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i, INSULARISMO ANTONIO S. PEDREIRA — EDITORIAL EDIL 3 Esta obra forma parte de la coleccién Obras Comp) ‘Antonio S. Pedreira. La colecci6a consta de sicte tomog Pleas de Tomo I Aristas ‘Tomo II Hostos, ciudadano de América Tomo III Insularismo Tomo IV El Affo Terrible del 87 Tomo V El Periodismo en Puerto Rico Tomo VI Aclaraciones y Critica Tomo VII Tres Ensayos La actualidad del Jtbaro Curiosidades Literarias de Puerto Rico De los Nombres de Puerto Rico a © Propiedad de Luis F. Negron Garcia y Clara Lopez Baralt Negron Derechos Reservados © Editorial EDIL, Inc. 1992 Titulo Original: “INSULARISMO” Impreso en P.R. PROLOGO A LAS OBRAS COMPLETAS PEDREIRA: AUTORRETRATO EN SU AUTOCRITICA Uno de los aspectos ms conmovedores de Ia obra escrita pot Pedreira, es el retrato que hace de s{ mismo en su autocritic La introduccién que escribié a sus libros es documento or sus reveladoras confesiones, para encontrar el autorretra Comenzamos por su primer libro en las péginas que viral Portico. El Pértico es mejor, marco que limita el retrato y da fijeza clara. Aparece al principio de Aristas (1930) y nos en las primeras Ifneas, uno de los rasgos frecuentes en el tro de Pedreira: Ja melancolia que a veces se trocaba en ensi mismamiento: “Al escoger para este libro un nimero de ensa: yos breves, hemos tenido que repaser con melancolia, papeley ya empolvados escritos en los més claros afios de la muchachez’,, Se sentido de selecci6n, desarrollado con el estudio y ef tiempo, hubiera rechazado aquellos que “sin rodeo” no le pa- recian ya yaliosos. Pero los redacté con impetu febril, con entusiasmo de veinte afios y en expresiGn y esencia le propociona- ron entonces tan intimo placer, que no se decide a abandonarlos. Escribe en seguida unas palabras, que al terminar dejan este blecido con recta antevisién el impulso de esta vida en angustia y urgencia creadora: “En el recodo de los treinta afios, cuando con melancélica tolerancia volvemos la vista hacia el paisaje que llevamos a espaldas y vemos marcado el ‘tinerario con ja- Jones y pecados de juventud, que por conviccién de insuficiencia no cristalizaron en volumen, nos sentimos esquivos al arrepen- 8 ANTONIO S. PEDREIRA timiento y extendemos a nuestro honrado laboreo el perd peternal que shora cuaja en nosotros. De este balance sentimen. tal y blendo surge una conclusién consoladora: «No hace ung cuanto debe; hace lo que puede>”. Sefiala asf su {ntima congoja, el duelo entre deber y poder que se libré en su alma hasta sug Gltimos dias. Aristas fue, segiin dice, un lastre desalojado para levar anclas. El marco se remata con estas palabras: “Levar an. clas, {Hacia dénde? El porvenir es todo caminos”, 2. Introduccién a Hostos, ciudadano de América. Pedreira escoge los caminos dificiles —veredas mejor— que a él le toca despejar y cimentar. Y comienza la investig: que le lev6 a andar hacia Hostos, ciudadano de América (1932). Quiere ahora aclerar le significacién de Hostos, “cuya memoria se ve- nera a pedazos en todo el continente americano, pero quien no ha recibido atin cl fallo justiciero que 1a posteridad discierne a Jos buenos capitanes de Ia cultura”. Y ajustando al caso de Hostos la frase de Voltaire sobre los clisicos, se refiere a él como “un hombre que todos conocen y nadie ha leido”. Apa rece ahora otro rasgo del carécter de Pedreira: su afén de ser justo. Este afén le lev6 a trances amargos porque para ser jus- {os tenemos que juzgar, y juzger es la tarea més dificil de los hombres: “Bien saben los que hayan sentido apetencia de in- ‘egridad moral, que no es tarea fécil ir labrando a golpes de renunciacion y de abstinencia la columna interior en que han de = a baie Tiene el hombre que soportar diariamente tigioe pam on 3 Pasiones humanas, para Ja cual no hay pres S, ni prestigios inmaculados. En Hostos tropez pas on hee premeditads tendencia a vitalizar los actos de su con le nobleza del pesar y Ia santided del senti Esta premeditada tendencia se abre paso en Pedreira con Ia Jucha y discipling moral enumerado INSULARISMO 9 titud de ciudadano, continencia, Probidad, tolerancia, hombria”. Reconoce en Hostos apetencia y virtudes de su Propia alma y por eso escribié con tal honradez y comprensién acerca de & 3. Prefacio a Bibliografia Puertorriquefa. La introd cin a este libro es el documento que més nos revele sobre la vocaciGn de Pedreira como investigador trabada con firmezs ex el cardcter del hombre. La Bibliografia Puertorriquena (1493. 1930) ocupé siete afios de trabajo al margen de las tareas uni- versitaries del eutor. Consciente de recoger cuanto se ha es. crito en Puerto Rico y sobre Puerto Rico levaba en el propé- sito a dificultad de agotar Ia investigacién y el malesta: que produce siempre al investigador verdadero lo incompleto, coa- fiesa que no ha tenido Ia “desmedrada” ambicién de agotar el tema sino “el modesto propésito de iniciarlo”. Su anhelo de que se formara una Biblioteca Puertorriqueéia que no existfa en su tiempo, se ha cumplido hoy en la exce- lente sala puertorriquefia de le Biblioteca de Ia Universidad, donde se incorpord Ia suya en donacién que se hizo efectiva después de su muerte. La no existencia de una Biblioteca Puer- torriquefia es origen de esta declaracién que nos alumbra el sen- tido de su obra entera: “Con melancolfa apuntamos el hecho y declaramos honradamente que nuestra finalidad se encamina a remediar en parte la penurie informative con que tropiezan los que intentan estudiar los aspectos diversos de nuestra perso nalidad”. 7 La historia del proceso de la formacién de esta Bibliografia os revela que respondié « una necesidad profesional: « su idea de ofrecer en la Universidad un cursillo de literatura puer- torriquesia, La modesta palabra es indicio de Ia mesura y ale iamiento de lo espectacular que caracteriz6 su ensedanza. Vio Ta necesidad de “valoracién y orientacién en nuestra revoelta y Confusa produccién literaria” y valcrosamente, sin desmayar ni Contemporizar, se entregd al diffcil trabajo. Leyendo Ia historia de este libro nos conmueve Ia honradez, 10 ANTONIO S. PEDREIRA jtud, el agradecimiento sin reticencias hacia todos los eect y orientaron en su quehacer. Conserva sus nog’ bres con el noble goce del que no olvida Ia generosa coopery, cién en su tarea. Us6 segiin apunta, “un criterio flexible al sey. vieio de la clarided y el orden”. Al reconocer el servicio que todos sportaron incluyendo muchos de sus discfpulos, los r9. lev6 de los posibles yerros que declaré *hijos de su incompe. tencia”. , La probidad, Ia eficiencia y “el horror a la dispersién” son anclas que le sostienen en la fatigosa busqueda. La “perspectiva final” con que termina este prefacio nos muestra las raices de su pensamiento que habia de expandir en las pAginas de Insu. larismo: “El dictamen facultative para remediar nuestros males ha de seguir del pleno conocimiento que tengamos de ellos”. Sa- tisfaccién grata fue para él todo el afén que puso como ayuda para remediar nuestros males, 4. Brijula de Insularismo, Pero es en ta introduccién de Insularismo donde encontramos Ja brijjula, como él mismo re- vela, para navegar por las aguas més altas y encrespadas de sus conflictos. No se acerca a la realidad puertorriquefia con tono admire- tivo, ni pretende que sus observaciones sean ciertas pa los demés. Aspira més bien a plantear problemas y “recoger los elementos dispersos que laten en el fondo de nuestra cultura”. Desecha optimismos esteriles para aclarar “lo que hemos sido ¥ por ahora somos”. Gavilla de reflexiones provisionales es, ¢0 Su autocritica Insularismo (1934), Respuesta a las preguntas que “insistentemente quebrantaron su reposo”, propone el callar de lamentaciones, la muerte de 1a indiferencia, para “ataviar !¢ Patria pulcramente con nuestros deberes", Tan altos propésitos debieron escudar a Insularismo de 18 a voluntad que su franqueza inusitads ocssiond. Lo impor ‘mal; | INSULARISMO ry ¥ fechas. El veintiséis de septiembre de 1934 aparecié un ar- tfculo de Pedreira en EI Mundo, = manera de eutocritica de Insularismo. Esté escrito en tercera persona subsanando algu- ‘nos errores y orden de las materias, algunos pasajes oscuros, Humorfsticamente remeda Ja critica superficial que juzga di. siendo que el libro no esté mal del todo, que el autor es un chico joven y prometedor, una firme esperanza de la patria y que algin dia volaré alto. (En seroplano.) Esta nota humors tica, frecuente en los articulos criticos de Pedrei: yen su conversacin, sazona su seriedad interior enriqueciendo su carke- ter. Sefiala después la complejidsd del tema. “Abarcar mas de cuatrocientos afios de historia en treinta y seis péginas es una osa- La sintesis aqui aludida, lo fue irdnicamente, ya que la critica que satiriza es la que cree en la cantidad de paginas més que en Ja virtud de 1a concisién. Y termina en tono de broma, afeando la costumbre torpe de los que contestan las criticas que se hacen de sus libros: “Dispense el ilustre y distinguido cate- drético, el brillante escritor que yo juzgue su obra de esta ma- nera. Yo espero que él acepte esta critica hecha con buena in- tencién y espero, ademés, que no vaya a tener el mal gusto de contestarme. Tenga serenidad en tanto publique otra obra que us merezca mejores reflexiones”. 5. Un hombre del pueblo. José Celso Barbosa. La biogra- fia de José Celso Barbosa (1937) es el Gnico libro de Pedreira Que no tiene prefacio. Cada capitulo esté precedido de un pé rrafo tomado de El Tiempo, La Democracia y en el tiltimo unas Palabras de Rafael Rivera Santiago, referentes al cardcter y vida de Barbosa. E] primer capitulo leva al frente unas palabras del mismo Barbosa sobre los errores y limitaciones de los que escri- ben biografias. Son palabras que Pedreira tuvo muy presentes mientras escribié su | La figura de José Celso Barbosa perdura en esta biografia con la poderosa voluntad que lo levé a vencer las més dificiles limitaciones de hombre venido “del pueblo”. Su vida austera, ae su firmeza politica, ve subraya en estas pginas con Ia admirg. cién comprensiva de quien también en su vida tuvo que persis, tir con valor para sostener sus propésitos. 6. Prefacio a El periodismo en Puerto Rico. Este libro péstumo, casi terminado excepto el tiltimo capitulo, completa a autorretrato de Pedreira con toques precisos. De nuevo revele su pulcritud de investigador, su honradez sin tacha al anunciar que Ia historia que ofrece del periodisme puertorriquetio est4 sujeta a correcciones y rectificaciones. Se duele de no haber podido alcanzar —por obstéculos para él invencibles— la “es. crupulosa exactitud” esquiva, As{ da, “no sin grandes reservas” el fruto de su investigacién. El vehemente deseo de saber si somos y cémo somos, aquf, como en e! resto de su obra, fue la espuela que le aligerd Ia dura investigaci6n, las largas lecturas, las bisquedas afanosas que representa el libro El periodismo en Puerto Rico (1941). Para Pedreira, la prensa fue a mejor zona de expresién de nuestro carécter y 1a‘lectura de articulos y edi- toriales ya olvidados, compensé con iluminacién de nuestro pe sedo, todas sus fatigas. Este prefacio termina con una cita de Azorin tomada de la Ruta de don Quijote: “Después de meditar en lo que falta por hacer con relacién a nuestra historis, n0 tenemos més remedio que repetir con Azorin: «lector, perdé- name, mi voluntad es serte grato (mejor, vtil): he escrito mucho en mi vida; veo con tristeza que todavia he de escribir otro tanto. Lector: perd6name: yo soy un pobre hombre que en los ratos de vanidad quiere aparentar que sabe algo, pero que ¢” realidad no sabe nada>*, Tal afén de perfeccién y creacién n0 fa fe ees ve <6 innuficiente, no con ta poguedsd bre sucerivag Metts Sino con Ia insatisfaccién del que desc 'vos horizontes y sabe que para ellos no hay Limite. | | PROLOGO Pertenece Antonio S. Pedreira a la generacion purricrriquefia que crece y se forma en Ia época més critica de nuestra histona aquella en que se siente mas en came viva el impacto del cam- bio de soberania. Este hecho, ocurrido a raiz de la Guerra His Panoamericana en 1898, conlleva radicales cambios culturales Para un pucblo como el nuestro, formado dentro de! m: latino-espafiol y que ahora cae bajo el influjo de un pueblo anglosajén. No ocurren estos cambios de un modo lento y evolutivo, como cuando una sociedad pasa de una fase a otra de su his- toria cincelando nuevos perfiles a la fisonomia de su pasado, sino de un modo abrupto que disloca de sus mas finas aruicu- laciones la estructura social y produce fuertes conmociones emo tivas en el pueblo puertorriquefio. Ahora se ve obligado éste a adoptar una nueva personalidad, con “el problematico incom veniente de empezar a ser otra cosa” para ponerlo en palabras de Antonio S. Pedreira Como una antena sensitiva, capta Pedreira las més leves vi- braciones del sentir colectivo dindonos en Insularismo la im. presi6n clara del mismo: “Entre estos dos estilos de vida —di- ce—, nuestra personalidad se encuentra transednte, en accién pendularia, soltando y recogiendo en un ir y venir buscando rumbo, como una paloma en vuelo y sin reposo” El cambio fundamental esta en el signo espiritual de los Jos pueblos que han intervenido en nuestro destino; en la diferencia de sus valoraciones y de sus actitudes rectoras, que es como “4 ANTONIO 3. PEDREIRA decir, en los determinantes de su ser. En muchos aspectos esen, ciales de estas dos cultures, cree ver Pedreira notas antagénicas iliables, que colocaron frente al puertorriquefio tremen, os dilemas sin que tuviera derecho 0 posibilidad de clegir. Erg io, ineludible, adaptarse a los nuevos modos. Por eso ny, personalidad se encuentra “transedinte” —y yo dirfa més: dey. pavorida. Es esta realidad Ia que le hace ver a Pedreira Ia historia de Puerto Rico alegéricamente representada como un viaje por ‘mar, en que la nave de su pueblo en su momento inicial: “le. vando el ancla” parte de una condicién dependiente y pasiva va luego, “buscando el puerto”, hacia el encuentro consigo mismo, el hallazgo de su propio destino hist6rico. En este se- gundo momento, de despertar de la conciencia .colectiva, ef hijo del pats comienza a distinguirse del espafiol peninsular que con ft convive en la ila, y que es casi siempre ‘un tipo conser- Tae incondicional”, y a solidarizarse ideolégicamente con ae — de Espafia y de Hispanoamérica, al- Titares. Pedreira cree ae Seale cae see oe are el desponay fe weet OPresi6nsirvié de reto y extimulo Se : conciencia de pueblo, que cierte- M llegé & manifestarse de un modo activo y fi los ‘movimientos cfvicos, en Ia resistencia valie eeayatia| turas del *Componte® pele : nte frente a las tor- dos poticws tal came ct _ceseign de los primeros par tuciones scien y la fundacién de importantes insti- s6lo para recibir el los. P, i solpe de un destino butrag el wate de (oN pers nea als en bre sentir de Luis Mus te" y més atin “is "et Palabras Ia angustin de ete Ribera, quien expres INSULARISMO 1s En este barco que navega, proa a Is playa con incendio a bordo; en esta isla néufrage que anhela el refugio del puerto, nosotros los tripulantes hemos de unirnos espalda con espalds, dando frente al peligro todos juntos, todos obedientes « la soli- daridd impuesta por nuestro destino.” La generacién de Mufoz Rivera, la de los hombres que e taban en plena madurez al sobrevenir los sucesos del “98, es ‘una generacién deprimida por el derrumbe de sus suefos. Bus can febrilmente estos hombres el modo de unir al pueblo puer torriquefio en su frente defensivo; pero este pueblo —que desoyS aun Eugenio Maria de Hostos cuando quiso formar Ia Liga de { patriotas— es el pueblo atontado e indiferente que hace ex- clamar a Rosendo Matienzo Cintrén, cofundador con Musoz Rivera del patido unionista: “Hoy Puerto Rico sélo es una muchedumbre. Pero cuando esa muchedumbre tenga un alma, entonces Puerto Rico seré una patria” i Cerca de veinte aios después prevalece atin esta disposicién | de nimo que se evidencia en las palabras de nuestro historia | dor oficial, Mariano Abril: “Pero... cexiste el alma? LY puer- torriquefia? Un cirujeno no la encontraria con el escalpelo; un psicélogo dudaria. El pais esté desquiciado, se asemeja a aquel caballero de la muerte pintado por el gran Durero, que ocul taba tras le armadura reluciente, un esqueleto ruin” En contraste con este modo de sentir y esta actitud de re nunciacin derrotista esté la afimacién de Antonio S. Pedreira: “Nosotros creemos, honradamente, que existe st alma puertorri quefia, disgregada, dispersa, en potencia, luminosamente frag- mentada, como un rompecabezas doloroso que no ha gozado nunca de su integralidad”. Lo que va de Abril a Pedreira es la distancia que puede medirse entre Ia generacién del “98 y la nueva generacia cuya sensibilidad esté atin tefiida de pesimismo, pero la actitud es distinta. El pesimismo de estos hombres es un mero punto de arranque hacia la tarea de revisiOn, anflisis y critica que los sitda ante la decaida situacién del pafs en actitud militante En el aflo 1929 un grupo de jévenes escritores: Vicente ANTONIO S. PEDREIRA 16 Géigel Polanco, Samuel R, Quiiones, Alfredo Collado Mari y Anionio S. Pedreira, anuncian en La Democracia tq aps ‘cign proxima del primer numero de la revista Indice eel peo editorial de esta Publicacién Propone abrir ung encuesta pare sondear 12 opinién piblica sobre los rasgos gue definen In personalidad puertorriquefia —cuya existencia mis ma habia sido puesta en duda por Matienzo Cintrén en 1903 y por Mariano Abril en 1929—. Indice se propone servir de antena receptora y de aparato trasmisor para dilucidar est, cuestion; *{Somos, 0 no somos? {Qué somos y cémo somos?* Responden a la invitacion algunos intelectuales y escritores co. nocidos, entre ellos, Manuel Zeno Gandia y Rafael W. Rami. rez. Antonio S. Pedreira nos da desde las columnas de Indice las siguientes observaciones: “Aislamiento y pequefiez geogré. fica nos han condenado a vivir en sumisién perpetua teniendo como Gnica defensa no la agresién, sino el pataleo con que se han caracterizado nuestras muchas e inutiles protestas civicas, ¥ eta soledad que nos amputa de los fraternos nticleos inte- lectuales y nos desvia de las nuevas corrientes del pensamiento ‘ue egita la conciencia del mundo, constituye una de las sefi les més represivas de nuestra cultura y un factor explicativo de nuestra personalidad carbonizada”... “El cinturén de mar Ne nos cerca y nos oprime, va cerrando cada vez més el es Pectéculo universal y opera en nosotros un agostamiento de la sion estimativa en proporcién al ensanche de nuestro interés sounicipal, gue pa arciones explican fa raz6n del titulo Insularismo se refiere a com, ce gune de interpretacién puertorriquefa: hecho de noose i & caracteres colectivos que radican ef! Sino una yanitT® insularidad. No es determinismo geouréfico I; un conjunto de factores hi ion espacio-tempora a nuestra condicién de isla, !@ Y Politicos que ai ps que afiaden ‘Primente y Fepresiva condicién colonial. Insult haciéndongs 8? '2d0 fo que nos oprime con fuerza centcipet os rodea, Ey a} At Mit adentro, de espaldas al mundo 4% “SPecto restrictive y limitador de nuestra &* INSULARISMO 7 periencia vital en parte debido la naturaleza y en parte a la cultura, a los azares de Ia historia. Pedreira resume admirable- mente este concepto: “Este apocamiento geolégico unido « la diffcil posicién geogréfica, al clima enervador, a nuestra cons- titucién biolégica y a Ia perpetua condicién feudataria, opera en nuestra psicologia colectiva con un sentido agostador y de- primente”. Insularismo es una interpretacion de nuestra historia y de nuestra psicologia colectiva vista como efecto en gran medida, de nuestra pequefiez y debilidad, tanto como de nuestro aisle , miento. No cree Pedreira, sin embargo, que esto constituye una fatslided inexorable. Nuestros males tienen remedio si logre mos destruir el mayor de todos: el de engafiarnos a nosotros mismos ocultando © minimizando nuestros defectos y— por otro lado, ef de esperar que toda solucién nos Hegue de afuera—-. Es necesario ponernos de pie y labrar con nuestro pro | pio esfuerzo un porvenir mejor. Al reieer hoy Insularismo re Conocemos que algunos de los defectos que observé Pedreira | han ido modificéndose 0 corrigiéndose en parte; otros por su arraigo tenaz, persisten todavia con o sin alteraciones. El pro- reso que ha mejorado muchas veces cosas, ha creado mucvos males también. Se han resuelto unos problemas y han surgido otros; pero una cosa sin embargo ha perdurado y es nuestra; vigilancia, nuestra inquietud y preocupacién por conocerncs a nosotros mismos y a las causes y Tesortes que operan en nuestro devenir hist6rico. Como secuela inmediata, Insularismo provocs la apariciéa de una obra de gran importancia: Prontuario Histérico de Puerto Rico, de Tomés Blanco. Su autor reconoce “al ditimo libro de Antonio S. Pedreira, la deuds de haberme servido de acicate”. Y de entonces para acé, son numerosos los escritores Puertorriquefios que se han ocupsdo de continuar en su obra Ja labor de interpretaci6n que inicié Pedreira. Hoy, la rapidez de los medics de comunicaciéa y transpor tacién nos enlazan al mundo, reduciendo al minimo nuestro aislamiento geogrifico pero persiste nuestro insularismo psicols ANTONIO S. PEDREIRA 18 i inca 9 graviter hacia adentro en aves eq, oe sei; a clroumscribiraos (a! nucstia vials inaa 2. dimensi6n; ; ‘ston insular, imismamiento, vuestro apocamiento, 1g eee fovetror sams, el temoe al riesgo, la Rae de perenne dependenia de las soluciones que vienen de afuene todo lo que se conjura para darnos el cuadra real de ese ing 5 caracteriza amv dir dngnonticd nuestra condicién y noe dio Ie clave radical el rasgo que opera como céusa generadora de nuesine sctirudes caracteristicas; un factor que puede hacer fracanae auestros esfuerzos —pero que si logramos vencerios cultivands sus aspectos positivos este insularismo podria ser nuestra salve. cin. Son epetorpottivos Ia tendencia a Ia introgpeccin, apego a lo nuestro, ala tradicién a la lengua materna, a la tierra Y ss sigor tics; el regionalismo que nos afirma en lo nus tro, com tal que rechace las actividades chauvinistas o exclusivis tas; con tal que no sea engreidor de la mediocridad ni amamanta- dor de Ia compla sino estimulante de la superaci6n por medio de Ia exigencia; el orgullo legitimo de ser puertorriquefos, conscientes de queef mismo se justifica, no por nuestra grandeza, ‘ino por el amor, la ternura que nos inspira la patria pequefa Que con el cario se nos agranda dentro del alma. Es menestet 4s adopcién de una postura decidida que nos lance a la acciGn, ¥, atendiendo el aviso de Pedreira contra nuestro retoricismo, Gwe quiere saldar con palabras altisonantes a deuda que tene- ‘mos contraida con Ia historia: “Hemos vivido —dice—, con 8 ‘mano abierta pidiendo lo que ¢s nuestro y permitiendo que Sus nos lean ia buenaventura y nos auguren un brillante por tae a de Visi con of pitt cecradle aenenaanco Ie me abr prostuide, Un buen tapabocas colectivo, nos. sactth Patria de los labios y entonces puede ser que le busquemos stro corazén”™, o jor: it It Pauta que sefile Pedreira: vivir para hacer i nuctee nett? Rico y a log puerirsiquefios; enirentaro® lon [ ah intro, Ro con meros amagos, nO elt 48 palabras; sino con accién firme ¥ INSULARISMO. 19 Sino desde dentro proyecténdose hacia . Expresar lo nuestro, lo criollo, lo re- gional pero con arte de; Purado que rebase questras fronteras No puede dudarse Ia decisiva influencia que ha tenido el Pensamiento de Antonio S. Pedreira en el desarrollo reciente de a 8 Ja vista los ideales estéticos que deben motivarla ye Sefialé defectos y vicios y dio su espaldarazo al en quien vio una promesa. Recomend6 las normas que deben regir las tareas de im- Prenta ¥ exigié dignided a la presencia fisica del libro, Preparé {a Bibliograjia Puertorriquezia que pone en manifesto la bra realizada en Puerto Rico y hace notar la excesiva produccién Pottica en comparacién con la de prosa, asi como la necesidad de revivir la novela. Es facil notar la visible superacién que después de sus criticas muestra el libro puertorriquefo por den, tro y por fuera. No callé nunca una critica que fuese; valian, La versatilidad de su Cipalmente a que se sinti alli donde era necesario, ncauzarla escritor novel Por adversa o dura Pero tampoco neg6 nunca el estimulo a los que Produccién como escritor se debié prin- 16 obligado a laborar siempre por servir en los terrenos desiertos, menos free Dn as cuentados: 1a bibliografia, Ia critica, La historia, ta biogratia, Ct eemey maestro dejé una semilla de amor y de exigencia; en. wei om la palabra y con el ejemplo. En y fuera de la cdtedra ra reeto viempre, descubriendo y sefialando nucstras fallay, ie to toda clase de estimulo, abriendo caminos, y sobre todo, dejando marcada su huella allt donde debemos seguir sus pasoe, Anc&Lica BaRcELs De BARasorpa San Juan, Puerto Rico 16 de enero de 1968 Ltrayectoria recorrida por nuestra vida de pueblo. No se me esce- We odo F any pu 1 LA BRUJULA DEL TEMA Fh5785 Pésinas carecerén del tono admirativo que nuestra com- placencia ha creado para medir la realidad puertorriquefia. No son producto de un anélisis cientifico, sino que sin preten- siones bastardas y respondiendo a un personal con raices en la inquietud contemporénea, fueron surgiendo de la concatenacién de hechos y actitudes sometidos a la més pura y desinteresada meditaci6n. No pretendo que Jas observaciones que para mi son ciertas fo scan para los demfs, En cllas tal vez trafiquen contradiccio- nes internas y visibles repeticiones que nacen de la misma vite- lidad del problema que sbordamos. Voy buscando, intuitive mente, Ia significacién oculta de los hechos que marcan lai pan los posibles deslices de apreciacion que inevitablemente nos evan a erréneas conclusiones. Como no perseguimos hacer his toria, ni ciencia, ni labor de expertos a base de estadfsticas, 4 fuestros ntimos reparos han quedado vencidos por nuestra, buena fe. Estas pdginac -ues, no aspiran a resolver problema jtlguno, sino més bien a plantearlo, Constituyen una de las yar ‘ius posiciones que pueden adoptarse frente « un tema. A la larga, el ide a un Lomo somos? los puertorriquefios id ._Ini ~ mos Tos elementos dis; we Iaten en el fondo nuestra cultura, y render los tos culminantes de_n. Psicologia colectiva. Pero téngase en cuenta que ai es dificil ‘GeGnir a un solo hombre, por las miltiples facetas que entran en su personalidad, es mucho més dificil definir a un pueblo. La dificultad sube de un punto cuando se intenta, como en csi 22 en caso, definir un conjunto de seres.que todavia no ha podido de. Tinear 1 gusto su vida colectiva Hemos vivido atados a una interpretacién optimista y extg, ril de la historia, de donde arranca el soberbio defecto de creer. nos el non plus ultra de los pueblos antillanos. Seguidores entusiastas del patriotismo ret6rico, hemos dado en ocultar ma. fiosamente el sentido BejoatvOy que necesariamente han de arribar ciertas reflexiones fas. Para sorprender en su pura | sinceridad las manifestaciones esponténeas de nuestra concien- cla, es fuerza merodear por el €xtrai Ja historia oficial- ) mente escrita, y sorprender las actitudes bfsicas que inevite ) blemente eacaparon por su inocencia, # la pluma del historiador gubemnativo. De esas excursiones(periférichs y de esos momentos ’ derramadoe con ingenuidad en el expedienteo profesional, he- ‘mos de sacar las conclusiones de nuestra individualizacién. | ___Eshora de acabar con Ia idolatrfa servil que tiende a definir ‘nuestra personalidad, apoyada en perfecciones logradas que no han pasado de aspiraciones. El curso de la costumbre es afirmar nuestras virtudes, como si realmente hubiésemos colmado Ia aoe eos: ‘Lo que debiéramos y queremos ser dista mucho ) cpa ee eked nae} Por shore somos. Para el que se preo | ee poche indefinible que tiene en su delirio de ¥ defectos es oe is a See erase eas 7 compensacién, : oo ee aia, @ fin de que sean juzgadas imparcialment® medio. Sin vacilacién ni desaliento y proveyendo , } Margen i . - me = dat Sauivocaciones dejamos a la deriva Ia misict 7 i —ew INSULARISMO. 23 Ja necesidad de renovarla”. La amargura que pueda destilar este ensayo va saturada de esperanzas de renovacién. Hasta la fecha se suele medir el volumen de nuestras cuali- idades desde el plano inestable de la politica. El punto de vista ha oscilado de acuerdo con la movilidad de su base. Nuestra Politica se ha desenvuelto trégicamente en anhelos de mayor utilidad y participacién. Lo utilitario, fo necesario, lo aprove® [fchable, han sido normas de todos los partidos. Y como respira- mos politica y vivimos politica, y en la escuela, en el teatro, “el periédico, en la tertulia, en el oficio, en todas partes el tema sobligado e invariable es el politico, hemos desarrollado una ae- otitud electoral para medir las cosas. Esta actitud varla con las circunstancias. Ayer no més, ser politico era un deber patrié- tico; hoy es una profesién. Compérese 1a politica del siglo xix con la del siglo xx y se verd el salto que ha dado de principio 8 oficio, de sacrificio at ? de esfuerzo a logro. Antes domi- naba un espiritu de programa; ahora, un interés personal, un privilegio oculto en cada paso. Sin Goslays> la sustantividad de nuestra politica tenemos que rechazar los flujos y reflujos de la ltima hora como punto de spoyo para_una imparcial aprecia- cién del problema que nos ocupa. E en el mar es tran sitorio aunque venga del fondo. Tampoco puede dar la medida de nuestras cualidades el salto inesperado de una dominacién a otra en que se acentia Ia com paracién del progreso en ambas épocas. “Las gentes frivolas —ha dicho Ortega y Gasset— piensan que el progreso humano consiste en un aumento cuantitativo de las cosas y de las ideas. No, no, el progreso verdadero es la creciente intensidad con que percibimos media docena de misterios cardinales que en la Penumbra de la historia laten convulsos como perennes cora- zones.” Averigiiemos si existen para nosotros ¢s0s misterios y cusl es su sentido. O al menos tratemos de poner a flote la esen- cia de nuestro carécter. “Dominado todo el mundo —dice Are quistain en La Agonia Antillana, con relacién a Puerto Rico— or la preocupacién politica, son pocos los que tiene para i 4 ANTONIO S. PEDREIRA interesarse en Ia esencia de la vida y de las cosas.” Nuestro deseo es penetrar en esa esencia. En esta aspiracién de construir analfticamente !8 armona dy nuestro cardcter han surgido en el tema constantes evasivas que hemos tenido que acorralar atendiendo principalmente a Ia, revelaciones que pueden formar regla. La complejidad del asun. to precisa rechazar excepciones que, por numerosas, intentan abrumar con dudas la necesidad de la sintesis. Bien sabemos, y hasta lo deseamos, que muchas de estas evasivas quedarén ron. dando el comercio mental de los lectores para provocar la disi- dencia. De atender al imperativo del escripulo no hubiéramos escrito estas paginas. Y ya que puntualizamos el rumbo que ha de llevar nuestra interpretacién conviene también aclarar lo g {_entende- mos por cultura. Referencias simples suelen @broquelar==yen Ia cémoda e insuficiente definicién que hacen de Ia cultura asunto Privativo del saber o de la moral: Creemos con Ludwig Pfandl ue Ia “cultura no significa Suma 0 Sintesis de todos los com- Pucstos espirituales 0 civilizados, sino mds bien el mundo exte- rior, el ambiente que Carlos Justi lamaba hermosamente el éter de las cosas”. El repertorio de condiciones que dan tono/® Son ne Y Sauces a la vida de los pueblos; esa peculiar renc- cin ante fas cosas —maneras de entender y de crear— que diferencia en grupos nacionales a la humanided es lo que enten: “deremos agut . Ms que adelanto es intensidad vitel- Para definir sin grandes errores itmo césmico del pro” blema y sefialar en él Ia eas Ro hay que perder \ ner sa. Aun reduciendo Ja complejidad del asunto a términos tan simples no resulta fécil Ja captaci6n de nuestro ademén, porque 5 Podemos prescindir en nuestros dias del gesto anglosajén que a través de Estados Unidos se va filtrando lentamente ven nuestra esencia hispénica, INSULARISMO. 25 / Yo veo tres momentos supremos en el desarrollo / ‘pueblo: gl primero, de formacigg y ecumulacion_pasiva, que ‘ (cempieza_con el descubrimiento y la conquista v termina en los | -tltimos_afios del siglo xvi primeros del x1xj el segundo, de, -despertar ¢ iniciacién, que empalma con el anterior ¥ cierra co} Ttar ¢ iniciacién, que is ig mn Ja_guerra_hispanoamericana indecisi¢s ransi \Vjgi6n en que estamos. Asi, pues, en el primer momento, no fuimos! (otra cosa que una fiel prolongacién de la cultura hispénica; en! sel segundo empezamos a descubrir un ademan independiente! dentro de aquélla, y en el tercero hemos querido continuar sui ‘desarrollo, pero con la modificacin de un nuevo gesto de la? “cultura occidental (el saién) superpuesto a su crecimiento. No! me interesa, por ahora, discutir el resultado de este ultimo in-' jerto sino sefalar 4a distontinuidad de nuestra intima evolu-. ci6n, que no ilegé 2 madurar plenamente. Tuvimos nacimiento y crecimiento pero no renacimiento. Salimos de una trasplantacién Y Nos metimos en otra sin acabar? de disefiar nuestroCademap) que no hemos perdido por serpie: to, pero que se encuentra transednte en el momento historico en que vivimos. Y esto que Jlamamos nuestro ademén —sin re- clamar para é1 con el gesto hispénico o anglosajén den- tro de la cultura occidental sino mas bien Teconociendo siempre 1 Por ahora, al primero— es lo que constituye el Wnico motivo de preocupacién de lo que aqui lamamos insula- rismo. Todo el sistema de condiciones en que hisiéricamente es lo que aqui entenderemos por cultura puertorriquefia Si de esta manera sisiamos el concepto de su dependencia internacional tropezamos inmediatamente con que el acarrec hispénico es infinitamente superior a lo creado: no hemos h> cho una lengua, ni un arte propio, ni una filosofia nacional. Nos! ia faltado como = tantos pueblos, sdemés del aprovechamiento- 6 ANTONIO S. PEDREIRA 4a lento ingen, intrrealon Geico Me Ia vig, alto « lo abstracto que es prueba de solidez y madurer de pes blo. Nosotros fuimos y seguimos siendo culturalmente lonia hispénica, Y sin embargo, dentro de Ja armonia de nuestry raza, tenemos un comienzo de ritmo particular que Si en reali. dad no ha legedo # manifestarse con plenitud de primer plang ha conseguido diferenciarse un poco, como en otros. puehiy del orden general que Espafia cre6 en América, Témese este esfuerzo preliminar como gavilla de reflerioney provisionales encaminadas a elaborar de primera intencién a{, gunos datos que me parecen imprescindibles para definir al pue blo puertorriquefio. Cuslquier See resultaré en per jicio de su totalic ie espere los remedios que no puedo ae no wy ality Mr prope es més bien sefialer los elementos dispetsos que pueden dar sentido a nuestra per: “sonalidad. Pera responder a las preguntas que insistentemene | quebrantan mi reposo he escrito este ensayo personal, cosido en!) el deseo de abolir las renovaciones tedricas. En vex de remes- | Una co. dar Jos andrajos de Ia patria con hilo de lamentaciones 0 pet- ches de indiferencia yo vengo a proponer que la ataviemos pul cramente con nuestros deberes, Este libro, pues, trata de recoger el ritmo vital que nos de - Al hacer una lectura de conjunto pa geste prog | he notado que muchas ideas yerguen s sin adquir completo desarrollo. Estén como semillas recién sembradas & Perando que el lector las haga reventar. shes Me amparo en el » Porque como la misma pais’ — indica, es un sénerdic donde se empiezan muchas cos! 100 acaba ninguna, u BIOLOGIA, GEOGRAFIA, ALMA 1. — EL Homare y su Sentipo cue Ja sangre europea vino a bautizar cristianamente a Boriquén indigena, “la isla, en 1509, bajo las érdenes de Juan Cerén, estaba tan poblada de indios como una colmena, ¥ tan hermosa y fértil que parecia una huerta”, seguin afirma: cién de Tigo Abbad, nuestro primer historiadoy De su orga Rizacién primitiva heredaron nuestros campesinos el bohio. Id hamaca, Ja tinaja, las higiieras... mas no la bravia independen= Buerrera que los lanzaba a expediciones arriesgadas fuera def Boriquén. En el aio 1511 se sublevaron los aborigenes que ng Pudieron someterse a los conquistadores y en pocos aitos quel daron reducidos por la explotacién y las enfermedades en cans tidad considerable. Para contrarrestar su merma y su incapacidad para el tra. ‘bajo rudo se introduce en Ia isle por Real Cédula de 1513 el ¢lemento africano; el negro rendia la faena de cuatro hombres » al entrar en nuestra formacién racial esta tercera categoria etnolégica, 2S¢_crea, con la esclavitud, uno de los magnes pr blemas sociales que arrancard més tarde ss fuerzos incansables a nuestraCgestante)conciencia colective. El tlemento espafiol funda nuestro pueblo y se funde con las de- Aids razas. De esta Jusién parte nuestra con-fusion Exterminada paulatinamente por las plagas y sometimiento Ja raza indigena, que a los pocos afios de la conyuista dejé de ser factor importante en el cruzamiento, quedaron frente a frente absorbiendo con impetu las dos razas invasoras con fondo 28 ANTONIO S. FEOXRe™ | y disposiciones psicol6gicas en pugna. La raza superior que daby dnteligencia y el proyecto, y la llamada raza inferior que aportab obligatoriamente el trabajo ofrecian caracteristicas de dif x casamiento, Entre ambas mediaba la distancia que separa a} hombre libre del esclavo, al civilizado del bérbaro, al europea, del africano. La raza blanca era legislativa, la negra ejecutiva: tuna imponia el proyecto y ordenaba; la otra ofrecia el brazo y obedecia; mientras Ia europea era duefia de vidas y hacienday la africana no podia disponer ni siquiera de sus sentires. Tam. poco tenia que preocuparse por nada, ni pensar en cosa alguna, | ya que la raza mandataria se ocupaba de pensar por todos, con- servando de esta manera su fuerza moral sobre el conjunto, Ex“ el fondo de nuestras maneras actuales, gran parte de la mu | dumbre puertorriquefia atin tiene hipotecada su intima liberta personal. Estos dos troncos primarios conservan su pureza racial en los primeros tiempos de la colonizacién, sirviendo de barrera entre ambos el menosprecio del europeo hacia el africano y él | resentimiento de éste hacia su duefio. El rencor fronterizo no fue infranqueable. Los escripulos fueron venciéndose ante 18 Presién de uno de los extremos del elemento hispanico, que obedecia al principio de la raza que funda, se funde y s¢ com funde. Los colonizadores se dividian en claras parcelas sociales weniend ver sae uerior a la nobleza, titulados y Lgl limite inferior al pueblo y a Ia soldadesca con beres, derechos y privilegios muy disimiles. Si bien es verdad que los primeros querfan mantener a toda costa Ia purez® Sangre que les garantizaba honores, privilegios y exclusivi ierérquicos, no es menos verdad que los plebeyos blancos 7° mantuyicron escrupulosamente su nivelacién social y P0° * Poco fueron mezcléndose con la raza negra que nunca h& lo grado entre nosotros supremacta de poblacién sobre 1a blanc Cuando en el siglo xvi desaparece casi totalmente ¢! ¥*, spagado elemento indigena, quedan en exclusiva funcion &U"™ gica el blanco y el negro, alime a ent diel one 10 ain ntando el viejo cruzarai INSULARISMO 29 Luchan en el mestizo dos razas de dificil con- jugecion Y Opuestas culturas. Entre una, que es la superior, y la “otra, que €s la inferior, el mulato sera siempre elemento fron- terizo, participante de ambas tendencias raciales que acrecen- taré més o menos de acuerdo con el tipo que escoja para un ‘segundo enlace: el mestizo, el blanco o el negro. El mulato, que combina en si las dos tltimas y generalmente no suele ser una cosa ni la otra, es un tipo de fondo indefinido y titubeante, que mantiene en agitacién ambas tendencias antropolégicas sin acabar de perfilarse socialmente. Vive del presente inmediato, defendiéndose de todos y de si mismo, sin volcar pautas en eb “ambiente, prudente e indeciso, como el hombre que se encuentra, cogido entre dos fuegos. Necesita una mayor cantidad de res servas de una u otra raza para resolver su situacién. Es hombre, de grupo que colabora y no crea, que sigue y no inicia, qu marcha en fila y no es puntero. Por lo. general, carece de fervor fifes para ser capitan: 74 Del cruzamiento de espafioles puros que en la isla Iuchaban, desventajosamente contra las enfermedades y el clima, nacié ek criollo,/paliducho y 4gil, que al través de algunas generaciones pudo asimilar con utilidad los rigores del trépico. De aqui pi 4 Jviene mayormente nuestra gran masa campesina, hombres de lé altura, que a fuerza de luchar con Ia inclemente naturaleza, han desarrollado una admirable resistencia fisica, casi inmune a lati mismas enfermedades que tantos estragos causan a los curopecs. ‘Asombra pensar en este tipo criollo, curvado de sol a sol sobre Ya azada, con su vida tendida a la intemperie azotada de priva- ciones y uncinariacis y resistiendo siempre, no obstante su defi- ciente alimentacién. Es tipo que también vive del presente, que © trabaja obligado por Ia necesidad, que recurte al juego esperando ‘acapatar en un momento los recursos que cree incapaz de ob: tener con persistente laboreo. Dadivoso y cordial. hospitalario y fiestero, ha tenido que refugiarse en la astucia para proteger: se del atropello de-la zona urbana y de la negra competencia de Ja costa. Nuestro jibaro es por naturaleza descontiado y es- quivo, y aunque de suyo bgnévolo. gencralmente es receloso y _ 4. #$=—_llenco + near a ‘gstuto, Harto de ofrecimientos nO cumplidos y de Promesss no Jogradas ha tenido que recurrir a su vivaz ingenio para Pee vallas« fraudes y desmanes pueblerinos. Desesperanza y descon, fianza las supo recoger magistralmente nuestro poeta criollo, Luis Lloréns Torres, cuando en un arranque de precisa defini, cidn psicoldgica escribié esta décima: Liegé un jfoaro a San Juan Y unos cuantos pitiyanquis Lo atajaron en el parque ‘Queriéndole conquistar. Le hablaron del Tio Sam, De Wilson, de Mr. Root, De New York, de Sandy-hook, De Ia libertad, del voto, Del d6lar, del hhbeas corpus ¥ el jfbaro dijo: Todavia no se ha hecho una interpretacién filoséfica del jfbaro y no es ésta la ocasién de malograrla. Cuando se intente, habré que subrayar sus vicios y virtudes y su peculiar reacci6n frente a la vida, te 2B eae a ¥ el mulato, se han aclimatado perfectamen:... tie africans oe 0: ES ‘htimo, que Heva en Ia sangre resisten- ¢ sruzarse de nuevo con el negro produjo ourg, Pd intermedio, el grifo, de més reci complexién y atrevimien-_ ido rane Stto producto etnolégico puertorriquefio y que te mala vee Ose de Tas faenas rudas de nuestras costas ¥ cet / la menace Predominan en él a fuerza del negro ¥ ess rachas de bing ne munca bien balanceadas. Cuando en Pareto” yan nip geit©® # alguien la frase tan comin de “srifo Decidido y vehomeat%488 en el insulto ambas caracteristicas- Gloncia por un pan Wuch@ el grifo desde el fondo de su com’ Un tratamientg pon? TeonoCimiento de sus facultades y PO nidad taro que le asegure su parte de oport: © Vindicacion det esctar I hay una actitud subconsciente de oe masiado aménica n° EI mulato no se decide a tanto: & A BrifO con Ia poca sangre set 4 un lado. Por el contrario "ers blanca que abona su derecho aspit® ¥ ! INSULARISMO. 3 ambiciona y su resentimiento encuentra vélvula de escape en la democracia. Y como su tendencia es la de equipararse al blan- 0, unas veces se prepara para la lucha y otras simula la prepa- Tacién que pone en tela de juicio con su parejeria. Asi, pues, re- sulta un elemento animador en unos casos y perturbador en otros. Cuando uno de estos elementos logra romper esta observa- ci6n totalitaria suele subir muy alto y consigue el respeto y el carifio a que es acreedor por sus excepcionales condiciones, Nuestro deber estriba en una amorosa comprensién de todas las, clases que auténticamente valen, sin alimentar ese horrendo ¥ bestial sentimiento de los prejuicios sociales. Téngase en cuental que en un gran por ciento de nuestra poblacién, los tipos no! quedan separados en visibles parcelas, sino fundidos solide; mente en cada hombre, de tal suerte, que los rasgos caracteris-- ticos de cada tipo se matizan y apagan en el crisol del blanco, borrdndose casi por completo el punto de partida 2 En estos casos indecisos el rabaja tan lentamente: que nadie puede sospechar la existencia de una guerra civil’ biolégica en determinados miembros del érbol gencaldgico. He; aqui el no man's land de nuestra vida social y una nueva razon’ Para mantener en beneficio de todos una diplomatica cordia-) lidad. Cabria atin hablar del tipo contrario al del grifo, y de otras subclases cuyo refinamiento nos Hevaria muy lejos. Si este in- tento de clasificacién se levara a sus Gltimos alcances, mayores observaciones harian més evidente nuestra interpretacién. Pero No es necesario apurar mas el tema. Repose nuestro intento en el sefalamiento de las tres tendencias raciales que son bésicas en nuestra psicologia y las dos o tres derivaciones primarias que Por cruzamiento de ellas provienen. Descartando el elemento indigena por mermado y pretérito, el negro y el blanco con sus curi ices posteriores darian mucho que pensar sobre nuestrs rensible psicologia colec. tiva, Certeramente vio el problema {ray Inigo Abbad cuando en el siglo xvitt dije con referencia a nosotros: “Verdad es que He ¥_en los momentos més_graves_nuestras isiones_vacilan en un ir_y venir sin reposo buscando su seanate. Necstres rbelilas son momientinens;_nucsira doc 2 EE =e : y sin reflexi6n se nota poca diferencia ey ae se descubre un cardcter tan mezclado on vyoco como sus colores”. As{, mezclada y equivoca, e uestrg icologia. a fondo de nuestra poblaci6n encontraremos sin anjg roso empefio une pugna bioldgica de fuerzas disgregantes y con trarias que han retardado la formaciGn definitiva de nuesizg, modes de pueblo. El sefior y el pe6n que viven en nosotros no Jogran limar sus asperezas y aparejamos a nuestra condicién de amos la triste situacién de inquilinos perpetuos. La firmeza y le voluntad del europeo retienen a su lado la duda y el resenti miento del sfricano. Y en los momentos més west dad permanente; En instantes de trascendencia histérica en que afloran en nuestros gestos los ritmos marciales de la sangre europea, somos capaces de las més altas empresas y de los mis esforzados heroismos. Pero cuando el gesto viene empapado de Oleadas de sangre africana quedamos indecisos, como emboba- dos ante las cuentas de colores o amedrentados ante a visién Ainemética de brujas y fantasmas. \ diversi s ‘ ae : ease, Tanzando a cada uno por au lado sin Pode! un pueblo dificil de complacer porque somos diff comprender. No aseguro yo que todo provenga de est# idad de troncos y cruzamientos raciales sino que Punto de partida para interpretar nuestro cardcter “tan mezcit 4 ¥ equlvoco", ex Ia variedad de reacciones que respondeh.# dean ‘stimulos biolégicos. Estas fuerzas repelentes 4¥° 7 fettsian én incesante choque invisible empafian el panoram ‘ttt wpiraciones y prenden sus nebulosas en nves les de ante le historia en un frente Gaexpugnadly, big dirigentes, i lan de la * dirigentes, con meros gest0s net Ja mafiana los programas politicos, NOS YP mane) Butidon de platforms cgtageaicDs 9 10808 Fe de cana CPE con La clésica mansedumbre ae eacudo. La gota de sangre india que # IWSULARISMO 33 fon nuestras venas se subleva un instante para ser sofocada por cl {mpetu conquistador o esclavista. El resultado es el laisser Jaire tropical, en espera de mejor oportunided, y mientras llega ‘nos sometemos calladamente improvisando siempre una disculpa, Y ¢s que la comunidad de intereses, de sentimientos ¢ ideas Mo existe entre nosotros. Votados de lo que Rafsel Marla de Labra Ilamé particularismo antillano y que en nosotros es he carecemos del sentido de ta cooperacién y la propor- vin. De ahi que sea tarea relativamente fécil 1a de faltarle el Fespeto a todo un pueblo cuya principal debilidad radica en, tana incapacidad para la accién conjunta y desinteresada. Cuan» do el blanco protesta el negro acata y viceversa —cse entende, este simbolo?—, sin censeguir llegar a una integridad de anh? Jos. Se llega a una armonia al través de entendidos superficial ue con una servil adaptacién a todas las situaciones intentan. acallar y dar tregua a las fuerzas contrarias. El receso, es na tural, dura poco, pues Ia mejor manera de no complacer a nadie. 5 la de tratar de complacer a todo el mundo. i Motivos de ayer y de hoy han desarrollado en nosotros una" werte capacidad de asimilacién que en la raza hispinica es de derminante de los rumbos de su progreso. La diferencia estril @n que dicha asimilacién opera en Espaiia sobre un cuerpo de pueblo definido y fuerte, y en nosotros sobre el injerto de e: Yueblo con otros menos expresivos y titubeantes. Para corregit tas aportaciones extraiias nos falté la base autéctona. Hemos te- ‘ido que formarla con aportaciones ajenas a nuestro espiritu ‘zrvitorial primitivo y con ellas formar el cauce de nuestra his- feria. Y como en dicha colaboracién no ejercié influjo condi- Cionante el elemento indigena permaneciendo pasivo y obe- diente ante Ia vor del extrarradio insular, el resultado fue el sometimiento, la humildad, la conformidad, el apocamiento, la mansedumbre fiel que da tono a nuestro desarrollo. “La cultura de la civilizaci6n que tanto nos envanecen —ha dicho Ortega— ‘on una creacién del hombre salvaje y no del hombre culto y ¢Avilizado*. Si el valor de Ia vida primitiva es ser fontana de vmorganizacién cultural y civil, nosotros no hemos tenido esa M ANTONIO Ss. E—— | fontana. Todo nas vino hecho y eee —— be el pueblo al consumo y no a la producci n de valores vitales, ‘Acatar, aceptar: he aqu{ conceptos sintométicos; empezamoe aceptando los designios histéricos sin la mds remota posibilidad de torcer sus rumbos y acabamos por acatar la voz imperativa de los excelentisimes gobernadores militares que hasta fines del pasedo siglo se hacian obedecer con Ia grosera f6rmula de “or. deno y mando”. Esta actitud no ha variado en nuestros dias, En cierto modo Ia rifia de gallos resulta aclaratoria de lo ‘que somes. Nuestro deporte nacional no es una aficin exclusi ‘vamente nuestra. Con todo y eso parece que se descubrié para nosotros; es un deporte en que no interviene el arrojo indivi dual, como en el toreo espaol, ni la accién coordinada como en el foot-ball inglés 0 el base-ball norteamericano. Nos quite ‘mos de encima toda responsabilidad dejando que los gallos re- fuelvan el asunto; as{ nadie pondré en tela de juicio nuestra ‘ptitud para la accién conjunta. En la gallera —seis chorreaos cantaores— descargamos un poco la congestién de impulsoc ‘que nos bullen por dentro y una vez més dividimos la griteria insular en dos bandos opuestos. La jugada de gallos pertenoce Inés 1 los viejos que a los jévenes y ha tenido que compartir #4 lmperio con los nuevos deportes. [Us hecho que no puedo eludir de mis preocupaciones es ¢ de In juventud que apenas lega a serlo, En los paises tropicale 4a gente envejece con mayor rapidez que en los paises frios. B » ademés, es menor en los primeros que en Io pedee. Nuestro nifio atraviesa muy aprisa la etapa en - vende eeteearse Y muy temprano se abren sus sentidos : chacher, Con GUE" antes de tiempo los mejores afios de 1a ™ alge Gafiosa frecuencia se te ve abandonar 10s jue oe eae ee Para dedicarse al trabajo y el sexo le 4 Ast que amanezca sy pubertad. nm sven 2 mticipa en el nifo ta crisis infantil, se anticiP el joven su entrada en la vide nn icandole & |s vida publica, complicéndo — tas AME. Su falta de formacion, para impooet = Obliga & formar coros y el torbellino de la luc INSULARISMO. 3s Jo arrastra por un atajo de preocupaciones que le estrujan ef alma. En las eras del campo, en el vientre de una fibrica, en luna oficina o en las filas del desempleo va adquiriendo una ex. Periencia desazonada sin regustar los afios auténticos de la ju ventud. Esta prisaven ser hombres ls heredamos de Ia raza. Compé- Tese nuestro niicleo universitario con uno similar en Estados Unidos y se veré la diferencia que existe entre unos hombres menores y unos muchachos mayores, Nuestro estudiante Prome- dio vive agriamente su vida colegial, defiende sus derechos coq Protestas enérgicas, no disfruta sus visperas de hombre y sald amargado de las aulas para las cuales no tiene luego un amoroso recuerdo. El norteamericano no olvida nunca su Alma Mater Porque en ella pas6 los mejores afios de su juventud. Si algund vez se levantd en huelga fue por razones deportivas que a la blo Ta sanidad, el vigor y Ia alegria que la juventud debe darle Por una serie de condiciones en que intervienen la etnologia, la ‘geografia y la historia, somos un pueblo triste. Campeche, Oller, Gautier Benitez, Tuan Morell Campos, para citar pintores, poe! tas y misicos de primer orden, fueron los productos més ex? Presivos de la tristeza puertorriquefia. Cuando se atiende al vo! lumen de la tierra acosada de terremotos, de temporales y de impuestos; cuando se cala la impotencia del hombre para Iu char desventajosamente con su composicién bioldgica y su tre gedia politica; cuando se contempla el paisaje o se escuchan lus apenados tonos de una danza; cuando, en fin, se mira al fondo de nuestra afirmacién, tan picada de inconvenientes, se pueden descubrir los viejos surtidores de nuestra melancolia : Puerto Rico es un pueblo deprimido; pero ama la vida y nd se rinde nunca, El nativo es individualista, resistente, valeroso. Para el hambre no tiene flaquezas; ante las desgracias naturales Ro se anula jamés; individualmente no le iraporta perder ta vida ‘que pone en peligro por cualquier tonteria personal; colective- Mente es lo contrario: demuestra una gran incapscided pare ANTONIO >) Oe 30 morir en grupo. Al revés de otros Pueblos antillanos, el RuEsttp 5 an apego a la vide. De Quisaueya es et areyig gh seme A ayh Bombe” (antes MUCTEO GUE SiETYO). El deapy at oi side caracteriza al pueblo dominicano y al cubang que cada momento se la juegan con asombro de todos. Nuestra my, hedumbre, por el contrario, es d&cil y pacifica: se caracterin, por la resignscién. Defiende su derecho a vivir con suma cautel, y demuesira una instintiva prudencia.que algunos identifican con el miedo, Ruego al lector susceptible que no abrume esty sintesis con muy gloriosas excepciones. Somos un pueblo racialmente heterogéneo, compuesto de blancos, de negros y de mestizos. Siglos de convivencia al her. vor del trépico fueron casando modalidades encontradas y aun: que todavia abundan los divorcios, nuestra personalidad colec- tiva es responsable de un puhado de nombres que nos represen. tan en casi todos los compartimentos insulares de la cultura. Hemos dado a las armas extranjeras nombres gloriosos co- mo los de Rius Rivera y Pachin Marin, mejores que el de An tonio Valero de Bemabé; a la hagiografia una mujer ilustre: santa Rosa de Lima; a la ciencia juridica un tratadista venerado en toda América: Eugenio Maria de Hostos; a la mar dimos a Ramén Power y al pirata Cofresi; a la botanica: Stahl; a la ingenieria: Fuertes; y en la medicina, en el magisterio, en la oratoria, las artes y las letras hemos tenido nombres de resis fente prestigio insular. Cuando yo me pregunto por la honradez Patridtica, sefialo en primer lugar a Baldorioty; cuando bus? un carécter lo encuentro en Ruiz Belvis o en Betances; uo mente filosdfica: Matienzo o Lépez Landrén; un_ periodist# Brau 0 Mufioz Rivera... Dirijo mis simpatias, al cerrar este primer ensayo, €” a chura de esa exquisite masa anénima, formada por millares ; we 1a —decoro, desinterés, patriotismo— ae in sentirlo a formar la personalidad PU condicionante minoria ha limpiado en nue dan diariamente y 5 Triqueda. Si esta INSULARISMO 37 territorio el camino de la_inmortalidad para que pasen otros, ella ha_de ser también dispare nuestros hom- bres: hacia el espacio universal Abandonemos ahora el hombre y su sentido para clavar nuestra interpretacién sobre la tierra. 2.—La Tierra Y su SeNTIDO FB cst aspiracién de dar sentido biolbgico y politico @ nuet {ros modos, encontramos Ia colaboracién ejercida por Ie geografia y el clima, que ayudan poderosamente al de la voluntad. El indio defendi su derecho a vivir, exigiendo a vida, Acostumbrada su desnude: lo pudo resistir las duras imy bajo el létigo, ahogaba sus el toria y cristiana conformidad la clésica siesta de medio dia, da con el vaivén de la ham, apagamienty con un minimum de esfuerzo su vez muy pocas cosas a I: 1 a muelles esfuerzos diarios posiciones del trabajo, El negro lementales necesidades con obliga EI blanco mecia su indolencia er haciéndola més grata y acompas® 4 que heredé del indio. Prodiga I» Proveian con generosidad y regalo sente, Paturaleza y fértil la tierra pa las necesidades del pre EI clima exigia poca roy Pay menguado alojamiento. La tierT® ndo las exigencias y demandas de 1a ‘ron a punzar violentamente la cap? StTO suelo se presents en la historia UP mas que hemos arrastrado como 1asttS> pordnea. sidad productora de nue: hormiguero de proble hasta le época contem No ya por nuestr | SNSULARISHO 39 bles. Aimisnazados’Constantemente por la naturaleza,/ mermando nuestras cosechas durante la sequia o reduciéndose considera- blemente durante las inclementes tluvias, hemos tenido que vi-’ Mir expectantes y agénicos, acosados por desazones y derratas. Nuestros frutos principales que son la cafia, el tabaco y el café, quedan violentamente afectados por la irregularidad clima- « gtolégica, obligando al terrateniente a pensar a diario en su fra- caso. Esta actitud derrotista esté vigente en nuestro general Litamiento y en arteria importante de nuestro pesimismo. a a El clima nos derrite la voluntad v & -gia répidos deterioros. El c ee “BresiGn sobre lox Hombres viene esa caracteristica nacional que _llamamos cl_aplatanamiento. Aplatanarse, en nuestro pais, es? “S “una especie de (inhibiciony de modorra mental y ausencia de! Ded scometivided. Es seguir, ‘sin sofocarse, e6moda y_rutina & _ mente, el curso de la vida, sin cambios ni inquietudes, cabe- Pye ceando nucstras aspiraiones y en cuclillas frente al porvenir.: 18 f Bs aclimatarse a la m a ‘forma de piraguas para refrescar la siesta de nuestra civilidad. = La musa paradisiaca, nombre inefable y cientifico del plétano, €5 un simbolo retérico de nuestra vegetacién animica, Dentro del uniforme tono del clima tropical posee nuestra | isla pequefias variaciones estimulantes. Se ha observado una” gran diferencia climatolégica que proporcionalmente es mayor!l entre el dia y la noche que entre una estacién y otra En una reducida extensién de 10.000 kilémetros cuadrados, como la de Puerto Rico, con vientos de Norte y Noreste, frios y hiimedos, de noviembre a febrero, y vientos Sur, calientes y secos, en particular de julio a octubre, es interesante observar la variedad del clima que tiene su extremada diferencia de norte a: sur de In isla, En Ta rogidn de Ponce, sedienta y calcined erecen pastos menguados, bajo un sopor anelante que clama sin cesar por irrigaciones artfciales. Una capa de polvo cul las grandes extensiones de terreno que # trechos y como por arte de milagro se dedican a la ganederfa. En el norte causa en nuestra psi 40 ANTONIO S. FEUREDS ' undantes e inesperadas y mantienen las tierras of Spa pr 7a pueblos del centro —Aibonito, Adjuntas— a unos 2: ore sobre el nivel del mar, ofrecen a nuestra depresién climética tun grato remanso veraniego. El promedio de la temperatura anual en Ia isla es de 75 grados en los meses de frio y 79 en los de calor. El promedio general es de 76 grados. Las lluvias ré- pidas y repentinas, pero no largas, acumulan al aio un prome- dio de 69.30 pulgadas Sobre la parte @grestt de la isla concreta el visitante sus interjecciones Cee. definen la estampa y la calcoma- nia multicolor del paisaje, anteponiendo como buenos turistas o pintoresco a lo esencial. Sordos al clanior de nuestros terra- tenientes, que de dia a dia rinden su heredad agobiados por la Ergastula pcondmica de las co oraciones, no ven sino el telén boca que esconde nuestra tragedia. La tierra se nos va de las manos sin sentirla y los bosques han desaparecido a golpe de hacha, dejando Ilanuras y colinas huérfanas de arboles en una inmisericorde despoblacién. Los cincuenta rios que nos refrescan van mermando el caudal de sus aguas y el campesino va perdiendo, afio tras afio, la propiedad de sus huertos, El fondo agrario de Puerto Rico ha ido cambiando notablemente en su primer plano, de acuerdo con el “ordeno y mando” de la Presién econémica de que hablaremos més adelante. Nuestra estructura geolégica, monteda al aire entre dos abis- ‘mos —uno al sur de la isla, con una profundidad de 15.000 pies, ¥ otro, 75 millas al norte, con una de 28,000 pies— es pobre en recursos minerales. Poco a poco se ha ido también empobrecien- do de las ricas maderas autéctonas, y en caoba, ausubo, orte- GGn... nuesira indigencia actual es lamentable, Los érboles més Vigorosos y machos de nuestro suelo han cedido su puesto a tos més femeninos y ornamen a tales, como el pino y el ciprés. La des- Poblacién forestal es responsable del Gait aia de 1 y ee nuestra reducidaCarnitotogig> Puerto Rico cuenta con 160 espe- cies de aves, que se reducen a una treintena en cada localidad; > di i INSULARISMo 4 poseemos menos péjaros —ta jaula, que cualquiera otra isla antillana Nuestro paisaje posee un. sen Ja geografia y la etnografia, Nad magnitud. La discreta decoracié como nuestra danza, al regodeo dominante es la lirica: cristalino. Con buen acie dijo que “dista mucho suave, halagador, amabl tafias no son més que ademés, es muy pequefia— tido mesurado y armoniza con fa de fuerza, de estruendo 0 de nes de tono menor y se presta, Ya la confidencia. Su nota pre- © un paisaje tierno, blando, muelle, tto lo capté Samuel Gili Gaya, cuando de ser imponente. Todo adopta un aire le y profundamente femenino. Las mon- colinas vestidas de verde una vaca que no embiste, una vaca casi vege Parece como si quisiera embravecer un poco, se arrepiente de sus gestos de matén y se inclina con tods con. tesia ante el azul cobalto de fa costa sur. Echamos de menos les | Serpientes venenosas y no podemos creer en los cicl I los terremotos que dicen ocurren”, claro, donde pace tal. El Asomante pero en seguida , ni profundos precipicios, ni Tugidos, ni@arpasy ni volumen épico. Somos un pueblo ajeno ay Ila violencia y cortésmente Pacifico, como nuestro paisaje. Ais- lado en ta zona rural, en el 80 por 100 de su poblacidn, tiende? su mansedumbre al borde de la indigencia y multiplica su proles, al margen de la ley, agravando cada vez més su angustioso pro- blema econdmico-social. El éxodo obligatorio hacia las pobla- ciones va privando al paisaje boricua de su fecundo sentir fol- Kidrico. La fuerte marejada de los caftaverales rebasé los limites de nuestros Hanos y repecha, montafia arriba, derrumbando ér- boles y arrasando con los frutos menores, que eran dieta segura en los tristes hogares campesinos. Ante su empuje, van desapa- Feciendo los bohios, como desaparecieron los pantanos, las ha- Siendas, los ingenios, la maleza y el camino real. En el actual Periodo de transicién histérica en que vivimos hasta el paisaje Varia sus elementos constitutivos, al igual que la Historia. Gruesas columnas de humo negro oscurecen, de trecho en trecho, la diafanidad azul det cielo y una admirable red de ca- 42 ANTONIO S. PEVRE bianco sobre verde— atenaza los muscuios de tas ee ean apretadamente 78 poblaciones y mas de 40 factorias azucareras. De recodo en recodo un anuncio chillén, pregonero de productos exbticos, lanza su grito mercantil, per- forando el vaho de melaza y gasolina que compite, a menudo, con el de los alambiques clandestinos. Se trabaja la tierra con forzado entusiasmo y escaso beneficio para el brazo que la or- defia. Los hilos del telégrafo y de la luz han rayado los campos ‘como papel de musica; el progreso técnico va invadiendo, a trancos gigantescos, las zonas rurales y los pueblos caminan ha- cia afuera, acortando las distancias, ya anuladas por nuestros admirables medios de comunicacién. Nuestro paisaje ha adqui- rido una urbanidad no sospechada treinta afios atrés. La escuela rural, las unidades agricolas, los riegos, los caminos vecinales, la radio, el automévil, etc., etc., han cambiado la estampa fisio- gréfica halagadoramente. Pero la tierra sigue ag6nica, resbala- diza, acumulando males sociales y econémicos, presionando, an- tes como ahora, el problema de nuestra idiosincrasia. Con a excepcién de Inglaterra, Java, Bélgica y los Pafses Bajos, nuestro pais es el més poblado del mundo —485 habitan- tes por milla cuadrada—. Le siguen Japon y Alemania. Si como Puede verse en los tiltimos censos su poblacién se dobla cada cuarenta y cinco afios y siguen gravitando sobre este exceso humano los problemas sanitarios, sociales y econémicos que hoy nos agobian, en un futuro préximo la tragedia sera espantosa. Calva de minerales, de bosques y fuerza hidrdulica para iniciar industrias permanentes, la tierra no puede sostener sobre su agricultura a la ya inquietante superpoblacién. El primer hombre que desde las carabelas celombinas divis6_ “Por primera vez las islas del nuevo mundo, pronuncié en los. mares la primera palabra espafiola que escuché América y an- ticipadamente sefialaba un grave problema puertorriquefo: iTierra! De ardorosa expresién de jubilo se torné, con el tiempo. en problema de dolorosa angustia. La tierra, repartida antes en Pequefias unidades, hoy se encuentra acaparada en gurras de las grandes centrales. La competencia humana hinca sx. dieates ANSULARISMO. a en nuestra enfermiza economfa y aba a los que trabajan a la indi rata los jornales, llevando Jos azotes de Ja Naturaleza, de la del monocultivo y del tiem No valen, hoy por hoy, las medidas de Ia inmigracién o la limitacion de la prole, tan contrarias, por lo visto, al cardcter ucioriqueio, Como no podemos reducir el nimero de naci.” ientos ni podemos avanzar hacia el mar para hacer la expan- sin del territorio, no cabe otro recurso que la expansién ver. tical: ir hacia arriba, hacia adentio, hacia abajo, pars culinegd ideas y sentimientos,viriles. De no aumentamos culturalmente: estaremos condenados a la ingrata condicién de peones. Hay, Pues, que defender nuestro subsuelo espiritual y levantar los ojos de la tierra —jsin olvidarla nunca!— para asegurar a nuess tro pueblo el aire que respira. La posicién geogréfica de Puerto Rico deternind "et Rumbel” ‘We nuestra historia y de nuestroveardcter. El punto de vista di Ia sobcrania espanola era el comercio, y el de la norteamericana: la cstrategia. Comercio y estrategia intervienen en el crecimiens to de nuestra personalidad colectiva como veremos luego. Paral colmo de la desesperacién nos cupo la desgracia de caer aisla: dos del mundo y ser entre las Grandes, la menor de las Anti, Mas. Esto nos privé de Ja autoridad que dan Jas grandes masas de pueblos a las demandas del respeto universal. Nuestra pa- tria ha aforado siempre ese bulto*de tierra tan necesario para servir de fondo. En proporcién a su tamaiio se desarrolla su riqueza, y por lo tanto su cultura. Siendo geograficamente el centro de las dos Américas, su falta de volumen, su carencia de puertos y de comercio en grande la convierten en rincén. Como centro com- [timido no servimos més que para la estrategia y para hacer escala; y esto tan de tarde en tarde y con tanta rapidez que €l resultado no vuclca en el ambiente colaboraciones determi-_ 7 | nantes. El ser punto esiratégico nos benefcia muy poco; como nto de turismo nucstra pequefiez vista cn dos. dias, no re- 44 Seer tee eee: eee eet Sirce los gastos,del_viaiet ¥- oneal Sten. \si6n_geografica s6lo. permite negocios reducidos, mellizoseon feu tamaio. Levamos encima la tara de la dimensién territorial. No so- woo contain, «i ded een) eer doi insulares que es como decir insulados en casa esirechal Encé. fidos por la tierra, tiene nuestro gesto ante’el miUHUomas mis. “jmas dimensiones que nuestra geografia. Ni desiertos, ni plani- cies, ni amplios valles nos ayudan a estirar la visién y estamos habituados a tropezar con un paisaje inmediato que casi toca- mos por sus cuatro puntas. Ese obstaculo de lo préximo nos encoge la perspectiva y desarrolla en nosotros una oftalmologia que nos condena al mero atisbo continental.! Le cortamos el vuelo a las grandes distancias y atomizamos la vida con graves consecuencias para nuestro destino. La tierra, pues, reduce el escenario en que ha de moverse Ja cultura, De ser otra nuestra topografia, otro hubiese sido también el rumbo de nuestra historia. Ruiz Belvis, Hostos y Betances no cupieron en ella y huyeron a morir en el, ostra- J cismo. A nuestros hombres préceres, hay que repetirlo, les falta el bulto de la tierra tan propicio para aclarar y engrandecer las / figuras. Este 2 ufiid® ala dificil posicién geogréfica, al“cinfia enervador, a nuestra constitucion biolégica, Ya Ta perpetua condiciGn (Cudataria, opera en nuestra _psico- podido incorporar a nuestra vida la fuerza que da el derecho. Desventurado, pobre y flaco ha sido siempre niu ueblo;.. que ofrece nuestra accién ciudadana, exhibimos como substi- tuto una caracteristica que estudiamos en capitulo aparte: el retoricismo, Es curioso notar que el aspecto econémico de Ia tierra varta distintamente de acuerdo con los tres momentos en que divi 7. Véase ef capitulo Nos coge 4! holendés. wun | . i ° dimos el curso de nuestra historia, En el unitario, los repartimientos pee ey una vasta finca, @ medio eres pias ea Ge inact ergs pa an Sere ae En el segundo, inquieto y decisivo, se fragmenta enn : , ementa en sbundan- Uisimas parcelas en que el interés de los mas aprovecha su rendimiento con pequefos cultivos responsables de la merce " ayor Parte de nuestra dicta. Y en el tercero, indefinido y problems. tico, Ia tierra pierde su pequefio propietario, y por encima de Ia ley que limita su posesién a 500 acres, vuelve a una division mayoritaria pero esta vez bajo una superlativa explotacion de} corporaciones absentistas, responsable, entre otras cosas, por su, dedicacién monopolizadora, de la esclavitud dietética en que” hoy vive nuestro pueblo. Compérense las importaciones del sic. glo xix con las del siglo xx y se verin las consecuencias del! monocultivo. La tierra, ayer no més, nos caia por el corazén en el regazo. de la cultura; hoy se nos cae de las manos en los vaivenes de! la compraventa, alterando su patriético sentido por uno exclu sivamente econémico. En el pasado, cuando la ticrra era plural: y cobraba su mejor expresién entre el paréntesis que formaban, el estanciero y el poeta, no era motivo de preocupacién. Hoy. que es singular y se ha hecho fardo, no la define el hombre! Particular sino el hombre en grupo: ayer Gautier Benitez: hoy! las centrales. Obsérvese en este caso aislado la trayectoria que va a recorrer nuestra vida desde lo individual a lo corporativo. Mass production, exceso de dos o tres productos; carencia de todos los demés. “La tierra, pues, sé encuenira en este apenado proceso de “transaccién, que es como decir de transicién histérico-econémi- ea. 2A dénde ve 1a tierra? Nadie podré decirlo en tanto no se sepa qué pueblo ha de decir la ultima palabra. Flor de la tierra es la vivienda. El bohio de paje y — tan pintoresco a la distancia como elemento decorativo de i saje regional pero tan miserable de cerca, est = on Parecet porque no carga con las esencias Pe 6 ANTONIO S. PEDREIRA tradicién, No hay que lamentar su ausencia ya que él bohfo no es més que expresin de angustia y de penuria. Si cada jfbaro pudiera tener casa cémoda y segura, de cemento o de tablas, con techo mineral y con todos los adelantos sanitarios de la vida moderna, es conveniente que asi sea y que se hog pitalice el bohio en la historia, en la poesia y en el folklore. No hay derecho a defender presencia cuando lo que debe importar es la esencia. La estampa es cosa externa. El bohio sélo puede defenderse desde un plano puramente econémico; ¢s preferible que nuestro jfbaro posea su ristica vivienda a que se convierta en un mero inquilino de casas modernas. Hay que defender su posesin sobre los graves inconvenientes del inqui- linato. Pero cuando ese campesino pueda poner su casa a la altura de las que poseemos en Ia zona urbana, nadie debe la- mentar que cambie su pocilga y desaparezca de nuestro paisajc esa nota pintoresca tan Hamada a desaparecer. La barraca o tormentera me parece mAs esencial e GeladibtD que un rancho de pajas. El bohio indigena, ademés, no puede ser por suCndeblez> y peligro, la célula primaria de nuestra vivienda. Esta la cons- tituye la aportacién espaiiola adaptada a las exigencias de la necesidad colonial: paredes de ladrillo o de cemento, techo de teja o de ladrillo, puertas altas y anchas y ventanales con per- !anas. El intenso calor, los temblores de tierra y los huracanes determinan el rumbo de nuestra arquitectura insular que casi hemos abandonado. El zinc y los cristales que hoy predominan en nuestras casas son elementos exdticos superpuestos super- ficialmente sobre las células antiguas. Pero la imitacién nos perjudica, ademés de ser incor. cniente. El tropico demanda una construcci6n especial, muy suya, fuerte y duradera, que responda a los embates de sus tres enemigos naturales: los ci- clones, los terremotos y el ataque destructor del salitre y la polilla. Si hubiésemos seguido desarrollando sin tropiezos nuestra conciencia colectiva quizh tuviéramos plenamente lograda una arquitectura regional, sin zinc y sin cristales que aqu{ no s¢ INSULARISMO. ” Producen y rematando en barro cocido. Por poseer Prima dicha arquitectura seria responsable a su ver de one autéctona y floreciente. industria totalmente desaparecida: la fabricacién de tejas y ladrillos. . Inevitablemente tendremos que ir ella. El clima, las tor- mentas, la necesidad y la eco : nomia nacional exigen de nos tros la creacin de una vivienda que responda certeramente # Jas exigencias de nuestro espiritu territorial. Para rechazar ° sceptar con provecho el acarreo de la nueva civilizacién que hoy nos nutre, es imprescindible reconocer Ja orientacién que ofrece la tierra y su sentido. 3.— ALARDE Y EXPREsiON JV H0s shorn haste qué punto se proyectan el hombre y sus contornos en las sensibles placas del arte literario, ‘Vamos a caminar por un campo de niebla, enmarafiado y per- dido, que atin desconoce Ia aventura critica de los explorado- res. Nuestro vagar no cuenta con ocio suficiente para la c.ca- cin artistica ni tampoco para la exploracién de yacimientos que sirvan al erudito de puntot de apoyo al hacer nuestra car- tografia intelectual. La falta de archivos, bibliotecas y muscot que orienten con aportaciones iniciales Ia tarea del investigador ha sido una barrera formidable para ordenar y valorar nuestra inviolada producci6n literaria, Si descontamos dos o tres mo- nograffas parciales atin inédites, y una o dos publicadas, pode- mos afirmar cue todo esté por hacer. Carecemos de una obra de conjunto sobre la’ litefatura puer- torriquefia. Nadie se ha ocupado hasta la fecha de formar el censo de nuestros proverbios. Tampoco se ha hecho el Car- cionero. En el arsenal de nuestra bibliografia quedan innume~ rables temas virgenes que claman desarrollo. La imprenta en Puerto Rico, influencias en nuestra literatura, caracteristicas autéctonas de la misma, desarrollo de nuestro periodismo, ideas predominantes en el siglo xix y en el xx, el modernismo, cO- rrientes estéticas actuales, etc., etc., no son sino pequefia much tra del cestén de temas por hacer que hubieran facilitado las Pretensiones inaplazables de este capitulo. Para lanzarnos al mar muerto de los tres primeros siglos dé gus elementos condicionantes son obra exclusiva de nuestro si- INSULARISMO “3 Z de Marear: ni escollos, ni arre- diffciles arredran al viejero, Siglos ras fueron és0s, con tres o nuestr : cuatro Bombres puertorriquefios para no hacer absoluta su esterilided, Garcta Troche y el canénigo Torres Vargas historiadones ve, obligados por diferentes requerimientos oficiales dejan oe ; : , dejaron sen ies aemtetclon wolere Te Safa: y Pranclace. ide Azuera y Sarma Marfa, poeta gongorino que vivié en Méjico, pero que nacié en San Juan en 1630. Unos y otros pueden perfectamente barajarse con los escritores espafioles que durante esa primera €poca quedaron vinculados a nuestra isla: Lopez de Haro, Ber. nardo de Valbuena, Juan de Castellanos, y el més proximo de todos: fray Inigo Abbad. Desde el punto, de vista del alarde artistico, esos tres siglos constituyen un desesperante desierto cultural y coinciden con! el rumbo precario que Ilevé nuestra historia segin veré el lec- tor més adelante. Todo nos tlegé mermado y retrasado; Ia im ‘prenta, los periddicos, el comercio de libros, las bibliotecas,: ias instituciones de ensefianza superior, la apetencia por la lec- tura, la prosa con fines estéticos, en fin, la literatura con todos. historia, no necesitamos carta cifes, ni bajos, ni corrientes en blanco para nuestras let, jglo xix. Cuando atin no habfamos emprendido el camino de las: Jetras, Cuba contaba ya con algunos clésicos. El aislamiento y: Ja falta de iniciativas nos condenan a recibir los cambios lite. srarios del mundo con lamentable retraso. Llegé 1a imprenta a Puerto Rico en 1806. La primera pro- duccién de amena literatura en Ia isla no fue, como afirma Me- néndez y Pelayo, la traduccién de las Odas de Anacreonte y de los Amores de Hero y Leandro, ni El Beso de Abibina de Gra- ciliano Alfonso publicados en 1838. Esa prioridad corresponde 8 los trabajos raramente firmados que aparecieron en los perio dicos publicados entre el nacimiento de La Gaceta Oficial, 1806, y el de El Boletin Instructivo y Mercantil, 1839. En las colum- nas del Diario Econdmico y El Cigarrén, 1814; de El Diario Liberal, 1821 y de El Eco, 1822, estén grabadas las iniciales de nuestros comienzos. 50 ANTONIO S. PEDKEIRA El primer libro de versos que se publica en Puerto Rico, sali a Ia luz en 1812; se titula El Cuadernito de varias espe. cies de Coplas muy devotas; lo publicé un misionero capuchino, Manuel Marfa de Sanlicar, “con s6lo el piadoso fin de excitar ‘2 Ia devocién y promover las divinas alabanzas que debemos al Sefior de todo Jo creado”. Luego encontramos el nombre de un poeta peninsular, Juan Rodriguez Calderén, con un can ‘A la hermosa y feliz isla de San Tuan de Puerto Rico, y en 1832 el de la primera poetisa nativa, Marfa Bibiana Benitez cuya Ninfa de Puerto Rico recogié Pedro TomAs de Cérdoba en sus Memorias publicadas entonces. Con la fundacién de El Boletin, de admirable longevidad, se prepara el terreno a las antologias. Como se ve, en los dos tiltimos titulos citados, el nombre de Puerto Rico empez6 a ser tema de elaboracién poética, pero no como una realidad més o menos precisa, sino como una férmula retérica sin hacerse cargo de la esencia. Por un lado caminaban adjetivos y cortesfas y por otro el cuerpo social que ormamentaban. Compérese ese poema de Rodriguez Calderon con el pseu) de otto espafiol, Jacinto Salas Quiroga, cola- borador de EI Boletin, cuyo tema seguin Tapia era: “Puerto Rico es el cadéver de una sociedad que no ha nacido”. Podemos decir que todavia en este afio de 1839 nuestra incipiente pro- duccién literaria no nos pertenece por entero. Nuestro periodo de lactancia se prolonga hdsta finalizar Ia priméra mitad del siglo. En el 1843 se edité el Aguinaldo Puertorriquefio’ colabo- rando en é! nativos y espafioles. Alborozados por esta primera manifestacin de conjunto, los estudiantes puertorriquefios ra dicados en Barcelona convirtieron su jdbilo en un. Album Puer- torriquefio, 1844, alentando de esta manera la que ellos Ilama- ron “sefial de vida". En 1846 sale un segundo Aguinaldo Puer- torriquefio y en ese mismo afio reciprocaron los de Barcelona con El Cancionero de Boringquén. Aun siendo estos cuatro libros los sillares més sdlidos de fuestros comienzos literarios no son todavia una firme expre- sién de nuestro espfritu, por estar sometidos ingenuamente /® INSULARISMO y caminé al frente con el pris . gando con Gobidady sentido peisnce og moment. hur més repletas de nuestra expresign, eee Para entrar con los menos peligros preocupa oa es reducir nuestro si cuantos nombres indispensables, atendiendo preferent a los que avecindsron su produccién al nervio de coc cael ¥ esto por economia, por el imperativo de la seleccién y pors que rehusamos hacer de Insularismo una feria de vanided. Manuel Alonso) —después de Andino el periodista— "ea"ey (Primer autor que a nuestro juicio merece por su obra —cans tidad y calidad— sitio de preferencia en nuestra historia li Taria./Cuando apsrece en Barcelona la edicién principe de EL Gibaro, 1849, encendié su luz nuestra primera estrella. Con Alonso, la Ifrica extraviade por convencionalismos ex tranjeros se encontrS a s{ misma. El hombre y la tierra no tu vieron acomodacién eficaz en nuestras letras hasta que surgié! un observador preparado para sortear con gracia todos los in- convenientes. E] fue nuestro primer costumbrista y el primer itor que se ocupé criticamente de la obra de un poets puer- rriquefio. El también por vez primera hace de nuestra isla’ “un tema de preocupacién para las letras. Con la aparicién de Alonso se descubre por fin el alma de Puerto Rico. __ Més que doctor en medicina y por especializaci6n élienist, Alonso fue por su cultura y su sensibilidad un géitinan hombre de letras preocupado hondamente por los @érvores>de Ia con- siencia patria. Toda su produccién en prose y very oes tadisimas excepciones, fue disparada durante cusren direceién « nucstee agonia. Suy0 es el primer intento de defini en el tema que aqui nog antoral literario a unos nH ANTONIO S. PEDREIRA cién poética del tipo puertornquefio apsrecido en El Album; ‘suyos los primeros esbozos de costumbres, publicados en El Cancionero; suyo también El Gibaro, la nota més henchida de este perfodo y acaso de toda nuestra literatura del siglo xix, En é1 se resume maravillosamente el trozo ms expresivo de nuestra historia; por él conoceré el futuro Ia infancia de nues- tras tradiciones, amarguras, creencias, virtudes y defectos, y las aristas ya centenarias de nuestro cardcter. De la entrafia nativa le salian los humores aconsejados por ei ingenio; y su inconformidad solia despistar a la censuta porque iba a su trabajo montada en ocurrencias. Sus escritos en general llevaban la musica por dentro como todos los puer- torriquefios. A poco de levantar el manto de donaires se verén en su obra la indole pedregosa de nuestra situacién y la unica manera que ten{amos entonces para exponerla sin peligro. En ‘ocasién més propicia nos ocuparemos de este libro con el de- tenimiento. que merece, para sefialar, amén del literario y el filolégico, el valor que tiene para el folklore y la ctnologia. Salvando las distancias, El Gibaro es nuestro Poema del Cid. Jy nuestro Martin Fierro. Si por su forma sigue tenazmente amarrado a la literatura espafiola, por su esencia y por sus fér- vores pertenece por entero a Ia cultura puertorriquefia. No pudo Alonso substraerse, en sus poemas iniciales, de la servil imitaci6n que caracteriza a estos comienzos literarios. En El Album publicé un calco de La Cancién del Pirata, de Espron- ceda, con el intencionado tema de El Salvaje. Y digo intencio nado porque Alonso disimulaba en esa inofensiva composicién, Jos sentimientos patrios que de otra manera no podian caer en letras de molde, Muestra de su prudente cautela podré apre- ciarla el lector en el estribillo: Que es mi dicha vivir libre tin cadenas que me opriman; ‘con su peso s6lo gimar Jos esclavos y no yo. Por aqui se va derechamente a Agiieybana el Bravo, el poema del perseguido Daniel Rivera de quien hablaremos en otro c& INSULARISMO 33 pie, No a Set perfecto el dsm ibid en los admoniciones: “una A ig de sus dias, en la que le hacia presente el mal toon al Sr. Conde de Mirasol, Capitén General de ta onan eausedo Ia consabida cancién y otra de D. Francics Veo enceminads & recordarle las condiciones del pais pasa not redactaba sus escritos”. Esta epidérmica susceptibilidad fue una mordaza {érrea que obstaculiz6 por largos aiios nucstray ne jores expresiones. Poco tiempo después, cuando lleg6 El Ol baro a Puerto Rico, no es de extrafiarse que lo retuvieran ee camente en la Aduana, tildado de libro sospechoso. Por Ii oportuna intervencién del obispo Gil Esteve no corvié, sin em bargo, 1a suerte de La Peregrinacién de Bayodn, inocente novel de Hostos, confiscada més tarde’ por el gobierno. El triunfo de Alonso fue completo: el criollismo salvé al fin su primer libt sagrado. Treinta afios de insistencia publica indujeron a Alonso Publicar una segunda edicién dessu obra. A mi parecer, éste el primer libro puertorriquefio que merece el honor de reedi-. tarse. Y es que El Gtbaro, a pesar de su “estilo medio” y de: sus esforzados Escambteds es una preciosa vilvula de escape! para nuestra fermentacin patriética. El conde Keyserling bh dicho recientemente una verdad que para nosotros debe cons tituir un programa: “el camino més corto para encontrarse e sf mismo le da la vuelta al mundo”. Alonso, indice en las tinieblas, anduvo por ese camino. Después de graduarse en Barcelona regress # Puerto Rico; de ‘aqui se marcha a ejercer su profesion a Golicia; de Galicia se traslada a Madrid, donde logré ser médico del general Serrano; Perseguido éste, Alonso fue desterrado a Lisboa; luego vuelve 4 Madrid y por fin a Puerto Rico, donde en 1882 reimprimié Su libro, afiadiéndole un segundo tomo al siguiente afio. Desta- Guemos el hecho, tan apreciable para hurgar en el fondo de toda criollidad: antes de redondearse definitivamente nuestro Primer libro de a autor, un hombre de letras, de slencias y de viajes, Te dio In vuel'a Espafia enriqueciendo Porque nuestro autor 54 ANTONIO $. PEDREIRA ‘su visién con amplitudes salvadotes. He aqu{ una norma para jos de esta naturaleza, ns er Brau, otro de los punteros de nuestro boricuismo, ‘en el precioso prélogo con que acrecienta el valor de la nueva edicién, se encarga de poner a flote el guifio disimulado, la pro- testa cautelosa, el golpe de puiial dado entre risas, “la historia fntima, en fin, de un pueblo; pero historia en que la pluma reticente del autor ha contado de antemano con la colaboracién imaginative de sus lectores...; bajo la apariencia bonachona de que el libro alardea, se esconde un fondo de censura en que Ia verdad corre parejas con la habilidad”. He aqu{ el doloroso via crucis de nuestras letras. Alonso fue benigno, discreto hasta Ia timidez, porque se sabia vigilado de cerca: en 1862 la censura rechaz6 del Almanaque Aguinaldo 1 alusivo romance Todo el Mundo es Popayén, Nuestros auto- res regionalistas tenfan que dedicarse a la prestidigitacion, al barroquismo expresivo, a componer alegorfas prudentes pai expresar a medias sus sentires. Lox demés cultivaban el lugar comin disfrazado con “sentimientos universales” que a nadie interesaban, supeditando, no s6lo las maneras de ver y recoger os motivos, sino también los temas a la literatura espafiola. Con las nutrides excepciones de Salvador Brau en el relato, de El Caribe en la poesia, de Ramén Méndez Quifiones en el teatro y de Manuel Zeno Gandia en Ia novela (autores que con otros de importancia distinta —Daubén, Matias Gonzélez, Vit- gilio Dévila— recogieron la tradicién que inicié Alonso), 1a literatura puertorriquefia, generalmente hablando, urbaniza sus mejores solares en el limbo. Otra excepcién gloriosa —no cuen- to por ahora periodistas ¢ historiadores— hay que hacer con le venerable figura de don Manuel Fernéndez Juncos, el més pre- claro animador de nuestras letras criollas. De épocas cercanas hay que excepcionar también a Julié Marin, Meléndez Mufioz y Lloréns Torres. Alejandro Tapia, con ser tan magnifico ejemplo de lo que digo: importantes no tienen Ia sadn de fecundo y principal, es un sus dramas y novelas més nuestra biologia y nuestra INSULARISMo recoge aquel afén entrafable que se libro no destinado a ver la luz; de El Gibaro, engendrada por ramos captar el tuétano de la vide criolla. Mis Memorias wane 8 tuz hace muy pocos afios. Més que una autobiografia es una preciosa explicacién de los usos y abusos significatives que por su casera humildad no caen en nuestra historia grande. Py la unidad variada de sus cuadros, por la serena indagacién, sociolégica, por In veracidad que no empafia el patriotism quien siendo actor y testigo de los hechos fue al mismo tier su fiel historiador, Mis Memorias constituyen un manual ilumi! nado de nuestros viejos modos. Tienen sobre EI Gibaro la ventaja de la cita directa sin’ entorpecimientos alegSricos o perifrésticos. Los que rastrean: nuestra substantivided siguiendo las huellas perceptibles qi 4 nuestra espalda vamos dejando, al llegar al soto de Mis Memo. rigs no pueden menos que exclamar: por aqui pasd la patria Lo contrario acontece con las poesias de Gautier Benitez: som tan ingravidas que no ejercen presin sobre la tierra. Gautier es un poeta de primeros planos, sentimental, ro Méntico, medroso. Dos son sus temas preferidos: el amor y la Patria; tres sus rasgos tipicos: melancolia, paisaje y musicali- dad. En sintesis, Gautier no ofrece, por su Ilaneza, ninguna Sifcultad para definir su arte unicorde: es el poeta del amor; del amor a ta mujer, al projimo, a la patria. Vivi enamo- tado de su tierra y ensefié a amarla como s¢ ama a una novia, rillando su arcilla bronca y éspera, en selecci6n de contagi teruras, Una dolencia invencible le destrozaba el pecho: un aPoce Miento técnico le reducia la independencia varonil ee ie Y ambas cosas confabuladas con Ia hostilidad del am! ‘falamos en Alonso, en un me refierd a la Gnica hermana Tapia para que nosotros pudié- 56 ANTONIO 8. PEDREIRA roycron la almendra de su originalidad. No obstanté”sus limi. ‘taciones, su pueblo le consagré amorosamente omo el Poeta de_ Puerto Rico, La patria era para Gautier Ia mujer ideal, ongen ¥Jalmacén ede nuestros {mpetus sentimentales. Cuatro lineas de su poesia Ausencia Je definen el rumbo: Ta das vida «Ia donce!ta que inspira mi frenesi; a ella Ia quiero por ti ati te quiero por ela Descendiente de Bécquer, su lirisrwp se 'e convertfa en nos- talgia y miraba a Puerto Rico reflejeds en el cristal del agua, al filo de In Ausencia o del Regreso, “como el recuerdo de un amor profundo”, con esa emocién de ensmorado que no per- mite al hombre legar con agudo sondes al rifién de las cosas. Lo que vale en Gautier es su ternura, la timidez poética. con _ que canté Ia genérica superficie de nuestra naturaleza. Ni pe- netré en el pucblo y sus costumbres, ni en la pricta vida insu- Jar que urde su drama tras el telén de boca. Sus ojos recogian — los contornos, Jos planos cordiales de Ia topografia y muy ra- ras veces y con gran trabajo Ilegaba a nuestras fibras particu- lares. Con fine punterfa Balseiro da en el blanco cuando dice: “Gautier mira la Naturaleza y ve el paisaje de manera genérica. No hay en sus descripciones ni sentido de la verdad, ni caréc- ter particular de las cosas por él citadas... no sabia recoger el espiritu del paisaje y reproducirlo objetivamente en sus poesias. No tenfa como José Santos Chocano, por ejemplo, los ojos lo suficientemente escrutadores para sorprender el alma de Ja Na- turaleza”. Si substituyéramos el nombre de Puerto Rico por cualquier otro de tier.a caliente, sus descripciones no tendrian que sufrir alteracién alguna Este es, de ahora en adelante, el rumbo anodino que ha de seguir nuestra poesia patriética, Una nueva actitud que centré en El Caribe le acompafiaré de tarde en tarde: Ja actitud defen- INSULARISMO 37 siva, polémica, centrifuga, que esté ¢; que es poesia de mabia y desesper cerrado y los nervios de punta de Jeremaias y 86 nutre con say vidad va més al fondo de las cos, oe expresivos. Cuando la captacign coneresa ipl es Sting ma, injertando el espiritu zumbon de E/ Gibaro en etn so social de Mis Memorias, la aleacién result un po ‘renso Prueba de lo que digo es la obra péstuma En ef Combet, de El Cartbe. El pseudénimo mismo es una aspiracién alex, toria. No tanto por su valiente polémica en verso con Manuel del Palacio © por sus sétiras festivas, como por su admirabl Canto a Puerto Rico que dejé sin terminar, José Gualberto Filla es un bello simbolo de nuestra lirica energia. Por tempe-; |ramento y por estudios supo manipular mejor que Gautier Be- nitez los ingredientes patrios. Su Canto a Puerto Rico es elt [primer intento de s{ntesis que conocen nuestras letras y es de sentirse que este alarde de nuestra expresién quedase paralizado en el momento en que iba a despegarse del suelo : Como hemos indicado antes, los escritores del siglo xix no? pudieron contestar a sus anchas las preguntas de su época: de- ‘tris de ellos no habia sino un hueco desolador de tres siglos? baldios y enfrente una esterilizadora vigilancia que no les per! mitia empollar ademanes patrios, ni subir la fiebre de nuestra” eepersonalidad colectiva a sus cuarenta grados. El espiritu terri- torial en formacién les quedaba, ademés, demasiado encima Para trazarles perspectivas. Y aunque el esfuerzo temerario de uunos pocos salvé para la tabla de valores autSctonos un puitado de rasgos basicos y diferenciales, la postura més cémoda fue la de un servilismo imitador que por su abundancia y larga vida nos matricula literariamente como colonia o prclongacién de - literatura espafola. A lo extramural, {qué hemos impussot A la técnica normativa europea T°" sipios. Da pena ver en nuestro pueblo el retrsimente ° UO bres superiores que se aisian en la aoe, =o eee defender su aristanquia del ierespetuoso PrECOM sciade diocres. Y este aislamiento defensive ne PEE iy ment " wechosas en nuestro medio © volcar pautas provechosa ser parte det mundo. La democracia, en crisis hoy en 1 ‘eptos y regatea sus fi hom bres ha establecido normas para beneficiar ® Le apes ‘avores a los inteligentes. Una vez S¢ * S para los mejores puestos ¥ parcce a0" Sstaban en la mediocracia. La democratizeci® ao Plblica provee para las mayorias sin amparat POT. es * las minorias que se ven obligadas . Pedro A. “este wha dicho nuestro © Cebottero— er eS del reparto & fos mejores ho nde Ta ensefianza ‘cionalmente que | rebajar 80 ANTONIO S. PEDREIRA se reparte una heredad, es decir, por partes iguales entre todos los causahabientes, resulta de una enorme absurdidad porque Ja capacidad para adquirir cultura no corresponde a Ja capaci- dad para adquirir propiedad, sino que varia de persona a per- sona”. Lo mismo acontece en la vida pablica. Si Ortega y Gas- set fuera puertorriquefio, hubiese escrito su libro sobre La Re- belién de las Masas, veinticinco afios atrds. Este igualar valores humanos trae consigo la confusién 'y el desorden que admira- blemente sintetiz6 nuestro poeta Luis Palés Matos en una frase dolorosa: Puerto Rico: burundanga. ‘Aparte del cemento armado, de la ropa hecha y de las con- servas en lata, tres ingredientes primordiales se han incorporado en este tltimo perfodo a nuestro pueblo: el sentido econémico de la vids, una mayor participacién en la cosa publica y la aficién deportiva. El primero es responsable de medirlo todo en funcién de més y de menos, como si cada cosa y cada actitud tuviera un precio en oro americano. El segundo se convierte en botin codiciado por todos los partidos y produce en nuestro cuerpo social los abscesos de Ia empleomanta. Y el tercero pone su nota de jovialidad en nuestra noche triste, desarrollando una juventud higiénica, alegre y bataliadora. De estos tres ingredien- tes, el econémico es el més imperioso y temerario. Hay que reconocer que Estados Unidos es una nacién pro- gresista, organizadora y técnica. Su joven constituci6n atlética paga tributo a Ia modernidad. Comparada con Espafia, lenta conservadora, resulta mucho més répida y actualizante. Lo a tual es generalmente de indole pasajera. El acto de conservar implicitamente aspiraciones de eternidad. ; Las cosas de Espafia envejecen mds pronto porque, no sic do hechas para el instante, se emplea més tiempo y pericia ¢” hacerlas y cuesta trabajo destruirlas cuando la moda y él Pro greso las quieren remplazar con nucvos modelos. Una chime ea, una casa, una muralla, una carretera espafiola posee Cor” diciones de homenaje a la eternidad. Maravilla observar le Ls gantesca fortaleza de los viejos puentes de ladrillos que {et construidos en una época en que no se sospechaba le invene! INSULARISMO de los corpulentos camiones que hoy Io ' a carga. Edificios antiguos, desafiando al i Cruzan agobiados de ‘a Jos terremotos, EMPO, & lowciclones y iguen prestando 4 Serables dependencias del Pobienny tleedido : Hoy hemos perdido el dor porque alguien nos dijo que el tiempo es dinero; y sin embargo ;, 7 BO ies tar el dis perdemos! Nos domina una prisa cléctrica pare hee ne? 8 y, tungue en rigor queden mal hechat, lo que recast compérese Ia admirable longevidad de Ia efimera vida de los actual ? sottos ha suid el concepts dl demo.” tee SH La misma diferencia que existe entre la danza, tenue y lenta, y el rdpido fox-trot, existe entre la vida de ayer Y la cxistencia de hoy. El no tengo tiempp para leer es una excusa descladora ae cuenta con millares de aflindos. El materilsmo reinante tiempo para hablar de los temas suntuarios de la cultura, fues i hay hombres audaces que te atrevan » hacerlo, no fal aes consideren como pérdida de tiempo ese acto tant ee spiritual. El arte de la conversacién pura hace ya a oe que esté descalabrado. Hemos sufrido un lamen- ao cit en nuestras visitas, tertulias y casinos, y es muy uile In desaparici6n de los famosoe centros de artesanot, _ Primorosos de la nobleza obrera. Si el tiempo es dinero, digamos por nuestra cuenta que Ia Bide give atropella el expiritu del hombre es veneno. La rele ie tial se encuentra en crisis porque carecemos de sesiege Yen itt oficial se habla hasta por los codos. En las barberiat las boticas se cultiva el secreto a voces de le vids privada. velit Sonversacion limpia y disereta no tiene hoy tantoe pro- os como Ia murmuracién. En beneficio de squélls, algin 82 ANTONIO S. PEDREIRA legislador debiera promulgar medidas higiénicas que regulen ef charlatanismo. Si en realidad el tiempo no da para nada, vamos ‘a restarselo a nuestros defectos para emplearlo entonces en beneficio de las viejas virtudes. Lo que acontece con el factor tiempo, sucede también con su gemelo, el espacio, Los admirables medios de comunicacién que hoy poseemos han encogido las distangias entre pueblo pueblo. Tal parece como si la isla se hubiera empequeiiecido, Las antiguas casas solariegas, con amplitudes de almacén, han dado paso a la hermética vivienda, apretadamente construida para economizar costoso espacio. Como todo se mide -—y se cobra— escrupulosamente, hemos aprendido a montar unos pi- sos sobre otros, 0 en su defecto a hacinarnos antihigiénicamente en incémoda habitacién. La hidropesia del censo, que amon- tona 485 habitantes en cada milla cuadrada, ha mermado el espacio dietético que la tierra tenia a nuestra disposicién. No cabemos en nuestra propia casa y esta incomodidad interviene dolorosamente en el margen de euforia a que todo pueblo tiene derecho. La especializacién educativa reduce tambifn el espacio es- pirivual en que se mueve el individuo. Hombre que en su pre- paracién profesional no haya frecuentado con plausibles sacri- ficios otras zonas ajenas a su especializacién, no comprenderé, como es su deber, las dificultades vencidas por los otros. Hay que romper violentamente la cArcel de nuestra profesién y de nuestro oficio y agrandar el espacio mental y el afectivo para soltar el alma de su enchiqueramiento. A la vera de nuestro interés particular florece el interés de los dems, que hay que tener en cuenta, si uo queremos aumen- tar la incultura de los Mamados cultos. El paisaje de la vida no se debe atravesar con anteojeras, so pena de acrecentar # nuestro pueblo su natural angustia, Se puede ser mecénico, © profesor, 0 médico, o business man sin desleales agresiones # Ia cultura Tengan en cuenta los comparatistas que no es posible lleget al fondo del espiritu colectivo en el torpe vehiculo del més ¥ INSULARISMO 83 del menos. El propésito objetivante de sin alma y ciencia sin conciencia— la superficie de una realidad totali de penetrar en el reino interior de un 2 estadistica es Ia calumnia con que la cienci del expttu. Todo pueblo posee un repsone dene rete inefables, vivas y escurridizas, que no se puede reduce ane mero. No es posible encarcelar a los hombres en la inctmoda ods jaula de un standard, fetiche que 1a democracia ha inventado para evitarse las complicaciones que suelen engendrar las dif Ja estadistica —método Puede captar tan sélo Pero es incapaz ima en pena. La Este affn econémico y utilitario cercena desastrosament del presupuesto insular y municipal, aquellas partidas stiles oe no dan un readimiento tActil. La despreocupacién oficial por aspectos: més finos de la cultura, despreocupacién que neutra liza con su indiferencia las iniciativas particulares, se dej6 sen- tir en el pats desde el comienzo de la invasién. “Uno de Primeros actos de! régimen (norteamericano), en Puerto Rico dice don Fernando Callejo— fue Ia supresin de todas las ‘subvenciones de carfcter artistic.” Al gobierno actual no interesan las letras, ni Ia mésica, ni la pintura, ni cosa alguns: €0 que intervenga el placer estético. i Una tecretaria de Bellas Artes, en la administracién actualy; serla un hecho ins6lito. El gobierno no puede sostener esta Clase de ujos, y no existe ni un mal museo, ni una scademia de misica, ni concursos oficiales de pintura, ni ayuda generoea Pera el Ateneo, ni interés por el arte popular, ni ninguna de las funciones espirituales que tan amorocamente amparaban, el siglo pasado, las Ferins, las Exposiciones, lot concursos Pablicos y el celo del gobierno. mos son los municipios que en sus presupueston de ucstran amor al libro. Es, ademés, muy cuesta arriba haccrles Comprender que una biblioteca municipal es tan imporanly TmP© una pliza de mercado o un matadero, El espiriy 3 Pienesiar de nuestros pucblos ae encuentra ea bancerota, AB te, innumerables poblaciones de Is isla mantentan 84 ANTONIO $. PEDREIRA exquisita vida social, en que alternaban los conciertos, leg veladas, las retretas, las fiestas patronales, las compafifas de aficionados, las tertulias caseras y las solemnidades religiosas, Humacao, Guayama, Juana Diaz, San Germén, etc., tan estreme- cidos por Ia cultura de antes, hoy son meros municipios. Ma- yagiiez, centro de incontables peripecias culturales, hoy es una factoria. S6lo Ponce resiste. entre flaquezas, la contaminacién anuladora. Obsérvese el embotamiento de 1a sensibilidad en los medios artificiales con que hoy nos proporcionamos el méximo placer: no hay baile alegre ni comida buena si falta la embriaguez. Para que todo gozo espiritual no resulte una lata soberana tiene que presentarse el placer alcoholizado. El esparcimiento, ademés, se torné negocio; hay que pagar por todo. Hasta las carreras de caballos, tan admiradas por la vieja afici6n puertorriquefia, se convirtieron en espectéculo retribuido, igual que las pelcas a Pufictazos. Por dondequiera que intentemos la fuga el impera- tivo econémico nos sale al paso. Frente a frente se encuentran, pues, dos estilos de vida de fondos muy distintos. No achaquemos a ninguno las condicio- nes universales que en cada época han prevalecido; muchos de os cambios que se adjudican en nuestro pafs a los norteameri- ‘canos, no provienen precisamente de ellos, sino de la época que Jos impone igualitariamente en Australia, en Espafia, en Chile, en Puerto Rico... Cada transformacién provechosa, venga de donde venga, es ineludible y necesaria. Todo pueblo que quiera mantener la sanidad de sus pulmones tiene que respirar aires de fuera. Aunque hoy navegue a ta deriva, nuestra personalidad no ha naufragado, como creen algunos pesimistas. Ni todo fue al bricias ni todo es hoy abatimiento. Entramos en el siglo xx con un pufiado de residuos inservibles y una buena cantidad d& deficiencias sociales, que vamos corrigiendo merced al eambiv de soberania. Al mismo tiempo, la vida se noe corrompe den” tro de un s6rdido utilitarismo, y la cultura ha perdido sus mej” res categorias por la plebeya depauperacién intelectual a qU€ INSULARISMO is Js ha sometido Ia vulgeridad del presente. La transformacién sable de Ia inestabilided que 2 respon! due Noy nos azora, y el dualis- mo con que opera nuestro pueblo es la mejor sefial de su es. tado transitivo. Ante las azogadas circunstancias de la hora muchas veces he pensado que Ia fisonomia moral de este momento esté inte. grada por rasgos transetintes y provisioneles. Nos informamos y nos deformamos a un tiempo mismo, ganando y perdiendo con la metamorfosis. Toda mudanza implica una alteracién més ‘0 menos intensa de los usos y costumbres y origina las vacile- ciones que hostigan hasta las mismas normas fundamentales de Is vida. Termino Hamando la atencién hacia la necesidad de recoger, en apretado haz, las coincidencias vitales que integran el esque- Ieto de nuestra contextura moral. Para ¢l fomento de la més pura ética, por la naturaleza de nuestro pueblo, el camino mis corto es el de Ia estética. En estas horas de aguda crisis pera nuestra cultura debemos cultivar la fe en nosotros mismos y preocuparnos por la produccién de hombres egregios. Hay que cambiar los atractivos de la vida publica y ensanchar Is sig- nificacién de 1a politica, hasta que se arrumben por completo § Sus repugnantes desequilibrios. Exigir de la prensa que cumpls © Su misién orientadora; de la Universidad, altos niveles de cul tura, y de los hombres, sacrificio en el esfuerzo y abnegacion en la didiva. Caracter, suficiencia, comprensién, estimulos me age coordinacién de anhelos: he aqui los arriatcs pars los cultivos necesarios. . . Puesto que estamos de mudanza hay que oo a dad. En trance como éste, Ia holgazaneria es, ademés 3° CON Table, corruptora, Si en esta crisis de nuestra cultura - i una lina recaudacin de alientos superiores pars culivis its paantas tae vide) Peranza unénime; si limpiamos # las eres alqot- Piblica de los espfritus vactos, roidos de la realidad de! mof: inerei I 2 or gl ln se we large fe illa (E1 Caribe con otro soneto eects libro Popular composicién que lena catorce paginas fe que ‘aS S€ recogen. No era Para menos. Sefialo ¥ Que sigue lincidenge Ue @mbas eae santos Chocano a Puerto Rico ¥ dedicd a San “sLa ciudad encantada”, con que co Lirico; el pais entero supo pagar con ca dinero el aluvién retérico y galano del vibia hecho 10 mismo con Salvador ‘on Francisco Villaespesa. 's discutiendo apasionada- sa, €n ‘el Ateneo, el sitio inequi- mer por donde desembares Coldn, como si ese debate, acalo- odo y largo, fuera de enorme trascendencia para la vida espiri- Teal del pueblo, Yo mismo — ino he podido remediarlo!— eché jas en mi libro de ensayos, titulado Aristas, mi cuarto 2 espad prestando mi adhesin entries » ces, exoy areicajeda. Poles, sobre si debe decirse portorriquenio © puertorriqueno Los fue- gos artificiales no deben faltar en nuestras fiestas. Y es que en fa angustia protocolaria en que nos debatimos, ceargamos sin remedio con 1a vrostumbre historica del expedien- care Temos ajustado al ritmo de nucstre jmaginaci6n militante el Ta vida y pronunciamos, em tone castelarino, nuestras aspiraciones civicas. No podemos negar a Castelar, nuestro gran tio lirico. Se puede escribir una yoluminosa historia politica margen de los banquetes celebrados y anotarla pintorescamente con millares de telegramas de adhesion. El comedor y él telé- grafo han sido fact rmacion de la fs inexcusables para 1a fo! patria verbal y ‘a descongestionat nuestra clés caldear 1a historit caldeamos la palabr En un pueblo de millén y medio de ‘almas, dos docenss de nombres forman 1o que Ta prensa Hama La VO" det Pais. demds no tienen vOz..- ni voto. La voz de la opini fegada a unos pocos. iCuéntos programas Y Fe sere de esos antros de reforicismo aue Presi J el pildorero! La barberia y la botica tiene® brille 7 vrones de caucus. Ambas se asocian pare former ‘en cada po? 1 filo ign una especie de Prensa Unida. Por cllas circula, © Oe de te reticencia, toda la vida muni an 102 Heg6 el poets Juan su celebradisimo poema inici6 su gu agradecimaicnto Y Poca de America. Antes hy és Jo repitié © mente en la pre curso de siempre abiertas Par: etorica. En vez de que derrumba imperios- icipal e insular ¥ @ luvi INSULARISMO 103 fa tijera y del mort t ero van nacien: racién, acuerdos y resoluciones Ge, en Tuche con ls our timpia, la crisis del pai Seen con vvino, Por lo ase svete Tose general, nuestro cacique pol ellie 7 jebonaduras y emplastos, —— ie ae y la espétula ofrecen una estupend: k politica insular: berberia y botica Sawpenda colaboraciéa $2 ie proses et tam fe a Ia patria i balieoorpeatelt a ps puertoriquefla", Eludo. por abors, ooce reste ciales que en ambos sitios tienen ges Saya quiero hacer constar Ia pureza de eae ay Jizo en este ensayo. NE OS en ie ae Y, después de todo, , Zqué han de hi a acer nuestros prohombres tens pueblo hoscos de Taina, cerrado «todo daleroeds 3 adormecidos con el(Fitomel®yde iss mune a isar Momentineamente nuestro destino? ae ben rome ora Bena, con inuginchn de municipio, sus perpetuas oe ees el programa que declama: Los mejores hom- bres pra fos mejores puts, ue la préctica pierde todo su serio ana, hasta la exaltacién desesperada que rita: Da mel independeni, ‘aunque nos muramos de hombre bey una fecnda trayctria temic de gobierno interior, ques heche supeluvamente con fantasia de trasbotica, Afirmsba areca Meir) a en tropos retGricos hemos inver oes Ta parte més preciosa de nuestra vida”. Desde . jontamos guardia Gretoriand hados de i Brno y de dialéctca 2 matt : ee ni ae 7 principios del presente siglo se funds el histérico tte Uniga de Poero Rico, alguién lo lam, despectivamen- ue deg es ‘agua, a lo que otro contest6: “sf, vapor de agua = ee y empuje a nuestra gran familia”. Y de le ista y del pico del éguila republicans ¥ de ls trompe del clef ante coalicionista, ha caldo sobre nuestro pueblo un dF 1 camino del ine io de a Hie lapidarias capaz de empedrar el plena Cémara de Representantes nuestro ilusie aad aa S Pee sostenia que la Isla de Puerto Rico tenia que dividirse en siete distritos, “porque siete eran los colores del iris, siete las mara- villas del mundo siete los pecados capitales, siete los dias de la semana”, etc. El humorista Canales contesté a De Diego que los distritos tenian que ser cuatro, porque cuatro eran los pun- tos cardinales, cuatro las patas de un caballo, cuatro las esqui- nas de una mesa... Esta especial modalidad de nuestro cardcter no se inicia con nuestros honorables “Excelentisimos Capitanes Generales”, ni con la época de “la muy leal y muy noble ciudad de Sam Juan Bautista de Puerto Rico”. Es herencia racial, que nos traspasa- ron con el pomposo nombre de Ia isla, nacido en una momen- ténea explosién de jubilo, en una época en que predominaba la fuerza dialéctica del siglo xvi. Con esa misma festinacién con que ahora queremos resolver a frase hecha nuestros més graves problemas, se nos puso un nombre impropio que hemos cargado como una cruz de oro sobre los flacos hombros de nuestra des- ventura. El nombre de Puerto Rico fue nuestra primera leccién de retérica al borde de la pila bautismal. Tap nuestras raquiticas minas en los primeros afios de Ta conquista, quedamos desde entonces reducidos @ la po- breza actual, aumentada en cada época posterior por una seri¢ de circunstancias variables, pero permanentes. Bajo la pompa Iirica de un nombre no ha podido ver el mundo ni nuestra po- bre constitucién fisica, ni nuestra industria vacilante, ni nuestra vida anémica. El panorama de la miseria boricua tiene una pers- pectiva centenaria: desde siempre, nuestro jibaro, nuestro tra- bajador, come mal, vive mal, trabaja mucho y gana poco. Tem porales, terremotos y epidemias agravan de tarde en tarde el permanente desequilibrio econémico, y bajo la exuberancia ret rica de un adjetivo, arrastramos, con languidez vegetativa, nues tra existencia agria. Y como si fuera poco, el turista —trotamun- dos sin ojos y sin conciencia— nos ayuda a cubrir nuestra mi teria llaméndonos halagadoramente la Isla del Encanto, la Perla de las Antillas, la Suiza de América... De este optimismo metaférico no participan los pobres isl jun eel we nos Fodean Y QUE en cambio muesran eq 1 wu de nuestra real to, Pata de Cape ae $4 850 or Puerto Ries del Morro anticipabs exe ludo al Visitante) yen su un capitulo justciens: Le tes a ura geogrética una expresion honrada de Muerto, Desecheo, la Mona, Moni fro... Una ver Eduardo Zamacois a yaité 1a tsla de Cabra (que en la boca fu colonia de leprosos un macabro sal fibro La Alegria del Andar le dedicé Isla del Espanto. Nuestra fecundia ornamental tiene fue mar afuera, pero empieza a manifestarse vigos et dentro. Nuestras aspiraciones incumplidas prenden tambicc ns tlsonancia en nuestros pobres pueblos acurrucados ban, sombra halagadora del tropo: La Ciudad Encontada ls Pele del Sur, la Sultana del Oeste, 1a Ciudad del Turabo, del Pla. ta, del Guamani, de las Lomas. : i Barros cambié su nombre por Orocovis y he visto alguna vez proposiciones en a prensa para trocar el nombre de la isla por el de Luis Mufioz Rivera, y el de Mayagiiez por el de Hostos, | iRetérica y Poética...! aqui todo tiende a resolverse al compls del Himno de Washington o de la Borinqueia. Hay en nuestro pueblo un entusiasmo atévico por la stig = tis. Més que amor a la eficacia de la palabra a tiempo, es volup ‘vosidad por las palabras en manadas sinfénicas. Y he dicho an- ‘es que la perffrasis ha sido para nosotros algo as{ como uns ssatégca trinchera desde 1a cual centenariamente bemos 6 fendido nuestras posiciones. Un pueblo que se ha encontrado en Pspetun iwicio por jurado, ha tenido que acompasar su vida al © de la polémica forense. te he sbogacia es una contagiosa profesiéa perils 9M Taat Snormemente el interés dela juventud pueroriqvts. NE nu Otra profesion trabaja mejor a base de recniconoe aa na ‘una palabra, una frase cambian por completo“! SRT rush [ria se conviete en incubsdore de din a i ae favorecen a un culpable y otras per - El tecnicismo esté en su elemento & _ Plclanentaia, Loe enemigos mls frost deb abt © can 8 uD [ANTONIO S. PEDREIRA cd Nance Be vie upon ae tas de privilegio personal. Nunca | 10 Mayores desgn. ise fe provocados por una cuestiOn de orden. El charly oo ay ha matado entre nosotros magnificas actividades, mentary hombres que acuden a las Feuniones no a discut ae con desinterés y discreci6n sino a conseguir el aplay. de los tontos y # Yo que et pecs: # ofrse hablar ellos mismoe, ‘Aqut todo e} mundo Jo sabe todo. Los terremotos y los ci. clones no han causado tanto dafio @ nuestro cardcter como esa avalancha de expertos repentinos que indefectiblemente explican en Ja prensa sus causts y consecuencias. Inventamos sin el me- por reparo teorias geolgices y atmosféricas. La improvisacién es nuestro fuerte: el “yo no estoy preparado” de un orador equivale a dos horas de discurso. Y de esa abogacta laica, que tiende a cimentar en la opinién piblica a un Boricua que hoy Mamamos statement, El statement es un turno en defensa propie que sirve de fermento a todas Jas tertulias del pais. Unss veces se convierte en diflogo y cristaliza en Interview; otras ad- quiere trascendencia y se hace Manifiesto. Y cuando tocado de frivolidad complaciente se rebaja a una {nfima categoria ple- beya, se torna en CrOnica Social. La Crinica Social parece que se invent6 para nosotros: ¢ cloaca de nuestro retoricismo y en ella se desgastan, # presion de idiotez, nuestras palabras. ZQuién no conoce el vocabulario sfeminado y cursi de nuestras crénicas sociales? ¢Quién no be sentido néuseas espirituales al leer tanta bazofia, que S610 ® aa nombrades interesa? Ocurre en ella lo que dijimos que sue con el sonoro nombre de Puerto Rico: son piedras falsas, - Fiencias, engafios a sabiendas, prestidigitacién que occulta Ciosamente nuestra etiologia. 106 Hemos aprendido a perfeccién a dorar la pildora. L# — cla se disftaza de indolencia 0 de desempleo; el crimen : micidio. Las palabras estafador y ladrén. a perdiendo s¥ a wanes Persone dispone del dinero que no le Perteneet f a & irregularidades, de malversacin o distraccion o& 'h * Ieayd en desgraci! decimos todos, compungidos: A! doramos Ia pfldora doramos nuestra vida, EI vivir de apariencias es otra forma grifica hAbito, creo que universal, pero que en nosotros ae Ue Gientifico francés, Pedro Ledri, visit6 Ia isla a final del siglo XVIII y sorprendié sin esfuerzo ese especticulo de la vida inti- ma. En su Viaje a la Isla de Puerto Rico, que publicé en 1797, dice este explorador: “Colono hay, poco favorecido por la {i tuna, que se priva durante seis meses de muchos goces ordi: rios para distinguirse en las primeras carreras por la eleganc de su traje y le riqueza del amés de su caballo”. La observ: cién sigue teniendo validez en nuestra época, y se agrava con In expansi6n del crédito. Vestimos y vivimos a plazos y a plazos enchapamos nuestra vida, que se desliza por la cuerda floja Jas entradas, haciendo constantemente Peligrosos equilibnos pat no perder el balance necesario, Se da, en Ia vida doméstica, mismo fendmeno que en nuestra hacienda publica, agobiada d ‘empréstitos, de contribuciones y en crisis permanente. En un pafs monocultivado en que el exceso de poblacién nos empuj © una brutal competencia humana que trae como secuela el! abaratamiento del trabajo y el forzoso desempleo, ha de acon; Pasarse el poder adquisitivo con Ia necesidad distributive. Y como no es ffcilmente posible el haber con el debe y queremos Y hasta necesitamos sostener nuestro prestigio social a base de aparente bienestar, bajamos sobre nuestra escena privads el te- ln de boca de nuestro crédito —arroz y tartana— haste que al fin, Megado el fracaso, la quiebra o el incendio casual destruye el decorado de nuestra sofisterfa, Una excursién por el historial de las Compafias de Seguros y por los Registros de Ia Propie- dad arrojaré una gran dosis de écido sobre el enchape de nues- tras posiciones. Los catorce quilates que en ellos puso Ia reté- Tica desaparecerén al menor frote de una investigacién legal. Y asf vamos tirando. Nuestro retoricismo clama ys cuaren: 108 ANTONIO S. PEOREIRA janteria venal, que coquetea con le miseria de ee hic, es sumamente peligrosa y triste, ras tante su fechada alegre. Hay que dar de baja al patriotismo por sport, al menos ess noci6n vulgar y campanuda que aquf se lama patriotismo, Hemos vivido con la mano abierta, pidiendo lo que es nuéstro, y permitiendo que otros nos Iean la buenaventura y nos auguren tun brilante porvenir. Es hora de vivir con el pufio cerrado, amenazando Ia palabra prostituida. Un buen tapaboca colectivo nos sacaré a la patrie de los labios y entonces puede ser que le ‘busquemos asilo en nuestro corazén. 3.—Nos cock gL HoLanpts NTRE el mar Caribe y el octano Atldntico, Puerto Rico vanta su_paralelogramo casi uniforme, rodeado por un rot collar_de islotes pequefiitos, inhéspitos para la tertulia, Es la menor de las tres Antillas Mayores y el constante tutela sus albactas la ha mantenidg muchos siglos en inviolable m idad. Esta vieja nifiez prolongada hasta el presenye, regida pot institutrices mandatarias, nos obliga a una reglamentacién limi: tadora de la amistad antillana y por ende de la confraternidad: hispanoamericana y universal. Nuestra minoria de edad nos se) para del mundo. La espléndida posici6n geogréfica que en nuestros dias es motivo de propaganda, ofreciéndose como punto de apoyo et ¢l tréfico aéreo entre Norte y Sur América, y como posible puen- te entre las dos culturas novomundanas, no recibié los favores que en otros tiempos dispensaron a Cuba y a Santo Domingo Jos gobiernos espafioles por estas antillas hermanas més ascqui- bles ¢ importantes al desarrollo colonial. Nosotros quedamos al margen de las rutas turopeas, empotrados en un er Centenario que siempre entorpecié nuestras ansias de vincy! cin indoamericana. Apoyando a este forzoso confinamiento ~~ Tecieron cartas geogréficas equivocadas ¢ imprecisas. con ae res de posicién como las de Mercator 1625, las de gon oe Y 1697 y las de Juillet en 1703. Hacia ¢} 1791 se Les ies en Madrid por Tomés Lépez un nuevo mapa que corregis Plavst’ blemente las notables deficiencias de los anteriores y 2 10 ANTONIO S. PEDREIRA cometia otras. No obstante, éste fue el mejor de los Publicados antes del siglo x1x. En ocasiones no constamos en 10s mapas, hemos vivido a merced de cartégrafos poco escrupulosos. Gajes de Ia pequefiez. {Os dais cuenta? En el nimero de octubre, 1930, que el mensuario Presen Day American Literature dedica a Puerto Rico, hay un articulg en el que Harriet Wagner afirma con raz6n sobrada lo siguien, te: They (se refiere a los nifios de las escuelas) have an unusual interest in far away places and like,to go to the map. Aparte del natural interés que en todo nifio despiertan las tierras descono- cidss hay en esta actitud infantil todo un melancélico proceso de apartamiento perpetuo que tiende a subsanarse con un in- ters inusitedo en las clases de geografia. El mapa que estudia- ‘mos con solicitud y carifio es una secreta vélvula de escape por 4a que sale inconscientemente nuestra presién emigratoria. En los primeros treinta afios de colonizacién se dictaron las Primeras disposiciones drdsticas que pusieron a raya el despla- zamiento insular. México y el Perd, con sus riquezas fabulosas, incitaban @ los viejos pobladores de la isla a emigraciones sal- vadoras que no pudieron realizar. “Fuele preciso a Obando —sfirma el historiador Brau— para evitar la despoblaci6n, ame- nazar con pena de horca a cuantos intentasen ausentarse. AUN asi, escapéronse algunos secretamente en un barquichuelo a la isla de Mona; hubo de correr tras ellos el enérgico gobernador, S7olando a unos, y abriendo heridas en las plantas de los pies ® otros para contenerlos.” : fi6n_por los garfios de esas heridas, jane ae ic siglo x1x fue un verdadero acontecimiento bea eae autos idvenes puertorriquefios con Ja ayuda is oe an “ree Tegresar de Espaiia, diplomados, ejercien a lou despoig 2 del pafs hasta que un gobernador sin concienci® Bot con asommbey Mted"85 atbitrariamente. Todavia -hoy = Ue, para rome °t Plato del puertorriquefio Alonso See dio la vuelta abe orosamente La regla del confinamiento sl mundo en el siglo xvit, INSULARISMO. Mt ‘Las conquistas de México y del Perd imantaron el trifico colonial. y Puerto Rico quedé rezagado del movimiento mart timo. El raquitico comercio exteri puertos de Cfdiz o Sevilla y el se hacfa tan de tarde en tarde, polar la presencia de barcos en el puerto. El 20 de mayo de 1662 aseguraba el Maestre de Campo don Juan Pérez de Guz. mén, que hacia once afios no Megaba a Puerto Rico un barco mercante de Espafia. En las Misceléneas Puertorriquenas de don Pedro de Angelis, topamos con esta declaracién desoladora. “En todo el afio 1738 no lleg6 a la isla un solo buque de la pe ninsula”. Del segundo cuarto de! siglo xix afirma Alejandro T: pia en sus Memorias: *jQué novedad era Ia llegada de algis barquichuelo de San Thomas, cargado de mercancias! |Qué vimiento y animaci6n...! La ciudad se reanimaba como si tratara de fiestas reales 0 jubileo, siempre que acontecia u introduccién semejante... San Thomas era en aquel tiempo! huestro Liverpool, nuestro Paris en esa materi que era motivo de regocijo po- nota pintoresca la visita de cualquier barco anunci samente a campana herida, mientras el pueblo se aglomeral en Ia bahia gritando entusiasmado: *;Velas! jVelas!” De esta afortunada visién capitalefia no participaban otros: Pueblos costefios, cerrados por disposicidn gubernativa a todo Comercio exterior. Tardiamente fueron abriéndose nuevos puer- tos, con sancién oficial, y clandestinamente nuestra necesidad fue perforando todos los litcrales a espaldas del Gobierno. Viviamos aislados, “no siendo de extrahar —segin dice José G. del Valle— que los mas importantes sucesos de los pue- bios, supiéranse en San Juan un mes después de haber ocurrido; ¥ que la Negada de un correo de la metrOpoli o de algun buque €xtranjero con correspondencia, constituian acontecimientos ex- traordinarios que durante varios dias eran Ia comidilla publica”. La falta de caminos Ilevaderos que comunicaran con San Juan, 1a facilidad con que podian canjearse productos en las Costas no vigiladas, y la preferencia otorgada a las mercancias eae: een nz entaneras por 5&7 superiores y mds baratas que las spaolas onia a un activo contrabando que Scand a nuestra triste condicién de — ete El trate ilicito, burlador de aranceles, era un gran ae nal abierto al progreso del mundo. Su Bran utilidad queds dis. ereamentereconocida en la célebre Memoria de don Alejandne O'Reilly, cuando en 1765 escribe lo siguiente: “En el dia han adelantado alguna cosilla més —se refiere a los habitantes de Puerto Rico— con lo que les estimula la saca que hacen los extranjeros de sus frutos, y la emulacién en que los van po- niendo con los listados, bretafias, paiuelos, olanes, sombreros y otros varios géneros que introducen, de modo que este trato ilicito, que en las demas partes de América es tan perjudicial a los intereses del Rey y del comercio de Espafia, ha sido ‘til He aqui cémo nuestro aislamiento se vio forzado a iniciar relaciones de contrabando, a espaldas de San Juan, Gnica en trada oficialmente abierta a la amistad del mundo. Por ese tinico resquicio sancionado penetraron en el siglo ‘limo ramalazos de cultura y millares de emigrantes que aumen- taron considerablemente nuestra poblacién. En lugar oportuno ‘ecogimos ambos asuntos que, no obstante su valiosa aportacién, Ro aminoran el encogimiento general del presente. Yo recuerdo mis afos de muchachez, en un pueblo céntrico de Ia isla, en ve venir @ San Juan era un verdadero acontecimiehto. En las miltipls visits que a nuestros campos hiciera en 1927 el 90 able fillogo don Tomas Navarro Tomés tropezd con muchas wan 5.24 Jamis habian salido de la regién campesina en qv sin viven. Por otra parte, se puede afirmar sin graves Judas Si! mayor por ciento de fos puertorriquefios 0 conoeen a mente @ Puerto Rico. Esta observacién, que puede aes po oe Pueblos de mayor geografia, adquiere fuerza fog Por buena: STS Pequefios limites geogrdficos, cruz oud gTeleras. Cierto es también que con las | snteriOf a & comunicacién, nuestra apatia por el viaie i ue noe sido un poco, pero nunca lo bastante para wterio€ “S* conocemos plenamente. Y en lo que atafie al & TNSULARISMO. todavie se puede decir que, con excepe: otros caminos internacionales dos del mundo con nuestras plantas 3 ¥6n de Ia ruta nortefia, Y permanecemos aisle ‘enconadas por ia sangria punto de vista de la cultura, Ayer no més hablébamos de la escuela norteamericana: nuestra actitud ha sido la de un pe ciente. La escuela puertorriquefia ha quedado como un tema pendiente en la escala de las aspiraciones, sin poder saturar la aimésfera en que debe flotar el alma del pueblo. Y si éste ex | producto de aquélla, y aquélla debe ser producto de éste, ni le escuela ni el pueblo han podido fundarse y desarrollarse dentro de las necesarias circunstancias de amplia soberanta, que tiene ‘como tinico imperativo a la voluntad popular. Obedientes —mi- noridad, sislamiento— a las érdenes continentales, superiores a nuestro deseo, no hemos podido cumplir en estas lejaniss con | las invitaciones culturales que el mundo nos dirige. Sordos por © obligacién a estos reclamos, seguimos, en este municipio del Ca» ibe, alimentando ideas de superacién y de intercambio para ‘camplir la misién histérica que nosotros mismos seamos capaces de acometer, sin que nos la fijen voluntades extratias. i Plurales son las teorias que conocemos sobre la misién ex” Pecial de las islas. Desgarradas de los nucleos continentales, Mares procelosos etemnizan su divorcio. Doctrinas optimistas asignan a las islas ejecutorias superiores a las que histéricamente Sumplen, ancladas fatalmentt en medios geogréficos de variable strates Politica, econémica y cultural. Desde la resonante Alléntida, de Platén, hasta las dltimas elucubraciones contem Pordneas, la literatura islefia ha barnizado con admirativas pro epopeyas Ja angustia trégica en que se desarrolla la vida in- escuela espatiola, hoy de la El notable pensador granadino Angel Ganivet, al ae |e europea sobre el espiritu territorial nor corté un traje Coden Sveda dem ancho. De seguro que penaubs en Inglaterra ‘Suando escribié lo siguiente, en su Idearium: ‘Comparando 114 ANTONIO 5. EQ caracteres especificos que en los diversos grupos sociales wan fas relaciones inmanentes de sus territorios, se notaré que en lor pueblos continentales lo caracteristico es la resistencia; cen los peninsulares, {a independencia, y en los insulares, la agre- sion... El insular sabe que tiene su defensa més firme en su fislamiento; podré aceptar una dominacién extrafia si carece de fuerza para mantener su independencia; pero de hecho es dependiente y sabe, ademds, que la {uerza de caracterizacion de su suelo insular es tan vigorosa que si algunos elementos ex- trafos se introducen en él, no tardarén en adquirir el sentimien- to de la autonomia” Politicamente, desde que aparecimos como tierra a los ojos descubridores del Almirante, nuestra isla ha sido una prolonga- cién jurtdica del continente. Y cuando al través del tiempo la trasplantacién continental fue adquiriendo sus signos diferen- ciales y propios y la asimilacin de diversas culturas y tipos raciales fue creando un elemento autéctono enraizado en el sub- suelo de la insula, el nuevo tipo del boricua no va a mostrar el desplazamiento y 1a agresién como caracte~ especifico sino més bien la resistencia y la concentracién para presentar un frente defensivo. Y como nunca tuvimos participacién directa en el establecimiento de relaciones internacionales, que al través del comercio y la cultura hubieran ensanchado nuestra actitud men- tal, hemos permanecido apretados al centro sin poder desperezer nuestro encogimiento en la atmésfera de otros pueblos. Hasta muy entrado el siglo xix la soledad islefia fue desesperante Hacia 1831, don Pedro Tomas de Cérdoba, en sus magne ficas Memorias, afirma que “La multitud de corsarios que infes taban estos mares tenian arruinada totalmente la industria mer cantil y apenas habfa adelanto en la agricultura.... Existia unt estancacién en los negocios y una pardlisis en el cuerPO politico que dificultaba la marcha del Gobierno y producia 1a const cidn a que fue Ia isla desde dicho periodo hasta 1824. 4° ra manera répida”, Estancacion, pardlisis, dificultad, consne'"), he aqui las consecuencias de nuestro trégico aislamient? , casi incomunicacién en que vivia Puerto Rico respecto © Pelayo— bastan para ¢ rias en Ia isla durante Nuestra més firme tas y expediciones internaci, solos, isla adentro, desde los oy ya que el poder naval de Espen luego resultamos una posesién ans icil presa de : Pira- a {tims de defendernos iempos de ta conquista, jonales, Y esta soledad, mordaza del derecho, fraternos. nicleos Ge nos amputa de loey intelectuales. fi Pea : ¥ mos desvia de las conanaye ageemsamiento que agita la concienci ae) te alive atin oy, una de las seiales més represivas de i cabenate ¥ un facior expicativo de nuesra personalidad! ivimos oficiaimente en perpetua comisidn, respi-t . x yon, TSP Nacimos y eresimos en colonia y en solang do_una_patria_por Tescripein moraen: Hata! a ostlado sempre eire dos punts ex el pulses arid ¥ Washington. A esa distancia nos han tomado acional ng ld R08 a venido el recetari, Nuestra temperatura Son topioates nd? ,condicionada. por climas histrieos que no Mos deerme pedientes de esa funcién metropolitica nos he Bes del Compe ot mundo: ol Real Deereo y las disposi : reso han sido el iman di See Je nuestra atencién. Todo lo Tto Rico ha vivi . f i a vivido ficticiamente una vida hist6ric: ene, oR Virtud de *l fondo de Puc ay gi nica, teniendo que reaccionar por accién re- estimulos y acontecimientos que no nacieroa ‘Auestra conciencia colectiva. Una extraiia legisla 116 ANTONI 3 OS cién vigilante impone rumbos a su natural proceder civico, y sre fronteras limitadoras de su espontaneidad, ha tenido qu canalizando su naturaleza, de acuerdo con estilos ajenos a la cnn Cortes de Cédiz, Guerra Europea—. La constante tutela disciplinaria ha condicionado nuestras caracteristicas diferencia. fee (en cierta ocasién un gobernador nos prohibié llevar bigote) y hemos tenido que reconcentrar Ia visual en nuestra propia Fersona, abandonando por completo Ta contemplacién de tos Pueblos que nos rodean. La historia de Puerto Rico ha tenido foe deserrollarse en actitud defensiva, replegindose sobre si wtma, guardindose hacia adentro para evitar sorpresas estra- figicas, Para defendernos de piratas amurallamos la ciudad capi. tal, y aunque en 1897 se derribaron las paredes para facilitar el engenche urbano, no hemos podido, sin embargo, destruir las mnurallas espirituales para facilitar el ensanche cultural. Todavia rige aquella frase explicativa que en el 1644 escribié Da Lépez de Haro, obispo de Puerto Rico: “aqui estamos tan sit dos de enemigos que no se atreven (los puertorriquefios) a salir a pescar en un barco, porque luego los coge el holandés”. EI pi rata, que nos mantuvo raya —hay que decirlo de una ver—~ no siempre ha sido de nacionalidad holandesa, Lo cierto es roe no hemos dicho nuestra palabra por temor # que nos coje el nolandés. Tl cinturén de mar que nos crea y nos oprime va cerrando cada ver més el espectéculo universal y opera en nosotros angostamiento de Ia visién estimativa, en proporcién al ens the de nuestro interés municipal Imantados hacia adentro: pellades en una densidad de poblacién de 485 habitantes 1 Milla cuadrada, vivimos impasibles, fundidos en nuestra abt, ereyéndonos el centro del mundo, empotrados en este Se las Antillas, lejos de todo ritmo hispanoamericano- Resides - lun perpetuo compés de espera, permanecemos cn sce a rrogante, sin encontrar Ja orientacién definitiva SPT echs pleat nuestras aspiraciones. La wltima moda a eat aver ese ‘Beogréfica y el injerto anglohispano © pr nd! misién de intérpretes de las dos culturas del © eae Lees Periferia colect caren ro vivir _aquellc gu ear pF congojas publicas an ae que conviven en todo . lanzar a voleo sobre nucstras mu: ag meneiPtcidad comprensiva, dilstacin, ensanche, urbanizacitn! nial que nos oblique « ebandonar Iv crip de Tiuestra posta ci pol ico-econémica. Un poco de ejercicio —aprendizaje del —— tesberd con nuestra rigidez. Romper las murallas lamiento, para mirar en torno, deber ere Puertorriquefia. : | wae "ara que el mundo nos i 2 conozca y nos potencie hay que dejar de sr Robinson Cruse, Slgnmos « pesca, aunque 0+ exe Temaitt ‘Puede que alguien regrese un dia con las redes Vv LA LUZ DE LA ESPERANZA — AFIRMACION PUERTORRIQUERA DiS 2 peoumbra de nuestro temple actual, figuras de pri mer orden lanzan sus conclusiones pesimistas, después de hhacer una melancélica indagacién en la incertidumbre de low tiempos presentes. Rosendo Matienzo Cintrén, uno de los cere- bbros mejor organizados que hemos producido, escribla en 1903: “Hoy Puerto Rico slo es una muchedumbre, Pero cuando le muchedumbre tenga un alma, entonces Puerto Rico seré una patria”. Treinta afios después, la situacién no ha mejorado. Lo afir- ma Mariano Abril, historiador oficial de Puerto Rico: “Pero... dexiste el alma?, cy puertorriquefia? Un cirujano no la encon- traria con el escalpelo, un psicélogo dudaria. El pais esté des quiciado... se asemeja a aquel caballero de la muerte, pintado Por el gran Durero, que ocultaba tras la armadura reluciente un esqueleto ruin*. Nadie debe esperar que un cirujano, por ¢%- Perto que sea en despachar a sus victimas, pueda encontrar so bre su mesa de operaciones el alma de un pueblo, Nosotros Creemos, honradamente, que existe el alma puertorriquefa dit Sregada, dispersa, en potencia, luminosamente fragmentads CO- o un rompecabezas doloroso que no ha gozado nunca de . integralided. La hemos empezado a crear en el dltimo siglo ‘Buesira historia, pero azares del destino politice nos impidiero” Prolongar hasta hoy el mismo derrotero. jemr Tres siglos de callada y Jenta navegacién no fueron sub! ‘= Pare encontrar la ruta de E] Dorado. En el siglo xix emp INSULARISMO, Mos a vislumbrar, entre la brume, das : cia colectiva y ey don de iPatria a la vist, ra une ¢l grito jubiloss mén, quedando nuestra neyo an® BYTE nog quebran ic Como ya hemos indicado, Jos pri historia ‘0 * fOS Primeros tres siglos de histori constituyen Ruestro Perfodo de lactancia, Dek eran de la idora hicimos af mundo las primeras gracias. ; : Seicar ¥ a recibir golpes; al empezar el tiglo xx dimos, con marcada dificultad, los primeros pasos ea ¢l campo de Ia cultura, Dice, Para os espafioles de acé, recalcitrantes y tozudos, éramoe lentes, malagradecidos y desleales, porque ya empezibe- Protestar del tratamiento injusto ¢ inadecuado que rect me OF para, ear pei 7 de mas UMCES. A su actitud despética debemos principalmente MMs fuertes manifestaciones del sentimieato de 1a nacionalided Pucrtorriquetia, 4Cémo se opera el cambio? Indirectamente, tres acontecimientos hist6ricos nos ‘imponen 4s tare de vigilar, en este siglo x1x, la infancia de nuestra ex- Reise: ta Revoluciga Francesa, la guerra de lat tece coloniaa y Ia guerra de Ja independencia suramericans. mos a 120 ANTONIO S. PEDREIRA Directamente, el triunfo del liberalismo en Espafia nos pone en marcha. ‘Al gesto de don Ramén Power hay que unir el de la masa anénima, que ya iniciaba protestas de solidaridad hispanoame- Ficana. En 1810 Ilegé a la isla don Antonio Ignacio Cortabarria, “asistido de atribuciones extraordinarias —dice Brau— para concertar con los venezolanos la terminacién de ta discordia, Considers prudente este comisionado dirigir, desde Puerto Rico, las operaciones pacificadoras y aun creyé posible auxiliarlas con la milicia insular, pero hubo de rectificar esta creencia al hallar en la puerta de su casa un pasquin, en que se le deca: Este pueblo, bastante décil para obedecer a sus autoridades natura- les, no sufrird jamds que se saque de la isla un solo miliciano para llevarlo a pelear contra sus hermanos los caraquefios”. El hecho es significativo: en una lucha entre espafioles y venezola- nos, los puertorriquefios proclamaban su hermandad con los se- gundos. La historia posterior, tan abundante en levantamientos y sublevaciones militares, nos va a probar que el pais no se considera ya, como en los tres primeros siglos, una estancada prolongacién de Espatia, sino més bien como parte de América. Empezamos a ser otra cosa. Un sacerdote, un periodista y un educador sacuden nuestra Pereza tres veces centenaria y abonan el descontento con nuevos beneficios. Nuestro fray José Antonio de Bonilla, autoridad en derecho canénico y en teologia, velando por los principios de Ja familia puertorriquefia, combate valientemente el cobro de dinero que entonces se hacia por las dispensas matrimoniales- “Apenas manifesté en Mayagiiez, en el afio 1814 —dice en SU libro—, mi designio en favor de mis compatriotas, cuando c& yeron sobre mi los insultos, la deshonra, la difamacién y ¢ oprobio, que son el sueldo y la paga que de contado reciben los ministros evangtlicos que se oponen al torrente de las corruP” telas contrarias al espiritu de la religién...”. Por nuestra defenst fulrié encierro y fue deportado a Barcelona, Regresé en 1825. ¥ al publicar sus Apuntamientos criticos... sobre el mismo #54 'o.volvié a ser perseguido y emigré a Santo Doming®. cia, después Por més de setenta aiios, de haber servido a ta En esa época, 1822 ¥ vimos surgir en Pue; seno de tu patria, Ellos te dan el haciendo menos vedada: mero iS ¥ més intencionad a ss n iadas. En elm a = oo de 1822, del Diario Liberal, encontramos una var wait Por tres iniciales que empieza asi: “Amados com que pertenecemos? leyes y sis Yes y sistema constitucional?” Sale fs deg nal?” Esta manera fina y medrosa de pa gualdad existente no duré mucho tiempo. don. Jose anita éPoca el primer periodista puertorriqueso res, en 1g AMdino de Amézquita dirige una Carta a los Elecio ‘© cual queda hecha la escisin entre espafioles de allé y ee acé. Recomendaba Andino votar por los candida Vasalio oo 0% Puerto Rico. El teniente coronel don Pedro reaper Porque Andino “ha ultrajad> a persooas dignas Givisone © 7 CONSideracién... y propende » establecer uns linea 80 s6lo entre espafioles puertorriquetios y espaicles ioles 122 er eee eeeererrere reer de las demés provincias de la monarquia, sino también entre las diferentes clases de espafioles puertorriquefios”. En El Eco, Diario Noticioso de Puerto Rico, nimero del 27 de marzo de 1823, aparece una valiente réplica de Andino, ra. tificando su recomefidacion anterior, y a pesar de sus setenta aiios lanzando un puiiado de improperios violentos sobre la cabeza del teniente coronel. El nombre de don José Andino de Amézquita inicia el sistema nervioso de nuestro petiodismo, defensor, desde su nacimiento, de nuestra personalidad. Como Bonilla y como Power, Andino ya descubre la indole criolla; la isla va apareciendo poco @ poco, trabajosamente, preparando los Sleos que algin dia puedan servir para el retrato. ‘Asi sigue la lucha por nuestro derecho. En el 1832 abre sus puertas nuestro primer centro de instruccién secundaria; el Se- minario Conciliar, que inicia sus funciones con un rector puer- torriquefio: fray Angel de la Concepcién Vazquez. Pocos afios después de su apertura, en carta al benemérito padre Rufo, ase- diado de contratiempos, {ray Angel lanza su frase desoladora: “no puedo menos de decirle lo que siempre he sentido; es decir, que la instrucci6n de la juventud en esta isla tiene una especie de maldici6n que por todos lados le presenta obstaculos formi- dables, que la confunden y destruyen...” Cuesta arriba luchaba Ruestro pueblo contra Ia indiferencia oficial que intencionada- ‘mente, al parecer, descuidaba la instruccin. En los seis nutridos Yolimenes que forman las Memorias, Geogrdficas, Histdricas Econdmicas y Estadisticas de a Isla de Puerto Rico, publicedas €n 1831-33, por don Pedro Tomés de Cérdova, secretario del Gobierno, no aparecen las relativas a la instruccién publica, Hu- Yiera sido un milagro... y una falsedad, Grabado en nuestra historia qued6 el nombre del negro 18- Mirage & Hams Rafeel Cordero, en torno # cu ira a serupaban los nifios de todas las clases soc said vicvitudes docesnetratlta. Véase, en fin, el colmo de nuestrst nea Scapa a ‘0s Primeros cincuenta afios del siglo ie ee Suerte que corre el proyecto de la patridti Econémica de Amigos del Pais, que fomentabs ta int INSULARISMO Para no encontrar cién. En cambio, ell que andando el ti Raz6n tenia ni colegio ni empleo a su talentosa aplica, Hos trajeron inquietudes y propésitcs nuevos, lempo iban a fortalecer nuestro ambiente. fray Angel, al escribir su frase sintomdtica, Creadas por la Junta de Fomento y Comercio las chtedras de aericultura, ndutica y boténica, Baldorioty y Acosta vinieron a servirlas. Mas al llegar a Puerto Rico un nuevo gobernador (Laureano Sanz) les formé un Expediente Reservado a ambos macstros y fueron destituidos de sus chtedras, perdiendo ade- mAs los derechos personales, tan trabajosamente adquiridos. De sta manera querfan exterminar las ideas reformistas de nuestra juventud, El desarrollo de 1a instruccién en este siglo esté viciado por el recelo y la desconfianza que con el fanatismo politico y los Personalismos fecundos impidieror., a espaldas de la ley, las Medidas de concordia. El gobierno superior de Madrid aproba- ba dispoticiones para crear escuelas, institutos, granjes mode- + Rormales, que nunca se crearon. Aducian acé, la falta de NTONIO S. PEDREIRA 124 recursos, al mismo tie! pesos para los jesuit mpo que edificaban un palacio de 200.000 Para ingresar en el Colegio de las Madres festis, subvencionado liberalmente por el go oe ieee tenian que estar provistas “de la Bula de Ia Santa Cruzada, y de uso de carnes, igualmente que de 200 Pesos fanuales”. Las corporaciones religiosas, con el apoyo del gobier. toy servidas en su casi totalidad por espaffoles de alld, eran las tinicas responsables de Ia instruccién en grande. En 1873 la Diputacién Provincial, nombrada por el sufra, gio popular, cred el primer Instituto civil de Puerto Rico, ga Rando la mayoria de las cétedras en rigurosas oposiciones los hijos del pais educados en Espajia. Pero al volver por segunda vez el reaccionario general Sanz, como gobernador de Puerto Rico, suprimid dicha Diputaci6n Provincial, electa por el ue. blo, y nombré otra a su capricho. Suprimié también el Instituto Civil, disponiendo que los alumnos pasaran a terminar sus es- tudios en el Colegio de los padres. jesuitas; dejé cesantes a huestros maestros puertorriquefios, para llenar sus puestos con maestros peninsulares, y hasta prohibié la ensefianza privada sin previa autorizacién, para matar de hambre a los cesantes. En el proceso doloroso de nuestro desarrollo el gobierno confundia le dignidad de un nuevo pueblo en gestacin con el ingenuo antiespafolismo, fantsma con el cual amparaban y de- fendia sus desmanes ante el gobierno metropolitico. Digamos, en honor a la rectitud, que en esta época no existia en Puerto Rico un sentimiento hostil para Espafia, aunque sf para su polf- tica colonial. Los enemigos de Espaiia los fue creando, poco & poco, el desprecio y Ia injusti¢ia con que siempre o casi siempre nos medfan sus gobernadores generales. Perseguidos, atropella- os, degradados y rotos, fuimos cada vez més divorciéndonos de nuestros progenitores y procurando defender nuestros inte- treses vitales, que ya no eran los mismos de ellos. Ningén tema social ha dado a nuestra bibliograffa may cantided de ttulos que el de Ia esclavitud; ningén otro ha srr ado a nuestra conciencia colectiva mejores demostraciones ie sbnegacién y confraternided. La propaganda anticsclavist® en su casi totalidad Con slo presentar el salvo. Habia en la Paganda, largos afios sacudié a ta isla entera, el leueees de ce a nuestros hermanos de color la ‘vergonzante humillacién de ser tratados como perros, Las sublevaciones de los esclavos j Vega Baja, Guayama y Ponce, aunque ae con la muerte, en virtud de las amplias facultades que =o 8 Tos duefios el inhumano Cédigo Negro, no levantaron wate! el Gnimo puertorriquefio como Ia enérgica propaganda que en! la isla y en Espafia mantenian las sociedades abolicionistas Des. de que en el afio 1837 el gobierno espasol prometis las leyes especiales, que nunca se promulgaron, para gobernar a les An tillas, los puertorriquefios incluyeron en primer término, en to. das sus peticiones de reformas administrativas, la “aboliciéa: radical y definitiva de la esclavitud", que al fin fue proclamada en 1873. Como era natural, al margen de esta lucha por la libertad: de los esclavos, fue creciendo el sentimiento reformista, que los! conservadores vincularon intencionadamente con el separatismo.. Se daba el caso de que los mismos defensores de la aboliciéa, eran los més ardorosos partidarios de 1a autonomia. El espiritu de estos hombres impregné nuestro clima moral y formaron, Poco @ poco, la atmésfera ideol6gica que iba a respirar el pue- blo hasta fines de siglo. Creo que el primer puertorriquefio que hablé valiente y cla Famente de separatismo fue un oscuro poeta, Daniel Rivera, autor del canto Agiieybana el Bravo, publicado en un perié dico de Ponce, en el 1854. El mero hecho de decir “Que parta 8 Espaiia el que nacié en Espafia” y de cerrar el poema expre- sando el deseo de ver “Libre esta perla de la gente ibera”, le Band al autor una tenaz persecucién que le obligé a fugarse det Pais, muriendo al fin en el destierro. El catalén Felipe Conde, ANTONIO S. PEDREIRA 126 yultado con mil pesos; el juzgado de editor de EI Ponce aL imprenta, que andando el tiempo Pere ae Matoz Rivera para iniciar la publicacign de La sivis 9 im pe extn manera se persiguiS el primer grito de aoe fencia que un poeta se atrevid a revivir en labios de un inte ase myoerto haria més de trescientos afos. sae nombre de este indio, el primero en sublevarse contra los istadores, se convirtié entonces en simbolo de redencién, ‘un orgullo provocador nos proclamamos altivamente hijos Se Agueybana, el Bravo, y al par que guerra a los expaifoles se predicaben a grito herido sentimientos de solidaridad antillana, Hemos visto la proclama que en 1864 se hizo circular, a props. sito del traslado a Santo Domingo del batallén de Milicias puer. torriquefias. El Manifiesto empieza asf: “Compaferos: (Hesta cudndo permitiremos que los déspo- tas de Espafia se sigan aprovechando de nuestra inaccién? Un Regimiento de Voluntarios de Puerto Rico ha sido Hevado a le fuerza @ asesinar a sus hermanos de Santo Domingo; varias han sido nuestras muestras de desafecto: varios de los nuestros se ballan dispersos por los montes y algunos se han ahorcado, an- tes que consentir en ir a matar y # robar @ nuestros hermanos. Recuérdese el pasquin a Cortabarria y se verd la trayectoria de este sentimiento. Los milicianos, que tantas veces ofrecieron sus vidas en defensa de Puerto Rico preferfan huir y disponer de ‘ws vidas, antes que ir a pelear con un pueblo a quien conside- raban hermano “Y si nos llevan a Ia fuerza —dice Ia proclama— como ha sucedido con los otros, pasémonos al lado de nuestros hermanos ‘de Santo Domingo, que nos recibirén con los brazos abiertos y os colmarin de bendiciones, como Jo han hecho con todos los Voluntarios puertorriquefios que han tenido ocasién de abando- nar el Ejército Espafol... Los jfbaros de Puerto Rico, hijos de Agueybana, ¢l Bravo, no han perdido atin la vergiienza y sabrén Probar a sus verdugos, como lo estén haciendo los valientes 4 minicanos, que ti son ficiles de gobernar mientras creen que % tes hace justicia, no sufren que se abuse de ellos impuniemeate- INSULARISMO 127 Son éstos los tiempos en que aparecen con més vigor las proclamas, fos manifiestos, los pesquines, las advertencies ent. nimas, la propaganda, el ataque y la defensa subrepticia. En esta €poca sbundaron las claves, las sociedades sccretss, low vivee equivocos, los brindis con doble sentido, las metéfores indesce frables lanzadas @ su trabajo en los bailes, bautizos, fiestas y cumpleanios, que constituian los tinicos motivos pare lat reu. niones piblicas. Muy poco material de esta indole ha llegado « nosotros. La prensa, que constituye el mejor depésito de estas traiciones, ha desaparecido en su mayor parte, dejéndonos huér- fanos de informaci6n tan importante Es evidente la apatia que nuestro pueblo siente por su vida documental. A las perisdicas fogatas de documentos piblicos que hace el gobierno, se une la colaboracién destructora de las tormentas, los misteriosos fuegos en los conatos de archivos, la ausencia de bibliotecas municipales y el despego oficial por es- tas valiosas fuentes histéricas. De ser otro nuestro interés, po- driamos descubrir con poco esfuerzo el decélogo de nuesira ivilidad, redactado por nuestras mejores plumas en las colum- nas de la prensa doblemente desaparecida. Yo me atrevia a asegurar, sin temor a equivocarme, que la mejor parte de la Produccién intelectual nativa no esté en los libros publicados, sino en las paginas de los diarios y las revistas. Es en nuestra Prensa donde mejor quedé exprimido el jugo de la conciencial colectiva; a ella debemos también la formacién de caracteres sin dobleces, que fueron las piedras bésicas de nuestro siglo xix. La literatura puertorriquefia carece generalmente de fondo pa- triético: se inspiré en los problemas sociales humanos, de todas Partes y con raras excepciones, tanto su técnica como sus te- mas son extranjeros. La prensa, en cambio, no rehuyS compli- caciones y hermosamente recogié nuestras desgracias, que es como decir el alma de nuestra cultura. La historia del periodismo, en esta poca de su nacimiento Y¥ apogeo, es otra cadena de arbitrariedades y lucha desigual. Censura caprichosa, supresin de periédicos, denuncias y encar celamientos al por mayor, persecucién sistemética y abusiva 128 ANTONIO §. PEDREIRA fueron desgastando fos nexos amistosos que nos unian a Espafa y separando concretamente los intereses antes comunes, Para pensar, sentir y actuar en criollo tuvimos que esconder. nos. Y a cspaldas de In delacién y la suspicacia, poblaron al pais sociedades secretas, acunadoras de anhelos regionales, Cuando se escriba Ia historia de 1a masoneria en Puerto Rico, surgirfn a la luz del patriotismo proyectos y resoluciones incu. bados en Ia sombra, con vistas al recetario civico. Ce esta oque- dad luminosa surgié la Revolucién de Lares (1868) que, no obstante haber abortado por su falta de sincronizacién y por Jo extempordneo de su comienzo, dejé al cuidado de nuestro carifioso recuerdo los nombres, de unos héroes populares que tiferon con su sangre un gesto que no pudo lograr su plenitud, Ese Grito, no obstante, fue una inyeccién de glébulos rojos que fortalecié Ia circulacién del civismo patrio. Las consecuenciss fueron fatales. El gobierno centuplicé el niimero de persecuciones; nos fue scorralando cada vez més con su ejército de suspicacias, fortalecidas por las delaciones y Ja calumnia; los puertorriquefios iban perdiendo sus miserables empleos y hasta el comercio y los negocios nativps sufrieron los Perjuicios de una guerra civil sin sangre y sin cuartel. El pals, Que ya era pueblo, no se rindié fécilmente “y como nico re Medio, hijo de la desesperacién —ha escrito don José C. Barbo- 8a— se organizd y surgié a In vida una vaste sociedad secrete Para auxilio, proteccién, defensa y progreso del puertorriquefio, que se titulé oficialmente La Torre del Viejo, y el pueblo ls confirmé con el nombre de Secos y Mojados. A esta 90¢i Podian pertenecer solamente los. puertorriquefios”. La suerte estaba echada: a un lado los espafoles, al fn los puertorriquefios. En esta época adquiere un trégico sent Ia frase de espaioles incondicionales frente a la de ¢ Y on condiciones. Con un interés primordialimente Ces social se organiz6, para defender al elemento boricua. le met cionada sociedad secreta, Esta defensa de nuestro pueblo dirigida a auxiliar et comercio nativo, a protegcr a) Bile Pais, educar a los nifios, amparar las viudas, por medio ciaciones benéficas, crear asocindo —dice el doe Cooperativas boricuas, etc, "Todo Aeepitse como dependieness ne * PUOTNeO, ln Al declarar este boi obligada por las circunst 1 diferencia entre los Todo Puerto Rico ‘cot, nuestra conciencia colectiva se ve ftancias a establecer nuevamente una cla. “hijos del pais y los “hijos ajenoe” Se estremece con esta aspiracién rehabi- su influencia en el répido florecit tria y los negocios de los nativos, La prosperidad no duré mucho, La Torre del Viejo fue seguida. La delacién dio oportunidad al pire initia! una época de terror, que se caracteriza por sus refinamientos | inquisitoriales, bérbaros y bochornosos. Todo Puertorriquefio que haya lefdo Im historia de los famosos Compontes, iniciados en el 1887, sentiré con indignacién hervir su sangre y crisparse Sus nervios ante tan injustos e inhumanos atropellos. Jévenes Y ancianos tratados a culatazos por la guardia incivil, para, arrancarles confesin de lo que muchos ignoraban; encarcel- miento de culpables ¢ inocentes, tratados peor que criminales; bofetadas insolentes en rostros respetables; castigos dolorosos; Iatigazos, palos y puntapiés » Jos indefensos, amarrados codo con codo en el suelo y en el terreno de un sol canicular; ame- Razas de fusilamiento; dolorosos cordeles y palillos que triture ban los dedos, dislocaban los brazos y rompian los huesoe; ste duras a Ja cola de los caballos; retorcimientos testiculares. com ‘Angustias horribles, mutilaciones, en fin, que podrian perdonar te si no fuera por el gesto safiudo y Ia falta de Justicia con que fucron causadas; todo esto amasado con sangre inocente, pro- ‘caces insultos y desprecio Irecundo, es lo que nuestra historia Conoce con el dramitico marbete de Componte, imiento del comercio, la indus- 130 reoeryeae A nombre de intentos criminales, de desacatos, de sedicio. nes y reuniones secretes para conspirar, se llevd a cabo la per. secucién de los autonomistas, identificados por conveniencia con la sociedad de Secos y Mojados. No s6lo sufrieron las iras de la guardia civil y de los tribunales militares humildes jor- naleros y pobres campesinos, sino también las més destacadas figuras de nuestro civismo, entre las cuales hay que contar a una célula primaria de nuestra cultura, Romén Baldorioty de Castro y al peninsular Laureano Cepeda, director de un valiente periédico de Ponce. ‘Aunque por ah{ se opine lo contrario, tengo para mf que estos sucesos histéricos fueron de mayor trascendencia para el pais que la llamada revolucin de Lares. La isla entera vibré unisonamente y muchos pueblos como Ponce, Juana Diaz, Ma- yagiiez, Yauco y Guayanilla acrecentaron el volumen de su historia mediante la firme austeridad con que se enfrentaron al pénico. Del primero de ellos salié un comisionado secreto que, venciendo todas las vacilaciones y todos los obstéculos, consiguié llegar a Madrid, donde le esperaban otros puertorri- quefios, para plantear ante el gobierno el desgraciado caso Je Puerto Rico. El resultado fue la fulminante destitucién por ca ble, del gobernador general Romualdo Palacio. Este triunfo, tan bien ganado por nuestra conciencia colectiva, aliment6 por muchos afios el optimismo de los hombres que daban la flor de su energie para formarla. Cierto es que nuestra vida corporativa se vio siempre at tada por golpes oficiales: la misma mano que sacudié el Inst tuto Civil, que impidié abrir el Colegio Central y retrasé Pot tun cuarto de siglo la fundacién del Ateneo, maté también esperanza de funder una Universidad. Cierto es que &” oe de Pezuela, cuando tres personas juntas protestaban os ‘io eran tachadas de sediciosas; cierto que los encarcelamien causas, las garant(as personales prohibidas, Ias Ordenes ‘an Tias, los vejdmenes, los atropellos, las delaciones, on Pome ito desbandada, sin lograr por completo 1a creacion que ue s llama opinién pablica. Pero también es ciert | “La culture conjunto de la expresién del alma drama histérico, imagen en la imagen de Conjunto de los grandes simbolos senti- Ss, €8 1 Unico idioma por medio del cual lo que sufre.” Nuevos sufrimientos se acumulan sobre nuestro cuerpo so- ® partir de 1898. La polémica proximidad a los mismos Ros inducen por el momento a eludirlos. Busquemos, ahora. las rafces del Ser puertorriquefio en Ia médula de nuestra expresiGn. en gestos y obras... Ia historia universa! mentales ¢ intelectuele: Puede un alma decir cial 2.— HE saui Las Rafcas EEX &1 #814 anterior hemos visto panorémicamente algunos trozos del paisaje hist6rico de nuestra afirmacién y en éste ‘nos psoponemos penetrar en los dominios secretos de la vida totalitaria. No basta haber observado la elaboracién externa de Jos hechos; hay que ver dentro el oculto espectéculo del alma colcctiva. Bajemos de Ia copa a las raices y observemos el pro- ceso de ésmosis que da sentido y aclara nuestra personalidad. El hombre, aqui formado, fue diferencidndose lentamente de sus originales ingredientes humanos. El criollo, fruto con Sabor de la tierra, fue acusando poco a poco sus gustos y pre- ferencias, hasta lograr maneras que los mismos espaioles alma- aban como auténomas. No es conveniente ni necesario empe- zar a sefialarlas en los mejores flancos de nuestra expresién, ya que podemos sorprender su tréfico hasta en las manifeste- iones’elementales de la vida comin Reflexionando sobre el desbordado entusiasmo que nuestro Pueblo ha sentido siempre por el deporte hipico, me be pregut” tado muchas veces si esa aficién centenaria no es avaso una 4 las sefisles expresivas de nuestra Psicologia. Mas que la tenden~ cia al juego de azar, a la nerviosa emoci6n del envite y # 8 “Speranza de resolver nuestro problema personal en un dom $0, hay en el fondo de ese deporte un elemento hist6rico S sirve Para aclarar nuestro gesto. El jfbaro —ralz central Gait culture— parece un hombre cosido a su caballo, sts? siempre mudo de sus feenas, de sus fiestas y de sus Fapto®- Al repesar las escasas colecc en el pasado siglo, suele uno clos describiendo algin cal de viaje, In andadura del pals, el trote y sobretrote, ef Premiaban también ameses, aparejos, sillas de montar Ee la Exposicién Feria de 1855 se ofrecia como premio “un caballo de las mejores razas de Europa o de Africa para el poseedor del mejor potrero*. El ganado vacuno y caballar fue durante mucho tiempo una de las més florccientes indusirias de Puerto Rico. Una triple i dedicacién le aseguraba el éxito: Ia fuerza, la comodidad y el lujo. "Desde fecha que se oculta en las oscuras brumas de re motos tiempos —escribe José G. del Valle, en 1896— en Puer to Rico se celebran carreras de caballos, por les que los habitan- tes de Ja Isla tenjan mucho entusiasmo y en las que demostraban gran destreza.” Y ese entusiasmo lev a los puertorriquefios a bautizar con el nombre de cabayo un género de coplas y hasta tun baile, que logré gran popularidad en cierta época. En nues tros dfas, para ponderar fos méritos de una persona, se dice de ella que es “mucho potro” En el afio 1849, ai gobernador don Juan de la Pezuela se le ocurrié prohibir las carreras de San Pedro y San Juan y la com trariedad fue undnime. El pueblo protests por todos los mesos f su alcance y hasta en Ia Plaza de Armas de aves cap aparecié una botijuela, con un letreo por fuera que oe que revit Selene percte den. 134 ANTONIO S. PEDREIRA Al abrirla se encontraron un pliego con unos enfurecidos versos que ponian nuevo al gobernador..No era para men E gobernante habia amputado caprichosamente uno de los miembros més sensibles de nuestras costumbres insulares, La prohibicién duré muy poco. ¢De dénde nos nace esa aficién tan cara, que hasta cuaja en la copla popular, que dice: Mi mujer y mi caballo s€ me murieron a un tiempo: iqué mujer ni qué demonio: mi caballo es lo que siento! En el primer periodo de nuestra historia y en los comienzos del segundo, la poblacién de Puerto Rico vivia dispersa en una extensién geogréfica que se caracterizaba por los pantanos, los cafios, los rios, la falta de caminos y la separacién de las vivien- das. La necesidad de un simple medio de comunicaci6n nos hizo recurnir al caballo, que Negamos a dominar con asombro de espafioles y extranjeros. Y no sélo los hombres, sino hasta las mujeres se distinguian por su pericia en montar, “lo que ¢jecu- fan —segin testimonio de fray Inigo, siglo xvini—, con destre- za y desembarazo extraordinario”. Aiios més tarde, el viajero francés Pierre Ledru nos hard la misma afirmacién:~Dudo que Ruestras bellas de Paris puedan disputar con las amazonas d€ Puerto Rico el arte de manejar un caballo con tanta gracia ome Strevimiento.” El primer historiador que aparece en el siguiente me xix, Pedro Tomés de Cérdova, afirma también que “La! dae a eaeg nt f3y0Fitas de los vecinos som el baile, las Come mache attr ¥ el juego de gallos. Las sefioras montan com Fa Uacia y son unas excelentes - periculer at humildes del espiritu yo veo uns aed ay el de hacer un ejercicio, tan comun . clare a oo tan privativa y unica que expres® los Pe pale n de nuestra personalidad. Todos los pve tas INSULARISMO 135 cerlo, que logra descubrir finamente una manifestacién iluminada del alma nacional y el impulso de nuestra conciencia Y ese ritmo y ese impulso, que empieza a ser muy nuestro, se dife- rencia del ritmo y del impulso de la conciencia espafola, tan inalterable en otras ocasiones Las carreras de caballos, con Jas diversas suertes de lazos y sortijas, fueron ntimero obligado en nuestres solemnidades y en nvestras fiestas populares. En ellas se distinguian los nativos con una gracia inimitable y Gnica: “No obstante la confusion y el tropel de la corrida —dice Iitigo Abbad— rara vez sucede desgracia alguna, y si ocurre algiin azar es a algiin espaol, que encontréndose con el pelotén de corredores al volver alguna esq no sabe evitar los encuentros con la destreza de los” criollos.” iLa destreza de los criollos! Esa destreza, tan calle damente escondidas en las pfginas de Ja historia, afirma un | principio de autonomia étnica que empieza a definirnos Cierto es que lus nuevos medios de comunicacién y de re = creo van arrinconando cada vez més en nuestros dies la antigua Preocupacién equina, que no por mermada deja de ser tan ex- = Presiva. Nuestro caballo ha degenerado mucho y casi se hay relegado a las centrales y 2 los hipédromos. A pesar de que oa tos tiltimos fomentan la crianza, se siguen importando ra i del pats. ;Serén las consideraciones que acabamos de = me Tesponsables del desbordado entusiasmo que nuestro Lagrentanl sentido siempre por el deporte hipico? Pero | “ ruta ahora a pic, y més adelante busquemos nuestra el baile y en su misica. : En el Alonagie de tas Damas, 1887, oto ert — Manuel Fernéndez Juncos, se fija en el aang sd muelle de los puertorriquefios, comparén aioe nuestros bales regionales. “Tiene 1s misma OOO sy €l— 1a misma dulzure, le rn Sierta cadencia muda que “ a de La Borinquefle y toa retonones give do Sl: [OM tras coplas populares recoge ¢l 136 ANTONIO 8. PEDREIRA Las culturas de los diversos pueblas del mundo han puesto en sus maneras de andar y de bailar el rico contenido de sus tit. mos, En el baile, como en su arte y en su poesia, se entregan con elocuencia plena las notas distintivas del cardcter colectivo, “Aunque el baile sea universal —ha dicho Federico de Oris— cada pueblo baila a su manera y sus bailes constituyen una de las manifestaciones més caracteristicas y més inimitables del alma nacional En un pueblo de extensién tan limitada como el nuesiro, fuerza ere aprender @ bailar en una tabla, {Qué puertorriquefio no se excita al ofr la musica violenta de nuestro seis chorreao? EI seis, la mariyandé, y luego la plena acompafiada de otras formas antillanas exigieron la organizacién de una orquesta th pica, en la que entran elementos de las tres razas principeles que forman nuestro tronco: Ia india ofrece el cacharro o giiiro Y las maracas; la africana transforma el tambor indigena y ofre- ce la bomba y el bongs; la espafiola nos da, sin alteracin al- Suna, su guitarra, y nosotros le transformamos en vihueia, para hacer nuestro tiple, y también la bordonda y el cuatro, que Ruacieron en nuestro suelo. Con estos instrumentos de fabrica- cién criolla (exceptuando la guitarra), creamos nuestra nervios® ‘misica brava. Pero nuestro clima no soporta tan reitersda agi ‘acién y nuestra idiosincrasia, importando y asimilando cade cias de otras tierras, buscé formas de expresién mds intimas ¥ ‘toregadas y entonces surge la danza, Asi se completa el anversO ‘Yrreverto de la medalla; la misica brava es la alegria, el impett el aturdimiento; la danza es la tristeza, 1a meditaci6n, el sosie f. La danza es, » nuestro cardcter, lo que el fox-trot es ol OS Tos norteamericanos. Pueblo deportivo, motriz y fuerte, necesita ate eTCi® coreogréfico en consonancia con su constitert ca, 80 Capacidad gimnéstica y su higiénico alpinismo- "0" ‘© Rico, en cambio, pais tropical y anémico, buscé INSULARISMO. 137 su expresin en una {6rmula bailable lenta y recatada, we , con cipios que Uaramos Paseos y con cadencias que pee al diflogo cordial. Nuestra danza, a diferencia del fox, invite al regodeo y a la conversacién, § Igual que otros elementos que contribuyen a nuestra dife- renciacién, los de la danza —ya lo hemos dicho— no son pu- ramente autéctonos. De otras zonas vinieron a someterse a mues- tro gusto y tras un proceso de cspiritual metabolismo surgieron! transformados y sdecuados nuestro ritmo interior. En ella volcamos valiosos ingredientes de nuestra personalidad, y he- mos producido una de las figuras més auténticas, por expresiva y aclaratoria, de nuestra cultura: Juan Morel Campos. Su genio, ico de contenido boricua, no ha tenido iguales en la historia de nuestra mésica. Tavérez y Quintén, con ser tan exquisitos, le quedan a la zaga. Morel Campos une a fu fecundidad el seat miento colectivo de todo un pueblo. Sus danzas, tan personales” ¥ autobiogrificas, pueden muy bien sintetizar el didlogo spe nado de nuestra patria. Sopapos, No me toques Ten pieka, Vano empefio, Mis penas, Tormento, son frases de nuestro tus comin. Las ttuladas Un didlogo y Conversocién definen Ja danza, : La mésica y Im poesfa recogen admirablemente Ins palit ciones més recGnditas del corazin de un pucblo. Ni en Europe nien América he ofdo una interpretacién de un foxsrot justa y cabal como Ia hace cualquier mediano eager mericano, Un tango argentino, un danzén cubano, fe, © dde Colombia o un joropo de Venenvela, para que ls interpret: ci6n responda integramente # la creaciéa necesita GUS © Of pil Prete esté completamente saturado del espiri ia ake donde proceden eaas piezas. Con Ia danza, le dificult’ Me de punto. Péngase al mejor misico extranico © ado a ¥ acto seguido ee verd su fracaso, Como en 138 ANTONIO S. PEDREIRA pasol, hay cosas que deben ree ane estén en el pa. pel; peculiaridades no escritas, indefinibles, huideras, insobor. nables, que sdlo se entregan al nativo. Se ha dicho muchas veces que nuestra danza es un dispa. rate musical, Més que enojarnos, eso debe poner en guardia a nuestro jébilo. Yo encuentro en ese “disparate” la mas visible afirmacién de lo que somos, En ese ritmo de tres notas contra dos, en ese tresillo eléstico acentuado con equidad y que mate. miticamente equivale a las otras dos notas, esté encerrado un singular aspecto de nuestra concienci La danza, igual que nuestro paisaje, es de condicién feme- nina, blanda y romntica. Por su igualdad de ritmos, sin regis- tros completos, repetidos hasta cansar; por su melosa tonada, por Ia pobreza de su acompafiamiento, y sobre todo, por Ia falta de un misico genial que sepa hacer de ella lo que Chopin con la misica de Polonia y Albéniz, con la espafiola, la danza no ha logrado alcanzar el aristarco plano del arte puro. Le fal- tan idealizacién artistica, refinamiento y amplios registros para poder entrar en un concierto. Hasta en eso, la danza es un fiel Feflejo de lo que somos y de cémo somos. Nuestra cultura no puede atin aspirar a un puesto cémodo en un concurso interna cional. El hecho de no haber terminado su desarrollo no es obstécu- lo para que la danza sea considerada como tabla de salvacién islefia. Si procedemos a analizar su arquitectura veremos c6m0- rehuyendo la forma binaria tan corriente y socorrida, se ampara Mejor en cuatro partes y un prologo que le sirve de introduc ci6n, De aquéllas, 1a més expresiva e importante ¢s fa tercers: corresponde al obligado de lombardino, cliniax de toda danzat ¢3 la més fntima y nacional de las cuatro y no se entrega cob demente al extranjero ni a tos virtuosos del solfeo- on Como no hemos tenido historia en grande ni Cees shice, une danza hace las veces del himno que atin no Rete = Espfritus simples, aunque con sanas intencione®: © arg Veces han convocado a concurso a nuestros musics | og, escoger el himno que nos falta. Jamas seleccién alguna fu INSULARISMO i cionada por el pueblo. Y es que un himno otros augurios, sin flor natural y sin jurado. : tuicién mejor orientada, ha preferido cae ar una danza beilable y descriptiva, de retérica burguesa, "Sin ofender # nadie, La Borinqueria como himno es una hije natural de nuestro patriotismo; como danza es una hija legitima de nuestra cultura, Y esto basta por shora. Hay, pues, una manera puertorriquefia de actuar. Son Jos extranjeros, con mejores medios de comparacién que los nati- vos, los que pueden notarla claramente. El venezolano R. M. Carabafio, escribe en un ensayo esta advertencia: “aunque autor ¢s extranjero, se ha esforzado en que ambas piezas ( teatro) tengan sabor y colorido netemente regionales, haciendo que sus personajes hablen y actien como genuinos puertorti- quefios”. Ese extranjero ha observado que no solamente ha} una manera de actuar, sino también de hablar, que es puerto rriquefia. En el montar, en el andar, en el bailar, en el actuar, en el: hablar, vamos descubriendo modalidades tinices que nos defi nen. Siendo yo estudiante de Ia Universidad de Columbia, Nueva York, conocf a muchos hispanoamericanos que solian: notar en mi, sin esfuerzo alguno, caracteristicas que nos son) Peculiares. Me solazaba yo escuchando el acento y los giros dq un compafiero colombiano, y no me daba cuenta ce que @ él le necional nace bajo Pasaba lo mismo oyéndome a m{. Me parecia que él canta i i abies ‘@ su manera tienen con ese dejo musical que también y a sv manere Seve! TT Mexicanos, los venezolanos, los argentinos.. confianza entre nosotros, me sorprendié diciéndome: —iQué gracioso hablas ti! Hombre, e que habla gracioso eres té —le reaponal 20 €l acto. Y cuando me explicé en qué consistia “mi pect” remedaba mi acento ¢ imitaba mi entonacién, que él ensonlvast comin a otros coterréneos mios, me di cuenta que tame. otros tenemoa en el hablar un dejo privativo ave ny tye bornable. Y es que cada pueblo lleva en su lengvs eel 140 su raza y el expfritu de su regién. En el rico pentagrama de 1 fengua espafiola Puerto Rico tiene también su nota, No podemos' caracterizar con exactitud nuestra entonacién, Es facil, sin embargo, observar que nuestro tono comiin es més agudo que el del castellano. Esta mayor frecuencia de tono hace {que las inflexiones ascendentes no suban tanto como en Espafia y que las oraciones interrogativas resulten poco diferenciadas de las meramente declarativas. {No sucede lo mismo con nues- tra vida? La lectura escolar pone de manifiesto con su monoto- nia esta despreciacién melédica, Nuestras preguntas general- mente suben la entonacién que al final dejamos caer en un tono de siplica, con posibles raices en nuestra desventura. El lenguaje es como un arca depositaria de la substantividad de un pueblo. Del continuo batirse a ritmo de los dias van sur- giendo con las necesidades espirituales vocablos, giros y senten- clas contentivas de una heroica posicién frente a la vida. Se pierden en el revuelo de los tiempos las voces circunstanciales que cumplicron su efimera misién en determinados momentos de la historia y asientan otros su permanencia henchida de sen- tido filos6fico guardando, como cofres sagrados, el color, el tono y el cardcter diferencial del pueblo que las creé. Nues- tro pueblo no ha hecho una lengua, pero supo marcar el dor- so de la lengua que heredé. Como todos los pueblos hispa- oamericanos poseemos también un matiz que no procede de Ia importacién sino que nacié enraizado en nuestro suelo moral ae esponténeamente de los rasgos tipicos de nuestro ce ter, Ortogréficamente no ofrecemos diferencia alguna, pero des- de el punto de vista prosédico, la lengua espafiola hablada en Puerto Rico atina modalidades interesantes como las que dis tinguen entre si a las regiones de Espaiia y América. Se observe fntre nosotros el muy corriente fenémeno del localismo fonétt £0 que, como en tantos pueblos, suele estar defendido por le Alianza que suelen formar el regionalismo y el descuido. UY rms esté advertir que Ia pronunciacién correcta de lengua t funt no es enteramente uniforme en ningén pais del mune” lidad excesiva de las vocales en contacto con consonantes como en cantan, apa; la aspiracién de la s final de silaba; la yelari- zaci6n de la n final de palabra; la aspiracién de fa j; la rr uvw- lar, y entre los cultos un castizo aunque equivocado deseo de pronunciar algunas letras muertas como la p en séptimo y. septiembre; la b en obscuro, substituto; de pronunciar ce de: leccién, accién, etc., como ks en vez de gs que es lo correcto: Ja m final de dlbum, item, que se debe pronunciar como n. “graciosa” entonaci6n, nos caracterizan. Mucho antes de le mayor parte de las repéblicas surame- ricanas, hemos logrado formar nuestro Diccionario de Provin cialismos, que es un bello indice de Ia contribucién puertortt- quefia a la lengua espafiola. (A don Augusto Malaret, autor de tse trabajo, también tenemos que agradecer el mejor Dicciona- rio de Americanismos publicado hasta la fecha.) Todo esto ine? dica que hay una manera de hablar puertorriqueda, como tam- bién hay una manera de concebir que es Existe entre nosotros una honda preocupeciGn por ser eo rrectos y da léstima ofr a los anunciadores de radio que en ## afén de pronunciar la c y la z, las colocan en las palabras que beyas 0 equivocadas numerosas palabras obsoletss que comet temente usan nuestros jfbaros. Las voces truje, jablar. = mesmo, dende, dotor y tantas otras que saron lee cole me talientes clésicos del Siglo de Oro, son palace = ates sie pura cepa espafiola, que se paralizaron desde eee boca de nuestros campesinos, ofreciendo # nuesire Bat) temporéneo un precioso fenémeno de estancamiento. El hecho, 142 ANTONIO S. PEDREIRA corriente en algunos paises de América, no autoriza a nadie, sin embargo, para hablar de la perfecci6n del habla jfbara. Jun, to a estas viejas palabras de rancia estirpe, el campesino creg otras como atrecho, avancino, cumblera, cucubano, fangotarse, pollona, malojillo, etc., etc., que cuentan con una circulacién centenaria Si a esta pugna de casticismos y provincialismos, de arcats- mos y neologismos sumamos nuestra actual condicién de lingies —que obliga a una méxima atencién lingiistica— se comprenderé nuestra preocupacién por {as formas ultracorrec- tas del lenguaje, que segin el notable filélogo Navarro Tomés, es una actitud defersiva por no dejamnos sorprender en descui- dos. En la lengua escrita y sobre todo en la oratoria se nota una servil propensién al adorno piateresco y pomposo segiin hemos expuesto al hablar del retoricismo. En ese capitulo tam- bién seialamos Jas causas del merodeo expresivo, exuberante- mente gelatinoso. Una puerta abierta @ nuestras ansias de libertad es la meté- fora. El lenguaje de nuestro estudiante, de nuestro campesino y de la masa del pueblo es una maravillosa sucesin de metéfo- ras. Los oficios, la galleria, el hipSdromo, la politica, son hor- nos de permanentes hornadas metaféricas. Y asf tiene que ser en un pueblo cuya metéfora por excelencia es su propia vida: mas que vivirla a pecho descubierto, la sugerimos, la bordeamos atentos a la voz del extrarradio y a nuestra fantasia. Sabemos adoptar y acomodarnos a las circunstancias. La pericia en él rodeo ha contribuido grandemente a nuestra capacidad de ssi milacién, Un clavo saca otro clavo, nos dijo un dia et optimismo his: Pénico. Pero nuestras entrafias, violentadas por fenémenos fl- sicos y humanos, manando desazones y escepticismos, destilaron el sentido insistente de la méxima y 1a volvieron a poner &° irculacién con trene puertorriquefio: Un clavo saca a otro cla ¥0, si no se quedan los dos. Este quedarse los dos es un® or; racién de nuestra desconfianza formulada corrientemente &® INSULARISMO 143, popularisimo nju. Recursos impronunciables nos han servi también para traducir netamente emociones boricuas, EI tema podria alcanzar dimensiones desproporcionadas en el conjunto de estos ensayos y en atencién a la brevedad de los otros tenemos que abandonarlo por ahora. Stimese a la devela- cin de simbolos que acabamos de hacer las maneras aclarato- rias que ambulan por los capitulos anteriores y se tendré con més 0 menos exactitud un conjunto provisional de ademanes que operan convulsos en el fondo de nuestra conciencia colective. Al analizar en nuestros dfas el estado de las hormonas aquf descubiertas, se nota sin esfuerzo que algunas han perdido su, vieja carga de energias y otras se encuentran en estado de per-/ turbacién, Unas han desaparecido casi por completo, como las: fiestas populares y religiosas; otras, como las carreras de cabs: Mos, se han limitado, comercializdndose. Las hay que luchan’ desventajosamente por conservar el espacio que les corresponde: en nuestro afecto: las costumbres patriarcales, las fiestas de Navidad... A la larga, todac comparten su antigia soledad ofte ciendo a nuestra meditacién el espectéculo de les — 7 disputa: catolicismo y protestantismo, Ia danza y el foxsrot, ¢l inglés y el espaol, los tres reyes y Santa Claus, le parranda y el party, en suma: Europa y Norte América. El proceso de oxidacién es evidente y en ciertos casos nece- sario y dtil. Mientras dure esta transubstanciaciOn de lo que so mos es aventurado sefialar modalidades definitivas ey nuctrs personalidad transedinte. Para definirla —cuando cese la a ei sién de estos afios— el futuro tendré que tener en cuenta ¢l Te sukado de Ja promiscuidad sth ropa Un pueblo como el nuestro, que empe peau ademén dentro de la cultura hispénica, no puede COSTE rendido ni agotado. Hay que tener fe en ests SER mos una manera inconfundible de ser puertorsve TT, manera, que no pudo gozar Ia plenitud de #8 ST at cuentra hoy averiada por la transformacién # & proceso quimico de una nueva culture. ‘Arranquemos las ra(ces ya secas ¥ Jancemos las que tienen 14 ANTONIO S, PEDREIRA estirpe. ZA qué viajar desnudos cuando se tiene indu: en el equipaje? Aun tirando la que pasé de moda sie quedaré la suficiente. En esta hora de dudas transitorias que bucear los vinculos en nuestro ensimismamiento. Ni respe, to, ni gloria in excelsis. Cuanto més, un poco de seriedad ditative para aumentar Ia luz de nuestra estrella, aed meNtarig MPre nos 3.—Juvaxnwn, vivo reson0 Lot Bette et momento de sbandonar al lector, pare ques solo en esta peregrinacién hacia la patria. Hemos egado « In Giltima esquina de este libro y la despedida es forzosa. EE lector habré podido ver, al través de la ruta, que a izquierds y; # derecha cruzan elgunas calles que hemos debido transitar;! habré reconocido ademds, en nuestro itinerario, parsjes que 6 habia recorrido antes, solo o acompafiado, y hasta juzgaré que: algunos lugares comunes se debieron eludir. Este ensayo —ai caricia, ni indiferencia, ni agravio— no ha de entenderse como, un dogma sino como una controversia, Escrito con lealted # Jos hechos, sin atenuaciones, pero también sin desafecciGn, im cita a Ia juventud puertorriquefia a rehacer de nuevo con otror ingredientes el tema aqui propuesto. Yo invito a los capaces » formar el catélogo de muestras ma eras puertorriquefias, a buscar las huellas digitales del sims colectiva, para hacerlas més claras y perfectas. El paso previe ‘es dar audiencia a nuestros pecados y defectos y preparar el curso de las obligaciones al través de Grmes propésitos de ear tienda, Para ello hay que estrangular la tentacién personal que convierte a la patria en hosteria y empujar hacia el frente wa escuadrén de honradas convicciones, a procba de ofrecimientot Yortuosos. En cia promocién renovadors pongs ia fe compucts 7 1 esperanza intacta. En los sltimos ocho o diez whos wn SSP tamiento juvenil es responsable de sctitudes esporédicas 146 ANTONIO S. PEDREIRA que auguran una nueva floracién de la conciencia. Esta flor de futuro anuncia ya revelaciones germinales que los hombres de mi generacién debemos alentar. Evidentemente, el problema de nuestra juventud actual, de Ia que me quedo a retaguardia, e digno de sondeo, Pero miremos antes el de la mia, el de ests juventud atin atontada ante el vocerio de dos costas opuestas Por un desfiladero formado por decepciones y albricias \,, caminado hasta la fecha la juventud de nuestro tiempo. De un modo, In cultura espafiola hablando al sentimiento y de otro la norteamericana dirigitndose al pensamiento, nos obliga a vol- ver la cabeza de un lado para otro y escuchar las solicitaciones que a un mismo tiempo se nos hacen. Nuestra generacién, co- sida entre dos fuegos, se ha venido alimentando pasivamente de recuerdos y promesas, de nostalgias y presentimientos, de logros y esperanzas, sin poder despejar Ia incdgnita de su presente. Somes una generacién fronteriza, batida entre un final y un comienzo. sin saher a dénde dirigir las requisiciones necesarias pare habilitar nuestra responsabilidad. Al empezar el si huérfanos ya de la madre hist6rica, quedamos al cuidado de un padrastro rico y emprendedor. Un torbellino de orientaciones nos han mantenido indecisos en la alta mar de la desconfanza, Pendientes de ofr a cada rato un sdlvese el que pueda. No obstante haber quedado desemplazadas las viejas ma- trices culturales por el sacudimiento de la guerra hispanc-ame- nicana, nuestro pueblo adelanté al problema del tiempo une serie de signos ya propios como crédito de refaccién espiritual. Somos propietarios de un buen mimero de sacrificios que de bieran formar en Ia época actual las piedras angulares de nues- tra intimidad. Pero la actitud polémica del presente nos ocults las sefales de ayer y de hoy que nuestro interés debiers rele cionar. Hay quien quisiera hacer polvo del pasado; hay quien Pre tende cargarlo intacto, como una roca insustituible, sin tener & Cuenta su parte envejecida y ya superada. Atentos 2 la dimen sién espafiola y a Ia norteamericana hemos olvidado buscar 1@ tercera dimension que es la nuestra, la puertorriquefia, 1a snic INSULARISMO. ralizadas que forman el bos nuestra personalidad, “La historia —ha dicho Spengler aa scontecimiento actual disparado hacia el futuro y con la vuelta al pasado.” Hay, pues, que conjugar sin servilismo la ever cacién con el quehacer diario, para dar un sentido netamente Puertorriquefio al porvenir. Echad todo el cuidado a la van. guardia, porque vivimos en la época de lo imprevisto, sin aten.. der al vivero de nuestras conveniencias fundamentales Volver atrés es inttil. La movilidad del espiritu no admi Fegresiones y a cada momento se sacude de las cenizas del pasa. do, sin apagar por esto las brasas encendidas, a cuyo rescoldo: se empiezan a dorar los panes del presente. No hay que oponer! Pretensiones lisiadas a las transformaciones necesarias, pues cada época desplaza sus propios problemas y hace a la cultura | Preguntas que sdlo con nuevas creaciones puede contestar. Apar te Cel régimen, las épocas que hoy se pelean, son radical y nece- Sariamente distintas. No podemos substraemos « los cambios universales que ponen puntualmente su mano a nuestra espalda Mas si volver atrés es imposible, es de todo punto baldio hacia el porvenir renegando de nuestra herencia y lo que es Peor, desconociendo el arrastre hist6rico en cuyo cauce han desembocado los mejores tributarios de nuestro pueblo. Antes de fijarnos tarea de futuro, nuestro presente debe indagar en el pasado la capacidad con que podemos contar para realizarla. La juventud de hoy parece una generacién de invélidos, porque se mueve dentro de una laxitud de operaciones sin poder tomar el peso exacto de esta realidad. "Yam un pesimismo que tiene sus raices en pasadas decep- ciones 0 en los fracasos de hoy, y un optimismo que las tiene en Yentajas pretéritas o en complacencias actuales; ante un rencor que provoca resentimientos forasteros y una alegria qe acata y se conforma, la juventud actual no da con el camino més corto Para redescubrir a Puerto Rico. Delega demasiado y hay respon vista ANTONIO S. PEDREIRA sabilidades que no se pueden delegar. Asi se ha ido dafiandy con el fermento acre de las dos soberanfas que la empareden tin ocuparse de henchir con rasgos propios el contenido de nues, tra personalidad, Si en esta época no podemos decir todavia que nuestra he- rencia hispénica se encuentra en quiebra, por lo menos podemos afirmar que en algunos negocios espirituales se ha declarado en suspensién de pagos. Mirese desde ef Angulo del decoro piblico y se veré que el panorama moral se ha encogido, haciendo bo- rrosos los inefables derroteros del alma. Los hombres del 98 puertorriquefios pasaron aturdidos de una dominacién a otra y descuidaron entonces el balance que era indispensable antes de hacer un nuevo presupuesto de ilusiones. As{ surgié una juven- tud mal dotada, que ha tenido que barajar desordenadamente renuncias hipétesis, alejamientos y acercamientos, logros y anhelos. Los hombres de mi generacién hemos buscado_indtilmente acogedora_y pura pudiéramos ofr con claridad la voz de nues- Bo mito. A cade rarer ye Te avaTicla poliica not peloea if videncia, esta generacién en tela de juicio vuelve los ojos hacia el vacio que han debido Henar Jos equivalentes de Hostos, de Giner, de Rod, de Varona, forjadores de pueblos y de con ciencias. ZA qué confesor de almas jévenes hemos podido plan- tear las crisis de la mocedad, los problemas atribulados de cat Joven, de cada grupo, en los momentos decisivos en que "8 necesatia 1a intervencién de un consejero comprensivo, ilumi- nado y leal, con luz propia e inspiradora? ZA quién recurrit Para cefiirnos todos a su ejemplo, cuando nos aprictan las ansias de interpretar la vida, de ahondar en los aspectos suntuarios 4¢ la existencia, tan ineludibles cuando se quiere responder com nobleza a las preguntas de cada momento histérico? 2Dénde éncontrar Ia mano fervorosa, que impulse a tiempo y # ie mP? frene los impetus de la mocedad, tan necesitados de Ia 8°* evangélica de un maestro? iUn maestro! En la vida poblica hemos tenido varias 4°" 9 ximaciones inutilizadss para el servicio unénime por una y ota banderia aisladora; junto a estas gloriosas colindancias hemos improvizado también un grupo de conductores secundarios, na creo que nadie vaya a confundir a los directores de pueble zon los empresarios de la opinién piblica. En iltimo lugar quedan los arrivistas tribunicios, la plaga de langosta del presu- puesto, sin contenido cultural ni de cosa que lo parezca. Todos quieren servir, pero en realidad muy pocos sirven. Para imponer @ nuestro pueblo joven mayores contribucion nes espirituales es fuerza hacer primero una nueva tasscién de hombres. Hay que rescatar del arroyo donde viven desprestigiae das las nociones de Ia dignidad y el decoro para restituirles su pristino sentido. Tenemos que desamparar esa cosa espuria que than dado en Mamar fatriotismo y que anda de mano en mano como mmanfla de alquiler. Es ya urgente romper las hostilidades con Jos hombres osados que depravan las pesiones y prostitu: n con sus ejemploy a Ia juventud ye vo 10 puro ‘explcarme el desprecio ave sient as una mujer publica y al contrario Is estimaci te por cies Thomabres pablicos. Si en nombre de la moral ultra i jeres de la vida, no bay mo- jada se condena a las lamadas muje OS eee ce tivo para no condenar también 1 los hombres dele Vil prostitucién que eel a ao am ay ellstica ivativo de un sexo. Y en nu : Privative ae ata de encubrir Ia podredumbre de quienes debi an ser los mejores celadores de I= ética- — Esto no Tiene nombre —6 oye dest por toe pares Now Fel mean depen {6rica en que nos he tocado arrastrar une WTEO segunda mano, formando coros cuando no &s0 ban, no hemos podido darnos custtt tno, a No que somos comparss rebafcBt 8 To ieniras 90 hay que ser monaguillo de cls ‘nuestras mance © pemos el incensario 00 podremos OUP eae eae no debe permits que Iss ir aa Eee cunstancias de cada instante le domen sus arrestos més finos, Bueno es tener Ia parquedad del burro, pero no Ia docilidad ay ser montado. Obrar en funcién de muchachos serviles es dejar vacio a nuestro frente el espacio donde con ansiedad espera el hombre; y para llegar a serlo plenamente hay que amontonar con trabajado empefio merecimientos en la vispera. La mayor desgracia de nuestra juventud es creerse que sélo ves eso y nada més que eso, La juventud no es una profesisn, nj siquiera un titulo si s6lo se alcanza con amagos: y no puede set Promesa o esperanza en tanto su almario esté vacfo de revela- ciones orientadoras, de esfuerzos disciplinados y de una carga de energies capaces, puestas al servicio de la sensatez. No debe ufanarse en set flor mientras no tenga quehaceres suficientes que le sazonen la certidumbre de ser fruto. Hay que justificar ese envanecimiento mozo apoyéndolo en un esfuerzo prolon- gado hacia la obligacién cumplida. La promesa saldada es una de las més bellas formas de estar con el deber al dia. La nueva generacién no podré hacer valer Ia autoridad —que hoy no tiene— en tanto no abandone sus menudencias subalternas y 8 ponga a estrenar las aptitudes cultivadas que logre hacer fluir de la vida interior. La holgazaneria intelectiva de las nuevas generaciones ayuda 4 fomentar el derrotismo que nace de un sentimiento pernicio- nuestro complejo de inferioridad, El puertorriqutfio no busca un equilibrio a sus facultades y suele caer en los opuestos Polos de una autodefinicién: o se cree centro del universo 0 s© considera inferior al mono. Si lo primero, se mueve entre jac- tancias y pedanterfas simulando por todos los medios a su ak cance la autoridad de que carece. Si lo segundo, se achata y s€ atomiza de tal manera que hasta su propia esencia le es ajen® Megando a pensar que su infelicidad es vitalicia, Toca a la juventud jubilar ambas maneras hostiles a nuestra realidad y enar con justeza el hueco de oscilacién entre 1as dos fendencias. Para dar con Ia exactitud salvadora, en vez de it dulgentes, es preferible ser severos. La indulgencia no logre ‘nunca meter par entre la pretensién desmedida de los medio- unas 151 cres y el rigor ejemplar de los que por su saber enciclopédico y comprensivo pueden gastarse el lujo de ser exigentes. El complejo de inferioridad que hoy nos agobia proviene de las limitaciones geogréficas, histéricas y politicas, propicias en todo caso para fundir el vituperio con el apocamiento. Ni que mentar hay el menosprecio que por su cuenta pone en circula- cién esa tupida cantidad de afeminados, insufribles hasta la vul- geridad. Cuando se tiene un corazin estrecho y una cabeza de alfiler las cosas se sienten y se piensan estrechamente. La nueva generacién de medianeros debe darse cuenta del medio patol6gico @ cuya sombra se va haciendo. Este es un pats ¢ de malhumorados y no de constructores. Todo el mundo opin critica, destruye, y nadie se convence de su impericia por més que esté castrado de las més elementales virtudes. Todos creen tener raz6n, nadie quiere perder. Como ha sido constante borrasca de las reservas mentales, de las intenciones ocultas, de los dobles propésitos y los escamoteos, cuando se presente una voz nueva pidiendo la palabra, se le hiere con la pregunta des- confiada de gqué buscard este tipo? Y la voz en vez de hacerse incontenible, se envaina en la garganta haste que forma a y el reposo le enmohece las ocurrencias. El campo queds li! jcetiples y las comparsas. Sey as eerie cosas mientras esta juventud de a tenga su austeridad de vacaciones. Mantenga limpio an Sai y firme la resistencia y as{ tendré que entrar a ls vide pd por una puerta falsa, Esa vida azarosa reclams espintus que i da tenacidad, siempre de Juchen sin quebranto, con prolongsda eqn vi most A frente, sin dar un soepechoso perfil a ta ref precaucién cobarde. roe scecdacto “de proyectos juveniles desemboca dia = i = prensa: manifiestos, resoluciones, oo = cent, conten, aoe mmc oe ae en reali + sf solos, nutomnéticament®, lizarse pot vaalegre Esta mania programética ¢¢ US 152 ANTONIO 3. PEDREIRA queda perdido en el ruedo del camino sin conseguir vadear dl rho. Hay que aspirar con limpieza # la eccién envolvente y con. taminadora; tirotear €l proyectismo y empujados por reacciones cimeras entrar @ saco en la zona de cumplimientos con la espe- ranza de punta, El toque esté en exigir de todos nosotros, de cada uno de nosotros, la aportacin precisa para que cada fina Tidad se convierta en obra y cada esperanza en historia. De no cumplir fielmente sus compromisos, Ilegaré un dfa en que las ideas abandonadas, las intenciones perdidas, los fetos que no Pasaron de proyectos, se levanten como fantasmas « violentar nuestra madurez con acusaciones que estallen en remordimien- tos. Y entonces seré tarde para empezar de nuevo. $e feventud etrads debe estirar sus manos fratemnales-hacie exe Tote obrero ico que necesita intercambiar sus an spss) ersanchar lr bonis de remo Hay que so Groe rosos y abrir la carpe del entusiasmo para que quepan todos. En tanto no puedan recogerse los alientos realengos, mientras las inquietudes dispersas no queden machihembradas en com prensiva fusién de anhelos, Ia juventud permaneceré con s0 misién inédita, dejando que los mayores hagan mal lo que slo ella puede hacer bien: inyectar sanidad, sangre nueva, optimis- mo y alegria en el cuerpo desgastado de le sociedad. Alegria, esto es, animacin y énimo. Del placer, del espst- cimiento, del buen humor que es s{ntoma de salud, se surte en gran medida el vigor de los pueblos. Y en la noche triste de Puerto Rico es su juventud Ia Hamada a encender las luces del entusiasmo, No hablo, claro es, de esa alegria raquitica que em Pequefiece, sino de esa otra de aluvién que Hege a nuestro pecho come si fuera un sacramento, Tiempo habré de estar triste Cuan do se empiecen a pagar les contribuciones; mas ahora hay qve ser leales com los afice ilusionsdos de Ia mocedad. El deporte debe captar el interés de todo joven que lo sea por completo. Pero que 20 no sea todo: hay que sparejarlo con jdbilo al mens sana pare evitar que alguien nos reproche lo que la zorre busto. Pues asi como debe cuidar de su alegria, debe cuidar de su seriedad, forma tinica de emplazane ante la histo- ria y de poder darse cuenta de sus propias desgarraduras, Uno de los viveros que més debe preocuper a la juventud oe el de In Universidad. En sus aulas se vacian anualmente los grupos mAs granados que salen de Ia Escuela Superior; egan @ su seno y hasta se gradian al cabo de los afios sin saber a ciencia cierta en qué consiste Ia diferencia fundamental entre una escuela y otra, Se conforman con pensar que la Universidad un escalén més alto que la escuela secundaria, y lo que es peor: con emprender una carrera desenfrenada por las nota, especie de mania persecutoria, frenética y censurable. El hecho més deprimente en la vida universitaria actual es la feroz preocupacién que existe por esa baratija del abecedari. Hasta cierto punto el sistema, los profesores y el “Grade Index” colaboran para que los estudiantes conviertan el Santo Grial de Ja cultura en una letra. ij fiers de! Yo he discutido sin provecho con algunos compafieros de: claustro esas maneras deficientes para medir el esfuerzo de cada estudiante y marcarle con una nota que a la large no puede, emanciparse de errores y caprichos; el examen no sienPr indice de preparacién, muchisimo menos cuando a pee probar lo que el estudiante no sabe. La asistencia obligsions. otra exigencia que tan pronto seamos una verdaders y SiN universidad quedaré abolida. Problemas fondamen e preparacién y seleccién de catedréticos: escals de range, Sy sueldos y de ascensos; servicio y eficacis del messin eed fuera del aula; aptitud para traducirse = sf mismo } discusi6n, . sopra a toe derechos de matricula que ahora sacra c menesterosos aunque tengan talento y form de tn Ia trada a base de capacidad; urgencia de velar por dotwcia iss de hacer legar Ia U fin, todos esos problemas que en otras partes res del estudiante idéneo debieran preocuper 154 ANTONIO S. PEDREIRA Mucho me temo que nuestra clientela carezca de suficien. cia, de utensilios adecuados para legar al fondo de Ia univer. sidad invisible. En cambio estoy seguro que ella espera de no. sotros, de sus maestros, por lo menos un pufiadito de ideas dj. rectrices sobre Jas cuales operar por cuenta propia. Pero... muy contados son los profesores que se atreven a salir a ‘en aguas profundas por temor a que les coja el holandés, Para que la juventud cultive los principios’ diéfanos que I bren su carécter, el maestro no puede ser un ente inopinante, temeroso de todos y de sf mismo, fondgrafo de textos y gufa ficticio, sino un promotor de procesos mentales que ayuden a hacer ardiente 1a obligacién de cada uno. Mientras en Ia Uni- versidad no existan garantias para las divergencias, no pasaré de set una exquisita bombonera. Si todos metiéramos desintere- sadamente el hombro a sus criterios, Ia Universidad serfa en poco tiempo la matriz més respetada y fecunda de auestro pueblo. Nada podré lograrse mientras estemos a dieta :¢ juventud. Hay que insistir en la frecuencia del servicio, en el estricto cum- plimiento de los quehaceres. Yo no creo que la juventud debe desentenderse de 1a poll- tica, mucho menos en nuestra época en que el fino arte esté desorbitado. No; la juventud no puede ni debe inhibirse de ays- dar a buscar el ritmo perdido en nuestras luchas y su obligacin Primera es acompasar ese ritmo a la armonia de los demés in- tereses que forman Ia sintesis de nuestro pueblo. Pare influir en las ideas dominantes de los partidos, no puede ir # ellos mani vacia, a formar mentideros; debe ir a dar, no a buscar; 8 onie® tar con ejemplos y con tolerancias las serias convicciones 44° mantiene, y no a empeorar la situacién con el secreto & VOCS las malas artes personales. Su actitud ha de tener sabor de + crificio y una entereza insobornable para que no resuite de Po nostico reservado. La integridad de carécter no hace # sospechoso. En el seno de Iau instituciones sociales hay que deter o#* INSULARISMO 135 la ciencia, el arte, la religién, ee i juventud debe meliar los flos politicos, asegurando el credo, d cada institucién por encima de todo sectarismo. En el promans particular de cada joven la politica debe tener su horere I rarla intrusa. Porque una politica entrometida, husmeadora has. ta de los triviales detalles de cada actividad social, es la maldi cién mas funesta que puede caer sobre un pueblo. La juventud, pues, tiene que abandonar el narcisismo y en. trar con nuevas armas en las beligerancias cotidianas. No ha de esfumarse empero, al soplo de los primeros inconvenientes, sino crear las resistencias obligatorias y poner bajo un martillo de justicia social las ideas torcidas que han declarado guerra & 1a concienc’ Crear, creet... Porque de fe andamos flojos y de creacién! peor. Hemos demostrado tener habilidad para la manipulacién! técnica de la materia; para consumir, mas no para producir. Sélo puede crear valores nuevos aquel que habiendo frecuen- tado los planos superiores de 1a vida los contiene en potencia. En las letras, en la prensa, en la cerdmica, en la accién soci podriamos mostrar el fallo. Pero veémoslo en la miisica por via de ilustracién. Es muy curiosa la aguda crisis de compositores porque atra! Viesa nuestro pais. Dentro de un marco de estricta modernidad contamos con notables ejecutantes, pero no hay entre ellos uno solo que descuelle poco o mucho como compositor. Y es triste Para Puerto Rico que entre tantos virtuosos de rancia estirpe no haya uno siquiera que sobresalga como autor de piezas mu- sicales. El virtuosismo en arte tiene una gloria fugaz y aunque abone fl artista beneficios materiales, no siempre trasciende # largos Alios de recuerdo. Las galas y preseas de tal arte se desvanccen muchas veces con la desaparicin del ejecutante. Fl compl mecanismo que gobierna un virtuoso no tiene condiciones au 156 ANTONIO S. PEDREIRA ténticas de perennidad, y los afios van cada vez més mermandg, su cficacia. A la larga y con adarmes de desparpajo, entre un compositor y un ejecutante media un poco la diferencia que existe entre un inventor y un mecSnico. El uno esté como obli- gedo a trabajar siempre en nuevo, creando y originando; el otro depende del primero y esté condenado al variable suplicio de la repeticién. Y aun siendo ésta genial y diferente, lo cierto os que camina sobre sus propios pasos en un incesante volver = lo mismo, Cierto es que a juventud —los Sanromé, los Figueroa— nos ponen en el mapa internacional de la armonfa con sus maravillo- sas imerpretaciones, clésicas y modernas; cierto también que Otros espiritus aguerridos son espléndidos sostenes del arte mu- sical en Puerto Rico. Pero no es menos cierto que con reduci- Gisimas excepciones los compositores de nuestra época no dan sefiales de vida. A todas luces y con desproporcionado balance, Ja ejecucién super a Ja creacion, | No hay que negar que nuestro ambiente ralo y enervante tiene In mayor culpa de esta situacién estéril, improductiva. Pero ya que operan con buen éxito, a juzger por las frecuentes audiciones, un buen némero de academias diversas ahora que Sxiste una entusiasta institucin Pro-Arte Musical y que se han dado 4 conocer brillentemente la Asociacién de Profesores de Misica y 1a Orquesta Sinfénica; ahora que contamos con tan aoe Y con el apoyo decidido de la Universidad de = Rio, aos sel momento de fomentar por todos los que eae alcance la composicién y de rendir el culto merece a la creaci6n artistica. Los misicos buenos nunca sobran, tT marlon” 72 tenemos compositores nativos v hay que for- ad luna ‘erie de motivos dispersos en nuestro ambiente que Claman una interpretacién musical. Para conocer el alma de un pueblo culto hay que recurri i an misica. Sin esa colaborscion, tclanye dingntetico ele su vitalided s¢ hace imposible. {Han pensado toa jovenes vit INSULARISMO 157 tuoeos contempordneos en Ia fecunda cooperaciGn peramos de elloe? ue todos ex. Estos propagadores de la misica extranjera nan ido, con uestro agradecimiento, preparando el camino, formando am- biente, afinando gustos, educando auditorios, adiestrando o(dos, y aunque el logro no haya colmado la medida es suficiente para alentar y potenciar las iniciativas, por venir de nuestros com- ositores en latencia. Hay que ayudar a la gestacién con gene- rosidad y patriotismo, con la honrada aspiracién de llenar en Buestro tiempo ese vacio que hoy sefialamos en un flanco de la. cultura patria. No esperamos ni quertmos suplantaciones sin provecho, sino que anhelamos esa colaboracién que indispensablement existe en el teatro entre el autor y los actores. Hasta ahora nos hemos conformado con consumir exclusivamente I musica q no hemos producido. Sigamos acrecentando ¢l volumen de la, exquisita musica importada, pero pensemos también en ayudar” @ producir la que nuestro pais debe producir. ‘A nuestra condicién de consumidores hay que aparejar de productores. El momento es propicio y hay que aprovechar! para incorporar a Puerto Rico a la corriente creadora de la misica contempordnea. Igual en la poesia, igual en la prensa, igual en todo; creer en nosotros para poder crearnos. = Y la mejor manera de crearnos es padeciendo debsjo del poder de la cultura. La improvisacién casual tiene peligros in- minentes, porque fos pueblos no se forman con pensamientos feriados y conceptos opulentos: han de tomarse haring en d ‘molino de los aprendizajes. Empecemos por desempolvar el pa sado para despejar el horizonte y sobre él apareceré, para quien Ja gane y la merezca, la estrella de Belén. a : Podeis pensar, j6venes de mi tiempo, que la eee om ahora, que s0is vosotros los Hlamados a lenarl a . tenido ideal que todo hombre —= ie oon tee deren queréis ser leales con vorotros mismas y leales oon Me das del momento en que vivimos tenéis que man! 158 ANTONIO S. PEDREIRA Jos caminos de Ia historia y cifrar con esmero vuestra ta, pare que algin dia caiga satisfecha en sus anales, Dey contrario seréis siempre una juventud cronoldgica, carga De lo remedio con vuestras arcas vacias. * CaBando sin ‘tended al divino tesoro, pues el titul convertir en mote. eee reed 1 LA INDICE Autorretrato en su autocritica BRUJULA DEL TEMA Il, BIOLOGIA, GEOGRAFIA, ALMA i 2. 3. ML EL 1, 2. os El hombre y su sentido La tierra y su sentido Alarde y expresion RUMBO DE LA HISTORIA Levando el ancla ... Buscando el puerto Intermezzo: una nave al garete - IV. VIEJAS Y NUEVAS TARAS 1. 2. 3. Tablero de ajedrez Nuestro retoricismo Nos coge el holandés V. LA LUZ DE LA ESPERANZA 1. 2. 3. ‘Afirmacién puertorriqueia ... He aquf las raices .. Juventud, divino tesoro so dan a BR... 333 us 132 us

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