You are on page 1of 2

Repensar el funcionamiento de la

democracia
El Estado tiene la obligación de proteger los derechos fundamentales de los
ciudadanos, frente al atropello y restricciones impuestas por parte de grupos que
detenta el poder y control del Estado. En nuestro país el gobierno no duda en usar
la fuerza bruta, para imponer los intereses de grupos, como los cocaleros,
cooperativistas mineros, empresarios, interculturales, en nombre de la
democracia, sin siquiera poner oídos a la palabra del resto de la población. Quizá
es hora de repensar el funcionamiento de la democracia en un Estado Pluri, en el
que se impone los intereses de un grupo sin tomar en cuenta el bien común. La
idea de democracia debe estar estrechamente vinculada a la idea de bien común.

Para Michael Amaladoss, teólogo indio (Tamil Nadu), el «valor de la democracia es


juzgado por la manera como la mayoría trata a las minorías. La propia mayoría no
debería ser comprendida puramente en términos de números o de ideología, más
en términos de un compromiso con el bien común y de las formas adecuadas de
alcanzarlo». Sin duda, el ejercicio de la democracia en nuestro país ha sido
entendido por el gobierno solo en términos de número e ideología; y el
compromiso por el bien común, ha sido supeditado a intereses puramente
sectoriales. La democracia no dejó de ser corporativa. En 15 años de gobierno, el
MAS, no ha tenido ni la más peregrina idea de lo que significa el bien común para
la democracia y el pueblo. Peor aún la forma adecuada de alcanzarlo. Las
políticas públicas deben de estar en coherencia con una gestión productiva,
transparente y honesta. En este sentido, el bien común de una comunidad o
sociedad, se logra con el bien de cada uno de los ciudadanos. Y quizá de manera
prioritaria logrando el bien de los más pobres y desfavorecidos de la sociedad.

Es absolutamente claro que la participación de los ciudadanos en la democracia


está gobernada por el poder del voto. Esta verdad incuestionable es el soporte de
toda democracia. Pero, cuando un gobierno tiende a abusar del poder y
sobreponer intereses mezquinos postergando el bien común, pierde legitimidad.
Asimismo, surgen modos democráticos que ponen al descubierto la verticalidad de
un gobierno. El analista político, Iván Arias, llama a estas formas, democracia
creativa. Esta forma de democracia busca poner en evidencia el ejercicio
despiadado del poder por algunos líderes y grupos enquistados en el Estado. Un
gobierno democrático que presta atención al bien común, protege adecuadamente
los derechos de cada uno de los ciudadanos, independientemente, del grupo al
que está afiliado.

Repensar el funcionamiento de la democracia, por tanto, no puede estar al margen


de cómo el Estado garantiza y hace posible, que los intereses y las identidades de
los diferentes grupos, vayan a la par de la protección y promoción de los intereses
más básicos de cada ciudadano. En este sentido, la democracia, no solo debe ser
el gobierno del pueblo para el pueblo, sino que, sobre todo, poner en el centro del
imaginario social, la idea de pensar el país como un todo; y el bien común es el
bien de cada uno de sus miembros, es decir, la satisfacción de las necesidades
más elementales, pero, ante todo de los excluidos y vapuleados del sistema;
Franz Fanón, los llama los condenados de la tierra.

Parte de una democracia que tiene como finalidad el bien común, por supuesto, es
el voto ciudadano como un poder democrático; y los resultados de la participación
democrática del pueblo, es el primer paso para repensar el funcionamiento de la
democracia en toda sociedad que se dice democrática. Y los gobernantes deben
estar abiertos a dicho veredicto, no solo de oídas sino en la praxis.

Iván Castro Aruzamen

You might also like