w repercusiones personales de los
3 ellos hicieron en relacidn con la eco-
swomia moxlerna, Con mi profesor ayudante Michael Laskswy ten-
110 una deuc de camaraderia intelectual, y también de paciencia
‘nd manejo de las diversas versiones priticas que comporcan in
vestigacin y horas de escricura
Este ensayo comenz5 como un Curso Darwin, dictado en la
Universidad de Cambridge en 1995, El Centro de Estudios Avan-
zados de Ciencias del Comportamiento me facili el tempo ne-
cesario para escribir el presente libro
Por iim, quiero dar las gracias a Donald Lamm y Alane
Mason, de W. W. Norton & Company, ya Arnulf Conradi y Eli-
zabeth Ruge, de Berlin Verlag, que me ayudaton a darle la forma
final al manuserito.
slewubrimicmtos quc tod
12
1, ALADERIVA
Hace poco me encontré en un aeropverto con alguien a quien
no habia visto desde hacfa quince afios. Veinticinco afios antes
habia entrevistado al padre de Rico (como lo llamaré en adelante),
cuando eseribf un libro sobre la clase obrera americana tiulado
The Fiidden Injures of Clas. nico, su padre, trabajaba enconces
como portero, y tenia muchas esperanzas puestas en su hijo. que
«staba entranda en Ia adolescencia y eran chico que destacaba en
Jos deportes. Cuando, diez aitos més tarde, dé de ver al padre,
Rico acabaha de completar ene esting univesiraring Fi by sala
de opera de nuestra compafia aérea, Rico daba la impresion de
haber realizado todos los suefios del padre: Hlevaba un ordenador
fen un elegante estuche de piel, iba vestido con tn traje que yo no
dria permitirme y lucia un grueso aillo de sllo,
po Gaunco nos conocinos, Enrico levaba eine aos limpiand
lavabos y suclas de un edifcio de oficinas del centro. Lo hacta sin
rechistar, peco tampoco pretendia estar encarnando el suefo ame-
ficano. Su trabajo tenia un tnico objetivo a largo plazo: serie a sa
familia. Habja erdado quince afios en ahorrac el dincro necesacio
para comprar una casa en un barrio residencial de Is afueras de
Boston, rompiendo asi ls lazos que lo mantenfan unio a su viejo
barrio icaliano; una casa en las afueras era mejor para los eros
LLucgo Flavia, su esposa, comenz6 a tabalar como planchadora en
‘un centro de limpieza en secos cuando conoct a Enrico en 1970,
ly Flavia estaban ahorrando para poder pagar la educacién uni-
versitaria de sus dos hijs.
B» que muir ane sorprendié de Enrico y su generacién fue
4 tiempo en su vida: afio tas afio en empleos que
taranicate presentaban cambios en lo cotidiana; en ese tiempo li-
neal, los lagros eran acumulativos. Enrico y Flavia comprobaban
todas las semanas eémo crecia su cuenta de ahorros. Median. st
vida domestica por las diversas mejoras y afiadidos que hactan en
su casa. Ademds, la época que vivian era predecible. Las sacudidas
de la Gran Depresicn y de la Segunda Guerra Mundial habian
quedado atris; los sincicatos protegian sus pucstos de trabajo. Por
«30, aungue en el momento en que lo conoet Enrico apenas tenia
‘auarenta afes, ya sabia exactamente cuéndo iba a jubilarse y con
audnto dinero concaria crtonces.
El tiempo es el tinico recurso del cual pueden disponer gratui-
tamente los que viven en el esealé més bajo de la sociedad. Para
acumular tiempo, Enrico necesitaba lo que el socislogo Max We.
ber llamé una sjaula de hiero>, una estructura burocratica que ra
ional lwo dl pos ene eso de Entice 8 nora de
antighedad por las que se regia su pensin estatal propoccionaban,
ese amazén. Afadkendo aesesreeuses su discipline resulta
fue mas que rentable.
Enrico disefié para sf mismo un relaco perfectamentr clara en
cl que la experiencia se acurmulaba desde el punto de vista material
¥ psiquico; su vida, por tanto, tenia sentido en cuanto narracién
lineal. Aunque un esnob evitaia a Enrico pot abutrido, él experi-
mentaba los aos como una historia drematica que avanzaba repa-
saci6n tras reparacidn, pago de incereses tas pago de intereses. Fl
portsro scatfa que se convertia en el autor de su vida, y, aunque
‘cupaba Los tims peldaiios de la escala socal, ese relito le pro-
porcionabs una sensacién de respevo por su propia persona.
Si bien es clara, la historia de la vida de Enrico no es sencilla.
Me soxprendis especialmente eémo vivia a caballo entie el mun-
do de su antigua comunidad de inmigrantes y el mundo de su
nueva y neutral vida suburbana. Entre sus nuevos vecines Ensico
vivia como un ciudadano tranguilo y modesto: no obstan-
«e, cuando regresaba al viejo barrio, los que segufan all le brinda-
han mucha ands atencidn por ser un hombre al que le habia ido
en, uno de los veteranos dignos que regresaba todos los domin-
4
‘gos para ir a misa, actividad seguida de almuerso y de eardes de
café en las que se hablaba de todo un poco. Se gané el reconcci-
iniento de persona tinica entre aquellos que lo conocian lo sufi-
ciente para comprender su historia: de sus nuevos vecinos, en
«cambio, gané un tipo de respeto mas andnimo haciendo lo que
todo ef mundo hacia: mantener limpia la casa y bien cuidado el
jardin y vivir sin incidentes. La espesa eexeure de la experiencia
particular de Entico residia en el hecho de que era reconocido de
dos maneras segiin Ia comunidad en que se moviers, dos identi-
dades que eran el producto del mismo y disciplinado manejo del
el mundo Fura un lugar fle juno, los que dsfvan de
respeto devolverfan por igual la consideracién que se le tiene. Asi
ppensaba Fichee en Las fundamentos del Derecho nasural, donde ha-
baba del eefecto recfprocor del revonocimiento; pero la vida real
zo acnia con tanta generosidad.
‘A Enrico, por ejemplo, no le gustaban los negros, aunque
habia trabajado pactficamente muchos 2fios con ottos porteros
‘que eran negross no le gustaban tampoco los inmigrantes no ita
no ten‘a aliados de clase. Sin embargo, Io que menos le gustaba
ea Ia gente de chie media. Decia que nosotros lo tratébamos
como si fuera invisible, un wero a la iequierdars el resentimiento
del portero se complicaba con su miedo a que, a causa de su falta
de eccacién y su baja categoria social, ruvidramos un secreto de-
recho a hacerlo, A su capacidad de resistencia oponta la lastimera
autecompasién de los negeos, Ia injusta intrusion de los extranje-
+05 y los privilegios inmerecidos de la burguesfa.
Aunque Enrico sentia que habia alcanzado cierto honor so-
cial, no toleraba la idea de que su hijo Rico ceptiera su historia. El
suefio americano de movilidad social ascendente era un poderoso
‘motor para mi amigo. «No entiendo una sola palabra de lo que
dices, alardeé ante mi Enrico varias veces euando su hijo legaba
del colegio y se pontia a hacer los deberes de matematicas. Of tam-
bién a muchos otros padres decir de sus hijos cosas como «No lo
catiendo», en conos mas duros, como si los crfos Jos hubieran
15abandonado. ‘Todos violimos de una manera u otra el lugar que
nos ha sido asignado cn el mito familiar, pero la monilidad ascen
dente le da a ese pasaje un giro peculiar. Rico y otros jSvenes que
ascendieton en la escala social a veces seruian vergienza por el
aveno de clase trabajadora y por los modalestoscos de sus padres,
pero con mayor frecuencia se sentian ahogados por la intermin
ble estrategia de contac hasta el ltimo eéntima y manejar el ter.
po con cuentagotas. Estos nifios prvilegiados querlan embarvatse
en un viaje menos forzado.
Ahora, muchos afios mis tarde, gracias a mi encuentro en el
aeropuerto, tuve oportunidad de ver eéa0 le habian ido las cosas
al hijo de Enrico. Debo confesar que no me gust6 mucho lo que
vi en la sala del aeropuerto. El costoso traje de Rico puede haber
sido sélo el plamaie tequerido por el trabajo, pero el anillo —signo
dlistintivo de una historia familiar de éite— parecia al mismo tiem
po una mentira y una traicién al padre. No obstance, ls circuns-
‘ancizs quisieron que Rico y yo coincidiéramos en un largo vuelo.
Ni 1 ni yo hicigos uno de esos tipicos viajes ameticanos en que
tun desconocido vomica todas sus emociones encima de otro, reco-
ge un equipsje més tangible cuando el avin atetiza y desaparece
para sempre, Me senté a su lala sin que ma invirara, y durante la
primera hora de un largo vuelo de Nueva York a Viena tuve que
scare la informacién con sacacorchos.
Fue asf como me enteré de que Rico habla realizado el deseo
de su padre en Ja ascensién en la escala social, si bien en el fondo
rechazd el camino de su padre. Rico se burla de los cesclavos del
tiempo» y dems personas prisioneras en la armadura de la buro
ceracia,y cree que hay que estar abicrto al cambio y asumir riesges
‘ha prosperados mientras ls ingresos de Enrico se situaban en la
cola del escalafin, Rico ha ascendido hasta el 5% superior. Y, sin
embargo, no es una historia coralmente feliz para el
‘Tras graduarse en ingenierfa eléctrica en una universidad lo-
cal, Rico fue a una escuela de empresarialcs en Nueva York. Alli se
«as6 con una compafiera, una joven protestante hija de una fami
lia de mejor posicién. Los estudios preparason a la pareja para
16
‘nudarse y cambiar de trabajo con frecuencia, y ast lo hicieron.
Deide que terminaron la eartera, Rico se ha mudado cuatro veces
cn catorce fos
Rico empezé como asesor tecnolégico en una empresa de ca-
pital de tiesgo de la Costa Oeste, en los primecos y emocionanes
Aias de la industria informatica en Silicon Valley; luego se trasladé
+ Chicago, donde tampoco le fue mal. Sin embargo, la siguiente
mudanza se hizo 2 fivor de la carrera de su mujer. $i Rico fuera
tun petsonaje ambicioso sacado de las piginas de Balzac, nunca lo
habria hecho, pues aparte de no ganar mis en su nuevo trabsjo,
dejaba los semilleros de la alta tecnologia por un parque de ofc
nas on un lugar retirado, aunque arbolado, de Missouri. En cierto
modo, Enrico se habia sentido avergonzado cuando Flavia co-
mend a trabsjan; Rico ve a Jeannette, su mujer, como a una cole-
‘a en pie de igualdad, y se ha adaprado a ella. Fue entonces,en el
momento en que la cartera de Jeannette despegé, cuando comen-
zaron a llegar los nifos.
En el parque de oficinas de Missouri, las incertidambres de la
nueva economia afeccaron también al joven Rico. Mientras Jea
nette era ascendida, Rico se vio afectado por un recorte de planti-
1a, pucs ou eaupicsa fue absorbida por otra mayor con sus propios
analists. ¥ por este motivo la pareja se mud6 por cuarta vez y te-
ss6 al Ocste, para instalarse en un barrio residencial de as afue-
ras de Nueva York. Jeannecte disige ahora un importante equipo
de contables,y ba montado una pequetia consultoria,
‘A pesar de ser una pareja prdspera, la viva imagen de una pa-
tea amoldable en la que ambos se apoyan maruamente, tanto el
‘marido como la mujer temen a menudo estar al Lorde de la pérdi-
dda del control de sus vidas, un miedo enrairado en sus respectivas
historicslaborales.
En dl caso de Rico, el miedo a perder el control es ficil de
comprender: tiene que ver con el manejo del tiempo. Cuando
Rico les dijo asus colegas que iba a abris su propia consulorfay la
‘mayorla lo aprob6; una consultorfa parece ser el camino de la in-
dependencia. Sin embargo, al comenzar se vio metido de cabeza
en tareas de categoria inferior, como tencr que hacerse él mismo
las forocopias y otras cosas que antes ni se planteaba. Se encontré
7sumergido en el flujo de una red de conexiones: tenfa que respon-
dleratodhs las llamada, y perseguir 2 las mat ratastelaciones. Paca
«encontrar trabajo se veia supeditado a las agendas de personas que
no estaban en absoluto obligadas a respondedle. Como oros con-
sultores, aspira a trabsjar con contratos que estipulen con exact
tad lo que le corresponde hacer. Sin embargo, me dijo Rico, la
mayoria de estos contratos son una mera ficeién. Un consuleor
sucle tener que trabsjar de una manera u otra en respuesta a los
caprichos o los cambios de ideas de los que pagan. Rico no tiene
tun papel fijo que le permita afirmar: «Esto es lo que hago; de «sto
soy responsable.»
La falta de control de Jeannetse es mis sutil. El pequetio gru-
po de contables que ahora dirige se divide entre aquellos que tra-
bajan en casa, los que suelen trabajar en el despacho y una falange
de empleados edministraivos de bajo nivel, a mil @ dos mil kilé-
metros de distancia y conectados con ella por ordenador. En su
actual emprest, unas reglasestrictas y la vigilancia de los rléfonos
y el correo electnsnico disciplinan la conducta de los que trabajan
desde casa; para organizar el trabajo de los empleados concctados
por ordenador Jeannete no puede hae: jusios preicos cara a
‘ste abajo aparentementeflecble, no sienre que fa burocraca sea
menor; de hecho, sus propias decisiones cuentan menos que en los
dias en que supervisaba a trabajadores que citaban siempre juncos
cen la misma oficina,
‘Como decia, al principio no estaba muy dispuesto a derramar
‘muchas ligrimas por esta pareja, encarnacién del suefio america
no. Sin embargo, cuando las azafatas nos sitvieron la cena y Rico
se puso a hablar de cosas mds personales, lo senei més cercano. Su
miedo a perder el control tenfa rafces mucho més profundas que
1a preocupacién por perder poder en su trabajo. Rico teme que las
medidas que necesita tomar y la manera como tiene que vivir para
sobrevivir en la modema economia hayan lanzado a la deriva su
vida incetior y emocional
Rico me concé que él y Jeannette se habfan hecho amigos de
la mayoria de la gente con la que trabajan, y que con los cambios
de los iltimos doce afios perdieron la mayoria de esas amiscades,
18
aunque, como dijo A, eseyuimos conectados». Rien busea en kas
comunicaciones eectrénicas el sentido de comunidad que Enrico
cisfiutaba mis cuando iba alas asambleas del sindicao de pore
ros, pero el hijo encuentra que las comunicaciones om fine son bre-
ves y precipitadas. «Es como con los hijos: cuando uno no esté
ahi, se entera de todo mis tarde»
En cada una de sus cuatro mudanzas, los nueves vecinos de
Rico han tratado su llegada como un hecho que cierta capfeulos
pasados de su vida; le preguntan por Silicon Valley o et parque de
‘oficinas de Missouri, pero, segiin Rico, «ellos no ven ots luga-
res, su imaginacién no entra en juego. Este es un miedo may
americano. El clisico barrio residencial anes era una ciudad dos-
mitorio; durante la iltima generacién aparecié un nuevo tipo de
barrio residencial, més independiente del nicleo usbano desde a,
punto de vista econémico, pero sin ser tampoco una ciudad o un
pueblo, Un lugar crece de repente al toque de la varita magica de
tun promotor inmobiliario, florece y empicza a declinar al cabo de
tuna generacién. Fsas comunidades no carecen totalmente de una
‘componente socal o de barrio, pero en «llas nadic se convierte en
un etga de por vi
Bl ape
tuyen el fondo de la mas aguda de las preocupaciones {ntimas de
Rico: su familia. «Llegarmos 2 casa a ls sete, preparames la ccna,
tratamos de que nos queck una hore para ayudar a los nifios con
los deberes, y luego nos dedicamos a nuestro papeleo» Cuando las
cosas se ponen duras en su consultorfa durante meses enteros,
«casi ya no sé quiénes son mis hijoss. Le preocupa tambien la fre-
cuente anarquia en la que se hunde st familia y le preocupa no
ocuparee lo suficiente de sus hijo, cuyas necesidades no pueden
programarse para que se adapeen a las exigencias de su trabajo.
‘Al ofrlo, intenté tcanquilizaslo; mii mujer, mi hijastroy yo he
mos soportado una vida de alta presiéa muy similar a la suya, y
hemos sobrevivido bastante bien. «No eres justo contigo mismo»,
le dije.xEl hecho de que te preocupes tanto significa que estés ha-
ciendo por tu familia todo lo que puedes» Aunque mis palabras
Jo teconfortaron, yo lo habia compzendido mal.
Yo ya sabfa que de nifio a Rico le habia inritado la autoridad
19alesu pte: ya entonces me habla dicho que se sentla agocado por
las roglas inamovibles que gobernaban Ia vida del portero. Ahora
aque él es padre, lo obsesiona el miedo a perder Ia disciplina ética,
en especial el temor a que sus hijos se vuelvan unas aratas de cen
‘1 comercial» que anden dando vueltas por las tardes sin nada
‘que hacer por los aparcamientos de las grandes superficies mien-
tras los padres permanecen inaccesibles en sus despachos.
Rico quiere ser, para su hijo y sus hijas, un ejemplo de deter-
‘minacién, de alguien que tiene una meca en la vides tiene que po-
rer un ejemplo. ¥ el ejemplo objetivo que podria ponerles, su mo-
vilidad social ascendente, para ellos ¢s algo nacural, una historia
‘que pertenece a un pasado que ya no es el suyo, una historia ter-
mineda, Pero su preocupacién més honda es no poder oficcer la
sustancia de su vida profesional como ejemplo para que sus hijos
vean cémo han de comportarse éticamente. Las evalidades del
buen trabajo no son las cualidades del buen caricter.
Como comprenderia mds tarde, Ia gravedad de este temor
procede de Ia brecha que separa aa generacién de Enrico de la de
Rien. Tre Midrere de fa econamia y lor periodieae eepecializadot
hacen hincapié en el mercado global y en el uso de las nuevas tec-
nologfas, dos aspectos que elles consideran el sello distintivo del
‘apitalismo de auestio tiempo. es bascante cierto, n0 con
templan otra dimension del cambio: nuevas maneras de organizar
cl iempo, y en especial el tiempo de tabgjo.
El signo més tangible de ese cambio podria ser el lema «nada a
largo plazos, En el Ambito del abajo, la carrera tradicional que
avanaa paso a paso por los corredores de una o dos instituciones 4¢
cxtd debilitando. Lo mismo ocurte con el despliegue de un solo
juego de cualficaciones a lo largo de una vida de trabajo. Hoy, un
joven americano con al menos dos afios de universidad puede es-
Perar cambiar de trabajo al menos once veces en el curso de su
vida laboral y cambiar su base de cualificaciones al menos tres ve-
ces durante los cuarenta aos de trabajo.
Un cjecutivo de ATT serala que el lema «nada a largo plazo»
std alterando el significado mismo del trabajo:
2
En ATT tenemos que fomentar el concepto de que la fuer
za de trabajo es concingente, aunque la mayorla de trabajadores
contingentes estén dentro de nuestra empresa. Los «pucitos de
trabajos se reemplazan con apreyectos» y «campor de trabajo>.:
Las empresas también han subcontratado con pequefas em.
presas ¢ individuos empleados con contratos a corto plazo muchas
de las careas que antes se hacian siempre dentro. Ea Estados Uni-
dos, el sector de la fuerza de trabajo que crece més deprisa, por
poner un ejemplo, esti formado por personas que trabajan para
agencias de abajo temporal?
sLa gente esté évida [de cambio)», afirma James Champy, el
guri dela direccidn de empresas, porque wel mercado puede llegar
4 ser “orientado al consumidor” como nunca antes.r3 En esta vir
sidn, el mercado es demasiado dinémico para permitir hacer las
cosas del mismo modo afio tas aio, o, simplemente, hacer la mis-
rma cosa. El economista Bennett Harrison cree que la fuente de
dlcha avidez. de cambio es el xcapital impaciente», el deseo de un
rendimiento répido: por ejemplo, el tiempo medio de manteni-
‘miemto de la accfones en las bolses britinica y americana ha baja-
do en ua GOM% cn los hi
rendimiento répido se genera mejor si se instaura un répido cam-
bio inscitucional.
Hay que decir que el orden