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Marx dentro de sus limites MoU Nari 1g AKAL CUESTIONES DE ANTAGONISMO Disefio de cubierta Sergio Ramirez Titulo original ‘Marx dons ses limites Edeién de Juan Pedro Garcia del Campo Reservados todos los derechos. De acuardo a lo dispuesto en ol art. 270 del Cédigo Penal, podrin ser castigados con pene de multay privacién de libertad quienes reproduzcan sin la preceptiva aurorizacién o plagien. fen todo 6 en parte, una obra lcerara, aristica 0 Gentifica Mada en cualquier upo de soporte (© Edivons Stock, 1995 © Ediciones Ala, S. A, 2003 para todos los paises de habla hispana © dal prologo, juan Pedro Garcia del Campo Sector Foresta, | 28760 Tres Cantos Madrid - Eepafa Tel: 91 806 19.96 Fax: 91 804 40 28 ISBN: 84-460-1992-2 Deposit legal: M. 38.909-2003, Impreso en Laval, SA. Humanes (Madrid) Prologo. Althusser: un trabajo sobre la ideologia y sobre los limites del marxismo, Juan Pedro Garcia del Campo... 1. sss sees eee eee eee eee ees 7 (_iFinalmente la crisis del marxismo haestaliadot ND E septate 7 5 ML Marx era «marxistay? isa Z pak ante 27 j 3 ae 3 3 ¥_EI marxismo iseria un rio con tres fuentes? 49 Mi._Marx atin prendido en el idealismo .................. is we 58 Vil._2Y la «omnipotencia de las ideas? 65 Vill. Un limite absoluto: fa superestructura ...... 0.4. B (5 Engl sereldearel Peaade dinemumen ony cserarsoit 8) X. dor qué, entonces, el Estado es una maquina? ..... 10! XI. Por qué la dictadura del proletariado? 105 XIl,_Retorno al Estado-miquina as 15 XIll. Por que el Estado es ura méquina wespeciah? 121 XIV, Del cuerpo del Estado . we 131 XV. Sobre la destruccién del Estado .. 135 XVI. La gran mistificacién del Estado .. 139 XVII. El pseudocirculo del Estado . 145 XVIIL Sobre elfetichismo 149 XIX. Los elimites absolutes» de Manx sabre la idealogla 5 157 XX. Lahegemonia segin Gramsci o..s.ccscceseseeeeeeeeseeeveeeesevers 163 Prologo Althusser: un trabajo sobre la ideologia y sobre los limites del marxismo JUAN Pzoro GaRcia DEL CAMPO 1. TEXTOS PARA RETOMAR LA PALABRA. La publicacién, entre 1965 y 1967, de Poser Marx y de Lire le Catal! supso la icup- ci6n en el imbite del pensamiento marxista de una fuente de actividad tedrica (de un ~sujeto polltic-iloséfico», en expresion de Francois Matheron) que venga u revolucionar zadicalmente ia manera de enfrentarse alos textos yt los conceptos més propios dela tca- dicién comunista. Louis Althusser, en cl tiempo en el gue coagulan las grandes conval- siones sociales que estallarén en tomo al referente de 1968, ha vendo a construe ura lec ura de ia tradicién comunista que, rompiendo tanto con el cédigo de Ia oxtodoxia come, con las lecturas «humanistas» o edizlécticas» intentadks en su contra, no ha dejado de reivindicar la potencia de afitmacién iiheradora del pensamiento marxista. El articulo que publics en 1970en La Pensée, ekdeoloeta y Aparatos Keoligicos de Estadow, ver firma la foreleza conceptual y fa vacaciin polémica de un pensamiente que, lejos de ‘enmudecer tras el Mavo, desplegaba una escricura abierta a la investigacisn en los meca- nismas del control sabre Ia subjetividad individual y colectiva, y que proponia, ademas, clement desde los que conceptunlizar las nuevas formas de una tevelucién posible. Y sin embargo, apenas una década después, mucho antes incluss del fatfdieo dia en. que su nombre aparecis en lis paginas de sucess, su actividad te6rica se ha visto, de ° Publicades amos en cascellann pr Ta etal Sido XXT como La ela tence Mar, 0 1987, y Poraker Eb capil, en 1969. ® Vert al castellano en varias traducciones Material protege por derechos de autor algdn modo, condenada al silencio: en un mundo (el de la década de 1970) en el que Jos discursos de la tradicion comunista entran en crisis (tanto por los «sucess» que en el seno de esa misma tradicién convulsionan vielentamente la conciencia de los mili- tantes como por las modificaciones esteucturales que cristalizan en torno a Ins nuevas formas de dominio y a las nuevas formas de resistencia}, Althusser parece dedicar sus obras, tan stlo, a la defensa de la posicién tedriea que en afios anteriores ha estableci- do. Sin desdefiar el peso indudable que tuvieron y la importancia de las discusiones apa- sionadas que provocaron, si atendemos a las publicaciones de Louis Althusser durante Ja década de 1970, podriamos casi decir que, a partir del articulo sobre los Apatatos Idoolé- Hicos, su acerca de los hechos). El porvenir es largo, esa «autobiogratia» althusseriana cuya publicacién ranto motbo y tanta complacencia aliment6, pretende precisamente poner fin a ese silencio y, mediante el expediente que consiste en «dar testimonio» y «resgonder de los bechos, recuperar una «responsabilidad» que le permita retomar la palabra. Pero ese libro, escrito en 1985, por unos u otros motives, no fue publicads hasta 1992, dos afios después de su muerte fisica: asf, de hecho, Althusser sélo pudo hablar nuevamente «en persona»? después de muerto. Althusser no volvié, pues, mientras vivid, a retomar la palabra perdida. Con todo, como se lee en varios lugares de la propia obra althusseriana, conviene ne creer a los autores bajo palabra. Aunque ast Io sugiera, incluso, ls presentacin que sc hace en El porvenir es largo, las condiciones del «silencio» de Althusser son mucho mas scrias de lo que su reduccidn a suceso biograficoe podria hacer pensar. El propio Althusser es consciente tanto de su silencio cuanto de la necesidad de ponerle fin y, al menos desde 1978, elabora un proyecto claramente orientado a retomar la palabra: intervenir nuevamence (pero, quiz, de manera distinta) como «sujeto poli- fico» en un universo en el que se estan remodelando las formas del dominio’. tico-filo: Retomar fa palabra: Althusser lo intents cn repetidas ocasiones. La de El porvenir es lange pudo ser la dltima, pero no fue la primera. Lo que, en esta presentacién, quiere ser puesto en primer plano, precisamente, tiene gue ver con esto dleimo. Althusser, cuyo silencio» es anterior a 1980, tenfa algo que decit y trabajaba en los textos que le permitieran hacerlo, El «silencio» de Althusser no es un silencio -biogrifico» que tenga que ser explicado a partir de un suceso «personal» fundante: es un silencio de trabajo. Y es un silencio gue trabaja, precisamente, para poder reconstruir un discurso que sea instrumento con el que pensar una revolucién y un comunismo desecble y posible, El calibre de esta empresa es mucho mayor de lo que pudieran hacer pensar los tex- 0s en los que, entre 1977 y 1978, Althusser ha explicitado su distanciamiente respec- «En persona-: de su pufio y letra, No hay que olvidar que Althusser «ha hablado» en la impor- tante serie de entresistas que mantuvo con Femands Navarro a propésito de la filesofta, que fueron publiccdas por vet primera en 1988 con el citulo Filosofia y marxismo por la editorial Siglo XXI de México. 4En este sentido, aocabe tampoco pensar la {novedosa) actividad te‘ica de Althusser com tra- sunto de una erectificaciénn, mucho menos si por tal se entiende una rectificscitin «filesdficas (aun- que hay quien aslo ha suzerido a partir de una simplista lectura de los Klementos de autncritica): 5 trata de un teabejt de investigacién sobre las cizcunstancizs que han confluido para terminar prove- cando una «quiebrax en el universo maraisea (en Ia teoria y en la priczica), de manera que, desde su identificacién, pucdan establecerse los correctives que permitan su rovitalizacidn. Material protegide por derechos de autor to de la politica del partido comunists francés (un distanciamienco, por lo demés, bas- tante serio, cuyos nticleos de interés pueden leerse tambign en buena patte de sus escri- tos de la década de 1970, y que tiene que ver con las formas de actuacién politica del partido). Mucho més que una discusién organizativa, rictica o estratégica, lo que se esté planteando a lo largo de este inmenso «trabajo silencioso» es algo que atafie al estatuto mismo de Ie teoria marxista: con el trasfondo de la crisis, Althusser plantea la necesidad de tomarla en serio y preguntarse por las causas que han desembocado en ella. Le crisis del marxismo no puede ser sdlo un efecto perverso de una coyuntura his- térica, ni de los errores (pricticos) cometidos, ni de la fuerza de los enemigos que con- tra él se han coaligado a Io largo de los atias: en todo caso, si esos fueran los motivos, habria que preguntarse por las causas que han hecho posible el triunfo de las aconteci- Tnientos sobre una teoria cuya ~omnipotencia» (en expresidn ya clisica} derivarta de la verdad incuestionable de las ideas que la articulan. Tomar en serio la crisis del marxis- mo, piensa Althusser y en ello trabaja, sslo puede significar preguntarse por los fimites internos de la propia teoria. ‘Marx dans ses limites, un texto de 1978, se plantea precisamente en esta perspectiva: ahora que finalmente ha estallado la crisis del marxismo, dice Althusser, estamos en condiciones de preguntames por sus causas y, ms atin, de hacerlo en serio, esto es, sin temor a que nuestros andlisis puedan provocac una crisis que pudiera ser aprovechada politicamente por los adversarios del marxismo: la evidencia de la crisis, por lo tanto, como antidote frente al temor a provocarla; la evidencia de la crisis, también, como urgencia de su resolucién. En este escrito (en el que, por lo demds, podrén encentrar- se importantes diferencias respeeto de lo que, en textos anteriores, han sido resis althuse scrianas: en lo que atafie a la supuesta xexterioridad» de la teorfa tespect del movi- miento obrero fundamentalmente, pero también en lo que se refiere a la relackin ciencia-ideologia 0 a determinados matices sobre la teorfa de los Aparatos Ideolégicos de Estado}, los dimites del pensamicnty de Marx son referidos de manera central a le problematica de la «superestructuray tanto ideokigica como polftica, este es, al proble- ma de la consideraciin de «lo politicos y de su especificidad, a la decerminacién exac- ta de las formas en que el poder acta generando efectos de identificacién, de consen- timiento y de «naturalizacién» de unas relaciones de dominio (telaciones de clase) que, sin embargo, son presentadas (j, sobre todo, son «vistas») como relaciones entre igua- les. Ademés, y éste es un aspectes que en sus textos posteriores serg centro privilegiada de atencién, estos «limites absolutos» del marxismo son presentados por Althusser como, en buena medida, procedentes de una insuficiente ruptura de Marx (y de las continuadores de su intervencidn teérica) con el zidealismos del que esté « de la correlacién de fuerzas en la «infraestructura», que olvida el carécter esencialmente actuante y articulador (en las relaciones sociales y en la conciencia de sus agentes) de Ia ideologia. Desde esta perspectiva, el «silencioso» trabajo althusseriano se empefié (con éxito © sin él, cada cual lo juzgaré por si mismo) en la tarea de clarificar la manera en que, desde una posicién materialista, serfa posible entender la funcién de la ideologia en el seno de las sociedades capitalistas y la manera en que serfa posible ponerla «fuera de circulacién». Si su trabajo en los afios anteriores se fij6 como objetivo depurar la teorfa marxista de las adherencias hegelianas, ahora, de manera central, insistiré en resituar esa misma teorfa (y su prictica) en el nico ambito en que podrfa escapar de las adhe- rencias ideolégicas (limitadoras y «sujetas) que deforman la manera de ver el mundo. Asi, por un lado, nada tiene de extrafio que la preocupacién teérica («filoséfica>, si se quiere) fundamental del Althusser de la década de 1980 fuera, precisamente, la inves- tigacién acerca de lo que deba ser entendido por «materialismo». Asi también, por otra parte, nada tiene de extrafto que los lugares en los que Althusser buscara la clave de una alternativa materialista fueran, precisamente, los textos de Spinoza y de Maquia- velo: los autores que mas claramente han abordado la imbricacién de «lo imaginario» cn las dinamicas constructoras del dominio y del sometimiento. En este sentido, las famosas entrevistas con Fernanda Navarro, efectivamente, muestran la profunda continuidad entre el anlisis de los Iimites de la teorfa marxista y Ia formulacién de esa extratia nocién que Althusser bautizé como «materialismo alea- torio», En todo caso, el propio Althusser insistfa explicitamente en esta continuidad en lo que, en 1982, iba a ser el «prefacio» de la obra’ de la que esté extrafdo el texto sobre Lacorviente subterrinea del materialismo del encuentro: «Este rodeo por la teorfa, y particu- Jarmente por la filosofia, tras el pensamiento teérico de Marx, como acabo de decir, esti abi sélo para permitir comprender la politica, esa en In que estamos comprometidos, esa en la que estamos “perdidos” y “sin referencias”>. ? En 1982, Althusser proyect6 escribir una obra tanto sobre la coyuntura politica como sobre lo ‘que después lamé «materialismo aleatorio», para la que redact6 varios escritos y recuperd textos ante- riores. El estado general del texto, sus repeticiones y saltor, su cardcter de «proyecto» sin desarrollo, ha desaconsejado (véase la explicacién contenida en las pginas 533 a 538 del vol. [de los Eerits phi- losophiques et politiques, Parts, STOCK/IMEC, 1994) su publicacién, pero es de ese conjunto de escri- tos de donde procede el texto conceido como La corriente subterrénea del materalismo del encuentro (en castellano, en Para un materialismo aleatorio, Madrid, Arena, 2002). Por lo demas, en castellano hha aparecido una traducci6n de una parte de estos textos de 1982, publicada («Sobre el pensamien- wo marxistar) en el nim. 6 (otofio de 1995) de la revista Rif Raff de Zaragoza. 2. LA TRADICION MATERIALISTA En las paginas de Et porvenir es largo puede leerse una de las mas escuecas definicio- nes de maccrialismo gue jamés se hayan realizado. Ser materialista es... no contarse cuentos*, El macerialismo no es, por fo canto, una filesofia (aunque sfes una «posicién» en filosoffa) nié viene caraczerizado por una determinada serie de contenides (aunque eno contarse cuentos» signifique posicionarse frente a determinados contenidos y, sobre todo, posicionarse de una determinada manera ante ellos); ser materialista es, simple- mente, no contarse cunts. La obra tectica de Althusser se ha caracterizado, precisamente, por un intento de des- hacer los cuentos que permanecian pegados a la tearia marxista y que impedian su desarro- ilo Giendo, ademas, on muchos cases, La fuente de terribles orzores «en la précticar): el cuento de la «dialéctica» entendida como norma «ontoldgicar del despliegue de Io real; el cuento de! (como reino de los «valores»); el cuento, en fin, de un desti- no trazado para la historia en el que la victoria final estarfa garantizada. Frente a log «cuen- tose, pues, Althusser ha reivindicado la (y ése es, sin duda, el origen del «teoricis- mo» del que cantas veces se le ha acusado y dal que él misma ha hecho «autocritica»). Pere la critica de los «cuentos», en Althusser, no es una simple apuesta por la «tzo- rf, na es, por decitlo asi, una apuesta sfilossfican: si no hay que contarse historias es, precisamente, porque las historias impiden reconocer la cartografia basica de un mundo anticulada sobre el pader de clase, porque dibujan, por contra, un horizonte plano en ef que permanece «sujeto» cualquier deseo de socialidad otra, En su intento por devolver al marxismo la potencia explicativa e interpretativa que Ie ha sido escamoteada por guienes han hecho de él un simple «cuento», en su inrento por trazar el recortide de una tradicién materialista que (como un tren al que subimos en marcha) no tiene fin alguno prefijado, pero que tiene en Marx una de sus estaciones més transitadas y més Griles, Althusser no rabaja como «flésofo», sine como comunista: como un comunis- ta que es también filésofe y que, ademis, entiende que la lucha de clases se desarrolla también en el terreno de lo ideolégico y, por eso, en el Ambico de la teoria, La edicisn castellana {p. 295) traduce «no contarse historias. La expresiin aparece justamen- te después de Ins paginas (289 a 294) en las que Althusser habla de lx importancin que tavo para él la lectura de Spincea y Maquiavelo, y que constituyen la versida que tinalmente fue publicada en sus- titucida de la redacetén inicial (redaccidn inicial que fue publicada finalmence como apéndice a fa edicisn francota de bobsillo de El porvenir es kage Pajo el cieule de La sinict racicién maseriedsta). 12 Material protegido por derechos de autor Si atendemios a esta circunstancia, en nuestra opinién, se haré mucho més com- prensible e] singular modo en que Althusser traza, en sus textos de los afius ochenta, un recorride por Ja tradicién macerialista... isin hablar prdcticamente de «filosofiay (aunque sf de fildsofas, y también de los efectos de sus doctrinas) y sin apenas caracte- rizar «filoséficamente» Io que entiende por materialismo! Asi pues, el catalogo de autores por los que Althusser transitard en su intento de nombrar las estaciones de una tradicién de pensamiento «materialista» (tnica, dice él: Jéltimo intento de romper esa barrera que, en la tradicién marxista, diferencia entre matetialismo «dialéctico» y materialismo «sin més determinacién»?) y, sobre todo, el punto de vista desde e1 que son abordados estos autores y las temdticas a propdsito de las que se analiza su obra son un claro indice de las preocupaciones basicamente poli- ticas que articulan su pensamicnto. Althusser empezaré nombrando Heidegger, tan s6lo porque (i se quiere, sélo desde esa consideracidn) este autor sefiala que el hombre est «artojado» en el mundo, al margen de rodo sentido; después nombra a Epicuro, porque su explicacin de los chogues «en el vacio» elimina, también, todo sentido predeterminado (Origen © Fina- lidad) a la materialidad de lo real, Por eso, y por ser el «clinamen» (la variacién sin causa en la direccién de los dtomos) un referente mftico de Ia cradicién macerialista’, se convierte en metafora desde la que Althusser pretende acercarse a esos «aleatorios- encuentros» que configuran el mundo y que son su (iinica) norma: la norma de la ausencia de norma, la norma de la no teleologia, la norma de fa posibilidad de actue- cién transformadora y cambién la norma de la no garontia de su éxito. El referente Epi- cuto frente al referente Hegel. Y después, lo realmente serio: Spinoza, Maquiavelo, Hobbes, Rousseau... Marx. Spinoza, porque su asalto a la fortaleza en la que la divinidad ha sido encastillada por la tradicién escoldstica (convertida en Gnica fuerza actuante y, asf, en justificacién de todo poder ejercido) permite entender fas relaciones entre los individuos como materializaciones practicas del juego de sus respectivas potencias, y porque su rechazo de toda «teorfa del conocimiento» permite precisamente entender lo imaginario como trasunto ideclégico que estructura fa comprensién del mundo desde la simpleza de una «evidencia» supuestamente «limpia». Maquiavelo, porque en su investigacién sobre las formas ms aptas para el mante- nimienta de la «fortunas del Principe permite entender la uirti: como disefio de estra- 7 En nuestra opinion, resulta claro que fa referencia a la epictirea oes «puramente»): es, fundamentalmente, una preocupacién politica. Se trata de poder pensar el marxismo (de poder pensar la actuacién politica, la lucha contra el dominio ) al mar- gen de toda mistificacién «dialéctica», que la teorfa del valor era una fabula, y que la teurfa del plesvalor era nula, ya que era matematicamente «no operatoriae. Religiosos, moralistas, socidlogos, *!! que son parte integrante de esta crisis), y de una crisis tan radical y profunda que parece capaz de disipar por sf sola muchas ilusiones mantenidas y de forzar finalmente a los comunistas sinceros al insos- layable y sano examen de la realidad. Con mayor seguridad atin, porque como decia jus- tamente Mao «la tendencia es hacia la revoluciéne *"" y, hasta dentro de las tradicciones, el movimiento de masas exige y sostiene este examen. Planteo, por lo tanto, la cuestién-limite (la mas dificil es siempre la mejor pregunta): {qué podemos nosotros mantener hoy de Marx que sea verdaderamente esencial a su pensamiento y que posiblemente (y seguramente) no siempre ha sido bien entendido? Para empezar por el principio, diré: podemos mantener los hechos que a continua- cidn voy a exponer y posteriormente a comentat peores con- I CE Louis ALTHUSSER, Ce gui ne peut plus durer dans le parti communiste, Paris, Maspero, 1978, pp. 28-29 fed. cast.: Lo que no puede durar en el partido comunista, Madrid, Siglo XI, 1978]. il eLa tendencia principal es hacia la revolucién»: consigna en su tiempo célebre de Mao Tie- Tung. 26 Ill éMarx era «marxista»? Podemos, en primer lugar, mantener este hecho simple que no parece gran cosa pero que es fundamental. Marx ha dicho, al menos una vez: «Yo no soy marxistaY"». La expresin es conoci- da, Se ha podido tomar esta expresin por una simpleza formulada por un espfritu libre, modesto y céustico. Pero las cosas no son tan simples. Porque el propio Marx exigia de sus lectores, en el prefacio de El capital, que «piensen por sf mismos», y completaba su exigencia escribiendo: “Taxlo juicio inspirado por una critica verdaderamente cientifica seré bienvenide para mi Frente a los prejuicios de eso que se llama la opniin priblica, a la que nunca he hecho conce- siones, tengo por divisa, ahora como siempre, las palabras del gran flozentino (Dante): isigue tu camino y deja que la gente hable!*™ La cosa era seria: pensar por uno mismo, pensar libremente, burlarse totalmente de los «prejuicios de la opinién publica», no queria decir pensar cualquier cosa, sino, al con- trario, decir la verdad, en cuyo nombre toda critica «cientifica» se declara bienvenida. XW Expresidn dirigida por Marx a Lafargue, contada por Engels en una carra a Bernstein (2-3 de noviembre de 1882). Primera redaccién: «a Marx le gustaba repetir~ ’V K. Marx, Le Capiual, prefacio de la primera edicién alemana, Pars, Faitions Sociales, 1959, «1, p. 21 fed. cast: El capital, Madrid, Ediciones Akal, 2000, Libro I, t 1, p. 20] [N. del T: citamos aqui El capital segdin la versién publicada por Ediciones Akal a la que hemos hecho referencia. En castellano se encontrar una magnifica traduccién de esta misma obra, reallzada por Pedro Scatén, en 8 vols, en. Madrid, Siglo XXI, 1975-1981}. 27 En realidad, Marx estaba profundamente convencido, mds atin, absolutamente convencids, sin ningiin titubeo interno, de haber inaugurado un nuevo conocimien- to, contrario a todos los que se propontan en este dmbito; el inice verdadero: ef cona- cimiento de las condiciones, de las formas y de los efectos de ta lucha de clases, al menos bajo el modo de produccisn capitalista. No es que la historia de las «formas precapitalistas» no existicra para Marx; les consagré un estudio! bastante breve en los afios 1857-1858, que durante mucho tiempo*! ha permanecido inédito, y a él recurre muy a menudo en el texto mismo de El capital. Pero el centro de toda su atencidn y de su certidumbre era el modo de produccién capitalista: por lo demas, cuando se trataba de otros modos de produccidn, estaba menos seguro (nos damtos cuenta ahora). Y Marx no tiene miedo, en su tiempo, en su lenguaje (y sin que haya que avergonzarse de ello), de decir y de repetir que ha sido el primero en hacer «ciencia» (Wissenschaft) en cl terreno que des- cubria!?, Es preciso tomar el verbo descubrir en sentido fuerte: descubrir es, a su modo, para Marx, liberar, despejar la sociedad capitalista Je todas las construcciones ideoldgi- cas que la recubrian para enmascararla y asegurar asi la dominacién de clase de la bur- guesia. Entigndase que Marx estaba convencido de «producir», de sacar a La luz, de hacer ver y comprender, por primera vez, con nitidez y sistematicidad, conocimientos "| Se trata del texto tralicionalmente denominado Formen, que forma parte de los manuscritos de 1857-1858, conocidos como los Gnmdrisse. En castellano, los Grundrisse se encontrarén al menos en dos versiones: con el titulo Lineas fundarnentales de la evitica de lu economia politica: (Grendrisse} en los voldmenes 21 y 22 de las Obras de Marx y Engels (Barcelona, Critica, 1977 y 1978), version que utilizamos aqui como referencia bibliogritica, y con el titulo Elements fimdeanemales para la critica de la economia politica (borrador) 1857-1858, 3 vols., en la craduccién de Pedro Scarén (México DE Siglo XX1, 1972 y 1976); el texto de fas Formen ha sido traducide en varios ediciones como Forma- clones ecomidinicas precapitalistas. XS Karl Manx, Manuscrits de 1857-1858 (Grundrisse), Editions Sociales, 1980, ¢ 1, pp. 410-452 fed. cast.: Lineas fundamentales de la evitica de la economia politica (Grundvisse), cit., vol. 21. pp. 427-467]. Una amplia correspondencia con la direceisn de las Editions Sociales, y en particular con su direc- tor Guy Besse, en 1966-1967, restimonia fa intencidin de Althusser, en un tiempo en que los Grun- drisse eran adn inéditos en francés, de publicar ese texto a menudo designado con la abreviatura Fare men en la coleccién Théorie. Después de hacer traducir este escrito, renuncié a publicarla ¢l mismo a peticién de Editions Sociales, a las que envfa Ia traduccién el 13 de agosto de 1966. Habicnda publicado esta editorial otra traduceién en el libro Sur les sociétés précupitalistes (Paris, Editions Sociales, 1970), Althusser retir6 la traduccién, sus cartas lo muestran, con el sentimiento de haber sig enganiada. "En sus textos mas conocidos de li década de 1960, Alchusser se ha referide al «descubriméen- to» de ese nueva terreno ya la formulacin de una nueva «ciencia», utilizande la nocisn de «rup- tura epistemoligica. 28 Material protegido por derechos de autor objetives, adecuados para ayudar y guiar un movimiento revolucionario del que, al mismo tiempo, mostraba que existia ya realmente en las masas obreras y que todo con- ducta a darle la fuerza y los medios para abolir Ia lucha de clases y las clases mismas. Sobre esto, Marx era perfectamente «marsistas, crefa en su obra, que consideraba «cientifica», sin haber vacilado nunca sobre este térming, y ne ideolégica v «filosslica». Una ciencia no come las otras, puesto que decia de El capital que cra «el més peligroso, isi jamués Ianzado a la cabeza de la bunguesiary una ciencia . Sin embargo, diciende de st mismo que «no era marxista», rechazaba por anticipa- do toda interpretacién de su obra como sistema o visidn filosdfica o ideolégica; en pat- ticular como nuevo refrito de las «filosofias de la Historia», Rechazaba, sobre todo, la idea de que él hubiera finalmente descubierto la «ciencia» de ese «abjetor que, en la cultura burguesa de la época, se llamaba Economia Politica. Por eso mismo Marx recha- zaba por anticipado la concepcién de que su pensamiento pudicra pretender no slo presentar sino poseer una wnidad total, o totaligante, pensamiento éste al que sc llamaria «el» marxismo, y que esta obra «una» pudiera haber sido producida por sun» autor: él mismo, esc intelectual de origen burgués, Karl Marx, judio, «naturalmente». Marx ponfa ast en guardia contra esta pretensidin negdndose a decir que El capital era ecienciae de la economia politica, y atirmando por el contrario que era «critica de la economia politicay (subtitula de El capital). Aqui es necesario ain entender «criticar en el sentido tre- mendamente fuerte que le otonga Mane: critica do todos los presupuestos filoséficos idealistas, que pretendian que la economia politica existiera como teorfa propia y exhaustiva de un supuesto «objetor definido por categorfas «ideolégicass! propias, come sujeto, necesidad, trabajo, distribucién, consumo, contrato, ete., relacionadas todas, come: st se tratura de su ori- wen, con ol sijeto de necesidades, de trabajo y de cambio, y que fuera posible una «ciencia» de este «objeto» definido por estos conceptos dudosos, pero en absolute inocentes. Marx no rechazabe en bloque los trabajos de los economistas: zechazaba la idea de la economfa politica tal y como les era impuesta por la ideologia burguesa dominance, y formada a partir de unos conceptos, algunos de los cuales acabo de enumerar Marx pensaha que en los trabajos de los fisiécratas, de Smith, de Ricardo, Hodgskint, etc., 2 Un anueron fiffsofo, es decis, un filésofa rancio, que sélo tiene ideas si las falstica para obtener asi brillantes ventsjas, ha crefdo poder hacer un. juicio de inrenciones a esta expresién, Que se achre. © Se comprende, evidentemente, que no es una carezoria, aslada, lo que es ideokigico, sino que loes por el sistema que se le somece. © Chel notable librito de Jean-Pietre Oster, Thomas Hodgskin. Une critique brokiearienne de T'ico- one politique, Paris, Maspero, colecci’in Théorie, 1976. 29 Material protegido por derechos de autor habia elementos cientificos, elementos de conocimiento objetivo, pero que era preciso, para percibirlos y poderlos utilizar, cambiar completamente de sistema de categorias, cambiar de terreno ¥, asi, criticar radicalmente tanto la economia politica como su pre- tendido «objeto» (la satisfaccién de las necesidades o la produccisn de la «tiqueza de las nacionese, etc.}, esto es, su pretension de ser la «ciencia» del ebjeto del que clla creia hablar. La economia politica hablaba bien, pero de otra cosa, a saber, de los «valo- res» politicos de la ideologfa burguesa, es decie, entre otros, de la pol{tica (econémica) burguesa disfrazada, por razones econdmicas y politicas, como «economia polfticar. Pero al mismo tiempo Marx cambiaba (sin, posiblemente, darse cuenta toralmence de ello) el sentido tradicional de la expresi6n «critica de...», y asf, ef sentido del concep- to de critica. La vieja nocién de critica, elevada a la dignidad filoséfica por todv un siglo, de Bayle a Kant, estaba encargada en toda la tradicién racionalista de scparar lo verdadero de lo falso, de librar a lo verdadero de to falso (de los errores, de los «prejuicios», de las ilu- siones) 0, mejor, lo que es més fuerte, come se le ve hacer a Voltaire en célebres pro- esos, de denunciar el etror en nombre de la Verdad cuando Ja Verdad era ridiculizada © atacada por el error. En sus trabajos de juventud, Marx habia retomado con amplitud esta tradicién racionalista para denunciar la «irracionalidad~ de las condiciones de exis- cencia de la Razén {ejemplo: el Estado cs en sf la Razdn, pero existe bajo formas no razonables o irracionales; [a critica ha de denunciar esta contradiccién y el insuleo infli- gido al Estado-Razén para restablecer la verdad y condenar el error). Pero en El capital Marx impone a la erftica un sentido totalmente distinto, una funcidn totalmente dis- tinta. Como debia escribirlo el inteligente comentador ruse que Marx cita en el pastfa- cio a la segunda edicién alemana de El capital, [a critica no es para Marx el juicio que pronuncia la Idea (verdadera) sobre lo real que falla o es contradictorio, sino la critica de lo real existente por lo teal existente mismo {sea por otra cosa real, sea por la con- tradiccién interna a lo teal). Para Matrx, la eviticet es io real criticcindose a si mismo, elimi- nando sus propios desechos para dejar libre y realizar laboriosamente su tendencia dominante, activa en él. Es en este sentido materialista de la critica en el gue Marx habia podido, desde 1845, hablar del comunismo como lo contrario de lo «ideal», como «movimiento real»**" en su tendencia mas profunda. *S1" El comunismo ad es para nosotros ni un estady que deba sez creado nium ideal al que la rea- lidad deba tender. Llamamos comunismo al movimiento weal que anula y supera el estado de cosas actual: Kad MARX y Friedrich EXCELS, Idéologie allemande, Paris, Editions Sociales, 1968, p. 64 ted. cast: La ideologia alzmana, Ediciones Puchlos Unidos & Ediciones Grijalbo, Montevideo ¥ Barcelona, 1979, p. 371- 30 Material protegido por derechos de autor Pero Marx no se contentaba con esta nocién, adn ebstracta, de Ia crftica. Porque ide qué «real» se trata? Mientras no se sepa de qué «real» se trata, todo puede ser real ¢ invo- cado como real; todo, es decir, no importa qué. Marx relacionaba la erftica con aquello que, en el movimiento real, la fandaba, es decir, para él, en ultima instancia, con la lucha de clases de los explotados, que objetivamente pueden ditigirla contra ka dominacién de clase burguesa, a causa de la naturaleza propia, y Gnicamente a causa de la naturaleza propia, de las formas de su explotacién acwal: las formas de la explotacién capitalista. Es por eso que, en. un extrafio atajo que prucba la agudeza de su conciencia, Marx podta escribir, en el postfacio a la segunda edicién ulemana de El capieal: En tanto que una tal critica [la eritica de [a economia political representa a una clase, no puede represcncar (veverceen} mas que a la clase cuya misin (Ben) histérica es revolucionat el mods de producciéin capitalista y, finalmente, abolir lis clases el prolerariadlol. Y si vamos hasta el final, es claro que por esta concepeién de la eritiea Marx recha- zaba (cierto que sin decirlo explicitamente y, por lo tanto, sin extraer todas las conse- cuencias) la idea entonces sevidente> para todos de que él pudiera ser, él, el individuo Marx, él, el intelectual Marx, «el» autor (como origen absoluto, el creador) intelectual @ incluso politico de una tal critica. Porque era lo real, la lucha de la clase obrera, lo que actuaka como verdadero autor (agente) de la critica de lo real por s{ mismo!*, A su manera y en su estilo, con su cultura trastocada por la experiencia que habfa hecho y hacia, con el agudo sentido de los conflictas que tenia, el individuo llamado Marx «escribia» para este «autor, infinitamente mas grande que él; para él, pero en primer lugar por él, a instancia suya. 1K, Marx, El capital, cits Libro 1, tL. p. 26 & Althusser realiza aqui (y en el capitulo signionte, cuyo titulo es bien explicito} una inversién, radical de lo que ha sido uno de fos elementos mas discutidas a propésito de su exposicion de la «tup- cura cpistemoligica+ efectuada por Mark: esa eruptura», en diversas ocasiones, ha sido presentada por Althusser como efecto de un trabajo tedrico sobre ios conceptos yen ese sentido, como una tup= tura conceptual fruto de un trabajo eminentemence intelectual (del que Marx seria el eautor»). La importante modificacién que se produce ea estas piginas viene a poner fuera de lugar los morivos que han venide siendo aducides para hablar de la posicién althusseriana come una posicién «teoti- cistas (aunque algo similar podia leerse en los Elementos de autocritica, cuando Althusser sefiala que en sus trabajos de 1965 «no se tora en cuenta la medida excepeional del papel de la Lucha de elases en In filosofia de Marx»). Por otra parte, no hay que pasaz por alto ta importarcia de la manera en que Althusser, en este pirrato, introduce Je cuestion: haciendo la critica de la concepcién Gdeolégica) (que supone un «sujeto» al que considera «origen» («creadors) de la escritura (el origen de semejan- te perspectiva critica puede ser situado en R. Barthes, puede ser seguido en R Macherey y puede encontrarse desplegado hasta sus tltimas consecuencias en la obra de Juan Carlos Rodriguez). 31 Material protegido por derechos de autor I La teoria marxista no es exterior sino interior al movimiento obrero™"!! Pero ast, de golpe, nos vemos encaminados hacia otto hecho. En efecto, es comando una parte directa y personal, y durante varios afios, en tas pricticasy en las huchas del movimiento abrero como el pensamienro de Marx ha podi- do «cambiar de base» (la expresisn del canto de La Incemacimal es justa) y hacerse «crt- tico y revolucionarion®™ (kritisch-revolutionar}. Y cuando hablo del movimiento obrero, hablo del movimiento obrere existence en la Europa de fos afios prerrevolucionarios y revolucionaties (1835-1848), Exe movi- micnto era entonces de una diversidad extrema. Tan pronto se encontraka reagrupado. bajo un partide cbrere radical, como en Inglaterra (el cartismes movimiento reivindi- cativa ¥, al tiempo, polttico), como estaba disperso o incluso, en Francia, separado en mismo calified como «tcoricistan, Althusse: dlefendié una tesis rigurasa- as escrita en 1965, WIT En el petlale que mente inversa de la desarrollada en este epirulo, En un texto roneoripads de 47 “Théorie, Prutique thcoréue et Fimnatim theoniiee, idéuloxie et bate idéulogique, ue pese a ser inédite no dha dejado de cireulas, puede leetse por ejemplo: «La ciencit marxista-Teninisra, que esc all servicio de los intereses objetivus de In clase proleturia, no podia ser el producto esponcineo de la priecticn prole- taria: ha sido produeida por la practica tedrica de intelectuales que poselan una alta cultura, Marx, Engels y Lenin, y ha sido traida "dese fuera” ala pr&ctica proletarias [N. del T.: el texto en cuestidn fue publicado en castellano en 1966 en el niim. 34 de In revista Cosa de las Américas ¥, posteriormen- te, en 1968, con ef titulo reducide de «Préctica teérica y lucha ideoldgicar en vl volumen La flosofia como arma de ke revaluciin, México DIK Sigln KXLy Ediciones Pasado y Presemte, 19772). NK. Marx, Le Capital, epilogo a la segunda edicisn alemana, cit-, p29 [ed. cast: Bl capital, ci Libro 1], p. 30). 33 Material protegido por derechos de autor movimientos «socialistas» de inspiracién asociacionista pequefioburguesa (cf. Louis Blanc y ef mismo Proudhon) y en sectas utépicas (Marx y Engels, que conocieron a Proudhon, Fourier, los saint-simonianos, ctc., tcnfan entonces hacia elles, y tuvieron. siempre hacia su teorfa y su aecién en aquel tiempo, el mayor respeto politico). Pero Marx y Engels no se insertaron en esas sectas utdpicas, sino entre fos grupos radicales de artesanos-obreros, en su mayor parte de origen alemin, que aglutinaban a los emigrados politicos en grupos que se llamban «comunistas» (Cabet** representaba en Francia esta tendencia y Weitling*®! en Alemania). Tras la derrota histérica del ear- tismo en Inglaterra, esos pequefios grupos muy activos, extrufiamente licidos, repre- sentaban la vanguardia comunista del movimiento ubreo europe. Fueron La vida y las luchas de estos grupos lo que compartieron Marx y Engels. Y fue su adhesin a estos grupos lo que provocd el «cambio de bases de su pensamiento: un cambio radical tanto en la filosoffa como en la teoria de ia lucha de clases, sobre nuevas posiciones vincula- das al proletariado®™!. Esta tesis no es una simple euestién que reiria de una constatacién de hecho y que la ehistoria de las ideas» (esa disciplina incierta e insulsa, al menos en la mayor parte de sus intenciones declaradas) tendrfa que establecer. En Ia historia del movimiento abrero, ya desde el tiempo de Marx, esta tesis ha sido objeto de debates ileoldgicas y politicos intensos. Cuando Marx, por ejemplo, eseribfa en una célebre carta a Joseph Weydemeyer (5 de marzo de 1352): En lo que me concieme, no es a mf a quien corresponde el mérito de haber desc ubieeto ta existencia de las clases en la sociedad moderna ni fa lucha que entre ellas se libra, Historia- dores burgueses habian expuesto antes que yo la evolucién histérica de esta lucha de clases y economistas burgueses habian escrito gu anatom: era para afiadir; Lo que yo he aporado de novedades 1) demestrar que la existencia de las clases est ligada solamente a fases histGricamente dererminadas del desarrollo de ht produceésr: 2) que la luchs de clases lleva necesariamente a la dictadura del prolerariadys 3) que esta misma dic- ®¥ Conoeide por su Vinage en icarie, Emilio Caber (1788-1856) fue iniluide por Quen cuando emigro a Inglaterta durante 1a Monarquia de Julio; después incento fundar cclonias comunitarias en. América, XX Artesano tallados, Wilhelm Weitling (807-1871) es una de las grandes figueas del econmnis- mo utépicoy alemén. Es, entre otras, autor de Garanties de Charmonie et de la thers (1642), aprecia- da por Marx, que compidi con él en 1846, y de LEsamgite d'm pencvre péchcter. 3X0 Primera redaccidn: «desde un punto de vista prolecatiow 34 Material protegido por derechos de autor radura no representa muds que una transicisn hacta fa abolicién de todas las clases y hacia una sociedad sin clases. Necins ignorantes como Heinzen. que no séio nicgan la lucha de clases sino la existencia de clases, punent de manifiesto solamente que a pesar de su baba sanguino- Tenta y de sos zullidos gue quieren hacerse pasar por declaraciones humanistas, tienen = las ordiciones suciales en las que la burguesta ssegure su daminacién por el resultado dileimo, por el nce plus udira de la historia, 2°, Asi y desde 1852, Marx declara que no es el primero en hablar de clases sociales y de Juchas de clase, puesto que historiadores y economistas burgueses han hrabiado ya de ellas (y pouhis también mencionae a filésofos y politicos, desde la més lejana antigtiedad clési- ca, ef Plauén, Tuciides, Aristételes, Técito, Maquiavelo, Spincza, Locke, etc,}, pero que si dl habla de ellas, es de un modo totalmente distinto y, po: Jo tanto, sobre una base a la vez filosdfica y tedrica totalmente distinta. Esta otra base filoscifica es el materialismo afir- made desde las ‘lesis sobre Feuerbach, sdemds de la dialéctica, retomada conscientemente de Hegel pero declarada «desmitificada» a partir de los cuadernos de 1857-1858 (los Gruninisse) y de la Conatibucién (1859). Esta orra base ceérica, he crefdo poderla caracte- rizar mosttando que, al menos pars el modo de produccidn. capitalista, toma la forma del primado de la lucha de clases sobre las clases!: slo la comprension de esa primacfa (0 pri- mado de la contradiccién subre los contrarios) permite hacer ET capital comprensible, al mismo tiempe en todo lo que dice y en todo To que no dice 0 no puede deci, Ahore bien, lo que Marx deja aqui entender Ie dice en otto lugar con mucha elari- dad: en el prefacio de 1859, en el que hablando de La ideologia ciemana Marx declara que Engels y él comprobaran, por sus propias experiencias, la necesidad de «romper con (abrechnen) nuestra conciencia filosofica anterior **Y, Su pensamiento cambis de base, pues, bajo el efecto de Ta experiencia de las luchas del movimiento obrera en el que estaba, con Engels, personalmente empeftade, Esta simple cuestidin, sin embargo, habria de convertirse en tema de vivisimas con- troversias idculdgicn-politicas que contingan en nuestros dias. Para hacerse una idea de ello, se recordara que es Kautsky quien ha dado su forma cangnica a la interpretacién «reformista» de esta cuestién crucial que iba mucho més HAM K. Many y E ENGELS, Correspondance Mara-Eingols. Lettres suer «Le Capitals, Paris, Editions sociaks, (964, p. 39 INL del T: pod encontrarse tna edicién de este material en K. MARK y F ENGELS, Cartas sve El capital, Barcelona, Lata, 1974. A esta edicisn nos referiremos en adelante. Los frag- mentos citados se encuentran en las pp. 50-5] de esta ediciéin| CEL. ALTHUsseR, Repanse it Join Lewis (1972) [ed. cast., Pava wma critica de la practice tedvica. Respuesta fal Leuns, Madrid, Sisko XX1, 1974]. SND K. Mare, Conmnbution a le crftique de Mécrnomie politique, prefacio Je 1859, Parts, Editions Sacia- les, 1967, p. 5 fod. cast.s Contribuexin a ki critica de la economia politica, México DE, Siglo XXL, 1980]. 35 Material protegido por derechos de autor alld de la personalidad de Marx y de Engels. En el periode triunfante de Ja socialdemo- cracia alemana, cuya inevitable victoria electoral habfa anunciado el propio Engels algunos afivs untes, Kautsky escribi la conciencia socialista seria el resultado directo, necesario, de la Jucha de clases proletaria. Ahora bien, eso es totalmente falso. Como doctrina, evidentemente, el socialismo tiene sus rafces en las relaciones econémicas actuales en el mismo grado que la lucha de clases del pro- Jerariado, tanto como esta GTtima procede de la lucha contra In pobreza y la miseria de las masts, engendradas por el capitalismo. Pero el socialism y la lucha de clases surgen parale- lamente y no se engendran entre si. La conciencia socialista de hoy no puede surgie més que sobre fa buse de un profundo conocimiento cientifico. En efecto, la ciencia ecundmica con- temporinea (se) es una condicidn de fa produccién socialists, tanta como, por ejemplo, Ta técnica moderna; ya pesar de sus deseus, el proletariado no pede crear ni la una ni la otra: las dos surgen del proceso social contemponinen. Pero cf portador de la cieneia no es el pro- lecasiado, sino los intelectuales burgueses (subrayado por Kautsky): es en el cerebro de ciertos individuos de este tipo donde ha nacido ef socialismo contemporanca y ¢s por ellos por yuien ha sido comunicado a los proletarios inrelecrualmente mas evolucionados, que, enseguida, lo introdujeron en la hucha de clases del proletariado allf donde las condiciones lo permitieron, Asi pues, ta concieneia socialista es un elemento importado de fuera (von auflen Hineingetra- genes) a Ta lucha de clases del proletariado, y no algo que espontineamente surgieza de ella (terwtichsig) XY, Si no fuera asi, afiadia Kautsky, no se comprenderfa que Inglaterra, pais «con el mayor desarrollo capitalista», fuera el pais més «alejado de esta conciencia socialistan. Sabemos que sélo algunos meses despu (revista teGrica de la socialdemocracta alemana), Lenin, en (Qué hacer?, cita en favor de su lucha contta el espontanefsmo econumicista (contra Tos que crefan en la omni- s de este texto aparecido en la Neue Zeit potencia de la lucha de clases ecanémica y rechazahan toda lucha politica) las mismas frases de Kautsky, retomandolas por su cuenta sin cambiar ni una coma. Pero Lenin no ponfa el acento, como Kautsky, en los intelectuales en tanto que tinicos «detentadores de la ciencia» y en la idencidad entre «ciencia econdmica» y conciencia sacialista (revo- lucionatia). Lenin tenia otros objetives en la cab Qué hacer? . que se deducen cluramente de la necesidad absolura de una ceorfa revoluctonaria y de un partido revolu- 28V El (sic) es de Louis Altfhunser [N, del Ts de lo gue se trata es de sefalar como sextrafiay la referencia a una supuesta «ciencia econGmica modem que aparece en el texte de Kautsley (Alehusser ha insistido en que la eciencias que Mors inaugura ~y hay que suponee que el «marxistas Kautsky se refiere a ella~ no es una cieneia «econdmica») |. XV Louis Aithu {Qué hacer? de Lenin publicado por las Editions de Moscou. er cita este texto de Rautsky, escrito en 1901, segrin la traduceidn francesa del 36 Material protegido por derechos de autor cionario, en particular de un partide de «revolucionarios profesionales», para hacer frente a los problemas de la clandestinidad. Tavo que explicarlo muchas veces en fo sucesivo contra aquellos que le acusaban de querer somecer la conciencia obrera y, por lo tanto, la conciencia socialista a la «ciencia» de los intelectuales externos por natu- raleza al proletariado, y que, por eso, fe acusaban de querer consagrar la omnipotencia de los ditigentes intelectuales sobre los militantes y las masas mismas. Esta palémica ha tomade la forma de una discusién sobre la concepcién del partido y sobre las relacio- nes entre el sindicato y el partido. La respuesta de Lenin a sus criticos se aprecia en algunas palabras extrafdas de su intervencidn de 1907 «Prefacio a la tecopilaeién: doce afiose S8¥ ll, iQué haces?, polemizando, corrige al economicismo (espontanetsca). Considerar el conteni- do de ese folleto haciendo abstracckin de ese empefo serfa erréneo f...|. El principal error de os que en la actualidad (1907) polemizan con (Qué hacer? (1902) es pretender sucar esa obra de si contexte historicu y hacer abstraccién de un periodo preciso y ya lejano del desarrollo de nuestro partido [...]. Lanzarse hoy a razonar sobre el hecho de que Iskr™™l (jen 1901 y 19024) JOVI. |, Lenin, Qeuvres, cit., t. XIIL p. 95 ss. [N. ded Ti 12 avis es cl titulo con el que la editorial Zernd inicis en 1907 la publicacién en tres voliimenes de las obras de Lenin, proyecto truncado a partir de 1908 y silo parcialmente retomado en 1917. Su prslogo se encontrard en casteflano-en las pp. 93-110 del volumen gue con el titulo Contra ef revisionymo fue publicado en 1976 por Ediciones Akal (segtin la versién de la editorial Progreso de Mosca), El texto que sigue es un montaje efectuado por Alehusser a -s que se encuentran entre las pp. 98 y 105 de la edicion cita- partir de frases exeraidas de ese prologo (fra da). Asi, la redaccién que se presenta es vedicidn suya. Althusser, ademis de efectuar ef montaj texto, ha sefialado aquellos pasajes que mas Je interesaba resaltar, introduciende diverses subrayados| AT Gruano del Partido Obyero Sucialdemderaca de Rusia, y despugs del partido bolchevique [N. dd T: Iskra (Let Chispt) es el nombre de un periddice fundade por Lenin en 1900 en Leipzig, y desde ol que degarrolld el yrueso del trabajo teGrico e ideolégico por ef que se enfrents a la direeeién del partide eacial- demdcrata (POSDR) defensora de Ja necesidad de una tevoluci6n burguesa come momento imprescindi- ble para la revolucidn proletaria. En 1903, en el ll Congreso del POSDR, Iskra pasé a ser organo oficial del Partide y, en una maniobra en la que parricips también Plejénoy, Lenin fue apartado del mismo (motivo por el que fancls en 1904 el periddien Vpered, Adelunte), Las fechas a las que hace referencia Lenin son claves en el proceso de enftentamiento intemo en el partido raso: el momento clave se situa en el congreso de 1903. Hay que tener en cnenta que {Qué hager?, de 1902, ¢s un texto plen: con la direccidn de la organizacién, mientras que en 1907 las cosas han cambiado tanto en Rusia come en, Ja organizaci’in misma: en 1905 la «revoluci6ns burguesa ha arrancade del car la creacién de Ta Duma, y ese mismo afo, el afio también de la crcacicn del Séviet de Petrogrado, la fracciin bolchevique ha cele- brado su primer congreso y Lenin ha escrito Dos tdcticas de ta sockildemocracia en la revutuctin democratica. A partir de 1905 la fraccisn bolchevique fue ereciendo en importancia (el propio Trotski empieza a acer carse a las posiciones leninistas a partir de ese momento) y Is discusién prioritaria no es ya la que entren- ta.a sus miembros con la direccién del partido, sino 1a referida a las cuestiones politicas y organizativas). mente de combare interno. 37 Material protegido por derechos de autor sobrestimara la idea de In organizacién de lew revolucionarios profesionales es camo si des- poés de la guerra ruse-japonesa™3 ge acusara a los japoneses de hiker sobreestimado a kas fuerzas armadas rusas [...]- Para vencer, los japoneses debian reunir todas sus fuerzas contra Ja mayor cantidad posible de facrias rusas. Desgraciadamente sun muchos las que pargan a nues- tro parts desde ef etterioe sin evmocer las casas, sin darse cuenta de que hey, Ta idea de ana ‘organizacion de revolucionarios profesionales ha triunfado ya totalmente, Pero esta victoria no habria sides posible sila idea no hubiera sido colocada en primer plano, si no se la hubie- ra inculcado sexcyeradamente. a la gente que impedia su realizacisn (...]. Tampoco estaba en sis interciees el erigir en et II Congreso kas formulaciones (sobre la espontaneidad y la con- ciencia, sobre el partido, etc.) en uma especie de progrania, en un enunciado de principios particulares. Bien al coneratie, emples una expresisn que después fue bastante citada, la del bastén torcide, ‘Qué hecer!, decta yo, endereza el bastén torcido pot los «economicistas» (véanse las actas del Il Congrese de 1903-1904 celebrado en Ginebra), y precisamente por- que ctudetezamos enémicamente las desvinciones es por lo que nuestro -bastény estatd siem- pre hien derecho, Seria muy inceresante preguntarse entonces por qué, a pesar de la interpretacién nada cqufvoca de Qué hacer?, este texto nto ha dejado de dar lugar a interpretaciones equivocas y en gran medida hostiles a la interpretacisn de Lenin. Sin duda, ¢s el curso de las luchas de clases quicn lo ha decididos pero la letra misma de las férmulas empleadas por Lenin ha contribuido, incontestablemente, a esta contrainterpretacién. De hecho, Lenin retomaba totalmente como propias las formulas de [KautskyX], Escritas, res- critss por la pluma misma de Lenin, las formulas de Kautsky han sido imputadas a Lenin, le son acin imputadss, y en nuestros dias contintia acusdndosele de ellos parece que no se puede curvar el bastdn en el otto sentido si se quiere, en materialista, ende- rezarlo, sin que esta contracurvatura deje también marcas que la lucha ideolégica puede hacer mis profundas que aquello que ha corregido y que ha dejado de ser actual. De hecho, una formula escrita por un autor que se encuentra en posicién de conver- tirse en autoridad sobrevive al sentido objetive de su uso en una coyuntura dads en la que ese uso ne era nada equivoce y se vuelve contra el que, entonces. se sirvié de ella legitimamente. Las circunstancias pasan, pero permanecen frases que pueden servir de punto de apoyo o incluso de fijacién para una interpretacion o para una tendencia equi- voca © francamente hostil. Los marxistas, me refiero a los politicos o a ottos que se reclaman, en sus polémicas internas, seguidores de Marx y de Lenin, no han estudiado de cerca deseraciadamente este fenmeno de supervivencia y pervivencia de las formulas RPE 1904-1905, ubrayado por mi, L. A. XX EL manuscrito dice Trotsky. 38 Material protegido por derechos de autor prefieren destrozarse antes que comprender las feyes auxiliazes (porque no son nunca fundamentals, salvo quizé en. casos extremos de equilibsic conflictual) que rigen la relacién existente entre sus formulaciones y las variaciones de las coyunturas. Adadiré que, en realidad, tampoco Leni se ha planteado el problema de la repercue sién politica de sus propias citas o de sus propias expresiones, Que yo conozca, nunca sé loha planteado explicita y tedricamente, aunque casi siempre en la prictica lo ha resuel- £0 como por «instinto», teniendo en cuenta los «ecos» que podian provocar algunas de nds allé de Ja coyuntura que las impont sus {Srmulas. Del mismo modo, su «explicaciéns por el contento histbtico, lejos de core- gir la «pifiay que entonces se le habia escapado, no hace sino agravarla, Porque, si anali- zamos atentamente las cosas, el «problema de actualidad» que debia aftontar Lenin en 1902 no tenia en realidad mucho que ver con el problema de Kautsky, y padia resolverse per- fectamente por fSrmulas del mismo Lenin que entonces babrian sido adecuadas a su obje- to. ‘Por qué Lenin, entonces, ha introducido en su texto! esta enorme cita de Kautsky y se ha condenado a cargar con ese enorme artefacto indefinidamente, puesto que todas sus sexplicaciones~ no son mas que negaciones que refuerzan el efecto que quieren borrar? Sin duda tenfa necesidad de apoyatse en una «autoridad- (la de Kautsky), pero esta nece- sidad no es obvia en absoluto, a menos que supongamos que, pese a todo lo que dice des- pués, Lenin compartia verdaderamente las tesis de Kautsky, ya fuera momenténesmente {el texto acababa de aparecer), dejdndose intimidar por ellas, o de forma mds duradera {pero esto es muy discutible cuando sabemos lo que Lenin diré'* de los intelectuales... De todas formas, hay ahf un punto oscuro en el que la teorfa del bastén curvado en el atro sentido aparece como un indicio, pero también come indicio de un fallo, de un lap- sus, ya que Lenin se sirve de un bastén totalmente distinto sintroduciendo» a Kautsky en tun texto en el que, en realidad, no tiene gran cosa que hacer"! 1F Bfectivamenre, Lenin ha ineroducide (7 Qué haser?, Madrid, Ediciones Akal, 1975, p. 39, sexcin In versién de Ia editorial Progreso de Mosct) esta cit de Kautsky en el apartado de su obra dediendo a la cxi- tica del «culto a ls espontaneidads, Lenin defendfa en esta cbra ka necesidad de una onganizacion de «tevolucionarios profesionales» que fuera capaz de irientar y dirigir hacia ba revolucién las luchas y los des- contentos del prolerarisde, aduciendo cue éstox, -esponténeamente~. estellan de manera puntual pero sin producir efectos deteminantes. De ahi procede la nocion leninista de la necesidad de que e! partido urgi- nice y dja fas diversas actuaciones concretas que se lesarvollan en el marco de fa tucha de clases. 3 Lenin ha sostenide la necesidad de que el trabajo politica de los intelectuales se halle siempre sometide a lu direcciin politica del partido, Esta «lireccién politica» es pensuda por Lenin como anti- dowo contra los «prejuicion pequerichurgueses> que los intelectuales arrastran (como, por ota parte, el mismo proleturiado) por su formacién y por su costunibre. 8X Este parcafo es un afiadido inserto en el manuscrito por Louis Althusses, 39 Material protegido por derechos de autor Generalizamos. Cuando en fendmenos de este tipo (citas o formulas equivacas de un autor utilizade como «autoridad») una tendencia asume las fSrmulas de una ten- dencia anterior de modo tan consistente comto ésta, entonces, todos los escrtipulos de comprensién del fendmeno (2por qué esta asuncidn?, etc.) son harridos por la eviden- eda. De hecho, y dejando af margen la cita de Lenin sobre la cuestién de la produccién de la teorfa marxista por intelectuales burgueses exteriores al movimiento obrero y de su importacién al movimiento obrero desde fuera, la tendencia mecanicista-idealista estaba ya presente en Kautsky, perfectamente coherente con su concepeidn del mar- xismo y con su préctica de dirigente de la Segunda Internacional: y le ha sobrevivido, como han sobrevivido sus adversarios, que contindose también, ocasional o funda- mentalmente, entre los adversarios de Lenin, lo han puesto en su punto de mira y le han imputado, para condenarlas en dl, las tesis de Kaursky. Hay que decir también que hun sabido encontrar en Lenin otras apariencias reales o subjetivas que ihan en el mismo sentido. Pero abi también Lenin invecé o hubiera invocado fa .. De cualquier forma, en La Segunda Internacional de principios del siglo xx, detras de la concepcién general de una teorfa ~ de la clase obrera (para xxl CEL. ALTHUSSER, Pinar Mara, Parts, Maspero, 1965, p. 60 led, cast.: La sevohucidn tefrica de Mara, cit., p. SC}: «La primera condiciin requerida para planten bien el problems de las cbras de juventud de Manx es, por lo tanto, audmitir que fs fldsufos mismios tienen wna juventud, Es necesarior acer un dia, en alguna parte, y comenzar a pensar y a escribir». 40 Material protegido por derechos de autor retomar ayui la comoda terminologia de Gramsct que, sin embargo, no est4 exenta de equivocos), se ha jugade en el encuentro, es decir, en la experiencia directa y prictica, personal, que han tenidy, Engels en Inglaterra, de la explotacion de Ja clase obrera (cfr. La situacion de las clases trabajadoras en Inglaterra, 1845) y de las prodigiosas luchas obreras del cartismo, y Marx, en Francia, de la lucha de clases politiea uc las organ ciones socialistas y comunistas. Como bien ha demostrade Auguste Cormu*, es en. Francia donde Marx se hace comunista, en los afios 1843-1844, mientras que Engels segufa el mismo itinerario, pero estudiando sobre el cerrene las condiciones de expleta- cidn de la clase obrera inglesa y lus procedimientos de explotacién y de lucha de la clase obrera industrial (estaba bien situado para ello: en la alta administracin de una empre- sa industrial dependiente de su familia y viviendo con Mary, «trabajadora inmigrada» irlandesa, obrera en la misma fiibrica). Come ha dicho Marx, fue en Bruselas, en 1845, donde Ios dos hombres pudieron constatar que sus itinerarios personales y sus propias experiencias, aunque diferentes, les habfan conducido a la misma conclusién. Sabemes que Marx, a quien Engels pro- clamaria «el mas fuerte de los dos», declaraba entonces que la «genial investigaciGns de Engels (sobre la Natiomalikenomic®*™ 0 economia politica) le habia puesto en camino de comprender los mecanismos del modo de produccién capitalista, Para quien quiera buscar un autor a cualquier precio, he aqui dos que ademas se devuelven la pelota, y con razén, al haber aprendido fo que descubrian del tnico «autor que hay en la mate- tia: la lucha de clase de los explotades. La experiencia viva que Marx y Engels wavieron de la lucha de clases obreta y bur- guesa estd inscrita en las extraiias etapas de sus cobras de juventuds, en los «objetos» gue tatan, en las «problematicas» que adoptan para tratarlas y cn los resuleadas con tradictorios que producen, resultados que provocan incesantes desplazamientos, sus- titucién de objeto, reorganizacién de la problemética, etc. Y yo lo mantengo quince afios después"?, contra todos los que tienen interés en «ahogar> cualquier pescado 24 Auguste CORNU, Karl Marx et Friedrich Engels, Parts, PUR t. TI, 1962 led. cast.: K. Marx y F Engels, Buenos Aires, Platine, 1965]. Louis Althusser obtiene Is mayor parte de sus referencias sobre la vida de Marx y Engels de ta obra de Auguste Comu, a guien esta dedicnde el aeticule «Sobre el joven Marx» retomada en Pour Marx ed. cast.: La tevolucifin tedrica de Marx, cit). ¥SSIV « Umrisse zu einer Kritik der Nationatokonomie», en K. MARX y F Encets, Werke, Diet: Ver- Tag, Berlin, t. I fed. cast: «Esbozu de una eritica de la economia politica~, en F ENOTLS Esenitos, México. DE ECE, 1981, p. 160-184 | 1 Entre 1961 y 1964 escribe Althusser los articulos (recogidos en 1965 en La revoluciin texrica de Marx, cit.) en los que, por primera vez, insiste ea la raulical diferencia entre la perspectiva (de pro- blemitica, de objeto, de tratamiento y de conclusiones) del «joven Marxe y la del Marx maduro, 4l Material protegido por derechos de autor que Tes incomode en cl agua universal de la historia continuista, ya sea la del aqut y ahora, de la génesis ininterrumpida, de la continuidad eranquilizadora, 0 la de lo «espacio-temporal»; contra todes los que han producide una literatura inaudita para dar a su mala conciencia lecturas que puedan apaciguarla: se pueden seguir, texto por texto, desde 1841 a 1845 (y mas alld, por supuesto) las etapas de esta asombrosa expe- tiencia polftico-tedrica, donde la toma de conciencia politica, la toma de conciencia politica de clase, es el motor, y donde la conciencia tedrica es la que sigue, registra, desarrolla, anticipa, compara les premisas y las conclusiones, rectifica las premisas, eteétera. No s6lo se pueden seguir las etapas de esta experiencia; se puede incluso delimitar (henos aqui en el punto al que he tenido la imprudencia de Hamar «corte> 0 «ruptura» cpistemoldgics®¥) el emomento» en el que surgié en la «conciencias de Marx y Engels la necesidad de volver a poner en: tela de juicio, no parcial sino total y radical- mente, los principios teéticos recibidos de su formacién universitaria, la necesidad de pensar de un modo totalmente distinto, de «cambiar de terreno», de cambiar de ele- mente (por hablar como Temistocles a los atenienses: cambiad de elemento, ien lugar de pelear por tierra, pelead por mar!}, Este momento sestallas tras la dramética con- frontacién entre la filosofia feuerbachiana de Ia alienacién, esa «revolucién tedrica sin precedentes», y los canceptos de la economia politica burguesa, recogidas entonces sin ninguna critica; tras esos Manuscritos de 1844 que Marx no quiso nunca publicar (pero, de nuestros comentadores lists para aprovechar todo texto escrite por Marx, ya sea incluso aquellos que consideré malos para su publicacién puesto que los guardé en sus cajones", {quién respeta esa voluntad o al menos la tiene en cuenta?) y que son ted- ricamente insestenibles porque quieren alcanzar lo real casando la filosoffa idealista de la alienacidn feuerbachiana hegelianizada*™! politica adoptada sin critica. con la ideologia mitica de una economia MON L. Alehusscs, Pour Marx, cits, ps 25 fed. ease. La revulicidn seérica de Marx, cit. p- 23] 'S La unilizacién de los Manuscrites de 1844 (© Manuscritos de Paris, o Manuseritos de economia 9 filosofit, comes los titula la edicion castellana publicada pot Editorial Aliznza, Madrid, 1968) como texto central desde el que interpretar la intervenciin de Marx como una forma renacida de -huma- nismo» ha sido una constante desde su «revalorizacion en la década de [930: tanto en las lecturas de corte «sociaidemscrata» como en aquellas otras que quisienon hacer del marxisms una «filosofia» de {a sliberactén de le humanidad». Althusser ha insistide siempre en la consideracidn de estos «manus- crit» (que Mare no intenté publicar) coma trabajos de «tuptura» cor la ideologta humanists-feuer- hachiana de In que Marx procedia en el momento de catrar on contacto con las luchas del movi- mieato obrere 20XV! « Hegelianizadas es un afiadida manuscrito 42 Material protegido por derechos de autor Este momento, hecho «conciencia» (como, segdn parece, hay que deciz}, es a la vez elencuentro de Bruselas®, ef acuerdo de fondo reconocido entce los dos exploradores y luchadores de los combates de Ja clase obrera, y la declaracién de que es preciso ver ninar con «nuestra conciencia flesdficu tal come la habiumos profesady antes (chemalige)», ajustar cuentas con ella 0 liguidarla (abnechnen). Marx no hablaba en vano de «conciencia filoséfica>, de filosofia por lo tanta, si es cierto que ¢s la filosoffa fa que sustenta o sostiene en sltima instancia toda teorfa y toda problemética. Marx no hablaba en vano de filosoffa sila losoffa de la que habla es, et ‘iltimo cérmino, como el «condensado» de los principios tedricos de la ideologia domi- nante, considerada cn su antagonismo de fondo con las ideologias lamadas dominadas. Marx nacié burgués; se hizo intelectual burgués. Dejé de serlo en el momento mismo en que tomé coneiencia de que la sociedad capitalista ocultaba la explotacién de clase de la que vivia y de que disimulaha esta explotacién bajo los efectos complejos del juego de elementos ideoldgicos yuc el Estado y sus aparatos trabajaban por unificar como ideologfa dominante. Dejé de serlo porque comprendié, al términe de una expe- riencia que él habia tenide la suficiente honestidad de vivir con los ojos abiertos, que la Verdad dicha por los grandes profetas de la ideologia dominante, Locke, Smith, Kant, Hegel, etc., no se sostenia mas que para ocultar la explotacién de clase de la que vivia la sociedad capitalista, por la que velaba desde arriba su Estado, del que Hegel decta que, para no etrar o perderse, debfa recurrir a las luces de sus profesores de filosofia. Dejé de serlo porque comprendié que era preciso barter toda esta construceién y cam- hiar de base filoséfica para, finalmente, comprender tanto este mundo de explotacién y de opresién cuanto los mecunismos que transformaban la realidad de esta explotacién y de la lucha de clases en filosoffa de la historia, economia politica, ete. Marx no se equi- vocaba: habia que empezar por la filosofia; hay que pedirle cuentas; hay que rechazar sus imposturas: no para anularla, sine para cambiar de base filosfica, Que este cambio de base filoséfica fuera y debiera ser més trabajoso de lo que Marx pensaba es algo que podemos ver desde los textos del -corte». Las Tesis sobre Feuerbach se esbozan may de lejos como un histericismo subjetivista, un historicismo fichteano o prefenomenolégico de la «praxis». Y seis © diez meses deepugs, La ideologia alemana nos muestra un histori- cismo positivista que abandona toda filosoffa, pezo que lo hace en realidad para recaer 1 Bruselases Ta cindad donde Marx se instala desde finales de 1844 hasta su partida hacia Ingh- terca tras la derrota de fa revalucion de 1848. En Bruselas, Marx entra en contacto con los persona jes mds importantes del radicalismo politico europea, y ¢s donde se desazrolla la mayor parte del cxt- bajo de calaboracisn filoséfico-polities entre Marx y Engels desde Ins tileimos retogues de la redaccidn de La sagrada jamiia hasta el mismo Manifiesto comuniste, 43 Material protegido por derechos de autor provisionalmenre en una filosofia «materialista» (del individuo} de la historia. Poco importa: algo decisivo habia pasado y algo irreversible Si, hay ciertamente una «ruptura» o «corte- y, pur consiguiente, un »momentor que no se asemeja a los «momentos» anteriores. Marx, si no en las Tesis sobre Feuerbach (otro texto que Marx no publics}, al menos en la La ideologés alemuna que proclama alegremente cl fin de la filosofia y el retorno a las «cases mismaso4, dades, visibles, tan- sibles, pensaba con total seguridad haber llegado a los individues {ipero no a las perso- nus!), fabricando una delirante pero interesante fllosoffa materialista de Ia historia. Marx pensaba haber llegad —iquién no lo comprenderia?_, pero no estaba mas que en el comienzo de sus penas. Y de nuevo la tarea, el sordo trabajo de fa teoria sobre sf misma, la filusofia inten- tanda formularse con ocasién de los descubrimientas de la critica de esta ilusoria eco- nemia politica; descubrimiencos que van muy deprise: Miseria de fa filosofia (1847), en la que Proudbon, antes considerado por Marx (en La sagrada familia) como el poseedor de la «ciencia del proletariadon™®"" (!) es desechado, y en ls que aparecen los prime- 1O3 Conceptos que permiten pensar que sélo recurtiendo a la lucha de clases las «cate- gorfas» reagrupadas bajo la impostusa de la economia politica podrén, unidas a esos nuevos conceptos, adquitir su verdadero sentido. Peto el trabajo teérico es inseparable de las luchas politicas: e! Munifiesto comunista, redactadl a finales de 1847, aparece en 1848 antes de las revoluciones. Habla sido encurgado a Marx, de manera urgente, por Ta Liga de fos Comumistas. De hecho «corrfa pris»: las revoluciones estaban en ciemes. Y Marx se lanza, con Engels, a lay rudas luchas revolucionarias de Renania, se hace periodista politico, jefe de part- do, jefe de guerra politica y civil, para después reflexionar largamente, en el refugio del silencio y de Ja miseria de Londres, en esa «travesia del desierto» interminable, tanto sobte las razones de la dertota de 1848 como sobre el modo de produceién capitalista, en la enfermedad y el hambre, mientras Engels ayuda lo mejor posible pero desde Iejos, desde alli donde desempefiaba sus tareas alimentarias para les dos. El estudio encarnizado ene] British Muscum corre parejo con la correspondeneia y Ia lucha politicas: se trata de reagrupar a les combatientes disperses esperando tiempos mejores. Los aftos 1857-1858 £ aZu den Sachen selbst» [retornar a las cosas mismes|; ésta era, bastante antes de Husserl, con- signa de Fouctbach. MOU 4Proudhoa no escribe simplemente en interés de lus proletarios: él mismo es proletario, byero. Su obra, «Qué es la propiedad’, es un manifesto cientifice del proletariados: La Sattue Furat- He, en Ouuvres philosophignes, Paris, Costes, 1927, 61, p. TH fed. cast: La sagrada furrlia, Madrid Ecliciones Akal, L81, p. 56] 44 Material protegido por derechos de autor son de intenso trabajo; la redaccién del manuscrito (inédito: iy al leerlo, hasta qué punto se comprende y al mismo tiempo se lamenta que Marx no le haya publicado!) Hamado de los Grundrisse (Marx no habia, y con motives’, dado ese tituln a esos cuadernas de notas®*®"), E} afio 1859 ve aparecer la Contibucién a la erftica de la economia politica. Bur Kritik... La critica esté en el centro, ya, siempre. Un esceito laborieso. Una vez nd pero con ka gran distancia tomada tras 1850, cuando considers que debia «recomenzar por el principio. y retomar todo desde cero” tras el impasse de La idenlogia alema- na y el fracaso de las revoluciones de 1848, Marx puede pensar que ha llegade; pero sabemos (por sus notes inacabadas de la Introduccién*', tan extrafa en alguno de sus capitulos) que cuanto menos le dudaba: y tenia buenas razones para ello, visto el carse- ter aproximativo haste la caricaturs de su mediocre prefacio. Al] mismo tiempo Marx colabora en periédicos para ganar algiin dinero: estadouni- denses, ingleses, alemanes: esta tarea alimenticia le convierte en cronista y analista politica de todos los sucesas de la historia mundial contemporénea. En la prictica del anilisis de los acontecimientos politicos y econdémicos de numertosos pafses del mundo, al acecho de todo, desde el estancamienta indio hasta las crisis ciclicas inglesas —de algodén u otras-, Marx aplica y verifica, y rectifica también, su concepeién de las cosas. Cada vez més, afianza la relacién entre la lucha de clases y lo que llama sus condicio- nes materiales y sociales y sus efectos «econdmicos» e ideolégicns -y su sdialécticay a menudo paraddjica-. También ahi la Kritik de la economia politica esta en accion, y naturalmente a Ja Taz de la lucha de clases. © Los Grundrisse son en realidad notas que, aunque desarrolladas en parte, constituyen an simple horrador; cuando Marx se refiere ellos (sopesands la posihilidad de su pablicaciin} durante 1858 los llama simplemente +e! trabajo» o «la materia», y considera que les falta mucha etaboracién, hasta el extreme de pensar que silo podrfan publicagse en «cuadems sin plazo fijo» {ea realidad, fa Caneri- bucitmn a la critica de la econemi politica. de 1859. vena a sex, precisamente, el primer de e508 «cus demos). YANN K, Manx, Menuscrits de 1857-1858, Paris, Editions Sociales, 198C Jed. cast: Liteas fnda- rmentales de lt erbicat de la econamia altace (Grandrsse), cit.] SNK, MARK, Contribution eta critique ue Pécemomte poltigue, cit, p. 6 fed. casts Contribuciént a le enitca de la economia politica, cits p. 3]- 21 Enel «prslogos de la Conmibuciim es donde Mars ofrece Is explicacidn de esa necesidial de prar= tir de cero alude a variackia de la situacisn despues del fracaso de las reveluciones de 1848, y cam- bign a fos nuevos descubrimientos de oro en Califirmia y Australi, conto circunstancias pricticas que hatfan precisa in nueve planteamiento de la cuestidn. SU Ibid., pp. 149-175 [N, del T; se trata de una referencia a la llamada Introdacciin de 1857 (la sintroduccidn+ de los Grundrisse, cit), en la que aparecen impurtintisimns (y muy discutidas) refe- rencias al «métode cientificor]. 45 Material protegido por derechos de autor Después, en 1864, la fundacién de [a Intemacional, donde Marx desemperia enseguida el papel dirigence, hasta la Comuna y 1872, fecha de su disolucidn. Entonces, tinalmente, Ja salida del desierto: en 1867. Aparece el Libro I de Elcupitat, cuya secci6n | (la del «flirteo con Hegel»), reescrita una buena docena de veces, porque a Marx le hacfa falta un comienzo «cientifico» y él mismo se hacia «cierta» Idea de cse comienzu: desafortunadamente para nosotros, una idea més bien desafortunada, a menos que tengamos el coraje y los medios para decir que esa Idea de comienzo no se sastiene ¢ incluso impide w Ef capital producie todos los cfectos que pueden esperarse de él. Alegria de Mancall ver a los burgueses inteligentes y subre todo a «les dirigentes mds avanzados*! de Ja clase obrera» ineeresarse por su libro. Los Libres IT y II], inacabados, pero esctitos antes del Libro I, serdm publicados por Engels, y después, tras su muerte, por Kautsky. Exteafto. Hay toda una historia de El capital por escribir, Esta obra a largo plazo, de la que silo el primer libro aparecis en vida de Marx, ha jugado un papel singular: retraiJo infinitamente en relacidn ul Manifiesto ¢ incluso en relacién al Anti-Diiring de Engels, y también en telacién a Zur Kritik (isu famoso prefacio!}. Este libro del que Engels, exagerando, dice que fue la «Biblia de la clase obrera»%" no ha penetrado mas que en Alemania, y mas tarde en Rusia: en Fran- cia y en Italia no ha entrado més que después de... iveinte afios! Después se produjo el gran silencio del final, agobiado por rareas politicas y por enfermedades, antes del coletazo de Ia Critica (iotra mas!) del programa de Gotha, donde Marx, exterior al partido socialdemécrata aleman (Engels: «Marx y yo no hemos inter- venido nunca en el partido mas que para rectifiear ertores tedricosy...), roma la phama para reducir a cenizas frmulas estiipidas, ajenas al comunismo, y comprohar, sin impre- sionarse por ello en exceso: 1) que la direccién del «partide*» rechazaba publicar su folleto (Engels lo hizo quince afios después*“"”, pero al precio de astucias y chantajes) y 2} que las gentes, periodistas burgueses e incluso obreres, habian tomado esas sim- plezas ajenas al comunismo por declaraciones... Icomunistas! Es lamentable que Marx XU Cir epitogo a la segunda edicidn atemana, Le Capiuil, cle, 1. 1p. 27 fed. cast: FReapitat, Libro 1, ¢. Leit, p. 22]: «La répida comprensién con que amplios eitculos de la clase cbrera semana recihie- ron El capital es la mejor recompensa por mi trabajow. Xt Prologo de Engels a la ediciGn inglesa de Le Cupitel, cit. p. 36 [ed caste El capital, Libro t, 1, cit, p. 42} * Unificados en Gotha: lassallianas + marxistes = Partido-social-deméerata. No babi que «dafiar le unidad del partidor. iLa formula de Mireille Bertrand (miembro del comité politico del par- tido comunista francés en el momento de la redaccién de Marx dans ses limites] ha sido empleada con- tra Marx por la diteecién del partido en 1875! SU Escrita por Marx en 1875, la Critica del programa de Cintha fire publicada por Engels el 31 de enero de 1991 en la Neue Zeit. 46 Material protegido por derechos de autor no desarrollase mas el anilisis de esos dos extrafios sucesos, de una inmensa importan- cia pese a su aparente insignificancia. Sucedia cuatro aftos después de la Comuna, en unos pensamientos esclarecidos por la Comuna. Marx, sorprendido por la revuelta de los parisinos, en el entusiasmo, les habia dado pronto apoyo y consejas con los fulgurantes memoriales recogidos en La guerra civil en Francia (1871). Habfa que recordar estos hechos y estas fechas, como también el fondo polit esctitos, para mostrar hasta qué punto el pensamiento tedrico de Marx hace cuerpo con su pensamiento politico, y su pensamiento politico con su accién, su lucha politica, toda ella al servicio de la lucha de clases obrera internacional. Podemos ya decirlo con claridad: en sus obras tedricas, como en sus combates politicos, Marx ntenca ha abandonado, desde sus pri- ‘meros compromisos de 1843, el terreno de la lucha de clases obrera. No resulta entonces dificil rechazar las formulas de Kautsky, desgraciadamente retomadas palabra por palabra por Lenin (su defensa por el «contexto», en el fondo, no es sostenible: Lenin no tenia realmen- te necesidad de citar a Kautsky; él podia hablar en su propio nombre, y hacerlo de otro modo), ¢ incluso avanzar una tesis mas ajustada a la realidad histérica y politica que la suya. Puede entonces decirse aproximadamente esto: el pensamiento de Marx se ha forma- do y desarrollado no en el exterior del movimiento obrero, sino en el interior del movimiento obrewo existente, sobve su base politica y sobre sus posiciones tebricas rectificadas. Que esa base y esas posiciones no estaban antes dadas, © mejor, que tuvieron que ser modifica- ico de esos das sin cesar, es algo totalmente claro para quien conozca, aungue sea poco, la historia del pensamiento de Marx. Esta teorfa no ha sido, de ningdn modo, «introducida desde el exterior en el movimiento obrero», es del interior del movimiento obrero de donde se ha extendido, desde los primeros eirculos comunistas, ial precio de qué luchas y de qué contradicciones!, a los grandes partidos de masas. Siesta tesis es aceptable, entonces toda la literatura sobre los «intelectuales burgueses poseedores de a ciencia», «importada desde fuera al movimiento obrero», esa literatura inaugurada por Kautsky y explotada por los criticos de Marx y Lenin, esa critica que es el pasto de los mequetrefes de lujo contemporsineos que todos conocemos bien, se desmoro- na. Entendémones bien: los intelectuales burgueses existen, y los encontramos incluso, situados en todos los niveles, en los partidos comunistas, donde realizan, en calidad de res- ponsables, su trabyjo de intelectuales burgueses en. una organizacién que los sufte, [los] toler la. Pero Marx, y gracias a Dios él no es el dni era de esa calatia, Tenia demasiado «espititu» de contradicciGn 0, como dice Brecht, nada Te gustaba «tanto como la contradiceién», como para no expulsar al personaje del intelec- tual burgués y a su alma una vez teconocida personalmente la realidad de la clase obrera y de su lucha. En cuanto a saber si era un «intelectual orgénico» de la clase obrera, habré primeto que aclarar esa {rmula demasiado transparente de Gramsci para pronunciarse. os adula © los produce a medi 0, 00 AT El marxismo éseria un rio con tres fuentes? Y puesto que estamos en el terreno de las herencias de equivocos, podemos volver a encontrar la misma «imprecisi6n» (por no decir otra cosa) en Ja célebre tesis de Engels, retomada sistemdticamente por Kautsky en un folleto que lleva ese titulo, e invocada por Lenin, tumbién en esto muy «clasico», sobre Las tres fuentes del marxis- mo*UlY, Otra manera de reflexionar sobre Ja historia de! pensamiento de Marx, esta vez desde el punto de vista de sus orfgenes. Ciertamente, el pensamiento marxista no ha nacido de la nada, tiene ancestros y ancestros inmediatus de los que, pot otra parte, no estamos segutos que sean los mas importantes, peto éste es otro asunto que pondria en cuestién ciertas cectidumbres de la ideologia de las «fuentes» de un pensamiento cualquiera. Ciertamente, Marx y Engels, por su formacién universitaria y después por la cultura que entonces reina- ba en Europa occidental, se habian convertido en intelectuales insccuidos en «tilo- sofia alemana>, en «economia politica inglesa» y en «socialismo francés»: puesto que ahi estan nuestras «tres fuentes» y que hay que volverlas a encontrar, y de las fuen- tes sale el rfo. Téngase en cuenta que «socialismo francés» es algo bastante vago, si no incluimos en él las resonancias de las luchas de clases de [a Revolucién France- sa, que Marx estudié con pasién, y de las corrientes revolucionarias radicales que se MUM Karl KAUTSKY, Les Trot Sources cht manaisme, Eacuvte historique de Marx {1 907), trad. francesa Eidi- tions Spartacus (sin fecha); Lenin, oLes Trois Sources et les crois parties dir marxiemen (1913) en Qewores choisies on dete volumes, Editions de Mosca, 1948, t. Uy op. 63-68 led, cast “Ties fuentes y tres partes ineegranres del merxisman, en Obras completes, Moscti, Edicorial Progreso, 1984, vol. 23, pp. 41-49]. 49 Material protegido por derechos de autor prolongarfan con Babeuf o se afirmarfan con Blanqui”. Poco importa. Lo que cuen- ta es la pretensién tedrica ¢ histérica de reducir el pensamiento de Marx a la con- fluencia vaga, al tiempo necesaria (para terminar el «cuadro») e imprecisa, de estas tres corrientes, y dar cuenta asf del pensamiento de Marx. Se afirma de ese modo abiertamente un principio de seguridad que ofrece sin duda las credenciales mora- les necesarias acerca de los titulos y de la identidad de Marx (hijo de Hegel, y de Smith-Ricardo, y de Saint-Simon y Proudhon... io Babeuf y Blangui?). Pero, al mismo tiempo, se cae en ta banalidad de Tas verdades de tres al cuarto heredadas de las genealogias biblicus (Abraham hijo de Isaac, hijo de Jacob [sie], ete., por lo tanto, Abraham mismo, en persona) o, en el mejor caso, de una historia de las ideas incapaz de pensar la base socio-politico-tedrica que impuso la necesidad del encuen- tro de esas Tres grandes Corrientes constituyentes, procedentes de esas Tres fuentes, en un pensumiento definido: el de Karl Marx y consortes. Y sobre todo, incapaz de transformar ¢se «encuentro» en «critica revolucionaria» de sus propios clementos constituyente: Nadie negara que Hegel (y tras él la filosofia alemana), Ricardo (y tras él Smith y los fisidcratas, ellos mismos, por otra parte. de Smith y Ricardo, en tanto que tedricas de la reproduccién) y Proudhon (itras él Saint-Simon?; pero hay personajes igualmente interesantes para comprender a ngularmente avanzados respecto Marx) hayan constituido el horizonte histérico de Marx. Representaban su cultu- ta obligada, aquella de fa que todo intelectual de su clase, con curiosidad por comprender su tempo, debia partin la materia prima que él debia trabajar, ete. Pero nada en esta enumeraciin trunguilizadora impone que Marx debievu dar la vucl- ta. su fachada ideoligica y revolver sus principios, para percibir eso que Hegel Ua- maba (a propésito de la conciencia de sf) «la espalda», «el reversom, el reverso ® En la época de la Revolucién Francesa, Babeuf encabe26 una de las lineas mas radicales, pre tendiendo claramente poner en primer término el componente 40 tio. Asi, reclamé come medidas imprescindibles la abolicién de la propiedad privada y la colectiviza- cida de ta tierra, siende conocida su pretnsicn de fundar una ~Repablica de los Iguales», Blanqui supone el momento dle continuidad dle esta tendengia revolucionaria, en fn gue hay que enmarcar su actividad en los motines obreras de 1831-1834 y su famoso llamamiento de mayo de 1839 a la ven- yanza contra fa sociedad que oprime a los explotados (sobre la impurtancia de Blangui en el movie micato obrero puede consultarse la obra de Samuel BERNSTEIN, Blanqué y ef blanguismo, Madrid, Siglo XI, 1975). Como se apreciard, inmediatamente en el texto, Althusser sugiere que, side esta- blecer filiaciones se teatase, seria en esta tendencia (y no en la dle Saint-Simon:Proudhon) del socia- lismo francés donde habria que buscar precedentes (no sdlo tedricos, sino fundamentalmente pricti- del movimiento revoluciona- cos) de ke opcidn comada por Marx. 50 Material protegido por derechos de autor oculto®™, Ja reulidad escondida. Ahora bien, dar Ja vuelta es precisamente «cam- biar de terreno» y adoprar una posicién totalmente distinta, una posicién «criti- ca revolucionaria», esa famosa «critica que... representa al proletariado-. Y reducir la historia de esta revolucidn en el pensamiento de Marx a la simple con- fluencia googeéfico-fluvial de «tres fuentes», entonces, en al limite, significaba ver en Marx a un sautor= que habilmenre supo {isu «genio!) combinar los elementos en los que se encontrsba (pero ipor qué?, £edma?) el punto de encuentro. Es asf como se sostuve continvamente, fuera de ia tradicién comunista, por supues- to, pero ocasionalmente también en su seno, que Marx no era sino «Hegel aplicado a Ricurdo» para hacer de la economia politica una «metafisica~ (Croce, Aron, ete.). Es asi comy, en la tradicién marxista, y en ptimer lupar en las frmulus de Marx, se prefi- tid pensar Ja revolucidn operada por Marx sobre los autores de sus ’, Demasiado a menudo, Marx concebia con este mismo espiritu revolucionador e idea- lista el problema de la «transicion», es decir, en qué condiciones puede operarse el paso de un modo de produccian a otro (al siguiente...)! Marx pronunciaba entonces las gran- des frases sagradas que tanto gustabon a Gramsci, esas frases que queriéndolo decir todo, en definitiva, no quieren decir nada, salvo expresar perfectamente el «deseo> de Marx de ver a la historia real proceder como él lo quiere o lo querria; ejemplo: «una formacién social no desaparece munca (!) antes de que sean desarrolladas todas las fuer 2as produetivas que es capaz de contenet..». Ahora bien, iqué ¢s lo que eso puede que- rer decir! Ejemplo: «la Humanidad (!) no se propane nunca mas que las rareas que puede acometerU,,.». Pero el mismo idealismo asedia, en una forma infinitamente més sutil, El copical mismo, Porque nosotros, unos y otros, y al precio de un largo y minueioso trabajo de anélisis desarcollado contza las ideas reinantes en la materia, bemos tenidlo que apren- der a reconocer que algo no marchaba en lo que se refiere a su «orden de exposicida Por muy impresionance que sea, la unidad de fa exposicién de El capital tos ba pareci- do entonces como lo que es: fietiia. Pero ipor qué esta unidad fieticia! Porque Marx se creta obligudo, como buen «semihegeliano», es decir, como el heyeliano «invertide» en materialista que eta, a afzontar en una disciplina de caricter cientifico la cuestiSn pura- mente filosdfica del comienzo de una obra filoséfica. Este tipo de malentendido puede comprenderse. - Noes un ozar que Marx haya reescrito una buena docena’de veces Ja seceién | de El capital, su comienzo; que haya debido comenzar por «lo mis simple» y lo abstrac- to», la mercanciz, y asi, por el valors que se haya sentido obligado, de ese modo, a # Sabemias que en esta «linea» la Segunda Intermacional defendia la tesis ke que la colonizacién imperialisca era, desde el punts de vista de la Historia Universal, naturalmente, algo bueno, porque aportaba a los ind’genas el capitalism, via de paso obligada hacia el socialism... DUR K. Mare, Contribution a la evtique de 'Sconomie potiique, cit, peefacto, p. 5 fed. east: Contr sruciia aasevtica deta ecm pbtca, cit. p. 5]. 55 Material protegido por derechos de autor comenzar por la absiracciin det valor, lo que ha dado una fuerza impresionante a sts demostraciones pero, al mismo tiempo, las ha la moneda, la explotacisn capitalista y todo lo dems, Sin habiar de lo que se presupone en la abstraccién del valoz, el «trabajo abs- tracton, es decir, Ia enistencia de un campo homogéneo en el gue reine, pues ya ha tciunfado, el reparto equitative de ta duracién del trabajo social para la ecuacisin dilti- ma del valor (« mercancfa A — z mercancia B). Este reparto equitativo no es mds que tendencial, aunque para razonar can la forma de rigor que él ha elegide 0 debido elegir, Marx parte de él como de un dato, que no es tomado como ef resultado de un proceso histético terriblemente complicado, sino como el estado originario «més simple». Y, en fin, sin habler del hecho de que este «orden de exposicién» deja necesariamente fuera aquello de le que es necesario que Marx hable, aunque fuera del orden de exposicién, para poder ofrecer una teoria de la explotacién que no pueda reducirse a la teorfa del plusvator (como diferencia de valor). Porque entonces, paraddjicamente, hay que tener en cuenta aquello de lo que el orden de exposicién exige hacer abstraccién: la pro- ductividad del trabajo en todas sus formas, la fuerza de trahajo como algo distinto de tna simple mercancia y, simplemente, la historia de las condiciones del advenimiento del capitalism, que entre otras cosas reenvia a la acumulacién primitiva. De ahf los tres largos capitulos sobre la jornada de trabajo, sobre el proceso de trabajo, la manu- factura y lo gran industria y cl extraordinario capitulo sobre la acumulacion primitiva. Esos capitulos' estén fuera del «orden de expusicion» y han planteado un serio pro- blema a los intérpretes: épor qué saltar de ese modo de la teoria a la historia, de la abs- 25 Para Althusser, como se ve, considerar la tecria del phusvaice como ona teoria de la diferencia de valor (de la diferencia entre el valor de la fuerza de trabajo -su salario- y el valor de lo producida por ella} no puede, por si mismo, dar cuenta de Ia explotacién (tan sdko, en todo case, de sus efectos «econémicos»). La explotacién, por lo tanto, seria entendida de manera parcial si fuera considerada come omeras explotacion econdmica: som las condiciones de la lucha de clases, sus variaciones y sus efectas, lo que constituye el objeto central de un anélisis qae «al margen del orden de expesicién~ remite a alo més amplio que [as fSrmulas «econémicas de la medida del vslex, y en cuyo sero (pero dln en él} tienen sentido los calculos de sus diferencias. En este punto (y desde una perspectiva, aun- que colateral, cercana) puede verse en paralelo el trabajo sobre Ta ley del valor desplegado desde of oberaismo italiano de las décadas de 1980 y 1970, cuyo hilo conduce, en nuestras dies, a las reirera- das afirmaciones de autores que, como Antonio Negri, insisten en la «caida de la ley del valor» como evidencia desde la que afroncar el analisis de les estrategias posibles para la actuaciGn politica, 4 Marx mismo aconsejata a la mujer de Kugelmann lece sélo escs capitulos: en rigor, pudia dejar Jos otros para comprender Io esencial; lo esencial «incluso un nifia lo comprenderia», esctibe Marx en una carta a su marido [carta de 30 de noviembre de 1867 de Marx a Kugelmann, en K. Marx y F Engels, Cartas sobre El capital, cit, p. 148] 56 Material protegido por derechos de autor uaceién a lo concreto, y ello sin ninguna justificacién? Y en el limite écual es entonces cl objet del que se ocupa Marx: el «modo de produccidn y de cambio capitalista en su media ideal», como sin cesar repite El capital, o la historia concreta de las condiciones de Is lucha de clases que han precipitado a la burguesta occidental al capitalismo? Pero entonces estamos de leno en Jo «concreto», pues la acumulacién primitiva, la despo- sesién de los trabajadores (agrarius y urbanos) de sus medies de produccién y de sus condiciones de reproduccién, que ha producido el medo de produccién capitalista, no tiene nada que ver con ninguna abstraccién, con ninguna «medida ideal», sea la que sea. ‘Cémo, entonces, mantener juntos esos elementos discordantes y desconcertantes de un pensamiento que, por su parte, no cesa de proclamar su unidad y de imponerla en el pretendido orden de exposicién de El capital? Mejor atin, équé pensar de una teorfa como la que se propene por cbjeto demostrar la produccién de los precios de produccién a partir del valor y no lo consigue sino al precio de un error, de una omisidn en el célculo? Sraffa, el viejo amigo de Gramsci emi- gtado a Inglaterra, Sraffa y su escuela han tenido el mérita de controlar de cerca la demostracién de Marx a propésito de esta cuestién y han descubierto, para su gran sor- presa, que la demostracién era falsa’, Un error que viene de lejos: justamente del prin- cipic segiin ef cual hay que comenzar por lo mas simple, el elemento primero, a saber, la mercancfa o el valor, miencras que lo simple ni es simple ai lo més simple; rambién igualmente del principio segin ef cual es absolutamente necesario comencar por el mode del «andlisis», que tiene por misiéa descubrir en lo simple su esencia y los efectos de esta esencia, efectos adecuados para reencontrar, finalmente, por deduccién sintetizante, lo concreto mismo. Ahora bien, el propio Marx rompe con esta exigencia, no sélo en los capitulos concretos que inserta en el orden de exposicién de El capital, sino también mediante la introduccién de conceptos abstractos que no cesa de insertar en el campo tesiricn dol ordon de exposicién abstracto, pata ampliarlo, mostréndose asf, a Dios gracias, tan poco hegeliano cume es posibl 26 Piero Sraffa, economista italiano «exiliado» en Inglaterra en 1927, ha so el origen de toda una contiente de pensamienty econdmicy que se ha dedicado al anvlisis de la , no con- siste solamente en la reduccién de toda ilusién ante la objetividad de {o real exis: tente y al conocimiento de este real, sino también, y al mismo ticmpo, a la aguda y prictica conciencia de las condiciones, las formas y los limites en los que sus ideas pueden convertirse en activas. De ahf su doble inscripcién en la tspica. De ahi ta dis- tancia (considerable al principio) que existe entre la verdad de las ideas, que recubren la totalidad de su objeto, y la eficacia de las ideas, que s6lo estdn situadas en uns pequeiia parte del en los paises posrevolucionarios, puede ser convocada al estrada de este proceso, iy cdmo pesa el dossier! Pero no se puede aguf tratar de poner en culesti6n a Marx ¥ «juzgarlo» por algo distinco de su propia his- toria politica y teérica, de la cual debemos comprender ante todo su alcance ¥ sts limi- tes. No se puede tratar de prestar a Marx la claridad que no tuvo o de reprocharle no haber comprendide las experiencias que no pudo vivir. Guardando todas las distancias, seria como reprochar a Newton no haber sido Einstein. Los tinicas a los gue verdaderamente se puede acusar, a menos que busquemos en el pasado una cabeza de turco a la que hacer pagar nuestras dificultades o nucstras manifes- taciones, los tiniccs a los que verdaderamente puede interrogarse acerca de lo que han hecho o de fo que no han sabide hacer con el pensemiento de Marx son aquellos a los que estas preguntas se han planteado a han terminads por imponerse, aquellos que pueden y quie- ren (o no pueden ni quisren) afrontarlas: ante todo a los partidos comunistas ¥, en st defecto, puesto que estos partidos se callan cbscinada y obtusamente sobre esos asuntos, 0 s6lo «dejan caer» parsimoniosamente algunas notas sentenciosas que nv llegan a ser auto- criticas (ila cuips siempre la tienen los ottos!), siempre «con retraso», ¢ inevitablemente con recraso porque pasar deliberadamente el tiempo evitando estos asumios demasiado molestos peer ellos, a los simples militantes revolucionarios, sean 0 no miembros de esos partides. Con todo, es preciso al menos sefialar que los defzctos tedrivos de Marx, a veces, al igual que sus méritos, han venido scompafiados de singulares silencios. Silo me referi- x6, a modo de ejemplo, a dos. La extrafia recopilacién que fue publicada por Marx sobre La guera cluil en Francia (a Comuna) constizuye un anélisis continuo de ta historia politica de la Comuna, his- * Spinoea, on autor crucial en bs evoluciéin de! pensamiento althusseriano, decta vespecto eesta misma cuestion (Evica, IV, prop. I, cscolic) que «las imaginacicnes no se desvanecen ante la presen- cia de lo verdadera en cuanto verdadero, sino porque sc prescntan otras imaginacioncs mis fuerte que exctuyan la exiscencia presente de las cosas que imaginamos», 67 Material protegido por derechos de autor toria interior al movimiento de la Comuna misma, al ticmapo que una teorizacién de las s populares de la Comuna, en la gue Marx ha reconocide la fuerza invenciones politi actuante de In dictadura del proletariado, Es sabido que en un primer momento Marx se opuso a la revuelta, pero que una vez desencadenado el movimiento no le regated su ayuda Kacida y entusiasta. Sin embargo, algo en este andlisis nus sabe a poco: el cuasi silencio sobre el anélisis de fas relaciones de clases en Francia, y en particular sobre las condiciones y las formas de lu lucha de clase burguesa y, por consiguiente, sobre las condi- ciones de clase de la derrota de los communards. Precisemos: se puede considerar que Marx habia ya aclarado la cuestidn en Las luchas de clases en Francia; pero la Francia de 1871, que conocié en veinte afios un gran desarrollo econdmico y el triunfo de la burguesta industrial y financiera sobre los grandes propietarios hacendados y el crecimiento del proletariado, no era ya la Francia de 1850. Aur asi, pase. Pero ic6mo eg posible que Marx no haya sabido utilizar esta experiencia, extraordinaria en su género, para anali- zat mejor el funcionamients del Estado burgués y de la deologict burquesa, y extraer ast de ella unas nociones mis ricas que las excesivamente pobres gue habia enunciade ya desde 1852? Y, mas atin, icmo es que Marx no ha inrentado comprender lo que suce- dia en el Ambite de la identagia de los commiunards y evel imbito de ta politica, cuya reae Tidad ellos habéin renovado? La guerra civil en Francia nos ofrece una prodigiosa y dra- nuitica crdnica de deralle de los sucess, y una teorizacién que se proyecta sobre el porvenir acerca de las formas politicas de Ja dictadura del proletariado, pero no nos dice nada que haga avanzar el conocimiento del Estado burgués, de la ideologia (de la bur- guesia y de los communurds) y de la politica opuesta de los unos y los otros. Sobre estos temas, Estado, ideologfa, politica, es come si Marx no experimentara la necesidad de ver nvis de cerca, ya sea porque esus materias le parecieran evidentes, ya sea porque no viera et ellas ningtin misterie particular, Yuelvo al episodio de la Créticw ud programa de Gotha, ese excano asunt, Para sefalar, en primer lugar, que Marx no era entonces verdaderamence un milicance perteneciente a un partido. Para sevalay, a concinuaciGn, que Marx no saca ninguna conclusién de su cone tratiompo. El congreso de Gotta, que unitica al partide marxisca y al partido lassalliano, se celebra y vora un programa, Estupefacto, Marx somete a una erftica rigurosa sus tesis eset ciales, que ne ticnen nada que ver con las tesiy comunistas: lo demuestra brillantemente®. & He aqui cl primero de los limites que Althusser seftala en el pensamiento de Marx: en su obra, plagada de snilisis «econsmices, falea I explicacién de las condiciones «poltticass en las que se mueve (y que inciden directamente en} fa lucha de clases, 2 La Crtica al programe de Gotha puede encontearse en K, Many y F. ENGELS, Obras escugldas, 2 vols., Madrid, Ediciones Akal, 1975, val. 2. pp. 3-42, 68 Material protegido por derechos de autor La direccitn del nuevo partido unificado y, en ella, los mismos dirigentes marxistas, que estén informados, iprohtben.a Marx publicar su crftica! Marx deja pasar algin tiempo y des- cubre, para su estupor, que «los petiodistas burgueses...¢ incluso los obreros» han letdo» en el programa de Gorka lo que no estaba. Allf donde se les daban tesis reformistas, ihan eerefdor que se trataba de comunismo! Marx y Engels insisten: si Mane no hat publicado su ordi, contra la prohibiciin del Partido Socialdemécrata (el partido unificado), «es [..] sélo porque los periodistas burgueses...¢ incluso los obteros mismos han encontrado allo gue no habia’, Resultado: Mare se calla. El, cue he escrito tantas veces que «no hay que sacti- ficar los intereses le futuro del movimiento obrero a sus intereses inmediatos-, que eso es oportunismo, no piensa en el futuro, no se pregunta sien unos meses o aos las fermulas habrén actuado, el mal estaré hecho y no serd posible repararlo. Diecisiete aftos despucs, usando el chantaje contra fa direccién del Partido Socialdemécrata Alemén, Engels tern naré por hacer publica la Critica. $Por qué tan tarde? ¥, entonces, icon qué intencisn? iMerecia esta Critica ser publicada entonces? En ese momento Marx esté muerto, pero en el tiempo tanscurido no ha hecho nada para dar a conocer su critica. Pienso en esa frase singular de Engels: «Marx y yo mismo nunca hemos intervenido en el partido por razones politicas, sino sélo para corregir etrores tedricos»’, Puede sen Pero es una distincién muy dificil de mantener. Y aparentemente la Critica prohibida por fa direceién del partido y no publicada por Marx «slo porque...» tenfa que ver totalmente con los «errores» tedricos del programa de Gotha. Un partido, su direccidn, a su cabeza los amigos més proximos de Murx, una Critica radical de un programa prohibida «pars no dafiar la unidad del partido» (siempre la misma raz6n invocada por las direcciones, de 1875 a 1978), la extrafieza de Marx al ver que se producia sobre el texto del programa un error faneSstico que reunfa a «los perio- discas buzgueses... ¢ incluso los abreros» en la conviccién (errénea) de que en él habia tesis comunistas; el que Marx se contente con ese malentendide y se calle es lo que da. que pensay, tanto coms las dikimas palabras de la Critica: «dixi et salvavi animam meamo>"l UY Engels, carta a August Bebel de 12 de actubre de 1879, en K, Maax y E ENGELS, Critique des programmes de Gotha et Erfurt, Editions Sociales, coleeciin Clasiques du Marxisme, 1966, p. 68. 1 Engels a Bohel, (8-28 de marzo de 1875, shid.. p. 60 ed. east: K. MARX y E ENGELS, Obras exer gidas, 3 vals., Moscii, Editorial Progreso, 1974, vol. 3, pp. 28-34]. WL Dijey salvé mi alin, Com esta formula empicea un texte escrito por Louis Althusser en 1982 @ integrado con la obra parcialmente publicada en este volumen con el tituls Le eourant sourervain die ranériatisme de la reneuire, pp. 31-71. Publicado con e] titulo edicida, fo son, evidentemente, al volumen de 69 Material protegido por derechos de autor De hecho, puede que, por primera vez en su vida, Marx sc encuentra frente a un par- tido, que es el suyo pero que él no dirige, en une posicién, por lo tanto, bastante obje- tiva: lade un milicante o un cuasi militanee. Y ese partido hace lo que sabemos. Y Mazx s¢ contenta con el fnifimo consuelo que le dan «los petiodistas burgueses... ¢ incluso los obreros~ al haber visto en ef programa lo que no habia en él. iQué experiencia! Sobre el partido, sobre fa maneta de conducirse en materia politica y teérica y también sobre la ilusién idecldgica producida por un texto reformiste, Marx se calla. Sin duda, esta enfermo, y como si estuviera desarmado, impotente, y admitiendo la primera excusa para aceptar la prohibicién de la diteccién def partido, y sin preguntarse ni sobre la naturaleza del partido ni sobre la extraiia naturaleza de esas tesis que dan lugar a error, ni sobre su aceptacién de oeultar su critica a cambio de una ilusi6n ni sobre lo que suce- de en dl entonces, atrapado en ese contexto en el que juegan a la vez el partido y sus objetivos de unién, y de compromiso por lo tanto (pero a condicién de que Marx se calle), la ideologia que hay en la cabeza de los «periodistas burgueses... y de los obreras» y que les hace a todos confundir Roma con Santiago: todo sin que el fututo le preocupe Jo ms minimo, puesto que Marx sale con el alma pura: «Dije y salvé mi alma...». Una cosa es que Marx se haya callade, Dada su personalidad, podia hablar y tam. tién, por lo tanto, callar’’, Sin dua, ottos militantes han criticado el programa de Gotha en el partido. Pero como no tenfan la autoridad de Marx, han debido valver al orden y su protesta ha ido a parar al fondo de los cajones de la direccisn. Que en todo esto, como en ninguna otra citcunstancia, Marx ne haya intentado reflexionar sobre ef hecho de su propia personalidad es, al menos, sorprendente. Debio de sentirse obligado por la modestia («yo no soy marxista», etc.}, lo cual es otra forma de «salvar su alma», haciendo, a su manera, como si no fuera lo que objetivamente eta, pese a codes sus escrapulos: una personalidad de gran envergadura y, lo que es atin mas imporrante, una personalidad tetirica codas cuyas palabras pesan y cuencan, cuyas frases y formulas son tomadas como dinero contante, y en serio, en ese equiveco que une la seriedad polid- cay la sumisidn religiusa o cuasi religiosa. Ahora bicn, el «cfecto de personalidad teé- rica’ es, incontestablemente, un efecto politico ¢ idcoldgico imporeante, no sélo en la historia burguesa, sino también en fa historia del movimiento cbrero, incluida en él la los Ecrits philosophiques et politiques en el que figura el texto que agut se traduce. Tanto «Sobre el pen- sarmiento marxistay como «La corriente subterrinea del inaterialismo del encuenteo» han sido tra- ducidos formando parte de la recopilacién Louis ALTHUSSER, Pasa ti muierialisme aleatorio, Madrid, Arena Libros, 2002. El primero de estos articulos fue publicado, ademas, en la revista Riff Raff, niim. 6, Zaragoza, otofio de (995, pp. 4-10] ICY rambién por lo tanto callate es tn afindide manuscrita. 70 Material protegido por derechos de autor historia del movimiento obrero marxista. Marx lo sabia bien, él que no podia soportar «la personalidad» de Bakunin y de Lassalle, estando obligado a tener en cuenta los efec- tos de sus personalidades. Aparentemente, no queria saberlo respecto de sf mismo. Y como en todo este asunto no salo estaba él, sino también las personalidades dirigen- tes del partido (Licbknecht, Bebel, ete.), y también el partido y su direccién, que le prohibjan publicar su critica, y toda la ideologfa de los «periodistas... e incluso los obre- ros», hay que creer que era demasiado complicado o que pens6 que el partido, después de estos episodios, volveria a su « aqui presente se hace perfectamente redonda, puesto que la humanidad ( i la historia humana) no se propone nunca mas que las tareas que puede acometer (losen), que si una tarea se propone y se impone, esto es signo de que la solucién ya ha madurado o esté en vias de madurar en la vieja sociedad y, en fin, que las fuerzas productivas son siempre mas fuertes que las relaciones de pro- duccidn, puesto que tienen siempre suficiente capacidad para «saturar» Las relaciones de produccién y excederlas, provocando asf la conmocién de una revolucion social. No se trata aqui de una diferencia entre el modo de produccién capitalista, goberna- do por la reproducci6n ampliada, y otros modos de produccién, gobernados por la repro duccién simple, es decis, con una reproduccién que se restringirfa y provocarfa su des- apaticidn. No se trata, en consecuencia, de la muerte de los modos de produccién; quiero con ello decir la muerte pura y simple, no sélo por el efecto de una invasién de conquis- tadores mas fuertes y mejor armados, sino por efecto (conservemos el lenguaje de Marx) de la debilidad tendencial o de la decrepitud de las fuerzas productivas 0 de contradic- ciones entre relaciones de produccién y fuerzas productivas sin solucién de repuesto. 76 Creo que este texto es muy general y que indica, de hecho, mas que otra cosa, ina tendencia para la investigacién en el modo de produccién capitalista, pero habla con autoridad y viveza y demasiado perentoriamente como para ne haber inducide muches disparates entre los comentaristas que, con demasiada soleura, se creyeron ante un rexte exhaustive, «global» o sayrado y que han extta(do lus conclusiones mecanicistas y eco- nomicistas que se conocen acerca del ptimado de lay fuerza productivas y, en el inte- rior de las fuerzas productivas, acerea del primado de los medios de produccién sobre la fuerza de rtabajo. Sin hablar de los disparates puramente idcalistas Ue aquellos que han repetid, encantados, las frases subre ela humanidad que no se propone sinu las tareas que puede acometer...» intentando buscar en ellas el fundamento de una filoso- fia historicista imprudentemente atribuida a Marx. De hecho, al margen de estas y algunas otras frases, Marx no hu sostenido nunea el primado de Jas fuerzas productivas sobre las relaciones de preduecién, como tampoco ha sostenido el primado del proceso de trabajo sobre el proceso de produccién. Ha sos- tenido, simplemente, la tesis del primado «en dltima instancia» de la infreestructura (9 base) sobre la superestructura. Y, en la infraestructura, de hecho, para el modo de pro- duccién capitalista, ha sostenido, al mismo tiempo que la idea de unidad entre relacio- nes de produceisn y fuerzas productivas, fla del] primado de las relaciones de produc- 1 mismo tiempo, de explotacién) sobre lus fuerzas productivas. Ha mostrado, ign (es decir, por otra parte, que las fuerzas productivas incluyen entre sus «elementos la fuersa de trubajo y que el primade de los reluciones de produccidn no tiene mas que un sentido: sy recnolégicas cumplen un papel en ef modo de produccién capitalista, pero subordina- invitar a pensar que la explotacidn es lucha de clases, y que las cuestiones téenic das a la lucha de clases. 9 Althusser, en sus analisis subre El capital, ha seftalado como en él, de hecho, es el «primado» de la fucha de eluses lo que es puesto en juego (el primado de las relaciones de produccién, pero no entendide como simple «caparazin legals: véase el pareafo siguiente). Frente al ehistaricismos, por otra parte, ha desolezado también buena parte de sus criticas, situdndolo, junto al en Jos que Berlinguer y el PCL se aden- traron, Mas adelante, Althusser pone esta steoria» en relaci6n con la supuesta debilidad de un Esta- do cuyos funcionarios (de ahf el «atravesamiento») proceden de una extraccién obrera (véase el final del cap. 14 de este escrito). Véase propdsito de esta euestidn el texto de Althusser de 1977 sobre «el marxismo coma teorfa “finica”s, asf como la discusién que del mismo hacen diversos autores, en Discutr o! Estado, México DF, Folios Ediciones, 1982. DAN Pp, vimera redacciGn: edisparate>. ‘POW Primera redaceién: «aungue por otros medios» 9 éPor qué, entonces, el Estado es una maquina? En su conferencia de Sverdlov sobre el Estado (1919)2%”!, Lenin muestra una extraordinaria insistencia en no emplear més que dos términos. No habla de institu- cién, ni de organizacién, ni de organismo, sino de aparato y de maquina. E insiste atin més en decir que esta «maquina» es especial y que este , que funciona solo, como algunas m&quinas (ejemplo: la maquina de vapor}? Pero se sabe, cuando se es contemporaneo de la maquina de vapor y de las leyes de Fourier y de Carnor, que ninguna maquina funciona sola, Si se decia asf, serfa como metafora para insistir sobre ef caréeter , del Estado; pete sctros sabemos sabre el Estado lo bastante para decir que la separacicin det Estado ne tiene nada que ver con Ig autonomfa. Marx y Lenin nunca han hablade de la autono- mia del Estado. Se encuentra en el siglo xvi, aunque en un lenguaje evidentemente marcado por los conocimientos de su tiempo, por ejemplo en Bossuet, la expresin de la «gran maquina del Estado», donde ei aparzto y el fasto son asociados a la idea de un movimiento mecdnico comparable al de ias maquinas «mecénicas» de esta época. «Maquinas de guerra, balisticas y de otro tipo, existian desde la antigdedad. Maquina: «sistema de cuerpos que transforma un trabajo en otros, ya sea la energia humana, ya la grave- dad. 'Pero en el siglo XIX, 0 desde 1824, cuando Marx tenia doce afios, Carnot estu- dia las «maquinas de fuego», para hacer en ellas descubrimientos sorprendentes! Esas «méquinas de fuego que son las maquinas de vapor» sobre las que todo el capitalism inglés se ha edificado. Marx ha hablado de la maquina de vapor, y de la maquina simple, y de Ja maquina herramienta, en el capitulo del Libro 1 de £1 capital sobre el plusvalor relative: habia leido cuidadosamente a Babbage, técnica honesto pero sin espiricu teérico™", que escribfa: «La reunién de todos esos instrumentos simples, pucstos en movimiento por un mator dnico, forma una méquina» (1832). Marx insistfa en el hecho de que ne es fa maquina de vapor fo que hi tevolucionade el mundy de la produceién, sino fa maqui- 0, dice més adelonte) de la maquina frente al simple fancionamiento «tile (y mente, por lo tanto) de la emaguinarias. La dificultad de captar el ventido de exte pacralo pricede del use que hace Alt- hhusser en ella de «miquina> y emaquinaria» (.... como dice también Marx...) uso que parece igus- lar su significado. Los pérrafas siguientes aclaran esta dificuliad, ‘Dav Charles Babbage (1792-1871), matemitico y macsinico inglés, es auror entre ocras obtas de (On the Economy of Machinery and Manufactures, Lonctes, "1882. Esta frase es citada por Marx en Le Capital, Libco T, cap. XV [sic], ci, «. 2, p. 62 fed. cast: Bl eapize, ct., Libro T, exp. XI, «TT, p85] 103 Material protegido por derechos de autor ha herramienta: la méquina que pone en movimiento répido toda una serie de herra- mientas allf donde la mano del hombre no puede mover mis que una, y lentamente, Marx esti hasta tal punto obsesionado por la rclacién «motor-cransmisién y méqui- na de trabajo que pasa répidamente por el motor: «el motor da el impulso a todo el mecanismo. Genera su propia fuerza moire, come la maquina de vapor, la maquina elec cromagnética, la maquina calérica, etc., 0 recibe ef impulso de una fuerza natural excer- na [..]. La transmisién [...] regula ef movimiento, lo disteibuye, cambia su forma, si es preciso, de rectangular a circular y viceversa, y lo transmite a [a méquina herramien- LaDy tae XD, Como después no se trata mas que de transmitir y de cransformar el movimiento, todo depende del motor de esa «maquina» nueva que es la maquina de fuego 0 caléri- ca. Implacable, el diccionario dice: «Maquina: objeto fabricado, generalmente comple- jo, destinado a transformar la energia y a utilizar esta transformacién (se distingue en principio de aparato y herramienta, que no hacen sino utilizar la energfa)». Sies ésa la distincién, «méquina» aiiadiria algo esencial a «aparato»: afvadiria la idea de la transformacion de la energia (de un tipo de energia a otra tipo de energfa: pot ejem- plo, de Ia energia caldrica a la energia cinética) a la simple utilizacién de una energfa dada. En el caso de un aparato, puede bastar con un ipo de energia, en el caso de wna ametquina se trata, al menos, de dos tibos de energia y, sobre toda, de lt transformacion del uno enel utr, Sicl Estado no es sdlo un «garrote», si tampoco se lo define bien con el rérmino de einstrumento», que no es falso sino demasiado general, no veo por qué, durante todo un siglo, Marx y Lenin habrian tenido que hablar hasta ese punto no sdlo de aparato sino también de «maquina», si no fuera porque algo de ese sentido fundamental es designado por su insistencia cerminolégica, verdaderamence salvaje, y dejado por ellos sin explicacién. Cuando alguien se fija asi en una o dos palabras que, ademés, van las dos en el mismo sentido, de manera que la segunda desarrolla la primera afiadiéndole una precisin esencial, a la que se aferra sin poder decir por qué, eso quiere decir que estamos ante un punto vital y oscuro. Por lo que yo conazen, sdle hay atto caso comparable de insistencia terminolégica salvaje, al mismo tiempo parcialmente cegada, en Marx y Lenin: es le palabra dictadura en la expresidn dictadura del proletariado. Sin embargo, en ese caso, la explicacién se encuentra més féciimente en Mars y Lenin, pero a menudo al lado de la palabra, y hay que hacer trabajar al texto sobre sf mismo para que resurja su sentido. DUE Heid, p. 39 ss, Jed. cust ibic, pp. 81-82]. 104 Material protegido por derechos de autor XI éPor qué la dictadura del proletariado??> Creo que hay que decir claramente, ahora que provisional y aparentemente las armas parecen haber callado sobre la cuestién de la dictadura del proletariado, [tras] su saban- dono» solemne por el PCF y el PCE y su abandono solapado por el PCI, ete, que sabre este punto las cosas no son siempre claras en Marx y Lenin y que las equivocos que nos han legado han jugado un papel extremadamente importante si se considera atentamen- te el prestigio de sus autores y la devocién casi religiosa de sus sucesores (cuando no su femporal tontamente sordo y sérdido). Hay que hablar, pues, de este equivoco. Evidentemente, Marx ha heredado la expresién dictadtra del proletariado y su idea (no digo su concepto porque las cosas no son claras) de Blanqui. La ha tomado presta- da de él después del fracaso de las revoluciones europeas de 1848, tras la masacre de junio en Francia, Hemos visto su trazo en su carta de 1852 en Ia que seftalaba que st era pensar Ia necesidad de la dictadura del proletariado (y no el descu- brimiento de las clases o de su lucha). Un préstamo no es mas que un préstamo: inser- tado en un nuevo contexto debe, normalmente, perder el contagio del sentido que conferfa el antiguo contexto y fijarse en un sentido no equivoco. Desgraciadamente para nosotros, ése no fue exactamente el eas. 8. La cuestin de a dictadura del proletariado es uno de los temas dominantes de la reflexi¢n de Althusser durante los afios 1975-1978. Ademds dle su XXAléme Congr’, le ha consagrado varias conforencias en Francia y on Espasa y una obra que ha permanecii inédita de 215 paginas dactilo- -grafiadas, varias veces modificada: Les Vaches noives, Interview imaghaire [Las eacas negras, Entrevista imaginal). 105 Marx y sobre todo Lenin después (pero éste tenia atin la excusa de la lucha inme- diata que debfa conducir en unas condiciones espantosas) sabfan lo que querfan hacer empleando la palabra dictadura: suscitar la atencién utilizando una palabra provocado- ra que estuvo a la medida de su descubrimiento y de su pensamiento. Hablar de dicta- dura, Lenin lo ha repetido diez veces, era invocar un estado que estuviera més alla de toda legalidad, que no fuera reductible a las leyes y que, en cierta manera, fuera mas fuerte que las leyes mismas: y por leyes entendemos de la manera mas natural el dere- cho civil y politico existente, la constitucién y, si es parlamentaria, la constitucién par- Jamentaria exisrente en un pats dado. El hecho es que en el vocabulario existente no habfa una palabra para designar, en oda su fuerza, lo que Marx y Lenin querfan decir. ‘Toda la cuestidn y codo el equfvoco se encuentran resumidos en el punto siguiente: iqué es este «mas alld de las leyes», que no es reductible a las leyes y que al mismo tiem- po es mas fuerte que las leyes e incluso las contiene? (Es una forma politica, una forma de gobierno de los hombres como las que ha conocido la historia, como en la «dicta- dura romana» (era prevista y provisoria) 0 como en la dictadura de la Convencién (esta- ba legalmente prevista como estado de urgencia) 0 como tantas dictaduras politicas que conocemos y que nacen de la violencia, pacifica o sangrienta, de un golpe de Estado triunfante? Es necesario reconocer que en numerosas ocasiones el mismo Lenin identi ca la dictadura del proletariado con el gobierno violento, por las medidas politicas de los representantes del proletariado o, lisa y llanamente, de los dirigentes del partido y del partido mismo, que violan o suspenden las leyes establecidas. No digo esto para reprochar a Lenin, hombre de Estado, el haber disuelto la Consti- tuyente sin recurrir a la ley, el haber prohibido y perseguido a los socialistas-revalucio- narios y el haber suprimido todos los partidos a excepcidn del partide bolchevique, etc. Si ha suspendido la Constitucién y gobernado por decretos y no par leyes votadas, tenia serias razones para hacerlo en un periodo en que el poder de los soviets era acosado por las fuerzas extranjeras que, sobre el mismo territorio de la URSS, daban la mano a las fuerzas desencadenadas de la extrema derecha y se dedicaban a barbaridades sin nom- bre. En ese caso, quien no toma la decisién extrema de suspender las leyes politicas para salvar el Estado revolucionario y de llevar a efecto todas las medidas radicales que imponga la situacién, quien no lo hace sufte él mismo la barbarie y elige la derrota, no sGlo la suya, sino la de todas las masas revolucionarias. Porque, en lo que conozco, las intervenciones de los «aliados» sobre el territorio de la URSS, y las empresas militares contrarrevolucionarias, no tenfan nada de «legal». Lenin no ha hecho otra cosa que res- ponder al horror ilegal de los atacantes con las tinicas armas de que disponfa: no solo suspendiendo las leyes, sino movilizando al pueblo para salvar el Estado de los soviets. Mi problema no esté abt. La cuestidn esté en la definiciin que Lenin daba de la dicta- dura del proletariado, cuando hablaba de ella, y lo ha hecho muy a menudo, consciente 106 obedecen las nuevas leyes y las burlan, se les puede obligar, no por la violencia sino por la ley, a respetar las nuevas leyes. Evidentemente, si llegan a provocar una intervencién extranjera para salir adelante, y 2 explotar tendenciosamente los descontentos en un petiodo dificil, llegando hasta a provocar violencias armadas, el poder revolucionario estard obligado a resistirlos por la fuerza, en el limite, agotados todos los demas argu- mentos; pero, de todas formas, esto no regula en ningtin caso la cuestién de la natura- leza de la «dictadura del proletariado» o del dominio de clase del proletariado. Para existir, este dominio debe existir a la vez en las formas de la produccién (nacionalizacio- nes combinadas con un sector mercantil més 0 menos extenso, autogestién, control obrero de la produccién, ete.), en las formas politicas (los consejos representados por sus delegados en el Consejo nacional) y en las formas ideoldgicas (por eso que Lenin lama- ba la revolucién cultural)*®. En todo esto, la cuestién de la violencia, si por ella se entiende la violencia fisica, la intervencidn de las fuerzas armadas para regular los problemas politicos y econémicos, ete., no ocupa més que un lugar subordinado y siempre transitorio. Es cierto que Marx y Engels, y Lenin mismo, siempre han contemplado la posibilidad de un paso «pacifico» y «legal» al socialismo, por la via electoral. Se sabe que Engels lo esperaba de la social- democracia alemana. Es una cuestién de relaciones de fuerza, de coyuntura, por lo tanto. Esto no se ha producido todavia nunca, pero iy més adelante? Pueden surgir nuevas coyunturas. Por otra parte, incluso si debiera hacerse la revolucién, en una situaciGn de tensién extrema, mediante alguna violencia o por la violencia sin ms, eso no prejuzga nada de lo que suceda después, a menos que se tome la revolucién violen- ta como una incursién definitiva en la violencia continuada. La clase obrera y sus aliados deben llegar a ser clase dominante y, para ello, llegar a serlo en el conjunto de las formas econémicas, politicas e ideol6gicas. Este no es un «deber» moral, sino una tendencia inscrita en las relaciones de clase**™!. Si la coali- cin revolucionaria fracasa en esta conquista de las formas de dominio, estaré en una posicién muy precaria, estaré a merced de una revuelta u obligada a medidas arbitra- rias que la precipitaran en formas de sociedad inéditas pero que tendran poco que ver ® Althusser procede, por lo tanto, a un replanteamiento de la cuestién de la dictadura del pro- letariado a partir de un replanteamiento de Ia cuestin del dominio y del poder: por el mismo moti- vo que no cabe establecer la igualdad entre estructuracién politica y Estado, no puede tampoco esta- blecerse la que identificase poder y aparato estatal «polftico». El poder de clase se ejerce en todas las instancias de la articulacién social y, asf, en el conjunto de sus formas econdmicas, politicas e ideo- lbgicas. Si el poder no se reduce a las formas «leyales» del derecho y al ejercicio politico del gobier- no, la «dictadura de clase» no puede consistir en una forma de ejercer el poder politico. 1400 Primera redaccién: «sino una exigencia de las relaciones de clase». 109 con las perspectivas socialistas. Lenin lo habla comprendide muy bien, oponiendo la dictadura de la burguesia como dictadura de una minoria a la dictadura del proletaria- do como dictadura de la inmensa mayorfa de los seres humanes, y dicienda que a esta dictadura (dominic) le correspondia la forma politica de la democracia de masas (y en nin- gtin caso la dictadura). En el cruce de las palabras que han sido impuestas por la tradi- cidn, revitalizadas sin cesar por los mas grandes, y aceptadas por lo tante como dinero contante, por todo 0 casi todo el mundo, sorprendemos siempre al interlocutor al decir- le que la dicradura del proletariado es para Lenin ta democracia mas amplia, la demo- cracia de masas «llevada hasta el final».., No comprende. Y hay que decir que no estd equivocado del todo. Porque no se puede decir de buenas « primerus que lu dictucheree del proleturiaito es la democracia més amplia. Esta expresi6n es falsa, porque la secuencia de sus palabras (la dictadura... es la democracia...) lleva a la confusién; un atajo ten brutal no es admisi- ble, Es como si dijéramos ila Europa del continente es la Grecia més luminosa! En la expresién «la dictadura del proletariado es la democracia més ampliay, se pasa por enci- me de las tres palabras esenciales, cuya ausencia precipita el sentido y les actos (si, los actos) en un catastréfico atajo, en un peligroso punto muerto. Hay que decir: la dicta- dura del proletariade comporta entre sus formas de dominio, y tiene por objetivo, la forma politica de la més amplia democracia. O: la forma politica de la dictadura del pro- letariado debe ser la ms amplia democrucia. Este dltima expresién pone en su lugar la forma politica, no reduce todas las formas de dominio (recordemos que lo que sucede en la producci6n es determinante en tiltima instancia} slo a la forma politica. Y ade- més, no remite, en absoluto, la forma del dominio politico a la violencia desnuda de la dictadura. Se objetaré que en las formulas del tipo «La dictadura del proletariado debe tener por forma polftica la més amplia democracia de masas» se define la dictadura de clases el dominio de clase por un «deber», lo cual no prejuzga pata nada los hechos y puede incluso excusarlos invocando las «circunstancias» que no han permitido al «deber» rea- ligarse: por ejemplo, y efemplos no han faltado, el cardcter «atrasado de la URSS», la efuerzar demasiado grande de su Estado y el cardcter «gelatinoso» de su «sociedad civil» (Gramsci), la ausencia de «tradiciém democrética» en Rusia, etc. Pero, pensar que se puede intentar fijar al dominio de clase del proletariado su «deber>, como si se tra- tase de una tarea moral, es jugar con fas palabras. La palabra deber remite, en realidad, a eso que Marx y Lenin han considerado siempre la forma de existencia de una tendencia dominante que, como toda tendencia, para Marx, es «contrarrestada» internamente por causas que impiden que llegue a su cumplimiento, y que en sus condiciones mismas de existencia requiere la presencia de una fuerza capat de ayudar a su realizacién: la orga- nizacién de lucha de clases politica de la clase obrera, el partido (hablamos de todo esto 110 Material protegido por derechos de autor Hay que convencerse, de una vez por todas, de que el pensamiento de Marx cone tiene indicaciones extremadamente originales sobre la cuestidn de la necesidad hist6- rica que no tienen nada que ver con el mecanicismo de la fatalidad o la finalidad de un destino 0 del orden jerirquico de los modos de produccién. Hemos podido hacemos tuna primera idea de esta cuestidn, a propésito de Ia manera en que Marx exponta dos veces sus ideas, en una disposicidn espacial «t6pica», para mostear al mismo tiempo la extrema excensidn de su validez tedrica y las condiciones extremadamente limitadas de su eficacia politico-histérica, Esta idea se refuerca cuando vemos cémo, a propdsito de la definicién del dominio de clase del proletariado y de sus aliados, Marx piensa la enecesidad> de la coma del poder y su futuro: desde una dialéctica de la tendencia, nece- sariamente condicionada por las «causas que la contrarrestan» (y proceden ante todo de ella), donde es posible y se impone una intervencién politica para permitir el cum- plimiento de esta tendencia. Sin esta %! La segunda razén es mas grave. Marx, que acaba de hablar muy clara y consciente- mente de la categoria capital de la reproduccién, cambia de lenguaje y vuelve mas acd de la reproduccién para hablar del Estado. Creo poder decir que ée es uno de los «limi- tes absolutos» en los que tropieza y se detiene radicalmente la «teorfa marxista del Esta- do». Nien Marx ni en Lenin, por lo que sé, y en todo caso cuanto hablan abiertamente del Estado, se encuentra mencién alguna de la funcién del Estado en la reproduccisn. Marx habla desde luego del papel del Estado en la acumulacion primitiva, habla del papel del Estado en la emision de moneda, habla también de la intervencién del Estado inglés en Ia ley limitadora del trabajo a diez horas: no considera al Estado en relacion con la repro- duccién de las condiciones sociales (e mcluso maieriales) de la produccién, en relacién con la continuidad 0 perpetuaci6n 0 «eternidad» 0 «reproducci6n» de las relaciones de pro- duccién. Evidentemente, si se permanece en esta concepcién decepcionante, se com- prende que la teorfa del Estado-«instrumento» haya podido irritar a Gramsci y a sus modernos comentadores como una teorfa literalmente inaceptable. Pero la paradoja es que Gramsci critica esta teoria del Estado por sus efectos (cl economicismo) y, sin afia- dirle nada interesante, permanece, él también, més acé de la reproduccién®. La dimen- sién de la reproduccién, las funciones del Estado, en las formulas de Marx, son reduci- das de forma insignificante a las de la intervencién y, en el limite, a las de la brutalidad. Ahora bien, es por la via de la reproduccién, parece, por donde es posible sacar al pensamiento de Marx y de Lenin del atolladero en el que ha permanecido atascado LOX Primera redacein: «un poco». 1001 Los espacios vacios figuran en el manuserito. Cf: «El molino a brazo os dard la sociedad con el senior feudal; el molino de vapor, la sociedad con el capitalismo industriab> (Misere de la philosophie, Paris, Editions Sociales, 1961, p. 119) [ed. cast: Miseria de la filosofia, Madrid, Aguilar, 1979, p. 161 » La prolongacidn de la discusién hacia la obra de Gramsci que aqut realiza Althusser se delimi- tari completamente cuando, mas adelante, aborde el analisis de la cuesti6n de la hegemon‘a. La crt tica estriba en que el Kimite que Althusser identifica en Marx (y Lenin) sigue funcionando también en la obra de Gramsci cuando éste pretende superarlo mediante la critica de la concepcicin del Esta- do como instrumento del poder de clase. 118 tanto tiempo y de sus «limites absolutos». Tomando esta via, he sugerido, en 1969, en un articulo titulado «[deologia y Aparatos Ideolégicos de Estado+°H, algunas pro- posiciones. Veremos si deben ser rectificadas, y si pueden ser prolongedas. En esa via, en todo caso, querria yo presentar mi hipotesis sobre la razén por la que Marx y Lenin han insistido hasta tal punto en los términos aparato y sobre todo méguina cuando hablaban del Estado. 138K Reromado en Posioms (Parts, Editions Sociales, 1976) fed. cast: en Louis ALTHUSSER, Escritos, Barcelona, Laia, 1975, pp. 105-172; antes traducido en La filosofia como arma de la revolu- cidn, cit., pp. 97-141]. 119 El Estado, en efecto, no «produce» nada (salvo cuando existen manufacturas reales © un sector pablico, peto no es esta funcién de produccién la que lo define), el Estado, en efecto, no hace nada en la circulacién (salvo sociedades comerciales del sector pablics), pese a que acune monedas sin las que no habria circulacién. Pero el Estado, que no produce nada, sin embargo, recauda los impuestos con los que paga a (sus] mile tares, [sus] policias, sus funcionarios, sus gastos «pablicns y sus ayudas a tos trusts, etc., ‘no produce nada pero gasta enormemente, un dinero extraido mediante impuestos directos, y sobre todo indirectos, de las masus ptoductivas y otras. Por otra parte, el Estado hace «jtsticias, tiene sus gendarmnes, policias, magistrados y sus prisiones. El Esta do administra y maneja la politica del pais en el mundo. Una funcién seguramente muy «especialy: no como las demas, Puede ser mostrado: pata los aficionados a les orgae nigramas y para gentes més scrias, sc puede mostrar que el Estado ne funciona como una empresa privada, ni como una Iglesia, ni como un partido, aunque, por contra, un partide pueda «funcionar como un «Estado» o scomo el Estado», etcéters. Y entonces es preciso reconacer que hay una relacién no silo muy «especial», sino muy precisa entre el «metal especial» del que esti hecho cl «cuerpo del Estado» y Ia [forma] muy «especial» pero muy precisa en que este Estado funciona. El sabre un mismo asunto. De hecho, varios de estos mundos son practicamente cerrados, casi sectetos, el ejército, la o les policias, la gendarmeria, los CRS, la guardia mévil, pero también la magistratura, los juristas, los ensefiantes, ete. ¥ cada cuerpo tiende a traba- jar en su ambito prescrito, para cvitar cualquicr conflicto con Jos otras cuerpos, en una ideologia que hay que lamar un sespititu de cuerpo>. Hay un «espitita de cuerpor casi en todas partes, hasta en la ensefianza, ella misma dividida, y en la «magistraturax, Una divisién del trabajo increthlemente imperativa teina alli (ése sabe que los juristas del derecho privado estin completamente separados de sus colegas del derecho piblice y administrativo!). Verdaderamente, wi cuerpo muy especial, compuesto de cuerpos «especizles» cerrados sobre si mismos en su disciplina y en el orgullo de su propio «espi- ritu de cuerpo»: es cierto que el Estado no esed bien separado de la lucha de clases mas que si él mismo est separado, dividido por separaciones interiores, las de los cuerpos y de su aespiritu de cuerpo». Pero ésu no es Ja razdn esencial, Para descubritlu es preciso mirar en las «fuerzas arma- das» del Estado, en su povencia fisica, que séle se ve en parte. Si el Estado es un Es la segunda vez en el texto que Althusser aluce la wausencia» de fuerza fisica como una de las mas efectivas formas de su presencia. En ambos casos, a partir del mismo ejemplo: los carros del ejército bajo los drboles de Rambouillet. No sex6 la diltima ver que Althusser vuelva sobre esta cues- fidn: véanse sus textos de la década de 1980, 124 Material protegido por derechos de autor Asi pues, si la razén que hace decir a Lenin que el Estado es un «aparato especial», una «maquina especial, hace teferencia, @ la vez, a la mecdnica de las relaciones jerar- quicas que gobiernari a los funcionarios o agentes del Estado y a la presencia insoslaya- ble de una fuerza fisica publica y armada que est en el corazén del Estado e influye sobre el conjunto de sus actividades. esta explicacién, posiblemente, regula la cuestién, del cardcter especial de 1a méquina del Estado. Sin embargo, no explica la insistencia de Marx y Lenin en hablar de aparato y, sobre todo, de maguina™ Propongo, y pienso no forzar las palabras, aunque evidentemente las hago decir lo que permiten aunque no to digan explicitamente, la hipétesis siguiente, que expreso directamente en términos positivos, como si estuviera verificada, lo que, evidentemente, nv es el caso. Diré, por lo canto, que ef Estado os una méguina en ol sentido fuerte y preciso del término, tal como se impuso al siglo x1x, [..-] después del descubrimiento de Ja maquina de vapor, de la mdquina electromagnética, etc., es decir, en el sentido de un dispositivo artificial, que tiene un moter movido por una energéa I, y un sistema de transmisién, estando el conjun- to destinado a transformar una energia definida (A) en otra energia definida (B) ® Sefialo que ol historiador inglés Perry Anderson ha comprendido ¢ ilusteado muy bien este pinto de teoria y de politica. En un brllante articulo que demuescra kes eanténamias de Gramsci» («The Antinemies of Anconio Gramsci», New Lefi Review, mim, 100, marzo de 1977) [Las antinornias de Antonin Gramsci, Barcelona, Fontamara, 1981], compara la presencia-ausencia, pero eficacia por su propia ausecia, de fas fuerias armadas del Estado con ba reserva monetaria en ere de los bancos centrales, Estos stocks de oro varian mis 0 menos, pero en conjunto su total permanece estable en el conjunto del mundo, ¥ slo de vez en cuando la politica monetaria (de tal Estado) « intemacional (del imperialismo dominant} hree intervenir el oro en sus transaeciones: ys sen que el oro sea ven- dido sobre esos stocks de reserva, ya sca que el oro sca comprado para reforzarlos. Perc la citculacisn encral bajo todas sus formas (y son practicamente infinitas) contiaa, independientemente de ba presencia de os stocks de ore en al mercado: esta circulacién, sin embargo, seria imposible sin la exis- tencia de esos stocks (que el abandone del patrén cro no ha suprimido en absoluto}. Como se dice, apesan sobre el metcadas simplemente porque hacen esc mercado posible (y no otro), exactamente como la presencia invisible (:hay que decir -reprimida» sf, para fa mayoria de la gente que «no quie- re saber que existen y que su papel es determinante) de las fuerzas det orden piiblicas y armadas pesa sobre la sicuacién simplemente porque hace esa sicuacisn imposible, ese orden pesible (ese orden ¥ evidentemente, no cto) para Ia chise dominunte, evideatemente, y en consecuencia porque con vierte ent necesario este orden para las clases dominadas. Todo eso, haciéndose con «dulzutan, pre duce esos admiraNes efectos de consenso mediante una fuerza armada que pesa hasta tal punco sobre al orden piiblico que puede, en el Limite, no intervenit, o casi no hacerlo, es decir, dejando esa tarea a las fuerzas no armadss del Estado [..L y entre otras, por dehajo de todo, a las convieciones ideclé- gicas de los ociudadanos» qce piensan que a fin de cuentas es mejor permanecer tranquilos en. casa y cultivar el jardin. 125 Material protegido por derechos de autor ‘Una maquina tal constituye en primer lugar un cuerpo antficial que consta del moxor, del sistema de transinisién y de los Srganos de ejecucisn o de aplicacién de la energfa trans- formada por la maquina. En el caso de las maquinas-herramienta (0 maquinas-instru- mento), ese cuerpe es material, ¢ incluye diferentes piezas de metal «especial» que asegu- ran Ja transformacién de la energia A en energia B, y su aplicacién por lus herramientas {en general muy numerosas) sobre la materia prima trabujada por las herramientas. Podemos generalizar sin tremor, y decir que toda maquina, sede y medio de transforma- cién de la energia, comporta un «cuerpo» matenal especial, hecho de «metal» especial, y que siendo todo la condicién de la transformacién de esta energia, el cuerpo de la maquina esta, como cuerpo, «separado» de la funcién de transformacién energética que desempena, De hecho, en la maquina de vapor, por ejemplo, el «cuerpor metélico ce la maquina es total- mente distinto, «separado» por lo tanto, del carbén, que transforma el agua en vapor y el vapor en movimiento horizontal y luego circulars, ¢ igualmente «separade> de las herta- mientas y de su «trabajo» sobre la materia prima (el algodén, ete.). La «sepuraciin» det cuerpo material de la méquina de las matcrias energéticas que son consumidas en ella para su transformacién es la condiciéin absoluca de la existencia de la maquina y de su funcio- namiento, Por supuesto, el cuerpe de la maquina (las diferentes pievas formadas a pactir de diferentes metales) exige también energia para su produccién, pero la maquina no exis- ce més que si esta energia previa ha realizado su obra y se ha fijado en el cuerpo de la ‘maquina: esta energfa anterior no interviene ya como energia en la marcha de la miqui- nna, puesto que ha desaparecide en su resultado: en a caldera, los pistones, las correas, brazos y ruedas, por medio de los cuales la transformacién energética se produce. Podemos ahora volvernos hacia la maquina del Estado, para comprender mejor por qué Marx habla de maquina ¥ para comprender que tdene un cuerpo », sobre toda, para comprender qué energia transforma en qué oiza energia. ‘Que el Estado tiene un «cuerpo» material, ya lo sabemos: su existencia nos ha sido tevelada por el hecho de considerar que el Estado es un aparaco, y un aparato «separa- do». La «separacién» del Estado recibe entonees un nuevo sentida. El Estado esta «sepa- rado» porque necesariamente tiene un cuerpo, dispuesto para producir una transfor macién de energia. Y ademas podemos comprender que este cuerpo material sca especial, es decir, no sea un cuerpo cualquiera, sino un cuerpo sdistinto de los demas», tallado en un «metal especial, del que nos hemos podido hacer una idea exeminando Ja naturaleza «especial» del cuerpo de los agentes del Estado, militares, fuerzas del orden, policias y también funcionarios de las distintas administraciones. Queds la cues- tidn clave: la de ia transformaci6n de la energia, y la de la natutaleza de Ta energia B ue proviene de Ia transformacién de la energia A por la maquina del Estado. Diré, por mi cuenta, que el Estado puede ser, respecto de esta relacién, definide de dos formas. Podrd decitse en primer lugar que el Estado es una maquina de pader, como 126. Material protegido por derechos de autor Una palabra aqui sobre la maquina de vapor. Camot vio claro cuando hablé no de fa maquina de vapor sino de Ia macpuina de fuego (0 mejor ode las maquiniss de fuego»). Porque la energia A, la que constituye el «motor» de las transformaciones ultertores, es el tiencia de la Comuna, que sugirié medidas pero sin que se conociera exactamente su sentido y las condiciones de ser aplicacisn, los tedricos marxistas y los ditigentes marxistat na hahian avanzado apenas. No es contenténdase con decir que el Estado es un garrore y confundienuo la dictadura poli tica del Stvier Suprema con el dominio de close del proterariads come pestis [lqgurse lejose. 138 Material protegido por derechos de auttr idente abjetivos, ellos mismos sometidos a un tribunal neutro y presidido por un pri neutro). Y esos funcionarios no tendrian mas que un fin: el «servicio publica», Aunque podria haber de vez en cuando alguna desviaci6n, en conjunto, funciona. La nocisn de «funcionario» es tan alta en la abnegaciGn de su servicio que incluso el filésofo aleman Husserl se definfa mediante la definicion que hacia de los filosofos como «funcionarios de la humanidad», y es bien conocido que el filésofo francés Brunschvicg (que fue des- tituido por judfo por Pétain y perseguido) declard un dia que siendo la funcién del poli- cfa la de hacer respetar el orden pablico y constituyendo el mismo respeto [del] orden pablico [una] de las funciones de la Razén, nada era més respeable y tranquilizador que un policfa... Era un alma pura, kantiana, pero incapaz de vanticipar» ciertas «per- cepciones». Esta versién de la tesis de la eseparacién» del Estado, como se ve perfectamente en las interpretaciones que dominan en los partidos comunistas de Francia Italia, por ejemplo, puede nutrirse de una argumentacién masiva y que no deja de impresionay, porque toma su origen no sélo de las «evidencias coneretas» (jabrid los ojos!) sino de ciertas frmulas de Engels que, por lo menos, han sido mal interpretadas. Si, se dice més o menos, el Estado asegura los servicios piblicos esenciales, agua, gas, electrici- dad, correos, transportes, salud, educacién, etc. Si, el Estado interviene en cuestiones de inversiones (es, en Francia y en Italia, la mayor potencia financiera). Si, interviene en la cuestién del valor de la fuerza de trabajo y «arbitra» entre los interlocutores todos esos casos, «decide» él mismo en funcién del «inte- (patronal/obreros), ete rés general» 0 «athitra» entre dos intereses diferentes 0 contradictorios. Y sélo puede asumit y garantizar ese papel de drbitro porque, cargado de tareas «pitblicas» objetivas, esta, en cierto sentido, «por encima de las clases». Pensad en esas extraordinarias sociedades del Medio-Oriente asidtico, dotadas del modo de produccién llamado ) que tenfan Jos abjetivos militares o econémicos profandamente ligados a las formas de dominio, de explotacién por lo tanto, de ese tiempo. Que ademds esas vias de comunicacién sirvan para las vacociones y que las autopistas, una vez relativamente suspendido su uso mili- tay, sirvan también, y mayoritariamente, en la actualidad, a los camiones de carga y a hhs vacaciones, que, también ellos, se han convertido en una empresa capitalista, es, no silo no excluye su destino real sino que, por ef contrario, lo refuerzz con un apoyo imprevisto (esas mismas «vacaciones que contribuyen a reproducir la fuerza de traba- jo). Serfa interesante hacer la demostracién con los ferrocarriles, «nacionalizados» en Francia, y un poco en todas partes, por razones de la lucha de clases pero también (por lo demés, en parte, es fa misma cosa) por razones que tienen que ver con las necesida- * Es, por lo tanto, el anilisis del papel que el Estado juega en [a reproduecion de las condiciones concretas de existencia de una sociedad lo que permite poner al margen la interpretaciin mistifica- da de la «soparacisns del Estado que In concihe como prucha de sit uneutralidade, y lo que permire captar st funcién como emiquina» al servicio de los intereses de ta clase dominante. “1 Primera redaccisn * Que sean (en Francia) construidas y regentadas por sociedades «ptivadas» a las que son conce: didas por decisitn del Estado no cambia neds el fondo de ka cuestién. «no ¢s en cl airce. 14h Material protegido por derechos de autor des de la «industria moderna», ex decir, la forma material clasica (ihay otras!) de la explotacién capitalista. La rivalidad salvaje tren/camiones de carga/avidn, la politica de los precios diferenciales (bajes para las grandes catgas, clevados para Jos purticulares), el sistemético cierre de las vias amadas de «interés secundarios, ete., permitirfan hacerse una idea més justa de los asumtos en cuestién en Ins contlictos econdmico-peli- ticos de la politica de Jas comunicaciones». Aparentemente, se trata de un asunto puramente «técnico», pero los altos funcionarias de la SNCF (como de Gas de Francia y la energia eléctrica y nuclear), los que asisten a los ministros y al gobiemno en una decisién, tomada en definitiva por cl personal politico del Estado en su conjunto, no ocultan el hecho de que hay varias soluciones atéenicass, pero que uns decisién politi- ca interviene siempre para elegir una de ellas, que es entonces enganosamente justifi- cada con argumentos «técnicos», aunque es profundamente politica (y esta politica de clase es, cada vez mas abiertamente, una politica internacional de clase). Aquellas comunistas que no pueden (por motives inconfesados) pensar el Estado sino a condicion de inclinarse en el sentido de una definicion del Estado como servicio ptiblico del dmbito pablico, quiz4 se cuenten a sf mismos historias; y si necesitan, para defenderlas publicemente, creer en las tesis que defienden (ila funcién crea al Grgae nol"), poco imporra. En todo caso, constituyen fa prueba (y no hablo aqui ni de su mala fe ni de su mistificacidn iluminada) de una cerca ignorancia de lo que es la ceorfa muarxista de la explotacion, La lucha de clases no sucede en ef cielo, comienza en Ta explotacion, ly nds fuerte de fa cual, y de Jejos, sucede en la produceién y ast, en la materiz, la materia de Jos edificios fabriles, la materia de Tas midi iquinas, la materia de la cenergia, a materia de la materia prima, la materia de la «jornada de trabajo», la mace- ria de la cadena, In materia de les riemos de trabajo, etc. ¥ para que todo eso est§ reu- nido en el misny lugar, hace falea la macerialidad de los medios de transporte y la mate- tialidad de las informaciones financieras y técnicas, ete. Fl que toda eso termine por presentarse en la forma de vias férreas y de transportes terrestres, agreos y marttimos, cl que todo eso termine también por presentarse en a forma de los servicios publicos de telecomunicaciones y de las ventanillas de correos (con, también ahi, carifas gra- duales singulares que no son conocidas del «gran publicos), en la forma de un inte- rrupcor que se aprieta y Ia electricidad desprendida para luminar nuestra casa; el que tode eso revista también la forma de las condiciones materiales «modetnas» de la vida Es Gta una féemula de Lamarck para dar eventa del pmeeso evolutivo: en clave totalmente telvoldgicn Lamarck sostiene que los Srganos de los seres vives se modiliean para cumplir una fun- 16h, steno &sta la casa (final) de los «caracteres aduuiridos» que se transmiren a la descendencis. Laconcepciin de Darwin supuso ya un rechazo de scmejante supueste falsamente cxplicative, 142 Material protegido por derechos de aut privada, es decir, de la vida privada considerada desde el punto de vista de su distribucién de masas, come otra manera de las condiciones de reproduccién de la fuerza de tabajo {los nifios, la Escuela, itambién «servicio publico», verdad!; la seguridad social, itambién «servicio piblico», verdad!; la Iglesia o el deporte, itambién «servicios publicos», ver- dad!; y cl celéfono, locutorio, la tele, itambién servicios pablicos, verdad!, pero a las érdenes de ministros habiles o torpes), eso no sélo nu tiene nada de extrutio, sino que es necesarto ¢ imevitable. El «servicio» pdblico es la forma que toma la gigantesca mistificacién de los auto- proclamados «servicios publicos» del Estado, que ha debido hacer publicos sus servicios, y multiplicarlos, para hacer frente a las modernas formas de la lucha de clases*'. Y si se pretende invocar aqui la caida tendencial de la tasa de ganancia para explicar, como lo hace Boccara*", que es por efecto de la «desvalorizacién del capital» (demasiado capital para la mano de obra existente que se puede explotar) por lo que el Estado se hha visto obligado @ tomar a su cargo ese «sector» deficitario, para hacerle funcionar como servicio puiblico deficitario, eso es reducir singularmente cl sentido de la teorfa marxista de la cafda tendencial de la tasa de ganancia, que, en realidad, es una teorie del alza tendencial de la lucha de clases, y reducirla a simples efectos financieros 0 con- 8! Muy en linea con las crfticas radicales del llamado «Estado del bienestar», muchas de ellas bas- tante posteriores a Ja fecha de redaccién de este escrito (1978), Alchusser pone aqut de manifiesto las implicaciones de las «instituciones» del Welfare State en el mecanismo de reproduccién de las rela- ciones de dominio capitalista como consecuencia de las exigencias de la kucha de clases. XQ Entonces uno de los principales responsables de la seccidin econdmica del comiré central del PCF y de la revista Economie et Politique, Paul Boccara contribuys activamente en la redaccién del Taité marxiste d’économie politique: le capitalisme monopoliste d’Etat (Paris, Editions Sociales, 1971). En 1972-1973, Louis Althusser proyeeté escribir un libro sobre el imperialismo, uno de cuyos abjeti- ‘vos era refutar Ia teotia del «capitalismo monopolista de Estado» que sustentaba entonces la estrate- gia de union de la izquierda del PCF: redacté su prefacio y numerosos textos preparatorios, uno de ellos titulado «El error de los chicos del CME» [N. del T:: scigin la teorfa del seapitalismo monopo- lista de Estado», éste se estatia convirtiendo en el sustitutivo de los capitalistas en los sectores defi- citarios econdmicamente pero necesurins socialmente, situdndose asf en vias de la construcciin de un socialismo cercano en el que el Estado seria ef articulador de toda la actividad econémica, Podra enconrrarse una discusién de la resis def «capitalismo monopolista de Estado» (no sélo en la version de los economistas del PCF clitigidos por Boccara sino también en la version soviética de Victor Che- prakow © en fa germano-oriental de Géindel, Heininger, Hess y Zieschang) en los dltimos capttulos del libro de Ernest MANDEL, El capitalismo tardio, México DR Era, 1979]. ® Caida tendencial de la tasa de gananeia = alza tendencial de la Tucha de clases. Nuevamente Althusser plantea la necesidad de entender el funcionamiento de las sociedades capitalistas (mas alla 0 mas acd del mecanicismo que se derivaria de una lectura economicista v, mas simplemente, eco- némica) en términos de lucha de clases; sélo Ia lucha de clases puede terminar con la explotacién 143 Material protegido por derechos de autor tables, cuando es profundamente politica. Hay que estar especialmente cegado por pre- tendidos argumentos tedricos que no sirven mas que para vestir de «teorfa» una con- viceién politica recibida de arriba, para dar a entender, 0 para sostener, a partir del hecho de que el «Estado» deba cada vez mas tomar a su cargo sectores cedidos tecien- temente al sector privado o hasta hace poco inexistentes, a partir de la constatacién de su como su desmantelamiento. ACV CFV. I. Lenin, La Catastrophe imminente et les moyens de la conjurer (octubre, 1917), en. Oeuvres, cit, t. 25 led. cast-: en Obras completas, Madrid, Ediciones Akal, 1977, t. 25] 144 XVIL aden Pero si se toma en serio el concepto de reproduccién, si se toma en serio la exigen- cia que «incluso un nifio comprenderia» (Marx)® de que, para existir, oda «sociedad» debe reproducir las condiciones de su produccién, y que toda sociedad de clase debe perpetuar la relacién de explotacién y de produccién sobre la que se sustenta; si se con- cluye de ello que el Estado, en esta reproduccién, tiene un papel «especial» a condicién de estar «separador de Ia lucha de clases para poder intervenir en ella de manera segu- ra al servicio de la clase dominante (un servidor seguro dcbe estar moldeado con un metal y una mentalidad especiales) y si, finalmente, el Estado s6lo puede desempeftar tun papel como maquina, no estamos ain al final de nuestras penas. Porque el lector atento, ciertamente, habré notado un «juego» singular en nuestras explicaciones. Suponiendo que se admita, en efecto, el prineipio de la transformacisn energética asegurada por la maquina del Estado, gue transforma un exceso de Fuerza de ka clase dominante -resultado producido por la lucha de clases~ en poder legal (siendo esca- moteadas las clases en esta transformaci6n), resulca que nos encontramos ante una situacién dificil de pensar Si la méquina del Estado sirve para transformar una Fuerza o Violencia de clase en Poder, y ese Poder en derecho, leyes y normas, esto es sugerir que hay wm antes y un des- pués, en el siguiente orden: antes, habfa la Fuerza que es exceso de Fuerza de una clase © Carta a Kugelman de 11 de julio de 1868; K. Marx y F Engels, Cantas sobre El capital, cit. p. 180. 145, cuando todos duermen. El Estado, ciertamente, es uiglanie, pero permanentemente, de day de noche, y vigila, como pidicemente dice Engels, que lo «sociedad no sea «des- truida» bajo los efectos de la lucha de las clases antagonistas. Yo ditfa que viglla, mas bien, que la luchi de clases, es decir, la explotacisn, sea no abolida sino conservada, man- tenida, reforzada y, por supuesto, en beneficio de ta clase dominance y, asi, que las con- diciones de esta exploracién sean conservadas y reforzadas. Y para eso también «esta al tanto» de una explosién siempre posible, como en 1848 y 1871 -y entonces hay un avio de sangre~ o cn mayo de 1968 y entonces son los gases lacrimogenas y la violen- cia de los chaques callejezos, Lenin tenia toda le razén, en su conferencia de Sverdiov sobre el Estado, al repetic con insistencia: la cuestidn del Estado es «complicadas, terriblemente complicada, y al aftadir que su complejidad tenfa que ver con la lucha de clases, Pero Lenin se equivo- 6 al reducir la Lucha de clases a algunos de sus efectos ideol6gicos, ante todo a los idedlogos burgueses que «embarullan todo», conscientemente y voluntariamerte, para que las masas populates se engafien respecto del Estado y se fien de las evidencias de eso que Platén Ilamaba en su época los bellos suetios necesarios para el ejercicio del poder de Estado. Eso era demasiado simple y demostraba que Lenin, en Ja linea de la ttadicién de los fundadores del matxismo, sobreestimaba los paderes de le ideologia consciente y, en todo caso, de la ideclogia consciente de sus adversarios de clase. En realidad, los ideologos burgueses mienten tan facilmente, y aprisionan las fuerzas popu- Tees en sus bellos suefios con tanta facilidad, sélo porque esos stiefios «mienten solos», porque la realidad de la separacién del Estado, del cardcter especial de su méquina y de las formas desconceztantes de simplicidad de su reproduccidn a parti: de sus propios efectos consticuye un sistema de une mecénica extraocdinariamente complicada, que disimula objetivamente en cada instance sus {unciones bajo su aparaco, y su aparaco bajo sus funciones, y su reproduccidin bajo sus intervenciones, eccétera. Si queremos cargar esta expresién con tado lo que ha sido dicho, diremos gue es «ef ctreulo de la reproduccion del Estado en sus funciones de instrumenco al servicio de la repro- duccion de las condiciones de la producciém, por consiguiente, de la explouacién, de jas condi- ciones de existencia de! dominio de la clase explotadorar lo que comstituye, on sé mismo, la gran mistificaci‘n objetiva. Los ietlogos burgueses, cuyos engatios invoca Lenin, no hacen sino prolongar los efectos de esta gran mistificacitin por las justificaciones clasicas de sus escritos o pantletes, pero, sin embargo, no ven claro, y penser que son conscientes de una verdad que falsifican por razonas de clase es hacerles un gran regalo. Hay que decir, también, contra Lenin, que si la cuestién del Estado es, efectivamente, terrible- mente complicada, no es en dltima instancia a las falsificaciones de los idedlogos a las que corespunde el . Pero, lo que es més atin, Marx est obligado a «cargar las tintas» fuertemente cuando se atreve a hablar de la «apariencia material de los atributos sociales del traba- jo», designando asf incontestablemente a todo lo que es material, condiciones materia les del trabajo, tanto la materia prima como los medios de produccién, la moneda, ete (Qué es, entonces, este «trabajo», esta Sustancia que se ve asf dotada del papel de Atri- butos Sociales (los medios de produccién) cuya toda realidad material no es mas que a frase, inscrita en la Critica al indo se tiene en la cabeza una pequ programa de Gotha, donde, a propésito del «trabajo» y de una tesis del programa que dice que todo valor procede del trabajo" (en suma del Trabajo-Sustancia), Marx denun- cia vigorosamente la creencia de los bajo», se tiene con qué permanecer pensativo ante «la apariencia material de los atri- butos sociales del trabajo» que aqui fundamenta toda la teorfa del fetichismo. Es demasiado evidente que Marx, en este pasaje que inaugura el capitulo sobre el ideslogos burgueses en la «omniporencia del tra- dinero®, ha querido darse de antemano el medio de refutar facilmente la teorfa de los mercantilistas (que creen que el valor del oro procede de la . 157 Sobre esta base, que no sdlo retoma el tema filosdfico «clasico» (= burgués) de la consciencia, sino que también sitda el acto consciente de sf en la ctispide de la jerar- quia de los actos del sujeto, Marx ha aportado una importante contribucién al darse cuenta de que las ideologfas pueden ser sistemas de ideas y de representaciones en los que es representada, pero deformada y la mayor parte de las veces invertida, la realidad del sujet mismo, y defendiendo la tesis del caracter social de las ideologias (Lenin habla- ra de «relaciones sociales ideoldgicas») y de su funcidn en la lucha de clases. Ha entendido esta necin aplicada a la Jucha de clases y a las clases sociales mismas. Asi, en Miseria de la filosofia™, distingue 1a clase social «en si» de la clase social «para sf» (teniendo conciencia de si) y atribuye una importancia extrema a la conciencia poli- tica, no a la simple conciencia subjetiva que puede provocar revueltas o tensiones, sino ala conciencia objetiva (c «teorfa») que lleva al conocimiento de fas condiciones obje- tivas de la vida social, de la explotacién y de la lucha. Las consignas «elevar la con- ciencia» de los militantes, datles una «verdadera conciencia de clase» estan sacadas de esta uradicién terminolégica, En el prefacio a la Contribucién, Marx legaré incluso @ hablar de las ideologfas «en las que los hombres toman conciencia de su conflicto de clase y lo llevan hasta el final». En esta tltima formula, Ja ideologia no es ya conside- rada como suma de ideas individuales, sino como una realidad «espititual> supraindi- vidual que se impone a los individuos mismos. Este es el sentido que finalmente triun- faed en Meex: con la misma palabra, ideologia, dejard de pensar en la representacién individual falseada que un sujeto se hace de si mismo para llegar a pensar una realidad objetiva «en Ie que» los hombres, aqui las clases, pero también los individuos que figu- ran en las clases, «toman conciencia» de su conflicto de clase y «lo Hevan hasta el final». Peto esta realidad colectiva que Marx, también muy pronto, no deja de invocar (ya en La ideologia alemana apatece el concepto de ideclogia dominante ligada a la clase dominante} Marx nunca Ja ba intentada pensar, creyendo, sin duda, estar de entrada eximido de esta tarea por su «teoria del fetichisme» que efectivamente ha servide como. teoria de las ideologias para generaciones de marxistas. Confrontados con este vacio ted- tico rellenado por una teoria ficticia (la del fetichismo-alienacién), aquelles que han intentado realizar una explicacion de esta realidad sccial ideal han producido enunciados muy decepcionantes. Asf, enconcramos en Plejénov“Y una explicacion de la ideologfa en. Cl K, Mars, Misére de la philosophic, cit. p. 17? (ed. cast: Miseia de la flosoféa, cit., pp. 182-183). SY Che Gyorg PussAnoy, Les Questions jondementales du marxisme, Paris, Editions Sociales, 1947 Ied, cast. Las cusstiones fundamentals del marzismo, Barcelona, Fontamaa, 1976], libro del que se ha encontrado un ejemplar muy anotado en la biblioteca de Louis Althusses. 158 Material protegido por derechos de auto| términos psicosociolégicos que deserma totalmente por su redundancia: Plejénov, para explicar fa naturaleza social de la ideoiogia, se contenta con invocar el término «con- ciencia social» que ha hecho felices a Ins socidlogos’, incluso a los marxistizantes. Gramsci, en mi opinién al menos, no ha eportado gran cosa a la cuestién, contentén- dose con insistir en la funcién de la ideologia como «cemento» unificador de un grupo social (Durkheim y otros lo habfan dicho ya) y reemplazando de buen grado Ja cuestién de la ideologia por la cuestién de la . De abi la regla materialista segtin la cual no hay que juzgar ni a un individuo nia una clase nia una sociedad nia um periodo histérico por «st conciencia de siv. Esta recomendacién implicaba el primado de lo real sobre la conciencia, del «ser social sobre la conciencia social» e individual. Implicaba también que se supo distinguir Ja conciencia del ser, por lo tanto, que se elahord una cietta concepcidn de la deforma- cin ideolégica: sea simple deformacién, sea inversién (como la imagen es invertida en. el fondo de la retina o del cuarto oscuro). Pero esa deformacién, al igual que esa inver- sién (tipica para Marx de la relacién ideolégica) no daba lugar, al igual que el (familia, escuela, grupos de iguales...) en. has que esa «socializacién» se produce; en vano se buscari en ellos una verdadera «explicacins de la manera en que se adquiere esa conciencia. Una excepcién es posible encontrar: lz que representa la escuela de Pierre Bourdicu (por otra parte, desde una no confesada orientacidn de origen «altbus- seriano»), y st utilizacién de Ia nocién de «habitus» (= lo social hecho cuerpo). 159 Material protegido por derechos de autor

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