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DE
DERECHO HIPOTECARIO
(ORIGENES, SISTEMAS Y FUENTES)
POR
D. JERONIMO GONZALEZ Y MARTINEZ
La Revista Actualidad Civil del Instituto Pacífico ofrece en esta oportunidad el libro Estudios
de Derecho Hipotecario (orígenes, sistemas y fuentes), del jurista español, D. Jerónimo
Gonzales y Martinez.
El texto editado aborda las principales nociones del Derecho Hipotecario y el desarrollo
historico del principio de publicidad inmobiliaria, de esta manera, el texto cuenta con
veintiocho (28) subtitulos distribuidos en sus dos capítulos.
Para la presente edición se ha tomado como fuente el scaner del libro original publicado en
1924, en Madrid, imprenta de Estanislao Maestre.
I
DERECHO INMOBILIARIO
Y
DERECHO HIPOTECARIO
1.—COSAS.
La discusión metafísica sobre la existencia del mundo exterior, no preocupa en la actualidad
al jurista que trata de determinar el concepto de cosa (1), y aunque a veces suele
contraponerse el sujeto y el objeto de la relación jurídica como el Yo y el No-yo, la técnica
arranca de conceptos vulgares y de percepciones corrientes para trazar las líneas generales,
sin separarse de ellos.
En su sentido vulgar, dice el Sr. Sánchez Román (1), la palabra cosa comprende «todo objeto
que existe en el mundo exterior y se halla fuera de nosotros». «En la determinación del
concepto de cosa debe partirse, según Windscheid (2), de que por cosa se entiende todo objeto
singular perteneciente a la naturaleza irracional» (3). «Cosas, a juicio de Cosack (4), son
todos los objetos que tienen cuerpo, exceptuando el cuerpo humano.»
(1) La definición legal de cosa debe arrancar de la concepción popular y no prestar atención a los refinamientos
de la metafísica, así como tampoco a los de las ciencias físicas (SCHUSTER: The príncipes of German Civil
Law, Oxford, «At the Clarendom Press», pág. 58). La obra de Sokolowski-Sach-begriff und Körper (Halle a.
S., Max Niemeyer, 1902) tiende a demostrar lo contrario con relación al Derecho romano. «Los sistemas de los
platónicos, peripatéticos, epicúreos y estoicos (dice en la pág. 9. a) serán examinados y expuestos con imparcial
esmero. Los juristas clásicos testimoniaban, por regla general, en sus referencias a estas d octrinas mayor
consecuencia.
(1) Estudios de Derecho Civil, t. II de la 2.a edición. pág. 486. Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1911
(2) Diritto delle pandette, I, parte II, pág. 1.a de la primera traducción italiana de los abogados C. Falda y P. E.
Benza. Torino, Unione Tipograico-Editrice.
(3) Sin esta limitación se halla la noción vulgar en Chironi-Abello: «Cosa en el uso común indica todo objeto
de los sentidos o del pensamiento, omne quod est aut eogitur, todo lo que en la natualeza existe y puede
existir y sobre lo que la persona puede ejercitar su actividad de cualquier manera.» Trattato di Diritto Civile
Italiano, vol. I, pág. 301. Torino, Fratelli Bocca, 1904.
(4) Lehrbuch des Deutschen bürgerlichen Reehts, I, pág. 105, 6.a edición Jena, Gustav Fischer. La definición
esta influida por las discusiones relativas a los derechos sobre el cuerpo humano.
Por importante que sea el concepto así deslindado para el Derecho de cosas, nos deja todavía
muy lejos del elemento objetivo que a modo de postulado(1) entra en la doctrina del Derecho
subjetivo.
2.—COSAS CORPORALES E INCORPORALES.
Ya en el primitivo Derecho romano aparecían como cosas que se podían transmitir por el rito
de la mancipatio el fundo itálico, los esclavos, algunos animales de carga y las servidumbres
(2); y si las primeras formaban el embrión de la gran categoría, conocida más tarde con la
denominación de inmuebles, y los segundos ocupan el lugar de los muebles o semovientes,
las últimas dan carta de naturaleza a las cosas incorporales. Forman, por decirlo así, los
cuadros, dentro de los cuales han de ser clasificados los múltiples objetos que el progreso de
la vida económica y el desarrollo de la cultura han de lanzar al comercio jurídico.
Paralelamente a este desenvolvimiento, el análisis filosófico fué llevado a admitir infinidad
de objetos de la relación jurídica, y hubo que distinguir los que caen bajo nuestros sentidos,
de los que existen en nuestro pensamiento. Tal es el alcance del famoso pasaje de Cicerón,
que separa las cosas que realmente existen de las que son pensadas: Aquéllas pueden ser
percibidas y tocadas, como el fundo, la casa, la pared, etc.; éstas no, como la usucapión, la
tutela, la gens, etc. ...; mas si bien no tienen cuerpo, est tamen quaedam conformatio insignita
et impressa intelligentia, quam notionem voco(1).
Recogida esta afirmación por Gayo, nos dan sus Instituciones(2) una clasificación de las
cosas que a través del Digesto(3) y de las Instituciones de Justiniano(4) se había de perpetuar
en las Escuelas.
«Quaedam preterea res, nos dice aquel gran jurisconsulto, corporales sunt quaedam
incorporales. Corporales hae sunt quae tangi possunt, veluti fundus, homo, vestis, aurum,
argentum, et denique aliae res innumerabiles. Incorporales hae sunt quae tangi non possunt:
qualia sunt ea quae jure consistunt, sicut hereditas, usufructus, obligationes quoquo modo
contractae.»
No puedo detenerme en el estudio de la controversia que en los tiempos modernos se ha
suscitado alrededor de esta célebre distinción. Los anotadores italianos de Windscheid
declaran que la distinción de las cosas en corporales e incorporales, como objetos de
relaciones jurídicas, viene a representar un verdadero progreso, y el jurista no puede
desconocer el alcance que tiene en el Derecho moderno (1). «Nos asombra, dice Kloess (2),
la maravillosa precisión con que los romanos consiguieron ordenar cuanto les rodeaba, desde
el punto de vista jurídico.» Después de estas alabanzas, no puede uno dejar de encontrar
(1) Vid. NICOL-SPEYER: Der Allgemeine Rechtslehre. Berlín, 1911; Vahlein, pág. 238.
(2)
(1) Vid. Cic-Topic, cap. V, t. III, pág. 281 de la edición 3.a A. Amar, Paris, 1823. Ap. Lefevre bibliopolam.
(2) Iust., II, 12-14
(3) L. 1.a párrafo 1.° D. de divisione rerum, I, 8.
(4)
(1) Notas de los traductores al lib. II, pág. 661, del tomo I
(2) En el artículo del «Archiv für die Civ. Praxis» que luego estudiaremos.
superficial la crítica de Planiol en su conocido tratado de Derecho civil (3): «Esta distinc ió n
no tiene sentido, porque pone de un lado las cosas y de otro los derechos; es decir, dos
categorías que no tienen ninguna característica común, por ser de naturaleza diferente...»
«Los Romanos han sido llevados a tan extraña idea, porque han confundido el derecho de
propiedad con la cosa sobre que recae...»
De esta distinción, sin embargo, arranca Nicol-Speyer para investigar la esencia de la
objetividad jurídica y Majorana para formar los grupos de cosas incorporales (obras
científicas, artísticas, invenciones, nombre...) (1) y derechos sobre derechos (en cuanto los
jura o, generalmente, las esferas de acción jurídica pueden ser a su vez objeto de otros
derechos), así como para delinear los tipos de derechos reales administrativos o públicos. Y
no hay peligro de que la técnica moderna confunda el derecho subjetivo con el objeto sobre
que recae: «Cosa incorporal, sienta Gierke, es una porción ideal de las relaciones del mundo
exterior adecuadas para una potestad jurídica.»
«La cosa incorporal recibe sus limitaciones, y en su virtud, su existencia especial, de la
extensión y contenido del Derecho, respecto del cual aparece considerada como objeto.»
«Por esto se explica no sólo que muchas veces se designe la cosa incorporal y el derecho
constituido sobre ella con el mismo nombre, sino también que en la vida, en la ciencia y en
la legislación aparezcan en la misma línea el concepto de la cosa incorporal y el del
derecho»(2).
3.—BIENES.
La noción de cosas corporales fijada en tales términos, va adquiriendo sentido jurídico
gracias a un coeficiente económico que las transforma en bienes. Un texto de Ulpiano (1)
pone de relieve etimológica y racionalmente el valor cualificativo de la utilidad: Bona ex eo
dicuntur quod beant, hoc est, beatos faciant; beare est prodesse. Es decir: la palabra bienes
procede del verbo beo-as-are que Plauto emplea en el sentido de hacer feliz; Horacio, en el
de enriquecer; Terencio, en el de causar placer, y nuestro jurisconsulto en el de aprovechar.
Gomo un eco repiten nuestras Partidas (2): «Bienes son llamadas aquellas cosas de que los
ornes se sirven e se ayudan.»
El derecho, que es reglamentación y protección de los intereses de los particulares y de todos,
debe seguir de cerca la evolución de tales intereses (3). Según otros autores (4), el concepto
(3) Traité elémentaire de Droit Civil, t. I, pág. 659 de la 8.a edición. Baudry-Lacantinerie reduce la distinción
a una antítesis entre el derecho de propiedad y los demás derechos. Précis de Droit Civil, t. I, pág. 694 de la
11.ª edición. Sirey, París, 1912.
(1) Y aun clientela, secretos de fabricación, título de un periódico, negocios, empresas …
(2) Deutsches Privatrcht, t. I, pág. 270. Leipzig, Duncker und Humblot, 1895.
(1) L. 49. D. de verborum significacione, 50, 16
(2) Proemio del tit. XVII, Partida 2.a
(3) Fadda y Benza. Nota y lugar citados.
(4) Véase, por ejmeplo, Planiol, op. cit., I, pág. 657.
de utilidad es todavía demasiado amplio, y se refieren para transformar las cosas en objetos
jurídicos a la posibilidad de apropiación.
Bienes, en este sentido, comprende todo lo que es elemento de fortuna o de riqueza
susceptible de apropiación.
4.—OBJETIVIDAD JURÍDICA.
Ni la utilidad, ni la apropiación, ni el valor, parecen suficientes para determinar la objetividad
jurídica. Los Códigos hacen referencia a las cosas, sobre todo en los actos de enajenación o
disposición, y la doctrina presupone su existencia concreta e independiente al discutir la
causa del enriquecimiento, los efectos de la sucesión inter vivos o mortis causa, las
consecuencias de los actos otorgados por el titular real o aparente (non dominus), la
legitimación de situaciones posesorias, la comunidad, etc.
Partiendo de esta observación y con la vista puesta en el Código civil alemán, Sohm ha
desenvuelto en una tesis muy discutida(1) la afirmación de que los objetos de la ley no son
los propiamente jurídicos, sino más bien los susceptibles de enajenación, y ha sentado como
conclusiones de la misma: a) que hay derechos cuya virtud se agota con su ejercicio (por
ejemplo, el de compensar dos obligaciones, denunciar un contrato, etc.) y carecen de acción,
puesto que no se pueden dirigir contra nadie para que los satisfaga; b) sobre los anteriores se
levantan los derechos corrientes dotados de acción, que nos autorizan para exigir de los
demás una conducta determinada; c) estos derechos pueden ser personales o patrimonia les;
los primeros, son intransmisibles; los segundos, independientes de las circunstanc ias
personales de su titular, pueden cambiarlo y entrar en una sucesión; d) por ser transmisib les
y objetos de tráfico, no por su valor, los derechos patrimoniales ocupan el más alto puesto
del desenvolvimiento jurídico, son objetos de la circulación comercial(1). Con arreglo a estos
cánones, niega la categoría de objetos a los derechos de personalidad, familia y sus derivados
(por ejemplo, usufructo paterno), al patrimonio, a las deudas, a la posesión y a las acciones.
Bajando ya de estas altas esferas al campo concreto de nuestros estudios, cabe preguntar si
en la técnica hipotecaria los derechos recaen directamente sobre las cosas corpóreas o pueden
tener como objetos propios otros derechos.
Para la mayor parte de los pandectistas(2) y también para el Código civil alemán son cosas
únicamente los objetos corporales (art. 90). Sobre ellas recaen directamente los derechos
reales, y tan sólo se exceptúa de esta regla el usufructo y los derechos de garantía que pueden
ser constituidos sobre otros derechos.
(1) En tal sentido SOHM: Institutionen, pág. 377 de la edición 16. a Manchen und Leipzig, Duncker, 1912.
(1) HUBNER: Grunzüge des Deutsches Privatrechts, pág. 146 de la 3. a edición. Leipzig, A. Deich. Verl., 1919.
(1) Art. 1,497, num. 3.
los siervos establecidos en un predio (servi casad) siguen en Alemania su destino como pars
fundí, los peces en el estanque y la casa en el bosque son en Austria inmuebles, en todas
partes va sujetándose los buques al derecho que rige las fincas, y, en fin, en Aragón son
bienes sitios con relación a los cónyuges, los muebles aportados con tal carácter al
matrimonio(1).
En general, la categoría de inmuebles comprende: a) los predios (térra, possessio, propicias,
hereditas) que se designan por el título justificativo de la tenencia; b) los árboles, sobre todo
los frutales, los bosques, las plantaciones y los frutos, si bien en cuanto eran bienes adquiridos
pasaban a muebles en muchos sitios; c) los edificios, a medida que se va empleando la piedra
en su construcción(2).
Mayores dificultades presentaba la determinación de las cosas incorporales inmuebles. Ante
todo, se atendía al objeto mismo del derecho para clasificar a éste (3) y también a las
especiales relaciones que se trataba de regular (régimen matrimonial, ejecución).
Por su importancia social y económica, así como por su capacidad para producir rentas y
frutos, se incluían entre los inmuebles los privilegios, regalías y oficios enajenados de la
Corona que arraigaban en una región determinada y conferían un poder dentro de ella. Por
estar íntimamente unidos a los predios, seguían su cualidad las servidumbres y demás
derechos subjetivamente reales. De igual manera entraron en el patrimonio inmobiliario las
cargas reales, cuando eran consideradas en su totalidad, pues las prestaciones de ellas nacidas
recibían frecuentemente el tratamiento de muebles. Respecto de los créditos hipotecarios,
había una corriente poderosa que los movilizaba, tanto por el carácter accesorio que la
hipoteca tenía respecto del crédito en el Derecho romano, como por facilitar su cesión. Eran
muebles, los derechos de obligación que no tuvieran por objeto la prestación de cosas. Si
tenían esta finalidad, el Derecho germánico los clasificaba entre los inmuebles, por razón de
la cosa cuya propiedad o uso se reclamaba, y a veces por la perpetuidad o duración de las
rentas o intereses. Para la teoría romana, cristalizada en el derecho común, todos los derechos
de crédito parecían muebles. El patrimonio como unidad fué estimado mueble o inmueb le,
según los tiempos y las legislaciones. En fin, la incorporación de todos estos elementos en
cédulas o títulos negociables, los transformaba en muebles.
La introducción del Derecho romano y el desarrollo de la riqueza mueble en las ciudades,
que liberaban al hombre del predominio del señor territorial, influyeron en la distinción, la
hicieron palidecer. pero no borraron ene límites. Se continuó dividiendo el campo entero de
los derechos patrimoniales entre los muebles y los inmuebles, admitiendo al lado de las res
naturaliter inmobiles vel mobiles, las civiliter inmobiles vel mobiles que absorbían el grupo
de cosas incorpóreas.
(1) Art. 1.551, párrafo 2.°— Al patrimonio inmueble, en el sentido de esta disposición, pertenecen las fincas
con sus accesorios, los derechos en ellas, con excepción de la hipoteca, deuda territorial y renta territorial, asi
como los derechos personales dirigidos a la transmisión de la propiedad sobre fincas o a la constitución o
transmisión de uno de los indicados derechos o a la liberación de una finca.
(1) Electricidad vitrea y resinosa de Symmer.
(2) Teoría de Franklin: Los cuerpos más o menos electrizados originan la electricidad positiva o negativa.
(3) Die Electrizität und Ihre Anwendungen, D. L. Graetz, 19-auf.-XV (Einleitung), Stuttgart, Engelhorns,
1919.
(1) Puede verse la literatura en los Comentarios de Staudinger al art. 90 del Código civil alemán,
(2) Ley de 9 de abril de 1900.
otras de suministro, otras de arrendamiento de servicios, de obra o de cosa, y aun en este
último supuesto, se discute si la cosa arrendada es la misma electricidad, las máquinas
generadoras, o un punto del circuito.
Por si los problemas que con tal motivo se habían planteado a fines del pasado siglo dejaban
alguna esperanza de solución, los adelantos de la telegrafía y telefonía sin hilos nos han traído
el de la propagación de las ondas hert- zianas y el de la licitud de la instalación de los aparatos
receptores (1).
Para obviar las dificultades que a los nuevos problemas oponen los antiguos métodos, intenta
Kloess elevar el plano de la discusión, estudiando en general las energías como objetos del
comercio, y precisando los caracteres específicos del derecho subjetivo de tipo dominica l
(eigenrecht) que sobre las mismas se puede construir (2).
Unidas íntimamente a las cosas del mundo exterior, pueden las energías ser conducidas por
las cosas (cualquiera que sea la función del Eter) o hallarse almacenadas en las mismas (con
cierta independencia de aquel medio elástico). Dentro del primer supuesto, las cosas sirven
de (conductoras) a la electricidad, luz, calor radiante, magnetismo y radioactividad. Como
portadoras pueden las cosas acumular o almacenar calor molecular, sonido, energía mecánica
(potencial o actual), atracción, expansibilidad, elasticidad y energías químicas.
Puesto que de las energías se puede disponer mediante el uso de los conductores (toma de la
corriente eléctrica para el alumbrado de una casa) o el consumo de los portadores
(combustión de la leña, carbón, etc.), cabe incluirlas en los objetos jurídicos patrimoniales, y
en consideración a que son mediatamente percibidas por los sentidos (1) podemos ampliar la
clásica división en la forma siguiente:
I. Objetos.
1. Perceptibles por los sentidos (quae tangi possunt).
a) Inmediatamente perceptibles por los sentidos, por ejemplo, los objetos corpóreos (cosas).
b) Mediatamente perceptibles por los sentidos, por ejemplo, energías.
2. No perceptibles por los sentidos, por ejemplo, los derechos patrimoniales, derechos de
propiedad en el comercio.
II. No-objetos, por ejemplo, posesión, deudas, derechos personalísimos (2).
Colocadas, por tanto, las energías a igual distancia de los objetos materiales y de las cosas
incorpóreas, no pueden ser consideradas como frutos naturales de los conductores o
acumuladores (la fuerza hidráulica, por ejemplo, no es un fruto natural de la finca) por no ser
(1) Véase el articulo de Pilón sobra el problema jurídico de la electricidad en la «Revue trim. de Droit Civil» ,
1904.
(2) Die Energie in-und ausserhalb des Verkers und das Eigenrecht an Ihnen. «Archiv für die Civilistische
Praxis» 103, Band, 34 y sigs.
(1) Que necesitan ponerse en contacto con el conductor o el portador.
(2) Nótase aquí la influencia de cítaua monografía de SOHM: Der Gegenstand.
objetos físicos (1), aunque sí pueden ser incluidas entre los productos de un derecho, y
resultar naturalmente del uso de las máquinas o establecimientos.
Para averiguar las normas que han de regir los contratos sobre energías físicas, es necesario
distinguir si éstas se aprovechan utilizando un conductor o portador (depósito), o si, por el
contrario, presuponen el consumo del portador mismo; pues en este último caso el suministro
de energías necesariamente se subordina al clásico derecho sobre las cosas (el
aprovechamiento de los miles de calorías de un kilogramo de hulla va íntimamente unido al
jus abutendi sobre la misma).
Surge de tales presupuestos la necesidad de perfilar un derecho dominical (Eigenrecht) sobre
las energías, que legitime su señorío, disposición y aplicación en forma relativa
(mediatamente). Este derecho especial se confundirá con el de propiedad cuando el consumo
de la energía implique consumo de la cosa portadora, o cuando el propietario transforme o
produzca la energía con sus propios medios; pero son de distinta naturaleza y casi tan
separables como la propiedad intelectual de una obra literaria y el dominio de un ejemplar
determinado de la misma.
El derecho dominical sobre energías puede adquirirse originariamente por ocupación de las
cosas y energías comunes (previa concesión administrativa cuando sea necesaria y supuesto
el derecho de usar los medios técnicos: establecimientos, máquinas, redes, etc.), o por
transformación o especificación, aplicando materiales (madera, carbón..,), o energías
naturales (luz, calor solar, aire, fuerza hidráulica) a los aparatos empleados (motores, turbinas
. . .) para aprisionar las fuerzas libres o utilizar nuevas formas de energía (presupuestos el
derecho de aplicar los materiales y de usar los medios técnicos).
Modo derivativo de adquisición de las energías es la transferencia por persona capaz,
poniendo al adquirente en condiciones de ejercer mediatamente el poder dispositivo, esencial
al derecho examinado. No basta el acuerdo de transmisión entre cedente y cesionario, es
necesario que el primero confiera al segundo el medio de utilizar el conductor o portador de
energía.
Sin necesidad de remontarnos a una construcción tan sutil y ateniéndonos a los precedentes
aludidos de nuestra jurisprudencia (1), podemos distinguir la electricidad parte integrante de
(1) Riezler, en el comentario al art. 99 (J. V. Staundíngers Kommentar, ed. cit., pág. 377 del t. I) niega que los
fratos tengan que ser siempre corpóreos».
(1) Verdad es que en la Memoria de la Fiscalía del T. S. co rrespondiente al año 1899 (pág. 148), se decía:
«Doquiera que hay defraudación, o perjuicio y engaño para causarlos, existe el delito de estafa, y
verdaderamente el que, habiendo contratado con una Sociedad de electricidad el alambrado de su casa, un
contador, mediante una cantidad determinada por el número de lámparas y por la forma de las bujías, acrecienta
el consumo en beneficio propio, ya acresentando el número de las primeras ya asando en ellas bujías de mayor
potencia, defrauda, mediante este engaño, los intereses de la Sociedad con la que contrató, y es, por lo tanto,
responsable del delito de estafa que precisamente define y pena el art. 554 del Código Penal.» Pero la sentencia
del T. S. de 30 de Octubre de 1909, sin apreciar la alegación del recurrente fundada en que «el fluido eléctrico
no puede reputarse como cosa mueble, sino un espado d inámico produ&ido por la vibración, de las moléculas »,
afirmó: «Que este Tribunal tiene declarado con repetición que el fluido eléctrico merece el concepto legal de
cosa mueble, como comprendido en la denominación genérica que hace el Código civil en el art. 335 de los
un inmueble, de la que por ir unida a una cosa mueble no cae dentro del ámbito de nuestras
investigaciones. Tanto una como otra, pueden ser acumuladas, medidas y enajenadas con
separación de los conductores; y las relaciones jurídicas de este modo creadas, en el primer
caso se acercarán a los tipos de enajenación de productos (frutos), a los derechos reales de
goce o aprovechamiento de la cosa ajena (1) y a las concesiones administrativas de utilizac ió n
de energías naturales (1).
7.—DERECHO DE COSAS.
La división de Gayo Onme jus quo utimur ad personas pertinet vel ad rem vel ad actiones,
aunque haya servido para fijar la estructura del Código de Napoleón, cuyos tres libros tratan
respectivamente de las personas, de los bienes y de los modos de adquirir, e indirectame nte
se haya reflejado en el nuestro, no puede darnos una clara idea del contenido de esta rama
del derecho civil. El libro segundo del Código civil español, a pesar del epígrafe «De los
bienes, de la propiedad, y de sus modificaciones», no agota el derecho de cosas, al que
pertenecen múltiples disposiciones de los libros tercero y cuarto.
Más bien llegaremos a una idea de su contenido estudiando el plan de los libros sistemátic os
de Derecho romano moderno (Pandekten lehrbücher) o Manuales de Pandectas, esbozado
por Hugo en sus Instituciones (1789), desenvuelto por Heise en sus Principios de un sistema
de Derecho civil común (1807), extendido por Savigny y vulgarizado entre nosotros por los
magistrales Estudios de Derecho Civil, del Sr. Sánchez Román.
Descartados los llamados derechos originarios primitivos o absolutos, «queda limitado el
círculo de nuestros conocimientos a los derechos denominados derivativos, adquiridos o
patrimoniales, consecuencia del ejercicio de nuestra libre actividad sobre el mundo exterior.
Este se ofrece bajo los aspectos de la naturaleza no libre y la que lo es», y la acción de la
voluntad sobre estas dos esferas engendra el Derecho de cosas y el de Obligaciones, así como
la naturaleza social del hombre da origen al Derecho de familia, y la permanencia de las
relaciones jurídicas encuentra su apoyo en el Derecho de sucesión mortis causa (1).
«La principal división del derecho privado, dice Windscheid (2), es la de derecho patrimonia l
y derecho de familia. Los derechos patrimoniales tienen por objeto: a) las relaciones jurídicas
bienes de esta clase», y declaró que la Audiencia no habla incurrido en error de derecho o infracción de ley al
calificar de hurto los actos realizados.
(1) Esta posición es análoga a la adoptada por el art. 718 del Código civil suizo, que reputa muebles a las fuerzas
naturales susceptibles de apropiación que no estén comprendidas en los inmuebles.
(1) La Dirección general de los Registros y del Notariado, en resolución de 23 de Mayo de 1910, refiriéndose
a ciertos compromisos contraídos a favor da una persona por una Empresa, dice: «Que la cláusula primera de
la escritura de transacción origen de es te recurso no presenta ni el nombre ni los caracteres de derecho real sobre
cosa inmueble, sino más bien los de una obligación personal contraída por la Popular Eléctrica Saguntina, a
favor de dicho señor, respecto a la no utilización para aquel fin de un producto o elemento industrial, cual es la
energía eléctrica engendrada por un salto de agua, pero sin establecer sobre éste carga o gravamen de naturaleza
real.»
(1) Vid. las pág. 87 y sigs. del t. I de los citados Estudios de Derecho Civil.
(2) Op. cit., I, 40,
sobre las cosas; b) las relaciones jurídicas entre persona y persona, derechos de crédito u
obligaciones.»
La superior división de los derechos por razón de su objeto, sienta Landsberg, es, en Derechos
patrimoniales, de familia y de la personalidad (1). Los primeros (que se refieren a los bienes
económicos) se dividen en personales (obligaciones) e impersonales (en las cosas).
Los Códigos Alemán y Suizo deben su estructura a esta sistematización, y de ahí que el libro
tercero de aquél y el cuarto de éste señalen con bastante precisión los límites del derecho de
cosas.
Según Windscheid (2), este derecho de cosas contiene los principios relativos a las relaciones
jurídicas sobre las cosas. Salvando la vaguedad de esta expresión, Heüfron-Pick definen el
derecho de cosas (Sachenrecht) en sentido objetivo, como el conjunto de las disposicio nes
legales aplicables a los derechos de cosa (derechos reales) en el sentido subjetivo (3). Y para
evitar la logomaquia dice Kober: «El derecho de cosas, en sentido estricto, comprende los
derechos de una persona en una cosa»(4).
La idea predominante, aunque no se expresa con claridad, es la de limitar el derecho de cosas
a los llamados derechos reales, y así denomina este tratado nuestro Sánchez Román (1).
Nótese que no son equivalentes las frases derecho de cosas y derecho de los bienes más que
cuando se prescinde en la última del derecho de obligaciones.
El primer proyecto de Código Civil Alemán colocaba el contenido del artículo 90 (concepto
legal de cosa) que ahora figura en la parte general, al frente del libro tercero como para indicar
que el derecho de cosas se circunscribe en principio a las corporales, como en el derecho
romano clásico.
Sin embargo, en aquél han encontrado cabida naturalmente, no sólo los derechos reales, sino
también los de obligación o personales que van unidos en todas las legislaciones a los tipos
clásicos de derecho real: las relaciones entre el poseedor y el dueño, entre el usufructuario y
el nudo propietario engendran acciones personales que se rigen por el derecho de cosas, en
cuanto a su nacimiento, o por el derecho de obligaciones, en cuanto a su desenvolvimiento y
extinción. De aquí los tipos jurídicos que dan lugar a las obligaciones in rem scriptae, propter
rem.
Así, los códigos a Alemán y Español regulan en el derecho de cosas la posesión, que no es
contada por la mayoría de los autores entre los derechos reales.
La diferencia más importante que separa al derecho de cosas del de obligaciones, es la de
referirse aquél directamente a un señorío sobre la cosa y éste a una dominación de la voluntad
(1) Das Recht des faflrgerlirclisn Gesetzbuches, I, 61. Berlin 1904, Guttentag.
(2) Op. cifc., vol. I, parte II, 1.
(3) Lehrbuch des Bärgerlissihas Rechts, III, 1-2. a odiciön. Berlin, Speyer und Pefcers, 1903.
(4) J. V. Staudmgers Kommentar zum Bürgellchen Gesetzbuch. und dem Einführungsgesetze, III, Erlaütert von
Dr. Karí Kober, 7-8.a edición, 1912. München und Berlín, J. Sshweitzer.
(1) Derechos reales. Derecho de la propiedad y sus modificaciones, según la portada del t. III de la obra citada.
ajena, regulando, respectivamente, los Derechos sujetivos, reales y de crédito, que serán
detenidamente estudiados en otro capítulo.
Derívase de esta distinta naturaleza el diferente valor que la ley y la voluntad adquieren en
ambos ordenamientos.
Aceptando la distinción racional del derecho en necesario y voluntario, que nuestro gran
Costa puso de relieve en su Teoría del hecho jurídico (1), o de normas coactivas y
dispositivas, según sean impuestas por la ley en forma absoluta y obligatoria o en forma
hipotética y libre, bajo el supuesto de que las personas a quienes interesa se acojan a sus
prescripciones, cabe afirmar que el derecho de obligaciones recibe preferentemente su vigor
de la voluntad, mientras el de cosas se halla estereotipado en los cuerpos legales; en aquél la
voluntad modifica y suple a la ley, en éste sólo debiera admitirse su poder arbitrario en
términos sumamente restringidos; en el uno entran en primera línea los intereses de acreedor
y deudor, el negocio se desenvuelve inter partes; en el otro la sociedad entera se halla
directamente interesada, el derecho absoluto se ejercita erga omnes.
Desgraciadamente, en España no ha penetrado esta verdad ni en las leyes, ni en las academias,
ni en el foro. Y, sin embargo, es evidente que los contratantes sobre un derecho real no pueden
modificar su esencia (por ejemplo, crear un tipo especial de propiedad) ni transformar en
cosa corpórea lo que no lo es, para establecer un derecho real (por ejemplo, gravar una cuarta
parte indivisa de un predio con una servidumbre de paso), ni constituir un derecho
independiente sobre, una porción integrante de una cosa (por ejemplo, transferir la propiedad
de la piel de un tigre que sigue encerrado en un parque zoológico).
El derecho de obligaciones, al decir de Ehrlich, satisface las necesidades individuales; del
derecho real se ha de servir el individuo tal y como haya sido moldeado por las necesidades
colectivas.
Por eso se plantean aquí interesantísimos problemas de limitación de la autonomía de la
voluntad.
1.° El designado con la frase técnica numerus clausus (número cerrado), es decir, si nuestra
sistemática admite tan sólo un número limitado de derechos reales o pueden ser éstos creados
ad libitum (1).
2.° Si los elementos esenciales de cada uno de los derechos reales tipos han de ser mantenidos
con rigidez, dejando solamente algún espacio libre al juego de voluntades dentro del marco
trazado.
3.° Si es necesario que los momentos integrantes de los actos dispositivos y de la misma
transferencia del derecho real sean regulados con un criterio férreo y sin dejar oscuridades.
(1) Pág. 81 del vol. VII de la «Biblioteca jurídica de autores españoles». Madrid, Imprenta de la Revista de
Legislación, 1880.
(1) Este problema ha sido tocado por el Sr. Fernández Luis en su obra fundamental y por Castán en un artículo
de la «Revista de Derecho Privado».
4.° Si han de entenderse necesarias o coactivas las disposiciones del derecho de cosas,
mientras, por excepción, no se exprese lo contrario.
Dentro del derecho de cosas, la división de éstas en muebles e inmuebles determina, como
hemos anticipado, la formación de dos grandes ramas jurídicas que se separan en la técnica
moderna, tanto por el número de derechos reales que sobre unas y otras se puede constituir,
como por los momentos y efectos de la constitución, adquisición, modificación y extinció n
de aquéllos, y por el distinto papel que, como medios legitimadores de las situacio nes
jurídicas, desempeñan en las primeras la posesión y en las segundas el Registro de la
propiedad (1).
8.—DERECHO INMOBILIARIO.
Entrando ya en su concreta determinación, hemos de atender, por razones que más tarde
tendrán cabal desarrollo, a los límites que le asigna la técnica germánica.
Fuchs (2), sin comprometerse mucho en la terminología, señala su doble significado: en el
sentido objetivo, designa el conjunto de normas jurídicas aplicables a las fincas; en el sentido
subjetivo, los derechos que tienen una finca por objeto. En él no se comprende todo el derecho
sobre inmuebles, añade, sino el basado sobre el sistema registral, y así únicamente las
disposiciones del ordenamiento hipotecario; y de los derechos subjetivos, sólo los
inscribibles. Es decir: a) Los derechos reales sobre inmuebles, derechos propiamente dichos
sobre fincas, a los cuales se agruparán por analogía los derechos sobre derechos, los cuales
no son derechos sobre fincas, sino derechos sobre derechos inmobiliarios (usufructo de
derechos y patrimonios, pignoración (1) de derechos); b) los derechos inscribibles, sin ser
derechos reales, sobre inmuebles (anotaciones preventivas, limitaciones de enajenar y
disponer).
De los términos empleados por D. Bienvenido Oliver, a quien se debe la introducción en
nuestros estudios de la designación Derecho Inmobiliario, las disposiciones en él
comprendidas se refieren total y exclusivamente a las relaciones jurídicas que el hombre
mantiene (sic) con las cosas inmuebles (2), y casi viene a definir tal rama del derecho cuando,
después de citar la frase de Cárdenas, que consideraba a la ley Hipotecaria como una especie
de Código de la propiedad inmueble, añade que responde a la existencia de un conjunto
sistemático de reglas o preceptos legales acerca de los derechos constituidos sobre cosa raíz
o inmueble (3).
El contenido del derecho inmobiliario ha sido fijado entre nosotros por los principios y
evolución de la ley Hipotecaria, pero la forma de su promulgac ión, la falta de relaciones
continuas entre dicha ley y el Código civil, la limitación a terceros de sus efectos capitales,
(1) En la Exposición da Motivos del Código civil suizo, Huber pone de relieve esta distinción, que ya late en
las actas de las sesiones celebradas por la Comisión de Códigos que redactó nuestra ley Hipotecaria.
(2) Materielles Grundbachrecht. Berlin, 1902. Heines, pág. 8.
(1) Pfandrecht-gage: «Derecho de garantía sobre muebles o fincas»
(2) Derecho Inmobiliario español, t. I, pág. 879. Madrid. Sucesores de Rivadeneyra, 1892.
(3) Op. cit., 1, 880 in fine.
la voluntariedad de la inscripción, los medios ideados para llevar las fincas al Registro y otras
muchas concausas han provocado un estado inarmónico de la legislación, y una técnica
confusa y deficiente.
La propiedad inmueble en España puede hallarse en cinco posiciones jurídicas que implica n
regímenes diferentes (1).
1.° Fincas no inscritas en los Registros de la propiedad, sujetas al ordenamiento tradiciona l,
hoy contenido en el Código civil y legislaciones forales.
2.° Fincas cuya posesión tan sólo se ha inscrito, y que originan problemas jurídicos cuya
solución no puede obtenerse aplicando los principios hipotecarios en toda su pureza, sino
teniendo también en cuenta las citadas legislaciones. (Régimen mixto.)
3.° Fincas que, a pesar de hallarse inscritas, viven jurídicamente fuera del Registro por
contener la titulación correspondiente, defectos insubsanables o defectos subsanables no
subsanados. (Se aproximan al primer caso.)
4.° Fincas que han originado inscripciones provisionales, como las autorizadas por el artículo
20 de la ley Hipotecaria de 1909 y la de 3 de Agosto de 1922. (Igualmente de régimen mixto
y sumamente oscuro.)
5.° Propiedad inscrita con plenos y característicos efectos regístrales. (Derecho hipotecario
puro.)
Los autores de tratados españoles y los programas o cuestionarios de oposiciones suelen
referirse con la denominación Derecho Inmobilario al Régimen del Registro de la propiedad.
En tal sentido los Sres. López Palop y Campuzano (1) le asignan como principios adjetivos,
en su aspecto material, el de publicidad, legalidad y especialidad; como principios adjetivos
formales el de idoneidad de las personas a quienes se confíe el Registro, la circunscripción y
capitalidad de éstos, la claridad y sencillez de los libros y asientos, la economía y rapidez en
los procedimientos de inscripción, y que el Registro sea real o de fincas; como notas, la de
regular los actos y contratos sobre inmuebles, y la capacidad de las personas en cuanto se
relacionan con los mismos, la de ser formalista y tener carácter preventivo, y como fines, el
jurídico de asegurar la propiedad, y el económico de proteger el crédito (2).
9.—DERECHO HIPOTECARIO.
Refiriéndonos ya al Derecho Hipotecario, o sea al conjunto de normas que regulan los
derechos reales inscribibles, determinan los efectos que las acciones personales adquieren
contra tercero por la anotación y fijan el especial alcance de las prohibiciones de disponer,
podemos decir que tiene en nuestra patria un contenido fijado por la evolución de la
(1) Prescindiendo de la mayor complicación que han introducido las leyes catastrales.
(1) Apéndice a los temas de Legislación Hipotecaria publicados por la casa Reus, pág. 7 y sig.
(2) Véase en análogo sentido JUAN Y JOAQUIN MUÑOZ CA SILLAS: Derecho Hipotecarlo, pág, 11 y sig.
del t, I. Imprenta de «El Noticiero», Cáceres, 1921.— GARCIA GUIJARROS: Bases del Derecho
Inmobllario.—VENTURA Y SOLA: Fundamentos del Derecho Inmobiliario.
legislación especial, con independencia, en cierto modo, del Derecho civil Común y Foral,
del Procesal civil y del administrativo, pero en constante e íntima relación con ellos.
En todos los países, las leyes hipotecarias, con vistas directas al crédito, han vivido fuera de
los Códigos fundamentales, y la fusión de todo el derecho sustantivo relativo a inmueb les,
en el libro tercero del Código civil alemán, no ha dejado de originar acres censuras por parte
de cuantos entendían que la legitimación hipotecaria, sólo debe mantenerse en su pureza
cuando el crédito público se halle directamente comprometido o interesado (1).
Nuestra primitiva ley Hipotecaria de 8 de Febrero de 1861 y todas las posteriores hasta la
vigente de 1909, tan sólo regalaban los efectos do la inscripción, el derecho real de hipoteca,
el modo de llevar los Registros y el tránsito del antiguo al moderno régimen. Haciéndose
cargo de sus lagunas, D. Bienvenido Oliver anunciaba una primera parte de su magistra l
tratado que, bajo el epígrafe «Constitución de la propiedad territorial y demás derechos reales
sobre inmuebles», después de fijar el origen, fundamento y caracteres esenciales de los
derechos llamados personales y de los reales o sobre cosa, y de explicar la naturaleza de estos
últimos cuando afectan a los inmuebles, las condiciones generales para la adquisició n,
transmisión y gravamen de los mismos, especialmente las que de antiguo vienen
designándose con los nombres de título y de modo, y el carácter absoluto o revocable de la
adquisición de los expresados derechos; expondría con algún mayor detenimiento la doctrina
relativa a la prueba del Derecho de propiedad territorial, concluyendo con una sumaria
explicación de la doctrina sobre la reivindicación de los inmuebles (1).
Los tratadistas alemanes distinguen el derecho hipotecario material del formal. Incluyen en
el primero: a) caracteres y determinación de la finca hipotecaria; b) principios fundamenta les
del régimen; c) adquisición y pérdida de la propiedad; d) constitución, transferenc ia,
modificación y extinción de los derechos reales, y e) contenido y rango del derecho amparado
por la inscripción. En cambio, estudian en el derecho hipotecario formal todos los
presupuestos adjetivos de la inscripción, la organización del Registro de la propiedad, la
apertura de libros y la jurisdicción hipotecaria.
Es imposible separar el aspecto material del formal, si se quiere dar una idea exacta y
completa del derecho inmobiliario, a la manera que las funciones y los órganos han de ser
estudiados en su última dependencia para comprender la vida; pero cabe orientar las
investigaciones en una u otra dirección, según la finalidad perseguida y según la vocación
especulativa o práctica de los autores.
Por esta razón, la obra clásica de Derecho Hipotecario Prusiano (1), escrita en colaboración
por un teórico, el profesor Dernburg, y un práctico, el magistrado Hinrichs, está desenvuelta
con armónica ponderación, comprendiendo en una primera parte que titulan «Las doctrinas
generales del Derecho Inmobiliario» los extremos siguie ntes: a) el registro, sus oficinas y
(1) Entre otras, puede consultarse la crítica de KINDEL: Das Recht an d er Sache. Breslau, Morgenstern, 1889.
(1) Op. cit, pág. 883.
(1) Das Preusslche Hypothekearecht, von Dr. H. Dernburg und F. Hinrichs, t. I, Leipzig, Breitkopf und Härtel,
1877. El segundo tomo, publicado en 1891, fué obra exclusiva de Dernburg, aunque con algunas correcciones
y adiciones de su colaborador.
procedimiento; b) el folio registral; c) la propiedad inscrita; d) las anotaciones preventivas, y
e) las cargas reales; mientras la segunda parte comprende el derecho de hipoteca y el
procedimiento ejecutivo sobre fincas.
Después de la publicación del Código civil y de la Ordenanza Hipotecaria, los comentaristas
de uno y otra han de enfocar necesariamente el aspecto material (sustantivo) o el formal
(adjetivo) por la fuerza misma del texto comentado.
En las obras de construcción dogmática, redactadas para teóricos y prácticos, el equilibr io
entre ambas se conserva más fácilmente. Oberneck, en su Derecho Inmobiliario del Imperio
(1) expone sistemáticamente la doctrina, con modelos y ejemplos, dedicando la introducció n
(Einleitung) a determinar el lugar que en la enciclopedia jurídica ocupa el derecho
inmobiliario, sus fuentes y límites de su vigencia en el tiempo y en el espacio; el libro 1.°, a
la organización del Registro (libros, jurisdicción, procedimiento y asientos); el 2.°, a las
disposiciones generales del Derecho Hipotecario material (princip ios de inscripc ió n,
consentimiento, prioridad y publicidad, y defensa contra ellos por las anotaciones y
contradicciones); el 3.°, a la adquisición y pérdida de la propiedad en las fincas (con un
capítulo dedicado a los derechos equiparados a las fincas); el 4.°, a los derechos limitados (1)
sobre las mismas, y el 5.°, a los derechos de garantía (hipoteca y sus especies).
Por el contrario, en Predari predomina el elemento formal, como lo demuestra el título de su
obra fundamental Die Grundbuchordnung (la ordenanza hipotecaria) (2) cuyo comentario
constituye el fondo; pero esto no impide que en una extensa introducción (3) examine la
adquisición, extinción y modificación por acto jurídico (negotium) de los derechos en las
fincas, la consolidación o reunión de propiedad y derechos limitativos en una sola persona,
las personas jurídicas como titulares, la fe pública del Registro; su inexactitud, rectificac ió n
y contradicción (widerspruch); las limitaciones en sus relaciones con la publicidad, la
anotación preventiva (vormerkung), los conceptos generales de hipoteca, deuda territoria l
(Grundschuld) y renta territorial (Rentenschuld), las cédulas hipotecarias (Briefhgpothek und
Briefgrundschuld), y, en fin, el derecho transitorio.
Fuchs (1) y Tarnau-Förster (2) comentan en un primer tomo los artículos del Código civil
(3), y en el segundo los de la Ordenanza (4).
(1) Das Reichsgrundbuchrecht, für Theorie und Praxis bearbeitet, von Dr. Hermann Oberneck, 4.a edición.
Berlín, Heymanns.
(1) El término limitados (begrenzten) no equivale a limitativos.
(2) Se ha tenido a la vista la segunda edición. Berlín, Heymanns, 1913,
(3) De más de 150 págs.
(1) Kommentar zu den grundbuchrechiicheu Normen des BGB (que llama derecho hipotecario material)
und zur GBO (derecho hipotecario formal), Berlin, t. I, 1899 1902; el segundo tomo en colaboración con
Araheim, 1902-1908, Guttentag.
(2) Das Llegenschafrecht. Paderborn-Sühöningh, 1906 (3.a edición).
(3) La sistematización del tercer libro del Codigo es la siguiente: Posesión, Disposiciones generales relativas a
los derechos reales sobre fincas, Propiedad, Derecho de superficie hereditario, Servidumbres, Preemptio,
Cargas reales, Hipoteca, Grundschuld y Rentenschuld.
(4) La Ordenanza hipotecaria está dividida en cinco secciones: 1. a Disposiciones generales. 2.a Inscripciones.
3.a Cédulas hipotecarias. 4.a Recursos. 5.a Disposiciones finales.
En las Universidades francesas suelen estudiarse estas materias con sujeción a los programas
oficiales, bajo la rúbrica «De los bienes y de las diferentes modificaciones de la propiedad».
Baudry-Lacantinerie trata en los cuatro títulos del Libro segundo de su Précis de Droit
Civil(5): 1.° De la distinción de los bienes; 2.° de la propiedad y de los modos de adquirir;
3.° del usufructo, del uso y de la habitación, y 4.° de las servidumbres prediales.
La transcripción aparece desenvuelta en el capítulo IV del citado título II, que examina el
contrato (convention) desde el punto de vista de la transferencia de la propiedad. Todo lo
relativo a Privilegios e Hipotecas queda relegado al título XV del tomo segundo (obligacio nes
contractuales), conforme al programa oficial de las Facultades del Derecho (1).
Planiol estudia en una primera sección de generalidades la noción del patrimonio, las
clasificaciones de los bienes y la distinción de muebles e inmuebles; en la segunda, la
posesión, acciones posesorias y precario; en la tercera la propiedad; en la cuarta los modos
de adquirir; en la quinta los diferentes derechos reales, y en la sexta la propiedad colectiva
(2).
Aunque la técnica inglesa se halle muy distanciada de la continental, tiene algún interés para
nosotros el plan adoptado por Kelke en su manual Real property law: A) Propiedad.— B)
Tenencias.—C) Estates (derechos temporales, vitalicios y hereditarios).—D) Cánones de
sucesión.—E) Estados en comunidad (proindivisiones).—F) Expectativas.—G) Usos.—H)
Herencias incorporales.—I) Chattels real (intereses inmobiliarios). —J) Hipoteca.— K)
Actos constitucionales y transmisivos.—L) Testamentos.—M) Transferencias.—N)
Requisitos y es¬tructura de los documentos (1).
10.—NOTAS DEL DERECHO HIPOTECARIO.
Basado principalmente en la escritura, el derecho Hipotecario origina numerosas cuestiones
de interpretación, en los sistemas que permiten a la voluntad individual el libre acceso a los
libros, se estereotipa a veces en fórmulas oficiales, y pone otras en primer término la
mecánica del encasillado.
Está apoyado en el principio de la fe pública, cuyos matices estudiaremos, que se hace
efectiva mediante circunscripciones territoriales.
Paulatinamente, va poniendo el Derecho Hipotecario de relieve el principio de la
legitimación.
(5) Se ha tenido a la vista la edición 11.a Librairie de la Societé du Recueil Sirey, París, 1912.
(1) Los tratados franceses, como los italianos, sobre la transcripción, son verdaderos comentarios a los textos
legales respectivos.
(2) Traité élém, de Droit Civil, t. I, 8.a edición. Paris, Lib. Gen., 1920.
(1) HASTINGS KELKE: Real property Law, 4.a edición. Londres, Sweet and Maxwell, 1907.
Legitimación, diremos traduciendo libremente a Sohm (2), no equivale a facultad de
disponer, pero la suple en el comercio. Produce la validez del acto dispositivo del no-titular,
con cargo al verdadero titular, y a favor del adquirente de buena fe.
Legitimación es la prueba de la facultad de disponer (titularidad), suficiente para el tráfico.
Quien está legitimado, quien posee tal prueba, vale, en el comercio de buena fe, como titular,
séalo en verdad o no. En el ordenamiento mobiliario, legitima la posesión; en el comercio de
inmuebles, la inscripción en el Registro; en el derecho de obligaciones, se tiene por acreedor
al que haya ostentado tal título frente al deudor, aunque el crédito haya sido cedido, si el
deudor lo ignora; en el derecho sucesorio, el heredero declarado tal actúa como si lo fuese en
verdad... Frente al derecho clásico, que impone desesperadamente el respeto a la situación
jurídica una vez creada, el Derecho Hipotecario moderno reconoce que el interés del cambio
y de la circulación de las riquezas, es superior al interés de mantener a cada cual en posesión
de lo suyo.
Las operaciones del Registro se aproximan a los actos de jurisdicción voluntaria; como ellos
autentican un estado jurídico que, si bien no és incontrovertible en la mayoría de los sistemas,
produce efectos erga omnes y gana en extensión lo que pierde en intensidad.
En fin, en el Derecho Hipotecario aparece reforzada la nota de coactividad que señalábamos
como característica del derecho de cosas. Los supuestos, requisitos y extinción de los
asientos en el Registro, son casi de orden público.
11.—FINES DEL DERECHO HIPOTECARIO.
En el notable preámbulo del Real decreto de 8 de Agosto de 1885 que mandó formular un
proyecto de la ley Hipotecaria, se condensan los principales fines que un sistema hipotecario
debe cumplir o perseguir, al poner de relieve los vicios y defectos de las leyes vigentes a la
sazón. «Las actuales se hallan condenadas por la ciencia y por la opinión—dice—porque ni
garantizan suficientemente la propiedad, ni ejercen saludable influencia en la prosperidad
pública, ni asientan en sólidas bases el crédito territorial, ni dan actividad a la circulación
de la riqueza, ni moderan el interés del dinero, ni facilitan su adquisición a los dueños de la
propiedad inmueble, ni dan la debida seguridad a los que sobre aquella garantía prestan sus
capitales.»
«Tres cosas se esperan de las disposiciones formales del régimen inmobiliario moderno,
según la Exposición de Motivos del Código civil suizo (1): ...una constitución más segura,
una publicidad más efectiva y una mayor movilización de los derechos reales.»
Concretando aún más la idea, indica Tuor (2);
«La economía moderna exige la máxima publicidad y autenticidad de las relaciones jurídicas
patrimoniales, y, sobre todo, de las de naturaleza real.»
(1) Tipos de esta especie son las publicaciones a que se refieren los arts. 186 y 192 del Código civil, 8.° y 157
del Código de Comercio, machas de las disposiciones qne regulan la organización de los Registros merca ntil,
civil, de tutelas...
(1) La primitiva ley Hipotecaria, el art. 606 y concordantes del Código civil, el 26 del Código de Comercio...
son ejemplos de este criterio legal.
(2) Véanse los arts. 1.875 del Código civil y el 41 de la ley Hipotecaría vigente.
(1) Véase sobre estas ideas: GIERKE: Die sociale Aufgabe des Privatrechts, Berlín, 1889. (Hay una traducción
española de D. José María Navarro de Palencia, La función social del Derecho privado. Madrid. Sociedad
editorial española, 1904) y MEYER (H), Das Publicitatsprincip. München, 1919. E. H. Beck'sche Verl,
(2) Studi e ricerche sulla trascrizione. Parte prima, página 7 y siguientes. Nápoles, Marghieri, 1890.
Ni el texto del Genesis en que se apoya Luzatti (cap. 23, 16) (3), ni los del Levítico (cap. 25,
24) (1), libro de Ruth (cap. 4, 9) (2) y Jeremías (22, 9,14, 15) (3), citados por Cannada-
Bartoli, se refieren a otra cosa que a la preconstitución por escrito de la prueba de permutas
o ventas fiduciarias.
Estudiadas friamente las instituciones griegas, «sin manías arqueológicas», debe reconocerse
que los oroi (sillares en que debían inscribirse los débitos) fueron en un principio simples
mojones (termini di confini), y si más tarde se colocaron en los campos o cerca de los edific ios
gravados con hipoteca, son siempre medios de una publicidad elemental, noticias sin sanción,
no condiciones indispensables para la validez de la hipoteca o para hacerla eficaz contra
terceros.
No tienen distinta significación las tablas (tabúlete) de que se habla en varios pasajes del
Corpus juris, y que en Roma atestiguaban la libertad o gravámenes de los predios. Faltan
textos que reconozcan la colocación de la tabla como requisito indispensable para la
transmisión del dominio o la constitución de hipotecas.
Y, en fin, examinando los documentos medievales con análogo criterio, el eminente civilista
italiano afirma que si se quiere distinguir el sistema de la publicidad, cuya finalidad es
salvaguardar los intereses del tercero, de la simple notoriedad derivada de inscripcio nes,
pregones y registros, cuya falta carecía de sanción, o la tenía penal, aparecerá claro que
solamente en los tiempos modernos adquirió conciencia el legislador de tal empresa (1).
Con mayor ecuanimidad, inicia Besson la parte histórica de su obra maestra (2), declarando
que la publicidad de las transferencias inmobiliarias es un hecho tan antiguo como la misma
propiedad inmueble.
Sólo que la publicidad no ha tenido la misma significación en los diferentes períodos de su
desenvolvimiento histórico. Hoy se la justifica por la necesidad de activar el crédito
inmobiliario y la velocidad de los cambios mediante la seguridad de las transacciones. Las
formas antiguas, prescriptas en interés de la comunidad familiar, asegurándola el derecho de
intervención y veto, eran medidas restrictivas de la libre circulación de los bienes, sin que en
ellas se encuentre la menor huella de la idea del crédito ni de la protección del tercero.
En este primer estadio, se encuentra todavía el ceremonial de las transmisiones romanas y de
los pueblos germánicos hasta mediados de la Edad Media.
(3) «Lo cual, oído por Abraham, pesó el dinero que habla pedido Ephron, oyéndolo los hijos de Heth,
cuatrocientos siclos de plata en buena moneda corriente.» (Traducción del P. Scio.) El capitulo contiene varias
fórmulas de publicidad: cunctis audientibus... circumstante plebe... audientibus filiis Heth.
(1) «Por lo cual toda región de vuestra posesión será, vendida bajo la condición de redención» (id.).
(2) «Y Booz dijo a los ancianos y a todo el pueblo: Vosotros sois hoy testigos de que entro a poseer todó lo que
poseía Elimelech y Chelión y Mahalón, entregándomelo Noemí.»
(3) «Estas citas son inexactas. Acaso se trata de citar el capítulo XXXII, sobre todo en sus versículos 10,14 que
hablan de un líber possessionis y de un líber emptionis.»
(1) Loc. cit., pág. 13.
(2) Les livres fonciers. Paris, Delamotte, 1891, gpá. 11.
Los inconvenientes del formalismo se dejan sentir a medida que crece la vida social, y es
sustituido por las instituciones que tienden a impedir el fraude y a favorecer el crédito. Por
último, la idea de garantir a los terceros, pie-dra angular no hace mucho de las legislacio nes
inmobiliarias, comienza a evolucionar hacia una teoría más amplia y más adecuada a las
exigencias de nuestra compleja civilización, hacia un sistema que asegure a todos los inte-
resados en las fincas, promueva el crédito y facilite la circulación de aquéllas, aun a costa de
un formalismo riguroso.
Así, se puede fijar en la historia de la publicidad de las transferencias inmobiliarias tres fases
bien distintas. En la primera, las formas solemnes de las enajenaciones nos aparecen menos
como una medida de publicidad, que como testimonio del dominio eminente de la comunidad
o del señor territorial. A partir del segundo período, que se abre en el momento en que
desaparecen los últimos vestigios del colectivismo primitivo, el fin predominante del
formalismo en las transmisiones es el de proteger a los terceros contra el fraude. En fin,
cuando llega al tercer grado de su evolución, la publicidad de las transferencias no es
considerada exclusivamente desde el punto de vista del interés individual de los terceros
adquirentes o acreedores, sino también, y sobre todo, como un elemento de la riqueza general
y del bienestar de la sociedad (1).
Dentro de estas líneas generales, y sin atribuir a ningún pueblo la paternidad exclusiva del
principio de publicidad, estudia el formalismo de las transferencias en los pueblos orientales
(India, Hebreos, Egipto) influidos durante los primeros tiempos por el colectivismo familiar
(2) y respondiendo más tarde a las tendencias individualizadoras de la propiedad.
3.—EL REGISTRO DE LA PROPIEDAD EN EGIPTO.
Los datos del jurista e historiador francés, sobre todo en lo que se refiere a Egipto, principia n
ya a anticuarse. En el año 1909, ha publicado Otto Eger una obra, basada sobre papiros de
los tres primeros siglos de la era cristiana y que ha sido objeto de una conferencia
interesantísima del Sr. Tell y Lafont (1), para dar a conocer la organización de un Registro
de la propiedad de la época Faraónica, o quizá de la Ptolemaica.
Dos clases de oficinas parece que existían: la bibliozeke demosion logon (Archivos de
negocios), en donde se conservaban las declaraciones hechas cada catorce años, que servían
de base a la percepción del impuesto, y la enkteseon bibliozeke (Archivo de adquisiciones),
regida por funcionarios análogos a nuestros Registradores (bibliofilakes) que intervenían en
la contratación inmobiliaria y en la transmisión de derechos de igual carácter. Caso de
enajenación o gravamen de fincas, se solicitaba autorización del bibliofilakes para realizar el
acto, por medio de una instancia (prosangelia), en la que se hacía constar la inscripción a
nombre del disponente y las circunstancias del contrato proyectado, terminando con la
petición de que se ordenara al fedatario la autenticación del mismo.
(1) Vid. sobre estos desenvolvimientos IHERING: Histoire du développement du Droit Romain, Trad. franç.
Meulenaere, Paris, Maray, 1900.
(2) En este desenvolvimiento seguimos a SOHM: Institutionen, 16, aufl. Manohen, Dunker, 1919, pág. 380 y
sig.
solemne de aquéllas, seguida de entrega, una excepción contra el transferente que continuaba
siendo dueño (exceptio rei venditae et traditae) (1), y una acción fundada en la posesión
perdida, contra quien la retuviera (actio Publiciana in rem). Con estas innovaciones va
creándose, al lado de la propiedad quiritaria, otra pretoria (bonitaria), y borrándose tanto la
diferencia entre las cosas apropiables como entre los modos civiles y naturales de adquirir las.
Justiniano cerró la evolución, dando el golpe de muerte a la propiedad quiritaria y
conservando, como lógica consecuencia, los modos naturales de adquirir la pretoria. Desde
entonces, la distinción fundamental de los mismos es la que los agrupa en modos derivativos
(1) y originarios. Figuran entre aquéllos la tradición, transferencia de la posesión con acuerdo
transmisivo de la propiedad. No se necesita, en verdad, la entrega material de la cosa; basta
que se transfiera el señorío de hecho o que se transforme la antigua detentación en posesión,
vendiendo, por ejemplo, la finca arrendada al arrendatario (traditio brevi manu), o viceversa,
la posesión en detentación (constitutum possessorium), como cuando el dueño que transfiere
su casa, continúa en la tenencia en concepto de inquilino (2).
Uno de los casos más importantes, la tradición en la compraventa, producía en el Derecho
clásico la transferencia de la propiedad, solamente si se pagaba el precio o se afianzaba el
pago del aplazado. Posteriormente, se equiparó a tales supuestos el de la venta a crédito, y
paulatinamente fué perdiendo la traditio su íntima relación con la causa (donación, préstamo,
compraventa...) para adquirir los caracteres de un negocio abstracto de transferencia (3),
análogo al realuertrag (contrato real) de la técnica alemana.
«La tradición que se traducía, en su origen, por actos materiales y sensibles, concluyó por
simplificarse hasta el punto de poder ser sobreentendida y resultar del simple
consentimiento.» «En estas hipótesis, la transferencia de la propiedad, independiente de todo
acto material y de todo hecho ejecutivo, se realizaba clandestinamente, y, por consiguie nte,
abría la puerta al fraude» (1).
De alguna importancia en el planteamiento de nuestro tema fué la insinuación de las
donaciones, o copia de las mismas sobre los gesta o acta pública que tenía por objeto
asegurar, mediante la intervención del magistrado, la espontaneidad y veracidad del acto,
evitando las captaciones y fraudes. La formalidad, potestativa en un principio, fué declarada
obligatoria por Constancio Cloro y organizada por Constantino, que prescribió la redacción
de un escrito con el nombre del donante y la naturaleza de la cosa, la tradición real ante
testigos y la cosignación en los registros judiciales. Justiniano limitó la insinuatio a las
donaciones que excedieran de 500 sueldos, y ordenó que se hiciera ante el defensor civitatis.
Besson pone de relieve las semejanzas de la insinuación con las transferendas ante la
(1) Esta técnica adquirió nuevo valor con la admisión en el derecho inmobiliario moderno de las transmisiones
formales del dominio.
(1) Además de la traditio, figuran en este grupo el legado (per vindicacionem) y la adjudicación en
procedimiento divisorio.
(2) La traditio longa manu no es la antitesis de la brevi manu, sino una transmisión desde lejos, y en cuanto a
la simbólica ha sido introducida con mucha posterioridad.
(3) Estos precedentes serán recogidos en el capitulo que dedicaremos a la doctrina del título y del modo.
(1) Besson, op. cit., pág. 34.
autoridad municipal en ciertos cantones suizos, y los contactos de la inscripción en los
registros con la teoría de los libros hipotecarios germánicos. No puede, sin embargo, negarse
que en los legisladores romanos hayan influido, como motivos poderosos de la
reglamentación, el deseo de poner cortapisa a las donaciones exageradas, la necesidad de
procurar una prueba al donatario y el temor a los fraudes en perjuicio de acreedores.
Más tarde, se extendió la insinuación a los testamentos, emancipaciones, manumisiones y
tutelas, y aun a las ventas, pero con carácter facultativo.
A partir del siglo VI, la autoridad eclesiástica interviene en la insinuación de donaciones, que
se realizan frecuentemente en las iglesias y monasterios (1).
En el primitivo Derecho romano (2) no se conocía la hipoteca. Para asegurar un crédito con
una garantía real, se empleó en primer término la transferencia solemne de la propiedad de
una cosa por el deudor al acreedor, bajo el pacto de devolución una vez pagada la deuda
(fiducia). El acto jurídico revestía la solemnidad de la mancipatio o de la in jure cessio y
recibía sus caracteres específicos del pactum fiduciae. El acreedor pasaba a ser propietario,
si bien se hallaba comprometido a no hacer un uso de su derecho contrario a lo pactado. Caso
de ser pagado, debía devolver la cosa; en la hipótesis contraria, quedaba desligado del
compromiso fiduciario; pero, en todo caso, tenía las facultades de uso y disposición como un
verdadero dueño. Por su parte, el deudor que se hallaba obligado a satisfacer el crédito (1)
podía ejercitar la acción de infamia contra el acreedor que hubiere faltado a su palabra (no la
real contra terrenos adquirentes), y si había introducido la cláusula hyperocha, podía reclamar
al acreedor autorizado para vender, el exceso del precio sobre la deuda.
Encontramos en la misma línea que conduce a la hipoteca la llamada prediatura. El Estado
romano, que corrientemente aseguraba con fianza los créditos a su favor, procuraba también
que quien respondiera por otro (praes) pignorase sus fincas (praedia) para poder perseguir las
en manos de los terceros.
Pero la figura jurídica más fecunda y para nuestras investigaciones más interesante, era el
pignus o prenda en su lato sentido. Esta palabra, derivada de pango, asegurar, debió designar,
desde los más remotos tiempos, la garantía que se constituía entregando al acreedor una cosa
afecta al cumplimiento de la obligación. Como se transmitía únicamente la posesión jurídica,
el deudor conservaba la acción reivindicatoría, que en tiempo de las XII Tablas se guardaría
muy bien de ejercitar por temor a las persecuciones del acreedor, y más tarde quedó
contrarrestada por el interdicto posesorio, concedido al acreedor por el Pretor. Pagada la
deuda, el deudor podía reclamar la prenda por la actio pignoraticia directa. Así organizada
la institución, tenía como capitales defectos: 1.°, la falta de acción real para que el acreedor
desposeído hiciese efectivo su derecho coutra terceros, y 2.°, la limitación de los efectos de
la prenda al mero secuestro de la cosa, sin facultar al acreedor para la venta, a menos que no
(1) Reeuérdense los aforismos: der todte erb den Lebendingen, le mort saisit le vif, saisina defuncti descendit
in vivum... y nuestra posesiôn civilisina. Vid. PATTE: De la saisine héréditaire. Paris, Rousseau, 1899.
(1) En los cambios de dueño asumía un valor preponderante el abandono (exitus, evacuatio, resignatio,
auflassung) de la finca por el transferente, acto que da real (sobre la finca) pasó a procesal (in jure cesio ante el
Juez) y a formal por escrito (investitura per cartam).
las investiduras expectantes: transferencias condicionadas que aseguran para lo futuro un
derecho real.
Los casos de investidura yacente y los de investidura expectante se distinguen perfectamente
de los tipos de gewere ideal, pues mientras aquéllas no exteriorizan su energía jurídica hasta
que ocurre un acontecimiento (por ejemplo, se disuelve el matrimonio, muere el donante, se
paga la deuda o se cumple la condición), los de investidura ideal producen efectos inmediatos
contra los no herederos, el transferente, el condenado en juicio o el despojante, aun cuando
no siempre en cuanto a tercero, conforme veremos.
Los efectos de la investidura se han clasificado por Huber y Gierke en defensivos, ofensivos
y translativos (1).
l.° Defensivos.— Dada la íntima unión que existe entre la investidura y el derecho real, se
considera el estado posesorio como situación jurídica y se prohibe la perturbación o el
despojo, así como se autoriza al investido para defenderse contra ellas y emplear en caso
necesario la violencia.
Sólo judicialmente podía ser combatida la investidura; pero para hacernos cargo de la
tramitación del litigio necesitamos detenernos un momento en el examen del proceso
germánico, que tan hondas raíces ha echado en nuestra legislación y tan olvidado ha sido por
los procesalistas españoles.
El juicio en el derecho germánico medieval se apoya sobre pruebas personales, en tal forma,
que el papel privilegiado corresponde a la parte que tiene la facultad de probar (1). Por otra
parte, no se distingue rígidamente el juicio petitorio del posesorio (2), y la prueba de la
propiedad de una cosa no se funda tanto en un modo de adquirir como en la existencia de una
situación jurídica, que afirma quien tiene gewere.
Dados estos supuestos, el que hubiera recibido la investidura de una finca y viera
judicialmente contradicho su dominio, ejercitaba el derecho de probar que las legislacio nes
o la costumbre le atribuían y prestaba el juramento que había de decidir el pleito.
Excepcionalmente, se admitía con tal objeto el único y propio juramento del interesado;
corrientemente debía presentar 2, 6, 12 y hasta 72 personas que, también bajo juramento,
asegurasen la pureza y veracidad del prestado por aquél (sacramentales, consacrameniales,
conjuradores).
Estas ventajas procesales de que gozaba el investido con gewere corporal, se extendían a los
casos de investidura ideal con variantes de gran interés.
Supongamos que una persona desposeída de su finca (y que como se ha dicho continuaba
con la investidura) probara con dos testigos que había sido despojada violentamente, el actual
tenedor sería obligado prima facie a restablecer la situación antigua. Sólo que la mayor parte
(1) Huber los denomina Defensiv, Ofensiv, und translativwirkung; Gierke, Wirkung der Rechtsverteidigung,
der Rechtsverwirklichung und der Rechtsübertragung.
(1) Vid. DELBRUCK: Die dingliche Klage. Leipzig, 1857, páginas 33 y sig.
(2) ENGELMANN: Der Civil process, t. II, fasc. 1.° Der mittelalterlich, deutsches Process, pág. 58.
de las legislaciones fijaban un plazo de año y día para que el despojado propusiera su defensa,
y transcurrido el plazo sin oposición ni queja, pasaba al titular de la gewere corporal la ventaja
de la prueba.
Respecto de los demás casos de gewere ideal, el titular podía defenderse invocando la
transmisión efectuada (auflassung), la sentencia o el derecho hereditario, y caso de justificar
su título, el Juez le concedía la ventaja de la prueba y la que hoy llamaríamos posición de
demandado.
Esta primera parte del juicio, que versaba sobre una cuestión de hecho (la realidad de la
investidura alegada por una de las partes), revestía una importancia capital para el resultado
del pleito.
2.° Efectos ofensivos. — También correspondía al titular de la gewere ideal, el beneficio de
probar, cuando promovía el juicio como actor (petitor, quaesitor), contra el que gozaba la
corporal. El despojado podía tomar posesión, por la fuerza, del predio, o reclamar en trámites
ejecutivos su restitución, y los mismos poderes correspondían al adquirente por auflassung,
sentencia o sucesión universal, cuando no se encontraban con alguno que hubiera recibido la
investidura corporal. Si se daba este supuesto, debían ejercer ante el Juez su derecho.
3.° Translativos.—La transmisión de los derechos reales se realizaba por la mero
transferencia de la gewere que los envolvía. La investidura era el presupuesto necesario y la
legitimación suficiente para transmitir los derechos inmobiliarios. Podía transferirse la
gewere corporal como la ideal, yacente, expectante y la contradictoria de la realidad jurídica.
Las deficiencias de la investidura transmitida, quedaban subsanadas por el goce pacífico de
la finca durante año y día, conforme se ha indicado en el supuesto de expoliación.
De esta particularidad arrancó una institución que había de tener enorme resonancia en el
derecho francés, alemán, inglés, flamenco y español: la investidura legítima (rechte gewere).
Nacida probablemente a principios del siglo IX, en las capitulares de los reyes francos, que
declaraban caducadas en los procedimientos ejecutivos (confiscación) todas las acciones de
terceras personas que no hubieren sido ejercitadas dentro de año y día, se extendió a los
demás supuestos de transmisión judicial (auflassang); de forma que los derechos reales o
gravámenes de la finca enajenada, que no se hubieren hecho valer tras la notificación judicia l,
quedaban caducados.
Por este camino llegó el derecho sajón a admitir que quien, siendo demandado, probara con
testigos la posesión pacífica durante un año, podía hacer uso del juramento para demostrar
su investidura y rechazar la petición de su adversario. Según indica Heusler, no se contaba
ya el año desde la transmisión formal con efectos liberatorios, sino que se alegaba la posesión
pacífica durante el año anterior a la demanda(1).
(1) De ahí Ja frase corriente en todos los países germánicos: levantar la carta (levare cartam)
constituciones de censos, rentas o gravámenes (líber oblígationum et censum, líber
ímpígnoratíum et reddítum), adquiriendo en algunas regiones un carácter eminenteme nte
territorial, con la división de las ciudades en cuarteles y secciones, y, sobre todo, ganando en
claridad con la inscripción en un solo folio de las relaciones jurídicas que tienen por objeto
un inmueble (Realfolien).
En forma tan progresiva encontramos ya el registro de Danzig, y unida esta circunstancia a
la de ser en los dominios de la corona bohemia, en Polonia y en Silesia, donde la inscripc ió n
se aplica igualmente a los predios rústicos (Landtafeln) y como presupuesto necesario para
la efectividad jurídica del acto, ha motivado la afirmación de que el sistema es más bien de
origen eslavo que alemán.
En general, la institución que comienza siendo un medio de prueba entre partes, sirve en
Lücbeck y Brema para transcribir la propiedad; en Munich, Viena y Hamburgo, para
constituir hipotecas; y por último, se presenta como una parte esencial del acto de
enajenación, como forma en que se manifiesta la contratación inmobiliaria.
9.—RECEPCIÓN DEL DERECHO ROMANO Y CONFUSIÓN QUE PRODUCE.
Todo el sistema fué amenazado de muerte por la recepción del Derecho romano, que no
exigía en el ordenamiento hipotecario forma determinada ni intervención oficial; pero las
legislaciones locales conservaron la orientación germánica pura, o degeneraron en tipo s
eclécticos.
Para no extraviarnos en este conjunto abigarrado de solemnidades transmisivas,
distinguiremos con Gierke (1) cuatro grupos:
I. Sistema romano. — Donde prevalecieron los principios romanos se transformó la
auflassung ante el Juez en una forma judicial de enajenación, especie de insinuatio o prueba
confirmatoria que, en algunas legislaciones, no era requisito indispensable, y cuya
inscripción unas veces confirmaba el contrato hasta entonces revocable, otras confería un
rango hipotecario, y en otras ocasiones se sancionaba con penas pecuniarias.
II. Sistema romano germánico.— En muchas regiones, se aceptaron los principios de la
traditio romana, mezclando sus consecuencias con las derivadas del ordenamiento germánico
por lo que se refería al gravamen de inmuebles. Las declaraciones causales de las partes, los
contratos obligacionales (1) de transferencia, se formalizaban por escrito, casi siempre ante
Juez o Notario, y mediante la inscripción, quedaba definitivamente fijado el tránsito de la
propiedad y conferidas al adquirente facultades de disposición características.
Para conservar el paralelismo de los libros con la realidad jurídica, se otorgaba a los
encargados de las oficinas regístrales funciones calificadoras, y se forzaba la presentación de
títulos en aquéllas por medios indirectos. La inscripción no tenía por finalidad específica la
(1) De aquí la posibilidad de que un titular se reserve un estante vacío o ponga su derecho donde lo tenía el
acreedor (hipoteca del propietario), consecuencias inadmisibles en el Derecho romano, que coloca al propietario
siempre en último lugar.
(2) LXIII, «El duumvir que tenga a su cargo la dicción del derecho, arriende los vectigales, los ultratributos y
cualquier otro impuesto que corresponda arrendar en nombre común de los munícipes de este Municipio. Los
arriendos que hiciese, las condiciones que prescribiese, la cantidad en que se hayan verifícalo los arriendos, los
fiadores admitidos, las heredades sujetas, empeñadas y obligadas y los cognitorea de los predios, quienes se
hayan aceptado, haga que sean anotados en las tablas públicas de los munícipes de este Municipio, y téngalos
fijados al público por todo el demás tiempo que continúe el duumvir en su dignidad, de modo que clara y
sencillamente puedan leerse en el sitio en que los decuriones o conscriptos ordenaren fijarlas» (RODRI GU EZ
DE BERLANGA; Monumentos Históricos del Municipio Flavio Malacitano, Málaga, 1864, pág. 92).
(1) «La rúbrica LX del bronce de Malaca contiene una disposición, cuyos detalles han sido del todo
desconocidos hasta su descubrimiento.» «Viene a dar a conocer que el praes respondía con sus bienes habidos
y por haber... de la integridad con que el duumvir o el cuestor manejara los fondos públicos.» (Ibid., pág. 392).
Intimamente unidas a aquella rúbrica se hallan las LXIV y LXV sobre la ejecución del derecho de prediatura y
los procedimientos anejos (véase ibid., págs. 95 y sigs.). Los detalles de la institución pueden versa en
DERNBURG: Das Pfandrecht, párrafo 3.°, cap. I del lib. I: Die Pradiatur
(1) El ilustre catedrático de la Facultad de Derecho de la Universidad Central, D. Laureano Diez Canseco,
sospecha que el término enguenar que emplea la Ley 15, tít. IV, libro III del Fuero Viejo procede etimológica
y jurídicamente de gewere. Mayer, en un erudito trabajo sobre nuestro antiguo derecho de obligaciones (Das
altspanische obligationenrecht in seinen Grundzügen-Zeitsch. für vergleichende Rechtswissenschaft, 38, 98),
anota que enguera se encuentra en el sentido de aprovechamiento (por ejemplo, pro enguera, de bestia caballar,
F. de Najera). Enguerare (angariare) significando usar, aparece en los F. de Usagre, Teruel, Cuenca, Navarra.
Poner en posesión se dice enguerare en Usagre, 16 y 63 Naturalmente, de enguera (utilización), viene
enguerare (utilizar) y pro enguera indica a veces la multa que ha de pagarse por utilizar la cosa ajena. El término
se refiere no solamente a las caballerías y animales en general, si no también a los muebles e inmuebles. Empero
Por de pronto, el procedimiento germánico con el derecho de prueba ha dejado sus huellas
en el Líber Visigotorum (1), a pesar del influjo romanista del clero, y Meyer cita varios
pasajes del mismo(2) para mostrar su concordancia con el principio de publicidad que inspira
las leyes bárbaras.
El Líber Papiensis, una exposición a Rotario, hacía notar que el uso de probar con juramento
el que reclamaba un caballo, que no lo había donado ni vendido, sino que se lo habían
sustraído, iba contra las Instituciones de Justiniano que concedían al poseedor la ventaja en
el procedimiento.
En la fórmula visigótica que lleva el número 40, se consigna el esquema de un juicio que, si
bien se halla ya enormemente influido por el Derecho romano y canónico, deja ver la fuerza
del juramento, cuyos solemnes términos fija la fórmula 39.
13.—LA RECHTE GEWERE Y EL AÑO Y DÍA.
Durante la reconquista, los precedentes germánicos hacen explosión en el Derecho procesal
con el cambio de la prueba, los juramentos de mancuadra y el carácter acusatorio del
juicio(1). «Si un ome, dice el Fuero Viejo (2), demanda a otro eredat de que es el otro tenedor,
et diz que la faga sua, ansi como el fuero mandase, e non la puede facer sua, debe perder la
eredat et pechar 60 sueldos» (3). Pero sobre todo, donde la investidura legal (rechte gewere)
desenvuelve su potencialidad, es en la llamada prescripción de año y día (4).
Dicho queda cómo en los embargos de bienes por los Jueces reales, se concedía al ejecutado
para recuperarlos el plazo de año y día, pasado el cual la confiscación adquiría carácter
definitivo, y cómo se aplicó igual criterio para admitir reclamaciones en los casos de
enajenación judicial o tipos de transferencia asimilados (Auflassung, inscripción...). Pues
bien; esta institución, que se extiende (5) en virtud de las capitulares de los reyes francos
durante el siglo X, aparece ya en los Fueros de Santa María de Alquézar (1075) y Miranda
de Ebro (1901), y se perpetúa en todos los de aquella época, concediendo al propietario que
poseyese quieta y pacíficamente los bienes por año y día, el privilegio de no contestar siquiera
nada tiene que ver con la palabra alquiler, ni con angaria, si bien al olvidarse su significado se confundió con
esta última. El primitivo valor del termino pone de relieve la facultad primordial de todo poseedor (usar, utilizar)
y la situación jurídica en que ha de ser restablecido el despojado. Por eso insiste en que su estirpe es germánica.
Como de wisa y warda se derivan guisa y guarda, puede venir guera de wera (utilización posesoria). El prefijo
en tiene cuño germánico inwere (Eingewere), y también se ha dicho ennguarda por guarda. Puede suponerse
que la protesis en nasaliza la inicial w (gu). De cualquier modo, termina el citado Mayer, se halla en la palabra
enguera la germánica (ge) were. Para el Sr. Diez Canseco la forma enguera corresponde a enlazar, emprestar,
envolver, etc.
(1) V. la Ley 1.a, tit. II, del lib. II, que obliga al demandado a contestar en ciertos supuestos y la 6. a de los
mismos titulo y libro sobre el juramento del demandado.
(2) Leyes 1.a y 8.a, tit. II, lib. VII; Ley 21, tit. I del libro IX, y Ley 1.a, tit. III del lib. XI, en Das Publicitatsprincip.
(1) Vid. Fuero de León, 11, 36.
(2) Ley 10, tít. I del lib. III.
(3) La multa de 60 solidos o sueldos aproxima el texto a otros análogos del derecho francés.
(4) Sobre las variadisimas opiniones relativas al origen de la prescripción anual, véase CHAMPEAUX: Essai
sur la vestitura, pág. 376, nota.
(5) Vid. Champeaux, op. cit., pág. 363 y sig.
a quien sobre ellos le demandare. Hacen notar los Sres. Alas, de Buen y Ramos (1), que los
fueros municipales forman, por lo que a este particular se refiere, dos grupos: uno, en el cual
figuran (2) los que no exigen título de adquisición al demandado, y así dice con toda claridad
el Fuero de Usagre: «Tod omme a quien demandasen heredat, et pudier el firmar que mas de
anno et día que la tiene con lavor quel pertenece, non responda por ella...» (3).
Corresponden al segundo grupo, según los citados autores, los fueros que añaden la exigenc ia
de un título de compra o de adquisición, es decir, un título hábil para transmitir la propiedad
(4).
Sin negar las posibles orientaciones que los precedentes romanos e indígenas hayan impuesto
al derecho popular, creo deficientes las investigaciones aludidas y equivocado el valor que
en las mismas se concede al título adquisitivo cuando se sostiene, no sólo que los fueros del
segundo grupo exigen una especie de prueba de la adquisición, sino que los del primero no
autorizan para «afirmar con fundamento que se diese en ellos a la institución que nos ocupa
el carácter de modo de adquirir la propiedad» (1).
Debe tenerse presente, para enfocar la materia desde un punto de vista adecuado, que así
como los romanos sentaron la energía del procedimiento en los modos de adquirir y formaron
con rígido tecnicismo tal doctrina, desconocían los germanos estos desenvolvimientos de la
ciencia jurídica (2) y colocaban el eje de la protección a la propiedad directamente en el
derecho procesal, dejando, en cierto modo, al margen los preceptos sustantivos.
Tampoco aparece preciso el concepto de la gewere e instituciones afines, cuando para señalar
la diferencia entre los derechos germánico y español los mismos autores añaden (3): «La
principal ventaja que allí como aquí proporciona la posesión de año y día, es la de dar al
poseedor el papel de demandado en el juició, facilitando así la penosa tarea de la prueba;
pues bien, nuestra legislación, de acuerdo con lo que acabamos de decir, no da esa favorable
posición más que al que posee en concepto de dueño.» En la lucha judicialmente entablada
entre dos posesiones, la antigua podía ir acompañada de un derecho a la prueba, y el
demandante, fundado en ella, se limitaba a corroborar con juramento su afirmac ió n,
presentando, si la importancia del asunto o el Juez lo exigían, conjuratores; pero si el actual
poseedor había sucedido al antiguo o había adquirido la finca con las solemnidades que
producían una investidura legítima, se defendía sin más que probar la tenencia de año y día.
La carga de la prueba es un concepto desconocido para las fuentes germánicas, que
constantemente hablan de la defensa del demandado, como si perpetuasen en el
(1) En su tratado De la Usucapión, Madrid, 1916, pag. 51 y siguientes, do nde pueden verse los detalles
históricos y bibliográficos.
(2) Santa María de Alquézar, Logroño, Miranda de Ebro, San Sebastián, Santo Domingo de la Calzada,
Brihnege, Usagre, Soria.
(3) Disposicion 94, edicion Urella-Bonilla.
(4) En él incluyen a los Fueros de Jaca, Estalla, Molina de los Caballeros, Medinaceli, Antañana, Bernedo,
Camarón, Cuenca, Plasencia, Zurita de los Canes, Alcázar.
(1) Loc. cit., pág. 56.
(2) Vid. DELBRUCK: Die dingliche Klage, pág. 27 y sig.
(3) Op. cit., pág. 64.
procedimiento las características acusatorias de los antiguos juicios. El que ha sido
desposeído de una cosa mueble, reclama en primer lugar el castigo del culpable y
consiguientemente la devolución o indemnización, y aun en los procesos inmobiliarios, el
punto capital del ataque es la afirmación hecha por el actor de que el demandado posee
injustamente (malo ordine tenere) (1). Esto explica la exigencia de buena fe en la tenencia y
las frases con que nuestros Fueros limitan la defensa del demandado (habuissent... sine ullo
malo, sine mala voce), así como las disposiciones procesales que tanto pueden escandalizar
a los oídos romanistas (1).
«Todo aquel que fuere tenedor de algún heredat, non responda por ella, pues que anno y día
fuere pasado», dice uno de los ejemplares más antiguos (2) del Fuero de Soria; y añade otra
copia posterior «si la compró sin arte y sin enganno» (3). «Et si después le fuere demandada
que yuré con dos vecinos que compró sin arte e sin enganno y pagó aquella heredat quel
demandan y fué tenedor de ella en paz y en faz anno y día. Et atal compra como esta, magüer
carta non aya hy fecha vala, salvo contra orne que vaga en catino o que sea ydo en romería o
contra ninno sin edat.»
El estrato germánico aflora en las leyes del Fuero Viejo que se refieren directamente a las
demandas (1) y a las fianzas de saneamiento (2).
Por último, el principio recibe su consagración definitiva en la conocida ley 1. a, título XI del
libro II del Fuero Real: «Todo home que demandare heredad a otro, o otra cosa cualquier, si
el tenedor de la heredad, o de aquella cosa que le demandan, quisiere ampararse por tiempo,
e dixere que año y día es pasado que lo tuvo en paz y en faz, entrando y saliendo en la tierra
o en la Villa el demandador, no le respoda el (3) tenedor de la cosa...»
14.—TRIUNFO DE LA POSESIÓN ROMANA.
La enorme preponderancia que el Derecho romano adquirió en nuestra patria durante el siglo
XII, se refleja, no sólo en las Partidas que examinaremos aparte, sino en las mismas Leyes
del Estilo que interpretan los preceptos del Fuero Real. Reproduce, es cierto, la ley 211
(1) SCHRODER: Lehrbuch der Deutschen Rechgesehichte, 5 &uf., Leipzig. V. Veit & Comp., 1907, pág. 869.
(1) Después de estudiar detenidamente las primeras fass del procedimiento judicial en los fueros de nuestra
península, Mayer (op. cit., pág. 75 y sig.) afirma que todas las acciones ejercitables proceden de delitos más
que de obligaciones contractuales. Al examinar los requisitos de la transmisión de propiedad (ibidem, pág. 185
y sig.) toca la cuestión de año y día limitando los efectos de su transcurso a la caducidad del d erecho de retracto,
a la sanción de 60 sueldos contra quien demandase al tenedor, al cambio de la posición defensiva y a la, fijación
del derecho o facultad de disponer y litigar en el poseedor pasado aquel plazo. Para Champeaux (op. cit., pág.
419) la, de año y día es una prescripción extintiva fundada sobre la publicidad de una pretensión.
(2) Fuero de Soria, ed. de Gato Sánchez. Códice A (que se supone el más antiguo), XXVII. Capitulo de las
cosas que se pierden o se ganan por tiempo.
(3) Códice B, ed. Galo Sánchez.
(1) Ley 2.a, tít. IV del lib. IV.
(2) Ley 9.a, tít. I del lib. IV y Ley 2.a, tít. II del mismo libro. El principal resultado de la prescripción de año y
día es para Champeaux (op. cit., pág. 421) el de dispensar al demandado de la presentación de su garante (autor,
fiador). Por eso el vendedor garantiza solamente durante el año (ibid., pág. 422).
(3) Las frases «no le conteste», «no le respondas», «posea sin contradicción›..., nos colocan muy lejos de los
procedimientos posesorios que se introdujeron más tarde.
aquella disposición de las Capitulares de los reyes franceses que confirmaba las ventas de los
bienes del deudor, hechas por los Jueces reales, cuando no se hubiere reclamado contra ellas
dentro de año y día; pero, en cambio, la 192 preceptúa que «si el tenedor de la cosa se
defiende por tiempo de año et día, et el alcalde, por presunción derecha, sospechase contra el
tenedor que non tenga la cosa derechamente, puédele preguntar et apremiar que diga el título
por do ovo la tenencia de aquella cosa»; y, sobre todo, la 242 acepta, con la doctrina procesal
romana, la separación del posesorio y del petitorio al indicar cómo interpretaban la citada ley
del Fuero Real los Alcaldes de la corte: «Se entiende que non sea tenudo de responder este
tenedor quanto en la tenencia, et finca el tenedor por el año et día en la verdadera tenencia
desta cosa, mas la propiedad, que es el señorío de la cosa, en salvo finca a la parte que la
puede demandar.» «Empero si este que tiene la cosa, mostrase que la compró, o otro título o
derecho, et mostrase que la tovo año et día en faz et en paz del demandador, non será tenudo
de responder sobre la posesión, nin sobre la propiedad.»
La ley 1.a del título IX del Ordenamiento de Alcalá todavía sostiene la doctrina que contienen
los «fueros de algunas Cibdades, Villas e Logares»: «El que toviere la cosa anno e día, que
non se escuse de responder por ella, salvo si toviere la cosa anno et día con título e buena
fée.» Aparecen terminantemente separadas la prescripción de la propiedad, y la prescripción
de la posesión en la ley 65 de Toro, y a través de la Novísima Recopilación (1) llega la
Institución a la ley de Enjuiciamiento civil (2) y al Código civil (3) completame nte
desfigurada, por la equiparación del año y día del Derecho franco al año en que debían
ejercitarse los interdictos romanos.
¡Destino fatal de las instituciones jurídicas! La investidura solemne que en Alemania se
perpetúa, y al contacto de los libros regístrales produce el principio de legitimidad de la
inscripción, deriva en España por los cauces interdictales y pierde toda relación con el
Registro de la propiedad.
15.—ADQUISICIÓN DERIVATIVA DE LA PROPIEDAD.
De igual manera que en el resto de la Europa occidental, han coexistido en nuestra patria,
durante la Edad Media y Moderna, múltiples sistemas de transmisión de la propiedad
inmobiliaria que han contribuido a la confusión, que todavía caracteriza a tal ordenamie nto
jurídico.
Insinuación.— En el Código de Alarico o Breviario de Aniano, que estuvo vigente para los
hispano-romanos hasta la ley de Recesvinto (1), se encuentra reproducido el Edicto de
Constantino sobre las insinuaciones, y aceptadas las reglas correspondientes del Código
Teodosiano. La formalidad que debía practicarse ante los magistrados municipa les,
decuriones y defensores de la ciudad, no era obligatoria más que para las donaciones, pero
también se empleaba en las ventas y testamentos (2). El Código de las Siete Partidas la
(1) Las leyes 7.a y 8.a, tit. I del lib. V del Fuero Viejo que citan Galiudo y Escosura en sus conocidísimos
comentarios a la Legislación Hipotecarla, cap. I, párrafo 2.°) para demostrar que aquel texto establece en favor
de la mujer casada la hipoteca legal, no son muy convincentes.
(1) Inserto en el Fuero 1.°, lib. IV, For. Regni Arag. EI Fuero 2.° del mismo libro concede un nuevo plazo
para los mismos efectos y fué estatuido por las Cortes de Zaragoza, 1495.
del concejo del lugar adonde passase», a lo que se respondió imponiendo únicamente a los
que «pussiesen censos y tributos sobre sus casas y heredades, la obligación de manifestar los
que tuvieren sobre ellas» (2).
Con mejor éxito, las Cortes de Toledo de 1539 propusieron «que en cada ciudad, villa o lugar
donde oviere cabeza de jurisdicción, aya una persona que tenga un libro en que se registren»
los contratos de censos, tributos, imposiciones e hipotecas, que «no registrándose dentro de
un término no hagan fe» «y que el tal Registro no se muestre a ninguna persona sino que el
Registrador pueda dar fe si ay o no algún tributo o venta anterior, a pedimiento del vendedor»
(1) . Nuevamente insisten sobre la importancia del asunto las Cortes de Valladolid de 1548,
1555 y 1558, sin lograrse el establecimiento formal de los Registros, ni el apoyo de los
Tribunales de Justicia, a pesar de las varias Reales Cédulas expedidas y de la inclusión de los
indicados preceptos en la Nueva (2) y Novísima Recopilación (3) que fijaron el plazo de seis
días, contados desde el otorgamiento de los contratos, para que fuesen registrados.
Por último, Carlos III aprobó en el Pardo la Pragmática de 31 de Enero de 1768 con la
Instrucción redactada por Campomanes y Floridablanca (4) estableciendo el Oficio de
hipotecas en las cabezas de partido a cargo de los Escribaños de los Ayuntamientos, que
estaba vigente en todo el Reino cuando se promulgó la ley Hipotecaria de 1861.
Siguiendo los mencionados precedentes, ordenaba la Pragmática que por dichos funciona r ios
se llevasen registros separados de cada uno de los pueblos del distrito, en un libro o muchos
que, precisamente, se habían de guardar en las Casas capitulares, donde se tomase razón,
distribuyéndose los asientos por años de todos los instrumentos de imposiciones, ventas y
redención de censos o tributos; ventas de bienes raíces, o considerados como tales, que
constare estar gravados con alguna carga; fianzas en que se hipotecaren tales bienes,
escrituras de mayorazgos u obra pía y, generalmente de los que contuviesen especial y
expresa hipoteca o gravamen, o de su liberación y redención.
La toma de razón, que había de practicarse normalmente en virtud de primera copia, estaba
reducida a referir la fecha del instrumento los nombres y vecindad de los otorgantes, la
calidad del contrato, obligación o fundación y los bienes raíces gravados o hipotecados, con
expresión de sus nombres, cabida, situación y linderos.
Se regulaba de un modo sencillo la publicidad, por medio de notas y certificaciones, y se
establecía un sistema de índices para facilitar el hallazgo de las cargas y liberaciones.
Las principales consecuencias de la falta de registro eran que «no hagan fe dichos
instrumentos en juicio ni fuera de él para el efecto de perseguir las hipotecas, ni para que se
entiendan gravadas las fincas».
(2) Petición LXV. Cit. por Oliver, op. cit., pág. 244.
(1) Petición XI. Ibid. GALINDO Y ESCOSURA: Colección completa de Leyes, etc. Madrid, Gutenberg, 1881,
pág, 5, dicen Pet. 2.a.
(2) Ley 3.a, tlt. XV, lib. V de la Nueva Eec.
(3) Ley Ia, tit. XVI, lib. X de U Novísima.
(4) Ley S." del titulo citado de la Novísima.
El antiguo plazo de seis días para tomar la razón se conservaba, si el otorgamiento fuese en
la capital, y se ampliaba a un mes en otro caso.
La institución, que representaba un avance notable en el desenvolvimiento del principio de
publicidad, fué aproximándose a los tipos de registro inmobiliario con el Edicto dado en
Barcelona a 11 de Julio de 1774 para facilitarla observancia de la Pragmática, que dispuso se
registraran asimismo todas las escrituras de bienes raíces, constase o no que se hallasen
gravados, las instituciones de herederos a quienes se diere sustituto, las donaciones en
contratos matrimoniales y las instituciones de vínculos o fideicomisos.
Igualmente acusa un progreso apreciable la ley de implantación de los Oficios o Escribanías
de Hipotecas en el Reino de Navarra (1) que, en algunos particulares, admitía el principío de
prelación hipotecaria, otorgando un derecho de preferencia a quien primero inscribiera.
Aunque partiendo de bases rentísticas, muy diferentes de las consideraciones de orden civil
en que se fundan los Registros inmobiliarios, contribuyó en gran manera a preparar el terreno
para su establecimiento en España el impuesto denominado, en un principio, Derecho de
Hipotecas, cuyos enérgicos preceptos en el segundo tercio del pasado siglo, al mismo tiempo
que forzaban la toma de razón cada vez más olvidada, pretendían introducir innovacio nes
inspiradas en los principios germánicos, y cuyos frondosos desarrollos amenazaron la
sustantividad e independencia de las Contadurías de Hipotecas, oficialmente dominadas por
el Ministerio de Hacienda.
(1) Puede verse en GALINDO Y ESCOSURA: Colección completa de Leyes, Reales decretos, etc., pág. 19 y
sig.