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LOS MORAVOS

Los moravos se nos presentan con el más increíble emprendimiento misionero en la historia de
la iglesia. Mucho antes de que el pueblo protestante hubiera captado la visión de enviar
obreros hasta lo último de la tierra, este extraordinario grupo de cristianos asumió un
compromiso radical con la tarea de extender el reino. Adoptaron metodologías y
procedimientos que establecieron patrones para la gran expansión misionera del siglo XIX.

¿Sabía usted, que…

 en 1727 los moravos comenzaron, una vigilia de oración que continuó, sin interrupción
durante cien años?
 a sesenta y cinco años de haber comenzado esta vigilia de oración, más de 50% de la
comunidad había salido al campo misionero?
 el día que enviaron sus primeros dos misioneros era tal el gozo de la congregación que
cantaron más de 300 himnos?
 los misioneros moravos eran enviados solamente con el pasaje de ida? Una vez que
llegaban a su destino, debían procurar su propio sustento.
 veintidós de los primeros veintinueve misioneros fallecieron a pocos meses de haber
llegado a los países donde habían sido enviados?
 todos los integrantes de la comunidad morava se incluían en células donde se
discipulaban los unos a los otros?
 la devoción y sencillez de los moravos fueron de las características que más
profundamente influyeron en el gran predicador inglés, Juan Wesley?

Breve reseña del movimiento

Los moravos se nos presentan con el más increíble emprendimiento misionero en la historia de
la iglesia. Mucho antes de que el pueblo protestante hubiera captado la visión de enviar
obreros hasta lo último de la tierra, este extraordinario grupo de cristianos asumió un
compromiso radical con la tarea de extender el reino. Adoptaron metodologías y
procedimientos que establecieron patrones para la gran expansión misionera del siglo XIX.

Esta historia comienza en 1722 cuando un hombre, Cristian David, se presentó ante el Conde
Nicolás Ludwig Zinzendorf. David venía en búsqueda de refugio para un pequeño grupo de
moravos, quienes venían sufriendo persecuciones en varias regiones de Europa. Había caído
en buenas manos pues Zinzendorf, uno de los hombres más ricos de Alemania, era
profundamente devoto y piadoso. Este Conde por largo tiempo había soñado con la formación
de una comunidad de fe radical. Accediendo al pedido de David, permitió que él y un grupo de
moravos se establecieran sobre sus extensas propiedades.

Zinzendorf inmediatamente se sintió atraído a la sencilla vida espiritual del grupo y les brindó
su pleno apoyo. En la medida en que la comunidad creció, empezaron a incorporarse personas
de otros trasfondos: anabautistas, católicos, luteranos, separatistas y reformados. Todos
compartían algo en común: venían huyendo de la persecución y la intolerancia religiosa. Hacia
fines de 1726 la comunidad contaba con unas 300 personas.

Empero, con tanta diversidad entre los miembros los conflictos no tardaron en manifestarse.
Las diferencias doctrinales y de idioma se convirtieron en una constante causa de fricciones.
Zinzendorf por su parte trabajaba para unir al grupo, pero un hereje se infiltró y comenzó a
enseñar que el conde era la gran bestia de Apocalipsis. Causó un enorme revuelo antes de
sucumbir a un colapso mental. Para salvar al grupo, Zinzendorf dejó su mansión y se instaló en
la comunidad de creyentes. Comenzó una verdadera labor pastoral, la cual eventualmente dio
sus frutos. Se nombraron doce ancianos y se organizó mejor la vida de los residentes. Al poco
tiempo el grupo experimentó, como resultado de las intensas oraciones de sus líderes, su

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propio «Pentecostés». Un extraordinario espíritu de unidad y amor se instaló en medio de la
comunidad.

Zinzendorf tenía una carga por los pueblos no alcanzados, la cual compartió en forma
permanente con los moravos. Animó a un grupo de moravos, con la visión de futuros proyectos,
a que dedicaran tiempo a estudiar medicina, teología y geografía.

En una ocasión, cuando viajó a Holanda, conoció a un esclavo liberado, quien le rogó que
enviasen personas a predicarle a los cautivos en el Nuevo Mundo. El conde creía que la hora
para enviar misioneros había llegado y compartió con la congregación la carga. Dos hombres
respondieron al llamado y se les pidió a estos dos que esperaran por un año, a fin de confirmar
la legitimidad del llamado.

Finalmente, en 1732, llegó el momento de enviarlos. Los hombres emprendieron un viaje en el


cual se enfrentaron a toda clase de oposición. Cuando llegaron a Holanda no encontraron una
sola congregación que estuviera dispuesta a apoyarlos. Al contrario, nadie creía que era válida
una misión que predicara las buenas nuevas a esclavos. Los dos, sin embargo, estaban
dispuestos a ser vendidos como esclavos, si fuera necesario, a fin de llegar a este pueblo tan
sufrido.

Llegaron al Caribe luego de un largo viaje, solamente para enfrentarse a nuevas desilusiones.
Ni la iglesia blanca ni los esclavos estaban interesados en ellos. No obstante, perseveraron
contra viento y marea, padeciendo hambre y enfermedad. En 1734 llegaron diecisiete
voluntarios, nueve de los cuales fallecieron en los primeros tres meses. No obstante, la oleada
de misioneros había comenzado. En los próximos diez años más de setenta personas habían
salido a decenas de los lugares más remotos de la tierra, un hecho que no ha sido repetido por
ningún grupo desde entonces.

Por su parte, Zinzendorf también experimentó creciente oposición a la manera como estaba
conduciendo al grupo. Sin embargo, viajó continuamente para compartir la visión con otros. En
el transcurso de un solo año (1747) movilizó a más de doscientas personas para las misiones.

Falleció en 1760, luego de veintiocho años de incansable labor por la extensión del reino.
Además, el movimiento sobre el cual había precedido dejó un imborrable legado de dedicación
y sacrificio para el pueblo de Dios.

Principios dignos de imitación

 La extensión del reino es una de las prioridades del pueblo de Dios.


 El compromiso con las misiones es de la iglesia toda.
 La oración es el «motor» con el cual se moviliza al pueblo y se conquistan los proyectos
de Dios.
 Los resultados obtenidos en el ministerio dependen del grado de entrega del que
ministra.

La extensión del reino se produce cuando la iglesia está dispuesta a dispersarse y no a


permanecer en un solo lugar.

ZINZENDORF Y LOS MORAVOS

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Mientras tanto, el impacto de Spener y del pietismo se había hecho sentir en el joven Nicolás
Luís, conde de Zinzendorf, en cuyo bautismo Spener había servido de padrino.
Desde niño, Zinzendorf mostró profundos sentimientos religiosos, y él mismo decía, a
diferencia de muchos otros pietistas, que, aunque recordaba varias experiencias religiosas,
nunca se había sentido- apartado de Dios, y por tanto ninguna de esas experiencias podría
verdaderamente llamarse una conversión.
Cuando llegó la hora de hacer estudios superiores, sus guardianes, pietistas convencidos, lo
enviaron a la Universidad de Halle, donde estudió bajo Francke. De allí pasó a la Universidad
de Wittenberg, que era entonces uno de los principales centros de la ortodoxia dogmática, y
sus conflictos con varios profesores y compañeros sirvieron para arraigar aún más sus
convicciones pietistas. Más tarde viajó por Europa y, a insistencia de su familia, estudió
derecho. Después se casó y entró al servicio de la corte de Dresden. Fue entonces que
Zinzendorf entró por primera vez en contacto con los moravos, quienes cambiarían el curso de
su vida.

Anteriormente nos hemos referido a Juan Huss y a la Unitas Fratrum o "Unidad de los
hermanos", y hemos dicho que ese movimiento llegó a hacerse fuerte en Moravia. Pues bien,
los desastres de la Guerra de los Treinta Años y su secuela habían llevado a algunos de estos
husitas moravos a emigrar, y Zinzendorf les ofreció asilo en ciertas tierras que había comprado
recientemente. Allí se establecieron los moravos, y fundaron una comunidad que llamaron
Herrnhut (el redil del Señor), y que estaba destinada a jugar un papel importantísimo en la
historia de las misiones.
Pronto Zinzendorf se interesó tanto en aquella comunidad, que renunció a sus
responsabilidades en Dresden y se estableció en ella. Bajo su dirección, los moravos
decidieron hacerse parte de la parroquia luterana que les correspondía. Pero siempre hubo
tensiones, pues los luteranos no estaban dispuestos a aceptar en su seno a aquella comunidad
que Zinzendorf había vuelto un foco de pietismo.
En 1731, en una visita a Copenhague, Zinzendorf conoció a unos esquimales que se habían
convertido gracias a la labor del misionero luterano Hans Egede, y a partir de entonces su
entusiasmo por la obra misionera no tuvo límites. Pronto la comunidad de Herrnhut se contagio
con el mismo entusiasmo, y en 1732 partieron los primeros misioneros hacia el Caribe, donde
se establecieron primero en las Islas Vírgenes y después en la Guayana.
En 1735 un grupo de moravos partió para Georgia, en Norteamérica, para evangelizar a los
indios, y poco después otro contingente los siguió. Este segundo grupo, sin embargo, acabó
por establecerse en Pennsylvania. A la sazón, Zinzendorf se hallaba desterrado a causa de sus
conflictos con las autoridades luteranas de Sajonia, y había ido a Norteamérica para ver lo que
podía hacerse en pro de los indios. Además, soñaba con extender las ideas y el estilo de vida
de los moravos a otros grupos religiosos.
Luego, cuando el contingente moravo de Pennsylvania decidió establecer su propia
comunidad, Zinzendolf estaba presente, y en la Nochebuena de 1741 fundó la aldea de Belén
(Bethlehem). Esa comunidad, y las dos posteriores de Nazaret(también en Pennsylvania) y
Salem (en Carolina del Norte)fueron el centro del movimiento moravo en Norteamérica. Allí se
estableció un estilo de vida semimonástico y semicomunitario.
Pero además esas comunidades se dedicaron a producir los recursos necesarios para sostener
la obra misionera entre los indios. Su obra entre ellos logró buenos resultados, aunque parte
fue destruida tras la independencia de los Estados Unidos a consecuencia de los desmanes y
atropellos cometidos contra los indios por blancos (y por el gobierno de la nueva nación).
Pero no fue solamente en Nortemérica que los moravos establecieron misiones, sino también
en Sudamérica, África e India. Pronto aquel movimiento, que al principio contaba solamente
con doscientos refugiados, tuvo más de cien misioneros en esas regiones.
Mientras tanto, en 1747, se le permitió a Zinzendorf regresar a Sajonia, y al año siguiente se
hicieron las paces entre los luteranos y la comunidad de Herrnhut, que fue reconocida como
verdaderamente luterana. Pero Zinzendorf pasó algún tiempo más en Inglaterra, donde logró
que el Parlamento reconociera la legitimidad del movimiento moravo y de sus órdenes (el
propio Zinzendorf había sido hecho obispo de los moravos).

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Por fin, en 1755, regresó definitivamente a Herrnhut, donde murió en 1760. Poco después, el
movimiento moravo rompió definitivamente con los luteranos. Aunque Zinzendorf deseaba que
su movimiento permaneciera dentro de la iglesia luterana, lo cierto era que tal deseo se había
vuelto imposible desde que, en 1735, el devoto conde aceptó el título de obispo, y fue
consagrado como tal por quien es continuaban la sucesión de la antigua Unitas Fratrum.
Aunque la Iglesia de los Moravos nunca contó con grandes multitudes, y pronto le resultó
imposible continuar sosteniendo un número muy elevado de misioneros, su impacto en la
historia del cristianismo protestante fue notable, en primer lugar, porque contribuyó al gran
despertar misionero del siglo XIX; y, en segundo lugar, porque imprimió su sello sobre Juan
Wesley y, a través de él, sobre el metodismo.

La Iglesia Morava...Su fe, Ministerio y Historia.


La fe de la Iglesia Morava

La Iglesia Morava ha sido sinónima de principios religiosos basicos por más de 500 años. A lo
largo de estos años la Iglesia ha puesto en forma escrita los preceptos de su fe y práctica en lo
que se conoce como el "Pacto de Vida Cristiana."

Los Moravos reconocen el ejemplo de la vida de Cristo y proclaman que Jesucristo es el Señor.
Vivir la vida cristiana depende no sólo de nuestros propios esfuerzos, sino de Dios, nuestro
Padre, quien en Jesucristo nos acepta como herederos de Dios y nos fortalece y sostiene. En
el bautismo nos unimos a Cristo en su muerte y resurrección, por lo que hemos muerto al
pecado, y caminamos en vida nueva. Estamos conscientes de que nuestra fe cristiana debe ser
continuamente alimentada si es de seguir viva y vital. Por lo tanto, deseamos crecer en nuestra
vida cristiana a través de la oración personal y el estudio, las devociones de la familia y las
oportunidades para el desarrollo espiritual que ofrece la iglesia. Qué tan bien logramos esto
será testigo para nuestra comunidad en cuanto a la validez de nuestra fe.

Consideramos que es una responsabilidad sagrada y una oportunidad verdadera de ser fieles
guardianes de todo lo que Dios nos ha confiado: nuestro tiempo, nuestro talento y nuestros
recursos financieros. Consideramos que todo en la vida es una confianza sagrada a utilizarse
sabiamente.

Dándonos cuenta de que Dios nos ha llamado de multiples y variados orígenes, reconocemos
la posibilidad de desacuerdos y diferencias entre nosotros. A menudo, estas diferencias
enriquecen la Iglesia, pero a veces dividen. Consideramos que es nuestra responsabilidad
demostrar dentro de la vida congregaciónal la unidad y la convivencia creada por Dios que nos
hizo uno.

Los Moravos apoyamos las colaboraciones con hijos de Dios de otras iglesias cristianas, y
evitamos cuidadosamente todas las disputas, respetando las opiniones y las ceremonias
propias de una u otra denominación. Reconocemos que a través de la gracia de Cristo otras
denominaciones han recibido sus dones y que la Iglesia de Cristo puede ser enriquecida por
estos y muchas contribuciones variadas. Es nuestro deseo poder aprender unos de otros y
alegrarnos juntos de la riqueza del amor de Cristo y de la sabiduría múltiple de Dios. Damos la
bienvenida a cada paso que nos acerca a la meta de la unidad en él. En esta comunión
cooperamos con otras iglesias en el apoyo de caridades públicas o empresas cristianas, que
tengan un justo reclamo sobre nosotros como seguidores del Señor Jesucristo.

Un lema básico
Al aceptar otros credos de la Iglesia Cristiana (como el Credo de los Apóstoles, el Credo
Niceno, la Confesión de Augsburgo) y en su práctica, la Iglesia Morava siempre se ha
mantenido firme a su lema: "En lo esencial, unidad; en lo no esencial, libertad; y en todas las

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cosas, amor. "

Los Sacramentos
La Iglesia Morava reconoce los sacramentos del bautismo y de la sagrada comunión. El modo
usual de bautismo es el rocio y la iglesia realiza el sacramento en el nombre del Dios Trinitario
(Padre, Hijo y Espíritu Santo). En el caso del bautismo infantil, el sacramento lleva consigo la
responsabilidad de los padres, el niño y la congregación. A través del bautismo el individuo
recibe la promesa del perdón de los pecados y la admisión al pacto de Dios a través de la
sangre de Cristo. Los niños son bautizados como un signo y una garantía para ellos de la
promesa de Cristo que suyo “es el reino de los cielos “. Jóvenes y adultos confirman su
compromiso bautismal o se reciben por el bautismo de adultos cuando profesan su fe.

Con respecto al sacramento de la sagrada comunión, la Iglesia Morava no trata de definir el


misterio de la presencia de Cristo en los elementos de la comunión, pero reconoce que el
creyente participa en un acto único de alianza con Cristo como Salvador y con otros creyentes
en Cristo. El servicio Moravo de la sagrada comunión es un servicio de alabanza y de oración
(himnos son cantados mientras los elementos se distribuyen a todos los comulgantes), de
comunión (que significa union en Cristo y el deseo de estar en paz unos con otros), y de pacto
especial con Cristo y con los demás.

El Ministerio De La Iglesia Morava


Un fuerte compromiso con la fe bíblica heredado de la Antigua “Unitas Fratum” y un entusiasmo
por el trabajo misionero que nació con la renovación de la iglesia del siglo XVIII siguen siendo
características de la Iglesia Morava de hoy.
La Educación siempre ha desempeñado un papel vital en la vida de la iglesia Morava. Escuelas
y colegios Moravos se encuentran en Alemania, Inglaterra y Estados Unidos, así como en los
campos de misión. Una parte integral de la vida de cada congregación son sus vigorosos
programas de educación cristiana. Campamentos, conferencias y retiros se realizan en cada
área de la iglesia para los niños, jóvenes y adultos.

El Culto en la tradición de la iglesia Morava tiene un fuerte énfasis en su rica herencia musical.
Los corales e himnos reflejan la fe incondicional de la Iglesia Morava y la creatividad de los
pietistas del siglo XVIII. La Fundación de Música Morava ha descubierto un tesoro de música
en los archivos y desvanes de las iglesias Moravas. Coros de trombón o bandas de música
tradicionalmente tocan en los festivales de la iglesia en muchas congregaciónes. Las liturgias
de la iglesia siguen las estaciones del año eclesiástico. El “Lovefeast” de la iglesia Morava es
un servicio de canto con la distribución de alimentos. El servicio de vela de la víspera de
Navidad y el culto al Amanecer de Pascua se destacan entre los cultos anuales de la
congregacion. La guía de devoción personal llamada El Texto Diario se ha publicado por más
de 270 años.

La Actividad Misiónera sigue siendo una fuerza de la Iglesia Morava. Trabajos hechos por los
Moravos se encuentran en todos los continentes importantes excepto Australia (la Iglesia fue
pionera en los esfuerzos de misión en ese continente). La “Unidad Morava” mundial une
aquellas zonas que alguna vez fueron conocidas como campos de misión con las provincias
estadounidenses, británicas y continentales (Europa). Fuertes lazos internacionales se
fomentan a través de la “Unidad del Sínodo” que se reúne cada siete años.

Las reformas sociales han sido una constante preocupación para la denominación, ya que ha
defendido la causa de los oprimidos y ha procurado por otras reformas, junto con muchos otros
grupos religiosos. El cuidado para los envejecientes se manifiesta en los modernos y bien
equipados hogares que han sido fundados en cada región de la iglesia.

La colaboración ecuménica con otras religiones es una práctica de la iglesia. La Iglesia Morava
es un miembro fundador del Consejo Mundial de Iglesias y del Consejo Nacional de Iglesias de
Cristo en los EE.UU.

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La vida parroquial de cada congregación es el pilar de la Iglesia Morava. Sus iglesias buscan
servir a las comunidades en las que se encuentran con programas de importancia vital para los
niños, jóvenes y adultos. La iglesia está dispuesta a servir de ayuda a cualquiera que busque
su ministerio en un mundo necesitado.

La historia de la Iglesia Morava


Durante más de cinco siglos, la Iglesia Morava ha proclamado el evangelio en todas partes del
mundo. Su influencia ha superado con creces el número de sus instalaciones, ya que ha
cooperado con diversas denominaciones religiosas en todos los continentes y ha sido una
parte visible del Cuerpo de Cristo. Orgullosa de su patrimonio y firme en su fe, la Iglesia
Morava atiende a las necesidades de la gente dondequiera que esten.

El nombre Morava identifica el hecho de que esta histórica iglesia tuvo su origen en la antigua
Bohemia y Moravia, en lo que actualment es la República Checa. A mediados del siglo IX,
estos países se convirtieron al cristianismo, principalmente a través de la influencia de dos
misioneros ortodoxos griegos, Cirilo y Metodio. Ellos tradujeron la Biblia al idioma común y les
presentaron un ritual nacional a la iglesia. En los siguientes siglos, Bohemia y Moravia
gradualmente cayeron bajo la jurisdicción eclesiástica de Roma, pero algunos de los checos
protestaron.

El más importante de los reformadores checos, John Hus (1369-1415) fue un profesor de
filosofía y rector de la Universidad de Praga. La Capilla de Belén, en Praga, donde Hus
predicaba, se convirtió en un lugar de reunión para la Reforma checa. Ganando el apoyo de los
estudiantes y la gente común, lideró un movimiento de protesta contra las posiciones
doctrinales del clero romano y la jerarquía. Hus fue acusado de herejía, fue sometido a un juicio
largo en el Concilio de Constanza, y fue quemado en la hoguera el 6 de julio de 1415.

Organizada en el 1457
El espíritu de la reforma no murió con Hus. La Iglesia Morava, o Unitas Fratum (Unidad de la
Hermandad), ya que asi se ha conocido oficialmente desde 1457, surgió como seguidores de
John Hus, se reunieron en la propiedad de Lititz, cerca de 100 millas al este de Praga, en
Bohemia Oriental, y organizaron la iglesia. Esto ocurió 60 años antes de que Martin Luther
iniciara su reforma y 100 años antes del establecimiento de la Iglesia Anglicana. Para el 1467 la
Iglesia Morava había establecido su propio ministerio, y en los años que siguieron tres órdenes
del ministerio fueron definidos: diácono, presbítero y obispo.

El crecimiento, la persecución, el exilio


Para el 1517 la Unidad de la Hermandad numeraba por lo menos 200,000 con más de 400
parroquias. Utilizando un himnario y su propio catecismo, la iglesia promovió las Escrituras a
través de sus dos máquinas de impresión y le proporcionaron al pueblo de Bohemia y Moravia,
la Biblia en su propio idioma.

La persecución amarga, que estalló en 1547, condujo a la Iglesia de la Hermandad a


propagarse a Polonia, donde creció rápidamente. Para el 1557 hubieron tres provincias de la
iglesia: Bohemia, Moravia y Polonia. La Guerra de los Treinta Años (1618-1648) trajo nuevas
persecuciones a la Iglesia de la Hermandad, y los protestantes de Bohemia fueron
severamente derrotados en la batalla de la Montaña Blanca en 1620.

El líder principal de la Unitas Fratum en estos años tempestuosos fue el obispo John Amos
Comenius (1592-1670). Comenius se hizo mundialmente conocido por sus ideas progresistas
sobre la educación y se le ofreció la primera presidencia de la Universidad de Harvard. El, sin
embargo, nunca llegó a América, la mayor parte de su vida la vivió exiliado en Inglaterra y en
Holanda, donde murió. Su oración fue que algún día la 'semilla escondida "de su amada Unitas
Fratum una vez más diera saltos a vida nueva.

Renovado en los 1700s


El siglo XVIII vio la renovación de la Iglesia Morava a través del patrocinio del Conde Nicholás

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Louis von Zinzendorf, un noble pietista en Sajonia. Algunas familias Moravas huyendo de la
persecución en Bohemia y Moravia se refugiaron en la propiedad de Zinzendorf en 1722 y
construyeron la comunidad de Herrnhut.
La nueva comunidad se convirtió en el refugio para muchos otros refugiados Moravos. El
Conde Zinzendorf les animó a mantener la disciplina de la Unitas Fratum, y les dio la visión
para llevar el evangelio a los rincones más lejanos del planeta. El 13 de agosto 1727, marcó la
culminación de una gran renovación espiritual de la Iglesia Morava de Herrnhut, y en 1732 los
primeros misioneros fueron enviados a las Indias Occidentales.

A América en el 1735
Después de fracasar en su intento de establecer un asentamiento Moravo en Georgia (1735-
1740), los moravos se establecieron en Pennsylvania en la propiedad de George Whitefield. Allí
compraron 500 hectáreas para establecer el asentamiento de Bethlehem en 1741. Al poco
tiempo le compraron al administrador de Whitefield unas 5,000 hectáreas en la Baronía de
Nazareth ,y las dos comunidades de Bethlehem y Nazareth, se vincularon estrechamente en su
economía agrícola e industrial. Otras congregaciones se establecieron en Pennslvania, Nueva
Jersey y Maryland. Todos eran considerados centros de frontera para la difusión del Evangelio,
en particular en la misión a los indios americanos.

En principios de la decada de 1750, el obispo Augusto Spangenberg encabezó un grupo de


hombres a una encuesta de 100,000 hectáreas de tierra en Carolina del Norte, que llegó a ser
conocida como Wachau (nombrada por una propiedad del Conde Zinzendorf en Austria ). Más
tarde, se le cambio el nombre a Wachovia, y este se convirtió en el centro de crecimiento de la
iglesia en esa región. Bethabara, Bethania y Salem (ahora Winston-Salem) fueron los primeros
asentamientos Moravos en Carolina del Norte.

Bethlehem en Pennsylvania y Winston-Salem en Carolina del Norte se convirtieron en la sede


de las dos provincias (norte y sur) que se desarrollo como la Iglesia Morava de América y se
estableció como un organismo autónomo de la iglesia después del Sínodo de la Unidad del
1848. La iglesia se extendió desde los centros geográficos de Bethlehem y de Winston-Salem,
a raíz de emigrantes alemanes al Medio Oeste. A finales del siglo XIX respondían a las
necesidades espirituales de los refugiados Moravos de origen alemán, que huían hacia el oeste
de Canadá debido a la persecución en Europa oriental. Esa gran dispersión geográfica de la
Provincia del Norte provocó que se dividiera entre distritos orientales, occidentales y
canadienses.

Despues de la Segunda Guerra Mundial, el empuje fuerte para la extensión de la iglesia llevó a
la provincia del norte a extenderse al sur de California (donde sólo habia existido una mission
indijena desde el 1890), así como a algunos sitios del Este, Medio Oeste y Canadá. La
Provincia del Sur añadió numerosas iglesias en la zona de Winston-Salem, a través de
Carolina del Norte y amplió su alcance a la Florida y en Georgia. Hoy la Iglesia Morava tiene
congregaciones en 20 estados o provincias en los EE.UU. y el Canadá.

El joven rico que dijo "Sí"


Nicolaus Ludwig von Zinzendorf nació en 1700 en una familia rica y noble. Desde 1662 todos
los hombres del clan Zinzen-dorf portaban el título de “conde”, por lo cual Nicolaus es conocido
también como el Conde Zinzendorf. La muerte de su padre y el nuevo matrimonio de su madre
hizo que quedara al cuidado de su abuela y de su tía, las cuales lo criaron.

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Un niño piadoso

El joven conde creció en una atmósfera impregnada por la oración, la lectura bíblica y los
cánticos. Con sinceridad infantil, él escribía cartas de amor para Jesús y las lanzaba desde la
ventana de la torre del castillo, con la certeza de que el Señor las recibiría y las leería. Cuando
los soldados suecos invadieron Sajonia, ellos entraron en el castillo e irrumpieron en el cuarto
donde el conde de 6 años se encontraba en sus acostumbradas devociones. ¡Ellos quedaron
paralizados de temor y reverencia cuando oyeron al pequeño orar!

Este incidente fue profético de la forma cómo el conde habría de mover a otros con la
profundidad de sus experiencias espirituales.
La herencia de Zinzendorf, espiritualmente hablando, fue aquella chispa de luteranismo
influenciada por el ‘pietismo’; sin embargo, la historia lo conocería como un ‘moravo’, aunque a
él no le agradaba ninguno de esos nombres, porque amaba la unidad de todos los cristianos.
Los pietistas buscaban conocer a Cristo de una forma personal y reavivar la iglesia por medio
de pequeñas reuniones de estudio bíblico y oración. Para ellos, andar con el Salvador
significaba estar separado del mundo, en obediencia a Cristo, a su Palabra y amarlo de
corazón.

De niño, le impresionaron fuertemente los sufrimientos de Cristo. Él frecuentemente meditaba


en las palabras de un himno de Gerhardt: “La cabeza tan llena de heridas / tan llena de dolor y
de desprecio / en medio de otros insultos dolorosos / escarnecido fue con una corona de
espinas”. Sin embargo, esta inclinación piadosa era férreamente contrastada por su educación
secular. No le era permitido al joven “Lutz” –como le llamaban– que “olvidase que él era un
conde”. Él era entrenado y enseñado para el futuro servicio en la corte.

Un joven aventajado

A la edad de diez años fue enviado a estudiar a Halle, donde recibió la inspiradora enseñanza
del pietista luterano August H. Francke. Allí Zinzendorf se reunió con otros jóvenes devotos, y
de su asociación surgió la «Orden del Grano de Mostaza», una hermandad cristiana dedicada
a amar a «toda la familia humana» y a la propagación del evangelio. Usaban como emblema
un pequeño distintivo, con las palabras “Ecce Homo” (“He aquí el hombre”), y el lema: “Sus
llagas son nuestra salud”. Cada miembro de la orden usaba un anillo dorado con la inscripción:
“Ningún hombre vive para sí”. Con frecuencia, durante las comidas en casa de Francke
compartían edificantes narraciones de regiones distantes, testimonios de predicadores y de
prisioneros por la fe. Todo esto aumentó su celo por la causa del Señor de una manera
poderosa.

De Halle, Zinzendorf fue a Wittenberg a estudiar Derecho como preparación para la carrera de
estadística, única vocación aceptable para un noble. Allí, Zinzendorf demostró ser un alumno
aventajado. A los 15 años podía leer a los clásicos y el Nuevo Testamento en griego; y poseía
fluidez en el latín y el francés. Mostró, además, un claro talento poético. Sin embargo, él no
estaba contento con lo que le deparaba el futuro. Anhelaba entrar al ministerio cristiano, pero el
rompimiento de la tradición familiar parecía imposible. La cuestión lo abrumó hasta 1719,
cuando un incidente cambió el curso de su vida.

¿Qué haces tú por mí?

Ocurrió durante una gira por Europa después de terminar sus estudios. En una galería de arte,
vio una pintura (el “Ecce Homo” de Domenico Feti) que mostraba a Cristo sufriendo el dolor
producido por la corona de espinas, y una inscripción que decía: «Yo hice todo esto por ti, ¿qué
haces tú por mí?». Desde ese instante, Zinzendorf supo que nunca podría ser feliz viviendo al
estilo de la nobleza. A pesar del precio que tendría que pagar, buscaría una vida de servicio al
Salvador que había sufrido tanto por salvarlo.

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Cuando regresó a casa, al término de su viaje que lo llevó a renovar su consagración, hizo una
visita a su tía, la Condesa de Castell y su hija, Teodora. Durante su estada cayó enfermo con
fiebre, viéndose obligado a permanecer con ellas más tiempo de lo presupuestado. A los pocos
días descubrió que estaba enamorado de su joven prima. Ella, todavía un poco fría, le regaló
su retrato. El Conde aceptó el regalo con alegría, como una promesa inicial de amor. Poco días
después, en un encuentro fortuito con su amigo el Conde Reuss, se percató de que su amigo
deseaba casarse con Teodora. Cada uno expresó su deseo de desistir en favor del otro y, no
estando en condiciones de resolver el asunto, los dos jóvenes estuvieron de acuerdo en ver lo
que la propia Teodora diría.

Zinzendorf contaría más tarde cuáles eran sus verdaderos sentimientos en ese momento:
“Aunque me costase mi propia vida el tener que renunciar a ella, si esto era más aceptable a mi
Salvador, yo debía sacrificar lo que me era más querido en el mundo”. Los dos amigos llegaron
a Castell, y Zinzendorf se dio cuenta de que Teodora amaba a su amigo. Los esponsales fueron
sellados inmediatamente en una ceremonia cristiana. El joven conde compuso una cantata
para la ocasión, que fue presentada ante toda la casa Castell. Al término del festivo
espectáculo, el joven compositor ofreció a favor de la pareja una oración tan tierna que todos
fueron movidos a las lágrimas.

Después de estudiar en el Nuevo y el Antiguo Testamento lo que el Señor habla sobre el


matrimonio, y seguido de mucha oración y consultas con sus amigos, el conde decidió casarse
“escogiendo sólo un cónyuge que compartiera sus ideales”. Encontró esa persona en la
condesa Erdmuth von Reuss, con quien se casó en septiembre de 1722. Con ella formó un
hogar aún más dedicado y piadoso que el suyo propio. La mira del conde era servir a Cristo, y
su esposa lo apoyaría en ese objetivo. Erdmuth llegó a ser la “Madre adoptiva de los
Hermanos”.

Nace Herrnhut

Ese mismo año, Zinzendorf se inició en el oficio de Consejero real en Dresden. En las tardes
de domingo, dirigía estudios bíblicos, y oraba para que la villa en que vivía se transformara en
una real comunidad cristiana, sin saber cómo Dios respondería a este deseo.
La oportunidad de participar en un servicio cristiano de importancia se le presentó cuando un
grupo de moravos buscó protección en su propiedad en Berthelsdorf, que después se llamó
Herrnhut (“el cuidado del Señor”). La invitación de Zinzendorf a estos refugiados a establecerse
en sus propiedades, a pesar de la oposición de otros miembros de su familia, fue un punto
decisivo en el desarrollo del movimiento moravo. Herrnhut creció rápidamente al tenerse
noticias de la generosidad del Conde. Los refugiados siguieron llegando, y pronto la propiedad
se convirtió en una creciente comunidad.

Además de los moravos, comenzaron a llegar luteranos, calvinistas, hermanos bohemios,


‘schwenkfelders’ y desertores diversos de iglesias establecidas. Al crecer la población, también
aumentaron los problemas. Los diferentes fundamentos doctrinales de los residentes crearon
discordias y, en más de una ocasión, se puso en peligro la propia existencia de Herrnhut.
Zinzendorf fue muy paciente y pacificador. Escuchaba a todos lo que tuvieran que decir,
intentando comprender su punto de vista, hasta el máximo que podía sin contradecir la verdad.
Evitó todo lo que significara una naturaleza violenta. Cuando Zinzendorf se hallaba en Herrnhut
todo parecía estar bien, pero apenas salía de sus contornos, los problemas resurgían.

Un pacto de unidad

Un día, el 12 de mayo de 1727, decidido a hacer algo que marcara una solución definitiva,
Zinzendorf convocó a todos los hermanos y les habló durante tres horas acerca de la impiedad
de la división. Ese día, los hermanos hicieron un pacto con él en la presencia de Dios. Los
hermanos, uno tras otro, estuvieron de acuerdo y se comprometieron a pertenecer solamente
al Salvador. Se avergonzaron de sus desacuerdos religiosos y unánimemente estuvieron

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dispuestos a enterrar para siempre sus diferencias. Ellos renunciaron a amarse a sí mismos, a
su propia voluntad, a su desobediencia y pensamientos libres. Desearon ser pobres en espíritu
y ser enseñados por el Espíritu Santo en todas las cosas.

Acto seguido el Conde estableció algunas responsabilidades personales y entregó algunas


reglas para orientar la relación mutua. Así fue cómo, cinco años después de la llegada de los
primeros refugiados, todo el ambiente cambió. Comenzó un período de renovación espiritual
que llegó a su clímax en un servicio de comunión el 13 de agosto de ese año con un gran
avivamiento que, según los participantes, señaló la venida del Espíritu Santo a Herrnhut. Esta
gran noche de avivamiento produjo un nuevo entusiasmo por las misiones, que fueron la
principal característica de este movimiento.

Las pequeñas diferencias doctrinales ya no constituyeron causa de discusión. Al contrario,


había un fuerte espíritu de unidad y una elevada dependencia de Dios. Se realizaban tres
reuniones al día, la primera de ellas a las 4 de la mañana, para orar, adorar y leer la Biblia. Por
ese tiempo se comenzó una vigilia de oración que continuó veinticuatro horas al día, 7 días a la
semana, sin interrupción, durante más de cien años.

Un visitante ilustre

El predicador inglés Juan Wesley conoció a los moravos en una travesía en barco por el
Atlántico. Él era un joven piadoso, pero aún no conocía su salvación. En medio de una
tempestad en el mar, mientras todos los pasajeros estaban espantados, un grupo de moravos
permanecían perfectamente tranquilos. Concluida la tormenta Wesley se acercó y le preguntó a
uno de ellos: “Vuestras mujeres y vuestros niños, ¿no tenían miedo?”. “No, señor, nuestras
mujeres y nuestros niños no temen la muerte”, fue la simple respuesta. Wesley comprendió que
aún no tenía una fe tan grande como la de ellos.

Más tarde, Wesley viajó a Alemania para conocerlos más de cerca. Allí tuvo oportunidad de
admirar la pureza de sus costumbres. “Estaban siempre ocupados –dice–, siempre gozosos y
de buen humor en sus tratos unos con otros: no se dejaban dominar nunca por la cólera;
evitaban todo motivo de querella, toda clase de acritud y las malas palabras; dondequiera que
se encontrasen, andaban siempre de una manera digna de la vocación cristiana.”

En Marienborn, cerca de Francfurt se encontró con Zinzendorf, a quien deseaba conocer. Sus
conversaciones con él le fueron sumamente útiles y placenteras. “He encontrado lo que
buscaba –escribió después–: pruebas vivas del poder de la fe, individuos librados del pecado
interior y exterior por el amor de Dios derramado en sus corazones, y libres de dudas y temores
por el testimonio interior del Espíritu Santo.”

En Herrnhut quedó maravillado por lo que vio: “Me encuentro en el seno de una iglesia cuya
ciudadanía está en el cielo; que posee el Espíritu que estaba en Cristo y que anda como él
anduvo.” Quedó impresionado con la solemne sencillez de sus cultos, que contrastaban con el
ceremonial de la iglesia anglicana de aquellos días. “La gran sencillez y solemnidad de aquella
escena me remontaron 17 siglos atrás a una de aquellas asambleas presididas por Pablo o por
Pedro” – escribió Wesley. “Bien hubiera querido pasar aquí toda mi vida, pero el Maestro me
llamaba a otras parte de su viña, y tuve que abandonar este lugar dichoso. ¡Ah!, ¿cuándo este
cristianismo cubrirá la tierra, como las “aguas cubren el mar”?

El auge de las misiones

La participación directa de Zinzendorf en las misiones en el extranjero no ocurrió sino hasta


unos años después del gran avivamiento espiritual en Herrnhut. En 1731, mientras asistía a la
corona-ción del rey danés Christian VI, le presentaron a dos personas de Groenlandia y a un
esclavo negro de las Indias Occidentales. Quedó tan impresio-nado con su solicitud de
misioneros que invitó al esclavo a visitar Herrnhut, y él mismo volvió a casa con un sentido de

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urgencia por empezar inmediatamente la obra misionera. Antes de un año se enviaron los
primeros dos misioneros moravos a las Islas Vírgenes, y en las dos décadas siguientes
enviaron más misioneros que los enviados en conjunto por todos los protestantes durante los
dos siglos anteriores.

Aunque a Zinzendorf se le conoce principalmente como iniciador y motivador de misiones,


también participó personalmente en ellas. En 1738, unos años después que los primeros
misioneros habían ido al Caribe, Zinzendorf acompañó a tres nuevos misioneros que habían
recibido la comisión de unirse a sus colegas allí. A su llegada, vieron con tristeza que sus
colegas estaban en la cárcel; pero Zinzendorf, sin pérdida de tiempo, usó su prestigio y
autoridad de noble para obtener su libertad. Durante su visita celebró servicios religiosos
diarios para los caribeños, y dispuso la organización y las asignaciones territoriales de los
misioneros. Cuando vio que la obra misionera estaba firme, regresó a Europa. Después de dos
años, zarpó de nuevo, esta vez hacia las colonias norteamericanas. Allí trabajó, hombro a
hombro con los hermanos que laboraban entre los indígenas.

Aunque Zinzendorf había renunciado a su vida de noble, no le era fácil asumir el rango de
misionero. Por naturaleza, no le gustaba la vida de campo ni sobrellevaba fácilmente las
molestias de la obra cotidiana. Pero el que lo hiciera con toda pasión demostraba su victoria
sobre sí mismo, y el profundo amor por su Señor, a quien procuraba seguir en todo.

Como administrador de la misión, Zinzendorf pasó treinta y tres años supervisando misioneros
en todo el mundo. Sus métodos eran sencillos y prácticos. Todos sus misioneros eran laicos
preparados, no en Teología sino en evangelismo personal. Como laicos que se sostenían a sí
mismos, se esperaba que ellos trabajaran lado a lado con sus posibles conversos, dando
testimonio de su fe por la palabra hablada y por el ejemplo vivo. Se debían mostrar como
iguales, no como superiores a ellos. Su mensaje era el amor de Cristo, sin considerar las
verdades doctrinales hasta después de la conversión; y aun entonces, la comunión devota con
el Señor tenía más importancia que la enseñanza teológica.

Por el año 1742, más de 70 misioneros moravos, de una comunidad de no más de 600
habitantes, habían respondido al llamado para ir a Groelandia, Surinam, África del Sur, Algeria,
América del Norte, y otras tierras, llevando el evangelio.

Dificultades y pruebas

Cuando más ardía el fuego misionero en Herrnhut, Zinzendorf sufría más oposiciones. En 1736
fue expulsado de Sajonia. Salió, entonces, con su familia y algunos hermanos, y fueron hasta
las inmediaciones de Frankfurt, donde se estableció en un antiguo castillo llamado Ronneburg.
Una década después, una nueva colonización se estableció allí, Herrnhaag, que superaba a
Herrnhut en tamaño.
Pero en Ronneburg la condesa sintió que la estadía allí había sido turbulenta desde el inicio.
Cierta vez que Zinzendorf estaba fuera, en uno de sus perpetuos viajes, su hijo de 3 años de
edad, Christian Ludwig, enfermó. No habiendo allí ninguna ayuda médica, falleció. Zinzendorf y
Erdmuth tuvieron 12 hijos, de los cuales sólo 4 alcanzaron la madurez.

Durante su exilio, y por cuestión de necesidad, Zinzendorf formó un “comité ejecutivo”


itinerante, el cual se hizo conocido como la “Congregación Peregrina”. Este comité sirvió para
dirigir la obra de la iglesia de misión foránea y el ministerio para sociedades de la diáspora. La
Congregación Peregrina seguía el régimen de Herrnhut en relación a las oraciones y la
disciplina, pero era movible. Los años de exilio encontraron al grupo en Wetteravia, Inglaterra,
Holanda, Berlín y Suiza. De Hernnhaag, sólo en 1747, 200 hermanos saldrían como
misioneros.

En 1755, su hijo Christian Renatus, de 24 años de edad, murió en Londres y el año siguiente la
condesa Erdmuth falleció en Herrnhut. El remordimiento y el sentimiento de culpa acometieron

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al conde después de la muerte de su esposa, por haberle dado cada vez menos atención en
las dos últimas décadas.

Un año después de la muerte de la condesa, él se casó con Anna Nitschmann y renunció a su


posición en el Estado como cabeza de su noble familia. Abdicó a favor de su sobrino Ludwig,
pues estaba cada vez menos inclinado a las honras del mundo.

Al año 1760 se registraban 28 años de misiones maravillosas. Cerca de 226 misioneros habían
sido enviados. Como un gran visionario y un peregrino incansable, Zinzendorf vivió sus últimos
años en Herrnuht.

Legado de Zinzendorf

Zinzendorf tenía una relación muy cercana con el Señor. Él vivió día tras día en una comunión
viva con Cristo, como con un amigo cercano. Investigó en las Escrituras todos los pasajes que
hablan de la comunión amistosa y amable de Dios con el hombre, para exhortar a los
hermanos a mantener una relación confidencial con su Salvador. “Nada debe ser tan valorado
como la conciencia de que él siempre está cerca, que pueden decirle todo”. Los hermanos
debían considerarle y escucharle sobre todas las cosas, porque él es el amigo más querido y
más fiel. Él debía ser su primer pensamiento cuando se despertaran por la mañana, y debían
pasar el día entero en su presencia; traer todas las quejas ante él, esperar toda la ayuda de él,
concluir sus trabajos con él y retirarse en su presencia para descansar.

Zinzendorf vivió en la expectativa constante de la venida del Señor. Él dijo: “La esperanza de
que el Salvador pronto vendrá, y nos recibirá en su descanso, es un pensamiento noble,
dichoso, sensible y cautivador.”

Zinzendorf tuvo una fuerte convicción de la unidad de todos los cristianos. Vio que la unidad es
un asunto de la vida divina compartida por todos los creyentes. Alentó la comunión con todos
los cristianos, incluso con aquellos que tienen una posición no bíblica por ignorancia.
Consecuentemente, Zinzendorf prefería el término “hermanos” para llamarse unos a otros, por
ser simple y bíblico, en tanto que rechazaba los epítetos de ‘bohemio’ o ‘moravo’, porque
promovían el sectarismo.

Zinzendorf decía que la Iglesia es la congregación de Dios en el Espíritu en el mundo entero,


que constituye el cuerpo espiritual cuya Cabeza es Cristo. Comprendió que la iglesia en
general había sido degradada al hacerla parte del mundo y unirla con la estructura política. Sin
embargo, sabía que algunos creyentes genuinos todavía podrían ser encontrados dentro de las
denominaciones. Para explicar esta situación confusa, Zinzendorf sostuvo la enseñanza de la
‘ecclesiola’, la “iglesia dentro de la iglesia”, compuesta por fieles que seguían al Señor. Él veía
a los hermanos moravos juntándose como una ‘ecclesiola’; sin embargo, él nunca abandonó el
luteranismo.

Los hermanos de Herrnuht practicaban una intensa vida de iglesia, hecho que era facilitado por
la diaria convivencia. Tenían diversos tipos de reuniones para atender las diferentes
necesidades de la comunidad: de oración, para la palabra, para la alabanza, de niños, para
visitantes, de hermanos, de hermanas, etc. Se preocupaban de los enfermos, de las viudas y
de los huérfanos. En su vida de iglesia, ellos experimentaron la vida del cielo sobre la tierra.

Mil veces le oí

Respecto de Zinzendorf, se ha escrito: “Hasta el día de su muerte, Cristo su Salvador fue para
él el todo en todos. Él vivió sólo para su gloria y mantuvo con él una comunión ininterrumpida
de fe y amor. Posesiones terrenas, honras y fama eran para él como nada en comparación con
Cristo”. Él decía de su Señor: “Yo tengo sólo una pasión; y ésta es Él, solamente Él”. “Mil veces
yo lo oí hablar en mi corazón y le vi con los ojos de la fe”.“De todas las cualidades de Cristo la

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mayor es su nobleza; y de todas las ideas dignas en el mundo, la más noble es la idea de que
el Creador debería morir por sus hijos. Si el Señor fuese abandonado por el mundo entero, yo
todavía me apegaría a él y le amaría.”

Herder, el poeta alemán, escribió de él: “Fue un conquistador en el mundo espiritual”. John
Albertini, el elocuente predicador, describe la nota clave en la vida de Zinzendorf: “Fue el amor
a Cristo que ardió en el corazón del niño, el mismo amor que ardió en el joven, el mismo amor
que lo hizo vibrar en la adultez, el mismo amor que inspiró cada una de sus obras.”

Un día antes de su muerte, Zinzendorf estaba muy debilitado. Apenas en un susurro, le dijo al
obispo Nitschmann, que estaba al lado de su lecho: “¿Usted suponía en el inicio que el
Salvador iría a hacer tanto, como ahora nosotros vemos realmente entre los hijos de Dios de
otras denominaciones, y entre los incrédulos? Yo sólo le pedí algunas de las primicias de
nuestros días, mas ahora hay millares de ellas. Nitschman, ¡qué formidable caravana de
nuestra iglesia ya está en dirección al Cordero!”

Zinzendorf ha sido identificado por algunos como alguien genuinamente cristocéntrico; por
otros como un líder espiritual que dio forma al curso del cristianismo en el siglo XVIII, y todavía
por otros como el gobernante joven y rico que se encontró con Jesús y le dijo fervorosamente
“Sí”.

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