PROLOGO
Cuando don José Alonso y Treiles hizo su apa-
ticién en el campo de la poesla gauchesea, ésta ex-
perimentaba una profunda crisis de valores.
Lejes estaban ya los tiempos de la gesta na-
gional, enere cuyo fragor heroico habia nacido, no
como expresidu cstética del espirita de un puchlo
todavia en embridn, sino con actuance finalidad de
arma de combate, destinada a exaltar la justicia de
Ja causa pacriética y a mantener encendida el co
raje de los hombres que por ella peleaban y morian.
Al impulsa de Ja pasién emancipatoria brora-
ton los versos toscos y tudos de los payadores de -
entonces, gue embrazaban con idéntico fervor le
guitarra en el vivac 7 la Ianga de vacuara en La
batalla. ¥ foe ese mismo impulse cl que ingpird lox
cielitas desafiantes de Bartolomé Hidalgo y de sus
contempordneos andénimes, susrencados también por
un propésin de activa mibitancia.
Mas tarde, cerrada ya In érbira de [a epopeya,
cumplido el cielo hiseSrice que la habiz determinado,
la poesia gauchesca comenzé a languidecer, perdien-
rmx]BL VIBJO PANCHO
do poco a poco aquella vitalidad poderova y aquella
auténtica savia de pueblo que quviera cn sus orlgencs.
Al finalizar el siglo XIX, los cultorcs del verso
ctiollo, agrupades cn torn a Ja revista “El Fogén", -
dedicdbanse a tejet alabanzas rimadas a codo aquello
que intcgraba el acerva cradicional del campo,—el
rancho, el pingo, Ja china, el ombd, Ia lanza, la
Buitarra, etC-—, 0 se eniesnian en tormeos conta-
puneisticos mas o menos ingyniosos, sin que tales
alabanzag y tolneg3 —imercs pasatiempos, despues
de todo— lograran aportac substancia nueva al ago-
tado género en que se inscriblan.
Porque, a decic verdad, los versos de esos poetas
no rebagaban jamas los limites de una objecividad
pintoresca, cunformandose con su epidéemica condi-
cin de barniz decorador, y sin artiesgarse en buceos
gue pudiecan conducir 2! meollo intimo de la vida
campesing, .
Se describian las costumbres criollaa —no siem-
pie con toral fidelidad, por otra paris. - empleando
peneralmenie- ua kxico pedestre, chabacano, y par
ende anti-podtico; se buseaba hacer resaltar cl mero
detalie grafico, Ja anécdota picante, cl cetruéeane
vivaz; s€ paisajcaba a brochazos IMamativas, de du-
doso gusto. ¥ los hueros frutos de esa anodina labor
eran colocadds en los moldes de siempre: décimas
y mas décimas, de las cualea hasta las propias gul-
tartas campesinas empcvaban ya a cansarsc. .
Fué por enronces, y en la citada revista, que
aparccieron los primeros povmas de don José Alonso
y Trelles bajo el seudénimo de “El Vieja Pancho”,
El nuevo cantor del tercafie ere un ¢apafiol
getiollado que residia en la pequefia poblacion de
{X]FAJA BRAVA
Fl Tala, en Canelones, donde altvernaha sus tarcas de
procurador con cl ejercicic del petiodismo lugarefio
y el culto de Tas musas, amén de alguna que otta
incursion poco fructitera al mundo de las candilejas.
Por gracia de una adaptacién reldrica y hunnana
de profrnda raigaabre, que lo identified coralmente
com nuestro campo y sus hombres, pudo adventir
sin esfuerzo “EL Vieju Pancho” que esos hombres ¥
tse catmpu estaban ausentes de la superficial poesia
yerndcula que precendia reflejarlos. Y¥_ sintiéadose
con hties para intentar la empresa de abrir caminos
nacvos en run ¢fillado género, pusose 4 escribir los
versos que habrian de inwgtar mas tarde su libso
“Paja Brava”. ‘
_ Desechando Jos viejos remas del pinroresquisme
colorista y facil, restirayendo al lenguaje criollo su
armonia y su gracia naturales, ytilizande nuevas fur-
mas taétricas sin dejar de emplear también —cuande
jo juzgd neccsasio— {os ocrusitabos de la era paya-
doresca, empezé el auevo pocta a mustrarnos camp?
y hombre desde un dagule distinto, que nos permi-
qia descubrir y palpar en intima verdad.
Con Jas simples palabras cocdianas dei gaucho
—pero encendidas abora por el desello calido y
vivo de su corazén—, fue trasponiende poco a poco
“EL Viejo Pancho” los utnbrales del siempre esqnive
y dificil reine de la poesia.
Trafa en sus alforjas liticas solamente ut tema!
el amoroso, Mejor dicho, una sola faceca de ese tema:
lade la ceaicién, que sin duda te era también la unis
propicia a 9u naruraleza galuica, proclive como ral
a la nostalgia, a la saudosa evocacion del bien per-
[x1]EL VIEJO FPANCHO
dido, sobre tode rratandose de un bien afertivo, de
un bien del alma. :
Tan sélo un tema, hemos dicho; tan sélo una
facera de esc vema. Y sin embargo, jqué rigueza de
matices, gué idagorable gama de tonos al cantacla!
Nadie habia expresado munca hasta enconces, en la
mascula 7 ruda lengua criolla, Jo que la unicorde
Lita de Trelles expresd acerca del amor perdido,
hecho recuerdo, transformade en melancélica afio-
tanga.
A propésita de esta tendencia a cememorat dias
felices, tan cspafiola y, por herencia, tan criolla
—"cualquiera bempo pasado fué mejor”, dice la
famosa copla de Manrique—; 2 propdsite de estas
constantes y fruirivas incursioncs en Ja bruma sutil
de la nostalgia —no olvidemos que existe también
una felicidad de la tristeza, propia de clertas natu
ralezas comdnticas—, cabe destacar un aspecto muy
peculiar de Ja powsia de “Bl Viejo Pancho”, aspecto
que sus criticos han pasado por alto o han sosiapada
apenas, wiefltos @ atcas patticularidades de este jugoso
temperamento Litico: pos referimos a la prescncia
y a [a influencia del tiempo en lo poematica del
cantor de EL Tala. .
En efecto, la obra de Trelles aparece casi siem-
pre como sivnada por esa inexorable medida de
toda casa —tealidad o suefo— que es el uanscnrrir.
Pero en él, a la inversa de Jo que ocutre con tantos
owos pocias anciguos F modernos cuya palabra ha
respondide al conjure poderoso del tiempo ——