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174 INTRODUCCION AL. ARTE OCCIDENTAL DEL SIGLO X1K tun tema cualquiera, se deja guiar por sus ojos, que perciben este tema en amplias tintas que se dominan unas a otras. Una cabeza puesta sobre una pared ya no es mas que una mancha més o menos blanca sobre un fondo ‘més 0 menos gris; el traje yuxtapuesto a la figura se vuelve, por ejemplo, tuna mancha més o menos azul junto a la mancha mas 0 menos blanca. De ahi esa gran simplicidad, sin apenas detalles; un conjunto de manches exac- tas y delicadas que, algunos pasos, da al cuadro un relieve pasmoso |...) Lo que me impresiona en tercer lugar es una gracia un poco seca, pero encantadora, Entendémonos: no hablo de esa gracia rosa y blanca. que tienen las eabezas de porcelana de las mufiecas, bablo de una gracia penetrante y verdaderamente humana. Edouard Manet es hombre de ‘mundo, y hay en sus cuadros ciertas lineas exquisitas, ciertas actitudes me- rnudas y bonitas que testimonian su amor por las elegancias de los salones [...] munca ha caido en la tonteria, cometida por tantos otros, de querer in- troducir ideas en su pintura [... En la luz difusa, los rostros estén tallados en grandes planos de carne, Jos labios se vaelven simples trazos, todo se simplifica y se arvanca del fon- do con masas poderosas. La exactitud de los tonos establece tos planos, llena la tela de aire, da fuerza a cada cosa [..} ‘La primera impresién que produce una tela de Edouard Manet es un poco dura. No estamos acostumbrados a ver traducciones tan simples y tan sinceras de la realidad (...]. El ojo no percibe al principio sino tintas plantadas con amplitud. Pronto los objetos se dibujen y se ponen en su si tio; al cabo de unos segundos, aparece el conjunto, vigoroso y sélido, y se disfruta de un verdadero encanto al contemplar esta pintura clara y grave, ‘que plasma la naturaleza con una bratalidad dulce [...] Habla una lengua de simplicidad y de exactitud (...) El artista no pinta ni la historia ni el alma; lo que se Jlama composi- ci6n no existe para él, y la tarea que se impone no es representar tal pen- samiento 0 tal acto histdrico. Y por eso no hay que juzgarle ni como mo- ralista ni como literario; se le debe juzgar como pintor. Carfruto 9 El triunfo de la visualidad 58. C. Monet, Iimpresion al amanece (1873, Paris, Musée Marmottan) En la primavera del afio 1874 se abria en el taller del fot6grafo Na- dar de Paris, en el Boulevard de Capucines, una singular muestra de pinturas. La capital se recuperaba de los sucesos de la Comuna, que habfan precedido a la proclamaci6n de la Tercera Republica. Un gru- po de artistas franceses, algunos de los cuales pintaban juntos al aire libre desde hacfa algunos afios y mantenian relaciones amicales entre ellos, decidieron dar a conocer sus trabajos al piblico, Era la primera exposicién, de una serie de ocho, celebradas hasta el afio 1886, cuyas consecuencias conducirfan a una completa revisin de los pilares en los que se sustentaba hasta entonces el sistema del arte: el patrocinio ptiblico, el cardcter ilustrativo de la pintura o Ia validez de la forma- cién académica. Alli se colgaba un cuadro —Zmpression, soleil leaant, que suele tradu- cirse por Lmpresin al amanecer (1873) {59}— en el que parece verse un puerto entre las luces del alba, Fra una obra firmada por un tal Claude Monet (1840-1926), un artista escasamente conocido entonces, que ha- bia pintado el lienzo en 1873 (aunque aparece fechado en 1872). La bru- ma de las primeras horas y el punto de vista a contraluz desdibuja las formas, que se disuelven en las pinceladas. De cerca, la superficie pinta- da se dirfa abstracta, pero a una cierta distancia el espacio se recompo- ne, aunque la visi6n termina por fundir en la retina las cualidades de las Iuces y de los colores, que no describen, sino que suspenden el sentido narrativo del tema, 78 INPRODUCCION AL ARTE OCCIDENTAL DEL SIGLO xix IMPRESIGN, ALGO MAS QUE UN TETULO CASUAL, Parece ser que el titulo del cuadro se puso apresuradamente, des- pués de haber sido pintado. Edmond Monet, cuando el dia de la expo- sici6n se acercaba, le dijo a su hermano Claude: «Pon impresién». Sue- na a una de tantas urgencias de la vida moderna. Pero la anécdota resulta esclarecedora: la pintura dejaba de entenderse como la represen- tacién de un asunto previamente concebido por el artista. Era una vi- sin; y lo que se ve no se ha elaborado en la menie, sino que se ha fijado en la retina, sin una significacién anterior. Ese término, impresién, daria nombre a todo un grupo de pintores que exponian en la galerfa Nadar. El critico Louis Leroy hizo un juego de palabras en Le Charivari ei 25 de abril de 1874 que terminaria por identificarlos. Aunque solo a unos pocos: no es apropiado el uso indis- criminado del adjetivo impresionista para la obra de otros pintores coeté- neos igualmente preocupados por cuestiones visuales, pero cuyos resul- tados son diferentes. Con todo, las repercusiones del Impresionismo en aspectos tales como la pincelada y el color fueron inmediatas, incluso mis all de Francia. El aleance del término quedé precisado desde el principio. Jules Castagnary, en su crénica «

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