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CAPITULO XI TRASTORNOS DEL CARACTER, (continuacién) ©) NeurosIs De CARAcTER (continuacién} IL PATOLOGIAS DE LA SEXUALIDAD* Cancepto Ha de quedar clato desde el primer momento que al hablar de pato~ logias sexuales ate refiero a aquellos dinamismos psiquicos y com- /portamientos que reiinen uno o mis de estos tres rasgot: a) impiden parcial o absolutamenste la relaci6n sexual satisfactoria con otra per sona; b} ofenden o causan dafio a la otra persona; c) son dafiinos y destructivos para el propio sujeto. * El término operversionese sexuales, empleado antiguamemte por Freud yylosanalistas, exriendo que ha de quedar excluide de nuestro lenguaje actual ‘por ls connoticiones morales con las que puede ser confiundido, Sin erbar~ 0, debe tenerse en cuenta que, tanto Freud como los analistas de hasta mitad pregenital, pero también existen interesantes trabajos sobre las fun ciones del superyé ya firmemente establecido en el desarzollo de estas patologias. Entre ellos merecen ser citados los de Melita Sperling, basados en el anilisis simultineo de una madre y su hijo; los de Quo Sperling, realizados en un grupo de sujetos con estas patologias; y los de Kolb ¥ Johnson, acerca de la actitud hacia la sexualidad de un gra- po de padres de adolescentes con comportamientos sexuales patois gicos. Estos estudios han puesto de manifiesto el hecho de que pue~ de formarse un falso superyé cuando el modelo parental offecido para el desarrollo del mismo prohibe la sexualidad adulta y trata los impul- s0s preggenitales con relativa benignidad,o incluso los estimula, debi- do a que ellos se vinculan con las inconscientes fantastas patol6gzicas de los padres, los cuales, por tanto, son incapaces de manejar ade- cuadamente el comportamiento del nitio, asi como su deficiente supery6. Cree Gillespie que esto puede estar en relacién con el pun- to de vista de Sadger, el cual expuso, hace ya muchos afos, que las mujeres no tienen tanta necesidad de exteriorizar una sexualidad pa toldgica, a causa de que ellas tienen amplias oportunidades de gra~ tificar sus impulsos pregenitales en las relaciones con sus hijos. En un intento de ampliar las formulaciones de Sachs, conce- diendo la debida importancia al supery6, Gillespie afirma que una patologia sexual consiste en In adopeién, por parte del yo, de cierto elemento o elementos de la sexualidad infantil, siendo los otros ele~ mentos ~en particular los deseos edipicos~ mantenidos fuera de la cconciencia, a través de la represiin u otros medios. La raz6n por la cual cl yo adopta este fragmento de la sexualidad infantil puede resi- dir en la innata 0 adquirida fuerza de la misma, ante la cual el yo resulta demasiado débil para efectuar una represién completa. En esta situacién, el yo acepta dicho fragmento con la finalidad de hallarse mejor armado con la enengia del ello y asi poder oponerse al resto de los impulsos pregenitales. Pero los aspectos dindmicos y de la eco- noma instintiva no pueden ser entendidos sin referencia al superyo. 242 XI. Testornos del cardcter Esto significa que la eleccién de un segmento particular de la sexua~ Jidad infantil viene determinada en gran parte por el juicio del yo acerca de cudles de estos aspectos de los impulsos pregenitales seran permitidos, con escasa © nula modificacién, por las imagos paren- tales internalizadas, es decir, por cl superyé. Aunque cl intento de complacer al superyé es especialmente evidente en el masoquismo, opera también en otras patologias sexuales, la opinién de Gillespie 5 que, al hablar aqui de supery6, debemos referirnos al superyé arcai- 0, pregenital, tanto como al postedipico, en relacién con las supues tas actitudes parentales frente a Ja sexualidad genital. El yo se enfren- ta aqui, continia dicho autor, con las reintroyecciones de los impulsos pregenitales proyectados, de forma que la patologia sexual puede ser vista también como una forma de manejar el peligro que repre- sentan los impulsos agresivos dirigidos hacia el objeto. Asi, la pato- logia sexual preserva cierta posibilidad de descarga y placer sexual al mismo tiempo que evita el suftimiento producido por fa ansiedad y Jos sentimientos de culpa que de otra forma surgirian. La importancia de Ia ansiedad de castracién en las patologias sexuales fue puesta ya de relieve por Freud y, pasteriormente, subra- yada por Fenichel, entre otros. Puede decirse que en ellas encontra- mos siempre el temor de castracién y la defénsa contra este temor. Las diferencias de opinién entre los diversos autores se refieren al significado de esta polarizacion de la atencién y del miedo en el pene. Ernest Jones, en su trabajo La fase filica, pone de relieve la imporrancia de Ta proyeccién sidica en el origen de este temor de castracién, siendo, segun él, el sadismo genital un derivado del tem- prano sadismo oral, La funci6n filica conlleva siempre cierta canti- dad de agresién y, en los casos patalégicos, éta se encuentra extraor- dinariamente aumeatada por el preexistente sadismo anal y oral. En cuanto ala cuestién de por qué la ansiedad originada por el sadis- mo es experimentada como una amenaza de castracién, la respues- ta mis inmediata parece ser la de que el inconsciente se rige por la ley del talién: si el pene es cl érgano ejecutor de los impulsos sidi- cos, el castigo por ello recaer’ asimismo sobre el pene; y,si el padre ¢s sentide como el objeto de la agresién, él ser’ también el sujeto del castigo. En un trabajo sobre fetichismo, Back opina que la iden- tificacién con la madre puede conducir a desear desprenderse del pene, con la finalidad de mantener dicha identificacién y evitar el peligro de la separacién, Jo cual conduce al peligro de Ja castracién, 243 Psiguiatia dindmica pudiendo resolverse el dilema por un compromiso fetichista en el cual Ja aparente insistencia en la existencia de un falo materno es realmente una proteccién contra el deseo de perder el pene para mantener la identidad con la madre. ‘Jones piensa que cl miedo del nifio a la castracién proviene del impulko filico a penetrar en la vagina de la madre, de la cual él tie ne un conocimiento inconsciente.El peligro de la vagina materna es debido a la presencia en ella del pene paterno, surgiendo especial- ‘mente el conflicto a consecuencia de que los deseos pasivo-femeni- nos del nifio en relacién con este pene paterno implican un peligro de castracion. Para Jones, la madre filica es realmente una figora paren tal combinada, existiendo por tanto una verdadera relaci6n triangu- lar enmascarada y no una identificaci6n alternante con dos distintas jimagos maternas. Por otra parte, la «femeninas actitud hacia el pene del padre en cl interior de la madre esconde impulsos sidicos, ora les y anales cuya finalidad es la de apoderarse de este pene y destruirlo, Estos impulsos sidicas son desplazados a la cavidad que supuestamente contiene el pene, de forma que la penetracién en la vagina expone al nifio al mismo peligro con que se enfrentaria el pene del padre si penetrara en su sidica boca. Por esto, Jones considera que el sadis- so oral se halla en la raiz de la ansiedad de castraci6n y, por tanto, de todas las patologias sexuales, en cuanto son una defensa contra dicha ansiedad, De acuerdo con estas consideraciones, Gillespie afiade, a su formulacién sobre las patologias sexuales, que la fiterza que empuja al yo a las maniobras defensivas caracteristicas de la patologia sexual es el miedo, en su forma de ansiedad de castracién, y que la intensi- dad de esta ansiedad en relacién con la actividad filica penetrativa depende principalmente de los impulsos oral-sidicos. En Inglaterra, la escuela de Melanie Klein, por un lado, y la de Edward Glover, por otro, han destacado la importancia de los impul- 308 destructivos y las ansiedades asociadas a éstos en el origen de las patologias sexuales. Estas y otras contribuciones, come la de Pay~ ne, en su trabajo sobre el fetichismo,y la de Back,a la que ya me he referido, muestran claramente no sélo Ja importancia de los impul- sos agresivos y de las defensas contra ellos en la etiologia de las pato- logias sexuales, sino también lz estrecha relaci6n que existe entre ellas las psicosis, confirmando la aseveracin de Glover de que algunas patologias sexuales son cl negativo de ciertas formaciones psicéticas, siendo la libidinizaci6n y la idealizaci6n det objero explotadas como 244 I XI Trastormos del créer tuna defensa contra la agresi6n y las concomitantes ansiedades para~ noides. En resumen, podemos decir que una patologia sexual represen- ta una defensa contra los impulses edipicos y la ansiedad de castra~ cén, La defensa iavolucra una regresién de las pulsiones libidinosas ¥ agresivas a los niveles pregenitales, de forma que se produce un incremento del sadismo y, consecuentemente, de la ansiedad, de los sentimientos de culpa y de las defensas erigidas contra una y otros, Jas cuales tienen la finalidad esencial de proteger a la ver ab sefy al objeto, La libidinizaci6n de la ansiedad, de Ia culpa y del suftimien- to es un método de defensa caracteristico de estas patologias. Por su parte, el yo adopta cierto fragmento de ta sexualidad infantil, capa citandose de esta manera para reprimir el resto de ella. El yo puede realizar esta maniobra debido, principalmente, a que el superyé es tolerante frente a esta forma de sexualidad infantil, a causa de que las imagos parentales sobre las que se ha desarrollado presentan una especial actitud frente a la sexualidad pregenital. Clasifcacién Conservaré la clasificaciéin de Freud, quien dividié estas pato~ Jogias en dos grandes grapos. A) Con respecto al objeto sexual, enten- diendo por objeto sexual» la persona, animal 0 cosa hacia la cual se dirige el impulso sexual. Se incluyen en este grupo: fetichismo, pai- dofilia, zoofilia, necrofilia, etc. B) Con respecto al fin sexual, enten- diendo por efin sexualy el acto al cual se dirige el impulso sexeal. Forman este grupo las siguientes patologias sexuales: sadismo, maso~ quismo, exhibicionismo, visualismo, trasvestismo, etc. A) CON RESPECTO AL OBJETO SEXUAL FETICHISMO Concept Por fetichismo entendemos una patologia sexual, que se encuentra exclusivamente entre los hombres, en la cual el impulso sexual es 245;

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