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Metatemas __Libros para pensar la ciencia Coleccidn dirigida por Jorge Wagensberg + Alef, simbolo de fox ndmeros tansintos de Cantor Jorge Wagensberg IDEAS SOBRE LA COMPLEJIDAD DEL MUNDO Tusquets Editores Lt edicidn: marzo 1985 2 edicién: mayo 1989 3+ edicidn: junio 1994 444 edicién: diciembre 1998 © Jorge Wagensberg, 1985 Disefio de ta coleccién: BM Reservatos todos los derechos de esta edicién para ‘Tusquets Editores, S.A. - Cesare Canta, § - 08023 Barcelona ISDN: 84-7223-453-3 Depésito legal: B. 47.276-1998 Impreso sobre papel Offset-F. Crudo de Leizatin, S.A, - Guiptizeoa Inpresién: A & M Grific, SL. Impreso en Espaiia Indice 2 SI Th 89. 105 2 ML 161 165 Orientacion 1, &Sabemos siquiera lo que deseamos saber? Introducciéa al conocimiento de la complejidad 2. Laesencia del cambio Adaptacién y autoorganizacién: un nuevo concepto de historia para la complejidad 3. El azar de la ignorancia y el azar absoluto Sobre la aprehensién del caos 4, El indeterminismo es la actitud cientifica com- patible con el progreso del conocimiento del mundo 0 el determinismo es Ia actitud compatible con la des- cripcién del mundo 5. La simulacién de la complejidad ‘Ver, mirar, observar, experimentar y simular 6. Bl arte es una forma de conocer Ia complejidad O el principio de comunicabilidad de complejidades inin- teligibles: 7, Sobre utopias e'ideologias O'la esencia del cambio en cl hombre ‘Postscriptum. Las tres formas fundamentales del | sonocimiento Bibliografia Dedicado a lo constantemente nuevo, ala duda metédica, a la timidez desafiante, al siempre es ahora mal que le pese al después, ala complejidad, en fin, dedicado a Alicia: Orientacién ste ensayo parte del conocimiento cieutificy y, en par ticular, de un’ concepto que la ciencia moderna intenta aprehender sin haber conseguido todavia definir satisfac- toriamente. Es la complejidad. Las preocupaciones fun- damentales son dos: el cambio y la relacién entre los todos y sus partes. La primera se refiere a la estabilidad y la evo- lucién, ia segunda a la estructura y Ja funcidn, Tales preo- cupaciones mueven en realidad mi quehacer diario como fisico y, de momento, no siento ef menor temor a que- darme sin cstimulos. Pero soy consciente de que todo ser pensante. aunque no lo sea de oficio, intenta conocer la complejidad y, sobre todo, que existen otras formas de co- nocimiento con ef mismo licito y complejo propésito. Por cllo parto de la ciencia, pero para alejarme de ella. Mi plan es sencillamente medir distancias entre. Ins métodas y los resultados, Y la esperanza, ya cumplida en mi caso, es que tal ejercicio le sirva a alguién para algo. Para que a uno le atrape una lectura debe encontrar inquictudes en el texto que compensen una posible dificultad o una comprensible pereza. Y de ahi la orientacién quc deseo dar. A aquellos Gu estén préximos a la ciencia tes brindo una lectura en el orden natural, por capitulos. Y a aquellos que se crean muy alejados, les propongo cl orden exactamente opuesto, Pucs creo que, aunque con el suspense invertido, la tensién es la misma, Y es la forma, en cualquier caso y si se me hace el honor, de feerlo todo. La Escala, 13 de enero 1985 9 Capitulo 1 {Sabemos siquiera lo que deseamos saber? Uintroduccién al conocimiento de la comptejidad) En mis de tres siglos de ciencia todo ha cambiado ex- cepto tal vez una cosa: el amor por lo simple. Desde que Galileo, Descartes y Newton inventaran la fisica, simples han sido Jos objetos descritos por la ciencia, muy simples Jas leyes para describir y simplisimas sus expresiones ma- tematicas, De tal simplividad se deduce buena parte de su prestigio: rigor, universalidad, incluso belleza. El mérito de las ciencias de Ja naturaleza consistia precisamente en cap- tar la escneia simple ¢ inmutable, pero emboscada tras apa- riencias superiluas y cambiantes. Se ha querido yer en la complejidad un obstéculo interpuesto por la naturaleza para proteger el secreto de sus leyes, un obstaculo con ta sola misién de sugerir diferencias entre sistemas iguales, varios fendmenos donde sdlo hay uno, o ciertos forzados modelos alli donde reina una tnica ley natural, Se non é vero & ben srovaro, reza la sentencia positivista. Esta hipd- tesis de trabajo ha tenido Ia virtud de proporcionar buena parte del saber acumulado hasta hoy (mucho sin duda), pero el inconveniente de cultivar cierto monoteismo cien- tifico llamado mecanicismo. Planeaba ya Descartes en su Discurso del método: «Empecemos con los sistemas mas sim- ples y de mas facil discernimiento para ascender después gra- dualmente a ia comprension de los mds complejos». Se trata, si, de un reconocimiento de lo complejo, pera con tenden- cia a sugerir uc las leyes de lo complejo se obtienen com- rey binando hébiimente las de lo simple. Y recomienda Whi- tehead: «La ciencia debe buscar las explicaciones mas simples de los fendmenos mas complejosy. Pero sobre todo el gran Occam, cuyo eco sonaria hoy mas o menos asi: «Si dos for- mulas de distinta longitud explican un mismo fendmena con igual mérito, la mds corta es verdadera, falsa la otra.» No son malas propuestas para una aproximacién al conocimiento de la complejidad. Pero hay algo insostenible en la vision que de ella tiene la ciencia de los dltimos anos: la defe- nestracién de lo complejo por excepcional y artificial. En efecto, el paradigma clasico (dentro incluso de la fisica) no sdlo ha cambiado, sino que se ha invertido. Lo natural- mente natural era antes 10 determinista y lo reversible; lo artificialmente excepcional era lo aleatorio ¢ irreversible. Hoy se acepta la idea exactamente opuesta. De este modo sc ha creado un prometedor desconcierto en ciencia que no es (ése no) necesario transmitir a otras formas de cones miento. Resulta hoy que las Hamadas particulas elementales me- recen llamarse de cualquier manera menos de ésta, que la cosmologia moderna nos muestra una historia del universo en la privilegiada direccidn de ia compiejidad creciente y que las complejidades de la fisica, la quimica, la biologia. la sociologia, el arte o la cultura, presentan componentes decisivos de aleatoriedad e irreversibilidad. No puede com- prenderse la complejidad con una ciencia on la que tales Componentes han sido excluidas previamente. Molestos conceptos, antaiio omitides por indeseables, deben ser re- habilitados ¢ introducidos. Tal ha ocurrido ya con ideas como las de azar, probabilidad, friccién, disipacién, no equilibrio, no reversible, fluctuaciones,.., y tal deters ocu- rir atin con conceptos como estructura, funcién. organi- zacién, adaptacidn. Dicho de otro modo: la ciencia puede explicar ya complidados fenémenos irreversibles de reac- cidn-difusién en bioquimica (ha elaborado leyes gue des- criben su evolucion en el espacio y en el tiempo). pero, y a pesar de la gran cantidad de datos acumulados sobre la *T2 organizacién biolégica y bioquimica, carecemos de una teo- fa para el crecimiento, la diferenciacidn, la regulacién, ya sea de un ser vivo, de una sociedad 0, incluso de ciertos ingenios humanos. Las leyes de la fisica y de la quimica, aunque compatibles con {ales procesos, son incapaces de describirlos. Carecemos de una teoria de la organizacién, He aqui ei primer problema. ;Sabemos siquiera lo que de- seamos saber? Retrocedamos un poco. {Como empieza la elaboracin del conocimiento? Una respuesta viene de la mano de una pregunta, wna pregunta de la mano de una inquictud, y una inquietud de la mano de un estimulo que nos llega del exterior via sensorium. El elemento central es la inquietud que turba nuestro espiritu, Es una complejidad que nos inquieta por desco- nocida, precisamente. En ese momento no sabemos lo que nos gustaria saber; s6lo hay una cosa clara: la complejidad debe ser tratada, y lo tinico que controlamos es la inten- sidad de la inquictud que sentimos. Si durante Ja elabora cidn del conocimiento Esta remite, sera un indicio (uno) de la bondad del camino elegido. Pero caminos hay muchos, Ja ciencia, la filosofia, el arte. Cada camino, cada oficio, pacte de sus propios principios fundamentales. Atendamos en primer lugar a la ciencia Un objeto y la sospecha de una descripcién no trivial, he aqui el mévil que puede poner en marcha la tarea cien- tifica. Se empieza por la cleccién del objeto y se termina cuando tal eleccién ha alcanzado cierta plenitud. Porque no se puede elegir un objeto sin definirlo y no hay buena definicién que no incluya el minimo mimero de propieda- des capaz de distinguirlo de todos aquellos otros a excluir de nuestro estudio. Entre una cosa y otra, entre el principio de elegir y el fin de elegir plenamente, media el esfuerzo de observar, experimentar, modelar, teorizar, generailzar. Todo hacer cientifico torna a la linea de salida, es redondo, las dltimas frases de un ensayo cientifico suelen versar so- bre las primeras. Cuando el circulo nos sale vicioso significa que el ejercicio ha fracasado; si virtuoso, entonces que ha fay 13 triunfado. Y el circulo es vicioso cuando el punto de leg: coincide exactamente con el de partida, cuando la defini- cidn ensayada no logra enriquecerse en ningtin sentido. Se trata entonces de un movimiento circular perlecto y por ello condenado a la eterna y boba rotacién trivial. Un cir culo virtuoso, en cambio, no se cierra. Bl punto de llegada es el principio de otro circulo tigeramente desplazado. Se forma una espiral, hay precesiGn, hay virtud. Hay ciencia. La termodinamica clasica es un buen ejemplo de circulo virtuoso. El objeto inicial a (medio) definir es el sistema en equilibrio. Inmediatamente después se declara la intencion de considerar s6lo procesos lo bastante lentos como para que todo estado de toda evolucién haya dispuesto del tiempo necesario para envejecer hacia un particular estado. de equilibrio. Se trata de un fundamento repleto de no wi- ialidades y de intuiciones experimentales que no tardarin en asomar como principios fundamentales de la materia. Sobre ella se levanta la gran arquitectura de la termodi- ndmica que culmina, precisamente, con una patente ilu- minacién del punto de partida, es decir, con cl estableci- miento de un conjunto de propiedades y condiciones que determinan el estado de equilibrio de un sistema. Solo en- tonces podemos distinguir con rigor un estado de equilibrio de otra que no lo es y medir su estabilidad. La termodi némica clasica es pues la ciencia del equilibrio, una ciencia de estados finales, de estados homogéneos que sélo sufren cambios reversibles y donde nunca aparece explicitamente el factor tiempo. Por ello, se ha dicho, deberia Hlamarse termoestitica.*Pero una breve ojeada al mundo basta pari’ constatar que el equilibrio no es regia, sino excepeidn y que todo proceso natural exhibe cierto grado de irreversibili- dad? El mundo que percibimos parece quedar entonees fuera de la termoestatica. Es cuando, en un segundo rizo, la termoestitica se convierte en lo que si merece Ilumarsé termodindmica: la termodindmica del no equilibrio y de los procesos irreversibles. Su idea inicial requiere el genuino concepto de equilibrio conquistado por la termostéitiea: un 4 sistema en no equilibrio puede descomponerse en un nd- mero de partes suficientemente grande (luego lo bastante pequeiias), para que cada una de ellas pueda considerarse, individualmente, como un sistema en equilibrio. Se trata de entender el no equilibrio como una profusin de dife- rentes equilibsios, la heterogencidad como una poblacién de homogencidades distintas, cl nuevo y desconocido ob- jeto como la integracién de viejos objetos conocidos, El viejo plan de Descartes se ha cumplido, la ciencia puede continuar. La biologia declara elegir los sistemas vivos como su objeto de estudio. Casi nada. Pero hay indulgencia para admitir uns primera definicidn y suficiente virtud en el tre~ cho recorrido para esperar el dia de la completa caracte- rizacién de la materia viva. El capitulo segundo esta de- dicado a la aportacién mas importante surgida en los tilti- mos aiios: 2 el conocimiento de la complejidad. Se trata, fundamentalmente, de la termodinémica de los procesos irreversibles y de la teoria matemratica de la comunicaci6n. De ella espero extraer ideas de cierto valor para ofrecerlas a otras formas de conocimiento. Otros proyectos cientificos de investigacion empiezan con complejidades como Ia mente, el mercado, 1a nacién, la civilizacién o Ja belleza. La cvotucién de la vida y de la mente cs un caso de In ge- neral cuestién: sobre la interaccién de las partes para la for macién de un todo. En ciencia y filosotia slo se pueden en- contrar una o dos cuestiones de este calibre. El pensador® frente a la complejidad es ef pensador frente a la eleccién > de las partes y sus todos. Hoy hemos acumulado ya el su- ficiente conocimiento como para saber que el plan de Des- cartes no es forzosamente viable. Nadie espera desvelar los seeretos del estado de angustia o del sentido del humor par- tiendo animosamente del concepto de ‘tomo de hidrégeno, pero nadie remuneia a que la ciencia se ocupe del orden universal de los sistemas y de los fenémenos, de ese juego de jerarquias cuyo escenario va desde las particulas ele- mentales hasta el propio universo. Atacar este amplio es- 15 pectro por algtin flanco supone clegir algo més que una pa- labra, La definicién inicial el saque— contiene, a pesar de su provisionalidad, la esencia del circulo que genera Contiene, en realidad, el genio cientifico del pensador. Por ello no es del todo cierto que la ciencia descubra leves de Ja naturaleza, mas bien las propone por si la naturaleza se digna a obedecerlas, Toda biisqueda esté condicionada por lo que se espera encontrar. Se intenta encajat la na‘uraleza en un esquema preconcebido, es verdad. pero en la pre voucepcidn est e! merito porque falta, ademas, que lana. turaleza se deje. Y ello es tan vilico para las leyes ce New- ton como para el materialismo historico, En la elec-idn del objeto estin los orfgenes subjetivos de todo conocimiento. Pero el subjetivismo no es arbitrario. no vale cualquier eleccién. En el capitulo cuarto y sexto trataremos de las actitudes y principios fundamentales del conocimiento. Profundizar en [as implicaciones de la termodinamica moderna (capitulo segundo) caldeara la atmésfera para in- tentar otras aproximaciones, y ya hemos dicho que Ja teorfa de Ia informacion (0 de 1a comunicacién) sera la mas no- toria. Cumplidos estos primeros citculos virtuosos, cl lector acaso perciba que se han calmado algunas de sus inquie~ tudes iniciales, pero acaso note también el impacto de un aluvién atropellade de nuevas inguiviuues. Sera una buena sefial. Entraremos asi en la zona multifronteriza con la fir losofia, el arte y la conducta humana, El concepto puente para deslizarnos de unas complejidades a otras sera el con- cepto de azar. Y, en su honor, el capitulo tres. En este punto de la reflexién nos permitiremos un alto en el camino para hacer una critica al método cientifico y como producto de la misma nos atreveremos a afadir un nuevo principio fundamental relacionado con el progreso del conocimiento (capitulo cuatro). Y asf, de circulo en circulo, trazando esa espiral que espero sea virtuosa, iremos avanzanclo. Las in- quietudes iniciales irén remitiendo a costa de encajar otras mayores. Hemos utilizado una idea primaria de la complejidad 16 para introducir la inquictud como elemento motor del co- Hocimiento, como su estimulo. Pero no todas las comple- jidades han tenido la misma suerte con respecto al cono- cimiento ni sugieren las mismas formas de aproximacién, Metece la pena adelantar aqui algunas consideraciones so. bore el conocimiento y sobre sus estimulos El centro del mundo esta, definamoslo asi, alli donde el mundo es pensado. Y cl ansia por conocer cl mundo esta en el miedo por desconocerlo, Esta, admitamoslu, en com- prender qué papel mundial desempefia el centro del mundo. Un centro por conciencia, y acaso un cogito ergo sun. para que cada una despegue 0 aterrice del intento de explicarse a si misma. La conciencia humana (pues nada sabemos de otras conciencias animales, vegetales 0 mine- tales) emprende la conquista del conocimiento como res- puesta a ciertos estimulos, estimulos que pueden ser duros 9 blandos. Un estimulo biando es el que proviene de otra conciencia (los que yo pueda transmitir aquf, por ejemplo); €s una conversacidn, es un cuadro, es un libro, Elestimulo duro es el que proviene de la propia conciencia; es la agi tacién del aima, un asalto. Es la stibita perplejidad ante lo hasta entonces natural y cotidiano. El primer espejo debio ser decisivo cn este sentido. En el mundo virtual del espeio vemos, si, una manana cualquiera, la imagen de nuestro propio rostro como algo extraiisimo y altamente impro- bable. Es una mafana en a que salimos del cuarto de baiio atonitos y con un ligero retraso. Estimulos duros y blandos empujan la creacién cienti- fica, filosofica 0 artistica. Y la aventura del conocimiento continga segiin devenga la inquietud inicial. Pues, si no la enterramos apresuradamente, esta inquietud caliginosa y zumbona se debatira por cefiirse en una pregunta o en una imagen finita. Es ésta la fase fundamental; proceso turba- Gor para ol espiritu y doloroso para las visceras. Es cuando cl pintor pinta o cuando el pensador piensa, Es cuando al contemplar un cuadro, al escuchar musica o al terminar un libro, conciuimos en que algo habia realmente que ver, oir ret 7 © leer. Es cuando los impulsos blandos derivados de otras conciencias se endurecen en la nuestra; crear y comunicar. ‘Todo lo que tiene que ocurrir ocurre durante este proceso, pues, una vez se ha logrado formular la pregunta, la in quietud ya remite en su zumbido turbador y el alma se se- tena, La respuesta puede ser luego obvia, necesariamente provisional 0 del todo inexistente, pero esto ya no es tan grave. Crear es traducir inquiewudes en problemas y con- templar es asistir a tal ejercicio. Asi es cémo la contem- placién induce creacién y como ta contemplacion misma se erige en creacién. Grande puede ser entonees e! goz0. Por ello nos es posible penetrar en otra conciencia que se ex- presé hace siglos en otra cultura, al tiempo que nos senti- ‘mos a sigios de distancia de algiin vecino cultural Todo buen conocimiento se levanta pues sobre un sis- tema de preguntas en las que se reconocen vestigios de su origen duro y las huellas de ciertos impactos blandos. Lo primero es posible porque en toda inquietud inicial late la extrafieza de la propia condicion, lo cual, a su vez, resulta inseparable de otro concept: lo vivo. La pregunta zqué es la vida? no es propiamente una pregunta, sino una forma tosca y primera de referirnos a tal inquietud. Llamémosla «da cuestién vital», dado que las dos acepeiones del término convergen felizmente en este caso. Las complejidades que mis lejos han Hegado en las formas de conocimiento estin de una forma u otra relacionadas con la cuestidn vital, Lo segundo es obvio cuando las influencias son confesadas ex- plicitamente, y, cuando no, jah!, entonees es el deleite det observador de la historia. La historia del pensamiento y la historia del arte constituyen un inmenso arbol, cuya fron- dosidad crece en el sentido del avance del tiempo. Pero solo algunas de las ramas han pasado siempre por nudos en los que ha vibrado la cuestin vital, Cuando tal cosa no ocurre no hay nuevos brotes 0, si los hay, son estériles 0, si no lo son, son horizontales, en cuyo caso, y nunca mejor dicho, la cosa se va por las ramas hasta secarse, no muy lejos, definitivamente. 18 Y asf, por diferentes pistas, en diversidad de formas y a través de distintas conciencias, el conocimiento se abre paso hacia la complejidad del mundo. El progreso de la elaboracién de imagenes por parte de una conciencia, el progreso del conocimiento, se mide mucho mejor por la historia de las preguntas que por la de las respuestas. Pues, en tiltimo término, un cerebro que piensa, piensa solo, solo en el centro del mundo. Y aunque el pensamiento no em- jeza en la pregunta, si termina en Ia respuesta. Por ello pieza en la pregunta, si pI i dcsconfia mas de la segunda. Y porque responder es proceso de adaptacidn y preguntar un acto.de rebelién. Por! las preguntas y por el método elegido para buscar las res- putestas se reconocen las distintas formas de conocimiento Por ejemplo: Ia ciencia y la filosofia tal y como hoy as €o- nocemos. La ciencia utiliza un método que soporta pocas varia- ciones. Responder a la pregunta ,qué es la filosofia? obliga a filosofar. Este es quizas el primer ejercicio de todo fild- sofo. El primer ejercicio de un ciemtifico es asimitar el mé- todo que hereda. Y el segundo ejercicio de un cientifico es concluir en que la respuesta a ,qué es Ia ciencia? corres- ponde, en todo caso, al segundo ejercicio de un fildsofo. E] cientifico se debe en primer 0 witimo término a la con- sulta de ta naturaleza (que considera por principio objetiva e inteligible) y, para describirla, busca verdades que fun- cionen (es mas positivista que realista). El filésofo consulta sobre todo a su propio interior en donde se debate por ha- lar verdades verdaderas (es mas realista que positivista). En ciencia no todas las preguntas tienen sentido. Cualquier pregunta es licita, en principio, para un filésofo que sufre cuando wna inquietud de su alma ni siquiera es formulable como tal. Les cientificos colaboran facilmente entre si apo- yandose en las limitaciones de los sistemas formales que de antemano acuerdan. Filosofar es una actividad intima e dividual que ticne mucho de expresién personal, pero que esta, a pesar de todo, mucho mis cerca de| conocimiento cientifico que de la manifestacién artistica. Cientfficos y fi- 19 16sofos se tienen, por todo ello, una mezcla de mutua ad- miracion y desconfianza. En tierra de nadie, o en tierra de ambos, habitan unos conceptos que reciben luz ora de un lado, ora del otro. Son conceptos fundamentaies que, cuando de repente asoman por un lado de fa frontera, pro- vocan, en el otro lado, Ja duda o la crisis. El azar. la com- plejidad y la esencia del cambio sern aqui términos de esta clase, La investigacién en los limites compartides por la ciencia y la filosoffa es apasionante por atriesgada, y en este dominio, en severa y delicada tension, ef conoci miento, en alguna de sus formas, avanza. (Riesgo? Un riesgo que aumenta precisamente cuando la tensida pierde severidad y delicadeza, cuando aventuras que parten de un tado de la frontera se alejan desenfadadamente por el otro. Es el riesgo de llegar 2 conclusiones ingenuas o incluso fraudulentas. Me refiero, por ejemplo y en el limite, a una tentacién para muchos itvesistible: la promocion o demo- licién cientifica de un sistema filosofico 0. simétricamente la justificaci6n o negacin filoséfica de cicrta doctrina cien- tifica. Digamos que lo valioso. es la versin sever y deli- cada, es la critica mutua y constante, La ciencia suele re- forzar su positivismo frerite a los embates de la filosofia Asi protegié Einstein a su recién nacida teoria de la rela- tividad frente a los ataques realistas de la época y asi se defendié poco después la mecainica cuantica de os comen- tarios filosoficos de Einstein. La filosofia también sabe elu- dir 0 aprovechar los apuros causados por la osadia cienti- fica, pero no hay que olvidar a un tercer actor que aparece en escena, Se trata de aquel ciudadano que ao cultiva, de oficio, conocimiento. Ya he anunciado que en la segunda parte del libro entraremos en esta zona resbaladiza. pues me dispongo a enfrentar Ja ciencia a otras formas de co- nocimiento que estén muy alejadas de mi oficio. Me siento honesto en el discurso, pero, sobre todo, por esta adver- tencia. 20 Capitulo 2 La esencia del cambio (Adaptacién y autoorganizacién: un nuevo concepto de historia para la complejidad) Iniciacién al concepto de azar La bola salta, caprichosa, en la ruleta. Los dados com- piten sobre el tapete. El bombo revuelve sus entraiias de naimeros. Los naipes juegan a despistarse en la baraja. Es la exeitacién que precede a una curiosa aficién del hombre: Ja consulta del azar. © bien, {se puede decir asi?, 1a con~ Suita de su deliberada incapacidad de prediccién. El juga- dor mitifica el azar. su suerte, su estrella. A él se entrega, ilusionado: a é1 le habla, mimoso; con él se irrita, deses- perado. Todo esto hace el jugador con su premeditada ig- uoiunvia. El azar co el juego esta organizado y acotado por ciertos acuerdos iniciales. Por eso puede ser desenfadada- mente divertido. Pero el aspecto festive del azar termina con todlos aquellos sistemas y fenémenos que, afortuna- damente 0 no, escapan a nuestro control. Es entonces cuando sobreviene la duda, Ja confusién, la maravilla 0 el miedo. La ciencia es uno de los caminos por donde huir de tales desasosiegos. He aqui un buen ideal cientifico: el re- troceso del poder del azar en funcién del progreso del co- nocimiento. La ciencia declara la guerra al azar. Los mo- mentos dificiles de la ciencia son batallas criticas de esta guerra. Son momentos en los que la ciencia se ve obligada a hacer teformas (pulir y matizar ideas), 0 revoluciones ree at | pezar, habra que convencer sobre el (sustituir unas ideas por otras), a inventar armas descon- certantes (nuevos’aparatos matemiticos, instrumentos de medida, computadoras), ¢ incluso a pactar con el enemigo (en seguida veremos lo que esto significa). Hoy estamos viviendo uno de estos momentos emocionantes. En los wl- timos arios las fuerzas de Ja ciencia contra el azar se han dividido, luchan en varios frentes y también entre si. Mu- chos grandes problemas de la ciencia de hoy parecen estar ala espera de que cierta pregunta obtenga respuesta. Esta pregunta sera nuestro estimulo inicial, ast que, para em- writer trascendente de tal pregunta. Bllo nos Hevara de una forma natural al primer aspecto de la esencia del cambio en Ja fisica mo- derna: Ia adaptacién. La pregunta es ésta: ‘Es el azar un producto de nuestra ignorancia 0 un derecho Intrinseco de la naturaleza? Un poco de historia no vendri mal a modo de estimulo blando. Todo empez6 con la humillacién que Isaac Newton inflingiera al azar E] azar nacid, es verdad, del concepto de ignorancia, de Ia idea de falta de informacion. En este sentido original, Surge una definicién que para muchos sigue siendo la unica razonable: un fenémeno aleatorio es todo aquél que se re~ siste a ser deserito por un formalismo, que no permite ser reducido por un proceso algoritmico conocido. Se trata de ‘una definicin subjetiva del azar por lo que los subjetivistas tienen ya su respuesti azares un concepto comple- mentario del conocimiento. La cantidad de azar presente en el universo, o la cantidad de é1 que interviene en los procesos naturales, no tiene més limite que el de avance del conocimiento. EI primer triunfo de la ciencia sobre et azar culminé con la consagracién decimonénica del meca- nicismo, La mecinica newtoniana y la teoria del clectro- magnetismo hicieron retroceder al azar esgrimiendo la exis- tencia y unicidad de las ecuaciones diferenciales. El con- 2 cepto de tiempo, como poco mis tarde el concepto de com- plejidad, Mega a la escena cientifica para enfrentarse al azar. La mecdniea chisica consigue —introduciendo una fuerte idealizacion (simplificacién) de los sistemas fisicos basada en Ia idea de punto material— dominar el factor tiempo hasta el punto de hacerlo totalmente irrelevante. En efecto, las ecuaciones de! movimiento para un sistema de N particulas brindadas directamente por la segunda ley de Newton (0 por Ja formulaci6n hamiltoniana para n gra dos de libertad del sistema) permiten reconstruir toda la historia y todo el futuro del sistema, Conocidas las condi- ciones iniciales —el estado del sistema en un instante cual- quiera—, las ecuaciones del movimiertto proporcionan una trayectoria Gnica. La mecinica newtoniana es una geo- metria en In que el tiempo no es sino un parémetro mas. Todo queda determinado si se escruta el presente con la atencién suficiente (;) como para obtener la informacién de las condiciones iniciales con una precisién infinita (1) El pasado y el futuro estén contenidos en cualquier ins- tante, por ejemplo, en el presente. El tiempo no existe, el conocimienio cs completo, no queda lugar para el azar. La euforia del poder de prediccidn reinaba en el interior de esta fortaleza determinista que parecia haber pulverizado el azar a golpe de ecuacidn diferencial, una fortaleza que bien podria lucir en su entrada el proyecto de epitafio que Pope escribiera para Newton: Nature and Nature's laws lay hid in the night God said, let Newton be! and all was light! (La naturaleza y sus leyes dormian en la oscuridad Y dijo Dios: jhagase Newton! jy se hizo la claridad!) Pero la marcha triunfal del determinismo habria de es- trellarse contra el fin del siglo xix. La acumulacién de una serie de evidencias fue molestando progsesivamente la vi- sidn determinista del mundo, y el azar renacié de sus pro- pins cenizas y por varios puntos simultzineamente. Para dis- 23 gusto de tantos, la ciencia se vio obligada a pactar inven- lando e incorporando el concepio de probabilidad. Pero no adelantemos acontecimientos. Antes de asistir a los pri- meros golpes de pico contra la fortaleza newtoniana, vale la pena detenerse en dos aspectos. El primero se refiere a las heridas metafisicas abiertas por el apogco determinista y que tanto gustan recordar los autores (como Ilya Prizo- gine) (1) (2)* que luego han tratado de restafarias. En se- gundo lugar, interesa también hacer algunas consideracio- nes, desde dentro mismo del determinismo, que muestran c6mo el azar no estaba en realidad del toclo muzrto. EJ trauma del determinismo tiene su simbole cn el ila- { mado demonio de Laplace. Consiste en imaginar la existen- | cia de una inteligencia infinitamente superior a Ja humana | eno cuantitativo (capacidad de catculo y de adquisicién de J datos ilimitada), pero idéntica en Jo cualitative (conoce- dora de las mismas leyes). El demonio de Laplace es capaz de observar, en un instante dado, las posiciones y veloci- | dades de todas las particulas que constituyen ci universo (condiciones iniciales) y, armado con las leves determinis- tas, deduce la historia completa del mundo, su pasado y su “futuro. Se trata, claro esta, de una idea limite y nadie ha creido seriamente en que un fisico pueda llegarse a bene- ficiar de la sabiduria de tal demonio. Laplace lo cre6, en realidad para matarlo inmediatamente cuando, cn su obra sobre la filosofia de la probabilidad, intenta crear la ne- cesidad de un tratamiento estadistica para ciertos procesos. Pero ahi qued6 el demonio para la angustia de cientificos y humanistas. El espiritu propuesto por Laplace es capaz Ue calcular cada uno de los sucesos dei futuro y de recu- perar todos los del pasado. Puede, por ejemplo, resolver crimenes jamas descubiertos y conocer la accidn de cada hombre en cualquier instante. Posce una copia de la peli- cula completa del universe y un proyector para husmear a * Los ndmeros entre paréntesis remiten a los mismos nameras en ta Biblio grafts, pags. 51 ys. (N. del E.) «24 placer a derecha ¢ izquierda, adelante y atras. La angustia humanista no tiene su origen en la posibilidad de que tal ctiatura pudiese concebirse mentalmente, sino, precisa mente, en la dicotomia que la fisica de la época introducia en las leyes de la naturaleza: una ciencia que explicaba el movimiento de los planetas pero que ignoraba la irrever> sibilidad de los procesos vivos y que situaba al hombre efi una posicion de ser extrafio al mundo en el que esta in- crustado. Oigamos algunas voces al respecto citadas por Prigogine. Dice Koyré (3) «Hay algo de lo que Newton es responsable (y con él la ciencia moderna en general). Se trata de la divisién del mundo en dos partes, He dicho que la ciencia moderna habia destruido las b: reras que separaban los cielos de la Tierra, que ha unido y uni ficado ¢l universo. Eso es cierto. Pero, también lo he dicho, esto lo ha conscguido sustituyendo nuestro mundo de calidades y de petcepciones sensibles, mundo en el que vivimos, amamos y mo: Himos, por otro mundo: cl mundo de la cantidad, de la geometria deificada, un mundo.en el.que cabe todo excepto el hombre, Y asi, el mundo de la ciencia. el mundo real, se aleja indefinida- mente del mundo de la vida que la ciencia ha sido incapaz de explicar. De hecho, estos dos mundos se unen cada dia mas por la praxis pero estan separados por un abismo en lo que ala teoria se refiere. En esto consiste la tragedia del espiritn maderno que sabe resolver el enigma del universo, pero solo a costa de reem- plazarlo por otro enigma: el enigma de si mismo». Y escribe Monod (4): «Es necesario gue el hombre despierte al fin de su sueio mile- nario para descubrir su total soledad, su radical extrafeza, Ahora sabe que, al igual que el gitano, esti al margen del universo en el que debe vivir, un universe sordo a su musica c indiferente a sus esperanzas, a sus suftimientos y a sus crimencs.» Pero lo que para unos era amargura para otros era tabla de salvacién. Einstein, quien, en su increible ato 1905, co- laborara a la introduccion del azar en la fisica con sus tra- sata 2 bajos precursores de Ja mecdnica cudntica y de la mecdnica estadistica, habria de levarse luego las manos a la cabeza con su célebre Gott wiirfelt nicht! (;Dios no juega a los da- de in se enconiraba a gusto protegido por las mu- -rallas del determinismo puro y consideraba maravilloso que el tiempo fuese un parka inmanipulable, una ilusion. Para él, la ciencia de la causalidad, la ciencia sin tiempo, era la unica arma que permitia superar Ja cotidiana expe- riencia existencialista, lo tnico capaz de hacer olvidar la miseria y la crueldad’del mundo. La ciencia determinista le daba fuerzas para evadir el temor a la muerte: «Mi con- cepto del universoes tal que el hec ro de que una existencia par- ticular, la mia, se detenga en un momento, me parece insig- nificante», Otra cita preferida de Prigogine corresponde a una carta que Einstein escribiera a la viuda de su amigo intimo, Michel Besso, con ocasién de la muerte de éste, el dia 21 de marzo de 1955, tan sOlo tres semanas antes de su propia muerte (5): «Nuestra amistad se forjé siendo estudiantes en Zarieh donde a menudo nos encontrabamés én fas veladas musicales, Luego con- vivimos en la oficma de patentes. Nuestras conversaciones du- rante el camino diario de regreso a casa tenian un encanto inol- vidable... Y ahora resulta que se me ha adelantado un poco en ecinle aids. este mundo extrafto. Esto no significa nada. Para nosotros, fisicos creyentes, Ia clistincién entre pasado, presente y futuro no es miis que una ilusién, aunque se trata dv una ilusion, tenaz». Estas posturas —amargas unas, ingenuas quiz las otras, sc sittian en un punto que admite critica desde cl propio determinismo, una critica que, como veremos, sc habra de convertir luego en una brecha importante par: nuestro avance. La concepcién mental del demonio de La- place es posible sobre la base de la fuerte dualidad leyes- condiciones iniciales. Se puede admitir que las leyes sean representadas por ecuaciones diferenciales y se puede ad- mitir el hecho de considerar el estado inicial de cierto si 26 tema, Apuntemos sin embargo, timidamente de momento, la dificultad de concebir, incluso tedricamente, la deter- minacién de un conjunto de niimeros que representen, con precision infinita, el valor de tales condiciones iniciales. BI centro de esta cuestién reside, creo, en apercibirse del abismo que separa dos ideas: la idea 'de una informacién infinita y la idea de una informacién tan grande como se quiera. El primer caso proporciona una trayectoria tnica para el sistema (no cabe el azar), el segundo caso propor- ciona una familia, acotada si se quiere, de infinitas trayec- torias (existe un margen de azar). Son bromas que gasta la ‘operacién del paso al limite a la abstraccién matematica, En dinimica newtoniana también se puede consultar el azar con un dado de seis caras. Interesa mencionar por ejemplo la aportacién de Poincaré que demuestra como, aun conociendo las leyes que rigen la evolucisn del dado (las leyes de Newton, las clasticas de los materiales, geo- metria, etc.), se obtienen, a partir de cada intérvalo de con- diciones iniciales tan pequeno como se quiera, un niimero igual de trayectorias conducentes a cada una de las caras del dado. La prueba de Poinearé (6) permite pues hablar de probabilidad en cf resultado de lanzar un dado meca- nicista y nos asegura que su valor es 1/6 para cada cara. Y cllo cs cierto para cualquier valor de la precisién en el eo~ nocimiento de las condiciones iniciales, excepto en el caso ultralimite de que aquélla sea infinita. Para un fisico, en- tonces, In ausencia del azar solo es pensable pasando pri- mero por cl infinito, lo que es, por cierto, impensable. Con esto estamos quizé mas cerca de la pregunta inicial, por- que, si no tiene sentido hablar de informacion infinita, en- Ses el pensador solo tiene parte de culpa en su desin- formaci6n. Pero fa fisica ha zanjado ya el problema mucho antes de Ilegar a este limite ultimo. ‘La mecanica estadis tica, por ejemplo, renuncia voluntariamente a una gran cantidad de informacion para el tratamiento de sus macro- sistemas y la me ‘ntica acepta, en un principio fun- damental, ciertas que limitan la observacion de sus 27 microsistemas. La ciencia pacta con el azar. El azar se re- define. Nuestra pregunta inicial sobre el azar y la observacién afecta a dos profundos problemas de estas disciplinas: el de la irreversibilidad en termodinamica y i de las variables ocultas en mecanica cuantica. La postura generalizada con- siste en admitir que la irreversibilidad de los procesos na- turales (flujo de calor en la direcciGn caliente-frio, mez espontanea de sustancias, etc.) se debe a un cesconoci- mienty suplementaiv afadidu a las ecuacivues (clésivas o cu‘nticas) reversibles. El ejemplo més ilustrativo es el pro: puesto por Gibbs y magisiralmente comentado por Feyn- mann (7): si mezelamos agua con tinta roja, obtenemos un liquide rosado. El proceso es irreversible porque de nada sirve seguir removiendo con la esperanza de que agua y tinta se separen de nuevo espontaneamente (Ja filmacion dc la experiencia nos hatia reit). En el nivel de observacion microsedpico, sin embargo, ¢) movimiento de cada par cula de agua o tinta es perfectamente reversible (nadie se reiria ante la proyeccién invertida del movimiento de una molécula). Asi, la irreversibilidad podria explicarse como un efecto que tiene su origen en Ja desinformacién o ig- norancia del observador. Todos los esfucrzos por probar esta idea han fracasaclo hasta ahora (teorias del coarse grai- ned), Para el naturalista, ademés, esta posicion es muy di- ficil de asimilar. Procesos vitales como el crecimiento, Ja diferenciacién o la propia evolucion biol6gica son flagran- temente irreversibies. ;Cémo atribuirlos a un espejismo de la observaci6n? La mecénica cuantica se enfrenta a una cuestién pare- cida gEs completa la mecanica cuntica? Todavia son unos cuantos los deterministas de corazén que buscan una teoria que sustituya a la cudntica sin necesidad de hacer conce- stones al azar. 2 La adaptacién o el regreso de las fluctuaciones A todo esto, la termodinémica habia aportado ya su cé- lebre segundo principio para describir fenémenos como el de Ja mezcla de la tinta roja y del agua. Este principio aporta la itreversibilidad del tiempo y, con ella, una direc- cidn bien definida para las evoluciones. La nueva ciencia fue aceptada dentro de fa familia de la fisica como un ente extrafio y molesto, pero desde entonces el nuevo concepto Ge tiempo ha ido’ introduci¢ndose en muchas disciplinas cientificas. Hoy la termodinamica es, como veremos, una ciencia clave para la comprension y deseripcién general del cambio. Su area de mayor impacto: la biologia. Porque, por un lado, los sistemas vivos son los que mayor grado de complejidad muestran en todos los niveles de su estructura (estan ya muy alejados del concepto de orden astronémico, el paradigma clasico); y, por otro, por el caracter irrever- sible del tiempo. El problema de fa vida, la cuestién vital, el trauma de los humanistas del determinismo, es ahora el nuevo paradigma La termodinamica interesa al problema de la vida desde sus mismos cimientos. es decir, desde sus dos principios fundamentales que rigen el conjunto de transformaciones fisico-quimicas que tienen lugar en el seno de los sistemas observables. Fl primer principio afirma la conservacién de Ja cnergia total de un sistema en el transcurso de dichas transformaciones. Un sencillo ejemplo: el trabajo que mueve un automdvil més las pérdidas (en forma de calor, por ejemplo) equivalen a la energfa quimica de la com- bustidn de la gasolina liberada en ef interior de los cilindros del motor. El segundo principio, en su version original, de- cride la evolucién de un sistema aislado (que no intercam- bia materia ni energia con cl exterior): existe una magnitud S, llamada entropia, que s6lo puede crecer durante el de- sarrollo de cualquier transformacién de energia, de forma que. transcurrido un tiempo suficientemente largo, aleanza un valor maximo que caracteriza e! estado final llamado de eke 9 equilibrio termodinamico, estado en el que ningiin proceso que alterc el valor de § es ya posible. El segundo principio aporta, con esta primera formulacién, un criteria de evo- lucién hacia el futuro y adquiere, ademas, una fuerza es- pecial con la interpretaci6n estadistica de Boltzmann: la en- iropia es una medida del desorden molecular. La entropia contiene la desinformacién de! observador macroscépico y representa el numero de configuraciones microscopicas compatibles con el estado de equilibrio en cuestién. La en- tropia de Boltzmann asocia al sistema una idea de orden (Se trata ya de una medida de In complejidad) que crece con la disminucién de Ja entropia. Con esta, el segundo principio se convierte en una ley de desorganizacién pro- Bresiva, y los sistemas que !a obedecen (y en contraste con las sistemas mecdnicos) se olvidan de sts condiciones ini- ciales. Este fundamentalisimo principio exige un alto en vl camino. Propongo la siguiente ilustracién que no es orto- doxa, pero si muy ilustrativa: Sea una obra de arte: por ejemplo una delicada escul- tura despertada del marmol en a antigua Grecia. Tomé- mosla prestada para una experiencia: le aplicamos una po- tente carga de dinamita y accionamos e! detonaclor a dis- tancia. Cuando el polvo y los gases se disipan, descubrimos sin sorpresa unos pedruscos apenas reconocibles. Esti claro que se trata de la misma materia, pero organizada de otro modo. Se ha desorganizado, diriamos, Sometamos ahora los nobles escombros a idéntica prueba. (Ver ap: recer de nuevo la estatua entre las nubecillas de lei segunda explosion nos dejaria atnitos.) Ante nosotros (en cambio) unos cascotes atin mas pequenos y deformados. La desor- ganizacion ha seguido su curso. E] proceso es irreversible Y lo que es una sola direccidn, desde e] orden hacia €l caos, desde ia belieza hacia cualquier cosa. Si nos percatamos ademas de que con ello hemos detinido el fluir del tiempo, entonces es hora de espantarse, provisionalmente, en ho- nor del segundo principio de la termodinémica, No sabe~ 30 mos qué es mejor, si no tener tiempo como los mecanicistas o tenerlo en esta direccidn. El fundamento de tan temible tendencia para los procesos espontineos es facil de asimi- lar, Un mismo material puede ordenarse de un ntimero in- conmesurable de maneras distintas, pero lo que llamamos estructura organizada o belieza (ya sea un cristal, una cé- lula o una pintura al dleo) corrésponde a un ndmero de configuraciones sideralmente menor que ¢l mimero de con- figuraciones posibles (a edad del universo seria un ti ridiculamente peyueno part yccuperar el texto de Ia Biblia por el procedimiento de remover el conjunto de las pala~ bras que lo constituyen). Pero no nos habremos olvidado de acordar Jo que entedemos por organizacin, por fun- cidn, por belleza, por materia viva? Quiza, pero en verdad que aqui da lo mismo, Independientemente de todo lo que podamos meditar (y fo haremos) sobre tales conceptos, existe una propiedad comtin a todos cllos: representan si- tuaciones muy improbables, En el universo la vida es im- probable, ia belleza es improbable, todo fo que despierta nuestra azencién es (tsivialmente) improbable. Para expli- car nuestro reprobable experimento inicial sélo queda una cosa por afiadir. Una evolucién espontinea es, como todo cambio, una coleccién de estados 0 configuraciones, pero {qué es lo gue determina Ia flecha o direcci6n de tal evo- fucién? Un sistema abandona wn estado para ocupar el si- guiente accesible, porque el segundo es mas probable que e) primero. El proceso consiste pues en una sucesién de estados cada vez més probables y, en consecuencia, cada vez mis cadticos, aburridos y feos. El estado final es 16- gicamente cl compatible con la maxima probabilidad, un estado donde ya nada mas puede ocurrir. Bs, en fisica el estado de equilibrio termodinamico. La flecha del tiempo est definida en este lamentable sentido para inmensas re- giones del universo. Pero jla estatua existia y alguien tuvo que esculpizla! Yo mismo estoy aqui ahora utilizando nada menos que un cerebro. Pensar que cualquier tiempo pa- sado fue mejor y quc no hemos hecho sino empeorar desde 31 ierto esplendoroso instante cero es, claro, algo insosteni- ble. Existen ciertos mintisculos rincones del universo que parecen empeiiarse en nadar contra corriente. La materia viva, el arte, la propia accion de (digamos) crear, consiste en [a conquista de estructuras improbables, en su presei vacidn e incluso en su perfeccionamiento. ;Cémo lograrlo? En scguida veremos cémo; de momento concluyamos de paso en que la beileza es improbable, desequilibrada y neu- rotica, como todo lo vivo. Y como todo aquello que des- pierta nuestro interés. Pero volvanios a la ortodoxia de la termodinamica para explicar todo ello De acuerdo con Ia teoria elasica del equilibrio, la evo- lucién es pues una sucesién de estados cada vez mas des- ordenados. Y el segundo principio habla de sistemas ais- lados y de equilibrio. Esta claro que, si queremos aproxi- marnos a un sistema que pueda llamarse vivo, es necesario relajar estas fuertes limitaciones. En efecto, los sistemas yivos son, ante todo, sistemas termodinamicamente abier- tos, es decir, intercambian materia y encrgia con su am- biente. Abrir esta posibilidad supone una situacién muy di- ferente incluso dentro del mundo inanimado donde ya pue- den aparecer estados ordenados de baja entropia a una temperatura suficientemente baja. Se trata de estructuras de equilibrio como los cristales. Esta generaiizacion per- mite la descripcién del crecimiento de un cristal hasta una situacién estable; pero, aunque mas cerca, todavia est le- jos de explicar cémo, a temperaturas ordinarias, las mo- Iéculas pueden organizarse hasta formar complujas estruc- turas que a su vez realizan las coordinadas funciones de los procesos vitales. Las citadas estructuras de cquilibrio se mantienen indefinidamente sin el concurso de proceso al- guno de transformacién de energia. Una nueva concesién €5 necesaria: los sistemas abiertos deben evitar las situa- ciones de equilibrio. Se trata de otro aspecto evidente que los organismos muestran en todos los niveles de su orga- nizacidn. En estas condiciones, un sistema puede llegar a 0 una situacién estable de no equilibrio llamada estado esta- ctonario (8). En tales casos se produce cierta entropia po- sitiva que el sistema, dada su condicién de abierto, puede disipar totalmente al exterior. De este modo la variacién total de entropia es nula, y cl sistema mantiene su estruc- tura constante. Si se aisla un ser vivo, privandole del in- tercambio de masa y energia, el segundo principio no per- dona: el sistema se dirige a su estado de equilibrio que es el sindnimo de la muerte bioldgica. Se necesita pues una termodinémica de no equilibria para sistemas no aislados. Hasta aqui hemos conservado el concepto del orden en- trépico de Boltzmann y cabe preguntarse hasta qué punto puede extenderse esta idea a los sistemas vivos. El prece- dente mas impotante estd en la obra de Erwin Schrddinger {Qué es Ia vida? (1945) (9). Sise admite que un aumento en el nivel de organizacién tiene asociado un descenso en el valor de la entropia del sistema, se obtiene un atractivo sentido biolégico para el balance entrépico: la diferencia~ cidn de los organismos se consigue disipando més entropia de la que se produce, Dicho de otra manera, los sistemas vivos roban orden a su ambiente por medio de un flujo negative de -entropia. término que Brioullin bautizara como neguentropia. Pero, como tantas veces ocurre en un problema cientifico, un concepto que es satisfactorio a un determinado nivel, pierde consistencia en otros mas finos. La biologia es rica en un amplio espectro de niveles de ob- servacién, que yan desde el molecular hasta el de pobla- ciones de individuos. La sospecha de que el sencillo y ar- quitectural orden de Boltzmann sca insuficiente para ex- plicar la complejidad de las funciones bioldgicas esta jus- tificada. Sin embargo la misma termodinamica de los pro- cesos irreversibles ofrece una nueva alternativa: el orden por fluctuaciones y el concepto de estructura disipativa Cuando los sistemas se alejan mucho del equilibrio ter- modinamico, la situacién deja de describirse como una pro- longacién ldgica de dicho estado. Los sistemas abandonan el Hamada régimen lineal de la termodinamica para entrar 33 en el no lineal. En este régimen aparecen discontinuidades ¢ inestabilidades, el estado estacionario compatible con las condiciones que impone el ambiente ya no es nico y las fluctuaciones espontaneas —antes siempre condenadas a regresar— pueden amplificarse y arrastrar los sistemas ha- cia nuevos e imprevistos estados estables: las lamadas es- mructuras disipativas. Numerosos casos de autoorganizacion se explican segiin este nuevo orden termodinimico, la- mado orden por fluctuaciones. La evolucién natural de la termodinamica de los procesos irreversibles tiene wna teresante proyeccién en los conceptos biologicos de creci- miento, diferenciacion y evolucién. Como primer paso hay que establecer el dominio de aplicabilidad de cada uno de los niveles termodinamicos a los seres vivos. A pesar de nuestra insistencia en el no equilibrio, importa dar cuenta de la presencia de estructuras de equilibrio en tos niveles més elementales de la vida. Es el caso del virus. El viru: es una estructura de equilibrio cuya formacién y estabilidad recuerdan mucho las de ciertas estructuras cristalinas inor- ganicas. Un virus aislado se mantiene como un cristal sin necesidad de intercambio alguno con el ambiente, pero, para realizar una funcidn especificamente vital como es la reproduccién, no tiene otro remedio que hospedarse en una célula, que no es sino un sistema ubierto y de no equi ibrio. Se trata, pues, de un caso limite. La estructura se forma fuera del equilibrio, pero es capaz de mantenerse en La termodindmica del no equilibrio parte de! concepto de balance de entropia, introducido por Ilya Prigogine (8) Consideremos en primer lugar un sistema aislido. El se- gundo principio establece que la enuopia producida en el interior del sistema es positiva durante el desarrollo de pro- cesos irreversibles y nula en el equilibrio. Si cl sistema no es aislado, se debe completar la expresién con un término de flujo de entropia, que representa el intercambio entrs- pico con el ambiente. Se establece asi una ecuacidn balance de entropia: el balance neto de entropia es la suma alge- 34 braiea de lo que se produce més lo que se intercambia. Y es importante observar que solo el término produccién tiene un signo bien definido. Si se acepta la entropia como una medida del desorden, esti claro que los sistemas ais- Jados tienen una evolucién condenada hacia el maximo caos; pero en sistemas abicrtos existe 1a posibilidad de una estructuracién interior si la competencia entre los términos Gel balance (produceisn y flujo) se resuelven favorable- mente ‘La produccion de entropfat se expresa en una forma muy simple y general en términos de Los Ilamados fuerzas y flu- jos termodinamicos asociados a la ocurrencia de un con- junto de procesos itreversibles. A cada fuerza X le corres ponde un flujo J. Ejemplos sencillos de estas cantidades homologas son cl gradiente térmico y el flujo de calor, afi- nidad quimica y velocidad de reaccién, potencial eléctrico ycorriente eléctrica, gradiente de densidad y flujo de masa, etc. La produceidn de entropia para un conjunto de n pro- cesos simultineos se escribe como la suma de los n térmi nos formados por los productos de fuerzas y flujos homé- logos. Pues bien, en las situaciones préximas al equilibrio, tlujos y fuerzas termodindmicos sc relacionan entre sf por leyes empiticas lincales (en los ejemplos anteriores serian las leyes de Fourier, Hartley-Fick, Ohm, etc.). En un pro- ceso de complejidad arbitraria, el flujo i-ésimo se expres como ana combinacién lineal de todas las fuerzas. Esta for- mulacién permite definir el concepto de estado estaciona- Ho de no equilidrio y determinar los criterios de estabilidad y evolucién que a él se refieren. Los estados estacionarios dcupan un lugar de interés priccti¢o dentro de la termodi- nimica por ser accesibles al tratamiento matemitico y por cl gran numero de situaciones reales que representan. Un sistema esta en un estado estacionario si sus parametros macrosedpicos, tales como temperatura, presion, entropia © composicién, son independientes del tiempo. Esto cs compatible con el desarrollo de procesos irreversibles en el interior del sistema y con que los partimetros intensivos de- 35 ane eRcl pendan de la posicidn en cl espacio (10). Esta formulacion permite una clasificacién muy util de los estados estacio- narios. . Consideremos un sistema caracterizado por n fuerzas termodinmicas, k de las cuales se mantienen fijas me- diante ligaduras impuestas desde el exterior. (He aqui otra nocidn de complejidad, aunque rudimentaria todavia, pues el nimero natural n indica el nimero de variables nece- sarias para determinar un estado de! sistema, esto es, el numero de sus grados de libertad.) Experimentalmente se observa que, con independencia de la configuracidn inicial de las n-k fuerzas libres, el sistema alcanza tarde o tem- prano un estado en el que todas las fuerzas —y por lo tanto todos los flajos que de eflas detivan linealmente— son constantes en el tiempo. Un estado estacionario preparado de esta manera se llama estado estacionario de orden k. El equilibrio queda entonces como el estado estacionario de orden cero, 0 bien, como aquél que se obtiene si no se im- pone ligadura termodindmica alguna (algo inevitable si el sistema cs aislado). Ocurre, ademas, que, en un estado es- tacionario, los flujos asociados a las (uerzas libres son no solamente constantes, sino también nulos, y el sistema en dicho estado queda perfectamente caracterizado por el nu- mero y la intensidad de las fucrzas fiiadas. Estas fuerzas miden, de alguna manera, la distancia del estado del si tema al estado de equilibria, Cuanto mas débiles sean, mas licita sera la aplicacién de la formulaciGn lineal que estamos comentando. El balance entr6pico refleja en qué forma puede man- tenerse un estado estacionatio. El sistema enwvia al am- biente toda la entropia que cn su interior se produce, pre: cio ineludible de cualquier proceso irreversible segiin el se- gundo principio. En consecuencia: el sistema mantiene su entropia constante. La persistencia de un sistema en un tado estacionario equivale entonces a la conscrvacién de una estructura o grado de organizacién. Por oiro lado, la evolucién hacia ese estado estacionario desde una confi- 36 guracién inicial, supone la adquisicién de dicha estructura final, o, si se quiere, la acomodacién interna del sistema alas condiciones impuestas desde el resto del mundo. Se trata de la primera componente de la nueva esencia del cambio: la adaptacion de un sistema a su entorno (11). Dentro del ré- gimen lineal, la estabilidad del estado estacionario esti ase- gurada, esto es, cualquier perturbaci6n fortuita que su- ponga un desplazamiento con respecto a dicho ‘estado es yencida por el sistema que tiende a restituirse en la situa- n estacionaria. Si Hlamamos fluctnaciones a tales desvia- ciones azarosas, podemos decir que, en los procesos de adaptacion termodinamica, las fluctuaciones no tienen la oportunidad de progresar, se amortiguan y no Ilegan a tras- cender marcrosc6picamente. Las fluctuaciones regresan. (En el capitulo siguiente examinaremos de cerca el cardcter aleatorio de las mismas.) Se puede demostrar que este fe- nomeno es una consecuencia directa de una ley de evolu- cidn hacia los estados estacionarios enunciada y demos- trada pot Prigogine: el célebre principio de la minima pro- duccidn de entropia (8). Dicho principio establece que el cs- tado estacionario se caracteriza por un valor minimo de la produccién de entropia compatible con las ligaduras im- puestas: fa produccidn de entropia es una magnitud no me- Rativa que decrece durante cualquier evolucion y que se hace constante y minima una vez se ka alcanzado el estado estacio- nario. Ya tenemos ley fisica para el fenémeno de un sistema adaptandose a su entorno. Inmediatamente después del es- tablecimiento de este principio se propuso su aplicacion para el estudio de todo tipo de adapraciones (biologicas, ecoldgicas, sociales, etc.). Y con notable éxito (y no sin cierta controversia) en algunos casos, como el aspecto ru- tinario del crecimiento y diferenciacién de organismos. Acaso deba declarar aqui que fue precisamente esta cues- tidn 1a culpable de que hoy me dedique a la teoria de los procesos irreversibles y la disciplina en la que, junto con i colega David Lurié, hicimos las primeras aportaciones para expiicar la embriogénesis seguin el balance entrépico a7 (11) (12) (13) (14). Pero volvamos a esa rara magnitud Ila- Tassie exrfopla, porque hay entropfas quai no an term0- cas, pero que también interesan a la e| ala adaptacion. abe dln En efecto, sea un sistema de N el cto, n jementos clasificados gn 0 clases. La teoria de Ia informacién, introducida por Claude Shannon en 1948 (15). ofreee una magnitud dé Ia informacién media del sistema I. que se mide en unidades ie informacién binaria (la necesaria para clegir entre dos alternativas) Hamadas bis y que se define — 2 pilog pi donde p; es la probabilidad de que uno de los N elementos del sistema pertenezca a una clase i de las n posibles y po- bisa eon N, elementos, 680968, pr~ NUN, La informadtén de Shannon (también llamada entropia de Shannon) r- presenta también, en cierta medida, un grado de comple- Fad oa staema, Bn efecto, st éa‘nula (=O), 1odos'los elementos son de la misma clase y, si es maxima (I = logs ‘n), e! sistema esta-homogeéneamente distribuido. Hay ce be ee que las. dos entropias hablan de una compleyidad He me Sears cue conyitate ds a la estiuctura cristal que a la de una célula viva. En realidad son bastante opacas al orden tipicamente vivo, al orden fun- cional. Las estructuras vivas, sin embargo, también tienen su aspecto complejo susceptible de ser descrito por tales entropias. Se trata, precisamente, de los aspectos adapta- fivos,'de.nqualisa evoluciones sin sorpresas mi innovacio- nes. La entropia de Shannon tiene, por ejemplo, un sig- nificado muy atractivo para los eclogos. Ramon Margalet inauguré una nueva etapa de la ecologia teGrica con 1& in- troducciGn de Ja entropia de Shannon para medir la diver- sidad de los ecosistemas. La idea consiste en que la pro- babilidad p, mida la de que un individuo pertenezca a la especie i. Con esto, la entropfa, o la diversidad, propor- 38 ciona una medida de la complejidad del sistema, 0, como dice el propio Margalef (16) (17), del grado de barro- quismo necesario para que exista cierta estabilidad en una ‘emunidad de especies. La importancia de este indice re- side en el hecho, demostrado por 1a observacién, de que siempre esta dentro de un intérvalo bien definido: El caso Gol Ienite inferior es facil de comprender: un sistema con diversidad nula (compuesto por ejemplo s6lo por conejos) ho puede sobrevivir, es demasiado simple, ta estabilidad requiere un minimo de complicacion. El limite superior no Tewhenos comprensible, un ecosistema con su diversidad feual al logatitmo del nimero de especies es demasiado complejo y se colapsa a si mismo, también aqui la estabi- Tiatad dat sistema impone un valor maximo a la diversidad. Dicho ntimero magico parcce situarse en unos cinco bits por Individuo. He aqui un problema que me apasiond desde el principio: jse puede encontrar un fundamento fisico aug Explique ki acomodacion estructural de los ecosistemas? GExiste, al igual que en termodinimica, una ley para ta {Gaptacion desde el punto de vista informatico y aplicable una poblacién de seres vivos? Nuestra conclusién, publi- auuia eh e] «Bulletin of Mathematical Biology», fue positiva y alentadora (18) (19). Consiste en partir de un principio ¥ iceional (que en iisica tienen un prestigio bien ganado: Yide Familton en mecanica, el de Fermat en éptica, el de Ja minima produccién de entropia en termodinamica, ete.) que maximice Ia diversidad con fa interacci6n ambient’ goin factor limitante. Nuestra esperanza esti en explicar STvator observado de la diversidad como el resultado de fin compromiso entre estas dos tendencias contrapuestas. El azar intervicne aqui en el mismo proceso de maximt- zacidn de la diversidad, por cuanto es atribuible (en una concepcidn darwinista) a los continuos © inevitables errores qque pueden afectar a nivel genético (mutaciones.-.). Entre see dumerosos fuctores limitamtes escogemos el limite a la bromasa total que un sistema puede soportar en virtud de has entradas de cnergia (radiacién, nutrientes...). Lit idea 30 puede funcionar en principio para aquellos ecosistemas cu- yos otros factores jimitantes (interacciones internas como la depredaci6n...) sean mucho menos importantes que el energético. Por este procedimiento se obtiene una ley de evolucién hacta los estados observables y una ley de distri- bucidn de los individuos en funcién de la masa media del sistema, que da la probabilidad de ia presencia de un in dividuo segdn sea la masa de éste. Y, lo mas importante esta distribucion estacionaria corresponde a una diversidad de biomasa, cuyo limite continuo es una constante univer- sal (!), acaso un primer fundamento para justificar el nti- mero magico. Digamos tinicamente que la constatacion ex- perimental de esta ley ha sido muy satisfactoria con datos de poblaciones de peces (correlaciones lineaies del 0.98 con sistemas de un milidn de individuos) (20) (21). Pero cual es la distribucién obtenida? Digamos simplemente, para no atormentar el texto con demasiadas matematicas, que la probabilidad de presencia de un individuc en una comu- nidad estable decrece exponencialmente con su masa. En otras palabras, la adaptacién de un sistema en las condi- ciones acordadas exige la profusion de lo pequeiio. otra pro- piedad de la complejidad que pasamos a comentar en tér- minos mas genexales La profusién de lo pequeito no es una imagen literaria. Pretende ser aqui una coustutacién cientifica pues, en efecto, en muchas ciencias de la naturaleza puede afirmarse a menudo, que lo vasto es escaso y que abundante es 10 breve. Tal afirmacién resulta evidente en la mitad de su generalidad y en ésta es, en consecuencia, insustancial. Es cuando lo pequeiio es parte multitudinaria de lo grande Las lineas estan hechas de puntos. las superficies de lincas, los volimenes de superficies; por ello hay mas puntos que lineas, lineas que superficies y supetficies que volimenes. Hay mis planetas que estrellas, mas estrellas que galaxias. Es, en fin, cuando lo pequeno interesa jerérquicamente a Jo grande. Hay mas dtomos que moléculas, mas moléeulas que células, mas células que individuos. Hay mas soldados 40. gue generales, y, en un texto, mas palabras que frases Pero la profusidn de lo pequefio puede dejar de ser una perogrullada estéril, indesmentible y no falsable para con- vertirse en una ley lena de contenido. Centremos nuestra atencién en poblaciones de entes que no se deben mutua servidumbre jerarquica y exploremos la frecuencia de su presencia atendiendo a una medida de su tamafo. Com- paremos entre si a los atomos, las moléculas, los individuos 0 las palabras. Todos tenemos un minimo conocimiento de la camplejidad del mundo que nos rodea registrado en la memoria. Para esta exploracién basta consultarla mental- mente. Y asi concluimos en que hay més hidrégeno que plomo, més sal que proteina, mas bacterias que hormigas, mas hormigas que ratones, mas ratones que caballos y mis caballos que ballenas. Y Las palabras cortas (preoposiciones © pronombres, por ejempio) son mds frecuentes que las pa- labras Jazgas (Sustantivos 0 adjetivos) en cualquier dis- curso. Ahora ya no existe una raz6n a priori que trivialice la profusion de lo pequeiio y podemos sospechar que la naturaleza nos esconde aqui una de sus leyes. Bien, pues ésta es la ley que hemos obtenido. Y no es extraiio que ocurra en sistemas tan dispares entre si, ya que la teorfa de la informacién habla de probabilidades, pero no de la na- turaleza de los elementos. El problema de la convivencia de setes vivos de distinto tamaaa en el interior de un am- biente de determinada energia s6lo difiere del caso de las palabras de distinta longitud en un texto (donde siguen la misma Icy exponencial en cualquier idioma) en todo menos en Jo esencial, pues, en lugar de un limite a la energia total del sistema, en este caso existe un Jimite a la longitud total de! mensaje (siempre cuestién econémica). En definitiva, la profusién de lo pequerto o a escasez de 1o grande cs una propiedad mas de la adaptacién, y la regresién de las fluc- tuaciones ocasionales es bien clara: si el azar tiende a al- tcrar la distribucién de lo grande o lo pequefio, adaptarse significa neutralizar estas desviaciones. Al final del pre- sente capitulo, y con ocasién de exponer la segunda parte vad 41 de Ja esencia del cambio, volveremos a la teoris de la in- formacién con una interesante propuesta Hasta aqui la interpretacién termodindmica e infor- matica corresponde a la adaptacién, al dominio lineal de Jag ecuaciones; todo signe siendo previsible. Pero quedan muchos fendmenos que observamos en Ja complejidad del mundo y que no encajan en tal comportamiento. El trauma determinista de los humanistas decimonénicos podria ser rebajado pero no vencido del todo. Es pues la hora de atra- vesar la frontera que separa Jo lineal de lo no lineal, de dar un salto para abandonar la proximidad al equilibria. Y solo lejos de él encontraremos una verdadera discontinuidad en el concepto de cambio y de complejidad La autoorganizaci6n o el progreso de las fluctuaciones Superada una distancia critica del equilibrio, las ecua- ciones cinéticas y fenomenoldgicas se hacen no lincales. Ello significa que sus soluciones picrden unicidad (hay mas de una solucién). Las soluciones se bifurcan, pero slo una es la verdadera, s6lo una representa la realidad del sistema La pregunta es ,cual? El azar decide, Ya no hay pacto po- sible con él. La minima fluctuacién (antes irrelevante) de- ide ahora el futuro del sistema macroscépico, Los sistemas dejan pues de adaptarse y tienden a nuevos e imprevisibles estados que, por su alejamiento del cquilibrio, se Haman ahora estructuras disipativas (22), que suponen, como ve~ remos, tin nuevo estado de Ia materia, Estos estados ya no responden al orden de Boltzmann y, por lo dicho, el nuevo orden se llama: orden por fluctuaciones. El diagrama ayuda a captar ta nueva esencia del cambio sin necesidad de re~ currir_al complicado aparato. matemitico que lo des- cribe.Sea € una medida de la distancia al equilibrio y y una medida de la complejidad relacionada con el nimero de soluciones (estados estables) accesibles al sistema y com- patibles con las condiciones de contorno. Para un aleja- 2 miento suficiente aparecen puntos de inestabilidad que re~ presentan la bifurcacién matematica de la solucién. La Multiplicidad de estados posibles se enriqueee, en genera ‘con la distancia al equilibrio. A un valor E, corresponde ina solucion tinica. Desde el punto de vista de la estabili- dad del sistema, puede decirse que las fluctuaciones es- ponténeas tienden a regresar. No llegan pues # intervenir en la historia de! sistema. Sin embargo, para un valor &: > £,. existen varias soluciones posibles. En este caso, las fluc om SEAL om Reine, 4B tuaciones deciden el camino a tomar (¢] futuro). Resulta pues muy interesante resaltar aqui la reconciiacion entre azar y determinism. La descripcidn de un sistema con bi furcaciones implica la cocxistencia de ambos: entve dos bi furcaciones reinan jas leyes deterministas, pero en la in- mediata vecindad de tales puntos criticos reina cl wear. Esta rara colaboracién entre azar y determinismo es el nuevo concepto de historia que propone la termodinamica mo- derma, lo que hemos de Ilamar de ahora en adclante: la esencia del cambio. Los clementes fundamentaics del mismo son (2) (23): 1. funcién, la actividad basica desctita pot las Leyes no li- neales; 2. la complejidad espacio-temporal de dicha funcién; las fluctuaciones _Existen numerosos ejemplos experimentales y teéricos (c incluso simulados por computadora) de este comporta- micnto: las reacciones autocataiiticas en quimica, la ines- tabilidad de Bénard en hidrodinmica, el, kiser segin la in- terpretacién de Haken cn fisica, 0 cl modelo para la evo- lucion prebistica de Eigen (23). La quimica ha sido sin duda un campo pionero en este sentido, y que hay que agradecer sobre todo al departamento de qitimica-fisica de la Universidad Libre de Brusclas. Uno de los casos mas espectaculares es sin duda la reaccién de Zhabotinskii-Be- lusoy. En una solucién homogénea de cicrtos compuestas aparecen espontaneamente, superado cierto umbral critico de disipacion, unas oscilaciones alternativamente rojas y azules (excesos de iones de Ce*? y Ce" indicados por fe: rrofna) que derivan gradualmente hacia una estructura en el espacio formada por estratos rojos y azules. Esta especie de bandera azulgrana puede mantenerse en un tubo de en- sayo de diez mililitras durante una hora. ¢ indefinidamente en un sistema abicrto. Se trata de un comportamicato muy tipico de la autoorganizacion: Tras la primera crisis (que S44 acaba con Jas adaptaciones pseudohomogéneas), las fluc- tuaciones llevan el sistema a una autoorganizacién tem- poral que deriva en una estructura espacial estable, No va- mos a pasar revista a todos Jos casos que se han descrito, pero si interesa comentar un comportamiento de este tipo, detectado en un nivel muy superior de organizacién, el de las poblaciones de individuos. En el sureste asiatico, por ejemplo, las luciérnagas fuciola se reiinen en gran numero en Arboles del género sonneratia donde, al anochecer, emi- ten luz a intervalos regulares y sincrénicos. La biofotogé. nesis tiene en este caso una motivacion de convocatoria se xual, y los machos consiguen con esta organizacién tem- poral enviar un mensaje mds potente, que reduce el ni mero de hembras que se despistan en el bosque. Tiene, por lo tanto, un efecto positivo para la especie. Ciertos tipos de microozganismos como los dictiostelium discoideum 0 los flavobacterium (25) también consiguen, a través de un or- den por fluctuaciones basado en su propio metabolismo, ciertas organizaciones temporales y espaciales que permi- ten, a la postre, alcanzar nuevas éstructuras de orden su- perior (como agregados de células). En resumen, huir del equilibrio predispone a la inter- vencion del azar a través dei orden por fluctuaciones que aporta (en contraste a la adaptaci6n) las novedades genui- nas para el cambio. La consolidacién de tales novedades depende de una scleccién posterior segtin una funcionali- dad bien convincente: la supervivencia. En este hecho des- cansa la seguridad de una evolucién que nunca tendré fin. Con esto, la esencia del cambio de la termodinamica mo- derna ofrece una base fisica que da un nuevo sentido a la concepeién darwinista de la evolucién biolégica. Pero la termodinamica de los procesos irreversibles no es cl nico conocimiento cientifico que propugna tal con- cepto para el cambio de la complejidad. Retomemos la teo- ria de la informacion para reformular, desde tal punto de vista, el problema de la interaccién de un sistema con su entorno, 45 Dos personas hablan por teléfono, y se citan. Una ma- dre mira a su retoio, y le acaricia. Se apaga la vela, y la pupila de! gato se dilata, Un pescador olfatea el hotizonte, y decide no salir aquella maiana. Son pacificas escenas del mundo y, en ellas, un mismo fenémeno inconfundible, Es el movimiento de la informaci6n: el mensaje. Asi es como los sistemas se perciben y se influyen mutuamente. Asi cambia el mundo, asi cambian las partes del mundo. Com- pronder el manda, ya lo hemos dicho, acaso slo sea com- prender dos cosas: el cambio y la relaciGn entre un todo y sus partes. El estudio de la informacién y de sus peripecias mundiales no ha de perjudicar pues a tan empresa, Todo mensaje tiene en su fuente, antes de ser emitido, cierto valor de informacién, No hay mensaje que legue in- tegro a su destino. Asi lo establece una primera ley de la naturaleza. El rincén mas modesto de! universo se ve per- manentemente atravesado por mensajes que van y vienen de y a todas partes. Pero un ruido de fondo universal se empefia, también permanentemente, en deteriorar el con- tenido de tales mensajes. La informacién que, saliendo de ‘un punto, no llega a otro, se lama el error entre ambos puntos, La informaci6n de una fuente es una propiedad ex clusiva de la naturaleza de la fuente; el error, en cambio —y por lo tanto Ia informacion neta que arriba a cierto destino—, es una propiedad conjunta del sistema emisor, del medio propagador y del receptor. Unos pocos y rari- simos sistemas del mundo insisten en luchar contra el fatal error para garantizar el feliz destino de un cierto minimo de informacion. El procedimiento mas simple consiste en engordar el mensaje para anticipar su posterior adelgaza- miento. Es la redundancia. Contra la presién del ruido, la defensa de la repeticidn. Consideremos ahora el mundo di- vidido en dos partes. Una, finita, merecedora de nuestra atencidn ¢ interés: es el sistema. Y otra, su complementaria mundial, su entorno, Elegir un sistema significa definir la frontera que le separa de su entorno. Se trata de una su- perficie real o ficticin, pero permeable en principio al paso 46 de la informacion en sus dos sentidos: del sistema al en- torno y del entorno al sistema. ‘Consideremos, en primer lugar, el sistema como fuente donde se origina un mensaje destinado al entorno. La can- tidad de informacién contenida en la fuente depende de su diversidad potencial de comportamiento. Una piedra tiene, Como tal, menos estados accesibles que un arbol, un drbol menos que una lombriz, una lombriz menos que un mono, tun mono menos gue un hombre de las cavernas. Y esta Garo que él repertorio de un hombre de lao cavernas. es menor que uno de un ciudadano de la sociedad industrial Es la complejidad ciel sistema, primera cantidad fundamen- tal ‘Atendamos ahora al entorno como fuente de un men- saje destinado al sisterna. La informacién original depende, también aqui, de la riqueza de posibles comportamientos de la fuente, en este caso, del entorno. Una porcién del espacio interestelar tiene menos estados accesibles que gual volumen en las profundidades marinas, éste menos que un pedazo de desierto y éste menos que un trozo de Bosque de paisaje urbano. Es Ia complejidad del entomno, ©, digamos mejor, es la incertiduinbre del entorno, segunda cantidad fundamental. Pero no toda la informacién que sale del sistema llega al entorno, Ni viceversa, El primer error corresponde a la diversidad de comportamiento que disfruta un sistema, una ~ ver se ha fijado cierto comportamiento del entorno, Cuanto menor sea este error, menos son las dudas del sis- tema respecto a su cntorno y mas limita el entorno las po- Siblidades del sistema. Poco cambia el comportamiento de tina piedra frente a las inclemencias ambientales; més, aun- que lentamente, lo hace una planta con sus fotos e higro- tropismos; ain mas una lombriz. capaz de seguir humeda- des, pero no de esquivar manotazos, y asi hasta las notables prestaciones del hombre moderno. Es la capacidad de anti- tipacién del sistema, tercera cantidad fundamental El error inverso, la informacién que, saliendo del en- 47 torno, no llega al sistema, depende, andlogamente, de la variedad de estados del entorno compatible con un com- portamiento dado del sistema. Cuanto menor sea su valor, mas afectado se ve el entorno por el acontecer del sistema. En un prado, una oveja influye mas que una abeja. Es la sensibilidad def entorno, cuarta cantidad fundamental La informacién neta que llega a un destino sc obticne, Iogicamente, sustrayendo el error a la informacidn de la fuente. Por io tanto: la complejidad del sistema menos su capacidad de anticipacién nu es siao Ju infuruacidn que et comportamiento del entorno provee sobre el comporta miento de] sistema. Y en el sentido inverso: la incertidum- bre de un entorno menos su sensibilidad no es sino la in formacisn que cl comportamiento de! sistema provee sobre cl comportamiento del entorno. Pues bien, una segunda ley fundamental establece que ambos mensajes contienen idénticas cantidades de informacién (demostrado. por ejemplo, por Michael Conrad) (26). Se trata de una iden- tidad que rige el cambio del mundo con respecto a cual- quicra de sus partes. Una perturbacién en un término de Ja ecuacién requiere la inmediata reacomodacién de ios otros tres. Si, por ejemplo, aumenta la incertidumbre del entorno, entonces cl sistema debe auimentar s'1 compleji- dad (!), esmerar su capacidad de anticipacién ( !) 9 inhibir su efecto sobre ei entorno (!!!), Hay cuatro términos para jugar y una ley que respetar. Cuando elio ocurre, cuando en la dialética sistema-entorno se sortean todas las dificul- tades y se consigue no violar Ia ley fundamental, entonces decimos que hay adaptacién. Desde el punto de vista del sistema dirfamos que éste reajusta su estructura interna para seguir sicndo compatible con su ambiente. El sistema se adapta. Es la piel de gallina frente al frio, la agricultura frente a la escasez 0 riesgo de la caza, los semaforos frente a un aumento de trafico... Cuando ello no es posible, cuando una perturbacién (fluctuacién) en une de los tér- minos no pucde ser absorbida por una respuesta de los otros tres, la adaptacién se rompe y el sistema entra en 48 . crisis. El sistema entonces, o bien se extingue, 0 bien cam- bia bruscamente a otra (nueva, imprevisible) estructura, se autoorganiza en clara rebelidn contra su entorno. Sobre- viene, diriamos, una catdstrofe (bifurcacién). Y el nuevo sistenia puede ser, si encuentra la forma de ser compatible con la recién establecida identidad fundamental, un sistema bueno. Y la historia continia. Se trata, de nuevo, de la misma esencia del cambio. Anétese la identidad funda- mental, pues un hombre o un conjunto de hombres es un sistema que intereambia masa. energia e informacién con el resto del mundo. Y también habremos de hablar del hombre. Pero de momento hemos de volver a una pregunta fundamental que nos ha servido para discutir la esencia del cambio y que. injustamente, hemos arrinconado, Capitulo 3 El azar de la ignorancia y el azar absoluto (Sobre fa aprehensién del caos) Volvamos cerea del punto de partida. Bs el azar un producto de nuestra ignorancia oun derecho de la natu- rateza? La adquisicion de estructuras que hemos descrito, la tendencia « su conservacisn y su transformacién, json fenémenos que obedecen a leyes cternas accesibles 0 no al conocimiento? Conocemos un puiiado de leyes que descri- » ben modestamente ciertos aspectos de tales procesos, pero {es acaso todo ley? Existen ciertas tentaciones para el pen- Sador; por ejemplo, inventar un término al que remitir la responsabilidad de un misterio y clevarlo luego lenta y di- simuladamente a la categoria de explicacién (piénsese en (dan vital de Bergson (27)), 0 también, entretenerse en el andlisis de los diferemes sentidus que atribuimos a ciero concepto en ta esperanza de resolver alguna contradiccién 0 de disolver cierta paradoja. Atender a esto iiltimo no es verdadera investigacién, pero si una labor previa de cierto valor. tanto para el filésofo que avanza valiéndose de un lenguaje (pero peleindose con él), como para ef cientifito que se abre paso con formalismos cuyos axiomas y defini ciones no son nunca det ‘ivos. Atendiendo a la termo- dinamica de los procesos irreversibles que hemos exami nado en el capitulo anterior, el azar muestra al menos dos aspectos 0 comportamientos distintos. Existe un azar co- rrosivo y deshaccdor contra el que luchan las leyes ter- modindmicas de la adaptacin; es un azar disciplinado por SI la componente rutinaria y conscrvadora de la esencia del cambio, En términos del cambio bioldgico diriamos que es un azar vencido por la voluntad de fos sistemas que quieren conservar lo conseguido. Pero también existe un azar ha- cedor y creador con el que especulan las comple jidades es- pontaneas lejos de! equilibrio termadinamico. El azar crea: dor representa ei aspecio innovador y revolucionario de 103 Sistemas complejos y, muy en particular, de tos sistemas vivos. Es un azar necesario como suministrador inagotable de complejidades nuevas. El azar creadior (13) es —algunais asi lo pretenden-— una idea para una nueva cosmologia cn la que determinismo y azar no solo.son compatibles, sino aliados en la tarea de explicar la naturaleza, ;Cémo enten- der dos comportamientas tan distantes del azar? {En qué momento el azar burla una legalidad para someterse a otra? {Como se convierte el azar corrosivo en azar crea- dor? {Tiene este planteamiento alguna relaci¢n cou nues- tra ya vieja pregunta inicial? Creemos, en primer lugar, en la necesidad de una definicién formal del azar. Casi todos los ensayos que se han escrito sobre el azar 0 la causalidad empiezan por sefalar la gran diversidad de sentidos que el lenguaje comin da a tales términos. El paso siguiente suele scr intentar una clasificacion de las distintas interpretaciones. No entraremos directamentz en los ¢s- tudios clisicos sobre el problema de la causalidad (Aris- totcles (28). Hume (29), Kant (30)), pero veamos rapida- mente, a través de pensadores modernos, la poca ayuda que aquélias brindan a la hora de aproximarnos cientifi- camente al concepto de azar. En efecto, en la opinién de muchos, distinguir entre un azar relacionado con Ja igno- rancia del observador y un azar ligado a la existencia de cierta causa natural, no hace sino desplazar ¢! problema a los distintos sentidos que solemos dar a los conceptos de ignorancia y de causa. He aqui tres {rases comunes que in- vocan la intervencidn del azar 2 a. Un jardinero encuentra un tesoro por azar al re- mover la tierra para plantar un arbol; b. el azar ha sonrefdo a un jugador que apostaba al rojo de a ruleta; c. el azar se ha ensafado con un ciudadano que sale a comprar cerillas y es aplastado por una cornisa desprendida de un edificio. Estas tres frases ilustran, por ejemplo, tres clases de azar que distingue Ernst Nagel (31); relacionadas con Ia ignorancia y perfectamente compatibles con el hecho de que los referidos sucesos sean causados, Pretende Nagel que en la primera frase se invoca el azar por lo inesperado y sorprendente del suceso (ya que igual ignorancia se tenia con respecto a topar con na piedra concreta y nadie in- vocatia por ello el azar). Tal suceso es, por otra parte, com- patible con fa causalidad, ya que un amigo bromista o al- ttuista podria muy bien haberlo enterrado deliberada- mente. En la segunda frase se invoca el azar por una ig- norancia total o parcial de tas condiciones que determinan cl resuliado del juego. Tampoco en este caso puede des- cartarse Ia causalidad; lo nico que ocurre es que, en la practica. es inutilizable por el jugador. La tercera frase ilus- tra el célebre concepto aristotélico de accidente. Hoy la ca- lificariamos como una interseccién de dos lineas causales independientes. La independencia se refiere a que los su- cesos de cada una de las Iineas estan conectados causal- mente entre si, pero no influyen en los sucesos de la otra. Aqui se alega que el infortunio es accidental, a pesar de que —sicmpre segiin Nagel— su mera descripcién seiala la causa. porque, por completo que pueda ser nuestro co- nocimicato de las circunstancias que condujeron ta salida del ciudadano o de las de la caida de la cornisa, ninguno basta por si mismo para predecir el suceso. Nagel propone un cuarto tipo de azar, uno suave, que se invoca s6lo pro- visionalmente mientras nadie sepa derivar el suceso de otro en un contexto determinado. Es lo que ocurre con ciertas ark 33 leyes fenomenoldgicas cuando no pueden deducirse atin de otras leyes (la de Boyle, por ejemplo, antes de la teoria cinética de los gases). Y, como quinta clase de azar, Nagel propone finalmente un azar duro, nada menos que aquél que existe gracias a una ignorancia debida, a su vez, a 1a ausencia de toda causa! Tal clasificacién s6lo contribuye, creo, a cbnfundir la inteligencia popular del uso del tér- mino azar. No veo, por ejemplo, la menor diferencia entre el sentido del azar en la frase a) 0 en la frase c). ‘Tan clara es la interseccién de las lineas causales en el descubri- miento del tesoro como sorprendente ¢ inesperado el im- pacto de la cornisa en la cabeza del ciudadano. Tanto sirve de causa la mera descripcidn del hallazgo como puede ima- ginarse (homélogamente al amigo bromista) que la cornisa ha sido malévolamente Janzada. Tan aristotélico accidente es el golpe de fortuna del jardinero como banal y poco aza- rosa Seria la cafda de una hoja marchita en lugar de 1a cor- nisa, Centremos ahora nuestra atencién en un concepto de azar ligado a la ausencia de causa. Sospechamos que de mostrar la inexistencia de toda causa en relacién con cierto suceso es una insensata (area infinita. Pero, antes incluso de tal consideracién, jqué es lo que estamos dispuestos 9 admitir como causa? El lenguaje también ha desgastade este término, por lo que Alfred Julius Ayer (32) propone una clasificacion de causas. He aqui cuatro trases que sc explican mediante distintas causalidades: Los cuerpos caen porque son atra a dos por ja Tien b. cl vaso se rompe porgue es de vidrio; ¢. se presenta a las elecciones porque es ambicioso; d. esti arruinado porque ha sido victima de una estat La primera se refiere a aquellos casos en Jos que es po- sible una generalizacién por inclusién en una teoria mas amplia. En este caso, la causalidad se remite a la existencia del campo gravitatorio, de modo que seria en este tilkimo Sd donde habria que buscar la contingencia, Anstese este co- mentario: la causalidad no seria aqui mas que la wltima ca- sualidad, La segunda frase se refiere a los casos en los que el comportamiento de un sistema es explicable en funcién de su composicion o estructura. Por este procedimiento la causa se puede ir desplazando hacia sistemas cada vex mas slementales. Las propiedades de los iiltimos conocidos se calificarian, naturalmente, como contingentes, En los casos a los que se refiere Ja tercera frase, el estado de animo se considera causa de sus manifestaciones. ‘La linea causal de- beria explorarse aqui mediante técnicas de alguna doctsina psicolégica, La contingencia acaso cstuviese entonces en Cierto antiguo trauma (32). Y, por iiltimo, la cuarta frase, tafe a aquellos casos én los que existe una conexién entre dos estados ordenados en cl espacio 0 en el tiempo. Ast podemos también componer lineas causales cuyo titimo su- Peso Hamaremos, una ver mas, azaroso. Bs aquél que ya no contiene informacién sobre su causa. Sdlo dos comen- tarios al respecto. En primer lugar creo que esté claro que en toda esta discusién de clases de causas el concepto pro- tagonista ha sido precisamente la ignorancia (0 Ia infor- macion) por lo que dificilmente puede ayudarnos a resolver muestra pregunta inicial. Y, ademas, la clasificacién de ‘Ayer tampoco nos orienta para decidir qué es lo que ad qnitiremos como causa, yi que. como él mismo apunta, ta- les clases no se excluyen niutuamente. El vaso que so es- trella contra el suelo, para tomar solo un ejemplo, puede explicarse simultiincumente con causas de cualquier clase: a. El vaso se ha roto por causa de In atraccién de la Tierra; b. el vaso sé ha roto porque es de vidrio; ©. el yaso se ha roro porque alguien to ha estrellado contra el suelo en un ataque de nervios: d, ef vaso se ha roto porque alguien lo ha estrellado contra ef sucto 55 Aqui caben perfectamente las tres primeras clases de causas aristotélicas, a saber, material, moral y eficiente. Y para que no falte la cuarta, Ja causa final (existe un plan para) afladamos: e. El] vaso se ha roto porque existia el propdsito de ofender a su propictario. En definitiva, no parece serio elegir una de estas causas como la verdadcra causa. Sin embargo, los aniilisis de Na gel y Ayer han tenicio la virtud de sugerir ura pista que merece seguirse. La idea es todavia vaga, pero parece claro que, primero, slo puede abordarse un concepto de azar que si esté relacionaco con ta ignorancia (c el conoci- miento) y, segundo, que el azar hay que buscarlo siempre en el tltimo eslabén de una cadena de conocimientos. Con esta idea en mente intentaremos la micjor definicién formal y cientifica que es posible dar del azar Hacia una definicion formal del azar Admitamos en principio los siguientes acuesdos: a) con- sideraremos las observaciones cientificas representables por una serie de digitos de forma que, si clegtmos un sis- tema de numeracidn binario, cualquier conjun‘o de obser- vaciones puede escribirse con una serie de dos clases de simbolos (unos y ceros. por ejemplo). La longitud de la serie dependera en esencia: 1) def ndmero de magnitudes necesarias pata describir el sistema en cuestidn (el numero de grados de libertad); 2) de la precision que corresponde a las observaciones de tales magnitudes; y 3) de su fre- cuencia espacio-temporal (nimero de observaciones). Dado que las magnitudes fisicas son numeros reales, dado que Jas evoluciones son en principio continuas y dado que un sistema puede ser arbitrariamente complejo (piénsese por ejemplo en el numero de grados de libertad de un ser +56 vivo), no existe en principio limite superior definido para la longitud de una serie empitica, La ciencia lo acuerda ta- cita o explicitamente cuando se dispone a estudiar un pro- blema. estableciendo lo que podriamos llamar ef dominio de interés. b) La ciencia pretende establecer correlaciones entre las observaciones confeccionando una teorfa viable dentro de cierto dominio de interés. Consideraremos que ello significa elaborar un algoritmo capaz de generar las, series empiricas y de extenderlas para predecit estados fu- turos del sistema. La idea no se libera de cierta ambigiie- dad, por lo demas inherente a la propia inyestigacion cien- tifica, porque la ciencia debe elegir una de las varias teorias que son compatibles con cierto conjunto de observaciones. Salvaremos esta ambigiiedad admitiendo la versién opor- tuna de la ley de Guillermo de Occam: entre dos tcorfas ue compiten con igual mérito, Ja mas simple es la mejor. n realidad, lo que hemos sugerido es la identificacion de tina teoria cientifica con un programa de computadora cae az dle reproducir los sucesos pasados y de adelantar los Faturos. Digamos entonces que cuanto mas corto sea dicho programa, mejor habremos alcanzado nuestro propésito. Con todo ello, hemos preparado una nueva aproxima- cion al concepto de azar. Imaginemos las dos series de ob- servacién siguientes: una tabla que indique el alargamiento de un muelie segén el valor del peso que se fija en un ex- tremo y una tabla que recoja los resuiltados de ta liga de futbol. Ambas series pueden ser arbitrariamente largas, pero son muy distintas en un aspecto: la primera puede comprimirse ventajosamente en la ley de Hooke; la se- gunda, en cambio, es incompresible y debe publicarse in- tegramente, Veamos un ejemplo numérico concreto y con- sideremos las series de digitos: 0101010101010 1000010011104 1 i La primera se especifica facilmente mediante un sen- cillo algoritmo: escribase 10 nueve veces. La uniformidad de Ja natuyaleza o el principio de induccién sugiere que un a7 buen algoritmo para 1a extensién de esta serie es por ejem- plo: escribase 10 mil millones de veces. Y ello es claramente mas econdmico que escribir realmente dicha serie, es decir, el tamaiio del algoritmo crece mucho mas lentamente que la propia serie, Cudl es fa forma mas ventajosa de escribir Ia segunda serie? Esta serie, que podriamos muy bien haber obtenido lanzando una moneda al aire dieciocho veces, tiene su mejor algoritmo en: escribase 110000100111010110. Y extender esta serie significa extender su algoritmo p: ralelamente, es decir, bay que esperar un nuevo lanza miento para afiadir otro digito, no es una serie predictora S6lo en un caso similar al anterior Ja prediccién es plausi- ble. Ya lo habiamos advertido en la discusién preliminar; intuitivamente Hamamos azar a esta nocién de incompr ilidad, Llamamos contingencia a aquello que no soporta ulteriores compresiones. Solo lo compresible es compren- sible. Se puede avanzar con esta idea si se encuentra ia ma- nera de medir el tamafio de una serie, si el concepto de compresibilidad adquiere un sentido preciso. Chaitin y Kolmogorov (34) han propuesto incependientemente re- currir a la teoria de la comunicacién de Shannon (35) para medir tales cantidades en unidades de informacion, por ejemplo en bits, donde un bit se define como la informacién necesaria para decidir una alternativa binaria (equivale 3 tee-digito el ston binariee un oun 0), Lin algocitme puede medirse entonces por el nimero de bits que contie- nen sus instrucciones (y ello tiene una dependencia irre- levante con respecto a la particular maquina o lenguaje em- pleados). Aventuremos ahora la siguiente definicion Una serie de digitos es aleatoriasiel menor algoritmo capaz de generarla contiene aproximadamente los misinos bits de in- Jormacién que la propia serie En consecuencia y por definicién, los programas miai- mos son azarosos con independencia de si fo son 0 no Las series que generan. Nos encontramos pucs aqui cohcren- 58 temente con la casualidad de la causalidad, con el azar como tltima causa. Pero esta idea permite ir mas lejos to davia. En efecto, ademas de una definicién del azar resulta que también hemos conseguido una forma de medirlo (1), es decir, ;podemos distinguir entre distintos niveles, or- denes o jerarguias del azar! O bien, para expresarlo de una manera menos triunfalista, digamos que la definicién con- tiene una incertidumbre en el término aproximadamente. En efecto, si definimos ta nocién de complejidad ¢ de una serie de n digilos come el naimero de bits del programa mi nimo que lo genera, se concluye légicamente que la serie sera tanto menos aleatoria, tanto menos al azar, cuanto més intensa sea la desigualdad ¢ cs el valor medio. sta distribucién se aplica a un gran mimero de situaciones tales como el nimero de Hamadas telefonicas, el tiempo de espera en un restaurante, fluctuaciones del ntimero de par- ticulas en un medio de concentracién determinada, ete. La desviaridn con respecto al valor medio se define como Ja varianza: <8X*> = <>?, que en esta distribucién coincide con el valor medio <8X"> = . Esto significa que la importancia relativa de las fluctuaciones es de la forma’ 8X Vx? = Vex> Si X cs una magnitud macrosedpica extensiva propor- cional al ntimero Nde particulas de un sistema 0 al volu- men Y, Iegamos a la eélebre dependencia con et inv: de la r: cuadrada del tamafo del sistema: 1~1/YN 0 VVV. En este sentido se entiende la ley de los grandes ntimeros: las fluctuaciones pueden ignorarse en sistemas grandes y en ellos los valoses medios proporcionan una buena déscripciin. Lo mismo ocurse para las otras distri- buciones mencionadas. Pero imaginemos ahora que el fac- tor SX/ deerece miis lontaniente que 1/VN, que per- manece constante, a, incluso, que diverge cuando N->c En este caso los valores medios pierden sentido y Ia des- cripeidn macroseépica fracasa. La teoria de fluctuaciones ha permitido demostrar a partir de sus ecuaciones maestras estocisticas (como la ecuaciones diferenciales markovianas de nacimiento-muerte) que {a violacién de los grandes nu- 63 meros es una propiedad detectable en el determinismo ma- ctosedpico en ciertos puntos singulares que {a fisica lama transiciones de fase y que sucten presentar una bifurcacién de la solucién relacionada con la no-linealidad de las ecua- clones diferenciales. {Qué ocurre en estos puntos criticos? El concepto mismo de variable macroscépica ba perdido sentido, puesto que su valor ya no es ef mds probable, en efecto, cuando hay dos soluciones, resulta que cerca de Ja transicién (de la bifurcacién) coexisten dos valores dis- tintos que son los mds probables. pero ninguno de ellos co- rresponde al valor medio. Las fluctuaciones (antes igno- rables) deciden precisamente el futuro del sistema artas- trandolo a un suevo régimen. Digamos, en resumen, que Ia naturaleza parece ingenidrselas en ocasiones para esqui- var las consecuencias de la ley de los grandes niimeros con distribuciones no poissonianas que desestabilizan el sistema espontaneamente. En este sentido, definitivamente. el azar se hace creador y aporta novedades impicvisibles. En el capitulo dedicado a la esencia del cambio hemos visto una buena coleccién de casos (de la fisica, la biologia y ka qui- mica) de autoorganizaciones espontancas dlescritas a través del orden por fluctuaciones. gEs el azar un producto de nuestra ignorancia o un derecho inirinseco de la naturaleza? Casi es hora ya de volver a considerar ta pregunta sobre el determinismo del mundo. Un determinista siempre de- clara que ningin razonamiento es capaz de excluir la po- sibilidad de encontrar un nuevo formalismo para describit y predecir exactamente las fluctuaciones, el azar @ los erro- res, Una cosa si es clara: lo que es incuestionablemente determinista es la ley que en cada caso proponemos. Pero resulta muy dificil hacerse a la idea de una total conecti- vidad de la naturaleza en términos de sistemas axiomiticos Una de las consecuencias del teorema de incompletitud de 2 64 Godel es precisamente la no existencia de proposicién, len- guaje formal o axiomatica que sea final, cerrada 0 defini- tiva. La inyestigaci6n cientifica se mueve buscando nuevos lenguajes cuando detecta inconsistencias. La ciencia es efectivamente determinista (lo contrario serfa negarse a si misma) y representa el intento infatigable por representar el mundo conocido a través de un sistema cerrado y per- fecto. Esto se consigue siempre que no se intente decir con dicho lenguaje nada que no esté contenido en las series nu- méricas que representa al conjunto de las observaciones realizadas. Un nuevo descubrimiento sucle romper los Ii- mites dei perfecto formalismo, que tiende a cerrarse répi- damente, como la ameba que engulle una particula ali- menticia. Las leyes son deterministas, pero eso.no significa que lo sea Ja naturaleza. Confiamos nuestra seguridad y nuestro progreso a la ciencia porgue nos aférramos a’ su deiérminismo, mejor dicho, en nuestra vida cotidiana lo forzimos en un intento de alejar un azar que se nos antoja catasttofico. La imagen que hemos dado del azar invita a compartir la opinién de Peirce (38), segan la cual el deter- minismo es un postulado, algo que nosotros esperamos sca verdadero y que aceptamos con una intencién positivista. Los indeterministas como Pierce, Popper (34)(40) 0 Comp- ton (41) y muchos fisicos contemporaneos simpatizan me- jor con la idea de un universo vibrante y ruidoso por na: turaleza, El determinismo esta en las leyes, pero en los n dos de la inmensa red de leyes que es fa ciencia laten eter- namente las fluctuaciones dispuestas a crecer y a participar en Ja aventura de la evolucién. En este sentido me uno a Jos indeterministas Hemas tenido ya ocasin de constatar la amargura de muchos pensadores deterministas antes la fuerza del des- tino. Comprendemos su escepticismo ante ideas tales como Ja libertad, la responsabilidad o la creatividad (42). Dice por ejemplo Schopenhauer: «El curso completo de la vida de un hombre, en today sus incidencias grandes y pequerias, ésté necesariamente predestinado como el funcionamiento de un 4 65 reloj». Y dice Voltaire en cl articulo «Destino» de su Dic- cionario filosofico: «Todo es necesario. (...) Dicen algunos que existen sucesos necesarios y otras que nolo son. Seria muy cémico que una parte del mundo estuviera amaiiada y que la otré no, una parte en la que ocurre lo que tiene que ocurrir y otra en ta que lo que ocurre no tenia por qué haber ocurrido. La doctrina contraria aa del destino es absurda; pero hay mu- cha gente que razona mal, otros que no razonan en absoluto y otros que persiguen alos que razonan. (...) Yo siento la ne- cesidad de escribir esto y usted ta de condenurme; los dos so- mos igualmente insensatos, los dos somos un juguete del des- tino». Bien, Voltaire hubiera sido seguramente menos it6- nico de saber cémo vemos hoy esas dos partes del mundo, porque una es extensa (y en ella reinan las adaptaciones) y la otra un conjunto de puntos aislados (donde rige el azar), es decir, 1a primera cubre todo el universo y In se- gunda es de medida nula. Y basta que un determinismo se ituya, en un punto, por otro determinismo para que el destino no exista. Y, es verdad, puede asegurarse, sin de~ masiado riesgo, que en el fondo de todo sistema filosdfico. y de toda,doctrina cientifica. late. siempre un corazén de- ierminista. En el capitulo siguiente ahoncaremos en esta cuestin, pero, en efecto, el determinismo (la creencia 0 Ja actitud_de que. todo cuanto acontece es caus de algo an- terior) aflora tarde o temprano, clara o veladamenic, en cualquier discurso que se proponga describir la naturaleza. Tal ereencia esta anclada (segun Schrédinger) cn un prin- cipio ancestral ce la mentalidad de occidente: ef principio de la comprensibilidad del mundo, es decir, Ja ticita hi- pétesis asumida desde los griegos en virtud ‘de la cual el mundo es inteligible". El determinismo parece ser la pos- tura espontinea del hombre y cualquier rebaja de) mismo parece implicar una tensidn o conflicto con la que debe car- gar todo aquel que se confesare partidario del azar, Reu- names nuestras Conclusiones, * Para la interpretacién del eoneepto de eamprensibildl 9 intel remito 9a discasion que empieza en fa pg. 36. (N. del A) ilidad, we 66 Generalmente invocamos el azar cuando la informa- cidn, 0 parte de ella, nos es negada. Pero, por otro lado, la ciencia y otvas formas de conocimiento modernas con- fieren al azar un protagonismo creciente a la hora de ex- plicar los fenémenos mas trascendentes. Muchos hombres necesitan tal ignorancia para compensar la ereencia de que su historia siempre ha estado escrita en alguna parte. La evolucidn bioldgica es otro fuerte paradigma, pues la cre- ciente complejidad de] mundo no se explica sin el concurso del azar. Pero je6mo puede erigirse la ignorancia de un observador eventual en la explicacin de tamafias maravi- las? Esta claro que el lenguaje sigue queriendo jugar con e] pensamiento Por ultima vez, ies el azar un producto de la ignorancia 0 ‘un derecho intrinseco de la naturaleza? Acabemos con la pregunta. Un término del lenguaje que se revuelve con tal impertinencia contra su usuario merece ser partido por la ‘mitad. rs Sentenciemos solemnemente: sea el azar epistemolé: gico (el azar con mintiscula) e] nombre que damos a nuestra ignorancia —léase leyes insuficientes, débil potencia de cél- culo, torpes observaciones— y sea el azar ontolégico (el ‘Azar con mayliscula) una entidad metafisica que repre- senta ia contingencia pura que actiia ciegamente en el uni- verso. E] azar es concepto del conacimiento y el Azar lo es de las cosas y de los sucesos en si. El primero de estos conceptos, el azar, est claramente definido (lo hemos de~ finido)* y admite medida y control. De modo que ahora la pregunta se refiere al Azar ontolégico. Sencillamente: qexiste el Azar? La idea de Azar ontoldgico es sin embargo tan sublime como vacia; algo asi como el concepto kantiano de Ja «cosa en si» sobre [a que jamas sabremos nada o que solo es atrapable por una intuicion directa a modo de la de Bergson o Husserl, es decir, una intuicion incomunicable, no reemplazable por mensaje alguno susceptible de ser de- + Ver pig. 56 (N. del A) 67 codificado. El arte es, en este aspecto, la tiltima esperanza En cl lenguaje cientifico solo existe ei azar epistemoldgico y de él han nacido esos términos nuevos (fluctuaciones, error, mutacion. ruido) con vocacién de describir la esencia, de] cambio de la complejidad del mundo. Hoy no puede entenderse la complejidad sin ese azar de Ja ignorancia que se hace creador en los momentos criticos. La idea no es demasiado dificil de captar si concedemos al concepto de ignorancia toda Ja extensién de su sentido. En efecto. los sistemas que vemos a nuestro alrededor yozan de cierta os tabilidad (por eso podemos verios). Eso significa que son capaces de defenderse de 1a contingencia, azar, ruido.o fluctuaciones propias y de su entorno. Adaptarse significa amortiguar las sorpresas que el mundo depara, hacerse in- sensible a ellas, La ignorancia de un sistema con respecto a su entorno es un icto para el sistema, de modo que éste se ve obligado a aumentar su complejidad para hacer frente a tal ignorancia. Evolucionar es superar una adaptacion y asumir la siguiente. La otra alternativa es, claro, desapa- recer. Por ello todo lo que vemos es complejo. Complicarse © morir, seria la frase. El hombre (una de las compleji- daces mas interesantes) es un buen ejemplo de ambas al- ternativas, Esti claro que. desde ios tiempos de las caver nas hasta hoy, el hombre se ha ido independizando det azar con el que su entorno le mortifica. Teme menos las con- diciones climaticas adversas, no depende tanto de Jos gol- pes de fortuna para alimentarse, ha inventado cl dinero para amortiguar las oscilaciones de la desventura local y el crédito para amortiguar las oscilaciones de dinero. En de: finitiya, el azar es miedo y el conocimiento combate sis- tematicamente cl miedo. Para eso tenemos a cultura, ja ciencia o la tecnoiogia. Con la tecnologia, ei hombre se ba hecho un Ifo y tal cosa ilustra, por cierto, fa otra alterna- tiva Pero no hemos terminado con el Azar antolégico ni con la pregunta sobre el determinismo del mundo. No es dificil convencerse de que no hay respuesta a tal pregunta, pero * 168 | | b | i si pueden adoptarse actitudes con respecto a ella. En los capitulos que siguen. espero mostrar la importancia de se~ mejantes actitudes en relacién con el progreso del cono- cimiento cientifico. Capitulo 4 El indeterminismo es la actitud cientifica compatible con el progreso del conocimiento del mundo (O el determinismo es Ja actitud cientifica compatible con Ia deseripeién del mundo) Recojamos en sintesis algunas conclusiones del capitulo anterior. El concepto azar tiene por lo menos dos aspectos: uno epistemolégico relacionado con la ignorancia del su- jeto observador y pensante, y que interesa sobre todo a la fisica, y otro ontoldgico relacionado con el objeto en que inferesa mas bien a ta meta pseudo o parafisica (en él sentido mas respetuoso posible de tales prefijos). La fisica actual nos ofrece, ademas, otra conclusién interesante. El azar y las leyes no se contradicen a la hora de describir la complejidad del mundo. Al contrario. Pueden colaborar al- ternando su protagonismo, continuamente las segundas, puntualmente el primero. Se trata de un concepto nuevo de historia que sugiere Ja tisica y que la literatura genesal del tema ya recoge, aunque sea superficial y apresurada- mente, a modo de noticia filoséficx de altima hora, Las leyes de {a fisica implican cierto determinismo, pero un de- terminismo siempre limitado. Y, mxis alli de ese limite, acecha el azar. Sin embargo, determinismo y azar ontolé- gico siguen siendo trivialmente irreconciliables. La distin- cidn entre el azar y el Azar ha servido, tal como apunté- bamos en su momento, para aplazar un problema metali- sico, Acaso hayamos trazado uno de esos circulos virtuosos y algo haya quedado en cl camino, Ahora es el momento n de volver cerca del planteamiento original para enfrentar- ‘nos de nuevo con cl mismo estimulo inicial que apenas si se ha calmaco un apice. Es el mundo determinista o in- determinista? La preguata sélo admite una respuesta, ya gue una alternativa es la negacién de la otra. Si algo se infiere del mencionado circulo virtuoso es que tal pregunta no es una pregunta cientifica. Es lo primero que me dispongo a discutir aqui. Con ello trazaremos, creo, un segundo cir culo virtuoso cuyo final/principio sugerira e! replantea- miento de la pregunta en la form Miactitud cientifica ante cl conocimiento de! mundo gha de ser determinista 0 indeterminista? ‘Tal pregunta no solo es cientifica, sino que también tiene una respuesta alcanzable. Y, dado que mi devenir y el de mig veemos es una fuerte funcién de mi conocimiento del mundo y del de mis vecinos, la respuesta interesa. Sera para dicutir en segundo lugar: La actitud cientifica compatible con el progreso del co- nocimienta es la del indeterminismo del mundo. He aqui cl proyecto de reflexisn y Ia, en apariencia, des- concertante conclusion. ‘Admitamos como punto de partida que el mundo es de- terminista si se ajusta a la afirmaci6n: Todo suceso del mundo es predecible. Donde admitimos que un suceso es el estado de una parte finita del mundo en cierto instante. Y donde acimitimos que tun suceso es predecible si existe una teoria 0 conjunto de conocimientos que permita deducir su ocurrencia a partir Gel conocimiento de otro suceso del mundo. Cabe comen- tar aqui que deducir un suceso significa determinarlo con Ja misma precisidn con que tal suceso se predefine, se ob- R serva, se experimenta o se imagina, esto es y de acucrdo con el capitulo anterior, con el mismo mimero finito y acor- dado de digitos. Hemos introducido pues dos ideas de fi- nitud, una asociada a la definicién de suceso y otra asociada ala idea de predecible. El azar queda confinado en la os- curidad de los infinitos digitos a cuyo control renunciamos. Dicho de otro modo, nuestra detinicidn se refiere a un de- terminismo epistemoiogico. El determinismo ontol6gico se recupera clel anterior sin mas que extender ambas finitudes, hasta ef infinito, con lo que. consistentemente, obtendria- mos: El determinismo ontoldgico afirma que un estado del mundo es consecuencia necesaria de cualquier otro estado del mundo. La rebaja por la que nos deslizamos del azar ontolégico al epistemolégico viene espontaneamente impuesta por nues~ wa insistencia en no renunciar a observar o a imaginar su- esos con un sensorium y una mente que se nos antojan, a su vez, finitos, Nuestra confianza en tal hipdtesis de trabajo reside en dos cosas. Primero, la sustitucién del mundo por una de sus partes y su.consideracién como suceso causa equivale, es obvio, a suponer que el resto del mundo influye muy pulremente en el'suceso a predecir. Pero no es una hipstesis inquie- tante pues. por ejemplo, para determinar la trayectoria de una bala de caiidn, me contento con considerar el efecto de-atraccidn terrestre y estoy dispuesto a omitir un nimero infinito de sucesos cuya influcncia juzgo insignificante, como, digamos, cierta tempestad en las antipodas. El ejem- plo es claro porque dispongo de una teoria —la meciinii newtoniana— para predecir. Un suceso del mundo mucho més compicjo seria —es otro ejemplo— el concierto de vio- lin de Beethoven para cuya escritura no tengo teorfa alguna capaz de predecirla. Pero tampoeo aqui hay dificultad para eliminar un conjunto infinito de sucesos causa como, di- ry gamos, el éxito de Marco Polo en sus viajes. Este ejemplo permite evaluar el peso de la hipétesis, pues climinar in- finitos sucesos o, alternativamente, eliminar un suceso in- finito no garantiza que el suceso complementario, el suceso causa, sea, a su vez, finito, El empleo de ta definicion de suceso queda salvado si consideramos que un suceso infi- nito ¢s representable por un ntimero infinito de sucesos fi- nitos, De este modo el problema de Ia infinitud se desplaza en el sentido de que un suceso como el concierto de violin debe presumirse no predecible si se presume que es uece- sario en funcion de un nimero infinito de sucesos causa Segundo, Ja sustitucién de una precisién absolura (nti- mero infinito de digitos) por una precisién acordada (ni- mero finito de digitos) se reduce a la cuestién anterior en la medida en que la finitud admitids para un suceso hace irrelevante cualquier distincin ulterior # tal acuerdo. Si una teoria alina, por ejemplo, hasta la especie humana, es considerar datos mas precisos como razas, naciona~ lidades, nombres propios 0 ntimeros del documento de identidad. En la definicién ensayada para el determinismo del mundo, todo suceso es predecible, hemos conseguido libe- rarnos del infinito asociado ai término suceso y del inlinito asociado al término predecible. Sélo nos resta el término todo y aqui, claro, la cuestiOn es insoslayable. En el tra~ tamiento de este Ultimo infinito se basa la discusién de todo lo que sigue. Notese, antes de continuar, que una definicién de de- terminismo trac consigo una homologa de indeterminismo: su negacién. Admitiremos pues que el mundo es indeter- minista si se ajusta a la afirmacion Algiin suceso del mundo no es predecible Y obsérvese que, en este caso, no aparece e} concepto todo y que basta que un suceso (y por lo tanto algo finito) no sea predecible para que e] mundo sea indeterminista. Nada 74 cambia sin embargo. E} problema persiste, simétrico, ya que la nocién de infinitad asoma ahora en el término no, pues la predictibilidad con respecto a una teorfa conocida hada implica con respecto a otras teorias conocidas, por conocer © inconocibles. E! determinismo se enfrenta pues con él problema de infinitos sucesos finitos, el indetermi: nismo con el problema de infinitas teorias finitas. Nuestro (sfuerzo queda entonces centrado en cualquiera de estos dos infinitos. ;Cémo atacar la cuestién? El empirismo 16- gico, por ejemplo, ofrere el verificacionismo, Pero estd Glaro que Verificar eualquiera de las dos aserciones requiere im nimero intinito de operaciones, Solo una de fas dos aserciones cs cierta, pero resulta inaleanzable conocer cual, no se puede llegar @ una respuesta sin pasar por el infinite Esto es, an suponiendo que la asercion determinista todo suceso del mundo es predecible sea una aserci6n cientifica (cosa que pasaremos a discutir inmediatamente), esté claro que el ingredicnte infinito del t6rmino todo impide ta apli Gacién de la formula que sugerirfan Wittgenstein o Schlick: {a verificacién completa de las aserciones cientificas es posible (43), Un camino induetivo al gusto de Carnap, Hempel 0 Reichenbach (#4) no correria mejor suerte: fa verificacion estadisticn de las aserciones cientificas es posible. Contestar a la pregunta gcs mas probable el determinism que el in- determinismo? es una empresa tan comica como igual mente infinita, {Qué otras alternativas existen? Esta claro gue nada pede avanzarse sin manipular el infinito que so- trevive en ambas aserciones, esto es, sin introducir nuevas imitaciones a cuya luz habra que someter luego las co- rrespondientes conclusiones. Pero, antes de proceder a tal cosa, me propongo discutir cl cardcter cientifico de tales aserciones siguiendo cl criterio de Popper. Sugicro pues Abandonar de momento la cuestion de si el determinismo és cierto, o de si fo es cl indeterminismo, para abordar la cuestion de si ta afirmaci6n determinista es 0 no una afir macion cientifica en el sentido de la metodologia falsacio- nista, Y ello con todas las consecuencias y, por lo tanto, 15 admitiendo la viabilidad de las mismas criticas que contra tal (meta)metodologia estan vigentes. Espero demostrar con ello que fa conclusisa legitima debe versar sobre ac- tudes cientificas y no sobre afirmaciones cientificas. y que (al conclusidn sobre el determinismo del mundo supone un avance para el binomio hombre-conacimienta Permitaseme pues introducir aqui. muy brevemente, el critetio de demarcacién cientifica de Popper y toléroseme sobrevolar las interesantes objeciones de, por cjempio, Brown u Lakatus (43)(46)(47) cuya discusién nos obligaria aun paréntesis demasiado largo en nuestro razonamiento. Para Popper una proposicién ¢s cientifica sdio si puede ser falsada por la experiencia en su sentido mas amplio. Una proposicién que no corra ese riesgo, que sca compatible con cualquier suceso observado o por observar. no es una proposicién cientifica segin esie criterio. En otras pala- bras, el eventual defensor del caracter cientifico de cicrta proposicién debe ser capaz de adelantar bajo qué condi- ciones estarfa dispuesto a admitir que su teoria ha sido des- mentida por la experiencia. es decir, debe poder aventurar un suceso capaz de hacerle abandonar tal teorfa 0, por lo menos, de hacerle estrechar su daminio de validez. Si clo, ademas, llegara a ocurrir, la teoria seria falsa ademas de falsable, 0 de una validez menos extensa, pero cientifica al fin. Una teorfa compatible con todo, nada dice. Una teoria es tanto mas fuerte cuanto mas cosas prohibe. Una teoria que se protege a si misma contra los caprichos de la na turaleza, que, por construccidn es infalible e irrefutable. no €5 una teoria cicntifica. Es. en todo caso, una teoria meta pseuda o para cientifica. Desde esta posicidn cuestiona Popper el cardcter cientifico del psicoandlisis, del marxismo € incluso de ciertas formulas darwinistas (o de ta astrolo- gia). Los criticos de Popper procuran restar [uerza a la con- tundencia de este criterio aplicando el propio criterio fal- sacionista a as hipdtesis falsadoras deducidas de ia expe- riencia, puesto que también éstas son, al fin y ai cabo, pro- 56 posiciones presuntamente cientificas. Con ello se entra, aparentemente, en un circulo vicioso pues el deber de re. futar las hipstesis falsadoras (0 asi llamados enunciados bi- sicos) equivale a defender ia teoria a falsar. El pensamiento de Popper supone ciertamente un avance sobre el empi- rismo logico, pero esta claro que el cientifico, en algiin punto de su razonamiento, se ve obligado a tomar decisio~ nes: cuando una hipotesis particular asociada a la expe- riencia contradice una teoria, el cientitico debe decidit si rechaza la teorfa o si la defiende buscando una refutacion a tal hipdtesis. Nuestra hipdtesis cle trabajo acepta la exis- tencia de tal fisura, pero se extiende para aceptar el fal- sacionismo como un circulo no vicioso dado que la hips- tesis falsadora es un enunciado de rango inferior a una teo- ria y esta sujeta a una estructura de decisiones que la epi iemologia moderna confia al analisis del juicio informado del cientifico individual y de la comunidad cientifica rele- vante Volvamos pues a nuestras aserciones armados con el ctiterio falsacionista para analizar su caracter cientifico. Sea D laasercién determinista todo suceso del mundo es pre- decible © | la asercién indeterminista algiin suceso del mundo no es predecible. La primera dificultad estriba precisamente cu lv yue Popper querfa evitar y por lo que formulo el eri- terio falsacionista: la operaci6n infinita. En efecto, esté claro que fatsar el determinismo equivale a verificar eb in- determinism, y viceversa. Y todavia conservamos un in- finito cn ef todo de D y en el no es de 1. El primer infinito, el todo de D, se refiere (al igual que el algiin de 1) al con. junto infinito de las hipétesis falsadoras asociadas a los su- esos, Sea (S) el conjunto infinito de todos los sucesos cuya finitud individual ha sido previamente acordada. El se- gundo infinito. cl no es de I, se refiere (al igual que el er de D) al conjunto infinito de las teorfas, conocimientos 0 creencias. Sea (TT) el conjunto infinito de todas las teorias, conocimientos 0 creencias cuya finitud individual ha sido previamente acordada. Admitiremos disponer, de acuerdo n con lo comentado mas arriba, de una estructura de deck Siones aplicable a cualquier elemento de (S) y aceptaremos todos los elementos de (T) como cientificos. ‘Un proyecto universal de investigacién cientifica —un proyecto general de adquisicién de conocimiento— No Robe sacrificar la infinitud de los conjuntes (T) y (S). Debe mantener [a plena infinitud, si no en lo que se tefiere a cada tino de sus elementos, si por lo menos en el niimero de ellos. Veamos sin embargo lo que significa un proyecto de investigacion que, en lugar de considerar ambos conjuntos infinitos. considere uno infinito y cl otro finito. Sea [S| un subconjunto finito de (S) y {T| un subconjunto finito de (1). Existen logicamente dos alternativas, una gue man. tenga la infinitud de las teorias pero limite la consideracion de sucesos ( S|, (T) ) y otra que mantenga la infinitud de los sucesos pero finite las teorias ( (S), {T| ). Un proyecto universal de investigacin puede prepararse sintonizando dos de estos proyectos, digamos semiuniversates. Y el and- lisis del mecanismo interno de cada uno de ellos proveerd una idea sobre el mecanismo de sintonizacion. ‘Sea en primer Ingar, aquel proyecto de investigacion ((S), IT] ) semiuniversal que, pertrechado con un numer) finito de teorfas finitas, se dedica a la descripeidn de eval quier suceso finito. La mision de este proyecto ¢s aplicar Th ciencia conocida y consagrada a todos los sucesos sin. 7 principio, discriminacién alguna, aunque siguiendo quizé Ferto orden de prioridad. El cientifico que clige tal pro- yecto semiuniversal, llamémosle cientifico aplicador, dis- pone de un nimero finito de teorias cientificas supuesta” Frente verdaderas (falsables pero no falsadas) con el que betudia, uno tras otro, todos los (infinitos) elementos del conjunto de sucesos, Tal es su creaci6n (como la meteo- rologia a partir de la mecdnica newtoneana y de Ia ter jodinamica del equilibrio). Para el cientifico aplicador la asereion D todo es predecible es una operacion infinita, Gado que el todo sigue siendo infinite. Sin embargo sf puede llegar « decir algo no es predecible ya que para cllo 8 F i | t | 1 pasta con toparse con un suceso (de los infinitos que puede considerar) que no sea compatible con ‘alguna de las teorias spnsitConjunto finito de teorias. Digamos que ¢) cientifico Splicador trabaja en, paz mientras la ainien Ase7°% enun- ciable no sca enunciada. Y tal asercion es la asercion: in- sa ninista, Detengamonos en seco. A qué corresponde determuacion? Que Ta asereidn T sea enuneiable y no Te esnda significa que el determinismo es falsable y ne falsado. Giada Siem eientifico aplicador trabaja en la confianzs de fue el determinismo sea una afirmacion cientifica verda- dera (cientifica por falsable y verdadera por no desmen- tida); es —gpor qué no Hamarlo ast?— sy actitud funda- Wwentat frente a su proyecto de investigacion; ene actitud que, por sex falsable, Hamaremos actirue cientifica. Para el ane Pico aplicador, Ia alarma suena cuando tal actitud se feat insostenible, cuando se encuentra con. Un See fal- nace ne determinismo, hasta cntonces solo falsable El S200" fico uplicador reanuda ka marcha cuando alguien Te septa cu conjunto finito de teorfas de tal modo que pueda Seenperar su actitud determinista, cuando a asercion algo no es predecible pasa de nuevo de ser una realidad a ser una posibilidad, Y tal cosa puede ocurrit por it adicin de una Pheva teoria 0 por sustitucion de una antigné por otra me- Jor, Bl indererminisma, para el cientifica aplicador, s6lo Jor mae modo de una alarma que le obliga a devene\ss © ae eeviarse hacia otro suceso presumiblemente describible, pero para él ni siquicra es wna actitud cientifiea, ya que el Pere Pie falsarlo es una tarea inabordable por infinite. ersano jiustracion de lo que antecede, basta imagina® cienttine aplicador armado, por ejemplo. de la mecsnice ciemMiane, Su. labor discurriré pldcidamente mich trea la formulacién del movimiento de los objetos no de- crea eg pequefios ni demasiado rapidos (bolas de billar, planetas, geofisiea, meteorologia), esto os mien Ia afr Inacion algo no es predecible sea ‘enunciable, pero no enun~ made. Pero, en. ct momento en que pretends describir ¢1 Tnovintiento de las particulas en un tomo, Ja curvatura de 19 los rayos de luz 0 las caracteristicas de ia descendencia de cierto cruce de guisantes, entonces se reconocera incapaz con st bagaje tedrico. Y Ia asercién I serd enunciada. El determinismo pasara a ser una actitud cientifica falsa, por lo que el aplicador debers esperar a cnriquecer su patti- monio de conocimiento con teorias como la mecanica cwdn- tica’, la mecanica relativista o las leyes de Mendel. es decir, hasta que el determinismo sea restituido como actitud cien- tifica todavia no desmentida. En esta conclusion aplicar ta ciencia requicre una actitud determinista reside el sentido exacto de aquella frase del capitulo anterior: en el fondo de toda doctrina cientifica late siempre un corazon cleterminista. Se trata, claro, de! aspecto aplicador que debe tener un cientifico, por tedricos y abstractos que scan suis proyectos. El aplicador encuentra en la actitud determinista, insista- mos una vez més, la fe en su trabajo que su trabajo ne- cesita. En el anilisis de este primer proyccto semiuniversal de investigacién ha quedado claro que la deseripcién del mundo se detiene si una teoria nucva no viene a enriquecer oportunamente el finito conjunto te6rico del desolado apl cador que ha perdido su fe determinista, Pero ¢quién pro- porciona la teoria salvadora? La respuesta es sencilla. Pro- viene, por ejemplo, del segundo proyecto semiuniversal de investigacién, a saber, de aquél que, habiendo clegido un conjunto finito de sucesos sc dedica a la busqueda 0 crea- cidn de cualquier teoria explicadora. La misién de este pro- yecto es crear teorias jibremente (siguiendo los impulsos cle a imaginacion o de tal necesidad experimental) capaces de describir cierto nitmero finito de sucesos. El cientifico que lige este proyecto de investigacion scmiuniversal, llamé- mosle cientifico creador, dispone de un niimero finito de sucesos para Jos que busca y prueba, una tras otra, teorias cientificas, elementos, en niimero infinito, del conjunto de Jas teorias. Para el cientifico creador —y en contraste con el aplicador— Ia asercién indeterminista algo ao es prede- cible supone una operacién infinita, pucs nunca se puede 80 enunciar ¢l no es si consideramos un conjunto infinito de (eorias cientificas. En este caso, en cambio, si se puede lle- gar a decir todo es predecible, pues para ello basta con lo- grar_predecit todos los sucesos de un conjunto finito. A partir de aqui no es dificil elaborar un discurso homélogo al antetior. En efecto. el cientifico creador trabaja en paz mientras la nica asercién enunciable no sea enunciada, ya que, si todo es predecible, ,para qué seguir buscando teo- Nias? {Cual es ahora la situacién? Que la ascrcién deter- minista sea enunciable pero no enunciada significa que el indeterminismo es falsable pero no falsado. En otras pa- labras. el cientifico creador trabaja en la esperanza de que el indeterminismo sea una verdad cientifica; es, llamémosla asi, su actitud fundamental frente a la investigacién, una actitud que, por ser falsable, consideraremos como cienti- fica. La alarma det cientifico creador se enciende cuando tal actitud se hace insostenible, cuando sus reservas de su- cesos se han agotado y puede afirmar lo que hasta entonces sdlo era afirmable, esto es, todo es predecible, 0 lo que es lo mismo, cuando su indeterminismo es finalmente falsado. La continuacidn de su labor, el progreso del conocimiento, requicre el ensanchamiento de su conjunto de sucesos, Al- guien debe sugerir un nuevo suceso a predecir por suge- roncia de Ia observacidn o de Ia especulacién. Y también aqui esta claro que el primer proyecto semiuniversal es un excelente proveedor. Ambos proyectos semiuniversales en- cajan pues como Have y cerradura para abrir las puertas al conocimiento. Para el cientifico creador el determinismo solo aparece como una sefal que anuncia el fin de una etapa, pero para él ni siquiera es una actitud cientifica, ya que ci deber de falsarlo es una tarea impensable por infi- nita. También en este caso conviene una ilustracién, Sea un cientifico creador provisto de un conjunto finito de sucesos: el movimiento de la tierra alrededor del sol, el movimiento de las bolas de billar y el comportamiento de un étomo de hidrégeno. Como buen cientifico creador, considera, en si principio, la posibilidad de cualquier teorfa. En el inicio de su investigacién, cuando el creador empieza a remover el conjunto infinito de las teorias, todavia no ha predicho nada. El todo es predecible ¢s enunciable pero no ha sido cenunciado y ello le anima a crear y probar una teoria tras otra, Cuando encuentra la mecanica newtoniana predice el movimiento de la tierra y de las bolas de billar, pero no el tomo de hidrdgeno. Sin embargo ello no le permite enun- ciar algo no es predecible, pues las teorias pertenecen a un conjunto abierto y su labor puede continuar. Y asi lo hace mientras el fodo es predecible sea cnunciable pero no enun- ciado; y asi lo hace hasta que encuentra un modelo como el de Bohr o la misma mecinica cudntida capaz de dar cuenta del Gnico suceso que quedaba pendiente en su con- junto finito de sucesos. En ese momento su actitud inde- terminista es falsada y el cientifico creador entra en crisis porque, ahora si: todo es predecible. El progreso del co- nocimiento requiere 1a restitucién de la actitud indetermi- nista y para ello debe considerar un suceso no predecible por las tcorias atesoradas. Tal cosa puede venir por ejem- plo del primer proyecto semiuniversal, de un aplicador que propusiera —es otro ejemplo— el comportamiento de los rayos de [uz al atravesar un campo gravitatorio, La erca- cién cientifica, y con ella el progreso del conocimiento, proseguiré hasta que la teoria de la relatividad vea la luz en el conjunto abierto de las teorias. Y asi, segun esta genuina dialéctica, entre aplicadores y creadores, avanza la ciencia. He aqui pues la formulacién final de estas dos posturas cientificas: Elindeterminismo es la actinud cientifica compatible con et progreso del conocimiento del mundo. El determinismo es la actitud cientifica compatible con ta descripcién del mundo. 82 | ‘Una actitud para crear conocimiento y otra para aplicar tal conocimiento, pero el progreso de la ciencia en su sen- tido mas amplio necesita de ambos proyectos, de ambas ctitudes, Y. de hecho, todo individuo, de oficio cientifico, tiene ambos proyectos en mente. (Primer aviso de contra- diceién.) Cuando Einstein claboré su teoria de la relativi- dad no existia una evidencia experimental dramética que la exigiese. De ahi en parte su grandeza y la conmocién que la nueva tearia produjo en la comunidad cientifica de In época, Quiero decir que In actimd de Binstein con res- pecto 2 la experiencia y a la ciencia de su tiempo deberia Raber sido como si fodo fuera predecible y, sin embargo, Finstein alumbré Ia teoria de la relatividad. Pero su genio, su potencia creadora se apoyo precisamente en una actitud cientifica indeterminista pues rechaz6 la afirmacién fodo es predecible al imaginar y proponer sucesos no predecibles por la cieneia anterior. Einstein fue, por cierto, un gran Hficionado a los experimentos imaginarios (Gedankenexpe- timent), Otro cientifico, el aplicador Eddington, habria de Corroborar nego uno ée ellos espectacularmente, ({Cuan- tas veces se ha citado y se citara este esplendoroso mo- mento de fa ciencia!) Esta forma de asumir el indetermi- hismo es 1a mas valiente y arriesgada y a ello se debe en parte, creo, Ia mitificacién popular de Einstein. Es dificil encontrar dos representantes mas itustratives de ambos proyectos. Pero volvamos a nuestra cuestion: ,c6mo puede hindamentarse el avance de 1a ciencia simultineamente en ci determinismo y en el indeterminismo? ,No habremos aterrizado finalmente en una contradiccién’? A mi juicio no s6lo no existe contradiccidn entre ambas actitudes. sino que representan el micleo de un método ge- huinamente cientifico, una idea fundamental ante ta com- plejidad del mundo, Es también, si se quiere, y yo quiero, fina base para un sistema filosdfico del que extraer orien. taciones para la Etica, para las asi Ilamadas ideologias del hombre, para una valoracién del concepto de utopia. (Vol- Veremos sobre este tema con un capitulo entero.) La con 83 tadiccidn no ha lugar porque, primero, el determinismo y cl indeterminismo se reficren a actitudes y no a proposi- ciones sobre la realidad del mundo en su conjunto abso- luto. En este tiltimo caso ambas proposiciones son efecti- vamente incompatibles, aunque jamas podamos saber cual es la que excluye a cual. Ambas se refieren al mismo sis- tema, al conjunto de todo lo que es, al universo. Pero nues- tras actitudes determinista e indeterminista se refieren res- pectivamente a sistemas de referencia distintos, ninguno de los cuales es universal. Las condiciones de trabajo que acepta un creador y un aplicador son, io hemos dicho, se- miuniversales y diferentes, En segundo lugar, una actitud significa la asuncién de una afirmacion cuya verdad pro- visional confiere al trabajo ef caracter de licito. ¥ no tiene por qué haber contradiccién 0 incompatibilidacl en asumir actitudes (incluso) opuestas a la hora de funcionar en con- diciones distintas o respecto a sistemas diferentes. Un sar- gento tiene una actitud autoritaria con respectu a la tropa y ello no esta en contradiccién con Ja actitud subordinada que éste debe a su capitan. Y no solo no hay contradiccién, sino que en tal circunstancia reside la hipdtesis do(I) tra- bajo (licito) de fa disciplina militar. Ei ejemplo no tiene mayor mérito que el de ilustrar que sélo se contradicen las afirmaciones, no las actitudes que se reficren a objetos dis- tintos (Ja subordinacion del sargento a cierto cabo si seria sospechosa). No hay pues contradiccién entre la actitud del cientifico de oficio creador y el cientifico de oticio aplica- dor, ni siquiera cuando se trata de! mismo individuo en dos momentos o estados distintos de su reflexién ante la com- plejidad del mundo. Por ejemplo, es facil imagynar a Eins- tein siguiendo la expedicién de Eddington: {no es acaso legitimo su desco de que {a curvatura de los rayos lumi- nosos fuera corraborada? En ese momento su actitud cien- tifica era tan determinista como ta del propio Eddington y no hay la menor discordancia ética con la actitud cientifica determinista que asumio para crear ta teoria de la rela- tividad. 84 No se trata pues de perdonar tales cambios de actitud segin un disciplente el fin justifica los medios, Se trata de algo mas profundo cuya raiz penetra en el llamado método. cientifico, tal como lo entiende, por ejemplo, Erwin Sch- r6dinget. Su maxima justificacién ha surgido al principio de nuestro razonamiento. Es la cuestion de como un sujeto en principio finito (la mente y sus prestaciones) puede lle- gar a comprender, describir, predecir, representar 0 inte- raccionar con un objeto en principio infinito (la compleji- dad del mundo) Este punto converge fuertemente con el andlisis que Schrodinger ofrece sobre la asi llamada men- talidad occidental en su deliciosa miniatura Mente y materia (48) (aunque diverge con respecto a su tesis sobre lo que ésta deberia ser en el futuro. una tesis por lo demas diff cilmente separable de sus deseos). La mentalidad occiden- tal tiene su origen en Grecia y es la madre de la ciencia tal y como hoy la conocemos. Dice Schrodinger, y creo que dice bien, que el método cientifico se apoya en dos sélidas columnas: el principio de separabilidad entre mente y ma- teria (una) y el principio segiin el cual la complejidad del mundo es inteligible (dos)*, Estas dos fundamentalisimas hipotesis de trabajo son también actitudes y obsérvese que. tomadas como afirmaciones, bien podrian ser falsas, Solo que el conacimiento de su falsedad quiz fuese el connci- miento més estéril del mundo. Acaso yo no tenga un de- recho estricto a excluirme del mundo que deseo describir, pero la verdad es que tal actitud ha dado frutos indiscuti- bles (la ciencia, que, por cierto, no han desarrollado otras, mentalidades). Acaso un sistema de una complejidad de- terminada como la mente jamds pueda llegar a aprehender a otro sistema de igual 0 mayor complejidad (como la pro- pia mente). La inteligibilidad del mundo quiza tenga un limite gédeliano, pero de nada sirve no intentar aprehender ia complejidad; psiquiatras y psicdlogos no se han desani- * Para la interpretacién del concepto de comprensibilidad o inteligibitidad. me omit 9 ln discusion que empicza en la pig. 58. (N. del A.) 85 mado, por ejemplo, ante la posibilidad de la existencia de tal limite. Creo, en definitiva, que las actitudes creadoras- indeterministas’ y aplicadoras-deterministas suponen un buen tercer punto de apoyo que cl método cientifico oc- cidental asume técitamente junto a los dos mencionados por Schrédinger. Estos soportan casi todo el peso a partes iguales, pero confian una minima parte al tercer apoyo como garantia de estabilidad para esa gran construccion lla mada conocimiento cientifico. La utilizacién de estos tes puntus de apoyo tiene, no debe ocultarse, un precio que se manifiesta en forma de problemas filosoficos o de ciertas paradojas. No hay duda de que la ciencia imprime por ello cierto cardcter a sus manipuladores y crea inquietudes en elalma. El oportuno cambio de actitud a que obliga el tercer principio no es sino la aportacién desasosegante que éste trae consigo. En el capitulo sexto tendremos ocasién de volver sobre el mismo tema en relacién a los tres principios Digamos finalmente que el conocimiento cientitico es s6lo una forma de conocimiento. La filosofia 0, como es- pero desarrollar mas tarde, el arte, son otras formas de co- nocimiento, puesto que también pretenden construir una imagen del mundo o de alguna de sus partes. Una propie- dad de todo conocimiento cientifico es, sin embargo, la exi- gencia de sn proyercidn aplicadora. Signifiea esto'que el conocimiento adquiere su razén de ser en el momento en que sirve para predecir, para deseribir 0 para orientarnos en nuestro quehacer cotidiano, en nuestro funcionamiento en el mundo. Y en tal propiedad esta la viabilidad de las actitudes determinista e indeterminista. El arte, por ejem- plo, no tiene por qué tener tal servidumbre o ts! honor. En arte, el intento de elaborar directamente una imagen de la complejidad de! mundo es legitimo sin la asuncidn previa de actitudes 0, en todo easo, asumiendo otras. Pero ciertas disciplinas de la filosofia elaboran conocimiento que si tie~ nen el compromiso de orientar al hombre con respecto a los hombres y al mundo. Es, otra vez, el caso de la ética, de las ideologias, de las utopias. 86 En el estudio mas general de Ia interaccién de un sis- tema (no necesariamente mental) con otros sistemas veci- nas también puede invocarse el conocimiento cientifico. En efecto, la persistencia, evolucién o extincién de un sistema depende en gran medida de lo que éste aprehenda en su interaccién con él entorno. Se trata de un conocimicnto no consciente pero en algiin lugar atesorado. He aqui pues una nueva tentacién: la de asociar Ia actividad aplicadora a to- dos aquellos fenomenos rutinarios de la adapzacién (de la termodindmica lineal, de 1a teoria de 1a comunicacion ma temitica, del azar dominado) y la de asociar la actividad creadora’ a todos aquellos fenémenos de la aufoorganiza- cidn (de la termodinamica no lineal, de la teoria matema tica de la comunicacion, del azar ereador). En fa primera parte hemos anatizado este nuevo concepto cientifico del cambio hablando de las adaptaciones como comportamien- tos deterministas y de las autoorganizaciones como com- portamientos indeterministas. El lector inquieto encon trara aqui un buen ejercicio de reflexion: sobre las actitu- des de la naturaleza gevoluciona el conocimiento como cualquier otra parte del mundo? Solo una cost mas, Aunque muchas formas de cono- cimiento renuncian a sit utilidad o a su potencial aplicador, pocas son las que sacrifican su vertiente creadora. Par ello defiendo nuestra conclusin —avanzada en ¢} encabeza- miento de este capitulo— como valida para cualquier forma de conocimiento. (Y me doy cuenta de que tal cosa obliga a que, por ejemplo, el conocimiento de origen di- vino, 0 na es conocimiento ~cosa que muchos no acep- tarin— 0, si es conacimiento, cntonees no progresa cosa que aceptarén muchos mis—). 87

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