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el ext 1964 Orca Colon atl Sntilas, S.A Deets: 1994, Hori Sandan S.A, Cae Ne. 1028, ‘Telfone 638 1200 Suna de Boge Coloma + Sania de aloes, 8.8 ‘avd. Arce 2323 ene cliesBelisl Sals $y Rovenda Quieres, La Par eri arama, SA hoy Alfio 2277 6 de dcembre, Quito * Santana SA. ‘Ava Sia Felipe 73, Lina aor Santis ‘avd, Rémule Gallegos, Seto Montecito BA Zaliapis ,Cascas ISBN: 9882401005 Ingreve en Colombia Friend rovenbre de 1998 ‘Tere rimprei, noviembre de 1977 Un ei loo Santana que ets: ‘spat Argentine Bolivia Colman Casta Rice Chile Misic BE UU + Pens Potugl«Pro Roo *Veeala ‘Uroginy »Gueah »Eoeser Repos Dominicana +E Slvr endo Panam + Pars) Dist de eles: {ose Cure Rosa Mas, Jsts Swe ‘onc decir einerines Jaa Cons pelle sep ep eno toque, ocnonen mgs, Sap, peep ape anclpomoe Capitulo primero Seebastdn se levants ese dfa con una extraia sensaciGn en el cuerpo. El recuerdo del suefio tenido aquella madrugada era alin mds extraiio, Se veia na- dando con dficultad en un estrecho rio pantanoso, bra- ceando desesperadamente hacia la rill. Trataba de aferrarse a las raices de un arbol, pero cuando creia tenerlas al alcance de sus manos, las raices se alejaban como en un espejismo Mins el viejo reloj que reposaba en la mesita de noche y vio que faltaban cinco minutos para las seis. Yano podria dormir, como era su costumbre, hasta las siete de la mafiana. Con el temor de verse nueva- ‘mente en el suciio, nadando sobre una superficie gela- tinosa, decid levantarse dela cama, ¥ aunque tenia la impresién de haberse despertado con el cuerpo im- pregnado de fango, no se dedicé al acostumbrado aseo personal. La inguietud aumentaba a medida que cami- haba por el cuarto y se restregaba los ojos, como si quisiera deshacerse de una molestacortna de legafas, Algo desconocido le estaba sucediendo, En das normales, Sebastian se bafiaba y, mientras lo ha- cia, recardaba viejas canciones, A medida que las te- cordaba empezaba a tararearlas, hasta que consegua (que la melodia lo levara a la exactitud de las palabras. Entonces cantaba con la voz infantil mas hermosa de 2 Bahia, Cantaba, primero en voz baja, como si susurra- ra. Poco a poco, cuando crefa que no harfa el ridiculo, levantaba el tono. Todo ser Vivo que lo escuchara —pensaba—interrumpirfa en aquellos momentos sus Gquehaceres para dedicarse a escuchar al niflo que can- taba canciones que s6lo los viejos recordaban. Aquella mafiana, sin embargo, no le vino ala ‘memoria ninguna canci6n ni el retazo de melodia al- ‘guna, Tal era su inguietud, que ni siquiera dese6 esca- paise para tomar Un bailo debajo de las chorreras de ‘agua cristalina'que bajaban desde las montafias hacia ta orilla del mar, Nada le hacfa sentirse mas limpio y libre que el bao debajo de una chorrera o bajo la ti- bbieza de los aguaveros. El estruendo de la lluvia sobre Jos techos de cinc le parecta otra clase de misica, muy distinta a la que crefa ofr cuando el mar se embravecta y él se dormia con la impresiGn de estar acompatiado por la fuerza indomable de las marejadas. IL Se vistié apresuradamente con un pantalén cagui y una camisa floreada, pero sigu sintiendo la inquietud, metida en su cuerpo y su conciencia, Algo distinto al suefio debia de ser la causa de su estado, algo que nunca antes habia sentido en sus pocos afios de vida. Sali al corredor delantro de la casa y detu- vo la mirada en el horizonte, pero sentia ante sus ojos tuna espesa telarafia que le impedfa identificar a las embarcaciones que navegaban en la bahia. Solo aleanz6 aentrever el bote de su padre por los colores vivos que lo adornaban, "Se que ese es el bote por los colores —se repitié—. Si no lo conociera, no podria distin- guirlo” Labarea, pintada la semana anterior, navega- ba por el costado izquierdo de la bahia, Sebastisn sa- bfa que aquel era el lugar preferido por su padre porque Jas aguas eran alli més profundas y la pesca ms abun- dante. Para un pescador aficionado como don Carlos, la pesca se habia convertido en una diversin produc- tiva, en una disciplina diaria, diferente al trabajo que lo ocupaba durante ocho horas en el aserradero de su propiedad. Sebastidn segufa inmévil y pensativo en el corredor, tratando de limpiar la vista. "Hoy almorza- 4 remos pargo frito —pensé—. Arroz con coco, patacones y pargo frito”. El placer que le producfa comer algo pescado o cazado por su padre, condujo al muchacho a sentir un gran orgullo de hijo, a admirar silenciosamente a aquel hombre de cuarenta y cinco afios, recto en sus costumbres y siempre generoso con familiares y amigos. Y e] orgullo del hijo empez6 a hacerse mais grande cuando todos aceptaron que, sin tratarse de un profesional de la mar, era el mas habil pescador de pargos y rébalos de Bahfa Solano. Cu do la pesca era abundante, don Carlos era objeto de admiraciGn y en ocasiones de agasajos. Para celebrar su éxito, invitaba & los amigos a una ronda de cerveza y les hablaba del esfuerzo que habia representado una pesca como aquella. —No me feliciten —les deefa—. En la pesca hay un poquito de esfuerzo y mucho de suerte. —Es cierto, don Carlos —le replicaba algtin amigo—. Pero sucede que a suerte siempre decide po- nerse de su parte. E] padre de Schastién callaba. Lo hacia por humildad. Crefa que su deber era pescar y no envane- cerse por haber cumplido con su deber. Bebja su cer- ‘vezaa sorbos lentos y regresaba a casa después de haber Vendido parte del pescado, de haberlo vendido o fiado sin importarle si mafiana o alge dia le pagerfan —Usted es muy bobo, don Carlos Ie decfa algin amigo—. Sélo deberia fiar a los que le pagan. —Prefiero fiar a regalar —respondia—. Asf ‘no se sienten humillados. —Hoy almorzaremos...—iba a decir Sebas- tidn en voz baja cuando sintié la presencia de su ma- dre en el corredor. — Qué raro! —dijo ella a sus espaldas. —;Raro qué, mama? —Se levanté mas temprano y no lo of cantar. 15 —Me desperté un'mal sueiio —explicé el nifio—Por eso no pude recordar ninguna cancién. i Sebastidn incliné el cuerpo sobre la veranda del coredor. Se resre26 los ojos con Jos muillos de Jos dedos y volvi6asentise sucio, como sie! lado del suet lo hubiera bahado por completo, Si lloviera “se djjo—, comreria bajo la Mavia para quitarse de encima las pesadas consecuencias dela pesadilla, Pero ‘al mirar el cielo, supo que no Hloverfa, Harfa un dia de sol, tal vez lloviznara por la tarde. 'A sus ocho aos cumplidos, ya sabia leer y escribir. Conocia las operaciones artmétcas yse crea buen alumno de geograta e historia; escrba con co- rreecion y se dedicaba a redactar cartas de compromi- $0 a cuanto extrafo se lo solicitara, Lo hacta con clegantecaligrafia, adommada en las primeras letras por arabescos que daban un sello personal a su escritura. Lo que nadie sabia era que Sebastién copiaba en un cadero de tapas azuies las canciones aprendidas y que destinaba el de tapas rojas, todavfa limpio, para escribir allf las canciones que algtin dia compondria. Por eso lidaba desde haefa dos semanas con los pri- ‘eros versos de la que seria su primera cancivin, de la aque apenas imaginaba su sentido: una joven hermosa Hegada en un navfo de bandera desconacitla, ahogebs sus penas de amor en el ma. Seria una eancién digna de cantar y record 7 {No seria ésta la causa de su inguietud, afadi daa las impresiones todavia vivas de la pesadilla? En Janoche anterior, al no poder conciliar el sueito, habia, encontrado el primer verso y lo habia grabado en su memoria. Ahogaré mis penas en el mar —me dijo era la primera frase concebida, Creia que era un buen comienzo. Vela a la mujer de cabellera rubia y con expresion triste fijando la vista en la luminosidad agonica de un atardecer marino. Sdlo él podia decir ‘cufinto habia lidiado para encontrar aquellas imége- nes y las pocas palabras que empezaban a expresatlas, caudintas hojas de pape! habia emborronado. Las guar- daba con tachaduras v enmiendas para saber cuanto esfuerzo significaba escribir algo tan sencillo. Y alli de pie en el corredor de su casa. volvio a recordar la frase, Semtia que la vista se despejaba y que la inquie- ‘ud se apoderaba nuevamente de sus sentidas. No era por la cancién, Tal vez ni siquiera fuera por el mal suefio de la madrugada, Prefiné seguir mirando hacia el horizonte mientras trataba de separarse de la estuendosa misica emitida por el radio de un yecino. Y fue entonces, en ese instante. cuando el nifio distin- ‘guid una gigantesca mole oscura que se levantaba en Ja playa, — Qué cosa mas rara! —se dijo, Sin esperar mds. salté del corredor hacia la calle. La carrera emprendida lo dejé sin aliento. Y menos respiracién tuvo cuando se encontr frente al cuerpo descomunal himedo y brillante del animal. No pudo evitar un profundo suspiro de admiracién. — Une ballena! —exclamé al recuperar el aliento. Recordé al instante lo que los mayores decfan y repetian en Bahfa. En distintas épocss. recalaban en 18 cl lugar ballenas de todos los tamaiios y especies. Se trataba de ceticeos extraviados en su peregrinar por el ‘océano Pacifico. Se decfa que, al separarse de la ma- nada, perdian el instinto que las guiaba, como si el radar que las comunicaba entre s{ no emitiera mas que sefiales confuras. Se lo habfa escuchado referir a sa padre en un viaje de regreso de la ensenada de Utrfa, a

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