchas por la identidad no s6lo estan teniendo tugar en ius umbrales y fronteras de los nuevos estados-nacién que surgen de la de- sintegracién de regimenes regionales, como el comunismo de estilo soviético en Europa Central y del Este y en Asia Central, © en continentes como Africa, donde el Estado-nacién -una institucién fragil con races que apenas cumplen medio siglo se derrumba en Ruanda, Uganda y el Congo, entre otros. De hecho, también ocurren luchas similares dentro de las fronte- ras de las viejas democracias iberales. Desde fines de la década de 1970, las reivindicaciones por el reconocimiento de identi- dades basadas en el género, la raza, el lenguaje, la etnia y la orientacién sexual han desafiado la legitimidad de democra- cias constitucionales establecidas, Como reflejo de una dindmica social que apenas si hemos comenzado a comprender, la integracién global avanza al mismo paso que la desintegracién sociocultural, el resurgi- miento de diversos separatismos y el terrorismo internacional. Por cierto, no es la primera vez en la historia humana que la homogeneizacién social, cultural y econémica se ha topado con la resistencia y la subversisn, la protesta y la resignificacion por parte de aquellos interesados en proteger la autonomia de sus modos de vida y sistema de valores. Basta sélo recordar la resistencia de la clase obrera y campesina al advenimiento del capitalismo industrial temprano en Europa Occidental. Sin embargo, ya sea que llamemos a los movimientos actuales “luchas por el reconocimiento” (Charles Taylor, Nancy Fraser y Axel Honneth), “movimientos por la identidad/ diferencia” (ris Young, William Connolly) 0 “movimientos por los dere- chos culturales y la ciudadania multicultural” (Will Kymlicka), éstos sefialan un nuevo imaginario politico que catapultan al rreaco | 9 primer plano del discurso politico el tema de la identidad cul- tural, en el sentido més amplio del término. En este libro examino los desafios que se les plantean a la teoria y la practica delas democracias liberales debido ala co- existencia de estos diversos movimientos en e! mismo espacio politico-temporal, esa “extrania multiplicidad” de nuestro tiempo, al decir de James Tully (1995). Al afirmar que las cultu- ras se constituyen a través de practicas controvertidas, sostengo que la respuesta a esta “extraiia multiplicidad” ha sido un nor- mativismo prematuro en gran parte dela teoria politica actual, es decir, la reificacion demasiado expeditiva de identidades grupales dadas, el fracaso para cuestionar el significado de la identidad cultural y el abandono de estas tematicas por parte de la literatura sociolégicae hist6rica, dominadas por el “cons- tructivismo” metodoldgico. El resultado de este normativismo prematuro es a implementacion de politicas improvisadas que corren el riesgo de solidificar las diferencias ya existentes entre los grupos. Por el contrario, propongo un modelo democratico delibe- rativo que permita la méxima controversia cultural dentro de la esfera publica, en las instituciones y asociaciones de la socie- dad civil y a través de elas. Aunque soy partidaria del univer- salismo constitucional y juridico en el sistema de gobierno, también sostengo que ciertos tipos de pluralismo legal y de participacién en el poder a nivel institucional a wavés de par- Iamentos regionales y locales son perfectamente compatibles con los enfoques democraticos deliberativos. Distingo entre la vocacién del fedrico democratico y la del te6rico multiculturalista, y no cuestiono que la mayorfa de los multiculturalistas apoyan totalmente las practicas e institu- ciones democritticas. Si difiero en el énfasis, asi como en el ordenamiento de nuestros principios. La mayoria de los tebri- 10 | LAS REIVINDICACIONES DE LR CULTURA cos democriticos celebran y apoyan las luchas de los movi- ‘mientos por el reconocimiento y por la identidad/diferencia, en la medida en que también propugnen la inclusién demo- cratica, mayor justicia social y politica y a fluidez cultural. Sin embargo, los movimiientos para mantener la pureza o particu- Jaridad de las culturas me resultan irreconciliables con ciertas cuestiones de tipo democratico 0 epistemologico més basicas. Desde un punto de vista filoséfico, no creo en la pureza de las culturas, 0 incluso en la posibilidad de identificarlas como totalidades significativas diferenciadas. Creo que las culturas son practicas humanas complejas de significacién y represen- tacién, de organizacién y atribucién, divididas internamente por relatos en conflicto. Las culturas se crean a partir de dilo- gos complejos con otras culturas. En la mayorfa de las cultu- ras que han adquirido cierto grado de diferenciacién interna, eldidlogo con al (Los) otro(s) es intrinseco antes que extrinseco alacultura en si Si aceptamos la complejidad interna y el cardcter contro- vertido inherente a toda cultura, entonces las luchas por el reconocimiento que buscan ampliar ‘el didlogo democritico denunciando la exclusividad y la jerarquia de los arreglos cul- turales existentes merecen nuestro apoyo. Los movimientos culturalistas pueden ser criticos y subversivos en la medida en que sus motivaciones no sean conservacionistas. Importa mucho si defendemos las exigencias culturalistas porque que remos preservar las culturas minoritarias dentro del Estado democratico liberal, o porque deseamos ampliar el circulo de Ja inclusion democratica, A diferencia del multiculturalista, et tebrico democritico acepta que la incorporacién politica de nuevos grupos en sociedades ya establecidas resultara proba- blemente en Ia hibridacién de los legados culturales de ambas partes, En la actualidad, las personas pueden elegir continuar PREFRIO. U1 con sus tradiciones culturales, o subvertirlas. De la misma manera, los inmigrantes pueden ser incorporados en la cultura mayoritaria a través de procesos de cruce de fronteras, borra- miento de fronteras 0 modificacién de fronteras entre culturas dominantes y minoritarias (véase Zolberg y Long, 1999). En suma, la inclusién democratica y la continuidad y conserv cin de las culturasno tienen por qué ser mutuamente exclu- yentes. En tren de escoger, valoro més el aumento de la inclu- sign democritica y la igualdad que ta preservacién de la particularidad cultural, aunque con frecuencia es factible lograr ambas en cierta medida. La igualdad democratica y las practicas deliberativas son bastante compatibles con la experi- mentacién cultural y con los nuevos diseiios juridicos e insti- tucionales que dan cabida al pluralismo cultural. Propongo una perspectiva cultural, lingtiistica y politica en este debate, sobre la base de los ejemplos de la politica cultural tanto en Espafia y los Paises Bajos, como en Canada y Turquia. Una perspectiva comparada nos obliga a tomar conciencia en términos de como los movimientos y demandas del mismo tipo en un pais pueden comportar significados muy diferen- tes y dar distintos resultados en otro. La justicia multicultural surge en los intersticios de dichos conflictos y paradojas; no existen maneras ficiles de reconciliar, ya sea en la teoria o en la practica, los derechos de la libertad individual con los derechos de la autoexpresién cultural colectiva, Partiendo de tos conflic- {os culturales actuales relativos a los derechos de las mujeres y de los nitios y nifias, propongo que una sociedad democratica deliberativa pujante puede lograr hacer realidad las oportuni dades para la maxima autoadscripcién cultural y la justicia intergrupal colectiva, Enesta discusionse entretejen consideraciones de tipo empf- rico y normativo para demostrar que, dentro del modelo demo- 1211S REUTINDICACIONES DE LA CULTURE cxitico deliberativo, la sensibilidad hacia la politica de la cul- turay una férrea postura universalista no son incompatibles, Al contrario de los intentos de otros te6ricos de sacrificar ya sea la politica cultural o el universalism normativo, sostengo que un enfoque modernista de las culturas como creaciones de sentido controvertidas y un enfoque universalista de democra- cia deliberativa se complementan entre sf En lo que hace a una perspectiva més personal, desde que escribi Situating the self: gender, community, and postmoder- nism in contemporary ethics (1992), he sostenido que, bien i terpretado, el universalismo moral y politico no es irreconcilia- ble con el reconocimiento y el respeto de ciertas formas de diferencia y su negociacién democratica. He tratado de pro- barlo demostrando cémo el universalismo podia tornarse sensible y receptivo a las diferencias de género. En este libro, examino formas de diferencia originadas principalmente en modos de vida y practicas culuurales compartidos. Aqui no ¢s el género sino la cultura lo que se pone en primer plano, aun- que, desde mi punto de vista, existe una conexién profunda e inevitable entre la diversidad cultural y las diferencias relativas al género (véase el capitulo 4). Este libro se inicia con una vena filoséfica. La introduecién y el capitulo 2 desarrollan los aspectos filosoficos de mi idea de la cultura, el relato de las identidades humanas, y esbozan el en- foque de didlogos culturales complejos. Pretendo demostrar que mi interpretacion de las culturas como relatos en esencia controvertidos y escindidos internamente es compatible con un compromiso con la ética del discurso. Dado que existe un alto grado de escepticismo sobre la posibilidad de reconciliar el universalismo normativo y una vision phuralista y controver- tida de las culturas, el capitulo 2 propone el siguiente interro- reeracio 1 13 gante: ges etnocéntrico el universalismo? Luego de explicar que no lo es, cuestiono las filosofias de la inconmensurabilidad fuerte por su incoherencia -en el mejor de los casos— y sus contradicciones intrinsecas, en el peor. Después de esclarecer algunas cuestiones metafisicas que han plagado los debates sobre el relativismo cultural, en los capitulos 3 y 4 me concen- tro en la politica de la identidad y la politica de la diferencia en un contexto global, Fl capitulo 3 se centra en el notorio cam- bio de paradigma dela redistribucién al reconocimiento en la politica actual y examina tres teorfas de reconocimiento cultu- ral: las de Charles Taylor, Will Kymilicka y Nancy Fraser. Aun- que considero inaceptables las premisas culturales preserva cionistas que guian algunas de las posturas de Taylor y Kymlicka sobre estas cuestiones, coincido con Fraser en que el reconocimiento de las identidades culturales puede ser consi- derado como una cuestién de justicia universal. Sin embargo, los conflictos en torno a los derechos de las mujeres y de los nifios y nifias que pertenecen a naciones culturales © grupos inmigrantes minoritarios dentro de las democracias liberales nos permiten ver, con suma claridad, las elecciones morales y politicas implicadas en la defensa de Ia preservacién de las identidades culturales tradicionales por encima de los dere- chos individuales. El capitulo 4, “El multiculturalismo y la ciu- dadanfa de género’, discute estos dilemas en el contexto de tres estudios de caso: la defensa basada en criterios culturales en la jurisprudencia criminal en los Estados Unidos, el impacto del cédigo familiar privado en las vidas de las mujeres musulma- nas en la India y el “affaire del pafiuelo islmico” en la Francia actual El capitulo 5 amplia el modelo del enfoque de doble via de Ja democracia deliberativa, que hace hincapié en la tarea de las, instituciones legislativas, politicas y judiciales oficiales de las so- 14 | UBS REWWINDICACIONES DE LA COLTIRR ciedades civiles, asi como el papel de las asociaciones ciudada- nas, Jos grupos de interés y los movimientos sociales no oficia- les en la esfera publica. Defiendo este modelo en contraposi- cién a otras propuestas del pensamiento actual, como la del “consenso superpuesto” de John Rawls, el “igualitarismo libe- ral” de Brian Barry y las“jurisdicciones multiculturales” defen- dida por Ayelet Shachar. Creo que un enfoque de doble via sobre las cuestiones y los conflictos multiculturales es una ruta ids viable que Ja que proponen estas teorfas alternativas, que tienden a concentrarse en la esfera puiblica oficial, excluyendo un modelo de aprendizaje cultural a través del conflicto culta- ral més basado en la sociedad civil. También sostengo que las instituciones federativas y ciertas formas de jurisdiccién mul- ticultural que no socaven los principios de la autonomfa indi- vidual y publica son perfectamente compatibles con Ia demo- cracia deliberativa, El capitulo 6 se centra en Jas transformaciones de la institu- cién dela ciudadanfa en Europa. En la actualidad, Europa esté ateapada entre las fuerzas unificadoras y centralizadoras de la Unién Europea, por un lado, y las fuerzas del multicultura- lismo, la inmigracién y los separatismos culturales, por el otro. Concentréndome en la situacién de los nacionales de terceros paises en Europa, que son residentes aunque no ciudadanos en pafses de la Unién Europea, analizo la problematica interde- pendencia entre nacionalidad y ciudadania en el desarrollo del Estado-nacién moderno. Creo que lo que estamos viendo en las instituciones europeas es un “efecto de desagregacion” a través del cual se desarticulan los diversos componentes de la ciudadania, como la identidad colectiva, los derechos politicos y €l derecho a beneficios sociales. Los movimientos multicul- turalistas actuales desempefian un papel en esta gran transfor- maci6n que se aleja, cada vez mds, de las instituciones de ciu- PREFACO 1 45 dadanfa y soberania unitarias y se encamina a la “ciudadania flexible” y la “soberania dispersa”, Finalizo con algunas obser- vaciones sobre las consecuencias de estas transformaciones para la factibilidad de la ciudadanfa democritica en una civili- zacién global. Aunque este libro se terminé de escribir en el verano de 2001, antes de los acontecimientos del 11 de septiembre, muchas de las cuestiones discutidas aqui han cobrado mayor relevancia desde los ataques al World Trade Center y al Pentagono. La situacién de hombres, mujeres, nifios y nifias musulmanes en las actuales democracias liberales europeas, asi como la situa- Gi6n de las mujeres musulmanas en la India e Israel, que culti- van modelos jurisdiccionales multiculturales, ocupan un lugar central en mis hipotesis. Si nos detenemos en los dilemas y perplejidades creados por los intentos de estos grupos de rete- ner su integridad cultural dentro de los limites institucionales de estados democréticos liberales seculares, podemos com- prender las raices del descontento que las redes de terrorismo internacional han sabido cosechar para sus propios fines. No son ficiles ni las respuestas normativas, ni las institucionales sobre como reconciliar los deseos de las comunidades religio- sas y étnicas musulmanas para continuar sus formas tradicio- nales de vida mientras viven en una cultura que propugna el universalismo democrético liberal. Algunos han llegado a la conclusién de que la coexistencia no es ni posible ni deseable; sin embargo, la gran mayorfa de las personas musulmanas en todo el mundo, y también otras en cuyo seno habitan, estan atrapadas en un experimento de aprendizaje democratico. En este experimento, las reivindicaciones de Jas culturas para mantener su variedad y para “adorar [...] dioses antiguos y obedecer antiguos mandamientos divinos’, al decir de Vaclav 16 | AS REIVINDICRCIONES DE LA CULTURA Havel, se encuentran y se mezclan en el contexto de una nueva civilizaci6n global. Estamos atrapados en redes de interdepen- dencias desconcertantes ¢ incretblemente complejas. Las rei- vindicaciones de las culturas para mantener su individualidad frente a estas interdependencias pueden hacerse realidad s6lo a través de didlogos riesgosos con otras culturas, que pueden Ile- var ala separaci6n y la controversia, ast como a la comprension yelaprendizaje mutuo, Agradecimientos En la primavera de 1998 tuve el honor de dar tres conferencias gracias a la invitacion de los Seminarios Gauss en Ja Universi- dad de Princeton. Estas tuvieron un precedente en 1997, en las Conferencias Max Horkheimer, que dicté en la Universidad Johann Wolfgang Goethe en Frankfurt, bajo el auspicio con- junto de la editorial Fischer y el Departamento de Filosofia. El ciclo de conferencias Max Horkheimer se publicé en alemén en 199 baju el titulo Kultwrelle Vielfalt und demokratische Gleichheit: Politische Partizipation im Zeitalter der Globalisie- rung (Diversidad cultural ¢ igualdad democratica: participa- cién politica en la era de la globalizacién). Este libro incluye parte de ese material, aunque éste fue revisado y ampliado para la publicacion en inglés. La introduccién, los capitulos 4 y 5 y la conclusién son nuevos. Todos los capitulos fueron revisados en profundidad. Mis ideas sobre estas cuestiones han evolucionado en los Liltimos cinco afios gracias al didlogo con una serie de perso- nas. Primero y principal, mis estudiantes Patchen Markell, Sankhar Muthu, Edwina Barvosa, Michaele Ferguson y Daniel Suleiman enriquecieron mis ideas sobre la importancia de la cultura para la politica a partir de sus propias tesis doctorales ysen el caso de Daniel, su tesis de grado. Mis colegas en el ‘Comité para el Titulo en Estudios Sociales en Harvard ~April 1B | 1AS REIVINDICACIONES DE LA CULTURA Flakne, Pratap Mehta, Glyn Morgen y Sayres Rudy~ me han prestado su escucha, por momentos escépptica, mientras elabo- aba diversas etapas de estos argumentos. Les estoy particular- mente agradecida a Carolin Emcke, Rainer Forst, Nancy Fra- ser, Bonnie Honig, Morris Kaplan, Lorenzo Simpson, Leslie ‘McCall y, sobre todo, a Amelie Rorty y Doris Sommer por leer ¥ comentar varias partes de este manuscrito. Annie Stilz ha sido una puntillosa auxiliar de investigacién, correctora ¢ in- terlocutora de ideas, Sin su arduo empefio, este libro no habria aleanzado su forma final. Quiero agradecer también a Raluca Munteanu y Willem Mees de la Universidad de Yale, cuya ayu- da en las etapas finales de este libro fue indispensable, Diversos congresos e instituciones me han ayudado a desa- rrollar estas ideas al brindarme la oportunidad de compartir- Jas con otros. Agradezco a Steven Lukes y Christian Joppke por organizar el magnifico congreso “Multiculturalismo, minorias y Ciudadania’ en el Instituto Universitario Europeo de Floren- ia, en abril de 1996. El capitulo 2 esta basado en la publicacién de las actas del congreso (véase Benhabib, 19992). Fui profesora visitante de Ja Fundacion Canada Blanc en la Universidad de Valencia, durante la primavera de 1997, y profesora distinguida de la cétedra Baruch de Spinoza en la Universidad de Amster- dam, durante el verano de 2000. Estas estadfas agudizaron mi mirada para apreciar la multiplicidad, variedad y contingencia contextual de los arreglos lingusticos y étnicos en la Europa actual. Agradezco al profesor Neus Campillo de Valencia y a los profesores Hent de Vries, Veit Bader y Karin Vintges de Ams- terdam por sus comentarios ¢ ideas. Un agradecimiento espe- cial para los miembros del Grupo de Teoria Politica de la Uni versidad de ‘Toronto ~Ronald Beiner, Joe Carens y Jennifer Nedelsky-, quienes escucharon y comentaron varias partes de los capitulos 3 y 5 en distintas etapas de elaboracién. AGRADECIMIENTOS. | 19) Mis anfitriones durante las Conferencias Gauss en Ja Uni- versidad de Princeton mostraron empatia y también resisten- cia las tesis propuestas en estas charlas. Agradezco los comen- tarios y criticas de Amy Gutmann, George Kateb, Jacob Levy, Michéle Lamont y Michael Walzer. La Fundacién Russell Sage brindé un entorno institucional maravillosoy contenedor durante el invierno de 2001, en el que completé la preparacién final de este manuscrito. También me gustarfa mencionar el subsidio de investigaci6n Tozier-Clarke de la Universidad de Harvard, que apoyé este trabajo. Laura y Jim, mi familia, han compartido conmigo las difi- cultades y tribulaciones de algunos aftos dificiles. Agradezco su amor, inteligencia, humor y paciencia y su constante apoyo. Este libro esta dedicado a mis hermanas, Lizet Shamash y Doli Ben-Haviv, quienes me han demostrado cémo negociar culturas, lenguajes, territorios y ciudadanfa, manteniendo la solidaridad y la dignidad. 1 Introduccién Sobre el uso y el abuso de la cultura* LA CULTURA ¥ SUS PERMUTACIONES El surgimiento de la cultura como un campo de intensa con- troversia politica es uno de los aspectos mas desconcertantes de la situacién actual. Tanto las decisiones de la Corte Supre- ma de los Estados Unidos sobre el derecho de los artistas a em- badurnarse con sustancias que semejan excrementos, como el hecho de que una corte canadiense admita como legitima evi- dencia los relatos orales de los pueblos originarios; 0 as dispu- tas sobre cémo preservar la memoria histérica a través de obras de arte puiblicas ~cuyo significado para diversos grupos cculturales varia enormemente~ y los debates acerca de la en- seftanza de la historia en los planes de estudio multiculturales, nos enfrentan continuamente a “escaramuzas” 0, incluso, a guerras culturales. Las reivindicaciones de distintos grupos comprometidos en nombre de uno u otro aspecto de su identidad cultural se han convertido en contendientes en la esfera piiblica de las demo- cracias capitalistas y estén implicadas en las tipicas luchas por * Una parte de este capitulo se publicé previamente como "The intellectual challenge of multiculturalism’, en Garber, Marjorie (comp.), Cultureworks, Nueva York, Routledge. Se reproduce aqui bajo licencia de Routledge, Inc. parte del Grupo Taylor & Francis, 22 | LAS RENVINDICACIONES BE EA CULTURA Ja redistribucién y el reconocimiento. Cultura se ha vuelto un sindnimo ubicuo de identidad, un indicador y diferenciador de la identidad. Obviamente, la cultura siemprg ha sido un indi- cador de la diferencia social. Lo que resulta novedoso es que los grupos que actualmente se constituyen en torno de dichos indicadores identitarios exigen el reconocimiento legal y la dis- tribuci6n de los recursos del Estado y de sus organismos para preservar y proteger sus especificidades culturales. La politica identitaria involucra al Estado en guerras culturales. Por con- siguiente, el propio concepto de cultura ha cambiado. Cultura deriva de la raiz Jatina colare y se asocia con las actividades de preservacion, atencién y cuidado. Los roma- nos consideraban la agricultura la actividad “cultural” por excelencia. El surgimiento de la modernidad occidental, la ‘economia capitalista mercantil, la visién cientifica y raciona~ lizada del nvundo y el control burocritico administrative han alterado en forma radical este significado primario de cul- tura. En el periodo romantico, y como reflejo del desafio que representaba el capitalismo mercantil dispuesto a uncir la ciencia y la industria para una expansién cada vez més acele~ rada, se oponia la cultura a Ia civilizacién, caya marca dis: tintiva era, precisamente, que no alentaba un “cuidado” minu- cioso. En el discurso de los romédnticos alemanes, como Johann Gottlieb Herder, Kultur representa los valores, signi- Ficados, signos lingiifsticos y simbolos compartidos por un pueblo, en si mismo considerado una entidad unificada y homogénea (véase Parens, 1994). Kultur se refiere a formas de expresién a través de las cuales se expresa el “espiritu” de un pueblo, diferenciado de los demas, Segtin esta perspectiva, la adquisicin individual de cultura requiere la inmersién y la for- macién del alma en los valores del colectivo por medio de la educacién. Al considerar la cultura como un proceso de fotma- SoBRE EL USO Y EL ABUSD DE LA CULTURA 1 23 cion intelectual y espiritual —como bildung, crear y dar forma alalma-, la definicién de Herder mantiene algunos aspectos de Jas connotaciones originales de una actividad formadora aso- ciada con la cultura. Civilizacién, por et contrario, se refiere a valores y précticas materiales que son compartidos con otros pueblos y que no reflejan la individuatidad. Designa, grosso modo, al mundo capitalista burgués. Este contraste entre ci vilizacién y cultura se vincula con otros conjuntos binarios, como exterioridad frente a interioridad, superficialidad frente a profundidad, progreso lineal frente a crecimiento orginicoe individualismo frente a colectivismo. Con el surgimiento de los movimientos de masas totalita- rios en Europa, en las décadas de 1920 y 1930, sobrevino la incertidumbre sobre la factibilidad de la cultura. ;Podria haber cultura “de masas”? {Las masas eran capaces de (tener) cul- turat Esta discusién, que ya habia comenzado en la Republica de Weimar en la década de 1920, se trasladé al otro lado del Atléntico durante le Segunda Guerra Mundial, junto a refugia- dos intelectuales como Hannah Arendt y los miembros de la Escuela de Frankfurt, quienes la aplicaron al caso de las demo- cracias de consumo de masas. La cultura de masas portaba todos los atributos negativos vinculades, alguna ve7, con el 1 "Silas facutades intelectuales en sus diversas manifestaciones som una ventaja de los europecs, no pueden hacere honor a esta ventaja de ninguna otra manera que através de la razény la bonded (siendo amas, fandamentalmente slo una) Si actéan con impotencia, presos de pasiones Furiosas, por fria codiia, por orgollo exaltado y egotsta, som animales, demonios enfrentandc a sus congéneres ...). Brioncesjque nadie augure la decadencia y la muerte de foda nuestra especie por causa del envejecimiento de Europol sQué dao podtia causarle a nestra especie que una parte degeneraa de ella vurierae” (Herder [1757] 1997: 46-47, énfasis mio). [Notese cOmo agut la ctitica al “ivlizacién’ es mbién ung critica a Europa yuna defensa de modelos aternativos de cultura y cvilizacion, 2d | LAS REIVINDICACIONES DE LA CULTURA concepto de Zivilisation, a saber: superticialidad, homogenei- dad, reproducibilidad, falta de durabilidad y falta de origina- lidad, La cultura de masas no es ni educativa ni transforma dora; no forma el alma ni expresa el espiritu 0 el genio colectivo de un pueblo. Es mero entretenimiento y, en la frase memorable de Theodor Adorno, “el entretenimiento es trai Gdn” ({1947],1969, 128-158), puesto que promete felicidad a las ‘masas consumidoras que trasladan a la pantalla de Hollywood ya sus figuras la promesse du bonheur que el capitalismo avan- zado siempre sostiene frente a sus narices y que jamas cumple. ‘Al examinar los debates actuales sobre la cultura dentro del mundo académico y aun més alld de sus fronteras, sorprende la obsolescencia del viejo contraste entre Kultur y Zivilisation, cargado de prejuicios. La postura dominante hoy en dia se basa en una concepcién igualitaria de la cultura surgida de la antro- pologia social de Bronislaw Malinowski, Evans Pritchard, Mar- garet Mead y Claude Lévi-Strauss, todos ellos criticos de los presupuestos culturales eurocéntricos. Estos autores conside- raban que la cultura era Ja totalidad de sistemas y précticas sociales de significacién, representacion y simbolismo que poseen una légica aut6noma propia, una logica separada y no reducible a las intenciones de aquellos a través de cuyas accio- nes y pricticas surge y se reproduce. La antigua oposicién entre cultura y civilizacién, asi como la incertidumbre acerca de la cultura de masas que ésta ocasioné resurgen a veces en estos debates, aunque es mas frecuente que el concepto ubicuo de cultura auténoma se vincule con el concepto de identidad. La antropologia social britanica y el estructuralismo francés democratizaron el concepto de cultura al eliminar el modelo Dinario que la convertia en un concepto de critica opuesto al de civilizacién, Sin embargo, aunque el contraste de Herder entre cultura y civilizacién casi no parece relevante en estos en- SDURE EL USO Y EL ABUSO DE-LA CULTURA | 25 foques, aiin persiste la identificacién que él realiza del genio de un pueblo con las expresiones de su identidad cultural. En este sentido, la mayor parte de la politica cultural actual es una extrafia mezcla entre la perspectiva antropolégica sobre la igualdad democratica de todas las formas culturales de expresién y el énfasis romédntico, herderiano, en las caracteris- ticas tinicas ¢ irreducibles de cada una de esas formas (véase Joppke y Lukes, 1999: 5). Ya sea en el émbito de la politica o de las “politicas’, en el de los tribunales o de los medios masivos de comunicacién, se supone que cada grupo humano “pose” algtin tipo de ‘cultura’; y que las fronteras entre estos grupos y Jos contornos de sus culturas son pasibles de ser especificados y relativamente féciles de describir, Ante todo, se nos dice que es bueno preservar y propagar dichas culturas y diferencias cultu- rales. Los conservadores sostienen que las culturas deberian preservarse para mantener separados a los grupos, porque la idacion cultural genera con idad, Ellos espe- ran evitar el “choque de civilizaciones’, reforzando las alianzas politicas que reproducen fielmente las escisiones identitarias y culturales (Huntington, 1996), por temor a que los intentos de tender un puente entre esas divisiones produzcan hibridacion y confusién.* Por el contrario, los progresistas sostienen que las. we inestabil 2 La obra tan aclamada de Samnuel Huntington (1996), El chogue de Civilzaciones y la reconfiguracién del orden mundial, es un fl ejemplo de «estas confusiones entre cultura y civlfacién. Huntington dedica gran parte del ibro a realizar distinciones entre cultura, cvilizacion y raza, y concuye: “Una cvitzacion es la entidad cultural més ampli (43) Pero también agrega que “las civitzaciones no tienen fronteras defines ni comienzos y finales recisos. Las personas pueden redefinix sus identidades, como de laccho Io hacen, yes asi como la composicién y la forma de las civilizaciones ‘cambian alo largo de tiempo. Las culturas de los pueblos interactian y se superponen [...]. Pero de toclos modas, las civilizaciones son entidades de sentido, y aunque ls ineas que las dviden rara ver son nitdas, son, de hhecho, reales” (43). pesar de las premisas socislmente constructivstas, en el 26 | Las RetVINDICACLONES O& LA CULTURA cculturas deberfan ser preservadas para poder corregir los patro- nes de dominacidn y el daio simbélico referidos a la opresion yla tergiversacién de algunas culturas por parte de otras. ‘et dl libro el autor contin defendiendo una perspetvaesenilists, santo qe busca tema de indvsuacon ta dels izaciones Knog ifs come caplcacin del confi lal detoseaneienos ‘neraconls Los clos yo pis on colts ie estn janande Las pao yb pases on cults frets extn jane” (5) Ee modo expla presenta dos grandes dfcltades En primer Tagan psi indvds el explana no eps tsa! De scuctdo co Ttington,o rela caro sexiten incase ocho Cittracones ene rma contemporaine (rea japone, ins, y oceiena ademas de aia last -aunge no sin argentina ‘ann ortodoa la atncaeriana yal yo aficana- Peo jt es posbleque eta enades qu net caramentedlientspoedan Terviemtoncs como explaciones dea nis pritaia de confit Pace {ficedumos anc una evindacion dlp el confit de entidad et ese orl ditrencas nr cleaone Sn embargoes rela Teale ya gla ena Ys etn dina or ls hlialonesy ts calturs ls ue pestenee cada uo Elconepo de idemiadealraVehlizaconale ala vee explanansy enplanando Truggy Hamtingonesclnetre"laxdemerncionesobjeise de uta acon yl enieaiones jes o etre slats teeny primers psona cn lo que respects sient clues, fu. ademas de los cements objets comes de lengua istora falgtomcosumres stinions ator afm quTacizaion a Se lnpercona pertenece se ive ds amplio de dentfacion onl que Ieee” (eta ni) Huntington no xpi pare foncionss omoctidenca independent de dicasmanfesacions deen thee delacb eof 1 peligro gure en gel centic soc ltmpondes una cobeencay une nidod artical sores chs colores eee iban precast en torn delasrepancis que con fecenia ‘ifge enelonerderossjtvsy bjs dela enteacon cura y {atom dla limi de los propio elton sbjtivos Vor nape ee lo cure importa ose Haron y Muntngton, 200) sin cg aay parte dela ceca scl acta, como I propia ‘en dpi nai schm operas ecmonoviae ques peesuran acer analogs sin stra em ra, sone tersuronacttades aortas ptspeciva sobre el mando y SOBRE EL USO Y EL ABUSO DE LA CULTURA | 27 Sean conservadores © progresistas, estos enfoques compar- ten premisas epistémicas falsas: (1) que las culturas son totali dades claramente delineables; (2) que las culturas son con- gruentes con los grupos poblacionales y que es posible realizar tuna descripcion no controvertida de la cultura de un grupo humano; y (3) que, aun cuando las culturas y los grupos no se corresponden exactamente entre si, y aun cuando existe mas de una cultura dentro de un grupo humano y més de un grupo que puede compartir los mismos rasgos culturales, esto no comporta problemas significativos para la politica o las “poli- ticas’, Estos presupuestos forman lo que denominaré “Ia socio- Jogia reduccionista de la cultura’. En palabras de Terence Tur- nef, esta perspectiva corre el riesgo de esencializar Ia idea de cultura como la pro- piedad de un grupo étnico 0 de una raza; de reificarlas cul- ‘patrones institucionales. Hasta cierto punto, le antropologia actual esa cexcepciénaa esta regla. También existen aplicaciones rillantes ylicidas del concepto de eultura en ls explicaciones cientifco-sociales, como las que se ‘encuentran en la obta de Orlando Patterson, Este tItimo observe las actitudes extrahas y contradictorias hacia la cultura que aiin prevalecen en el ‘mundo académico, asi como en el discurso pablico (2000; 202-203). Aunque ‘desde el punto de vista politico, la preservacion y la defensa de las ‘dentidades culturales son generalmente consideradas algo bueno, también hay una resistencia generalizada al uso de la cultura como una variable explicativa en las ciencis sociales, por miedo a que dicho uso pudiera “esencializar” ls diferencias culturaes entre los grupos humanos. Patterson sostiene que, mientras acogemes el esencialismo cultural en Is politica, en las ciencias sociales lo repudiamas como variable explicativa. El autor reivindica tun uso responsable de las variables basadas en la cultura para explicar el comportamiento humane (202). Coincido con él, Aunque en ese libro me comcentro en cl uso de la cultura en la teoria normativa, creo que les enfoques cientfico-sociales sobre la cultura yo debates normativos se influyen mutuamente, porlo que un andlisis cuidadoso de uno de esos campos puede tener consecuencias en el otto. 28 | LAS REIVINDICACIONES DE LA CULTURA turas como entidadesseparadas a poner un énfasisexcesvo en su cardcter definido y delimitado; de enfatizar demasiado Ia homogeneidad interna de Jas culturas en términos que potencialmente puedan legitimar demandas represivas de conformidad interna. Y por ‘iltimo, al tratar a las culturas como insignias de identidad grupal, esta postura tiende a fetichizarlas en forma tal que quedan fuera del alcance de! andlisis eritico (1993: 412). Una de las tesis centrales de este libro es quel gran parte del debate actual en Ja filosofia politica y juridica esté dominado or esta falsa epistemologia, que conlleva graves consecuencias politico-normativas respecto de la forma en que pensamos que deberian repararse las injusticias entre los grupos y de como creemos que deberfa promoverse el luraismed yla diversidad humana. La manera de pensar sobre estas cuestiones se ve obs- taculizada por nuestra adhesion a una sociologia reduccionista dela cultura, EL CONSTRUCTIVISMO SOCIAL Y SUS IMPLICACIONES NORMATIVAS En este libro defiendo el constructivismo social como una explicaci6n abarcadora de las diferencias culturales, contra los intentos de la teorfa politica normativa de reificar a los grupos culturales y sus luchas por el reconocimiento. Es verdad que muchos autores actuales sobre el multiculturalismo también rechazan el esencialismo cultural (vednse ‘Tully, 1995: 7 y ss.s Parekh, 2000: 77-80, 142-158; Carens, 2000: 52 y ss.). Sin em- argo, no lo hacen por Jas mismas razones y con frecuencia las SobeE FL USO Y EL ABUSO DE LA COLTURE 1 29 premisas epistémicas que los guian son poco claras. Mi critica de} esencialismo cultural se diferencia de estos autores por Ja vision narrativa de las acciones y la cultura que la caracteriza. Creo que todos los andlisis de la cultura, ya-sean empfricos 0 normativos, deben empezar por distinguir entre el punto de vista del observador social y el del agente social. El observador social -ya sea un narrador o un cronista del siglo xvii; un general, un lingiista o un reformador educativo del siglo xix; © un antropélogo, un agente secreto o un trabajador para el desarrollo del siglo x0t~ es el que impone, junto a las elites loca- les, la unidad yla coherencia sobre las culturas como entidades observadas. Cualquier visién de las culturas como totalidades claramente definibles es una visin desde afuera que genera coherencia con el propésito de comprender y controlar. Por el contrario, los participantes de la cultura experimentan sus tra- diciones, historias, rituales y simbolos, herramientas y condi- ciones materiales de vida a través de relatos narrativos com- partidos, aunque también controvertidos y factibles de ser rebatidos.? Desde su interior, una cultura no necesita parecer 13 Véase la aguda observacion de Amalie Rorty: “La distincién entre'cultura! y estrueturas econémicas 0 sociopolitcas es una distincion acotada por la teoria, que alguna vez marcé diferencias entre las disciplinas académicas entze antropologia,sociologia y economia-, en lugar de diferencias en las prietieas 0 en los textos que ellasanslizan...] Por un Iado, a cultura no puede entenderse descontextualizada de la dinamica de la organiaacion Politics. Por el otro el intercambio econémico, los procesos judiciales, los rocedimientos médicos © los patrones de parentesco y amistad no pueden comprenderse independientemente de su relevancia cultural” (A. Rorty, 1994 155). Permitaseme agregar que alo largo de este libro atilizaré las téemainos relato y narrative refiriéndome a su significado comin en el aso del idioma inglés, como un contar o narrar miso menos coherente. Desde un punto de vista flos6fico, no adhiero particularmente nia ls perspectivas sobre la agencia ni al entramado o ls secuencialidad implicadas en el uso de términos ‘como narrative en la critica lteraria, He analizado conceptos del si mismo y estilos de relato narrativo en Benhabi 30 | LAS REIVINDICACIONES DE LA CULTURA una totalidad; mas bien, configura un horizonte que se aleja cada ver. que nos aproximamos a él Un ejemplo verdaderamente espectacular de como crear una unidad cultural a través de diversas intervenciones discur~ sivas externas es el de la préctica hindui del sati, segin la cual tuna esposa que enviuda se inmola ascendiendo a la crepitante pira funeraria de su marido. En su analisis de la politica de creaci6n de las tradiciones, Uma Narayan se pregunta “como y por qué esta prictica en particular, que es marginal a muchas de las comunidades hindties{...], pas a considerarse una tra- dicién central india” (1997: 61). Su respuesta, basada en la his- toriografia reciente de la India colonial, es que el significado y elestatus del sati como tradicién surgieron de las negociacio- nes entre los colonos briténicos y las elites indias locales. A los administradores del gobierno colonial, impulsados por su pro- pio rechazo moral y civilizatorio frente a esta practica, les preo- cupaba también que su prohibicién resultara en disturbios de orden politico. As(, investigaron ¢] estatus del sati como una “prictica religiosa’, pensando que si tenfa sancién religiosa no seria prudente abolirla. De no ser asi, entonces las propias elites locales podrian aprobar su abolicién (62)..A su vez, de- terminar si una préctica tenia una base religiosa significaba encontrar su justificacién en las escrituras. Aplicando un razo- namiento analégico que suponia que en e] binduismo la rela~ cién entre escrituras y practica era semejante a Ja del cristia~ nismo, el poder colonial confi en los relatos documentados por los pundits indios (eruditos religiosos) como si de hecho codificaran la interpretacién de la tradicion. Pero como el hin- duismo, a diferencia del cristianismo, no posee un texto espi- ritual central, “la cuestién de adénde buscar esta evidencia en. Jos escritos no eraen absoluto evidente. El hecho de que pare- fa haber pocos textos, si acaso alguno, que respaldaran el sati SOBRE EL USO T EL ABUSO DE LA CULTURA | 32 en forma clara y inequivoca, torné atin més dificil la tarea interpretativa” (200). Un largo proceso historico de interven- ciones y negociaciones fue allanando las incoherencias en los relatos de las elites locales sobre diversos mitos en torno de la practica del sati. Las historias religiosas relacionadas con prac- ticas existentes se codificaron y, ante todo, se homogeneizaron las discrepancias en las tradiciones hindties locales, que varia. ‘ban no sélo entre regién y regi6n, sino también entre las dis- tintas castas. La cultura se presenta a si misma a través de relatos narrati- vamente controvertidos debido a dos razones principales. Pri- mero, las acciones y Jas relaciones humanas se forman segiin una doble hermenéutica: identificamos fo que hacemos por medio de un relato de lo que hacemos. Las palabras y los he- chos son equiprimordiales, en el sentido de que casi toda ac- ion humana socialmente significativa mas all de rascarse la uariz, s¢ identifica como una cierta clase de hacer a través de los relatos que tanto los propios agentes como los demés dan de ese hacer. Esto és asf incluso cuando existe un desacuerdo entre quien hace y quien observa, y masaun en ese caso. La segunda raz6n por la que la cultura se presenta a si misma a través de relatos controvertidos es que no s6lo las acciones e interaccio- nes humanas estan constituidas por relatos que, en conjunto, forman una “red de relatos” (Arendt [1958], 1973), sino que también estén constituidas por la postura valorativa de los actores hacia lo que hacen. En otras palabras, hay relatos de segundo orden que implican cierta actitud normativa hacia los relatos de acciones de primer orden. Lo que llamamos “ciil- ‘ura’ es el horizonte formado por estas posturas valorativas, a través de las cuales la infinita cadena de secuencias espacio- temporales est demarcada en “bueno” y “malo”, “sagrado” y “profano’,“puro”e“impuro” Las culturas se forman por medio 32 [IAS REVYINDICACIONES DE LA CULTURA de conjuntos binarios porque los seres humanos viven en un universo valorativo.* Las demarcaciones de las culturas y de los grupos humanos que las portan son muy controvertidas,frégiles y también deli- cadas. Poseer la cultura significa estar adentro de ella. No estar aculturado en Ia forma apropiada es estar afuera. De alli que Jas fronteras de las culturas sean siempre protegidas con recelo, sus narrativas purificadas, sus rituales cuidadosamente vigila- dos. Estas fronteras circunscriben’el poder pues legitiman su uso dentro del grupo. El constructivismo sociolégico no propone que las diferen: cias culturales son menores, 0 de alguna manera irreales 0 “fic- ticias” Las diferencias culturales calan hondo y son muy reales. 4 Cultura es un concepto muy dificil de definir porque ests“cargado de teoria’, ‘como muchos otros canceptos fundacionales en el analiss social: individuo, ‘estructura, et, Notes, por eemplo la definicion de cultura en Is Enciclopedia Britaniea; "Cuando se considera & las palabras en su relacion con cl organistmo humano -es decir, como actos se convierten en comportamiento, Pero cuando son consideradas en términos de su relacion entre si, produciendo léxico, gramtica, sintaxi,et., se convierten en lenguaje, ya no la materia de la psicologia sino dela ciencia linguistica. Porlo tanto, cultura es el nombre dado a una clase de cosas yacontecimientos que dependen del acto de simbolizar (es decir, discurco articulado), considerados en un tipo de contesto que sobrepast lo humane” (Encyclopaedia Briica Online, hitp:ltwwn2h.comaita/bol/ealtre, sv. “eultara”). Esta definicidn en si misma es parcial desde un pumnto de vista lingbfstco, ya que el “acto de simbolizar” no es exclusivamentelinguistico, Tampoco queda claro.a qué se refieren los autores con "un tipo de contexto que sobrepasa lo humana” Lo ‘que ayuda en esta definicion ese énfasis en la perspectiva del investigador social. La misma realidad social puede convertrse en la materia de muchas formas diferentes de investigacidn socal, es decit, dela antropologis la saciolagia, la Hingdistica, etc. Aqui adhiero a la posture de Max Weber, quien ‘observd que son ls intereses de conocimientos y de valor de quien estucia Jog asuntos humanos los que convierten“l secuencia infinita de espacio~ jempo” en un objeto de investigacién cientfia yte6rica,¥ no algo intrinsece al objeto de estudio en sl. Véase Max Weber (1917) 194 50) SOBRE EL USO Y EL ABUSD DE LA CULTURA | 33 Las fronteras imaginadas entre ellas no son fantasmas en men- tes trastornadas; la imaginacién puede guiar la accién y el _comportamiento humano tanto como cualquier otra causa. Sin embargo, quien estudia los asuntos humanos jams debe- rfa fiarse de os relatos culturales de grupos e individuos: por el contrario, para explicar la conducta humana, deberia intentat comprender la totalidad de las circunstancias de las que la cul- tura es un aspecto. Esto resulta obvio y no serfa necesario repe- tirlo si el constructivismo no fuera malinterpretado con fre- cuencia con la vision de que todo vale, y de que los simbolos y Jas representaciones pueden ser repartidos como las cartas de una baraja. En verdad, el relato, el cambio y fa innovacién cul- turales tienen sus propias légicas. El constructivismo sociolgico me lleva a la conyiccién de que el multiculturalismo fuerte, o lo que se ha dado en Hlamar multiculturalismo mosaico, esta errado, tanto empirica como normativamente; y que la justicia intercultural entre grupos humanos deberia defenderse en nombre de fa justicia y la libertad y no de una elusiva preservacion de las culturas. Por multiculturalismo fuerte o mosaico me refiero a la postura de que las culturas y los grupos humans son totalidades bien delineadas e identificables que coexisten, aunque con fronteras claras, como si fueran las piezas de un mosaico. Por el contra- rio, no es una metifora visual sino una auditiva la que guia mi interpretacién de un didlogo cultural complejo. Deberiamos considerar Jas culturas humanas como constantes creaciones, ecreaciones y negociaciones de fronteras imaginarias entre “nosotros” y el/los “otro(s)”. El “otro” siempre esta también dentro nuestro y es uno con nosotros. Un si mismo es un si mismo sélo porque se distingue de un “otro” real, o mas que nada imaginado. Las luchas por el reconocimiento entre los individuos y fos grupos son en verdad esfuerzos por negar la 34 | LAS RELVINBICRCIONES DE LA CULTURA condicién de “otredad’, en Ja medida en que se cree que la otredad implica falta de respeto, dominacién y desigualdad. Los individuos y los grupos luchan por el respeto, fs autovalo- raci6n, la libertad y la igualdad manteniendo a la vez cierto sentido de si mismos. Ya sea en la psiquis de la persona o en Ja comunidad imaginada de una nacién, es muy dificil acep- tar al “otro” como profundamente diferente y a la vez recono- cer su igualdad y su dignidad humana fundamental. Creo que fa tarea de la igualdad democrética es crear instituciones im parciales en la esfera piblica y en la sociedad civil en las que {a lucha por el reconocimiento de las diferencias culturales y la disputa por los relatos culturales puedan Hlevarse a cabo sin dominacién. Las ideologfas y los movimientos nacionalistas rechazan la “otredad” inherente en la raiz de toda cultura. La mayoria de las veces buscan “purgarla” de los elementos impuros 0 ford- neos ¥ ast volver a convertirla en una totalidad. Irénicamente, Tos nacionalismos revierten la perspectiva participante/obser- vador, ya que los adherentes y los idedlogos de los movimien- tos nacionalistas intentan crear unidad forzada a partir de la diversidad, coherencia a partir de las incoherencias y homoge- neidad a partir de la discordancia narrativa. En su ensayo “DisemiNacién: tiempo, narrativa y los marge- nes de la nacién moderna’, Homi K. Bhabha pone al descu- bierto las estrategias narrativas y los tropos con los que se construyen las ideologias nacionalistas. “Los ‘jirones, remien- dos y harapos’ de la vida cotidiana’, escribe Bhabha refirién- dose a una frase de Ernst Gellner, : deben ser repetidamente convertidos en signos de una cul- tura nacional coherente, en tanto el propio acto de la perfor~ mance nartativa interpola un creciente circulo de sujetos SOBRE EL USO 7 EL ARUSD DE LA CULTURA 135 nacionales. En la produecin de a nacién como narracién, hay ‘un quiebre entre la temporalidad acumulativa y continuista de lo pedagégico y la estrategia repetitiva y recursiva de lo performativo. Es a través de este proceso de quiebre que la ambivalencia conceptual de la sociedad moderna se convierte en el terreno para escribir la nacién (1994: 145-146; el primer Enfasis es mios el segundo énfasis es del autor del texto) Lo que Bhabha denomina “la temporalidad acumulativa y continuista de lo pedaggico” se refiere a las estrategias narra~ tivas, a la escritura, la produecién y Ia ensefianza de las histo- rias, los mitos y otros relatos colectivos con los que la nacién ‘como entidad se representa a si misma como una unidad con- tinua. En dichas estrategias de representacién, “el pueblo” se constituye como entidad. El tiempo se torna homogéneo, en la medida en que los relatos cotidianos y las experiencias de per- sou y colectividades controvertidos, irreconciliables, con fre cuencia hasta contradictorios e ildgicos, son re-presentados ‘como aspectos, elementos, estadios -o, en lenguaje hegeliano, “momentos” de un relato unificado. Por el contrario “la estrategia recursiva de lo performative” es la invencién, por parte de intelectuales e idedlogos, artistas y politicos, de las estrategias narrativas y representacionales con las que se recrea Ja “autogeneracién de la nacién”. Lo que Homi Bhabha Jlama los aspectos “pedagégicos” y “performativos” del relato nacio- nal deben de alguna forma ajustarse o compaginarse. Es preci samente este encastre lo que intentan explicar quienes estudian Jos asuntos humanos. Permitanme darles un ejemplo con el que los estudiosos europeos o estadounidenses del nacionalismo estén muy poco familiarizados. La creaci6n de la Turquia moderna a través de las reformas de Kemal Ataturk puede considerarse un ejemplo 36 | Las RenvINDICACIONES DE Lk CULTURA paradigmético de nacionalismo civico. Para forjar una nueva identidad civica a partir del antiguo Imperio Otomano, que se enorgullecia de estar compuesto de setenta y dos millets (pue- blos o naciones en el sentido no territorial del término), Ata~ turk tuvo que colocar a la nueva nacién en oposicién a la herencia persa y arabe que dominaba la vida cultural del im- perio, En un gesto radicalmente constructivista, en 1923, Ata- turk abolié la vieja escritura, representada en letras arabigas y que era una mezcla de arabigo, persa y turco, y creé un nuevo idioma oficial utilizando una version modificada del alfabeto latino y del vocabulario del turco verndculo que se hablaba en el campo y en las ciudades, aunque con distintos acentos. Al abolir el antiguo alfabeto ardbigo y escoger Ia escritura latina, ‘Ataturk combin6 de manera muy interesante lo pedagdgico y lo performativo. El nuevo alfabeto, ese instrumento primario dela pedagogia de la naci6n, retorz6 cierta nueva identidad al contribuir ala resohucién de los conflictos de identidad que habjan asolado al Imperio Otomano desde el siglo xvi. Estos se debian a que los ‘otomanos, aunque gobernaban un imperio musulmén, contro- aban zonas importantes de Enropa en las regiones de Grecia y los Balcanes, y por ende actuaban como un puente entre Europa y Oriente, entre Occidente y Oriente, Ataturk simple- mente escogis Occidente y Jo expres6 de una manera histri6- nica aboliendo el medio cultural y literario a través del cual se habfa expresado la elite musulmana del Imperio. Aquf resulta claro que “los jirones y remiendos utilizados por el naciona- lismo” (Gellner, 1983: 56) no eran invenciones histérices ar- bitvarias, Debian encajar bien; debsan contar una historia y actuar un relato que tuviera sentido, que fuera plausible y cohe- rente y que motivara a la gente hasta el punto de que deseara sacrificar sus vidas por él. También es verdad que estos relatos, SOBRE EL USO TEL ABUSO DE LA CULTURA | 37 colectivos pueden dejar de tener sentido, coherencia, dejar de motivar o de unir a las personas. Ese parece ser el caso actual en Turquia, donde la ideologia dominante del kemalismo ha caido en desgracia y nuevos relatos colectivos compiten y pug- nan por tomar su lugar. Quisiera enfatizar que el constructivismo sociol6gico es un concepto muy amplio en la teoria social, que abarca diversas estrategias metodolégicas que van desde el posmodernismo hasta la teoria social critica, de los estudios poscoloniales al fancionalismo marxista 0 no marxista, Con frecuencia, las estrategias constructivistas no han logrado explicar los movi mientos basados en Ia identidad, ya que no dan cuenta del “encastre” entre los jirones y remiendos que los movimientos y militantes recogen de la cultura a su alrededor, y los dile- ‘mas y opciones identitarios mas perdurables que estos jirones y remiendos parecen resolver. La politica de la identidad y la politica de la diferencia se ven afectadas por la paradoja de que- rer preservar la pureza de lo impuro, la inmutabilidad de lo yelcardcter fundamental de lo contingente. El cons- ismo explica los procesos que transforman cada uno $ Plextor io de Er Gee soe nacionalimo es un seen empl delaras os ins de nog fanaa Stormers De aeserdo cos Calne Sones emendo clea Ulead peel nciosizn on ecm son etn tron tras Cul ny cleo pda hese Sn ena de ninguna manera puede dec que pine del nana eco ism deatgns:naercontingate yee fern Seon trates qepor cata cogent eenomcin te 36 NO tesa ving oer emiendor atures aos po el teconlsmo ern] menos tries aro") Dee tian “dnd cet enelon etna dears a sya ptr sav deloscusks a nacine conta hss psa tbs como ft antic Popes dese gre de pero, 38 1 {AS REIVINDICACLOWES DE LA CULTURA de los primeros términos en estos pares de opuestos en el se gundo. Un constructivismo social que tenga en cuenta el juego entre los imperativos estructurales y culturales es posible, y tambien deseable. En este libro intentaré mantener en foco, por un lado, los imperativos funcionales y estructurales de los sistemas materiales de accion, tales como la economia, la buro- ccracia y las diversas tecnologias sociales, y, por el otro, los im- perativos simbélico-representativos de los sistemas de signifi- cacién cultural. LA BYICA DEL DISCURSO ¥ EL MULTICULTURALISMO Mis reflexiones sobre la politica cultural de las sociedades capi talistas siguen los principios normativos amplios que desarro- Ile en Situating the self (1992). Al extenderme alli sobre el pro- grama de una ética comunicativa o ética del discurso, estipulé as normas de respeto universal y de reciprocidad igualitaria como principios rectores de la interaccién humana. Coincido con Jidrgen Habermas en que esas normas y arreglos institucionales normativos pueden ser considerados vélidos sélo si todos los ‘que se verian afectados por sus consecuencias pueden ser par- ticipantes en un discurso practico en el que se adopten dichas normas. Las normas de respeto universal y reciprocidad jguali- taria ya subyacen a kas practicas de la argumentacién discursiva: deben ser de alguna forma presupuestas para los discursos practicos. Esto no refleja un circulo vicioso sino uno virtuoso: los didlogos morales y politicos comienzan con la presuncién de respeto, igualdad y reciprocidad entre los participantes. Nos involucramos en los discursos presuponiendo un contexto y comprendemos que estas normas se aplican a todos los partic SOBRE EL USO TEL ABUSD DE LA CULTURA 1 39 pantes. Por medio de los discursos, los participantes someten estas interpretaciones presupuestas del contexto a una valida- ci6n intersubjetiva. Los discursos son procedimientos de vali dacién recursiva a través de la cual las normas y los principios abstractos se concretizan y legitiman. Todos podemos decir que nos respetamos mutuamente, pero no podemos saber qué requiere 0 implica dicho respeto frente a profundas contfictos culturales. Mientras que algunos podemos pensar que ciertas pricticasy juicios constituyen una afrenta ala dignidad huma- na, otros pueden conisderar nuestras evaluaciones como casos de imperialismo ctnocéntrico. En su sentido més amplio, los discursos practicos incluyen los discursos morales sobre las nor- mas universales de justicia, los discursos éticos sobre formas de una buena vida y los discursos pragmatico-politicos sobre lo fac- tible, Estos son procesos dialégicos con los que no sélo concre- tamos y contextualizamos el significado de las normas; también determinamos qué tipo de problema se esta debatiendo. EI dia- logo moral es con frecuencia necesario para identificar una cuestion como relativa a lalegislacién antes que a le moralidad, oa la estética antes que a la politica. Los participantes no sélo deben comprender las normas en cuestién: deben también com. partir una comprensién situacional de las pretendidas aplica- Ciones de estas normas. En las sociedades multiculturales, los discursos a menudo requieren la negociacién de estas interpre~ taciones situacionales compartidas. El tipo de prictica en la que cataloguemos una practica cultural especifica ~religiosa 0 esté- tica, moral o legal determinard qué normas creemos que debe- rian aplicarse a ella. Iustraré nuevamente el caso con una referencia al sati. El gobierno colonial briténico, forjado al calor de las guerras reli- giosas en Europa, que habian enfrentado a protestantes y cat6: licos,a los anglicanos contra ambos y a los movimientos secta- 4 | LAS REIVINDLCACIONES DE LA CULTURA rios y milenaristas contra todos, busc6 aplicar en la India las lecciones de tolerancia religiosa tal como se practicaba en el moderno Estado secular europeo. Si una préctica era conside- sada central para la religion de alguien, debia mostrarse cierta tolerancia. Sin embargo, si no era una practica religiosa sino una meramente cultural —en el sentido de que los miembros de la misma religién podian sentirse libres de observarla no-, los administradores coloniales suponian que debia estar menos protegida de la intervencién colonial, especialmente si Ja préctica en cuesti6n también podia ser considerada odiosay ofensiva de la dignidad humana, La mayoria de las democra~ cias liberales atin funcionan con alguna versién de esta distin- cién entre practicas culturales y religiosas, y entre pricticas centrales y subsidiarias de una religién.* Mi propésito aqui no (6 Estos temas legaron a la Corte Suprema de los Estados Unidos en an caso de 1990 conocido como Division de Empleo, Departamento de Recursos “Humanos de Oregon c. Smith, Elcaso involucraba a dos miembros de la Iglesia Nativa Americana que también eran empleadosen uns clinica privada de rehabilitacion de la drogadependencia. Elios solicitaron. ‘beneficios de desempleo luego de haber sido despedidos por utilizar peyote ‘en una ceremonia religiosa. La Divisign de Empleo rechaz6 su pedido hacia el imperialismo, no busca la legitimaci6n, sino que asumme la actitud ce curador de un museo conceptual y“observa(e} ‘maravillado la variedad de especies diseurtvas, tal como lo hacemos con la dliversidad de ls especies vegetaes o animales” (1984: 26-27) 68 | LAS RELVINDICACIONES DE {4 CULTURA ciertos rasgos de estos otros marcos lo suficientemente simila- res.a los nuestros como para poder caracterizarlos, en princi- pio, como actividades conceptuales. La inconmensurabilidad radical y la intraducibilidad radical son nociones incoheren- tes, pues para ser capaces de identificar un patrén de pensa- miento, un lenguaje -y, podria agregarse, una cultura como los sistemas humanos de accién y significacién complejos y coherentes que en verdad son, deberiamos al menos primero reconocer que los conceptos, las palabras, los rituales y los simbolos en estos otros sistemas poseen un sentido y una refe- rencia pasibles de seleccionarse y describirse de manera inte- ligible para nosotros; es decir, por ejemplo, como conceptos en si y no como meras exclamaciones. Si la intraducibilidad radical fuese valida, no podriamos ni siquiera reconocer el otro conjunto de enunciados como parte de un Ienguaje, como tuna prictica que esta més o menos regida por reglas yes com partida en formas bastante predecibles. Si las culturas fueran tan radicalmente divergentes, no podriamos aislar las activida- des humanas complejas como totalidades inteligibles y cohe- rentes, con sus mitos, rituales y simbolos, y describirlas como una ceremonia matrimonial, una celebracién o una plegaria. Como ha afirmado Hilary Putnam: “El que podamos hacer esto, como parte de la experiencia humana universal, es un he- cho constitutivo de la experiencia humana en un mundo de culturas diferentes que interacttian en Ja historia, en tanto cada tuna atraviesa cambios mds lentos 0 més répidos; que podamos interpretar mutuamente nuestras creencias, deseos y enuncia dos de tal manera que todo cobra algtin sentido” (1981: 17, énfa- sis en el original) Silos regimenes de frase ylos géneros del discurso fueran tan radicalmente heterogéneos, diversos e intraducibles, entonces en verdad serfa imposible explicar una de las competencias EEL UNIVERSALISHD E5 ETNOCENTRICO? 1 69 mas comunes de los usuarios del lenguaje: que en el curso de la misma conversacién, podamos pasar de la ensefianza a la pro- paganda, de la informacién a la seduccién, del juicio ala ironta, Pero sie! uso y el ejercicio comtin del lenguaje sugieren que los regimenes de frase y Jos géneros del discurso no son unidades aisladas ¢ insalvables, ;qué pasa con la tesis de su heterogenei- dad absoluta? Es verdad que existe un peligro conceptual y también moral cn la insistencia demasiado apresurada y simplista sobre la conmensurabilidad total, Las experiencias de inconmensura~ bilidad pueden ir desde el desconcierto total frente a los ritua~ les y practicas de otra cultura, hasta los encuentros més trivia- lesy frustrantes con los otros en los que simplemente decimos: “Realmente no lo entiendo. ;Qué quieres decir en realidad?”. Dichas experiencias y encuentros deben considerarse pedidos para proseguir la conversacién y la interaccién; las interrup- ciones en la comunicacién con frecuencia generan indiferencia y hostilidad, e incluso agresién y violencia. Sin embargo, por ‘momentos la interrupcién de la comunicacién también puede tener el efecto saludable de ampliar los horizontes de nuestra comprensién, a medida que intentamos entender mejor a los demas. Es por eso que hablar de conmensurabilidad e incon- mensurabilidad siempre implica una dimensi6n epistémica y también moral. Comprender al otro no es sélo un acto cogni- tivo; es una accién politica y moral. Las teorias que propugnan la inconmensurabilidad fuerte nos distraen de las numerosas y sutiles negociaciones epistémicas y morales que ocurten entre las culturas, dentro de ellas, entre las personas ¢, incluso, en el interior de cada uno cuando debemos lidiar con la diserepan- cia, la ambigiiedad, la discordancia y el contlicto. Mientras que para Jean-Francois Lyotard el relativismo cul- tural es sélo un aspecto del problema mas abarcador de la 70 ¥ (AS REWINDICACIONES DE LA CULTURA inconmensurabilidad, para Richard Rorty los propios térmi- nos de este debate entre universalismo y relativismo estén peri- midos: “son Jos remanentes de un vocabulario que deberiamos intentar reemplazar” (1986: 44). Rorty visualiza su propio com- promiso con los valores del liberalismo no en términos metafi- sicos y transcendentes, sino como una preferencia mas simple por un tipo de autodescripcién. Al igual que Lyotard, por momentos Rorty afirma que los relatos de nuestras culturas hacen Jo que hacen sin necesidad de otra justificacién: “no es precisa rascarse dlonde no pica” (54). zn otros pasajes, reconoce que la cultura liberal institucionaliza la bisqueda de una justi- ficacion reflexiva en la ciencia, la ética, la estética, la jurispru- dencia y la politica, pero se niega a atribuirle a este hecho nin- gtin beneficio de mayor racionalidad. Para Rorty, el intento de cuestionar y desafiar los valores y las normas de Ja propia cul- tura, o de cualquier otra cultura en términos que trasciendan la comprensién que de si misma tiene esa cultura, e ilusurio. Sin embargo, y al revés que Lyotard, Rorty rechaza la incon- mensurabilidad y la intraducibilidad radicales. En “;Solidari- dad w objetividad?” afirma:“La distincién entre diferentes cul- turas no difiere en tipo de la distincién entre las diferentes teorias que sostienen los miembros de una (nica cultura. (...] Los mismos argumentos quineanos que eliminan la distincién positivista entre Ja verdad analitica y la sintética, eliminan la distinci6n que hacen los antropélogos entre lo intercultural y Jo intracultural” (1985: 9). Pero las consecuencias de este argu- ‘mento son mucho més perjudiciales para la propia posicion de Rorty que lo que él esta dispuesto a admitir. Si, en efecto, no existe una asimetria entre las polémicas que se producen entre los miembros de una cultura y las polémicas entre los miem- bros de distintas culturas; si se trata meramente de una cues- tidn del grado y el alcance de sistemas de creencia divergentes, EL UMIVERSALISMO £5 ETNOCENTRICO? 17 entonces el discurso de Rorty sobre “nosotros” frente a “ellos”, sobre “nuestro etnocentrismo” frente “al de ellos” es engatioso y se contradice a si mismo. Las lineas entre nosotros y ellos no se corresponden necesariamente con las lineas entre los miem- bros de nuestra cultura y los de otra. La comunidad con la que uno se solidariza no esta definida ni étnica ni etnocéntrica~ mente; las comunidades de solidaridad pueden estar étnica- mente definidas 0 no. No hay una yuxtaposicién obligada entre solidaridad y etnocentrismo; ésta es s6lo contingente. Segiin reconoce el propio Rorty a nivel filoséfico, lo tinico que deberia afirmar el pragmético es que “entre los seres humanos existen aquellos que participan real 0 potencial- mente conmigo en una comunidad de conversaci6n, y aquellos que no lo hacen ni nunca lo hardin” Sin embargo, esta comu- «5 Resultaincoherente que lego de admitir que no hay unaasimetrfa esencial cntre las disputasinterulturaes ¢ intraculturales, Riehard Rorty coatinie afirmando que“el pragmatic, ominado por el deseo de solidaridad, puede sercriticado tnicamente por tomatse demasiado en serio su propia ‘comunidad, Slo puede critcarsclo de etnocentrismo, no de relativismo. Ser etmocéntrico es diviit la raza humana entre aquellos con guienes uno debe jsifcar sus propias creencia y los ottos, El primer grupo el propio ethos incluye a aquellos que comparten lo suiciente nuesteas propias creencias como para quela conversacién sea posible” (1985: 3). Esta forma, depresentar ol problema es engafiosa. Desde Aristteles, Ia palabra ethnos se hhareferido a aquellos que compatten cierta evhikr, cierta forma de vida y determinados valores. En nuestros dias, sta palabra designa la ascendencia lingtistica y cultural. AS, en los Estados Unidos nos referimos alos itao- ammericanos los judfo-americanos, ls chino-americanos, los aftoamericanos ¥ otros como grupos “etnicos” De hecho, seria una calamidad moral y politica silo que Rorty quiere decir es que los italo-americanos precisan jistfiar sus visionesy creencias s6lo ante otros italo-americanos. Este tipo de justficaciin de soldaridad serfa tan slo un blanqueofilossfico de todo tipo de prejuicio yracismo cultural yétnico. Rorty no quiere decir est. Entonces por que contimia eseribiendo y hablando de formas que, por un lado, se hacen eco de antiguas expresiones del relativism cultural hermético y predavidconiano y, por el otto, rechazan el rlativismo cultural y la 72 | LAS RELVIMDICRCONES HE LA CULTURA nidad de conversacién tiene una identidad cambiante y carece de fronteras fijas. No coincide con un ethros, con ningiin “noso- tros” homogéneo. La pertenencia a esta comunidad se definea través del tema de conversaci6n, la tarea a realizar o el pro- blema que se debate. Para un verdadero pragmitico, la forma- cién y la definicin de identidad serian lo que sigue después de establecer un conjunto de intereses compartidos, ya sean cien- tificos, artisticos, culturales, lingitisticos, econémicos 0 nacio- nales, Todos somos participantes en diferentes comunidades de conversaci6n, de acuerdo con la intersecci6n de los ejes de nuestros diversos intereses, proyectos y situaciones de vida. Un pragmatico coherente sélo podria decir que toda investiga~ cién, sea cientifica moral, toda justificacién, sea en la estética © la jurisprudencia, y todas las demostraciones, sea en las finanzas o en la fisica, son conversaciones que pueden ocurrir sélo en presencia de otros que comparten lo suficiente nues tras creencias como para que la comunicacion sea posible. AI continuar refitiéndose a “ellos” frente a “nosotros”, al grupo “de ellos” frente al “nuestro”, Rorty ignora el hecho de que, hoy cn dia, la mayoria de nosotros pertenecemos a mAs de una co- smunidad, un grupo lingiiistico, un ethtos. Millones de personas en todo el mundo realizan migraciones econémicas, politicas 0 attisticas. Més que nunca, las “naciones verdacleras’, los grupos lingitisticos “puros” y las identidades étnicas no contaminadas son en verdad comunidades “imaginadas’: Estas fueron creadas por la imaginacién de los poetas, Jos novelistas, los historiado- res y; por supuesto, los politicos y los idedlogos del siglo xix. 2Quiénes somos? ;¥ qué es nuestro? inconmensurabildad radicales? Distinguir entre la idea general de una comunidad de conversacin y una comunidad étnieaculturalmente specifica ayudari a resolver algunas de estas contradicciones. 2E1 UNIVERSALISND 5 eFwOcENTRICO? 173, LA VERDAD PARCIAL DEL RELATIVISM CULTURAL: DE LAS COMUNIDADES DE CONVERSACION ‘A .LAS COMUNIDADES DE INTERDEPENDENCIA ‘Aun ilas perspectivas de la inconmensurabilidad y la intradu- cibilidad radicales inspiradas por las filosofias del lenguaje son insostenibles, muchos de nosotros sentimos que existe alguna verdad insondable en la postura del relativismo cultural. La intuicién de que determinados aspectos del relativismo cultu- ral son ciertos proviene de algunos rasgos del mundo moderno, aunque el conocimiento sobre la variabilidad de Jas culturas humanas sea tan antiguo come la cultura humana misma.‘ Como personas de esta era, sabemos mucho més que quienes vivieron en los siglos xvut y xix sobre la enorme varie dad ¢ incongruencia de las culturas humanas, los sistemas de creencias, las jerarquias de valores y los modos de representa- iéu. A medida que aumenta nuestro conccimiento sobre nosotros mismos y sobre otras culturas, también se incre- menta nuestro sentido de la relatividad. Parad6jicamente, cuanto mis entendemos, mas pademos perdonar: en el estu- dio de la cultura y la sociedad humanas, “tout comprendre c'est 6 El ponsamiento griego distinguia entre phisisy némos, entre lo que es“segin Teza, de aewerde a ello pertenecientea ell” y lo que pertenece aa cconvencin y Ia costumbre humanas. Las cosas de la nataraleza fueron y deberian ser iguales en todas partes, mientras que las nino’ las leyes Rsuka ditt clearcut via Locke en esasaseverciones 0 simplemente in cegocra ln otredad cura y polo tama proteia de tla defensivement cn ss propos prscncepton Lo uc eee Coan cain profondamente ev npicedo en rings polices en a colonization de Ameren Come observa Tul. Locke ena um profiad Conociientoeinterts n cl crtact europe cones pucblos sbrignes ‘Una gran caida de iro neu Bloc som tos de neaporein ‘a colniacion europe dos pubs sore en especial eles {merindiosy sus coutmbres. Como sectetaro de od Satesbury, serra 90 | US REIVINDICACIONES DE LA COLTURR iinico de la organizacién politica amerindia y sus formas de propiedad son negadas y eventualmente reemplazadas por un sistema de “acumulacién primitiva” basado en el trabajo indi vidual, El resultado es una elaborada justificacién de la colo, zacién de América (150). Locke hace esto, primero y principal, con su argumento sobre la propiedad, que para él es coetinea con el desarrollo de la sociedad civil. Si Dios les entregé Ja tierra en comtin a todos Jos hombres y cada uno es duefio de la labor de su cuerpo y el trabajo de sus manos, ;c6mo surge un sistema de propiedad “individual” con fronteras claramente definidas? Al principio, el alcance de la apropiacién se establece por la necesidad: to- do hombre tiene derecho a acumular y tomar de la posesion comin de la tierra tanto como pueda utilizar sin que ésta se arruine o se vea desaprovechada ([1690}, 1980: 28). Sin embargo, ny pronto este reparto es afectado por dos factores: algunos son més industriosos, previsores y frugales que otros y, por lo tanto, pueden acumular mas y hacer un uso més prudente de Jo acumulado que otros que no poseen estas virtudes. Sin embargo, al principio, incluso esta condicion de “racionalidad diferencia” no niega la estipulacion de que los limites de pro- piedad se establecen obedeciendo a la necesidad, ya que Locke supone que atin habré “suficiente e igual de buena para los de los Lores Propietarios de Carolina (1668-1671), secretario del Consejo de ‘Comercio y Plantaciones (1673-1674) ¥ miembro de la Junta de Comercio (1896 1700), Locke fe uno dels seis w acho hombres que Supervisb y ayudo ‘a mpodelas el antiguo sistema colonial durante la Restauraci6n’ (3993: 40). Parte de a fascinacion y el respeto por otras culturas en o} pensamiento politico liberal actual proviene de un deseo de deshacer el mal histrico infligido a los pueblos aborigenes de América y de otras partes del mundo durante el proceso de expansiGn imperalsta occidental. Esta preocnpacién es ‘muy clara enel siguiente trabajo de Tally (1985). GEL MIVERSALISMO ES ETROCERTRICO? 1 91 demas”. Es el segundo factor es decir, la introduccién del dinero lo que destruye este delicado equilibrio entre necesi dad y apropiaci6n, al entregarles a los individuos un articulo que no se echa a perder. De hecho, el dinero es antinatural en, la medida en que perturba el vinculo fisico entre la apropia- i6n, la propiedad y la necesidad al introducir en la ecuacién una abstraccién denominada “valor”, El valor del dinero casi no influye en la satisfaccién de las necesidades; el valor del dinero es su valor de intercambio para procurarse, a través de la compra y venta, otros objetos titles que son deseados para satisfacer necesidades humanas concretas. Con la introduccién del dinero, se disuelve por completo et vinculo entre los medios de apropiacién, provistos por el cuerpo humane, y el derecho a la propiedad apropiada. El dinero es'el que ccnfiere el derecho a la propiedad, y, en parti- cular, Ja propiedad de la tierra. Y como Locke, misteriosa- smuente, supone q -xiste una Conexion moralmente justifica- ble entre la cantidad de dinero que uno pose y las virtudes de la racionalidad y el ahorro que crean distinciones entre los individuos en estado de naturaleza, el derecho a la propiedad de la tierra por parte de los que pueden comprarla y luego aumentar su valor trabajdndola también esta moralmente jus- tificado. La expropiacién de los amerindios no es sélo un hecho hist6rico; en manos de Locke, se la consagra como un acto moral. 2Qué conclusiones deberiamos extraer de esta lectura del Segundo tratado de Locke? Uno de los textos seminales del pen- samiento politico occidental resulta estar involucrado en un didlogo cultural complejo que posiciona y reposiciona el “noso- 110s” y los “otros” en formas impredecibles, multiples y com- plejas. Los amerindios se convierten en europeos; su otredad es enterrada en los estadios primeros de nuestro propio pasado. 92 | IAS REIVINOICACIONES OE LA CULTHRA Pero como nosotros somos como ellos, 0, mis bien, éramos como ellos, el orden de gobierno y propiedad que les impone- mos no es algo ajeno a ellos, sino simplemente una version mejorada y superior de lo que a ellos les falta. Asf, la coloniza~ cién se convierte en un acto de aceleracién del proceso de desarrollo hacia el gobierno consensuado y el régimen de pro- piedad privada, Es imposible tomar en serio la derivacién fantastica y a menudo ildgica de Locke sobre los origenes de la propiedad humana. De hecho, la perspectiva amerindia, que considera- xia la propiedad ~y particularmente la propiedad de la tierra~ como un derecho en la medida en que se es miembro de una comunidad humana, constituye la visién mas correcta desde el punto de vista antropol6gico, ya quela mayoria de las culturas humanas practicaron alguna forma de propiedad comunal de Ja tierra hasta el surgimiento del capitalismo temprano. Mas aun, ena mayorfa de las furusaciones econdmicas precapitalis, tas, se consideraba que los individuos tenfan derecho a la pro- piedad en virtud de su pertenencia a alguna comunidad humana (véase Polanyi, 1971). Karl Marx llamé a las teorias de Locke, con razén, “las robinsonadas” del temprano pensa- miento burgués ((1857-1858], 1973: 83). Sin embargo, squé hay de la tesis de Locke de que el gobierno civil se basa en el con- sentimiento de aquellos considerados iguales en cuanto a su metecimiento de un conjunto de derechos iguales? ;Podemos prescindir de ese principio? No lo creo. Podemos criticar la derivacién que hace Locke sobre los derechos a la propiedad; podemos desmenuzar las contradicciones que subyacen a su visi6n de las leyes de la naturaleza; podemos demostrar su fla- grante exclusiin de las mujeres, los sirvientes desposeidos y otras razas del arca de Ja igualdad, Pero al final, el ideal de gobierno basado en el acuerdo consensuado de iguales preva- EL UNIVERSALISMO ES ETNOCENTRICO? 1-93 lece como la piedra basal de toda teoria y prictica democrati- cas. Asi, el enfoque dle dislogos culturales complejos nos per- mite evaluar los discursos sobre “nosotros” y los “otros” de manera més acabada, sin Hlegar a la conclusién reduccionista de que toda validez filoséfica es especifica a su contexto. El argumento de Locke sobre lo que puede denominarse la teoria de apropiacién de la propiedad es incorrecto, no s6lo porque excluye y niega legitimidad a las tradiciones amerindias de tenencia de la tierra, sino porque postula una persona humaita Y un conjunto de relaciones humanas que son, de hecho, inexactas desde el punto de vista hist6rico. Como ya lo obser- vara Marx hace mucho tiempo, Locke proyecta en los inicios de Ja historia humana un grado de individuacién y de individua- lismo en los vinculos sociales que es, en si mismo, slo pro- ducto de Ja historia (Marx [1857-1858], 1973). Sin embargo, debemos desentrafar estas reconstrucciones fantasiosas de los hipotéticos origenes de la historia humana, del argumento filo- séfico de Locke referido al consentimiento y a la legitimidad politica. La validez de este iltimo no se sostiene ni se derrumba con la validez de dichas reconstrucciones. La eguiparacién entre validez y génesis es un error que cometen con frecuenci tanto los contextualistas fuertes, como los posmodernos. Hasta aqui, mi objetivo ha sido despejar la maleza filoséfica, cs decir; aquellos presupuestos epistemoldgicos y metodologi- cos gue han dominado los debates filoséficos sobre universa- lismo y relativismo. Las discusiones actuales sobre “el multi- culturalismo y la politica del reconocimiento”, para emplear la acertada frase de Charles Taylor (1995: 25-75), parten de la posi- ci6n epistemolégica estratégica de que el didlogo y la coexis- tencia intercultural son reales, inevitables y necesarios. El enfrentamiento entre diversas corrientes del pensamiento isli- mico y las variedades de la tradicién occidental, para mencio- 941 LAS ASVTINDICALIONES BE LA CULTURA nar s6lo un ejemplo, ya no es meramente un “enfrentamiento nocional’ en el sentido que le da Benard Williams. Se produce todos los dias, en miiltiples formas, en multitud de paises. Van de los debates sobre las escuelas coranicas en la Alemania de la postunificacién, a las huchas por los derechos de Tas jévenes ‘musulmanas en la comunidad paquistani de Bradford, Inglate- 1a, que rechavan los matrimonios arreglados; o al deseo de Jas nias que profesan la fe iskimica de usar el patiuelo iskémico (foulard) en las escuelas pablicas francesas y no tener que par ticipar en las clases mixtas de educacién fisica. Bl chogue de culturas y —desde el de septiembre de 2001~ el enfrenta- miento violento en nombre de diferentes civilizaciones estén aqui mismo, en nuestras ciudades, parlamentos, mercados y esferas puiblicas. El “didlogo cultural complejo” no es sélo una realidad sociolégica, sino también una posicién epistemolégica estratégica con implicaciones metodolégicas para la ciencia social y el cuestionamiento moral. ;Qué consecuencias tiene este enfoque en los actuales debates sobre multiculturalismo? Los siguientes tres capitulos alejan el anélisis de Ja episte- mologia y lo vuelven 2 centrar en la politica del multicultura~ lismo, en tanto contintian avalizando el vinculo entre ambos. Primero, comienvo analizando el tan comentado cambio de paradigma en la teoria politica hoy, de la redistribucién al reco- nocimiento,y examino tres teorias actuales de reconocimiento cultural: las de Charles Taylor, Will Kymlicka y Nancy Fraser, Luego de sondear la persistencia de ciertos presupuestos pro- blemiticos con respecto ala cultura en los trabajos de Taylor y Kymlicka, exploro la interdependencia entre reconocimiento y redistribuci6n, en la medida en que dichas politicas crean y reproducen identidades grupales corporativas. 3 De la redistribucién al reconocimiento? El cambio de paradigma de la politica contemporénea” as frases “Iuchas por el reconocimiento” y “de la redistribucion al reconocimiento” se utilizan mucho en los debates actuales para recalcar la novedad y el caracter distintivo de la nueva politica de la identidad y de la diferencia (Fraser, 1997b). En su libro, Justicia interrupta, Reflexiones criticas desde la posicion “postsocialista”, Nancy Fraser articula muy bien el propésito detras de esta fraseologia. La condicién “postsocialista” se refiere al desplazamiento en la gramatica de la creacién de reivindicaciones politicas. Las reivindicaciones por el reconocimiento de la diferencia gru- pal se han vuelto notorias en el periodo reciente, por momentos incluso eclipsando Jas reivindicaciones por Ia igualdad social. Este fenémeno puede observarse en dos * Durantels pr ever de 001 ooo denser nl Depataneto Gs Flo dela Universe Ansterden, cone poor eect Baruch Spin Aluns do tenes dates en sas on paredlte de nseninro de psa Mulch anno Y ech nao Maco doliceberacons en execpt ‘mad neambl ys comeracnes pests con mis Stodanes Gua gs dre eur prt expe St Senn y en epee er Ladera Gaus Pcs Sanne Kreger rene Rosenthal ors buena dios ase mis 4 CULTURA 96 | LAS BEIVINDICACIONES niveles. A nivel empitico, por supuesto, hemos visto el sur- gimiento de la “politica identitaria” el descentramiento dela clase, y hasta hace muy poco, la caida correspondiente de la democracia social. Sin embargo, a nivel mas profundo, somos testigos de un aparente desplazamiento en el imagi- nario polttico, en especial en la forma en la que se imagina la justicia,[...] Elresultado es una disociacion entre la politica cultural y la politica social, y el eclipse relativo de esta tltima por parte de la primera (Fraser, 1997b: 2) La frase “politica del reconocimiento” fue introducida en el debate primero por Charles Taylor en su famoso ensayo “EL multiculturalismo y la politica del reconocimiento” (1992; véase tambign 1994). Al reflexionar sobre la variedad de movimientos actuales, Taylor sostenia que éstos apuntaban al reconoci- miento de reivindicaciones identitarias especificas. “Nuestra identidad esta parcialmente modelada por el reconocimiento 0 por su ausencia, con frecuencia por el reconocimiento distor- sionado de los otros, por Io que una persona o un grupo de personas pueden sufrir un dao real, una distorsién real, sila gente o la sociedad que esta a su alrededor les devuelve un reflejo de si mismos limitante, degradante o despectivo” (1992: 25). Taylor extrajo el término reconacimiento del famoso episo- dio de la lucha entre dos autoconciencias tal como las presenta Hegel en La fenomenologia del espiritu ({x807],1977, cap. 4),yle confiere al término una vigencia inusitada. El concepto de “reconocimiento’, empleado primero en la filosofia del idea- lismo alemn para reflexionar sobre la formacién intersubje- tiva de las identidades individuales a través del enfrentamiento y la interaccién con el (los) otro(s) (véase Honneth, 1996), se convertfa asi en el concepto dominante para reflexionar sobre Jo quea primera vista parecia ser un conjunto dispar de movi- DEL REDISTEIBUCIBN AL FECONOCIMIENTO? | 97 mientos y luchas socioculturales. Estos abarcaban desde los movimientos actuales de mujeres hasta los movimientos por la autonomifa lingtisticas desde las luchas culturales “subalter- nas” hasta a las controversias nacionalistas declaradas. Como sucede con frecuencia con términos sintéticos acerta- dos (posmodernismo es otro ejemplo), la utilidad inicial para iluminar un panorama confuso muy pronto se ve acompatiada de puntos oscuros, producto de diferenciaciones imprecisas. Cuanto més abarcan estos términos, menos parecen clarificar, As{sucede con el término reconocimiento. Es verdad que todos estos movimientos politicos y sociales apuntan al reconoci- miento? Quién debe otorgar, indicar o distribuir este recono- cimiento, o cémo debe hacerse? ;Es adecuada la “politica del reconocitiento” para captar la “condicién postsocialista”? 3Cusl es la relacién entre el multiculturalismo y la politica del reconocimiento? Este capitulo comienza con un analisis de la intervenci6n de Charles Taylor. Sostengo que hay, en su conocido ensayo, una equiparacién riesgosa entre ontologia y propugnacién. Luego examino la teoria de Kymlicka sobre derechos multiculturales ¥ concluyo con observaciones sobre la interdependencia entre las reivindicaciones por el reconocimiento y la redistribucion en la politica actual. TAYLOR Y LAS AMBIGUEDADES DE LA POLITICA DEL RECONOCIMIENTO El influyente ensayo de Charles Taylor “La politica del recono- cimiento” entrelaza temas fundamentales de su filosofia: el desarrollo de una concepcién intersubjetiva de la identidad, 98 | LAS HEIVINDICACIONES DE LA CULTURA basada en un modelo dialégico de las “redes de interlocucién’, y su reconstruccién de la filosofia de la subjetividad moderna ala luz de Jos reclamos por la dignidad igualitaria y la auten- ticidad. Varios autores contemporaneos comparten la tesis que sos tiene que las précticas sociales del reconocimiento son crucia- les para la formacién o malformacién del si mismo, en parti cular Axel Honneth (1996) y Jessica Benjamin (1988). Junto con Taylor, Honneth y Benjamin han aportado a nuestra com- prensién de los procesos morales y psicoldgicos a través de los cuales se desarrollan nuestros sentidos de autoconfianza, auto- estima y autorrespeto, Adhiero totalmente a esta tesis de Ja constitucion intersubjetiva del sf mismo por medio de practi- cas morales dialogicas, Lo que me resulta menos claro son sus corolarios en Ja politica, en particular las implicaciones que pueden tener, o dejar de tener, los presupuestos desde el punto de vista de la ontologfa oa psicologia moral sobre las politicas actuales de la identidad y de la diferencia, Desde un punto de vista, hay una clara analogia entre los procesos distorsionados del reconocimiento, que infligen heri das en el desarrollo del si mismo, y los procesos de opresién 0 marginalizacién colectivas, que dafian el sentido de valia colec- tiva del grupo. La falta de reconocimiento por parte de los otros significativos puede producir datios en los tres aspectos del bienestar moral y psicolégico individualizados por Hon- neth: la autoconfianza, el autorrespeto y la autoestima (véase 1996). Las practicas colectivas pueden derivar en dafios indivi- dluales: a causa de la denigracién de a identidad colectiva pro- pia en la esfera publica, los miembros de un grupo pueden perder la autoconfianza e internalizar imagenes odiosas de si mismos. Un ejemplo de ello serfan las formas més conocidas de odio de sf colectivo, en particular entre los miembros de las {DE LA REDISTRIBUCION AL RECONOCIMIERTO? | 99 minorias excluidas y “temidas®, como los homosexuales, los judios en una época y los gitanos en la actualidad. Negarles derechos iguales de participaciGn y autogobierno a las minorfas también puede destruir su sentido de autorres- eto y, por medio de la marginacién y el silenciamiento de ciertas experiencias, puede desmoronarse el sentido grupal de autoestima, En tanto la experiencia de los afroamericanos antes del movimiento por los derechos civiles es un ejemplo claro del dafio al autorrespeto resultado de las practicas de exclusion y discriminacién racista, la experiencia de muchos grupos inmigrantes —t6mese por caso las minorfas musulma- nas en la Europa actual puede entenderse como un ejemplo conmovedor de autoestima destruida como consecuencia de las reacciones hostiles de los otros, Sin embargo, a pesar de esta analogia posible entre las significaciones individuales y colecti- vas del reconocimiento, el término permite un deslizamiento demasiado fécil entre distintos niveles de andlisis y evaluacién, As{ como las minorias oprimidas pueden tener los recursos individuales y colectivos para sobrellevar con orgullo y forta- leza las heridas e indignidades infligidas, las reivindicaciones individuales de autoexpresion auténtica no tienen por qué ir de la mano de las aspiraciones colectivas al reconocimiento cultural. Incluso pueden contradecirse entre si. Las tesis de Taylor se basan en las ambigiiedades del reconocimiento, en la medida en que este término se desliza entre lo individual y lo colectivo (véase Markell, 1999). Segiin Ia reconstruccién de ‘Taylor del desarrollo de la sub- jetividad europea moderna, el surgimiento de la modernidad produce primero un desplazamiento del cédigo de honor aris- tocratico a la noci6n burguesa de dignidad. La politica del uni- versalismo y dela dignidad igualitaria surge con este desplaza- miento, Taylor afirma, ademas, que “el segundo cambio, el 100 | LAS REIVINDICACIONES DE LA CULTURA desarrollo de la moderna nocién de identidad’, da pie ala poli- tica de la diferencia (1992: 38-39). Caracteriza este segundo di plazamiento de la siguiente manera: “la politica de la diferen- cia emerge orgénicamente de la politica dela dignidad a través, de uno de esos desplazamientos a los que ya estamos acostum- brados,en los que nuevas formas de comprender la condicion social humana imparten un sentido esencialmente nuevo a un principio antiguo” (39). Cul es exactamente el vinculo entre la politica de la diferen- ia colectiva y el reconocimiento de la propia identidad indivi- dual y tiniea? ;Por qué la biisqueda de la autenticidad, de la expresién de la propia identidad mica de cada uno debe cons- tituirse como una busqueda por la autoexpresion colectiva?’ Piénsese en las reivindicaciones incompatibles que distintas 1 Es sorprendenteelescaso interés que ha susctado esta equiparaci6n. Coincido plenamente con la excelente eitica de Maeve Cocke sobre el trabajo de Taylor al respecro. Cooke aftema: ‘Ademds, en su formulacion original a poli Ue le diferencia al igual qve la politica de dignidad igualitaria~ no presupone un carfcter singular: deja abierta la pregunta de sila identidad que forma cada individvo,y le vida Que vive, es Unica, Tamspoco implica que la singularidad sea normativamente significaiva, En este sentido, en sv forralacion original la politica dea diferencia no esta vinculada com el ideal de autenticidad. Fste ideale atrbuye un valor moral la singulardad individual: enfatiza la capacidad de cada individuo de vivir una vida y de formar una identidad que sem nice con respecto a cuslquier otra, que sea, en virtud de su propia singularided, merecedara de reconocimiento” (1997: 961) Es dificil tornar coherente el ideal de autenticidad en la filosofia moral. ¥ Cooke tambien analiza muy bien algunas de estas dificultades. El principal problema filosfico es el siguiente: ;cémo darle contenido moral al ideal de autenticidad sin caer en algun tipo de esencilismo idealizado que confiere a cada persona un sentido tinico desi misma, sobre el cual y contra el cual pueden juzgarse sus acciones y su condiucta como autémticas 0 inautenticas? Pero, entonces, cle dénde derivan estos mistos criterias de juicio? Existen nente vinculantes para juzgar lo que equivalea una “vida auténtica’?2¥ hasta qué punto pueden éstos diferenciatse de los criteriog morales de la autonomis? Para una formulacion de crteris sobre lo gue equivale a una vida auténtica, véase Ferrara (1994). GOE LA RED|STRIBUCLBN AL RECONDCHAIERID? | 201 colectividades pueden exigirle a una persona, en Ja lucha por el reconocimiento de sus identidades grupales. Por ejemplo, las metas de los movimientos nacionalistas con frecuencia se con- tradicen con las metas de los movimientos de mujeres. Ya sea desde las actividades antibélicas de muchas mujeres durante la Primera Guerra Mundial, al conflicto entre ferninistas y nacio- nalistas durante muchas de las guerras de liberacién —por nom- brar s6lo dos casos-, las tensiones han existido y siguen exis- tiendo entre diversas colectividades. ;Por qué razén la biisqueda individual de un st mismo auténtico deberia subordinarse a las luchas de alguna de estas colectividades, a menos que exista un orden ontologico o jerérquico entre los grupos de pertenencia dela persona, de tal forma que se puede afirmar que un grupo, més que los otros, comporta una expresign més auténtica de Ja individualidad de cada quien? Por cierto, ésta es una conclusién extremadamente no liberal que subordinarfa la biisqueda indi vidual de Ja identidad autentica a Ja autoafirmacion de grupos particulares. No es una conclusion que Taylor sustentaria; sin embargo spuede evitar caer en ella? Resulta tedricamente err6neo y politicamente peligroso equi- parar la bisqueda de una persona para expresar su identidad iimica con Ia politica de la identidad y de la diferencia. El error tedrico proviene de la homologia entre reivindicaciones indivi- duales y colectivas, facilitada por las ambigiiedades del término reconocimiento. A nivel politico, dicha postura es peligrosa por- ‘que subordina la autonomsa moral a los movimientos por la identidad colectiva. Yo diria que el derecho del yo moderno a Ja expresién auténtica de si mismo deriva del derecho moral del yo moderno a la biisqueda auténoma de una buena vida, y no al revés (véase Cooke, 1997). Sin duda, Taylor cree que la autonomfa y la autenticidad no son principios normativos incompatibles sino complementa- 102 | LAS REIVINDICACIONES GE LA CULTURA rios; él sostiene que “todos deberian set reconocidos por su identidad nica” El derecho a la dignided igualitaria -autono- mfa~ afianza el derecho a a autenticidad. Pero si esto es asf, Taylor también debe admitir la posibilidad de que los movi mientos colectivos por la afirmacién de los derechos grupales pueden entrar en conflicto con las reivindicaciones individua- les de autonomia, provocando la necesidad de establecer un cierto orden en los principios que sustentamos. Quisiera dar un ejemplo basado en a experiencia canadiense. En debates recientes sobre los derechos de los pueblos otiginarios en Canad, un problema acuciante para muchos grupos de muje- res ha sido que en tanto algunos de estos pueblos reconocen el derecho de los varones de le tribu a realizar un matrimonio exogimico y a transferir los derechos de ciudadania a sus espo- a8, no sucede lo mismo en el caso de las mujeres que eligen un matrimonio exogdmico. La ley Indigena de 1876 establecio dichas précticas: La pertenencia étnica indigena slo podfa establecerse a tra~ vvés de la descendencia masculina. Como resultado de ello, las mujeres indfgenas suftian de la discriminaci6n basada en su sexo y estado marital, Al contrario que los hombres, ellas podian perder su estatus legal indigena al casarse con hom- bres no indigenas, lo que inclufa a su descendencia. Aquellos cuya situacién legal les conferia el estatus de indfgenas, auto- miticamente miembros de la tribu, disfrutaban de ciertos derechos exclusivos como el derecho a vivir en la reserva, a participar en la politica tribal ya recibir educaci6n y atencién ‘médica gratuitas (Krosenbrink-Gelissen, 1993: 220). Esta asimetria en Ja herencia de derechos ciudadanos contra dice la Carta Canadiense de Derechos y Libertades de 1982, que OE LA BEDISTRIBUCION At RECOKOCINIENTO? I 103 confiere a las mujeres una condicién de igualdad civica y poli- tica con los hombres. El articulo 15 de dicha Carta declara: “todos son iguales ante la ley y ésta se aplica igualmente a todos, y todos tienen derecho a la misma proteccién y al mismo beneficio de la ley, independiente de toda discrimina- cién, especialmente de discriminacién fundads en raza, origen nacional o étnico, color, religién, sexo, edad o deficiencies mentales o fisicas”? ;Cuail seria la postura de Charles Taylor frente alas reivindicaciones de los pueblos originarios ~en par- ticular Jas de los lideres varones— para preservar sus costum- bres auténticas, y las demandas de las mujeres de estas nacio- nes por la igualdad de derechos civiles y politicos? “Una sociedad con metas colectivas fuertes puede ser liberal, desde esta perspectiva ~escribe Taylor— en tanto sea capaz de 2 "The Canstinitian At, Part: Canadian Charter of Rights and Freedoms" {Salhamy, 1986: 156) 3 La Carta Canadiense de Derechos y Libertades es en si misma un documento ambiguo, que no solo ne resuelve estas cuestones, sino que posiblemente contribuyé a su exacerbacién al proclamar en elarticulo 25 que “el hecho de aque la presente Carta garantiza ciertos derechos y libertades no atenta alos derechos olibertades ancestrales,resultantes de tratados v otros de los pueblos autdctonas de Canad,e incluye a) los derechos libertades Teconocidos por la Proclamacign Real del 7 de octubre de 1763" (véase Salamis 1986: 160). Ese aticulo puede interpretarse, y de hecho asf ha ocurrido, como ‘que la determinacion dela ciudadania tribal es un prvilegio de los pueblos originarios de Canadé. Ast, cvalquier contradiccisn entre las reivindicaciones de las mujeres por laigualdad y los derechos y ibertades de los pueblos originarios extin en Jos cimientos de ese documento. Como afirma Lilianne E. Krosenbsrink-Gelissen, las mujeres de los pueblos originarios de Caneds, debido a su identided dual como mujeres y como miembros de los pueblos riginarios, se ven colocedas en la posicién sumamente precaria de tener qve cequiibrar los derechos étnicos ylos derechos de género. La Asociacion de -Mojeres Nativas de Cand ha intentado mantener elestatus ciudadano de las ‘mujeres d los pueblos originarios,a la vez que exgen que los Consejos ‘Tibalesy de Ancianos reconozcan la igualdad civil y politica de las mujeres (Krosenbrink-Gelisen, 1993: 207-224) 104 | LAS RELVINDICACIONES DE LA CULTURE respetar la diversidad, en especial al lidiar con aquellos que no comparten ss metas comunes; siempre que pueda brindar garantias adecuadas para proteger los derechos fundamenta- les” (a992: 59). Desde el punto de vista hist6rico, la consecu- ci6n de “metas colectivas” fuertes, cominmente denominadas nacionalismo, por lo general han tenido un alto costo para las minorias étnicas, culturales o sexuales. Taylor adhiere a los principios que sustentan el liberalismo politico pues pro- pugna “una defensa universal de ciertos derechos”, como el habeas corpus (61). Sin embargo, también sugiere que “existe un amplio espectro de inmunidades y presupuestos de trata- miento uniforme” que pueden sopesarse en relacion con la importancia de la supervivencia cultural, por lo que algunas veces se optarfa a favor de esta tiltima en detrimento de los pri meros. Creo que distinguir entre los imperativos constitucio- nales y otras inmunidades de mediano alcance que les serfan conferidos a las personas en Ja medida en que son miembros de ciertos grupos es una solucién aceptable para algunos de los dilemas de la politica actual del reconocimiento. Esto no nos libera de tener que ordenar nuestros principios de tal forma que, en situaciones conflictivas, los principios y los hechos pucdan alcanzar algiin tipo de “equilibrio moral refle- xivo”, Para lograrlo, se precisa una diferenciacién més clara centre las reivindicaciones de autonomia y las de autenticidad, En la introducci6n a este trabajo examiné Ja influencia de] ideal herderiano de cultura en Jas interpretaciones actuales Gel término. En especial, me concentré en la visibn de cultura de Herder como la expresién tinica de la individuatidad de un pueblo, Para Herder ¥ también para Charles Taylor, el lenguaje es el logro cultural mas paradigmético de la humanidad (véase Taylor, 1985: 230-234). Un mundo se constituye a través del len- guaje; los idiomas son el primer filtro con el que experimenta- DE LA REDISTRIBUCION AL RECGNOCIMIENTO2 | 105 mos el mundo como “nuestro” mundo. Todos los idiomas naturales, por lo tanto, estén formados por una cosmovisién Unica; es a través de ellos que un pueblo expresa su “genio”, su memoria hist6rica y su sentido de identidad futura. “El len- guaje ~afirma Taylor no s6lo sirve para describirnos y descri- bir el mundo; también contribuye a constituir nuestra vida” (4985: 10). Taylor ha sido uno de los exponentes principales de esta visién herderiana del Jenguaje en la filosofia angloamericana {véase 1985 y 1995). Su valorizacion positiva de las politicas actuales del reconocimiento se basa en una interpretaci6n de la cultura en analogfa con el lenguaje. El sostiene que la cultura, como el lenguaje, es un conjunto de précticas discursivas cons- titutivas del mundo en cuyo interior el si mismo se convierte en Io que es. Taylor asegura que, en la medida en que estas racticas discursivas son esenciales para nuestro sentido del si mismo, los movimientos que buscan su preservacin y engrandecimiento merecen nuestro apoyo. En Sources of the self, la obra filosofica mas abarcadora en Ja que Taylor desarrolla su teoria de la subjetividad moderna, uti- liza el concepto de una “red de interlocucién” para describir esta relacién entre si mismo y lenguaj Soy un si mismo s6lo en relacion con determinados interlo- cutores: por un lado, en relacién con aquellos con los que Participo en la conversacién y que son esenciales para lograr mi autodefinicién; por el otro, en relacién con aquellos que ahora se tornan cruciales para seguir comprendiendo los, Jenguajes de la autocomprensién. Naturalmente, ambas cla- ses de interlocutores pueden superponerse. Un sf mismo existe s6lo dentro de lo que yo denomino “redes de interlo- cuci6n” (1989: 36) 106 | LAS REIVINDECACTONES DE LA CULTURA Suponiendo que acordamos con Taylos, como de hecho lo hago, en que las identidades humanas pueden formarse slo por medio de redes de interlocucién, que nos convertimos en quien somos no en soledad sino ~y en un sentido crucial-atra- ‘vés de nuestra inmersi6n en diversas comunidades de lenguaje y socializaci6n, scudl es Ia consecuencia de esta reivindicacién sobre la constitucién lingitistica de la identidad humana —que, cn tiltima instancia, es una reivindicacién ontologica— para la politica de la diferencia? A partir del principio general de que todas las identidades bumanas se constituyen en el nivel lin- gilistico, no puede derivarse ningsin argumento sobre cules de estas redes de interlocucién deberian ser privilegiadas como la norma, bajo qué circunstancias y por quiénes. Lo vinico que puede decirse es que para una socializacién exitosa e integra, todo ser humano depende de determinadas comunidades de discurso y de ciertas “redes de interlocucién’”. La tarea del Estado seria la de preservar en general las pricticas ¢ institu- clones sociales que contribuyen al desarrollo mas equitativo € integral de la persona. De este principio muy general sobre la obligaci6n del Estado para con sus ciudadanos y ciudadanes, y sin el agregado de otros presupuestos normativos, no se des- prende ninguna conclusién acerca de qué formas de vida colec- tivas deberian ser privilegiadas por sobre otras. En otras pala~ bras, puede considerarse que la persona tiene un “derecho” -es decir, una reivindicacién de algin tipo moralmente justifica- le a que otros reconozcan las estructuras de interlocucion dentro de las que articula su identidad, sélo si también se acep- ta que cada persona merece igual tratamiento y respeto. La rei- vin dicacién del reconocimiento de la individualidad debe estar sustentada por una premisa moral de que dicha individuali- dad es igualmente merecedora de respeto en la consecucion de la propia autorrealizacién. De otra forma, la aspiracién de au- DE LA REDISTRIBUCION AL RECONOCIMIENTO?. | 107 torrealizacién del sf mismo y la biisqueda de la autenticidad no pueden generar reivindicaciones morales reciprocas para que Jos demas respeten dichas aspiraciones. En este punto podemos apreciar el verdadero idealismo de esta imagen. En este mundo no existe el conflicto nila contro- versia; las reivindicaciones de autorrealizacién parecen pres poner una red continua de interlocucién por la que los indivi- duos se mantienen unidos. En un mundo sin conflicto, las cuestiones sobre la justicia, que siempre son también cuestio. nes sobre la asignacién de determinados bienes y derechos a ciertos individuos, se mantienen a raya. Pero qué pasa si la biisqueda del reconocimiento por parte de algunos provoca conflicto con otros que proclaman que algunas personas no merecen reconocimiento y que dicho reconocimiento no deberia darles derechos a ciertos recursos? sDe qué forma la politica de la autenticidad nos permite arbitrar o dictar senten- cia en dichos conflictos? ;Qué luchas por el reconocimiento y la redistribucién merecen nuestro apoyo y sobre qué bases se las juga mas merecedoras? La politica de la dignidad igualitaria resurge en tas luchas por el reconocimiento; de hecho, es s6lo el presupuesto de Ja reivindicaci6n igualitaria de cada uno para desarrollar las con- diciones de su si mismo dentro de ciertas redes de interlocu- ci6n lo que le otorga a la politica del reconocimiento su sesgo normativo. Las reivindicaciones de autenticidad presuponen reivindicaciones de justicia; 0, en otras palabras, la consecu- cin de la diferencia colectiva presupone un esquema susten- tado por las premisas de la igualdad individual. Sin embargo, si esto es asi, entonces son inevitables los conflictos entre las personas y los movimientos que buscan el reconocimiento, por lo que para lidiar con dichos conflictos se precisa cierto or- denamiento de nuestros principios. 108 | LAS REVVINBICACIONES DE LA CULTURA ‘Taylor es cuidadoso en este punto: asf como cada reivindica- in de una persona para que se le reconozca su individualidad no puede ser una obligacién normativa para respetar esta rei- vindicacion sin también presuponer (sobre la base de algin otro principio bien moral) que las personas son igualmente merecedoras de dicho respeto moral, tampoco puede haber prima facie un mandato para respetar todas las culturas. Por lo tanto, las culturas sélo tienen un “presupuesto” de igualdad (1992: 66). Pero entonces algunas culturas pueden ser “inferio- res” a otras en el grado de respeto por la dignidad igualitaria y Ja individualidad que otorgan a sus miembros. Por lo tanto, las elecciones complejas y las evaluaciones interculturales ¢ intra~ culturales resultan inevitables. Quisiera acotar que me siento muy incémoda con el len guaje de la “superioridad?” y Ja “inferioridad” de las culturas, ya que no creo que sea coherente juzgar a las culturas como to- talidades. Es precisamente porque creo que la idea de “cultura como totalidad” es un error analitico que sostengo que carece de sentido hacer €s0s juicios de valor sobre la totalidad de una cultura. Al fin y al cabo, zqué era la cultura americana en 1a década de 19602 ;Cual fue 1a cultura del Renacimiento? En cualquier periodo historico, podemos de hecho observar, ana- lizar y aislar ciertas précticas como fundamentales para deter- ‘minada cultura y, por cierto, las podemos juzgar como justas © injustas, jerarquicas o igualitarias, solidarias 0 egotstas. Pode- ‘mos aislar y analizar determinadas formas de ver y evaluar el mundo, y éstas también pueden juzgarse como racionales o irracionales, reflexivas o dogmaticas, tolerantes 0 cerradas. Sin ‘embargo, es un error analitico —el error logico del pars pro toto, “sustituir la parte por el todo” pretender juzgar las culturas como si fueran totalidades. Entonces, estamos nuevamente ante la cuestion de cémo delinear con cuidado y pasar por el DE LA REDISTRIBUCLON AL RECONOGIMIENTO? | 109 tamiz diversas précticas culturales y sistemas de creencias. Dado que “las culturas poseen un contenido proposicional” (Barry, 2001: 270) ~y dado que las proposiciones expresan cre- encias que contienen reivindicaciones de verdad y validex sobre ciertos aspectos del mundo externo, del mundo inter- subjetivo y del mundo subjetivo— el “presupuesto de la igual- dad de las culturas” s6lo puede establecerse luego de examinar dichas creencias y practicas culturales en relacién con el conte- nido proposicional de sus reivindicaciones de verdad y validez. El didlogo, la comprensién y et desacuerdo interculturales implican la evaluacién de dichas afirmaciones y pricticas espe- cificas* Las aserciones holisticas sobre la supuesta igualdad de Jas culturas como totalidades son tan erradas como las que ale- gam su falta de mérito. Tanto los defensores como los detracto- res de las reivindicaciones de reconocimiento cultural siguen cayendo en esta falacia holistica. ‘Todos los movimientos que luchan por el reconocimiento revelan patrones culturales complejos. El hecho de que estas 4 Barry afirma que “en ninguno de los dos casos, el hecho de que algo sea parte dela cultura ens es una razdn para hacer algo” (2001: 258). (Estoescieto desde la perspectiva de quidn? Para los miembros de una comunidad cultural, los patrones de interpretaci6n de la acciones de evaluacign de lo bueno, lo ‘malo y lo feo, asi como las variadas expectativasreciprocas de su mundo cultural, pueden pesfectamente consttuis "razones" pars I accibn. Desde el punto de vista del observador o del tedrico,dichss zones pueden parecer esputiase injusificadaso simplemente erradas Pero este juicio devvalor no leberia equipararse « como los aspectos de la cultura fangen come razones paralos miembros de una cultura. Creo que Barry confunde la interpretacin subjetiva de las razonesde nuesias acriones con la evaluacin objetiva de la valde de dichasrazenes como jusifcaciones para las acciones. Dado que cordamos con Barry en quel evaluacién y la comprensién intereultrales| son posibes tambien coincido en que as razonesculturales no siempre son equivalents ala justficaciones pasibles de ser defendidas desde el punto de vista normativ, Sin embargo, deberiamos diferenciar entre las razonesrlatvas al agente y la jusifcacionesvilidas desde wna perspectva intersubjetva, 120 | LAS REIVINGICRCIONES DE Ls CULTURA luchas puedan ser tan fundamentales para el desarrollo del si mismo moderno como las luchas por la dignidad igualitaria, ahora y en el pasado, no nos proporciona ningtin criterio de jui- cio y de evaluacién en el caso de conflicto y controversia entre estas metas y luchas. Atin nos enfrentamos con el peso del juicio y la evaluaci6n cultural. Para acentuar aun mas los contrastes entre la politica de la dignidad igualitaria y la politica de la autenticidad, examinaré la influyente teorfa de Will Kymlicka sobre lo que élha denomi- nado “derechos culturales” (1995), “derechos ciudadanos di- ferenciados por grupo” (1996) 0 “derechos de las minorias” (4997). El apoyo de Kymlicka a la politica del reconocimiento no es de raiz hegeliana. ELhace una defensa muy convincente de los derechos ciudadanos diferenciados por grupo, articulados dentro del esquema de la teoria politica y moral liberal (3995, 1996 y 1997). Al analizar la postura de Kymlicka, me restringiré a su forma de comprender la cultura. Al igual que en mi andli- sis de Taylor, cuestiono los presupuestos filoséficos sobre la cul- tura en el trabajo de Kymlicka y examino el ordenamiento de las reivindicaciones por la justicia y el reconocimiento cultural. KYMLICKA ¥ EL DERECHO A LA CULTURA En una serie de destacadas publicaciones, Kymlicka afirma que los principios basicos del liberalismo son los de la libertad individual y que “los liberales s6lo pueden apoyar los derechos de la minorfa en la medida en que sean compatibles con la libertad y la autonomia de los individuos” (1995: 75: 2001). Kymlicka intenta suavizar los choques que pueden tener lugar entre los principios liberales de libertad y las practicas grupa- eDE Ln REDISTRIBUCION AL RECDNDCINIEWTOT | 111 les culturales, difeenciando entre “restricciones internas” y “protecciones extemas” (35). En tanto las resiricciones internas se refieren a las reivindicaciones de un grupo frente a sus pro- pios miembros, las protecciones externas son aquellas que los miembros de un grupo dirigen contra la sociedad en general, Kymlicka llega a la conclusi6n razonable de que “los liberales pueden y deberian apoyar ciertas protecciones externas, en los, casos en que promuevan la justicia ente los grupos; pero debe- fan rechazar las restricciones internas que limitan el derecho de los miembros del grupo a cuestionar y revisar las pricticas y las autoridades tradicionales” (37). Ast, las reglas de paren- tesco y matrimonio de los pueblos originarios canadienses, que establecen diferencias de género, serian inaceptables desde el punto de vista de Kymilicka. Estoy de acuerdo con su conchu- sin, y sobre todo concuerdo con su premisa de que la condi- cién del liberalismo politico ¢s la maxima libertad y autono- mia de la persona, compatible con Ia libertad equivalente de Jos otros. Sin embargo, creo que la forma en que Kymlicka entiende la cultura, y el hecho de que privilegie ciertas formas de identidad colecciva por sobre otros indicadores posibles de identidad ~digamos preferencia de género 0 sexual-, lo obli- gana hacer una re'ficacién ilegitima de identidades “naciona- Jes” y “etnoculturales’, por encima de otras formas posibles. Su concepto de cultura y su defensa liberal de las libertades exter- nas por encima de las restricciones internas son mucho més contradictorias delo que él admite. Kymlicka propone centrarse en lo que él denomina una “cul: tura societaria’, Esta es una cultura “que ofrece a sus miembros formas de vida significativas en todo el espectro de las activida- des humanas, incluida la vida social, educativa, religiosa, recrea- tiva y econémica, tanto en la esfera puiblica como en la privada, Estas culturas tienden a estar concentradas territorialmente y se 112 | (AS REIVINDICACIONES OE LA CULTURA basan en un idioma comin” (76). Pero estas “culturas societa- rias” no existen. Kymlicka equipara las formas institucionaliza- das de las identidades publicas colectivas con el concepto de altura, Existen las naciones y las sociedades briténica, francesa y argelina, que estén organizadas como estados; pero no existen las “culturas societarias” briténica, francesa o argelina en el sen- tido que quiere darle Kymlicka. Cuslquier sociedad humane compleja, enn periodo histérico dado, se compone de mélti- ples practicas simbélicas y materiales que tienen una historia. Esta historia es el repositorio sedimentado de las luchas por el poder, la simbolizaci6n y la significacién; en pocas palabras, de las luchas por la hegemonia politica y cultural entre grupos, clases y géneros, Nunca hay una cultura tinica, un sistema co- herente de cteencias, significados, simbolizaciones y practicas que pueda abarcar “todo el espectro de las actividades huma- nas”, Sostengo que no puede existir dicho principio tinico de cultura societaria y también que, en un momento historico dado, existen significados y relatos colectivos antagonicos que afectan a todas las instituciones y forman el didlogo entre las culturas. F] presupuesto de Kymlicka de que puede haber un tinico principio que abarque “tanto la esfera publica como la pri- vada” también ¢s falso. Las instituciones sociales no sélo estén determinadas a nivel cultural, sino también a nivel estructural y organizacional. La cultura societaria, ya sea en Hong Kong, Tokio, Nueva York 0 Londres, no define el funcionamiento del ‘mercado internacional de valores, o el promedio nyse. Las préc- ticas privadas de cada corredor de bolsa en las interacciones sociales informales y cotidianas estan todas determinadas cul- turalmente. Pero como negociantes de valores siguen la misma Jogica de una accién con un fin instrumental. Yo busco una diferenciacién més clara que la que permite Kymlicka, entre (OE LA REDISTRIBUCION AL RECONOCINIENTD? | 123 sistemas de accién social, culturas y estructuras de personali- dad. Su definicién de culturas societarias es holistica, mono- ccr6nica e idealista puesto que confunde la estructura social con Ja significacién social. ;Cudles son Jas consecuencias de esta definicion de cultura para su postura normativa? Kymllicka no puede sostener fa fuerte distincion que pre- tende trazar entre los derechos de minorias nacionales y Ios derechos de los grupos inmigrantes. Quiere que “apuntemos a asegurar que todos los grupos nacionales tengan la oportu- nidad de mantenerse como una cultura distintiva, si asi lo desean”. Las reivindicaciones de los inmigrantes a un acceso igualitario a la cultura socictaria pueden cumplirse cuando se les permite integrarse a las “culturas dominates”. Kymiicka pretende lograrlo “brindando una capacitacién en el idioma y luchando contra los patrones de discriminacién y prejuicio” (114). Excepto por las leyes especiales del Sabbat y el descanso dominical, y ciertos cédigos de vestimenta para los inmigran- tes,Jos derechos culturales poliétnicos deben subordinarse a su. asimilaci6n a las culturas nacionales dominantes, Pero las culturas no son totalidades homogéneas; se constitu. yena través de los relatosyy las simbolizaciones de sus miembros, que los articulan en el curso de su participacion en précticas sociales y de significacién complejas. Las précticas culturales rara vez alcanzan el nivel de coherencia y claridad que un ted- rico, a diferencia de un practicante, puede extraer de las articu- laciones y los compromisos de quien las experimenta de pri mera mano. Cualquier experiencia colectiva, sostenida a lo Jargo del tiempo, puede constituir una cultura, ;Por qué privi- legiar las culturas institucionalizadas por encima de las que pueden ser mas informales y amorfiis, menos reconocidas en Puiblico y tal vez incluso de un origen mas reciente? Kymlicka cae en la trampa del esencialismo culturalista cuando afirma: ig | LAS ReINONDICACIONES DE LA CuLTORA Dada la enorme importancia de las instituciones sociales en nuestras vida y en la determinacién de nuestras opciones, cualquier cultura que no sea tna cultura societaria serd redu- cida a una marginalizaciéon cada vez mayor. La capacidad y la motivaci6n para crear y mantener esta cultura distintiva son caracteristicas de las “naciones” o “pueblos” (es decir, sociedades institucionalmente complejas, geogréficamente concentradas y culturalmente diferenciadas). Las culturas societarias, entonces, tienden a ser culturas nacionales (80, énfasis mio). Kymlicka distingue entre minorias nacionales y grupos &- nicos, Define a las minorias nacionales como “culturas que previamente se autogobernaban y estaban coneentradas ter torialmente” (20). Luego fueron incorporadas en un Estado ‘mayor, ya sea a través de la conquista ola federaci6n. Los gru- pos étnicos, por el contrario, son “asociaciones flexibles” de inmigrantes voluntarios. Estos “grupos inmigrantes no son Snaciones y no ocupan suelos soberanos. Su cardcter distintivo se manifiesta principalmente en la vida familiar yen las asocia- ciones voluntarias, no entra en contradiccién con la integra- Cin institucional” (14). Por lo tanto, los hawaianos nativos y los esquimales, asi como los nativos americanos, serian mino vias nacionales; mientras que los irlandeses, los italianos, los jadios y demas, que han legado a los Estados Unidos desde el siglo xix, serian clasificados como inmigrantes. A primera vista, esta distincién es descriptiva y no normativa. Sin em- bargo, incluso a nivel descriptivo, el presupuesto de que los grupos étnicos sélo se forman con la inmigracién, mientras {que las minorias nacionales se autogobiernan y se concentran erritorialmente, es dificil de sostener. Los grupos étnicos pue~ den unitse por tener un idioma comin Por ejemplo, e caso de 20E LA REDISTRIBUCION AL RECONOCINIENTD? | 115 Ja gran minoria de habla alemana en los territorios rusos, bal- ticos y de Europa del Este. De la misma forma, una “minoria nacional” puede asimilarse cada vez mas un grupo étnico en funcién delos desarrolos historicos. Puede decirse que éste es el caso de los portorriquefios en la actualidad en los Estados Unidos. Puerto Rico fue incorporado mediante el uso de la fuerza a los Estados Unidos y manticne el estatus de Estado libre asociado dentro de la confederacién. Sin embargo, debido a la inmigracién frecuente a las ciudades principales como Nueva York, Boston, Chicago y Los Angeles, a través del matri- monio con miembros de las comunidades de habla hispana de ‘América Central ya causa de las migraciones estacionales in- ducidas por el mercado de trabajo, los portorriquefios se han convertido en uno de los grupos inmigrantes y étnicos més grandes de los Estados Unidos y no en una “minoria nacional vinculada a nivel territorial”. Esta condicién puede explicar por qué, a pesar de todos los esfuerzos de los independentistas, los votos por un Puerto Rico independiente dan resultados tan divididos y confusos. En otras palabras, incluso la distincién entre minorfas nacionales y grupos étnicos no es tan ficil de sostener como pareceria en un principio. Y ciertamente, sin una aclaracién de los principios normativos implicados, no es suficiente para justificar una teoria de derechos diferenciales (véase Carens, 2000 para una critica similar). Kymlicka acepta que muchos grupos no encajan muy bien dentro de ninguno de los dos modelos. Da como ejemplos a Jos trabajadores visitantes, los refugiados, los esclavos afroame- ricanos y los descendientes de los pueblos colonizados y con- quistados. No obstante, esta distincién entre multinaciones y grupos etnoculturales desempefia un papel crucial en su discu- sién, a pesar de que la justificacién normativa de la misma no resulta clara. ;Xymilicka est afirmando que la integracién 116 | LAS REIVIMDICACIONES O€ LA CULTURA “voluntaria’, a diferencia de la integracién y la conquista “for- zosas’, genera derechos diferentes para las culturas minorita- rias y las mayoritarias? Los grupos étnicos, en particular Jos inmigrantes, parecen tener menos reivindicaciones por los de- rechos culturales porque de hecho, supuestamente, han acep- tado en forma voluntaria la migracién y la integracién a la sociedad en su conjunto. Las minorfas nacionales tienen mayores derechos sustantivos a ciertos “derechos diferencia- dos por grupo” porque han sido “incorporados a la fuerza’ mediante la conquista, la guerra e incluso la compra de terri- torios. Este argumento es plausible por cierto, ya que la base de tods legitimidad politica yace en alguna forma de consenti- miento de los gobernados. Sin embargo, ya no es el grado dis- tintivo de las culturas societarias y las diferencias entre sus cul- turas lo que nos permite exigir esas reivindicaciones, sino que son mas hien las reivindicaciones sobre Ja justicia, la inclusion democritica y la exclusi6n las que justfican el tratamiento dis- par entre los grupos. Pero incluso aqui es necesaria cierta pre- caucién, Con frecuencia, ta historia de la anexién, la conquista y laincorporacion puede rastrearse hasta muy atrés y e508 gru- pos conquistados pueden asimilarse con éxito ala sociedad en general. Es posible entonces que se asemejen mas a minorias étnicas que a naciones distintas. Insistir sobre la genealogia histérica de su incorporacién, en particular si su propia me- moria historica y condiciones de vida no la mantienen viva activamente, puede equivaler a un esencialismo cultural. En el otro extremo del espectro, las minorias que se han integrado exitosamente en algin momento pueden redescubrir sus histo- rrias tmicas y separadas, y recuperar un camino distintivo de lo que parecia una travesia conjunta, Podrfa decitse que los ae bequenses en Canada, la minoria catalana en Espana y los escoceses en el Reino Unido se han embarcado en este camino. eOE LA REDISTRIBUCION AL RECONDCIMIERTO? | 117 Aunque en algtin momento hayan sido considerados -y muy probablemente se hayan considerado a si mismos~como gru- pos étnicos, ahora aspiran a obtener el estatus de naciones dis- tintas. Asi, a diferencia entre multinaciones y grupos etnocul- turales no es estética sino dindmica, y ella sola no basta para diferenciar entre las reivindicaciones por el reconocimiento y Jas aspiraciones de agrupaciones humanas diferentes. Hay una dificultad adicional en la marcada diferenciacién que Kymlicka quiere trazar entre minorfas nacionales y grupos étnicos. Su teoria presta muy poca atencién alas construcciones dindmicas de la identidad. Tiende a empleat criterios objetivis- fas como concentraci6n territorial, viabilidad de una cultura societaria o un idioma comin, para distinguir entre minorfas nacionales y grupos étnicos. Su procedimiento no puede cap- tar Jas transiciones fluidas que pueden producitse en el estatus de los grupos, a medida que éstos se desplazan de una catego- ra a otra. Lo que es més, Kymlicka ignora el hecho de que el lipo de grupo del que uno se considera miembro puede en si surgiry cambiar en el curso del proceso de lucha politica, Por ejemplo, en la Esparia actual, Cataluia es una provincia in- dependiente que goza de considerable autonomia cultural y administrativa para administrar sus propios asuntos. Sin em- bbargo, en parte gracias a las politicas provocativas de su primer ministro, Jordi Pujol, que toma a Quebec como ejemplo, y en parte gracias la enorme importancia econémica de Barcelona en las nuevas economias en desarrollo de la Unién Europea, la identidad catalana esta sufriendo una transformacién politica fundamental de una identidad étnica a una identidad casi nacional. Catalua cumple los criterios de Kymlicka de “con- centracién territorial, idioma comuin” y ofrece a sus miembros “formas de vida significativas” Sin embargo, estos ctiterios no son de mucha ayuda para comprender los dilemas de la iden AUB [AS REIVIMDICACIONES DE CA CULTURA tidad catalana actual: algunos quieren la independencia inclu- so al punto de reclamar la soberanfa territorial; otros desea emular a Quebec y conseguir més derechos del gobierno cen- tral; y otros quieren ser miembros de una Europa unificada y, por ende, obtener una autonoméfa lingtiistica y regional aun mayor. ‘Supongo que la distincién de Kymlicka entre minorias nacio- nales y grupos étnicos nos llevaria a decir que si se produjera en Catalufia un movimiento independentista del gobierno central espaiiol que luche en favor de algéin tipo de autonomfa mayor, los teéricos liberales de los derechos multiculturales deberfan apoyarlo, Yo diria: jprimero estudien sus demandas y su plata~ formal ;Cusn amplios son los derechos que garantizan a todos Jos residentes desus territorios, no s6lo los nacionales catalanes, sino otros espafioles como los andaluces y los valencianos y los vascus? jliste nuevo régimen se comprometerd a tener institu- ciones democraticas y un tratamiento justo e igual para todos, que incluyan a las minorfas u otros grupos étnicost Qué hay de las politicas de inmigracién y naturalizacién del nuevo régimen? sCémo tratard a sus trabajadores visitantes? ZY a las mujerest jCudles seran los objetivos de su politica exterior? En otras pala- bras, la distincién entre la condicién de minorfa nacional y la de grupo étnico no aporta demasiado para determinar si un movir miento por la identidad o por la diferencia es democritico, libe- ral, inclasivo y universalista, Debemos examinar lo que los acto- res politicos estan diciendo sobre sus propios objetivos, y, més importante aun, cémo estén actuando para llevarlos a cabo antes de prestarles nuestzo apoyo. Esta deberia ser al menos la posicion de los igualitaristas democraticos progresistas.* Sin 55 Recientemente, Vilader (2003) ha desarrollado una tipatogia de grupos muy interesante, macho més dindmnica que la de Kymlicka, Valader distingue tes 206 14 REDISTRIBUCLOW AL RECONDCIMIENTO? | 119) embargo, los propios argumentos de Kymilicka para reconciliar el liberalismo con los derechos culturales se basan en premisas culturalistas, antes que en evaluaciones politicas de los movi- mientos y sus objetivos. Estos son los presupuestos que critico. Antes sugeri que veia un paralelismo entre algunos de los atgumentos de Kymlicka y el desplazamiento ilfcito de Taylor del derecho de les personas a la consecucién de una forma de vida auténtica, ale afirmacién de que los grupos que promul- gan la politica de la identidad y de la diferencia darfan cabida a la realizacién de dicha autenticidad individual. E! holismo de Kymlicka respecto de las culturas, al igual que el concepto de grupos de Taylor, es demasiado unitarioy reduce las contradic- ciones y los antagonismos que rodean las experiencias grupa- les y las interpretaciones de la cultura.* Otro paralelismo aun tps egrapos gaps clare comodatcis que han a asiodtrminaion ders dela eturtuesinstinaes dela soedad moar gon lacy ore demain ee fun gobierno autSnomo dei delas eras dl Eta: grupos cata sucha cso cnn de to inert 0 iI integrase a8). Al par per el amiestn rhiniactnesgrapals, alae cmbialos apt dels braintree por i eh de irene lr dros tpn erence roo epee srupl que propone es de pan yay sper de Kyi pegs oncenr cn eos rupsen ato ators pls en agar d natn civ ery gg mci eo como actors politis on demandes pellizasen a esr pal isdemoccias bens mst decomo paca ier srgdcane arupos-nosprmitehicer un vauacion pla desus clamor desde unto deviate deat como def democraci delibrai, Pra anil ms profand de Valades veel capt 5, q ula instar este punto muevamentecon eferenaal caso de Ctl. Un gran canidd de ante esiden one province, Bhs averse ae ‘origen obrero y Hegaron alia principios de siglo xx para trabajar en verso sectors indies, Cuando gobieno de Calon pte 120 | (AS REIVINDICACIORES DE UA CULTERA més fuerte en sus argumentos surge del deslizamiento, tam- bien en el caso de Kymilicka, de la ontologia a la propugnaci6n. sRecuerdan la tesis de Kymlicka que reconcitia el liberalisino politico con el derecho de culturas etnonacionales y naciona- Jes a continuar existiendo? Fl liberalismo se basa en el valor de Ja autonomia individual, en permitirles a Jos individuos ha- cer clecciones informadas y libres respecto de sus vidas. “Pero Jo que permite esta especie de autonomia’, de acuerdo con Kymilicka, es el hecho de que nuestra “cultura societaria pone ‘a nuestro alcance diversas opciones. La libertad, en primer Tugar, es la capacidad para explorar y revisar las forinas de vida que nos son accesibles en nuestra cultura societaria” (1997: 75) Para asegurar la libertad y la igualdad entre Jos ciudadanos, las instituciones y las politicas publicas deber‘an dar a todos “igual catalén como idioma oficial en one reruelas. la décads de 1980, bloques de hhecho el acceso de fos espafioes éinicas que no manejaban el cata los trabajos de mayor jerarguia y mejor pagos en la burocraciay kt administracién pablica, De hecho, toda politica lingistica crea sus ‘exchusiones y siempre hay perdedores y ganadores. Sin embargo, shes importante saber, por ejemplo, si determinadas politcaslinguisticas apuntan s grupos €tnios minoritarios especficos ysiestin disehadas para excluirlos {eciertas posiciones. En muchos casos, podriamos decidir que estas politicas Tingbisticas son tan injustas desde el panto de vista de Ia justcia ya ‘consideracin igualitaria de los intereses de todos, que no merece® nuestro apoyo. E! hecho de considerar ema se trata a los nifos de las minorlas Jinguisticasen las eseuelas si se les brindaalgtn tipo de edcacién especial tn idioras;si alos miembros de los grupos étnicos que no son competentes tne! idioma ofical se les ofrece la oportunidad de completar su instruccién yy exdmenes de competencia en este idioma, ete es Puy importante em pestra evaluacin. La jastcia liberal no requiere que demos carta blanca & todas los intereses 0 movimientos nacionalistas. Debemos evaluar con ‘cuidado la mercla de aspiraciones culturalists y reivindicaciones igulitarias Mi ctitica al esquema de Kyrnlicka es similaren muchos aspectos ala de Joseph Carens,y como a el, me preocupan mucho los derechos culturales relativamente limitados de los inigrantes en la teoria de Kymnlicka, Dive sds acerca de este tema en el capitulo 6. Véase Carens (2000: 73 %-) DE LA REGIST REBUCION AL RECONOCMIENTD? | 122 pertenencia y acceso a las oportunidades que la cultura socie- taria toma disponibles” (75). Si la cultura es valiosa desde el punto de vista del libera- lismo politico porque permite un espectro significativo de élecciones en el manejo de nuestras vidas y porque configura Jos pardmetros dentro de los cuales creamos un plan de vida en primer lugar, entonces, objetivamente, no existe ninguna base para que el teGrico privilegie las culturas nacionales por enci- ma de las inmigrantes, o las culturas de grupos rcligiosos por encima de las de los movimientos sociales? Sup6ngase que aceptamos que para el liberalismo politico el valor de Ja cul- tura reside en constituir una condicion habilitante para la elec- cién individual. Ir de esta premisa ala concusién de que este valor puede realizarse para el individuo s6lo en las culturas 7 Quis agradecer Tamar Szabo Gender por ss muy importnts comentarios aan vers prin Se ere captl, que epimers conteencia ena Unveridad de Scute en dcembre de 998 Gendt frm qs ditincln de Kyla ene cures nacionaesinortarisy culranmirane seas, en din stan en Yoder nicer aquellos cot en logue podria esperarrzonabemene que e grape etn manengs un conjont sificenemete rico de isons Caltarles como para permite sen a avtonomia gu ive coo Junticacindelee derechos gipalesen primer Inga” (99) Peo esto n0 suena convncete. Gender re que Kyi piri le too por acim de los derecho cultural yon cco gu 0 hagay oa menos talebarsme de prioiddesenteproteciones xtra” “Hhertads ina sigerdo mds riba we dsp pnmenty Ry scr interfere mas curls ntlerntes Veae aaa 9 mis aan “Tambien ne nivel epi las ecos estan sec ie probable que les griposantintgratonises ue cumple con sa descrip de altos :ectatialmentenmeneras vindication por favtonom Laatonotia Skpre debe inch los derechos ds; para muchas minors naionales cian pb to var seis matrimonio, dori yherencia-sbre los qu me explayaré ms adlante~ puede contibr "un conju sufcensmente rico de mstucone Culture loene sempre son compatibles con a aonoria mor 122 | LAS REIVIAOICACIONES DE LA CULTURA societarias es reificar la ontologia. Mas precisamente, seria transformar, de manera demasiado expeditiva, un argumento filoséfico general sobre las condiciones de eleccién y libertad individuales en recomendaciones institucionales en favor de determinadas politicas. $i el derecho a Ja cultura deriva del derecho de individuos auténomosa tener acceso a tun espectro significativo de elecciones en sus vidas, entonces no puede per- mitirse ninguna diferenciacién entre los valores 0 méritos de culturas diferentes excepto las que se expresan en las actividades de las personas. Son las personas ylos grupos los que determi- nan, con sus actividades, el valor de dichas lealtades cultura ies.® Asi, el objetivo de cualquier politica publica para la preser~ vacign de las culturas debe ser la potenciaci6n del papel de los miembros de los grupos culturales para apropiarse, enriquecer fe incluso subvertir los términos de sus propias culturas segiin decidan hacerlo. Por lu tanto, el derecho ala pertenencia cultu- ral implica el derecho a decir que no a las diversas ofertas cul- turales que se nos presentan en nuestra crianza, nuestra nacion nuestra comunidad religiosa o familiar. Los miembros de gru- pos culturales no pueden ser auténomos si n0 son capaces de participar en a reproduccién de la cultura y ena fucha cultural, incluso en la transformacién de algunas tradiciones culturales. : i: *Si no exe caso 4 En une esta ini a Kya, Sandra Badin esrb 2 ae gu todas las euturasofecn sus mieabros un especto de opcione Sipientras ene a cuals pueden cegr sus conepeones sobre o bus seen tea palubeas, es erdod~como indudablermente 9 &— que algunas ulnar no oftecen » sus miembros un espectro de opciones significativas, © sa driboyen equitativement el expectro de opciones ene todos sus oe Gubroe one peemiten que (aignos de) sos miembros reconsieren se ceplones ura ve seis entonces mo bes entender alain Concepciones we : semen stucla pertenencia ao propia caltara socitaia ya 2 Fae esigealt Debecho. noes la elan ch deta y poco comple parece ercer que es (999, enasisen login), gue Kym DE LA REDISTRIBUCION AL RECONOLINIENTD2 | 123 Comparada con esta postura, la visi6n de cultura de Kymlicka es notablemente estitica y preservacionista. Recientes investigaciones antropologicas revelan el prest puesto errado que subyace al modelo de Kymlicka, donde cul- tura, espacio y lugar estan fundamentalmente vinculados. En Ja introduccién aun nimero especial de Cultural Anthropology sobre el espacio, a identidad y Ia politica de la diferencia, AKhil Gupta y James Ferguson (1992) afirman que las representaciones del espacio en las ciencias sociales dependen notablemente de las imagenes de ruptura, corte y disyunci6n, El cardcter tinico de las sociedades, las naciones y las culturas se basa en la divisidn aparentemente no proble- itica del espacio; en el hecho de que ocupan espacios “natu- ralmente” discontinnos (...]. También se da por sentado que cada pafs encarna su propia sociedad y cultura distintivas, que los términos “sociedad” y “cultura” son simplemente agrega- dos de rutina a Jos nombres de los estados-nacién, como cuando un turista vista la India para comprender la “cultura india” y la “sociedad india? (6-7). Desde un punto de vista analitico, el espacio se convierte en una especie de contenedor neutral de diferencia cultural, préc- ticas societarias y memorias histéricas antagénicas. “De esta forma ~concluyen los autores~ el espacio funciona como un principio central organizador en las ciencias sociales al mismo tiempo que desaparece del mbito analitico” (7). pesar de sus numerosos méritos -y uno de los més importantes es haber hecho que la teoria politica actual se centrara en el problema de los derechos multiculturales- el concepto de cultura socie- taria de Kymlicka y a distinei6n que marca entre grupos inmi- grantes y minorias nacionales es responsable, en alto grado, de 12g 1 (AS REIVINDICRCTONES DE UA CULEORA la “desaparici6n’” analitica del problemético isomorfismo de espacio, lugar y cultura. Hasta aqut he polemizado con el desplazamiento no declarado por parte de Charles Taylor de! derecho individual a procurarse tuna vida auténtica a la justificacién normativa de los grupos que buscan su autoexpresién colectiva. También he polemizado con Kymlicka, sosteniendo que su concepto de cultura es inge- nuo desde un punto de vista sociolégico y lo leva a introdu- cir determinadas diferenciaciones normativas entre los gru- pos culturales que, cuando son analizadas en profundidad, resultan imposibles de sostener. Quisiera aclarar en este punto que el argumento basado en la cultura no es el tinico 0 el mas perspicaz ~obviamente desde mi punto de vista~ que Taylor y Kymnlicka emplean en sus reflexiones sobre estas tematicas. All reflexionar sobre la politica canadiense, Taylor introdujo el concepto de valores “compartidos” y “divergentes” para anali- zar algunos de los dilemas de las aspiraciones quebequenses (993: 155 y ss.). argumento de Kymlicka incluye una veta de “justicia” en lo que hace a la igualdad democratica ya lainclu- sion, y argumentos basados en “la cultura publica yla memo- ria historica”. Sin embargo, en especial en sus primeras inter- venciones en esos debates, que se desarrollaron durante la primera mitad de la década de 1990, el argumento basado cn Ja cultura tenia cierto caracter central. este tipo de argumento tiene consecuencias iliberales que ninguno de los dos autores desearia apoyar: (1) el trazado de limites demasiado rigidos y firmes en torno 2 las identidades culturales; (2) la aceptacién de la necesidad de “vigilar” estos limites para regular la perte- nencia interna y las formas de vida “auténticas”; (3) el privile- gio de la continuidad yla preservaci6n de las culturas a lo largo del tiempo, en contraposicién a la reinvencién, la reapropia- DE LA REDISTRISUCLOW RL RECONOCIMIENTO? | 425, ion ¢, incluso, Ja subversiéns y (4) le legitimacion de elites controladoras de la cultura por falta de un enfrentamiento abierto con sus practicas no igualitarias y de exclusion? Sin embargo, son estas politicas de preservacién cultural un componente necesario para una politica del reconocimiento? sPuede haber una politica del reconocimiento que acepte la flui- dez, la porosidad y el caricter esencialmente controvertido de 9 Véase la increible concesion de Kymicka cuando afira: "En los casos en los ‘que miporie nacional es intlerante significa que la mayorta ser incapaz de imped Ia violacién de los derechos individuaes dentro de la comnidad rinoritria. Los liberaes en el grupo mayoritario deben aprender 2 vivir con «sto, de la misma forma que deben convivir con las eyes no liberals de oes palses” (1995168. Bs claro que la analogia entre una minoria nacional que Vive en an sbtema de gobierno cujosciudadanos ain se consideran como perteneciendoen cierto sentido s una misma entidd y la aetitud haa ls eyes no liberales” de otros paises ao puede ser valida. En el primer caso, son necesarias ls vitudes de a toleracia para cortegie certain 1 cotabece austin eau Pewsprecasinente el gercilo de eas virtues también puede requetir lo opuesto dela indferencia moral hacia «tas comunidades cultraes. Pogsa implicar un compromizo activo, cl eDE LA REDISTRIBLCION AL RECoNBEAMUEMIO? | 135, bargo, tampaco podemos ignorar Ja ironfa de que, asi como muchos norteamericanos quieren alejarse de ‘Ia regla de la gota de sangre’ los defensores de la solidaridad grupal estan pidign- dole a sus miembros que se amolden a la fuerza a las categorias procrusteanas elaboradas por la Oficina de Censos, La politica de la afirmaci6n cultural, al y como la defienden lor y Kymilicka, indicarfa que las reivindicaciones de las, organizaciones afroamericenas més importantes deben tener Prioridad en este contexto. Representan las voces de aquellos cuyas reivindicaciones por el reconocimiento han sido negadas trdgicamente por cientos de afios, Por el contrario, le politica del didlogo cultural complejo que propugno, asf como la politica por el reconocimiento que defiende Nancy Fraser, sastendrian que las categorfas de la identificacion de si mismo y de otros en la vida pablica debe- rian ser tan complejas y tan texturadas como la propia realidad social. Las conveniencias burocriticas y las reducciones admi- nistrativas de la complejidad por el bien de retener los privile- gios grupales no son aceptables. El censo deberfa basarse cada vez mas en los procedimientos de la autoidentificacién, aun més de lo que sucede hoy en dfa.* En la actualidad, de hecho, 1 “Los inion dea Oficina de Gestion Manag on ey ann seven ences aa temrar qe (comose joan) nt nla Ane Ss toler at ae amos als personas. im esengaosa. Si bien la On ness ij alos esadouridenses cui eu ded each ni, sta hace muy poco I oficina no les permit reivindicaridentdades roltples osuperpueste” (Skerry, 2000: 71). Nancy Fraser me ha sugerido que sera interesante tabular las categotasdemttariasenelcenso sen dos ejes.a que grupos bs propos indviduos dicen pertenece,y' qué grupos erence de acerdo con logue en oor, a repent dimes permtian bce ua erduncn de is ead dla iscrimtinacion entre grupos, aly como lavven y experimentan incluso las petsonas que nose consideran miembros de un grupo en particular 136 1 LAS REIVINDICACIONES BE La CULTURA se solicita alas personas que se identifiquen, pero las categorias de identificacion en las que se les pide que se coloquen estan generadas por diversos comités y juntas; la respuesta publica es minima, al igual que el debate politico piiblico libre y abierto sobre estos temas. Enfrentarnos a la arbitrariedad inevitable de muchas de estas categorias identitarias asignadas, recono- ciendo sin embargo el papel crucial que desempefian en nues- tra vida pablica, puede obligarnos a lidiar mas honestamente con las paradojas fundamentales que forman el nticleo de la identidad estadounidense." Al resumir las conclusiones de un taller organizado por el Comité de Estadisticas Nacionales en febrero de 1994, sobre los estandares federales vigentes para la clasificacién racial y Etnica (encarnados en la Directiva 15 de la Oficina de Gestion y Presupuesto de los Estados Unides), Barry Edmonston y sus colegas observan gue la Directiva 15 no confiere estatus legal a los” grupos protegidos’; ya que "ser definido como categoria se- parada no es Jo mismo que ser reconocido como una clase pro- tegida conforme a los derechos civiles, 0 como un grupo étnico oficialmente designado a otros efectos que no sean los de los formes estadisticos y ad ministratives federales” (1996: 8). Sin embargo, reconocen que “existe una relacién simbistica entre las categorias para la tabulacion de la informacién y los proce- sos de conciencia de grupo y reconocimiento social, que a su 14 Peter Skerry escribe:"Por ello, a atmsfera politica en fa que funcionsan la (om y la Oficina de Censos es un reino arcano dominado por activisas y gente con informacion privilegiada, que conocen cada palmo de los corredores del poder administrativo. No es neossario decir que esta atmésfera politica deja a Ia masa de estadounidenses comunes afuera de todo. Los expertos y profesionales dela omy de la Oficina de Censos se ‘encuentran en la posicién incémoda de tener que tomar decisionescriticas sobre estadticas éinicas y racials sin el apoyo, oconccimmiento, de un mplio segmento del publice”(2000:79). DE Ua REOISTHNBUCHDN gL RECONOCIMIENTD? 1937 vex pueden verse reflejadas en leyes especificas y en politicas so- ciales” (9}-Yo abogo por un mayor debate pablico y reflexion politica sobre estas categorfas que impregnan la vida social, y Por mayor transparencia por parte del Estado de bienestary sus agencias sobre cémo y por qué seleccionan las categorias gru- Pales corporativas de la forma en que lo hacen. De hecho, yo acordaria con los defensores de identidades grupales fuertes acerca de que para reparar las inequidades sociales profundamente arraigadas deben establecerse progra- mas redistributivos, y que el didlogo democratico sobre la identidad colectiva no deberia culminar en el desamparo de las #5 Esta discusién comenz6 luego del censo de 2000, que por primera ve Detmitig a la gente que se identificara como perteneciente a “més de una raza” y deja liscrecién de cada persona la detetminacién de dicha Pertenencia. As, Fue posible que una persona que era blanca y ase americana se considerara “blanca” “asiica-americana” a de"“dox 0 mae "azas” No obstante, a mezclaindiscriminada de categoriasculturales con el color dela piel ~como en el caso de todos los pueblos aftoamericanos, ya sca ue hayan nacido en fos Estados Unidos o en las Antillas-,o la ‘marginalizacin de la cultura mediante le codificacin racial por color como enc caso de los grupos de hispanos y latinos, a quienes igual se les ppl que se identificaran como blancoso negros son desprolijas desde un unto de vista ciemtifico-social einsultantes para Jos involucrados. Elsitio web del censo 2000 contiene el siguiente descargo: “El concepto de ra utilizado por la Oficina de Censos refleja la autoidentfieacion de las personas de acuerdo con la raza 0 razas con las que se sienten mas ‘dentificadas. Estas categorias son construcios ociopoliticos y no deberian. interpretarse como de naturaleza cientifiea 0 anteopolbgica. Adernds, as ‘ategortasracialesincluyen tanto grupos racales como de origen nacional” (wwwccensus.gow/prodi/cenzc00/doc/ Profiles. pa 5-2). Dados el descargo las dudas, debemos preguntarnos sino podemos hacer algo mejor que recircular conceptos racales seudocientficas, ya obsoletos en nuestra vida pilica. AI menos censo 2000 ha iniciado extadiscusion. Pata ver algunos comentarios sagaces que diseccioman las paradojas del gusto estadounidense por los esquemas clasificatorios, por un lado, yla libertad de autoidentifcacion, por el otro, véanse Russell Thornton, New York Times, 23 de marzo de 2001 y Steven A. Holmes, New York Times, 3 de junio de 200), 438 | LAS REIINOICACIONES OF LA CULTURA necesidades de los débiles, los necesitados, los oprimidos y las ‘victimas de la discriminacién. Aqui nuevamente surge una perspectiva més universalista: spor qué no encontrar progra- mas y procedimientos que estimulen la solidaridad grupal a lo largo de ejes raciales, étnicos, culturales y de color en Ia asigna- cién de beneficios distributivos? :Por qué no universalizar el derecho a ciertos beneficios a todos los grupos en una sociedad? Subir el nivel del salario minimo garantizado seria una medida que apunte a esto: afectaria sin duda a los trabajadores pertene- cientes a grupos culturales minoritarios~como los inmigrantes negros, hispanos y asiaticos~ quizé en una proporcién mayor que a los trabajadores blancos. Pero como todos los que buscan empleo y los que se convierten en desempleados pueden verse un dia én la situacién potencial de tener un empleo con salario minimo, habria mayor solidaridad societaria para dicha medida que para programas de empleo que apunten tinica- mente a grupos minoritarios especificos (véase McCall, 2001). Es posible formular y discutir remedios institucionales simila~ res. a éste en los ambitos de salud y educativos, en todos los ni- veles. La conversacién publica versarfa entonces sobre la redis- tribucién y el reconocimiento. Sin embargo, el objetivo seria reparar las inequidades socioeconémicas en la poblacién en general con medidas y politicas que reflejen la solidaridad intergrupal y la hibridacion cultural (véase Guinier, 998,199). Consideremos dos ejemplos de la politica de formacién de la identidad corporativa, tomados de la Europa actual, para poder apreciar las variantes de politicas y de patrones institucionales que pueden existr al lidiar con las reivindicaciones multicultu- ralistas de los grupos. En Limits of citizenship: migrants and post- national membership in Europe, Yasemin Soysal introdujo el concepto de “régimen de incorporacién” (1994). Cada pais re- ceptor tiene determinadas normas juridicas, econémicas y poli- DE Lk REDISTRLEUCION RU RECOMDCIMIEMTO? | 139 ticas que definen el estatus de “extranjero”, Sin embargo, con frecuencia el estatus y la identidad colectivas de dichos grupos son simplemente considerados el resultado de tradiciones ¢ his- torias culturales que estos grupos dicen haber traido con ellos desde su pais de origen. Por lo tanto, se ignora la interaccion entre las culturas y las tradiciones de origen y la receptor, La politica de incorporacién de la ex Repiiblica Federal de Alemania era la de integrar a los trabajadores visitantes al sis- tema juridico, no en virtud de su pertenencia a un grupo étnico particular, sino més bien, en primer lugar, por su estatus de personas: yen segundo lugar, en tantoempleados y obreros, Los derechos civiles y sociales les eran conferidos por su capacidad ‘como obreros (Arbeitnehmer) y como seres humanos (la Cons- titucién alemana otorga a todas las personas determinados derechos en la medida en que son simplemente Menschen (se- res humanos). Es esta identidad corporativa la que hace que estas personas sean merecedoras de un conjunto especifico de derechos y beneficios. (Para un anilisis mis detallado del caso alemén, véase el capitulo 6.) En los Paises Bajos, por el contrario, el régimen de incorpo- racién de extranjeros ha sido muy diferente. El Consejo Con- sultor Nacional de Minorias Etnicas, fundado por el gobierno holandés en 1982, designaba tanto a los turcos, marroquies, tunecinos, surinameses, as poblaciones de las Antillas holan- desas y los molucanos, asi como a los griegos, espaiioles, por tugueses y gitanos como “minorias oficiales” (Van Amersfoort, 1982). Una vez que un grupo étnico obtiene el estatus de mino- ria oficial, se da cumplimiento a sus reivindicaciones de vi- vienda, educacién, empleo y otras formas de ayuda social. Estos grupos de minorias oficiales adquieren entonces los derechos para establecer organizaciones culturales, religiosas y educativas, y para instrumentar la instruccién bilingite en su 140 | LAs REEVIMDICACLOMES DF LA CULTURA propio idioma. Los holandeses practican un modelo de“encla- vismo cultural” y “preservacionismo cultural” muy cercano al que propugna Kymlicka. La predisposicién de la sociedad holandesa a aceptar estas delineaciones grupales tan claras, asi como la resistencia de la sociedad alemana a introducir categorias de identidad colec- tiva de cualquier tipo en la vida publica pueden explicarse en parte -aunque silo en parte~a la huz de la cultura historica de estas sociedades. Los holandeses se refieren con frecuencia a sus tradiciones de tolerancia y “pilarizacién” para explicar su politica multiculturalista. Sin embargo, la pilarizacién se refiere ala division de la sociedad en dos grupos de fe -protes tantes y catélicos-, mas un tercer pilar socialista y un pilar secular liberal. No se discute la problematica transposicién de una categoria basada en diferencias confesionales y religiosas a Ia esfera de los grupos culturales y la diferencia cultural. sLa cultura.es como la religién? Si la sociedad holandesa trata a los grupos culturales como unidades confesionales, zqué implica esto respecto de sus politicas frente a los asuntos internos de dichos grupos, en particular en aquellas instancias en las que puedan estar involucradas violaciones a los derechos huma- nos? El modelo de separaci6n entre Estado e iglesia sugeriria que el Estado no deberia interferir en la organizaci6n interna 0 en las practicas disciplinarias y de pertenencia grupal basa- das en la fe, Supéngase, no obstante, que un padre marrogui, chino o molucano sostiene que la forma en que disciplina a sus hijose hijas y los tipos de educacién, aspiraciones profesiona- les y eleccién de cényuge que les permite hacer son cuestiones que slo le atafien a él. ;Qué sucede en ese caso? jHasta donde deberia extenderse la analogia entre religién y cultura? As como después de la experiencia del nacionalsocialismo hay una resistencia importante en la cultura alemana a reintrodu- [eeu neonieaucion ae aeconocimevt | 1g cir fuertes conceptos de identidad cultural grupal en as poit- casy el debate ptiblicos, por miedo a que nuevamente se mez- . 470 | LAS #EIINDICACLONES be Ux CULTURA ministro de Fducacién, Francois Bayrou. Lamentando las am- bigiledades de la sentencia de la Corte por transmitir una im- presion de “debilided” frente a los movimientos islamicos, el inistro declaré que las estudiantes tenian derechoa usar simm- bolos religiosos discretos, pero que el velo no estaba entre ellos (Le Monde, 12 de septiembre de 1994: 10) La declaraci6n de Bayrou endurecié aun més los frentes de diversos actores politicos: intelectuales, sindicatos docentes, diversas organizaciones islamicas, grupos antiinmigraci6n, y otros similares. La poblacién francesa ya estaba altamente polarizada sobre fa tematica del Islam, la inmigracién y la seguridad nacional. Fn el verano de 1994, exploté una bomba colocada en el metro de Paris por grupos fundamentalistas musulmanes. Asi, parecfa que Francia, a pesar de s{ misma, se vefa atrapada en el espiral de violencia proveniente de los gru- os fundamentalistas islimicos y que sus tradiciones de tole- rancia y pluralismo habian sido mal utilizadas por estos gru- os para propugnar sus propios objetivos politicos y sectarios. La evolucién de las actitudes de sos-Racisme en vista de estos acontecimientos es muy significativa, Durante el episodio Creil en 1989, s0s-Racisme uno de los grupos antirracistas ‘més militantes cuyos miembros son en su mayorfa jévenes~ llevé a amplios sectores de la izquierda francesa a defender el laicismo y protestar contra la exclusion de las nifias musulma- nas, Pero para 1994, el nuevo presidente de la asociacion hizo un lamamiento a la prohibicién de todos los simbolos religio- sos; para ese entonces, muchos habian Ilegado a la conclusién de que la recurrencia en el uso de los paiiuelos islémicos no constitufan incidentes aislados, sino que eran una provoca- ién por parte del Islam organizado que habfa que enfrentar con acciones daras ¢ inequivocas (Brun-Rovet, 2000). Final- mente, el caso del pafiuelo islémico pasé a representar todos MULTICULIURALISHD La C1UDRDANIA DE SEMERO | 471 los dilemas de la identidad nacional francesa en la era de la globalizacién y el multiculturalismo, es decir, cémo mantener las tradiciones francesas de laicismo, igualdad republicana y ciudadanfa democratica en vista de la integracion de Francia en la Unién Europea, por un lado (véase capitulo 5), y las pre~ siones del multiculturalismo generadas por Ia presencia de inmigrantes de paises musulmanes de segunda y tercera gene- raci6n en suelo francés, por el otro. ;Serian lo suficientemente flexibles y generosas las practicas ¢ instituciones de la ciudada- nia francesa como para incluir las diferencias multiculturales dentro de un ideal de igualdad republicana? Es obvio que este caso atin no ha concluido. A medida que continian la integra- cién europea y las presiones multiculturalistas, Francia, al igual que la India y los Estados Unidos, deberé descubrir nuevos modelos de instituciones culturales, sociales, pedagdgicas y legales para lidiar con los imperatives duales de las democra- cias liberales: preservar tanto la libertad de culto como los principios del secularismo.? 9 Elcato del paftuelo ilimico en Francia es seguido con mucha atencion en Turquia, una democracia multipatidaria secular, donde la mayoria de la poblacién es musulmane. Durante la década de1980, Turgui seenfrents a su propia versin del caso del pahulo islémico. A medida que crecia el poder de las partidos iskimicos en el Parlamento y en la sociedad en generalen particular del Partido de Bienestar, un niimero sin precedentes de mujeres 1urcas islamistas comenzaron a cursat estudios superiorese inssteron en usar ef panuelo pare cubsir sus cabezas. Su argumento era que la ley islimica Jes prohibia mostrar su cabello descubierto en piiblico y a los hombres gue no fueran parientes. El parc islémico era un simboto de modesty pureza femenina. Sin embargo, para las autoridades del Fstado turco, el pahuelo era considerado como un desaffea los principios seculates y“laicos” {que habla adoptado Mustafa Kemal Ataturk, el fundedor de la moderna Republica de Turguia en 1925, siguiende los principios republicanos franceses. El uso del pafuelo islimico por parte de wn vasto grupo de mujeres jovenes era visto como una amenaza directa a Ja separacign entre Exado y eligién, yal direceién estatal dele religion musulmana, 172 | {AS REIVINDICACIONES DE LA cuLTDRA 2EL MULTICULTURALISMO ES MALO PARA LAS MUJERES? Estos tres casos sugieren que las disposiciones institucionales multiculturales y los acuerdos legales con frecuencia funcionan en detrimento de las mujeres, O las encierran en arreglos arca- nos que las hacen depender de sus esposos y familiares varones (como en el caso de Shah Bano); o las hacen vulnerables a la opresién al negarles la proteccién legal a la que tendrfan dere- cho de no ser consideradas miembros de minorfas culturales (como en los casos de defensa cultural en los tribunales de los, Estados Unidos); 0 convierten a mujeres, nifios y nifias en practicada con suma atencién por insttuciones como la Direccion General dle Asuntos Religiosos, ‘Seguin Yesim Arat,"en 198, el Consejo de Ministros aprob6 umn estato que equeria que la empleadas cn las institucioncs pblicssy las estudiantes en las escuelas dependientes del Ministerio de Educacion Nacional se vistieran sin el pafiueloislimico. De acuerdo con esta decsién, en 1982 el Consejo de Educacion Superior prohibid el uso dd panelo en las universidades. Grupos Jslamistas y majeres con la cabeza cubierta protestaron contra esta medida, Luego dela presin creciente de los isamistas, en 1984 el Consejo de Educacion Superior les permitié alas mjerescubrir so cabellos con ua ‘urbante, un pafuelo atado atrésy que cubria slo el cabelle” (2002, en prensa: 8). Luego de una serie de intervenciones, incluida la del presidente de Ja Repablica que prohibid el turbanteen 2987, el Tribunal Constitueional de “Turquta dictamning en 198 que el uso del turbante en las universidades era inconstitucional y fo prohibis. Al igual que en el caso francés las estudiantes ‘yes organizaciones islamicas que las representaban apelaron la decisiGn. El articulo 24 de la Constitucion turea de 1982 garantiza la libertad decultey el articulo 10 prohibe la diseriminacién por creencias religioss y diferencias de idioma, etmia y género. Tanto el Consejo de Estado corno el Tribunal ‘Constitucional afimmaron que“antes que una costumbre inocente [el pafwuelo iskimico} se ha convertido en el simbole de una cosmovision ‘opuestaa los principios fundamentales de la Republica” (citado en Arat, 22002: 1; basado en una circular dstribuida dentro de las universidades en 1998 denominada “Estatutos y sentencia legalesreferidas alos cBdigos indumentarios en las insttuciones de educaci6n superior") EL MULT/CULIURALISHG Y LA CIUDADAMIA DE GENERE 1173, objeto de normativizacién y castigo por parte del Estado para darle una leccién a la nacién (como en el caso del pafiuelo islimico en Francia). Por lo tanto, no es de sorprender que Susan Okin haya enarbolado el grito de batalla de que “la mayoria de las culturas son patriarcales, y muchas (aunque no todas) de las minorias culturales que reivindican dere- chos como grupo son més patriarcales que las culturas en las que estan inmersas” (1999: 17). Cuando estos grupos exi- gen derechos especiales, es de esperar que éstos funcionen en detrimento de las mujeres y las encierren en estructuras de género opresivas y no igualitarias. De hecho, Okin estaba eno correcto al plantear estas cuestiones, aunque el tenor de su critica a as culturas por ser todas mas 0 menos patriarcales ys sobre todo, su combativa insensibilidad en la forma de des- cribir gran parte de las practicas religiosas de los grupos judios y musulmanes ortodoxos haya irritado a muchos. n respuesta la salva que lanz6 Okin en este debate, Azizah ¥. Al-Hibri acuié la frase “ferinismo patriarcal occidental” Al-Hibri sostenia que aunque los planteos de Okin eran importantes, su discurso reflejaba “la perspectiva del ‘yo’ cultu- ral dominante, un punto de vista occidental cargado con los problemas derivados de la inmigracién y de los conflictos por los derechos humanos que éstos generan’ (1999: 41). En efecto, el discurso feminista contempordneo con res- ecto a estas cuestiones esté fuertemente polarizado: tedricas como Okin y Martha Nussbaum, que plantean la preocupa- cién liberal sobre la igualdad y los derechos de las mujeres en contextos multiculturales, son acusadas de eurocentrismo, imperialismo, feminismo patriarcal, o simplemente de arro- gancia, ignorancia ¢ insensibilidad frente a otras culturas (véase Okin, 1999). A su vez, los teéricos multiculturales de ambos géneros son acusados de relativismo cultural, insensibi- 174 | Uas REINO CRCIONES GE LA CULTURA lidad moral, defensa del patriarcado, y de poner en peligro los derechos de las mujeres para preservar la pluralidad de tradi- ‘ciones (Wolfe, 2001). Las reivindicaciones de autonomta polt tica y moral contradicen la preservacién pluralista de las tradi ciones multiculturales que parecen no dar cabida a dicha autonomfa. Tal como lo sugiere mi discusién respecto de Tay- lor y Kymlicka en el capitulo anterior, la autonomtfa y el pla~ ralismo cultural parecen irreconciliables. zPero debe ser asi realmente? Casi no hay duda de que los intereses de Tas muje- res y el estatus de la esfera privada desenmascaran la vulnera bilidad de los arreglos multiculturales y dejan al descubierto Tos acuerdos politicos y morales logrados a expensas de muje~ res, nifios y ninas, sobre quienes usualmente se basan. Pero qué sucederia si ambas posiciones se basaran en presupuestos epistemologicos errados con respecto a las culturas, que he criticado en este liliw? Si adoptaramos la perspectiva del dia logo multicultural complejo que propugno, spodrlamos ser justos tanto con las aspiraciones de libertad e igualdad de las mujeres, como con la legitima pluralidad de las culturas humanas? Sobre la base del modelo epistemolégico de cultura desarro- lado en los capftulos anteriores, defenderé la creaci6n y Ja expansion de espacios multiculturales discursivo-deliberativos en las democracias liberales. Compararé este enfoque con un liberalismo defensivo que desea sostener la distinciém entre piiblico y privado, colocando las cuestiones multiculturales del Jado de lo privado en esta division. También tendré en cuenta las propuestas de pluralismo legal 0 “jerarquias jurisdicciona- Jes entrelazadas”, claboradas para debilitar el impacto de per- mitir que sean tinicamente los grupos culturales los que defi nan el derecho familiar y privado (Shachar, 2000: 387-426). Sostengo que un modelo pluralista legal ~compatible con los EL NULTICURALISMO Y (A CIUDADANIA DE GENERD | 175 siguientes principios, mencionados en Ja introduccién, de rec! procidad igualitaria, autoadscripcién voluntaria y libertad de salida y asociacién— puede ser un buen complemento al mul- ticulturalismo democrético discursivo-deliberativo. PRACTICAS DEMOCR: MULTICULTURALES ICAS ¥ ESPACIOS He sostenido que el desacuerdo narrativo y la narratividad se originan en la estructura de las acciones humanas, que estén conformadas de hechos y palabras. Los seres humanos identi- fican lo que hacen al contar una historia, al hacer un relato de Jo que hacen; més aun, todas las culturas le atribuyen un valor al mundo que nos rodea por medio de una serie de conttastes, ‘como bueno y malo, justo e injusto, sagrado y profano. No es s6lo que las acciones se constituyen narrativamente, sino que también tenemos relatos de segundo orden que nos llevan a calificar y clasificar lo que hacemos a la luz de estas valoracio- nes culturales. La vision de Jas culturas como totalidades sin sutura, armo: niosas y unificadas, que se expresan con una Ginica voz narra dora, es —como ya se dijo~ una visi6n de las culturas desde el afuera. Con la locuci6n “el afuera” no me refiero al punto de vista del extrafio y del no-miembro. Quien esta afuera es el observador, diferenciado del actor. Quien esta afuera y es con- siderado un “extrafio” a los ojos del grupo también puede ser muy bien alguien de adentro, por el hecho de comprender cabalmente las complejidades y las perplejidades de la cultura ala que se le niega acceso. El observador es el que busca com- prender y controlar, clasificar y representar la cultura ante el 176 5 LAS REIVINDICACIONES DE LA CULTURA (os) otro(s). Sugiero que es el interés epistémico en el poder lo que lleva al silenciamiento de opiniones disidentes y perspec- tivas contradictorias, y resulta en metarrelatos hegemdnicos de lo que la tradicién cultural es, de quién esta adentro y quién est afuera. Este interés epistémico en el poder puede ser ejer- cido por el jefe de la tribu, asi como por el general enemigo, el antropélogo en busca de la verdad y el trabajador para el desa- rrollo que apunta al control social. Tanto para los participantes como para los actores, su cul- tura se presenta a si misma como un conjunto de relatos anta- gOnicos ya la vez congruentes. De hecho, cuando los relatos de Jas tradiciones no estan en controversia es porque estén anqui losados y ya perdieron sentido, incluso si atin se cree en ellos. Las valoraciones culturales pueden transmitirse de generaci6n en generacién s6lo por medio de la resignificacién y el com- promiso activo y creativo. Una historia que no est bien con- tada no seré recordada. Los debates en torno del feminismo y el multiculturalismo se polarizan rapidamente porque se le presta poca atencion a este aspecto de las culturas como divididas por la controversia interna, Aunque Okin reconoce que el género es un clivaje, escribe como si las culturas fuesen estructuras de sentido ui ficadas en otros aspectos. “Muchas de las culturasy tradiciones del mundo, incluidas las practicadas dentro de los estados- nacién antiguamente colonizados 0 conquistados —que por cierto incluyen a la mayorfa de los pueblos de Africa, Medio Oriente, América Latina y Asia~son definitivamente patriarca- les" (2000: 14). Okin traza mapas culturales sobre los estados- naci6n y los continentes. No diferencia entre tradiciones cultu- rales, pueblos, territorios y estructuras politicas. El absurdo de referirse a una Gnica cultura latinoamericana 0 del Medio Oriente, excepto como una caricatura o una simplificacién, no EL NULTICULTURALISMO ¥ LA ctUDADARIA OE GENERE. | 177 figura en su andlisis, ;La cultura de quién? ;Qué cultura? jCudindo? sDénde? zY tal como la practica quién? No obstante, la visién de la critica feminista a este respecto no es muy diferente de la del legistadox. Los tribunales de los Estados Unidos reinscriben a las mujeres, nifios y ninas en sus comunidades de origen, al defender los derechos de los acusa- dos a tener su propia cultura contra los derechos de igual pro- teccién ante la ley. Los tribunales indios son obligados a acep- tar la divisién jurisdiccional del trabajo entre un cédigo penal unificado y el derecho familiar y privado para las comunidades hindes y musulmanas de la India, La Corte Suprema francesa intenta defender los principios del laicismo y de la libertad de culto y de conciencia, pero coloca a las nifias con paftuelo islé- ico bajo el escrutinio creciente y la autoridad de sus supervi- sores escolares, desechando la forma en que las propias estu- diantes comprenden sus acciones. Estos casos sugieren que al considerar las practicas de las comunidades culturales minori- tarias y los derechos de sus mujeres, nifios y nifias, quedamos atrapados entre la Escila de criminalizar y vigilar estas comu- nidades, y la Caribdis de la tolerancia multiculturalista, lo que con frecuencia culmina con Ja indiferencia ante sus tribulacio- nes. A lo largo de este debate, he sugerido que podemos evitar estas alternativas, tanto en la teorfa como en Ja prictica, modi- ficando la forma en que entendemos la cultura: rechazando el holismo cultural y teniendo més fe en la capacidad de los acto- res politicos comunes para renegociar sus propios relatos de identidad y de diferencia a través de los encuentros multicul- turales en la sociedad civil democratica. Los siguientes dos capitulos estarén dedicados a delinear esta vision alternativa. ‘Los casos analizados en este capitulo ilustran lo que Ayelet Shachar ha denominado “la paradoja de la vulnerabilidad multicultural” (2000: 386). Segtin Shachar, 178 | AS RENVIMGICACIONES DE LA CULTURA Jas politicas de convivencia bienintencionadas por parte del Estado, que apuntan a equiparar el terreno entre las comu- nidades minoritarias y la sociedad en general, pueden sin querer auspiciar e] maltrato sistematico de personas perte- recientes ala minorfa a la que se intenta dar cabida. En oca- siones, proyocan un impacto tan severo que nulifica los derechos de estas personas en tanto ciudadanos y ciudada- nas (386). La tensi6n, y en muchos casos el dilema moral, entre dar cabida aa diferencia y ser justo con todos los miembros de los grupos minoritarios impulsa el debate actual sobre el multicultura- ismo hacia una nueva fase. Una vez. que reconocen como las demandas por la convivencia multicultural pueden ser inevita- blemente conflictivas dentro del Estado democratico liberal, los tedricos multiculturales y democraticos deben entonces abo- carse al tema de las reivindicaciones de ciudadania diferenciada en las sociedades democraticas liberales. Quisiera distinguir entre diversos modelos normativos que han lidiado con estas temticas: consenso liberal superpuesto, igualitarismo liberal, jerarquias de poder pluralistas entrelazadas y el enfogue de la democracia deliberativa, En el siguiente capitulo, delinearé los contrastes entre ellos para resaltar las fortalezas y debilidades de Jos diversos enfoques sobre los dilemas del multiculturalismo, y para explicar las razones por las que prefiero el modelo de democracia deliberativa por encima de los otros. 5 La demosracia deliberativa y los dilemas multiculturales* Creo que la mejor forma de entender Ia democracia es como un modelo para organizar el ¢jercicio puiblico y colectivo del poder en las instituciones mas importantes de la sociedad, basandose en el principio de que las decisiones que afectan el bienestar de una colectividad pueden verse como el resultado de un procedimiento de deliberacién libre y razonada entre personas consideradas moral y politicamente iguales. Es ver- dad que cualquier definicion de conceptos esencialmente con- trovertidos, como democracia, libertad y justicia, nanca es una mera definicién. Lo mismo sucede con la definicién propuesta arriba. Mi propio enfoque de la democracia privilegia un modelo deliberativo por encima de otro tipo de consideracio nes normativas. Esto no quiere decir que el bienestar econé- ‘ico, la eficiencia institucional y la estabilidad cultural no sean también relevantes al juzgar la aptitud de una vision norma- tiva de democracia. Las reivindicaciones por el bienestar eco- némico y las necesidades de la identidad colectiva deben estar satisfechas para que las democracias funcionen a Jo largo del tiempo. Sin embargo, la base normativa de Ja democracia ™ Partes de este capitulo han aparecido previamente en “The embattled public sphere: Hannah Arends, Jrgen Habermas and beyond”, Theoria: South African Journal of Philosophy, diciembre de 1997. 180 | LAS REIVIROICACIONES DE La CULTURA como una forma de organizar nuestra vida colectiva no es tni- camente ni la satisfaccién del bienestar econdmico, ni la reali- zacién de un sentido de identidad colectiva. Puesto que ast como el logro de ciertos niveles de bienestar econémico pueden ser compatibles con un gobierno politico autoritario, también los regimenes antidemocraticos pueden tener més éxito que los democraticos en asegurar un sentido de identidad colectiva. Labase de la legitimidad en la democracia debe rastrearse en el presupuesto de que las instituciones que reivindican para si el poder irrevocable lo hacen porque sus decisiones represen- tan una perspectiva igualitaria en interés del conjunto. Este presupuesto s6lo puede cumplirse si dichas decisiones estén abiertas, en principio, a procesos adecuados de deliberacién publica por parte de ciudadanos y ciudadanas iguales y libres. DEMOCRACIA DELIBERATIVA Y ETICA DEL DISCURSO Eneste capitulo analizo siun modelo deliberativo de democra- cia, basado en la ética del discurso, puede ofrecer respuestas convincentes aos desafios planteados por las reivindicaciones multiculturalistas. Al compararlo con otras posturas actuales, como la de John Rawls y Brian Barry, la fuerza del modelo deliberativo consiste en su enfoque de doble via de la politica Este tipo de enfoque se centra, por un lado, en las instituciones establecidas, como la legislatura y el poder judicial en las socie- dades democraticas liberales, Por otro lado, las actividades y las luchas politicas de los movimientos sociales, las asociaciones y los grupos de la sociedad civil se analizan en el contexto de la teorfa de la esfera piiblica democritica, Es en la esfera publica, situada dentro de la sociedad civil, donde se producen las | DEMOCRACIA DELIGERATIVA Y 10S OILEMAS MULTICULTORALES | 182 luchas multiculturales, y es alli donde tiene lugar el aprendizaje moral y politico y los cambios en la valoracién. Sostengo que este énfasis en la resolucién de los dilemas multiculturales, a tra~ vés de procesos de formacién de a opinién y la voluntad en la sociedad civil es perfectamente compatible con tres condiciones normativas: reciprocidad igualitaria, autoadscripcién voluntaria y libertad de salida y asociacién. Creo que estas normas am- plian los principios de respeto universal y reciprocidad iguali- taria, fondamentales para la ética del discurso. EI modelo discursivo de la ética postula los principios mas generales y as intuiciones morales que subyacen a las reivindi- caciones de validez de un modelo deliberativo de democracia?* Los detalles procedimentales de situaciones de argumentacién especificas denominadas discursos practicos ~igual oportuni- dad para los participantes de introducir cualquier tema consi- derado relevante respecta de la norma problemética que se discute; cuestionamiento reflexivo de las reglas para establecer la agenda a discutir—no son automaticamente transferibles al nivel macroinstitucional, y tampoco es necesario que lo sean. las restricciones procedimentales del modelo discursive pue- den actuar como verificadores para evaluar criticamente los criterios de pertenencia, las reglas para establecer la agenda y la estructuracion del debate piblico dentro de las instituciones y entre ellas. Los discursos précticos no son programas de accién para las instituciones, pero pueden ayudar a evaluar los arre- glos institucionales existentes. 1 En afos recientes, ha habido un debate generalizado sobre distintos modelos de democracia deliberativay existen una serie de modelos relacionados, aunque sutilmente antagénicos, que citculan en la iteratura sobre dl tema, Los mas importantes son: Cohen (1983); Dryzek (1990); Fishkin (1993); Gutmann y ‘Thompson (0996); Habermas (1996). Ep Benabib (a996a},anaizo las diferencias tanto conceptuales como sociolipicas entre algunos de estos modelos. 282 | LAS ResviNDIcACIDNES DE LA CULTURA La premisa bisica de la ética del discurso afirma que “solo son validas as normas y los arreglos institucionales normativos ‘que pueden acordarse entre todos los interesados, de acuerdo con situaciones de argumentaci6n especificas llamadas discur- 308” (véase Habermas {1983], 1990; Benhabib, 1992: 29 y ss). A este principio lo denomino metanorma, ya que podrén pro- barse 0 establecerse normas mais especificas que se consideren vélidas mediante procedimientos que satisfagan este criterio. A su vez, esta metanorma presupone Jos principios de respeto moral universal y de reciprocidad igualitaria, Quisiera aclarar que una norma es una regla para la accién, interacci6n u orga nizaci6n, en tanto que un principio es una proposicién politica y moral general, como por ejemplo “no infligir un sufrimiento innecesatio” 0 “los ciudadanos deben ser tratados de forma igualitaria’. Los principios permiten una variedad de concreti- zacignes uurmativas; los mismos principios pueden ser repre- sentados en instancias coneretas a través de distintas normas € instituciones. Defino los principios de respeto universal y reci- procidad igualitaria de la siguiente manera: Tequiere que reconozca 1 respeto universal nos el derecho de todos los seres capa~ ces de habla y accién a ser participantes en la conversacion moral? el principio de reciprocidad igualitaria, interpretado dentro de los confines de_la ética del discurso, estipula que den- tro de los discursos cada uno deberia tener el mismo derecho a diversos actos de habla, a iniciar nuevos temas de conversa- 2 He explicado antes que tenemos obligaciones morales hacia los sees que no son eapaces de habla y de accién,o guelo som sélaen un sent limitado (véase el capitulo 1). Las obligaciones morales hacia los demis no pueden :medirse por la capacidad de los otros de convertirseen miembros en ‘comunidades del dicurso, Tenemos obligaciones con todos los sees, incluso Jos no humanos, cuyo bienestar puede verse afectado por nuestras acciones. Tanto el alcance como el contenido de estas obligaciones requieren de una especificacién discursiva, Ue DEMDCRNGIR DEL/RERATIVA Y LDS DILEMAS MULTICULTURALES | 183 cin, y a pedir justificacion de los presupuestos dela conversa- cién y afines. En el marco dela teorfa de la democracia delibe- rativa, estos principios pueden cumplirse por medio de una serie de arreglos politicos y legales, asi como de asociaciones y pricticas no institucionalizadas en la sociedad civil. La relacin entre la metanorma de la ética del discurso, los principios de respeto universal y reciprocidad igualitaria y las bases constitucionales de las democracias liberales no es de inferencia o deduccion, Las premisas més generales en las que se originan dichas constituciones ~a saber, la garantta de dere- chos politicos, civiles y humanos basicos~ pueden entenderse como la encarnaci6n y contextualizacién de dichas normas y principios en contextos juridices, cultural y sociolégicamente distintos, ast como histéricamente variables. Las filosofias morales generales que subyacen a las garantias constituciona- les de los derechos politicos, civiles y humanos basicos admiten diversas reconstrucciones normativas: la teoria rawlsiana del beralismo politico, basada en una concepci6n kantiana refor- mulada de la persona, y el modelo habermasiano de democra~ cia deliberativa son s6lo dos ejemplos de estas teorlas morales + En Situating the sof gender community, and postmodernism in contemporary «ethics (992), diferenci entre las normas de reciprocidad “formales" y ‘complementaras" Defino la reciprocidad formal como la que se logra principalmente a través de normasinstitucionales y publica, que por lo igeneral se formmulan de la siguiente manera:*Si yo tengo derecho a X, entonces tienes Ia aligacion de no impedirme distrutar de X, y viceverss” (459). Defino la reciprocdad complerentaria de la Siguiente manera: “cada cual iene el derechoa esperar y suponer de los otros formas de conducta por las que el otro se sierta reconacido y confirmado en tanto que sr individual y’ concreto con sus nscesilades talentos y capacidades especificas” (159), Por To general, dichas normas son privadas, aungue no en todos los casos, y pertenccen al ambite de la amistad, el amor y el cuidado, ast como a otras asociaciones clvicas coma ls profesionalesy religioas, las comunales y vecinales,y otras sirilares. 184 | Las eervinoicaCionEs DF U4 CULTURA reconstructivas generales. Antes de explicar las consecuencias de estos modelos normativos para los conflictos y las convi- vencias multiculturales, profundizaré en el contraste entre “el modelo del consenso liberal superpuesto”, segtin el trabajo de Rawls, y el entfoque de la democracia deliberativa. LA RAZON PUBLICA ¥ EL CONSENSO LIBERAL SUPERPUESTO. El modelo rawlsiano de razén publica y el modelo deliberativo de democracia comparten ciertas premisas fundamentales, Ambas teorias consideran la legitimacién del poder politico y el anélisis de la justicia de Jas instituciones como un proceso piiblico, abierto a todos Jos ciudadanos y ciudadanas. La idea de que la justicia de las instituciones esté, por asf decitlo, “a la vista del publico”-abierta al escrutinio, el andlisis y la refle- xién— ¢s fundamental, Existen tres formas fundamentales en las que la idea rawlsiana de raz6n puiblica difiere del modelo de deliberacién piiblica sugerido mas arriba Primero, al contrario que el modelo deliberativo, que insiste en la apertura de la agenda del debate piiblico, el modelo de Ravls restringe el ejercicio de la razén paiblica a la deliberacion sobre una cuestin especifica. Son temas que involucran “imperativos constitucionales” y cuestiones de justicia basicas El modelo de Rawls de raz6n publica se origina en una agenda restringidas 44 En una version preliminar de este captuls, “Toward a deliberative movel of ‘democratic eitimacy” (en Benhabib, 196s: 74s 9, ota 25) expliqné or qué no debe entenderse que esta critica a Rawle significa que heya A DEROCEACIA DEUIBERATIVA Y (OS DILEMAS MELIICULTURALES. | 185) Segundo, en la teoria de Rawls la raz6n publica se considera menos como un proceso de razonamiento entre los ciudadanos que como un principio regulador, que impone determinados estndares sobre la forma en que las personas, las instituciones ylasagencias debertan razonar sobre las cuestiones puiblicas. Los esténdares para la razén publica se establecen por medio de una concepcion politica del liberalismo. ‘Tercero, para Rawls los espacios sociales dentro de los que se ejerce la razén piblica también estén restringidos. Los estén- dares de la razén ptiblica no se aplican a las deliberaciones personales ni “al razonamiento sobre ellas por parte de miem- bros de asociaciones como iglesias y universidades, todas las cuales [son] una parte vital de la cultura del entorno” (1993: 215). El razonamiento de los orgenismos y las asociaciones corporativas es “piiblico” con respecto a sus miembros, “pero no lo es con respecto a Ja sociedad politica y a los ciudadanos y ciudadanas en general. Las razones no puiblicas incluyen las miltiples razones de la sociedad civil y pertenecen a lo que yo denomino ‘la cultura del entorno’, en contraposicién ala cul- tura politica piblica” (220). Asf, para Rawls, la esfera publica no esté situada en la sociedad civil sino en el Estado y en sus organizaciones, incluidas, primero y principal, la esfera legal y sus instituciones. £1 modelo rawlsiano y J deliberativo divergen en tres as pectos cruciales: el modelo deliberativo no restringe la agenda de la conversacién publica; de hecho, alienta el discurso sobre las lineas que separan lo piiblico de lo privado, Segundo, el ninguna restriccién en su teorfa sobre la Ubertad de expresion y asociacion. de la Primera Enmienda constitucional (de os Estados Unidos). Lo que critico es el modelo normativo de lo que se considera como razén pablicas 1o estoy sugiriendo que Rawls restringe nuestra libertad de expres 186 | LAS RELVINDICACIONES DE LA CULTURA, modelo deliberativo sitda la esfera publica en la sociedad civil y est mucho més orientado alas formas en las que interactian los procesos politicos y la “cultura del entorno” Por tiltimo, en tanto el modelo de Rawis se centra en “el poder politico deter- minante y cocrcitivo’, el modelo deliberativo se centra en los procesos no determinantes y no coercitivos de formacién de ‘opinién en una esfera piblica no restringida, Para evaluar todas las implicaciones del modelo rawlsiano para los conflicts multiculturales, deberia tenerse en cuenta que el liberalismo politico parte de una concepcién “politica” de la persona. En esta teoria, se considera que las personas son criaturas auténomas en el sentido de que en el nivel puiblico ~es decir, desde la perspectiva de las instituciones més repre- sentativas de Ja sociedad liberal- deben ser tratadas como capaces de: (1) elaborar y buscar un sentido del bien y (2) con- sagrarse a una cooperacién razonable en torno de principios de justicia. Como es bien sabido, Rawls pasé de una concep- cion moral dela persona hacia una concepcién politica en Libe- ralismo politico (1993) porque consideraba que el tipo de auto- nomia moral que habja propugnado en Teorfa de la justicia (2971) era una premisa demasiado controvertida como para ser- vir de base al “consenso superpuesto” en una sociedad liberal. En ésta, los distintos grupos, asociaciones y orgenizaciones buscarian diferentes concepciones del bien, algunias de las cua- Jes serian claramente contradictorias con la norma de autono- mia en sus practicas y organizacién. No sdlo los grupos judios ortodoxos y musulmanes dentro de una sociedad liberal no po- drian pasar la prueba de un criterio sélido de autonomia moral, lo mismo sucederia con la iglesia catélica y los amish, ya que la autonomfa significa que las personas se comprenden a sf mis- ‘mas en sus capacidades racionales como la fuente de reivindi caciones morales validas, y esto contradice obviamente el pro- UA DEWOCRACIA DELIBERATIVA Y LOS DILEMAS MULTICULTURALES. | 187 pio fandamento de muchas de estas asociaciones. Las relacio nes jerérquicas de subordinacién, asi como las formas de dis- criminacién de género y trato diferencial entre las personas basadas en la religiOn, no podian pasar la prueba de Rawls. Por Jo tanto, una forma de comprender el consertso superpuesto en tuna sociedad multiétnica, multicultural y multiconfesional es la insistencia en que, en tanto los diferentes grupos preserven la autonomia de las personas en pubblico ~ Quisiera agradecer a Jurgen Habermas, Daniel Bell, Richard Tuck, Caroline Emcke, Glyn Morgan, Sanford Levinson, Andrea SanGiovanni, Sayres Rudy 7 Arash Abizadel por sus comentarios las versiones preliminares de este capitulo. Los comentarios y ls preguntas de Riva Kastoryaino, Yasemin ‘Soysal, Yael Tamir, ames Tully y Ulf Hedetoft durante el congeeso "Re- ‘maginar la pertenencia’ organizado Por el Centeo de Estudios Internacionales de la Universidad de Aalborg, Dinamarca, en mayo de 1998, tuvieron gran influencia sobre la redaccién final de estas reflexiones. ‘Una versén anterior de este capitulo aparecié en alemén como Seyla Benhabib,"Demokratische Gieichheit und kultucelle Vielfale en The 1997 -Hortheimer Lectures, cap. 3, Feankfurt, Fischer Verlag, 19955 hay una -aduccién inglesa en Seyla Benhabib, “Citizens, residents, and aliens in a ‘changing world: political membership in the global ea’ Social Research 66, 1Ne3,otoiio de 1999, pp. 709-744. Este capitulo es una versign revisad y ampliada de esas dos publicaciones. Ademas de acualizar las cifras ddemogrdficas, el articulo también incorpara las desarrallos en cuestiones de inmigracin y aslo que tuvieron lugar en la Unign Europea camo resultado {del Tratado de Amsterdam (1997) las Resoluciones del Canssjo de Tampere (oabre de 1999}. 240 | LAS REIUINOHCACLONES DE LA CULTURA que los seres humanos afecten las acciones y el bienestar, los intereses ola identidad de unos y otros. Los limites de la comu- nidad moral y de la comunidad politica no se superponen; yo diria que deben permanecer diferenciados, ya que lo que nos debemos unos a otros como seres humanos no puede redu- cirse alo que nos debemos unos a otros como ciudadanos del mismo sistema de gobierno, o como miembros de la comuni dad cultural “nosotros” histéricamente definida, con recuerdos y experiencias compartidos. Nuestras identidades como suje- tos modernos implican todas estas dimensiones: seres morales, ciudadanos y ciudadanas, y miembros de wna comunidad ética. A lo largo de este libro he examinado las tensiones que pueden surgir entre estos compromisos maltiples de los indi- viduos modernos. INSTITUCIONALISMO MULTICULTURAL Y DEMOCRACIA DELIBERATIVA, Los criticos de la democracia deliberativa, que la acusan de pre- suponer tin sistema de gobierno culturalmente unitario (Vala- dez, 2001), hacen caso omiso de esta tension necesaria entre las reivindicaciones universalistas de la ética del discurso, que trasciende las fronteras éticas y nacionales y las obligaciones especiales que se deben entre si las personas que pertenecen a un sistema de gobierno. Por el contrario, su preocupacisn es demostrar que, incluso dentro de las fronteras de un modelo de democracia deliberativa orientado a la universalidad, deter- minados grupos no veran sus exigencias cumplidas y optarén por la secesién en casos extremos, o por exigir alguna forma de participacién en el poder, en otros. LOS DILEMAS DE LA CIUDADANTR EN LA EUROPA ACTUAL | 242, ‘Como el principio de que el discurso democratico que con- duce a Ja adopcién de una norma, legislacién, o politica debe incluirla vor de todos aquellos afectados por ésta es fundamen- tal para Ja democracia deliberativa, este modelo est abierto a tuna serie de arreglos institucionales que puedan asegurar la indlusién de dichas voces, Estos arreglos pueden ir desde la par- ticipacién en el poder en los drganos legislativos y judiciales entre distintos grupos culturales, a 6rganos de prensa multilin- ges y multiculturales, incluidos periédicos, radio y televisién. Las diferencias lingiiisticas no deben ser una barrera para la participacién democratica. Los acuerdos especiales para participar en el poder pueden implicar también la representacién proporcional, asi como asambleas locales y regionales, y el reintegro del poder del centro a la periferia. nuestro principio ¢s incluir lo més posible las voces de todas las personas involucradas, entonces se entiende que muchas decisiones deberian acordarse en el contexto local y regional entre aquellas cuyos intereses se ven mayormente afectados. Sin embargo, todos estos diversos arreglos institucionales deben tener en cuenta los principios normativos formulados en el capitulo 5. Reciprocidad igualitaria. Los miembros de minorfas culturales, religiosas, ingiisticas y otras no deben tener un grado menor de derechos civiles, politicos, econdmicos y culturales que los miembros de la mayoria, en virtud de su pertenencia a dicha minoria Autoadscripcién voluntaria. Una persona no debe ser automd- ticamente asignada a un grupo cultural, religioso o lingutstico en virtud de su nacimiento, La pertenencia grupal de un indi- viduo debe permitir la forma mas amplia de autoadscripcién y 242 LAS REIVINDICACIONES DE LX CULTORR autoidentificacién; el Estado no deberia simplemente otorgar ¢l derecho de definir y controlar la pertenencia grupal a expensas de la propia persone, En las sociedades multiculturales en las gue al Estado reconoce el derecho de los grupos culturales y religiosos al autogobierno y la jurisdiccién auténoma en ciertos mbitos (véanse los casos de Canadé, Israel y la India discutidos en los capitulos’s 4), €s deseable que en algin momento de st. vida adulta las personas sean consultadas para saber si aceptan continuar perteneciendo a sus comunidades de origen. Libertad de salida y asociacién, La libertad de la persona para salir del grupo de adscripcién debe ser inrestricta, aunque la salida puede ir acompartada de a pérdida de determinado tipo de pri vilegios formales ¢ informales. El ostracismo y la exclusion social son los precios informales de la exclusiéns la pérdida de derechos sobre la tierra y algutius beueficios sociales serian los costos for- males, Con respecto a estos tiltimos, el Estado democratico libe- ral tiene el derecho de intervenir y regular los costos de salida de acuerdo con los principios de la igualdad ciudadana En términos institucionales concretos, estos principios nor~ mativos proponen que si los procedimientos de representa- cién proporcional se adoptan para asegurar la inclusividad de minorfas excluidas, dichos grupos y asociaciones deberian respetar las condiciones estipuladas mas arriba, Los métodos de representacién proporcional no deberian encerrar a los individuos en comunidades adscriptivas que no les permitan, por ejemplo, votar por candidatos de otros grupos y partidos. Los miembros de las comunidades minoritarias deberian ser libres de establecer coaliciones y asociaciones con otros grt- pos, incluidos los miembros de la mayorfa que comparten sus puntos de vista. Deberian fomentarse las asociaciones politicas, LOS BIVEMAS OE LA CIUDADANIA EW LA-CURODA ACTUAL 1 243 delegaciones y asambleas regionales transculturales ¢ intercul- turales. No estoy favor de métodos de representacién propor- cional basados en identidades definidas en términos culturales, Etnicos y religiosos. Sin embargo, si estoy a favor de los esfuer- 208 diigidos 2 ampliar la inclusién democritica de las minorias con escasa representacién, alentandolas a votar, a organizarse y aestablecer uniones y asociaciones, asi camo partidos politicos. En general, los arreglos institucioneles deberfan buscar el equi- librio entre las reivindicaciones de autonomia individual de los participantes, considerados como seres culturales capaces de definirse a si mismos, y las reivindicaciones de autonomia colectiva de los grupos que quieren ejercer sus derechos a la autodeterminacién. Es cierto que habrd casos en los que la mayoria no aceptara estas medidas de inclusién democratica, 6 éstas no seran sufi- cientes para satisfacer las demandas de autodeterminacién de a minorfa. En esos casos, deberemos distinguir entre las mayorfas opresoras y las minorfas irredentas y, mediante un anilisis de la historia, la economia y Ja cultura del conilicto, determinar sila secesi6n se justifica moralmente, No veo razén alguna para estar en contra de la secesi6n sobre la base de un modelo deliberativo o discursivo. Los derechos a la autodeter- minacién individual y colectiva pueden requerir del estableci- miento de nuevas entidades politicas. ‘Sin embargo, si creo que son peligrosos los esfuverzos romén- ticos de algunos multiculturalistas y nacionalistas liberales de oscurecer los costos morales y politicos de estar constante- mente creando nuevos estados-nacién. El fendmeno de las ‘mufiecas rusas ya fue sefialado por los que escriben sobre el tema (Tamir, 1993). Si todo nuevo sistema de gobiemo toma la forma de un Estado-nacién -y dado que en la mayoria de los casos los movimientos secesionistas se producen precisamente 244 1 LAS REIVIMNDICACIONES DE LA CULTURA porque los grupos minoritarios quieren establecer su propio Estado, en el que su cultura sea la hegemonica-, esto implica costos morales y politicos. Cada movimiento de minorias nacio- nalista tiene sus propios “otros’,y todo sistema de gobierno crea sus propias reglas de inclusién y exclusién. Algunos de los dile- mas de las democracias liberales actuales pueden verse con mayor claridad a partir de un anélisis de las transformaciones actuales en las reglas y practicas que rigen la ciudadanias es decir, la pertenencia politica, De manera ir6nica, los movimientos culturales irredentos y secesionistas estén surgiendo en un mun- do regido cada vez més por un movimiento imparable de gente que cruza fronteras estatales y por la inevitable mezcla de cul- turas. No creo que las culturas sean puras,o que deban ser puri- ficadas, ni que las fronteras entre estados deban coincidir con las de las comunidades culturales dominantes. En este capitulo, quisiera superponer al romance de la autodeterminacién cultu- ral, un estudio de caso sobre las transformaciones de las insti- tuciones de la ciudadania en el centro de los estados-nacién mids antiguos del mundo, es decir, los europeos. La tensién constitutiva entre las reivindicaciones de derechos humanos y las de autodeterminacién es fundamental para las democracias liberales, si quieren seguir siendo democracias liberales y no caer en el romance de la pureza nacional o cultural. DERECHOS HUMANOS Y AUTODETERMINACION EN UN MUNDO GLOBAL En [a actualidad, ante el desarrollo acelerado de la globaliza- cién y la fragmentacién, las reivindicaciones por los derechos humanos yla soberania entran en un conflicto cada vez mayor EDS DILEMAS DF LA CIUDADANIA EW Lk EUROPA ACTUAL 1245; (Heiberg. 1994). Por un lado, crece la conciencia mundial sobre los principios universales de derechos humanos; por el otro, se reafirman con creciente ferocidad las identidades particularis- tas de la nacionalidad, la etnia, a religién, la raza y la lengua, en virtud de las cuales se dice que uno pertenece a un pueblo soberano, Lejos de crear un “orden cosmopolitico” una condi- ci6n para la paz perpetua entre pueblos gobernados por los principios de una constitucion republicana (Kant [1795], 1957), Ja globalizacién ha llevado a un punto critico los conflictos entre los derechos humanos y la reivindicacién por la autode- terminacién de las colectividades soberanas. Dado que la sobe- ranfa significa que una colectividad tiene el derecho de defi- nirse a si misma reafirmando su poder sobre un territorio delimitado, con demasiada frecuencia las declaraciones de soberania crean distinciones entre “nosotros” y “ellos”, aquellos que pertenecen al pueblo soberano y los que no. Desde una perspectiva hist6rica, rara vez. hay una convergencia entre la identidad ce aquellos sobre los que se reafirma el poder por- que son residentes de un territorio demarcado y la identidad del pueblo soberano en nombre de quien se ejerce dicho poder. En este contexto, resultan mas apropiadas que nunca las perspicaces observaciones de Hannah Arendt, aunque hayan sido formuladas en un contexto diferente y con respecto a las, dificultades para proteger los derechos humanos en el periodo de entreguerras en Buropa: “Desde el principio, la paradoja implicada en la declaracion de derechos humanos inalienables era que tenia que vérselas con un ser humano ‘abstracto’ que Parecta no existir en ningin lado. {...] Por lo tanto, toda la cuestién de los derechos humanos se fusion6 répida e inextsi- cablemente con la cuesti6n de la emancipacién nacional; slo la soberania emancipada del pueblo, del propio pueblo, pare- cia capaz de asegurarlos” ((1951), 1979: 291). 246 | LAS REIVINDICACIONES BE LA COUTURE ‘Las reivindicaciones de ciudadanfa y naturalizacion de los extranjeros, moradores y residentes dentro de las fronteras de un sistema de gobierno, asi como las leyes, normasy reglas que rigen dichos procedimientos, son practicas sociales fundamen tales a través de las cuales pueden verse con toda claridad las perplefidades normativas de los derechos humanos y la sobe- ania, La soberania implica el derecho de un pueblo a contro- lar sus fronteras y a definir los procedimientos para admitir a os “extranjeros” en su territorio y en su sociedad. Sin embargo, en un sistema democratico liberal, dichas reivindicaciones de soberanfa siempre deben atenerse a Jos derechos humanos, a los que tienen derecho os individuos no en virtud de ser ciu- dadanos y ciudadanas, 0 miembros de un sistema de gobierno, sino en tanto que son, simplemente, seres humanos. Los dere- chos humanos universales trascienden los derechos de la ciut- dadania e incluyen # todas las persones consideradas como seres morales, ;Qué tipo de practicas de inmigracién, de natu- ralizaci6n y de ciudadania serian entonces compatibles con el compromiso de las democracias liberales de defender los dere chos humanos? ;Pueden las reivindicaciones de autodetermi- nacién soberana reconciliarse con el trato justo e igualitario de extranjeros y otros que residen en nuestro seno? En los debates actuales sobre estas cuestiones prevalecen dos enfoques: el argumento universalista radical que defiende las fronteras abiertas y la perspectiva civico-republicana de “con- cepciones de ciudadania densa”. Los universalistas radicales sostienen que, desde un punto de vista moral, las fronteras nacionales son arbitrarias y que la tinica posicién moralmente coherente seria la de las fronteras abiertas. Joseph Carens, pot ejemplo, emplea el mecanismo rawlsiano del “velo de la igno~ rancia” para analizar los principios de la justicia desde la pers- pectiva de las personas refugiadas, inmigeantes 0 solicitantes 05 DILENAS DF Le CIEDADAMEA EN LA EUROPA ACTUAL | 247 de asilo (Carens, 1995: 229 y ss.; véase Carens, 2000 para modi- ficaciones a sus propios arguments previos). ;Son menos arbitrarias, desde un punto de vista moral, las fronteras dentro de las cuales nos ha tocado nacer y los documentos que nos tocan por derecho, que otras caracteristicas como el color de la piel el género y la carga genética de la que estamos dotados? La respuesta de Carens es que no. Desde un punto de vista moral, las fronteras que circunscriben nuestro nacimiento y los pape- lesa los que tenemos derecho son arbitratios, ya que su distr buci6n no sigue ningiin criterio claro de compensacién, logro 0 mérito moral. Por lo tanto, sostiene Carens, las democracias, liberales deberian poner en marcha politicas que sean lo més compatibles posible con una visién del mundo sin fronteras. En oposicién al universalismo radical de Carens, encontra- mos una gama de posiciones comunitarias y civico-republica~ nas, que articulan concepciones de ciudadanfa, comunidad y pertenencia més 0 menos “densas” (véase Galston, 19935 San- del, 1996; Kessler, 1998), Aunque estas teorias de ciudadania no excluyen ni prohiben la inmigracién, articulan criterios mas estrictos de incorporacién y ciudadania de los extranjeros que las teorfas universalistas. Sélo seran bienvenidas las petso- nas inmigrantes que més se asemejen al modelo de ciudada- nia republicana imaginada por estas teorias; las demas serén rechazadas (Honig, 1998, 2001). Es claro que, dado que existe inevitablemente una gran controversia en torno de estas con- cepciones de ciudadania densa, las teorias comunitaristas pueden prestarse facilmente para justificar politicas inmigra- torias no liberales y las restricciones de los derechos de inmi:- grantes y extranjeros. Quisiera defender una postura que intenta proponer un tér- mino medio entre el universalismo radical de la politica de fronteras abiertas, por un lado, y las nociones sociolégica~ 248 | LAS REIVINDICACIDNES DE LA CULTORA mente anticuadas de ciudadania republicana densa, por el otro. En su lugar, y haciendo hincapié en la tensién constitu- tiva entre las reivindicaciones por los derechos humanos uni- versalistas y los principios de soberania democratica, analizaré las précticas actuales de incorporacién politica a las democra- cias liberales. Me concentraré particularmente en los tltimos avances en las practicas de ciudadania e incorporacién en los ‘estados miembros de la Unién Europea (Us). Hay una serie de razones convincentes, tanto histéricas como filosGficas, para escoger las précticas europeas de ciudadanta e incorporacién como foco de estas cuestiones en la actualidad. En tanto democracias liberales, los estados miembros de la ve no pueden formar una “Europa fortaleza”. Ninguna demo- cracia liberal puede cerrar sus fronteras a las personas que bus- can refugio © asilo, a las migrantes 0 trabajadoras. La porosi- dad de las fronteras es una condicién necesaria, aunque no suficiente, de las democracias liberales. Por la misma raz6n, ninguna democracia liberal soberana puede perder su derecho a definir sus politicas de inmigraci6n e incorporacién. ‘Trazaré una diferencia entre las condiciones de entrada a un pats, como el permiso para visitar, trabajar, estudiar y comprar propiedad, y las condiciones de residencia temporal; a su vez, analizaré las diferencias entre aquellas dos y la residencia perma- nente y la incorporacién civil, cuya etapa final es la pertenencia politica, Estos son distintos estadios de incorporacién politica, que con frecuencia se toman como indistintos en las discusiones, teéricas, aunque sean analiticamente diferenciables. En cada tuno de estos estadios, los derechos y reivindicaciones de extran- jeros, residentes y no ciudadanos son regulados por sistemas, de gobierno soberanos. Pero estas normas pueden estar sujetas a escrutinio, debate y controversia, asi como a la protesta por parte de aquellas personas a las que se aplican, sus defensores y DS DILEMAS DE LA CIUDADANIA EN LA EURDPA ACTUAL | 249 Jos grupos nacionales e internacionales defensores de los dere- chos humanos. No hay paso de este proceso que esté protegido del escrutinio de las partes interesadas. La soberania democré- tica de la politica de inmigracién e incorporacién de un pucblo dado no constituye un derecho ilimitado. El derecho de un pue- blo ala autodeterminacién debe analizarse y evaluarse a la luz de sus compromisos con la defensa de derechos humanos uni- versales. Fl desarrollo de las pricticas de ciudadanfa e inmigra- Gi6n dentro de la Europa actual refleja algunas de las perpleji- dades més lamativas a las que se enfrentan los estados-nacién en Ja era de la globalizacién. 10S DILEMAS DE LA CIUDADANIA EN LA UNION EUROPEA Desde 1989 y con la caida del comunismo autoritario, la ten- dencia mundial hacia la integracién material global y la frag- mentacién étnica y cultural coincidieron con otra serie de acontecimientos que marcaron un hito en el continente: el fin dela Guerra Fria, la unificacion de Alemania y el surgimiento de la Unién Europea como una entidad politica con un Parlamen- to Europeo, un Consejo Europeo de Ministros, una Corte Buropea de Justicia y, desde enero de 1999, una moneda euro- pea: el euro. Pero, jqué es Europat (Benhabib, 1997b; 1999b).. Para algunos, Europa no es un continente, un mero designa- dor geografico, sino un ideal, la cuna de la filosofia occidental ¥ del Iluminismo, de las revoluciones democriiticas y los dere- chos humanos. Para otros, Europa es la hoja de parra detrés de Ja cual se esconde el gran capital financiero y, sobre todo, el Bundesbank alemén, para desmantelar los estados de bienestar dela Unidn, Desde el Tratado de Maastritcht y el requisito de 250 | LAS ReivINDICACO be va cuLTuRA que los gobiernos nacionales reduzcan su déficit anual al 3%, Jos estados miembros han forzado a sus propias poblaciones a aceptar Ia estabilidad fiscal por encima del pleno empleo, asi como a colocar la confianza compartida que los mercados financieros internacionales tienen en sus economias naciona. les por encima de la calidad de vida de estos paises, Europa ha dejado de ser un ideal; para algunos, hace mucho que se con virtié en un espejismo. Tony Judt expresa la postura europesi- mista de la siguiente forma: Un dia nos despertaremos para descubrir que, lejos de resol- ver los problemas de nuestro continente, el mito de “Eu- ropa” se ha vuelto un impedimento para reconocerios. Des- cubriremos que apenas si se ha convertido en la forma politicamente correcta de disimular las dificultades locales, ‘como si la sola invocacién de la promesa de Europa pudiese reemplazar la solucién de los problemas y las crisis que en verdad la afectan (1996, 140). ‘Ya sea como idea! o como espejismo, en la actualidad se invoca a “Europa” para definir un nuevo conjunto de fronteras, La Europa actual se enfrenta al peligro de que sus fronteras mora- les y politicas sean redefinidas por medio de fronteras geogré- ficas. Una vez més, la geografia sera utilizada para ocultar las huellas de complejos procesos de inclusién y exclusion politica y moral, Donde estén las fronteras de Europa y dentro de la propia Europa, después de 1989? ;Cémo pueden justificarse como tales? Ya sea como ideal 0 como espejismo, ja quién incluye Europa y a quién excluye? Después de la Guerra Fria, aguiénes son los “otros” de Europa? Mientras que en 1950 los extranjeros representaban el 11% de la poblacién de Alemania, entre 1992 y 1993 esta cifra trepé Las DILENAS DE LA CIUDADHMIA EW th EUROPA ACTUAL | 251 a 8,6%, seguin las estadisticas del Consejo de Europa. Durante el mismo periodo, la poblacién extranjera de Francia aumenté de 4,2% a 6,6%; en Bélgica, de 4.1% a 9,1% (en 1994, la pobla- cin extranjera de Bélgica era de 10,7%); en los Paises Bajos, de 1,0% a 5.1%, y en Luxemburgo, de 9,8% 2 29,1% (en 1994 la cifra era 34%). En total, la poblacién extranjera de Europa aumento de 1,3% en 1950 a 4.9% entre 1992 y 1993." El ao 1993 marca un punto de inflexién en las tendencias inmigratorias de los paises europeos. Después del aumento de los flujos inmigratorios en la década de 1980 y comienzos de la de 1990, se produjo una disminucién en la cantidad de inmi- grantes, La reduccién de los pedidos de asilo durante este perio- do fue compensada por el predominio de flujos vinculados con los reencuentros familiares y con la necesidad de tener tra- bajadores altamente calificados (SOPEMI, 1998: 15). Cour seflejo de estas tendencias, y ¢ pesar de Hegar a um piso de 8,6% de la poblacién total en 1993, la poblacién ex- tranjera de Alemania aumenté a 8,9% en 1996. Francia se ha mantenido estable en alrededor de 6,3% y Bélgica, en 9,1%. Entre los paises europeos, slo Austria, Alemania y Luxem- Citado por Rainer Muenz, "Migrants, aliens, citizens: Puropean migration and its consequences’, ponencia ante el Foro Europeo, Proyecto Ciudadania 1995-1996, Instituto Universitario Europeo, Florencia, abril de 1996, p.14. Las publicaciones recientes no muestran grandes variaciones en ests cifras. Las cifras de 1999 ain establecen el porcentaje de extranjeros en Alemania en 8,9 yla cantidad total en aproximadamente 7.3 millones Después dela promulgacin de as nuevas “Leyes de aslo” en Alemania, a primera el 26 de junio de1992 yluego e 27 de julio de 1993, el pals contrala sus, fronterasy la cantidad de exiranjeros entrantesen forma mucho mis efetivas, sin embargo, desde 1996 y en gran medida como resultado de las guerra civiles nite los estados pertenecientes al antigua Pederacién Yugoeslava, aument la entrada de personas en busca de silo a Alemania a100.240en 1986 a cifra de 1996 es mucho més baja que ios 498.200 que pidieron aslo en 1992, pero sigue siendo mas eta que los 57.300 que pidieron aslo en 1987 252 | (AS REIVINDICACIONES DE LA CULTURA burgo tienen poblaciones extranjeras que superen el espectro de entre 2,5 y 6% caracteristicos de Irlanda, el Reino Unido, Dinamarca, Suecia y los Patses Bajos (igual que Noruega, que 1no es miembro de la vz). En Luxemburgo, la poblacion extran- jera aumenté de 31,8% en 1993 a 34,1% en 1996. Durante el mismo periodo, la poblacién extranjera de Austria paso de 8,696 a 9,0% en 1996 (SOPEMA, 1998: 224). Estas cifras no estén desglosadas en términos de regiones geogréficas y paises de origen. Los extranjeros de los antiguos paises de Europa del Este estin incluidos dentro de estas cifras, junto con los trabajadores visitantes de Turquia y los refugiados de los antiguos paises yugoeslavos.* Un desglosamiento mis detallado muestra que los turcos étnicos y los kurdos étnicos son el grupo de extranjeros mas importante, no sélo en Alema- nia, sino en Europa Occidental en general. En 1993, Hegaban a 2,7 millones. De esa cifra, 2,1 millones viven en Alemania y, desde 1999, representan 2,8% de la poblacién. El segundo 2 Después de los trabsjadores extranjeros, los que solicitanasilo y los refugiados, la tercera categoria importante de "personas ajenas” en Alemania son los “alemanes éticos’ No son alemanes nacidos en el pais, sino alemanes que desde el siglo xm se han establecido en diversos teritorios de Europa Central el Baticoy los antiguos paises soviticos. Después de la Segunda Gucrea Mundial, millones de este grupo, lamados Vertriebene (expulsades) y Aussiedler(colonos externos), fueron expulsados de la Unig Sovietica y de otros paises de Europa Central y del Este. Un estatuto de 1953 define a ls Ausiadler como Volkszugeroohige (miembro del pueblo), y lo 16 (2) dela Ley Basica de Alemania les otorga el derecho de reestablecerse en Alemania, En los iltimos veinteafios, alrededor de 9 rmillones de expulsados de Polonia, Rumania y la ex Unién Soviética han entrado a Alemania, Véase Kanstroom, 1993: 165-167. Desde 2001, 3.2 millones de Aussiedler viven en Alemania y conforman el 39% de la poblacion, Véase ‘Muenz, 2001: 1, Para un panorama general dela cambiante composicién de {grupos inmigrantes en diversos pases europeos, vase Messina, 1996, 130-154 3 La persecucién de la poblacign kurda, sobre todo en les regiones norte y sedeste del pais ademés del conficto permanente entre el Partido Comunista LDS DILENAS DE LA CIUDADAMIA EW LA EUROPA ACTUAL 1 353 grupo més grande de extranjeros corresponde a los que provie- nen de ex estados yugoeslavos, muchos de los cuales gozan del estatus de refugiado pleno o refugiado temporal: 1,8 millones de ccroatas, serbios, musulmanes bosnios y albaneses de Kosovo* Este panorama también se complica con la creciente migra- in entre paises de los residentes de la us. Ya en 1993, los ita- lianos que trabajaban afuera de su pais ascendian a 15 millo- nes, seguidos de los portugueses, 900.000 de los cules trabajan y viven fuera de Portugal. Los espaftoles, que son. miembros de la vr, y los argelinos, que no lo son, legan a alre- Kurdo (conocido en Alemania como el xk} y el gobierno turco, han resultado ‘en un nuevo grupo de personas que buscanasilo: los kurdos Eticos, que siendo oficialmente ciuladanos turcos son perseguidas por un pals en buenas relaciones con Alemania y que aspra a ser miemabro de Ia ut en el futuro. Pr 1995, se informé que 25.000 ciudadanos rurcos buscaron aslo en Alemania; {fueron preceilos por 33.000 cludadanos de fos estados dela ex Yugoslavia. La captura reciente del lider fugitivo det pxx, Abéullah Ocalan, ha producido cenfrentamientos en todas las ciucdades curopeas mis importantes, entre simpatizantes kurdos yautoridades locales ¢ internacionales. En Berlin, los enfrentamientos ocurrieon cuando las guerillas kurdas atacaron comercios turcos y centros de la comunidad, Bsos disturbs, sumados a las condiciones serejantes alas de una guerra civil en Ise grandes ciudadesslemanas, fueron sin duds el facor mis importante en el rechazo por parte de un amplio sector de pablicoalernéna la nueva leislacion de “dobleciudadania” propuesta por 1a Coalicidn entre los Verdes 590, «4 Por ejemplo, para 1998, habia 719.500 ex yugoeslavosresidentes en Alemania (setbios, montenegrinos yalbaneses de Kosovo), 283.000 croatas y 190.100 Ciudadanos de Bosnia Herzegovina (sore, 2000" 39). Enel ao 2000, la cantiéad de bosnios que vivian en Alemania, incluides loe efugiados de ‘guerra que estaban bajo protecciéa temporal, ascendia a 281.000 (Muen2, 2001: 8) Entre los paises dela UE mis afectados por las guerras de secesién de 1 ex Yugoslavia, ye consecuente flujo de migrantes, refugiades y asiladas, «stin los Faises Bajos, en donde pare 1998 los ciudadanos de la ex Yugoslavia ascensfan a 47.500; en Suecia la cifta era de 70.900; e alia, donde se establecieron 40.800 ciudadanos de a ex Yugoslavia y 91.500 albaneses. Desde 1996, Suecia también ha dado refugio a aproximadamente 48.000 ciudadanos de Bosnia Herzegovina, 254 | LAs REIVINDICACIONES DE LA CLLIURA dedor de 600.000 cada uno. Desde el censo de 1990, Francia contabiliz6 614.200 personas nacidas en Argelia y 572.200 marroquies en su poblacién. Después dela caida del comunismo en Europa Central y del Este, continda la inmigracion de los antiguos paises del bloque oriental hacia la us, En.1998, 66.300 polacos entraron a Alema- nia, cerca de 10.400 a Francia, y alrededor de 14.000 a los Pai ses Bajos. En 1998, residian en Finlandia 20.500 ciudadanos rusos. Grecia hospeda a cerca de 5.000 rusos, 3.000 builgaros y alrededor de 2.700 albaneses. En el marco juridico y politico de la unificacién europea, estos sucesos resultan en un estatus de extranjerfa de dos nive- les en toda Europa. Diferentes derechos y privilegios les son acordados a distintas categorias de extranjeros dentro de los quince estados miembros. 1. El Tratado de Maastricht contempla disposiciones para la “ciudadanta de la Unién”’ Los nacionales de todos los paises miembros de Ja vs son también ciudadanos y ciudadanas de Ja UE. sQué significa eso? ;Qué privilegios y responsabilida- des, qué derechos y deberes? 3Es la ciudadanfa de la Unién s6lo una categoria de estatus, como lo era, por asi decirlo, la pertenencia al Imperio Romane? jLa pertenencia a la Union es algo mas que un pasaporte que les permite atravesar las Puertas correctas en los cruces de frontera?® 5 Véase el Articulo 8 de la Seecisn C, Parte 2:1, Se esablece asi la Ciudadanfa de la Union. Toda persona que tenga la nacionalidad de un Estado Miembro serd ciudadana de la Union’. Reproduccién en facsimi en manos de la 6 1a institucié de Is ciudadania para las personas que no tren un idioma y tuna esfera piblce comin, y canalesefectivs de partcipacién, esta dando 1S DILEMAS CE LA CIUOADANTA EX LA EUROPA RCTUAL | 255; Es obvio que la pertenencia ala Uni6n pretend ser mas que eso. No ¢s simplemente un estatus pasivo, sino que pretende designar una identidad civica activa, Los miembros de los estados de la UE pueden establecerse en cualquier pafs de la Unidn, tener empleos en esos paises y votar, lo mismo que ser candidatos en elecciones locales y en las elecciones del Parlamento Europeo. A medida que progresa la integracion econémica y monetaria de Europa, los integrantes y obser- vadores de la ve debaten acerca de sila cindadania de la Unidn deberia 0 no implicar un paguete equivalente de derechos y beneficios sociales, como seguro de desempleo, asistencia médica y jubilacién, que los ciudadanos y ciuda- danas de los estados de la Ur puedan disfrutar dondequiera que vayan? ugar a una serie de debates actuales muy importantes y elocuentes en la tcoria politica ylajurisprudencia. Algunos consideran Ia ciudadania europea ‘coma la hoja de parra que oculta la considerable privacion de facultades {democriticas alos pucblos soberanos para una“eurocracia” anénima, ssentads en Brucelas y Estrasburgo. Asimismo, otros advierten sabre el creciente “deficit democtitico” en la Union. La cindadanta sin participacion sobrevuela el horizonte, dicen, Véanse Preuss (1995 267-281); Balibar (1996: 355-376) y Percy B. Lehning, “European citizenship: a mirage?” (ponencia| presentada en elx Congreso Internacional de Europeistas, Chicago, 14.16 de ‘marzo de 1996); Lehning y Weale (997) “yer ein Europa der polititchen und sozialen Grundrechte” (forme del “Comité de Sabios” bajo a direccién de Maria de Lourdes Pintasilgo, Bruselas, Publicaciones dela Comision Europea, octubre de 1995-febrero de 1996.) Otros miembros de este Comité de Sabios son: Eduardo Garcia de Enters, Hartmut Kaelble, Louk Katseli, Frederic Pascal, Bengt Westerberg y Shirley Willams. Jyte Klausen aboga por una marcada diferenciacin entre derechos ciudadanos y polticas redistibutivas en “Social rights advocacy and State building: 7, H, Marshall in the bands of social reformers” (1955 244-267). Mientras que en el contexto de lz UE a tendencia es hacia la integracion entre estos derechos y beneficios redistributivos a través de ‘derechos sociales” que abarquen a toda la Unién, en el horizonte seavizora eLrecorte de derechos y beneficios sociales para los nacionales de terceros 256 | LAS AFIVINDICACIDNES DE LA CULTURA 2, La cara inversa de la pertenencia a la Unin es una mayor demarcacién de las condiciones de los no miembros. Los acuerdos de Schengen y Dublin pretendieron reconciliar las racticas disimiles en la forma en que los estados miembros otorgaban asilo y estatus de refugiados (Neuman, 1993).* Conocidos como “armonizacién legal’, estos acuerdos han dificultado cada vez mas el otorgamiento de asilo y refugio en Ja Unién. Una persona que busca refugio y estatus de asi- Jada en un pais miembro no esta autorizada a solicitarlo en otro pais de la Unién hasta que se resuelva la primera solici- tud. Aunque no se diga, el presupuesto es que una vez que la solicitud sea denegada en un pais miembro, es improbable pafses, que hasta ahora habian gozado de ellos. Klawss prevé un sacificio inevitable entre la continuidad de comunidades de bienestar protectoras, la slobalizacion y el desarello de una politica de absorciOn einmmigracién ens excluyente (266). Hl peligro en el conterto actual, sn embargo, ¢s que Is falta de una vor politica de fs nacionales de terceros pasesen le UE hark _mfs cierta la posibilidad de que sus derechos sean cercenados, sin una correspondiente compensacién de corte liberal en las poliicas de inmigracion y naturalizacién, Véase también De Swaan (1997: 561-575). Para ‘un panorama orientador del estado actual de a logica sobre politicas y jurisprudencia en la Ut, vase Shaw (1997) 8 Véase Gerald L. Neuman, "Buffer zones against refugees: Dublin, Schengen, and the Germany Asylam Amendment” (i993: 503-528). La Convencion de Dublin y el Segundo Acuerdo de Schengen se firmaron en junio de 1990, Inicialmente, Schengen inclula a Bélgca, ls Paes Bajos, Luxembargo, Francia y Alemania. lala se uni a grupo en diciembre de 990; Portugal y Espana, en junio de 199s, Suecia Finlandia y Austria, poco después. Ambos acuerdos contienen regs para determinar un “Estado responsable” que se venga procesar a quien solicteasilo de un pois no perteneciente ala UE. La Convencién de Schengen intenta abolir los controles alo largo de las fronteras comunes de ls partes y compensar esta relajacion de la vigilancia fronteriza con politicas de migraci6n y de policia mis estrietas en los ‘acropuertos. También se esipula el establecimiento del Sistema de Informacién Schengen, que crea una base de datos electronica para facilitar el control de criminalesy tertoristas,Véanse Neuman (1993: 506-507) Kanastroom (1993: 198 ys) 05 DILERAS OF LA CIUDABANIA EW LA EUROPA ACTURL | 257 que tenga éxito en otto. La decisién del Consejo Europeo de Ministros de montar una agencia de toda Ja Unién para lidiar con las cuestiones atinentes a refugio y asilo, en tanto produce la homogeneizacién y la estandarizacién legal y burocratica, pretende a la vez hacer que las fronteras de Eu- ropa sean cada ver menos porosas, impidiéndoles a las per- sonas que lo necesitan el acceso a miiltiples jurisdicciones para solicitar ayuda y rescate. 3.A medida que avanza la ciudadania de la Unién, surgen dis- crepancias en cada pais miembro entre aquellos que son extranjeros y nacionales de terceros paises, y los que son nacionales extranjeros, pero pertenecen a la UE. Asi, se desa- rrolla un estatus de extranjeria de dos niveles: por un lado, hay residentes extranjeros nacionales de terceros paises euro- peos, algunos de Jos cuales han nacido y crecido en estos pai- ses y no conocen otro hogar que ése. Por el otro, estan los que casi no conocen el idioma, las costumbres y la historia del pais que los acoge, pero que gozan de un estatus especial y de privilegios en virtud de ser nacionales de los estados que son miembros de la ur (Klusmeyer, 1993). Los miembros de los quince paises de a UE que residen en paises distintos a los de su nacionalidad pueden votar, serelectos y tener cargos en las, elecciones municipales y en las elecciones del Parlamento Eu- ropeo. Como regla general, estos derechos no les son otorga- dos a los nacionales de terceros paises, aunque, como expli- caré més abajo, algunos paises de la uz como Dinamarca, Suecia, Finlandia y los Paises Bajos petmiten alos extranjeros que han cumplido ciertos requisitos de residencia votar en las elecciones locales y, en algunos casos, en las regionales. En parte como respuesta a las presiones crecientes que surgen de esta situacién, el7 de mayo de 1999 Alemania reformé su ley 258 [AS REIVINDICACIDHES DE LA CULTURA de ciudadania de 1913. El Parlamento aleman acept6 por una mayoria de dos tercios que el principio de jus sanguinis se com- plementara con el de jus soli para adquirir la ciudadanfa ale- mana (véase Benhabib, 1999). A partir del 1 de enero de 2000, los nifios y nifias nacidos de padres extranjeros que hayan resi- dido en el pais por ocho afios adquieren fa ciudadanfa alemana sin perder otros pasaportes que puedan tener, Al llegar a los 23 aitos de edad, deben decidirse por una u otra ciudadanfa. Ade- ms de la norma del jus soli, la nueva ley acelera la adquisicién de la ciudadanfa alemana para los extranjeros al reducir el periodo de transicién entre la residencia y la ciudadania, de quince a ocho atios. Bs obvio que la decision del Parlamento aleman es bienvenida, aunque sélo es posible comprender la importancia de esta nueva ley al situarla en un contexto con- ceptual e institucional més amplio. Desde cl Tratado de Amsterdam, firmado cl 1 de mayo de 1997, los paises miembros de la UE se han percatado de la nece- sidad de armonizar las leyes de ciudadanfa y de naturalizacién de los distintos paises miembros, y de reducir las discrepancias en los estatus politico y juridico de los ciudadanos de la ve y de Jos nacionales de terceros paises. De acuerdo con el Tratado de Amsterdam, las politicas de naturalizaci6n, inmigracién, refu- gioy asilo dentro de la Ur se sittin en el Tercer Pilar. E] Primer Pilar se refiere a las leyes y reglamentaciones que abarcan toda la Ur; el Segundo Pilar conciemne a la seguridad comin y las, medidas de cooperacién, sobre todo aquellas referidas a la minalidad y el narcotrafico; el Tercer Pilar esté definido como “ley intergubernamental”’y esta sujeto a los acuerdos y la coo peraci6n discrecional, asf como a las convenciones de la juris- prudencia piblica internacional. En estas areas se mantendra un procedimiento de decisién por unanimidad hasta 2004 (véase Jong, 2000: 21-25). En otras palabras, aunque los paises Ds DILEMAS DE LA CIUDADANEA EN LA EURDPA ACTUAL | 259 miembros de la ve retienen el criterio de soberania sobre las politicas de inmigracion y asilo, “el Tratado de Amsterdam arraiga firmemente las politicas de inmigracién y asilo en el marco de la ce” (Jong, 2000: 25). Las resoluciones del Consejo Europeo, acordadas en Tam- pere, Finlandia, el 15 y 16 de octubre de 1999, reiteran el com- promiso de integracién europea basada en el respeto por los derechos humanos, las instituciones democraticas y el imperio de la ley. Sin embargo, el Consejo remarca que estos principios no pueden considerarse como el coto exclusivo de los propios ciudadanos de la Uni6n: Seria contradictorio a las tradiciones de Europa negar dichas libertades a aquellas personas cuyas citcunstancias las han levado justificadamente a buscar acceso a nuestro territorio. Esto requiere que la Unién desarralle politieas camunes sobre asilo ¢ inmigracién, a la vez que debe tener en cuenta lanecesidad de un control sistemstico de las fromteras exter~ nas para detener la inmigracién ilegal y combatir a quienes Ia organizan y cometen crimenes internacionales relaciona- dos (van Krieken, 2000: 305). A pesar de estos deseos y directrices para una politica de inmi- gracion yasilo coherente en el nivel intergubemmamental de las, instituciones de la UE, las condiciones legales e institucionales para los inmigrantes y los asilados varfan mucho entre los pai~ ses miembros. Ni el piblico ni los politicos comprenden como estas cuestiones s¢ relacionan con los cimientos y el bienestar de las democracias liberales, En el plano potencial, las cuestio- nes de inmigracién y asilo siguen siendo bombas de tiempo en Jas manos de demagogos y politicos de derecha, listas a explo- tar en cualquier momento, La incorporacién y la aceptacién de 260 | IAS REIVINDICACIONES BE LA CULTURA inmigrantes, extranjeros y personas ajenas en las democracias liberales tocan problemas filos6ficos y normativos fundamen- tales del sistema del Estado-nacién moderno, no sélo en el nivel politico, sino también tebrico, Asi, los dilemas de Ja ciudadania en la Europa actual tienen’ consecuencias en los debates acerca de la ciudadania en la filo- sofia politica contemporanea. En las discusiones de las décadas de 1980 y 1990, y sobre todo bajo la influencia del asf llamado debate comunitarista-liberal, el concepto y la practica de la ciu- dadania se analizé en gran parte desde una perspectiva norma- tiva (Galston, 1991; Macedo, 1990; Kymlicka y Norman, 1995). Por lo general se destacaba un aspecto: los privilegios de la per- tenencia politica’ Esta discusién normativa, principalmente sobre los deberes de la ciudadanfa democratica y de la teoria democritica, se Hev6 a cabo en un vacio sociol6gico. Los filéso- fos politicos casi no le prestaron atenci6n a la ciudadania como categoria sociolégica y como una préctica social que nos inserta en una red compleja de privilegios y deberes, derechos y obliga ciones. La filosofia politica y la sociologfa politica de la ciudada- nia fueron por caminos separados. Sin embargo, los privilegios de la pertenencia politica son s6lo un aspecto de Ta ciudadanta; la identidad colectiva y el goce de derechos y beneficios sociales constituyen otros aspectos. Debemos desagregar a teoria y la prictica de la ciudadanfa en estas diversas dimensiones y ampliar nuestro foco de andlisis para incluir las condiciones de ciudadania en democracias de bienestar descentradas y sociol6- gicamente complejas. A causa de la movilidad sin precedentes de 9 Las pocasexcepciones notables en este descuido generalizado de las cvestiones de ciudadania fueron Barbaet (1988); Shklar (1991); y Schuck y ‘Smith (3985). Es indudable que las condiciones de la glabalizacién en todo el ‘mundo estén levando también a un interés renovado de a teoria politica en la Giudadania. Véase Spinner (1994) os OVLEWAS DE LA CUBADAMIA EN LA FUROPR ACTUAL | 261 personas y bienes, capital e informacién, microbios y comunica- gen Habermas me hizo reparar sobre esta distneién. Sin ‘embargo, aunque no existe ninguna autoridad que obligue a los estado nnacion a aceptar refugindos y a quienes buscan asil, Jos grupos ciudadanos de los paises en cuestidn pueden ellos mismaslitigar contra se propio obierno y organismos alegando que éstos pueden haber violado derechos Ihumanos fundamentales, la constinucién u otros procedimientos’ adminisiativos en su tato alos extsanjeros. En diches casos, los ciudadanos interesados actéan contra su propia autoridad gubernamental como defensores de la persona ajenay extranjera, Por supuesto que este derecho @ “hacer juicio” a sus propias antoridades estatales no es equivalentea un DS DILEMAS DE LA CIUDADANEA EY LA EUROPA ACTUAL 1 279) moral porque el reconocimiento de la libertad humana para demostrar lealtad a un orden politico, a sabiendas y por pro- pia voluntad, implica el derecho de salida cuando no cabe esperarse esa lealtad. Los ciudadanos y ciudadanas no son prisioneros de sus respectivos estados. Solo un sistema de gobierno que violara otras libertades humanas fundamenta- les serfa también aquel que limitara la libertad de salida de su ciudadania. En uno de los pocos debates actuales sobre estas cuestiones, Michael Walzer afirma que “el hecho de que las personas pue- dan con todo derecho abandonar su pais, no genera sin embargo el derecho a entrar en otro (cualquier otro). La inmi- gracién y la emigeacion son moralmente asimetricas” (1983: 40). No obstante, la asimetria de estos derechos no puede sos- tenerse, por dos razones. La primera es una consideraci6n prag- mmética que también es moralmente relevante. En un munca en. el que la superficie de la tierra ya esté dividida en estados- nacién,o al menos en unidades politicas que ejercen la sobera- nia sobre su territorio, el derecho dela persona a salir de hecho significa que debe aterrizar sobre el territorio de otro. Literal- mente no existe ningiin lugar adonde ir en el mundo actual; en cada etapa del camino se estaria cruzando el territorio sobe- rano de una u otra entidad politica, Si esto es asi, entonces el reconocimiento del derecho humano de salida significa, al menos, el reconocimiento del derecho humano de entrada. Este derecho de entrada debe diferenciarse de la reivindicacién de pertenencia, pero en esta etapa slo se esta considerando el derecho humano de entrada. derecho coercitivo contra ellas, pero como lo demuestran as recientes hichas por el trato os refugiados, a quienes buscan aso alos inmigrantes en todo el mundo, existe un “poder cormunicativo” que deriva de estas acciones ¥ que puede lograr una influencia coactiva. 280 | LAS REIVINDICACIENES DE LA CULTURA La segunda razén por la que esta asimetria no se sostiene es que el derecho humano fundamental de salida es importante sélo si podemos revertir las perspectivas morales y conside- rar que el hecho de que algunos puedan irse, para otros signifi- ca que no sélo vendran personas ajenas, sino que también todos podemos ser potencialmente ajenos en otra tierras. Si sostenemos que tenemos derecho a salir, entonces también estamos diciendo que otros tienen que reconocernos como extranjeros potenciales que pueden querer entrar en su pais. Pero si queremos que se nas reconozca este derecho, entonces también debemos reconocérselo a los dems. El reconoci- miento mutuo de las obligaciones reciprocas generadas por este derecho es lo tinico que le otorga sentido como reivindica- cin moral. Existe un derecho humano fundamental de salida s6lo si existe también un derecho humano fundamental de entrada, aunque no necesariamente de pertenencia. sCuil es la diferencia entre entradayy pertenencia?” Todas las comunidades politicas organizadas tienen el derecho de con- ‘rolar los criterios de pertenencia y los procedimientos de inclusion y exclusién, Todas las democracias liberales por lo «general estipulan los criterios que deben cumplirse, las condi- ciones que deben satisfacersey los procedimientos a seguir para otorgar acceso a la pertenencia y, eventualmente, a la ciudada- nia. La entrada no crea un derecho automdtico a la pertenencias implica el derecho moral de cada uno a saber cémo y por qué se puede ser miembro o no, sise le va otorgar el estatus de refu- giado o no, la residencia permanente, etc, Al expresar estas con- diciones, un sistema democratico liberal debe tratar al extran- 17 Quisira agradecer a Glyn Morgan por haber lamado mi atencidn sobre esta diferencia en sus comentarios voleados en "Dilemmas of European citizenship’; Congreso en crs, Harvard University, Cambridge, octubre de 1997. 05 DILENAS DE LA CIOBADANTA EN Lx EUROPA ACTUAL | 281 jero y ala persona ajena de acuerdo con las normas internacio: nalmente reconocidas de respeto y dignidad humana, de acuerdo con regulaciones transparentes de las que puedan hacerse responsables las autoridades gubernamentales compe- tentes, Més aun, los no miembros y sus defensores deben tener derecho a litigar ¢ impugnar decisiones concernientes ala con- dicion de inmigracién, asilo y refugio (véase Walzer, 1983: 60). La prerrogativa de los estados democraticos soberanos para definir el criterio de inclusion politica no es un derecho incon- dicional. Las cuestiones de soberania democrética y de dere- chos humanos deben limitarse y controlarse mutuamente. ‘Al vigilar sus fronteras, las democracias liberales siempre estin bajo el peso de la prueba para demostrar que las formas en que lo hacen no violan derechos humanos fundamentales. Un Estado democritico puede querer revisar los certificados de casamiento de cindadanos y no ciudadanos para verificar su veracidad, pero un Estado democratico que somete a las muje- res a examenes ginecolégicos para probar si el casamiento se ha consumado, como hizo Inglaterra bajo el gobierno de Mar- garet Thatcher, esté violando un derecho humano fundamen- tal de trato igualitario y respeto por la integridad fisica. Los estados democraticos que estn ansiosos por mantener determinados estandares de vida en su poblacién son libres de regular sus mercados de trabajo. Pueden castigar a los em- pleadores que contratan extranjeros ilegales que no tienen la documentacion apropiada, pagan salarios bajos y no proven condiciones de trabajo justas; pueden permitir que los emplea- dores recluten trabajadores de algunos paises extranjeros que poseen ciertas habilidades. Pero un Estado democritico que ad- mite a estas personas debe especificar las condiciones que les permitirian quedarse, las oportunidades que los habilitarian a cambiar su estatus de entrada una ver que estén dentro de cier- 282 | LAS RELVINDICACIDNES OE LA CULTORA tas fronteras y los derechos y beneficios que les corresponden en virtud de su entrada, Una democracia liberal no puede echar a categoriasenteras de pueblos, como intento hacerlo Alemania a comienzas de la década de 1990, con el argumento de que los inmigrantes y las personas que buscaban asilo afec- taban negativamente al estandar de vida nacional, Mas alld de Jas dudosas conexiones causales de orden econémico que esta- blecen estas aseveraciones, existe también el problema mas fundamental de violacién de los derechos humanos, ya sea el de aquellas personas que buscan asilo segiin convenios inter- nacionalmente reconocidos, o los derechos de los residentes, extranjeros de reivindicar sus pertenencia politica, tema que he desarrollado en este capitulo. Es importante reconocer que los intereses econémicos del Estado jams pueden servir por si mismos como una carta de triunfo moral en las politicas de inmigracién y asilo.¥ que sien verdad Ja inmigracién afecta negativamente al mercado interno~ las democracias liberales deben buscar equilibrar su bienestar econémico con el com- promiso y el respeto por derechos humanos fundamentales.™ 18 California adopt ls Proposici6n 187 a través de un referéndurn en 19943 esta medida negaba alos inmigrantes ilegales todos los servicios estataes, incluide le selud, Aunque un juez federal de distrito en Los Angeles revo Ia Proposicién 187 (el caso ain esté en apelaci6n),en 3996 y como parte de la agenda de reforma del sisterna de bienestar, el Congreso promulaé tna ley {que negaba ciertos beneficios sociales a todos ls inmigrantes,legales 0 legals, incluides los vales por alimentos y la ayuda Sinanciera alas personas ancianas y discapacitadas. La ley aprobada el 2 de agosto de 1996, no tenia precedentes, ya que se aplicaba incluso a ls personas que habfan entrado 2 Jos Estados Unidos antes de esa fecha; un afto después se promulgé wna ley {que devolvia ciertos benefcios alos ancianos y enfermas que habian entrada previamente,y en junio de 1998 se les devolvieron los vaes por Jos nos, nis y persanas ancionas y discapacitadas. En un articulo provocador, Oven Fis afirma que estas enmiendas plantean “con especial urgenciay claridad, la cvestin es las eyes que imponen restrieciones sociales sobre los inmigrantes 95 DILEMAS DE LA CTUDADANIA EW LA EUROPA ACTUAL | 283, SOBERANIA, DERECHOS HUMANOS Y EL ESTADO-NACION En su libro The crisis of parliamentary democracy, de1923, Carl Schmitt escribié: ‘Toda democracia real se basa en el principio de que no sélo los iguales son iguales sino que los no iguales no serén trata~ dos igualitariamente. Por lo tanto, la democracia tequiere, primero, homogeneidad y segundo —de ser necesario- la eli- minacién o erradicacién de la heterogeneidad. [...] La igual- dad es sélo interesante y valiosa desde un punto de vista poli- tico en tanto tenga sustancia y de ahi la posibilidad y el riesgo de la inequidad. {...] {quel cada persona adulta, tan solo en tanto persona y en virtud de esa raz6n, deba ser politica mente igual a wdas las denis persusas es une idea liberal, no una idea democratica ([1923],1985: 9-1) Asi, Schmitt abre una brecha entre los conceptos liberales y los conceptos democrdticos de la igualdad. En tanto entiende que el Jiberalismo defiende la igualdad moral universal, con- sidera que Ia democracia estipula sélo Ia igualdad de todos los miembros de un pueblo soberano, Este argumento ignora la especificidad de los proyectos modernos de democracia, en contraposicién a los antiguos. Para los primeros, la igualdad moral de las personas en tanto seres humanos y su igualdad en tanto ciudadanas estan imbri cadas entre si, El contrato social moderno de los estados Ja Constitucién, en particular Is dieposicidn gue garantiza a todas las personas -no todas los eiudadanos y ciudacanas, sino 2 todas las personas igual protecciém ante la Jey’: Véase Fiss 1998) y las respuestasasu articulo. 284 | us gevinDicacrones A cuuruRa naci6n basa su legitimidad en el principio de que los consocios de una naci6n tienen derecho a igual trato como personas a las, que les corresponden derechos, precisamente porque son seres hhumanos; los derechos de ciudadania se basan en esta igualdad moral més fundamental, que los individuos gozan como per~ sonas, Para los modernos, “los Derechos del Hombre” y “los Derechos del Ciudadano” son coetaneos. Es verdad que existen conflictos y tensiones en estas afirma- ciones: todo contrato social nacional circunscribe el circulo de su ciudadania, y crea asi diferencias entre aquellos que son sig- natarios del contrato social y aquellos para quienes el contrato se aplica pero que no tienen el estatus de signatarios. Las de- mocracias liberales modernas, establecidas tras la Revolucion Francesa y la de los Estados Unidos, prodaman a la ver que los consocios de su cuerpo soberano deben tratarse entre sf como personas con derechos, cn virtud de su estatus como seres hu manos, no sélo como consocios. Al mismo tiempo, estas mis- mas proclamas, expresadas en nombre de verdades universales de la naturaleza, la razén o de Dios, también definen y delimi- tan las fronteras, y crean exclusiones dentro del pueblo sobe rano y fuera de dl. Adentro estan aquellos que son “meros auxi- liares de la Repéblica’, como Hlamé Kant a las mujeres, los nifios y niftas y los sirvientes desposefdos ([1797], 1996: 92), y afuera estén los extranjeros y las personas ajenas. Esta tension constitutiva no surge, como supone Schmitt, porque el ibera- lismo y Ia democracia se contradigan, Més bien, hay un dilema constitutivo en el intento de los estados-nacién de justificar su legitimidad recurtiendo a principios morales universalistas de derechos humanos, a los que luego se circunseribe en forma particular, La tensi6n entre el alcance universalista de los prin- cipios que legitiman el contrato social de la nacién moderna, por un lado, y la reivindicacién de esta nacién para definirse a {0S DILEMAS OG LA CIUOADAMIA EN LA EURDPA ACTUAL | 285 si misma como una comunidad cerrada, por otro, se mani- fiesta en la historia de las reformas y las revoluciones de los dos uiltimos siglos. Cuando Hannah Arendt escribié que “el derecho a tener derechos” era una reivindicacién fundamental y un problema politico insoluble, no quiso decir que las personas ajenas, las extranjeras y las residentes no tuvieran derecho alguno ([1951], 1979: 226). En determinadas circunstancias, como el caso de los judios en Alemania, los nacionales griegos y armenios en el perfodo de la fundacin de la Repiblica de Turquia y los re- fugiados alemanes en la Francia de Vichy, grupos enteros de personas fueron “desnaturalizadas” 0 “desnacionalizadas” y perdieron la proteccién de un cuerpo juridico soberano, Para Arendt, no habia ni soluciones te6ricas ni institucionales para resolver este problema. En el nivel tedrico, deberia haber exa- minado més en profundidad Ja tensién constitutiva entre Jas reivindicaciones de soberanfa nacional y las de derechos humanos. En el nivel institucional, desde el fin dela Segunda Guerra Mundial, han surgido diversos arreglos que manifies- tan el proceso de aprendizaje de las naciones del mundo para lidiar con los horrores del siglo pasado: el limite y las pruebas impuestas a las mayorias parlamentarias por los tribunales constitucionales, sobre todo en el terreno de derechos huma- nos; la Convencién de 1951 relativa al Estatus de Refugiados; la creacién del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (acNux); la instituci6n de Ja Corte Internacio- nal y, mds recientemente, de un ‘Tribunal Penal Internacional por el Tratado de Roma. En tanto los procedimientos de revi si6n constitucional (que prevalecen cada vez més en la practica politica europea a partir del establecimiento del Tribunal de Justicia Europeo) pueden proteger los derechos humanos y civiles fundamentales de las minorias étnicas, religiosas, lin- 286 | AS REIVIMDICACIENES DE LA CULTURA gilisticas, sexuales y otras, las convenciones de las Naciones Unidas siguen siendo directrices humanitarias sin fuerza de ley. Hasta hoy; la autoridad de la Corte Internacional de Justi- cia de La Haya esté en disputa, ¢ incluso el Tribunal Penal Internacional debe lidiar primero y principal con “crimenes de lesa humanidad”. Atin no hay tribunales de justicia mundia- Jes con la jurisdiccién para castigar a los estados soberanos por Ja forma en que tratan a las personas refugiadas, extranjeras y ajenas. Tampoco existe un organismo encargado de imponer el cumplimiento de la ley con facultades para aplicar dichos cas~ tigos. En este terreno, las obligaciones voluntarias por parte de los estados-nacién, incurridas por propia voluntad con Ja firma de tratados, siguen siendo la norma. Sin embargo, el trato de las personas ajenas, extranjeras y otras en nuestro entorno es un caso testigo crucial para la concicncia moral y la rcflexién politica de las democracias liberales. Definir la identidad de Ja nacién soberana ya es en si un proceso de debate piblico fluido, abierto y controver- tido: las lineas que separan a “nosotros” de “ustedes”, “noso- tros” de “ellos’, la mayoria de las veces se basan en prejuicios no cuestionados, antiguas batallas, injusticias histdricas y puros decretos administrativos. Los origenes de cada Estado- nacién moderno conllevan los rastros de algiin tipo de violen- cia e injusticia; hasta aqui Carl Schmitt no se equivocaba, Pero las modernas democracias liberales son colectividades que se limitan a si mismas y que, al mismo tiempo, constituyen Ja nacién como soberana en tanto proclaman que la soberania deriva su legitimidad de la adhesién de la naci6n a principios fundamentales de derechos humanos. “Nosotros, el pueblo” es una f6rmula inherentemente conflictiva, que en su propia for- mulacién contiene los dilemas constitutivos del respeto uni- versal por los derechos humanos y las reivindicaciones parti- LDS DILEWAS DE U4 CIUOADANTA EW LA EUROPA ACTUAL | 287) cularistas de soberanfa (Ackerman, 1991). Los derechos de per- sonas extranjeras y ajenas -ya sean refugiadas o trabajadores visitantes, aventureros 0 personas en busca de asilo~indican el umbral, la frontera en la que la identidad de “nosotros, el pue- blo” se define y se vuelve a negociar, se demarca y se desmonta, se circunscribe o se toma fluida. 7 Conclusién. éQué hay més alla del Estado-nacién? Este libro comienza con una reflexi6n sobre la “extrafia mul- tiplicidad” de nuestro tiempo (Tully, 1995), es decir, sobre la coexistencia de distintos movimientos identitarios. Algunos de llos buscan afirmar el reconocimiento de las diferencias den- so de las fronteras de las democracias liberales existentess otros buscan transformar esos sistemas politicos en formacio- nes multiculturales o pluriculturales. Y también existen otros movimientos que pretenden redefinir por completo las fronte- ras establecer nuevos estados-nacién, Para completar el circulo de esta argumentacién, en el capi- tulo 6 se analizaron las transformacionesen la ciudadanfa den- tro delos patses miembros de la Uni6n Europea. Al diferenciar la institucién de Ia ciudadanfa en tres elementos constitutivos ~identidad colectiva, pertenencia politica y atribucién de be- neficios y derechos sociales-, sugeri que actualmente somos testigos de un “efecto de desagregaci6n’, cuya consecuencia es el desmantelamiento de estas tres dimensiones de la ciudada- nia, La pertenencia nacional y politica sufren ataques crecien- tes. En muchos estados europeos ya no es necesario que una persona sea ciudadana de un sistema de gobierno para poder participar en elecciones locales y regionales. Asimismo, una persona puede adquirir derechos y beneficios sociales sin tener derecho a voto o sin ser ciudadana de un pais especifico, que es 290 | LAS REIWIADICACIONES OE LA CULTURA el caso de muchos de los trabajadores visitantes en Furopa Debido al acelerado desarrollo de mecanismos administrati- vos, politicos y juridicos en la Unién Europea, estos cambios se ven con mayor claridad en el contexto europeo actual, aunque también son evidentes las transformaciones en otras regiones del mundo. Paises como México y la Repablica Dominicana permiten que sus vastas poblaciones en diéspora mantengen ciertos derechos de ciudadanfa en su pats natal, como poder votar enlas elecciones locales y nacionales y, en el caso de la Repi- blica Dominicana y de Colombia, incluso presentarse a elec- ciones y ejercer cargos publicos. Para mantener vivos los lazos de la vasta poblacion emigrante con su pafs de origen, hace poco la India modified sus normas sobre pasaportes y tenencia de la propiedad. En toda Asia Sudoriental y en Amé- rica Latina, la norma para el siglo xxi es la “ciudadanta flexi- ble” (Ong, 1999). Las extranas multiplicidades de nuestro tiempo y la desagregacién o flexibilidad de la ciudadanfa estén estrechamente vinculadas. Juntas anuncian transformaciones profundas en el sistema del Estado-nacién modemno. El Estado-nacién moderno luché en torno a cuatro obje- tivos en el curso de su desarrollo desde el siglo xv1 hasta el siglo x1x en Occidente: dominio territorial, control adminis- trativo, consolidacién de la identidad cultural colectiva y legi- timidad politica mediante una creciente participacién demo- cxitica. Existe amplio consenso en cuanto a que estas cuatro funciones del Fstado estan sufriendo profundas transforma- ciones. Si el sistema del Estado-nacién, caracterizado por el “mundo interior” de la politica territorialmente delimitada y el “mundo exterior” de las relaciones exteriores diplométicas y militares en suma, el sistema “Estado-céntrico” del siglo xix y principios del xx-, no ha llegado a su fin, al menos esté siendo cOUE HAY HAS ALLA OF1 ESTADO-NACION? | 291 profundamente reconfigurado (Rosenau, 1997: 4 y ss.). Para aprehender estos cambios y con el argumento de que los desa- rrollos actuales plantean una etapa cualitativamente modifi- cada en la evolucién del sistema politico mundial, David Held y sus coleges introdujeron la frase “desterritorializacién de la politica, el gobierno y la ley” (Held et al, 1999: 32). La globalizacién trae consigo el arraigo de las funciones materiales y administrativas del Estado en un contexto cada vex més volétil, que excede con creces su capacidad para influir sobre decisiones y resultados. E] Estado-nacién es, por un lado, demasiado pequetio para lidiar con los problemas econdmi- cos, ecoldgicos, inmunitarios ¢ informativos que crea un entorno mas interdependiente. Por el otro, es demasiado vasto para contener las aspiraciones identitarias de movimientos sociales y regionalistas. En estas condiciones, la territorialidad se convierte ripidamente en una delimitacién anacrénica de funciones materiales ¢ identidades culturales. A medida que la economia global socava el poder de los estados-nacién para definis las politicas redistributivas y procurar la justicia econd- mica dentro cada pais, a intenacionalizacion y la transnacio- nalizacién dea cultura, el movimiento de las personas a través de ftonteras nacionales porosas y el auge de los medios de comunicacién globales brindan fuentes alternativas de hege- monfa cultural. Actualmente, la legitimidad democrética debe lograrse en estados-nacién en los que aquel “nosotros” de “nosotros, el pueblo” luce cada vez més desgastado y difuso. Las crisis de las politicas redistributivas afectan la solidaridad centre las clases sociales, mientras que el auge de los movimien- tos multiculturalistas e identitarios fragmentan el “nosotros” y hacen que sus limites sean fluidos y porosos. ;Quiénes somos “nosotros” Junto al debilitamiento de las fuentes democriti- cas de legitimidad debido al deterioro del papel redistributivo 292 | AS REIVINDICACIONES DE LA CULTERA det Estado, las identidades culturales colectivas se tornan cada ver mas volatiles y fragmentadas. El cardcter cambiante del Estado-nacién afectaa la ciudada- nia. En el mundo moderno, fa cudadania significé la perte- nencia a una comunidad politica delimitada, ya sea un Estado- nacién, un Estado multinacional o una federacién de estados, El régimen politico de soberanta delimitada territorialmente, ejercido a través de procedimientos administrativos formales y racionales, y dependiente de la construccién de una voluntad demoeratica de un grupo de personas més 0 menos homogé- neo desde un punto de vista cultural, puede funcionar s6lo si Ja soberanfa esta definida, circunscripta y bajo control. El ciu- dadano 0 ciudadana es una persona que posee derechos de pertenencia para residir en un territorio, que est sujeta a la jurisdiccién administrativa del Estado y que, idealmente, tam- bién pertenece a un soberano democritico en cuyo nombre se promulgan las leyes y se ejerce el gobierno. Siguiendo a Max Weber, podemos decir que esta unidad de residencia, sujecion administrativa, participacion democratica y pertenencia cultu- ral constituyé el modelo “ideal-tipico” de ciudadania en el moderno Estado-naci6n occidental (véase Weber [1956], 1978: 901-926). La influencia de este modelo, ya sea que se corres- onda o no con las condiciones locales, se extiende incluso mis alla de Occidente: dondequiera que surgieron, las nacio- nes en proceso de modernizacién en Africa, Medio Oriente, América Latina y Asia, que arribaron al proceso de formacién del Estado més tarde que sus contrapartes en Europa Occiden- tal, también copiaron este modelo. A pesar del dominio de este modelo sobre nuestro imagina- rio institucional y politico -en ninguna instancia tan evidente ‘como en las practicas que rigen los derechos de naturalizacion, inmigracién, asilo y refugio-, vivimos en un mundo en el que 2OUE HAY NAS ALLA DEL ESTADD-NACION? 1 293, Jas democracias liberales deberan reconocer que la ciudadania unitaria ha Hegado a su fin. Los movimientos multiculturales son una manifestacién de estas transformaciones y asimismo tienen un papel fundamental en modelar ef futuro. Las deman- das multiculturalistas son antitéticas con el modelo weberiano en todo sentido: abogan por la pluralizacién de las identidades culturales, exigen la descentralizacin de la uniformidad admi- nistrativa y la creacion de multiples jerarquias juridicas y juris- Giccionales, exigen la devolucién del poder democratico a las regiones 0 grupos y celebran el debilitamiento del vinculo entre Ja residencia territorial ininterrumpida y las responsabilidades ciudadanas. Sin duda, un factor central que impulsa todos estos cambios es la nueva etapa global de la economia mundial. Con la colo- sal expansién de los medios de transporte y comunicacién en todo el mundo, mae y més personas viajan y entran en con- tacto. Los migrantes del siglo xxi, a diferencia de sus ancestros en los dos siglos anteriores, no estan obligados a resignar los lazos con sus pafses de origen, ya sea a nivel juridico, politico 0 econdmico, Con la liberalizacién de los conceptos de ciudada- nia en los pafses receptores debido al auge del multicultura- lismo, las personas inmigrantes estan ingresando a sociedades, en las que las presiones para “naturalizarse” y para “ser como Jos nativos” estin muy debilitadas, Los inmigrantes no preci- san cambiar sus nombres como debieron hacerlo alguna vez al Iegar a Ellis Island en Nueva York, y sus hijos e hijas ni siquiera deben aprender el idioma oficial del pafs receptor: en muchos casos, pueden desaparecer en los enclaves econdmicos del grupo étnico en la mayoria de los centros metropolitanos. Estos enclaves, que abastecen a vastos sectores de servicios en Jos grandes centros urbanos -hoteles, restaurantes, hospitales, salubridad, etc también brindan entornos en los qu¢ las cul- 294 | IAS REIVINDICACIONES O& LA CULTURR turas de los paises de origen pueden perpetuarse, difundirse y a veces transformarse hasta ser casi irreconocibles. En la medida en que las grandes democracias liberales capitalistas como Ta esta dounidense y las europeas contintien precisando mano de obra barata del resto del mundo, se extenderd la “contragloba- lizacién” ~en la que la periferia migra hacia el centro- y, con ella, el debilitamiento de las reivindicaciones de resi identidad cultural y ciudadanta, Sin embargo, la trayectoria principal de la globalizacién todavia va desde el centro hacia la periferia y no viceversa. En este proceso, las corporaciones transnacionales y mundiales estén interconectando al mundo a través de los mercados de materias primas y valores, titulos y microchips, redes televi- sivas y discos satelitales. Incluso dentro de la Unién Europea, el movimiento de capital y servicios entre las fronteras de los estados-nacién es mayor que el movimiento de personas. Sin lugar a dudas, el surgimiento de un mercado comiin de 370 mi- Hones de consumidores —que se espera aurhentara a més de 650 millones en 2007 con la expansién de la Union Europea hacia el Este, que incluiré a los paises de Europa Central y del Este- resulta tentador para los capitalistas europeos, sin importar los eventuales conflicts entre intereses nacionales que puedan surgi. ;Cual es entonces la alternativa al sistema actual de esta- dos-nacién ya en decadencia? gUna res publica mundialis 0 un slobal.com? ;Una reptiblica mundial o la expansin capitalista desenfrenada, que socava los estados-nacidn y los controles democraticos que encuentra en su camino? Nos enfrentamos al riesgo genutino de que el movimiento mundial de personas y materias primas, noticias e informa- ion, propicie un flujo permanente de personas sin compromi- sos, industrias sin responsabilidad, noticias sin conciencia publica y difusién de la informacién sin un sentido de los limi- lencia, QUE HAY MAS ALLA DEL ESTADO-NACION? | 295 tes y la discrecién. En esta “civilizacién global.com’, las perso- nas se reducirén a una direcci6n de correo electronico en el espacio y sus vidas politicas y culturales proliferarin en gran medida en ef universo electronico, en tanto sus vinculos tem- porales seran de corta duracién, cambiantes y superficiales. La ciudadanfa democratica, mis alld de las utopfas de democracia global alimentadas por internet, es incompatible con estas te dencias, Requiere compromiso; y el compromiso requiere res- ponsabilidad y una profundizacién de los vinculos. ‘Sin embargo, la globalizaci6n también proclama otros de- sarrollos més compatibles con la ciudadanfa democritica: el surgimiento de un discurso mundial de derechos humanos; el crecimiento de las redes de solidaridad transnacional entre culturas y religiones en torno de cuestiones como el medio am- biente, el calentamiento global y los derechos de las mujeres, fas; el auge de Tas ONG pare Lonubatir el stpa, mejo- tar la condicién de los prisioneros de conciencia (Amnistia Internacional) y llevar asistencia médica a millones de perso- nas en todo el mundo (Médicos Sin Fronteras); Ia difusi6n de una cultura joven global; el surgimiento de estructuras trans- nacionales de gobierno, como la Unién Europea. ‘Todos ellos son indicadores de nuevas modalidades de accién y coordina-