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ODISEAY TRIMMED a INDICE Se jevanta eltclén .........--.- ines Yawecee aaa 5 Un muchacho se hace hombre... 62... eee eee eee 21 ACCIOEHTE oc rmisoncencs How. ys awe LLY seat Selon Suda 8 s al Nuevos horizontes ....... ee te ee 43 Entusiasmado con la Biblia . 53 BUC TOCAS: sii a 9.9 HW 3 ee Baise Yow BF v wree wives IBF El "hombre milagro” .... 2.0... cece eee ee ene 81 LCTIGIIOO sexta eraita nie ous RaW ow gen pede ess Oh Eis WINGS JUIGIOS as. pias ses ce « eae mee re Ee 95 AGO GE WAT cnc yyy vag 2 core sees Bmw e-foey Dee one 107 AE Lit, 8 pinch ho: eo esos ecece e qnan 4 EE Mess RAED HY 117 127 EPHOBG eid cose cacy wee was maw 6 ernie ead meat SED Capitulo 1 SE LEVANTA EL TELON arlos mird de reojo al médico que entraba por segunda vez C en la sala de consulta. Al parecer no le daba importancia a su malestar. Tranguilamente —como si fuera comin que un muchacho de quince afios se Sentara en Ja mesa de exdmenes, vestido solamente con una bata de papel— cruzé Ia habitacién y Sc senté en su escritorio. Escribié algo cn cl expediente que tenia dclanic. Por ultimo se dio vuclta y dirigié su mirada a Carlos y a su madre que estaba sentada a su lado cn una silla, —Carlos —lijo pausadamente ajusténdose los Jentes sobre la nariz ligeramente corva—, tengo algo muy grave que comunicarte, éme est4s escuchando? A Carlos se Je puso la picl de gallina, Sujet6 la bata sobre sus huesudas rodillas y contesté: —Escucho, —Quisiera decirtelo de otro modo —dijo el médico sus- Pitando—, pero mejor te lo digo de una vez. Carlos cerré los ojos. ,Por qué el médico no guardaba su discurso para otro momento? Era como ver una pelicula antigua, en la que todo el mundo deseaba ser cl héroe pronunciando las palabras magicas. Molesto, miré al Dr. Ramirez. — Bueno? ~-Carlos, parece que vas a morir pronto. Muy pronto. madre se queds sin aliento, Las palabras del Dr. Ramirez hicicron eco en la habitacién de techo alto, como si buscaran un lugar donde posarse. El ruido de una motocicleta que pasaba a toda velocidad por Ja calle rompié el silencio. El Dr. Ramirez, se incliné hacia adelante, 6 ODISEA Y TRIUNFO —Jovencito, de acuerdo a tu expediente, tienes quince afios y mides 1.70 metro, jde acuerdo? Carlos exhalé un profundo suspiro. —Si —tespondis. —Hace seis meses pesabas 72.5 kilogramos. Ahora pesas 43. jEsa pérdida de peso es demasiado para un muchacho en crecimiento! La habitacién quedé cn silencio. Carlos hubiera deseado que cl imédico terminara de una vez. De todos modos las cosas iban a seguir igual. “Por los hébitos alimentarios que tu mamé ha descrito y los andlisis que te he hecho, parece que padeces de anorexia nerviosa, gsabes lo que es eso? Carlos apreté los puiios. Sentfa que 1a ira lo dominaba. "Otra vez lo mismo", pensdé. {Que no se daban cuenta que él era lo suficientemente grande como para vivir como le diera Ja gana? ~ {Qué importancia tenia si comfa 0 no? Después de todo, él no tenia nada por lo cual vivir. La madre adelant6 un poquito su silla y Carlos noté de reojo que los nudillos blancos de sus dedos apretaban sus brazos delgados y fldccidos. —Doctor, he lefdo acerca de este trastorno emocional, gpodrd usted hacer algo? El médico se incliné hacia atr4s en Ja silla y movié la cabeza. —Quisiera poder decirle algo positivo, sefiora. Aparie de intefnarlo en un hospital donde lo alimenten a Ja fuerza, no hay mucho que se pueda hacer. A veces un asesoramiento sicolégico ayuda, pero la unica persona que puede hacer algo por Carlos, es el propio Carlos. El tiene que "desear” mejorar y obligarse a comer. Vamos a mi oficina y se lo explicaré mejor. Carlos, tan pronto te vistas, ve a la oficina de al lado. La puerta se ccrré detrés de la madre y el médico. Moviéndose con lentitud, Carlos se bajé de la mesa y cogid su suéter. Sc lo puso y, después de vestirse, se dejé caer en la silla del médico. Se sentia agotado. SE LEVANTA EL TELON 7 EI médico tenfa razén. Quizds morirfa pronto. Ya sentia que se le escapaban las wltimas gotas de energia. Cuando todo se terminara 1 seria practicamente un esqueleto, seco y quebradizo, como las hojas de otofio que son arrastradas por los vientos invemales. Suspirando débilmente, sus pensamientos se remontaron al pasado, al tiempo cuando era un nifio feliz y estaba contento de vivir, De pequefio habia tenido un buen hogar, pese al divorcio de sus padres. Desde que su mamd se marché de la casa, habfa empezado a ayudar a su papé en la tala de drboles, después de las clases. Fuerte y alto para su edad, se sentia orgulloso de poder ganar el dincro que ahorraria para comprarse un automdvil cuando tuviera la edad suficiente. Gracias a su fisico fornido, sus compafieros de escuela le rogaban que participara en los eventos deportivos, pero él preferfa cmplear sus miisculos en transportar los pesados troncos de Arboles y disfrutar del fuerte olor de la madera en bruto cuando la sierra los cortaba. Pero ni eso Ie importaba tanto como Ja compaiifa de su padre. Eran mds que compaiieros. Intercambiaban ideas acerca del negocio y hablaban de cémo ampliarlo, hecho que hacia sentir a Carlos como un auténtico socio. Mientras proseguian con sus planes, Carlos desarrollaba hdbitos de trabajo superiores a los de sus amigos que sélo pensaban en las maquinitas de juego y el pr6ximo campeonato de fiitbol. Cristina, un afio menor que Carlos, no cra la clase de hermana problemAtica que sus amigos se quejaban de tener, Desde que su mama se fue, se habia desarrollado entre ellos una estrecha amistad, y habjan aprendido a trabajar y compartir juntos sus chascos y alegrfas. Juntos lograban sacarle partido a las situaciones adversas. Cristy sc esforz6 mucho para aprender a lavar ropa y cocinar ricos alimentos que tanto él como su padre apreciaban. Con cierto aire de nostalgia, Carlos rccordé las veces en que los tres se ponfan a hacer planes de sobremesa para terminar la nueva casa & ODISEA Y TRIUNFO. que estaban construyendo en Ja ladera, contigua a Ja casa rodante que les servia de vivienda. S6lo el recuerdo hizo sonreir a Carlos. {Tenfan tan bucnos planes! Los negocios florecfan mientras vivian en el Estado de Colorado, Estados Unidos, y obtenfan buenas ganancias. Los fines de semana, y algunos otros ratos libres, trabajaban en la casa de sus suefios, esperando que, una vez terminada, la abuelita se mudara con ellos. Los tres esperaban ansiosamente ese momento. jSerfa fantdstico volver a sentirse en familia! Los afios transcurrfan apaciblemente, cada miembro de la familia cuidaba y velaba por los demés. A pesar de las estreche- ces, sabfan que juntos lograrfan sus propdsitos. jNada podrfa perturbar su pequefio y confortable mundo! Cuando Carlos estaba en el noveno grado, la tragedia golped a su puerta. Para silenciar las murmuraciones de sus amigos, Carlos se quedé una tarde después de las clases para sustituir a un jugador de pelota y lego a casa mds tarde de lo ac stumbrado. Se sorprendié al no encontrar cn casa ni a su papd ni a Cristy. Se cambié de ropa y dirigié al taller para realizar sus tareas habituales después de las clases. Mas tarde, cuando escuché el ruido de la camioncta que se detenfa junto a la casa mévil, dejé caer Ja tabla que Uevaba y ies salié al encuentro para saludarlos. Los acostumbrados saludos cfusivos de su papa y su hermana extrafiamente habian desaparecido. El padre tampoco sonrié al seguirlos al interior de la casa. Sin decir palabra se dejé caer en una silla de la cocina, con una expresién de suprema angustia en el rostro. Tenfa pdlidos los labios y le temblaban las manos mientras las apoyaba sobre las rodillas. Carlos quedé helado, y volviéndose a Cristy pregunto: —j, Qué pasa? Cristy sollozaba sin poder hablar. Pero cl padre rompié el silencio. —A ... acabo de matar 2 una nifia ... SE LEVANTA EL TELON 9 —jQué ... qué ...? —Carlos lanz6 la pregunta fijando su mirada en Cristy. El padre se incliné hacia adelante y cubrié su rostro con las manos. —Fui a la escucla a buscar a Cristy y tuve que estacionarme indebidamente, ti sabes cémo es allf cuando terminan las clases. Habfa unos nifios’ jugando al frente y un muchachito que supucstamente debia estar cuidando a su hermanita pequefia se descuid6, La nifia gateé hasta quedar debajo de la camioneta sin que nadie se dicra cuenta. A Carlos le dio un vuelco el est6mago. —Por supuesto, ni yo ni nadie vimos a la nifiita. Cuando la camioncta arrancé, senti un golpe extrafio seguido de los gritos de los rifios. Los ojos del padre de Carlos imploraban comprensién. —-Cuando miré por el retrovisor para averiguar por qué gritaban ... bueno, jfue algo horrible! Cristy abrazo a su padre. Ti no tuviste 1a culpa —sollozaba, tratando desesperadamente de consolarlo. : Un instante después se volvid a Carlos. —Después que se fue la ambulancia nos Mevaron a la estacién de pelicia. No creo que acusen a papé; pero Carlos, jno te imaginas lo terrible que ha sido! Torturado por el sentimiento de culpa al haber tronchado una vida tan joven, el padre cambis de la noche a la mafiana; de optimista y carifioso, se convirtié cn una persona retrafda y amargada. Por las noches, en lugar de hablar y bromear con sus hijos, se sentaba en la sala a oscuras, mirando el piso. Poco a poco su tristeza contagié también a Cristy, que fue perdiendo su risa habitual. Ya Carlos no tenfa tanto interés en que terminaran las clases para volver a casa y a su trabajo acostumbrado. Un dfa, un vecino bien intencionado, en su afin por animarlo, rodeé a Carlos con el brazo y le dijo: 10 ODISEA Y TRIUNFO —Sé que tu familia est4 sufriendo por lo ocurrido, pero estoy seguro que Dios ticne un propésito en todo esto. Carlos sintié que algo se paralizaba en su interior. Aunque nunca iba a la iglesia, de alguna mancra se imaginaba a Dios como un ser bondacoso, un tanto parecido al Santa Claus que los nifios quieren. Pero si Dios es capaz de escoger a criaturas inocentes y utilizar a un padre bueno como cl suyo para cumplir un propésito tan horrible, entonces, sin duda, jese Dios no era para él Los meses siguicron su curso monétonamente y Carlos y su pap siguieron trabajando juntos, pero éste permanecfa siempre callado, como si hubiera perdido cl desco de hablar. Por varios meses lo torturé el recuerdo del terrible accidente. Poco a poco el padre volvi6 a la normalidad, y cuando acababan de reiniciar la construccién de la casa, los golpeé nuevamente la tragedia. Sucedié de repente. Un dia tenfan mds trabajo de lo acostumbrado, pero al siguiente, se quedaron sin él. Al principio no creyeron que la industria maderera se hubiera ido a pique. Quizd se trataba de un revés temporal. Pero pronto sce desvanecieron sus esperanzas. Por todas partes se veian abandonadas las rastras de transportar madera y los aserraderos estaban paralizados. Con todo, Carlos y su papdé se mantenian haciendo algunos trabajos por aqui y por alld, reparando cosas, esperando y confiando. Pero las cosas no cambiaron. Poco a poco se les acabaron los ahorros y tuvieron que abandonar su suefio de ver terminada la nueva casa. En un ultimo esfuerzo desesperado para no perder su pequefia propiedad, Carlos contribuyé con su dinero ahorrado, pero aun asf tuvieron que vender el taller, la casa rodante y la casa semi construida. Sumamente descorazonados, los tres cargaron en la vieja camioneta las pocas pertenencias que les quedaban y se dirigieron al pueblo de Durango, Colorado, con la esperanza de encontrar trabajo. Mientras recorrfan las calles de Bayfield por Ultima vez, Carlos se despidié de su pueblo en silencio. No era facil dejar atrés todo lo conocido y querido. Stibitamente lo SE LEVANTA EL TELON 11 invadié una honda depresidén. Ya no le quedaban ni Sos suefios. Tampoco le quedaban amigos. Hasta habfa perdido la esperanza de que su abuelita fuera a cuidarlos. El espectro del cambio estuvo a punto de aplastarlo en las semanas que siguieron. Sentfa asfixiarse en el apariamento atestado de Ja estrecha calle en aquel pueblo desconocido. ¥ él, que amaba tanto el espacio abierto. El papd encontré trabajo corrido hasta Ja tarde, pero Carlos no podfa ayudarlo. El tiempo pasaba muy lentamente. El dinero escaseaba el primer dia que entré a clases para estudiar el décimo grado; y por supucsto, no conocia a nadic en la escuela. Se sentfa agobiado por el desdénimo y la soledad, que paulatinamente fueron acentudndose hasta Negar al extremo de no querer hablar con nadie. En las largas y solitarias horas que pasaba cn su Cuarto, pensaba en io que habia ofdo decir a los predicadores por la televisi6n respecto a Dios. Hasta los cantos declaraban que Dios cuidaba de todos y s6lo queria lo mejor para ellos. jSe rid sarcdsticamente! 4Cémo es posible que hubicra llegado a ser tan crédulo? Si Dios cra tan amante, gc6mo es que no podia ver que su papa cra un hombre respetuoso de las leyes, que nunca habia engafiado a nadie y siempre estaba listo a ayudar a los que lo rodeaban? 4Por qué habfa permitido que perdieran su casa, sus amigos y hasta la posibilidad de que su abuelita fuera a vivir con ellos? Lentamente lo fue embargando un sentimiento de hostilidad hacia un Dios tan cruel, que fue en aumento hasta convertirse en. una pasion negra y horrorosa en su interior, que impregns cada célula de su ser. Este sentimiento saturé de tal modo su naturaleza que licgé cl momento en que ya no podia dirigirle a su hermana o a su padre una palabra cortés, y al extremo de Megar a odiarse a si mismo. Un caluroso dia, tras haber pasado la tarde malhumorado y ocioso en su cuarto, salié caminando pesadamente y obscrv6 el reflejo de su propia imagen en el espejo del pasillo. Al ver su pelo castaiio desgrefiado, los ojos hundidos y la constitucién alta y pesada de su ffsico, hizo una mueca de disgusto. Siempre habia 12, ODISEA Y TRIUNFO tenido buen apetito, pero en vista de que realizatia trabajo pesado después de las clases, se mantenfa en buenas condiciones fisicas. Ahofa su musculatura, una vez vigorosa, estabs flaccida. Cons- ciente de esa situacién, repentinamente se le ocurrid que estaba malgastando el dinero que su papa ganaba trabajando arduamente, en comida que a su parecer no necesitaba. Desesperado por acabar con el mal humor, Carlos decidié mejorar su apariencia. Comenzando esa misma tarde, redujo a la mitad su racién de comida y empezé a corre: después de las clases. Fue bajando de peso, pero eso no alieré sus sentimicntos. Sigui6 reduciendo Ia cantidad de alimentos hast1 que finalmente perdi6 por completo el apetito. No pas6 mucho tiempo hasta que su papa y su hermana notaron que no comia. —Hijo, no puedes dejar de comer y manten:rte saludable al mismo tiempo —le dijo su papé una noche, cuan:!o Carlos rehusé cenar—, sé que estamos cortos de dinero, pero nos alcanza para comer. Cristy también le Hamé Ja atencidn. —Termina ese poquito de carne asada —le dijo. Para quitdrselos de encima, Carlos se impuso la desagradable tarea de comer normalmenie otra vez. Lucgo iba al baiio c introducfa los dedos en la boca hasta vomitar la indeseable comida, Si bien mantenfa contenta a la familia porque “comia" y se autocomplacfa metiéndose los dedos en la garganta, se sentia cada vez mds deprimido y encerrado,en si mismo, La ropa empezé a quedarle floja, ai grado de tener que ponerse un cinturén para evitar que se le cayeran los pantalones y usar sudteres abultados para disimular su flacura. Finalmente tuvo que hacerle otro agujero al cinturén, pero cuando se miraba al espejo, atin odiaba lo que vela. Por ultimo empez6é a perder el sucfio. En la quictud de las largas noches, mientras meditaba cn su miscrable suerte, asomaban a su mente pensamicnios funestos acerca de Dios. De alguna SE LEVANTA EL TELON 13 manera tenfan que desaparecez, jporque no queria tener nada que ver con un Ser tan cruel! Se acordd del tocadiscos que habian vendido antes de irse de Bayfield. Ahora ni siquicra habia una radio en casa. jSi tan s6lo pudiera tener aunque fuese uno de esos aparatos portatiles con audifonos, podria ahogar esos pensamientos desagradables! Pero no tenfa esperanza. Ni siquiera tenia un centavo cn el bolsillo, y no le iba a pedir dinero a su papa. Carlos se habia hecho de un par de amigos en la escucla, a pesar de la triste perspectiva que reflejaba su vida, y muchas veces habfa notado que ellos tenian din ro cn los bolsillos. Al principio, la tentacién de robarles dinero fue algo fugaz, pero con el transcurso de los dfas empez6 a idear métodos para haccrio. Por fin, durante una clase realizada en cl gimnasio, se escabullé hasta los guardarropas de los estudiantc s y extrajo un par de dolarcs de los bolsillos de sus amigos. Después de repetir ei acto deshonesto varias veces, pudo reunir lo suficiente para comprarse una radio, pero ni eso Io libré de los terribles pensamientos acerca de Dios. Poco a poco fue debiliténdose por la falta de alimentos y perdié interés en la escuela. No cumplia las tareas, y no le hacfan mella las amoncstaciones de los maestros. No le importaba en abscluto que sus amigos sospecharan de Gl como el presunto ladrén. De hecho, ya nada parecia afectarle. Sigui6 perdicndo peso y vegetando en su habitacién. . —Hijo, jtienes que decirme qué es lo que te pasa! —exploté una noche su padre mientras Carlos se apresuraba cn ir al bafio a vomitar la cena. — Déjame en paz! —-le respondié a su padre en tono airado. El padre lo sujet6é por los hombros. Instantdéncamente se le demud6 el rostro. —Carlos, jno eres sino un costal de hucsos! Qué te pasa, muchacho? Carlos se desprendid de las manos de su padre. —jA nadie Je importa! —grité——. {Fu deberias saber que ya no tengo nada por lo cual vivir! He tenido que sepultar todos mis 414 ODISEA Y TRIUNFO suefios. Estamos viviendo en una pocilga, en una calle ruidosa, aunque eso no parece importarles ni a ti ni a Cristy. ;A mi ya nada me sale bien! Diciendo esto, dio un puntapié a la pared. —jOdio mi nueva escuela! jOdio no tener dinero! VY ti y Cristy estén siempre molesténdome con la comida! EI padre se tambaleé y retrocedié, con ¢l rostro pdlido como el dfa en que arrolié a la nifiita. —WNo me habia dado cuenta de lo duro que ha sido para ti todo esto. Lo siento, hijo. Carlos se dio vuelta y entré en su cuarto. {No le importaba si salia vivo o no de alli! La noche siguiente Carlos recibid una MWamada teiefénica. Se sorprendi6 al escuchar la voz de su mamé. —He sabido que las cosas no te van bien por alld, Carlos. Quisiera saber si te gustaria venir y pasar un tiempo conmigo. Rodolfo y yo tenemos bastante espacio y nos encantaria que vinieras. Carlos miré cl miserable apartamento. Su papd tenfa trabajo. Cristy tenfa sus amigos; pero él no tenia a nadie. No tenfa motivos para quedarse. Nadie lo necesitaba. De pronto fue presa de un profundo sentiminento de autocompasion. —Si, mamd —se oy6 decir a si mismo. Dos dias después, su madre vino a buscarlo. Su pap Ie Ilev6 las maletas al autobuis. Luego abrazé a Carlos quien, ocultando sus sentimicntos, se dio vuelta y abord6 el vehiculo. Hasta 61 mismo se sorprendié de lo débil que estaba, pues apenas podfa Hegar hasta la escalerilla del autobus, al punto que el chofer tuvo que ayudarlo a llegar a su asiento. — Te sientes mal? —pregunt6 el conductor. Carlos miré por Ia ventanilla y eludié 1a pregunta. jEstaba de malisimo humor! Las cosas tampoco mejoraron en casa de su madre. Ella y su esposo Rodolfo, que estaba luchando contra el céncer, hacfan lo mejor que podfan para que se sintiera cémodo, pero de nada SE LEVANTA EL TELON I5 servia. Le daban nduscas silo con ver la comida y por varios dias no probé bocado. Se sentia muy deprimido. Su vida no tenia propésito. No tenfa ningiin motivo para seguir viviendo. Un dia, cansada de probar distintos métodos, la madre hablé francamente con él: Carlos, no puedes seguir asf. No quicres decirme lo que te pasa. Ni siquiera quieres discutirlo conmigo. Si no empiezas a comer y no veo que aumentas de peso enseguida, te voy a Llevar al médico. Quizas é¢1 pueda ayudarte., —iNo voy a ir al médico! —rezong6 Carlos— jyo no necesito tu médico! {No necesito a nadie! Pero pocos dfas después Ja protesta de Carlos se desvanecié. Pronto se encontré frente al Dr. Ramirez, escuchando el murmullo de voces al otro lado de Ia pared. Por ultimo hizo un esfuerzo para ponerse de pie y caminar hasta la oficina del médico. Con una expresién de ira en el rostro, se dirigié tambaledndose hasta una silla desocupada. El Dr. Ramfrez puso en sus manos una hoja de papel. —Esta es una dicta alta cn calorfas para ti. Quicro verte dentro de tres dias. Espero que aumentes de peso. Lucgo, en tono més sereno, afiadié: —Tu mamé me ha informado que tiltimamente has tenido varias recafdas y eso puede alarmar a cualquiera. Voy a Mamar al consejero de la escuela y ver si él pucde hablar contigo. Creo que eso podria ayudarte a restablecer las cosas. Pero con todo, tu cuerpo no puede soportar mds lo que le estas haciendo. Insisto en que no vivirés mucho més si sigues asi. Todo tu sistema electrolitico estd desajustado y ya no te quedan reservas. Tienes que hacer cambios inmediatamente. jHoy mismo! Si no lo haces, s6lo me queda la alternativa de internarte en un hospital para que te alimenten por la fuerza. Carlos hervia de rabia mientras el Dr. Ramirez se dirigfa a su mama: 16 ODISEA ¥ TRIUNFO —En el camino a casa, cémprele a Carlos una hamburguesa, papas fritas y un batido. Cercidrese de que se lo coma todo. Los espero el viernes. Con la poca energfa que le quedaba, Carlos rehusd comer la hamburguesa y las papas fritas que la madre le compré. Esa noche, por respeto a su madre, se senté a la mesa, pero no probé bocado. "Después de todo —razonaba—, jnadie tiene derecho a decirme lo que debo hacer!" La madre rompié en Ilanto ante cl despliegue de ira de Carlos, y Rodolfo, agotade por su enfermedad, sc sent6é cn su lugar a la cabecera de la mesa en silencio y con la cara larga. Después de la cena Carlos se desplomé en su cama y se puso a mirar el techo, Podia sentir los latidos de su corazé6n dentro de su pecho enflaquecido. De hecho, Jos latidos eran tan fuertes que hacfan vibrar la cama. El habfa estudiado suficiente biologfa para saber que su corazén lucharia por mantenerse vivo todo lo posible. Pero el JEFE cra él. El teridrfa la ultima palabra, no su corazon. Asi se quedé ponderando las cosas. {Cudntas veces mas latiria su coraz6n? ;Latiria esa noche por Ultima vez? Seria tan facil deslizarse cn la nada, sin tener que preocuparse mas por las cosas terribles de la vida! Lo invadié una sensaci6n helada. Si morfa esa noche nunca mas verfa a su papd. Ni a Cristy. Su abuelita nunca sabria lo mucho gue é1 la queria. Era significativo que su familia segufa queriéndolo, —escribiéndole, llamdndolo por teléfono— a pesar de los problemas que ies causaba. Precisamente, la noche anterior lo habia Mamado Cristy otra vez. E] respondis al teléfono con su irritacién acostumbrada. Pero ella no se dio por aludida. ‘ —-Sin un hermano mayor nos sentimos muy solos —se lamen- taba ella. Carlos se puso boca abajo y se cubrié con la almohada, tratando de borrar de su mente las imagenes de sus seres amados. Pero la almohada no las pudo esconder de sus pensamientos. Por dltimo suspiré y se entreg6 de Heno a fa reflexién SE LEVANTA EL TELON 17 jCristy era tan joven y tan confiada! El habfa dedicado su vida a cuidarla. Pero cuando él muriera, ,seguirfa queriéndolo?,Quién Ja protegeria si alguien quisiera aprovecharse de ella? Y papd. El habia sobrevivido a algunos problemas personales graves, pero finalmente los habfa superado. {Debfa él hacer menos? Y juego estaba su mamé. Ella seguia siendo especial para él, a pesar de los afios de separacién. Se daba cuenta de lo mucho que ella trataba de entenderlo. Pero le respondia con palabras groseras y punzantes. 4Y Rodolfo? Su padrastro se sometfa pacientemente al tratamiento de quimioterapia sin quejarse nunca de Ja enfermedad que invadia su gastado cuerpo. Leios de ello, se acercaba a Carlos, tratando siempre de animarlo y »yudatle a suavizar sus nervios irritados. jPobre Rodolfo! ;Estaba tan descoso de vivir! Carlos también deberia vivir, pero no queria. La depresidén le clavé las garras. ;Por qué tenfa que preocuparse de su familia? Después de todo, nadie lo iba a extrafiar cuando se hubicra ido. El no servfa de nada a nadie. Carlos se habia vuelto mentiroso y wamposo. Robaba a sus amigos y familiares. Trataba de haccrlos sufrir diciéndoles pala‘vras hirientes. En realidad, ya no Je importaba la vida de los dems. ;¥ todo porque Dios le habfa hecho tantas cosas malas! - Entonces, desde lo més recéndito de su mente, lo asalté un pensamiento. "Dios no es culpable. Ora, Carlos, ora. Dios te va a escuchar". Carlos se quedé sin aliento. ;Orar a Dios? ;Qué ridiculo! Pero la impresién persistfa. Parecia como si Alguien estuvicra a su lado. Alguicn que é1 no podia ver, pero que lo podifa percibir. Si decidia orar, gcémo debia dirigirse a ese Ser? Se dio vuelta y mir6é su huesudo cuerpo. Se alisé el largo cabello castafio con los dedos. Continuaba debiliténdose a cada segundo. Quizds csa noche serfa la ultima. Se sintiéd presa del micdo, ,Qué pasa con las personas cuando mueren? ;Van en realidad al infierno y sufren los tarmentos del fuego cicrno? 18 ODISEA Y TRIUNFO Mientras perrnanecia asi, contemplando el techo, se decidié. Si realmente existfa un Dios, cuando menos é1 deb{a saberlo. Respir6 profundo y empezé: "Si Dios existe, o quienquiera que sea Dios, y quienquiera que pueda hacer algo por mi, que me lo demuestre y yo le serviré". Se quedé inmévil, esperando escuchar una voz que le res- pondiera, pero no oy6 nada, Por la calle pasaban los carros a gran velocidad. Se escuchaban los lejanos ladridos de un perro. Podfa oif a su marnd que lavaba Ia loza en la cocina. Pero no escuchaba nada que fuera una respuesta a su oracién. Luego todo quedé en silencio, Una paz que él no habia experimentado desde el accidente de su padre io invadié, una sensacién de que todo iba a salir bien. jSe sintié tan diferente, tan confiado! Por primera vez en semanas se sinti6 tranquilo. Dormit6é un poco, luego se despertd. Afucra estaba oscuro, parecfa que era tarde. La extrafia paz todavia lo envolvia, pero con ella surgié el sentido de urgencia que nunca antes habfa experimentado. "Debes comer, Carlos. Debes comer esta noche". La impresién se acentuaba cada vez mas. Sin poder resistirla, Carlos reunié las pocas fuerzas que le quedaban y se dirigiéd a la cocina. Su madre y Rodolfo estaban sentados a la mesa conversando y mordizqueando galletas con mantequilla de manf. Ambos se sorprendieron al ver a Carlos. Sin decir palabra, Carlos se senté cn una silla y apreté Jas manos contra las piernas. —jCon apetito? —pregunt6 Rodolfo, consciente de los nuevos sentimientos de Carlos. El joven asintié. Con una sonrisa, Rodolfo empujé el plato de galletas hacia él, luego siguié hablando con su esposa, como si nada extraordinario estuviera aconteciendo. Carlos miré las galletas por un instante, luego, con cierta vacilacién tomé una. Media hora mds tarde, sintiéndose leno, pero extrafiamente contento, volvié a su cuarto. SE LEVANTA EL TELON 19 Esta vez, mientras descansaba en su cama contemplando el techo, advirtié que algo raro habfa succdido, La desesperacién de estar vivo ya no lo inquietaba. ;Habria hecho diferencia su oracién? Pensé en ello y cayé en cuenta de que no habia hecho nada por si mismo. Realmente debfa haber un Dios en alguna parte, Uno que se interesaba en é]. Cruzé las manos sobre el vientre: {Quién eres ti? —pregunto sin poder resistir la curiosidad. ——jPor qué me salvaste de la muerte? ;Eres ui el que me haces sentir diferente? Yo no sé, pero «juienquicra que seas, lo voy a averiguar. Lo prometo. Un momento después Carlos se dio vuelta y se durmié. Lo préximo que sintié fucron los rayos del sol que entraban por su ventana. Con ellos lo embargé un sentimiento indefinible y extrafio. Por un instante no pudo recordar lo que habia pasado para que esa majfiana se sinticra tan diferente. Fue entonces, por el tuido de su est6mago vacfo, que se dio cuenta. Sonriendo, se Jevanté de la cama. Capitulo 2 UN MUCHACHO SE HACE HOMBRE aspecto mejor6. Ya no pensaba que todo cl mundo estaba en su contra y desaparecievon sus palabras poco amables y los accesos de ira. Pero se horrorizaba al ver que su_padrastro empeoraba cada dfa. Carlos pasaba horas enteras leyéndole a Rodolfo y escuchdndolo hablar de su nifiez y aconsejindolo para ser feliz y tener éxito en la vida. Todas las noches antes de acostarse oraba por Rodolfo, pidiéndole a Aquel que lo hab{fa ayudado que lo salvara también a él. Las delgadas paredes de la casa le permitfan escuchar la tos carrasposa y persistente de Rodolfo, y la voz susurrante de su madre que trataba de consolar a su esposo en las largas vigilias. Carlos estaba seguro que Rodolfo era un hombre demasiado bueno Para morir. Seguramente Dios lo sanarfa. gNo habfa intervenido para salvarlo a él mismo de la muerte? jE pobre Rodolfo ni siquicra pensaba en morir! Una noche, préxima a la Navidad, Carlos se despert6 al escuchar unos fuertes sollozos. Saltando de su tibia cama corrié al cuarto contiguo y encontré a su mamé arrodillada en el piso, sosteniendo una mano gris de Rodolfo. Después del servicio fiinebre, él y su mamié se sentaron en la sala, mirdndose el uno al otro. Nada parecfa igual. En vano Carlos buscaba dentro de sf esa sensaci6n de’ paz que lo invadfa las noches que oraba. Pero habfa desaparecido. Por su mente desfilaban pensamientos atroces, ,qué habfa hecho Rodolfo para merecer una muerte tan dolorosa? Quizds se equivocé al pensar que Dios lo habfa cuidado cn forma especial la noche en que habfa roto su ayuno. Quizds fueron las funciones corporales que C arlos empez6 a comer. Transcurrieron las semanas y su 22 ODISEA Y TRIUNFO lo obligaron a comer. Carlos decidié esperar para encontrar Tespucstas. Pocos dfas después del funeral, mientras vaciaba cl recipiente de Ja basura, su mamé le dijo: —Bueno, ya es hora de que regreses a la escuela. El Dr. Ram{rez dice que ya estés bien; ademas, has perdido mucho tiempo. Carlos sabfa que su mamé tenfa raz6n, pero temfa enfrentarse a una nueva realidad, acostumbrarse a maestros diferentes y empezar nuevamente el proceso de socializacién. Hubiera querido volver a Bayfield con sus amigos de la infancia, pero era imposible. Esa noche lo Hamé su pap4. —Cristy y yo te extrafiamos mucho. ,Por qué no vienes con nosotros? Hablé con el director de la escucla y me dijo que podrfas empezar ahora mismo. Carlos retrocedi6, avergonzado de sf mismo. {Se habfa comportado en forma tan extrafia en la escuela, robando, convirtiéndose en un esqueleto viviente! Sus compafieros nunca lo olvidarfan. Se reirfan de él en su propia cara. Sintiéd que se Ic remov{a el est6mago de s6lo pensar que tendrfa que enfrentarlos. Mejor serfa quedarse con su mama y asistir allf a la escuela. Abri6 la boca para decirle a su papd lo que habfa decidido, pero se le invirtieron los términos y su respuesta lo sorprendi6 a él més que a nadie. —Quiero volver a casa, papd, ,cudndo podrds venir a buscarme? Aunque Carlos extrafiaba a su madre, se sentfa contento de estar otra vez con Cristy y su papa y de alguna manera el apartamento y la calle atestada ya no le altcraban los nervios como antes. Después de los primeros dfas de clases, Carlos sinti6 que se adaptaba bien, aunque al principio atrajo un poco la atenci6n de los demas, y eso lo hizo sentirse algo incémodo. ——jEres el mismo Carlos Miller que estuvo aquf al principio del curso? 4El que estaba muy flaco? ;Cudnto has cambiado! jPero... bienvenido!— le dijo un compafiero cierto dfa en la clase de biologfa. Pronto Carlos se hizo de amigos y empezé a sentirse como si estuvicra en la escuela secundaria de Durango. Todavfa no UN MUCHACHO SE HACE HOMBRE 23 practicaba deportes dado que tenfa mucho que estudiar para ponerse al dfa en tantas clases atrasadas, pero Jo tom6é con calma, Cuando cursaba el undécimo grado, sucedié algo maravilloso: su pap4 conoci6 a Carola, mujer carifiosa y amable, y se casé con ella. Los Miller tenfan ahora un hogar de verdad y habfa alguien con quien Carlos podfa hablar cuando llegaba de la escucla: Pero se le present6 un nuevo problema: de:idir lo que harfa después de terminar los estudios secundarios. Habfa pensado muchfsimo en ello, pero hasta cl momento no habfa decidido nada. Una mirada a sus calificaciones de matemdticas lo convencieron de que no era material de universidad, y no parecfa haber una carrera que le gustara. Vez tras vez traté de ignorar cl problema, imagina4ndose que probablemente terminarfa surticndo las vidricras de algun supermercado por cl resto de su vida; pero entonces sucedié algo. Mientras paseaba con unos amij;os después de haber terminado cl undécimo grado, Negaron a la oficina de reclutamiento de 1a! marina. Siendo que no tenfan otra cosa que hacer, entraron. | Después de escuchar al reclutador hablar de las maravillas de la vida cn Ja marina y de todo lo que eso podrfa significar para un joven, Carlos y sus amigos decidieron tomar un examen de aptitud. Cuando Hegaron los resultados, Carlos no podfa creer lo que vefa. Aunque sus amigos fracasaron en cl examen, é1 lo habfa aprobado con altas calificaciones. .——-TU tienes aptitudes nada comunes en el campo de la electr6nica —le dijo el reclutador--—. La marina tiene un excelente programa de entrenamicnto al respecto. Y aunque no hagas de la marina la profesi6n de tu vida, el conocimiento que adquieras te capacitard para ejercer una profesidn lucrativa. Jlusionado con la perspectiva de adquirir una educacién decente sin tener que ir a la universidad, Carlos decidié enrolarse en un programa diferido que permite a los adolescentes terminar el tltimo afio de la secundaria sin tener que reportarse a Ja marina. Sélo habfa una dificultad, Carlos era muy joven para firmar los papeles. Tendrfa que convencer a su papa. Para ello eligié el momento de los postres después de la cena. Miré a su padre y escogié cuidadcsamente las palabras. 24 ODISEA ¥ TRIUNFO —He estado pensando en lo que haré cuando termine la secundaria. Su papa lo interrumpi6. —wNunca es demasiado temprano pura pensar en eso. Carlos se reclino en la silla. —Hablé el otro dia con un hombre en el pueblo. Tomé un examen de aptitud y parece que tengo habilidades para la electr6nica. El padre abrié exorbitantemente los ojos. —jDe veras? {Eso no requiere ratemAticas? —Sf. Pero 6] dice que puedo. —Pero, {d6nde podrias estudiar electronica? —Llegé el momento —pens6 Carlos. Lucgo afiadié: —En Ja marina. —zEn qué...? —exclam6 Carola, dejando caer el tenedor al piso. Carlos contempl6 la escena. Todos lo miraban asombrados. ——En la marina puedo recibir enirenamiento y sostenerme al mismo tiempo. El reclutador dice que dadas mis habilidades no tendria problemas para incursionar en ese campo cuando ingrese en el cuerpo. Los ojos pardos y tristes de Cristy lo observaban desde el otro exiremo de la mesa, Carlos y Cristy se Hevaban mejor que muchos otros hermanos y hermanas. Pudo notar que a ella no le agrad6 la idea de ‘que se fuera de la casa y por un instante su entusiasmo decay6. No obstante, sentfa algo en su interior que lo impulsaba a seguir adelante. Por fin su padre firm6 los papeles y cl futuro de Carlos quedé finalmente bosquejado en su mente. Carlos record6 las observaciones del reclutador en cuanto a sus notables habilidades. Estudiar nunca habfa sido su fuerte, pero cuando empezé6 el ultimo afio de secundaria decidié hacer su mejor esfuerzo para comprobar si cl reclutador tenfa razén o no. Su respuesta Ileg6 en ocasién de la graduacién cuando vio las altas calificaciones obtenidas. Sus logros lo lenaron de cierto orgullo, y se sintié mds seguro de poder enfrentar cualquier traba que la marina le pusiera mas adelante. t UN MUCHACHO SE HACE HOMBRE 25 Ocho dfas antes del 5 de junio, le fecha de su ingreso en la marina, Carlos corrié a la cocina cn busca de Cristy. — Estoy ansioso —dijo—. Coj:mos la balsa y vayamos al Jago cn la montafia. Vamonos de pas: 0. Aventurémonos y llegaremos hasta el final. jSiempre he querido hacerlo y me parece que ha liegado el momento! Cristy lo mir6 por un instante. —Carlos, no quisiera que te fur ras, pero creo que debemos sacar el mejor partido de las citcunstamsias. Ella se animé. ——Voy a preparar algo para co:ner y tt eva Ja cémara, Fue un dfa magnffico mientras ‘os dos refan evocando el pasado y solaz4ndose a orillas del lago. i por un instante tocaron cl tema de 1a pr6xima partida de Carlos. Fue como si bubieran hecho un pacto secreto para que ese dfa fuera lo mas feliz y venturoso posible. Al caer Ja tarde habfan remado hasta el cansancio, asf que regresaron al estacionamiento, desinflaron la balsa y la metieron en el bail del automévil de Carlos. Cristy habfa quedado en salir con una amiga, por jo tanto habfa llevado su propio vehfculo. —jHa sido un dfa hermoso, hcrmano! —ri6 ella mes4ndole el cabello por centésima vez—, nos veremos més tarde. Carlos manej6 lentamente mientras descendfa la montafia, disfrutando del hermoso paisaje por iliima vez. Su abuela siempre decfa que Dios era el tinico respcnsable de las cosas bellas de la tierra. El se preguntaba sj en verdad era cierto. Si era asf, sin duda Dios habfa hecho una hermosa obra. Sonri6é para sus adentros. En las Wiltimas semanas habfa orado un par de veces. De alguna manera volvfa a sentirse bien. Quiz4s Dios tuvo algo que ver con el hecho de traer a Carola a casa, y también al ayudarlo en el examen de aptitud para el ingreso en la marina. Habfa pasado una época mala, perc ahora todas las tragedias habfan quedado atrds, gqué mas podria desear? Una hora después guard6 la baisa en el garage y se apresuré a darse un bafio. Mientras se quitaba la camisa, escuch6 un chirrido 26 ODISEA Y TRIUNFO de Iantas en la curva. Curioso por saber qui¢n mancjaba en forma tan descuidada, fue a la puerta del frente. En ese mismo instante un hombre corpulento subfa los escalones casi corriendo. — Vive aquf la familia Miller? —Si. El hombre miré sobre los hombros de Carlos. — jEst4n aquf tus padres? Un gesto en el rostro del hombre alarm a Carlos. —No, jqué pasa? —Tienes una hermana que se llama Cristy? —el hombre no esperé la respuesta—. Acaba de tener un accidente bastante serio en el desvfo. Creo que debes acompafiarme. Carlos vol a su carro. —No, Dios... jno mi hermana! —repetfa en voz alta, cogiendo ja curva a una velocidad imprudente. Adelante se vefan las luces intermitentes de los carros de la policfa y habfa una ambulancia con las puertas abiertas. Carlos frens el carro, salté fuera y corrié al otro lado de la carretera cn el preciso momento en que dos hombres levantaban el cuerpo de Cristy en una camilla. La sangre manaba de las heridas en la cabeza y ella hablaba en forma incoherente. ;Podria alguien sobrevivir a esas heridas? Los camilleros empezaban a salir de la zanja hacia la carretera. Carlos le tom6 una mano a su hermana ¢ iba dando tumbos a su lado. —Cristy, soy yo. jPronto vas a estar bien ...! Ella no abrié Jos ojos y Carlos se acerc6 a sus ofdos para hablarle. Pero el camillero del frente le hizo sefias de que se apartara. —Lo siento, tenemos que apresurarnos. Carlos miré el carro abollado de su hermana. Tenfa un hueco irregular en cl parabrisas, justo frente al timén. Al verlo, trag6 en seco. jPor allf debe de haber pasado su cabeza cuando cay6 al vacfo! {Cudntas veces le habfa dicho que usara el cinturén de seguridad? jMuchfsimas veces! UN MUC.1ACHO SE HACE HOMBRE 27 Cuando Ia ambulancia salié a la carretera, el ulular de la sirena empez6 a herir el aire de la tard... A Carlos se le held el corazén al pensar que eso podria significa: el fin de la vida de su hermana. Micntras segufa a la ambulancia cn su carro, confronté de nuevo a Dios. —iPor qué permites que sucecian estas cosas? —demand6—. Por favor, jno Ja dejes morir también! Poco después de llegar al hospital, aparecieron su pap4 y Carola. Mas allé de la medianoche Cristy desperté, y apenas si pudo entender Io que habfa sucedido. Una ldgrima sc le escapé del ojo no vendado. Miré a su papd y a Carola, luego fijé su vista en Carlos, apreténdole los dedos dc 1a mano. —Podrfa haberme matado, gsibes? El Je dio palmaditas en la mano. —Pero estds viva. Hizo una pausa para pensar. gHebrd tenido algo que ver su oracién en el asunto? Al dfa siguiente Carlos fue a ver a su hermana a primera hora. Al conversar con cella, la noté diferente. Cristy, que generalmente tcnfa una expresién de felicidad y optimismo, yacfa inmodvil y pensativa debajo de la sdbana. ~~Pareces algo desanimada —aventuré a decir Carlos después de quince minutos de silencio. A Cristy le tembl6 un poquito el labio inferior. -—No realmente. Es que nunca habfa entendido hasta ahora lo tapido que puede acabar la vida. Uno piensa que la vida es todo juego y alegrias y de pronto, jzas! Estds al borde de la muerte. Cambi6 de posicién con cierta dificultad y luego cerré el ojo. —Sabes, he estado reviviendo constantemente ¢1 accidente. Desperté en el volante, y traté de evadir el carro que venfa —y agreg6 temblando—: Fue horrible cuando di vueltas y caf a la zanja. {No podfa hacer nada! Fue inevitable ir donde cl carro me Hlevara. jMe sentf tan desamparada! Su ojo destapado buscé nucvamente los de él. —Con las heridas que tengo en la cabeza, no enticndo cémo pucdo estar viva. 28 ODISEA Y TRIUNFO Carlos se puso de pie y se dirigié a 1a ventana. —Yo tampoco, hermanita, pero eso mismo sentf cuando de sibito desaparecié mi anorexia. Quizds es pura coincidencia, pero Parecfa como si Alguien se estuviera Ppreocupando por mf. Ella call6 por un instante antes de continuar. —~Qué piensas del destino? — Qué quieres decir? —Bueno, zy qué si yo estuvicra destinada a morir muy joven? Si fuera asf, entonces pasard alguna otra cosa, y no habra nada que pueda hacer para impedirlo. Es como estar esperando que la vida termine de pronto. Cualquicra se asusta. Carlos répidamente se acercé a ella y Je tomé una mano. —No te preocupes, hermanita, juna muchacha tan linda como ti tiene mucha vida por delante! Sus palabras altruistas sonaron bastante huccas, y él hubicra querido poder inspiraric confianza, pero tampoco cnicndfa los misterios de ia vida. Esa noche antes que Carlos se retirara, Cristy le puso cn las manos un papel doblado y le dijo reprimiendo las ldgrimas: —wNo Io leas hasta que Negues a casa. Carlos ya se habfa acostado cuando se acord6 del papel, asf que se levant6 y lo buscé en el bolsillo de su pantal6n. Se acercé a una lémpara y Ieyé Ja escritura temblorosa: "Por favor, por favor, no permitas que.mi hermano se separe de mf", Conmovido, Carlos se acosié de nuevo. El tiempo que pasarfan juntos se les acababa. 4Y qué si pasaba algo horrible y no se volvian a ver? El sabia que Cristy todavia lo necesitaba, especial- mente ahora, después del accidente. Le asalté Ja tentacién de no ingresar en 1a marina y buscar mas bien un trabajo cn Durango. Al menos asf podrfa seguir formando parte de la vida de Cristy y ayudarla a vencer su inseguridad. Pero aunque consideré esa posibilidad, la impresion de que debfa ingresar en la marina era atin mds fuerte. "Existe alguna raz6n por la que debo irme", pensaba. No sabfa por qué sentfa tanta urgencia, pero lo descubrirfa. UN MUCHACHO SE HACE HOMBRE 29 Cinco dfas después del accidente, le quitaron las vendas a Cristy y la dicron de alta en el hospital. Con ella recostada en cl sofé, la familia pasé la tarde reunida, feliz al pensar que la muchacha pronto estarfa como nueva. Contento de que su hermana se hubiera recuperado tan répidamente, Carlos se dejé embargar por cl ambiente familiar, disfrutando de la buena comida que le preparaba Carola para alimentarlo y engordarlo antes que tiviera que habérsclas con “esa comida horrible del comedor de la marina”. Todavfa Cristy tenfa vendada la frente cuando todos fueron al aeropuerto a despedir a Carlos que viajaba al campamento militar de Orlando, Florida. Sintiendo como «jue cl coraz6n fuera a salfrsele del pecho, cl joven subié por la cscalcrilla portatil que habfan acercado al avi6n. En la puerta, se volvié para despedirse de su familia. Su pap4 sonrefa con su tfpica actitud de "todo va a salir bien"; pero Cristy, colgada de Carolu, que tenfa los ojos himedos, Ilevaba el rostro anegado en Jdgrimas. "jPor fin!", se dijo, mientras un estremecimiento de temor le corrfa por la espalda. ~Por qué se pr-ocupaba? El tenfa por delante un gran futuro, gno es cicrio? La préxima vez que apareciera en casa, vendrfa uniformado, hecho quc harfa sentirse orgullosos a los suyos. Tragdndose el nudo que se Ic formé en la garganta, se hizo el valiente frente a las lagrimas que baflaban los rostros de sus amados que quedaban alld abajo, y ‘iesaparecié dentro de la nave. Capitulo 3 EL ACCIDENTE ra casi medianoche cuando el cnorme avi6n se desplazaba por EK la pista de aterrizaje de Orlando, en el Estado de Florida. Con una mezcla de sentimientos encontrados y deseos de escapar, Carlos observ6 las luces de la pista que parecfan desfilar al costado del avién. El habil reclutador habfa insistido en que la marina era la mejor organizacién del mundo. a gente respctaba, honraba y admiraba a los hombres de la marina. Carlos anhelaba que cl oficial tuvicra raz6n, pues ya era demasiado tarde para retroceder. El avi6n se detuvo y bien pronto el joven se encontré en la terminal formando fila con um par de docenas de otros jévenes. —jDense prisa! —vociferé un sargento de cara redonda mientras se les acercaba—, jhagan fila rapido! —grufié. Carlos y los demas formaron una fila desigual y esperaron. Cuchicheos ansiosos iban de un extremo a otro de la fila. zPor qué estarfa tan molesto el oficial? ;Pertenecerfa a la misma clase del reclutador amigable que los persuadié a unirse a 1a marina? Bueno, después de todo, jquiz4 no deberfan haberse ilusionado! ‘Carlos ri6 para sus adentres. zQuién podria sentirse halagado ak tener que levantarse a una hora en que los demds seres humanos duermen? Tras una buena noche de descanso todo ‘serfa diferente. Aunque él no lo sabfa; la 4spera bicnvenida del sargento iba a ser ja primera de una larga sucesi6n dc sorpresas desagradables. Por fin se les ordené a los hombres que cargaran su equipaje y salicran marchando de la terminal rumbo a la calurosa noche de Florida. A Carlos le embarg6 una sensacién de temor mientras se dirigfa dando traspiés junto con los demas hacia un vicjo autobus. El veh{culo arrancé dejando atrds una esicla de vapor nauseabundo, no sin que algunos jévenes que caminaban por la acera Jes gritaran en son de burla: —Bucena suerte, mentecatos, jla van a necesitar! 32 ODISEA Y TRIUNFO Carlos miré de reojo al corpulcnto pclirrojo que iba sentado a su lado. ~—Esos tipos no aprecian Ja marin: Su compaficro de asiento Ie contesté con una risita ahogada y Ios ojos semicerrados, —No importa lo que piensen. Sélo importa lo que nosotros pensamos, jYo he estado anhelando esie momento por afios! A Carlos le cay6 bien el trato de su compaficro. —Yo también, aunque dicen que el entirenamiento inicial es muy fuerte. —-Eso no importa, creo gue a los dos nos va a ir bien. Carlos y Bernardo —como dijo Hamarse el joven— se mantu- vieron juntos las siguicntes dos horas. Casi inadvertidamente fucron sacados del autobtis y les arrebataron los ultimos vestigios de individualidad que les quedaban, jFue una experiencia humillanic! Primero fueron conducidos a un salén vacio. —iBueno, gusanos! —vociferé el Sargento—, jdejen aquf sus bultos y pasen al otro salén! Bemardo miré a Carlos. —Si dejamos el equipaje aquf van a desaparecer las cosas. Yo cargo con mis maletas. Carlos siguié a los otros reclutas, obedeciendo las 6rdenes con cierto disgusto, pero Bernardo avanzé por la puerta hasta el otro sal6n con maleta en mano. Un oficial, cuyo cuello era del diametro de un tronco, y una mirada que iba con su personalidad, se paré en el centro del sal6n. Miraba a los recién licgados mientras se les acercaba, —Me llamo Pedro. Primer sargento Pedro, para ustedes, Dio un paso adelante. —iBien! {Qué esperan? {Hagan fila! —Se atragant6é en la ultima Palabra, luego sefalando a Bernardo con un dedo acusador, dijo: —jHola, gusano! ,Qué haces aqui con csa malcta? ¢Tu mami te puso allf tu osito de felpa o algo parecido? jSe te dijo que la dejaras en cl otro salén! Bernardo se qued6 tieso. —Yo pensé ... ACCIDENTE 33 El sargento, con el cuello enro‘ecido, acercé su cara a la de Bemardo. —iTt no estés aquf para pensar, barrigén! HEstas aquf para obedecer érdenes! Bernardo palideci6 y se dirigié «| otro salon. Cuando regrces6é se escurri6 entre la fila hasta llegar juato a Carlos, a quicn le dijo en tono muy bajito: —AlIlf est4 un par de estipidos egistrando nuestras maletas. Desafortunadamente cl sargento >y6 cl comentario de Bernardo. Con una expresi6n sarcdstica, grité —~Han ofdo lo que cste tipo dijo? -—y miré al recluta—. Sf, estén revisando cl equipajet ,Saben oor qué? Porque hay barrigones que cambian de idea una vez que ilegan aqui, se acobardan y se quieren ir. Hay escorias que traen lrogos o cosas peores. Los hay que pucden tracr objetos para ate tar contra su vida cuando las circunstancias se ponen dificiles. Hay cosas que la marina prohfbe tener y la marina es la que manila. j Ustedes estén ahora en la marina y tendran que vivir al estilo de la marina o aguantarse! Las dos horas siguientes parecieron interminables. Por dondequiera aparecfan oficiales. ritindoles como si estuvieran sordos. Los obligaron a quitarse 14 ropa para hacerles un rapido reconocimicnto médico, como si ‘ueran criminales. Por fin otro oficial Ics tiré los uniformes en la: manos. » -—P6nganselos, —ordend, Carlos miré el cepillo de dientes. 1a pasta y la mAquina de afeitar que le acababan de entregar. Carol: le habfa regalado un estuche de viaje con todas esas cosas, de las ciales él se sentfa orgulloso; pero, Por supuesto, estaban dentro de s1 equipaje. Ahora todos tenfan cosas idé€nticas en las manos. Exce; to por el cabello, todos parecfan hhechos de un mismo molde. Se y:araban igual. Se sentfan igual. Pronto perderfan todo rasgo de incividualidad. Por fin los reclutas fueron conducidos por el oscuro campamento. hacia unas barracas vacfas. Dos filas de cincuenta literas contra la pared. En cada una habfa dos sAbaras, una frazada y una almohada de listas. —-Bien —vociferé el sargento edro—, jhora de ir a la cama! #4 ODISEA Y TRIUNFO iMas les vale dormirse inmediatamente! Sintiéndose aliviado por no tener que ver mas al sa -gento, Carlos ir6 sus cosas en una litera de abajo. Bernardo subid a la de arriba v colgando la cabeza por el costado, miré a su comp ifiero con una >xpresi6n conmovedora. —Oye, me estoy muriendo de hambre y no pued* ni buscar to ue mamé me preparé de comer. Carlos miré cl enorme reloj al final del pasillo. |Cuatroe de la nafiana! jEI dia habfa sido de 24 horas! —Estoy agotado —le dijo a Bernardo. Tendié un: s4bana en la cama y se acosté a dormir. Pero las s4banas no es! tban secas ni ‘rfas como se habfa imaginado. Mas bien las sent{fa p “gajosas, algo 2 lo cual €1 nunca se acostumbrarfa en ese nucyo ¢ ima. Grucsas totas de sudor le rodaban por las mejillas. Se las sec) y se movi6, ratando de encontrar una posici6n cémoda br: el colchén cforme. Una hora después una luz ilumin6 la barrca y lego el argento golpeando la tapa de un lat6én de basura. —iBien, gusanos! ;Levdntense! No van a disponer del dfa para “agar como bafiistas por la playa. jMuévansc! jPdrcise firmes! Los reclutas apenas tuvicron tiempo de vestirsc. F! sargento los ‘premiaba en la puerta para gue fueran a la barber‘a. Allf pelos ~erdes, pelos parados y mechones que colgaban sobic el cucllo se onvirtieron en cosas del pasado, mientras los j6venes sufrian el nisulto de ver afeitada su cabeza. Cuando terminaro., ninguno se : Se miraban unos a otros con ojos que de pronto »arecfan muy randes para el craéneo, jHasta la sonrisa de Bernardo habfa csaparecido! Siguieron dfas de instrucciones sin fin. Cémo art glar la cama, ustrar los zapatos, mantener limpio el guardarropa, marchar y umplir 6rdenes al instante, asf como "aprendizaje en fos libros", A 1s diez de la noche los hombres cafan extenuados «1 sus literas, ara ser despertados muchas veces a la mediano: he para una varcha © una inspeccién "de sorpresa". Un par de ho as mas tarde, “gresaban perplejos a sus camas, mirando cl reloj porque tenfan ue levantarse nucvamente a las cinco. Dfa tras dia continuaba Ja tortura de la capa: itacién, Los ACCIDENTE 35 hombres estaban tan agotados gue hasta el sucfio se les alteraba. Muchas veces Carlos se despertaba con los musculos adoloridos, para encontrarse de pic en posici6n de “atencién" o marchando a paso ligero acostado boca arriba en la cama. Casi todas las noches alguicn cn Ia barra daba Ordenes dormido, “reviviendo" las experiencias del dfa. La nutina leg6 a ser tan dura y las horas de sucfio tan escasas que muchas veces se quedaban dormidos en las clases. Pero el primer sargento Pedro tenfa métodos para tratar a los sofiolientos. Si los descubrfa, los mandaba a una "sesién de ejercicios". Una mafiana durante las clascs, después de haber dormido s6lo tres horas consecutivas, Carlos ya no podfa aguantar mas. Para mantencrse despierto sc pellizcaba, sc mordfa los labios mientras escuchaba la voz mondétona que explicaba en detalle los reglamentos de la marina, Pero al fin s¢ Ie caycron Ios parpados y ja barbilla se Ie hundié en el pecho. Un segundo después una mano de hierro lo sac6é de su marasmo. —Tomando Ia siesta, geh? —lo regafié el instructor—. Bucno, te llegé la hora de “la sesiGn de ejercicios". | Un ayudanie condujo a Carlos a una barraca con piso de ccmento que ya olfa acre por causa de los cuerpos sudorosos. El lugar estaba lleno con otros transgresores, haciendo sus cjercicios de lagartija y saltos. En una esquina un oficial recostado cn una silla observaba a los hombres. Si alguno daba scfiales de cansancio, cj guardia lo amenazaba con imponcrle mds cjercicios, Jo cual causaba una reaccién inmediata. El sol del verano pegaba inmisericorde contra cl cdificio de madera, transformandolo en un homo. Carlos, obedicnte, empcz6 a hacer sus ejercicios mientras observaba ui mar de sudor que sc ampliaba cada vez mas debajo de su cabexa y su torso. El aire estaba pesado y hiimedo y era casi imposible respirar. Pero debia seguir sin detenerse. Empez6 a palpitarle la cabeza y poco a poco Ic surgié un dolor agudo entre los hombros. Por tltimo no pudo mas y descans6 un segundo sobre cl piso. Mas que verlo, escuchd al oficial Jevantarse do Ja silla. Las enormes botas se detuvieron frente a su nariz, 36 ODISEA ¥ TRIUNFO —{QuE pasa, escoria? gLe quedan otros hijos vive Carlos miré hacia arriba. —Sf, sefior, —dijo jadeante, con la lengua hincha:'a por Ja sed. ~—Bueno, pues, avivate, no sca que te duplique «i numero de iercicios. Carlos forzé sus musculos a la acciGn. Todo le folfa. Ahora ibfa por qué los reclutas evitaban a toda costa ese sastigo. Juré t¢ nunca mas lo sorprenderian durmiendo cn las ci tscsS, aunque 'viera que mantener Jos ojos abiertos con goma de | cgar. Cuando empez6 Jas tiltimas cien planchas, vio al gu irdia inclinar silla donde estaba sentado hacia atr4s sobre las j atas. Lo vio »ger y sorber lentamente una lata de soda helada. Sc end de ir dué derecho tenfa la marina de tratar a sus hon bres de esa anera? ~Cémo podria alguien mantener: despier 9 con tanta tividad rigurosa y tan poco ticmpo para descans.r? El habfa gresado en Ja marina para ayudar a su patria —recordaba ‘argamente. Querfa que su patria se mantuvicra orgullosa y gura. Y habfa ingresado cn la marina para estudia: clectrénica, ‘ra convertirse en un ciudadano util, Pero, équé habfi conseguido cambio? jEjercicios y mas ejercicios en un bafio de sudor! Poco a poco las ocho semanas de cnircnamicnto y discipiina saron. Aqucllas endurecieron a Carlos y a los ot os. Cuando ‘minaron, los jé6venes se dicron cuenta de que fi Wecnte podfan portar mucho mds de lo que sc habian imaginado. \prendieron »bedecer 6rdenes tan pronto como las Palabras salfa: de la boca los oficiales. Aprendicron a no hacer preguntas, sine a hacer las sas. Aprendicron a no seguir el ejemplo de otros, sin: a escuchar amente a los oficiales. ;¥ también aprendicron lo qui: significaba verdadero cansancio! Una 0 dos veces por semana, justo antes de desplon-arse en sus nas, varios de los muchachos se reunfan en una c: juina de la *raca y lefan un salino de Ia Biblia que Ia madre de + no de ellos iabfa enviado. Aunque Carlos no sicmpre entendfa k que decfan salmos, cxperimentaba una paz que ya le cra familic ~ y siempre sentfa mejor después. iPero la tranquilidad se es umaba tan nto entraba Pedro, el sargento primero! a tu mama4? ACCIDENTE 37 Un solo punto brillante hacfa que lai semanas interminabies fucran mas soportables, y era que habia domingos. Aunque Carlos no acostumbraba ir a la iglesia, pronto desarroll6 ese habito. A los que iban se les permitfa descansar. A los demas sc les asignaban deberes que realizar. Esto hacfa que la invitacion a los cultos fuera descable y con tantos otros, Carlos se ditigfa a la capilia donde é1 y sus compaiicros podfan sentarse durante una hora en los bancos, en.un sal6n fresco y seco. Cuando terminsba un culto, los fatigados hombres salfan afuera y entraba un nucvo grupo a tomar su lugar. Dada su aguda perspicacia, Carlos siempre se paraba al final de la fila y entraba de nuevo en la capilla para el siguicnte culto. En la parte posterior de Ja capilia habfa un revistcro empotrado cn la pared. Un dfa, mientras Carlos revisaba su contenido, cl capelldn se le acerc6. —Lo veo por aquf muy a menudo —cmpez6 a decirle con una sonrisa amistosa. Carlos se puso en posicién de atencién. —Si, sefior. ——Aquf no tiene que andar con formalidades —se rid el capelln. y luego afiadis: —Necesito un segundo oficial religioso para que me ayude a mantener cl orden los domingos. Ya que usted esid por aqui a menudo, {le intercsarfa? Carlos sc cntusiasm6, El querfa aprender mas en cuanto at las teligiones formales, para descubrir cid entre tantas cra la yerdadera. jEsta era su oportunidad! Si ayvudaba al capellan, podria hacerle todas las preguntas que-quisiera. Adcmas, no tendrfa que seguir csperando afuera bajo el sol para ver si podfa entrar cn la capilla de nucvo, asf que accpt6 cnseguida esa posicién voluntaria, Allf entraban y salfan metodistas, bautistas, catélicos y pentecosiales. El escuchaba cuidadosamente lo que hablaban sus Ifdcres. Excepto por algunas variantes en los ritos, no vefa ninguna diferencia entre las denominaciones. Todas hablaban de Dios, la salvacion, el ciclo. Pero algo le Hamaba la atencién a Carlos. Si todos crefan lo mismo, por qué habfa tantas religiones? {Por qué no s¢ unfan todas para cclebrar un mismo culto? Quiz4 no tenfa 38:ODISEA ¥ TRIUNFO importancia lo que uno decidfa creer. Entonces Carlos empez6 a observar a los hombres, los que asistfan a los cultcs y los que no. La mayorfa de ellos tomaban el nombre de Dios en vano, algo que Carlos habfa aprendido a no hacer. Algunos tenfan hdbitos indeseabies. Para su sorpresa, descubrié que habfa poca diferencia entre los que profesaban ser cristianos y los ni Surgieron en su mente algunas preguntas di —Si Dios no hace diferencia en la vida de lax personas —lc pregunt6 cierta vez al capellan—, zqué propésito tiene todo esto? El capellén no se inmuté. —-jSalvamos, por supuesto! —Pero, qué tenemos que hacer para salvarnos” El capellan movié la cabeza. —Pues solamente creer, Miller. Dios hace el resto. No importa cémo vivamos, 0 qué digamos, Dios nos salvara si crecmos. —Suena facil —respondi6é Carlos. Ahora estaba mds seguro de que habfa un Dios. Sin embargo, poco a poco, con el paso tedioso de los dfas, sus pensamicntos se alejaban cada vez mds de Dios. ¢Para qué aprender mids sobre é1? De todas maneras Dios lo manipulaba todo. A ~cces recordaba aquellos sentimientos que habfa experimentado encontraba en un edificio pequefio con grandes puertas azules. aul, un civil de barba rizada, lo saludé afectuosamcenic cl primer fa, Carlos se sintié a gusto enseguida, y cuando aquél sc ofrecié ira mostrarle el pueblo, acept6 la invitacién inmediatamente. EI pueblo lo conformaban unas pocas tiendas azotadas por el ima, una gasolinera, una iglesia, una terminal aérea y una cantina astante ruidosa, pero después del trabajo, cra el unico lugar que iba sefiales de vida. Dentro se reunfan vecinos de la comunidad marinos que se sentaban a beber 0 hacer chistes. —jHola Migucl! —salud6 Raul al cantincro bizco mientras itraban al sal6n repleto de gente. Miguel asintié con la cabeza y sigui6 secando un vaso. Un momento después, se dirigieron hacia una mesita pasando nto a otra donde estaban sentadas cuatro. muchachas, las cuales jaron Ja vista en Carlos. Una de cllas, echando humo por la boca, 6 las pestafias a medias y salud6: —jHola, marino! —Carlos murmuré algo, ruborizado. Ratl se ‘erc6 a la mesa y se sent6. Carlos hizo lo mismo, sdlo para ‘scubrir que la mesa donde estaban sentadas las muchachas Tes iedaba en frente. Era evidente que tres de ellas ya habfan bebido demasiado, pero cuarta, una muchacha delgada de pelo negro, no parecfa disfrutar ucho del ambiente, Ravil también se dio cuenta y le hizo sefias. 1 un instante la muchacha estaba sentada con cllos. ~—Freya, éste es mi nuevo compaficro de trabajo, el sargento los Miller, de Colorado. Hace s6lo dos dias que lego y le estoy ostrando el pueblo. Carlos, esta linda triguefia es mi vecina. La sonrisa de Freya era tan atractiva como la de Ratil y antes ‘e terminara la velada, Carlos sinti6 que querfa volver a ver a la uchacha. De ahf en adelante, cuantas veces iba al pueblo, se las reglaba para visitar a Freya. Lo habfa impresionado el hecho de NUEVOS HORIZONTES 47 que a pesar de que bebfa, no era de la clase de muchachas que habfa visto en los alrededores. Un lunes, aproximadamente un mes después de su arribo a Adak, Carlos, Ratil y Enrique, el jefe de ambos, estaban haciendo una reparaci6n diffcil en el taller, cuando de pronto las puertas azules se abricron y aparecié un marino rubio y alto. Aunque Carlos nunca lo habfa visto, cl hombre se desenvolvfa con toda confianza. Atravesando el taller, salud6 con una sonrisa. —jHola, Enrique! Con una expresién de bienvenida, el jefe se endcrez6. —jHola, Daniel! ,Qué te trae por aquf? Danicl se sent6 en un banco y sonri6. —Parece que de todos modos tcndré que someterme al tribunal disciplinario —concluy6. Carlos lanz6 una mirada curiosa hasta el otro extremo del taller. Seguramente Daniel bromeaba, pucsto que no parecfa preocupado. Uno comparecfa ante ese tribunal s6lo cuando era castigado, y este asunto no se tomaba a la ligera. Enrique dejé caer las pinzas y se froté cl. cucllo. —Bueno, Daniel, te dije lo que te iba a pasar si segufas empecinado en ese asunto del sAbado. Daniel se ri6 entre dientes. —Tii sabes que no puedo cancclar el asunto del sdbado. _ Carlos siguié trabajando cada vez m&s asombrado por la serenidad de Daniel, pero cuando éste se hubo ido, le dijo a Enrique: —No pude evitar escuchar, pero a tu amigo no parece preocuparle mucho el problema. ;.De qué se trata? Enrique movi6 la cabeza. —No entiendo a este muchacho. Es uno de los mejores que he conocido, pero tiene una religi6n extrafia. El cree que el sébado es el dfa que hay que observar y ni siguicra cs judfo. gHas cscuchado alguna vez cosa tan rara? Carlos se encogi6 de hombros. —4Y qué importancia ticne e} dfa que uno dedique a adorar a Dios? 48 ODISEA Y TRIUNFO —-Ninguna, ja menos que uno quiera tener el dfa libre! —aniurreé Rail desde la esquina mis distante del talier—. Pero aquf tenemos al viejo Daniel. El no trabaja desde el atardecer del viernes hasta el atardecer del s4bado. La marina no permite eso. —~¢Por eso tiene que comparecer ante cl tribunal disciplinario? —Sf. Se negé a trabajar el s4bado pasado. Dijo que el sdbado era sagrado y ahora tiene que someterse al tribunal. En su breve estancia en la marina, Carlos habfa visto a muchos meterse en Mos, pero nunca habfa sabido de nadie que fucra castigado por motivos religiosos. Y tampoco habfa visto a nadie tan tranquilo ante lo inesperado. Eso no tenfa sentido. Daniel regres6 una hora después y se dejé caer en el banco del taller. Sacé un papel del bolsillo y se incliné sobre sf mismo. Al Poco rato Carlos encontré un motivo para acercarse. —Escuché que tenfas problemas. ——S{ —respondié Danicl pestafieando. A Carlos le llam6é poderosamente la atenci6n la actitud nada comin de Daniel. —~¢Qué es lo que te pasa? Daniel no evadis la respuesta, ni siquiera se quejé. —Tengo problemas por causa de mi religion. Carlos esperaba que Daniel censurara a la marina, pero no escuch6 ninguna queja ni acusacién. Asombrado, siguié indagando. —éQué fue lo gue hiciste? Daniel puso los codos sobre Ia mesa. —Siendo que soy adventista del séptimo dfa, no fui al trabajo el sdbado pasado, de acuerdo a los mandamientos de Dios. —éQué mandamientos? —pregunté Carlos, dudando si Danicl cra tan normal como aparentaba. —éNunca has escuchado acerca de los Diez Mandamientos? Carlos asintié. —Son unas reglas antiguas que supucstamente Dios dict6, gno °8 cierto? —Si. Bueno, el cuarto dice que debemos guardar como sagrado 21 séptimo dfa. Mi almanaque dice que cl s4bado cs cl séptimo dfa, Dor eso es que lo guardo. NUEVOS HORIZONTES 49 Carlos miré el almanaque que colgaba de la pared. Sf, cl sAbado estaba al final de la semana. Carlos pens6 toda la tarde en lo que‘le habfa dicho Daniel. Sin duda, jaigo debfa andar mal! jLa marina no disciplinarfa a un. hombre por hacer lo que la Biblia decfa que era correcto! Cuando estaba en el entrenamiento b4sico, el capelldn le habfa dicho que los mandamienios eran anticuados. Quizds si hablara con Daniel podria ayudarlo a comprender que ya no era necesario guardar los mandamientos. Dos noches después Carlos se acercé a Daniel en el comedor. ~—Quisicra saber algo mds en cuanto a ese mandamiento del s4bado —pregunt6. Daniel parecié alegrarse. —Bueno, compafiero, por qué no vienes a mi cuarto esta noche para que te lo explique? Carlos hizo una pausa. El y Freya habfan planeado encontrarse esa noche, y no le era f4cil renunciar a esa idea. Pero Daniel estaba afrontando un problema muy serio por tener que comparecer ante cl tribunal disciplinario que tendrfa lugar el jueves. Si él pudiera convencerlo de la verdad acerca del s4bado, quiz4s Daniel podria prometer cumplir con su deber los siguientes sébados, y las cosas se ablandarfan. Ademds, la calma y la actitud de confianza de Daniel Namaba mucho su atencién. Algo en su interior le decfa que . debfa descubrir la causa de tai singular tranquilidad de Daniel, a pesar de lo que le esperaba. la Gnica manera de averiguarlo era pasando un rato con él. —Espérame esta noche —p-ometis. Luego Ham6 a Freya por teiéfono. Hasta el ambiente en e} cusrto de Danicl era diferente. Carlos noté que no habfa cartelones «ie mujeres semidesnudas. No habfa ceniceros ni novelas esparcid.s por el cuarto. En su lugar vio algunos libros bien encuadernados y una Biblia de pici. Los j6évenes se sentaron y conversaron de las cosas comunes del dfa por un rato, luego Carlos introdujo el tema. —Bueno, gpodrias explicarme ese asunto del sdébado? 50 ODISEA ¥ TRIUNFO Daniel cogi6 la Biblia, y en una hora el mun:lo de Carlos habia tomado un giro diferente. En ese corto tiempo Daniel le Ieyé muchos textos que explicaban Ios motivos por los cuales guardar el sfbado y que comprobaban que Dios querfa ser honrado. En ninguna parte decfa que Jestis hubiera sustituido el sabado por el domingo. jLa Biblia incluso decfa que Dios nunca cambia! La cabeza de Carlos le daba vucltas. Todo el mundo adoraba en domingo. j;A Danicl debe habérsele olvidado algo! —Pero Daniel, ,cémo puedes estar tan tranquilo sabiendo que mafiana tienes que comparecer ante el tribunal disciplinario? Daniel se reclin6 hacia atrds en la silla y suspiré. —Sabes, compafiero, al principio me dio un poquito de temor, pero luego encontré este texto —y hojeando la Biblia, Icy6 cn Proverbios 16:7—: "Cuando al Sefior le agrads la conducta de un hombre, hasta a sus enemigos los pone en paz con él" (Versi6n Dios Habla Hoy). Considero que ésta es una promesa de Dios para mf. Yo trato de hacer todo lo que sé que Dios quiere que haga, y a su vez El-ha prometido cuidarme. ,Ves? Yo no tengo que preocuparme de las cosas cuando est4n en las manos de Dios. Carlos mir6 a Daniel. El conocfa a muchfsimas personas que profesaban creer cn la Biblia, pero que la segufan sélo cuando les convenfa. Daniel también crefa en la Biblia, sdlo que hacfa lo que ella decfa, aunque esto le acarreara dificultades. De pronto se dio cuenta que no debfa cambiar la mente de Danicl. Lo que querfa era saber mds acerca del poder que las creencias de Daniel Je habfan infundido. Esa noche, antes de dormirse, medité largo rato en su nueva experiencia. El jueves por la tarde Carlos se sorprendi6 al ver entrar a Daniel apresurado al taller, con su sonrisa habitual en el rostro. Carlos y los otros dos hicieron el trabajo a un lado. —jBueno, hombre!, zqué pas6? Daniel estaba feliz. —Pues bien, esta tarde comparecf ante el tribunal disciplinario. Me multaron por no haberme presentado el saébado para cumplir mi deber, pero también sucedi6 algo interesante. —{Qué? NUEVOS HORIZONTES 51 Daniel sonrefa. —Sf{, me asignaron un trabajo diferente. Luego se acercé a Carlos. ——Hazte a un lado, hombre, jahora soy tu compaficro de trabajo! Ahora Carlos empez6 a refr. —jMagnffico! —exclamé6—, y ya que nosotros no trabajamos los fines de semana, jno vas a tener mds problemas con el sdlado! Daniel asinti6 con una expresiGn de "te lo dije". ~—iVes?, es cierto lo que dice ese texto. jDios hizo que todo se | arreglara! A Carlos le pareci6 que el coraz6n Je daba un vuelco. Contemplé a su amigo de elevada estatura. Después de todo jquizds habfa algo de cicrio en eso! Ca ditulo 5 ENTUS [(ASMADO CON LA BIBLIA a vida de Carlos cra una raépida sucesién de trabajo, descanso L y, siempre que podfa, salidas de la base para visitar a Freya. Aunque enfrascado en sus deberes, los pensamicntos dc Danicl referentes al sdbado Jo asediaban. Parecfa providencial que Daniel trabajara también cn cl mantenimicnto de antenas, pues asf Carlos tenfa la oportunidad de observarlo diariamcrite. No esperé mucho para darse cuenta que el joven adventista cra consistcnte, alegre y siempre tenfa palabras de animo para los demas. A medida que observaba la vida temperante y equilibrada de Danicl y escuchaba sus comentarios acerca de ja paz que Cristo proporciona, Carlos enfrentaba cl desaffo dc conocer mas a su Dios. Asf empez6 su lucha interior. Si escuchaba y aceptaba las creencias de Danicl, iendria que practicarlas también. Se habfa csforzadc muchisimo para obtener su entrenamiento y le parecfa tonto perder de la noche a la majiana su estancia en ia marina. Una vez mas fue atacado por su antiguo enemigo, la depresi6n. Muchas noches permanecfa despierto en su litera, hasta avanzada la noche. Lo asaltaba. el recuerdo de Ja anorexia y del accidente. Estaba convencido de que Dios lo habfa protcgido entonces, y tecordaba su promesa de descubrir quién cra realmente Dios y por qué le habfa preservado la vida. Pero saber demasiado podria demandarle mas de lo que estaba dispucsto a dar. Una noche, cuando visité a Freya, se sentaron a escuchar musica Si bicn Carlos cra de poco hablar, por Jo gencral se las arreglaba para improvisar una conversaci6n interesante con su amiga. Pere esa noche, en particular, se sentfa invadido por la depresién y casi no habia pronunciado una palabra. 54 ODISEA Y TRIUNFO Después de una hora, mas o menos, Freya se levanté del sofa y apag6 la radio. -——Carlos, 4qué ie pasa ultimamente? Ya no pareces cl mismo. Carlos mir6 a le hermosa muchacha. La expresién de Freya, por lo regular alegre, habfa sido desplazada por la preocupaciGn. El conocfa la causa, pero el peso que agobiaba su alma era tan grande que no podfa disimular sus sentimientos. ,Compartirfa con ella sus nucvas ideas? Elia se le acercé y le tom6 ia mano. —Carlos, {te estas cansando de m{? Carlos se enderezé. —jNo, por supuestoe que no! Los ojos de ella brillaron de alegrifa. —Entonces, iqué es lo que te sucede? Carlos miré al piso, No serfa justo ocultarle las cosas, al margen de lo que ella pensara. Ya él habfa estado callado durante mucho tiempo. Esa serfa una buena manera de perder a su amiga y ella era demasiado buena para perderla. —Sé que esto podria sonarte extrafio, pero tiltimamente he cstado pensando mucho en las cosas de Dios. Ella abrié més los ojos. — Dios? —Sf. Y cual debfa ser mi relaci6n con él. El pens6 que se burlarfa, pero no fue asf. —Bueno, no veo nada de malo en eso. Yo también pienso en Dios. Carlos se sinté aliviado, dispuesto de pronto a explicarlo todo. —Sabes, mi familia nunca asistié a la iglesia, aunque siempre erefmos en la existencia de Dios. Ir a sentarse cn los bancos y escuchar extensos sermones los domingos, no nos atrafa mucho. Pero aunque nc fbamos a la iglesia, Dios ha hecho cosas muy especiales por inf y no puedo entender por qué —sacudid los hombros—,, la \erdad es que yo no sé realmente quién es Dios ni que clase de af cto siente por mf. —pY ...7 ENTUSIASMADO CON LA BIBLIA 55 —Bucno, tengo un amigo en la base gue mc ha estado hablando acerca de Dios. Se Hama Danicl. Y, él sf vive lo que cree. Quiero decir, si la Biblia lo dice, iél le cree! Y¥ lo admiro por eso. —Me doy cuenta. Carlos observ6 a la muchacha. Habfa desaparccido la tensién. Ella se Ie acereé un poquito. —Creo que debo estudiar mis. Freya le acaricié cl rostro cen los dedos. —~iY¥ eso cs todo fo que te ha estado preocupando? El asintid, aunque considera!ya el asunto de poca monta. —-Perdéname por no habériclo dicho. Impulsivamente Freya le dio un abrazo. ~——Me sicnto mucho mejor cuando hablamos. Tengo una idea... Ella junté las yemas de los dedos y le dijo sonriendo: —-Yo también soy bastante religiosa. A decir verdad, voy regularmente a la igicsia los domingos. Puesto que ti no trabajas los fines de semana, gpor qué no vamos juntos? La iglesia es un buen lugar para encontrar respuestas a ts preguntas, Momentdncamente, todo se te aclaré a Carlos. —iAsf lo haremos! —exclam contento de que Freya no pensara que sus ideas eran tontas. (Juntos encontrarfan el camino! Por varios domingos consecutivos Carlos se levantaba temprano para ir al pueblo. Aunque los cultos en la iglesita eran interesantes y los miembros amigables, no sncontraba respuestas a ninguna de Sus preguntas acerca de Dios o del sdbado. No mucho después empez6 a sentir un vago sentimiento de vacfo interior. Un domingo, tras haber asistido a la iglesia y pasar juntos la tarde, Carlos y Freya fueron a la cantina. Tomaron cerveza y bailaron toda la tarde. Pero aunque Carlos parecfa sentirse contento, no lo estaba. Se preguntaba si el Dios que Freya profesaba adorar y cl que profesaba adorar Daniel eran realmente uno y el mismo. Micntras descansaban en una sa, Carlos contemplé las manos de Freya. Esas manos habfan sostenido una Biblia aquella misma mafiana. Ahora asfan una copa de cerveza. Como quc una cosa no concordoba con Ia otra. Aunqu: Daniel nunca le habfa hablada de eso, Carlos sabfa que su amigo no tomaba ni frecucntaba Ja cantina. 56 ODISEA Y TRIUNFO A medida que avanzaba la tarde, mds incémoda le resultaba la situaci6n, y se sintié aliviado cuando regresé a la base. Al dfa siguiente habl6 con Daniel en el trabajo. TG me has mostrado muchos versfculos de Ja Biblia, pero si el sébado es el dfa sefialado para adorar a Dios, {por qué todo el mundo observa el domingo? Danicl rasp6 hasta ‘el Ultimo pedacito de soldadura del banco antes de responder. —tTe diré, Carlos. No mucho después de la época de Cristo, algunos sacerdotes pensaron y decidicron que sus congregacioncs crecerfan mds répidamente si hacfan algo pata atracr a los paganos que adoraban al dios sol. Lucgo hizo una pausa a fin de fijar la idea. —Con la esperanza de hacer las cosas més atrayentes para ellos, cambiaron el dfa de adoraci6n del sdbado al domingo, el dfa sagrado de los paganos. Para atracr a més conversos todavfa, adoptaron varias festividades paganas de sus ritos de fertilidad. Una de cllas es lo que hoy conocemos como fiesta de pascua o de semana santa, Como te dards cuenta, funcionaron los planes de esos sacerdotes. Ahora la mayorfa de la gente adora en domingo, pensando que ése es el dfa que Dios bendice. Carlos se moj6 los labios. —jAsf que en realidad Cristo no cambié cl s4bado por el domingo cuando resucité, como escuché decir ayer en la igicsia? Daniel movi6 la cabeza. Yo he estado buscando texto tras texto de Ja Biblia que apoyen esta teorfa, pero munca he podido encontrar ninguno. Si los encontrara, cambiarfa de idea. Carlos regres6 a su trabajo moviendo la cabeza. Era evidente que Danicl no estaba tomAndole el pelo. Danicl crefa realmente lo que decfa y Carlos lo admiraba. Dadas las actividades que se desarrollaban cn su cuarto, Carlos trataba de permanecer fuera el mayor tiempo posible, permitiendo gue sus compaficros de cuarto tuvieran la privacidad que deseaban. Esa noche después de la cena dio vucltas por la base, inquicto, pensativo. yPor qué pocas personas conocfan este cambio del ENTUSIASMADO CON LA BIBLIA 57 sdbado ai domingo efectuado por un grupo de sacerdoics? Sin duda, debia haber algo mds y decidié hacerle preguntas a Daniel. Una noche, mientras caminaba entre las barracas después dei trabajo, Ieg6 a la biblioteca de la base. Preocupado y muy pensativo, entr6, esperando distraerse un rato con alguna nueva revista. Al buscar entre las cubiertas de colores brillantes, sintié un fuerte impulso de voltear. Mirando por sobre su hombro, not6é una serie de libros que nunca habfa visto. Movido por la curiosidad, cogié uno que se titulaba Gula para Nuevos Cristianos. Pensando que el libro podrfa responder algunas de sus interrogantes, empez6 a hojearlo. Cuando se acost6 la noche siguicnte ya habfa Icfdo cl libro. Por primera vez ley6 acerca de la vida de Jestis cn la tierra y comprendié la verdad respecto de su muerte en la cruz para salvar a los hombres pecadores. El saber que Jestis hubicra muerto sélo por é1 Ilo Iené de gozo y del deseo de hacer algo para corresponder a una Persona tan amante. En su mente flotaba un concepto en particular, Cuando Jestis hablaba con sus discfpulos, les »rometfa que Dias los honrarfa si le servfan siguiendo su ¢jemplo. Carlos sabfa lo que significaba servir. En eso consistfa la marina. Era hacer cosas en favor de otros, estar listo a dar la vida si fucra necesario para proteger a extrafios, dar el ciento por ciento para que cl mundo fuera un lugar mas seguro ~ donde vivir. Se acord6 cuando ayudaba al capelldn mientras realizaba su entrenamiento basico. Recordd los sermones que habfa escuchado. Algunos Ifderes rcligiosos insistfan en que uno tenfa que hacer Penitencias y encender velas para recibir las bendiciones de Dios. Otros proclamaban que para ser salvo, lo nico que habfa que hacer cra “creer”. Ahora, cn ese mismo libro que estaba en sus manos, se hallaba la prueba de que Jestis no pedfa ni penitencias ni una mera creencia, sino que dijo: "Servid". Nucvamente Carlos se sumergié en una profunda meditaci6n. Algo cn su mente Ie sefialaba una nueva direccién. Una fuerte conviccién de que debfa servir lo sobrecogié. Aunque no sabia 58 ODISEA Y TRIUNFO exactamente cémo hacerlo, decidid averiguarlo. Los pensamientos revoloteaban cn su cabeza. Sélo conocfa a una persona que parecfa verdaderamente interesada en servir a Cristo, Danicl. ,Bastarfa su ejemplo? Antes de dormirse decidié probar a Daniel para ver si crefa en el principio del servicio que tan vividamente hab{a impresionado su mente esa noche. Si Daniel crefa que seguir a Cristo significaba servir a Cristo, y no s6lo creer en él, entonces sabrfa que estaba cn lo cierto y que valfa la pena escuchar cl resto de las verdades que decfa creer. Al dfa siguiente le asignaron a Carlos un trabajo en otro lugar, as{ que no pudo ver a Danicl hasta Ja hora de la cena. Siempre que podfan se sentaban juntos en cl comedor y esa noche no fuc la excepci6n. Carlos lanz6 la pregunta tan pronto como pudo. —jQué espera Dios de las personas? Quiero decir, qué espera que hagamos nosotros? Daniel pensé, mastic, tragé y dijo: —Bueno, creo que Dios espera que le sirvamos. El corazén de Carlos le dio un vuclco. —jQué significa eso? —Para mf significa entregarle mi vida cada dfa y hacer su voluntad. — Puede uno salvarse con sdlo creer? Daniel pens6 un momento antes de responder. —La Biblia es muy clara cuando afirma que somos salvados por Ja fe, no por nada que hagamos —dijo pausadamente—. Pero ¢s importante comprender que seguir a Jestis 0 servirle equivale a creer. Si la persona no sigue a Jestis, ,creer4 realmente cn él? Carlos se sintié invadido de un célido fervor. Nuevamente se le mostraba el camino. Ahora sabfa que podrfa confiar en su nuevo amigo. —jBien! —exclam6 poniéndose de pie. Enseguida se dio cuenta que habfa llamado la atenci6n. Sintid que todo el mundo lo miraba, pero eso no le import6. Se sentfa invadido por una felicidad que nunca antes habfa experimentado. Se sent6 de nuevo y le conté a Danicl lo que habfa Iefdo la noche ENTUSIASMADO CON LA BIBLIA 59 antcrior y cémo habfa sido impresionado por aquclla verdad de que Dios querfa que le sirvieran. Le hizo saber a Danicl Ja pruchba a la que lo habfa sometido. Entonces se eché hacia atras ¥ sonrid feliz. En los dfas que siguicron Icy6 todos los libros religiosos que pudo encontrar y bombardeaba de preguntas a Danicl cada vez que tenfa oportunidad. Mientras mds Iefa, mds se convencfa que debfa servir a Cristo, Un dfa, después que Carlos le hizo otra pregunta, Daniel levanté las manos y se rid. -—Oye, muchacho, esas preguntas no se pueden responder con dos 0 tres palabras, Quizds quicras estudiar la Biblia conmigo. Ta sabes, yo estudio todas las noches. iNo por causalidad Danicl sabfa tanto acerca de 1a Biblia! Porun instante Carlos pensé en lo que dirfan sus amigos si lo encontraban estudidndola intensamente. Pero, comprendicndo lo importante que era la verdad para su vida, Hegé a la conclusién de que no Ie importarfa cn absoluto. ~—Me parece buena idea, de esta mancra pucdo escribir las cosas que quicro. Esa noche anuld la cita que tenfa con Freya, aduciendo que tenfa algo importante que hacer. Freya se sintié chasqucada como es natural, dado que habfan intimado muchfsimo. A medida que Carlos aprendia enscfianzas de Danicl, las compartfa cuidadosamente con Freya, y ella parecfa receptiva. —-Estoy contenta de que esi¢s aprendiendo de Dios —le dijo Freya unos dfas después cuando Ie explicaba uno de sus tltimos descubrimicntos—., pero no vayas a convertirie en un fandtico de la Biblia. Carlos se ri6. —iY qué es un fandtico de la Biblia? Ella Ie estruj6é las manos juguetonamente. —Una de esas personas que se pasan de raya —td sabes— con sus ideas religiosas. Carlos le puso los brazos encima. —Creo que no hay riesgo de que eso suceda. 60 ODISEA Y TRIUNFO Después de cancelar la cita, se dirigié al cuarto de Daniel a las siete de la noche. Cuando se sentaron a la mesa, Daniel cogié la Biblia y la abrié. Enseguida Carlos vio que estaba subrayada casi en cada pdgina. ——jOye! —exclamé—, a mf me da trabajo Icer rapido tres paginas de la Biblia, pero ti parece que Ja has Icfdo toda. Daniel rié entre diéntes. —Lo que hago cs marcar los mensajes que son para mf, muchacho. Daniel dio vuelta a unas paginas, lucgo pas6 el {ndice por una coliumna. —Bueno, antes de empezar quisiera leerie un pasaje que me gusta mucho. Est4 en el libro de Mateo. El fue uno de los discfpulos de Cristo. Allf en el capftulo sicte, empezando con el versiculo siete, dice: "Pedid, y se os dard; buscad y hallaréis; Hamad y se os abrird. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrird" (Versi6n Reina-Valera 1960). Luego puso la Biblia a un lado y sonrid. —-Para m{ eso significa que si estoy buscando de veras la verdad y se la pido a Dios, é1 me la mostrard. De acuerdo? Carlos se encogid de hombros. —cCreo que sf. Qué bueno serfa si fuera tan facil. Daniel or6 pidicndo a Dios que bendijera cl estudio sobre el valor de la Biblia. Los textos que cit6 convencieron a Carlos de que la Biblia era confiable y que las personas necesitaban apartarse de cosas que pudicran separarlas del amor de Dios. Lo sobrecogié una sensacién de bienestar, la misma experiencia vivida la noche que habfa empezado a comer otra vez y después del accidenic automovilfstico. La paz que sintié cra maravillosa y Carlos descé que nunca mds desaparccicran esos sentimicntos que ahora habia vuelto a experimentar; nunca, por ningtin motivo. Finalmente terminaron de estudiar y Carlos se Jevanté para irse. ~—Gracias, Danicl. Lo que me has cnsciiado ha puesto fin a mis dudas. Yo he tenido mucha curiosidad por conocer a Dios durante tanto tiempo y a veces hasta he sentido su presencia. Pero no sabfa ENTUSIASMADO CON LA BIBLIA 61 lo que debfa hacer, En adelante no permitiré que nada me impida conocerlo. Daniel empujé hacia atrds Ia silla y se puso de pic. —Tengo algo mas que deci:te, muchacho —dijo abricndo de nucvo la Biblia—, ui estas realinente intercsado en aprender. Pero a Satanés no le gusta que las personas conozcan la verdad en cuanto a Dios y har4 todo Jo posible por impedirlo. Entonces pasan cosas. La gente podra decirte tonterfas. Hasta podrias desanimarte, realmente. Pero no importa 10 que succda, no te aparies del conocimiento que has empezado a adquirir ahora. Carlos desecho Ia idea. -—-No hay problema. Nada me ya a impedir seguir adelante. Danicl no ¢staba tan seguro. —Liegara el tiempo cn que las Personas scrén - desviadas, engafiadas y se perderdn si no entienden este Libro —-dijo tocando su Biblia—. Hay un ctimulo de verdades aquf que nos advicrten de lo que va a suceder, pero si no las entendemos vamos a ser desviados y nos vamos a perder. Carlos se dirigié a la puerta. —Bueno, gracias por la adve tencia. De paso, {cuando vamos a estudiar de nuevo? Fijaron la fecha para dos noches posteriores. Carlos se apresuré a llegar a su cuarto. Después de tocar Ia puerta y no recibir - fespuesta, dio un suspiro de alivio y entr6. Pocas veces podia disfrutar del cuarto a solas y realmente serfa bucno sentirse solo esta vez. Listo a descansar y disfratar su nuevo compaficrismo con Dios, Sc quild las botas y se metié cm la litera. Al repasar las verdades que €1 y Danicl habfan estudiac 0, Se sintié tan feliz que hasta se Tuboriz6. Nunca més querfa set tirse sin Dios en la vida. Con un suspiro de felicidad, cogié una cle sus grabaciones de musica rock y la puso en el tocacintas. Mientras descansaba, esperando que la musica y las palabras lo tranquilizaran, como ocurrfa gcneralmente, sucedié algo raro. Poco 4 poco esa sensacién de biene star que habia experimentado fue desaparecicndo. Ya no se sentfa leno de alegria sino que lo invadio 62 ODISEA ¥ TRIUNFO una especie de oscuridad. Era como si alguien hubiera apagado la luz. —Dios mfo, no me dejes por favor —rog6 de pronto, leno de temor—. Yo no estoy bromcando, estoy pensando seriamente respecto a ti. Entonces sus ojos se dirigieron hacia cl estante de los casetes. Los observ6 detenidamente. Habfan significado muchfsimo en su vida y habfan Ilenado tantas lagunas. Pero muchos contenfan elementos que estaba seguro ofendfan a Dios, y ahora, al mirar el cstuche donde estaban guardados, se sintié incémodo. Sin pensarlo dos veces, apago de un golpe el tocacintas. Sc qued6 acostado y poco a poco empez6 a sentir de nuevo esa paz. Entonces Je parecid escuchar una voz que Ic hablaba, aunque no escuchaba ningun sonido: —Carlos, si quieres que mi presencia permanezca contigo, debes dejar de hacer cosas que me aparten de ti. —La picl se Je puso de gallina. —Estoy listo, Sefior —susurr6. Volvi6 a mirar el estante de grabaciones. —Es cso, jno es cierto, Sefior? —pregunt6. Sin esperar respuesta tir6 los casetes al cesto de la basura. Luego se dej6 caer en una Silla y los contemplé. Pensé en lo mucho que habfa invertido en ellos. "Si no me libro realmente de estas cosas, probablemente cambiaré de idea y los recogeré", se dijo en voz alta. Inmediatamente se puso las botas, cogié el cesto y salié afuera, dirigiéndose al tanque de basura. Allf fue arrancando una tras otra las cintas de todos los casetes y tiréndolas a la basura. “Se acabé. jAhora ya no puedo cambiar de idea!", exclamG mientras se deshacfa de la ultima de ellas. Al regresar al cuarto se sintié embargado de un sentimiento de paz. Noté que Tomas ya habfa vuclto durante su ausencia. Carlos Jo encontré parado en medio del cuarto, con una expresién de horror en el rostro. —Oye, jte han robado! ;Se han levado tus casetes! Carlos sonrid y se metid cn Ja cama. —wNo. Yo los boté. ENTUSIASMADO CON LA BIBLIA 63 —{Que los botaste? gEst4s loco? Sintiéndose de repente una especie de tonto, Carlos trai6 de explicarle. ~-Creo que Dios no quicre que yo escuche esa musica, eso es todo. Toméas cerré los ojos. —1INo me digas que te vas a convertir también en un fandtico religioso! Bueno, pucde ser que Dios no quicra que tG tengas esos casctes, pero a él no Je importa si los tengo yo. ~D6nde estan? Carlos sc dio vucita en Ia cama, sintiéndose satisfecho de haberlos destruido, —Estan en el tanque de basura, desbaratados. iQué mala suerte! —protcst6 Tomas mientras salfa del cuarto dando un portazo. Ahora dos personas felices trabajaban cn el taller, y siempre que podfan discutfan algtin tema de 1a Biblia. Daniel compartfa nuevos conocimientos tan pronto como Carlos los podfa asimilar. Y en sus viajes al pueblo, Carlos a su vez. compartfa esos conocimientos con Freya. Una noche Carlos fue al pucblo, a pesar de Ia nieve que cafa, para encontrarse con Freya. Micntras conversaban frente a sendos vasos de cerveza, Carlos sintic como que la Presencia de Dios empezaba a abandonarlo. Desdc el incidente de los casetes él sabia - que eso s6lo sucedfa cuando hacfa algo que desagradaba a Dios. Miré a su alrededor. El local estaba leno de bebedores, muchos de ellos contorsiondndose obscenamente al com pas de la musica. Se dio cuenta que las palabras que cscuchaba y las acciones que vefa no armonizaban con los conceptos guc habfa estudiado en la Biblia. Estas cosas no podfan complaccr a Dios. Stibitamente se pregunt6 por qué habfa llevado a Freya a ese lugar, y tomandole las manos la invité: —Vdmonos a tu casa. Freya francié los labios. —iTan pronto? jAcabamos de llegar y dijiste que fbamos a bailar! 64 ODISEA Y TRIUNFO ‘A Carlos Ie gustaba bailar también. Le encantaba ver a Freya ejecutar los ullimos pasos de la moda, pero rechazé Ja idea. —Ya no me siento cémodo cn este lugar, Freya. Se inclindé hacia ella y le dijo con voz suplicante: —Sabes, decimos que somos cristianos, y sin embargo venimos aun lugar que es cl mismo territorio del demonio. A Freya le brillaron los ojos. — No crees que estds excediéndote en este asunto de “complacer a Dios"? Carlos se Irvanté y se puso la chaqucta. —1o siento, no pucdo quedarme aquf. Vamos. Al Ilegar a casa, los padres de Freya saludaron carifiosamente a Carlos, pero Freya tenfa una observacion que hacer. —Estds yendo demasiado Iejos cn csto, Carlos. Hace tiempo Ic hablé acerca del fanatismo religioso, pero nunca pensé que las co: Uegarfan tan lejos. Por qué piensas que no pucdes divertirte y scr cristiano 2 la vez? Sinticndo de pronto una presién en cl corazon, Carlos se dirigid a la puerta. Nunca habfan discutido. —Asf cs como me siento —replicé débilmente. Freya salié corriendo de la habitacion y finalmente Carlos se fue, preguntindose sila volverfa a ver. Le gustaba mucho la muchacha; sdlo que no le parecfa correcto terminar asf sus relaciones. Un tanto confundido, ord en cl camino rumbo a su cuarto. "Sefior, ahora sé que ti no quieres que siga yendo a la cantina. Indfcame si no quieres que Ilegue a algo con Freya. Ella me gusta mucho". Carlos prest6 atencién, pero no escuché nada. Quizds Dios no respondfa oraciones scmejantes. Le preguntarfa a Danicl. Al saébado siguiente, Danicl sc vio con Carlos en el comcdor. -—Oye, {qué plancs licnes para hoy? Carlos movié la cabeza. Ven a mi cuanto un rato. Mama me acaba de mandar dos grabaciones de Joe Crews. Creo que te gustardn. Carlos se sentfa desconcertado. Nunca habfa escuchado csc nombre. ENTUSIASMADO CON LA BIBLIA 65 — {Qué canta é]? Danicl se rid. —EI no es cantante. Es un predicador, y te anticipo que expone sus Lomas con claridad. Carlos se detuvo. Su idea de un sébado divertido no cra definitivamente sentarse en un cuarto eno de cachivaches a escuchar sermones grabados, pero la ansiosa expresién de la cara de Danicl le hizo cambiar de idea. Sélo por complacerlo, fuc. Los scrmones no cran aburridos. Uno de ellos trataba de la observancia del sdbado. Al escuchar lo mismo que Danicl le habfa dicho, pero desde otro punto de vista, Carlos se dio cuenta de que el hombre hablaba la verdad y que pronto él tendria que tomar una decision. Cuando Iegé la hora del almucrzo, los dos j6venes se‘dirigicron al comedor, y mientras comfan, Carlos se sumi6é cn pensamiecntos profundos. Estaba acostumbrado a la idea de que Daniel guardara el sabado. Le parecfa correcto. Pero si 61 empezaba a hacer lo mismo, {qué pensarfan los dem 4s? Con seguridad Freya se pelearfa con él, si no lo habfa hecho ya, y sus padres pensarfan que sufria otra altcracién mental o algo por el estilo. Quizds Dios no le pedirfa que guardara el sdbado. Pas6 varios dfas intranquilo, entonces Danicl lo invitdé a otro estudio. Carlos considcré la invitacién, luego decidié accptarla. Ultimamente se habfa desvanccido esa sensacién de que Dios lo acompafiaba y Carlos se preguntaba si no scrfa esto lo que Danicl Ic habfa advertido. Esa noche le dijo a Daniel cémo se scntfa. —-Creo verdaderamente que el séptimo dfa es sagrado y estoy bastante seguro de que Dios quiere que todo cl mundo lo observe. Algin dfa voy a convertirme probablemente cn un observador del sdbado como ti. Daniel se puso serio y asom6 a su rostro una expresién de ansicdad. —Muchacho, no esperes mucho més. Uno nunca sabe lo que pucde pasar. 66 ODISEA Y TRIUNFO Al dia siguiente Freya llam6 al taller para terminar las relaciones con Carlos. —Es muy di'fcil para m{ —dijo— competir con tu Dios y con la Biblia. —Una vez mds Carlos pens6 en el sacrificio que Jess habfa hecho por él. En su interior le dolfa, pero m4s le dolerfa si le daba la espalda a la oportunidad de conocer la voluntad de Dios para con él, Respiré profundo, y con un nudo cn la garganta, retorné a su trabajo. Capitulo 6 ENTRE ROCAS leg6 y pas6 la Navidad, con sus tormentas, su nieve y hielo tan comunes en ese frfgid:» norte. Los dos amigos se reunfan Jos sdbados en el cuarto de Daniel para estudiar la Biblia. Cuando Carlos arranco la hoja cle febrero del calendario que habfa clavado sobre su banco de trabajo, Daniel ya le habfa explicado casi todas las creencias adventistas, apoydndose cuidadosamente en textos de la Biblia. Al inicio de la primera semana de marzo, Carlos fue. damado a Ja oficina del capitan Molina. Curioso por saber cl motivo, se apresuré a comparecer ante el oficial. —Sargento Miller a la orden, sefior. El capit4n levanto la vista de los papeles que estaba firmando y le sefial6 una silla a Carlos. —Creo que Je gustarfa saber que su equipo Ueg6. Por fin podr4 dedicarse a trabajar en Io que vino a hacer aquf. —jExcelente, sefior! El capitan sonri6, —Puede cambiarse de depastamento el préximo lunes; quicro decir, al trabajo por tumos, Io cual va a alterar significativamente su horario, pero seguramente sc acostumbrar4. Carlos agradecié al capitan y se dirigié al cuarto de Daniel. —Lleg6 mi equipo —anuncié empujando la puerta casi antes que Daniel tuviera tiempo de abrirln, —iQué bueno, muchacho! —-exclamé Daniel, dejandose caer en Ja cama. Carlos se sent6 y suspir6. —Qué bueno y qué malo. EI capitén Molina me dijo que el sistema es el de tumnos. Sabes lo quc eso significa. Daniel se apoy6 en los codos. —Podrfa ser algo complicado —treflexioné, moviendo la 68 ODISEA Y TRIUNFO cabeza—: cinco dfas de trabajo, tres dfas libres, turnos diferentes cada dfa... —_Incluyendo parte del s4bado —termindé Carlos sintiendo el est6mago como si fuera de plomo. Daniel columpié los pies sobre el piso. —Carlos, pareces preocupado. —Yo quiero realmente guardar ¢l sébado —continud Carlos—. Pero, zy si me meto en problemas? Me ha costado un gran esfuerzo egar hasta aquf. jEs mi carrera, y por cierto no quicro echarla a perder ahora! Daniel movié la cabeza. Tenfa una mirada comprensiva. —Ti estds seguro en tu trabajo —recalcé Carlos, recordando el problema que Daniel habfa tenido aquel s4bado cuando se cono- cieron—, ellos no te van a asignar un nuevo campo, y nunca ten- dr4s que trabajar los fines de semana. Pero el trabajo para el que me trajeron es de tumos y si me niego y me dan de baja... . Daniel, ,qué voy a hacer? Daniel busc6é la Biblia y la hojeé hasta Wegar al Nuevo Testamento. . —vVeamos mi texto favorito, tti sabes, el que sc encuentra en Santiago 1:5: "Y si alguno de vosotros tiene falta de sabidurfa, pfdala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le ser4 dada". Con reverencia hizo ta Biblia a un lado, luego se puso de pie y se estiro. —Carlos, hemos estudiado juntos. Te he ensefiado casi todo cuanto sé y me consta que amas a Jestis. Pero yo no puedo decidir por ti. Eso es algo que tienes que hacerlo ui mismo. Pocos minutos después Carlos se fue a su cuarto, atin indeciso y agradecido de que Daniel no lo forzara a decidir. Al_ margen de lo mucho que Daniel deseara que Carlos adoptase el adventismo, nunca lo presionaba, sino que esperaba con paciencia que Carlos tomara sus propias decisiones. Hasta cn esto Carlos vio que Danicl se parecfa al buen Pastor de 1a Biblia que apacentaba las ovejas sin forzarlas. Carlos sabfa que con el cambio de trabajo, Daniel y él ya no se ENTRE ROCAS 69 verfan a menudo a causa de la diferencia de horario. De pronto advirti6 lo mucho que habfa aprendido a depender de ese amigo equilibrado y alegre mientras trabajaban, estudiaban y jugaban juntos. De ahora en adelante tendrfa que afrontar solo sus problemas. El ultimo dfa de trabajo de Carlos en el mantenimicnto de antenas, Danicl irrumpi6 repentinamente por las puertas azules tras retomar de una comisién. . —Carlos, jtengo una buena idea! Majfiana es sdbado, Después del almucrzo vamos a caminar hasta la estacién abandonada de guardacostas. Benito me dijo que cra un terreno abrupto y leno de farallones. Para quien anda siempre con una c4mara colgando del cucllo, deberfa scr una tarde agradable. Quizds pucdas tomar unas buenas fotograffas. —jMagnffico! —convino Carlos, tratando de contagiarse del entusiasmo de Daniel, a pesar de la Preocupaci6n que sentfa por lo del cambio de trabajo—, Podrfa ser nucstro tiltimo sAbado juntos y dcebemos hacer algo especial, A la tarde siguiente recorricron a saltos y tumbos cinco kil6metros por la carretera que bordeaba fa playa mientras la destartalada camioneta bufaba cn cada bache. Por fin la esta- Cionaron y los dos jévenes salinron del vehiculo Un momento después esiaban en la orilla del mar, disfrutando de las espumosas elas que remojaban sus pies. Era un dfa caluroso de marzo, fuera de io comin, y resultaba agradable sentir en la cara los débiles rayos del sol. Por un rato estuvicron tirando picdras. viéndolas deslizarse sobre las inquictas olas. A lo Iejos, en cl horizonte, Carlos noté una mancha,de nubes grises, jCudntas veces esta era la Sefial de una tormenta que se aproximaba répidamente y podria precipitarse sobre ellos antes que tuvicran tiempo de prepararse! Pero por el momento no soplaba ningtin viento. No tenfan por qué preocuparse, Carlos miré a lo largo de la costa hacia los Pcfiascos rocosos que Surgfan abruptamente del agua. Al fondo se vefa una enorme roca de forma aguda coronada de hierba. —Parece un buen lugar pari tormarte una foto — bromeé. 70 ODISEA ¥ TRIUNFO Carlos—; tengo un rollo completo cn la camara. Daniel cerré los ojes. —jMe parece que podrfas encontrar un tipo més interesante! Pero vamos a Ver... Después de caminar un rato por la playa, desapareci6 el sendero de arena que separaba las rocas del agua, y se encontraron frente al pefiasco. Si querfan adentrarse mds, tendrfan que escalar hasta la cima de la roca y seguir por la ladera. Ninguno de los dos querfa terminar tan pronto el paseo, asf que empezaron a subir. Mads 0 menos a mitad de la ctispide vieron un arrecife ancho que corrfa a lo largo de la roca frontal. La yerba scca que crecfa en Jas grietas servirfa para apoyar los pies ¢ impedir que resbalaran y cayeran al vacfo. Daniel vio la superficie sobresalicnie. —yQuicres probar? Carlos dio un paso tentativo. —NMe parece firme. Al principio la caminata les resulté facil y los amigos se detuvicron para examinar las rocas, los fdsiles y los empinados montfculos de musgo que sc apretujaban cn cada gricta visible. Una hora més tarde, cl progreso sc les dificult6. Daniel habfa ido por una saliente diferente que tcrminaba varios metros por encima de Ja de Carlos. El arrecife por donde éste caminaba habfa desaparecido y solamente podfa escuchar la voz de su amigo. No podia verlo. —jCreo que mejor regresamos! —grit6 Carlos. La cara de Daniel asom6 entre dos rocas que habfa encima. —-jOye! {Se te acabé el espacio?— Analiz6 la situacién y luego afiadi6—: Hay um declive precisamente detrés de esa roca. Me parece que serfa mas corto saltarlo que regresar por donde vinimos. Desde su posicién, Carlos no podia ver mas alld de la saliente rocosa, pero sabfa que Daniel sf. —jEst4 bien! —grité avanzando unos pasos. Daniel tenfa raz6n. Nuevamente la saliente de Carlos se ensanchaba y momenténeamente fue facil caminar. El declive que Daniel habfa descubierto quedaba directamente a la vuelta del ENTRE ROCAS 71 recodo gue tenfa por delante. Cuando finalmente Carlos dio la vuelta, se qued6 sin aliento. La saliente se plegaba, sin dejar ningiin apoyo para los pies. Veinte metros mds abajo las olas golpeaban estrepitosamente las gigantescas rocas que se habfan desprendido del farall6n. El aire estaba salpicado de agua salada. Carlos sinti6 micdo. —jOye, Danicl! La cabeza de su amigo se dejé ver de nuevo. ——jNo puedo seguir! Danicl verific6é la situacién. —-Asf es... [ni yo tampoco! —-De pronto el musgo estaba mojado y muy resbaladizo. No habfa mas remedio que desandar lo andado. Carlos se pegé lo mds que pudo contra la roca 4spera y avanz6 hacia atr4s hasta hallarse frente a la saliente que acababa de pasar. jSi pudiera Negar otra vez a la parte ancha! Mir6 hacia el precipicio. Abajo, el agua ascendfa y cafa incesantemente, cnroll4ndose primero alrededor de Jas rocas, escurriéndose luego entre las grietas y cayendo muevamente en el mar. jUn resbalén podrfa significar la muerte! Tan s6lo de mirar se sinti6 marcado. Para calmarse, miré hacia el horizonte. Con estupor vio que las nubes negras que habfa notado dos horas antes se acercaban répidamente a ellos. Era una verdadcra tormenta. jMas Ics vaifa * apurarse! La voz de Daniel se escuché desde arriba. — Cémo te va, compafiero? —jBien! —grit6 Carlos deslizando los pics por la saliente. En ese preciso instante se le resbalaron los pies. Quiso agarrarse desesperadamente de la pared rocosa, pero no habfa nada a qué aferrarse. Las palmas de sus manos sc arrastraron hacia la roca en la cual habfa estado apoyado. Luego se golpearon fuertemente contra la saliente. Profirid un grito y se precipit6 al vacfo. Mientras. cafa hacia las mortales rocas y las ficras olas de abajo sintié en la boca del estémago una sensi6n parecida a Ja que se experimenta en una montafia rusa. —Se acab6, Sefior! jY yo que crefa que contaba con tanto 72 ODISEA Y TRIUNFO tiempo para seguiric! Durante la cafda su cuerpo se retorcfa, la cabeza paso raspando. una saliente rocosa y la barbilla chocd con otra. Rcboté contra la pared un par de veces y entonces la ola mas enorme que habfa visto en su vida lo envolvid. —Lo siento, Jesis —pensé Carlos micntras cafa al agua. El stibito frfo le quité la respiracién, dejandolo aturdido por un instante. Entonces mir6é hacia arriba. El agua verdosa se arremolinaba lena de espumas en su alrededor, y aunque cl peso de la ropa lo sumergfa, la corriente lo empujaba hacia arriba. Es ésia la resurreccién? —pensaba, sintiendo que sc clevaba y sabiendo que no podria sobrevivir csa cafda-—. jNo estoy listo para comparecer ante mi Dios! jYo lo habfa estado rechazando! De pronto su cara emergi6 a la superficie, pero instanténcamentic otra ola le cay6 encima. Traté de tomar aire justo cuando una ola lo lanzaba dando vueltas contra una roca aguda. {Dios mfo, ayidame! —clamé en su mente. Cuando el agua se separaba de la orilla, sorbfa a su victima con ella, Carlos sabfa que a menos que hiciera algo rapidamenic, serfa arrastrado mar adentro y, sin duda, no tendrfa oporiunidad de salvarse. Arafiaba desesperadamente la roca que acababa de rozar, pero al momento habfa desaparccido. Simultdneamente, por encima del chapotco de las olas en retroceso, escuchaba a Danicl Namdndolo una y otra vez. —Carlos, ,d6nde est4s?, c6mo estds? Milagrosamente encontrs dénde apoyarse cuando la viltima ola se alejaba. Luché para ponerse de pie cn el agua, que le legaba al pecho, para hacerle una sefial a Daniel, pero la saliente se lo impedfa. Detras de él se levantaba una enorme roca sobre el nivel del agua. ;Si lograba llegar a ella antes del azote de la proxima ola, guiz4s tendrfa una oportunidad! Se tambale6 mientras trataba de ascender. La superficie afilada le cortaba las manos ya desgarradas y sangrantes. Sc desplomé sobre la roca, descansando la cabeza entre los brazos. Le salfa sangre por la nariz, pero no Je dolfa nada. Luego se levanté y traté de divisar a Danicl. Tenfa que saber que atin estaba vivo. ENTRE ROCAS 73 Lleg6 otra ola y retrocedié. Se sintidé agradecido de encontrarse Por encima de ella y parado en un lugar firme para que Ja marea no pudiera arrastrarlo. Se dio cuenta que cuando la marca subicra, sc verfa envuelto otra vez por las olas, a menos que pudicra llegar arriba a ticmpo. Carlos dirigi 1a vista hacia el farallén y vio que Daniel de alguna manera habfa Hegado al lugar de donde &1 habfa cafdo. Los brazos de Danicl se agitaban frenéticamente sefialandole hacia la izquierda. Carlos mir6é y vio una especie de caleta abierta por las olas, oculta detrés de una estrecha abertura. No podfa verla bien, pero intufa que la marea creciente todavia no la habfa alcanzado. Se sujet6 de la roca mientras se producfa un vaivén de las olas amenazadoras. Raépidamente se desliz6 con dificultad cn las agitadas aguas que le Ilegaban al pecho y se impuls6 hacia ja caleta. Tan pronto como pudo se abrié camino por la estrecha entrada y finalmente se arrastré hacia la seca y pedregosa playa. Alf se dejo caer, débil, helado y tembloroso. Asf se mantuyo por unos momentos, recapacitando lentamente sobre lo sucedido. Su cafda debfa haber resultado en una muerte segura, pero atin estaba vivo, iy no tenfa ni un hueso roto! Cuando se incorpor6 noté que la arena donde habfa apoyado la cabeza estaba roja. Se asust6 por un momento cuando se tocé la frente y la nariz sangrantes. Revis6 sus brazos y sus pies. Tenfa algunas raspaduras, pero sanarfan. Sabfa que debfa descansar hasta que la nariz dejara de sangrarle, pero la tormenta se acercaba. Sintié que el panico lo invadfa y al mismo tiempo una oleada de adrenalina le corrfa por las venas. Se puso de pic de un salto. Debfa hacer algo, jenscguida! Tan répido como pudo se dirigié a la parte trasera de la calcta, donde el terreno se clevaba hasta una estrecha franja de arena debajo de las parcdes del farallén. Se vefan picdras filudas desparramadas por todas partes. Carlos mir6 hacia arriba. Las paredes escarpadas parecfan nivclarse cn un punto y Juego se perfilaban atin més altas. Con gran sorpresa sc dio cuenta que las paredes rocosas que se elevaban sobre él eran mas altas que el acantilado de donde habfa cafdo. No vefa forma de escalarlas. 74 ODISEA Y TRIUNFO Entonces escuché la voz de Daniel procedente de la estrecha saliente que le quedaba encima. —jEstés ahf, Carlos? Carlos hizo un esfucrzo para no dejar escapar los sollozos que se agolpaban en su garganta. —jDe nada servird, no puedo salir de aquf! —jPero tienes qué intentarlo! La tormenta se acerca y no pasara mucho ticmpo antes que el agua lcgue a la caleta. Mira bien. ,No hay ninguna grieta por la cual pucdas trepar? ‘Carlos examin6 nuevamente las paredes. —-jNo hay nada! —grit6. Una mirada al reloj le indic6 que quedaban escasamente cuatro horas para que oscureciera. jCuatro horas hasta que llegara la temperatura a bajo cero, comtin en esta época del afio! ,¥ quién podria predccir la fuerza de la tormenta? —jCreo que no tengo esperanza! —Ic grit6 a su amigo. La voz de Daniel trat6 de ubicarlo. —jNo te des por vencido, Carlos. Ora y trata de manteneric calicnte. {Voy a buscar ayuda! Carlos se desplomé cn Ja arena. Aunquc Daniel se las arregld para regresar por el frente del farall6n por donde habian venido, todavfa habfa cinco kilémetros hasta la base, y Carlos tenfa las Haves de la camioneta prendidas en su bolsillo. jPara cuando Daniel encontrara ayuda, la tormenta y la oscuridad estarfan sobre él! Mientras yacfa recostado boca arriba, vio las primeras nubes que se arremolinaban en el espacio abierto, y su aspecto lo hizo temblar, Nunca en su vida se habfa sentido tan solo, ni tan indtil. El muido de las olas que golpeaban la boca de la caleta lo convencié de que no tenfa escapatoria. Ya podfa escuchar cl viento silbando sobre su cabeza, aunque por sucrte, la caleta Ie brindaba cierta proteccién. VolviG a cstremeccrse. Solo, verdaderamente solo por primera vez cn su vida. Pero, gestaba realmente solo? Hizo un esfuerzo por arrodillarse. La cabeza le palpitaba mientras temblaba violentamente. —jOh, Dios mfo! Estoy en problemas otra vez. Ahora creo que no saldré de él. —Tosi6—. Va a oscurecer antes que alguien llegue aquf. jEntonces no podran verme y la tormenta se acerca! ENTRE ROCAS 75 Pens6 en los compafieros de la base que habfan sido testigos del cambio cfectuado en su vida. Al principio pronosticaron que regresarfa a la cantina, como cualquier otro con sentido comin, pero no habfa regresado. Ellos sabfan que muchas veces guardaba el sdbado con Daniel. Incluso les habfa contado cémo Dios Io habfa protegido y curado de la depresi6n. Habfa algunos que hasta se habfan interesado en estudiar. Pero pese a conocer la verdad, habfa pospuesto su decisién de seguir a Cristo definitivamente, y atin no habfa dado el testimonio publico de convertirse abiertamente en un adventista del séptimo dfa. Su ejemplo no habfa sido como el de Daniel. Ahora era demasiado tarde. jLe habfa fallado a Dios! L&grimas amargas rodaron por sus mejillas. — Querido Jesus, perdéname por no haberme esforzado. Me has sacado de tantos lfos, y no obstante, he perdido mi oportunidad de servirte como debiera. | Que ldstima que no tenga otra oportunidad! Si la tuvicra, harfa cualquier cosa para remediar el pasado. En ese instante una ola gigantesca irrumpi6 por la entrada de la caleta, Permanecer inmévil no lo ayudarfa. Probablemente nada le ayudarfa, pero al menos si se moviera, se mantendria tibio. Miré hacia donde estaban las picdras csparcidas. Quiz4 si reunicra unas cuantas podrfa formar una pila suficientemente alta como para mantenerse fuera del agua. Podrfa helarse de cualquier modo, pero a lo menos el mar no lo arrastrarfa. Ya el agua habfa Ilegado a la mitad de la caleta. Se puso de pie y empez6 a amontonar piedras tan rapido como pudo. Otra vez escuché Ia voz de Danicl. Sorprendido, descubrié a su amigo parado en una saliente rocosa llena de hierba a la mitad de la pared del farallén. ~—jOye, ya viene ayuda! Encontré unos muchachos que andaban de caminata y tienen una soga. Te van a subir pronto. Por encima de Daniel aparccicron otras tres figuras. —Lo que tienes que hacer es no perder la serenidad —dijo uno de ellos, tirando una soga por la orilla. La soga se desenroll6 y salt6 contra Ja roca gris. Pero el largo sélo legaba hasta donde estaba Daniel. Carlos se estremecié y trep6 al montén de piedras. Vio deslizarse la soga de vuelta hacia la roca y desaparccer. —Ya alguien esta corriendo ala base —oy6 que gritaban—, jno 76 ODISEA Y TRIUNFO te des por vencido! Carlos se sintié deprimido. Serfa una larga espera. jQuiza demasiado larga! : Se sent6 mirando cémo reventaban las olas cada vez mas cerca. El viento aumentaba, llegando hasta donde se encontraba. Daniel le jnfundfa aliento, pero de nada valfa. Se sentfa terriblemente mal. Habfa sido bastante torpe al subir a una saliente tan estrecha. Ademés, Daniel deberfa haberse colgado de esa soga. Si se quedaba allf toda la noche, también morirfa congelado! Nuevamente escuché gritos. Esta vez las siluetas asomaron por una pared alta a Ja entrada de Ja caleta. Cay6 una soga y el extremo toc6 el agua. Alguien volvié a subirla y cuando reaparecié, Carlos vio a un hombre colgando de ella. Este se las arregl6 para Negara la pared escarpada, micntras los de arriba soltaban la soga poco a poco. A unos seis metros sobre el nivel del agua la pared se plegaba. Por un instante, que parccié una cternidad, el rescatador de Carlos se balances, incapaz de tocar ninguna superficie. Entonces, entre oleadas de agua espumosa, supcré los ultimos metros que faltaban y cay6 al agua que le legaba al pecho. Carlos se apresuré a ir a su encuentro. —Soy el capitan Torres, de la Seccién de Investigacion y Rescate de la Marina —anuncié el hombre—; lo voy a sacar de aquf, pero primero quiero ver sus heridas. Con dedos expertos examiné las heridas de Carlos y le miré las pupilas. —Parece que no tienes ningun golpe, pero estoy seguro que te duele la cabeza —dijo con voz ronca—. Ahora vamonos de aqu{ antes que el agua nos cubra. El capit4n ato la soga a la cintura de Carlos cercior4ndose de su peso. —Vas a tener que pasar otra vez por cl agua. Ya que los hombres no te pucden’ ver desde arriba, les daré la sefial en el momento preciso para que te suban. Carlos se detuvo en la orilla. De pronto se le aflojaron los nervios. Vio otra enorme ola surgir por la estrecha entrada de la caleta, Cuando lo alcanzara, lo arrastrarfa al mismo lugar. {Si la ENTRE ROCAS 77 soga se arrancaba, la ola lo arrastrarfa mar afuera y sc perderfa para siempre! Sinti6 marearse; se acercé al capitén Torres. —jNo puedo! El capitan lo sostuvo coh mano firme por el hombro. —Tuvisic una cafda fatal, Miller, y no me explico c6mo pudiste sobrevivir. Pero ahora no puedes rendirte. Ya viene la marca alta. Una tormenta est4 a punto de desatarse. La soga cs tu tunica esperanza. Carlos sabfa que el capitdn tenfa raz6n, pero todavia segula inmovil. Otra ola le envolvié los muslos. Entonces escuch6 una voz familiar entre el retumbar de las olas y el gemido del viento. —jArriba, Carlos! jya verds que pucdes! Carlos trag6 en seco. Nunca fuc cobardc. Seria tonto resistirse ahora. Esta cra su unica oportunidad. Se dio dnimo a sf mismo. —Si Dios pudo salvarme de una cafda como ésta, también me proteger4 de regreso hacia arriba. —-Cuando cl agua retrocedié, Carlos la siguid. —jSubanlo! —grit6 cl capitan. La soga se puso tensa y pronto Carlos giraba en cl espacio, describiendo un cfrculo sobre cl agua. Al principio se balanceaba como un nifio en un columpio, dando vueltas y vucltas. Trat6é de no _ mirar abajo mientras la soga lo subfa lentamente. Podfa escuchar el estampido de las olas abajo y se sintié violentamente sacudido por el-viento. Se vefa como un indefenso cometa sin fuerzas para autodirigirse. Contuvo'la respiraci6n y se asi fuertemente de la cuerda. —jJestis, no permitas que la soga se rompa! —repetfa una y otra vez, al ver la roca filosa sobre la cual resbalaba la soga. Por unos instantes tuvo a Daniel frente a frentc, que lo. estuvo animando desde la salicnte al final de la calcta. Lucgo siguid ascendiendo, con los ojos fijos cn su amigo. Daniel parecfa helado. Por fin unos brazos lo alcanzaron y lo levahtaron sobre ta cima del farall6n. Allf se desplomé, sintiendo que su cuerpo no Ie respondfa. Apenas si podfa imaginar lo que pudo haber sido de ¢1. 78 ODISEA Y TRIUNFO EJ grupo de rescate deslizé nucvamente la soga para subir al capitén antes que el agua Jo cubriera todo. Por ultimo, se las ingeniaron para Hicgar hasta Danicl y rescatarlo. Para entonces habfa legado una ambulancia. Alguien les dio sopa caliente y barritas de dulce para hacerlos reaccionar prontamente. El viento helado hab{a calado a Carlos hasta los huesos, y las manos le temblaban violentamente mientras trataba de ingerir la sopa. A su lado estaba arrodillado un médico. La ambulancia se estacioné lo mds cerca que pudo —se Jamentaba—. pero todavfa est4 a kilémetro y medio de distancia. Tomate pronto la sopa y después te Nevaremos cn la camilla. Carlos luché para ponerse de pic. El se habfa metido en esto y Dios lo habfa librado. {Pero nadie lo cargarfa! —Puedo caminar —dijo tiritando de frfo—, eso me mantendra calicnte. Carlos iba delante del equipo de rescate, manteniéndose cn pic tinicamente gracias a su férrea voluntad. Por fin él y Daniel entraron en la ambulancia. —No hay duda que las manos de Dios te protegieron hoy, muchacho —dijo Daniel. —Lo sé. ¥ no voy a rechazarlo ni un instante mas —coments Carlos. Se quité la ropa mojada y se envolvié en la frazada que le brind6 el personal de Ja ambulancia. Por un rato fueron rebotando en silencio. Entonces Daniel dijo con un suspiro: —RMira, Carlos, sé que estamos en problemas. Era dificil, pero Carlos fij6 su atencién cn las palabras de Danicl. —jPor qué? —Carlos movi6 1a cabeza incrédulo. —Nos olvidamos de presentar un plan de salida y ni siquiera nos reportamos al abandonar la base. Por un instante le parecié a Carlos que tenfa encima otro problema. Luego se rid. —Danicl, hoy he sido librado de la muerte y ellos no pueden quitarme a mi Dios. Asf que ningtin problema que pucda surgir podra ser tan malo. Dios y su Palabra es todo lo que me interesa ENTRE ROCAS 79 ahora. Daniel sc tranquilizé y luego se ri6 también. —Creo que tienes raz6n. ;Alabado sea Dios! Mas tarde, en la sala de emergencia de la basc, después de muchas radiograffas, examenes y ?econocimientos, cl médico movid la cabeza. ~—Miller, es un milagro que ust :d esté vivo después de semejante cafda. Ni siquicra tiene un galpe. Examino de cerca el rostro de Carlos. —Tendré que esperar unos df:s antes de poder abrir ese ojo, y si yo fuera usted, no me sonarfa a nariz hasta mafiana. Pero fucra de cso y algunos Fasgufios, justed est4 perfectamente bicn! Délc las gracias a su buena estrella. Carlos trat6 de sonrefr con los labios hinchados. —A mi estrella no, sefior. Dios vino otra vez en mi auxilio. El médico desorbité los ojos. ego se encogié de hombros. —Necesita llenar este informe del accidente antes de irse —dijo—, lucgo vea al capitan, que quiere hablarle. Carlos miré a Danicl que estaba en el otro extremo de la sala, sonriéndole tranquilamenic. Después que los dos amigos l-naron el informe, lleg6 el capitan con una cara seria. Por unos instintes miré primeramente a Carlos y Juego a Danicl. Mientras tantc, Carlos se Prepard para Io peor, pero s6lo palabras bondadosas Sa'ieron de los labios de su superior, —Parece que ustedes dos tuvic ron un dfa terrible —dijo mirando detenidamente a Carlos—, me alcgro: que estén bien. Y diciendo esto, movié la cat c: a, se dio vuelta y salid. Momentos después Carlos se metié en su cama con la cabeza todavia palpitandole, pero con ci coraz6n agradecido. —Dios mio, gracias por danne otra oportunidad. De aquf en adelante te pertenezco. Aytidamc a vivir para ti. En ese instante Ia puerta se ei treabrio. —iAh!, parece que Carlos se acosté temprano —dijo una voz femenina. Esperaremos en el pasillo hasta que Hegue Tomés. —Espero que mi experiencia pueda ayudarlos a ellos también —pens6 Carlos antes de qucedarse Profundamente dormido, Capitulo 7 EL HOMBRE MILAGRO 1 dfa siguiente, tenso atin jor causa de la cafda, Carlos entré en la capilla de la base. Una vez mas agradecié a Dios por haberlo librado de la muerte, y le pidié fuerzas para aceptar plenamente el plan que tenfa para su vida. Cuando se dispuso a salir, se abriG la puerta y, para su sorpresa, entré Freya. —-jDe veras, eres tu! —dijo clla casi sin aliento, accrcAndose a 61 apresuradamente—. jSupe de tu accidente y querfa comprobar por mf misma que estabas vivo todavia! El coraz6n de Carlos lati con fuerza y al ver esta evidencia de su preocupacién pensd en lo mucho que la apreciaba. No se sorprendié de que clla supicra Jo del accidente. En una isla tan pequefia las noticias vuelan. —Estoy bien —dijo, intentando sonrefr, pero los labios hincha- dos lo traicionaron. Freya le cogié las manos. —Sabes, hace un par de afios dos hombres muricron en ese mismo lugar después del otofio —dijo apoyando Ja cabeza contra . su pecho—. 4Cémo se siente saber que solamente Dios pudo haberte salvado? Todo el mundo habla de eso. A Carlos se le Menaron los ojos de ldgrimas. —Freya, Dios ha sido muy bueno conmigo. Yo no merezco su amoroso cuidado, pero estoy sumamente agradecido por su proteccion. He estado tratando de evadirlo, pero ya no voy a dejar de hacer lo que sé que es corrccto. Una sonrisa ansiosa cruzé e! rostro de Freya. —Me alegro, Carlos. Aunqus yo no creo como tu, sé que nunca seras realmente feliz. hasta que scas fiel a tus convicciones. Carlos sc.tragé el nudo que tenfa en la garganta. —M¢c hubicra gustado que ti me acompajiaras. 82 ODISEA Y TRIUNFO Freya se incliné hacia atrés y una sonrisa melancélica se dibujé en sus labios. ——Me temo que ya es demasiado tarde. Acabo de comprome- terme y me caso dentro de dos semanas, ives? —le informé mostréndole el anillo en su mano. Carlos ahog6 su tristeza. No tenfa nada cn contra de ella. —Pues déjame descarte todo lo mejor —balbuced. Mientras ella salfa, Carlos elevé una oracién en su favor. Pidid que su matrimonio fuera feliz y bendecido por Dios. En lo mds yec6ndito de su alma deseaba que algtin dfa aceptara y obedecicra a Dios de todo corazén. Casi dondequicra iba le preguntaban acerca del accidente. La gente habfa sido testigo de su cambio cn cl pasado y ahora observaban todos sus movimientos. —jMuchacho, qué suerte has tenido! —le dijo Enrique, su antiguo jefe, Carlos observ6 el rostro maravillado de Enrique. —No fue suerte, sefior. No fue otra cosa que la bendicién de Dios. jLe estoy tan agradecido por haberme dado otra oportunidad! Enrique movié la cabeza. _—Miller, ti eres un hombre milagro. El nombre peg6 y por algtin tiempo, la gente asf lo Hamaba. Un par de dfas mas tarde la inflamacion del ojo habfa bajado, y se dirigié a su nuevo trabajo. Se mantuvo ocupado, ordendndolo todo a fin de trabajar con eficiencia. Impresionado todavia por la maravillosa proteccién de Dios, comenz6 a preguntarse qué suce- derfa el préximo s4bado. Fue entonces cuando salié cl horario de trabajo para el fin de semana. Después de orar para que Dios interviniera en cl asunto, Carlos ley6 1a lista. Sus peores temores se cumplieron, Cuando vio su nombre se le escapé un lamento. jLe habfan asignado el tumo de vigilancia para el siguiente sdbado por la mafiana! Stibitamente empez6 una lucha intema. Daniel habfa mencionado que algunos adventistas trabajaban los sAbados en actividades tales como cuidar a los cnfermos o prestar servicio en los comedores de hospitales y escuclas. Los pensamicntos de Carlos se tomaron EL HOMBRE-MILAGRO 83 confusos. El servicio de vigilancia era también un servicio especial diferente al trabajo regular. Era algo que habfa que hacer las yeinticuatro horas del dfa, seguramente serfa correcto cumplir con ese deber. Tan pronto como pudo fue a ver a Daniel para hablarle dei asunto, comentdndole lo que habfa pensado ulltimamente acerca de lo que consideraba esencial en el trabajo. —jQué pucdo hacer, amigo? Estas en una situacion dificil, y yo quisiera poder decirte lo que debes hacer. Lo siento por ti, pues ya he pasado por esto. Los dos hemos estudiado juntos y ti sabes lo que dice la Biblia, pero también sabes que no pucdo tomar la decisién por ti. Eso de si es como trabajar en un hospital, o no, es algo que tienes que aclararlo entre ti y Dios. Recuerda que estoy orando por ti y que me preocupa lo gue te pasa. En su fuero interno, Carlos deseaba hablar con su jefe sobre el problema dei sdbado, pero luego deseché la idea. jPensarfan ellos que lo nico que quieren los adventistas es cvadir el deber? 4No scrfa mejor cumplir con su trabajo esta vez, y luego hacer los arreglos para el siguiente s4bado? Por fin decidié presentarse al trabajo. Repetirfa textos biblicos mientras cumplfa su turmo. Después todo se arreglarfa. La mafiana del sbado amaneci6 clara y brillante. Sobre la base se cemfa un ambiente célido y el aire fresco cafa de maravilla. Carlos Uegé al trabajo a la hora sefialada, pero a pesar del magnifico dfa y los versfculos que traté de repetir mentalmente, se sentfa miserable. Cuando terminé el tumno, su conciencia violada habfa desechado la paz que anhelaba. ——jCobarde! —se dijo—. Hace s6lo una semana que Dios te libré de una muerte segura, y aun asf quebrantaste cl sdbado. ,Qué clase de agradecimiento es ésc? Mientras mas avanzaban los minutos, mds contrariado se sentfa. Finalmente corrid a su cuarto y cerré Ja puerta de un golpe. Asombrados, Eladio y Margarita lo miraron desde su rincén. —{Qué sucede? —preguntaron. Carlos subié a su cama sin contestar. 84 ODISEA ¥ TRIUNFO Un momento después Margarita se asomé con curiosidad por la orilla de la cama y poniéndole una mano en el hombro le pregunts: —Qué te pasa, Carlos? —jDéjame en paz! —grufié al sentir que era presa de la vieja depresion. . Termfa una diffcil situacién si se negaba a trabajar el préximo sdbado. No obstante, querfa ser firme en lo que crefa correcto. En los dfas que siguieron no tuvo paz y se tomé irascible. Sus amigos lo miraban asombrados mientras daba pufictazos y andaba nervioso, sintiéndose desgraciado. Todos trataban de evitarlo. Hasta Danicl mantuvo la distancia, aunque de vez en cuando le daba palabras de 4nimo. Por fin Carlos reconocié que no podfa seguir luchando con su conciencia. El jueves se armé de valor y fue a ver a su nuevo jefe, el oficial SAnchez. ——Sefior, tengo un problema y necesito su ayuda. El hombre triguefio y de fuerte complexién esperd pacientemente. Carlos sc csforz6 por aparentar serenidad. _A causa de mi religién yo no puedo trabajar los sabados. EL sdbado es mi dfa de adoracién. La mirada del oficial le penctré hasta el tuétano. —Sargento Miller —empez6 su supervisor—, no tengo nada en contra de las religiones, a menos que interfieran con el trabajo de un hombre. Sin duda usted reconocer4 que Ja marina no puede funcionar a base de cada capricho 0 la diversidad de creencias de sus hombres. Carlos elev6 una oracién al cielo. —Sé que lo que dice es cierto, sefior, pero quisiera pedirle por favor que arregle mi horario de trabajo de tal manera que pueda estar libre desde el viernes a la puesta del sol hasta el saébado a Ja puesta del sol. Trabajaré cl turno que usted me pida. No crea que trato de buscarme problemas, sélo trato de ser ficl a mi conciencia. El oficial fruncié el cefio. EL HOMBRE-MILAGRO 85 —Aprecio eso, Miller. Le diré algo. Lo voy a dejar libre este pr6ximo s4bado y mientras tanto hablaré con mis superiores para ver qué podemos hacer. — Gracias, sefior! —contesté Carlos y saludando militarmente, se dio vuelta y salié. De pronto todo le parecic brillante. jSe habfa decidido! Finalmente se puso del lado de lo correcto y no habrfa punto de retomo. Se le quit6 1a depresién, y otra vez volvié a ser cl Carlos alegre de siempre. Mientras cumplfa sus deberes cse dfa un pensamiento dominaba su mente. ";Dios me ha solucionado este problema! ;Ya no tengo que preocuparme!” Desgraciadamente, no fue tan facil como crefa. El y Daniel pasaron juntos el siguiente s4bado en la tundra, recostados en la mullida yerba, repasando todos Ics versfculos acerca del s4bado, por si acaso, Comentaron cémo Dios habfa acomodado las circunstancias para Daniel y confiaban en que el oficial Sanchez harfa lo propio por Carlos. Después de ese sébado libre, Carlos volvié a leer cl horario de trabajo y notd que Je habfan asignado el turno de la mafiana del siguicnte s4bado. Lamentdndose, se presenté inmediatamente ante su jefe, antes de poder retractarse. —Sefior, ha habido un error. Me han dado nuevamente el tumo -del sébado. El rostro del oficial Sanchez se mostré impasible. —Lo sé, Miller. Hablé con los demas, como le dije. De momento no vemos c6mo acomodar todos los turnos a base de los suyos. Usted tendr4 que cumplir su deber. No le vamos a asignar siempre su turno en ese dfa y podr4 atcnder sus deberes religiosos los s4bados que tenga libre. —Pero, scfior —protest6 Carlos con respeto—, yo no puedo trabajar los sabados. Ningtin sdbado. Molesto, el oficial Sanchez se inclind hacia adelante. —Sargento: Miller, las érdenes son érdenes. jNo deje de reportarse a su puesto del deber tal como se le asigné! El viernes Carlos telefoneé a su jefe. 86 ODISEA ¥Y TRIUNFO —Sefior, he estado buscande y buscando a alguien que me sustituya mafiana, pero no he encontrado a nadie. Sélo querfa decirle que no iré mafiana al trabajo. Se produjo un silencio momentdéneo en Ja Ifnea telefénica. Lucgo se escuché la voz determinada del oficial Sanchez. — Usted no puede ser sustituido por un obrero de apoyo, Miller! No le queda altemativa. jPreséntese mafiana! Carlos se tambaled, pero se mantuvo firme. —Lo siento, sefior, pero no puedo. —jEntonces tendré que castigarlo! —exploto el oficial. —S{, sefior. Carlos se dirigié despacio a la biblioteca y se senté. Hubiera querido hablar con Daniel, pero sus tumos eran tan diferentes que era matcrialmente imposible. Nucvamentc lo amenazé la nube de la depresién. Ser castigado significaba ser disciplinado. No contaba para nada el buen expediente que tenfa hasta el presente. Cualquier cosa podrfa suceder cuando un marinero desobedecfa una orden. —Es mucho Ifo —parecfa susurrarle una voz interior. Pero entonces record6 las veces que Dios habfa acudido en su ayuda y de pronto, la oscuridad desaparecié. El debfa sentirse feliz. ;Por fin se habfa puesto del lado de la verdad! ~Cémo decfa ese texto de Deuteronomio? "Esforzaos y cobrad 4nimo; no teméis, ni tengais miedo de ellos, porque Jehovd tu Dios es el que va contigo; no te dejar ni te desampararé" (Deuteronomio 31:6). Con Dios de su parte, no necesitaba temer ser disciplinado. Dios se encargarfa de todo si permanecfa fiel. El sdbado, Carlos y Danicl escucharon sermones grabados y le pidieron a Dios que interviniera la préxima semana. Carlos nunca antes se hab{a sentido tan contento y seguro de que estaba haciendo Ja voluntad de Dios. El jueves por la mafiana, vestido de uniforme de gala, Carlos compareci6 ante el cuerpo disciplinario de la marina. Cuando entré en la sala sintid que todos los ojos se fijaron en él. El personal de la base se encontraba recostado en las paredes para presenciar el juicio. Con Ia mirada firme, Carlos marché en medio de ellos hasta el estrado de la sala donde estaban cl capitén Molina y cl préximo EL HOMBRE-MILAGRO_ 87 en rango, el tenicnte comandante Alonso, sentados detrds de una tribuna. Carlos se cuadré con gallardfa cuando llegé a Ja tribuna. —jEI sargento Miller reportandose, sefior! El capitan Molina incling ligcramente Ia cabeza, —Bicn, sargento Miller, entiendo que usted rehusé trabajar el s4bado pasado. (Es cierto? —Sf, sefior. . Carlos se mantuyo erguido, con la espalda tan recta como el asta de la bandera apostada en la esquina de la sala. Los dos oficiales intercambiaron papeles y cl capitan Molina parecfa no encontrar palabras. —~Sabfa usted que nuestro funcionamiento efective depende de que cada hombre cumpla con su deber? ——pregunté en un tono de voz quc parecfa bondadoso. —Sf, sefior, El teniente comandante Alonso se volvi6 al capitan Molina. —Si me lo permite, quisiera hacerie una pregunta, El capitén Molina consintié. El rostro del teniente comandante Alonso se ensombreci6. —Usted est4 de acuerdo en que cl funcionamiento efectivo depende de que cada uno cumpla con el trabajo asignado. éPor qué entonces no acaté las Grdenes? Su voz entrecortada parecfa taladrar los ofdos de Carlos. —Usted sabe que tiene un contrato con Ja marina de los Estados Unidos, pero tal parece no cst4 cumpliendo la parte que le corresponde. . Diciendo esto, empujé un documento hacia donde estaba Carlos. —Usted firm6 este contrato comprometiéndose a prestar sus servicios a la marina de los Estados Unidos, pero ahora rehusa hacerlo. Usted no solamente est4 desobedeciendo a la marina, jest4 desobedeciendo a Dios! Carlos abrié la boca para contestar, Pero el hombre atin no habfa terminado. —iEspera que la marina modifique todo su programa para Satisfacer sus antojos? 88 ODISEA Y TRIUNFO —No, sefior —respondié Carlos, sintiendo la lengua tan ticsa como un pedazo de cuero seco. El teniente comandante se incliné hacia adelante, con las espesas cejas juntas. —Entonces, gpor qué no fue al trabajo? —No es que no quiera cumplir mi parte del contrato con la marina, sefior. El motivo por cl cual no trabajo desde 1a pucsta de sol del viernes hasta la puesta de sol del sAbado es que esas veinticuatro horas constituyen el dfa sagrado ordenado por Dios. En Exodo 20 y también en Deuteronomio 5 mi Biblia dice que cl séptimo dfa es el dfa especial de Dios, cl dfa que él quiere que santifiquemos. Sdlo cstoy obcdecicndo sus mandamientos. El teniente comandante examin6 con la mirada a Carlos. Este vio el desprecio reflejado en su rostro. —El restq del mundo parece creer que el domingo es el dfa fijado para adorar. Quiz4 cambie de idea cuando tenga tiempo de ponderar los resultados de sus acciones mds detenidamente. A continuacién entremezcl6 los papeles que tenfa delante, con las mejillas sonrojadas. El capitén Molina miré de soslayo al teniente comandante, luego se dirigid a la audiencia, —Tiene alguien algo que afiadir? La voz profunda de Enrique retumb6 sobre la cabeza de Carlos. —EI sargento Miller es un buen trabajador, sefior. Creemos que tiene mucho potencial. Nos gustarfa que fuera reasignado a nuestro departamento. Nosotros no trabajamos los fines de semana. Carlos se sorprendié6 al ver que su nuevo jefe, el oficial Sanchez, dio un paso adelante. —EI sargento Miller es eficiente cumpliendo sus obligaciones y muy accesible en el trabajo. Aunque ha estado bajo mis 6rdencs solamente unas pocas semanas, no quisiera perderlo. Es facil llevarse con él y no nos ha dado ningiin problema, excepto en este asunto del sfbado. Quisicra sugerir que fueran indulgentes con él mientras reconsidera su posicién. Cuando los demds hablaron, Daniel dio un paso adelante. —Sefior, si a usted le parece bien, quisiera afiadir algo. EL HOMBRE-MILAGRO 89 Se detuvo por unos momentos, mientras la- sala quedé en silencio, _ —-jRécuerdan Io que pasaba en el Antiguo Testamento cuando cl pucblo desobedecfa la Ley de Dios? Era destruido de una forma u otra. Pero cuando guardaba los mandamientos de Dios, él peleaba por ellos. Ellos no tenfan que pelear solos. Hoy’ sucede lo mismo. Cuando estamos del lado de Dios siguiendo ficlmente sus instrucciones, él nos bendice y mantienc seguros. El ayudar4 a mi compafiero también en este asunto del sdbado. El teniente comandante Alonso se inclinéd de nuevo hacia adelante. —Gracias por su aclaracién respecto a las. instrucciones de la Biblia, sargento Johnson. Trataremos de tencr en mente sus palabras. Entonces el capitén Molina, que en realidad cra el encargado del procedimiento, habl6 nuevamente. -—Comprendo que usted actu6 asf movido por sus convicciones religiosas, sargento Miller. Pero ello no borra el hecho de que usted rehus6 cumplir con su deber. A causa de esto le descontaré $50 (délares) del sueldo de un mes y le serén asignados veinte dfas de trabajo extra. Se incliné hacia adelante, y en un tono de voz més personal, dijo: Por favor, piénsclo dos veces antes de rehusarse a cumplir su deber una vez mds, sargento Miller; cuento con usted. —Sf, sefior —contest6 Carlos, todavfa en posicién de atencién. ‘Fras echar una mirada rdpida a la sala, el capitan Molina se levant6 de su asiento. —jEstaén despedidos! —dijo. Un momento después, Carlos temblaba fuera de la sala. El juicio. no habfa sido como Io habfa esperado. Dios no Io libré de la lengua mordaz del teniente comandante ni de la disciplina por obedecerlo a él. Ni se habfan hecho arreglos para que tuvicra los s4bados libres. jPero le habfa infundido valor para tcstificar ante sus superiores! Y aunque el teniente comandante Alonso se habfa 90 ODISEA Y TRIUNFO mostrado insensible, del rostro del capitén Molina jrradi6 una genuina expresién de preocupacién. Feliz. de haber pasado la prueba, Carlos y Daniel se dirigieron al comedor. Otros que habfan presenciado el juicio tos siguieron y pronto los hombres sce aglomeraron alrededor de los dos observadores del sdbado, ansiosos de hacer preguntas © comentarios. —jFuiste muy valiente, hombre milagro —dijo imprevistamente un marinero—. 4Crees de verdad que Dios te va a ayudar a salir de este enredo? Carlos sonrié, rogando a Dios que le diera las palabras correctas para responder a esta pregunta mitad seria y mitad sarcdstica. —Quizé4 no para salir de él, pero sf para pasarlo. El marino se puso serio y una mirada melancdlica afloré en su rostro. —Podrfa ser que también necesitara un milagro en mi vida. Al dfa siguiente viemes, ¢1 oficial Sdnchez le hizo scfias a Carlos en el trabajo. —Lamento tu caso, Miller. Como dije ayer, eres un excelenic trabajador y no quisiera que tuvieras problemas. He estado pensande en el asunto. La préxima vez que te asignen trabajo en sdbado, si puedes encontrar a alguicn que te sustituya, te lo aceptaré. Pero si no, jo mas razonable sera que te reportes. Carlos sintié que se le quitaba un peso de encima. Sin duda, si Jo hacfa con anticipaci6n, podrfa encontrar quien lo reemplazara los sébados. Muchos preferfan tener libre los domingos y i estarfa feliz de poder cambiar su turno. Estaba listo a trabajar los turnos més diffciles con tal de tener libre los sdbados. El necesitaba tener mds fe, Entonces serfa asunto de dejar las cosas en jas manos de Dios. Le dio la mano a su superior. —Aprecio su interés, sefior. Y estoy seguro que podré arreglarlo todo para su satisfaccion. jCuan facil hubiera sido para Carlos si sus problemas hubicran terminado allft Pero lo peor estaba por delante. Capitulo 8 {;TERREMOTO! 1 viernes siguiente a su comparecencia ante el tribunal disciplinario, Carlos miré la posicién del sol y-pens6 que todavia tenfa tiempo de hacer un mandado antes que comenzara cl sdbado. Sc apresur6 por el pasillo de la barraca y miré a través de las persianas, En el patio vio un penacho de humo negro que subfa de un barril ubicado a cierta distancia en la parte posterior del edificio. Por los alrededores habfa varios hombres conversando, riéndose y fumando, aprovechando los dltimos rayos del sol vespertino. Repentinamente una explosién rompié la calma. Carlos sintié un fuerte golpe en Ja pared exterior que sacudi6 todo el edificio. Miré por una de las ventanas. Una nube de humo negro flotaba baja en el aire, jpero el barril candente no se vefa por ningun Jado! Los hombres que hab{fa visto segundos antes también habfan desaparecido. Entonces escuché un grito de auxilio, Olvidando su mandado, corrié por el pasillo hasta la préxima puerta y sali6 como un meteorito. E} patio cobré vida en pocos segundos y por todas partes habia hombres que trataban de ver entre cl humo corrosivo, buscando a los desdichados que estuvieron demasiado cerca del barril. Los que habfan estado afuera se encontraban diseminados por todas partes a causa de] impacto producido por la explosién. Esa noche durante ja cena, el tema obligado de las conversaciones giraba en torno del inesperado siniestro. —Oye, gviste saltar ese barril? —le pregunté a Carlos uno de los que estaban sentados a la mesa—. jDebe de haberse hecho pedazos! Carlos baj6 el tenedor. —Yo estaba en el pasillo cuando explotd, y pucdo asegurar que sacudi6 el edificio. 92 ODISEA ¥Y TRIUNFO Haroldo, un marino recién Hegado a la base, se senté en el extremo de la mesa. Luego puso su copa boca abajo de un pufictazo. —Yo estaba afucra hablando con Guillermo. La incsperada explosién me lanzé por el patio y me tir6 junto al edificio. Sentf como si alguien hubiera abicrto la puerta de un homo. {Pobre Rafael! Un pedazo de acero se le incrusté en el cuello y otros dos marinos fueron impactados por algunos fragmentos en los brazos. jQué bueno que no habfa nadie demasiado cerca, si no, estarfan muertos! — Vieron los pedazos grandes de metal incrustados en el edificio? —-pregunt6 Daniel—. Si alguno de ellos hubiera tocado a alguien, jic habrfa cortado la cabeza de un tajo! jEs un milagro que no haya habido victimas! La conversaci6n fue larga, circunstancia que dio pie a Carlos y a Daniel para compartir con los hombres su confianza en Dios. Dos semanas después, un viernes de mafiana, Carlos acababa de hacer un turno doble para pagar por adclantado a un amigo que habla prometido cubrire el siguicnte sdbado. Cansado hasta los huesos, se tir6 en la litera pensando dormir a la hora del almuerzo. Se acomods, repasando las bendiciones que Dios habfa derramado sobre 61 desde su Hegada a Adak. Se sintié envuelto por la dulce confianza de que Dios estaba dirigiendo su vida de la mejor manera posible. El hecho de haber encontrado quien lo reemplazara al dfa siguiente era una bendicién maravillosa. El sabfa que el plan que tenfa de dedicar un tiempo a estudiar la Biblia y orar con Daniel, fortalecerfa su fe. Por fin se adormecid. Unos momentos después, una suave sacudida de la litera lo desperté6. Pensando que habfa estado sofiando, se tapé hasta el cuello con la frazada y se dispuso a seguir durmiendo. Cerca del mediodfa, fue despertado nucyamente. La litera se sacudfa, y esta vez el candado del guardarropa empez6 a golpetear contra la puerta de acero. Vibré por unos momentos y, de pronto, haciendo un fuerte ruido, el edificio entero se estremecié. como si manos gigantescas lo hubieran Ievantado unos setenta centimetsos -y lo hubicran dejado caer de nuevo. Un espejo se iTERREMOTO! 93 estrell6 contra el piso. La mesa rod6 hasta la mitad del cuarto, volcando un vaso con agua. El guardarropa se estremecié. Luego todo qued6 en silencio. Carlos se senté. "Debe de haber sido un terremoto", pensé. Pero nadie corrfa por los pasillos ni se escuchaba la sirena de alarma. iQuiz4 sus sucfios sc estaban haciendo demasiado reales! Estaba extenuado y decidié no preocuparse mas por el asunto. Se.acomod6é nucvamente para dormir. Lo que sintié seguidamente fue el movimiento dc Ia litera. "Esto se mueve como la gelatina que mama hacfa cuando yo era pequefio", pensé mientras la litera se mecfa de un lado a otro. Progresivamente cl movimiento se convirtid en sacudida y ésta en un zumbido aterrador que Io oblig6 a sujetarse de los barandales de la litera a fin de evitar ser lanzado al suclo. En la distancia cmpezé. a escucharse un muido estremecedor. Este iba cn aumento y las sacudidas se hacfan cada vez mas violentas. Una silla se estrellé contra la pared. Los libros cayeron de los estantcs. La litera, bruscamente chocé contra la pared, parecfa que se iba a partir en dos. Carlos se convencié de que no estaba sofiando. Pensé si debfa correr afuera, 0 quedarse donde estaba. Antes que pudicra decidirse, el extrafio rugido retumb6 y de pronto, el edificio completo gird. Carlos se agarr6 de la litera para salvar su vida y observ6 cémo se rajaba la pared. ——jOh, no! —jadeé Carlos—. jAhora sf que cs cl fin! Cogié la Biblia que habfa estado leyendo antes de quedarse dormido, y recuperé la confianza. —Sefior, yo sé que todo esta en tus manos. Si ti quieres, isdlvame, si no, entonces sé que el pr6ximo rostro que veré scr4 cl tuyo! Mientras las sacudidas aumentaban de intensidad, una viga del techo se partié en dos. Se desplomé cl guardarropas. Entonces cl estruendo disminuyd, y por dltimo, todo quedé en calma. Rapidamente Carlos salt6 de su litera. —iGracias, Dios mfo! —suspir6—. Creo que por ahora no podré dormir mas. Saidré a ver qué pas6. Quiz4s pueda ayudar en algo. 94 ODISEA Y TRIUNFO Yodo el dfa se suscitaron pequefios temblores y, de vez en cuando, surgfa de algin lugar debajo de la islita un ruida ensordecedor. Mas tarde, en un aviso puesto en el boletinero, Carlos ley6 que el terremoto habfa alcanzado 7.7 grados en la escala de Richter. Si el 4rea hubiera estado densamente poblada, los dahios materiales habrfan sido enormes y se hubieran perdido muchas vidas. Pero por sucrte no hubo dafios en Adak, Una vez mas Carlos se sintié asaltado por pensamientos relativos a la incertidumbre de la vida. Parecfa que ¢l mismo diablo trataba de impedir que entregara su vida a Cristo y fuera bautizado como deseaba tanto. Pero Dios intervino nuevamente, y con el coraz6n agradecido, Carlos determin6 no separarse mas de su misericordioso Padre. Por muchos dfas no se hablaba de otra cosa que del terremoto y de la explosi6n, y todos estuvicron de acuerdo en cuanto a la fragilidad de la vida y de que probablemente Dios trataba de decirles algo. Carlos y Daniel hicieron todo lo posible por motivar a sus compafieros a estudiar acerca del conocimiento de Dios y el gozo que produce hacer su voluntad, y muchos parecfan interesados. Por un tiempo parecié como si todo fuera a cambiar para bien. Pero esta breve pausa fue s6lo un oasis en ch abrupto camino que precederfa a las mas duras pruebas de Carlos. Capitulo 9 LOS ULTIMOS JUICIOS 1 martes por la mafiana, dos semanas después del terremoto, Carlos iba silbando camino al trabajo. Nunca imagin6 que ei mes de mayo fuera tan hermoso en Alaska. ;Qué agradable serfa preparar una merienda, coge: la c4mara y pasarse el dfa en la tundra! Mientras avanzaba, una sombra se proyecté en el camino. Carlos levant6 la vista. Un Aguita volaba en cfrculo de cara al brillante cielo azul, con Jas enormes alas extendidas mientras se dejaba Hevar sin mayor esfuerzo por las corrientes de aire. éC6mo rezaba el himne que Daniel le habfa ensefiado? "Bajo sus alas seguro descanso". Carlos empez6 a cantarlo suavemente. Las palabras describen el cuidado dc Dios por sus hijos y -cudnto pueden ellos confiar en él. Entonces se entretuyo observando el Aguila que sobrevolaba en cfrcuios. Ser uno de sus polluelos, protegido por esas fuertes alas, serfa reconfortante. Saber que Dios Jo protegfa de la misma manera carifiosa también era motivo de consuelo. Por eso suspir6 con satisfaccién. jCudn agradecido se sentfa de que Dios estuviera dirigiendo todas sus acciones! Dios hhabfa hecho provisién a fin de que Daniel cumpliera con sus deberes cn la marina y pudiera guardar el sdbado a la vez. Evidentemente 1 estaba interviniendo en su vida. Era como decfa Daniel: "No pierdas la fe en Dios, y él te ayudara". Carlos miré su reloj, y se apresuré en Ilegar al taller. Le gustaba el turno del dia. Eso significaba que podrfa pasar un rato por las noches con Daniel. Atin tenfa dudas cn cuanto a lo que sucedia cuando una persona morfa y Danici habfa prometido explicdrselo. Cuando Heg6 al taller, se detuvo a mirar la distribucién de turnos. Sif, todavia estaba allf. "Carlos Miller, dfa de turno, sdbado." El le habfa pedido al capitan Sénchcz que Ie cambiara cl tumno, pero 96 ODISEA Y TRIUNFO aparentemente no habfa podido hacerlo. Bueno, no importaba. Encontrarfa a alguien que estuviera dispuesto a sustituirlo. Pero Megé el viernes y Carlos no habfa encontrado a nadic que jo reemplazara. Todos los que podfan hacerlo, o bicn estaban. enfermos o habfan planeado pasar el dfa fisgoneando por las jagunas de ostras 0 merodeando por la cantina. Cuando terminé su trabajo, Carlos se acercé al oficial Sanchez, con cierto temor. —Seiior, gpuedo hablarle un momento? El oficial se quit6 los lentes. —-Por supuesto. Carlos respiré profundo. —Sefior, he pedido a todos los hombres calificados para hacer mi turno de maifiana, pero tienen otros planes. Mi deber es decirle que mafiana no voy a trabajar. El jefe hizo un lento movimiento de cabeza. —Es una situaci6n delicada, Miller. Usted sabe que esa posicién no puede quedar desatendida. —tLo sé, sefior. —Bueno, usted ha hecho todo lo posible por conseguir que alguien lo reemplace, y yo he hecho todo lo posibie por tratar de arreglar su horario. Estoy seguro que su Dios entenderd que el deber es el deber. Carlos se turb6 por un instante, pues el razonamiento del oficial tenfa ldégica, jél nunca habfa rehuido su deber! Pero, gy qué con lo que Dios pedfa de honrar el sdbado? Su resolucién se hizo més fuerte, —Sefior, no puedo transgredir el sdbado. Intentaré de nuevo conseguir a alguicn, pero si no puedo de todas mancras no me presentaré al trabajo mafiana. La expresién, por lo general serena del oficial SAnchez, cambio. —Bueno, sargento Miller, ,qué se supone que debo hacer en este caso? —Lo lamento, sefior. ——jUsted cree que honra a Dios dejando de cumplir su deber? Sus palabras sonaban como una estocada, pero Carlos incliné la cabeza. LOS ULTIMOS JUICIOS 97 —Yo no me negarfa si no fuera por algo que creo con todo mi corazon, sefior. A la hora de la cena Carlos hablé con Daniel cn 1a mesa. -~Yo estaba seguro de que encontrarfa a alguien que me sustituyera —dijo con un moviiniento de cabeza—, pero parece que tendré que pasar por lo mismo otra vez. —No ¢s facil, Carlos —dijo Daniel simpatizando con su amigo. Daniel cogié una cucharada de puré de papas y se la tragé. ~—Me parece que esta noche debemos dedicar un ticmpo a orar sobre el asunto, Muy temprano el sabado por la mafiana alguien [amd ala puerta de Carlos. Frente a I estaba un mensajero con una expresién acusadora en el rostro, ~~E] oficial Sanchez me mandé a buscarte. Se te hizo tarde para el trabajo, El est6mago de Carlos sc le revolvid. —Por favor, dile que no puedo ir, que hoy es sabado. Por la mirada del mensajero cruz6 una expresién ‘de desdén. —~Estds seguro que sabes to que estés haciendo? Carlos asintis, -—Bueno, alld tu. Pero no digas que no te di el recado. Et dorningo por Ja mafiana Carlos fue notificado a presentarse ante Ja oficiala legal, Catalina Romero, Cuando egd a su oficina ~ se le invité a sentarse. ~Sargento Carlos —-empezé ella con amabilidad—, acabo de revisar su expediente, Es un expediente perfecto, excepto por su negativa a trabajar en sdbado. Todo indica que usted podrfa tener un brillante porvenir en la maiina. Me parece que su negativa a trabajar le est causando proble:nas que bien podria evitarse. Elia lo mir6 perpleja a través del cscritorio, con sus ojos azules. ~~{C6mo es que cree que Dios demanda de usted jo que no demanda de los demas? Carlos sonrid, sintiéndose de pronto aliviado ante la expresién maternal de Ia dama. ——Creo que Dios requiere lo mismo de todos. Dios dio los mandamientos para todos. Pero nosotros tenemos que csiudiar por 98 ODISEA ¥ TRIUNFO nuestra propia cuenta y obedecer a Ja luz de nuestras conciencias. Ella se incliné hacia adelante, con los codos sobre el escritorio y la barbilla apoyada entre las manos. -——Explfqueme ese asunto del sébado. Carlos se lo explicé brevemente, citando los textos de ta Biblia que habfan licgado a significar tanto para él. Cuando terminé, la oficiaia se recliné en la silla. —Lo que usted me acaba de decir no ¢s facil de asimilar tan répidamente. Es tan nuevo para mf que estoy segura que no podria explicarlo tan claramente como lo ha hecho usted. Mc gustaria que escribicra esos motivos para que la comisi6n de gobierno pueda estudiarlos un poquito antes que comparezca ante el tribunal disciplinario cl jucves. ~Podria hacerlo y entregarme el papel mafiana por Ja mafiana? Carlos sonrié, aunque la idea de escribirlo todo en un papel le parecta demasiado. —Por supuesto —

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