You are on page 1of 92
| UN MARIDO _ | PARA MAMA CHRISTINE NOSTLINGER ‘TORRE AMARILLA 2 paris de Tl ahos Le consecuenela més grave para Susi después de la separacién de sus padres ha sido tener que vivir en la casa de su abuela y de su tia abuela. Susi ya no soporta un minuto més los regafios, la extrema limpieza y los refranes. De repente se le ocurre una extrafia idea para resolver la situacién: Encontrarle un marido 4 54 mamé, para asf mudarse a tn nuevo hogar. infortunadamente, sus planes no siempre son los més sencillos ni los més précticos, y por es0, Se ve envuelta en un tremendo Ifo. Christine Néstlinger naci6 en 1936 en Austria, | En 1984 obtuvo el premio Hans Christian Andersen, considerado el Premio Nobel dela literatura infantil, por su sbra representada YAWN Vuvd OGMIVANA = I een ee ‘exumds de sesenta libros para niftos y jévenes. 2 { gj, De la misma autora, Torre de Papel 5 | he publicado muchos owosie | i bros tan interesantes y di- B a vertidos como el que aqui Z Mi NS ofrecemos. g e 5 g sh 9se-00-sibe2 9 Il! eevee 89560 4258 euro cAPiTULO I . 2 oie i ewes En el jardin habia una rosaleda. Era redonda y en ella crecian rosales frondosos de flores amari las. Se Hamaban rosas de té, segiin la abuela, aunque ni tenian el color del té, ni pedia prepa- arse té con ellas, (La tia abuela tenia raz6n cuando decia: «Ruido y humo son los nombres».) Susi se paseaba despaciosamente por la rosa- leda. Su nombre completo era Susana Alicia Enriqueta Carolina Kratochwil. Se paseaba en torno a la rosaleda y llevaba las manos cruzadas a la espalda y la cabeza inclinada. Estaba compo- niendo un poema. Lo hacia con frecuencia. An- tes tenia un cuaderno grueso color rosa. En la cubierta habia escrito: «Cuaderno de poemas: Susana Kratochwib Alli habia escrito sus ntejores poemas con le- tra de molde, pero un dia su hermana lo encon- typ y le ley algunas de los poemas a toda la familia. Se paré en medio de la sala y, con los brazos extendidos y a voz en cuello, grité «qAtencion, atencién! (He aqui la ultima pro- duccién de la joven poeta! Los Hombres. por ‘Susana Alicia Enriqueta Kratochwil. Hizo una pausa y, poniendo los ojos en blanco, dijo: «(Les pido silencio!» Susi hizo cuanto pudo por arrebatarle e! cua- derno, pero no lo logré porque su hermana era mucho mayor. Sosteniendo el cuaderao en alto, leyé con voz potente: Los Horabres Ens el raundo los hombres estén muy sonrientes Y muestran graciosos sus dientes, Desde entonces Susi sélo componia poemas mentalmente. Asf nadie podia reirse de ella. Y es0 que su padre decia que le gustaban. Pero pap no contaba. No estaba alli, ni vivia en la casa de la rosaleda de rosas die té. Vivia en una vieja mansién en Alsergrund, totalmente solo. Su tinica compafia era el gato Felipe. La madre de Susi afirmaba que el gato no habia venido con ellas porque los gatos se acostumbraban mucho més a las casas que a las personas. Susi lo du- daba. El gato Felipe siempre habia preferido a papa. Ademas se alegraba de que el gato Felipe no estuviera alli. La tia abuela Alicia hubiera convertido su vida en un infierno. Lo hubiera cepillado todos ios santos dias y deseimpolvado con ej plumero. Y le lavaria las patas cada vez que entrara del jardin. Alli la Yimpieza era lo mas importante. Cuando uno entraba tenia que lim piarse los pies en la estera de la entrada durante dos minutos, igual que un caballo que quiere su terrdn de azticar, El gato Felipe no lo hubiera soportado. La casa era de la abuela o de la tia abuela Alicia. No era fécil determinarlo con precisién. El testamento del bisabuelo no era muy claro, Por eso la tia abuela afirmaba que la casa le pertenecta, mientras que la abuela decia que la casa era suya y que la tia abuela no decia sino bobadas. Entonces la ta abuela Alicia susurraba: «Nuestro padre, alma bendita, debe estarse estremeciendo en su tumba!» Al pensar en papé y en !a vieja mansién de Alsergrund, y por estar dando el reloj dea torre las seis, Susi compuso el siguiente poema: Entre las cittco y las seis mi mundo se vuelve al reves Sigue vst sombra, Recueria ux aroma ides fos sueiios ienes ahora Y nook que «No esté nada mal», pens6 Susi. Se lo aprendié de memoria, pero alguien la interrumpié. Era la tia abuela Alicia, que Ja es- taba mirando por la ventana del medio de la sala —iSusana! Esté haciendo frfo. La altaneria sin freno pocas veces trae algo bueno. jEntra ense- guida en la casa! ‘Susi entré en la casa. No tenia sentido opo~ nerse a Ja tfa Alicia. Tenta nervios de acero. Si Susi no hubiera entraco de inmediato la hubiera seguido lamando durante una hora con voz quejumbrosa y le hubiera recitado por lo menos diez refranes. Y cuando hubieran regresado la abuela, la tia Irmela y mamé, la tfa abuela hebria dicho durante toda la tarde: «He estado Jlaman- dola desde la ventana como la voz que clama en el desierto. La he llamado hasta reblandecer las. piedras. Una hora completa. A mi no me hace caso. jA mi no!» Susi decidié entrar inmediatamente en la casa. Pero antes le quebré el tallo a una rosa de té del rosal preferido de la abuela y pens6: «jMafiana temprano se habr4 marchitado!» Susi hizo esto a pesar de que le agradaban las rosas de té amarilias y por el momento no tenia nada en contra de la abuela. 10 Se senté en la sala en el sofé color azul cielo que la tia abuela Ilamaba «cheslong», que es ura palabra francesa aunque se escribe «chaise Jon- gue». Junto a la chaise longue habia una mesita redonda de una sola pata, La pata era gruesa y redonda y no se podia tocar con los pies porque era muy costosa, Sobre fa mesita costosa habia un mantel de seda con grandes flecos en los bordes. Susi comenz6 a trenzar los flecos. Trenzas pequefias y resistentes. —iSusana, te lo suplico! —se quejé la tia abuela—. Si quieres hacer trenzas, ve a buscar una muneca. —Ya estoy muy grande para mufiecas —con- test Susi. wt —Entonces también estés muy grande para hacer trenzas —aclaré la tia abuela, —Esté bien, tia —murmuré Susi, destren- zando los flecos. La tia abuela Alicia fue de un lado para otro de la sala. Jalé aqui, empujé y corrié alla. Puso en orden los pliegues de las cortinas y las carpe- tas triangulares de las cémodas, Corrié el televi: sor un centimetro a la izquierda, y la limpara de pie un centimetro a la derecha. Empujé el fra- tero hasia el centro de la mesa y corrié la alfom- bra pequefa para que formara un angulo recto con la alfombra grande. Sdlo dejé en paz al tilo dela sala y a la planta de caucho, pues acostum- n braba decir’ «Lo mas importante para las plantas de interior es la tranquilidads. {Donde est Irmi? —pregunts Susi. «drmip era el apodo de Irmela, la hermana de Susi, Tent catorce affos, cuatro mas que Susi. La tia abuela Alicia puso en orden las borlas de la cubierta del piano. Movis los hombros y dijo con voz quejumbrose: —2Y por qué habria de saberlo? A mi nadie me cuenta nada —y afadié—: Creo que fue a casa de una amiga. Una cierta Erna Pero no sé si fue 0 no pues es posible que esté hablando por teléfono, Desde que ustedes tres viven aqui se ha duplicado la cuenta del teléfono. Susi se fij6 en la tia abuela, en sus cabellos bbiancos y delgados, en sus ojos pequetios color azul Danubio y en su barbilla de carnicero. «(Cabra vieja! (Cabra vieja y malal», pensé Susi. La tia Alicia cerré la ventana —Hace frio —murmuré—, demasiado frio para principios de septiembre, —Veintitrés grados centigrados —dijo Susi y le dio un puntapié a la alfombrita para que no quedara tan recta La tia Alicia no se dio cuenta de esto porque estaba mirando a la calle que data al jardin, Es indignante buf. ~,Qué es indlignante? —interrogé Susi, aun- que sabia que {a tia abuela no habia visto nada indignante. R —Ese Meier, ese mal educado, De nuevo ha estacionado su auto frente a nuestra cerca. —jAcaso esté prohibico? —preganté Susi. Aelia le caia bien el sefior Meier. ¥ le cafa ain mejor cuando estacionaba su auto frente a la cerca de la abuela —Estrictamente hablancio no esté prohibide dijo acalorada la tia abuela—, pero es una ley fo esctita que ta cesca, la acera y la calle frente a una casa pertenecen también a la casa, —Pues diselo a? sevior Meier —sugirié Susi La tia abuela rechaz6 la propuesta aterrori- zada. —iYo no me meto con ese mal educado! Y ademés se rie, el impertinente, {Pero la altaneria precede a la caida! Y quien no quiere ofr tendré que sentir. Ademds yo no tengo auto. Eso ten- drén que arreglatlo con él tu mam, tu abuela 0 tu tia. {Todas ellas tienen auto! Susi no se aguantaba a la tfa abuela un ins- tante mas. Se tevanté de la chaise longue y abandoné la sela de estar. Se dirigio a ta cocina, abrié la ventana y de tn salto salié al jardin. Corrié hasta la cerca del jardin de los vecinos. Se encaramé para poder ver sobre los arbustos y Hlamé: —iBeni, Beni, oye, Beni! No lo llamé demasiado alto porque no queria que la tia abuela la oyera. Beni, Benjamin Meier, era el hijo del sefior Meier. La tia abuela se B enfureceria si supiera que Susi trataba al hijo de ese mal educado. «La manzana no cae lejos del tronco», dijo, y afiadié: «(De tal palo tal astillal» La tia abuela siempre ten‘a un par de refranes para cada oca- sign. Beni no oy6 a Susi, pero su perro, un sabueso viejo y gordo a quien llamaban Don José, vino hasta Ta cerca. —~Buenos dias, Don José —dijo Susi—. Esta Beni en casa? Don José ladré suavemente. Susi concluys que habia dicho que si. Salté la cerca y corrid a casa de Beni, Don José la siguié, jadeando; era asmitico y no podia correr répidamente. En la cocina de Beni, Susi comié jamén, tomé Coca-Cola y hablé de la maldad de las tias abue- las (a lo cual Beni no puto afiadir nada, porque él no tenia tfas abuelas), Intentemos aclarar quién eva quién en la fami- fia de Susi y qué tipo de vida Hevaban Comencemes: En primer lugar Ja abuela. Se Ulamaba Enri- queta Buchinger (Susi habia heredado de ella el segundo nombre). La abuela tenia sesenta aiios, mds o menos. Era muy alta, bastante gorda y tenia una voz profunda. E] padre de Susi la llamaba «seftora sargentoy y hacia todo lo posible por evitarla. Decia que u con verla una vez durante la Pascua era suli- ciente; sin embargo, elia siempre habia sido muy amable con él. La abuela tenfa un negocio en dende vendia las cosas mas disparatedas: taburetes, mantequi- lieras, cepillos para caballos, cucharones con mango de madera, saleros, planchas de metal y ollas de cobre. A la tia abuela Alicia, ya fa conocemos. No tenia profesién. Llevaba sobre sus hornbros el cuidado de la casa de la abuela. No sélo lim- piaba el polvo, ordenaba y movia los muebles de aqui para alld, sino que ademds preparaba mermelada de frambuesa con cognac y torta de limén. Odiaba a los hombres. No solamien- te a Meier; no le gustaba ningtin hombre. La engafié un hombre con quien se iba a ca~ sar, hacia casi medio siglo. Nunca llegé a ia iglesia, El esposo de la abuela Enriqueta habia muerto hacia muchos afos. En la sala habia un retrato ‘suYo, pero no es importante para nuestra histo- ria. La abuela tenia dos hijas: Carolina, la madre de Susi, y la tia Inmela, que tenia apenas treinta aiios. Se veie como de veinte. Fra sumamente delgada, rubia y ojiazui, y tenia una naricita pequeiita y tierna. En una ocasin Susi le dedicd un poema. La tia Irmela le ayudaba a le abuela en ef 13 negocio. Siemapre atendia a los clientes hombres. Cuando un cabellero entraba en el negocio de la abuela — el padre de Susi lo Hamaba «el barati- Sle» — y mirabsa los ojos azules de la tia Irmela, se convencia de que una mantequillera floreada era precisamente lo que debia ponér en su vesti bulo, y no entendia cémo habia podido sobrevi- vir tanto tiempo sin tener en su casa un pie de clefante. O quizés se convencia de que wn hom- bre sensato debia sentarse en un taburete anti- guo si queria estar cmodo y que todo hombre de mundo debia tener colgada sobre su cama una pipa de espuma de mar. La tia Irmela se valia de su sontrisa para convencer a los caballe- ros ms fercos y menos inclinados a comprar. Tenia dos hoyitos en cada mejilla y uno en el menién, y cuando sonreia y miraba con sus ojos azul profunda, hasta el caballero mas fuerte ter- minaba regaléndole a su esposa una plancka de hojalata pare sembrar un cactus. La madre de Susi era un poco mayor que la tia Trmela, y no era tan delgada, rubia y ojiazul. Trabajaba en una boutique llamada «Soho-Lady». Su trabajo era agotador. Debia saber exacta- mente qué suéteres y qué faldas se llevarian el afio entrante y cuantos abrigos se venderian al ao siguiente. También debia predecir si las clientas preferirian abrigos a cutadros o a rayas. La hermana de Susi también se Hamaba Ir- mela, pero todos Ja ilamaban simplemente 16 «demiv. Era muy linda. Era casi tan flaca, rubia y ofiazul como la tie Irmela. Hasta hace dos meses Susi vivia en Alser- grund con mamé, Irmi, papé y él gato Fatipe, en el tercer piso de una casa enorme. Hace dos meses estuvieron de vacaciones en Yugoslavia Bn el aeropuerto hubo una pequefa pelea sobre quién llevaria los pasaportes y los pasabordos. Y otra, porque pap4 compré cuatro cartones de ~ cigarrillos en una tienda Duty Free, donde todo era més barato, en vez de un perfume Dior. Como tales peleas no eran nada raras en ja familia Kratochwil, Susi no se preocupé. Se su- bid al avion y durante todo el viaje entre Viena y Split no hizo mas que comer todo lo que le ofrecié la azafata. Miré por la ventanilla, admiré- Jas montafiag de nubes rosadas, le encantaron el mar, él sol y las sandfas. Entre una y otra cosa, pens que tal vez habla dejado en casa, debajo de la cama, una de jas aletas de natacién. —frmi, he olvidado una de las aletas en casa —le dijo a su hermana, cuando el avién aterriz6, Imi subid los hombros: —Yo dejé la parte superior de ambos bikinis en el baio —murmuré. —{Todavia estén enojados? —pregunté Susi sefialando a sus padres que esperaban las male- tas. ~Perece que si ~dijo Irmi vw —. lem signiien dente de er Carlos Brauner, quien era ahijado de la Ha abuela Alicia ¥ que se sentiba en la opera junto a mamé en las funciones de abono, hablaba constantemente de musica. Ademds decia que todo nifio, especialmente toda nifia, deberia aprender a tocar un instramento, Berger quedé por fuera porque tartamudeaba al hablar y Hawranek porque apestaba a agua de colonia. El resultado del proceso de seleccién de Susi fue el siguiente: E] primer lugar: Doctor Alejandro Hieberger, cuarenta aitos, odontélogo y cirujano maxilar; vie via a unas tres casas de distancia, Tenfa dos perros pastor-hningaros, auto americano y una cicatriz de sable en la cara de Su época de estudiante En segundo tugar: Doctor Juan Salamander, treinta y tres afios, profesor de aleman de Susi Posefa todas las cualidades requeridas, tanto ‘externas como internas. Era ei favorito. Susi se puso feliz, Vio un destelto de esperanza en el horizonte. En la escuela lo llamaban «Salaman- dra de Fuego», porque era pelirrojo. Susi empez6 a imaginarse la vida en familia con Salamandra de Fuego. Tal vez mama tuviera hijos con él. ;Trillizos! Los trillizos llaman la atencién. {Trillizos pelirrojost Susi los sacaria 2 pasear pot la calle y la gente se detendria 2 admirar a los jovenes Salamardra de Fuego. Salamaccra de Fuego le escribiria en todos los exémenes de alemn «muy bien». Los otros pro- fesores también le pondrian buenas calificacio- nes por ser hijastra de Salamander. En la boda mamé levaria un vestido largo color turquesa que iria con el color de pelo de Salamander. De repente recordé que sus padres no estaban divorciados. Papa y mamd esiaban todavia casa- os, lo cual éra un impedimento para un 1uevo matrimonio. Sin embargo, pens6 que encontra- sia una solucién. Una vez que mamé decidiera casarse con Salamander, papg no se opondria. Un hombre que preferfa al gito Felipe a sus hijas, no se opondria al nuevo matrimonio de su esposa. {0 sf? No lo sabia con certeza, No podia Pensar en papé con agrado. Papé era alegre, habil, amable, apuesto y gracioso, pero también era vulgar, obstinado y grufién. Era complicado llegar a un juicio sobre él, Papé la habia Hamado un par de veces y le habla preguntado si queria ir a visitatlo, o si Queria ir al cine, al parque o al teatro. Mama dijo que no tenia nada en contra, y aclaré que no queria interponerse entre sus hijas y paps. Susi, hasta ahora, no habja aceptado ninguna de sus invitaciones, aunque queria volver 4 verlo. Sus- Piro y se puso de pie. Limpié con pequefios Bolpes Ja tierra que sus zapatos habian dejado sobre el sof. Se ech6 al bolsillo la lista de los Pretendientes ‘y et boligrafo de la tfa Irmele, Porque le encanté como escribia. Fue a Ie habitacién que compartfa con Irmi 33 Era horrorosa. Cada vez que abria la puerta se paralizaba al ver todas las cosas espantosas que alli habi Se senté en la cama, Era tan alta que apenas tocaba el piso con las puntas de los pies, Tenia ‘un cobertor de terciopelo color verde espinaca con rosas rojas bordadas, que crujfa cada vez que Susi se balanceaba a uno y otro lado. Y cuando se mecia hacia adelante o hacia atras, gemia igual a la tia Alicia Miré Ja lémpara que colgaba del techo. La pantalla era de cristal.con lirios azules y verdes de horrorosos y largos tallos, —iQué horror! —murmuré, Inmi estaba tendida en la cama, La cama de Inmi era todavia més alta que la de Susi, y en la cabecera y a los pies tenfa unas cortinas florea- das plisadas. Irmi estaba leyendo una novela policiaca. Le encantaba leer novelas policiacas en sus ratos libres. Cerré la novela y pregunté: -4Qué es un horror? —La pantalla de la lampara —aclaré Susi— Tiene demasiades tailos. —Estilo juvenil —-respondié Irmi. —2De la juventud de quién? —pregunté Susi. —De la abuela y de la tia abuela —dijo y continué leyendo Ia novela. {Las cortinas también tienen estilo juvenil? —pregunt6 Susi y seftais las cortinas pesadas que colgaban sujetas a grandes argollas de latén Estaban orladias con unt ribete de borlas negras sujetadas a los lados con lazos violetas de tafe tan. Imi miré las cortinas: —No —dijo Irmi—. Las cortinas son de la Spoca «fundadores», pero no son originales, sino imitacion —luego agreg: ~A veces creo que me Voy a enloquecer entre todos estos trastos viejos. Susi tenia ganas de contarle a Irmi sus planes con respecto a Salamandra de Fuego, pero pens6 que no era conveniente. [rm se habia convertido en una miséntropa, y todos los hombres le pare- cian detestables. Por ejemplo, arrojé a la basura todos los discos en los que una mujer le cantaba su amor a un hombre. —Todo tiene su fin —dijo Susi misteriosamente. Inmi no entendi6 a qué se referia y dijo: —iEn verdad lo crees? Las mesas de noche no tienen fin. Son irrompibles y eternas —y conti nus Jeyendo ia novela Susi se tendié en Ja cama, cerré los ojos y enséi «Creo que, por fo menos, debiera hacer ia trea de inglés. Cinco frases con I am, cinco frases con He is y cinco frases con He fas,» Trato de convencerse de que quince frases no era demasiadas. Primero se le ocurrié que po- dria copiarle la tarea a Novomny, pero pronto se acordé de que Novotny estaba enfermo. A los otros chicos de ta clase atic no las conacia bien. Apenas llevaba tres semanas en ese colegio. Le dijo a Irmi: “Querida hermans: gme podrias ayudar con ‘una oracidén que comience con J have? irmai murmuré: I have a stupid sister. Stupid todavia no lo hemos aprendido, Qué han aprendido entonces? A decir verdad, solamente red, blue, greet, white, pink y black. —Con esas palabras no se puede hacer nin- guna oracién —ackaré in, —Fritonces no haré ninguna —dijo Susi. —Pero tienes que haber aprendido algtin sus- tantivo —insistié imi. —jAlgtin qué? ;Por favor! Te prometo que eso no lo hemos aprendido. Un nombre —aclaré temi. —jAh! —murmus6 Susi—. (Eso! (Sf, sft Eso probablemente io he aprendido. {Dios mio! —exclamé Irmi—. Tienes que haber aprendido algo de vocabulario. Dame tu cuaderno de vocabulario! —Se me extravid —respondi6 Susi. Pues biscalat —ordend Irmi. —Claro que puedo buscarlo —respondié Susi furiosa—, pero gpara qué lo quieres? Esta total- mente vac. ; —Te van a expuilsar del colegio si sigues asf 56 —pronosticé trmi, Susi sontié. frmi no podia sospechar que le itia bien con las calificaciones pues atin no sabfa nada acerca de Salamander y de la proteccién que pronto le iba a prestar, Se dejé caer de nuevo sobre la dura cama. No haria la tarea de inglés pues debia concen- warse en algo mucho més importante: ;Cémo pondria en contacto a mamé y a Salamandra de Fuego? No seria nada Sécil. El colegio era una cosa y la Ganw otras Salsas io te Socotiraba done estaba mamé, y mamé no se encontraba donde estaba Salamandra de Fuego. E] asunto era atin mas complicado si se tenia en cuenta que tiltimamente Susi no se estaba entendiendo bien ni con Salamandra de Fuego ni con mama, Ambos decian que era terca. Mamé to decia probablemente porque Susi no era lo suficientemente amable con la abuela. Salamandra, porque Susi no hacia las tareas de aleman. Ademés, dijo que Susi era descarada. EI dia anterior, le habia dicho: —Susi Kratechwil, tus notas son muy defi- cientes. Si esto contintia asf, tendré que citar a tu madre Susi exclamd: —Si, jpor favor! Es muy amable de su parte —Salamandra de Fuego pensé que eso era un descaro, pero Susi lo perdand. Uno no puede ser tan orgulloso. Todos los profesores estaban descontentos con su rendimiento. Querian saber cosas tan curiosas... En cAloulo, por ejemplo, Susi no podia entender los conjuntos. Uno tenia que saber cuanto era (M1-M2} (M1+M2), Curiosamente la mayoria de sus compafieros lo sabian. ‘Cuando uno no entiende algo en la escuela, naturalmente puede preguntarle al profesor, pero Susi sabia demasiado poco como para po- der preguntar. Tendria que ponerse de pie en la clase de mateméticas y decir: «Por favor, profesor, no entiendo nada. ¢Po- drfa ser tan amable de comenzar de nuevo desde el principio?» jPero quién se atreve a decir algo asi? [En algunas ocasiones, Susi le pedia ayuda a Irmj, pero casi siempre acababan peleando, ‘Ademés, Irmi le decia que era un caso perdido. Ese dja discutieron de nuevo a causa de las matemiaticas. Susi grité desesperada: —jMaldita sea! ;Dos salchichas unidas a tres salchichas son sin duda alguna cinco salchichas! Irmi grits que eso ert correcto pero s6lo con salchichas y no con conjuntos. Irmi terminé ha- ciendo toda la tarea y Susi la copié en su cua- derno. —jEntendiste? —pregunts Imi. Susi asinti6 con la cabeza y aseguré que foe le habia quedacio claro. Pox supuesto que no era verdad. Si hubiera copiado caracteres chinos no 58 Je hubieran parecido tan desconocidos come los signos matemtices. Susi sentia que todo en el col indignanie. En ese preciso momento, estaba de nuevo sentada en la cocina con Beni, quejéndose del «Colmillo de Historia Natural» (apodo de la profesora cuyo verdadero nombre era Ernestina Zahn). Susi se quejé: —Colmillo de Historia Natural es una fres- cura sin limites. —2Cémo? —pregunté Beni Le encanta hablar acerca de todos y cada uno de.los huesos humanos. Después pinta en el tablero el esqueleto. Dice que debemos tomar notas dnicamente sobre aquello que nos parezca importante. ~Y, jentonces? radica la frescura? —En que tiene algo en contra mia Beni era un buen estudiante y le costaba en- tender esas cosas. —{Por qué va a estar en contra tuya? —Si, porque en mi cuaderno no hay nada —tespondié Susi. —{Nada de nada? —dijo Beni —Bueno, no exactamente ~-murmuré Susi— Ensla primera pagina escribf «EL HOMBRE: con Teta de molde y subrayado en rojo. Sincera- pregunté Beni— En qué mente, no es que yo sea perezosa. Es que ella no tha dicho nada tmportante; jjamés ha dicho algo importante! Beni respondié conmovido: —Susi, te van a expulsar del colegio si sigues asi Por la tarde, acostada en la cama y a la tuz de la lémpara de perlas iilas, pensé que era hora de que Salamandra de Fuego ingresara en Ia fami- lia, De otro modo pasarfa lo que Beni le habia pronosticado y tendria que buscar otro colegio. <{Qué he conseguido hasta ahora?», pensd. ‘(No mucho! Cuando le cuento a mamé las cosas ‘més bellas sobre Salamandra de Fuego, no se interesa mucho. Sélo dice: ‘Qué bueno que fi nuevo profesor de alemén sea tan amable. ;Pér- tate bien con él, tesoro mfo!’» ente —murmuré Susi y apagé la 60 CAPITULO ¥ Pasaron algunos dias en los que no ocurrié nada raro ni divertido. Irmi cumplié con sus tareas, aprendis pala- bras en latin, vio television y tey6 novelas peli- dacas. La tia Irmela llevaba dos semanas en camacon gripe La tia Alicia movia aqui, empajaba allé, lim- Piaba el polvo y aclaraba las horas oscuras con tefranes. Siempre se quejaba de que nadie jarnds le decta nada. ‘Mama pas6 mucho Nempo en ia tienda «Soho- Lady. En algunas ocasiones trabajé hores ex- {fas pues en esa época todas las sefioras com- Praban abrigos y vestidos de invierno. La abuela estaba més sargento que nunca, El J negocio iba mal desde que la tia Irmeta estaba en. cama, Como la abuela no tenfa ojos azules, ni cabello rubio, ni hoyitos en fas mejillas, no le era facil convencer a los sefiores de que compraran, y cuando la abuela no vendia nada, se ponia § insoportable. Finalmente algo sucedi. Susi e Irmi cumplieron afios. Susi cumplia ei veinte de octubre e Irmi el veinticuatro, pero la tia Alicia decidié celebrar los dos cumpleafios el veintiuno de octubre. Dijo que dos tortas de cumpleafios tan seguidas eran malas para el estomage. La tia abuela horned iuna torta preciosa. Por desgracia Je puso una cantidad enorme de ron, y Susi odiaba el sabor a ron. La tia Alicia se ofen- di6, Dijo que la receta provenia de la cocina de su majestad ceal ¢ imperial y que si} torta era buena para los hijos del emperador, debia ser ‘buena para Susi. ‘Mami le dijo que probara al menos un peda- ito, pero Susi no quiso. La abuela apiné que ala javentud de hoy le vendria bien una guerra por- que asi aprenderia a apreciar Jas buenas tortas. La tia abuela le pidid a la abuela que no for- mara un problema. Irmi estaba feliz. Le encan- taba el sabor a ron y se comid cuatro porciones de torta. A Susi tarapaco le gusté el resto de la cena: ciervo asado con tocino. 2 —El hambre es el mejor cocinero —opind la tia Alicia. Para Susi, cumplir afios era una trage- dia, Recibia un montén de regalos. Algunos de ellos eran titiles, pero geiteralmente no sabia qué hacer con ellos. Jamas usaria los doce ovillos de lana rosa palido que le habia regalado la abuela y mucho menosel frasquito de perfume de flores de mayo que su tia [rmela, con la mejor de las intenciones, le habia regalado. Irmi le regal6 una navaja preciosa de bolsitlo con cvatro hojas. Mamé, un abrigo largo de piel de zorro, una maleta para el colegio y marcado- res de punta de felpa. Todo esto le encanté. Lo nico malo era que Beni tenia algo en contra de Jos abrigos largos. Papa envié dos paqueies. A Susi le envié una cdmara fotografica preciosa, la que siempre ha- bia querido. Y a Ini un gorro ruso, precisa- mente el que ella siempre habia deseado. Lo mejor fue que el paquete para Susi llegé el veinte de octubre y el de Irmi el veinticuatro. Con la cémara venia una caria en la que le decia a Susi que la extrafiaba y que queria que fuera a visitarlo a la casa 0 a la oficina. A Susi le gustaba ir a la oficina Liam a papa por teléfono porque mama le exigié que le diera las gracias por el regalo. Papé aprovechs Ia oportunidad para invitarla de nuevo, y Susi le dijo: 63 —Si, si. Con mucho guste. Papa le dijo que iria a la escuela a recogerla y que loego la invitaria a comer a un restaurante, ‘Susi no sabia si alegrarse o ro. Al dia siguiente, al finai de las clases, papa la esperaba afuera del colegio. O a Susi se le habia olvidado por completo cémo era paps 0 papa habia cambiado enormemente. Se veia extrems- damente apuesto. Incluso las aluminas de las clases superiores Jo miraban al pasar —Genial —dijo Susi. ~. Por desgracia no habja ni un solo paciente. Una ayudante bellisima las condujo de una vez ante el doctor. Se parecia al tio Johnny, y un poce a papa Susi no sintié que fuera necesario hacerse la tonta ante ese hombre. Se dio cuenta de que no le creeria ninguna de las. mentiras que se le ‘ocurriera. De todos modos, comenzé diciendo cortésmente: —Buenos dias, doctor. El doctor también le dijo cortésmente: —iBuenos dias! El doctor dijo que la madre de Susi ya le habia contado algo por (eléfono y que ademas habia hablado con el doctor Salamander. Mama queria contarle algo sobre las circunstancias de la vida de 1a nia, pero el doctor apiné que es0 podia espe- tar. Le pidié a mamé que saliera del consultorio y le dijo que podia ir tranquilamente @ una cafete- ria pues era posible que la consulta se prolon- gara. Con seguridad mamé hubiera preferido que- 31 darse en el consultorio, pero le obedetid al mé- dico. Bes6 a Susi, dijo que de momento no de- seaba tomar café y que preferia quedarse en la sala de espera Susi se quedé sola con el doctor, y éste le pregunté si seria tan amable de someterse a un par de pruebas, Susi se sent6 en una hermosa silla roja. La mesa, que también era roja, era preciosa. El doctor le entregé unas figuras sin terminar para que Susi las completara. Luego le entregé unas figuras para que las mirara, Eran manchas de tinta Susi debia decir a qué se le parecfa cada una de las marchas, lo cual le parecié muy divertido. Una de las manchas le recordé el mar, y otra, al gato Felipe. A la tia Alicia Ta asocié con una mancha gruesa y muy negra. Después e! doctor le dio una hoja en Ja que habja ura linea con letras. En algunas partes faltaba una letra. En lugar de la letra habia un punto. Més 0 menos asi MAN.BOC.PIERN.BRAZ. Susi tenfa que averiguar qué letras iban en el lugar de los puntos. Lo pude hacer a ojo cerrado. Habfa hecho este tipo de ejercicios muchas ve- ces, porque era una de las pruebas del examen de admisién para pasar al bachillerato. Luego tuvo que unir un montén de tridngulos y cuadrados para que formaran un cuadrado | P grande. Ese ejercicio no le gusts. Se quedé mi- rando al doctor y le pregunté: —iEs usted un médico de verdad? E] doctor asintié. —2Un médico de verdad tiene la obligacién del secreto? {No puede contarle a nadie lo que los pacientes le cuentan en la consulta? EI doctor asintié de nuevo. Afizmé que él callarfa como una tumba —éPalabra de honor? ~-pregunté Susi, El doctor le dio su palabra de honor. —iYo no estoy foca! —dijo Susi | El doctor dijo que él nunca habia dicho tat cosa. —Tampoco tengo ninguna perturbacién — aclaré Susi. El doctor dijo que eso tendria que averiguarlo. —No hay ninguna necesidad de que lo averi- Bile. Yo lo sé —dijo Susi. No he entendido bien en qué consiste la publicidad, pero no estoy loca. Vivo con mi abuela y con mi tia abuela @Tuvo alguna vez una tia abuela? —Todavia tengo una —suspiré el doctor. En este momento Susi sintié una misteriosa simpa- tia por él, | Quiero irme de la casa de la abuela y de la tla abuela. Pensé que si mam se casaba con el doctor Salamander, lo lograria. El doctor asintié; no parecié sorprenderse. Eso era agradable. —He estado escribiendo todo este tiempo «madre, madre» porque no he entendido bien lo de los mensajes subliminales. Pensé que el men- saje se irfa introduciendo poco @ poco en la mente de Salamander y que comenzaria 2 sentit nostalgia por mamé, El doctor dijo que consideraba a Susi total- mente normal, pero le aconsej6 que en adelante no se metiera en la vida de Sos adultos. —Pero doctor —protests Susi—, {por qué no? Los adultos se meten constantemente en ci vida! {Usted cree que ye vivo voluntariamente con el sargento y con !a tia abuela? El doctor no lo crefa, pero opiné que tenia que intentar llevarse mejor con ‘a tia abuela. Y. afiadi6; —O por lo menos déjala tranquila si es que no puedes llevarte bien com ella. No te pongas en st. contra. —jAh! —grité Susi —iElla es la que no me deja tranquila! Siempre quiere algo de mi. «(En- tra en Ja casa! {Quita los pies de la silla! jNo dejes nada en el plato!» Y en ninguna parte puede uno sentarse tranquil porque va de aqui para alld limpiando el polvo y Jas manchas. —yTambién te dice refranes? —pregunt6 el doctor. —=-Cémo lo sabe? —pregunté Susi sorpren- dida. E] doctor murmuré: Yo también tengo una tia abuela! El doctor lamé a mamé y le dijo que Susi era totalmente normal, No ie habia encontrado nin- guna perturbaciGn. Mamé se alegré mucho. Et doctor también dijo que Susi no volveria a escri- bir «madre, madre, madre», y afiadié: —Sefiora, yo puedo tratar enfermedades men- sales, pero cuando las dificultades tienen su ori- gen enel medio ambiente, y este ambiente no se puede cambiar, no hay nada que yo pueda ha- cer. Mamé lo miré confundida y pregunté: —{Qué quiere decir con eso, doctor? — Se refiere a la tia abuela Alicia! —exclamé Susi. Mam fa mir6 atin mas confundida. El doctor sonrié y asinti6. Entonces mama pagé la con sulta Susi dijo con excelentes modales: —jHasta Ja vista, doctor! —Esperemos que no —suspiré mamé. Susi le tendié ia mano para despedirse y pensé: «Ha recibido un magnifico honorario s6lo por haberme dicho que también tiene una tia abuela que dice refranes». | CAPITULO Vit ae La monotonia de los dias que siguieron fue total. No hubo cambio alguno. Susi no visits a papa, pues éste salié de viaje de negocios por tes semanas. El tio Johnny se ofrecié a llevarla a comer, pero no acepts porque ya lo habia hecho una vez y se habia aburrido mucho. Ei tio Johnny invité, en esa ocasién, a una seftorita que no te gusts. Tenia las ojos atin mids azules y el pelo atin mas rubio que la tia Irmela, Con seguri- dad venderia en un solo dia todas las exisiencias de la tienda de la abueta, Después del almuerzo, Susi le dijo furiosa a Temi: —Tenias que haberlo visto. jMiraba el plato como el perro de los Meier mira wn hueso! Inmi también habja ido una vez a comer con el tio Johnay y la sefiorita de las zanahorias, y estuvo de acuerdo con Susi. El tio Johnny era demasiado bueno para una mujer asi La Navidad se acercaba, y la tierra estaba fria y huimeda. Habia nevado ura vez, pero el pai- saje atin no estaba blanco. Susi sintis la cercania de la Navidad, especial- mente por el comportamiento de la tia Alicia. ‘Aseé con mayor fervor la casa y comenzé a homear dulces navidlefios. Las galletas olian de- licioso. Y aunque la tia abuela horneaba tantas galle- tas como para alimentara todo unasilo de nifios, no dejaba que probaran ni una sola. ‘La tla Irmela decia: —Sabes, Susi? La tfa empaca todos los dulees duros como piedras y los lleva como regalo a los niflos pobres. —{Ha sido la tia abuela' siempre tan comica? La tia Inmela prendié un cigarrillo y dijo: —Esa es una pregunta que me ha quitado el sueho en muchas ocasiones. La tia Irmela abrié el armario, sacé un album | grueso de fotografias y lo abric. —Mira esta fotografia —le dijo a Susi Susi miré la foto cuidadosamente. En la foto { habfa una joven que podia ser la tia Irmela. Claro, si no tuviera puesto un vestido tan pa- sado de moda y el peinado no fuera tan extrano. 98 —jEres ti? gEn un baile de disfraces? —pre- gunt6 Susi —Es la tia abuela —dijo la tia Irmela y cerré el Album de nuevo. Susi tomé el album. Buscé la pagina con la foto dela tia abuela, y la miré fascinada. —gDinde tiene la barbilla de carnicero? Le salié més tarde. Y Jos ojos azuiles se le han vuelto mas aguados y més grises con los afios, el busto se le ha aplanado y el vientre le ha crecido. Ha sido tan despacio que nadie se ha dado cuenta —Ia tia Irmela apagé el cigarrillo y continué—: En veinte afios yo también me veré asi y tus hijos preguntardn: «;De dénde ha sa- cado la tia esa barbilla de carnicero?» En esos dias le dieron las calificaciones a Susi. --iTengo muchos dieces, un nueve y ningin ocho! —dijo. Era verdad. Tenfa diez en gimnasia, en canto, en dibujo y en religion. Y és son muchos die- ces. Tenja un nueve en conducta, No tenia ochos, pues en todas las demés tenfa seis, y en inglés tenia un cinco. A Susi no le preocupaban las calificaciones. Habia aprendido muy poco, pero de akora en adelante aprenderia mas y sus calificaciones me- jorarfan. Gracias a Dios nadie la reproch6. Todos sabian que habfa tenido «transtornos animicos», ¢ incluso los profesores fueron muy amables con ella. Salamandra de Fuego estaba encantado con 99 Jos trabajos de alemn, Incluso la frase més sine ple lo emecionaba. Desde la consulta con el psicdloga, Susi no habia vuelto a escribir una sola vez la palabra wmadres. Ni siquiera en acasiones en que hu- biera sido imprescindible escribirla. Susi e Irmi estaban acostadas y mama vino a la alcoba. Les dijo que habia tomado ura deter- minacién, aunque no sabfa cémo decirsela a la abuela y a {a tia abuela: —Nihas, este afio celebraremos, por primera vez, la Navidad. Yo o6 que a ustedes no les gustan muchas cosas de esta casa. El arbol de Navidad, la tia Alicia... y puedo entenderlo. Por eso he pensado., ~iQué has pensado? —Susi salt6 de fa cama Por un momento tuvo la tonta idea de que mamé querfa pasar fa Navidad en compatiia de papé en Alsergrund, pero esa idea no se le habia ocurride a mand. Sin embargo, la idea no era mala Nos inemos a alguna parte en donde haya nieve. Voy a tomar vacaciones. Tengo los ner- ‘vios a panto de estallar y Susi también necesita sun descanso —Y yo necesito un nuevo pantalén de esquiar yuna chaqueta —exclamé {rmi. Mamé estuvo de acuerds. Susi pregunts si podrian llevar los regalos de Navidad 100 —iClaro! —explicé mamé—. Saldremos el ptimer dia de vacaciones. Luego Susi se senté en la saia y comenzé a hacer una tarea de geografia. Escribid: | Nuestra patria es el corazén de Europa. Los | Alpes ciubren dos tercios de ella. Tenemes los Alpes del norte, los Alpes del sur y los Alpes centrales. Estén separados entre si. Unos son caledreos, otr0s som de granito y otros glaciares. Ademis, el Danubio atraviesa innumerables cam- pos y cultivos. Se cosecha mucho vino. Pero tos mineros no tienen mucho de qué reirse. Tam- bién tenemos acero, telas y fabricas de azticar, pero vivimos del turismo. Ama a mi patrial La tiltima frase no era estrictamente necesaria, Pero Susi opiné que una frase asi siempre era apropiada, porque era un belie final y porque a los profesores Jes gustaba que uno amara la Patria. Ahora tenia que hacer la tarea de matemati- { cas, Era muy diffcil dividir nimeros de cuatro cifras por ntimeros de tres cifras. Con las piernas en alto y en una silla coja, era atin més dificil. Tenia que levantar las piernas porque la tia abuela estaba de nuevo encerando el piso. La tia abuela ya Io habia encerado, pero por la tarde brillé el sel a través de la ventana y se vieron algunas imperfecciones. 101 Susi se habie vuelto un poco més tolerante con la tfa abuela, pues sabia que pasaria la Navidad sin ella, Incluso estaba dispuesta a ir a buscar los trapos de untar la cera. Después le ayud a la tia abuela a limpiar la alfombra, y ademés se ofrecis a limpiar con aceite las teclas det piano, lo cual era divertido. Uno podia producir las melodias més horribles, con la excusa de que una tecla tenfa una mancha, Después la tfa abuela ie ayudé a Susi con la tarea de matematicas. {Cuéntas veces cabe quinientos ochenta y cua- tro entre tres mil ochocientos ochenta y cinco? Podria caber siete veces, podria ser también seis. Tenfa que pensarlo con cuidado. Pero la tia abuela contesté sin dudarlo: —Naturalmente cabe ocho. Susi dedujo que cabia siete veces y tuvo éxito. La receta siempre funcionaba: Siempre uno me- nos de lo que opinaba la tia abuela y la division salia perfecta. —iSiempre has sido asf'de buena para divi- dir? —pregunté burlona Susi —Lo que no aprende Juianito, no lo aprende Juan —respondié la 1a que en ese momento se sintié adulada Susi miré a Ja tie Nena de preocupacién. Se acordé de la foto en el Album de la tia Irmela Traté de descubrir ios rasgos hermosos del pa- sado en su rostro, pero le fue imposible. a2 | Por la tarde, Susi e Irmi fueron a la boutique Soho-Lady. Tenfan una cita con mamé, que sal- dria una hora més temprano. Irfan a la agencia de viajes a buscer un lugar para las vacaciones de invierno. Aunque mama prometié salir de la boutique a las cinco y media, se demord mucho més. Susi no podia dejar de moverse porque estaba ha- siendo un frfo terrible, Haba olvidado los guan- tes y aunque el abrigo tenia piel en los bordes, no tenfa bolsillos. Ademds, necesitaba ir al bao, —iSiempre tienes que ir al baiio! —dijo Irmi, ~—Pero no hay ningtin bafio cerca ~Entremos y busquemos a mamé —sugiris Inmi—. En la boutique tiene que haber un bao, Entraron en la boutique, que tenia varias deco- raciones navideitas. Habia un enorme pino adomado con chales, gorros y cinturones. Del techo colgaban estrellas platedas, y se escu- chaba la cancién «jingle Bells, Jingle Bells, Jingle all she teay..» No se sentian cémodas alli, Todas las paredes estaban cubiertas de espejos. En el espejo de la derecha uno veia el espejo de la izquierda y alti de nuevo el de la derecha. Ademis eran ligera- mente curvos para que las sefioras se viesan mas delgadas. —Esia tienda es como para volverse uno loco ~3€ quuej6 Susi. Luego se tropezé con una espe cie de carretilia rosa lena de blusas, gue no 108 habia visto porque la luz en Soho-Lady era tamn- pién color rosa. Qué desorden! —exclamé Sust. Paso la ca sretilla en su lugar y acomods las blusas. Irmi se etuvo ante una montaia de pantalones. Tité de j la pierna de uno, lo sacé y declaré que era | precioso. : {Por qué no cuelgan la ropa ordenada- [ mente? —pregunt6é Susi, Porque la han transformado en una boutique inglesa —dijo Irmi En ese momento Irmi dio un grito estridente, Susi salté sobre una montana de vestidos y atva~ vesé wn bosque de cinturones hasta legat a donde su herman, Pens6 gue Irmi estaba er peligro, Sin embargo, el grito habia sido de ad- tniracign. lrmi tenfa en la manoalgolargo y muy colorido. Susi alcanzé a ver quesse trataba de un vestido largo. —Un patchwork —gimid Irmi. E] grito de Irmi llamé la atencién de una vendedora de cabello negro largo partido pot la mitad, que salia de una fila de abrigos de cuero y chaquetas de jean. Sonrié fingidamente. Al reconocer a Susi y a Irmi dej6 su sonrisa se- ductora y Jes sonrié amigablemente. Les dijo gue mamé todavia no podia atenderlas, pues tenfa que hablar por teléfora con uh pro” ductor importante de blusas tipo ejércita de Graz. 14 —Pero tenemos que ir a la agencia de viajes dijo Susi La vendedora encogié las hombres come di ciendo que io sentia. Susi estaba junto a una mesa sobre la cual habia una gran cantidadi de camisetas. —Pero si aqui hay més ropa de la que se necesita —dijo Susi La vendedora repuso: ~Si, pero no todo esté a la moda. Susi sacé det montén una camisa verde con tuna estrefia rosa en el pecho y preguntd si estaba pasada de moda. La vendedora dijo: ~En la primavera fas estrellas estaban de nada. En verano tadas eran del Che Guevara y en otoho de Charlie Brown jAhata quieren ca- misas del ejército! Susi pensé en su tinica blusa a rayas blancas y rojas. La vendedora queria cerrar la puerta de Ja tienda, pero en ese momento entt6 una sefiora ~ZNo podria haber venido este tonel un poco antes? —la vendedora susurré entre dientes mientras sonrefa seductoramente. La sefore afirmé que sélo deseaba una pequefiez. Tal vez una blusa bonita, pero no sable, por desgracia, qué estaba de moda, Fra para su sobrina, La vendedora continué sonriendo seductoramente. ‘Tomé la camiseta con ia estreila y le dijo que era Jo ultimo. La dama no estaba segura de que la 105 talla fuera la apropiada para su sobrina. La ven- dedora Je aseguré que fe quedaria pertecta, asi que la dama page la camiseta y la vendedora la guardé en una bolsa de plastico. La vendedora dijo que si jlegaba un cliente mas le daria un ataque, Cerré la puerta, y Hevd 2 Susi y a Irmi a la oficina de Ia boutique. Las paredes estaban sucias y grises, y del techo tan sélo colgaba una bombilla. Mamé estaba sen- tada en un escritorio viejo, y hablaba por telé. fono sobre las camisas de Graz. Aparentemente todas las camisas que Uegaron eran talla 46. Por fin dijo: -—jHasta pronto! Sin embargo, era muy.tarde para ira la agen- cia de viajes. Mama tomé su abrigo. Se veia cansada. —dlremos mafiana a la agencia de viajes? —pre- gunts Susi. ~Seguro— dijo mam, pero no sonaba muy. convincente. Al dia siguiente tampoco fueton a la agencia de viajes. Hacia el mediodfa, mama lamé para decir que tendria que trabajar dos horas extra Mira, tesoro —Ie dijo a Susi por teléfono—. Asi me pagarén més dinero y en Jas vacaciones podremos comer en restaurante todos los dias. Al dia siguiente tampoco padieron ir a Jz agencia. Mamé tenia dolor de muielas y tuvo que 106 ir al dentista, Susi entendié que un dolor de mudlas no podia esperar. Sentada sobre la cama, Susi se preguntaba qué le regalaria de Navidad a mamé, a papé, a irmi, al tio Johnny y a la tia Irmela, Susi buscé dinero. En el bolso rojo encontrs, algunas monedas y en el bolso de cuero oitas. Sin embargo, no encontré el billete que estaba ‘ooscando, Sabla queo tenia guardado en un libro entre la pagina 104 y 105. Pero, gen qué libro? Busc6 en todos los libros, pero no lo encontr6, Entonces se acordé de que habla comprado un prendedor y un cinturén de cuero. Pero, ;dénde’ tenia el prendedor? También se le habia per- dido. Su capital consistia en unas cuantas mone- das que no le alcanzarian sino para el papel de regalo. Tendrfa que hacer como todos los-aitos. Le pedirfa dinero a papa para los regalosde mam ¢ Inj. A mamié le pedira para papé e frmi, Con el dinero que le sobrara det regalo de Irmi, le podria comprar algo al tfo Johnny ya la tia Irmela. Aliviada por la solucién al problema, salid de la habitacién. Se desliz6 por el corredor y observ si habia alguien en la cocina. Abrié el refrigerador grande. El tercio inferior estaba IReno de las cajae de galletas para la Navidad. Tomé una grande. io7 Abrié la puerta de la cocina y sali6 al jardin. Cruz6 la cerca de la casa de los Meier. Alli nadie horneaba galletas navideias desde que la sefiora Meier se habia ido. Nadie sabia dénde estaba la madre de Beni. La tia abuela dije que Meier la habia llevado al manicomio, y la abuela dijo que se habia ido con otro hombre. Lo tinico cierto era que hacia cinco afios no vivia alli. Susi le habia preguntado a Beni por su mamd, pero Beni le habia dicho que eso no era asunto de ella. Susi costié por el jardin de los Meier, a través del surco de los tulipanes, ahora vacio, hasta Ja ventana de Beni, y tocé. Siempre entraba por la ventana Beni estaba haciendo un regalo de Navidad para su padre: Una tampata de pie, El pie era un viejo cafién de escopeta sobre un bloque de yeso. y la caperuza un canasto. Susi admiré el pro- ducto final: —iBeni, en fa tienda de la abuela una cosa asi cuesta una fortuna! Beni se sintié orgulloso, Dijo que en el futuro, cuando formaran una sola familia, fabricarian cosas para la tienda de la abuela. —Nos haremos ricos —dijo. {Tu padre no es rico? —pregunte Susi —Si es rico —respondié Beni—, me lo ha ocultade cuidadosamente. —Seria buenc que marné consiguiera un es- 208 +, ke pose rico —aclaré Susi—. Asi no tendrla que trabajar en Soho-Lady. Beni estaba claveteando ta pantalla de la lém- para de pie, Se sacé tres clavos de ta boca antes de contestar: —iNo! jEso esta descartado! Ella tiene que trabajar. Si la tengo que ver aqui todo el dia dando vueltas, ime enloguezco! {Por qué hablas asi de maié? —dijo Susi indignada— zAcaso no te gusta? —A mi no me gusta ninguna mujer. Ninguna {Por qué quieres entonces que mi mamé se case con tu papa? —Para que te vengas z vivir con nosotros. —Lo siento, pero yo también soy ura mujer —aclaré Susi decidida Beni se golpes la frente.y difo: Boba! TS eres una criatura —iPerc una criatura muy mujer! —exclams Susi. Beni grité: —jAcaso tienes busto? ;Tienes uiias lacadas? iTienes un trasero que se contonea? ;Pides cons- tantemente dinero a un hombre? :Te compras vestidos todos los dias? ,Chillas todo el tiempo porque alguien te ha ofendido? Susi negé cada una de estas preguistas. —iFintonces no eres una mujer! Susi sabia que Beni tenfa ideas erradas sobre las mujeres, Por e60 se involucré en una larga 109 discusién sobre las mujeres. Al fin terminaron, haciendo un pacto. Beni acepts que no todas las mujeres eran iguales, y Susi acepté que habia. | mujeres como Beni las pintaba. —zAlguna novedad sobre nuestro plan matrimonial? —pregunté Beni. Se referia al ca. 4] sattiento del sefior Meier con Carolina Kratoche: wil. Beni lo habia pensado todo cuidadosa mente. Como la araiia en la tela, se debia esperar | la oportunidad mas apropiada, y Beni ya habia vislumbrado esa oportunidad: Ni més ni menos, que las vacaciones de Navidad de las Kratoch- wil, —Bajo el érbol Heno de luces se aprenderan a amar —le juré Beni a Susi. En Ja mesa de Beni habia un cuaderno en blanco. No tenia nada escrito porque se trataba. de un plan secreto. Pero dentro del cuaderno | habia una hoja con un plan detallado. Susi lo | estudié. Decia asi: ‘Meier y Meier — Susi, irmi, C. Kratochawit 1. Encuentro: vacaciones de Navidad. 2, Lugar: Hotel El Gamo Verde. 3. My M vigjan del 23.22 af 31 Susi debe porrerse de acuerdo sobre las mismas fechas. 4, Susi debe convencer a C. Kratochwil de ira El Gamo Verde. 5, Lo dems se in presentando en Stoder. no Susi cerré el cuaderno y fruncié ei cefo. —iMira esto! —murmuré—. Susi debe, Susi debe, Susi debe, y ti, gqué vas a hacer? Beni dijo: —No seas asi. Hoy he hecho un montén de cosas importantisimas. Susi lo dud6, pero Beni exclamé: —iNo seas tonta! He conseguido habitaciones para ustedes tres en El Gamo. Una con una cama y otra con dos camas, ambas con balcén. jY no fue facil! Todo esta reservado para las vacacio- nes. Lo pude hacer porque papa y yo vamos a El Gamo Verde hace seis afios, dos veces por ato. La duefia me dijo que sélo lo hacia por «amor a te. —Cémo pudiste hablar con la duefa? El ho- tel esta en Stoder y no en Viena. —La he telefoneado. —{Qué? {Has hecho una llamada de larga distancia? —iY por qué no? ;£s0 lo puede hacer un nifio! Susi estaba encantada de tener a un hombre de mundo come hermano, pero la rapidez de Beni le preocups un poco. No debié haber reser- vado los cuartos, ¢Qué harian si mama no queria ir? Beni la tranquilizs: He preparado todo perfectamente —sacé un montén de foltetos de debajo de la cama, Por Jo menos quince. Ww —Hloy par la noche se tos das a tu mamé. Le edices que le querias evitar la biisqueda y que afssiste a siete agencias de viajes distintas. Susi hoje6 10s folletos. Habia pistas de esqui, bosques de abetos, casas tirolesas, profesores de esqui y pistas de baile en todos. —~2Y por qué tengo que darselos a mama? —pregunt6 Susi confundida. —Porque escogera uno de estas hoteles. Mira Hotel Schrepferberg: Sauna, piscina con agua caliente, bar, pista de esqué propia, cinco comi- das, cuattos can balcon, ban... Mira bien, tonta Beni le mostrs la tltima linea del prospecto. Alli estaba escrito: siete dias, pensién completa, todo incluido: 2509 chelines, pero Beni habia borrado los 2500 chelines y habia escrito con Jetra gruesa 3500 chelines. Yo mismo lo iinprimi con la caja de tipos ~aclaré onguiloso Beni—. iY se ve estupendo! Has cambiado el precio en todes las folle- tos? —-pregunté Susi asombrada. Temfa gue es0 Mamara la atencidn de mama. —~iNo naci ayer! La mayorfa de los hoteles son tan cares que de todos modos no podrian ir a cellos. Los caros Jos he dejado como estaban. Entonces Beni le pregunté a Susi si Jo habia entendido todo. Susi afirmé con ta cabeza y dijo: —iSi, jefe! Y ahora me voy a casa. Cuando mama legue le entregaré los folletos. Le diré que quise evitarle problemas. Mamé riraré los 12 folletos y se asustaré con los precios. En ese momento cuento que hay una amiga de Ia es- cuela que va todos las afios en Navidad a una pension preciosa, barata y muy buena en un sitio perfecto, jcorrecto? Beni asintis y dijo: —Eso serd suficiente por hoy. Muchas cosas a fa vez podrian estropear el negocio. Puedes di citle que mafiana Je preguntards a tu, amiga acerca del lugar al que ellos van Susi tomé los prospectos y abrid la ventana del cuarto de Beni. Estaba a punto de saltar. —Dime —Beni la contemplé de cesea—, gpor qué tltimamente siempre saltas por la ventana? La casa tiene una puerta smuy amplia. Susi ya tenia una piemna del otro lado. Vaci- lando le dijo: —No Ip sé Posiblemente porque es mds ré- pido, --No es ms répido. Ademas yo siempre tengo que cerrar [a ventana Susi se asomé por la ventana hacia el cuatto: ~Siempre entro y salgo por la ventana para levarie Ia contraria a los demas. ;Adiés, seior Meier! CAPITULO vm {El plan de Beni era de primera! Susi nunca se imaginé que funcionarfa tan bien. Mama esteba feliz de que le hubiera evitado el trabajo de buscar hoteles. Susi no dejaba de hablarle a mam acerca de las mil ventajas de Stoder y de «Ei Gamo Verde». En un momento, casi todo se echa a perder, pues mamé decidié Hamar de inmediato a los padres de la amiga de Susi que siempre iban a Stoder. Querfa informarse con gran hujo de deta- les. Sin embargo, Susi manejé la situacian 2 las mil maravillas, Fue al teléfono, dijo que iba a marcar el nimero de los Pribil y marc6 el nie mero de los Meier. Beni contesté. Susi dijo: —Buenos dias, senot Pribil. Mamé quisiera ypablar con usted —Beni reconocis la voz de Susi y lke dijo que dejara de hacer bromas pesadas, pero Susi siguid hablando tranguilamente: -Luisa me ha contado en la escuela tantas cosas buenas de Stoder que mi madre, mi her- mana y yo queremos viajar alld, Mamé quisiera hablar con usted para conocer ras detalles al respecto. Entonces Beni entendié de qué se trataba. —Pésamela. Tendré un estilo muy Pribil =Aaijo. Gracias, sefior Pribil —dijo Susi y le hizo tuna seffal a mama para que pasara al teléfono. Mama tomé el auricular. Susi sentia que el corazén s¢ le saldria de! pecho. —iQué amable de su parte, sefior Pribil! Pero no se moleste, por favor... Bueno si usted fuera tan amable de encargarse de todo le quedaria muy agredecida —dijo mamé. Entonces mam colg6 y dijo que el ser Pribil hablaba de un modo un poco raro, pero que era encantador. Habis prometico conseguir habita- Giones, pues en Ei Gamo Verde toda estaba re- servado. 2Y cémo sabremos si consigue las habita- ciones? —pregunt6 Susi, fingiendo. —El sefior Pribil se lo diré a su hija, y ella te fo Gira a ti, Susi se puso feliz y sonrié mientras pensé en los pobres Peibil, que en ese momento estaban todos en cama con gripe. 116 Dos dias may tarde, Susi le trajo a la mama ana tarjeta de parte del sefior Pribil en la cual describia varios aspectos de Stoder y de El Gamo Vere. Ademés aparecia la confirmacion de las reservaciones. Como era natural. mama quiso telefonear in- | _ mediatamente al seiior Pribi! para agradecerle. Como Susi sabia que Beni no estaba en casa, evité la Hamada diciendo la verdad: —El sefior Pribil esté en cama con gripe mam no quiso molestarlo, pero le pidié a Susi quele prometiera que al dia siguiente le daria las gracias a la hija del sefior Pribil. Susi lo prome- tié, Ademis le dio a Susi una pequefia bombo- nera que el jefe de Soho-Lady le habia dado y le pidid que se la obsequiara a la hija de Pribil, Susi le Hlev6 los bombones a Beni. Todos quedaron contentos, excepto Inmi que no queria ir a Stoder. Ella se habia enamorado de un folleto de Kitzbithel, més exactamente del bronceado instructor de esqui que aparecia en una fotografia. Sin embargo, Irmi sabia que Kitz- bidhel era demasiado caro, y Susi estaba tran- quila pues sabia que los precios de Kitzbiihel no habian sido modificados. r ‘Todavia quedaba una semana para Navidad. Ini escribid una lista larguisima enumerando todas las cosas que necesitaria para el viaje Mamé trajo dos pantalones de esqui sensacie- | aw A nales de Soho-Lady, dos gorres preciosas para la nieve y dos chaquetas. También envid un pago para cancelar e] valor de la estacia en el Gamo. Sélo faltaba una cosa por hacer: no le habia dicho a Ja abuels, a la tia abuela ya la tia Irmela que iban a viajar. Era evidente su falta de con- fianza. Sabla que ia abvela y la tfa abuela se opondrian. Ambas cansideraban la Navidad como una gran fiesta familiar en la que toda la familia debia permanecer unida, En el pasado, Papa y mamé tuvieron una pelea porque papa se nneg6 a celebrar la Navidad con la abuela. En esa ocasién, mama dijo: Yo iria con mucho gusto, pero Fred no quiere. La abuela y ia tia abuela se enfadaron con Fred y compadecieron a mamé. En esta ocasién las cosas eran muy distintas Porque mamé no se podia escudar en papa Sin embargo, el asunto no podia seguir dilaténdose. Llegé la noche, todas estaban sentadas a la mesa grande de la cocina y comian tan s6lo papas | guisadas con pepinos agrios. La tfa abuela opind que si uno comia frugalmente antes de las fies- tas, la cena de Navidad sabria mucho mejor. La tla abuela estaba hablando de la cena de Navidad. Se preguataba si debia comprar un pavo de cinco 0 de seis kilos. La abuela queria uno de cinco kilos, pero la tia abuela queria uno de seis. us Si no nos lo comemos todo, guardaremos para el dia siguiente lo que sobre. Lo comeremos frio —djo. La abuela asintié con ia cabeza y le dijo a mamé: —Con mayonesa, Eso te gusta, zcierto? Mam tragé saliva, Se aclaré la garganta y aijo: —Las nifias y yo no estaremos aqui para la Navidad. Vamos a ir a esquiar. ~iCémo? —asombrada, la tia Irmela se tragé ‘medio pepinillo de un sélo bocado. —iCarolinal —exclamé la abuela~. jNo lo estards diciendo en serio! Eso no tiene sentido! iDi que es una broma! Mama dijo que era en serio. ~Eatonces, Carolina —se quejé la tia abuela—, épara quién encargaré et pavo, para quién hor- nearé las galletas? \Esto es inaudito! {Es que ya hotienes sentido de familia? ;Te quedas en casa, Carolina! No vas a viajar bajo ninguna circuns- tancia, ;Te lo prohibo! En ese momento mamé explots. Grito que tenia derecho a una vida propia porque tenia teinta y cinco aftos y ya no era una nifia, Grité que necesitaba un descanso y ese descanso sélo lo encontrarfa en Stoder y en El Gamo Verde. Dijo que no tenia nada en contra de la abuela ni de la tia abuela, pero que sus pobres hijas, sus hijas sin padre, también necesitaban unas vaca. he iones, pues nunca habian tenido unas vacacio- nes de verano normales. Dijo entre sollozos que no queria que Susi tuviera otro ataque de ner- vios, y concluyé sonandose la nariz: —jEso es todo! ;Viajo con las niftas a Stoder a E] Gamo Verde! No hay discusién. Las habita- ciones ya estén reservadas. La abuela se puso de pie y abandoné la cocina, seguida por la tia abuela Alicia. La tia Irmela se quedé sentada y le dijo a mama —iCarolina, te admiro! Eso es lo que he que- tido hacer desde hace diez afios y nunca he tenido el coraje para hacerlo. Mam estaba palida. Afirmé que era la pri mera vez que hacia algo en contra de la voluntad de su madre, pero la ta Irmela dijo: —No. Con Fred te casaste en contra de su voluntad. Mamé murmuré mientras guardaba el mantel de la mesa que, a propésito, estaba bastante raido: —Pero he dado un paso atrés, —Lo cual fue una bobada maytiscula —dijo la tia Irmela. La tia Inmela opiné que ella no se hubiera separado si hubiera tenido un maride como apa. cea As ete Uae Ua a; pensé Susi. «Ain més lindo que los ojos azules y que los hoyuelos. La tia Irmela es capaz de defender 120 2 papa a las mil maravillas». En ese momento dijo: —No todos los hombres son iguales, jgracias a Dios! ¥ td, Carolina, también tienes tus defec- tos. No menos que los defectos de Fred. Susi oyé la conversacién con gran satistac- ci6n. Se sentia atin més satisfecha al darse cuenta de que mamé no la contradecia en nada. Por et contrario, suspiraba y decia que la vida era muy dificil. La tfa Irmela dijo que nuestras vidas eran tan dificiles como nosotros queriamos que fue- ran, Irmi asintié como si entendiera. Susi aban- doné la mesa. Iba a donde Beni, En esta ocasién utilizé la puerta. Camin6 por el sendero de gra- villa, y pass frente ala ventana del comedor que estaba iluminada, Alcanz6 a ver ala abuela en la sala de estar. Susi dijo sofocando la risa: —ilquierda, dos tres, cuatro, media vuelta! ‘Marche seitora sargento! jSefiora sargento, esta vez ha perdido ta batalla! Si Susi tan sélo hubiera sospechado las deter- minaciones a las que la sefiora sargento llegaria, se hubiera desmayado. Peso Susi no podia leer sus pensamientos. Corrié feliz hasta la cerca y el Perro le salié al encuentro ladrando alegre- mente. El sefior Meier estaba en el jardin, Con- Versaron sobre el mejor momento de sembrar los fubérculos de los tulipanes. Susi pensé que era hora de conocerlo mejor, y para eso, en los tilti- mos dias, no desaproveché oportunidad de L. tr charlar con él. Hasta el momento te caia bien, pero habia algo que atin no tenfa muy claro: Lo lamarfa «papé», «tion 0 «sehor Meier»? «Paps» estaba excluido porque ya tenia uno. «Seftor Meier», le parecia demasiado formal, y «tf» era muy tonto. Entonces Susi le pregunté: —iSefior Meier, cme es su nomire de pila? El respondié: —iBenjamin! Si no fuera ast, ;de dinde habia sacado Beni ese nombre tan absolutamente im- bécil? —Benjamin es un nombre bonito —dijo Sust, ¥y entré corriensio en la casa. Le pidi6 permiso a Beni de llamar Benjamin al sefior Meier. Bers la autorizé inmediatamente. . Como se habia insinuado anies, la abuela, en su ir y venir por la sala, habia tomado una decisién. Sin embargo, la mantenia en secreto y andaba silenciosa por toda la casa. Irmi dijo: —Ha decidido desheredarnos. —2Es eso malo? —pregunté Susi. Irmi no tenia ni idea si era malo o no. —Creo que mamé debiera haberse quedado con papé porque aqui también hay muchas pe- leas. “Tres dias antes de Navidad papé regresé desu viaje de negocios. Susie Irmi fueron con é a comprar los regalos de Navidad. En este mo- a mento ban caminando por una calle con mu- chas tiendas. Lovia, nevaba levemente y so: plaba un viento molesto, Papd habia ganado una buena cantidad de dinero en un negocio y estaba muy generoso con los regalos. Incluso le comprs un regalo a Beni: Un cinturén de policia esta- dounidense original. Lo Uevaba puesto para probarlo. —{No tienen nada para la sefiora sargento? —pregunté papi. Susi e Imi no habfan pensado en comprarle nada a la abuela, pero un paseo de compras. tenia buenos efectos. ;La Navidad era la. época de hacer Ja paz! Tenfan que conseguir un regalo para la sefiora sargento, pero qué? Irmi tenia una buena ides: Conocia una tienda lamada «Hufnagel & Hufnagel» y alli era donde la abuela compraba toda su ropa. La sefiora Huf- rnagel debia saber lo que le gustaba a la abuela. Hufnagel & Hufnagel no tenia nada en comin con Soho-Lady. Del techo de madera colgaban dos ldmparas lujosas y grandes, dos medianas y tres pequeiias. Los vestidos estaban colgados ordenadamente en barras detrés de cortinas de terciopelo. Era tan silencioso como una iglesta vacia. Las nifias y papé se quedaron como para- lizados sobre una algombra persa. Papa tosié levemente, intentando atraer la atencién de una vendedora que descendia por una escalera de madera, cubjerta con un tapete 123 marrén oscuro. La vendedora era de proporcio- nes enormes: tan alta como papé y el doble de gorda. Llevaba un suéter blanco bordado con perlas. Sus cabellos de color té formaban una moita sujetada con ganchos. Se trataba de la sedora Hufnagel en persona. Tras ella venian dos vendedoras de verdad. Eran delgadas, pe- queftas y grises como ratones. Papé quedé im- presionado, Entonces le explicé a la sefiora Hufnagel que él era el yerno de Ia senora Buchinger y que queria algo para ella, Al oft «yerno», Ia sefiora Hufnagel levanté las cejas por lo menos dos centimetros, Era evidente que estaba informada sobre las relaciones familiares de la casa Buchin- ger. Las vendedoras grises permanecieron aleja- das de papa. ‘La sefiora Hufnagel trajo un chal de seda gris claro con tosas grises oscuras y hojas lilas. Tenia un borde ancho y negro que a Susi le parecié espantoso. Un cantén de rosas de granito —dijo papé. La sefiora Hufnagel lo tomé como un cum plido y de repente fue mas amable, Incluso pidié un favor a papa —iF! sefior yerno ha venido en automévil? Entonces le pregunté a papa si él podria lle- varle unas cosas @ las sefioras Buchinger para que no tuvieran que hacer un viaje a la ciudad. 14 —ZQué cosas? —pregunté Femi —La ropa de esquf —aclaré la sei gel —iDebe de ser un error! —exclamé Susi _La senora Hufnagel negé con la cabeza y les hizo una sefial a las vendedoras grises que vinie~ ron al momento. Regresarox de inmediato con dos pantalones de esquiar, dos bastones de es- qui, suéteres, gorras y bufandas. La mitad de las cosas eran rosadas. La otra mitad, azul cielo. La sefiora Hufnagel dijo que eran rosé, y blew; dijo que las blew eran para la abuela y las rosé para ta distinguida sefiorita Alicia. Luego otra vende- dora gris trajo una montafa de ropa de seda verde. —Esto es para aprés-ski —anuncié la sefora Hufnagel. Extendié dos pijamas de seda bordados con rosas de nieve. Tomé una de las chaquetas por la parte més ancha y susurré: —iDernier crit ;Veild! —y aiiadié—: No estoy segura de que en uma aldea tan pequefia como Stoder exista algo de la categoria de este modelo de haute couture. Susi lo entendié todo. No le dio rabia en abso- luto, pues rabia tan grande como la que le debia haber dado, no existe, Papé tartamudes que no tenia espacio en el Auto para esas cosas. La sefiora Hufnagel io mir6 indignada. Irmi salié corriendo de la tienda y yra Hufna- 125 Susi corrié detrés, Papa pags el chal de rosas de granito y también salié corriendo. Corrieron uno detrds del otro hasta e? auto, Al encender el motor, papd pregunt6: —{Puedo hacer algo por ustedes? —Consigueme un arma —dijo Irmi. —Matar abuelas y tfas abuelas esta prohibido —dijo papa —iMuy gracioso! —grité Irmi. Papé las Hevé a casa de la abuela. Susi e Irmi sintieton que debfan despedirse de él en una forma especial pues no lo volverian a ver hasta después del viaje. A Imi no se le ocurrié nada afectuoso y dijo: —iFeliz Navidad, papa! —y anacié— Has hecho a tus hijas misteriosamente felices. Mejor Ge lo que nos va, 0 nos podria ir. jMuches gracias! Agarré como pudo todos los paquetes, se bajé Gel auto y dio un portazo Susi permanecié sen- ay susurré: —Papé, Inmi no queria ofencerte “Tienes razdn —tespondié papé —2Cémo vas a celebrar ta Navidad? —pre- panto Susi —No voy a celebrar nada —dijo papa —iMaldita basura! —murmuré Susi. Casi nunca decia cosas asi, pero sabia que decir eso le ayudaba a detener las lagnmas. —Ya es tarde —dijo papa 126 Susi asinti6, Se bajé del auto. Papa ba'é ei vidrio de la ventanilla y le grité: iQue te vaya bien! Entonces arranc6 Susi pensd: «Maldita sea, otra vez! jQué frase tan tonta! iQue te vaya bien! Como si pudiera irme bien. {Como haré para que algo me salga bien?». De vuelta a la casa, enterré la punta de'los zapatos en Ja gramilla himeda y murmuré amargada: —Que te vaya bien, que te vaya'bien, bien, bien, bien. El abrigo de mamé estaba colgado de Ja per: cha: Esto querfa decir que ya habia‘llegado a casa. No habia mucho que hacer en Soho-Lady. El furor de las compras habia pasado, La paz de la Navided era como un iman que atraia a las gentes a su hogar. Susi oy6 la voz de su hermana y fa siguié hasta el cuarto de mamé. Tocé. Antes de que abriera, ya habian abierto la puerta. Imi co- menzé a hacer ademanes y a gritarle amamé. Le dijo de todo: Le dijo que la vida se habia vuelto terribie, absurda e insoportable, y opiné que era el colmo que la abuela y Ie tia abuela fueran a Stoder. Mami dijo que eso no era cierto, pero una vez que escuché la detaliada descripcién de los pre- parativos para el esqui en rosé y bleu, mamé le a7 dio crédito a la historia y aclaré que no podia impedirle nadie, y menos a su madre, ir a Stoder. Precisamente en ese instante la tia Irmela 1g6 a casa, Mama Je grité: —i[rmela, ven aqui, por favor! La tia Irmela se acercé, y mamé le pregunto: —iEs cierto que mamé y Ie tia van a ira Stoder? La tia Lemela asintié con tristeza y dijo: —Yo también tengo que ir. Al principio mama estaba furiosa de que ustedes se fueran y decia que no tenian sentido de familia. Dijo que eso se debia a que ustedes tenian los necvios destroza- dos y que no eran capaces de pensar correcta. mente, ¥ que por lo tanto era su deber cuidarlas. Por ese decidié viajar. Iba a ser una sorpresa de Navidad. Marna se encogié de hombros. —Nifias, no puedo hacer nada. Como? —-grité Susi—. jDiles que quere- mos estar solas! ;Diles que podemos pensar co- rrectamente y que, por favor, nos dejen en paz! ‘Mamé respondié que ella no dirfa eso. Eres una cobarde! —grité Irmi. ‘Mamé exclamé: —iSi, si, soy cobarde! Pero eso no puedo cam- biarlo. Lo he intentado, pero no soy capaz. Ade- més, yo quiero a mi madre y ella tampoco puede evitar ser como es. —Yo tampoco puedo cambiar mi manera de 128 et —dijo Susi y salid dei cuario. La puerta se cerré con tanta feerza, que los cuadros de la pared se movieron, Salio de la casa y fue a ver a Beni. En el preciso momento en que se estaba encaramando 4 la cerca, fa abuela abrié la puerta del jardin. Lle- vaba un paquete. La tia abuela Alicia la siguid, agotada, llevando otro paquete. Debian de ser los esquis. Susi llegé a la ventana de Beni y tocd, Beni abrié la ventana. Susi entrd. Si Susi se fo conta Beni dirfa inmediatamente: «jTienes que impe- dirlo» No entenderia que ella no podria impedirlo. Probablemente Beni desmontaria todo el plan matrimonial, Por eso Susi prefirié preguntarle qué pasaba con un signo negativo en un parén- tesis redondo cuando delante del paréntesis ha- bia otro signo negativo y qué pasaba cuando delante habfa atin un paréntesis cuadrado con otro signo negativo delante. Lo habia planeado bien: Beni se sumis en la cuestidn de los paréntesis y los signos negativos. Susi fingié escucharle. El dia siguiente era el iiltimo dia de clases. Salamandra de Fuego hizo una fiesta de Navi- dad. Cantaron tres villancicos, Salamander pro- nuncié un pequefio discurso y dijo que la Navi: dad no era sélo cuestiin de regalos, sino tam- bign de paz en los corazones. Dijo que dar era 129 mejor que recibir, que el mundo estaba eno de maldad y de guerras y que en eso se debia pensar en la Navidad. Susi se cuestioné si el no recibir regalos cambiaba en algo la maldad y la guerra. No vela relacién alguna. Rebener, que se sentanba detrés de ella, dijo en voz baja: —Bla, bla, bla. Salamandra de Fuego interrumpié su dis curso y le pregunté a Susi y a Rebener por qué susuzraban. Susi callé y mir6 al piso avergon- zada. Rebener se puso de pie y dijo: —iLo que usted dice no tiene sentido, sefor profesor! Se pudo ofr hasta el vuelo de una mosca Todos miraron a Rebener. Hasta Novotny, que se sentaba atrés junto a la calefaccién y se habia dormido. Fl que miraba con més fijeza era Sala- mandra de Fuego. Era el primer caso de rebeldia estudiantil que le habia ocurrido jamés. Rebener dijo lenta y tranquilamente: —Sus sentimientes intimos sobre la Navidad no se los puede untar un pobre al pan. Y por mis fuerte que canie «Noche de Paz» no se convierte Ja nieve en un bario de espumas. Tampoco se ‘oxida un caftén porque en su corazin haya paz. jLa Navidad es un chiste! Rebener volvié a sentarse Susi esperé un grito de Salamander, pero no grité. Tan sélo permanecis frente al tablero, co- 130 7 Jorado como un tomate. Pero no dela ira. Se veta triste y abandonado. Rebener se puso de nuevo en pie y dijo: —No queria herir sus sentimientos, sefior pro- fesor. Salamancra de Fuego dijo con voz apagada: —Yo tampoco queria heritlo, Rebener. Hizo una seftal con la cabeza y dijo: —Acabamos la fiesta. Entonces sali6 de la clase. Susi miré de soslayo a Rebener. No sabia qué pensar de él, A él le daba igual la Navidad. Seguro que le darfa lo mismo si la abuela iba o no a Stoder y si el 4rbol de Navidad tenfa luces ono. Le daria lo mismo que sus padres vivieran- separados? Le hubiera gustado preguntarle eso, pero Re- bener ya se habia puesto su abrigo’y salia de la clase. Novotny se acercé a Susi y le dijo emocionado: —iRebener es todo un tipo! Susi asintié con Ia cabeza. Por Ja noche, Susi hizo la malela. La abuela revel6 st sorpresa especial de Navidad, y mama hizo como si se alegrara. ~Fue una suerte que consiguiéramos otra ha- bitacién en E] Gamo Verde —dijo la abueta—. La dueia nos cedié un cuartito que no suele alqui- lar. Irmela tendré que alojarse en otra pensidn. 13 Susi habia pensado que El Gamo Verde estaba Meno y esperaba, ai menos, estar separada de la abuela por una calle y muchas casas, La abuela reveld, tras haber dado @ conocer la mayor sorpresa, los planes posteriores para | vacaciones. Dijo que seria totalmente absurdo que mam lievara su viejo Volkswagen, y agregé —Mi auto y el de Irmela son mas que suficien- tes —Los dulces de Navidad irdn en el batil de Irmela. Es suficiente con una mateta para cada una —iMi arbol de Navidad iré con nosotras! —Celebraremos en mi habitacién, —Carolina se ir con irmela en ef auto y las nifias iran conmigo —lremos por la autopista hasta Salzburgo y luego iremos hacia Weiler. —La salida es a las once y media Irmela me seguir en su auto. Mamé y Ja tia asintieron en todo. Susi se fue a dormir. Antes de dormirse se acordé de que sdlo habia empacado unos inte- tiores y ni un solo par de guantes. Mientras pensé en ir a buscar més ropa interior y otros guantes, se queds dormida. 332 CAPITULO m Et sol brillaba en la mafiana del 23 de diciembre El cielo era azul y la temperatura era de i4 grades. Soplaba el viento célido de las monta- fas. Susi constaté furiosa que el tiempo estaba Tuy acorde con todo lo demas, Beni y su padre sstieron con las luces del alba hacia Stoder, porque las carreteras eran poco transitadas a esa hora, Beni habla deiado en e! buzon una carta para Susi que decia: Querida Susi, jhasta pronto! Ahora ya nada Puede fallar. Me alegro de antemano, Beni Alas once y media la familia estaba lista para la partida. La tia abuela andaba por toda la casa, vestida de rosé, Revisaba que todas las ventanas estuvieran cerradas y Jas liaves del gas en la posi- ign correcta. Se asegurd de que la calefaccién estuviera apagada y los grifos no gotearan. Ce- 116 entonces la cerradura superior, la de! medio y la inferior. Susi intenté subir al auto de la tia Irmela. Mami le susurré con clesesperacion: —Por favor, Susi. Por favor. Entonces se dirigié al auto de la abuela quien le dio instrucciones: —-No hablar mucho y no hablar en voz alta. iNo comer galletas! jAdmirar el paisaje! |No mover la cabeza de un lado para otro obs- auyendo la visidr, por la ventana de atris! Susi e Irmi asintieron. A la abuela se le podian encontrar muchos defectos, pero nadie podia decir que no supiera condiucir. Vaya si conducia bien! Conducia bien y répido, Demasiado répido para la tia abuela que suplicaba: —iAprestirate despacio, apresurate despe- cio! La abuela declaré que nadie la podria conven- cer de que condujera despacio, Ni la tia abuela ni el BMW que intenté pasarla Poco después de Linz, perdieron de vista el auto de la ta Irmela. La abuela no la esperé y 7 siguid hasta Salzburgo. Oe allf siguis sin parar hasta Weiler. Susi dijo: —Tengo que ir al bao, La abuela se dirigid hasta la plaza principal de Weiler, pero allf no se pudo estacionar. —Séla queda media hora hasta Stoder. Aguanta hasta allé —dijo. Susi dijo que no podia aguantar més. Co- menz6 a gemir y a moverse de un lade para otro en el asiento. La abuela se detuvo én una zona prohibida, y un policfa Ie recordé que alli no podia detenerse. La abuela le explicé lo que ocurtirfa y aunque el policfa era comprensivo, ke aconsejé que se apresurara La tfa abuela, Susi e Irmi tretaron tras la abuela hacia la hosterfa Zur Post. Irmi grit: —iTengo sed! La abuela anuncié que tomarfan una taza de té. —Pero estamos en una zona prohibida —se quejé la tia abuela. Fs0 no ingiieté a la abuela. Dijo que ningsin policfa podia juzgar cuanto tiempo se demoraba alguien en el baiio. Susi entré en el bafio mien- tras las otres entraron en la cafeteria, Cuando volvi6, la abuela estaba discutiendo. El meso- nero dijo: —Sélo tenemos té en bolas. La abuela se nego a tomar té de bolsa. 135 —Le siento sefiora, pero no hay de otro —dii el mesonero. Irmi dijo que ella preferia una Coca-Cola, pero la abuela opind que no se podian quedar en un lugar en donde solamente sirvieran té de boisa, —Pobres nifias —murmuré el mesonero. La abuela se indigné y sali a zancadas de la cafe- teria. Susi, irmi y la tia abuela tuvieron que correr detras. Media hora mas tarde se detuvieron frente a El Gamo Verde, 4 la abuela le agradé la fachada —Burguesa y muy sélida —dijo. La tia abuela recordé que muchas cosas en la vida eran como una manzana roja, pero podrida por dentro. Sin embargo, Bi Gamo Verde tam- dién estaba muy bien por dentro, Madera de pino, hierro corrugado, visillos a cuadritos blan- cos y negros. La posadera era una versién cam- pesina de la sefiora Hufnagel. La abuela se en- tendi6 con ella enseguida. La posadera tomé tres aves y subis con fa abuela al segundo piso, Susi ¢ Irmi las siguieron. La tia abuela Alicia se quadé abajo pasando revista a El Gamo Verde: manchas y polvo, naturalmente La habitacién mimero 12 tenia una sola cama para mama. La miimero [3 tenia dos camas para Susi e frmi. La mimero 23 era para la abuela y la tia abuela. La 12 y ia 13 eran magnificas. La 23 era terrible. Habia una cama vieja, un sofé, un 136 r armario torcide y une percha. No habia espacio Para un solo mueble mas. La posadera se disculps: Nunca la alquilo. No tiene agua y tampoco calefaccién, pero como la sefora insistis tanto. Susi sonrié burlona. Sin embargo, la abuela mird la habitacién con agrado y anuncié: ~iMira esto! jNo esté tan mal! Es apenas suficiente para las nifas! Enseguida regress por el corredor y entré en la habitacién nimero 13, Irmni se arrojé al sofs, golpes con las puitos, y srité sollozanco: —iNo me puede hacer esto! EY qué puedes hacer para impedirlo? —iSe fo diré a mama! —iA mama? —iSt, a mamas —t¥ qué crees que hard mama? — 6 at que hard mama? —preguaté —iNeda! —sollozs frm, —iExacto! —dijo Susi Susi intent6 desempacar la maleta. Pass por entre el sofé y la cama hasta el armario. La puer- {2 del armatio no se abris més de un dedo, pues l sof lo impidis. Susi intents correr el sofa, Pero no lo iogré. —Déjalo asi —dijo Inmi. Susi lo dej6 ast. Se en- caramé al s0f€ y golpes con la rodilla el estéma- Bo de Irmi, que en ese momento estaba gritando. 137 co Susi se disculpé y dijo: —Voy a buscar a Beni. 2A quién? ~A Benjamin Meier Junicr —2¥ donde lo vas a encontrar? —pregunté Inmi. —En la habitacién niimero 10. —é¥ cémo? —Esté alojado alli, y su padre también. —2Lo sabias antes de venir? ~pregunté Irn —Lo ke planeado todo! —Ie confié Susi. —Asunto peliagudo —se burl6 Imi, y pre- gunté—: (Qué quieres decir con «planeadon? Susi hubiera debido callar, pero no call6: —He planeado que mam se enamore del. sefior Meier. Cuando se case nos iremos a vivir ala casa de los Meier. jEs perfecto! Susi esperd reconocimienta, un poco de ala- banza por lo menos, pero'lrmi no la alabé en absolito. Todo lo contrario. —iEstés loca! —grité, y afadié reconcilia~ dora—: Claro, gper qué no habrias de estar loca? . Yo no estoy leca dijo Susi—. Por qué eres tan mala? :Acaso no quieres vivir en casa de los Meier? —Esa pregunta ni siquiera se hace —suspird Irmi—. Crees en serio que mamé y él sefor Meier se enamorarén? ;Durante treinta aios no se han podido ver el uno al otro! 138 al Eso est por verse —dijo Susi y abandons la habitacidn, Fue en busca de la puerta ntimero 10. La puerta 10 quedaba junto a la escalera de jpino. Susi se pregunté si debia tocar a la puerta Mientras tanto, ocurrieron dos cosas al mismo tiempo: La primera, Beni Meier y su padre ve- nian subiendo la escalera. La segunda, la puerta niimero 13 se abrid, y la abuela salié al corredor. Estaba buscando la puerta del baiio. Susi huy6 escaleras arriba al tercer piso. Se detuvo conteniendo el aliento y miré a través de los adomos en forma de corazén de la baranda de ta escalera de pino, La abuela, que buscaba el bafo, pasé junto a la escalera. Se quedé helada mirendo a Beni y.al seftor Meier que subfan. Beni y el sefior Meier, a su vez, se quedaron helados. Beni grits: —iNo! —y repitio— El sefior Meier clijo’ —iMaldita sea, otra vez! jEste monstruo me persigue! La abuela exrlamd: iQue frescura tan inaudita! (Que bajeza sin limites! —y prosiguié su camino hacia el bao. Beni y el sefior Meier subleron la escalera. Se dirigéan a la habitacién. Susi siguis tras su obser- vatorio en forma de coraz6n. Esperé hasta que oy6 correr el agua en el bafio. La puerta se abrid, la abuela pasé dando grandes zancadas y la puerta ntimero 13 se ceré. Entonces Susi se 130 deslizé escalera abajo. Se acercé a la puerta 13 y puso el ofdo para escuchar. Ové la vor quejum- brosa de la tia abuela: —Te lo ruego, te lo suplico, dime qué pasa. Estas pélida, Parece que hubieras visto un es- pari. Entonces oyé la voz de ta abuela: He visto al sefior Meier Meier y a su hijo! Estas softando! |No puede ser! Debe de ser el cambio de aire. Eso le pasa a Ja gente muy sensible —dijo la tfa abuela. {Qué visi6n ni qué nada! Eran los dos Meier! Los dos Meier, de came y hues? —iAsi es! ~iEn esto anda metido el diablot Nada de diablo! ;Otro muy distinto esté metido en esto! Susi tembld, pero luego suspiré aliviada. _—Inmela me va a tener que dar explicaciones. © Carolina. Todavia no estoy muy segura. Susi se desliz6 hasta la puerta wimero 10. Las voces Ilegaban con fuerza. Beni y su padre ha- blaban a voz en cuello. —Papé, te lo juro. Na tenia ni idea. Yo senti que me heria un rayo cuando vi a la vieja. iNo puedo entenderlo! —Fe quedado noqueado. Yo que voy trangui- lamente subiendo la escalera y de repente apa- rece ante mis ojos la pect de las pesadillas. — {Crees que tambien esté la tia Alicia? 140 ‘Todas estén aqui. Siempre estan todas en equipo. Nos las encontraremos a todas! La alta, a dama de los refranes, la de los hoyites, la gorda Carolina y los dos gansos. Alot la «gorda Carolina» y «los dos gansos», los dientes de Susi rechinaron jSusi no es ningtin ganso! jIrai tampoco esté mal! —dijo Beni. Susi asintié satisfecha. Si no lo son, pronto lo serén. En esa familia nadie es normal. La abuela es una aplanadora de vapor. Va aplastando todo cuanto estd en su camino. Cuando yo era nifto temblaba al verla. —Pues yo nunca tiemblo! ~iClaro! Ahora ya est8 vieja y la presién del vapor se le ha bajado un poco, —A¥ la mamé de Susi es muy bonita y edu- cadat —iJa, ja, jal jBonita y educada! ;Fternamente gorda, eternamente berreando, eternamente ofendida! De nifia no sabfa decir sino una sola frase: «Se lo voy a decir a mama». En una oca~ sin la ensucié de barro de pies a cabeza y le meti un bloque de barro en la boca. zY sabes que me dijo? ZY cémo voy a saber qué te dijo una nifa gorda hace treinta aitos? —interrogé Beni. —iJa, ja jal Anda, jtrata de adivinar! —Probablemente: «Se lo voy a decir a mama» —adiviné Beni. it —Diijo: «No eres un niito bueno!» —Entonces podia decir algo més que s6lo una frase —dijo Beni No hablemos mas de esa familia Dracula- Frankestein porque me enfermo. Susi haba oido suficiente. Preocupada, fue a ta habitacin. Jrmi todavia estaba acostada en el sof. Del techo colgaba una bombilla desnuda de 15 vatios. Ven Irmi. Vamos afuera a esperar a mamé. Irmi se levant6, Susi sacé las chaquetas nue- vas de la maleta Eran de color naranja con una gran estrella amarilla en la espalda, lrmi se la puso y mur. muré: —Me gusta mucho esta chaqueta, pero no me siento alegre de usarla —Ledecimos a la abuela que vamos afuera a esperar a mama? —pregunt6 Susi TIrmi negé con la cabeza. Dijo que nunca le volverfa a hablar a la abuela. No volveria ni siquiera a mirarla Al Megat a la entrada de El Gamo Verde, vieron el auto de la tia Irmela que se detenia Mamé y la tia Irmela descendieron. Abrieron el bauil y sacaron la maleta de mamé, las cajas con los dulces de Navidad y los paquetes con los regalos. Entences Ja tia cerré el batil. Parecia trastornada, Le pregunts a mamé: wm —iCrees que debo subir y explicartes todo? —iNo, no! La tia Irmela sacé del auto un par de cajas de carton Ahi estan los regalos de mamé y de la tfa —dijo—. La caja grande es para mama y la ‘pequefia para Alicia. Las facturas también estan ahi por si quieren cambiar algo. —Esté bien —exclam6 m La tia Inmela dijo: —iAdiés nifias! ;Adi6s, Carolina! —se subi6 al auto y se fue Susi e Irmi ayudaron a mamé a llevar cajas y paquetes a la habitacién 12. Susi mité a Imi inquisitiva. Irmi encogié los hombros y puso cara de quien no tiene idea En la habitacién, mam miré por el balcén al cielo oscuro y estrellado. —Qué bello —dijo=. Bueno ninas, zcbmo va todo? ,Contentas? Susie Inmi le informaron sobre la habitaci6n y sobre 1a abuela. En realidad no era un informe. Se quejaron y profirieron amenazas terr:bles Maid cayé exhausta sobre Ia cama. Gimiss —Déjenme tomar un respira. Las cosas no var. a salir tan mal despues de todo. Susie Irmi no estaban dispuestas a que mamé tomara ur. respiro. Gritaron que Jas cosas se empeorarian. Rugieron v dijerox que las cosas 13 nunca habian salido peor. En ese momento se abrié la puerta. Entré la abuela: —Carolina, finalmente Jlegaron. Nifias, hacen més escandalo que un vagée leno de monos. {Por qué estan tan alteradas? En ese momento algo estall6 dentro de Irmi. Susi lo noté claramente. Al principio fue un clic imperceptible. Era como una bomba que esta llaba y que estaba llena de quejas contra la abuela. No tenia siquiera que pensar, reflexio- nar. Solo tenia que abrir la boca: Estamos alteradas porque ti eres desconsi- derada. Nos has quitado nuestra habitacisn. Nunca preguntas si los dernés estan de acuerdo. ‘Siempre haces lo que te viene en gana! ;Todos tienen que hacer lo que ti quieres! (Te crees el ombligo del mundo! jNo te quiero! jTe odio! ;Devuélvenos la habitacién! La abuela, sorprendida, pregur’ No nos querran obligar a mi ya la pobre Alicia a que nas metamos las dos en ese cuchi- til? Teri rugié: Nosotras reservamos esa habitacién. |Nos pertenece! {Tti has reservado un cuchitril y te pestenece! La abuela rugié a su vez: —jModsrate! Come te atzeves a hablarme Irmi mizé a la abuela, que dijo mas tranquila: 1944 —Debieran estar felices de que les haya ce- dido esa habitacisn; es baratisima, y su mamé siempre tiene dificultades con el dinero. Entorces la abueia mité por toda la habitacién come buscando algo. —{Dénde esté Irmela? —preguntd. Mami estaba tendida en la cama y habia ce- rrado les ojos. [rmela se ha ido! ~dijo. —2Qué quieres decir? —pregunts la abuela- Ella sabe que la cena es a las siete y media. @Cudndo regresa? {Dénde esta? (Se fue a su ho- tel? Eso podia haberlo hecho después de cenar. ‘Mamé, tendida y con ios ojos cerrados mur- murs —Ya te lo he dicho: cenar! —2Y eso qué quiere decir? {Es que todas estin locas? La abuela se acereé a la cama y sacudié a mamé por los hombros. Mand abrié los ojos y se incorpord. Entonces aio. —Inmela y yo parames en una cafeteria cerca de Salzburgo a tomar algo. Alli estaban el doc- tor Strekt, su hermana, Felipe Beierl y un par de personas més. Todos iban al Tirol a una tabatia. La abuela interrumpis: —iDeja de decir cosas sin importancia! ;Qué he 145 fue! [No va a venir a os tiene que ver el doctor Strekl con mi cena? ¢Qu tiene que ver cat Irmela todo eso de la cabaiia de esqui? Maina suspiré resignada, —F) doctor Strekl no tiene nada que ver con la cena. ¥ la cabaita tampoco. Pero si tienen algo que ver con Irmefa. Ella me trajo hasta aqui y después se fue con la familia Strekl a fa cabaiia de esqui. Yo la convenef de que lo hi= ciera. Por fin reiné el silencio. Lo dnico que se oy6 fue la respiracidn de la abuela, Susi miré a Irmi. Tenia cara de estarse divir- tiendo y una sonrisa de pequefio diablo se di- ‘bujé en sus labios. Susi contemplé a mam. Tenia la téz pélida coma la nieve. Las pestafias le aleteaban y la nariz le temblaba. Susi miré a la abuela. Estaba en la mitad del cuarto y respir6 como un caballo. Tenia el cuello leno de manchas rojas. Dijo ja- deante: ~1Son unas frescas sin nombre! ja Navidad es una fiesta familiar! De la familia! ;Y la fami- lia! Mamé la interrumpié con voz chillona: —;Exacto! Irmela también quiere legar a te- ner una familia alguna vec. Y es posible qute sea con el doctor Strek! —iBobadas! —grité la abuela— jirmela ya tiene una familia! 46 —iNo, no! —aclaré mamé—. ;Bn eso te equi- vocas! ;Td tienes una femilia! ;Solamente ti! Otra vez reing el silencio en el cuarto. Hasta la respiraci6n de la abuela se fue calmando poco a poco. —Vamos a cenar —dijo la abuela Mami se levant6 de la cama. Sacé un peine de la cartera de mano, fue al espejo y se arregls el cabello. Alguien llamé a la puerta. La tfa abuela entro. Susi la miré estupefacta y comenz6 a refrse poco a poco hasta que terminé riéndose a carcajadas. No podia evitarlo, Después de un dia leno de molestias, preocupaciones y cosas desa- gradables, por fin se vefa algo divertido: La tla abuela se habia puesto el pijama verde Nilo, que habian visto en Hufnagel & Hufnagel y parecia una montaiia de helado de pistacho, —iQuitate esa cosa de encima! —grité la abuela. ~Yo pensaba...—tartamudes la tia abuela. —iNo pienses! —ordené la abuela—. {Cim- biate eso! Irmela se ha ido con el doctor Strekl al Tirol. La tia abuela, aterrorizada, susurr6: —La juventud no conoce Ia virtud! Entonces la abuela miré el reloj y anuncis: En cinca mimatos nos encontraremos en el comedor. Mamé sacé una bolsa con cosinéticos y se la dio a Irmi. Susi fue hacia la puerta. Queria irse. 7 En primer lugar no le gustaba arreglarse y, ev segundo lugar, queria hablar con Beni. si —dijo mama con voz chillona y Acida—: En cinco minutos quierd verte abajo. Susi asintio y cersé la puerta tras de si. Bent estaba en la escalera de madera dle pino y le hizo sefias a Susi —Sigueme —susurrd. Beni se deslizé por el pasillo hasta ltegar a una puerta que tenia un cartel de «Privado». Beni abrié la puerta y Susi se deslizé tras él Era un cuarto muy pequeiio leno de pilas de ropa blanca. Susi y Beni se sentaron en una pila. —Este es el cuarto de ropa blanca —dijo Beni, Susi asintié. Aqui nadie nos molestaré —dijo Beni. Susi asintiss de nuevo. {Qué jugada tan sucial —dijo Beni. Susi asintié atra vez. — {Puedes explicarme todo esto? —pregunts Beri. Susi asintié de nuevo y dijo: —Estén aqui como sorpresa de Navidad. Beni suspiré —Eso es terrible para nuestro plan. Papé est acabado, Primeso tendré que teponerse. Hoy no podremes hacer nada. Ademés estoy cansadi- simo. Tus antepasadas me tienen agotado. En el pasillo se oyé una vor: —Beni, Beni. ;Dénde te has metido? M8 Susi y Beni abancionaron el cuarto de ropa. El sefior Meier estaba en el pasille. Aji! ;Con que aqui tenemos otra Buchin- ger! —dijo burlén. Susi se detuvo cerca del sear Meier, se empind y explicé: —-jSeftor Meier, mi apellide es Kratochwil, téngalo bien en cuenta! —Muy bien, seforita Buchinger, usted se lama Kratochwil —exclamé el sefior Meier. Se dirigi6 a la escaleza de pino y Beni fue trotando tras él Susi se asomé a las habitaciones 12 y 13. Esta- ben vacias. La familia debia de estar en el corne- dot. Vacild, pues tenia las uitas sucias. Intenté limpiarse fas de la izquietda con el indice de la derecha y lo logré facilmente, pero las de ta derecha no se dejaban limpiar por nada del mundo, irmi aparecié en la escalere de pino y dijo: —Me han mandado a buscarte. {Ven ense- guida! El comedor era muy grande y estzba casi ve- clo. El resto de los huéspedes legarian el 25 de diciembre. Junto a la puerta del comedor habla vin drbol de Navidad con guirnaldas plateadas y bombillitas eléctricas, En una mesa estzban Beni y su padre. En otra eslabart la abuela y mama Habia por lo menos veinte mesas con mav‘al blanco entre los dos grupos de personas. [rmi susurrd sonriente: “we —iTu plan matrimonial esta funcionando a la smaravilla! Susi no contesté. Las veinte mesas vacias pro- ducfan un efecto desolador. le dijo la abuela La abuela dio la impresién de querer descar~ gar toda su furia en Susi. Para evitarlo habia un meétodo que jamnés fallaba: —Estuve mucho tiempo en él bafio. Tengo diarrea —dijo Susi. En la mesa no se habla de esas cosas! —dijo 1a abuela. Yo no queria hablar de eso, pero ti me preguntaste —Susi dijo sonriendo. Laabuela callé. La idea, sin embargo, no fue del todo buena, pues mamé pidié que no traje- ran el asado de cerdo que habia pedido para Susi, sino zanahorias con galletas y té de manza- nilla. La abuela buscé otra victima: —Carolina, quiero que me expliques una cosa. ¢Qué hace aqui el setor Meier Meier? ‘Mamé la miré estupefacta, confundida. No habia notado la presencia del sefior Meier hasta ese momento. La abuela sefialé con el brazo extendido hacia la mesa de los Meier. —iSélo esto nos faltaba! —gimié mama. —Caraliina, no me querrés hacer creer que no Jo sabias, Fue idea tuya venir a Stoder. La conversacién de ta abuela tenia que ser 150 1 interrumpida a como dieta lugar! iY pronto! Susi pregunts: —{Ya estard Ja tfa Irmela en el Tirol en la cabana de esque? La abuela interrumpis enseguida la conversa- cin que se iniciaba y le dijo a Susi: Ni una palabra més scbre Irmela! ;Sino, me levanto ahora mismo de la mesa! ;Como si eso fuera una amenaza! —Esté enamorada del doctor Strekl, de Fe- lipe Beier! o de ambos? —siguié preguntando Susi. El tenedor tembiaba en la mano de la abuela. —Abandona inmediatamente la mesa —grité Ja abuela. Entonces Susi se puso furiosa. Los dientes le rechinaban; —Yo crefa que ti ibas a abandonar la mesa si yo seguia hablando de la tia Irmela Irmi exclamnd: —Si, eso es cierto. B50 fue lo que dijo Ta abvela. La abuela dejé caer el tenedor. Estaba a punto de explotar. Entonces la tia abuela dijo: —;Cada uno arrima el fuego a su sardina! La abuela se olvid6 de gritar y fe pregunto 2 su hermana: —~Cémo? j La tia abuela sacudid la cabeza y riéndose, prosiguid: 151 —No Hlevemos lechuzas a Atenas. Los rboles no dejan ver el bosque, Quien tiene techo de cristal, que no tire piedras. Los prusianos.. —jAlicia, Alicia! —la reprendio la abuela. —EI buey suelto bien se lame —susurté la tia abuela. —Alicia, no mas, por favor —se quejé mama. —Aprende a sufrir sin dejar de sonreir —dijo por tltimo la tia abuela. Se levanté de la mesa y dejé el comedor. Parecia como si estuviera cami- nando a tientas. La abuela se levants y dijo que tenia que ‘ocuparse de la tia abuela. Susi también se fue. No Je apetecia comer zanaltorias con galletas y no tenia ninguna in- tencidn de contestarle a mam4 ninguna pre- gunta sobre la presencia de los Meier en Stoder. En la puerta del comedor se encontré con el camarero. Llevaba tina bandeja con una copa gigantesca de helado y sobre el helado habia un melocotén. Se dirigié a fa mesa de los Meier. Corrié escalera arriba y luego por el largo corredor hasta ilegar a la horrorosa habitacién. Sobre el sofa estaba la maleta abierta. Le dio un puntapie y éste cayé incrusténdose entre el sofa y Ja cama. Se senté sobre el sofa y apoys la barbilla sobre Ja rodilla. Le doa et cuello y sentia una airosa sensacién de alegria, «Si estiro el cuello un centimetro més, se me desgarraran tos muisculos del cuello y también se desgarraré 152 el es6tago, la traquea y la nuca. Entonces moriré. Mi cabeza quedaré colgando de las rodillas», pensé Susi intents estirar el cuello el centimetro mor- tal. Le doli Ja nuca y dio un chasquido, Pero ne sucedio ningun desastre. Se incorpord, se frots el cuello con ambas manos y suspiré resignada, No le quedaba otra cosa que acostarse. Se quité los pantalones, el suéter y la blusa Donde estaba el pijama? En Ja maleta que estaba en el espacio entre el sofa y la cama. Susi no tenia ganas de buscar el pijama. Se metié desnuda entre las sdbanas, La carne se le puso de gallina. Era comosi la almohada estuviera hecha de aserrin y el cobertor estuviera mojado. La almohada y el cobertor de Irmi parecian mas calientes y mas suaves. Extendié el brazo y aga- 116 la almohada. Si, Eran mas suaves. Volvis a estirar el brazo y agarré el cobertor de Irmi. También patecia de algodén mojado, pero dos eran mejor que uno. Se durmis. Una hora més tarde legs Irmi, Zaranded a Susi — Bestia! ;Devuélveme el cobertor y la almo- hada! —Susi se aferré al cobertor y a la almo- hada, pero Irmi logré arrancarselos de las ma- nos, Susi inteni6 reconquistar ambos. Comenzé una lucha sorda, pero frenstica. En ese momento se abrié la puerta. La tia abuela miré la habitacién. 153 / ; _ es Tenia puesto un pijama rosa. caPiTuio x ~-De dos males elegir el menor es el lema del perro de aguas —susurrs. Susi e irmi dejaron de pelear. Miraron aterra- das a la tia Alicia quien las miraba amigable- mente. Luego cerré la puerta y las nifas escu- charon cémo los pasos de la tia abuela iban perdiéndase a lo lejos. —/Sélo eso nos faltaba! —suspiré Iemi. irmi sacé el pijama de Susi de entre la cama y sof. Susi reparti6 las almohadas y los cober- ores como buena hermana, y apagé la luz. iQue duermas! —dijo Susi Si la risa me deja! —musmurd Iemi, Susi no durmié bien. Sofé cosas disparatadas. La tia abuela iba y venia en sus suefios y le gritaba refranes al oido. La abuela la perseguia con una red de mariposas y queria cazaria. Fl sefor Meier azuzaba a Don José que mordia a ta abvela. Se desperté de repente y observd que Irmi resoplaba como un caballo, Agarré la punta de la almohada de Irmi, la sacudi con fuerza e Imi dej6 de roncar. Susi se quedé quieta. Oy6 que alguien silbaba contra la ventana. Debfa de ser Beni, Sacé una | pierna de la cama y recorrié el piso con el pie | hasta que éste tocé algo suave de lana. jEstu- pendo! Era su suéter. Extendid de nuevo la pierna y pescé con la ayuda de los dedos del pie el resto de su ropa. Se vistié bajo las cobijas y se levanté de la cama, Se azvastré a gatas por el piso y busaé las botas. Encontré una. Luego la otra. Por desgra- cia eran las botas de Irmi, —iMaldita seat —murmuré Susi. No queria encender la luz pues no queria que irmi se des- pertara. Ella no entenderia los paseos nocturnos de su hermana, Alora sélo necesitaba dar con una gorra. A tientas, entre la cama y el sofé, la encontré. Se calé la gorra raida de Irmi y dejé el cuartc caminando en puntillas. El pasillo y 12 escalera de pino estaban iluminados. Susi corrié escalera abajo. Llegé a la puerta dle El Gamo Verde, pero estaba cerrada. No entendia nada de lo que es- taba sucediendo. Beni le habia silbado desde la calle. Aunque realmente no tenia ninguna cer- teza de que hubiera sido él, Fue al comedor. Alli todo estaba apagado. Desde el vestibulo llegé un débil resplandor al comedor. Las mesas con mantel blanco parecian fantasmas. Caminé en- tre ellas hasta que legé a una ventana y aparté las gastadas cortinas. Pero jqué mala suertel, el cerrojo no-corrié_No.habia nada que hacer. Se Girigié a otra ventana. Aparté dos macetas de gerenios y una de espino del alféizar. El cerrojo de esa ventana si abris, Calculé la attura desde la ventana a la calle. 156 Era aproximadamente de un metro setenta. «Po- dré saltarlo», pens6 y se lanz6. La calle frente a ElGamo Verde estaba helada como un espejo. Se sents en la calle y pens6 en todos los moretones que le aparecerian al ctro dia. Pero, gdénde estaba Beni? La calle estaba desierta. Se puso de pie. Se abotond la chaqueta y se calé la gorra hasta las orejas. Sintié miedo. Quizé no se tra- taba de Beni. No sabia qué hora era. Una cosa si sabia: Le fue fécil salfar de la ventana, pero le seria imposible volver a entrar desde la calle. Claro que podria tocar el timbre de EF) Gamo Verde, pero slo en un caso extremo, Decidié esperar. Se apoyé sobre la pared y empezé a componer un poema: En torno a mi nariz la niebla blanca, mientras ta seitora sargento duerme en mi cama! Beni, jven pronto! La punta de mi naviz estd casi helada come hielo mis orejas? Beni, jven pronto! jLa punta de mi nariz esta casi helada y conto hielo mis orejas! Beni, jven pronto! Sola estoy aqui, abandonada, ——pPanwestos paseos ito estoy preparatat—— Beni, ;ven pronto! Ese murmullo conjurador tuvo éxito. De entre Ja niebla surgi6 una figura que silbaba 157 —iSusit —exclamé Beni— ,Qué haces aqui —Cref que silbabas para que yo saliera. Beni no le habfa silbado a Susi sino a Don José. —Hiace una hora que estoy carriendo con él —dijo Beni—. Tiene dolor de harriga pues ayer comié sin parr. Susi se acordé que el dia anterior habia co- mido muy poco. —Tengo hambre —dijo Susi ‘Beni sefalé en la niebla hacia alguna parte: Alli hay una cafeteria que esté abierta —le aseguré Beni. —{Podemos ir 2 una cafeteria a media noche? —averigué Susi. —En primer lugar, podemos —dijo Beni—y, en segundo lugar, no es media noche, sino las cinco y media de la mafana —aTienes dinero? pregunté Susi Beni dijo que tenfa tanto dinero, que por mas comida que pidiera, no se le acabarfa, En la cafeteria hacia un calor reconfortante. Sélo esta- ba la seftorita que atendia. Estaba tejiendo el cuello de un suéter inmenso, «Debe de ser el regalo de Navidad para su novio», se dijo Susi —Su novio debe de ser un hombre muy grande —le dijo La sefortta le cont6 a Susi muchas cosas sobre su novio. Parecia ser maravilloso. Susi ia escuchaba entusiasmada. Comid un 158 par de salchichas y tomé tres vasos de jugo de manzana. Entonces entré un hombre en lt cafe- teria, Beni lo conocfa. Era el carnicero de Stoder. Pidi6 una taza doble de café y agregé que el que preparaba su esposa era hortible. Dijo que debia ina un lugar vecino a entregar medio cerdo. Beni le pregunté si lo podfan acompafiar. El carnicero accedié sin dificultad. —iEn marcha! —di El lugar vecino estaba bastante lejos. Avanza- ban con dificultad debido a la densa niebla. Derepente surgié de entre la niebla una figura que le hizo sefias. El carnicero frené. —iEs ta sefiora maestra! —-exclamé. El auto de la maestra estaba atascado en una cuneta. A Susi y a Beni les agradé encontrar una maestra que cometiera errores. Bajaron del auto tras el carnicero. La pobre macstra estaba desesperada y muerta del frio. Hacia una hora que estaba al El carnicero comenz6 la operacién de salva- mento. Beni le ayudé. Sacaron una gruesa cuerda det auto de reparto. El carnicero sujets fuertemente arcuerda al aitto de la maestra y después a la parte trasera del auto de repar to. Susi le pregunté ala maestra si tenfa permis de conducir. Todo lo que consiguié fue una mirada severa. El camnicero subié al auto de reparto y arrancé. 159 —iVamos! ~grits. La cuerda se tens6, Beni le grité a la maesira consejos stiles 4 través de ta ventanilla. Parecia un estudiante frente < un problema de matema ticas muy dificil ~Vamos, vamos! —-rugié el carnicero desde el auto de reparto. El auto de la maestra dio una sacudida pequena, después otra, y finalmente una grande. Susi pensé: «Ahora se voleard el auto!» El auto nose vole6. Ahi estaba de nuevo sobre la carretera. EI carnicero quits la cuerda y Ia maestra le dio las gracias. El carnicero se rié: —iNo hay de qué, sefiora maestra! ;Déle mas bien 2 mi Juanito un diez en mateméticas! La maestra dijo que por desgracia le tendria que dar nuevamente un seis. Mientras el carnicero volvid a arrancar, salié el sol y la niebla desaparecis, En un momento llegamos —informé el car- niceto. En la aldea vecina las tiendas ya estaban abier- tas y en las calles habia un monton de gente. El camicero se detuva frente a la posada y tocd la bocina. El posadero y su hijo salieron y le ayuda- ron a meter la mitad del cerdo, —Quédense sentados. En un minuto estoy de vuelta es dijo a Susi y a Beni — :Qué hora es? —pregunts Susi. —Las ocho y media pasadas —se burl6 Beri. 160 L —jNo puede ser! —murmuré Susi. Pensé que la abuela y su madre ya estarian desayu- nando. —Ve a buscar Beni no queria. —Mira, Beni —dijo Susi--. $i legamos tan tarde todos, se pondrdn furiosos y eso atrasaré nuestra operacién matrimonio. Al principic Beni no contest. Después dijo vacilante —Mira, Susi, yo creo que de esta operacién no va a resultar nada, Yo no sabia que papé le tuviera tanta fobia a tu mamé. —iPero la odia tanto? —Ayer por la noche me dijo que lede dolor de estémago cada ver que la mira Susi se qued6 callada. (Qué podia decir ante eso? —Odia a todas las mujeres desde que mi carnicero —le suplicé Susi © mama se fue —dijo Beni —A dénde se fue? Beni dijo: —A Francia. Me acuerdo muy bien, En esa época yo lloraba sin parar y le pedfa que me Hlevara con ella. —2Y no te llev6? Beni sontié irénico: —7Qué pregunta tan bobal ,Acaso estoy alla? Susi asintio, Beni continué: 161 —Y segiin dicen, ahora tiene tres nifios peque- ios con el seftor con quien se marché ‘Entonces tienes hermanos! —exclam6 Susi. —iNo! —dije Beni A Susi le hubiera gustado seguir hablando sobre los hermanas de Beni, pero en ese mo- sent legé el carnicero. —iVamos a casa! —dijo. Faltando diez minutes para las diez, Susi y Beni descendieton del auto del carnicero frente a El Gamo Verde. Susi no queria entrar. La abuela estarfa hecha una furia. El sefior Meier no queria a mamé. La tfa abuela estaria diciendo refranes que no venian a colaciSn, e irmi tam- poco estaria muy amigable. —jAdelante! —dijo Beni—. jNo seas cobardet Hasta Don José la animé con sus latidos. En el vestibulo de Ei Gamo estaba la posadera, Se alegr: —jA}é! jAhf estén los fugitivos!— y se aleié hacia !a cocina para prepararles ¢l desaytino. Irmi sali6 del comedor. ‘Susi pregunté: —~Pasa algo? Inmi se burld. —{Pasa algo? ¢Pasa algo? ;Qué crees que pasa? Beni, Susi € Inmi entraron en e] comedor. Es- taba vaco. Beni pregunts 182 4 ~zQué pasa? —se senté en una mesa— No tienen por qué preocuparse tanto. Ya no somos unos niffos. Pademos ir a dar ur. paseo sin tener que pedir permiso. Inmi dijo: —No tiene nada de malo que te hayes ido con Beni a daz un paseo. Lo més grave sucedié hace un momento. {Pero qué fue lo que pas6? —preguntaron al tiempo Susi y Beni. —El sefior Meier y nuestra familia llegaron a) comedor al mismo tiempo. A la puerta del come- dor estaba la posadera. Seftalé una mesa grande ¥ dijo que habia puesto la mesa para todos, pues era natusal que buenos amigos, como lo somos los Meier y nosotros, se sentaran juntos a de- sayunar. El sefior Meier mir6 desesperado, la abuela movi6 la cabeza indignada y mamd pes- tafied como si estuviera enferma de los nervios. La tia abuela entré de nuevo en trance y grits amenazadora: «;Zapatero a tus zapatos!» Pero la posadera no se dio cuenta de nada de eso y siguié charlando. Se voivié a disculpar por nuestra habitacidn y dijo que hubiera sido mas sensato que el sefior Meier hubiera reservado tres habitaciones para nosotras. —{Maldicién! —murmaré Beni Susi se metic el indice 4 la beca y se mordié la uf. trmi siguié contando: 163 Entonees si que se formé un lio. El sefior Meier comenzé a gritar que jamas, jamds en le vida habia reservado habitaciones para noso- tras, pues a él no le gustaba cavarse su propia tumba, Y la posadera insistié que él habia reser- vado habitaciones para nosotras telefénica- mente y que ella misma le habfa mandado la confirmacién. Dijo que si el querido sefior Meier no hubiera reservado fas habitaciones, no nos las. hubjera dado porque ella no las alquila sino a clientes habituales. Mamé grité que ella habia conseguido las habitaciones a través del seftor Pribil. La posadera contests que ella no conocia a ningtia sefior Pribil. Entonces la abuela grité més fuerte que todos: «La quiere implicar en una sed de mentiras'», y ahora desprecia al se- for Meier y a mamé. —{Por qué a mama? Ini acters: Ella cree que mama se puso de acuerdo con el seftor Meier para venir juntos a Stoder. Dijo que mamd era una vibora que ella misma habia cxiado. ~2Y mi padre? —pregunté Beni preocupado. AI principio maldijo suavemente —dijo Irmi—, luego dijo que ya lo habia comprendido todo; que todo lo habia causado el Brutus que tenia bajo su techo. dE qué? —pregunté Susi. Beni se vela muy infeliz. Explieé: ist —Se refiere a mi. Brutus fae ef que apufalé a su padre, al César. Irmi prosiguis: —Los nervios de la tia abuela no resistieron el griterso. Sufrid un ataque de refranes. Corrié de un lado a otro del comedor, gritando: «jEI hacha en casa perdona al carpintero! El hacha en casa...» No hubo manera de calmarla. Mam la arrastt6 a la habitacién. En este momento la abuela le esté poniendo compresas de agua ftfa en la cabeza. La posadera le trajo el desayuno a Susi y a Beni y ie pregunt6 a Irmi cémo seguia !a tia abuela. —Hly no importa, Casi no hay ningsin hués- ped, pero mafiana llegaré mucha gente y seria inconveniente que Ja sefiora anduvieta por ahi diciendo cosas tan cémicas. Eso me estropearta la marcha normal del negocio —dijo la posa- dera. El sefior Meier legs en ese momento a la puerta del comedor. No tenfa cara de buenos amigos. Queria que Beni lo acompajiara a la habitacién. Tenfa que «hablar unas palabritas con él». Beni contest que iba a desayunar p1 mero. El sefior Meier se acercé a la mesa y dijo que en esos momentos desayunar era Jo mene’ impostanie. Beni se puso de pie, vacitante. En ese preciso instahte irrumpié una bela enorme de color rosa: la abuela, Grité que el serior Meier 165 no tenfa por qué hablar con sus nietas y que eso ella no Jo permitiria, Lo llamé sirvengiienza y le dijo que habia levado a la tia Alicia aun ataque de nervios Mientras gritaba, la abuela miré fijamente al sefior Meier a ia cara y golped con el pie iz- quierdo ef suelo, Infortunadamente, alli descan- ‘saba la cola de Don José, que lanzé un ladrido. Jastimero, metié ei abo entre las piernas, dio un salto y mordié a la abuela en la pantorrilla, Aunque ya no tenia muchos dientes, la media de la abuela se tifid de rojo. —iDios mio, Dios mio! —gimié la posadera—. iPero si él es siempre un perrito tan carifioso! Don José se metié de-nuevo bajo la mesa. —No pudo evitarlo —exclamé Beai—. La vieja lo pis6. La abuela se miré ja pierna, La media: azul cielo se volvia cada vez mas roja. —iSefior Meier, nos veremos de-nuevo ante los tribunales! —dijo jadeando, y salié cojeando del comedor. Beni tomé a Don José de debajo de Ja mesa y miré si tenia la cola partida. Parecia estar bien, El sefior Meier dijo: —Hif, fuiste una aveja descasriada, pero te perdono. Ahora ven porque nos vamos inme- diatamente. —iPero, papa! —exclamd Beni 166 —jPero, seer Meier! —le dijo la posadera— iSea razonable! Bl seftor Meier aclaré que él era muy razona- ble, y que por eso mismo no queria, en esa noche sagrada, convertirse en e! asesino de la abuela. Queria algo de paz. Pagaria el cuarto hasta el 3 de enero porque la posadera no tenia la culpa. Entonces tomé a su hijo por los hombros y sali con él del comedor. La posadera fue tras ellos y miurmuré algo apaciguador, que no apacigué a nadie. Inmi se apoderd del desayuno que habie de~ jado Beni y comis satisfecha Las dos niftas no tenfan ganas de ir a la habita- cién, y mucho menos de ir a la habitacién de mamé 0a la de la abuela. Tampoco tenfan ganas de dar un paseo, porque querian seguir de cerca el desarrollo de los acontecimientos. Decidieron quedarse en el comedor. La posadera las pro- veyé tanto de galletas y jugo de manzana,como de noticias. —iDios mfo, como tiene de alterados los ner- vios la gente de la ciudad! —dijo—. Pero un perro tan manso como el de los Meier no puede morder mucho. ;Yo no entiendo por qué la se- fora armé semejante griterio por tan poco! He tenido que lamar por teléiono al doctor para que viniera a examsnarle la pantorrilla, Luego dijo: —iQué listima! EJ sefior Meier se va de ver- 167 dad. Ya me pagé la cuenta, Las maletas estén a la salida. :Y el pobre muchachitot Esté tristi- simo. Después continud: —Acaba de Uegar el doctor. Lo llevé a la abitacién de !a seficra. Ojalé no diga que el bueno del pertito de los Meier esté rabioso. Susi pregunts: —2Y qué sucede si Don José esta rebioso? La posadera de El Gamo no sabia-con certeza, pero serfa terrible tanto para la abuela como para Don José —iAl fin! Acaba de irse el doctor —dijo la posadera—. Se ha despedido de mi y dijo: «Se- fora posadera, lo del mordisco del perro es un chiste. La sefiora no tiene sino un rasgurio en la piel, y para algo asf no es necesario tlamar a un médico. \Cémo si uno no tuviera nada més que hacer!» La posadera les sirvié més jugo de manzana y més galletas de almendras. Bl doctor dijo que la otra seftota, la hermana de la sefiora abuela tenfa los nervios totalmente alborotados. «Ella si es un caso para tener en cuenta», dijo, pero él, como médico rural, no quiso entrometerse en ur asunto que le con- Gerne a un especialista La posadera dijo que tenia que ocuparse del almuerzo. No tenfa mas tiempo para traer noti- 168 A cias. Tenia que pelar papas, limpiar las zanaho- Has y adobar la carne. —iPodriamos ayudarle a pelar las papas? —pregunté Susi—, No se nos ocurre nada més La posadera dijo que dos ayudantes le ven- drian bien, pero opiné que afuera brillaba el sol y que la nieve estaba preciosa. Les dijo que detrés de la casa podrian montar en trineo y que en la parroquia habia un bautizo. ‘Susi e Irmi prefirieron pelar papas y siguieron a Ja posadera a la cocina. Pelaron ires kilos de: papas, limpiaron dos kilos de zanahorias, pica- ron un kilo de col y cortaron ocho apios en pequeaé rodajas. La posadera alab6 mucho su trabajo y les cijo que ie gustaria tener dos hijas tan amables y buenas, y les conté acerca de su hijo que vivia er Insbruck y estudiaba medicina Ese dia ilegaria a casa y se quedaria con elia hasta e! dia de los Reyes Magos. En ese mo- mento llegé un empleado. —Sefiora posadera, !a dama de azul cielo, la que fue atacada por el perro de los Meier, esté afuera pidiendo la cuenta, pues quiere cuidar.a su hermana y cuidarse a sf misma en su propia casa. Irmi dejé caer el cuchilio y Susi se corté el mefiique. La posadera se limpié Jas manos en un pafio de cocina y dijo: —Dile que enseguida le mando la cuenta. La posadera se senté en la mesa de la cocina 169 y sacé las gafas y una libreta de cuentas dei cajon. ~iCielos! —dijo—. Pero si acaban de llegar —y aftadié entre dientes—: |Asf es mejor! —¢Podremos ocupar la habitacién de la abue- la? —pregunté Susi. La posadera dijo que si. Se puso de pie y salié de la cocina llevando la cuenta de Ia abuela. Susi susurré: —iQué bueno, Irmi! ;Todo ha vuelto a la nor- malidad! Tendremos nuestra habitacion y nos quedaremos solas con mama. Irmi contesté también susurrande: No creo. A nosotras nunca nos sale nada bien, Algtin problema surgiré. En el vestibulo, ante le cocina, cayeron con estrépito las maletas. Se oy6 la vaz de la abuela: —iOiga, no sea usted tan brusco! En la caja va mi drbol de Navidad. ;Tenga cuidado! Entonces se oyé la voz del empiead —Vienen por un solo dia y traen un equipaje como para quedarse tres afios. Susi e Irmi regresaron de puntillas a la cocina y miraron el desatrollo de los acontecimientos a través de la ranura de la puerta. No querian dejarse ver de Ja abuela, aunque ésta no parecia tener tiempo para sus nietas, Tenia que contar las maletas, las bolsas y las cajas ¢ impartir Grdenes al empieado que re- songaba todo el tiempo. Entre una cosa y otra, se tocaba constantemente la pierna que tenia una 170 venda abultada. En este momento bejé !a tia abuela por la escalera de pino. Venia enfundada fen su uniforme rosa, Sus ojos agua gris del Danubio brillaban como en un ensuefio. Sonrié misteriosamente y dije: —Nos vamos a casa. jEse es el huevo de Co- \on!— se acercé a la abuela, la tocé en el hombro: y dijo—: jEse es el huevo de Calén, Henrieta! iNos vamos a casa! La abuela aparté sus ojos de las cajas y bolsas, miré a su hermana y le ordend: —iCompértate, Alicia! ;Sal de aqut y siéntate enel auto! La tia abuela abandoné obediente E1 Gamo Verde. Sust e [emi dejaron su puesto de observa- cién y corrieron a la ventana. Desde alli se veia la calle. En ese preciso momento, subié la abuela al auto. —iOye, se van de verdad! —exclamé Inmi. Hasta este momento a0 lo habia podido creer. Abraz6 a Susi emocionada. El auto de la abuela arrancé y Susi saspiré aliviada. mM CAPITULO xt De repente Susi dejé de bailar y el terror se dibujé en sus facciones. —{Ponde esta mama? {Por qué xazén no esté aqui? mi también se aterroriz6. —iVamos a su habitacién! Susi salié de ja cocina tras Irmi. Subieron corriendo la escalera de pino. Imi murmur6: —Ya decia yo que las cosas no podian salirnos bien. A nosotras nunca nos va bien, Nunca. Con toda seguridad mamé estaré furiosa con noso- tras, De no set ast, ya hubiera bajado, Susi aclard: — —Contigo no puede estar enfadada pues ti no has hecho nada ni tienes la culpa de nada. Imi murmuré: —iPor favor, cuéntaselo todo! Irmi golpes a la puerta mimero 12. Hubo un silencio sepulcral, Irmi pregunté: —jMamé? (Mama? (Estés aqui? Nadie respondié. Irmi giré el picaporte y la puerta se abrié. Sobre la cama estaba mamé Estaba boca arriba y miraba con los ojos desorbi- tados hacia el techo. Lloraba, Debja de haber lorado por mucho tiempo. Su cabello estaba mojado y la almohada empapada. Tenia la nariz hinchada y roja come un tomate. Susi se acercé a la cama. La tir6 dela manga y dijo: —Mamé, :qué te pasa? Mamé comenzé a temblar. Era un espectéculo terrible. Lloraba a mares. Susi e Irmi no sabian qué hacer. Susi estaba confundida. Esperaba por Jo menos un regafto. Gritos, incluso. ¢Pero por qué sélo loriqueaba asi? Susi no tenfa la culpa de que el sefior Meier hubiera dicho eso de su mama: «Eternamente gorda, eternamente llori- queando, eternamente ofendida». Le rogé: ~iNo més, mamé! Ya no més! ~pero mam continud igual. El temblor era cada vez mayor y le corrian copiosas lagrimas. Susi records que en una ocasién Irmi tuvo un acceso parecido cuando se murié el gato ante- 174 rior al gato Felipe. Mamé desvistié a Irmi, Ja cubrié con una cobija y le soné la nariz. Después le puso una compresa empapada sobre la frente La acaricié y le susurré al ofdo: «Tesoro, todo va a estar bien, todo va a estar bien, tesoro miov. ENo podria ella hacer lo mismo con mama? Fue al lavabo, abrié el grifo y mojé una toalla con agua frfa. Tomé la toalla goteando y se la puso en la cara. Mamé tembl6 un instante més y juego se calmé. Comenzé a sollozar. Se quejé con wna voz ronca y eta como si aullara. Dijo que nadie la amaba, que nadie la querfa y que todos la odiaban. Agreg6 que eso no era sorprendente, pues al fin y al cabo ella no valfa nada. Dijo que era gorda, fea y, ademas, tonta, y que hacia asus seres queridos desgraciados. Incluso a sus pro- pias hijas a quienes tanto querfa Irmi intenté interrumpir a mamé y exclamé: —Mami, jeso no es verdad! Tit eres Ja tinica que piensa eso. Mamé sollozé y hablé con voz lastimera. Dijo que la tia abuela se habia enloquecido por su culpa, que la abuela no queria volver a oft hablar de ella, que su hermana pronto se casaria, que sus propias hijas la despreciaban, que e! hombre a quien amaba la habia abandonado e incluso el ‘vecino rehusaba compartir con ella una habita- cin en el mismo corredor. Susi le quité la toalla htimeda de la cara, la volvié a empapar de agua fria y se la puso de 175 nuevo en el rostro. Mama se habia tranquilizado tun poco. Se tendié en Ja cama placidamente y no lord més. ‘Susi le quité los zapatos, sacé el cobertor, y con la ayuda de Irmi la arrop6. Corrié os vi llos de la ventana y el cuarto quedé en la penum- bora, Susie Irmi se sentaron a los pies de la cama. Esperaron. Pasado un minuto se convencieran de que mamé estaba dormida. Salieron en punti- llas de la habitacién y se sentaron en el escalén superior de la escalera de pino. Suspiraron ali- viadas. iY ahora qué hacemos? —pregunté Susi. Irmi tensa los ojos cerrados y se mordia las uuias. Decia que cemar los ojos le ayudaba a pen- sar. Cuando estaba nerviosa, se mordia las uitas. —zEstas pensando en algo interesante? —pre- gunté Susi. —{Cillate un momento! (Silencio! —murtnusé Ini. Irmi pensé un buen rato, Por fin se sacé tos dedos de la boca y abrié 10s ojos. —Bajemos —dijo rmi—. Tenge que hacer una Hamada telefonica. {Vas a llamar al doctor? —pregunté Susi Trmi sacudié Ja cabeza negativamente. JA quign vas a llamar? Irmi no contest6. Bajaron Ia escalera y Wega- ron ala cocina de la posada. Alli estaba el telé- fono. La posadera ro estaba en la cocina 16 iN —iCual es el cédigo de Viena? —pregunts Irmi, Susi no lo sabja. Por fortuna detrés de! teléfono habia un cartén sujeto a la pared con un clavo. Alli estaba el niimero del carnicero, del actor, de la policia y el cédigo de Viena. —Ahora sélo pido que esté en casa —dijo [eri al marcar el numero. iQuién? —pregunté Susi. ~Papé, naturalmente —susurré [rmi. A Susi le parecié una eternidad el tiempo que Irmi tardé en marcar. —Esté repicando —dijo frmi con un hilo de voz. Susi reflexioné: «Si papa estd tumbado en'el sofa y el gato Felipe esté en su barriga, entonices primero quita el gato de encima y se levanta, Ahora busca su pantufla izquierda. Ya ta tiene. Ahora da el pri- mer paso...» Pera papé era més rapido de lo que Susi pen- saba: —Papé, hablas con Irmi. Susi esté aqui a mi lado. Susi se pegé a Irmi, pero no pudo ofr nada de Io que decia papa. Slo oyé lo que dijo Irmi: —Si, si estamos en Stoder. Pero sdlo mama, Susi y yo. A la abuela la mordié el perro de los Meier, 1a tia abuela se puso como una cabra iNo, no, no en Viena! El perro de los Meier estaba aqui, porque Susi queria que mamé se "7 cagara con el sefior Meier, pero.cuando éste se dio cuenta, no, el perro no, el sefior Meier, se marché. La abuela también se marché porque la mordié el perro y se enoj6 con mamé. Mam esié tirada en la cama. Tiembla y solloza porque ree que nadie la quiere. Bueno, ahora ya no llora més, porque esté dormida. Inmi de{é de hablar y escuchd. Movié la ca- beza asintiendo. Colgé el auricular.y miré a Susi con una son- risa burlona, —Ha dicho que va a conducir stt auto como lo hacen los bomberos —dijo. —2Y a donde va a ir? —Viene para acé, tonta —se rid Irmi -2¥ qué va a hacer aqui? —pregunts Susi. —Dijo que Jo va a arreglar todo —anunci6 Temi. {Cuédnto se tardaba de Viena a Stoder? Susi e Irmi se sentaron ep el comedor y trataron de contesiar esta pregunta, pero no era fécil. :Ha- bria muchos atttos en la carretera? ;Tomaria café enel camino? ;Vendria en el Renault o le pediria prestado al tfo Johnny el Alfa Romeo? ¢Estarfa ‘buscando tina corbata por toda la casa? En conclusion: Si la autopista estaba Jlena de autos, si en cercantas de Weller habia un accidente leve que api tomaba caié, siel foqueara la carretera, si 178 camarero no se lo trafa enseguida, si venia en cl Renault que no pasaba de 140 por hera y si se ponia a buscar ta corbata toja, entonces necesita- sla casi seis horas, Estaria llegando més o menos a las cinco de la tarde. Si papa no buscaba nada, no tomaba café, venia en el Alfe Romeo, no habia autos por e camino, lo cual era posible porque era Nache- buena, entonces sélo tardaria tes hores. Podia estar llegando a las dos de la tarde. La posadera de El Gamo les tyajo el almuerzo y les pregunté por mamé. Irmi dijo que estaba dormida. . —s natural —opind la posadera—. Después de tantos sobresaitos! La posadera también estaba nerviosa. esperando a su hijo. Clegarfa de un momento a otro. Temia tn poco por él, porque conducia como un loco. Después del almuerzo les enseié los regalos de Navidad para su hijo. jVaya si iba a recibir regalos! Un equipo de sonido, un abrigo de piel, una billetera con mucho dinero dentro, una to- rre de discos, suéteres, camisas, libros, una gorra de piel con cola de zorzo, uma camara fotogratica y un minirrefrigerador en el que se podia poner a enfriar una botella de whisky. Claro que esos regslas no se los habia elegico celia misma sino un amigo de su hijo. La posa- dera dijo que ella no queria equivocarse. Tenia ‘ba 19 un avbol de Navidad grande v hermoso, lleno de alfajores, estrellas, nueces doradas y manzanas rojas. Dios, mio! Tiene que haber arbol. Desde que era nifio tiene que tener Arbol. Si no hay arbol no viene a casa —dijo. Susi envidiaba un poco al hijo de la posadera, No por la montafa de regalos sino por el drbol de Navidad. jY también por la posadera! —No te quedes mirando asi como embobada —susurré [rmi—. Vamos a despertar a mamé. Ya es més de la una, —jDéjala que duerma! —opiné Susi—. Pode- mos despertaria cuando papa haya llegado. —De ningtin medo —explicé Irmi. Mama tiene que arreglarse para que se vea bien. —2Y como tendra que verse? —Pues linda, para que le guste a papa. Por fin Susi entendié lo que Irmi estaba pla- neando. Pensaba que paps lo iba a arreglar todo. —jMamé ya no quiere a papa! —dij Susi. ,Cémo puedes creer eso! —exclams Irmi, —iPero sila lo ha dicho! —Z¥ eso qué? Uno a veces dice lo contrario de lo que piensa. Susi sacudié de nuevo la cabeza: —iPapa ya no quiere a mamé! —iTe lo ha dicho él? {No! —exciamé Susi—. Pero uno también puede pensar algo y no decitlo. 180 que ha recuperado su voz de actriz de cine». ¥ ~Yo creo —dijo Irmi Jevantando el indice como si estuviera haciendo un conjuro— que mam atin gitiere a papé v que papé atin quiere a mama. Ademés uno puede vivir junto a otta persona sin quererla. Fl respeto es sufi: ciente. Qué? —pregunts Susi. —Eso lo he lefdo en el periddico, en la co- fuonna «Consuelo y Consejon —dijo Inmi. —Ab, sf? —murmuré Susi. Entraron en a habitacién de mamé sin Hamar ala puerta. Mamé ya no dormia, pero atin estaba acostada. Estaba pélida. Sus parpados estaban pesados y le caian como dos orugas gordas so- re un par de ojos inyectados de sangre. Tenia ‘a nariz hinchada y roja. «Asi no le gustaré a papé, garantizado», pensé Susi, —2¥ ahora qué quieren? —pregunté mamé desconsoladamente. Los brazos le cafan sin | fuerza, como muertos, a ambos lados de la cama. > Susi pensé: «No quiero ser injusta con ella, pero creo dijo: —Papa va a venir. Ya esté en camino, viene répido como los bomberos, Mamd se incorporé, Su voz ya no sonaba apagada y sin coior. Perdié el timbre de actriz tragica y exclams: 18 —iQuién? ;Papa? {Vine aqui? ;Como?

You might also like