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Borges y la literatura policial Vicente Francisco Torres cinco maneras distintas: como editor, creador, ensayista, coautor y antologador. Si podemos afirmar que sintié atraccién por el género, ésta describié un arco que va desde la admiracidn hasta el desdén. Por un texto que Bioy Casares incluyé en su libro La otra aventura (1968), sabremos que el interés del dueto Borges-Bioy por la literatura policiaca surgié hacia 1935, cuando ambos descansaban en una estancia y tuvieron la ocurrencia de escribir un texto policial parddico en colaboracién. Imagi- naron la historia del jovial y empecinado doctor Praetorius, asesino de ni- fios con métodos hedonistas. El proyecto nunca se conerets, pero dio pie para que se escribieran y publicaran, en 1942, “Las doce figuras del mun- do” y “Las noches de Goliadkin”, que dieron inicio a lo que después seria Seis problemas para don Isidro Parodi. A esta misma atraccién por el géne- ro respondié la escritura en colaboracién de Un modelo para la muerte, firmado con el seudénimo de B. Susrez Lynch y que aparecié en 1946. L a relacién de Jorge Luis Borges con la literatura policial se dio de El Séptimo Circulo Segiin la tradicién instaurada por Rodolfo Walsh', los primeros libros de cuentos policiales firmados por hispanohablantes fueron Seis problemas para don Isidro Parodi y Las nueve muertes del Padre Metri, de Leonardo Castellani, ambos libros de 1942. Ese mismo afio, Borges publica “La muerte y la brijula”, que dos afios después insertaré en Ficciones. En 1944 Manuel Peyrou publica otro libro de cuentos policiacos, La espada dormida, y a este mismo autor le corresponde ser el fundador, junto con Abel Mateo, de la novela policial argentina y, al parecer, latinoamericana, pues en el mis- mo afio 44, mientras Peyrou entrega El estruendo de las rosas, Mateo pu- blica Con la guadaiia al hombro. Estos libros pioneros, de manera semejante a lo que ocurrié en nuestro pais con autores como Rafael Bernal y Antonio * Rodolfo J. Walsh (seleccién y noticia), Diez cuentos policiales argentinos, Libreria Hachette (Evasién), Buenos Aires, 1953. 153 Heli, fueron resultado de un proceso de maduracién propiciado por revis- tas, libros y folletines que, en los treinta, Editorial Tor, Editorial Molino y la Biblioteca Oro, entre otras, entregaban con traducciones de las obras canénicas publicadas en lengua inglesa y en lengua francesa. El papel que Borges y Bioy Casares jugaron fue definitivo para que la literatura policial dejara de venderse solamente en los kioscos, en libros que exhibian tapas amarillas y rojas y escenas sangrientas, con perlas de- rramadas sobre las alfombras y primorosas cajas de bombones envenena- dos. Al crear, en 1944, la coleccién El Séptimo Circulo (ellos seleccionarian los 120 primeros libros), habia ya una clara referencia cultista a la Come- dia de Dante y los directores de la coleccién, que estuvieron al frente de ella durante 11 afios, pusieron demasiado interés en sefialar que sus autores, seleccionados entre las listas de The Times Literary Supplement, eran egiptélogos, poetas, filésofos, eruditos o maestros de prestigiadas universi- dades. Asi, la literatura policial dejaba de ser pasto de obreros y amas de casa para convertirse en un exquisito desliz de universitarios y clases eco- némicamente pudientes. Las novelas esmeraron su presentacién con las portadas artisticas de José Bonomi, pues ahora iban a estar en las bibliote- cas, codedndose con los grandes autores de la literatura universal, y no en los baratillos ni en los puestos de revistas atrasadas. Sobre su trabajo como disefiador de las portadas de El Séptimo Circulo, declara Bonomi en una entrevista: [...] al realizar las tapas de esta coleceién nunca he intentado una explicacién de la obra; no me he dejado atrapar por la mera anécdota, sino que he buscado una composicién de los personajes, acaso una simbolizacién 0 he partido de algiin elemento significative para - te en todas esas tapas una trama previa; hay divisiones arménicas generalmente por mitades, con contrastes simultancos y colores plenos. En re- sumen, todas ella esconden una cruz que establece las simetrias, son bidimensionales y apelan a la planimetria. Al principio partimos de una concepcién inglesa de la diagramacién donde el dibujo de tapa ern sélo una vifieta. Pero conservando Ia idea central, las tapas de la coleccién han sufrido ya tres modificaciones.* Entre esos cambios yo recuerdo el agregado de la figura del caballo de aje- drez, que ocupa la séptima casilla del tablero, o escenas tomadas de las versiones cinematograficas de la novela, tal como sucedié con Laura, de * Jorge Lafforgue y Jorge B. Rivera, Asesinos de papel. Ensayos sobre narrativa policial. Ediciones Colihue (Signos y Cultura), Buenos Aires, 196. p. 128. 154 Vera Caspary, que tanto admiraba Onetti junto a obras como El largo adiés, de Raymond Chandler. Como sabemos, el séptimo circulo del infierno, en la Comedia de Dante, estaba reservado a los asesinos, a los suicidas y a quienes atentan contra la naturaleza y el arte; acosados por el Minotauro, sufren el acoso de arpias, rios de sangre y Iluvias de fuego. Otros elementos que revelan la condicién aristocratica de El Séptimo Circulo son los primeros traductores (el poeta J. R. Wilcock, quien traduci- ria Caminos sin ley, de Graham Greene, Manuel Peyrou, Estela Canto —a quien se le atribuyeron relaciones sentimentales con Borges—, y la mismisima progenitora del autor de El Aleph, quien tradujo a Eden Phillpotts). Pero si bien la coleccién estaba sefioreada por la narrativa de enigma, admitia tres variantes: [...]]la dela clésica novela problema anglonorteamericana, con autores como Nicholas Blake, John Dickson Carr, Michael Innes, Anthony Gilbert, Patrick Quentin, etc., sin omitir la presencia temprana de un autor de perfil duro, como James M. Cain, de quien se publican tres novelas prototipicas; 1a Iinea —novedosa en colecciones de esta clase— de los escrito- res que no pertenecen globalmente al género, como Anton Chejov, Graham Greene y més adelante Fernand Crommelynk, Guy de Cars, Howard Fast, etc. In vertiente de los auto- res rioplatenses, que se inicia con El asesino desvelado (miimero 14), de Enrique Amorim, y se ir enriqueciendo bastante parsimoniosamente con aportes de Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo (Los que aman odian, 31), Manuel Peyrou (El estruendo de las rosas, 48)...* Ricardo Piglia, en un texto que elaboré para deslindar la novela negra del relato de enigma, sostendré que la primera, mas que ser una evolucion del segundo, debe insertarse en la tradicin de la literatura norteamericana sin adjetivos. Inclusive fue més lejos al sefialar que la simpatia que Bioy, Borges y el grupo de la revista Sur tenian por el relato de enigma era con- sonante con su visién burguesa del mundo, porque representaba la fetichizacién de la inteligencia que nada tenia que ver con la realidad. Y para argumentar la manera en que la visin de clase social contaminaba la evaluacién artfstica, Lafforgue y Rivera exhumaron lo que Julio Cortézar escribié, en la revista Realidad, en 1947, cuando era cercano a los miem- bros de Sur: la rama més significativa (no hago cuestiéu de calidad sino de peculiaridad) me parece ser la de los tough writers de Estados Unidos, los escritores duros criados en la escuela de * Ibidem, p. 124, 165 Hemingway (alguien podria decir que, mas que escuela, eso fue un reformatorio), novelis- tas como James M. Cain, Dashiell Hammett y Raymond Chandler. Parto de la advertencia de que ninguno de esos novelistas es un gran escritor...* Ensayos y reserias Otra faceta del interés que Borges y Bioy tuvieron por la literatura policial fue el trabajo de resefiistas que desempefiaron entre 1940 y 1945 para la revista Sur. Afortunadamente, Emir Rodriguez Monegal recogié la labor periodistiea que Borges desempeiié entre 1936 y 1939 para la revista bo- naerense El Hogar. En las breves biografias y resefias de autores policiales que Borges fue entregando en el segundo medio, encontramos una parado- ja: atendia novelas policiales —no sin enfado pues rechazaba su cardcter artificioso y la extensién que abrigaba todo tipo de excesos e incoherencias y las convertia en adivinazas de 300 pdginas—, pero las terminaba de leer y juzgaba con perspicacia e ironia: La [parte] tercera y definitiva no es ingeniosa y es del todo increible. Es tan insipida y tan torpe —bisteme ahora revelar que requiere dos criminales en lugar de uno—, que nos resistimos a darle fe. Descontando ese error, Hamlet, Revenge! es una novela admirable. Un rasgo quiero des- tacar: la interpretacién del drama de Hamlet en el prologo de la obra (...) Prueba de la creciente dificultad del género policial: el autor, para no verse anticipado por el lector, tiene que preferir una solucién que no es la necesaria. Una solucién (estéticamente) fal- hat Entre las mismas notas que Borges dedicé al género podemos encontrar una que es muestra de que el poeta gentil sabia ser lapidario: Dorothy Sayers auele compensar con excelentes antologias la publicacién de novelas im- perdonables. Ahora, sin embargo, parece haber extendido a otros escritores la culpable indulgencia que antes guardaba para uso particular. El prélogo de este novisimo Omni- bus of Crime —el tercero 0 cuarto que nos propone— lleva su firma, pero la mayoria de os cuentos son tan endebles que el lector, defraudado, da en sospechar que la infatigable editora ha superado ese justo limite y los ha redactado ella misma. * Dbid., p. 219. * Jorge Luis Borges, Textos cautivos. Ensayos y reserias en “El Hogar” (1936-1939), 2a. ed., ‘Tusquets, Barcelona, 1990, p. 192. * Bbidem, p. 308, 156 Las antologias Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares compilaron para Emecé, de Bue- nos Aires, un par de antologias, hoy consideradas canénicas, que no sélo refrendaban sus criterios de seleccidn evidenciados en El Séptimo Circulo, sino que ademas eran congruentes con el gusto que guiaba la seleccién de los libros que resefiaban en sus colaboraciones periodisticas. No hacia fal- ta ser muy perspicaz para observar una toma de partido por los relatos de enigma, hecho que se ponia de manifiesto con la inclusiGn de “La carta robada”, considerado junto con “Los crimenes de la calle Morgue” y “El miste- rio de Marie Roget’, de Edgar Allan Poe, como la trilogia fundadora del cuen- to policial no sélo porque en esos textos estaban el enigma, el delito y la deduccién, sino porque ademés ya habia en ellos la voluntad de perfilar un tipo especifico de cuento, que tuviera al delito como corazén. Todo aquel que busque en el cuento policial algo mds que una adivinanza para imbéciles’, sélo hallaré disfrutables unos cuantos de los textos seleccionados. En los indices de esas antologias que aparecieron en 1951 y dos décadas después serian reeditadas en Madrid, por Alianza Editorial en su serie El Libro de Bolsillo, encontrébamos a Arthur Conan Doyle, Eden Phillpotts (apa- rece en ambos voltimenes), Anthony Berkeley, Milward Kennedy, Ellery Queen (también aparece en ambos voliimenes), Hylton Cleaver, William Irish, John Dickson Carr, Michael Innes, Harry Kemelman y Agatha Christie, Tal como ocurrié en la seleccién de los autores acogidos en El Séptimo Circulo, Borges y Bioy incorporaron a la némina policial un conjunto de autores que sélo cultivaron el género esporddicamente y que, en general, resultan los autores de los mejores cuentos seleccionados: William Faulkner, Wilkie Collins, Graham Green (quien aparece con un texto bastante flojo), Nathaniel Hawtorne, Robert Louis Stevenson, Jack London, Eden Phillpotts 7 En “Lo policial, los clasicos y los necios”, escribe Ricardo Garibay: “Dije: novelas polici no queda otro remedio. Y me lancé, con exaspero y humildad, sobre Edgar Wallace, Agatha Christie, George Simenon. Y me quedé mas hueco que antes, y avergonzado, ademis, sucio, pecaminoso, embarrado de mucha ordinariez. {Cémo es posible pasar dos semanas leyendo semejantes necedades? {Qué me importa a mi quién mats al idiota de la primera pagina? Y todo tan hechizo y tan tramposo, tan hecho segiin clisés cien veces probados en la satisfaccién de los babiecas. Nada es cierto, ninguna bimanidad vive ahi. Se trata s6lo de trazar ires y venires donde se esconde ingeniosamente el asesino. Y he conocido lectores acuciosos de toda esa bazofia, que a las primeras diez paginas saben sin titubeos quién cometié el crimen. Me- ras exterioridades, un ballet grotesco, no més, y de repente la carta escondida en la manga y la consabida inesperada solucién. Podria uno pasar la vida en esa llamémosle literatura, y al final no sabria nada de los pecados de los hombres”, Oficio de leer, Océano (El Dia Siguiente), México, 1996, p. 14. 157 y Ryunosuke Akutagawa. En honor a los asiduos cultores del relato poli- cial, cabe destacar que hay cuentos verdaderamente notables, independien- temente de que sus autores sean narradores policiales de oficio. Entre ellos estén “Si muriera antes de despertar”, de William Irish. Otro acontecimiento que vimos en El Séptimo Circulo y que se repite en las antologias: junto a los clasicos del enigma y a los cultores esporadicos del género, Borges y Bioy van dejando entrar a los autores de lengua espa- Aola, que lo mismo cultivan el cuento que la novela, policiales u oficiales: Jorge Luis Borges, Manuel Peyrou (con un cuento en cada volumen), Silvina Ocampo, Adolfo Pérez Zelaschi y H. Bustos Domecq, seudénimo que ampa- ra a los encargados de las selecciones. En estos dos voltimenes podemos observar algunas cosas significativas. En primer lugar, vemos que la mayoria de los cuentos de enigma son discursivos, dan una serie de vueltas para develar el misterio en una plati- cao de manera poco respetuosa del fair play. En este mismo renglén debe- mos apuntar que el carécter ajedrecistico de ellos no esta refido con la buena prosa, tal como vemos en “Copia del original”, de Hylton Cleaver y en “La liga de los cabezas rojas”, de Arthur Conan Doyle. Entre los cuentos mas significativos hallamos “Tres hombres muertos”, de un autor inglés nacido en la India, como Rudyard Kipling, otro de los maestros de Borges: Eden Phillpotts. En él, contrariamente al espiritu bur- gués del relato de enigma, se hace un planteamiento sui generis del colo- nialismo inglés en el Caribe: Barbada es un paraiso tropical, respetuoso de la monarquia britdnica porque los amos son buenos y los mulatos y negros son fieles y carifiosos con sus amos. Sin embargo, lo mds notable es que en este cuento encontramos un posible modelo de Isidro Parodi, porque en el cuento de Phillpotts un hombre aclara el enigma desde Europa, al otro lado del Atlénuco, sin ver los escenarios ni conocer a los protagonistas, tal como Isidro Parodi descubre culpables encerrado en la celda de una penitenciaria Las presentaciones de los autores, amén de ser absolutamente litera rias, ponen también el acento en que esos escritores no sélo cultivan el género policial, sino que sus virtudes artisticas o intelectuales estn sobra- damente reconocidas. He aqui algunos ejemplos. William Wilkie Collins, hijo mayor del paisajista William Collins, nacié en Londres en 1824; murié en esa misma ciudad en 1889. Fue abogado, opidmane, actor ¢ intimo amigo de Charles Dicken: * Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, Los mejores cuentos policiales, t. 1, 3a. ed. Alianza Editorial (El Libro de Bolsillo), Madrid, 1979. p. 8. 158 Jack London nacié en 1876, en San Francisco de California; murié en 1916. Minero, mari- nero, cazador de focas, escritor. Hijo ilegitimo del astrélogo ambulante William Henry Chaney..." Seudénimos y coautorias En 1942, Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, bajo el seudénimo de Honorio Bustos Domecg, publican el primer libro totalmente integrado con cuentos policiacos: Seis problemas para don Isidro Parodi. Borges y Bioy llegaron a crear un personaje totalmente de remedo™: se llama Isidro Parodi —su mismo apellido nos indica que leeremos parodias— y resuelve sus casos desde la celda 273 de Ja penitenciaria, donde fue recluido bajo cargos de homicidio. Por supuesto, es un personaje inocente que antes de ser acu- sado ejercia de barbero en la calle México; para soportar los 21 aos a que fue condenado, ceba su mate en un jarrito celeste y escucha con toda calma las consultas que van a hacerle hasta la prisién. As{ parodia el frio intelectualismo que ostentaba Conan Doyle en sus relatos y que Edgar Allan Poe habia preconizado en sus tres textos fundadores. “Las doce figuras del mundo”, que Borges y Bioy incluyeron en su prime- ra antologia, juega con la creencia que una cofradia de drusos tiene sobre los signos del zodiaco: a un periodista le hacen pensar que é] asesiné a un hombre, y esto nos remite al tépico del falso asesino. “Las noches de Goliadkin”, por su parte, remeda dos lugares comunes de la literatura poli- cial: el crimen y el embrollo que tienen lugar en un tren en marcha, y la presencia de una banda, compuesta por cuatro tipos, uno de los cuales se disfraza de cura y dice ser el padre Brown. Consonante con el espiritu paradojal creado por Chesterton, un israelita que custodiaba un diamante, Jo salva al escuchar en labios del cura una falsa paradoja que se resume en Ja frase “perder el alma para salvarla”. Asi, el israelita portador del dia- * Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, Los mejores cuentos policiales, t. 2, Alianza Editorial (El Libro de Bolsillo), Madrid, 1983, p, 68, ** La misma ficha biobibliogréfiea de H. Bustos Domecq, atribuida a una educadora de expresién decimonénica, es parédica, porque se elabora con titulos inventados, recurso que a menudo usaba Jorge Luis Borges: “El doctor Honorio Bustos Domecq nacié en la localidad de Pujato (provincia de Santa Fe), en el afio 1893. Después de interesantes estudios primarios, se trasladé con toda su familia a la Chicago argentina, En 1907, las columnas de In pronsa de Rosario acogian las primeras producciones de aquel modesto amigo de Ins musas, sin sospe- char acaso su edad. De aquella época son las composiciones: Vanitas, Los adelantos del pro- reso, La patria azul y blanca, A ella, Nocturnos...” Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, bajo el seudénimo de Honorio Bustos Domecq, Obras completas en colaboracién, t. 1, Alianza ‘Tres, Madrid, 1981, p. 11. 159 mante pierde la joya en un juego de cartas para que el ganador, al ser detenido por la policia bajo cargos de homicidio, entregue la joya a su desti- nataria. “La prolongada busca de Tai An” y “El dios de los toros” replantean el tema del objeto robado y escondido en un lugar evidente que iniciara Poe con “La carta robada”. “Las previsiones de Sangidcomo” y “La victima de Tadeo Limardo” —lo mismo que “E] dios de los toros”— son poco comprensibles porque estén eseritos en portefio y el lector no familiarizado con sus giros y vocablos dificilmente lo entenderd. En estos tres relatos los autores olvidaron una de las caracteristicas fundamentales que cumple la literatura policiaca: la amenidad. “Un modelo para la muerte”, imputable también a Borges y Bioy, pero bajo el seudénimo de B. Suarez Lynch", es tan compadre, lunfardo y poco entendible como los tiltimos cuentos arriba sefialados. Creaciones El 15 de abril de 1938, en El Hogar, escribié Jorge Luis Borges: Uno de los proyectos que me acompafian, que de algiin modo me justificarén ante Dios, y que no pienso ejecutar (porque el placer esti en entreverlos, no en levarlos a término), es el de una novela policial un poco heterodoxa (...) He aqui mi plan: urdir una novela policial del tipo corriente, con un indeseifrable asesinato en las primeras paginas, una lenta discu- sin en las intermedias y una soluci6n en las iiltimas. Luego, casi en el iltimo renglén, agregar una frase ambigua —por ejemplo: y todos creyeron que el encuentro de ese hombre y de esa mujer habia sido casual— que indicara o dejara suponer que la solueién era falsa...'? Esta idea, u obsesién, mejor dicho, era consonante con lo que el poeta habia levado a la practica dos afios antes en “El acercamiento de Almotasim”. Borges, enemigo de la grandilocuencia y por tanto del férrago novelesco, preferia imagi- " “Con Bioy Casares publicamos algunos cuentos y escribimos también otros que no se publicaron. Adoptamos seudénimos para firmarlos, combinando apellidos de una y otra fami- lia: Bustos es un antepasado cordobés de la rama paterna de mi familia; Lynch, un antepasa- do irlandés de Bioy; Suérez fue mi bisabuelo, y Domecq, que procede del sur de Francia, es el apellido del bisabuelo de Bioy. Al escribir, primero quisimos hacerlo en serio; pero luego nos dejamos levar por el gusto a la parodia. Bustos Domecq, Sudrez Lynch, log cuentos y Proyectos inéditos indican una acentuacién de esa linea parédica.” Jorge Lafforge, op. cit., p48. '* Jorge Luis Borges, Textos cautivos.. p- 227 y 228. 160 nar y sintetizar el argumento de una novela antes que escribirla. Hay quien dice que éste es su primer cuento realmente policiaco, pero a mi me parece que “Hombre de la esquina rosada” (1935)", por el asesinato que narra con estudiada sorpresa y por el ambiente de quilombo que envuelve a sus perso- najes malevos, es un cefiido texto de ambiente y argumento criminal. “El acercamiento de Almotasim”“ se nos presenta como la primera nove- Ja policial escrita por un nativo de Bombay City, con influencias de Wilkie Collins y Chesterton, cuya edicién ilustrada leva un prélogo de Dorothy L. Sayers. El protagonista de la obra es un estudiante de derecho y su argu- mento parece haber sido tomado de la autobiografia de Rudyard Kipling, por las alusiones a las torres en donde se incineraban los cadéveres cuyos fragmentos eran levantados por los buitres. El] protagonista vive una serie de aventuras, viaja por apartadas regiones y regresa a Bombay, sitio de donde partié. A lo largo del resumen del argumento, como marca de agua tipicamente borgesiana, corre la idea de la metempsicosis. En la producci6n literaria de Borges hay dos cuentos que tradicional- mente se consideran como tipicos del género policial: “La muerte y la briju- Ja” (1942) y “El jardin de los senderos que se bifurcan” (1941); el segundo de ellos abre la primera antologia que se hizo en América Latina: Diez cuentos policiales argentinos, de Rodolfo J. Walsh. “El jardin de los senderos que se bifurcan” es policial porque hay un crimen, por el final sorpresivo en el que el oriental se convierte en asesino de Stephen Albert y no en la victima, como se esperaba. Ademés, es policiaco en la medida en que el criminal es ajusticiado, pero los hilos del argumento son etéreos, su materia es el ina- sible tiempo, que no se puede ver ni tocar. En “La muerte y la brijula”, Borges crea a Lénrot, un razonador de la estirpe de Auguste Dupin, y lo coloca en medio de libros, laberintos y explicaciones intelectuales que vuel- ven a asediar los temas del tiempo y del espacio. Hay sin embargo otro elemento que lo convierte en un ejemplo atipico del género: el detective sucumbe a manos de un mafioso. Sobre “La muerte y la brijula”, Sabato escribié, en 1945, unas elocuentes palabras que pueden aplicarse a la frial- dad razonadora de los dos cuentos policiales de Borges, que mas que girar en torno a un crimen lo hacen alrededor de problemas metafisicos: En este cuento no se cometen asesinatos: se demuestra un teorema. Los crimenes del pis- tolero no emocionan de distinta manera que el resultado del teorema de Pitagor: 1 Jorge Luis Borges, Historia universal de la infamia, Alianza Editorial (El Libro de Bolsillo), Madrid, 1971. \ Jorge Luis Borges, Historia de la eternidad, Alianza Editorial (El Libro de Bolsillo), Madrid, 1971, pp. 141-149. 161 decir, hay una emocién, pero no es sensorial sino intelectual, del tipo que producen las teorias filoséficas o las inferencias cientificas."* Me parece que esta propuesta del autor de El tunel es muy acertada por- que, en los tiltimos afios de su vida, interrogado sobre sus cuentos policiales, Borges dijo que preferia “La intrusa”, porque es un cuento en donde hay un crimen que no se muestra y sobre el que se informa lacénicamente. Los considerados cuentos policiales de Borges son ejercicios intelectua- les que poco o nada dicen al lector comtin y corriente de este tipo de ficcio- nes. El mismo Borges, en una conferencia que dio cuando ya habia perdido la vista, parece dudar de la pertenencia de sus textos a ese género que sus antologias, sus articulos y la coleccién de libros que coordiné, contribuye- ron a perfilar: He intentado el género policial alguna vez, no estoy demasiado orgulloso de lo que he hecho. Lo he levado a un terreno simbélico que no sé si cuadra. He escrito “La muerte y la brdjula”. Algdn texto policial con Bioy Casares, cuyos cuentos son muy superiores a los mios...!# Final Después de constatar que la relacién de Borges con el género policiaco siem- pre fue de atraccién y repulsién, es interesante destacar lo que, en 1975, el poeta dijo a los autores de Asesinos de papel, porque esas palabras son una sintesis inmejorable del trato cordial y finalmente desdeiioso que le prodi- g6 al género: Enel 55 perdi la vista. Desde entonces me he dedicado a otras cosas. A estudiar lenguas, al ‘anglosajén y, Uiltimamente, al escandinavo. Ahora ya no me interesa la literatura policial (..) Yo ereo que ese desdén se debe al cardcter artificial que tiene la narrativa policial. Los artificios del género son pocos, y el lector los puede agotar con cierta facilidad. Stevenson tenia razén cuando hablaba de un género ingenious but lifeless (ingenioso pero sin vida)... No me gusta la violencia que exhiben los norteamericanos. En general son autores trucu- lentos. Raymond Chandler es un poco mejor, pero los otros, Dashiell Hammett, por ejem- plo, son muy malos. Ademés ellos no escriben novelas policial detectives no razonan en ningtin momento. Todos son malevos: los criminales y los policias. Lo cual puede ser 18 Ernesto Sabato, Uno y el universo, Seix Barral (Biblioteca Breve), Barcelona, 1981, pp.81 y 82. 8 Jorge Luis Borges, Borges oral, Editorial de Belgrano, Buenos Aires, 1979, p.79. 162 cierto (al decirlo, Borges rie). Pero es una lastima que la novela policial, que empezé en Norteamérica y de un modo intelectual —con un personaje como M. Dupin, que razona y descubre el crimen—, vaya a parar en esos personajes siniestros, que protagonizan rifias donde uno le pega al otro con la culata del revélver, y éste a su vez lo tira al suelo y le patea la cara, y todo esto mostrado con escenas pornograficas."” ™ dorge Lafforgue y Jorge B. Rivera, op. cit., pp. 44, 45 y 48. 163

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