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La divisién de las tierras de los pueblos en el cantén de Cosamaloapan, Veracruz, 1870-1896 José Velasco Toro Introduccién so de divisién y reduccién a propiedad individual de las tierras per- tenecientes a los pueblos en el cantén de Cosamaloapan, Veracruz. Este espacio se localiza en la zona baja de la cuenca del Papaloapan. Aqui florecié la hacienda ganadera durante la Colonia, y a partir de la segunda mitad del siglo x1x el predominio ha correspondido al cultivo de la catia de azticar. Durante los primeros aiios del periodo colonial, los sefiorios nahuas, popolocas y mixtecos sufrieron una considerable reduccién de su poblacidn, a grado tal que para 1548 sdlo habia unos 268 indios tributarios en Cosamaloapan y 350 en Acuezpaltepec.' Los sobrevivientes fueron reduci- dos y congregados en los pueblos de Acula, Amatlén, Cosamaloapan, Chacaltianguis, Ixmatlahuacén, Otatitlén y Tlacojalpan, que estén ubica- dos a la derecha e izquierda del Papaloapan. Igual suerte corrieron los popolocas del seforfo de Acuezpaltepec, cuyos habitantes se vieron reduci- dos a los pueblos de Xochiapan y Tatahuicapan, hoy pertenecientes al mu- nicipio de Playa Vicente. A cada pueblo se le otorgé un fundo legal de 600 varas, En paralelo al proceso de congregacién se dio la concesién y entrega de mercedes ganaderas. La estancia pronto ocupé los extensos espacios que antes fueron dominio de los sefiorios y de su nticleo emergieron las hacien- das ganaderas de Santa Ana Chiltepec, San Miguel del Pinillo, Guerrero, | : n este articulo se examina, en una primera aproximacién, el proce- » Peter Gerhard, Geografia hist6rica de la Nueva Espafia, 1519-1821, unas, México, 1986, p. 89 89 Zapotal, Nopalapa, Cuautotolapa, Socuantla, Uluapa, Calabozo, San Nico- las, San Juan, Las Vacas, Santo Toms de las Lomas y la Estanzuela. ‘Ambas formas de propiedad, la hacienda y la de los pueblos, coexistieron bajo una relacién de permanente tension. Por ser los terrenos del Papaloapan bajos y expuestos a inundaciones estacionales, aquellas tierras que poseen una altura que las libera del anegamiento se consideraron de gran valor cuando se trataba de uso ganadero, En estas circunstancias, las haciendas siempre ejercieron presién para ocupar y apropiarse de los terrenos altos que pertenecian a los pueblos, estableciéndose, en algunos casos, largos litigios por parte de la Repiblica de Indios para defender su propiedad, como fue el caso de Chacaltianguis. Sin embargo, la mayor parte de las veces el avance del hacendado no fue frenado, y poco a poco buena parte de las tierras de los pueblos pasaron a ser propiedad de la hacienda, por lo que al arribar el siglo xix y con él la Republica, casi todos los pueblos riberefios habian perdido buena parte de su antiguo fundo legal. Las ideas modernas del liberalismo europeo en torno a la igualdad, el respeto a la autonomia individual y la propiedad, tuvieron un rapido flore- cimiento en el México decimonénico. En ellas se fundé buena parte de la cultura politica liberal que estuvo vinculada a la bisqueda de independen- cia y destruccidn del antiguo régimen, asi como del sometimiento a la auto- ridad politica y religiosa. De entre los derechos del hombre exaltados por los liberales, se encuentra el de la propiedad individual y su libre circula- cién La propiedad corporada y comunal empezé a ser considerada contra- ria al bien comin, por lo que no s6lo no se planted reformular la tenencia comunal de la tierra en el contexto de la nueva nacién, sino, por el contra- rio, la propuesta fue destruir el cardcter juridico y legal de la misma para transformarla a propiedad individual. En Veracruz este proceso se inicié en etapa temprana. La primera orden desamortizadora registrada hasta e] momento es del 4 de enero de 1812, fecha en que se autoriz6 al ayuntamiento de Orizaba a vender entre los indios del lugar las tierras comunales. Esta accién fue ratificada el 1° de febrero de 1826, y con ella se abrié camino a una serie de medidas legislati- vas agrarias que paulatinamente fueron desembocando en la reduccién a propiedad individual de las tierras de los pueblos.? Antes de explicar qué ocurrié en los pueblos del cantén de Cosamaloapan, haremos una breve revision de la legislacién y de las medidas que tomaron * Beatriz Urias Horcasitas, Historia de una negacién: la idea de igualdad en el pensamien- to politico mexicano del siglo xrx, UNAM, México, 1996. 9 José Velasco Toro, Politica y legislacién agraria en México, Centro de Estudios Latinoa- mericanos, Universidad de Varsovia, Varsovia, 1993, p. 29. 90 los distintos gobiernos del estado para lograr el objetivo del ideal modernizador. Legislacién y politica desamortizadora en Veracruz La compleja reforma agraria impulsada por los liberales para destruir la propiedad corporada heredada de la Colonia no se inicié con la Ley de des- amortizacién de fincas rusticas y urbanas propiedad de las corporaciones civiles y religiosas de] 25 de junio de 1856. De hecho, su origen se encuentra en la Constitucién gaditana y en su inmediata continuidad por parte de los gobiernos de las entidades federadas emergentes.‘ En Veracruz, el 22 de diciembre de 1826 se expidié la ley Sobre repartimiento de terrenos indige- nas y baldios. A partir de esta disposicién se derivaron diversas circulares cuyo fin era reforzar y hacer cumplir el articulo primero de la ley de 1826 que a la letra dice: 1° Todos los terrenos de comunidad de indigenas (...) se reducirin a propiedad particular, repartiéndose con igualdad a cada persona entre las poblaciones y congregaciones que s¢ componga la comunidad.* Los liberales estaban convencidos de que uno de los caminos para romper con el antiguo régimen colonial y redimir al indio era crear condiciones para que superara la situacién de opresién en la que habia vivido y desa- rrollara un sentido de independencia individual. Para ello era menester destruir aquellos elementos que le impedian participar en el mundo racio- nal. Una de las conclusiones a la que llegaron fue que el sistema de propie- dad comunal sustentado en una concepcién juridica patrimonial habia creado innumerables limitaciones sociales, econémicas y culturales que bloquea- ban en el indio el deseo de superacién personal. Siguiendo la logica que implica el concepto de propiedad individual y de la concepcién de la tierra como mercancia, los liberales propusieron el desmantelamiento de la base material de la propiedad comunal para con- vertir al indio en propietario individual. En este orden de ideas, se pensaba que al transformar a las comunidades de entidades cerradas en una cons- telacién de propietarios individuales, el sentimiento de empresa encontra- * Ibid., pp. 19-61. 8 Ley ntimero 39 sobre divisién de terrenos de comunidades indigenas y disposiciones rela- tivas, Imprenta la Veracruzana, Veracruz, s/f, pp. 22-26. 91 ria su libre cauce y la transmigracién del indio hacia el mestizaje y el progreso seria cuestién de tiempo.® Pero si bien detrds de esta hipétesis existia la firme decisién de llevar a cabo diversas acciones juridicas y politicas para transformar la estructura agraria de los pueblos indios, en Veracruz diversos problemas limitaron el proceso de desamortizacién hasta antes de la Republica Restaurada. En 1867 el gobernador Ignacio Alatorre escribié en su Memoria de gobierno que La divisin de terrenos de comunidad de indigenas, decretada en el estado hace algunos afios, y ya que por la guerra, ya por otras causas que no se han consumado, ocupé la aten- cién del gobierno, pues é1 sabe perfectamente que el pensamiento que envuelve aquella disposicién, afecta nada menos que el porvenir del mismo estado.? Para estas fechas y conforme a la premisa ideolégica de la Ley Lerdo, se insist{a en que uno de los mayores obstéculos para el progreso nacional era la falta de movimiento de una gran parte de la propiedad. En correspon- dencia con la politica federal, el gobernador Alatorre insistié, mediante cir- cular de fecha 19 de agosto de 1867, que debia cumplirse con el ordenamiento de la Legislatura local del 2 de julio de 1861, que declaré vigente la Ley de 1826. En otras palabras, debia continuarse con la desamortizacién, concediéndose, para tal fin, una nueva prérroga que hiciera posible a los ayuntamientos el cumplimiento de las leyes e instrucciones giradas a lo largo de la administracién de los anteriores gobiernos. Poco a poco la divisién de bienes comunales empezé a ser una realidad en la entidad veracruzana. En 1869, el gobernador Francisco Hernandez y Hernandez expresé que en materia de divisin de terrenos de comunidad se “han presentado serios inconvenientes en la practic”, aunque también se “han practicado la divisién de algunos terrenos y se han dirimido algu- nos litigios; sin embargo queda mucho por hacer en el particular”.* Gran parte de esos litigios giraban en torno a viejos problemas que tenian las comunidades con los propietarios de haciendas o ranchos que habian inva- dido las tierras del pueblo, Pero también, otros correspondian a conflictos “ Charles A. Hale, El liberalismo mexicano en la época de Mora, 1821-1853, Siglo XXI, México, 1972, p. 227. 71 R. Alatorre, “Memoria de gobierno del General (...). 7 de diciembre de 1867", en Carmen Blazquez, Estado de Veracruz. Informes de sus Gobernadores, 1826-1986, t. I, Gobierno del Estado de Veracruz, Xalapa, 1986, p. 644. * Francisco Herndndez y Herndndez, “Memoria presentada al H. Congreso del estado de Veracruz Llave, por su gobernador constitucional el C. (...), el dia 13 de marzo de 1869", en Bldzquez, op. cit., t. I, p. 662. 92 de limites de terrenos comunales entre los propios pueblos indigenas. Asi, por ejemplo, las municipalidades de Tatahuicapan y Xochiapan, ambas pertenecientes al cantén de Cosamaloapan, tenian serias diferencias con los pueblos de Jalahuy y la Lalana del distrito de Choapan, Oaxaca.* Una y otra vez los gobiernos estatales insistieron en que era necesaria la divisién de tierras comunales, no s6lo en cumplimiento de la ley de 1856 y del Decreto sobre ocupacién y enajenacion de terrenos baldios de 20 de julio de 1863, sino también por el cargo de conciencia que dictaba que la propie- dad individual era un derecho absoluto, y constituia la base angular para que un pueblo pudiera lograr su desarrollo econémico y social." Y asi lo exalté el gobernador Juan Enriquez en su Memoria de 1886. Para él, la “subdivision de la propiedad acusa el progreso de los pueblos més avanza- dos”. Convirtiendo al indigena en propietario, éste trabajaria “en su parti- cular provecho [y] llevaria su contingente de iniciativa, de espiritu de empresa, al conjunto nacional”, A partir de ese momento, contintia dicien- do Enriquez: ‘Tomaria vuelo la agricultura y el producto excedente, por natural y légica evolucién, bus- caria extrafio mercado y la corriente de productos crearia Ins vias de comunicacién; y sur- giria la industria, y unidades de industria y agricultura engendrarian el comercio, y ya de esta inmensa trilogia naceria el arte, y vendria luego las ciencias y las letras, y nos halla- riamos en plena civilizacién." En la optimista reflexién de Enriquez se aprecia con gran claridad la com- penetracién de la filosofia positivista en el pensamiento social mexicano y en la actitud politica de los gobernantes. La idea de progreso ocupa un lugar central y tiende a resaltar que el ejercicio de 1a politica no era una accién abstracta; por el contrario, era parte orgdnicamente constitutiva de la sociedad y base fundamental de su evolucién. El argumento estaba diri- gido a probar que los problemas podian ser resueltos cientificamente. Al eliminar el obstdculo que impedia que las fuerzas del progreso se desata- ran, la consecuencia légica seria el encadenamiento de la evolucién de la sociedad hacia niveles superiores de bienestar: agricultura, comercio, in- dustria, educacién, ciencia y arte florecerian en beneficio de los pueblos. ® Francisco Hernandez y Hernandez, “Memoria leida por el C. gobernador del estado ante la H. Legislatura del mismo el dia 13 de octubre de 1871", en Blézquez, op. cit., t. II, p. 1171. “Charles A. Hale, La transformacién del liberalismo en México a fines del siglo xr, Vuel- ta, México, 1991, p. 384. ™ Juan Enriquez, “Memoria presentada a la H. legislatura del estado de Veracruz Llave por el gobernador constitucional (...), el dia 17 de septiembre de 1886”, en Blézquez, op. cit., t. V, pp. 2293-2294. 93 Por eso, para la clase gobernante se tornaba urgente acelerar el proceso de division de terrenos y superar la lentitud con que algunos ayuntamien- tos llevaban el asunto. Para lograr su consecucién, superar los obstéculos y aclarar dudas, como Jas derivadas por la confusién que creaban las diferen- tes leyes, decretos y circulares que desde 1826 se habian expedido, contri- buyendo a retrasar las medidas desamortizadoras, el gobernador Juan Enriquez remitié a la Legislatura la iniciativa de Ley sobre division de la propiedad territorial, que fue aprobada como Ley 26 de fecha 17 de julio de 1889. En ella se fundieron los anteriores ordenamientos y se dio un nuevo impulso al ideal de “hacer de cada individuo un propietario” para que “lleve ‘ala labor comtn el contingente de su inteligencia y el esfuerzo en la conser- vacién de los particulares intereses”."* ‘Asimismo, en la Ley 26 se puso punto final al manejo indistinto que se le habia dado al concepto de tierras comunales, ya que en muchos casos se utiliz6 como sinénimo de ejido y fundo legal, complicando la aplicacién de las diversas disposiciones legales. A partir de este ordenamiento quedé cla- ro, al menos en hipétesis, que el fundo legal era el terreno que comprende los centros de poblacién, y el ejido las tierras del pueblo que eran de uso comin para el aprovechamiento de pastos, maderas, aguas, canteras y otros usos. Los terrenos comunales eran la propiedad que pertenecia a las comu- nidades de indigenas y debian conservarse perpetuamente por la persona- lidad moral de las comunidades. En cambio, los propios de ayuntamientos eran aquellos terrenos que éstos tenian en propiedad y los arrendaban apli- cando el producto de las rentas a los gastos municipales. Fundos, ejidos y propios se debian poner a la venta por parte de los ayuntamientos para ser adjudicados a individuos, preferentemente a los terratenientes, es decir, a propietarios; no asi las tierras comunales que debian dividirse en parcelas individuales y ser entregadas a los indigenas a cambio del pago de una cuota para contribuir a los gastos de la medicién y el reparto. Definidos los conceptos agrarios comunales para su plena identificacién y correcta aplicacién de la ley, se procedié, de acuerdo con el articulo 11 de la Ley 26, a conceder a los ayuntamientos un “plazo de dos afios, contados desde el dia de la publicacién (...), para la division y repartimiento de los terrenos de comunidad que atin no estan divididos”. Pero también se advir- tid en el articulo 12 que, expirado este plazo, '@ Juan Enriquez, “Memoria presentada a la H. Legislatura del estado libre y soberano de ‘Veracruz Llave el 18 de septiembre de 1890 por el gobernador constitucional C. General (...). Comprende el periodo corrido del 1° de julio de 1888 a 30 de junio de 1890", en Blézquez, op. cit,, t. VIL, p. 3877. 94 Jos comuneros perderan el derecho que tienen al repartimiento de los terrenos de extin- guidas comunidades, y éstos pasaran a poder del Ayuntamiento respectivo para que proceda, a la adjudicacién, de la misma manera que se establece con relacién a los fundos y ejidos. Esta ley generé mucha resistencia en diversos pueblos de la entidad veracruzana,'? sobre todo porque propicié la corrupcién y el abuso de jefes politicos, autoridades municipales y terratenientes, ya que al ocultar a los pueblos indigenas las implicaciones de la misma, provocaron que éstos que- daran en la situacién descrita en el articulo 12. En ese momento los ayun- tamientos procedieron a legalizar y vender terrenos comunales, no precisamente entre la poblacién indigena, sino entre aquellos que poseian propiedades o eran comerciantes adinerados, manifestando que se daba cumplimiento al articulo séptimo al legalizar con el titulo de propiedad la adjudicacién realizada. ‘Ahora bien, en la practica de interpretacién juridica existe una aparente contradiccién entre la Ley 26 en su articulo séptimo y el articulo 3° de la Ley Lerdo. El 2° prohibe que los ayuntamientos tengan en propiedad fincas nisti- cas, entendiendo por ello ejidos, fundo legal y propios; en cambio, el 1° autori- zaba a dichas corporaciones la propiedad de ejido, cuya extensién debia ser de “hasta un cuarto de sitio de ganado mayor de terreno montuoso”, siempre y cuando fuese absolutamente preciso y a juicio del jefe politico del canton. Es- tos terrenos el ayuntamiento podia arrendarlos 0 adjudicarlos, segiin fuera el caso y en funcién de las necesidades impuestas, “capitalizando al seis por ciento anual, la renta o canon que satisfagan”. Esta contradiccién juridica fue utilizada durante los afios de la revolucién para anular las ventas realizadas y proceder a la restitucién de ejidos, alegando que la Ley 26 contravenia en lo sustantivo a las disposiciones de la ley de 1856. Al buscarse la supresién de la propiedad comunal desde una perspectiva unilateral, se desaté la resistencia de los pueblos contra el fraccionamiento y la reduccién a propiedad individual de sus tierras. Esta lucha adquirié, en muchas regiones, el cardcter de oposicién contra la politica liberal que amenazaba destruir su base social. En cambio, para las diversas adminis- traciones estatales la resistencia era provocada por la “ignorancia de la clase indigena y la mala fe de algunos individuos que viven explotando esa ignorancia”."‘ De ninguna manera se percibfa como un problema que iba } José Velasco Toro, “Indigenismo y rebelién totonaca de Papantla, 1885-1896", en Améri- ca Indégena, 39, 1, enero-marzo de 1979, pp. 81-105. \« José Cortés y Frias, “Memoria general de la administracién publica del estado libre y soberano de Veracruz Llave presentada por ef C. (...). En la sesién de 17 de septiembre de 1884, ante la H. XI Legislatura”, en Blézquez, op. cit., t. IV, p. 2234. 95 més alld de la concepcién del espacio como un bien privado. La tierra signi- ficaba una mercancia y un medio de produccién, de ahi que se afirmara que el simple “rango de propietarios” estimularia el mayor empefio en la “la- branza de la tierra”.'> Este era el sentimiento incuestionable del liberal veracruzano, por ello la resistencia de los pueblos indigenas significé para la sociedad dominante una reaccién atavica y contraria al progreso. Muchos fueron los conflictos que se generaron a lo largo y ancho de Veracruz, pero también muchos pueblos acataron la voluntad politica y la divisin de sus tierras comunales y ejidos. En cantones como Acayucan, Misantla, Papantla y aquellos que comprendian la regién Huasteca, la re- belién armada fue el recurso tiltimo para frenar el proceso desamortizador. En otros como Jalapa, Veracruz y Cosamaloapan, la resistencia se dio en menor medida o fue controlada fécilmente, convenciéndolos de que al dejar de ser objeto de especulacién se convertirian “en hombres libres y en pro- pietarios ricos”."* Una falacia que el tiempo se encargaria de desmentir. La divisién de tierras en el cantén de Cosamaloapan La transformacién a propiedad individual de los terrenos de comunidad, ejidos y fundo legal en los pueblos del cantén de Cosamaloapan no se sus- trajo a los altibajos y dificultades generales que se presentaron en el resto de Ja entidad. Diversas fueron las causas por las cuales la divisién de los terrenos no habia avanzado mucho hacia 1870. Si bien en el cantén no hubo tensiones que desembocaran en movimientos armados, si se dio un retraso administrativo y politico derivado de la oposicién velada de los co- muneros, la existencia de manejos turbios entre autoridades y terratenien- tes y, sobre todo, por estar pendientes litigios relacionados con limites municipales y de los pueblos con propietarios colindantes. Esta situacién fue patente entre los municipios de Tesechoacan y Tatahuicapan, pues ambos sostenian un litigio por cuestién de limites en los terrenos comunales, de ahi que no se hubiese procedido a la divisién.'” Lo mismo sucedié en Acula, que peleaba terrenos posesionados por Ixmatlahuacén, diferencia que concluyé en 1899 cuando se definieron los " Apolinar Castillo, “Memoria general de la administracién publica del estado libre y sobe- rano de Veracruz Llave, 17 de septiembre de 1882", en Blizquez, op. cit., T. IV, p. 2089. “Juan Enriquez, op. cit., p. 2294 ™ Francisco Herniindez y Hernandez, “Memoria presentada por el C. Gobernador del esta- do libre y soberano de Veracruz-Llave a la H. Legislatura el noviembre 30 de 1879", en Blizquez, op. cit... 11, p. 767 y anexo 37. limites entre ambos municipios. Otro tanto ocurrié en Amatlén, que tenia conflictos con Cosamaloapan y Tesechoacén, asi como en Tlacojalpan, que tenia problemas con Tuxtilla, y en Cosamaloapan, que mantenia diferen- cias con el municipio de Tuxtepec, Oaxaca.'* Frente a los problemas y tal vez al temor de provocar reacciones sociales opuestas a la divisién de terrenos, la mayoria de los ayuntamientos recu- rrieron a una estrategia de lentitud administrativa. Sin embargo, esta postura no fue sostenible por mucho tiempo, ya que ante la presién del gobierno estatal a través del jefe politico se vieron obligados a retomar el asunto. El primer paso fue solicitar una nueva prorroga en la aplicacin de la ley, es decir, ampliar el plazo marcado en el articulo once de la Ley 26. Desde luego la anterior medida no fue suficiente y en 1871 asi lo hizo ver el gobernador al reportar a la Legislatura que pese a haberles sido concedido un plazo mayor al de un aio, los terrenos continuaban “en estado proindiviso” en los municipios de Chacaltianguis, Ixmatlahuacan, Cosamaloapan, Tlacojalpan y Amatlan."* Ante los ojos del gobierno estatal, los ayuntamientos estaban actuando con indolencia. Por ello se giraron instrucciones para que se acelerara la division de los terrenos. Esta orden fue paulatinamente cumplida, pero tam- bién aprovechada por las autoridades municipales y la jefatura politica para buscar un beneficio propio, como sucedié en Ixmatlahuacan. En este pueblo los comuneros se opusieron a la divisién, no porque la consideraran contraria a sus intereses, sino porque con ella se queria beneficiar a un solo terrateniente. En 1874, los habitantes denunciaron que Angel Barrientos, en asociacién con el jefe politico del cantén, “pretendia adjudicarse o arren- dar los terrenos comunales de su pueblo”; por tal motivo, solicitaron que no se Hevara a efecto la divisién y adjudicacién a dicho sefor. La inmediata movilizacién de los vecinos frené las intenciones de Barrientos, quien dijo que su deseo era sélo comprar los terrenos que fueran adjudicados a los futuros propietarios. Pero una vez resuelta la diferencia, continué el proce- dimiento de division y en febrero de 1874 ya se tenia el padron de jefes de familia. E] 29 de septiembre, el gobierno estatal autoriz6 que las tierras deslindadas se adjudicaran en forma de condueiiazgo y se dividieran en seis lotes, los que a su vez se subdividirian en 18 parcelas cada uno, hacien- do un total de 108 fracciones. ‘*Juan Enriquez, “Memoria presentada a la honorable Legislatura del estado de Veracruz- Liave, por el gobernador constitucional (...). En sesién del 17 de septiembre de 1886 y que corresponde al periodo de su administracién comprendido entre el 1° de enero de 1885 y el 30 de junio de 1886”, en Blazquez, op. cit., t. V, p. 2497, anexo 26. '* Francisco Hernindez y Hernandez, “Memoria leida por el C. Gobernador del Estado ante ls H, Legislatura del mismo dia 13 de octubre de 1871", en Blizquez, op. cit., t. 11, p. 1172. 97 En enero de 1875, el ayuntamiento contraté al ingeniero Pablo Ferat para que hiciera el deslinde y levantara el plano correspondiente. En mar- zo coneluyé dicho trabajo e hizo entrega del plano que amparaba una su- perficie de 163 378 350 varas cuadradas. En mayo, se colocaron las mojoneras “que fueron hechas de placas de cobre estafiado sobre cruces de madera”, tradicién a la usanza indigena mediante la cual se sacraliza el territorio. Una vez concluido el amojonamiento, el alcalde distribuyé las parcelas entre los conduefios y reservé una fraccién de un cuarto de sitio para ejido. Al concluir todo el proceso de adjudicaci6n, el alcalde declaré “extinguida la comunidad de indigenas”.” Desde luego no falté quien al poco tiempo de darse el cambio de régimen juridico de la propiedad arrendara la totalidad del ejido, muy a pesar de que exist{a oposicién de parte de la poblacién indigena. Angel R. Méndez, terrateniente del lugar, negocié y logré del ayuntamiento de Ixmatlahuacén dicha concesion. Afios después, en 1890, solicité se le adjudicara en propie- dad con base en la Ley de 1889. La peticién fue negada, pero a cambio las autoridades estatales le permitieron continuar como arrendatario del ej do, a condicién de que al momento de ensancharse la poblacién debiera desocupar los espacios requeridos.”* Otros casos fueron distintos. En Cosamaloapan los indigenas no estaban conformes con la division de sus tierras comunales. Aqui existié una velada oposicion que por su debilidad y falta de cohesién social no llegé a los extre- mos de una revuelta. La emergencia de lideres naturales que encabezaban la inconformidad preocupé a las autoridades locales, por lo que el ayunta- miento se vio en la necesidad de negociar con la finalidad de convencer a los comuneros de que no se dejaran mal aconsejar por unas cuantas personas, y se les dijo que con el reparto de las tierras en fracciones individuales ellos alcanzarian el rango de “hombres libres” y “propietarios ricos”, logrando as{ controlar (0 reprimir) la incipiente movilizacién.* Esta actitud aparentemente conciliatoria tenia otra intencién: manio- brar a favor de los intereses del emergente grupo hegeménico. En este municipio y cabecera de cantén, la divisién se hizo en grandes lotes que fueron adjudicados a un ntimero reducido de influyentes, algunos de los cuales habjan ocupado cargos en el ayuntamiento. Haciendo caso omiso del reglamento de la Ley 26, donde se sefialaba que para proceder al reparto de los terrenos comunales era necesario convocar a los comuneros, levantar ™ cam, Ixmatlahuacdn, exp. 78, leg. 37, 1918 y 1923 * Ibid. ™ Juan Enriquez, op. cit., p. 2294, 98 un padrén de los padres de familia y sortear los lotes una vez aprobado el proyecto de division por parte del Ejecutivo, el ayuntamiento en funciones en el aio de 1890 procedié a adjudicar dos lotes denominados El Laurel y El Zopilote, con una superficie de 108 hectareas cada uno, a José Ahuja Lavalle, espaiiol y terrateniente que incluso no era vecino de Cosamaloapan, en un precio de $1 642.80.” Para 1912, se menciona a José Ahuja Lavalle como propietario de 1 194 hectéreas en el municipio de Tlacojalpan.* Por su parte, los lotes San Felipe y San Gabriel fueron adjudicados a Romualdo Rodriguez y Lorenzo Lavalle, cuya venta permitié sufragar los gastos de division y reparto de los ejidos. Pero ahi no terminaron los agravios a los habitantes de Cosamaloapan. El duefio de la hacienda de Santo Tomas de las Lomas denuncié la posesién pacifica y se apropié de los terrenos deno- minados Molina y El Espinal. Ademés, en 1893, Joaquin Lagos, quien ha- bia sido diputado propietario durante la XIII y la XIV legislaturas (septiembre de 1886-agosto de 1890, y septiembre de 1890-agosto de 1892, respectivamente) del estado,® y siendo apoderado del ayuntamiento de Cosamaloapan, adjudicé a la sociedad Martinez Hermanos del comercio de Veracruz el terreno llamado San Gabriel, con una superficie de 108 hecté- reas en dos mil pesos.”* La poblacién de Chacaltianguis tampoco escapé a los abusos, Aqui la adjudicacin individual de los terrenos comunales fue el 28 de septiembre de 1886.” En el acta que se levanté para legitimar el acontecimiento se trasluce la evidente colusin entre el jefe politico del cantén, el visitador general del gobierno estatal y las autoridades municipales encabezadas por Manuel Loyo. La maniobra politica consistié en lograr que la “llamada gente de razén” también tuviera, al igual que la indigena, derecho al repar- to de los terrenos del pueblo. El argumento que esgrimieron a su favor fue que ellos eran terratenientes y vecinos del lugar. Los documentos no dan mayor detalle de cémo se efectuaron las negociaciones, pero finalmente se impuso el criterio del grupo local dominante. A la reunion para finiquitar el asunto asistieron los representantes de la “clase indigena’”, entre los que se mencionan a Reyes Montoro, Lino Torres, Rosario Cruz, Pilar Ségundo, Tranquilino Criséstomo e Ignacio Reyes; y los de razén estaban encabeza- dos por Aurelio Layo, Manuel Sanchez, Joaquin Sanchez, José Eustaquio Argudin y Fernando Barrera, * cast, Cosamaloapan, exp. 20, leg.12, 1916. * Corro, op. cit., p.89. * Emilio Gidi y Carmen Bl&zquez, El poder legislativo en Veracruz (1824-1917), Gobierno del Estado de Veracruz, Xalapa, 1992, pp. 167-168. * cam, Cosamaloapan, exp. 20, leg. 12, 1916. * cam, Chacaltianguis, exp. 6, leg. 3, 1915. 99 El acuerdo fue que los terrenos serian divididos en seis grandes lotes y para su identificacién y registro se les asigné un ntimero seriado. Los lotes 1, 2 y 3, localizados “en la parte de abajo del pueblo”, quedaron para la clase indigena “en atencidn a que en dichos lotes quedan sus fincas y de- més labores de campo”. Este espacio corresponde al asignado en la Colonia a la Republica de Indios. Por su parte, los lotes 4, 5 y 6 fueron sefialados para la “clase llamada de razén en atencién a que en ellos se encuentran sus intereses”, y se localizaban en el barrio de arriba. A su vez, cada “clase” se dividié en tres grupos y estos procedieron a repartir “sus lotes en tantas fracciones cuantas sean los individuos (...), para evitar de esa manera con- tintien todas las dificultades y desagradables disgustos”. Ademas queda- ron obligados a pagar seis reales para gastos de medicién. El procedimiento que se siguié para la integracién de cada grupo fue el de sorteo mediante el sistema de dnfora. El visitador general colocé en el recipiente las cédulas con el namero de cada lote y fueron extraidas en forma individual por cada uno de los que tenian derecho al reparto. E] nimero que sacara cada parti- cipante correspondia al lote en que quedaria agrupado. Pero no fue la agregacién del grupo hegeménico en el reparto el tinico acto de arbitrariedad contra los llamados indigenas. Los intereses prevale- cientes se impusieron al deber ser cuando el ayuntamiento decidié consti- tuir el fundo legal del pueblo restandole territorio a los lotes 1 y 2, con lo que se afecté la dimensién de cada fraccién en que fueron divididos. La porcién del fundo que se tomé del lote 1 comprendia, de norte a sur, “de los terrenos de Buena Ventura, desde Boa de Carranza sobre el rio Obispo, hasta la orilla del rio Papaloapan y rio arriba hasta el punto de partida”, Por cuanto hace al fundo que se resté del lote 2, sus limites quedaron enmarcados desde “Paso Estrada hasta el arroyo Obispo, y rio arriba hasta el camino a Uluapan”. Como la divisién fue mucho antes de la Ley 26, el ayuntamiento de Chacaltianguis decidié conservar el fundo legal y mantu- vo su arrendamiento en fracciones para, con los ingresos, subvencionar los diversos gastos municipales. Muy distinto a los casos anteriores fue el del pueblo indigena de Xochiapan, cuyos habitantes estaban de acuerdo en proceder a la divisién. Aqui, el ayuntamiento planteé que para poder dividir tenia que vender una parte de terreno con el fin de cubrir los gastos de reparto, solicitud que le fue autorizada por el Ejecutivo del estado.* A pesar de que hubo quejas por parte de los habitantes de los pueblos del Papaloapan por la forma en que se habia procedido al deslinde, la divisién ™ Francisco Hernandez y Hernandez, op. cit., p. 767 y anexo 37. 100 Biblioteca Central to Uae amen y el reparto de los terrenos, el gobernador Juan Enriquez no externé opi- nién alguna relacionada con la correcta o amaiiada aplicacién de la ley. Al parecer, para él lo relevante era el ideal liberal y por ello era necesario “legalizar de la mejor manera la posesién de las tierras” individuales y arreglar las cuestiones de los ejidos, los cuales debian ser repartidos y ad- judicados “de la misma manera que las extinguidas comunidades”, Por eso fue que un afio antes de la publicaci6n de la Ley 26, Enriquez dispuso que “después de expedirse los titulos de propiedad a los agraciados en los repartimientos, sean depositados en la notaria piiblica del cantén respecti- vo". Las notarias serian designadas por el Ejecutivo. * Un ejemplo que manejé como modelo, y del cual se enorgullecia, fue el relativo al reparto de las tierras de San Andrés Tuxtla, del cantén de Los Tuxtlas. Esta tarea la culminé el ayuntamiento en noviembre de 1889 sin mayores contratiempos. El trabajo topogréfico de deslinde y divisién de terrenos estuvo a cargo del Ingeniero Victor M. Assenato (el mismo que dirigié la comisién deslindadora en Papantla) y consistié en la mesura y lotificacién de 258 424 630 metros cuadrados, incluyendo el perimetro de la cabecera municipal.” Bajo ese esquema deseaba que se realizaran todos los repartos de los terrenos comunales de los pueblos, y no menos optimista se mostré cuando sefialé en su informe que estaban muy adelantados dichos trabajos en los municipios de Otatitlan, Tesechoacdn, Acula, Ixmatlahuacan y Tlacotalpan. Con énfasis recaleé que en los pueblos indigenas de Xochiapa y Tatahuicapan (que habian perdido su calidad de municipio para transformarse en con- gregaciones del recién creado municipio de Playa Vicente), estaban muy adelantados los trabajos para reducir los grandes lotes a propiedad indivi- dual, al igual que en el pueblo de Acula.”’ Por su parte, Otatitlan fue un caso raro frente a la constante del conflic- to. En este municipio se beneficié a un mayor mimero de habitantes con la divisién de terrenos del pueblo. El hecho radicé en que se impulsé y contro- 16 desde la capital del estado todo el proceso de deslinde, division y adjudi- cacién. En 1886, el gobernador Juan Enriquez envié a esta villa a los » Enriquez, “Memoria... de junio de 1890", pp. 3867-3868 y 3514. ® [bid., p. 3872. * Ibid., p. 3869. Mediante decreto 115, del 2 de agosto de 1873, se creé el municipio de Playa Vicente segregando parte del territorio del de Tesechoacdn. Posteriormente, por de- creto niimero 89, de 23 de diciembre de 1880, el municipio de Tatahuicapan se anexé al de Xochiapan. Después el decreto nimero 15 de 20 de junio de 1887 disolvié el municipio de Xochiapan para anexarlo al de Playa Vicente (Aurelio Sénchez et al., Breviario municipal, cerss, Xalapa, 1977, p. 302). 101 ingenieros Luis Ceballos y Carlos Duclob para medir y dividir los terrenos del pueblo. Ellos se encontraron con la novedad de que los “nativos” consti- tuian la minoria, por lo que, de hacerse el reparto sdlo entre los indigenas, la mayorfa de los pobladores, entre los que habia poblacién mestiza y uno que otro extranjero, no tendria derecho a las tierras del comin, viéndose obligados a emigrar en busca de trabajo. Para estas fechas la poblacién del municipio era de 1 878 habitantes, distribuidos de la siguiente forma: 1 269 habitantes en la villa de Otatitl4n, que era la cabecera municipal; 203 en la congregacién de San Antonio; 65 en la rancheria de Calatepec, 109 en Sacatizpan y 232 en Zapote. No sabemos la cantidad de extranjeros avecindados en este lugar, pero debieron existir, ya que a lo largo y ancho del cantén de Cosamaloapan se tenian registrados 79, entre espaiioles, fran- ceses, italianos, alemanes y norteamericanos.”* Para dar solucion a lo que se presentaba como un problema de “justicia social”, se procedié a transformar el cardcter juridico de los terrenos comu- nales para darles la categoria de concejales. Con este cambio de régimen juridico se amplié el derecho de los vecinos a acceder a una fraccién de terreno y se evité convertir a los indigenas en Unicos terratenientes, acti- tud que entrafia una mentalidad civilizadora. En consecuencia, los terre- nos fueron divididos en tres porciones de la siguiente forma: 4 113 hectéreas se fraccionaron en unidades individuales con una extensién promedio de 57 hectéreas cada una y se adjudicaron a 71 jefes de familia; 191 hectéreas se reservaron para fundo legal, y 97 hectéreas quedaron para el ejido. Afios después, en 1894, el presidente municipal decidié vender en su totalidad el ejido. Para obtener el permiso del gobierno estatal argumenté que éste “no era de utilidad para el pueblo, puesto que se encontraba alejado de é]". Los tramites administrativos para la operacién de compra y venta se hicieron a espaldas de los vecinos, por lo que el alcalde pudo en apa- riencia demostrar que no habia oposicién local. Bajo esas circunstan- cias, la Legislatura accedié a tal pretensién y el 21 de diciembre se vendié el ejido a Carlos Zameza, quien después, en mayo de 1906, lo vendié a Nicolds Cisneros.” Para el gobierno estatal era un logro positivo que antes de culminar el siglo x1x la divisién y adjudicacién de terrenos en el cantén de Cosamaloapan practicamente se habia logrado en su totalidad, excepto por algunos juicios que fueron considerados sin mayor importancia. Entre ellos estaba el liti- gio que tenia el ayuntamiento de Acula con José A. Ahuja (el mismo que ® Juan Enriquez, op. cit., Cuadro 45, p. 2615. * cam, Otatitlin, exp. 23, leg. 23, 1918. 102 compré un lote en Cosamaloapan) porque aseguraba que el terreno llama- do El Potrero de San Miguel era de su propiedad, en tanto la corporacién argumentaba que pertenecia a los bienes ejidales de dicho municipio. Otro caso existia en el municipio de Cosamaloapan, entidad en la que se consi- deraba concluida la division y adjudicacién de lotes, y en donde los comune- ros Mauro Salto y socios reclamaban terrenos comunales que estaban en posesién de los duefios de haciendas inmediatas a la cabecera municipal, juicio que al parecer finalmente perdieron. En cambio, Chacaltianguis, como vimos, ya habfa dividido sus terrenos comunales y ejidales, adjudicandolos con titulos individuales. Lo mismo sucedié en las congregaciones de Xochiapan, Tatahuicapan, Huaspala y Chilapa del municipio de Playa Vi- cente, lugares donde los terrenos comunales habian sido reducidos, en 1878, a grandes lotes, y ahora estaban divididos en propiedad individual." Por su parte, en marzo de 1890 el jefe politico del cantén de Cosamaloapan notificé en su informe al Ejecutivo del estado que en Tlacojalpan habia concluido el reparto de los terrenos comunales.** Esta expresidn politica Nena de optimismo se correspondia para el con- junto de la entidad veracruzana. En 1896 y en tono triunfal, el gobernador Teodoro A. Dehesa notificé a la Legislatura que si bien existia en Veracruz una resistencia opuesta “por la clase indigena” para que los terrenos comu- nales fuesen reducidos a propiedad individual, en diversos municipios de algunos cantones se habia logrado un sustantivo avance. Reporté que se tenia informes contundentes de que habian sido divididas 37 957-46-64 hectareas de 47 municipios, sumando los nuevos propietarios 4 350 con propiedades que en promedio tenian alrededor de ocho hectareas. También se menciona que en los municipios de Atzdlan, Yecuatla, Chiconamel y Chontla, el ntimero de adjudicatarios era de 1 641, aunque no se dan cifras del namero de hectareas divididas, con lo que suman 52 el total de muni pios donde se habia aplicado la ley de desamortizacién ntimero 26, benefi- ciando a 5 991 propietarios.” En este conjunto se incluye a los municipios ® Francisco Alfonsin, “Memoria que rinde el jefe politico del cantén de Cosamaloapan al C. gobernador del estado de Veracruz. 10 de marzo de 1892, en Garcia Morales y Velasco Toro, Memorias ¢ informes de jefes politicos del régimen porfirista, 1883-1911, t. V, Universidad Veracruzana, México, 1997, pp. 77-78: Teodoro A. Dehesa, “Memoria presentada a la H. Le- gislatura del estado libre y soberano de Veracruz Llave el 16 de septiembre de 1894 por el gobernador constitucional (...). Comprende el periodo corrido de diciembre de 1892 a septiem- bre de 1894”, en Blézquez, op. cit., t. VILL, pp. 4281-4282. ® Francisco Alfonsin, “Memoria ...”, en Soledad Gare‘a Morales y José Velasco Toro, op. cit. p. 69. * Teodoro A. Dehesa, “Memoria presentada a la H. Legislatura del estado libre y soberano de Veracruz Llave el 16 de septiembre de 1896 por el gobernador constitucional (...). Comprende del periodo corrido del 1° de julio de 1894 a 30 de junio de 1896", en Blézquez, op. cit. t IX, p. 4653. 103 del bajo Papaloapan, en los que oficialmente se habian adjudicado 8 788- 21-88 hectéreas entre 328 individuos (cuadro 1). Cuadro 1 Adjudicacién de terrenos comunales y ejidal Cosamaloapan, 1896. nel cantén de Cantén Municipio Adjudicaciones __Hectreas Cosamaloapan Cosamalaoapan 13 759-56-12 Chacaltianguis 23 477-21-03 Otatitlan: 76 3651-60-22 Playa Vicente 44 3 95-50-00 Tesechoacin 81 2135-12-50 Tlacojalpan 27 70-75-04 Total 264 7489-84-91 Fuente: Dehesa, Memoria..., 1896, pp. 4774-477. Fiscalidad y propiedad Si observamos algunos datos fiscales (los que por desgracia se encuentran aislados en las memorias de gobierno y no forman series continuas), pode- mos explicarnos por qué exist{a el enorme interés para reducir a propie- dad privada la posesién comunal y ejidal. De acuerdo con el padrén de 1885 de propiedad raiz y capital mobiliario del estado de Veracruz, en el cantén de Cosamaloapan habia 421 fincas risticas. En 1888, las fincas rusticas registradas ingresaron al erario por concepto de impuesto $1 514.12, Un aiio después, aumenté a $3 465.54, y en el primer semestre de 1890, cuando casi estaba concluida la divisién y adjudicacién de terrenos, la contribucién por el mismo motivo fue de $3 568.26."” Es decir, en dos afios y medio se dio un incremento de $2 054.14, que en términos por- centuales significé para el erario del cantén un incremento del 57.56%. *” Juan Enriquez, “Memoria... de 1886", cuadro 42; Juan Enriquez, “Memoria... de 1889", Seccién de Hacienda, anexo 4, y Manuel Levi, “Memoria presentada a la H. legislatura del estado libre y soberano de Veracruz Llave por el C. Tesorero General (...), comprendiendo el movimiento rentistico habido durante el periodo de 1 de enero de 1889 a 30 de junio de 1890, 1891", en Blazquez, op. cit., t. VIII, anexo 11, p. 4155. 104 Estos datos, aunque parciales, denotan el peso fiscal que tenia la re- duccién de tierras comunales y ejidales a propiedad individual. No sélo se trataba de liberar para el mercado a la propiedad de los pueblos y fomentar el espiritu de empresa (tautologia liberal) de los agricultores por el simple hecho de convertirlos en propietarios individuales, sino también de multiplicar el mimero de contribuyentes para aumentar la captacién fiscal. El devenir del mercado de las tierras Una vez adjudicados los lotes y entregadas las escrituras correspondientes que amparaban el derecho y la propiedad de la tierra, el mercado se abrié a la especulacién y a la libre compraventa. Atin no contamos con suficientes testimonios para estudiar cémo se dio ese proceso y no sabemos si se podraé reconstruir, ya que los archivos municipales se destruyeron como conse- cuencia de inundaciones, incendios y probables saqueos. Por otra parte, en la Notaria ntimero 1 de Cosamaloapan, los libros notariales correspondien- tes al periodo del porfiriato se destruyeron por la accién del tiempo y las diversas inundaciones que afectaron a esa poblacién. Nos queda el Regis- tro Puiblico de la Propiedad, archivo en el que apenas iniciamos la bisque- da de testimonio histérico. Pero mientras completamos ese periplo que supone desenterrar expedientes, podemos acercarnos a una hipétesis con base en los datos por el momento disponibles del proceso ocurrido en el municipio de Chacaltianguis. Mencionamos que en Chacaltianguis los terrenos comunales y el ejido fueron divididos en grandes lotes y éstos en fracciones. Los beneficiarios recibieron acciones que amparaban el usufructo y la propiedad de la frac- cién que les correspondié y, con ello, la libertad de vender y comprar parce- las y parcialidades de éstas. Asi, a Gabriel Hernandez, comerciante y agricultor, le adjudicaron una parcela en 1890. Al poco tiempo, narra Hernandez: “compré otras parcialidades pequefias que agregué a la parce- la (...). De todas esas parcialidades hice una finca cultivada hoy de café, platano y drboles frutales”. Juntas todas las parcialidades (mas no la par- cela que le toc) legaban a 5-40-20 hectdreas. Por otra parte, el mismo Hernandez poseia tres fracciones de parcelas en la Isleta (isla que se en- cuentra en el rio Papaloapan frente al pueblo de Chacaltianguis) con una extensién de 3-76-85 hectdreas y otras cinco fracciones en el ejido con 4-87- 75 hectareas, a lo que se sumé una fraccién cuya extensién se desconocia y que compré a Manuel Cruz, primer adjudicatario. Para 1907, Hernandez y 105 su familia controlaban 11 fracciones; ademds tenfan terrenos arrendados en el fundo legal del pueblo.* Otro caso fue el de José Maria Juarez, comerciante y natural de Chacaltianguis. En su defensa que instituyé para evitar que lo afectaran con la accion agraria de restitucién de ejidos, menciona que “con sacrificios compré 50 hectdreas de fracciones de terrenos de Alberto Amitia, Julian Estrada y Lorenzo Juarez”. Amittia le vendié en noviembre de 1895 sus derechos por la cantidad de $100.00; Julién Estrada, quien habia comprado al ayuntamiento, se la vendié en $450.00 el 14 de noviembre de 1898 y, afios después, José Gregorio Méndez le enajené su finca de frutas y café a cambio de $125.00, en octubre de 1906. Ademas, Juarez también era arrendatario en el fundo legal donde tenia dos fracciones dedicadas a la agricultura.” Otro vecino de ocupacién ganadero llamado Lorenzo Torres compré, en 1903, cinco aeciones de terreno a Leonardo Arellano en $100.00. Dos afios después adquirié con “moneda de plata corriente” (no se menciona la can dad) las acciones de Guillermo Pérez (también accionista en el lote tres). En 1907, ya poseia 12 fracciones que se localizaban unas en el pueblo y otras en la Isleta. Sus propiedades se incrementaron cuando Modesto Roca le vendié 60 hectareas del predio Hamado La Luz en $500.00. Aparte renta- ba varias fracciones del fundo legal y terrenos con pastos naturales perte- necientes a la hacienda Loma del Carmen.“ Otro ganadero, Francisco Garcia, natural de Espaiia y vecino de Chacaltianguis, se hizo duefo de cinco y media acciones de terreno en el lote numero 2 que en 1905 adquirié de Guillermo Pérez en $680.00." En el cuadro 2 se presenta una relacién localizada en el archivo munici- pal de aquellas personas que habian adquirido el control de las acciones individuales de los antiguos terrenos de propiedad comunal y ejidal. De acuerdo con dicho reporte, el total de fracciones registradas entre los seis lotes era de 129. En 1906, 51 personas poseian una accién, mientras que Jas restantes estaban en manos de 15 individuos con fuerte control familiar del acceso a la tierra, representando 60%; un afio después eran 16 personas Jas que controlaban 63%. La transferencia de la propiedad sigue una direc- cién ineludible hacia la concentracién en pocas manos. De entre los que tenjan un mayor control de la tierra y que formaban parte del grupo hege- % cam, Chacaltianguis, exp. 6, leg. 3, 1915; awcw, “Relacién de personas que poseen accio- nes en los terrenos repartidos, 1906 y 1907", cajas 4 y 5, exps. 11 y 12; “Padrén de arrendata- rios de terrenos del fundo legal del Pueblo e Isleta, 1915”, caja 6, exp. 12. ® acu, Padrdn de arrendatarios... “" Ibid. © Ibid. 106 ménico que manejaba los asuntos municipales, ademas de dedicarse al co- mercio, destacan los miembros de las familias Castelan, Hernandez, Loyo (de esta tiltima, la sociedad Loyo Hermanos controlaba para 1912 la canti- dad de 1 933 hectéreas y Cosme Loyo posefa 707), Montoro (que era nacatero), Roca y Torres, quienes a su vez tenian, en 1915, un buen mimero de tierras del fundo legal y eran propietarios de ranchos.** Cuadro 2 1906-1907 Propietarios de dos o mas fracciones de los terrenos desamortizados: Propietarios 1906 Familia Castelan Pascual Cuevas Paulino Estrada Angel Galindo Francisco Gerénimo Domingo Guzman Gabriel Hernandez Zeferino Jiménez Gregorio Jiménez 10. José Juarez 11. Arcadio Lépez 12. Familia Loyo 13. Familia Montoro 14. Modesto Roca. 15. Margarito Rodriguez 16. Eusebio Torres y familia Rewer | SEN RnR wr Ree aawNone & Total 78 1907 Re ROUNNONE RO wOwE & 82 Fuente: awcu, Relacién de personas que poseen acciones en los terrenos re- partidos, 1906 y 1907. La desamortizacién, cuyo espiritu liberal pretendia que el comunero se con- virtiera en propietario individual para despertar en él las ansias de empre- ‘* awcn, “Padrén de arrendamiento”; “Padrén de fincas rusticas”, caja 3, exp. 14, 1908 y caja 5, exp. 22, 1922; Corro, op. cit., p. 89. 107 sa, fue efimera en este sentido, pero efectiva en cuanto al segundo propési- to: propiciar la libre circulacién de la tierra. El problema radicé en que ala venta directa de la propiedad le siguié la ineludible concentracién indivi- dual. Sin embargo, en la regién del bajo Papaloapan este proceso no fue factor para la emergencia de grandes latifundios, ya que éstos no derivaron de la apropiacién de tierras desamortizadas, pues no tenian dimensiones signifi- cativas; mds bien su formacién proviene de la compraventa de haciendas que se formaron durante la Colonia, y de la adquisicién de tierras baldias al amparo de la Ley sobre ocupacién y enajenacién de terrenos baldios de 1894. No ocurrié lo mismo en otras partes de la entidad como en Papantla y la Huasteca, lugares donde la desamortizacién si fue una fuente impor- tante en la que se nutrié la especulacién y se alimenté la tendencia a la concentracién de la gran propiedad territorial.** Si volvemos a los datos que nos aporta el cuadro 1 y observamos las cifras oficiales que se manejaron ante la Legislatura, podemos observar que el ntimero de beneficiados con la adjudicacién de predios (cuya dimen- sin no era superior a 50 hectéreas) fue de tan solo 328 individuos y el total de hectéreas fraccionadas no llegé a las nueve mil. De esta extensién no podia derivarse un latifundio como el de la Sociedad Agricola Francesa, propietaria de la hacienda Paraiso Novillero, en el municipio de Cosamaloapan, con una extensién de 9 305 hectéreas; o el caso del latifun- dio colonial que constituia la hacienda de Uluapan con 20 229 hectareas, cuyo duefio, Ramén Roca y socios, hizo el favor de venderle al ayuntamien- to de Cosamaloapan un terreno para fundo legal en 1885. De hecho, antes de la desamortizacién ya habian sido devoradas las tie- rras de los pueblos por las haciendas, aunque en algunos casos si continua- ron alimentando el despojo, sobre todo porque eran tierras altas muy codiciadas para el pastoreo de ganado durante la época de inundaciones, como sucedié en Cosamaloapan, donde los comuneros reclamaron a los due- ios de las haciendas colindantes la restitucién de terrenos comunales; o en Acula, con el ya mencionado caso del terrateniente José A. Ahuja, que se apropié del predio Potrero de San Miguel. En cambio, lo que si ocurrié fue la formacién de fincas que fueron creciendo a medida que los propietarios “* Véase Velasco, “La politica desamortizadora y sus efectos en la regién de Papantla, Veracruz”, en La Palabra y el Hombre, 71, octubre-diciembre de 1989, pp. 137-162; Antonio Escobar Ohmstede, “Los conduefiazgos indigenas en las huastecas hidalguense y veracruzana: édefensa del espacio comunal?’, en Antonio Escobar Ohmatede, Indio, nacién y comunidad en el México del sigio xix, cemca-cirsas, México, 1998, pp.171-188. “ Periddico Oficial, Jalapa, 5 de diciembre de 1885. 108 iban adquiriendo parcelas completas o fracciones de éstas. En buena parte la compra fue por parte de aquéllos, que sin ser comuneros habian aprove- chado su posicién politica local para beneficiarse con la desamortizacién obteniendo ganancias. Pero también sucedié que muchos agricultores en pequefio, por una u otra raz6n o procedimiento legalizado, tuvieron que ceder su patrimonio a comerciantes y ganaderos, déndose con esto un des- pojo social de la propiedad que generé serias tensiones al interior de los pueblos y cuyas contradicciones emergieron al conocerse la promulgacién de la ley agraria del 6 de enero de 1915, expedida por Venustiano Carranza en el puerto de Veracruz. Comentario final Si bien atin consideramos lo resefiado como una primer aproximacién al andlisis del proceso de la divisién de tierras de los pueblos del cantén de Cosamaloapan, lo expuesto permite vislumbrar una dindmica similar a la ccurrida en otras regiones. Los grandes beneficiados fueron comerciantes, terratenientes y funcionarios locales en turno. Una vez adjudicada la pro- piedad individual, la tendencia fue la légica natural del mercado capi- talista: la transformacién de la tierra en una mercancia y, desde luego, un répido traspaso de la propiedad para empezar a concentrarse en pocas manos. Si bien no contamos con datos que nos permita conocer la extensién de los terrenos de los pueblos antes de la divisién, el total de hectareas des- amortizadas que reporté Dehesa en 1896 de los pueblos de Cosamaloapan, Chacaltianguis, Otatitlan, Playa Vicente, Tesechoactn y Tlacojalpan, esto es 7 489-84-91 hectareas, habla de una superficie que atin era importante para estos pueblos. Por eso llama la atencién la aparente ausencia de una oposicién abierta por parte de la poblacién hacia la division de sus tierras. Para encontrar una explicacién a este fenémeno se requiere explorar los datos demograficos para conocer el ntimero de habitantes y la composicién de la poblacién. Esto es importante porque no debemos olvidar que eran los indigenas los que, en teoria, debian beneficiarse con la medida. Sin embar- go, al observar el caso de Otatitlan lo que se tiene es un ntimero reducido de indigenas, y en Chacaltianguis la dimensién del fundo permitié una incor- poracién compulsiva de la “gente de razén”, Esta situacién no ocurrié en Xochiapan y Tatahuicapan, lugares donde al parecer la mayoria de los ha- bitantes eran indigenas y aparentemente estaban de acuerdo en la division individual. 109 De igual forma, es necesario continuar el rastreo de los registros de la propiedad, asi como indagar en los archivos de gobierno en busca de infor- mes que ayuden a explicar cual fue la actitud de descontento que velada- mente se menciona en los informes del Ejecutivo, contradiccién que quedé latente y emergio durante la fase constitucionalista de la Revolucién Mexi- cana al exigir los habitantes de los pueblos la restitucién de las tierras. 110

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