You are on page 1of 27
PITULO 8 Movimientos mds amplios en los que estan enclavados. En segundo lugar, al poner de relieve las relaciones entre movimientos ideolégica y temporalmente pré- ximos, tendriamos que complementar el tradicional estudio de casos con los métodos disefiados a propésito para evaluar la ex- tensién y la naturaleza de los vinculos entre grupos sociales. Fios métodos podrian comprender el anilisis de redes, los es tudios de difusién y el enfoque comparativo de casos. Por tilti- mo, desearfamos reconceptualizar la cuestién de la aparicién del movimiento. En lugar de concebir todos los movimientos como entidades independientes cuyo surgimiento refleja una dindmica interna tnica, podrfamos aspirar a distinguir entre dos amplias clases de movimientos cuyos origenes reflejan pro- ‘es0s sociales muy diferentes. La primera categoria consta de los movimientos iniciadores, raros pero de extraordinaria im- pertancia, que sefialan o echan a andar un ciclo de protesta 'tenificable, Entre los ejemplos histéricos de estos movimien- i foie mencionar el de Solidaridad en Polonia y elmo 7 ‘orteamericano por los derechos civiles. La 7 ae Finny Psa, eategorfa de movimientos ea 7 ilmovtin en distinta medida, extraen impuls Mate iniciador original. eae entre estas dos clases d api consecuencias para el estudio de la ap! gulares por mente trun los movi la de movimientos tiene impo i6n del 245 246 Capitulo 8 movimiento. En efecto, la cuestién Gnica de la aparie; movimiento es reemplazada por dos preguntas inde 1) zqué {nctores y procesos especificos explican la aparici movimientos iniciadores?, y 2) écudles son los procesos -dify- sin, contagio, etc. por los cuales los movimientos i dan nacimiento a ciclos mas amplios de protesta y a las luchas dlerivadas especificas que definen el ciclo? En este capitulo me ocuparé de ambas preguntas. En espe- cial me propongo esbozar brevemente un modelo de movi- mientos iniciadores e inspirarme en la literatura sobre difusién y redes para bosquejar una perspectiva sobre la relacién entre > ovimientos iniciadores y ciclos de protesta. En todo el trabajo trataré de ilustrar las ideas principales del argumento mediante la referencia al movimiento norteamericano por los derechos civiles y la mirfada de luchas derivadas que el mismo contribu- y6a crear. EL ORIGEN DE LOS MOVIMIENTOS INICIADORES Tan bdsica al estudio de los movimientos sociales ha sido la cuestién de su aparicién, que es justo decir que todas las llama- das teorfas de los movimientos sociales son en realidad teorias de la aparicién de esos movimientos. Los enunciados clasicos sobre conducta colectiva (Lang y Lang, 1961; Smelser, 1962) se adaptan a esta descripcién. De acuerdo con esta perspectiva, los movimientos se desarrollan como respuesta a los sentimientos de miedo y ansiedad que los casos de cambio social rapido tien” den a engendrar. La formulacién inicial de la perspectiva dela movilizacién de recursos (McCarthy y Zald, 1973, 1977) 8° Pr senté explicitamente como alternativa a la explicacion de la aparicién de los movimientos por la conducta colectiva. McCarthy y Zald rechazaron la insistencia de ésta en 108 98-° vios o el descontento, para sostener en cambio que Jo que dis" paré la movilizaciin inicial fue un ineremento em Ia disponib- ae Ge los recursos necesarios para poner en marcha la oe ctiva. La expresién «teoria de los nuevos movimiento Doug Mecdam vecaw ha aplicndo aun conjunto hete eile é TOgENCO de oy ssoncia, la mayor parte de Bene de e yer, WE yore los trabajos en est eadhioren 8 Una oxplicacion distitiva y con, . st movimiento (Melucei, ) 'sCritos, a tradicién partida de laa ORO. Tat a ap: yield de eis 1980: Touraine, 1981), p el acento en las contradicciones materiales @ a + que ae ideoléei mt 5 cicas sso manifiestan en ta sociedad capitalis ae i ta tardia como causa principal de los «nuevos» movimientos, Por ultimo, quienes proponent el modelo de proceso politico (McAdam, 1982: Ta- re. 1088s Tilly, L978a), tambien To presentan, primero y ante todo, como una explicacidn de la aparicién de los movimientos sociales en respuesta a la confluencia de tres factores: oportu- nidades politicas en expansidn, organizaciones establecidas y rollo de determinados conocimientos compartidos que le~ ny motivan la actividad de protesta, Por diferentes que s del movimiento tienen algo en comin, Ninguna contempla los de gitiv n. estas explicaciones de la aparicién movimientos como mutuamente dependientes en su evolucién. En cambio, todas se presentan como explicaciones universales ja es que todos los de los movimientos sociales. La consecuenc 2 unos de otros, mientras movimientos surgen con independenc que al mismo tiempo se ajustan a la secuencia causal general in- corporada a la teoria. Este dudoso conjunto de firmaciones no es menos viilido respecto del modelo de proceso politico que abracé durante mucho tiempo. Al proponer mi versidn espec!” fica de la teo ance de la aplicacin del modelo. La sugerencia era clara: se esperaba que he aparicién de cada uno de los movimientos ~ al menos de o Movimientos politicos- se ajustara 2 la dinamica de desarro"e ano impuse condicién alguna al ale ea especifies pecificada en el modelo. uedar claro Desde la introduceién a este trabajo debiera q trie ro tiempo, tal Ve? Jo de proceso politico cente de los origenes 1982) de los : >, sitio (MeAdam, “los movimientos iniciadores. En otro site ( elo, de tee jel mode * encontrard una deseripeién muy detallada ¢ - Espeeiiea” Modo que son un brevisime esbor0- everes f2™ Mente, e! on la contluencia ¢ e ‘We ya no suseribo esta opinién, AL misn “orprenda saber que, a mi juicio, el model wel . Smeg el que oftece la explicacin mis con bastara aqui ¢ I modelo pone el acento 247 248 | Capitulo 8 tores en la formacion de oportunidades para la aparicigy, de 8 le movimiento. E] primero es el nivel de organizacién en el de la poblacién agraviada; el segundo, la evaluacién Colectiyg de las perspectivas de insurgencia con posibilidades de éxito en esa misma poblaci n; Y el tercero es el incremento en la vulne- rabilidad 0 receptividad del sistema politico mas amplio ante ¢| desaffo del grupo en cuestiOn. Se puede entender el primer freon como grado de en el seno de la comu- nidad; el segundo, como nivel de «conciencia insurgente> en la base de masas del mo’ vimiento; y el tercero como las en los tipos de procesos de cambio social amp oe guerras, crisis fiscales, realineaciones al es cue con la accion colectiva han dstaadat | 1982; Skocpol ounce (Goldstone, 19915 ene afteter eefiaters anal illy, 1978a). Pero, una | a Gariiités la g a estos procesos s¢ han empleado 1 singul” aiietin et cién de un movimiento 0 revoluc! a Ja Pe gunta ala que hs por si mismo. En consecucns : 00/08 ‘ay que responder es la siguiente: écuale js, e8" mas” oli Doug MeAdam jnculos especificos entre estos amplios vine! Procesos de cambj ' hi e cambio y ¢ clo de protesta? ZDe qué manera sirve i cid even estas amplias tenden- cias hist6ricas para poner en movimiento un periodo de gran agitacion politica? Lo hacen a través de los efectos de med cjon de un movimiento iniciador. Desde este punto de vista es posible identificar dos dindmi- cas diferentes. Las oportunidades politicas en expansién pue- den facilitar la accién colectiva bien por el serio debilitamiento dela estabilidad de todo un sistema politico o bien por el au- mento de la influencia politica de un grupo desafiante en parti- cular. En uno u otro caso, el resultado puede ser un ciclo de protesta generalizado, pero se conjetura que la dindmica por la cual se despliega y las consecuencias tiltimas que de él se siguen son completamente distintas. Observemos més detenidamente cada uno de estos casos separados. ia- Crisis generalizada del régimen Aunque puedan discrepar respecto de la mezcla especifica de factores que precipitan la crisis, todos los teéricos recientes de la revolucién (Arjomand, 1988; Goldstone, 1991; Skocpol, 1979) atribuyen el desarrollo de una verdadera «situacién revo- lucionaria> precisamente a los efectos desestabilizadores del ti- Po ya identificado de amplios procesos de cambio. Para Skoc- Pol, es tipico que los perfodos de torbellino revolucionario sean desencadenados por derrotas militares y por la Coane sién fiscal del Estado. Para Goldstone, la clave que precipita e movimiento es la presién de la poblacién y las reatricciones que Provoca en la capacidad del régimen para distribuir los bent ™ “0s materiales sobre los cuales descansa la coalicién a lac ‘ualquiera que sea la teorfa que suscriban ~y DCU" Me sean necesariamente incompatibles-, todos los “rn tunciden en los efectos. Las presiones derivadas debi itt t “blemente el régimen, lo que estimula la accion colect ere °s los grupos con la organizaciGn suficiente como PAH ° AT ‘sr la estructuraeién de un nuevo orden politico 249 250 Capitulo 8 se grupos se movilizan hacia el proceso revolucionario gp. diver eceuencia discernible. ¥ esto plantea una euestign mj, seneral ¢ importante. Nuestras percepciones populares de a revoluciones distorsionan dos rasgos importantes del conflicts desencadenado. En primer lugar, las revoluciones no nacen en general como revoluciones. Mas bien es el vacfo creado Por e] desmoronamiento del antiguo régimen lo que transforma la ac- cidn colectiva ordinaria en accién revolucionaria. En segundo lugar, el uso del término revolucion oscurece los multiples movimientos que constituyen tipicamente una coalicién revo- lucionaria. Contemplar retrospectivamente las revoluciones a través de la lente distorsionante del nuevo orden victorioso os- curece la compleja interrelacién de grupos en el seno de la re- volucién y la secuencia en la que estos distintos movimientos se diver gener movilizaron. Sin embargo, una lectura rigurosa de la historia identifica invariablemente un movimiento iniciador especifico que pone en accién todo el proceso. La atribucién de poder a un desafiante aislado La identificacién de un movimiento iniciador es mucho més fi- cil en el caso de los ciclos de protesta que no surgen de un debi- litamiento fatal del orden dominante, sino de acontecimientos ° Procesos que dan ventaja a un grupo desafiante en particular. La raz6n es sencilla. En tales casos, la continuidad del vigor y la vi" bilidad del régimen asegura contra el desarrollo del tipo des os revolucionaria que difumina las fronteras entre gruhe® se ¥ oscurece los origenes especificos de la crisis: seampaia n a confusion y la difuminacién de oe lucionaria, oe al desarrollo de una oe vote" ta por el te aie los ciclos no revolucionarios ¢ ie separados uencial de los movimientos ostens? Elet ie los constituyen, y eee Ay ree norteamericana de Ja déca fA micialmente por el = enta es un caso apropiado. | ae ovimiento por los derechos c1¥! 0 ja de 196 . lsd? | ci” Doug McAdam | 251 odio nacimiento a movimientos nominalment dod javor de pos ameri¢anos ¥ rarsino una fraccin de las luchas que asociamos a nar ; ‘ sin embargo, las diferencias entre un Mente separados a 08 estudiantes, |o vabaje agrari : nos y los trabajadores agrarios, Por no mencio- €808 ajios, i lo de protesta re- yolucionario y uno no revolucionario no son tan grandes como podria parecer. La tinica diferencia real concierne al vigor del Estado y su capacidad para aguantar el ciclo. Pero en ambos ca- sos vemos un movimiento iniciador que pone en marcha el clo, lo que estimula la movilizacién posterior de un nimero in- determinado de otros grupos. Es posible que la revolucién borre las distinciones entre estos grupos y que, en el caso de ci- clos no revolucionarios, nuestra concepcién reificada de los movimientos sociales las exagere, pero la dindmica subyacente es esencialmente la misma. El ciclo comienza con la moviliza- cién exitosa de un grupo en particular y luego se dispersa a otros. Para comprender la dindmica de esta dispersién necesita- mos una teorfa que no se centre en la aparicién de un tinico movimiento, sino en los tipos de vinculos estructurales y proce- sos de difusién que estimulan la movilizacién mimética de otros grupos, las mujeres, los chicanos, los gays, la DIFUSION Y LA APARICION DE MOVIMIENTOS DERIVADOS la aparicién de un movimiento iniciador muy ostensible cams tai Rent : ae 3 "4 Significativamente la dindmica del surgimiento de todos lo: Stupos que se movilizan como parte de un ciclo mas amplio de pr . : 7 ida ite Este incluye contramovimientos en no menor a Ne la familias de movimientos ideolégicamente compa moi que el ciclo tiende a identificarse. Bl spas fay thee y de factores causales especificos a a vnientos dC” tivadog mente insostenible en el caso de los m Te explicar el sung, 2 © resulta claro cuando tratamos ¢ ; res facto" Bimiento de esos movimientos sobre la base de los fatiza. E ativos que el modelo de proceso poli 7 ae movi- més flagrante entre la teoria y est® © i n 4 - &xplic: desaiuste 252 | Capitulo 8 onde a la importancia que se atribuye ib aly s en expansion. lag injentos correspon es politi oportunid jad Oportunidades politicas Si bien las oportunidades politicas son decisivas para la apari- cién de movimientos iniciadores, parecerian practicamente irrelevantes en la emergencia de movimientos derivados. Por oportunidades politicas en expansién entiendo cambios en los rasgos institucionales o en los alineamientos politicos informa- les de un sistema politico que reducen significativa- mente la disparidad de poder entre un grupo desafiante y el Estado. Enunciada esta definicién, nos veriamos en apuros pa- ra documentar una expansi6n significativa en las oportunida- des politicas en el caso de todos -0 al menos la mayorfa~ de los movimientos derivados. Hay una excepeién general a este enunciado. Se refiere a la extraordinaria expansién de oportu- nidades que acompaiia a cualquier ciclo revolucionario. En el caso de las revoluciones, el viejo régimen queda tan paraliza- do por los movimientos iniciadores -o lo que Tarrow (1994) llama «tempranos>- que resulta vulnerable a los desafios de to- do tipo de movimientos «tardios». Sin embargo, en el caso del ciclo de reforma, no es necesa” rio el incremento de la vulnerabilidad del sistema en lo que" pecta a la totalidad de los movimientos derivados posteriores ‘Tomemos el caso del ciclo de reforma norteamericano de los anos sesenta. A finales de esa década, la mayoria de las personas de izquierda legaron a creer que el Estado norteamericano &* aoe a del desmoronamiento, aunque una mirada aS a diversas medidas de estabilidad fiscal y politica ae sugerir la conclusién contraria. El Estad ntuvo fuerte we rante todo el period ntraria. : stado se mai - oria de ic ee loyen general invulnerable a la may’ Fl ave ae eee en esos anos. “ oporsi naun buen ejempl La los derechos de los gays ™ Da dest” newalll de juni ate 0. Es tipico atribuir al Hamado ™ (p’bail” Junio de 1969 el nacimiento del movimien'? Be Doug MeAdam yivedtmat, 1988). El ae . des oll6 cuando los ¢ J pewall, U0 har gay de Greenwich Village, contraa : ; redada policial en el local. A partir de alli, ¢ ee ipidamente y se difundié a una cantidad erecos de los gays, pero a finales de los seten ae como fenémeno organizado. Es dificil explicar la aparicién de este movimiento sobre la pase de las oportunidades politicas en expansion. Seria dificil identificar cualquier cambio especifico en los rasgos institu nales del sistema que favoreciera repentinamente a los gays. Tampoco parecerfa que el movimiento se beneficiara de algin realineamiento politico importante durante esta época. En rea- lidad, fue precedido por un realineamiento electoral muy signi- ficativo que sdlo puede considerarse desventajoso para los gays. Me refiero, naturalmente, al ascenso de Richard Nixon a la Ca- sa Blanca en 1968, lo que marcé el fin de un largo perfodo de dominio liberal demécrata en la politica presidencial. Por tan- ‘o, parecerfa que el movimiento surgié en un contexto de opor- tunidades politicas en contraccién. En general, parece haber una cierta falta de légica en el ar- gumento de que un ciclo de reforma mejora la capacidad de ne- gociacién de todos los contendientes organizados. Por el contra- tio, las demandas del movimiento iniciador y otros movimientos ‘empranos parecerfan privar de esa capacidad a los tardios. Se- buramente la historia del ciclo de protesta norteamericano de los aNos sesenta puede interpretarse de esta manera, ya que el mo- ‘miento Por los derechos civiles y otros movimientos tempranos oa auente el estudiantil, el antibélico y el ae tas, mie Jeto de gran atencién y obtuvieron impo! aa lege 8S que los tardfos -de derechos de los Be eae i ento de los indios, ete. nunca consiguicron atri-t ©" piiblica ni tener la capacidad de influencia necesari a “xito. No estoy seguro de que mi interpretacion aa deg, 27? al menos es coherente con la sospecha mas 8 | movimiento de grupos por ta habia remi- at, Movimi atencid Para e| ‘i u que no t ne ivados se benefician de s ‘odo: ae Pettene 408 los movimientos deriva ificamente, Nencia a r io. Espect o un ciclo de reforma mas amplio. imientos ne ss Jos movimient buenas razones para pensar que 253, 254 Capitulo 8 angsido tarde en un elo de reforma se en py i : 4 mn B sidadl de tenor que enfrentarse a un ft ‘lado TeSig~ que surgen de «adicados por la ne ; a i concentrado en las sustanciales demandag Yb generaron los tempranos. ae politicos que 7 ca nes pot quimo, al argamentar contra la idea de que los eels dg rotesta hacen invariablemente vulne able al sistema politieg afectado ante el desafio de todos los movimientos participantes, he eludido esa categoria especial de m jovimientos derivados pa- ra los que el argumento de las oportunidades es a todas luces in- sostenible. Tengo aqui en mente los movimientos derivados que ge desarrollan en paises distintos de aquel en que se produjo el movimiento iniciador. Lo importante, a pesar de nuestro len- guaje descriptivo (por ejemplo, «el ciclo de protesta italiana de los afios sesenta y setenta»), es que los ciclos de protesta no es- tan necesariamente limitados por las fronteras nacionales. La turbulencia politica generalizada que caracterizé a gran parte de Europa occidental en 1847-1848 es un instructivo ejemplo de ello. La mayor parte de la atencién académica que se ha con- cedido a estos aftos se ha prodigado en Francia y en la revuelta de Paris de 1848. Pero, como observa Tarrow (1994: 61), . Los hallazgos preliminares de un estudio en curso sobre los vinculos entre la Nueva Izquierda estudian- til norteamericana y alemana de los aiios sesenta apoyan una conclusién similar. El surgimiento del movimiento estudiantil alemén pareceria deberse tanto a acontecimientos ocurridos en Estados Unidos como a cambios politicos sustanciales en la pro- pia oS esis y Rucht, 1993). ee ie hang a a socavan mids aun la primacia que . ai ae aL a ades politicas en expansion. = a cian nortamad ane at a eae a oops dad de poder eee pudiera haber reducido i ee tudiantes aa oe de Alemania Occidental rel pueden contribuir i" re al ee Los movimientos ae el im" Petu para este — fundir Jas luchas posteriores, Pp antes © pareceria ser cognitivo 0 cultura) Doug McAdam a estrictamente politico. Esto quiere decir que, aleaso de los ciclos de reforma, los Movimientos j ,jmulan el surgimiento de los tardios no tanto Porque otorguen «otros grupos mayor capacidad para presionar a favor de sus reivindicaciones, sino porque ponen en marcha complejos pro- cesos de difusién mediante los cuales las slecciones» de idea- cién, técticas y organizativas de los tempranos se ponen posicién de los desafiantes posteriores. > al menos en Niciadores es- a dis- Nivel de organizacién Los movimientos derivados no dependen menos que los inicia- dores de cierta forma rudimentaria de organizacién. Muy a menudo. sin embargo, son los tempranos los que proporcionan el contexto organizativo decisivo en el cual se desarrollan los movimientos posteriores. La literatura empirica esta plagada de ejemplos de este tipo. Asf, el movimiento por los derechos de las mujeres que surgié en Estados Unidos en la década de 1840 se desarrollé en el seno de grupos abolicionistas ya establecidos. Andlogamente, Evans (1980) muestra con claridad que las re- *s asociativas forjadas en el movimiento surefio por los dere- chos ei iles, y mas en general en la Nueva Izquierda, fueron las que dieron origen al movimiento de liberacién de las mujeres. Estos ejemplos sirven simplemente para subrayar la inter- “pendencia de los movimientos que se agrupan en la misma familias, Estos movimientos no sélo tienden a carecer de algun i 5 ‘ ién es rauiunto nico de oportunidades politicas, sino que también Probable que, e ened i ertinentes os £983). A este respecto son particularmente Ee seg neibios. En primer lugar, la difusién fem ae oa teeuna de comunicacién interpersonal pres ot ieeonidn A ‘al Social © lugar, «cuanto mas elevado sea el gf" 4 la proba- de los adoptantes potenciales, tanto mayor $°r 255 250 Capitulo 8 » COnVIErLEL CH HdOptantes peu ‘Teale rapide. con que 47), Si empexaimos a pensar 60 lox marvin 3s de nuovos clomontos culturales bilidad y | (Pinard, 197: | .s como fuent como adoptantes, ¢ Jos movimientox derivadon estén en iniciadore ‘lemner ie los tardfos ¢ os principios contribuyen en 1 explicar por qué arrollarse dentro de los tempranos o en pry dos a éstos. Estos vinculos incrementan tonces a condiciones de desi pos estrechamente liga Ia probabilidad de difusién y la adopeidn final de ideas y ties cas de los movimientos tempranos por los tardios. Bate argue mento es coherente con la conclu: or, La aparicién de un movimiento iniciador ta idades polfticas en expan= én a la que se ha Hegado en Ja seccién ante! vez Ileve la impronta de las oportu: sin, pero la difusién de un ciclo de r a procesos culturales antes que politicos. forma parecerta deberse de encuadre Conciencia insurgente y proce Jaro que, en el caso de los movi- cid 08, Aesta altura ya deberfa estar mientos derivados, el impulso fundamental a la moviliza mi juicio, esencialmente cognitivo/cultural, Ksto hace que el tercer factor que se destaca en cl modelo de proceso politico saber, el nivel de «conciencia insurgente» que existe en una por blacién dada, sea particularmente relevante para la compren- sin del surgimiento de movimientos derivados y el pleno flore- cimiento de un ciclo de reforma. Pero es en el desarrollo de esta conciencia en los movimientos tardfos cuando la huella de los tempranos se manifiesta mas claramente. retiva depen” n el plano cognitivo y afectivo, la accién cole slmente de de ercepci ' ‘ le dos percepciones compartidas y construidas soct le que algtin as ‘i etic ta suje” a fae algtin aspecto de la vida: a) es ilegitimo, y h) esta sty) a transformacié F : ‘eid! ansformacién mediante la accién grupal (en pes! iin a individual). En un trabajo anterior (McAdam, 1982) he & irme a oe cxpresién cliberacién cognitivay pare re colegas (Snow y a oe percepciones. David Snow y van yom Pleas Tae ent Y tF08, 1986; Snow y Benford, 1988, 1992) 08" »ptos gemelos de «encuadres y «procesos dea rios de sus Dong McAdam dea ,iento de marco» para deseribir los tipo ividad. as en los qu los organizadores participan para d conciencia insurgente. Los movimientos observa snow y Benford (1988: 198), estén «activamente comprom a dos en la produccién de sentido para los participantes. ( ) : cuadran, 0 atribuyen significado a ~e interpretan-, acont mientos y condiciones pertinentes de manera tal que tiendan a movilizar adherentes potenciales». Por viltimo, Gamson (1992a) ha tratado de extender el concepto de encuadre distinguiendo entre lo que para él son tres componentes principales de cual- quier «marco de accién colectiva>. A estos tres componentes Camson les Hama: a) marcos de injusticia, b) marcos de actua- cién, yc) marcos de identidad. Los marcos de injusticia definen cierto aspecto de la vida no meramente como ilegitimo, si mo afectivamente intolerable. Los marcos de actuacién ofrecen una explicacién de cémo el grupo puede realizar el cambio en la() condicién(es) agraviante(s). Y el marco de identidad ofre- ce al grupo una visién colectiva alterada, a menudo dramatica- mente, de si mismo. La pertinencia de estas herramientas conceptuales para la comprensién de los movimientos derivados y los ciclos de pro- testa proviene del reconocimiento de que la presencia de un movimiento iniciador enormemente visible hace mucho mas fa- cil el «trabajo de encuadre> de todas las luchas tardfas. Para de- cirlo més sucintamente, entre los impetus més importantes pa ta el desarrollo de un ciclo de protesta se halla la difusion y la adaptacién creativa de las ideas de los movimientos tempranos por parte de los tardfos. Snow y Benford (1992) proponen ‘tgumento sumamente compatible en su trabajo aaa {nradigméticos de protesta>. Vale la pena tracr Saas eee “os de sus hipétesis. Primero, estos autores poten eile (I dag de un marco parse Te nipotesis de que <5 Mobable ue ete gue primer? og Perficie ee los movimientos a ee ogenitores ae le un ciclo de protesta funci¢ fel Cos paradigmaticos que suministra neat tralégt Har una rro- mo pr zi co Ds laje ‘de idea 258 | Capitulo 8 cidn & interpretacion a movimientos posteriores dentro del ¢ f : clo» (1992: 144). : Un somero examen de la literatura sobre dive te protesta sugiere que Snow y Benford tienen raz6n en ambos as- pectos. Dos ejemplos serviran para ilustrar estas hipdtesis, p| enero ae refiere a las revoluciones de 1988-1991 que pusie- ron fin al régimen comunista en Europa del Este. La funcién animacién de este ciclo revolucionario la desempeiié lo que se podria llamar marco paradigmatico de «democracia/economia de mercado». Desarrollado en primer lugar en Polonia, este marco insistié en la importancia del gobierno democratico, los tnereados libres y la eliminacién del privilegio del Partido como claves de renovacién y renacimiento nacionales. El ciclo de reforma de Estados Unidos de los afios sesenta y setenta también exhibe la impronta de un marco paradigmati- co dominante. En esta oportunidad se trat6 del «marco de los derechos civiles», articulado en primer lugar por los activistas negros durante el apogeo de las luchas por los derechos civiles en el Sur. Sin embargo, este marco fue rapidamente adaptado por la mayoria de los grupos asociados con el ciclo de protesta de los aiios sesenta, grupos que incluirian a estudiantes, gays, trabajadores agrarios, feministas, minusvalidos e indios ameri- canos. Pero el marco no perderia toda su resonancia con el fin del ciclo de protesta. Al contrario, su impronta se manifiesta claramente en una gran parte de movimientos contemporaneos, entre ellos la cruzada por los derechos de los animales y el mo- vimiento pro-vida. El caso del ciclo de reforma de Estados Unidos en las déca- das de 1960 y 1970 también contribuird a ilustrar los limites ¢¢ la dependencia cultural de los movimientos tardfos respect? de los tempranos. Cuando digo que los movimientos iniclade™ ae culturalmente catalizador sobre las ae antes ds ee que éstas sean ae el papel de los at i aquéllos. Por el contrario, ae inter” gene, oe tardfos como adapta ates ranos: Una répida a las lecciones» culturales de los P a a de la literatura histérica sugier® un Doug MeAdam | 259 lia yariabilidad en el grado de adhesion de los Movimientos ¥ erivados respecto de las ideas del iniciador. En algunos casos adios toman prestados de forma libre distintos aspectos ty Ja amplia plantilla cultural asociada a los tempranos. Sin em- bargo, lo més frecuente es que los movimientos derivados se inspiren casi en su totalidad sélo en un movimiento iniciador en particular y que, con el tiempo, den forma a ideologias y practicas culturales especificas diferentes de las del movimien- to o movimientos que les dieron origen. Entre los factores que modelan la variacién en la distincién cultural de los tardios se encuentra la medida en que el movimiento tiene acceso a una latente tradicién activista o historia de lucha que le pueda servir como otro «equipo de herramientas> en el que la nueva genera- cin de activistas pueda bucear en busca de inspiracién. Aeste respecto es pertinente el importante trabajo de Rupp y Taylor (1987b) sobre las continuidades entre las primeras fe~ ministas que se organizaron y la aparicién ~o reaparicién- del movimiento de las mujeres en Estados Unidos en la década de los sesenta. A primera vista, el tipo de continuidades que docu- mentan Rupp y Taylor en su obra parecerfa socavar la nocién misma de movimiento iniciador y movimiento derivado. Si hay luchas duraderas que con el tiempo suben y bajan como las mareas, 4cémo es posible caracterizar los perfodos posteriores de intensa actividad como «derivados» de otras luchas contem- pordneas? En realidad, pienso que la perspectiva que aqui se ha esbo- zado es perfectamente compatible con la idea de continuidades. En coherencia con el argumento de Rupp y Taylor, opine que ovimientos duraderos, como el feminismo, nunca mueren del todo, sino que se caracterizan por periodos de relativa oe jie relativa inactividad. Ademés, estoy oe mi coe els los lideres y las organzaciones beara ciclo de pro- testa, eee on tee aaa ae Taylor Haman le scaling mas bien en los seas a a ee los acti- Vistas ae Durante tae is oles y las redes in- formate, esionales, las organizaciones forn ee de impor que ellos mantienen prestan una func 260 | Capitulo 8 tancia fundamental como por proximidad en re uno, tt 7 de atribu 1. Difusin : . La pertinencia de la literatura de difusin al estudio de ciclos de protesta parecerfa obvia. En cierto nivel, los movi- mnientos iniciadores no son otra cosa que grupos de nuevos ele- mentos culturales nuevos marcos cognitivos, rutinas conduc- tales, formas organizativas, repertorios tacticos, ete.— sujetos ala misma dindmica de difusién que otras innovaciones, No obs- tante, la literatura sobre movimientos se ha distinguido por la practica ausencia de cualquier aplicacién explicita de teoria de la difusion. No hay duda de que las primeras teorizaciones pusieron el énfasis en el papel del . La teorfa de la difusién no establece estos supuestos, ni de- Pende de nocién implicita alguna de la irracionalidad de la hulttud para explicar la expansién de la accién colectiva. AL ‘Pittario, la difusién de los elementos de ideacién y materiales din Movimiento dado est pensada para que refleje el spree aa normal y el proceso de influencia como mediados p "eturas de red de la vida cotidiana. los 2.Vineulos de red . \ pesar de la f; atencié Iicita a la Literatu dita la falta de atencién exp pre el surgimiento y la " €tan parte del trabajo reciente sobre ‘i arse facilmen- on de la accién colectiva puede interpretarse ura sobre 262 | Capitulo 8 ve de teorta de a difusidn. El papel, observa as organizaciones exist ntes o de las fle fay scién colectiva ox complet; de ta literatura sobre difie sion en | ide redes de comunicacién fuertes sion vidas como precondicién de la difusién (Vreeman, 17h Keiwwi, 1988; McAdam, 1982; Morris, 19843 Oberschall, 191, Zurcher y Kirkpatrick, 1976). Las descripciones empfricas ll crsos movimientos (ambién se ajustan ala te en términe a menudo, d q J surgimiento de la ae con la insistenci: ciativas en ¢ onte coherente a importan me crecimiento de dive importancia que Ja literatura sobre difusién atribuye a los «vine culos puente» débiles. Numerosos estudios han mostrado que los movimientos se expanden de modo t{pico a través de redes de difusion de vinculos puente débiles, o bien mueren por falta de dichos vinculos (Jackson y otros, 1960; McAdam, 1988b; Oppenheimer, 1989). En resumen, hay una marcada convergencia en Jas literaturas empiricas sobre difusidn y sobre surgimiento y expansién de la accién colectiva. De h cho, estas dos literaturas cuentan la misma historia: la probabilidad y la medida en que tanto la difusién i6n colectiva estdn condicionadas por la propiedades ijeto. La posibilidad de que ten ‘dades con una densa red ma extendido de como la ac de red de la poblac’ an lugar parecerfa maxima en comut de vinculos internos y al mismo tiempo un siste a vinculos puente débiles con otras unid des sociales y/o googrilir as, Esta confluencia de fuertes vinculos internos y débiles boa los puente es, pues, una de las condiciones que facil desarrollo del ciclo de protesta. Los grupos que tienen art : : a jules p directos con el movimiento inic el jal cuentan con espe bilidades de ser los primeros del ciclo y de proporeion e s del cic! q puntos de contacto adicionales a la red para otros grupos a al vez, den acceso a mas grupos. Este modelo contribuye 4 i: pro” que la velocidad con que tienden a desarrollarse los ciclos up testa sea cada vez mayor. A medida que se movilizan ay ras mayor proporcién de la poblacién general queda expe jas innovaciones conductales, de ideacién ¥ materiales ® ciclo. Como resultado, segmentos cada ver mas ee oie poblacién se veran con toda probabilidad arrastrados én que es sus Doug McAdam 4, dmibucidn de semejanza Hasta ahora me he limitado a aplicar los Principios basi delateor ade la papa . fenémeno sai isle de Pres movimientos derivados se conciben como adoptantes 0, mis 7 camente, adaptadores de un subconjunt » mas : 7 o de la innovac o- nes asociadas a los tempranos. Ademas, de acuerdo con la teo- ria de la difusion se puede esperar que la probabilidad y el rit- mo de adopcién sean mediados por la fuerza de los vinculos que unen un adoptante potencial a un movimiento temprano. Pero aunque la proximidad en la red pueda favorecer la movilizacién de un grupo, dificilmente garantizard que dicha movilizacién se produzca en realidad. Lo que nos falta a esta al- tura es un sentido de los procesos sociopsicolégicos que desen- cadenan el proceso de adopcién. Me inspiro aqui en la obra re- ciente de David Strang y John Meyer (1992) sobre la difusién trasnacional de las innovaciones politicas. Strang y Meyer sos- tienen que en esos casos la difusién garantiza un proceso de construccién social en el que los adoptantes se definen y defi- nen la situacién a la que se enfrentan como esencialmente se- mejantes a los innovadores y asu situacién. A su vez, esta fun- damental «atribucién de semejanza» hace que las acciones y las ideas del innovador resulten pertinentes para el adoptante. De esta suerte, al identificarse ellos mismos («marco de identidad>) cidentificar el problema que tienen entre manos («marco de in- justicias) con el del movimiento iniciador, los movimientos tar dios establecen el escenario para un proceso de ee ae Seneral mediante el cual se puede tomar prestado a fae miento original cualquier cantidad de elementos ee Eleiclo de protesta norteamericano de los afios a pe ‘enta ofrece muchos ejemplos de esta identificacion IY el ciclo: haan movimientos tardios con el ae date justo de- one ‘a lucha Por los derechos civiles. | 4 como norma Y modelo {ue la opresién de los negros sirvidé co spon Indios, resp! 263 264 | Capitulo 8 dilicultades y sus reivindicaciones con las que ofrecia vistas negros. Para otros grupos, la analogia exi dad en la construccién del marco. Inspirandose cias como trabajadoras por los derechos socia feministas radicales proclamaron de manera te: ciones entre su situacién y la de los negros del en hacerlo fueron Casey Hayden y Mary King, dos secretarias de campo del Student Non-violent Coordinating Committe, En 1966, Hayden y King decian que, exactamente como los hegros, las mujeres trecfan log q gia mas. Creativ}. CN SUS eXperien. les, las Primeras ntativa compara- Sur. Las Primeras Parecen cautivas en un sistema consuetudinario de castas que ope- ra, a veces de modo sutil, obligéndolas a trabajar en torno a, o fue. ra de, las estructuras jerdrquicas de poder, que las excluyen, Las mujeres parecen también estar en la misma posicién de subordi- nacién aceptada en las situaciones personales, (Hayden y King, 1966: 36.) En los aitos posteriores, el movimiento asumié por comple- to la comparacién de las mujeres con los negros ~«las mujeres son los negros del mundo», decfan- y se ha mantenido hasta hoy como elemento esencial del pensamiento feminista norte- americano. Tal vez el esfuerzo mas sorprendente y rico en consecuen- cias para apropiarse del modelo de la opresién de los negros fue el que realizaron los activistas estudiantiles de ese peat do. La mayoria de los observadores datan los comienz0s de Totimiento estudiantil en el Movimiento de Libre Expresi de Berkeley, en el otoiio de 1964. Lo que nunca se apreci? lie todo es la medida en que el movimiento de Berkeley 8° ae menté de una fuerte identificacién de los estudiantes o a negros del Sur. En el apogeo del movimiento, Mario Savio ie lel Su ; Teo ee con laa reconocido lider, hizo explicita esa identificacién © guientes palabras: e alls? tl verano pasado fui a Mississippi a unirme a la lucha ‘ ror libraba por los derechos civiles. Este otofio estoy CO™P Doug McAdam entra fase de la misma lucha, esta vez en B ciertos observadores estos dos campos de bat distintos, pero no es asf. Los mismos derec| ambos sitios: el derecho a participar como ciudadanos en una so- ciedad democratica y el derecho al debido Proceso de ley. Ade- mas, es una lucha contra el mismo enemigo. bierna una minoria autocratica y poderosa iolencia organizada para eliminar la vasta y practicamente impotente ma- yorfa. En California, la minoria privilegiada manipula la burocra- cia de la Universidad para eliminar la expresién politica de los es- tudiantes. (Cita en McAdam, 1988b: 168-169; la cursiva no esté en el original). erkeley. Puede que a alla les pareze ‘an muy hos estan en Juego en En Mississippi go- a través de la vi Los dos tiltimos ¢ asos —liberacién de las mujeres y movi- miento estudiantil- no sdlo son importantes en tanto ilustracio- nes de la estrecha identificacién de los movimientos derivados con los inciadores, sino también por la importante funcién que atribuyen a los vinculos puente a la hora de consolidar esta identificacién. Una cantidad desproporcionada de activistas Pioneros en ambos movimientos habfan participado en la lucha por los derechos civiles. Estos vinculos aseguraron que los pio- neros fueran conscientes de las ideas del movimiento y de que ellos mismos habfan sido expuestos a un proceso de socializa- cién en el que durante mucho tiempo los trabajadores por los derechos civiles les alentaron a ver las conexiones entre las di- ficultades de los negros y «las fuentes de opresién en (sus) pro- Plas vidass, Por tanto, los vinculos directos son importantes por el papel ‘ue desempefian en estimular la clase de identificacién funda- Al de los movimientos tardios con los tempranos, eet . aoe Para que se produzca la difusién. ae He ane His gicntificacién sea imposible ar eat Tos grupos We eatecon oa ot as etapas tardias “novimiento estable- Cio tambien (Od8 eomexidn real con wn movimiento SA a ién pueden movilizarse. A esa altura, la disp We el pro ment; cién le : ralizada 1 Mdelo o plantilla para organizarse es tan Beyer ms di eso de adopcién tiene a menudo un cardc! 265 206 Capitulo 8 Iso, No obstante, principios del ciclo, los vineulos ditcetag as ‘ . 08 Pas entar una correlacién més alta con el ritmo y | : y la ex. recen Pp) tension de la movilizacién. CICLOS DE PROTESTA Y DIFUSION DE LOS REPERTORIOS DE. ACcIGy La perspectiva esbozada aqui sobre la difusién y el surgimienty de movimientos derivados no sélo es pertinente para la com- prensién de los ciclos de protesta, sino también para la apari- cién y expansién de lo que Tilly ha Hamado «repertorios de contestacién». Los repertorios son formas aprendidas de accién colectiva mediante las cuales los actores tratan de presionar so- bre o resistirse a las demandas de otros actores. En resumen, son las técticas que emplean los grupos en las luchas entre ellos. Ademas, como observa Tilly en su aportacién a este volumen, estas formas técticas tienden a ser bastante restringidas en un momento dado cualquiera de una sociedad particular. Di Los repertorios son creaciones culturales aprendidas, pero no des- cienden de la filosofia abstracta ni toman forma como resultado de Ja propaganda politica, sino que surgen de la lucha. Es en la protes ta donde la gente aprende a romper ventanas, atacar presos sujetos al cepo, derribar casas deshonradas, escenificar marchas piblieas hacer peticiones, mantener reuniones formales u organizar asocit ciones de intereses especiales. Sin embargo, en un momento par cular de Ja historia la gente aprende una cantidad bastante limitada de modos alternativos de accién colectiva (pp- 31-32). Inspirdndose en la perspectiva aqui esbozada, es posible 2 tender las observaciones de Tilly de dos maneras importa El Niuno de la son adaptadas y empleadas por movimientos posteriores.

You might also like